Krakatoa Prensa

1
JACINTO ANTÓN L a imagen de aquel muro gigante de agua oscura toda- vía me estremece. Mientras trepaba a una palmera pasa- ban flotando los cuerpos sin vida de muchos amigos y vecinos. Sólo un puñado de la población consi- guió escapar. Casas y árboles esta- ban completamente destruidos y apenas quedaba rastro de lo que fue una ciudad activa y próspera”. No es, aunque lo parezca, el testi- monio de un superviviente del tsunami del Índico del pasado 26 de diciembre, sino de alguien —el piloto de un buque holandés del puerto javanés de Anjer— que lo- gró escapar de una catástrofe ex- traordinariamente similar, un po- co más al sur, en la misma Indone- sia, hace 121 años: la aterradora, monstruosa explosión de la isla volcánica de Krakatoa, en el estre- cho de la Sonda, entre Java y Su- matra,el 27 de agosto de 1883, y el maremoto resultante. La erupción provocó unos 40.000 muertos, un 90% en las costas vecinas, arrollados por la se- rie de gigantescas olas causadas al hundirse o evaporarse la isla, que quedó casi borrada del mapa. No deja de ser paradójico que la prin- cipal arma homicida del volcán fuera el agua, los tsunamis. Una explosión terrible El estruendo del momento culmi- nante del viejo Krakatoa, a las 10.02 de aquel día de 1883, uno de los sonidos más ensordecedo- res escuchados nunca en la Tierra, pudo oírse a 4.700 kilómetros de distancia y la alteración del mar se percibió hasta en el canal de la Mancha. “Una explosión terrible, estaba convencido de que el Día del Juicio había llegado”, relató el capitán Samson, del Northam Cas- tle. Las ondas de presión atmosfé- rica (shock waves) producidas por la gigantesca explosión —de gra- do seis en el índice de explosivi- dad volcánica (VEI), equivalente a 200 megatones de TNT (la ma- yor bomba construida por el hom- bre es de 50 megatones)— dieron siete veces la vuelta al mundo. Par- te de la costa de Indonesia (enton- ces Indias Orientales Holandesas) resultó, como ahora, completa- mente arrasada; desaparecieron 160 poblaciones del este de Java y el sur de Sumatra—Ketimbang, Telok Betong, Merak, Tyringin—, convertidas en pantanos y desola- das superficies de barro gris; la is- la de Sebesi quedó sumergida y no se salvó ni uno de sus 3.000 habi- tantes. Una cañonera holandesa, el Berouw, llevada como un jugue- te por uno de los tsunami, quedó varada en medio de la jungla java- nesa, a tres kilómetros y medio del mar. Durante años el navío perma- neció embarrancado entre los ár- boles, para asombro de los monos. Como en diciembre, fallecie- ron centenares de europeos, se produjeron grandes alteraciones geográficas e incluso hay quien sostiene —véase el libro de refe- rencia de la catástrofe, Krakatoa, the day the world exploted, de Si- mon Winchester (Harper Co- llins, 2003)—que el dramático fe- nómeno, percibido como un casti- go divino, impulsó el integrismo religioso y el sentimiento antioc- cidental en Indonesia —de mane- ra similar a como lo ha hecho el maremoto ahora en algunas zo- nas—. Si las escenas actuales tras el moderno tsunami resultan cru- das, las de entonces no les van a la zaga: un tripulante del Samoa describió la pesadilla de un mar sembrado de cadáveres hincha- dos, que golpeaban contra los cos- tados del barco. Al año siguiente seguían llegando restos huma- nos a las playas —incluso a las de África del Este— incrustados en masas de la ceniza y piedra pó- mez vomitados por el Krakatoa, como habitantes de una extrava- gante Pompeya del mar. Krakatoa: la mera palabra, que diríase onomatopeya del cataclis- mo(aunque el jesuita Tachard la hizo derivar de las cacatúas que poblaban la isla), conjura un mun- do de romántica aventura sacudi- do por el mayor espanto que es ca- paz de concebir la naturaleza. En un exótico paisaje colonial de tex- turas julesvernianas y salgarianas, surcado por personajes dignos de la pluma de Conrad (no en balde el segundo oficial Conrad Korze- niowski navega a principios de marzo de ese año de 1883 por el es- trecho de la Sonda a bordo del va- por británico Palestina), se desató el puro infierno. Toda una isla se autoinmoló en una espectacular ordalía de fuego y furia que irra- dió destrucción y muerte confir- mando el aforismo —desgraciada- mente tan actual— de que la civili- zación sólo existe con el consenti- miento de la geología. La erupción del volcán de Krakatoa, la primera gran catás- trofe natural percibida como un suceso mundial, gracias a la enton- ces recién nacida red de comunica- ciones de largo alcance (el cable te- legráfico submarino), impactó en en el imaginario colectivo como no lo había hecho antes ningún otro acontecimiento similar y des- pertó una conciencia global. El mundo se reveló como un lugar en el que un suceso podía tener consecuencias a escala planetaria. La deshabitada isla de Kraka- toa, parte de un archipiélago resto de un super-Krakatoa que ya ha- bía explotado 60.000 años antes, era un gran volcán dormido, con tres