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1 Jorge Aravena Llanca JOSÉ MIGUEL CARRERA 1811-1821 Novela histórica © Colección: Palabra e Imagen

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Jorge Aravena Llanca

JOSÉ MIGUEL CARRERA

1811-1821

Novela histórica

© Colección: Palabra e Imagen

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JOSÉ MIGUEL CARRERA 1811-1821 Novela histórica Jorge Aravena Llanca © De la Colección: Palabra e Imagen Biblioteca Histórica Primero edición: abril, 2015 Composición y diseño portada: Antonia Aravena ßorgelt © Derechos reservados Registro de Propiedad Intelectual Nº … ISBN: … Berlín, Alemania, abril 2015 Editor responsable Jorge Aravena Llanca TaunusStrasse 15. 12161. Berlín. Alemania Tel: 0049 030 822 1953 E.Mail: [email protected]

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DEDICATORIA

Después de tantos años cavilando

en la soledad del exilio que nos ha tocado enfrentar,

pero con el ánimo puesto en la historia de la patria, es un deber dedicar este

esfuerzo novelado de una parte

de la historia de Chile, a quienes han sido testigos

de tantos afanes. Con agradecimientos

a mi esposa Christiane Borgelt, a mi hija alemana Antonia Aravena Llanca-Borgelt

y a mis primeras referencias a la tierra que me vio nacer

Cristina y Javiera. Por siempre para todas ellas.

El autor.

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INDICE Capítulo 1. Final como inicio del círculo 9 Capítulo 2. Genealogía 35 Capítulo 3. 1785 73 Capítulo 4. La personalidad 85 Capítulo 5. Educación y justicia 105 Capítulo 6. Guillermo Feliu Cruz. Los Procesos judiciales y Políticos instaurados a los Hermanos Carrera 129 Capítulo 7. Secretismos 161 Capítulo 8. La Patria vieja 193 Capítulo 9. Asesinatos en el pueblo El Salto 225 Capítulo 10. Muero por la libertad de mi Patria 239

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Capítulo 1

Final como cierre del círculo

4 de septiembre de 1821. Ciudad de Mendoza, Argentina. Después de fusilarlo con disparos de cuatro Charleville, con balas de grueso calibre que silbando, dos le dieron en la cara destrozándola completamente, y dos, abriéndole el pecho sin un suspiro de agonía a una velocidad que pasó desapercibida. Como estaba programado por ese tipo de estruendo, todas las aves de la iglesia volaron lejos del campanario a un incierto ramaje. De inmediato, frente al cuerpo derribado, inerte y ensangrentado, empezó la fiesta; desfilaron las tropas mendocinas al compás de flautas, tambores y bombos; detrás, la mitad del pueblo, desde la plaza miraba con alegría. Algunos bailaban. El resto silencioso y absorto. Luego, el cuerpo fue arrastrado de las piernas y llevado a la cárcel de Mendoza, que estaba al lado del muro del banquillo de los condenados, y lo tiraron sobre el piso en el interior de un cuarto a media oscuridad. Con desidia dejaron que, libremente, se desangrara por completo y lo subieron sobre unas rústicas tablas que hacían de mesa y, en controlados minutos, cuando ya el cuerpo estaba seco de sangre. De inmediato, el hijo del notario de la ciudad, el negro Gregorio Barcala, que era Mayor de Plaza del ejército mendocino y, el que dio la orden de fuego al pelotón de fusilamiento, fue señalado, por su habilidad, para realizar el troceo final. Empezó su labor con absoluta indiferencia. Hizo memoria de la orden encomendada, de su deber de cumplir como subordinado e inició su trabajo con una mueca de obligado sacrificio racial. Puso el cuerpo del ajusticiado boca arriba y le acomodó los brazos algo alejados del cuerpo. Se arremangó las mangas de la chaqueta militar. Se escupió la palma de las manos y con un hacha de

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largo mango, de esas que cortan árboles, con un certero golpe a nivel de la muñeca, de un solo tajo, le cortó al cadáver del fusilado, la mano derecha. Después, con otro golpe muy bien calculado, le dio un hachazo adentro del hombro, debió de repetirlo dos veces hasta que el brazo sin la mano se separó del tronco y lo arrojó, con parte de la manga de la camisa ensangrentada, dentro de una cesta preparada para contenerlo. Con la mano izquierda, como un experto, palpó el hombro derecho entre éste y la parte superior del brazo y, en un solo intento dejó libre el segundo miembro del cuerpo que ya no sangraba, destilando, tan solo, una mezcla acuosa de sangre de olvidada circulación. De inmediato tiró en la cesta, así como con desgano, el trozo cortado. Miró la cabeza del cuerpo mutilado calculando mentalmente su peso. Le miró los inútiles ojos. Le raspó con los dedos, como una caricia de despedida, la crecida barba empastada de sangre coagulada. Le palpó el cuello con la mano derecha y, con el dedo pulgar, le apretó la nuez de Adán. Levantó, un poco para arriba, la cabeza desde la nuca y la hizo girar hacia la izquierda. La puso de perfil y, llamando a los soldados de la tropa que esperaban afuera, les ordenó permanecer en la puerta. Tomando de un cajón mugriento un cuchillo carnicero, de esos que usan los gauchos para cortar, en la parrilla, trozos asados de algún animal, el africano Barcala, con una añeja venganza racial, con toda su fuerza y destreza, inició el afilamiento del acero en una piedra preparada para ello, mostrando a las claras que más de una vez había realizado la misma faena. Probó el filo en la uña del pulgar. A la mano que manejaba el cuchillo le dio un movimiento envolvente del lado naciente del sol hacia el poniente, y el cuchillo, como cruzando toda la Cordillera de los Andes, se hundió filoso, sin obstáculos ni oposición sobre la yugular del fusilado. El metal, con velocidad y fuerza y, de una sola vez, ¡prodigio! separó la cabeza dejando intacta, y a la vista, la primera vertebra, aquella llamada treinta y tres. Arrojó la cabeza, con los ojos asombrados y la boca abierta en la expresión de una palabra sin sonido, en el tiesto allí preparado para transportarlo. Cuando llevó a cabo la faena ordenó, tragando

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saliva, a los soldados que pusieran el tronco despedazado en una aspillera raída, de esas que fueron saco de papas, y lo llevaran a la fosa común que estaba en el cementerio de la antigua Iglesia, al lado de la cárcel. Y, el resto en la cesta de mimbre, lo cargaran a la oficina del gobernador de Mendoza. Barcala, de inmediato, se sonó las narices con el revés de la mano y, dando terminada su faena, casi con dolor sintió un agudo apetito y se secó el sudor de la frente con un pañuelo color punzó. Godoy Cruz Los guardias entraron al consistorio donde estaba Godoy Cruz, el Gobernador de Mendoza, jefe provincial de la ciudad fronteriza con Chile, y le mostraron el contenido del cubículo. El jefe mendocino, alborotado al ver los restos sanguinolentos de inmediato ordenó: –la cabeza sobre una pica arriba en el arco de la torre del cabildo del edificio de la Gobernación. Que ahí esté, también uno de los brazos, el izquierdo, para ser llevado después, en justicia, a otro lugar –bien estaría en una pica en la Plaza de San Juan. –La cabeza durante tres días expuesta para que coman los buitres, cuervos y caranchos, que todos puedan verla y no haya dudas de que nos libramos de este bandido traidor. Una mano al Gobernador de la provincia de Córdova y, ¡rapidito! para que se enteren que hemos quedado libres de este forajido aventurero. El brazo enterito, después que lo bajen, sea puesto en un poste en un gancho en el cruce de caminos antes de la entrada a la ciudad, para que lo coman todas las aves de nuestro santo cielo y sepan, los que pasan por ahí y entran a la ciudad, que ese es el castigo para los traidores. El otro miembro sin la mano, el Gobernador lo envió con un par de soldados al pueblo de “El Salto”, donde el ajusticiado, unos meses antes había penetrado a matar, violar y robar a los que allí vivían, con un malón de indios ranqueles y mapuches, ferocidad cuya memoria iba a perdurar, sin duda, por siempre en la historia Argentina. Afuera, entre tanto, los encargados del cuerpo mutilado lo arrastraron en las mismas aspilleras bajo el seco sol de Mendoza.

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Los soldados debieron caminar, abrirse, a los gritos espacio entre la gente consternada y los que bailando aun permanecían en la plaza después del fusilamiento. Era un mediodía de franca realización mendocina: caluroso y húmedo. La fosa común En el cementerio de la Iglesia de la Caridad, frente a la fosa común, un soldado levantó la ennegrecida tapa de madera: de inmediato, saltó la oculta, gruesa e insultante hediondez de los nombres de la grasa humana de tantos cuerpos putrefactos. Entre los cuatro soldados encargados del transporte, asqueados, conteniendo la respiración, levantaron el resto del cuerpo y, a media altura lo tiraron dentro de la vieja fosa común, utilizada por años desde la misma edificación de la Iglesia que llevaba ya doscientos de ser erigida; ahí mismo donde tres años antes, habían sido arrojados los cuerpos de dos soldados chilenos que fueron fusilados en los mismos banquillos del muro de ajusticiamiento. Todos los cuerpos, a medio mostrar jirones como algo que tuvo vida, hervían de gusanos de chillonas murmuraciones de que antes habían sido humanos; entre un sinnúmero de huesos y calaveras compartían un hacinamiento perpetuo de huesos que serían, en un futuro no lejano, definitivamente, solo cenizas. Dentro de la espesa hediondez de esa fosa se tiraban todos los cuerpos de los muertos encontrados en la ciudad: los vagabundos sin hogar para su extraño y eterno descanso; los de refriegas de borrachos en los folklóricos boliches; de todos los asombrados soldados muertos en las contiendas que nadie reclamaba para una cristiana sepultura; los cuerpos de los burros, caballos y perros y otras bestias que quedaban tiradas en las calles de la ciudad. Lo único real en esa fosa era el silencio común y lo irreconocible de los despojos. Luego, otros soldados, tiraron los dos cuerpos restantes de los compañeros fusilados ese mismo día y a la misma hora, pues fueron tres chilenos que los sedientos mendocinos aniquilaron para siempre. Mientras tanto, en su oficina el gobernador, de inmediato, preparó pluma y papel, para una serie de relatos escritos y cartas que

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fue enviando con diversos destinos y personajes, dando cuenta de su principal participación en el logro de la victoria aclamada por toda la población mendocina. Tres días de calor y buitres A los tres días de permanecer el brazo y la cabeza del ajusticiado, en el techo de la Gobernación, fue retirado el brazo y llevado a un cruce de caminos; la cabeza sacada de la pica y puesta en una caja envuelta en un trapo verde y cerrada con llave. El Gobernador se la entregó a un desganado sargento, de indecisa confianza y, acompañado de un cabo de caballería, fue enviado a Chile. –Y, muy rápido sargento, que esa cabeza, con tanto picoteo y el sol que recibió pronto va a convertirse en charqui. Antes que se descomponga o se seque, debe estar en Chile en manos del General O´Higgins para que la reconozca. Cuando crucen la cordillera, aun en el lado nuestro, pónganle mucha sal gruesa y unos trocitos de hielo para que se conserve al frío. ¡Sumo secreto en esta operación! ¡Va su vida! ¡Muchos saludos al General O´Higgins! ¡Y en su mejor y más rápido caballo sargento, ahora mismo, corran, que la cordillera es fácil de cruzar con buen tiempo!

Canaán, 957 años antes de Cristo.

Asesinato de Hiram Abiff

(Tomado del Libro primero de los Reyes. 7,13-14) Cuarto año del reinado de Salomón, hijo de David, fecha en torno a 957 a.C., en el calendario hebreo que comienza con la Génesis del mundo, que aconteció, según la tradición judía, el día domingo 7 de octubre del año 3760 a.C.; fecha equivalente al 1 del mes de Tishrei. De esta manera, el año gregoriano de 2015 equivale al año hebreo de 5775, (que comenzó al atardecer del 16 de septiembre del 2014 y finalizará el 4 de septiembre de 2015).

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Todo el día y la noche anterior, cuando planeaban la conjura para exigir que Hiram Abiff les entregara sus secretos, doce de los quince Compañeros de Oficio, renunciaron, uno a uno, a sus execrables propósitos, aunque los tres restantes prosiguieron resueltos a enfrentar a su Gran Maestro. Uno se llamaba uno Jubela, el segundo Jubelo y el tercer criminal Jubelum. Estos tres Compañeros de Oficio se apostaron a las puertas del este, al sur y al oeste del templo de Salomón, mientras, el piadoso Maestro Hiram Abiff se hallaba adentro rezando al Altísimo. Jubela, uno de los rufianes más violento, cuando el Maestro intentó salir del templo por la puerta del sur, le salió al paso exigiéndole que le revelará los secretos de Maestro Masón y amenazó con asesinarlo si no le daba la información. Hiram contestó que solo tres personas conocían esos secretos y, que no podía revelarlos sin el consentimiento de las otras dos. El Maestro infundió ánimos al Compañero de Oficio y le sugirió que, con el paso del tiempo y gracias a su propia evolución personal, podría hacerse legítimamente con esos secretos. Sin embargo él no los podía revelar antes de que transcurriera ese tiempo debido a la “sagrada obligación” implícita en su cargo aunque ello significara su propia muerte. El codicioso Compañero de Oficio, le asestó un golpe en la frente que le alcanzó la sien derecha. El golpe hizo caer a Hiram sobre su rodilla izquierda pero logró ponerse en pié y, tambaleándose, intentó salir del templo por la puerta del oeste. Jubelo, estaba ahí esperándolo. Allí el maestro se topó con este segundo rufián, que le exigió lo mismo que el primero. Una vez más, Hiram se negó a revelar los secretos de Maestro Masón, y el hombre le asestó un golpe con un nivel en la sien izquierda que, esta vez, lo hizo caer sobre la rodilla derecha. Herido y sangrante, el Gran Maestro intentó salir por la puerta del este del templo. Jubelum, el tercero de los traidores, se encontró con el Maestro y repitió las exigencias de sus cómplices. Hiram permaneció firme en su decisión de cumplir con la obligación de no revelar los secretos masónicos que le habían sido confiados y declinó contestar. Entonces, el Compañero de Oficio le golpeó, con saña, en medio de

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la frente con un pesado mazo de piedra que lo mató al instante. El cuerpo del Gran Maestro quedó tendido en el suelo del templo. Consecuencias del asesinato de Hiram Abiff. Tras el asesinato de Hiram los trabajadores del templo se dieron cuenta que faltaban tres Compañeros. Uno de los que había conspirado inicialmente delató la conjura contra Hiram a Salomón, que ordenó la búsqueda inmediata del Gran Maestro. Los hombres se repartieron en tres logias y salieron en busca de Hiram. Uno de ellos hizo un descubrimiento cuando se recostó en un arbusto a descansar y removió a su lado al notar que la tierra en que crecía estaba suelta. Allí descubrieron el cadáver de Hiram. Clavaron una rama de acacia junto al lugar, porque la acacia, en el Medio Oriente, guarda relación con temas del renacimiento y el rebrote dado indica que es una planta perenne. Una de las logias de los Compañeros de Oficio que buscaban por el oeste, se topó con los tres asesinos en Joppa. Jubela, se lamentaba con que prefería que lo degollasen y le arrancasen la lengua de raíz, y la enterrasen en la arena cerca de la costa donde la marea subía dos veces al día. Jubelo, gritaba que prefería que le arrancasen el corazón del pecho y se lo dieran a los buitres. Jubelum, declaró que preferiría que le cortasen el cuerpo en dos partes y, una vez separadas, las llevasen al norte y al sur, y que sus intestinos ardieran hasta convertirse en cenizas y fuesen lanzados a los cuatro vientos. Los compañero que los buscaban escucharon esos lamentos. Los hicieron prisioneros y confesaron su delito ante el rey Salomón. El castigo por su crimen fue sentenciarlos a las espeluznantes muertes que habían anhelado. En la tradición masónica, los tres homicidas responden al nombre de los Jues. Durante la ceremonia de representación de este relato, aun en la actualidad, se dice que el iniciado se eleva al grado sublime de Maestro Masón. Asimismo, en el transcurso del ritual, los compañeros masones levantan al candidato del suelo, asistiendo con guantes blancos y mandiles blancos a modo de recuerdo o como símbolo de su inocencia.

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En la tradición judía, del pasado y actual, existe la creencia que si el cuerpo muerto no ha sido enterrado entero, no puede presentarse ante el Divino Supremo. Y el repartir sus restos imposibilita, a los traidores, de proseguir su vida en el más allá donde está pronosticado que solo los que han vivido en la leyes dictadas por los santos, ellos compadecerán y vivirán eternamente. Los ejecutados, en este mundo, por traiciones y faltas irreparables serán recordados en la oscuridad eterna: destino de los traidores con apetitos de humanas falsedades y de imposibles reconocimientos. En todo caso, cuando ha existido en la historia alguna muerte semejante, los hechos siguen siendo desconocidos, pierden veracidad. No son divulgados todos los detalles por razones obvias. La importancia de este relato está en la prominencia de los personajes que lo sustentan, el rey Salomón considerado el más sabio entre los hombres de la antigüedad, uno de los judíos creadores y promotor de la masonería, el rey de Tiro, y el arquitecto Hiram Abiff, cuyos secretos aun no han sido descubiertos, considerado el mayor constructor del templo de Salomón, el más bello de los edificados en el Medio Oriente en épocas en que el reino de Judea estaba en su pleno apogeo. Argentinos de visita en Chile en la época en que vivimos Eran tres hombres altos y espigados, bien parecidos, con trajes de estilado corte portando gruesos maletines, –están llenos de papeles de Jorge–, –dijo Luis, con su voz ronca y ceremonial, mirando, con sus ojos azulados, fijamente a Leonel–. No te extrañés, che, sé que son otros diferentes a los tuyos. –¿Cuánto tiempo debemos esperar al amigo chileno que tenía Jorge en Santiago? –respondió Leonel. Tenemos buen tiempo, es primavera pero llueve y llueve, y mucha sed de vino chileno ¡qué más deseamos? –Ya vendrá. Juntos estaremos, al fin, cumpliendo con el último mandato de nuestro compañero, que nos encargó en forma terminante, juntar todos estos documentos que nosotros portamos con los de su amigo chileno, así querido Máximo, –y se dirigía a quien era el tercero del grupo, el más alto, serio y garboso.

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– Leonel, era el más viejo de los tres amigos, pues Máximo Adano, el tercero del grupo, no representaba más de 35 años, y Luis andaba en los 50. –¿Podremos saber –respondió Leonel, con enfadada curiosidad–, por qué Jorge terminó, después de tantas alabanzas al lugar de su nacimiento, maldiciendo su nacionalidad chilena y, el declarado absurdo viaje y radicación, de haberse venido a vivir a Chile en busca de su nacionalidad, que en Buenos Aires creía haberla perdido? Para nosotros, sus amigos compañeros de estudios por tantos años, resultó, su decisión algo incomprensible. En cierta forma nos quedamos solos. Sin él faltaba siempre una guitarra. Yo eché de menos las fotos que tomaba y sus historias sobre las dos nacionalidades, chilena–argentina, en las cuales se sentía, vocacionalmente, compartiendo. El regreso –Recuerdo –dijo Luis carraspeando fuerte como era su costumbre–, que cuando con Jorge, estábamos en el tercer año del secundario nocturno terminó esas canciones, como un homenaje histórico a José Miguel Carrera, no podía soportar que no se conocieran en la patria donde había nacido. Como que tenía que desarrollar su talento en liberar a su país de canciones inocuas, banales y darle contenido a la música y al canto, argumentado, con la historia de Chile cantada, el verdadero valor de canciones constructivas. Él sabía muy bien que era la primera vez que se hacía una obra histórica-musical en Chile. En cambio en la Argentina fueron muchos los poetas y músicos que le cantaron a las glorias y fracasos de nuestro próceres. Pensaba que esto podría tener importancia y comenzar, en Chile, una carrera artística como cantante y guitarrista, sobre todo, como compositor, para lo cual tenía gran talento. El fracaso no fue por sus canciones, y por el tema, sino por la conducta, la relación que tuvo con los chilenos, por la acogida que le dieron. Eso vino después. No comprendió que cuando llegó a Chile no era el momento de resolver, cantando, problemas históricos, sino

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la marcha política que se avecindaba con la llegada al poder de la Unidad Popular, la izquierda en plena fama de Cuba y Fidel Castro. De alguna manera, creo que cuando comenzó a componer esas canciones, se creyó providencial, testigo y encomendado divino. El encargado de darle soluciones a su patria, algo así como cuando Carrera, estando en España, imaginó que a su regreso a Chile, sería un personaje, tipo Napoleón, en la historia de su país. Jorge pensó que él sería lo mismo en la música. Se había identificado, con fanatismo, con el personaje de sus canciones. El narcisismo, muy notable en la historia de Carrera, siempre lo vi en Jorge, como algo incipiente, en crecimiento. Tendía esa conducta a saber que su retorno desde Buenos Aires a Santiago, era casi igual al de Carrera, pero en otro orden de manifestación. Basta leer como claman los textos de esas tonadas y comprender como se identifica con el personaje del cual fue cambiando, con el tiempo, después de leer tantos libros, de manera de pensar y, sobre todo, del país que a ambos los vio nacer. La canción inicial de su obra dice, como si fuera él que viene, identificándose con Carrera, llegando a Chile como una tormentosa luz de altitud sur: “Viene el Sargento Mayor de Húsares / con el primer grito de Libertad. / Huracanado en las aguas del mar / se encrespa el fruto maduro en su afán. / En el puerto el sol en su frente se anidó”. Jorge llegó de regreso a Chile, no por mar, como Carrera, sino en el trasandino, el tren que cruzaba la cordillera. Pero sentía que tenía pecho de marfil airoso y que iba abrir la historia y, que aun era la alborada de Chile y cantando daría paso al meridiano primaveral. Todo vano, como pudimos comprobar con el paso del tiempo. Nuestro amigo bastante ingenuo, por lo demás. En cierta manera con su canto irrumpió en Chile como creador, el primero con textos históricos, como lo valoró don Eulogio Rojas Mery y don Eleazar Vergara, sostenedores de un grupo de patriotas chilenos que enaltecían la figura de Carrera, que apoyaron a Jorge, al inicio, con absoluta confianza. Pero nuestro amigo, no comprendió que la oligarquía chilena nunca daría paso a un morenito, como era él, menos con un supuesto apellido mapuche. Le faltó prudencia y conocimiento del telar histórico de las familias aristocráticas chilenas; sus componendas y

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asociaciones comerciales; su proveniencia desde los primeros días de la conquista en 1545 por Valdivia y los que vinieron tras él, de ser los dueños absolutos, incluso por designio de Dios, de todo el Continente americano que desde hace 500 años lo están defendiendo como propiedad privada. De las mismas riquezas mineras, en todo orden de condiciones, que le quitaron a España en 1810, esas mismas familias llamadas por el mismo Carrera como “de los ochocientos”, que han permanecidos siendo propietarios de todo el país, por todos los tiempos transcurridos desde la Independencia hasta nuestros días. El país les pertenece; es de su propiedad privada; la Constitución los protege y los reafirma. Este problema de sustitución, tanto emocional como psicológica, bien lo podés afirmar y analizar mejor vos Leonel que sos psiquiatra. Le ocurrió a Jorge, como a todos los emigrantes, a sus hijos y sus nietos, que no se sienten del lugar donde nacieron, sino que su destino debería ser el lugar de sus antepasados, sobre todo si vinieron de Europa a un territorio que aun es de indios. Emigrantes argentinos –Lo mismo que ocurrió en nuestro país Berisso, –dijo de golpe Etcheñique, que era el apellido vasco de Leonel. –Todas sus discrepancias –prosiguió a viva voz Berisso comentando–, para Jorge comenzaron después del Golpe Militar de 1973, donde, el mismo confidencia que, pudo observar en profundidad, el accionar de la clase aristocrática de la derecha chilena, a la que pertenecía, en sus tiempos Carrera, que pese a tener, en la época de la Independencia muchos enemigos, todos los que vivían en la Colonia, y en ella, muchas familias, se escudaban en la aristocracia destinada a darle la libertad a Chile. Esas familias se cambiaron de bando después de su fusilamiento y se unieron al grupo carrerino, para protegerse de los argentinos. Nosotros los argentinos somos los culpables de ese fusilamiento que llamaban crimen. Estar contra Argentina, en lo económico y en las credenciales masónicas de las directivas de Buenos Aires, que mandaban en Chile, era una obligación de la elite chilena, porque los argentinos, obedientes de la masonería inglesa, querían que Chile fuera parte de ellos.

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Los chilenos unidos en una sola aristocracia, comenzaron a luchar con los mismos principios de ayuda mutua de las logias a las que pertenecían, como bien lo dice en uno de estos documentos:

“que las huellas y el ejemplo de Carrera desde su posición social y riqueza material están, en la actualidad, unidos todos los apellidos aristocráticos chilenos, en una red de intereses que los unen en la historia a su riqueza. Que nada a cambiado. Esa misma oligarquía chilena, protegiendo sus caudales, el manejo absoluto de la nación; sus fundos, sus pertenencias económicas y la creación de estamentos comerciales que ahora, están en las manos –protegidas por las fuerzas Militares y la Iglesia Católica–, de la derecha conservadora y la llamada liberal, que poseen las fortunas más grandes de toda Latinoamérica; riquezas que están en poder tan solo de unas 10 familias de Chile, donde se sitúa, incluido, el gran grupo de familias carrerinas, y ese Instituto que lleva su nombre que intenta reivindicarlo como el gestor de todo lo grande y bueno, del progreso y el bienestar de Chile, que fue el primero en todo, lo institucional, representando lo económico, y toda la riqueza que significa patria”.

Jorge decía que, en las manos de estas 10 familia estaban los afanes de seguir buscando prestigios para ensalzar a Carrera. En definitiva, de ahí su error. Jorge se creía destinado a ser como Carrera desde su bajo estrato social, pues él era pueblo pueblo; un redentor por su faceta de músico y poeta; por el exilio inicial de su familia a Buenos Aires; su retorno a Chile; y después del golpe militar su exilio en Ecuador, para terminar, ahora, nadie sabe dónde. Se llevó un desengaño total, a mi entender, arrastrando a toda su familia. Fatalmente, también para nuestro cariño hacia él, que lo acompañó, y lo seguimos acompañando, sin duda, hasta el momento pues lo perdimos para siempre. ¡Atentos! Parece que viene el amigo chileno. Quien llegó fue Mario Carvajal Bunster. Efectivamente. En la puerta apareció, sonriendo como un niño, Mario Carvajal Bunster. Vestía muy elegante un traje negro, camisa blanca y una alegre corbata. Era de mediana estatura, más bajo que los tres argentinos. De tez blanca, con una copiosa barba y ojos verdes. No tenía aspecto de chileno, porque el común de los trasandinos, como opinan todos en Buenos Aires, son morenos y de alguna manera aindiados, o tan solo de ojos de almendra. De inmediato se presentó ante los tres argentinos, que lo miraban condescendientes con serena aptitud amistosa.

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Viendo que todos portaban portafolios dijo risueño –yo también vengo trayendo los documentos que Jorge me dejó la última vez que nos vimos. Me pidió que los cotejara con los vuestros y los ordenáramos para sacar el resultado final de esta historia, tanto de su radicación en Chile, como de su posterior enconada crítica a la nacionalidad chilena, que en Buenos Aires la consideraba casi perdida. Identificación con el lugar de su nacimiento que buscó mediante ese trabajo musical dedicado a Carrera, el cual le resultó un chasco. Ahí comenzó a repudiar, en cada momento que alguien se lo permitía, que había cometido un gran error al abandonar la residencia de casi 30 años en Buenos Aires. –Por supuesto que se creó una gran antipatía con quienes, aquí en Chile tuvo relaciones, sobre todo con la aristocracia chilena muy compacta, cerrada, misteriosa que enarbolan el patriotismo en forma descarada, inconsecuente y lleno de ignorancia de nuestra verdadera historia. ¿Con ustedes cómo fue su relación? –Mirá Mario, ¿te podemos tutear para entrar en calor? Es mucho lo que tenemos que conversar y tu presencia, che, aunque nos inhibe un poco para hablar de todos los problemas de Jorge respecto a su nacionalidad chilena, la cual terminó repudiando con feroces críticas, actitud que nosotros hemos tenido siempre en cuenta y que nunca aprobamos del todo porque fue muy infantil. Te pedimos condescendencia si utilizamos formas que pudieran, no serte muy gratas, con los problemas psicológicos que Jorge anduvo detestando cada vez que se asomaba por esta ciudad, lo que nos narraba, como previniéndonos, por si alguna vez viniéramos al país donde él nació. Una vez confirmó que todo el país era un hospital psiquiátrico, donde todos eran neuróticos con diversos síndromes. –Yo reconozco que nadie, menos nosotros, estamos conformes con el lugar de nacimiento. Los tres somos, querido Mario, nietos de emigrantes. ¿No pudo ser nuestro destino otro lugar de nuestro encuentro con el mundo? Nacimos en la Argentina, en Buenos Aires hecho muy importante por lo que es esta ciudad, pero ¿nuestro nacimiento no debería ser en el país de nuestros ancestros? Luis Berisso, que es ingeniero, es nieto de italianos del Piamonte, del norte de Italia; Leonel es médico psiquiatra y nieto, también, pero de un vasco tozudo que llegó a Buenos Aires buscando a su hermano y se quedó clavado en el mismo barrio porteño donde

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aun vive, y yo, que estudié Lingüística y Filología, vengo de sirios libaneses con mezcla rara de egipcio, persa y catalán. Que revoltijo de sangre –y Max Adano, reía al comentar sobre sus antepasados. –En cambio, Jorge era genuino de Chile, su apellido es uno de los fundadores de la nacionalidad chilena, que llegó a finales de 1500, poquito después de Pedro de Valdivia, uno de los conquistadores que tienen ustedes los chilenos. Es lo que sabemos entre otras cosas de él. José Miguel de la Barra 450 –Mario, elegimos este lugar, porque en este departamento que hemos arrendado, vivió Jorge cuando se casó con una chilena y empezó su vida en Santiago. Vivió por largo tiempo sin viajar a Buenos Aires. Aquí mismo lo visité varias veces de donde emprendíamos viajes al sur. ¿Les parece –dijo Adano y se aprontó a abrir su portafolio–que empecemos a mirar y ordenar nuestros mutuos documentos? Tengo ansiedad por ir a tomarme unos vasos de vino chileno, conozco solo los de Mendoza y Córdova. Ustedes tienen fama de beber buen vino. Pasaron unos 15 minutos y Luis de nuevo tomó la palabra con su característica voz, de profundo acento, en un melódico tono bajo, como el de Schaliapin, el ruso de las óperas del Tchaikovsky. –Tengo aquí –les indicaba a sus amigos–, una relación que nos entregó el Dr. Astorquiza, un profesor de historia que nos hacía clases en tercer grado de la secundaría, en la Escuela Normal Urquiza en el barrio del Once. Esa siempre bien ponderada pues en ella se graduó Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Arturo Capdevilla, y otros ilustres literatos argentinos. Debo leer estos papeles. La historia la conocemos solo nosotros tres de cómo llegaron a nuestras manos estos documentos. El profesor Daniel Astorquiza –Este profesor, que era de la aristocracia porteña, con ascendencia desde la época de la Independencia, de rancio apellido de nuestra sociedad, hacía clases por entretención, por no perder

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contacto con estudiantes, a los que veneraba con pasión, en ello a sí mismo, al de esa etapa de la juventud que muchos no pueden olvidar jamás. Teníamos con él –y se dirigía a Mario–, dos horas seguidas, dos veces por semana. Un día, en la primera clase con toda el ceremonial que portaban sus modales de gran señor, le indicó a Jorge que se parara y nos dijo: –a este alumno, que me ha acompañado desde la misma plaza del Once hasta el colegio, le debo admiración por su inquietud y deseos de saber de nuestra historia argentina. En pago por su conducta llena de preguntas que hasta me han desconcertado, le daré, aunque no rinda las materias, la nota más alta y por todo el año. Todos nos hicimos amigos del profesor Astorquiza, al punto, que un día después haber compartido con él algunas noches en la cantina cerca del colegio, copas de vino, pizza y al final la grapa italiana, que más de una vez nos dejó hablando pavadas, nos hizo una invitación. Un día nos llevó a su casa de campo. Resultó que era dueño heredero, de una gran hacienda en el pueblo de El Salto, donde en 1820, Carrera con sus tropas chilenas y de indios mapuches y ranqueles, que ya lo llamaban “Pichi Rey”, asaltó el pueblo dejando la tendalada y que le aportó a Carrera, un odio y rechazo de todos los argentinos que alcanzó a la nacionalidad chilena, y un sinnúmero de epítetos de salvaje, asesino, bandido, depravado y muchos más y, provocó que lo buscaran en todas las provincias, enfrentándolo hasta conseguir apresarlo. Este episodio que hasta en la actualidad se nos enseña de la historia argentina, es una muestra, entre muchas otras barbaridades, que se cometieron durante las luchas por consolidar la nacionalidad y unidad de nuestro país en Estados Federales. Cantos elogiosos Cuando fuimos a El Salto, los tres acompañados de Jorge, le pedimos, pues siempre andaba con guitarra que, por favor, no se pusiera a cantar las canciones a Carrera que tenía compuestas. Que deberíamos respetar el sitio donde este personaje cometió tantos crímenes como nos enseñan en la argentina; menos en la casa de nuestro profesor, oriundo, nacido en el mismo lugar y, que quizá

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tenía entre los mártires muertos en aquella ocasión, más de un familiar como ascendiente. ¡Respeto Jorge, le decíamos, nada de chilenismos recordatorios! Nos dedicamos a cantar solo zambas, chacareras, tangos y valses del folklore argentino, mientras degustábamos un trozo de asado al cuero, con el método pampero que tienen los gauchos de preparar el animal a comer: iniciando su cocimiento, desde las seis de la tarde a fuego lento y, vuelta y vuelta lentamente, recién al otro día, a las ocho de la mañana, quedaba en condiciones óptimas para degustarlo. El gaucho parrillero, con tanta ginebra entre vuelta y vuelta, terminaba borracho con un pedo de padre y señor mío. Te daban el trozo de carne, del lomo fino, en un cuadrado de veinticinco centímetros, el cuero como si fuera un plato, con los pelos, bronceados, duros pero no quemados ni a punto de caerse. ¿El recuerdo de ese asado en El Salto, me pone la boca aguada! Fue fantástico. ¡Qué bárbaro, che! Volviendo a nuestra tarea –terminó diciendo Luis, con los ojos brillantes–, lo interesante, che, Mario, de este documento que nos regaló el profesor Astorquiza ha tenido varias versiones y la han tomado todos los historiadores chilenos que se han ocupado de Carrera, desde Vicuña Mackenna, Amunátegi, Barros Arana y ese noble y empecinado carrerino Eulogio Rojas Mery. La versión más importante, por lo contradictoria, es la del historiador chileno Francisco Antonio de Encina, que lo tuvo en sus manos y lo copió casi textualmente, acomodando muchos pasajes a su propio interés como chileno, borrando otros, y magnificando o minimizando lo que le convenía. Pero no deja de ser interesante, pues se comprueba que este historiador era contrario a Carrera, o por lo menos imparcial al juzgarlo. Para empezar con nuestro trabajo leeré un escrito de Encina. Después razonamos respecto a él.

FRANCISCO ANTONIO ENCINA HISTORIA DE CHILE

Capítulo XXIV

Carrera y la anarquía argentina

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Página 499 (1818–1821)

–Detente Pascual. –Exclamó el editor de Nueva Colección Histórica que pretendía editar este libro en la empresa bajo su dirección–. Este capítulo es histórico. Debemos darle una nueva forma de presentarlo al lector para evitarnos alguna tremenda confusión en los relatos, que ya veo que vendrán con ciertas inconexiones. ¿Qué opinas? ¿Lo imprimimos con otra letra y le damos distintos espacios para diferenciarlos de lo coloquial que se presenta en los diálogos y otras historias de los protagonistas de este libro? ¡O solo entre comillas!

El rol de Carrera en la anarquía argentina del año 20 “Carrera era enteramente extraño a los distintos factores de la anarquía argentina. No participaba de los sentimientos ni de las aspiraciones que la engendraron y nutrieron… Apoyó a Artigas, Ramírez y López, con la conciencia de que el federalismo “era la anarquía” sencillamente para derribar el gobierno hostil de Buenos Aires; y se había tornado unitario furibundo a previo de la licencia y de los auxilios necesarios para derribar a San Martín y a O’Higgins y vengar a sus hermanos. Tampoco tenía base en la opinión. Chileno hasta la médula de sus huesos, su temperamento y su carácter se repelían con los del pueblo argentino. Intentó servirse de él para fines personales enteramente extraños a la Provincias Unidas; y los caudillos, a su vez, sin interesarse en sus propósitos. Su única fuerza efectiva, la formaban un grupo de oficiales y civiles chilenos que le eran personalmente adictos y que el destierro, después de Rancagua, o la adhesión al caudillo habían congregado en la Argentina. Más incierto era el concurso de los varios cientos de soldados chilenos, casi todos desertores, aun no congregados en la sociedad argentina, que residían en Buenos Aires o vagaban por las provincias. El objetivo de Carrera era recuperar el mando de Chile, derribar a O’Higgins y pisotear a sus enemigos. “Carrera reclama a Chile –dice el agente americano Jeremías Robinsón–, como un príncipe soberano reclama sus dominios hereditarios”. La fuerza que lo sostuvo en la lucha fue su orgullo satánico, la voluntad de derribar a San Martín, a O’Higgins y a cuantos habían cooperado a quitarle el gobierno de Chile en 1814, o se habían atrevido erguirse delante de él. En la anarquía argentina solo veía una palanca para remover los obstáculos que Pueyrredón y Rondeau oponían a sus planes. Quiso, primero, establecer con el concurso de los caudillos un gobierno amigo que favoreciera sus planes, y

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más tarde desesperanzado de conseguirlo, intentó utilizar directamente la anarquía para pasar a Chile. Con su agudo instinto revolucionario, Carrera captó a fondo este panorama y decidió aprovecharlo. En 1820 Carrera, mentor de Ramírez y de López, se instaló en la casa de gobierno de Buenos Aires, y recibió de Sarratea la promesa de que se le facilitarían los elementos para recuperar el gobierno de Chile, con las armas y los soldados que le facilitó el gobierno, organizó un cuerpo de 600 hombres, que denominó legión chilena, en el sitio de la Chacarita. En una proclama que lanzó a sus tropas decía Carrera: “En esta capital cayó una fracción que estaba íntimamente unida a la que tenía San Martín, y todo a cambiado. Yo tengo la satisfacción de haber tenido no pequeña parte en los sucesos”. “Vamos a Chile, vamos a ese país de delicias, en donde os recompensaré de vuestras fatigas y sin mezquindades. Estad seguros de que no pelearéis, porque todo será acercarme y ser dueño de Chile”. La hordas de Carrera saquean el pueblo de El Salto “Carrera estaba en connivencia con los indios ranqueles y mapuches, que le habían prometido acompañarlo en su campaña a Chile. Informado de que entre las cláusulas figuraba la obligación contraída por López de desarmarlo, levantó su campamento con rumbo al sur el 26 de noviembre de 1820, y fue a reunirse con su aliados. Pero, en vez de proseguir a Chile, se dirigió hacia la frontera occidental de la provincia de Buenos Aires, a la cabecera de los pocos soldados que le quedaban y de los guerreros ranqueles. Al amanecer del 1.º de diciembre, cayó sobre el fortín de El Salto, defendido por unos cuarenta milicianos. aunque el fuerte contaba con una población de mil almas, la resistencia contra más de cien soldados y alrededor de seiscientos indios era imposible. Los asaltantes, al mando de Carrera, asesinaron en las casas y en las calles a los hombres; violaron a las mujeres, inclusive a las refugiadas en la iglesia; y pusieron fuego a las casas. Cuando ya nada quedó por destruir, se retiraron los salvajes violadores hacia el sur, llevándose todo lo que les interesó y un botín de 250 mujeres y de numerosos niños. Para colmo de la felicidad, en su retirada capturaron un arreo que conducía doscientos barriles de aguardiente”. El Salto “La noticia de los sucesos de El Salto, produjo en toda la Argentina un estallido de indignación y de rabia, un odio inconcebible al apellido de Carrera. El gobernador Rodríguez lo llamó “traidor a su patria, ladrón de caudales públicos, promotor de la anarquía argentina, portento de iniquidad, hotentote desnaturalizado, tigre profanador de la religión y verdugo de la naturaleza que había ultrajado con sus crímenes ”.

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En las provincias de Buenos Aires, Córdova, San Juan, San Luis y Mendoza se desarrolló el terror a Carrera. A cada momento llegaban rumores de que caminaba en tal dirección frente a miles de indios. Los vecinos se organizaban en batallones de milicianos para defender sus vidas y hogares, recubiertos por las narraciones coloreadas por la fantasía de las matanzas y de las torturas que había ocasionado a los infelices pobladores de El Salto. Los indios ranqueles “Al cabo de treinta y dos días de marcha llegaron a las toldería de los indios ranqueles. La vista del botín, 250 mujeres, un número mayor de niños, 200 barriles de aguardiente y más incontables cifras de ganados, entusiasmaron a las tribus pampeanas hasta las orillas del Atlántico y hasta más al sur del río Colorado. Cuentan que los indios estaban integrados por ranqueles y mapuches de las pampas, del cual son originarios los araucanos del sector de Chile. Lo proclamaron “Pichi rey” y muchos miles de lanzas se pusieron bajo sus ordenes, deseosas de repetir en mayor escala la afortunada correría”. Río cuarto y Punta de Médanos “Carrera volvió a hacia Cuyo con la intención de seguir el plan de Benavente su más cercano amigo. Ya apenas le quedaban 300 hombres mal armados. Aunque los distritos de Cuyo podían reunir entre todos dos mil milicianos, era difícil concentrarlos en un solo punto dado sin dejar desguarnecidas a las otra dos ciudades restantes de San Juan y San Luis. Se pidieron socorros a Chile; pero como la cordillera estaba cerrada, O`Higgins solo pudo enviar dinero, armas y municiones, a costa de inauditos esfuerzos. Se convino, al fin, que el coronel Bruno Morón, al frente de unos 600 milicianos de los tres distritos, le cerrara el paso a Carrera en su intento de cruzar a Chile, y en la frontera sur de Córdova. En la tarde del 7 de julio de 1821, Carrera acampaba dos leguas al sur de Río Cuarto, a un paso de Barraquitas donde acampaba Morón. Al imponerse de la inesperada presencia del enemigo, el jefe mendocino decidió atacarlo; y en la mañana del 8 cayó de improviso sobre la desprevenida columna de Benavente (Carrera no asistió al combate). Aprovechando una espesa neblina, se acercó con su infantería; mas, en vez de acortar la distancia, los milicianos abrieron el fuego a unos 200 metros del campamento enemigo, dando lugar a Benavente a formar línea de batalla. Aunque se defendió con gran heroísmo, abrumado por el número, después de experimentar numerosas bajas, empezó a retirarse en orden. Un accidente providencial iba, sin embargo, a cambiar la faz del combate. El coronel Morón, había caído durante la carga, quedando aplastado por su caballo y un joven soldado chileno, de apellido Monroy, lo ultimó a lanzazos. Los milicianos de Cuyo, al saberse sin jefe, se desbandaron,

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permitiendo a Benavente convertir una derrota en una brillante victoria. Había perdido 80 hombres, que repuso con los soldados vencidos que se allanaron a tomar servicio en sus filas. La provincia de Cuyo queda al servicio de Carrera y las puertas de Chile abiertas para la primavera, si podía sacar partido del inesperado triunfo. Carrera seguía siendo el mismo general de Chillán y de Rancagua. En vez de marchar en el acto se entretuvo en diversas actividades. El 15 entró en San Luis. Quiso procurarse la alianza con Facundo Quiroga, de cuyo exaltado argentinismo nada tenía que esperar, y que además ignoraba que Quiroga lo detestaba profundamente por considerar que nada tenía que hacer en Argentina, que siendo chileno debía estar en su lugar y no haciendo de forajido en las provincias argentinas. El 21 de septiembre se dirigió a San Juan, sin conocer la topografía de la comarca ni sus recursos. La aproximación de Carrera había sembrado el pánico en todo Cuyo. “La montonera de Carrera –dice un testigo presencial, el que después sería presidente de Argentina, don Domingo Faustino Sarmiento–, venía precedida de una siniestra fama que amedrentaba sobre todo a las mujeres. Las poblaciones de campaña incendiadas, los ganados degollados, muertos los ancianos y las viejas, todo esto no es nada. Las niñas, las esposas eran violadas e incorporadas en seguida a la montonera, cuya suerte seguían, en cuyas fatigas participaban; y adiestradas más tarde en el combate, eran terror de los soldados aquellas amazonas más crueles y sanguinarias que los soldados mismos. El terror había llegado al colmo. Carrera estaba todavía en San Luis, y en San Juan las casas estaban cerradas, las calles desiertas y no se hablaba más que de fuga, de emigración y de abandonarlo todo. Los niños nos asomábamos a las puertas de calle y buscábamos si a lo lejos se divisaba la montonera, llevando desolados a nuestras madres la noticia de haber divisado un hombre a caballo que venía galopando. Sobre las torres de las iglesias se habían apostado vigías para descubrir los polvos lejanos y dar la señal de esconderse o de huir”. El miedo de la mujeres y los niños, contrariamente al que esperaba Carrera, no contagió a los hombres. Todavía no se disipaba la impresión del desastre de Río Cuarto, cuando el gobernador Godoy Cruz inició la reorganización de la defensa. Al pedir socorros a O`Higgins el julio 23, le decía: “Esta provincia redoblará sus esfuerzos, y antes se reducirá a escombros que ceder a las injustas pretensiones del invasor. Los soldados no han perdido su vigor y el pueblo todo entusiasmado formará una barrera contra el inicuo que la invade. Solo nos faltan armas para la caballería y numerario y este gobierno, contando con la protección de V. E., espera salir de este apuro. O`Higgins logró enviar a cordillera cerrada 300 sables, 20 pares de pistolas, 160 tercerolas y cuatro mil en dinero. El gobernador confió el mando del nuevo ejército a Albino Gutiérrez, estanciero prestigioso y comandante de milicias, ayuno de todo conocimiento y experiencias militares, asesorados por Agustín Bardel,

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antiguo teniente de los ejércitos de Napoleón I, que regentaba en la ciudad un pequeño colegio. Las fuerza de Carrera no pasaban de 580 soldados; y al acercarse al enemigo el gobernador de San Luis, José Gregorio Jiménez, se pasó con 80 jinetes puntanos, quedando así, reducido a 500 hombres, de ellos 80 montados en mula, contra 700 que enteró Gutiérrez. Carrera formó a distancia del campo de batalla una línea, semi oculta por los montículos de arena, con las mujeres, los enfermos, y los reclutas, en total unas 400 almas; y dispuso que Benavente con 200 sableadores escogidos, sin reconocer el terreno, sin tener ideas de las disposiciones del enemigo, cargase sobre el ala izquierda de Gutiérrez. La carga fue unida, y el resultado fue que Benavente dejó en el campo 200 muertos y heridos y el coronel Pérez de Urdininia, capturó 160 oficiales y soldados que se habían fugado al norte”. La captura “Carrera huyó al sur, acompañado de Benavente, y Álvarez y unos cien soldados. José Manuel Arias, los tenientes Fuentes y otros, con la colaboración de los soldados casi todos chilenos traidores, prendieron a Carrera, al coronel Álvarez y al joven Monroy. El oficial Fuentes se acercó a Benavente y le dijo al oído: “Señor, escápese, no hay remedio, los soldado han hecho prisionero al General Carrera”. Benavente logró escapar pero igual fue detenido por un grupo de soldados de sus propias fuerza que esperaban, por su traición, benevolencia de las autoridades de Mendoza. Las casas de Mendoza estaban embanderadas y todas las iglesias habían echado sus campanas al vuelo. La gente enloquecida, corría por las calles gritando: ¡Victoria! ¡Victoria! Todos veían en Carrera al causante de todas las desdichas que habían sucedido desde el año 1820. Estaba convertido en el cabro emisario sobre el cual descargaban los pecados de los padres y de los hijos. Carrera era el responsable de la anarquía, del asesinato o de la muerte en los combates del padre, el marido, el hermano o el novio, de la violación de las hijas, la hermana o la madre y de los actos de salvajismo que los indios cometieron en El Salto y en otros pueblos. Se les representaba como un malvado intruso, que pagaba a las Provincias Unidas con la más negra ingratitud y los crímenes más atroces, el hospedaje que le brindaron en 1814 cuando huyó de su patria, para escapar a los calabozos de Cádiz. Era un sentimiento complejo, amasado con clamores de venganza, irritación y miedo. Pero las olas de este ambiente hostil, morían a los pies de su soberbia y la arrogancia con que se presentaba. Desde el fondo de su calabozo desdeñaba con una insultante mueca de desprecio los ojos de los hombres, de los bandos y de los pueblos que se habían ensañado con él, sin comprender los principios con que se había entregado a la liberación de su patria.

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No estaba hecho de la misma arcilla que los demás hombres, y nunca sujeto a sus debilidades. Cuando el fiscal Cabrera pidió que nombrara defensor rehusó hacerlo, y como lo apremiara con sus exigencias, designó a uno de de los recomendados por el propio fiscal, Bruno García, que iba a negarse a defenderlo. En la mañana del 4 de septiembre de 1821, Benavente estaba en un ángulo del espacioso cuarto que les servía de prisión, sentado sobre su cama con una pesada barra de grillos en las piernas, abrazado con su hermano Juan José. Todos aguardaban por momentos noticias de indultos, que creían alcanzar por el propio Albino Gutiérrez, el vencedor de Punta de Médanos. Al cabo de un breve tiempo, se llamó a Carrera en nombre del mayor de la plaza informándole que el indulto había sido denegado. La insensibilidad emocional de Carrera, ante esos momentos cruciales, salvo cuando estaba en la cólera o la soberbia, se advierte con rara constancia, desde sus primeros actos públicos hasta el último día en que debía marchar al patíbulo”. O´Higgins y San Martín “Al recibir la noticia del fusilamiento de Carrera, O´Higgins se apresuró a felicitar a Godoy Cruz: “Para usted estaba destinada –le escribió–, la gloria de exterminar la turba de anarquistas y a su atroz caudillo, que ha desbastado esas provincias y comarcas y embarazado el progreso de la libertad e independencia de América del Sud”… “No está aun vengada la muerte de nuestro Morón, mientras exista el asesino José María Benavente”. Veinte días más tarde O´Higgins le escribía José Gaspar Marín. “Carrera terminó su negra vida como era consiguiente a sus ideas y planes anárquicos”. En nota oficial, datada del 29 de septiembre de 1821, San Martín acusó recibo a la cancillería chilena del oficio de 6 de septiembre, en el cual le comunicaba la derrota, prisión y fusilamiento de Carrera. con este mismo motivo decía: “La desaparición de semejante monstruo, origen de tantas calamidades, es de mayor importancia para la causa americana, en cuanto se consolida en este estado la tranquilidad y se uniforma la opinión, y se restablece en el Rio de la Plata el orden, la unión y el poder bajo los auspicios de un gobierno general”.

*** Los amigos argentinos y el chileno allí reunidos, quedaron

en silencio después esta lectura. Mario con cierta euforia, en tono muy serio, desafiante dijo: –estas páginas han sido reducidas al máximo. Se han omitido, como es de costumbre, varios detalles importantes de esa marcha por las Provincias Unidas, por las cuales Carrera anduvo, desde el cruce de la cordillera después del Desastre de Rancagua, siete largos años. Falta su viaje a Estados Unidos y su

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entrada a la masonería por el Nuevo Rito de York. No explica nada del dolor, la frustración y la pérdida de su herencia y amigos; de sus hermanos y de doña Javiera; la miseria de su familia, esposa e hijos, en esas pampas bárbaras.

Benjamín Vicuña Mackenna le dedica en su libro “El Ostracismo de los Carrera” que editó en 1857, quinientas cincuenta, bien documentadas páginas. Don Eulogio Rojas Mery, con entusiasmo, con supina perseverancia y gran admiración al Prócer chileno –incluyendo su llegada, desde España a Valparaíso–doscientas cuarenta páginas, llena de detalles, donde resalta con entusiasmo la figura de su admirado José Miguel.

–No te sulfurés, che Marito –alcanzó a decir Leonel, mientras se servía otro vaso de vino Macaya–, yo tengo un documento, creo más fiel, que todos esos de los historiadores chilenos, desde el mismo Vicuña Mackenna, Barros Arana, Amunátegui, y muchos otros que han escrito biografías de Carrera. Fue escrito, este documento, tal vez, por el mismo profesor Astorquiza, con los recuerdos del pasado de los habitantes de El Salto. En mucho más fiel, lleno de colorido y en él, creo está la historia más cerca de la verdad.

–De cualquier manera –siguió diciendo Mario, con cierta ofuscación– nos hemos dejado llevar por cierto desorden. Debemos comenzar por los hechos cronológicos, por la biografía para entender el carácter de Carrera, no porque sí no mas sucedieron estas cosas tan fuera de lo común, como el hecho cierto de su intromisión en la política argentina; sus andanzas por las provincias cuyanas, que lo hizo retardar, hasta llegar a su muerte, en vez de cruzar de inmediato, aunque sea solitario la cordillera y hacer una revolución por su cuenta, con la ayuda de tantos amigos como Manuel Rodríguez y toda su aristocrática familia que en Chile siempre lo estuvo esperando.

Les ruego queridos amigos, que en cuanto terminemos con estas botellas de vino, vayamos a ese comienzo de la vida de Carrera que, desde su infancia y sobre todo de su juventud, que no es muy tierna ni digna, ni llamativa a la admiración, más bien al estupor, porque son muchos los detalles de su existencia que han sufrido tergiversaciones en honor de hacer de su vida una causa de triunfo de un ser privilegiado por la naturaleza –un “Príncipe de los caminos”,

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como versificó Neruda–, para ser el hombre predestinado de la historia de Chile, como está pretendiendo el trabajo difusor de sus descendientes en la actualidad.

¿Carrera no andaría buscando por los pueblos de Cuyo esa riqueza perdida, los caudales públicos de Chile, que dicen que sacó y llevó en su huida e intentó cruzar con ellos la Cordillera de los Andes, después del Desastre de Rancagua y que confesó a San Martín, cuando lo apresó al mismo momento de pisar suelo mendocino, que se había perdido en el cruce de la cordillera a consecuencia de una terrible tempestad?

¿No andaría detrás de ese caudal que otros dicen que al cruzar los Andes una patrulla realista le quitó cuánto llevaban?

Cuando se pretende proteger un tesoro nunca se lo lleva a la retaguardia, sino a delante en la vanguardia, para protegerlo. Nadie se explica esta contradicción de Carrera si es o no verdadera.

Nadie lo sabe. Nadie menciona nada. O dicen lo que les da la gana. Todos se preguntan ¿cómo pudo vivir él y toda su familia los primeros tiempos de su llegada a Buenos Aires? ¿Quién podrá explicar de dónde sacó esas barras de plata que le vendía o empeñaba a un gringo amigo? ¡Esto lo dice Vicuña Mackenna en su libro. ¿Podremos saberlo algún día?

Juicio entre amigos Mario, tomó de nuevo la palabra, en vista que sus amigos

argentinos llenaban y llenaban los vasos de vino y, sin otra preocupación, bebían hablando con ansias sobre los hechos que habían comentado.

–Nadie ha planteado una tesis de lo que pretendemos llegar a un acuerdo, desde vuestro país y el nuestro. Es hora de ello y, hacer un juicio, aunque sea prematuro, de cuánto pensamos que ocurrió con Carrera.

Esto no es tan solo por la rivalidad entre argentinos y chilenos, que se ha mantenido por siglos. Tampoco porque fueron los argentinos los que mataron al prócer chileno y por esa supuesta superioridad de Argentina sobre Chile, que nos pone frente a frente, de parte de los chilenos en un silencio que evidencia perturbación emocional, cada vez que de alguna manera se enfrentan. Ahí es

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cuando sale ese asesinato a la palestra –que no deja cicatrizar la herida de los chilenos, en la actualidad–, sin comprender las razones más profundas del rencor.

–Me será fácil explicarte si tomo la iniciativa en nombre de nuestro profesor Astorquiza –se apresuró Leonel a decir, mirándolos a todos con mucha seriedad. Su fusilamiento y descuartizamiento –él mismo Carrera lo tenía anunciado en una conversación con su esposa, como escribe Rojas Mery–, y lo anuncia por escrito después de una discusión con San Martín. Ese terrible descuartizamiento fue obra, bajo los cargos de traición a la masonería argentina, entonces, bajo las órdenes de Juan Martín Pueyrredón, San Martín, O´Higgins y los otros componentes de las logias masonas argentinas y chilenas entrelazadas en plena connivencia en esos años de la Independencia, cuya superioridad en el mando masón estaba en manos de Grandes Maestros argentinos, para gran complejidad de los chilenos sobre todo de Carrera.

Si alguien tiene culpa de ese fusilamiento son, tantos los argentinos como los chilenos escudados en la Logia Lautarina que, como buenos seres humanos, se anduvieron peleando continuamente por el poder. En definitiva, como un gran mérito, la masonería mayor fue la que realizó la Independencia americana. Sin ella hubiera sido imposible. Nadie podía impedirla, y Carrera, en esos años, fue un verdadero obstáculo, pero la traición que le hizo a la masonería nunca se la perdonaron. Ella fue la causa de su fusilamiento.

¡Culpas, cargos, juicios y sentencia!

1.- Por su intromisión como extranjero en las luchas internas de las Provincias Unidas. ¿Cómo pensar que un extranjero que se entromete en asuntos políticos de otra nación va a quedar impune? Aunque se haya vivido una anarquía, casi total en la Argentina, esa y otras formas políticas, equivocadas o no, deben ser resueltas por el país que las vive y desvive, y no por sujetos venidos, con tanto romanticismo, de otras latitudes y con otros intereses, tan personales como los que portaba Carrera, incluso sus amigos argentinos como Carlos María de Alvear, de entregar sus respectivos países a la economía norteamericana, quitándosela a la inglesa en

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cuyas Logias se afiliaban los masones Pueyrredón, San Martín, O´Higgins y casi todos en la logia Lautarina.

2.- Por los crímenes del pueblo El Salto, fue juzgado y condenado, por crueldad, asesinato de ancianos de ambos sexos; de mujeres y niños; violación de mujeres; robo de niños y mujeres; por incitación a los indios salvajes que comandaba; destrozo total de un pueblo y robos de ganado en El Salto, donde dejó la mayor mortandad de la historia en tiempos de la Independencia, ocurrida entre indios y argentinos, sin causa de agresión de parte de la milicia del pueblo.

3.- Fue ajusticiado por seguir sus propósitos de lucha armada, sin motivo alguno en territorio argentino, porque, si sus intereses eran pasar a Chile, ¿por qué no lo hacía?, pues su entretención, sueño imposible de realizar, era la venganza de la muerte de sus dos hermanos, y pasar a Chile, menospreciando la capacidad de defensa de los pueblos cuyanos. Definitivamente no cruzaba la cordillera por un oculto sentimiento de que nada podía hacer en Chile. Su estrella se había apagado y, el curso de la Independencia de su patria ya estaba consolidado por otras inteligencias y voluntades. 4.- Si por orden de la autoridad mendocina terminó fusilado y descuartizado, fue siguiendo la costumbre de la masonería de dispersar los miembros del cuerpo de un traidor para que no pueda, de común acuerdo a los principios religiosos de los judíos, presentarse ante la Justicia Divina de Dios, íntegro, es decir, con descuartizarlo y esparcir sus miembros, se le negaba, por traición a su religión judía y como integrante a la masonería, la vida eterna. Los juicios, por las cosas que realizó durante su juventud en Chile, queda a cargo de una investigación al juicio posterior de los mismos chilenos, que nunca la han realizado y, que un día lograrán saberlo todo, tal vez, y admitirán, esperamos, con serenidad que todo en definitiva –porque lo bueno y lo malo es humano–, todo, todo se sepa cuando algún historiador deje de ocultar la verdadera personalidad de quien ha sido puesto como el primer estandarte y el redentor de una patria. No basta con que la poesía lo ande retratando como un patriota “hermoso como un clavel”. Cuando alguien logre –prosiguió Leonel–, lo digo en mi carácter y condición de psicoanalista, difundir la idea de la investigación psicopatológica iniciada por nuestro amigo Jorge, que

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José Miguel Carrera fue un psicópata, con una gran neurosis constituida por el agravante de narcisismo que, en él, fue predominante como un bipolar obsesivo y funcional; elitista, desesperado; frustrado y dependiente, con todo lo que significa un narcisismo bien desarrollado, donde no importa ni el dolor ajeno, ni los sacrificios ni las muertes de los seres a su alrededor, de todo aquello solamente útil para conseguir sus fines, entonces, solo entonces, podrá haber una reconciliación entre los argentinos y los chilenos. Sino seguirán los robos de tierras, lagos y cambios de estacas en las fronteras. La personalidad de Carrera fue de una arrogancia perturbadora, avasallante y dañina, porque la sobre estima que tenía de sí mismo, se convirtió en algo patológico. Era de esos narcisistas que en su etapa destructiva –oculta tras sonrisas y ademanes de simpatía y buena educación–, disfraza detrás de una mascara el impulso de su naturaleza a realizar grandes cosas y, en un espacio libre de su estado neurótico a destruir lo que encuentra a su paso que no ha sido realizado por él. Siendo bipolar sentir sinceros arrepentimientos, dualidades de compasión y, a la vez, permitir a sus tropas matar, saquear lo que pudieran; amar a su esposa y sus hijos con devoción pero permitir a sus soldados los desmanes más crueles que ocurrieron en El Salto contra niños y mujeres. Si no ¿cómo se explica ese cruel exterminio de inocentes? Por los campos argentinos andaba desesperado detrás de los caudillos, haciendo componendas con todos los exaltados, que igual que él, andaban procurándose un territorio para añadir a su propiedad privada. A la larga todos lo traicionaban y lo trataban hipócritamente con desprecio. De lo que nunca se percató es que lo despreciaban y que solo por aceptar su ayuda galopaban a su lado. No tenía el más mínimo sentido político, menos del momento por el que pasaba la historia de nuestro Continente, menos de la necesidades de la Argentina; tampoco de un análisis personal de su estado emocional pues no tenía conciencia si lo que hacía era para bien o para mal, pero sí del provecho que pretendía para su propiedad privada; para robustecer su orgullo y vitalidad llena de insaciables trastornos mentales propio del narcisismo. Igual que nuestros más renombrados caudillos argentinos.

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Fue, a mi entender, un psicópata narcisista llevado al extremo de lo destructivo, incluso de él mismo; que aun nadie lo ha desenmascarado; nadie le ha hecho, ni siquiera, un improvisado diagnóstico; una historia clínica psicoanalítica. Salvando la distancia aun es posible ayudar a que su imagen tenga más transparencia. En este aspecto las autoridades chilenas, y los familiares que lo siguen proclamando, lo han dejado, como cuando lo fusilaron, solo y desamparado. Y como lo siguen recordando, sin darle solución a la verdad de su acontecer, sin darle el mérito verdadero que tiene, porque sin duda los tuvo, como a Cristo lo siguen crucificando año a año, sin piedad, desnudo y clavado a un madero, Carrera seguirá, en el recuerdo, siendo descuartizado cada vez que se acuerden de él. Mientras los cristianas siguen pidiendo paz, el Papa, además, pide un mundo sin guerras ni esclavos. En Chile, según Robert Hunziker, periodista británico, enjuicia el modelo económico chileno y lo compara con la esclavitud en los EE.UU. Afirma: “En el Chile de hoy la denominación de esclavo se cambió por el de trabajador”. Todo a su tiempo amigos míos –terminó diciendo Etcheñique ante el silencio y asombro de sus amigos.

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Capítulo 2

GENEALOGÍA

Cultura colonial –Antes de entrar a la biografía de Carrera, che, como pedís querido Mario, debemos saber qué conocimientos y cultura se tenía en esos años coloniales anteriores de la Independencia, respecto a muchas materias que ahora son populares, aunque no de un dominio público total, pero que figuran en los estudios universitarios, o en libros al alcance de todos y, que son necesarias conocerlas para realizar un análisis correcto en lo que pretendemos sobre José Miguel Carrera por su azarosa y trágica vida. Sobre entendido, debemos aclarar qué era España en esos tiempos, quiénes eran los españoles que llegaron como conquistadores: ¿cómo hablaban?; ¿quiénes eran?; ¿de dónde venían?; ¿qué religión practicaban? y, ¿por qué salieron de su tierra? Me avengo que debemos hablar sobre genealogía, entender algo de esta materia para comprender el carácter de nuestros libertadores y su propósitos, frente a este momento crucial y sumamente importante en nuestra historia. Si no se explica lo que era España en esos años, nunca entenderemos nuestra historia. Y Máximo Adano prosiguió con la palabra, pues era profesor de Lingüística y Filología en la Universidad de La Plata, además gran estudioso de la etimología de todo nuestro Continente.

–Del latín genealogía y este del griego; de geneá, generación y logos, tratado. Serie de ascendencia de un individuo y escrito que la contiene. Más extensa la definición en otros tratados da genea del griego genos: raza, nacimiento, descendencia, más logia del griego logos, ciencia, estudio; en todo caso nos da igual: estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia, a través del tiempo, de una persona o familia. También se llama al documento que registra dicho estudio, generalmente expresado como Árbol

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Genealógico. Así mismo la genealogía es una de las Ciencias Auxiliares de la Historia. Muchos antecedentes que conciernen, explícitamente, a los países hispanoamericanos, desde sus descubrimientos y conquistas, se encuentran en el Archivo General de Indias, organismo español que recibió la documentación, generada en las Colonias Hispanas, hasta la etapa de la Independencia Americana. De estas fuentes se han nutrido los historiadores a través de cuyos escritos se han tomado los antecedentes para conformar la genealogía de personajes importantes de Chile. Apellidos judíos de palabras castellanas –No sabemos si se dieron estas condiciones en otros lugares del mundo, tanto antiguo como moderno. Pero sí, que en Latinoamérica es un hecho indudable pues nadie ha resuelto la tremenda confusión en que vivimos, en variados terrenos de orden humano. 500 años para el estudio de la naturaleza y personalidad de un pueblo es poco, por ello posible realizarlo. En muchos de estos casos completamente de acuerdo entre las causas y el efecto. El mismo interesado en viajar, aclaramos, desde el mismo primer viaje de Colón en 1492, inclusive hasta nuestros días, era el judío-hispano que fue perseguido por la Santa Inquisición Católica. Para poder huir, estuvo ocultándose en apellidos tomados de simples palabras que designan variadas formas del entorno humano, principalmente de la toponimia, la orografía y la hidrografía: Montes, Ríos; nombres de árboles y plantas de todo el espectro vegetal: Oliva, Pino, Roble; nombres de animales: Lobo, León, Cabrero, Toro, Vaca; de cosas, objetos, colores y otros sinnúmero de factores que han propiciado el ocultamiento real de los motivos de adopción de apellidos y traslados continentales. Sobre todo, en este acápite, los apellidos de los habitantes de los países vascos fueron tomados de cosas sin entender su significación, tan sólo porque eran palabras del lenguaje, meras palabras, de los invasores visigodos, del norte de la germanía como el caso del apellido Echeñique que significa nada menos que caracol, Schnecke en alemán actual, y Eyzaguirre cuervo del hielo, del germano y de

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los celtas. Casi todos los apellidos vascos en Chile ocultan a un judío escapado de la hoguera por ser del credo bíblico de Abraham. Existen inventarios de apellidos fantásticos en cuanto a la efectividad y frecuencia de los apodos; de los formas despectivas para denominar a los indígenas americanos, a quienes el conquistador despreció, como parte integrante de su psicología, para poder usar a esos seres humanos, sin ninguna piedad ni decoro, como si fueran meros animales puestos accidentalmente, o por la gracia de Dios, a su servicio. En el caso de la relación con los negros esclavos ocurrió lo mismo y a veces, con mayor gravedad: fueron estos esclavos designados por el nombre o el apellido de sus amos, y no pocas veces sólo anotados y reconocidos por las marcas que le ponían en la frente, en otros lugares del cuerpo bien visibles, o el corte de orejas o labios. Por rebeldes algunos eran castrados o se les cortaba el miembro viril, cuando eran posibles sementales apetecidos por las mujeres blancas o, simplemente, un bozal que les cubría toda la cabeza. Impedidos de hablar estos humanos balbuceaban sus necesidades, obligados sin ninguna caridad cristiana a vivir su existencia resignados a la más cruel y humillante esclavitud en aras de la cruz y la espada cristiana. Familias fundadoras 1540–1600 –Esta obra de carácter Genealógico, está centrada en la enumeración y entronque de los apellidos de los conquistadores y su prolongación en familias en el actual territorio de Chile, desde que se gestó la invasión, como un descubrimiento en 1535 a las órdenes de Diego de Almagro y que la reinició Pedro de Valdivia, como conquista definitiva en 1540. Ambas acciones desde el Perú. Estos gruesos volúmenes –tenemos dos de la primera edición–, están firmados por Julio Retamal Favereau, Carlos Celis Atria y Juan Guillermo Muñoz Correa. La citada obra ha merecido elocuentes elogios de parte de cuántos la reconocen como una fuente enumerativa y única de información respecto a la conformación de los registros de apellidos de los castellanos, desde ese día 12 de febrero de 1541, cuando Valdivia procedió a fundar la ciudad de

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Santiago de Nueva Extremadura, piedra angular del asentamiento de los peninsulares en Chile. Valdivia, llamó al territorio por él conquistado Nueva Extremadura y, pretendió dejar en sus famosas cartas al Emperador Carlos I de España, y V de Alemania, en un olvido casi despectivo la palabra Chile y, totalmente borrado el intento de Diego de Almagro de Nueva Toledo, como se llamó, en primera instancia, al territorio por él descubierto. Nueva Toledo porque esta ciudad de España era el lugar de mayor prestigio cultural y económico de la judería hispana. Pareciera que Almagro había nacido en esa fabulosa ciudad. En las actas de fundación de Pedro de Valdivia, con nombres y apellidos, figuran los 154 integrantes de sus iniciales tropas de ocupación que, se ayuntaron como bravos sementales, desde su llegada, en un fuerte mestizaje con las indígenas que ocupaban la tierra desde tiempos ancestrales, dando inicio a la nacionalidad chilena y al asentamiento de sus apellidos, como veremos después, de serias apariencias castellanas. En estos libros, desde 1540 hasta 1600, las familias que se conformaron, fueron llamadas, con criterio y fundamento: “Familias Fundadoras”. Desde ese inicio –lleno de sacrificios, por el lado de los invasores y su intromisión en el desenvolvimiento de sus vidas y de los indígenas que habitaban el territorio, hasta nuestros días–, se ha decantado el proceso étnico dando, desde mucho tiempo atrás, estudió a la medida de la individualidad caracterológica, dentro del Continente Americano de la nacionalidad chilena, la presencia de sus apellidos y, sus procedencias, desde el Viejo Continente, condición que se extiende a toda América. El mestizaje chileno –Chile es un país, dicho francamente, de profunda raigambre mestiza. No así Argentina, que tuvo otra configuración, desde la misma llegada de los invasores, pues en nuestro extenso territorio, –explicaba Máximo–, los pocos indios que había, huyeron al enterarse que venía un tropel de insaciables guerreros, que no trabajaban para nada, y que hacían esclavos a los indígenas. Enterados de esto, los indios de la zona del Río de la Plata, ni tontos ni perezosos, se

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escaparon al sur. Cierto y fatal: después los harían bosta durante la Campaña del Desierto del General Roca. En cambio, el territorio chilenos estaba plagado de habitantes, y ahí, el mestizaje se realizó de inmediato casi por obra de la misma naturaleza entre el semental hispano y las indias que, siempre estuvieron dispuestas a satisfacer a esos nuevos hombres en sus lechos de hierbas y copihues o, simplemente, entre las piedras o en la arena. Aunque nunca se ha dicho estadísticamente en que proporción de sangre española e indígena consistiría esa mezcla, se ha escrito y divulgado que el 80% de los chilenos son mestizos. Además, nunca se ha estudiado el mestizaje, adquirido en la Península, de los mal llamados Conquistadores españoles que llegaron al Continente, apelación crediticia, que tampoco es estrictamente, a nuestro parecer, la más apropiada, pues el territorio americano lo pisaron con la espada y por la Cruz que veneraban llamándose, inicialmente, no españoles, sino solo Cristianos. La denominación española vino después, con la limpieza de textos en que siempre han incurrido los hispanos borrando cuanto sirva para limpiar sus fechorías durante el Descubrimiento, Conquista y Colonización, que dañen su prestigio. En este quehacer van por los 500 años, empeñados en borrar de cuántos libros escribieron los cronistas de la época y de los actuales investigadores –siempre azuzados por el estímulo de la administración monárquica–, que les pueda perjudicar en sus reales credenciales de humanismo cristiano-católico, como participantes de la moderna civilización. El soborno como premios Cervantes y de Asturias –Sobre esto, piensen en los sobornos de la realeza hispana con los Premios Cervantes y de Asturias, y de las editoriales españolas que se los dan a los escritores, investigadores y pensadores latinoamericanos para que no investiguen ni escriban sobre este tema. Por ello tanta ignorancia. En definitiva los sobornan a todos. La etnia chilena, de algún modo debemos llamarla en propiedad, nunca raza como el prestigioso antropólogo chileno Nicolás Palacios intentó en su elogiado tratado Raza Chilena, pues esta palabra involucra otros valores más firmes y precisos, repito, nunca raza.

