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    CONTRAPORTADA

    Jesuitas en campaa nos presenta un aspecto nuevo de esa eterna

    guerra de la que tanto se escribe y, sobre todo, se habla. Es la guerravesnica, devastadora y cruel que circula por toda la historia como unamancha fatdica de corrosivo, pero vista bajo el ngulo paradjico y bellode la caridad cristiana.

    Este es un libro de hroes y combatientes que no tienen otro afn queel de implantar el amor mutuo en los corazones. He aqu un gruponutridsimo y variado de sacerdotes, pertenecientes a la misma Ordenreligiosa que en la mayor negrura de la desolacin y el odio se ha lanzadoal campo de batalla con el crucifijo en las manos para absolver, bendecir eiluminar a los que caan. Tan cerca de ellos que muchas veces les alcanzla muerte.

    Este libro es una pgina de gloria y heroico apostolado de laCompaa de Jess en el ministerio castrense. Algunos captulos parecenescritos con sangre de sus hijos: de esos hijos que engendrara el CapitnIgnacio de Loyola por medio de sus Constituciones.

    De las galeras pesadas que cruzan el Mere Nostrum hasta elgigantesco portaviones que se inmola entre columnas de nafta ardiendo,asistimos a la gran cruzada por la paz en Cristo que en todos los tiempos ylugares han querido llevar a trmino los capellanes militares de laCompaa de Jess.

    Es impresionante el encadenamiento de fechas en esta sntesishistrica. No tanto porque descubrimos el fenmeno de la guerra como unafatal constante, sino, sobre todo, porque vemos en ella cmo los religiosos

    de una Orden fundada en los aos del Renacimiento han conservadoindemne el tesoro de su tradicin religiosa.

    Los jesuitas son militares. La prueba su manera de ser, inspirarla porun soldado converso; lo prueban sus Constituciones, y, sobre todo, sumanera implacable de vivir y morir en las horas mas tremendas queregistra la Historia.

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    Jos ngel Delgado Iribarren S.J.

    JESUITAS EN CAMPAACuatro siglos al servicio de la Historia

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    Dedicatoria

    Al Capitn de Espaa Ignacio deLoyola, en el Cuarto Centenario de suTriunfo.

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    EL ARZOBISPO DE SIN,VICARIO GENERAL CASTRENSE

    Estimado Padre en Xto:

    Aunque no conozca su libro Jesuitas en compaa ms que por elndice, tengo gran placer en enviar mi bendicin como Vicario GeneralCastrense, para su obra y lectores de la misma, ya que dicho ndice essuficiente prueba del contenido, inters y alcance del libro; excelentetestimonio del apostolado militar realizado por la nclita Compaa de

    Jess a travs de los siglos, que espero suscitar vocaciones para el clerocastrense y a ste le servir de gran provecho.

    Mi mayor deseo es que obtenga los fines que se propone alpublicarla.

    Le bendice efusivamente su affmo en Xto.,

    R. P. Jos A. Delgado Iribarren, S. J.

    GRANADA

    Madrid, 27 de noviembre de 1956.

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    PORTADA

    Mi gratitud al excelentsimo y reverendsimo seor don Luis AlonsoMuoyerro, arzobispo de Sin, Vicario General Castrense, porque se hadignado bendecir a este libro y a sus lectores.

    Al excelentsimo seor don Jos Mara Lpez Valencia, gobernadormilitar de Oviedo, ex general subsecretario; al Ilustrsimo seor coroneldirector del Servicio Histrico Nacional, don Lus Fernndez Cavada

    Daz, y a los tenientes coroneles del Museo del Ejrcito, don FranciscoSejurnn Martn y don Arturo Gonzlez Geipiz, caballero mutilado, por lagentileza con que han puesto a mi disposicin documentos relativos a laguerra de Espaa.

    Mi gratitud, asimismo, al Padre G. Robinot Merey, archivero deL'Action Populaire, de Vanves; al Padre A. Moers, del Centro de PrensaBelarmino, de Bruselas, a las Redacciones de I Gesuiti, de Roma, yL'Antonianum, de Padua, por la abundante documentacin de primera

    mano que me han suministrado, y a todos los capellanes, nacionales oextranjeros, que me han permitido generosamente hacer uso de sucorrespondencia y apuntes particulares.

    Las fotografas hasta la guerra europea se deben al seor don JosLombarda Bargos, brigada de la Escueta Superior del Ejrcito; las de losltimos aos al capitn Jorge A. Rosso, director asistente de la Divisinde Capellanes en el Departamento Naval de Washington; al reverendoColeman A. Daily, administrador del Jesuit Missions; al Padre Mario

    Colpo, archivero de la Provincia vneto-milanense, y a la direccin delCatholic Digest y de las revistas anteriormente citadas.

    A todos ellos expreso desde aqu m ms profundo agradecimiento.

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    LA SOMBRA DE ESE CASTILLO

    Las otras religiones las considero yo en este lucidoejrcito de la iglesia militante como unos escuadrones dehombres de armas, que tienen cierto lugar y asiento; y consu fuerza pueden hacer rostro a sus enemigos y guardarsiempre su manera de proceder. Mas los nuestros soncomo caballos ligeros, que han de estar siempre a puntopara acudir a los rebatos de los enemigos para acometer yretirarse y andar siempre escaramuceando de una parte aotra. Y para esto es necesario que seamos libres ydesocupados de cargos y oficios que obliguen a estarsiempre quedos.

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    alma de la resistencia, hasta que...

    ... una bala de una pieza dio en aquella parte del muro, dondeIgnacio bravamente peleaba, de manera que le desjarret y casi

    desmenuz los huesos de la canilla. Y una piedra del mismo muro,que con fuerza de la pelota resurti, tambin le hiri malamente enla pierna izquierda.

    Fue el 21 de mayo de 1521, lunes de Pentecosts.Derribado de esta manera Ignacio, los dems, que con valor

    se esforzaban, luego desmayaron, y, desconfiados de poder valerse,se dieron a los franceses.

    En cuanto los invasores traspusieron la brecha, buscaron a su

    admirado enemigo; lo hallaron sangrando entre los escombros y loentregaron a sus mdicos para que les conservaran vivo al mejor trofeo; yLoyola vencedor siempre en la cortesa, a uno regal su daga; a otro,su rodela; a un tercero, su flamante coraza. Se reserv la espada, quesolamente rendira a Nuestro Seor, colgndola a los pies de la Virgen deMontserrat. Era el siglo del Amads y el Orlando de Ariosto.

    Todo pas ya; se diluy en el aire matinal y fresco como el humo delas bombardas pesadas.

    Quin no se ha imaginado alguna vez al Capitn convaleciente en el

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    piso superior de la casa-torre, medio incorporado en el lecho, con la piernaabrigada por un cobertor y el libro abierto, mientras que su mirada seexplaya por un paisaje Infinito? Montaa y cielo tienen ahora las lucesnuevas de un desengao: no ms servir a seor que pueda ser vencido...

    Su mirada vuela muy lejos, por encima del Izarraitz, cumbre amabley adorable por los recuerdos, y se expande por el universo mundo, dondeluchan sin tregua las dos Banderas. El Capitn ve clara su vocacin deguerra. El no ser nuncasiguiendo su propio aplogo el hijo que sequeda en la Corte y se sienta en la mesa del rey, sino el que le sigue a laguerra en un pas alejado, para comer como l, vestir como l...

    El Capitn fundar una asctica, pero aplicar en ella los principiosfundamentales de la estrategia, porque as como un capitn y caudillo del

    campo, asentando su real y mirando las fuerzas o disposicin de uncastillo, le combate por la parte ms flaca, de la misma manera elenemigo de natura humana... As habla Ignacio de Loyola en su Libro, elLIBRO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES, que el alemn Boeminghauscomparaba con el mapa de un comandante de Estado Mayor. Pero laguarnicin sitiada no debe contentarse con la defensa, aunque sea encarni-zada, sino que debe emprender el contraataque valiente, el oppositum perdiametrum, dir l, para que no slo se avece a resistir al adversario,

    mas aun a derrocallo.De San Ignacio se ha dicho que era hombre de pocas ideas, pero

    hondamente vividas, y hasta sus ltimas consecuencias. Su asctica sepuede toda resumir en esta palabra, ya de antiguo consagrada en la vidamilitar: SERVICIO. Cuntas veces se repite en los escritos del Santo lafrase para el mayor servicio y alabanza de su Divina Majestad? La vidadel hombre es concebida en los Ejercicios como un servicio perenne queprestamos a Dios Creador necesariamente; y a Jesucristo Redentor, por un

    sentimiento de caballerosidad que nos brota espontneo al considerar losejemplos tan sin comparacin alguna de su temporal vida y muerte.De esta asctica y de este ambiente tena que brotar una Orden

    religiosa que llevara en su mismo nombre su vocacin de milicia: laCOMPAA DE JESS. Decir Compaa ms entonces, los siglos deoro de la Infantera espaola es decir una unidad tctica de combatecapaz de producir efectos de consideracin en el conjunto de los efectivos:una unidad elemental, orgnica y administrativa a la vez, perfectamente

    constituida bajo el mando de un Capitn del que toma el nombre. La solapalabra es ya una evocacin luminosa de picas y alabardas, ballestas,

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    Sajonia, Bobadilla cuid poco su herida. Algunos das despus se hallabapredicando en Passau. Exhortaba a sus habitantes a dar gracias a Dios porla victoria alcanzada; y despus se lanz solo, a travs de Alemania,recorrindola como un verdadero apstol, en frase del obispo de Viena.

    Otro de los votantes de Montmartre, que seguira a San Ignacio en elgobierno de la Compaa, se embarc en las galeras del emperador rumboal frica. Despus de un ao de diferencia, el citado P. Jernimo Nadal, ydesde ellos hasta nuestros das, los jesuitas se han ido relevando en elpuesto del honor y del sacrificio.

    Los hallamos en todas las pocas y latitudes. Lo mismo bajo el solardiente que tuesta las arenas de las playas africanas, que cercados de

    desolacin y nieve sobre la estepa de Rusia: en los galeones de alto bordo,iluminados como castillos, y en el submarino estrecho que corta los senosdel agua como una flecha... Lo han probado todo.

    Conocen la guerra hasta su ltima intimidad. Se han familiarizadocon sus mquinas horribles y han llegado hasta esa lnea indecisa ysangrienta que marcan en el campo la punta de las bayonetas. Saben deljadeo en el avance tras el enemigo en fuga; de las emboscadas, elrepliegue, el copo, los bombardeos, la inaccin enervante de las chabolas o

    el bunker. Se han hundido en el fango de las trincheras de esas zanjasprofundas y largas a las que falta muy poco para convertirse en fosas,han respirado el are meftico de la casamata sometida al fuego de laartillera o se han visto cosidos a balazos en el parapeto...

