Krauss-Originalidad de La Vanguardia

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La Originalidad de la Vanguardia: una Repetición Postmoderna Rosalind Krauss 1 Durante el verano de 1981, la National Gallery de Washington organizó la que llamaría con orgullo "la más grande exposición sobre Rodin realizada hasta la fecha". No solamente no se habían visto enfrentadas jamás un número tan grande de esculturas, sino que se descubrirían en ella muchas obras desconocidas: ya sea porque se trataba de yesos almacenados en las reservas de Meudon desde la muerte de Rodin (al resguardo de las curiosas miradas del público en general como de las de los especialistas), ya sea porque dichas obras estaban apenas acabadas. Así, se podía ver un vaciado absolutamente reciente de Las Puertas del Infierno, tan reciente que los visitantes, sentados en un pequeño auditorio armado especialmente para la ocasión, podían asistir a la proyección de un film recientemente terminado acerca de la fundición y el patinado de esta nueva versión. Es probable que buen número de esos espectadores haya tenido la impresión de asistir a la fabricación de una falsificación. Después de todo, Rodin había muerto en 1917: ¿cómo imaginar que una obra producida más de sesenta años después de su muerte fuese auténtica, que fuese un original? La respuesta es más interesante de lo que parece a primera vista. Porque esta respuesta no es ni afirmativa ni negativa. A su muerte, Rodin legó al estado francés la totalidad de su sucesión: no sólo aquellas obras suyas que estaban entonces en su poder, sino también los derechos de reproducción, o sea el derecho de fabricar bronces a partir de todos los yesos existentes. Aceptado este legado, la Cámara de Diputados decidió limitar a doce el número de copias posibles a partir de un molde donado. Así, estas Puertas del Infierno producidas en 1978 son una obra legítima: podría decirse, un verdadero original. Pero una vez descartados el lenguaje jurídico y las últimas voluntades de Rodin, nos hallamos inmediatamente frente a un verdadero embrollo. ¿En qué sentido este nuevo vaciado es un original? A la muerte de Rodin, Las Puertas del Infierno yacían en su taller como un gigantesco rompecabezas de yeso cuyas piezas hubiesen sido desparramadas sobre el suelo. La disposición de las figuras de Las Puertas tal como la conocemos hoy poco refleja la idea general que de su composición se hizo el escultor: una disposición realizada a partir tanto de la numeración de las figuras de yeso como de sus respectivos emplazamientos sobre Las Puertas. Pero esta numeración fue constantemente modificada por Rodin en función de reorganizaciones y recomposiciones de la obra, que estaba bien lejos de ser acabada en el momento de su muerte. De más está decir que no se había procedido aún al vaciado. Por otro lado, ya que la obra había sido encomendada y financiada por el estado, no pertenecía a Rodin el derecho de realizar un bronce, incluso si así lo hubiese querido. Ahora bien: el proyecto del edificio al que estaba destinada fue abandonado: Las Puertas no fueron, pues, reclamadas y, por esta razón, jamás acabadas ni vaciadas. El primer bronce no fue realizado sino hasta 1921, o sea tres años después de la muerte del artista. En cuanto a la terminación y al patinado del nuevo vaciado, no existe ningún ejemplo acabado en 1 Rosalind Krauss (n. 1941), académica y crítica de arte, ha difundido su pensamiento a través de la enseñanza -en instituciones como la Universidad de Harvard, el City University of New York Graduate Center y el Hunter College-, así como de numerosos escritos, muchos de ellos aparecidos en la publicación periódica October, de la cual también en co-editora, y donde también se han desempeñado otras reconocidas voces del pensamiento postmoderno norteamericano como Craig Owens y Douglas Crimp. Este controvertido artículo, aparecido en el número otoñal de October de 1981 [KRAUSS, Rosalind [1981]. “The Originality of the Avant-Garde”. October (Cambridge, Massachussetts).Nº 18, Fall 1981] fue compilado más tarde en KRAUSS, Rosalind. The Originality of the Avant-Garde and Other Modernist Mythes. Cambridge (Mass.): The M.I.T. Press, 1985. Esta traducción fue realizada a partir de otra compilación de sus escritos vertidos al francés (KRAUSS, Rosalind. L'Originalité de l'Avant-Garde et Autres Mythes Modernistes. Trad.: Jean-Pierre Criqui. Paris: Macula, 1993) como material de circulación interna de las cátedras de Introducción al Lenguaje de las Artes Plásticas e Historia de las Artes Plásticas V de la Carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Posteriormente, éste y otros escritos fueron editados en castellano en la colección “Alianza Forma” de dicha editorial. En todas estas ediciones también se encuentra el artículo que continuó la controversia, “Sincerely Yours”, aparecido en el número 20 de October, y que reproducimos aquí a continuación de éste. 1

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INSTITUTO UNIVERSITARIO NACIONAL DE ARTE

La Originalidad de la Vanguardia: una Repeticin Postmoderna

Rosalind Krauss

Durante el verano de 1981, la National Gallery de Washington organiz la que llamara con orgullo "la ms grande exposicin sobre Rodin realizada hasta la fecha". No solamente no se haban visto enfrentadas jams un nmero tan grande de esculturas, sino que se descubriran en ella muchas obras desconocidas: ya sea porque se trataba de yesos almacenados en las reservas de Meudon desde la muerte de Rodin (al resguardo de las curiosas miradas del pblico en general como de las de los especialistas), ya sea porque dichas obras estaban apenas acabadas. As, se poda ver un vaciado absolutamente reciente de Las Puertas del Infierno, tan reciente que los visitantes, sentados en un pequeo auditorio armado especialmente para la ocasin, podan asistir a la proyeccin de un film recientemente terminado acerca de la fundicin y el patinado de esta nueva versin.

Es probable que buen nmero de esos espectadores haya tenido la impresin de asistir a la fabricacin de una falsificacin. Despus de todo, Rodin haba muerto en 1917: cmo imaginar que una obra producida ms de sesenta aos despus de su muerte fuese autntica, que fuese un original? La respuesta es ms interesante de lo que parece a primera vista. Porque esta respuesta no es ni afirmativa ni negativa.

A su muerte, Rodin leg al estado francs la totalidad de su sucesin: no slo aquellas obras suyas que estaban entonces en su poder, sino tambin los derechos de reproduccin, o sea el derecho de fabricar bronces a partir de todos los yesos existentes. Aceptado este legado, la Cmara de Diputados decidi limitar a doce el nmero de copias posibles a partir de un molde donado. As, estas Puertas del Infierno producidas en 1978 son una obra legtima: podra decirse, un verdadero original.

Pero una vez descartados el lenguaje jurdico y las ltimas voluntades de Rodin, nos hallamos inmediatamente frente a un verdadero embrollo. En qu sentido este nuevo vaciado es un original? A la muerte de Rodin, Las Puertas del Infierno yacan en su taller como un gigantesco rompecabezas de yeso cuyas piezas hubiesen sido desparramadas sobre el suelo. La disposicin de las figuras de Las Puertas tal como la conocemos hoy poco refleja la idea general que de su composicin se hizo el escultor: una disposicin realizada a partir tanto de la numeracin de las figuras de yeso como de sus respectivos emplazamientos sobre Las Puertas. Pero esta numeracin fue constantemente modificada por Rodin en funcin de reorganizaciones y recomposiciones de la obra, que estaba bien lejos de ser acabada en el momento de su muerte.

De ms est decir que no se haba procedido an al vaciado. Por otro lado, ya que la obra haba sido encomendada y financiada por el estado, no perteneca a Rodin el derecho de realizar un bronce, incluso si as lo hubiese querido. Ahora bien: el proyecto del edificio al que estaba destinada fue abandonado: Las Puertas no fueron, pues, reclamadas y, por esta razn, jams acabadas ni vaciadas. El primer bronce no fue realizado sino hasta 1921, o sea tres aos despus de la muerte del artista. En cuanto a la terminacin y al patinado del nuevo vaciado, no existe ningn ejemplo acabado en vida de Rodin que permitiese conocer el aspecto definitivo que pretenda dar a su obra. Precisamente porque jams ha habido un vaciado en vida de Rodin, y porque el modelo en yeso que dej a su muerte estaba an en gestacin, es que podemos decir que todos los vaciados de Las Puertas del Infierno son copias sin original. Y si bien la cuestin de la autenticidad se hace ms evidente en el caso de la ediciones recientes, dicha cuestin concierne a la totalidad de las copias existentes.

Pero si se recuerda lo que dijo Walter Benjamin en La Obra de Arte en la Era de su Reproductibilidad Tcnica, la nocin de autenticidad se vaca de todo su sentido cuando se la aplica a esos medios cuya esencia es la multiplicidad. "De la placa fotogrfica, por ejemplo -escribe Benjamin- se puede tirar un gran nmero de copias; sera absurdo preguntar cul es autntica". La nocin de "bronce autntico" parece haber tenido tan poco sentido para Rodin como la de "copia autntica" para numerosos fotgrafos. Al igual que respecto de algunos de los innumerables negativos sobre vidrio de Atget no existe revelado alguno realizado en vida del artista, numerosos yesos de Rodin jams han sido realizados, en vida suya, en un material perenne como el mrmol o el bronce. Como en el caso de Cartier-Bresson, quien jams revelaba l mismo sus negativos, la relacin que mantuvo Rodin con respecto al vaciado de sus obras fue siempre extremadamente distante. Este tena lugar la mayor parte de las veces en las fundiciones donde el escultor jams se qued para supervisar la ejecucin; jams trabaj ni retoc las ceras a partir de las cuales los bronces deban ser colados; jams control el acabado y el patinado de sus obras, que eran embaladas y enviadas al cliente sin que l hubiese verificado el estado. Teniendo en cuenta este enraizamiento en el ethos de la reproductibilidad tcnica, el hecho de que Rodin haya legado a la nacin el derecho de reproducir sus obras parece poco impactante.

Bien entendido, este ethos de la reproductibilidad tcnica no se aplica slo a las consideraciones tcnicas ligadas al fundido de sus obras. Habita en el corazn mismo del taller de Rodin y sus muros cubiertos de yeso (ese nevante polvo que ceg a Rilke). Porque los yesos que forman el ncleo de su obra son ellos mismos vaciados (mltiples potenciales). Y es de esta multiplicidad de donde naci la proliferacin estructural que est en el fundamento de la impresionante obra de Rodin.

Por su frgil equilibrio, Las Tres Ninfas forman una imagen de la espontaneidad, pero esta imagen se deshace poco despus de que nos damos cuenta que las tres figuras son vaciados idnticos, realizados a partir de una nica matriz. De igual forma, esta impresin de improvisacin gestual que da la actitud de los Dos Bailarines es singularmente inversa desde el momento en que se percibe que se trata de gemelos no slo espirituales sino igualmente mecnicos. En cuanto a las Tres Sombras que coronan Las Puertas del Infierno, tambin se trata de la produccin de un mltiple, de un vaciado triple: tres figuras idnticas en presencia de las cuales sera absurdo preguntar cul es la original. Las Puertas mismas son todas ellas por entero un ejemplo perfecto del trabajo modular de Rodin, donde cada figura es muchas veces repetida, restituida, reasociada o recombinada de manera obsesiva. Si el vaciado de los bronces se halla en un extremo del abanico ofrecido por la prctica escultrica (all donde la multiplicacin juega un rol esencial), se podra entender que el otro extremo, la produccin de originales, sea el lugar de la unicidad. Ahora bien: Rodin, en su trabajo, privilegia a tal punto el principio de la reproduccin que sta atraviesa de punta a punta todo el campo de su escultura.

