Jardiel Poncela, Enrique - Cuatro Corazones Con Freno Y Marcha Atras

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    Enrique Jardiel Poncela

    CUATRO CORAZONESCON FRENO Y MARCHA ATRS

    Farsa en tres actos, estrenada en el teatro Infanta Isabel, de Madrid,

    el da 2 de mayo de 1936

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    CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE IMAGIN, SE ESCRIBI Y SE ESTRENO

    CUATRO CORAZONES CON FRENO Y MARCHA ATRS

    Elmes de octubre de 1934, que coincidi con mi segundo viaje a Estados Unidos, me

    sorprendi en California, descansando unos das de las incongruencias de Hollywood,

    sobre la arena soleada de Long Beach, en el Pacfico. Pero no estaba yo solo. Los

    espaoles procedentes de Los Angeles, de Hollywood y de San Francisco, all reunidos,

    ramos siete: dos actores, una actriz, un militar y tres escritores.

    Los escritores: Martnez Sierra, Lpez Rubio y yo; los actores, Pepe Crespo y Julito

    Pea; la actriz, Catalina Brcena, y el militar, el capitn Martn, sevillano trasplantado a

    San Francisco de California. Y de regreso a Hollywood, concluido el descanso, se

    deslizaba el coche en que todos viajbamos por el asfalto interminable, encharcado con

    las anillas policromas de los anuncios luminosos, descubriendo en el horizonte los doce

    millones de luces de Pasadena, de Glendale, de Santa Mnica, de Compton, de Malib y

    el faro de City Hall, de Los Angeles, deslumbrante a veinticinco kilmetros de

    distancia, cuando, rompiendo de pronto el silencio, Martnez Sierra, que ocupaba con la

    Brcena los asientos de atrs, y del que, hasta el momento, slo haba dado razones de

    existencia la lumbre reavivada del cigarrillo, murmur, como si continuara en voz alta

    un razonamiento interior:

    Porque usted ahora no tendr nimos para coger la pluma...

    Me volv a medias, intrigado.

    Por qu dice usted eso?

    Me ha pedido dos comedias un producer de Nueva York. Quiere una comediadramtica y otra cmica; las dos, violentas: ya sabe usted lo que es el pblico de

    Estados Unidos. Yo tengo pensada la obra dramtica y no tardar en realizarla; pero la

    obra cmica no la s hacer. Y haba pensado que si a usted le interesara estrenar en

    Nueva York, usted poda escribir esa obra, yo la otra, y firmar ambas los dos.

    Muy bien! Me interesa! Ya lo creo...

    Pues no hay ms que poner manos al trabajo. Pinsese usted una comedia

    exasperadamente cmica, con muchos incidentes y sorpresas. Y no le digo que sea muyoriginal ni le advierto que el conflicto tenga universalidad, porque esas dos condiciones

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    son caractersticas precisamente de sus escritos. Qu le parece a usted?

    Admirable. En cuanto pueda, me pongo a escribir.

    Y ya no volvimos a hablar ms de ello en mucho tiempo, hasta que, a primeros de enero

    de 1935, la Brcena y Martnez Sierra emprendieron el regreso a Espaa. Fuimos a

    despedirlos a la estacin, y l me record lo hablado tres meses antes.

    No olvidar usted la comedia cmica de Nueva York?

    No. Qu he de olvidar? Si a m me interesa ms que a usted...

    Haga una sinopsis de veinte pginas cuando tenga bien pensado y resuelto el asunto,

    y me la manda. Pero que sea una cosa muy cmica...

    S, s.

    Muy sugestiva y con muchos incidentes. Y muy violenta...

    Que s, que s...

    El tren se desperezaba ya y se alej, llevndose a los viajeros camino de Boston y de

    Nueva Orlens.

    Los que nos quedbamos volvimos a Hollywood, y, para desprestigiar el adagio de que

    las despedidas son tristes, nos fuimos a comer al "Live's" de Vine Street, donde servan

    entonces un buffet-lunch que tiraba de espaldas.

    Cumpliendo lo ofrecido, en marzo de aquel mismo aoya en Madrid, despus del

    estreno de Un adulterio decenteempec a pensar seriamente la obra para Nueva York.

    Entre los cuatro o cinco temas que brujuleaban en mi interior, pugnando por convertirse

    en algo "tangible", haba uno cuya singularidad lo haca descollar sobre todos, y que sehaba resistido siempre, tenaz, a la realizacin. Pero lo que en varios aos del principio

    de mi carrera literaria no haba podido ni sabido resolver, lo resolv ahora, en 1935, en

    plena posesin de recursos, con slo unos das de trabajo.

    Terminada la sinopsis completa de la obra Cuatro corazones con freno y marcha atrs,

    se la entregu a Martnez Sierraque, encontrndola excelente, la hizo imprimir,

    envindosela a Chappell sin tardanza y me fui a Pars una temporada a descansar.

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    Algunos meses despus, hacia octubre o primeros denoviembre, recib un telegrama de

    Martnez Sierra, que andaba de tourne por provincias con la Brcena, la cual recitaba

    unos monlogos mos como fin de fiesta a las exhibiciones de la pelcula Julieta compra

    un hijo. El telegrama deca as:

    "Aceptada por Chappell sinopsis Cuatro corazones, la obra debe estar entregada en seis

    semanas; urge que se ponga a trabajar."

    Y sin esperar ms, me puse a la tarea. El primer acto qued concluido en diez o doce

    das. Coincidiendo con su terminacin, empec a ensayar en el teatro de la Comedia Las

    cinco advertencias de Satans. Y pocas fechas despus, simultaneando el trabajo con

    los ensayos, di principio al acto segundo de Cuatro corazones.

    Pero este segundo acto ya no lo emprend con el calor y la ilusin con que haba

    comenzado el acto primero.

    La causa era obvia: aceptada en Nueva York la sinopsis y recibido por Martnez Sierra

    el okay de Chappell1, se haca automtico, con arreglo a la costumbre norteamericana, el

    envo del anticipo en metlico, y tal anticipo no era habido. Esta informalidad me

    alarm, y aunque al hablar del asunto con Martnez Sierra comprob que l no

    participaba de mi alarma porque, segn me advirti, tena confianza absoluta en

    Chappell, no por eso me tranquilic. Y una carta indagatoria, que envi a Nueva York a

    nuestra traductora en cierne, Nena Belmonte, provoc una respuesta que contribuy a

    engrosar del todo mi alarma. "Mster Chappelldeca la Belmontegir a su tiempo

    los mil dlares del anticipo. Yo he cobrado ya el tanto por ciento que de l me

    corresponda." Pero transmitido el contenido de la carta a Martnez Sierra, ste meespecific que los mil dlares desembolsados por Chappell no se referan a los Cuatro

    corazones, sino a la otra comedia que l tena en tratos con elproducer.

    No poda dudar yo de la buena fe de Martnez Sierra, que, invitndome a escribir la obra

    pedida a l me haca el favor impagable de introducirme teatralmente en Estados

    Unidos; ni poda dudar de la buena fe de Chappell, garantizada por la palabra de Nena

    1Una de las acepciones del okay es la del "conforme comercial y bancario.

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    Belmonte; pero como tampoco poda dudar de que para lo que estaba escribiendo la

    comedia era para ganar dinero, en ese mismo instante dej de escribir, y como no

    escribir es infinitamente ms fcil que escribir, por mucha que sea la facilidad con que

    uno escriba, la resolucin no constitua para m ningn sacrificio. Me dejaba las manos

    libres, el tiempo libre y toda clase de libertad de accin, libertad de accin que

    aprovech inmediatamente, yndome a pasar un mes a la Costa Azul. Fue un

    procedimiento como otro cualquiera de consolarme del mal eplogo de aquel negocio

    teatral comenzado con tanta ilusin. Y all, a ratos perdidos, y porque ni un tratamiento

    diario de ruleta y baccar es capaz de arrancar a mi alma el amor al oficio, unas pginas

    en Niza y otras en Montecarlo, me entretuve en componer los prlogos de uno de mis

    tomos de Teatro.

    Esto pona de cierto mal humor a dos empresarios madrileosel del Infanta Isabel,

    Arturo Serrano, y el de la Comedia, Tirso Escudero, pues ambos me haban pedido

    sendas comedias para iniciar el Sbado de Gloria la temporada de primavera. Elvirita

    Noriega, dama del teatro de Tirso, que acababa de tener su primer xito importante en la

    protagonista deLascinco advertencias de Satans, me envi una carta patticoinductiva

    con vistas a que le escribiese su obra cuanto antes. En cuanto a Arturo Serrano, ms

    expeditivo e impaciente, me llam por telfono desde Madrid al hotel Terminus, de

    Niza, logrando comprometerme en firme para entregarle la suya en abril.

    Volv, pues, en marzo a Espaa, resuelto a terminar, esta vez definitivamente, la

    interrumpida comedia.

    Era la tercera vez que colocaba sobre mi mesa de trabajo la misma comedia. Y por

    tercera vez decid rehacerla, pues al leer aquellos dos primeros actos de Cuatro

    corazones con freno y marcha atrs, construidos para los teatros de Broadway,

    comprend que le resultaran excesivamente largos al nervioso e impaciente pblico de

    Espaa; y su accin, demasiado diluida. Los cort y comprim, y en muy pocos das

    quedaron en disposicin de pasar al copista.

    As se hizo, y a primeros de abril los lea la compaa del Infanta. Grande y completo

    xito de lectura. Felicitaciones. Alegra a derecha e izquierda.

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    Los disgustos, cmo no?, surgieron al da siguiente, al hacer el reparto de papeles.

    Gaspar Campos, ofendido porque el protagonista le haba sido confiado a Juan Bonaf,

    se despidi y abandon la compaa. Carmen Sanz encontraba sus dos papeles

    insignificantes. Orjas estimaba que tena poco que hablar. Tudela se quejaba de tener

    que hablar mucho. Vallejo pretenda hablar ms. La Mayor advirti que nunca haba

    hablado menos... Ante tanto descontento, segu la tctica de siempre: decirles a todos

    que tenan razn y no hacer caso a ninguno.

    Y empezamos a ensayar los dos primeros actos. En cuanto al tercero...

    El tercero no me sala. Esta es la verdad. Y, sin embargo, aquel tercer acto, que an no

    estaba hecho, tena que ser, era necesario que fuese, el mejor de la obra. Porque yo saba

    perfectamente que para que tal comedia se mantuviese en pie, el tercer acto haba de ser

    extraordinario.

    El escritor teatral que se especializa en obras dramticas muereaun despus de una

    abundante produccinsin haber conocido lo que es un verdadero problema tcnico.

    Opera constantemente con productos naturales, aferrado a lo verosmil y a lo corriente,

    y se dirige a un pblico que se traga, por ejemplo, escenas horrorosamente aburridas sin

    el menor asomo de impaciencia, ni de queja,porque lo que est viendo y oyendo es una

    obra dramtica. Lo propio les sucede a los autores de comedias digamos sentimentales.

    Cuanta menos imaginacin tengan esos escritores, mejor; nadie les va a exigir

    imaginacin, ni ingenio, ni singularidades en el tema. Por el contrario, pblico y crtica

    van a aplaudirles precisamentecomo si ello fuera una virtud y no un defectola falta

    de toda cualidad brillante. Yo no puedo menos de rerme cuando en alguna resea de

    estreno, y a guisa de elogio, leomuy a menudocosas como sta: "la accin de laobra corre recta y sin divagaciones". Lo cual es tanto como decir: "El autor, que no ha

    tenido ms que una ideay sa, repetida ya miles de veces en el Teatrola ha

    desarrollado sin que se le ocurriese ni la ms pequea partcula de otra idea

    complementaria." O tambin como si en los "Ecos de sociedad" se dijera: "La seora de

    Rodrguez est siendo muy felicitada porque ha dado a luz a un nio que slo posee la

    cantidad justa de cerebro para llegar a ser lavaplatos de caf."