    Qu misin tan esplndida y gigantesca!... Por esos voluntarios delcrucifijo, Cristo ha vivido en los campos de batalla, la caridad delEvangelio se ha derramado a raudales en esos abismos tenebrosos que haabierto el odio entre naciones hermanas... Una luz ha brillado para losque habitaban la regin de las sombras y de la muerte.

    Tambin les toc caer... Hasta en el detalle material y glorioso de laherida parece que han querido imitar a su Padre y fundador que losengendrara en Cristo. A veces se han sentido jefes, y entonces handesplegado tales aptitudes de mando y organizacin, que han causadoasombro en los mismos profesionales. Muchos murieron, y sus cuerpos,cuando se hallaron, quedaron perdidos en cualquiera de esos cementerios

    militares, donde se alinean, en formaciones imponentes, las cruces de lossoldados que alcanzaron la gloria del sacrificio. Con ellos en la vida y enla muerte.

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    El virrey de Sicilia, don Juan de Vega, recibe la orden de embarcarsus tropas, pero no quiere hacerlo sin asegurarles primero los auxiliosespirituales. Como capelln escoge al Padre Diego Lainez.

    Lo conoci en Roma, en las fiestas religiosas de la iglesia de LaEstrada. Saba de sus triunfos en las sesiones de Trento, donde eraescuchado sin fatiga durante tres y ms horas, despus de diez das deexhaustivo debate. Desde 1539 haba desplegado una fecunda y variadaactividad por Venecia, Florencia, Npoles y Ferrara, y ahora le ofreca unaocasin nueva de demostrar su celo.

    Ni San Ignacio ni Lainez podan negar nada al seor virrey. Siendoste embajador en Roma, haba mostrado una adhesin decidida por la

    naciente Orden, y su casa estuvo siempre abierta a los primeros jesuitas. Asus ruegos, y, sobre todo, a los de su mujer, doa Leonor Osario, se debala presencia de Lainez en Sicilia, donde fue el predicador oficial de laCorte.

    Andrea Doria fue nombrado generalsimo del mar para la empresa defrica y don Juan de Vega, capitn general de las fuerzas terrestres; y esteltimo, a su vez, comenzando a hacer uso de sus poderes, nombr al PadreLainez jefe y administrador del hospital y predicador oficial del ejrcito.

    El da de San Juan Bautista se cubri la primera etapa, y la flotarecal en Faviano, a pocas millas a occidente de Sicilia. El capellnpredic un sermn sobre las palabras de San Lucas: No despreciis anadie ni digis calumnias, y estad contentos con vuestros estipendios

    Llegados al frica, los italianos atacaron por mar, mientras que losespaoles, por tierra, cercaban la plaza. Enterado Dragut del peligro que

    corra su base, acudi presuroso con sus naves para auxiliarla. Noconsigui introducir los refuerzos, pero si que el sitio se prolongara.

    Entretanto, haban comenzado para los religiosos las faenas duras delhospital. Cuatro capuchinos ayudaban al Padre Lainez, pero prontosucumbieron a los rigores del clima. Boero, en su Vida del Siervo de DiosDiego Lainez, asegura que fueron cuarenta los enfermeros que cayeron, yse maravilla de que su biografiado, a pesar de su complexin dbil y habersido siempre muy fatigado de tercianas, mostrara una salud a toda prueba.

    El mismo Lainez se lo cuenta ingenuamente al Padre Ignacio:

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    al servicio de todos, no quiere recibir ni un cornado del hospital enrecompensa. Los soldados conocen y admiran su desprendimiento. Envsperas del asalto le confan sus sueldos en total ms de 400 ducados, pensando que estarn ms seguros en su poder que en ninguna otra

    parte, y que si murieran l sabra bien emplearlos en favor de los pobres.Pero no hizo falta, porque

    .. todos por gracia de el Seor se los hemos vuelto; sin habersido herido ni muerto ninguno de ellos; y con ofrecer los ms partede lo suyo, de ninguno como se ha dicho se ha aceptado nada; de loqual tanto mas se suelen maravillar o edificar los del mundo, quantomenos lo hazian, y en mas tienen estas cosas.

    En toda la jornada se vio al Padre Lanez introducirse audazmente

    entre los tiros de los enemigos. Le preguntaron que de dnde le venia tantaseguridad, y respondi que del motivo por el que lo haca, que era siemprela caridad.

    El da en que la Iglesia celebra la exaltacin de la Santa Cruz fuecolocada en la mezquita mayor de Meheda el ms magnfico templo dela tierra, la insignia de los cristianos. Lainez consagr el edificio y lopuso bajo la tutela de San Juan Bautista.

    Hechas las diligencias necesarias para asegurar su culto, se volvi a

    embarcar el 25 de septiembre con la armada que regresaba a Sicilia.Con la campaa no cesaron las incomodidades. En el regreso

    corrieron un temporal, que fue el ms recio que recordaban aquellosmarinos desde hacia treinta aos. Se perdieron algunas galeras, se abrierondos naves y otras dos encallaron. El capelln del virrey contemplaba unespectculo desolador en su propio navo:

    ... y con todo esto y con estar siempre mareado, puedo dezircon verdad que siempre me hall consolado, y sin miedo y conesperanza de que Dios nos ayudara, como a todos deza; y as fue,porque con ser la galera nuestra ya vieja, y ser la ultima nocheembestida de otras galeras cuatro o cinco vezes, y una dellashoradada por la popa de un agujero que cupiera un barril, ni se abrioni encallo la galera, ni se perdio persona ni hazienda...

    En aquellas angustias se consolaban los viejos marinos mirando elrostro del Padre Lainez, que conservaba su serenidad. Le tenan por un

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    largo de la costa, mientras l se internaba hasta los muros de Mostaganem.Pero los corsarios se apoderaron de aqul, mientras que Hassan Pach, elhijo de Barbarroja, deshaca sus huestes en el desierto. Alcaudete tuvo queemprender la retirada, y muri en las proximidades de Arzen.

    El Padre Pedro Martnez sera despus de unos aos el famoso mrtirde La Florida.

    Con estas victorias de turcos y moros se alarm sobre manera elduque de Medinaceli, entonces virrey de Sicilia, y concibi el proyecto deatacar a Trpoli aprovechando la ausencia de Dragut, que se hallaba tierraadentro del frica, luchando contra ciertos reyezuelos de la Berbera. Loscaballeros de San Juan y Malta, antiguos poseedores de la plaza, y que seconsideraban como la extrema avanzada de la cristiandad, ofrecieron alduque su ms decidido apoyo.

    Felipe II dispuso que las naves se reunieran en Malta bajo ladireccin de don Juan de la Cerda, duque de Medinaceli.

    Zarparon a fines de octubre de 1559, como bien recordaban losPadres Antonio Vinck y Belver y cinco Hermanos que se hallaron

    presentes; pero las borrascas de otoo y enfermedades derivadas de unamala alimentacin, les oblig a regresar a su base hasta el ao siguiente.

    El 1560 ha quedado marcado con el desastre clebre de los Gelves.Contra el parecer de muchos de sus tenientes, el duque se decidi alabordaje de la isla, pensando que sera una buena cabeza de puente parasaltar a la Tripolitania. Tambin podra serle favorable el contacto can losjefes rabes tunecinos.

    Pero, entre tanto, habla regresado Dragut victorioso, que introdujo en

    Trpoli varios millares de soldados turcos y pasaba aviso al Sultn de loque ocurra. A poco parti del Oriente una poderosa escuadra mandada porel almirante Piali

    El asalto a los Gelves fue tan sbito e inesperado, que se hizo intilla resistencia. Apenas si pudieron escapar con vida Juan Andrea Doria y elduque de Medlnaceli. Las galeras hispanas fueron destruidas, lasguarniciones pasadas a cuchillo o llevadas como rehenes a Constantinopla.

    En septiembre de 1563 las Cortes de Monzn reiteraron lasapremiantes propuestas de las de Toledo. Haba que proteger las costas

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    desde Perpin hasta Gibraltar o Cdiz, sin ocuparse en otra cosaalguna.

    El rey de Espaa mand entonces reunir una flota mayor que lasanteriores, de 150 barcos, en la que entraron no solamente espaoles, sino

    tambin alemanes, flamencos e italianos. Consigui, por otra parte, laayuda de los caballeros de Malta y del rey de Portugal.

    Por muerte del anciano Andrea Doria fue nombrado jefe de laexpedicin y almirante del Mediterrneo don Garca de Toledo, marqusde Villafranca y duque de Fernandina, gobernador a la sazn de Catalua,quien solicit del Padre Lanez, general de la Orden desde 1558, tuviera abien concederle algunos sujetos de la Compaa.

    Fueron destinados los Padres Juan B. Ribera y el italiano Alejandro

    Villarreggio, que preparaba su viaje para la misin del Japn, y sedistinguira mucho en las campaas africanas.

    El da de la Asuncin dejaron los muelles de Mlaga para tocar enCinco Torres de Alcal. El objetivo inmediato era el Pen de Vlez de laGomera. Esta vez la superioridad de los cristianos sobre los musulmanesera agobiadora. Con todo, crey Cara Mustaf, famoso corsario y alcaidedel Pen, que ste sera inexpugnable y que l podra seguir sushabituales correras al corso. Pero Ferret, renegado que supla al cad, seintimid ante la flota de los cristianos, y mucho ms cuando don lvaro deBazn comenz a bombardearle desde sus barcos.

    En la noche del 5 al 6 de septiembre abandon secretamente la plazacon casi toda su gente.

    La conquista haba sido tan rpida y afortunada, que Felipe II,

    complacido, nombr virrey de Sicilia al jefe de la expedicin. Cuando stela recordaba, sola decir que holgara mucho de tener a su lado en todaslas empresas al Padre Alejandro o a otro semejante en espritu ycondicin.

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    LA ACCIN MAS MEMORABLE QUECONTEMPLARON LOS SIGLOS

    (1571)

    La isla de Chipre, montaosa y frtil, vigila el paso de losDardanelos, y, quieran o no quieran, las naves turcas han de navegar bajolas bocas de los caones cristianos cuando se dirigen hacia el Cuerno deOro. Esto no poda sufrirlo el orgullo de los muslimes. Por eso, ya en1570, el Sultn intim el ultimtum a la seora de Venecia:

    Os demandamos Chipre que por grado o por fuerza habris dedarnos; y guardaos mucho de enojar a la tremenda espada, pues la guerraque har contra vosotros ser terrible; no os fiis de la grandeza de vuestrotesoro, pues se disipar como una corriente torrencial.

    El pendn rojo fue izado en la torre de San Marcos: la Repblica

    estaba en guerra con el Imperio turco; pero, cmo podra ella sola resistirlos golpes de la tremenda espada?