Sin embargo, nada en el mito de un Rodin demiurgo, prodigioso creador de formas, nos prepara para la realidad: su uso mltiple y polivalente de la misma figura. Porque lo propio del demiurgo es fabricar originales, en la embriaguez de su propia originalidad. Recordemos el himno encantador de Rilke describiendo la profusin de figuras concebidas para Las Puertas del Infierno:

(...) cuerpos que escuchaban como rostros y que tomaban impulso como brazos para lanzar; cadenas de cuerpos, guirnaldas y sarmientos y pesados racimos de formas humanas por las que suba la savia azucarada del pecado, excepto las races del dolor (...) El ejrcito de esas figuras se hizo demasiado numeroso para hallar su lugar en el marco y las hojas de Las Puertas del Infierno. Rodn elega y elega. Eliminaba todo lo que era demasiado solitario para someterse al gran conjunto, todo lo que no era absolutamente necesario en ese acuerdo.

Ese enjambre evocado por Rilke nos parece compuesto de figuras diferentes. Y somos alentados a esta creencia por el culto a la originalidad organizado alrededor de Rodin y grandemente favorecido por l mismo. Desde su clebre cono de la mano de Dios, suerte de smbolo autobiogrfico, hasta su propia publicidad, que supo sabiamente orquestar (tanto que se piensa inmediatamente en su retrato por Steichen, donde aparece como la figura misma del genio prometeico), Rodin no ha cesado de querer dar de s la imagen de un creador, de un inventor de formas, de un prodigioso fermento de originalidad. Escuchemos a Rilke:

Se circula por medio de sus mil objetos, vencido por la profusin de hallazgos y descubrimientos y se regresa involuntariamente hacia las dos manos de donde ha salido ese mundo. Se recuerda cun pequeas son las manos de los hombres, cun rpido se fatigan y el poco tiempo que les es dado moverse. Se pregunta uno quin es el que domina esas manos. Cul es ese hombre? Es un viejo.

O incluso esas palabras de Henry James, en Les Ambassadeurs:

El genio en los ojos, la cortesa en los labios, detrs suyo su larga carrera, a su alrededor su squito de honores y de recompensas, el gran artista (...) deslumbr a nuestro amigo, se le apareci como la encarnacin conmovedora, prodigiosa, de un tipo (...) brill en el seno de una plyade, con un brillo personal casi insostenible.Cmo debe tomarse este pequeo captulo de la comedia humana? El artista del siglo pasado, el ms propenso a celebrar su propia originalidad, el creador ms atento a poner en evidencia el carcter autobiogrfico de su impronta sobre la materia, ese mismo artista, ese mismo creador habra abandonado su obra a las aventuras pstumas de la reproduccin mecnica? Podemos realmente pensar, al leer este ltimo testimonio, que Rodin supo medir hasta qu punto su arte era un arte de la reproduccin, un arte de mltiples sin originales?

Pero luego de esta reflexin, cmo interpretar nuestra reticencia a la visin de esta multiplicacin pstuma de la obra de Rodin? No nos encaminamos a adherir a un culto del original que ya no tiene lugar en el seno de los medios de reproduccin? Este culto del original ha logrado imponerse en el mercado de la fotografa; la copia "autntica" es definida como "la ms prxima al momento esttico": realizada no slo por el fotgrafo mismo sino, adems, inmediatamente luego de la toma. Visin evidentemente esquemtica de la paternidad artstica: no da cuenta del hecho de que ciertos fotgrafos son menos competentes para copiar que sus asistentes; de que ciertos fotgrafos recopian y reencuadran ciertas fotografas mucho tiempo despus de haberlas tomado, a veces mejorndolas considerablemente; o incluso de que es posible refabricar los materiales de copias fotogrficas del siglo XIX (antiguos papeles y compuestos qumicos) y, por consiguiente, resucitar el aspecto de una vieja fotografa: es decir, en una palabra, de que la autenticidad es independiente de la historia de la tecnologa.

Pero la frmula que define una copia original como aquella "prxima al momento esttico" es evidentemente una frmula que se enlaza con la nocin de un "estilo de una poca", nacido de la historia del arte, y que sirve de criterio al conocedor. El "estilo de una poca" designa un tipo particular de coherencia de la cual uno no podra escapar, incluso de forma fraudulenta. La autenticidad implcita en este concepto de estilo es directamente inducida por la forma en que se concibe la generacin de un estilo como produccin colectiva e inconsciente. Un individuo no podra, por definicin, divisar conscientemente un estilo. Las copias ulteriores se traicionan precisamente porque no han sido producidas en la poca: una modificacin de la sensibilidad, sobrevenida desde entonces, no podr evitar que las torpezas se deslicen en el claroscuro, que los contornos no sean demasiado duros o demasiado suaves, que, en una palabra, la coherencia estructural del antiguo orden no sea aniquilada. Y es precisamente a este concepto mismo de "estilo de una poca" al que violenta el vaciado reciente de Las Puertas del Infierno. Poco importa que la reproduccin de 1978 sea legitimada por un certificado; son los derechos estticos del estilo los que estn en juego, fundados sobre el culto a los originales. As, asistiendo en el pequeo auditorio al ltimo vaciado de Las Puertas, espectadores de esta violacin, tenemos ganas de gritar: "Falsarios!"

Pero por qu encabezar una discusin sobre el arte de vanguardia con estas consideraciones sobre Rodin, las copias y los derechos de reproduccin? Porque Rodin parece el artista que nos puede introducir a ella, vista su popularidad en vida, su gloria, y su rapidez para organizar la transformacin de su obra en producto de consumo, en kitsch.

El artista de vanguardia ha tomado muchos rostros durante el primer siglo de su existencia: revolucionario, dandy, anarquista esteta, tecnologista, mstico. Ha entonado cantidad de credos muy diferentes. No ha habido ms que una nica invariante, parece, en el discurso de la vanguardia: el tema de la originalidad. Por originalidad entiendo ms que esa suerte de revuelta contra la tradicin que se transparenta en el "Make it new"de Ezra Pound o en las exhortaciones de los futuristas italianos para destruir los museos que cubran Italia como "innumerables cementerios". Ms que un reniego o una disolucin del pasado, la originalidad vanguardista es concebida como un origen en sentido propio, un comienzo a partir de nada, un nacimiento. Una noche de 1909, Marinetti, lanzado de su automvil a las alcantarillas de una usina, emerge de ellas como de un lquido amnitico para nacer (sin progenitores) futurista. Esta parbola de la autocreacin absoluta que figura al comienzo del primer Manifiesto futurista funciona como modelo de lo que la vanguardia, a comienzos del siglo XX, entiende por originalidad. Porque la originalidad deviene una metfora organicista, refirindose no tanto a la invencin formal como a las fuentes de la vida. El yo como origen es preservado de la contaminacin de la tradicin por una suerte de ingenuidad originaria. De all la frmula de Brancusi: "Desde que no somos ms nios, ya estamos muertos". El yo como origen tiene el poder de regenerarse continuamente, de renacer perpetuamente de s mismo. Para Malevitch: "Slo est vivo quien reniega de sus convicciones de ayer". El yo como origen permite una distincin absoluta entre un presente experimentado de novo y un pasado cargado de tradicin. Las reivindicaciones de la vanguardia cubren exactamente esas reivindicaciones de originalidad.

Pero si la nocin misma de vanguardia puede ser considerada como dependiente del discurso de la originalidad, la prctica efectiva del arte de vanguardia tiende a revelar que esta "originalidad" es una hiptesis de trabajo emergente sobre un fondo de repeticin y de recurrencia. Una figura que dar el ejemplo, salida de la prctica vanguardista en el dominio de las artes visuales, es la de la retcula.

Ms all de su presencia recurrente en la obra de artistas que son considerados de vanguardia (entre los cuales se halla tanto a Malevitch y Lger como a Mondrian y Picasso, tanto a Schwitters, Cornell, Reinhardt y Johns como a Andre, LeWitt, Hesse y Ryman), la retcula posee muchas propiedades estructurales que han permitido fundamentalmente su apropiacin por la vanguardia. Una de esa propiedades es la impermeabilidad de la retcula al lenguaje. "Silencio, exilio y astucia" eran la contarsea de Stephen Dedalus: orden que, segn el crtico literario Paul Goodman, expresa las reglas que se impone el artista de vanguardia. La retcula promete el silencio, lo extiende hasta la negacin de la palabra. El absoluto estancamiento de la retcula, su ausencia de jerarqua, de centro, de inflexiones, subrayan no solamente su carcter antirreferencial sino, ms an, su hostilidad a la narracin. Esa estructura impermeable tanto al tiempo como al accidente, prohibe la proyeccin del lenguaje en el dominio de lo visual. Resultado: el silencio.

Ese silencio no se debe simplemente a la extrema eficacia de la retcula como barricada contra el discurso, sino tambin a la proteccin que le asegura su red contra toda intrusin. Ningn eco de pasos en las cmaras vacas, ningn grito de pjaro al aire libre, ningn rumor de agua lejana, porque la retcula ha reducido la espacialidad de la naturaleza a la superficie circunscripta de un objeto puramente cultural. De ese borramiento de la naturaleza como del lenguaje nace un silencio siempre ms profundo. Y en esa nueva calma instaurada estaba el comienzo, el origen mismo del Arte que numerosos artistas creyeron poder entender.

Para aquellos que imaginaron al arte comenzando en una suerte de pureza originaria, la retcula era el emblema del puro desinters de la obra de arte, de su ausencia total de finalidad, promesa de su autonoma. Es ese sentido de la esencia originaria del arte que nos conmueve en estas palabras de Schwitters: "El arte es una nocin fundamental, sublime como lo divino, inexplicable como la vida, indefinible y sin fin". La retcula intensificaba ese sentimiento de haber nacido en un espacio nuevo, desembarazado de todas las escorias, el de la pureza y de la libertad estticas.

Para los artistas que no ubican el origen del arte en la idea de un puro desinters, pero buscan alcanzarlo por una unidad empricamente fundada, el poder de la retcula reside en su capacidad para evidenciar el fundamento material del objeto pictrico. Inscribindolo y describindolo simultneamente, autoriza a concebir la imagen de la superficie pictrica como naciendo de la organizacin de la materia pictrica: para tales artistas, la superficie cuadriculada es la imagen de un comienzo absoluto.

Quiz sea este sentimiento de un comienzo, de una nueva partida, de un grado cero, el que condujo a todos esos artistas a trabajar con y a travs de la retcula, utilizndola a cada instante como si acabasen de descubrirla, como si el origen que haban hallado (desnudando la representacin, estrato por estrato, hasta llegar a esa reduccin esquematizada, a esa cuadrcula fundamental) fuese su propio origen, y el hecho de descubrirla fuese un acto de originalidad. Por oleadas sucesivas, los artistas abstractos han "descubierto" la retcula. Se podra decir que una de las caractersticas de la retcula (en su funcin de reveladora) es la de ser siempre un descubrimiento, un descubrimiento nico.

Y como la retcula es un estereotipo que de manera paradjica no deja de ser redescubierto, es (otra paradoja) una prisin en la cual el artista encerrado se siente libre. Porque lo que impacta de la retcula es que, por ms eficaz que ella sea como emblema de libertad, no autoriza, en realidad, ms que a una libertad fuertemente restringida. Si la retcula es, entre las construcciones posibles de una superficie plana, sin ninguna duda la ms convencional, es tambin, al mismo tiempo, la ms constrictora. As como nadie pretendera haber inventado la retcula, de la misma forma ha sido particularmente difcil, desde que se han explorado sus posibilidades, ponerla al servicio de la invencin. Si se examinan las carreras de los artistas ms interesados en la retcula, se podra decir que a partir del momento en que se han sometido a esa estructura, su trabajo ha cesado virtualmente de evolucionar para alistarse, por el contrario, en la va de la repeticin. Ejemplos: Mondrian, Albers, Reinhardt, Agnes Martin.

