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CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

El territorio del Chile actual ha estado poblado desde tiempos inmemo-

riales. Hace unos 10.000 años e incluso muchos más, según algunos auto-

res, arribaron desde el Norte grupos de cazadores-recolectores que consti-

tuyeron las primeras comunidades a lo largo de la zona comprendida entre

la Cordillera de los Andes y el mar. Vestigios de este habitar subsisten

desde el desierto, al Norte, hasta la zona austral, los que dan cuenta de su

enorme capacidad para ocupar diversas partes del territorio, así como de

su movilidad. Ellos son los primeros habitantes de nuestro país.

A lo largo de aproximadamente catorce siglos, los descendientes de

estos primeros habitantes fueron transformándose poco a poco, diversifi-

cándose en culturas y pueblos, constituyéndose en los pueblos indígenas

de Chile, aquellos que sobreviven y también los que han desaparecido.

Estos pueblos y comunidades domesticaron un territorio salvaje, nom-

braron los cerros, ríos y paisajes, ocuparon por años y años las tierras donde

hoy vivimos. Las primeras poblaciones, probablemente pequeñas, gradual-

mente aumentaron en densidad, en capacidad tecnológica, en producción

agrícola. Los descendientes de esos primeros pueblos, muchos siglos des-

pués, tuvieron que enfrentarse a los europeos cuando estos llegaron.

La intención de este capítulo es resaltar que existían, en la franja que

hoy conforma Chile, muchos siglos antes de la llegada de los colonizadores

europeos, distintas culturas, cada una de las cuales poseedora de sus propias

formas de desarrollo y dominio de su entorno natural, así como de sus creen-

cias y valores. Esta línea temporal se extiende desde las primeras ocupacio-

nes hasta la actualidad. Esta mirada aspira a ampliar la visión tradicional de

una historia que, para algunos, comenzaría recién en el siglo XVI.

NUESTROS PRIMEROS ANTEPASADOS31

Los verdaderos y primeros conquistadores de América fueron esos hom-

bres y mujeres, quienes, provenientes del noreste asiático, penetraron en

CAPÍTULO PRIMERO

LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

31 Este capítulo contó con la supervisión del arqueólogo y Premio Nacional de Historia,profesor Lautaro Núñez.

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LA MEMORIA OLVIDADA

el continente americano, probablemente siguiendo la emigración de las

manadas animales. El estrecho de Bering, en el extremo Norte de Améri-

ca, vinculó a estas poblaciones, originarias de Asia, con el continente a

través de una vía terrestre. Esta vía se habría conformado durante la gla-

ciación Wisconsin. Este puente congelado no siempre estuvo disponible,

lo que sí se sabe es que fueron al menos tres las posibilidades de ingreso

a nuestro continente y en tres tiempos diferentes. Estas comunidades

serían las más antiguas del continente americano y nuestros primeros

antepasados.

Cuando el clima pleistocénico comenzó a mejorar, grupos de cazado-

res, en reducidas agrupaciones familiares, se desplazaron de Norte a Sur

por el territorio americano hasta alcanzar las tierras que hoy comprenden

Chile32. Los primeros hombres y mujeres, llamados “paleoindios” por los

especialistas, o “los antiguos habitantes” en una nominación libre33, ocu-

paron distintos escenarios nunca antes habitados, alcanzando la Patago-

nia alrededor de los 9.000 años a.C. Iban, según se desprende de los ante-

cedentes arqueológicos, tras la caza de milodones, caballos americanos y

camélidos antiguos, utilizando distintas armas, entre las que se destacan

aquellas con puntas de proyectil llamadas Fell, muy parecidas en su forma

a “las colas de pescado”34, debido a que la base que penetra en el dardo

presenta esa semejanza. En el territorio árido del Norte, estos “antiguos

habitantes” probablemente ocuparon los entornos de lagos de agua dulce,

bosques y valles, en espacios donde existían recursos suficientes. En el

desierto habitaba, además, un grupo humano antiguo llamado actualmente

Tuina, el cual vivía en cuevas –buen refugio natural–, iniciándose así el

poblamiento alrededor de los 9.000 años a.C. Más hacia el Sur, otros caza-

dores antiguos dejaron sus huellas en tres sitios arqueológicos representa-

tivos: Quereo, territorio semiárido cercano a Los Vilos; Taguatagua, lugar

fértil de la Zona Central en el valle del Cachapoal, donde había una gran

laguna; y Monte Verde, cerca de Puerto Montt. Este último sector da cuenta

de una larga ocupación indígena y conocimiento del territorio, con una

datación probable de 33.000 años35:

32 Núñez, Lautaro. “Los primeros pobladores (20.000 ? a 9.000 a.C.)”. En: Jorge Hidalgo,Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 13-31.Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago.1989. p. 13.33 Como es bien sabido, el término “indios” proviene del equívoco de Cristóbal Colón, quienbuscaba y creyó encontrar “las Indias”. El término “prehistóricos”, por otra parte, supone quela “Historia” comenzó con el arribo de los europeos, por lo tanto no lo utilizaremos.34 Bird, Junius. “Antiquity and migration on the early inhabitants of Patagonia”. Geographi-

cal Review 281. New York. 1938.35 Ardila, G. y G. Politis. “Nuevos datos para un viejo problema: investigación y discusionesen torno del poblamiento de América del Sur”. Boletín del Museo del Oro N° 23, pp. 3-45.1989.

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CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

El sitio arqueológico Monte Verde entrega una de las fechas más tempranas

de nuestro continente y evidencia la gran antigüedad de la presencia huma-

na en América. Sus datas radiocarbónicas demuestran que en esta época ya

existían en el Sur de Chile pequeños grupos humanos viviendo perfecta-

mente adaptados36.

Sobre el primer sitio, Quereo, en la costa cercana a Los Vilos, el nivel

más antiguo, designado I por los arqueólogos, se remonta aproximada-

mente a los 10.000 años a.C. Presenta evidencias de origen humano, aso-

ciadas a la caza de caballos americanos. Las condiciones de aridez, al tér-

mino del Pleistoceno, habrían acelerado la explotación de mamíferos de

grandes proporciones37 en el nivel Quereo II38. 9.000 años a.C., y en rela-

ción con el segundo sitio, “... las ocupaciones paleoindias se relacionan

estrechamente con labores de caza especializada de megamamíferos...”39,

vinculadas a artefactos líticos, como la punta de proyectil del tipo Fell,

usados en el extremo Sur y Centro de Chile para cazar y faenar mastodon-

tes. En el tercer sitio, ubicado en el extremo más meridional, las familias

paleoindias suman a la caza del mastodonte –elefante americano– la ex-

plotación de recursos vegetales que implican readaptaciones al singular

bosque húmedo austral40. Las fechas de 12.500 años a.p. de Monte Verde

II dan cuenta de un grupo de personas que no eran solo cazadores de

megafauna, sino que conocían ampliamente el territorio, explotaban una

veintena de plantas distintas, con propiedades medicinales, características

conocidas actualmente, además de la recolección de papas, el aprovecha-

miento de los entornos marinos –algas– y cordilleranos41. En la Patagonia

existen evidencias de presencia humana desde al menos 12.000 años an-

tes del presente (a.p.), en sitios como la cueva Los Toldos, Lago Sofía

(11.500), Tres Arroyos (11.800) y Fell, cuyos niveles más profundos y,

por tanto, más antiguos, dan cuenta de una ocupación ocurrida hacia los

11.000 a.p.

36 Adovasio, J. y D. R. Pedler. “Monte Verde and the antiquity of humankind in the Ame-ricas”. Antiquity N° 71. 1997. p. 573. Estos hallazgos se deben al trabajo del arqueólogo TomDillehay,37 Llamados megafauna o megamamíferos, entre los que el más famoso es el elefante omastodonte, grandes caballos americanos que después desaparecieron, ciervos de enormesdimensiones, el ya conocido milodón y otros animales de ese período.38 Núñez, Lautaro, Juan Varela, Rodolfo Casamiquela y Carolina Villagrán. “Reconstrucciónmultidisciplinaria de la ocupación prehistórica de Quereo, centro de Chile”, pp. 99-118. Latin

American Antiquity. Vol. 5. Nº 2. The Society American Archaeology. USA. 1994. p. 99.39 Núñez, Lautaro, Juan Varela, Rodolfo Casamiquela, Virgilio Schiappacasse, Hans Nieme-yer y Carolina Villagrán. “Cuenca de Taguatagua en Chile: El ambiente del Pleistoceno yocupaciones humanas”. Separata de la Revista Chilena de Historia Natural, pp. 503-519. Vol.67. Nº 4. Sociedad de Biología de Chile. Santiago. 1994. p. 504, 513.40 Núñez, Lautaro. “Los primeros pobladores...”, op. cit. p. 28. Tom Dillehay. “Monte Verde:aporte al conocimiento del paleoindio en el extremo sur”. Gaceta arqueológica andina 1 (4-5).1982. Lima.41 Dillehay, Tom. The Settlement of the Americas. A New Prehistory. Basic Books. 2000.

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LA MEMORIA OLVIDADA

Hacia fines de los años 10.000 –fines del Pleistoceno–, pequeñas agru-

paciones de hombres y mujeres habitaban el territorio y explotaban una

amplia gama de recursos y paisajes. En el Holoceno temprano, por el au-

mento de la temperatura y humedad, se observa una mayor diversifica-

ción del aprovechamiento de ambientes, recursos y hábitat como bosques

templados, bosques húmedos y zonas costeras, que trajo aparejados una

proliferación de tecnologías locales y cambios culturales acelerados; au-

mento demográfico, crecimiento del tamaño de los grupos y un incre-

mento de la densidad de las poblaciones. Con ello, se sientan las bases de

la diversidad cultural que se desarrollará posteriormente durante el perío-

do denominado Arcaico.

A partir de este período y durante varios miles de años, comienza a

producirse una gradual diversificación de las poblaciones humanas, lo que

se puede conocer gracias a la arqueología contemporánea42. En el Norte,

los antiguos cazadores de la Puna también llamados “arcaicos”, en térmi-

nos técnicos, han dejado vestigios que registran fechas fluctuantes entre

los 9.000 a los 6.000 años a.C.43. En ese largo lapso se pueden ir compren-

diendo los cambios en esas poblaciones. Los mismos son lentos, mirados

desde hoy, pero de gran importancia en la medida que permiten observar

que el ser humano fue poco a poco adaptándose al territorio, a sus recur-

sos y apropiándose de ellos44.

