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1 JORNADA PRESENTACION DE PROYECTO DE TRABAJO 2015 Miriam Fratini Sábado 28 de marzo de 2015 Buenos días. Tal como está anunciado, esta es una Jornada de Presentación del proyecto de trabajo de este año 2015. En mi caso, se trata del proyecto del área clínica, a mi cargo en freudiana, Institución de Psicoanálisis. La presentación de un proyecto debiera funcionar como algo “invitante” para quienes escuchan. ¡Pensé mucho en qué decirles! En los tiempos que vivimos una tal presentación, traducida en términos de “mercado” sería algo así como “venderles” un producto, para que ustedes digan: “¡Compro!”… (Risas) Debo aclararles que no soy especialista en lógicas de marketing o publicidad; pero, en años de apuesta a la enseñanza del psicoanálisis, aprendí suficientemente que, si uno tiene entusiasmo, convicción y amor por lo que transmite, contingentemente algo llega y produce sus efectos… No será entonces una política de mercado en los términos convencionales, pero, lo que acabo de mencionar me parece aun así, una buena política. Entonces, les voy a contar que me entusiasma organizar por segundo año consecutivo lo que llamamos Coloquios Clínicos. En una de sus Conferencias sobre enseñanza 1 , Lacan rescata la palabra “coloquio” para diferenciarla y preferirla a “diálogo”, por considerar que “coloquiar” -que significa conversar juntos-, es un significante que permite hablar sin las pretensiones o impregnaciones filosóficas que “dialogar” conlleva desde los griegos en adelante, en Occidente. 1 Lacan, J. Mi Enseñanza. Paidós. Bs. As. 2007.

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JORNADA PRESENTACION DE PROYECTO DE TRABAJO 2015

Miriam Fratini

Sábado 28 de marzo de 2015

Buenos días. Tal como está anunciado, esta es una Jornada de Presentación del proyecto de trabajo de este año 2015. En mi caso, se trata del proyecto del área clínica, a mi cargo en freudiana, Institución de Psicoanálisis. La presentación de un proyecto debiera funcionar como algo “invitante” para quienes escuchan. ¡Pensé mucho en qué decirles! En los tiempos que vivimos una tal presentación, traducida en términos de “mercado” sería algo así como “venderles” un producto, para que ustedes digan: “¡Compro!”… (Risas) Debo aclararles que no soy especialista en lógicas de marketing o publicidad; pero, en años de apuesta a la enseñanza del psicoanálisis, aprendí suficientemente que, si uno tiene entusiasmo, convicción y amor por lo que transmite, contingentemente algo llega y produce sus efectos… No será entonces una política de mercado en los términos convencionales, pero, lo que acabo de mencionar me parece aun así, una buena política. Entonces, les voy a contar que me entusiasma organizar por segundo año consecutivo lo que llamamos Coloquios Clínicos. En una de sus Conferencias sobre enseñanza1, Lacan rescata la palabra “coloquio” para diferenciarla y preferirla a “diálogo”, por considerar que “coloquiar” -que significa conversar juntos-, es un significante que permite hablar sin las pretensiones o impregnaciones filosóficas que “dialogar” conlleva desde los griegos en adelante, en Occidente.

1 Lacan, J. Mi Enseñanza. Paidós. Bs. As. 2007.

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A partir de esta idea, les proponemos conversar juntos, dejarnos llevar por relatos de nuestra práctica para argumentar, discutir, reescribir en un segundo tiempo lo que sucedió en la práctica misma. Les anuncio que habrá dos Coloquios: los viernes 29 de mayo y 30 de Octubre respectivamente. Me gusta mantener vivo el espíritu con el que Lacan dijo, al inicio de su Seminario2: “Cuando más cerca del psicoanálisis divertido estemos, más cerca estaremos del verdadero psicoanálisis. Con el tiempo se irá desgastando, se hará por aproximaciones y triquiñuelas (…) Regocijémonos pues, aún hacemos psicoanálisis”.

Según entiendo, esto podría significar entretenernos, desenvolvernos en ese tejido de equívocos de nuestra práctica de lenguaje. ¡Y quizás haya que aclarar “con perdón de la palabra”, ya que “entretenimiento” o “diversión” están connotadas actualmente de una frivolización que las desvirtúa y banaliza; mientras que, sin embargo, entretenerse o divertirse es algo serio e interesante! La apuesta será entonces, propiciar estos Coloquios como encuentros que se mantengan permeables al humor, a los efectos chistosos, a las ocurrencias, y también a las fallas, inconsistencias o preguntas que puedan tener lugar en ellos… En una presentación en Filadelfia, Guy Le Gaufey -al tomar la noción de elipse considerada por Kepler en sus cálculos astrofísicos (tal como la comentara Lacan en su Seminario 20)-, arriesga una comparación o alusión para pensar nuestra práctica, que me pareció destacable. Ustedes saben que Kepler llega a comprobar que las órbitas de los planetas no son circulares -como creía Copérnico-, sino elípticas. La elipse no es monocéntrica, sino que tiene dos centros: un foco lo ocupa la luminaria mayor (el sol en nuestro sistema) y el otro es un lugar vacío. Con esta referencia precisa, Le Gaufey afirma: “La consistencia del saber psicoanalítico está, en efecto, todo el tiempo arruinada por su propia práctica. Todo este saber, ahora tan vasto, está gravitando cada vez más , no tanto alrededor de un sol espléndido, como alrededor del otro centro que nosotros seguimos tan obstinadamente; ese diminuto punto simétrico respecto del sol que no pesa nada, donde no hay nada, pero que es tan importante para nosotros como el lugar donde se halla el sol. Todos estamos girando alrededor de ese lugar vacío”.3

¡Es una buena definición! Que nuestra práctica “arruine” la consistencia del saber es -a mi entender-, lo que permite relanzar y hasta reinventar los conceptos de los que nos ocupamos. Antes de pasar al tema de nuestros Coloquios, quisiera decirles que considero que conversar juntos también significa un compromiso institucional: decir el psicoanálisis en castellano; no “deshacernos” del hecho de que vivimos

2 Lacan, J. Seminario 1. Los Escritos Técnicos de Freud. Paidós.Bs. As. 1981. Pág. 125. 3 Le Gaufey, Guy. El caso inexistente. Ed Psicoanalítica de la Letra. México. 2006. Pág. 371

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en Argentina, en Buenos Aires, que ese es nuestro contexto y nuestra lengua. Podrán no faltar referencias al “Otro” francés o vienés por ejemplo, pero siempre teniendo presente nuestro lugar en el psicoanálisis argentino. Apostamos entonces a decir el psicoanálisis en castellano, alejados lo más posible de la jerga oscurantista o de la profusión de vocablos incomprensibles para los “no iniciados”. ¡Y a veces… hasta para los “iniciados”! (Risas) Entonces, ya que hablamos de “iniciación”, subrayo este término que es tal vez “protagonista” -como el centro vacío de la elipse de Kepler- de muchos de los relatos que tendrán lugar, ya que el tema de los Coloquios será : “Los jóvenes y la práctica analítica”. Empecemos por “los jóvenes”: ¿Quiénes son los jóvenes? ¿Qué es la juventud? Podríamos intentar una definición “macedoniana” (seguro poco académica, pero con esa relación a la “verdad” que mantiene la escritura de Macedonio Fernández); y decir: “La juventud es aquello que, a muchos de los acá presentes, les falta”; o bien -para ser más precisa-: “La juventud es aquello que, a muchos de los acá presentes, nos falta”… (Risas) Entonces, según afirmemos que “les” o “nos” falta, cada uno podría situar su posición dentro o fuera del conjunto de la “juventud”. Se trataría así de una buena definición discursiva, ya que sólo se referenciaría en las palabras, sólo se articularía en el decir, según afirmemos “les” falta, o “nos” falta. ¿Se entiende? ¡Veo caras de que muchos de ustedes dirían “les falta”! (Risas) En suma, la juventud es algo que puede faltar. Fíjense en este mínimo ejemplo. Un muchacho de unos 15 años me dijo hace pocos días: “Yo siempre fui un adulto. Toda mi familia lo dice y lo repite desde que era chiquito”. ¡Observen cómo, aun siendo un jovencito, la juventud le faltaba! Entonces, si bien hay una referencia temporal que subyace al concepto de “juventud”, en nuestra práctica, no es tan seguro qué decimos cuando decimos “jóvenes”… Y ya que hablamos de “práctica analítica”, consideremos que el título favorece cierta ambigüedad más. En principio, hablar de “jóvenes” es amplio, no indica para nosotros ninguna impregnación clasificatoria de supuestas etapas evolutivas. No significa, al mismo tiempo, ninguna “especialidad”, como la de quienes hablan de “Clínica de adolescentes” o cosas por el estilo…Sino más bien una especificidad singular de un tiempo de la vida y de cada caso en particular. Tampoco aclaramos si se trata de los jóvenes del lado “del sillón” o del lado “del diván”, para decirlo quizás brutalmente; ya que, en todo caso, no hay tales “lados” en ninguna circunstancia cuando la transferencia indica que el único lado que importa es el del inconsciente analizante y formando parte o incluido en él, el supuesto analista.

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Pero claro que sí nos interesan aquellos jóvenes practicantes que aspiran a ocupar el lugar del analista. Este tema que proponemos responde a una preocupación: ¿Cuál es el futuro del psicoanálisis? La preocupación por las generaciones venideras supone advertir para las instituciones psicoanalíticas el riesgo de la gerontocracia… Una especie de “guerra del cerdo” al revés, según la inspirada novela de Bioy Casares4. Esto también nos acerca a una definición de los jóvenes: aquellos que nos seguirán, aquellos que tienen “el futuro por delante”. Admitirlo implica no tener que decir, como en el chiste evocado por Freud5, ¡qué los jóvenes tienen “un gran futuro detrás suyo”! (Risas) Dijimos que había una referencia temporal ineludible si hablábamos de los jóvenes. Ellos son quienes tienen el tiempo a su favor, aunque les hace falta tiempo. Tener el tiempo a su favor no indica por sí solo que eso funcione así, más bien lo que llamamos “neurosis” se nutre de atacar lo que podría funcionar a favor de uno; ¡tener ese tiempo entonces, no significa poder saber hacer con eso! Advertimos pues que hay una relación de falla (o fallida) entre la juventud y el saber hacer… Como decía Ringo Bonavena: ¡“La experiencia es un peine que obtenés cuando ya estás pelado!” (Risas).Hay al menos dos referencias doctrinales -nombradas metafóricamente- que dan cuenta de esta falla en el tiempo juvenil: la metamorfosis y el despertar. La primera es connotada por Freud6, la segunda, aludida por Lacan7. Metamorfosis y despertar conjugan la verdadera revuelta pulsional que no se regula “a voluntad” y se produce en el cuerpo y en los lazos. “Revuelta” que alude tanto al angustioso revoltijo en las tripas que los cambios corporales implican, como al oposicionismo y rebeldía propios de ese momento pulsional. Además -como les decía respecto de la “iniciación”-, esa revuelta pulsional inaugura una relación iniciática a lo real; esto es, el encuentro con otro cuerpo y la posible consumación del acto sexual, que se registra como un despertar del sueño infantil y latente. Con estas mínimas indicaciones seguimos las lecturas que tanto Freud como Lacan hicieran del drama de Wedekind: El despertar de la primavera.8

Por último, no quisiera dejar de consignar la referencia política que ha marcado y marca en lo social la presencia juvenil. Piensen que desde mediados del siglo XX esa presencia se puede rastrear en algunos fenómenos puntuales

4 Bioy Casares, A. Diario de la guerra del cerdo. Ed. Emecé. Bs. As. 1969. 5 Freud, S. El Chiste y su relación al inconsciente. Tomo I. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid.1973. Pág. 1040. 6 Freud, S. La metamorfosis de la pubertad. En Tres Ensayos para una Teoría Sexual. Tomo II. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid.1973. 7 Lacan, J. El despertar de la primavera. En Intervenciones y Textos 2. Ed. Manantial. Bs. As. 1988. 8 Wedekind, F. El despertar de la primavera. Una tragedia infantil. Ed. Letra Viva. Bs. As. 2014.

