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Juárez: ideas y legado Reflexiones en el bicentenario de su natalicio

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  • Jurez: ideas y legadoReflexiones en el bicentenario de su natalicio

  • UNIVERSIDAD DE GUADALAJARAEL COLEGIO DE JALISCO

    2006

    Jurez: ideas y legadoReflexiones en el bicentenario de su natalicio

    MARIO ALDANA RENDNCoordinador

  • UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

    Jos Trinidad Padilla LpezRector general

    Ral Vargas LpezVicerrector ejecutivo

    Carlos Jorge Briseo TorresSecretario general

    CENTRO UNIVERSITARIO DE LA COSTA

    Javier Orozco AlvaradoRector

    Melchor Orozco BravoSecretario acadmico

    Antonio Ponce RojoSecretario administrativo

    Primera edicin, 2006

    D.R. 2006, UNIVERSIDAD DE GUADALAJARACentro Universitario de la CostaAv. Universidad de Guadalajara 203, Delegacin Ixtapa48280 Puerto Vallarta, Jalisco, Mxico

    D.R. 2006, EL COLEGIO DE JALISCO, A.C.5 de Mayo 32145100 Zapopan, Jalisco, Mxico

    ISBN 970-27-1132-0

    Impreso y hecho en MxicoPrinted and made in Mexico

  • ndice

    Presentacin 7

    Por qu Jurez?...porque Jurez la Patria nos dio 9

    Hugo Torres Salazar

    Menosprecio y discriminacin indgenaen la prensa del siglo XIX 17

    Gerardo Gutirrez Cham

    Jurez y los indios 35Jos Mara Muri

    Liberalismo y educacin 43Anglica Peregrina

    Benito Jurez y la educacin elemental1819-1870 57

    Silvia Ayala Rubio

    Jurez: legado histrico y presente 77Mario Aldana Rendn

  • Honrar a los hroes ha sido, para todos los pueblos y naciones, el justoreconocimiento de quienes en el pasado, con su esfuerzo y liderazgo, sen-taron las bases que les dieron legitimidad histrica y proyecto de nacin.

    En el ao 2006, los mexicanos hemos recordado con toda justicia elbicentenario de Benito Jurez Garca, creador del moderno Estado na-cional, abanderado del laicismo y la secularizacin de la poltica, defen-sor de las libertades individuales, del derecho y la justicia para todos losmexicanos. Su entereza y patriotismo al frente de las armas nacionales,hicieron posible la derrota del imperio y de la intervencin francesa, ascomo la consolidacin de nuestra nacin independiente.

    Aglutinador de las corrientes modernizadoras, Jurez representa eltriunfo de la sociedad liberal, de hombres y ciudadanos iguales ante laley, frente a la vieja sociedad colonial de fueros y privilegios para unoscuantos.

    Forjador de la nacionalidad mexicana, Benito Jurez expresa el es-pritu renovador de una sociedad que aspira a construir su propio desti-no, oponiendo los principios de convivencia pacfica y la no intervencinal uso de la fuerza de las naciones poderosas.

    En el marco de los festejos nacionales del Bicentenario del Natali-cio de Benito Jurez, el 24 de junio de 2005, el H. Ayuntamiento deZapopan aprob la integracin de la Comisin Edilicia Transitoria encar-gada de coordinar las acciones relativas a estos festejos en el municipio.En esta Comisin participaron representantes del Ayuntamiento deZapopan, la Universidad de Guadalajara, El Colegio de Jalisco, el Conse-jo Municipal de Cronistas, la Asociacin Jurez en el Siglo XXI, A.C. y de

    Presentacin

    [7]

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    las delegaciones 16 y 47 del Sindicato Nacional de Trabajadores de laEducacin.

    A lo largo de varios meses, la Comisin coordin diferentes activi-dades ya con los alumnos de las primarias y secundarias del municipio,con estudiantes de bachillerato y con la sociedad en general. Este librocomprende los trabajos presentados en las mesas redondas organizadasdurante los meses de marzo y abril de 2006 en Zapopan, mismos queposteriormente se difundieron en el Centro Universitario de la Costa enPuerto Vallarta y en el Centro Universitario del Sur en Ciudad Guzmn.

    Los trabajos de quienes participaron en estos foros, nos ofrecen di-ferentes visiones y anlisis de la poca, las ideas y la obra juarista, en laperspectiva del Mxico actual. Hugo Torres Salazar es contundente: Porqu Jurez?... porque Jurez la Patria nos dio. Gerardo Gutirrez Cham,analiza el discurso ideolgico y la discriminacin de los indgenas en laprensa jalisciense del siglo XIX. Jos Mara Muri, demuestra a partir de laLey de Cofradas expedida en 1862 y la proteccin de Jurez a Lozada enel Cantn de Tepic, que los liberales no fueron insensibles a la cuestinagraria, ni a los problemas de las comunidades indgenas. Anglica Pere-grina Vzquez aborda el desarrollo de las ideas liberales en el campo edu-cativo y de manera particular, la discusin en Jalisco en torno a la gratuidady laicidad de la educacin. Silvia Ayala Rubio por su parte, analiza laevolucin de la educacin elemental a lo largo del siglo XIX, desde elenfrentamiento ideolgico entre liberales y conservadores, la pobreza delos mtodos de enseanza, la escasez de recursos y de maestros prepara-dos durante los primeros cincuenta aos de vida independiente, hasta eltriunfo de los liberales y la configuracin de modernos principios educa-tivos. Mario Aldana Rendn, por su parte, reflexiona sobre el papel delpasado en la conformacin ideolgica del Mxico actual, oponiendo alresurgimiento conservador el legado histrico juarista.

    Esta edicin ha sido posible gracias al invaluable apoyo del Dr. JavierOrozco, Rector del Centro Universitario de la Costa de la Universidad deGuadalajara, como una contribucin de nuestra Alma Mater al reconoci-miento nacional celebrado en honor al gran mexicano Benito Jurez.

    Mario Aldana Rendn

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    El propsito que conduce esta participacin es el anlisis de Jurez en superfil de hombre de leyes, poltico y estadista, pero tambin identifican-do las races y proyecciones de su obra en la estructura de Mxico, en losvalores culturales de nuestra sociedad y en su actual convivencia polticay social. O sea, el significado del pensamiento de Jurez en la construc-cin de Mxico, como nacin, pero fundamentalmente como patria.

    Conocemos la visin de hroe nacional que ha llevado a Jurez a laleyenda y al mito, acciones que de acuerdo con Henestrosa, con losaos, la mentira en los hombres clebres pasa a ser verdad; pero ahoravayamos a Jurez en su esencia: ciudadano con vocacin democrtica,permanente reformador y constructor de nuestra nacionalidad; siempreorientado en la ideologa liberal del siglo XIX.

    Benito Jurez desde sus estudios en el Instituto de Ciencias y Artesde Oaxaca (1827) y su incorporacin a la poltica se haba declaradopartidario de la ideologa liberal; visin poltica que lo guiar en todas susacciones. Los principios liberales que caracterizaban el pensamiento deBenito Jurez se haban manifestado durante todo su ejercicio como hom-bre de poltica; como regidor en el Ayuntamiento de Oaxaca, como Di-putado en la Legislatura local y en el Congreso Federal, como gobernadorde su Estado, y como Ministro en los gobiernos de Juan lvarez e IgnacioComonfort.

    La Ley sobre Administracin de Justicia del 23 de noviembre de1855, que decret Juan lvarez, fue refrendada por Jurez como Minis-tro de Justicia y Negocios Eclesisticos, convirtindose en el primer pasopara la secularizacin de la sociedad y la implantacin de la igualdadante la ley. A travs de estos principios Jurez le da texto a uno de los

    Por qu Jurez?porque Jurez la Patria nos dio

    Hugo Torres SalazarUNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

    [9]

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    impulsos fundamentales sostenidos por el movimiento de Ayutla; la su-presin de los fueros y el deseo de igualdad.1

    El jurisconsulto jalisciense Ignacio L. Vallarta dos meses antes de queapareciera esta ley (16 de septiembre de 1855) haba emitido su juicio,donde sostena los mismos principios que inspiraban a Jurez; yo quiero lademocracia pura, sin ajenas combinaciones, porque amo a esa institucinque hace al hombre hermano del hombre, que slo reconoce el mritopersonal, que slo acata la virtud individual, que proclama la unidad de lagran familia humana, que realiza los mandatos del hombre-Dios.2

    La expedicin de esta ley fue el pretexto para romper hostilidadesentre el partido liberal y el clero ya que existan innumerables actos enlos que el clero haba intervenido en hechos y en palabras, para oponersea las disposiciones del gobierno civil.3 Y no slo gener el descontentodel clero nacional, an fue ms lejos, sugiri al papa Po IX la alocucinpronunciada el 15 de diciembre de 1856, en la que censura los actos delgobierno mexicano.

    La Ley Jurez es el primer paso para conquistar la igualdad y esta-blecer como norma de gobierno, el principio democrtico; qued defini-tivamente integrada en el texto constitucional de 1857 en el artculo 13.

    I. La Reforma (1858-1861).Primera leccin juarista

    El gran mrito de Comonfort, a pesar de sus diversos matices que lo sea-lan ms bien como un hombre de naturaleza contradictoria, es aceptar la

    1 Otro postulado sostenido por los hombres de Ayutla, fue la desamortizacin de bieneseclesisticos, postulado que qued plasmado en la Ley del mismo nombre, redactada por MiguelLerdo de Tejada, cuyos principios sostenan que uno de los mayores obstculos para la prosperidady engrandecimiento del pas es la falta de movimiento o libre circulacin de una gran parte de lapropiedad raz, base fundamental de la riqueza pblica.

    2 Cit. por Jess Reyes Heroles. El liberalismo mexicano. T. III: La integracin de las ideas.Mxico: FCE, 1974, p. 22.

    3 Uno de estos actos, del que se tiene registro, es el acontecido en la ciudad de Guadalajara,cuando el Arzobispo reconvino al Gobernador porque no persegua al autor de un discurso cuyasideas le parecieron antirreligiosas. De este enfrentamiento, el Gobernador contest con dignidad;y el Arzobispo result vitoreado por el pueblo.

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    Ley Jurez, el ms grande desafo que hasta entonces se haba hecho a lasclases privilegiadas; aqu ya podemos perfilar al campen de la santa igual-dad; y un legado juarista a la sociedad de hoy. Con esta ley, se sentaron lasbases de una sociedad civil donde prive la igualdad sobre los fueros y privi-legios de cualquier tipo, sea polticos, econmicos o de creencia.

    Por medio de esta Ley se establecieron los fundamentos del ordensocial, y dio origen a la sociedad civil, la primera del continente america-no despus de la de los Estados Unidos.

    El credo de la revolucin liberal reformista de Jurez lo podemoslocalizar en el Manifiesto Constitucional del 7 de julio de 1859, a 18meses de lucha a partir del Plan de Tacubaya; expedido en Veracruz yque bien puede considerarse como su programa de gobierno y cuyos al-cances an estn presentes. Suscriban este notable documento ademsdel presidente Jurez, sus ministros Melchor Ocampo, Manuel Ruiz yMiguel Lerdo de Tejada. Para fortalecer al hombre como ciudadano deuna sociedad civil y democrtica, la completa con las leyes de Reformapromulgadas en Veracruz. Jurez tena la conviccin de que con estasleyes daba respuesta a la crisis econmica y poltica que el pas sufra y locolocaba en el concierto de las naciones modernas del mundo.

