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Dios SaV\to~~et~U~~s'"'"'

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La misión de EDITORIAL VIDA es proporcionar los

recursos necesarios a fin de alcanzar a las perso­

nas para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su fe.

LA VOZ DEL DIOS SANTOEdición en español publicada por Editorial Vida - 2007© 2007 EDITORIAL VIDAMiaIlli, Florida

Publicado en inglés con el título:GOd HtLJ Spokenpor Hodder & Stoughton© 1979 por J. I. Packer

Traducción: Juan RoJtu MayoEdición: &IJÍM d RoJÍM Editare», [nc.

Diseño de cubierta: Cathy SpeeDiseño interior: Rojasd Roja» Editore.J, lnc:

Reservados todos los derechos. A menos que se indique lo contrario.el texto bíblico se tomó de la Santa Biblia Nueva Versión Internacional.© 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

ISBN-lO: 0-8297-4827-XISBN-I3: 978-0-8297-4827-7

Categoría: RELIGIÓN/Vida cristiana/Crecimiento espiritual

Impreso en Estados Unidos de AméricaPrinted in the United States of America

070809 10 .,. 1098765432 1

CONTENIDO

Prólogo (200S) S

Prólogo (1993) 7

1. Introducción (1979) 13

2. La palabra perdida 22

3. La Palabra de Dios hablada (1) 46

4. La Palabra de Dios hablada (11) 63

S. La Palabra de Dios escrita 84

6. La Palabra de Dios oída 114

Not~s 126

Apendice 1: La declaración de Chicago sobre lainerrancia bíblica (1978) 134

Apéndice II: La declaración de Chicago sobrehermenéutica bíblica (1982) 151

Sugerencias para lecturas posteriores 171

Administrador
Texto escrito a máquina
ex libris eltropical
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A rru» coleqa» deTynda!e HaLL y Trinity Colleqe, Brutol

1970-79con afecto y agradecimiento PRÓLOGO (2005)

Se me ha pedido e~cribir algo a manera de presentación paraesta nueva edición de La voz delDios eanto, No hay mucho quepueda añadir a lo dicho en el prólogo de 1993 ya la introduc­ción de 1979 y, por supuesto, al texto en sí, con sus dos apéndi­ces importantes. Cuarenta años después de haber escrito lamayor parte de lo que está allí ahora, sólo puedo decir que pien­so que por la gracia de Dios me salió bien y que todavía estoyde acuerdo con todo su contenido. Mi esperanza era que, comoun acompañamiento a mi primer libro sobre las Escrituras,Fundamentalum. and tbe Word o/ God, este artículo llevaría a lagente directamente a estudiar la Bibliay responder más de todocorazón a la verdad acerca de Dios de lo que su estudio revelara.Mi esperanza presente y oración es que esto ocurra a medidaque las nubes se amontonan y el mundo continúa apretando a laIglesia cada vez con más fuerza en la forma en que lo hace hoy.

Por lo tanto hago algunas sugerencias respecto a la forma enque este libro pudiera utilizarse.

Los predicadored no van a encontrar mucho de lo que de algu­na forma u otraya conocen, pero hojear este libro quizá renue­ve su entusiasmo en cuanto al privilegio asombroso que essuyo: hablar de parte de Dios, ampliando y aplicando su Pala­bra en su nombre.

Los edtudianted de teolofta pueden encontrar aquí un estudiode los principales puntos de conversación acerca de la Bibliasobre los que ellos necesitan tener claridad. Desde 1965, cuan­do apareció la primera edición, mucho se ha discutido sobre losdetalles de los conceptos que expresé, pero nada sustancial haocurrido para alterarlos en lo básico, tomando en cuenta queun estudio puede ayudar a mantener la perspectiva de la made­

ra entre los árboles.Pienso que los grupOd en las iglediad encontrarán en este un

buen libro con el cual trabajar; yo lo hallo claro y clarificador,como quise que fuera y lo cierto es que hay mucha gente de

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6 LA VOZ DEL DIOS SANTO

iglesia que no están muy seguros de lo que creen sobre la reve­

lación y la Biblia. Mientras armaba La Voz del Dios Santoabordaba esta situación y, tenía más deseo de que los laicos pu­

dieran tomar nota de mi libro más que los eruditos. Esa sigue

siendo mi esperanza.Estoy confiado de que los cristianos in(JivlJua!ed que lean La

voz(JeL Diod «anto sentirán fortalecido su sentido de aplicación de

la Palabra a sus conciencias; y profundizada su percepción de

cómo la aplicación funciona por lo que aquí está escrito.Entonces, pequeño libro, sal fuera de nuevo y, con la bendi­

ción de Dios, edifica la familia del Señor en el lugar preciso yhasta el punto en el cual más te necesiten. Y que toda la gloria

sea Suya.

J. 1. P.Regent College, Vancouver

Enero de 2005.

PRÓLOGO (1993)

Mientras más envejezco, lo que más quiero es cantar mi fe y lo­

grar que otros la canten conmigo. La teología, como siempreles digo a mis estudiantes, es para hacer doxología: La primera

cosa que hay que hacer es convertirla en alabanza y así honrar

al Dios que es su tema, el Dios en cuya presencia y con cuya

ayuda todo se resolvió. El llamado de Pablo a cantar y hacer

música en el corazón para el Señor es un mensaje para teólogos

al igual que para otras personas (Ef 5: 19). Las teologías que no

se pueden cantar (u orar para el caso) están mal a un nivel pro­fundo, y tales teologías me dejan descorazonado en ambos sen­

tidos: con frío en las venas y desinteresado. Consideraría

trágico si este libro dejara tal impresión en algún lector.Solicito, por consiguiente, que sus contenidos, los cuáles son

ciertamente teología, sean recibidos ante todo como contenidos

para la alabanza, aunque mi temática se presenta en la forma de

un sermón extendido y con cierto tono de apremio. Mi metaprincipal en estas páginas es celebrar la dádiva de Dios de la

verdad revelada acerca de sí mismo, a través de la cual encon­

tramos comunión con él, recibimos salvación y aprendemos avivir. Me encantaría que el libro lo entendieran como un eco y

apoyo a dos himnos que reproduzco aquí para la meditación de

mis lectores. (Las letras itálicas - ¿es necesario decirlo? - sonañadiduras mías.)

La primera parte data de 1953, doce años antes de la primera

edición de este libro. Es algo así:

Dios ha ha6fa{)o por sus profetas,

Con su palabra inmutable,

Cada uno de una época a otra proclamando

Al único justo Señor y Dios.En medio de la desesperanza y confusión del mundo

Ancla firme que aun se planta,Dios el Rey, de trono eterno,

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8 LA VOZ DEL DIOS SANTOPRÓLOGO (1993) 9

Dios el primero y Dios el final.

DÜJd hahablado por Jesucristo,Cristo, el Hijo eterno,Resplandor de la gloria del Padre,Con el Padre siempre uno;Ha hablado por la Palabra encarnada,Dios de Dios, la era del tiempo comenzó,Luz de Luz, que a la tierra descendió,Hombre, que revela Dios al hombre.

Dios aun habla por su Espíritu SantoHacia los corazones de hombres,En la era del tiempo donde la palabra explicaEl evangelio del mismo Dios, ahora igual que entonces;A través del surgimiento y caída de nacionesUna certeza de la fe aun permanece en pie,El Dios eterno, su palabra inmutable,Dios el primero y Dios el final.

El segundo himno, escrito por Charles Wesley en el primer ca­lor del gran despertar evangélico de Inglaterra hace dos siglosy medio, es más conocido.

iOh, que tuviera lenguas milDel Redentor cantarLa gloria de mi Dios y ReyLos triunfos de su amor!

Bendito mi Señor y Dios,Te quiero proclamar;Decir al mundo en derredorTu nombre sin igual.

El quebranta el poder del pecado cancelado,y libera al cautivo:Su sangre puede hacer al más inmundo limpio;Su sangre es el beneficio mío.Dulce es tu nombre para mí,

Pues quita mi temor;En él halla salud y pazEl pobre pecador.

Rompe cadenas del pecar;Al preso librará;Su sangre limpia al ser más vil.iGloria a Dios, soy limpio ya!

Permítanme decir sin ambages que mi meta al escribir sobre elhecho y el proceso de la revelación es aclarar la manera de captarlas realidades que han sido reveladas: el conocimiento de Dios, elPadre, el Hijo y el Espíritu Santo, en la creación, en la retención,en la regeneración yen la edificación de la Iglesia. Aquí están lasfuentes de la vida cristiana, las cuales los predicadores debenaplicarse con fuerza a proclamar para la gloria de Dios y el biende las almas. Las incertidumbres modernas sobre la revelaciónhan tenido el efecto de represar esas fuentes. Es mi esperanza yoración que este libro ayude a desbloquearlas.

Un libro que ha crecido

Un gato, dice un proverbio chino, puede mirar a un rey. Loslectores con discernimiento habrán identificado ya que confor­me escribo este prólogo tengo a un rey en la mira, uno que ver­daderamente puede ser llamado rey: Juan Calvino, quien enlos cuatro libros de la edición final de su Institucidnde la reLigióncristiana disertó sobre la creación, la redención, la vida regene­rada y la Iglesia, en ese orden, y cuya pasión por la gloria y laalabanza a Dios brilló a través de cada párrafo. En mi calidadde gato observador siento cierta identificación con Calvino.

En primer lugar creo que la sustancia de este libro contaríacon su aprobación (léase en Inst. I.i-ixy IV.viii.I-12 si duda loque digo).

En segundo lugar, es una realidad que la/nJtltuciónde Calvinocreció a través de cinco ediciones entre 1536 y 1559 de ser un li­bro de bolsillo sobre el cristianismo práctico para una audienciageneral hasta llegar a ser un tratado de renombre muchas vecesmayor. Esto ocurrió sobre todo a través de la adición de material

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\0 LA VOZ DEL DIOS SANTO PRÓLOGO (\993) 11

más o menos técnico relevante para la educación de predicado­res, y que se generó por desacuerdos sucesivos con lo que Cal­vino originalmente había ofrecido. Como resultado, a pesar deque procuró mantener todas las cosas a nivel de un laico educa­do, y que hasta cierto nivel admirable sí lo logró, cuenta concambios fuertes de marcha conforme se mueve de la homiléticacatequista a la apología teológica y luego vuelve atrás. En algu­na forma estoy en las mismas. La vozdel DWd santo inició su vidaen 1965 como un libro de bolsillo de noventa y seis páginas.Ahora es el doble de su longitud inicial, y las añadiduras son ensu mayor parte de un nivel más técnico que el mismo material alcual han sido incorporadas. Tan sólo puedo pedir a mis lectoressu indulgencia y declarar que he tratado con mucho esfuerzode mantener el estilo tan simple como sus argumentos lo permi­

tan.

Cambios al cabo de treinta años

Aunque creo que todavía dice cosas de relevancia central en untópico de relevancia central, este libro, que es en esencia de1965, tiene algo que constituye una pieza de un período. Puedeser que facilite en algo la tarea de identificarse con el mismo no­tar tres desarrollos ocurridos alrededor de la discusión del temade la revelación y la Biblia que hace del escenario de 1993 dife­

rente al de 1965.En primer lugar, la teología evangélica, de la cual este libro es

un producto de muestra, es mucho más fuerte en el mundo de ha­bla inglesa de lo que era una generación atrás. La producción demucho material escrito de alta calidad para guiar y respaldar a loscreyentes de la Biblia, y el trabajo erudito patrocinado por laTyndale Fellowship for Biblical Research (inglesa), la Evangeli­cal Theological Society (americana), el International Council onBíblical Inerrancy durante su década de acción (1977-1987) ymuchas editoriales y centros de estudios teológicos en añadidurahan otorgado a la teología evangélica el estatus de una nuevaopción prometedora, distinta de aquella acción de retaguardiasin esperanza que representó la manera en la cual mucho se lacatalogó entre los años 1950 a 1960. Cuando James Barr escri­bió su importante libro con el que atacó a la teología evangélica

tildándola de falsa y a la piedad evangélica de patológica ', elefecto más perceptible fue el que sus pares especularan sobrequé le había ocurrido para que generara en él tanta rabiay con­tención: su queja no se tomó seriamente y sus votos de censurano fueron secundados. Detecto en La vozdel DWd «anta una notade actitud defensiva y desafiante, sobre todo en relación a lateología liberal la cual rodó alto en la Inglaterra de la décadadel 1950 de la misma manera como lo había hecho durante me­dio siglo antes; pero ese tono es difícil que yo lo trajera a cola­ción si tuviera que volver a escribir desde cero hoy.

En segundo lugar, la agenda académica en las sucesivas discu­siones alrededor de la Biblia ha cambiado del tema de la revela­ción e inspiración al canon y la hermenéutica, lo que significa, entérminos prácticos, la interpretación. Allí es donde está la mayorparte de la acción del día de hoy, sobre todo en Norte América,donde la interpretación canónica de la Biblia (10 que quiere decirobjetivay orgánica) que es sustentada por las fuerzas reformistas,a saber el evangelicalismo y la teología bíblica, se ubican en posi­ción contraria a la de la hermenéutica selectiva y subjetiva de lasvariadas teologías de la liberación, la más notable de las cuales esla feminista. Como discurso organizado alrededor de los temasde la revelación e inspiración, La vozdel DWd santo puede apare­cer un poquito anticuada, del mismo modo como se compara aBrahams con Britten o a Clirr Richard con Michael Jackson.Sin embargo, se necesita claridad respecto a la revelación e ins­piración antes que se pueda discutir el canon y la hermenéuticapara cualquier propósito bueno, de manera que la línea de argu­mento que este libro desarrolla es todavía, creo yo, de funda­mental importancia. He realizado algunas añadiduras al textopara abordar estos intereses de corte más reciente, pero la inspi­racióny la revelación siguen siendo mis preocupaciones básicas.

En tercer lugar, parece ser que la corriente principal de profe­sión y convicción se ha revertido entre los teólogos de habla in­glesa. En lugar de las suposiciones colectivas de lo quepodríamos llamar la comunidad de teólogos de que la teologíaconstructiva debe abrazar en alguna manera el unitarianismoantisobrenatural -deísta o panteísta- del Siglo de las Luces,nuevas prospecciones de los tipos de trinitarianismo niceno, delencarnacionalismo calcedonio y de la soteriología de Atanasio o

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12 LA VOZ DEL oros SANTO

Agustín han llegado a ser aceptable orden del día. El mundo delpensamiento al cual se pertenece La vozdeL Diosoantoya no es decarácter marginal como parecía en 1965, cuando Bultmann, Ti­llich, John Robinson y sus seguidores dominaban la escena.Hoy está en el escenario principal. Cuánto durará esta corrien­te revertida nadie lo sabe, pero para el tiempo presente, por lomenos, escuchar a lo que la Biblia enseña sobre las tres perso­nas divinas y las tres « R" de la fe apostólica - ruina, redencióny regeneración - es menos de una rareza exótica en la Iglesiade lo que algo de la retórica en La vozdeL Diod aanto pueda suge­rir. En cuanto a mí, estoy muy agradecido a Dios de que así sea.

Entonces, desde mi punto de vista, algunas cosas han cam­biado para bien; pero de ninguna manera todas. La teologíaclásica cristiana, fundamentada en la apreciación de que la Bi­blia es la Palabra inspirada de Dios, todavía es una posición deminoría en el mundo protestante de más antigüedad en amboslados del Atlántico. Maestros arrogantes en las escuelas y uni­versidades todavía procuran erradicar de la gente joven cual­quier vestigio de creencia evangélica que encuentran en ella.Los andrajos de una raigambre liberal permanecen en controlde la mayoría de las denominaciones principales y del ConcilioMundial de Iglesias. El incontrolable relativismo, pluralismo ynihilismo definitivo a los cuales el método subjetivo de la teolo­gía liberal tarde o temprano daría lugar, está siendo elaboradoen círculos radicales y liberales para que términos como«Dios» «Cristo", «fe", y «amor" sean más y más «narices decera" flexibles. La creciente presión en las iglesias más viejaspara que se acepte un sincretismo de la fe como principio fun­cional, y de otorgar un certificado de legitimidad al estilo devida homosexual, son apenas dos ilustraciones de esto. El pro­pósito de La Voz delDios Santoes reafirmar la autoridad bíblicayel método bíblico de vivir bajo esa autoridad. Yo reedito el libroen la creencia de que la tarea que procura realizar todavía es

necesario realizarla. Que Dios lo use para ese efecto.

CAPITULO 1

INTRODUCCIÓN (1979)

La primera versión de este libro fue publicado en 1965, en unaserie llamada Fundamentos Cristianos. La serie fue hecha por an­glicanos para anglicanos y es la razón por la cual muchos de lostemas anglicanos aparecen en mi texto. La presente reediciónagrandada es de manera específica menos anglicana en suspuntos de vista, a pesar de que su demostración de que los for­mularios de la Iglesia de Inglaterra están fundamentados en laBiblia, orientados en el carácter de la Biblia (Los Treinta yNueve Artículos de 1563, en el Libro de la Oración Común de1662 y LaJ HomilÚlJ certificadas en el Artículo 35) permanecenintactos, como un testimonio a mis compañeros anglicanos dedónde están sus verdaderas raíces. Sin embargo, también seutiliza bastante material de otras tradiciones. Las posicionesadoptadas en 1965 se mantienen invariables hasta dónde estoyconsciente, pero algunas de ellas ahora están ampliadas, ilus­tradas y aplicadas de una manera en la cual antes las restriccio­nes de longitud impedían.

Mi meta en todo es preparar la mente de los cristianos pen­santes para que lean y estudien la Biblia como deben hacerlolos cristianos. Esta meta determina los contenidos y el espíritude lo que ahora escribo.

DISFRUTE SU BIBLIA

Una introducción muy útil de un peregrino que se dirige a estu­diar la Biblia es el libro de J ohn Blanchard, EnjoyyourBible. Sutítulo tiene una historia: perteneció primero a un libró de haceuna generación escrito por G. Harding Wood, escrito esencial­mente para hacer el mismo trabajo, y evoca el título de otrobuen libro de Harrington C. Lee que anduvo rodando una ge­neración anterior, Tbe Joyo/ Bibl« Stu{}Y (1909). Vea el énfasis:lo que se resalta es el prospecto del deleite que produce un

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14 LA VOZ DEL DIOS SANTO INTRODUCCIÓN (1979) 15

acercamiento mayor a las Escrituras. Y este énfasis es correcto.Deleite, puro y sin fin, es el propósito de Dios para su pueblo,en todo aspecto y actividad de nuestra comunión con Él. «Mellenarás con gozo en tu presencia, con placeres eternos a tu

diestra» (Sal 16:11).Yo mantengo la apasionante doctrina de que ninguno de los

placeres son tan frecuentes ni tan intensos como los de los cris­tianos agradecidos, devotos, resolutos, sinceros que se niegan así mismos. Mantengo que las delicias del trabajo y el placer, dela amistad y la familia, de comer y aparejarse, de artes y oficios,de jugar y ver jugar, de descubrir y hacer cosas, de ayudar aotra gente, y todos los otros placeres nobles que la vida ofrece,son dobles para los cristianos; porque, como solían decir los an­tiguos felices puritanos (no señor, esto no es un error de im­prenta, no es freudiano; quiero decir puritanos de verdad,puritanos históricos, no los petulantes y desabridos puritanosde la imaginación angloamericana), el cristiano saborea a Diosen todos sus placeres y los incrementa, mientras que a otraspersonas el placer les deja un sentido de vaciedad que los res­tringe. Además, y mantengo que cada encuentro entre un cris­tiano sincero y la Palabra de Dios, «la ley de tu boca» (Salmo119:72), aun cuando cale hondo o requierahumülarse, producegozo como resultado, del mismo modo como Blanchard, Woody Lee insinúan, y, mientras más fiel sea el cristiano, mayor será

su gozo.Conozco por experiencia lo que es disfrutar la Biblia, ale­

grarse uno de encontrar a Dios y que él lo encuentre a uno en laBiblia y a través de la Biblia; conozco por experiencia por quéel salmista dijo que el mensaje de Dios de promesa y manda­miento era su deleite (Salmo 119:6, 24, 35, 47, 70,77, 92, 143,

174. [Nueve veces!) y su gozo (versículos 111, cf. 14, 162; Sal­mo 19:8), y por qué dijo que la amaba (Salmo 119:47, 48, 97,113, 119, 127, 140, 159, 163, 167. ¡Diez veces!); he comproba-do, al igual que otros lo han hecho, que así como la buena comi­da provee placer al igual que nutrición, de la misma manera loprovee la buena Palabra de Dios. De manera que estoy a favorde que todos los cristianos se sumerjan en la Biblia con expec­tativas de disfrutar, y aplaudo a estos escritores por resaltar elprospecto del gozo a fin de contrarrestar la idea común de que

el estudio de la Biblia a la larga se vuelve seco y soso. Pero paraque todo sea así, yo creo, se necesita un punto de equilibrio.

¿Qué es disfrutar? Esencialmente, es un subproducto: unestado de contentamiento y plenitud que provienen de concen­trarse en algo más que disfrutar uno mismo. Si disfrutar, cómotal, es su meta, puede esperar que no ocurra, puesto que estádescuidando las condiciones para que esto se dé. La búsquedade placer, conforme aprendemos por la experiencia, es un ne­gocio estéril; la felicidad no la encontraremos mientras no ten­

gamos la gracia de dejar de buscarla, y de dar nuestra atencióna personas y asuntos externos a nosotros mismos. En este caso,el estudio de la Biblia sólo proporcionará disfrute si la meta esconformarnos a nuestro Creador en creencia y conducta, a tra­vés de la confianza y obediencia. El estudio de la Biblia paraplacer propio antes que para placer de Dios concluye en que noda placer ni a él ni a nosotros.

Cuando Pablo predicó en Berea, los judíos allí «recibieron elmensaje con gran ansia y examinaban las Escrituras cada díapara ver si lo que decía Pablo era verdad» (Hch 17:11). La «pa­labra» era el mensaje de salvación para la humanidad perdidaque se alcanza a través de Jesucristo: «No hay otro nombrebajo el cielo... en el cual podamos ser salvos»; «cree en el señorJesús y serás salvo» (4:12; 16:31). El «ansia» que sintieron sur­gió, sin lugar a duda, de sentir que la necesidad primera de cadahombre tiene que ver con aclarar bien los asuntos de su destinoeterno que el evangelio enfoca y resuelve. Tal ansia puede serque hoy se la llame «preocupación existencial», a pesar de que«ansia» es una palabra más clara para la mayoría de la gente.Los muchos bereanos que creyeron (Hch 17:12) sin lugar aduda testificaron después del gozo de ese resultado del estudiode la Biblia; en lo que ellos se enfrascaron, sin embargo, no fueen el gozo como tal, sino en la manera en que Dios salva, y sugozo provino del hallar lo que buscaban, a pesar de que debehaber afectado sus ideas previas, y haber provocado un sentidode pecado, vergüenza y desesperanza que no habían conocidoantes. Así que para nosotros, lo que nos trae gozo es encontrarel camino de Dios, la gracia de Dios y la comunión de Dios através de la Biblia, aun cuando vez tras vez lo que la Biblia dice

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16 LA VOZ DEL DIOS SANTO INTRODUCCIÓN (1979) 17

- esto es, lo que Dios en la Biblia nos dice - nos tire por el sue­lo.

Así que el gozo del estudio de la Biblia no es el de recoger go­losinas esotéricas sobre Gog y Magog, Tubal-Caín y Matusa­

lén, numerología bíblica y la bestia y cosas por el estilo;

tampoco es el placer, intenso para los que gustan de hacerlo, de

analizar el texto traducido y convertirlo en bellos patrones para

predicadores, con títulos enumerados con cuidados y arregla­

dos entre ellos con la diestra ayuda de una apta aliteración. Es

más bien una alegría profunda que viene de comulgar con el

Dios vivo hacia cuya presencia la Biblia nos acerca, un gozo

que sólo sus propios y verdaderos discípulos conocen.

LAS ESCRITURAS Y LA SALVACIÓN

En los últimos dos párrafos, como en cualquier otro lado de

este libro, implico que nuestro destino eterno puede dependerde nuestra atención a la Biblia. En una época en la cual muchos

no ponen atención a la Biblia, algunos a primera vista podrían

encontrar en extremo increíble esta implicación. Así que he

preferido venir limpio y enfrentar de una vez la pregunta: ¿de

veras quieres decir eso? y ¿de veras nos estás pidiendo que nostraguemos eso? La respuesta es sí en el siguiente sentido.

Primero: al hablar de destino eterno, me refiero a ese estado

de gozo o tristeza más allá de la muerte del cual he aprendido de

Jesucristo, el hijo de Dios encarnado, quien resucitó de losmuertos, y sobre el cual los autores del Nuevo Testamento, a

quienes considero ser inspirados por Dios y, por ende, dignos

de confianza, todos concuerdan. Estoy hablando no de super­

vivencia como tal, sino de un estado futuro en el cual en plena

consciencia cosecharemos lo que hayamos sembrado. El Nue­

vo Testamento afirma claramente que esta vida, en la cual loscuerpos crecen y se desgastan mientras se arreglan sus caracte­

res, es una antesala, un camerino y un gimnasio moral en don­

de, sea que lo sepamos o no, todos de hecho nos preparamos

para la vida futura que corresponderá a cada uno de nosotrosconforme a lo que hayamos escogido ser, y encontraremos en

ella más gozo para algunos y desesperanza para otros de lo queeste mundo jamás conoció. «Porque todos compareceremos

ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que me­

rece según las cosas que haya hecho mientras estuvo en el cuer­po, sean estas buenas o malas» (2Co 5:10).

Es cierto, la moda secular es tratar esta vida como la única, y

a la muerte física como una extinción personal, y cacarear una

mofa ante el concepto del juicio divino. Por supuesto que esa

pasión por la supervivencia personal que nos absorbe y salesiempre a colación en el Occidente moderno toma formas irri­

tantes y repulsivas. Por supuesto que muchos protestantes(menos católicos romanos y ortodoxos, dicho sea a su favor)

están tan deprimidos por la mofa marxista del cielo color de ro­

sas cuando te mueras, y tan dados a aceptar las opiniones secu­

lares, que ya no quieren decirle a nadie que la vida del más allá

importa más que la vida aquí, y a menudo olvidan que esto es

de veras así. (¡Y qué problema trae eso! Cuando el programade la providencia divina de prepararnos para disfrutarlo a él en

el más allá incluye discapacidad física o mental, crueldad o in­

justicia de parte de otros, pobreza, dolor o privación -lo quelos antiguos puritanos realistas llamaban «pérdidas y cruces»

- estos protestantes en el acto se confunden y pierden el equi­

librio, y se constituyen en inútiles pastoralmente hablando;porque, como muestra Hebreos 12:1-14, es solo en referencia a

la vida venidera que todas estas cosas tienen sentido.) Por su­

puesto también, los exponentes de profanidades bíblicas a ve­ces alimentan una teología de trinchera en la cual la acción para

abolir la injusticia, alterar las estructuras de poder demoníacas,

controlar el curso de los recursos naturales y reformar los ma­

les sociales nunca es una responsabilidad; y no podemos mara­villarnos de que los que tienen estas cosas como cuestiones

obligatorias sientan hostilidad a la doctrina que, piensan ellos,

enseña a descuidarlas. Así que cualquiera que enfrenta la irreli­

gión típica o la típica religión del Occidente contemporáneopuede bien sentirse incierto y sospechoso ante cualquier men­

ción de la vida en el más allá.Pero las personas sabias descontarán el elemento emocional

y reaccionario en su pensamiento inmediato, y tomarán en se­

rio las afirmaciones de Jesucristo y sus apóstoles en cuando almundo venidero, en el cual las consecuencias permanentes de

las decisionesy compromisos contraídos aquí serán reveladas y

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18 LA VOZ DEL DIOS SANTO INTRODUCCIÓN (1979) 19

recibidas. «Dios "dará a cada uno conforme lo que haya he­

cho". Aquellos quienes por medio del perseverar en el bien ha­cer buscan gloria, honra e inmortalidad, les dará vida eterna.