42 En este trabajo asumimos la teoría de que el ser humano habita en el territorio que hoyocupa Chile desde muy antiguo como se puede ver en los datos entregados en el texto y quepoco a poco se ha ido diversificando, complejizando sus culturas, siendo influenciadas porlas de más al norte y finalmente dando lugar a las culturas que encontraron los españoles asu llegada. Como puede verse en este texto no se está de acuerdo con teorías que señalan que,por ejemplo, los mapuches provendrían de territorios del centro de América o de otros luga-res. Probablemente hubo en esos miles de años muchas influencias, migraciones, pero no lasconocemos y los datos en cambio que entrega la arqueología son claros en señalar una se-cuencia de la habitabilidad humana en el territorio que ocupa hoy nuestro país.43 Santoro, Calógero. “Antiguos cazadores de la puna (9.000 a 6.000 a.C.)”. En: JorgeHidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.),pp. 33-55. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello.Santiago. 1989. p. 33.44 El Arcaico Temprano se subdivide en dos etapas temporales. Del sitio Tuina, que secaracteriza por ser la primera fase en la Puna de Atacama (9.000 a 7.500 a.C.), se sabe queeran cazadores de camélidos que preferían las alturas moderadas –prealtiplánicas–, estable-ciendo un ambiente particular en los valles serranos; y Patapatane, la segunda fase, locali-zada en la Puna ariqueña (7.500 a 5.000 a.C.), con un patrón más estable de asentamiento,de carácter más estacional y en ambientes de más altura. Posteriormente, en el períodoArcaico Medio (6.000 a 4.000 a.C.) se advierte cierto abandono de ocupación, situación quetal vez avalaría que estas poblaciones estarían articulando el litoral a raíz de ciertos impac-tos de sequías. El período Arcaico Tardío propiamente tal muestra en ambas punas unaespecializada adaptación a la caza y recolección. En la puna salada (Puna de Atacama) seconoce un uso especializado de recursos donde las poblaciones estaban organizadas en efi-cientes circuitos de trashumancia, asociados a campamentos –conjunto de habitaciones ylabores– semipermanentes coincidente con la domesticación de camélidos. También en lapuna seca se avistan campamentos estables o semipermanentes en zonas de bofedales, cazaespecializada y probable domesticación de animales.

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CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

Estos pueblos cazadores andinos son los responsables de los inicios

de la vida en el Altiplano y la Puna, con aportes tan importantes como la

domesticación de las llamas, el inicio de cultivos y la construcción de for-

mas de vida semisedentarias. Se han encontrado “campamentos” cada vez

más complejos que eran recintos habitacionales y de servicio, con mayo-

res recursos constructivos, en los que la densidad poblacional era mucho

mayor. Estos campamentos presentaban algunos rasgos especiales tales

como bodegas, cementerios, depósitos de basura, etc. Son los anteceden-

tes de lo que siglos después serán las culturas andinas y los primeros ves-

tigios de lo que posteriormente serán pueblos y ciudades.

Paralelamente, alrededor dels 9.000 antes de Cristo (a.C), esto es,

11.000 antes de la actualidad, el litoral estaba ocupado por poblaciones

pescadoras y recolectoras. Se ha podido establecer que estos habitantes

estaban relacionados con dos maneras de subsistencia, unos más ligados a

la caza y recolección y otros especializados en la pesca, por lo que se les

denomina “arcaicos cazadores-recolectores” y “arcaicos pescadores”. Mu-

cho tiempo después (7.000 a.C.), se ha podido comprobar que las pobla-

ciones del litoral combinaban sus actividades económicas entre el litoral y

los oasis cercanos del desierto tarapaqueño, por ejemplo en Acha, Cama-

rones, Tiliviche, etc... Las actividades pesqueras se acentúan por los 5.000

años a. C. Gracias al anzuelo, logran explorar las profundidades del mar45 .

Este novedoso instrumento contribuyó a que la forma tradicional de caza

y recolección se desplazara hacia la consolidación de grupos de adaptación

marítima arraigados al piso ecológico costero.

Sin embargo, al avanzar hacia el Sur el agua dulce se convierte en un bien

cada vez más abundante y extensivo; lo mismo que los recursos proteicos

terrestres –fauna– y los carbohidratos –flora–, haciendo que, a partir de de-

terminadas latitudes, fueran más productivas la caza y la recolección que la

pesca. Esta situación se acentúa desde el río Choapa hacia el Sur46.

Es por ello que en el Norte, muy árido, los pescadores se especializa-

rán en la producción marítima, intercambiando sus recursos con comuni-

dades agricultoras. Las informaciones muestran que desde muy antiguo

comenzaron a existir intercambios entre las agrupaciones de la costa, de-

dicadas a la pesca, y las del interior. Este va a ser el origen de un grupo

pescador netamente especializado en actividades marinas. Cabe recordar

aquí que hacia los 3.000 años a.C. los pescadores llamados Chinchorro, de

45 Llagostera, Agustín. “Caza y Pesca marítima (9.000 a 1.000 a.C.)”. En: Jorge Hidalgo,Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 57-79.Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago.1989. pp. 61, 67, 72, 76 y 78.46 Op. cit.

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LA MEMORIA OLVIDADA

Arica, presentan momificaciones humanas artificiales únicas en el mun-

do, con evidencias de alta complejidad ritual47.

Las familias cazadoras y recolectoras gradualmente comprendieron

la importancia de la producción de sus propios alimentos, esto es, la do-

mesticación de los animales y la instauración, por la misma vía, de una

vida de carácter cada vez más sedentario; de este modo, “... de la caza se

transitó a la crianza, de la recolección vegetal a la horticultura o agricultu-

ra de ‘jardín’ y de los pequeños huertos a una agricultura plena... ”48. Este

proceso maravilloso de la historia humana ocurre durante un largo perío-

do. Comienza en los años 5.000 antes de Cristo.

Como se ha dicho, entre los años 5.000 a los 2.000 a.C., en las tierras

altas del territorio árido del Norte, las familias practicaban cacerías espe-

cializadas y tenían campamentos semisedentarios. La trashumancia entre

los Andes y las tierras más bajas perduró hasta los 3.000 a 2.000 años a.C.,

“... cuando de esta matriz de caza surgen labores pastoriles con la domes-

ticación de llamas en quebradas –sitio Puripica–...”49; probablemente vin-

culadas a los primeros huertos cercanos a los oasis, en los ríos puneños.

Pero será a partir del primer milenio a.C. que el paisaje será domesticado

y los cambios agropecuarios, como la misma producción de alimentos, se

multiplicarán notablemente, entre el Centro y Norte de Chile. Surgen así,

las primeras manifestaciones de vida sedentaria.

En este período hay una importante influencia de los avances cultu-

rales provenientes de las regiones cercanas al lago Titicaca. Comienza a

producirse un cambio de sistemas productivos en los que se incrementa la

utilización de llamas como alimento y carga, los cultivos como maíz, yuca,

porotos, papas, zapallos, ají, etc. En este contexto surgen las primeras al-

deas, los primeros conjuntos de viviendas e instalaciones de servicio50,

tales como las localizadas en Alto Ramírez –Arica–, Caserones –Tarapacá–,

Guatacondo, Tulor, Tilocalar y otros en la Puna de Atacama.

Probablemente, la influencia de las culturas del Norte fue transfor-

mando las formas de vida y de producción de los habitantes del Norte

Chico y de la Zona Central de Chile. Hacia el 1.000 a.C, no solamente se

encuentran los campamentos estacionales anteriores, de los cazadores re-

colectores, sino que se pueden hallar, poco a poco, asentamientos fortifi-

cados51. En esta parte del territorio se “... difundieron los beneficios agra-

47 Standen, Vivien. “Pueblos de la costa”. Pueblos del Desierto. Entre el Pacífico y los Andes, pp.29-44. Ediciones Universidad de Tarapacá. Departamento de Arqueología y Museología.Museo San Miguel de Azapa. Universidad de Tarapacá. Arica. 2001. p. 37.48 Núñez, Lautaro. “Hacia la producción de alimentos y la vida sedentaria (5.000 a.C. a 500d.C)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e IvánSolimano (Eds.), pp. 81-105. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista.Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 81.49 Op. cit. p. 102.50 Op. cit. p. 104.51 Ampuero, Gonzalo (ms.). “Arqueología del Norte Chico: proceso cultural y relaciones”.III Congreso de Arqueología Argentina. Salta. 1974.

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CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

rios y ganaderos con el apoyo sustancial de cacerías, recolección marina y

vegetal, expandiendo sus influencias incluso más hacia el Sur”52.

Este proceso de domesticación de los animales, del cultivo de las plan-

tas, siempre combinados con actividades pesqueras y de recolección, per-

mitió a los antiguos habitantes de la zonas Norte y Central de Chile desa-

rrollar una forma de vida de carácter más sedentario.

El tránsito de la sociedad cazadora a la agrícola condujo a una mayor

concentración de los espacios habitacionales con el objeto de proteger las

áreas cultivadas y, en otros casos, aparece asociada a la domesticación de

animales, lo que consolida con el tiempo una mayor organización de los

pueblos53. Es así como “... se enriqueció la cultura con la aparición de la

cerámica y la metalurgia –de cobre principalmente–, se perfeccionaron los

utensilios de trabajo, (...), surgen nuevos cultos relacionados con el agua

y la tierra”54. De esta manera, el período llamado Formativo del Norte

Grande de Chile representó precisamente la formación de un nuevo estilo

de vida productor de alimentos, creándose las bases “... para la gestación

de una nueva sociedad en el Norte Grande”55.

LA FORMACIÓN DEL NORTE GRANDE

Alrededor de los 2.000 a 1.000 años a. C. se producen cambios muy im-

portantes en los sistemas de vida de las poblaciones que vivían en el Norte

Grande. Se pasa del período denominado “arcaico” por la arqueología al

que se designará como “formativo” ya que allí comienzan a constituirse

propiamente lo que serán, en los siglos posteriores, las culturas andinas

propiamente tales. Las sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras van

dando lugar a otras de mayor sedentarismo. Se caracteriza este período

por la aparición de “... obras artísticas, artesanales y aspectos tecnológicos

que, junto con cambios en los patrones de entierro y residenciales, mar-

caron el inicio de la remoción de estructuras ideológicas de los pueblos

–arcaicos– del norte de Chile”56. En el período formativo, así denominado

por la arqueología, se fusionó el temprano desarrollo cultural especializa-

do en caza, recolección y pesca, con otras poblaciones provenientes del

altiplano57. A través de los contactos con las caravanas altiplánicas y de los

52 Núñez, Lautaro, “Hacia la producción...” Op. cit. p. 104.53 Muñoz, Iván. “El período formativo en el norte grande (1.000 a.C. a 500 d.C.)”. En:Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano(Eds.), pp. 107-128. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. EditorialAndrés Bello. Santiago. 1989. p. 107.54 Op. cit.55 Op. cit. p. 128.56 Op. cit. p. 111.57 Que son todos los pueblos que se ubican en la Puna de Atacama o en su contornoinmediato, por lo mismo involucra a ocupaciones humanas del Norte de Argentina y lasegunda región de Chile. Los pueblos propiamente altiplánicos del Centro-Sur andino sonaquellos que ocupan las tierras altas del Centro-Sur de Bolivia, Sur peruano y la primeraregión del Norte chileno.