    El proceso de secularizacin de la sociedad, exige la secularizacindel Estado, por lo cual se fortalece con la Ley de Nacionalizacin de losBienes del Clero, dictada el 12 de julio de 1859; en su contenido va msall de la nacionalizacin de los bienes del clero, contiene la separacin dela Iglesia y el Estado, ya que categricamente asienta en su artculo tercerola completa separacin del Estado y la Iglesia as como la libertad de cul-tos. Fustiga al clero y denuncia sus propsitos: el motivo principal de laactual guerra promovida y sostenida por el clero es sustraerse de la depen-dencia de la autoridad civil.

    El 23 de julio de 1859 se da otro importante paso en la secularizacin,se establece el matrimonio puramente civil; considerndolo como un con-trato civil que se contrae lcita y vlidamente ante la autoridad civil.

    El 28 de julio de 1859 se decreta el establecimiento de jueces delestado civil que tendran a su cargo la averiguacin y modo de hacerconstar el estado civil de todos los mexicanos y extranjeros residentes en

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    el territorio nacional, por cuanto concierne a su nacimiento, adopcin,arrogacin, reconocimiento, matrimonio y fallecimiento.4

    Se dice que la secularizacin llega de la cuna a la tumba cuando pordecreto de 31 de julio de 1859 cesa en toda la Repblica la intervencindel clero en la economa de los cementerios y panteones.

    Llevando el pensamiento de separacin con la Iglesia a sus ltimasconsecuencias el 3 de agosto de 1859 se ordena retirar la legacin deMxico en la Santa Sede.

    La reaccin del clero ante el movimiento liberal de la Reforma tuvodiferentes matices y diversos expositores. El clero jalisciense a travs desus pastores espirituales se manifest en forma permanente; citar sloalgunos documentos.

    En octubre de 1856 se publican comunicaciones intercambiadasentre el Excmo. Sr. Ministro de Justicia y Negocios Eclesisticos y el Sr.Obispo de Guadalajara, D. Pedro Espinosa, con motivo de la ley de des-amortizacin sancionada el 25 de junio de 1856.5

    En agosto de 1859,6 el Gobierno Eclesistico de Guadalajara se ma-nifiesta contra las disposiciones dictadas en Veracruz. Se trata de unamanifestacin en defensa de la propiedad eclesistica, argumentando quelos gobiernos temporales no pueden lcitamente nacionalizar los bieneseclesisticos ni suprimir las rdenes religiosas.7

    La ms clara expresin de la reaccin clerical se tiene en la Manifes-tacin que hacen el venerable clero y fieles de sus respectivas dicesis y atodo el mundo catlico los Ilmos. Seores Arzobispo de Mxico y Obis-pos de Michoacn, Linares, Guadalajara y el Potos, y el Sr. Dr. FranciscoSerrano como representante de la mitra de Puebla, en defensa del clero y

    4 El 1 de octubre de 1860 naci en Veracruz la hija de Jurez, Gernima Francisca, y el da10 del mismo mes se presenta el Presidente a anotarla en el Registro Civil, siendo el primerinfante inscrito de acuerdo con el ordenamiento civil recientemente promulgado.

    5 Archivo Histrico de la Arquidicesis de Guadalajara. Seccin Gobierno. Serie Cartaspastorales, edictos y circulares. Aos 1851-1871. Caja 2.

    6 Idem.7 La Iglesia arguye bajo tesis religiosas el origen de sus bienes, sin embargo para los liberales,

    y para Mora principalmente; la Iglesia con la denominacin de bienes eclesisticos, ha intentadoespiritualizar lo que la razn, el Evangelio y los Padres de la Iglesia persuaden ser material; yaque los bienes no variaron de naturaleza al pasar al dominio de la Iglesia.

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    de la doctrina catlica, con ocasin del manifiesto y los decretos expedi-dos por el Sr. Lic. D. Benito Jurez en la ciudad de Veracruz.

    Los manifestantes son encabezados por el doctor Lzaro de la Garzay Ballesteros, arzobispo de Mxico, y en ella declaran que ven la Iglesiaen su momento ms crtico para la religin, temiendo la destruccin com-pleta del catolicismo en Mxico.

    Las leyes de Reforma se incorporaron al cuerpo poltico mexicanocomo las instituciones liberales ms slidas, y aunque fueron atacadasacremente por los grupos elitistas de la poltica y del clero, le daban sulugar y paradjicamente salvaguardaban con respeto a la institucin reli-giosa, la Iglesia Catlica; y le devolva al pueblo lo que legtimamente lecorresponda, la riqueza natural que el clero usufructuaba.8

    Esta es la primera gran batalla que Jurez gana para el pas, por locual debemos aceptar que no slo se es hroe ganando batallas, o diri-giendo ejrcitos, tambin en la civilidad se determina el rumbo del pas.A partir de estas acciones la figura de Jurez tom un lugar de excepcinen Mxico y en el continente americano; enseando al mundo que elpensamiento y el derecho ajeno deber ser siempre respetados, y que lascreencias religiosas y las ideas polticas no se imponen por la fuerza ymenos por el uso abusivo del poder.

    A partir de estas acciones coloca al individuo-ciudadano como ejede la poltica y fuente de derechos y libertades inviolables.

    II. Intervencin extranjera (1862-1867).Segunda leccin juarista

    La leccin de Jurez al oponerse a la intervencin francesa y defender laRepblica hasta lograr su restauracin en 1867, es una gran hazaa devoluntad y tenacidad, que debe ser aceptada como una lucha contra elcolonialismo.

    8 Sobre los bienes de la Iglesia, Jos Ma. Luis Mora consideraba que verdaderamente sonms bien usufructuarios que propietarios, es decir, su derecho es ms bien el de percibir los frutosde los bienes que se les han consignado que el de disponer de ellos mismos; este ltimo derechocorresponde propiamente al cuerpo entero de la sociedad, que puede trasferirlo a las comunida-des, y recobrarlo cuando lo tenga por conveniente.

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    Con el establecimiento de Maximiliano en Mxico no slo se con-sider como un triunfo de los conservadores sino el triunfo y predominiode la tesis colonialista europea; la tesis de la superioridad europea y delpredominio de unos pases sobre otros.

    El colonialismo entendido como el hbito, la costumbre, la prcti-ca de avasallar a unos pueblos por otros en nombre de la cultura, de lareligin, de la civilizacin, del progreso o de los destinos manifiestosque perfila a los pases considerarse como custodios de los pueblos, en-contr en los conservadores sus corifeos, quienes solcitos vasallos de-mandan a Napolen III, su intervencin en el gobierno y el destino deMxico.

    Jurez ante esto slo antepuso la legalidad sostenida por la ley, yaque estaba convencido de la legitimidad de sus actos; y declaraba ante laNacin los fines oscuros que motivaron la intervencin extranjera y lafalta de elementos vlidos para dicha accin, reconoce que los nicosttulos que sostienen a los invasores son las armas.

    As combati; con la legalidad ante Espaa e Inglaterra; y con lasarmas contra Francia.

    Los conservadores nunca imaginaron que la lucha de Jurez contrael sistema monrquico que enarbolaron con Napolen en Francia y conMaximiliano en Mxico, le daran a Jurez y a su grupo, fuerza, cohesiny prestigio; ya que sin ser Jurez un lder de aceptacin nacional, acaba-ra por ser al final de la Intervencin el hombre que poda personificar elsentimiento de la unidad nacional. Jurez dejaba de ser el representantede un grupo poltico para convertirse en el smbolo de una nacin.9

    La Intervencin aunque resulte paradjico, fue el caldero que gestla unidad que no exista en el pas.

    Con la intervencin extranjera, Jurez tuvo que luchar no para unirseal pueblo, sino para darle a ese pueblo una conciencia de nacionalidad,que an no tena. La nacin mexicana va a comenzar a forjarse comopatria, al comps de la lucha armada contra la intervencin extranjera.

    9 Martn Quirarte. Jurez y los hombres de la Reforma. Voces sobre Jurez. Mxico: Procu-radura de la Repblica, 1973 (Col. Libro Abierto, 3), p. 52.

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    III. Reflexiones finales

    A 200 aos del nacimiento de Jurez estamos convencidos que la volun-tad de Jurez era hacer de Mxico un pueblo que no fuera objeto de suhistoria ni comparsa de los pases poderosos del mundo; ni sujeto a losvaivenes de pases extranjeros; sino un sujeto protagnico de su historiay dueo de su destino.

    Las conquistas histricas y an vigentes del liberalismo durante lapoca de Jurez fueron: transformacin de las relaciones Estado-Iglesia ysociedad civil-Iglesia, la secularizacin de la sociedad, la libertad de con-ciencia, la legalidad y respeto a los derechos del ciudadano, la toleranciay la igualdad de las personas ante las leyes y la democracia como forma devida y convivencia. Ahora quiz nos preguntemos sobre el estado queestos principios guardan en nuestros das; su permanencia en los actos degobierno y en la vida cotidiana del ciudadano.

    Bibliografa

    Archivo Histrico de la Arquidicesis de Guadalajara. Seccin Gobierno.Serie Cartas pastorales, edictos y circulares. Aos 1851-1871. Caja2.

    De la Torre, Villar, Ernesto et al. Historia documental de Mxico. T. II. Mxi-co: UNAM, 1974.

    Galindo y Galindo, Miguel. Clsicos de la Historia de Mxico. La grandcada nacional o relacin histrica de la Guerra de Reforma, interven-cin extranjera y gobierno del archiduque Maximiliano, 1857-1867. T.I. Mxico: FCE, 1987.

    Knowlton, Robert J. Los bienes del clero y la Reforma mexicana, 1856-1910.Mxico: FCE, 1985.

    Matute, lvaro. Antologa. Mxico en el siglo XIX. Fuentes e interpretacioneshistricas. Mxico: UNAM, 1984 (Lecturas Universitarias, 12).

    Reyes Heroles, Jess. El liberalismo mexicano. T. III: La integracin de lasideas. Mxico: FCE, 1974.

    Silva Herzog, Jess. De la historia de Mxico 1810-1938. Documentos fun-damentales ensayos y opiniones. 3 ed. Mxico: Siglo XXI editores, 1985.

    Voces sobre Jurez. Mxico: Procuradura de la Repblica, 1973 (Col.Libro Abierto, 3).