    Con grande e ntimo consuelo vio el Papa San Po V que laRepblica veneciana solicitaba ayuda, pues esto le daba esperanzas deresucitar la Liga. l solo no podra levantarla y mantenerla. Francia hacaaos que haba traicionado a Europa; Felipe II estaba seriamentecomprometido con los asuntos de Flandes y tena motivos para desconfiarde los venecianos; la presencia de los piratas en los Algarves absorba todo

    el podero naval de los portugueses, y los embajadores enviados a Poloniay Alemania fracasaron, porque ni Segismundo ni Maximiliano queranexcitar las iras del temible Sultn.

    El estado de la cristiandad deca Po V a los embajadores deEspaa y de Venecia es de tal fragilidad, que, humanamente hablando,bastara un soplo para derribarla.

    Pero cuando la flota de Piali-Pach enfil la costa meridional deChipre, todo el mundo cristiano reaccion consternado.

    Chipre y Creta eran los nicos bastiones de la civilizacin latina en elMediterrneo oriental.

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    Juan de Austria. Este manda izar el estandarte de damasco rojo, en el quecampea la efigie del Crucificado.

    El hijo de Carlos V y el almirante de Seln II estn por fin frente afrente. En las aguas de la Grecia eterna se va a decidir la suerte de Europa

    y la civilizacin occidental por muchos siglos.Bajo la direccin de los cmitres, los marinos abaten y pliegantiendas, envergan velas, embarcan los esquifes, haciendo un planoinclinado con los dos remos. Se barrunta el combate como una tempestad.Y una febril agitacin anima a los buques de la Santa Liga.

    Un capitn de galera avisa por un enlace al Padre Montoya que tengaa bien el ir a su nave para orle en confesin. El capelln del marqusaccede; pero no es uno, sino muchos los gentileshombres que,aprovechando la presencia del Padre, y ante la inminencia de la batalla, lepiden el Sacramento; hasta que el seor marqus le enva recado por uncriado de regresar en seguida, porque deca: Hago ms cuenta de V. M.que de cien soldados que tengo a mi cargo.

    En las naves de don lvaro de Bazn segn dicen las cartas nuasde Sicilia no se vio un hombre turbado ni mudado de color; antes,todos se mostraron revestidos de una santa alegra, como si el EsprituSanto animase interiormente a cada uno.

    En todas las galeras los pitos de plata de los cmitres daban la sealde Armas sobre cubierta! Picas, alabardas, arcabuces y mazas seamontonaban en las arrumbadas, mientras que soldados y oficiales sevestan su armadura, petos y coseletes. Los artilleros cargan caones yamontonan plvora y proyectiles. Y entretanto, los eclesisticos cumplencon su oficio de paz recorriendo los grupos y suscitndoles actos de

    contricin. Los galeotes, que ahora van sin cadenas, excitan mucho sucompasin. Les han prometido la libertad si se logra la victoria, pero losPadres les prometen una libertad y recompensas ms altas. Los quemueran, si se arrepienten de sus pecados, gozarn de Dios.

    A tres millas se abre una media luna de 300 bajeles. Ya se divisa elestandarte blanco del Profeta, que lleva, bordados en oro, unos versculosdel Corn y el nombre de Allah repetido ms de 30.000 veces. Se oyen ya

    los gritos y alaridos y el estruendo de los atabales. Espectculo magnficoy aterrador. Aunque no para el Padre Cristbal Rodrguez, que a punto de

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    insuficiente y se llena el paol del contramaestre y las camaretas de losoficiales.

    Mientras duraba la batalla cuenta el Padre Nieremberg

    andaba el Padre Cristbal procurando el remedio espiritual y corporalde los heridos, confesndolos y ponindolos a bien con NuestroSeor para aquella hora, animndolos con sus santas palabras, yhacindoles curar, acudiendo a esto con tanto cuidado y amor, que nocomi bocado en todo aquel da.

    Cada galera tiene orden de atacar a la contraria; pero la de Barbarigo,en el ala izquierda, se ve impensadamente rodeada por cinco de Al-Pach.Los arqueros moros lanzan sobre ella un chaparrn de flechasenvenenadas, que por su mortal eficacia prefieren a las armas de fuego.

    Los dardos silban; se clavan zumbando en las lonas y arboladuras,cuando no rebotan en la armadura o se hincan en carne. Comienza elabordaje y el cuerpo a cuerpo.

    Barbarigo, espada en mano, manda el envo de refuerzos a proa,donde han puesto su planta los otomanos La visera de la celada le molesta;

    se la levanta, y al instante una flecha certera se le clava en el ojo izquierdoy le atraviesa el cerebro. Se desploma. El Padre Beringucci acude en suauxilio y se inclina sobre el moribundo, cuando un saetazo le destroza larodilla, tumbndole al lado del general veneciano.

    Pero el ala derecha de los cristianos, la de Doria, es la que sufre lasacometidas ms feroces de la Media Luna. En diez de sus buques murieroncasi todos los soldados en la primera hora de combate.

    El estruendo de los mosquetes, los gritos angustiosos de los que caen

    al mar para seguir luchando entre las aguas enrojecidas, el tronar de laartillera, y el chapoteo de las olas contra los cascos vacilantes, produce enlas venas de los luchadores como una fiebre de sangre, de rabia y delocura.

    Los Padres de la Compaa, con pecho intrpido y en lo mspeligroso de la pelea, andaban de unas partes a otras, procurando convigilante y pronta solicitud el remedio espiritual y corporal de losheridos, los confesaban y disponan para la muerte, animndolos consus santas palabras, y hacindoles aplicar medicinas dice

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    querer beneficiarse en lo ms mnimo con los mezquinos trofeos de lavictoria.

    Entre todos ellos, llam la atencin el Padre Cristbal por su manteodescolorido. Don Juan le amenaz un da, bromeando, con tirrselo al

    agua; pero el Padre le contest que lo sentira mucho si as lo hiciera, yaprovech el momento para improvisar un elocuente sermn sobre lavanidad de las riquezas y de los vestidos preciosos.

    Le preguntaron algunos que cmo poda haber dicho con tantaverdad que las naves de los infieles no eran verdaderas, sino pintadas, a loque respondi sencillamente que asi le avan parecido y que asi se lasava representado Nuestro Seor.

    El Padre Cristbal Rodrguez alcanz en el ejrcito una gran fama de

    santidad. Don lvaro de Bazn deca que a sus oraciones atribula l engran parte el xito de la cruzada; pero el Padre responda modestamenteque ms bien se deba a las oraciones y sufrimientos del anciano Pontfice.

    Se maravillaban todos de la rapidez con que haban eliminado lapesadilla del turco. Un soldado de don lvaro de Bazn comentaba congracia:

    Si delante de nuestro Ejrcito en el campamento hubieran puestodoscientos pollos, no los hubiramos pillado tan presto como lasdoscientas velas de los infieles.

    Pero el Padre Juan de Montoya supo muy bien ponderar a su gentelos rasgos providenciales de la batalla para que ms se movieran a alabar aDios que a jactarse de tan gran victoria. Les hizo notar que las horas delencuentro fueron las ms favorables, pues tuvieron al sol todo el tiempo de

    espaldas, mientras que a los otros hera de frente; adems, fue providenciael que se diera tan cerca de la costa, pues si el enemigo se ve perdido enmedio del mar, resiste hasta el fin desesperadamente; por ltimo, tenanque dar gracias a Dios por la extraa concordia que haba reinado entre lasdiversas naciones de la Santa. Liga.

    A varias galeras turcas siguieron dando caza los barcos de don Juan,despreciando la tormenta que empezaba a formarse. Otras 15 haban sidoya hundidas e incendiadas; 190 capturadas; 30.000 infieles haban perecido

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    LA ROTA DE ALCAZARQUIVIR

    (1578)

    Todas las campaas que hasta ahora hemos relatado se realizaron enel mar o desde la costa, con cabezas fuertes de desembarco; pero una vade penetracin, ancha y profunda, por el continente macizo de los desiertosno se haba intentado hasta la malograda empresa de Alcazarquivir.

    Su iniciador fue el arrogante, fantstico y dbil rey Don Sebastin,nieto de Juan III y sobrino del cardenal Enrique. Pareca haber heredado

    todas las ansias conquistadoras de los monarcas que le precedieron.El Rey Prudente, al que propuso en Guadalupe su expedicin, ms

    soada que planeada, intent disuadirle de ella, y su general, elprudentsimo y valiente vencedor de Mlhberg, tambin; pero en vano. Laidea de un reino cristiansimo y lusitano en el corazn de frica era unaobsesin para el joven monarca de Portugal.

    Injustamente se ha culpado a su preceptor, el Padre Luis Gonzlez dela Cmara, de haber inculcado al prncipe la pasin por las empresas

    irrealizables. Ejerci, sin duda, sobre l como preceptor, y ms an comoconfesor, una seduccin innegable; pero siempre le previno contra sucarcter, romntico y enfermizo, y le desaconsej el descabelladoproyecto. La mejor prueba de esto la tenemos en la enfermedad quecontrajo el Padre Cmara cuando supo que Su Majestad, desoyendo susconsejos, se haba embarcado en Cascaes.

    Hizo en Lagos el monarca la primera escala, y desde aqu escribi alprovincial de los jesuitas pidindole capellanes para su escuadra. Leenviaron a los Padres Mauricio Serpe, confesor real; Ignacio Mart,predicador de Palacio; Juan Sociro y lvaro Pereira, y los HermanosManuel Soudos y Bras Fernndez.

    Pero entretanto, el maestro de Don Sebastin adoleca en el Colegiode San Antonio de un mal que los mdicos llamaban melancola. Unacarta que escribi al regio discpulo rogndole que regresara caus en stetal impresin, que a poco tocaban otra vez las naves las mrgenes delcaro Tejo.

    El Padre Luis Gonzlez muri a poco de regresar el rey, y esto leprodujo tal sentimiento, que se admiran muchos de sus bigrafos. No

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    llor as por la abuela, ni por la madre, ni por la ta, la infanta doaMara...

    Pero, a pesar de su llanto, se dio cuenta de que haba desaparecido elms fuerte opositor de sus planes. Acab de confirmarle en ellos la llegada

    de Ab-Abdalah-Mohamined, apellidado el Negro, que pretenda recobrarel trono de Marruecos, y volva despechado de la Corte de Espaa. laseguraba al rey Don Sebastin que nada ms poner el pie en la Mauritaniase sublevaran las harcas en su favor.

    Mil buques transportaban 6.000 italianos, 3.000 alemanes, 1.000espaoles y 13.000 portugueses rumbo al frica desconocida y salvaje.Desembarcados en Arcila, se dirigieron a la villa de Almenara formados de

    la siguiente manera:Al frente, don Duarte de Meneses y los caballeros de Tnger; a

    continuacin, la artillera y la infantera, tanto de tercios nacionales comoextranjeros. A ambos lados, la caballera, donde iba el rey con su squito;y en el centro casi todos a caballo, la gente de justicia y los eclesisticos.Entre stos aparecan quince jesuitas, que llevaban al Padre MauricioSerpe por Superior, y eran Alejandro Villarreggio, Pedro Martnez,Antonio de Brito, Diego de Barros, Fernando del Prado, Francisco de

    Arajo, Guillermo Fernndez, Martn de Melo y Melchor de Oliveira, mscinco Hermanos coadjutores.