Diciendo que la retcula condena a esos artistas a la repeticin y no a la originalidad, no pretendo de ninguna manera despreciar su trabajo; busco adelantar un par de conceptos -originalidad y repeticin- y analizar sus relaciones sin ideas preconcebidas. Porque estos dos trminos parecen aqu depender de una misma economa esttica (son interactivos), aunque uno de ellos -originalidad- sea valorizado, mientras que el otro -repeticin, copia o rplica- es desacreditado.

Acabamos de ver que el artista de vanguardia revindica por sobre todo su originalidad como un derecho, un derecho de primogenitura por as decirlo. Estando su yo en el origen de su obra, esa obra ser tan nica como l mismo; su propia singularidad garantiza la originalidad de su produccin. Esa garanta que se da le permite invertir su originalidad en la creacin, por ejemplo, de grillas. Ahora bien: podemos ver no slo a ese artista -sea quien fuere- no pudiendo decirse inventor de la retcula, pues nadie puede reivindicarse esa paternidad. Los derechos de autor se pierden en la noche de los tiempos y esa figura, luego de muchos siglos, ha cado en el dominio pblico.

Desde un punto de vista estructural, lgico y axiomtico, la retcula no puede ser ms que repetida. Y siendo ese acto de repeticin o de reproduccin para un artista dado la ocasin "original" de utilizar la retcula, ese uso perpetuado en el desarrollo de su trabajo ser siempre ms repetitivo, con lo que el artista mismo se compromete en un proceso sin fin de autoimitacin. Lo sorprendente es el hecho de que tantas generaciones de artistas del siglo XX hayan debido imbricarse en una situacin tan paradjica que los condenaba a repetir, como compulsivamente, un original lgicamente fraudulento.

Pero hay otra ficcin -complementaria- cuya fuerza es no menos sorprendente: la ilusin esta vez no de la originalidad del artista, sino del estado originario de la superficie pictrica. Ese origen es el que el genio de la retcula est censurado a revelarnos a nosotros, espectadores: un infranqueable grado cero detrs del cual ya no hay ni modelo, ni texto, ni referente. Si sta no es sino aquella experiencia de la "originariedad" (originariness) forjada por generaciones de artistas, de crticos y de espectadores, es ella misma una ficcin. La superficie de la tela y la retcula que la cuadricula no se fundan en esa unidad absoluta implcita por la nocin de origen. Porque la retcula sigue la superficie de la tela, la redobla. Incluso aunque sea cierto que es una representacin de la superficie reportada sobre esa misma superficie, sin embargo, sigue siendo una figura que representa diferentes aspectos del objeto "originario". A travs de su propia malla, crea una imagen del tejido infraestructural de la tela; por su red de coordenadas, se organiza en metfora de la geometra plana del campo; por su repeticin, configura la extensin de la continuidad lateral. As, la retcula no revela la superficie desnudndola; la vela, al contrario, a travs de una repeticin.

Como hemos visto, el proceso repetitivo de la retcula debe seguir (o venir despus de) la superficie emprica, real, del cuadro. Sin embargo, tambin se puede decir que el texto figurativo de la retcula precede a la superficie, viene antes que ella, llegando hasta a prohibir a esa superficie concreta ser cualquier cosa como un origen. Porque detrs de ella (behind it), lgicamente anteriores a ella, estn todos esos textos visuales que poco a poco han determinado el plano limitado como campo pictrico. La retcula resume todos esos textos: la cuadrcula del cuadriculado necesario para la transposicin mecnica del dibujo al fresco; o el dispositivo lineal de la perspectiva que sirve para operar la reduccin conceptual de las tres dimensiones del espacio a las dos dimensiones de la pintura; o incluso el trazado regulador sobre el cual trasladar las relaciones armnicas, como las proporciones; o finalmente los innumerables encuadres por los cuales la existencia del cuadro como cuadriltero regular ha sido reafirmado sin cesar. Todos ellos textos que, por ejemplo, son repetidos por la superficie plana "original" de un Mondrian y, por esa repeticin, representa. De igual forma, el campo mismo que se supone que la retcula revela es ya compartimiento interno por la repeticin y la representacin, siempre ya dividido y mltiple.

Lo que yo llamo el estado originario de la superficie pictrica es lo que la crtica de arte denomina con orgullo la opacidad del plano pictrico moderno. Pero, en el espritu de esa crtica, una opacidad tal no tiene nada de ficticia. En el seno del espacio discursivo del arte moderno, la opacidad putativa del campo pictrico debe ser mantenida en tanto que concepto fundamental, porque es sobre ese fundamento que reposa todo un complejo de trminos interdependientes. Todos esos trminos -singularidad, autenticidad, unicidad, originalidad y original- estn ligados al momento originario en el que esta superficie es la instancia a la vez emprica y semiolgica. Si para la modernidad el placer reside en la autorreferencialidad, esa cpula de placer est erigida sobre la posibilidad semiolgica de un signo pictrico no representacional y no transparente, de tal suerte que el significado deviene la condicin redundante de un significante reificado. Pero si consideramos que el significante no puede ser reificado, que su cualidad de objeto, su esencialidad no es ms que una ficcin y que cada significante es l mismo el significado transparente de un ya-all, de una decisin siempre ya tomada de hacerlo el vehculo de un signo, ya no hay ms opacidad posible: no hay ms que una transparencia que se abre sobre una cada vertiginosa en un sistema de duplicacin sin fin.

En esta perspectiva, la retcula que significa la superficie pictrica, representndola, no llega ms que a aislar al significante de otro sistema de grillas, anterior, l mismo precedido an por otro sistema. En esta perspectiva, la retcula moderna es, como los vaciados de Rodin, lgicamente mltiple: un sistema de reproducciones sin original. En esta perspectiva, la nuestra, el estado real de uno de los mayores vehculos de la prctica artstica moderna deriva no del trmino valorizado de la dupla ms arriba evocada - la pareja originalidad-repeticin- sino del trmino desacreditado: el que opone lo mltiple a lo singular, lo reproducible a lo nico, lo fraudulento a lo autntico, la copia al original. Es ese trmino - la parte negativa de la dupla de conceptos- lo que la crtica moderna ha buscado reprimir, ha reprimido.

Desde este punto de vista, constatamos que modernidad y vanguardia son ntimamente dependientes de lo que podra llamarse el discurso de la originalidad y que ese discurso no sirve solamente a los intereses de los artistas sino tambin a los, bastante mayores, de instituciones tan numerosas como diversas. Recobrando las nociones de autenticidad, de original y de origen, el discurso de la originalidad es compartido tanto por los museos como por los historiadores y los practicantes del arte. Y a todo lo largo del siglo XIX, esas instituciones se han concertado para definir la marca, la garanta, el certificado de autenticidad del original.

Sin embargo, la idea de que una copia ya siempre anida en el corazn mismo del original era mucho ms aceptable a comienzos del siglo XIX. As, tenemos discusiones concernientes a lo pintoresco: en Northanger Abbey, por ejemplo, se ve salir de paseo a Catherine, la joven herona lindamente provinciana de Jane Austen, acompaada de sus dos nuevos amigos, ms cultivados que ella, quienes admiran el paisaje "con la mirada de gente habituada a dibujar y discutan con pasin la manera en que se lo podra utilizar en un cuadro". Se ilumina entonces, en el espritu de Catherine, la idea de que su concepcin provinciana del natural -"cielo claro" igual "hermoso da"- es totalmente falsa: lo natural, o sea el paisaje, va a ser construido ante sus ojos por sus eruditos compaeros:

Se improvis en el acto un curso acerca de lo pintoresco. Las explicaciones del Sr. Tilney eran tan claras que ella comenz rpidamente a percibir la belleza de todo lo que l admiraba (...) l le habl de primeros planos, de ltimos planos, de segundos planos, de puntos de vista y de perspectivas, de iluminacin y de sombras. Catherine se mostraba una alumna de la que poda esperarse mucho, al punto que llegando a la cima de Beechen Cliff, rechaz por s misma a toda la ciudad de Bath como indigna de figurar en un paisaje.

Leer un texto sobre lo pintoresco, es inmediatamente sucumbir a esa divertida irona con la que Jane Austen observa a su joven protegida descubriendo que la naturaleza misma est constituida por "la manera en que se la podra utilizar en un cuadro". Porque es perfectamente evidente que a travs de la accin de lo pintoresco la nocin misma de paisaje es elaborada como un trmino segundo cuyo antecedente es una representacin. El paisaje deviene el redoblamiento de un cuadro que lo ha precedido. As, cuando nos sorprendemos con una conversacin entre el reverendo William Gilpin, uno de los principales tericos de lo pintoresco, y su hijo, que visita el Lake District, sabemos exactamente a qu atenernos. En una carta a su padre, el joven escribe sobre su decepcin cuando, en la primera jornada de ascenso por las montanas, un clima absolutamente sereno impidi toda aparicin de lo que el viejo Gilpin nombraba constantemente en sus escritos como el efecto. Pero el segundo da, asegura el muchacho, se produjo una tempestad seguida por un desgarramiento en las nubes:

Entonces, qu efectos de melancola y de esplendor! Yo no (los) puedo describir, y no tengo necesidad de ello, porque os es suficiente consultar vuestra propia reserva (de esbozos) para tenerlos bajo vuestros ojos. He tenido, sin embargo, un singular placer al ver vuestro sistema de efectos tan plenamente confirmado por las observaciones hechas durante esa jornada: donde tornase mis ojos, perciba uno de vuestros dibujos.

En esta discusin, el dibujo es la instancia legitimante -con su conjunto de partidos previos concernientes al efecto- y el que valida las pretensiones del paisaje de representar la naturaleza.

El suplemento del Johnson's Dictionary fechado en 1801 da seis definiciones del trmino pintoresco (picturesque): todas describen una especie de torzada alrededor de la cuestin del paisaje en tanto que releva o no una experiencia originaria del sujeto. Siguiendo este diccionario, lo pintoresco es 1) lo que place a los ojos; 2) remarcable por su singularidad; 3) impactando la imaginacin con la misma fuerza que los cuadros; 4) expresable a travs de la pintura; 5) ofreciendo un buen motivo para el paisaje; y 6) propio a abrazar la forma del paisaje. De ms est subrayar que el concepto de singularidad, empleado en la expresin "remarcable por su singularidad", contradice semnticamente a otras acepciones autorizadas del trmino, como "ofreciendo un buen motivo para el paisaje", donde paisaje significa un cierto tipo de pintura. Porque ese gnero pictrico -tal como es tomado en la convencin de los "efectos" enunciados por Gilpin- no es nico (o singular) sino mltiple y recurrente: reposa sobre un conjunto de bosquejos: lo accidentado, el claroscuro, las ruinas y las abadas. As, cuando se hallan estos efectos en el mundo real, su tratamiento natural no aparece sino como la repeticin de otra obra, de un "paisaje" que existe ya en otra parte.