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Entre los chilenos se gestó el mestizaje, desde el mismo inicio del descubrimiento con la cruza entre el conquistador y las indias, siempre dispuestas a mejorar su estirpe o, simplemente, por la fuerza a mediados del siglo XVI, en todo el territorio geográfico de América. Los yanaconas Debemos incorporar a nuestro territorio continental al inicio del mestizaje –al margen de los judíos–hispanos llegados como conquistadores, pero que eran, repito, exiliados religiosos–, al de los indios incásicos, los actuales peruanos, que llegaron a Chile, primero que nadie, hasta el Maule, antes de la conquista hispana y, recién después los 154 iniciales soldados compañeros de Valdivia; como así mismo, en gran profusión, a los miles de indios y negros, cargadores y esclavos que los acompañaban desde el mismo México hasta bien al sur de Chile, llamados yanaconas, que en todos sus avances, como botín de conquista, les era permitido el sexo indiscriminado con las indias que encontraban a su paso, creando un revoltijo de anatómicas formas corporales y de rostros de todas los compuestos humanos que, ahora, es irreconocible a que grupo, tribu o etnia pertenecen los latinoamericanos, sobre todo los chilenos; luego al tropel semántico de las tropas españolas, cuerpos de ocupación durante más de 300 años, que aumentaron el extraño mestizaje –“cara de hacha” pronuncian algunos–, base que conformó, sobre todo el área del Valle Central de Chile, hasta donde, antes de la llegada de los hispanos, ya ocupaban el territorio los indígenas llamados promaucaes, una rama ya mestiza de incas, picunches y mapuches, que formaban la definitiva ocupación desde siglos ancestrales, dándole características propias, faciales y físicas, a los seres de esos territorios, sobre todo a los del entorno de Pichilemu en el Valle Central que es ahora Colchagua. Sin tener en cuenta que ya los indígenas de todo el Continente llegaron mestizados desde el Asia, desde tiempos ancestrales, desde su mismo lugar de origen. Si nos hacemos una idea, de cómo en la actualidad están los pueblos asiáticos conformados, en un largo y profundo proceso, desde tiempos inmemoriales en cuanto a las cruzas étnicas en todo su disperso territorio.

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El mestizaje de Presidentes de Chile –En este resumido proceso, se fue estructurando, como lo afirman en Familias Fundadoras: “la etnia chilena entre hispanos e indígenas, determinaron el peldaño en la escala social en que las familias chilenas fueron ubicándose”. El análisis genealógico les permitió, por el proceso de eugenesia, acertadamente a estos acuciosos investigadores, un cómputo certero de las capas de la alta sociedad chilena, más que nada por sus apellidos, perdiendo su eficacia a medida que se desciende de ella, hasta ser, con un criterio muy comprensible, imposible de realizar en las capas inferiores. Para ilustrar lo que dicen, dan ejemplos concretos y ofrecen, como muestra irrefragable la composición étnica de once de los Presidentes de la República de Chile, que gobernaron entre 1830 y 1920, para que no queden dudas, lo fuerte y perseverante que fue este mestizaje en todos los órdenes de la escala social en Chile desde las más altas a lo más bajo de su sociedad. Esta breve lista constituye una excelente demostración de la estructura social de la aristocracia chilena republicana que, aunque generalmente originada, por supuestos varones puros y sin mestizaje de castellanos, andaluces y vascos venidos en el siglo XVIII, encuentra siempre en el país, su más certero arraigo de los primeros conquistadores, verdaderos sementales, con indias chilenas en los siglos XVI y XVII. Atento Pascual, otra relación histórica: –Copiemos los nombres de estos Presidentes chilenos y añadimos si fueron o no mestizos, de acuerdo a la lista de “Familias Fundadoras 1540-1600”: 1. 1831-41 Joaquín Prieto Vial. Mestizo 2. 1841-51 Manuel Bulnes Prieto. Mestizo 3. 1851-61 Manuel Montt Torres. Mestizo 4. 1861-71 José Joaquín Pérez Mascayano. Sin mezcla 5. 1871-76 Federico Errázuriz Zañartu. Mestizo 6. 1876-81 Domingo Santa María González. Mestizo 7. 1896-01 Federico Errázuriz Echaurren. Mestizo

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8. 1901-06 Germán Riesco Errázuriz. Mestizo 9. 1906-10 Pedro Montt Montt. Mestizo 10.1910-15 Ramón Barros Luco. Mestizo 11.1915-20 Juan Luis Sanfuentes Andonaegui. Mestizo

Ubicación étnica, judía-hispana y mestiza, del patriota José Miguel Carrera –Similar cálculo hemos realizado, ampliando el esquema del libro citado, y llegamos a descubrir, con cierto asombro, que el primero de los fundadores en Chile de la familia del patriota José Miguel Carrera, fue Diego Garcí Díaz de Castro, judío–hispano, de 32 años, de Sevilla, Andalucía, catalogado, como casi todos los hispanos, de hidalgos hasta con escudo de armas. Estando en el Perú vino con Diego de Almagro, llegando a Chile a mediados de junio de 1536. Firmaba y, en su segundo viaje con Valdivia éste lo honró con una alcaldía y nombramiento de regidor de la Serena. Certificación que nos entregaron los escritores chilenos don Carlos J. Larraín de Castro, don Luis Thayer Ojeda y don Günter Böhm. Diego –o Jacob–, Garcí Díaz de Castro, fue uno de los judíos–hispanos de inconfundible, declarada y testificada religión judía, que entró al territorio chileno dos veces, la última con Valdivia en 1540. El sefardí, Diego Garcí Díaz de Castro, fue casado en el Perú y tuvo descendencia con una india peruana de ascendencia real, Barbola Coya, sobrina del Rey Inca del Perú. Tuvo en Chile, cuatro hijos legítimos mestizos de noble sangre india-quechua. Falleció en 1571, de 63 años, llegando su descendencia hasta nuestros días incorporando –al margen de otros destacados aristócratas de nuestra escala social–, a la línea de parentesco judío-mestizo, en línea directa, los nombres, entre ellos de los siguientes presidentes judíos sefardís de Chile: José Miguel Carrera, Joaquín Prieto Vial, Manuel Bulnes Prieto, Manuel Montt Torres, Federico Errázuriz Zañartu, Domingo Santa María González, Federico Errázuriz Echaurren,

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Germán Riesco Errázuriz, Manuel Montt Álvarez, Pedro Montt Montt, Juan Luis Sanfuentes. No nos detenemos aquí. En nuestros tiempo, del ya cruzado judío-católico, a viva voz judío–askenazi converso, o cripto judío, llamado también marrano, cercano a nosotros, está Eduardo Frei Montalva y su hijo Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hasta, en otra línea de parentesco, en nuestros días, el dictador Augusto Pinochet Ugarte, en registro colateral –en Familias Fundadoras– , por Francisco de Prado y Lorca, c.c. José de Ureta y Pastene, en concordancia con Pedro de Ureta, hasta dar en nuestros días con Abelina Ugarte Martínez, 1914 c.c. Augusto Pinochet Vera, padre de Augusto Pinochet Ugarte, General de Ejército, Jefe de la Junta de Gobierno de la dictadura, de quien no sabemos qué religión podría mantener oculta; como oculta se ha tenido la verdadera religión de tantos de nuestros próceres de la Independencia; de numerosas familias de la aristocracia chilena; de jerarcas de la Iglesia Católica; de militares de alta graduación y de numerosos políticos de todas las tendencias que conforman con la judía y la cristina una tercera religión: cristiana a la vista de todo el mundo que los circunda, pero de eterna e irrenunciable perseverancia como judíos-conversos, o cristianos nuevos como eran llamados en la Península Ibérica. Esta línea genealógica, sin hacer ninguna mención a la sangre judía–hispana, está marcada en el libro de Familias Fundadoras de Chile 1540-1600, en la página 788, tabla XV, “Parentesco Incásico de 15 Gobernantes de Chile”, esta lista a sido la que más presidentes ha dado a Chile en su historia. Atento Pascual, otra relación histórica. –El libro Familias Fundadoras indica el primer enlace mestizo entre una india peruana, de tribu incásica, y un conquistador judío-hispano: “Barbola Coya –sobrina del Rey Inca del Perú–. C.c Diego Garcí Díaz de Castro, conquistador de Chile, vino con Almagro en 1536, y con Valdivia en 1540.

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A partir del primer Presidente de Chile, José Miguel Carrera, en la siguiente lista figuran los Presidentes de Chile que están en línea genealógica mestiza-judía-hispana con el Prócer de la Independencia”. He aquí la lista: José Miguel Carrera. Presidente Nacional de Gobierno 1811-1813 y 1814. Manuel Montt Torres, Pdte. de la República de Chile 1851-1861. Federico Errázuriz Zañartu. Pdte. de la República de Chile 1871-1876. Aníbal Pinto Garmendia, Pdte. de la República de Chile 1876-1881. Domingo Santa María González, Pdte. de la República de Chile, 1881-1886. Jorge Montt Álvarez, Pdte. de la República de Chile 1891-1896. Federico Errázuriz Echaurren, Pdte. de la República de Chile 1896-1901. Germán Riesco Errázuriz, Presidente de la República de Chile 1901-1906. Pedro Montt Montt, Pdte. de la República de Chile 1906-1910 Ramón Barros Luco, Pdte. de la República de Chile 1910-1915 Arturo Alessandri Palma, Pdte. de la República de Chile 1920.25; 1932-38. Jorge Alessandri Rodríguez, Pdte. de la República de Chile 1958-1964. Eduardo Frei Montalva, Pdte. de la República de Chile 1964-1970. Augusto Pinochet Ugarte, Dictador, Pdte. de la República de Chile, 1973-1990. Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Pdte. de la República de Chile 2002-2006. –Todos en línea mestiza y judía-hispana, desde la india inca Barbola Coya y Diego (Jacob) Garcí Díaz de Castro, judío-hispano, pasando por Pastene, Cáceres, Lisperguer, la Quintrala Catalina de los Ríos; Eduardo Frei Montalva, padre e hijo Ruiz-Tagle hasta Augusto Pinochet Iriarte.

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© FAMILIAS FUNDADORAS DE CHILE 1601-1655. El segundo contingente. Árbol genealógico de José Miguel Carrera. Segundo tomo. Julio Retamal Favereau, Carlos Celis Atria, Juan Guillermo Muñoz Correa. Zig-Zag. Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos Quinta Edición: marzo de 2001 La mención de este libro tiene los © D.R. Metodología empleada por “Familias Fundadoras”

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–Estos genealogistas emplearon la metodología de rastrear, en documentos de la época, en cada línea familiar, la cantidad de elementos indígenas incorporados hasta la sexta generación. Prescindieron de otras etnias para sólo discriminar entre ascendencia europea del territorio hispano e indígena de Chile. Un último valioso dato es que, en una sociedad cerrada y aislada como lo ha sido el cruzamiento en Chile, se van absorbiendo gradualmente los nuevos elementos. Apuntan lo elemental, que toda persona posee dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos y así sucesivamente. En cada generación, teóricamente, el número de antepasados se duplica. Retrocediendo 10 generaciones, encontramos 1.024 ancestros en ella y la generación 14 –que corresponde, más o menos, a la de 1540, etapa del descubrimiento y conquista–, nos lleva al extremo número, que cada uno de los chilenos tiene 16.384 abuelos en línea. Este cálculo, afirman los investigadores, es teórico, ya que por la endogamia se dan inmensas cantidades de matrimonios entre parientes más o menos cercanos, con lo cual se repiten los mismos antepasados y apellidos varias veces. Esto da que los apellidos, alcanzando algunos un inusitado récord, se repitan en Chile con tenaz y risueña persistencia. Si en los Presidentes de Chile, hombres creadores de la aristocracia y elevación social, se han dado tantos casos de mestizajes, comprenderemos que los porcentajes de todos los habitantes de Chile, alcance cifras tan altas, con frecuencia negadas, ocultas u omitidas por complejos de inferioridad sobre todo en las clases altas y de resignación o ignorancia en las clases populares. El mestizaje es una de las formas más eficaces de mejorar los grupos étnicos, tal vez, la única posibilidad de un saneamiento orgánico, mental y físico de la población humana en nuestra corta vida. Nada, por cierto, despreciable y de una utilidad única en la vida de la especie animal a la que pertenecemos. La endogamia, que es el cruzamiento entre familiares en los pueblos cerrados, como el caso de todos los países de América, dan fisonomías, conformación física y carácter similar en todos los componentes humanos ligados a este inevitable proceso. Así es que,

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como advierten buenos observadores, todos los chilenos se parecen fisonómicamente, y aseguran que todos deben provenir de una misma rama familiar, gracias a la persistente endogamia practicada desde tiempos inmemoriales, dentro del término de nuestra historia, primero por los mismos indígenas desde su territorio asiático, y luego por los conquistadores judío-hispanos por miles de años en la Península Ibérica y, que se evidencia en los casi sin variantes apellidos que ostentan todos los habitantes de Chile. Para mayores informaciones sobre este tema sugiero acercarse a la lectura total de esta valiosa obra, “Familias fundadores 1540-1600”, de Julio Retamal Favereau, Carlos Célis Atria y Juan Guillermo Muñoz Correa, Editorial Zig-Zag, 1992, cuya información es completa en cuanto el tópico que para nosotros es de interés. El cambio de apellidos judíos por castellanos –Es, en este momento, 1492, cuando irrumpe una necesidad imperiosa, con un nuevo estilo, de sobrevivencia e identificación en el elemento judío para lo bien que vivían, abundaban y eran de utilidad en España. Eran lo mejor de esta península. Para viajar, expulsados por la Santa Inquisición Católica, los judíos-hispanos –volvemos a repetir–, escapando de la ignominiosa y deshumana hoguera, cambiaron sus apellidos hebreos por palabras castellanas que elevaron a la calidad de antropónimos y, es éste caudal el que llega como apellido al continente americano. Repetiremos que, por ellos, encontramos en los apellidos hispánicos trasplantados a Chile no solo nombres de origen latino y en algunos pocos casos ibéricos, sino también de origen germano en abundancia, pero no existen en nuestro país, salvo dos o tres, apellidos hebreos, moros, o bereberes, pues a estas personas les estaba prohibido, como sabemos, viajar al Nuevo Mundo portando su verdadera ascendencia. Nuestro estudio se dirige a la enumeración, y otros pormenores, de los habitantes de Chile, por lo que abreviaremos muchos aportes del profesor Oroz, para no repetir en esta conversación, que está siendo un monólogo, los mismos conceptos que hemos ido desparramando en ella.

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De la Carrera y de la Calle –El apellido “De la Calle” o “Calle”, en España se dio generalmente a los judíos que vivían, en sus casas o negocios, hacinados en una “calle o una carrera” como en guetos durante su persecución. El apellido actual “de la Carrera”, (< camino real, carretera; calle que antes fue camino) tiene, igual que el de Calle, el mismo origen. En la actualidad, sobre la palabra Carrera, se ignora su verdadero significado, conserva solo el valor semántico pero ignorando las raíces de proveniencia. Muchas personas de este apellido son hoy día, por voluntaria conversión religiosa, piadosos y sinceros católicos. Verdugo –Sin olvidar el segundo apellido de Carrera, Verdugo, también Berdugo, por su madre, que con un cambio de “b” por “v”, nos da en alemán “Ber” oso, el temido animal, muy numeroso en épocas pasadas y de gran peligrosidad para los humanos; y “dogo”, perro, con “o” por “u”, un aporte de intercambio inglés-alemán. Sería bravo ese antiguo oso que, como un perro –oso y perro–, pasó con cambio semántico, a definir al verdugo que descabezaba a los criminales; en el estrado ahorcaba a los penitenciados; y, en el fuego de las hogueras cristianas de la Inquisición a los perseverante judíos que no abdicaban de la fe de sus mayores. De la unión de dos palabras cuya semántica se ha conservado, perdiéndose la unión del significado de las raíces del nombre de esos dos animales, pasó a los humanos en la terrible figura del ejecutor público de los condenados por la justicia humana. Resumiendo. –La variedad en los apellidos y su significante etimológico, da para investigaciones más largas, que no es nuestro propósito. Pero que será para otra historia con más etimologías y una variedad de palabras-apellidos, que dentro de la sociedad chilena, como una clase social de creencia aristocrática, podremos sacar conclusiones exactas de su humilde proveniencia desde esos tiempos de la Península

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Ibérica, en que todos escapaban de la hoguera para salvar la vida; en busca de progreso; de libertad; de expresión política; económica y sobre todo religiosa de la cristiana bondad de un dios compartido por la Santa Inquisición. En Chile, de estas historias, no se salva casi nadie. Apellidos castellanos –Desde siempre, muchos de los nombres y apellidos españoles fueron palabras tomadas por los diversos grupos de judíos que emigraron a la Península Ibérica desde tiempos ancestrales, cientos de años antes de la llegada de los romanos, muchos de ellos de carácter bíblico, desde tiempos de los arameos, hititas, babilónicos, asirios, sumerios de 6 mil años a.C., que al paso del tiempo se corrompieron tomando otra grafía y fonéticamente pronunciados con sonidos alejados de las fuentes. Muchas de estas palabras, luego apellidos, las encontramos en los libros de prehistoria como en Herodoto, y Plinio el Viejo en su “Historia Natural”, palabras que eran designaciones de pueblos, de grupos tribales, de familias que avanzaban junto con los depredadores en aras de conquistas y gloria con Darío y sus descendientes los Artajerjes. Como ejemplo tenemos el apellido, entre muchos otros la palabra Arana, de gran antigüedad pues estaba vigente entre los sumerios seis mil años antes de Cristo; Gándara que era una tribu persa que se unió a Darío en sus conquistas, como nos reseña Herodoto, y ahora, como de origen gallego, se encuentra como apellido en todo el territorio de América; y Arce, apellido en la actualidad, era el antiguo nombre de la ciudad de Petra, al sur de Jordania. Luego pasó lo mismo con el avance de los griegos que tomaron el nombre de un rey Hitita para designar a su héroe Achilles, como hizo el poeta Homero, que después en latín fue Aquiles que significa águila. Pero de donde más tomaron y se nombraron los peninsulares, fue con los patronímicos de los hebreos, de sus hazañas en la Biblia; de la toponimia del territorio de Canaán; de los nombres de los patriarcas, profetas y hombres santos que en este famoso libro se mencionan. Lo sigue en ese orden, apellidos de los germanos, romanos, celtas y galos hasta un cogollo de los árabes.

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Los judíos en la adopción y cultivo de la cultura –Es importante mencionar, como lo hemos insinuado arriba, algo más cercano en años a nosotros con los negros esclavos y los indios de América. En los Estados Unidos, recalcamos, los negros libertos, en la actualidad, aun insisten vivir con los apellidos de los que fueron sus amos; lo mismo los indios en América tomando, por la fuerza de la ignorancia y muchas veces de admiración, los nombres bíblicos más comunes y muchos apellidos, los verdaderos de los conquistadores judíos-hispanos, que habían dejado de llevar en la Península pero traducidos al castellano. Los primeros peninsulares llegados al Nuevo Mundo actualizaban sus apellidos para que los que vinieran atrás, de su misma comunidad religiosa –como hemos dicho judíos-hispanos–, durante la conquista se identificaran con el primero que llegaba, así le ponían nombre a las reducciones indígenas y a sus jefes, para que, reconociendo a su vez las palabras y sus sincretismos heredara, el que llegaba después, los esclavos indios y negros, como de su pertenencia, los primeros ya con numerosa prole como era la necesidad procreativa de todos estos sementales, para tener cantidad de indios que trabajaran para ellos. Entre estos apellidos judíos-hispanos en nuestro Continente figuran, principalmente, los de origen de todas las existentes fuentes de motivación semántica de topónimos: Orotopónimos, Hidrotopónimos, Fitotopónicos, Zootopónimos, Odotopónimos, Correlativos, Cromotopónimos, Antrotopónimo, Hagiotopónimos, de Procedencia, origen o alusión a un lugar, Propiciatorios, Rememorativos, Tautológicos, Refundiciones, Reduplicados, hasta Hipocorísticos, y de la toponimia popular: serrano, bosque, campo, vega, jara; de animales: alce, mosca, toro, león, vaca, cordero, cabrera; de colores: negro, rojo, blanco, rosado; del espacio estelar: luna, estrella, ossa; de piedras preciosas: oro, plata, ruby, esmeralda; de claro sentido bíblico levemente cambiados: Jacob, Simón, Levín, Pérez, Gómez, Levi, Lavín, Labán, Barros, Carrera, Blanes, Calle, Lleo, Allende, Colón, Durán, Gossens, Olivar, Gaete, Prats y otras infinidades y, principalmente, de palabras o motes de profesiones; designaciones arbóreas, frutos y oleáceos; de plantas arbóreas como piña, piñera, pinares, pino, olivares, carvajal, linares, robledo,

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carrasco y muchos otros elementos circundantes al ser humano de utilidad, oficio o destrezas; o meras palabras; de nombres de ciudades; pueblos ya existentes mencionados en la historia que se convirtieron en apellidos; copiando los de hombres ilustres en la historia de la humanidad. Entre estos apellidos los más frecuentes en nuestro país son los de origen germano y los tomados de palabras de la Biblia. Germanos por ejemplo: González, Rodríguez, Fernández, Henríquez; bíblicos: Gómez, Lavín o Leví, Laban o Labbe, Pérez, y muchos más. PROPORCIONALIDAD DE ETNIAS INVASORAS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

–Para adentrarse en la historia de cada país latinoamericano es imprescindible conocer la formación de las etnias peninsulares a través de lejanos tiempos, empezando por el proceso histórico que ha contribuido a la nacionalidad, en primera instancia española, como posteriormente en América a la, específicamente, chilena. Todas las disertaciones se encuentran muy lejos aun de una solución satisfactoria, especialmente, en cuanto se refiere a la proporcionalidad en que influye cada una de las partes enunciadas. El problema se solucionaría se aceptáramos los factores determinantes, como son, en primer término, el número de iberos que existían en la península y conocer de dónde vinieron en tiempos prehistóricos los grupos invasores que ocuparon desde hace treinta mil años a.C., la península ibérica. ¿De dónde provenían?: los primeros del norte de África nos aseguran los científicos. Los más cercanos al mar Mediterráneo presionados por los inmediatos atrás de ellos, con sus animales y herramientas que los empujaban avanzar, cruzaron el Estrecho de Gibraltar y se adentraron en el territorio peninsular. Las presiones de avance de los escapados de la desertización del Sahara, no cejaron y, por miles de años, presionando a los primeros escapados, hicieron subir a los primeros evadidos, ahora llamados vascos, hasta los Pirineos, llegando este grupo, por la presión, a descender también al otro lado, actualmente francés. Terminaron llamándose vascos españoles y vascos franceses.

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Muchos datos de investigadores postulan el origen sahariano común, no sólo de la lengua, sino de la procedencia y de la generación que provienen los iberos. Los paleoclimáticos datos, e incluso los estudios comparativos de la cultura predinástica bederiense de Egipto con la andaluza, también, afirman que haya seguido en marcha un gran desplazamiento de poblaciones saharianas en los últimos diez mil años a.C., hacia Iberia y el Norte europeo en general, debido a la paulatina desertización de la zona norte africana. Estas riquísimas observaciones las encontramos en ESTUDIOS COMPLUTENSES “El Origen de los Vascos y otros pueblos mediterráneos”, de los autores Antonio Arnáiz Villegas y Jorge Alonso García. Editorial complutense, Madrid 1998. España significa Conejo –Manifiesta el Doctor en Filología Hispánica Jairo Javier García Sánchez, profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, en su libro, de extraordinaria erudición ”Atlas Toponímico de España”. Arco/Libros. S.A Madrid, 2007: “/… / … “conviene señalar que tradicionalmente se ha contemplado un origen fenicio para el nombre de España (< Hispania < *i-se-phan-im isla de conejos”. La denominación de España, efectivamente, provino de los comerciantes marítimos hebreos-fenicios, desde 1200 a 800 años antes de Cristo, cuya navegación comercial por el Mediterráneo se inició desde antes y se mantuvo activa durante el reinado de Salomón. Denominaron “tierra de Conejos” al territorio del Alto Ampurda, en Cataluña, donde descubrieron al gracioso y sabroso animalito y, por la abundancia de estos conejitos, por extensión, la palabra conejo cundió por todo el territorio de España. En el suyo de la actual Costa Brava de Cataluña, en el Medio Oriente, a orillas del Mediterráneo, en todo Canaán para hebreos y fenicios, con la debida traducción que era “País de los Conejos”. Los romanos incorporaron esta palabra y, con su acento fonético, lo pronunciaron Hispania, palabra que se fue acomodando en el tiempo hasta llegar a ser España, e incluso en su avance, deformándose “Conejo” llegó a ser Sevilla, que significaría también, como afirma el profesor García Sánchez, lo mismo pero en medio de mucha oscuridad.

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Con mucha anterioridad, los demás grupos de viajeros africanos saharianos y, de muchas otras etnias que venían atrás en etapas más recientes, se afincaron donde podían y así conformaron el primer dominio, aunque aislados entre sí, dentro del territorio peninsular, desarrollándose o continuando con sus lenguas, costumbres y creencias. A todos estos grupos de la Península Ibérica –Iberia es por el río Ebro y proviene de la palabra hebreos–la historia, en los iniciales datos lingüísticos, les ha dado el nombre de Iberos y de Tartesios que, en término exacto, inicialmente, fueron semitas del norte del África para mezclarse años después con gente migrante de todo el Medio Oriente. Grupos étnicos que han poblado la Península Ibérica –Puede parecer un verdadero contrasentido histórico, afirmar, que mayor influencia ejerció en la Península Ibérica la etnia judía que la gálica, latina y la germana, aunque estuvieron, posteriormente todas las etnias peninsulares comprometidas en una programada eugenesia, y en una normal endogamia, muy humana por lo demás, que duró algo más de dos mil años. Es de toda evidencia el hecho que, antes de la conquista de ese territorio por los romanos, existían en iberia numerosas colonias de comerciantes judíos-fenicios radicados en antiguas comunidades, con una prole ya en una expansión de la que no se quiere, o no se puede, por tanto tiempo pasado, tener estadística, así mismo, en otras partes de Europa, Asia y África. Desde la destrucción de Jerusalén por las huestes de Tito, los judíos salieron en número considerable a establecerse en Occidente, radicándose muchos de ellos en forma permanente en la región meridional de España y de preferencia en los centros de mayor población en las costas del Mediterráneo, a donde, milenios antes sus correligionarios, habían llegado confundidos con los fenicios y comerciantes griegos. Reconocerse, y alcanzar prosperidad en breve tiempo, fue el logro de considerarse siempre como una sola familia, descendiente de las 12 tribus de Jacob, del patriarca llamado también Israel. Cuando en el año 136, ordenó Flaviano la expulsión general de los judíos de Palestina se estableció un número crecido de ellos en el

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país de los conejos, la hoy llamada España, merced a la autorización decretada por Adriano, cantidad que se añadió a la existente, desde cientos de años atrás debido al intenso comercio ejercido por los fenicios y los propios judíos emparentados, ambos de la etnia semita, por la misma religión. Los grupos étnicos llegados a la Península Ibérica a través del tiempo, de milenios, que algunos estudiosos aun persisten en llamarles razas –término que nosotros desechamos, pues conlleva el término a otros análisis–, no se sustrajeron al aislamiento para evitar su extinción, aunque en regiones apartadas, donde la naturaleza impide la vida, muchos pueblos optaron por correr, empujar a los de arriba hacia Los Pirineos, empujarlos hacia el Oeste hasta el actual Portugal y, al Este a las orillas el mar Mediterráneo que fue el más densamente poblado, para asentarse, a la postre definitivamente, organizarse y alcanzar un desarrollo individual, de grupo y familia, en todo el área peninsular. La población judía que existía en el año de 1290, en todos los dominios de Castilla, la ha calculado don José Amador de los Ríos, en un total de 854,951 individuos, cifra que algunos historiadores, sin tanta exactitud numérica, calculan en casi 4 millones de personas, es decir el 60 por ciento de religión y práctica judía, sumadas las permanentes desde tiempos ancestrales hasta los llegados con los romanos y la propia procreación, en términos de 10 hijos por matrimonio, que lograba acrecentar rápidamente esta comunidad étnica. Las estadísticas de nuestro, siempre recurrido, sabio Luis Thayer Ojeda, tomadas de actuales investigadores españoles, dan un porcentaje entre el cinco o seis por ciento de habitantes de religión judía en la Península en los años de 1290. Otras estadísticas hasta el 30 y más por ciento, llegando algunos afirmar que todo el territorio peninsular, en cierto momento de su historia antes de la llegada de los moros, visigodos y romanos, era de humana filiación, ciento por ciento de la etnia semita de religión judía. El producto de las migraciones hacia la Península Ibérica nos dan una relación que nosotros copiamos, consignando solamente los nombres de los pueblos que la ocuparon. Graficamos el siguiente cuadro –no desigual a otros de los mismos estudiosos peninsulares–, tomado del libro “Población de Chile” de Luis Thayer Ojeda, 1919,

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Imprenta “La Ilustración”, que hemos consecuentemente ampliado por la mayor cantidad de información que tenemos por los medios modernos, a los que tuvimos la suerte de acceder. Atento Pascual. Otra referencia histórica Grupos étnicos del entorno Sur (África), Este (Medio Oriente hebreos, y otros semitas) y Norte (Europa) países germanos, galos, celtas y romanos llegados en diversos años a.C., y después, hasta las últimas invasiones moriscas, a la Península Ibérica. Grupos étnicos que conformaron el mestizaje en la Península Ibérica. Iberos, también semitas, llegados por la desertificación sahariana, formando todos los grupos de la península, incluidos los vascos. Tartesios, con la comercialización, fenicia y judía, 800 años a.C. Celtas, descendieron después de pasar por varios países desde el norte de Europa. Galos, lo mismo que los Celtas, aunque más numéricamente del norte de Francia. Romanos, con todos los componentes humanos como esclavos y mercenarios entre sus filas, incorporados, como era costumbre, de muchísimos otros pueblos. Judíos, los primeros en asentarse en las costas del Mediterráneo, como comerciantes VIII a.C., exiliados y en continuo movimiento comercial, desde antes de los tiempos del reinado de Salomón y la esclavitud en Babilonia. Vándalos, germanos, los que conquistaron en el siglo II todo el territorio peninsular, llegando hasta el África y retrocediendo después de más de 250 años hacia su lugar de origen el Noreste de la actual Alemania. Se calcula que fueron 200 000 familias las que ingresaron a la Península, dominando, en consecuencia todo el territorio. Visigodos, los llamados visigodos, junto con 42 grupos étnicos del norte de la germanía. Fueron numerosísimas estas familiares, se calcula que lo integraban una cantidad mayor que los Vándalos. También se hicieron dueños absolutos de toda el territorio hasta la llegada de los moros invasores. Fenicios, primero como navieros comerciantes, y luego migrantes aliados, por parentesco religioso, de los judíos.

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Árabes, o semitas, diferenciados de los primeros grupos saharianos, los más actuales como invasores con la religión islámica, llamados también moros y bereberes: semitas igual que los fenicios y hebreos. Cartagineses, que fueron gente de todo el Medio Oriente, principalmente judíos y fenicios semitas, que ocupaban todo el frente del mar mediterráneo en la actual costa africana de Túnez. Helenos, comerciantes griegos, rivales de los fenicios, judíos y cartagineses. No pocos de ellos se asentaron definitivamente en cantidad en el Alto Ampurdá, Cataluña. Suevos, del norte de Europa. Alanos, del este de Italia, hacia el mar Adriático Ilirios, cercanos a los alanos. Bizantinos, prácticamente turcos, como numerosos comerciante cercanos a la época romana. Francos, resabios de las huestes de Carlomagno, los más cercanos a los Pirineos que, desde siempre fue un cedazo de los pueblo invasores del norte de Europa. Italianos, como soldados en gran cantidad, con anterioridad a que en Europa adquirieron esta denominación, antes eran etruscos y umbros y, mayormente esclavos, etc. Polacos o eslavos, como esclavos de los romanos engrosando sus filas de ocupación. Gitanos en marcha desde Egipto, pasando por todos los países del Medio Oriente y Este europeo, hasta llegar a la Península Ibérica, desde 200 años a.C. –Con estas 18 etnias, reconocidas históricamente, se conjugó el mestizaje hispánico, Esta variada enumeración cargada de representaciones positivas para el mejoramiento de la raza humana, representan la expresión cabal de la realidad de la formación étnica y lingüística en la historia de la Península Ibérica, cuyos componentes entrelazados durante miles de años dieron comienzo, desde 1492, año del Descubrimiento, posterior Conquista y Coloniaje hasta nuestros días, a la refundición de un nuevo y profundo mestizaje de masas étnicas de inmigrantes que, masificadas por el intento de integración nacionalista en lenguas, costumbres y cultura dieron los peninsulares al mestizaje con los indios de toda América, la impronta actual, en cuanto, no sólo a la unidad religiosa y de lengua, sino a los parecidos físicos de los españoles que fueron y siguen siendo

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llamados europeos, cuando en definitiva conforman una espacio étnico, como hemos anotado, de muchísimas procedencias en su mayoría semitas-judías, norafricanas y del Medio Oriente. El lenguaje étnico El lenguaje de nuestro rostros de mestizos latinoamericanos, por ende de Chile, que es nuestro destino, con variadísimas fisonomías, conformación anatómicas y color de piel, representa la valiosa fusión étnica desde tiempos inmemoriales. Aducimos, por este mestizaje continuo y endogámico a través de miles de años, nuestra herencia peninsular y el acuso de sus, interminables de enumerar, mestizajes de mestizajes sobre remestizajes, hecho oculto por esos complejos del español de no querer revelar la verdad que podría –vaya tamaña e infantil prevención–, identificarlos no como europeos, sino como algo extraño, por tener su nacionalidad el más alto mestizaje de cruzas humanas de la historia actual de Europa –sino del mundo entero–, pues en la Península Ibérica intervinieron numerosas etnias, que anotamos entre otras desconocidas o desaparecidas, valiosísimas, por lo demás, como componentes humanos de todas las regiones desde milenios. Formaciones anatómicas Sabemos que la herencia genética determina, en principio, por ejemplo, la forma y la expresión de la cara dentro de los cuadros formales del cráneo dolicocéfalo, mesocéfalo y braquicéfalo. Es posible, por tanto, determinar fácilmente la procedencia de cada uno de los tipos, aunque hablen, tengan religiones, costumbres diferentes y hasta apellidos de difícil pronunciación. En las huellas de su conformación física encontramos las proveniencias étnicas. Lo que facilitaría, ésta incorporación, todos los estudios de procedencia y, por supuesto, las raíces del mestizaje que, como hemos dicho en la historia de los peninsulares es el ejemplo más certero para saber de donde ellos provenían y por qué están compuestos de tanta facial diversidad humana. Por ende, también, nosotros los latinoamericanos.

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Indios puros y mestizos judíos–hispanos El llamado y tan comentado mestizaje americano es, en definitiva, la refundación étnica asiática de un grupo de raza pura con un claro, continuo por miles de años, mestizaje como el de los llamados indios americanos, con docenas de vigorosos mestizajes plasmados a través de milenios entre hispanos. Los codiciosos e insaciables sementales peninsulares llegados en 1492, satisficieron, en los receptivos vientres procreativos de las indígenas que encontraron a su llegada al Nuevo Mundo, la tranquilidad emocional a sus decaídos cuerpos después, de la abstinencia sexual, de largos meses, durante la navegación por mares desconocidos. Esta nueva refundación del mestizaje hispano, iniciado en su territorio divisorio de Europa y África fue, también para América, muy positivo desde que se tiene conciencia de su existencia en Iberia, entre mestizos de mestizos de mestizos de remestizados hispanos. En la Península fue un movimiento procreativo continuo, sin descanso, desde tiempos inmemoriales, entre tantas y variadas etnias, del norte europeo, del sur africano, del Oeste pleno del Medio Oriente en toda su diversidad de tantos grupos, de tan desigual, pero valiosa conformación étnica. Este desarrollo fue más rico potencialmente, que no tenerlo, tanto físico como lingüístico. Este nuevo mestizaje se convirtió en la impronta, en el valor de la fuerza conjunta con los grupos humanos de toda Latinoamérica, que en definitiva fue quien salió, pese a todo, más beneficiada, como lo demuestra ahora el potencial histórico, intelectivo, artístico y emocional en la conservación y ejercicio de su memorial genético. Una nueva palabra para el mestizaje americano Habría que inventar una nueva palabra que indique claramente, con valor etimológico propio y científico filológico esta revoltura de etnias, esta mezcla de sangre, de cuerpos, de fisonomías y acentos lingüísticos –que desaparecieron en España por obra de los reyes Católicos–, valores que imperan en toda el área de América, desde el norte hasta el más extremo sur como herencia de la milenaria

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Hispania–mestiza, comenzada desde el mismo, ineludible hoy día, momento del descubrimiento del Nuevo Mundo. En cuanto a la formación de los apellidos, de todo este enjambre de seres y lenguas en el territorio de la Península Ibérica, nos da, en la actualidad, la diversidad que impera en toda el área de la América Indígena y nos acerca a una realidad poco conocida y estudiada. La sangre judía en España y Latinoamérica La historia del resto de Europa puede entenderse sin necesidad de situar a los judíos en un primer término. Decididamente, la de España no, bien lo afirma Américo Castro. Así mismo la de América, con sus descubrimientos plagados de misterios, en donde la fusión primordial y decisiva de los judíos–hispanos es indisoluble, a su vez, de las circunstancias de haber vivido, durante cientos de años, articulados prietamente con la historia hispano-musulmana, y en América desde 1492 con toda la población indígena y negra; en lo administrativo, político, religioso y procreativo, desde el inicio del Nuevo Mundo, principalmente por la reacción semental obsesiva de los hispanos con las aborígenes dando creación, como a su vez lo fue a su debido tiempo en el pasado en el mestizaje peninsular, al llamado mestizaje latinoamericano. Hay muchas razones en esta conjetura, para afirmar, ampliar y entender el situar a los judíos en la creación de una España actual, y ser ellos los principales valores humanos de la Península. Por ejemplo, como que sólo en España los judíos poseyeran una poesía, literatura y arquitectura viva, con matices propios, si bien en enlace con el arte islámico. La poesía, el pensamiento y la técnica son también secuelas de la civilización árabe de la que vivían impregnados los judíos por pertenecer ambos a la rama semita. Sin embargo, la actual historiografía oficial cristiana presenta a los judíos como extranjeros en el territorio peninsular, cuando fue la religión cristiana la invasora y ellos los verdaderos oriundos, los creadores de la nacionalidad hoy llamaba española. Al exponer nuestro criterio, respecto a la calidad de los llamados Descubridores de la mano de Colón llegados al Nuevo Mundo, les llamamos “exiliados religiosos” o “judíos-hispanos”, no hacemos, por tanto, más que superar el odio que, una falsa

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interpretación de la doctrina del rabino Jesús de Nazaret, ha instigado durante dos mil años contra un colectivo, cuya única causa ha sido mantener viva la religión que practicó y enseñó Jesucristo y por la cual murió ejecutado por los representantes del Imperio Romano. Los judíos eran lo mejor de la Península En ningún caso, estos componentes humanos, judíos-hispanos llamados también conquistadores, convertidos en peones, soldados y marineros, eran delincuentes. Ni ladrones ni asesinos, como es la novela que se tejió sobre ellos. Era un grupo de los más selecto de los profesionales de la época. Para salvar la vida se embarcaron, como simples soldados o inexpertos marineros, profesores, médicos, gramáticos, sacerdotes y artesanos de valiosos y milenarios conocimientos. Todos ellos cumpliendo tareas, en los barcos navegando hacia América, que no le eran propias, cambiaron de profesión con el afán de proteger sus vidas. Abandonaron, o mal vendieron sus propiedades, y su fortuna paso a manos por medio del despojo a parte, principalmente, de la Iglesia Católica y de los reyes. Lo que no cabe ninguna duda es que los únicos sabios, en diversas especialidades en la península, eran de religión judía, y en gran medida de los judíos-conversos. Y estos fueron los que viajaron, todos convertidos, sin serlo, en soldados y marineros o, en lo que fuere con tal de salvar la vida. Eran siglos de gran ignorancia. Ni los reyes, menos los de su corte palaciega, sabían leer ni escribir, solamente los judíos sabían hacerlo. Desde la época de Salomón estas ciencias la practicaban los judíos casi en exclusividad: escribir y sacar cuentas; llevar libros de mercaderías y de impuestos. Sobresalían por su honradez en estos ejercicios. Su misma religión los protegía de la ignorancia por el legado de sus antepasados nacidos en Canaán, al lado de Fenicia la cuna del alfabeto. En medio de dos grandes civilizaciones, la Asiria y la Egipcia, se habían adiestrado, además, en el arte del comercio. El judío derivó su tradición y sabiduría hacia las aplicaciones prácticas: medicina, astrología vaticinadora del porvenir; moral, ética: el derecho civil y canónigo; construcción de instrumentos técnicos; gramática, literatura, poesía, traducciones y muchas

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profesiones más, como la agricultura, el telar, la mecánica y el labrado de joyas. Estas explicaciones coronan la expresión textual, para todos sabidas, que eran los judíos-hispanos los que mantenían la economía y la cultura de la Península; que fueron el resultado de la importancia alcanzada por los hispanos-judíos-islámicos en el engrandecimiento español; que fueron la fuerza motora tanto de la cultura y la enseñanza de las artes y la economía en toda la Península Ibérica. La educación de la cristiandad de aniquilar al contrario Esta etapa barroca, de misticismo cristiano, estaba imbuido de una crueldad sin piedad con el prójimo, actitudes encabezadas principalmente por el intento de dominio universal de la religión católica que fue, en definitiva la conductora, la educadora y creadora de las modalidades más crueles de la Conquista americana elevando la cruz, como descargo y ocultamiento en todas las circunstancias. En esta tarea, para nuestro raciocinio, no importan los hombres sino las ideas y creencias que los impulsaba. Los judíos-hispanos en el Nuevo Mundo no se comportaron con un ímpetu exterminador por ser judíos –recalco enfáticamente–sino porque ese era el espíritu de todos los europeos de los años del Renacimiento hasta esos años de 1492, expuestos a la condena del fuego eterno por la Iglesia Católica. En definitiva, en el Nuevo Mundo, como dijo Eduardo Galeano, “los judíos encontraron a sus judíos”, y en los indios practicaron los mismos tormentos que en la Península los cristianos a ellos les infligieron. Tormentos que hasta en la hoguera intentaban redimir porque guardaban, los judíos con inquebrantable heroísmo, su fe con lealtad y honor a su religión por la que morían sin otra causa que la de ser judío consecuente. En América, desde entonces, y hasta muchos años después, o desde el mismo inicio de la llegada de los invasores en 1492, fueron los indios seres de la Edad de Piedra, incivilizados y bárbaros considerados herejes del Norte al Sur del Continente, sin merecérselos, inocentemente y sin paridad en su defensa –igual que los judíos-hispanos en la Península por la Inquisición–, los que recibieron castigos de esos exiliados judíos-hispanos que le

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infligieron: los mismos o peores martirios que a ellos la Inquisición Católica. Fueron los indios los que, sin dejar de considerarse indígenas y dueños de esas tierras, pero ya con nombres y apellidos cristianos, y todos los roles cambiados, los que sucumbían abrazando el honor y integridad de su raza. Los apellidos castellanos en Chile El estudio de los apellidos existentes en un país cualquiera puede conducir al conocimiento de las etnias que han intervenido en su población, aun con mayor certeza que examinando los documentos de la patria de cada cual. En el caso de Latinoamérica no, pues sus apellidos fueron una especie de fabricación masiva, un invento, un disfraz para escapar, en el inicio desde 1492, de la feroz Inquisición Católica. Los evadidos tomaron una palabra arbitraria, la mayoría de las veces de la toponimia, o cambiaron el orden, sacando el de su padre y optando por el de la madre o de un abuelo, y convirtieron su apellido en un supuesto ropaje ancestral representativo, para engañar a la autoridades y así obtener el salvoconducto para viajar a América. Este procedimientos de reconocer la etnia por los apellidos, sólo es aplicable a las naciones de origen moderno que han recibido la influencia de grupos diferentes con posterioridad a la adopción de los nombres de familia. Los grupos de judíos que habitaban en la Península tenían sus apellidos con el sonido y la grafía del hebreo, y los usaban sin ningún prejuicio, así el Leví cambió a León y a Lavín; Jacob a Diego; entre muchos otros. En la medida que fueron perseguidos iban abandonando sus propiedades y sus familiares y adoptaban los toponímicos que hoy día los caracterizan: Montes, Cabrero, Piña, Linares, etc., etc. Los árabes mantenían los mismos que usaban en sus lugares de proveniencia y, también los germanos que, como visigodos inundaron y conquistaron todo el territorio de Iberia llegando a constituirse en los monarcas que dieron origen a los llamados Reyes Católicos, en el poder durante los años del Descubrimiento, no solo mantenían el poder, sino que con ellos influyeron masivamente en todo el territorio peninsular.

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La conquista de América en 1492, se operó cuando estaba todavía en plena gestión el uso general de los apellidos y, pasaron muchos años para que las clases inferiores trasmitieran a sus descendientes los individuales que usaban corrientemente desde entonces. Nacer en el norte e inscribirse en el sur Además, existía en la Península Ibérica, en plena persecución de los judíos-hispanos, la costumbre generalizada por ellos, de comprar certificados de nacimiento, –como hemos dicho repetidas veces–, ubicando su procedencia en lugares apartados del territorio que les vio nacer. Los de Sevilla se hacían nacer en el país Vasco, Galicia o Navarra; los de estas regiones en los pueblos del sur peninsular Sevilla, Málaga o Extremadura, donde a las autoridades les era difícil indagar la veracidad de los documentos. Muchas veces, los escapados de las provincias vascas, tomaban una palabra que era de origen godo y, sin saber su significado, lo interpretaban como un apellido, ocurrió como en muchos otros, en el caso de Verdugo, segundo apellido de José Miguel Carrera. Ingresaban, estos perseguidos, pagando en las Órdenes de Caballería como ilustres hidalgos comprando los títulos, o entrando en monasterios, pues, como mensajeros del cristianismo estaban protegidos escondiendo la verdadera religión de sus antepasados hebreos. De esta manera, los exiliados judíos-hispanos, viajaron camuflados, desde el inició en 1492 con Cristóbal Colón, hasta los tiempos de Alonso de Ercilla, en que se hacían llamar, inclusive, con apellidos reformados de origen germano, como el Pedro de Valdivia, cuyo verdadero apellido era Oncas de Melo por su padre: ambos apellidos de un claro origen judío portugués, como en nuestros días Piñera, Longueira, Oliviera, etc.; y muchos otros de sonante origen vasco: Echeñique, Larraín, Lavín, Noboa, Errázuriz, Eyzaguirre etc., etc. Otros toponímicos fueron tomados frecuentemente por los conquistadores judíos conversos, o adaptados por los marranos, antes de embarcarse huyendo de la Santa Inquisición de la Iglesia Católica, para evitar ser perseguidos y conducidos a la hoguera.

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Fue una razón de cautela, e inteligente prevención de sobrevivencia, que era un derecho ineludible de todos esos seres humanos, ante la maldad que desplegó la monarquía de los reyes Católicos, para despojar de la riqueza a la población hebrea que conformaba en su gran mayoría la Península Ibérica, población, además de numerosa, culta, trabajadora y, las más de las veces, escondida entre las mismas autoridades reales, para no despertar la codicia. Los judíos hispanos, eran los conocedores de todos los resortes de sobrevivencia de la vida, de la historia, de la suya y la de otros. Pero todo fue en vano. Con esta persecución las autoridades lograron borrar, con el exilio de esta valiosa etnia, un prometedor futuro para los peninsulares. Si no hubiera sido porque encontraron tanto oro, plata y otras riquezas en el Nuevo Mundo, la futura y soberbia España de entonces, sería tan miserable como los hasta ahora atrasados países de África. Exiliados religiosos o judíos-hispanos Con esto damos cuenta, sin temor a censuras, que hemos acuñado dos frases: exiliados religiosos y judíos-hispanos, que consideramos más exactas para nombrar a los Conquistadores. A nuestro entender, por las razones arriba expuestas, fueron, simplemente, los judíos-hispanos o exiliados religiosos, que escaparon de la maldad de los reyes Católicos, no por problemas religiosos, ni políticos, ni étnicos, sino, tan sólo, de parte de las autoridades monárquicas, por robarles la riqueza que poseían, acuñadas en tres mil años en el territorio donde se consideraban ya, después de tanto tiempo, con verdadero derecho, oriundos, nativos peninsulares –españoles digamos. Ellos se autodenominaban sefardíes con todos los deberes y derechos que imponían las autoridades. Los mismos deberes y derechos que fueron dejados, en esa cruel persecución, de lado con verdadera pasión cristiana, de ejercer el amor y la paz en el mundo que les debía pertenecer.

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Judío-mapuche nuestro chileno mestizaje En rigor, la verdadera denominación del mestizaje latinoamericano impuesto por esos llamados Conquistadores, para mí judíos-hispanos, debería ser, por lo tanto, el mestizaje chileno: Judío-Mapuche; en México: Judío-Azteca; en Paraguay: Judío-Guaraní; en Perú: Judío-Incásico; en Uruguay: Judío-Charrúa; en Centro América: Judío-Maya, y así en cada región que conquistaron y usufructuaron, se remestizaron, gobernaron y se expandieron, la mayoría de las veces, con inusitada crueldad apropiándose, hasta la fecha, de todas las riquezas de América, y reconociéndose en la intimidad, en la fuente mística de su corazón como judíos, pero ocultando aun, en la sociedad presente, su verdadera religión, logrando ser en la actualidad la aristocracia, los nobles, todos dentro de la iglesia católica, y los únicos con verdadero derecho a ser los gobernantes en cada país en que dividieron el Continente. De declarar su condición de judíos-hispanos ¿se volvería a dar la persecución peninsular? Ésta vez sería persecución-latinoamericana: ¿entonces qué hacer? ¿Qué decir, si ellos descubrieron, conquistaron, colonizaron e incluso organizaron, a su manera, el Nuevo Mundo? ¿No fueron ellos los dueños, por derecho a conquista, de todo hasta la etapa de la Independencia? ¿Inclusive durante, después y hasta nuestros días? ¿Y, no son ahora, aunque sin alardes ni publicidad, la aristocracia política, religiosa y económica que da fuerza y dinamia a nuestros países? O, ¿qué otras cosas? ¿Hasta cuando seguirá siendo un misterio que Latinoamérica está gobernada por los descendientes de los judíos conquistadores? ¿Hace daño saber la verdad? Compulsión a la repetición Las mismas presiones y crueldades que ejercieron en España los reyes Católicos, bajo el imperio del cristianismo y su desprecio a la vida humana en aras de despojar a los judíos que mantenían sus creencias, de su riqueza y su ancestral patrimonio cultural, éstos, ahora exiliados religiosos en América, las practicaron como medio de protección y sobrevivencia, en un territorio desconocido donde, el más fuerte sobrevivió. Lograron acumular, con estas premisas, en el

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Nuevo Mundo, un inmenso poder, que está aun en sus manos, en una medida que les proporciona, desde entonces, el mando y conducción de la economía en cada país en que habitan. Porque la riqueza y, en la historia de Latinoamérica, la política, la economía y hasta la conducción de la Iglesia católica ha estado en manos de los descendientes de los primeros judíos-hispanos. De ahí la justificación de tantas problemas secretos nunca resueltos en nuestro Continente, pese a los esfuerzos patrióticos, en cada uno de sus países, de algunos prohombres que dieron su vida en aras, por lo menos, de esclarecer los por qué de tantas contradicciones e injusticias. De esta terrible, para algunos, conjetura parte el misterioso silencio en que estamos sumidos, desde el primer paso que dio Colón en suelo americano, hasta los días actuales, en que impera la ignorancia, la despreocupación educacional de dar el verdadero valor al mestizaje, y posterior utilidad, ubicación y permanencia de los judíos-hispanos que han complementado el porvenir del territorio de América, hecho inexorable, con el mestizaje iniciado desde su llegada en 1492. Este prolongado silencio ¿a qué se debe? ¿Miedo al juicio condenatorio actual por su forma de obrar? ¿Temor a la amenaza histórica de haber sido los depredadores más crueles con tantos indios y negros esclavos en todas las regiones que pisaron? ¿Tanto o más crueles como fueron con ellos los cristianos en su lugar de origen? ¿Por qué hicieron desaparecer poblaciones enteras, como en Cuba que borraron del mapa a todos los aborígenes tainos en la extracción en las minas de oro y plata, y en los fondos marinos de perlas? ¿Por qué en México fue Cortés? ¿Por qué en Perú fue Pizarro y Almagro? ¿Por qué en Chile fue Valdivia en su intento de exterminar a los mapuches? ¿Y por qué sigue la aristocracia, que gobierna en cada uno de los países de Latinoamérica, manteniendo el afán de empobrecer, más y más, en las capas bajas a cada uno de sus conciudadanos? El mestizaje en Chile –Lo más interesante del árbol genealógico de Chile, en su totalidad, como territorio geográfico que conformó una nacionalidad,

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son las condiciones en que se gestó el mestizaje. (No olvidar a Diego Garcí Díaz de Castro, casado con una india peruana, pasando por el primer presidente de Chile José Miguel Carrera, hasta llegar a Augusto Pinochet). Este hecho nunca ha sido estudiado a fondo por los complejos que trae y conlleva a una estructura psicológica de inferioridad, condición impuesta frente a los cristianos viejos, desde el mismo comienzo que ya traían los mismos hombres que primero llegaron, como conquistadores, a nuestro territorio. Que somos un país mestizo es lo más importante de nuestra nacionalidad. Todo el Continente, llamado Latinoamericano queda, meritoriamente, involucrada en este concepto que, por la mezcla de sangre eleva la buena condición de los seres humanos, proporcionando más vigor, salud e inteligencia en los seres vivos como lo es en toda la especie animal y vegetal. Nuestro país aun cuenta con grupos aborígenes como medio de referencias a lo que fue este territorio antes del descubrimiento y, en el estado en que se encuentra en el presente, en cuanto a su genealogía. El 80 por ciento de los chilenos tenemos sangre india. Basta observar el rostro, o la conformación anatómica del cuerpo de cualquier chileno, para advertir que denotan siempre algún rasgo de interés hacia el pasado de venir como semitas del África y del Medio Oriente, y la comprensión que los conquistadores llegaron sin mujeres, nos dice que el vientre materno, generoso, gozoso y abundante, lo proporcionó –innegable–, la mujer indígena. Mucho se ha logrado a través de documentos que atestiguan la historia y la genealogía de Chile, pero nunca se han logrado explicaciones por el lenguaje del rostro, del físico y sobre todo la procedencia de la etimología de los apellidos y el veraz significancia de la toponimia. Lograr esclarecer esta natural necesidad de conocimientos debería conllevarnos al estudio de una fisiognómica científica y su aplicación práctica a la vida y al arte. En ninguna parte de nuestra historia hemos leído que, el centro de gravitación psicológica de nuestra nacionalidad, tenga que ver con los componentes característicos de los peninsulares y el resultado de su ancestral mestizaje. Esto estriba en que todos los objetos de la creación, el que verdaderamente nos preocupa es el hombre, infinitamente más que las cosas y las ideas.

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Los chilenos vivimos atraídos y repelidos magnéticamente unos de otros. Incluso cuando queremos ignorarnos, la violencia de nuestro movimiento emocional es, posiblemente, mayor que cuando consentimos en vernos y mirarnos como seres de una misma nacionalidad. En esto es cuando la nacionalidad se ve como algo creado superficial por intereses partidistas, y se cumple la verdad de una copla popular: “Cuando pasas por mi lado sin echarme una mirada, ¿no te acuerdas de mí nada, o te acuerdas demasiado?”. El amor y el odio han oscurecido muestras miradas y nunca han dejado paso a la serenidad de la contemplación, en lo que por 500 años de compartir el mismo territorio, ya debería habernos enseñado lo semejante que somos formados en el mismo carácter; con los mismos emblemas; en la forma de dar la mano, el tono de nuestra voz, por el rostro, por la facha, la traza, los ademanes, el estilo de entrega de sonrisas, halagos y sorteo de esgrimir un canto, con el mismo ritmo de una desafinada guitarra y el gusto, insólito, de degustar una empanada y, proclamar, con tanta simpatía, que el mote con huesillos es lo más chileno que existe. El hombre por su doble condición racional y animal, está condicionado por doble tendencia, la de conocerse a sí mismo, por arte racional de íntima reflexión, y la de ver el interior de los demás, por obra de instinto más o menos perfeccionado por el propio conocimiento. Así, como entre los cuerpos más sencillos el rostro duro y agudo expresa carácter penetrante; el plano-blando pasividad y el esférico-liso veleidad, o sea propensión indiferente a todo movimiento, así también los seres animados, el hombre el primero, a despecho de su complexidad, revelan por su sola conformación, los rasgos más capitales de su carácter. ¿Cual es el de los chilenos? Aun permanece oculto, frenado por la indiferencia que le han dado los complejos de inferioridad heredados de los conquistadores, que buscando en la oscuridad de lugares lejanos, la salvación de su vida, sobrevivir a la crueldad de la Santa Inquisición debieron buscar refugio donde pudieron. Mientras no reconozcamos nuestro mestizaje y, no nos familiaricemos con los que lo engendraron –judíos-hispanos e indias de origen asiático–, y no se acepte, sin complejos de inferioridad, revelar la verdad de toda la historia mestiza de Latinoamérica, no viviremos en paz.

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En definitiva, sino buscamos por todos los medios científicos y populares de la genealogía, la etimología, la fisiognómica y patognómica, no sabremos nunca quienes somos, y el aparente carácter que nos une revelará el secreto de que, desde un pasado no muy remoto, somos descendientes de los judíos-hispanos, con un especial aspecto físico, una semejanza facial y una voluntad intelectiva en crecimiento como buenos hijos de indios y judíos. Cuando se reconozca esta fuerza creadora del espíritu chileno, habremos solucionado todos los problemas de pobreza y abandono en que está –por suerte y designio fuera de nuestro control–, gran parte del conjunto humano de nuestra nacionalidad. En definitiva Chile y Israel han estado en silencio, ocultándose mutuamente, espiándose, compartiendo sangre, creciendo hacia un porvenir que un día definitivamente, reconociéndose sin complejos y culpas los unirá, con el mismo esfuerzo de nuestros Libertadores. Siempre en el horizonte, después del atardecer, brilla una luz de esperanza, porque como dijo Nietzsche, lo que se hace por amor se hace también más allá del bien y del mal.

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Capítulo 3

1785

El  mito  José  Miguel  Carrera       De   todos   los   procesos   históricos   surgen   los   mitos   que  impregnan   sus   biografías.   El   caso   de   José   Miguel   Carrera   es  paradigmático,  único  y  con  más  vigencia  en  Chile.  Sus  seguidores  lo  intentan  convertir  en  un  mito  de  acción  permanente  y  volverlo  a  la  realidad  actual  con  sus  actos  magnificados,  y  su  personalidad  con   un   relieve,   además,   de   conmovedor,   en   un   pedestal   de  referencias  de  héroe  nacional.       Se   utilizan,   en   estos   casos   de   mistificación   póstumas,  formas   inconsciente   sin   conocer   su   significado   preciso   y   se   la  conforma   y   conduce   para   fines   particulares.   El   psicoanálisis  freudiano   definió   el   mito   como   referente   de   las   neurosis,   pero  Yung   lo   reconoció   como   un   arquetipo   que   revela   un   mundo  invisible   tanto  del  personaje  del  mito   como  de   los   inventores  o  sostenedores  del  mismo.     No   existe   ningún   escrito   de   los   mitómanos   que   lleve   la  sangre  y  el   espíritu  proyectado  en  sus  palabras  dándole  a  Chile  configuración  exacta,   tan   solo  de   confrontación,   al   igual   con   los  verdaderos   patriotas   que   conocemos   y   comprendemos.   Porque  Chile   palpita   ahora,   en   las   imágenes   esclarecidas   que   van  naciendo   en   nuevas   investigaciones   y   en   las   palabras   de   toda  nuestra  intuición  desmitificadora.     Todo   personaje,   aunque   carezca   de   entidad   y   sea  éticamente   desdeñable,   si   es   altamente   ensalzado   por   sus  méritos,   existentes   o   no,   es   susceptible   de   ser   transformado   en  mito.   Así   los   mitómanos   convierten,   sus   invenciones,   en   una  moda  cultural  y,  en  consecuencia,  sectaria  e  inmune  a  la  crítica.       El  retorno  del  mito  y  de  los  héroes  míticos  es  el  signo  del  fin  del  mundo  moderno:  pérdida  de  la  fe  en  la  razón;  de  la  ciencia  y   la   idea   del   progreso.   Es   la   revelación   de   la   realidad   última  

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inaccesible  al  concepto  racional,  donde  no  se  admite  la  existencia  de   la   verdad.   Es   una   interpretación   de   interpretaciones  sucesivas,   como   dijo   Juan   José   Sebreli.     Las   teorías   científicas   son   universales;   los   mitos,   en  cambio,   dependen   de   una   comunidad   de   creyentes   que   los  fundamentan   en   los   mandatos   del   sentimientos   –deseos,  temores,   amores   y   odios,   ilusiones   y   desilusiones,   fantasías   y  sueños–,  ajenos  a   la  racionalidad,  es  como  las  prédicas  católicas  dentro   de   una   Catedral   y   las   callejeras   de   los   evangélicos  pentecostales,  convencidos  que  en  su  fe  está  la  verdad  absoluta.     Al   creyente   de   un   mito   le   está   vedado   analizarlo   y  explicarlo,  debe  limitarse  a  su  fe  o  no  tratar  de  razonarla  porque  el   mito   es   inefable,   se   lo   siente   o   no,   pero   sí   debe   predicarlas,  defenderlas  ante  sí  y  los  demás,  con  el  propósito  de  convencer  y  agrandar  los  números  de  acólitos.     En   los   tiempos   del   “desencantamiento   del   mundo”,   la  reflexión   crítica  discierne   entre   lo   racional  del   comportamiento  humano,  desenmascara  las  creencias  supersticiosas;  descubre  la  verdad   oculta   tras   los   mitos;   a   los   hombres   de   carne   y   hueso  detrás  de  las  estatuas  y  los  discursos  que  lo  encarecen  en  la  vida  real,   distinta   de   la   vida   mítica   del   héroe.   Asimismo   ilumina   el  contexto   histórico   que   hizo   posible   el   mito   y   alerta   sobre   la  peligrosidad   de   algunos   de   ellos   porque,   entremezclados   con  otros  factores  económicos,  sociales  o  culturales  que  –como  el  de  Carrera  en  Chile  entre  medio  de  esas  10  familias  dueñas  de  casi  todo  el   territorio  nacional–,  están  en  el  origen,  en  otros  niveles,  de   la   desigualdad   social,   la   violencia,   el   terror,   las   dictaduras   y  otras   catástrofes   económicas   que   socaban   los   valores   de   la  libertad   y   de   la   justicia   e   impiden   las   relaciones   humanas  democráticas.     En   el   caso   de   Carrera   existe   complicidad   de   las  autoridades  políticas  y  sobre  todo  de  algunos  militares.  Pareciera  que   con   el   alago   que   le   brindan   en   pedestales   sosteniendo   sus  bustos   y   a   caballo   en   actitud   de   aguerrida   soberbia,   intentan  suplantar,   cambiar   a   los   próceres   de   Chile   que   representan   al  pueblo:   el  nombre  de  O´Higgins  el   ”huacho”   consagrado  por   los  historiadores  del  siglo  IX;  “huacho”  como  el  60  por  ciento  de  los  

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chilenos   que   se   identifican   con   él   y  más   con  Manuel   Rodríguez  por   su   afán   libertario,   aunque   todos  desconocen   al   resto  de   los  hombres  que  colaboraron  en  nuestra  independencia.     En   Chile   el   universo   encantado   y   quimérico   del   mito,  donde   habitan   los   héroes   de   la   Independencia,   es   una   etapa  histórica   necesaria   de   la     evolución   de   todos   los   pueblos  primitivos,   también   el   periodo   infantil   de   la   formación  psicológica   del   individuo   en   una   enriquecedora   fuente   de  inspiración  en  el  arte  y  la  literatura.       En  todas  esas  situaciones  el  mito  juega  un  papel  positivo,  pero   resulta,   en   cambio,   peligroso   si   se   lo   quiere   instalar   en   la  vida  cotidiana  de  lo  tiempos  modernos;  es  absurdo  si  se  lo  eleva  a  conocimientos  superiores  al  racional  y,  es  perverso  cuando  se  lo  usa  como  instrumento  público,  sobre  todo  cuando  se  advierte  que   entre   los   propagandistas   de   ese   nombre   existe   una  ignorancia  supina.       Gente   que   no   lee   o,   si   lo   hizo,   olvidó   lo   sustancial  quedándose  con  el  afecto  al  mito  por  simpatía  o  simplemente  por  defender   algo   personal.   Hay   un   hilo   invisible   que   va   de   la  rehabilitación  de  la  mitología  impuesta  por  intereses  políticos  de  ubicarlo  por   interés  partidista,  desde  una  posición  en  contra  de  otra.  Crean  con  esto  la  confrontación  entre  grupos  y  la  inutilidad  de  las  rivalidades  sin  destino.     Hemos   creado   un   mito   y   repondremos   su   figura   como  algo  real,  piensan  y  proclaman,  y  es  su  única  y  gran  satisfacción.     Este   mito   es   una   fe,   en   verdad,   para   ellos   un   noble  entusiasmo.   No   necesita   ser   una   realidad,   es   un   impulso   y   una  esperanza,   una   creación   y   un   valor.   Todo   esto   confirmado   por  quienes  no  tienen  proveniencia  conocida,  que  no  saben  de  donde  vienen,  como  aquellos  descendientes  de   inmigrantes  de  quienes  fue   olvidado   su   pasado,   su   procedencia   y   que   en   sus   apellidos,  aunque  suenen  bien  encumbrados  dentro  de   la  elite  orgullosa  y  vanidosa  de  Chile,  no  hay  nada  más  que   letras  que   lo  portan  en  su  imaginario  como  riqueza  hereditaria  al  tratar  de  imponerlos.     Los  mitos  de   los  héroes  chilenos,   los  acontecimientos  de  sus     vidas,   son   de   una   veracidad   tan   borrosa   como   los   de   las  hagiografías  de   los  santos  o   los  cantares  de  gesta  de   los  héroes,  

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afirmación  que  está  clara  en  los  propagandistas  actuales  del  mito  Carrerino.       La  mitificación  exige  hoy  un  grado  mayor  de  imaginación  y   de   negación   de   la   realidad,   pues   debe   confrontar   la   historia  verídica  del  personaje  sobre  su  vida  real.  Aristóteles  decía  que  la  capacidad  de  dudar  es  rara  y  solo  se  da  en  personas  educadas.     El   mito   está   sostenido   por   intereses   personales   de  identificación,   para   sentir   superioridad   al   resto  de  persona  que  los   rodean,   darle   un   sentido   a   la   vida   vacía   de   los   que   lo  proclaman.  El  mito  florece  sobre  todo  en  períodos  de  crisis,  tanto  personales   de   los   que   auspician   esas   creencias   como   entre   las  instituciones  que  creen  tener  el  deber  de  protegerlos  y,  entre  los  hombres  que  están  más  desesperados,  que  prefieren  vivir  en  un  mundo   de   sueños,   alucinaciones   y   quimeras   en   lugar   de  enfrentarse  a  la  dura  realidad,  no  importa  si  al  proteger  y  elevar  los   méritos   del   mito   muestran   su   ignorancia   y     carencia   de  raciocinio.     Intentan,   incluso  moralizando   a   su   gusto   y   placer,   estos  creadores  de  mitos,  la  realidad  y  van  moldeando  a  sus  ídolos  de  irrealidades,   de   falsedades,   no   en   beneficio   del   mito   si   no   de  ellos:   atribuirle  méritos   al   personaje   del   mito   es   elevarse   ellos  mismos  en  esos  pedestales  en  que  lo  encumbran.  Actuar  según  lo  que  creían  que  era   la  verdad,  sin  un  estudio  concienzudo,  sin  el  análisis   de   cuantos   libros   se   han   escrito   sobre   el   personaje   en  cuestión.     Es   un   proceso,   muy   habitual,   de   maniqueo,   de  divinización   y   demonización   y,   a   veces,   ambas   cualidades   se  unen  en  un  mismo  individuo  como  lo  escriben   los  historiadores  en   el   caso   –que   ya   es   una   molestia   nacional–,   de   Carrera   y   su  desprolija  y  conflictiva  vida.       Los  ídolos  populares,  como  los  héroes  mitológicos,  tienen  dos  rostros:  uno  lumínico  otro  tenebroso;  oscilan  siempre  entre  lo  sagrado  y  lo  impuro:  dioses  y  demonios  que  provocan  todo  el  amor  y  todo  el  odio.     Con   el   paso   del   tiempo,   nadie   se   preocupa   si   eran  bipolares,  narcisistas,  egocéntricos  rayados  en  la  ogomanía,  y  es  

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aquí,  cuando  más  se  demuestra  la  ignorancia  y  el  afán  desmedido  de  propagar  virtudes  inexistentes.       Los  divos  y  los  personajes  carismáticos,  que  apoyan  estas  medidas,  sienten  una  angustiosa  necesidad  de  seducir  a   todos  y  en  todo  momento,  y  lograr  atraer  a  un  tipo  humano  proclive  a  ser  seducido;   más   aun,   necesita   serlo,   no   importando   las   armas  seductoras   que   emplean   ni   a   los   medios   poderosos   a   los   que  acuden   en   ayuda,   como   el   caso   de   Carrera   donde   está  comprometida   la   clase   social   de   la   elite   chilena:   la   derecha  conservadora;   los   grupos   familiares;   religiosos;   políticos   y  militares  de  alto  mando.     El   que   seduce   a   todos   en   general   no   quiere   a   nadie   en  particular,   por   eso   todo   líder   carismático   tiene   un   rasgo   de  carácter   histérico   y   cierta   frialdad   en   las   relaciones   humanas  inmediatas.       El   mensaje   final   es   que   quienes   portan   el   derecho   de  propiedad   económica   de   nuestra   Nación   fueron   los   que  institucionalizaron  ese  derecho,  y  afirman  con  su  maniqueísmo,  que  todo  les  pertenece,  que  se  les  debe  agradecimientos,  y  tienen  el  derecho  a  ser,   incluso,   respetados,  por  ser  superiores  y  venir  de  seres  únicos  en  la  historia  de  Chile.  Porque  son  únicos:  crean  el  mito  y  en  ese  mito  se  sostienen.       Los  demás  que  habitan   el  mismo   suelo,   llamado  a   veces  patria,  nación  y  país,  no  existen,  nada  representan  y,  como  dijo  el  venezolano   sefardí   Andrés   Bello   y   el   obispo   Casanova,   no  necesitan  más  de   lo  que  tienen,  pues  su  vida  se  debe  al  servicio  de   los   que   conducen   la   economía,   la   cultura   y   el   inusitado  bienestar   que   predican   porque   con   su   bondad,   por   lo   menos,  dejan  con  vida  a  los  menesterosos.     Fechas históricas La década anterior a 1785, faltando 25 años para el inicio de la liberación americana, y 20 para la invasión francesa a la península ibérica, que fue lo que motivó el avance de las ideas libertarias, Europa y América estuvieron plasmadas de acontecimientos decisivos que marcaron con su imposición de libertad, justicia e

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igualdad a los hombres de todo el mundo, encaminándolos a realizar grandes esfuerzos en busca de su verdadera condición humana, con unos conocimientos y despliegue artístico que nunca se había dado. En Europa, Claude Adrián Helvetius publica, en 1771, su Filosofía de la sexualidad; nace el poeta alemán Novalis en 1772; Haydn edita una de sus primeras sinfonías y el cuarteto Opus 2; en 1793 Herder y Goethe escriben sobre Arte y y Cultura; en 1773, Mozart da a conocer el primer concierto para piano en D-Dur; muere en 1774, Luis XV Rey de Francia. Goethe publica su drama Clavijo. Herder una Filosofía de la historia para la imagen de la Humanidad; en 1776 se difunde en Estados Unidos, el 4 de julio, la Constitución y los Derechos de la Humanidad; 1977; Jean Jaques Rousseau, filósofo francés, nacido en 1712 da a conocer su Enciclopedia de Pedagogía; la presencia de Beethoven comienza con sus prodigios musicales a impresionar desde los 6 años como un niño prodigio; Puccini da a conocer su ópera “Rolando”; en 1782 Federico Schiller da a la luz su obra teatral “Los Bandidos”. Nace, en Italia, Niccolo Paganini, virtuoso del violín. Beethoven crea “Tres sonatas para piano y Mozart en c-Moll, una Misa mientras vivía en Viena. Culmina la década siguiente en 1789, con la Revolución francesa, destituyendo a Luis XVI, y la declaración de los Derechos de la Humanidad y Jorge Washington nombrado como Primer Presidente de los Estados Unidos de América del Norte. América en 1785 En ambas décadas, en América se dan valiosos acontecimientos, con el nacimiento de hombres predestinados a ser los gestores de la Independencia del Continente americano. El 25 de febrero de 1778, en la ciudad de Yapeyú, en las Provincias Unidas, llamada después Argentina, nace José Francisco de San Martín, hoy Padre de la Patria Argentina, gran amigo del Prócer chileno Bernardo O´Higgins, y uno de los gestores de la Independencia de Chile, que sería posteriormente, además, Protector del Perú. En la ciudad de Chillán, Chile, vio la luz, el 20 de agosto de 1778, Bernardo O´Higgins Riquelme, uno de los líderes de la

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Independencia, declarado en la actualidad Padre de la Patria de Chile. En Caracas, Venezuela, el 24 de julio de 1783, nace Simón Bolívar, nombrado en vida con el honroso título de Libertador de América. Finalmente, el 15 de octubre de 1785 nace, en Santiago de Chile, José Miguel Carrera, que sería el Primer Presidente del país, forjador de la República y el cogestor, con su firma, de los más emblemáticos valores en la institucionalidad de Chile. De la Carrera. Origen y homonimias –En desacuerdo a “Familias Fundadores, segundo tomo, 1601–1655”, todos los historiadores de Carrera, en su filiación desde el inicio continuado en Chile, no mencionan en sus cronologías el enlace desde la india Barbola y Diego Garcí Díaz de Castro. La inician, tan solo, con el protagonismo de Ignacio de la Carrera Iturgoyen, recién con su llegada a Chile, 100 años después, en 1640; aunque tenía en el país, como ascendientes, desde 1540, el fecundo mestizaje de judíos–hispanos e indígenas de todo Chile, que contrajeron sus ascendientes y que incubaron en sus descendientes dentro del cien por ciento, en esa etapa de los habitantes de Chile, hasta la lenta llegada de mujeres españolas Las historias dan como proveniencia a los de la Carrera, a la provincia de Aragón de donde pasaron a Amézquita y Alegría de Oria, en la provincia de Guipúzcoa. Se confirma el origen aragonés (mencionado en el expediente de ingreso a la Orden de Alcántara de Ignacio de la Carrera Iturgoyen) al considerar el origen de Diego Sirena de la Carrera. Un Sebastián Carrera, pariente o no, estaba en Valdivia en 1565, y no hay más datos sobre él. Francisco de la Carrera, nacido en Ajo (Trasmiera, Santander) nacido por 1593, fue castellano en Arauco y Tucapel, y capitán de caballos en el tercio de San Felipe de Austria, antes de 1636, año en que estaba de regreso en Madrid. Francisco Antonio de la Carrera, nacido en Villar de los Barrios de Salas, en Ponferrada, León, pasó a Chile en 1792 y fue fundador de la Villa de los Andes y dejó descendencia, al parecer hasta hoy.