  • El agrarismo indigenista que prevaleci durante la segunda mitad delsiglo XIX en Mxico, pone de manifiesto que Maximiliano se adscribi,en buena medida, a la tradicin virreinal, tanto en las polticas destina-das al reparto de la tierra, como a la perspectiva eurocntrica con quetrataba de justificar y mantener las desigualdades en la distribucin debienes y servicios entre los indgenas. Este enfoque puede observarse enalgunas leyes de la poca, por ejemplo en la ley emitida el 5 de julio de1865, donde se reconoce la personalidad jurdica de las comunidadesindgenas y se admite que posean tierras en comunidad. Otro ejemplo loencontramos en la ley del 1 de noviembre de 1865, en la cual se concedelibertad a los peones.1 En ambos ejemplos aparecen directrices semejan-tes a las de un bando que haba sido promulgado por el Virrey, Conde deGlvez, el 23 de marzo de 1783. En este contexto se comprende por quincluso el propio ministro de Maximiliano, Morn y Crivelli, se quejaba,pues a su parecer esas leyes formaban parte de un retroceso hacia lasleyes de Indias. No era para menos, pues hay claras evidencias de que enla poca an haba prcticas y castigos propios de relaciones esclavistas,aunque en las leyes se trataba de hacer constar lo contrario. Un ejemplode esta contradiccin lo encontramos en las leyes tituladas Garantasindividuales de los habitantes del Imperio, publicadas el 1 de noviem-bre de 1865. All, por una parte, se reitera la condicin de territorio librede esclavitud:

    Gerardo Gutirrez Cham DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS EN LENGUAS INDGENAS

    UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

    [17]

    Menosprecio y discriminacin indgenaen la prensa del siglo XIX

    1 Jean Meyer. La junta protectora de las Clases Menesterosas. Indigenismo y agrarismo enel Segundo Imperio. Antonio O. Escobar (coord.). Indio, nacin y comunidad en el Mxico del sigloXIX. Mxico: Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos-CIESAS, 1993, p. 329.

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    Art. 2. En el territorio del Imperio todo hombre nace libre, y en ningnpunto de l se podr establecer la esclavitud. Los esclavos de otros pasesquedan en libertad por el hecho de pisar el territorio mexicano.

    Art. 64. No existiendo la esclavitud, ni de hecho ni de derecho en elterritorio mexicano, cualquier individuo que lo pise es libre por slo estehecho.

    Pero, al mismo tiempo, aparecen disposiciones a travs de las cualesse puede inferir que an haba castigos propios de esclavos:

    Art. 23. Quedan prohibidos los azotes, la marca, la mutilacin, la infamiatrascendental y la confiscacin de bienes.

    Las prcticas de castigo y sometimiento slo eran posibles al cobijode un conjunto de factores socioculturales que favorecan el menospre-cio, la discriminacin y por supuesto, el maltrato hacia los indgenas.Diversos testimonios de la poca dan cuenta de una serie de percepcio-nes negativas, que en muchos sectores se haban generado hacia la figurade el indio. Para ello era comn recurrir a la estrategia de mostrardiferentes aspectos conductuales entre indios y mestizos de un modoabiertamente polarizado, de manera que la mayora de las veces los ind-genas aparecan representados como el origen y la causa de los problemas.As, en un artculo publicado el 14 de septiembre de 1865 en la gacetillaEl Pjaro Verde, donde se da voz a la opinin de los terratenientes, obser-vamos que el sustento argumental del documento est montado sobreconstrucciones abiertamente prejuiciosas y despectivas hacia los indge-nas. Transcribimos el documento, citado por Jean Meyer:2

    La cuestin india3

    Mucho tiempo hace que los propietarios estn en el banco de los acusadosy el que ms y el que menos les tira a su antojo una pedrada. Los han

    2 Ibid., p. 333.3 Tanto en esta cita como en las subsiguientes, respetamos la ortografa, tal y como aparece

    en las fuentes consultadas.

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    representado como una plaga social, como perturbadores, como tiranosegostas [...] Muchas veces se ha pensado en despojarlos, y lo que se dis-cute hoy de preferencia, es el mejor modo de hacerlo [...] Con motivo delos rumores que corrieron estos das sobre que iban a promulgar en breveuna ley que remita, en su totalidad o en parte, las deudas de los labrado-res y fijaba el precio de los salarios [me decid a escribir].

    Slo el que es propietario puede formarse una idea de lo que perjudi-can a nuestros intereses la malicia o la falta de inteligencia de la mayorparte de nuestros labradores. La mejora ms insignificante en el modo detrabajar o en los instrumentos de labranza no se puede establecer sin mu-cho trabajo y a menudo hay que renunciar a ella [...] Qu hemos deexplotarle a un indio que no tiene nada? Su trabajo? Pues spase que selo pagamos todava ms de lo que vale [...] Se habla de la emancipacinde los siervos. Dnde estn stos? Acaso tenemos siervos atados a lagleba? Todo trabajador est en plena libertad de ir a establecerse donde leparezca. Trabaja cuando quiere, lo que en verdad no sucede todos losdas. Olvidis que la llaga de nuestro pas es la pereza [...] y en vez dequerer el trabajo obligatorio, os vens condoliendo ahora de la suerte deunos miserables que prefieren robar a trabajar honradamente [...] Esoscorderos saben muy bien negarse a trabajar, rebelarse, y matar, a veces, aun administrador. En cuanto a los propietarios, esos seores feudales, tanpoderosos, pasan una parte de su vida luchando con la pereza de los tra-bajadores, pagando impuestos, sufriendo el mal proceder de los emplea-dos inferiores de la administracin pblica. El resto lo emplean en mirar elcielo para ver si la lluvia, la seca o la helada han de venir a arruinarlos, entemblar cada vez que reciben una carta de sus administradores y en mon-tar en ira despus de haberla ledo.

    La ley que peds no ser promulgada, as lo esperamos de la cordura delgobierno; pero si se cumplen vuestros votos [...] harn un gran acto dedespojo cuyas consecuencias no es dable prever. Los propietarios no que-rrn en lo sucesivo prestar nada [...] ved adnde os conduce vuestra ternu-ra hacia esos pobres indios y el bien que vais a procurarles. Si aumentis lacantidad del salario [...] sera tomar un camino fatal [...] Tan luego como elindio gane tres reales al da, nunca trabajar ms que tres das a la semana,a fin de sacar los mismos nueve reales que hoy tiene [...] Despus de haberloalterado todo, ser preciso volver al punto de partilibertad, a la verdadera

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    libertad, que no quiere impuestos, ni reglamento, ni fomento; a ese mara-villoso dejad hacer, la ltima palabra de la economa poltica y cuya aplica-cin prctica ha hecho de los Estados Unidos el pueblo ms fuerte yenrgico.

    Si al menos se pudiera contar con la gratitud, con el apoyo de los que sequiere favorecer as a todo trance [...] El reconocimiento de esas gentessera como el de los galeotes a don Quijote.

    Vamos a acercarnos de nuevo al texto para analizar, ms detallada-mente, las estrategias de representacin discriminante hacia los indge-nas. En las primeras lneas, el autor trata de colocar una especie de diqueverbal contra la mala fama que ya se haba creado en contra de amos yterratenientes. Pero en las siguientes lneas el autor muestra que, en rea-lidad, los propietarios de tierras procedan de un modo semejante al de laColonia, ya que al parecer no era fcil librar a los trabajadores de susdeudas y adems no se les pagaban salarios fijos por el fruto de su trabajo.Veamos: Con motivo de los rumores que corrieron estos das sobre queiban a promulgar en breve una ley que remita, en su totalidad o en parte,las deudas de los labradores y fijaba el precio de los salarios. Indudable-mente cabe la posibilidad de que un terrateniente en esa poca no conci-biera como injusto el hecho de que las deudas no se remitieran, o que nose fijaran salarios fijos por las jornadas de trabajo; sin embargo, el hechode que ya hubiera proyectos de ley para modificar estas prcticas, nosrevela que ya se haba desarrollado una suerte de conciencia legal ensentido contrario, es decir, a favor de condonar las deudas que los hijosde los trabajadores heredaban y tambin a favor de salarios fijos.

    Retomando nuestro tema central, que es el de la discriminacin enla poca, tenemos que en el mismo documento, el autor intenta defen-der los intereses de los dueos de tierras valindose de dos argumentosfalaces. En el primero se pretende dar a entender que slo quienes for-man parte del grupo interior (dueos de tierras) estn en posibilidadesreales de comprender la situacin. Slo el que es propietario puede for-marse una idea... De manera que cualquier cosa que se hiciera al inte-rior del gremio estara justificada de antemano. En el segundo argumentose pretende establecer un vnculo directo entre las cualidades morales eintelectivas de los indgenas y los problemas econmicos que privaban

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    en el campo: ...lo que perjudican a nuestros intereses la malicia o la faltade inteligencia de la mayor parte de nuestros labradores. Llama la aten-cin el juego de equivalencias entre estas dos atribuciones de carcterestigmatizante: ser malicioso, y carecer de inteligencia. He aqu un doblejuego de distanciamiento y descalificacin, pues el autor indudablemen-te est implicando que ellos, los terratenientes, no actan con malicia yque slo son ellos los inteligentes.

    En las lneas siguientes encontramos de nuevo el menosprecio tni-co formulado desde una perspectiva mercantilista, tpica de la Colonia,ya que para los patrones, los indgenas deberan seguir siendo considera-dos principalmente como un grupo homogneo de individuos cuyo prin-cipal valor era el de su fuerza laboral, sujeta a las contingencias de laoferta y la demanda. Qu hemos de explotarle a un indio que no tienenada? Su trabajo? Pues spase que se lo pagamos todava ms de lo quevale. Quien escribe admite en esencia la pobreza extrema de los indios,pero tambin deja ver que el poco aprecio que podan tener hacia ellosno estaba centrado en las cualidades humanas de cada individuo, sino enla fuerza de trabajo que de ellos se poda extraer. Y, finalmente, tenemosuna consideracin abiertamente desptica al implicar que adems de quelos indgenas slo eran valorados casi exclusivamente en funcin del tra-bajo que realizaban, ste slo era vlido si tena beneficio para los terra-tenientes.

    En este mismo orden de ideas empiezan a disgregarse, de un modoms puntual e incisivo, los ataques y las atribuciones negativas hacia losindgenas, casi siempre a partir de lugares comunes, o topicales. Si alprincipio del documento se habla de la malicia y la supuesta falta deinteligencia, como causas de los problemas en el campo, el autor haceuna suerte de devanado atributivo, ya que tambin entran en escenaotras cualidades defectivas, como la pereza, dentro de esta magra cosmo-visin negativa hacia los indgenas, Olvidis que la llaga de nuestro pases la pereza. Poco a poco van aumentando en cantidad y en densidad lasatribuciones negativas, muchas de ellas mediante el uso de verbosmodalizados, que generan una suerte de percepcin condensada de todolo malo que puede contener el espritu de una persona. En este sentidoes muy ilustrativa la siguiente parte del documento ...os venscondoliendo ahora de la suerte de unos miserables que prefieren robar a

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    trabajar honradamente [...] Esos corderos saben muy bien negarse a tra-bajar, rebelarse y matar, a veces a un administrador. Llama la atencinel hecho de que en un principio las atribuciones negativas estaban enfo-cadas hacia aspectos abstractos como la inteligencia o el carcter, pero amedida que el documento avanza, lo negativo se centra ms en accionesconcretas (negarse a trabajar, rebelarse, matar a un administrador).