Pero el empleo de la palabra singularidad por el Johnson's Dictionary merece un examen ms profundo. En sus Observations on Cumberland and Westmorland, Gilpin hace de la singularidad una funcin del espectador: sera el conjunto de los momentos singulares de su percepcin. Para Gilpin, la singularidad no es cualquier cosa que ofrecer o no tal o cual zona topogrfica; nacer ms bien de las imgenes que surgiran en todo momento, y de su eco en la imaginacin. El paisaje no es, entonces, esttico, sino que se recompone constantemente en diversos cuadros, distintos y singulares. Para Gilpin:

El que contemplase una misma escena bajo dos luces diferentes, al poniente y a pleno medioda, vera sin duda dos paisajes bien diferentes. No solamente las distancias le pareceran borradas o. por el contrario, esplndidamente puestas en relieve, sino que podra percibir variaciones en los objetos mismos; y ello simplemente por razn de las diferentes horas del da en las que esos objetos hubiesen sido examinados.

Con esta descripcin de la singularidad como una unidad emprico-perceptiva de un momento integrado a la experiencia de un sujeto, estamos en el umbral de la problemtica del paisaje tal como ha sido elaborada en el siglo XIX, fundada sobre la creencia en el poder originario y fundamental de la naturaleza vista a travs de la lente aumentante de una subjetividad. En otros trminos, en esos dos-paisajes- diferentes-ya-que-vistos-en-dos-momentos del-da, Gilpin parece abandonar la idea de que la condicin primera y fundamental de un paisaje es ser siempre ya un cuadro. Pero el agrega: "Si el sol brilla, las colinas prpuras pueden destacarse sobre el horizonte, recortadas en innumerables formas placenteras; por el contrario, si el cielo es oscuro, un cambio total puede ocurrir (...) las montaas lejanas y toda su magnfica agudeza pueden desaparecer para dar lugar a una superficie muerta". El empleo mismo de esta oposicin (formas agudas/superficie muerta) nos muestra nuevamente que aqu la pintura es el nico cdigo de referencia.

Lo que nos revela la definicin de pintoresco propuesta por Jane Austen, por Gilpin o por el diccionario es que, incluso si lo singular y lo estereotipado (o lo repetitivo) pueden ser opuestos desde el punto de vista semntico, forman sistema desde el punto de vista lgico: forman las dos mitades del concepto de paisaje. En los cuadros, la anterioridad y la repeticin son la una y la otra necesarias a la singularidad de lo pintoresco, porque para el espectador sta no existe si no la reconoce en tanto que tal, y este re-conocimiento no es posible sino por un ejemplo anterior. La definicin de lo pintoresco es maravillosamente circular: lo que hace aparecer como singular un momento cualquiera de la percepcin es precisamente que se conforma en el tipo, en lo mltiple.

Se puede examinar fcilmente la economa de esta oposicin -singular/mltiple- en el interior de ese episodio esttico que se ha llamado lo Pintoresco: episodio que ha determinado el advenimiento de un publico artstico interesado ante todo por la prctica del "gusto" como ejercicio que permite el reconocimiento de la singularidad o -en el lenguaje del romanticismo- de la originalidad. Pero mucho antes del siglo XIX la interdependencia de estos trminos deviene mucho menos evidente, en la medida en que el discurso esttico -tanto oficial como no oficial- privilegia la originalidad y tiende incluso a evacuar la nocin de repeticin o de copia.

Y, sin embargo, evidente o no, esta nocin es fundamental para la concepcin misma del original. El siglo XIX organiza su prctica artstica alrededor de la copia para suscitar esa posibilidad de reconocimiento que Jane Austen y William Gilpin llamaban gusto. Thiers, aquel ministro de Louis-Philippe que veneraba la originalidad de Delacroix hasta el punto de procurarle importantes encargos oficiales, cre un museo de copias en 1834. Cuarenta aos ms tarde, el ao que precedi a la primera exposicin impresionista, un monumental museo de Copias era abierto bajo la direccin de Charles Blanc, entonces director de Bellas Artes. Las nuevas salas de este museo albergaban 157 pinturas al leo: copias tamao natural, recientemente encargadas, de las ms grandes obras maestras de los museos extranjeros, as como algunos frescos de Rafael del Vaticano. La existencia de este museo era, a los ojos de Blanc, de una necesidad y de una urgencia tales que, durante los tres primeros aos de la Tercera Repblica, la totalidad del presupuesto acordado al ministerio de Bellas Artes para "el estmulo a los artistas" serva para financiar la realizacin de copias. Hay que destacar que esta insistencia sobre la importancia de las copias en la formacin del gusto no impeda de ninguna manera a Charles Blanc -como tampoco a Thiers- el admirar profundamente a Delacroix y trabajar en hacer accesibles las investigaciones ms avanzadas sobre el color. Su Grammaire des arts du dessin (1867) permiti a los primeros impresionistas familiarizarse con las nociones de contraste simultneo, de complementariedad y de acromatismo, as como con las teoras y los diagramas de Chevreul y de Goethe.

Este no es el lugar para desarrollar ese fascinante tema que es el rol de la copia en la pintura del siglo XIX y su creciente necesidad para la formacin del concepto de originalidad, de espontaneidad y de novedad. Me contentara con observar que la copia ha permitido el desarrollo de un signo o sema -el de la "espontaneidad"- organizado y codificado de manera cada vez ms compleja. A ese signo Gilpin lo llama "efecto", Constable "claroscuro de la naturaleza" -alusin a su tcnica de pura convencin: toques quebrados, realces blancos aplicados a esptula- y Monet lo llam "instantaneidad", refirindose al lenguaje pictrico igualmente convencional del boceto o de la pochade. "Pochade" es el trmino tcnico para un croquis ejecutado muy rpidamente, una especie de anotacin estenogrfica, codificable e identificable en tanto que tal. Fue la rapidez de la "pochade" as como su lenguaje abreviador lo que un crtico como Ernest Chesneau vi en la obra de Monet, calificndola de "indescifrable caos de roces de paleta".

Pero como lo han mostrado recientes estudios sobre el impresionismo de Monet, el toque rpido, que en l funcionaba como signo de espontaneidad, dependa de hecho de una elaboracin de las ms calculadas: ningn signo ms falsificado que el de esa espontaneidad. Trabajando las mltiples subcapas gracias a las cuales constituye los gruesos plegamientos de lo que Robert Herbert denomina "toques texturales", Monet forma pacientemente una red de brutas incrustaciones y de regueros orientados considerados como significantes de la rapidez de ejecucin y por lo mismo de la singularidad del momento percibido y la unicidad del despliegue emprico. Pintadas a los ltimo, por encima de ese "instante" fabricado, dbiles y precisas manchas de pigmento establecen las relaciones de color. Intil decir que esas operaciones, teniendo en cuenta el tiempo de secado, tomaban cada vez ms das. El resultado est all: ilusin de espontaneidad, sentimiento de ver acontecer instantneo y originario. Remy de Gourmont es vctima de esa ilusin ya que en 1901 describe las telas de Monet como "la obra de un instante", un "relmpago" especfico donde "el genio colabora con el ojo y la mano" para forjar una "obra personal de una originalidad absoluta". Esta ilusin del instante distinto, nico, es el producto de un procedimiento enteramente calculado desarrollado necesariamente por etapas, efectuado fragmento a fragmento sobre muchas telas a la vez. Se trata de un trabajo en serie, de un trabajo en cadena. Los que visitaron el taller de Monet a fines de su carrera fueron sorprendidos por el hallazgo del maestro de la instantaneidad trabajando sobre una docena de telas, o an ms. La produccin de espontaneidad a travs de constantes retoques hechos sobre sus telas (Monet recobr de su marchand la serie de Catedrales de Rouen para retrabajarlas durante tres aos) revela esa misma economa esttica que hemos visto operar en Rodin, y que reposa sobre el apareamiento de la singularidad y de la multiplicidad, de la unicidad y de la reproduccin. Esa economa implica, por otro lado, el fraccionamiento del origen emprico que estar ms tarde en el fundamento de la retcula moderna. Como en el caso de Rodin, como para la retcula, el discurso de la originalidad del que participa el impresionismo rechaza y desacredita el complementario de la copia. La vanguardia como la modernidad reposan sobre ese rechazo.

Pero qu ser lo que no rechaza el concepto de copia? A qu se asemejara un trabajo que pusiese en obra el discurso de la reproduccin sin original, ese discurso que no podra operar en la obra de Mondrian sino como la inevitable subversin de su proyecto, como ese resto de representacin que no haba podido purgar totalmente de su obra? Una de las respuestas posibles es que un trabajo tal parecera una especie de juego sobre la nocin de reproduccin fotogrfica, como el que ha comenzado con las telas serigrafiadas (silkscreen canvas) de Rauschenberg para extenderse ms recientemente en la produccin de un grupo de jvenes artistas, designada con el polmico trmino de imgenes (pictures). Me detendr sobre el ejemplo de Sherrie Levine, que parece cuestionar de la manera ms radical el concepto de origen y, entonces, el de originalidad.

El medio de Levine es la foto-pirata, como testimonia la serie de fotografas de Edward Weston sobre su hijo Neil que Levine, violando el derecho de autor, se ha contentado con refotografiar. Pero, como se ha sealado recientemente, los "originales" de Weston provenan ellos mismos de modelos forjados por otros, a saber, el gran conjunto de Kouro griegos de los que derivan la codificacin y la multiplicacin del torso masculino en nuestra cultura. El robo de Levine, quien se sita, si se lo pudiese decir, en la misma superficie de las copias de Weston, hace resonar detrs de ellas toda la teora de modelos que el fotgrafo mismo haba plagiado, reproducido. El discurso de la copia al que debe remitirse el acto de Levine ha sido analizado por numerosos escritores, entre ellos Roland Barthes. Vuelvo a su definicin del realista no como el que copia segn la naturaleza sino como "pasticheur", como cualquiera que hace copias de copias"

Pintar es descender al tapete de los cdigos, es referir no de un lenguaje a un referente sino de un cdigo a otro cdigo. As, el realismo (...) consiste no en copiar lo real sino en copiar una copia (pintada) de lo real (...) por una mmesis segunda, (alguien) copia lo que ya es copia.

Otra serie de Sherrie Levine reproduce los lujuriosos paisajes de Eliot Porter: nuevamente atravesamos "la copia original" para regresar al origen natural y, como en el caso de lo pintoresco, ingresamos por una puerta secreta al ltimo plano de esa "naturaleza", a la construccin puramente textual de lo sublime y a la historia de sus degeneraciones en copias siempre ms plidas.

En la medida en que el trabajo de Sherrie Levine deconstruye explcitamente la nocin moderna de origen, no puede ser considerado como una prolongacin de la modernidad. Al igual que el discurso de la copia, es postmoderno. Lo que quiero decir es que no puede ser tenido por vanguardista. A causa de su ataque crtico contra la tradicin que la precede, podramos tentarnos de ver en el cambio operado por la obra de Sherrie Levine una nueva etapa en el progreso de la vanguardia. Sera un error. Deconstruyendo las nociones hermanas de origen y de originalidad, el postmodernismo secesiona: se desprende del campo conceptual de la vanguardia y considera al abismo que lo separa de ella como la marca de una ruptura histrica. El perodo histrico que englob vanguardia y modernidad est cerrado, irremediablemente, y no se trata de un simple acontecimiento periodstico. Toda una concepcin del discurso lo ha conducido a su fin, al igual que todo un complejo de prcticas culturales, en particular una crtica desmitificante y un arte verdaderamente postmoderno. Estos dos ltimos trabajarn en lo sucesivo en desvitalizar las proposiciones fundamentales de la modernidad, en liquidarlas definitivamente exponiendo su carcter ficticio. As, es desde un nuevo punto de vista, extrao, que nos volvemos hacia el origen moderno y miramos su estallido en una repeticin sin fin.