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Por ende, no tenía parentesco alguno con los que aquí se analizan, por haber sido familia de encomenderos. Algunos indígenas usaron el apellido Carrera, como se observa en una matrícula de Malloa en 1727. “Familias Fundadoras 1601–1655”, 1639, página 609, entrega datos de un área geográfica; encomiendas y tierras; servicios y distinciones; expansión de la familia; la filiación en España hasta la filiación continuada en Chile, dando inicio al árbol genealógico de José Miguel Carrera, con Ignacio de la Carrera Iturgoyen (1620–1682), c. c. Catalina Ortiz de Elguea y García de Cáceres, matrimonio efectuado en Santiago en 1655. Otros escritores consignan lo mismo pero olvidan el importante enlace de la india peruana con el judío-hispano llegado con Valdivia al territorio de Chile, en 1540, que indica, a los Carrera, en un hecho importantísimo, como es la oculta filiación judía-mestiza de toda esta estirpe hispana, como exiliados-religiosos, de gran predominancia histórica en el territorio chileno. Ignacio de la Carrera, fue nacido en Alegría de Oria, Guipúzcoa, pasó a Chile en el sequito del gobernador, marqués de Baides. Desembarcó en Concepción el 4 de agosto de 1640, y se le atribuye, la profesión de ingeniero contando, ¡prodigio! tan solo, 20 años de edad. Con él, olvidando todo lo anterior, es el inicio de la familia Carrera en Chile para todos los genealogistas del Prócer. Como todos estos datos están confirmados, nos saltamos la ilación, pues ustedes que escuchan, y si dudan, se pueden remitir a todas las páginas de los libros biográficos de Carrera. Damos, tan solo, la referencia final de enlace del padre y la madre del Prócer: Ignacio de la Carrera Cuevas se casó en Santiago, el 7 de febrero de 1773, con Francisca de Paula Verdugo Valdivieso, hija legítima de José Antonio Verdugo del Castillo y de María Juana Valdivieso Herrera. Tuvieron siete hijos, 3 hembras y 4 varones; sobrevivieron cuatro: Juan José, Javiera, José Miguel, que fue el sexto en línea de sucesión era el tercero de los vivos y, el menor, Luis.

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José Miguel Carrera Verdugo –Tenía José Miguel 29 años cuando se casó con Mercedes Fontecilla Fernández, que tenía 14 años, en Santiago el 20 de agosto de 1814. Tuvieron cinco hijos todos nacidos en tierra argentina, durante el periplo de siete años que duró su peregrinaje, después del Desastre de Rancagua, hasta su fusilamiento en Mendoza el 4 de septiembre de 1821. Cinco hijos en total, cuatro mujeres y el último un varón José Miguel, quien fue padre de uno de los próceres más brillantes de la historia chilena Ignacio Carrera Pinto, héroe de La Concepción. Existen, en la actualidad anotaciones de descendientes de Carrera en línea de sucesión, hasta la familia Ried Undurraga como choznos: Horacio, Ana María, Ernesto, Marta, José Miguel y Juan Pablo. Ana María Ried Undurraga es la directora del Instituto Histórico José Miguel Carrera. Atento Pascual: una lista de innegable historicidad Apellidos de la descendencia de José Miguel Carrera Tomamos esta lista del libro de don Antonio S. Ondarza O, ascendientes y descendientes del Prócer Don. José Miguel Carrera V. en Chile. Santiago de Chile, 1959. Imprenta “Heráldica”. –En este libro hay una larga enumeración de todos sus descendientes empezando por los propios con Mercedes Fontecilla Valdivieso, siguiendo con los descendientes de sus cuatro hijas y el varón. Consignaremos los apellidos que conformaron, desde ese inicio, los más aristocráticos de la sociedad chilena, los mismos que en la actualidad siguen siendo de la misma esfera, tanto económica como social, agrupados en una ingeniosa endogamia, que forman parte de las diez familias chilenas más importantes. “Lira. Calvo. Vial, Formas. Aldunate, Carvajal. Valdés. Pinto. Benavente. Yararrázaval. Larraín. Luco. Ovalle. Ossa. Cerda. Herzl. Lecaros. Barceló. Carcallo. Sánches. Cruz. Huidobro. Fernández. Bustamante. Barros. Errázuriz. Mackenna. Rojas. Riesco. Tezanos. Rojas. de la Cerda. blanco. Correa. Pereira. Montes. García Huidobro Pérez. Ortúzar. Edwards. Salas. Benitez. Stuven. Videla. Herrera. Morandé. Vicuña. Velasco. Muñoz. Urquieta. Urcullo. Amunátegui. Solar. Rengifo.

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Rodríguez. Ibañez. Santa-Cruz. Fuenzalida. Urrejola. Álamos. Igualt. Torrealba. Labbé. Wielandt. Arlegui. Arrau. Osorio. Tagle Ruiz. Bernales. Torres. Reyes. Stuven. Mery. Cotapos. Covarrubias. Casanueva. Alcalde. Cruchaga. Undurraga. Errázuriz. Pinto. Iñíguez. Sanfuentes. Rozas. Cox. Balmaceda. Pacheco. Roberts. Petersen. Pellegrini. Portales. Pacheco. Puelma. Pizarro. Fierro. Salomó. García de la Huerta. Zegers. Baeza. Marturana. Urzúa. Lindquist. Grager. Dittbord. Villamil. Concha. Ovalle. Cruzat. Paul. Milness. Fontaines. Valenzuela. Echeverría, Moroto. Serranoi. de la Plaza. Valdivieso. Bahamondes. Villalobos. Humeres. Stevenson. Molinari. Tornero. Parrasía. Mancheño. Elizalde. Fontecilla. Polloni. La Jara. Allende. Brain Fullert. Larraín-Alcalde. Mackenna, Eyzaguirre. Mannhiem. Merino. Vergara. Montiel. Valderrama. Prado Amor. Llorente. Patrón Edwards Mackenna. Lira. Peñafiel. Aldunate-Phippips. Silva. Yoackan. Oyarde. Ochagavía. Hurtado. Ossandón. Guzmán. Heater. Scott, Battiscombe. Pollioni. Bolados. Ritter. Gálvez. Olavarría. Amaya. Alessandri Rodríguez. Lizardi. Urmeneta. Wasugh Higuet. Errázuriz-Echaurren. Izarra. Calvo. Ugarte. Castelblanco. Rivera. Violler. Romaguera. Walter. Linares. Pradel. García-Moreno. Eguiguren. Subercaseaux. Brown. Lyon. Linch. Freymond. Mention. Pieró. Carrasco. de la Cuadra. Bustos. Borgoño. Monreal. Lavoy. Ugarte Burhle. Nogales. Puga-Fischer. Cavada. Yáñez. Vikoller Waugh. Saavedra. Varas. de la Barra-Montané. Dumas. Matte-Pinto. Lamarca. Bello. Helfmann Reimer. Amenabar. Debesa. Escobar. Astaburuaga. Vial-Gutierrez. Sabioncello. Gacitúa. Hamilton. Donoso. Verdugo. Edwards-Eastman.

Descendencia de su hijo José Miguel, la más directa por provenir del único varón del Prócer, aunque el apellido se ha perdido en el trayecto y no llegar a los últimos que aun permanecen vivos: Benavente. Vargas. Espejo Varas. Smith Mansselli. Smith Nefort. Fierro Pérez. y el Héroe de la Concepción Ignacio Carrera Pinto. Sus descendientes: González M. Lira. Ried Silva. Mac_Kay Falcon. Pérez Ovalle. Ovalle Barros. Salomo Vivanco. Bazan Dávila. Undurraga Correa. Concha Subercaseaux. Videla Lira y los choznos Ried Undurraga: Horacio, Ana María, Ernesto, Marta, José Miguel y Juan Pablo”.

–Todos estos apellidos que dejó Carrera como de su estirpe, formaron –por el proceso endogámico de casamiento entre ellos–, familias de gran resonancia en la etapa de la consolidación de la Independencia, perdurando hasta nuestros días –junto con los europeos llegados después de la independencia hasta nuestro tiempo–, familias que siguen, algunas, dando hombres de méritos que se han distinguido en el campo político, social, económico, militar y religioso de Chile y, que no se agota su sangre en las venas de sus

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más de 441 descendientes que viven –tataranietos y choznos– dando familias ilustres a la elite del país, de generación en generación, que han prestigiado el buen nombre de Chile dentro y fuera del país. Muchos que forman las diez familias aristocráticas, a pesar que Carrera, como apellido, se haya extraviado con el tiempo, aunque en la historia y conocimiento de todos los chilenos está presente. El mito como dominio emocional En un análisis mitológico, que no sirve para ubicarnos y darle razón y lugar al país que se menciona y tampoco al componente humano, todo queda en una situación sin proveer una variedad de alternativa para activar las contingencias: entonces ese mito no sirve para nada, porque no logra fortalecerse ni alcanza la frecuente veracidad de lo real que está en el equilibrio de razonamientos desprejuiciados, de equidad y despojados de intereses personales. Vemos que, muchas veces, se confunde el mito histórico con una perorata más o menos elocuente, con estatuas y escritos sin fundamento que, básicamente, confunde lo que es el “ser” con el “deber ser”. Aquellos que buscan el análisis político como una lectura pasatista encuentran estos mitos acertados o desacertados, según vayan en coincidencia, o no, de sus opiniones e intereses sentimentales. Quizás porque el motor de su acción es solamente emocional y necesitan que se inflame o desinflame su ego, para obrar de inmediato o esperar otro momento que se reconozca al mito en toda la dimensión que se lo propone. Prácticamente no hay nada en los mitos de nuestra historia que no haya sido provocado y manipulado desde el extranjero y en los mismos tiempos de surgimiento y crecimientos de nuestras repúblicas, por ejemplo, las llamadas guerras de la Independencia en nuestro Continente se desencadenaron por el bloqueo continental que Napoleón impuso a Inglaterra que, buscando nuevos mercados, entró en colisión con España. Luego vino la rivalidad entre ingleses y norteamericanos por controlar los negocios de América del Sur, cosa que lograron con la complicidad de varios independentistas de ambos lados de los Andes,

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de los cuales se han forjado mitos, en el presente, casi imposible de desmontar. Bien lo apunta Juan Ponce, escritor argentino, afirmando que no hubo ninguna otra originalidad, que a la sazón la debilidad con el rey hispano prisionero del mismo Napoleón; la acción napoleónica además provocó que la corte portuguesa emigrara a este lado del océano y naciera el Imperio de Brasil que, por sí mismo, provocó grandes turbulencias algunas con funestas consecuencias directas. Y mucho más dicen los mitómanos en consonancia con lo que han difundido sus creadores por canales oficiales o, a través del partidismo familiar o, meramente, de lo admirativo anónimo. El mito de Carrera, así encarnado, sirve solamente para encarnar a Carrera.

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Capítulo 4

LA PERSONALIDAD

Informe de Leonel Etcheñique –Queridos amigos, oyentes vitivinícolas, si no damos una reseña de la personalidad, como nuestra de la conducta y el carácter de los seres humanos, que tanto han preocupado y desarrollado en el orden psicopático los protagonistas de nuestra independencia, no lograremos comprender los episodios que nos indican algunos historiadores chilenos. –Se ha definido la personalidad como “lo que distingue a una persona”; como “individualidad”. Cada cual tiene características que lo señalan como una persona distinta, que muestran su individualidad, que lo hace ser “él” o “ella”. Hay muchos rasgos que, combinados, elaboran la personalidad: la apariencia o rasgos físicos; la inteligencia o rasgos mentales; los rasgos emocionales, temperamentales, volitivos, sociales y los rasgos especiales y aptitudes adquiridas. Los rasgos en sí no constituyen la personalidad, solo sus materiales. La personalidad no es una colección o repertorio de rasgos caprichosamente yuxtapuestos, sino más bien una estructura de rasgos sobresalientes que caracterizan la presencia y la conducta del individuo. Cada persona tiene maneras originales, típicas de conducirse y reaccionar que manifiestan su personalidad. Factores mentales y caracterológicos de la personalidad –En la conducta se reflejan la mente y el carácter según sus respectivos tipos y, por consiguiente, influyen en la personalidad. Basta citar inteligencia, razón, memoria, atención percepción e imaginación, para indicar algunos rasgos mentales que constituyen factores de la personalidad. El carácter de una persona –entendida como conducta ética y moral–, da un sello especial a la personalidad. Citemos la sinceridad, veracidad, respeto a la autoridad y

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consideraciones de derechos del prójimo y las consecuencias mentales. Necesidades dominantes y rasgos emocionales –Los psicólogos destacan la importancia que, en la formación de la personalidad, tiene la educación de los primeros años: “el árbol se inclinará hacia el lado en que lo haga cuando es aun un pequeño arbolito”: este refrán es aplicable al desarrollo de la personalidad. Muchas necesidades dominantes (instintos) y emociones, requieren un debido trato y dirección, cuando se advierte que el niño se inclina en forma desfavorable al grupo social al que pertenece. Algunas podrán ser suprimidas, otras sublimadas, otras cultivadas. Rasgos volitivos –Se refieren al modo particular de la voluntad, a la corriente y energía que capacita a una persona hacia objetivos, tomar decisiones y elegir entre motivos divergentes. Determinan el modo personal de llevar a cabo un trabajo, el volumen de energía capaz de desarrollar si conduce bien las cosas, su actitud ante problemas y dificultades, y como se comporta en los momentos difíciles. Tipos de personalidad –El problema de los tipos de personalidad ha interesado a los sabios durante centurias. En el siglo II –siguiendo a Hipócrates–Galeno distinguió cuatro tipos: sanguíneo, melancólico, colérico y flemático. Desde entonces, se realizaron numerosos intentos de clasificación científica: en “tipos”. “dimensiones” y “perfiles”. Pese a las dificultades y lo complejo de este asunto se han elaborado muchos progresos, aunque sea a la distancia, en cuanto a que se lo menciona con tal o cual carácter, solo en pasajes históricos biográficos, se han logrado “test” de personalidad, escalas graduadas, inventarios y otras medidas semejantes de positivo valor para la aplicación y tipificación de la personalidad. Entre las diversas tipologías, entre otros hallazgos, la de Jung introversión-

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extraversión, ha suscitado un gran interés, tanto científico como popular. Tipo corporales y personalidad

–La gente siempre se interesó por la relación entre los rasgos

físicos y la personalidad (vamos poco a poco acercándonos a nuestro propósito de definir la personalidad de nuestro prócer José Miguel Carrera). En torno de este tema se ha desarrollado un folklore y una literatura imaginativa cuantiosa, sobre todo cuando no existe un retrato de la persona de quien nos interesamos, como el caso de nuestros próceres de hace 200 años, como el específico de Carrera y de otros, de todos diría mejor, de quienes nadie conoce un retrato verdadero, pues todos son idealizaciones y, de casi los demás no existe ninguna imagen real, todos su retratos físicos son a partir de uno que fue imaginado. Diremos lo mismo de sus cualidades tanto físicas como morales. De alguna manera debemos acercarnos al tema central y darle nombre, para que se pueda comprender.

Se tenía la opinión, por descripción física y recuerdos memoriosos, por ejemplo, como se ha escrito sobre los humanos en general: el mentón fugitivo indicaría voluntad débil; la frente fugitiva, falta de inteligencia; el cabello rojo, temperamento fogoso; la gordura, buen humor; la flacura, temperamento cortante; un cuerpo deforme mentalidad y carácter torcido, etc. La frenología interesó mucho durante muchos tiempo. Este método, sin la existencia de la fotografía, de diagnóstico popular del carácter fue muy estudiado y divulgado, aun más tarde se pudo comprobar que carecía, en muchos casos de validez.

Desarrollo de la personalidad en el niño

–¿Adonde vamos con toda estas explicaciones? Veremos que

a catalogar, con los episodios de la vida de niño y de joven de Carrera, su personalidad y carácter, para darnos una idea de lo importante que fue la formación de su personalidad por conducto sobretodo de la familia y su entorno.

–Cuando observamos la conducta de un niñito, advertimos que responde a diversos modos a las cosas que lo rodean. Esto es

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claro en las criaturas a las que se le ha diagnosticado el trastorno de autismo, de bipolaridad o narcisismo. El niño, pronto descubre qué le satisface y qué le disgusta, y procede de acuerdo con sus sensaciones y apetencias. Así no tarda en aprender el modo de satisfacer sus deseos y evitar lo que detecta. Tratará de dar salida a sus emociones y necesidades dominantes y, al hacerlo verá que algunas maneras son satisfactorias y procurará emplearlas regularmente, que otras no son tan operantes y las irá abandonando, en tanto otras son convenientes cuando se las emplea bien y, en cambio, perjudiciales si se las exagera. Desde muy temprano aprende a reconocer los signos de probación y desaprobación; como buscar asentimiento y adoptar su manera de lograrlo cumpliendo con sus propósitos.

El premio y el castigo desempeña un importante papel. Se da cuenta de que la conducta socialmente aceptada, acarrea premio y agrado, y la desaprobada reprobación y desagrado. Así, poco a poco, distingue cuáles reacciones proporcionan satisfacción, las práctica y las va seleccionando e incorporando, convirtiéndolas en una parte relativamente permanente de su personalidad. Desarrollo de la personalidad en la infancia y juventud

–Al crecer el mundo del niño se ensancha y siente necesidad

de responder a muchas y variadas situaciones. Ya no está limitado al solo contacto con los de su casa; ahora también entran en su mundo el vecindario, la escuela, la iglesia y otros grupos u organizaciones, todo en el punto de mira de sus ya reconocibles necesidades.

Si bien los individuos, en grupos o solos, manifiestan diferentes personalidades según las situaciones, la personalidad presenta cierta estabilidad y unidad. Esta unidad de rasgos es más o menos permanente y hace a la persona estable en su conducta. Podremos decir que en verdad contribuye a la expresión de su personalidad. Por ejemplo, si una persona se muestra por lo general amable y sin saltos en humor, esto significa que los rasgos dominantes de su forma de conducta trabajan más o menos permanentemente como unidad en forma estable. Puede predecirse que la misma conducta de tal persona se observará mañana, la semana entrante o el mes próximo.

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Además de coherencia y unidad, la personalidad posee continuidad. Lo cual significa que normalmente se transforma de modo gradual conforme el individuo pasa de la infancia a edades más maduras, propende a conservar cierta identidad y continuidad. Por ejemplo, la disposición agradable y jovial del niño tiende a persistir como parte de la expresión de su personalidad conforme va creciendo y también al pasar de un ambiente a otro. Ocasionalmente, pueden sobrevenir grandes cambios en la personalidad. Por lo general se deben a enfermedades graves, sucesos extremadamente favorables o infortunios, conversión religiosa y otras experiencias similares. Pero tales súbitos y amplios cambios constituyen excepciones a la regla normal del desarrollo de la personalidad. Pero tanto puede decirse que los procesos de despersonalización son variaciones anormales que implican una personalidad desorganizada.

Los documentos de Mario Carvajal Bunster –¿A que viene todo esto? –pregunto Cristian, a quien Mario le leía lo que tenía recopilado de Jorge–, me parece que todo está encaminado a una avezada venganza, al hacer tanto preámbulo de posibles anormalidades, pues intuyo que este análisis va a definir un carácter neurótico, a alguien enfermo, o a un loco. Entre tus papeles restantes ¿tienes alguno con definición o alcance a otros análisis clínicos que expliquen los síndromes de la personalidad cuando ya está madura pero en forma anormal, cuando una persona se expresa con ella?

–Los argentinos amigos de Jorge, desde su infancia compañeros en la escuela –respondió Mario mirando al techo–, están convencidos de la superioridad de su nacionalidad ante la nuestra. Tienen todo definido igual como el mismo Jorge escribió. Como yo no tengo mayor interés en esta cuestión si Carrera era un neurótico, un autista o un esquizoide, o ¿qué sé yo qué otra cosa?, ya me están entrando mareos al contacto con estos argentinos tan pagados de si mismo. Por lo menos ahora se atienen a la lectura de los documentos que Jorge les fue pasando poco a poco. Pero sé que vendrán otras cosas. Además, se lo llevan bebiendo vino, son como tontos, tres esponjas para el trago. Me han pedido les dé noticias de alguna casa

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de niñas, de esas que te sonríen porque sí no más. Me pidieron informe si existe todavía la Casa de la tía Carlina esa de Recoleta. Parece que Luis, el rubio, el más alto, estuvo con Jorge en uno de sus viajes en más de un prostíbulo. Cuando los conozcas te ruego nada de conflictos. No creo que vinieron a eso.

A veces me parece que alrededor de ellos flota un rumor misterioso, de pronto, como que los veo a los tres en el aire. He pensado que el inicio de resquemor ante ellos, me provoca resentimientos que se han convertido en adversidad. No lo puedo evitar. No soy Carrerino, ni nada de eso. Ni Rodriguista ni O´Higginiano. La historia para mí es cosa pasada, está allá lejos, en los libros y en nombre de calles, en algo irrecuperable. Es demasiado carga el presente e incierto el futuro que tenemos como para hacerme mala sangre.

¿De Jorge? Un día no supe nada más de él. No se comunicó más conmigo. ¡Así de golpe! Los argentinos dicen igual que ellos perdieron contacto con él, pero su promesa, de juntar sus papeles con los míos, la van a cumplir, sin olvidar que están de vacaciones y quieren en algún momento disfrutar del vino y la simpatía de las mujeres chilenas.

¿Qué debemos hacer Cristian? Tú tienes mucha experiencia internacional. Cuando te los presente, para callado, intenta verlos como tipos pegados a la tierra, no como fantasmas, como yo los estoy viendo,

Cristián Aravena Salazar

–Yo soy, bien lo sabes Mario, un enamorado de la ficción,

pero no con experiencia internacional –aclaró Cristian medio riéndose–, si sé, que la historia que estás construyendo con los argentinos está plagada de ficciones, pues los triunfadores la escribieron a su favor con proyección futura y sus descendientes las siguen protegiendo y actualizando. Mis fantasías son fantasías novelescas están emparentadas con el conceptos de belleza, verdad y realidad, si se desprenden de la ficción. Desde los griegos sabemos que se debe mirar el mundo y a la humanidad desde puntos de vista distintos.

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Cristian, le reclamaba a Mario con un tono de voz medio agrio, sin dejar de sonreír. –Estamos, muchacho, llenos de locos en esta eterna miseria que es la vida. Manejamos un perverso instruir en falsedades históricas, no me extraña lo que me cuentas sobre Carrera y sus ficciones. Somos vehículos de los otros, máquinas programadas para que aceptemos sus cuentos de tipos inmortales, preciosos y hacedores. Son como los gens que tiene nuestro cuerpo, que ya se sabe que son múltiples, que no los vemos, pero que nos dominan.

Yo no soy creyente. Soy cabalmente ateo. Tengo una ausencia de cualquier razón para creer en un Dios. La verdad es más hermosa, sobre todo cuando parece una ficción.

En esos escritos de tu amigo Jorge, que lamento no haberlo conocido pues tengo hacia él una corriente de aprecio como algo familiar, pues se atrevió a contar lo que yo no soy capaz.

Eso que la historia de España no se puede historiar sin mencionar a los judíos, me parece una realidad que, con razón, explica muchas cosas sin comprensión en nuestro país, esas que conforman, además, la ficción del fracaso de toda Latinoamérica.

En consecuencia, cuando que dice que existe una clonación infecciosa entre José Miguel Carrera y la aristocracia actual, en esas 10 familias dueñas de Chile, es una idea soberbia y genial, pues se comprueba que son una réplica perfecta; que todos tienen la misma memoria perversa que les pertenece a ellos y a nadie más y están conformes pues es una forma de vida. Y, ¿de qué manera luchan por conservar ese estatus que les viene desde el mismo momento en que sus lejanos parientes, los conquistadores sefardí, llegaron a esta tierra?

–A veces nos hacen creer que están locos y tratan de convencernos que no lo están –respondió Mario–, y otras que no están locos pero debemos creer que sí lo están. Sus ficciones son estas, hacer creer lo contrario de la realidad. Así, todos siguen pensando en Cristo y la salvación eterna, de manera que cientos de generaciones le han entregado sus vida en aras de una ficción que aun perdura.

–Escucha Marito, cuando se descubre la verdad, lo que se ha vivido se vuelve desolador. Entonces se quiere borrar ese período de angustia, pero no se puede porque se ha vivido, fue real, aunque esa

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verdad invalide parte de la historia y sea un periodo contaminado e infecto.

Entonces, la verdad ¿para qué? Debemos recuperar el tiempo para nosotros, no dárselo a la fantasía de los próceres. La juventud chilena durante todos estos años no tuvo buenas notas escolares a sus inquietudes y conocimientos, al llegar a la mayoría de edad ya estaban aplazados y sin ningún jurado que le haya tomado examen: de antemano estaban aplazados. Lo extraño, pese a todo, es que la verdad sea para los jóvenes una perpetua búsqueda, un instrumento para justificar, defender, combatir, exponer o historiar una vida. Nosotros somos los grises, y ellos los que perpetúan la ficción de todos los otros colores. Varias generaciones, que ya están perdidas, estuvieron enfermas luchando, tan solo, por conseguir su derecho, por lo menos a vivir. Ellos los de las ficciones para no perder el poder, no perder lo conseguido olvidan, a propósito, que en Chile no viven solos, por ello, periódicamente, se alimentan de la violencia física contra los demás. Para ello tienen de guarda espaldas, de perros cancerberos a la religión, a la policía y ese tropel de militares que de tiempo en tiempo salen a la calle en defensa de sus valores que ni siquiera son los de ellos. Toda esta forma de vida ¿no es estar prisioneros de algo? cárcel a la que quizás, más de algunos intentan renunciar y ya no pueden, como si estuvieran condenados a perpetuarse encadenados, con las manos llenas, que no pueden sostener hacer otra cosa que dinero. Los argentinos y sus conocimientos Los tres porteños llegaron un poco tarde. Aun se les notaba soñolientos y los ojos medios rojizos, pero alegres y prestos a seguir emparejando la historia que tenían algo dispersa en sus documentos. –De no creer amigos míos, “afuera es noche y llueve tanto”, como dice ese hermoso tango “Por la vuelta” –dijo de inmediato Leonel–, he seguido analizando esas propuestas clínicas para un diagnóstico sobre vuestro Carrera y tengo unas conclusiones distintas a las anteriores. Veremos como las aceptamos. Son las de Jorge. Yo trato de no poner nada, solo breves análisis para comprenderlas ante de entregárselas a ustedes.

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Abre los ojos Pascual, parece que viene otro documento –La herencia de la genialidad, como de la delincuencia política a causa de enfermedades que no se les reconoce, ha sido estudiada especialmente por Cesare Lombroso, pero ni la estadística, ni la observación acerca de la edad de sus padres, ni mucho menos los casos de criminalidad, podrían aplicarse al caso de José Miguel Carrera. La máxima de Tassoni es legítima a pesar de ser de una perfecta ineficacia; cuando aquel dijo que de padres imbéciles tuvieron hijos sabios y muchos brutos fueron hijos de hombres geniales. Pero como es para indagar las fuentes étnicas de donde emanan los desarreglos, desde la niñez, acaso no sea discreto deducir detalles de la estatura psíquica de la personalidad u hombricidad de sus ascendientes que llegaron a Chile. Tal vez lo más prudente es solicitar detalles de la personalidad de sus abuelos, pues los caracteres psicológicos de una raza histórica, como escribe Le Bon, son tan estables como sus caracteres anatómicos: se trasmiten por herencia, con regularidad y constancia. Así afirma que la psicología de cada individuo está formada de psicologías superpuestas: psicología de raza, de familia y de grupo. En la psicología de Carrera, la que observamos por los apuntes de sus historiadores, hay muy poco plasma germinativo, no se han preocupado de entregar análisis de su carácter y su personalidad.

Los historiadores han obviado cuánto es respecto a su conducta, no hacen análisis, su tarea es exponer los hechos sin ir a las causas. De esta manera no tenemos material posible para analizar. Y en el futuro nadie se ha preocupado de formularle un diagnóstico a tantos desencuentros que tuvo Carrera en su agitada vida, igual con muchos de los otros personajes que convivieron con él desplegando los mismos intereses libertarios.

Por esto, esa hipótesis de las mutaciones y, a pesar de ello, tendríamos que confesar que, la aplicación del método no es sino una tentativa con la cual aspiramos a comprender mejor la complejidad de un hombre, cuya doble naturaleza espiritual y corporal, rebosa una grandeza remota que no cabe en los límites de la herencia hispanoamericana; está saturada de improvisaciones por la originalidad de un carácter, toda enferma con los crueles dolores del siglo que le tocó nacer, y el de Carrera, no es único ni excepcional,

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sino el de muchos americanos libertadores, dentro de hondas morbosidades en sus aspiraciones de grandeza. Y desde este punto de vista pareciera irrefutable la trasmisión de la herencia fisiológica a través de numerosas generaciones: la aparición de ciertos caracteres físicos y morales.

Tengan siempre en cuenta los datos genéticos separados de una india con un sefardí-semita, datos de ADN que siempre estarán presentes en su descendencia, caracteres físicos que aparecen periódicamente; que se salta una o varias generaciones pero nunca se pierden, siempre estará presente, tanto en lo anatómico como en lo psíquico. Pues los cruzamientos entre individuos desiguales desagregan el alma ancestral de la estirpe; en Carrera y su familia, en el momento en que se confundían en una sola célula el espermatozoide del padre Ignacio de la Carrera y el óvulo de la madre Verdugo Valdivieso, el cruzamiento habría aniquilado la herencia ancestral en un principio así formulado: la herencia solo puede luchar contra la herencia. Por otro lado la misma raza mediterráneo-semita, ni era ni pura ni era homogénea. Aunque, como siempre, gran número de criollos alegaban, y siguen remachando, pureza de sangre española, eran, y son, en realidad mestizos o pardos, por secretos desvíos de sus abuelos o, descendiente de conquistadores mezclados.

Si ustedes tuvieran en presencia de algunos de los descendientes de Carrera, verían en ellos una gran desigualdad de rostros y formas anatómicas, algunos, aunque blancos y pálidos, de ojos azules o verdes, advertirían en ellos u otros, una semejanza con los coreanos, chinos, japoneses, turcos y toda la variedad semita del Medio Oriente, ya en los pómulos como en los labios y en la conformación dental, con prominencia de la mandíbula superior e inferior en proceso de prognatismo. Muchos de ellos parecen indo-chinos o filipinos en su conformación facial y física por la mezcla del europeo y los asiáticos. No importa si tienen apellidos europeos o del norte de España. ¡Qué remedio se le pueda dar a estas beneficiosas cruzas! En nada se diferencian del chileno común ya recontra mestizados.

Como ejemplo: la cara de Eduardo Frei Ruiz Tagle, es un conjunto facial desde los indios siux, azteca, maya, incas pero con muy poco de mapuche. Pero no así Pinochet. Si le sacan a nuestro

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Augusto la gorra militar, le ponen una guincha en la cabeza, y lo envuelven en una manta da un mapuche perfecto. No hay remedio para estas apreciaciones.

Nacimiento y ADN

Esa combinación de dos gérmenes, ese 15 de octubre de

1785 cuando nació Carrera, que venía de la india Barbola conteniendo todos los elementos del ADN de docenas de siglos indígenas y Diego Garcí Díaz de Castro de tantos otros de sefardí-semita plasmaron su impronta. No olviden que la religión no da formas, es tan solo una situación de cultura impuesta, no así el ADN, que es el que da causas anatómicas y de formación caracterológicas hasta en la psiquis.

Así, cada hombre posee circunvoluciones cerebrales psíquicamente modeladas por la larga línea de aquellas que nos preceden en la vida, y que por su conducta nos han moralizado o desmoralizados sin quererlo. Así aparecen en los descendientes algunos caracteres que estaban dormidos en una o muchas generaciones de ascendientes.

Supondremos que en la genealogía de Carrera, hasta sus últimos abuelos, hubo leves cruzamientos de etnias desiguales. Aquí en el sur, por ser de una asiática como Barbola Coya, al semita sefaradí Diego Garcí Díaz de Castro. Sí se puede hablar de Barbola como de raza asiática, pues también tuvo que tener infinitos cruzamientos ancestrales.

Es que desde el instante en que los pueblos de Europa se hicieron pueblos conquistadores, perdieron de hecho, por lo menos en las tierras conquistadas, el carácter de pureza que se adjudicaban y con que se reproducían en la tierra nativa; la herencia directa o inmediata, gracias a la cual según Darwin, los ascendientes transmiten a sus descendientes los caracteres generales e individuales antiguos o recientemente adquiridos. Resta saber si en realidad hubo en aquellos ascendientes ancestrales algún sedimento psíquico que apareciera en Carrera y, pudiera explicarnos sus atavismos y comprender la verdad de su personalidad, tan poco estudiada en nuestros días.

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Ese ácido desoxirribonucleico abreviado como ADN, es un ácido nucleico, una macromolécula que forma parte de todas las células, contiene la información genética usada en el desarrollo y el funcionamiento de los organismos vivos conocidos y de algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria. Está ahí, nunca se pierde.

En todos los descendientes de la unión de Barbola Coya y Diego Garcí Díaz de Castro siguieron, hasta las generaciones actuales, esas genéticas demostraciones en cuanto a la figura, el parecido facial, corporal y, sin duda, en la conducta de la salud física y mental, concentrados, por instantáneo desquite, toda la luz y el color escatimado, está en la existencia, que desconocemos, de las diez generaciones posteriores, entre la india y el sefardí-semita, que se apellidaron: 1) Barbola Coya-Diego Garcí Díaz de Castro; 2) Castro-Medina; 3) García de Medina y Castro-Gamica; 4) Gamica o Medina y Gamica-Martínez de Prado; 5) de Prado y Medina-de Lorca y Chumacero; 6) de Prado y Lorca-Ureta y Pastene; 7) de Ureta y Prado-de la Carrera y Elguea; 8) de la Carrera y Ureta-de las Cuevas y Pérez de Valenzuela;

9) Ignacio de la Carrera y Cuevas-Paula Verdugo y Valdivieso;

10) José Miguel Carrera Verdugo 1875-1821 Prócer de la Independencia de Chile, Pdte. La primera fue en 1810. Cuarta, Junta Nacional de Gobierno (1811-1813 y 1814).

En una quinta línea sucesoria en sétima rama, de este frondoso árbol genealógico damos con Augusto Pinochet Ugarte. Militar. Pdte. de la República de Chile 1973-1990. –Con este último dato podemos comprender el afán de Pinochet, sabiendo que era descendiente de los mismos progenitores, el robar de la Biblioteca Nacional, el original del Diario Militar de José Miguel Carrera. No le bastó este despojó a la herencia del patrimonio de Chile, sino que se atrevió, como en muchas otras

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decisiones a robar, o sustraer para hacer más suave el término, su espada, la que devolvió el general Cheyre durante su mandato. Espada y Diario hoy volvieron a su verdadero destino en el Dibam.

Los judíos en Chile por

José Toribio Medina

–A la etapa del descubrimiento de América, en España el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición tenía plena vigencia, vivaz organización y ejercicio canónico jurídico, organizado por los Reyes Católicos con el permiso especial del Vaticano, y por ahí el famoso domínico fray Juan de Torquemada –judío-converso–, de reconocido desempeño en la función de Inquisidor General de los reinos de Castilla y de Aragón. Esta misma estructura pasó al Nuevo Mundo desde el segundo viaje de Colón, extendiéndose luego a todos los vastos territorios conquistados por los peninsulares. El objeto de la Inquisición era el mantenimiento, en la Península, de la unidad espiritual en la fe católica, persiguiendo especialmente a judíos, luteranos y demás herejes; a blasfemos y alquimistas y a los que leían o eran poseedores de libros prohibidos. José Toribio Medina, después de una prodigiosa investigación en los Anales de la Península escribió la inmensa obra “Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Chile”, publicado en Santiago de Chile en 1952. En esta valiosa obra da cuenta, en innegables páginas, del historial acontecido en Chile, alumbrando con luz vivísima, uno de los aspectos más interesantes, y siniestro, del periodo colonial español en América, aquel en que mayor oscuridad reinaba y sigue reinando en un persistente silencio de nuestros historiadores. Eran tiempos en que por cualquiera enemistad, entre los pocos pobladores hispanos que convivían en Chile, como método de ataque o defensa, por los litigios que pudieron tener, se acusaban mutuamente de ser judíos –de acuerdo a nuestras investigaciones lo eran todos–; de blasfemar u ocultar libros prohibidos; en misa de no rezar o simular que lo hacían; o el robo de una gallina; utilizar una yegua para que quedara preñada de un semental equino de otro poblador; de perseguir a las indias que pertenecían a los vecinos y de otras pequeñeces.

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Servía cualquier cuento provocado por la envidia; verbales ofensas personales o intentos de arrebatarles las encomiendas de indios que cada cual poseía, o las propias mujeres indias que, habiendo pocas españolas eran muy codiciadas. Después de una irreconciliable enemistad todos se miraban con encono y se acusaban mutuamente al tribunal Supremo de la Inquisición, de ser, el contrincante, judío oculto que practicaba los ritos de la perseguida y estigmatizada religión. Al final del libro, Toribio Medina, nos entrega una lista de apellidos acusados, y hasta algunos penitenciados como marranos, cripto-judíos, en ocultas prácticas judías, en la primera etapa de la Conquista, desde la llegada de Pedro de Valdivia, hasta bien terminada la Colonia. Por los apellidos de esos acusados que hemos cotejado, en listas anteriores, es que damos detalle final de los llegados, de su filiación religiosa y las relaciones con la misma grafía y pertenencia de los apellidos de familias, extendidas en la actualidad, a lo largo de todo Chile. Esta enumeración nos sirve, entre tanto, también, de referencia etimológica y, de procedencia judía-hispana de nuestros primeros apellidos. Pascual, ahora sí, lo que viene es histórico

Lista de apellidos de las personas de religión judía que, supuestamente, por

practicar el judaísmo fueron procesadas en Chile, desde el inicio del Tribunal de la Inquisición hasta su abolición en Chile.

Tomados del libro de José Toribio Medina

HISTORIA DEL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN EN CHILE.

Del Fondo Histórico y Bibliográfico J. T. Medina Santiago de Chile 1952

Aguirre Francisco Cataño Antonio. Aguirre Hernando de. Cerverón Joaquín Vicente. Aguirre Juan Crisóstomo de. Clemente Pedro

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Aguirre Marco Antonio Cobeñas, Fray Juan de Alcántara Hernando de. Jacinto Aldunate y Larraín Santiago Columbo Nicolás Alegría José de. Cortés Eugenio Álvarez de Varela Manuel Cortés Sebastián Ampuero Diego de Cortés Umanzoro Ramón Andrade Leonor Correa Carlos Arana y Delor Vicente Crasi Amet Francisco Arenas Francisco Chávez Antonio Argüello Fray Andrés de. Díaz de la Cruz Salvador Astudillo Gregorio de. Dispero Alonso Ayala Íñigo de Duarte el Maestro Ayala María de. Egaña Gabriel de. Balmaceda Juan de. Encio María de. Banda de Aguilar Enríquez Andrés Barreda Luis de la. Escobar Alonso Barrientos José Eugenio Escobedo Francisca de. Barros Juan de. Espina, Fray Alonso de. Beatriz, negra Espinosa José de. Becerra Altamirano Alonso Espinosa José Antonio Becerra Lorenzo Espinosa, Joaquín de Bozo, Fray Ignacio Esteban Alonso Cabo Inés del Fernández Aceituno A. Cabrera Cristóbal Fernández Valverde A. Cabrera diego de. Figueroa Gaspar de. Calderón, Licenciado Flores Jacinta Campo Alonso del Fragoso Campofrío del Carvajal Alonso Frontaurra Juan Mauro Cano de Araya Juan Galindo Martín Carvajal, Fray Antonio de. Gamboa, Domingo de Castañeda Francisco de. Garcés de Andrada Diego García de Cáceres Diego Fray Juan de. García Carrasco Antonio Melgar Fray Pedro de. Godoy José Molina Antonio Gómez de las Montañas Fco. Molina Cristóbal de. Cl. Gómez Moreno Antonio Mondragón Isabel González Cristóbal Mondragón Pedro González Cristóbal Monte de Sotomayor González Mariano Morales Pedro de. González Ruy Morales Mondragón González Peñailillo Mariana Moreno Nicolás Griego Juan Mugarza Andrés de. Guajardo Andrés Nanclares Nicolás Hernández Domingo Hernández Fray Pedro de. Nieto Alonso Rodrigo

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Hernández Bermejo Gonzalo Noble Luis Helis Guillermo Núñez Antonio Enríquez Camilo Núñez Fray Cristóbal Henríquez Gaspar Ocampo Fray Juan de. Henríquez de Fonseca Rodrigo Ojeda Francisco de. Oliva Juan de. Hernández Alonso Oropesa Juan de. Hernández Álvaro Ortiz Francisco Hernández Andrés Osorio Mariana Hernández Fray Pedro de. Páez Juan Inés, negra Francisco de. Isbrán Paredes Fray Hernando de. Jiménez Juana Pascual Juan Jufré Juan Pascual Rafael de. Laínez Manuel José Pedrajón Clemente Lastarria Miguel José de. Pendones Juan de León Lucía de. Peña de la. Lisperguer Pedro Peña Gregorio de la. Lobo Pedro Martín Pizarro Fray Diego de. Lobo Fray Juan de. Prado de. López Domingo Puga Juan de. López de Azocar Quintero Fray Luis de. López de Monsalve Diego Quintero Príncipe José Lorenzo Diego Quiroga Antonio de. Lucas Tomás Rabanera Fray Cristóbal Lucero Juan Ramírez Pedro Ludeña Alonso de. Madrid Juan de. Riberos Francisco de. Maldonado de Silva Diego Rivero Luis Maldonado el Zamorano Rodríguez Baltazar Maravilla Hernando Rodríguez Marcos Marín Fray Benito Rosario Francisco del. Marfil Juan Rosario Juan Matías del. Martínez del Corro Antonio Rozas Ramón de. Martínez de Zavala Andrés Ruiz de Aguilar Fabián Matienzo Francisco de. Ruiz de Gamboa Martín Matienzo Francisco Ruiz de la Rivera Diego Mazo de Alderete Diego Sáez Mena Francisco Sáez de Bustamante Ambrosio Tula Matías Salazar Hernando de. Turra Antonio de. Salcedo Esteban de. Ubau edro Salcedo Pedro Ulloa Juan Francisco de. Sánchez Baltazar Sánchez Cristóbal Urízar Carrillo Juan de. Sánchez de Ojeda Gabriel Vásquez Fray José de. San José Jacoba de. Vásquez Bernardino

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San Román Luis de. Vascones Fray Juan de. Santos Gonzalo Vega Francisca de. Sarmiento de Gamboa Pedro Vega Lis de la. Vega Román de. Segura Miguel Jerónimo Velasco García de. Serrano Juan Velasco Juan Francisco- Serrano Martín Venegas Melchor Silva María de. Verdugo Luis Solís y Obando José Vergara Fray Pedro de. Soto Juana de. Videla Alonso de. Soto Pedro de. Videla Fray Diego Stevens Guillermo Villa Guillermo de. Tapia Juan Antonio de. Villagrán Gabriel de. Tenez Fray Diego Villalba Pedro de Toledo Agustín de. Vivar Jerónimo Torres Pedro de Vivar José Antonio de Troyano Pedro Zapata María Estos apellidos, en total 218, pertenecen a los acusados y penitenciados por judíos por el tribunal de la Santa Inquisición en Chile desde su primer dictamen, y figuran en el libro de José Toribio Medina. De ellos 76 son los mismos apellidos de los compañeros de Valdivia que, probablemente fueron ellos mismos, o los descendientes oficiales de los 189 mestizos certificados, procreados desde la llegada a Chile acompañando a Valdivia, o de otros que arribaron con los mismos apellidos y avecindados en Chile con posterioridad. Tres contra dos ¿Dónde quiso llegar Jorge con tantos de estos documentos? –increpaba Cristian a Mario–. Ya están insinuando una serie de anomalías mentales que pudiera haber tenido José Miguel Carrera. A la vez que descendía de una familia en línea judía mestiza, están insistiendo demasiado que, además, adolecía de más de alguna enfermedad mental. –Esas afirmaciones, Cristian, no son de los argentinos, sino de Jorge. Ya sabes, te he contado de él –le aclaraba Mario a Cristian–, que mi amigo terminó odiando todo lo carrerino, por ende a lo

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chileno, porque se sintió defraudado por nuestro país, por haberse dedicado tanto tiempo a conocer y difundir su personalidad, lo que después le resultó un grosero chasco. Consideraba un fracaso su existencia por el hecho de haber cambiado Buenos Aires por Chile, donde no tuvo éxito en su proyección como difusor del patriota. Jorge, estando en la Argentina creó una obra musical donde relata en versos acompañado de música, los dos periodos de Carrera: sus años en Chile desde 1811; su incorporación a la anarquía Argentina en 1814, hasta su fusilamiento el 4 de septiembre de 1821. Si hasta Pablo Neruda se entusiasmo con los textos y el propósito final de ese musical; Neruda colaboró con Jorge entregándole dos poemas sobre José Miguel Carrera que están en “Canto General”, por ese camino se inició la amistad del poeta con nuestro amigo. En algunas páginas, que tenemos entre todas estas que ves un poco revueltas, Jorge da cuenta de cuantas cosas descubría en tantos libros que estudió. Encontró grandes contradicciones entre los de los admiradores carrerinos y, algunos, los menos, de carácter imparcial. Lo que sí, Jorge, en nada era anti argentino, ni anti judío, ni anti España, pero sí anti chileno, es decir se liberó del nacionalismo y sin prejuicios se juzgaba, por haber nacido en Chile, como algo anormal. Buscaba en las fuentes la verdad y creyó encontrarla, con un afán de comprender que su fracaso no era producto de él sino de circunstancias que ignoraba, fue comprendiendo a medida que estudiaba y comparaba muchas referencias a Carrera y su periplo de 10 años que estuvo inserto en la historia de Chile y Argentina. –De acuerdo –respondió Cristian–, pero, ¿por qué se le ocurrió que Carrera pudiera tener una enfermedad mental que lo llevó a sacrificar a Chile, en tantos fracasos hasta llegar al de Rancagua, mientras estuvo al mando de la nación? Están insinuando, en esos papeles que haz leído, que podría haber sido un esquizoide con numerosos trastornos mentales; que pudo ser un autista, neurótico, hipocondríaco, un depresivo, paranoico, con un demencial delirio de grandeza que calzaba dentro de un diagnóstico de un narcisismo con un desarrollo xenofóbico de odio contra los argentinos especialmente los de la Logia Lautarina; con un trastorno de ansiedad de todo su sistema funcional; con nerviosismo, inquietud, impaciencia e irritabilidad, pues la ansiedad

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provoca un deterioro en las relaciones sociales y en otras áreas importantes de la actividad de las personas. Les falta decir que fue además epiléptico, que tanto abundaban en la época de la Colonia, por los abuelos sifilíticos, como diagnosticaron en Simón Bolívar esos síntomas de la epilepsia, al afirmar que era su conducta, herencia de sus abuelos sifilíticos en el campo fértil de su actividad. –No sé que insinúas Cristian –dijo exaltado Mario–, nadie a escrito lo que dices. Ni los argentinos ni yo. Jorge, si insiste que algún desajuste adolecía su admirado Carrera pues, con todas las personas, cuando no accedían a sus requerimientos se inquietaba, como frente a San Martín en Mendoza, desde los primeros momentos de su llegada y entrevistas, que fueron un desastre. No se entendieron y el resultado fue ese inicio de siete años galopando por el cuerpo de la anarquía argentina. -¡Parece que llegan los argentinos! ¡Que pinta! Tienen la facha de embajadores europeos. –Por favor Cristian, nada de enojos! –Pierde cuidado Marito, me comportaré como son tus deseos, como un chileno cordial y hospitalario.

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Capítulo 5

EDUCACIÓN Y JUSTICIA

Confesiones carolinas –Fuimos a almorzar mariscos a La Vega y llovía y llovía esta vez en la canción de Fabio –les confidenció de inmediato Máximo, después que Mario les presentó a Cristian como un amigo que estaba al tanto de todos sus propósitos–, nunca había conocido –agregó–, tanta variedad y, qué sabrosos son, con ese vinito blanco en tazas como si fueran de te, resulta muy simpático y halagüeño estar en Santiago, che, ¿no te pareció así Leonel? –Bueno, aquí estamos otra vez con muchos documentos en orden y dispuestos a empezar, como pide Mario por la biografía de Carrera. Tenemos tres libros que ahondan en detalles de cuando Carrera era niño; de su familia en El Monte el pueblo donde tenía una hacienda su padre. Estos papeles los hemos ordenado por los tres libros que Jorge insinúa; uno es especial, pero nos sugiere no le demos importancia a muchos otros que enumera sobre la vida de Carrera, que escribieron algunos de sus familiares e inquietos militares, pues todos ellos son copia, casi fidedigna, de los cuatro más importantes: Miguel Luis Amunategui, Diego Barros Arana, Francisco Antonio Encina y Eulogio Rojas Mery. –Nos detuvimos en un legajo especialmente encarpetado del historiador Guillermo Feliu Cruz, pero antes de leer esta carpeta, Jorge pide que nos limitemos, antes que nada, al estudio y análisis de una historia del Convictorio Carolino, que son apuntes para conocer los antiguos colegios de Chile, de José Manuel Frontaura y Arana, escrito en 1889 –y Leonel esgrimía los documentos como una espada refulgente–, porque fue en este colegio donde Carrera y, supuestamente, sus hermanos, como muchos otros patriotas de esa etapa, entre ellos como sobresaliente Manuel Rodríguez, recibieron las primeras instrucciones y el aprendizaje desarrollado posteriormente.

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–Nos siguiere que primero leamos sobre la infancia y la educación de Carrera y vayamos luego a la lectura y compresión, de lo que escriben los tres biógrafos. –Vale la pena ¿cómo no? pues, es en esta etapa en que los caracteres de nuestros libertadores se formaron, lograron ser los hombres más inteligentes, valientes, desprendidos en aras de la libertad americana, alcanzando, nunca más ser superados por otras generaciones. Nunca más han existido en América hombres tan desprendidos, con esa capacidad de entrega y búsqueda de la libertad y justicia en un nuevo orden de liberación que ahora, en Latinoamérica, gozamos todos con regocijo algo caótico. –¿De acuerdo? Pero antes déjenme destapar esta botella de vino, que la conversaremos tranquilos y beberemos en homenaje a Jorge que ha logrado, al fin juntarnos para comprender algo que él necesitaba y, donde esté, seguirá necesitando. Para esos estamos aquí –añadió Luis. Pascual, no pierdas la atención, otro documento especial. El Convictorio Carolino –A mediados del siglo XVIII, no existían en todo el Reino de Chile, sino dos establecimientos donde se enseñaban las principios de las ciencias: el convictorio de San Francisco Javier, en la capital y otro más que los jesuitas tenían en Concepción. Después la Universidad de los dominicos, podían conferir los grados de bachiller, licenciado y maestro, en las tres facultades de filosofía, Teología y Cánones, este derecho lo ejercían en casi todas las Indias, en los lugares en que no había universidad. El 20 de febrero de 1811, seis días antes del fallecimiento de Presidente Mateo de Toro y Zambrano, por tantas dificultades de carácter económico, sin solución, el director de la Academia de San Luis, don Manuel de Salas, dirigió al gobierno una nota haciendo presente las ventajas que reportaría la país con una reunión de los diversos planteles de educación que a la fecha existían en uno solo. Eran la Academia de San Luis, La Universidad de San Felipe, El Seminario Conciliar, el Convictorio Carolino y el colegio de

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Naturales de Chillán. Esta iniciativa creó el posterior Instituto Nacional, a la cual Carrera solo puso su firma. –Esta unión de los colegios, que fue una acción de muchas voluntades, se llevó, por fin a efectos más tarde, el 10 de agosto de 1813, reuniéndose a todos en el actual Instituto Nacional. Resta hablar de muchas de las formas de llevar a cabo la instrucción en el Colegio Carolino, y en la unión con los restantes colegios, que fueron órdenes dictadas desde el mismo gobierno, en ese momento encabezado por José Miguel Carrera, don Ignacio Portales y don Pedro Prado Jara Quemada. El convictorio Carolino, antes de su fusión, alcanzó a educar en los treinta y cinco años de existencia, más de mil jóvenes algunos de los cuales, en medio de las agitaciones de la revolución, desplegaron una gran ilustración y un criterio recto y firme, conquistando los primeros puestos del país. Allí se formaron los padres de la patria, allí aprendieron nuestros nobles abuelos, y es deber de justicia sacar del olvido y oscuridad la formación de tantas bellezas cívicas y tantas virtudes domésticas, como afirma el libro del cual sacamos estas referencias.

Documento Nº 2. Constitución del Convictorio Carolino

“Damos una recopilación de las reglas que regían el Colegio durante el desarrollo diario de su existencia: todo era a nombre de las proclamas más severas del cristianismo invocando a la Santísima Trinidad, con el propósito de recordar la formación que adquirían los alumnos con tan severas aplicaciones a su conducta y qué proyecciones psicológicas pudieron formarse en los estudiantes para dar cumplimiento, después, en aquellos que formaron el grupo de independentistas, en los años de 1810. 4.- Los que se admitieren de colegiales serán hijos de legítimos matrimonios, de conocida virtud y que no sean notados de infamia en la República. 5.- Las causas por las que sea despedido cualquier colegial, sin excepción de persona, serán las siguientes: primero ser incorregible; segundo, haber caído en alguna deshonestidad que se haya sabido con alguna nota: tercera, ser perturbador de la paz y buena armonía del convictorio; cuarta, haber jugado algunas veces al naipe y juegos prohibidos y no haberse enmendado después de ser amonestado; escalar el convictorio a cualquier hora que se verifique, siendo la obligación del director informar para que confirme la

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expulsión; y sino precediera orden del gobierno no haya arbitrio para volverlos a recibir. 6.- Las faltas que cometieran los colegiales corregirán el director y ministros con discreción y prudencia, observando que de las faltas secretas será el castigo secreto; más en la públicas el escarmiento ha de ser público para ejemplo de los demás. Las culpas de mayor consideración se reprenderá a los menores, y que no cursen teología, con azotes. Los mayores y teólogos, con cepo; proporcionando el número y tiempo a la gravedad del título, y en la contingencia de recibir el culpable la corrección dándose parte al Superior Gobierno, será despedido del convictorio. 9.- Cuando se recibiere algún colegial, confesará, comulgará y se bendecirá la opa y beca según el formulario que se apuntará al fin de estas constituciones. 10.- Si algunos saliere del convictorio o por haber concluido sus estudios o por habérsele despedido con causa que le imposibilite su regreso, se le permitirá llevar la opa y beca, apercibiéndole que no ha de usar de ella sin expresa licencia del Gobierno. 12.- Siendo el principal adelantamiento en la virtud, tendrán cada día a la mañana un cuarto de hora de oración, rezarán el rosario en comunidad, oirán misa todos los días en la capilla interior, alternándose el ministro y pasantes, y a la noche, antes de acostarse, tendrán lección espiritual, examinándose de los defectos del día con alguna meditación que sirva de materia a la oración del día siguiente. Los sábados se cantará en la capilla interior en comunidad lauretana. 13.- Comulgarán dos veces al mes. 21.- Irán por la calle con gravedad cristiana, modestos, sin bracear, ni rebosarse, ajustados en las palabras y en las demás acciones para que causen estimación y edifique a los que los miren. –No jugando de manos, no hablándose de tú ni de vos, ni poniéndose nombres ridículos, ni apodos vergonzosos que son ajenos de la calidad y de la política en que deben ser instruidos con esmero. –No jugarán naipes ni otros juegos prohibidos. –El pelo lo tendrán cortado hasta la oreja. –Vigilará el director que los colegiales no se habitúen al vergonzoso vicio de fumar tabaco. –Al cuarto de hora de haber tocado a acostarse se les visitará y apagarán las luces por los inconvenientes que acarrea el que duerman con velas, habituándolos a que se denuden y vistan con honestidad y decoro. –No tendrán criado en el colegio. –A las cinco de la mañana se levantarán los colegiales. Hasta las cinco y cuarto se prepararán para la oración. De cinco y media a seis oirán misa en la capilla interior. Inmediatamente estudiarán hasta las diez y media; desde esta hora hasta las cinco tendrán conferencias”.

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Carrera no terminó en la escuela ni el ciclo básico –José Miguel Carrera, en el Colegio Carolino, como nos dicen todos los historiadores, pero en letra pequeñita al final de página, no terminó el ciclo primario, ni recibió la instrucción necesaria para un hijo de familia pudiente con gran ascendiente en la política como su padre. ¿Se retiró o lo expulsaron? ¿Por porro, revoltoso y perturbador? ¿Salió por los tejados; escapando sin conocimientos en todo lo que ese colegio entregaba?; ¿sin completar una formación académico como fue la de Manuel Rodríguez que siguió estudiando hasta llegar a ser doctor en abogacía, lo mismo que Diego Portales, Carlos Rodríguez el hermano de Manuel,   Manuel   Pérez   Cotapos,  Francisco   Antonio   Pinto   y   muchos   otros,   que   recibieron   una  completa   formación   de   gran   utilidad   en   la   marcha   de   la  Independencia?   ¿O, a Carrera, lo expulsaron del colegio Carolino, por altanero, mal educado y inquieto? ¿Por ser un mal ejemplo para los demás alumnos? ¿O por hacerle el quite a los castigos corporales que los curas les infligían a los malos alumnos, a los traviesos e incitadores de maldades y, él era, sin duda, uno de ellos, un incitador al desorden por su altanería aun en pleno desarrollo desde su infancia. Esto lo afirman todos los historiadores. En cambio Wikipedia, el biógrafo de Internet, recibió la información, que manejan en su biografía, que fue uno de los alumnos más destacados del Convictorio Carolino. Al decir todo esto Mario, sonreía diciendo: –“estas cosas por sabidas se olvidan y no causan desazones–. Pero seguía añadiendo: –¿Qué ser humano adulto, jóvenes o niños pequeños llenos de ilusiones e inocencia, podían soportar tamaña autoridad, sin quedar impregnado de los mismos traumas –que adolecían los mismos profesores del convictorio–, a que eran expuestos y, que después, ya mayores, ejercían con la misma saña con su conducta frente a la sociedad? –Nosotros, ahora –intentó explicar Luis frente a la botella de vino ya casi terminada–, hemos perdido esa terrible enseñanza, tan dura y dogmática de la Iglesia Católica de esa etapa de la colonia, de los cristianos nuevos, dicho con amplitud, muchos de los cuales

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estaban ocultos en el catolicismo, por conveniencias, nada más ni menos que por conservar la vida. No olviden que la Inquisición, en esos tiempos, aun tenía vigencia absoluta sobre la vida de los feligreses. Muchos se educaban sin creer en la fe cristiana. –El que no cumplía esos preceptos aun estaba a tiempo de ir a la hoguera –añadió Máximo quitándole una mancha externa a su vaso de vino, y bebiendo de un sorbo el resto del rojo contenido. –Las consecuencias atávicas de los preceptores no fue la única, en la formación de la juventud colonial, que le tocó absorber a José Miguel Carrera y a sus hermanos. Estaba lo otro: la mano del rey por sobre todo lo temporal y espiritual, dueño de la vida y la muerte de sus vasallos; garra férrea; estranguladora y despótica. En primer lugar, esa ciega obediencia a los poderes de la monarquía contra los criollos –por ser distintos a la observancia genética de los peninsulares–, que fueron los escapados de la Santa Inquisición, que en América se cruzaron con indias. Los únicos administradores monárquicos, era de sangre pura, sin mezcla indígena; los criollos mestizos eran para ellos, simplemente, un resabio humano resultado de la conquista, que con otra alma –los indios sin ninguna–, se podían solo utilizar como esclavos el resto, en provecho personal de la España monárquica. En segundo lugar: los dictámenes del Espíritu Santo, de la Santísima Trinidad, de la virginidad de María y la potestad Papal sobre los bienes terrestres, que siendo representante de Dios en la tierra, todo le pertenecía y podía quitar y poner, en la vida de todos, cuanto se le antojara. Por lo demás, en la educación, los alumnos adquiriendo las fantasías místicas, quedando sin voluntad de razonar por ser creyentes, cualquiera fuere su edad: Dios y sus dogmas y nada más. ¡Ni imaginarlo! Tercero: con esta formación los padres asumían todo el despotismo de los poderes tanto materiales de la monarquía como los espirituales de la Iglesia, que no solo se arrogaban potestad inmaterial, sino el acopio de la riqueza que los hacía inmune a todo requerimiento judicial sobre sus cuantiosas propiedades. Muchas de sus actuales propiedades, tanto del actual rey de España como de la Iglesia, son administradas, hasta en la actualidad, por terratenientes

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que usufructúan como verdaderos propietarios de lo que administran, pero tienen que rendir cuentas secretas de todo. El dominio de los padres sobre la formación inicial de los hijos era el fiel reflejo de la tiranía. Aquí es cuando se debe investigar si esa formación torcida, casi paranoica de los hijos, en esos colegios dictatoriales y dogmáticos, es culpa de ellos y no de la sociedad en que vivían y que fue construida desde el mismo momento en que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, por orden de Constantino en el curso del siglo III, declaró religión de estado al catolicismo, desfilando por todo el Medioevo, y en plena potestad en América en los años de la colonia. Y todos los humanos esclavos de Dios, bajo la administración de los eclesiásticos de turno. Ficciones de uso común –La patria, el dinero y los héroes son irreales, sin duda, –se animó a contestar Luis, ante un posible arrebato de Leonel, enemigo de la religión y de los ídolos–. Esta historia de Carrera que estamos recuperando, el personaje de ella, es inquietante, uno de los capítulos de la historia de Chile inventado como nunca en provecho de unos pocos que se devanan lo sesos en homenajes; una de las ficciones más desmedidas y perjudiciales pues no falta en esta vida quien intente seguir ocultando los misterios históricos, sea como sea con entretención, misas, estatuas y otras especulaciones. –Que este ídolo, Carrera, sea un héroe, tan ostensiblemente una invención histórica, no desacredita su poder ni reduce su importancia, tampoco su inteligencia –lanzó como un exabrupto Luis, enojado, lo dijo de tanto insistir en lo mismo–. Es una de esas figuras que atestiguan la extraordinaria capacidad de la mente humana par inventar historias infundadas que, sin embargo, adquieren una importancia decisiva en el funcionamiento de la vida colectiva, en este caso de una Nación. Por tanto, son hasta necesarios por el afán de tener ídolos en que refrescar y estimular la vida anónima que lleva la mayoría de los humanos en cualquier país y justificar el poder del Estado.

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Los próceres argentinos –En la Argentina tenemos los mismos casos, no solo algunos como los chilenos, sino con casi todos los super próceres. Ustedes lo saben bien, cada personaje tiene un estatua, de no menos de dos metros, en las plazas de Buenos Aires, con sus nombres repetidos, en diversos barrios, en las calles de toda la ciudad. Así se les suele mirar con condescendencia y se termina no importando quién es, qué hizo y qué ejemplo nos dio. Pero para los que se empeñan en darle relieve a sus próceres, sí tiene importancia pues son esfuerzos de unidad, y es el de mantener a sus héroes dueños de la sentimentalidad colectiva, para sacar provecho económico de esas situaciones. Aunque, en rigor, sean unos militares despiadados apoyados por civiles cómplices de tradición esclavista. Este es el gran edificio de la civilización donde se asienta un cierto número de ficciones, que más bien flotan en la vida colectiva de la gente de a pie. Centenares grupos de personas basan su conducta moral en los mandamientos dictados por los panegiristas históricos, por ejemplo, de San Martín, que en la única batalla que participó de cuerpo presente, se calló del caballo. En la actualidad se ha descubierto que San Martín era un agente de los ingleses, y que todo su obrar por la patria argentina, fue para instaurar un rey inglés es estas colonias, incluyendo a Chile y Perú, pretendiendo que vuestro país, Mario, fuera territorio argentino. O´Higgins también estuvo a un paso de encontrar un príncipe que viniera a gobernar a los chilenos. Lo mismo los argentinos, que no encontraron a nadie, lastimosamente para ellos, y beneplácito nuestro. Nadie quiso venirse a gobernar un territorio de indios patulecos. La patria, el dinero y los ídolos son igualmente irreales, pero su fantasmagoría, no es un obstáculo para su influencia, a veces escalofriante sobre la realidad, la verdad histórica y las vidas de todos nosotros. ¿Cuántas vidas le costó a la argentina la guerra interna? por esa ambición personal de los caudillos que se querían apropiar de una provincia, por ejemplo Facundo Quiroga con una crueldad que no se ha dado en la antigüedad griega ni romana, ni en los tiempos de Darío y los Persas avanzando sobre Occidente. Ni en las guerras de

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los griego que ahora son poesía narradas por Homero, y todo, por el rescate de una mujer. Esos sí eran tangos de sangre y lágrimas, de destrozos salvajes igual los nuestros. En esas luchas argentinas en las provincias, parecía, ese salvajismo de Facundo, un ejemplo para la historia, de que no era un ser humano sino un animal que pretendía, muerto de hambre, disputarse la presa mayor. Relación de los libros sobre Carrera y los crímenes de que se le acusan Tomó la palabra Leonel, que tenía papeles tanto de su acuño como de los entregados por Mario. –Son –y entró a numerar–, más de cinco libros que deberíamos consultar para darle credibilidad a lo que Jorge, en estos papeles que están algo revueltos, intenta afirmar, para darle inició al juicio clínico de la psicopatología de Carrera, con el nombre exacto de su dolencia. Adelanta que no fue epiléptico, tampoco autista ni esquizofrénico, sino adoleció de una dosis grandísima de Narcisismo, y que por este camino llegaremos a definir su extraña conducta desde su juventud hasta su fusilamiento. Con esto vamos al grano, al meollo de nuestra tarea de poner orden a todos estos documentos. Veamos el orden donde están consignadas estas referencias: 1.- Los libros con fecha de edición son: Historia de Chile de Diego Barros Arana. Capítulo IX. Página 423. –Desde la llegada a Valparaíso, 1811, del navío inglés Standart, que trajo a Carrera de vuelta de España, cuando tenía tan solo veintiséis años. Barros Arana da cuenta detallada de los años mozos de José Miguel, narra antecedentes biográficos, sobre todo de su estadía en el Colegio Carolino donde dice que no terminó la escuela primaria, o ciclo básico en nuestros tiempos y, lo ocurrido con la justicia, que lo tiene marcado con varios juicios, descritos en 1966, en el libro pleno en detalles de Guillermo Feliu Cruz:

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2.- LOS PROCESOS JUDICIALES Y POLÍTICOS instaurados a los hermanos DON JOSÉ MIGUEL CARRERA, DON JUAN

JOSÉ Y DON LUIS CARRERA y otros seguido a los miembros de esta familia y sus parciales”,

“Editorial Nascimento, Santiago de Chile, 1966”.

Se iniciaron estos escritos, desde antes de la Independencia cuando Chile estaba aun en poder de la monarquía española, pasando por sus quehaceres juveniles en la estancia de sus padres en El Monte; el inicio de su participación en las luchas por la Independencia; el fracaso de Rancagua y la huida a la Argentina. 3.- Historia de Chile de Francisco Antonio Encina, tomo VI, capítulo IX. Santiago de Chile 1952 de la Editorial Nascimento. Séptima parte: La Patria Vieja y la reconquista. Narra Encina casi lo mismo que Barros Arana, no obviamos que copió, como el mismo afirma entre comillas, muchos pasajes de Barros Arana, pero todo con un encono manifiesto hacia José Miguel Carrera, lo que, si no fuera porque copió el texto que presenta, no podríamos dar crédito a sus opiniones por el énfasis contrario al Prócer, demasiado manifiesto en toda su extensión. 4.- Dos libros de Eulogio Rojas Mery, 1954, que repite, sobre los mismos casos los detalles de Barros Arana, pero con otro contenido, el de exculpación de casi todo lo biográfico que perjudicaría a Carrera. En todo caso, estos dos libros son una guía que tomó Rojas Mery de Benjamín Vicuña Mackenna, de Barros Arana, hasta de Encina, de historiadores argentinos como Mitre y López. Es muy interesante la pasión de Rojas Mery, como defiende al Prócer y los argumentos que da para exculparlo casi de todo lo perjudicial. En la pestaña, de la contra portada del primero de sus libros, dice: “Pese a la enorme descendencia de Carrera, ningún descendiente tomó esta iniciativa (la defensa de su ídolo) de la reivindicación de Carrera, siendo muchos de ellos adinerados y hombres de Estado en diversos gobiernos, con excepción de Ambrosio Valdés Carrera y Pedro Lira Urquieta”.

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Ojo Pascual. Lo que viene está escrito en la Historia de Chile. Pongámoslo en documentos, para que no se preste a equivocaciones y malentendidos que hemos puesto lo que nos parece a nosotros. ¿De acuerdo?

REVOLUCIÓN DEL 4 DE SEPTIEMBRE Diego Barros Arana. “Entre los pasajeros que había traído el navío ingles Standart, se hallaba un joven de veintiséis años, extraño hasta entonces a los acontecimientos que se desarrollaban en Chile, pero que por los dotes de su carácter y de su talento, ayudados por el prestigio de su posición y de su familia, iba a abrirse en pocos días una brillante carrera en la revolución, y ser, por algunos años, su director casi absoluto. Don José Miguel Carrera, éste era su nombre, había nacido en Santiago, el 16 de octubre de 1786 (15 de octubre de 1785). Era hijo de un honorable y respetado vecino a quien hemos visto figurar entre los más prestigiosos patriotas de 1810, y como miembro de la junta de gobierno instalada en septiembre de ese año. En su niñez, don José Miguel Carrera había comenzado sus estudios en el colegio carolino; pero, aunque desde entonces demostró una inteligencia rápida y clara, su genio impetuoso y rebelde a cualquier sumisión, lo convertía en caporal de sus camaradas en toda turbulencia, y lo alejaba de las únicas profesiones, la abogacía y el sacerdocio, a que en esa época podía aspirar un estudiante noble. Abandonó temprano el colegio sin haber adquirido más conocimientos que los de gramática latina, pero dejando entre sus compañeros un recuerdo simpático e indeleble. La gallardía de su figura, la belleza de su rostro, la distinción de sus modales, la facilidad y franqueza de su trato, su incontenible desprendimientos que lo impulsaba a repartir generosamente cuanto dinero recibía de sus padres, lo hacían popular y querido de los jóvenes de su generación. Pero el fuego violento de su alma y el convencimiento de su propio valer y del prestigio de su familia lo habían hecho también arrogante e indócil a someterse a las consideraciones sociales. Ese joven, en quien era fácil descubrir el germen de un grande hombre, y que educado en otro medio social, habría podido distinguirse desde entonces ventajosamente, se vio descarriado por las condiciones de la vida colonial, por la ociosidad y el marasmo de aquella sociedad, y por la falta de horizontes luminosos capaces de despertar los nobles instintos de la juventud. Su vida de joven fue agotada y borrascosa. El descanso le era insoportable; y falto de ocupaciones capaces de desarrollar las aspiraciones elevadas de su espíritu, se dejo arrastrar por las turbulentas distracciones de la disipación.

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A la edad de veinte años se había atraído dos persecuciones de la justicia por atropellos y pendencias que le habían ocasionado a lo menos el destierro o la prisión, sin la influencia poderosa de su familia y de los amigos de su padre. Enviado a Lima para consagrarse al comercio bajo la dirección de un tío materno, Carrera, siempre inquieto y rebelde a toda sumisión, provocó la severidad de ese pariente que creyó corregirlo haciéndolo retener por la autoridad pública a bordo de un buque de guerra. Los marinos españoles, que debían ser sus guardianes, pasaron a ser sus amigos; tan irresistible era el poder de su atracción que su inteligencia, su carácter franco y simpático, y hasta la incansable movilidad de su espíritu, ejercían sobre las personas que lo trataban de cerca. En 1806 Carrera partía para España. Mandábalo su padre para que allí, lejos de la familia y en un mundo diferente de aquel en que se había criado, se viera forzado a reprimir la impetuosidad de su carácter, y a buscar en el trabajo, como dependiente de una casa de comercio de Cádiz, los medios de subsistencia y a adquirir la práctica de los negocios”.

–Diego Barros Arana prosigue con lo que todos han leído y saben, y sigue repitiendo: que Carrera fue amigo del jefe de la masonería, en el exilio de España de los jóvenes americanos, como lo fue Carlos María de Alvear, jefe masón, también de la alta clase aristocrática adinera de Buenos Aires. Además que se vio envuelto en trece acciones o combates contra los franceses y que fue herido en uno de ellos, por lo que recibió el título de Sargento Mayor del Regimiento de Húsares de Galicia.

Pascual. Sigamos, que viene otro documento.

Francisco A. Encina Historia de Chile Tomo VI, Editorial Nascimento 1952

Capítulo IX, séptima parte. La patria vieja y la reconquista La personalidad integrada de José Miguel Carrera y doña Javiera Carrera. 1.- “Hemos adelantado que la revolución chilena, lo mismo que la argentina y la peruana, no se encarnó en un caudillo. Añadimos que Rozas, Carrera y O´Higgins son símbolos creados a posteriori por la historia, recursos de que se sirvió el cerebro del siglo XIX para representar el proceso histórico de la independencia. Pero no por eso dejaron de influir hondo, para bien o para mal, en el desarrollo de los acontecimientos del agitado periodo que empieza en 1810.