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(consideremos que la llamada “adolescencia” devino objeto social sólo a fines del Siglo XIX y principios del XX): Decir por ejemplo, década del’60 es decir -entre otros tantos ejemplos-: Los Beatles, Mayo del’68, Vietnam, Movimiento hippie, Woodstock. O más bien en castellano, es decir: BARock, matanza de Ezeiza, imberbes de la J.P., la noche de los lápices, Malvinas, Cromagnon… Todos estos fenómenos resultan actualmente anacrónicos y se licúan en el paisaje de nuestra hipermodernidad “líquida”. ¿Cómo explicarle a un joven de hoy los alcances de los versos de Charly: “Aprendí a ser formal y cortés cortándome el pelo una vez por mes…”? Actualmente, son las tribus urbanas las que cobran protagonismo en una multiplicación de skaters, grunges, góticos, heavies, hardcores, skinheads, dark emos o freakes. Y con ellas, sus prácticas y ceremoniales: tatuajes, pearcings, cutting, bullying, previas… Claro que también están las llamadas conquistas sociales, como la mayoría de edad a los 18 años, el voto no obligatorio a partir de los 16… ¡Y, al mismo tiempo, el avance del paco en las clases más bajas y el consumo generalizado y casi “obligado” de alcohol! Podríamos preguntarnos: ¿por qué conflictos, guerras, desapariciones (como algunos de los que enumeré, incluso los que nos son lamentablemente próximos) se conjugan tantas veces con la llamada “juventud”? Considero que no sólo por la siniestra utilidad que significan los cuerpos jóvenes más fuertes o resistentes en el combate. Sino tal vez también porque esa revuelta pulsional de la que les hablé se manifiesta en un pathos de la inadecuación, de la incomodidad, del borde con el descontrol, el exceso, el sacrificio o el exilio...

Freud -quien siempre fuera sensible y permeable a su época-, escribió un texto sobre la temporalidad en 1915, agobiado tal vez por la presencia de sus hijos varones en el frente de la 1ª Guerra Mundial. Lo llamó Lo Perecedero, y conforma (junto con Consideraciones de Actualidad sobre la Guerra y la Muerte y, Duelo y Melancolía) un tríptico atravesado por estas cuestiones. Asombrado por la capacidad de destrucción que la cultura y sus progresos no pudo impedir, escribe: “Los hombres mueren de verdad”9; y mueren jóvenes, agregaríamos. Terrible constatación que manifiesta un atentado a la diacronía esperable de la vida. Es así como, en Lo Perecedero, ubica el valor de lo que está sujeto a la pérdida y al duelo consecuente; a lo que caduca o tiene fecha de vencimiento… y lo ubica a favor de lo psíquico. Llamativamente (y acaso porque para con sus hijos debía conservar una esperanza), es optimista: “Nuestra libido quedará en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, quizás más valiosos

9 Freud, S. Consideraciones de Actualidad sobre la Guerra y la Muerte. Tomo II. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid. 1973. Pág. 2111.

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(…) siempre y cuando seamos lo suficientemente jóvenes y conservemos nuestra vitalidad.” 10

Reparen en ese “siempre y cuando” que subrayé. Impone como condición una juventud suficiente, pero también la vitalidad. ¡Es entonces un valor libidinal más que cronológico lo que está en juego; es como decir que una posibilidad deseante “a mano” nos rejuvenece! ¡Considérenlo: es mejor que un buen lifting! (Risas) Aunque también sabemos que la libido no es una reserva inagotable.

Entonces, volviendo a nuestra definición macedoniana, decir que la juventud es algo que “nos” puede faltar a los humanos, quiere decir que puede perderse, que es un valor perecedero. Pero, que no falte, no quiere decir que no falle. Así, finalmente, el motivo de los Coloquios Clínicos serán los modos de fallar juveniles: sus síntomas, aquello que no ande para los llamados “jóvenes”, aquello que los haga hablar y los cause a encontrarse, tal vez, con alguien dispuesto a ocupar el lugar del analista. Muchas gracias. (Aplausos) Desgrabación corregida por la autora Revisión, Establecimiento del Texto y Diseño: Raquel De Maestri Imagen de Tapa: "Flower thrower". Banksy Coordinación General: Miriam Fratini

10 Freud, S. Lo Perecedero. Tomo II. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid. 1973. Pág. 2120.

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Miriam Fratini: Vamos a dar comienzo al primer coloquio de este año,

2015. En principio les doy la bienvenida a todos ustedes. Quizás sepan que este coloquio se inscribe en una serie que empezó el año pasado, con dos reuniones cuyo tema de interés y de trabajo fue -lo llamamos así- “Transferencia: la puerta de las cosas”. Nos pareció un buen punto de partida, ya que la noción de transferencia es la puerta de entrada, no sólo de la posibilidad de un análisis, sino también la puerta de entrada del psicoanálisis en el mundo, de su existencia. Ya que me gusta la metáfora de las puertas, me parece que este año vamos a abrir otra. En el sentido de una convocatoria muy amplia, bastante decidida y activa, respecto de la invitación a la gente joven, que quiera “formarse” en freudiana. Que quiera formar parte de nuestras actividades y quizás por eso el título que pusimos a los dos coloquios de este año, es “Los jóvenes y la práctica analítica”.

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No me voy a extender sobre el tema. Lo he hecho -suficientemente- en las Jornadas de Apertura de nuestras actividades y para los que tengan interés, está en la Página Web de nuestra institución. Simplemente les quiero decir, que este tema nos resultó importante, porque nos interesa, no tanto el futuro del psicoanálisis, como que el psicoanálisis tenga futuro. Y pensarlo de esa manera, nos parece que -sin lugar a dudas-, plantea un lugar insoslayable para la gente joven. Quizás, por qué no, algunos de los jóvenes que escuchamos en los relatos del consultorio, en algún momento, decidan llevar sobre sí la posibilidad de, a su vez, escuchar a otros y de querer autorizarse en esta práctica que el psicoanálisis implica. De manera tal que entonces, les voy a contar cómo es el dispositivo de la reunión de hoy. Hay dos miembros de freudiana, que van a presentar trabajos. Primero Analía García bajo el título “Un padre falso. Notas sobre la autoridad”. En segundo lugar va a hablar Ariel Pernicone: “La tormenta del joven Freud: despertar y escribir”. Cada uno de ellos va a presentar su ponencia y en un segundo tiempo, que esperamos sea productivo y fluido -como siempre decimos-, vamos a dar lugar a los comentarios, preguntas, que quieran hacerles. Analía García- Para abordar el tema voy a leer un fragmento de la carta de Franz Kafka a su padre y un relato de sesiones sostenidas con un joven, con el objeto de contraponer ambos materiales y derivar las conclusiones que pueda y considere pertinentes. Desarrollaré aspectos de la noción de autoridad propuestos por Alexandre Kojève, por Hannah Arendt , por Freud y Lacan.

Dice Kafka en su Carta al padre: “Era entonces, y en muchos aspectos, cuando necesitaba de aliento. Sólo tu simple corpulencia me hacía sentir ya oprimido. Recuerdo, por ejemplo, cuando con frecuencia nos desvestíamos juntos en la misma caseta de baño. Yo, delgado, débil, esmirriado; tú, fornido, alto, ancho de espaldas. Allí mismo sentía vergüenza de mí, no sólo delante de ti, sino ante todo el mundo, porque tú representabas para mí la medida de todas las cosas11”.

Relatos extractados de sesiones con un joven de quince años

Hijo de la primera pareja de la madre, el progenitor, un hombre psíquicamente perturbado, lo abandonó tras tumultuosos reclamos judiciales, cuando “D” tenía cinco años de edad. No se supo nada de él desde entonces.

La madre se casa con su actual pareja, quien se encarga del sostén del niño desde sus tres años de edad.

11 Kafka, F., Carta al padre, Biblioteca EDAF, Madrid, 1985, Trad. R. Kruger, p 20

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● De la escuela, palabras de la psicopedagoga

“Insulta constantemente”. “La madre niega problemas, refiere lo que “D” expresa”. “La profesora de matemática le tiene miedo, lo ve “tan grandote” y “se le va encima”.

“Viene primero la madre, es terrible, arma un escándalo. Después viene el marido de la madre y repite lo que ella dijo”.

● Expresiones del padre “Todo empezó de nuevo, él no se controla. Lamentablemente tiene que

aprender a respetar las reglas y la autoridad. Ahora el chiquito lo copia”.

● Habla “D” -Mis compañeros son todos tontos y también unos “hijos de puta”. La insultaron a mi vieja cuando me fue a buscar a la escuela. -“¿Buscar a la escuela?” - Me fue a buscar porque me amenazaron con agarrarme a la salida.

Después fueron a mi casa a tirar piedras. Yo quiero hacerles chistes, que se rían, pero todos se enojan.

El profesor de Educación Física es un trucho, no tiene título. - “¿Cómo sabés eso?” - Me doy cuenta. No sabe cómo tratar a los chicos. Dos vueltas al

patio y a jugar al fútbol. Eso no es enseñar. Siempre me echa de la cancha, dice que cometo faltas. La profesora de matemáticas es una “estúpida”, tiene una voz finita y grita. No explica, dice: ¿Quién quiere hacer una pregunta? Yo la hago y dice: recién expliqué eso.

Ayer la psicopedagoga me hizo ir a hablar con el director. Yo me llevo bien con “O”, pero el tipo es un “muerto”. A mi mamá le parece que él es la única persona con la que se puede hablar, aunque siempre es lo mismo.

En la escuela me retan, me amenazan, pero a mí no me importa. Lo único que me importa es que se enoje mi vieja. Yo reconozco que a veces empiezo yo, otras respondo. No puedo contenerme. Me gritan “adoptado” o “puto”. Puto no me importa porque no soy puto. - “¿Y adoptado, por qué es un insulto?” - Es por mi papá “J”, no el otro forro, a ese que yo llamo “F”, siento que me burlan a mí y a él. Una piba, que su papá murió, me dice que no tengo papá de verdad, me gritan “papá falso”, y ahí me vuelvo loco.