    Ahora bien, parte de la fuerza negativa con la que eran exhibidoslos indgenas estaba dada por la representacin excesivamente polariza-da, en sentido contrario. Mientras que los indgenas son representadoscomo seres inferiores, de poco valor y faltos de inteligencia, ellos, losdueos de tierras, son representados como hroes, libertadores sociales,promotores del bien, del progreso, etc. Este proceso de victimizacin segenera bajo una lgica de causas y efectos lineales con ciertos tintes dedramatismo alegrico, propios de la tradicin romntica. En este escena-rio artificioso, destaca el orden jerrquico utilizado por el autor, cuandodescribe las causas de los problemas laborales que pretendidamente pa-decan los terratenientes de aquel entonces.

    1. La pereza de los trabajadores. En cuanto a los propietarios, esos seo-res feudales, tan poderosos, pasan una parte de su vida luchando con lapereza de los trabajadores. Podemos decir que en sentido indirecto selanza la presuposicin de que la primera causa de los males estaba dadapor una cualidad negativa de los campesinos.

    2. El pago de impuestos: pasan una parte de su vida luchando con lapereza de los trabajadores, pagando impuestos. Aqu la queja va diri-gida contra el cumplimiento de un deber fiscal, en una poca dondeempezaban a generarse, de manera incipiente, las bases tributarias anivel nacional.4

    4 Vase Carlos Marichal, Daniela Marino y Ana Lidia Garca. De colonia a nacin: impuestosy poltica en Mxico, 1750-1860. Mxico: El Colegio de Mxico, 2001. Un motivo de conflicto,bastante comn en la poca, era el cobro de impuestos, que en muchas ocasiones se llevaba a cabode manera discrecional, pues los cobradores tenan derecho por ley, de ingresar a las casas paraefectos de cobro o fiscalizacin, cada vez que lo consideraban conveniente. Una muestra de estose ve reflejada en el artculo 29, de las llamadas Garantas individuales de los habitantes delImperio, dadas a conocer el 1 de noviembre de 1865: As mismo pueden penetrar en las casaslos agentes pblicos durante el da, desde la salida hasta la puesta del sol, para la formacin depadrones, verificacin de datos para los impuestos, cobranza de stos, y en general en todos aque-

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    3. La corrupcin burocrtica, por parte de los empleados administrativos:sufriendo el mal proceder de los empleados inferiores de la adminis-tracin pblica.

    4. Las contingencias propias del temporal: El resto lo emplean en mirar elcielo para ver si la lluvia, la seca o la helada han de venir a arruinarlos.

    5. Las notificaciones administrativas: ...en temblar cada vez que recibenuna carta de sus administradores y en montar en ira despus de haberlaledo.

    Hemos de considerar que las actitudes de desprecio hacia los ind-genas tenan su arraigo en una cultura que permita el utilitarismo exa-cerbado de la fuerza laboral, especialmente en las labores del campo. Elindgena no slo era blanco del desprecio por parte de los terratenientes,adems poda ser utilizado como un objeto de manipulacin poltica ha-cia las disposiciones econmicas que se fraguaban desde la capital. Paramuchos terratenientes, el indio como persona no importaba demasiado,slo deba tomarse en cuenta como factor de incidencia en el engranajeproductivo. Este aspecto puede visualizarse en las siguientes lneas don-de, el que escribe, intenta alzar la voz en representacin de los propieta-rios de tierra, contra una serie de rumores que se haban desatado entorno a una nueva disposicin legal, que habra de permitir a los labrado-res condonar total o parcialmente sus deudas, y al mismo tiempo les per-mitira recibir salarios fijos por su trabajo: La ley que peds no serpromulgada, as lo esperamos de la cordura del gobierno... Aqu, el tonosentencioso intenta formular un acto de habla que mostraba la posturade franca oposicin, muy marcada por el adverbio no + el verbo ser enfuturo (no ser), como si ellos, los terratenientes estuvieran dispuestos aformar un dique de contencin. Es de notar cmo, en este caso, el tonosentencioso, inmediatamente adquiere carcter de amenaza: ...pero sise cumplen vuestros votos [...] harn un gran acto de despojo cuyas con-secuencias no es dable prever y a la amenaza le sigue un acto deprediccin tambin cargado de amenaza: Los propietarios no querrn

    llos casos en que sin entrar la casa no pudiera ejecutarse un mandamiento de la ley de laautoridad; pero queda limitado el ejercicio de esta facultad para entrar al domicilio de la personarespecto de la que verse el mandamiento.

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    en lo sucesivo prestar nada. Despus tenemos una especie de exhortohacia las autoridades, donde se confirma una vez ms la nfima posicinotorgada a los indgenas, no como actores econmicos, sino como suje-tos pacientes, a los que slo se les concede una entidad recipientedonde los propietarios depositan sus intereses, a cambio de un trabajomuy poco remunerado. Adems debe notarse el tono irnico hacia lainiciativa del gobierno imperial: ved adnde os conduce vuestra ternu-ra hacia esos pobres indios y el bien que vais a procurarles. Si aumentisla cantidad del salario [...] sera tomar un camino fatal [...]Tan luegocomo el indio gane tres reales al da, nunca trabajar ms que tres das ala semana, a fin de sacar los mismos nueve reales que hoy tiene.

    Parte de la oposicin generada hacia estas nuevas leyes, provenade opositores al gobierno de Maximiliano. Entre sus detractores, no eranpocos quienes lo acusaban de formular leyes protectoras de indios, slopara granjearse el reconocimiento del gobierno francs. Muchos de losdecretos planteados por Maximiliano fueron adaptados al cobijo de unapoltica agraria, que despert mucho inters en diferentes regiones delpas. Prueba de ello es la favorable recepcin que tuvo la famosa JuntaNacional, dedicada exclusivamente a tratar de resolver asuntos de po-breza. Algunas juntas locales, como la de Guadalajara, presidida porLonginos Banda (1821-1898) fueron muy activas. Bsicamente tratabande concentrar las demandas sociales de personas menesterosas y servancomo enlace con los gobiernos locales para encontrar mecanismos dereaccin entre las diversas instancias del Estado. Un aspecto relevante,para los fines de este trabajo, es que en trminos generales, la documen-tacin elaborada por la Junta Nacional, demuestra que ya se haba desa-rrollado, como parte de un ideario poltico, una suerte de concienciaprotectora hacia las comunidades indgenas, lo cual no necesariamentese tradujo en la disminucin sustantiva de la miseria. Sin embargo essignificativo el hecho de que para la Junta Nacional, contrariamente a laperspectiva de los terratenientes y dueos de haciendas, la culpa de losmales que aquejaban al pas no deba buscarse en determinaciones o pre-juicios raciales, sino en las propias condiciones econmicas que habanimperado desde siglos atrs. Veamos un documento elaborado por la Jun-ta de Guadalajara, con fecha del 9 de julio de 1866. En este documentose nota esa posicin de defensa hacia los indgenas, enfocando las causas

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    de su pobreza, no en los viejos estereotipos de inferioridad y debilidadtnica, sino en las polticas econmicas que se haban implementado desdela Colonia, y que haban propiciado el despojo de tierras a los indgenas:

    Consumada la conquista de estos pases, que eran independientes del an-tiguo imperio mexicano, por los espaoles, el gobierno se declar enton-ces dueo de las tierras hizo merced de unas los pueblos sometidos,reparti otras los conquistadores y se reserv las restantes que se llama-ron realengas. [...] Se hicieron tambien varias enagenaciones, buenas malas, y se empearon las posesiones por numerarios efectos propieta-rios ambiciosos que no las vol-van, y el transcurso del tiempo di lugar que sus dueos se olvidasen de ellas, originndose por algunos mas tarde,esos pleitos dispendiosos que no podan sufrir los reclamantes. Sucedatambin que perdidos los ttulos primi-tivos, vinieron posteriormente r-denes de Espaa para declarar baldos esa clase de terrenos. [...] Tal es encompendio la historia de la propiedad territorial entre nosotros.5

    A nivel textual, un recurso comn en la defensa de indgenas era lautilizacin de frmulas de representacin mitificada. Tenemos el despla-zamiento del famoso mito del buen salvaje, plagado de fantasas canoras,que seguan reproduciendo esa imagen bipolar, donde los indgenas apa-recen, por una parte, como seres extremadamente bondadosos y, por otra,como seres dbiles por naturaleza, incapaces de transformar su entorno,pasivos y proclives a la sumisin laboral:

    Porque la natural mansedumbre de los indios, sumision y trabajo con quesirven en provecho de los espaoles ablandaran los corazones mas fieros yendurecidos, obligndolos tomar su defensa y compadecerse de sus mi-serias, antes que causarles las molestias, injurias y estorsiones con que to-dos los dias y en tanto tiempo les estn mortificando toda clase de hombres.6

    A nuestro entender, es muy importante contextualizar las condi-

    5 Cit. por Meyer, op. cit., p. 338.6 Ibid., p. 339.

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    ciones de animadversin y desprecio respecto a la condicin de ser de losindgenas, ya que durante la segunda mitad del siglo XIX an encontra-mos, a distintos niveles, el peso de una tradicin sumamente proclive apercibir el mundo y la cultura no slo indgena, sino americana en gene-ral, desde una alteridad marcada por los prejuicios y el menosprecio. Estedesdn estaba influido, sin duda, por las corrientes de pensamiento pseu-docientficas que intentaron sistematizar teoras respecto a una supuestainferioridad americana determinada por la propia naturaleza del conti-nente, a partir de posturas tericas de naturalistas y filsofos prestigiadosen su poca, como lo fueron Jeorges Buffon, De Pauw, Galiani o DavidHume.7 Estas teoras se haban desarrollado con mucha fuerza, a lo largodel siglo XVIII. A travs de ellas se intentaba demostrar que la hostilidaddel calor y la humedad de los trpicos, haban incidido durante siglos entodas las especies americanas, incluyendo los aborgenes, para degradar-los en todos los aspectos posibles. Las refutaciones cientficas a la cosmo-visin promovida por Buffon, llegaran aos despus, a partir de lasobservaciones y estudios realizados por Alexander von Humboldt, du-rante su viaje por el continente americano, de 1799 a 1804.8

    Prensa y racismo

    Ahora bien, podemos decir que toda esta cultura del menosprecio hacialo americano se ensa con ms virulencia precisamente en la figuradel indio, y sus reflejos an prevalecan con mucho arraigo en las concep-ciones de menosprecio entre las lites de poder que dominaban el mbitode la cultura en Mxico, durante el siglo XIX. Precisamente en la prensade este periodo encontramos todava numerosas huellas de menosprecio,control, poder, manipulacin y exacerbacin negativa hacia el mundo in-dgena. No resulta extrao este fenmeno pues la vida periodstica estabamarcada por los intereses de grupos polticos en pugna. Este era uno de losmotivos por los cuales un gran nmero de revistas y peridicos de la pocatuvieron una vida efmera. Pero, el hecho relevante para nosotros es que

    7 A. Gerbi. La disputa del Nuevo Mundo. Mxico: FCE, 1982.8 Idem.

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    la vida social y cultural estaba marcada, en buena medida, por lo queapareca en los peridicos. Muchos periodistas desempearon cargos p-blicos, desde donde levantaban verdaderas trincheras que impedan ladiversidad de puntos de vista, ejerciendo verdaderos monopolios de opi-nin. En ocasiones, cuando en una nota periodstica se realizaba algunadenuncia por abuso o maltrato a algn indgena, el periodista intentaba,no tanto remediar la situacin del indgena, sino que la imagen pblica delos polticos y militares no se viera afectada. Pero, aunque difcilmentepodemos encontrar posiciones de defensa explcita hacia los indgenas,los peridicos de la poca servan como una especie de mecanismo visual,que permita observar el enorme arsenal de sutiles y complejas disposicio-nes de rechazo y discriminacin, que sistemticamente se haban imple-mentado hacia los indgenas. Todo esto, reflejado, a travs de los hechosdiversos que se narraban, como partes de guerra, disputas territoriales,informes gubernamentales, pronunciamientos en torno a levantamien-tos, insurrecciones, guerrillas, festividades religiosas, etctera.