Sinceramente Suya

Rodin y el Problema de la Reproduccin

Rosalind Krauss

"La Originalidad de la Vanguardia" produjo una respuesta inmediata por parte del profesor Albert Elsen, organizador de la exposicin Rodin Rediscovered de la National Galley of Art de Washington. En una carta de cuatro pginas, enviada a la redaccin de October, donde haba aparecido mi artculo, acosa a ese ensayo porque yo examinaba en l el problema de los originales y de la originalidad en Rodin, dos nociones que segn Elsen, no presentaban absolutamente nada de problemtico. Luego de haber declarado que yo pareca ignorar en mi artculo el catlogo de la exposicin, "que comprende estudios sobre Un Original en Escultura por el antiguo director del Louvre, sobre Las Obras Esculpidas de Rodin por Dan Rosenfeld y sobre Las Puertas del Infierno por m mismo", Elsen, una vez ms, se convirti en la voz de la evidencia misma:

Jean Chatelain demuestra que en Francia las ediciones de bronces han sido siempre consideradas como originales. Al igual que los grabados, las ediciones en bronce hoy como antao, son originales. As como se habla de un grabado original de Rembrandt, se puede hablar de un bronce original de Rodin.

Habiendo decretado que para m originalidad "quiere decir nico, solo en su gnero", Elsen estaba impaciente por contradecir esta definicin con la de Rodin mismo:

Para Rodin, la originalidad est en la concepcin, por ejemplo, en su interpretacin de la historia de los Burgueses de Calais, en la forma en que, con el Balzac, expresa su idea del monumento pblico (...) No fue limitando sus esculturas a un solo ejemplar la forma en que Rodin fue aclamado en su tiempo como un artista original. l mismo consideraba a los bronces y a las obras esculpidas por otros con su autorizacin como obras "autgrafas" ya que la concepcin, as como las normas de ejecucin, eran suyas. Si un cliente deseaba un mrmol que se distinguiese por su caracter nico, deba expresamente precisarlo a Rodin, de manera tal que la obra encomendada difiriese de manera visible y definitiva de toda otra pieza tallada a continuacin sobre el mismo tema. El pblico de Rodin conoca muy bien el sistema de divisin del trabajo que el artista haba heredado y que usaba a fin de producir y crear.

Si la originalidad puede ser puesta al abrigo de todo cuestionamiento, debe hacerse lo mismo con la autenticidad. Describiendo las relaciones entre Rodin y Jean Limet, el "patinista preferido" del escultor, Elsen agrega: "Contrariamente a Krauss, Rodin tena una concepcin bien resuelta de la autenticidad. No reconoca como autnticos ms que a los bronces fundidos con su autorizacin. Todos los dems no eran para l sino falsificaciones".

En este contexto de reproduccin, la repeticin est igualmente desprovista de todo carcter problemtico:

Contrariamente a lo que pretende Krauss, los contemporneos de Rodin eran conscientes de su reutilizacin del mismo personaje, no solamente en Las Puertas del Infierno, sino en sus obras de bulto exento. En 1900, un crtico llamado Jean E. Schmitt, rindiendo cuentas de la retrospectiva de Rodin y de Las Puertas del Infierno, escriba a propsito de stas: "El mismo personaje, el mismo grupo, invertidos, modificados, acentuados, simplificados, combinados con otros, dispuestos en la sombra, ubicados a la luz, revelan a su autor los secretos de la escultura, los misterios de la composicin, las bellezas a las que an no haba sino confusamente soado". Krauss querra hacernos creer que fue ella -y no Rilke quien, como secretario de Rodin, fue a su taller todos los das durante siete meses- quien reconoci el mismo personaje en Las Tres Sombras.

Habiendo restablecido la verdad histrica por esa serie de inversiones ("contrariamente a Krauss"), Elsen se dirige entonces a dos puntos ms recientes. El primero era mi mencin, en "La Originalidad de la Vanguardia", del film documental sobre la fundicin de Las Puertas del Infierno que haba sido previsto para acompaar a la exposicin Rodin Rediscovered, pero que finalmente no fue proyectado por no haber sido terminado a tiempo, lo que invalidaba todas las remisiones que yo hubiese podido hacer a l.

El segundo punto concerna a la posicin que yo haba tomado en el ensayo sobre Julio Gonzlez: "Ese Arte Nuevo: Dibujar en el Espacio", interpretado por Elsen como una negacin a "condenar los bronces pstumos fundidos de las obras en hechas metal soldado, y de ejemplar nico, de Julio Gonzlez". Viendo all una huda ma frente a las cuestiones que yo misma haba promovido a propsito de Rodin, Elsen present mi posicin de la siguiente forma: "Ya que para Gonzlez el uso de los materiales hallados no era metafrico -al contrario de lo que pasaba con Picasso- y que lo que haca con el metal soldado era un proceso, una gran parte de aquello que en el trabajo directo del metal prohbe tericamente su traduccin en bronce, pierde al mismo tiempo su pertinencia". Indignado por esta idea y en general por todo el contenido de "La Originalidad de la Vanguardia", Elsen pregunta: "Qu hacer cuando un crtico inventa problemas, fabrica contradicciones, sostiene juicios diversos siguiendo sus intereses, y rinde cuentas de un acontecimiento que an no ha acontecido?"

Es, sin duda, semejante sentimiento de ultraje quien dict las ltimas lneas de su carta. Segn un post-scriptum destinado a los lectores de October, los encaminaba hacia "la opinin de los expertos" expresada en los Standards for Sculptural Reproduction and Preventive Measures Against Unethical Casting, opinin "adoptada por la Art Museum Directors Association, Artist Equity, la Art Dealers Association, y la College Art Association". A continuacin, una advertencia a los responsables de October: "Copia de esta carta ha sido enviada a Leo Steinberg, Kirk Varnedoe, Henry Millon, Arthur Danto". Algo intrigados, los jefes de redaccin publicaron la carta en su totalidad, a excepcin de esta frase final, particularmente malvola por el perfume de censura que destila. Publicada en October N 20 (primavera 1982), la carta de Elsen estaba seguida por mi texto "Sinceramente Suya".

Por dnde comenzar? Quiz a contrario: por el final. Comencemos pues por el pargrafo final del texto publicado por el profesor Elsen en el catlogo de la exposicin Rodin Rediscovered, e intitulado "Rodin's Perfect Collaborator, Henri Leboss":

Por qu Leboss acept hacer, a pedido de Bndite, la gigantesca versin pstuma de La Dfense? La arrogancia arrastra consigo a la prudencia? (...) A falta de ser excusable, la decisin de Leboss deviene ms comprensible cuando se conocen todas las dificultades que tuvo justo despus de la guerra, y a pesar de la ayuda de su hijo, para poner en pie su empresa. Bndite, finalmente, como director del museo Rodin, encarna en este punto a la autoridad legal, si no moral, y Leboss pudo as tras la muerte de Rodin reflotar su asunto con otras obras dejadas inconclusas.

Estas cuestiones y estas conjeturas le sirvieron de respuestas que pusieron un punto final al episodio al que refiere Elsen para cerrar su descripcin de la carrera del reproductor preferido de Rodin -un hombre cuyo encabezamiento de carta precisaba "que se comprometa a reducir o agrandar todos los objetos de arte e industriales segn un proceso matemticamente puesto a punto y empleaba una mquina especial para hacer ediciones de estos duplicata". (El trmino que ms a menudo usa el profesor Elsen en su texto para designar a los mrmoles de Leboss no es "duplicata" sino "reproduccin", una palabra sobre la que regresaremos).

El episodio en cuestin es el "escndalo" en el que Leboss estuvo implicado "de manera trgica", aunque era beneficiario de la complicidad del primer director del museo Rodin que, como heredero de Rodin, era detentor de "la autoridad legal, si no moral". Luego de la muerte de Rodin, Leboss comenz a trabajar sobre un agrandamiento de La Defensa -una versin cuatro veces ms grande que la original, es decir, bastante ms grande que la que Rodin mismo haba jams encargado. Leboss obedeca a las instrucciones de Bndite, para el encargo del gobierno holands: el monumento deba ser erigido en Verdn. Para el momento del acabado hubo, nos enteramos, "una tempestad de crticas contra Bndite por haber encargado este agrandamiento pstumo" y, mientras, "de manera trgica para el perfecto colaborador de Rodin, el agrandamiento de Verdn se encontr mezclado en 1920 en un escndalo en el que era cuestionado de falso, los tallistas de mrmol continuaban ejecutando piezas firmadas con el nombre de Rodin, y haba bronces ilegalmente realizados por la fundicin Barbedienne".

Parece que la principal diferencia entre Leboss y los otros "tallistas de mrmol que continuaban ejecutando piezas firmadas con el nombre de Rodin" radica en que sus "falsos" eran ilegales mientras que los suyos no lo eran. Y ello se debe gracias a la autorizacin "del artista o de sus herederos" (Cdigo general de los impuestos, apndice III, artculo 17) -en este caso el museo Rodin, que segn la ley es el nico y verdadero "detentor de los derechos de autor del artista" y constituye pues, en la materia, "la autoridad legal, si no moral". Para el director del museo Rodin, no menos que para Leboss, se trataba de una cuestin de dinero. Porque era el museo quien perciba (y quien percibe) los derechos de reproduccin y era la oleada continua de las obras originales la que aseguraba (y que asegura) sus ganancias.

La "autoridad legal, si no moral" es absolutamente necesaria para la nocin de edicin original, ya que tiene la salvaguarda de sta no slo por el Cdigo penal sino tambin por el Cdigo general de los impuestos, porque la ley se interesa atentamente por la manera que tiene la originalidad de influir sobre el mercado.

Tal como nos informa Elsen en su carta, Jean Chatelain es uno de los ms esclarecedores sobre el problema del original en escultura, especialmente en el punto sobre el cual especialmente se detiene, las "ediciones originales". "El valor particular de una edicin original -escribe Chatelain- no posee el carcter objetivo de su originalidad en el sentido etimolgico de este trmino, ya que cada edicin consiste, en s misma, en la reproduccin de un modelo que es el verdadero original (lo que no quiere decir que ella se haga fuera de toda definicin legal o tradicionalmente admitida). Ella tiene el acuerdo intercambiado entre el autor de la edicin y los compradores". Los compradores? Qu tienen que ver con la paternidad artstica o la nocin de original?

Relacionando "el sobrelevamiento revolucionario que conmovi el sistema tradicional de taller y el advenimiento de una filosofa individualista, seguidos por el ascenso del romanticismo as como por el desarrollo del mercado del arte y de la especulacin", Chatelain nos vuelve a trazar una historia de la nocin de "edicin original" que no la considera sino como bien de consumo. El comprador del siglo XIX, nos dice, estaba obsesionado por la nocin de originalidad -porque esto comprenda innovacin, creatividad, inspiracin. Confundiendo originalidad y original en sentido material, deseaba poseer el objeto portante de los trazos ms directos del proceso creador, espontneo e imposible de repetir. A causa de esta nueva modalidad del deseo, "toda reproduccin de la obra de un artista por otro, cualquiera sea el mtodo empleado, no tiene real valor artstico y casi no tiene valor mercantil, pues no guarda la marca directa del impulso creador".