conos, que se desperezaba pe- riódicamente. Los javaneses lo identificaban con el temido dios Orang Alijeh, cuya fulgurante eya- culación fecundaba a la diosa océa- no. Entre los ilustres visitantes que recalaron en la isla antes de su fogosa epifanía figuran el capitán James Cook y su colega el natura- lista Joseph Banks. Encontraron el lugar “muy saludable”. Seis meses antes del cataclis- mo, el Krakatoa empezó a enviar avisos (que tampoco entonces sir- vieron para nada: hasta se monta- ron excursiones turísticas a la isla para ver la pirotecnia). Primero, vi- braciones y temblores; luego, nu- bes de vapor y humo, y lluvias de ceniza gris y piedras que cubrían a los numerosos barcos y praos que surcaban el estrecho. Siguieron las ominosas explosiones, como cañonazos, y el vómito de gas y fue- go —flujos piroclásticos—. Y lue- go llegó el gran momento. El vol- cán reventó con una traca final re- matada por una detonación bru- tal que sepultó bajo el agua dos ter- cios de la isla y envió al cielo diez kilómetros cúbicos de roca pulveri- zada. Las aguas, transmitiendo la colosal energía liberada, empeza- ron a subir en la costas vecinas y las olas comenzaron su orgía de destrucción. EL KRAKATOA no sólo esparció muerte y des- trucción, sino también, entre nuées ardentes, ins- piración artística. El polvo y las cenizas arrojados a la atmósfera dieron lugar a crepúsculos increí- blemente bellos en todo el mundo, raros halos solares y lunas azules. Fenómenos que inspira- ron a escritores —el poema St Telemachus, de Tennyson (”Had the fierce ashes of some fiery peak / been hurled so high…”)— y pintores. Se ha sugerido que en su célebre cuadro El grito, Munch se basó en los extraños y desazonadores cielos entintados por el remoto volcán. Es tenta- dor ver en el capítulo final del Lord Jim, de Con- rad, también la huella del Krakatoa, el recuerdo de aquellos firmamentos incendiados, hermosos y temibles: “Sobre todo Patusán, el cielo apare- cía de un color rojo de sangre, inmenso, cho- rreando, como una vena abierta”. El Krakatoa dio también lugar a una popular película, apoteosis de la serie B y el Cinerama. Basada en la novela de un tal M. Avallone y diri- gida por Bernard L. Kowalski, Al este de Java (Krakatoa, East of Java, 1969) tiene el dudoso ho- nor de contar con el título geográficamente más erróneo de la historia del cine, pues, efectiva- mente, Krakatoa está al oeste de Java. El filme, del que se ha dicho maliciosamente que constitu- ye un desastre casi mayor que el que relata, se centraba en un barco, el Batavia Queen, al man- do de Maximilian Schell, en busca de unas per- las escondidas en un pecio junto al Krakatoa, a la sazón en plena efervescencia. Un buzo adicto al láudano (Brian Keith), un joven aeróstata que casi cae dentro del cráter con su globo (Sal Mi- neo), una troupe de pescadoras japonesas de perlas en biquini y un grupo de presos rebeldes —referencia quizá a que la isla de Krakatoa fue un tiempo colonia penal— figuraban en la pelícu- la, en la que destacaba, aparte de la impagable canción Java girl, la escena de la destrucción por el tsunami del gran faro de First Point en An- jer. La peripecia del Batavia Queen atravesando la gran ola —”¡un palillo flota!”— resulta algo fantástica, pero no es menos rara la de aquel su- perviviente del cataclismo real que dijo haberse salvado agarrado a un cocodrilo. Al oeste de Java LA ESPECTACULAR ERUPCIÓN DEL VOLCÁN INDONESIO PROVOCÓ HACE 120 AÑOS EN LA MISMA ZONA UNA CATÁSTROFE MUY SIMILAR A LA DEL 26 DE DICIEMBRE Krakatoa, el viejo padre del gran ‘tsunami’ Un tripulante del ‘Samoa’ describió la pesadilla de un mar sembrado de cadáveres hinchados, cientos y cientos de ellos, que golpeaban con- tra los costados del barco Bancos de arena Lang Verlaten Anak Krakatau (Hija de Krakatoa) Las erupciones que se desarrollaron desde 1927 formaron esta nueva isla. Krakatoa Anak Krakatau (1927) Danan Rakata Perboewatan Línea de costa de la isla de Krakatoa antes de la explosión de 1883. 1 km Imagen de 1992 Línea de fallas mayores Complejos volcánicos Krakatoa antes del 26 de agosto de 1883 1883 E stre c h o d e S u n d a INDONESIA MALAISIA Borneo Sumatra Java Yakarta Banda Aceh Océano Índico 750 km Java Tambora Krakatoa Toba PLACA EUROASIÁTICA PLACA INDOAUSTRALIANA Subducción Subducción Subducción El archipiélago volcánico de Krakatoa NASA (Fotografía) / NACHO CATALÁN / EL PAÍS Fuentes: NASA, Universidad de San Diego (EE UU) y elaboración propia. LA GRAN EXPLOSIÓN Perboewatan Danan Isla de Krakatoa Mar Rakata 20 de mayo de 1883 Primeras erupciones. 600 km y 800.000 km 2 80 km 11 de agosto Las erupciones se extienden. 26-27 de agosto Colapso de la caldera y explosión colosal. 1927-1930 Nueva isla en el antiguo crater. 1883-1885 Efectos climáticos en todo el planeta por el oscurecimiento del sol. Lluvias ácidas. 40 m 10 km 36.000 muertos Cartel de la película sobre Krakatoa. EL PAÍS, DOMINGO 16 DE ENERO DE 2005 HISTORIA 9