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LA MEMORIA OLVIDADA

valles, las poblaciones locales incorporan nuevos cambios y se inicia el

auge de la textilería y la práctica funeraria de los enterratorios en forma

de túmulo, nombre que recibe porque se disponían los cuerpos y las ofren-

das bajo acumulamiento de tierra mezclada con ramas, troncos y esteras,

entre otros elementos constitutivos de estos montículos58. Con el tiempo,

se fue consolidando la vida en las aldeas, la producción de excedentes y

una actividad agrícola, pecuaria y artesanal con nuevas normas de convi-

vencia. Sitios representativos de estas ocupaciones son Alto Ramírez, Ca-

serones, Guatacondo y Tulor, por citar algunos. Con los excedentes ori-

ginados por una alta productividad en la agricultura, se intensificó el

intercambio con sociedades costeras y altiplánicas y, a partir de estos con-

tactos, se incorporaron en las sociedades locales nuevas representaciones

–iconos– como el “... culto al sacrificador, al cóndor y al puma, representa-

do en la simbología textil y en hueso, la que aparece en tabletas de uso

ritual para la inhalación de alucinógenos”59. En relación con las eviden-

cias e interpretaciones arqueológicas, se sostiene que, a fines del período

Formativo, “... hubo algunos personajes o dirigentes que tuvieron cierta

connotación sacerdotal; funcionarios que, posiblemente, además de ejer-

cer actividades religiosas, coordinaban actividades económicas y poseían

cierto predominio en la organización social de estos grupos aldeanos”60.

El período Formativo dio paso a poblaciones locales o pueblos, los

que entraron en contacto con la colonización Tiwanaku, cultura que se

venía desarrollando en los bordes y cercanías del lago Titicaca.

LOS PRIMEROS HABITANTES DE ATACAMA

Particularmente en la cuenca del Salar, oasis de Atacama y valle del Loa,

que forman parte de un gran desierto, el más árido del mundo, según se

afirma, arribaron hace 9.000 a.C. los primeros grupos de familias cazado-

ras y recolectoras, quienes, caminando por el altiplano y la alta puna,

dominaron desde las alturas esta tierra que consideraron suya. Ellos fue-

ron los verdaderos descubridores de la Puna de Atacama y los primeros

creadores de lo que llegará a ser con el tiempo la sociedad atacameña,

integrante de la matriz del Centro-Sur andino61.

Los habitantes atacameños del pasado se relacionaron con el espacio

de los Andes y lo domesticaron a su medida en toda su territorialidad;

incluso se sabe que vivieron en alejados enclaves transandinos y también

58 Muñoz, Iván. “El período formativo...” Op. cit. pp. 108, 111, 125-128.59 Op. cit. pp. 108, 128.60 Op. cit. p. 128.61 Los antecedentes arqueológicos que se presentan en esta parte se encuentran disponi-bles en: Núñez, Lautaro. Breve Historia de los Pueblos Atacameños. Documento de TrabajoNº 59. Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato. San Pedro de Atacama. 2002. En el docu-mento citado también se encuentran vastas referencias bibliográficas en relación con lasfuentes arqueológicas prehispánicas.

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CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

en algunas caletas del Pacífico. A partir de estas referencias, podemos de-

ducir que la sociedad atacameña no era sedentaria, sino esencialmente

dinámica62. Estos genuinos pobladores originarios del desierto, actualmente

localizados al interior de la segunda región de Chile, domesticaron el te-

rritorio mediante una vida en movimiento entre pequeñas aldeas y “es-

tancias” de pastoreo, lo que, junto a las labores ganaderas, agrícolas, mi-

neras y artesanales, más el tráfico caravanero les significó una mayor

complejidad de vida y mejores éxitos de adaptación. Es por ello que, luego

de la estabilización pecuaria y agrícola63, la sociedad se desarrolló con dis-

tintas características sociales, culturales y étnicas. Por lo mismo, los ante-

pasados indígenas entregaron una región más domesticada, en términos

de que los españoles muy poco debieron agregar, desde el punto de vista

de las más indispensables respuestas de tipo civilizador. La pregunta que

surge naturalmente es ¿cómo ocurrió el desenvolvimiento de estos pue-

blos circumpuneños64, desde los primeros cazadores al tiempo de la con-

quista inkaica?

La primera ocupación del borde oriental del gran Salar de Atacama y

del río Loa se localizó en los sectores más altos del territorio, entre la puna

y la prepuna, concentrándose en las cuevas de San Lorenzo –área de To-

conao–, Tuina –área de la bajada de Calama– y Chulqui –área del río Loa

superior. Ya desde los 7.000 a los 5.500 años a.C. se trasladaban tras las

manadas de camélidos –antiguas vicuñas y guanacos65. Así, los primeros

cazadores y recolectores de frutos silvestres se caracterizaron por su tras-

humancia, permanentemente se desplazaban entre los oasis, quebradas

intermedias, hasta las playas de los grandes lagos altoandinos en tiempos

de estaciones cálidas, donde la adquisición de los recursos significaba la

práctica de la caza para la obtención de carne, lana y huesos, con los cua-

les confeccionaban sus vestimentas y objetos para pervivir. Los primeros

asentamientos propiamente tales, como las vegas de Tambillo –al Sur de

San Pedro–, surgen alrededor de 5.500 años a.C., y eran visitados estacio-

nalmente cuando advenía el frío invernal en las tierras altas. Con el tiem-

po, aumentó la población y aparecieron múltiples campamentos construi-

dos al aire libre en torno a lagos andinos, arroyos intermedios y oasis

piemontanos66.

62 Acta. Sesión del 30 de abril de 2001. Documento de Trabajo Interno. Comisión VerdadHistórica y Nuevo Trato. Santiago. 2001.63 Durante el Holoceno tardío, desde los 1.000 años a. C. el clima fue más húmedo junto auna vida vegetal y animal más abundante, útil para los inicios del período Formativo Tempra-no, que se corresponde con las labores innovadoras de ganadería de llamas y agricultura.64 Los pueblos circumpuneños son todos aquellos que se ubican en la Puna de Atacama oen su contorno inmediato, por lo mismo involucra ocupaciones humanas del Norte de Ar-gentina y la segunda región de Chile.65 Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto en los oasis de Atacama. Editorial Universitaria. Santiago.1992. pp. 17, 18. Y del mismo autor: Breve historia... Op. cit. p. 6.66 Op. cit. p. 19.

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LA MEMORIA OLVIDADA

Después de esos años, comenzó un clima tan seco (4.000-1.000 a.C.)

que incluso los lagos de altura quedaron con sus fondos expuestos al Sol.

A causa de la sequía, los cazadores ya no dispusieron de tantas frutas,

plantas y animales silvestres, de modo que varios grupos familiares se des-

plazaron hacia pequeños oasis con vertientes, utilizándolos como ecorre-

fugios67. De este modo pudieron superar parcialmente las sequías, mientras

otros se trasladaron al Pacífico, donde los alimentos del mar no estaban

expuestos a la sequía del interior. Otros se quedaron en varios ecorrefugios

del Loa, puesto que allí la crisis no fue tan pronunciada debido a que los ríos

–aun cuando sus caudales eran débiles– mantenían recursos escasos, pero

suficientes para sobrevivir. Otros tantos, buscaron lugares más ricos para la

caza de animales –preferentemente camélidos–, mientras también se practi-

có la recolección de alimentos silvestres, con intensa molienda. Vivieron en

campamentos localizados en la unión del río Salado con el Loa, entre las

vegas de Chiu-chiu y, principalmente, junto a los recursos paleolacustres68

de Puripica. En ese entonces –por los años 3.000 a 2.000 a.C.– en estos

oasis comienza el fenómeno del pastoralismo, el que vino a transformar

radicalmente la vida de las comunidades cazadoras. Este surge cuando

comienzan a darse cuenta de que era posible atrapar y criar camélidos

salvajes y que los mismos, gradualmente domesticados, podrían ser más

útiles a la sociedad arcaica, terminando así, aunque parcialmente, las ago-

tadoras expediciones de caza, recurrentes en los tiempos de sequía69.

De esta manera, en este territorio circumpuneño las poblaciones pre-

agropecuarias o antiguas –arcaicas– de los inicios del 2.000 a.C. alcanza-

ron un verdadero virtuosismo en sus prácticas de caza y recolección y

desarrollaron, de una manera incipiente, la crianza de llamas y algunos

cultivos. Lo que vendrá después, será el incremento expansivo de la vida

pastoril junto a una mayor implantación agraria, con más uso de arte-

sanías –alfarería, metalurgia, carpintería, textilería, cestería y talabartería.

Con ello, se multiplicarán las aldeas sedentarias y los desplazamientos a

tierras lejanas, tanto para la provisión de productos como para trasladar

los excedentes de la nueva economía agropecuaria y artesanal70. Además,

entre los 2.000 y 1.500 a.C., gradualmente termina el régimen de sequía y

67 Parte de un territorio de tamaño reducido, donde la población se refugia por causas destress ambiental.68 Son lagos que existieron hacia el fin de la edad glacial hasta el Holoceno temprano (9.000años a.p.).69 Fue tal el impacto del surgimiento de este nuevo modo de vida, que en Puripica y Kalina(Loa) surgió el culto de un nuevo animal doméstico “creado” por los experimentos de crianzaa cargo de los cazadores arcaicos: la llama. Seguramente también se inician los primeroscultos relacionados con la reproducción de ganado que, dicho sea de paso, será el mayorproductor de carne y lana conocido en todos los Andes sureños. (Núñez, Lautaro. Breve

historia... Op. cit. pp. 7, 9).70 Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto en los oasis de San Pedro de Atacama. Editorial Universita-ria. Santiago. 1992. p. 27.

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47

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

comienza el retorno de intensas lluvias, incrementándose la población que

recién había controlado las primeras crianzas de llamas y cultivos hortíco-

las –inicios agrícolas.

Unos 2.500 años antes de la llegada de los españoles, las redes de

caminos, metalurgia, tejidos, conservación de alimentos, labores de agri-

cultura, aldeas, ganadería de llamas, medicina vegetal, artesanías, ya ha-

bían sido generadas por la sociedad atacameña. Esto significó que los pro-

cesos económicos y culturales fueron suficientemente intensos para que

las respuestas culturales y sociales fueran francamente útiles y durade-

ras71. Entonces será el tiempo de los agricultores y pastores de llamas,

quienes, a partir de 1.500 a 1.200 a.C., producirán sus propios alimentos.

Así, se consolidan el consumo de carne de llamas y los cultivos de peque-

ñas parcelas en torno a los arroyos y vegas de las quebradas y oasis de

Tulán cerca de Peine, entre aquellos de San Pedro de Atacama y en las

vegas y suelos del río Loa medio y alto con sus afluentes.

Se trata también de una época de extraordinaria movilidad humana,

gente que buscaba, desde distintos lugares –altiplánicos, selváticos y cir-

cumpuneños–, aquellos ambientes fértiles apoyándose en el retorno de

un régimen más lluvioso en el lado occidental de la puna, donde se im-

plantaron mejor los cultivos de plantas semitropicales de las yungas, traí-

das desde el oriente de los Andes. Estos logros se incorporaron a la gran

experiencia local de los criadores de llamas.