Para las artes compuestas (como la escultura en bronce), que son "artes de la repeticin", esta nueva economa del deseo hizo temer una total prdida de valor y exigi una respuesta inmediata. Esta fue la "edicin original", una expresin que, como Chatelain se apresura en decirnos, "es un desafo a las leyes de la lgica y de la lingstica, ya que la originalidad implica la singularidad, mientras que una edicin supone la difusin, la multiplicacin y la serie". Pero, como es frecuentemente el caso en economa, la lgica tiene poco que ver con la semntica o con el "sentido etimolgico". Ella reposa sobre la oferta y la demanda, sobre lo que Chatelain llama el "enrarecimiento sistemtico". La "edicin original", Chatelain no cesa de repetirlo, es una ficcin jurdica inventada para crear lo que podra llamarse el efecto-originalidad: "Esta expresin es an de gran eficacia ante el pblico, que acaba de verla empleada en vistas de conferir valor a ediciones que, a falta de ser originales, intentan al menos, siendo numeradas, tener la apariencia.

A primera vista, leyendo las declaraciones de Chatelain, se dira que bromea, o que juega al cnico. Se ve que no hace ni lo uno ni lo otro, si se lo relaciona con el contexto del que estn extradas estas lneas, una laboriosa dialctica que intenta demostrar el carcter razonable de ese sistema y explicar, pues, el deslizamiento, en su argumentacin, del "sentido etimolgico" a las exigencias de la economa de mercado. Descartando la posibilidad "de una autoridad competente (...) capaz de definir la nocin de edicin original para un arte dado y en un momento dado", y considerando esta indecisin como un factor "que no hace ms que reforzar el sentimiento de relativismo general", este antiguo director de los museos de Francia abandona la cuestin a las manos del comercio:

Una vez ms, como es corriente en un sistema jurdico liberal, se vuelve a dejar esto a la voluntad de las partes concernientes: est en ellas definir mutuamente un acuerdo (...) En el dominio que nos interesa, es evidente que el vendedor, es decir, el detentor de los derechos de autor sobre cierta obra -o sea el creador o sus herederos- es el nico en condiciones de establecer las caractersticas de la edicin prevista. Est en l decidir cuntas copias debern ser hechas, segn qu particularidades tcnicas y con la ayuda de qu especialistas. El comprador no tiene opinin sobre esas condiciones: no tiene otra eleccin que aceptarlas o rechazarlas. A lo sumo puede intentar discutir el precio pedido, o quizs reclamar una modificacin de detalle (un cierto tipo de zcalo, por ejemplo, para una obra en bronce).

Es en el heredero, entonces, en quien recae toda la responsabilidad artstica, ya que slo l, una vez muerto el artista, "est en condiciones de establecer las caractersticas de la edicin prevista". Y el comprador? Si desea un original, si se es el objeto de su deseo, no tiene ms que "discutir el precio pedido".

Para Chatelain, la naturaleza totalmente comercial/convencional de la "edicin original" -que a veces llama, para subrayar el oxymoron, la "copia original"- promueve tales problemas lgicos que la interpretacin de los textos legales que se relacionan con ella a menudo no funcionan sin alguna dificultad. Toma por ejemplo un reciente decreto que trata de la supresin de los fraudes cuando se trata de transacciones ocasionadas por obras de arte: este decreto estipula que todas las reproducciones de una obra original deben llevar la mencin indeleble "reproduccin"; los "vaciados de vaciados" estn incluidos en esta categora. El problema, tal como Chatelain lo ve, est en el hecho de que el trmino "vaciados de vaciados" parece limitarse a los vaciados que no han sido realizados segn la matriz original -es decir, en el caso de la escultura en bronce, los que no provienen del yeso original. Lo que querra decir que todo vaciado realizado segn el yeso original, incluso ms all del lmite de la "edicin original" (doce vaciados, en lo que concierne a Rodin), no sera una reproduccin pero formara siempre parte de una "edicin"; sera, en un cierto sentido -"legal, si no moral"- un original. Esta eventualidad no parece compatible con el principio de "enrarecimiento sistemtico". De all la nueva interpretacin del trmino "vaciados de vaciados" imaginado por Chatelain y, segn l, "ms rigurosa": una vez alcanzado el lmite de la "edicin original", todos los vaciados, sean hechos o no del yeso original, deberan ser considerados como "reproducciones" y portar, pues, esta mencin. A cul de estas interpretaciones se debe adherir?

Tcnicamente, slo la primera interpretacin nos parece justificada, porque reposa sobre un criterio tcnico en s. El vaciado proveniente del yeso original es una prueba, una edicin; el que no proviene del yeso original es una reproduccin. Por otro lado, es evidente que el decreto del 3 de marzo de 1981 ha sido concebido para imponer al mercado del arte lmites estrictos en cuanto a la denominacin de los objetos. Se puede pensar, pues, que la segunda interpretacin, porque es restrictiva, est ms de acuerdo con este espritu que la primera.

El espritu de este decreto es imponer lmites al mercado del arte, dicho de otra forma, reforzar, por el "enrarecimiento sistemtico", el frgil mercado de las artes compuestas ([compound]). Los cdigos y decretos a los que se refiere Chatelain pertenecen a la ley francesa y estn concebidos para un mercado del arte francs tomado, es lo menos que se puede decir, bastante en serio. Sobre este tema, a nadie se le ocurrira pensar que Chatelain bromea. O que el gobierno francs bromea. En octubre de 1981, un impuesto sobre la fortuna, votado por una Asamblea nacional con mayora socialista, consideraba incluir las obras de arte de colecciones privadas. Pero a ltimo momento, F. Mitterrand, aparentemente convencido del golpe que esto hubiese conllevado para el mercado del arte francs, retir las obras de arte del conjunto de los bienes imponibles. Al da siguiente, Libration titulaba: "Venda sus yates! Compre Picassos!". Slo la derecha ms heterodoxa parece tener ganas de bromear con el tema del enrarecimiento, sistemtico o no, del mercado.

Pero Elsen, que hace la distincin entre "autoridad legal" y "autoridad moral", parece querer, en lo concerniente a las "ediciones originales", definiciones que excedan la nocin comercial/convencional de la autenticidad. En su introduccin a Rodin Rediscovered, ha recurrido a los Statements of Standards on the Reproduction of Sculptures americanos (a los que cita igualmente al final de su carta) para hallar un criterio que exceda la autenticidad: se trata de la "deseabilidad".

Aunque, como escribe Elsen, "los vaciados pstumos realizados por el museo Rodin sean sin discusin autnticos en cuanto a la intencin del escultor y en lo referente a su cesin de los derechos de reproduccin al Estado", sin embargo son considerados, segn los mencionados Statements of Standards, "como menos deseables que aquellos realizados en vida de Rodin".

Esta forma de ver es la de Elsen, con el bemol que ella pone al deseo, y yo no la comparto. Contrariamente a lo que l piensa, yo no enfrento la cuestin de los vaciados pstumos en trminos de condena o rechazo. Eso no es, para m, un motivo de preocupacin, sino la ocasin soada de explorar el enigma planteado por lo que se llama convencionalmente un "original" en el caso de las artes compuestas. Y esto porque, contrariamente a lo que Elsen me hace decir, me gustara sugerir que esta convencin juega tambin en lo que concierne a las artes simples, y que ella remite pues, quiz, a todas las pretensiones de originalidad a un mismo fondo convencional/jurdico. Contrariamente a Elsen, no veo en ello un obstculo, sino una oportunidad: la de hacer un poco de teora.

Tanto "contrariamente a...", "contrariamente a...", proviene de la serie de afirmaciones hechas por Elsen en su carta, generalmente bajo tal forma: "Contrariamente a Krauss, Rodin tena una concepcin bien resuelta de la autenticidad"; "Contrariamente a lo que pretende Krauss, los contemporneos de Rodin eran conscientes de su reutilizacin del mismo personaje." Escandalizado por mi espritu de contradiccin, Elsen me acusa de inventar problemas, de sostener juicios diversos siguiendo mis intereses, etc. Dicho brevemente, de trampear. Pero cules son los contrarios de sus contrarios? Cules son si, no comprendindome, deforma mis dichos? Es esto trampear? Dnde estara el gnero de argumentos tan frecuentemente opuestos a la teora por los guardianes de la ortodoxia? Comencemos, pues, a contrario.

Contrariamente a lo que dice Elsen, jams he considerado como un "falso" al reciente vaciado de Las Puertas del Infierno. La he tratado expresamente de "obra legtima" y de "verdadero original". Pero tambin he imaginado la confusin que poda sugerir en el espritu de ciertos espectadores y conducirlos a considerar la obra como un falso o una imitacin. Esta confusin, despus de todo, encuentra su fuente histrica en las propias prcticas de taller de Rodin. Elsen mismo cita ejemplos de ello:

Bndite (el primer director del museo Rodin), no solamente decidi proseguir el agrandamiento (de La Defensa) luego de la muerte del artista, sino de acrecentar la talla (...) Hubo una tempestad de crticas dirigidas contra Bndite por haber emprendido ese agrandamiento pstumo. Numerosas personas se equivocaron sobre el proceso de agrandamiento, no comprendieron que para Rodin no deba ser estrictamente mecnico. Ciertos crticos escribieron que Leboss haba traicionado a Rodin al no agrandar el modelo original de una manera puramente matemtica. Para justificar sus libertades con el modelo y explicar por qu estaba separado de la exactitud matemtica, Leboss despleg delante de la presa una carta de Rodin fechada en 1912 en la que el artista le peda ajustar "la materia" para dar ms cuerpo al agrandamiento de La Defensa.

Si tales confusiones han podido tener lugar en tiempos del escultor, y ya que, como dice Elsen, "el pblico de Rodin conoca muy bien el sistema de divisin del trabajo que el artista haba heredado y que usaba para producir y crear", cmo no podra propagarse hoy an ms? Y as es, bien evidentemente, y Elsen, como sus colaboradores, nos lo recuerdan sin cesar en el catlogo de Rodin Rediscovered. Imposible, parece, capturar la duda en el espritu del pblico "no informado". En su texto sobre "La Escultura Tallada de Rodin", Dan Rosenfeld habla del equipo de obreros que rodeaban al maestro en su taller -"entre 1900 y 1910 cerca de cincuenta personas tomaron parte en la ejecucin de las esculturas en mrmol de Rodin"-, y comienza su descripcin con esta frase: "Los numerosos ejemplares de la Eva en mrmol (doce o ms) afloran el problema de la originalidad y de la autenticidad de la escultura tallada de Rodin". Como Elsen, sabe bien que este problema es anacrnico, que no era un problema para los contemporneos de Rodin. Pero es claro que lo es para nosotros hoy, cosa que atestiguan observaciones como: "La cuestin de su autenticidad en tanto que productos de la mano del artista, tan perturbadora para ciertos crticos modernos...".

Imaginando una escena ocasionada por toda esta confusin y toda esta agitacin, una escena donde los calificativos ms diversos -imitacin... legtimo... autntico... deseable...- son aplicados a un mismo objeto y cuyos actores no son solamente algunos miembros del pblico no informado, sino tambin expertos e historiadores del arte (piensen en Jean Chatelain no llegando a encontrar un nombre para esas pruebas que tienen la desgracia de exceder el lmite legal de la "edicin original": son reproducciones? No son verdaderamente reproducciones!); imaginando esta escena con toda la intensidad de su incertidumbre, quisiera entablar una discusin que no tendra lugar ni delante de un tribunal ni delante de un consejo de la College Art Association o de los Art Dealers of America.

En ella tratara de lo que podra llamarse una "pluralidad irreductible": una multiplicidad implcita que habita en todo objeto, incluso nico o singular. Las artes compuestas estn sumidas por su naturaleza a ese potencial de multiplicidad, y el enrarecimiento sistemtico no les cambiar nada: la transferencia de la idea primera de un medio a otro desde la realizacin del "original" difiere absolutamente de todo carcter de unicidad original.