Pero [para] aquellos quienes... siguieron lo malo, habrá ira y

enojo» (Romanos 2:6-8). Las personas sabias mantendrán en

mente esta verdad, la cual su propia conciencia confirmará a

ellos si la dejan hablar, y no se permitirán caer víctimas del es­cepticismo reaccionario, aun si otros alrededor de ellos lo ha­

cen. La gente sabia conoce que la reacción nunca será una guía

cierta hacia lo que es correcto y verdadero.

Segundo: cuando digo atender a la Biblia, lo digo en térmi­

nos de una distinción entre su contenido, el mensaje que repre­

senta y su forma exterior como un libro que descansa en sulibrero, escritorio o junto a su cama. Tras hacer esta distinción,

puedo decir enseguida que lo que determina nuestro destino es

si en nuestros corazones aceptamos o rechazamos el mensaje de

la Biblia, y ese mensaje puede recibirse de manera salvadora através de la liturgia, los sermones, las publicaciones o las con­

versaciones sin jamás haber leído la Biblia uno mismo. Los cris­

tianos que vivieron antes de la edad de los libros impresos, los

cristianos que vivieron y murieron en el analfabetismo y los

cristianos católicos romanos de los viejos días malos a quienesse les decía que la Biblia vernácula era un libro protestante, y

que el estudio laico de la misma era un vicio protestante que los

buenos católicos debían evitar, y quienes creían esto, y sin em­

bargo amaban al señor Jesús, son una prueba de nuestro punto

central. Dios en su misericordia proveerá entendimiento de su

verdad, conocimiento de Cristo y vida espiritual a cualquieraque con sinceridad lo busque, no importa los medios por los

cuales la verdad divina lo alcance. Así que no es absolutamente

necesario para la salvación estudiar el texto bíblico. Resultaría

una superstición grotesca pensar que hay una magia salvadora

en la simple lectura del texto donde el entendimiento y la fe es­

tén ausentes; resultaría del mismo modo supersticioso suponer

que Dios no extiende su gracia a personas que conocen las ver­dades cristianas pero, por la razón que sea, no leen la Biblia porsí mismos.

Sin embargo, como los católicos romanos contemporáneos y

el evangelicalismo protestante histórico bien saben y exhortan,

el que no lee la Biblia está en una enorme desventaja. De mane­ra muy correcta se ve la lectura de la Bibliay la meditación ba­

sada en la Biblia como medios primordiales de la gracia. No

solo la Escritura es la fuente suprema del conocimiento deDios, de Cristo y la salvación, sino que también presenta este

conocimiento en una manera incomparablemente vívida, pode­

rosa y evocativa. Las Escrituras canónicas constituyen un ge­

nuino libro de la vida que nos muestra a Dios en su relación con

las crisis humanas más dramáticas (nacimientos, enfermeda­

des, muertes, amores, pérdidas, guerras, caídas, riesgos, desas­

tres, fracasos, victorias), las emociones humanas máselementales (gozo, pena, amor, odio, esperanza, miedo, dolor,

ira, frecuencia, perplejidad) y las relaciones más básicas (con

los padres, esposos, niños, amigos, vecinos, autoridades civiles,

enemigos y otros creyentes). Como una comunicación de hom­

bre a hombre, simple, económica, imaginativa, lógica, la Bibliaes extraordinaria; con razón durante el presente siglo se ha

constituido en el libro más vendido de todo el mundo. Encima

de todo esto, la comunión de Dios con nosotros los humanos de

lo cual da testimonio es la realidad más trascendental del mo­mento que jamás podríamos conocer, y el poder de la Biblia en

la vida de sus lectores, poder que surge de su precioso conteni­

do y de su singular inspiración divina, es abrumador.Los antiguos puritanos piadosos llamaban a la Escritura un

«cordial», dando a entender que hace por el alma lo que el licor

hace por el cuerpo, y cada cual que lee la Biblia buscando a

Dios encuentra que esto es verdad. La Biblia, que a la luz deesto es testimonio humano de Dios, un compendio de sesenta y

seis artículos compilado a lo largo de más de un milenio, de­

muestra ser la auténtica Palabra de Dios por ser mediadora de

la presencia divina, de su poder y de su mensaje para nosotrospor medio del registro de hombres que lo conocieron hace mu­

cho tiempo. Aun así, como en el camino a Emaús, nada trae tal

bálsamo y tal brillo al corazón triste como el de encontrar queciertas partes de la Biblia, escritas hace siglos, tienen que ver

con los problemas personales de uno, y, que medular para la re­solución de esos problemas es permanecer en la realidad de la

persona, lugar, obra y gracia de nuestro Señor y Salvador Je­sucristo (Lucas 24:13-35). Aun así, a través de los registros de

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20 LA VOZ DEL DIOS SANTO INTRODUCCIÓN (1979) 21

su ministerio terrenal, todavía se escucha la voz vivificante deCristo mismo. Todavía, a través de la palabra escrita:

El habla, y, escuchando a su voz,Nueva vida reciben los muertos;

Los corazones que gimen se regocijan,y el pobre humilde cree.

Es claro, entonces, que quien desee conocer a Dios querráconocer lo más que pueda de lo que está en la Biblia, y tambiénnecesita conocerlo. Por tanto, es claro que quien no pueda leerla Biblia pierde una gran cantidad de conocimiento y de gozo.y es igual de claro que los que profesan ser cristianos y puedenprofundizar en la Biblia, pero descuidan el hacerlo, echan som­bras sobre su propia sinceridad, por cuanto la desatención a lasEscrituras no es propia de un hijo de Dios.

Tercero: cuando digo que nuestra actitud hacia la Biblia(atención o desatención; sujeción o desafío, aceptación o recha­zo) puede determinar nuestro destino. Tengo en mente el hechoespecífico de que las Escrituras son un testimonioy un letrero queseñala hacia el Señor Jesucristo que vive y salva. «Ustedes estu­dian con diligencia las Escrituras», dijo Jesús a un grupo de teó­logos judíos eruditos, «porque piensan que en ellas hallan la vidaeterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!» (Jn5:39). «Dios nos ha dado vida eterna», declara Juan, «y esa vidaestá en su Hijo (IJn 5:11). Pablo felicita a Timoteo porque «des­de tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte lasabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Je­sús» (2Ti 3:15). Lo que Jesús y Pablo dicen del Antiguo Testa­mento puede decirse también del Nuevo Testamento, y de toda laBiblia. Por esto: todo nos dirige a Cristo. La Palabra escrita delSeñor nos guía al señor vivo de la Palabra, y nuestra actitud haciaél es en efecto la elección de nuestro destino. Porque el que de ve­rás atiende a lo que la Biblia dice, atiende a su Dios, y aprendeque la manera de servirlo es recibir a su Cristo como Salvador yAmo; y al encontrar a Cristo, encontrará vida.

Dos puntos finales, ambos breves.Primero, este es un libro de estudio, de ahí su estilo compri­

mido (lo cual ahorra papel, y por lo tanto, espero, le reduzca elprecio al lector). He tratado de asegurar que la brevedad no

afecte la claridad. Las referencias bíblicas en el siguiente textono son ni adornos ni para relleno, sino parte de mi argumento ytienen la intencionalidad de que el lector las busque.

VARIEDAD DE VERSIONES

Segundo, una palabra respecto a las traducciones. En los últi­mos tiempos han aparecido varias nuevas versiones, y algunaspersonas de veras se sienten abrumadas, y por reacción natural,si no irracional, están resueltos a no confiar en ninguna, y mante­nerse fieles a las versiones de siempre. Sin embargo, las nuevas ymodernas versiones son muy buenas; ninguna generación de ha­bla castellana tuvo jamás mejores Biblias vernáculas que lasnuestras. Hay toda una gama de ellas. En un extremo están lasparáfrasis [La Bibliaal díapor ejemplo], y las versiones de «equi­valentes dinámicos» [Dw.! habla hoyy La Bibliaen Lenguaje actual,que apuntan a impactar al lector moderno como impactó a susprimeros lectores. Tales versiones se liberan del orden de las pa­labrasy de la estructura de las oraciones del original, y al hacerlodisfrazan algunos términos, y al hacerlo dejan velados muchosproblemas de interpretación y se identifican con una cultura lite­raria vigente. En el otro extremo están las versiones que han he­cho lo posible por traducir palabra por palabra, frase por frase, yoración por oración. Quizá alcanzando un equilibrio entre estosdos extremos se encuentra la Nueva Versión Internacional. Nin­guna es perfecta dentro de sus cualidades y limitaciones.

¿Entonces, que hacer? No es posible ninguna versión per­fecta y definitiva de la Biblia, como tampoco es posible una eje­cución definitiva de la novena sinfonía de Beethoven o delCuarteto en Do menor sostenido; hay mucho más en él en espe­ra de ser expresado de lo que nadie jamás logrará alcanzar. Lasversiones palabra por palabra como las de «equivalencia diná­mica» son necesarias si es que hemos de apreciar a plenitud elsignificado y la fuerza del original: las primeras salvaguardan laexactitud, las últimas profundizan la comprensión. Sugiero queusted intente, como lo hago yo, de obtener lo mejor de los mun­dos manteniendo varias Biblias a la mano. En cualquier forma,sin embargo, concéntrese en una versión para lectura y memo­rización. Esto trae el mayor beneficio con la menor confusión.

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LA PALABRA PERDIDA 23

CAPÍTULO DOS

LA PALABRA PERDIDA

«Vienen días -afirma el Señor omnipotente-é-, en queenviaré hambre al país; no será hambre de pan ni sed deagua, sino hambre de oír las palabras del Señor. La gentevagará sin rumbo de mar a mar; andarán errantes del nor­te al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encon­trarán» (Amós 8:11-12).

Ocho siglos antes de Jesucristo, el reino del norte de Israel sesentía confiado. Las normas morales verdaderas habían desa­parecido, poca honradez quedaba en los negocios, a los pobreslos trataban mal, y el desenfreno aristocrático era la comidilladel momento; Pero había un auge del comercio, el dinero llega­ba al país, y la sociedad entera contaba con dinero (<<nuncaha­bíamos estado tan bien- ). ¿Cómo podría alguien preocuparsecon tal prosperidad? Además, Israel tenía una fe nacional. Lasestadísticas de la concurrencia a la Iglesia eran altas. El cultopúblico, con rituales exquisitos y música de buen gusto, era unaparte reconocida de la vida comunal (¡aunque las congregacio­nes habían manifestado a viva voz que no querían sermones!;lea Amós 2:12). Como vivían del capital de una gran herenciareligiosa, Israel no dudaba que Dios estuviese de su parte y quelo acompañara en todo lo que el futuro pudiera traerle.

En medio de esta comunidad cómoda y relajada Dios soltóuna bomba, en la forma de un agricultor llamado Amós. Amósirrumpió como un vendaval en Samaria como profeta de con­denación para la Iglesia y nación. Les dijo que Dios estaba apunto de castigar a su pueblo (2:6-4:3). La rueda de la retri­buciónya estaba en movimiento, y pronto se aceleraría. Los de­sastres recientes -la sequía, la mala cosecha, la hambruna, laepidemia, el terremoto - habían mostrado la insatisfacción deDios de manera clara y suficiente (4:6-11), y estos eran apenasel comienzo; pronto la nación entera sería llevada al cautiverio

(5:27). Esto ocurrió cincuenta años más tarde, bajo los asirios(lea 2R 17). Peor aun, las corrientes de revelación se secarían.Habría «hambre de oír las palabras del Señor».

Para apreciar lo que esto quiso decir, debemos recordar que aIsrael, como pueblo de pacto con Dios, se le había prometidoorientación por medio de la revelación divina cada vez que fueranecesaria. Además de otorgarle a Israel su ley, y de encargar alos sacerdotes para enseñarla (01 31:9ss; cf. Neh 8:1; Hag 2:11;Ma12:7), Dios había dispuesto tomar una sucesión de profetas,hombres con su Palabra en sus bocas, que pudieran darles direc­

ción en tiempos de perplejidad personal y nacional. Este fue elsignificado inmediato de la declaración de Moisés en Dt 18:15:«El Señor tu Dios levantará de entre tus hermanos un profetacomo yo» (v. 18). En el pasaje del cual provienen estas palabras,Moisés prohíbe a los israelitas que practiquen brujería, espiritis­mo, o cualquiera de las otras prácticas ocultas a las que los cana­neos se volcaron en busca de orientación para la guía cotidiana(v. 9ss). Hacer eso, les dice, sería impío e innecesario, puesto queDios mismo a través de sus mensajeros suministraría toda laorientación que necesitaran. Durante siglos, Dios había cumpli­do a cabalidad esta promesa enviando a Israel grandes profetasque fueron portadores de oráculos para la nación (hombrescomo el mismo Amós), así como toda una hueste de figuras demenor estatura, «videntes» o profetas del culto, que fueran por­tadores de oráculos de orientación cuando los individuos losconsultaran (para ejemplos de este ministerio, ver 1S 9:6ss; 1R14:1ss; 22:5; 2R 8:8ssy Nm 22-24). Pero, Amós mismo declara,Dios determinó poner punto final a todo ministerio profético. Laprofecía faltaría (y quizá la enseñanza de la ley también; cf. Ez7:26). Quienes no escucharon a los profetas que Dios había en­viado (Amós 2:1ss) descubrirían que ya no habría profetas aquienes escuchar (cf. Mi 3:5-7; Lm 2:9; Sal 74:9). Por más quelas personas podrían desear una palabra de orientación o seguri­dad de parte de Dios, no podrían encontrar a uno. Amós descri­bió la escena de destitución espiritual que se produciría: almasinquietas, frenéticas, vagando distraídamente por el campo, es­cuchando todo lo que se dice en la esperanza de oír la voz deDios y escuchando en vano. Sus corazones estarían

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24 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA PERDIDA 25

hambrientos, y su hambre quedaría insatisfecha. Para ellos, la

Palabra de Dios quedaría de veras perdiJa.

LA INFECCIÓN DE INCERTIDUMBRE

Amós es un profeta para hoy. Sus palabras nos muestran la

condición presente de mucho en la Cristiandad. Su visión de

una hambruna espiritual en Israel representa la nuestra: la ca­

rencia con la cual previó que Dios castigaría a su pueblo es la

experiencia presente de una gran parte de la Iglesia en el mun­

do.

Ahora este es un estado de cosas por entero antinatural. El

Nuevo Testamento presenta la Iglesia del Señor que heredapor medio de Cristo todas las promesas de Dios de bienestar y

vida espiritual (lea 1 Co2 Co 1:20; Ro 15:8ss; Gá 3:16ss, 31; y

cE. Ro 4:16-23; Heb 6:12-20, 10:15-23, 13:5f). La Iglesia, por

consiguiente, tiene la promesa de instrucción, seguridad y guía

permanente de Dios, lo mismo que tuvo el Israel del AntiguoTestamento. Claro, a la Iglesia no se le ha prometido una des­

cendencia perpetua de profetas que hablen con inspiración in­

mediata, como en los tiempos del Antiguo Testamento; másbien, el Espíritu Santo, «quien habló por los profetas», es dado

para permanecer con la Iglesia e interpretar, autenticar y apli­

car las enseñanzas del Antiguo Testamento y apostólicas a cada

generación cristiana (véase a Jn. 14:16, 16:7-14 con 6:45; 1 Co2:4s con v. 9-16; 1 Co2 Co 3:12-4:6; 1Ts 1:5,2:13,4:9; Heb

3:7ss; lJn 2:20-27). Esta es la forma en la cual la promesa de

instrucción divina ha de encontrar su cumplimiento en la era

cristiana. A la luz de esto, esperaríamos encontrar a la Iglesia

de cada edad, incluyendo la nuestra, firmemente convencida de

que el testimonio profético y apostólico de los dos Testamentoses la Palabra de Dios; clara en lo que se refiere a su mensaje

central concerniente a Dios en Cristo; y capaz de ver con clari­

dad cómo nos afecta este mensaje, con su demanda de conver­

sión y una vida de fe, esperanza, amor y obediencia. En lamedida en que falte claridad en estas materias, nos vemos for­

zados a concluir que la Iglesia está enferma e indispuesta.

¿Qué, entonces, debe decirse del grueso de nuestras iglesiashoy? Porque nunca, quizá, desde la Reforma, los cristianos

protestantes como cuerpo han estado tan dudosos, tímidos y

confundidos en lo referente a lo que deben creer y hacer. Losgrandes temas de la fe y conducta cristianas carecen de certi­

dumbre en todo el proceso. El observador exterior nos ve como

titubeando entre acrobacias y malabares como borrachos en la

niebla, sin saber a ciencia cierta dónde estamos ni en qué direc­

ción debemos ir. La: predicación es nebulosa; las cabezas estánenturbiadas; los corazones temerosos; las dudas drenan nues­

tra fuerza; la incertidumbre paraliza la acción. Sabemos la con­

traseña victoriana de que viajar con esperanza es mejor que

llegar, y nos deja fríos. La gente de iglesia de cierto tipo nosdice que el deseo de certeza es debilidad de la carne, señal de in­

madurez espiritual, pero no nos encontramos capaces de creer

en ellos. Sabemos en nuestros huesos que estamos hechos parala certeza, y no podemos ser felices sin ella. Sin embargo, a dife­

rencia de los primeros cristianos que en tres siglos conquista­ron el mundo romano, y de esos cristianos posteriores que

marcaron nuevos rumbos en la Reforma, el despertar puritano,

el avivamiento evangélico y el gran movimiento misionero delsiglo diecinueve, carecemos de certeza. ¿Por qué? Lo achaca­

mos a las presiones externas del secularismo moderno, pero

esto es como Eva cuando culpó a la serpiente. El problema realno está en nuestras condiciones, sino en nosotros mismos. La

verdad es que hemos contristado al Espíritu y Dios ha retenido

al Espíritu. Nos levantamos bajo el castigo divino. Por dos ge­

neraciones y más nuestras iglesias han pasado hambre de oírlas palabras del Señor. Para nosotros, también, la Palabra de

Dios está, en un sentido real, perdiJa.

UN GIRO EQUIVOCADOEN LA CRÍTICA BÍBLICA

¿Por qué es esto? Porque no es que la Biblia ya no se lea ni seestudie en las iglesias. Se lee y estudia bastante; pero el proble­

ma es que ya no sabemos qué hacer de eso. Fascinados por elproblema de la crítica racionalista, ya no podemos oír la Biblia

como la Palabra de Dios. La teología liberal, en su orgullo, pormucho tiempo se ha aferrado a que somos más sabios que nues­

tros padres acerca de la Biblia, y que no la debemos leer como

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26 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA. PERDIDA 27

ellos lo hicieron, sino que debemos basar nuestro acercamientoa la misma en los «resultados ciertos» de la crítica y tomar encuenta los errores e imperfecciones humanas de sus autores.Esta insistencia tiene un efecto triple. Produce un papismonuevo: la infalibilidad de los eruditos, de quienes aprendemoslo que los «resultados ciertos» son. Levanta dudas acerca decada pasaje bíblico, en lo que se refiere a si de veras es revela­ción o no. Y destruye la manera reverente, receptiva, sin sufi­ciencia propia de acercarse uno a la Biblia, sin la cuál no se lepuede conocer como «la Palabra de Dios escrita» (Artículo

XX). ¿Los resultados? La hambruna espiritual de la cual Arnóshabló. Dios castiga nuestro orgullo dejándonos con la aridez, elhambre y el descontento que brota de nuestra incapacidad au­toinducida de oír su Palabra.

La situación es tan paradójica como patética, pues la críticaerudita siempre ha afirmado que su análisis histórico microscó­pico de los libros de la Sagradas Escrituras le da a la Iglesia laBiblia en un sentido en el cual la Iglesia nunca tuvo la Biblia an­tes, y en un sentido esto es bien cierto. La crítica erudita haagudizado las herramientas de exposición bíblicay ha aclaradoel significado de muchos pasajes bíblicos. Nos ha dado comen­tarios del valor más alto. Ha inventado una técnica de análisistemático de las Sagradas Escrituras sin la cual los diccionariosteológicos y las teologías bíblicas de los últimos sesenta añosnunca podrían haber sido escritas. En estos respectos ha paga­do dividendos enriquecedores. Sería un pecado contra la luznegar esto. La Conferencia de Lambeth de 1958 tuvo razón alregistrar «nuestra deuda a la multitud de devotos estudiososque ... han enriquecido y profundizado nuestro entendimientode la Biblia».] Sin embargo, la queja constante en contra de lacrítica erudita desde su inserción ha sido que le quita la Biblia alos' fieles, lo opuesto de lo que pretende. Y esta queja es ciertatambién. Aquí yace la paradoja del movimiento crítico: le hadado a la Iglesia la Biblia de un modo que ha despojado a laIglesia de la Biblia, y ha conducido a una hambruna de oír laspalabras del Señor.

¿Qué salió mal, preguntamos, para producir tal efecto? Porqué esto. Desde el principio, la crítica bíblica rompió la relaciónentre la revelación (la Palabra de Dios) y la Biblia (el

testimonio escrito del hombre sobre la Palabra de Dios). Miróla Biblia como una biblioteca de documentos humanos, faliblesy a menudo falaces, y defendió lo que decían como la únicaperspectiva «científica». Mientras permitían que la Palabra deDios en la historia fuese el tema de los escritores, y que sus es­critos en alguna forma mediaran esa Palabra, no se quiso iden­tificar los escritos con la Palabra. La Palabra de Dios era unacosa, la Biblia era otra. Tomando esta línea, el movimiento de la

crítica rompió con el concepto histórico cristiano de la natura­leza de las Sagradas Escrituras, cristalizado por Agustín cuan­do puso en boca de Dios las palabras: «Ciertamente, ohhombre, lo que mis Escrituras dicen, Yo lo digo»." Tratandoeste punto de vista, no como un misterio de la fe, sino como unsimple error de ignorancia, la escolástica crítica se comprome­tió a un método de estudio que dio por sobreentendido que laBiblia podía errar en cualquier parte. Se le dijo a la Iglesia quenunca podrían entender bien la Biblia mientras no dejaran decreer en su inerrancia. Prescribió una nueva agenda para lateología: no sólo integrar y aplicar el recuento bíblico, sino,también, revisarlo y corregirlo; y sentenció como acientíficaslas teologías que no aceptaran este programa. Incluso hoy, susportavoces siguen convencidos de que quienes toman la Bibliacomo inerrante no la pueden entender de verdad, y todavía li­bran guerra contra la perspectiva cristiana clásica de la inspira­ción. Así que, al insistir que las Sagradas Escrituras no son deltodo confiable Palabra de Dios, la crítica bíblica ha arrebatadode la Iglesia la Biblia que una vez tuvo.

Es bueno decir de inmediato dónde, en el fondo, este métodoparece desviarse. Su error es pasar por alto el hecho de que Je­sús y sus apóstoles enseñaron una doctrina definitiva de la na­turaleza de las Sagradas Escrituras, una doctrina tan integral asu mensaje como lo eran las creencias acerca del carácter deDios. Esta doctrina aparece en declaraciones como «la Escritu­ra no puede ser quebrantada» (Jn 10:35); «Es más fácil que de­saparezcan el cielo y la tierra, que caiga una sola tilde de la ley»( Le 16:17); Toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Ti3:16); Y aparece también en la designación del Antiguo Testa­mento como «las mismas palabras de Dios» (Ro 3:2; Hch 7:38).Se manifiesta además cada vez que Cristo y sus apóstoles citan

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28 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA PERDIDA 29

el texto del Antiguo Testamento para probar algo y dar cierre auna discusión, o acotar una declaración del Antiguo Testamen­to, no atribuido a Dios en su contexto, como palabras de Diosexpresadas por labios humanos. Los ejemplos son: «el Creador... dijo ... ", Mt 19:4, citando a Gn 2:24; «Soberano Señor... pormedio del Espíritu Santo, dijiste en labios de nuestro padre Da­vid, tu siervo ... », Hch 4:24, hablando de Sal 2:1s; Hch 1:16;«El Espíritu Santo dijo la verdad ... A través de Isaías ... », Hch28:25, hablando de Is 6:9f; «Acerca del Hijo de Dios que él(Dios) dice ... », Heb 1:8ss, hablando del Salmo 45:6s; 102:25ss;

«Como el Espíritu Santo dice ... ", Heb 3:7, citando de Sal95:7ss. El Espíritu Santo también da testimonio a nosotros(véase Heb 10: 16s, que cita a Jer 31:33). De cierto, esta doctri­na de las Sagradas Escrituras pone de relieve por igual todo elNuevo Testamento, los Evangelios, Hechos, las Epístolas yApocalipsis, puesto que todos ellos representan la dispensacióncristiana de la gracia a través de Cristo como el cumplimientode Dios de sus predicciones hechas en el Antiguo Testamento.La concepción de las Sagradas Escrituras como una transcrip­ción del discurso divino es tan básica para (digamos) las epísto­las a los Romanos y Hebreos como la creencia en la divinaprovidencia lo es para la narrativa de Hechos, o la creencia enla unión real de la Iglesia con Cristo para la discusión de Efe­sios. La creencia de que (haciendo eco de Agustín) Dios dice loque las Sagradas Escrituras dicen es en verdad la piedra funda­mental de toda teología del Nuevo Testamento.

Siendo así, el asunto entre el movimiento crítico moderno y elmétodo antiguo se reduce a esto: ¿Son los escritores del NuevoTestamento maestros dignos de confianza? Y ¿fue el Señor Jesu­cristo un maestro confiable? ¿Qué bases sostenibles hay paraaceptar lo que dice el Nuevo Testamento de cualquier acto deDios en este mundo, si rechazamos lo que dice de su acto de inspi­rar la Biblia? Si, sobre la base de la autoridad dominical y apostó­lica, creemos que Dios humanó a su Hijo, nos redimió por la cruzy regenera a los creyentes uniéndolos al Cristo resucitado, ¿cómopodemos negar la inspiración cuándo esas mismas autoridadesque nos dicen esto nos dicen que Dios inspiró de tal modo a los es­critores bíblicos que la palabra de estos es también Palabra deDios? Las bases para aceptar la instrucción de Cristo y sus

apóstoles en este punto son las mismas para aceptar cualquierotro punto. Las mismas razones que tenemos para creer lo queellos enseñan acerca del pecado, la salvacióny la Iglesia, nos impi­den descreer lo que enseñan sobre la Biblia. Claro, el hecho de lainspiración bíblica no puede verificarse mediante una averigua­ción independiente, pero tampoco se puede hacer con hechoscomo el perdón o la adopción. Creemos en estas cosas no porquelas podemos probar «científicamente", sino porque nos las asegu­raron Cristo y sus apóstoles, a quienes estimamos maestros dig­nos de nuestra confianza. Pero no debemos ahondar en estospensamientos por ahora.