Estos pueblos formativos, llamados Tilocalar, conocían la metalurgia

del cobre y oro, la cacería especializada, la alfarería y producían, como

excedentes, muchísimas cuentas de piedras y de conchas del Pacífico. Se

distribuyeron desde el Salar de Atacama al río Loa medio y superior. Du-

rante este tiempo se inicia la “formación” de pueblos más avanzados con

base de subsistencia en la ganadería de llamas, en la medida que, gradual-

mente, la agricultura de los oasis comienza a aumentar su potencial para

lograr un equilibrio entre la crianza y los cultivos.

Aproximadamente desde los 400 años a.C. a los 100 años d.C. la

población de pastores intensifica las labores agrarias con técnicas y semi-

llas, y comienzan ahora la verdadera conquista agrícola de los oasis pre-

cordilleranos.

Los oasis ubicados a baja altura como los de Lasana, Chiu-Chiu, Ca-

lama, San Pedro de Atacama, Peine, Tilomonte, Toconao ya estaban por

este tiempo bajo la primera ocupación agrícola. La humedad subterránea

y los ríos de los oasis alimentaban los bosques de algarrobos y chañares,

además de la vegetación de matorrales –brea–, vegas y plantas acuáticas

–totora–, útiles como alimentos, combustible y materias para confeccionar

objetos. Los ríos San Pedro de Atacama y el Loa eran –y son– los más

71 Acta. Sesión del 30 de abril de 2001. Documento de Trabajo Interno. Op. cit.

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48

LA MEMORIA OLVIDADA

importantes en términos de concentrar el mayor porcentaje de población.

Ahora se trata de producir más para sostener a estos primeros pueblos

sedentarios de los oasis que se multiplicaban en los primeros ayllos aisla-

dos entre sí.

En verdad, estos cambios radicales comenzaron a operar a través de

las obras de regadío, realizadas para inundar racionalmente los suelos más

adecuados, convertirlos en chacras y huertos orientados a cultivos alimen-

ticios, dando origen a los actuales ayllus72. Sin duda, este escenario era

más favorable para la implantación de una labor agrícola diversa y domi-

nante, con tiempos de siembra y de cosecha, en cuyos intervalos se multi-

plicaron también las labores artesanales, crianza de animales, fundición

de metales, las artes de la cerámica y la textilería. Esto ocurría en las al-

deas bien temperadas con sus muros de adobones y quincha que cobija-

ron a densas poblaciones estables, generando también los primeros ce-

menterios aglomerados. Es el inicio de la tradición del desierto o árida,

establecida en todos los oasis apegados al gran Salar de Atacama.

En esta época ya se usan más intensamente las rutas del tráfico cara-

vanero para el traslado de productos de intercambio y colonización de

recursos distantes, apoyados en la base productiva generada por pueblos

bien sedentarios, con especial énfasis en la producción de bienes de esta-

tus como la metalurgia, artesanías o para rituales y piezas de piedras semi-

preciosas.

Se observa un incremento de la población, de modo que la produc-

ción agrícola, gracias al regadío artificial, comienza a ser diversa y estable.

Las artesanías también se diversifican, puesto que se multiplicaron las ofren-

das en cementerios y se elaboraron con más virtuosismo objetos de hue-

sos, tejidos, maderas, metales y cestería. Por otro lado, aparecen las pri-

meras tabletas para la inhalación de alucinógenos, las que, más tarde, se

popularizarán en este territorio.

Durante el primer milenio, estos pueblos han crecido y ocupado las

mejores tierras aledañas a los ríos que bañan los oasis del desierto de Ata-

cama, y recogen las costumbres como las tradiciones de los pueblos ante-

riores. Una población bien identificada en los ayllus de San Pedro de Ata-

cama da cuenta de estos pueblos en Quitor, Sequitor Oriental, Toconao

Oriente, Solor, Tulor y Tchapuchayna.

De los primeros pueblos formativos avanzados, el campamento de

Turi –Noreste del Pukara– representa bien este periodo (150 a 200 d.C.),

en el que se conectaban los caravaneros del Loa medio con el Noroeste

argentino. Estos primeros pueblos formaban grupos muy similares a aque-

llos que habitaron los ayllus de San Pedro de Atacama entre los años 100 a

72 La ventaja de los microclimas de los oasis es que presentan temperaturas más cálidasrespecto a la alta Puna, con suelos más extensos y grandes arboledas sombreadoras quemantienen la evaporación del suelo regado. (Núñez, Lautaro. Breve historia... Op. cit.)

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49

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

400 años d.C., los cuales también estaban en contacto con las poblaciones

agropecuarias del Noroeste argentino.

TIWANAKU73

La cultura Tiwanaku se expandió en territorios que actualmente se vincu-

lan con Bolivia, Perú, Noroeste argentino y Norte de Chile. Particular-

mente, entre los 600 y 1.000 d.C., partes del territorio chileno como Ari-

ca, Tarapacá y Atacama estuvieron bajo la directa influencia de esta74.

Tiwanaku incorpora “... una periferia de colonos del altiplano en los

valles del extremo Norte de Chile (...) y un espacio marginal de intercam-

bio de bienes en el borde occidental de la Puna de Atacama...”75; la periferia

está representada arqueológicamente por la fase Cabuza en Arica (300 a

700 d.C.), en tanto que la ultraperiferia por la fase Quitor (400 a 700 d.C.)76

en los oasis atacameños. En los valles ariqueños se alcanzan complejos be-

neficios culturales y productivos, y otro tanto, en el valle de Atacama. Estos

espacios se incorporan a este nuevo sistema cultural debido a la influencia

de las caravanas de llamas que efectúan el intercambio de bienes.

La estrategia de Tiwanaku, primero, fue la de crear una semiperiferia

alrededor del Titicaca, controlando sus dominios y sumando una conside-

rable fuerza de trabajo, así como bienes y productos altiplánicos. Esta se-

miperiferia circunlacustre –alrededor del lago– consolidó una intensa pro-

ducción agropecuaria, artesanal y de bienes de prestigio. La incorporación

de una periferia en las tierras bajas y altas en ambos bordes de la meseta

implicó la explotación directa, diversa y complementaria de otras zonas

ecológicas y de diferente tipo de producción. Allí se implantaron filiales

con colonos altiplánicos (mitmaqkunas), articulando una suerte de “archi-

piélago vertical” que significó la ocupación de territorios discontinuos donde

cada uno de ellos tenía productos y productividades distintas, pero com-

plementarios entre sí. De este modo cada territorio es como una isla, de

allí el concepto de archipiélago77. A través de este modelo, se nutrió de

maíz, coca, ají, calabazas, jíquima, yuca, pescado, mariscos y varios artícu-

los de importancia económica y social.

Entre los años 1.000 y 1.200 d.C., Tiwanaku pierde su dominio en el

lago Titicaca. A raíz de un fuerte impacto de sequías reiteradas, esta cultu-

73 Se ha optado por escribir Tiwanaku, hoy de uso generalizado y más preciso que Tiahua-naco, o Tiaguanaco.74 Berenguer, José y Percy Dauelsberg. “El Norte Grande en la época de Tiwanaku” (400 a1.200 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate eIván Solimano (Eds.), pp. 129-180. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquis-

ta. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 129.75 Berenguer, José y Percy Dauelsberg. “El norte grande...” Op. cit. p. 146.76 Op. cit. pp. 147, 153.77 Concepto del antropólogo John Murra. Formaciones económicas y políticas del mundo andino.I. E. P. Lima. 1975.

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50

LA MEMORIA OLVIDADA

ra, que mantuvo bajo su control a etnias de las tierras altas y bajas, por su

gradual desintegración, cede el paso a los señoríos regionales que, en tiem-

pos del contacto español, se reconocerán como kollas, lupagas, pakajes,

charkas, karangas, aricas, picas, lípez, atacamas, chichas y otros78.

Las poblaciones del Norte Grande de Chile que se involucraron en

este dinámico período ocuparon los valles y oasis, las quebradas que lle-

gan al mar. En Lluta, Azapa y Codpa se asentaron los carangas y en los

valles de Lucumba y Sama, los lupacas79. En la vertiente occidental cir-

cumpuneña se identifica la unidad lingüística kunza de las poblaciones

atacameñas de la cuenca del Salar, valle de Atacama y valle del Loa y sus

afluentes. En tanto que el complejo Toconce-Mallku se identifica con la

tradición altiplánica de grupos étnicos probablemente aymarizados insta-

lados en enclaves del río Loa, que se evidencia en ciertos topónimos y

nombres que han pervivido hasta hoy80, incluyendo asentamientos

preinkaicos y altiplánicos propiamente tales.

ESPLENDOR DE LOS PUEBLOS DE LOS OASIS

DE ATACAMA Y DEL LOA

En los comienzos del milenio, continuó el intenso poblamiento del valle

de Atacama y en las tierras más fértiles del Loa, reflejado en el crecimiento

de densos asentamientos y cementerios, con ofrendas culturalmente muy

sofisticadas que sugieren una vida aldeana más organizada, con jerarquías

políticas y religiosas. Aquí el culto a los muertos es uno de los rituales más

reveladores. Se enterraban en cementerios cercanos a las aldeas –no forti-

ficadas–, emplazadas en la proximidad de los campos de cultivos y arbole-

das de molles, algarrobos y chañares.

Se advierte aquí el surgimiento en los oasis de San Pedro de Atacama

de una de las etapas culminantes, respecto de sus mejores logros agrarios,

pastoriles y artesanales, en especial aquellas artesanías elaboradas con

materias primas locales: tallados en madera, piezas de cobre, aplicaciones

de piedras semipreciosas; todo esto, confeccionado con excedentes para

ser trasladados a otras poblaciones que lo requerían.

Un hecho importante en la constitución histórica y cultural de las po-

blaciones circumpuneñas es la expansión de la cultura Tiwanaku desde los

400 años d.C. En esta época, reconocida como Quitor (400 a 700 d.C.), el

régimen de Tiwanaku Clásico –cuyo centro monumental, religioso y eco-

nómico se localizaba cerca de La Paz, en Bolivia– ejerció su influencia en

estos oasis con un estilo que se reconoce en los objetos ofrendados en

sepulturas, junto con la cerámica negra pulida local. Los símbolos sagra-

78 Op. cit. y Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto en los oasis de San Pedro de Atacama. EditorialAndrés Bello. Santiago. 1992. p. 59.79 Hidalgo, Jorge. La organización colonial de la sociedad andina. (ms.). 1984.80 Schiappacasse, Virgilio, et al. “Los Desarrollos Regionales en el Norte...” Op. cit. p. 185.

