Juan Buonuome- Cultura Impresa y Socialismo-libre

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En los “relatos de conversión” que marcan las biografías de los líderes socialistas de fines del siglo XIX y principios del XX, la palabra impresa juega un rol decisivo. Según estas narraciones, la lectura de un libro, un periódico o un folleto opera en la con- ciencia del joven obrero o estudiante como un factor de “ilumi- nación”, generando un parteaguas en su trayectoria vital al deci- dirlo por un compromiso definitivo con la causa socialista. Aunque la asistencia a un mitin o la conversación con otra persona tam- bién suelen ser mediadoras en la “transfiguración”, es difícil no encontrar en estas biografías la referencia a la lectura de un tex- to fundamental: el Manifiesto Comunista de Marx y Engels; La mujer y el socialismo de Bebel; El año 2000: una visión retros- pectiva, de Bellamy; El origen de la familia, la propiedad priva- da y el Estado de Engels; The Cooperative Commonwealth de Gronlund; Merrie England, de Blatchford; Los miserables, de Hugo; Germinal, de Zola; y la lista sigue. 1 La producción, circulación y consumo de textos impresos dibujó los contornos de la cultura política del socialismo en tiempos de la Segunda Internacional. Con el advenimiento de la política de masas, los procesos de institucionalización y nacionalización del movimiento socialista fueron facilitados por la creciente presencia de los impresos en la vida cotidiana de un número cada vez mayor de personas, ligada al incremento en los índices de alfabetización y a la inédita expansión de la industria periodística y editorial. Los nuevos partidos socialistas, sin renunciar a las reuniones y demos- traciones callejeras, volcaron el grueso de sus esfuerzos a con- quistar y movilizar afiliados mediante la difusión de la palabra escri- ta. Desde el punto de vista simbólico, el objeto impreso, en particular el libro, fue considerado a partir de entonces sinónimo de “eleva- ción espiritual” del trabajador, en sintonía con la cultura iluminis- ta dieciochesca de la que se consideraban continuadores. Desde el punto de vista práctico, la posibilidad de llegar en forma simultá- nea y masiva a una población de trabajadores de distintas ciuda- des y regiones dependió de la coordinación de específicos recur- sos materiales e intelectuales. En términos comunicacionales, aun cuando la palabra escrita fue soberana, la difusión del mensaje socialista debió articularse con formas orales y visuales, pues una parte significativa de sus interlocutores todavía exhibía compe- tencias limitadas o nulas de lectura. Así pues, fueron centrales las lecturas colectivas en fábricas, talleres y centros partidarios, como también la difusión de diálogos impresos mediante el formato cate- quístico de pregunta-respuesta, la transcripción de discursos en los periódicos o la utilización combinada del folleto y la conferencia, como aconsejaba la Encyclopèdie socialiste de Compère-Morel. 2 Las imágenes fueron otro recurso clave, en particular las alegorí- as, los retratos, las sátiras y el humorismo gráfico, difundidas en distintos soportes impresos. 3 En América Latina, los esfuerzos de propaganda y organización socialista durante este período fueron inescindibles del flujo de periódicos y folletos que llegaba desde Europa. En el cono sur, el afluente de impresos desde el viejo continente estuvo ligado al movimiento transoceánico de trabajadores y militantes que motu proprio o forzados por razones políticas decidieron emigrar. Pero tan importante como este fenómeno fue la circulación de impre- sos entre los mismos países de la región, que configuró rasgos fun- damentales de (y ayudó a impulsar a) las emergentes agrupacio- nes y partidos socialistas en la vuelta del siglo. Y nuevamente, los * CONICET/ UBA/ Universidad de San Andrés. 1 Marc Angenot, “La conversión al socialismo”, en Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, 2010, pp. 129-149. 2 Paul Louis, “La brochure”, en Adéodat Compère-Morel (dir.), Encyclopèdie socialiste, syndicale et coopèrative. Le Parti Socialiste en France, Paris, Aristide Quillet, 1912, pp. 267-269. 3 Almanacco Socialista. Le immagini del socialismo. Comunicazione polí- tica e propaganda del PSI dalle origine agli anni ottanta, Roma, Fiorin, 1983; Franco Andreucci, “Tra il pianto e il riso. La satira e l’umorismo dei socialisti italiani nel periodo della Seconda Internazionale”, Movimento operaio e socialista, Rivista trimestrale, n° 1, enero-abril 1982, pp. 3-28; Eric Hobsbawm, “Men and women in socialist iconography”, History works- hop, nº 6, otoño 1978, pp. 121-138. Cultura impresa y socialismo Lecturas sobre la historia de la prensa socialista en tiempos de la Segunda Internacional Juan Buonuome* 139 Izquierdas, prensa y edición Políticas de la Memoria n° 14 | verano 2013/2014 | pp. 139–149

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Juan Buonuome- Cultura Impresa y Socialismo-libre

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  • En los relatos de conversin que marcan las biografas de loslderes socialistas de fines del siglo XIX y principios del XX, lapalabra impresa juega un rol decisivo. Segn estas narraciones,la lectura de un libro, un peridico o un folleto opera en la con-ciencia del joven obrero o estudiante como un factor de ilumi-nacin, generando un parteaguas en su trayectoria vital al deci-dirlo por un compromiso definitivo con la causa socialista. Aunquela asistencia a un mitin o la conversacin con otra persona tam-bin suelen ser mediadoras en la transfiguracin, es difcil noencontrar en estas biografas la referencia a la lectura de un tex-to fundamental: el Manifiesto Comunista de Marx y Engels; Lamujer y el socialismo de Bebel; El ao 2000: una visin retros-pectiva, de Bellamy; El origen de la familia, la propiedad priva-da y el Estado de Engels; The Cooperative Commonwealth deGronlund; Merrie England, de Blatchford; Los miserables, deHugo; Germinal, de Zola; y la lista sigue.1

    La produccin, circulacin y consumo de textos impresos dibujlos contornos de la cultura poltica del socialismo en tiempos dela Segunda Internacional. Con el advenimiento de la poltica demasas, los procesos de institucionalizacin y nacionalizacin delmovimiento socialista fueron facilitados por la creciente presenciade los impresos en la vida cotidiana de un nmero cada vez mayorde personas, ligada al incremento en los ndices de alfabetizaciny a la indita expansin de la industria periodstica y editorial. Losnuevos partidos socialistas, sin renunciar a las reuniones y demos-traciones callejeras, volcaron el grueso de sus esfuerzos a con-quistar y movilizar afiliados mediante la difusin de la palabra escri-ta. Desde el punto de vista simblico, el objeto impreso, en particularel libro, fue considerado a partir de entonces sinnimo de eleva-cin espiritual del trabajador, en sintona con la cultura iluminis-ta dieciochesca de la que se consideraban continuadores. Desde el

    punto de vista prctico, la posibilidad de llegar en forma simult-nea y masiva a una poblacin de trabajadores de distintas ciuda-des y regiones dependi de la coordinacin de especficos recur-sos materiales e intelectuales. En trminos comunicacionales, auncuando la palabra escrita fue soberana, la difusin del mensajesocialista debi articularse con formas orales y visuales, pues unaparte significativa de sus interlocutores todava exhiba compe-tencias limitadas o nulas de lectura. As pues, fueron centrales laslecturas colectivas en fbricas, talleres y centros partidarios, comotambin la difusin de dilogos impresos mediante el formato cate-qustico de pregunta-respuesta, la transcripcin de discursos en losperidicos o la utilizacin combinada del folleto y la conferencia,como aconsejaba la Encyclopdie socialiste de Compre-Morel.2

    Las imgenes fueron otro recurso clave, en particular las alegor-as, los retratos, las stiras y el humorismo grfico, difundidas endistintos soportes impresos.3

    En Amrica Latina, los esfuerzos de propaganda y organizacinsocialista durante este perodo fueron inescindibles del flujo deperidicos y folletos que llegaba desde Europa. En el cono sur, elafluente de impresos desde el viejo continente estuvo ligado almovimiento transocenico de trabajadores y militantes que motuproprio o forzados por razones polticas decidieron emigrar. Perotan importante como este fenmeno fue la circulacin de impre-sos entre los mismos pases de la regin, que configur rasgos fun-damentales de (y ayud a impulsar a) las emergentes agrupacio-nes y partidos socialistas en la vuelta del siglo. Y nuevamente, los

    * CONICET/ UBA/ Universidad de San Andrs.1 Marc Angenot, La conversin al socialismo, en Interdiscursividades. De

    hegemonas y disidencias, Crdoba, Universidad Nacional de Crdoba,2010, pp. 129-149.

    2 Paul Louis, La brochure, en Adodat Compre-Morel (dir.), Encyclopdiesocialiste, syndicale et cooprative. Le Parti Socialiste en France, Paris,Aristide Quillet, 1912, pp. 267-269.

    3 Almanacco Socialista. Le immagini del socialismo. Comunicazione pol-tica e propaganda del PSI dalle origine agli anni ottanta, Roma, Fiorin,1983; Franco Andreucci, Tra il pianto e il riso. La satira e lumorismo deisocialisti italiani nel periodo della Seconda Internazionale, Movimentooperaio e socialista, Rivista trimestrale, n 1, enero-abril 1982, pp. 3-28;Eric Hobsbawm, Men and women in socialist iconography, History works-hop, n 6, otoo 1978, pp. 121-138.