description

Volcanes

Transcript of Krakatoa Prensa

Page 1: Krakatoa Prensa

JACINTO ANTÓN

La imagen de aquelmuro gigante deagua oscura toda-vía me estremece.Mientras trepaba auna palmera pasa-

ban flotando los cuerpos sin vidade muchos amigos y vecinos. Sóloun puñado de la población consi-guió escapar. Casas y árboles esta-ban completamente destruidos yapenas quedaba rastro de lo quefue una ciudad activa y próspera”.No es, aunque lo parezca, el testi-monio de un superviviente deltsunami del Índico del pasado 26de diciembre, sino de alguien —elpiloto de un buque holandés delpuerto javanés de Anjer— que lo-gró escapar de una catástrofe ex-traordinariamente similar, un po-co más al sur, en la misma Indone-sia, hace 121 años: la aterradora,monstruosa explosión de la islavolcánica de Krakatoa, en el estre-cho de la Sonda, entre Java y Su-matra,el 27 de agosto de 1883, y elmaremoto resultante.

La erupción provocó unos40.000 muertos, un 90% en lascostas vecinas, arrollados por la se-rie de gigantescas olas causadas alhundirse o evaporarse la isla, quequedó casi borrada del mapa. Nodeja de ser paradójico que la prin-cipal arma homicida del volcánfuera el agua, los tsunamis.

Una explosión terribleEl estruendo del momento culmi-nante del viejo Krakatoa, a las10.02 de aquel día de 1883, unode los sonidos más ensordecedo-res escuchados nunca en la Tierra,pudo oírse a 4.700 kilómetros dedistancia y la alteración del mar sepercibió hasta en el canal de laMancha. “Una explosión terrible,estaba convencido de que el Díadel Juicio había llegado”, relató elcapitán Samson, del Northam Cas-tle. Las ondas de presión atmosfé-rica (shock waves) producidas porla gigantesca explosión —de gra-do seis en el índice de explosivi-dad volcánica (VEI), equivalentea 200 megatones de TNT (la ma-yor bomba construida por el hom-bre es de 50 megatones)— dieronsiete veces la vuelta al mundo. Par-te de la costa de Indonesia (enton-ces Indias Orientales Holandesas)resultó, como ahora, completa-mente arrasada; desaparecieron160 poblaciones del este de Java yel sur de Sumatra—Ketimbang,Telok Betong, Merak, Tyringin—,convertidas en pantanos y desola-das superficies de barro gris; la is-la de Sebesi quedó sumergida y nose salvó ni uno de sus 3.000 habi-tantes. Una cañonera holandesa,el Berouw, llevada como un jugue-te por uno de los tsunami, quedóvarada en medio de la jungla java-nesa, a tres kilómetros y medio delmar. Durante años el navío perma-neció embarrancado entre los ár-boles, para asombro de los monos.