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51

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

dos, en especial los escultóricos, provenientes de los templos altiplánicos,

ahora son miniaturizados a través de objetos vinculados con el uso de

alucinógenos. La representación de chamanes con atuendos y símbolos

muy elaborados explica la alta complejidad de los rituales y de la partici-

pación comunitaria bajo un culto que combinaba la idiosincrasia de la

cultura San Pedro con los cultos Tiwanaku.

La conexión planteada entre la ciudad sagrada de Tiwanaku con los

oasis de Atacama y sus diversos centros provinciales involucró la intensi-

ficación del uso de tabletas para inhalar alucinógenos. La inhalación de

los polvos vegetales –cebil–, provenientes de las selvas orientales del No-

roeste argentino, les permitió “entrar” en un mundo mágico-religioso;

cosmovisión conducida por chamanes que acercaban la comunidad a los

valores que representaban los símbolos del felino, las llamas, las aves y las

serpientes, entre los más significativos.

Además, un intenso tráfico de caravanas de llamas, con arreadores

especializados, permitió que tanto los excedentes de estatus y domésticos,

altiplánicos como selváticos, y aquellos de Atacama, fueran redistribui-

dos, obteniendo ventajas mutuas en términos de alimentos, artesanías,

materias primas y objetos de status social y ritual. Por otro lado, se busca

una mayor expresión de identidad y posición social practicando deforma-

ciones del cráneo, usando determinados tocados y sombreros, collares de

turquesa y malaquita.

Otras caravanas con artesanías provenían del Noreste argentino, como

aquellas de los pueblos Isla y Aguada, situación que señala que los oasis

de Atacama permanecieron abiertos a contactos con otros pueblos andi-

nos cercanos, con el fin de establecer relaciones interétnicas. Estas co-

nexiones parecen haber sido importantes, puesto que era muy frecuente

el uso de conchas de caracoles de agua dulce de las tierras bajas de Bolivia

y Argentina, probablemente vinculadas con depósitos de sustancias aluci-

nógenas y pinturas rituales. Es probable también que estos alucinógenos,

que con tanta intensidad se usaron en estos oasis, se trasportaran de un

territorio a otro, con ventajas para todas las “naciones” que participaban

de estas redes de relaciones de intercambio y arreglos políticos tras la ocu-

pación directa del espacio productivo pactado entre las elites.

Los pueblos de Atacama más que los del Loa fueron percibidos como

territorios importantes para el régimen Tiwanaku, porque el establecimien-

to de alianzas entre las autoridades locales y aquellos de los centros Tiwa-

naku del altiplano nuclear y meridional, permitió sustentar una red de

caravanas que vinculaba los intereses socioeconómicos, tanto externos

como de las elites locales.

En los ayllus de San Pedro de Atacama, claramente se encontraba el

poder político y religioso más importante de todos los oasis atacameños en

su conjunto –alrededor del 400 a 900 d.C. Al parecer, todo indica que se

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52

LA MEMORIA OLVIDADA

establecieron alianzas políticas y religiosas entre los señores del culto alti-

plánico de Tiwanaku con los señores de la “elite” de los ayllus de San

Pedro de Atacama.

Desde hace tiempo que el poderío económico y cultural de los pue-

blos del valle de Atacama se sustentaba en el tráfico de productos de pres-

tigio como objetos de metal, mineral de cobre, conchas del Pacífico y otros,

esta vez intercambiados con la elite Tiwanaku. No existían colonos alti-

plánicos de este régimen trabajando aquí para sus señores; los atacameños

lo hacían mejor en su medida y sabían trasladar estas riquezas hacia otros

pueblos andinos.

El carácter culminante de estos pueblos de Atacama y del Loa se re-

conoce a raíz de la amplia distribución de su cerámica típica negra puli-

da, registrada desde los asentamientos trasandinos hasta el litoral del Pací-

fico. La presencia de estos tiestos negros pulidos clásicos en el extremo Sur

de Bolivia, en varios oasis del Noroeste argentino, en la costa del desierto

de Atacama, así como sus platos bicolores negro-rojo hallados en Taltal,

señalan, sin duda alguna, que durante esta época la cultura San Pedro

estaba muy conectada con caravaneros que se desplazaban entre asenta-

mientos trasandinos de oasis y costeros.

Los pueblos locales –principalmente los de Atacama– siguieron bajo

la influencia de Tiwanaku –etapa llamada Coyo entre los 700 a 1.200 años

d.C. Al final de esta etapa, cuando aún se detectan objetos con decoración

Tiwanaku, la cerámica “casi pulida” desaparece gradualmente entre las

ofrendas funerarias. Sin embargo, se identifica una mayor integración

cultural local, configurando una identidad étnica muy marcada y diferen-

ciada del resto de los pueblos de la región. Tal vez la conexión con el

altiplano nuclear de Tiwanaku creó las bases para un mayor desarrollo

interno. En efecto, dentro del área Centro-Sur, la cultura y culto de mayor

magnitud fue el de Tiwanaku, que vinculó, a raíz de su prestigio cultural,

político y económico, el altiplano, sus yungas, ciertos valles que bajan al

Pacífico entre el Norte de lo que hoy corresponde a Chile y el Sur perua-

no, incluyendo los oasis del valle de Atacama.

Los trabajos metalúrgicos de tradición local realizados entre los pue-

blos de Atacama y el Loa se perfeccionaron considerablemente en esta épo-

ca, puesto que existía un notable control y un mayor laboreo de las minas

de cobre de la región. Al respecto se ha asegurado que, a raíz de los vínculos

con Tiwanaku, se exportaban objetos de cobre hacia el altiplano central. El

descubrimiento de un minero, datado en los 500-600 años d.C., en una

galería soterrada de Chuquicamata –encontrado cuando se iniciaron las la-

bores modernas–, confirma esta antigua especialización de oficios.

Está claro que el mayor impacto de estos contactos extraterritoriales

se produjo con los pueblos Tiwanaku y, en menor escala, con aquellos del

Norte argentino. Mientras ocurrían estos hechos se incrementaban diver-

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53

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

sos oficios, aumentaba la jerarquía de los líderes locales, y se ampliaba la

sociedad: agricultores, pastores, artesanos, constructores, mineros, cara-

vaneros traficantes, colaboradores del culto y jóvenes formados en las la-

bores productivas. Con ello, no sería extraño afirmar que esta incipiente y

pequeña “nación” comience, aproximadamente en los 900 años d.C., a

configurar gradualmente una identidad étnica y territorial, con persona-

jes que administraban el culto y la circulación de la riqueza regional. A lo

menos, hay tumbas con ofrendas tan complejas que sugieren que ya se

había consolidado un estamento dirigente de alto prestigio, bajo la cober-

tura ideológica de los símbolos de Tiwanaku y de aquellos propios de la

identidad local o atacameña.

Estos dignatarios habrían sido los organizadores de la ideología y de

la productividad de la región, basada en el tráfico de recursos mediante

caravanas de llamas adecuadas a los traslados de larga distancia. En este

sentido, los oasis de San Pedro de Atacama y del Loa lograron centralizar

y configurar un verdadero núcleo de gentes y cargas que se desplazaban

desde la costa hasta las tierras trasandinas y viceversa.

LOS INKAS Y SU INFLUENCIA HASTA LA ZONA CENTRAL

La actual ciudad peruana del Cuzco fue la capital de una gran confedera-

ción andina llamada Tawantisuyu. Tempranas fuentes históricas indican

que, en la primera mitad del siglo XIV, el Inka Pachakutek comenzó la

conquista del Kollasuyu –parte meridional de este imperio–, derrotando

al poderoso reino kolla que se ubicaba al Sur del Titicaca. En esta época, es

posible que la expansión inka haya llegado hasta la región de Tarapacá, al

conquistar los reinos aymara del altiplano que ya ocupaban las cabeceras

y valles altos de esa región. Posteriormente, el sucesor de Pachakutek,

Topa Inka Yupanqui, somete definitivamente a los kolla, termina de con-

quistar a los señores aymara y extiende su dominio sobre el Noroeste ar-

gentino y el territorio de Chile hasta el río Maipo81. Sobre el Sur del Mau-

le hasta la “frontera del Biobío”, se señala que:

Al parecer hubo dos cruentas batallas; la primera, tentativamente desarro-

llada en el río Cachapoal, no impidió que patrullas exploradoras [inkas]

rebasasen su cauce, llegando hasta las márgenes del Biobío, donde, tras per-

manecer una corta temporada, hubieron de retornar al Norte buscando se-

guro refugio en dominios ya pacificados. Durante el retroceso, hostigados

continuamente, pudieron haber enfrentado a sus perseguidores en el Mau-

le, antes de ampararse en la cuenca de Santiago82.

81 Aldunate, Carlos. “El Inka en Tarapacá y Atacama”. Tras la huella del Inka en Chile, pp. 18-34.Museo de Arte Precolombino. Santiago. 2001. p. 19.82 Silva G., Osvaldo. “¿Detuvo la batalla del Maule la expansión inca hacia el sur de Chi-le?”. Cuadernos de Historia Nº 3, pp. 7-25. Departamento de Ciencias Históricas. Facultad deFilosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago. 1983. p. 14.

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54

LA MEMORIA OLVIDADA

Los inkas dominaron diferentes regiones culturales, y realizaron alian-

zas políticas en el Norte hasta el Maule y en el Centro de Chile. De este

modo, se imponen nuevos cultos, se enfatiza la explotación de metales, se

ocupan de una manera directa los caminos e instalaciones a través de

centros administrativos y tambos, manejo de poblaciones de colonias –miti-

maes– para mayor labor y tributación al “imperio”. Sin embargo, no hacía

mucho tiempo que los inkas habían estructurado sus provincias del Sur

–Chile–, cuando se produce la invasión de Almagro. Sin embargo, no hay

que olvidar que antes de que los inkas llegaran al Norte Grande, Chico y

parte de la Zona Central, allí se habían desarrollado numerosas culturas.

En el Norte, la ocupación inkaica fue evidentemente más política

que cultural, ya que se fundamentó en alianzas con las autoridades ataca-

meñas, las cuales estaban preparadas para este entendimiento, a raíz de la

conducción del tráfico multiétnico que existía desde antes. De esta mane-

ra los inkas capturan la “riqueza” atacameña a través de la imposición del

trabajo obligatorio local –mita–, con lo cual podían preparar desde Catarpe

las cargas de retorno que, de acuerdo a su planificación, eran indispensa-

bles para su “imperio”. Los alimentos –charqui, papas, harinas–, metales

–cobre y oro–, piedras semipreciosas, madera, etc., proporcionaban los

bienes que requerían tanto las poblaciones altiplánicas, como aquellas que

sustentaban el estatus cuzqueño en su capital. Por otro lado, Catarpe era

el paso obligado de la riqueza tributada, a través de las caravanas que

transitaban, desde el centro de Chile”83, por el llamado “camino del inka”.

La actual ciudad peruana del Cuzco fue la capital de un gran imperio

llamado Tawantisuyo de carácter panandino, cuyos límites se extendían

desde el Ecuador por el Norte hasta el río Maule por el Sur.