    Caminaba el ejrcito hacia la raya del Luccus, en direccin aLarache. La marcha era muy fatigosa, por las irregularidades del terreno ylos rigores del sol. De los vveres repartidos para seis das, haban gastadola mitad en uno de marcha. El 31 de julio se present en el campamento elcapitn espaol Francisco de Aldana con 500 soldados. Entreg al rey DonSebastin una carta del duque de Alba con algunos consejos muy prcticosy le regal, en nombre de Su Majestad, el yelmo con que el emperadorCarlos V haba entrado vencedor en Tnez.

    El viernes 1 de agosto, antes de salir el sol, parti el ejrcito deAlmenara. Durante la marcha, algunos soldados enflaquecidos por lainsuficiente alimentacin, agotados por las interminables caminatas en lashoras ms ardientes del da, con vrtigos y delirios que provocaba la sed,

    tiraban las armas y se dejaban caer en el camino. Los alemanes, sobretodo, eran los ms sensibles a esta lluvia de fuego. A los que caanrecogan los religiosos en enfermeras improvisadas con grandes toldos

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    LUCHARON CONTRA LOS ELEMENTOS

    (1588)

    En la flota gloriosa que echaron a pique las tempestades se hallaronveinte jesuitas de la Asistencia espaola repartidos de la siguiente manera:ocho de Portugal, seis de Andaluca y otros seis de Toledo. De los veinte,desaparecieron cuatro, sin que tengamos ninguna noticia de su ltima hora.Sus nombres: Gonzalo del lamo, Damin Gutirrez, Fernando de Tares y

    Juan de Ocn. Los dos ltimos, Hermanos coadjutores.Con este dolorossimo desastre, que privaba al monarca catlico de la

    ocasin de redimir un reino, creci la audacia de los ingleses, quienes, nocontentos con atacar las armadas que venan de Indias, invadieron ysaquearon el puerto de Cdiz (1596). Este incidente, unido a las llamadasde los irlandeses, que decan estar dispuestos a tomar las armas contra lareina hereje, determinaron al rey Felipe a preparar una segunda flota,aunque de menores proporciones que la primera.

    Los 150 bajeles concentrados en el mar de la Paja llevaban a bordo15.000 hombres a las rdenes de don Martn de Padilla, adelantado mayorde Castilla y conde de Santa Gadea. El Padre general, Claudio Aquaviva,seal como capellanes a quince sujetos de las cuatro provinciasespaolas. Slo seis quedaran con vida; a siete esperaba la muerte en ElFerrol a consecuencia de los trabajos y enfermedades contradas durante lanavegacin y los otros dos pereceran en memorable borrasca.

    De estos dos ltimos, que se embarcaron en la nao aragonesa deOliste, capitana de Levante, vamos a ocuparnos exclusivamente. Fueronellos, por el marco heroico de su agona, por su reaccin entera e ignacianaante los grandes peligros, los que mejor revivieron la gloria de unatradicin castrense inaugurada en las galeras del emperador.

    Eran los Padres Jorge Blanier y Rosillo. El primero, de familia noblede Lieja, y adjudicado a la Provincia de Toledo, estudi la Teologa enAlcal. Fue ministro en el Colegio de Oropesa, y de aqu, a la edad detreinta y siete aos, pas a la armada del rey Felipe.

    El segundo, de la misma Provincia y escolasticado, se hizo famosoen las Misiones populares. Su campaa misionera y castrense comenzara

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    inevitable y que nadie quera pensar. Un crujido seco, y el barco quedfijo, inclinndose un poco hacia un costado. La encalladura. El casco y losmstiles retemblaron al choque y todos se lanzaron a la borda, pensandoque el barco se desencuadernaba. Encajonado en el arrecife y sometido a la

    imponente presin de los elementos, la capitana de Oliste se destrozabapor minutos. Estaban a la altura de Corcubin. Los nufragos lanzaban gri-tos de suprema angustia y se esforzaban por descubrir una luz en elhorizonte. Tan slo el fulgor moribundo de sus faroles iluminabasiniestramente la arboladura inclinada.

    Muchos se echaron al agua, pero se estrellaron contra los salientes delos peascos; aunque de algunos se dijo despus haberse salvado sobre unatabla.

    El capitn Chinchilla hizo ademn de seguir la suerte de estostemerarios, pero un Padre le tir de un brazo y le mostr en la oscuridadlos cuerpos de los ahogados.

    Aunque era un galen fuerte como un castillo, lleno de portillos, sedeshaca en pedazos como si fuera vidrio, y era tan temible la tormenta ylas ondas del mar que en l entraban, que arrebataban a muchos de la placadel navo; por lo cual, los Padres se recogieron en la popa con casi todos

    los caballeros., All levantaron el crucifijo como seal de combate contralas iras del mar y les animaron a confiar en el cielo. Un golpetazo enormelevant en vilo el barco y abri una va de agua irreparable. Se aproximabael fin aceleradamente. Pero aquel golpe fue tambin fortuito, porque a suimpulso se inclin el palo mayor, largusimo, hasta tocar con su punta entierra, y as se encontraron con un puente improvisado para alcanzar lacosta. Cruzaron por all 150 de los 800 que componan la dotacin delbuque. Algunos que se haban encaramado a las jarcias se encontraron en

    salvo sin gran esfuerzo. Pero el puente aqul, golpeado violentamente porel mismo oleaje que lo haba formado, se redujo a astillas con trozos decuerda y lona.

    Un superviviente, don Juan de Avellaneda, cont en una carta a suamigo Francisco de Silva lo que le ocurri aquella noche con los dosjesuitas. Su fecha, 28 de diciembre, est muy prxima a la tragedia.

    Avellaneda se puso al servicio de los religiosos con estas palabras

    que l mismo escribe:

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    II.- FLANDES

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    EL SITIO DE MASTRICHT

    (1579)

    Desde el alba al ocaso se trabaja afanosamente en los dos partidos. Elde Farnesio, por aislar la ciudadela, segn su vieja y acreditada costumbre.Los de dentro, por hacerla inabordable a los soldados de los tercios, losms admirados y temidos de Europa, al decir de Rstow (3).

    No era el gobernador de Mastricht, un Schawarzenberg, demasiadoperito en las artes militares, pero tena a su servicio a un ingenieromagnifico, Sebastin Tapin, que se habla entrenado con La Noudefendiendo La Rochella.

    Tapin fue un organizador admirable de actividades. En vez dedesechar al elemento civil, como suele hacerse en estas ocasiones, se sirvisabiamente de l para sus planes, y aun admiti dentro de sus muros a lasbandas de campesinos que erraban por el campo evitando la caballera deOctavio Famesio. Tapin haba acumulado grandes cantidades de vveres, yno le importaba el que la poblacin actual de 30.000 habitantes, ms laguarnicin de 1.200 soldados, se viera incrementada por ms de 3.000aldeanos sufridos y diestros para el trabajo.

    Aun de las mujeres se vali para consolidar los muros, levantados enla primera mitad del siglo XVI, y los torreones; y, adems de esto, elevlos reparos, construy revellines delante de las puertas, practic casamatasen los flancos de los bastiones y hornillos de minas en la contraescarpa contoneladas de plvora. En la muralla mand abrir falsas puertas que nofuesen advertidas de los asediantes y a ellos les permitieran salidas inespe-radas. Dentro amonton barricadas, cuas, semilunas, todos los inventosque le sugera su espritu inteligente y su experiencia larga.

    La situacin del ejrcito atacante era muy diversa. A Farnesio lefaltaban trabajadores. Y su espritu agudsimo y emprendedor tambin leinspiraba a l un sin fin de recursos tcnicos para derrocar la plaza. Haba

    que construir dos puentes para enlazar los dos cuerpos de combatientesdivididos por la raya del Mosa. Estos tenan que sujetarse en los extremos,3Geschichte der Infanterie, t. 1, p. 213.

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    entregarse a Dios. Se consideraban como los voluntarios del Papa,llamados a exterminar la hereja, y la presencia del jesuita en los reales lesera simptica y familiar.

    Algo o mucho saban ya de l. Haban odo que era natural de

    Toledo, que don Juan de Austria, al que asisti en la muerte, le introdujoen los ejrcitos, y que haba brillado como telogo en Lovaina; aunque, enrealidad, Juan Fernndez, ste era su nombre, sera siempre ms famosopor Amberes y Mastrich que por Lovaina.

    Una paloma que haban cogido por aquellos das llevaba en el alaizquierda un billete del prncipe de Orange, en el que prometa refuerzos alos sitiados para el 15 de abril. Alejandro Farnesio tena que adelantar lafecha del desenlace. El 8 de abril qued sealado para el asalto general.

    La vigilia reuni a los coroneles y maestres de campo y les anuncique deban estar dispuestos a marchar al da siguiente temprano con sustropas.

    Los soldados fueron confinados en sus cuarteles y se prepararon parael combate limpiando sus armas, redactando su testamento o marchando deuna a otra tienda para despedir a los amigos.

    O buscando al misionero para borrar sus pecados. Todo estabapreparado: las trincheras haban sido alargadas hasta el foso mismo de laciudad; las minas, a punto de estallar, y la artillera, en posicin. Era staabundante y poderosa. Estaba formada por 50 grandes piezas, ms otrasmuchas de menor calibre; pero daba pena el ver que una de aqullas sevea precisada a sealar con su terrible boca a una imagen de NuestraSeora con el Nio, puesta por los herejes en el lugar ms visible delalmenaje. Aquella imagen pareca pedir a los bravos infantes de SuMajestad Catlica que fueran a rescatarla.

    Juan Fernndez la vio y se acerc a un alferecillo de muy buen verque despreciaba los sermones del jesuita.

    Quin no tiene nimo para rescatarla? le dijo; hacedlo, y asus pies daremos gracias por la toma de Mastricht.

    A lo que respondi el alfrez, que era Alvar de Mirabal:Jams pise yo, tierra de Castilla si ese Juan Fernndez no tiene

    por mas fcil escalar un baluarte que echar una absolucin!

    Al amanecer del da 8, las bateras situadas ante la puerta de Tongresy Bois-le-Dar comenzaron el bombardeo. Dos columnas de asalto se

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    preparaban para la escalada: la primera estaba formada porgentileshombres, aventureros o voluntarios, que haban seguido a Farnesioa su salida de Parma, y que capitaneaba Fabio Farnesio, caballero de Maltay pariente del prncipe. La otra, que atacara por la puerta de Tongres, la

    integraba el tercio llamado de la Liga, porque haba combatido en aguas deLepanto. La mandaba el espaol Hernando de Toledo.

