Jesuitas nº 100

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Director: Vicente Marqués

Consejo de RedacciónJosé María Bernal David GuindulainCarlos MorazaVicente PascualAngel A. Pérez GómezWenceslao Soto

Redacción: INFORSI ARAGÓN La Cenia 1046001 Valencia.Tel 96–3916104 96–3916105 Fax 96–3920754E–mail:[email protected] Edita:INFORSI Av. Moncloa 6 28003. Madrid Tel 91–5344810Fax 91–5335596E–mail: [email protected] Depósito legal: B. 8.068–1960.

Diseño:Laura de la IglesiaMaría José Casanova

Imprenta:Grafman, Bilbao

Esta revista quiere ser un lazo de unión de la Compañia de Jesús España con familiares, amigos y colaboradores.

Jesuitas nº 100 – Primavera 2009

DIRECCIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN ESPAÑA

Provincia de España: Avda Moncloa, 6 – 28003 MADRID Tfno: 91 534 48 10 Fax: 91 533 55 96 [email protected] ■ www.jesuitas.es

Provincia Aragón (Aragón, Baleares, Valencia): La Cenia, 10 – 46001 VALENCIATfno: 96 391 61 05 Fax: 96 392 07 [email protected] ■ www.jesuitasaragon.es

Provincia Bética (Andalucía, Canarias): Avda Manuel Siurot, 61 – 41013 SEVILLATfno: 95 429 62 30 Fax: 95 429 62 31 [email protected] ■ www.jesuitas.info

Provincia Castilla (Galicia, Asturias, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid, Murcia): Avda Moncloa, 6 – 28003 MADRID Tfno: 91 534 48 10 Fax: 91 533 55 96 [email protected] ■ www.jesuitascastilla.org

Provincia Loyola (Euskadi, Navarra): P. Lojendio 2, 3º – Apdo 566 – 48080 BILBAO Tfno: 94 479 49 40 Fax: 94 479 49 [email protected] ■ www.jesuitasdeloyola.org

Provincia Tarraconense (Cataluña): c/. Roger de Llúria, 13 – 08010 BARCELONATfno: 93 318 37 36 Fax: 93 317 87 04 [email protected] ■ www.jesuites.net

Los artículos de Jesuitas pueden reproducirse en cualquier medio de difu-sión, citando la procedencia y enviando dos ejemplares a Inforsi, Aragón.

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uestra revista Jesuitas ha llegado al número 100 de una serie iniciada, en su segunda época, en enero-marzo de 1984. Una portada en blanco y negro con un diseño abso-lutamente austero mostraba al recién estrena-do superior General P. Kolvenbach. En su inte-rior, el director Cristòbal Sàrrias, arropado por un magnífico equipo de redacción (Norberto Alcover, José L. Blanco Vega, José A. García, Juan Lorente y Ángel A. Pérez Gómez) ofre-cía el fruto de su trabajo, iniciando la serie un saludo de bienvenida del Provincial de España, Ignacio Iglesias.

La cabecera Jesuitas había empeza-do a utilizarse en una publicación bimestral de 1948-1955 para familiares y bienhecho-res, como “Suplemento de las Noticias de la Provincia Tarraconense”. Tras una breve inte-rrupción, a los dos años iniciaría su rumbo la considerada como primera época de la revista Jesuitas (1957-1983), ahora con un ritmo trimestral, que llegó hasta el número 105. Desde el número 49 (1969) apare-ce como una publicación conjunta de las provincias españolas, desde Madrid, bajo la direc-ción de José Luis Urrutia.

Los ava-tares de esta publicación se aprecian en sus tres etapas, y en los cambios de formato,

numeración, director y lugar de edición. Una publicación viva, cambiante, que pretende adaptarse a cada momento para cumplir su objetivo de compartir la vida de los jesuitas españoles entre sí y con los amigos, familiares y colaboradores.

Es una satisfacción haber llegado a ese hito, conquista que sólo se explica por el con-curso de muchas personas, cuya lista sería interminable, a las que es justo agradecer su labor.

Ahí están los superiores jesuitas que desde sus inicios han apoyado el proyecto; los adminis-tradores y secretarios; los consejos de redacción en sus distintas composiciones; los sufridos cola-boradores que pergeñan sus escritos, unos con más trabajo que otros, pero todos con mucho cariño; y los familiares, amigos y colaboradores, sin cuyo aplauso y acompañamiento no se man-tendría esta empresa, que al acoger la revista entre sus manos transmiten su calor a todos los que participan en su elaboración.

Un recuerdo especial merecen los direc-tores, por su constancia y entrega: Enric Rifà, José Luis Urrutia, Cristòbal Sàrrias y Vicente

Marqués.Gracias a esa

extensa y entrega-da familia podemos mantener este signo de fraternidad cuyos 15.000 ejemplares inician un viaje con cada nueva estación desde la editorial Mensajero para sur-car los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía más inme-diata, para renovar y reanimar nuestra amistad.

Deseamos que Jesuitas pueda seguir siendo lazo de unión de la familia jesui-ta, y más ahora, en la perspectiva de la única Provincia de España que se perfila para 2016.

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Equipo de redacción

Gracias por compartir

Consejo de redacción: Pérez Gómez, Soto, Marqués, Bernal, Pascual, Guindulain y Moraza (hizo la foto).

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l llegar el número 100 de la segunda etapa de nuestra revista Jesuitas queremos reafirmar sus objetivos, que percibimos en continuidad con las llamadas “cartas edificantes”.

Siguiendo el principio ignaciano de aplicar los grandes objetivos a la diversidad de personas, lugares y tiempos, la revista Jesuitas pretende concretar para el ámbito hispano las mismas intenciones de las Cartas Edificantes y del Anuario SJ. Pero, además de hacerlo más a menudo (cua-tro veces al año), amplía el horizonte de destina-tarios queriendo abrazar a familiares, amigos y colaboradores, para profundizar nuestra amistad y agradecimiento, dándonos a conocer más, e informando de lo que somos y hacemos, con la ilusión de contagiarles nuestra identidad jesuita e involucrarlos cada vez más en la misión de la Compañía.

Ignacio de Loyola veía en la comunicación epistolar no sólo un instrumento para un gobierno muy centralizado de “comunidades para la dis-persión”, sino también un factor de unidad. Uno de los tipos de cartas prescritos por el fundador son las cartas cuatrimestrales, relaciones que se debían enviar cada cuatro meses por duplica-do al Provincial, para que éste hiciera llegar un ejemplar al General. Tienen forma de compendio histórico de la actividad realizada por los jesuitas de la casa durante ese periodo, en estilo ejempla-rizante. Según el secretario de San Ignacio, Juan Alfonso de Polanco, se debían enviar a principios de enero, mayo y septiembre y, desde Roma, una vez corregidas por él, se hacían circular por las provincias. Su objetivo primario era comunicar a las demás casas los progresos de la Compañía y así ofrecer aliento a los otros y ayudar a la mutua “edificación” y crecimiento espiritual. Hoy hablaríamos de reforzar la pro-pia identidad corporativa.

En 1564, el sucesor de San Ignacio, Diego Laínez, redujo a dos veces por año el envío de estas cartas a Roma, pasando así a ser semestrales.

La Congregación General II (1565), que eligió general a Francisco de Borja, decretó que fuesen anuales, y la Congregación General IV (1581) las redujo a una sola carta por Provincia.

Con este mecanismo se explica la gran difu-sión de la figura de San Francisco Javier y su gesta misionera realizada en un rincón de la tierra enton-ces muy desconocido y aislado. Al leer sus narra-ciones, muchos jóvenes europeos se sentían llamados a imitar su opción de vida atraídos por su arrojo heroico. Lo mismo sucedía con la misión de la Compañía especialmente en América y Asia.

Se imprimieron las de algunos años, pero, después de algunas interrupciones, en 1651, cesó su publicación definitivamente. En los siglos XIX y XX, los jesuitas de España, como los de otros lugares, editaron sus Cartas Edificantes por provincias. En 1920 la curia general empezó a publicar varias veces al año Memorabilia S.I., que procuraba completar, más que substituir, las car-tas anuales, y desde 1960 se publica, en su lugar, el Anuario de la Compañía de Jesús.