Notas sobre la autoridad

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El diccionario etimológico Corominas dice: Autor, fuente histórica,

promotor; derivado: autoridad. El diccionario de la RAE: persona revestida de algún poder. Crédito o fe que se le da a una persona en una determinada materia. Kojève12 define la autoridad como: “... la posibilidad que tiene un agente de actuar sobre los demás, sin que los otros reaccionen contra él, siendo totalmente capaces de hacerlo. O bien, finalmente, la autoridad es la posibilidad de actuar sin establecer compromisos en el sentido amplio del término.”

La autoridad es, entonces, un fenómeno estrictamente social. Y el acto autoritario se diferencia del resto porque no encuentra oposición por parte de su destinatario. Kojève distingue cuatro tipos de autoridad, susceptibles de combinarse en tipos mixtos.

1. Autoridad del amo 2. Autoridad del jefe 3. Autoridad del juez 4. Autoridad del padre

La del padre es la autoridad de la causa sobre el efecto, debiendo tenerse en cuenta que la causa transmite su esencia o su potencia al efecto (monarquía hereditaria, tradición, autoridad del muerto, Dios, autoridad del viejo). La noción de Dios-Padre sólo adquirió su valor a partir del momento en que Dios fue concebido como creador de la naturaleza y del hombre.

La autoridad es, en los hechos, relativa, reservándose sólo a Dios el carácter de autoridad absoluta.

Hannah Arendt, destaca el origen romano del concepto y establece que la palabra proviene de “auctor - augere”, que remite al autor, el que funda y aumenta, constantemente, la institución creada, producida como novedad. El verbo “augeo” implica “hacer crecer algo nuevo”. De este modo, el concepto de autoridad no está asociado a un orden de imposición o sometimiento. La preocupación de la autora se vincula con la posibilidad de dar explicación a la pregunta por “lo que crea, reúne y sostiene a una comunidad”. La autoridad no es coerción, es obediencia en libertad.

Para Arendt la principal característica de la vida humana es que ella está preñada de acontecimientos, que al final pueden ser narrados, pueden fundar una biografía. O sea un entretejido de relatos que se dicen los sujetos, relatos que dan significación al mundo, que recogen la tradición y proyectan un futuro. Si el relato es lo que funda la vida humana y siendo que la fundación se haya en relación con la autoría, podemos considerar una autoridad del relato.

12 Kojève, A, La noción de autoridad, Nueva Visión, Buenos Aires, 2005, pág. 36 Trad: Heber Cardoso

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Ahora, podemos dar la justa comprensión a “obediencia en libertad”. La obediencia es la obediencia a la palabra y la libertad implica en constituirse en seres parlantes sujetados en el lenguaje.

Pasemos a las concepciones psicoanalíticas. La autoridad aparece ligada a la función del padre y ésta no remite al

Complejo de Edipo. Freud, adjudica al Complejo de Edipo, complejo medular de las neurosis, funciones fundamentales, que pueden resumirse del siguiente modo. A la forma de resolución del Complejo se deben:

1. La elección de objeto de amor 2. El acceso a la genitalidad 3. Efectos sobre la estructuración psíquica, particularmente, la

constitución del superyó, residuo establecido en el yo y producido por las identificaciones con los padres.

Para Freud, el Complejo de Edipo, posee también un carácter fundador desde el punto de vista social, en tanto se asocian, el asesinato del padre primitivo y sus consecuencias con el origen de la humanidad.

Revisemos la evolución del concepto del padre en la obra de Lacan. Lacan en el Seminario III, concede a la ausencia del “N de P” importancia capital en la determinación de la psicosis. En el Seminario de la Relación de Objeto, el “N de P” es identificado con el nombre simbólico. La “fobia de Juanito” constituye una suplencia del desfallecimiento de su padre en lo atinente a hacer pasar al padre simbólico. Describe aquí las funciones de: padre imaginario, real y simbólico.

En Las Formaciones del Inconsciente, Lacan introduce la metáfora paterna y escribe el “N de P” en un algoritmo, tomando como modelo la escritura de la metáfora. La metáfora del “N de P” explica el modo en que el padre se hace portador de la ley. Es, dice Lacan, “la metáfora que sustituye por este nombre el lugar primeramente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre”. El padre es una metáfora. Lacan define el papel normativizante del padre en el Complejo de Edipo. La metáfora paterna no brinda ninguna caracterización del padre. Es normativizante; recordemos que lo normal es la capacidad que tiene el organismo de instituir otras normas en otras condiciones. El “N del P” es la capacidad normativizante, en tanto no responde a una media, en el sentido estadístico, sino que conmueve las normas maternas para establecer otras nuevas. En esta estructura de la metáfora se dan todas las posibilidades de articulación entre el Complejo de Edipo y el de Castración. Lacan descompone las operaciones de la metáfora paterna en tres tiempos.

En el desarrollo de su teoría, el “N del P” sufre transformaciones, pierde el carácter singular y se pasa a hablar de los “Nombres del padre” para definir las diferentes presentaciones del mismo.

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En el avance del proceso de logifización, el “N del P” queda adscripto a la función de sostén y anudamiento de las tres dimensiones de lo psíquico.

En líneas generales, el “N del P” es un instrumento para salir de la dualidad establecida con la madre. Observaciones sobre el contexto social

Si la época de Freud se caracterizó por el concepto general de la necesidad de someter las pulsiones en función de la preservación del entramado social, tal como se daba, la nuestra parece estar caracterizada por su opuesto: hoy en día son las interdicciones, las prohibiciones las que se hallan en cuestión, requieren justificación y ceden ante el avance de una consigna que ha alcanzado generalidad y que podría resumirse con la expresión: “hacer lo que produce placer”; lo que “pinta”, lo que te “viene en gana”. Esto no significa que la prohibición haya desaparecido, pero sin duda el goce rige el accionar. Si la sociedad victoriana tenía el sello de la interdicción, la nuestra encuentra su rasgo en la permisividad, la transgresión y la excepción. Sociedades sin absoluto, en las que la autoridad de la tradición, la religión, la educación y la autoridad del padre han perdido protagonismo. El “cielo está vacío” dice Melman para resumir este estado de cosas. Pasamos, entonces, a una cultura que privilegia el encuentro con el objeto de satisfacción. Pasamos de una estructuración psíquica organizada por la represión a una organizada por el goce. El padre perdió su función de referencia, su autoridad.

Se han producido, también, modificaciones en la conceptualización del tiempo, en tanto el relato ha pasado a un segundo término. Se trata de la disolución de la distinción de los modos en los que el tiempo se muestra; el pasado no se actualiza como presente grávido de futuro, sino que el presente se exhibe como una inmediatez absoluta, sin arraigo en el pasado y sin determinación de futuro. Análisis del caso

Pasemos, ahora, a consideraciones respecto del caso presentado. “D” descalifica todas las figuras de autoridad escolar: los profesores, la psicopedagoga, el director. El profesor de Educación es un “trucho”, la profesora de Matemática no es consecuente con sus propuestas, la psicopedagoga es inoperante, el director es un “muerto”. La desacreditación de la autoridad es una constante. Emplea insultos y sostiene, en términos de la psicopedagoga, una actitud intimidatoria. Las autoridades, jaqueadas por estas conductas, recurren a otra autoridad: la inspectora. Retroceden ante el avance de insultos y descalificaciones.

Lacan en el Seminario V, considera que la blasfemia provoca la caída de un significante eminente que está en relación a “aquel significante supremo

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llamado ‘el padre’.” En la injuria, se trata de hacer descender al Otro a la categoría de objeto y provocar su destrucción, pero, al tiempo que se lo destruye, se lo preserva, en tanto es articulado en la cadena significante.

Vale la pena analizar las expresiones de “J”, quien dice: “lamentablemente tiene que aprender a respetar las reglas y la autoridad. Ahora el chiquito lo copia”. ¿Qué se desprende de estos enunciados, sino que él mismo -”J”- no constituye una autoridad ni para el joven ni para su hijo menor; y, más fuerte aún, la atinencia a las normas resulta, por lo menos, indeseable. Él va a la escuela a hablar por su hijo después que su mujer y redobla las expresiones de ella, y ella ha redoblado, anteriormente, la de su hijo. Accionares especulares en ámbitos del mismo carácter; la escuela no habilita una diferencia, recrea el tono familiar recurriendo al orden jerárquico superior, sin instrumentar respuestas. La escuela no sanciona, denuncia.

Llegamos, así, a esta sesión en la que “D” comienza reconociendo su responsabilidad. Dice, a continuación: “Me gritan adoptado o puto.” “Puto no me interesa, porque no soy”. La cuestión se arma en torno al significante “adoptado”; expresa, “es por mi papá J y no el otro forro, siento que me burlan a mí y a él”. La ambigüedad alcanza a la construcción “el otro forro”, el término “otro” diluye la diferencia entre ambos “padres”: si hay un “otro” debe, necesariamente, haber un “uno”. Ambas figuras parecen compartir el atributo de “forros”, de elementos descartables.

Más adelante, agrega: “me dicen que no tengo papá de verdad, me dicen papá falso”. “Falso” tiene, nuevamente, una significación divalente, alude a la no-progenitura de “J”, pero también, la falsedad remite a la deficiencia de la función. El “papá falso” traslada la falsedad al joven, él no tiene un papa falso, es un papá falso, los términos operan con la categoría de un nombre.

Agrega más adelante: “lo único que me importa es que se enoje mi vieja”. Ella es el referente y la medida, el padre ha quedado afuera. La frase también puede ser interpretada como una intención de “D” de enojarla continuamente, lo que implicaría una mediación.

Hablábamos del concepto de autoridad, de sus clases, hablábamos del N del P. Nombre del Padre siempre fallido. La situación de “D” da cuenta de ello. La palabra del padre resulta débil ante la arremetida materna que parece dirigirlo todo. El padre no lo ha ordenado aún con su apellido a pesar de que esa es su voluntad confesa y es el deseo expreso del joven. Pero sus expresiones son también una apelación, un llamado al padre tal como analizáramos anteriormente.

Independientemente de sus notas particulares la circunstancia de “D” (adolescencia incluida), su irreverencia, la descalificación constante y muchas veces fuera de control son facilitadas por un contexto social en el que la autoridad es objeto de descrédito y desconfianza. Tanto es así que los

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compañeros de “D” recurren a la amenaza y a la agresión contra la casa del joven (si se han dirigido o no a las autoridades escolares no lo sabemos, pero en cualquier forma éstas no fueron eficaces).

Existe una gran distancia no solo temporal entre el padre de Kafka, que era la representación de “la medida de todas las cosas” y el padre de “D”. “Trucho”, “muerto”, “falso” son significantes que lo describen. Pero son también una muestra de la variación que la paternidad ha tenido a través del tiempo.