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En los cuatro años de la Patria Vieja, la personalidad de Carrera, pesó más que la de Rosas; y a diferencia de la de éste, que se esfumó hasta el extremo de que casi nadie reparó en su muerte, ocurrida a los pocos meses de salir del país, la de Carrera continuó influyendo en el suceder hasta el advenimiento de la época de Diego Portales. Esta actuación justifica una tentativa de inteligencia de su personalidad, amasada con un conjunto de rasgos tan poderosos como contradictorios. Don José Miguel Carrera y Verdugo nació en Santiago el 16 de octubre de 1786 (15 de octubre de 1785). Por su padre, don Ignacio de la Carrera, descendía de los conquistadores y entroncaba con toda la antigua aristocracia chilena. La familia de Carrera era una de las pocas que habían logrado conservar su posición social, después del advenimiento de la nueva aristocracia castellano-vasca. Por este costado, pertenecía a una raza de cristianos viejos, rectos, pacatos y ponderados, de inteligencia mediana. A simple título de curiosidad, vale la pena recordar que por sus venas corría la sangre de (los reconocidos judíos) Diego Garcí Díaz de Castro, Juan Bautista Pastene, de Diego García de Cáceres y de Juan de las Cuevas y emparentados con Lisperger y doña Catalina de los Ríos, la famosa Quintrala. Por el lado materno, su madre, doña Paula Verdugo, dejó el recuerdo de una personalidad muy acentuada. Su compleción fina y su inteligencia despierta y flexible revestían con la gracia femenina una voluntad impulsiva y dominante, que el medio férreo encuadró dentro del tipo corriente de las señoras de la época, pero que jamás soportó contradicción, aun de los seres más queridos. Su padre, el oidor Verdugo, se destacó bajo la golilla, como un personaje enigmático, una mezcla de talento, de dureza, de pasiones fuertes y de energía. El común sentir de los contemporáneos, creía que don José Miguel y doña Javiera, eran la reencarnación de doña Paulina, y que don Juan José y don Luis se parecían a su padre. Barros Arana, captó con bastante exactitud el contenido del joven. Recordando sus años de escolar en el Colegio Carolino, dice Barros Arana: “Aunque desde entonces demostró una inteligencia rápida y clara, su genio impetuoso y rebelde a cualquier sumisión, lo convertía en caporal de sus camaradas en toda turbulencia, y lo alejaba de las únicas profesiones, la abogacía y el sacerdocio, a que en esa época podía aspirar un estudiante noble. Abandonó temprano el colegio sin haber adquirido más conocimientos que los de gramática latina, pero dejando entre sus compañeros un recuerdo simpático e indeleble. La gallardía de su figura, la belleza de su rostro, la distinción de sus modales, la facilidad y franqueza de su trato, su incontenible desprendimientos que lo impulsaba a repartir generosamente cuanto dinero recibía de sus padres, lo hacían popular y querido de los jóvenes de su generación. Pero el fuego violento de su alma y el convencimiento de su propio valer y del prestigio de su familia lo habían hecho también arrogante e indócil a

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someterse a las consideraciones sociales. Ese joven, en quien era fácil descubrir el germen de un grande hombre, y que educado en otro medio social, habría podido distinguirse desde entonces ventajosamente, se vio descarriado por las condiciones de la vida colonial, por la ociosidad y el marasmo de aquella sociedad, y por la falta de horizontes luminosos capaces de despertar los nobles instintos de la juventud”. Su vida de joven fue agotada y borrascosa. El descanso le era insoportable; y falto de ocupaciones capaces de desarrollar las aspiraciones elevadas de su espíritu, se dejo arrastrar por las turbulentas distracciones de la disipación”. “A la edad de veinte años se había atraído dos persecuciones de la justicia por atropellos y pendencias que le habían ocasionado a lo menos el destierro o la prisión, sin la influencia poderosa de su familia y de los amigos de su padre. Enviado a Lima para consagrarse al comercio bajo la dirección de un tío materno, Carrera, siempre inquieto y rebelde a toda sumisión, provocó la severidad de ese pariente que creyó corregirlo haciéndolo retener por la autoridad pública a bordo de un buque de guerra. Los marinos españoles, que debían ser sus guardianes, pasaron a ser sus amigos; tan irresistible era el poder de su atracción que su inteligencia, su carácter franco y simpático, y hasta la incansable movilidad de su espíritu, ejercían sobre las personas que lo trataban de cerca”. Sigue Encina. “Como último recurso se lo envió a España. Lejos de los suyos, la necesidad lo forzaría a emplearse en el comercio o en otra actividad que le permitiera levantar su propio peso. En el peor de los casos, sus tunanterías y sus desaguisados no perturbarían la dignidad y la rigidez de la vida del hogar, la más recia de las características del ambiente castellano-vasco de principio del XIX. A juzgar por los datos que han llegado hasta nosotros, no parece que el cambio de ambiente influyera en su carácter indomable, ni en el de vida. Se relacionó con otros jóvenes hispanoamericanos ricos, que también estaban en la península y muy especialmente con el argentino Carlos María de Alvear, iniciando una amistad que duró lo que sus días. La reacción guerrera del pueblo español contra el invasor francés, interrumpió la vida de tunanterías y calaveradas. Los compañeros se enrolaron en el ejército o se volvieron a América. Aunque nunca tuvo verdadera vocación militar, el ejemplo y el deseo de emociones, lo arrastraron. Hizo valer su título de teniente de las milicias regladas de caballería de Santiago y fue admitido con igual grado en el ejército español. La gran fuerza que, oculta bajo las amables exteriorizaciones, latía en el fondo de su alma, el súper orgullo, que lo hacía sentirse de una naturaleza

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distinta a la de los demás mortales, y su pasmosa agilidad intelectual, convirtieron en un brillante oficial al calavera de ayer. Peleó en trece combates, hasta que en la derrota de Ocaña, resultó gravemente herido en una pierna. Estando aun convaleciente, le llegaron, en septiembre de 1810, los despachos de sargento mayor del regimiento de húsares de Galicia. Mas, antes de encaminarse a su destino, supo la instalación en Chile de una junta de gobierno, de la cual hacía parte su padre. La noticia produjo una fuerte sacudida, que despertó el fondo dormido de su personalidad. Se derrumbaba el viejo andamiaje de la vida patriarcal, con su monotonía y sus pasos contados; estudiante travieso; joven calavera; asiento de cabeza; un matrimonio; una docena de hijos legítimos y otros tantos bastardos; el advenimiento de la barriga, de las canas y de la responsabilidad en el pedazo de suelo que cupo en lote en la herencia paterna. Un nuevo teatro abierto a todas las posibilidades y a todos los azares le llamaba a través de los Andes, de la pampa y del Atlántico”. Idealización póstuma de Carrera “Para captar la personalidad real de Carrera, es necesario retroceder a los documentos anteriores a la idealización póstuma de que ha sido objeto, o sea los datos que nos han dejado sus contemporáneos y sus escritos. Amigos y adversarios, coinciden en pintarlos como un joven de carácter turbulento, de mucha vivacidad intelectual, favorecido por un extraño poder de atracción. Sus mismos partidarios afirman que carecía aun de las más elementales ideas de gobierno y administración. Convienen, también que las creencias en su capacidad militar no probada se esfumó desde el fracaso del sitio de Chillán; pero cuidan de añadir que era muy superior a la de O´Higgins, lo que no es mucho decir, puesto que este último, hacia esa fecha, ignoraba hasta los movimientos tácticos. Amigos y enemigos coinciden en que carecía de juicio, expresión vaga, que debe tomarse con reserva. Unos y otros afirman que era un vividor, un calavera incorregible, que sabía hacerse perdonar sus barrabasadas con su simpatía y su gracia. Finalmente, sus partidarios creían que estaba dominado por el deseo de imitar a Napoleón y a otros militares famosos. Para desembarazarnos de algo de tanto peso muerto, digamos de una vez que su hermana Javiera aspiraba a hacer de él un Napoleón, arrancándolo a la aturdida y borrascosa vida de joven calavera y dirigiéndolo hacia las metas del poder y de la gloria. El testimonio más fidedigno es el de María Graham. La escritora bebió su juicio en el seno de la familia Carrera, especialmente en un amigo íntimo de Luis y en Yates, que era carrerino y, como estaba predispuesto contra San Martín, Zenteno y su séquito por Lord Cochrane, su juicio es una simple síntesis de lo que oyó y está libre de toda sospecha de malquerencia. A través de estos datos, se lo representa como un joven de talento natural y de algunos rasgos superiores; pero de un carácter tan imprudente que nadie se

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sentía seguro en sus manos, tan versátil que, con frecuencia, ni él mismo sabía lo que quería, y tan amigo del placer que la más ligera tentación lo hacía olvidarse de los más graves negocios de estado, en medio de la música y del baile. Escribió María Graham: “Regresó a Chile sin haber sacado provecho alguno de su residencia en España, resuelto a adherirse a la independencia, pero sin aspiración que la de utilizar la labor de los demás para dominar al país y levantar a su familia a un rango desconocido en América, impulsado por el ejemplo de Napoleón”. “La familia amaba a José Miguel con el más fervoroso afecto, a pesar que hasta sus partidarios confiesan de que carecía de cordura”. La verdadera personalidad de Carrera emerge de sus actos y de su Diario con tal vigor, que estos juicios de sus contemporáneos estorban en vez de alumbrar. Los hemos reproducido, solo para mostrar que el divorcio de la figura creada por la idealización histórica con la que sus contemporáneos conocieron, es aun más violento que con la personalidad real, que surge de sus hechos y de sus escritos. La personalidad de Carrera se destaca con una rara continuidad interior desde la juventud hasta el patíbulo de Mendoza, a través de una corta vida, pero excepcionalmente azarosa, capaz de modificar los caracteres más duros, en el mismo Colegio Carolino y en Lima; entre los españoles y la grave y altiva aristocracia castellana-vasca; en el gobierno y en la pampa argentina; en los Estados Unidos y en el patíbulo de Mendoza. A cada cual le habla su lenguaje, simula lo que más agrada al interlocutor cuyo concurso necesita; pero en el fondo, permanece siempre idéntico. En su sangre hay algo de demoniaco, que parece venir del oidor Verdugo, a través de su madre en herencia cruzada. De ese algo demoníaco arranca la simpatía y la gracia que conquistó a las mujeres; su carácter festivo y travieso, que ató a su causa a los ligeros de cascos; y su llaneza, su generosidad y su mofa de la gravedad insulsa de la aristocracia, que le convirtieron en ídolo de los oficiales y jóvenes de temperamento andaluz que formaban su séquito. De ese algo demoníaco arranca, también su agilidad intelectual, su atracción magnética y su gran fuerza, su pasmoso poder de simulación, que engañó al yanqui sesudo (Poinsett) y a todos los que se le acercaban. Un argentino dijo de él, con agudeza psicológica: “El error y la mentira tenían en su boca todo el aspecto de la verdad y la sinceridad. No había en él la menor pedantería; sus conversaciones las más criminales tenían toda la decencia de la virtud; sus vicios ya no parecían feos desde que él comenzaba a hacer su apología”. De este mismo fondo arranca, por último, el odio del grueso de la aristocracia castellana-vasca, para la cual fue un demonio parido de su propio seno. Pero, enredadas entre las orquídeas del hermoso canastillo con que las hadas adornaron su cuna, asoman las cabezas de las serpientes que van a

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enroscarse entre sus piernas, a malograr su ingenio y su audacia y a conducirlo muy temprano, maniatado a un patíbulo extranjero. Había en su cerebro un vacío político absoluto. Aludiendo a la constitución de 1812, que promulgó durante su primera dictadura, dice “Después de algunas noches que nos reunimos, presentaron la constitución que debía darse el gobierno. Accedimos gustosos a ella y, en materias políticas, cedíamos al dictamen de los señores Henríquez, Pérez, Zudáñez, Salas, Irisarri y otros de esta clase”… “Todo esto fue obra exclusiva de los Larraines”. Esta falta de doctrinarismo político era una ventaja, y la ausencia hasta de los más elementales conceptos de gobierno, en el cual nunca había pensado, no era obstáculo insalvable, a lo menos para conducir la lucha armada, si hubiera tenido don de mando, o, si otros estímulos. Desplegó una astucia felina, libre de todo escrúpulo, en el escalamiento del mando; fue un verdadero genio del cuartelazo. Mas, una vez en él, le fastidia su ejercicio; lo remueve todo y nada crea. Parece perseguir el poder por las emociones que despierta su conquista, y que lo realizado le hastiara. Hay en su voluntad laxitudes y desfallecimientos que no alcanzan a explicar la improvisación y la ineptitud organizadora, tratándose de un caudillo tan inteligente. Pero Carrera era un improvisado, que necesitaba pedirlo todo a las dotes naturales. como Massena y Lannes en los ejércitos de Napoleón, como Jerónimo Valdés, Sucre y Bulnes, en los ejércitos hispanoamericanos; y sus aptitudes adolecían de dos grandes fallas. No le cupieron en lote los dones que hacen al organizador de ejércitos del corte de San Martín y de Zenteno. Tampoco sabía organizar gobiernos ni procurarse colaboradores aptos. En su accidentada carrera, nada aprendió en este terreno. Su aliado Francisco Ramírez, el Supremo Entrerriano, se asustó de su incapacidad de organizar nada. Carecía, también, de las dotes psicológicas que exige el comando en jefe. Destituido de imaginación militar, en un grado que contracta con su agilidad cerebral y su buen juicio para discurrir sobre las campañas y los combates ya relacionados, frente a la situación más sencilla, necesitaba oír el parecer ajeno. Desde los comienzos de su actuación hasta Punta de Médanos, no exteriorizó una sola concepción estratégica o táctica. La combatividad fisiológica de O´Higgins, de Córdoba y de Bulnes, no anidaba en él. Nunca echó en los platillos de la balanza en que pesaban el triunfo y la derrota, el ascendiente personal. No tenía denuedo para dar a sus tropas el ejemplo, mandando por su propia voz y guiándolo él mismo a la victoria, dice Gay, el historiador que lo ha juzgado con más simpatía. Fue bravo en la bravura del orgullo. Su altivez, para la cual la revolución solo era un pedestal de su personalidad, desdeñó el gesto. No presintió la influencia de los actos teatrales sobre el alma ruda del soldado de ese tiempo, o la desdeñó. Cuando el Mariscal Alcázar, segado por la ira, lo abofeteó en Mendoza con el epíteto de cobarde, solo se hizo eco de una creencia generalizada en mucha parte del ejército hacia 1814.

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Mas fatales aun fueron las otras dos serpientes. El espíritu de familia lo ataba a los suyos de pies y manos. Mirado a la distancia, su personalidad evoca la imagen de un roble joven y esbelto, oprimido por una trepadora monstruosa que hunde sus poderosas garras en su blanda corteza. El sentimiento de la raza llenaba enteramente el vacío que dejó la ausencia de toda concepción superior, realizable o quimérica, oportuna o extemporánea; el amor a la patria, a los deseos de emancipación y de gloria y a la propia personalidad, los trituró y redujo a una masa sanguinolenta. En un sentimiento primitivo, casi salvaje, anacrónico en la sociedad chilena de 1810, que hunde sus raíces en la Italia medieval y que un capricho del atavismo despertó en la sangre de los Verdugos. Si se ha de creer a Vicuña Mackenna, doña Paulita habría desesperado al caballeroso don Manuel Lastra, su yerno (que no llevaba su sangre) disputándole el carro y la propiedad de su idolatrada Javierita, hasta empujarle a buscar en las turbias aguas del río colorado, el sosiego de su corazón, enamorado de una mujer de la cual le separaba la bruñida lámina de acero de un espíritu de familia abiertamente morboso. Don José Miguel refiere sin ira los insultos que Bueras y otros oficiales patriotas hicieron de su esposa; pero ruge de furor al aludir a los rumores con que la maledicencia de sus enemigos intentó salpicar a la honra de su hermana Javiera. Sacó de la cárcel y llevó consigo a su primo, para que continuara en el campamento su carrera de asesino y salteador, lejos de los ojos de la orgullosa aristocracia santiaguina. No se cansa de ponderar la ineptitud, la torpeza y la cobardía de su hermano Juan José; pero no le quitó el mando ni en los momentos supremos de Rancagua. El dilema de emplear jefes aptos o de parecerse a él, a su familia y su patria, no se representó a su psiquis desconformada en este aspecto; pero si se le hubiera representado, la voz de la sangre habría prevalecido sin vacilar. Después del fusilamiento de sus hermanos en Mendoza, escribió a su hermana Javiera: “voy a moverme, a vengar y a vengarme”. La causa de la independencia americana, la suerte de su patria, de su familia y de él mismo, desaparecieron aplastados por la necesidad de vengar un patíbulo que, fuera de Chile, era el pan de cada día en la revolución americana. A partir de 1818, solo vivió para vengar a sus hermanos. Sus sentimientos volubles y su voluntad movediza, en este terreno estaban interiormente sostenidos por el lazo de la sangre, que en él, como en su hermana, revistió de una intensidad morbosa. La última serpiente es su soberbia satánica. Cuerdo, astuto y sagaz, mientras los odios no lo dominan, desde que estallaban, perdía el control de sus actos. Revolución, patria y personalidad desaparecían ante su soberbia irritada; todo lo que había en él convergía hacia un solo objetivo: derribar y pisotear a los que lo ofendían. De los diez años que duró su actuación, empleó poco más de dos en gobernar y ocho en derribar a los que gobernaban. Este conjunto de rasgos, aniquilándose entre sí, se resolvían en una personalidad condenada a fracasar, donde quiera que actuara; y el suceder estuviera sujeto a la lógica humana, don José Miguel no habría pasado de ser

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un joven turbulento, cabeza o comparsa de motines. Pero el genio de una mujer debía imprimir a la calavera, que tan admirablemente intuyó Vicuña Mackenna, una grandeza trágica, que el moralista puede anatematizar; pero que despierta la admiración de todo el que siente latir en su sangre el hervor de la vida, más allá de las morales y de las normas de las sociedades humanas”. “Doña Javiera Carrera había ejercido una influencia omnímoda sobre sus hermanos, desde la niñez. Incondicional respecto a Luis; transitoriamente eclipsada por Poinsett, sobre José Miguel; se tornaba intermitente sobre Juan José, en cuyo cerebro espeso se embotaban los grandiosos sueños de su hermana. Dice Mitre el historiador argentino: “Era la Egeria de este trino su hermana Javiera, mujer de espíritu varonil y acentuada belleza, hábil en la intriga, que con virtudes domésticas y sociales, pasiones castas y ambiciones mundanas, fue la inspiradora de los tres hermanos, a quienes comunicó el fuego de su alma intrépida”… “a cuya elevación se había consagrado y a quienes, fatalmente, empujaba al sacrificio”. Limitándonos a don José Miguel: “tomándole del brazo, lo arrancó a medias de la vida de continuas farras, de la conquista de la mujer y de la necesidad de aturdirse, que estaban en el fondo su temperamento. Sacudiendo reciamente, despertó la voluntad de dominar a los hombre, que dormitaba en el fondo de la sangre Verdugo; y por sugestión, le inculcó los ensueños de poderío y de gloria, que abrasaban su alma ardiente, ambiciosa, quimérica y fantástica, que se cernía por encima de la prudencia, la cordura y todos los móviles y sentimientos vulgares”. Y no contenta con movilizar sus ambiciones latentes y verter en su alma el contenido de la suya, como dijo Mitre, Javiera se constituyó en su Egeria, mezclando a la astucia felina y a la sagacidad instintiva del hermano, los planes novelescos y las combinaciones sin pies ni cabeza, con que el sexo se vengaba de sus desdenes para las gracias que copiosamente derramó en ella. Le comunicó sus pasiones y especialmente sus odios, de una intensidad casi inverosímil; y su voluntad indomable, superior a los contrastes y sorda a los avisos de la prudencia, mantuvo fijo el timón hasta conducir a sus tres hermanos al triple patíbulo de Mendoza”. “La estructura mental de don José Miguel Carrera no le permitía ver sino egoístas, mentecatos, necios e ineptos entre los hombres que dirigían la revolución. Pero, sin verdadera vocación política ni confianza en sí mismo en este terreno, vaciló en adueñarse del mando, hasta que su soberbia, irritada con los incidentes que vamos a referir, lo decidió….”.

–Voy a abreviar a Encina. Es muy largo.

“Un error ha impedido comprender hasta hoy la forma confusa y complicada que revistió la génesis y el desarrollo de la revolución. contrariamente a lo que se ha dicho, aun después del 4 de julio, don José Miguel Carrera, no tenía barra en el pueblo, ni contaba con las simpatías de ninguno de los

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bandos en lucha. El corto grupo de jóvenes y deudos que había logrado atraerse en los cinco meses que llevaba de residencia en el país, no ofrecía base para sostener ningún gobierno. Su segura intuición de revolucionario, le hacía comprender que, al día siguiente del triunfo, el castillo se vendría al suelo”.

“El General Carrera en Chile”. Eulogio Rojas Mery. Tipografía Chilena, Santiago Chile, 1951. –Este trabajo contiene las conferencias que dictó su autor en lo salones del Hotel Carrera, en 1950, por encargo del “Instituto de Investigaciones Históricas, José Miguel Carrera”, del cual don Eulogio era Presidente y vicepresidente don Eleazar Vergara Donoso. “Este libro sin ninguna pretensión literaria, solo para actualizar y dar a conocer a nuestros conciudadanos la interesante obra desarrollada por su Prócer máximo en los comienzos de nuestra Independencia, y fundada en documentos auténticos”. Con estas palabras Rojas Mery inicia el libro que ahora, como un deber, les voy a leer –indicaba ya cansado Leonel atizándose el tupido bigote–, en parte porque es muy largo todo el proceso, indicaré tan solo la parte que tiene que ver con su infancia y, un anticipo, a los juicios que tuvo Carrera antes de 1810, por los que tuvo, prudentemente, que viajar a España. Eulogio Rojas Mery es un acopio de alabanzas y justificaciones a la ociosidad de los detractores de Carrera, –por su voz cansada Leonel, y sin ganas de seguir, le entregó la lectura a Máximo Adano, que con voz suave, pausada y rítmica, siguió dando lectura a los papeles de Jorge. –Este libro comienza, con la genealogía de Carrera, desde el momento en que llega Ignacio de la Carrera e Iturgoyen. Obvia todo lo anterior de la unión de la india quechua con el sefardí semita Diego Garcí Díaz de Castro. ¿Por qué muchos otros conocidos escritores se saltaron estas referencias? –Creo por prejuicios raciales –interrumpió Luis, y alzando la voz añadió–, por sabidos prejuicios religiosos y raciales. No por otra cosa. ¿Quién podría admitir, sin quebrarse, que Carrera era descendiente de judíos y de una india peruana?

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–Sigo entonces, –le contestó Max–, luego Rojas Mery, da referencias a los otros descendientes hasta llegar al mismo José Miguel. –Bueno y, más de lo mismo. Que nació el 15 de octubre de 1785, y no como dice Barros Arana el 16 de octubre de 1786. Que su padre, que era jefe de un cuerpo miliciano, lo nombró Cadete, en 1784, a José Miguel que tenía siete años; Alférez en 1797, a los doce, y Teniente en 1805. Con solo 20 años tenía fuero militar, después de haber regresado de Lima y se hubieron realizado los juicios que se enumeran en el libro de Guillermo Feliu Cruz, ya tenía una férrea defensa por su uniforme. Esta bien claro que, según la costumbre de la época, fue nombrado Cadete, Alférez y Teniente sin práctica militar, sin estudios de ninguna clase, tan solo en forma decorativa por ser su padre jefe del cuerpo de milicias que dirigía. Así, sin ninguna formación castrense se presenta en España con esos títulos de ostentación, que no pasaban de ser solo jinetas de rango social. Todo solo ornamental. Rojas Mery se refiere a los escasos conocimientos de Carrera adquirido en su vida de colegial y, precipitadamente, los compara con otros líderes de la independencia como Simón Bolívar y Lincoln. Equivocadamente, califica a Bolívar como autodidacta iletrado. Gran error: el Libertador hasta casi los 20 años recibió clases de parte de Andrés Bello y de Simón Rodríguez dos de los profesores más calificados de esa época. Bolívar se destaca entre todos los americanos por su patriotismo y otras cosas de gran visionario, por su calidad de escritor profundo, demostrado en las cartas y proclamas que escribió personal y de gobierno. Rojas Mery, hace mención a Barros Arana quien en su historia dice: “que el joven Carrera se atrajo dos persecuciones de la justicia, dando a entender, con la vaguedad del dato, que podría tratarse de delitos denigrantes para toda persona de bien”. Y narra que Carrera con 17 años protagonizó un escáldalo por líos de polleras cosa que no le da importancia, al contrario, lo muestra como un hábil conquistador acorde con sus virtudes masculinas. Describe también, que no fue la primera vez que José Miguel se ocultaba en las propiedades de su padre evitando las persecuciones sin explicar qué líos judiciales tenía con tanta frecuencia. Por esta y

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otras razones don Ignacio, sin dar mayores dilaciones, lo envió a Lima a casa de un tío materno, quien, no soportando sus travesuras, lo mandó bajo arresto a un navío bajo el cuidado de don Felipe Villavicencio que pronto se hizo amigo de Carrera seducido por su habilidad y don de gente. Carrera le debía 2.000 pesos a su tío protector: Rojas Mery sin decir nada más explica que fueron pagados por don Ignacio. Este viaje duró siete meses y, que a mediados de 1803 estaba de regreso en Santiago. De acuerdo a Rojas Mery, la maledicencia que se había ensañado con nuestro prócer, le ha atribuido también participación en el asesinato de Nicolás Gasco, en Colina, efectuado el 12 de abril de 1803, según un expediente que se encuentra archivado en el volumen 326 del Ministerio del Interior, en la Biblioteca Nacional, se le acusa de este asesinato y cuantioso robo de dinero, siendo que Carrera, como afirma don Eulogio con énfasis, aun no había regresado de Lima. San Miguel, la hacienda en El Monte –Vuelto al país se dedico a vivir, sin tarea específica en el fundo San Miguel de su padre, que colindaba con numerosas reducciones de indios, y donde, los numerosos trabajadores de la propiedad a su cargo, eran esclavos indígenas mapuches tomados por hacer guerra; gañanes, mestizos e indios, tanto en la hacienda como en las minas, con cantidad de negros, que don Ignacio tenía en Tiltil y en otros sitios. Ahí nuevamente, sigue Rojas Mery narrando lo que Barros Arana consigna en su historia. Carrera salió en persecución de unos ladrones de ganado y se enfrentó en casa de uno de ellos, en franca pelea, quedando herido, tanto él, como el cuatrero Placencia y uno de sus hijos en el interior de la vivienda de indio. Se decretó, por este hecho, el arresto de Carrera el 16 de febrero de 1805, que le permitieron no cumplir por el fallecimiento de su madre. Habiendo muerto el cuatrero Placencia, lo mismo su hijo de cuatro años, según Rojas Mery y otros comentaristas, de viruela al poco tiempo y no por el asalto a su ruca y los disparos que descerrajó Carrera en los indios, don Ignacio, su padre, debió, por conducto de

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un buen abogado, solo pagar las costas del juicio y resarcir en dinero a los deudos del indio Placencia. Terminado este asunto, llevado hábilmente por el Oidor Irigoyen, un jurisconsulto amigo de don Ignacio, a los ocho días, José Miguel, rápidamente, fue embarcado para España. Terminando así su azarosa vida de juventud en Chile y en el Perú, sin que a juicio de Rojas Mery, en nada se haya perjudicado el honor de su prócer, sin ningún otro comentario y, sin decir, que este viaje a España haya sido un escape a la severa justicia del régimen colonial que lo habría condenado a presidio. Luego, narra en el libro, brevemente su vida en Cádiz, la presentación de su título de Teniente por su fuero militar en Santiago de Chile y, su incorporación, a las escaramuzas guerreras en defensa del monarca español, en la lucha contra los franceses, invasores en la Península, al mando de Napoleón. El libro de don Eulogio Rojas Mery tiene la virtud de ensalzar constantemente la imagen, en todo momento de su héroe, indicando sus virtudes en términos elogiosos, en donde no escatima halagos y honores a su virilidad, y relegando, las falsedades de sus enemigos y cuanto se dice de él que fuera negativo.

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Capítulo 6

GUILLERMO FELIU CRUZ De la Academia Chilena de la Historia.

De la Academia Nacional de la Historia Argentina. Del instituto Histórico y Geográfico del Uruguay.

Profesor de la Universidad de Chile.

LOS PROCESOS JUDICIALES Y POLÍTICOS

instaurados a los hermanos

DON JOSÉ MIGUEL, DON JUAN JOSÉ,

Y DON LUIS CARRERA y otros seguidos a los miembro de esta familia y sus parciales

1804 – 1821

ESTUDIO HISTÓRICO Y BIBLIOGRÁFICO

Editorial Nascimento Edición de 200 ejemplares

Santiago de Chile, 1966

–Con este encabezamiento inicia Guillermo Feliu Cruz su libro, que con solo 200 ejemplares, naturalmente, no cubrió con ellos las necesidades de tantos interesados en la vicisitudes de la familia Carrera, desde su incorporación a la historia de Chile, hasta el triste final de los tres hermanos en el patíbulo argentino. Tendré que leer todos los documentos que tengo ordenados, lo que Jorge nos dio a nosotros en Buenos Aires, donde encontró este libro, y los que le mandó a Mario, creo, haciéndole, en variadas ocasiones, personalmente muchos comentarios –dijo Luis, que tomó el relevo de Máximo en la lectura de los papeles ya ordenados–, no será posible leer todo cuando hay en estas carpetas, pero sí lo más

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importantes para que finalicemos con esta historia de José Miguel Carrera y, nos demos una idea de las vicisitudes de su ardorosa y quebrantada vida. Para cualquier consulta Jorge, nos indica que este libro está en la Biblioteca Nacional de Chile para quien desea consultarlo personalmente. –¡Y encontrar la verdad de una vez! –insistió a viva voz Mario, mirando a Cristian como pidiéndole ayuda–, es el propósito ¿no? porque hasta ahora todas son divagaciones y, ¡ay! si llegan a ser prematuras. ¡Peor si son falsas!

IMPORTANCIA HISTÓRICA DE LOS PROCESOS

“Los Procesos Judiciales y Políticos instaurados a los hermanos don José Miguel Carrera, don Juan José y don Luis Carrera y otros seguido a los miembros de esta familia y sus parciales, representan un conjunto inapreciable de informaciones y de noticias, de datos y revelaciones, donde el estudioso paciente puede encontrar la crónica de una época para satisfacer el esclarecimiento de situaciones oscuras y resolver dudas y vacilaciones”. “Los procesos resultan, pues utilísimos para hondar en el conocimiento de uno de los períodos más dramáticos de la historia nacional, el cual llenan tres hermanos, miembros de una familia de la mayor situación, que se convierten en influyentes directores del gobierno durante la Patria Vieja, 1811-1814, especialmente el General José Miguel Carrera y, después, en la segunda etapa de la consolidación de la Independencia 1817-1821. Tanto en uno como en otro período, y aun en el de la Reconquista, la imagen de la hermana de los Carrera, doña Javiera, contribuye con su poderosa voluntad, con su genio dominante, a dar un fascinante relieve al momento que captan estos instrumentos judiciales. Llama, desde luego, la atención, el hecho de que piezas históricas documentales tan valiosa, solo en parte se encuentren publicadas. También causa admiración que lo que se imprimió, bajo el auspicio oficial, fuera un extracto o resumen referente a un mismo procedo “el que más ruido ha hecho en la historia de la revolución Argentina”, como llamó Vicente Fidel López a la causa criminal seguida en Mendoza en 1818, a los hermanos Juan José y Luis Carrera, y que por su parte, en la historia de Chile, ese mismo proceso ha dado pábulo a las más apasionantes controversias y originado odios profundos, porque son fuentes preciosas para la reconstrucción del estado de una sociedad violentamente alterada por la Revolución. Los cargos públicos significativos para parientes y amigos, mediante el odioso nepotismo, con cuyos procedimientos creíase afianzar el predominio de las ideas o principios a los cuales esos grupos eran afectos. Los procesos muestran asimismo, los trastornos económicos que sufrió la alta clase social con la Revolución. Antes de ella, de esa clase social, constituida en la oligarquía o en la aristocracia del coloniaje, ordinariamente tenía y disfrutaba de una ventajosa posición. Era rica y controlaba los otros estratos sociales que le seguían en la ciudad y en el

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campo, los obreros los artesanos y gremios de diversos oficios en la primera, y en la segunda, los inquilinos, los peones, los gañanes y otros elementos. La aristocracia chilena era, esencialmente rural. De las haciendas salieron las levas de inquilinos para llenar los cuadros de soldados de los ejércitos (con negros e indios esclavos). Los campos quedaron despoblados y las faenas agrícolas abandonadas”. RELACIÓN BIBLIOGRÁFICA DE LOS DOCUMENTOS “Los procesos que se publican en la Colección tienen caracteres

diferentes, pero son sustituibles de una calificación en varios grupos. Pueden distinguirse los siguientes:

a) Procesos propiamente políticos, como los instaurados a los tres hermanos Carrera;

b) Procesos sustanciados a los miembros de esta familia y sus parciales; c) Procesos judiciales que inciden en los individuos Ignacio, José Miguel y

Luis Carrera, y d) Juicios de particiones de los bienes de Ignacio de la Carrera, en los

cuales son partes el General José Miguel Carrera, representado por sus hijos, y doña Javiera Carrera. Documentos relativos a la Independencia de Chile, también publicados en Santiago, en 1956, por el profesor Sergio Villalobos R.

La obra ha sido ilustrada con la reproducción de importantes documentos. Réstanos ahora referirnos, circunstancialmente, a los procesos que publicamos con otros documentos, determinando donde se encuentran”.

El total de ambas piezas alcanza 59 –Es demasiado larga la lista –indicó Luis–. No creo de provecho todo para lo que buscamos justificar, por lo que daré lectura a lo que nos indica la personalidad y participación de Carrera dentro del medio en que le tocó vivir, formarse y adquirir conocimientos, como lo hicimos del Colegio Carolino, y luego sus acciones en la hacienda San Miguel de El Monte; como al de sus hermanos por la justicia argentina. Pero primero unas apreciaciones de Guillermo Feliu Cruz que las considero importantes.

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LOS PROCESOS Y SU APROVECHAMIENTO POR LA HISTORIA

“Tal es el inventario de las piezas documentales que se han reunidos en

esta obra con el título genérico de Procesos. Sin tomar en cuenta los escritos que los complementan, ya sean éstos de carácter administrativos, epistolar o textos impresos, siete son los que corresponden a instrumentos legales incoados con propiedad a los hermanos José Miguel, Juan José y Luis Carrera, es decir, en los que se le implica personalmente. A tres alcanzan los que se le instauraron a los miembros de la familia de los hermanos, fueron seguidos al padre, Ignacio de la Carrera, por las causas ejecutivas de deudas particulares construidas por sus hijos, una por Luis en Buenos Aires, en 1817, con Agustín Garrigós, y otra en 1818, en Baltimore, por José Miguel, con John Skinner, por las cuales se le responsabilizó en sus bienes. En el proceso por correspondencia subversiva en 1817, se vieron envueltos el propio Ignacio de la Carrera, su nieto Manuel de la Lastra Carrera, su nuera doña Ana María Cotapos y su consuegra dona Rosa Valdivieso de Fontecilla. Suman cuatro los procesos contra los parciales de los Carrera. El otro conjunto de expedientes es de una naturaleza diferente, pero está llamado a conformar, por su valor de fuente histórica prístina, el hecho sociológico de la exigencia de una familia que, a consecuencia de la revolución de la independencia, como ya lo dijimos y ahora insistimos en el punto, ve disminuido su poder económico por los vaivenes políticos, sin que por ello disminuya su influencia social. Por el contrario la línea femenina de los herederos de José Miguel Carrera, sus hijas, en su evasivas alianzas matrimoniales con elementos de la alta clase, extienden y consolidan su importancia perdiéndose el apellido del caudillo de la revolución, hecho que también ocurre con la descendencia de doña Javiera Carrera. Son esto juicios de particiones de los bienes de la familia Carrera, que pertenecieron al padre Ignacio de Carrera y que heredaron sus dos hijos con descendencia –los ya nombrados Javiera y José Miguel–, los que nos muestran las adversidades y desgracias que cayeron económicamente sobre el grupo que lo componía. El juicio por el arriendo de la valiosa hacienda de San Miguel, que Ignacio de la Carrera hizo a Diego Antonio Barros –padre del historiador–, con el propósito evidente de esquivar el golpe que sobre sus bienes dejaba caer el gobierno de O´Higgins al confiscárselos, fue seguido por la heredera doña Javiera y el general representado por sus descendientes, cuatro mujeres y un varón. También fue largo este hecho judicial, promoviéndose en él varias incidencias: un juicio de los herederos del general contra Javiera, su hermana; otro de ésta contra aquellos y, finalmente, la partición de los bienes pertenecientes a José Miguel Carrera con sus hijos, que originó un juicio entre algunos de ellos. Todos estos expedientes judiciales contribuyen a patentizar de un modo dramático la suerte desgraciada de la familia Carrera”.

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–Carrera tiene cuatro expedientes por asesinato, dos fugas; se ignora si por desertar del ejército español después que le dieron permiso para portar el uniforme de Húsar de Galicia y ostentar el grado, venirse a Chile y recibir las insignias de General.

–Ninguna diferencia –recalcaba con énfasis Luis–, entiéndalo bien, con los juicios de nuestros días hacia los poderosos y entre parientes que terminan peleando la herencia de sus mayores, con inquina llevada al máximo, sin respeto al descuartizamiento de su padre y sus desgracias. Nos toca –prosiguió–, encarar lo más importante de esta etapa de Carrera cuando era joven. ¡Alerta! que es muy desconocida, por lo tanto hay que escucharla con atención, porque marca un punto de reflexión sobre su verdadero estado psicológico, como si en él estuvieran concentrados varios síntomas desequilibrantes, en pleno crecimiento de consolidarse, definitivamente, en su inquieta personalidad de narcisista.

EL EXPEDIENTE SEGUIDO POR LOS INDIOS DEL PUEBLO DE TALAGANTE. LA JUVENTUD DE JOSÉ MIGUEL CARRERA. EL ASESINATO DE NICOLÁS GASCO “Contrayéndonos ahora al estudio individual de los procesos, el primero sobre el cual debemos hablar es el rotulado: Criminal. Expediente seguido por los indios del pueblo de Talagante contra don José Miguel Carrera, 1804, cuyo original conservase en el Archivo Nacional de Santiago en el Archivo de la Real Audiencia y del cual existe una copia en la Biblioteca Americana de Diego Barros Arana con el título siguiente: Testimonio del Expediente Criminal seguido por el señor Fiscal Protector contra don José Miguel Carrera, año 1805. Resulta extraordinariamente notable que en el curso de toda la historiografía del siglos XIX sobre Carrera, tan abundante como rica en la investigación y en espíritu crítico con que fue concebida, así como también en lo que corrido del siglo XX, tan pródiga en afán revisionista y tendencia esclarecedora, el proceso con que, precisamente, se inicia de una manera positiva la existencia juvenil del creador de la bandera nacional, haya permanecido inédito, sin ser compulsado por sus biógrafos. En cambio, los que han escrito sobre los primeros años de Carrera, han referido hechos y situaciones sin puntualizarlos documentalmente han dejado insinuadas las imputaciones.

Las más antiguas referencias de la historiografía a la juventud de Carrera, pertenece a una obra de los hermanos Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui publicada en 1851 con el título de La Reconquista Española, la que fue prácticamente rehecha en la edición de 1867, que sirvió para incluirla en la

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Historia General de la República de Chile. Se sabe que este libro integró, con las otras, las memorias históricas presentadas por sus miembros a la Universidad de Chile, en virtud del estatuto orgánico de la corporación de 19 de noviembre de 1842, y ellas, ordenadas por Vicuña Mackenna, Antonio García Reyes, Manuel Antonio Tocornal, Diego Barros Arana, Domingo Santa María, Melchor Concha y Toro, y Federico Errázuriz. Al relatar los primeros pasos de la revolución de 1810 y sus alternativas, los historiadores debieron presentar a los caudillos que la dirigieron e impulsaron. Naturalmente en ese cuadro el joven José Miguel Carrera, de veintiséis años, debía ocupar un lugar destacado. Los Amunátegui han trazado el retrato de José Miguel Carrera, han dibujado el de sus hermanos Juan José, Luis y doña Javiera, pero no han fundado, ni el primero ni el de éstos, en hechos, datos, en circunstancias lo aseverado. Se limitaron a hacer un bello retrato literario tanto del soldado de los Húsares de Galicia, como de sus hermanos. Dos años después, en 1851, Miguel Luis Amunátegui entregaba a la Universidad otra memoria histórica La Dictadura de O´Higgins, obra revisada en 1882, y en la cual en un extenso paralelo literariamente admirable, presentó las dos figuras centrales del período de la Independencia de Chile: Carrera y O´Higgins. Las simpatías de Amunátegui por Carrera son evidentes en estas páginas, pero tampoco avanza ninguna información concreta sobre la juventud del personaje. La presentación, sin duda, verdadera en cuanto a su carácter, es otra vez literaria. No estamos en condiciones de comprobar nada. Hay que hacer fe en la palabra del historiador”.

–¡Por favor! detengámonos aquí, lo que dice Guillermo Feliu Cruz son opiniones personales –alcanzó a decir Mario, cuando fue interrumpido por Cristian que insistía en su pregunta–, esta opinión es exclusiva, nunca nadie la ha presentado como este historiador. Este es el momento en que comenzaron, los historiadores chilenos a levantar estatuas a O´Higgins y San Martín, y trajeron a O´Higgins del Perú convertido en huesos con una gran ceremonia para instalarlo como el Padre de la Patria de Chile. Mientras tanto a Carrera le dieron una estatua a pie, sin caballo. ¡Vamos bien! ¿Quién sabía esto? Colocaron una muralla al reconocimiento de la verdadera historia. Exigiendo que la interpretemos como ellos quieren que sea. De acuerdo a su cómodos puestos en la misma masonería que, pese a ellos, la institución tiene un pensar ordenado y lógico: como que cada país debe tener un Prócer; un nombre que debe representar al país ante sus ciudadanos y el resto del mundo. Un hombre que sea un héroe, una referencia dialéctica con palabras de gran altura, tanto

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para los políticos, los militares, la religión y, las de turno, autoridades gubernamentales. Nos pintaron, a cumplir, la ética y la moral, así como los hechos de estos independentistas lleno de virtudes, lo que nos ha llevado a pensar que todos tenemos las mismas virtudes de ellos y, ¿los chilenos qué grandes somos? ¿Por esto? o ¿por qué, lloramos al levantar la bandera y entonar el himno nacional? Llama la atención que esas decisiones coincidan con todas las afirmaciones de alabanzas actuales a San Martín, Carrera y O´Higgins. Es decir, para mí, este fue el principio de la creación de seres casi ficticios, de la falsificación de nuestros héroes, del encumbramiento de sus méritos, a los que luego fueron añadiendo otros. Este tejido es el que hay que observar, el hilado no es tan fino, si alguien después de cien años logra descubrirlo y se inquieta, siempre encontrará el punto conductor, las manos que mueven esos palillos, porque nosotros no podemos avanzar hasta el límite, que según dice Mario, Jorge impuso en su diagnóstico clínico: que Carrera era un Narciso de vigente trastorno mental que había alcanzado pleno desarrollo, rayando en la esquizofrenia. –Valdrá la pena seguir en esto. Estos dichos se ponen cada vez más oscuro. Para mí –dijo Leonel–, siendo psiquiatra veo que sin saber nada de esta materia, esos historiadores sobre los rasgos de Carrera, fueron tergiversándolos hasta crear un personaje ficticio; en vez de ver a un enfermo psicopático, y ayudarlo como tal, crearon a un héroe griego a la altura de los personajes de Homero. Vaya lío en que vamos a meternos. Nosotros, como argentinos, solo leeremos lo escrito, no queremos responsabilidades. A ustedes amigos, les pido, no ir a apreciaciones que pueden comprometer nuestros conocimientos y nacionalidad. Leamos simplemente a Guillermo Feliu Cruz, sin hacer comentarios favorable o contrarios. ¿De acuerdo? ¡Vamos Luis, por favor prosigue con Feliu Cruz!

“Al año siguiente de la publicación de “La Dictadura de O´Higgins”, es decir, en 1854, Diego Barros Arana daba a la luz el tomo primero de la edición príncipe de su clásica “Historia General de la Independencia de Chile”. Los antecedentes biográficos de Carrera en el momento de que va a entrar en escena al dar el cuartelazo del 4 de septiembre de 1811, están presentados, comprobables en

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parte, sobre hechos y, a su vez, en informaciones no fundamentadas, las que el autor deja flotando por parecerle penoso referirse a ellas. Vamos a citar lo que dice, advirtiendo que la referencia la tomamos de la segunda edición del libro, que corresponde a 1863, porque, como escribe el historiador, “la redacción a quedado con pocas referencias, la misma que tenía en 1854, pero la Historia ha recibido variaciones radicales”. He aquí sus palabras: “Contaba don José Miguel en aquella época (1811) veintisiete años. En esa época en que los hombres más avanzados comienzan apenas a figurar, don José Miguel se sentía con aspiraciones para dirigir la revolución y con fuerza y espíritu para dominar las circunstancias y los hombres. Era apenas un sargento mayor de un regimiento de húsares, y se hallaba con nervio y deseo de mandar un ejército. Y no porque poseyera una quietud de ánimo superior a su edad; por el contrario, aquel joven había sido un verdadero calavera, autor de mil travesuras que dieron grandes trabajos y angustias a su anciano padre, y hasta en medio de la seriedad que su ambición le hacía guardar, usaba de jugarretas y chanzas. En las aulas del Colegio Carolino se había distinguido entre sus camaradas por una feliz inventiva para urdir travesuras de todo género, y fuera de ellas alcanzó a ser caporal en los combates que los muchachos acostumbraban a tener a pedradas. Desde esa etapa se manifestaba propenso al lujo y a la ostentación: su prodigalidad no guardaba armonía con la fortuna de su padre, así como su carácter atolondrado estaba en perpetua oposición con la gravedad y reposo de don Ignacio. Su genio inquieto no le permitió contraerse largo tiempo a los estudios: cuando entraba a cursar segundo año de filosofía, se fugó del colegio por los tejados para librarse de un castigo. Su padre le perdonó al fin esta falta, y lo dejó en su casa. Don José Miguel tenía un ojo muy penetrante. Conocía bien las ventajas de su posición, el crédito y respetabilidad de su padre, sus antecedentes de familia y el prestigio que se había conquistado entre sus compañeros. Su espíritu inquieto y sus naturales inclinaciones, formaron de él un muchacho alegre que pisoteaba las preocupaciones más arraigadas en la colonia, y burlaba a los hombres más encumbrados, así como más tarde los habría de humillar en su carrera militar. A los veinte años ya se había dado a la vida libre: su existencia era una perpetua tempestad, aunque había sabido mantenerse en ciertos límites de buen tono. Su primer inconveniente le sobrevino en aquella edad. Una intriga amorosa lo había llevado cierta noche a casa de un caballero que se hallaba ausente de Santiago. La desgracia de Carrera quiso que éste llegase esa misma noche, y encontrase la puerta cerrada; a sus reiterados golpes respondió tercamente don José Miguel. El dueño de casa insistió, como era natural; a sus gritos concurrieron los vecinos y algunos transeúntes, que le ayudaron a entrar en su casa, y obligaron a Carrera fugarse. Este incidente fue tema de muchas conversaciones, y pasó a los tribunales, como un escándalo perjudicial a las costumbres. Se ocultó en la hacienda de su padre. Con todo el tiempo que vivió en la hacienda, no se ocupó en las faenas campestres de su padre, ni se contrajo a hacer cosa alguna por lucro propio. Tomó, sí, gran afición por las carreras y

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demás ejercicios de caballos, y llegó a ser tan diestro en poco tiempo, que adquirió gran fama en todo el lugar. En las inmediaciones de la hacienda hay un pueblito llamado El Monte: éste era el campo ordinario de sus correrías”.

¡Pascual, Pascual, atento muchacho, siempre atento Pascual! –indicaba el editor–, que nos enfrentamos a muchos testimonios históricos y como estos muchachos andan un poco revueltos en sus lecturas, nosotros debemos poner orden Dejemos que Guillermo Feliu Cruz siga con su relato:

(Primer asesinato) “En una de ellas tuvo un choque con un huaso soberbio, que se negaba a complacer a su patrón (algunos han escrito que fue por su hija de agraciada figura). Ambos se provocaron, sacaron puñal y se empeñó uno de esos duelos tan frecuentes en nuestros campos, en que se pelea seguramente a muerte, y con aplaudidores por padrinos. Don José Miguel tuvo la dicha de salvar su vida, y la desgracia de dejar en el sitio a su contender. (Es decir lo mató, directamente, lo acuchilló). Esta nueva ocurrencia hizo revivir la persecución con mayor actividad. Su padre supo burlarlo todo, embarcándolo secretamente para el Perú, mientras el Oidor Irigoyen, amigo íntimo de de don Ignacio, trataba de acallar la causa que se seguía a su hijo. La justicia colonial obedeció por esta vez al influjo de una gran familia; el joven Carrera no fue perseguido en Lima, a donde iba destinado por su padre”. (Primera fuga y robo)

“En 1803, don Ignacio, lo mandaba a Lima cargo de su cuñado don José María Verdugo, comerciante chileno establecido diez años en el Perú. El genio duro y severo de su tío iba a acarrear en breve, pesares y persecuciones al joven Carrera. No había conocido valla alguna hasta aquel momento: nada le contenía ni los límites de la moderación, y su carácter había llegado a hacerse imperioso y obstinado. Su primeras travesuras fueron castigadas con dureza: queriendo evitar a su familia la mengua de su causa criminal, lo puso su tío, en medio de una providencia privada, (preso) a bordo de la corbeta “Castor” surta en la bahía del Callao”.

–Este es el cuento del momento que encontró un amigo en ese buque, que lo dejó libre pues estaba preso –indicó Leonel, con

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autoridad, parando la lectura–. Como ven cometió un asesinato y escapó de la justicia. ¿Qué le hizo a su tío para que lo encarcelara en un buque? Nadie sabe nada y Barros Arana sigue construyendo, con mucho empeño y cuidando sus palabras, una ficción, obstaculizando la verdad. –Si me permiten una interrupción –clamó Cristian–, desde este momento comienzan los relatos de otros juicios criminales, que sorprenden por el silencio que sobre ellos se ha mantenido, en los que, Barros Arana, es uno de los mayores silenciadores de cuanto se sabe de Carrera y de todos sus recriminados actos. Lo que nos distingue a nosotros, no es que podamos dar nombre a las cosas y por lo tanto invocar lo que no está presente y contar lo sucedido, sino que somos capaces de inventar historias que nunca ocurrieron o falsificarlas: héroes que crearon naciones y dieron lustro a los hombres, y exigen sacrificios y obediencia; héroes que fundaron linajes y reinos; demonios y enemigos exteriores a los que es prudente temer y a los que es lícito echar las culpas de los males que nos afligen, son hombres y pueblos destinados, elegidos por los dioses y originados por los héroes y a reclamar la posesión de territorios; historias colectivas de sufrimientos y redención, de expulsión y regreso. Aquí Barros Arana se salta varios episodios importantes de la vida de Carrera. Leonel sigue leyendo lo que escribió Guillermo Feliu Cruz “Vivía en aquella época en Lima, don Francisco Javier Ríos, rico comerciante chileno, apreciado por su benevolencia y afabilidad. Éste se empeñó con Verdugo para llevar a don José Miguel a su casa, lo que consiguió al fin. Allí vivió hasta su vuelta a Chile acaecida poco tiempo después: entonces Carrera ya debía a Ríos más de dos mil pesos”. –Aquí hay una variante en la narración: esos dos mil pesos José Miguel se los robó a su protector y este lo acusó a la justicia, gracias, otra vez a su padre, se pudo saldar esa cifra y lo dejaron libre. Que siga don Guillermo Feliu Cruz con lo que escribió Barros Arana.

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Te dije Pascual, que se ponen enredados los muchachos. Mucho ojo con los tiempos en que ocurren estos hechos, pues después vendrán con mayor orden, solo cuando don Guillermo los emita, pues es él el que tiene la supuesta verdad “Su padre estaba resuelto a darle una ocupación fija. No veía en Chile una carrera a que poder destinarlo, que le sirviese a la vez de ocupación y de freno. Don José Miguel no se sentía inclinado a los negocios, y aceptó gustoso la idea de su padre de enviarlo a España, a servir en el ejército. La carrera militar le ofrecía más de una carrera halagüeña. No pudo partir de inmediato porque Francisco Javier Ríos le interpuso una querella judicial, pues la causa debía llevarse a los tribunales, y aunque allí estuviese el Oidor Irigoyen, siempre activo e influyente a favor de don Ignacio, le fue forzoso a éste pagar el robo de su hijo. Con esos estorbos, su viaje se retardo algunos meses: don José Miguel Carrera dejó Chile en 1806”.

“Este es el relato de Barros Arana acerca de la juventud de Carrera entre los quince, (en que se retiró o lo expulsaron del Colegio Carolino) y los veinte años, vale decir, entre 1801 a 1806 en que viajó a España. Había nacido el 15 de octubre de 1785. Pero anotemos de paso, antes de entrar a establecer el valor de la revelaciones de Barros Arana acerca de la turbulenta juventud de Carrera, que éstas fueron dadas a conocer en 1854, al publicar la “Historia”, repitiéndolas en 1863, exactamente, en la segunda edición. No merecieron entonces ni después, de parte de la familia del General –todos vivos a la sazón, la esposa doña Mercedes Fontecilla, el hijo del mismo nombre, las hijas unidas en matrimonio con individuos representativos de la sociedad–, ninguna refutación, ni tampoco las contradijo, su hermana doña Javiera. No sabemos que ninguno de sus partidarios, entre los cuales se encontraba una personalidad tan destacada como Diego Benavente, pusiera en duda la afirmaciones del historiador”. –Aquí faltan unas páginas del libro de Feliu Cruz. Las buscaré y los añado si es necesario. Reinicio el relato en la página 43 del libro de don Guillermo.

“¿Ignoró Barros Arana la existencia del Expediente seguido por los indios del

Pueblo de Talagante contra don José Miguel Carrera, en octubre de 1804, conservado en el Archivo de la Real Audiencia, en el volumen 2.539?

Este expediente confirma la audacia de su carácter, y esencia, en cambio, para una representación viva de la condición social de las clases humildes al término de la colonia.

Al dar a luz el proceso, inédito hasta ahora, cabe preguntarse: ¿corresponde éste a algunos de los incoados a Carrera de que habló Barros Arana? desde luego no corresponde al del lance amoroso con una dama, burlándose de un marido. ¿Tendría atingencia con el huaso que el joven Carrera dejó tendido, muerto, en el campo en un desafío? Establecen una bien marcada separación

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los actores del drama: el historiador ha hablado de un huaso y, en realidad, el proceso indica un indio.

Nos resistimos a creer en una confusión de circunstancias”. (Segundo y tercer asesinato y fuga a España) Testimonio del Expediente Criminal seguido por el señor Fiscal Protector contra don José Miguel Carrera “Estando mi hijo al cuidado de la hacienda San Miguel, en San Francisco del Monte –manifiesta Ignacio de la Carrera–, experimentó el grave perjuicio y daños irreparables que le inferían los ladrones, y como toda la riqueza de un propietario consiste en la conservación y guarda de los ganados, se veía necesitado en no perdonar medio que se dirigiese a este fin, mayormente teniendo a la vista que los Diputados carecen de auxiliares, y no todos tienen animosidad ni espíritu bastante para poner en riesgo su vida, y conducirse al frente de multitud de facinerosos y sanguinarios de que están inundadas las campañas, lo suyo motivó y pasó en compañía de don José Ignacio Urteta y varios dependientes de la hacienda, en persecución de dichos ladrones. Habiendo llegado (José Miguel) al pueblo de Talagante, como domicilio de los más criminosos, preguntó por una cuadrilla que acababa de hacer destrozos y muertes en la hacienda “San Vicente”, y se habían pasado al citado pueblo. Con inmediación a la de su cargo, estaban haciendo varios robos de ganado, como en las demás circunvecinas; y como Estanislao Placencia estaba ya sindicado de ladrón cuatrero y envuelto en presunciones de crímenes más atroces, se acercó a su rancho y le pidió luz con ánimo de examinar prudentemente si en él había algunos fragmentos del robo, y como expusiese que no lo tenía, le suplicó atizase el fuego que tenía dentro del rancho. Y sin otro mérito que esta insinuación, y conociendo que iba a ser descubierto como uno de los autores del robo, le tiró con una piedra enorme que tuvo la felicidad de evadirla aunque en perjuicio de una mano que le quedó bien sentida. Habiendo repulsado esta invasión con el golpe de un sable dado de plano, fue acometido con ferocidad con el arma de un palo o garrote que le causó una contusión en el brazo, y como no llevase otro ánimo el invasor, que el de quitarle la vida, (según lo tiene declarado ante el mismo Diputado), se vio necesitado, en el estrecho círculo de un rancho a oscuras, a repeler la fuerza y defender la propiedad de su vida, echando mano a una pistola que descerrajó, más con ánimo de amedrentarlo que de acabarle, pues no divisaba bien el objeto a que se dirigía y con esto logró que acudiendo en socorro de mi hijo alguno de sus auxiliares, que le hicieron preso, aun con bastante resistencia e invasión por parte de Estanislao Placencia. Conducido (Placencia) a la hacienda de El Monte, y puesto en ella con la seguridad correspondiente, le avisó al Diputado de aquel Partido para que, como Juez Territorial, recibiese la correspondiente información y dispusiese de su remisión, lo que ha verificado sin otras lesiones que unas leves heridas en un

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brazo y un ligero golpe en la cabeza…” (Petición de Ignacio de la Carrera, págs.. 21-22). La relación es exacta en el fondo. De ella se han suprimido, sin embargo, los accidentes que configuran el atropello, y que la defensa de Carrera omite cuidadosamente, como era natural. La declaración del indio Estanislao Placencia, recibida el 21 de octubre de 1804, (Carrera tenía 19 años) constituye lo que falta en el relato. Dijo Placencia ser natural de Talagante, viudo, y que las heridas que presenta en uno de los brazos las ocasionó José Miguel Carrera de un trabucazo que le tiró el domingo quince del corriente (octubre), como a las doce de la noche, y que la había herida de la cabeza del acusado el dicho Tomás con un palo, la misma noche, Añade que los motivos fueron los que consigna en esta hora: “Estando el declarante durmiendo en su rancho con sus seis hijos que le quedaron de tierna edad, llegó a la puerta el mencionado don José Miguel con montón de agente a caballo y armados y habiéndose levantado el que declara a ver, qué gente era la que estaba a la puerta, se encontró con el recordado José Miguel, el que dijo que encendiese vela, y diciendo dicho declarante que no había, le repitió que atizase el fuego, para ver que gente tenía, a lo que se negó el declarante, y tomó una piedra y le tiró a don José Miguel, porque dijo don José Miguel: “¡Amarren a este!” “A esto le tiró don José Miguel un puntazo con su sable que llevaba en la mano, por lo que el declarante se volvió a tirar con pedradas desde adentro. Entonces don José Miguel le disparó un trabucazo, el que le causó las heridas del brazo y en seguida dispararon otro trabucazo, el que le causó las heridas a su hijo, que estaba durmiendo. Visto el declarante que aquello no pararía hasta prenderle, tomó un palo y salió a palos con el que se encontraba por ver si podría librar; pero en vez de haber escapado, le dio un palo el mulato de don José Miguel, del que lo desatentó y causó la herida de que adolece y lograron prenderle, y amarrado conducirle a la estancia de “San Miguel”, y ponerlo en la prisión en que se halla”. Al ser interrogado Placencia por el motivo que se resistió encender vela y atizar el fuego, reconociendo al joven José Miguel, respondió: ”Tener en su rancho una cabecita de ternera que había robado su cuñado José Toro de la hacienda de “Pelvin” y que no fuesen a verla y de aquí se le siguiese algún daño, aunque el declarante lo hizo por su suma necesidad y para darle a sus hijos medianos, pues el mayor es el herido. La declaración de la suegra del indio Plasencia, completa el cuadro del episodio: …conoció que los nietitos estaban llorando, por lo que caminó para el rancho de su yerno y ya lo estaban amarrando y que don José Miguel tenía de los cabellos amarrados a su nieto José Placencia, que no quería pararse por estar desnudo y lastimado, llorando y diciendo que lo favoreciese, sin embargo tenerlo siempre don José Miguel de los cabellos. Viendo don José Miguel que se arrimaba a la declarante, le dijo: “Ah perra, india, gran puta, que vienes a quitarlo”.

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Dando varios cintarazos en la espalda y brazo izquierdo de que se halla todavía atormentada, con un sable que tenía en las mano, con lo que dejó al pobre muchacho herido. Esa misma noche siguió con toda su gente registrando los ranchos, y resultó que a Bernarda Ustaris la hubiesen golpeado y Carmen Muñoz con la hermana de Placencia las llevaron hasta el otro día a la hacienda de “San Miguel”. Y a otros vecinos les quebraron la loza que tenían para vender y les llevaron hilo, y hasta gallinas”.

Muerte del indio y su hijo

“Placencia y su hijo fallecieron en Santiago en el hospital de San Juan de Dios. Habían ingresado como heridos para restañarlas, expresaban los certificado extendidos por el Escribano Receptor Pedro Chocano. Murieron de la peste de viruela, el 14 y 16 de noviembre de 1804. La causa de Carrera perdió con estos hechos desgraciados, la voluntad de quienes lo acompañaban, porque el fallecimiento de los dos indios pareciese de resultado de las heridas. Solo Carrera conservó la serenidad y supo defenderse con entereza”. –El escrito de la defensa de Carrera –dijo el argentino Leonel que leía con algo de satisfacción–, es largo, razonado, muy altanero y desconsiderado con esos humildes indios. Y aunque en el escrito de defensa, que no hemos leído, Guillermo Feliu Cruz acusa en él, la pluma de un hábil abogado, (el Oidor Irigoyen) que consignó la muerte de viruela del padre e hijo cuando fueron heridos de muerte, por el arma de fuego de José Miguel que le descargó un balazo hasta al inocente niño. La defensa está viciada o traducida de manera admirable la personalidad de Carrera, su voluntad imperiosa, su carácter resuelto y la firmeza de sus actos. Altanero el tono, sin duda. No rehuía ningún género de responsabilidades, y sentíase complacido de lo que había realizado. –Este relato es igual a lo ocurrido, en nuestros días a Martín Larraín, hijo del millonario presidente de un partido político de derecha, que atropelló a un peatón y estando borracho escapó. Se lo juzgó con toda las ceremonias de nuestros jueces y lo perdonaron, culpando al peatón, y no al conductor que huyó, por estar borracho, abandonando el auto y a sus amigos acompañantes. “Esta noble familia aristocrática y rica, además gozaba, como teniente del Regimiento del Príncipe, de fuero militar. Su padre lo había invocado, y asimilado a su hijo en él, para sustraerle la acción directa de la justicia criminal. Al efecto, entabló cuestión de competencia al Protector de Indígenas para que desistieran de la causa. La Real audiencia le favoreció y estimó, el 18 de diciembre de 1804, que dentro del fuero de que gozaba el joven Carrera, competía el juzgamiento al Capitán General, al Gobernador Luis Muñoz de Guzmán. El 16 de febrero de 1805 se decretaba, sin embargo, el arresto, encargándosele reo”.

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–En estos días, es cuando su madre murió –señalaba Luis–, y no fue encausado. Aunque como dice Feliu Cruz: “La pena era durísima contra Carrera. Concluía con estas palabras: “Por haber usurpado las jurisdicción real; por haber entrado de noche con gente armada al pueblo de Talagante, perturbando la paz. sosiego y tranquilidad de aquellos vecinos, por haber motivado a la riña, de la cual siguieron las heridas y demás ultrajes de aquellos indios; y por haber, finalmente, incurrido en el crimen de cárcel privada, se ha hecho Carrera acreedor a las rigurosas penas que establecen las leyes para que V. E. se sirva condenarle a resarcimiento de los perjuicios ocasionados a la numerosa familia del difunto Placencia y a las dichas penas y coerciones que prescriben las leyes y son de justicia”. “Al cabo de un año, se le condenó al pago de unas indemnizaciones a los deudos del finado Placencia y la condena tomaba después, un tono paternalista. Decía “Se percibe al nominado José Miguel, que en sucesivo sea más moderado y comportado…”. –Así concluyó este juicio por dos crímenes de Carrera. Le dio notoriedad y le hizo tomar los contornos de un gran escándalo. Pese a que puso una nota de horror al comentario, la coincidencia de la muerte de Placencia y de su tierno hijo, como sigue diciendo don Guillermo, dando fe a la verdad de los hechos. Alrededor de las dos víctimas la leyenda tejió un drama, exaltándolo la compasión, la caridad y el amor al prójimo. Prácticamente, hasta ahora, sigue escribiendo Feliu Cruz, escrito que mencionamos, haciendo alusión el libro de 1966, “nunca este libro se lo ha utilizado para ilustrar el estado en que se encontraban las bajas clases sociales del país, ni para pintar en este mismo sentido, el cuadro de la vida campesina en que se movió José Miguel Carrera en su briosa y apasionada vida”. Bastaría con estos para que, vos, che, Leonel que sos psiquiatra puedas dar un diagnóstico clínico de nuestro personaje, pese a que todo es una narración por escrito, y no podrías analizar personalmente al enfermo. ¿Sobre esto que nos podrías decir? ¿Qué querés que te diga, che? Un análisis psiquiátrico es casi imposible hacer a la distancia de 200 años y teniendo como material

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de análisis solo cosas que parecen cuentos. Mejor que terminés con el próximo proceso y después les daré alcances a problemas neuróticos y otros complejos mentales de vuestro Prócer, –terminó diciendo Etcheñique–. Seguí, por favor leyendo, che, que con mucha atención te escuchamos. (Cuarto Proceso: crimen y robo armado, 1803) El Proceso del General Mariano Osorio

–Posteriormente, Eulogio Rojas Mery en su ensayo El General Carrera en Chile. Tipografía Chilena, Santiago de Chile 1951, al referir la juventud del caudillo hizo alusión al proceso, abierto por Osorio de asesinato y robo, solo para contradecir los cargos que se le hicieron, pero sin dar a conocer el significado social del documento de Pérez de Uriendo, tan explícito acerca de la época. Nadie más a utilizado este interesante proceso. ¿Fue Carrera víctima de una acusación mucho más seria de la que se le hizo en los autos seguidos por los atropellos a Placencia? ¿Le daba autoridad a esa acusación, la calidad del personaje acusador y el documento en que se la vertía? Sigamos con Feliu Cruz: “El General Mariano Osorio, en el Segundo Parte que del señor coronel de Artillería y General en Jefe del Ejército Real en el Reino de Chile da al Excmo. señor Marqués de la Concordia Virrey del Perú don Fernando de Abascal sobre la Campaña y reconquista de este país, fechada en Valparaíso el 19 de octubre de 1814 y publicada en Viva el Rey. Gaceta del Gobierno de Chile núm .4, del jueves 6 de diciembre de ese mismo año, al recapitular los episodios de los hechos de armar que le tocó dirigir, dice: Permítame V. E. haga algunas observaciones particulares acerca de esta expedición que he tenido la satisfacción de mandar. Primera, a los dos meses justos de haber desembarcado en Talcahuano, salí de Santiago para los Andes; hice pasar la cordillera a los Carrera y demás individuos de la Junta, el mismo día del cumpleaños de nuestro augusto monarca y de la renovación del juramento de fidelidad en la capital. Segunda, en el mismo sitio y a distancia de un tiro de fusil don José Miguel Carrera, Presidente de la Junta, en 1803, mató, asociado con otros, al correo de Buenos Aires, por robarle 24.800 pesos que llevaba en oro, encontró 19 y media cargas de plata, y de aquel metal que había saqueado en Santiago ya en dinero, ya en alhajas de la iglesia, hecha ya barras”.

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Esto, ocurrido en colina el 12 de abril de 1083 ¿trátase de una impostura, de una infamia, de una calumnia recogida en forma inaceptable por un hombre de honor? Hasta que Osorio hizo la denuncia abriendo un juicio criminal, nadie, ni sus peores enemigos, habían arrojado semejante sombra, haciéndolo partícipe a Carrera del crimen: “…dos hombres cubiertas las caras con pañuelos, montados sobresalientemente y cargados de armas de fuego, de los cuales el uno vestido de un baladran blanco y con un naranjero en la mano, dieron muerte violenta al Correo Ordinario de Buenos Aires llamado Nicolás Gasco, al preguntarse que se le ofrecía y cuya respuesta fue descerrajarle a boca de jarro pasándolo de banda a banda y cayendo muerto de la mula con atroz hecho, el acompañante Pedro Tello precipitó su caballo y se puso en fuga, y el Postillón no pudiendo ejecutar lo mismo, por la pesadez de la mula, le mandaron los agresores que arriase las tres cargas que llevaba el correo, cuya razón acompañó hacia una obra o encañado del cerro de las Tórtolas, inmediato al sitio nombrado Pequenco, donde fue la avería entre la una y dos de la tarde, distante tres para cuatro leguas de la Posta de Colina, donde dicho Correo mudó bestias al mediodía para llegar con luz a la posta del valle de Santa Rosa”. “Así narrado el hecho, en lo sustancial, del informe con que un alto funcionario de la Administración de Correos de Santiago, Fernando Urízar, daba cuenta al Presidente de Chile Muñoz de Guzmán, del alevoso asalto. El crimen causó alarma púbica. La valija que llevaba Gasco contenía, entre otras cosas, “dos retobas de doble cuero de novillos marcados con fuego con esta R, y numerosos uno y dos con el total contenido de mil seiscientos dos y tres octavos doblones de a 46 pesos en dieciséis partidas registradas por varios individuos de este comercio y distribuidos en uno, mil y trescientos y en el otro el resto. Había un hecho cierto, comprobado constantemente por los testigos: los hechores del asalto no eran individuos del pueblo; representaban un elemento social de categoría. Ignoramos en razón de qué antecedentes, Osorio tuvo la osadía de atribuir a Carrera el asesinato de Gasco y darlo como autor del asalto. En el Proceso, conservado en el Archivo de la Capitanía General, aunque incompleto, no hay el más insignificante antecedente que permita suponer una participación de Carrera. Rojas Mery, (otra vez en ayuda de su héroe) en su libro citado, avanza un dato que elimina automáticamente a Carrera de toda sospecha siquiera. Dice que aun no había regresado de Lima, cuando en 1803 ocurrió el asesinato de Gasco. Se publica este proceso como un documento complementario, a fin de destruir una leyenda infame, y se le inserta a modo de apéndice al proceso de 1804, descrito como: I–Apéndice complementario al proceso de 1804, que lleva el siguiente encabezado:

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SUPERIOR GOBIERNO. AÑO 1803.–EXPEDIENTE FORMADO A CONSECUENCIA DEL PARTE DADO POR EL ADMINISTRADOR GENERAL DE CORREOS ACERCA EL HOMICIDIO EJECUTADO EN LA TARDE DEL DÍA 12 DE ABRIL DE 1803, EN LA PERSONA DE NICOLÁS GASCO QUE CONDUCÍA LA CORRESPONDENCIA DEL REINO Y CAUDALES PÚBLICOS PARA CIUDAD DE BUENOS AIRES. A. N. S. Ch., Capitanía General de Chile. Archivo del Ministerio de Interior. Inédito. Se publica con el número XXIX”.

–En el libro de Guillermo Feliu Cruz, hay más procesos, 59 en total, muchos de ellos conocidos, además algunos de las autoridades de Argentina hasta llegar, en Mendoza, al fusilamiento de Carrera, el 4 de septiembre de 1821.

Comentario de los argentinos –Suman cuatro los Procesos, entre 1803 a 1806, a Carrera por asesinatos y robo: 1. Muerte y asalto de Nicolás Gasco, 1803. 2. Duelo y muerte de un indio. Su padre lo envía a Lima. 3. Dos muertes, una del indio Placencia y la otra de su hijo. 1806. Su padre lo envía España. Acusaciones de robo –Juicio de Francisco Javier Ríos, que lo llevó a los tribunales y cuyo monto debió pagar, vía judicial, don Ignacio de la Carrera, antes de enviarlo en 1806 a España.

El Salto. –Y no olvidar los crímenes en 1820 en el pueblo El Salto, donde vivían más de mil personas y donde murieron cientos de habitantes: incontables ancianos, mujeres, niños y los defensores, unos cuarenta milicianos, que sucumbieron en la defensa del pueblo, ante los indios ranqueles y mapuches, que dejaron las mortandad nunca antes experimentada en la historia argentina, mandados por Carrera que había sido nombrado Pichi Rey por los indios en virtud de su admiración y provecho.