PUNTOS DE VISTA NUEVOS SOBRE LAREVELACIÓN Y LA INSPIRACIÓN

Hay algo más que eleva la paradoja de nuestra situación pre­sente. La era de la crítica bíblica ha estado marcada, no sólo porel estudio intenso del texto bíblico, sino también por un interéssin precedente en los temas de la revelación y la inspiración.Nunca en la historia cristiana estos temas recibieron tanta con­centrada atención como en los últimos cien años. Nunca el ma­terial bíblico relevante ha sido examinado de manera tanexhaustiva. Y sin embargo, a pesar de esto, la Palabra de Diosse ha perdido. Otra vez preguntamos, ¿qué salió mal? ¿Por quétodo este debate elaborado que tuvo la intención de hacer quela Palabra de Dios fuera más clara y accesible para nosotros hatenido un efecto contrario? La respuesta es como antes. La de­bilidad de estos debates teológicos, como la de los estudios bí­blicos que los acompañaron, fue que metieron una cuña entre elDios vivo en su revelación y la palabra escrita de la Biblia.

Hasta el siglo diecinueve, la teología protestante estuvoacostumbrada a unir la revelación y la inspiración como unasola, incorporando la primera bajo la última. La revelación enel sentido pasivo, que significa «aquello que es revelado", fueconsiderada idéntica a la enseñanza de las Biblias, y la acciónreveladora de Dios se discutió casi en su totalidad en conexióncon la inspiración de la Biblia. La revelación, se dijo, era el pro­ceso mediante el cual Dios daba a conocer a hombres escogidoscosas que de otra manera eran imposibles de conocer (una

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30 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA PERDIDA 31

definición basada en Dn 2:22, 28ss, 47; 10: 1; 1Co 2:9s; Ef 3:4s;

Ap l.ls), y la inspiración era el proceso correlativo por el cual

los guardó del error cuando comunicaban, a viva voz o por es­crito, lo que les había mostrado. Una declaración típica de esta

posición la dio Charles Hodge en su SYdtematu Theology (1873).En referencia a lCo 2:7-13 (vuna sabiduría que ha estado es­

condida... [que] ninguno... de este mundo la entendió... Diosnos [la] ha revelado esto por su Espíritu... en palabras ... » ),

Hodge escribe: «No hay en la Biblia ni en los escritos de hom­bres una declaración más sencilla o clara de las doctrinas de la

revelación e inspiración. La revelación es el acto de comunicar

conocimiento divino por el Espíritu a la mente. La inspiración

es el acto del mismo Espíritu de controlar a los que dan a cono­

cer la verdad a otros. Los pensamientos, las verdades que se ha­cen conocer y las palabras en las cuales estos se registran, son

declarados por igual del Espíritu. Esto desde lo primero hastalo último ha constituido la doctrina de la Iglesia... » 3.

En las discusiones de la revelación e inspiración que ocurrie­

ron bajo auspicios críticos, sin embargo, se abandonó esta níti­

da correlación. Además, el centro del interés cambió. En vez de

ser solo un preámbulo a la doctrina de la inspiración, la revela­ción se constituyó en materia estudio por derecho propio. Se

vio que el concepto bíblico de la revelación incluye más de lo

que la teología antigua trataba bajo este encabezamiento. Larevelación es la obra completa de Dios al darse a conocer a los

hombres y mujeres; el tema incluye, por una parte, todas las pa­

labras y obras de Dios en las cuales los escritores bíblicos reco­

nocían que Dios estaba expresando sus pensamientos, y, porotra parte, todo lo que está involucrado en el encuentro a través

del cual Dios conduce a generaciones sucesivas a que le co­

nozcan mediante el conocimiento de la información bíblica. LaBiblia es por tanto el vínculo entre los acontecimientos revela­

dores del pasado y el conocimiento de Dios en el presente. Lainspiración, por lo tanto, debe estudiarse como una sección

dentro de la doctrina de la revelación, antes que al revés. Lainspiración es uno de una serie larga de pasos que Dios ha to­mado para darse a conocer a nosotros, y de be tratarse como tal.

Esta ampliación del concepto de la revelación y el hecho deensamblar la inspiración dentro de ella, parece bíblica y

correcta. No tan bien recibida, sin embargo, es la reducción del

concepto de la inspiración que le ha acompañado. La creenciade que esas negaciones de la verdad de las Escrituras que se

han hecho en el nombre de la ciencia natural e histórica eran in­

contestables, y, en particular, de que la teoría de W ellhausen de

los orígenes del Pentateuco (que desechaba mucho de los cinco

primeros libros de la Biblia por no ser de Moisés ni fácticos) tu­vieran que ser aceptadas (como sucede todavía en la mayoría

de los libros de texto sobre el Antiguo Testamento)" condujo a

una explicación más limitadas de lo que es la inspiración. Según

estos, la inspiración fue el esclarecimiento que recibieron los au­

tores bíblicos. Este esclarecimiento, si bien les daba una perspec­

tiva moral y espiritual, y hacía que su obra fuera «inspiradora»(o, como algunos dicen, un vehículo de la Palabra de Dios a sus

lectores), no garantizaba la confiabilidad teológica ni histórica de

lo que escribieron. Tal explicación de la inspiración es por lo ge­neralla norma en algunos círculos protestantes.

Por lo tanto, a diferencia de sus predecesores, algunos teólo­gos modernos protestantes suelen insistir en que la revelación y

las Escrituras son dos cosas diferentes, y que pensar que las

Escrituras son una revelación escrita es algo que más bien con­funde en vez de ayudar. Hacia el final de TheIdea o/Reoelation inRecent Thought (1956) John Baillie escribió: «Cada uno de los

recientes escritores que hemos citado se han ocupado de adver­

tirnos contra cualquier simple equiparación de la revelacióncristiana con los contenidos de la Biblia, y estaban bien cons­

cientes de que en este sentido quebrantaban una tradición delarga trayectoria» 5. Una vez que se debilita el concepto de la

inspiración de la forma descrita, ese quebrantamiento es inevi­

table: no podemos equiparar las concepciones equivocadas de

los hombres con la Palabra de Dios. Pero ahora viene la pre­gunta: si la relación entre las Escrituras y la revelación no es la

de una identidad, ¿qué es? Y ¿cómo en detalle hemos de desti­

lar la revelación de Dios de los contenidos totales de la Biblia.¿Es fácil decir que las Escrituras «inspiran y «median la Pala­

bra de Dios», pero cuál es el valor efectivo de tal fórmula cuan­

do tenemos siempre que aceptar las posibilidades indetectablesde error en la parte que corresponde a cada autor bíblico?Estos problemas constituyen una pared en blanco que muchos

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32 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA PERDIDA 33

protestantes de hoy contemplan. Mucho se escribe de ellos, peroninguna solución acordaday ni siquiera coherente ha aparecido;y tal vez ninguna puede aparecer. Mientras tanto, la incertidum­

bre acerca de la Biblia se ha infiltrado en nuestras iglesias, y esta­

mos hambrientos de escuchar las palabras del Señor.

EL DEBILITAMIENTO DE LAS IGLESIAS

La pérdida de la convicción histórica de que lo que las Escritu­

ras dicen Dios lo dice es la raíz más profunda de lo que el Dr.

James D. Smart, en un libro de título sugestivo llamado Thestranqe silence of tbeBible in tbeCburcb. Ha debilitado la vida de la

Iglesia protestante en este siglo en varias formas.En primer lugar, ha socavado la predú:acúfn. El verdadero con­

cepto de la predicación es que el predicador se convierta en voce­ro del texto, que lo abray aplique como un mensaje de Dios a sus

oyentes, que hable solo para que el texto pueda hablar por sí mis­

mo y se le oiga, y que presente cada punto de su texto de tal mane­

ra «que los oyentes puedan discernir lo que Dios enseña desde elmismo» (Directorio de Westminster, 1645). Pero donde hay

duda en si los textos de las Escrituras son palabras de Dios, la

predicación en este sentido es imposible. Todo lo que uno puede

hacer entonces es presentar desde el púlpito ya sea «la enseñanza

de la Iglesia», o las opiniones de uno. No es de maravillarse que latradición de la predicación evangélica grandiosa de antaño en la

práctica se haya desvanecido y que muchos hoy han perdido la

confianza en la predicación como un medio de la gracia.

En segundo lugar, la pérdida de la convicción sobre la ver­dad divina de la Biblia ha debilitado laenseñanza. El clero no está

seguro de qué debe inculcar como verdad cristiana; los laicos

dudan sobre si lo que se enseña en la Biblia merece aprenderse.

U n .espfritu de despreocupación sobre la doctrina está en todas

partes, un sentimiento de que, puesto que en tantos temas todo

es cuestión de uno adivinar lo que es verdad, no puede impor­

tar mucho si uno tiene una opinión o no. Algunos clérigos handejado de tratar de enseñar la fe; muchos miembros leales de la

Iglesia ni en sueños tratarían de aprenderla. No en balde unflujo estable de anglicanos se vuelve a la Iglesia de Roma o a las

sectas en busca de certezas.

En tercer lugar, la incertidumbre de si la enseñanza de la Bi­blia es la verdad de Dios ha debiLitado lafe. San Pablo insiste en

que la devoción religiosa agrada a Dios solo en la medida en

que exprese fe; de otra manera es solo una superstición inacep­table (lea Hch 17:22s, 30; Ro 14:23). Pero la fe, según Pablo,

significa sujetar la mente y conciencia a la Palabra de Dios, re­

conocida como tal (véase Ro 10:17; lCo2:1-5¡ lTs2:13). En la

ausencia de certeza sobre lo que es Palabra de Dios, prevalece

la superstición, y en vez de fe hay niebla. Hay cristianos profe­

santes que a pesar de ser dedicados y sinceros, se vuelven como

los judíos: «Muestran celo por Dios, pero su celo no se basa en

el conocimiento» (Ro 10:2). Mucha de la devoción hoyes ne­

bulosa, ansiosa y desprovista de gozo, porque la gente no hasido enseñada, o no se atreven a depositar su fe en las Sagradas

Escrituras ni a aventurar sus vidas en base a sus «muy grandes

y preciosas promesas» (2P 1:4) como seguras palabras de un

Creador fiel. Las dudas y las incertidumbres sobre Dios y

nuestra posición con él son compañeros pobres con quienes vi­vir y morir; pero muchos hoy nunca abandonan su compañía,

porque no tienen seguridades de parte de Dios sobre las cuales

su fe pueda descansar. No en balde la marea de la fe desciende,y las personas de las iglesias como cuerpo están de capa caída,

víctimas de apatía y laxitud.

En cuarto lugar, las perplejidades sobre las Sagradas Escri­turas hande<Jalentado la lectura de laBibliaentre ÚM laÚ:OJ. La idea se

ha difundido de que la Biblia es un libro cargado de errores que

solo los educados pueden tener la esperanza de detectar, de que

uno no puede de manera alguna confiar en todo, aun cuando

haya descubierto su significado y, de que es en realidad un librodemasiado duro para que los cristianos ordinarios lo estudien

con provecho. Aquí, por lo menos algunos sienten, los reforma­

dores, con su insistencia en la claridad de las Escrituras, esta­

ban equivocados, ¡y los romanistas estaban en lo correcto!Libros populares bien intencionados, al reescribir el mensaje

bíblico a la luz de la «los resultados ciertos de la crítica», pro­fundizan antes que diluyen esta impresión. «Es quizá una lasti­ma», escribió D. E. Nineham en 1963, «que el nuevo catecismo

anglicano propuesto parezca considerar que la lectura privada

de la Biblia sea imperativo para cada miembro de la Iglesia que

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34 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA PERDIDA 35

sepa leer. ¿Es eso realista... 'i » 6. Muchos harían eco de la dudade Nineham. Con razón los asistentes promedio de la Iglesia no

estudian la Biblia.En quinto lugar, y lo más triste de todo, el escepticismo ha

<laeado a Crúto de la oista. Se nos dice que no hay que tomar a lapersona cuyo cuádruple retrato los Evangelios presentan, y cu­yas meditaciones polifacéticas las Epístolas describen, sinocomo nada más que el producto de una fértil imaginación reli­giosa. Ahora podemos estar seguros, dicen, de que el Jesús dela historia, el «verdadero» Jesús, era bastante diferente delHombre en los evangelios, y todo lo que en alguna ocasión setenía como una verdad revelada en las Epístolas ahora tenemosque tomarlo como una mitología de la secta de misterio llamadacristiana fabricada por hombres y ajustada en lo cultural a al­gunos sentimientos que los primeros cristianos tenían. Así queel Jesús del Nuevo Testamento no es el Cristo que está «allí»(para hacer eco de una de las frases tardías de Francis Schaef­fer); el Jesús histórico es inaccesible a nosotros, y Cristo no esmás que una figura simbólica legendaria en la mente de los cris­tianos, como Robin Hood o Puck. Así grita hoy el escepticismo.En los baños ácidos de la escolástica escéptica, el Cristo de laBiblia ha quedado del todo disuelto. Con razón, pocos en nues­tras iglesias parecen conocer, y mucho menos saber que cono­cen, a Jesucristo cono Salvador y Señor.

Nos hemos acostumbrados tanto a este estado de cosas quetendemos a considerarlo natural y normal. A veces, claro, lopresentamos como un estado de virtud (como de hombre al fin,con sus debilidades), y censuramos a nuestros predecesorespor ser demasiado definitivos y dogmáticos, y nos felicitamospor ser de mente abierta, flexibles y libres de oscurantismo. Te­nemos, sin embargo, que ser cuidadosos aquí. Como bien se hadicho, si uno abre demasiado la mente, la llenarán de basura.La flexibilidad de quienes son «zarandeados por las olas y lle­vados de aquí para allá por todo viento de enseñanza» (Ef4:14), de quienes «siempre están aprendiendo, pero nunca lo­gran conocer la verdad» (2Ti 3:7) no es algo que el apóstol feli­cite. El oscurantismo -cerrar los ojos a las verdades de Dios­siempre es del diablo, y sin duda sería pecado si, en nombre dela lealtad a las Escrituras, cerráramos los ojos a verdades (no

teorías) descubiertas por la historia y la ciencia: pero no pode­mos considerarnos libres de todo oscurantismo si, por una su­puesta deferencia a la historia y a la ciencia, no aceptáramos elhecho de que la fe del Nuevo Testamento está marcada por eldogmatismo, y que este dogmatismo está enraizado en la con­vicción de que las palabras de los escritores del Antiguo Testa­mento, y de Cristo y sus apóstoles, eran palabras de Dios. Porlo general, sin embargo, la teología moderna protestante no

toma en cuenta esto; por lo tanto, da lugar a un espíritu muy di­ferente del que hay en el Nuevo Testamento. Algunos autode­nominados radicales nos dicen que para poner nueva vida ennosotros necesitamos una teología del todo nueva, una quepreste menos atención que nadie antes a la manera bíblica depensar, una en la cual nuestra conciencia cristiana de nuestrosiglo pueda encontrar su expresión total. Pero si lo que hemosdicho es correcto, nuestra conciencia de cristianos ya está de­masiado desviada, y el curso propuesto nos guiará más profun­damente hacia el escepticismo y la aridez espiritual. Vano esempujar a lo largo del camino equivocado. Sería desastroso ci­frar nuestras esperanzas en aplicaciones más drásticas del prin­cipio falso de que la teología es un ejercicio de expresiónreligiosa. Muchos clérigos y académicos, con ingenuidad de­sesperada, ya están desarrollando teologías «radicales» de estetipo, en la esperanza de aliviar nuestra indigencia espiritual eimpotencia evangelizadora. Pero. el epitafio en varias teoríasparece que ya lo pronunció Amós: «La gente vagará sin rumbode mar a mar; andarán errantes del norte al este, buscando lapalabra del Señor, pero no la encontrarán». Nuestra condiciónno se aliviará hasta que en humildad volvamos sobre nuestrospasos al punto donde nos equivocamos la primera vez.

LA ENSEÑANZA HISTÓRICA REFORMADA

Nos ayudará hacer esto si ahora tomamos nota de lo que algunosde los formularios del período de la Reforma enseñan sobre laBiblia. Su posición en general contrasta de manera notable conla de muchos protestantes hoy. Citaré de manera más cabal delos Treinta y Nueve Artículos, ÚL:! Homiltas y del Libro de Ora­ción Común de la Iglesia de Inglaterra, en parte porque estos son

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36 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA PERDIDA 37

los estándares que mejor conozco, en parte porque Las HomiLÚMy el Libro de Oración nos muestran principios para que lasEscrituras hallen expresión práctica en el culto y la devoción,lo cual es de interés especial para nosotros en este capitulo.Pero los documentos fundamentales luteranos y reformadosseñalan lo mismo; su solidaridad con respecto a las Escriturases completa. Para nuestro propósito, su enseñanza puede resu­mirse bajo tres encabezamientos, como verá a continuación.

1. La lnspiracián de 1M Escrituras como La Palabra de Dio«

Nuestros formularios son enfáticos en que el autor supremo delas Escrituras es Dios mismo. La Biblia es «la Palabra de Diosescrita» (Artículo XX), «la muy pura palabra de Dios» (prefa­cio, concerniente al servicio de la Iglesia). Dios «causó que lassagradas Escrituras fueran escritas para nuestro aprendizaje»(colecta para adviento II; cf. «Dios, quien ha escrito la sagradaPalabra para nuestro aprendizaje»: Visitación a los enfermos).Las Escrituras como un cuerpo fueron «escritas por la inspira­ción del Espíritu Santo» y son así «la Palabra del Dios vivo», «suPalabra infalible» (<<Una información para quienes se ofendencon ciertos lugares de las Sagradas Escrituras»: Las HomiIiaJt

Como tal, las Escrituras son palabras de verdad y sabiduría:si no podemos ver esto, la falta está en nosotros los alumnos,antes que en ellas, el libro de texto. «No puede ... sino ser ver­dad que procede del Dios de toda verdad; no puede sino ser sa­biay prudentemente ordenado, lo que el Dios todopoderoso hadiseñado, por muy vano que de todos modos, por falta de gra­cia, nosotros, miserables pecadores, nos imaginemos y juzgue­mos su muy sagrada Palabra» (op, cit., p. 378). Las Escriturasson bien coherentes porque el Dios de verdad no se puede con­tradecir a sí mismo; por lo tanto no es legítimo que la Iglesia ...exponga de tal manera un pasaje de las Escrituras que resulterepugnante a otro» (Artículo XX). Todo lo que las Escriturasdicen, según nuestros formularios, Dios mismo lo dice. La en­señanza bíblica es enteramente divina. «Se nos eilseñapor mediodetu danta Palabra que los corazones de los reyes están en tu po­der» (Santa Comunión; véase Pr 21:1). Dios es el que por su«santo apóstol nos ha enseñado a elevar plegarias ... por todoslos hombres» (Santa Comunión; véase 1Ti 2:1). De la lectura

de «las maldiciones de Dios contra los pecadores impenitentes»en Deuteronomio 27 se nos «amonesta de la gran indignaciónde Dios» con ellos y se nos lleva al arrepentimiento (una Con­minación). Los preceptos y mandamientos de las Escriturasson tratados a través de nuestros formularios como expresionesde la voluntad de Dios válidas y permanentes. Y lo mismo suspromesas: nótese, por ejemplo, las siguientes palabras tomadasde la oración de San Crisóstomo: «quien ... promete [el tiempoes un presente indefinido] que cuando dos o tres se reúnen entu nombre tú les concederás sus peticiones» (Mt 18:19s). Lasdulces palabras que las Escrituras registran que Cristo hablóestando en la tierra son palabras con las que todavía nos habla:«Escuche qué consoladoras palabras Cristo nuestro Salvadordice ... » Fíjese que no dice «dijo», sino «dice» (Santa Comunión;cf. «nuestro Salvador Cristo dice» al inicio de las ceremoniasbautismales) .

Además, los registros de los hechos de Dios en misericordia yjuicio se toman siempre como confiables, como declaraciones deesos hechos y como revelaciones del carácter de aquel con quientenemos relaciones, a fin de elevar oraciones como esta: «OhDios todopoderoso, quien en su ira envió una plaga sobre supueblo en el desierto ... y también, en el tiempo del rey David,hirió con plaga de pestilencia a setenta mil, y sin embargo recor­dando tu misericordia salvaste al resto: ten piedad de nosotros... para que en la manera en que aceptaste la expiación, y orde­naste al ángel destructor que cesara de castigar, ahora tengas abien sacar de entre nosotros esta calamidad ... en el nombre deJesucristo nuestro Señor» (oración en tiempos de calamidad; cf.oración por buen tiempo, la segunda oración para tiempos de ca­restía, y referencias al Diluvio y el Éxodo en la primera oraciónde la ceremonia bautismal, y a Adán y Eva, a Isaac y Rebeca, y aAbraham y Sara en la ceremonia matrimonial).

Una tensión similar sobre el origen divino de las Escriturascomo la palabra autoritativa en la cual Dios habla se halla en laconfesión de Scots de 1560, que habla de la palabra escrita deDios, eso es del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, enlibros en los cuales fueron alguna vez considerados canónicos», y«del Espíritu de Dios por quien las Escrituras fueron escritas»(XVIII) y afirma que al escuchar la instrucción de las Escrituras,

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38 LA VOZ DELmos SANTO LAPALABRA PERDIDA 39

la Iglesia «oye la voz de su esposo y pastor» (XIX). La Primera

Confesión Helvética (1536) dice: «La santa, la divina, Escriturabíblicas, que es la Palabra de Dios que inspiró el Espíritu Santo y

fue entregada al mundo por medio de los profetas y apóstoles ...

tiene que ver con todo lo que sirve al verdadero conocimiento, al

verdadero amory a la verdadera honra de Dios, junto con la pie­

dad verdaderay el poder alcanzar una vida santa, honesta y ben­decida» (1). El Segundo (1566) declara que las Escrituras

canónicas de los santos profetas y apóstoles de ambos testamen­

tos son la verdadera Palabra de Dios», y tienen autoridad intrín­

seca; porque Dios mismo habló a los padres, a los apóstoles y

todavía nos habla a través de las Sagradas Escrituras» (1).

Los conceptos de la inspiración y autoridad bíblicas que es­

tas afirmaciones reflejan los amplificó la confesión de West­minster de 1647: «Le agradó al Señor, en varios tiempos yen

diversas maneras, revelarse y declarar su voluntad a su Iglesia;

y además para conservar y propagar mejor la verdad ... dejar

esta revelación por escrito. ... La autoridad de la SantaEscritura, por la que ha de creerse y obedecerse, depende ...en­

teramente de Dios (quien en sí mismo es la verdad), el autor deellas; y deben ser creídas, porque son la Palabra de Dios» (1, i, 4).

Puesto que Dios es su «único autor» «<Una exhortación be­neficiosa para la lectura y conocimiento de las Sagradas Escri­

turas»: LcM Homilüu, p.10 en la edición inglesa) la reverencia

por las Escrituras es una señal de piedad, al tiempo que la falta

de atención a ellas (<< Desacato a tu palabra y mandamiento»:

La Letanía: Colectas para el tercer Viernes Santo) es el colmode la irreligión y acarrea castigo. «No seáis de los que despre­

cian la santísima Palabra de Dios; no lo provoquéis a derramar

su ira sobre vosotros hoy ... no seáis asesinos deliberados de

vuestras propias almas» (LacI Homiltas, p. 380)

2. La autoridadde lapalabra como norma defe y de riJa

Los formularios anglicanos definen este principio de control bí­

blico como positivo y negativo e insisten en que la manera deservir a Dios es recibir y cumplir todo lo que la Biblia enseña,

sin añadidura ni sustracción. Presentan el servicio a Dios, en la

liturgia y la vida, como un asunto de observar lo que «las Sa­gradas Escrituras dicen» (ceremonia de matrimonio) y realizar

a través de ello lo que <das Escrituras nos piden hacer» (Ora­

ción de la Mañana y la Noche), obedeciendo los mandatos bí­

blicos, confiando en las promesas bíblicas y agarrándonos de ladoctrina de los apóstoles que registra (cf. colectas de los días de

San Juan el Evangelista, de San Marco, de San Bartolomé, de

San Lucas, de San Simóny de San Judas). Las ceremonias de

bautismo interpretan el voto bautismal como una promesa de

que uno ha de «creer siempre la Santa Palabra de Dios, y enobediencia guardar sus mandamientos». El bien supremo que

pedimos en la letanía es el «aumento de gracia, para escuchar

con mansedumbre tu Palabra, y para recibirla con afecto puro

y para producir el fruto del Espíritu», «la gracia de tu Santo

Espíritu, para enmendar nuestras vidas de acuerdo a tu santa

Palabra». (Compare el pedido similar de que con «corazón man­so y la debida reverencia» podamos «oír y recibir tu Santa Pala­

bra», en la santa comunión.) La bendición suprema que buscan

los recién casados en la ceremonia del matrimonio es que la vida

que vivan juntos pueda estar gobernada por la Biblia, «que lo

que en tu santa Palabra puedan aprender con provecho, pue­dan cumplirlo». El ideal de todo cristiano es «desear las Sagra­

das Escrituras de Dios; amarlas; abrazarlas; para que a lo largopodamos ser transformados y cambiados en ella» (LcM Homilias,p. 371), en el sentido de que podamos llegar a «amar lo que nos

mandas y desear lo que nos prometes» (colectas para PascuaFlorida IV). Así que las Escrituras se reconocen que son, por así

decirlo, el molde de Dios para dar forma a nuestra vida entera.

Una declaración en cuanto a la supremacía de las Escrituras

como regla de fe y vida aparece en las oraciones de apertura dela Fórmula Luterana de la Concordia (1580): «Creemos, confe­

samos y enseñamos que la sola regla y norma por la cual todos

los dogmas y todos los maestros deben ser evaluado y juzgadosdebe ser nada menos que los escritos proféticos y apostólicos

del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, como esta es­crito: Tu palabra N una Lámpara a mil plu) una Luz en mic1enoero».Este principio está de hecho implícito, si no explícito, en todas

las declaraciones confesionales de la Reforma; es un gran axio­ma metodológico que da a la teología de la Reforma, luteranayreformada, suiza, francesa, alemana, italiana, inglesa, escocesa,

españolay escandinava su impresionante unidad en sustancia.

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Los Artículos Anglicanos desarrollan el principio de la autori­dad bíblica de forma polémica. Contra Roma afirman la suficien­cia de las Escrituras. «Las Sagradas Escrituras contienen lonecesario para la salvación; de manera que lo que no se lea en ella,ni pueda ser probado por ellas, no es ... un Artículo de la Fe, ni ...necesario para la salvación» (Artículo VI). La primera homilíasaca la siguiente moraleja: «Busquemos diligentemente para biende la vida en los libros del Nuevo Testamento y el Antiguo Testa­mento, y no corramos a los malolientes charcos de las tradicionesde los hombres ... para nuestra justificacióny salvación» (LMHo­miua» p. 2). El Artículo XX declara, también contra Roma, elprincipio adicional de que la Iglesia debe subordinarse ella mismaa las Escrituras en todas sus promulgaciones. «Aunque la Iglesiaes testigo y guarda de la sagrada Escritura, sin embargo, así comono debe decretar nada contra la misma, tampoco debe imponerjunto a la misma que algo se crea necesario para la salvación».Todo lo que la Iglesia saca debe someterse al juicio crítico de lasSagradas Escrituras. Hay que dar reconocimiento a los credoshistóricos porque pasaron esta prueba (Artículo VIII); pero noasí todas las decisiones de las que hay constancia que toman losconcilios generales y algunas iglesias (Artículos, XXI y XIX); nitampoco conceptos tales como las obras de supererogación(Artículo XIV), el purgatorio, las indulgencias, la adoración deimágenes y reliquias, la invocación a los santos (Artículo XXII),adoración en una lengua extraña (Artículo XXIV), ni la tran­substanciación (Artículo XXVIII).