    El autor teatral que se especializa en dramas o comedias sentimentales, que maneja

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    exclusivamente temas verosmiles y corrientes, no tropieza con dificultades grandes.

    Pero los problemas que se le plantean al escritor cmico, al huir precisamente de lo

    corriente y de lo verosmil, son ingentes. No obstante, el crtico se halla siempre

    inclinado a elogiar a aqul y a menospreciar a ste, y en todos los casos tiene en menos

    estima la labor de ste que el trabajo de aqul. Pero crtico y despistado son, con

    frecuencia y segn es sabido, sinnimos.

    Por mi parte y como escritor cmico, y dada la ndole especial de mi idiosincrasia, he

    tenido que resolver a lo largo de cada comedia muchos arduos problemas de tcnica

    escnica. En ellas lo inverosmil fluye constantemente, y, en realidad, slo lo

    inverosmil me atrae y subyuga; de tal suerte, que lo que hay de verosmil en mis obras

    lo he construido siempre como concesin y contrapeso, y con repugnancia.

    Ahora bien: esta investigacin, caracterstica de mi manera literaria, haba llegado al

    extremo al imaginar Cuatro corazones con freno y marcha atrs. Es evidenteaunque

    pocos, pero, al menos, selectos, lo hayan reconocido asque en los numerossimos

    aos de produccin teatral espaola nunca se haba izado ante la batera un tema tan

    absolutamente imposible como es ese de los mortales convertidos en inmortales y

    transformados luego en jvenes progresivos. Segundo y primer acto eran ya buenos;

    pero tan irreales, apoyados en tan pura fantasa e imaginacin, que slo a fuerza de

    ingenio y de riqueza incidental se sostenan. El primer actosegn la experiencia me

    soplaba al odotodo el mundo haba de encontrarlo mejor que el segundo. Pero si el

    tercero no era extraordinario, no habra quien dejase de decir que era inferior al segundo

    y al primero2.

    2 En general, para la opinin pblicaen la cual el crtico suele estar, por desgracia,incluidono hay primer acto cmico, por inferior que sea, que no parezca superiora los siguientes; ni hay tercer acto cmico, por superior que sea, que no parezcainferior a los anteriores. Este curioso fenmeno, que hace tiempo que tena ganasde abordar por escrito, obedece a causas que creo ser el primero en someter aanlisis. Todo pblico se halla compuesto de gentes de diversa educacin, diversacultura y diverso carcter, salud, edad, posicin econmica, situacin espiritual,etc., reducidas por el hecho circunstancial de constituir una masaa un comndenominador. Antes de comenzar un espectculo cmico, y durante el desarrollodel primer acto, todo contribuye a que ese pblico se muestre alegre, optimista yen la mejor disposicin de nimo para juzgar excelente lo que est viendo yescuchando: la sala rebosa oxgeno puro; el espectculo comienza y es una

    promesa risuea; los organismos se hallan descansados y se retrepancmodamente en las butacas; el planteamiento de la comedia se compone desorpresas y de incgnitas intrigantes, que atan y excitan la atencin. Poco esfuerzo

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    En toda obra cmica, por las razones expuestas, cada acto es ms difcil de componer

    que el anterior. Tratndose de Cuatro corazones, esta dificultad del tercer acto llegaba

    al sumo. Ya en la sinopsis enviada a Chappell haba yo escamoteado el acto ltimo, por

    lo peliagudo de conseguir una bengala final que rematase con el suficiente resplandor la

    sesin de fuegos artificiales de los dos actos primeros. Pero ahora, puestos en ensayo

    esos dos primeros actos y acercndose la fecha de estreno por das, no caba escamoteo

    ninguno. Haba que continuar y rematar el singular conflictode solucin casi

    imposiblede modo que sorprendiese y no defraudase, y sin perder la subterrnea

    corriente dramtica, potica y humana que flua ininterrumpida bajo el humor de la

    forma. Haba que echar el resto para mantenery aumentarlahasta el final la gracia

    tiene que hacer el autor para entretener, interesar y divertir a un auditorio tanfavorablemente dispuesto. Durante el segundo acto la cosa ha variado ya: en lasala, mezclado con el oxgeno, hay un crecido tanto por ciento de cido carbnico;el espectculo est mediado, y va dejando de ser una sorpresa; los organismosempiezan a sentirse fatigados de rer, y, a fuerza de removerse en ellas, lasbutacas no resultan ya tan cmodas; las sorpresas y las incgnitas de la obra, enfin, se despejan sucesivamente, con lo que el inters de lo desconocido empieza,por ley fatal, a decaer. Pero en el tercer acto las condiciones adversas han llegadoal lmite: en la sala, el exceso de cido carbnico produce una pesantez en todoslos cerebros; la risa ha fatigado ya los organismos con su violenta excitacinnerviosa, y las butacas, al cabo de dos horas y media de uso, empiezan aconsiderarse como un mueble mal calculado; el desenlace prximo va reduciendo al

    mnimo las incgnitas y sorpresas de la obra; el momento de que el espectculoconcluya es inminente: cada espectador piensa, de cuando en cuando y condisgusto, en que ha de irse a la calle y a casa a enfrentarse de nuevo con lasrealidades speras de la existencia, y al otro da volver al trabajo, y tal vez resolverun problema econmico importante, y, automticamente, la suma subconsciente detodas esas circunstancias desagradables se le carga en su cuenta al autor. As,cuando el teln baja definitivamentemomento de suprema acidez para el pblicohiperestesiado de una obra cmica, es frecuente or al espectador, que desfilacasi siempre malhumorado:El ltimo acto es peor que los otros...Y tambin:Ya en el segundo baja mucho la comedia...

    Y, por ltimo, recordando como un pasado dichoso los momentos felices que vivien su primera hora de estancia en el teatro:El acto que es bueno de veras es el primero...Pero si el tercer acto, que le ha parecido malo, lo hubiera escuchado al principio, sele habra antojado primoroso. Y viceversa. De todo esto se desprenden tresaforismos axiomticos, que el crtico y la persona de buen sentido deban tenerpresentes constantemente al juzgar una obra cmica; a saber:Ningn primer acto es tan bueno como parece.Un segundo acto que no desdice del primero es siempre superior a l.Si un tercer acto se sostiene al nivel de los anteriores, es magnfico, y si los supera,es extraordinario.

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    semejante callejn sin, salida, recurr a mi muerta.

    Mi muerta pas a la otra vida, quiz para mejor proteger a los que habamos de quedar

    en sta, durante el verano de 1917, en la villa aragonesa de Quinto de Ebro, de la que

    todos mis ascendientes por lnea paterna son oriundos y en donde los de nuestra familia

    solamos pasar un mes o dos todos los aos, vacaciones que consumamos cazando y

    montando a caballo, menos ella, que las aprovechaba para trabajar, libre de

    preocupaciones, en su arte, pintando a pie firme jornadas enteras. Entonces Quinto de

    Ebro era un nombre insignificante. Hoy rebosa de forma heroica por el coraje

    desesperado con que la gente de all se bati en agosto de 1937. Y justo veinte aos

    antes, en el silvestre cementerio de Quinto, haba quedado mi muerta enterrada.

    Durante mucho tiempo, en momento de desmayo o de dificultades, y en pocas de mala

    suerte o de tribulacin, aquel cementerio silvestre de Quintocon el blanco rectngulo

    de la losa de ella, que pareca un ltimo cuadro que ya no le hubiera dado tiempo a

    pintar, pero en el que hubiese dejado su nombre profesional como recuerdo: MARCELINA

    PONCELA DE JARDIELfue la baslica de mis peregrinaciones.

    Aquella vez en abril de 1936, lo fue tambin. Cog el coche, atraves los treinta y tres

    pueblos del trayecto y llegu a Quinto. Ya all, ped las llaves a la guardesa y sub al

    cementerio, calcinado por el sol de los montes.

    Me detuve ante la blanca losa, y me dej caer a su vera. All abajo, a un metro de

    profundidad, mi muerta aguardaba solcita, dispuesta a que la pusiera al tanto de

    aquellos intrascendentes problemas artsticos que a ella, por ser artsticos y por ser mos,

    le parecan trascendentales.

    Durante un largo rato le expuse en silencio mis dudas y vacilaciones, seguro de hallar su

    respuesta sin palabras, mezclada entre mis propias ideas, en el momento justo en que me

    fuera imprescindiblemente necesario.

    Luego encend un cigarrillo, y recordndole mentalmente el pasado, que es el regalo que

    ms agradecen de nosotros los muertos, le hice compaa hasta el crepsculo. Con elprimer ramalazo morado de la noche, me levant, sal, cerr la puerta del cementerio,

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    separndome de mi muerta, al travs del ventanillo enrejado, con una mirada de adis, y

    me alej de all ilusionado y feliz, a la espera de la inspiracin decisiva que me

    permitiese terminar mi trabajo interrumpido y que slo yo saba de qu regin lejana iba

    a proceder.

    Y la inspiracin esperada no tard mucho.

    (nimo! Ahora es un buen momento para que el tonto que est leyendo estas pginas

    sin mi permiso se sonra con aire superior y suficiente, compadecindome de tanta

    ingenuidad.)

    Al da siguiente, de regreso a Madrid, corra ya por entre los olivares de La Almunia y

    me amodorraba en la monotona del volante, cuando, de pronto, se me disip la modorra

    y vi claro y patente mi tercer acto, desde el principio hasta el final, con incidentes y

    detalles, a la velocidad vertiginosa del pensamiento. Apesar de todo, no pude evitar una

    emocin profunda.

    Par en La Almunia, y sentado ante una mesa de un cafetn del pueblo, anot

    ligeramente todo lo que se me acababa de ocurrir. Despus continu el viaje.

    El famoso tercer acto poda considerarse desde aquel instante como terminado. Ya

    apenas si me faltaba otra cosa que escribirlo.

    *

    Mi llegada a Madrid desde Quinto de Ebro coincidi con la de Martnez Sierra desde

    Tetun. Me pregunt en seguida por el tercer acto de la obra, cuyo estreno anunciaba

    Serrano para el da 2 demayo.

    Va a salir muy bienle dije.

    Est usted ya acabndolo?

    No. No lo he empezado an. Pero es cosa de cuatro o cinco das.

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    Como Martnez Sierra saba de teatro todo cuanto se puede saber, y como a l, por

    tanto, le constaban igual que a m las densas dificultades que ofreca el tercer acto de

    Cuatro corazones, al orme decir que pensaba escribirlo en cuatro o cinco das se

    alarm. Pero yo tena mis razones ntimas y personales para estar seguro de cumplir lo

    que deca y para no preocuparme de su alarma. Y a la maana siguiente emprend el

    trabajo, y cinco das ms tarde lo conclua. Con l en el bolsillo, me encamin al teatro.

    Encontr en la puerta a Martnez Sierra y a Serrano, que iban a entrar. Vinieron hacia

    m.

    Qu?

    Cmo anda eso?

    Ya est.

    Que ya est?

    Que ya est?

    Ahora mismo lo he terminado.

    Y ademsreaccion Serranole ha quedado muy bien. Se lo conozco en la cara.

    *

    S. "Haba quedado" muy bien.

    (Y ahora ha llegado, a su tiempo, el momento de que el tonto que est leyendo estas

    pginas sin mi permiso cierre el libro indignado, acusndome de engredo y de fatuo.)

    Porque podra callarme lo que voy a decir. Pero no me da la gana de callrmelo.

    Desde nio conviv con personas refinadas, decididas a educar y a depurar a diario un

    gusto que ya por herencia era en m selecto. Gracias a esa herencia espiritual y a esa

    educacin vigilante, poseoy estoy convencido de elloun buen gusto y un sentido

    del juicio de primersima lnea y rudamente insobornables.