    La prensa de la poca nos da una idea de las posiciones menos pri-vilegiadas que se otorgaban a los indgenas en los procesos de distribu-cin econmica. Tambin nos permite observar caractersticas y actitudesen las relaciones de trabajo entre empleados y patrones. Pero al mismotiempo, la prensa del siglo XIX refleja ya los intentos que se realizaron pordefender y modificar algunos esquemas de percepcin social hacia losindgenas, que haban sido heredados de la Colonia. Encontramos yapropuestas jurdicas de mayor beneficio e igualdad, respecto a las condi-ciones prevalecientes en educacin, posesin de tierras y distribucin deservicios. En ocasiones encontramos que la prensa haca intentos de re-valorizacin de lo indgena, mediante el recuento descriptivo de costum-bres ancestrales, prcticas religiosas y, sobre todo, ya percibimos una prensaque mantena cierta atencin respecto a lo que era considerado comodigno de rescatarse, aunque an estamos ante una perspectivaexotizante de separacin entre un ellos y un nosotros casi siemprepolarizado. Por lo tanto, no es de extraar, que durante el siglo XIX losindgenas representados en la prensa aparecieran como grupos de perso-nas ajenas, extraas y pretendidamente bien diferenciadas. En trminosgenerales observamos que quienes escriban algo sobre indgenas partande una idea que durante siglos adquiri valor axiomtico. Nos referimos

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    a la creencia de que los miembros pertenecientes a comunidades indge-nas son seres humanos conformados por una serie de caractersticas fsi-cas y mentales que supuestamente los haca diferentes a las personasmestizadas, o europeizadas. Este principio estaba montado por lo me-nos sobre otras dos creencias. Una, que existen diferencias y similitudesdelimitadas y reconocibles. Y la otra, que debido a ciertas diferenciasinnatas de orden fsico, mental y moral era posible determinar que setrataba de personas inferiores. De ah que no resulte extrao que al cobi-jo de una identidad nacional, en cualquier clase de discurso fuera posiblehacer representaciones muy superficiales de grupos indgenas, poniendoen relieve la mayor cantidad de diferencias y similitudes polarizadas. Paraello era comn valerse de sistemas de clasificacin basados en el plantea-miento errneo de que la especie humana est subdividida en categorassusceptibles de ser reducidas a entidades taxonmicas genricas, claras ybien delimitadas.

    Este fenmeno era posible, entre otras razones, debido al enormedespliegue de la doctrina de las razas, o racialismo, que como bien sabe-mos, lleg a ser un factor de gran influencia militar y poltica hasta bienentrada la segunda mitad del siglo XX. De hecho, tal y como anota CarlesLalueza:9 Hubo un tiempo, hacia la primera mitad del siglo XX, en quededicarse al tema racial era considerado como una honrosa tarea cient-fica, a la que un cientfico honorable poda dedicar toda su carrera.10 Laplena aceptacin del concepto de raza en el mbito cientfico permeabaotros mbitos acadmicos, e incluso descenda sin mayor oposicin hastael imaginario colectivo. La prensa tapata era uno entre muchos otrosdispositivos textuales, donde se mantena vivo el proceso de clasifica-cin racial, en especial, cuando se haca alusin a grupos indgenas. Portanto habra que considerar las notas analizadas en la prensa tapata,como partes integrales de una raciologa exacerbada, cuyo foco pragm-tico se basaba en abstracciones previamente elaboradas, antes que en el

    9 Carles Lalueza. Razas, racismo y diversidad. Valencia: Ed. Algar-Universitat de Valncia,2001, p. 16.

    10 No fue sino hasta 1942 cuando M.F. Ashley Montagu public un libro titulado Mansmost dangerous Myth: the fallacy of race, donde advierte sobre las falacias y los peligros de las teorasracialistas: La idea comn de raza representa probablemente uno de los errores ms peligrosos denuestro tiempo y el ms trgico. Cit. por Lalueza, idem.

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    anlisis objetivo de datos.El pensamiento racial, como bien sabemos, proviene de la antigua

    idea platnica de que en el orden natural del mundo es posible encontrarejemplares poseedores de caractersticas prototpicas y definitorias de cual-quier ser vivo. En consecuencia se da por sentada la existencia de con-formaciones orgnicas perfectas, siempre en detrimento de otras. Peroesta idea parta de un supuesto que hoy reconocemos errneo, esto es,presuponer que las abstracciones imaginarias necesariamente puedenidentificarse con seres reales.11 Tal razonamiento circular era comn in-cluso entre destacados cientficos. Walter Jankowsy, en 1930 sostenaque raza es una cuestin de hechos: existe con independencia de lasinvestigaciones cientficas sobre las razas. Topinard afirmaba que lasrazas existen, eso es innegable, nuestra inteligencia las ve y nuestro cere-bro las entiende.12 Como se ve estos razonamientos, comunes en la po-ca, partan de percepciones que finalmente no podan corroborarsecientficamente. El mismo Topinard lleg a manifestar decepcionado, en1892, que an no haba una definicin convincente de raza.

    Ahora bien, el enorme xito del prejuicio racial, se debe entre otrasrazones al hecho de que durante siglos ha sido utilizado desde numerosasinstancias de poder con gran eficacia, como un vehculo sumamente ac-cesible para identificar grupos, as como para cohesionar el grupo al que sepertenece o se cree pertenecer. Adems, dado que el racialismo se hadesarrollado a la par del determinismo biolgico, ha sido posible reforzarexitosamente la creencia de que muchas desigualdades de orden tnico,sexual, e incluso de orden socioeconmico, no son simples construccio-nes culturales, sino el resultado de condiciones biolgicas inalterables. Atravs del determinismo biolgico se sostiene que los rasgos esencialespropios de los seres humanos, como la inteligencia, se heredan, lo cualtambin ha sido motivo para justificar la supuesta conformacin naturalde jerarquas inmutables. De este modo, el Estado intent reforzar la co-

    11 A propsito de los orgenes del racialismo Lalueza sostiene que ya desde el ao 1000 o2000 a.C. se constatan divisiones por castas en la India. Estas divisiones se basaban principalmenteen el color de la piel y la finalidad era separar a los nuevos inmigrantes arios de los pueblos nativosque ya se encontraban en la India, los cuales hablaban lenguas dravdicas. Ibid., p. 10.

    12 Cit. por Lalueza, op. cit., p. 41.

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    hesin de los sectores ms dominantes, a fin de generar un sistema deadhesiones favorables a un modelo de nacin occidentalizada. De ma-nera que el desprecio hacia los indgenas podemos encuadrarlo como par-te de un sistema que luchaba autoritariamente por imponer un sloproyecto de nacin. El mundo indgena apareca entonces como un re-ducto de oposicin que deba ser asimilado, de ser necesario, por la fuerzade las armas. As, sin distincin de filiaciones polticas, los peridicos delsiglo XIX sirvieron en buena medida como bastiones para generar una ideade consenso y cohesin a favor de las polticas implementadas por el go-bierno federal frente a los indgenas. Los resultados de esta conformacinideolgica derivaban en dos posiciones generales. O los indgenas eranasimilados, mediante la incorporacin a los sistemas productivos urbanos(educacin, mestizaje, integracin religiosa), o bien, como ocurri enmuchos casos, se promovi de manera solapada el exterminio, a travs derepresiones armadas.

    De muchas maneras se hacan esfuerzos para tratar de mostrar y dedemostrar que los indgenas constituan la parte ms atrasada en la cade-na de la civilizacin. Constantemente encontramos notas donde se insis-te reiteradamente en su atraso cultural, en las propensiones a toda clasede atavismos, supercheras, miedos, etc., obstculos, en fin, que desde laptica intelectual de la poca, impedan el progreso de la nacin. As,vemos que la imagen conflictiva, extica, en ocasiones compasiva, delindgena era muy recurrente en la prensa del siglo XIX. Periodistas e inte-lectuales se valan de ella para promover la conformacin de un Estado-nacin, que por lo menos en el discurso deba estar sustentado sobre unacimentacin legal. De ah que en muchas ocasiones los periodistas alza-ran la voz a favor de la igualdad jurdica de todos los habitantes. Se tra-taba de mostrar que el Estado estaba realizando acciones para propiciarcondiciones de igualdad entre indgenas y mestizos. Para tales efectos,los periodistas de la poca solan escribir artculos donde se hablaba delas condiciones de explotacin a las que eran sometidos los indgenas enla Nueva Espaa, antes de que se llevaran a cabo las discusiones en lascortes de Cdiz. Sin embargo, los intentos de igualdad no tenan unarecepcin favorable y abierta del todo. Grupos oficialistas, lugartenientesy en general, todos aquellos sectores de la poblacin que considerabanafectados sus intereses con las polticas de igualdad, tambin expresaron

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    sus opiniones y trataron de argumentar en contra de los derechos de losindgenas. Desde esta perspectiva se hacan intentos para demostrar queel indgena estaba incapacitado para afrontar las nuevas condiciones detrato igualitario. Por ejemplo, se cuestionaba mucho la posibilidad deque los indgenas fueran capaces de acceder plenamente a los modeloseducativos, basados en las ideas de progreso. Adems, se considerabaque la gran variedad de lenguas indgenas que se hablaban en todo elterritorio nacional no constitua una riqueza cultural, sino un obstculopara la difusin homognea de la enseanza entre grupos tnicos distin-tos. La ausencia de lingistas, antroplogos y socilogos interesados en elestudio y revaloracin de las lenguas indgenas facilitaba el desarrollo deuna perspectiva polarizada, de manera que la diversidad lingstica eravista como un factor disgregante, no como un elemento unificador yplural. As las cosas, la integracin educativa de los indgenas mantu-vo un cauce colonialista. Se trataba de mantener y reforzar los esquemasideolgicos que validaban las ideas racialistas de inferioridad. Digamos,que en esta poca an segua vigente de un modo exacerbado, esa visinalterna que una y otra vez, de manera pendular, emita mensajes polari-zados, destinados a mostrar a los otros, como seres destinados a vivir enlas periferias del mundo exterior. No es de extraar, entonces, que laprensa de esta poca no luchara por informar. Se trataba ms bien deproducir diferenciaciones a lo largo y ancho del tejido social. Pero sobretodo, importaba esa generacin imaginaria de las extraezas, tierras ycostumbres lejanas, mediante esquemas de representacin ideolgica. Era,en esencia, un esquema informativo rudimentario, populista y muy con-servador respecto a la formacin de conciencias crticas. En las escuelasprivaban los mtodos rgidos, impregnados de un academicismo basadocasi exclusivamente en la repeticin y en la memorizacin. Por lo tanto,la educacin escolar del siglo XIX no se pleg a los mismos esquemas dedesarrollo cientfico y tecnolgico porque, ante todo, se privilegiaba laaceptacin del orden establecido, sin cuestionarlo demasiado. La rigidezinstitucional del orden civil y religioso frenaba cualquier tentativa decambio significativo en el orden social. Por ejemplo, en el campo, el or-ganismo ms importante de produccin segua siendo la hacienda, auncuando se haba dado un proceso de modificacin sustancial entre laencomienda y el repartimiento. El hecho de que las haciendas siguieran