    Cuando pareci que el destrozo de la artillera era suficiente, se lanzla infantera al asalto. Los primeros en encaramarse a la brecha fueron dosgentileshombres de Italia y de la casa de Parma, que perecieron al instante.

    La brecha era demasiado angosta y el frente sobre el cual los asaltantes sedesplegaban demasiado largo, lo que engendr una confusin ydesconcierto extraordinarios.

    Andrs de Prado escribi: El asalto se dio lo ms desordenadamenteque nunca se ha visto.

    Entretanto, los defensores tuvieron el trabajo fcil. Con espadas,picas, mosquetes y aun fuego, agua hirviente y piedras, rechazaban a losespaoles que intentaban subir por las escalas arrimadas al muro. Los

    campesinos manejaban la cuchilla como si estuvieran segando. Lasmujeres precipitaban crculos de fuego artificial que aprisionaba a dos otres soldados a la vez y los hacan caer, contorsionndose, sobre las piedrasque los caones haban arrancado.

    Un testigo ocular describe as el espectculo que se ofreci a su vista:

    Era cosa para llorar el ver los que haban sido heridos por el fuegode la artillera, mosquetes o arcabuces. Al uno le faltaba una pierna, al otroun brazo; en uno se vean las entraas saltar del cuerpo; en otro, la mitadde la cara haba desaparecido. Otros moran en las manos de los que lestransportaban. Otros tenan heridas extraamente repartidas por otro

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    soldados le daban escolta, y el Hermano Vicente Zelande, muy satisfecho,le llevaba las bridas.

    El primero en reaccionar ante el aparatoso desastre del mes de abril,fue el prncipe de Parma, gobernador de los Pases Bajos. A la entrada desu tienda reuni a sus maestres de campo y coroneles y les areng con talpersuasin, que logr reavivar en sus almas la llama del entusiasmo. Laadversidad se vence con la generosidad... Dejad hacer a Dios y a mi!

    Mientras tanto, los soldados, que reciban las pagas con muchairregularidad, y que llevaban dos meses de sitio sin compensarse con elbotn, comenzaban a sentir los efectos del hambre. Se deslustraban losbrillantes uniformes de que tanto se preciaban.

    Y aqu era donde se esperaba ms de la caridad inagotable eingeniosa de nuestro Padre Fernndez. El capelln gozaba de prestigio enel campamento por sus sermones, afanes apostlicos y, sobre todo, por suvida santa, que no se poda ocultar. Siempre le haban conocido con susotana rada y su crucifijo al pecho; siempre se alimentaba a base degazpachos, que deca le sentaban muy bien. Por eso conquist un raroascendiente entre los mercaderes de la comarca, fabricantes de paos,tapices y cerveza, que acudan al misionero castellano para librarse de susinquietudes. El Padre Juan Fernndez puso toda su fama al servicio de sushombres. Consigui fuertes limosnas, y con ellas, y por medio de unadministrador seglar, adquiri calzas, jubones y camisas para los ms des-heredados, y aun regalos para los enfermos.

    Pera el mayor donativo lo consigui en el campamento mismo. Parasolaz de la tropa, admiti Farnesio en los reales a una especie de mago o

    brujo que posea el arte difcil de los encantamientos. Lo supo en seguidael misionero, y dijo que si no expulsaban a aquel representante del diablo,l se ira de los campamentos. El prncipe despidi al hechicero; pero paracontentar a los seores que se lo haban enviado, le regal una cadena deoro, un caballo y otros objetos, cuyo valor llegaba a los 2.000 ducados.

    Cmo...? pregunt, indignado, el Padre cuando lo supo Quhabis dado 2.000 ducados al demonio? Pues bien ser que ahora deis4.000 para Dios, y si no, que tengo de marcharme del campamento.

    El de Parma se los dio, y an qued muy alegre de haber comprado atan poco precio su presencia entre los soldados.

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    Para ellos viva el hroe del foso de Mastricht. Para ellos era suoracin, sus ayunos, su indmita resistencia al fro y su paciencia en lasprivaciones de la guerra larga en tierra extranjera. Para ellos y por ellos selevantaba siempre a orar a la medianoche, aun cuando la helada endureca

    los canales, y se sentaba despus sobre su lecho de pajas a cantar lossalmos de Nuestra Seora. Para asistirlos podan llamarlo a cualquier horadel da o de la noche.

    Vinieron unos en el tiempo de su nica comida al da, y el Hermanolos despidi por parecerle el momento demasiado inoportuno; pero elPadre, que habla odo la conversacin, sali al instante y ri al Hermanopor la poca cortesa que haba usado con los soldados. Despus le explicque por la mucha inconstancia de estos hombres, cualquier ocasin era

    buena para ayudarles, y que no quera que le dijesen a l el da del Juicio:Traidor, que por comer a tu gusto dejaste perder las almas!

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    como un rector.

    El duque de Parma, al principio, los admiti a todos en su casa,mantenindolos a sus expensas, hasta que los hizo inscribir en los librosreales como a autnticos militares; pero en vez de sueldos les asign

    limosnas fijas, que alcanzaban los 250 escudos de oro al mes. CuandoFelipe II tuvo conocimiento de esta nueva milicia de sacerdotes se sinticomplacido.

    Fue en el seno de la Orden dende brotaron las primeras dificultades.El Padre Provincial vea serios inconvenientes para la vida de observanciaregular; pero el visitador, Padre Manareo, le quit los escrpulos con estaspalabras:

    Es la voluntad de Farnesio conservar a nuestros Padres en suejrcito, y su presencia hace bien.

    Y despus de trazar el retrato del buen castrense, concluye con estaspalabras:

    ... porque el campamento requiere un hombre integrrimo,entusiasta, despierto, hbil, robusto y paciente.

    Algunos de los colegios existentes en Blgica son un vestigio de estamisin. Escriba Toms Sailly en su diario de la casa de Bruselas (1603):

    Los nuestros querrn abrir aqu un colegio en seguida; que no

    olviden nunca que lo debern en buena parte a los rudos trabajos y ala sangre derramada por sus hermanos de los campamentos.

    En esta ciudad haban establecido sus cuarteles de invierno. Perocuarteles o colegios, estos centros fueron los verdaderos diques en losPases Bajos contra la inundacin de las herejas. As al menos parecientenderlo Alejandro Farnesio cuando escriba a Felipe II en 1580:

    Seor, deseaba V. M. que mandase construir una ciudadela en

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    Esta es la famosa Misin castrense, tan ardua pero tan fecunda, queenamor al joven Juan Berchmans, estudiante jesuita del EscolasticadoRomano. Fue sta una perspectiva de su celo, un horizonte que iluminetapas grises de vida comn y estudio. Con la idea de ayudar un da a los

    soldados que moran en el campo de batalla, se aplic con fervor alaprendizaje de las lenguas, en especial del francs.

    Los haba conocido. Un da de fiesta, cuando los escolares sedispersaban por las calles y plazas de Roma para ensear catecismo,Berchmans fue a dar en una pia de milites divertidos que beban yjugaban en el barrio de Nuestra Seora del Monte. Pareca que no iban ahacerle caso, pero l se encomend a la Virgen, se subi a una mesa de lataberna y capt la atencin de los soldados desde el Avemara. Dice su

    compaero el Padre Chellini que acabada la prdica, todos leacompaaron hasta el colegio con mucha quietud y reverencia (5).El santo de Diest, por su carcter vivo, generoso y emprendedor,

    hubiera sido un apstol modelo en los campamentos; pero muri a losveintids aos en el Colegio Romano el 1621. La fecha en que Epernonpona sitio a la Rochela, baluarte de los hugonotes; y el emperador ven-gaba viejas afrentas en la Praga reconquistada; y Felipe IV de Espaapreparaba hombres y dinero para mandarlos a Holanda.

    5 Cros ele Si. Jean BerchtttattS (Paris. 1294), p. 257.

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    EFEMRIDES IMPERIALES

    1600. La Misin est a punto de desaparecer. El Padre Generalconsigue de los duques que el nmero de capellanes se reduzcaa la mitad.

    Los enemigos de la Compaa de Jess en la Corte quie-ren hacer ver a S. M., que sin los jesuitas, la asistencia religiosaestar suficientemente asegurada, y, por otra parte, de su

    supresin se seguira una notable economa en el Tesoro.Es Ambrosio de Spnola el que sale a la defensa de la

    Misin y desbarata las intrigas con tanta brillantez, que la salvapor muchos aos.

    El dos de julio mueren tres jesuitas en Nieuport.

    El Padre Provincial escribe una carta emocionante alsuperior de los Capellanes, mandndole que exhorte a sussbditos a la prudencia.

    Pero en el sitio de Ostende caen diez.1614. Se moviliza la Misin a favor del marqus de Spinola.

    Wezel se toma Y cinco sacerdotes y dos hermanos coad-jutores establecen una residencia temporal. La poblacinpermanece hostil, por lo que los castrenses se dedican slo a lasfuerzas de ocupacin.

    1621. Toma la Misin a su cargo el Padre Herman Hugo, confesor

    de Spnola.1623. La infanta Isabel confa a los jesuitas flamencos el cargo de

    capellanes de la artillera que tena sus cuarteles en Malinas.Este ministerio reclamaba mucha virtud en los religiosos, peroellos se entregaron con tal fervor, que en l hubieranpermanecido toda la vida si la obediencia lo hubieraconsentida.

    1624. Calcada en la Misin de tierra, funda Spnola la Misinnaval, que la Reina Gobernadora encomienda a los Padres de laCompaa.

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    Un Privilegio Pontificio concede a los reyes la facultad deescoger libremente a los capellanes del Ejrcito y la Armada.

    De acuerdo con el Padre Provincial, Santiago Van derStraeten, los Padres Navales no subirn a las galeras

    corsarias, sino solamente a las reales.La Misin radica en Dunquerque, cuyo rector asume sudireccin con el titulo de capelln en jefe de la flota y delAlmirantazgo.

    El nmero de capellanes ser igual al de navos de altobordo que tomen parte en la expedicin: Dos capellanesquedarn en el puerto de amarre para servicio de los que all seconcentren; peridicamente visitarn las estaciones de Ostende

    y Nieuport.Cost un poco al principio que se confesaran y

    comulgaran a la partida, pues lo tenan como seal de cobarda.

    En cada navo haba una imagen de Nuestra Seora, y atoque de campana y arrodillados, la saludaban tres veces al da.

    La Misin naval subsistir hasta principios del sigloXXVIII.

    1625.Rendicin de Breda.

    Los capellanes fundan el colegio de esta ciudad

    1626. El tifus hace estragos en una nave. El Padre TeodoroSchoenman muere a la cabecera de los enfermos. Deca elcapitn con lgrimas en los ojos, que hubiera querido salvaruna tal vida al precio de la de su propio hijo.