    A esta conviccin, de la dureza y firmeza de la piedra, hay que achacar el desdn, unas

    veces, y otras veces la indignacin que me invade cuando veo a un pobre hombreautor o crtico casi siempre enfrentarse con mi produccin y juzgar como bueno lo

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    que yo s que es malo o juzgar como malo lo que yo s que es bueno. De ese

    exasperado buen gusto y de esa ptrea seguridad en el propio criterio nace la

    personalidad inalterable de toda mi labor literaria. A ese exasperado buen gusto y a esa

    ptrea seguridad en el propio criterio tambin se debe el que cuando escribo de m

    mismo, pueda permitirme el lujo de una feroz sinceridad, echando por tierra aquella

    parte de mi labor que creo que debe ser echada por tierra y ensalzando la que me consta

    que es digna de ser ensalzada, sin que me importe ponerme voluntariamente a los pies

    de los caballos en el caso primero, ni me preocupe en el caso segundo que los dems se

    afanen para combatir mi fallo.

    As, al hablar de lo que he hecho para la Escena y de lo que deseaba hacer, tengo

    estampadas opiniones seversimas y de una agresividad no empleada por ningn

    escritor, al tratar de sus propias obras, contra algunas comedias mas, celebradas

    indefectiblemente por los pblicos y elogiadas en su estreno por la crtica oficial, pero

    no aprobadas igualmente por m mismo, por haber sido compuestas para que les

    gustasen a los dems, pero en desacuerdo con mi gusto personal.

    Y hoy, a la inversa, al ocuparme de Cuatro corazones con freno y marcha atrs, farsa

    ms exaltada y celebrada por el pblico que estimada y elogiada por la crtica, y escrita

    con sujecin estricta a mi criterio y gusto exclusivos, no tengo inconveniente en

    reafirmar lo que antes he dejado dicho: que se trata de una obra excepcional en su

    gnero, nutrida de fantasa, sostenida a fuerza de ingenio y de riqueza incidental, y de

    tan alta calidad con respecto a la restante produccin cmica contempornea, quesin

    caer en la injuriano admite parangn con ella ni igualdad de trato posible. Y slo la

    insuficiencia mental, la absoluta ausencia de juicio para determinar lo que es arte y lo

    que no lo es, una perversin del gusto, el rencor o la mala fe pudieron impulsar aalgunos que tenan que fallarla a no reconocerlo as.

    Muchos, por el contrario, s lo han reconocido aqu y en el extranjero; pero, aunque no

    lo hubiera reconocido nadie, me habra dado igual. He dichoy repitoque en

    cuestiones de arte mi propio sentido del juicio y mi propio buen gusto me bastan en el

    presente. Y hasta en el porvenir; porque, en cambio, no he dicho, pero lo digo ahora,

    que la posteridad me importa un rbano. Literariamente he conseguido ya formarme unmundo para m mismo, en el que me aslo como el buzo en la escafandra. Esto de

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    escribir no teniendo en cuenta otra opinin que la ntima y despreciando los dems

    criterios produce un bienestar mental y fsico inefable, y, ademsresultado

    estimulante, crea una masa de lectores y espectadores entusiastas siempre dispuestos

    a celebrar y aplaudir esa manera de hacer y no otra.

    (Se converta en imprescindible subrayar todo esto, aunque slo fuera para darle cierta

    luz al oscuro y grosero confusionismo en que el artey singularmente el teatrose

    desenvuelve, y en el que lo bueno y lo malo, lo selecto y lo pedestre, lo inteligente y lo

    estlido, lo original y lo plagiado, son apreciados por igual por quienes estn

    precisamente en el deber de establecer la justa diferenciacin.)

    Puesto tambin en ensayo el acto tercero, nos preparamos a estrenar el da anunciado.

    A Serrano le pareca el ttulo demasiado largo, y, buscando uno corto, top con el de

    Morirse es un error, bajo el que la obra haba de figurar en los carteles.

    Ante la mxima expectacin de siempre,Morirse es un errorse estren en la noche del

    2 de mayo, con decorados de Burmann y trajes bocetados por Ontan.

    Los dos primeros actos fueron acogidos de un modo entusiasta.

    Pero en el descenso del teln sobre el segundo acto, y a pesar del aplauso unnime de la

    sala, los inteligentes sintieron miedo por la suerte del resto de la comedia. Era el mismo

    miedo que yo haba sentido, y ellosigual que yocomprendan que lo singular, lo

    excepcional, lo irreal del tema, resultaba dificilsimo, casi imposible de sostener al

    mismo tren durante un acto ms; ellosigual que yocomprendan, al acabar elsegundo, que para rematar la obra era imprescindible un acto tercero extraordinario.

    Slo que yoque tan angustiado haba vivido mientras pensaba el tercer acto ahora,

    en el trance del estreno, me hallaba ya tranquilo, porque estaba seguro de haber escrito

    aquel tercer acto extraordinario imprescindible. Efectivamente, y contra todos los

    temores, en el acto tercero el xito alcanz temperaturas de triunfo inusitadas. La sala

    era un oleaje de regocijo, y hubo momentos de aplausos tumultuosos, comopor

    ejemplocuando Valentina, ya adolescente, hace callar a su hijo de sesenta aos con elimperativo de: "Ni una palabra ms, Chichn!"

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    Lograr semejante reaccin, despus de dos horas y media de risa y de haberle extrado a

    un tema todas sus sustancias, no es cosa al alcance de muchos. En aquel momento, entre

    los profesionales del teatro en Espaa no estaba al alcance de nadie.

    Los crticos dijeron unnimemente que lo mejor de la obra era el acto primero.

    Y, aos despus, con motivo de la reprise de la comedia en Madrid, los crticos

    repitieron sus viejos discos, y algunos de ellos se extraaban en sus reseas de que se le

    hubiera cambiado el ttulo. Cualquiera que no fuera un crtico hubiese sospechado que a

    m me gustaba ms el ttulo de Cuatro corazones con freno y marcha atrs que el de

    Morirse es un error. Y cualquiera que no fuese un crtico habra pensado, sobre todo,

    que, escrita la obra en una poca en que las gentes se moran de la gripe y repuesta en

    un momento en que la juventud caa en los frentes por la patria,Morirse es un errorno

    era el ttulo ms apropiado ni oportuno.

    Pero pedirle a un crtico que discurra es forzar su naturaleza y plantearle un problema

    mental de primer orden.

    Y yo no soy capaz de tanta crueldad.

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    CUATRO CORAZONES

    CON FRENO Y MARCHA ATRS

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    REPARTO DEL ESTRENO

    PERSONAJES ACTORES

    VALENTN ................... Isabel Garcs.

    HORTENSIA ................. Mercedes M. Sampedro.

    ELISA ....................... Mara Mayor.

    MARGARITA ................ Carmen Sanz.

    LUISA ....................... Carmen Sanz.

    ADELA ...................... Concha Snchez.

    FLORENCIA ................. Concha Snchez.CATALINA .................. Concha Fernndez.

    MARA ...................... Cristeta Miana.

    JUANA ...................... Adela Gonzlez.

    EMILIANO .................. Juan Bonaf.

    DOCTOR BREMN ......... Alfonso Tudela.

    RICARDO .................. Enrique Guitart.

    BIENVENIDO CORUJEDO .. Pedro Pedrote.

    ELAS CORUJEDO .......... Pedro Pedrote.

    FEDERICO .................. Fernando Vallejo.

    FERNANDO ................. Jos Orjas.

    OLIVER MEIGHAN .......... Jos Orjas.

    JOS ........................ Rafael Ragel.

    HELIODORO ................ Jos Moncayo.

    HELIODORITO .............. Nia Ragel.

    MARINERO 1. ............ Miguel Armario.

    MARINERO 2. ............. N. N.

    La accin del primer acto, en Madrid, en 1860;la del segundo, en 1920, en una isla desierta del Ocano Pacfico;

    la del tercero, en Madrid, en 1935.

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    ACTO PRIMERO

    Una sala de recibir en casa de Ricardo. Puerta al foro, que simulaconducir a un pasillo y a la entrada de la casa. Otras dos puertas enel ltimo trmino de la derecha y en el primer trmino de la izquierdarespectivamente, que llevan a otras habitaciones interiores. Las trespuertas son de dos batientes, con soportes de metal dorado. Segnse ha dicho, la accin de este acto primero transcurre en la segundamitad del siglo XIX, mediado el ao 1860, y, por tanto, el decorado yel "atrezzo" estn de absoluto acuerdo con la poca. Las puertas sehallan provistas de amplios y pesados cortinones, que se recogen a

    los lados con pliegues. Las paredes, de papel rameado con baquetillasde madera, aparecen prdigamente adornadas con cuadros al leo ygrandes platos de escayola, en el fondo de los cuales se han pintadomarinas, puestas de sol y frutas o flores. Todos los muebles,susceptibles de soportar encima algn objeto, rebosan de "bibelots" yde figuritas de porcelana atrozmente artsticas. Grandes consolassostienen candelabros con velas y quinqus de petrleo, y entre ellosse alzan fanales de cristal, en cuyo interior rebosan barquitos y todasuerte de trabajos hechos con conchas, corales y perlas falsas.Fotografas de familia. Pendiente del techo, una gran lmpara con

    luces de gas o petrleo. En los rincones, maceteros que sostienentiestos de plantas artificiales y flores de trapo. El suelo es de ladrillosrojos y blancos, tapado a trechos por alfombras de nudo, hechas amano. Presidiendo la escena, una imagen de San Isidro, delante de lacual arde una lamparilla de aceite, iluminndola. Sillones y sofs depeluche de color y madera negra, confidentes "vis--vis", sillascurvadas y veladores. Colgando junto a la puerta del foro, cordn deuna campanilla. Son las siete de la tarde de un da de primavera. Lapuerta del foro est abierta, y las otras dos, cerradas.

    Al levantarse el teln, en escena, Emiliano. Es un individuo de unoscuarenta aos, cartero de profesin, en pleno ejercicio de su cargo.Viste el uniforme de los carteros de la poca y lleva una gruesacartera colgada del hombro. Su actitud es la de un hombreestupefacto e intrigado, porque conviene advertir que ha entradohace mucho tiempo en aquella casa a entregar una carta certificada yno ha conseguido que le atienda nadie, que nadie le firme el recibo yque nadie se ocupe de l. Emiliano se halla sentado en una silla,consternado y sin saber qu pensar de lo que sucede. Un reloj quehay sobre un mueble da siete campanadas.

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    EMPIEZA LA ACCIN

    EMILIANO.Las siete de la tarde; y entr aqu a las doce y media...Hoy es cuando me echan a m del noble Cuerpo de Carteros,Peatones y Similares, recientemente constituido. Pierdo el empleocomo mi abuelo perdi el pelo y mi padre perdi a mi abuelo. Pero yono me voy de aqu sin que me firmen el certificado y sin enterarmede lo que ocurre en esta casa. (Dentro, en la derecha, se oyen unosayes lastimeros. Emiliano se levanta sin querer, sobresaltado, y enseguida vuelve a sentarse.) Otra vez los ayes... Seis horas y mediade ayes. He llegado a pensar si estarn asesinando a un orfen... Porotro lado, la casa parece honorable, y al mismo tiempo esto de que

    sus habitantes no me hagan caso... (Por la izquierda sale Catalina,que es una doncella de servicio de la casa. Emiliano se levanta connimo de hablarle y de que le atienda.) Joven... Chis... Joven...

    (Catalina cruza la escena sin hacer caso, hablando sola,preocupadsima.)

    CATALINA. Vlgame Dios!... Vlgame Dios!... Vlgame laSantsima Virgen!...EMILIANO.Me hace usted el favor, joven, que estoy aqu desde las

    doce y media, porque traigo un certificado para don RicardoCifuentes...

    (Catalina ni le mira siquiera.)

    CATALINA. Vlgame el Redentor!...

    (Catalina se va por el foro, como si Emiliano no existiera en elmundo. Emiliano queda en la puerta del foro con la palabra en laboca. Por la derecha sale entonces Adela, una muchacha de unos

    veinticinco aos, muy bonita; lleva traje de calle y la capotita puesta.Est tan preocupada como Catalina y se va en direccin a laizquierda, hablando sola tambin. Emiliano, en cuanto la ve, intenta,naturalmente, entablar el dilogo.)