Los Artículos también aplican el principio de la autoridad bí­blica a conceptos atribuidos a algunas sectas anabaptistas, queponían excesiva confianza en las percepciones «espirituales»que enseñaban sus líderes, y no tomaban muy en serio ni la uni­dad ni la determinación de las Escrituras. Sobre fundamentossacados de la Biblia, los Artículos desafían conceptos sobre laincoherencia de los dos Testamentos (Artículo VII), de la per­fección postbautismal (Artículos XV, XVI), de que el pecadopostbautismal sea imperdonable (Artículo XVI), de la salva­ción por sinceridad aparte de Cristo (Artículo XVIII), de queel pacifismo era obligatorio (Artículo XXXVIII).

U n principio clave del testimonio de la Reforma sobre la au­toridad bíblica es que todas las interpretaciones privadas y

tradicionales de las Escrituras se deben escrutar, no sea que sindarse cuenta expresen en forma equivocada lo que dicen lasEscrituras y distorsionen el sentido claro, natural, que se pue­de determinar internamente mediante el estudio de la lenguautilizada en relación a las expresiones idiomáticas bíblicasgenerales y a otros pasajes bíblicos. «La regla infalible de la in­terpretación de la Biblia es la Biblia misma» (Confesión deWestminster, 1,IX). «La santa, divina Biblia ha de ser interpre­tada en ninguna otra forma que no sea a partir de ella misma»(Primera Confesión Helvética, 11). La iglesia no puede «expli­

car de tal forma un pasaje de las Escrituras que resulte contra­dictorio a otro» (Artículo XX).

3. Nuestra Dependencia de las Escrituras como unmedio de gracia

Todo nuestro material bajo este subtitulo será extraído de losformularios anglicanos, por ser de manera extraordinaria com­pletos y convincentes en la materia. Por lo general presentan laPalabra escrita -leída, predicada, escuchada, aplicada- comoel canal principal de vida de Dios a la humanidad. «Las escritu­ras de Dios es la carne celestial de nuestras almas; '" es lámpa­ra a nuestros pies, e instrumento de salvación seguro, firme yeterno; ... consuela, alegra, regocija y guarda nuestra concien­cia. '" Las palabras de las Sagradas Escrituras sean llamadaspalabras de viJa eterna; por ser instrumento de Dios para esemismo propósito. Tienen poder para cambiar, a través de lapromesa de Dios...y al ser recibidos en un corazón fiel, siempretienen un espíritu celestial actuando en ellos» (La.J Homiltas, p.3). Cristo mismo, que «prometió estar presente con su Iglesiahasta el fin del mundo», cumple su promesa ... en esto: que noshabla en el presente (esto es, aquí y ahora) en las SagradasEscrituras» (op, cit., p. 370s). Así que estamos «llamados por tupalabra santa» a la fe en Cristo (colectas para el día de SanAndrés). A través de la Palabra somos santificados: cuando es­cuchaday «grabada interiormente en nuestros corazones», esta«producirá en nosotros el fruto del buen vivir» (santa comu­nión). Es a través de «la consolación de las Escrituras» queDios da una esperanza cristiana bien compactada (colectas

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para Adviento II), Yotorga al individuo «turbado en su mente oen su conciencia» «una comprensión correcta de sí mismo, y detus advertencias y promesas; para que no deseche su confianzaen ti, ni la ubique en otra cosa que no sea en ti» (Visitación a losEnfermos). En todos estos medios la gracia salvadora (esto es,una fe viva y activa) esta mediada a través de las Escrituras.Por lo tanto oramos por los candidatos a la confirmación queDios los «guíe en conocimientoy obediencia de tu Palabra paraque al final puedan obtener vida eterna» (Orden de Confirma­ción). Y cuando los diáconos son hechos presbíteros, les pedi­mos que su predicación de la Palabra pueda ser de bendiciónpara nosotros, «que podamos tener gracia al oír y recibir lo queellos nos entregarán sacado de tu Palabra santísima, o que estéde acuerdo con la misma, como medios de salvación para noso­tros» (Ordenación de Sacerdotes).

Los formularios están interesados en que la Palabra se lea pü­

bLiramente. Por lo tanto, el leccionario del Libro de Oración cu­bre el Antiguo Testamento y el Apocalipsis una vez, y el restodel Nuevo Testamento dos veces cada año. Por consiguiente,también, el grueso de las Escrituras está entretejido en los cul­tos que se preparan. Ninguna forma de adoración en la Cris­tiandad prescribe tanto de la Biblia para el uso público como elLibro de Oración.

Los formularios están interesados aun más en que la Palabrasea predirada en púhLiro, de ahí la exhortación que se hace en laordenación a los presbíteros a «instruir a la gente solo en base alas Escrituras», y a «eliminar y dejar fuera todas las doctrinaserróneas y extrañas contrarias a las Palabra de Dios» (Ordena­ción de Sacerdotes). De ahí también la oración en la Letanía (ylas oraciones muy similares al impartir la Santa Comunión)para que Dios «ilumine a los obispos, sacerdotes, y diáconoscon verdadero conocimiento y entendimiento de tu Palabra; yque con su predicación y su vida lo puedan mostrar». De ahí,también, la pregunta a los candidatos al diaconado, «¿Creescon sinceridad en todas las Escrituras Canénicas?») y la exhor­tación a los obispos, «medita sobre las cosas que contiene estelibro. Sé diligente en ellas ... », El Libro de Oración revela undeseo predominante de que el clero anglicano debe sobre todaslas cosas estar compuesto de hombres y mujeres de la Biblia.

Por último, los formularios están interesados en que la Pala­bra se erJtudie en privado: no solo por el clero, sino por todos losmiembros de sus congregaciones. «Para un hombre cristianono puede haber nada, ni más necesario, ni más provechoso queel conocimiento de las Sagradas Escrituras ... todos los que de­seen entrar al camino recto y perfecto a Dios deben aplicar lamente al conocimiento de las Sagradas Escrituras». «Estos li­bros, por lo tanto, han de estar mucho en nuestras manos, ennuestros ojos, en nuestros oídos, en nuestras bocas, pero sobretodo en nuestros corazones». «No hay nada que fortalezcanuestra fe y confianza en Dios, que mantenga tanto la inocen­cia y pureza del corazón, y también una vida y conducta exte­rior piadosa, como la lectura continuay el traer a la mente (estoes recordar) la Palabra de Dios ... Por otro lado, no hay nadaque oscurezca más a Cristo y la gloria de Dios, que traiga másceguera y toda suerte de vicios, que la ignorancia de la Palabrade Dios». «Ser ignorante de las Escrituras es causa de erro­res ... », dijo San Jerónimo, «No conocer las Escrituras es serignorante de Cristo». «No digo que no, pero un hombre puedeaprovechar solo oyendo; pero puede aprovechar mucho máscon el oíry leer». Por lo tanto, «deleitémonos díay noche, y ten­gamos meditación y contemplación en ellos. Rumiemos, cornopequeños terneritos, para que podamos tener el jugo dulce, elefecto espiritual, el tuétano, la miel, el gusto, tener el confort yconsuelo de ellas .. , Oremos a Dios, el único autor de estos es­tudios celestiales, para que podamos entonces hablar, pensar,creer, vivir y apartarnos, en concordancia con su doctrina com­pleta y las verdades de ella. Y, así, en este mundo tendremos ladefensa de Dios, su favor y su gracia, con .,. paz y quietud deconciencia; y ... disfrutaremos la bendición sin fm y la gloriadel cielo» (La.J Hamiltas, pp.!, 3, 4s, 372, 377, 379s).

Pero ¿no es el estudio de las Escrituras un negocio demasia­do amplio y peligroso para que se metan los laicos de maneraprovechosa? La primera Homilía con todo énfasis insiste queno. Dios es fiel, y no permitirá que el humilde se desvíe. «Lesmostraré cómo pueden leerla [la Biblia] sin peligro ni error.Leerla en humildad con un corazón manso y sencillo, con la in­tención de que puedas glorificar a Dios y no a ti mismo, con elconocimiento de ella: y no la leas sin orar a diario que Dios

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dirija tu lectura a un buen efecto; y trata de no ir más allá de loque puedas entender con claridad» (p. 6s). El estudiante de laBiblia que no confía en sí mismo pero ora encontrará que el sig­nificado de la Palabra pronto brillará con claridad, que un tex­to interpretará a otro a través de la iluminación del EspírituSanto, quien inspira el verdadero significado hacia los que conhumildad y diligencia lo buscan» (p. 8, citando a Crisóstomo).La Biblia es por tanto un libro para que todos lo «lean, mar­quen, aprendan e interiormente digieran» (colectas paraAdviento II), para la salud de su alma y como medio desalvación.

LA TAREA QUE TENEMOS POR DELANTE

Hay un contraste grande y doloroso entre este arrebato deexaltación de la Biblia como nuestra luz verdadera y medioprincipal de gracia, y la actitud despreocupada, apática, aco­modaticia y con aires de superioridad hacia la Biblia que se havuelto tan común hoy en día. Mientras que los reformadores lareverenciaban, sobrecogidos ante el misterio de su divinidad,de escuchar a Cristo, de encontrarse con Dios por medio de sulectura, más nos ubicamos por sobre ella, y actuamos como siya supiéramos su contenido de arriba a abajo y como que estu­viéramos de veras en una posición de encontrarle faltas como sino fuera segura ni totalmente buena como guía hacia los cami­nos de Dios. El espíritu y el sentimiento del clérigo que una vezen un sínodo nacional dijo que el Antiguo Testamento contenía«basura espiritual» son por desdicha típicos de nuestra era.Claro, al llegar a las Escrituras con esta actitud mental, no al­canzamos a obtener una comprensión adecuada de los temasque trata. Una de las muchas cualidades divinas de la Biblia esesta: que no entrega sus secretos al irreverente ni al criticón.Con el paso de las edades, las voces acusadoras de nuestros for­mularios de la Reforma nos exhortan a considerar de dónde ycuán bajo hemos caído. Nos hacen ver que al perderla fe en laBiblia también hemos perdido contacto con la ley de Dios y elevangelio, con sus mandamientos y sus promesas, y ciertamen­te con su Cristo, que es el Cristo de la Biblia. (Y ¿qué, despuésde todo, es la «nueva teología» y la «nueva moralidad» de

nuestros días sino maneras exóticas de proclamar nuestra igno­rancia de estas cosas?) Nuestros formularios nos enseñan quenuestra deserción de la Biblia es en verdad una deserción delevangelio y de Cristo mismo, y que esta deserción nos ha pues­to bajo condenación. La aplicación que nosotros hemos hechode Amós 8: 11 está confirmada por el siguiente pasaje de la ho­milía titulada . Un Sermón, cuan peligroso es caernos de Dios»:

«El desagrado de Dios hacia nosotros por lo general lo ex­presan las Escrituras en estas dos cosas: al mostrar su terriblesemblante sobre nosotros o al volver su rostro y esconderlo denosotros ... El que aparte su rostro y se esconda... significa ...que nos olviday nos deja ... cuando retirade nosotros da Palabra,la doctrina correcta de Cristo, el apoyo de su gracia y ayuda, quesiempre están ligados a su Palabra, y nosdeja a nuestro propiojui­cio, a nuestra propia voluntad y fuerza, está declarando que co­mienza a abandonarnos ... » (Lu Homlltas, p. 81).

El presente estado de nuestras iglesias hace difícil dudar deque Dios haya comenzado a abandonarnos en estos días, comocastigo por nuestro descuido irreverente de su Palabra escrita.

¿Qué hemos de hacer? No podemos volver a llamar al Espí­ritu Santo y avivar la obra de Dios entre nosotros por nuestrapropia acción: avivarnos de nuevo es prerrogativa de Dios, ysolo de él. Pero podemos al menos sacar del camino las piedrasde tropiezo sobre las que hemos caído. Podemos ponernos a re­considerar las doctrinas de revelación e inspiración de un modoque, a la vez que no rechazamos la luz que el estudio modernoha arrojado sobre los aspectos humanos de las Escrituras, locultural, lo lingüístico, lo histórico, etcétera, elimine todo escep­ticismo acerca de su divinidad y eterna verdad. Ninguna tarea,ciertamente, es más urgente. Y esta es la tarea que intentare­mos, por lo menos en síntesis, en las páginas siguientes.

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LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 47

CAPÍTULO TRES

LA PALABRA DE DIOS

HABLADA (1)

Es básica para el Nuevo Testamento la aseveración de que elcristianismo es una religión revelada. La palabra «revelar» en

griego (apokalypto) significa desvelar algo que antes estaba es­condido, o traer a la vista algo que antes estaba fuera de la vista.El cristianismo descansa sobre la revelación del mismo Crea­dor oculto; los cristianos disfrutan de «la luz del conocimientode la gloria de Dios en el rostro de Cristo» (2Co 4:6). El proce­so, en que a través del trato con una sola familia - Israel­Dios se revela a los hombres, alcanza su clímax en la persona,palabrasy obras de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios encarna­do. Así que la aseveración-revelación cristiana encuentra suexpresión final en las majestuosas palabras de apertura de laepístola a los Hebreos: «En el pasado Dios, habiendo habladomuchas veces yen muchas maneras en otro tiempo a los padrespor los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por suHijo» (Heb 1:ls.). De este revelador proceso los sesenta y seislibros de la Biblia son a la vez el producto y la proclamación.Los primeros treinta y nueve (del Antiguo Testamento) se ex­tienden a lo largo de mil años de revelación a Israel; los últimosveintisiete (el Nuevo Testamento) se escribieron en la segundamitad del primer siglo. Todos tienen que ver con la suprema re­velación de Dios en Jesús, quien fue crucificado «bajo PoncioPilatos» y resucitó, en alguna fecha entre el 26 y el 30 d.C,

Las palabras de apertura de Hebreos presentan la revelaciónmisma como una divina actividad (<<Dios habló» ) que en suforma fue verbal (<<Dios habló» ) y colectiva (<<a través de losprofetas ...por su Hijo). En este y en el capítulo siguiente pro­curaremos abrir el tema de la revelación y explorar el significa­do de estos tres hechos.

La reoelacián N una activwaddivina,y por lo tanto no un logrohumano. Una revelación no es lo mismo que un descubrimien­to, ni el amanecer de un entendimiento, ni el surgimiento deuna idea brillante. La revelación no significa que el hombre en­cuentra a Dios, sino que Dios encuentra al hombre, Dios dán­donos a conocer sus secretos, mostrándonos quién es. En unarevelación, Dios es el agente y también el objeto. No es solo quelos hombres hablan de Dios, ni para Dios; Dios habla de sí mis­mo, y nos habla en persona. El mensaje del Nuevo Testamentoestá en que Dios Cristo ha traído un mensaje para el mundo, unmensaje al que toda persona de toda edad están llamadas a es­cuchar y responder.

Para mostrar qué significa esto, debemos responder a trespreguntas.

EL CARÁCTER DE DIOS

La primera pregunta es: ¿Quién es este Dios que ha hablado?¿Qué tipo de ser es?

La pregunta es importante, en parte porque la falsa creenciaacerca de la naturaleza de Dios encierra falsas perspectivas dela revelación, en parte porque, según lo que registra, este es elasunto fundamental que la acción reveladora de Dios quiso ha­cer claro. Dios mismo fue el objeto supremo de la revelacióndesde un principio.

¿Qué, según las Escrituras, Dios ha revelado ser?Primero, ha mostrado que es usucpervona, un ser que se llama

a sí mismo «yo» y habla al hombre de «tú». Cuando habló aMoisés en la zarza ardiente antes del Éxodo, dio como nombre«Soy el que soy» (quizá más correctamente, «Seré el que seré»Éx 3:14s, NVI. margen; cf. 6:2s), «Yahvé» (Jehová) en corto.

Este nombre, como otros nombres que puso Dios (Abraham,Israel, Jesús, etc.), fue una fuente de información acerca delque lo llevaba: declaraba, por una parte, la personalidad tras­cendente de Dios, su libertad y determinación, y otra parte, suautosuficiencia y omnipotencia. El nombre «Yahvé» es un tes­tigo en contra de cualquier concepto en que se tenga a Dioscomo un simple principio impersonal. Declara que antes quenada se presenta, no como una fuerza sin propósito - un ciego

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48 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 49

poder o casualidad - sino como una Persona todopoderosacon mente y voluntad propias.

Cuando Dios llevó su obra de revelación a su clímax al en­viar al mundo a su Hijo y a su Espíritu, se mostró como un sertripersonal: tres personas en un solo Dios. La Trinidad es centralen la revelación cristiana. «Padre, Hijo y Espíritu Santo» es el«nombre» de Dios en el Nuevo Testamento (véase Mt 28:19).En la frase feliz de Kart Barth, el «nombre cristiano» expresa

una verdad básica acerca de Dios que solo los cristianos saben.Segundo, Dios se ha mostrado como un ser moral, como un

ser supremamente interesado en cuestiones del bien y del mal,cuyos tratos con los seres humanos deben entenderse en térmi­nos morales, por cuanto éstos están determinados por conside­raciones morales. Cuando en el Sinaí Moisés pidió ver la gloriade Dios, Dios proclamó ante él la siguiente exposición de su«nombre»: «El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo,lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene suamor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniqui­dad, la rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al cul­pable, sino que castiga la maldad de los padres ... » (Éx 34:6s).Dios es perfecto, no solo en poder, sino también en amor y pu­reza, un Dios «de infinito poder, sabiduríay bondad» (Artículo1), «un Espíritu, infinito, eterno e inmutable, en su ser, sabidu­ría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad» (CatecismoMenor de Westminster, Respuesta 4). La exposición que haceDios de su nombre deja fuera cualquier idea de que es capri­choso, inconstante, no confiable y nada amoroso.

La impresión todavía permanece, a pesar de los muchos añosde refutación, de que los dos Testamentos presentan a Dios deuna manera diferente, de que el Antiguo Testamento lo descri­be como severo en retribución, y el Nuevo lo enmarca como de­masiado misericordioso y suave para condenar a alguien. Peroesto no es así. La bondad y la severidad de Dios se ven lado alado en ambos Testamentos. En el Antiguo, el Dios Santo es in­deciblemente bondadoso con su pueblo, como los salmos cons­tantemente lo declaran. (cf. Sal 92, 104, 105:1ss, 106:1s, 107,108, etc.): mientras que el Nuevo Testamento amplía nuestravisión, no solo de la gloria de la misericordia de Dios, sino tam­bién -sobre todo a través de las palabras de Cristo (véase Mt

8:12, 10:28, 13:40ss, 25:41; Mr 9:42-48; Le 13:1-5, 16:23-29,etc.) - de lo horroroso del castigo de Dios. En este cuadro deDios, como en otras cosas, «el Antiguo Testamento no contra­dice el Nuevo» (Artículo VII), y el Nuevo, en vez de cancelar alAntiguo, solo lo endosa y amplifica, y al hacerlo lo cumple. El

Dios de los dos Testamentos es uno.Tercero, Dios se ha revelado como fuente, sustentadory fin

de toda la creación y de la humanidad en particular. « Porquetodas las cosas proceden de él, y existen por él y para él» (Ro11:36). Pablo desarrolla estas verdades fundamentos delteísmo en su sermón a los idólatras de Atenas acerca del «Diosdesconocido» (Hch 17:22ss). Primero, habla de Dios comonuestra fuente, el que nos trajo a la existencia. «El Dios que hizoel mundo y todo lo que hay en él» (v, 24) «De un solo hombre

hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y deter­minó los períodos de su historiay las fronteras de sus territorios»(v. 26). Luego Pablo habla de Dios como nuestro sustentador,«da a todos los hombres la vida, el aliento y todas las cosas», demanera que «en él vivimos, nos movemos y existimos» (vv. 25,28). Dependemos de Dios en cada momento de nuestra exis­tencia. Las criaturas solo permanecen en existencia a través delconstante ejercicio del poder sustentador del Señor (cf. Heb1:3). Él, el Dios trascendente que está por encima, más allá yaparte de su mundo, y por entero independiente de este (cf.Hch 17:24s), es también Dios inmanente en el mundo como elque por encima de este, lo impregna y lo sustenta, ordena sumarcha y controla su curso. Por último, Pablo habla de Dioscomo nuestro fin. Dios hace a los hombres, dice, «para quetodos lo busquen» (v. 27). El hombre existe para Dios y la impie­dad es una negación de la naturaleza del hombre. La humanidadsolo se perfecciona en quienes conocen a Dios. «El propósitosupremo del hombre es glorificar a Dios y disfrutarlo parasiempre» (Catecismo Menor de Westminster, Respuesta 1).

Este Dios, añade Pablo, «no está lejos de ninguno de noso­tros» (v, 27). Aunque es el «el Señor de los cielos y la tierra» (v,24) e infinitamente grande, no es remoto. Lo opuesto es lo cier­to. El Dios que hizo el mundo está siempre, de manera ineludi­ble, en nuestro entorno. Omnisciente, omnipresente, que noduerme, que no se distrae, está delante y detrás de nosotros,

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50 LA VOZ DEL DiOS SANTO LA PALABRA DE DiOS HABLADA (1) 51

siempre al tanto de nosotros, reconozcámoslo o no. «Yo el Se­

ñor escudriño el corazón y examino la mente ... » (Jer 17: 1O; cE.Sal 139:1-5). No nos podemos esconder de él, incluso si lo hi­

ciéramos; vivimos, nos guste o no, bajo su mirada; y cuando ha­

bla, es sabio, no menos que nuestro deber, hacer lo que él dice.

En 1963 Honest to God de J. A. T. Robinson fue aclamado

por un artículo en uno de los periódicos nacionales de Inglate­

rra titulado «Nuestra Imagen de Dios debe seguir». Es necesa­

rio señalar, sin embargo, que esta «imagen» de Dios como

personal, trascendente, inmanente, santa, fuente y meta de to­

das las cosas es una ducripcwn revelada. Cualquier otra «imagen»

de Dios, pues, es falsa e idólatra. Al revelársenos, Dios nos dice

cómo es él, y no nos corresponde enmendar su testimonio,

como si lo conociéramos mejor de lo que él se conoce.

Si duda, el escritor de Hebreos habla del Dios que ha habla­

do como correspondiente a la descripción señalada arriba.

Dios, para él, es el Señor viviente del Antiguo Testamento

(3:12, 10:31), hacedory sustentador de todas las cosas (1:2,

11:3); ser personal que nos habla (1:1, 11:7s, 12:25, 13:5), cu­

yas palabras hurgan el corazón (4:12) y quien nos conoce de un

lado al otro (4:13); Dios que cumple sus promesas (6:13-18);

Dios justo (10:30, 12:23, 13:4) y fuego consumidor contra los

desafiantes y menospreciadores que hacen caso omiso de la ley

y el evangelio (2:1-3, 6:6-8, 10:26-31, 12:29); padre amoroso de

su pueblo (12:5s); Rey cuyo trono es un trono de gracia (4:16)

y que recompensa a todos los que le buscan en fe (11:6, cf. v.

16). Este y nadie más, nos dice el escritor, es el Dios «a quien

debemos dar cuentas» (4:13).

EL PROPÓSITO DE DIOS

Nuestra segunda pregunta es: ¿Por qué Dios ha hablado? Él es

autosuficiente, y no necesita de los regalos de los hombres ni de

su servicio (Hch 17:25). ¿Para qué entonces se molesta en ha­

blarnos? La verdadera increíble respuesta que la Biblia da a

esto es que el propósito de Dios en la revelación es entablar

amistad con nosotros. Fue para este fin que nos creó como seres

racionales, a su semejanza, capaces de pensar, escuchar, hablar

y amar; quiso que hubiera amistad y afectos personales

genuinos, recíprocos, entre él y nosotros, una relación, no

como la del hombre y su perro, sino como la de un padre y su

hijo, o la de un marido y su esposa. El amor de amigos entre dos

personas no tiene motivo ulterior, sino que es un fin en sí mis­

mo. y este es el fin que tiene Dios en cuanto a su revelación.

Nos habla para cumplir el propósito para el cual nos hizo, o sea,

para que surgiera una relación en la que él es amigo nuestro, y

nosotros suyos, en la que hallaría gozo en darnos cosas y

nosotros en darle las gracias.El concepto de que Dios hizo al hombre para ser su amigo

aparece desde el tercer capítulo del Génesis, donde encontra­

mos a Dios caminando en el Edén en el frescor del día, en busca

de Adánpara disfrutar su compañía (Gn 3:8). El que, a pesar

del pecado, Dios todavía quiere la amistad humana lo sabemos

por lo que dijo Cristo en cuanto a que Dios busca verdaderos

adoradores (Jn 4:23); porque la adoración, el reconocimiento

de que él es digno, es una expresión de amistad en su punto más

alto. Dios quiere que los hombres y las mujeres conozcan el

gozo de una amistad en la que la adoración fluye, y de la adora­

ción misma en que esa relación encuentra su expresión más feliz.

El mayor ejemplo de tal relación con Dios es la de Abraham,

quien alabó a Dios, confió y obedeció hasta el punto de estar

dispuesto a entregar a su hijo en sacrificio, Y de Abraham senos dice que «fue llamado elamigo de Dios» (Stg 2:23, aludien­

do a Isaías 41:8; cf. 2Cr 20:7). Es para hacernos amigos suyo,

como lo fue Abraham, que Dios nos ha hablado.y si Dios iba a lograr hacer amigos, era absolutamente necesa­

rio que nos hablase, porque la única manera de hacer amigos con

una persona es hablar con ella y dejar que nos hable. La amistad

sin conversación es una contradicción de términos. Un hombre

con el que nunca hablo nunca será mi amigo. Es imposible.La amistad nunca se disfruta a cabalidad si los amigos no es­

tán al alcance de la vista. La mirada expresa afecto mejor que

solo palabras, y el deleite de unas buenas y afectuosas relaci~­nes solo puede experimentarse a plenitud cuando estamos mi­

rando el rostro de la persona que amamos. Entonces, cuando

alguien al que le tenemos cariño está lejos, le escribimos, «espe­

ro verte de nuevo». La Biblia se proyecta al día en que las rela­

ciones entre Dios y sus amigos humanos sean perfectas de esta

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52 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 53

manera, día en que, además de escuchar su voz, puedan ver su

rostro. «Ahora vemos por espejo, en oscuridad; mas entoncesveremos cara a cara» (lCo 13:12). De igual modo, las Escritu­

ras nos dicen que en la Nueva Jerusalén aquellos a quienes Je­

sús llamó «amigos» cuando estuvo sobre la tierra (véase Jn15:13-15) «verán su rostro» (Ap 22:4). Por eso, uno de los per­

sonajes de El Progruo del Peregrino de Bunyan, pudo declarar

con toda confianza: «Voy a ver ahora la cabeza que fue corona­

da de espinas y el rostro que escupieron por mí. En el pasado he

estado viviendo de oídas, en fe, pero ahora voy donde viviréviéndolo, y estaré con él, en cuya compañía me deleito». Y por

esta visión la amistad y la revelación serán perfeccionadas.Pero mientras tanto la amistad de Dios con el hombre comien­

za y crece hablando: él con nosotros en la revelación y nosotros

con él en la oración y la adoración. Aunque no puedo ver aDios, podemos ser amigos, porque en revelación me habla.