    1627. El capelln Enrique de Vriese fue herido en la cabezamientras reciba la ltima confesin de un moribundo. Se hizouna venda, y todava sangrando vol al sitio del combate; aqu,con su ejemplo y exhortaciones, anim a los soldados.

    Francisco Bray, durante la batalla, estuvo en el puente conel crucifijo en la mano. De repente, una bala le parti el brazo.Cogi el crucifijo con la otra, y dominando el sufrimiento,continu sus exhortaciones hasta que un proyectil barri el

    puente y le mat al lado del capitn. Instantes despus, el barcovolaba, cuando ya haba hundido al navo contrario.

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    LA ARAUCANIA REBELDE

    (1597-1656)

    Pocas sublevaciones de indios habrn tenido la violencia y el enconode la llamada Guerra del Arauco. Problema viejo en los estrechos y ricosvalles de Chile y que tom nuevo impulso por la codicia de los colonos.Estos buscaron un valladar seguro en los misioneros de la Compaa, y por

    eso el general Garca Ramn pudo escribir a Felipe II que eran maspoderosos dos solos misioneros para rebatir el furor de los enemigos ycontener a los amigos en la lealtad prometida, que todo el ejrcito real;por lo que sera conveniente al servicio de Su Majestad, mandase mantenerexpensas no slo dos, sino diez misioneros jesuitas en las fronteras delreino.

    El Padre Valdivia, famossimo conquistador de almas, hababautizado setenta mil indios en siete meses; pero vio que su labor no era

    secundada en las poblaciones de los castellanos. Comenz a predecircastigos terribles contra aquellas ciudades como un profeta del AntiguoTestamento; pero en vano. El lujo, la ambicin y la vanidad corrompan auna sociedad de explotadores.

    Los caciques conspiraban y tenan sus reuniones de medianoche.

    Consult el Padre Valdivia al Padre Provincial sobre el camino quedeban seguir y ste le dijo: Salgan pronto de esas ciudades del sur parano ser oprimidos.

    El asesinato del gobernador y cincuenta y siete capitanes en 1598 fuela convocatoria terrible para la venganza. Aullando, matando, esgrimiendosus pesadas mazas asaltaron los indios los poblados y fuertes de losespaoles. Hasta los cimientos fueron arrasadas las ciudades de Santa Cruzde Loyola, la Imperial, Villarrica y otras, despus de haber sidoabandonadas o tomadas a viva fuerza. Los sitios prolongados y laesclavitud a que se vieron sometidos los espaoles ocupa un captulo largo

    en la historia de Chile.La flecha, seal de guerra para los indios, recorri todo el pas

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    EL EJRCITO DEL PARAGUAY

    Cuando se ve una flota de balsas remontando el ro Uruguay a finesdel siglo XVII, se piensa lo que serian aquellos inmensos territorios si nohubiera sido por un puado de misioneros. La tribu de los guaranes noslo comprenda la actual Repblica del Paraguay, sino tambin la delUruguay, la ms extensa de la Argentina y las provincias meridionales delBrasil. En estos espacios inabarcables, un tercio aproximado del continentesudamericano, vivan los indios en sus mseras tolderas, entregados a laborrachera, la poligamia, las supersticiones y a veces la antropofagia.

    El gobernador, don Hernando Arias Saavedra, se preocup de ellos yencomend a los jesuitas la misin de reducirlos.

    Con donecillos, promesas y msica consiguieron, poco a poco,atraerlos. En 1610 se fundaba la primera aldea, San Ignacio Guaz, ydesde entonces, a costa de sudores y martirios, se fueron poblando lasorillas del Uruguay, Paran y Paraguay con pueblecitos encantadores: SanLuis, San Borja, San Miguel, San Juan.

    Al entrar por sus caminos de agua y recorrer sus calles y admirar susplazas y observar sus talleres, nos sobrecoge la emocin ante la fuerzacreadora que representan.

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    Los trescientos remeros indgenas chapotean sus remos en silencio.El misionero va en un extremo rezando, leyendo o meditando. Viene devender unos fardos de hierba mate, porque aquellos indios necesitanducados para pagar su tributo personal al rey de Espaa. Es la hora del

    ngelus. Suena el orfen guarantico, y despus todo vuelve al silencio.Desembarcamos en Yapeya, pero podra ser Concepcin o SanPedro, o cualquiera de las treinta poblaciones del Imperio jesutico.Todas tienen idntica estructura. Una plaza en el corte de dos callesprincipales. En ella, la iglesia, que tiene a un lado la residencia de losPadres y las escuelas; y al otro, los talleres de artes y oficios: herrera,platera, sombrerera, arpera, carpintera; detrs, un cercado donde secultivan el maz y el algodn. Hay hortalizas. En los campos vecinos pasta

    el ganado. Y enfrente de la iglesia, que llama la atencin aun en lasruinas por la esplendidez barroca de su construccin, se levantan elhospital, el cuartel y los almacenes. Las casas de los mil, o tres mil, o sietemil habitantes estn alineadas en un orden tan sencillo y exacto como es elrgimen de vida que se impone a sus moradores.

    En todos los pueblos hay reloj de sol y de ruedas, para regular lasdistribuciones religiosas, dice Cardiel en La defensa de la verdad.

    Muchas acusaciones se han hecho a los jesuitas dice Carlos

    Pereyra, historiador mejicano. Pero se tiene por grande quien puedeimitar aquella accin. Crearon la abundancia con jornales de seis horas.Es bastante.

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    Envidiosos de aquella comunidad ideal, que nos recuerda los alboresdel cristianismo, ha habido muchos, desde los habitantes de la poderosaciudad de San Pablo hasta nuestros das, pasando por Pombal. Desde losprincipios ha estado este reino, como la Iglesia, bajo el signo de la Per-

    secucin.Los paulistas, aventureros que se embarcaban codiciosos de oro obuscando impunidad para sus crmenes; los mulatos y mestizos que se lesagregaban, apoyados por los indios tupies, se fueron corriendo hacia elOccidente, ms all de la lnea de demarcacin. Sus incursiones o malocasiban a paralizar el movimiento cristiano y civilizador de las reducciones...

    En 1628 cayeron sobre ellas a sangre y fuego cuatrocientos paulistasy dos mil tapies, protegidos por un gobernador del Paraguay, antiguo

    combatiente de la guerra de Chile y enemigo declarado de los jesuitas.Poco qued de la reduccin de San Ambrosio; y como el golpe resultbien y las autoridades de San Pablo se hicieron cmplices con su silencio,cay pronto la de San Miguel y la de Jess Mara, de la que se llevaron alos indios cautivos, cogidos por colleras. Su prroco, el Padre SimnMassetta, quien nos relata los hechos, quiso acompaarles metiendo lacabeza en otra collera, pero los paulistas lo rechazaron de mala manera.Los tapies reunieron a todos los ancianos, enfermos e incapaces y los

    arrojaron a una hoguera. Ni en tierra de moros ni de turcos se hace lo queen este Brasil dijo Massetta.En 1630 slo quedaban en el Guayr las dos primeras reducciones,

    de once que llegaron a ser; y cien mil indios se haban reducido a doce mil.

    De nuestras celdas y de nuestros brazos nos sacaban a los indio,escribe el Padre Ruiz de Montoya, superior de las Misiones. A ste sedebi el xodo maravilloso hacia las tierras del Surorilla izquierda delParanpara librar a los indios de tan sangrientos vejmenes. Conocida es

    esta odisea de las setecientas balsas, en las que los misioneros tuvieron quevender los librillos, sotanas y ornamentos; y aun as se hubieran muerto dehambre si un buen espaol no les hubiera cedido un rebao de cuarenta milvacas.

    Pero aquello slo fue una tregua. A los cinco aos tenan otra vezencima las hordas de indeseables, que ya se haban atrevido con la regindel Tape y los Itatines.

    Se impona la defensa armada. As se lo propusieron al Padre generalMucio Vittelleschi, y ste la aprob, con tal de que sus sbditos noactuaran como capitanes.

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    Pero cmo podran los indios oponerse a las armas de losportugueses? Las reducciones ms parecan adaptadas al idilio de una pazlaboriosa que a los horrores de una batalla. Sus habitantes contaban conflechas de madera poco pesadas, cuya parte aguda eran las espinas ms

    fuertes de los pescados. Mejores para la caza que para la guerra. Eranhabilsimos en el manejo de la macana, al estilo de la clava antigua. Porradura y pesada, de unos siete decmetros, adelgazada por el centro yengrosada por los extremos, que dejaba fuera de combate al que recibieraun golpe Tenan armas arrojadizas y las famosas bolas; pero, qu era esematerial arcaico ante los arcabuces de los paulistas?

    El Padre Ruiz de Montoya se traslad a la corte y habl con SuMajestad (1630). Le expuso la situacin de las reducciones, porciones de

    su corona, con tales colores, que, impresionado el rey, encomend elasunto al Consejo de Indias con estas palabras:Mirad de las cosas que ese religioso me avisa; son de tanto peso,

    que mi persona haba de ir al remedio. Remediadlo con todo cuidado.

    Remedio rpido y eficaz propuso el mismo Montoya: quepermitieran a los indios el uso de la plvora. Al principio encontr fuerteoposicin, pues teman que algn da volvieran las armas contra losmismos que se las haban entregado. Despus de interminables disputas,

    transmitieron el asunto al virrey del Per, marqus de Mancera, para que lresolviera con su buen juicio. Volvieron en Lima las negociaciones, lasconsultas, los informes y alegaciones, hasta que el Hermano coadjutor Do-mingo Torres, ex combatiente en la guerra de Chile, ense a los nefitospor su cuenta el manejo del arcabuz. Los alumnos salieron muyaprovechados, y, adems, por su docilidad reconocida y desprecio de lavida, estaban en magnfica disposicin para militarizarse. A fines de 1640haba en las reducciones unos centenares de armas de fuego y una pieza

    pequea de artillera, salida no se sabe de dnde.

    Ya descendan los paulistas por la corriente del Uruguay. Yarebasaban las zonas de cultivo donde crecan la yuca y la hierba mate.Cinco canoas de guaranes les salieron al paso rogndoles, por su bien, queno siguieran adelante. Aquellos colonos sanguinarios, hroes de las en-tradas, despreciaron a los emisarios indgenas, creyndose muy superiores.

    Los parlamentarios se retiraron. En las reducciones se dio la seal dealarma, y en esto, un proyectil de can que parte una canoa por medio, yotro caonazo que hunde a otras dos. No se haban repuesto de la sorpresa

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    guaran ante los reyes de Espaa, atribuyendo la victoria a sus dotesmilitares y al espritu infundido por sus maestros, los jesuitas.