La intención de todos estos escritos es, pues, proclamar y agradecer la grandeza y la bondad de Dios en lo que hace a través de la Compañía y sus colaboradores, meros

instrumentos en sus manos, y no tanto vanagloriarse de ellos mismos, aunque a veces se peca de gloriosismo. Pero, por otro lado, el otro extremo de no proclamarlas, incluso movidos por una verdadera humildad, puede considerarse una tentación, si priva a los demás de los

frutos que pueden recibir al conocer la acción de Dios a través de sus mediaciones.

Wenceslao Soto, SJ

El porqué y el para qué de esta revista Jesuitas

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El ser de la Compañía

Toni Catalá, SJ

… egún nuestra vocación, tenemos que estar frecuentemente ocupados, aparte de otros oficios indispensables, durante gran parte del día e incluso de la noche, en consolar a los enfermos de cuerpo y alma… (Primera versión del documento fundacional de la Compañía, 1539).

Las criaturas de Dios sufren en sus cuer-pos y sus almas, sufren la injusticia del ham-bre, del desarraigo provocado por las migra-ciones y desplazamientos forzados, sufren la enfermedad sin posibilidad de alivio, pues la salud hoy es una industria; sufren la falta de sentido, pues cuando el cuerpo sufre el alma se resiente y queda herida en su dignidad de criatura. Los sufrimientos del cuerpo son siem-pre sufrimientos de cuerpos contextualizados en estructuras de injusticia y desprecio, cuer-pos abocados a la soledad y a la exclusión.

Ignacio y sus compañeros quieren impli-carse en el mundo de cuerpos y almas heri-dos, quieren “consolar”, acompañar a los soli-tarios, tejer relaciones de fraterni-dad, “tender puentes”… La experiencia más genuina del Dios de la Vida siempre lleva a inten-tar “redimir lo humano”. Cuando Ignacio se experimenta en el ámbi-to compasivo de la Trinidad Santa sabe que no queda otra cosa que “hacer reden-ción del género humano”.

Hechos compañeros

Habiendo pues sabido con anterioridad por nuestro predecesor de feliz memoria el papa Paulo III, que los queridos hijos Ignacio de Loyola y Pedro Fabro y Diego Laynez, (y) tam-bién Claudio Jayo y Pascacio Broet y Francisco Javier, (y) también Alfonso Salmerón y Simón Rodríguez y Juan Coduri, y Nicolás Bobadilla presbíteros…, Maestros en Artes, graduados en la Universidad de París, y ejercitados muchos años en los estudios teológicos, inspirados por el Espíritu Santo, hace ya tiempo que, venidos de distintas partes del mundo, se habían reuni-do; y, dejando los deleites de este siglo, hechos compañeros de una vida ejemplar y religiosa... (Formula Instituti aprobada por Julio III en 1550).

“El oficio de consolar”, de acompañar soledades no se puede hacer en “solitario”, sería una contradicción no sólo de términos, sino una pretensión narcisista e inhumana. Sólo se puede hacer en compañía unos de otros. Los primeros jesuitas han sido “hechos compañeros” por el Señor que los convoca, han experimentado el cuidado y la preocupa-ción de unos por otros, han experimentado

que es posible desde la pro-funda diversidad tejer una “compañía de amor”. El ser

compañeros les hace más sensibles ante los que no viven la cercanía del otro, o que viven al otro, otro personal, social y cultural, como una amenaza destructi-va.

Los “maestros en Artes graduados en la universidad de París” han sido inspi-rados por el Espíritu, el mismo Espíritu que empujo a Jesús al desierto, para no caer en la tram-pa mortal del vano honor del mundo, de la soberbia y el

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engreimiento y el afán de riquezas, sino con-solar a los abatidos en humildad, asumiendo el riesgo de la falta de aprecio por lo poderes de este mundo y en pobreza que es desear ser recibidos en el ámbito del Crucificado, crucifi-cado que no es otro que el que amó hasta el extremo.

Para anunciar y curar

… una Compañía fundada ante todo para atender principalmente a la defensa y pro-pagación de la fe y al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana por medio de predicaciones públicas, lecciones, y todo otro ministerio de la palabra de Dios, de ejer-cicios espirituales, y de la educación en el Cristianismo de los niños e ignorantes, y de la consolación espiritual de los fieles cris-tianos, oyendo sus confesiones, y adminis-trándoles los demás sacramentos. Y también manifiéstese preparado para reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente y servir a los que se encuentran en las cárce-les o en los hospitales, y a ejercitar todas las demás obras de caridad, según que parecerá conveniente para la gloria de Dios y el bien común, haciéndolas totalmente gratis, y sin recibir ninguna remuneración por su trabajo, en nada de lo anteriormente dicho… (Formula Instituti)

Ignacio y sus compañeros quieren “empalabrar” la realidad desde la Buena Noticia de Jesús, saben que vienen de muy atrás, que su acceso a la Buena Noticia pasa por la fe de la Iglesia, que están en la corriente de una gran nube de testigos, por eso quieren y necesitan “saber” de la gran tradición, quieren proclamar, anunciar, escru-tar e investigar lo que aconteció en el ámbito de la eclesialidad y saber lo que su mundo necesita para poder escuchar con sentido la Palabra.

Ignacio y sus compañeros saben que lo que tienen que “saber” no es para hincharse, sino para la espiritual consolación de los fieles cristianos. Por eso el saber para proclamar es inseparable de las prácticas de alivio y de jus-ticia. Ignacio y sus compañeros siguen al que pasó proclamando por los caminos de Galilea la Buena Noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo. Ignacio sabe que no se puede separar lo que el Cristo vino a unir.

En sinceridad y libertad

Esta misión y “prácticas del Reino” se han de llevar a cabo “haciéndolas totalmente gratis, y sin recibir ninguna remuneración por su traba-jo”. La gratuidad, el reconocer que todo es don y es gracia, es condición indispensable para que

la misión se viva desde la libertad del Evangelio y la “edificación de los próximos”. Ignacio ha experimentado que todo “desciende de arriba”, por eso pide conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconocien-do, pueda en todo amar y servir. La gratuidad es la expresión de la sinceridad en la misión: ...no se debe entrar en obligaciones o partidos que perjudiquen a la sinceridad en nuestro modo de proceder, que es dar gratis lo que gratis hemos recibido (Constituciones 398).

Sólo cuando hay un profundo des-interés por lo propio, y los únicos intereses, quere-res y amores son los del Evangelio, se hace verdad y vida la misión de la Compañía. La Compañía no ha podido menos que volver a hacer propia en la CG 35, la voz de las ante-riores que traducen los profundos deseos de los primeros compañeros:

El fin de nuestra misión (el servicio de la fe) y su principio integrador (la fe dirigida hacia la justicia del Reino) están así dinámi-camente rela-cionados con la proclamación inculturada del Evangelio y el diálogo con otras tradicio-nes religiosas como dimensio-nes de la evan-gelización.

Libro de las Constituciones y primeros compañeros jesuitas.

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Fe y justicia, misión de la Compañía

na de las páginas centrales del libro de los Ejercicios de San Ignacio es la que presen-ta la mirada compasiva y comprometida de la Trinidad sobre un mundo roto y necesitado de reconciliación y salvación. Esa mirada subyace al propósito de San Ignacio y sus compañeros de fundar la Compañía de Jesús. Al describir su misión incluyen en ella el reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente y servir a los que se encuentran en las cárceles o en los hospitales, y ejercitar todas las demás obras de caridad (Fórmula Instituti, aprobada por Julio III en 1550).

A lo largo de la historia ha ido variando y madurando el conocimiento y la comprensión sobre las causas de tantas injusticias y sufri-mientos como padecen millones de personas, así como de las posibles acciones y respuestas ante ellos. También ha cambiando, obviamen-te, el modo como la Compañía de Jesús ha ido “re-formulando” su misión apostólica, y, den-tro de ella, la predilección evangélica por los pobres. La Congregación General 32, celebrada en 1975, encontró una formulación decisiva: … la misión de la Compañía de Jesús hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absolu-

ta, en cuanto forma parte de la reconciliación de los hombres exigida por la reconciliación de ellos mismos con Dios.