    Cultura impresa y socialismo

    Lecturas sobre la historia de la prensa socialistaen tiempos de la Segunda Internacional

    Juan Buonuome*

    139Izquierdas, prensa y edicin

    Polticas de la Memoria n 14 | verano 2013/2014 | pp. 139149

  • viajes y contactos por correo entre publicistas y militantes fueronclaves para este trfico de peridicos y folletos, como muestranlos recuerdos de juventud ofrecidos por Elas Lafferte sobre el chi-leno Luis Emilio Recabarren o la nutrida correspondencia que man-tena el argentino Jos Ingenieros con sus pares de Brasil y Chile.4

    En relacin con la Argentina, un rpido repaso por las biografas delos principales dirigentes socialistas de principios del siglo XX con-firma el papel revelador de la palabra impresa que Marc Angenotapunt para las trayectorias de los lderes europeos y norteameri-canos. Segn testimonios propios o de terceros, el encuentro conperidicos como el Vorwrts (Enrique Dickmann) y La Vanguardia(Jacinto Oddone, los hermanos Ghioldi y Juan Antonio Solari), y lalectura del Manifiesto Comunista (Nicols Repetto), El ao 2000:una visin retrospectiva (Adrin Patroni) y El origen de la familia,la propiedad privada y el Estado (Federico Pinedo), fueron decisi-vos al propiciar el compromiso tico-poltico con la causa socialis-ta.5 Los relatos biogrficos tambin muestran que, si bien el PartidoSocialista realiz una incansable tarea de difusin a travs de con-ferencias, la retrica de sus oradores estuvo marcada a fuego porla cultura libresca. En este sentido, la verba encendida de un AlfredoPalacios constituy la excepcin respecto del tipo de alocucin detono circunspecto y sistemtico como el que caracterizaba a los dis-cursos del lder Juan B. Justo.6 En el plano de las demostracionescolectivas, la celebracin del Primero de Mayo fue una tradicinimportante para los socialistas. Sin embargo, a comienzos de siglolas columnas anarquistas fueron mucho ms numerosas e impac-tantes a los ojos de las lites dirigentes que los desfiles socialistas,que buscaban presentar ante la sociedad a una clase obrera mode-lo de instruccin y cultura.7 Vista en perspectiva, la cultura polticade los socialistas centrada en lo impreso constituy una particula-ridad respecto a la cultura de la movilizacin que caracteriz a lapoltica argentina en el largo plazo.8

    Lo impreso constituy, entonces, un dato central del proyectode transformacin social, poltica y cultural del movimientosocialista internacional entre la ltima dcada del siglo XIX yel estallido de la Primera Guerra Mundial. El propsito del pre-sente trabajo es realizar un recorrido por la bibliografa pro-ducida en torno al anlisis de este fenmeno. Antes que un repa-so exhaustivo de toda la literatura disponible sobre el tema, sepretende analizar, en trminos metodolgicos e interpretativos,algunas contribuciones relevantes en torno al papel de la pren-sa en el derrotero del movimiento socialista entre fines del sigloXIX y principios del siglo XX. La seleccin de textos considera-da en este trabajo surge de una serie de decisiones a priori. Enprincipio, se dej de lado la produccin militante realizada porhistoriadores y estudiosos ligados a los partidos, atravesadascasi siempre por una mirada nostlgica y autocelebratoria.9

    Adems, se prest mayor atencin a algunos casos nacionalesFrancia, Estados Unidos, Chile y Argentina dado que all se hanproducido los trabajos y las discusiones ms interesantes sobrela temtica. Finalmente, por razones de espacio, se le otorgprioridad a la cuestin de la edicin y circulacin de peridicos,libros y folletos, dejando fuera otras dimensiones de la cultu-ra impresa del socialismo, como la funcin de las revistas dediscusin terica o la produccin y uso de artefactos impresosms o menos efmeros como los panfletos, los carteles, las pos-tales y los afiches ilustrados.

    El trabajo se abre con una breve presentacin de las coordena-das historiogrficas generales dentro de las cuales se insert laproduccin acadmica referida al lugar de los impresos en la his-toria del socialismo. Luego, se aborda la bibliografa dedicada alproblema de la difusin de libros y folletos en el mundo socia-lista en tiempos de la Segunda Internacional. A continuacin, seconsidera la produccin acadmica dirigida a dilucidar las rela-ciones de los socialistas con el periodismo militante. Y finalmen-te, se ensaya un balance de la literatura analizada.

    Coordenadas historiogrficas

    Hasta la dcada de 1960, el estudio de lo impreso ocup un espa-cio marginal en las predominantes perspectivas de historia socialdel movimiento obrero y de historia del pensamiento socialista.10

    Antes que un objeto de investigacin en s mismo, la propagan-da impresa era considerada en su status de fuente documental.No obstante, un trabajo importante como el que Guenther Rothpublic en 1963 sobre la socialdemocracia alemana, el denomi-nado partido faro de la Segunda Internacional, le otorg unarelativa importancia en su argumentacin. Este autor indic la

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    4 Claudio Batalha, Jos Ingenieros y los socialistas brasileos en el pasajedel siglo XIX al XX, en Polticas de la Memoria, n 13, Verano 2012/2013,pp. 73-77; Elas Lafferte, Vida de un comunista, Santiago de Chile, Austral,1961; Horacio Tarcus y Adriana Petra (coords.), Fondo de archivo JosIngenieros. Gua y catlogo, San Martn, Universidad Nacional de SanMartn/UNSAM EDITA, 2011.

    5 Enrique Dickmann, Recuerdos de un militante socialista, Buenos Aires, LaVanguardia, 1949; Dardo Cneo, Prlogo, en Jacinto Oddone, Gremialismoproletario argentino, Buenos Aires, La Vanguardia, 1949, pp. I-VII; Vctor GarcaCosta, Adrin Patroni: apuntes para una biografa, en Adrin Patroni y lasituacin de los trabajadores en la Argentina, Buenos Aires, Docencia, 2011,pp. 25-30; Nicols Repetto, Mi paso por la poltica. De Roca a Yrigoyen,Buenos Aires, Santiago Rueda, 1956; Horacio Tarcus (dir.), Diccionario bio-grfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la nueva izquierda(1870-1976), Buenos Aires, Emec, 2007. Mario Bravo tambin relata que sucontacto con el socialismo se produjo a travs de una serie de folletos de pro-paganda: Mario Bravo, Mi primer contacto con el socialismo, en La Vanguardia.50 Aniversario. 1894-1944, Buenos Aires, La Vanguardia, 1944, p. 127.

    6 Vctor Garca Costa, Alfredo Palacios. Entre el clavel y la espada. Una bio-grafa, Buenos Aires, Planeta, 2011; Dardo Cneo, Juan B. Justo y las luchassociales en la Argentina, Buenos Aires, Solar, 1997; Luis Pan, Juan B. Justo y sutiempo. Apuntes para una biografa intelectual, Buenos Aires, Planeta, 1991.

    7 Anbal Viguera, El Primero de Mayo en Buenos Aires, 1890-1950: evolu-cin y usos de una tradicin, en Boletn del Instituto de Historia Argentinay Americana Dr. Emilio Ravignani, Tercera Serie, n 3, primer semestre1991, pp. 53-79.

    8 Hilda Sabato, La poltica en las calles. Entre el voto y la movilizacin,1862-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1998; Silvia Sigal, La Plaza deMayo. Una crnica, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.

    9 En Blgica, por ejemplo, existe una frondosa literatura militante de refle-xin sobre el lugar de la prensa en la historia socialista que se puede encon-trar en artculos de la revista Socialisme, en monografas realizadas en lacole Ouvrire Suprieure de Bruselas y en libros publicados por editoria-les del movimiento socialista y cooperativo. Como ejemplo, puede consul-tarse el dossier Presse, en Socialisme, n 141, junio 1977, pp. 187-253.

    10 Wolfgang Abentroth, Historia social del movimiento obrero, Barcelona, Estela,1970; George D. H. Cole, Historia del pensamiento socialista. La SegundaInternacional 1889-1914, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1960.

  • necesidad de considerar a los peridicos, libros y folletos comoherramientas centrales de creacin de una subcultura marxistaen el marco del proceso de integracin negativa de la clase obre-ra respecto de la cultura dominante.11 Por otra parte, para la mis-ma poca, quienes escriban la historia del movimiento obrero enFrancia se preocuparon por indagar en la evolucin de algunosperidicos socialistas de la temprana Tercera Repblica, segnconsta en los numerosos artculos sobre la temtica publicadosen las revistas LActualit de lHistoire y Le Mouvement Social.12

    Si bien se trataba de trabajos muy descriptivos y atravesados porla obsesin cuantitativa de aquellos aos, propusieron vas deanlisis retomadas por estudios posteriores, como el examen dela presentacin material del peridico y su articulacin con ladimensin ideolgica y doctrinaria.

    No obstante, fue tras el impacto del giro cultural en los estu-dios histricos de la dcada de 1970, cuando estos acercamien-tos espordicos se transformaron en reflexiones sistemticassobre la propaganda impresa en el mundo socialista. Tres inno-vaciones historiogrficas fueron las responsables de este cam-bio de perspectiva. En principio, debe mencionarse la prolifera-cin durante esa misma dcada de los estudios sobre la historiasocial y cultural del libro y la lectura.13 Como se ver ms ade-lante en este trabajo, el espectacular desarrollo de este campoimpact particularmente en una renovada historia intelectual delsocialismo y el marxismo, para la cual las condiciones de pro-duccin y circulacin de libros y folletos se constituyeron en pro-blemas relevantes.