    Un ao ms tarde, por uno de los varios Tratados provisorios, lacolonia fue devuelta a sus injustos fundadores. Pero vino la Guerra de

    Sucesin y la conmocin de Espaa repercuti en sus dominios. Losportugueses del Sacramento se declararon a favor del archiduque Carlos, yel gobernador de Buenos Aires tuvo que hacerles otra vez la guerra.

    Al Superior de la Misin y al Padre Provincial pidi un contingentede 4.000 indios, y ste en persona fue recorriendo los pueblos para cumplirel encargo.

    ... Unos bajaban por el Paran y el ro Uruguay en balsas, y otrospor tierra, con muchos caballos y mulas para cargar los bastimentas, noslo para el viaje, sino para sustentarse todo el tiempo del sitio, y granrodeo de vacas. Venan tambin sus capellanes.... (cuatro sacerdotesjesuitas) y los Hermanos... (tres coadjutores) (11) Se pusieron a lasrdenes de Garca Ros, y el 18 de octubre de 1704 formalizaron el sitio.

    Fue la primera campaa que emprendieron de gran estilo. Tenan seisbateras instaladas en el circuito exterior. Cuatro meses dur el asedio, y enl demostraron un completo dominio de la tcnica guerrera. El jefe de laplaza pidi refuerzos a Ro de Janeiro. Indios y castellanos estrecharon elcerco hasta tiro de pistola e hicieron a los sitiados honrosas propuestas derendicin. Pero cuatro buques portugueses lograron penetrar en el puerto, yen ellos huy la guarnicin, con sus jefes, hacia la capital brasilea.

    Los soldados guaranes no queran recibir nunca los sueldos debidosa sus servicios. A persuasin de sus capellanes, los cedan a beneficio de laReal Hacienda, que no andaba muy sobrada de fondos. La paga de aquel

    ejrcito, a razn de real y medio diario por persona, hubiera ascendido a180.000 pesos de plata. Y no solamente ahorraban del Tesoro, sino quesustentaban a lo restante del ejrcito con las inmensas vacadas que sellevaban consigo.

    En el sitio de la Colonia de 1735 fue muerto de un balazo el jesuitaToms Werle, bvaro de nacionalidad, cuando se hallaba en el campoasistiendo a los guaranes.

    Los servicios ms importantes prestados por el ejrcito del Paraguay

    11 Bauz, I.; Docum. n. 4.

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    No hay nada de pan, nada de caf, y, lo que es ms asombrosoen este pas, nada de azcar. El cuero es tan raro, que es precisopagar sumas fabulosas para obtener un par de zapatos. Encompensacin, las consolaciones espirituales abundan, y los Padres

    estn de acuerdo en decir que si fuesen solamente una veintena losque pudieran dar misiones en el Sur, en poco tiempo se convertira elpas. Un cambio de los ms notables se ha operado en la poblacin.Los que en otro tiempo no queran ni or hablar de religin catlica,se muestran ahora muy dciles y dispuestos a dejarse instruir. Estasbuenas disposiciones no son particulares de la Luisiana. Solamenteen la ciudad de Norfolk (Virginia) nuestros Padres han bautizado 800soldados.

    Esta carta resume las impresiones del capelln prisionero. En cuantole permitieron el regreso, en un barco que le dej en Harrison Landing, sepresent al general Jorge Brinton Mc-Clellan, jefe del ejrcitoantiesclavista. Su prestigio de apstol era el mejor salvoconducto paraviajar por todos los Estados, como si en ellos no reinara la divisin msprofunda.

    El coronel lo tom consigo y llev por las tiendas, declarando que el

    capelln poda recibir a cualquiera que quisiera dirigirse a l.El nuevo campamento de Brinton estaba en un lugar muy insano y

    caluroso. Comenz a resentirse la salud del capelln, y con motivo de unosdas de permiso que le concedieron en retaguardia, sinti la tentacin decambiar aquella vida por la paz y el orden de su residencia. En otra cartadescubrimos su reaccin generosa:

    Alguna vez me venia el deseo de no volver al ejrcito. Lossuperiores tenan necesidad de m; sin embargo, me dejaron librepara decidirme a lo que juzgara ms a propsito ad maiorem Deigloriam. He credo deber mo el volver por el bien de los pobressoldados catlicos.

    Otra razn me solicita. Acaban de reducir el salario de loscapellanes. Muchos ministros protestantes se han retirado enconsecuencia, y tambin porque encontraban la vida demasiado dura.

    Pens que era mi deber mostrar que un sacerdote catlico no estinfluenciado por tales motivos, y que hay que hacer el bien al preciode cualquier sacrificio.

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    Confieso escribe el oficial que mi admiracin subi de puntocuando a solas recapacit lo que haba odo.

    El Padre Antonio Salazar se estableci en Iquique, puerto salitrero

    que presenci el combate del mismo nombre; y el Padre FranciscoFernndez, en Alto Molle, tres leguas y media hacia el interior.

    Buenda, general peruano, antiguo alumno del Colegio de Vergara, semostr muy deferente con sus antiguos maestros; pero no parece que fueraesto lo ms frecuente, por unas lneas que leemos del Padre Arteche: Laconducta de los jefes, de las cuales muy pocos se confesaron, causabaindignacin.

    La guerra fue una desilusin para los peruanos. La superioridadchilena se manifest por mar y por tierra, y hubo que prepararse para lainmolacin heroica.

    El presidente Prado se embarc para Europa, diciendo que queraadquirir personalmente armamento moderno. Vino la dictadura de Pirola,que no pudo evitar el desembarco de los chilenos en unas playas desiertas.

    En Lima se prepararon para la ltima batalla. Todos sus hombres,desde los diecisis a los sesenta aos, fueron llamados a filas: empleados,estudiantes, comerciantes, periodistas, que formaron nuevos regimientos,distribuidos por profesiones. De las alturas andinas descendieronmocetones cobrizos y robustos, pero que tenan tan poca idea de la guerra,que decan ser una revolucin del general Chile contra el general Per.

    En los veinte das que las tropas peruanas estuvieron en posicin,fueron los Padres en busca de lo batallones que todava no se habanconfesado. Tenan que andar legua y media en tren y otro tanto a pie,

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    fuego enemigo. Dios Nuestro Seor nos libr (5 de mayo de 1903).

    Yo pensaba que no volvera de la expedicin, pues se crea que lasenfermedades y las balas daran buena cuenta de mis huesos; pero deca:

    yo he dado ya a la Compaa todo cuanto poda darle; no me quedaba msque morir en un rincn, pues para acabar mis das en una enfermeracubierto de emplastos y cataplasmas y dando quehacer a los enfermeros,preferible es morir en el campo de batalla, granjeando as entre estasgentes algo ms de honor y estimacin de la Compaa (Carta al PadreProvincial, 19 de agosto de 1903)

    El Padre Tova, que haba sido rector del Colegio de La Paz, ySuperior en Lima, quiso gastar el resto de su vida en los lazaretos deGuayaquil, sirviendo a los enfermos y pobres de Jesucristo.

    Durante la cruelsima Guerra del Chaco (1932-1938) varios Padresdel Colegio de San Caliza, La Paz, Sucre y el Observatorio, se ofrecieronvoluntariamente como capellanes de campaa, pero no fueron aceptados,porque el Gobierno los quera nacionales, y slo lo fueron, por estemotivo, dos Padres nacidos en Bolivia.

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    IV.- DISCORDIAS DE LA VIEJA EUROPA

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    armadura, y durante las siete horas que dur la batalla, permaneci fiel asu lado. Zwinglio haba muerto en un combate; Teodoro de Bega, eldiscpulo y sucesor de Calvino, asisti personalmente a la lucha de Dreux,al sur de Normanda; y ahora, Edmundo Auger, el Canisio de Francia,

    tuvo que hallarse en Jarnac para infundir alientos a los soldados de laIglesia Romana.

    Al da siguiente se cant el Te Deum en la Misa votiva del SantsimoSacramento, que celebr el Padre en reparacin por todas las blasfemias delos herejes. Su descanso fue entregarse a la predicacin en Limoges, con laque atrajo ms de 300 calvinistas a la fe verdadera.

    El Gobierno estaba poco preparado para una guerra civil. Slocontaba con 20.000 hombres armados; mientras que los rebeldes tenan

    este nmero, ms la ayuda de la reina Isabel de Inglaterra. Por eso elPontfice de la Santa Liga, San Po V, mand a Francia al conde de SantaFlora con un ejrcito de italianos. Se le unan cinco religiosos de laCompaa de Jess (13). Para uso de estos soldados compuso el PadrePassavino un opsculo titulado Il soldato christiano. Los jesuitaspredisponan los soldados en sus mismas tiendas de campaa a hacersedignos de pelear en nombre del Seor, en cuya difcil Misin no habaquien igualase al Padre Auger dice Cretinau-Joli.

    En octubre, realistas y pontificales batan a los disidentes en lasllanuras de Moncontour.

    Nuestros italianos escribe uno de sus capellanes se han portadomuy bien; las veinticinco banderas que han cogido al enemigo han sidoenviadas al Soberano Pontirice.

    Pero aquellos buenos aliados tuvieron que regresar a su patriaenfermos y empobrecidos, aunque gloriosos, y los jesuitas de Lyonayudaron a Francia a pagar la deuda que tenan con ellos, pidiendolimosnas para auxiliarles y activando la ereccin de un hospital general enla ciudad del Rdano.

    Ya las armas catlicas haban obtenido en el mismo ao dos13 Eran Curcio Amodeo, Rodolfo Florio y Francisco de San Germn,

    sacerdotes; Lelio Sanguineo y Mario Gentili, coadjutores.

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    importantes victorias; pareca que importaba perseguir a los herejes hastael total exterminio; pero, lejos de eso, Carlos IX, educado en la polticasinuosa e intrigante de los Mdici, prefiri negociar con ellos. En la paz deSaint-Germain, del 15 de agosto de 1570, todos los artculos favorecan a

    los vencidos. Coligny march al Languedoc para reunirse con el conde deMontgommery, y, entretanto, los catlicos de aquella comarca,desprovistos de un jefe capaz de hacer frente al sagaz almirante, opusierona sus armas la palabra de Auger. Los jesuitas haban dado su batalla contrala hereja en los plpitos de Aix, Auch, Tours, Pars, Run y Dieppe, en lasregiones Noroeste y Sur de Francia, y seria excesivamente injustoatribuirles alguna culpabilidad en la macabra Noche de San Bartolom(1572).

    Precisamente durante aquellas horas, turbias de sangre, los religiososde la Compaa se portaron apostlica y dignamente.