Las Congregaciones Generales siguien-tes han confirmado esa opción, añadiendo cada una de ellas sus propios matices de desarrollo, en función de la evolución de las circunstancias históricas y del pensamien-to humano, pero sin alterar la definición de fondo. Todas ellas han entendido que el ser-vicio evangelizador de la Compañía no es ple-namente tal sin la acción por la justicia. Y el Papa Benedicto XVI lo reiteró manifiestamen-te a la Compañía: De ahí que resulte natural que quien quiera ser verdadero compañero de Jesús comparta realmente su amor a los pobres. Nuestra opción por los pobres no es ideológica, sino que nace del Evangelio.

Una definición polémica

Dicho todo esto, hay que reconocer, sin embargo, que la afirmación de la misión de la Compañía en términos de “servicio de la fe y promoción de la justicia” ha resultado una afirmación polémica y discutida desde sus comienzos. El divorcio entre fe y vida, entre culto y vida, esa separación que tanto deplo-ramos, es tan antigua como la religiosidad (Cardenal Martini). La promoción de la justicia

sigue siendo algo “adjetivo” a la espiritualidad corriente. Un vín-culo tan estrecho como el que quiere establecer esta definición de la misión de la Compañía, sigue sorprendiendo y levantan-do sospechas.

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Entre los pobres y con los pobres

Darío Mollá Llácer, SJ

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Es verdad que la puesta en práctica de esta misión comportó en ocasiones actuaciones inadecuadas, posicionamientos marcados por la ideología, juicios y enfrentamientos de unos con otros, reduccionismos en el modo de entender y vivir la vocación sacerdotal del jesuita… Las Congregaciones Generales 33 y 34 lo recono-cen. Pero, sin embargo y pese a ello, también ponen de manifiesto los bienes y gracias que el compromiso con los pobres y la cercanía a ellos ha reportado a la Compañía: nuestro ser-vicio, especialmente el de los pobres, ha hecho más honda nuestra vida de fe, tanto individual como corporativamente: nuestra fe se ha hecho más pascual, más compasiva, más tierna, más evangélica en su sencillez (Congregación General 34).

Una comprensión de la “justicia” en términos exclusivamente económicos o ideológicos, ha parecido siempre limitada a quienes han entendido y defendido, con razón, que la justicia del evangelio, o la “justicia del Reino”, representa una rea-lidad mucho mas compleja y rica, que, si bien es verdad que encuentra términos de coincidencia con la “justicia” a la que aspiran proyectos humanos sociales o políticos, la desborda.

Tampoco seríamos del todo sinceros si no reconocié-ramos que ese estar “entre los pobres y con los pobres”, al que nos invita Benedicto XVI, es humanamente difícil y supone renuncias y costos, personales e institucionales, a los que muchas veces nos resistimos. Ya los Ejercicios de San Ignacio nos avisan de las dificultades de vivir y asumir la “pobreza con Cristo pobre” y de las escapatorias por las que tendemos a evi-tar, con autojustificaciones y coartadas diversas, ese cami-no de vida. El P. Kolvenbach nos recordaba que tomar en serio la promoción de la justicia supone también hoy asumir costos y consecuen-cias que nos pueden ser muy dolorosos.

La fe en la lucha por la justicia

Nos podemos pregun-tar, finalmente, por aque-

llo que nuestra fe aporta al compromiso por la justicia. ¿Qué subrayados y qué acentos son inherentes a quien se implica “entre los pobres y con los pobres” desde el evangelio, y desde la contemplación de la persona de Jesús como fuente de luz y de transformación personal? Mencionaré sólo algunos de ellos.

La atención a la persona concreta y la valoración de la dignidad suprema de cada una de las personas, de la dignidad de hijos/as de Dios, por encima de cualquier otra consideración. Para el seguidor de Jesús, la persona nunca puede ser escondida o sepultada detrás o debajo de

consideraciones o estructuras de ningún tipo. Y toda persona, cada persona, es merecedora de todo nuestro esfuerzo. Esto no supone la negación de las luchas “estructurales” necesarias para la transformación de la sociedad, pero recuerda que ningún precio personal se debe pagar por ellas. Y que el “vaso de agua” dado al pequeño sigue teniendo un valor divino, y por ello infinito.

La gratuidad como acti-tud de fondo. Una gratuidad que no busca compensa-ciones efectivas ni afecti-vas en el compromiso con los demás; que no genera dependencias sino autonomía y libertad; que no hace de los pobres ni del compromiso con ellos pedestal, mérito o ganancia y que, al estilo de Jesús, procura suscitar en las personas las fuerzas que, desde el interior de ellas mismas, les liberen, más que aportar salvaciones “milagro-sas” (y, a la larga, inconsis-tentes) desde fuera.

Y la esperanza. La profun-da esperanza en la promesa del Dios que derriba del trono a los poderosos y exalta a los humil-des. Una esperanza que va mucho más allá de lo que noso-tros podemos considerar éxi-tos o fracasos; que trasciende nuestro tiempo, el tiempo con-creto que nos limita a cada uno de nosotros y a nuestros pro-yectos y que radica en algo que desborda nuestra capacidad de entender y de asombrarnos: el cariño de la Trinidad Santa por cada persona humana.■

Hay muchas formas de estar a favor de y con los pobres

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e me pregunta por la situación del apostolado social de la Compañía en el mundo. La respuesta no es única y aplicable a todos los contextos por igual. Depende también desde la perspectiva, tanto cultural como geográfica, de la que queramos dar cuenta. Aceptando desde el comienzo esta

dificultad quiero responder a la pregunta con algunos ejemplos y siguiendo un esquema sencillo. Confieso desde el comienzo que el diagnóstico de la situación del apostolado social es bueno. Soy optimista, no porque creo que los jesuitas nos hemos convertido en algo así como supermanes sociales, sino porque nos vamos dando cada vez más cuenta de que el Señor trabaja activamente dentro de este mundo y que nosotros somos solamente sus instrumentos y no agentes poderosos de un cambio social milagroso. Es posible que hayamos salido de un bache que se acentuó durante la última década del siglo pasado.

La Compañía trabaja por la justicia del Reino de tres modos complementarios.

El primer modo de trabajar por la justi-cia del Reino es vivir acompañando a los más

Diagnóstico del

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Fernando F. Franco, SJSecretario de Justicia Social. Roma

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vulnerables. Acompañar es escu-char y vivir cerca de los exclui-dos. No se trata de enseñarles el camino, sino de valorar su dignidad y saber dialogar sobre el sentido del presente y aprender a soñar con ellos sobre las oportu-nidades del futuro.

El Bañado Sur, como lo llaman sus propios pobladores, es una barriada pobrí-sima en las afueras de Asunción, Paraguay. Visitaba la parroquia que unos pocos jesui-tas llevan desde hace muchos años en medio de la violencia y del creciente des-empleo de los jóvenes. Les pregunté cuál era su trabajo y uno me respondió sonrien-do; “Acompañar a esta gente abandonada de todos”. Cuando estábamos hablando llegó una mujer joven llorando a decirnos, que entre la basura que se acumulaba en la parte de la Bañada Sur cercana al río, habían encontrado el cuerpecito muerto de un niño abandonado. Nos quedamos en silencio sin palabras, sintiendo las lágrimas que corrían por la cara de la joven y del párroco jesuita. Acompañar es compartir el misterio de un dolor que no entendemos, pero también aprender de un pueblo que sabe inexplicablemente gozar y alegrarse de la vida.

No quisiera olvidarme de la situación que vivimos el pasado julio en el encuentro de los jesuitas latinoamericanos que trabajan en la pastoral social de los pueblos indígenas. Teníamos programada la reunión en la parroquia de Santa María de Nieva, en medio de la selva amazónica peruana. No pudimos llegar a la parroquia porque la población indígena hizo un levantamiento y bloquearon todas las carreteras y el paso por el río. Luchaban para que el gobierno respetara sus tierras ancestrales frente a la invasión de compañías petroleras extranjeras. La reunión se tuvo en la ciudad de Jaén. Al segundo día unas hermanas que participaban en la reunión recibieron una llamada de los indígenas pidiendo comida para poder continuar bloqueando la carretera. Esa noche dos hermanas cargaron una camioneta vieja con todo el maíz y fríjoles que pudieron. Al volver la hermana me dijo: “¡Qué alegría el encontrar que mi gente y, sobre todo las mujeres, están bien!”