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Análisis de trastornos mentales de José Miguel Carrera

–Ahora es el momento, Leonel, que siendo vos nuestro psiquiatra, hagás, che, una apreciación del estado mental de José Miguel Carrera. Sin miedo. Tenemos todo el tiempo hasta que se acaben estas botellas de vino, seguimos conversando. Mario nos acompaña y su amigo Cristian, que no bebe, está callado y muy meditativo –le decía Luis a todos, alegando tener la boca seca de tanto leer los Procesos. Leonel apuró su copa, se sacó la boina vasca dejando al descubierto su calvicie brillante y resbaladiza y dijo –podría dar un diagnóstico bajo tres conceptos: uno histórico, el otro literario y, el de más rigor puramente psiquiátrico. El histórica está en libros al alcance de cualquiera; el literario promete diversión pero no es lícito ante solo pruebas escritas y la gravedad de los hechos que se puedan difundir. Lo difícil es, sabiendo que son pruebas escritas y, que no tenemos al paciente ante nuestros ojos; no lo escuchamos hablar; ni le conocemos el rostro; ni tenemos mayores antecedentes de la conducta de la sociedad en aquella época, es decir, hablaríamos puras suposiciones, solo conjeturas. Nuestro honor no lo constituye nuestro origen, sino nuestro fin. Exponer el otro análisis es más correcto. Ya no me cabe dudas, que José Miguel Carrera padecía, no sabemos si él era consiente de ello y, también los que lo rodeaban, de una anomalía o, si los que vivieron junto a él en aquellos años juveniles sabían de sus trastornos mentales. Los historiadores no dicen nada al respecto. Su tarea, en rigor, se limita a hechos históricos y ninguno es psicoanalista, no les corresponde diagnosticar sobre el alma y la mente. Para ellos, su tarea es la cronología y la narrativa del devenir histórico a través del tiempo. Nada más. Están justificados. –El historiador tiene que ocuparse de acontecimientos tal como han ocurrido en la realidad –entrometió Cristian su opinión ante la severa mirada de los ahí reunidos y añadió –los padres, involuntariamente, hacen de sus hijos algo semejante a ellos. A esto le llaman educación. –El material que nos ofrecen los Procesos, –prosiguió Leonel–, dejan a las claras un número mayor de trastornos del joven

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José Miguel, que vienen desde la misma infancia, en la primera etapa de su formación. Eso de nombrarlo: Cadete, Alférez y Teniente de las milicias porque era jefe su padre, con halagos excesivos, que en un niño y un joven pueden dar con un lustroso y colorido uniforme, orgullo, hasta pedantería que da lugar a lo que Tartakof denominó “Complejo de Premio Nobel” y explica que estas situaciones pueden generar sentimientos de superioridad y la sensación de estar “destinado a ser superior”. Además que en el niño se desarrolla un sentimiento de grandeza, como manera de construir una sensación de defensa cuando ha habido indiferencia y negligencia parental. Se explica entonces, que un niño puede desarrollar un deseo exagerado de grandeza, como manera de construir una sensación de valía en la ausencia de los halagos y/o refuerzos parentales. Un niño excesivamente alabado se puede considerar mejor de lo que realmente es. El mal no está en las cosas, dijo Nietzsche, sino en la imaginación del hombre. Los Procesos no dejan duda cuan grande fue la preocupación de su padre, primero en darle fuero militar como futura defensa a su integridad –¿conocería don Ignacio por dónde iba la corriente del carácter de su hijo?–, y la conducta que movió a José Miguel a ser cruel y desmedido matando al ir contra el honor de un padre ante quien intenta avasallar o violar a su hija; a proteger un insignificante robo de ganado, matar a seres indefensos como eran esos indios en la época colonial, y luego inmiscuir a tantos personajes sobornándolos para que encubrieran judicialmente sus hazañas. Su conducta en Lima, el mal agradecimiento hacia su tío y los otros amigos que lo protegieron, como el caso de Francisco Javier Ríos, a quien, como dicen los Procesos robó dinero, indican, además, que pudo ser frecuente esa conducta en relación con su padre para acopiarse de dinero y sobresalir, a costa de este poder, entre los demás compañeros del Colegio Carolino. Todo nos indica que en el Colegio Carolino, hubo incubaciones que podrían ser en esa etapa crónicas, cerradas al trastorno de aprendizaje; de habilidades motoras; de comunicación y generalidades del desarrollo por déficit de atención y ejercicios de conductas perturbadoras. Todo indica, hasta este momento, en el niño y el joven José Miguel, que una sobre protección de sus padres

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–no olvidemos el carácter de su madre y de doña Javiera que debieron influenciar en él–, pudo provocarle hasta trastornos mentales muy cercanos a una neurosis esquizofrénica. Pero sí, creo posible realizar un análisis de carácter clínico a un personaje del cual hemos leído solamente sobre su personalidad. Primera vez que realizo uno de esta forma y a tan distantes años. Diría que es una aventura acientífica, que nunca nuestros códigos médicos sugieren. Pero ya estamos muy avanzados y lo que hemos leído, de todo lo que Jorge recopiló, nos da algunas ideas verídicas a groso modo. Lo intentaré y, con mis heridas abiertas, puedo volver a equivocarme, como cuando le hice este mismo diagnóstico a Lavalle, nuestro prócer argentino. De él tuvimos los mismos papeles, solo papeles y libros escritos con posterioridad a su muerte. Es, en todo caso, un riesgo como lo fue para el escritor Ernesto Sábato con Lavalle y también con Carlos María de Alvear hacer de sus vidas, intentos novelados de un diagnóstico clínico de un carácter en pleno desarrollo de un narcicismo neurótico. Veamos. Tengo claro que, hasta el momento de su fuga a España, Carrera tenía trastornos mentales que pudieron ser variados hasta que se confirmó el que habría de darle carácter a su personalidad, que debió ser el trastorno narcisista. Lo que podría estar acompañado, derivado o proveniente de otros trastornos mentales. Todas estas patologías entran en varios componentes fóbicos como leves síntomas, pero en otros casos están derivados hacia otras patologías o vienen, como dije, de otras que van tomando calificaciones de bipolar, esquizofrenia, depresiones, autismos, a neurosis hipocondríacas hasta una misma conducta paranoica, en muchos casos alcanzan a la epilepsia sin la convulsión y caída espumosa. El caso de Carrera lo analizaría, definitivamente como un trastorno neurótico narcisista. El Narcisismo de José Miguel Carrera –El vocablo narcisismo, aunque es usado esporádicamente desde principio de s. XIX para referirse a una vanidad excesiva, es acuñado como término técnico de la psicología y psiquiatría por la

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escuela freudiana a fines del s. XIX, en alemán con la forma y atuendo de Narcissismus. La palabra emplea el sufijo–ismo (doctrina, creencia, y en el lenguaje médico a veces patología), sobre el vocablo latino llamado narciso, préstamo del griego (nárkissso) nombre de la planta y flor llamada narciso, que es también el nombre de un personaje mitológico, que ya sabemos que se miraba en el espejo del agua hasta llegar a amarse a sí mismo, embriagado por su belleza y, sigue la literatura de ese mito, dando pormenores que todos conocemos, Personalidad narcisista y personalidades solo con rasgos narcisistas –Los trastornos narcisistas han suscitado interés en los clínicos desde hace años, aumentando notablemente en el siglo XIX. Y lo que diremos, queda muy claro, en el análisis que realiza Dolores Mosquera, en la contribución de Razón y Palabras, “que resulta complejo adentrarse en las diferentes conceptualizaciones y sacar conclusiones que coincidan”. Esto parece indicar que no existe unanimidad en lo que se refiere al concepto ni definición de narcisismo, a excepción de los orígenes del nombre. Nosotros hemos añadido que este complejo narcisista puede llegar a ser colectivo, manifestarse como una infección. En el caso de Carrera, por causas patológicas, que aun no hemos analizado, adquiridas tal vez por la admiración, casi una adoración de los chilenos de su estatus social, sus parientes del pasado y, ahora actuales diez familias que son dueñas de Chile, han llegado a adoptar y comulgar con el síndrome del narcisismo y vivir su vida copiándose, manifestándose en él, retratándose en el personaje que han inventado, e ignorando ese carácter psicopatológico le dan más relieve y adornos, aun del que en vida tenía, al personaje que imitan. Lo han encumbrado a un pedestal, donde ellos mismo pretenden estar, se ven reflejados, son, a plena conformidad con su estatus económico y aristocrático, en el espejo infinitas copias de hinchadas características. Es decir, en consecuencia, el narcisismo puede ser colectivo.

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No será fácil hacer un completo análisis, pero podría dar brevemente detalles de conducta que hemos visto en los documentos de Jorge. Una excesiva alta imagen se observa en el narcisista, con un patrón egoísta, un sujeto “enfrascado” en sí mismo, basado en sobre valoraciones, poco realista de los padres sobre la valía del niño; la creación de una autoimagen sobre valorada que se halla insostenible en su conducta en el mundo externo. Los rasgos narcisistas se pueden desarrollar cuando hay desviaciones en la crianza de los niños lo que viene a decir que, la patología narcisista se puede iniciar a consecuencias de un exceso o defecto de atención, exagerada, por parte de los progenitores. Egocentrismo y arrogancia de José Miguel Carrera El narcisismo se caracteriza por rasgos de grandiosidad, pretensión, arrogancia y explotación. Destacan la explotación, la presunción, el egocentrismo y la sobre valoración, como aspectos que describen claramente a la persona narciso, suponiendo, ellos de sí mismos que: puesto que soy “especial”, merezco licencia, privilegios y prerrogativas especiales; “soy superior” a los demás y ellos deben ser consientes de eso que merezco estar por “encima de las normas”. Además son personas que persiguen la gloria, la riqueza, la posición, el poder y prestigio como forma de reforzar su imagen “superior”. Algunos crecen percibiendo a los progenitores, a quienes los protegen y educan en los primeros años, como omnipotentes y se comparan constantemente con ellos. Muchas veces este tipo entra en un espiral que será muy difícil romper, resultándoles humillante cualquier propuesta por parte de los demás. Algunos de estos caracteres narcisistas parecen estar perpetuamente, como indica Dolores Mosquera, “motivados a buscar la perfección en todo lo que hace, que aspira a recibir riqueza, poder y belleza y, a encontrar a otros que reflejen y admiren su grandiosidad”, que termina, como en nuestra historia, en una idolatría del personaje y, los que lo siguen y propagan sus cualidades sobre dimensionándolas, como en el caso de los seguidores de

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Carrera, adquieren sus mismas calificaciones ya con metástasis la infección de un narcisismo colectivo. Algunos autores comentan que el narciso suele explotar a los demás aunque no de manera consciente, y esto tiene razones para entender y dar respuesta a que sus necesidades es deber u obligación de los otros. Dijo Millón: que “suelen, aunque no a sabiendas, explotar a los demás, tomarse excesivas confianzas y esperar que les sirvan sin ofrecer nada a cambio”. Dentro de este continuo comentar es necesario mencionar a los narcisistas psicopáticos que, si bien pueden ser funcionales y encontrarse relativamente satisfechos con su vida, a la vez se encargan de dañar a otros, a tener un enemigo principal en quien descargar su ira y la razón de sus fracasos. Carrera tenía para estas descargas a San Martín y principalmente a O´Higgins, a quien no cejaba, con un filoso cuchillo, de tallarlo de huacho o hijo de un potro inglés con una yegua chillaneja. En su exilio en Buenos Aires, la obsesión a la masonería encarnada por Juan Martín de Pueyrredón y la Logia Lautarina. Andrex P. Morrison, en su introducción al libro “Essential Papers on Narcissism” comenta, que la vergüenza y sus efectos relacionados como la humillación, la deshonra, la desesperación son sentimientos “centrales en la experiencia narcisista” (como sería la culpa en las personalidades neuróticas). También sugiere los “deseos de ser único con relación a un objeto idealizado”. A la pregunta de si el narcisismo es definido por grandiosidad o vulnerabilidad, ella responde “ambos”, queriendo decir que la vulnerabilidad en la autoestima es fundamental, siendo la grandiosidad narcisista compensación. Algunos psicólogos han dado categoría al espectro de la patología narcisista y establecen grupos. En el grupo uno sitúa a los narcisista con comportamiento antisociales y psicopáticos. Enumeran: el narcisismo sin principios que se caracteriza por ser arrogantes en sentido de la propia valía; una indiferencia hacia el bienestar de los demás y unas maneras sociales fraudulentas e intimidatorias. Son conscientes que explotan a los demás y que esperan reconocimientos y consideraciones especiales sin asumir responsabilidades recíprocas.

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Existe un narcisismo sádico, similar al anterior aunque más extremo. Uno práctico y funcional, y es aquel que destaca en su vida cotidiana, que aprende a manejar a las personas de su entorno a su antojo, sin que éstas sean conscientes de sus verdaderas intenciones. El narciso elitista está obligado a entenderse a sí mismo y puede ser descarado y demasiado evidente. Muchos son arribistas que intentan cultivar su sentido de especialidad y ventaja personal asociándose con los que poseen logros y reconocimientos genuinos. El límite narcisista, como es denominado, es un subtipo sugerido por el Dr. Vicente Rubio, en quien hay un importante fondo histriónico-narcisista de protagonismo, aparece desmesurado en los síntomas de importancia, de ser diferentes, “el más límite”. Se trata de personas que consideran que tienen que ser tratados de forma diferente porque son “especiales”. El narcisista aparentemente funcional, sería el que es capaz de desarrollarse adaptativamente en las diferentes áreas de su vida, pero necesita utilizar la manipulación y el adoptar cualquier rol que considere útil para conseguir sus propósitos con apariencia servicial, amable y colaborador. El proyecto de un Narciso que ya no existe y extiende su imagen hacia el futuro, contagiando a cuantos lo siguen admirando, como parece ser hoy entre los seguidores de José Miguel Carrera, es un misterio de una enfermedad de prolongación infinita que requiere una rigurosa investigación científica. El narcisismo en la actualidad –El narcisismo es una enfermedad tanto psicológica como cultural. En el plano individual, denota un trastorno de la personalidad caracterizado por una dedicación desmesurada a la imagen en detrimento del yo. A los narcisistas les preocupa más su apariencia que sus sentimientos. De hecho, no los aceptan si éstos se contradicen con la imagen deseada. Al actuar con frialdad, tienden a ser seductores y manipuladores, a luchar por conseguir poder y control –Un caso real cercano a nuestras vidas, sería, –dijo Mario–, quien fue presidente siendo solo un economista, que es un manipulador dialéctico de tres adjetivos y una sonrisa descarada. Un tipo que robó en un Banco de Talca 200 millones de dólares. Escapó

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y logró estar escondido más de 7 días, de la justicia y de la policía que lo buscaba para encapsularlo. Se dice que sobornó, con esos dólares a jueces, policías y hasta al mismo General Pinochet. Quedó, al fin, libre de todo cargo. Hizo negocios de todo tipo; alcanza su fortuna en la actualidad a 2.400 millones de dólares. Si hasta fue, ¡increíble! elegido como manda más. ¿Quién puede imaginar algo parecido? y qué pretenda ser ¿nuevamente dueño de ese cargo por otros cuatro años? Además, tiene un séquito de admiradores, a sueldo, claro está, que día a día levantan su imagen, le fabrican nuevas virtudes y llenan espacios escritos con tanta virtudes e inteligencia al servicio del país. Para sus publicistas es un hombre salvador, un gigante, un benemérito de la patria. Naturalmente él le paga a todos sus admiradores el constante trabajo de ensalzarlo. El elogio de la virtud es el elogio de algo nocivo para el individuo, esto lo he repetido varias veces, porque repetidas veces lo he leído, porque el elogio de los instintos que quitan al hombre su más noble amor a sí mismo y la fuerza de la más alta protección de sí mismo. Viviendo al lado y retratando al narcisista nos parece, además de sentir lástima por él, ridículo es que piense que nadie advierte su calidad de genio superficial, también, por los que lo acompañan en publicitar sus virtudes. –De esta gente, querido Mario, estamos llenos, en la política sobre todo. En todas las actividades del hombre. En el deporte, por ejemplo, un caso emblemático es ese futbolista portugués Cristiano. Un emérito ejemplo a catalogar, entre brillos, en el más alto grado de narcisismo psicopatológico, a que puede llegar un ser humano. ¿Quién de nosotros no es un cabal narciso en toda la regla? –¡Sigue por favor, che, Leonel, que tu análisis me trae a la memoria muchos nombres y rostros de amigos y gente con la que me he relacionado en la vida! Si hasta yo me encuentro en estos análisis investigado. ¡Caramba! ¿Y quién no? –Allá voy. Los narcisos son egoístas, están centrado en sus propios intereses, pero los verdaderos valores del yo, están ausentes a saber: poder expresarse; ser dueños de sí mismo; actuar con dignidad

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e integridad; a los narcisistas les falta el sentido del yo, que se deriva de los sentimientos corporales. La vida les parece vacía y falta de significado, al carecer de un sentido del yo sólido. Viven en un estado de desolación. Desde el punto de vista cultural, se puede entender el narcisismo como una pérdida de valores humanos; ausencia de interés por el entorno; por la calidad de vida, por las demás personas. Una sociedad que sacrifica su medio natural para obtener dinero y poder no tiene sensibilidad para las necesidades humanas. Ante la proliferación de cosas materiales se convierte en la medida del progreso vital: el hombre se opone a la mujer; el trabajador al empresario; el individuo a la sociedad. Cuando la riqueza material está por encima de la humana, la notoriedad despierta más admiración que la dignidad y el éxito es más importante que el respeto a uno mismo, entonces la propia cultura esa sobrevaloración de la “imagen”, hay que considerarla como narcisista. –Leonel, ¿qué grado de ignorancias existían en esa época colonial, que se divisan en esos tiempos de la Independencia, en muchos hombres con los mismos cargos atávicos psicopáticos que nos estás dando como posibles sobre el narcisismo de Carrera? Yo veo a José de San Martín con los mismos rasgos narcisistas de Carrera, pero delante con visión de ganador, con mejores armas de ataque, solo dictando órdenes contra los otros. –¿Tan grande fue San Martín? –pregunto Mario–. –Yo sé que San Martín, nunca participó en una batalla. Que el cruce de los Andes lo hizo en camilla, pues no le permitía ni andar su sífilis abierta y expuesta al contagio. Otro. En Buenos Aires, Carlos María de Alvear de la aristocracia argentina, fue en Cádiz amigo de Carrera y, ahí, el jefe de la masonería de los americanos que complotaban contra el rey, y también lo fue en Buenos Aires, donde fue perseguido por los otros –antiguos amigos–, masones argentinos también por traidor, pero en la actualidad ocupa varios pedestales a caballo y en bustos en plazas y nombres de calles de la ciudad. También reivindicado por ser de la alta aristocracia argentina que su apellido sigue clamando, entre sus actuales parientes, muy alto su aristocracia. ¿Así, cuántos más? El contagio existe en esta gente que sube a pedestales a un personaje

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montado en terribles y briosos caballos de bronce. El que está arriba como jinete y el que lo sube son lo mismo, ambos narcisos. –¿De O´Higgins nada se sabe? –insistió Mario–. ¿De otras figuras de nuestra Independencia para pasar a la posteridad? ¿Cuántos hay entre los presidentes de nuestras naciones? –Los hubo en todos los países construyendo la historia, tanto de la cultura, como de la sociedad política, económica, militar y religiosa. Vale mencionar a todos los obispos, cardenales y hasta al Papa, con esos trajes que lucen en sus ceremonias; como un destructor narcisista a Napoleón, que dejó un millón de muertos en Europa durante sus mandatos. El rey judío Saúl, Alejandro Magno, Julio César, San Pablo, Juana de Arco, Teresa de Jesús, Isaac Newton, Lord Byron, Pío IX, Lenin, Alfred Nobel, éste ¡a qué punto de fanfarrón llegó con la inconciencia de ser fabricante de armas y otorgar el mundial Premio de la Paz! Albert Einstein que aprobó tirar la bomba en Hiroshima y Nagasaki y cuando ésta explotaba, para alejarse espiritualmente de esos casi quinientos mil muertos calcinados, tocaba en el violín sus minués favoritos. ¿Cuántos poetas que tanto veneramos? A casi todos estos hombres les aquejaba, además, la epilepsia. De ella sí se los cataloga pero no de narcisistas cuyo análisis sicopático se ignoraba en su época. En muchos el narcisismo se trasluce, aun hoy día, en un mérito personal que se visualiza como un hermoso ropaje de la personalidad. ¿Y que me dices de Jesucristo? ¿No crees que llegó al máximo al declararse Hijo de Dios?; revivir a los muertos; devolverles la vista a los ciegos; curar la lepra y cuántos hechos milagrosos en los que se tiene una verdadera fe? ¿No crees que se les fue la mano a los que escribieron sobre sus hazañas? –Con Carrera pasó lo mismo, los evangelistas de su figura y sus escritos, siguen en lo mismo pregonando sus virtudes; intentando revertir la conducta de un narcisismo sin proyección, en bienes redentores, en un espejo de virtudes. De hecho viven muy ocupados. Un filósofo alemán escribió: “El elogio de la virtud es el elogio de algo nocivo para el individuo, el elogio de los instintos que quitan al hombre su más noble amor de sí mismo y la fuerza de la más alta proyección de sí mismo”. –Por esto –continuo Leonel–. afirmo que el narcisismo individual corre paralelo al cultural religioso. El individuo moldea la

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cultura según su propia imagen y la cultura moldea a su vez al individuo. ¿Es posible comprender uno sin entender lo otro? ¿Puede la psicología ignorar la sociología, o viceversa? Muy bien lo explicó Alejandro Lowen, en su libro El Narcisismo, del cual tomo sus modelos para ampliar este tema. Modelos memoriales –A los narcisistas se les reconoce por su falta de humanidad. No sufren, en nuestros días, por la tragedia del mundo amenazado por la posibilidad de un holocausto nuclear, ni por la de una vida dedicada a demostrar su valor ante una sociedad que no lo reconoce. Muchas veces sucede que cuando la fachada narcisista de ser superior y muy especial se rompe, y deja paso a sentimientos conscientes de pérdida y tristeza, ya es demasiado tarde. Mario miró a Cristian y le comentó al oído: –tengo presente en este momento, con las palabras de Leonel, los últimos instantes de José Miguel Carrera, en el calabozo de Mendoza, que le escribe a su amada esposa y recuerda, con suma e incomparable tristeza a sus cinco tiernos hijos. –Y, ¿qué más Leonel? –Lo que planteo es que el narcisismo denota un grado de irrealidad en el individuo y en la cultura, en todo lo que está en las historia que de él se ha escrito. La falta de realismo no es un rasgo neurótico, sino que raya en lo psicótico. Hay algo de locura en una pauta de conducta, que sitúa el logro del éxito, por encima de amar y ser amado. Hay algo de locura en una persona que no conecta con la realidad de su propio ser, de su cuerpo y los sentimientos que se derivan de éste. Y hay también, algo de locura en una cultura que contamina el aire, el agua y la tierra, en aras de alcanzar un nivel de vida “más alto”. En general la enfermedad se entiende como aquello que distingue a un individuo que ha perdido el contacto con la realidad de su contexto cultural. Según este criterio (que tiene su validez), el narcisista de éxito está lejos de un loco. A menos que…, por supuesto, haya algo de locura en la sociedad.

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Para entender la enfermedad que subyace en el fondo del narcisismo es necesaria una visión más amplia, menos técnica, de los problemas de personalidad. Chile un hospital siquiátrico. Un manicomio –Perdón Leonel que te interrumpa –dijo Mario con la voz aflautada por alguna emoción de su memoria–. En Chile nadie comprende qué pasó en 1973, con tanta maldad de los militares chilenos contra ciudadanos chilenos. Ustedes los argentinos, tampoco creo que comprendan todo lo que les pasó, que no van a olvidar nunca jamás esos 30 mil asesinados, con los que siguen conviviendo. En Chile quedaron como siniestros cómplices, esas diez familias, desde el pasado vinculadas a Carrera, que tienen todo el poder en este país, que son culpables y siguen viviendo felices, como si nada. Nos queda el consuelo que no fueron todos. Menos mal. ¿Qué piensas tú de esa rivalidad de Henry Kissinger, que era judío asquenazi y Salvador Allende que era judío sefardí? A mi me parecen ambos de un narcisismo llevado a la enésima potencia, con poderes sobre la vida y la muerte: Kissinger dictando a los militares chilenos propuestas de exterminio y, Allende intentando quitarles a los poderosos, a la banca internacional ¡vaya pretensión! sus propiedades mineras, alegando que pertenecían, por supuesto que sí, al pueblo chileno. ¿Crees, querido Leonel, que a tanto puede llegar el accionar del narciso cuando no tiene consciencia de su enfermedad? Porque, para mí, tanto Kissinger como Allende, eran dos narcisistas con alta carga de eléctrico poder y trastornos paranoicos, hasta esquizoides y, ambos, de una vanidad que raya en una absurda locura. Kissinger, además, como un masoquista caliente de extremismos diabólicos y de ocultos intereses bancarios; Allende, dentro de un esquema comunista-marxista que se rompió solo, ahora caduco, que ni servía, ni sirve hoy a nadie pues todos se han traicionado entre sí. Como dice vuestro tango: “el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también…/” Da para razonar y hablar mucho cuando uno, que nació como un desengañado de todo, asocia estos personajes, como el

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norteamericano-alemán, con trastornos mentales y capaz de accionar con tanta precisión el botón de la maldad, la muerte y la depredación como el caso de Nixon–Kissinger, y la red de espías de la alta sociedad de Chile, la derecha política, y el eficaz contribuyente Agustín Edward, dueño de la prensa de este país. Todos fueron espías al servicio de la banca internacional, delatando y entregando como traidores a la patria, no solo la riqueza del territorio chileno, sino intentando acallar, hacer desaparecer con la muerte, la inteligencia obtenida en cuatrocientos años de intercambio racial en Chile entre los sefardíes y los mapuches. Lo increíble. Dos meses después del Golpe Militar en Chile, al que ideó, mentalizó ese sangriento holocausto del pueblo chileno, al judío askenazi y masón Henry Kissinger le dieron, en octubre de 1973, a un mes del holocausto chileno, el Premio de la Paz.   ¡Una  burla!  ¡Una  sangrienta  burla!         Además,  del  dolor  y  vergüenza  de  Chile  que  se  creía,  ante  el  mundo  entero,  con  meritorio  orgullo  el  pueblo  más  respetuoso  de   los   principios   republicanos   y   democráticos   en   América.  Pisotearon  todos  estos   ideales;   la  humilde  razón  de  vida    de   los  pobres  derribados  en  el  suelo,  sobre  quienes  siguen  con  sus  pies  apretándoles  la  garganta;  gozando  como  locos  muertos  de  la  risa.       ¡Esas   familias   de   la   actual   derecha   política   chilena,   con  gran   capacidad   de   defensa   de   sí   mismos,   ocultando   su  culpabilidad,  lavando  sus  manos  ensangrentadas,  fueron  y  siguen  siendo  cómplices  de  tanto  dolor,  sangre  y  asesinatos.  Pero  siguen  viviendo   sin   piedad   ni   remordimientos!   ¡Como   si   nada!   Sin  compasión   de   nadie,   sin   pedir   perdón,   dispuestos   a   repetir   lo  aprendido  que  tan  buenos  dividendos  los  dio.     Siguen   riendo   y   gozando   de   su   triunfo.   Sin   duda,   Chile  aun   es   un   país   ocupado   por   fuerzas   extranjeras.   Imposible   no  pensar   que   son   extranjeros   de   distintas   etnias   y   religión,   que  nunca  se  han  identificado  en  el  lugar  que  conquistaron,  por  esto  y   otras   cualidades   pregonan   su   mayor   capacidad   intelectiva,  pureza  racial  y  hasta  belleza  física  como  el  ineludible  derecho  de  propiedad  privada  del  territorio  que  descubrieron,  conquistaron,  colonizaron   y   siguen   siendo   el   poder   supremo   en   todas   sus  categorías  como  una  elite  perpetua.

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¿Puedes, querido Leonel, hacer un paréntesis para darle méritos, o un diagnóstico psiquiátrico a estos hechos, como lo que pretendemos hacer referentes a la clase social que pertenecía José Miguel Carrera? –Mario, nada es de valor comparativo sin severos análisis científicos. Los tiempos son distintos, lo mismo los personajes. Pero sí es necesario comprender que hay fuerzas en la sociedad que crean estos gravísimos problemas, algunos en otras regiones de la tierra más graves aun, dentro de otras disciplinas tanto religiosas como políticas, económicas y de sanidad mental. Los que se hacen cargo, incluso, de los factores de personalidad que predispone a un individuo que a sufrido. Estos tipos existen, aunque no son todos los que son, pero los que logran serlo, llegan a un grado de crueldad que ningún Arzobispo ni Cardenal los perdona. Ni dios, si es que existe. Si queremos evitar acabar convertidos en narcisistas, tenemos que saber qué significa ser humano

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Capítulo 7

SECRETISMOS La masonería independizó a Latinoamérica El proceso que acompaña la Independencia de América Latina, como hoy se la llama, está cargada de una mezcla de motivaciones políticas, económicas y sociales, y por supuesto, con un fondo importante religioso. Un naciente desenvolvimiento mercantil de las colonias, el aumento del tráfico comercial y, las nuevas ideas provenientes de Europa configuran antecedentes para las motivaciones independentistas. La Primera Junta de Gobierno de Chile en 1810, por ejemplo, toma como una de sus primeras medidas la “libertad de comercio”, poniendo de relieve que las motivaciones políticas estaban también supeditadas a otras de gran relevancia pero no le dan mucha importancia a lo religioso. En esos momentos en que prevalecía una corriente ilustrada, resulta también destacable permear las mentes de los patriotas y que, a la postre, tendría gravitación en el proceso de emancipación y en su ideología de soporte. Efectivamente, América no pudo mantenerse al margen de la corriente histórica que, guiada por insignes pensadores europeos promueven el ideal ilustrado asociado a la idea de un humanismo librepensador. –Ya vez Cristian, si ahora entramos a los papeles sobre la masonería es porque Jorge no dejó de lado nada sobre Carrera como masón; su trayectoria en la logia a que pertenecía; su rivalidad con las logias inglesas integradas por otros patriotas argentinos y chilenos; el camino de estas rencillas; el ir y venir, tanto por Chile en esos tres primeros años de 1811 a 1814, hasta su ingreso a la Argentina y su destino final. ¿Qué fue lo que motivaron todas estas relaciones? Si no entramos a explicar, en parte qué es la masonería, será imposible dar con la idea final de tantas complejidades.

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Donde no hay dudas es que la masonería fue quien organizó y, verdaderamente logró, por su secreto accionar la libertad de todo el Continente americano, tanto del Norte como del Sur. La masonería como fuente de conocimiento –La masonería en general, y los masones, en particular han pretendido ser desconocidos del gran público. Demás está decir que los masones son seres humanos y, como nada humano será por siempre desconocido, ya se sabe casi todo lo concerniente a este grupo. Se podría señalar que es lógico que sea así en la medida en que nos estamos refiriendo a una sociedad secreta y sus miembros. Algunos se molestan a otros no fu ni fa. Sin embargo, semejante ignorancia carece de sentido y de justificación puesto que nos estamos refiriendo a un fenómeno de especial importancia en la historia universal. Se trata de un fenómeno sin el cual resulta imposible explicar, de manera cabal, no pocos acontecimientos de acusada relevancia acontecidos en el curso de los tres últimos siglos. Esta ignorancia, acompañada de un silencio consiente, ha venido adobada, de manera especial en las últimas décadas por una vaga visión: por un lado, positiva y otra negativa para la masonería. La Leyenda Rosada, de los “Hijos de la Viuda”, como también se los llama, que se impuso, justo es decirlo, con enorme facilidad con ayuda de los medios de comunicación a los que tienen acceso con suma facilidad, presenta a la masonería como una sociedad discreta que no secreta; imbuida de innegable valores filantrópicos; defensora del bienestar social y exenta de participación en conducta negativa alguna, incluida la conspiración Su poder, caso de aceptarse su existencia, de acuerdo a su prédica y actual publicidad hacia el gran público, no iría más allá del que posee un club social, para llevar a cabo relaciones pública y ciclos de amistad en reuniones cordiales, más de familiaridad que otra cosa. Esta Leyenda Rosada contrasta vivamente con la leyenda negra que ha ido unida a la masonería a lo largo de los siglos. De acuerdo con ésta, prácticamente no ha existido trastorno histórico que no aparezca vinculado a la acción de los masones, que serían a

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su vez enemigos de todo lo bueno y lo justo, y que ha coaligado históricamente con la conspiración judía mundial, si es que no son, como muchos afirman, meros instrumentos –de existir–, de la misma. Ciertamente, la ciencia histórica no puede dar como cierta ninguna de las dos leyendas –como afirma el estudioso de los masones César Vidal, del cual tomamos nota–, y la historia no puede hacerlo porque son parciales en su consideración de los datos documentales de que disponemos, porque no toman en consideración la realidad sino más bien pretenden adaptar ésta a una visión preconcebida y, porque, por añadidura, carecen de una perspectiva global que permita, con un mínimo de rigor, comprender el devenir histórico de la masonería y de los masones. –Cómo escuchas. –Leía Mario, como si estuviera solo–. Las disculpas ante todo lo que pudiera ser incorrecto en la conducta del ser humano tiene excusas y una defensa acalorada. Nadie se quiere comprometer dando opiniones que no puede certificar. De ahí nacen los misterios. Pero existe un lote de escritores e investigadores que se tiran a la piscina para saber como nadan, aunque con poco agua, –decía Mario ante un Cristian con los ojos abiertos, porque nunca había escuchado algo sobre los masones, pero sí sabía que cuando se habla de algo secreto la gente mira para todos lados, por si alguien los observa. –Marito, no es a mí a quien tienes que leerle estos papeles. No conozco nada sobre la masonería, ni me he preocupado; no interesa a los códigos de libertad y simples secretitos de mi vida que no andan con ningún misterio –respondía Cristian como reprochándole a su amigo tener que escuchar algo desconocido. –Lo sé, pero tienes la oportunidad de saber algo nuevo. Lo interesante de todo esto es, en cuanto un pensador, cree ver un misterio, trata como detective descubrir y disipar esa oscuridad. Muchos en el pasado y en el presente se han mortificado, por hacer en su vida el intentar desenmascarar a los masones y sus pillerías. Y las leyendas cuentan como algunos han muerto, por traidores, en las manos de los Hijos de la Viuda. Todos han fracasado. A mí me causan placer estos misterios. Sin ellos la vida no tendría sabor, y toda la risueña maldad, con delantal y guantes blancos que se les adjudica, vendría igual por otros lados, tendrían otros nombres. Con masones o sin masones la maldad vendría igual a

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destrozar la comodidad, si la hay, de los seres humanos. Así que me remitiré a los que Jorge me dejó escrito. Cristian, como los argentinos se fueron a Viña con unas minas que conocieron en el Bellas Arte en una exposición, y no volverán hasta el próximo lunes, tendré que leer para mí solo estos documentos. Si quieres escuchar no más, pero si te quedas ¡sin protestar! ¿De acuerdo? Orígenes de la masonería –Los orígenes de la masonería surgen desde el neolítico, comparte la teoría megalítica y la egipcia, la mistérica, la mosaica, la salomónica, la cristiana, la templaría y la medieval. Está en casi todos los tiempos, no dejando espacio para vacilaciones, menos en el poder monárquico, hasta en el Vaticano. Después vinieron los reyes, las innovaciones de los iluminados en la alta sociedad con nuevos movimientos e intereses y en la actualidad en el poder de los banqueros. En el cuento están grandes charlatanes como Casanova hasta Cagliostro y Notredamus. Llega floreciente y a la vista de todos en la Revolución francesa, y antes en la Americana, que es lo que nos interesa para ubicar a nuestro personaje, José Miguel Carrera integrada a ella en el devenir que le tocó, como una cruz, por decir algo, cargar en aras de situaciones de lo cual, nadie tenía en cuenta sus verdaderos intereses: si se servirían de ellos o ellos los utilizarían para su propia conveniencia. Sigue teniendo este axioma plena vigencia “nadie sabe para quien trabaja”. En cierto momento se crean aportes espirituales como mormonismo, pues la masonería no está reñida con ninguna religión –¡qué fe acomodaticia! ¿no?–, ni con las sectas milenarias de las iglesias cristianas que ya han sobrepasado cualquier análisis, tanto numérico como utilitario. Los antecedentes ilustrados –Cuando los detractores asumen el antisemitismo a la profundidad del conocimiento, en la masonería en términos negativos, crecen las controversias achacando a los Protocolos de los Sabios de Sión –o las culpas a los judíos de frente y sin resquemor–,

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la culpabilidad de todo cuanto es la acción negativa de la masonería en el devenir histórico de la humanidad. ¡Qué fácil es echarle la culpa a los otros! ¿No? Por supuesto que América estaba en crisis de culpabilidades, aciertos y beneficios durante la revolución, desde la misma Francesa y el dominio de Napoleón en 1810 que la lleva a España, de donde se expande, por las necesidades que todos sabemos hacia todos nuestros países. El contacto con la ideología, con los escritores franceses del siglo XVII, va generando un ambiente de inquietud en América. El criollo adinerado comienza a sentir, con marcada injustica, el hecho de hallarse pospuesto en los cargos públicos, ser segundones en las decisiones vitales de su particular desarrolla y comienza a pensar más allá de la frontera impuesta por el régimen monárquico y la mezquindad religiosa. Es sabido, ya a nivel escolar, que los sucesos derivados de la Revolución Francesa y del cautiverio de Fernando VII, produjeron la creación de Juntas, tanto españolas como en las colonias americanas, adquiriendo de hecho un rol decisivo en el proceso de emancipación. La masonería en el Mundo –Derivadas de la masonería operativa, a fines del siglo XVII empiezan a surgir en toda Europa organizaciones llamadas logias que acogían miembros dedicados más bien al trabajo filosófico o especulativo. Durante la Edad Media, Corporaciones de obreros Constructores recorrían Europa haciéndose llamar “masones” esto es albañiles, labradores de la piedra con los conocimientos de su profesión dentro del grupo que levantaban Iglesias, Basílicas, Templos; inmensas catedrales, las llamadas góticas, ahora reliquias de arte de la humanidad; palacios de reyes que aun se conservan. Estos grupos gozaron de la protección de los Papas y de los monarcas por la importancia y necesidad que se asignaba a su hacer y a su arte, respetando siempre sus artesanales secretos. La primera logia especulativa fue creada en Inglaterra el 24 de junio de 1717, día de San Juan el Bautista. La española se fundó en 1728. En 1740 por presión de la Iglesia se la prohibía, cosa que después rectificaría Fernando VII. En estos años a Cádiz comienzan

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a llegar los sudamericanos que buscaban mayor instrucción en lo comercial, ciencias y sobre todo en lo militar. Y por ahí comienza entre estos americanos el afán de la instrucción masónica que se convirtió, en los estudios de la actualidad, en algo muy complejo. –Tenemos que comenzar por algo concreto –decía Mario en voz alta–. Existe una antigua controversia, que quiere establecer la masonería entre los miembros de los sudamericanos en España; que trata de establecer la Logia Lautarina y al general chileno Bernardo O´Higgins como su creador. Entre otros aspectos, que muchos niegan, nuestros cerebros civiles y militares, dependieron de los dictámenes de la francmasonería universal. La solución de esta aparente incógnita involucra una afirmación o una negativa de la intervención de la masonería en la Independencia de los países hispanoamericanos. Es el comienzo de las cosas ciertas negadas, de la verdad tergiversada llegando, con confusos argumentos, donde nadie comprende nada de nada. Numerosos investigadores niegan rotundamente que la Logia Lautarina estuviera animada por el espíritu masónico y que dependiera de un Gran Oriente de esa Orden; en consecuencia niegan que O´Higgins fuera masón, después ignorarán que también Carrera era masón, y que de muchos otros, hasta de San Martín, se tienen máximas dudas. Fundamentan sus opiniones, incluso, por afirmaciones de Benjamín Vicuña Mackenna que debió ser masón, sobre sus estudios biográficos sobre San Martín, Belgrano, O’Higgins y Carrera, sobre unos papeles encontrados en los archivos de O´Higgins: la constitución de la Logia Lautarina. Sin desconocer el valor de otras opiniones de investigación, consideran que es posible aportar otros antecedentes poco conocidos que exhiben el problema desde diferentes ángulos y que demuestran todo lo contrario: que la Logia Lautarina fue esencialmente masónica y que nuestros próceres encabezados por O´Higgins y San Martín fueron masones, desde el inicio en Cádiz, entre ellos, principalmente como maestro Carlos María de Alvear y, adherente su íntimo amigo José Miguel Carrera. Que si fueron masones y firmaron o no documentos; si en Cádiz se reunían, conversaban y se entregaban, fácilmente conocimientos secretísimos sobre la independencia de América, y juramentándose, incluso, en todos los secretos, muchos que a medias

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conocerían, pero todos conscientes, en estos juramentos, sobre mesas de café y de vino; de los castigos que recibiría quien divulgara, entorpeciera y discrepara en público con sus hermanos masones. Todo esto fue lo que hizo Carrera, que varias veces escribe, que sería descuartizado, lo hace en una carta a su esposa y en un escrito sobre sus conversaciones con San Martín. Todos ellos conocían los secretos y el castigo a los traidores. Pero de todas estas reuniones, como no existen documentos, por lo tanto para los masones verdaderos, no eran tenidas masónicas auténticas, sino simples juntas de amigos, de la conversación y los sueños de libertad, conjurados en el problema político de Latinoamérica. La Logia Lautarina Reconstruyendo la relación cronológica del nacimiento de las sociedades secretas que antecedieron a la Logia Lautarina, sin lugar a error, debemos tomar como punto de partida las numerosas logias masónicas que surgieron en los Estados Unidos en la época de su emancipación. Se sabe que se instituyó una por cada Estado, siendo las principales de ellas las de Virginia y Charleston En aquella época vagada por Europa el venezolano Francisco de Miranda, “el ardiente apóstol de la libertad humana”. Iba de un país a otro solicitando el apoyo militar y financiero de las grandes potencias para conquistar la independencia de América Hispana. El poder evidente que el secreto, y la unión fraternal, daba a las organizaciones masónicas inspiró a Miranda el propósito de encauzar los trabajos para la independencia de las colonias españolas de América, mediante la ramificación de una logia destinada exclusivamente a este fin. Esta se denominó “Gran Reunión Americana” y fue su venerable el maestro el mismo Francisco de Miranda. La Junta Revolucionara de Venezuela mandó el 4 de julio de 1810, a Londres, una embajada compuesta de tres de sus principales masones-sefardíes: Simón Bolívar, Andrés Bello y López Méndez. Bernardo O´Higgins llegó a Cádiz en junio de 1799 y, en espera de un barco que lo trajese a Chile, se amparó en la hospitalidad de su apoderado, don Nicolás de la Cruz, Conde de Maule. En los salones de este apacible caballero tuvo el emisario de

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Miranda la oportunidad de conocer a dos notables sacerdotes americanos que solo “tenían de común con la mayoría del clero de su época el traje y la tonsura”, que en la actualidad son considerados verdaderos masones. Eran estos los célebres canónigos don José Cortés de Madariaga, chileno, y don Juan Pablo Fretes, paraguayo. Afirma Vicuña Mackenna en su biografía de O´Higgins que: “el salón de don Nicolás de la Cruz era, en realidad, un club revolucionario en que se discutían ideas de innovación, se insinuaban planes atrevidos en forma de quimeras o deseos y se recibían y se comunicaban noticias en el sentido de los trabajos semi masónicos de los patriotas americanos residentes entonces en Europa”. Cuando O´Higgins logró embarcarse para Chile, en Cádiz quedó establecida la Logia Lautarina que llegó contar con más de cuarenta afiliados, entre los cuales existían grandes de España, incluso el conde de Puño-en-rostro, amigo, corresponsal y “hermano” de Francisco de Miranda. Casi todos los prohombres que lucharon por la independencia de los países hispanoamericanos pasaron por sus talleres. Era entonces Cádiz, dice Lorenzo Frau y Abrines en su Enciclopedia de la Masonería, la ciudad masónica por excelencia. La Logia Lautarina, madre de otras instaladas en América destacaba por su actividad y poder. Figuraba como filial de la “Gran Logia Americana” que en Londres fundara Miranda y en sus cuadros lógicos estuvieron encuadrados los caudillos del “Independizador". De la compañía de Miranda se contaban los apóstoles de la revolución americana: Bolívar y Bello, O´Higgins, de Chile; Montufar y Vicente Rocafuerte, de Ecuador; Del Valle, de Guatemala; Monteagudo, del Perú; Caro, de Cuba; Servando Teresa Mier, de México; José Miguel Carrera, de Chile; de la Plata Mariano Moreno. San Martín asimismo fue iniciado en Londres, en 1811, con Zapiola y Carlos María de Alvear, gran amigo de Carrera y su protector en Cádiz y Buenos Aires. Cuatro fueron los creadores de la masonería en la Argentina: San Martín, Carlos María de Alvear, Anchoris y Zapiola; veinticuatro eran del partido de Alvear y trece de San Martín; tres formaron parte del poder ejecutivo de la nación y veintiséis de la Asamblea constituyente. Después tomó gran participación Juan Martín de Pueyrredón Director Supremo de Argentina y, como Gran

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Maestro de la masonería de su país fue enconado enemigo de Carrera y sus hermanos. El general Matías Zapiola, aunque muy pocos lo repiten, incluye en los registros de la logia de Cádiz al entonces Sargento Mayor de Húsares de Galicia José Miguel Carrera Primer Director de Chile, que fue después confirmado masón en la Logia San Juan Nº 1 en Washington, el 25 de febrero de 1816. Posteriormente, por haber renegado de los principios masónicos de la logia inglesa, que se puso en franca lucha contra la monumental obra americana que la orden realizaba, Carrera fue enemigo de sus Logias, como de sus jefes por haber ingresado a la masonería de los EEUU, y así fue que encaminó su destino a su exterminio en la forma que ya conocemos. Carrera firmó con su rebeldía y rivalidad, por su falta de visión y control personal, con los otros independentistas, su sentencia de muerte. Igual cosa ocurrió a su hermano Luis, afiliado a las logias de Buenos Aires y a Carlos María de Alvear perseguido como tantos otros de los patriotas argentinos. ¿Qué se le debe a la masonería? –Dice Eduardo Comin, en su estudio titulado “Lo que España debe a la masonería”: “En Chile encabezan el movimiento los masones O´Higgins y Martínez de Rosas, fracasando en buena parte los planes porque la defección de José Miguel Carrera, subalterno del arma de Caballería, afiliado en Cádiz, permite la defensa de las tropas metropolitanas”. Porque Carrera estaba en contra de ellos. Es decir, que Carrera entorpecía toda labor de la masonería con su imprudente conducta y continuas denuncias de sus enemigos, esperando sacar partido en su provecho junto a sus hermanos, que tenían las bayonetas a su favor. Estos grupos eran ya declarados enemigos que lucharían, cada uno, por su causa e intereses privados. Es cosa sabida que a la Logia Lautarina de Santiago pertenecieron la casi totalidad de los hombres que participaron en la Independencia de Chile, encabezados por el general Bernardo O´Higgins en calidad de Venerable Maestro. Entre ellos se contaron don José Antonio Rojas, don José Miguel Infante, los dos Egañas, Gaspar Marín, el guatemalteco Francisco Antonio Irrisarri, los argentinos Vera y Pintados e Hipólito Villegas, don José Gregorio

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Argomedo, por último también pertenecieron a ella los dos religiosos que se consumían en la llama de la libertad: Vicente Larraín y Camilo Henríquez, siendo éste el encargado de tomar los juramentos a los nuevos iniciados. Saltándonos los Andes, es del dominio público que, aparte de ser el director Supremo de la República Argentina, Juan Martín de Pueyrredón, era el Venerable Maestro de la Logia Lautarina en Buenos Aires. Por último el argentino Enrique de Gandía advierte: “La masonería entonces era rival de los tribunales del Santo Oficio de la Inquisición, y quienes se no se acercaban a la sombra, dependían, en cierto modo, de la masonería, como las más grandes figuras americanas”. Esta comprobación histórica e indiscutible ha sido tergiversada en estos últimos años sin saber que beneficios reporta esta aseveración, con el argumento más que falso, de que las logias masónicas en América no eran masónicas, sino simples sociedades políticas que adoptaban todos los ritos, procedimientos, nombres, etcétera de la verdadera masonería. Secretos Para la formación de las sociedades secretas, tenemos presente que son imprescindibles tres elementos: el secreto propiamente dicho, la discriminación y el juramento. El secreto en el ser humano es una necesidad imperiosa. ¿Por qué en la vida, tanto individual como social, llega el secreto a ser necesario? Porque es indudable que está realizando una función trascendente lo que tenga que ocultar, pero aun más importante, la necesidad de que exista a quien ocultárselo y causas para ello. En estas sociedades secretas las discriminaciones, o en su caso la selectividad, se funda a veces en cuestiones morales, otras en principios religiosos, sociales, intelectivos e incluso en razones económicas. El juramento es el procedimiento de un compromiso firmado por una serie de juramentos que pueden llegar incluso a lo cruento y macabro, para mantener precisamente la identidad del secreto en el más absoluto silencio o desconocimiento para la gran sociedad.

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El verdadero buscador de la verdad no suele pertenecer a ningún grupo exclusivo. En el momento que un individuo se inscribe en una sociedad y acata sus normas pierde lo más preciado: su libertad, con ello pierde su bien supremo, pues en toda verdadera relación espiritual salen siempre reforzados el conocimiento, el discernimiento y, sobre todo, la libertad individual. Esa imperceptible línea invisible que sutilmente separa lo secreto de los discreto y lo discreto de lo público es, demasiadas veces, indemostrable hasta que con perspectiva histórica puede analizarse sin pasión y con absoluta objetividad. La masonería contra el imperialismo español –La leyenda rosada de la masonería insiste en la actualidad, según César Vidal que lo deja impreso en su libro “Los Masones. La Sociedad secreta más influyente de la historia”, en presentar a esta sociedad secreta como una fuerza activa en la lucha contra el imperialismo español. –¿Qué dices a esto Mario? –preguntó Cristian cada vez más interesado en el tema–, en otro momento me dijiste que los masones son el imperialismo mismo, propiamente tal, de lleno y hasta el fondo de todas la investigaciones que se han realizado, por ello tantos enemigos que escriben contra ellos–. ¿Qué me dices? –Que, sin duda, se trata de una afirmación políticamente correcta en una época como la nuestra, pero desmentida de plano por el análisis histórico. Lo más que puede decirse es que el comportamiento de la masonería, tanto ahora como en la época de Carrera, con relación a la independencia no puede calificar de masonería propiamente tal, sino de una forma naciente, que se tenía en cada logia que ingresaba al ruego de la compleja madeja de sus operaciones, aunque sí operaron con el secretismo, el juramento y sobre todo, con el castigo a los traidores, como lo vamos a ver pronto. Gracias a estos dos factores se pudo concretar la Independencia. En el caso británico, que tanta injerencia tiene en nuestros países, Argentina y Chile, no pocos servidores del imperio fueron masones y en el napoleónico la masonería constituyó un instrumento privilegiado de expansión del dominio de las armas francesas y el

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pensamiento francmasón. En el imperio español no puede negarse que la masonería fue un enemigo encarnizado. Todas las monarquías contra España que tenía tanta riqueza con el dominio de América, tanto, que puede atribuírsele a la masonería un papel esencial en su aniquilación. Todos pretendieron arrebatársela, y se confabularon para ello, tanto los ingleses, norteamericanos, franceses como holandeses. La masonería en América del Sur Analicemos lo que aconteció con la masonería en nuestros países del sur: el inicio de la entrada de la masonería, escribe Vidal, en la lucha independentista en América hispana comenzó el 16 de septiembre de 1810 en México con un masón llamado Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga. Yo creo que mucho antes ya existían masones en nuestros países, muy ocultos pero ya maduros con ideas claras del porvenir americano, pues ese 1810 con tantas juntas de gobierno, no hubiera sido posible darse marcha. Después se supo que La Primera Junta, la chilena, estaba compuesta por masones, pero nada se dice de ello, aun se mantiene silencio al respecto. La logia Lautaro en la emancipación. La derrota de Hidalgo en México significó un claro revés para los planes de la desestatización del Imperio español en Hispanoamérica que, al menos en 1809, había puesto en funcionamiento Napoleón. Posiblemente, el sugestivo personaje motivador del proceso de independencia de la América hispana, no sea Simón Bolívar, sigue opinando Vidal, sino José de San Martín. La figura de San Martín no suele ser analizada en profundidad a menudo e incluso cuando se aborda su estudio suele ser habitual dar con tópicos y eludir datos comprometidos, como su presencia en la masonería, un trago difícil de tragar para el catolicismo de los argentinos. En casi todas las historias se niega esta posibilidad o se duda de ello. Partiendo de su fecha de nacimiento, hoy con mayor información se tiene en dudas que nació en Yapeyú en 1778, se afirma, además que era hijo de una india y de un español, un claro mestizo como casi todos nuestros próceres, así que ni fechas de

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nacimiento ni filiación materna son seguros. Esta es la forma de confundir las cosas para que nadie se acerque a la verdad. Desde el comienzo se dan pruebas falsas y hacen que el investigador pierda el tiempo en menudeos sin llegar nunca al fondo de verdadero interés. Sobre él o una referencia exacta a su paso por el seminario de nobles de Madrid hay dudas, pues no aparece en el registro de nobles, aunque sí, es evidente, que desde temprana edad estuvo en el Regimiento de Murcia donde inició su carrera militar. Ante todas las dudas si fue o no masón, la realidad no puede ser obviada. San Martín era masón, así lo reconoció en varias cartas y su trayectoria en la masonería está más que documentada. Sobre todo en la relación con José Miguel Carrera, desde el mismo día en que se encontraron en Mendoza después del Desastre de Rancagua. San Martín, abandonó España acompañado de algunos amigos, como dijimos antes, todos ellos masones, partían provistos de fondos franceses para la subversión en toda América. Sin embargo, antes de partir a América, San Martín recaló en Londres, donde se reunió con miembros de otra logia masónica, la Gran Reunión Americana, inspirada por el masón Francisco de Miranda, en la que San Martín habría sido iniciado hasta el quinto grado. Con todos sus amigos Alvear y Zapiola, regresaron en la fragata inglesa George Canning. ¿Eran San Martín y sus acompañantes meros agentes de la masonería francesa? En la actualidad a San Martín se lo confirma como agente inglés. En varios libros de autores argentinos se lo califica como un espía inglés, uno de los que entregó la mayor riqueza del territorio argentino a los ingleses y no existe una palabra de su relación con los franceses ni los norteamericanos. Sin embargo no se trata, y no es importante, la filiación masónica de San Martín. Las consecuencias de la Logia Lautarina son bien explícitas y constituyen la encarnación de uno de lo sueños fundamentales de la masonería, el de provocar el cambio político a impulsos de una minoría iluminada destinada, por añadidura, a regir la nueva sociedad, carácter que tuvo la Primera Junta de Gobierno de Chile y con la incorporación de José Miguel Carrera en 1811, arrimaban estos anhelos: hacer de lo quitado a la monarquía aporte a su participación, algo así que se pagaron a sí mismo con las confiscaciones en forma provocada y, que todo lo sustraído a la

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monarquía, pasara a sus manos. Como consecuencia de esto comprobamos, que todo quedó en Chile en manos de 10 familias, entre las que están en forma presente, en la actualidad, la de todos los descendientes de Carrera. La acción constituye, desde luego, la exposición de un auténtico plan para conseguir, primero, y monopolizar después, el poder en la nueva sociedad americana, nacida del movimiento emancipador, pero que era la prolongación, desde 1492, el primer paso de Colón y sus compañeros hasta la colonización, que sumados a los otros años dan 300 hasta la independencia y 200 hasta nuestros día, contamos que tienen el poder, en nuestro país, desde hace 500 años. Los mismos años en toda Latinoamérica. Declaración de principios de la Primera Junta –Esta circunstancia, en el principio, explicaba que, en la masonería nacional no podrá ser admitido ningún español ni extranjero, ni más eclesiástico que uno solo, aquel que se considere de más importancia por su influjo y relaciones o –todavía más importante– que de acuerdo con la constitución 11, los hermanos de la logia agotarán el compromiso de que “no podrá dar empleo alguno principal y de influjo en el Estado, ni en la capital, ni fuera de ella, sin acuerdo de la logia, entendiéndose por tales los enviados interiores y exteriores, gobernadores de provincias, generales en jefe de los ejércitos, miembros de los tribunales de justicia superiores, primeros empleados eclesiásticos, jefes de los regimientos de línea y cuerpos militares y otros de esta clase”. –Como vez, igual que en nuestra época, dentro de la política y la Iglesia católica, donde los mismos apellidos se repiten en su conducción, como una herencia preconcebida de antemano entre los embajadores, los políticos y los generales del ejército. Esta es la razón por la cual se repiten, año a años, los puestos entre la misma gente y con los mismos propósitos y los mismos resultados. Piensa que un político de derecha de apellido Noboa está sentado como senador desde hace casi 20 años, y nadie sabe lo que ha hecho. Nada cambia, tan solo en los interés económicos en las manos de esas familias que tienen el poder desde hace, como dije antes, desde hace 500 años. Son los mismos exiliados religiosos escapados de la hoguera de la Santa Inquisición, que se afincaron como conquistadores y que dentro de la Iglesia Católica, donde nadie

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puede imaginarlo, ejercen todo el poder, se repiten en los cargos y mantienen toda su riqueza sin que el pueblo sepa nada, o nada pueda hacer por el inmenso poder que poseen. Naturalmente, los componentes y fundadores de la Logia Lautarina eran conscientes de que una sociedad poscolonial donde desaparecerán, en parte, la censura de prensa y donde existiría, al menos formalmente, un cierto peso de la opinión pública, el control sobre ésta resultaría esencial, y así, anotamos que su constitución 13 indica: “Partiendo del principio de que la logia, para consultar los primeros empleos, a de pesar y estimular la opinión pública, los hermanos, como que estén próximos a ocuparlos, deberán trabajar en adquirirlos”. Filtraciones incómodas –Naturalmente un plan de conquista del poder al Imperio español, después de 300 años de ejercicio, no podía admitir filtraciones, menos traiciones ni adelantarse por propia iniciativa: nada para el ejecutante, sino todo para la masonería. La Constitución general de la Logia Lautarina, incluía un conjunto de leyes penales de las que la segunda afirmaba: “Todo hermano que revele el secreto de la existencia de la Logia ya sea en palabras o por señas será reo de muerte, por los medios que se halle conveniente”. Carrera, en este momento en Santiago, confiando en su poder no tenía reparos en acusar a Mackenna, a O´Higgins y a los argentinos San Martín, Vera y Pintado a Monteagudo y otros, de que actuaban en provecho personal sin acatar las leyes firmadas por todos de colaboración, reserva y afanes personales. Dejó muchos planes al descubierto, con el consabido peligro, que los realistas, descubrieran muchas acciones preventivas en beneficio del logro de la independencia. Llevan, muchas de sus palabras y actos, a una contienda personal en aras de acaparar todo el poder para él y sus hermanos y familiares. Esto fue imperdonable para esa galería de personajes que querían tener su parte del botín quitado a la monarquía hispana. Se mantuvo, por un tiempo, en reserva el castigo que llegaría, acuñando otros actos que se considerarían, no confidencias, sino actos de traición. La logia fundada, históricamente, en 1812 en Buenos Aires logró todo y cada uno de sus propósitos. No solo provocó y afianzó

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la independencia americana, sino que además derrocó al denominado segundo triunvirato argentino y colocó en su lugar a otro formado por miembros de la logia. Su poder abarcaba a Chile, Perú y Uruguay, con ramificaciones en Mendoza y en Santiago de Chile. Sus partidarios haciendo lo indecible por detener el prestigio de Carrera, que junto con sus hermanos y el Cónsul Poinsset, el espía norteamericano, se habían hecho cargo del poder, invocando que Chile se debía a Chile y no sería comparsa de Argentina, ni otra potencia extranjera. Con esto negaban a la masonería inglesa su participación y lo que le correspondía en la conducción de todo lo hecho y la repartición de la riqueza de la Nación. Sin embargo, San Martín no fue el único masón importante en el movimiento de emancipación. Bernardo O´Higgins, el emancipador de Chile y Simón Bolívar, que resulto un instrumento esencial en la independencia de naciones como las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador Perú y la creación de Bolivia, también eran masones. Tal vez lo más significativo de todo el episodio de la participación –verdaderamente esencial–, de los masones en la emancipación de Hispanoamérica no fuera su éxito ni tampoco la conquista ulterior del poder político y económico, sino su más trágica y probada incapacidad para crear un nuevo orden estable. El proyecto masónico giraba en torno a una elite, así como las maniobras de Carrera y su gente, sus contrarios, obvio, iban a lo mismo –todo en secreto por más señas–, lo que debía desplazar a los que hasta entonces habían tenido las riendas del poder en sus manos y, acto seguido, apoderarse del aparato del Estado, pero antes de toda la fortuna que estaba en manos de los acólitos de la monarquía española: comprando a precios exiguos o simplemente expropiando, como hizo el padre de Carrera don Ignacio, que arrebató, inmensas propiedades productivas en tierras y minas, igualando al resto de los integrantes de la Primera Junta, que en esa acción acrecentaron su riqueza. Además entregaron los cargos públicos a la gente de su familia.

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El éxito de la masonería –El resultado de estas acciones de la masonería en nuestros países, insistimos, –premiada con un éxito total pues aun se mantienen en secretos sus exitosos alcances económicos–, no fue la implantación de sistemas democráticos como el de Estados Unidos, que se basaba en principios bien diferentes, sino la instauración de una cadena de regímenes que fueron de la dictadura a la oligarquía, pasando por el falseamiento de los procesos electorales, y cuyas consecuencia nefastas, como dice Vidal, pueden observarse aun hoy día. Si en el caso del norte primó la cosmovisión protestante, que convencida de la realidad perversa del ser humano, afianzó la división de poderes para evitar la tiranía, en el centro y sur del continente –como en la Francia de la Revolución–, prevaleció una visión social diferente. En teoría, su perspectiva antropológica era optimista y apuntaba a la posibilidad de que todo el género humano progresara indefinidamente. En la práctica, tan solo consagraba la corrupción y tiranía, de una teoría autoproclamada sobre la masa a la que se pensaba instruir en principios superiores y a la vez tan complejo y difícil. Los masones hispanoamericanos seguramente no lo sabían, pero estaban actuando, como precursores de una visión oculta, de acuerdo a su religión que estaba profundamente escondida en sus reglamentos pero actuando bajo el accionar místico de la Iglesia Católica, que a lo largo de los siglos mantuvo su sabiduría en virtud de saber controlar a los ciudadanos en su vida privada y pública bajo el temor del pecado y el amor a sus creencias cada vez más obsesivas. Además, de la dualidad que nunca se ha entendido, de ser dos religiones en una, con el inicio de la judía que paso a ser cristiana por Cristo, difundido por Pablo y todos sus apóstoles, como sus iniciadores, pero que siempre han seguido siendo dos religiones hermanas, por lo menos primas hermanas, juntas en trinidad con el islamismo. En este sentido, no deja de ser significativo el enorme volumen de obras, dedicadas a criticar las consecuencias, de la presencia de la influencia española y de la Iglesia Católica en

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Hispanoamérica. Sin duda, ni una ni otra están libres de crítica, a ambas debe atribuirse los males padecidos por el Continente. Sin embargo, llama la atención que esa labor de severo escrutinio no se haya producido en relación con la masonería, a pesar de su papel decisivo no solo en el proceso de emancipación sino, especialmente, en el posterior de configuración de una realidad cuya eficacia e inestabilidad resultan en el umbral del tercer milenio innegable. La verdad es que resulta forzoso deducir a la vista de estos datos que el papel de la masonería en la historia de todo el continente ha dictado mucho de ser positivo, aunque no se haya recatado de arrojar la culpa de los males padecidos sobre España, el cristianismo o, más modernamente, Estados Unidos y, en la consciencia de ellos que ni siquiera se mencione el equivalente judío, que todos reclaman como una fórmula innegable, presente al final ganadora en exclusividad. Todo sin veraces comprobaciones. Bolívar traidor a la masonería No deja de ser significativo que Simón Bolívar, el otro gran protagonista de la emancipación junto con San Martín, a pesar de su condición de masón, acabara sus días aborreciendo a la masonería, y a todas las sociedades secretas, prohibiéndolas por decreto. Esto ocurrió con casi todos los primeros patriotas que se entregaron confiando en la rectitud y pureza de sus principios así mismo, fueron mártires de la pureza verdadera de sus sueños. El 8 de noviembre de 1828, cuando resultaba obvio el gran sueño de libertad, las acciones controladas por los masones iba a convertirse en una inmanejable pesadilla. Bolívar promulgó – y con esto adelantó su misteriosa muerte–, un decreto en el que se proscribían “todas las sociedades o confraternidades secretas, sea cual fuere la denominación de cada una”. La razón para dar semejante paso no podía resultar más explícita en el texto legal señalado: “Habiendo acreditado la experiencia, tanto en Colombia como en otras naciones, que las sociedades secretas sirven exclusivamente para preparar los trastornos políticos, turbando la tranquilidad pública y el orden establecido, que ocultando ellas todas sus operaciones con el velo del misterio, hacen presumir fundamentalmente que no son buenas ni útiles a la

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sociedad, y que por lo mismo incitan sospechas y alarman a todos aquellos que ignoran los objetos de que se ocupan”. Bolívar –no cabe duda alguna–, sabía de lo que estaba hablando. Crímenes atribuidos a la masonería en la historia Dirán que no. Los órganos estatales, como cómplices protegieron y protegerán con el silencio los actos criminales ocurridos en la historia, y los mismos historiadores, también masones, se encargarán de no mencionar lo que les interesa o se les ordena, de acuerdo al grupo social, o secreto, en que están insertos, omisiones que nadie ha logrado explicar, pero los crímenes sí se han cometido, de lo que no hay duda, como el caso real, innegable y para todos casi inexplicable, del fusilamiento y, posterior, descuartizamiento del patriota chileno José Miguel Carrera. No es el único, aunque será éste el que nos interesa dilucidar. Tampoco caben dudas de que el asesinato de Hiran Abiff, el arquitecto de Salomón, tuvo como final la ejecución de los tres asesinos, como acto de justicia y traición a la causa masónica, a sus juramentos y razón de ser, ajusticiamiento casi instructor de muchos que se realizarían en la historia a medida del crecimiento de la masonería, su desarrollo y afianzamiento en las sociedades diversas en que le tocó ser ejecutor. Para muchos, la masonería, sería solamente una institución criminal camuflada en principios de humanos deseos del hombre como la Libertad, Fraternidad e Igualdad, sin duda principios morales y éticos que cualquiera civilización anhela implantar como principios filosóficos de convivencia. Pero para otros críticos es solamente criminal, porque en su juramento señalan, explícitamente, las ejecuciones de los traidores. Para muchos estudiosos de la masonería todas estas denuncias de crímenes rituales son pura fantasías y falsas acusaciones. Pues, cuando se las quiere probar judicialmente nunca se encuentran los documentos de quién pudo ordenarlas. Si nada está documentado, todo es falso, pues la masonería documenta estrictamente cuanto realiza, como protección a sus calumniosos enemigos. Así se comienza a dar un juego de quien acusa y quien se

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protege de mentiras y falsedades. En la historia, en definitiva, sobre este tema no se sabe a quien creerle, todo queda en el aire como meras suposiciones. Pero a toda estas personas alguien, sin duda, los mató. Golpe militar en Chile, asesinato de Salvador Allende

–11 de septiembre de 1973. Santiago de Chile, fecha en que se desató la feroz rebelión, por no perder el poder, de la derecha política chilena apoyada por los militares encabezados por el General Augusto Pinochet. El plan estuvo coordinado por los masones: Nixon presidente de los EEUU, Henry Kissinger, Agustín Edward del diario El Mercurio y los partidos políticos de la derecha, todos bajo el dominio de la masonería chilena. Allende era masón grado 33, y pertenecía al más antiguo y rancio grupo de judíos sefardís de Chile. Como nada de esto está documentado, entonces, siguen existiendo dudas. En definitiva ¿fue simplemente un acto entre masones?

“Por este Acto Voto y Juro solemnemente en presencia de Dios Todopoderoso y de ésta muy Venerable Asamblea, que guardaré y Ocultaré, y nunca Revelaré los Secretos o lo Secreto de los Masones o la Masonería, que pueden serme revelados; excepto a un Verdadero y Legítimo Hermano, después de un debido Examen, o en una Junta y Venerable Logia de Hermanos y compañeros bien reunida. Y, además, Prometo y Voto, que no los Escribiré, Imprimiré, Marcaré, Esculpiré o Grabaré, o haré que sean Escritos, Marcados, Esculpidos o Grabados en Madera o Piedra, de modo que la Impresión o el Carácter visible de una Letra pueda aparecer, sean obtenidos ilegítimamente. Todo ello bajo una pena no menor que tener mi garganta cortada, mi lengua extraída del paladar, mi corazón arrancado de mi pecho izquierdo, para ser enterrados bajo las arenas del mar, a la distancia de un Cable de la Orilla, mis cenizas esparcidas sobre la faz de la tierra para que no haya más recuerdo de mí entre los Masones”.

Juramentos masónicos: Las penalidades o castigos físicos Bajo las siglas de S.C.P., se encuentra en Internet un estudio, por lo menos instructivo, acerca del asunto de los castigos contenidos en los antiguos Juramentos de Emulación y propone estudiar esas

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penalidades y abordarlas como un ejemplo del debate ritual de la masonería inglesa.

“Los Juramentos del ritual inglés comportan castigos físicos para cada grado. El lugar, el rol de los castigos físicos o penalidades ha suscitado un debate de fondo, verdaderamente apasionante en el seno de GLUI desde los años 1960, reanudándose en los 80 dentro del contexto particular de una fuerza ola de anti masonería. The Craft, el oficio, denominación de la francmasonería, ha constituido desde hace mucho tiempo uno de los pilares de la sociedad inglesa, pilar moral y social al servicio de la grandeza de Gran Bretaña, dentro de un orden jerárquico que comprende a la Iglesia de Inglaterra y la Realeza”.

Para comprender esta trinidad, será suficiente recordar que si la Reina es el jefe de la Iglesia Anglicana, numerosos reyes han ocupado el sitio de Gran Maestro, por ejemplo, su propio padre, George VI acumulaba los dos cargos a la vez. “Ese ritual es ocupado actualmente por el duque Edward de Kent, su primo, Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, además de primer Gran Principal del Real Arco. El 11 de junio de 1986, la Gran Logia Unida de Inglaterra votó la moción de modificar el ritual, la penalidades fueron retiradas del juramento y asignadas a otra parte del ritual, convirtiéndose en algo estrictamente simbólico y alegórico”. –Al comenzar a estudiar el asunto, aparece que las penalidades físicas fueron tomadas de las leyes en vigor en los tiempos medievales, ante la hipótesis de alta traición. La fórmula era: “colgado, estirado y descuartizado”. “El condenado era arrastrado por un caballo hasta el sitio de la ejecución. Colgado sin matarle, hasta que se le abriera el vientre y eviscerarlo, los órganos y los miembros quemados ante los ojos de la víctima y, por fin, descuartizado, desmembrado y decapitado”. Era costumbre que los restos se expusieran en distintos lugares públicos y poblados. En esta época contemporánea el debate acerca de la penas corporales quedó cerrado para la Gran Logias Unida de Inglaterra. El juramento constituye uno de los elementos más potentes de la ceremonia de recepción por la cual el pasaje de un estado a otro, queda marcado. La obligación está constituida por la realización formal, o una declaración de una verdad o de la promesa de mantener un compromiso; al tomar como referente-garante-testigo, una entidad o un objeto sagrado, la falta de observancia entraña la sanción.

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La formalización del compromiso bajo la forma de un juramento al que se da la naturaliza de un compromiso del individuo con una referencia sagrada, trascendente, compromete al mismo con el mundo de los vivos tanto con el de los muertos. Se compromete totalmente al tomarlo y, la fuerza, de impacto global, proporciona toda su fuerza a un enfoque masónico iniciático, cualquiera sea el marco en que se ejerza. El juramento masónico contiene un lazo con lo luminoso, de otra manera no será más que una declaración. La antigua expresión “por lo que tengo por más sagrado” evocada precedentemente toma su sentido. Toda reflexión sobre el juramento lleva a considerar la importancia de la necesidad de asegurar la plena factibilidad del juramento, de su permanencia y de la fuerza con que actúa el individuo y su mente. El juramento masón de José Miguel Carrera –Si consideramos que el juramente a la masonería de Carrera fue en Cádiz, como lo afirman varios escritos –otros lo niegan rotundamente–, el ritual, en orden y ejecución, del fusilamiento y posterior descuartizamiento respondió al ritual inglés. Y si consideramos el juramento dado por Carrera en Estados Unidos por el masónico Nuevo Rito de York, que es similar para todos los traidores, nos da la pauta, que ambos ritos tenían cosas en común en cuanto al rigor del castigo por alta traición. ¿Cuál fue, entonces, la traición de Carrera? ¿En qué grado para recibir este cruel castigo? De ambos métodos y proveniencia nada se ha escrito. Debemos hacer solo referencias, deducciones que de acuerdo a los científicos no sirven para nada, y se peca, no solo de fantasía, sino también de difamación. Los resultados finales de la investigación, el paralelo impuesto desde el mismo comienzo, nos indica que todos nuestros libertadores estaban involucrados en una lucha de principios filosóficos del orden de libertad, fraternidad e igualdad, ética que pregona no solo la masonería, sino el anhelo de todos los tiempos en

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que el ser humano ha buscado perfección en la relación social, en sus necesidades y finalidad. Y aquí nos encontramos con hombres de absoluto poder que accionaron en aras de los secretos mejor guardados para el logro de la Independencia de América, que prendieron a un traidor, lo acusaron, juzgaron y condenaron al más viejo estilo de las ejecuciones, con el cruel final de descuartizarlo, para que nunca se vuelvan a juntar sus miembros cuando comparezca ante el Superior designio de Dios. ¿Qué ha quedado de esos 500 años de lucha por el poder en el Continente Americano desde la llegada de esos exiliados religiosos, con el nombre de Cristianos Nuevos? que con la espada y la cruz tuvieron que defender su vida y acomodarse a la sobrevivencia que le imponía una geografía distinta a la conocida y virtualmente inhóspita, con deberes secretos que hasta con la muerte debían conservarse. Cómo, cuándo, quién mató a nuestros Próceres. Bolívar como ejemplo –Bolívar no murió de tuberculosis, ni de sífilis. No murió en la Quinta San Pedro Alejandrino. No murió un 17 de diciembre de 1830. Los restos de Bolívar no están en el Panteón Nacional de Venezuela, –le contaba Máximo a Mario. ¿Cómo murió Bolívar ¿Cuándo murió Bolívar? ¿Quién mató a Bolívar? son preguntas que podrá responderse quién lea “La Carta”, libro del venezolano Hoffman Miers, escrito revelador, que presenta un Bolívar inédito y poderosamente real, que devela las mentiras, fraudes, falsificaciones y conspiraciones, que por 178 años nos han legado los historiadores ortodoxos venezolanos, para ocultar la verdad sobre la muerte de Simón Bolívar y nuestros libertarios y así, además, como complemento, desviar la atención de los progenitores del débil ensamble de nuestra sociedad latinoamericana ahogada y, sin una digna existencia, en aras de unos pocos en la oscuridad que han creído tener como poseedores, con increíble arrogancia, el destino de todo un continente, al que mantienen en continuas zozobras económicas, esclavos a dogmas religiosos que han debilitado su espíritu, convirtiendo a sus habitantes, en seres

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prisioneros de fantasías, supercherías y atributos de brujos redentores.

Jorge, ha tomado conciencia del peligro actual que conforman los poderes casi omnímodos de los poderosos, que ahora en la actualidad bajo el nombre de Nuevo Orden Mundial, conducen, después de apoderarse económicamente de toda la Europa culta y progresista, a América del Norte, Canadá y México, a una Unión de poder absoluto, con todos los caracteres de un dominio tanto económico, social y religioso en aras de sus propias especulaciones.

Jorge, sostiene que la ideología nacionalista –hoy día tan desprestigiada–, constituye la única fuerza imbatible en las luchas sociales, por cuanto ella se constituye en el cordón umbilical que conecta al individuo con el suelo patrio. Así lo entendió el nacionalismo norteamericano cuando lograron su independencia de Inglaterra, el mismo principio de nacionalismo que ahora impiden para la unificación de los países del sur. Este espíritu nacionalista de amor patrio, es el que ha logrado la religión por la fe, alrededor de un solo Dios, para adoctrinar a los pueblos, al conectar a un hombre adormilado con el cielo.

Es, en definitiva, lo que pretendía José Miguel Carrera, una patrio para los chilenos y no para los poderes ocultos de los argentinos y sus personajes en logias masónicas, que detrás de ese 33 grado, continua escondida gobernando el Continente.