    Otro impulso importante estuvo relacionado con el efecto queen los aos ochenta y noventa tuvo para la historia poltica laaparicin de investigaciones sobre la prensa peridica.14 Estosestudios que conjugaron la aplicacin de categoras haberma-sianas con enfoques aportados por el giro lingstico, abrieronun campo de interrogantes para los estudios histricos sobre elsocialismo. A partir de entonces, las transformaciones del dis-curso periodstico del socialismo y el rol del periodista militan-te y revolucionario pasaron a ser considerados objetos de inves-

    tigacin relevantes para comprender los avatares histricos deun socialismo que comenzaba a ser concebido en trminos decultura poltica.15

    Finalmente, se destaca la expansin de los print culture studies acomienzos del nuevo milenio. En un contexto en que los estudiossobre el mundo material y las prcticas vinculadas a los objetosse presentaron como va privilegiada de renovacin historiogrfi-ca pasado el furor del giro lingstico, estos estudios enfatizaronla capacidad de los artefactos impresos para constituir relacionese identidades sociales.16 Esta novedad hizo mella en las historiasdel socialismo y lo impreso no slo pas a tener un lugar prota-gnico sino que no ha faltado quien lo convoque como factor expli-cativo de su crisis. As, en un artculo-programa publicado en2007, Rgis Debray sugiri que el declive del socialismo debe com-prenderse en relacin directa con la prdida del aura de lo impre-so en la segunda mitad del siglo XX. El deslizamiento de la gra-fosfera a la videosfera habra producido, entre otras cosas, elquiebre del puente que una al pensador y al obrero, a la doctri-na con la prctica y al poltico con el intelectual. En el nuevo con-texto, la palabra impresa perdi su papel principal, el intelectualcrtico su medio y el socialismo su referencia.17

    Los estudios acerca de la funcin de los impresos en el socia-lismo latinoamericano durante la Segunda Internacional formanun corpus mucho ms reducido que el disponible para los pa-ses centrales. Razones histricas e historiogrficas se han con-jugado para producir este resultado. Por una parte, la actividadde propaganda y organizacin socialista en el continente a par-tir de 1889 no tuvo la misma extensin y el mismo ritmo queen Europa y Estados Unidos.18 As, por ejemplo, quienes han estu-diado el incipiente proceso de institucionalizacin poltica delmovimiento, se enfrentaron a un universo acotado de peridi-cos de alcance local y casi siempre efmeros.19 De todas mane-ras, el tipo de enfoque metodolgico parece haber jugado unpapel importante, en la medida en que han sido excepcionaleslos estudios que problematizaron las caractersticas especficasde estos emprendimientos y su relacin con los nacientes par-tidos. Asimismo, los estudios sobre la recepcin del marxismohan mantenido su atencin en el plano de las ideas y han deja-

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    11 Guenther Roth, The Social Democrats in Imperial Germany. A Study inWorking-Class Isolation and National Integration, New Jersey, TheBedminster Press, 1963.

    12 A fines de los aos cincuenta y principios de los sesenta presentaron tra-bajos, entre otros, Mona y Jacques Ozouf, Pierre Albert, Madelaine Rebrioux,Henri Feller y Michelle Perrot. Se trat de investigaciones iniciticas, rea-lizadas en la mayora de los casos bajo la direccin de Ernest Labrousse.Son buenos ejemplos: Henri Feller, Physionomie dun quotidien: le Cri duPeuple (1883-1889), en Le Mouvement social, n 53, octubre-diciembre1965, pp. 69-97; Michelle Perrot, Le premier journal marxiste franaise:LEgalit de Jules Guesde (1877-1883), en LActualit de lHistoire, n 28julio-septiembre 1959, pp. 1-26.

    13 Roger Chartier y Daniel Roche, El libro. Un cambio de perspectiva, en JacquesLe Goff, y Pierre Nora (pres.), Hacer la historia. III. Objetos nuevos, Barcelona,Editorial Laia, 1985, pp. 119-140; Robert Darnton, Qu es la historia dellibro?, en El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural,Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2010, pp. 117-146.

    14 El Siglo de las Luces y la Revolucin Francesa fueron terrenos de experi-mentacin fructferos para estos acercamientos: Jack Censer, The Frenchpress in the age of Enlightenment, London and New York, Rutledge, 1994;Jeremy Popkin, Revolutionary News. The press in France, 1789-1799,Durham, Duke University Press, 1990

    15 Sobre el socialismo como cultura poltica: Christopher Prochasson, Lesocialisme, une culture, Paris, Fondation Jean-Jaurs, 2009; Michel Winock,La culture politique des socialistes, en Serge Berstein (dir.), Les culturespolitiques en France, Paris, Seuil, 1999, pp. 179-214.

    16 Sobre la relacin entre el giro material y cultura impresa en la historio-grafa: Bill Brown, The matter of materialism. Literary mediations, enPatrick Joyce and Tony Bennett, Material Powers. Cultural studies, his-tory and the material turn, New York, Routledge, 2010, pp. 60-78; FrancesRobertson, Introduction, Print Culture. From Steam Press to eBook, NewYork, Routledge, 2013, pp. 1-17.

    17 Rgis Debray, El socialismo y la imprenta: un ciclo vital, New Left Review,n 46, septiembre-octubre 2007, p. 18.

    18 Ricardo Melgar Bao, El movimiento obrero latinoamericano: historia deuna clase subalterna, Madrid, Alianza, 1988; Hobart Spalding, Organizedlabor in Latin America: historical case studies of workers in dependentsocieties, New York, Harper Torchbooks, 1977.

    19 Robert Paris y Madelaine Rebrioux, Socialismo y comunismo en AmricaLatina, en Jacques Droz (dir.), Historia general del socialismo. De 1945 anuestros das. Vol I, Barcelona, Destino, 1986, pp. 225-355.

  • do de lado, excepto por algunas alusiones marginales, la cues-tin de la edicin, traduccin y circulacin de libros, folletos yperidicos.20

    En la Argentina, en las ltimas tres dcadas, los principales apor-tes historiogrficos sobre la experiencia socialista de fines del sigloXIX y principios del XX han sido construidos desde las perspecti-vas de la historia de las ideas, la historia poltica y la historia socialdel movimiento obrero.21 Los enfoques culturales, en tanto, hanestado relativamente poco representados en los debates a la horade construir una imagen global sobre el lugar del socialismo en lahistoria argentina.22 En relacin a la problemtica de lo impreso,algunas investigaciones recientes han comenzado a ganar espaciodentro de la discusin historiogrfica sobre el socialismo argenti-no, si bien, como se ver, se trata todava de un proceso incipiente.

    Entre Gutenberg y Marx: libros y folletos en ladifusin del socialismo

    En la dcada de 1970, el estudio sistemtico de las ediciones delibros y folletos socialistas emergi como parte del esfuerzo deun conjunto de acadmicos por renovar una historia de las ideassocialistas hasta entonces focalizada en el anlisis de las grandesobras y sus autores. La moda de las investigaciones sobre men-talits constituy el marco ideal para la construccin de una his-toria intelectual del marxismo y el socialismo cientfico capazde rescatar las mltiples mediaciones que intervenan entre laproduccin intelectual y el heterogneo mundo de sus lectores.Elaborada por historiadores en su gran mayora europeos, la pre-ocupacin principal de estos estudios fue la circulacin interna-cional del marxismo. La revolucin en las comunicaciones y eltransporte a fin de siglo XIX, al posibilitar un movimiento indi-

    to de personas e impresos, introdujo en el movimiento socialis-ta una particular dialctica entre vocacin internacionalista y pro-ceso de nacionalizacin ideolgica, organizativa y discursiva.Teniendo esta problemtica en mente, los estudios sobre la difu-sin del marxismo ambicionaron captar los variados modos enque las ideas de Marx cruzaron ocanos y fronteras.

    Por su capacidad para sintetizar aportes previos y, al mismo tiem-po, organizar una agenda nueva de problemas, los trabajos de EricHobsbawm y Franco Andreucci constituyen una buena medida deestos desarrollos historiogrficos.23 En sus estudios, emergierontres preocupaciones fundamentales: el registro de las ediciones ytraducciones de las obras de Marx y Engels, las caractersticas delos manuales de interpretacin o sntesis del pensamiento marxis-ta y las prcticas de lectura en el movimiento socialista. Para ello,dieron visibilidad a actores especficos del mundo socialista, comoel editor, el traductor, el vulgarizador y el lector.

    En relacin con los editores, estos historiadores advirtieron suimportancia a la hora de establecer un canon de lectura, sobretodo por la labor de seleccin que efectuaban sobre el corpusmarxista: decidiendo qu Marx y qu Engels sera publicado, ope-raban de forma determinante en la configuracin doctrinaria delmovimiento socialista. Pero adems, los editores nutran los cat-logos y colecciones con material de lectura de ciencias naturales,filosofa, historia, literatura naturalista y utpica, realizando asuna tarea vital para la poltica cultural del movimiento socialistacomo era la formacin de nuevos cuadros militantes o propa-gandistas. Su posicin respecto al partido, por otra parte, era com-pleja, sufra transformaciones en el tiempo y variaba segn cadapas. En este sentido, Andreucci se encarg de insistir en que elmodelo de editorial de partido de la socialdemocracia alemanarara vez se verificaba en el resto de los pases.

    En tanto, los traductores y, sobre todo, los vulgarizadores cumpl-an un rol central en la medida en que intervenan directamente sobrelos textos marxistas. Al igual de lo que suceda con los editores, lapregunta por quienes traducan, explicaban, contextualizaban, ilus-traban, criticaban o refutaban a Marx y Engels los condujo a refle-xionar sobre los intelectuales socialistas. Se trataba de un hete-rogneo arco de publicistas o propagandistas, constituido por altosdirigentes, personajes de segunda fila y annimos militantes, quellevaban adelante ese contradictorio procedimiento de difusin delmarxismo que, al decir de Andreucci, implicaba expansin y amplia-cin, tanto como esquematizacin y empobrecimiento.

    Finalmente, esta historia intelectual no desde la pregunta porel lector y la lectura de textos marxistas. A partir de los catlogos

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    20 Jos Aric, Marxismo latinoamericano, en Norberto Bobbio, Nicola Mateucciy Gianfranco Pasquino, Diccionario de poltica, Mxico, Siglo XXI, 1997, pp.942-957; Michael Lwy, El marxismo en Amrica Latina: de 1909 a nuestrosdas, Santiago, LOM, 2007; Jaime Massardo, La recepcin del pensamientode Karl Marx en Amrica Latina, en Estudios, n 95, vol. VIII, invierno 2010,pp. 37-63; Adolfo Snchez Vzquez, El marxismo en Amrica Latina, enFilosofa, praxis y socialismo, Buenos Aires, Tesis 11, 1998, pp. 77-91. Algunasinteresantes, aunque breves, apreciaciones sobre la dimensin material de ladifusin del marxismo pueden encontrarse en: Robert Paris, Difusin y apro-piacin del marxismo en Amrica Latina, en Boletn de EstudiosLatinoamericanos y del Caribe, n 36, Amsterdam, junio de 1984, pp. 3-12.