Como en diciembre, fallecie-ron centenares de europeos, seprodujeron grandes alteracionesgeográficas e incluso hay quiensostiene —véase el libro de refe-rencia de la catástrofe, Krakatoa,the day the world exploted, de Si-mon Winchester (Harper Co-llins, 2003)—que el dramático fe-nómeno, percibido como un casti-go divino, impulsó el integrismoreligioso y el sentimiento antioc-cidental en Indonesia —de mane-ra similar a como lo ha hecho elmaremoto ahora en algunas zo-nas—. Si las escenas actuales tras

el moderno tsunami resultan cru-das, las de entonces no les van ala zaga: un tripulante del Samoadescribió la pesadilla de un marsembrado de cadáveres hincha-dos, que golpeaban contra los cos-tados del barco. Al año siguienteseguían llegando restos huma-nos a las playas —incluso a las deÁfrica del Este— incrustados enmasas de la ceniza y piedra pó-mez vomitados por el Krakatoa,como habitantes de una extrava-gante Pompeya del mar.

Krakatoa: la mera palabra, quediríase onomatopeya del cataclis-mo(aunque el jesuita Tachard lahizo derivar de las cacatúas quepoblaban la isla), conjura un mun-do de romántica aventura sacudi-do por el mayor espanto que es ca-paz de concebir la naturaleza. Enun exótico paisaje colonial de tex-turas julesvernianas y salgarianas,surcado por personajes dignos dela pluma de Conrad (no en baldeel segundo oficial Conrad Korze-niowski navega a principios de

marzo de ese año de 1883 por el es-trecho de la Sonda a bordo del va-por británico Palestina), se desatóel puro infierno. Toda una isla seautoinmoló en una espectacularordalía de fuego y furia que irra-dió destrucción y muerte confir-mando el aforismo —desgraciada-mente tan actual— de que la civili-zación sólo existe con el consenti-miento de la geología.

La erupción del volcán deKrakatoa, la primera gran catás-trofe natural percibida como unsuceso mundial, gracias a la enton-ces recién nacida red de comunica-ciones de largo alcance (el cable te-legráfico submarino), impactó enen el imaginario colectivo comono lo había hecho antes ningúnotro acontecimiento similar y des-pertó una conciencia global. Elmundo se reveló como un lugaren el que un suceso podía tenerconsecuencias a escala planetaria.

La deshabitada isla de Kraka-toa, parte de un archipiélago restode un super-Krakatoa que ya ha-bía explotado 60.000 años antes,era un gran volcán dormido, contres conos, que se desperezaba pe-riódicamente. Los javaneses loidentificaban con el temido diosOrang Alijeh, cuya fulgurante eya-culación fecundaba a la diosa océa-no. Entre los ilustres visitantesque recalaron en la isla antes de sufogosa epifanía figuran el capitánJames Cook y su colega el natura-lista Joseph Banks. Encontraronel lugar “muy saludable”.

Seis meses antes del cataclis-mo, el Krakatoa empezó a enviaravisos (que tampoco entonces sir-vieron para nada: hasta se monta-ron excursiones turísticas a la islapara ver la pirotecnia). Primero, vi-braciones y temblores; luego, nu-bes de vapor y humo, y lluvias deceniza gris y piedras que cubrían alos numerosos barcos y praos quesurcaban el estrecho. Siguieronlas ominosas explosiones, comocañonazos, y el vómito de gas y fue-go —flujos piroclásticos—. Y lue-go llegó el gran momento. El vol-cán reventó con una traca final re-matada por una detonación bru-tal que sepultó bajo el agua dos ter-cios de la isla y envió al cielo diezkilómetros cúbicos de roca pulveri-zada. Las aguas, transmitiendo lacolosal energía liberada, empeza-ron a subir en la costas vecinas ylas olas comenzaron su orgía dedestrucción.