Refirmonos, por ejemplo, al testimonio de George Bernard Shaw. Como todo el mundo, estaba al corriente de los modos de produccin de Rodin y de la paradoja que quera que el escultor de "toque inimitable" fuese clebre por obras a las que jams les puso la mano encima (Elsen: "Ningn escultor, en toda la historia, tuvo ms reputacin por su toque inimitable que Rodin. Sin embargo, grandes obras pblicas, como el Monumento a Balzac o El Pensador, salieron, de hecho, de las manos de Henri Leboss." Shaw tambin saba muy bien que para Rodin el "original" de una obra era, sin equvocos, el modelo en arcilla: "La gente dice que toda la escultura moderna est hecha por artistas italianos reproduciendo mecnicamente en la piedra el modelo en yeso del escultor. Incluso Rodin dijo esto." Pero Shaw se permita diferir en este tema: "Las cualidades particulares a las que lleg Rodin en sus mrmoles no se hallan en sus modelos de arcilla", escriba insistiendo en el hecho de que la cualidades mgicas de "Rodin" son inherentes al mrmol y no a los otros materiales: "Tengo tres bustos mos hechos por l: uno en bronce, otro en yeso y otro en mrmol. El bronce es bien yo... El yeso es bien yo. Pero el mrmol posee otra suerte de vida: irradia; y la luz fluye sobre l. No parece slido, sino luminoso. Esa irradiacin y ese fluir extraos lo resguardan de los dedos de los espectadores". La magia es lo que Shaw ms estima. Sin embargo, sta no se debe a Rodin, ya que no estaba en el modelo de arcilla. Es, podramos decir, el producto de una colaboracin entre el artista, el artesano, y las propiedades fsicas del material, aunque todava es simplificar demasiado.

La naturaleza de las artes compuestas exige eleccin, en todo momento, al mismo tiempo que exigencias tcnicas muy diversas. Cuntas personas han puesto la mano en la obra? Poco importa. Porque incluso desde que una nica persona -digamos Rodin- asume de cabo a rabo la realizacin de una pieza, siempre queda ese deslizamiento inevitable desde el pasaje de un medio a otro, y esa multiplicidad de posibles entre los cuales debe elegir nuestro creador nico. Habiendo optado por un arte compuesto, Rodin tena todas las elecciones -dimensiones, materiales- en lo referente a las versiones finales de sus obras.

Luego de ms de veinte aos, la crtica ha advertido que, en lo que concierne a sus mrmoles, Rodin frecuentemente se traiciona a s mismo. Leo Steinberg, meditando sobre el eclipse casi total que conoci la popularidad del artista de 1930 a 1960, los ha calificado, en la introduccin a su magnfico estudio sobre Rodin, de "reproducciones edulcoradas hechas por asistentes". Incluso Elsen, en esta poca, pensaba que los mrmoles conllevaban un problema. Escribiendo a Steinberg, declaraba en 1969: "Es obligatorio, sin embargo, reconocer que los mrmoles no representan lo mejor que ha hecho. La talla de una buena parte de las obras en piedra ha sido efectuada por trabajadores. Sabemos que no ha supervisado la realizacin de sus mrmoles visibles en Pars". Sera exagerar ver dos artistas en Rodin, y ver que uno, el que satisfaca al gusto menos exigente de su tiempo (el de Shaw?) traicion al otro? No podra hablarse, no slo de original compuesto o dividido, sino de un sujeto, Rodin mismo, dividido entre dos intenciones: por un lado la intencin determinada de desligar la obra del acabado y de la produccin, y por el otro la intencin de fabricar en serie, totalmente opuesta a la primera? Con lo que, estando en el corazn mismo de la intencin del artista, que Elsen considera como irremediablemente unvoca, la multiplicidad est tambin en la obra. ("Contrariamente a Krauss, Rodin tena una concepcin bien resuelta de la autenticidad. No reconoca como autnticos ms que a los bronces fundidos con su autorizacin. Todos los otros no eran para l ms que imitaciones". Pero "las intenciones de Rodin, al igual que las de Gonzlez, no cuentan para Krauss".)

Esas elecciones antagnicas no sugieren una suerte de infidelidad a s mismo que hara que un artista, por ciertos aspectos, podra traicionar su propia obra? No es lo que siente por ejemplo el pblico informado delante de las colosales esculturas de hormign que Picasso, en su declinar, hizo realizar segn maquetas minsculas? Esta infidelidad a s mismo del artista parece el efecto inevitable de que una idea esttica -unidad en s misma ficticia- no saca a la luz todo pensamiento del artista. Su actualizacin pasa por numerosos estados donde arriesga en cada momento el ser traicionada. Por el artista mismo. Por sus intenciones. Por su concepcin misma de la autenticidad.

Es en este tipo de traicin endgena en lo que pensaba desde que escrib que Rodin haba participado en la irrupcin del kitsch en su obra personal. Contrariamente a lo que dice Elsen, jams he empleado este trmino para los vaciados del museo Rodin. Tena en mente no slo la gran mayora de los mrmoles ("rplicas edulcoradas"? "obras con finalidad alimenticia"?) sino tambin el tipo de producciones descriptas en Rodin Rediscovered en el captulo consagrado a "Rodin y sus fundidores". Las lneas que siguen conciernen a un busto en mrmol, Suzon, cuyo destino fue confiado, a partir de 1875, a la Compaa de bronces de Bruselas:

En 1927 an poda encontrrselo entre las piezas ofertadas por la Compaa de bronces en cinco tamaos diferentes: el tamao original (30 centmetros), y cuatro reducciones mecnicas de 26, 21, 16 y 12 centmetros. Estos bronces de formas diversas, al igual que los mltiples ejemplares realizados en mrmol, terracota o biscuit, montados sobre relojes de pndulo o zcalos de fantasa, suscitaron numerosas combinaciones decorativas que terminaron frecuentemente en colecciones privadas belgas y holandesas.

Rodin concibi tambin los relojes de pndulo?Y los zcalos de fantasa? Autoriz esta edicin ilimitada? En 1875? En 1927? En qu momento esas piezas devinieron "imitaciones"?

La autorizacin de Rodin, garanta de autenticidad y de sus intenciones no divisas, adquiere en ciertos casos el aspecto de un laissez faire ilimitado: Elsen escribe que "hizo contrato para la edicin en nmero ilimitado de rplicas de bronce de algunas de sus obras ms populares, como El Beso, La Eterna Primavera y Victor-Hugo. Al igual que los otros escultores, Rodin no tena la costumbre de limitar sus ediciones, prctica que parece haber sido introducida a fines de siglo por marchands como Ambroise Vollard". Rodin autoriz igualmente, como para Suzon, la fabricacin en serie de "objetos de arte", esculturas sobre relojes de pndulo. Dicho de otra forma: favoreci la industrializacin del trabajo artesanal, la corrupcin de la esttica manual por la reproduccin mecnica. El trmino en uso para designar este tipo de corrupcin es kitsch.

Incluso si dejamos de lado esos casos extremos de reproducciones mecnicas legalmente estampilladas "Rodin", la sumisin del artista a la lgica interna de los medios de reproduccin (a la "divisin del trabajo", como dice Elsen) queda evidenciada. Esta divisin -que condujo a un autor, Eugne Guillaume, a preguntar en La Escultura en Bronce (1868): "El artista es un solo hombre o un conjunto de personas?"- se aplica tanto a la talla como a la fundicin. "Sin embargo -leemos en Rodin Rediscovered- era difcil supervisar la fundicin de bronces, que era hecha lejos del taller". Durante su carrera, Rodin recurri, por lo menos, a veintiocho fundiciones diferentes. Todo control devena una apuesta.

De hecho, Rodin Rediscovered enriqueci nuestro conocimiento de la prctica artstica en el siglo XIX mostrndonos hasta qu punto el artista se entregaba a la lgica de la divisin del trabajo, necesaria para la reproduccin de su arte. Elsen: "Por lo que se sabe, Rodin no participaba en la fundicin ni en el acabado de sus bronces. Confiaba esta tarea a especialistas al servicio de sus exigencias (...) Durante ms de quince aos, fue Jean Limet quien patin la mayor parte de los bronces importantes e inform a Rodin de su estado final". Esos informes de Limet eran ms que necesarios ya que, como sabemos, Rodin, particularmente desde 1900, nunca iba a lo de los fundidores e ignoraba, pues, todo acerca del estado de los vaciados: "Los vaciados eran enviados directamente por los fundidores a Limet; Rodin, que entonces ya no los vea, peda ser informado de su calidad -como testimonia una carta escrita por Limet el 3 de septiembre de 1903: "Espero que Autin me envie los bronces para examinar la cabeza de Mme. Rodin. El vaciado no es malo, pero el cincelado deja, a mi criterio, mucho que desear. Se ha debido maljuzgar a esta pieza por su simplicidad". Comentario de Elsen en su estudio sobre los procedimientos de fundicin de los bronces de Rodin: "Se debe, pues, matizar la idea de un control riguroso de los vaciados y de las ptinas por Rodin mismo, al menos desde 1900".

Qu sucedi con esta cabeza de Mme. Rodin cuyo cincelado, segn el criterio de Jean Limet, dejaba "mucho que desear"? Conoca Limet "las exigencias" de Rodin, sus "concepciones bien resueltas", sus "intenciones"?

Esos matices se imponen por el hecho de que Rodin particip en gran medida de lo que he llamado, en "La originalidad de la vanguardia", "el ethos de la reproductibilidad". Contrariamente a lo que pretende Elsen, jams he escrito que Rodin "no supervis o no dirigi jams las piezas antes de ser enviadas a los clientes...". Yo escrib: "(el vaciado) tena lugar la mayor parte del tiempo en las fundiciones donde el escultor jams iba para supervisar la ejecucin; jams...(etc.)" -lo que es todo un hecho confirmado por Rodin Rediscovered y no deviene falso ms que si se omite la expresin "la mayor parte del tiempo". Por qu razones Elsen deforma lo que cita?

El espritu de contradiccin de Elsen se ampla a medida que ms penetramos en el dominio del ethos de la reproductibilidad. Desde un punto de vista esttico, el problema no tiene importancia si se lo refiere a la supervisin de los vaciados por el maestro, pero deviene formalmente esencial si abordamos las "concepciones" de Rodin, por ejemplo la que le hizo repensar "la manera de componer un personaje o un grupo..." Es extremadamente interesante en este estado inclinarse sobre el hbito que tena Rodin de componer por multiplicacin, para retomar el trmino de Leo Steinberg. Los yesos, moldeados segn los modelos de arcilla, y considerados antes de Rodin como el vehculo formalmente neutro de la reproduccin, devinieron para l un medio de composicin. Si puede y debe haber un yeso, por qu no tres? Y si tres... Es as, podramos decir, como lo mltiple se convierte en el medio.

Marcando el centro de las "concepciones" de Rodin, esta funcin del mltiple, esta representacin de los medios mismos de la reproduccin, comenzamos a percibir lo que al mismo tiempo une y separa al original material/legal/etimolgico (el ejemplar nico de Elsen) y al original conceptual, dicho de otra forma, la originalidad como resultante de los poderes de la imaginacin. Distinguimos an entre los dos tipos de original, pero ya percibimos una transicin de uno al otro, la marca que el material imprime sobre el conceptual. No queda ms, entonces, que tomar esta confusin sublime y creadora engendrada por Rodin para reforzar la representacin del movimiento -la suspensin de cada momento, fugaz y singular- por la remultiplicacin y el alineamiento de simples rplicas mecnicas.