    21 Hernn Camarero y Carlos M. Herrera, El Partido Socialista en Argentina:nudos histricos y perspectivas historiogrficas, en El Partido Socialistaen Argentina. Sociedad, poltica e ideas a travs de un siglo, Buenos Aires,Prometeo, 2005, pp. 9-73.

    22 En los aos ochenta y principios de los noventa se realizaron algunos apor-tes en torno a los vnculos entre el socialismo y la cultura escrita. Los tra-bajos de Dora Barrancos examinaron los emprendimientos educativos delcambio de siglo (escuelas y centros de estudios, conferencias de divulga-cin cientfica, etc.) aunque no prestaron atencin especfica a la cuestinde la difusin de impresos. Dora Barrancos, Educacin, cultura y trabaja-dores (1890-1930), Buenos Aires, CEAL, 1991; Dora Barrancos, La escenailuminada. Ciencias para trabajadores, 1890-1930, Buenos Aires, PlusUltra, 1996. En tanto, los estudios de Leandro Gutirrez y Luis A. Romeroecharon luz sobre la contribucin de los socialistas argentinos a la confor-macin de una red de bibliotecas populares y de colecciones de libros bara-tos que se constituyeron, segn ellos, en datos centrales de la experienciade los sectores populares en Buenos Aires durante el perodo de entre-guerras. Leandro Gutirrez y Luis A. Romero, Sectores populares, culturay poltica. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.

    23 Franco Andreucci, La difusin y vulgarizacin del marxismo, en FrancoAndreucci, Eric Hobsbawm y Andrzej Walicki (dirs.), Historia del marxis-mo. El marxismo en la poca de la II Internacional (3), Barcelona, Bruguera,1980, pp. 13-88; Eric Hobsbawm, La difusin del marxismo (1890-1905),en Marxismo e historia social, Puebla, Universidad Autnoma de Puebla,1983, pp. 101-128. Un ejemplo de estudio sobre un caso nacional es el tra-bajo de Pedro Ribas sobre el marxismo en Espaa: Pedro Ribas, La intro-duccin del marxismo en Espaa (1869-1939), Madrid, De la Torre, 1981.

  • 143Izquierdas, prensa y edicin

    de las colecciones y de los documentos disponibles de algunasbibliotecas obreras y socialistas, Hobsbawm realiz un anlisis com-parativo sobre los casos de Alemania, Francia e Italia. All mostrque el inters de la mayora de los activistas obreros por esta lite-ratura era en general escaso. Segn su examen, los picos ms altosen la edicin no provenan de un impulso por demanda esto es, nocoincidan con los momentos de mayor organizacin o de creci-miento en el apoyo electoral a los respectivos partidos socialistas,sino que responda a la sucesin de coyunturas de debate tericopropiciadas por los dirigentes. De esta manera, conclua el histo-riador britnico, eran los intelectuales socialistas, en su ropaje deeditores y divulgadores de las grandes obras, los agentes princi-pales del proceso de difusin del marxismo.

    Un modelo diferente de investigacin sobre la edicin de litera-tura socialista es el que puede hallarse en la reciente investiga-cin de Jason Martinek sobre el socialismo en Estados Unidosentre 1897 y 1920.24 Deudor del trabajo de Elizabeth Eisenstein,como buena parte de los estudios sobre cultura impresa en losEstados Unidos, el autor le otorg a lo impreso el papel de fuer-za histrica o agente de cambio.25 El captulo que Martinek lededic a la historia de las ediciones norteamericanas de MerrieEngland: A Plain Exposition of Socialism de Robert Blatchford,libro responsable de un sinnmero de conversiones pero olvida-do por los historiadores del socialismo de ese pas, expresa bienesta perspectiva. Entre las problemticas trabajadas por el autora lo largo de su investigacin, tres son las que emergieron conmayor claridad: la americanizacin del socialismo marxista, larelacin que el partido entabl con los editores y el fracaso delsocialismo en Estados Unidos.

    El inters de Martinek por la americanizacin del socialismo sepuso de manifiesto en su decisin inicial de dirigir la atencin alas empresas editoriales organizadas en torno al Socialist Partyy a la figura de Eugene V. Debs, dejando de lado las iniciativas delSocialist Labor Party de Daniel De Len. Es que mientras esteltimo desplegaba su influjo en los ncleos de inmigrantes ale-manes de las ciudades de la costa este, el socialismo debsianotena mayor xito entre los pobladores nativos del medio oeste,entre quienes difunda una propaganda que, lejos de cualquierdogmatismo doctrinario, se impregnaba con facilidad de elementospopulistas y puritanos. En efecto, el autor rescata el rol de losresponsables materiales de la masiva distribucin de libros y folle-tos socialistas de esta poca, los miles de revendedores anni-mos a los que denomin lectores activos, en su amplia mayo-ra trabajadores nativos de ciudades pequeas del medio oeste.

    Adems, en su estudio sobre la Charles H. Kerr & Company, lacasa editorial socialista ms importante de Estados Unidos deeste perodo, Martinek puso el foco en la publicacin de obras

    de autores locales (Gronlund, Bellamy, Debs, Work, Simons,Spargo, Sinclair y London, entre otros) que garantizaban, segnla visin del propio Kerr, la difusin de escritos de propaganda yde divulgacin en un registro localista, ameno y popular. A dife-rencia del trabajo de Allen Ruff, que en los aos noventa habaestudiado el mismo emprendimiento editorial centrando su aten-cin en la trayectoria poltica de Kerr y en los debates tericosque tenan lugar en su revista mensual International SocialistReview, Martinek dej de lado los problemas intelectuales refe-ridos a la recepcin del socialismo cientfico.26 Marcando unadiferencia importante respecto de los estudios de circulacin inter-nacional del marxismo, el autor apenas introdujo el problema delas traducciones del corpus marxista y dej sin tratamiento el roldecisivo que tuvieron las ediciones norteamericanas en la difu-sin del socialismo allende el Pacfico, en pases de Asia y Oceana.27

    Por otra parte, Martinek present la relacin que sostuvo elSocialist Party con las principales empresas editoriales socialis-tas como una de las especificidades ms importantes del casonorteamericano. Las razones de la renuncia deliberada del parti-do al control centralizado de la edicin de peridicos, libros yfolletos no son tan relevantes como el anlisis que hizo el autorsobre las contradicciones que surgan como consecuencia delfomento al desarrollo de un libre mercado de impresos de divul-gacin y propaganda. El xito que tenan algunas de estas empre-sas llev a la conformacin de verdaderos monopolios editoria-les, en particular los manejados por Charles H. Kerr y Julius A.Wayland, que determinaron durante estos aos las condicionesen que se producan y se distribuan los bienes simblicos rela-cionados con los principios socialistas.

    Por ltimo, estuvo presente en su trabajo la clsica pregunta porel fracaso del socialismo en Estados Unidos.28 En este caso,Martinek intent intervenir en el debate reorientando la preguntahacia las posibilidades y lmites de la lectura como agente de cam-bio en manos de los socialistas. En su indagacin propuso resca-tar dimensiones de la lectura en el nivel ms ntimo, para lo querealiz un sorprendente aunque poco conclusivo anlisis sobrelas desencantadas anotaciones de un lector annimo en las mr-genes de un libro sobre socialismo en la inmediata posguerra. Sinembargo, para sostener su hiptesis acerca de la sobreestimacindel poder de la lectura como un arma de conversin, se concen-tr en la evolucin contradictoria entre el aumento en la canti-dad de material impreso difundido, por un lado, y la cada en elapoyo electoral y los niveles de afiliacin, por el otro. En la medi-da en que los lderes socialistas tendan a vincular metonmica-mente las ventas de libros con el xito del socialismo, las posibi-lidades de rectificar el rumbo errtico del partido se iban achicandocada vez ms. En otras palabras, el crecimiento sostenido en lasventas de material impreso ceg a los lderes sobre los limitadosprogresos del movimiento en el resto de sus campos de accin.

    Polticas de la Memoria n 14 | verano 2013/2014

    24 Jason Martinek, Socialism and Print Culture in America, 1897-1920, London,Pickering & Chatto, 2012.

    25 Sabrina Alcorn Baron, Eric N. Lindquist and Eleanor F. Shevlin (eds.), Agentof change: Print Culture Studies after Elizabeth L. Eisentein, Amherst &Boston, University of Massachussets Press, 2007.

    26 Allen Ruff, We Called Each Other Comrade: Charles H. Kerr & Company,Radical Publishers, University of Illinois Press, 1997.

    27 Hobsbawm, op. cit., p. 111. 28 Eric Foner, Why there is no socialism in the United States?, en History

    Workshop, n 17, primavera 1984, pp. 57-80.

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    Polticas de la Memoria n 14 | verano 2013/2014

    Dentro de la ya mencionada aridez del paisaje de estudios sobreedicin de libros y folletos en el mundo socialista latinoamerica-no, se destac el trabajo de Horacio Tarcus sobre la recepcin deMarx en la Argentina.29 En lnea con los estudios sobre circulacininternacional del marxismo, puso nfasis en los recorridos y pos-tas de los textos sobre los que se moldearon las primeras inter-pretaciones marxistas de la realidad argentina. Para ello estudila circulacin de literatura socialista alemana, austraca y checadurante los aos ochenta y principios de los noventa, impulsadapor los alemanes del Verein Vorwrts de Buenos Aires, y los vn-culos que durante la segunda mitad de los aos noventa se tejie-ron con los editores socialistas de Espaa e Italia. Se trataba deredes de difusin conformadas por editores, traductores y libre-ros cuya condicin abrumadoramente inmigratoria no haca msque confirmar la presencia de los extranjeros en la implantacinen la Argentina de las artes de impresin, edicin y comercializa-cin de libros sealada recientemente por Gustavo Sor.30 La biblio-teca circulante del checo Anton Neugebauer, las ediciones del anda-luz Jos A. Lebrn y la librera del italiano Giusseppe Momo fueronalgunas de las iniciativas analizadas por el autor en este sentido.