    EMILIANO. Tenga la bondad, seorita, que estoy aqu desde las docey media, porque traigo un certificado para don Ricardo Cifuentes...ADELA. Dios mo de mi alma!... Dios mo de mi corazn!...

    (Han llegado a la izquierda, y Adela hace mutis por aquel lado, sinatender a Emiliano y dndole materialmente con la puerta en las nari-ces. Entonces, por el foro, vuelve a salir Catalina, esta vez en

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    direccin a la derecha. Emiliano echa a correr hacia ella.)

    EMILIANO. Joven... Joven... Joven... Chis... Oiga, joven...

    (Catalina se va por la derecha, cerrando la puerta tras s. En el

    mismo instante, por la izquierda, sale nuevamente Adela, encompaa de Luisa, que es un ama de llaves de unos cincuenta aos,hablando entre s, siempre muy preocupadas, y en direccin a laderecha. Emiliano se lanza en el acto a abordarlas con la misma faltade xito de siempre.)

    LUISA. Todo, seorita Adela; todo... Hemos hecho todo lo que sepoda hacer...EMILIANO. Seoras... Tienen la bondad, seoras?

    (Las sigue.)

    ADELA. Y avisaron a la seorita Valentina? Y a doa Hortensia?

    (Andando rpidamente hacia la derecha.)

    LUISA. S. Ha ido Jos en el coche. Ya no puede tardar.EMILIANO. (Andando, como siempre, al lado de ellas.) Seoras,hagan el favor, que estoy aqu desde las doce y media, porquetraigo... (Han llegado los tres a la derecha, y Adela y Luisa se van

    hablando entre s, sin contestar a Emiliano.) Nada, no hay manera.(Por el foro, procedente de la calle, entra Mara, otra doncella alservicio de la casa, cargada de paquetes, jadeando por una largacarrera y ms preocupada, si cabe, que las dems. Emiliano seesperanza al verla.) Hombre, la que abri la puerta esta maana!(Va hacia ella.) Joven...MARA. (Que iba hacia la derecha, detenindose.) Hola, buenas!Loca vengo!... Sin respiracin vengo!... Sin saber por dnde pisovengo!...EMILIANO. (Hablando para s.) Esta se va a explicar.MARA.

    Vaya un da!... Menudo da!... Dios mo, qu da!EMILIANO. Mal da, eh?MARA. Uf!... Qu da! Qu da!!... Pero y usted, qu hace aqutodo el da?EMILIANO. Pues ya lo ve usted; pasando el da. Ni he conseguidoque me firmen el certificado ni enterarme de lo que ocurre en la casa.MARA. Flojo es lo que ocurre en la casa!...EMILIANO. Oiga usted: y qu es lo que ocurre?MARA. Que qu ocurre? Mentira parece lo que ocurre. Espreseusted, que voy a ver si ha ocurrido algo ms.

    (Se va por la derecha, dejando en un silln los paquetes que traa.

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    Emiliano queda inmvil, ms intrigado y fastidiado que nunca. Por elforo irrumpe Jos, que es el cochero de la casa. Viste de uniforme ytiene unos treinta aos. Jos, como los restantes personajes, estmuy preocupado y con sntomas de tener mucha prisa. Entra a dar unrecado y se detiene para hablar rpidamente.)

    JOS. Hola, amigo! Buenas tardes.EMILIANO. (Volvindose.) Eh?...

    (Va hacia l nuevamente, esperando por saber y por averiguar.)

    JOS. No puedo entretenerme; soy el cochero del seor Cifuentes,sabe usted? Bueno, pues le dice usted al ama de llaves, doa Luisa,ya sabe usted quin le digo... Le dice usted que de parte de Jos quehe hecho los recados que me mand: que he avisado ya a la seorita

    Valentina y que ya est informada de todo doa Hortensia. Que elseor Bremn qued en venir a las siete y media. Y que me ha dichoque lo que sucede aqu tena que suceder, y que no es extrao quesuceda. Se le olvidar a usted algo?EMILIANO. A lo mejor, no; pero oiga usted, qu es lo que sucedeaqu?

    (Jos lanza un silbido ponderativo e inicia el mutis. Cuandova a salirpor el foro entra el seor Corujedo, un caballero de unos cincuentaaos, de aire amable y educadsimo.)

    CORUJEDO. Se puede?JOS. S, seor; pase usted. (A Emiliano.) Lo que sucede aqu...(Silba an ms fuerte.) Ea, adis!

    (Se va por el foro.)

    CORUJEDO. Da usted su permiso?EMILIANO. Adelante, caballero. (Para s.) A ver siste est al tanto.(A Corujedo.) Pase usted, hgame el favor.CORUJEDO.

    Muchas gracias.EMILIANO. Sintese y pngase cmodo.CORUJEDO. (Sentndose.) Es usted muy amable.EMILIANO. Con toda confianza. Est usted en su casa... El que noest en su casa soy yo, pero da igual.CORUJEDO. Me llamo Elas Corujedo.EMILIANO. Hace usted bien.CORUJEDO. Eh?EMILIANO. Y como le supongo a usted enterado de lo que ocurreaqu...CORUJEDO. Pues ver usted: yo no tengo la menor idea de lo quepueda ser.

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    EMILIANO. Hum!...CORUJEDO. Yo vena a ver al seor Cifuentes para proponerle unnegocio, me he encontrado abierta la puerta de la escalera y heentrado. Ya haba venido esta maana, pero me ha sucedido unacosa que no la va usted a creer.EMILIANO. El qu?CORUJEDO. Que estuve aqu cerca de media hora sin que nadie mehiciera caso.EMILIANO. Es posible?CORUJEDO. En vista de ello he vuelto esta tarde. Soy agente deseguros de vida.EMILIANO. Y eso qu es?CORUJEDO.Un negocio nuevo, llamado a tener un gran porvenir.EMILIANO.Y en qu consiste?CORUJEDO. Pues consiste en que el asegurado pague una pequea

    cantidad mensual a la Sociedad que le asegura, y la Sociedad, cuandoel asegurado se muere, le da una serie de miles a la viuda o a lafamilia.EMILIANO. Lo que discurren en este siglo... Pero oiga usted, y lagente, cmo recibe esa proposicin?CORUJEDO. Al principio me oyen amablemente, pero cuando seenteran de que para cobrar tienen que morirse se indignan y meatizan.EMILIANO. Claro!...CORUJEDO. La gente est muy atrasada, pero algn da el seguro de

    vida ser una cosa corriente. Tenemos la suerte de vivir en unapoca, amigo mo, que nos reserva grandes sorpresas... Me han dichoque en el extranjero han inventado un artilugio que se llama telfonoy que sirve para hablar desde una poblacin con otra.EMILIANO. Lo que tendrn que gritar!...CORUJEDO. Y que hay pases donde han empezado a usar un chismeque le dicen telgrafo, y que consiste en mandar cartas por laelectricidad.EMILIANO. (Dando un salto.) No!!CORUJEDO. S, seor; s.EMILIANO.

    Cllese, cllese, caballero...(Le tapa la boca.)

    CORUJEDO. Eh?... Pero?...EMILIANO. Hgame el favor de callarse, que si se enteran de esoaqu, en Espaa, me quedo sin empleo. No ve usted que soycartero? En cuanto empiecen a mandar las cartas por la electricidadsobramos nosotros.

    (Dentro, en la derecha, suenan unos ayes lastimeros de Ricardo, lomismo que al principio del acto.)

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    CORUJEDO. Oiga usted, qu es eso?EMILIANO. Un misterio. En esa habitacin (Por la derecha.) por lovisto se encuentra encerrado el amo de la casa, al que de vez en vezse le oye quejarse.

    (Van a la puerta y escuchan. Entonces, dentro se oyen risas, grandescarcajadas.)

    CORUJEDO. Pero..., pero, ahora se re... Y dentro hay variaspersonas que hablan a un tiempo... Quines son?

    (Por el foro, mientras hablan, ha entrado Juana, la portera de la casa,una mujer de unos cuarenta aos, y que se dirige hacia Corujedo yEmiliano, concluyendo la ltima frase de Corujedo.)

    JUANA. ... La profesora de pintura.EMILIANOy CORUJEDO. (Al mismo tiempo.) Eh?JUANA. Don Ricardo..., las doncellas y doa Luisa, el ama dellaves...EMILIANO. Y usted?JUANA. La portera.EMILIANO. (A Corujedo.) Huy!... Est enteradsima.CORUJEDO.Seguro...EMILIANO.Oiga usted... Aqu qu ocurre?

    JUANA. Si yo pudiera hablar...EMILIANO. Por sus hijos, hable usted, seora.JUANA. En secreto... puedo decirles que en esta casa vive donRicardo Cifuentes.CORUJEDO.Ya...EMILIANO. De esto es de lo nico que estbamos enterados.JUANA. Don Ricardo es un muchacho de unos treinta aos, soltero yhurfano...CORUJEDO. Profesin?JUANA. Ninguna,EMILIANO.

    La mejor profesin que se conoce.CORUJEDO. Pero, aparte de pintar al leo, a qu se dedica donRicardo?JUANA. Pues don Ricardo se ha dedicado a divertirse y a quedarsesin un cntimo de la fortuna que le dejaron sus padres, y a esperar aque se muriera su to Roberto, para heredarle y casarse con laseorita Valentina.EMILIANO. El to Roberto es rico?JUANA. Millonario...EMILIANO. Y no se muere, claro.JUANA. Se muri el jueves pasado.EMILIANOy CORUJEDO. (Al mismo tiempo.) Cmo?

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    JUANA. Que se muri el jueves pasado. Hoy deba verificarse laapertura del testamento; y s de muy buena tinta que el to le hadejado ntegra su fortuna: ocho millones de reales.EMILIANO. Entonces, lo que tiene ese hombre es que se ha vueltoloco de alegra.JUANA.Tampoco. Porque yo he visto con mis propios ojos, tambin,que el seorito ha venido disgustadsimo de casa del notario.

    (Por la derecha sale Mara, la doncella que entr antes con lospaquetes, en la actitud de quien busca algo nerviosamente.)

    MARA. Los paquetes... Dnde he dejado yo los paquetes? Ah!...S. Aqu.

    (Va al silln y los coge. Los otros tres la interrogan ansiosos.)

    JUANA. Qu ocurre, Mara?CORUJEDO. Qu ?EMILIANO. Qu?MARA. Que me haba dejado los paquetes y el agua de azahar.EMILIANO. En la casa.MARA. Claro; en ese silln.EMILIANO. Que qu ocurre en la casa...?MARA. Pues que se ha armado el lo que se ha armado. Entrelo de la herencia y la carta del doctor...

    JUANA. Pero se ha recibido una carta de un doctor?MARA.Del doctor Bremn.EMILIANO. Bueno joven: vamos por partes. Que es lo de laherencia?MARA. Pues lo de la herencia, por lo visto es una infamia.EMILIANO. Pero el to Roberto le ha dejado heredero al seoritoRicardo, no?MARA. (Asombrada.) Conoca usted al to Roberto? Est ustedenterado del lo de la herencia? Cuente usted... Cuente usted..,EMILIANO. Eh?

    (Por la derecha salen Luisa y Adela, y Mara las llama vivamente.)

    MARA. Doa Luisa! Seorita Adela! Este seor lo sabe todo!LUISAy ADELA. (Al mismo tiempo.) Qu?MARA. Est enterado de todo al detalle.LUISA. Dios mo!... Hable usted...ADELA. Hable usted, caballero...

    (Por la derecha, Catalina.)

    CATALINA. (A Mara.) Qu dices? Que ya se sabe todo?