El “N de P” es del orden del lenguaje. Recordemos también que para Hannah Arendt la autoridad está en el relato que es una construcción del lenguaje.

Hablar de las leyes del lenguaje es hablar de lo que nos constituye como sujetos. La única manera de ser humano es tener en cuenta este determinismo, “para examinar lo que podemos hacer con ellas… y a partir de ahí, estudiar si esas leyes se prestan a otras escrituras, generadoras, tal vez, de una mejor solución de nuestros síntomas….”

Ahora deseo dar lectura a un breve relato titulado La madre que podía leer incluido en el cuento Sin palabras, del escritor japonés Yasunari Kawabata, para ejemplificar las temáticas desarrolladas esta noche, relativas a la autoridad del relato y a su vinculación con el operador Nombre del Padre.

“Hay una novela de mi padre en la que he pensado con frecuencia desde que le sucedió el percance. En ella escribió sobre un joven que le enviaba unas cartas. El muchacho se volvió loco y le recluyeron en un manicomio. Por ser peligroso no le permitían ni plumas ni tinteros, ni lápices. Lo único que podía tener en la habitación eran resmas de papel de escribir. Cuentan que se pasaba el día frente al papel en blanco escribiendo… O más bien, con la idea de que estaba escribiendo. Porque el papel permanecía en blanco. Lo que he dicho hasta aquí fueron los hechos. Lo que sigue es el relato de mi padre. Cada vez que su madre iba a hacerle una visita al muchacho le decía: “Mamá, he escrito algo. ¿Me lo lees, por favor?” Al ver la hoja de papel sin una letra, la madre sentía ganas de llorar. Sin embargo, mostraba un rostro sonriente y le decía: ¡Está muy bien escrito! ¡Qué interesante!”. Con mucha frecuencia, importunada por los ruegos de su hijo, la madre le leyó la hoja en blanco. Se le ocurrió contarle sus propias historias, haciendo ver que las leía. En eso consiste la idea de papá. La madre le cuenta al joven su niñez. El joven loco cree que lo que escucha es el documento que él escribió con sus propias memorias. Los ojos le brillan de orgullo. La madre no sabe si él comprende o no lo que le cuenta. Sin embargo, al repetir la historia cada vez que lo visita, se fue volviendo poco a poco más hábil hasta que llega un momento en que tiene la impresión de estar leyendo de verdad una obra a su hijo. Recuerda cosas que había olvidado. También los recuerdos del hijo se van tornando más hermosos. El hijo

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convoca el relato de la madre, colabora con ella, reconstruye los hechos. No hay modo de saber si se trata del relato de la madre o el relato del hijo. Mientras la madre está contando la historia se olvida de sí. Puede olvidar la locura del hijo. Mientras escucha la lectura con tanta concentración no es posible discernir si está loco o no. Durante unos instantes el alma de la madre y del hijo se funden en una sola. Se sienten felices como si estuvieran viviendo en el cielo. Y así, mientras se repite esta experiencia, la madre sigue leyendo hojas en blanco convencida de que el hijo ha de sanar de su locura.”

Hechas las consideraciones generales, me gustaría concluir con algunos interrogantes que considero pertinentes.

● ¿Cuáles serían las características de la práctica analítica ante la presentación de estos sujetos, acaso nuevos?

● ¿Qué respuesta o especificación podemos brindar a la expresión de Lacan “El Edipo no puede mantenerse indefinidamente en cartel en sociedades en las que se pierde cada vez más el sentido de la tragedia”?

  Ariel Pernicone‐  En principio quiero decir que me parece más que acertada la elección de la palabra “jóvenes” en el título del Coloquio de este año 2015, “Los jóvenes y la práctica analítica” porque la palabra “adolescencia” no es un término psicoanalítico. Freud no usa este término. La denominada adolescencia, es un producto del discurso de la modernidad. Incluso en la Edad Media, era impensable una figura como la que hoy imaginamos “adolescente”.

Como noción en la historia, aparece después de la Revolución Francesa, un poco indiferenciada de la categoría “niño”. En la cultura occidental, quien primero habló de adolescencia fue Jean Jacques Rousseau. Y lo hizo específicamente en el capítulo IV del libro, Emilio o de la educación, un texto de 1762. Jean Jacques Rousseau, preocupado por la pedagogía, considerado casi el padre de la pedagogía, en este libro recorre la vida de Emilio desde su nacimiento hasta la adultez; y cuando Rousseau trata algunas cuestiones sobre la educación del joven Emilio, entre otras cosas, básicamente considera que debe estar alejado del encuentro con el otro sexo, durante un cierto tiempo, mientras se forman en él conceptos sólidamente morales, juicios racionales y una ética que no lo haga equivocar. Esa es la pretensión de Rousseau. Allí, en este libro, al referirse a la adolescencia la nombrará, usando un término que será muchos años después de sumo interés en el discurso lacaniano, como “un nuevo despertar”, la nombrará también como “un nuevo nacimiento” o “un segundo nacimiento”. Les leo un párrafo que me gustó, del comienzo de ese capítulo:

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“….el hombre en general no está hecho para quedarse siempre en la infancia. Se sale de ella en el tiempo prescripto por la naturaleza y en este momento de crisis, aunque sea corto, tiene grandes influencias. Como el bramido del mar precede a la tempestad, esta tempestuosa revolución es enunciada por murmullo de las nacientes pasiones y una fermentación sorda advierte la proximidad del peligro….” Así enuncia Rousseau lo que él va a denominar “Adolescencia”.

El término “adolescencia”, empleado a mediados del 1700 por Rousseau, cae en desuso, y vuelve a aparecer recién en el transcurso progresivo que va desde fines de siglo XVIII al siglo XIX, asociado a la Revolución Industrial, cuando empezó a importar reclutar a los muchachos en las fábricas, con la escalada de la producción en serie. Comienza así a orientarse un interés especial por los jóvenes que pueden trabajar. Se busca por ese tiempo distinguir entre aquellos que pueden trabajar y aquellos que no. En este punto surge un interés en diferenciar la categoría “niño” del “adulto”, pensada con relación a una transición como fuerza posible de trabajo, y no tanto ubicable con respecto a rituales de pasaje cuya experiencia determina el paso de la niñez a la adultez como es posible pensarlo en otras culturas. Según Perrot, por ejemplo, en las Industrias francesas trabajaban 223.385 adolescentes varones y 210.187 adolescentes mujeres de acuerdo a información del año 1897. Por esa misma época una serie de leyes van determinando ciertos límites de edades tomando como referencia la resistencia “a la fatiga de trabajo”, estableciendo prohibir que los jóvenes hasta los 16 años trabajen los días domingos ni más de doce horas diarias y prohibiendo además que las fábricas contraten jóvenes asalariados menores de 13 años, estableciendo así la categoría etaria en el discurso social correspondiente al trabajo industrial con respecto al momento de la adolescencia asociada a su capacidad de trabajo.

Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, surgen disciplinas como la pedagogía, la pediatría, la psicología, que van a ocuparse científicamente del niño y también del adolescente como objeto de estudio y atención.

Allí por el año 1904 un psicólogo norteamericano llamado G. Stanley Hall publicó un texto voluminoso que se llamó Adolescencia: su psicología y su relación con la fisiología, sociología, sexo, crimen, religión y educación. Un texto de investigación que fue considerado un tratado clásico y pionero en su época. ¿Por qué podría interesarnos, o en realidad, por qué me interesó a mí, que soy un curioso sobre las cuestiones histórico-biográficas? Stanley Hall era el presidente de la Clark University y fue quien invitó a Freud a dictar sus conferencias introductorias al psicoanálisis de 1909. Stanley Hall en sus propias investigaciones sobre adolescencia estaba interiorizado de la obra de Freud.

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Ahora bien, ¿Dónde podemos encontrar el término adolescencia en Freud y en Lacan? Como dije al principio, no es un término psicoanalítico, ni que Freud o Lacan hayan abordado específicamente, pero podemos mencionar en primer lugar, el texto fundamental de 1905, Tres ensayos para una teoría sexual de Freud, donde encontramos en su tercer ensayo su abordaje de “la metamorfosis de la pubertad”, con lo cual aquí ubicamos que Freud no nombra “adolescencia”, sino la pubertad, digo esto para ir precisando los términos que nos interesan en este rastreo inicial.

Anteriormente, en el Proyecto, ese trabajo que no estaba destinado para ser publicado en su momento, ese enorme trabajo preparatorio que Freud estuvo escribiendo allí por 1895, para explicar y explicarse una psicología para neurólogos, hace una referencia a una adolescente, ahí donde trata la cuestión de la proton pseudos, una pequeña mención.

Después tenemos un texto de 1914, que se llama Sobre la psicología del colegial, un escrito bellísimo, muy sencillo, que tuvo la particularidad de surgir de una conferencia que Freud escribió al ser invitado en ocasión del homenaje al 50º aniversario de la fundación de su colegio secundario, el Gymnasium, al que él había concurrido en su adolescencia en Viena. Un discurso de homenaje, en el cual, por supuesto Freud….les dice algunas cosas. Léanlo por favor, es un lindo escrito.

Diría que son los pocos lugares donde Freud nombra este tema. Por supuesto que además tenemos en Freud, los historiales de Dora, y la Joven homosexual, que son dos jóvenes de 18 años, jóvenes que son traídas por sus padres a la Berggasse 19, quienes consultan a Freud por ellas. Diríamos que dentro del discurso social, son dos adolescentes, pero entiendo que Freud no trabaja en el sentido de la adolescencia, sino que trabaja en el sentido del tratamiento de la histeria, el desciframiento de los síntomas y las cuestiones inconscientes y subjetivas con respecto a la sexualidad.

Ahora bien, ¿Dónde ubicamos en Lacan este término? ¿Dónde leer alguna referencia en forma directa a la adolescencia? En Lacan tampoco hay un tratamiento especial de la cuestión de la adolescencia a lo largo de su obra. Hay una mínima referencia en Televisión, donde habla de la adolescencia en el sentido del afecto del adolescente con relación al hastío y el aburrimiento. Podríamos decir que la principal referencia que encontramos en Lacan, en lo que interesa a nuestro trabajo de hoy, está publicada en Intervenciones y textos 2 y se llama “Prefacio al Despertar de la primavera”, de 1974. Es un texto que seguramente ustedes conocen. Es un pequeño comentario que Lacan realiza con relación a la obra de teatro El despertar de la primavera. (Tragedia infantil), del dramaturgo alemán Frank Wedekind, quien la escribió en 1891, es decir nueve años antes de la publicación de La Interpretación de los Sueños, de

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Freud. La originalidad de la obra de Wedekind radica en que por su época fue la primera vez que un dramaturgo retrataría abiertamente las preguntas, preocupaciones y conflictos de un grupo de jóvenes, Mauricio, Wendla, Melchor, Ilse, Martha, en torno a sus cuestiones sexuales. La novedad es que se instala en la escena teatral, la nueva figura de un grupo de jóvenes representando, hablando, expresando sus sentimientos, acerca de ciertos temas vedados en su tiempo, como la masturbación, la homosexualidad, el aborto, el suicidio, la curiosidad sexual, los encuentros sexuales. Una obra magnífica. Hay además allí otro personaje muy importante que es “el hombre enmascarado”, al que Lacan ubicará entre los Nombres-del-Padre.