    En relacin con la formacin de las bibliotecas socialistas de losaos noventa es decir, las primeras colecciones serializadas defolletos de divulgacin socialista, Tarcus destac la familiaridadque guardaron las iniciativas argentinas con las de sus pares espa-olas. En ambos casos, se trataba de catlogos de marcado eclec-ticismo, con numerosas coincidencias en cuanto a presencias yausencias de autores y ttulos. Segn el autor, ello responda alos fluidos dilogos e intercambios que, favorecidos por la coin-cidencia idiomtica, se produjeron entre los dirigentes y militan-tes de ambos pases. As, los catlogos de folletos que se publi-citaban en un pas estaban enriquecidos por materiales editadosy/o traducidos en el otro. En este punto, el anlisis sobre la pri-mera edicin argentina del Manifiesto Comunista (que sigui unaedicin espaola, traducida a su vez del francs) y de la edicinespaola de la primera traduccin del alemn al castellano de ElCapital (a cargo del argentino Juan B. Justo), es ilustrativo del tipode fenmeno de circulacin de ideas que busc dilucidar Tarcus.

    Periodismo militante y socialismo

    Como ya se mencion, fue en Francia donde surgieron, entre losaos cincuenta y sesenta, los primeros abordajes especficos sobreel universo de la prensa peridica socialista. En las dcadas siguien-tes, la continua expansin y renovacin del campo de estudiossobre peridicos y cultura periodstica en este pas no hizo msque estimular la actualizacin de las investigaciones sobre lasrelaciones entre el periodismo y el mundo del socialismo y laizquierda.31 Los libros, las compilaciones, las antologas y las tesis

    doctorales elaboradas a comienzos del nuevo siglo sobrelHumanit, en parte fruto del impulso generado en 2004 por elcentenario de su fundacin, expresaron bien el renovado interspor la historia del periodismo militante de izquierda.32

    La obra colectiva dirigida por Christian Delporte, Claude Pennetier,Jean-Franois Sirinelli y Serge Wolikow constituye una buenamedida de las preocupaciones que guiaron los relatos recientessobre la historia del diario ms importante de la izquierda fran-cesa del siglo XX. Tomando en consideracin los artculos dedi-cados a los aos socialistas (1904-1920) puede sealarse un pri-mer elemento llamativo: si bien lHumanit fue definido comoun peridico de intelectuales ms que de periodistas, doctri-nario ms que propagandstico, lo que organiz el relato no fue-ron las ideas, sino la dialctica establecida entre la ambicin per-sonal de Jean Jaurs, fundador del peridico, y la dinmica polticaal interior del movimiento socialista.

    El proyecto de Jaurs, segn fue reconstruido por Delporte yRebrioux, estaba orientado por una doble conviccin.33 Por unaparte, el lder socialista consideraba que editar un peridico eraun acto republicano y que las campaas de informacin y deba-te eran las herramientas ideales para sanear la vida pblica. Lafundacin de lHumanit formaba parte entonces de una laborde misin periodstica, vivida como una vocacin ms que comouna profesin. Por otra parte, Jaurs se mova empujado por lavoluntad de proporcionar al proletariado las herramientas nece-sarias para combatir las injusticias sociales. Si bien en un comien-zo su anticlericalismo fue tanto o ms fuerte que su discurso cla-sista, con el correr de los meses termin por convertir el peridicoen una tribuna socialista. Segn el planteo de Alexandre Courban,esta doble apuesta dependa de su capacidad para ubicarse porencima de la selva de tendencias que atravesaban el conjunto delmovimiento obrero y socialista.34 En este sentido, los resultadosque obtuvo de esta estrategia fueron paradjicos. La unificacinpoltica del socialismo en 1905, a la que Jaurs contribuy, dio piea que en pocos aos fuera doblegado su firme compromiso por

    29 Horacio Tarcus, Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros,intelectuales y cientficos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.

    30 Gustavo Sor, El libro y la edicin en Argentina. Libros para todos y mode-lo hispanoamericano, en Polticas de la Memoria, n 10/11/12, Verano2011/2012, pp. 125-142.

    31 Si durante las dcadas del ochenta y el noventa la atencin estuvo focali-

    zada en el siglo XVIII y en la Revolucin Francesa (cfr. nota 15), en el cam-bio de milenio la atencin se volc al siglo XIX y principios del XX. De elloes evidencia la publicacin en 2012 de una enorme obra de sntesis que reu-ni trabajos de decenas de especialistas en diferentes reas: DominiqueKalifa, Philippe Rgnier, Marie-ve Threnty et Alain Vaillant (dir.), LaCivilisation du Journal. Histoire culturelle et littraire de la presse fran-aise au XIXe sicle, Paris, Nouveau Monde editions, 2012. Tambin pue-de mencionarse el trabajo de Christophe Charle, Le sicle de la presse:1830-1939, Paris, Seuil, 2004.

    32 Bernard Chambaz, lHumanit (1904-2004), Paris, Seuil, 2004; AlexandreCourban, lHumanit (abril 1904aot 1939). Histoire sociale, politique etculturelle dun journal du movement ouvrier franais, Tesis de doctorado,Universit de Bourgogne, 2005; Christian Delporte, Claude Pennetier, Jean-Franois Sirinelli et Serge Wolikow (dirs.), lHumanit de Jaurs nos jours,Paris, Nouveau Monde, 2004; Roland Leroy (dir.), Un sicle dHumanit,1904-2004, Paris, ditions le cherche midi, 2004. El mapeo del mundo dela prensa peridica socialista francesa realizado por Marjorie Gaudemer sepuede inscribir dentro de la misma tendencia: Marjorie Gaudemer, Inventairede la presse socialiste. France, 1871-1914, Paris, Codhos, 2006.

    33 Christian Delporte, lHumanit, un sicle dexistence, en Delporte, Pennetier,Sirinelli et Wolikow, op. cit., pp. 11-18; Madelaine Rebrioux, Jaurs lHumanit, en Delporte, Pennetier, Sirinelli et Wolikow, op. cit., pp. 20-27.

    34 Alexandre Courban, lHumanit, du socialisme au communisme (1918-1923), en Delporte, Pennetier, Sirinelli et Wolikow, op. cit., pp. 59-73.

  • 145Izquierdas, prensa y edicin

    Polticas de la Memoria n 14 | verano 2013/2014

    conservar la autonoma ideolgica y financiera de lHumanit res-pecto a las estructuras partidarias. Como mostr Pierre Alberten su anlisis de las actas de las sociedades annimas del peri-dico, su creciente penuria financiera oblig a otorgar progresiva-mente mayor capacidad de control a los consejos y congresosnacionales del partido. As, en 1911 lHumanit pas a ser el rga-no oficial de la SFIO y Jaurs perdi el papel de director polti-co del peridico en manos de la nueva organizacin.35

    Una va diferente de anlisis estuvo representada por el examenque Anne-Claude Ambroise-Rendu dedic a la crnica de faitsdivers del diario de Jaurs36 All, la autora realiz un puntillosojuego de contrastes entre el periodismo socialista de lHumanity el periodismo comercial de Le Petit Journal y Le Petit Parisien.Por la ingente cantidad de noticias sobre lo sensacional dispo-nibles en el diario socialista y una cierta familiaridad con el tipode escritura de los diarios comerciales, Ambroise-Rendu arriesgcomo hiptesis que la relativa recuperacin de sus ventas en losaos previos al estallido de la guerra estuvo vinculada, no sloal apoyo financiero del partido, sino tambin a una progresivaadaptacin de las frmulas editoriales a los gustos del pblicopopular. No obstante, Ambroise-Rendu seal una diferencia sus-tancial, relacionada con la frecuente tendencia de los faits diver-siers del diario socialista por insuflar a sus crnicas de densidadideolgica y politizar en forma deliberada lo que en otros peri-dicos eran slo quejas genricas contra los males del siglo. Eneste sentido, la autora distingui dos usos diferentes de los faitsdivers en lHumanit: por un lado, las crnicas se erigan en unatribuna poltica vinculada con la cultura cvica y republicana quedefenda el buen funcionamiento de las instituciones y el respe-to por las libertades ciudadanas; y por otro lado, se levantabauna tribuna socialista aunque sin mencionar directamente al socia-lismo, donde se ponan en escena los trastornos de la vida social,en una demostracin concreta y dinmica de la lucha de clases.

    Para el caso de Estados Unidos, resulta interesante considerar eltrabajo de Elliott Shore dedicado a la trayectoria de J. A. Waylandy al semanarioAppeal to Reason.37 Surgido en el corazn del medio-oeste estadounidense, este peridico ha sido considerado la prin-cipal institucin del socialismo de ese pas.38 A diferencia de la casicontempornea antologa editada por John Graham donde se recons-truy con precisin el discurso de este peridico en torno a dife-rentes cuestiones lucha de clases, cuestin agraria, Primera GuerraMundial, represin gubernamental, entre otras, Shore construysu investigacin articulando la historia social del periodismo socia-lista con la biografa poltico-intelectual de Wayland.39 En lnea con

    una historiografa que tendi a ubicar el derrotero del socialismoen Estados Unidos en un supuestamente extendido consenso ide-olgico y cultural de la sociedad norteamericana, el autor se pro-puso profundizar las lneas de interseccin entre el radicalismosocialista y las principales tradiciones polticas y culturales deEstados Unidos.40 Para ello, su trabajo tom dos caminos.