El segundo modo de trabajar es pregun-tarse por las últimas causas de las injusti-cias de este mundo. Los jesui-tas y colaborado-res no solo ofrecen acompañamiento y servicios sociales a los más vulnerables, sino que reflexionan sobre las causas que están detrás de estas situaciones de violencia, exclu-sión y pobreza. La investigación social que analiza lo más objetiva-mente posible las causas de la pobreza, la falta de educación de calidad, y el continuo des-precio de los derechos de tantas perso-nas es una característica del apostolado social jesuita.

El centro CINEP de Bogotá, Colombia, lleva muchos años trabajando por el desarrollo y la paz de los campesinos afectados por la violencia terri-ble de los guerrilleros y los paramilitares. Junto con ese trabajo de acompañamiento han montado un centro de documenta-ción y de investigación muy importante. Recientemente el centro se ha hecho famoso por el caso de los “falsos positivos”, es decir,

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Investigar y reflexionar es trabajar por la justicia

El trabajo por el Reino supone el esfuerzo de muchos jesui-tas y colabo-radores que trabajan en grandes redes y plataformas para que esas decisiones favorez-can a los más vul-nerables.

Hace ya tiem-po que la Compañía trabaja en la educa-ción popu-lar en América Latina a través de la red de escuelas de Fe y Alegría. Lo que quizás no sabemos es que, con la ayuda de institu-ciones españolas, se está trabajando con los gobiernos latinoamericanos para que se acepte el derecho de todos los ciudadanos a una educación de calidad. De este modo Fe y Alegría no sólo atiende directamente a los estudiantes pobres de sus escuelas, sino que quiere cambiar las políticas educacio-nales que afectan a toda la población. Los jesuitas participan también en muchas cam-pañas, como por ejemplo la famosa campa-ña mundial contra las minas antipersonales. Es un trabajo que requiere una coordinación precisa entre los que acompañan, los que investigan y los que se encargan de influen-ciar la opinión pública y los centros de deci-sión públicos.

Para terminar este breve diagnóstico convendría añadir que necesitamos asimi-lar internamente el fundamento teológico de nuestro compromiso con la justicia. En la tarea de luchar por la justicia del Reino somos sólo instrumento y no actores princi-pales. La última Congregación General nos ha recordado a todos que la justicia que nace de la fe se alimenta de humildad y

transparencia, de pasión por la justi-cia y de una sana indiferencia igna-ciana. Si no cree-mos en liderazgos personales y en transformaciones milagrosas es por-que sabemos que somos servidores de la misión de Jesús.

algo que el gobierno consideraba como posi-tivo en su lucha contra la guerrilla, como es que el número de guerrilleros muertos fuera en aumento, se convirtiera de repente en algo falso. En colaboración con otras orga-nizaciones el CINEP descubrió que militares colombianos recogían por las calles de las ciudades vagabundos, drogadictos y borra-chos, los metían en un vehículo y los asesi-naban en lugares donde actuaba la guerrilla. Estos asesinatos de inocentes, los contaban como cadáveres de guerrilleros muertos a manos de militares. La investigación cuida-

dosa, objetiva y con un riesgo muy alto descubrió la verda-dera causa detrás de más de mil muertes de desaparecidos. El gobierno y la nación se afanan en este momento por enfren-tarse a todas las con-secuencias terribles de estas muertes injustas de inocen-tes.

El tercer y último modo de luchar por la justicia es el esfuerzo por influenciar las políticas públicas y las estructuras que determinan el futuro de los pobres. La segu-ridad alimenticia de muchas comu-

nidades en América Latina o India depen-de de fac-tores inter-nacionales como la polí-tica de aran-celes que se decide en Bruselas o Washington.

Oración Oración Oración

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12 1312 13Oración Oración Oración

Capaz de avizorar los náufragos de nuestro mundoque los ordenadores no detectan,

porque son pequeños e insignificantes.Capaz de auxiliar a los marginados de la sociedad

que la economía neoliberal ignora,porque no son productores ni consumidores.

Capaz de henchirse de compasión ante el dolorde un drogadicto, de un canceroso o alcohólico

que las estadísticas cuentan,pero que representan apenas números y no personas.

Capaz de convertirse en caja de resonanciade cada sufriente herido en su dignidad

que no cuenta para la política,porque no significa voto útil en las elecciones.

Capaz de rastrear cada día en el mundo millares de signosde vida, de solidaridad, amor gratuito, respeto,

libertad y alegríaque pocos perciben,

porque estas señales no interesan a muchos.Ser misionero es ser vigía,

como los Pastores y Magos de Orienteque se desinstalaron, caminaron juntos,

y así encontraron el camino cierto,para encontrar a Jesús

en un establo.Que seamos vigías permanentes,

y así encontremos a Jesús cada díasufriendo y resucitando entre los pobres y sufrientes.

Paco Almenar, SJ (Mozambique)

Ser misionero es ser vigía...

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Ángel González Martínez, SJ

n día, un muchacho, que desde muy niño ha vivido en la calle, con ojos saltones, con sus dieciocho años y dogradicto desde los siete que empezó fumando porros, me dijo: ¿A qué viene usted aquí, si somos unos drogadictos y delincuentes, y yo, además, en fase terminal del SIDA?. Me quedé mirán-dole aquella cara de niño y casi sin saberle responder me quedé un rato pensativo y le dije: Javier, aunque creas que es imposible, yo veo a Dios sonreír a través de ti.

Mi experiencia después de tantos años de enseñanza y formando personas, es que a Dios, ciertamente, se le encuentra entre las personas que más sufren y lo necesitan. Porque vemos sonreír a Dios a través de ellos, cuando se pasan los meses y nadie viene a verles.

A Dios lo encontré entre los

drogodependientes

U

Mi labor es muy sencilla: es estar con ellos, escucharles, animarles, aconsejarles y cuando les dices: Me marcho, que es la hora del tren, su frase es siempre la misma: No dejes de venir la semana que viene. Y mi respuesta es la siguiente: No os olvidéis que yo siempre busco a Dios y le encuentro sonriendo a través de vosotros. Casi siem-pre la frase que me dicen: Gracias, Ángel, por haber venido.

Un ejemplo reciente: me avisaron que un muchacho, Antonio, de veinticinco años, había fallecido porque tenía el SIDA en fase terminal. Él me decía que le hablase de Dios y yo le decía que Dios estaba en él. Fue drogadicto desde los dieciocho años y en su mesilla de noche tenía la última jeringuilla con la que se había pinchado. Yo le decía que quitase eso de allí que lo malo había que olvidarlo y él me decía que recordando aquello le daban ganas de luchar para vivir.

Me gustaría acabar citando el salmo: Dios ha estado grande con nosotros y esta-mos alegres.

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Vicente Durá, SJ

uscar y administrar dinero, a lo que yo estoy destinado ahora, ¿es trabajar por el reino de Dios?

El P. Manuel Godinho, administrador o ecónomo del colegio de Coimbra, tenía sus dudas –¿o nostalgia de un apostolado direc-to?– y san Ignacio le escribió desde Roma el 31 de enero 1552 tranquilizándole sobre el sentido de su trabajo: No dudo que vuestra santa intención y dirección de todo lo que tratáis a la gloria divina lo haga espiritual y muy grato a su infinita bondad.

Si el apostolado necesita medios econó-micos, confío que el Señor proveerá, porque es para su servicio. Se sirve de mí para eso, pero no me ahorra el trabajo y las preocu-paciones y dificulta-des.

Mi trabajo es pareci-do al del cocinero: ambos hemos de tener-lo todo a punto en el momen-to opor-tuno: la comida en la mesa a su hora y las nómi-nas de los trabaja-dores a punto a fin de mes.

Esa tarea exige, no sólo cono-cimientos y habilidades técnicas, sino seguir las orientaciones del Provincial sobre las necesidades de las distintas obras y prioridades apostólicas... ¡y confiar en Dios!

Los jesuitas vivimos de nuestro tra-bajo y de limosnas, pero no somos una empresa lucrativa. Por eso para mí, admi-nistrador jesuita, es gratificante el servir de puente entre los cristianos que dan de lo suyo, por ejemplo a los misioneros que trabajan en las fronteras de la pobre-za, llámense Mozambique, Haití o Kyabé, donde anuncian el Evangelio con la Palabra y con la misericordia, o a obras de mucha gloria de Dios y caridad fraterna, insoste-

nibles sin base económica.