Algunos teólogos modernos postulan una antítesis entre larevelación «personal» y la «proposicional», y arguyen que si la

revelación es proposicional no puede ser personal, y como es

personal (Dios revelándose) no puede ser proposicional (Dioshablando de sí mismo). Pero esto es absurdo. La revelación es

más que una información teológica, pero no puede ser menos y

no lo es. La amistad personal entre Dios y el hombre crece de la

misma manera que crece entre amigos humanos: conversando;

y hablar es hacer declaraciones informativas y las declaracio­nes informativas son proposiciones. Negar que la revelación

sea proposicional para enfatizar su carácter personal es como

querer salvaguardar la verdad de que el críquet se juega con un

bate negando que se juega con una pelota. La negación corta la

aserción. Decir que la revelación no es proposicional es dedper­eonalizarla. Como el doctor F. 1.Anderson dice: «Restar impor­

tancia a las proposiciones porque son impersonales es destruir

las relaciones humanas despreciando su medio normal. La feli­

cidad de ser amado es diferente de la terminología de hacer elamor, pero la proposición «te amo» es, más que oportuna, un

indispensable medio para la consumación del amor. Pero según

la teología moderna tenemos un amante Dios que no hace de­claraciones» l. Por lo tanto parece que la teología moderna, con

todo lo que dice enfatizar la calidad personal de la revelación de

Dios a nosotros y nuestro conocimiento de él, en realidad adop­ta un criterio subpersonal de ambas. Sostener que podemos co­

nocer a Dios sin que este nos hable con palabras es negar que

Dios es personal, o por lo menos negar que conocer a Dios esuna verdadera relación personal.

El Dios de la Biblia, sin embargo, es un Dios que siempre

está hablando a los seres humanos: en visiones, sueños y teofa­

nías; a través de los profetas, a través de Cristo, a través de los

apóstoles y a través de las palabras escritas de las SagradasEscrituras. Habla de sus logros pasados en cuanto a creación,

castigo y redención; habla de los planes que está ahora mismo

ejecutando y del clímax al que llevará a la historia cuando lle­

gue el momento; habla de la vida humana, y nos dice qué piensa

de las diferentes maneras en que los hombres y las mujeres vivi­

mos, cuál es la escala divina de valores, qué es lo que le gusta yqué aborrece. Entonces, como es proposicional, la revelación

que hace de sí mismo llega a ser de veras personal. Y por ella

Dios establece amistad.

LA DIFíCIL SITUACIÓN DEL HOMBRE

Nuestra tercera pregunta es: ¿Cuál es el estado de esos a quie­nes Dios habla? ¿En qué condición su revelación los encuen­

tra? La respuesta bíblica es que los encuentra ignorantes de

Dios. La inscripción que halló Pablo en el altar de Atenas reve­la el estado natural de la humanidad: nuestro Hacedor es para

todos nosotros «el Dios desconocido» (Hch 17:23). Ninguna

de las filosofías que Atenas había elaborado podía ayudar en

esto, pues «el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría»(lCo 1:21; cf. Gá 4:8; 1Ts 4:5). Nadie conoce a Dios sin la

revelación.El tema del desconocimiento de Dios que tiene la humanidad

es complejo. Para aclarar esto, dos puntos deben hacerse en or­

den, como sigue.En primer lugar, como somos criaturas, no podemos conocer

a Dios a menos que este haga algo para darse a conocer a noso­tros. Cincuenta años antes de la Primera Guerra Mundial esta­

ba de moda entre los teólogos afirmar la existencia de unaidentidad virtual entre la mente del hombre y la de Dios, y

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54 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 55

tratar de destilar conceptos de la naturaleza divina desde nues­tros más altos pensamientos e ideales. Es bueno que esos con­

ceptos por lo general se hayan dejado de lado. Porque el Diosde la Biblia es un ser que no podemos ver (Jn 1:18; 1Ti 6: 16), ni

aproximarnos a él (lTi 6:16) ni hallarlo (Job 23:3-9), y nos en­

gañaríamos si pensáramos que podemos leer su mente, conocer

su carácter, adivinar sus motivos o predecir sus movimientos

con nuestra inadecuada capacidad cerebral. ,<"Porque mis pen­

samientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminosmis caminos", dijo Jehová. "Como son más altos los cielos que

la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, ymis pensamientos más que vuestros pensamientos"» (Is 55:8s,

RV-60). «Qué indescifrables sus juicios e impenetrables sus ca­

minos! ¿Quién ha conocido la mente del Señor» (Ro 11:33s).

Emil Brunner señala la aplicación en una frase vívida. «¿Pue­

des buscar a Dios y encontrarlo?« Al «todavía no» del hombreorgulloso la Biblia responde con un «nunca» 2. En las Escritu­

ras es axiomático que los pensamientos humanos acerca de

Dios que no dependen de la revelación no tienen valor. Solo

podemos conocer a Dios recibiendo revelación, no de otra ma­

nera.Pero, ¿no se revela Dios a todos? ¿Cómo entonces el mundo

permanece ignorante en cuanto a él? Esto nos lleva a nuestro

siguiente punto.En segundo lugar, como somos criaturas pecadoras, suprimi­

mos y pervertimos tal revelación de Dios en cuanto nos alcanza

en el curso ordinario de la vida. Que Dios siempre se está dan­

do a conocer a cada uno de nosotros como Creador, Dador de

la leyy Juez a través de la naturaleza, la providenciay las obras

de nuestra propia mente y consciencia, es perfectamente cierto.La consciencia de uno mismo y del mundo nos brinda una inse­

parable intuición de la realidad de Dios y sus aseveraciones. A

esto por lo general se le llama revelación «general» en contraste

con la revelación «especial», el proceso histórico que registran

las Escrituras. La más completa revelación general que la Bi­blia da la hallamos en los primeros dos capítulos de Romanos.

Allí Pablo la desglosa como que Dios revela su eternidad, po­der y divinidad (Ro 1:20, cf. Salmo 19:1), su bondad (Ro 2:4,

cf. Hch 14:16s), su ley moral (Ro 2:12ss), lo que dice de

nuestra adoración y tributo especial (1:21), y su condenación

del pecado (1:32). Contra quienes sostienen que la revelacióngeneral y la religión natural basada en esta pueden ser suficien­

tes para la humanidad sin la Biblia, debemos señalar que el aná­

lisis de Pablo muestra la insuficiencia de la revelación general.

Nos muestra primero que la revelación general es inadecuadacomo base para una-religión, porque no ofrece nada acerca del

propósito de Dios de tener amistad con el hombre ni su volun­

tad respecto a la vida humana. Incluso Adán en el Edén necesi­

tó, además la revelación general, que Dios le hablara de forma

directa para poder conocer la voluntad divina (cf. Gn 1:28s,

2: 16s). Segundo, el análisis de Pablo muestra que la revelación

general es doblemente inadecuada para las necesidades de los

pecadores, porque le falta contenido de redención. Indica queDios castiga el pecado, pero no que lo perdona. Muestra que el

perdón es necesario sin mostrar que es posible. Predica la ley

sin el evangelio. Puede condenar, pero no salvar. A cualquier

creyente que entendiera lo conduciría a la desesperación. Porclaro que captara el contenido de la revelación general, esta no

le ofrecería bases adecuadas para la comunión con Dios.Pero la realidad es que no encontramos entre los inconversos

una clara comprensión del contenido general de la revelación.

En un grado mayor o menor, «con su maldad obstruyen la ver­

dad» (Ro 1:18). Esto es porque todos «estánbajo el pecado» (Ro3:9). El pecado, la fuerza que se enseñorea, según Pablo, en cada

individuo sin Cristo, es un principio de no conformidad con la

revelación, y sus efectos son mentales y también morales. El pe­

cado causa no solo desobediencia a la ley de Dios sino tambiénnegación de su verdad. El análisis de Pablo de la revelación ge­

neral en Romanos es parte de un acta de acusación tremenda

contra un mundo pecaminoso porque con toda intención oscure­

ció la luz que la revelación general da. La revelación general,dice, es insoslayable: «Lo que se puede conocer acerca de Dios

es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque

desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, esdecir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben clara­

mente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excu­sa» (Ro 1:19-20). Luego entonces la idolatría y la inmoralidad

nunca tienen excusa, porque son siempre pecados en contra del

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56 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 57

conocimiento. La fórmula que explica su origen es siempre «A

pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Diosni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razo­

namientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afir­

maban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron ... la verdadde Dios por la mentira» (vv, 21-25). De nuevo, en Ro 2:12-15,

Pablo menciona las operaciones diarias de la conciencia para

mostrar que todo hombre a través de la revelación general ha re­

cibido algún conocimiento de la ley de Dios. Pablo sabe que la

conciencia de los que no son creyentes es defectuosay a menudo

calla cuando deben hablar (cf. Ef4:19), pero que cuando hablan

-y la conciencia de cada uno, aunque depravada, habla algunas

veces - su método de actuar (juzgan por un estándar), los están­

dares a los que apelan, y el veredicto que pronuncian, muestranque «los requerimientos de la ley están escritos en sus corazo­

nes» (v. 15). Así que su inmoral «nueva moralidad» y sus equivo­

caciones son inexcusables también.

En todo esto, el punto de Pablo no es el de Aquino -queafirmaba que la existencia de Dios es abstractamente demos­

trable argumentado en base a las cosas creadas - sino el másfundamental de que la existencia de Dios y su ley son conocidas

de todas las personas, aun cuando la niegan en teoríay en prác­

tica. La luz siempre brilla, por mucho que cerremos los ojos yprotestemos que no vemos nada. Por tanto, la realidad de la re­

velación general demuestra la culpabilidad de la gente por su

irreligiosidad y rechazo de la ley, porque todos sin excepción

-tienen que reconocerlo - lo saben bien.

De hecho, algo de la luz que brilla siempre traspasa. Todamente inconversa recibe chispas de moral verdadera e introspec­

ción teológica (Pablo, predicando en Atenas, pudo apelar al poe­

ta Arato, Hch 17:28). Pero éstas son chispas nada más. Calvino

compara la introspección aislada de los filósofos paganos con la

brillantez de un relámpago en la oscuridad de la noche. «Viendo,no ven. Su discernimiento no basta para dirigirlos a la verdad ...

sino que son como el viajero confuso que por un instante ve a lo

lejos el centelleo de una luz, y luego se desvanece en la oscuridadde la noche antes de que pueda dar un solo paso. Hasta ahí llega

esa ayuda en cuanto a capacitarlo para encontrar el camino co­rrectos.' Así que a pesar de las verdades acerca de Dios y la

bondad que la revelación general ha plantado en su mente, el

hombre sin Cristo permanece en la ignorancia de Dios.

RELIGIONES QUE NO SON CRISTIANAS

Estas consideraciones arrojan luz sobre la naturaleza de las re­

ligiones que no son ~ristianas. En estos días en que las religio­

nes orientales están resurgiendo y el avance misionero cristiano

se está haciendo lento, la gente se pregunta a menudo si no seráque Dios no se ha revelado ni se le conoce fuera del cristianis­

mo. La pregunta es importante, porque nuestra actitud hacia la

obra misionaria depende de nuestra respuesta. ¿Conoce a Dios

la gente de otras creencias? Un punto de vista popular ha sido

que todos los seres humanos tienen un sentido básico de afini­

dad con Dios (<<el religioso a priori», como los europeos lo lla­man), que la suprema diferencia en el mundo de la religiones

está en el grado con el que sienten y expresan su innata cons­

ciencia de Dios, y que lo que la Biblia registra es un proceso de

evolución religiosa a través del cual la consciencia del hombreacerca de Dios alcanza su suprema expresión en las enseñanzas

de Jesús (entendido, o más bien mal entendido, como en esencia

una declaración de que Dios es el Padre de toda la humanidad).Sobre este punto de vista, el cristianismo es el Rolls-Royce de

las religiones, la mejor de su clase, pero el mismo sentido básico

de unidad con Dios está en todas, así como el mismo diseño bá­

sico se encuentra en todos los autos.Eso equivale a decir que todas las religiones, incluyendo el

cristianismo, se basan por entero en la revelación general, lo

cual nos habla de una armonía básica entre Dios y nosotros, un

discernimiento luminosamente cristalizado en el pensamientode Dios como Padre. De aquí que nadie necesita más conoci­

miento de Dios que el que la revelación general le puede dar.

Pero las Escrituras no están de acuerdo. Contrasta el cristianis­mo con otras creencias en el punto donde esta teoría los vincu­

la. Las religiones no bíblicas (se dice) están basadas en una

revelación general (y en el caso del judaísmo y el islamismo porlo menos, en una revelación especial también) hasta cierto pun­to tergifJer<fada y en ciertos puntos inaceptable. Cuatro factores

(por lo menos) han conspirado para producir esto: la

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58 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 59

revelación general, el engaño demoníaco (el, 1 Col Co 10:20; 1Co2 Co 4:4), la asfixiante y tergiversante acción de la mente

humana caída, y la decisión de Dios de entregar a los hombres a

la pesadilla de creer lo que quieran creer y olvidar lo que quie­ran olvidar (Ro 1:21-23,25,28). Las creencias que no son cris­

tianas, por lo tanto, aunque en cierto sentido son el resultado

del conocimiento de Dios, en realidad son formas de ignorancia

de Dios. Los inconversos modernos, como los antiguos genti­

les, no conocen a Dios (1Ts 4:5).

También las Escrituras nos aseguran que aparte del evange­

lio cristiano todos los conceptos de afinidad natural y de pazcon Dios son delusivos. Donde se encuentran (yen realidad no

son comunes en las religiones que no son cristianas) brotan, no

de una interpretación verdadera de la revelación general, sino

de engañosas y vanas ilusiones que se hacen. En realidad la re­

velación general saca a la luz la ira de Dios contra el pecado hu­mano (Ro 1:18, 32). N o hay verdadero conocimiento de la paz

de Dios fuera de Cristo. Por cierto, la impresión dominante que

da un estudio de las grandes creencias que no son cristianas es

que tienen un hambre agonizante de paz y comunión con Dios,hambre en la que tales religiones pueden a todas luces profun­

dizar, pero que también a todas luces no pueden satisfacer. No

que estén por entero equivocadas, ni por entero degradadas; a

través de su teología encontramos verdades aisladas que saltana la vista en muchos puntos, y la disciplina ascética de las mejo­

res de ellas impresionan mucho como logro del espíritu huma­

no. Pero en ningún caso es correcto su concepto total de Dios y

la relación Dios-hombre. En particular, aunque han obtenido

de la revelación general cierta forma de creencia en un castigocósmico de la maldad, ninguno de ellos sabe de un camino efec­

tivo de reconciliación con el Dios que el hombre ha ofendido.

Saben algo de la ley, pero nada del evangelio. Buscan paz conDios, pero sin Cristo no la pueden encontrar.

Permítanme subrayar eso diciendo que estoy hablando engeneral y de modo exhaustivo acerca de las religiones, no acer­

ca de ningún exponente individual o partidarios de ellos, y lo

que he tratado de poner en palabras es un divino veredicto re­velado en las Escrituras, no una expresión de censura o impe­

rialismo cultural. La educación religiosa de los presentes días

distingue la dimensión religiosa de la vida humana de la obser­

vancia a alguna fe en particular, y urge que todas las creenciasse aprecien en sus propios términos, lo que es correcto, y aque­

llos que viven en circunstancias multirraciales, multiculturales

y multirreligiosas, como la mayoría de nosotros, que tienen

amigos y colegas de otras persuasiones, con razón fruncirían el

ceño ante cualquier "falta de respeto aparente por lo que esaspersonas consideran sagrado. Todavía está al acecho en las tra­

diciones de Occidente el menosprecio por las religiones que noson cristianas y sus seguidores, además del hecho de que sin

sentido crítico se tiene la certeza de que esas personas están es­

.calando la misma montaña y nos encontraremos en la cima.

Pero lo primero es tan indefendible como esto último. También

se tiene el hábito de medir y censurar las doctrinas que no son

cristianas en base a las características que sus mejores maestrosven como abusos, lo que en efecto es tomar en consideración

solo su peor parte en vez de la mejor; por esto también hay que

pedir disculpas y no hacerlo más, porque si pensamos que es in­justo que un hindú critique el cristianismo refiriéndose a las va­

rias ramas de la religión popular, la religión civil, el formalismo

convencional y la superstición llana que ha engendrado o abra­zado a través de los siglos, debemos pensar también que no es

menos injusto juzgar al hinduismo, el budismo, el islamismo u

otras creencias de esa manera. La verdad es queno solo el cris­tianismo, sino todas las grandes religiones, son capaces de de­

generar y reformarse y renovarse en sus propios términos; por

lo tanto solo se les aprecia como es debido mirándolas a la luzde lo que consideran sus más altos ideales y su autocrítica de in­

tramuros, lo que significa que un humilde y respetuoso diálogo

es siempre la técnica apropiada para acercarnos a ellos, mien­

tras que una crítica triunfalista insolente nunca lo es. Aun así,la Biblia revela que la religión que no es cristiana es, como deci­

mos, un tipo de tragedia conmovedora en la que se busca la sal­

vación donde la salvación no se puede encontrar.4

GENTE EN OSCURIDAD

Los hombres y mujeres sin Cristo de todo el mundo, pues, sonignorantes de Dios con una ignorancia que es hasta cierto

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60 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (1) 61

punto deliberaday por lo tanto culpable. «Como estimaron queno valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él asu vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran loque no debían hacer" (Ro 1:28) es el diagnóstico divino de to­das las religiones que no son cristianas, de las irreligiones y delas conductas seudocristianas en el mundo. Subyacente en todoslos factores observables que condicionan nuestras creencias yacciones -los cuales las ciencias humanas pueden estudiar yestudian- está la actitud del hombre reacio a responder a laluz de Dios y la actitud de Dios al entregarlo a la oscuridad mo­ral e intelectual. Dios por castigo le permite al hombre obstina­do creer y hacer lo que le guste, y de ahí todas las doctrinasfalsas e inmoralidades -precristianas, anticristianas y post­cristianas - que abundaban en el mundo que Pablo conocía yque todavía abundan hoy. (¿Podría alguna información sobreel estado de nuestra raza, como las que hallamos en el periódicoy en nuestra propia experiencia, ser más estremecedoramentede actualidad que la de Ro 1:23-32, Ef 4:17-19; 2 Ti 3:1-8?)

Hay en el anglicanismo una fuerte tradición de pensamientoracionalista y moralista que se remonta a más allá del último si­glo del liberalismo hasta el décimo séptimo y décimo octavo si­glos de tolerancia, y más allá de estos al platonismo delRenacimiento. Acostumbra asumir que todos los seres huma­nos por naturaleza tienden hacia Dios y la bondad, a tratar lamoral y las instituciones religiosas de gente educada como ver­dades máximas y tomar en serio solo los elementos de las ense­ñanzas bíblicas que coinciden con ellos. Por supuesto, los quepresentan esta tradición se concentran en la ética, pedaleansuave en los temas de la gracia y el pecado, y tienden siempre aaprobar en práctica la supuesta doctrina anabaptista de la sal­vación por sinceridad (cada hombre será salvo por la ley o sectaque profese, siempre que sea diligente en enmarcar su vida deacuerdo a tal ley y a la luz natural), doctrina que el ArtículoXVIII condena basado en que «las Sagradas Escrituras nospresenta solo a Jesucristo, en cuyo nombre los hombres pue­den salvarse". Es esta tradición la que ha llevado al problemade que el pelagianismo - salvación por el esfuerzo moral sola­mente - sea la herejía especial de los ingleses. Los hijos de estatradición encuentran duro creer que los hombres y mujeres sin

Cristo son culpables de ignorar a Dios, perversos más o menosen lo que piensan de él y ajenos a su amistad. Pero así es, y es devital importancia que enfrentemos el caso y comprendamosque todos -los sabios y los insensatos, los pobres y los ricos,los jóvenes y los viejos, los blancos y los negros - estamos pornaturaleza en el mismo bote. Aunque la revelación general nodeja de brillar sobre nosotros, somos gente de la oscuridad. Sinla especial revelación salvífica - revelación que se centra en elSeñor Jesucristo - no conocemos ni podemos conocer a Dios.

REVELACIÓN A LOS PECADORES

La naturaleza de la revelación como un acto de Dios es ahoraclara. La revelación es nuestro Creador y Sustentador que sedirige a nosotros para entablar amistad con nosotros. No lo en­contramos a él, sino que él nos encuentra a nosotros. Nos vecomo rebeldes en contra suya, con mentes ciegas y un caráctertorcido por el pecado, siempre activos en deshonrarlo silen­ciando su verdad y sirviendo a dioses falsos. Pero su Palabraque nos llega de Cristo, aunque comienza como malas noticiassobre el veredicto que pesa sobre nosotros, es esencialmentebuenas noticias, porque es un mensaje de perdón y paz, unmensaje de reconciliación a través de la muerte de Jesús y «uncamino de regreso a Dios desde los caminos oscuros del

pecado".De esto pareciera que nuestro estudio de la revelación de

Dios debe estar controlado por un reconocimiento de dos ver­dades básicas. La primera es que estamos hablando de unaobra de gracia a favor de los pecadores, obra que es gratuita einmerecida a favor de personas que han renunciado a todo pri­vilegio. El mensaje que Dios ha expresado en su Hijo conciernea una salvación costosa e inmerecida que Dios ha provisto paranosotros. Expresar tal palabra de gracia es en sí un acto de gra­cia, y solo quienes ven la revelación como una gracia puedenentenderlo a cabalidad.

La segunda verdad es reconocer que el conocimiento de unarevelación especial solo puede extraerse de la misma revelaciónespecial. Solo a la luz de la revelación -luz de Dios que brillaen nuestra oscuridad - podemos nosotros, criaturas ciegas por

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62 LA VOZ DEL DIOS SANTO

el pecado, ver la luz en cualquier asunto espiritual. Y si no po­demos conocer la verdad acerca de Dios salvo por revelación,

es bien evidente que no podemos conocer la verdad acerca de larevelación salvo por revelación. Esto significa, como veremos,

que la verdad acerca de la revelación hay que aprenderla de la

Biblia, así como la verdad acerca del carácter de Dios hay que

aprenderla de la Biblia. No debe sorprendernos encontrar quela Biblia contradiga nuestras ideas, ni debemos vacilar en reco­

nocer que si nos apartamos de la revelación que hallamos en laBiblia, vamos por mal camino. Muchos escritores protestantes

yerran aquí, pues aceptan el testimonio de la revelación en

cuanto a otras verdades y son indiferentes al testimonio en

cuanto a sí misma. Nociones como la de que la revelación tomó

la forma de un progreso desde la imperfección de los pensa­

mientos de Dios a los más exactos, o que tomó lugar mediantehechos divinos y no por medio de palabras divinas, o que la di­

vina inspiración de las declaraciones no garantiza su verdad, o

que el registro espiritual bíblico de la revelación no es revela­

ción en sí misma, se copia de libro a libro sin importar el hechode que contradicen lo que dice de sí misma la revelación. Inclu­

so algunos teólogos neo-ortodoxos, quienes con razón enfati­

zan que la revelación se nos da a conocer solo por su propia luz,y que la Biblia es parte integral de la acción reveladora de Dios,

han distorsionado el concepto que tienen de lo que es revela­

ción por introducir en el mismo axiomas racionalistas que no

son bíblicos, tales como el alegado carácter no proposicional dela revelación personal (Brunner) o la supuesta paradoja de que

Dios nos expresa su Palabra infalible a través de falaces pala­bras de hombres (Barth).5 Debemos ponernos en guardia en

cuanto a tales lapsos. Solo honramos de veras al Dios que hahablado en su Hijo a nosotros, pecadores ciegos, escuchando

con humildad, receptividad y sin interrupción lo que Dios ten­

ga que decirnos, y creyendo, en su autoridad, todo lo que a él leplazca decirnos acerca de la revelación, así como de cualquier

otro tema.

CAPÍTULO CUATRO

LA PALABRA DE DIOSHABLADA (11)

En el último capítulo, consideramos la revelación general que

Dios hace de sí mismo como Creador, una revelación que hace

a todas las personas a través de su conscienciay su conocimien­

to del mundo de Dios (véase Ro 1:19s), así como de la especial

revelación de sí mismo como Salvador, revelación que se nos

da a conocer en el evangelio (véase Ro 1:16s). En este capítulo,sin embargo, tratamos solamente con esto último.

La segunda verdad mayor que las palabras de introducción deHebreos nos enseñan es que la revelación es una activiJaJ verbal.«Dios habló». No es una metáfora de alguna forma no verbal de

comunicación; el verbo está usado de una manera tan literal

como cualquier otra palabra humana acerca de Dios puede ser­lo. El escritor quiere decir simple y sencillamente que Dios se ha

comunicado con el hombre mediante palabras importantes: de­

claraciones, preguntas y órdenes que pronunció en persona o a

nombre suyo en labios de ciertos mensajeros e instructores queescogió. El resto de la epístola expresa esto con plena claridad.

LOS PROFETAS

El escritor introduce a Dios así: «Dios, que muchas veces y de

varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas

por medio de los profetas». ¿Quiénes y qué eran los profetas?El léxico del Nuevo Testamento de Bauer-Arndt-Gin­

grich-Danker, define la palabra griega profete» como «procla­mador e intérprete de la revelación divina». El más antiguo

léxico de Grima-Thayer da una definición más completa: «unoque, movido por el Espíritu de Dios y como vocero suyo, de

manera solemne declara a los hombres lo que ha recibido porinspiración, sobre todo acontecimientos futuros yen particular

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64 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (11) 65

en relación con la causa de Dios, el reino de Dios y la salvaciónhumana». Estas definiciones son sin duda indisputables. En elhebreo del Antiguo Testamento hay tres palabras que se refie­ren a un profeta: ro'eb y hozeh, que significan «vidente», y nabi,

que significa «pregonero». Juntas, estas palabras nos dan elconcepto bíblico de profeta. Tendemos a pensar que los profe­tas eran por lo general hombres que predecían el futuro, peroen la Biblia el concepto del profeta como uno que predice sefunda en algo más básico: un hombre a quien Dios habla ymuestra cosas, y que luego tiene la responsabilidad de ir y decira otros en el nombre de Dios las cosas que ha visto y escuchado.

La naturaleza de la vocación profética se cristaliza en las pa­labras de Dios en Jeremías: «Antes de que nacieras, ya te habíaapartado; te había nombrado profeta para las naciones ... y vasa decir todo lo que yo te ordene ... He puesto en tu boca mis pa­labras» (Jer 1;5-9; Is. 6:8; Ez 2; Amós 7:14). Poner palabras enla boca de otro es decirle lo que tiene que decir (véase 2S 14:3,19). Esto es lo que Dios hacía con los profetas. Como ellossiempre decían, «la palabra del Señor vino» ét ellos diciéndolesdónde debían ir y hablar a otros en el nombre de Dios. Amósdescribe su posición, como mediador de revelación en dos ver­sos consecutivos (Amós 3:7s). «Nada hace el Señor omnipoten­te sin antes revelar sus designios a sus siervos los profetas». Esees el profeta que ve y escucha, el recipiente de la revelación.Luego Amós dice: «Ruge el león; ¿quién no temblará de mie­do? Habla el Señor omnipotente; ¿quién no profetizará? », Esees el profeta como orador y mensajero, obligado a declarar el«secreto» que Dios le había mostrado. En esencia, entonces, losprofetas eran pregoneros de la palabra de Dios, agentes huma­nos a través de los cuales Dios hacía públicas sus declaracionesy las hacía llegar a la gente a quienes estaban dirigidas. Sin em­bargo, como el «secreto» de Dios a menudo incluía sus planesfuturos, así como también el significado de sus acciones presen­tes, los que proclamaban el mensaje de Dios a menudo parecíancomo anunciadores de las cosas que habrían de suceder. Así escomo surgió el concepto del profeta como vaticinador.