Bueno, como les decía, Lacan escribe este texto, que publicó en 1974, para ser incluido en el programa de presentación de la obra de Frank Wedekind ese año en Paris. Si lo leyeron, habrán notado que es un texto complejo, de dos páginas, bastante críptico. Imagino la cara de sorpresa de quienes lo encontraron en el programa ( Risas), pero bueno, entre otras cosas, Lacan dice que esta obra Wedekind anticipa en diez años a Freud, porque allí el autor relata los sueños, las fantasías en el despertar sexual de estos jóvenes, y Wedekind no se priva en escenificar su interpretación acerca del lazo entre estos aspectos imaginarios y su relación a los deseos sexuales y respecto del encuentro posible con el otro sexo en la adolescencia; así como los goces, los síntomas y conflictos que eso mismo conlleva para ellos, dibujando así los efectos y las particularidades de la moral de su época.

Es importante también mencionar, que esta obra ocupó un cierto interés para Freud. Su opinión al respecto, no está publicada en su obra, sino que es posible hallarla en las Actas de las Reuniones de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. La obra de Wedekind fue minuciosamente discutida por el grupo de discípulos de Freud, el 13 de Febrero de 1907. Ustedes pueden leer el debate allí si lo rastrean, no me voy a extender más en esto, porque se nos iría demasiado tiempo hoy. Solo voy a mencionarles que la obra fue comentada por Rudolf Reitler, y no sería extraño que también estuviera debatiendo allí Max Graf, el padre de Juanito, que era un importante crítico de música y obras literarias de su tiempo que participaba de esas reuniones de los miércoles habitualmente. Y bueno, lo cierto es que Freud haría en esa reunión su comentario sobre el texto de Wedekind. En las Actas se puede leer que al tomar Freud la palabra, calificó a la pieza de “meritoria”, y si bien afirmó que en su opinión “no es una obra de arte”, la consideró muy válida como “un documento de la historia de la civilización” pensando además que Wedekind al abordar de la forma que lo hizo el discurso de los jóvenes de su tiempo, alcanzó una profunda comprensión de la sexualidad, aunque sin ser consciente de ella.

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Aprovecho para decirles, a quienes deseen leer la pieza teatral de Wedekind, que ha sido publicada en la Argentina, hace relativamente poco, una muy buena traducción de Pablo Peusner, que como les dije, lleva por subtítulo “ Tragedia infantil”, subtitulo que no aparece en otras versiones traducidas. El subtítulo “Tragedia infantil” es pertinente por el desarrollo de la obra, que no es ajena en este punto al movimiento del romanticismo, no quiero comentarles demasiado de la trama para no arruinarles su lectura, pero algunos de estos jóvenes terminan de un modo trágico…. Uuy! No quería contarles, pero igual me parece que les arruiné un poco el final de la obra….( Risas)….

Miriam Fratini- …alguno se mata un poquito...( Risas)

Ariel Pernicone-… Y otros la pasan un poco mejor… ( Risas)

Bueno, ¿Por qué me detengo tanto al mencionar todo esto acerca de la obra de Wedekind? Entre otras cosas, porque es una pintura bastante descarnada de como este grupo de jóvenes eran educados en lo referente a lo sexual bajo las pautas de la moral de la época victoriana, y me interesó particularmente porque estos jóvenes podrían haber sido coetáneos o educados en el mismo contexto en el que fue educado el joven Freud. Este comentario me da pie, o un pequeño paso para ingresar a relatarles algo pertinente a un párrafo biográfico no demasiado conocido de la historia de Freud, algunos de ustedes saben que me interesa mucho investigar la historia del psicoanálisis y como se trata de un coloquio, voy a intentar hablarles en un tono coloquial, acerca de :

“La tormenta del joven Freud: despertar y escribir”.

Voy a leerles un epígrafe, una frase de Freud, de 1935, es decir cuatro años antes de su muerte, evocando en su texto Estudio autobiográfico, algo acerca de su tiempo de juventud.

“….Después del rodeo de toda una vida por las ciencias naturales, la medicina, y la psicoterapia, mi interés volvió a aquellos problemas culturales que habían atraído antaño al muchacho cuando en él apenas se había despertado el pensamiento…”

(Estudio autobiográfico. Sigmund Freud- 1935)

Leo otro epígrafe, ahora sobre el escribir:

“….la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.”

( Escribir. Marguerite Duras. 1994)

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Corría el año 1871, cuando el joven Sigismund Schlomo Freud se dispuso a escribir la primera carta dirigida a su entrañable amigo Eduard Silberstein.

Por entonces tenía apenas quince años y ya desde sus trece, en plena metamorfosis puberal, había decidido rebautizarse, al acortar su nombre por el de Sigmund, tal como sería reconocido finalmente en la historia.

La serie de alrededor de 70 cartas que cursaron entre ellos a lo largo de diez años, cuyos originales permanecen atesorados en los Archivos Sigmund Freud, en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en Washington, testimonian acerca de la intensidad de un despertar de sus vivencias sexuales y la avanzada del sentir adolescente, sus primeros amores pasionales , sus ensueños románticos , así también como una bella pincelada de su precoz interés por la filosofía, la poesía, que no estaba exenta del goce, el sentido del humor y particularmente de su curiosidad por el enigma femenino.

Además nos permiten intuir, esas cartas, el valor fundamental que la escritura tuviera para él desde muy temprano en su vida, conteniendo en esas juguetonas letras, delineadas en clave de juventud, una pequeña muestra de antecedencia de la gestación del pensamiento del creador del psicoanálisis.

Un despertar sexual anudado a la escritura, marca central determinante del estilo literario que precipitaría en su enseñanza y su forma de construir su teoría.

Al parecer, siempre afecto a las sociedades secretas, Freud propondría por ese tiempo a su amigo Eduard, crear una sociedad secreta de a dos, a la que fundarían bajo la nominación de “Noble Academia Española”, ya que la misma tendría por característica, un esfuerzo por comunicarse en sus cartas en el idioma castellano, como forma de mantener en privado sus primeras vivencias sexuales, sus “más íntimos asuntos”, que acompasaban su agitada metamorfosis e ideas propias de ese momento.

Para sellar aún más su pacto y modo de escribirse, con cierto toque cómico, tomarían de la novela Coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes Saavedra los pseudónimos Berganza y Cipión, apropiándose Freud de este último. La propuesta estaba inspirada en la mutua promesa que se hacen estos personajes de hablarse con total franqueza. Dos perros que mantienen una intensa conversación sobre sus experiencias de vida, al comprobar que han adquirido la repentina facultad de hablar durante las noches.

En la obra de Cervantes podremos leer en los dichos de Cipión, pseudónimo encarnado por Segismund ante su amigo, lo siguiente:

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-“Habla hasta que amanezca, o hasta que seamos sentidos; que yo te escucharé de muy buena gana, sin impedirte sino cuando lo viera necesario”.

Un Freud joven que no desdeñaba ya el amor por la verdad, la palabra franca, “escuchar de buena gana hasta que fuera necesario”.

Obviamente en su esencia, esa necesidad de comunicarse y entrar en diálogo con un par en torno al encuentro que el impacto con lo real del cuerpo, la irrupción de los signos somáticos propios de la pubertad y los deseos con relación al partenaire sexual, así como la respuesta sintomática que la adolescencia promueve, no es muy distinta en su estructura, excepto por su formato, tanto en aquellos tiempos como en los tiempos actuales que corren.

Pero no deja de ser una agradable nota de color, suponer que en ese ingenioso diálogo epistolar gestado entre esos dos amigos, hacia el año 1871, que se prometieron conversar en códigos secretos, privados, sobre sus deseos sexuales, apremiados por los enormes tabúes morales que reinaban en su época victoriana, se constituyera un tiempo iniciático muy germinal de lo que sería luego la construcción de un dispositivo que revolucionaría el tratamiento de ciertas cuestiones de la subjetividad desde el siglo XX hasta hoy.

Llegaría por supuesto el tiempo posterior en el que Freud escribiría, ya como psicoanalista, sobre la metamorfosis de la pubertad, en sus Tres ensayos para una teoría sexual, tan audaz para el año 1905 cuando fuera publicado, aludiendo a los cambios que con su advenimiento se introducen “que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva”.

Un saber que en su experiencia pulsional de juventud ya había acicateado su propio cuerpo, llamando a la invención de la escritura, en los tiempos de esas cartas jóvenes, cuando Sigmund declamaba su aspiración de elevar esa escritura epistolar al rango de la creación poética. Escribir para otro y alojar al Otro en su escritura es lo que Freud comienza a esbozar con este primer corresponsal.

En sus cartas a Eduard Silberstein es posible leer muchas agitadas y también muy divertidas alusiones a las mujeres, aunque su misma intensa atracción fuera acompañada por la inhibición.

En este punto, al leer algunas de sus cartas, a la luz de nuestros días, causa un cierto efecto cómico que el adolescente Sigmund, en su necesidad de mantener en secreto sus deseos, decidiera bautizar a una de ellas en particular, de un modo muy especial como “Ichthyosaura”, curioso nombre de un animal prehistórico para referirse a su joven amada ¡!

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“Ichthyosaura”, del latín, sauria de los ríos; cómica y erudita manera de nominar a ese misterioso ser llamado “mujer”, a la que este joven intelectual intentaba acercarse allí por sus dieciséis o diecisiete años y sobre quien alguna vez en su futuro, ya anciano, llegaría a pronunciarse con un agradable tono de humor irónico, así:

“La gran pregunta que nunca ha sido contestada, y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina es: ¿Qué quiere una mujer?”.

Pero aún, en plena efervescencia, ilusionado por asomarse al misterio, un lugar particular ocuparía en sus confesiones en idioma ajeno, su primer enamoramiento fulminante por una joven de nombre Gisela Fluss, que fuera razón de sus desvelos por un largo período. “Mi primer arrobamiento”, según su propio escribir.

A los dieciséis años, uno antes de terminar el Gymnasium, Freud había regresado a visitar Freiberg, la ciudad en la que nació y fue allí donde se enamoró de una de las hijas de la familia Fluss, amigos de sus padres. Gisela, una muchacha de trece años, fue motivo de muchos de sus relatos secretos en castellano, a quien sin embargo nunca se atrevió a confesar sus sentimientos, culpando de su imposibilidad a su “timidez” y “absurdo hamletismo ”.

La enorme importancia que esta historia de amor adolescente tuviera para Freud, ingresaría con el tiempo como una pieza valiosa de su autoanálisis y quedaría rubricada para nosotros al reencontrarnos con Gisela en su escritura, en forma nuevamente velada, en la bellísima obra , Sobre los recuerdos encubridores de 1899.