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    manteniendo la fuerza productiva fue utilizado a favor de los terrate-nientes para continuar con la poltica de despojos y expropiacin de tie-rras a los indgenas. En ocasiones, la prensa haca intentos por difundir laidea de que los problemas de reparticin de tierras estaban encausados.Sin embargo, no haba en el pas un sistema legal ordenado, que permi-tiera controlar las arbitrariedades de los terratenientes hacia los indge-nas, quienes finalmente eran los ms afectados. Por ello, dentro de esecrculo perverso, los indgenas recurran a los levantamientos armadoscomo nica salida. Cuando se promulg la famosa ley de desamortiza-cin de fincas rsticas, que inclua la ocupacin de lotes baldos y otrasdisposiciones destinadas a delimitar los terrenos de los hacendados y losindgenas, se crey que con ello se dara solucin a la posesin en comnde la tierra. Pero los resultados no necesariamente fueron los esperados,ya que no se detuvo el descontento por abusos, maltrato y despojo siste-mtico de tierras. As las cosas, muchos bienes seguan siendo prohibiti-vos para los indgenas, en una poca en la que de un modo complejo ydesigual, convivan las viejas estructuras valorativas de la Colonia, conotras de carcter ms humanista que de manera muy incipiente empeza-ban a despuntar en los preludios de un pas que sobreviva al borde de larevolucin.

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    Constituye un lugar comn el aserto de que, debido a su veneracin porla propiedad privada y su afn de arremeter contra la posesin comunalprincipalmente de la Iglesia catlica, Benito Jurez y los liberalesmexicanos arrastraron a una ruina mayor a muchos pueblos que, en elsiglo XIX, an conservaban modos de vida y, sobre todo, de propiedadsimilares a los que haban tenido desde antes de la Conquista.

    Bien sabido es que, en Amrica, apropiarse de las tierras de los ven-cidos fue una norma del siglo XVI que oblig a los pobladores originales, silograban sustraerse de un rgimen prcticamente de esclavitud junto alos espaoles, remontarse a tierras que de momento carecan de interspara los colonizadores. Vale sealar tambin que, si el despojo no llegentonces hasta las ltimas consecuencias esto es, no les quitaron todofue simplemente porque la inmigracin de espaoles mengu de manerasensible al comenzar el siglo XVII y la expansin colonial se detuvo.

    Dicen voces autorizadas que, alrededor del ao 1550, el nmero depobladores nativos haba descendido a la mitad de los que haba 25 30aos atrs, al comenzar la guerra de Conquista. Pero que, a partir de en-tonces, su nmero seguira bajando hasta llegar, en 1650, a un escaso 5%de lo existente en 1525.1 En suma: la Conquista signific un descalabrodemogrfico del 50% a los indgenas de Hispanoamrica, y cien aos decontacto con la civilizacin occidental, una pavorosa merma del 90%.

    Dicha reduccin fue tambin una de las varias causas de que decli-nara el inters de los espaoles por venir a Amrica, pues la mano de

    Jurez y los indios

    Jos Mara Muri

    1 Sherburne Cook y Woodrow Borah. Ensayos sobre historia de la poblacin: Mxico y elCaribe 1. Trad. de Clementina Zamora. Mxico: Siglo XXI, 1977 (Col. Amrica Nuestra, 2), passim.

    [35]

    A Salud Ramrez Fruchier,con gratitud y respeto.

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    obra escaseaba. Recurdese que los espaoles, cuyo sentido de la alcur-nia les impeda realizar trabajos manuales, difcilmente podan interesar-se en la aventura de cruzar el Atlntico si no disponan de otros brazospara realizar las tareas pesadas.

    Fue precisamente la imperiosa necesidad de evitar que se agotara lamano de obra indgena lo que dio paso, al mediar el siglo XVII, a efectivasmedidas para su proteccin y beneficio. As pues, desde su ubicacin mar-ginal o pauprrima condicin, comenz una lenta recuperacin demogr-fica y, con el avanzar del siglo XVIII, con mano de obra suficiente aqu, enAmrica, y nuevas hambrunas all, en Espaa, se increment la inmigra-cin peninsular que, junto con el crecimiento natural de la poblacin crio-lla y mestiza, dio lugar a que se aumentaran las presiones sobre las tierrasde los indios, sin importar ahora que estuvieran ms apartadas o no fuerantan apetecibles como las que ya posean desde haca un siglo y medio losdescendientes de los conquistadores y de los primeros colonizadores.

    En el caso de nuestra regin occidental de Mxico, fue desde losprimeros aos de la centuria diez y ocho cuando comenzaron las nuevasincursiones e intentonas de apropiarse de las tierras del Nayar. A pesar delos descalabros iniciales, en 1709 se recibi en Guadalajara la orden realde proceder a su conquista arrancando de raz la idolatra y quitandoeste lunar que tanto afea a la cristiandad de estos tan dilatados reinos.

    Finalmente, no sin grandes dificultades y mermas, en 1722 los blan-cos pudieron llegar al corazn mismo de El Nayar, pero la colonizacindist mucho de arraigar.2

    Las razones, aparentes y de fondo, seguan siendo las mismas desiempre: llevar a los salvajes la verdadera fe, por un lado y, por el otro,la bsqueda de riquezas naturales y mano de obra. Mas a finales del sigloXVIII, apareci un argumento nuevo cuya validez se ira extendiendo pau-latinamente y acabara por substituir al de la evangelizacin: era el cultode la propiedad privada como base del desarrollo econmico y la mayorriqueza del Estado, en este caso por parte de la Corona Espaola y lasfamilias ms encumbradas de aquella sociedad.

    2 Jos Mara Muri (dir.). Historia de Jalisco. Guadalajara: Gobierno de Jalisco, 1981, t. II,pp. 35-43.

  • 37JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    El incremento poblacional se estanc con la guerra de independen-cia, mas pronto sobrevino el repunte, a pesar de la pandemia de clera delos alrededores de 1833. Ahora, quienes daran el aliento a la privatiza-cin, aparte de los ricos mexicanos, seran empresarios de pases euro-peos mucho ms industrializados que Espaa, ansiosos de nuevos mercadosy necesitados de mayor cantidad de materias primas. Ingleses, franceses,alemanes, etc. antiguamente vetados en Mxico por sus creencias reli-giosas, en mucho contribuyeron a que se relajara la exclusividad catlicay pronto se convirtiera en un hecho la libertad de cultos. De esta mane-ra, nacionales de tales pases pudieron hacerse presentes lo mismo ennuestro pas que en otros de Amrica Latina.3

    Mexicanos de todas las tendencias veran en ellos la avanzada deun progreso que tambin se convertira en objeto de un culto casi reli-gioso. El estandarte de la privatizacin, pues, se vea por doquier ya enlos aos cuarenta del siglo XIX, dando lugar a diversas rebeliones de in-dios que eran despojados de sus tierras de una manera o de otra.4

    Dicho de otro modo, desde antes de consumarse la independencia,pero ms an despus de ello, las agresiones sobre las propiedades ind-genas ya se haban convertido en platillo cotidiano.

    Si bien en el siglo XVI la duda sobre si los indgenas americanos eranseres humanos o no, facilit cualquier tipo de agresin a ellos, en el XIX elcalificativo de salvajes o brbaros, mxime cuando se trataba de pue-blos nmadas o semisedentarios, justificara por igual que los civiliza-dos hicieran con los indios lo que les viniera en gana.

    Caso por dems significativo es el del escritor argentino DomingoFaustino Sarmiento, autor de Facundo. Civilizacin o barbarie: lo europeoversus lo americano. Sarmiento es considerado como un verdadero pr-cer del magisterio en ese pas del Cono Sur de nuestro continente. No debalde el da de su natalicio es all precisamente el da del maestro.Pues bien, don Faustino, cuyas Obras Completas suman 52 tomos, fuepresidente de su pas entre 1868 y 1874 lo que equivale casi a los lti-mos aos del gobierno de Benito Jurez y los nicos en que la gestin

    3 Alma Dorantes. Intolerancia religiosa en Jalisco. Mxico: Instituto Nacional de Antropolo-ga e Historia, 1976 (Cuadernos de los Centros, 29), passim.

    4 Para mayores detalles vase Muri, op. cit., t. II, cap. XIX.

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    gubernamental del indio de Guelatao goz de una cierta paz. La accinpblica de Sarmiento es considerada sumamente benfica, no obstanteque una de las medidas que tom fue la de pagar un peso por la cabeza decada indio que se matara...

    He odo explicar, ante mi asombro por tal decisin de un hombrede letras, que no debera de escandalizarnos ya que los indios argentinosno eran tan civilizados como los de Mxico...

    As como del gobierno de Jurez, sin que haya escrito ninguna obrade gran renombre, emerge el principio de que el respeto al derecho aje-no es la paz, a Sarmiento podramos recordarlo tambin por su maravi-llosa frase de que un pas sin ingleses es como un bosque sin rboles...5

    Lo que s es cierto es que en Mxico, tanto los liberales como losconservadores consideraban que los indgenas ms bien eran un estorboy, si bien no fue tan oficial ni sistemtica su campaa de exterminio, a losindios dciles se les us habitualmente como soldados a fuerza o se lesoblig a las ms pesadas tareas, a los indmitos se les combati y reprimicon la misma saa que en otros lugares. La llamada Guerra del yaqui,durante el Porfiriato, es tambin un buen ejemplo.

    La verdad es que, desde 1824, la vocacin por dividir la tierra enparcelas se generalizaba por toda la joven Nacin. En los lugares mscercanos a las poblaciones grandes o mejor comunicados con stas, lasmarrulleras legales o legaloides, con el apoyo de los recursos oficialespara imponer el orden, constituyeron el recurso preferido. En los parajesremotos, simplemente se haca abuso de la fuerza. Nada de extrao esque, con ello, se provocaran diversas rebeliones. Tal fue el caso en Jalis-co, entre muchas otras, de las de Tizapn y El Tuito, pero mayor resonan-cia, trascendencia y encono gener la insurgencia de los pueblos de laSierra de lica, en lo que era entonces el VII Cantn de Jalisco, concabecera en Tepic: fue encabezada por Manuel Lozada, reconocido porsu ferocidad precisamente como El Tigre de lica.6

    Si respecto a la mayora de las comunidades indgenas era comnuna cierta actitud de conmiseracin ante el mal necesario de la privati-

    5 Facundo. Civilizacin o barbarie...6 Muri, op. cit., t. III, pp. 123 y ss, 168-171 y el cap. XIII. El verdadero nombre del Tigre de

    lica era Manuel Garca Gonzlez, pero luego adopt el apellido de su to Jos Mara Lozada,con quien vivi desde su infancia.