Agrega, García Márquez, que las luchas revolucionarias de nuestro continente siempre estuvieron destinadas al fracaso, cuando intentaban abrirse campo en los miserables caseríos enarbolando las banderas del modelo político, muy distante de Bolívar, de Carlos Marx y de otras corrientes socialistas que surgieron más allá de nuestras fronteras continentales, en especial en Alemania, Rusia y China, sin que por ello estemos sopesando las corrientes humanistas de su contenido teórico práctico, en el contexto social de los pueblos; se trata simplemente de reconocer, que los movimientos subversivos de Latinoamérica nunca han lograron su cometido

Por 169 años, la llama revolucionaria del Libertador estuvo apagada en la conciencia venezolana, salvo en algunos momentos de lucidez, cuando algún magistrado de la República invocaba algún pensamiento de Simón Bolívar, y con él enardecía el sentimiento patrio convertido en bandera de revolución.

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Desde entonces el Ideal Bolivariano inscrito en la Constitución como una Doctrina Bolivariana, ha venido reinando como una corriente ideológica de arraigo nacional en Venezuela, aglutinando una serie de países con el ideal del Libertador.

El cruel destino de los emancipadores Latinoamericanos Leonel, Luis y Máximo miraban hacia el vacío. Afuera llovía. Estaban sin ninguna botella de vino, un poco con la cabeza escuchando voces y antiguas melodías, aquellas que adormilan cuando se tiene fiebre o se ha sobrepasado la cuota de vino. Leonel, con un gesto de preocupación preguntó a viva voz: alguno de ustedes se llama también Pascual. Pues oigo ese nombre cada vez que nos ponemos en acción de seguir leyendo los documentos de Jorge. Incluso, cuando leo, siento una respiración y aliento tibio en mi cuello, como si alguien estuviera leyendo lo que les debo comunicar. ¡Presten atención, abran los oídos! Así sabré que no estoy loco –Evidente –alcanzó a decir– que el propósito para reinar es dividir aunque esté la muerte de por medio. El arte de la guerra está basado en el engaño. Repetir las mentiras y ocultar el resto es lo primero que hacen los dictadores. La primera víctima es la verdad: hacer la guerra para lograr la paz. –El destino de los emancipadores de acción y pensamiento de la América Meridional es penoso y trágico –prosiguió Leonel cada vez más acalorado–. Si bien, todos dentro de la masonería pertenecían a diversas logias que se arrogaban, cercanía o sujeción, al dictado de las inglesas, otras a la francesa, hasta a las escocesas, pese a tener todos los mismos, entre nosotros, intereses y principios libertarios, por el hecho de pertenecer, inclusive al mismo grupo de judíos sefardí por tantos años asentados en América y conformar, la aristocracia de los poderosos latinoamericanos: se mataron, sin asco, cada uno en su país de origen: masones contra masones; judíos contra judíos; cristianos contra cristianos; indios contra indios. Obvio entonces, y de nunca acabar. Afirma Mitre, que todos los héroes de la Independencia eran masones y habían cumplido con todas las promesas, por supuesto, haciéndose cargo de los castigos que les anunciaban el día de su

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incorporación. Pero que en un momento determinado cada uno de nuestros libertadores se rebelaron, comprendiendo que los proyectos iban solo en dirección a las manos de uno pocos. Miranda, gran inspirador masónico, precursor de la emancipación sudamericana que aglutinó, instruyó e idealizó la masonería entre sus coetáneos, murió solo y desnudo en un calabozo en Cádiz, entregado a sus enemigos por los suyos, entre los que se encontraba Simón Bolívar como delator, pese a que ambos eran amigos y masones. Moreno, el numen sefardí y masón intelectual de la revolución Argentina, que propagó la doctrina de la democracia, murió envenenado sobre la soledad de los mares. Hidalgo, el caudillo popular de la revolución de México, murió en un patíbulo. Belgrano, el precursor de la Independencia Argentina, creador de la bandera de los colores de David, que salvó su revolución en las batallas de Salta y Tucumán, murió en la oscuridad y la miseria, en medio de la guerra civil. A José Miguel Carrera, el primer presidente de Chile, la fatalidad lo arrastró al cadalso y fue fusilado en Mendoza, su cuerpo descuartizado, su cabeza puesta en una picota en el Cabildo de Mendoza y sus brazos mandados uno a San Juan y el otro en un árbol para que se lo comieran los caranchos argentinos, después de haber sido, también fusilados, sus dos hermanos. Al chileno Carrera, le cortaron la cabeza y los brazos y está enterrado, con miembros y cabeza que no le pertenecen, en la Catedral de Santiago de Chile y, la supuesta cabeza, –existen muchas dudas que sea la verdadera–, que estaba envuelta en una bolsa de plástico en el sótano de la casa de uno de sus descendientes, estuvo oculta, dentro de una caja de madera, en los sótanos de un Banco. En este tiempo fue enviada a El Monte donde es custodiada por los franciscanos que manejan la Iglesia de ese pueblo. En total son tres o cuatro cráneos de Carrera que la historia tradicional da como auténticos del ajusticiado en Mendoza. Iturbide, el verdadero libertador de México, murió ante un pelotón de ejecución, víctima de su ambición y su cuerpo tirado a los perros. Carlos Montufar, el joven de la revolución de Quito, como su compañero Villavicencio, promotor de la de Cartagena: ambos fueron ahorcados.

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Piar, el que dio la base militar de operaciones a la insurrección colombiana, murió ajusticiado por Bolívar. Piar fue quien enseñara, al Libertador, el camino y la luz de la victoria final. Rivadavia, el genio civil de la América del Sur, que dio la fórmula de instituciones representativas a Argentina, murió en el destierro. Sucre, el vencedor de Ayacucho, fue asesinado alevosamente con tres balas por la espalda en Berruecos, nada menos que por sus hermanos masones, los suyos mismos, sí, en un camino desierto mientras galopaba hacia Quito. Manuel Rodríguez, el guerrillero chileno fue asesinado por la espalda, por orden de San Martín, por instigación de Monteagudo y la complacencia de O´Higgins. Su cuerpo en el mausoleo del Cementerio General de Santiago, pertenece al de un desertor español. El suyo, el verdadero, es polvo oculto por los bomberos del pueblo de Tiltil donde fue asesinado. Artigas, en el Uruguay tuvo también su trágico final San Martín, en Francia murió, en el ostracismo en la soledad de su pobre alma, rogando, como en un tango, que su corazón fuera transportado a la Argentina, donde ahora lo mantienen seco y plano como una hoja de papel oxidado, en un cofre de un altar de la Catedral Católica de Buenos Aires. Bolívar asesinado en Colombia. El féretro de Bolívar contenía, cuando fue abierto, sólo huesos de animales: de burros y gallinas. Ahora le pusieron al féretro un esqueleto NN. ¿Quién sabe quién lo está representando? Bernardo O´Higgins, el héroe de Chile, acabó sus días en el exilio en Perú.

El Libertador, ahora Padre de la Patria, según informaciones de Vicuña Mackenna en la primera edición de su libro “Ostracismo de O´Higgins”, en letra muy pequeñita a pie de página, escribe que: “cuando fue trasladado desde Lima, Perú, de su inicial sepulcro, fue en Chile luego depositado en el Cementerio de Santiago, al querer cambiarlo a un nuevo colosal monumento, la urna de sus despojos estaba rota y se encontraron en ella sólo huesos de ratones”.

Lo que han cargado, en ceremonias militares, en diversas ocasiones los marciales cadetes chilenos, en momentos de trasladarlo, cada vez a un monumento más fastuoso, son huesos de un NN sacados de una fosa común.

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Nadie con un poco de amor al lugar de su nacimiento, esa porción de tierra llamada patria, puede, teniendo conocimiento de estas barbaridades, mantenerse sereno ante tamaña crueldad contra quienes nos dieron verdaderamente la libertad. Más, cuando se sabe quienes fueron los verdugos que los masacraron, que son los mismos que ahora mantienen, hipócritamente, en sus ocultos y secretos designios, en alto su memoria hasta con monumentos con nombres de Próceres, escondiéndose, ahora inútilmente, en la oscuridad del anonimato. Los asesinaron y para ocultar a la memoria del pueblo sus crímenes, ahora les levantan estatuas.

¿Qué se puede esperar de un pueblo como el chileno que ni siquiera sabe que significa la palabra que designa su nombre? Jamás. Nadie como ellos

–Nunca en Latinoamérica existió y convivió, en aras de la

libertad, tanta inteligencia junta desde el norte hasta el sur en la cabeza, conciencia y razón de nuestros Libertadores. Nuestros emancipadores fueron hombre limpios, sanos en todos sus aspectos. Valientes y arriesgados. Se comprende que se incorporaron a la masonería por ser esta hermandad secreta, en su tiempo y por sus creencias, la más ajustada, por sus secretísimos planes, para lograr los propósitos independentistas de nuestras naciones.

Yo me pregunto, ¿estos mártires, con qué sorpresa morirían? ¿Con qué desazón? ¿Con qué vergüenza y tristeza pensando en todo lo que habían hecho en aras de su patria? ¿Si se merecían el pago, tan inmediato, en manos de sus propios correligionarios masones, en forma tan absurda y brutal? ¿Si se justificó el guardar tantos secretos hasta el terrible final de sus días?

No obstante, por todo, no me canso de decir, queridos amigos haciendo personal esta desolación, de no haber sido por los masones, que mantenían todos los secretos, en una estructura férrea en cuanto a organización que, si hubiera sido divulgada y en conocimientos de la monarquía hubieran sido, sin duda, aniquilados con todos sus progenitores. Si no es por ese secretismo masónico, no se hubiera logrado la Independencia.

¿Por qué tenían que saber estos mártires, que detrás de ellos había otros personajes con ideas preconcebidas; con el poder férreo

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del último secreto; que tenían todo programado y usaron a los más nobles para sacrificarlos y que su única intención era quedarse con toda la riqueza del inmenso territorio sudamericano?

Pero ninguno de nuestro Próceres sabía, a los mártires me refiero, a ciencia cierta, quién estaba detrás de las logias masónicas, pues entre ellos mismos se aniquilaron, sin importar quien fuera el que caería entre sus garras, –piensen en el colombiano Santander que mandó a matar a Sucre, y el venezolano Páez a Bolívar–, no importaban sus pasados sacrificios. Los que se desviaron de sus últimos secretos, cuántas veces sin darse cuenta, por ser tan sólo una pequeña rama de ese tremendo y frondoso árbol, creyendo que la libertad, la justicia, el orden, el progreso y la riqueza económica de su país, debían ser para todos los componentes del pueblo, borrando la esclavitud y todos las gravámenes que la humanidad, por siglos, había venido soportando.

Pues, así, simplemente, mutuamente se engañaron. Los que estaban detrás de las oscuras cortinas del escenario masónico, dictando sus órdenes, utilizaron a todos estos soñadores libertarios para sus exclusivos intereses.

De ahí se da el caso insólito, de triste análisis, que Bolívar delatara a Miranda, que San Martín y O´Higgins, ordenaran el asesinado de los Carrera, y por la espalda se asesinara a Manuel Rodríguez, que Páez y Santander buscaran a Bolívar para asesinarlo y ordenaran el asesinato de Sucre camino a Quito, y así con muchos otros patriotas traicionados por sus propios amigos, de la misma comunidad masónica, de la misma logia, compañeros de lucha y de ideales en los mismos campos de batalla, y terminaron ellos mismos vertidos en la ignominia: en el exilio O´Higgins y San Martín, en el cadalso los Carrera, Bolívar y Rodríguez asesinados.

¿Cuántos de estos soñadores que creían haber realizado una obra en beneficio a toda la comunidad de su país, fueron sacrificados, por sus mismos hermanos masones?

Pero, luego de su holocausto, para sorpresa de todos, –¡Oh, que brillantes ideas!–, fueron ensalzados, por sus mismos asesinos, hasta el paroxismo como fue el caso de Bolívar en Venezuela, de Sucre en Ecuador, en Chile de O´Higgins, de Artigas en Uruguay, de Lavalle y de Alvear en Argentina, y en estos tiempos magnificando la figura de Carrera, en un intento de glorificación que no tiene

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límite, etc., etc. De esta manera se les reconocía el sacrificio de la independencia, logrando, con el honor que se les otorgaba después de sacrificados.

Detrás estaban como con desinterés, los asesinos grabando con el olvido de sus asesinatos, esas tramas secretas en manos de quienes se quedaron en lo social, religioso, político y económio con el destino y la riqueza de todos los pueblos latinoamericanos; con el poder, sobre todo material, que aun les pertenece, reconocen y defienden como propiedad privada, y de quienes aun se desconocen sus iniciales propósitos y el poder que sustentan en la actualidad.

Ingratitud, injusticia, servidumbre, desolación –Los nuevos países, en manos de las sociedades secretas ya aniquilados los libertadores pero glorificados en robustas estatuas de bronce, siguieron siendo en lo mismo: no se cambiaron las condiciones sociales sino que se recubrió la realidad con la retórica liberal y la democracia. Las instituciones republicanas, a la manera de fachadas, ocultaron los mismos horrores y las mismas miserias de la monarquía, sin importarles de qué forma. Los grupos de la oligarquía, esas 10 familias que se denuncian en Chile que ostentan el poder, se levantaron, en la etapa del poder español, contra el rey; se sirvieron de las ideas revolucionarias de la época, en Chile las postuladas por la enseñanza de Poinsett en José Miguel Carrera, pero no pudieron, por no ser esa su intención, realizar la reforma de la sociedad. Todo se convirtió en una anarquía disputándose el poder. En definitiva, lo que buscaban era quitarle el poder al rey español, para tenerlo ellos, como hicieron los miembros de la Primera Junta de Chile, entre quienes estaba don Ignacio de la Carrera, padre de José Miguel, que se quedó, a la fuerza, con grandes y numerosas propiedades que le arrebataron a las autoridades monárquicas y a la eclesiástica. Los demás hicieron lo mismo pero nadie dice nada. Nada está escrito. Las nuevas ideas tuvieron una función de máscara, lo que han repetido los grandes pensadores latinoamericanos en nuestros tiempos, así se coinvirtieron en una ideología en el sentido negativo de esta palabra, es decir, en velos que interceptan y desfiguran la realidad. La ideología en beneficio personal, convierte las ideas en

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máscaras ocultas al sigilo, y al mismo tiempo no deja ver la realidad. Desde entonces la corrupción del lenguaje, las infección, semántica, se convirtió en nuestra enfermedad endémica. Lo natural se volvió una locura colectiva.

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Capitulo 8

LA PATRIA VIEJA

Historia y cronología Luis puso, paternalmente sus manos en los hombros de Mario y, entre risitas y risitas, dijo–, nos hemos alejado de la historia propiamente de Carrera, pero como es la misma de tantos otros de nuestros héroes, sin querer dejar de leer ningún documento, vamos ahora a seguir analizando, con los papeles de Jorge en las manos, la etapa cuando José Miguel Carrera entró de lleno, sus causas y efectos, desde 1811, en la historia libertaria de Chile y como, en 1814, interrumpió en la Argentina. Perdón que interrumpa –alcanzó a decir Mario y de lleno, casi con furia tomó la palabra. –Algunos de los historiadores de la Patria Vieja, se empeñan en demostrar que Carrera fue el primero que instauró en Chile las ideas de la Independencia. En los actuales días en que vivimos, está centrado este optimismo en que fue el que dio, adelantándose a todos el primer grito de libertad; comprendió como nadie antes, la separación de España y la independencia absoluta de su país entre otros logros. En honor a la verdad, Carrera solo firmó los decretos, pues los ideólogos fueron muchos otros patriotas, que desde antes de 1810 estaban conjurados esperando el momento oportuno. Desconocer los nombres de estos personajes es pensar que antes de Carrera no había nadie en Chile que hubiera leído un libro sobre la Revolución Francesa que acunaba ideas de Libertad, Justicia e Igualdad; que nadie sabía de leyes; que nadie sabía leer; que no había en el país un profesor; que todos ignoraban que la esclavitud era uno de los más negros ejercicios de los latifundistas y de la monarquía; que nadie sabía organizar una escuela para mujeres; que nadie sabía de democracia y de organización de un Instituto escolar, de bibliotecología y militar; que nadie sabía que se debía tener una prensa donde publicar un diario del Estado. Es decir que en Chile,

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existía antes de la llegada de Carrera una ignorancia total, absoluta, comparada solo a la llegada de los españoles a nuestro territorio ante la barbarie de los indígenas. Que en Venezuela no existió Miranda, ni que O’Higgins vivió en Inglaterra y estudió con Miranda los libros de Rousseau, y que San Martín nada sabía de libertad ni de los problemas de España con los masones y los invasores franceses. Que nadie en Cádiz, en esas reuniones de latinoamericanos, nunca habló de libertad, de independencia para sacarse a la monarquía de encima. ¡Qué curiosa y endeble defensa! ¡Pero qué daño hace! Benjamín Vicuña Mackenna –A mi entender –comentaba con firmeza Mario–, el verdadero y elogioso mérito de Carrera residió en tener un sentido de patria, como nadie lo había manifestado antes de su llegada y, oponerse a la conducción de Chile por la logia Lautarina y menos que pretendieran hacer de Chile un solo país con la Argentina. Vicuña Mackenna le da el mérito de ser un chileno amante de su tierra; “ser el primer genio de Chile que, sin embargo, sin haber sido el Primer Padre de la Patria, ni menos el más eminente de los servidores de la República, su memoria turbulenta e insigne, acaso será rechazada por el guardián severo que contempla el templo de la inmortalidad”. –Pero un personaje inglés –escribió Vicuña Mackenna–afirmó que “Carrera amaba a su patria por considerarla, igual como un príncipe europeo, una propiedad privada”. Actitud muy parecida a la actual en que esas 10 familias luchan, asociados a los militares y la Iglesia católica, en proteger las riquezas de Chile como un bien personal. Pero podemos dejarle algo, porque en definitiva algo realizó, como fue el que inició el deber que Chile debería independizarse sin ataduras a otros países, pensando en Argentina principalmente y en que la Logia Lautarina era la que mandaba en nuestro país. Ser libre, en la medida total, de la necesidad de romper ataduras con la monarquía, pero principalmente de la masonería inglesa comandada por las Logias Argentinas. Esta tarea es consonante con la intención de separarse de quien oprime.

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Aquí está la tarea a desarrollar, enseñar y divulgar; la tesis que avala que Carrera realizó logros de gran utilidad para Chile. Aunque no haya logrado nada, porque el enemigo era, y sigue siendo, muy poderoso. En varias premisas radica la valía de Carrera. También, no podemos negarlo, porque todos lo afirman, que era un tipo bien plantado, orgulloso de si mismo, de buena “pinta” como se dice ahora; tal vez hermoso como hombre, como un clavel dicen otros; seductor y tener otros engalanamientos que le admiraban y que sigue generando, en la actualidad, una descarga elogiosa en los historiadores; de canciones; de palabras de poetas para su glorificación, incluyendo los ardientes versos de ardua paciencia, que Pablo Neruda le escribió en páginas de su Canto General, Aquí es donde entra, en figura y esencia, nuestro amigo Jorge, que comenzó a cantar su historia en versos admirativos, de asombro y pesar, en dos ritmos chileno y argentino; en cuecas y zambas; a cuya obra musical el poeta Neruda colaboró con dos de sus más elocuentes poemas. Chile país de pusilánimes, infieles y mitómanos Mario, mirando alrededor detenidamente a los argentinos, que estaban felices después de sus aventuras en Viña del Mar, las cuales habían prometido contárselas, sin reparar que interrumpía la entrada a lo que él mismo había solicitado, dijo casi con pesadumbre. –Chile es un país de seres pusilánimes por los diarios temblores y terremotos de su bendita tierra, por los cuales, todos temblamos de impotencia la que derivamos, cobardemente, a cualquier otra circunstancia de la vida; psicológicamente vivimos huyendo de algo que aun desconocemos, corriendo nadie sabe hacia dónde; somos infieles, inconstantes y acomplejados de nuestros mestizaje; mitómanos hechos de fantasías bíblicas, como demuestra la historia que de Carrera se ha difundido, en las cuales se cree y se practican sus dogmas con convicción y denuedo, que se difunden a nivel de país; en la valentía de nuestros rotos y el estoicismo del pobrerío a nivel nacional; la hermosura de sus mujeres, hasta de la belleza de la bandera nacional, que en un concurso mundial fue ganadora del Primer Premio y del himno que salió segundo.

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–Jorge me dejó, no creo que a ustedes, por ello lo digo, una carpeta con una enumeración muy pródiga de varios mitos que existen en Chile. Después les daré detalles. Más tarde. Cuando termine Luis de leer lo que ha comenzado. El Cónsul de los Estados Unidos Joel Robert Poinsett –La irrupción de José Miguel Carrera en 1811, en el devenir libertario de Chile, no se puede historiar, menos explicar, sin mencionar al ciudadano norteamericano Joel Robert Poinsett por ser el difusor de ideas republicanas y de influir poderosamente en los actos, pensamientos, creaciones y acción militar de José Miguel Carrera, Jefe de la Junta de Gobierno de Chile en 1812. La historia casi nada dice de él, menciona que estuvo en Chile como Cónsul de los Estados Unidos, con representación en Buenos Aires y Chile; que fue amigo de Carrera; que lo acompañó como observador en las batallas en el sur, llegando hasta Concepción; de ida y vuelta por los campos chilenos, observando y compartiendo con los tres hermanos el devenir activo de las luchas por la independencia y otras andanzas; se mencionan varios méritos, que tuvo Poinsett al aconsejar a Carrera, durante el tiempo que duró su amistad que se prolongó hasta la visita de Carrera a los Estados Unidos en 1816. Lo que no dicen los historiador es ¿qué grado de influencia tuvo este Cónsul en los planes de la independencia de Chile? ¿De qué manera y, con qué poder de seducción manejo la amistad de José Miguel para darle cause a sus planes de espía de Estados Unidos? ¿Cuál era su propósito y el mandato que portaba como Cónsul y agregado comercial en los países americanos que luchaban por su libertad? Antecedentes del espionaje de Poinsett en Chile En un desarrollo temprano de su inteligencia, Poinsett, acunado por el ferviente amor a su patria, y los valores simbólicos que tanto influenciaron su formación nacionalista, nació junto con los plácemes republicanos y el progreso cuantitativo de su país, pues un año después de su nacimiento fue creada, en 1777, la bandera de

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los Estados Unidos; su escarapela tricolor; el águila de cabeza calva declarada signo de guía y vigilia de la nacionalidad en 1782; y el Himno nacional en 1814. En todos estos valores patrios de los Estados Unidos, fueron encubándose en esa nueva generación que luego serían, propagándolos, por donde quiera que iban por motivos particulares u oficiales como el caso de asesorar a los próceres de Chile, a José Miguel Carrera en particular. Para 1810, era el norteamericano mejor informado de la política europea, al tanto de las ambiciones británicas y francesas sobre las posesiones americanas de una España decadente. Fue entonces, cuando comenzó su carrera diplomática, al ser designado por el presidente norteamericano James Madison agente secreto en la América del Sur. Su instrucciones fueron exponer a los insurgentes latinoamericanos las ventajas de comerciar con los Estados Unidos, independientemente de la forma que adoptaran como gobierno. En el caso de Uruguay, Argentina y Chile que se alejaran de la influencia inglesa. Era un tiempo en que la influencia masónica de las logias inglesas, estaba centrada en la Argentina, Uruguay, Brasil y Chile por las gestiones de agentes británicos, cuya dirección en todas las logias, sobre todo la llamada Lautaro, era una conducción económica del poderío monárquico de Inglaterra. Fue una forma de guerra económica entre los ingleses y los norteamericanos, por atraerse a los países a su esfera de inconfundible poder económico. Así viajó a Brasil, de donde pasó a Buenos Aires, disfrazado de súbdito británico, pero los ingleses lo descubrieron señalándolo como el personaje más sospechoso de Norteamérica. Como Argentina era pro-británica, a Poinsett lo destinaron a Chile, en diciembre de 1811. Fue el primer protestante preeminente –de la Iglesia Presbiteriana–, en llegar en 1812 a Chile. El 14 de febrero fue el primer Cónsul en presentar sus credenciales ante el General José Miguel Carrera, donde se le rindió los honores correspondientes a un ministro plenipotenciario. El ideario presbiteriano y masón de Carrera –El protestantismo de Poinsett quedó de manifiesto al presentar el 11 de julio de 1812 un proyecto de constitución política,

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documento que postulaba, en el artículo relativo a la religión, donde se decía “que la religión del Estado de Chile será la apostólica y católica” y se omitía la palabra “romana”, dejando abierta la posibilidad del ingreso de otras confesiones cristianas, todas ellas perseguidas por la Santa Inquisición que mantenía con santo rigor sus prácticas en toda Sud América. La influencia de Poinsett, llegó a tal grado, que aconsejó a la Junta de Gobierno, que ya lo tenía claro por una posible imitación al gobierno argentino, y en la creación de símbolos patrios que Poinsett tuviera desde su infancia, como formación catequística, por las enseñas de los Estados Unidos: aconsejó a Carrera la creación del escudo patrio en el cual demostró su influjo, pues se coloca en el escudo de la Patria Vieja la inscripción de fe de los calvinistas protestantes ginebrinos en frases latinas “Post Tenebras Lux: (después de las tinieblas luz) y abajo: Aut consillo, aut ense”: (por la razón o la espada) y varios, demasiado evidentes, signos masónicos, como una columna de Salomón y la estrella flamígera. En los Estados Unidos, en esos tiempos, dentro de la iglesia Presbiteriana se refugiaban los judíos, como en la calvinista en Bélgica y Francia. Los que eran perseguidos eran acogidos de la misma manera que en España ingresaban a la Iglesia católica como cristianos nuevos, para no ser despojados de su riqueza y, por cripto-judíos o marranos quemados en la hoguera. Fue cuando, esta comunidad religiosa judía, se desplazó a los cuatro puntos cardinales por la persecución inquisitorial: desde España en 1492 hacia el recién descubierto Nuevo Mundo bajo la dirección de Cristóbal Colón; a Marruecos; Constantinopla; Bélgica; Holanda e Inglaterra, ingresado a estos países como medio de salvar su vida y perseverar en su religión de la sangrienta férula cristiana-Vaticano, que desde la reforma de Lutero en Alemania se desmembró, hasta nuestros días, en docenas de sectas, El otro método de estos perseguidos, siendo un ciudadano de influencia, era ingresar a la masonería, de ahí que exista esa catalogación de masones-judíos, cuando los masones podían ser, hasta el día de hoy, de cualquier religión y estrato cultural teniendo, tan solo, quien respalde al individuo por su inteligencia, valores éticos y humanos de luchar por la Libertad, Igualdad y Fraternidad.

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El factor geográfico, constituido por la lejanía de Chile y por su aislamiento facilitó la permanencia de una mentalidad estrechamente unida a la metrópoli del norte para el ejercicio independentista del ideario liberal, ya incontrolado por el autoritarismo español. La inspiración de la independencia norteamericana y el contenido ideológico del siglo de las luces, llamado así al de la ilustración, inflamaron los espíritus rebeldes del criollismo que, oficialmente en 1810, comienzan las luchas independentistas, con sus características propias económicas y sociales, lo que hace de Chile un proyecto republicano en curso. Poinsett, fue quien reafirmó, y le dio curso a las iniciativas de la Primera Junta de Gobierno que fueron los verdaderos ideólogos, que ya tenían claro una dirección política, lenta pero inexorable, hacia la independencia de Chile. En ningún caso hubieran necesitado la llegada de Carrera y los consejos de Poinsett, para desarrollarlos en el futuro. Influencia temprana de los Estados Unidos –No obstante, fue de gran importancia este representante diplomático, pues simbolizaba, para los gobernantes chilenos el apoyo político y militar de los Estados Unidos, para hacer frente al aun no derrotado ejército español y a las logias masónicas de los ingleses. Pero en el hecho, Joel Roberts Poinsett, como espía disfrazado de diplomático, debía cumplir una función que garantizara primero la obtención de nuevos mercados para la pujante economía norteamericana, apoyando y sugiriendo ideas a las intenciones independentistas de los países sudamericanos, en este caso a Chile, es decir, también con prédica y acción de independencia ideológica separándose de la masonería inglesa y de la religión católica. Su influencia, sobre José Miguel Carrera, quedó de manifiesto en numerosas iniciativas como la adopción de una escarapela; de una bandera nacional confeccionada por las manos de Javiera Carrera y presentada oficialmente en coincidencia con la celebración de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, el 4 de Julio de 1812. El mismo Cónsul redactó su propio proyecto de Constitución para Chile, que pese a ser una

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pesada y prepotente injerencia, fue aprobado como los otros proyectos presentados por la Junta y, tan solo, firmados por su representante José Miguel Carrera. Otras consultas al Cónsul, en apoyo al ideario de la Junta de Gobierno, fueron aprobadas como la libertad de vientre en referencia a la esclavitud, tanto de los negros como de los indios chilenos que eran esclavizados cuando eran vencidos en actos de guerra; la creación del Instituto y la Biblioteca Nacional; el escudo patrio que fue imaginado y decretado en el periodo del gobierno de José Miguel Carrera, aunque, como dijimos, idealizados con mucha anticipación por los valiosos personajes de la Primera Junta de Gobierno en 1810 y la que presidió posteriormente Carrera, quien tuvo la única tarea de firmar, como lo exigía la acción conjunta de los dirigentes políticos chilenos de la Junta de Gobierno que gobernaba la nación. Sin el Cónsul Poinsett ninguna de estas iniciativas se habrían logrado confirmar con prontitud, hubieran debido esperar el momento más oportuno mientras se desarrollaba la guerra interna de la Independencia de Chile. Tanta era la ascendencia que Poinsett tenía sobre Carrera, que todos le obedecían, Carrera más que nadie, como a un ser sobrenatural,

Su influjo en la Junta de Gobierno y en José Miguel Carrera –La bandera fue izada por primera vez el 4 de julio de 1812, durante la celebración del aniversario de la independencia estadounidense. Poco tiempo después, el 3 de septiembre de ese año, el escudo y la bandera de la Patria Vieja, fueron adoptados con solemnidad, y usados por última vez el 1 y 2 de octubre de 1814 en la batalla de Rancagua. Después, esta fecha marcará el hito del inicio de la Reconquista, periodo en el cual Chile no tuvo escudo ni bandera propia, menos un himno que lo representara. Después de Chacabuco, en la celebración de la victoria se cantó el himno argentino. Lo mismo después de Maipú. Durante la contienda flameó la bandera argentina. De hecho el Ejército Libertador, organizado en Argentina por San Martín, peleo en la batalla de Chacabuco bajo la bandera argentina, a los compases de música militar argentina, encomendado

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a los pardos, mulatos y negros, exclusivamente argentinos de la banda militar. Influencia en la promoción de las ideas libertarias –No termina, con estas influencias de Poinsett, en la aceptación de José Miguel Carrera. No se niega, pero tampoco se afirma en la actualidad, sino que se prolonga el conocimiento hasta 1816, cuando Carrera viaja a los Estados Unidos, en donde gracias a las presiones de Poinsett, que seguía conservando gran amistad con el Prócer, tanto, que por su influjo Carrera ingresó a la masonería y firmando con ello el sólido argumento del devenir de su vida, desde ese 4 de septiembre de 1812 hasta el 4 de septiembre de 1821 año en que fue fusilado. A modo de conclusión –Es necesario mencionar, como sugiere el “Anuario de Historia de la Iglesia en Chile, volumen 29, de 2011”, un hecho importante en la relación entre Carrera y Poinsett es que, aunque no hay elementos de prueba como el que precedió a su muerte, no existan documentos de Carrera de pertenecer, al místico abrazo que dio, por consejos del Cónsul Poinsett, de ingresar a la fe evangélica–calvinista, en las palabras que pronunció antes de su muerte: actitud y sentido del testimonio, que Carrera, en una posición anticatólica romana, frente a testigos que sostienen que en este acto ocurrido en la plaza de Mendoza, al patriota chileno “…se le conminó a que mirando el crucifico se arrepintiera de sus pecado, y lo besara, a lo que él, en forma desdeñosa respondió: ¡qué Padre tan afligido, a Dios, señor, lo llevo en el corazón y no en los labios!”, palabras referidas por el fray Benito Lamas testigo presencial de esas declaraciones, opinión de José Miguel Carrera que corresponde, a nuestro juicio, a una crítica a la Iglesia Católica oficial en América, más que una referencia a la oculta fe personal que él tenía como descendiente de sefardís, convertido en apariencias –no lo sabemos–, a un supuesto catolicismo, como todos los independentistas ante la fuerte presión eclesiástica imperante que, ejerciendo como católicos eran fervientes amantes de Cristo y sus doctrinas, que según el

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Brigadier Juan Mackenna, gran amigo de Bernardo O´Higgins, nunca Carrera demostró serlo en los campos de batalla, durante el tiempo que le tocó gobernar y dirigir en las campañas militares la resistencia chilena por alcanzar la libertad de la patria. Carrera hizo estas campañas sin ayuda ni mención de ninguna religión. –La influencia de Joel Roberts Poinsett, en José Miguel Carrera, se da por sellada en la puesta en escena, en imágenes de una nueva manera de ver la coyuntura histórica de la época. Esta observación se nutre de una lectura teológica calvinista: judía-masónica de un claro liberalismo político, desde un punto de vista epistemológico, como sigue afirmando David Muñoz Condell, autor del artículo “Anuario de Historia de la Iglesia en Chile”, normado por una estructura geopolítica norteamericana de influir en las incipientes repúblicas americanas.

Informe del Brigadier don Juan Mackenna, sobre la conducta militar de los Carreras, dado en virtud de Orden Pedida, al efecto, por el Supremo Director don Francisco de la Lastra, en Santiago, julio 20 de 1814 Los cinco lectores, después de este escrutinio, permanecían en silencio. Afuera seguía lloviendo, pero esta vez no faltaban botellas de vino. Mario se separó unos metros de los argentinos que, con sus vasos degustaban una carismática botella de vino tinto sin parar, y se puso a conversar quedamente con Cristian. –¿Te diste cuenta Cristian, que cuando uno de los argentinos lee, los otros se ponen detrás de él como en fila india, y en otros momentos en una fila donde sus cuerpos, de frente y muy juntos, están como a punto de dar un paso al frente como en una actitud teatral? –Además –respondió Cristian–, pareciera, cuando están en silencio, que mascullan argumentos distintos a los que escuchan. Uno de ellos parece que es ventrílocuo, como que emite el nombre de Pascual cuando algo le interesa. ¿No lo escuchas? –¿Querrán hacer un libro con todas la páginas que están recopilando?

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–No debemos dar la idea que estamos en cosas nuestras. Sino el nacionalismo saldrá a reflotar muchas inquinas. ¡No! Debemos estar a punto con Jorge y su mandato: tranquilidad, mesura y altura ética hasta terminar con todas estas exposiciones. ¿No te parece? Al fin y en definitiva, estamos para aclarar esta tremenda confusión que se maneja hoy en día sobre la historia de la independencia de nuestra patria, –terminó diciendo Mario mientras caminaba a juntarse con los insaciables bebedores bonaerenses. Pero alcanzó a decir a su amigo Cristian con la boca medio torcida –advierto, no sé por qué razón, que hay dos tipos más metidos entre nosotros, que miran de reojo los papeles que leemos, o por sobre el hombro del argentino que lee. Incluso, siento a veces un cálido aliento detrás de mío, No quiero pensar, ni lo pienses tú, amigo mío, que de tanto divagar veo extrañas visiones. En este instante les pareció escuchar a los dos amigos que alguien gritando decía: ¡Pascual, otro informe! ¡Atención que vaya en forma especial para no perderlo!

Informe del Brigadier Juan Mackenna solicitado por el Gobierno de turno sobre la conducta de Carrera, sus hermanos y de Poinsett, durante las batallas de la Patria Vieja, 1814. …“De este informe, y del de todo chileno que prefiere el honor de la verdad y el bien de su patria a bajos temores y mal fundados sentimientos de compasión, resultará un catálogo de crímenes desconocidos en los pueblos civilizados: crímenes que, por haber tenido su origen en el abuso de la fuerza armada, alejará, espero, en el futuro, a todo militar amantes de los derechos de sus conciudadanos, de mezclarse en revoluciones y le convencerá de cuan fundada es esta máxima de eterna verdad: que el despotismo es el invariable e inevitable resultado de la intervención de la fuerza armada en materias de gobierno y legislación. El cuadro que presentó este respetable reino en la época a que se refiere este informe es el más humillante que puede concebirse. …Tres jóvenes sin los menores conocimientos militares, ni políticos, sin valor personal, y sin más cualidades de tiranos que la irreligión y la inmortalidad, se constituyen, mediante el abuso de cuanto hay de sagrado entre los hombres, árbitros de la suerte de un millón de almas; reúnen en sí toda la fuerza; destruyen el Ejecutivo; insultan del modo más grosero al

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Legislativo; y concluyen con abolirlo. Para dar un colorido legal a su usurpación, representaban la ridícula farsa de juntar cinco o seis jefes de los cuerpos veteranos y milicias para elegir dos miembros del Poder Ejecutivo. …Persiguieron estos hombres desnaturalizados a todos los distinguidos patriotas. Por medio de intrigas, revolucionan a la plaza de Valdivia y ciudad de Concepción; quitan sus juntas; destierran todos los principales patriotas de dichas provincia; tratan de quitar el armamento y reducir sus tropas veteranas; al frente de éstas colocan hombres débiles y otros traidores conocidos. Impusieron nuevas contribuciones y dilapidaron del modo más escandaloso los fondos públicos, gastando, según tengo entendido, más de un millón doscientos mil pesos en el primer año de su usurpación”.

–Con estos comentario se advierte, ¿o no? que el irlandés Mackenna odiaba a los Carrera. Él era amigo de O’Higgins, por ascendencia y religión, pues ambos era fervientes católicos y se defendían, mutuamente, en toda ocasión cuando un tema adverso lo requería. En toda revolución salen a relucir problemas personales, planteamientos sociales, económico y religiosos. La lucha por la independencia en Chile, como en todos nuestros países –decía Mario haciendo gala de su erudición–, han generado guerras internas de poder sobre todo religioso, pues tanto Mackenna como O´Higgins, y muchos otros patriotas, siendo católicos, no comulgaban con los masones–judíos–mestizos, que los rodeaban en cantidad dentro de un silencioso secretismo y en puestos importantes de cualquier gobierno. –Lo mismo que en Argentina con San Martín, Pueyrredón, Zapiola y después Alvear, hasta llegar al mediodía del siglo con Juan Manuel de Rosas, pasando por Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, que tan amigo fue de Chile durante su exilio político. ¿Quién podrá no creer a Mackenna cuando se refiere con tanta saña sobre los Carrera, que ni perdona a Poinsett que los acompañaba en los campos de batalla, que andaban nombrando, por donde quiera, con insultos al “huacho” O´Higgins? Sigue el escrito de Juan Mackenna

“…De nada se hizo caso; en nada se pensó más que dilapidar los caudales públicos; y andar de noche por la calles de esta capital, acreditando su patriotismo en azotar a los hombres y mujeres que graduaban de sarracenos.

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…Al ver las fiereza de estos hombres al frente del pueblo desarmado de la capital, creí verdaderamente que tenían algún espíritu; pero pronto me convencí de que su cobardía era igual a su ignorancia; y que poseían estas cualidades en tan eminente grado, que en las primeras operaciones de la guerra, el Estado estaba irremisiblemente perdido. …Así procederé a un detalle, que contendrá los cargos de los Carreras, a quienes acuso, a la faz del mundo entero, de las más execrables delitos contra el Estado, contra la propiedad y seguridad individual de sus ciudadanos; les acuso con la entereza de un hombre que, como es notorio, jamás les ocultó sus verdaderos sentimientos. …La serie de iniquidades de estos hombres comienza con la conspiración del 15 de noviembre de 1811, época en que me hallaba de comandante general de artillería y miembro del Ejecutivo. En los días anteriores a este evento, y aun desde mi llegada a Valparaíso, don José Miguel Carrera se hizo muy amigo mío, venía diariamente a casa, me comunicaba todo lo que pasaba en el pueblo, y entre otras cosas, que los sarracenos por medio de papeles anónimos, hacían a él y sus hermanos varias insinuaciones con ofrecimiento de dinero para instruir la Junta y reponer al gobierno antiguo, colocando a su padre de Presidente. …A pesar de las protestaciones de patriotismo de don José Miguel y sus hermanos, se rujía en el pueblo que trataban de conspirar contra el Estado: y estando yo de Presidente del ejecutivo, inicié una causa sobre el particular. Reconvine a don José Miguel sobre estos rumores el día antes de la conspiración; su contestación fue agarrarme la mano, ponerla sobre su pecho, y jurar por todo lo más sagrado, que era todo falso. Confieso que me engañaba, que descansaba en el seno de la amistad y el honor. …Tenía sí amigos, si se puede dar este nombre a aquellos insectos que siempre rodean a los hombres que pueden prodigar dinero, empleos y comisiones lucrativas. …La noche del 14 al 15, acompañado de don Luis Carrera, fui a ver a don Juan José que se hallaba enfermo en el cuartel. En su cuarto encontré a José Miguel, su hermana doña Javiera y otros varios de la familia, al poco entró el padre, don Ignacio: este hombre, a quien muchos creen tan malo y tan delincuente como sus hijos. …Nada es tan duro al hombre de honor que el creer que otros no lo tengan, mayormente a quienes ha dado el nombre de amigos. A este principio, y a la ignorancia del verdadero carácter de los Carreras, debe atribuirse la facilidad con que verificaron la conspiración.

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…Referiré la anécdota siguiente. en la retirada del ejército del sitio de Chillán, hablando con el Cónsul americano Poinsett acerca del reino, le manifesté cuan sentidos estaban los patriotas con él, porque siendo miembro de un pueblo libre debía cooperar a la libertad de Chile y no unirse a los Carrera para su esclavitud. …Entonces él y el Cónsul, bien montados, solo trataron de salvarse, dejando a los demás atrás por haberse cansado sus caballos. …Convencido ya que los Carreras eran tan cobardes como ignorantes, creí en este triste momento el Estado infaliblemente perdido, y que estos perverso hombres, en el momento que el enemigo pasara el Maule, fugarían a la ciudad, saquearían los fondos públicos, y con ellos y su Cónsul irían a los Estados Unidos a reírse de los pobres chilenos. …En consecuencia de esta determinación, la noche del 2 al 3 de agosto se puso casi todo el ejército en movimiento, a excepción de los Generales que la pasaron en sus camas dejando el desempeño de la más peligrosa operación que se puede ofrecer en un sitio, a mí y por segundos a los coroneles O´Higgins y Spano. …José Miguel y el Cónsul, según su costumbre, se pusieron fuera de tiro de cañón, con el anteojo. Durante estos verdaderamente críticos momentos, ninguno de los Carrera aparecía, el valeroso O´Higgins sí era el primero en todos los peligros. …Aquí termina la historia de la carrera militar de los Carreras y principia la de sus intrigas y desobediencia a las órdenes de Gobierno. …Los Carreras son los primeros hombre, de que tal vez se halla ejemplar en la historia, que hayan intentado oprimir a su patria, sin valor personal, la primera y más esencial cualidad de los tiranos. …La intriga, la vil intriga era su única arma, era la que los había puesto al frente del Estado y por cuyo medio pensaron sostenerse. …Los Carrera a pesar de la entrega del mando, no cesaron de intrigar para destruir el ejército y por consiguiente al Estado. …Queda, me parece, demostrado en este informe, que cuando teníamos al frente un enemigo verdaderamente digno de desprecio porque no quería pelear, a la cabeza de nuestros hombres sin espíritu siquiera de mujeres, y sin los conocimientos de meros subalternos. …La pública mufa de la religión que hacían estos hombres y los aduladores inmorales que los rodeaban, facilitaron a los eclesiásticos

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contrarios una terrible arma para reclamar desde los púlpitos que el principal objeto de nuestro ejército era el destruir la religión.

…Jamás se escuchó en el sitio de Chillán, ni en ningún otro campamento mandados por los Carrera, nunca se vio el menor acto de religión, sí los más abominables excesos contra el bello sexo, y, lo que aun es más sensible, contra la religión. …Referiré solo dos de los infinitos: Juan José en Curanilahue sacó de un oratorio un crucifico que, en presencia del sargento mayor Campino y otros oficiales de Granaderos, lo tiró al suelo, riéndose de la superstición y barbarie de sus paisanos los chilenos. …Y, que entre muchos papeles interesantes encontrados en el equipaje al tiempo de la prisión, se halló uno relativo al repartimiento de las horas en los fandangos o funciones nocturnas de José Miguel Carrera en Concepción, el más obsceno, dijo, y de la más desenfrenada lubricidad que se puede imaginar. …Manifesté a los Carrera que prescindiendo de nuestra religión, de las penas y recompensas en la otra vida, y considerando la materia bajo un nuevo aspecto político o mundano, había de acarrear en un pueblo religioso funestas consecuencias tan público desprecio de la religión, sin la cual los hombres serían fieras. …Por último, los mismos filósofos modernos, en particular Rousseau, que se considera el apóstol de la incredulidad, dice deberse castigar con pena capital a todo hombres que hable contra la religión de aquel país, como perturbador de la tranquilidad pública… Excmo. Señor. Santiago y Julio 20 de 1814. Juan Mackenna”.

El odio durante la Patria Vieja –Este es uno de los pocos informes, o libro, que se escribió sobre los sucesos, en sitio, de la Patria Vieja. Los demás están en manos de los verdaderos periodistas como Camilo Henríquez y el cura Salas, que además de poetas fueron patriotas de cuño, armas y pluma. El valor de este informe, al que le hemos quitado cosas y palabras de relleno, nos da una idea contraria a la que se tiene en la actualidad sobre la personalidad de los Carreras, sobre todo de José Miguel y de su amigo Poinsett, sobre ese crítico periodo de la Patria Vieja. –Es evidente que los amigos de Mackenna y O´Higgins –no crees Mario, decía Máximo mirando en el fondo de su vaso–,

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observaban bajo el aspecto religioso el accionar de los Carrera, una denuncia que no se advierte en ningún escrito de los historiadores y que también por esa falta de religiosidad los odiaban: era una de guerras socavada, en que los valores los medían por la religión del adversario y la capacidad en la profesión militar que demostraban en el campo de batalla. Son muchas evidencias de que los Carrera no eran católicos. Nunca se mencionan en ellos, casos de obsecuente rigor religioso, de recogimiento y, menos en lo trágico. Lo contrario está en la imaginación de sus adeptos. –El hecho de que entre sus parientes hubiera más de un cura revolucionario, como Madariaga y Uribe, nada significa pues, en esos tiempos era una norma para todas las familias de alcurnia un hijo militar, un hijo sacerdote y una monja. De esta manera las familias quedaban fuera de toda sospecha, en esos tiempos, de judaísmo y otras religiones protestantes que comenzaban a florecer. –Tendrían antecedentes, los contrarios a los Carrera, de dónde venían con su religión y su mestizaje recordando a Barbola-Inca y Diego Garcí Díaz de Castro. Aunque todos tenían las mismas procedencias, la mayoría ya estaba bajo el manto protector del catolicismo, abrigados con sinceridad y, en el olvido su primitiva religión judía–hispana que muchos la tenían en completa superación. –Se odiaban. Todos se odiaban. Se odiaba a los Carrera, sin duda por prepotentes y arrogantes. ¿Eran superiores a los demás compañeros de armas luchando con el mismo propósito de liberar a la patria? ¡No sabemos! No existe ningún documento, de esos tiempos, que exculpe a los Carrera de estos cargos, tampoco de parte de ellos o de la defensa de sus amigos en Chile, o de lo acontecido en la Argentina durante su exilio. Salvo, si estudiamos con lupa el Diario Militar de José Miguel Carrera que fue escrito hacia el año 1815, ya con toda su familia en el exilio de Buenos Aires. Todos eran del mismo bando pero tenían una guerra interna que nunca fue superada. Guerra de personalidad neurótica, propia en medio de tantas tenciones al lado de la muerte en el campo de batalla. Todos con la patología esquizoide de los soldados que provocan, en el ser humana, todas las guerras: patriotas y realistas como paranoicos persiguiéndose sin descanso. De ahí tantos humillantes fracasos que los historiadores han querido callar, dando

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lugar a crear fantasías psicopáticas exculpatorias glorificando, hasta el delirio, en ambos lados, a sus amigos preferidos. –¿Qué tendrá que ver con nosotros? –apuntaba Leonel con voz agria, con evidencias de cansancio, y hasta de malestar ante estas lecturas. –El caso del odio mutuo –recalcó Cristian–, llegó hasta Buenos Aires, donde Luis el menor de los Carrera se batió a duelo con pistolas con Juan Mackenna –por sentirse ofendidos por un escrito casi desconocido–, dejando, al entrar la oscuridad en un suburbio de Buenos Aires, a éste muerto y desolado lejos de su familia y de la patria. Los motivos fueron evidencias de andar ambos insultándose y vituperando a la familia contraria, comentarios que, el orgullo de ser Carrera en Luis, dio rienda suelta a ese duelo, sin perdonar a su rival, pues después del primer disparo, que no dio en ninguno de ellos, en el segundo Mackenna disparó primero errando el tiro, pero Luis no lo perdonó y disparo a matar, si se quiere, a quien ya estaba indefenso. –Otras consecuencias tuvieron estas mutuas críticas que empañaron la llegada de los exiliados a la Argentina, que hizo imposible congeniar, primero con San Martín y luego con muchos militares y sobre todo con los Grandes Maestros Masones que dirigían, desde Buenos Aires, a la masonería del cono sur, y en un puño a la chilena. Tal vez, la más penosa, fue la acusación del robo de los caudales del gobierno de Chile que fue transportado por Carrera en su huida hacia Mendoza, tesoro que nunca fue encontrado y del cual corrían cuatro versiones, que se han convertido en acusaciones de robo por Carrera. Batalla de Rancagua 2 de octubre de 1814 –Llegó la aurora del 1º de octubre, sobre la transparencia del aire puro y oloroso de los campos fecundados por el río Cachapoal: pero se oscureció el panorama frente a la impaciencia de las tropas chilenas mandadas por Bernardo O´Higgins. Poco después de las siete de la mañana, luminosa y cálida del día 2 de octubre de 1814, penetraba O´Higgins, seguido de sus hombres, a la plaza de Rancagua.

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–La oficialidad muy a regañamiento se había resignado a acatar el gobierno de Carrera y la prepotencia de su familia. El capitán Astorga, demostró gran valor, según las palabras de Jaime Eyzaguirre en su premiada obra “O´Higgins” Primer Premio en el concurso Nacional O´Higgins convocado por el Gobierno de Chile, en 1945, en rehusar la demanda de auxilio de Juan José Carrera y consideraba una locura que su jefe expusiera su vida para salvar los émulos que lo odiaban, Pero O´Higgins cortó en seco tales argumentos: “Precisamente porque los Carrera son mis mejores enemigos no puedo ahora abandonarlos. El honor vale más que la vida, yo podría retirarme ahora, y el verdadero motivo por el cual lo haría sería la seguridad de mis valientes soldados; pero esto no se interpretaría así, y las mil lenguas de la calumnia convencerían pronto al mundo que yo había vendido y abandonado a un compañero de armas porque lo considero enemigo mío. Por lo tanto, solo tengo que decir lo mismo que dije en el Roble”: “O vivir con honor o morir con gloria; el que sea valiente, sígame”. –Por este episodio del Desastre de Rancagua, mayor fue el odio entre Carrera y O´Higgins –aclaro Mario–, nunca O´Higgins le perdonó, lo que llamó “la cobardía de Carrera” por no auxiliarle en el sitio de Rancagua, y que anduviera insultándole, en cualquier escenario, al decir que era un huacho desprovisto de valores humanos. Todo parecía perdido, hasta la fe en sí mismos. Las disputas mellaron el sentido patriótico y el encono personal hizo trizas el primer deber de proteger a la patria; sostener los principios de esa guerra que era la libertad definitiva de Chile. Existió mucha debilidad en los principios libertarios y falta de visión futuro hacia el país. Se dejaron llevar por el “cómo pasar a la historia” y sus interés personales. La guerra y el valor han hecho cosas más grandes que el amor al prójimo. Pero en la causa de nuestros patriotas nada tenía sentido. Algo que nadie comprendía ¿por qué tantas divisiones entre ellos? ¿Por ser causas personales el convertir la sagrada lucha por la libertad de la patria en un enconado pretender para la familia todo el poder, ya sea familia doméstica, como política y ese extraño existir de un poder oculto como era la Logia Lautarina?

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Se dejaba atrás, en la Patria Vieja, el periodo más pobre y dolorido de la Independencia, el menos creativo, aunque fue el inicio libertario, fue el más frustrante que llenó de odio el largo territorio de la patria chilena, en luchas personales por acrecentar riquezas personales y pasar a la historia. Desde esos años se desencadenaron ambiciones desmedidas que perduran en el día de hoy; repitiéndose, en los mismos apellidos, el desprecio por el pueblo que fue el que dio la vida por esa patria en construcción con materiales deleznable aportados por las pretensiones de sus conductores Desde este momento, un trágico panorama, se abría camino para el transito de la vida de los Carrera y su familia en Buenos Aires y Montevideo; por campos y secas extensiones de la pampa, acongojándolos y hiriendo todos los sentimientos de sus partidarios, que siempre los estuvieron esperando, llenos de esperanza por su retorno a Chile. Prepárate Pascual, que este documento de Benjamín Vicuña Mackenna es de los más importantes Fastos del Ostracismo de los Carreras, anotación hecha por orden cronológico de los principales acontecimientos. Del libro de Benjamín Vicuña Mackenna. EL OSTRACISMO DE LOS CARRERAS, Santiago de Chile, Imprenta el Ferrocarril. Octubre de 1857. 1814 OCTUBRE 2. El ejército chileno es completamente derrotado por Osorio en la batalla de Rancagua. 16. José Miguel Carrera, cerrando la retaguardia de la emigración chilena, llega a Mendoza. 19. Los Carreras y sus parciales reciben la orden del gobernador de Cuyo don José de San Martín para pasar confinado a la aldea de San Luis de la Punta. 23. Luis Carrera y José María Benavente partieron de Mendoza, comisionados por José Miguel Carrera para elevar sus reclamos al Supremo Director, contra los procedimientos de San Martín.

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29. Carrera hace dimisión del mando ante las dificultades devenidas con San Martín. 30. El general Carrera es obligado a entregar sus tropas y es puesto en prisión con los otros vocales de la Junta de Chile. NOVIEMBRE 3. El general Carrera es enviado con custodia a Buenos Aires por órdenes de San Martín. 6. Luis Carrera y José María Benavente llegan a Buenos Aires y conferenciar con el Director Supremo Posadas, quien les hace vagas promesas. 21. Luis Carrera mata en duelo la noche de este día al general Mackenna, en uno de lo suburbios de Buenos Aires. 24. Llega José Miguel Carrera a Buenos Aires. 1815 ENERO 10. Don Carlos María de Alvear es elegido Director Supremo de la República Argentina. FEBRERO 8. Alvear firma la destitución del Gobernador de Cuyo don José de San Martín. ABRIL 15. El coronel Álvarez Tomas se levanta contra Alvear con su división acampada en las Fontezuelas. 16. El pueblo de Buenos Aires se insurrecciona, capitanea por el Cabildo; Alvear es depuesto, deportado y obligado a embarcarse a Montevideo. 19. Los tres hermanos Carrera, presos el día 15 por orden del Cabildo, son restituidos a su libertad. MAYO 8. Carrera presenta al nuevo director Álvarez Tomas su plan de reconquistar a Chile, invadiendo por Coquimbo, el que sería cancelado por San Martín. OCTUBRE 15. Después de muchas dificultades se hace a la vela, de Buenos Aires para el Pacífico, la escuadrilla del corsario Brown, en cuyo equipo toma Carrera una parte muy activa. NOVIEMBRE 15. El general Carrera que desde el mes de junio había comenzado a dar pasos con el presente fin, se embarca para los Estados Unidos en el Bergantín Expeditión. 1816 ENERO 17. Carrera desembarca en Baltimore después de una navegación de 63 días.

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25. Carrera llega a Washington, habiendo sido llamado a esta capital por el comodoro Poster el 20 de enero. 26. Carrera es presentado al Presidente de Estados Unidos, James Madison, por el comodoro Poster. 28. Carrera se retira de Washington por las reclamaciones del Ministro Español Onis, y en consecuencia de la leyes prohibitivas contra los exiliado enviados de Sud-América, fue promulgado por el gobierno americano el 15 de diciembre de 1815.

FEBRERO 10. Carrera llega a Nueva York donde inicia sus primeras negociaciones sobre armamento, pero deseando realizar éstas en mayor escala, se retira el 27 de febrero al pequeño pueblo de New Haven para aprender inglés.

24 DE FEBRERO DE 1816. Ingreso de Carrera a la masonería en la Logia San Juan, del Nuevo Rito de York. Este hecho de suma importancia en la historia de Carrera y su fatal destino, nunca es mencionado por el historiador don Benjamín Vicuña Mackenna.

MARZO 3. Recibe una carta de Mr. Poinsett, el antiguo Cónsul americano en Chile, en que le promete secundarle, y en consecuencia regresa a New York. 16. El comodoro Poster ofrece a Carrera para su expedición el auxilio de algunos de loa oficiales de la marina de guerra americana. JULIO 6. Carrera escribe al Libertador Bolívar proponiéndole uniformar por ciertos medios la causa de la América independiente. AGOSTO 12. Carrera entabla sus negociaciones para armar una expedición con la Casa de Darcy y Didier de Baltimore, la que le propone su cooperación. 20. Carrera ajusta un contrato con la Casa de Lapierre de París, por una considerable cantidad de armamento, el que no tuvo efecto, sin embargo. SEPTIEMBRE 6. El mariscal Grouchy escribe a Carreara prometiéndole su cooperación en su empresa.

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13. El comodoro Poster escribe a Carrera felicitándole por el logro de sus miras. 22. Siete alumnos de la Academia militar de Estados Unidos ofrecen secretamente sus servicios a Carrera. 28. El general Mina, que había llegado a Baltimore el 3 de julio con una expedición organizada en Inglaterra, y la que Carrera estuvo próximo a conseguir para Chile, se hace este día a la vela para las costas de México. Mina, después de una gloriosa campaña fue fusilado en México el 27 de noviembre de 1817, 14 meses después de su salida de los Estados Unidos. OCTUBRE 26. Carrera anuncia al Director Pueyrredón la próxima partida de su escuadrilla. DICIEMBRE 5. Carrera se hace a la vela de Baltimore hacia las costas de Chile en la corbeta Clifton, acompañado de treinta oficiales y seguido de una escuadrilla cuyo armamento, equipo, enganchados, etc., valía cerca de un millón de pesos. 1817 FEBRERO 8. Finalmente, en este día, la corbeta Clifton, después de dos meses de travesía entra en las aguas Argentinas del Río de la Plata. El día 10, Carrera que había desembarcado en la Ensenada tuvo su primera conferencia con el Director Pueyrredón, quien lo recibió con falsa amabilidad. En marzo 29, a consecuencias de la victoria de Chacabuco (12 de febrero de 1817) y de las intrigas de Pueyrredón, el general Carrera, despojado de su escuadrilla, es encerrado en un calabozo la noche de ese día. Carrera ingresa a la masonería, hecho que Vicuña Mackenna no menciona nunca. –Está muy bien documentado, dentro de la más estricta forma científica de investigación, la más rigurosa que exigen los masones, que el ingreso de José Miguel Carrera a la masonería se realizó en los Estados Unidos el 24 de febrero de 1816, –y Luis Berisso les indicaba a sus amigos unos libros recopilados en fotocopias, teniendo, además, a su lado varios documentos que les fue mostrando. –Este examen es el más delicado pues existen tremendas contradicciones de ambas partes: los actuales estudiosos escritos masones presentan solamente dudas al respecto, y dan vuelta y media en cada frase, que su ingreso es dudoso. En cambio, otros no

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masones, simplemente investigadores independientes, que los masones los apuntan como detractores o enemigos de ella, dan por absolutamente probado, esgrimiendo documentos desclasificados hoy día que muestran la veracidad de este ingreso de Carrera a una logia masónica. ¿Qué importancia tienen estos documentos? Veremos el orden en que Jorge los dejó en nuestras manos. Para no confundirnos primero les indicaré fotocopias de esos documentos que fueron localizados en forma misteriosa, donde una persona de gran influencia los obtuvo, que indica otras cosas importantes que ocurren hoy día de la cual sacaremos, después, algunas deducciones. Esta persona fue José Miguel Insunsa, jefe chileno de la OEA. Cuando fue, el presidente Ricardo Lagos que es un reconocido masón, a EE.UU pidió este favor y le dieron estas malísimas fotocopias. ¡Aquí están para que no tengan dudas! Jorge obtuvo estas fotocopias de mano de un estudioso de la vida de Carrera, don Felipe del Solar, que realizó su doctorado sobre su viaje a Estados Unidos y su incorporación a la masonería con muchos escritos convincentes y bien elaborados. –Estas páginas están muy borrosas –observó Mario indicándole a Cristian con su índice lo que Luis iba dejaba en la mesa–. –No te preocupes Mario, las corroboraremos con escritos bien definidos que indican con detalles esta inscripción. –En las acciones que realizó José Miguel Carrera en los Estados Unidos en 1816, con la ayuda de su amigo Joel Roberts Poinsett, a fin de recolectar recursos financiero entre los empresarios del país del norte, para adquirir una flota de barcos, contratar tripulación, oficiales y adquisición de armamento, cumplió con la iniciativas del espionaje programado a nivel ministerial de Poinsett y sus ideólogos, de que Carrera tomara contacto con los poderes masónicos de Estados Unidos, en plan de ayudar, a quienes podrían serles de interés, para captar economías sumergidas, pero emergentes en un próximo futuro del Continente sur de América. Carrera en todo este plan, contó con el patrocinio de su amigo el Cónsul Poinsett. Si tenía conciencia de la entrega de Chile y de América que estaba ejecutando con sus consejos o no, nada podemos adelantar pues, como dicen los expertos masones, si no existen documentos que lo acrediten, o es falso, a lo menos, es plenamente dudoso.

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Entrevista con el Presidente Madison. –Ocho días después de su arribo a EE.UU, Carrera aceptó una invitación de Poster y, acompañado de John Randall Shaw se trasladó a Washington. El 26 de enero tuvo lugar la entrevista, en que hizo al presidente de los EE.UU, entrega –de documentos de dudosa credibilidad, falsificados según opiniones de historiadores argentinos–, de las representaciones de los gobiernos de Argentina y Chile de que iba magistralmente premunido. Nadie sabe qué documentos argentinos lo acreditaban y, de los chilenos que daban constancias de ser aun Presidente de Chile, suponemos que no existían pues había renunciado, ante San Martín al mando como general de las tropas chilenas exiliadas en Mendoza y, también suponemos, existió de su parte la renuncia de su cargo como Director Supremo de la Junta de Gobierno, en ese momento toda en el exilio. De existir, se ignora que valor tendrían estos documentos –si verdaderos o falsos–, que fueron los que, en definitiva, engañaron a las autoridades de Estados Unidos de verse frente al representante legal de estos dos países. Carrera le escribe a su hermano Luis: “Fui recibido por el Presidente como un hombre que ¡trabaja por la misma causa de ellos”. Al día siguiente de su entrevista con el Presidente Madison, Carrera regresa Baltimore. La corta entrevista tuvo, aparentemente, gran trascendencia para los destinos futuros de nuestro continente, apunta Eulogio Rojas Mery, porque en ella, Madison se interesó en conocer la verdadera situación de la insurrección americana y determinó pedir un detallado informe sobre este particular al ex Cónsul Poinsett, el que Carrera tiene que haber ayudado a redactar. Otra conclusión que Rojas Mery toma en cuenta, sin ningún otra análisis que de narrarlo, es que Carrera ha debido comprender que, en aquel país, la mayoría de los gobernantes y hombres prominentes de la política, la industria y la banca, eran miembros de la masonería, siendo por tanto, indispensable, para el logro de sus propósitos, incorporarse también a ella.

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Consecuencia de esta determinación estampó en su “Diario” con precisión las siguientes anotaciones: “MIERCOLES 21 . He hablado formalmente para ser admitido en la Logia San Juan. Este paso puede suceder me dé algunas ventajas para mis miras”. “Sábado 24, a las 7 de la noches he sido recibido en la Logia San Juan Nº 1. Se me ha dado el 3r. grado. Dejé mi nombre de mi puño y letra en el libro”. . La lectura de estas anotaciones, según sus adeptos, ponen de manifiesto que esta es la primera vez que Carrera se incorpora a la respetable institución masónica, contrariamente a lo que han escrito al respecto historiadores chilenos y argentinos que han afirmado que se había iniciado en la Logia de Cádiz. Tales Logias, las de Cádiz, deben haber sido simples reuniones particulares a las asistirían algunos connotados sudamericanos para transmitirse las noticias de sus lejanos países y comentar los acontecimientos políticos de la época. Sin duda provistos de libros y desarrollados los temas de los reglamentos, los juramentos y los castigos a los que tuvieran divergencias futuras, decididamente a los que consideraran traidores. Muy pronto Carrera tuvo pruebas evidentes de que había actuado acertadamente, pues desde su incorporación a la Logia San Juan del Nuevo Rito de York, numerosos influyentes personas le ofrecieron sus buenos oficios ante los diversos armadores y negociantes en armas, quienes le ofrecieron todo cuanto necesitara para la coronación de su temeraria empresa. Eulogio Rojas Mery comenta en su libro

“En esos momentos de su natural euforia patriótica, cuán distante de su mente estaría el sospechar que, andando el tiempo, iba a ser, precisamente esa respetable institución, mal dirigida por gente de bajas pasiones, la determinante de su martirio y de la vil campaña de difamación a su memoria, que subsiste hasta en nuestros días”.

¿Sabría Carrera que en esos momentos, en que seguía arrogándose ser Presidente de Chile pues con cartas de amigos suyos, chilenos y argentinos, y se presentaba ante los comerciantes con los

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suscritos contratos por armamento, que los Estados Unidos estaban en plena compaña para ser él, quien dirigiera en el futuro el destino de nuestros países, quitándole a Inglaterra el predominio que a través de la masonería estaba en manos de los argentinos? ¿Qué por ello argentina quería anexionarse a Chile, Uruguay y Perú, formando un país inmensamente rico, todos bajo el dominio inglés al mando argentino? De esta manera, Carrera dividió a la masonería inglesa que gobernaba desde la Argentina y tenía bajo su tutela a las logias chilenas. Dictando, con todo cuanto le informó a Madison, los ayudantes del Presidente de inmediato, se pusieron a considerar reconocer la independencia de los países que cayeran bajo su dominio y tutela, y que Chile por esas entrevistas y, su ingreso a la masonería de los Estados Unidos, pasaría a ser de su dominio como lo fue en corto plazo, pero hasta el día de hoy. Testimonios contra la masonería dictados por Carrera –Carrera desde Montevideo publicó repetidas cartas, contra los masones argentinos, en una de ellas dice: “¡La naturaleza y el odio justo de los pueblos vengarán un día tantos agravios. ¡Yo serviré siempre al partido de los libres, pelearé su lado, mientras exista, y si la suerte me abandona en medio de mis esfuerzos moriré invocando el auxilio de las generaciones futuras a favor de la libertad de la Patria contra sus crueles opresores”. Sin duda se refería a los masones argentinos que con sus pretensiones de anexarse Chile, ponían su énfasis de anexión, en compañía, consiente o no, de los masones chilenos. Después de varias otras publicaciones, se decidió Carrera a publicar en su “Imprenta Federal” un periódico con el nombre de “El Hurón”, lanzando previamente un Prospecto en el que dice: ”En él se manifestará la conducta pública y secreta del Gobierno (aquellos en manos de los masones) y de todos los individuos que tienen un verdadero influjo en los negocios y son compañeros y agentes de sus crímenes”. En el primer número de este periódico analiza el efecto producido entre sus enemigos y en la Logia con la simple aparición de dicho “Prospecto”. A continuación agrega:

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“Daremos una breve idea del estado actual, no sea que el veneno o el puñal decretado contra el editor, pueda acabar una vida que sentiría perder dejándoos, americanos, entregados a aquellas sangrientas manos”.

Prosigue dando los nombres de todos los masones que en la Argentina y Chile, actúan en el congreso, en el Gobierno, la administración, el Ejército y particulares, como asimismo, el de los numerosos espías, incluso mujeres. Después de esta reseña, termina con la siguientes admonición, que Eulogio Rojas Mery, el único en relatarla, escribe:

“¡Masones! Que las virtudes cívicas no sirvan más de instrumentos a los crímenes de los malvados; Conocedlos y detestadlos; ellos los degradan y añaden insultos, burla y el desprecio; huid pues de continuar alistados en sus huestes…”

Consecuencia de la traición y motivos de la persecución Evidente que se refería a la masonería inglesa en manos de los jerarcas argentinos. La masonería castiga, no deja de afirmar Rojas Mery, a todo aquel que no respete los secretos de la institución y es por esto que persiguió a nuestro joven prócer, hasta quitarle la vida. Nadie aplaude la violación de lo secretos masones, menos iniciar una lucha entre Logias que son, en última instancia todas hermanas, pues se unen contra terceros enemigos, principalmente los traidores a ella. En suma, entendemos, que la campaña de Carrera contra las autoridades masonas de la Argentina, era una contienda entre masones y, ¿por qué la masonería se ha ensañado con Carrera? ¿Por haber descubierto a la luz pública, a cara descubierta, contra los fundadores de las Logias en Argentina y Chile, a los generales San Martín, Pueyrredón y O´Higgins? En definitiva, Carrera se había convertido en un proclamador de la supremacía de la masonería norteamericana, con el propósito de despojar a Inglaterra de su omnímodo poder, frenando la independencia de cada uno de ellos, para quedar como lo vemos hoy día: Chile pertenece a los Norteamericanos y Argentina, pese a sus discrepancias, a las masonerías inglesa.

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Pascual trata de sacarle unas fotos a los presentes y si puedes grabar su voz, sería estupendo. Acta de ingreso de Carrera a la masonería El archivo de José Miguel Carrera nos da a conocer el acta de la tenida de la Logia St. Johns Nº 1 del Nuevo Rito de York, celebrada, el 24 de febrero de 1816, cuyo texto es el siguiente:

“En tenida especial de la Logia St John`s, realizada en Samary Hall, el 24 de febrero de 1816 A.L. estuvieron presentes: G. Carrol, Venerable Maestro; Seymour, Primer Vigilante; J.H Davids, Segundo Vigilante; W.C Sparks, Tesorero; John B. Spicey, Secretario. Y los hermanos presentes. Se abrió la sesión en la Logia del Primer Grado, de acuerdo al Ritual. Se decidió que no se leyera el Acta de nuestra última Tenida Especial anterior y se otorgó la dispensa necesaria. En atención a que el Comité de Investigaciones emitió su favorable respecto de Don J. M. Carrera y don Phillipi Hoffman y que se ha obtenido la dispensa necesaria para otorgar a Don José Miguel Carrera y Phillipi L. Hoffman los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro. Se resuelve que la Logia proceda en consecuencia. Don José Miguel Carrera, estando debida y adecuadamente preparado, fue conducido hasta el altar y recibió el Primer Grado de la Masonería de acuerdo al Ritual Antiguo. Fue clausurada al Logia de Aprendices y se abrió una Logia de Compañeros. Al ser el Hermano Carrera valioso y estar bien recomendado, fue conducido hasta el Altar donde recibió el Grado de Compañero. Fue clausurada la Logia de Compañeros y se abrió una Logia de Maestros Masones. El Hermano Carrera que ha servido como Aprendiz y ha permanecido algún tiempo como Compañero, fue conducido hasta el altar donde recibió el Grado de Maestro Masón. La Logia se abrió nuevamente en el grado de aprendiz. P. L Hoffman, estando debida y adecuadamente preparado fue llevado hasta el Altar y recibió el Grado de Aprendiz. Fue clausurada la Logia de aprendices y se abrió una Logia de compañeros. El Hermano Hoffman recibió el Grado de

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Compañero. Se clausuró la Logia de Compañero y se abrió una Logia de Maestros. Al ser el Hermano Hoffman valioso y estar bien recomendado recibió el Grado de Maestro Masón de acuerdo al Ritual Antiguo. No habiendo más materia que tratar, la Logia se cerró hasta la próxima Tenida Regular”.

–En cuanto a su permanencia y acción en la masonería se tiene escasos registros al respecto. Se cree que por el tipo de actividades que realizara don José Miguel Carrera al regresar de su viaje a los Estados Unidos de Norteamérica se mantuvo ajeno a cierto tipo de encuentros. Además, nada está documentado.

Tomado del libro de Eulogio Rojas Mery –1954– El General Carrera en el Exilio

Designio de los traidores –Desde el mismo momento de su llegada al puerto de Buenos Aires, se comenzará a mencionar la incorporación de Carrera a la masonería, y empiezan en Argentina y Chile, con otro estilo de inculpaciones, esta vez de traición, de entreguismo y de servidumbre a los Estados Unidos, que dan origen a otros argumentos vengativos y oscuros, venenosos y siniestros.