Como administra-dor estoy trabajando con la única intención de sostener el apostolado de la Compañía. San Ignacio tenía razón: la tarea eco-nómica, tan material, se convierte en espiritual y “muy grata a Dios” si se hace así. Por eso me sé apóstol ¡manejando dinero!

Ser apóstol manejando dinero

B

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Antonio J. Ordóñez, SJ

n griego existen dos maneras de decir tiem-po: cronos y kairós. Kronos es el tiempo que transcurre; kairós, el tiempo que se honra, el que se vive de un modo y con una intensidad

especial. Hay un kairós, un tiem-po precioso en el que la persona se encuentra con algo en su vida que tiene que cuidar, defender y ayudar a crecer. Pero ese tiempo precioso a veces no se encuentra.

A lo largo de dos años, durante los veranos y en otros tiempos que fui encontrando, tuve la oportunidad de cola-borar en un proyecto en Sevilla, muy vinculado al barrio de las Tres Mil Viviendas. La comunidad salesiana de allí se ha dedicado a trabajar, junto con los laicos, para dar una oportunidad a los más jóvenes. En uno de sus proyectos, un piso de acogida de menores, pasé mi tiempo. Como jesuita ha sido importante colaborar con otros en una misión dentro de la Iglesia. El diálogo y el respeto, que para nosotros son condición para la realización de la misión, me enseñaron que dar una oportunidad es importante para los más des-favorecidos. Pero también que uno puede seguir formándose sin necesidad de pisar un aula.

Lo que estos chavales me enseñaron (y me enseñan) tiene que ver con un Dios que es bueno, que respeta y quiere a todos, y que, sobre todo, no entiende de oportunidades, sino de fidelidad.

Javier, sentado en el zaguán de la casa, me preguntó un día que por qué estaba con ellos. Le dije que, a lo largo de mi vida, había experimen-tado muchas veces que el vivir con la gente hace que te vuelvas mejor persona, y que lo necesita-ba. Se echó a reír.

Hay un kairós, un tiempo precioso, que los chavales no tuvieron. Vivir con ellos es pelearnos juntos para encontrarlo, defenderlo y hacerlo crecer.

Patxi Álvarez, SJ

ue el encuentro personal con el Señor el que me empujó hacia la Compañía, el deseo de profundizar en la amistad con Él y de comuni-carla a otras personas. El mejor de los encuen-tros de mi vida. Tenía yo entonces unos escasos veinte años, pero reconocía el trazo dejado por Jesús, el Amigo, y sus sueños en mi corazón, y deseaba seguirlo.

La Compañía me posibilitó conocer a los amigos del Amigo entre inmigrantes y encar-celados, enfermos y refugiados. Dos años en Camboya junto a los desheredados de nuestro mundo me asomó a nuevas dimensiones de la realidad. Viví un desgarro interior al abandonar aquellas tierras. Pero me dejaron un tesoro: el deseo de trabajar por tantos hombres y mujeres que sufren la marginación, la explotación o, sen-cillamente, el olvido. Como lo decimos hoy los jesuitas, voluntad de trabajar por la justicia del Reino.

Hoy la Compañía es mi casa. Hogar donde comparto ilusiones y esperanzas, donde aligero cansancios y miedos, donde se alimenta mi fe y el anhelo de otro mundo, más como Dios lo quiere. Lugar de amigos en el Señor.

Tal vez por eso entienda que esta voca-ción, que es todo un regalo, es un don que procede de una amistad –la del Señor–, que me conduce a trabajar por sus amigos los pobres junto a muchos compañeros jesuitas. Un don y ejercicio de amistad, que genera en mí una profunda alegría.

Don y ejercicio de amistad

En un zaguán, a la sombra

U

F

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Apostolado con los separados y divorciados

Rafael Navarrete, SJ

l matrimonio se le ha llamado el cora-zón de la familia. Quizás, entre otras razones, porque es en la pareja donde, como en el car-diograma, donde mejor se reflejan los tic/tacs de la ilusión y del desengaño del amor humano. Manuel de Falla, con su ópera La vida breve, ha logrado acercarnos al corazón de Salud, -la gitana protagonista-, y nos ha ofrecido la posibi-lidad de percibir la alegría infinita de un amor ilusio-nado y el dolor sin fondo que puede experimentar un corazón humano cuan-do descubre el fracaso del amor. Poco a poco, sin apenas darme cuenta, he ido centrando mi atención a los matrimonios en el dolor de tantos hombres y mujeres separados, cuando descubren que han fracasado en un amor que habían soñado para siempre. Del encuentro con este dolor nació el Centro de Separados y Divorciados en Sevilla en 1992.

No es fácil comprender la soledad y la des-esperanza que puede sentir el corazón humano cuando ha fracasado en el amor. Nosotros inten-tamos acompañar a los separados y ayudarles en la noche oscura del duelo de su separación. Prácticamente, ese es el principal objetivo, en nuestro trabajo con los separados. Pensamos que la raíz de la eficacia del trabajo se debe, en gran parte, a la claridad y fidelidad a este objeti-vo primordial del Centro.

El trabajo lo realizamos en grupos de 10 a 12 participantes. Cada grupo está coordinado por un separado, que ha recorrido ya el camino de la superación del duelo, lo ha integrado

personalmente y, ahora, quiere acompañar a otros que inician el camino. Cuando juzgamos que alguien ha terminado ya su tiempo de duelo, le invitamos amistosamente a abandonar el Centro.

Los separados que acuden al Centro pertene-cen a una escala social muy amplia; los hay creyentes y no creyentes, con pocos y con muchos años de matrimonio. Un número importante de los que vienen a nosotros pidien-do ayuda, tiene más de 40 años de edad. Para ellos, la separación puede presentar un matiz peculiar que la hace más dolorosa. Con la experiencia de su separación, descubren, a veces, que, en realidad, nunca han sido felices en su matri-monio; este descubrimiento les hace más difícil la supe-ración del duelo y fácilmente caen en una desesperanza definitiva de ser feliz en el futuro.

Antes de participar en las reuniones de los gru-pos, en la acogida prime-ra, evaluamos la situación

del aspirante con el fin de integrarlo en el grupo más adecuado a su situación personal. Creemos esencial que, antes de pertenecer al Centro, consigan una clarificación inicial de los objetivos que pretendemos. No es un Centro de “entretenimiento”. Insistimos en la necesi-dad de aceptar la propia vida, de amarla y de saberla interpretar. Es una actitud previa que les facilita la posibilidad de descubrir nuevos caminos en su vida. Muchos hombres y muje-res descubren, con el trato mutuo y quizás por primera vez en sus vidas, que es posible esta-blecer una relación de amistad desinteresada con otros hombres y mujeres y que nunca, hasta entonces, la habían experimentado.

A

Hay quien fracasa en el amor que había so-ñado para siempre

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En la cárcel

L

■ Monumento al preso en el Puerto de Santa María.

su problema, les trae un alivio muy grande. Me decía una vez un Jefe de Servicios que muchos funcionarios y aun los voluntarios que van a la cárcel, no son conscientes del bien y la paz que producen no solamente entre aquellos con quienes han compartido sino aun en todo el módulo. La actitud de respeto ante su sufrimiento es lo que más valoran: saben que en la solución de su gran problema poco o nada podemos hacer. Pero se sienten comprendidos, lejos de lo que dice la sociedad al alejarlos: “Algo habrán hecho”. Esa actitud de respeto me ha abierto siempre a aprender de su vida, de sus actitudes, de su paciencia y aun alegría.

No una sola vez, sino muchas, me ha impresionado la respuesta espontánea, como una cosa que es obvia: “Claro que Dios me ama”, cuando les he preguntado si sentían que Dios los quiere. Debajo de esa respuesta creo que está la realidad que Jesús expresa-ba cuando dijo que ese preso soy yo.

También he aprendido a tener más sensibilidad hacia el otro. Para entrar en el mundo del preso hace falta ponerse en su lugar, sentir con él y como él. Y así he ido constatando que en el fondo de cada cora-

zón humano hay una bondad insos-pechada, más grande de lo que creemos. He visto una y otra vez la paciencia con que llevan una vida tan dura, una vida tan abrumada por el presente y tan incierta para el porvenir y me he preguntado por la sinrazón de nuestras quejas. Y en mundo tan cerrado, tan propicio para centrar-se en sí mismo por los problemas que los agobian, he encontrado rasgos de solidaridad que muchas veces no se encuentran fuera de la cárcel.