Aquí, en una alusión autobiográfica, apenas desfigurada, retrataría un pequeño párrafo de la historia de “un hombre de 38 años, de formación académica…..del que yo pude librarlo de una pequeña fobia por medio del psicoanálisis…” Este hombre, Freud, evocaría quizás con menos pudor en ese texto, ya de adulto, de este modo, el final de esa historia con esta joven de la que se enamoró, y a la que mencionaría ahí como “mi primer entusiasmo, asaz intenso, pero mantenido en total secreto”:

“…es raro : cuando ahora en ocasiones la veo, por casualidad se ha casado aquí, me resulta extraordinariamente indiferente, y sin embargo puedo acordarme con precisión de cuán largo tiempo siguió ejerciendo efecto sobre mí el color amarillo del vestido que ella llevaba en el primer encuentro, toda vez que en alguna parte volvía a ver ese mismo color ”.

Metamorfosis puberal, despertar sexual, exploración del deseo y advenimiento de la escritura, no sin la presencia de algunos síntomas en el

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camino, como respuesta posible en la adolescencia, es la secuencia que encontramos allí por los años juveniles de Freud, a partir del año 1871.

Primavera-

Faltarían 20 años aún para que la obra de Frank Wedekind, El despertar de la primavera. Tragedia infantil (1891), produjera su conocido impacto en los tiempos victorianos, al describir de la forma más cruda, algunas de las cuestiones sexuales y los conflictos velados de los adolescentes de su época. Su estreno teatral no pasaría desapercibido para un público que se vería de alguna forma conmocionado y hasta escandalizado por el testimonio de su mensaje.

Encontraremos allí la referencia de Jacques Lacan, quien aludiendo a dicho texto ubica la pubertad como un despertar. Me interesa en este sentido recortar particularmente una frase que escribirá como introducción al programa de la obra estrenada en Francia en 1974, frase que deseo resaltar por su vívida pincelada metafórica:

“De este modo aborda un dramaturgo, en 1891, el asunto de qué es para los muchachos hacer el amor con las muchachas, marcando que no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños”.

Despertar- El despertar es un poético significante que remite a un pasaje. Un despertar también es el efecto de un relámpago, que en tiempos puberales comienza a ser convocado por los cambios corporales, los deseos inconscientes y por las fantasías que allí concurren a anudarse, en un segundo tiempo de la sexualidad, que ha sido inscripta en sus fundamentos primeros por los efectos leídos a posteriori, que el Complejo de Edipo ha dejado como marca estructural en la historia infantil del sujeto.

Freud señalaría como parte de la metamorfosis el cambio en la elección de objeto que supone un duelo por la pérdida del objeto edípico y la puesta en juego del complejo del semejante, el prójimo y la identificación con los pares.

La tormenta puberal desafía la estructura, sorprende, causa angustia, y promueve el tiempo en que el sujeto pone a prueba los “títulos en el bolsillo” (sic. Lacan), cuya escritura se inaugura en la primera infancia.

La precipitación de los cambios corporales, reestructuran también la relación con el espejo. La estructura así se moviliza por la irrupción del goce pulsional, que va a traducirse en las consecuencias a nivel del lazo social que supone el lazo sexual.

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En la llamada adolescencia está la posibilidad de lograr otro modo de satisfacción dada por el encuentro con el otro sexo y la posibilidad del acto sexual. Será en este punto en el cual todo sujeto se topará con ese real que Lacan nombrará con su fórmula de La no relación sexual, respecto de lo cual en el Seminario 21, dirá:

“Todos sabemos porque todos inventamos un truco para llenar el agujero en lo real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce troumatismo, entonces uno inventa, uno inventa lo que puede, por supuesto”.

¿Por qué no suponer entonces aquí, que la llamada para el discurso social “adolescencia”, no es ni más ni menos, que el síntoma con el que cada sujeto se las arregla, como puede, para responder a los efectos de la tormenta puberal y a ese imposible de decir respecto de la no relación sexual al que nos confronta el encuentro con el Otro sexo?

Soñar un puente - Escribir.

Recuerdo que siendo muy joven tuve un sueño en el que cruzaba un puente. El cruce no estaba exento de cierta cuota de angustia, quizás siempre inevitable en esos pasos que suponen los cruces de algunos puentes en la existencia. Lo conté, lo escribí, lo inscribí. Hay momentos en la vida en los que uno despierta y vale la pena escribirlos o algo es escrito a través nuestro, por efecto de su intensidad misma.

En este punto me agradaría terminar con una frase que me gustó muchísimo de Margarite Duras quien escribió así sobre el escribir:

“La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. Es lo desconocido de si, de su cabeza, de su cuerpo. Escribir no es ni siquiera una reflexión, es una especie de facultad que se posee junto a su persona, paralelamente a ella, de otra persona que crece y avanza, invisible, dotada de pensamiento, de cólera… Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena”. 

Miriam Fratini- Les agradecemos la presentación de los trabajos, tanto a Analía García como a Ariel Pernicone. Les quiero comentar que me olvidé, en la introducción, de decir que ha habido trabajos de otros miembros de freudiana, también sobre el tema de “Los jóvenes y la practica analítica” que -como no entraban en una sola reunión-, los vamos probablemente, con la autorización de sus autores, a publicar en un dossier dentro de la Página Web, en la parte clínica.

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Un comentario que te quería hacer para empezar, Ariel: Podrías comentarnos las incidencias del llamado “Sturm und Drang” (tormenta y empuje), frase que comandó el movimiento romántico y, según creo, estaba casi todo el tiempo presente en tu trabajo…. Ariel Pernicone- En realidad no me detuve porque me pareció un exceso. Está incluido en el final. Miriam Fratini- Pero es el marco de todo el trabajo, prácticamente… Ariel Pernicone- Ya que me das pie lo comento. No quería extenderme en el tiempo y agotar a los que están escuchando. Efectivamente la idea de tormenta y empuje, surge de un pequeño párrafo de una carta, donde Freud se dirige a su amigo Eduard. Freud destruyó muchas de sus cartas, así que no contamos con lo que le había escrito su amigo. En la carta del 7 de marzo de 1875, cuando Freud tenía cerca de 19 años, le escribe toda una teoría sobre lo que entendía que le estaba ocurriendo a Eduard, quien al parecer le había escrito antes relatándole su apasionado enamoramiento por una joven. Freud se explaya extensamente dándole su opinión sobre lo que pensaba le ocurría a su amigo, y también sobre cómo estaba en juego la seducción y la participación de la madre de la joven. Hasta que finalmente concluye y le da una especie de consejo al amigo, les leo textual: “Para ser franco apreciaría mucho más que abandonaras este momento de Sturm und drang (tormenta y empuje), sin duda lo harás pronto sin echarlo de menos en adelante” Invitaba a su amigo, apasionado como él, a abandonar la tormenta y el empuje. Son dos términos que retoma Germán García, en un libro de reciente publicación que se llama: Derivas analíticas del siglo, en el capítulo La abolición de la primavera. Ahí plantea que esa carta no se entiende, si no se sabe de dónde provienen esos dos términos, Sturm und Drang (tormenta y empuje). Son términos que pertenecen al movimiento del romanticismo, que se opone al racionalismo de Kant y tiene a Goethe como uno de sus principales representantes. Son los términos de un movimiento que hablaba desde la sensibilidad en oposición al racionalismo. Un movimiento muy importante en la literatura, en las artes.

El Sturm und Drang fue un movimiento literario, que también tuvo sus manifestaciones en la música y las artes visuales, desarrollado en Alemania durante la segunda mitad del siglo XVIIII. En él se les confirió a los artistas la libertad de expresión a la subjetividad individual y, en particular, a los extremos de la emoción en contraposición a las limitaciones impuestas por el racionalismo de la Ilustración. Germán García plantea que de esa carta y de algunos comentarios de Freud, quizás se podría desprender que para Freud, tormenta y empuje podrían

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ser dos significantes de la adolescencia. Y que en esa carta, le está proponiendo al amigo abandonar ese asunto, como salida. Esto parece muy alejado en la historia pero en forma sorpresiva lo reencuentro en la clínica, en un pequeño relato de mi práctica que les puedo comentar ahora. Un joven de once años, por el cual me consultan, en principio porque tiene un intenso miedo a las tormentas. Se presenta angustiado y en sus relatos me dice que su miedo empieza, en un momento en que estaba en su casa, el padre no estaba, estaba él con su madre y se produce una tormenta feroz, que hubo a fin de año. Con el avance de la tormenta, me cuenta que siente que el agua empieza a empujar con fuerza hacia dentro de su casa y que él se empieza a asustar porque no podía detener el agua que inundaba con un fuerte empuje, mientras la tormenta no paraba. Recuerda que a partir de ahí quedó muy asustado, y casi obsesionado con el clima, observando las nubes, el viento, siempre atento, angustiado ante la posibilidad que se desate una nueva tormenta, y otra vez se produzca el empuje del agua hacia el interior de su casa, situación que deseaba evitar. Ese es el relato. Eso que empuja, que viene de afuera, que le resultó sorpresivo, son todos los términos que empieza a articular mientras habla. Les recuerdo que el término drang (empuje), lo vamos a encontrar en la obra de Freud como uno de los términos de la pulsión. Su relato continúa, hablando de diversas cuestiones que iba asociando a sus miedos, hasta que un día llega a un punto, de ubicar ciertas cosas que le pasaban en el cuerpo y entonces hablando de eso me cuenta, que lo que antecedió a esto, al miedo a la tormenta, fue una ocasión en la que él estaba en el auto con su familia y al mirar fijamente hacia una esquina, ve a unas mujeres que estaban con poca ropa, paradas en una esquina y se le veían las tetas. Según recuerda, allí, quedó sorprendido por esta situación que lo impacta y dice: “sentí como un rayo o relámpago en el cuerpo”. Ahí es donde articula otro significante Parece nombrar entonces, algo de un goce desconocido que de pronto irrumpe en su cuerpo, que empuja sorpresivamente y de alguna manera en el lenguaje, en la metáfora, empieza a ser nombrado por la vía del síntoma. Lo que importa es que pudo empezar a hablar de eso. Mirtha Benítez- Mientras escuchaba pensaba en el título “Los jóvenes y la práctica analítica”. En relación al trabajo de Analía y lo que comentaba, varias cuestiones y la articulación con este relato. Hay algo que me pareció interesantísimo, respecto a que la autoridad es el relato. Me parece que eso resume la práctica. Hay una práctica analítica con jóvenes. Me parece que eso resume, tanto el recorte de Analía como el de Ariel. Aparecen algunos significantes que dan cuenta, que el padre son esos significantes.