Justo cuando los señores de los oasis y quebradas altas de Atacama

habían configurado sus territorios, arribaron a esta región los inkas84. Su

dominio en Atacama fue más directo de lo esperado, a raíz de sus intere-

ses en la expansión de la explotación minera, dado que estos territorios

eran y son muy ricos en rocas preciosas y minerales.

“El viaje del inka habría pasado hasta el río de la Plata, para dirigirse poste-

riormente, remontando su curso, hasta Chile, llegando hasta lo que parecie-

ra ser el valle de Aconcagua. La tradición oral cuenta que, más adelante, y

83 Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto... Op. cit. p. 73.84 Sobre la fecha de la expansión inka hacia el Norte de Chile, es importante señalar quealgunos estudios dan cuenta de fechas más tempranas en relación con las descritas para elaño 1450 y/ó 1470. Se sugiere entonces que la expansión inka ocurrió muy probablementeen el siglo XIV, año 1370, hacia la Sierra de Arica y con datas similares para el Norte chicoy Centro de Chile. (Muñoz, Iván. “El Inka en la Sierra de Arica” Revista Tawantinsuyo. Gas-tón, Castillo; Rodrigo Sánchez. Ver estudio de Virgilio Schiappacasse: “Cronología del Inca”.Estudios atacameños Nº 18, pp. 133-140. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Ataca-ma. 1999).

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55

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

en la misma expedición, los destacamentos inkaikos habrían avanzado ha-

cia Copayapu85 y Atacama, desde el sur, conquistando ambos territorios. Como

los de Atacama eran ‘gente guerrera’, el inka envió adelante a los de Chile y

Copayapu, con quienes tenían contacto e intercambio.

Una vez en Atacama, Thupak Inka Yupanqui dividió nuevamente sus

tropas en cuatro partes. Unos salieron por el camino ‘de los llanos y por

costa a costa de la mar hasta que llegase a la provincia de Arequipa’; otros lo

hicieron por los karankas y aullagas; los terceros recorrieron el camino de la

derecha, para que desde Atacama ‘fuesen a salir a Caxa Vindo y de allí se

viniesen a las provincias de los chichas’86.”

En los oasis de Atacama, los inkas se relacionaron con las autoridades

políticas atacameñas establecidas en los pukaras. Luego, construyeron sus

principales centros administrativos en Peine, Catarpe y Turi, uniendo a los

valles de Atacama y los del Loa a través de los propios caminos ya existentes

antes de su conquista. De esta manera, la ocupación inkaica fue evidente-

mente política y económica, ya que se fundamentó en alianzas con las au-

toridades atacameñas, las cuales estaban preparadas para este entendimiento,

a raíz de la conducción del tráfico multiétnico que existía desde antes.

Esta situación de contacto entre pueblos con culturas diferentes de-

bió dejar rastros profundos en el modo de vida de la población local, en

aspectos políticos, administrativos, económicos y religiosos.

Hacia los valles de Atacama, los inkas llegaron para incrementar la

producción minera y agrícola, tal como ocurrió en el oasis alto de Socaire,

en un extraordinario manejo de agricultura con obras de andenerías. Esto

explicaría la construcción del centro administrativo de Peine, con innu-

merables bodegas que también parecen contener la producción de exce-

dentes de carácter agropecuario de las tierras de Socaire, Peine y Tilomon-

te, incluyendo las minas de cobre del lugar. En este sentido, las evidencias

del centro administrativo de Catarpe, con restos de fundición y objetos

metálicos, también se vincularía con la concentración de mano de obra

atacameña para acumular recursos agropecuarios y mineros, esta vez cer-

ca de las minas cupríferas de San Bartolo, Caspana, Abra, etc., en convi-

vencia con los funcionarios inkas.

Para establecer sus conexiones con el altiplano del Sur de Bolivia,

construyeron además varios tambos y centros religiosos a los pies del vol-

cán Licancabur; allí pernoctaban las caravanas de paso y acudían como en

una suerte de “romería” los devotos del culto solar y del espíritu de la

montaña, en determinadas épocas del año.

85 Copayapu vendría a ser el actual Copiapó.86 Martínez, José Luis. “Entre plumas y colores. Aproximaciones a una mirada cuzqueñasobre la puna salada”. Memoria Americana Nº 4, pp. 33-56. Cuadernos de Etnohistoria. Ins-tituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Buenos Aires. 1995.pp. 36, 37.

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56

LA MEMORIA OLVIDADA

Los inkas administraron las redes viales longitudinales preexistentes,

como las transversales trascordilleranas vía Ascotan, Licancabur, Chili-

que, Peine, etc., puesto que antes de su dominio todos los oasis y quebra-

das junto con las regiones vecinas ocupadas por los atacameños y sus alia-

dos estaban suficientemente comunicados. Pero al parecer no modificaron

los buenos resultados del trabajo agropecuario, sino que más bien intensi-

ficaron las obras de minería en tanto que mantuvieron la riqueza móvil

del tráfico interregional de bienes de estatus hacia los centros administra-

tivos del altiplano y el Cuzco.

Se sabe que el ejército español derrotó al inkaico, de modo que todas

las naciones andinas del Sur quedaron atrapadas en una tensa vigilia, a la

espera de un invasor extraño e inesperado. Ahora los chasquis o mensaje-

ros inkas y aquellos de las propias naciones andinas del Sur comenzaban a

difundir órdenes y rumores: la guerra antiespañola debía sostenerse don-

de fuese posible. El encuentro de dos mundos distintos y distantes estaba

avanzando de Norte a Sur, de una manera irreversible. Los señores de los

oasis de Atacama y del Loa, si bien pudieron integrarse al Tawantinsuyo,

ahora perderían su autonomía al interior del régimen absolutista de los

europeos.

POBLACIONES DEL NORTE CHICO

En estos valles se había desarrollado el complejo El Molle. En los valles

transversales se encuentran vestigios de esta cultura en la que destaca la

existencia de un adorno labial conocido como el tembetá, usado preferen-

temente por hombres; pero la industria más importante era el tratamiento

de metales como el cobre; la utilización de minerales y la pigmentación; la

industria de piedra tallada; la utilización de conchas de moluscos que,

además, da cuenta de contactos, movilidad e intercambios de estas pobla-

ciones hacia y con el litoral; las prendas de decoración personal; y una

cerámica de variados tratamientos que los representa como los primeros

ceramistas especializados del Norte Chico. En menor proporción, pero no

por ello inexistente, artefactos en huesos y textilería. En esta cultura, que

se extendió desde Copiapó al Choapa, se conocen las expresiones de arte

rupestre ligadas a técnicas de petroglifos –grabados sobre rocas– y picto-

grafías –pinturas sobre peñascos– con variadas temáticas87 que dan testi-

monio de sus pensamientos y formas de vida.

No existe una transición clara que informe de una secuencia prehis-

pánica regional, entre el paso del complejo El Molle al de Las Ánimas (800

a 1.200 d.C.), vinculado principalmente con la zona de Coquimbo88. So-

87 Op. cit. pp. 250-258.88 El principal sitio de Las Ánimas se encontró bajo la Plaza de Coquimbo cuando se reali-zaron trabajos de restauración. En el Museo de La Serena se pueden encontrar exposiciones

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57

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

bre la articulación de los recursos en el complejo Las Ánimas se sabe que en

algunos campamentos cultivaban maíz, explotaban algarrobo y chañar, con-

sumían carne de camélidos y tenían acceso a recursos marinos –pescados y

mariscos–, lo que refleja la complementariedad de bienes locales con otros

obtenidos a partir de desplazamientos lejanos, en los que “... los grupos

recorrían rutas descendentes en busca de recursos del Pacífico, y ascen-

dían a los rincones cordilleranos para conseguir materias primas tales como

la obsidiana89”, un vidrio natural de origen volcánico. En términos gene-

rales, sus artefactos de uso cotidiano se fabricaron de distintos materiales:

arcilla, metal –cobre y plata–, hueso de camélidos y aves marinas, piedra,

madera, conchas marinas, lana y fibras vegetales. En la ornamentación de

la cerámica se incorpora de manera definitiva la combinación de colores.

Los testimonios de la vida socioeconómica de este complejo indican que

este habría desplegado una actividad pesquera, recolectora, de caza, agra-

ria y ganadera suficiente90.

La cultura diaguita (1.200 a 1.470 d.C.) se basa en el proceso cultural

iniciado en el complejo Las Ánimas91, hacia el siglo X. Desde una visión

general, “... la cultura diaguita chilena (...) cubre el período tardío con dos

fases de desarrollo, una temprana y otra tardía, a la que hay que agregar

dos momentos de transculturación: primero diaguita inkaico y segundo

(...) diaguita hispano”92.

En este contexto, cabe destacar que la llamada cultura diaguita ha-

bría potenciado las actividades de explotación agrícola y ganadera, ade-

más de controlar ricos recursos marinos a través de los espacios costeros

del Pacífico. “... Su área de dispersión abarcaba, hacia 1536, desde el valle

Copiapó hasta las inmediaciones del río Aconcagua”93, situación que fue-

ra irrumpida por el dominio inkásico, una vez que estos ocuparon los

espacios de la elite tarapaqueña, atacameña y copiapina –copayapu–.

Desde la conquista hasta comienzos del siglo XVII, el gentilicio dia-

guita se aplicó para designar a los habitantes del Norte Chico94. Sobre la

sobre estos fragmentos culturales. La colección Diaguita de este Museo es de una calidad yespectacularidad muy grande, sobre todo en el tipo de cerámica que se fue desarrollando enesta parte del territorio.89 Op. cit. p. 274. Campamentos representativos para esta descripción, son los sitios LaPuerta y Tres Puntas.90 Op. cit. pp. 267, 273, 275.91 Ampuero, Gonzalo. “La cultura Diaguita Chilena (1.200 a 1.470 d.C.)”. En: Jorge Hidal-go, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp.277-287. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello.Santiago. 1989. p. 286.92 Montané, Julio. “En torno a la cronología del Norte chico”. Actas de V Congreso Nacional de

Arqueología. La Serena. 1969. p. 169.93 Ampuero, “La cultura Diaguita...” Op. cit. p. 287.94 Hidalgo, Jorge. “Culturas protohistóricas del Norte de Chile”. Cuadernos de Historia Nº 1.Santiago. 1972.

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LA MEMORIA OLVIDADA

lengua de esta cultura, Gerónimo de Vivar alude a cinco y su área de

expansión la de: “...Copiapó, Huasco, Coquimbo, Limarí y aquella que se

hablaba desde Combarbalá hasta el valle de Aconcagua”95.

La economía de los diaguitas al tiempo del contacto hispano se basa-

ba en la agricultura, ganadería, pesca y caza. De los productos que se cul-

tivaban en los valles, los cronistas hacen mención al maíz, frijoles, papas y

quínoa; y se añade el algodón que solo se cultivaba en Copiapó y Huasco,

en tanto el zapallo se menciona desde Huasco al Sur96. Además, se apro-

vechaba la recolección de frutos silvestres como el algarrobo y el chañar.