Contrariamente a los alegatos de Elsen, jams he pretendido haber sido la primera en observar que Las Tres Sombras figuran un solo y mismo personaje. Me he referido explcitamente a los desarrollos de Leo Steinberg sobre este fenmeno presente en toda la obra de Rodin. Pero reconocer el hecho -lo que el profesor Elsen desea restituir a los contemporneos de Rodin- no es interpretarlo. Y la cuestin de qu significa una triplicacin tal -con todas las variedades de respuestas y de refutaciones que se querran- queda dada.

Tal como es descripto en 1900 por "un crtico llamado Jean E. Schmitt" (mereca la oscuridad o est cado?), el fenmeno resurge enteramente en esta concepcin muy decimonnica segn la cual slo una imaginacin esttica puede producir el gran arte: "El mismo personaje, el mismo grupo, invertidos, modificados, acentuados, simplificados, combinados con otros, dispuestos en la sombra, ubicados a la luz, revelarn a su autor los secretos de la escultura, los misterios de la composicin, las bellezas a las que an no haba sino soado confusamente".

Decidido a salvar el arte de Rodin de toda efusin sentimental y a someterlo a los criterios mucho ms rigurosos de la modernidad, Leo Steinberg interpret esta multiplicacin via el proceso de produccin de las obras. El develamiento de este proceso nos informa sobre los medios de la representacin; en trminos formalistas, equivale a una puesta al desnudo del procedimiento. Hace de la superficie exhibida de las obras el testimonio, no de los "arcanos de la escultura", sino de su fabricacin en lo que ms tiene de prosaica. No contento con multiplicar la pieza misma, Rodin investiga y magnifica toda la gama de "defectos" de vaciado y de fundicin; deja que el bronce transcriba bajo su forma ms bruta toda una panoplia de astucias de vaciado, como los pequeos rollos de arcilla aadidos a ciertos planos para reforzar la solidez de una forma.

Esta puesta al desnudo de los procedimientos de fabricacin no ha sido abordada por Rilke ni por Jean E. Schmitt. Parecera que no les ha sido visible. Revela esto, sin embargo, una lectura abusiva porque sobrepasa en agudeza crtica a las observaciones de los contemporneos de Rodin? Estamos obligados a decir que, porque Rodin no ha podido o no ha querido explicarse a s mismo este aspecto de su arte, los "accidentes" de fabricacin sobre los cuales se apoya la interpretacin de Steinberg no eran intencionales? Pero, por otro lado, la profusin de estos accidentes (como la sorprendente perversidad de su autor) no nos evita considerarlos como no intencionales? Si hubiese que limitar la intencin a lo que nos ensean los documentos contemporneos a las obras, qu nos quedara frente a ellos, frente a su evidencia? No es increblemente ingenuo pensar que todas las intenciones no pueden ser ms que conscientes?

Si "La Originalidad de la Vanguardia" no es una simple repeticin de la interpretacin de Steinberg (al que no escucho, por cierto, refutar), es porque el concepto de mltiple, tal como yo lo exploro, no es idntico a la nocin de multiplicacin. La multiplicacin, en el sentido de Steinberg, participa de un develamiento ms general de los medios empleados por un artista, de su particularidad. Es a esta particularidad a la que aprecia la sensiblidad moderna; ella restablece el sentimiento de la singularidad de la obra, sentimiento en el cual la sorpresa (la originalidad), causada por la manera en la que el vehculo material de la obra es manifestado, se conjuga con la inmediatez sensual de esta materialidad revelada. La idea de mltiple no se resuelve en esta nueva manera que tiene la modernidad de hacer la experiencia de la singularidad absoluta del objeto. Ella reposa sobre la percepcin de esta pluralidad irreductible de la que he hablado ms arriba, que nos obliga a pensar lo mltiple sin lo original.

La multiplicacin, tal como la desarrolla Steinberg, nos ayuda a percibir el proceso, la produccin. Lo mltiple tiene ms que ver con la reproduccin. La obra de Rodin oscila constantemente entre la produccin (los pequeos rollos de arcilla aadidos al vaciado) y la reproduccin (el "Rodin" oficial, autorizado por Rodin). Si Rodin pudo (conscientemente? Inconscientemente?) hacer sensible en su obra el proceso de produccin de sta, por qu no podra haberlo hecho tambin en lo que concierne a la reproduccin? Pero abordamos all cuestiones muy problemticas para el historiador del arte, en su incapacidad de concebir la posibilidad de una paradoja tal: lo mltiple sin lo original.

Es este fracaso de la imaginacin lo que subleva a la historia de Las Puertas del Infierno. Y es esta historia la que Elsen se empea febrilmente en refutar en su carta, aunque la haya contado l mismo en Rodin Rediscovered.

Para la colosal exposicin Rodin del verano de 1900, Las Puertas del Infierno fueron desmontadas para facilitar su transporte. El rearmado, que deba hacerse en el momento de la instalacin, no tuvo lugar. Judith Cladel narra que "el da de la apertura lleg antes de que el maestro hubiese podido situar sobre el frontn y sobre los paneles de su monumento las centenas de personajes, pequeos y grandes, destinados a su ornamentacin.". Y luego? Las puertas no fueron jams rearmadas bajo la direccin de Rodin, tanto para la exposicin como luego para Meudon. Judith Cladel piensa que la obra no fue rearmada en 1900 porque "la haba visto demasiado, luego de que estuvo veinte aos bajo sus ojos. Lo tena fatigado, cansado.". Pero que ese cansancio se haya prolongado durante diecisis aos pide una explicacin. Se ha pretendido que porque Rodin no consideraba la obra como verdaderamente acabada, los visitantes de su taller no pudieron verla jams sino en piezas sueltas. Elsen propone una explicacin diferente: "El rechazo de Rodin a rearmar Las Puertas luego del 1 de junio de 1900 proviene quizs de que pensaba que la obra, tal como estaba, ganaba en amplitud y en unidad formal.". Si tal es el caso, las "intenciones no divisas" de Rodin parecen apuntar hacia, al menos, dos direcciones diferentes: por un lado, Las Puertas tal como las conocemos ahora; por el otro, una unidad idealizada, arrancada de los amontonamientos de un suelo casi estril.

Rodin, antes de su muerte, dio "probablemente" su acuerdo para un nuevo vaciado de Las Puertas del Infierno destinada al museo Rodin de Paris. "Este segundo modelo, en yeso, no fue armado por Rodin antes de su muerte en noviembre de 1917; fue hecho bajo la direccin del primer y ambicioso director del museo, Lonce Bndite". Y Elsen contina: "Sabemos que desde 1916 hasta su muerte, Rodin estaba fsicamente incapacitado de realizar la menor tarea con sus manos, junto probablemente a una congestin cerebral." . Pero all no est verdaderamente la cuestin, ya que parece que el rearmado tampoco ha sido ejecutado en su presencia: "Bndite sostena que el montaje haba sido hecho bajo la direccin del maestro, lo que parece poco probable dado que sabemos de su salud en esta poca. Esto deviene an menos probable si el montaje ha sido efectuado en el Depsito de los mrmoles, ya que Rodin qued prcticamente confinado en Meudon durante su ltimo ao.".

Elsen, como eminente especialista, concluye que Bndite emprendi el armado por s mismo, violando incluso ciertas ideas de Rodin en el curso de la reconstruccin. Habiendo afirmado Elsen en su carta que los vaciados pstumos -todos ejecutados segn moldes tomados sobre el nuevo yeso del museo Rodin (1917)- provendran en realidad "de Las Puertas del Infierno tal como fueron realizadas por Rodin en 1900", no podemos sino deducir que, en su prisa por legitimar un objeto original nacido de las "intenciones no divisas" de Rodin, simplemente ha olvidado su propia descripcin de las "libertades" tomadas desde la ejecucin de ese vaciado final "probablemente" autorizado. La presentacin de esas libertades por Elsen valen ser citadas por completo:

Es cierto que si Rodin haba hecho emprender l mismo el armado final, su primer director lo habra hecho saber en 1917 y no en 1921. Bndite tom numerosas iniciativas sin pedir la opinin de Rodin, sin ponerlo al corriente, y, fuera de toda cuestin moral, parece haber tenido, legalmente, todo el derecho de hacerlo.La perturbante prueba de que Bndite modific la disposicin prevista por Rodin para Las Puertas del Infierno nos es dada por Judith Cladel, en 1933-1936, cuando describe con amargura las ltimas semanas de la vida de Rodin y la brutal mudanza de su obra de Meudon a Pars:

"Los molderos de Rodin, escandalizados, me hicieron saber que, encargados de armar de nuevo Las Puertas del Infierno, recibieron orden de situar ciertas figuras en una disposicin diferente de la querida por el artista, porque as estaba mejor, o bien porque tal figura de mujer representando una fuente no deba tener la cabeza baja (...) La razn cbica es la maestra de las cosas y no la apariencia, deca antao Rodin; pero un caprichoso funcionario tena tiempo de meditar este axioma? (CLADEL, Judith. Rodin, sa Vie Glorieuse, sa Vie Inconnue).

La acusacin de Cladel es neta: Rodin no tena ms voz en el captulo concerniente a las puertas, y Bndite se tom libertades tan indeseables como groseras a partir de su reconstruccin. "La razn cbica" hace referencia a la opinin de Rodin segn la cual una escultura bien hecha deba poder ser pensada en el interior de un cubo.

Las "libertades tan indeseables como groseras" tomadas por ese "caprichoso funcionario" (es esto lo que Elsen entiende por "ambicioso"?) hacen altamente probable que el yeso de 1917, segn el cual fueron ejecutados todos los bronces de Las Puertas del Infierno, sea estticamente muy diferente del yeso de 1900. Adems, despus de 1900, tal como lo seala Elsen mismo, la relacin de Rodin con esta obra devino lo suficientemente compleja como para que no quisiera verla rearmada (juzgando, quizs, que las puertas, dejadas desnudas, "ganaban en amplitud y en unidad formal"?), por lo que autoriz, o tambin quizs no autoriz, la empresa de Bndite en 1917. Es esta prieta red de dudas y de posibilidades engendrada por la historia de Las Puertas del Infierno lo que hace de la obra un ejemplo tan perfecto, tcnica y conceptualmente hablando, de mltiples sin original. Si tratamos de remontarnos desde esta pluralidad de vaciados a la unidad del modelo, al original nico, lo vemos descomponerse y volar en pedazos.

Y cmo es esto en las artes simples, en tanto que distintas de las artes compuestas? Jean Chatelain revela el "sentimiento de relativismo" engendrado por la nocin de original en las artes compuestas. Un sentimiento que no ha tenido razn de ser, parece sostener, en las artes simples, aquellas donde la relacin entre concepcin y marca visual es la ms directa y la ms inmediata.

Pero, no tendramos razn alguna para preguntarnos si esta simplicidad, con las nociones corolarias de inmediatez, de carcter directo, no es tambin un producto de ese mismo desplazamiento del deseo que hace necesaria la "edicin original"? Porque, al igual que las artes compuestas -escultura, tapicera, marquetera, porcelana, libros ilustrados, etc.- resultan de un trabajo de taller en el que intervienen numerosas manos y numerosas competencias, la pintura es, tambin, el producto de talleres -sin los cuales los grandes ciclos decorativos ejecutados en los siglos XVI, XVII y XVIII jams habran podido ver la luz. Los encargos recibidos por los grandes talleres -entre los que el de Rubens no es sino el ms conocido- necesitaban un modo de trabajo "compuesto".

La historia del arte es la partenaire intelectual de las nuevas fuerzas del deseo que Jean Chatelain ve desarrollarse en el siglo XIX