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Son esos mismos significantes que se van produciendo mientras que hablan y aparecen como ese modo particular, de ese sujeto, de nombrar algunas cosas que le suceden con esos otros. Me pareció sumamente relevante, algo para subrayar, que más allá del padre falso, del padre adoptivo, es la cuestión de lo que él dice en relación a eso que le sucede. Lo nombra como “padre falso” o como “forro”, esos significantes que aparecen allí, que le dan nombre, inventan -porque es en el aquí y ahora- en el hecho de relatar lo que le sucede. Pensaba si la cuestión del padre, va directamente a la cuestión del lenguaje. Como si fuera que el padre es el lenguaje. El trabajo que hacemos escuchando jóvenes, que por ahí no están en situación de analizarse aún o niños, es que puedan decir algunos significantes relevantes. Y que con algún subrayado, se pueda hacer un trabajo, casi de un invento, un modo de nombrar algún padecimiento. Y después en relación a una pregunta -que hacías al final-, te la devuelvo porque seguramente algo habrás pensado al respecto. Te preguntabas en relación a la época y respecto de la tragedia y a la ausencia de la tragedia. Este parangón que hacés entre la época freudiana y nuestra época y tu hipótesis respecto de la tragedia. La otra cuestión es que en un momento decís, que esto que le pasa al joven además de la adolescencia. Analía García- Digo además de la adolescencia, porque se podría diluir lo que le pasa, esto sintomático, como una cuestión propia de la adolescencia. Esta cuestión de mostrarse irreverente. Quería resaltar la cuestión subjetiva, no tanto la de la etapa evolutiva. En relación a lo que decías, que el padre está en lo nombres, en los significantes que usa: estoy de acuerdo, era una de las cosas que planteaba. La cuestión del padre en esos significantes. Y la cuestión importante es que son dichos en un lazo social particular, en un lazo transferencial, que le da más fuerza. Lo que venimos diciendo a lo largo de todo el escrito, que si la cuestión del Nombre del padre, es una mediación fundamentalmente, esos dos elementos el lenguaje y el lazo social, son mediaciones. Mediaciones en relación a la conexión con la madre. En relación a la tragedia, la frase era: “El Edipo no puede mantenerse indefinidamente en cartel, en sociedades en que se pierde cada vez más el sentido de la tragedia” Pensaba qué caracterizaba a la tragedia, en principio. Lo que la caracterizaba era fundamentalmente la existencia de opuestos, de conflictos, de luchas y la imposibilidad de dar solución a esos conflictos. Cualquier conflicto solucionado, era la base de un nuevo conflicto. En la tragedia no hay redención.

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La cuestión más fuerte, que sobre ella leí, tenía que ver con Nietzsche, que consideraba que la tragedia se caracterizaba como una lucha entre Apolo y Dionisos. Una lucha continua, de enfrentamiento. En cuanto a la época actual o lo que describíamos de ella ¿es una época de tragedia? Aparentemente está en retroceso la cuestión trágica. El retroceso de los ideales y una pregnancia muy importante de la satisfacción inmediata. Y una cuestión -que me parece- muy importante, el tiempo es el tiempo de la inmediatez. El tiempo de lo inmediatamente presente, que es casi un vacío, que es algo que no podemos enlazar. Respecto a la cuestión del Edipo, me gustaría conversarlo con todos. Una era la hipótesis que vos mencionabas, que a lo mejor el Nombre del padre pasaba a no ser ya el Nombre del padre, tal como lo vemos, sino los nombres del padre -como decía Lacan. A lo mejor pensándolo en términos de mediación, si el Nombre del padre es esencialmente mediador, el lenguaje, el lazo social, conforman una forma de presentación del Nombre del padre. Es algo que quería que conversáramos entre todos. Es lo que pude organizar, me parecía seguro que a muchos se les ocurrirían otras cosas. Gabriel Levy- A mí me gustaron ambas presentaciones, lo cual no es muy frecuente… (Risas) ¡Es un chiste! Me parece relevante lo de Analía porque es completamente pertinente. Primero, la dirección de los significantes y la economía de la presentación de los significantes, que hacen al relato de los padres, del chico y de la cuestión social. Si hay una pregunta, que es “la” pregunta. (y no es fácil deducir la pregunta a partir de significantes que provengan del relato de un caso como este), es la relación entre el padre y la verdad. Es estrictamente analítica la cuestión. Por eso la acusación de “padre falso”, releva un significante, en una economía que representa a ese sujeto. Y releva lo que es la cuestión: la vinculación entre el padre y la verdad. Uno podría decir: “todo padre es falso”. No es tan fácil relevar una buena pregunta. Cada tanto sucede... Hoy es un día de esos, ha ocurrido una pregunta extraordinaria, que lleva a la posibilidad de un desarrollo enorme, y es si efectivamente coincide el padre con la verdad. Eso supone, la cuestión de la creencia. Si tomamos el aforismo de Lacan: “la verdad tiene estructura de ficción”, uno podría preguntarse si el padre es una ficción. Si lo es, qué relación tiene con la verdad. En el sentido de la falsedad. O bien –otro aforismo de Lacan-, si “la verdad es medio dicha” y efectivamente el padre es medio dicho, nunca se termina de decir. Y por lo que se ve, lo social, a partir de la acusación, insultos, respecto del cual el sujeto

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reacciona bien, en el sentido de compartir la creencia que podría hacer coincidir el padre con la verdad. Porque uno podría deducir de ahí, una estrategia muy general y muy tonta, que es que efectivamente llevar toda la cuestión del relato del muchacho, en caso que hable, a desbaratar cualquier relación de vincular al padre con la verdad, posiblemente hasta ayude mucho a la cuestión de la compulsión a reaccionar… Ahí le podemos poner toda la cuestión de la caída del Nombre del padre, que la figura del padre no se encarna en el padre. Esa pregunta tiene una posibilidad de despliegue enorme. La cuestión de la posibilidad de que coincidan el padre y la verdad. Es obvio que el síntoma social, nos da testimonio que no hay coincidencia alguna entre el padre y la verdad. Después tiene una serie de aristas. Lo que vos decías de que el marido actual de la madre, se resiste a inscribir el nombre... Analía García- Manifiesta que quiere adoptarlo. Pero no termina nunca de adoptarlo. Gabriel Levy- Ahí llevo la cuestión. “Todo padre es adoptivo” o “todo hijo es adoptivo”, “todo padre es una ficción” o lo que fuese que se podría desplegar de eso… Es una articulación relevante. Y un ejemplo bueno de una economía, de cómo presentar algo, donde se relevan las cuestiones centrales, los significantes fundamentales y la importancia que ellos tienen. No necesitamos hablar mucho de la persona del chico, ni de ninguna cuestión normativa. A partir de los significantes, uno podría deducir esta cuestión. Y uno podría decir: ¿Y nosotros -los psicoanalistas-, no creemos un poco en la vinculación entre el padre y la verdad? Es un significante, pero existe la tentación, la seducción, de llevar a vincularlo con la verdad. Porque la verdad no está. Entonces qué ponemos ahí, cualquier significante para la terminología lacaniana actual, un Nombre del padre que puede ser cualquier cosa, puede ir a relacionar padre con verdad. Y no tiene relación alguna. Incluso la pregunta del Edipo también. Yo diría que ésta es una pregunta superestructural... María Inés Bertúa- Está cuestión del padre como función, en relación a la ficción, la falsedad, está porque nadie podría alcanzar la altura de la función. Me parece que también las cuestiones epocales, donde se ha tomado algo del psicoanálisis de una manera bastardeada, como hablar del “padre ausente”... Al cual Lacan le hace una ridiculización: habla de las posturas ambientalistas respecto del padre.

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Por otro lado me interesó mucho esa articulación del relato como mediador, que estaba presente en el cuento. La cuestión de la escritura y del relato, arman esa terceridad que el autor capta fantásticamente. Analía García- Es un cuento dentro de otro cuento, se llama La madre que podía leer. Y el cuento en general: Sin palabras. María Inés Bertúa- Es muy interesante porque rompe con ese imaginario, que también podría adscribirse a la teoría lacaniana: la madre y el hijo, una cuestión sin salida. Sin embargo la salida es a través del relato. La madre lee lo que el hijo supuestamente escribe. Gabriel Levy- En lo que destacaste del relato, también está el “saber”... Porque siempre la cuestión de la verdad, en todo el desarrollo de la enseñanza de Lacan, es una coordenada que va en conjunción con el saber. Acá también es sorprendente, porque cuando el chico dice que son “truchos”, está diciendo que no saben. Esta es otra coordenada en relación al padre. ¿Quién sabe? Eso está planteado en relación a quién podría constituirse como una autoridad. No es tanto el saber, como el saber hacer. Está dentro de la coordenada de que la acusación es que no se pueden constituir, que son “truchos”. Y sigue lo mismo, porque el verdadero tiene que saber. Después está presente muy sutilmente, lo que son las cuestiones más actuales del bullying. Es una especie de bullying atenuado, tirar piedras a la casa y no a él. Una banda que se ampara en una identificación horizontal, que para el caso sería los que tienen padres verdaderos. “Padre falso” está en lugar de “guacho”. En otra época el “guacho” era alguien estigmatizado. Este que tiene padre falso, no tiene el amparo de una identificación horizontal con los pares. Que es la cuestión actual. En verdad la cuestión de la adolescencia, consiste en que hay una modificación de la identificación al padre, como el padre ya no está encarnado en la figura del padre. Uno ve cómo en todos los fenómenos actuales, relativos a la adolescencia, se explican por apoyo en esa banda, en esa identificación horizontal con los pares. Si tiene un padre falso, no va a entrar dentro de eso. ¿Cómo se arregla? Porque los que atacan son los que tienen padres verdaderos. O incluso -como vos decís- podrían no tener padre, pero no dicen que tenía padre falso, bastardo, trucho. Miriam Fratini- Conversando con Analía antes, compartía algunas de las cuestiones que decía Gabriel, sin haberlo escuchado antes. Respecto de que al mismo tiempo, esa idea del insulto, lo pone en relación a la verdad, respecto a la falsedad o falla de cualquier padre. Pero lo que me resultaba interesante, es que sólo por el movimiento de la “autoridad del relato”, que también pensábamos -como decía Mirtha- que es un buen título para cualquier reunión clínica… Sólo por el movimiento transferencial, la posibilidad de hablar con Analía, hay un momento muy

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particular e importante, que sólo se funda en el relato que está construyendo en transferencia; que es cuando él reconoce que es quien provoca los insultos. Cuando lo reconoce, es como si él iniciara en parte los ataques, para encontrar el motivo para defender al padre. Encuentra esa dinámica a partir de que reconoce que tiene que ver con eso y es una implicación fuerte, para un muchachito del que la psicopedagoga habla como si fuera el increíble Hulk! (Risas) Me parece super lúcido, por ejemplo, lo que dice de los profesores... Y cuando se implica, seguramente está el motivo de defender al padre. Por otra parte, dice que quiere llevar ese apellido. Otra cuestión muy interesante. Miriam Fratini- Es un lindo caso, para desimpregnarlo de esas cuestiones escolares, donde se piensa que hay que “reducir” a este pibe, porque aparentemente se le tira encima a la profesora. Le preguntaba a Analía si esto era así y me decía que para nada… La psicopedagoga entra en pánico, el director entra en pánico. La problemática de a quién recurren, respecto de la autoridad. ¡Cuándo quizás hablando con los pibes pasaría otra cosa! Analía García- De la psicopedagoga, al director y de la escuela a la inspectora. Mirtha Benítez- Es un chico muy decidido. Sabemos cuál es la función de la injuria. Pero cuando le dicen “puto”, no le preocupa porque no lo es. Gabriel Levy- Claro, dice: “A mí no me preocupa porque puto no soy”. La equivalencia, ¿cuál es? Uno le podría decir: “Tampoco te tendría que preocupar porque no hay padre verdadero”. La equivalencia tendría que llevar a la estrategia en la cura. La posición vos la tenés, como para que eso pueda ocurrir tranquilamente. La equivalencia lógica, es: “Quedáte tranquilo porque no hay padre verdadero”. La elección de los elementos del relato, da toda la posibilidad de corregir estas cosas. Silvia Conía- Quería comentar algo más general. Me pareció interesante que Ariel ubicara, la cuestión relativa a que el término adolescencia, no está nombrado como tal en Freud. Que retomaras que Freud recibe a estas jóvenes, sin distinguir si son adolescentes o no. Sino que las recibe con la cuestión, que sí me parece que implica toda una dificultad y que Freud ubica, que es que son traídas con una demanda, que por más época victoriana que fuera, sigue hoy muchas veces. Como si le dijeran:”Póngalas en buen camino”. Muchas veces vienen padres, en relación a una cuestión tormentosa; porque siempre algo surge en los jóvenes, así como muy rimbombante. Lo que sucede es “póngalo en buen camino”... Porque no saben qué hacer.