El distintivo de la profecía del Antiguo Testamento fue lafórmula introductoria: «El Señor dice». Esta fórmula procla­maba la fuente y la autoridad de los mensajes de los profetas:

decían al mundo que las cosas que ellos decían tenían que escu­charlas y recibirlas como palabras de Dios, como anuncios rea­les y no solo producciones piadosas de hombres. Por lo generallos profetas hablaban de parte de la persona de Dios: el «Yo» desus oráculos es más frecuente que el mismo Yahvé, La psicolo­

gía de la inspiración profética en la que los factores de audito­rio, visión, intuición y reflexión estaban presentes es de por símisteriosa para nosotros que no la tenemos también. Pero am­bos Testamentos nos dicen que, aunque misteriosas, la inspira­ción profética fue un hecho recurrente en la historia de Israeldesde Moisés en adelante y que esta inspiración tenía efectos ycaracterísticas definidas. Era más que discernimiento natural,incluso más que iluminación espiritual: era un proceso únicodonde el mensajero humano era de tal manera llevado a unacompleta identificación con el mensaje que Dios le había dado

para entregar que lo que decía podía ser y de hecho tenía queser, tratado como enteramente divino. Aunque los profetasejercían a cabalidad su capacidad mental y destreza al captarlas revelaciones de Dios y, por decirlo así, prepararlas para pu­blicación, ya fuera oral o escrita, elproducto resultante era uni­forme e incorruptiblemente «palabra del Señor» como lofueron los Diez Mandamientos que Moisés recibió en el Sinaí,escritos, según nos fue dicho, con el dedo de Dios (Éx 31:18,32:15s). El efecto de la inspiración fue que los oráculos de losprofetas declaraban, no el pensamiento de los profetas, sino elde Dios. Nada de lo que dijeron «por la palabra del Señor» (1R13:2, 20:35) puede desecharse como error humano, como lohicieron «todos los arrogantes» con el oráculo de Jeremías(Jer 43:2). Lo que los profetas decían, era Dios el que lo decía;como dice Hebreos 1:1, Dios habló a través de ellos, o como lodice 2P 1:21: «La profecía no ha tenido su origen en la voluntadhumana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, im­pulsados por el Espíritu Santo».

Con razón el Nuevo Testamento siempre presenta las profe­cías del Antiguo Testamento como expresiones verdaderas ydecisivas de la mente de Dios, y encuentra la prueba mayor delorigen divino del cristianismo en el cumplimiento de las Escri­turas proféticas (cf. Hch 2:16-26, 3:18ss, 10:43, 13:22ss, 17:2ss,etc.). Con razón Jesús presentaba las profecía del Antiguo

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66 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (II) 67

Testamento como contenedoras del plan del Padre para su mi­nisterio mesiánico y enseñó que había venido, no a abolir a losprofetas, sino a cumplirlos (Mt 5: 17, cf. 26:53-56; Le 18:3ss,22:37, 24:25ss, 44ss; Jn. 13:18, 15:25, 17:12). No sin razón losapóstoles cayeron enseguida en el hábito de citar textos de losprofetas como mensajes de Dios o del Espíritu Santo (cf. Hch1:16,3:21, 4:24ss, 7:48ss, 13:22,33-35,47, 28:25ss). Por eso elescritor de los Hebreos especifica dos veces que el EspírituSanto es el que habla en ciertos mensajes proféticos (3:7 y10:15, donde cita el Salmo 95:7-11; Jer 31:33s; cf. Hch 4:25,

28:25).Cuando nuestro autor nos dice que en tiempos del Antiguo

Testamento Dios se reveló por boca de los profetas (porque esoes lo que resulta), es importante ver el marco de referencia.Hoy podemos restringir el término «profetas» a los autores delos libros proféticos del Antiguo Testamento, junto con Samuely sus sucesores en la historia de Israel. Pero necesitamos recor­dar que para los escritores del Nuevo Testamento, Moisés eldador de la ley, David y sus amigos salmistas estaban tambiénentre los profetas. El Nuevo Testamento los presenta comopronosticadores de Cristo (Le 24:44; Jn 5:47; Hch 2:25-31,7:37). A Moisés, por cierto, se le tiene como el profeta supremo(véase Dt 34:10) y sus enseñanzas como la suprema y básicarevelación profética. Cuando Esteban dice que Moisés «recibiópalabras de vida para comunicárnoslas» (7:38), es la ley deMoisés lo que tiene en mente; la ley, vista desde su punto de vis­

ta, era enteramente profética.Otra verdad que debemos señalar aquí acerca de las cosas

que Dios dijo a través de sus mensajeros inspirados es que, unavez habladas, retuvieron validez y autoridad para el futuro.Deben tomarse, por lo tanto, no solo como lo que Dios di/o, sinolo que Dios dic«. Dentro del rango establecido para su aplica­ción, sus promesas y tratados lo comprometen y sus manda­mientos comprometen a los hombres siempre que el mundoexista. «La palabra de Dios permanece para siempre» (IP 1:25,que cita Is 40:8). «Mientras existan el cielo y la tierra, ni una le­tra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se hayacumplido» (Mt 5:18). Debido a que el carácter y los planes deDios no cambian, sería difícil que fuera de otro modo. Y como

Dios permanece para siempre en lo que ha dicho, los hombresde generación en generación permanecen bajo ella. Las pala­bras del Señor nunca pierden vigencia. Expresamos nuestrosentido de la fuerza de vigencia de la ley de la tierra usando eltiempo presente cuando citamos: «La Ley dice». De la mismaforma, el escritor a los Hebreos expresó su concepto de la auto­ridad permanente de las palabras del Salmo 95:7-11 y Jer31:33 usando el tiempo presente cuando habla de su origen di­vino: «El Espíritu Santo ... dice [no dijo]» (3:7); «el EspírituSanto da testimonio [no dwtNtimonw] a nosotros» (10:15).

Por supuesto que los escritores del Nuevo Testamento noconsideran que todas las palabras de Dios del Antiguo Testa­mento retienen su aplicación original. Las interpretan, no entérminos de la antigua y preparatoria dispensación típica bajola cual fueron expresadas, y a las que en la mayoría de los casostenían referencia inmediata, sino en su sentido cristológico;esto es, las reaplican en términos de las nuevas circunstanciascreadas por el cumplimiento de la profecía en la vida, muerte,resurrección y reino del Señor Jesucristo. La manera en que,como vemos, Hebreos interpreta el Salmo 95:7ss y Jer 31:33como testimonio del Espíritu Santo a los cristianos del NuevoTestamento es un ejemplo claro. Por consiguiente, el NuevoTestamento reconoce que algunos requerimientos de la ley mo­saica eran solo para la época del antiguo pacto, y Dios nuncatuvo la intención de atar con ella a los cristianos: la ley de la cir­cuncisión, por ejemplo (véase Hechos 15 y Gálatas) o el calen­dario de las festividades levíticas (Gá 4:10; Col 2:16-23) o elsistema de adoración con sacrificios (Heb 7 -10, 13:9-16). Lavenida de Cristo toma el lugar de estas ordenanzas típicas, y ladivina instrucción que los cristianos han de sacar de ellas tieneque ver, no con la voluntad de Dios en cuanto a sus accionespresentes, sino con las verdades concernientes a Dios, al hom­bre ya Cristo, que la observancia de estas ordenanzas siempretuvieron la intención de inculcar en la mente israelita. Asimis­mo, la detallada legislación del Antiguo Testamento que aplica­ba la ley moral del decálogo a la esfera de la justicia pública erasolo para la era de la iglesia-estado israelita, aunque su ideal detratar con otros de una manera justa, respetuosay generosa de­bería operar siempre yen todas partes. Es en este sentido -o

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68 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (II) 69

C omo testigos de los principios y obligaciones permanen­sea,tes _ que estas secciones de la ley del Antiguo Testamento per-

manecen vigentes. Debemos recordar que en la concepción de

la ley bíblica (Hebreo, tora, literalmente «instrucción») la ense­

ñanza teológica y la aplicación de la ley ética están unidos por

naturaleza, para que las exposiciones expandidas o enmenda­

das que confirmaran la enseñanza teológica original (como las

exposiciones de Jesús en Mt 5:21-48) no pudieran considerar­

se en ningún sentido significante como derogadoras de la ley

(Mt5:17).

EL ANTIGUO TESTAMENTO

No hemos terminado todavía con el testimonio del autor de los

Hebreos sobre el carácter verbal de la revelación. Debemos aho­

ra observar que considera todo el Antiguo Testamento, no solo

los oráculos proféticos y legislativos, como revelación verbal de

Dios. Esto se desprende de algo que hace que la epístola sea úni­

ca en el Nuevo Testamento: Hebreos basa todo su argumento,

desde el principio hasta el final, en pasajes del Antiguo Testa­

mento; y todos los trata como proféticos en el sentido explicado,

esto es, como divulgación autorizada del pensamiento de Dios,

aunque algunos de ellos (como en 1:6-12, 2:6ss, y 12:5s) no son,

en su contexto original, palabras que Dios expresara en persona.

Por lo tanto, en el capítulo 1, la deidad y el reinado del Hijo de

Dios aparecen en base a una apelación en los versículos 5-13 a

Salmo 2:7, 2S 7:14, Dt 32:43 (una parte del texto que solamente

se conocía de la versión Septuaginta hasta que se encontró en

Qumrán el hebreo original), Salmo 45:6, 102:25, 110:1. El capí­

tulo 2 habla de la humanidad del Rey a la luz del Salmo 8:4 (en sí

un eco de Gn 1:28), que se cita en 6ss. En los capítulos 3 y 4 se

hace una aplicación expositiva del Salmo 95:7-11, para mostrar

la necesidad de adherencia de fe al evangelio. En los capítulos 5

y 7, el sacerdocio tipo Melquisedec de Jesús se expone a partir

del Salmo 110:4. El capítulo 6 trata de manera breve (vv, 12-19)

de la fidelidad de Dios a sus promesas, concepto que se expresa

en el v. 14 apelando a las promesas de Dios a Abraham que re­

gistra Gn 22: 16. En los capítulos 8 y 10, se anuncia y explica el

cumplimiento del nuevo pacto de la profecía de Jeremías (Jer

31:31-34). En el capítulo 9, el significado del sacrificio de Cristo

se explica a partir del significado de las instrucciones de Dios

que recibió Moisés en Éxodo 25:40 (citadas en Heb 8:5) en

cuanto a la estructura y servicio del tabernáculo. El capítulo 10

invoca Dt 32:35 y Hab 2:3 (vv. 30, 27) para subrayar el peligro

de la apostasía y la necesidad de firmeza. El capítulo 11 recorre

con amplitud las narraciones del Antiguo Testamento sobre

cómo Dios habló a sus siervos, y cómo estos respondieron, para

señalar que la fe es aceptar en práctica las promesas de Dios y

aferrarse a ellas contra viento y marea. El capítulo 12 trata del

lugar que tiene la disciplina que aplica el Señor en la vida del

cristiano, generalizando basado Pr 3:11s, citado en los versículos

5s. El capítulo 13 establece las bases del regocijo cristiano en la

promesa de Dios a Josué (Josué 1:5), pasaje que se toma en el

versículo 5 y después en el Salmo 118:6 como expresión una

adecuada respuesta a esto.

Es obvio que para este escritor (y todo el Nuevo Testamento

está con él) las sentencias y sentimientos del Antiguo Testa­

mento son unidades de instrucción divina, testimonios ciertos

referentes a la voluntad de Dios, sus obras y caminos, que pro­

ceden, en último análisis, de la boca del Señor. La Epístola alas

Hebreos por tanto de manera impresionante ilustra lo que sig­

nifica creer que «toda la Escritura es inspirada por Dios y útil

para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en

la justicia» (2Ti 3: 16). La posición del escritor no es que solo las

palabras de los profetas, sino el Antiguo Testamento entero, de

principio a fin, es «Palabra de Dios escrita», o sea, revelación

verbal.

REVELACIÓN EN CRISTO

Luego el escritor nos dice que ahora Dios ha hablado «por su

Hijo». Algunos hablan hoy como si la revelación en la persona

de Cristo nos llevara por completo más allá de la esfera de la re­

velación. Pero nuestro autor no piensa así, es más, relata la re­

velación verbal como la esencia del ministerio revelador de

nuestro Señor. Esto se ve en su referencia en 2:3 a la «gran sal­

vación» que «fue primero anunciada por el Señor, (y] fue confir­

mada a nosotros por quienes le escucharan», Aquí enfoca

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70 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (Il) 71

nuestra atención en la instrucción verbal -la «palabra» - que

Jesús y sus apóstoles dieron a los hombres en el nombre del Pa­dre. En esto se nota que nuestro autor estaba siguiendo los pa­

sos de Jesús, porque el mismo Jesús solía reducir la pregunta

de si los hombres percibían la revelación salvífica de Dios en él

a la cuestión de que si ellos recibían y respondían a su instruc­ción como verdad divina. (Sobre el origen divino de la «pala­

bra» de Jesús, veaJn 3:14,34,7:16,8:26,28,38,40,43 con 47,

12:49s, 14;10,24, 15:15, 17:8, 14, 18:37. Sobre las implicacio­

nes de recibirlo o rechazarlo, vea Mt 7:21-27, Le 6:46-49,8:4-21, 11:28; Jn 3:11,8:31, 37,43,47, 12:48, 14:21-23, 15:7,

17:6-8, 18:37.) También el autor está uniendo su voz a la de Pa­

blo en sus afirmaciones; porque Pablo anunció su evangelio

como el por largo tiempo escondido «misterio» (secreto) de

Dios, ya dado a conocer a los apóstoles de Cristo y a sus profe­tas por revelación (Ef 3:3-5; Ro 16:25ss, cf. Gá 1:12; lCo

2:10-13), y por tanto ya «no ... palabra de hombres, sino ...realmente ... palabra de Dios» (1Ts 2:13). Para sí mismo, la

aseveración de Pablo fue que en virtud de su investidura apos­

tólica con el Espíritu Santo (1Co 2:12) hablaba como vocero de

Cristo, como lo habían hecho los profetas. Por tanto, su ense­

ñanza evangélica era la verdad de Dios pura (Gá 1:6) y sus re­querimientos eran en verdad «mandamientos de Dios» (ICo

14:37). (Sobre la fuente divina y verdad de la «palabra» de los

apóstoles, véase también Jn 14:2615:26s, 16:12-15, 17:20;y cf.Ap 1:1-13, 19,22:6-9, 18). Todo este cúmulo de evidencia nos

compele a reconocer que la revelación en Cristo, por muy gran­

de que sea el avance que marca sobre lo que fue antes, no cons­

tituye un quebrantamiento del principio de que lo que Dios

revela es dado a conocer a hombres a través de instrucción ver­

bal que procede de Dios mismo. Aunque es verdad que el Cris­to encarnado no fue solo Dios para el hombre sino hombre para

Dios, y que en él no solo escuchamos a Dios hablando sino que

también vemos a Dios bendiciendo y al hombre obedeciendo, y

que esta es la más rica revelación que palabra alguna puedadar, la centralidad de la revelación verbal permanece, y es

precisamente a las palabras divinas a las que el evangelio nos

llama a responder.

Luego entonces, según el final de la Epístola a los Hebreos,tras referirse al «clamor de palabras» que Israel escuchó en el

Sinaí (12:19), el escritor resume su urgencia así: «Tengan cui­

dado de no rechazar al que habla, pues si no escaparon aquellos

que rechazaron al que los amonestaba en la tierra, mucho menosescaparemos nosotros si le volvemos la espalda al que nos amo­

nesta desde el cielo. En aquella ocasión, su voz conmovió la tie­

rra, pero ahora ha prometido: «Una vez más haré que se

estremezca no sólo la tierra sino también el cielo» (12:25, citan­

do Hag 2:6). Las palabras en itálicas hacen claro más allá de

toda sombra de duda que para este escritor (y una vez más, tie­

ne el Nuevo Testamento con él) la esencia de la revelación cris­tiana es comunicación verbal de Dios, trasmitida a través deCristo y sus apóstoles.

LA REVELACIÓN VERBAL BAJO CRÍTICA

Hemos alcanzado ahora el primero de los canales que dividen

los ríos de las discusiones modernas sobre la revelación. La di­

visión se produce sobre si pensamos o no como el escritor de losHebreos que la revelación es una comunicación verbal divina

en que Dios usa lenguaje humano - hablado y escrito - a tra­vés de mensajeros especiales, con el propósito de dar a conocera la humanidad lo que piensay por lo tanto a sí mismo. Muchos

hoy día tienen opiniones sobre la revelación en la historia y enla experiencia que los mueve, no solo a rechazar esta idea, sino

a atacarla como positivamente dañina. Por lo tanto, es impor­tante ser claros sobre solo lo que la posición apostólica encierray no encierra,

Primero, algunas negativas, que son necesarias en vista delos conceptos equivocados en boga.

l. El concepto de la revelación como en esencia una comuni­

cación verbal no implica tener a Dios como un rabí celestial que

no hace nada sino sentarse y hablar. No afecta, por lo tanto, elénfasis que la teología de mediados de siglo con razón pone so­

bre el hecho de que el Dios de la Biblia (¡y por supuesto de He­breos1)es un vivo y activo Ser, Señory Hacedor de la historia,

que se revela por medio de hechos poderosos de redención; yque la Biblia por sí misma es en esencia un recital de sus

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72 LA VOZ DEL DIOS SANTOLA PALABRA DE DIOS HABLADA (Il) 73

hechos, una narración explicativa del gran drama del ()Freci­

miento de su reino, y la salvación del mundo. ¡ Creer Gue el

modo de la revelación es verbal no es incongruente con elreco­nacimiento de que el sujeto-materia de la revelación es elDios

vivo y su obra de redención, como la Epístola a los Hebreos

muestra con plena suficiencia.2. Tampoco esta creencia implica que aceptar la reveación

es cuestión de sentarse y aprender las doctrinas bíblicas. Esiró­nico cuando a los que sostienen la posición de Hebreos se les

acusa de intelectualizary despersonalizar la fe. Ningún teólogo

moderno podría sostener con más vigor que Hebreos 11 que lafe no es solo ortodoxia, sino una «existencial» confianza en el

Dios vivo. De hecho, como observamos antes, y como Hebreos11 muestra (vv, 7, 8, 11, 13, etc.), tal confianza es solo pasible

sobre la base de un mensaje verbal de Dios -mandamientos

divinos y promesas - reconocido como tal.3. Ni tampoco la creencia de que la revelación es en esencia

una comunicación verbal del cielo milita en manera alguna eI1

contra de la identificación que hace el Nuevo Testamento de

que Jesús es la Palabra de Dios (Jn I: 1-14) que revela al Padre(JnI:18,14:9). Argüir de otra manera, como algunos lo hacen,

es como argüir que, porque «El escocés volador» es el nombre

de una locomotora, no puede ser también el nombre de untren", El término «Verbo» (lagos) denota la expresión de la

mente al razonar y hablar. El Hijo de Dios es llamado «Verbo»

[o «Palabra» en las versiones inglesas] porque en él la mente de

Dios, su carácter y propósito encuentran expresión plena. Larevelación de Dios es llamada su Palabra porque es discurso

verbal razonado que tiene a Dios como sujeto y fuente. La «Pa­

labra» verbal da testimonio del «Verbo» personal y nos permite

conocer a este último como lo que es, lo cual de otra manera no

la podríamos hacer. No hay incongruencia aquí. Es notable

que, aunque Hebreos comienza a ensalzar al Hijo de Dioscomo la perfecta imagen de su Padre (1 :3), en tres de cuatro ve­

ces la frase «Palabra de Dios» se usa para denotar, no a Cristo,

sino al divino mensaje concerniente a Él (4:12, 6:5,13:7). (Paraotros usos de «Palabra» en Hebreos en referencia a comunica­

ciones verbales de Dios a los hombres, véase 2:2, 4:2, 7:28,12:19).

Pero lo que el hecho de decir que la revelación es esencial­

mente verbal implica es que ningún hecho histórico, como tal,puede dar a conocer a Dios a menos que Dios mismo revele su

significado y lugar en su plan. Algunos sucesos providenciales

pueden servir para recordarnos, con mayor o menor vividez,

que Dios está actuando (cf. Hch 14: 17), pero su nexo, si lo hay,

con su propósito salvador no puede conocerse hasta que él mis­mo nos informe de él. Ningún hecho se interpreta a sí mismo a

este nivel. El Éxodo, por ejemplo, fue solo uno de las muchas

migraciones tribales que la historia conoce (cf. Amós 9:7), el

Calvario fue solo una de las muchas ejecuciones romanas.

¿Quién iba a haber adivinado el singular significado salvador

de estos hechos si Dios mismo no nos hubiera hablado para de­

círnoslo? Toda la historia es, en cierto sentido, los hechos de

Dios, pero ninguno de estos hechos nos revela a Dios, exceptocuando él mismo nos habla de eso. La revelación de Dios no es

a través de hechos sin palabras (un tonto acertijo), como tam­

poco es a través de palabras sin hechos. Es a través de hechos

que él habla para interpretar o, para decirlo más bíblicamente,a través de palabras que sus hechos confirman y cumplen. Larealidad que debemos enfrentar es que sin revelación verbal no

hay revelación, ni siquiera en la vida, muerte y resurrección deJesús de Nazaret.

UNA ALTERNATIVA ACTUAL

Este punto es crucial para el debate actual, por cuanto el con­

cepto de revelación que, siguiendo a escritores como William

Temple y Leonard Hodgson", muchos teólogos británicos han

sostenido en una forma u otra de veras depende de negarlo. Se­gún este punto de vista, Dios se reveló en la historia iluminando

a determinados observadores de acontecimientos significantes

para que percibieran el significado de esos acontecimientos entérminos del carácter y el plan de Dios. Los acontecimientos

por tanto ganaron estatus de reveladores a través de la coinci­dencia con ellos de mentes divinamente iluminadas. Pero esta

iluminación, aunque elevó la intuición de los observadores y su

capacidad reflexiva, y agudizó sus percepciones morales y espi­rituales, no fue en sí una infusión a sus mentes de las verdades

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74 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (Il) 75

de Dios. Temple lo dice así: «No existe una verdad revelada.Hay verdades de revelación, o sea proposiciones que expresanlos resultados del pensamiento correcto concerniente a larevelación; pero ellas mismas no son reveladas directamente »4.

Muchos encuentran atractivo este punto de vista, porque sibien pretende salvaguardar la realidad de la revelación en lahistoria, no obliga a tratar todo el contenido de las Escriturascomo verdades de revelación. Los hombres falibles, aunqueiluminados, pueden cometer errores fácticos y teológicos, y enesto no tenemos razón para pensar que los autores bíblicossean excepciones a la regla. Así que esta enseñanza concuerdacon los métodos de crítica bíblica protestante convencional, lacual por más de un siglo ha trabajado en base a un rechazo deli­berado del concepto de la inerrancia. Quienes toman el enfo­que de Temple quedan en libertad de entronar el criticismohistórico como la técnica básica de la teología cristiana; y pare­ce que el número de quienes piensan que la tarea de los teólo­gos es, primero, reconstruir la historia bíblica (<<lo que en

reaLiJa() sucedió» ) desde las narrativas bíblicas y entonces a laluz de esta reconstrucción, evaluar lo adecuado de las interpre­taciones de esta historia que los escritores bíblicos propusie­ron, es ahora grande", Pero el enfoque mismo es vulnerable enmuchos sentidos.

Primero, en efecto lanza por el suelo todo el concepto bíblicode conocer a Dios, tener comunión con Dios y ser amigo deDios. Sostiene que la forma de Dios de darse a conocer, lo mis­mo a los escritores bíblicos que a nosotros, no es dirigirnos lapalabra, sino solo guiar nuestros pensamientos hacia ideas co­rrectas acerca de él cuando lo miramos en acción. Pero esto nopuede en principio ofrecernos ningún conocimiento personaldeDios. Como un chico del pueblo de Gloucestershire, conocíatodo lo que tenía que ver con Walter Hammond. Cuando loveía en acción, sabía lo suficiente de críquet para poder decirpor qué agitó el bate de la forma en que lo hizo." Pero nunca fui­mos amigos, porque nunca lo conocí personalmente; nunca mehabló. Sobre la base del concepto que estamos discutiendo, ha­bría que concluir que nadie, ni en los tiempos de la Biblia nidespués, ha tenido una experiencia personal con Dios, y, ade­más, que el concepto bíblico de tener comunión y amistad con

Dios dentro de una relación de pacto, en la que él está compro­metido conmigo como mi Dios porque así lo prometió, es unsueño irrealizable.

Segundo, en efecto lanza por el suelo todo el concepto bíbli­co de la fe, el cual es en esencia honrar a Dios confiando tenaz­mente en lo que este ha dicho. Cuando Abraham, a quien elNuevo Testamento exalta como el hombre de fe por excelencia,«creyó a Dios y le fue contado por justicia» (Ro 4:3; Gá 3:6, Gn

15:6), el objeto de su fe fue una promesa específica. (Véase ade­más Heb 6:13ss, 11:8-13, 17) Hebreos 11:33 dice que los hé­

roes del Nuevo Testamento «por la fe '" alcanzaron loprometido»; pero si la enseñanza que cuestionamos es la ver­dad completa acerca de la revelación, no había ninguna prome­sa que ellos pudieran obtener, ni tampoco la hay para nosotros.