Personalmente considero como un gran regalo de Dios en mi vida de jesuita el poder haber participado, aunque más bien en pequeña medida, del trato y compañía de estas hermanas y hermanos “privados de libertad”.

Ramón Gómez Martínez, SJ

a cárcel es una fábrica de sufrimiento. Cuando un detenido entra en ella por prime-ra vez se encuentra perdido, no sabe dónde está. No conoce a nadie, está sometido a un régimen disciplinario severo. Tiene que acep-tar su impotencia. Y está solo. Para cualquier necesidad tiene que recurrir a otros. Se ve marginado de la sociedad que lo aísla, lo condena. Cuántas noches en la celda rumia su soledad, su amargura. A veces es ino-cente y no puede hacer nada. Todo esto es la “privación de libertad” que es un modo políticamente correcto de nombrar la “cárcel” para que no nos hiera a nosotros, los que estamos fuera.

Con el tiempo se tiene que ir haciendo. No hay otro remedio, porque no puede estar siempre centrado en su dolor. Sólo le cabe la paciencia. Pero las cosas no han cambiado.

En la cárcel, al visitar a estos herma-nos, he vivido mucho. Siempre he encon-trado una aceptación abierta de los presos. Parece como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo. Necesitan hablar, que alguien les escuche para sentirse alguien, personas. Solamente el mostrarles interés en esa escucha sincera, por-que realmente me interesa

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iendo yo novicio, ya hace años, mi Maestro me propuso, como prueba de noviciado, vivir un mes con una familia musulmana de traperos. Pensaba que me daría la oportunidad de experi-mentar la pobreza tal como la vivía quien se dedica a recoger desperdicios entre la basura. Me sentí ansioso y confuso, no sabiendo lo que sig-nificaría eso de vivir con una familia musulmana de traperos por primera vez en mi vida. Mis temores se aliviaron un poco después de hablar con un novicio más antiguo, John Rojerse. Él había vivido con la misma familia para la misma experiencia y compartió conmigo las ventajas de su experiencia y cómo le ayudaron a profundi-zar su interés por los pobres y los marginados. Decidí lanzarme.

El H. Samuel Soren, de los Misioneros de la Caridad, me acompañó a un suburbio empo-brecido en Iqbalpur al sur de Calcuta . Me pre-sentó a Akbar Hossain en cuya casa iba a vivir. Akbar, junto con su madre enferma, vivía en una pequeña habitación cerca de un sucio basu-rero. Para darme la bienvenida a su pequeña choza, Akbar me abrazó fraternalmente y me dijo, “desde este momento tú eres parte de mi familia”. Inmediatamente su madre se puso en movimiento para que me sintiese a gusto. Me impresionó su alegre hospitalidad. Tuve mi pri-mera comida con la familia de Akbar. Consistía meramente de arroz y curry de dal. Lo que hubiera sido apenas suficiente para dos estóma-gos hambrientos, fue compartido por cuatro de nosotros. Este fue mi primer encuentro con la pobreza y esta comida me obsesionó como una pesadilla.

Suelen decir “el pájaro madrugador encuen-tra el gusano”. Mi vida empezaba a las cuatro de la mañana cada día, cuando Akbar y yo nos aventurábamos en las apenas alumbradas calles de Calcuta para ganarnos la vida a duras penas rebuscando en la basura todo tipo de

desechos y objetos abandonados... Esperábamos que lo que encontráse-mos nos protegiera del hambre durante el día. Mi primera experiencia de reco-gida fue muy dura.

Con frecuencia la gente nos miraba con desdén, como si nosotros mismos fuésemos parte de lo que estábamos recogiendo. Algunos nos diri-gían comentarios insultantes cuando nosotros nos dedicábamos tranquilamente a buscar algo aprovechable. La manera como nos trataban me hizo pensar que respetaban más a los perros callejeros que a un pobre recogedor de desperdi-cios.

Un día de trabajo nos hacía ganar a cada uno unas 45 rupias (un dólar). A eso de las 3 de la tarde volvíamos a casa a “comer”. La madre de Akbar esperaba con ansiedad nuestra llegada para comprar y cocinar algo con lo que habíamos ganado. Pero, por raro que parezca, cada vez que comía con la familia de Akbar experimentaba un contento y un gozo extraordinario, pues me daba cuenta que era el fruto de mi sudor y mi duro tra-bajo.

Mi estancia en la familia de Akbar me acercó a dos mundos diferentes. El primero fue el mundo de pobreza extrema en el que miles de indios como Akbar viven. El otro mundo –muy significativo– fue el mundo del Islam. Akbar me inició en el Corán y empecé a apreciar el vasto y profundo océano espiritual que revelaba. Fue muy consolador leer en el libro del Islam que los que no tienen están más cerca de Dios que los que tienen. Akbar, un musulmán profundamente religioso, me llevaba fielmente cada viernes a rezar en la mezquita cercana (Namaz). Y los domingos venía conmigo a la iglesia y me acompañaba en la santa Misa. Mediante Akbar llegué a conocer mejor su gran religión del Islam. Me edificó mucho ver que Akbar no bebía alcohol, ni fumaba y no buscaba con avidez el dinero ni otras cosas materiales. Su mente se centraba en las creencias del Islam. La pobreza extrema con que vivía su vida cotidiana no le impedía de ninguna manera ser un verdadero musulmán.

Ahora me doy cuenta de que vivir con él y su familia durante un mes me ha ayudado a ser mejor jesuita, y saber lo que significa ser un indio pobre y un auténtico musulmán. Y sigo dando gracias a Dios, por Akbar y su familia, ahora que estoy estudiando Teología en Delhi. (Publicado en Jivan)

SJoseph Raj, SJ

Con una familia de traperos en Calcuta.

Familia dalit de la casta de los intocables.

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Jesuitas en el Foro Social Mundial

Como en Foros anteriores, los

jesuitas han participado acti-vamente en el IX Foro Social Mundial (27 enero-1 febrero 2009) en Belém do Pará (Brasil-Amazonía). En primer lugar reali-zaron un encuentro previo sobre el tema “Fe religiosa y defensa de la vida en la Amazonía” (24-27 enero), que trató de la con-tribución específica de la fe en el compromiso social y político, tanto a nivel individual como de grupo. Los participantes, jesuitas y sus colaboradores, religiosos, laicos y laicas de todo el mundo, recibieron un poderoso estímulo para sus reflexiones mediante la presentación de algunas expe-riencias realizadas en América Latina, India y África, Las pro-puestas y conclusiones de este encuentro se presentaron en un seminario durante el Foro. Finalmente el 30 de enero, ya en plena realización del Foro, tuvo lugar una Jornada Ignaciana de intercambio y discernimiento sobre “Reconciliación y Creación”. <http://preforumfenamazonia.wordpress.com>.

Jesuitas centenarios

Al llegar al nº 100 de nuestra revista queremos rendir un

sencillo homenaje a los venera-bles miembros del selecto Club de Jesuitas Centenarios, que va creciendo poco a poco. El año pasado aumentó en cuatro. Por el momento lo forman los siguientes:

Vuelve la vida después del ciclón

El pasado mes de mayo tuvo lugar en Myanmar (Birmania) el ciclón Nargis, uno de los desastres naturales más importantes de los últimos tiem-pos, con ciento cincuenta mil personas fallecidas y dos millones trescientas mil personas afectadas de un modo u otro. Con la ayuda de Alboan, las tres comunidades de jesuitas presentes en el país han estado dedicando todos sus esfuerzos a asistir, de la manera más eficaz posible, a los damnifi-cados tanto en Rangún como en las áreas afectadas del delta. Se comenzó con ayuda de emergen-cia (ropa, mantas, medicamentos y cobijo). En la siguiente fase se trabajó en la reparación de las casas y la ayuda al retorno de los niños y niñas a las escuelas. En total se está llegando a más de 50.000 personas afectadas. La vida está volviendo poco a poco a la normalidad. Pero falta mucho por hacer, todavía.