    En el primero de ellos, Shore analiz la trayectoria pblica deWayland, intentando precisar las caractersticas de una generacinde publicistas radicales que a fin de siglo buscaban articular en laprctica y por va de una febril actividad periodstica el socialismocon la tradicin poltica norteamericana. Tras su paso por el PartidoRepublicano, por el movimiento populista y por diferentes pro-yectos agrcolas de colonizacin colectiva del mid-west, Waylandhaba encontrado en la labor pedaggica del periodismo radical suprincipal objetivo y motivacin. Focalizando en sus aos socialis-tas, Shore se encarg de sealar que el sistema de ideas y el esti-lo discursivo de Wayland, ajenos a cualquier refinamiento tericoy empapado del sentido comn del emprendedor de pueblo, logra-ron tocar una cuerda sensible en la cultura americana. Destac quesi bien publicaba con frecuencia a Marx, Engels y Kautsky, en supropia biblioteca socialista eran ms importantes Gronlund, Bellamyy, sobre todo, Ruskin. As, la tica del productor y la cooperacincomn constituan las armas principales con las que interpelaba alos trabajadores norteamericanos.

    Shore seal adems que las convicciones democrticas y popu-listas de Wayland, lo llevaron a confrontar luego de un acerca-miento inicial con el modelo de partido disciplinado y cientfi-co que encarnaba el Socialist Labor Party de Daniel DeLeon. Suconfianza en la eficacia de la labor de educacin popular de losperidicos socialistas lo llev a apoyar la perspectiva de un par-tido ms abarcador o englobante como el que intent ser elSocialist Party fundado en 1901.

    El segundo camino tomado por Shore fue la indagacin en el fun-cionamiento interno del semanario Appeal to Reason. Por estava se propuso problematizar los desafos que le planteaba al ide-alismo socialista la inmersin en la cultura de consumo de masasde Estados Unidos. Wayland, destac el autor, vea al socialismocomo un buen negocio. Pero las decisiones que le haban permi-tido convertir al Appeal to Reason en la institucin ms exitosadel socialismo de Estados Unidos y en el nico rgano semanalque unific el movimiento a nivel nacional, terminaran extre-mando las contradicciones inherentes a la bsqueda de una trans-formacin socialista pacfica en una cultura de consumo masivo.

    Segn surgi de su trabajo, para un editor socialista norteameri-cano de fin de siglo, combatir el capitalismo en su propio terre-no significaba aceptar los avisos de grandes corporaciones, imple-

    35 Pierre Albert, Les societs du journal lHumanit de 1904 1920, enDelporte, Pennetier, Sirinelli et Wolikow, op. cit., pp. 29-42.

    36 Anne-Claude Ambroise-Rendu, L autre information dans lHumanit: lecrime, la catastrophe, le sensationnel, 1904-1914, en Delporte, Pennetier,Sirinelli et Wolikow, op. cit., pp. 43-57.

    37 Elliott Shore, Talkin Socialism. J. A. Wayland and the Role of the Press inAmerican Radicalism, 1890-1912, Kansas, University Press of Kansas, 1988.

    38 Mary Jo Buhle, Paul Buhle & Dan Georgakas, Encyclopedia of the AmericanLeft, New York & London, Garland Publishing Inc, 1990, pp. 51-52.

    39 John Graham (ed.), Yours for the Revolution. The Appeal to Reason,1895-1922, Lincoln & London, University of Nebraska, 1990.

    40 Para esta historiografa resulta fundamental la persistencia de ciertos ele-mentos del liberalismo y el republicanismo comunes a la denominada tra-dicin poltica norteamericana, como as tambin la hegemona de los valo-res de clase media segn los cuales el ocio y el consumo, ms que el trabajoy la poltica, representan el punto de llegada para la realizacin individualy social: Foner, op. cit., pp. 62-64.

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    Polticas de la Memoria n 14 | verano 2013/2014

    mentar agresivas estrategias de venta e incluso luchar contra lasindicalizacin de los trabajadores de su propia imprenta. Shoreanaliz entonces la promocin en el Appeal to Reason de avisosde patentes medicinales y de productos asociados a la buena viday al get-rich-quick, as como la formacin de un ejrcito de dece-nas de miles de vendedores que utilizaban atractivos sistemas depremios y descuentos para incrementar las suscripciones. Por otraparte, las pginas que Shore dedic al conflicto huelgustico ini-ciado por el casi centenar de empleados que trabajaban en eltemplo de la revolucin (edificio del peridico al que el autordedic un captulo propio, integrndolo as a la historia de lascasas del pueblo del socialismo de estos aos) fueron igual-mente iluminadoras de la colisin entre los principios fundacio-nales y las realidades cotidianas de la prctica poltica socialista.

    En el contexto latinoamericano, como ya se dijo, los estudiossobre cultura impresa y prensa peridica socialista entre fines delsiglo XIX y principios del XX no fueron muy frecuentes. Dentrode este panorama, pueden hallarse aproximaciones interesantesen los casos de Chile y Argentina, pases donde se realizaron losprimeros esfuerzos de recepcin local del marxismo.41

    Respecto a la prensa peridica socialista en Chile, la historiogra-fa ha prestado atencin a los emprendimientos de comienzos delsiglo XX vinculados a la figura de Luis Emilio Recabarren. Dos vasde entrada diferentes, aunque con puntos de arribo muy simila-res, pueden distinguirse en este sentido.

    Una de ellas se vincula con el estudio de la formacin del PartidoObrero Socialista de Chile y aparece expresada en los trabajosde Julio Pinto Vallejos.42 Desde su perspectiva, la especificidad deeste partido nacido en 1912 en la regin salitrera del norte deChile, fue su creatividad e inventiva en la forma de operar sobrelas condiciones subjetivas de existencia de los trabajadores. Segnsu anlisis, no fue en la accin de la esfera gremial o electoraldonde los militantes se jugaron el destino de la causa socialista,sino en la construccin de una cultura obrera ilustrada capazde modificar las prcticas y valores de unos sectores popularesconsiderados viciosos y corruptos. En este marco, la prensa peri-dica habra sido el eslabn ms visible en la red de agencias edu-cativas y propagandsticas del partido liderado por Recabarren.Segn Pinto Vallejos, El Despertar de los Trabajadores, rganodel partido, actu como punto de referencia de la labor de ele-vacin moral e intelectual de los trabajadores, pues brind suscolumnas a colaboraciones artsticas, cientficas o intelectuales,abri las puertas de sus instalaciones a las veladas, conferenciasy eventos teatrales y ofreci su imprenta a la edicin de todo tipode material de lectura. En su trabajo, de todos modos, no huboun examen sobre las formas especficas en que este peridico lle-v adelante estas funciones. Por otro lado, a pesar de analizar el

    proceso de formacin del Partido Obrero Socialista, su estudiodej la imagen de un uso instrumental del peridico por el par-tido, sin problematizar este vnculo.

    Otra va de entrada al estudio de los peridicos socialistas chile-nos provino del inters de algunos investigadores por el univer-so ms amplio del periodismo popular y sus transformacionesdurante la primera mitad del siglo XX. Trabajos como el de JorgeRojas Flores y, sobre todo, el de Guillermo Sunkel, colocaron latrayectoria de los peridicos socialistas en el contexto de emer-gencia y desarrollo de la prensa obrera entre fines del siglo XIXy las primeras tres dcadas del siglo XX. A su vez, indagaron enlas continuidades y rupturas entre el periodismo obrero y la pren-sa popular de masas de las dcadas siguientes.43 En el fondo desus preocupaciones se encontraba el xito masivo alcanzado amediados de siglo por algunos diarios de izquierda, como el comu-nista El Siglo y el socialista ltima Hora.

    Segn los autores, la prensa obrera se caracterizaba por su loca-lismo, variedad, pluralidad ideolgica y debilidad financiera. As,buena parte de los peridicos publicados por Recabarren a comien-zos de siglo, El Proletario, El Trabajo, La Vanguardia, La Reforma,El Grito Popular, entre otros entraban en esa descripcin. ElDespertar de los Trabajadores, en tanto, fue considerado porlos autores como un peridico bisagra, dado que conservaba ras-gos de la prensa obrera al tiempo que anticipaba algunas de lascaractersticas de los diarios de izquierda de las dcadas poste-riores. No slo porque tuvo una existencia ininterrumpida de variosaos, sino adems porque su condicin de rgano de un partidoque pretenda hegemonizar la direccin del movimiento popular,lo coloc en la necesidad de trascender la multiplicidad y el loca-lismo de la prensa obrera.

    No obstante, Sunkel plante que para establecer un contraste entrela prensa obrera del cambio de siglo y los diarios de izquierda demasas de las dcadas siguientes era necesario examinar el tipo dediscurso sobre lo popular tejido en sus pginas antes que indagaren las cuestiones organizativas o relativas a la vida material delperidico. En este sentido, coincidiendo con el enfoque de PintoVallejos, encontr que los primeros emprendimientos de prensaperidica socialista se explicaban a la luz del proyecto de ilustra-cin popular de matriz racional-iluminista de Luis EmilioRecabarren.44 Tipgrafo de profesin, este dirigente habra sidoquien defini con mayor nitidez la voluntad de elevacin del tra-bajador manual por medio de la lectura, ya presente en las prime-ras formas de organizacin del artesanado en el siglo XIX. Si bienesta intencin se hizo presente en los diarios masivos de la izquier-

    41 Lwy, op.cit., 2007, pp. 14-15.42 Julio Pinto Vallejos, El despertar del proletariado: El Partido Obrero

    Socialista y la construccin de la identidad obrera en Chile, en HispanicAmerican Historical Review, 86:4, noviembre 2006, pp. 707-745; Julio PintoVallejos, Socialismo y salitre. Recabarren, Tarapac y la formacin delPartido Obrero Socialista, en Historia, vol. 32, 1999, pp. 315-366.