Los interfluvios –área geográfica entre dos arterias, ríos principales o sus

valles– eran sectores utilizados para la caza y pastoreo de camélidos. Por

otra parte, sus aldeas eran de dos tipos; las primeras, pueblos donde ha-

bitaban en tiempos de paz y estaban elaboradas con material ligero, bási-

camente de origen vegetal. Las segundas, se identifican con los pukara o

aldeas fortificadas que actuaban como refugio en tiempos de guerra. So-

bre la administración de la tierra, se carece de información; no obstante, y

según el relato de Mario Góngora, se avizoran algunas señas: “... no vivían

concentrados cada uno en una comarca, sino que usaban varios pedazos

de tierras distantes entre sí, y también se observa en algunos el desplaza-

miento estacional en los años de sequía”97.

Se sabe, además, que existían diferencias sociales, jerarquía entre sus

componentes, expresada en el tamaño de las casas, vestimentas, cantidad

de esposas, pero estas diferencias no indicaban un grado de oposición a la

sociedad de clase.

Dentro de su organización sociopolítica, sobresale que cada valle fuera

una unidad integrada por dos partes o mitades, que distinguía “... el sector

alto y el sector bajo o costero de cada valle. Cada uno de estos sectores

estaba gobernado por un jefe que, simbólicamente, era considerado her-

mano del jefe de la otra mitad”98. Esta cultura tenía el carácter de una

federación de señoríos99.

POBLACIONES DE LA ZONA CENTRAL

En la Zona Central también existieron poblamientos diferentes a lo largo

de la historia antigua. Los vestigios de los indios antiguos o antiguos habi-

tantes, fueron dando paso a asentamientos donde se utilizó la fabricación

95 Hidalgo, Jorge. “Diaguitas chilenos protohistóricos”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schia-ppacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 289-293. Prehisto-

ria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989.p. 289.96 Op. cit. p. 290.97 Borde, Jean y Mario Góngora. Evolución de la propiedad rural en el valle de Puangue. Capí-tulos I, II y III y M. Santiago. 1956.98 Hidalgo, “Diaguitas chilenos...” Op. cit. p. 292.99 Op. cit.

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59

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

de alfarería y el trabajo agrícola, conocido como el período agroalfarero,

concepto que involucra globalmente a los pueblos formativos y de desa-

rrollos regionales, es decir, a todas las poblaciones postarcaicas.

Chile Central es una zona intermedia que generó vinculaciones en-

tre grupos de los “... valles transversales nortinos, con el noroeste y cen-

tro-oeste argentino y con la zona sur de Chile ”100. Desde esta perspectiva

y durante este Período Temprano Agroalfarero –o formativo temprano–,

se distinguen coexistencias de poblaciones aún del Período Arcaico, con

otros grupos de vinculación nortina –tradición Bato–, y otros con desarro-

llo espacial más locales –complejo cultural Llolleo101. La tradición Bato se

organiza en los lomajes litorales junto con sistemas de quebradas y, en los

valles interiores, en ambientes cordilleranos, y la tendencia fue la de ocu-

par con más intensidad los sectores del Norte del río Maipo. Lo anterior se

demuestra por el uso que hacen estas poblaciones del tembetá y de la

alfarería que las relaciona, por sus contactos, con los grupos Molle del

Norte Chico y sectores transandinos –vinculación septentrional. Por el

contrario, la integración de los grupos Bato en la Zona Central no habría

sido demasiado fuerte102. Las ocupaciones Llolleo –así conocidas porque

el principal yacimiento se encuentra en la localidad de Llolleo, cercana a

San Antonio– articularon las rinconadas de grandes valles fluviales, cre-

ciendo su demografía hacia el Sur del río Maipo –vinculación meridional.

Su alto grado de cohesión interna se reflejó en una marcada identidad

visible en sus manifestaciones culturales y funerarias, además de una ex-

tensa articulación de recursos y espacios geográficos o pisos ecológicos

–costa, valle, cordillera y áreas transandinas103.

La consolidación agroalfarera, agraria, ganadera y pescadora en Chi-

le Central (900 a 1.470 d.C.) se produjo durante el Período Tardío, como

se conocen los siglos finales antes de la llegada de los españoles, represen-

tado por el complejo cultural Aconcagua, entre los ríos Petorca y Cacha-

poal. Estas ocupaciones también dan cuenta de la vinculación y utiliza-

ción del hábitat y de los recursos de la Cordillera de los Andes, junto con

la costa del Pacífico104. La articulación de extensos territorios implicó una

relación de integración –más que meros contactos esporádicos– con la

población diaguita y también transandina –cultura Viluco de Cuyo, por

100 Falabella, Fernanda y Rubén Stehberg. “Los inicios del desarrollo agrícola y alfarero:zona central (300 a.C. a 900 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Nieme-yer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 295-311. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta

los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 299.101 Op. cit.102 Op. cit. p. 309.103 Op. cit. pp. 309, 310.104 Durán, Eliana y María Teresa Planella. “Consolidación agroalfarera: zona Central (900 a1.470 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate eIván Solimano (Eds.), pp. 313-327. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquis-

ta. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. pp. 313, 314.

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60

LA MEMORIA OLVIDADA

ejemplo105. El rasgo que caracterizó a este complejo es la cerámica decora-

da geométricamente, que sugiere que los artesanos que hacían este traba-

jo presentaban una gran especialización, siendo la cerámica Aconcagua

Salmón106 la que la inviste de una mayor identificación cultural.

La adscripción étnica de la población Aconcagua, aun cuando es una

problemática por definir, podría asociarse a la de picunches, picones o

promaucaes107. Por una parte, la información etnohistórica en contexto

inkaico señala a una población local de picones “... contigua a la del valle

del río Mapocho, y en parte replegada al sur de Angostura y asimilada a

promaucaes”. Desde otro ángulo, los datos arqueológicos proponen que

es la población del complejo cultural Aconcagua al momento inkaico la

que formó parte importante de la población de la Zona Central “... en su

última fase de aculturación...”, y que fue descrita por los primeros cronis-

tas respecto de esta región108.

En definitiva, cuando los inkas llegan a la Zona Central de Chile se

encuentran con culturas sedentarias, que además practicaban la agroalfa-

rería. Probablemente, muchas de ellas convivían al mismo tiempo, siendo

algunas más antiguas que otras. Hasta el río Aconcagua, la lengua será la

mapuche, el mapudungun, y de allí hacia más al Norte será la de los diagui-

tas. Tal vez se habría requerido de una unidad lingüística para las comuni-

caciones y de allí que se unificaban las formas de hablar en el territorio.

LOS MAPUCHES

Los mapuches provienen de estas formaciones humanas antiguas que poco

a poco fueron desarrollándose en el territorio actual de Chile. Hay ele-

mentos cerámicos mapuches propiamente tales muy parecidos a los en-

contrados en la llamada cultura Llolleo, en la Zona Central de Chile, lo

que muestra una cierta transición que iría de Norte a Sur. No cabe duda de

que las influencias tenían ese sentido. Las culturas agrícolas y alfareras del

Norte iban poco a poco influyendo a quienes vivían más al Sur. Sin em-

bargo, en un cierto momento, las del Sur, con su lengua y modo de ser,

influyeron a todas las que quedaban ubicadas hasta el valle del Aconca-

gua. En el Sur del país, esto es al Sur del río Itata, en lo que hoy es Chillán,

se puede decir que, a partir de los 500 años d.C. “... se produjeron distin-

tos desarrollos culturales alfareros sobre una matriz que les imprime una

105 Op. cit. pp. 324, 325.106 Op. cit. p. 320.107 La denominación Picón se encuentra presente en Bibar (1558), Oviedo y Valdés (1557),Mariño de Lobera (1580). Por otra parte, Pedro de Valdivia (1545), Góngora Marmolejo(1575), Ovalle (1646), Jerónimo de Quiroga (1690) se refieren en sus escritos a los pro-maucaes, denominación que es reemplazada en el siglo XVIII por la de picunche, que apa-rece en 1775 en el mapa de ocupación indígena del territorio de San Juan de la Cruz. Canoy Olmedilla (Durán y Planella, “Consolidación agroalfarera...” Op. cit. p. 327).108 Op. cit.

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61

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

cierta homogeneidad”109. Los diferentes desarrollos culturales permiten

diferenciar tres sectores geográficos donde se asientan las raíces de la cul-

tura mapuche.

En el sector septentrional –desde las cuencas del río Ñuble e Itata

hasta el cordón de Mahuidanche-Lastarria– y a mediados del primer mile-

nio, ciertos grupos se establecieron preferentemente en la Cordillera, de-

sarrollando al parecer actividades recolectoras, evidentes en esas regio-

nes, por ejemplo del pehuén o piñón. La arqueología los conoce como el

complejo Pitrén “... que representa la primera ocupación agroalfarera del

Sur de Chile”, hasta ahora conocida. Su tecnología cerámica, muy bien

lograda y estrechamente vinculada a desarrollos formativos septentriona-

les, sugiere procesos de difusión a través de los Andes. Este proceso posi-

blemente aportó también el cultivo del maíz, el cual, junto al de la papa,

se realizó en pequeña escala en los claros de bosque de robles o por medio

de tala y roza110. A fines de este primer milenio se aprecian nuevas in-

fluencias provenientes del Norte y cuyo aporte, al parecer, estaría asocia-

do a la agricultura. Es muy probable que en este tiempo se extendiera el

cultivo del maíz, complementado con el de porotos, ají, zapallo y quínoa.

Asimismo , se domestica el chiliweke o la llama de los Andes. A esta nueva

forma cultural se la reconoce como complejo Vergel, el cual se establece

sobre Pitrén, lo que se manifiesta claramente en los contextos funerarios

de carácter cerámico111.

El sector meridional –cordón transversal Mahuidanche-Lastarria, al-

tura Loncoche, hasta el golfo de Reloncaví– se caracteriza por sus condi-

ciones climáticas húmedas y una alta pluviosidad, situación posibilitadora

de algunas prácticas agrícolas, básicamente de tubérculos, en aquellas partes

del valle central donde las condiciones permitían la supervivencia del bos-

que de robles. A este sector, alrededor de los 600 años d.C., llega el com-

plejo Pitrén y se establece en los lagos cordilleranos y probablemente per-

109 Aldunate, Carlos. “Estadio alfarero en el sur de Chile (500 a ca. 1800 d.C.)”. En: JorgeHidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.),pp. 329-348. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial AndrésBello. Santiago. 1989. p. 346.110 “Cuyo verdadero significado es siembra en jardín o pequeños espacios aledaños a cho-zas o aldeas. (Silva, Osvaldo. “Guerra y Trueque como factores de cambio en la estructurasocial. Una aproximación al caso mapuche”. Economía y comercio en América Hispana. SerieNuevo Mundo: Cinco siglos N° 5. 1990. p. 84)111 “El enterratorio en urnas parece ser una difusión de formas culturales nortinas, entanto que la aparición de la inhumación en tronco de roble ahuecado (wampo), sin duda esde creación local y manifestación evidente de la adaptación al medio”. (Gordon 1978 en:Carlos Aldunate “Estadío alfarero...” Op. cit. p. 347). Sin embargo, Menghin señala que lasurnas funerarias de El Vergel representan una clase de cerámica muy especial y el modo deenterramiento es un interesante indicio con respecto a la dirección de su procedencia, pueslas tumbas de urnas son un fenómeno bien conocido en el noroeste argentino, sobre todoen la cultura Candelaria, pero también más al norte, en la región Amazónica y paranaense.(Menghin, O. “Estudios de Prehistoria Araucana”. Acta Praehistórica III-IV, pp. 49-120. Bue-nos Aires. 1962. p. 99)

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62

LA MEMORIA OLVIDADA

manece en ese lugar hasta la conquista. Las condiciones ecológicas locales

no favorecieron el establecimiento del complejo El Vergel, que presenta

un mayor énfasis agrícola112.