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    MARA. Todo. Este seor nos lo va a decir.CATALINA. Y qu es? Qu es lo de la herencia?ADELA. Qu quiere decir en su carta el seor Bremn?EMILIANO. Pero, bueno, a ver, porque voy a acabar loco... Todoeso me lo preguntan ustedes a m?LUISA, ADELAy CATALINA.(Al mismo tiempo.) Claro...MARA.Pues a quin se lo vamos a preguntar?EMILIANO.Seor Corujedo, oye usted esto?CORUJEDO. S. Y realmente est usted en la obligacin deexplicarnos...EMILIANO. (Estupefacto.) Que yo estoy en la obligacin deexplicarles? (A Mara.) Dnde est el agua de azahar?MARA.(Alargndole una botella.) Aqu.EMILIANO.(Bebindose un trago.) Venga...

    (Se limpia con la manga.)

    LUISA. Como Mara deca que...MARA. Yo, como le o hablar del to Roberto...EMILIANO. Pero si las noticias del to Roberto me las ha dado estaseora. (Por Juana.)JUANA. Cmo?EMILIANO. (A gritos, hacindose dueo de la situacin.) Y yotambin... Y el seor Corujedo... Y todos. Porque si dentro de tresminutos justos no nos enteramos nosotros de las cosas que suceden

    aqu, aqu van a suceder cosas de las que se va a enterar todo elmundo...JUANA. Pero, buen hombre!...CORUJEDO. Amigo mo...

    (Alarma en todos.)

    EMILIANO. Ni buen hombre, ni amigo, ni nada... No estoy dispuestoa aguantar el que me pregunten a m lo que ocurre, ni mucho menosa quedarme sin saberlo, porque antes de eso mato a una...LUISA.

    Dios mo!...ADELA. Ay!...CATALINA. Avisad a alguien.MARA. S, s... (Inicia el mutis por el foro.)EMILIANO. Quieta, joven... De aqu no sale nadie... Me constituyo entribunal y voy a interrogar. (A Luisa.) Hable la testigo.LUISA. Pues, verdaderamente, yo no puedo decir mucho. Hasta el jueves pasado el seorito Ricardo ha venido haciendo su vidacorriente; visitar noche tras noche a su to Roberto, que ha vividoonce meses asegurando formalmente que se mora al da siguiente.CORUJEDO. Y de qu ha vivido don Ricardo en esos once meses?LUISA. De milagro, caballero.

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    EMILIANO. Pero y esta casa?JUANA. No paga desde agosto.EMILIANO. Es posible?LUISA. Si lo sabr Juana, que es la portera! Y todos esos muebles,vendidos. No se los han llevado ya, porque como pesan mucho, les

    da pereza.CATALINA. Y a m el seorito me debe el sueldo de todo el ao.MARAy ADELA. (Al mismo tiempo.) Y a m.LUISA. Toma, y a m. Y al cochero. Y a todos...EMILIANO. Y cmo le sirven ustedes?MARA. De muy mala gana.LUISA. La verdad es que todos esperbamos el da de hoy, porque alas nueve era la lectura del testamento. El seorito se fue a las nuevemenos cuarto, y cuando volvi de casa del notario estaba plido ydeprimidsimo... Le pregunt y me contest: "S, Luisita; me ha

    dejado de heredero universal, pero lo que ese hombre ha hechoconmigo es una infamia, una infamia..." Se ech a llorar, le entr unhipo tremendo y empez a dar sacudidas; total, que cay en unataque de nervios terrible.CATALINA. Terrible.CORUJEDO. Bueno; pero y las risas?EMILIANO. Eso es: por qu se rea al mismo tiempo que sequejaba?LUISA. Eso es de otro asunto; lo del doctor Bremn, un antiguoamigo del seorito.

    CORUJEDO. Mdico, claro...LUISA. Pues ver usted: es mdico y no es mdico.EMILIANO. En esta casa nadie sabe lo que es.LUISA. Es mdico porque tiene acabada la carrera de Medicina y unafama grandsima como mdico; pero no es mdico porque no ejercey, adems, porque, segn l mismo dice, no sabe nada de Medicina.CORUJEDO. Que no sabe nada de Medicina?EMILIANO. Entonces, por eso es famoso como mdico.LUISA. Segn l, la Medicina no es una ciencia, sino un arte.CORUJEDO. Un arte...LUISA.

    Y lo define: como "el arte de acompaar con palabrasgriegas al sepulcro".EMILIANO. Vaya un to!...LUISA. Para l, las enfermedades se dividen en dos clases: las quese curan solas de cualquier manera y las que no las cura nadie deninguna manera. Las primeras, como se curan solas de cualquiermanera, dice que no necesitan mdico, y las otras, como no las curanadie de ninguna manera, pues tampoco.EMILIANO. Un genio...CORUJEDO. Y si no se dedica a la Medicina, a qu se dedica eldoctor?LUISA. Pues... (Volvindose a Adela, con aire reservado, como quien

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    no se atreve a descubrir un secreto gravsimo.) Lo digo?EMILIANO. (Indignado.) Cmo que si lo dice? Cmo que si lo dice?Pero usted cree que vamos a aguantar que nos oculte usted algo?ADELA. Dgalo, Luisa. Despus de todo...LUISA. Pues nosotras creemos que se dedica a... Pero antes de

    decirlo voy a rezar un Padrenuestro a San Isidro para que nos libredel pecado...EMILIANOy CORUJEDO. (Al mismo tiempo.) Eh?LUISA. (Ponindose ante la imagen.) Padre nuestro... (Rezan todaslas mujeres.)EMILIANO. Pero veusted esto?CORUJEDO.A qu se dedicar el doctor, que hace falta rezar antesde decirlo?EMILIANO. Seor Corujedo, me estoy quedando sin pulso.LUISA. (Acaba con las dems la oracin.) ...tentacin, mas lbranos

    del mal. Amn. Pues nosotras creemos que el doctor Bremn sededica a (Bajando la voz y estremecindose.) a... cosas de brujera.TODAS. Jess!EMILIANO. Cmo ?CORUJEDO. A cosas de brujera?LUISA. S, seor, s. Hace experiencias raras y descubrimientosextraos. Tiene la casa llena de bichos para probar en ellos susexperimentos. No permite entrar a nadie en su gabinete de trabajo,y, por las noches, el doctor se encierra all horas y horas, y dicen quesale humo por debajo de la puerta.

    EMILIANO. Ser que fuma.LUISA. No, seor, que el humo, por lo visto, tiene como un olor aazufre...JUANA, CATALINA y MARA. (Al mismo tiempo.) Ave, Mara Pursima!

    (Se santiguan.)

    ADELA. El doctor lee el futuro en los astros!EMILIANO. Vaya vista!MARA. Y le achacan no s cuntos inventos!LUISA.

    Una de las cosas que dicen que ha inventado es unaspldoras para no dormirse en la pera!CORUJEDO. Qu cerebro!EMILIANO. Eso es ms grande que lo del seguro de vida, seorCorujedo.LUISA. Por ello es nuestro miedo y nuestra angustia, porque a pocode volver el seorito Ricardo de la notara, lleg una carta para el deldoctor Bremn. Se la dej en su cuarto, pero me olvid de ellacuando cay con el ataque de nervios. Asustada, mand a sta (AMara.) que fuera a buscar agua de azahar y ter, y en el momentoen que iba a ir, vimos que el seorito, en vez de quejarse, empezabaa rer a carcajadas. Entramos, aterradas, creyendo que se haba

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    vuelto loco; pero no se haba vuelto loco; era que haba ledo la cartadel doctor.EMILIANO. Caramba!LUISA. Pareca otro hombre: le brillaban los ojos, daba vivas aldoctor y vivas a Espaa. Y gritaba: "Ya est, ya est!"EMILIANO. Ya est!TODOS. (Interesadsimos.) El qu?EMILIANO. Que gritaba: "Ya est!"LUISA. S, seor. "Ya est!" Y en seguida dijo que avissemos a laseorita Valentina y a doa Hortensia, y que trajramos pasteles ychampaa para celebrarlo.EMILIANO. Pero para celebrar el qu?LUISA. Pues sa es la cosa, que no dijo ms.EMILIANO. Bueno, pero y la carta del doctor?LUISA. Aqu la tengo.

    (Sacauna carta de un bolsillo del delantal.)

    EMILIANO. Y qu dice?CORUJEDO. Qu dice?LUISA. Pues dice... (En este instante, por el foro entra Valentina,seguida de Jos el cochero. Al verla, Luisa grita.) Ay! La seoritaValentina!...

    (Y todas van hacia ella.)

    EMILIANO. (A Corujedo.) Me parece que tampoco nos enteramos dela cartita.

    (Valentina es una muchacha de veintisiete o veintiocho aos, muybonita, un poco tmida y apegada a los prejuicios de su siglo. Alentrar, asustadsima y acongojada, va abrazando a unas y otras conpatetismo cmico.)

    VALENTINA. Luisa...LUISA.

    Seorita Valentina...(Se abrazan.)

    VALENTINA. Adela...ADELA. Seorita Valentina...

    (Se abrazan.)

    VALENTINA. Mara... Juana...MARA. Seorita Valentina...JUANA. Seorita Valentina.

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    (Se abrazan.)

    EMILIANO. Esta debe de ser la seorita Valentina.(A Corujedo.)VALENTINA. Estoy como loca... Me parece que me va a dar algo...LUISA. Eh?VALENTINA. Que me den algo, que si no me va a dar algo.ADELA. Azahar.JUANA. El agua de azahar.EMILIANO. La botella!

    (Vuelve a coger la botellita, limpindola con la manga yofrecindosela a Valentina.)

    VALENTINA. No... Azahar no quiero. Quiero a Ricardo! Que me

    traigan a Ricardo!EMILIANO. Pero a Ricardo no se lo podemos dar embotellado.LUISA. Ahora duerme, seorita.VALENTINA. Necesito verle!... Pobrecito!... Y ayer que me dijo quenos casaramos en enero!... Y yo que le haba comprado una chisterade pelo, que son las que le gustan!... Estoy malsima!... Todo me davueltas!... (Cierra los ojos.) Ay!...EMILIANO. Seorita, no se desmaye usted, que no nos vamos aenterar de la carta del doctor Bremn.VALENTINA. (Abriendo los ojos al instante.) Eh? Se ha recibido una

    carta del doctor Bremn?LUISA. Esta maana.VALENTINA. Qu dice la carta? A ver, a ver, por Dios!...

    (Le arrebata la carta a Luisa, disponindose a leer en voz alta.)

    EMILIANO. Atencin, seor Corujedo.

    (El cochero se echa sobre el grupo, impaciente.)

    EMILIANO.Cochero, no atropelle.VALENTINA. (Que miraba el papel, suspirando.) Ay, no veo!...

    EMILIANOy CORUJEDO. (Al mismo tiempo.) Eh?VALENTINA. Me bailan las letras!EMILIANO. Traiga usted. (Le quita la carta a Valentina y se disponea leerla, seguido por todos; pero lanza una exclamacin de rabia.)Maldita sea mi estampa!...LUISA. Jess!...CORUJEDO. Qu ocurre?EMILIANO. Que, a pesar de ser cartero, no entiendo la letra deldoctor.CORUJEDO. Djemela usted a m, que he sido boticario. (Coge la

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    carta y lee en el otro extremo del escenario, seguido por todos.)"Doctor Bremn y Novaliches, Leganitos, veintiocho, hotel."EMILIANO. Ms abajo seor Corujedo, que eso es el membrete.CORUJEDO. "Ceferino Bremn."EMILIANO. Ms arriba, que eso es la firma.VALENTINA. Qu mala puntera tiene el seor!CORUJEDO. "Querido Ricardo..."EMILIANO. Ah...CORUJEDO. "Querido Ricardo: ten serenidad para recibir la noticiaespeluznante que voy a darte en esta carta..."EMILIANO. Caray!CORUJEDO."La noticia es sencillamente que he triunfado."EMILIANO. Que ha triunfado?CORUJEDO. (Lee.) "Mis quince aos..."LUISA. Sus quince aos?