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    zacin, y hasta tuvieron lugar algunos desplantes en su defensa, ademsde que no pocas plumas liberales clamaban porque se le diera ayuda a laclase indgena, al tratarse de los serranos nayaritas el caso fue muydiferente. Tal vez porque sus costumbres y usos eran ms autctonos oporque se convirtieron en una verdadera fuerza y hasta llegaron a con-vertirse en un verdadero peligro para la civilizacin, el encono quedespertaron en su contra no pudo ser mayor.

    De ah que ciertos matices, bien marcados por cierto, que podemosencontrar en algunos liberales mexicanos como es el caso del mismoBenito Jurez respecto de las relaciones del Estado Mexicano con losindios y el empeo de contrarrestar el sistemtico despojo, cobren mayorsignificacin al tratarse de los serranos de Nayarit y Jalisco, por contra-riar la corriente casi unnime del tiempo en contra del Tigre de lica.

    En el caso de los liberales, cuando la Ley Lerdo (1856) habl deactivar la riqueza en manos muertas y, tres aos despus, desde Vera-cruz, se promulg la Ley de Nacionalizacin de los bienes corporativos, sepensaba de manera primigenia en el 75% de la riqueza nacional que,segn Jos M. Luis Mora, estaba en manos de la Iglesia y se mantenainmvil.

    Precisamente para favorecer en verdad a los indios, Jurez dispuso el5 y el 7 de septiembre de 1860, al triunfar sobre los conservadores y antesde la intervencin de los franceses, que los bienes de las cofradas religio-sas habidas en las comunidades indgenas quedasen en propiedad de s-tas. En muchos lugares las autoridades hicieron caso omiso de la iniciativapresidencial, pero en Jalisco, Pedro Ogazn, no. El 12 de octubre del aosiguiente, una vez establecidos los mecanismos, se procedi a repartir par-celas, en el entendido de que, cuando fuese difcil hacer divisiones equita-tivas de los terrenos, los indgenas podran poseerlos en comn.7

    De no llegarse a un arreglo as tampoco, se procedera a la subasta ya repartir entre los miembros de la comunidad el producto obtenido.

    Tambin se haca manifiesta la oposicin a los latifundios de losliberales aquellos, mediante claras disposiciones que impedan poseer msde un sitio de ganado mayor...

    Pero no todos queran lo mismo. Obvio es que se hicieron tranzas

    7 Muri, op. cit., t. III, pp. 170-172 y el cap. XIII.

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    de todo tipo en perjuicio de los indgenas, razn por la cual, aunque conescasos resultados, el 10 de diciembre de 1862, el presidente dictamina-ra que las tierras que, por interpretacin equivocada de la ley o porcobro de pagos injustificados hubieran sido embargadas por las autorida-des municipales, tendran que ser devueltas a las comunidades para eje-cutar el reparto en los trminos previstos.

    Quienes habran de medrar con xito mayor fueron los propietariosde tierras que ejercan su hegemona en los ayuntamientos de las distin-tas poblaciones.

    Quede claro, pues, que la tendencia, antes y despus del movimien-to de Reforma, era la de quitar a los indios sus tierras, bajo la premisa deque las hacan producir poco, y hacer de ellos trabajadores de bajo preciopara talleres, comercios, haciendas, etc. Primero con la idea de hacer deMxico un pas de pequeos propietarios y, ya hacia fin de siglo, concre-tamente a partir de 1893, soltar la rienda y hacer que fueran cabalmentelegales las propiedades de cualquier tamao.

    Tenemos motivos sobrados para suponer que esta no fue la voca-cin del Benemrito, quien insisti siempre, casi con obsesin, en la de-cente mediana. Pero, adems, respecto de ver con buenos ojos que searremetiera contra los indios, podemos encontrar un enrgico ments ensus relaciones con el nayarita Manuel Lozada.

    Har el planteamiento de la manera ms breve posible: El Tigre delica, a quien la historiografa liberal mexicana le ha endilgado todasuerte de insultos y eptetos para denostarlo, como muchos bandidosdecimonnicos, se sale de los cnones sociales como resultado de unagravio personal y, claro est, un entorno por dems adverso.

    Con el respaldo de los desposedos comarcanos, en calidad de fran-co violador de unas leyes que tampoco entenda ni menos justificaba,Lozada cobr fama y despert el inters de la mayor empresa comercialde Nayarit: Barron y Forbes, cnsules por cierto de Inglaterra y EstadosUnidos, respectivamente. Los honrados empresarios aquellos lo pusie-ron bajo su proteccin y patrocinio a efecto de que las fechoras lascometiera en perjuicio de la competencia: la casa Castaos. Al sobreve-nir la Guerra de Reforma, Barron y Forbes abrazaron la causa conserva-

    8 Ibid., pp. 113-115.

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    dora... y Lozada tambin.8

    Al trmino de esta guerra, llamada tambin de Tres Aos, en 1859,Lozada se deslind de la dicha empresa, pero ya haba agarrado pleitocon los liberales y, en especial, contra el general Ramn Corona.

    Este ltimo fue un personaje de grandes mritos y talento que salta la palestra militar durante la Guerra de Reforma, precisamente con elpatrocinio de Castaos para que el futuro hroe lo defendiera de Lozada.Con el triunfo liberal, a principios de 1860, la campaa contra Lozada seempez realizar con formalidad, pero los fracasos a causa de la asperezaserrana y el respaldo de la poblacin indgena obligaron a pensar en unacampaa de mayor envergadura, misma que finalmente no se llev acabo debido a la Intervencin Francesa.

    El Tigre consider que deba aprovecharse de los enemigos de susenemigos y se puso a favor de los intervencionistas y del Imperio y sereanudaron los enfrentamientos contra Corona y los liberales, de los quesali casi siempre beneficiado. Vale sealar tambin que la Ley sobre divi-sin territorial del imperio mejicano, del 3 de marzo de 1865, le dio gusto aLozada creando el departamento de Tepic con todo el territorio del sp-timo cantn de Jalisco y una buena parte del octavo; o sea, todo lo quehoy es Nayarit y parte del llamado Norte de Jalisco.9

    Con habilidad, Lozada se declar neutral a fines de 1866, cuandolos invasores empezaron a retirarse. De seguro hubo alguna negociacindiscreta con Benito Jurez, pues al triunfo de la Repblica, cuando seesperaba que se arremetiera con toda la fuerza contra Lozada, el presi-dente marc el alto completo a los liberales de Jalisco.

    A pocas horas de haber recuperado su oficina en Palacio Nacional, el7 de agosto de 1867, previo reconocimiento de su autoridad por parte deLozada y las autoridades tepiqueas, Jurez orden la creacin del DistritoMilitar de Tepic con dimensiones similares al departamento creado por laLey de Maximiliano, pero ste sera gobernado por un comandante militarque dependera directamente del gobierno supremo de la Repblica.10

    Lo que es sugerente en este caso, que en cierta manera permite

    9 Vase Jos Mara Muri. Historia de las divisiones territoriales de Jalisco. Mxico: InstitutoNacional de Antropologa e Historia, 1976 (Col. Cientfica, 34), passim.

    10 Muri, Historia de Jalisco, t. III, p. 350; Everardo Pea Navarro. La creacin del territorio deTepic y su posterior elevacin al rango de estado. Tepic, 1997, passim.

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    asomarse al magn en muchos sentidos impenetrable del oaxaqueo, esjustamente la parca razn que se da para justificar tal medida: atender alos pueblos de Tepic y proteger sus intereses.11

    Jurez, entusiasta defensor de la legalidad, recurri a una accinque, si no es francamente ilegal, al menos no est contemplada por lasleyes, para atender y proteger a las comunidades indgenas y mesti-zas de Tepic, donde se desarrollara un experimento por dems intere-sante. Carlos y Manuel Rivas, junto con Lozada o, ms bien, a la sombrade ste, continuaron gobernando por medio del nuevo Jefe Poltico, JuanSanromn, escogido e instruido por el propio Lozada.

    Puede haber mayor respaldo a un movimiento autctono?Casi un sexenio perdur esta situacin y vale decir que Tepic traba-

    j en paz y logr un importante desarrollo, a pesar de algunos conflictosinternos, quiz debidos a que la ya quebrantada salud de Manuel Lozadasugera pensar en la sucesin...12

    Tambin se dio el caso de que, durante este tiempo, despus delfracaso de la Rebelin de la Noria, Porfirio Daz busc el cobijo y la com-plicidad de Lozada para enfrentarse a Jurez, pero solamente consiguilo primero. Daz vivi seguro en el Distrito de Tepic hasta que JurezMuri, pero Lozada ni siquiera lo recibi.13

    El deceso del Presidente, en julio de 1872, signific tambin el finde Lozada. El nuevo mandatario, Sebastin Lerdo de Tejada, cambi lascondiciones y dispuso la imposicin del orden general. Lozada decidisalir a combatir con los resultados ya sabidos. Un ao y un da despus dela muerte de Jurez, Don Manuel Lozada fue fusilado en el cerro de losMetates, en las inmediaciones de Tepic...14

    Leopoldo Romano, sucesor de Sanromn, se apoder casi de inme-diato de una cantidad impresionante de tierra alta del actual Nayarit ydel norte de Jalisco, toda ella a costillas de los indios de la regin.

    Como puede verse, quien asegure que Benito Jurez no levant undedo en favor de los indgenas, miente. Est el caso de Manuel Lozada.Si hubo ms casos como ste, no lo s. Ello nos lo podrn decir los estu-

    11 Idem.12 Por entonces, la edad de Lozada rondaba los 40 aos.13 Muri, Historia de Jallisco, t. III, pp. 292-295.14 Haba sido derrotado por Jos Ceballos en Tepic, el 1 de marzo de 1873.

  • 43JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    diosos de otras regiones de Mxico.

    Anglica PeregrinaEL COLEGIO DE JALISCO-INAH

    Liberalismo y educacin

    [43]

  • 44 JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    Al hablar de liberalismo en Mxico resulta obvio que tal doctrina seasocia a dos personajes del siglo XIX: Jos Mara Luis Mora y Benito Jurez.

    Siendo Mora el idelogo del grupo liberal mexicano, toc a Jurezser el lder del grupo que puso en prctica los conceptos liberales: desdela formulacin de leyes y reglamentos como parte del trabajo legislativo,con miras a incorporarlos a la Constitucin, y la consecuente habilita-cin de los mismos dentro de las tareas de los otros dos poderes, el ejecu-tivo y el judicial.

    Pero, hablar de liberalismo y educacin nos remite obligadamente ala figura de Jurez al frente de la nacin que, tras la guerra civil a lo largode una dcada, intenta consolidar por fin sus instituciones republicanas.