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Los que escriben sobre la vida de Carrera en estos tiempos, dan razones vacilantes, o ninguna, respecto a su conducta de haber entregado conocimientos, que Carrera tenía muy precisos, de la potencialidad a nivel nacional de la riqueza de Chile, al imperio Norteamericano. Pese a todo, nosotros querido Mario, nos quedamos sin nombrar ni explicar el por qué la conducta hacia él de sus enemigos masones argentinos, que pareciera que se acrecentaron después de su regreso, con el intento de ir a Chile con su escuadra libertadora. Nos quedamos aquí también un poco dudosos. Lo que a todos nos debe importar es, ¿cuál fue la relación afectiva y psicológica, si se quiere paranoica, de ambos lados, que tuvo Carrera con los masones tanto argentinos como chilenos que enfrentó a su regreso? ¿Por qué desde este momento, sus problemas fueron mayores y se fue quedando solo y desamparado? Las autoridades argentinas, desde esta llegada de Carrera masón, pasaban a ser, con él, por sagrado juramente, masones hermanos en toda la regla y tenían la obligación de haberlo tratado como hermano, de ayudarle y protegerle. De hecho, no cabe duda, está escrito, intentaron ayudarlo enviándolo en misión diplomática al extranjero. Al negarse Carrera a estas maniobras, dejaron, sus hermanos masones argentinos, por un tiempo de preocuparse de él, para comenzar después, una diabólica persecución que acabaría con el fusilamiento y el posterior descuartizamiento en Mendoza ese 4 de septiembre de 1821. Consecuencias de las traiciones –Si no hubiera sido tan narciso, arrogante y pagado de sí mismo, vanidoso y prepotente, tan acreditado a su imagen, con esa personalidad que tenía arribista e insolente, es muy posible que lo hubieran tratado de otro modo. Pero ya desde el inicio de la relación con los argentinos, desde Chile mismo, y con San Martín a su llegada a Mendoza, su carácter de sentirse propietario de Chile, como si fuera el país de su exclusiva pertenencia, lo perdió por completo. Desde ahí, él mismo, marcó el crecimiento de su tragedia; desborda todos los ánimos de hermandad, tanto en la masonería, como dentro del esquema de patriotismo que se debían los americanos con destino

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independentista. Y lo peor: no respetó los secretos masones. Todo esto fue su perdición. Nadie explica por qué su soberbia lo extravió tanto en ambiciones irrealizables por considerarse único e irremplazable. Mario, un poco alejado de quien daba estas explicaciones, que no estaban en los escritos de Jorge, se acercó más a Cristian y le susurró al oído –se están calentando estos argentinos con sus opiniones, ya son demasiado personales, pareciera que entramos en otro terreno. Se está perdiendo la imparcialidad. Se calienta el ambiente. ¿Qué piensas tú a todo esto? Y dirigiéndose a los tres argentinos que estaban uno detrás del otro, sin razón aparente, contestó en voz alta –¿cómo me hubiera gustado estar observando, ese 8 de febrero de 1817, en que la corbeta Clifton entraba en las aguas del Río de la Plata? ¡Ver la felicidad de Carrera, su figura vestido de etiqueta militar; como jefe de la escuadrilla; de volver todopoderoso –no importa si como un fanfarrón–, consiente de que era, en esos momentos, el más poderoso de todos los sudamericanos; más grande que Bolívar; superior a todos los argentinos juntos; dueño de tres barcos salvadores; llenos de armas modernas; con militares franceses y norteamericanos jóvenes, aguerridos y dispuestos a guerrear como experimentados colaboradores; y europeos con muchas heridas en famosas batallas, que colaborarían a la libertad total de Chile que era el prisma único de sus sueños! ¡Ver que ese entusiasmo era sincero, único en la historia de nuestros libertadores y en la historia de la humanidad que, por su propio mérito pudiera haber logrado tanto en tan poco tiempo! Hay momentos en que a Carrera lo veo luminoso, como el más chilenos de los chilenos, amante de su patria y no como ustedes piensan que todo lo hacía porque se creía el mesiánico patrón de Chile, el sefardí príncipe heredero, como un David elegido por Dios para reinar en los dominios que lo vieron nacer. ¡Qué emocionante verle la cara a su esposa Mercedes y a su pequeña hija, esperando en el puerto, junto a sus mejores amigos y los soldados chilenos, casi en el abandono por retornar a la Patria! ¡Ver crecer las esperanzas de volver a la tierra lejana! ¡La alegría de ser chilenos otra vez aspirando el aire de las montañas sagradas de los Andes! Cantando, una canción de Jorge, yo estaría en

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el puerto: “¡He vuelto patria querida a tu regazo materno, al tremolar de tus campos al dulce trino del viento!”. –¿Qué pasa queridos amigos? ¿Se calientan los ánimos nacionalistas? –Gritaron al unísono los tres argentinos en una perfecta línea como para iniciar una marcha–. Ayer trasnochamos, es mejor calmar los nervios e ir a dormir una buena siesta, reparadora a tantos mariscos que hemos comido en la Vega y el vino blanco que hemos bebido, porque, además, afuera llueve mucho.

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Capítulo 9

ASESINATOS EN EL PUEBLO EL SALTO

12 de febrero de 1817 –Voy a continuar abreviando muchos pasajes hasta llegar a lo que precipita el aniquilamiento del bandido Carrera, como está siendo tildada su conducta en la lectura de los papeles de Jorge. –De inmediato al desembarco en el Plata, Carrera tuvo una entrevista con el jefe de la masonería argentina Juan Martín de Pueyrredón, que además, era Director Supremo al mando del país. Lo recibió amable y dispuesto, pero José Miguel advirtió que, con falsa amabilidad, le tenía preparado un mal ambiente que él. Para su sorpresa, no lo esperaba de un hermano masón. A consecuencia de la victoria de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, y a las intrigas de Pueyrredón, Carrera fue despojado de su escuadrilla y encerrado en un calabozo la misma noche de ese día. San Martín, acabado de regresar de Chile, lo visita en su prisión y se adhiere a iniciar una amistad irónica que el patriota chileno tomó como una burla. A los pocos días de esta entrevista Carrera se fuga hacia Montevideo. Fusilamiento de los hermanos Carrera Luis y Juan José Carrera, que hacia cinco meses estaban presos en Mendoza, son notificados para que nombren un apoderado en la causa que se le sigue en Chile. Ambos hermanos, el 25 de febrero de ese año, habiendo intentado una sublevación son sorprendidos este día por el gobernador Luzuriaga. El 4 de marzo Carrera publica en Montevideo su Manifiesto a los pueblos de Chile. Se sabe, el 29 del mismo mes, el desastre de Cancha Rayada. El 8 de abril, Luis y Juan José Carrera son fusilados en Mendoza, tres horas después de conocerse en aquella ciudad la

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noticia de la victoria de Maipú. El 23, el oficial Kennedy anuncia a Carrera el suplicio de sus hermanos. Asesinato de Manuel Rodríguez El 26 de mayo, Manuel Rodríguez, es asesinado por orden de la logia masónica argentina-chilena, en una quebrada de Tiltil. Carrera publica en Montevideo la primera biografía del prócer su compañero desde la infancia, donde destaca su fidelidad y el sacrificio que realizó por su patria. El 24 de junio, Carrera, publica su opúsculo titulado Aviso a los pueblos de Chile. El 6 de noviembre, el Senado de Chile, declara la patria en peligro, en consecuencia de las conjuraciones que tramaba en su defensa el partido formado por la familia y amigos. Al comienzo de 1820, Carrera entra de lleno en medio de la anarquía argentina, en continuas luchas entre sí, por el federalismo o el ejercicio político unitario que encarnecía, brutalmente feroces luchas en las provincias tanto del norte como del oeste. Hasta que en febrero se firma el Tratado de Pilar en presencia de las fuerza chilenas de Carrera, que tiene gran relevancia en todos estos cruentos aconteceres en territorio argentino, lo que, por su intervención, le suscita enconos por ser considerado extranjero y un intruso habiendo sido acogido como exiliado en la Argentina, sin derecho a intervenir en asuntos del país. En julio del mismo año su amigo Carlos María de Alvear es elegido gobernador de Buenos Aires, pero el 5 del mismo, el coronel Dorrego lo depone y es nombrado gobernador de Buenos Aires por el Cabildo y se pone frente a la resistencia organizada por Alvear y Carrera. Diversos acontecimientos lo llevan, después que es depuesto Alvear, en plena campaña de la anarquía argentina, a integrar las fuerzas de López que junto a sus tropas, el 12 de septiembre derrotan completamente a Dorrego. El 25 de ese mes es elegido gobernador de Buenos Aires el general Martín Rodríguez, enconado enemigo de Carrera, quien mantiene, por ese entonces, una estrecha amistad con Ramírez. El 24 se firma un tratado de paz entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires y, por una clausula secreta, a Carrera, por traición al unirse a la masonería norteamericana, lo incitan a deponer sus

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fuerzas y debía ser entregado con sus tropas al gobierno de Buenos Aires. El 26, Carrera se fuga al desierto acompañado de 140 hombres, sirviéndole de guías una diputación de indios pampeanos que habían venido a su campamento a ofrecerle su amistad y ayuda. El 3 de diciembre de 1820, Carrera que se había unido a los indios ranqueles y araucanos, ataca en este día, el Fuerte El Salto que es destruido, junto al pueblo, a sangre y fuego. Diciembre de 1820. Un malón destruyó el Salto. Documento oficial –Este es el documento que nos mostró el doctor Astorquiza, cuando fuimos a El Salto, a ese asado y que Jorge debió cantar puras chacareras y guardarse las canciones elogiosas a Carrera que compuso, con tanto afán y veneración, al Prócer del país donde nació. A este documento no se le ha cambiado una sílaba desde que fue escrito y así es, como en nuestros tiempos, se difunde. Aun en estos días se siguen escribiendo ensayos históricos, hasta novelas con el relato de esa tragedia. La razón, entre otras, es que muchas mujeres fueron recuperadas por los militares argentinos cuando siguieron haciéndole la guerra a los indios en la pampa abierta, y esas mujeres volvían con hijos de los indios, de los que ninguna de ellas se separó jamás. Y, por supuesto, en los libros de historia argentina se sigue enseñando la mortandad de El Salto, como referencia a una de las tragedias más dramáticas de la conquista del desierto, que culminó con el odio y el exterminio de los indígenas, o el empujarlos, dramáticamente a reducciones que aun existen en la zona este sur de Buenos Aires hacia el Atlántico. El doctor Astorquiza, oriundo de ese lugar, nos contó muchos dramas anexos –decía casi con furia Leonel–, nos mostró lugares, fotos y dibujos del sitio donde estaba originalmente el Fuerte y el pueblo, hasta la iglesia que fue posteriormente destruida para borrar en parte, el recuerdo de esos crueles asesinatos, además, del sacrilegio infligido a los santos cupones que los indios se robaron y de las hostias que, mezcladas con aguardiente, se las comían, golosamente, estando bendecidas. Pero me limitaré a la narración

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oficial que el Gobernador Martín Rodríguez lanza como una terrible proclama contra Carrera, por este suceso, y se inicia su persecución invocando a todas las fuerzas argentinas de la zona para su apresamiento o aniquilación. Proclama del Gobernador argentino Martín Rodríguez

–Ese día aciago para el pueblo El Salto, una horna de indios al mando del cacique Yanketruz, acompañado por las fuerza militares comandadas por el General José Miguel Carrera, prácticamente lo destruyen, matando, cautivando niños y mujeres y cometiendo las más terribles atrocidades. Leamos el comunicado del entonces Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires, el Brigadier General D. Martín Rodríguez.

“CIUDADANOS, que amáis con sinceridad a vuestra patria; habitantes todos de esta provincia que tenéis sentimientos de humanidad; preparaos a escuchar con indignación y asombro la noticia, que acabo de recibir por comunicación oficial del 2 de la corriente, y es como sigue”: Parte del Jefe interino de la sección del centro de campaña “El comandante del fuerte de Areco D. Hipólito Delgado en oficio datado hoy me dice lo que sigue. Acaban de llegar a este punto el cura del Salto D. Manuel Cabral, D. Blas Represo, D. Andrés Macaruci, D. Diego Barruti, D. Pedro Canoso, y otros varios, que imponderable de cuanto han presenciado en la escena horrorosa de la entrada de los indios al Salto, cuyo caudillo es D. José Miguel Carrera, y varios oficiales chilenos con alguna gente, y con los cuales han hablado todos estos vecinos que en la torre se han escapado. Se han llevado sobre trescientas almas de mujeres y criaturas. Sacándolas de la iglesia, robando todos los vasos sagrado, sin respetar el copón con las formas consagradas, ni dejarles como pitar un cigarro en todo el pueblo, incendiando casas, y luego se retiraron tomando el camino de la guardia de Rojas; pero ya se dice que anoche han vuelto a entrar a el Salto… Es cuanto tengo que informar a V. S. previniéndole que dicen, que es tanta la hacienda que llevan, que todos ellos no son capaces de arriarlas... Dios guarde a V. S muchos años. Guardia de Lujan 2 de diciembre de 1820. Manuel Correa. D. Sr. Inspector Brigadier general don José Rondeau”..

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“He aquí, mis compatriotas, los últimos y extremosos sucesos, que acaba de cometer el horrible monstruo, que abortó América para su desgracia. No necesito exagerarlos para irritar todo el furor de vuestra cólera contra ese funesto parricida, que no ha pisado un palmo de tierra, donde no haya dejado espantosos vestigios de sus crímenes; crímenes atroces han costado las lágrimas, la sangre, y la desolación de la patria. José Miguel Carrera, ese hombre depravado, ese genio del mal, esa furia bostezada por el infierno mismo en el autor de tamaños desastres. Ese traidor, que entregó a su patria en manos del cobarde Osorio, abandonando la defensa del heroico Chile, por atender su venganza; que, después de haber saqueado los caudales públicos y particulares de aquel estado, emigró a nuestro territorio en busca de asilo, que nos ha sido tan ominoso, que introdujo la discordia en nuestras provincias; que tentó conspiraciones; que encendió la guerra civil con toda clases de maldades, intrigas y perfidias; que profanó nuestras leyes; que transformó nuestro gobierno; que invadió nuestras campañas; que insultó con atrevimiento a nuestro pueblo; ese mismo facineroso es el que huyendo del solo nombre de la dichosa paz, que no puede sufrir su alma reprobada, ha elegido en su rabioso despecho la venganza de las fieras. Bárbaro, cien veces bárbaro y felino, que los salvajes errantes del Sud, a quienes se ha asociado, acaba de invadir el pacífico pueblo del Salto en la forma inhumana y sacrílega, que habéis oído; y tengo por otros conductos noticias fidedignas, que hizo romper a punta de hacha las puertas de la iglesia, adonde se habían refugiado las familias indefensas, haciéndolas arrancar con manos de esos caribes del pie de los altares, sin que le valiesen su lágrimas, y sus ruegos. Centenares de matronas honradas, de tímidas doncellas, de tiernos inocentes niños, de ancianos achacosos han sido víctimas, o presas de ese hotentote desnaturalizado, de ese monstruo más rabioso, y feroz, que los que alimentan los espesos bosques de la Hircania. ¡Oh! ¡qué pasiones encontradas, y tan violentas devoran mi alma en este momento! ¡El horror, la compasión, la ira, la venganza misma, mis obligaciones,… Yo marcho, compatriotas, en busca de ese portento de iniquidad. Jefes, oficiales y soldados, ayudadme: habitantes de la campaña afligida, yo parto a socorreros; auxiliadme! Honorable representación de esta heroica, pero desgraciada provincia, permitidme desatender unos deberes, por cumplir otros más urgentes. Yo juro al Dios, que adoro, perseguir a ese tigre, y vengar a la religión que ha profanado, a la patria que ha ofendido, a la naturaleza que ha ultrajado con sus crímenes. El cielo me conceda volver trayendo a mis conciudadanos el reposo, y la seguridad. Buenos Aires. Diciembre 4 de 1820”.

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Recuerdos del doctor Astorquiza –Recuerdo –añadió Leonel–, con qué furor contenido nos leyó el doctor Astorquiza este documento, tanto que ese día, no quisimos decirle que Jorge era chileno y se sentía un admirador de Carrera. Más, que le había compuesto un musical laudatorio con doce canciones sobre su vida en Chile y Argentina, obra en la que intervino el poeta chileno que hoy es Premio Nobel. El doctor Astorquiza nos mataba si lo hubiéramos comentado sobre estas canciones. –Todos sabemos –contestó Máximo–, que los argentinos somos diferentes a los chilenos. Somos, como la mayoría en Buenos Aires, descendientes de europeos, bueno también del Medio Oriente como yo, un sirio libanes. Nosotros tres somos nietos de hombres de otro continente, y los chilenos la mayoría son mestizos de indios, llenos de complejos en complicidad con esa genealogía sefardí-mapuche, que les pesa pero que la mayoría en el pueblo bajo la ignora y los de arriba la ocultan. Desde la misma escuela cuando nos contaban estas historias pensábamos en Chile y su gente, sin creer que todos pudieran ser igual de bárbaros y aniquiladores como Carrera. Nos convencimos que no. Que los chilenos son gente más pacífica que nosotros y que aman a los argentinos. Les gusta el tango y nuestro folklore; adoran a Gardel; y nuestros fútbol es apreciado en grado sumo; contratan a nuestras mujeres para sus cabaret y algunos, hasta se casan con ellas, como ese negro Piñera, y ese futbolista Zambrano, para cumplir, con la eugenesia, la vanidad de tener una mujer bella y envidiable. Y por otros apetitos físicos. Sin duda. Respeten o no nuestra historia, el pueblo chileno admira a los argentinos. Chile es un pueblo abierto y hospitalario; el pueblo pueblo se siente hermano de nosotros; en cambio, la elite chilena, esa aristocracia, al compararse con la nuestra se siente disminuida, acomplejada, paranoica, como si los hubiéramos estado siempre persiguiendo para demostrar quien es más y quien es menos. Tiene mucho que ver, desde la etapa de la independencia la masonería argentina, que siempre estuvo dando órdenes, sobre la chilena, y los grandes maestros eran San Martín, Zapiola,

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Pueyrredón, Alvear, Rodríguez, pero ningún chileno se destacaba, salvo O´Higgins que era un segundón de San Martín. A nosotros se nos enseña, y se deja a un lado a Bolívar, que el Libertador de América es San Martín, pues liberó cinco países en forma efectiva y total: Argentina, Chile, Uruguay, El Alto Perú que sería Bolivia, y Perú propiamente tal. Chile, en nuestra cultura histórica, figura solo como participante en la independencia. ¿Es así como ocurrió? ¿Piensan los chilenos qué ellos liberaron su país, y no los soldados argentinos que cruzando la cordillera liberaron su tierra? ¿Qué por llevar por su territorio la independencia a Lima fueron ellos los libertadores de los peruanos? Al final ¿cómo se escribe la historia es cómo nos expresamos? Porque yo, personalmente, no intento quitarle méritos a nadie, tengo que dedicarme a esclarecer mis conocimientos, a la edad que cargo, ya no es mi tarea esencial. Son cosas de la historia, las relaciones entre pueblos las gesta el pueblo y la aristocracia las divide para ejercer secretos que oculten sus, no siempre, claras intenciones de poder, además, escriben la historia que les da la gana. Las manos abiertas son del pueblo y el corazón se lo entregan, gauchos y huasos, con estrecho acento en la misma guitarra con un canto impregnado de la embriaguez y el sabor del mismo vino. Estando fresco el recuerdo que nos ha reunido de estos hechos históricos, donde está en el centro José Miguel Carrera, es que ha dado lugar a la literatura argentina; el enfrentamiento del invasor y los pueblos aborígenes y de ahí a crear un estilo de narrativa indígena: tenemos “La Cautiva”, de Echeverría como libro de cabecera en la escuela primaria. Hasta Jorge Luis Borges se preocupó de indios e indias en varios de sus cuentos. “Santos Vega”; el propio “Martín Fierro” de Hernández, son capítulos capitales de nuestra literatura que comenzó y continuó con ese fatídico episodio de El Salto, donde por caridad hacia los buenos chilenos, los del pueblo, los que nos quieren, no la aristocracia que nos odia, nuestros escritores no difaman nunca a Chile y a su gente. Al contrario, es por Carrera de que existe la preocupación –que no olviden las generaciones futuras–, por su arriesgada actuación en nuestro país.

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Al pueblo chileno, y a su historia, tan ligada a la nuestra, se le quiere y admira por muchas cualidades, entre ellas su belleza, el vino, los poetas y las bellas mujeres que Chile tiene en abundancia. Bipolaridad y narcisismo de José Miguel Carrera –Yo entiendo –dijo Leonel tomando la palabra con decisión y énfasis pareciendo que no aguantaba más estas lecturas–, que aquí en estos hechos se prueba el trastorno de bipolaridad y narcisismo en la disfunción emocional de Carrera, que caracterizó su vida, por donde quiera que anduvo y en lo que realizó, por variaciones de sus estados de ánimo que pasaban de un extremo al otro, entre una felicidad exaltada y la depresión profunda. Como afirman muchos, por su falta de conocimientos en la etapa escolar de comprensión hasta de lectura; de sentido político; de cultura y de ubicación social, no entendió lo que pasaba a su alrededor. Nunca comprendió la marcha política y el futuro de la Argentina. Sin validar la fuerza de la masonería, lo hemos dicho antes, trató de separar a los masones de argentina de los masones de Chile, entregando su país a los norteamericanos, sabiendo que argentina estaba alineada con los ingleses. No fue un descaro, una traición premeditada, sino una falta de visión continental, se dejó llevar por la amistad, si se quiere por razones éticas de la ideología de su amigo Poinsett, que lo mentalizó incluso en creer en su destino mesiánico, de ser el proveedor de la única y verdadera independencia, en tiempos en que nadie pensaba en ella, además, de tantos valores patrios, que por imitación a Poinsett que lo mentalizó, impuso a Chile la bandera, el escudo, la escarapela y hasta una copia de la Constitución de los Estados Unidos. Pero sí les faltó un Himno patrio. ¿Pensarían que nadie más existía con esas mismas ideas? Teorías que estaban ya en libros venidos de Europa. De las gestiones de Libertad, Igualdad y Fraternidad de la Revolución Francesa, cuyas ideas ya estaban implantadas en todas las mentes de los prohombres de América. La masonería había incubado en el ideario de los americanos del sur todas los conocimientos de cómo deberían lograr su independencia.

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Ni el primero, ni el único, ni el más sabio –Carrera no fue ni el primero ni el único ni el más sabio, pero por creerse providencial, se convirtió en un narciso alborotador, –le ofrecieron otros deberes y otro destino como diplomático en los EE.UU, y por no aceptar no entendió la buena voluntad de hermano masón–, si hubiera aceptado, no hubiera hecho daño a la causa libertadora, ni el daño que se hizo a sí mismo, labrándose un triste destino final a donde empujó a toda su familia. ¿Sería en el Colegio Carolino? ¿O con anterioridad, en su infancia? ¿En su hogar? ¿Por la fría educación de su madre y las directrices dictatoriales de su hermana Javiera que lo destinaba a ser otro Napoleón? ¿Ahí fue donde se incubó el narcicismo? ¿Y se le despertó el síndrome bipolar? “En nuestra época tan democrática, o mejor, tan plebeya, la educación y la cultura deben ser, sobre todo, el arte de engañar sobre el origen, sobre el atavismo plebeyo en el alma y el cuerpo”, dijo Nietzsche, con toda propiedad en nuestros días. El sistema educativo que no responde a las necesidades de un niño, que crece en una organización forzada, como la cristiana, además dogmática, termina reprimiendo el estado creativo personal del funcionar del infante. En estas condiciones, la escuela es formadora de bipolaridad: difícil atención en el aprendizaje; dislexia y otros gestos. Algunos jóvenes bipolares, de poca constancia y visión futura, terminan abandonando la escuela, como pasó con José Miguel, que no completó ni el curso básico en el Colegio Carolino, como apunta Vicuña Mackenna. Así, entre otros indicios como conductas anormales, torcidas y mal encausadas. Todo apoyado por el narcisismo como trastorno mental en tal alta valorización de su persona, que le impidió tomar conciencia de las cosas que hacía. Por ello, a mi entender, tantos fracasos en su vida. CANTO A JOSÉ MIGUEL CARRERA –Ahora, a la distancia me parece una ignorancia y un inoportuno e infantil trabajo, de parte de Jorge, haber compuesto ese musical “Canto a José Miguel Carrera”, y que nos encomendara esta tarea de reordenar sus conocimientos sobre el mismo personaje.

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La obra musical que creó y, que con tanto entusiasmo trataba de divulgar, fue una desinformada inconciencia. Lo mismo esos elogios dramatizados en poemas de Pablo Neruda, aunque sin duda, son bellos, poema y canción, ambos por sí mismo dignos de elogios, pero dentro del desorden de la vida de Carrera terminan siendo algo patético, e hipócritas verso y canto. –¡Ahora están contra Jorge estos amigos argentinos! –grito Mario–, Vamos mal. Así terminaremos sin hacer una evaluación positiva de este trabajo de recopilación. No crees Cristian. ¡Capaz hasta que nos peleemos! –El canto a Carrera tiene sus méritos Leonel. No es para menoscabarlo. –Sí, sí. Sin duda que los tiene, pero dentro del contexto histórico; en la verdad histórica es un aporte que lleva a la fantasía y crea errores de conocimientos alejados de la verdad. Ahora, para mí no vale nada, pese a que tanto lo aplaudimos en su momento, porque desconocíamos la verdadera vida de José Miguel Carrera, sus crimenes y sus robos y, como narciso, su extremada arrogancia, y su intromisión en nuestro país. Jorge aprendió tarde esto que parece una injuria a nuestros amigo. No lo es, por cierto, porque la verdad está antes que la fantasía. –No todo fue así como lo cuentan ustedes, créeme querido Leonel, –decía Mario buscando la ayuda del psicólogo del grupo. –Carrera le cuenta en una carta a Merceditas su mujer, estos mismos acontecimientos de la mortandad de El Salto, de otra forma, con otro cariz, el mismo que Jorge consideró al escribir su obra musical. Carta de José Miguel Carrera a su esposa “Ayer a la 12 de la mañana llegué al campo de los indios, compuesto como de dos mil, enteramente resueltos a avanzar a los guardias de Buenos Aires, para saquearlas, para quemarlas, tomar familias y arrear las haciendas. En mi situación no puedo prescindir de acompañarlos al Salto, que será atacado mañana al amanecer. De allí volveremos para seguir a los Toldos, en donde estableceré mi cuartel para dirigir mis operaciones como convenga.

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El paso de mañana me consterna y más que todo, que se sepa que yo voy, pero atribúyase, por los imparciales, a la cruel persecución del infernal complot”. (Anochecer del 2 de diciembre). –Perdón, queridos chilenos míos, –se extendió Leonel como lastimado–, entre los conjurados, Carrera y los indios, en esos primeros días de diciembre, con anticipación a los crímenes de El Salto, tienen que haber comentado cómo y qué harían el día del ataque. En este escrito del 2 de diciembre, Carrera se adelanta a lo que pretenden hacer. Y cuando dice “…pero atribúyase, por los imparciales, a la cruel persecución del infernal complot”… Aquí, entiendan bien, en esta frase, hay una decisión de venganza por un complot hacia él. Es decir, a mi entender, Carrera estaba dispuesto a secundar a los indios para ejercer una venganza contra sus enemigos, que resultaron ser argentinos inocentes, y no esas autoridades malignas, sí, malignas, que lo perseguían. En definitiva se estaban persiguiendo masones contra masones, cosa muy común en la historia de todas las cofradías de los grupos secretos, porque nadie es perfecto en este mundo. Pero de ahí a sacrificar almas inocentes ¡No señor! ¡No y no! Para mí y los argentinos, sin pensar en otra cosa, fue un acto premeditado de Carrera, si hasta en el principio de esta nota, que tanto se ha divulgado para exculparlo, dice: “dos mil, enteramente resueltos a avanzar, para quemarlas, tomar familias y arrear las haciendas”. ¿Cómo sabía de estas haciendas? ¿Cómo sabía de antemano si no se hubieran puesto de acuerdo en lo que harían al día siguiente? Hay otro escrito, muy compungido, de un alma bipolar arrepentida de los daños que causaron sus sueños de retorno a su patria, cuando le escribe a su esposa, después de los repudiables actos de barbarie: “Ayer mi Mercedes, tomé el Salto, sin querer: mi objeto esa sacar ganado y el de los indios saquear e incendiar el pueblo. Avanzamos y mandé la primera compañía, con orden de tirar al aire y huir de las primeras calles como aterrados, para que los indios desistiesen de su empresa. Así se habría logrado, pero los soldados, animados por el pillaje, se apoderaron de la plaza con intrepidez, y los indios, contra sus promesas, hicieron tolderías en la iglesia, en las casas y en las familias.

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Me vi obligado a contenerlos en parte y aun estuve resuelto a batirlos si no cedían. Por la fuerza, por el robo y por intrigas, les quité casi todas las prisioneras y las volví con una escolta. He comprado por veinte vacas, la hija de un honrado poblador y al instante la mandé y una chica muy bonita, como Javierita, con quien dormí anoche porque estaba desnuda al frío”. (Era pleno verano. En esos espacios pampeanos el calor no baja de 30 grados). –Este escrito, yo creo, que no lo dicto él, debe de haber sido escrito con posterioridad por otra persona, por un publicista, no por él, cuando se edificó el entramado de justificación y glorificación a sus cualidades y martirio. Porque no encaja en ningún razonamiento y no soporta un análisis profundo. Qué difícil prueba, el intento de hacer de este escrito, algo comprensible. Dice “sin querer” pero advierte que tenía un propósito ya elaborado y era de hacerse con la hacienda de vacas, caballos y burros, ¿qué sabían, él y los indios, que había en ese pueblo? ¿Qué cantidad de mujeres les habrá quitado a los indios, si el parte oficial dice de 300 mujeres y niños en cantidad y calidad de cautiverio? –Además, no se comprende, como tenía ya antes, o durante la refriega, 20 vacas para entregarlas a cambio de rescatar a una de las secuestradas: el mismo acto de buscar esas vacas y entregarlas en, tiempo y espacio, en medio de la refriega. Da que pensar. ¿No creen? –Y eso de dormir con una niña que debía ser un bebe, que ya estaba huérfana y desvalida. Esto indica, no creo que sea falso, su inmediato arrepentimiento de la culpabilidad de su formal bipolaridad; el acto alcanza a explicar los síntomas de las propuestas yuxtapuestas que se chocan; se corroen de inmediato, y se toma la otra decisión, en esta caso de ayuda y socorrer a las desvalidas. Esta bipolaridad traiciona, es una estigmatización en ciertos momentos involuntaria, un cruce de factores biológicos que viene, por disfunción emocional, como una fatal carga genética. Difícil es exculparlo cuando, por esos páramos, Carrera sigue su marcha desenfrenada. No se detiene se cuenta, de correrías de sangre y lujuria por Córdova y, en La Rioja la inocencia suya de querer asociarse con un loco asesino, más sanguinario que él, el depravado y cruel Facundo Quiroga, que al recibir la propuesta lo despreció, acusando que Carrera no estaba en su patria y que dañaba

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su reputación donde nadie lo quería. San Luis, San Juan, fueron, también, escenario de su paso destructivo. Domingo Faustino Sarmiento, que fue presidente de Argentina, y que estuvo como asilado en Chile, narra, siendo él un niño, su entrada a San Juan con pormenores todos creíbles. Aunque muchos cuentan, que deseaba solo el intento desesperado de pasar a Chile y, que sin hacer daño a nadie, seguía conquistándose, con su simpatía, a los pueblos donde entraba y beneficiaba a sus prisioneros, como a Manuel Pueyrredón que terminó, por su don de gente, como amigo ayudando y secundándolo, incluso, en los términos de su marcha hasta llegar a ese triste final en Punta de Médanos. 31 de agosto de 1820, Punta de Médanos –El 17 de julio, Carrera ocupa por segunda vez San Luis, después de haber derrotado en la sangrienta acción de Río Cuarto a las divisiones unidas de Mendoza, San Juan y San Luis. Con fecha 26, Carrera dirige un clamor a las autoridades de la provincia de Cuyo desde San Luis, en una elocuente protesta contra la guerra que se les hacía en su tránsito a Chile. En esos días se combina en San Juan el plan de atacarlo simultáneamente con todas las fuerzas de la provincia de Cuyo en su campamento de San Luis. Sus proyectos y única intención, como escribe Vicuña Mackenna, era pasar a Chile por los boquetes del norte. En consecuencia se pone en marcha el 21 de agosto, desde San Luis por la travesía que media, entre lo que era entonces, una aldea y San Juan. El 29, de noche las divisiones de Carrera y de San Juan se aprestan para el combate. Busca con sus tropas reponer sus fuerzas y proveerse caballos frescos en los potreros de Guanacache. –Ese 31 de agosto es el comienzo del final definitivo. La división de Carrera es derrotada este día por 700 mendocinos en Punta de Médanos. Fue capturado por un grupo de chilenos, de su misma fuerza, que lo traicionaron con la ambición de recibir la recompensa que O´Higgins, desde Chile, siempre a la expectativa de las campañas de Carrera, prometía a quien lo entregara vivo o muerto a las autoridades de Mendoza.

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–El 1 de septiembre, la noche de este día, entra Carrera a Mendoza prisionero. El día 2, el gobernador de Mendoza Godoy Cruz, manda juzgar sumariamente al anciano coronel Álvarez, a Diego Benavente y a José Miguel Carrera, los tres reos, en el término de 24 horas.

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Capítulo 10

MUERO POR LA LIBERTAD DE MI PATRIA

La cuatro de Septiembre. Zamba

¡Se va la primera!.

Pare la música…

Que se están desbordando los ríos y se despedaza la cordillera. Y tú chileno, que vives tembloroso en este tiempo, detén tus pasos y escucha: ¡qué lo están matando!

La luna de Mendoza está alumbrando / el tierno rostro de José Miguel, /

que le escribe a su bien amada / que nunca más la volverá a ver. / Prisionero de una ambición de gloria / que Chile sufre aun sin comprender.

Un verso cristalino es su fulgor / razón y fuerza de nuestra libertad. / Sereno la alborada espera / pensando que en su vida otra no habrá. /

Su muerte fue un triste martirio / al que Chile nunca se ha de resignar.

¡Ay! José Miguel, mi zamba quisiera sufrir el dolor que tu padecieras,

La sangre que fue derramada cantando volverá a florecer. Zambita llamada Carrera

que el chileno cantor ha de llorar.

¡Segundita!.

Adiós, querido José Miguel / a Chile le retumba el corazón, / tu nombre en un altar de gloria / por siempre ha de vivir con sacro honor. /

Tu muerte un holocausto injusto / que Chile nunca lo podrá olvidar. Pueyrredón: fusilamiento de Carrera

“Después del combate de Punta de Médanos, Carrera había reorganizado sus fuerza sobrevivientes, unos 150 hombres y, con su columna en marcha, en perfecto orden, proseguía su retirada”.

–Nada hacía presumir que esa tranquilidad pudiera ser interrumpida como leemos en el comentario que en sus memorias

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hace el argentino Capitán Pueyrredón, que era prisionero de los chilenos. Carrera le pidió que lo abandonara pero el militar argentino le contestó:

“Ya es tarde señor. Antes tal vez lo hubiera hecho, pero hoy no; no abandonaré al general desgraciado cualquiera que sea su suerte, participaré de ella, a lo menos, mientras haya peligro”.

–Oída esta respuesta de Manuel Pueyrredón, dice éste que Carrera empezó a hablarle en francés, (según el libro de Vicuña Mackenna) para que no entendiesen los que lo rodeaban y le dijo:

“tengo noticias que en Jacolí, que está en este camino a 12 leguas de Mendoza, hay como 400 caballos, guardados por una partida que sorprenderemos o derrotemos. Puesto en la pampa, seguiremos por el desierto hasta Rosario; allí nos embarcaremos para Montevideo para después seguir a los Estados Unidos, donde aun podemos ser felices, porque tengo buenos amigos”.

–Sin duda Carrera soñaba, con los EE.UU, intuyendo el eminente desenlace que vendría –dijo Leonel con voz acongojada pero con furia–, yo creo que era, en su última hora tan desubicado de la realidad; tan horriblemente desgraciado y solo, que necesitaba olvidarse de su humanidad para no sentirse perdido y soñar con una nueva vida junto a su esposa y sus tiernos hijos. “Como a la una de la mañana, la columna fue sorprendida por las voces de ¡alto!”, cuenta Benavente, que el no presenció el momento en que fue apresado Carrera; pero, en cambio, narra lo que el mismo general le contó al siguiente día:

“Carrera luego que notó el movimiento, pensó que alguna partida enemiga se hubiera aproximado, y para salvarse y dar valor a la tropa, echó mano al sable y preguntó: “¿A dónde están los chilenos?”; que se vio rodeado de hombres que le contestaron: “Aquí estamos, traiga usted su sable y pistolas, que usted está preso” y le obligaron a bajarse del caballo. Carrera apostrofó al chileno cabecilla de la revuelta, Manuel Arias, diciéndole: “¡Cállese usted hombre miserable…! ¡Traidor fue usted a sus paisanos, ¡qué extraño que sea a mí? Acuérdese usted, hombre infame, que lo he sacado de la cárcel”.

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–Una vez que amarraron a Carrera y sus oficiales leales, los amotinados emprendieron, con ellos, la marcha hacia Jacolí. En su libro Pueyrredón comenta:

“jamás he visto un hombre caído de su alta posición a lo más profundo de la desgracia. El ejemplo de perfidia, de ingratitud y de cobardía que tenía a la vista, me hizo aborrecer a la especie humana”. Agrega que él trataba de consolar a Carrera, aunque “sabía que nada podía esperar del hombre (Godoy Cruz) que había dado la orden al General Morón de fusilar a todos los prisioneros; de aquel hombre pusilánime, vengativo, hipócrita, que iba todos los días al templo a oír misa y comulgar, volvía a su casa para firmar sentencias de muerte”. Carrera le agradeció sus palabras de consuelo, y le agregó: “Mi muerte hace tiempo que está decretada. Godoy pertenece a la Logia que la decretó, y aunque en su mayor parte no existe, quedan Godoy Cruz y O´Higgins que están de manos dadas (alusión a la cadena de unión de los masones). Mis enemigos son implacables: hicieron perecer a mis hermanos, y ¿cree usted que me han de dejar con vida a mí? ¡Ojalá fuese este el último sacrificio! Por lo que hace a la muerte, yo no le temo; he pensado mucho en ella, estoy completamente familiarizado con esta idea. Como yo sabía lo que me esperaba, me he preparado a este trance. Además, ¿qué es la muerte? ¡Estoy persuadido que es una sombra que pasa!”

–La noticia de la prisión de Carrera fue recibida con indescriptible alborozo en Mendoza, ya que con ello se ponía término al angustioso pánico en que habían vivido en los últimos tiempos, debido, principalmente, a la enorme propaganda alarmista de las autoridades encaminada a contrarrestar las influencias de muchos partidarios de Carrera que allí en Mendoza existían. Entrada a Mendoza –Han afirmado algunos historiadores que, para impedir que Carrera fuera vejado por el populacho, se dispuso que su entrada a Mendoza se verificara en la noche, pero hay constancia que el Prócer fue vejado y ultrajado en aquella ocasión. Carrera le contó a Benavente que esa misma noche, en la Quinta Segura, fue despojado de su caballo y el dinero –ya le habían robados sus armas–, y fuertemente amarrado y entregado al oficial

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y, que al ingresar a la cárcel, también lo insultó un señor Conil. Anota, además, Benavente, los ultrajes recibidos por él. Carrera fue conducido a la casa-habitación de Godoy Cruz, donde estaba reunido con numerosos personajes. Éste lo recibió y le dijo: “Ya ve usted, que lo recibo con acompañamiento, como a un hombre grande”. Ante esta mofa, Carrera le contestó con dignidad: “Señor gobernador, nada tengo de grande”. Pero es un hombre célebre contestó Godoy Cruz: “Pues como un hombre célebre”. ante la impertinencia de la burla, Carrera, con la mayor tranquilidad, apeló a esa arma poderoso de los espíritus superiores, la ironía, y contestó: “Tampoco, señor, solo si soy célebre por mis crímenes”. De esa reunión contó el coronel Pueyrredón en sus “Memorias”, que “en la sala del Gobernador, un hombre que se llamaba decente, le quitó el poncho blanco que llevaba Carrera, en donde, además, se cometió la infamia de escupirle y tirarle de las barbas y arrancarle un mechón de pelo”. Dictamen “En cumplimiento a lo resuelto en la reunión de notables de la noche del 1 de septiembre se decretó lo siguiente:

“Señor Coronel Comandante General de Armas, don Pedro Regalado de la Plaza: Debiendo ser juzgados los reos Brigadier don José Miguel Carrera y los coroneles don José María Benavente y don Felipe Álvarez, de los crímenes de lesa patria, cometidos a la faz de todos los pueblos de la Unión, su notoriedad excusa de formar un cuerpo de Proceso, cual indica la ordenanza en delitos comunes, procederá V. S. a nombrar un Consejo de Guerra de Oficiales Generales, que en la acusación fiscal y defensa de aquellos, procedan en el término de veinticuatro horas a sentenciar conforme a Probanzas dictando las penas a que se han hecho acreedores por sus horrorosos crímenes. Mendoza, septiembre 2 de 1820. Godoy Cruz”.

Muchas fueran las imputaciones hechas a Carrera, entre ellas el deseo de entregar las provincias argentinas a la dominación portuguesa. Y el fallo final fue de parte del Fiscal:

“En este concepto, fallo por la Patria a que sean fusilados, y mutilados sus miembros, que sean distribuidos en los puntos principales en que se han hecho memoria, para su ignominia y escarmiento”.

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Carrera respondió:

“¡Todo eso es falso; yo no he cometido crímenes; que respondan por mí San Martín y O´Higgins, ellos son los únicos criminales que deberían estar en este lugar”.

Sótano de Mendoza, septiembre 4 de 1820 “Mi adorada pero muy desgraciada Mercedes: Un accidente inesperado y un conjunto de desgracias circunstanciales, me han traído a esta situación triste. Ten resignación para escuchar que moriré hoy a las 11. Sí, mi querida, moriré con el solo pesar de dejarte abandonada con nuestros tiernos cinco hijos en un país extraño, sin amigos, sin relaciones, sin recursos. Más puede la providencia que los hombres”. –En esta carta advertimos, seguía diciendo Máximo Adano, 12 faltas de ortografía. ¿Por el apresuramiento? ¿Por el dolor incontenible de pesar e impotencia del que sería ajusticiado? O la falta, desde niño, de preparación literaria y gramatical de quien no terminó sus estudios primarios, como se sabe de Carrera, que fue expulsado a temprana edad del Colegio Carolino. Además la letra, en casi su totalidad, no responde a la forma gráfica de la época, salvo algunas letras, la mayoría no son identificables al estilo paleográfico de los documentos chilenos, tampoco al estilo del diario Militar de Carrera, que no fue escrito por él, como indica Barros Arana, sino por Nicolás Herrera. Basta mi afirmación para comparar un trabajo de José Ricardo Morales “ESTILO Y PALEOGRAFÍA DE LOS DOCUMENTOS CHILENOS”, siglos XVI y XVII, de la Dirección de Biblioteca, Archivos y Museos de Chile, segunda edición de 1994. Pese a todo, este escrito a último momento, conmovedor y trágico, pareciera que fue realizado por alguien ajeno a Carrera, por los publicistas que crearon argumentos de alabanzas y prestigio a su alrededor que son las que se han difundido. –El relato de don Eulogio Rojas Mery, cada vez se vuelve más conmovedor. Da referencia, que el coronel Olazábal que había intercedido por Benavides, ahora prometía a Carrera hacerlo por él. Pero no obtuvo nada positivo. Godoy Cruz era inflexible, pues ya todo estaba de antemano calculado y el decreto de muerte, con descuartizamiento de Carrera era una promesa a O´Higgins y San

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Martín y a la masonería que los sustentaba, con la fórmula de cumplir con el rito a los traidores que imponía la masonería, que ya habían dictado sus enemigos, de lo cual Carrera tenía plena información. Carrera no pudo terminar su última carta porque el negro

Barcala le quitó el tintero, pero alcanzó a escribir:

“Miro con indiferencia la muerte. Solo las idea de separarme para siempre de mi adorada Mercedes y tiernos hijos, desplaza mi corazón. ¡Adiós” ¡Adiós!”

Y le entregó al padre Lamas, que lo acompañaba este sentimental escrito. Inmediatamente se dirigió al encargado de conducirlo y le dijo: “¡Bien marchemos!”. ¿Cómo se va a esta ceremonia? Y, en vista de la respuesta que se le dio, se quitó la gorra y no aceptó la ayuda que el religioso quiso prestarle para que bajara unas gradas, diciendo: “Gracias. Dirán que tengo miedo! y las bajó de un salto, no obstante el gran peso de los grillos”. Plaza de Mendoza: 11 horas, 20 minutos de la mañana –En la plaza estaban todas las fuerzas vencedoras de Punta de Médanos, y el General chileno que sería ajusticiado, como si estuviera pasando una revista militar, preguntó al oficial: “¿Cómo han podido formar un cuadro tan grande?”. –Una mujer le gritaba: ¡Asesino de Morón” a lo que él comentó:

“Pueblo bárbaro, ¿dónde se ha visto que las mujeres presencien estos actos? Ya se ve; ¡educados por Luzuriaga!”.

“Un muchachito le sacó la lengua, y una voz enternecida le gritó “José Miguel”, a lo que Carrera le correspondió con un gentil saludo militar. El padre Lamas, al advertir estas manifestaciones alegres y galantes de Carrera, le pidió que fijara su mirada solo en el crucifico que llevaba, en señal de contrición, a lo que Carrera cariñosamente contestó:

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“Padre, no se canse Ud., no me ha de hacer abandonar mis principios. ¡A Dios, padre, lo llevo en el corazón, no en los labios!”.

–Al cortejo lo hicieron dar una vuelta a la plaza para que todos los mendocinos lo presenciaran. Iba precedido por el joven Monroy a quien sin sentencia alguna, y solo por llenar la silla vacía que había quedado de Benavente, ordenaron fusilarlo. –Cuenta Pueyrredón, que no fue testigo presencial, en sus memorias que al llegar al banquillo, Carrera separó y dobló cuidadosamente el poncho blanco que llevaba, gemelo del que le habían robado en la sala de la gobernación, y ante ademanes del Aguacil Correa de tenerlo para sí, se lo entregó al Padre Lamas como su último recuerdo. A continuación se sentó tranquilamente en el banquillo y, habiendo observado que el verdugo pretendía amarrarlo, lo rechazó indignado y dijo al oficial Barcala:

“¿Ha visto Ud. alguna vez que un oficial de honor se deje amarrar por un facineroso?”.

–Barcala accedió a la petición para dejar a Carrera morir de pie y sin que se le vendaran los ojos, pero el negro verdugo no quiso que se le permitiera dar la voz de fuego. Carrera respondió:

“Esta bien. Al menos, que los tiradores apunten al lugar que yo les indique”. –Sacó su pañuelo y lo colocó sobre su corazón, al mismo tiempo que exclamaba: “¡Muero por la libertad de mi patria!”. Algunos dicen “de Chile”, otros “de América” otros que no dijo nada.

Versiones diversas de este acontecimiento de parte de los historiadores chilenos –Benjamín Vicuña Mackenna, Miguel Luis Amunátegui, Francisco Encina y Eulogio Rojas Mery, entre otros historiadores chilenos que relatan con pormenores el fusilamiento de Carrera no difieren mucho de lo anteriormente escrito, que hemos tomado, en

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parte, de don Eulogio Rojas Mery, de Benavente y Pueyrredón, abreviando el relato, pero dejando lo sustancial. Leonel, que era el más interesado en la historia de José Miguel Carrera, como argentino respetuoso de su profesor el doctor Astorquiza, no dejaba pasajes sin tomar nota y se dispuso a opinar sobre algunos episodios que le parecieron contradictorios. Y sus opiniones eran como copiadas de Encina en cuanto a contradecir todo sobre la personalidad elogiosa del Prócer chileno. En voz alta para que todos escucharan comenzó a decir: –Esa mujer que le pegó una cachetada a Benavente y guardaba la otra mano para Carrera, respondía, nada más, a que Carrera era el responsable de la anarquía, del asesinato o de la muerte en los combates del padre argentino; del marido, el hermano, o el novio; de la violación de la hija, la hermana o la madre y de los actos de salvajismo que los indios cometieron en El Salto y en otros pueblos. Leamos a Encina

“A Carrera se lo representaba como un malvado intruso, que pagaba a las Provincias Unidas con la más negra ingratitud y los crímenes más atroces, el hospedaje que le brindaron en 1814, cuando huyó de su patria, para escapar a los calabozos de Cádiz. Era en él un sentimiento complejo, amasado con clamores de venganza, irritación y miedo. Pero las olas de este ambiente hostil, morían a los pies de su soberbia. Desde el fondo de su calabozo desdeñaba con una insultante mueca de desprecio los odios de los hombres, de los bandos y de los pueblos. No estaba hecho de la arcilla de los otros hombres, ni sujeto a sus debilidades. Cuando el fiscal Cabrera pidió que nombrara defensor rehusó hacerlo, y como lo apremiara con sus exigencias designó a uno de los recomendados por el propio fiscal, Bruno García, que iba a negarse a defenderlo”.

–Ni en los rasgos de su rostro, mientras escribía, se advertían en su semblante la menor emoción, se atreve a afirmar Encina, ya en plan de fastidio, no de historiador, sino de novelista como lo califica don Eulogio Rojas Mery, pero en muchas de sus apreciaciones tenía razón, de acuerdo al diagnóstico que hicimos de él al comienzo de nuestros encuentros.

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“–En vez de llevarlo directamente al banquillo, se le hizo a todos, dar una vuelta a la plaza delante del pueblo de Mendoza congregado para presenciar su suplicio. El orgullo de Carrera se irguió en una reacción incontenible. Las exhortaciones del franciscano se estrellaron ahora contra un blindaje de acero cromado. Su mirada abarcó a soldados y a civiles en una actitud de profundo desprecio, que se resolvió en una sonrisa desdeñosa. El ambiente le respondió con una oleada de odio implacable. En la mitad a lo menos de la concurrencia, que dos años antes presenciara en la misma plaza el sacrificio de sus hermanos, se reflejaba un sentimiento de piedad y ondas de simpatía humana, partiendo de todos lados, iban a refundirse en la mística resignación con que Luis entregó su alma al Señor. Ahora la simpatía y la piedad está ausente de los corazones y de los semblantes de los que observaban en Carrera su apostura arrogante desafiando todas las miradas. Un cura mercedario que iba en la comitiva, junto al Padre Lamas, se le acercó y le dijo: “¡Hermano mío, clave usted los ojos en la imagen de Nuestro Señor Jesucristo!” “Qué padre tan afligido, respondió Carrera y el sacerdote se alejó, con la cara ardiendo, como quien huye de Luzbel”.

Historia y publicidad póstuma –Encina dice que se sentó en el banquillo y ahí recibió los disparos de las carabinas y no parado como otros señalan. Yo pienso –continuo Leonel–, que todas las escenas del fusilamiento, fueron fabricadas, escritas a posteriori, inventadas con un bello paisaje de estilo literario para darle realce a Carrera. No creo que todo haya pasado así como han sido escritas estas historias. Dicen, que estaba con su traje de gala de Húsar de Galicia, que se lo pintan de verde, cuando era azul; su soberbio quepis y una manta blanca en los brazos. ¿Qué? ¿Andaba con dos mantas blancas? ¿Que tenía aun el reloj donde guardo un mensaje para su esposa? –Pero es evidente, no una mera aventura literaria, que a los derrotados los soldado vencedores los despojan de todas sus pertenencias, dejan casi desnudos a los vencidos; quitándole caballo, atavíos, enseres y armas, que son para los combatientes trofeos de guerra, pues está permitido adueñarse de todo sin ningún reparo; hasta le quitan vida a sablazos o los degüellan, sin ninguna palabra va y palabra viene. A las mujeres las violan entre todos. Por quitarle a Morón, caído y destripado a lanzazos, la chaqueta de General, al

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joven Monroe que la vestía con orgullo, lo fusilaron en vez de Benavente. ¿Cómo pudo, entonces, Carrera estar con su traje de gala? ¿Con dos mantas blancas, con reloj y sabrá Dios que otras cosas le quitaron los soldados como trofeos cuando lo apresaron? Lo que le permitieron guardar son cuentos falsos. Tiene que haber llegado al cadalso como cualquier bandido condenado por tantos crímenes, en la forma más indeseada en que lo encontraron: con barba de días y el pelo sucio y crecido; lleno de roña, –andaban por dunas, al viento arenoso, a la intemperie–, ¿dónde una ducha para asearse?; desdeñado su uniforme; digamos, casi desnudo lo exhibieron en el patíbulo; ni siquiera con botas que se la deben de haber robado durante la captura en Punta de Médanos, le tuvieron que dar, seguro, unas alpargatas para que pudiera pisar con cierta seguridad. Doña Javiera Carrera bailaba la refalosa El film sobre Carrera por los 200 años de la Independencia –Con los muchachos vimos por televisión, che Mario, la película que filmaron los chilenos para el 2010, recordando los doscientos años de la Independencia. En ella bailan cueca y insinúan otros ritmos. Pero hay uno que es la refalosa que dice “Doña Javiera Carrera bailaba la refalosa…”, etc. La verdad sea dicha aunque los hechos abunden en contradicciones y falsedades, la refalosa no se conocía en Chile en la época de la Patria Vieja, fue un ritmo que trajeron los músicos negros de San Martín cuando cruzaron la cordillera en 1817. En el film, cuando Carrera está en el calabozo se lo ve afeitándose con una navaja, que se advierte de calidad y de filo preciso, pues el actor que lo caracteriza se afeita de verdad. ¿Cómo un prisionero con un arma cortante? La navaja de afeitar es terrible en una acción rápida si se atacara a los carceleros como una reacción desesperada por conservar la vida. ¡No. Esto es imposible! Carrera, aparece vestido de gala con su traje de Húsar y solo frente al paredón, con un pañuelo que le dio Mercedes cuando se comprometieron, que lo guardaba celosamente en su corazón; generalmente los reos de muerte van con las manos engrilladas a la

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espalda: inmovilizados. En la película sus dos compañeros de martirio ni figuran. –Nunca a un prisionero le sacan las esposas, menos si es cuando se lo va a fusilar. Obvio. Puede en un desenfreno emocional atacar con las manos libres hasta al verdugo, así que es falso esas manos libres de Carrera que pone el pañuelo de Mercedes en su corazón. Con las esposas estaba casi imposibilitado de levantar los brazos para ponérselos en el pecho. Los grillos de los pies siempre son gruesos para que el reo, condenado a muerte, no pueda correr si la angustia lo sorprende en un momento de desesperación. Hemos leído seis boletines del Instituto José Miguel Carrera, en el último, el escritor de uno de los ensayos biográficos lo detalla siendo fusilado con ocho tiradores, de la misma forma que un dibujante plasmó esa escena, escena que no está en una plaza, ni tiene atrás un paredón, sino en algo así como un parque, como que fue un fusilamiento a campo abierto. Otros artículos dicen que le dieron seis disparos, otros ocho; Vicuña Mackenna señala que fueron que cuatro, que dos le rompieron la cara dejando la cabeza destrozada y dos le abrieron el pecho. En otro film del mismo 2010, “Grandes Chilenos”, son innumerables los errores y, demencial el énfasis al afirmar que fue en definitiva el único creador de Chile. El único intelectual en todas las actividades del logro de la Independencia y, que pese a sus escasos conocimientos escolares representa la sabiduría en todo el quehacer libertario y, como insinúan, el resto de patriotas han quedado todos en el olvido. Les recomendamos que miren en Internet, en YOUTUBE los titulares:

GRANDES CHILENOS José Miguel Carrera

y, LA LEYENDA DEL CRÁNEO DE José Miguel Carrera Cráneo que sería de Carrera Sé que tiempo atrás llevaron la calavera, el cráneo de Carrera, en procesión religiosa católica, con el cura y sus

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monaguillos, manitos juntas con gran devoción, desfilando con cruces y sus descendientes con flores y cánticos, para dejarlo en El Monte en la iglesia de los franciscanos. Es un cráneo con el que han jugado algunos de sus descendientes. Hasta lo tuvo en sus manos el mismo don Eleazar Vergara, que fue vicepresidente del grupo de estudios carrerinos, y lo conoció la directora del Instituto Ana María Ried Undurraga, cráneo que estuvo en una bolsa de plástico en el sótano de la casa de la familia Valdés. –En el diario La segunda del 02.03.2006, salió la siguiente noticia escrita por Andrea de la Cruz. L: “que en el desván de una casa ubicada en la calle Genaro Prieto, en Providencia, envuelto en una bolsa plástica, yacía casi en abandono el que podría ser el cráneo de José Miguel Carrera”. “El resto de su cuerpo se encuentra enterrado en la Catedral Metropolitana de Santiago, obviamente sin la cabeza”, escribe la periodista. El cómo llegó a Chile la que sería su calavera “es un apasionante relato que sus descendientes manejan al dedillo, familiares que a la luz del hallazgo del cuerpo correspondiente a Diego Portales que esta siendo periciado en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, reclaman, estos familiares, con vehemencia, que estos mismos peritajes se realicen con los de Carrera. Dicen que doña Javiera compró la tumba, y que los Carrera nunca tuvieron un funeral de Estado, que sus restos fueron sepultados silenciosamente gracias a doña Javiera, en el mismo lugar donde aparecieron los restos de Portales”. Hay más. Los restos de Carrera nunca ha sido sometidos a un examen. El padre de Ana María Ried Undurraga, presidenta del Instituto Histórico José Miguel Carrera era tataranieto de José Miguel, lo que la convierte en chozna, es una devota acérrima defensora de su antepasado, del que como apreciamos no tiene sus apellidos. Cuenta Ana María Ried Undurraga, que siendo niña tuvo oportunidad de ver la calavera, “La gente la iba a venerar”, asegura. El cráneo pasó a manos de don Eleazar Vergara –que fue vicepresidente bajo el mandato de don Eulogio Rojas Mery como presidente del primer Instituto–, y que después quedó en poder de Lilian Worlmad de Pelligrini. Ella fue quien se la regaló a su amigo el doctor Héctor Díaz de Valdés Hurtado, tataranieto de Javiera Carrera, quien lo mantuvo como “una joyita arqueológica” en su casa de Genaro Prieto. “Desde que tengo uso de razón el cráneo ha estado allí”, comenta en el escrito de Andrea de la Cruz, Héctor Díaz de Valdés (hijo del médico) quien, cuando pequeño, jugaba a meterle miedo a su hermana menor con la pieza ósea. Hoy ni siquiera puede verla,

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producto de un conflicto familiar con ribetes judiciales. “Mi casa al fallecer mi padre”, sigue el relato periodístico, “quedó en poder de mi hermano, quien poco después se separó de su mujer y esta dama declaró la casa bien familiar y le prohibió a todos el ingreso. El cráneo quedó guardado en el sótano”, concluye. El perito historiador Armando Moreno, experto en la biografía del caudillo, considera que el dato fundamental para validar con el ADN, que solicita la directora del Instituto, Ana Ried Undurraga, para darle credibilidad al cráneo, es verificar si tiene uno o dos impactos de bala en el hueso frontal. Pero las fotografías expuestas del cráneo, por los reportajes periodísticos, no presenta huellas de balas. Está en perfectas condiciones solo la pérdida de la mandíbula inferior y los dientes delanteros en la superior, no corresponde a un cráneo que recibió de lleno dos balas de grueso calibre, tan solo muestra una leve fisura en el frontal derecho que atribuyen a un lanzazo, que por la abertura que muestra a cualquier humano también le hubiera causado la muerte. Cuando se cumplió el 243 aniversario del natalicio de José Miguel Carrera, llevaron sus descendientes el cráneo al Servicio Médico Legal, al que le falta la mandíbula inferior y los dientes incisivos de la superior. Todos estos peritajes se podrían comparar con los restos que están en la Catedral y así reconstruir su rostro, han argumentado para afirmar sus aseveraciones. Han intentado hacerle el ADN a ese cráneo que está casi intacto, tiene –sigue aportando la periodista–, salvo una fisura pequeña en el frontal derecho, nada más. Yo creo, que nunca darán los resultados. Verán ustedes el por qué. ¿Qué cabeza llevaron para este análisis? Los cráneos que circulan son tres. Ustedes no ignoran que la historia del fusilamiento y la exhumación posterior de los cuerpos de los Próceres, el 24 de marzo de 1828, y saben que fue ideada por varios historiadores, entre ellos el infaltable Vicuña Mackenna, junto, hoy día, a esos que escribieron guiones para el cine y la televisión actual, sin asco de decir puras fantasías.

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Los peritajes del cráneo –El cráneo humano puede ser dividido en la cara y en el calvario o bóveda craneal. El cráneo tiene 29 huesos que gozan de cierta movilidad, desde el nacimiento hasta la muerte, incluyendo los seis huesillos del oído interior, que están dentro de los temporales. El cráneo no deja de moverse hasta 15 minutos después de la muerte clínica cuando está intacto. Recibir dos disparos de balas de grueso calibre como son esas de la carabina Charleville, es comprender que todo queda destrozado, nada intacto, solo los huesos sujetos por las partes blandas del rostro y el cuero cabelludo. Así, todo destrozado su putrefacción es casi inmediata y, en una fosa común que está siempre en movimientos, pues siguen arrojando sobre ella otros cuerpos, estos huesos se desparraman y, siendo pequeños y otros quebrados, tienden a escurrirse hasta el fondo de la fosa. Por ello, consideramos imposible que esta calavera sea la verdadera, la que fue llevada en procesión, cánticos y rezos a las 11 horas del domingo 2 de marzo de 2013, en la plaza de El Monte, donde fue proclamado casi como la de un santo, para ser depositada en la Parroquia de San Francisco, donde se realizó una misa. ¿Qué es de José Miguel Carrera? ¡A mi consideración, es totalmente falso! Hay más datos sobre lo mismo. Tres son las cabezas. Para O´Higgins la primera –Sí. Son tres las cabezas de José Miguel Carrera que andan dando vuelas en la imaginación de algunos investigadores. Aunque parece que son cuatro. Con esto de El Monte tenemos la idea que hay otra confundida entre en un ir y venir circulando de mano en mano. Si uno lee la historia, como está en varios libros que son unos a favor y otros en contra, se encuentra con diversas versiones sobre el destino de la cabeza. De la primera cabeza de Carrera que se habla es la que Godoy Cruz le envía a O´Higgins. Este gesto corresponde a la lógica, lo mismo que mandó un brazo a San Luis, una mano a El Salto, otro brazo a los caminos de Mendoza para alimento de los caranchos. Así fue que mandó la cabeza a O´Higgins como un deber, pues al fin era O´Higgins el que estaba pagando para que lo mataran

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y, como comprobación de la desaparición de su enemigo, nada mejor que regalarle la cabeza. En tiempos pasados siempre se hizo así: la cabeza del enemigo siempre se mostraba a los partidarios. La cabeza de Juan El Bautista, cuenta la Biblia, se la llevaron en bandeja a Salomé que fue la instigadora. Para O´Higgins fue en una caja, después de tres días, algunos escriben siete, de estar expuesta en la gobernación de Mendoza, que cuando la recibió, con repugnancia, apunta Vicuña Mackenna, la mandó sepultar a un costado de la Catedral de Santiago, y ésta sería la auténtica que estaría absolutamente perdida. La otra es la que una dama de alcurnia, María Ruiz de Huidobro, esposa del general de ese nombre, que interpuso sus ruegos para obtener de Gutiérrez la licencia de que fuera sepultada. Sobornando a los guardias mendocinos, logró rescatar del techo de la Gobernación, como si en este recinto no hubiera vigilantes. Ésta sería la que llegó a la capilla del Paico y en nuestro tiempo a El Monte. La tercera, la que trajeron ese 24 de marzo de 1828 para su glorificación, que estaría en la Catedral de Santiago. Documentos históricos –Eulogio Rojas Mery, testifica en el capítulo XVIII de su libro biográfico sobre el reparto de los miembros mutilados: que respecto a la cabeza no se han encontrado documentos que indiquen, su real paradero, debido a que en el Archivo Nacional, ha sido mutilado el volumen 36 del “Archivo O´Higgins”, en el que se encuentran los documentos de intercambios con las autoridades de Mendoza. Faltan por este motivo, los documentos 109 a 130, no obstante de figurar ellos indicados en el índice de dicho volumen. Dice este índice que el documento Nº 100 es una carta de O´Higgins a Gutiérrez, donde le pide ¡mate a Benavente”. Cree don Eulogio que ésa puede ser también la comunicación en la que se anunció al mandatario de Chile, el envío del cráneo de su rival. Cita otros pormenores que indicarían otra historia, ésta como real, dando credibilidad a la leyenda popular que afirma en nuestros días, que los chilenos residentes en Mendoza, sea por medio del soborno de los guardias o por robo, consiguieron apoderarse de esa cabeza y la enviaron a Chile con Toribio Rojas, antiguo servidor de los Carrera,

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que servía al General como correo especial, el que la trajo a nuestros país, viajando por el Paso de los Piuquenes. Que no fue enterrada en el fundo San Miguel, sino que fue sepultada en la capilla del fundo El Paico. Prosigue don Eulogio: “que en repetidas ocasiones la prensa se ha hecho eco de esta leyenda y, aun más, se ha llegado a nombrar comisiones para que comprueben su veracidad, sin haber llegado jamás a conclusiones, pues ni siquiera han examinado los restos del prócer que están enterrados en la Catedral de Santiago, al lado de la puerta oriental que da a la calle Catedral”. Leyenda en el Paico del cráneo de José Miguel Carrera La historia de esta cabeza dice que fue llevada a Chile y escondida en el Monte, en un pueblo llamado el Paico, y es la que figura como la real para ciertas autoridades, esa que fue llevada en procesión, hace poco tiempo, para la custodia de los curas franciscanos. Don Eulogio Rojas Mery, murió confiando que ha de llegar el día en que también se organice un serio movimiento de reconstrucción histórica, que ha de verificar el hecho que el verdadero cráneo del General Carrera, es el que se encuentra en la capilla de El Paico, y no aquel que le agregaron en Mendoza, cuando se repatriaron sus restos en cumplimiento de la ley del 24 de marzo de 1828. En aquella oportunidad, según Vicuña Mackenna, se le agregó una cabeza, por el solo hecho de tener ella un diente con una tapadura de oro, que presumiblemente don José Miguel Carrera se la habría hecho poner en Estados Unidos. Durante mucho tiempo este cráneo de El Paico ha dado origen, ante personas humildes y supersticiosas de la comarca, a creer, a pie juntillas, que es de la “animita del Carrera”. Esta es la segunda versión oficial del sitio donde se encuentra el cráneo del prócer. Bien, hemos observado detalladamente, la foto del cráneo que don Eulogio Rojas Mery publicó en su libro “El General Carrera en el exilio”, página 225, donde ese cráneo está expuesto en la capilla del Paico, y no se le divisa la hendidura de un lanzazo en el lado derecho. Desde que Lilian Worlmad de Pellegrini la recogió por una paquete de galletas de manos de una niña, hasta la llegada del nuevo cráneo a El Monte

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en nuestros días, pensamos que tiene que haber habido un cambio, una sustracción, un escondite, o una pérdida de esa reliquia. Leyenda del Cráneo de José Miguel Carrera YouTube. Film compartido por las Fuerzas Armadas de Chile, el 15 de marzo de 2014. –Sabemos que las Fuerzas Armadas de Chile son las encargadas de proteger el legado del Héroe de Chile don Bernardo O´Higgins, que para ellos es el verdadero Padre de la Patria. En este film, que aparece en YouTube “Leyenda del cráneo de José Miguel Carrera”, observamos varios detalles que complican aun más la gran confusión sobre este cráneo que llegó al Paico, donde en una urna de vidrio estuvo guardado en una habitación de esa capilla, custodiado por una niña que tenía, dicen, 12 años, y que fue la última persona que lo vio y debió, hace sesenta años, entregarlo a una dama argentina de apellido Pellegrini, que lo vino a buscar desde Santiago presentando una carta, hoy perdida, y que para retirarlo le regaló, para convencer a la niña, un paquete de galletas a cambio. Y se la llevó a Santiago. Esta dama, tal vez, admiradora de los Carrera lo trasladó, dejó o regaló a don Eleazar Vergara Donoso y éste, o ella misma, a unos parientes de doña Javiera, que en el sótano de su casa, estuvo guardado en un bolsa de plástico, como dicen unas notas periodísticas de reciente publicación. Después de la procesión del cráneo en El Monte, el cura párroco de la Iglesia San Francisco, Juan Carlos González, con entusiasmo y fe por comprobar que es el cráneo legítimo del prócer que él iba a custodiar, lo llevó ante esa niña, que hace sesenta años lo vio por última vez, que ahora es una venerable anciana. Al presentárselo, ahora a la anciana de muy buen aspecto llamada Carmela Navarro, el curita le preguntó si lo reconocía. Carmela cuenta que en esa época estaba en una urna donde los feligreses y creyentes le ponían plata que estaba revuelta con algunos dientes que se le habían caído. –¿La reconoce? –le pregunta el cura.

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Carmela mira el cráneo aguzando la mirada y guardando silencio. –¿Es la misma? –insiste el cura. (la cámara le da de frente en el rostro). –¿Porqué ésta tiene dientes y la otra no tenía dientes? Se le habían caído –contesta Carmela afirmando con tranquilidad mirando con estupor a los presentes. –¿Y el golpe aquí? –insiste el cura. –Estaba mejor antes –contesta Carmela. Ahí parece que la convencieron. O Carmela se dio cuenta que le pedían que dijera lo que ellos querían escuchar: que ese cráneo era el auténtico. –¿Qué le diría a Carrera? –pregunta el curita, con mucho interés, dando por sentado que era la auténtica. –Que lo estoy viendo presente –responde Carmela. Acaricia el cráneo y termina: –¡Linda la leyenda de todo esto! El film de YouTube finaliza con palabras de Ana María Ried Undurraga diciendo con franca reflexión:

–“No tenemos la certeza absoluta de que sea la cabeza de José Miguel Carrera. Pero respetando la tradición y la creencia de que sí es, le decimos: bienvenido a casa José Miguel Carrera”.

–Afirma, con pleno conocimiento, que la Academia Chilena de la Historia en el primer tomo de una nueva edición, afirma que fue Carrera el que primero dio el grito de libertad y ejecutó otras importantes obras. Y, que las Fuerzas Armadas de Chile, reconocen a Carrera como el Primer Comandante en Jefe del Ejército chileno, que así es considerado y jerarquizado en la actualidad por sus autoridades. ¿Habrán leído los académicos de la Escuela Militar, lo que afirma Vicuña Mackenna, que ese Primer Comandante de Chile fue un desertor del ejército español?

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Segunda reflexión por una cuarta calavera de Carrera –Con esta historia, se abre en El Monte, otra posibilidad que exista una cuarta calavera, una más que la llevada a la Iglesia San Francisco en procesión. Ésta en algunas situaciones de ir y venir, debió ser sustituida, pues doña Carmela Navarro, en el film es evidente, no la reconoció, porque la otra “estaba enterita”. Ante la pregunta sobre “el golpe” como nombra el cura a la fisura en la parte derecha, que dicen fue un lanzazo, Carmela responde: la otra “estaba mejor”, mirándola con estupor lo advirtió con mucha serenidad. Pero ante la insistencia del cura González, termina aceptando la veracidad que le imponen y le pregunta nuevamente el cura: –¿qué le diría a Carrera? –Que lo estoy viendo presente–, para terminar Carmela diciendo con una media sonrisa: “Linda leyenda de todo esto”. La calavera de 1828 –La otra, es la que exhumaron, el 24 de marzo de 1828, de la iglesia de la Caridad en Mendoza, cuando las autoridades chilenas en su afán de recuperar los cuerpos de los héroes fusilados por los argentinos, los recogieron de la fosa común, que era pública, en el cementerio de la iglesia de la Caridad, donde fueron arrojados, primero los dos hermanos y dos años después el tronco sin cabeza y sin brazos de José Miguel. En esa fosa iban a parar todos los cadáveres NN, soldados y bandidos y, como bandidos y traidores fueron, trágicamente, arrojados los Carrera. En esta ocasión, según la versión de Benjamín Vicuña Mackenna en el epílogo de su libro “El Ostracismo de los Carreras”, página 484 escribe:

“Habiéndose cumplido dos lustros desde la primera inmolación de los Carreras y la antigua fatalidad había cedido su puesto a la fortuna durante aquel transcurso. Los émulos y los sacrificadores de aquellos ilustres y desdichados chilenos estaban en la proscripción o en el olvido. Varios personajes como Carlos Rodríguez, primer ministro de Chile y Manuel Gandarillas, los dos Benavente, Freire, Pinto y muchos otros nombres encumbrados de aquella ingrata y noble causa de la libertad hicieron causa común para repatriarlos. La Constitución fue el fruto de aquellas arduas

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labores. Así fue que el 24 de marzo de 1828 la convención constituyente votó en consecuencia por unanimidad el siguiente decreto cuya honrosa iniciativa fue debida al diputado Manuel Magallanes”.

–En consecuencia, se nombró una comisión, para la recuperación de esos restos que partió hacia Mendoza en busca de los tres próceres, antes que se cerrara en ese tiempo la cordillera, partieron el día 3 de abril llegando a Mendoza el día 16. Estos encargados fueron tres de sus parientes, José Antonio Cotapos, José Paciente de la Sota y el joven Pio Valdés, hijo de doña Javiera Carrera. Sigue Vicuña Mackenna:

“… procedieron inmediatamente a la exhumación de los restos de los tres Carreras, extrayéndolos de la fosa en que habían sido arrojados en el claustro de la Caridad. El sepulturero de este cementerio que era conocido con el nombre de Tomasito, señaló el sitio donde yacían los huesos de Luis y de Juan José, y los de José Miguel, se sacaron revueltos con los compañeros del patíbulo Álvarez y Monroe, conociéndose de el último (de José Miguel) por un diente engastado en oro que se había hecho poner en Estados Unidos. La ceremonia fue en la iglesia de San Francisco en Mendoza. Al día siguiente de estos funerales públicos los comisionados marcharon a Chile llegando al Aconcagua el 3 de marzo. Los mismos estuvieron depositados en el templo del Carmen, a la subida del Mapocho y llevados después del suntuoso funeral de Estado de aquel tiempo, a un depósito temporal del Carmen a la Iglesia de la Compañía”.

–Vicuña Mackenna escribe, que las cenizas exhumadas estaban colocadas en un túmulo piramidal en un catafalco sostenido por cuatro arcos corintios, algunas raídas ropas militares del uso de los difuntos estaban colocadas sobre el ataúd. Ahí se escribió y se leía en gruesos caracteres esta inscripción: “La Patria a los Carreras, agradecida a sus servicios, compadecida de sus desgracias”.

“…Fueron transportados estos restos, al poco tiempo de haberles dado sepultura, al hemiciclo que forma parte hoy del jardín tras la capilla del cementerio y que era el claustro destinado a los obispos y capitanes generales del Reino. Se volvieron a exhumar de aquí a los pocos años, se guardaron aquellas ambulantes cenizas por un considerable tiempo en la sacristía de la Recoleta Domínica, hasta que los restos de otro ilustre

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chileno se juntaron en el mismo ataúd, cual un legado de reposo y severidad que viniera el incierto destino de aquellos, siendo transportados ambos a la Catedral de Santiago, donde están hoy sepultados. Fueron los restos de don Diego Portales, el otro gran genio de Chile que descendía ahora, a su turno, a un sepulcro prematuro envuelto en una sábana sangrienta de la revolución”.