    No puedo pasar en silencio refiere el Padre rector del Colegio deClermont lo que sucedi el da de San Bartolom... En Pars, algunos denuestros Padres y Hermanos fueron enviados a diversos sitios paraarrancar de la matanza a un buen nmero de nuestros amigos, y entre ellosmuchos gentileshombres llegados recientemente a la capital. Eran buenos

    catlicos, pero en calidad de ingleses o escoceses se les tomaba por herejesy se les busc en casas y hospederas para librarles del suplicio. Por susreclamaciones, sus instancias y sus recursos a personajes influyentes,nuestros Padres salvaron a muchos de estos desgraciados. En Lyontambin, durante la matanza de los herejes, algunos Padres prestaron elmismo servicio, y en una y otra ciudad no fue sin peligro de sus propiasvidas (14).

    Despus de la tristsima noche, se encendi ms fieramente que

    nunca el nimo de los herejes. La Rochela se llen de ministrosreformados, de soldados fanticos, de gentileshombres que all buscabanrefugio. Se resolvi el rey a poner sitio a la plaza y confi la empresa alvencedor de Jarnac. A sus rdenes ira el duque de Alenon, su hermano;el rey de Navarra, el prncipe de Cond, los duques de Montpensier,d'Aumale, de Guisa y su capelln de honor, Padre Edmundo Auger. Era elmismo jefe del campo el que por una carta de su puo y letra reclamaba lapresencia del jesuita (15).

    14 Manare: De rebus Soc. Iesu, p. 106, n. 56.15 Auger a Polanco, 30-I-1573 (Gall. Epist., t. VII, fol. I).

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    Los tres grandes caudillos de la causa catlica sustentaron siempre ensu campo a algn Padre de la compaa Pero, qu era esta para aquellasmesnadas multitudinarias que reclutaban de prisa a su paso por las

    aldeas?... La labor del capelln era angustiosamente extensa. Tena queatender a los jefes, instruir a los soldados, consolar a los enfermos y hastacurar a los heridos y enterrar a los muertos. Si el resultado era la victorialos mismos vencidos cargaban sobre sus espaldas. A cuntos condenadosa muerte libraron los capellanes, cuntas vejaciones impidieron con losprisioneros?... En la batalla de Starlo cogieron 5.000 de estos desgraciados.Era una lstima dice El Mercurio Francs, IX, 657 el verlosconducidos por los croatas como rebaos de bestias por la Westfalia hasta

    las puertas mismas de Mnster, donde por pura conmiseracin lessuministraron alimentos y vestidos. Varios eclesisticos, y entre ellos losjesuitas, capuchinos y algunos seglares, consiguieron arrancar un grannmero de las garras de los vencedores, proporcionndoles en seguida lonecesario para volver a su pas

    El principal contingente de capellanes jesuitas fue tal vez el deMaximiliano, duque de Baviera, que entr en la Bohemia al principio de laguerra, con 18 Padres y el Padre Jeremas Drexel a la cabeza como

    Superior.

    Los jesuitas eran para los generales del Imperio unosauxiliares que valan por un ejrcito entero, puesto que jamsesperaban otra recompensa de su abnegacin que la gracia desacrificarse de nuevo (Gretineau-Joli).

    Siete aos, hasta 1627, ocup el puesto de capelln y confesor en losreales de Tilly el Padre Juan Pierson, de la Lorena. Revel ser un hombrede extraordinario valor humano. Como viera en la campaa de Dinamarcaque las tropas flaqueaban ante un pantano que protega a los herejes, l selanz el primero al agua pantanosa y fra, arrastrando detrs a los soldados.

    Al conde Ottheim Fugger siguieron los Padres Fernando Lilio yBaltasar Miguel, de los que se ocupa la historia del Colegio de Ausburgo(19).

    A Pierson sustituy en 1627 Juan Mauricio, que mora cuatro aos19 Cordara, I, 186.

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    Helin, acompa varias veces a los ejrcitos catlicos, y estuvo en el sitiode Uberlingen (1644). Varias balas le alcanzaron mientras administraba losSacramentos, una de las cuales se le aloj en el costado izquierdo y lallev consigo hasta la tumba.

    Los jesuitas de Austria tambin dieron su contribucin heroica. En elsitio de Viena (1619) gastaron semanas enteras en los hospitales y seecharon a la calle a pedir limosnas para los soldados y llevar a casa los queencontraban postrados por las esquinas.

    Segn el catlogo de la Provincia (1631), dos misioneros ayudaron aTiefenbach. En el ao siguiente seala cinco: un confesor y un predicadorde la corte y otros tres para oficiales y tropas.

    Con el archiduque Leopoldo Guillermo (1641), dos; pero consta que

    pidi nada menos que sesenta.En la batalla ya aludida de Leipzig murieron dos, y seis cayeron

    prisioneros (Litt. ann. Prov. Aust., 1635-1641).

    Por las cartas nuas de la Casa Profesa de Viena sabemos que, apunto de firmarse la paz de Mnstereran quince los jesuitas austriacos quehaba en campaa.

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    El Padre Gabriel Hindermair escribe a su provincial que tiene suvestido destrozado y necesita uno nuevo, pero que no tiene dinero;dieciocho florines no son suficientes para criado, caballo y lo dems.(Neumarkt, 12 Mayo 1684).

    Pero, indefensos y pobres, todava tienen que socorrer a muchos,pidiendo limosna para ellos o dndoles hasta las propias camisas. (Littann. Prov. Aust., 1686.)

    Las cartas nuas de aquellos aos son de una gloriosa monotona. Entodas se repiten los mismos cuadros. En todas aparece el contraste entre laespantosa miseria de la poblacin armada y la generosidad conmovedorade los religiosos. De las muchas que recoge y comenta Bernardo Duhr

    escogemos una de los aos de la guerra contra los turcos. (Geschichte derJesuitten, III, 720).

    El nmero de los soldados enfermos y heridos crecadiariamente, y faltaban los auxilios mas indispensables. Muchosyacan en los establos y granjas, y por falta de cuidado estaban lasheridas cancerosas y llenas de bichos. Tambin aqu los jesuitaspusieron manos a la obra. Sin miramientos por el cansancio o elcontagio se prestaron al servicio de la enfermera. Pero el trabajo eratanto, que ni tiempo ni manos alcanzaban. Despus de la sangrientabatalla de San Gotardo (1 de agosto 1664) todava fue peor. Lamayora de los heridos fue enviada a Graz, pero muchos habanllegado arrastrndose materialmente. La disentera, la fiebre y elhambre se ensaaban en sus filas. Por esto yacan muchos que nopodan ir adelante en los arrabales de la ciudad y aun en el campo.Un jesuita sali por casualidad y vio esta miseria. Los heridosgritaban y gimoteaban: Pan!, En seguida volvi al Colegio y llam agritos a sus Hermanos. Estos acudieron todos as lo menta lahistoria de dicho Colegio en busca de vveres para acallar elhambre de aquellos desgraciados. Se organizan los socorros. Cuatroo cinco binas salan de ella y de noche para esta obra de misericordiacorporal, y apenas sacaban tiempo para comer ellos. Y cuandorendidos regresaban a casa, los llamaban en sta para nuevostrabajos. Ponan a los invlidos que no podan moverse en carrosalquilados y los llevaban a los dos grandes lazaretos. Les alcanzabanla comida y animaban, limpiaban las heridas purulentas, les vendaban

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    y cuidaban como una madre a su nio. Este ejemplo movi a otros ala imitacin. Treinta damas ilustres se aplicaron a los mismostrabajos.

    Tres meses duraron estas fatigas, pues siempre venan nuevos a

    ocupar las plazas de los muertos o de los dados de alta. Setenta y tresprotestantes se convirtieron; 127 soldados que tuvieron queincorporarse medio curados, volvieron al Colegio expresamente paramanifestar su agradecimiento; se echaron a los pies de los jesuitas yles besaron las manos y los vestidos, ponderando su misericordia.

    Entre tanto avanzan los escuadrones del Oriente; el Khan de lostrtaros de Crimea, los prncipes de Transilvania, de Moldavia y Valaquia

    y los hngaros de Emerico Tkly se sumaban a la muchedumbreabigarrada del gran Sultn.

    Los clculos menores dicen que el ejrcito de Kar Mustaf llevabacontra Viena ms de 200.000 hombres, con muchos caones, elefantes,camellos, carros de guerra y buques, que penetraban por la ancha va delDanubio.

    Otra vez Asia, que quera sofocar a la cristiandad. Confiaban que elaluvin se contuviera en el dique de Komorn, Presburgo y Raaba; peropronto vieron que iba en flecha contra el corazn de Austria, donde dijoThiers, que se deciden siempre las cuestiones de Europa.

    Aquel ao 1683 es piedra miliaria en la Historia del mundo, como elde 732 en Tours o el de 1571 en Lepanto. Desde el 14 de julio, Vienaqued enteramente cercada y separada del ejrcito imperial, que se habaretirado a la margen izquierda del Danubio. Un bosque de tiendas decampaa se extenda en forma de media luna desde la orilla del ro, en

    torno de la ciudad, hasta tocar otra vez en la orilla. Desde las torres de SanEsteban se contaban 25.000, y entre todas se distingua la del Gran Visir,con muchas salas y aposentos, verde por fuera, y dentro radiante de oro yplata.

    Y aquella Legin sagrada de sacerdotes, tan avezada en sitios ycaminatas durante cincuenta aos de prolongada prueba se movilizentonces a favor de Leopoldo I, emperador de Alemania.

    Con el ejrcito de Baviera haba catorce Padres. En el Estado Mayor

    estaba el Padre Jos Frankh, Superior de la misin, con su compaero elPadre Andrs Forstenhauser. En cada nuevo regimiento haba un Padre;

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    memorable; le sigue el Padre Lochbrunner, el 9 de noviembre. En Brnncay el tercero, Ignacio Wagner, a mediados de diciembre.

    Al ao justo del sitio de Viena comenz la ltima gran ofensivacontra la Puerta. El 14 de julio de 1684. Si la suerte de Europa estuvo untiempo cifrada en la capital austraca, ahora es en Buda, la Casa de laguerra sagrada, donde se presentaba la batalla decisiva al poderootomano. Los sitiados pasaron a sitiadores, y el mismo duque de Lorena,defensor de Viena, fue el encargado de asaltar la fortaleza turca.

    Renaca en la vieja Europa el instinto heroico de las Cruzadas. Detodos los pases llegaban voluntarios. Personas humildes y distinguidas sedecidan a morir por la Cruz. Campaa inversa de la anterior y conresultados an ms positivos. La bandera del Profeta se iba alejando...

    En la historia de la estrategia militar tambin ocupa el sitio de Budaun lugar importante. Mejoraron los morteros, los medios ofensivos ydefensivos, y se construy gran nmero de minas por ambas partes.

    Fue un verano prdigo de sacrificios para los Padres castrenses.Hubo treinta en el sitio, de los que trece eran austracos y los dems

    alemanes. Toda la noche la pasaban sin dormir, en los corredoressubterrneos.

    El Padre Pablo Frisch, sucesor de Loferer, nos da detalles:

    Para la lluvia y el suelo mojado no tenemos ni ropa blanca nicama; por esto no tiene