    En el lapso de medio siglo el pas pas de la esperanzadora indepen-dencia, a debatirse entre la lucha de facciones, la ingobernabilidad, latenaz injerencia de la Iglesia, invasiones extranjeras, la guerra civil, laprdida de ms de la mitad de su territorio, el descalabro moral, la quie-bra de su sistema financiero, en fin, ese constante choque entre monar-quistas y republicanos, federalistas y centralistas y finalmente entreliberales y conservadores, que de 1821 a 1867 caus tal deterioro, al gra-do de que la tarea de restauracin pareca muy remota de lograr.

    Las diferencias ideolgicas haban conducido a la inestabilidad pol-tica crnica que impidi la organizacin del pas y el establecimiento deinstituciones slidas, puesto que no exista un proyecto de nacin queunificara a la poblacin ni a los estados que la componan. El gobierno dela nacin, ya fuese federalista o centralista, al darle prioridad al controlde los estados, haba descuidado al ciudadano comn que bastante hacacon sobrevivir en medio de una realidad tan inestable. Las elites regiona-les, por lo general partidarias del federalismo, lo llevaron a extremos radi-cales, incluso hubo barruntos separatistas, lo que impidi la colaboracinentre las entidades de la federacin y el gobierno nacional, todo lo cualimpeda aglutinar intereses tan diversos, pero no irreconciliables.

    1 Leopoldo Zea. El positivismo en Mxico: nacimiento, apogeo y decadencia. Mxico: FCE, 1968,pp. 94-95.

    2 Ibid., pp. 82-83.3 Lourdes Alvarado. La polmica en torno a la idea de universidad en el siglo XIX. Mxico:

    UNAM, 1994, p. 33.

  • 45JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    Entre tantas diferencias que separaban a los mexicanos desde laindependencia, la fe profunda en el poder transformador de la educacinlos haba de unir en la tarea, que si bien no progres como se anhelaba,esboz ideas que ms tarde entraran en vigor.

    Los componentes del liberalismo mexicano se remontan a los aosformativos de la primera mitad del siglo XIX, precisamente a la poca deJos Ma. Luis Mora, el idelogo del liberalismo mexicano, para quien erapreciso que en Mxico se llevara a cabo una revolucin mental que cam-biara las conductas de toda la sociedad pero sin recurrir a la violencia,porque sta generara ms violencia; la revolucin, aseguraba, deberaser en las aulas uniformando la educacin.1 Vea la necesidad de unaeducacin que preparase los elementos de una clase media; de una edu-cacin basada en la experiencia, que uniera la teora y la prctica.2 Laconcepcin educativa de Mora abarca dos vertientes, por un lado la pre-ocupacin por la instruccin de las masas, sin la cual no podra efectuar-se la integracin social que le resultaba urgente. Por el otro, la de educara las clases dirigentes, objetivo insoslayable en el que se basaba su empe-o por transformar el sistema de enseanza tradicional.3 Aun cuando suspropuestas formaron parte del programa liberal que fallidamente se in-tent poner en prctica en 1833, treinta aos despus se insista en lomismo: en que el pas debera contar con un sistema educativo oficial deacuerdo con las necesidades del nuevo orden republicano, capaz de pre-parar adecuadamente a los miembros de la comunidad y de propiciar elprogreso de la nacin.

    El liberalismo surgido en Mxico durante el siglo XIX, en cuantomovimiento ideolgico, no estuvo dominado por conceptos doctrinariosajenos a la realidad mexicana; en vez de ser un plido reflejo del pensa-miento extranjero, las ideas liberales se forjaron en los problemas propiosdel pas, Hale afirma que se encuentra cierta originalidad en el liberalis-mo mexicano, especialmente en sus perspectivas social y econmica.4

    4 Charles A. Hale. Liberalismo mexicano. Historia Mexicana. Mxico: El Colegio de Mxi-co, vol. XX, nm. 3 (47), enero-marzo, 1963, p. 459.

    5 Charles A. Hale. La transformacin del liberalismo en Mxico a fines del siglo XIX. Trad. dePurificacin Jimnez. Mxico: Editorial Vuelta, 1991, p. 15. Este autor destaca que una caracte-rstica fundamental del positivismo europeo cuando naci en Francia, en la dcada de 1820, erasu repudio de los principales elementos de la teora liberal.

  • 46 JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    De ah que, segn Reyes Heroles, nacionalidad y liberalismo puedan serconsiderados como equivalentes, tanto en la independencia como sobretodo en el momento de la intervencin francesa, cuando el conservadu-rismo qued desacreditado por completo.

    Algunos de los puntos sealados por Mora, con posterioridad y enotro contexto desarrollara la generacin reformista de mediados de si-glo. En el terreno de los hechos, desde 1861, al concluir la guerra deReforma, el presidente Jurez haba tratado de reestructurar la educa-cin pblica, proyecto interrumpido por la intervencin francesa y elefmero imperio de Maximiliano. Pero los aos que siguieron a 1867 vie-ron el nacimiento de una tradicin liberal oficial: el liberalismo dej deser una ideologa en lucha contra instituciones, un orden social y unosvalores heredados y se convirti en un mito poltico unificador. Pero tam-bin encontr un ambiente intelectual nuevo, influido en parte por laintroduccin de la filosofa positivista.5

    Recurdese que en el meollo de la idea liberal estaba el individuolibre e igual ante la ley, no coartado por ningn gobierno o corporacin.Y, para alcanzar este ideal, lo primero que se debera hacer era ponerlmites a la autoridad del gobierno central mediante una constitucin.La proteccin de las libertades civiles, la creacin de instituciones repre-sentativas, la separacin de poderes, el federalismo y la autonoma muni-cipal se volvieron metas importantes para los liberales. En suma, elconstitucionalismo era uno de los principales ingredientes del programaliberal.

    Pero la libertad individual slo sera posible en una sociedad quereemplazara las entidades corporativas tradicionales: Iglesia, ejrcito, gre-mios y comunidades indgenas, por un rgimen de igualdad ante la ley.De stas, la Iglesia era la principal con su vasta riqueza, sus privilegiosjurdicos y su control sobre la educacin. De ah pues el objetivo de lasecularizacin, y por ende, la supremaca del Estado laico, como postula-

    6 Ibid., pp. 16-17.7 Proyectos nacionales y minera 1821-1867. Cuauhtmoc Velasco vila (coord.). La

    industria paraestatal en Mxico. Estado y minera en Mxico (1767-1910). Mxico: FCE, 1988, p. 115.8 Marcelo Carmagnani. El liberalismo, los impuestos internos y el estado federal mexica-

    no, 1857-1911. Carlos Marichal Salinas (coord.). La economa mexicana (siglos XIX y XX). Mxico:El Colegio de Mxico, 1992, pp. 111-112.

  • 47JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    do bsico de la ideologa liberal.Por otra parte, el liberalismo igualmente abraz un ideal de progre-

    so social y desarrollo econmico:

    Si pudiera liberarse a la propiedad, incluida la propiedad de las comunida-des indgenas tradicionales, de las restricciones impuestas por las corpora-ciones, los monopolios o el gobierno, floreceran la iniciativa individual,la divisin natural del trabajo y el intercambio libre entre personas y pa-ses, todo lo cual llevara al aumento general de la riqueza.6

    La idea liberal por excelencia fue pues la de considerar el intersindividual como el resorte de la economa, incompatible con todo tipode privilegio o representacin gremial.7

    Todo esto se reflej en la Constitucin federal de 1857 y en lasLeyes de Reforma. Asimismo contemplaba el programa liberal la necesi-dad de garantizar la propiedad privada productiva, con el fin de conver-tirla en un elemento capaz de acelerar el proceso de formacin de capital,el que a su vez se expandira ulteriormente por medio de la libre circula-cin de los bienes en el interior del espacio nacional gracias al fomento yexpansin de las vas de comunicacin. Y tal como acontece con todoslos liberalismos, al Estado se le asigna el papel de promotor.8

    En 1867 el programa de Jurez implicaba la modernizacin de Mxi-co, implantar lo que hoy llamamos capitalismo moderno. Sin embargo,no todos los liberales tenan visin avanzada y progresista, incluso al-gunos de ellos y ciertos miembros de la elite miraban ms hacia el pasa-do; pero en la bsqueda de un orden liberal,

    todos destacaban el papel de la educacin, todos favorecan cierto gradode secularizacin... los liberales de la clase media urbana fueron ms lejos,porque queran... eliminar la influencia social y espiritual de la iglesia; porltimo, todos conceban a Mxico como nacin-Estado...9

    9 Alan Knight. El liberalismo mexicano desde la Reforma hasta la Revolucin (una inter-pretacin). Historia Mexicana. Mxico: El Colegio de Mxico, vol. XXXV, nm. 1 (137), julio-septiembre, 1985, pp. 65-66.

    10 Luis Gonzlez. El liberalismo triunfante. Historia general de Mxico. 2 ed. Mxico: ElColegio de Mxico, 1977, t. 3, pp. 174-175.

  • 48 JUREZ: IDEAS Y LEGADO

    Desde luego el programa para reformar la educacin pblica fueparte importante de la plataforma poltica del rgimen liberal. Jurez pre-tenda una educacin preparadora para el porvenir. La meta era poner aMxico a la altura de las grandes naciones del mundo contemporneo,para ello se necesitaba en el orden poltico, el acatamiento de la Consti-tucin de 1857, la pacificacin del pas, abatir el bandolerismo y la vigo-rizacin de la hacienda pblica. En el orden social, la inmigracin, elparvifundio y la libertad de asociacin y del trabajo. En el econmico, lasvas de comunicacin, la atraccin de inversiones extranjeras, moderni-zar los cultivos, las prcticas agropecuarias, el desarrollo de la manufac-tura y el impulso al comercio con el exterior. Por lo que respecta a lacultura, eran inminentes las libertades de credo y prensa, el exterminiode lo indgena y, por supuesto, la educacin que dara a todo Mxico untesoro nacional comn, y el nacionalismo en las letras y en las artes.10

    El liberalismo fue la doctrina donde abrevaron los idelogos de lainstruccin pblica en el Mxico del siglo XIX y definieron el papel deeducador que se abrog el Estado. Papel que no escap a las secuelas delos vaivenes polticos, a grado tal que la instruccin se vuelve el vehculopara dirimir viejas rencillas; rencillas que ni siquiera en el terreno de lasarmas haban llegado a resolverse, sino hasta que el grupo liberal alcanzel poder, logr estabilidad y pudo fortalecerse.

    La Constitucin federal de 1857 sealaba en su artculo tercero quela enseanza es libre. La ley determinar que profesiones necesitan ttu-lo para su ejercicio y con qu requisitos se deben expedir. Por ello cadaestado de la federacin debera sancionar sus propios lineamientos edu-cativos, salvando lo dispuesto por las leyes de Reforma.

    Despus del aciago periodo de la intervencin francesa, el Estadoempez a tratar de ejercer un mayor control sobre la educacin, de ma-nera que al pasar de los planes a los objetivos concretos, result obvioque la enseanza