    EMILIANO. Pero qu edad tiene el doctor?CORUJEDO. "Mis quince aos de esfuerzo y trabajos han resultadotiles."EMILIANO. Ah, vamos! Ya deca yo...!CORUJEDO. "A las siete y media de esta tarde ir a verte para quehagamos juntos el sensacional experimento. Avisa a Valentina y aHortensia, sin decirles nada an, pues debemos descubrirles lagrandiosa verdad con toda clase de precauciones, so pena de quecaigan enfermas de impresin."EMILIANO.Arrea!

    VALENTINA. Dios mo!CORUJEDO. Por lo visto, el descubrimiento es una cosa fantsticaque...EMILIANO.Bueno, siga usted y no comente.CORUJEDO. "El mundo es tuyo, mo y de ellas."EMILIANO. Se lo han repartido.CORUJEDO. "Ya podemos rernos del pasado, del presente y delporvenir. Y t, particularmente, puedes rerte del testamento de tu toRoberto. Hasta luego. Un abrazo de Ceferino Bremn."VALENTINA. Dios mo!.., Qu ha podido inventar odescubrir ese

    hombre para que Ricardo se ra del testamento de su to Roberto,cuando eso es la canallada de las canalladas?LUISA. Pero, usted, seorita Valentina, conoce el testamento?VALENTINA. Claro!...

    (Todos rodean a Valentina.)

    EMILIANO. Cochero! Ande a cerrar la puerta de la escalera, porquesi ahora entra alguien a interrumpirnos voy a la crcel...JOS.S, seor.

    (Se va por el foro.)

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    EMILIANO. Hable usted, seorita.VALENTINA. Bueno, pero... Y usted, quin es?EMILIANO. Hasta que me echen del Cuerpo, un cartero. Y hasta queme entere de lo que est ocurriendo a ustedes, un neurastnico.CORUJEDO. Y yo, otro.VALENTINA. Otro qu?CORUJEDO. Otro neurastnico, seorita.LUISA. El to ha dejado al seorito Ricardo heredero universal, no?VALENTINA. S. Pero con la condicin infame de que no podr entraren el goce de los ocho millones de reales hasta dentro de sesentaaos.TODOS. Eh?LUISA. De sesenta aos?EMILIANO. Pero cmo de sesenta aos?

    VALENTINA. Pues eso; que hasta que no transcurran sesenta aosno le entregan a Ricardo ni un cntimo de la herencia.ADELA. Qu canallada!...LUISA. Por eso deca el pobrecito que era una infamia...JUANA. Y razn tena para los ataques de nervios.CORUJEDO. Pero eso, cmo es posible?EMILIANO. Es que el hoy cadver estaba loco?VALENTINA. No, no estaba loco. Es que el to Roberto era un tacaoy un miserable, y tena muy mala opinin de Ricardo desde quederroch la fortuna que le dejaron sus padres. Siempre que se

    hablaba de eso, deca que a los jvenes no se les debe dar dineroporque no saben apreciarlo, y en el testamento pone la condicin deque Ricardo no disfrute la herencia hasta pasados sesenta aos, conobjeto de que en la poca de cobrar haya sentado la cabeza.LUISA. Y tanto que la habr sentado!...EMILIANO. Para esa poca la tendr echada...LUISA. Figrese; ha cumplido ahora los treinta y dos. Pues cobrarlos ocho millones a los noventa y dos aos.VALENTINA. Eso es... En mil novecientos veinte..., cuando le tenganque sacar a tomar el sol en un carrito...

    (Se limpia una lgrima.)

    EMILIANO. Si hay carritos entonces...VALENTINA. Ricardo de mi vida!... Luisa, quiero verle... Quieroverle!...LUISA.Le digo que duerme, seorita. Y no sera honesto y decenteque la seorita entrara en la alcoba del seorito antes de casarse conl.CORUJEDO. Claro: ya entrar despus de que se case.EMILIANO. Slo que entonces puede que a lo mejor no tenga intersen entrar.

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    CORUJEDO. La veo esperndose a entrar hasta mil novecientosveinte.

    (Dentro suena una campanilla.)

    LUISA. Han llamado... El doctor...JUANA. El doctor...

    (Mara se va corriendo por el foro.)

    JOS. Debe de ser doa Hortensia, que ya estaba arreglndose paravenir.

    (Valentina sigue sentada en el silln, atendida por Catalina, Juana yAdela. En otro grupo, Emiliano, Corujedo y Luisa.)

    EMILIANO. Esta doa Hortensia, es la novia del doctor?LUISA. Novia? Qu ms quisieran las dos!... Es prometida ygracias...ADELA.Y prometida Dios sabe hasta cundo!...LUISA. Pobre vctima!...EMILIANO. Pero es que a doa Hortensia tambin le ocurre algndrama?LUISA. Lo de doa Hortensia, seor Emiliano, es una tragedia.EMILIANO. Esta familia tiene ms inters que "Los tres

    mosqueteros".

    (Por el foro entra Mara, seguida de Hortensia.)

    MARA. Pase la seora.

    (Cede el paso a Hortensia. Esta es una dama de unos cuarenta aos,muy elegante, de carcter exuberante, apasionado. Entra con elmpetu de quien pisa terreno propio y es capaz de dominar todas lassituaciones.)

    LUISA. Doa Hortensia...VALENTINA. Hortensia...

    (Se levanta del silln. Todos inician un avance hacia ella. Ella loscontiene con un gesto.)

    HORTENSIA. Quietos!... No se muevan!... Calma!... Sangre fra!...Tranquilidad!... (A Valentina, acaricindola maternalmente.) Llora, sieso te desahoga, pero no te preocupes.

    VALENTINA. Hortensia!

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    HORTENSIA. Y ustedes no se preocupen tampoco. Me ven a mpreocupada?TODOS. No, seora.HORTENSIA. Pues tengo an ms motivos que ustedes para estarlo.Pero soy mujer que no se deja rendir fcilmente. Todo tiene arreglo.

    Y hasta lo ms malo tiene su lado bueno. La vida, por ejemplo, esamarga. Pero, en cambio, por ser amarga nos abre las ganas decomer.EMILIANO. Ole!...HORTENSIA. (Volvindose.) Qu?EMILIANO. Que tiene usted razn.HORTENSIA. No hay que dejarse abatir. Yo, a los trece aos, vifusilar a mi padre, all en Venezuela. Cuestiones polticas. Pues bien:le vi fusilar y no llor. Me adelant al grupo y grit: "Mueran losenemigos de mi padre!"

    EMILIANO. Muy bien!...HORTENSIA. Entonces, se me acerc el cabecilla que mandaba elpiquete y me dijo: "Toma, muchacha! Te lo has ganado porvaliente!" Y me dio un pltano.CORUJEDO. Caray!...EMILIANO. Bueno, es que en Venezuela son tremendos...HORTENSIA. Pobre padre!... Muri joven, y mi primera poesa lacompuse el da de su muerte. Se titulaba: "Pap Pancho".EMILIANO. Papapancho? Eso ser alguna fruta de all.HORTENSIA. Cmo una fruta? Es que mi padre se llamaba Pancho,

    y que en Venezuela a los padres se les dice papas.EMILIANO. Y en Espaa tambin; sobre todo cuando se les va apedir dinero.HORTENSIA. Todava recuerdo los versos aquellos; eran sencillos yjuveniles. Terminaban diciendo:

    Pap Pancho, pap Pancho:t, que amabas las hamacas,y el mate, y el sombrero ancho,fuiste a morir, entre estacas,

    en un rancho de Caracas:en un rancho,pap Pancho, pap Pancho!...

    EMILIANO. Pero qu bonito!...

    (Murmullo de aprobacin en todos.)

    HORTENSIA. Y es que hay que tener entereza ante la desgracia. Peroy Ricardo? Cmo sigue Ricardo?VALENTINA. (Lloriqueando.) Yo creo que no sale de sta...HORTENSIA. Qu tontera!... Se pondr bien; os casaris. Todo se

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    arreglar... Y yo me casar tambin con Ceferino. Porque l lo va asolucionar todo con su nuevo descubrimiento.LUISA, MARAy ADELA. (Al mismo tiempo.) Con su descubrimiento?JOS, CATALINA y EMILIANO.(Lo mismo.) Eh?VALENTINA. (Levantndose y pasando al lado de Hortensia.) Es que

    va a resolver hasta el conflicto de ustedes, Hortensia?HORTENSIA.Hasta nuestro propio conflicto, hija ma.EMILIANO.(A Hortensia, muy fino.) Seora: se le puede permitir aun pobre cartero que se est jugando el porvenir por lasincongruencias que aqu ocurren preguntar cul es el conflicto deustedes?HORTENSIA. Nuestro conflicto, cartero, es que, desde hace tres aosque conoc al doctor Bremn, no vivo ms que para admirarle, paravenerarle y para quererle... y que, a pesar de todo, y contra mideseo, no puedo casarme con l.

    CORUJEDO. Quin lo impide?HORTENSIA. Lo impide el que yo no estoy ni casada, ni viuda, nisoltera.EMILIANOy CORUJEDO. (Al mismo tiempo.) Cmo?HORTENSIA. Lo que ustedes oyen. Porque mi marido desapareci enun naufragio, y a m, por lo tanto, no se me ha declarado viuda.CORUJEDO. Ya comprendo... Y no se puede volver a casar, segn laley, hasta pasados treinta aos.HORTENSIA. Eso es. Tengo ahora veintiuno.VALENTINA. (Asombrada.) Veintiuno?

    HORTENSIA. (Querindolo arreglar.) Huy!... Veintiuno... He queridodecir treinta y tres; como suena igual... Pues (Echando cuentas.)tengo ahora veintiocho... Luego, con arreglo a la ley, no puedocasarme con el doctor hasta alrededor de los sesenta aos.CORUJEDO. Realmente es un drama.EMILIANO. (Maravillado.) Y dice usted que el invento del doctorsoluciona tambin eso?HORTENSIA. Tambin.EMILIANO. Qu habr inventado ese to?HORTENSIA. Esta maana, Ceferino me envi a casa un recado

    lacnico, que deca "Querida Hortensia: La felicidad es nuestra,porque he triunfado."VALENTINA. Lo mismo que le dice en la otra carta a Ricardo.HORTENSIA. Y agrega: "Podemos rernos del pasado, del presente ydel porvenir..."VALENTINA. Igual..., igual...HORTENSIA. Para acabar aconsejndome: "Y usted, particularmente,podr rerse de la desaparicin de su esposo."VALENTINA. Y a Ricardo le dice que puede rerse del testamento delto Roberto...

    (El reloj da una campanada.)

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    LUISA. La media. A esta hora dijo el doctor que vendra...HORTENSIA. Entonces est al caer, porque es puntual como uneclipse.LUISA. Despertamos al seorito?HORTENSIA. No. Djenle descansar hasta que llegue don Ceferino.EMILIANO. Eso, eso; que no le despierten. (A Corujedo.) Porque si ledespiertan y me firma el certificado, me tengo que ir de aqu sinsaber lo que ha inventado ese genio.CORUJEDO.Claro..., claro...MARA.Voy a enfriar el champaa y a preparar los pasteles.CATALINA. Los ha mandado traer el seorito para celebrar lo deldoctor.

    (Se va con Mara, la cual selleva los paquetes, por el foro.)

    VALENTINA. Est en todo

    (Dentro suena una campanilla.)

    TODOS. Eh?

    (Dando un respingo. Un instante de pausa expectante, y por el foroentra Mara, disparada y sin paquetes.)

    MARA. El doctor!... Ya est aqu el doctor!... (Revuelo de todos.)Voy a avisar...

    (Se va por la derecha.)

    EMILIANO. Estoy muerto por conocerle...CORUJEDO. Y yo...

    (Por el foro, seguido de Catalina, entra Ceferino Bremn. Es unhombre de unos cincuenta y tres aos, con el pelo gris, peinado en

    melena, de aire un tanto extrao, con algo de diablico y misterioso.Los ojos le brillan con satisfaccin y expresin de triunfo, como quiense halla en posesin de un secreto extraordinario, que, a pesar de sumodestia cientfica, le permite contemplar la Humanidad un poco dearriba abajo. Sonre con sonrisa burlona y se acaricia la barbita en ungesto insinuante y sugestionador.)