EL KRAKATOA no sólo esparció muerte y des-trucción, sino también, entre nuées ardentes, ins-piración artística. El polvo y las cenizas arrojadosa la atmósfera dieron lugar a crepúsculos increí-blemente bellos en todo el mundo, raros halossolares y lunas azules. Fenómenos que inspira-ron a escritores —el poema St Telemachus, deTennyson (”Had the fierce ashes of some fierypeak / been hurled so high…”)— y pintores. Seha sugerido que en su célebre cuadro El grito,Munch se basó en los extraños y desazonadorescielos entintados por el remoto volcán. Es tenta-dor ver en el capítulo final del Lord Jim, de Con-rad, también la huella del Krakatoa, el recuerdode aquellos firmamentos incendiados, hermososy temibles: “Sobre todo Patusán, el cielo apare-cía de un color rojo de sangre, inmenso, cho-rreando, como una vena abierta”.

El Krakatoa dio también lugar a una popularpelícula, apoteosis de la serie B y el Cinerama.Basada en la novela de un tal M. Avallone y diri-gida por Bernard L. Kowalski, Al este de Java(Krakatoa, East of Java, 1969) tiene el dudoso ho-

nor de contar con el título geográficamente máserróneo de la historia del cine, pues, efectiva-mente, Krakatoa está al oeste de Java. El filme,del que se ha dicho maliciosamente que constitu-ye un desastre casi mayor que el que relata, secentraba en un barco, el Batavia Queen, al man-do de Maximilian Schell, en busca de unas per-las escondidas en un pecio junto al Krakatoa, ala sazón en plena efervescencia. Un buzo adictoal láudano (Brian Keith), un joven aeróstata quecasi cae dentro del cráter con su globo (Sal Mi-neo), una troupe de pescadoras japonesas deperlas en biquini y un grupo de presos rebeldes—referencia quizá a que la isla de Krakatoa fueun tiempo colonia penal— figuraban en la pelícu-la, en la que destacaba, aparte de la impagablecanción Java girl, la escena de la destrucciónpor el tsunami del gran faro de First Point en An-jer. La peripecia del Batavia Queen atravesandola gran ola —”¡un palillo flota!”— resulta algofantástica, pero no es menos rara la de aquel su-perviviente del cataclismo real que dijo habersesalvado agarrado a un cocodrilo.

Al oeste de Java

LA ESPECTACULAR ERUPCIÓN DEL VOLCÁN INDONESIO PROVOCÓ HACE 120 AÑOS EN LA MISMA ZONA UNA CATÁSTROFE MUY SIMILAR A LA DEL 26 DE DICIEMBRE

Krakatoa, el viejo padre del gran ‘tsunami’

Un tripulante del ‘Samoa’describió la pesadilla de unmar sembrado de cadávereshinchados, cientos y cientosde ellos, que golpeaban con-tra los costados del barco

Bancosde arena

LangVerlaten

AnakKrakatau(Hija deKrakatoa)Las erupcionesque se desarrollarondesde 1927formaron estanueva isla.

Krakatoa

Anak Krakatau(1927)

Danan

Rakata

Perboewatan

Línea de costa dela isla de Krakatoaantes de laexplosión de 1883.

1 km

Imagen de 1992

Línea de fallas mayores

Complejos volcánicos

Krakatoa antes del26 de agosto de 1883

1883

Estrec

hode

Sunda

INDONESIA

MALAISIA

Borneo

Sumatra

Java

Yakarta

Banda Aceh

OcéanoÍndico

750 km

Java TamboraKrakatoa

Toba

PLACA EUROASIÁTICA

PLACA INDOAUSTRALIANA

SubducciónSubducción

Subducción

El archipiélago volcánico de Krakatoa

NASA (Fotografía) / NACHO CATALÁN / EL PAÍSFuentes: NASA, Universidad de San Diego (EE UU) y elaboración propia.

LA GRAN EXPLOSIÓNPerboewatan

Danan

Isla de Krakatoa Mar

Rakata

20 de mayo de 1883

Primeras erupciones.

600 km y 800.000 km2

80 km

11 de agosto

Las erupciones se extienden.

26-27 de agosto

Colapso de la caldera y explosión colosal.

1927-1930

Nueva isla en el antiguo crater.

1883-1885

Efectos climáticos en todo el planeta porel oscurecimiento del sol. Lluvias ácidas.

40 m

10 km

36.000 muertos

Cartel de la película sobre Krakatoa.

EL PAÍS, DOMINGO 16 DE ENERO DE 2005 HISTORIA 9