    43 Jorge Rojas Flores, La prensa obrera chilena: el caso de La FederacinObrera y Justicia, 1921-1927, en Olga Ulianova, Manuel Loyola y Rolandolvarez (eds.), 1912-2012. El siglo de los comunistas chilenos, Santiago,IDEA/Universidad de Chile, 2012, pp. 23-79; Guillermo Sunkel, Razn ypasin en la prensa popular. Un estudio sobre cultura popular, culturade masas y cultura poltica, Santiago, ILET, 1985.

    44 En el mismo sentido apunt Jaime Massardo en su libro sobre Recabarren:Jaime Massardo, La formacin del imaginario poltico de Luis EmilioRecabarren. Contribucin al estudio de la cultura poltica de las clasessubalternas de la sociedad chilena, Santiago, LOM, 2008, pp. 19-20.

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    Polticas de la Memoria n 14 | verano 2013/2014

    da a mediados del siglo XX, Sunkel seal una ruptura importan-te en el tipo de relacin que ambos universos periodsticos man-tuvieron con la cultura popular. Mientras que la concepcin de laprensa de Recabarren conllevaba un fuerte rechazo a las formasculturales preexistentes, los diarios de izquierda de mediados desiglo establecieron relaciones de continuidad respecto a la cultu-ra popular; en ellos, el componente pedaggico y civilizatorio secontrapesaba con una matriz discursiva simblico-dramtica reco-gida del modelo de periodismo comercial sensacionalista.

    Respecto del caso argentino, la bibliografa disponible ha giradoen torno al rol que los peridicos fundados a fines del siglo XIXcumplieron en la tarea de difusin del marxismo y la organiza-cin poltica socialista. La literatura tradicional sobre la forma-cin del socialismo argentino haba referido a estas experiencias,abordndolas como reflejos de ideas y proyectos polticos perosin dedicarle una atencin especfica. Fue a partir de los aosochenta cuando el estudio de la prensa peridica socialista comoobjeto en s mismo concit el inters de algunos investigadores.Expresin de ello fueron las antologas de Vctor Garca Costa yRoberto Reinoso sobre El Obrero y La Vanguardia.45 Asimismo,debe mencionarse un artculo de Richard Walter, donde se ensa-y una primera caracterizacin de conjunto y en clave acadmi-ca de la experiencia del periodismo socialista del cambio de siglo.46

    El trabajo del historiador norteamericano tuvo el mrito no slode sealar la extensin e influencia que tuvieron los peridicossocialistas en la Argentina con respecto al resto de Amrica Latina,sino tambin de intentar un anlisis de su aporte particular a laintroduccin del marxismo y a la formacin del movimiento socia-lista en este pas. Reconstruy un sistema de prensa en el que peri-dicos, revistas y rganos locales se complementaban, al tiempoque consider los rasgos centrales de las publicaciones socialistasms representativas del perodo. En contraste con lecturas mili-tantes, insisti en establecer continuidades entre los distintosemprendimientos: identific en todos ellos un mismo prisma mar-xista y socialista de interpretacin de la realidad argentina, rele-gando a un segundo plano las diferencias o matices. La indagacinde Walter, de todos modos, no siempre logr trascender la mira-da tradicional que haba presentado a los peridicos como vehcu-los transparentes de ideas, posiciones polticas y representacionessociales. En su anlisis apenas tuvo en cuenta el rol poltico de losrganos periodsticos en el interior del movimiento y su impor-tancia estratgica en los debates en el campo socialista. Adems,ofreci informacin sobre los rasgos materiales y los dispositivosperiodsticos sin ponerlos en relacin con el modo en que se pre-sentaban, interpretaban y aplicaban las ideas marxistas.

    Trabajos elaborados en la ltima dcada han permitido avanzaren el conocimiento de las caractersticas de la prensa peridicasocialista en la Argentina. As, Ricardo Martnez Mazzola ha ofre-

    cido una interpretacin sobre el lugar de los peridicos en la orga-nizacin e identidad de los grupos socialistas de las dcadas de1890 y 1900.47 Profundizando y complejizando algunas de lascuestiones planteadas por Walter, reconstruy las principalescoyunturas en las cuales la prensa peridica actu como esce-nario y objeto de disputa en el interior del movimiento. En estesentido, dio a los peridicos un rol protagnico, logrando expli-car a travs de su anlisis rasgos centrales del proceso de for-macin del socialismo argentino.

    En su anlisis de los peridicos fundados en la primera mitad de ladcada del noventa El Obrero, El Socialista y La VanguardiaMartnez Mazzola dio cuenta de su papel como principal motordel proceso de fusin de clubes y agrupaciones socialistas que die-ron por resultado la fundacin del Partido Socialista en 1896. Paraello repuso las estrategias polticas defendidas por los redactoresde los peridicos, sus transformaciones y, sobre todo, la relacinentre sus conflictos internos y los debates que se producan enparalelo al movimiento socialista internacional. En relacin con ElObrero, por ejemplo, antes que ofrecer una imagen cristalizada yhomognea de esta experiencia, indag en las discusiones al inte-rior de su redaccin y en las disputas entabladas con el Vorwrtsy El Socialista. El examen de la dinmica de tensiones, divisionesy reagrupamientos de este universo periodstico le permiti ilumi-nar los distintos pliegues de un debate central en el proceso for-mativo del socialismo argentino: la oposicin entre quienes defen-dan la necesidad de priorizar la accin poltica, en sintona con loplanteado por la socialdemocracia alemana, y quienes insistan enapuntalar la accin gremial en el seno de la Federacin Obrera.

    Los primeros aos de La Vanguardia y su transformacin en dia-rio en 1905 fueron ledos desde una similar ptica poltico-inte-lectual. En el primer caso, el autor dio cuenta del firme compro-miso del peridico con el proceso institucionalizacin del socialismo,a pesar de sealar la existencia de tensiones entre el grupo redac-tor y el partido recientemente formado. En el segundo caso, ana-liz las disputas en torno a la modificacin del estilo periodsticode La Vanguardia, en un contexto ms amplio de transformaciny debate al interior del partido. All tuvo en cuenta el enfrenta-miento entre el ncleo dirigente cercano a Juan B. Justo, que pre-tenda dar al peridico un registro vinculado cada vez ms a lo infor-mativo y coyuntural acompaando as el ingreso del primerrepresentante socialista al Parlamento, y un sector de orientacinsindicalista, en cuya preferencia por un estilo periodstico domina-do por la discusin doctrinaria se poda ver un rechazo a la orien-tacin reformista y universalista de la dirigencia justista y una frreadefensa de la interpelacin obrerista del partido.

    45 Vctor Garca Costa, El Obrero: seleccin de textos, Buenos Aires, CEAL,1985; Roberto Reinoso, La Vanguardia: seleccin de textos (1894-1955),Buenos Aires, CEAL, 1985.

    46 Richard Walter, The Socialist Press in Turn-of-the-Century Argentina, enThe Americas, vol. 37, n 1, julio 1980, pp. 1-24.

    47 Ricardo Martnez Mazzola, Campeones del proletariado. El Obrero y loscomienzos del socialismo en la Argentina, en Polticas de la Memoria, n4, verano 2003/2004, pp. 91-110; Ricardo Martnez Mazzola, El papel dela prensa en la formacin del socialismo en la Argentina (1890-1912), enVII Congreso Nacional de Ciencia Poltica, Crdoba, SAAP-UniversidadCatlica de Crdoba, 2005; Ricardo Martnez Mazzola, El Partido Socialistaargentino y sus interpretaciones del radicalismo (1890-1930), TesisDoctoral, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, 2009.

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    En clave de historia intelectual y recepcin de las ideas, HoracioTarcus tambin abord las primeras experiencias periodsticas delsocialismo argentino de fines del siglo XIX.48 En el marco de suya mencionada preocupacin por la introduccin de las ideas deMarx en la Argentina centr su atencin en las figuras intelec-tuales que animaban estos peridicos y en el despliegue de pol-ticas de traduccin de literatura socialista y marxista. Asimismo,su indagacin no dej de lado otras dimensiones, como las carac-tersticas materiales de los peridicos y su rol como espacios desociabilidad poltica y cultural para las agrupaciones socialistas.

    En el trabajo de Tarcus, las experiencias del Vorwrts, El Obreroy La Vanguardia fueron comprendidas a la luz de la labor derecepcin y difusin de la obra de Marx realizada por GermnAv-Lallemant y Juan B. Justo. Como principales agentes de unaapropiacin crtica del marxismo en la Argentina a fines de sigloXIX, estas dos figuras fueron presentadas desarrollando una acti-va labor periodstica que se desplegaba en la redaccin de edi-toriales y artculos de fondo, en la promocin de traducciones deautores extranjeros y en la direccin poltica y editorial de losrganos socialistas. Con el propsito de dar densidad al anlisisde la configuracin doctrinaria del socialismo argentino a finesdel siglo XIX, seal continuidades y rupturas entre estas inter-venciones poltico-intelectuales. As, en discusin con interpre-taciones tradicionales que haban sealado un corte tajante entrela ortodoxia de Lallemant y el revisionismo de Justo, inscribia ambos intelectuales dentro de un socialismo cientificista y evo-lucionista que vea en Marx a un economista antes que a un revo-lucionario. No obstante, para Tarcus, los intensos debates sobreestrategia poltica desplegados en los primeros aos de LaVanguardia, enriquecidos por una sistemtica poltica de traduc-cin de autores de la socialdemocracia europea, evidenciaban unapredisposicin de Justo a reflexionar sobre la transposicin delpensamiento de Marx al plano de la accin poltica, mientras queLallemant se colocaba en el debate intelectual del socialismo fini-secular con el ropaje de un sabio decimonnico, alejado de losproblemas de la construccin poltica.