    BREMN.Buenas tardes a todos...VALENTINA.Bremn!HORTENSIA. Ceferino...JOS. El doctor...JUANA. El brujo...

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    CORUJEDO. El gran hombre...EMILIANO. El genio...

    (Quedan todos contemplndole en silencio, con respeto y una especiede temor supersticioso, esperando a que hable y a que diga algo

    tremendo.)

    BREMN. (Avanzando unos pasos.) Ha hecho buen da, verdad?EMILIANO. Qu dice? Qu dice?CORUJEDO. Dice que ha hecho buen da.EMILIANO. Qu talento!...BREMN. Y ayer tambin hizo un da magnfico, no?

    (Lentamente y frotndose las manos avanza hacia un silln, donde sesienta. Todos van detrs de l, como sugestionados.)

    HORTENSIA. Ceferino, que estamos que no vivimos de impaciencia!VALENTINA. Deseando saber...BREMN. (Quitndose los guantes y como si no se diera cuenta de loque esperan de l.) En general, toda la semana ha sido buena. Peroquiz llueva el lunes o el martes... (A Hortensia.) Bien dijo usted enuno de sus poemas, Hortensia, aquello de:

    Ni de que haga buen tiempo puede uno responder,pues despus de unos das de un sol casi de esto

    de pronto viene el fro,se acumulan las nubes y comienza a llover.Y es que el mundo es un lo, amigo mo.Y qu se le va a hacer!

    Es lo ms exacto que acerca del tiempo he odo decir en poesa.HORTENSIA. Gracias, Ceferino...

    (Por la derecha, escapada, Mara.)

    MARA.El seorito... Que viene el seorito!VALENTINA. Eh?

    MARA. Al decirle que estaba aqu el doctor, ha dado un salto, hapasado por encima de doa Luisa y viene hacia aqu.CATALINA. Ay!... Que ahora s que est loco... Que viene patinandopor el pasillo.VALENTINA. Jess!...EMILIANO. Patinando y pisando amas de llaves, seor Corujedo...MARAy CATALINA. (Al mismo tiempo.) Ya est aqu.

    (Por la derecha aparece, en efecto, Ricardo, seguido de Luisa,arrugada y despeinada, que intenta contenerle.)

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    LUISA. Seorito Ricardo, por Dios!...

    (Todos se parapetan, asustados, menos Hortensia, el doctor, quesigue tan fresco, y Valentina, que va hacia la derecha. Ricardo es un

    joven de treinta y dos aos, guapo y bien plantado. Viene en bata,con una zapatilla puesta y un pie descalzo. Trae los pelos de punta ysu aspecto es realmente el de un tipo que anda mal de la cabeza.)

    RICARDO. (A Luisa.) Djeme... Dnde est ese fenmeno? Dndeest Bremn? (Cruza la escena como una tromba, sin preocuparse deValentina ni de nadie.) Bremn!... Coloso!... Pirmide!...BREMN. Hola!RICARDO. Catedral empalmada... Ro puesto en pie...BREMN.Pero, hombre!...

    RICARDO. Djame que te estreche, que te apretuje, que temachaque... Tu nombre hay que escribirlo con letras de oro y perlasfalsas, que son las ms caras.

    (Le estrecha furiosamente.)

    VALENTINA. (Asustada.) Por la Virgen, Ricardo, tranquilzate..., queme das miedo!...HORTENSIA.Serenidad, Cifuentes.EMILIANO. Tranquilidad, caballero...

    BREMN. Pero, Ricardo, hombre!...RICARDO. Abrazarlo y comrselo es poco. Ante l hay que hincarsede rodillas, poner la frente en sus botas y rezarle un Credo...MUJERES. Jess!JOS. Vaya blasfemia...VALENTINA. Ricardo...EMILIANO. Loco perdido.RICARDO.Ante ese genio, ante ese genio hay... Ay!...

    (Se pone plido y cierra los ojos.)

    VALENTINA. Dios mo!...LUISA. Otra vez el ataque.EMILIANO. Ah va!

    (Valentina, Hortensia y Luisa le echan en un silln.)

    CRIADAS. Seorito...BREMN. Quietos!... Mrchense todos de aqu.TODOS.Eh?LUISA. Que nos marchemos?BREMN. S. Djennos. Necesitamos quedarnos a solas con l.

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    LUISA. Pero, don Ceferino!...Los DEMS. Pero doctor!...BREMN. Sin objeciones... Hagan el favor de irse.

    (De mala gana y refunfuando, se van yendo por el foro Mara, Jos,

    Luisa, Adela, Catalina y Juana.)

    LUISA. El maldito brujo!ADELA. Echarnos ahora que bamos a saber...EMILIANO. Hala! Hala, eso es! Vyanse ustedes!...BREMN. (A Corujedo y Emiliano.) Y ustedes dos, tambin.EMILIANO. Que me vaya yo?BREMN. Y sin perder un momento.EMILIANO. Caballero, yo traa un certificado para el seorCifuentes... Estoy aqu desde por la maana. Ya le he tomado cario

    a la casa. Me estoy jugando el cargo por averiguar el lo de ustedes...(Ms compungido an.) Y ahora que lo iba a saber...BREMN. Pues lo siento mucho, pero nuestro asunto esabsolutamente secreto y no puede usted saberlo.EMILIANO. No puedo saberlo?BREMN. No; as es que vyase con los dems.

    (Emiliano, al or esto, rompe a llorar desconsoladamente. Corujedo,que estaba esperando junto al foro, va hacia l, compadecido.)

    CORUJEDO. Pero, Menndez; hombre...EMILIANO. Seor Corujedo...

    (Se echa a llorar en sus brazos.)

    CORUJEDO. No se ponga usted as; qu se le va hacer.EMILIANO. Ay seor Corujedo!CORUJEDO. Tenga usted conformidad.EMILIANO. Ay seor Corujedo de mi alma! Ay seor Corujedo, qudesgraciado soy!...

    (Se va por el foro, llevado por Corujedo.)

    HORTENSIA. Pobrecillo. Es la sensibilidad hecha cartero...VALENTINA. Ests mejor?RICARDO. S, mucho mejor. Ya estoy bien. Estos ataques que medan son de alegra.

    (Se levanta.)

    VALENTINA.Pues no te alegres ms, Ricardo, por Dios.

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    (Entre tanto, Bremn se ha ocupado de cerrar cuidadosamente laspuertas del foro y de la derecha.)

    HORTENSIA. Qu hace usted, Ceferino? Son necesarias tantasprecauciones?RICARDO. Ya lo creo que son necesarias.BREMN. Es imprescindible cerrar las puertas y meter unas bolitasde papel en las cerraduras.HORTENSIA. Usted cree?BREMN. Que si lo creo? Fjese...

    (Abre bruscamente la puerta del foro y caen en escena, formando unmontn confuso, Luisa, Adela, Catalina, Juana, Mara y Jos, que sehallaban detrs de la puerta escuchando.)

    TODOS. Aaaaaay!...JOS. Arrea!

    (Se levantan muy avergonzados, tropezando unos con otros, y sevan, cerrando la puerta, por el foro.)

    BREMN. Ya lo ha visto usted. Y el asunto es tan importante queuna indiscrecin podra sernos fatal. Lo que aqu hablemos hoy nodebe salir jams de entre nosotros porque si lo divulgamos laHumanidad entera se nos echara encima.

    HORTENSIA. La Humanidad entera?RICARDO. La Humanidad entera y algunos habitantes de Marte. Loque ha inventado este genio!HORTENSIA. Yo he llegado a suponer si se tratar de la fabricacindel oro.RICARDO. Has odo? La fabricacin del oro... Ja, ja, ja!

    (Se ren como locos.)

    VALENTINA. (Aparte, a Hortensia.) Ay, me dan miedo!HORTENSIA.

    Entereza, hija ma.BREMN. No lo adivinarn ustedes nunca... Van a saberlo por mmismo.LAS DOS. A ver? A ver?RICARDO. Sentaos, sentaos; no sea que os caigis al suelo alsaberlo... Su descubrimiento significa la solucin de nuestrosproblemas.BREMN. Justamente, y esa solucin es el tiempo...LAS DOS. El tiempo?BREMN. El tiempo. Qu hace falta para que Ricardo entre enposesin de los ocho millones de reales de su to Roberto? Quepasen sesenta aos? Pues se dejan pasar los sesenta aos. Ricardo

  • 8/14/2019 Jardiel Poncela, Enrique - Cuatro Corazones Con Freno Y Marcha Atras

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    cobra, se casan ustedes y tan contentos ...HORTENSIA. Pero, Ceferino!...VALENTINA. Pero, Bremn!...BREMN. Qu tiene que suceder para que la ley autorice a usted acasarse? Que pasen treinta aos de la desaparicin de su marido?

    Pues dejamos pasar esos treinta y la ley autoriza, y en paz...RICARDO. Eso es..., eso es... Qu hombre ms grande!...HORTENSIA. (Aparte, a Valentina.) Hija ma, yo creo que se hanvuelto locos...VALENTINA. Tengo miedo... Debamos llamar a las criadas.BREMN. Ahora se creern que estamos locos.RICARDO. S. Se lo creen, se lo creen!... Mrales las caras!... Se locreen!... Ja, ja!...BREMN. Qu gracia! Nosotros locos... Ja, ja!RICARDO.Ja, ja!... Qu risa!...

    BREMN. Bueno, es natural. Eso mismo deca la gente, al principio,de Franklin y de Coprnico.RICARDO. Y de Stephenson...BREMN. Y de Newton y de Galileo.VALENTINA. Vamos a llamar.

    (Se va hacia el foro con Hortensia.)

    RICARDO. (Contenindola.) Chis!... Quieta... No llames.BREMN. Un segundo, Hortensia... Si un hombre, a fuerza de

    trabajos, de tentativas y de insomnios hubiera descubierto unprocedimiento por el cual las personas que l quisiera no se muriesen jams y fueran eternamente jvenes, tendra alguna importanciapara estas personas el paso del tiempo?LAS DOS. Cmo?BREMN. Si usted (A Hortensia.) supiera que no se iba a morirnunca y que siempre iba usted a ser joven y apetecible, tendrainconveniente en aguardar treinta aos a ser libres para casarse?HORTENSIA. Pero es que eso es una fantasa que...RICARDO. (Dando un puetazo en la mesa.) Eso es una verdad del

    tamao de un obelisco! Si l quiere, usted ser joven e inmortal yValentina lo mismo, y yo, tambin, y todos, igual.VALENTINA. (Aterrada, yendo hacia el foro.) Doa Luisaaa!...RICARDO. Ven aqu. No es una locura... Os habis olvidado de queBremn es un sabio? Diez aos hace que persigue en su laboratorio laobtencin de una sustancia que diese a los humanos lainmortalidad... Y la ha encontrado!...LAS DOS. Dios mo!HORTENSIA. Explique usted, Ceferino. La emocin me ahoga.BREMN. Hace diez aos, como ha dicho Ricardo, que se me ocurribuscar una sustancia que, al ser ingerida, impidiese la vejez y lamuerte. Sent mi trabajo en un razonamiento sencillo. Yo me deca:

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    la causa de la muerte por vejez es el empobrecimiento, el desgaste,la decadencia de los tejidos humanos. Ahora bien: cualquier sal tienecondiciones para conservar la materia muerta.RICARDO. Vase el bacalao, la mojama...BREMN. Luego todo consista en encontrar una sal que,

    convenientemente tratada, conservase los tejidos vivos.HORTENSIA. S, s...VALENTINA. Claro, claro...BREMN. La sal buscada la encontr en las algas marinas, que sonsumamente ricas en materias orgnicas.VALENTINA. Hay que ver, en las algas...BREMN. Mi preparado no es, por tanto, ms que un extracto de"alga frigidaris", transformada y hecha asimilable por procedimientosqumicos.VALENTINA. Y tomando eso, no se muere uno nunca?