En el sector oriental –precordillera y pampas argentinas ubicadas en

el Norte y Centro de la provincia del Neuquén– se ha postulado la presen-

cia de una fase del complejo Pitrén asentada en estos territorios a fines del

primer milenio, la cual “... aporta rasgos de las pampas orientales y del sur

de Mendoza”113. Como el complejo El Vergel basaba su productividad en

lo agrícola y las condiciones ecológicas y climáticas que brindaba el sector

oriental tampoco eran favorables, se ha planteado que tampoco el mismo

llegó a este sector y se postula entonces, más sostenidamente, que el com-

plejo Pitrén basaba su economía en la recolección, esta vez asociada al

consumo del piñón.

La cultura mapuche surge de estas culturas anteriores representada

entonces en sus antepasados Pitrén y El Vergel114. Al paso del tiempo, en

cientos de años se fueron expandiendo esos rasgos culturales y homoge-

neizándose, hasta llegar en el año mil de nuestra era a constituir lo que ya

puede ser reconocido plenamente como cultura mapuche.

Este pueblo fue conocido por los conquistadores con el nombre genérico de

araucano, usado por primera vez por don Alonso de Ercilla en 1589, aunque

a menudo se usaron otros gentilicios que aludían a las diferentes localidades

de origen (p. ej. purenes), o a puntos cardinales de los que procedían, respec-

to de los referentes (picunches, picuntos, huilliches)115.

Por razones del alto potencial de flora y fauna silvestre útil a la socie-

dad, la agricultura mapuche se desarrolló al mismo tiempo que las activi-

dades de caza y recolección. A partir del año mil de nuestra era es eviden-

te que la sociedad mapuche del Sur de Chile era agricultora, productora

de una gran cantidad de bienes agrícolas, había domesticado a varias es-

pecies de animales y desarrollaba una excelente textilería, en fin, se trata-

ba de una sociedad sedentaria firmemente establecida en el territorio.

La influencia del Norte, de sus culturas y, posteriormente, de los inkas

tampoco fue pequeña adoptando numerosos productos del “enemigo”, el

que no logró ingresar a su territorio. En las últimas décadas antes de la

llegada de los espanoles, el último siglo se podría decir, la sociedad mapu-

che se organiza teniendo como espejo a los inkas que venían del Norte. En

esa relacion, de adopción cultural y rechazo militar, se fortaleció la socie-

112 Aldunate, Carlos. “Estadío alfarero...” Op. cit. pp. 332, 347.113 Op. cit. p. 347.114 El Vergel queda ubicado principalmente en la zona de Angol y lleva su nombre por lossitios descubiertos en una Escuela Granja que allí sostiene la Iglesia Metodista. Existe unhermoso Museo en ese lugar con materiales de esta cultura, así llamada.115 Op. cit. p. 333.

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63

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

dad mapuche de tal suerte que esto le permitió resistir a los europeos que

llegarán a mitad del siglo dieciséis.

POBLACIONES DEL EXTREMO SUR

La prehistoria de la Patagonia es tan prolongada como la de otras regiones

del país y durante todo ese tiempo hubo cambios como para hablar de una

secuencia de diferentes culturas.

Si bien hacia el Sur la información arqueológica no es suficiente como

para comprender de una manera amplia el desarrollo cultural indígena de

Tierra del Fuego, se sabe de la presencia de cazadores terrestres en el ex-

tremo Sur de Chile, a través de vestigios, de aproximadamente unos 11.000

años, de fogones y restos de huesos de animales consumidos por estos

habitantes. En sus recorridos ocupaban temporalmente la Cueva Fell, un

pequeño alero rocoso ubicado a orillas del río Chico en la XII Región, 200

kilómetros al Norte de la actual ciudad de Punta Arenas. La existencia de

estos cazadores dependía fundamentalmente del guanaco, pero también

de la caza de algunos animales como el caballo americano y probablemen-

te el milodón –ambos, extinguidos a fines de las glaciaciones. Utilizaron

dardos propulsados por estólicas y rematados con puntas talladas, deno-

minadas por los arqueólogos “cola de pescado”, por la forma de su base.

Estos primeros habitantes se caracterizaron por su movilidad y desplaza-

mientos en cientos de miles de kilómetros en espacios de bosque abierto –

como los que rodean las cuevas del Medio y del Milodón–, así como el

estepario del sector de Pali Aike, y el Norte de Tierra del Fuego, en ese

tiempo aún unida al continente116.

8.000 ó 9.000 años atrás, mientras los primeros grupos llegaban a los

faldeos de la Cordillera en las pampas de Aysén, una antigua lengua gla-

ciar, que prácticamente cortaba el continente en el extremo Sur, terminó

por hundirse, dando origen al Estrecho de Magallanes, uniendo así ambos

océanos y separando para siempre a los antecesores del pueblo selk’nam y

aónikenk, en cuanto a sus características culturales. Fue así como los gru-

pos del extremo Sur, que en un principio eran una sola cultura, comenza-

ron a diferenciarse. Sin embargo, las sociedades del Norte del estrecho

–Patagonia meridional–, como las del Sur –Tierra del Fuego– siguieron

siendo cazadoras especializadas en el guanaco y otros animales de las este-

pas, con algunas diferencias menores producto de distintos ambientes

–por ejemplo, el ñandú no habría existido en Tierra del Fuego117.

116 Francisco Mena, “Culturas del extremo sur: donde la cordillera se hunde en el mar”.Museo Chileno de Arte Precolombino, artículos en línea. Disponible en <http://www.precolombino.cl>117 Op. cit.

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64

LA MEMORIA OLVIDADA

De este modo, queda claro que hacia los 9.000 años a.C. “... un gru-

po de antiguos cazadores terrestres había ingresado a Tierra del Fuego”118,

dejando vestigios arqueológicos en el sitio Tres Arroyos que derivan de

una ocupación temporal del sector, con evidencias de caza de guanaco,

consumo de cánidos, aves y eventualmente roedores y mariscos. Por el oc-

tavo milenio a.C., otros grupos de cazadores llegaron al extremo Surorien-

tal de Bahía Inútil –sitio Marazzi. Al parecer tanto Tres Arroyos como Mara-

zzi dan cuenta de poblaciones de cazadores terrestres –de tierra firme.

Tiempo después, alrededor de los 5.000 años a.C., los cazadores ha-

brían llegado hasta el extremo meridional de Tierra del Fuego. Hacia el

año 1.000 a.C., se estima que las ocupaciones humanas tardías –en el sec-

tor de Isla Grande– corresponderían a los grupos protoselk’nam históri-

cos119. En la península de Mitre –extremo suroriental de Tierra del Fuego–,

se evidencia “... un subgrupo étnico de cazadores terrestres denominado

haush120, o con sus antecesores directos que vivían separados de los gru-

pos selk’nam, al parecer confinados en una posición geográfica extrema

de refugio... ”121, quienes se distinguían de estos últimos, pero al parecer

vinculados o emparentados. Es muy posible entonces que los grupos

selk’nam y haush provengan de un antiguo tronco común de cazadores

terrestres continentales patagónicos –de época pretehuelche–, que ocupa-

ron el territorio de la gran isla fueguina122.

Respecto de la emergencia del modo de vida canoero, se produjo

hace unos 6.000 a 5.000 años, correspondiendo a uno de los momentos

más dinámicos de las poblaciones patagónicas porque significó la “amplia-

ción de horizontes” para los tradicionales cazadores terrestres. Algunas

investigaciones han planteado que la emergencia de este modo de vida en

el extremo Sur está relacionada con las nuevas condiciones boscosas en la

costa –producto del aumento de la temperatura–, que derivaron en la dis-

minución de alimentos terrestres como el guanaco, junto con la mayor

disponibilidad de madera para la fabricación de canoas, arpones y otros

elementos para la explotación de los recursos costeros. Los grupos huma-

nos de la zona –descendientes de grupos paleoindios y ya adaptados por

milenios a la caza terrestre– habrían iniciado la caza de aves y lobos

marinos, dependiendo cada vez más de la recolección de moluscos y de la

118 Massone, Mauricio. “Los cazadores de Tierra del Fuego (8.000 a.C. al presente)”. En:Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano(Eds.), pp. 349-366. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. EditorialAndrés Bello. Santiago.1989. p. 349.119 Op. cit. pp. 352, 353.120 También llamados mánekenk (Massone “Los cazadores de Tierra...” Op. cit. p. 360).121 Op. cit. p. 354.122 Op. cit. pp. 360, 366. Habría que agregar que en la costa meridional y occidental deTierra del Fuego hay evidencias que dan cuenta de grupos canoeros de economía marítima(por tanto, no terrestre), conocidos como yámana y alakaluf (Massone, “Los cazadores deTierra...” Op. cit. 361).

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65

CAPÍTULO PRIMERO: LA DOMESTICACIÓN DEL TERRITORIO

pesca, hasta dar origen a un modo de vida totalmente nuevo, que cimen-

tará las bases de la cultura kawésqar y yagán.

En el extremo Sur de Chile se encuentran los vestigios de la ancestral

presencia de los cazadores terrestres y canoeros, la que se remonta a épo-

cas tan antiguas como el paleoindio y que completó el poblamiento de

América iniciado a través del Estrecho de Bering123...

... Esta es la historia larga de Chile donde nuestros antepasados lograron

una de las hazañas más impresionantes: domesticar y civilizar un territo-

rio, dándole nombre a los ríos, a los cerros, trazando sus senderos, culti-

vando plantas y criando animales, habitando un espacio anteriormente

vacío. Hasta hoy quedan vestigios, recuerdos, nombres del territorio do-

mesticado por los antiguos habitantes de Chile.

123 Ortiz-Troncoso, Omar. “Ancestros de los pescadores australes (8.000 a.C. a ca. 1.500d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e IvánSolimano (Eds), pp. 367-379. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista.Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. pp. 352, 367, 379.