Los jesuitas defienden públi-camente a los migrantes

Con ocasión de la Jornada Mundial del Migrante, 18 diciembre, los jesuitas de Europa, Latinoamérica y el Caribe han publicado una declaración que condena “la deriva de las políticas europeas de inmi-gración y asilo”. Al mismo tiempo denuncian algunas medidas que se encuentran “al borde de la ilegalidad”, y anteponen la segu-ridad a la libertad y la justicia en relación con los inmigrantes. Entre estas medidas destacan el retorno

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NOMBRE PAÍS DONDE VIVE NACIMIENTO EDAD

Eusebio Reyna México 14-08-1903 105 añosRaymond H. Reis Estados Unidos 25-3-1905 103 añosFlorentino del Valle España 27-9-1907 101 añosJos Gadiot Holanda 23-1-1908 101 añosCharles Jacquet Francia. 29-3-1908 100 añosMarcelino Zalba España 5-6-1908 100 añosJoseph Neuner India 19-9-1908 100 años

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“voluntario”, los plazos fijados para el retorno voluntario (de 7 a 30 días), con posibilidad de internamiento hasta 18 meses si no se respetan el plazo fijado. En Italia esta jornada estuvo mar-cada por manifestaciones que se oponían a un nuevo “paque-te de seguridad” de leyes que el gobierno quiere pasar, y que si es aprobado, contraviene las normas internacionales de dere-chos humanos y la Constitución misma. El Centro Astalli (JRS Italia) fue uno de los organizado-res de las manifestaciones.

Mensaje de la Red Jesuita Africana contra el SIDA

El 1 de diciembre, con ocasión de la celebración del Día Mundial del SIDA, los jesuitas que luchan en África contra esta enfermedad recordaron en un mensaje, que 22 millones de africanos (dos tercios de la población de este continendte) son sero-positivos y que la cuestión del VIH-SIDA está perdiendo importancia en la sociedad. En su mensaje, Fratern Masawe SJ, Moderador de los Superiores Jesuitas de África y Madagascar reafirma que esta pandemia es una máxi-ma prioridad para la Compañía en África. Desde la creación de la Red jesuita africana contra el SIDA (AJAN) en 2002, los jesuitas trabajan en 30 países subsaharianos, proporcionando sensibilización en comunidades, colegios, universidades, parro-quias y familias; apoyo integral y cuidado pastoral; educación para huérfanos; asesoramiento jurídico para conseguir acceso universal a los tratamientos; una educación moral como base sóli-da de prevención; investigación social, cultural y teológica. Todo ello siendo conscientes que es un compromiso a largo plazo.

Jesuitas en el episcopado

Aunque los jesui-tas hacen un

voto de no buscar, ni pretender “cargo alguno de gobierno o dig-nidad”, a veces, por necesidades

circunstanciales, la Iglesia les pide asumir este servicio ecle-sial. Actualmente hay 92 jesui-tas que tienen una responsabi-lidad episcopal, o equivalente, incluyendo 7 que no han reci-bido la ordenación episcopal (4 de los 9 cardenales jesuitas y 3 prefectos apostólicos en Islas Marshall, Camboya y Chad). Por lugares de trabajo o resi-dencia, los 92 están repartidos en 44 países:• 16 en la India;• 6 en las casas de Roma;• 5 en el Perú;• 4 en cada uno de esos países: Argentina, Brasil y Filipinas;• 3 en cada uno de los siguientes: China, Eslovaquia, Madagascar y USA;• 2 en: Canadá, Guatemala, Indonesia, Jamaica, Japón, Letonia y el Chad;• y 1 en: Argelia, Australia, Bélgica, Camboya, Camerún, Colombia, Corea, Croacia, Cuba, Dinamarca, Ecuador, España, Etiopía, Islas Marshall, Seychelles, Kirgizstan, Malasia, Mozambique, Nepal, Rep. Dominicana, Rusia, Ruanda, Siria, Suiza, Uruguay, Vietnam y Zimbabue.

Servicio de la Compañía en la Europa ori-ental

El Cardenal-Patriarca de Ucrania invitó a los jesuitas, residentes en ese país, a dar una tanda de Ejercicios a sus obispos de rito bizantino. Por otra parte el Pontificio Colegio Ruso de Roma, fundado por la Compañía para la formación de los futuros responsables de las varias iglesias de Europa oriental, ha celebrado el 80 aniversario de su fundación. En un encuentro con profe-sores y estudiantes del Colegio, el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, trans-mitió el mensaje de agradeci-miento del Papa por la labor hecha en todos estos años para fomentar la colaboración pas-toral y cultural y el deseo de la unidad eclesial.

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A

AMDGWenceslao Soto Artuñedo, SJ

d Maiorem Dei gloriam (“A mayor glo-ria de Dios”) se toma comúnmente como el lema de la Compañía de Jesús por el frecuente uso que de este con-cepto hace Ignacio de Loyola, tanto de esta expresión como de otras similares.

Además de su uso en los clásicos latinos, la inspiración pare-ce venir de San Pablo, quien emplea en diver-sas ocasiones la sen-tencia “in gloriam Dei”, por ejemplo: Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios (1 Cor 10, 31). La frase literal ad maiorem Dei gloriam aparece por primera vez en el siglo VI, de la mano de San Gregorio Magno.

La idea es cen-tral en la espiritualidad ignaciana y anima las Constituciones y la legis-lación de la Compañía, como fin propio de la orden. Ya en los Ejercicios Espirituales escribe Ignacio que el ejercitante debe seguir aquello que sintiere ser más en gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y

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“Si alguna vez lees en las Constituciones ad Dei gloriam simplemente, debes entender ad maiorem, porque esta fue la mente del P. San Ignacio” (Jerónimo Nadal, SJ).

“La gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es la visión de Dios” (S. Ireneo).

salvación de mi alma (EE 179). Sólo en las Constituciones la expresión “mayor gloria de Dios”, aparece más de 170 veces, sola o combinada con otros conceptos: “gloria y alabanza”, “gloria y servicio”; “servicio, alabanza y gloria”, etc. Y con frecuencia con el “magis” ignaciano: más o mayor glo-ria. Es la norma que Ignacio quiere que el jesuita oriente las decisiones personales y apostólicas.

El superlativo relativo “mayor” hay que relacionarlo con aquel “más” propuesto ya como norma desde el Principio y funda-mento de los Ejercicios: solamente desean-do y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados (EE 23). Se repite en los Ejercicios y en las Constituciones y llega a ser una característica de la genero-sidad típica de la espiritualidad ignaciana, que introduce un elemento dinámico que hace que no nos quedemos instalados en el nivel conseguido y nos

mantengamos en una superación utópica permanente.

Sólo bastantes

años después de la muerte de Ignacio aparece por pri-mera vez impre-so el acrónimo AMDG como lema de la Compañía de Jesús. Hasta

entonces, solía verse en las publicaciones de la Compañía sólo el monograma del nombre de Jesús, IHS. En la edición de las Constituciones de 1606 se lee aún el lema íntegro, “Ad maiorem Dei gloriam”, con la imagen de Ignacio.

Una iconografía muy habitual de San Ignacio es la que lo presenta con un libro abierto, apoyado en su brazo izquierdo, mientras su mano derecha señala las pala-bras que en él se leen como ideal de su vida: “Ad maiorem Dei gloriam”.

AMDG ha sido también empleado por muchos artistas. También sirvió de título para una polémica novela de Ramón Pérez de Ayala (adaptada posterior-mente al teatro por el propio autor).■

“El hombre ha sido creado por Dios para participar en su ser y vida divina. A

esa realidad divina, participada por el hombre, la Biblia la llama “gloria de Dios”. De ella vivimos y por ella somos”.

“Dar gloria a Dios es agradecer y anunciar lo que recibimos de Dios y así caminar con el mundo entero hacia Él, que es nuestra meta porque es nuestro origen” (Olegario González de Cardedal).

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Los antiguos alum-nos de jesuitas, preocupados por la Inmigración

Los antiguos alumnos de los cole-gios de jesuitas de España aborda-ron, en su última Congreso Nacional (Málaga, 21-23 noviembre), el tema de la inmigración. Una carta del P. General y una intro-ducción del Provincial

de España les anima-ron a plantearse qué pueden hacer como personas y como asociaciones para mejorar la situación de los inmigrantes, colaborando en su integración social y en la sensibilización sobre esta realidad. Las ponencias y una mesa redonda tra-taron de iluminar los diversos aspec-tos de este tema tan complejo que es actualmente una prioridad apostólica en la Compañía. En el próximo Congreso Mundial (Burundi, julio 2009) aborda-rán otra prioridad apostólica: la solida-ridad con África.