    HORTENSIA. Y se es siempre joven?BREMN. Tomndolo, la resistencia de los tejidos es ilimitada. Y elque es joven, se conserva joven, y el que es viejo, rejuvenece.Descubierta la sal en mil ochocientos ochenta y cuatro, tengo ya encasa moscas de trece aos de edad, gusanos de seda de dieciocho yconejos de tanta experiencia que cuando ven un cazador se suben alos rboles.VALENTINA. Increble!...RICARDO. Viva Bremn!

    (Va al cordn de la campanilla y tira.)

    HORTENSIA. El descubrimiento da vrtigos.RICARDO. Vamos a ser felices... Y por una eternidad... Es la primeravez que un enamorado puede preguntar con razn: "Me querrsiempre?"VALENTINA. Y la primera vez que una enamorada puede contestar,segura de cumplirlo: "Siempre."HORTENSIA. Por lo que afecta a nosotros, Ceferino, nos diremos esomuy pronto...BREMN.

    Muy pronto, Hortensia... De aqu a treinta aos.LUISA. (Apareciendo en el foro, teniendo detrs en actitudexpectante a Mara, Adela, Catalina, Juana y Jos.) Llaman losseores?BREMN. S, traiga usted un jarro de agua y unos vasos.RICARDO. Y los pasteles y el champaa. Y cerrad...LUISA. S, seor... S, seor...

    (Se va, cerrando la puerta.)

    RICARDO. Hay que brindar antes de tomarnos las sales.BREMN. Aqu estn.

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    (Saca un frasquito del bolsillo.)

    VALENTINA. Ese tan chiquitn es el frasco de las sales?RICARDO. Qu frasquito ms salado!...HORTENSIA. Que en un sitio tan pequeo quepa una cosa tangrande!...

    (Suenan unos golpes en el foro.)

    RICARDO. Adelante...

    (En la puerta aparece Emiliano, con la cara ms triste que nunca, sincartera y sin gorra.)

    BREMN. Pero, hombre, otra vez aqu?VALENTINA. Viene a que le firmes un certificado.EMILIANO. No. Ya, no, seorita Valentina.RICARDO. Te conoce?EMILIANO. Soy ya como de la casa, don Ricardo... Me he pasadoaqu todo el da, preocupado por los asuntos de usted, y, en vista deello, me han formado expediente para echarme del Cuerpo.RICARDO. Caramba!... Pues no sabe cunto lo siento...EMILIANO. Ms lo siento yo, que me encuentro a los cuarenta aossin poder dar de comer a mis hijos.

    HORTENSIA. Desventurado!...BREMN. Cuntos hijos tiene usted?EMILIANO. Ninguno. Por eso digo que me encuentro sin poder darde comer a mis hijos.BREMN. Hombre, eso me ha hecho gracia! Pues no se preocupe:yo le tomo a mi servicio de ordenanza. Por ahora, no tendr ustednada que hacer.EMILIANO. Entonces ya ver usted qu bien cumplo...RICARDO. Y de momento, dgale al ama de llaves que se d prisa.EMILIANO. S, seor.

    (Se va, cerrando la puerta.)

    VALENTINA. Dios mo, no morirse nunca!...HORTENSIA. Y ser siempre jvenes!...RICARDO. Y asistir a los cambios que sufrir el mundo...BREMN. S, pero ms bajo; que no nos oiga nadie. Si se llegara adivulgar mi secreto, todo el mundo querra tomar las sales, y se nosperseguira, se nos asediara; incluso pondran sitio en esta casa....para ser todos desdichados, pues una Humanidad inmortal acabarahaciendo la Tierra inhabitable. Slo seremos inmortales nosotroscuatro.

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    EMILIANO. (Abriendo la puerta del foro.) Y un seguro servidor.TODOS. (Volvindose.) Eh?...BREMN. Cmo dice, cartero?EMILIANO. Ex, ex cartero. Digo, patrn, que cuando EmilianoMenndez se propone enterarse de una cosa, se entera. Y que si no

    me dan a m tambin una racioncita de la sal que me ha descubiertousted, monstruo de la Ciencia, pues lo cuento.TODOS. (Aterrados.) Que lo cuenta!...EMILIANO. Aprendo el francs para contarlo en dos idiomas...Porque ustedes comprendern que esto de poder tomar una cosapara no morirse nunca no ocurre todos los jueves, y sera yo elcretino mayor del reino si perdiera esta ocasin, que es lo que se diceuna ganga... As es que vayan preparando mi sal... Venga sal!BREMN. Sal?

    (Suenan unos golpecitos en la puerta del foro.)

    EMILIANO. Sal! Sal! Sal!... Digo..., entra... Es doa Luisa.

    (Entran Luisa y Mara con el champaa y los pasteles, el agua y losvasos.)

    RICARDO. Dejadlo todo aqu... Y marchaos inmediatamente sinquedaros a escuchar detrs de la puerta.LUISA. S, seorito.

    MARA. (Aparte, a Luisa.) Nada, que no nos enteramos.LUISA.(Aparte, a Mara.) No, hija; no nos enteramos.

    (Se van por el foro.)

    EMILIANO. Pobrecillas!... Pensar que las dos acabarnmurindose!... Qu idiota es la gente!... Conque, me va usted a darla sal, doctor, o...?

    (Emiliano cierra la puerta, cerciorndose de que nadie escucha.)

    BREMN. Consiento en drsela, a cambio de su silencio.EMILIANO. Muy bien.BREMN. Pero tiene que jurar guardar nuestro secreto...EMILIANO. Hombre! No le digo que lo guardar hasta la tumba,porque nosotros no vamos a ver la tumba ms que en fotografa;pero ser sordomudo eternamente, seor Bremn.

    (Entre Ricardo y Bremn han preparado las sales.)

    RICARDO. Esto ya est. Podemos brindar cuando quieran.BREMN. El brindis corre a su cargo, Hortensia.

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    setenta y cinco aos. En esas condiciones, las primas de pago sernmuy pequeas, verdad?CORUJEDO. S, claro; pequesimas... Pero usted, cuntos aostiene?BREMN. Cincuenta y cinco.CORUJEDO. Pues le advierto que si no cumple usted los ciento treintaaos no puede cobrar los cuatro millones del seguro...RICARDO. Toma! Claro! Y esta seora los cobrar a los cientoquince, y esta seorita, a los ciento cinco, y yo, a los ciento diez.EMILIANO. Y yo, a los ciento diecinueve...CORUJEDO. (Turulato.) Y ustedes creen que van a vivir hastaentonces?TODOS. Seguramente... Pues claro... Ya lo creo que s!EMILIANO. Usted sabe la salud que tenemos!BREMN. Tenemos una salud estupenda!

    CORUJEDO. Bueno, son idiotas los cinco... (Se sienta. Todos lerodean para firmar las plizas.) Los apellidos de usted, doaHortensia?...

    TELN

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    ACTO SEGUNDO

    Un claro de selva en una isla desierta del Ocano Pacfico. En la

    izquierda se ve un lanchn volcado, con la quilla mirando al cielo, quese pierde en la lateral. En el lanchn hay abiertas dos ventanas y unapuerta. Y en lo alto de la quilla, una chimenea. Todos estos detallesquieren decir que el lanchn sirve de casa habitable a los ciudadanosque pueblan la isla. En el fondo, bosque. Y en la derecha, rboles,que constituyen la salida de dicho lateral. Por detrs y por delante dellanchn, en la izquierda, otras dos salidas. A ambos lados de lapuerta del lanchn, bancos hechos toscamente con maderas decajones de embalar. Y en la derecha, un tronco de rbol y una mesacon libros, varios tiles de laboratorio, frascos, tubos de ensayo, etc.

    Delante del lanchn, un poco hacia la izquierda, una tosca cocina depiedras y, suspendido sobre ella, sujeto de unas estacas, un caldero.Junto a la cocina, cacharros, cazos, espumaderas, etc. En laizquierda, pegado al lanchn, un grueso rbol, con abundanteramaje. Clavado en el tronco, un espejo, y colgados de las ramas delrbol, por medio de cuerdecitas, diferentes utensilios de tocador,peines, cepillos de cabeza y de dientes, brochas de afeitar, mquinasGillettes, estuches de Cutex, tijeras, etc. Entre el rbol y el lanchn,una hamaca tendida. Colgados tambin a la puerta del lanchn,armas blancas y de fuego y dos o tres "boumerangs". En el costado

    del lanchn, un reloj de sol, toscamente construido, pero que noseala hora alguna, porque no luce el sol. Encima de la puerta dellanchn, un letrero que dice: "Residencia de Nufragos Voluntarios".Es en las primeras horas de la maana, y, como se ha dicho, sesentaaos ms tarde de la poca en que se desarroll el primer acto.

    Al levantarse el teln, en escena, Bremn y Ricardo. Bremnrepresenta ocho o diez aos menos que en el acto anterior y tiene unaire ms fuerte y saludable. Ricardo est igual que en el otro acto,pero tostado del sol; ambos visten pantaln corto y polainas y

    chaqueta de cuero o "sweater". Bremn se halla sentado en el troncodel rbol de la derecha, con los codos apoyados en la mesa, leyendoun libro. Ricardo est tumbado en la izquierda, en el suelo,durmiendo. Hay una pausa, durante la cual Bremn no levanta losojos de la lectura. Al cabo de la pausa se oye el canto de un gallo,que suena en la parte alta del lanchn, un poco hacia la izquierda. Elcanto del gallo se repite dos veces, y a la segunda vez se abre lapuerta del lanchn y aparece Emiliano. Tambin Emiliano est algoms joven que en el primer acto. Viste un traje de verdaderoRobinsn, hecho con pieles de animales, porque es el nico del grupode habitantes del lanchn que est viviendo la novela del naufragio yrecrendose en ella. Avanza en el momento en que el gallo canta por

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    tercera vez. Consulta el reloj de sol y hace un gesto de contrariedad.

    EMPIEZA LA ACCIN

    EMILIANO. Ese gallo va retrasado.

    (Coge uno de los fusiles del lanchn, se lo echa a la cara y dispara.Cae en escena un gallo muerto.)

    BREMN. Qu pasa? Qu haces?

    (Ricardo grue y se vuelve del otro lado.)

    EMILIANO. Parar el reloj, doctor, que no hay manera de hacer

    carrera de l; y despus que me he pasado dos aos amaestrndolepara que d las horas cuando las seale el reloj de sol que ustedfabric, resulta que el da que amanece nublado y nos falla el reloj desol, nos falla el gallo. Y ya estoy harto...BREMN. (Consultando un reloj de bolsillo muy antiguo.) Son lasnueve y media.EMILIANO. Ya?BREMN.Se me han ido las horas en un vuelo.EMILIANO. Otra noche que se ha pasado usted en claro, dndole quete pego al cerebro...

    BREMN. Y qu voy a hacer, Emiliano?EMILIANO. Se le ha ocurrido a usted alguna otra de esas cosasfenomenales que se saca usted de debajo del pelo y que...?BREMN. Quin sabe, Emiliano? Quin sabe?EMILIANO. Me da usted miedo, porque como tiene usted ms talentoque Matas Lpez... Con su permiso, voy a encender fuego paracalentar agua y poder desplumar el reloj. (Cogiendo el gallo.) No digoque va a ser un almuerzo de los que den la hora, porque ya ha vistousted lo mal que la daba. Pero un arroz con gallo muerto siempre esuna solucin. Y como si yo no hiciera de ama de casa aqu ni se

    almorzara, ni se comera, ni se vivira... (Deja al gallo sobre la cocinay, cogiendo dos pedazos de madera y unos hierbajos, se sienta afrotar las maderas par hacer fuego.) Es decir, se vivira, por aquellode que no podemos morirnos; pero lo que es porque nadie tengaganas de vivir...BREMN. Tan verdad es eso, que muchas veces he pensado que, detodos nosotros, el nico capacitado para la inmortalidad