Se complican las historias –Vicuña Mackenna habla de fosa, de cenizas y de cinco cuerpos y sus huesos todos revueltos, obvio, los cuerpos todos con cabeza. Para él, eso es lo que trajeron los encargados de la comisión que fue a recuperar a los héroes chilenos a Mendoza en 1828. Hay en el relato mucha confusión de términos que nos hacen pensar en la gran distracción que aun persiste, en nuestros días, sobre este espinoso tema de los restos de la cabeza de Carrera y de el cuento de lo que está en la Catedral. Vicuña Mackenna, también confunde, que a Diego Portales lo metieron en el mismo ataúd, debido a que éste fue encontrado, de acuerdo a las noticias, separado de los Carrera, cuando fue exhumando, en nuestros días, y puesto en un fantástico mausoleo, detrás del altar mayor cerca de los sepulcros de los obispos más destacados de la curia y de los cardenales chilenos. ¿Por qué esta excepción con Portales y nunca preocupación por los Carrera? Con los cuerpos de los Carrera las autoridades de La Catedral no han autorizado –nunca lo harán–, que se abrá la loza de su sepulcro. ¿Cuándo entró doña Javiera a compartir esa tumba con sus hermanos? ¿Qué piensan ustedes que podrían encontrar? Imagínense. Naturalmente, solo huesos o ya cenizas, que nadie sabe a quien podrían haber pertenecido. Por ello el hacerle el ADN, como solicita la familia y el Instituto Carrera, es imposible que lo lleven a cabo. No se atreven. No estará nunca permitido pues no encontrarán, después del análisis, nada de nuestros próceres, en cambio sí despojos de hombres desconocidos. El problema es más grave, pues compromete a la historia, y la forma en que se describió a la posteridad y, como usan en esa

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catedral, a los estudiantes, lectores y turistas de esas fantásticas historias que son un descabellado engaño. Métodos antiguos de los sepultureros –En Mendoza, al tirar a José Miguel en esa fosa común, los soldados que lo arrastraron, no tuvieron el más mínimo respeto por su cuerpo troceado y destripado, como tiran los cadáveres en las fosas comunes para que, cuando se pudra la materia cárnica y visceral, el cuerpo no explote donde quiera que esté. Todos los cadáveres, los huesos mejor descritos, están en la fosa común confundidos. No se puede pensar de otra manera. Quien conoce una fosa común en un cementerio, se horroriza del revoltijo de huesos que se confunden y hacen ruido en medio de la podredumbre, que explota sin dar nombres ni apellidos, y nadie sabe quien es quien. ¡Imposible! Después de ocho años del tronco de Carrera en esa fosa, en 1828, cuando lo recogen con gloriosas y elocuentes ceremonias, no quedaba identificable ningún hueso entre los cientos de miles que allí había, y bien roídos, por cierto, por las ratas de cementerio. No son los del prócer ni de sus hermanos Las soledad de Javiera Carrera, junto a esos desconocidos seudo hermanos, debe ser desesperante para esta patriota que los amaba tanto. Todo ese sepulcro es una farsa, un engaño que compromete de lleno, a la autoridad eclesiásticas dueña de esa Catedral. Como apreciamos el martirio prosigue. El mismo don Eulogio Rojas Mery presenta serias dudas al respecto. Benjamín Vicuña Mackenna, engañó a todos con eso que la calavera de Carrera fue identificada por un tapadura de oro que tenía, que se la puso cuando fue a los Estados Unidos. Imposible este engaño, los sepultureros miran hasta las más escondidas muelas del juicio para hacerse de un pequeño regalo a su ingrata tarea. Hay muchas otras inexactitudes en la historia de los Carrera que nunca se esclarecerán. Es perverso instruir en falsedades, una grosera misión de destruir la verdad con engaños, supersticiones y

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falsas historias, como si todos fuéramos niños de pecho. Sino hablamos la verdad se pierde en el tiempo la amistad. Los políticos y las autoridades que tienen intereses en seguir con estos engaños, aconsejan no continuar estudiando a los héroes emancipadores con criterio polémico. Algo así, como que quieren coartar la libertad de expresión; que no se descubra nunca la verdad; que la historia quede detenida en lo que es conveniente para ellos. José Luis Widow, escribió en El Mostrador: “que hace algún tiempo se debatió en distintos foros acerca del proyecto de ley para que se persiga en Chile con la pena de cárcel a cualquier persona que sostenga ciertas tesis históricas. Indican que nada se analice ni se estudie ni se difunda”. Para mí, esta sugerencia es una falta de respeto y muchas cosas más. En definitiva, indica el periodista: la historia es un saber exacto, unívoco y cerrado. Y eso exige libertad para el historiador”. ¿Y, en la Argentina? –En la Argentina pasa lo mismo con San Martín. Hay un libro polémico del autor Juan Bautista Sejean, que pese a todo el silencio a su alrededor, se difundió ampliamente, cuyo título es: “Prohibido discutir sobre San Martín, Decreto Nº 22.131/44”. El autor Sejean, sentó a San Martín en el banquillo de los acusados, sindicándolo documentalmente por sus intereses como agente masón a las órdenes de los ingleses; en otro ángulo José Miguel Carrera se incorporó a la masonería para entregar a Chile en manos de los Estados Unidos, lo que los convirtió en enemigos. A este término hemos llegado que en la Argentina, por decreto se intente acallar todas las voces que podrían, con sus análisis, extenderse y dar a conocer los misterios de la masonería y divulgar secretos que ya muchos conocen, pero que no todos comprenden, y otros no se atreven a divulgar. Al resto no le interesan. Estas prohibiciones casi de sagrada obligación, nos llevaron, en la Argentina, –explicaba Leonel–, a una cultura, boca a boca, en donde las figuras más importantes, más representativas de la nacionalidad son el futbolista Diego Maradona y San Martín; quedan

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a pocos pasos el che Guevara, Carlos Gardel, Juan Domingo Perón y Evita y, merecidamente mencionado, Jorge Luis Borges. –En Chile –dijo Mario interviniendo acalorado–, pasa lo mismo. Nos han impuesto figuras que se enseñan en los textos escolares y en toda la bibliografía nacional. Les ha servido para entronizar figuras rectoras de la nacionalidad durante la construcción política y económica del país, pero también, para obstaculizar las investigaciones sobre la verdadera motivación que llevó a ciertos personajes, como los Carrera, a la gesta de emancipación de Chile. Y así se fue creando el mito. Ya no podemos creer en leyendas rosas ni en próceres inmaculados; preferimos discutir sobre seres humanos reales, con sus virtudes y sus defectos. “En la puerta del horno se quema el pan”. –Pero a mi, queridos amigos –replicó Leonel–, me quedan muchas dudas, que son actuales y, con calma, se las trataré de dar a conocer. Muchas de ellas, reseñadas por Jorge, que las puso como un colofón en estos papeles que hemos leído, que adjunto escribe una máxima de Nietzsche de su libro “Más allá del bien y el mal”: “Estoy demasiado anonadado, no porque me hayas mentido, sino porque ya no puedo creerte”. ¿Quién comprende a Benjamín Vicuña Mackenna? –¿Han sido los historiadores, que comprometidos con la masonería, han dado falsas noticias sobre el carácter y la triste vida de Carrera? A mí no me caben dudas que la dualidad explicativa de Vicuña Mackenna a creado mucha inquietud en el análisis de la vida en esa etapa colonial. Todas las reseñas fueron tomadas sin mencionar las pasiones de los interesados, las oscuras intenciones de los conspiradores, aquellos diez componentes de las familias, entre ellas la del historiador, que aun existen y poseen el mismo poder que en esos tiempos luchaban por alcanzar quitándoselo a la monarquía; desbancando a los mismos rivales de su clase lograron, incluso, en nuestro tiempo ser como monarcas rodeados de una corte de nobles que se reparten la riqueza que da el poder. –De Vicuña Mackenna, yo tengo sospechas –decía con mucha ira y desconcierto Mario, que parado en medio de la

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habitación, estaba como predicando ante un auditorio mudo frente a los bebedores argentinos–. En ciertos momentos alaba a Carrera y en otros parece que goza penetrando en las debilidades que tenía; en otros pasajes de su libro “El Ostracismo de los hermanos Carreras”, se va en enunciar sus méritos y entre tantas controvertidas alabanzas y casi improperios, desconcierta si se quiere seguir avanzando en esta investigación. En “El ostracismo de los hermanos Carrera”, Desde la página 473 a la 478, yo entiendo como contradictorias cuanto escribe. En la 473, dando por finalizada la etapa de su muerte nos dice:

“Tal fue el fin del ilustre chileno cuyas desgracias y cuya gloria hemos narrado en estas páginas durante el periodo de siete años en que se prolongó su ostracismo. La era de su poder y de su fortuna había durado solo tres años. El temple de su genio, en efecto, estuvo puesto a una incesante y regia prueba…/, en cada vaivén de su agitada carrera encontraba un esfuerzo para avanzar hacia adelante; jamás retrocedía. En cada atajo que obstruía su camino sabía abrirse una brecha, y luego, con los propios escombros hacinados, formaba un parapeto que lo defendiera. Su audacia era infinita. La adversidad y la fortuna fueron semejantes delante de su genio en cuanto a su actividad prodigiosa y su incansable tesón sabían encontrar acción, éxito, poder, gloria y aun la fortuna misma en lo más hondo de su desgracia y su impotencia. Fue por esto un hombre verdaderamente grande,…/, grande en su tremendo dolor, en su culpa, en su fatalidad imprescindible. Terrible y sombrío, agarró con mano impecable todos aquellos fragmentos de presas ensangrentadas de la guerra, cadáveres, ruinas de pueblos incendiados, la lanza homicida de los bárbaros, cadenas y patíbulos, y tirándolo todo revuelto a sus pies en el centro de la pampa, donde proseguía su venganza, formó un pedestal bastante alto para que la mitad de la América lo contemplara llena de pavor como el espectro de un supremo castigo, agitando sobre las ráfagas del pampero desencadenado, la bandera roja del exterminio y de la perdición para los pueblos que vertieron la sangre inocente de los seres queridos”, (haciendo alusión a la sangrienta jornada de muertes e incendio del pueblo El Salto). “En lo que no tuvo igual fue en la desdicha. Su ambición rodó siempre. Peregrino extraviado en incandescente desierto, jamás encontró la senda de su patria ni respiró su brisa, ni contempló la luz de su distante horizonte. Todo lo que amó, fuese ahogado ya en charcos de sangre, ya en las lágrimas de un eterno desconsuelo”.

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–Pero a la vez, Vicuña Mackenna, da argumentos que son diabólicos, dando rienda suelta a la posibilidad de especular con ellos, acentuando que su carácter era inestable, sin lograr aquietar su ignorancia en muchos cosas demasiados humanas y, como historiador, deja posibilidades de análisis que llevan a curiosas situaciones. Por ejemplo, en la página 479 escribe:

–“EL HÚSAR DE GALICIA QUE DESERTÓ EN ESPAÑA DE SU REGIMIENTO PARA VENIR A ENROLARSE ENTRE LOS RECLUTAS DE CHILE”.

–¿De dónde sacó Benjamín Vicuña Mackenna la historia de que Carrera fue un desertor del ejército español, lo que escribe en el capítulo XXIV, “El último día del Montonero”, página 479, línea 20? –Es un cargo gravísimo, que unido a los otros que hemos leído de su azarosa vida juvenil, nos muestra a un Carrera muy distinto al hombre que recibe tantos elogios –acotó Luis. Si es verdad, como escribe Vicuña Mackenna, que Carrera desertó de su regimiento para venirse a Chile, quiere decir muchas cosas que son consecuencias inevitables y creíbles por las costumbres castrenses. Vamos a una de ellas: todo el que deserta en plena guerra de su regimiento es degradado del rango que lo ascendió en la escala militar, es decir: se le retira el grado que le otorgaron; se le despoja de sus medallas y condecoraciones; se quiebra su espada; se le deshonra; se le prohíbe el uso del uniforme que lo representaba como un ejemplar Húsar de Galicia; y, el oficial o soldado degradado, a veces sin juicio, en plena guerra es fusilado de inmediato y sin reparos. Carrera se presentó a las autoridades, con ese grado y ese uniforme de Húsar a su llegada a Chile, entonces, ¿con él engañó a toda su familia; a sus amigos militares; y a las autoridades de la Primera Junta de Gobierno, que creyeron en sus argumentos y sus historia en tantas batallas en España? ¿Todos engañados, le otorgaron las autoridades chilenas, tantas atribuciones como darle el grado de General y hacerlo titular de la Junta de Gobierno?

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¿Cómo debería pesar el nombramiento actual de ser Carrera el creador del ejército chileno, su Primer Comandante, si esta aseveración de Vicuña Mackenna fuera verdad? ¡Grave acusación! ¡Más aun las suposiciones!

“Sí; Carrera amaba con delirio aquel delicioso conjunto de su patria. Todos se lo consagró a ella desde la cuna al suplicio… y el alumno del Colegio Carolino, que se escapaba por la paredes del aula para ir a apostar en las carreras de las haciendas de su padre, cabalgando en los potros que él pillaba con su lazo”.

–En el pasaje anterior dice que se escapaba del Colegio para ir a galopar a la hacienda de su padre, para cabalgar en los potros que él pillaba con su lazo. La hacienda San Miguel queda en El Monte y para cabalgar hasta ella es necesario, por lo menos, media mañana. No tiene sentido esta afirmación, no está meditada como muchas afirmaciones de Vicuña Mackenna en su afán de presentar a Carrera, intuitivamente, como un personaje de dos personalidades, como nosotros hemos afirmado: un enfermo con trastornos mentales, sin convicción en sus ideas y llevado por el azar momentáneo del placer, como son, exactamente, los casos bipolares y, enteramente de un maduro narcisismo. ¿Qué oscuridad se disipa con estos argumentos del historiador? La luz no es plena, no conforma ningún análisis ni resisten opiniones exculpatorias de un trastorno generalizado con una conducta perturbadora, donde se evidencian desatención, ansiedad, depreció e hiperactividad, como Vicuña Mackenna nos presenta a don José Miguel Carrera. Este historiador consciente o no, nos da material suficiente para un análisis psiquiátrico, ¿en forma consciente para que en el futuro supiéramos quién era realmente? ¿O lo describió ignorando que existen técnicas médicas para hacer diagnósticos que avalan enfermedades tanto mentales como de otro orden? –Perdón –dijo cabizbajo Máximo Adano–, San Martín dejó una frase que bien vendría recordar: “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres e infelices mortales que se encumbran de golpe con una miserable cuota de poder”: porque la soberbia no es grandeza sino una hinchazón y lo que está hinchado parece grande pero no está sano; que es la soberbia el abismo donde

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suele desaparecer hasta el mérito más verdadero como dijo el ecuatoriano Juan Montalvo, recordando lo que poetizó Francisco Quevedo: “que la soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió”. “Así que la soberbia como naturaleza en un ser es mostrarse insolente en la prosperidad y la humildad en la adversidad”, rubricó muchas veces Maquiavelo. Benjamín Vicuña Mackenna debió callar todo o escribirlo todo, historiar lo bueno y lo malo, porque es más fácil escribir contra la soberbia y con ello convencer. –Vicuña Mackenna, como todos los historiadores de esa época estaban bajo control o juramentados y ellos mismos se autocensuraban. El pecado fue de juventud que, para que su vocación tuviera un camino expedito, tuvieron que ingresar en complejidades secretas de las cuales ya no podrían nunca salir. No hay otra explicación. Esas sociedades secretas permiten, igual que hoy día, llegar hasta cierto límite con plena libertad, pero más allá donde entran los intereses que vienen de una profunda oscuridad, entonces tiemblan y son ambiguos. Así sobreviven y resuelven callar de por vida. El pueblo El Monte desde Pastene a la Quintrala –Los franciscanos fueron los que recibieron en propiedad la mayor extensión de tierras en lo que hoy es el pueblo El Monte. Aun permanecen en él desde su emplazamiento en el año 1579. Interesante señalar, lo que no hizo María Graham ni otros que se han referido a la familia Carrera, que el vecino Talagante fue asignado por Pedro de Valdivia con las encomiendas de indios Cauquenes y Putagan, al conquistador judío de origen alemán Pedro Lisperguer, casado con una media india bautizada como Águeda Flores, hija de Bartolomé Blumenthal. Lisperguer y Blumental, eran reconocidos, junto con Pastene, como judíos, lo afirman tres orgullosos de la misma religión que han sino nuestros más brillantes historiadores: Larraín de Castro, Thayer Ojeda y, de quien imposible dudar, Günter Böhm, en su libro “Historia de los judíos en Chile”. Primero cabe señalar que Lisperguer en correcto alemán es Lichtenberg: “luz del monte”; y Blumenthal: “valle de flores”.

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–Estas referencias tienen mucha importancia en la historia de Chile, pues de inmediato tras estos personajes vienen otros que han dejado una marca indeleble en la historia social, en leyendas que hasta hoy día dan, incluso dividendos económicos, como el de Catalina de los Ríos y Lisperguer nieta de Blumenthal, que heredó grandes extensiones de tierra en los límites de Talagante, La Ligua y comarcas vecinas. Todas estas familias emparentadas con los Carrera y vecinos en sus propiedades que eran tierras lindantes a la de los indios, participaron en las expropiaciones de sus tierras y fueron entregadas al mejor postor. En este episodio del remate de las tierras de los indios, lo poco que les quedaba fueron adquiridas por vecinos terratenientes, los más ricos como el caso de don Ignacio Carrera –abuelo de los hermanos Carrera–, en las tierras de Chiñigue, éstas fueron adquiridas a muy bajo precio, como de favor, también por don José Antonio Alcalde Undurraga, como deja escrito un documento expendido en El Monte. La esclavitud de los indios –Para manejar estas grandes extensiones de tierras cultivables, era necesario tener muchas manos trabajadoras. No las había suficiente y, para obtenerlas, se convirtió en una costumbre que los jefes de las milicias, como lo era el padre de José Miguel, se adentraran en territorio de los indios –en malones realistas–, y los provocaban hasta que éstos cansados de injurias e injusticias, levantaban sus lanzas, aunque estaban sin poder defenderse ante el avance de las modernas armas manipuladas por los depredadores. Don Ignacio Carrera poseía, además, de minas grandes extensiones de tierras que necesitaban a estos indios esclavizados. Como dictaban y ordenaban las ordenanzas que era permitido que, indio en guerra si era capturado, debía ser esclavizado. Con todos estos elementos en la etapa de la independencia, José Miguel, en 1811, formó una fuerza superior a la de los demás militares llamados patriotas y pudo imponer respeto a la debilidad de sus adversarios. En la argentina, como había pocos indios, fue con los negros esclavos. Se los dejaba en libertad siempre que ingresaran al ejército, donde iban como músicos marcando el paso, y de infantería, en

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primera fila, los que recibían las primeras descargas. En la batalla de Chacabuco, a O’Higgins le habían entregado este grupo de negros, que fueron los aguerridos que vencieron con sus gloriosas cargas a las fuerzas realistas, enarbolando como estandarte la bandera argentina. Con estos valerosos negros amantes de la libertad como nadie, se logró el primer triunfo de las fuerzas libertadoras. De esta manera, además, se sacaban esa negrada de encima, grupo despreciado por el clasismo blanco de la aristocracia imperante. De todo esto, ni Vicuña Mackenna ni Diego Barros Arana, dicen una sola palabra. El padre del historiador, también llamado Diego, era siempre uno de los primeros beneficiados en la compra de esclavos indios, cuando al jefe de milicias, don Ignacio Carrera, le sobraban demasiados de los que arriaba desde el sur a sus posesiones. Se ignora si José Miguel acompañara, como cadete o teniente de esas milicias, a su padre en estas correrías en procura de indios esclavos. Visión de una mujer extranjera –Once años después del fusilamiento de Carrera, María Graham viajó a Chile. Su esposo el capitán Graham murió en alta mar en el viaje que ambos realizaban a Sud América. Llegó con su cuerpo inerte a Valparaíso donde fue sepultado el año 1822. Ella decidió quedarse en Chile. Debió haber sido una mujer de gran belleza e inteligencia, además, de gran curiosidad, puesto que anduvo de visita en Valparaíso, Quillota, Quintero, Viña del Mar, Santiago, en la zona de Talagante, los baños de Colina y Melipilla, tomando apuntes de cuanto vio; recorriendo la zona central pintando, escribiendo, apuntando para sus crónicas de todo lo que veía y de los detalles y la personalidad de los hombres destacados de ese tiempo. Fue amiga de Lord Cochrane y de Bernardo O´Higgins, de quien tiene que haber recibido mucha información pertinente a Carrera, a su familia y otras de la elite chilena de ese tiempo. Estuvo en casi todas las casas de los aristócratas, donde era recibida y de donde recopiló muchos comentarios, historias completas de antecedentes desde el tiempo de los primeros amagos de independencia.

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Todo cuanto conoció lo escribió en el diario de su residencia en Chile, una obra de lo que se percata, y describe agudamente, diferentes aspectos de la vida pública y privada de la aristocracia chilena y la historia desde los primeros días de las luchas por la independencia. Escribe detalles hasta de cuando el español realista Tomás de Figueroa, se refugió en el convento de Santo Domingo y fue descubierto al día siguiente y conducido a la plaza, donde se lo fusiló. De todas sus andanzas por Melipilla, Talagante y, sin duda también en El Monte y en la hacienda San Miguel de los Carrera, recopiló los comentarios más vivos y ilustrados sobre esa aristocrática y enriquecida familia, escuchando los comentarios de los vecinos. Parece que nada se le escapó y nada le fue ocultado. La maledicencia hacia los Carrera queda manifiesto en todos sus comentarios. Solo pondremos una lista de ellos, pues la narrativa es muy larga.

MARIA GRAHAM Diario de su residencia en Chile (1822) Editorial América-Madrid. – “El Poder Ejecutivo tuvo a tres hombres: Rozas, presidente de la primitiva Junta, don Martín de Encalada y Juan Mackenna. – El primer acto de la asamblea legislativa fue abolir la esclavitud.

Todos los hijos de esclavos nacían libres desde aquel momento; todos los esclavos introducidos a Chile, debían ser libres a los seis meses de residencia en el país. – No contentos con tratar de establecer la independencia,

adoptando a las circunstancia las antiguas instituciones y donde fuese necesario, levantar tropas, proyectan la creación de un colegio, (el que sería el Instituto Nacional), un museo, una imprenta, intentos que no alcanzaron a llegar a ningún grado de perfección antes de que se produjera una nueva revuelta encabezada por un joven que desempeñó durante varios años un papel importantísimo en Chile como en Buenos Aires. – Don José Miguel Carrera era el segundo hijo de don Ignacio

Carrera, de una famosa familia rica criolla, que siendo originalmente rica, se enriqueció, más todavía, durante el periodo de la revolución, gracias a las concesiones y fáciles compras que obtuvo don Ignacio de algunas propiedades confiscadas a los españoles o a algunas congregaciones religiosas que habían sido suprimidas.

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– Este joven, dotado de relevantes prendas personales, de natural inteligencia y de muchas cualidades de clase superior, era turbulento y sin educación. – En su edad temprana, como los héroes de las comedias de

Molière, había apelada a toda suerte de mezquinas y originales picardías para procurarse dinero que necesitaba para sus gastos privados, que no siempre eran muy inocentes, hasta que por fin uno de estos expedientes hizo tanta mella en la fortuna de un tío suyo que era comerciante en Lima, que don Ignacio, para separarlo de los malos compañeros a quienes miraba como los seductores de su hijo, lo mandó a España, donde ingresó al ejército. – Hay ciertas historia de un indio asesinado en defensa de su mujer

o de su hija, que sus enemigos repiten en alta voz, y que sus amigos no están lejos de considerarla verdadera y que guarda consonancia con sus actos. – Pero ese tiempo en España era el país que menos servía para

corregir los hábitos y cualidades morales de un joven de la índole de José Miguel Carrera. – Se saturó allí de un entusiasta espíritu y aprendió el manejo de la

guerrilla, y regreso a Chile sin otro provecho que el deseo de adherirse a la lucha por la independencia y sin otra aspiración que la de imitar a Napoleón en lo que aprovecharse de la labor de los demás para dominar el país y levantar a su familia a un rango hasta entonces desconocido. – Su familia, por su riqueza, tenía gran poder: don Ignacio

conservaba en el gobierno gran influencia; Juan José era segundo comandante; su hermana doña Javiera, dama de gran belleza e inteligencia, estaba emparentada con las mejores familias de Chile por su primer y segundo matrimonio, y el hermano menor, un joven singularmente hermoso. – Con estas ventajas no encontró José Miguel dificultades; …./ sus

desenvueltas y nobles maneras le conquistaron el afecto de los soldados, cuya adhesión confirmó en su liberalidad. – A los patriotas les manifestaba un celo acendrado por su causa

mezclado de temores por los lentos progresos del congreso. – A los realistas prometíale restablecer el antiguo orden de cosas… – José Miguel dispersó el senado y estableció una Nueva Junta que

lo declaró su presidente y todas las oficinas del gobierno fueron ocupadas por los Carrera y sus relaciones. – Porque si bien el poder estaba en manos de un hombre de

talento, éste, de un carácter tan imprudente que nadie podía confiar en él; tan variable de voluntad, que ni él mismo sabía muchas veces cuáles eran sus propias intenciones, y tan amigo del placer, que la más ligera tentación lo hacía olvidarse de los más graves negocios de Estado en medio de la música y el baile. – …/ y, sabiendo, que lo demás, es el eco que a referido la familia,

que amaba a José Miguel con el más caluroso afecto, a pesar de que hasta sus propios amigos confiesan que carecía de cordura y que sus principios dejaban que desear hasta en su vida privada.

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– Acompañaban a los Carrera un sujeto llamado Poinsett que desempeñaba el cargo de cónsul americano y que parece que tomaba parte activa en todos los asuntos de la época, interviniendo hasta en los asuntos militares, pero parece que su ignorancia, si no su cobardía, fue singularmente perjudicial. – …/ “La incapacidad de un gobierno débil y atolondrado, dice

Gibbons, asume muchas veces la apariencia de una traidora complicidad con el enemigo y produce los efectos consiguientes”. – …/ O´Higgins obstruía la marcha de Osorio y estaba punto de

presentarle batalla a inmediaciones de San Fernando. Osorio recibió una diputación de todas las autoridades de Santiago y de las provincias vecinas que iban a pedirle que se pusiera inmediatamente en marcha a la capital, para combatir a un enemigo peor que los mismos españoles, en la persona de los Carrera, cuyo yugo era intolerable”. – Rancagua – …/ “Pero O´Higgins sufrió una decepción: nunca llegaron las

tropas de Carrera. Acorralado en Rancagua sostuvo cuarenta y ocho horas una lucha incesante. – “Nos rodearon” dice el general “con la muerte y el incendio,

todo se veía rojo y negro a nuestro alrededor, en este momento tomé mi bandera, que el enemigo atravesó de un balazo, nos abrimos paso, espada en mano, en medio de los enemigos que rodeaban la casa y seguimos viaje a la capital”. – Carrera dio orden apresuradamente de destruir varios edificios

públicos, principalmente el polvorín; se quemaron todos los papeles públicos y actas de nuevo gobierno, y tomando consigo los restos del tesoro público emprendió una desordenada fuga hacia Mendoza. – La estación estaba muy atrasada, las nieves no se habían

derretido todavía, y muchas de las 2.000 personas que dejaron la ciudad, especialmente las mujeres y niños, perecieron en la cumbre de hambre y de frío. – Al llegar a Mendoza pretendieron reivindicar para sí el derecho

al gobierno de la ciudad, pretensión que aguardaba una evidente inconsistencia con su situación de prófugos. – Tales fueron los sucesos que caracterizaron la primera

revolución de Chile, en la cual se hizo mucho, porque se rompieron los moldes de los viejos sistemas, y el pueblo aprendió en cierto modo a conocer su poder; habíase dado cuenta también de que no podía sentirse a salvo de invasiones de las tropas de Lima y aun de España, si no dirigía su atención a la marina y formaba una fuerza naval. – El gobierno de Osorio duró dos años, durante los cuales los

Carrera, con su hermana doña Javiera y sus mujeres, habían vivido ocasionalmente en Buenos Aires, Montevideo, etc. José Miguel habíase dirigido a Norte América para tratar de conseguir recursos y adquirir algunos buques: O´Higgins servía en el ejército patriota, en Buenos Aires y Mackenna había sido muerto en duelo con Luis Carrera”.

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Luis Berisso Luis muy temprano, golpeo la puerta de la casa de Mario, al comprobar que estaba abierta sin más entró. Mario se quedó sorprendido porque no lo esperaba, él debía ir, como de costumbre, a la reunión en la casa que fue de Jorge, donde esperaban terminar la lectura de los papeles ese mismo día. –¿Qué pasó? Agradable tu inesperada visita pero ¿vienes solo? –pregunto Mario con cierta inquietud. –Mis amigos anoche se quedaron embobados con dos minitas chilenas y parece que bebieron hasta la madrugada. Aun duermen, che. Además vine porque quería saber, con cierta urgencia, cuanto nos queda por leer. ¿Tenés vos, todavía, algunos papeles? Tenemos, che, que rubricar nuestro viaje juntando todo, tanto lo nuestro como los tuyos y, de una vez terminar. Mario se acercó a una mesa que hacía de escritorio y tomando unas hojas le respondió –encontré dos capítulos, si se los puede llamar así –y los balanceaba como abanico–. Un lote sobre el Diario Militar de Carrera, con algunas apreciaciones de Diego Barros Arana, el que historió un poco estos detalles sobre el título, de primer periodista de Chile, como intentan instaurar sus partidarios en otro pedestal a Carrera. Del Atlas de la Historia Física y Política de Chile, del sabio Claudio Gay, por quien preguntabas, no tengo nada. Necesidad de todos los documentos Luis miraba insistentemente a Mario y inquieto le preguntó –no tienes más papeles, no tienes fotos, negativos, microfilm. Jorge era, también, fotógrafo y es posible que haya llevado su técnica a recopilar, por todos los medios, mucho material sobre Carrera, que nos puede ser útil. –Mario le miró pensando ¿para qué querrá tanto material? y le dijo –nada más. No tengo nada más. Si algunas revistas y fotocopias de retratos de Carrera pero son de mi sobrino, que cuando estudia historia se las piden los profesores en el colegio. Nada más querido Luis.

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–Caramba, yo esperaba algo más. Nos faltan algunas informaciones. Queremos invitarte, querido Mario, si quieres y puedes, venir hasta Mendoza –le decía Luis, con una sonrisa cariñosa–, donde siempre hacemos un descanso por su buen vino cuando retornamos a Buenos Aires. Luis era el más alto del grupo. Era rubio y se peinaba a la gomina como los viejos tangueros. Tenía una voz grave de bajo y cuando susurraba alguna canción su fonética era muy clara, parecía un locutor de relatos culturales; su acento convencía por la claridad de su vocalización teniendo, siempre, en sus labios una agradable sonrisa. En él, más que en los otros, confiaba Mario, porque además, Jorge lo nombraba con insistencia en sus papeles, como si fuera de más confianza y su mejor amigo. Pero aun así, algo, no sabía qué había en los tres, y en Luis más que nadie. Mario pensaba, con cierta desconfianza, del por qué tanto sacrificio para venir desde Buenos Aires para leer papeles de la historia de Chile, que estaba, después de doscientos años, decantada, donde pareciera que ningún otro aporte podría ser de utilidad. Doscientos años son mucho, o muy poco, para la memoria, porque este tiempo en que vivimos, pensaba Mario, requiere otra atención a la vida privada, más dedicación a ella que a revisar el pasado que ya no tiene solución. El poder a la distancia Además, aun no comprendía cómo Jorge tenía tanto poder estando ausente, y podía congregar amigos a la distancia, para intentar una causa que a él más que a nadie le interesaba. Una causa nimia, de canciones, resquemor y venganza si se quiere. Y no aparecía nunca. No estaba. Nadie sabía de él. ¿Adónde irían con tantas lecturas? ¿Qué utilidad tendría que esos papeles estuvieran juntos? ¿O acaso, los tres amigos pretendían editar una nueva historia de Carrera? ¿Aun seguiría siendo de interés para los argentinos su desastroso quehacer por esas pampas polvorientas? Muchas dudas se le habían acumulado a Mario. Sí, dudaba demasiado. Algo olía mal de todo lo transcurrido desde la llegada de

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los argentinos. Demasiadas preguntas y un ansia desmedida por acopiar cuanto se creía que Jorge había recopilado. Además, esas voces que oía llamando a un tal Pascual para que no perdiera detalles de lo leído y conversado. Si hasta oyó que a Pascual le ordenaban tomarles fotos. Pensaba y pensaba, mientras miraba a su nuevo amigo que, sorbiendo una taza de café, seguía sonriendo con mansedumbre y hasta con una mirada de cálida inocencia. ¿Será real todo esto? pensaba Mario, ¿no habrá una secuela que ignoro? ¿No habrá algo escondido de que no me doy cuenta? ¿Un segunda parte o un argumento sin final? ¿O con un final inesperado? –¿Qué tienes de ese historiador –entre sorbo y sorbo, preguntó Luis. –Esto es lo último que tengo –y le alargó unos papeles–. Es un comentario de la “Historia General de Chile”, de Diego Barros Arana, del tomo décimo, de la segunda edición del año 1935”. No sé si está completo. ¿Lo quieres leer? ¡Es el diario Militar de José Miguel Carrera! EL DIARIO MILITAR DE JOSÉ MIGUEL CARRERA En el escrito, que eran fotocopias, Luis comenzó a leer y comprendió que había sido escrito por Barros Arana en 1856, en la primera edición de su historia de Chile:

“El diario Militar de José Miguel Carrera no ha sido publicado nunca (lo fue en 1910 primer aniversario de la Junta de Gobierno) y, como decíamos en el texto, casi no sería posible darlo a luz en su forma original, sin modificar la dureza de expresiones de algunos pasaje, y sin retocar en varios puntos la redacción. El manuscrito fechado en Buenos Aires el 7 de septiembre de 1815, termina con los últimos sucesos del mes de octubre anterior, es decir, con las borrascosas competencias entre Carrera y el gobernador de Cuyo, que tendremos que contar más adelante. Aunque Carrera ofrece allí continuar su Diario con los sucesos ocurridos en las provincias Unidas del Río de la Plata, no tuvo tiempo ni tranquilidad para hacerlo. Un rasgo distintivo de Carrera, fue su pasión por coleccionar, ordenadamente, papeles y documentos que se referían a su persona o a los hechos en que tomó parte. Aun en los días más agitados de su vida política y militar guardaba, esmeradamente, su correspondencia en orden

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acompañándolas de otras piezas utilizables para su historia. Su archivo particular, que había llegado a ser muy abundante, era también muy valioso; pero, aunque con mucho tiempo fue conservado por los herederos de su nombre con el más respetuoso interés, fue enseguida dispersado, y ha sufrido, por último, grandes pérdidas. Al escribir su Diario Militar, Carrera transcribió, más o menos integralmente, algunos de sus documentos; pero formó además, un apéndice de ciento treinta y cinco piezas, casi en su totalidad del mayor interés, a las cuales se refiere en el curso de su narración.

Estos documentos fueron utilizados y publicados en su mayor parte por don Manuel José Gandarillas en una serie de artículos de polémica histórica de que hablaremos más adelante; pero desgraciadamente se extraviaron más tarde muchos de ellos”. “El Diario Militar es indudablemente la obra capital de don José Miguel Carrera que, aunque falto de estudios y de preparación literaria, había adquirido el hábito de escribir con cierta soltura, sobre todo cuando no aspiraba a elevar el tono y a producir efecto con afectaciones de estilo. Carrera dio a luz en Montevideo, en 1818, un Manifiesto a los Pueblos de Chile, en que pasa revista sus servicios políticos y militares, agregando algunos documentos importantes para justificar su conducta; y al año siguiente publicó allí mismo otro opúsculo en defensa propia. Pero estos escritos inspirados por él y, probablemente, trazados por él mismo en su primer bosquejo, fueron sometidos a escrupulosa revisión; y, por fin, un personaje notable de la revolución de aquellas provincias, don Nicolás Herrera, secretario del general Alvear, les dio la forma definitiva en que fueron presentados al público”.

–¿Qué me dices a esto? –preguntó Luis–. Los términos del Diario Militar están escritos en forma, para mí admirables, pero, otra vez, vemos que no fueron escritos por Carrera, que sin preparación escolar era difícil que pudiera tener tan buena redacción. Todo fue gracias a la cultura y conocimiento del lenguaje castellano de Nicolás Herrera. La verdad sea dicha, Carrera no fue ni un periodista ni un escritor, todo lo que era necesario escribir, lo delegaba en sus secretarios. Él, muchos escritos, tan solo los firmaba. Manuel Rodríguez –Manuel Rodríguez fue compañero de curso de Carrera en el Colegio Carolino. Rodríguez sí terminó sus estudios, lo mismo su hermano Carlos. Ambos eran muy cultos y seguro grandes lectores. Manuel Rodríguez, acompañaba a Carrera como secretario de guerra

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en sus campañas militares, y era él quien redactaba los partes de los enfrentamientos; las secuencias y formas en que se desarrollaban los acontecimientos. Pertenecen a Manuel Rodríguez esas partes sentimentales de descripciones ideológicas, en esa narrativa viva que él vivió personalmente. Todos sabemos que Rodríguez se enemistó con su amigo por el excesivo mal trato que le daba a los subordinados, y criticaba a Carrera que llevaba todo para su causa, para su familia y sus amigos, que no le importaba, al parecer en primera instancia, la causa de la independencia, sino ejercer con despotismo el poder por orgullo personal; por su arrogancia y afán de figuración; compartiendo la opinión generalizada de que Carrera carecía de sentido político y hasta militar. Y lo abandonó. Rodríguez hasta fue metido en la cárcel por esa, diríamos hoy día, insubordinación a su jefe. Después nuevamente se amigaron, pero emprendieron caminos diferentes: Manuel desde el mismo momento del desastre de Rancagua, aunque marchó hacia Mendoza, no se quedó en el exilio, continuó la lucha, como muchos otros chilenos y se puso al servicio de la causa al lado del bando de San Martín y de O´Higgins. En cambió Carrera con esa prepotencia de creerse el presidente de Chile en el exilio y arrogarse el cargo, con tanto desprecio a los demás, preparó, con ese desconocimiento y falta de visón de la realidad y capacidad de los hombres que lo rodeaban, San Martín en este caso, trazó, en consecuencia, su negro destino. El Oidor Irigoyen Tenemos otros escritos de Carrera, que Guillermo Feliu Cruz da a conocer en su libro LOS PROCESOS JUDICIALES Y POLÍTICOS instaurados a los Carrera, y es la defensa que José Miguel hace de sí mismo cuando fue acusado del asesinato de Placencia y de su pequeño hijo. Escribió con tanta jurídica perfección sobre sus deberes y responsabilidad frente a su propiedad privada, que indudablemente era imposible adjudicárselo a quien no tenia preparación en el orden de conocimientos ni jurídicos ni literarios por, simplemente, carecer de los estudios más elementales. La defensa la escribió el Oidor Irigoyen. Hay varios otros escritos, pero sí pensamos que sus cartas fueron dictadas por él en EE.UU,

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pero no escritas por su mano, sino arregladas, gramática y literariamente por los conocimientos culturales y literarios de su secretario edecán de apellido Conde, que viajó con él a los Estados Unidos: tan brevemente se refieren a este edecán sin otros comentarios, sobre todo el del viaje a Estados Unidos, que Conde es un completo desconocido. –A mi entender, ni fue Carrera el primer periodista de Chile, ni el que inauguró con tanta brillantez, como dicen hoy día, esta profesión. Lo mismo en “El Huron”, en Montevideo fue solo el que dictó los escritos, donde están los más importantes de toda esa campaña desgraciada de su exilio en Argentina y, de esas proclamas o Manifiestos a los Pueblos de Chile. En esa situación estaba junto con Carlos María de Alvear y su secretario Nicolás Herrera, y los dos serían los que dictaban idealizando sus afanes para que el secretario Nicolás Herrera, los arreglara para que fuera posible leerlos, dentro de una estructura por lo menos literaria, para ser luego publicados. Alvear, tenía las mismas necesidades de reivindicación, y también realizó manifiestos y partes militares que Herrera su secretario perfeccionaba hasta en la gramática y ortografía, por esto es que se ha filtrado esta información de quien fue realmente quien escribió esos manifiestos, los que Carrera, incipientemente tan solo dictaba y Herrera le daba otro carácter. Las cartas a Mercedes, creo no son una falsedad, y fueron lo único que Carrera, en esos últimos instantes de su vida pudo realizar, desde lo más profundo de su corazón, conmovido por su fatal destino con el pulimiento de tanta sentimentalidad, de mucha honradez en la redacción llena de matices dolorosos, en ese terrible momento en que tenía conciencia del término de su vida. Esto sí puede ser verdadero y nos inclinamos, con el mismo pesar por ello. No fue uno, fueron todos, los mejores de Chile, los mentalizadores e ideólogos de la Independencia –Los verdaderos gestores e ideólogos de la Independencia fueron abogados, eclesiásticos, profesores y periodistas como Camilo Enríquez y el cura Manuel de Salas, sin olvidar a José Antonio de Rojas un adelantado para su época, sin restarles conocimientos a los

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otros miembros de la Primera Junta, ni méritos a los hombres que compusieron este primer período. Todos debieran leer los tres libros sobre los precursores de la Independencia de Miguel Luis Admunátegui, donde con mucho conocimiento da los nombres y describe la acción y los pensamientos de cuantos estaban preocupados de las instrucciones de libertad, llegadas desde Europa, que calaron profundamente en su mentalidad y prepararon y ejecutaron todo el devenir de nuestra libertad. No se engañen: no fue uno fueron muchos. Nadie les puede negar con el silencio de la historia, la cultura y el mayor anhelo de libertad y justicia alcanzado en esa época a Fernando Márquez de la Plata y Orozco; José Antonia Martínez de Aldunate; Juan Martínez de Rosas;; Juan Enrique Rosales Fuentes; Ignacio de la Carrera Cuevas; José Gregorio Argomedo Montero; José Gaspar Marín Esquivel y Francisco Javier Reina. Sin olvidar a Santiago Portales Larraín, a Pedro José Prado Jaraquemada; a José Miguel Infante Rojas; a Francisco Antonio Pérez; a Agustín Eyzaguirre; a Juan y Mariano Egaña; a José Ignacio Cienfuegos, y muchos otros que configuraron el plasma del patriotismo para lograr, entre todos, la independencia de Chile. Varios extranjeros colaboraron con sus ideas y conocimientos al caudal ideológico que sustentó el primer modelo de la independencia. entre ellos se debe mencionar a Álvarez Jonte, Dorrego, Zudáñez, Poinsett, Hoevel, Vera y Pintados e Irisarri, estos últimos unieron sus esfuerzos junto al cura Henríquez y Salas, e hicieron los periódicos de entonces, la Aurora de Chile, el Monitor Araucano y el Semanario Republicano, órganos de difusión sin trabas. Todos habían, con gran inquietud leído, los términos de la crítica racional que se hacía a la constitución de la sociedad, las costumbres, las formas monárquicas de gobierno y los sistemas coloniales que llegaron a través de obras como la Enciclopedia de Diderot y D`Alambert y las de Montesquieu, Rousseau, Hervecio, Voltaire, Reynal y otros autores. –No se le puede adjudicar la creación de principios independistas a un solo hombre y, además, al más iletrado de ese momento como era Carrera, que solo puso la firma a todos los

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Decretos que estampó, en documentos, en ese periodo de la independencia. Fueron muchos, no uno solo. La ideología roussoniana y el modelo norteamericano Si durante el año de 1810 el doctrinarismo dominante fue el de la tradición jurídica-filosófica española, es indudable que a partir de sus últimos meses y sobre todo en el curso de 1811, la influencia del pensamiento de Rousseau comienza a pesar en el país. El gran difusor, el más eficaz del pensamiento del filosofo francés en Chile fue, como dice Eyzaguirre, “el magro y cetrino fraile de la Buena Muerte, Camilo Henríquez, consumido por el fuego del ideal revolucionario, a quien las lecturas de la filosofía iluminista había arrastrado a serios conflictos con la Inquisición limeña. De regreso a Chile, su tierra natal, a comienzos de 1811, asombraría a sus habitantes con los osados acentos de una proclama encaminada a empujar hacia metas más radicales los pasos de la revolución. Es el hombre que rompe por entero con el pasado y que no se empeña en él, como los magnates del Cabildo, en doctrinas actualizadas”. Este es el hombre junto con Salas y Poinsett, los escritores de las proclamas, de la enseñanza en primera opción a quien se les debe lo alcanzado en esos primeros años de la Patria Vieja. No fue uno solo el gestor de tantos adelantos en lo doctrinario, social y simbólico, fueron muchos encabezados por estos pensadores a quienes se le deben los verdaderos cambios. Estos personajes fueron avanzados en su tiempo, y pensaron, casi todo el avance ideológico que significaba el rompimiento con la corona española. Carrera, al ocupar su cargo como jefe de la Junta fue tan solo el que puso el cúmplase con su firma, pero no el ideólogo ni el redactor. Todo esto en honor de la verdad, para no quitarle méritos a los más sabios que tenía Chile, a los mentalizadores de los cambios inspirados en los filósofos de la Revolución Francesa. Todos estos personajes, dentro de un grupo de inteligencia fuerte y ordenada, fueron los que construyeron nuestra nacionalidad, no fue un solo hombre sino el conjunto de los más instruidos, con poder económico y verdadero patriotismo. Todos inspirados en los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad que fundamentaron la Revolución Francesa, consecuentemente la independencia de Estados Unidos,

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como un ejemplo, incentivaron el descontento de los líderes militares criollos de América respecto a la dependencia colonial. Todo estos principios, bajo las instrucciones de la masonería que era quien dictaba la solución final a los problemas de gobernar, con autonomía, cada una de las naciones nacientes, por su propios medios y por sus hombres más ilustrados. El destino de los asesinos de nuestros libertadores –Es verdaderamente singular el destino de todos los hombres que, de alguna manera, tomaron parte en el suplicio de los libertadores en América, y del martirio de los tres Carrera que es lo que nos interesa. En Argentina quien supo sentir alguna compasión por ellos fue Bartolomé Mitre, que escribió páginas y páginas dando cumplimiento a sus creencias. Siendo masón y sefardí-hispano, ocultó mucho de lo que creía perjudicial; alabó a los que estaban en su bando y, contra Carrera y doña Javiera tuvo palabras y juicios muy precipitados que aun hoy suenan rencorosos o, a lo mejor, dictados por sus jefes en la oscuridad, para desprestigiar aun más a sus enemigos chilenos, dando justificación a los actos que los llevaron a los tres hermano a su cruel destino en Mendoza. Ese final, terrible, cruel e inhumano, que tuvieron los verdaderos próceres de nuestra independencia; los más honrados héroes; aquellos que lucharon y que dieron su vida por la causa de la independencia para beneficio del pueblo, de esos habitantes hermanos en su misma tierra fue inútil: indios, negros y mulatos enrolados en las filas de los patriotas fueron al sacrificio, pues eran los que formando las avanzadas en cruentas batallas y en otras miserables tareas en que dieron sus vidas. Esos hombres, los ideólogos, que tuvieron un triste final y que fueron asesinados por manos con órdenes oscuras y siniestras fueron, entre muchos otros, sin mayor trascendencia y resonantes apellidos hoy casi olvidados: Miranda, Moreno, Hidalgo, Belgrano, Iturbide, Montufar, Piar, Rivadavia, Sucre, Manuel Rodríguez, Artigas, a la larga también en su ostracismo de Francia San Martín y en Perú Bernardo O´Higgins. Y, por las causas que fueren justificables o no, los hermanos Carrera.

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¿Y que pasó con los asesinos de primera mano? Los que llevaron a cabo, los que cumplieron las siniestras sentencias, no por su voluntad sino por ser ordenados desde la oscuridad los mandatos, que venían desde más allá del grado de maestro, de los 33, sin que nadie conociera su cara, ni viera la mano que indicaba y dictara la forma de ajusticiamiento para cada uno de ellos. El turno que ordena el silencio entre sombras Por esto, escribe Diego Barros Arana en su historia, con palabras y sentimientos originados, fundamentalmente, de Mitre y de su propio cuño, que el destino de esos asesinos que tomaron parte en el suplicio de José Miguel Carrera y sus hermanos, fue verdaderamente singular:

– “Luzuriaga, depuesto en Mendoza, pasó al Perú donde sirvió como edecán de San Martín, acompañándolo en su conferencia con Bolívar en Guayaquil, después de la caída de su amo, se estableció en Buenos Aires donde compró una gran hacienda. Habitando en ésta, aislado y oscuro, se suicidó, sin que hayamos sabido el motivo inmediato que lo arrastró a este acto de desesperación. – Dupuy fue elevado por San Martín al rango de gobernador del castillo de la Independencia del Callao, después de la matanza de los prisioneros de San Luis, como Luzuriaga, volvió a Buenos Aires, donde nos han referido varias personas que se lo veía envuelto en una frazada recoger los puchos de los cafés, hasta que murió de miseria, despreciado de todos como un nefasto asesino. – Monteagudo, el mentalizador del asesinato de Manuel Rodríguez, sucumbió en Lima en 1822, siendo ministro de San Martín, atravesado de una puñalada por misteriosas intrigas de amor, que se han atribuido al famoso Sánchez Carrión, ministro de Bolívar. – Manuel Arias el comandante chileno, fue enviado al Perú por la traición a Carrera en Punta de Médanos. Fue destinado en castigo de su complicidad con los Montoneros, a servir en las guerrillas de la Sierra. En un intento pretendió pasarse al enemigo, pero un oficial chileno de nombre Quiroga le dio alcance y lo mató de un pistolazo. – Barcala, el oficial africano que mandó el piquete de tiradores que fusiló a Carrera, después de haberse elevado al grado de coronel, fue a su turno fusilado por el cura Aldao en 1841, en el mismo sitio del muro y, sentado, en el banquillo en que sucumbieron los Carrera. – Albino Gutiérrez engreído por su título de brigadier chileno, y su victorias de Punta de Médanos donde fue prisionero Carrera, sentó plaza de guapetón,

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y en 1831 salió a batir a Pablo Pincheira y a Hermosilla que invadieron el territorio de Mendoza, después de haber sido rechazados de Chile. Gutiérrez fusilaba sin remisión a todos los prisioneros y pagaba 6 pesos por cada cabeza de chileno que le presentaban. En la acción de Aguallasta el 16 de septiembre de 1821, siendo puesto en derrota, un chileno le boleó el caballo y dándole alcance, le quito la vida descargándole un tiro de carabina en el rostro. Se me ha referido que los chilenos de la montonera de Pincheira tenían hecho el juramento de matarlo en expiación del fusilamiento de don José Miguel Carrera y sus acompañantes. –Todos los demás agentes directos o indirectos de aquella catástrofe carrerina, han tenido un fin deplorable que ha caído como una renuencia de maldición aun sobre sus hijos… Pero que se nos ahorren más detalles y más nombres sobre este drama de horrores”.

¿Quién cambió la historia de Chile? –¿Cuál fue ese grupo que se conjeturó para darle a los próceres, en la historia que escribían, el relieve que a ellos les interesaba? ¿Por qué estaban bajo las mismas órdenes dictadas en la oscuridad? ¿Por qué su obediencia nos llega ahora con todos los datos parcializados, engañosos que han traspasado nuestra natural personalidad, al no saber a ciencia cierta a quien debemos creerle, o no estos siniestros designios que heredamos de ignorancia y confusión? ¿Se dirá algún día a quién debemos creerle? Pero sí sabemos que, los ideólogos que graficaron nuestra historia, se reunieron, con un ego desproporcionado. Lo escribió Vicuña Mackenna como una gracia, algo risueño, y como si nos hiciera un favor nos da a conocer los nombres de los que reescribieron la historia como a ellos les convenía, fueron: Antonio García Reyes, Manuel Antonio Tocornal, Diego Barros Arana, Domingo Santa María, Melchor Concha y Toro y Federico Errázuriz. Todos estos se conjuraron y nos dieron una lección de oscurantismo, nos aprobaron a todos con nota de excelencia, al aceptar, su clase magistral como verídica que todo fue como ellos lo han narrado. Y nada más. Un crimen se oculta con otro crimen

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–Esto es como llamar a quien prendió el fuego para que lo apague –agregó con desengaño Mario, que miraba a Luis con las manos en los bolsillos como ocultando algo–, y lo apague con bencina que también es algo líquido. –Pienso –respondió Mario con voz plena de convencimiento–, que por más que la masonería sea la que creó, ayudó y logró con su oscurantismo y sus experiencias históricas a la independencia de Chile, el trato criminal del ajusticiamiento de nuestros próceres y de Carrera en particular, que ocurrió ocultando a sus ejecutores y aniquilando, después, la mano visible de ese crimen, pienso y siento que fue terriblemente inhumano. Nadie tiene el derecho a arrogarse tanta impunidad en aras de ocultar la verdad por obtener el poder. Yo repudio lo hecho con Carrera, como con Bolívar y otros próceres. De otra manera se pagan los errores, no con tanta maldad, que al fin forma una cadena interminable, que inunda los siglos futuros, contaminando las creencias y separando las familiares de una nacionalidad, y modificando nuestra personalidad, la forma de percibir la historia y la vida misma. Los cristianos crearon un paradigma tortuoso. Crucificaron a Cristo en una cruz a la vista de todos, desnudo y sangrante, y lo siguen manteniendo por dos mil de años con una corona de espinas; así mismo, desnudo día a día y agonizando en un madero donde nadie puede salvarlo. Encima ordenan que se lo venere y se sufra por él. ¿Qué divino masoquismo nos ordenan padecer? Pese a todo lo dicho, pasa lo mismo con Carrera que, a mi entender, cada día lo descuartizan cuando dan detalles de su vida, aunque sea para ponerle una estatua en un parque y pretender, nuevamente, llevarlo por una vía crucis ya inexistente e innecesaria. ¿Son los mismos que lo mataron los que lo están elevando a esa tarima de héroe? ¿Son los mejores métodos ensalzarlo, en vez de dar razones históricas de lógica, de ética y de aspectos psicológicos de la personalidad de estos hombres que vivieron en tiempos que eran distintos políticamente, en cuanto a intereses de poder, de creencias religiosas y humanas? ¿No es mejor esto que ensalzarlos? La unión de los aristócratas chilenos

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Mario, sin dejar de balancear los papeles de Jorge, que en sus manos parecían otro objeto, más un arma que un documento informativo, no dejaba de comentar lo que Luis estaba exponiendo. –Se habían cumplido siete años del fusilamiento de José Miguel y diez de sus hermanos, cuando se levantó un sentimiento nacionalista que logró se unieron todas las fuerza sociales de Chile. Los llamados otomanos, los sarracenos y las familias de los ochocientos, todos de apellidos lustrosos, depusieron sus enconos y, en un solo afán, en definitiva, tomaron las mismas propuestas nacionalistas de Carrera en defensa del territorio de Chile. Por un acuerdo de un llamado constitucional en 1828, los cuerpos de los tres patriotas fueron traídos a Chile y sepultados con la dignidad que idearon y ejecutaron. Fue así como, bajo el gobierno de Francisco Antonio Pinto Díaz, se cumplió este deseado trámite que logró, que todas las familias chilenas que formaban la aristocracia se unieran, despegándose de las intenciones, por siempre mantenidas por los argentinos, que Chile fuera parte de su territorio y dejaron de formar parte de las logias que gobernaban a los hermanos chilenos creando las propias. Una forma de segunda independencia que hizo valorar, que todo pasaba a las manos de los chilenos, cualquiera fuere el destino futuro. Se logró, con el mismo entusiasmo con que se despojó a la monarquía española de la riqueza que le administraban, que todo pasara a la aristocracia chilena que, en poder de sus representantes todo el territorio con su riqueza fuera tan solo del grupo familiar que conformaron esas diez familias. Así, desde ese 1828, inspirados por los huesos de los Carrera, quedaron dueños de la inmensa riqueza de Chile. Las 10 familias, hambrientas de poder usurparon la responsabilidad de gobernar, con su criterio político y sus interés privados, el futuro de la Nación. Aunque se han seguido peleando, como perros cancerberos, por el poder total hasta el día de hoy. El proceso de la endogamia

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–Con las estrategias matrimoniales endogámicas de la elite económica chilena, con un sistema capaz de reproducirse y mantenerse a sí mismo dentro como en un mismo huevo, han dado origen a una nueva forma de ética, justicia y consecuencias enceguecedoras. Existieron diversas formas de estrategias matrimoniales preferenciales de las elite tradicional, en primer lugar con la endogamia casándose entre ellos, aristocratizando estas uniones entre los que pertenecían a los más altos círculos comerciales, políticos y religiosos, creando una escala de ultra ricos, ricos, medios ricos, clase media alta, media media, media baja, pobres y miserables. Ilustres pensadores Hasta Andrés Bello, del grupo sefardí-hispano, tuvo gentiles definiciones para clasificar a nuestra nacionalidad, creyendo él ser algo diferente: “que el circulo de conocimiento que adquieren las clase menesterosas, no debe tener más extensión que las que exigen las necesidades de ellas”. Increíbles sus palabras, pues se lo ha idealizado y representa la frente, con estatua de genio, el pensamiento y la acción de la Universidad que lustra la razón intelectual de Chile. Mario Baissbluth, un agudo crítico de nuestra sociedad, nos sigue dando pautas y opiniones de nuestros más connotados comerciantes de singular espíritu religioso como el cura Mariano Casanova que dijo:

“La desigualdad de condiciones y de fortunas nace de la desigualdad natural de talentos, aptitudes y fuerza; y no está en la mano del hombre corregir esa desigualdad, porque no está en sus manos corregir la condición de todos. El rico necesita del pobre para el cultivo de sus campos, para extraer y beneficiar el oro de sus minas, para las variadas obras de la industria humana, para la construcción de sus edificios y hasta para la preparación de sus alimentos. El uno y el otro se complementan como los diferentes miembros del cuerpo”. Y sigue con la sabiduría del argentino Juan Bautista Alberdi que dictaminó: “En vez de dejar esas tierras en manos de indios salvajes que hoy las poseen, ¿por qué no poblarlas de alemanes, ingleses y suizos?... ¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infantón de la Araucanía y no mil veces con un zapatero inglés?”.

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“Sabiamente así lo ha dispuesto la Providencia, pues el día en que se nivelen las condiciones y fortunas de los hombres”, opinaba Monseñor Casanova, “desaparecería la sociedad, que se funda en la reciprocidad de servicios que se prestan unos a los otros. Todo esto sin sembrar odio e intolerancia”.

Los inmigrantes alemanes y otros –Entre tanto, llegaban hambrientos extranjeros, sobre todo emigrantes alemanes con los que se inició el proceso de eutanasia, casándose nuestra elite con ejemplares rubios; de ojos azules; altos y con buena apariencia. Por ser bellos y emprendedores los eligió nuestra elite y, con ellos, logró disfrazarse. Después vino el intento de una compulsiva repetición de endogámico mestizaje, quitarse su aspecto sefardí-hispano de pequeña estatura, morenos, de ojos pardos y almendrados, piernas cortas y en arco, brazos pequeños y algunos muy cabezones; distanciándose, por la epidermis facial un poco blanquiñosa y, elevarse por centímetros de altura de la clase baja, ya fundida en un estrato físico ineludible, con el solo destino de prestarles servicio y bienestar a la mesiánica clase dirigente. En este ocultamiento endogámico y eutanásico, esta clase social, se inscribió en la religiosidad católica ocultando de paso, sus antecedentes, repetimos, de mestizos-sefardí-hispanos de donde provienen todos los chilenos de arriba y de abajo, desde el inicio de la llegada de los primeros llamados conquistadores al territorio de América desde 1492. ¿Lograron engañarse a sí mismo con estos disfraces? ¿Piensan que nadie los ha descubierto? Han dado, hasta el momento, demasiados documentos endogámicos y han quedado con un evidente disfraz que, cabalmente, se los define e identifica. Han sido 500 años, desde la llegada de Pedro de Valdivia con sus 154 compañeros, que les ganó la codicia y les hizo perder la humildad, olvidar de dónde y por qué vinieron desde tan lejos ocultando su verdadera identidad religiosa. El brillo del oro los encegueció en el sentido de dejar de diferenciar lo que está bien de lo que está mal, como bien escribió Sandra Radic en el Diario Online “El Mostrador”, “pues se han enredado en operaciones o, actuaciones, para algunos jueces con carácter de delincuentes, pero para la mayoría de ellos como una práctica normal dentro del juego comercial del ejercicio del poder”.

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Metástasis de un narcisismo colectivo –Se infectaron del código de la avaricia, de sueños de poder como si fueran los destinados a proteger la tierra que le pertenece al Dios que adoran; se convirtieron en los guardianes del poder para ofrendárselo, sin percatarse que el poder es el dinero, tan solo oro que no va a ninguna tumba acompañando al cielo a su poseedor. El grupo de los diez, quedó enfermo, contagiado de los mismos males, digamos así, del narcisismo de los depredadores más grandes de la época de la colonia, acompañados de sus más enconados enemigos ahora convertidos en socios y amigos. Desde que volvió a Chile José Miguel, ese 24 de marzo de 1828, entreverados sus huesos entre –¡qué sé yo que otros!–, estas diez familias fueron los cómplices, como extensión de la Monarquía hispana, de la miseria de los chilenos de baja extracción. Ahora, a su ejercicio despótico, le suman 200 años más de oligárquica tiranía, dentro de una democracia que es otro nombre de la moderna esclavitud. –Hay que llamar a Leonel –suplicaba Mario–, para que certifique, no para hacer un diagnóstico, sino para extender un certificado de extrema infección en el alma, el cuerpo y en el semen de las acciones amorosas de este grupo endogámico y oligárquico, que ha generado en Chile tantas desgracias en el transcurso de 200 años, desde la etapa de la independencia, que nunca existió, hasta nuestros días. El grupo de las 10 familias –Así quedaron identificadas, en el grupo de los diez familias enfermas de codicia, arrogancia y desprecio los principales mentores de la elite política, económica, social y simbólica cultural que ostentan todo el poder en Chile hasta nuestros días, incluida la jerarquía eclesiástica de la Iglesia católica, que ve, desde el púlpito, la vida como un supermercado cuya mercadería tiene precio; todo debe dar ganancia bajo su bendición y amparo. Para ella la vida no se compone de personas sino de miradas hacia su Dios y para él todas las dádivas; todo lo que fluye; todo lo vendible; todo lo comprable. Pese a que los curas, como ellos nos dicen, han hecho un voto de

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obediencia, de pobreza y, además, de castidad, actividad revertida que ejercen con niños menores: que bien comprobadas están sus faltas en acciones contra la moral y la ética. Los curas, sigue, “El Mostrador”, han vendido durante generaciones una suerte de pureza aristocrática, que ha servido de base a la conducta de la oligarquía constituyéndose en exitosos logros económicos. El amor que predican es el dinero que obtienen por esa ayuda. La fe cristina ofrece un amplio abanico de curiosas posibilidades: seres que ascienden a los cielos en cuerpo y alma perdiéndose en la bóveda celeste; milagros de resurrección; fertilidad de las vírgenes; zonas infernales habitadas por demonios, ángeles de la guarda; culpa natural provocada por el pecado que se hereda, aversión al erotismo –de los demás no de ellos–, listado de libros prohibidos, etc., etc. Da que pensar ¿de dónde sacan tanta prepotencia para asignarle al ser humano tantas posibilidades de salvación y de perdición? La fe cristina es idealista, un ensayo para otra existencia; la vida eterna donde todo es hermoso y nada es complicado como en la tierra. Son los curas los que le han enseñado a la aristocracia, que es dueña de todas las vidas, que Dios puso a su servicio, como destino asignado a cada cual el resto de seres. Los que quedan fuera del área de la bondad de Dios; del lucro, de la salud, de la educación, del transporte, de la vida urbana y campesina, son todos aquellos menesterosos que deben conformarse y agradecer la vida que el Salvador les ha dado y nada más. Basta leer los apellidos de la jerarquía eclesiástica en Chile, para comprender que no estamos equivocado. Como obispos y arzobispos tenemos a piadosas reliquias como a Cox reconocido pedófilo; Casanova, Errázuriz Vicuña, Larraín, Piñera, Echeñique, Valdivieso, Eyzaguirre, Zañartu, Campiño, Infante, Henríquez, Oviedo, Cavada, Tagle, Covarrubias, Aldunate, y cómo cardenales a los mismos Larraín, Errázuriz, Henríquez, Esteves y Oviedo Cavada. Da que pensar que estos apellidos sean todos de la oligarquía ¿Qué negocios y propiedades compartirán? ¿En que heredades son socios, desde siglos del poder material de Chile? ¿Desde cuándo se

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reparten el poder espiritual y material? y, ¿con qué atribuciones, al margen de Dios, procrean tanta incertidumbre? ¿Cuántos de nuestros adinerados son solo terratenientes de la Iglesia Católica? Me he preguntado en varias ocasiones: ¿quién será el propietario de la cordillera de los Andes? La unión de beneficios sagrados –Todo partió desde el día que trajeron a los Carreras de la Argentina, y la aristocracia parió un nacionalismo contagioso, como una fuerza capaz de arrebatarle a la monarquía hispana el poder material, que pasó a constituir su fuerza, diversificada en todos los estratos, como una sociedad que, en forma natural, debe brindarse a sus narcisos componentes por ser superiores. Dueños de todo el territorio agrícola y minero, diversificaron su poder económico, con las fuerzas de extranjeros europeos que participaron en la eugenesia, con preferencia los alemanes, para enclaustrarse, de inmediato, en una degenerativa endogamia física, que los llevó a buscar siempre refugio en las fuerza militares, que fue una de las profesiones que primero invadieron con los menos inteligentes de sus componentes familiares; luego el disfraz de piadosos eclesiásticos en la religión cristiana, contraria a la suya, alcanzando cuotas de pedofilia dentro de la Iglesia católica, llegando a ser, algunos de sus componentes, hembra o macho, los santos de Chile: Santa Teresa de los Andes, San Padre Hurtado. Pese a todo, muchos son sinceros creyentes, de comunión dominical perteneciendo a las sociedades exclusivistas de cofradías espiritualidad, como el Opus Dei, Los Legionarios, Los jesuitas, constituyéndose más en un club de campo que integrados a una nación de diversas etnias, como escribe Rothkopf, citado por Sebastián Huneeus Valenzuela, en su tesis de grado para su título de sociólogo, donde además, incluye varias reflexiones de que la súper clase involucra un fenómeno del núcleo duro de la elite en Chile: “El club incluye a algunas familias claves: Angelini, Matte, Piñera, Luksic, Saieh, Claro, Edward y unas cuantas más. No conforme con estas citas, estos grupos operan a escala internacional con unos miembros iluminados que juegan un rol equivalente a escala global”, los que en un ejercicio de codicia y avaricia han logrado

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el poder que defienden, en la actualidad, con los sobornos a los políticos, compitiendo, incluso a nivel internacional. Nunca faltan en la política los eternos Larraín, Errázuriz, Echeñique, Eyzaguirre, Noboa, Ruiz Tagle, Bulnes, Henríquez, Cavada, Vicuña, Mackenna, Ossa, Aldunate, Orrego, Zañartu, Valdivieso, Infantes, a los que se han incorporados, en la actualidad descendientes de los primeros alemanes que llegaron como miserables al país, ahora convertidos en abogados, economistas, hasta alcanzar, más de uno, cupos de juez del Tribunal Supremo, de diplomáticos, ministros, diputados y senadores, etc., etc. ¿Hasta a dónde llega la absurda generosidad de los chilenos? Varios estudios han entregados datos ilustrativos que dan una idea de la conducta de estos grupos socioeconómicos. Se estima aproximadamente en 35 mil familias, menos del 1% de la población de Chile; entre un 10 y un 15% del grupo ABC1, la mayoría de ellas concentradas en la capital con un ingreso mensual sobre los 8 millones (Aprox. US$ 20.000). Nadie, sino los de su grupo y contactos, puede acceder a sus lujos y gozar de todas las comodidades de la vida moderna. Bienaventurados los pobres de la tierra –Cuando el pobrerío intentó tocarles un pelo, despojándoles de sus tierras, expropiando y confiscando la minería, en 1973 llamaron a los militares donde sus parientes componen la alta oficialidad, en complicidad con sus amigos norteamericanos; a Nixon y la fuerza asquenazi de Henri Kissinger; con el silencio inicial de la Iglesia Católica. Entonces se hizo presente Augusto Pinochet que, obedeciendo a estas fuerzas extrañas logró mantenerse 17 años en el poder, a fuerza del aniquilamiento a sangre y torturas de miles del pobrerío, triplicada cantidad en desaparecidos y cerca de un millón de exiliados. ¿Cuándo comenzó todo esta asociación? ¿Fue lícita desde 1828 o no existió? ¿Es nuestra imaginación? ¿Sus contenidos nacionalistas dieron el fruto esperado? ¿O tan solo lograron despertar la conciencia de los adormecidos pueblerinos chilenos de las clases desposeídas?

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¿Qué ganó argentina con desligarse de poseer el territorio chileno, de incorporarlo a su afán de tener salida a los dos Océanos, como los EE.UU? gran anhelo desde Buenos Aires y de Domingo Faustino Sarmiento. ¿Qué ganó el plan de Inglaterra que, con sus Logias y su acción estaban por sobre las pobres, mestizas incultas y desinformadas Logias chilenas? La entrega de la Patagonia ¿Cuál fue el resultado de todas estas intenciones y logros? En definitiva: Chile, después de ese 24 de marzo de 1828 y los homenajes de recepción a los patriotas Carrera, pese al nacionalismo que generó la llegada de esos huesos, comenzó a entregar territorio, y entregó toda la Patagonia, que estaba dentro de sus dominios a la Argentina y, después, en nuestro tiempo, grandes extensiones de tierras y en el sur lagos y montañas. Para qué vamos engañarnos: no podríamos nunca, frente a Argentina en lucha armada, tener éxito. De alguna manera se cumplieron los anhelos argentinos de ser poseedores, de lo que en definitiva pretendían: la Patagonia donde está la mayor riqueza del sur americano. Triste recuerdo de Diego Barros Arana, de Vicuña Mackenna, de Lastarria y la trastienda de los políticos comprometidos bajo las órdenes de la masonería argentina: la noche del 22 de octubre de 1881, se canjearon las ratificaciones entre, el tan aclamado Balmaceda y Arroyo. El 26 fue promulgado, y de un solo plumazo, se cerraba otro triste y vergonzoso capítulo de las relaciones exteriores entre Chile y la Argentina iniciada, con un cruel fusilamiento y descuartizamiento de uno de sus próceres, en una de las mayores entregas de territorio, de una vez y sin enfrentamiento que registra la historia universal. Elogio de la masonería –En cada país la ruta de la masonería fue distinta. Los masones estuvieron a la cabeza del proceso de liberación de la sociedad chilena, no al servicio del pueblo bajo, sino exclusivamente,

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de la elite de nuestro país, y le sigue lustrando los zapatos una a una, a esas diez familias dueñas de todo Chile. Los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad que guían la actuación de los masones, se han convertido –nada menos– en “Patrimonio de la humanidad”, según opiniones de León Zeldis Mandel, un sefardí nacido en Chile, que publicó un cuadernillo del cual extractamos estas opiniones: “el precio de la libertad dijo un político irlandés, es la eterna vigilancia. La Masonería ha jugado y seguirá jugando un rol protagónico y su mensaje de paz, tolerancia y fraternidad seguirá escuchándose en las páginas históricas y transmitiéndose de generación a generación”.

La línea que cierra el círculo –Después de esta larga inspección y lectura de los papeles de Jorge, que había durado más de un mes, llegó a la casa de Mario su compadre Cristian acompañado de un amigo. La mirada de sus ojos demostraba una gran preocupación. –Mario –comenzó diciendo Cristian que traía un diario entre las manos–, me cuenta el amigo que me acompaña, que tiene un primo que está en una logia de esas de cena mensual, de tenidas bien conversadas sobre filosofía y cosas culturales, pero me no aclaró si era el Rotary Club, Los Leones, Legionarios u otra. Es un guaso paleteado, sin escondrijos y que el pariente le contó, como si nada, que ayer llegaron tres agentes de Buenos Aires, de la misma logia argentina de él, la misma que está, incluso, en Montevideo a la tenida-cena que fueron invitados. Durante la comida, muy alegres entre vino y vino, preguntaron por ti: si alguien conocía a Mario Carvajal Bunster; que, como buen amigo, lo habían invitado a viajar con ellos a Mendoza. Además, por valioso, porque tiene dos apellidos muy lustrosos entre los masones prominentes de Chile y, porque Mario no sabe que su amigo Jorge está encerrado en Vieyte, en el manicomio de Buenos Aires, loco reloco. De esto no sabe nada. Los partidarios de José Miguel Carrera No debes ir a Mendoza Marito, por ningún motivo. Cuentan que todo chileno que va, y pregunta por la muralla donde fueron

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fusilados los Carrera, son fotografiados y varios nunca han regresado a Chile. –¿Qué piensas Mario –preguntaba Cristian a su amigo– de los partidarios de Carrera? –Todos son gente bien, aunque intencionados mitómanos, amantes del idealismo al servicio de Chile y de su patrimonio familiar. Aman su tradición, defienden sus ideas y las defienden como noble causa, por las cuales su lucha tiene sentido y valor pese al exagerado mito que han creado, que no tiene, sin duda, su futuro asegurado Tan solo que no han leído todos los libros. Como buenos chilenos son malos lectores. Los escritos de los enemigos de Carrera son los más interesantes pues dan argumentos con los cuales se los puede combatir, lo mismo que los de sus partidarios para revertirlos. El dolor repetido de su descuartizamiento es lo que más han leído y sufrido. No ha sido tranquilizador, al punto que no todos los historiadores a favor de Carrera escriben con verdadera instancias de fe, y no conservan con el mejor color de religiosa fe, judía, cristiana o como ateos, la defensa pura y sagrada de su héroe. Han hecho un mito de la figura de su ídolo. –Y, ¿los argentinos? Marito, esos amigos de Jorge que andan detrás de todos sus documentos, sin duda, ya trasversalmente, ¿no crees que andarán reuniendo todo para hacer ellos otra historia? ¿Publicar un libro para su provecho personal? o, pensando cáusticamente, ¿para quemarlos u ocultarlos por orden de alguna Logia? Y que todo siga igual. Nada de revisionismos. ¿Para que todos continúen ignorando esta cruel historia y siga sepultada eternamente bajo los siniestros propósitos del oscurantismo? “Santificar la venganza, dijo Nietzsche, bajo el nombre de la justicia, no es más que el sentimiento de la ofensa recibida”. Y volvió a repetir: “así como la crueldad es uno de los placeres más antiguos de la humanidad, nos desciende a desesperar, que la historia nos enseña, que ninguno de los grandes hombres ha triunfado sin un gran orgullo y una buena dosis de injusticia”.

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Si todo esto del pasado humano, político y religioso de nuestra patria, a sido referido como un sueño es nada, si soñado en la realidad ha sido horrible, porque de las operaciones del espíritu la menos frecuente es la razón. Mario, debes pensar en la línea que se inicia, como una metástasis que, desde esta página final cierra el círculo con la primera de todo lo que han leído.

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