Tercero, este concepto impone la conclusión de que Diosnunca le dirigió palabras a ningún profeta o apóstol en ningunacircunstancia, y que todas las experiencias que registraronacerca de escuchar su voz deben desecharse, de la misma formaque C. H. Dodd echa por la borda las palabras divinas dellla­mamiento que Jeremías escuchó como «alucinaciones/. Estoimplica que, cualquiera cosa que en su estado alucinatorio pue­dan haber creído acerca de la procedencia de sus mensajes,nunca debemos tomar el significado de la frase «el Señor dice»más allá de «estoy seguro que si Dios hablara diría... », Si es así,debemos tomarlas, no como que Dios habla a través de ellas di­rectamente, sino como palabras de expertos teológicos y exper­tos religiosos que nos hablan de lo que creen acerca de U noque, aunque activo en otras cosas, es tonto y nunca habla por símismo. Pero eso es en extremo antibíblico,

Entonces, cuarto, este concepto pasa por alto el hecho deque en el caso de todos los hechos de importancia en la historiade salvación (para no mencionar muchos otros), Dios no dejósu significado para que se captara durante o después de queocurrieran, sino que los prologó, con frecuencia a muy largoplazo, mediante predicciones verbales de lo que a su debidotiempo iba a hacer. Esto sucedió, se nos dice, en el caso delÉxodo, la conquista de Canaán, el establecimiento del reino, elcautiverio, el retorno, la venida de Cristo, la Cruz y la Resu­rrección, el envío del Espíritu, el llamamiento a los gentiles,

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76 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (H) 77

etcétera, etcétera. Estos son hechos con los cuales la teoría bajo

revisión no puede lidiar; por lo tanto, lo único que pueden ha­

cer es decir que estas predicciones nunca tuvieron lugar. Lateoría no aceptaría la aseveración que se hace en Isaías 46:9s:

«Yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí. Yo anuncio el fin desde

el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por ve­

nir ... ». Si la teoría de Temple permanece en pie, no solo esta

afirmación no es una verdad revelada, sino que no es ni siquiera

una verdad de revelación.Quinto, si no hay verdades reveladas, las afirmaciones teoló­

gicas que hizo el Señor Jesucristo no son verdades reveladas; y

en ese caso, cómo entendemos sus solemnes aserciones: «Mi

enseñanza no es mía sino del que me envió». «Hablo conforme

a lo que el Padre me ha enseñado»; «el Padre que me envió me

ordenó qué decir y cómo decirlo ... lo que sea que yo diga es

sólo lo que el Padre me ha dicho que diga»; «juzgo sólo según lo

que oigo»; «Yo hablo de lo que he visto en presencia del Padre;

... hagan lo que del Padre han escuchado»; «mis palabras jamás

pasarán» (Jn 7:16, 8:28, 12:49s, 5:30, 8:38ss; Mr 13:31) ¿Su­

frió nuestro Señor de alucinaciones como las nuestras? ¿Nun­

ca habló el Padre a su Hijo? Una teoría que no permita ni

siquiera la posibilidad de que las palabras de Jesús tenga la ca­

tegoría de revelación verbal de seguro se condena a sí misma.

Pudiéramos presentar más objeciones, pero ya parece claro

que esta teoría es insostenible y por lo que nos abstenemos.

DIOS SE REVELÓ A TRAVÉS DE SUSPALABRAS

Será útil presentar a lo largo de esta teoría nada bíblica -y de

hecho antibíblica- una recapitulación de la posición que esta­

mos arguyendo". Esta puede resumirse como sigue:

¿Qué es revelación? Desde un punto de vista es un acto de

Dios, desde otro es una de sus dádivas. De ambos puntos de vis­

ta es correlativo al conocimiento que tiene el hombre de Dios,

como en una mano una experiencia y en la otra una posesión.

Como acto de Dios, la revelación es la revelación que hace de sí

mismo por la cual nos conduce activay experimentalmente a co­

nocerle como nuestro Dios y Salvador. Como don de Dios, la

revelación es el conocimiento acerca de él que nos da como me­

dio de alcanzar ese fin. La revelación como acto de Dios tiene lu­

gar cuando se nos otorga la revelación como dádiva de Dios; el

primer sentido de la palabra abarca el segundo. De acuerdo a

esto, la revelación en el sentido más estrecho debe estudiarse con

el trasfondo de la revelación en el sentido más amplio.

¿Cómo revela Dios lo que tiene que revelarnos para que po­

damos conocerle? Mediante comunicación verbal de su parte.

Sin ésta, la revelación en el sentido pleno y salvador no puede to­

mar lugar. Porque ningún acontecimiento histórico conocido,

como tal (un éxodo, una conquista, una cautividad, una crucifi­

xión, una tumba vacía), puede revelar a Dios aparte de una pala­

bra de Dios que lo explique o una promesa anterior que se vea

confirmada o cumplida. La revelación en esta forma básica es

además proposicional por necesidad; Dios se nos revela hablán­

donos acerca de sí mismo, y lo que está haciendo en su mundo.

La declaración en Hebreos 1:1 de que en días del Antiguo Testa­

mento Dios habló «de varias maneras» nos recuerda la notable

variedad de medios por los cuales, según lo registrado, las comu­

nicaciones de Dios en diferentes ocasiones fueron teoíanías,

anuncios angelicales, una voz audible del cielo (Éx 19:9, Mt

3:17; 2 P 1:17), visiones, sueños, señales, sortilegios sagrados

(Urim y Tumim: 1S 28:6), escritos sobrenaturales (Éx 31:18,

Dn 5:5), percepciones internas, y otras formas que desde el exte­

rior parecen más bien clarividencia (cf. 1S 9: 15 -10:9), así como

también el tipo más característico de la inspiración, en el cual el

Espíritu de Dios controlaba las operaciones reflexivas de la

mente de la gente para guiarlos a un discernimiento correcto en

todas las cosas. Pero en cada caso, las revelaciones introducidas,

comunicadas o confirmadas por estos medios fueron proposicio­

nales en sustancia y verbales en forma.

¿Por qué se nos revela Dios? Porque, como vimos, el que

nos hizo seres racionales quiere, en su amor, tenernos como

amigos; y nos dirige sus palabras -declaraciones, órdenes,

promesas - como una manera de expresarnos lo que piensa, y

expresarse con una franqueza que una amistad presupone y sin

la cual no puede existir.

¿Cuál es el contenido de la revelación de Dios? Este lo deter­

mina nuestra apremiante situación presente como pecadores.

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78 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (II) 79

Aunque hemos caído en ignorancia de Dios y con una maneraimpía de vivir, Dios no ha abandonado su propósito de tenemoscomo amigos; al contrario, en su amor ha resuelto rescatarnosdel pecado y restauramos para él. Su plan para lograrlo fue dar­se a conocer a nosotros como Redentor y Recriador nuestro através de la encarnación, muerte, resurrección y reino de su

Hijo. Consumar este plan requirió una larga serie de aconteci­mientos preparatorios, comenzando con la promesa de una si­miente de mujer (Gn 3:15) y extendiéndose a lo largo de lahistoria del Antiguo Testamento. Además, requirió todo un con­junto de instrucción verbal concurrente, la predicción de cadaelemento en secuencia antes que aparecieran y la aplicación enretrospectiva de sus lecciones, para que en cada etapa la gentepudiera ir entendiendo la historia de la salvación en desarrollo, laesperanza en la promesa de un logro completo, y aprendiendoqué tipo de personas, como objetos de gracia, debieran ser. Ade­más la historia de la salvación (los actos de Dios) tomó lugar enel contexto de la historia de la revelación (los oráculos de Dios).

Pero si la época de revelación terminó con Cristo y los após­toles, ¿cómo, entonces, Dios se nos revela hoy? Diciéndonos lamisma cosa que tiempo atrás dijo a otros, solo que ahora en di­recta aplicación a nosotros mismos en la situación en que esta­mos. La idea bíblica, como vemos, es que las palabras de Dios,expresadas en momentos particulares en la historia bíblica, tie­nen obligatoriedad para todas las generaciones que le siguen.Dios no cambia; y por lo tanto sus aserciones, una vez hechas,

permanecen verdaderas, para gobernar cada pensamiento in­dividual. Los juicios que emitió alguna vez en cuanto a ciertosindividuos o grupos permanecen para siempre como una reve­lación de su caráctery de los estándares por los cuales nos midea todos. Asimismo, su instrucción moral permanece válidacomo declaración de sus ideales en cuanto a nuestras vidas. Lasdeclaraciones históricas de Dios operan por tanto como ley deestatuto en la sociedad. Las promulgaciones de diferentes fe­chas, una vez que están en el libro de estatutos, permanecensiempre en vigor, y se aplican en principio a cada uno (aunquequizá a veces sea necesario pensar y discutir con cuidado elcómo), y cada generación está obligada a cumplir lo que «la leydice». De la misma forma, todos estamos obligados ante Dios a

hacer lo que sus palabras, habladas en diferentes tiempos en lahistoria bíblica, requieren. O como por lo general decimos, sergobernados por lo que «la Palabra de Dios dice».

Los pronunciamientos de Dios por lo tanto funcionan (paracambiar la ilustración) como las palabras de un tutor universi­tario en un grupo tutelar, donde una persona trae y lee un ensa­yo y el resto del grupo aprende escuchando los comentarios deltutor sobre el ensayo. Cuando las palabras de Dios pasan antenosotros en nuestras lecturas bíblicas y al escuchar sermones,es como si estuviéramos en un grupo tutelar con Abraham,Moisés, David, Elías, Pedro, los israelitas, los cristianos deRoma, los creyentes gálatas, las siete iglesias del Apocalipsis, ytodos aquellos a quienes las palabras particulares de Dios esta­ban dirigidas, y con quienes sus tratos quedaron registrados.Alcanzamos a oír lo que Dios está diciéndoles, cuando comentalo que han hecho y les ofrece consejo y orientación para el futu­ro, y de esto aprendemos lo que él nos diría acerca de nuestrasvidas. Y así como el oyente en una unión tutelar bajo un profe­sor astuto que conoce a sus alumnos a menudo sentirá, y conrazón, que los comentarios que suscita el ensayo han sido«orientados» a dar la instrucción que necesitan todos los pre­sentes además del ensayista mismo, los cristianos que estudianlas palabras de Dios escritas con frecuencia sentirán que lo queDios dijo a alguien miles de años atrás se aplica a su condiciónpresente de una manera tan perfecta que bien pudieron haber

sido escritas especialmente para ellos (iY por supuesto que lofueron!, porque, así como un cristiano puede decir, como Pa­blo, que Cristo lo amó y dio su vida por él (Gá 2:20), puedetambién decir que Dios lo amó y escribió este libro por él. Loque Dios hizo que se escribiera para la Iglesia en general [d.lCo 10:11, Ro 15:4] hizo que se escribiera para todo cristiano.La máxima devocional de que uno debe leer las Escriturascomo si leyera la carta del mejor amigo no se basa en una fanta­sía piadosa, sino en la más firme realidad teológica.)

Esta ilustración es unilateral (¿no lo son todas?). Podría dar laimpresión de que Dios solo nos habla para enderezar nuestrospensamientos. Entonces añado otra, la del entrenador que te ayu­da en un deporte. Su trabajo es practicarte hasta que lo hagas todocomo es debido, lo que significa, entre otras cosas, mejor que

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80 LA VOZ DEL mos SANTO LA PALABRA DE oios HABLADA (I1) 81

antes. Él, por lo tanto, es un perfeccionista, y te hace vívidamente

consciente de ese hecho. Invade la privacidad de tus confortables

malos hábitos con palabras importunas que algunas veces te ha­

cen inteligente. Observa todos tus movimientos, no deja pasar

nada, te requiere que hagas las cosas de manera tan diferente que

al inicio parece raro y te regaña, quizá con fiereza, cuando sigues

en lo que solías o caes en las viejas costumbres. Algunas veces ac­

tuará enojado contigo, y te censurará frente a otros, o hará que te

vean y te critiquen, en una manera en que tu orgullo se resienta;

algunas veces te hace odiarlo y desear que no estuviera allí. Pero

en tus momentos sobrios sabes que lo hace por tu bien; se ha pro­

puesto lograr que seas mejor, y su persistencia en pegarte gritos

cuando tienes una actuación de segunda clase es en realidad que

reconoce tus cualidades, porque si no pensara que puedes mejorar

no gastaría tiempo y energía en ti. Nadie fue nunca más rudo y

más salvaje con los músicos que ensayaba que el difunto Arturo

Toscanini, pero este entrenaba orquestas para que alcanzaran un

equilibrio y una precisión que nunca habían soñado, y la mayoría

de quienes lo sufrieron dijeron después que no tocarían bajo la di­

rección de otro. He aquí un cuadro más de lo que Dios está ha­

ciendo contigoy conmigo a través de sus palabras y su ordenación

providencial de las cosas. Él reprueba, corrige e instruye en justi­

cia; nos está entrenando «a finde que participemos de su santidad.

Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla,

parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después

produce una cosecha de justiciay paz para quienes han sido en­

trenados por ella» (Heb 12:10s). Esto es lo que Dios está inten­

tanda cuando nos habla unay otra vez con sus palabras de hace

mucho tiempo que se aplican a nuestras vidas.

EL PROCESO DE LA REVELACIÓN

La verdad final que la introducción de Hebreos enseña es que

la revelación es una actividad acumulativa. La revelación de Dios

no es independiente, sino que es el clímax de una larga serie de

descubrimientos reveladores. Las declaraciones que en tiempo

del Antiguo Testamento Dios hizo «de manera fragmentaria y

variada» [como dice una versión inglesa] a través de los

profetas cubren los primeros elementos en la serie. Pero «en

estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo».

«De manera fragmentaria y variada ... en el Hijo ... », Aquí

está implícito no solo un clímax, sino además un contraste entre

una revelación o serie de revelaciones, que fue parcial e incom­

pleta, en pedazos y fragmentos, no integrada por completo, yuna revelación que es comprehensiva, unificada y final. ¿Cómo

debemos interpretar este contraste? El resto de la epístola nos lo

enseña. Es un contraste, no entre cruday refinada, «primitiva» y

«evolucionada», en parte falsa y del todo cierta, sino entre pro­

mesas y su cumplimiento, tipos y antitipos, sombra y sustancia,

lo incompleto y lo perfecto, en las dos sucesivas dispensaciones

de la divina gracia bajo las cuales el pueblo del pacto de Dios ha

vivido. Es un contraste que debe explicarse en términos, no de

mejores concepciones de Dios, sino de un pacto superior (He­

breos 7:22), un sacerdote superior (7:26ss), un sacrificio supe­

rior (9:23), las mejores promesas (8:6), la mejor esperanza

(7:19), un acceso más completo (9:8s, 10:19ss),y una más vívida

degustación de la gloria (6:4s) que los cristianos experimentan a

través de Cristo en comparación con los creyentes del Antiguo

Testamento; como además en términos del hecho de que el evan­

gelio de Cristo es tanto para judíos como para gentiles, si bien la

revelación del Antiguo Testamento estuvo dirigida solo a los ju­

díos (cf. Salmo 147:19s). La írase «de manera fragmentariay va­

riada» solo denota, como John Owen vio hace tiempo, que «el

deseo de Dios concerniente a que se le adorara y obedeciera no

fue revelado de una vez a su Iglesia, ni por Moisés ni por nadie»,

sino que su revelación fue un proceso gradual, «por la adición de

una cosa después de la otra, en varias épocas, a medida que la

Iglesia fue siendo capaz de soportar la luz de esa revelación, y a

medida que convenía a su deseo principal de reservar todas las

preeminencias para el Mesías» 9. Luego, en tiempos del Nuevo

Testamento, de la misma manera que se decía que todos los ca­

minos conducen a Roma, se vio que todas las diversas y al pare­

cer divergentes hebras de la revelación del Antiguo Testamento

conducían a Jesucristo profeta, sacerdote y rey, mediador, sa­

crificio e intercesor, crucificado, resucitadoy que ha de regresar.

Como el Nuevo Testamento representa en todo esto un ade­

lanto en cuanto al Antiguo Testamento, ¿es correcto decir que la

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82 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS HABLADA (H) 83

revelación es progresiva? Todo depende de lo que queremos de­cir por «progresivo». Si nuestro significado es solo que las pala­

bras que Dios habló en el Antiguo Testamento, aunque diversas,

contribuyeron de una forma u otra a «preparar» para la venidadel Hijo Dios, la palabra es aceptable. Pero la teología liberal ha

usado demasiado la palabra para expresar la idea de que la histo­

ria de la revelación es en realidad la historia de cómo el concepto

que Israel tenía de Dios evolucionó de algo muy crudo (un Dios

de guerra tribal) a algo más refinado (un creador moral) y luego

al concepto de Dios que enseñó Jesús (un Padre amoroso); y

han presentado esta idea en tal forma que implica que los cristia­

nos no necesitan el Antiguo Testamento para nada, pues todo loque es cierto en cuanto a sus conceptos de Dios puede aprender­

se del Nuevo Testamento, y que todo lo demás que se dice acerca

de él es más o menos falso. Pero no es así. Sí, Dios estuvo am­

pliando el conocimiento de la gente acerca de la divinidad a tra­

vés del proceso revelador, pero la idea de que lo que fue reveladomás tarde contradice y cancela lo que fue revelado antes es erró­

nea. Y lo mismo el amplio abandono del Antiguo Testamento a

que esta idea ha conducido. La revelación del Nuevo Testamen­

to descansa en cada punto en el Antiguo como cimiento, y remo­ver los cimientos una vez que la superestructura está en su lugar

es la manera más segura de desbaratar la superestructura. Los

que dejan a un lado el Antiguo Testamento nunca harán mucho

con el Nuevo. Cuando, por lo tanto, la frase «revelación progre­siva» se usa para referirse al mito de una evolución religiosa y

con ello justificar que no se reconozca al Antiguo Testamento, es

falsa, y como la palabra «progresiva» la han forzado con dema­

siada frecuencia en este sentido, es mejor rechazarla -por lo

menos para evitar confusión- cuando se declara la posición bí­

blica. La creencia de que la revelación posterior, en vez de estar

en conflicto con lo que había antes, la presupuso y se fortaleció

en cada etapa, se expresa mejor diciendo que el proceso revela­dor es «acumulativo» antes que «progresivo».

Pero si el progreso de revelación en la historia a través de mil

años y más fue acumulativo, y si más tarde los detalles en las se­

ries de mensajes de Dios construyeron sobre los anteriores, esclaro que estos detalles posteriores solo puedan interpretarse a

la luz de todas las series como un todo, y en particular que el

último detalle de todo -el mensaje de Dios que nos trajo su

Hijo - está más lejos de ser por sí mismo interpretativo que

cualquiera, y hay que situarlo en el contexto de los mensajes

anteriores de Dios antes de poder entenderlo como es debido.Esto significa que la naturaleza del proceso de revelación mis­

mo hizo necesario que hubiera un registro unificado de los

mensajes de Dios. De la misma manera, si nosotros los pecado­

res íbamos a tener a Dios como amigo, él tenía que hablarnos

de la redención, y entonces, si la secuencia de sus palabras iba a

tener sobre nosotros el efecto que se buscaba, se hacía necesa­

ria una presentación total de accesibilidad permanente. O sea,

tenía que haber una Biblia. La confirmación de este razona­

miento está en el hecho de que Dios nos ha dado justo una Bi­

blia, un libro compuesto de muchos libros, el cual llegó a sumedida presente al paso del continuo proceso revelador mismo,

y que ahora se yergue como una narrativa explicativa completa

de las palabras salvadoras y hechos de Dios. Como dijo Calvi­no, «para que, con la constante marcha hacia delante de la ins­

trucción divina (continuo progreAfu doctrinas) la verdad de Dios

pudiera permanecer como sobreviviente en el mundo en todas

las edades, este dispuso que los oráculos que había depositadocon los padres se consignaran, por así decirlo, en registros pú­

blicos» lO. Así que la Biblia, un libro catapultado por el proceso

revelador en la historia, no es un accidental subproducto de ese

proceso, sino una parte integral e indispensable de este; porquesin un registro de las revelaciones tempranas de Dios, sus pa­

labras últimas y sobre todo su postrer Verbo, no podrían ser

entendidos a cabalidad. Ni tampoco, sin una grabación perma­nente del proceso completo, hubiera podido preservarse la re­

velación de Dios como un todo de la corrupción para que

realizara en cada generación su labor de conducir a los pecado­

res al conocimiento de Dios.Así que la obra de Dios de producir y preservar los libros

que conforman la Biblia debe celebrarse como muestra no solo

de su poder sino también de su sabiduría; y cualquier afirma­ción de que no podemos confiar completamente en la Biblia en

cuanto a nuestro conocimiento de Cristo y de su salvación debetomarse como lo que es: una verdadera acusación de impoten­

cia, locura o de ambas cosas contra Dios.

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LA PALABRA DE OlOS ESCRITA 85

CAPÍTULO CINCO

LA PALABRA DE DIOS ESCRITA

En este capítulo esbozaremos el punto de vista de las SantasEscrituras que los últimos dos capítulos han estado señalando,el cual, por cierto, está incorporado en lo esencial en nuestrosformularios anglicanos históricos l

• Para aclarar por dónde ire­mos, iniciamos con algunos comentarios adicionales sobre elestudio «critico» de las Escrituras como se practica hoy.

EL MÉTODO «CRÍTICO»

Lo que diferencia el movimiento «crítico», como se le llama, de laerudición bíblica de antaño es que toma la Biblia principalmentecomo un libro de historia antigua, y lo estudia desde el punto devista de la historia como un proceso en desarrollo con leyes cau­sales inherentes en sí mismas, perspectiva que maduró y se desa­rrolló como una de las secularizadas especulaciones «científicas»que inundaron las universidades alemanas en el siglo diecinueve.Como consecuencia, los estudios bíblicos en centros protestan­tes de aprendizaje, como lo testifican sus libros de texto y pape­les de examen, por un lado ahora están dominados por unaminuciosa indagación en cuanto a las fuentes, fechas, autoría,ocasión y propósito de los diferentes libros bíblicos; y por el otrolado por un intento de reconstruir desde el punto de vista-me­

derno», como un inteligible proceso independiente, la secuenciade los acontecimientos que la Biblia presenta como la historia dela ~bra de Dios en cuanto a creación, providencia y gracia.

Está claro que este método, como se describe, encuadra mejorcon un enfoque naturalista, evolucionista, antimilagroso, unifor­mista que con cualquier forma de creencia de que la historia bíbli­ca y la historia de la Iglesia, aunque condicionadas en todo porfactores anteriores que los que historiadores pueden tabular, hansido de hecho caLMtÚJa.J por las intrusiones repetidas (reveladoras,

milagrosas, regeneradoras) del poder de Dios en la nueva crea­

ción, intrusiones que producen en la vida de los hombres y nacio­nes efectos que son inexplicables en términos de lo que fue antes.y de hecho los pioneros de la crítica bíblica histórica enlazarontanto su empresa a los axiomas antisobrenaturales, incluyendouna negación dogmática de la inerrancia bíblica, que se creó laimpresión de que el estudio bíblico no puede ser «científico» enningún sentido si se hace sobre cualquiera otra base. De esta su­

perstición secular -porque eso es lo que es - la erudición pro­testante posterior nunca se ha liberado por completo. (Sucontraparte romana, aunque acepta el método histórico, se ape­ga a un sobrenaturalismo explícito y una igualmente explícitadoctrina de inerrancia bíblica y en términos generales se ha de­senvuelto mejor en este punto2). Hoy día la mayoría de los erudi­

tos protestantes ingleses, como siempre más conservadores quesus contrapartes en Alemania y América, aceptan con cautela lomilagroso y han mantenido, aunque de manera borrosa, los es­quemas generales de la fe bíblica; pero casi sin excepción todavíaexcluyen la doctrina de la inerrancia. Mientras tanto, la «críticabíblica» permanece identificada en la mente de muchos cristia­nos con un indebido apetito de suavizar la Biblia y justificar lascreencias cismáticas, y por lo tanto sigue siendo algo cuestionable.

Es necesario decir con claridad que, aunque tales distorsionescon asunciones seudocientíficas como las mencionadas sin dudadeben rechazarse, el uso de un método histórico de estudio de lasEscrituras es de todos modos una necesidad teológica. Porque larevelación de Dios en realidad tomó la forma de un proceso his­tórico; la Palabra de Dios concerniente a esta de veras toma laforma de un libro de historia antigua; la realidad de la inspira­ción bíblica implica que aprendamos el mensaje de Dios estu­diando lo que el escritor humano quiso decir (porque lo quedijeron, Dios lo dice); ya menos que entendamos históricamentesus declaraciones -en términos de lo que queríart decir cuandolo dijeron - estamos expuestos a malinterpretarlas, más o me­nos. De ahí la insistencia de los reformadores en que la Bibliadebe interpretarse en su «sentido literal», no alegórico. Apelabana lo que entre los norteamericanos se conoce como exégesis«gramático-histórica». Esta es una técnica de la cual, existe elconsentimiento, Juan Calvino fue el mejor maestro que la

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86 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 87

Iglesia jamás ha tenido. La verdad es que, así como Jesús de Na­zaret no fue menos humano que divino, lo mismo sucede con lasEscrituras. El misterio del Verbo encarnado [«la Palabra encar­nada» en las versiones inglesas] es en este punto paralelo al de laPalabra escrita. Debemos ver a Jesús en su contexto históricohumano y estudiar sus palabras como los dichos de un judío delsiglo primero, si de veras tomamos su mensaje como Palabra deDios, y lo mismo debemos hacer al interpretar las palabras de laBiblia. Por lo tanto inquirir en el trasfondo lingüístico, cultural,histórico y teológico de las varias partes de las Santas Escrituras,y los puntos de vista y las intenciones de sus respectivos autores,debe tenerse y aceptarse como una disciplina necesaria si sequiere entender bien la Biblia. La crítica histórica entonces, aun­que en el pasado se ha abusado de ella, es de veras esencial; sinella no puede haber buenos comentarios ni exposición exacta nisana teología. Bien recordamos en este punto que el significadode la palabra crítica no es censura como tal, sino apreciación. Eigual de equivocado sería desalentar el estudio apreciativo delos aspectos humanos de las Escrituras por temor de perder devista su divinidad, o desanimar el sincero reconocimiento de lahumanidad de nuestro Señor sobre las mismas bases. La únicasalvedad es que nuestro estudio de la Biblia como de Cristomismo debe basarse solo en presuposiciones bíblicas acerca delas cuales estamos estudiando.

ALGUNAS POSICIONES INADECUADAS

Quienes, siguiendo las convenciones corrientes de la crítica, re­chazan el axioma de Agustín de lo que las Escrituras dicen,Dios dice, están muy divididos sobre las cuestiones de cómo laverdad de Dios nos alcanza, y lo que contienen. Por ejemplo,algunos anglicanos de tradición platónica dentro de los llama­dos Broad Churchmen [de la Iglesia amplia], como los autoresde EJdaYd and Revioo«, en el último siglo, todavía hablan de la re­velación en términos de un toque a la conciencia para llevarla aabrazar los imperativos morales y espirituales en base a un op­timismo cósmico y robusto, o sea, a creer que la bondad triun­fará al final, que el amor tendrá la última palabra, o alguna cosasimilar. La revelación, según este concepto, ocurre por

contacto con la Biblia, pero el contenido que comunica es ape­nas una rebanada de la Biblia; en particular entonces, el hechode la revelación no necesariamente conduce a una aceptaciónpositiva de la teología apostólica, como tal, como verdad divi­na, ni a ningún lazo claro entre la doctrina de la gracia y los im­perativos éticos cristianos comparables a los que encontramosen las epístolas de Pablo. Esta perspectiva no es similar a la delviejo liberalismo continental, que estaba basado no en el plato­nismo, sino en el misticismo ideado por el positivismo histórico.Ambos conceptos en la práctica pasan por alto a los apóstoles yse encentran en el Jesús de los evangélicos como maestro, pio­nero y ejemplo de buen vivir.

En cambio, teólogos «dialécticos» como Brunner y Niebuhrhan sostenido que la Palabra de Dios en Cristo que la Biblianos presenta es una realidad que tiene que establecerse en lascategorías de enseñanza apostólica acerca del pecado y la sal­vación, aunque esto, habrían dicho, no nos obliga a hacer ecode los apóstoles en todo, puesto que ciertos detalles de los testi­monios apostólicos a la Palabra de Dios algunas veces hay quereformularlos y mejorarlos. Los que pertenecen a este campodirán que Jesucristo y no las Escrituras es la Palabra de Dios(una antítesis impropia, como lo vemos nosotros); pero si lespedimos, sobre esas bases, que nos hablen de Jesucristo y nosdigan cómo los dos Testamentos encajan entre sí, y cómo elCristo de la fe apostólica encaja con el hecho histórico de Je­sús, su unanimidad se convierte enseguida en un caos de con­flictos y confusiones.