    Aunque Tarcus focaliz su atencin en la dimensin poltica y doc-trinaria de los peridicos, su indagacin no se restringi al anli-sis de los editoriales y los artculos de fondo. Por el contrario, susargumentos se enriquecieron al incorporar el examen de los espa-cios perifricos del peridico, como los avisos y publicidades dela ltima pgina. As, por ejemplo, el anlisis de los avisos delVorwrts, donde predominaban los anuncios de las actividadessociales, culturales y comerciales de los emigrados alemanes, fuecentral en su planteo en torno a la existencia de una tensin cons-titutiva entre el compromiso del peridico con la comunidad dealemanes de izquierda que representaba y su voluntad por darcuenta de la situacin social y poltica de la Argentina desde la

    perspectiva socialista, propiciando incluso la naturalizacin de losextranjeros.49 Del mismo modo, el autor ilumin los intensos vn-culos de La Vanguardia con la prensa socialista internacional apartir del rastreo de los anuncios de libreros y agentes de sus-cripcin de peridicos y folletos extranjeros.50

    Conclusiones

    Segn lo examinado en las pginas precedentes, en la literaturadedicada al estudio de la prensa socialista en tiempos de laSegunda Internacional pudieron distinguirse cinco problemticasorientadoras: la difusin del marxismo, la institucionalizacin delmovimiento socialista, la construccin de la identidad de las cla-ses populares, los perfiles del publicista socialista y la relacindel socialismo con la cultura de masas. Estas claves de lectura,lejos de ser excluyentes, se combinaron de forma diversa segnel universo de impresos abordado.

    En el caso de los libros y folletos, predomin la interrogacinsobre la labor de difusin doctrinaria realizada por los editores,traductores y divulgadores de literatura marxista. Favoreci estamirada el peso de la bibliografa sobre circulacin internacionaldel marxismo, ejemplificada por los estudios de Hobsbawm,Andreucci y Tarcus. Utilizando una concepcin amplia y hetero-gnea del intelectual socialista, estos trabajos centraron su mira-da en la contribucin que estos agentes de difusin y apropiacinde la gran teora hicieron al proceso de configuracin doctrina-ria del movimiento socialista internacional.

    Aunque con menor intensidad, la literatura sobre libros y folle-tos busc dar cuenta del grado de eficacia que tuvieron los socia-listas a la hora de construir la identidad de las clases popularesa travs de la difusin de la prctica de la lectura. Si bien estapreocupacin fue planteada en parte por los estudios sobre cir-culacin internacional del marxismo, la pregunta por los alcan-ces y lmites del proyecto de educacin popular del socialismotuvo un mayor desarrollo en abordajes con mayor sensibilidadpor la historia sociocultural, como el ensayado por Martinek.

    Finalmente, la edicin de libros y folletos fue puesta en vincula-cin con el proceso de institucionalizacin del socialismo, en la

    48 Horacio Tarcus, op. cit., 2007; Horacio Tarcus, Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en ladcada de 1890, en Polticas de la Memoria, n 4, verano 2003/2004, pp.71-90; Horacio Tarcus, Entre Lasalle y Marx. Los exiliados alemanes en laArgentina de 1890 y la recepcin del socialismo europeo, en Polticas dela Memoria, n 5, verano 2004/2005, pp. 105-116.

    49 Algunas menciones a la fisonoma material del Vorwrts, como las carac-tersticas de su sistema de secciones, pueden hallarse en: Jessica Zeller,Entre la tradicin y la innovacin. La experiencia del Vorwrts en BuenosAires, en Polticas de la Memoria, n 5, verano 2004/2005, pp. 117-122; yen Sandra Carreras, Horacio Tarcus y Jessica Zeller (eds.), Los socialistasalemanes y la formacin del movimiento obrero argentino. Antologa delVorwrts, 1886-1901, Buenos Aires, IAI/CeDInCI, 2008.

    50 Referencias a los rasgos materiales de La Vanguardia y a los anuncios publi-citarios en particular, pueden hallarse en: Ricardo Martnez Mazzola, Guerraal alcohol! Las campaas antialcohlicas de socialistas y anarquistas aprincipios de siglo, Tesis de Maestra, Universidad de Buenos Aires, Facultadde Ciencias Sociales, 2000. En el mismo sentido, pero con mayor atencina un perodo posterior: Marcela Gen y Juan Buonuome, Consumidoresvirtuosos. Las imgenes publicitarias en el discurso grfico de La Vanguardia(1913-1930), en Laura Malosetti Costa y Marcela Gen (comps.), Atrapadospor la imagen. Arte y poltica en la cultura impresa argentina, BuenosAires, Edhasa, 2013, pp. 137-164.

  • 149Izquierdas, prensa y edicin

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    medida en que se problematiz la dinmica tejida entre losemprendimientos editoriales y las estructuras partidarias. En estesentido, la cuestin que subtendi fue la de los alcances y loslmites del propsito de los partidos socialdemcratas por cen-tralizar las funciones de propaganda en la bsqueda por cons-truir hegemona dentro del movimiento obrero y socialista.

    La dimensin organizativa tuvo un rol mucho ms destacado enel caso de los trabajos sobre peridicos. No es de extraar queesto haya sido as. Durante la Segunda Internacional el impulsoa la institucionalizacin del socialismo en cada pas a partir de lacreacin de un partido fuerte de alcance nacional encontr en elperidico una herramienta insustituible capaz de facilitar la con-duccin y coordinacin centralizada de las tareas de agitacin ypropaganda.51 La funcin estratgica de la labor periodstica enel seno del movimiento, entrevista por los principales lderessocialistas, se constituy en uno de los ejes problemticos ana-lizados por los estudios sobre prensa peridica. Los trabajos deRebrioux y Courban para el caso francs y de Martnez Mazzolapara el caso argentino, son ilustrativos al respecto.

    Los peridicos tambin fueron analizados en relacin con su capa-cidad para difundir doctrina y educar a los trabajadores a travsde la lectura. Para ello se busc reconstruir los perfiles de unperiodismo militante que buscaba convertir a la teora marxistay socialista en una herramienta de construccin identitaria.Mientras algunos dedicaron mayor atencin a la labor de ilus-tracin popular, como los mencionados estudios sobre el socia-lismo chileno, otros fueron ms sensibles a la dimensin doctri-naria, como el trabajo de Tarcus sobre el socialismo argentino.En tanto, el anlisis de Shore sobre el socialismo estadouniden-se pareci articular en forma equilibrada ambas dimensiones.

    Los estudios sobre prensa peridica incorporaron algunos inte-rrogantes que no estaban presentes en la literatura sobre edicinde libros y folletos. Uno de ellos gir en torno a la posibilidadque, en determinadas circunstancias, brind el periodismo a lospublicistas del socialismo de intervenir en el debate pblico. Comomostraron los trabajos sobre Jaurs en Francia, editar un peri-dico y mantener una actividad regular de redaccin en la prensaperidica permita no slo construir un liderazgo dentro del movi-miento socialista, sino tambin mantener una plataforma desdedonde entablar o por lo menos intentar un dilogo polmico conotros actores del mundo poltico y cultural.

    Adems, en los trabajos sobre prensa peridica emergi una pre-ocupacin referida a los vnculos del socialismo con la cultura demasas. Estudios como los de Shore sobre Estados Unidos yAmbroise-Rendu sobre Francia, reconocieron esta relacin en ladifcil adaptacin de los rganos socialistas a las lgicas de orga-nizacin comercial del periodismo, as como en el impacto que

    ella gener en las formas de construir un pblico lector. Estostrabajos indagaron en la presin que la industria periodstica ejer-ca sobre el funcionamiento interno de los rganos socialistas,sobre todo, en sus formas de financiamiento, su nivel tecnolgi-co y su organizacin legal. Asimismo, exploraron en las transfor-maciones que sufran ciertos gneros y usos del lenguaje crni-ca policial, avisos comerciales, sensacionalismo cuando eranincluidos en la trama discursiva del socialismo.

    Al examinar la intervencin de los publicistas socialistas en el deba-te pblico y los vnculos del socialismo con la cultura de masas, losestudios sobre prensa peridica pensaron a la propaganda socialis-ta en relacin con lgicas y actores ajenos al mundo obrero y mili-tante. En este sentido, abrieron una brecha en el esquema inter-pretativo legado por Guenther Roth para el caso alemn en los aosdel Imperio, centrado en las ideas de una cultura obrera y unasubcultura marxista aisladas del resto de la sociedad. Esta inno-vacin puede ser considerada como un estmulo para el estudio dela cultura impresa del socialismo en un contexto como el argenti-no donde el firme avance en el conocimiento sobre la funcin doc-trinaria y organizativa de la prensa no se ha complementado ancon un anlogo esfuerzo por dar cuenta de otras aristas funda-mentales de la experiencia socialista en el terreno de lo impreso.

    Resumen: Este artculo se propone discutir contribuciones aca-dmicas recientes dedicadas al estudio de lo impresoen el derrotero del movimiento socialista durante losaos de la Segunda Internacional. Antes que un estadode la cuestin exhaustivo, el presente texto aborda unaseleccin de trabajos relevantes sobre el rol de loslibros, folletos y peridicos en la cultura poltica de lossocialistas en Francia, Estados Unidos, Chile y Argentina.Palabras claveSocialismo; Cultura impresa; Segunda Internacional

    AbstractThis paper aims to discuss recent academic contribu-tions devoted to the study of print in the course ofthe socialist movement during the years of the SecondInternational. Instead of a comprehensive state of theart, this paper tackles a selection of relevant investi-gations on the role of books, brochures and periodi-cals in the political culture of socialists in France, UnitedStates, Chile and Argentina.KeywordsSocialism; Print culture; Second International

    51 Es conocida, en este sentido, la insistencia de Lenin a comienzos de siglopor ver en el peridico no slo un difusor de ideas y un educador poltico,sino tambin un organizador colectivo. Vladimir I. Lenin, Obras escogi-das, Tomo 1, Mosc, Progreso, 1973, p. 197.