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Uno recibe personas, de 15-16-18 años, y de ahí en más el qué hacer, como dar cuenta… Ver si ese que viene a hablarnos se dispone. Hay distintas realidades, a veces se dispone y a veces no. Por un lado como nos ingeniamos y por otro si es posible o no. Después hay algo que da para conversar. A lo mejor no en este momento, que viene a cuenta de lo que el otro viernes traían en la conferencia de “Otras voces”, que es la cuestión de la época, de la legalidad o de las dificultades relativas a esto, que no deja de tener que ver. Porque sí hay una cuestión relativa a ese tiempo del túnel, que Freud plantea, que es importante que haya algún adulto ahí. En esta época muchas veces es la dificultad. “Padre, no padre”, “Nombre del padre o no”… (Inaudible) Son cuestiones a considerar respecto de la época. Leía en este libro publicado de conversaciones entre Baumann y Dessal, el primero un pensador, el otro un psicoanalista, que plantean todo este punto. Y una cuestión interesante: que algo ha ocurrido. Otra manera de pensar este cambio. Muchas veces decimos la caída del padre, de los ideales, me cuesta pensarlo sólo desde ahí. ¿Qué ha pasado? Porque ha habido un tiempo, donde el problema de lo sexual era que los adultos estaban muy preocupados por la emergencia de la sexualidad en el niño o el joven. Se instalaba la persecución respecto de la masturbación, como la gran amenaza. La vigilancia en los baños, ver que estaban haciendo en la habitación, etc. ¡Eso hoy está dado vuelta! La amenaza son los adultos. El joven está amenazado porque el adulto podría ser el abusador. Los adultos son los que podrían amenazar con la cuestión sexual. Da cuenta de emergencias importantísimas. De hecho legalmente, que se hayan tenido que instalar fiscalías de delitos sexuales, donde la sexualidad pasa al término “delito”... Las envolturas formales de cómo aparece lo sintomático, es tanto para los niños, como para los jóvenes o para cualquiera que viene a hablar. Miriam Fratini- Quizás el trabajo de Ariel -no sé qué pensás- tiene un punto central para condensarlo -más allá de la cuestión biográfica de Freud que desde ya es muy interesante-, que es un tema candente o por lo menos de discusión y de debate entre nosotros: ¿Qué ubicamos del lado de la estructura -como vos decías- y qué ubicamos del lado de la envoltura, del formato, de los semblantes de la época? Me parece que en tu trabajo aparece claramente la invariante, que hace a la estructura, respecto del despertar como la irrupción de lo pulsional en el cuerpo. Ariel Pernicone- La cuestión de la pulsión, el encuentro con el partenaire sexual, la cuestión de la fórmula de la no relación sexual. Todas esas cuestiones de estructura que hacen que un sujeto, se las tenga que ver con tener

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que responder a eso. De alguna forma, cada uno de nosotros. Ya sea en los tiempos de Freud, o en los tiempos actuales que corren. Miriam Fratini- Está la frase de Lacan que evocabas, que es magnífica: “que cada uno inventa el truco que puede”. Frente a ese elemento invariante, que es lo real, que es la pulsión, cada uno inventa el truco, sea la época que sea y como puede. Eso es importante, plantea una posición. Ariel Pernicone- Exactamente, allí está lo invariante. Ahora, por otra parte, respecto de lo que mencionabas sobre las envolturas formales, epocales hay un tema también interesante que podemos debatir. Probablemente en otro tiempo era más frecuente y constatable en la práctica, síntomas en los que se ubicaba un goce bien localizado. El relato que traje del joven que temía a las tormentas, es bien claro en el sentido de que la irrupción de lo pulsional, en forma sorpresiva, angustiante para este joven y en su decir, aparece un modo de nombrarlo como el relámpago. El descubrimiento de cierta satisfacción, que no va sin angustia y ahí se anuda un síntoma, como respuesta a esa cuestión. Hoy quizás estamos en un tiempo, donde estamos escuchando mucho más en los jóvenes, si bien sabemos que siempre la cuestión se juega en el cada uno, en cada sujeto en particular, hago una pequeña generalización, para poner el asunto en debate, digo que se escucha con mayor frecuencia, no tanto el goce en términos localizados, sino, por momentos, nombrado como una forma de vida. Mi impresión es que no es algo que esté desconectado del discurso de la época. En el sentido de que lo que propicia la época, es tener objetos y el consumo, y eso parece retornar de alguna manera como: hay que gozar consumiendo. Esto nos interpela acerca de cómo intervenimos en este tiempo, en el que escuchamos a jóvenes que llegan a la consulta con ese discurso, en relación a esta elección de los modos de gozar y planteado, en el discurso, como forma de vida. Miriam Fratini- Vos lo decías antes de la reunión en esta categorización del discurso jurídico actual-no sé si lo querés comentar-. A partir de cuándo –por ejemplo-se considera legalmente, que un joven se puede operar o cambiar de sexo… Ariel Pernicone- Ahora voy a tu comentario sobre el discurso jurídico y las modificaciones epocales que se están produciendo en ese campo. Pero antes querría comentar algo más sobre lo que decía anteriormente. Me acordaba del relato de un joven, de unos 16 años, cuyos padres me plantean preocupados que lo veían consumir permanentemente marihuana o que habían encontrado algunas sustancias. A raíz de que los padres lo increpan a que lo hable conmigo, aunque ya lo venía conversando por su cuenta, en un momento me dice que, en realidad lo que encuentra en eso es una mera satisfacción, que no hay ninguna cuestión que se interrogue sobre eso, que en verdad el problema lo tienen los padres, que no entienden que fumar marihuana es

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normal en esta época. Cuando avanzo un poco más y empieza a desplegar la cuestión, en relación a qué le pasa, más allá de la época, a él con ese asunto, lo que empieza a decir es que en verdad él, desde chico tiene un problema con el insomnio y cierta inquietud en el cuerpo que no logra manejar. Alguna cuestión del cuerpo que lo inquieta, en forma bastante preocupante, aunque sin angustia. Un estado de inquietud permanente, que se traduce en su manera de hablar, en todos sus actos habituales, dificultades para dormir. Me cuenta cómo va a cierta velocidad manejando en el auto y como siempre está a punto de chocar. En ese punto me dice que se le ocurre que quizás él consume marihuana para tratar de aplacar algo que le sucede en el cuerpo. Con lo cual articula algo, que no es del mero goce, sino que comienza a armar alguna cuestión sintomática. De todas formas no deja de ser, ya que estamos hablando de los jóvenes y de la época, un tema que me interesaba mencionar. Hay varios autores que trabajan el tema, por ejemplo Alexandre Stevens que es un analista belga, que trabaja mucho en relación a los adolescentes y trabaja el tiempo de la adolescencia como respuesta sintomática a lo puberal; cómo se las arregla cada sujeto con esto de lo real. Respecto a lo que decías sobre el discurso jurídico, es importante porque son cuestiones que están empezando a regir ahora, y tienen consecuencias en lo social. Se basa en una cuestión reciente que tiene que ver con la modificación del Código Civil y Comercial. Casualmente trabajo en un Juzgado de Familia y la jueza con la que trabajo, en estos días me comentaba las modificaciones. Y es interesante pensar las nuevas nominaciones que hacen al discurso social y los problemas sociales, con los que tenemos que vérnosla habitualmente, y cómo responden los legisladores a ellos. Esto va determinando ciertos modos de decir, de intervenir en la época. Según el nuevo Código, la adolescencia transcurre de los 13 a los 16 años. Respecto de la relación al cuerpo, a los jóvenes de esta edad se les permitiría, sería legalmente viable, decidir intervenir sobre su cuerpo, sobre cuestiones no invasivas. No resulta claro que serían cuestiones no invasivas pero se supone que siguiendo los parámetros de la medicina, se trataría de tatuajes, sacarse una muela, etc. De 16 a 18, en el nuevo Código, serían nombrados como “adultos menores de edad” y en ese caso tienen derecho ya plenamente sobre su cuerpo, en términos de hacerse intervenciones invasivas, por ejemplo, cambio de sexo. En el campo del Fuero de Familia, hay otros cambios de nominaciones que involucran a las funciones paternas. Lo que hasta cierto tiempo era patria potestad, va a pasar a nombrase como responsabilidad parental compartida. Para nombrar algunas cuestiones, de cómo esto ingresa en los cambios para legislar. Esto tiene consecuencias. En base a qué se categoriza así, desconozco. Se supone que es el producto de un debate jurídico extenso, que es el

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precipitado de los cambios de la época, en relación a cómo se piensan actualmente estos temas. Por ejemplo en los Juzgados de Familia, lo que hasta ahora se llamaba tenencia de hijo, hoy se va a llamar “cuidado personal del niño”, un cambio de perspectiva interesante, que dejaría de ser nombrado como un objeto que se puede tener como parte de una disputa. Miriam Fratini- Les quiero agradecer tanto a Analía como Ariel y a todos ustedes; e invitarlos al próximo coloquio que será el viernes 30 de octubre…Y decirles que creo tener una respuesta a la pregunta de Mirtha Benítez: me parece que lo que reemplaza en la actualidad, lo que era la tragedia, ¡es el show televisivo! (Risas) Buenas noches. (Aplausos) Desgrabación corregida por los autores . Agradecemos la generosa colaboración de Cristina Denicola en la desgrabación del Coloquio Clínico . Revisión, Establecimiento del Texto y Diseño: Raquel De Maestri . Imagen de Tapa: "Flower thrower". Banksy . Coordinación General: Miriam Fratini