Centenario del Sanatorio de Fontilles

El domingo 17 de enero de 1909 fue-ron hospitalizados los primeros enfermos en el Sanatorio San Francisco de Borja de Fontilles. Fueron reci-bidos por la primera comunidad de tres jesuitas, junto con tres religiosas Franciscanas. La inauguración fue discreta y sin publi-

cidad, a petición de las autoridades de Alicante, que temían protestas y dificultades por parte de los pue-blos vecinos. Ahora se celebra, mucho más pública y ampliamente, el trabajo de Fontilles en sus primeros cien años. El sábado 17 de enero tuvo lugar una celebración familiar en el Sanatorio, con una eucaristía presi-dida por el Provincial y una comida, a la que estaban invita-dos todos los amigos de Fontilles. Otras actividades son las siguientes: proyección del documental Detrás de la Piel, Simposio Internacional de Leprología, Exposición

Fontilles, 100 años trabajando por un mundo sin lepra, y la presentación de los libros: Franciscanas de la Inmaculada, Fontilles 1909-2009 de Purificación Simón, HFI, y Cuidados y con-suelos. Cien Años de Fontilles”, de Vicent Comes.

Proceso de unifica-ción de Provincias

Por medio de una carta fechada el 14 de noviembre y diri-gida al Provincial de España y a los cinco Provinciales territoria-les, el P. General ha aprobado el plan de reestructuración de las provincias de España. Se trata de una dispo-sición tomada desde la esperanza y desde el deseo de lograr un mayor y mejor servicio a la Iglesia y la socie-dad. En dicha carta, subraya que, acogien-do la petición que se le hace después del laborioso itinerario que han seguido en estos últimos años, encami-nado a reforzar todo lo posible la coordinación apostólica interprovin-cia”, y habida cuenta de la disminución del número de jesuitas que se producirá en los próximos años, ha decidido que en el 2016 se pueda erigir una sola Provincia que abarque todo el terri-torio del Estado. Por último, el P. General dice a los jesuitas que la tarea y misión que van a emprender no es fácil, pero es apa-sionante y coincide con el momento en

que la Compañía se dispone a llevar ade-lante los decretos y recomendaciones de la Congregación General 35, una Compañía que no se resigna a dejar de sentirse enviada a nuevas fronteras en medio de una huma-nidad herida. El pro-ceso se ha puesto en marcha con los obje-tivos de elaborar un Proyecto Apostólico único y una adecuada estructura de gobier-no.

Juicio a los asesinos de los jesuitas en El Salvador

Ante la admisión de la querella pre-sentada por la aso-ciación pro Derechos Humanos de España y el Centro de Justicia y Responsabilidad, con-tra los autores del ase-sinato de los jesuitas en la UCA (Universidad Centroamericana de El Salvador), los jesuitas españoles, de acuerdo con los jesuitas de El Salvador, afirman que, sin duda, sería prefe-rible que la justicia se hiciera dentro del país donde ocurrieron los hechos. El comunica-do añade que no les parece oportuno que la apertura del caso se haga en un tribunal de España… Sin embar-go, si las familias de las víctimas (cinco de las cuales tienen ascendencia españo-la) quieren iniciar el proceso en un tribunal de Madrid, consideran legítimo su deseo y, en este caso, están dispuestos a ofrecer la ayuda necesaria.

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◆ Ejercicios espirituales de San Ignacio. Historía y análisisSantiago Arzubialde, SJMensajero - Sal Terrae, Bilbao-Santander 2009, 997 págs.

Edición corregida y muy aumentada de este magno estudio sobre los Ejercicios ignacianos, publicado por su autor en 1991, pronto agotado y ahora de nuevo impreso incluyendo las aportaciones e investigaciones de los dieciocho últimos años. Son casi doscientas páginas más que el anterior volumen, pues se ha añadido una parte enteramente nueva, una reflexión conclusiva tratando de descubrir y describir las claves de la teología que subyace al texto mismo de la obra de Ignacio. Una reedición que se ha hecho esperar, pero cuyo contenido colma las expectativas de quienes la aguardaban.

◆ Ignacio de Loyola. La enfermedad en su vida y en su espiritualidadJosé María Marín SevillaPublicaciones U. Pontificia de Salamanca, Salamanca 2006, 268 págs.

En el fondo es una tesis doctoral sobre las enfermedades de S. Ignacio. Aquí se resume lo que el enfermo Ignacio aprendió de sus enfermedades y que puede constituir una preciosa lección para la sociedad de hoy. La enfermedad es incapacidad, pero a su vez es ocasión de riqueza y plenitud personal.

◆ Cristo en lo cotidiano. Ejercicios en la vida ordinariaAndré de Jaer, SJSal Terrae, Santander 2007, 245 págs.

El autor y su equipo parten de la idea de que se pueden vivir los Ejercicios Espirituales sin retirarse a una casa de ejercicios o a un monasterio. Se pueden hacer sin salir de la propia casa. Ellos nos ofrecen una guía para los que emprenden este camino y para los que acompañen su andadura.

◆ Los Ejercicios de San Ignacio a la luz del evangelio de MateoCarlo Maria Martín, SJDesclée de Brouwer, Bilbao 2008, 283 págs.

Como ha hecho otras veces Martini, cardenal y biblista, tambíen ahora adapta el ritmo de los Ejercicios a la mirada específica de Mateo, al que presenta como evangelio del catequista y evangelio eclesial.

◆ Agradecer tanto bien recibido, Ejercicios de San IgnacioAntonio Guillén, SJInstituto Teológico de Vida Religiosa, Vitoria 2006, 93 págs.

Es un cuaderno lleno de guiones y sugerencias para poder hacer, solo o en grupo, los Ejercicios sin necesidad de ejercitador. No es libro para leer sino para contemplar y orar.

◆ El Padre ArnáizVicente Luque, SJEdibesa, Madrid 2008, 819 págs.

Se presenta una bien documentada vida del siervo de Dios P. Arnáiz, jesui-ta vallisoletano afincado en Málaga. Pasó haciendo el bien especialmente con sus predicaciones y misiones populares por Murcia y Andalucía. Fundó las Misioneras de las Doctrinas Rurales.

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e conmueven mucho los textos de la Biblia que se refieren a tres aspectos: el primero el servicio. Por ejemplo cuando el siervo al final de la jornada no espera que el señor venga y le sirva, sino que dice sencillamente: He hecho lo que debía hacer. Eso es todo. Eso es lo normal en nuestra vocación. Por ello todas las pará-bolas que tratan del significado del ser-vicio, de la sencillez del servicio, siempre me han tocado.

Creo en el servicio, y en mi vocación como una vocación de servicio. Me gusta servir y creo que es nuestra espirituali-dad. Si llegamos a gozar de ser servido-res tendremos alegría permanente. Quien verdaderamente quiere entregarse sir-viendo no tiene competencia.

Me conmueven los textos que hablan de la vida en el Espíritu. Creo que Asia me ha ayudado a descubrir esto. La insistencia de la espiritualidad asiática, tanto la hindú como la budista, en la inte-rioridad, en la paz que viene de dentro, que rebosa, que te rodea... Esto suscita en mí una intensa imagen del Espíritu como respuesta. No entenderlo como

alguien hablándome al oído, sino como el Espíritu de Dios que me llena, me inspira, me alienta. Me gustan todas esas can-ciones sobre el Espíritu como consolador, proveedor de aliento, descanso. De ver-dad siento que el Espíritu es inspirador para mí, para todos nosotros.

Me conmueven los textos de la Biblia que hablan de la indiferencia. Me han inspirado desde el Noviciado: El que quiera ganar su vida, la perderá, o ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo? Ahí veo una total confluencia con el budismo. El núcleo de la espiritualidad budista es la indiferencia ante los resultados de tu esfuerzo. Esto está lleno de sentido. Uno ha de estar indiferente ante lo que pase. Sería lo de una frase atribuida a San Ignacio: Trabaja como si todo dependiera de ti, sabiendo que todo depende de Dios. Se trata de la indiferencia: haz las cosas lo mejor que puedas, pero recuerda que eres sólo un servidor, así que deja que las cosas fructifiquen por sí mismas. Deja a Dios hacer su trabajo.

(Extracto de una entrevista)

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Adolfo Nicolás, SJSuperior General de la Compañía de Jesús