Un tercer tipo de concepto «existencialista», popularizado aprincipios del siglo pasado por la obra de Bultmann y Tillich, esque la Palabra de Dios, estrictamente hablando, no es ni las Sa­gradas Escrituras ni Cristo Jesús, sino Dios que se enfrenta a laspersonas de una manera que les produce una seguridad libera­doray les alivia la ansiedad que los embargay que aparte de estoes incurable. A esta seguridad -«apertura al futuro» la llamóBultmann - la llamaron fe. No viene, dijeron sus exponentes,sin que contemplemos el testimonio del Nuevo Testamento encuanto a Jesús (que en su mayor parte es ahistórico y mitológi­co), pero de todos modos esto es negar de Jesús la deidad, pree­xistencia, nacimiento virginal, milagros, resurrección corpórea,

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88 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 89

y en fin cada pedazo de información acerca de él que el Nuevo

Testamento nos da, salvo el hecho de que lo crucificaron.Es claro que tal fe «no es muy diferente del desenfocado op­

timismo cósmico de la perspectiva de la «iglesia amplia» angli­

cana, lo que quizá ayuda a explicar cómo el autor de Honut toGodpuede sentirse bien con Bultmanny Tillich y hasta celebrar

la profética pero vacua carta de Bultmann a la Misión Indus­trial Sheffield en que presentaba su versión «desmitificada» del

evangelio, como un ejemplo de «profunda simplicidad» 3. De

hecho, el análisis indica que la posición de la «iglesia amplia»,

liberal y existencial modernas, aunque diferentes en la superfi­

cie en realidad pertenecen a la misma familia teológica. Todas

son versiones de lo que podemos llamar teología renacentista,

un tipo erasmiano de pensamiento dentro del protestantismo.

La teología del Renacimiento es en característica racionalista,

antidogmática y agnóstica en carácter, ética y humanitaria ensus intereses, y ha estado dispuesta a celebrar casi todo tipo de

perspectiva religiosa y creencia en Dios (y algunos modernos

han añadido ciertos tipos de ateísmo también) como si tuvieran

la sustancia de la fe cristiana, siempre que se reconozcan lo ab­

soluto de los valores cristianos morales. Entre por un lado lateología Renacentista, y por la otra las tradiciones reformadas

y católicas, las cuales están de acuerdo al menos en sostener

que la fe cristiana incluye aceptar el Credo, hay un abismo tan

grande que los evangélicos y los «católicos» con frecuencia se

sienten incapaces de tomar las enseñanzas del tipo renacentistacomo cristianas. Ciertamente, como ambas escuelas dentro de

la Iglesia de Inglaterra enfatizaron hace un siglo atrás cuando

se vieron frente a EJdaYd andReview», y como ambas han recalca­

do otra vez más recientemente al verse frente a Honeet to God,nuestros formularios hacen posible considerar algún tipo deteología renacentista como otro cuclillo en el nido anglicano.

. Los cuclillos, sin embargo, crecen bastante, y la teología rena­

centista en los últimos tiempos ha estado bastante de moda en la

Iglesia de Inglaterra. La forma más popular se centra en el con­cepto de que Jesús, aunque fue un buen hombre cuya vida fue

un acto de Dios en una forma especial, no era la segundapersona de la Trinidad encarnada, porque Dios, en un sentido

estricto, no es tripartito. En este unitarianismo mejorado, el

concepto «Palabra de Dios» apenas aparece: el testimonio delNuevo Testamento de Cristo Jesús se tomó a la manera de Bult­

mann, como un mito que no es histórico, se descartó todo con­

cepto de verdad revelada y la fe cristiana quedó reducida a la

percepción de un valor supremo en la manera en que vivió Jesúscomo un modelo de imitación y una forma de sintonizar a Dios.

Que tal teología deshilachada pueda durar mucho lo dudo, pero

en libros como Tbe UJe andAbwe of tbeBible de Dennis Nineham

(1976), Tbe Remaking of tbe Christian Doctrine de Maurice Wiles

(1974), J&.IW and tbe GOJpeL of God de Don Cupito (1976), y elsimposio TbeMytb ofGod1ncarnate (1977), y más recientemente

Reecuinq Tbe BiNe from Fundamentalum del norteamericano

John Spong (1992), han tenido buenas oportunidades.

De todas estas variedades de teología renacentista, y con ellas

de la «teología dialéctica» mixta que tiene un pie en el campo de

la Reforma y el otro en el campo del Renacimiento, y cambia su

peso de un pie al otro según quien la exponga, hay que decir trescosas. Primero, estas posiciones son todas dubjetiviJtaJ en carác­

ter, pues dependen de la negación en algún punto de la correla­

ción entre las Escrituras y la fe, entre la revelación bíblica y lailuminación interna, el Espíritu en las Escrituras y el Espíritu en

el corazón, y de una apelación a este último para justificar el

abandono del anterior. En otras palabras, uno solo las alcanza

apoyando en algún punto lo que la Biblia es o debe ser, yendo encontra de lo que de veras se dice, descartando en práctica parte

de lo que se enseña para sostener esa opinión. En principio y mé­

todo éstas posiciones subjetivistas se apartan de la teología refor­

maday la teología «católica» para alinearse con los anabaptistas

del siglo dieciséis y con los cuáqueros del siglo diecisiete, quienessostenían que la «palabra interna» o «luz interna» justificaba que

fueran indiferentes a «la Palabra de Dios escrita».

Segundo, estas posiciones son todas «inestables», porque noreconocen ningún criterio objetivo de la verdad, ni método

para establecerlo, excepto el mayor o menor razonamiento es­

peculativo de teólogos individuales cuyas condiciones nunca

alcanzan un completo acuerdo dentro de su propio campamen­to. El péndulo sin cesar sube y baja; los sistemas surgen y caen;

las tendencias teológicas, como las modas de los autos o som­breros de damas, en poco tiempo vienen y van. El primer

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90 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 91

cuarto del siglo veinte fue la edad del liberalismo dominada porTroeltsch y Harnack; el segundo cuarto fue la edad de la dialéc­tica dominada por Brunnery Barth; el tercer cuarto fue la edaddel existencialismo, dominada por Bultmann y Tillich; el cuar­to fue la edad de las teologías de la liberación, sobre todo enAmérica Latina y entre los negros y las feministas; el siglo vein­tiuno sin duda traerá sus «ismos» y otros pensadores dominan­tes se levantarán y caerán. La verdad es que el mundo de lateología renacentista es un desierto de cambiantes arenas don­de la estabilidad es imposible. Al escuchar la babel de voces delos teólogos renacentistas, por muy confiados que a menudo es­tán, uno ve que no hay esperanza de alcanzar certeza acerca denada en tal compañía. El relativismo es la regla principal; cadapregunta regresa una y otra vez al crisol; las síntesis son soloprovisionales, y las fluctuaciones no tienen fin.

Tercero, mientras no defiendan la autoridad del Espíritu enlas Escrituras sobre el Espíritu de los teólogos y se sigan des­viando de la tarea de exponer y aplicar lo que la Biblia dice, es­tos puntos son dé veras subcrutianos, como el resto de estecapítulo mostrará.

PALABRA DE DIOS INSPIRADA

Vamos ahora a presentar un esbozo de lo que creemos que seala opinión verdadera, como es ciertamente la visión históricaanglicana de las Santas Escrituras. Tradicionalmente se resu­me llamando a la Biblia, como en las bodas, «Palabra de Dios»,o como en el Artículo 20, «la Palabra Escrita de Dios». El valorde tal fraseología es que lo primero que hace es indicar que loque las Escrituras dicen, Dios lo dice (es la Palabra de DUM); se­gundo que las Escrituras como un todo hacen una presentacióntotal del mensaje de Dios a la humanidad (la Palabra de Dios);que las Escrituras constituyen un mensaje dirigido directamen­te por Dios a cada uno que lo escucha (la Palabra de Dios). Enotras palabras, que las Escrituras por naturaleza predican. La«Palabra del Señor» comunicada por los profetas en sus orácu­los, y la «Palabra de Dios» expresada por los apóstoles en sussermones, fue siempre una palabra que se aplicaba directamen­te a sus oyentes, y los urgía a reconocer que Dios mismo estaba

dirigiéndose a ellos, llamándoles a aceptar su instrucción y di­rección, y trabajando en ellos a través del propio Espíritu deDios para recibir la respuesta requerida (cf, 1Ts 2:13). Deigual modo, la Biblia como un todo, vista desde el punto de vis­ta de sus contenidos, debe ser meditada, no de forma estáticasino dinámica; no solo como lo que Dios dijo tiempo atrás, sino

como lo que todavía dice; y no solo lo que Dios dice a los hom­bres en general sino lo que le dice a cada lector individual uoyente en particular. En otras palabras la Biblia debe ser tenidacomo la predicación de Dios, como que Dios nos está predicandocada vez que leemos o escuchamos alguna parte de esta, comoDios el Padre que predica a Dios Hijo en el poder de Dios elEspíritu Santo. Dios el Padre es el dador de las Santas Escritu­ras, Dios el Hijo es el tema de la Santas Escrituras; y Dios elEspíritu, como agente que el Padre ha designado para sertestigo del Hijo, es autor, autenticador e intérprete de lasSagradas Escrituras. Esta es la posición que debemos tratar dedilucidar, con la ayuda de algunos estudios ulteriores de lo quela inspiración bíblica implica.

Vimos en el último capítulo lo que la inspiración era en losprofetas: un trabajo divino que adoptó muchas formas psicoló­gicas por medio de las cuales, tras darles a conocer el mensajede Dios, el Espíritu Santo de tal manera predominó sobre susactividades mentales subsecuentes al dar el mensaje en formapoéticay literaria que cada oráculo resultante fue tanto un ver­dadero pronunciamiento tanto divino como humano, tanto unacomunicación de lo que estaba en el pensamiento de Dios comode lo que estaba en el de los profetas. Además, vemos que elNuevo Testamento extiende este concepto de autoridad dual atodo el Antiguo Testamento, los salmos en segunda personaque se dirigen a Dios (cf. Heb 1:8-12, 2:6ss) o las amonestacio­nes del sabio a su pupilo (cf. Heb 12:5s), y la narrativa en terce­ra persona de las palabras y obras de Dios, como tambiénpronunciamientos divinos en primera persona a través de men­sajeros proféticos. Nuestro Señor cita los comentarios margi­nales del narrador en Gn 2:24 como lo que el Creador dijo (Mt19:4s). Pablo dice a los cristianos de Corinto que la historia delas peregrinaciones de Israel en el desierto fueron escritas«para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin

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92 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 93

de los tiempos» (lCo 10:11; cf. Ro 15:4). Pablo también llama

al Antiguo Testamento como un todo «las palabras mismas deDios» (Ro 3:2; Hch 7:38), y dos veces usa el término «Escritu­

ra» cuando quiere decir «Dios, como dice las escrituras» (xlasEscrituras habiendo previsto ... anunció [Gá 3:8]; «la Escritu­ra dice al faraón "Te he levantado precisamente para [esto]"»

[Ro 9: 17]). De esta manera muestra que para él las declaracio­

nes bíblicas eran palabras de Dios que hablaban acerca de Diosmismo. De manera similar, en Romanos 4 y Gálatas 3:6, Pablo

toma lo que "las Escrituras dicen» acerca de Abraham (que

este creyó a Dios y le fue contado como justicia) como testimo­

nio divino de la manera de recibir la salvación. El concepto del

Nuevo Testamento en cuanto a la inspiración del Antiguo Tes­

tamento está cristalizada en lo que dice 2Ti 3:16: «Toda laEscritura es inspirada por Dios» (tbeopneu.JüM, literalmente «so­

plo de Dios» ). El concepto aquí es que así como Dios hizo las

estrellas «por el soplo de su boca» (Salmo 33:6) a través de un

decreto creativo, debemos considerar las Escrituras como el

producto de un decreto creativo similar: «Haya Ley, Profetas yEscritos» (las tres divisiones del canon judío en tiempos del

Nuevo Testamento). La creencia en el Nuevo Testamento

acerca del Antiguo Testamento fue que el verdadero narrador

de la historia de Israel en la Leyy los Antiguos Profetas (esto es

el Pentateuco y los libros históricos), y el verdadero salmista,

poeta y maestro de sabiduría en los Escritos, como también elverdadero predicador de los sermones de los profetas, fue Dios

mismo.

Además, hemos visto que nuestro Señor, según su propio

testimonio explícito, habló de Dios, y así lo hicieron sus apósto­

les, a quienes prometió su Espíritu para que pudieran hacer esoal testificar del Señor (vea Jn 14:26, 15:26s, 16:7-15, 20:21ss,

Mi: 10:19; Le 10:16; 1Co 2:12s). El testimonio de los apóstoles

en cuanto a Cristo, hablado o escrito, tiene entonces el mismo

carácter de animado por el espíritu y humano-divino -o sea

inspirado en el mismo sentido - que los libros sagrados delAntiguo Testamento. Por lo tanto, así como debemos imitar a

los cristianos del Nuevo Testamento en cuanto a considerar al

Antiguo Testamento como recibido de Dios para nuestroaprendizaje, debemos leer el Nuevo Testamento como parte

del legado de Jesucristo para nosotros, como si en cada asunto

lo escuchásemos decir: «Yo puse a Pablo (o Juan o Mateo o

quienquiera que sea) a escribir esto para ayudarte». Esto es loque significa creer bíblicamente en la inspiración bíblica.

El proceso de inspiración, que llevó cada pensamiento del

escritor a tal exacta coincidencia con los de Dios, por necesidad

implicaban una singular supervisión y control sobre cuáles

eran sus temas. Algunos modernos se preguntan si este control

pudo dejar espacio para una libre actividad mental de los escri­

tores y presentar un dilema: o el control de Dios de los escrito­

res fue completo, en cuyo caso escribieron como robots oautómatas (lo cual se ve que no fue así), o sus mentes trabaja­

ron con libertad al redactar las Escrituras, en cuyo caso Dios

no pudo haberlos controlado completamente ni prevenir que

erraran. Los exponentes de este dilema sostienen por lo general

que la evidencia de errores en la Biblia (falsa declaración conpretensiones de verdaderas) es un hecho tan concluyente como

la evidencia de expresiones espontáneas de sus escritores hu­

manos. Pero nuestro primer comentario debe ser que eso no esasí. Que las escrituras yerran, muchos lo han afirmado, pero no

pueden probarlo en principio, como tampoco pueden probar

que Jesús no fue moralmente perfecto. Ambas cuestiones se re­suelven más atrás: si Jesús era Dios encarnado, no pudo sino

ser moralmente perfecto, ysi las Escrituras es la Palabra de

Dios de verdad, no puede sino ser verdadera y digna de con­fianza en todo. Siguiendo la misma línea, el dilema yace sobre

la asunción de que una libertad psicológica de pensamiento y

acción plena, y una plena sujeción al control divino, son incom­

patibles; y esto no es verdad tampoco. Si la inspiración de losprofetas fue lo que las Escrituras dicen que fue, es absurdo ne­

gar que toda la Biblia fuera del mismo modo inspirada.

En vez de imponerle a Dios limitaciones arbitrarias de estetipo, debemos mejor adorar la sabiduría y poder que pudo or­

denar la indócil mente de hombres pecadores para que de ma­nera libre y espontánea, sin inhibición de su proceso mental

normal, escribieran solo y completamente la verdad infalible de

Dios. Como B. B. Warfield observó, no tenemos por qué imagi­nar que cuando Dios quiso que se escribieran las cartas de Pa­

blo «se vio obligado a bajar a la tierra y con mucho esfuerzo

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94 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 95

analizar a fondo a los hombres que encontrara, en una búsque­

da ansiosa del que, en líneas generales, le pareciera el mejor

para su proyecto, y que luego forzó el material que deseaba ex­presar a través de él, y esto en contra de la tendencia natural del

escritory con la menor pérdida posible de sus recalcitrantes ca­

racterísticas. Por supuesto, nada por el estilo tomó lugar. Como

Dios deseaba dar a su gente una serie de cartas como las de Pa­

blo, preparó a un Pablo para que las escribiera, y el Pablo al

que le encargó la tarea fue un Pablo que con espontaneidad es­cribió tales cartas» 4. Por supuesto, pero qué maravilla de ma­

nejo providencial fue esto. y, por cierto, ¡qué maravilla de

misericordia condescendiente fue que Dios hablase a los hom­

bres! Y ¡qué paciencia y destreza demostró a lo largo de la lar­

ga historia de la revelación al siempre ir adaptando su mensaje

a las capacidades de sus mensajeros escogidos para que nunca

se excedieran en sus capacidades de transmisión, sino que den­tro de los límites de sus mentes, pareceres, cultura, idioma y

destreza literaria pudieran siempre encontrar adecuadas y

exactas expresiones! Pero tal bondadosa autolimitación es típi­

ca del Dios del establo de Belén y la cruz del Calvario.La inspiración tomó muchas formas psicológicas. En esto

como en otras cosas, Dios demostró ser un Dios de variedad.

La forma básica del proceso fue inspiración dlUlLúta, en la quelos recipientes de la revelación permanecían consciente a lo lar­

go de la distinción entre ellos mismos, el oyente y reportero, y

Dios, el que le hablaba a él ya través de él. La inspiración que

produjo los oráculos proféticos del Antiguo Testamento, inclu­

yendo la legislación mosaicay las visiones apocalípticas de Da­niel y Juan el divino, fueron de este tipo. Pero hubo otras

formas, también, en las que esta consciencia no estuvo presen­

te, y los autores humanos pueden no haber estado conscientes

de' estar siendo inspirados en el estricto sentido de la palabra.Hubo, por un lado, inspiración lírica, en la que la acción inspi­

radora de Dios se fusionó con la concentración e intensificó y

dio forma al proceso mental que, en sentido secular, pudiéra­

mos llamar la inspiración del poeta. Esto produjo Salmos, eldrama lírico de Job (que se considera un poema teológico alta­

mente compuesto, cualquiera que sea la base que se tome parapensar que es un hecho histórico), el Cantar de los Cantares

(una parábola del amor de Dios y su pueblo que toma la forma

de un exótico, erótico, extático dueto de amor), y las muchas

maravillosas oraciones que encontramos esparcidas a través delos libros históricos. Luego, por otra parte, hubo varias formasde inspiración orqdnica o dúJáctúa

AUTORIDAD BIBLICA

Estamos ahora en una posición de abordar el molesto tema de laautoridad de las Escrituras. La autoridad, el derecho a gobernar,

pertenece en última instancia a Dios el Creador, y el cristianismoes en definitiva una cuestión de postramos ante su autoridad me­

diante una acogida obediente a su revelación. Sobre esta fórmula

todos los cristianos están de acuerdo. Todos, por lo tanto, reco­

nocen las Escrituras, el registro de la revelación de Dios, como

en cierto sentido autoritativo en cuanto a fe y vida. Pero cuando

preguntamos en qué sentido, el acuerdo termina y los conflictoscomienzan. Una clara posición, sin embargo, del significado dela inspiración bíblica, como establecimos antes, nos guiará mu­cho a través de estas controversias.

El primer problema que se presenta tiene que ver con la. na­

turaleza de la. autorúJaJ 6t6lúa. Los protestantes liberales -queven la Biblia solo como un falible testigo humano del proceso

revelador y dudan que el proceso incluya de veras mensajes di­vinos para el hombre, y que cualquier afirmación de las Escri­

turas pueda ser tomada en verdad como voz de Dios­

construyen su concepto de la autoridad bíblica en términos detres pensamientos: primero, la necesidad de la Biblia, como la

única fuente de conocimiento acerca del acto revelador deDios; segundo, la calidad de la Biblia, como testamento de ex­

periencia religiosa profunda; tercero, el poder de la Biblia, pro­

bado a través de los siglos, para provocar un levantamiento

moral y espiritual a todos los tipos y condiciones de hombres.

Sobre esta base, muchas cuestiones - como por ejemplo: «¿Su­cedieron como se registraron todas las cosas que las Escrituras

registran? ¿Expresa el pensamiento de los escritores bíblicosverdadero conocimiento sobre cada asunto? ¿Puede cada par­

te de la Biblia dar instrucción y guía genuina hoy en día?» ­todavía permanecen abiertas, y de hecho asumen desde el

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96 LA VOZ DEL oros SANTO LA PALABRA DE oros ESCRITA 97

comienzo que como la Biblia es, con toda su experticia religiosay teológica, solo un libro escrito por hombres, la respuesta a lastres preguntas es que probablemente no. Esto hace que el teó­logo quede, le guste o no, como un tipo de salvaje según el crite­rio que utiliza la cultura mental modernista para entresacar loque es valioso del montón de asuntos misceláneos arcaicos que

la Biblia contiene. Además, lo pone a la defensiva, y se vuelvevacilante y apologético cuando, siguiendo las Escrituras, seaventura a hablar de lo sobrenatural, porque espera que encualquier momento un colega le diga que los asuntos que ha se­leccionado del montón en realidad no valen mucho. Pero enrealidad la queja liberal común de que los evangélicos conser­vadores dan muy poca oportunidad a la razón en la formula­

ción de la doctrina de autoridad parece solo responder a unsentimiento de agravio y molestia porque los evangélicos noabordan estas cuestiones con las mismas presuposiciones nega­tivas, ni muestran la misma deferencia a los axiomas y actitudes

de incredulidad.Pero todo esto es incorrecto, porque ven la autoridad bíblica

en términos puramente humanos y relativos, cuando de hecho,como la doctrina de la inspiración dice bien claro, la autoridadde las Escrituras es la divina autoridad de Dios que habla. LaBiblia no es solo palabra de hombre sino de Dios también; no essolo un registro de la revelación, sino una revelación escrita porderecho propio, testimonio de Dios de sí mismo en forma detestimonio humano en cuanto al Señor. Luego entonces, la au­

toridad de las Escrituras descansa no solo sobre su valor comofuente histórica, ni como testamento de religión ni como un me­dio de ser edificante -aunque así es-, sino primaria y esen­cialmente sobre el hecho de que llegan a nosotros de la boca deDios. Por lo tanto, el verdadero papel de la razón en esto no estratar de censurar y corregir las Escrituras, sino con la ayudade Dios tratar de entenderlas y aplicarlas, para que Dios pueda

con efectividad censurarnos y corregirnos.Pero, se objeta, ¿no están los cristianos directamente bajo la

autoridad del Señor Jesucristo, y no es Jesucristo el Señor delas Escrituras? Si es así, ¿cómo puede decir el cristiano queestá atado a la autoridad de la Biblia? La respuesta es muy sim­ple. La antítesis es falsa. Jesucristo es el Señor de las

Escrituras en el mismo sentido en que cualquier monarca abso­luto es Señor de las leyes y proclamaciones que cree convenien­te promulgar para el gobierno de sus súbditos. Las leyes del reyson portadoras de su autoridad, y la medida de la lealtad de unohacia él está en la constancia de su observancia. Pero la Biblia,«el cetro de Dios», como Calvino en algún lugar lo llama, es ins­trumento de gobierno de Cristo. Llega a nosotros, por así de­cirlo, de sus manos y con su sello, porque él mismo dijo delAntiguo Testamento que tiene la autoridad del Padre', y auto­rizó y dio poder a los apóstoles para hablar en su nombre, porsu Espíritu y con su autoridad6

• Así que la manera de sometersea la autoridad de Jesucristo es precisamente rendirse a la auto­ridad de las inspiradas Escrituras.

INTERPRETACIÓN BIBLICA

Pero un segundo problema se presenta. Dado que la enseñanzabíblica, debido a su enseñanza divina, debe ser nuestra regla defe y vida, ¿cómo vamos a interpretar la Biblia y extraer susenseñanzas?

No podemos aquí responder esta pregunta como se mereceporque eso tomaría un libro; lo que podemos hacer, sin embar­go, es mostrar que los principios guía para interpretar lasEscrituras se desprenden de la doctrina de inspiración.

Interpretación, dice J. D. Wood, «es la manera de leer un li­

bro antiguo para que llegue a ser relevante a la vida y pensa­miento de un día posterior» 7. Si la Biblia es el productodivino-humano que decimos que es, interpretarlo demanda tresdistintas actividades: exégedu, J{ntedU y aplicacidn. Diremos algo

de cada una.Debido a que la Biblia es un libro humano, y Dios determinó

comunicarnos sus enseñanzas mediante la instrucción inspiradade sus escritores, para penetrar la mente de Dios es necesario ha­cerlo vtala mente de esos escritores. Entonces la disciplina básicaen interpretación bíblica debe ser siempre un análisis exegético,o sea, un esfuerzo por determinar de la manera más exacta posi­ble lo que el escritor quiso decir con las palabras que escribió, ycómo explicaría sus declaraciones si pudiéramos cuestionarlo.La exégesis incluye, por una parte, poner cada pasaje contra su

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98 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 99

trasfondo externo (histórico, cultural, geográfico, lingüístico,

literario) y, por otra parte, determinar de sus características in­

trínsecas su intención, alcance, punto de vista, presuposicio­

nes, y extensión y límite de interés. La primera parte de esta

tarea puede demandar bastante técnica de aprendizaje, peroesto no significa que la exégesis sea trabajo solo para eruditos;

la parte decisiva de la tarea es la segunda parte, por lo cual la

primera es, cuando más, preparación del terreno, y en esto un

erudito profesional no tiene más ventaja que un diligente estu­

diante del texto en cualquier idioma.El requerimiento supremo para entender un libro bíblico

-o cualquier otro documento humano - es interés en su asun­to-tema y una mente y un corazón que puedan adentrarse de

manera espontánea en la mente del autor. Pero la capacidad de

meterse uno en los zapatos de Isaías, Pablo o Juan y ver con

sus ojos y sentir con su corazón es un don, no del de entrena­

miento académico, sino del Espíritu Santo mediante el nuevo

nacimiento.Captar el alcance de la mente de cada profeta bíblico, após­

tol, historiador, salmista y escritor de libros de sabiduría puede

parecer bastante trabajo; pero lo cierto es que el análisis exegé­

tico es solo el comienzo de la tarea interpretativa. Debido a quela Biblia es un libro divino y también humano, y porque los se­

senta y seis documentos separados que lo conforman, con toda

su humana diversidad, son productos de una mente divina quecomunica un único mensaje, es necesario proceder de la exége­

sis a la síntesis, y tratar de integrar el fruto de nuestro estudio

de los libros y sus escritores en un todo coherente. Llegamos ala tarea de la exégesis con el conocimiento de que todos los pen­

samientos humanos del autor concernientes a Dios son pensa­

mientos de Dios también; pero cuando pasamos a la siguiente

tarea de la síntesis, pronto notamos que punto tras punto los

pensamientos de Dios van más allá y abarcan más de lo quecualquiera de los escritores bíblicos hubiera hecho o hubiera

podido hacer. El significado entero de cada pasaje solo aparececuando se expone en el contexto del resto de las Escrituras, lo

cual el propio autor, por supuesto, nunca pudo haber hecho. LaBiblia es como una orquesta sinfónica, con el Espíritu Santocomo su Toscanini: cada instrumentista ha sido llevado

voluntaria, espontánea, creativamente, a tocar sus notas como

el gran conductor deseaba, en completa armonía con cada unode los demás, aunque ninguno pueda escuchar jamás la música

como un todo. No solo los profetas que predijeron a Cristo (lP

1:10-12), sino todos los escritores de ambos Testamentos, siem­

pre nos están diciendo más de lo que ellos mismos sabían. El

punto de cada parte solo llega a ser por completo claro cuando

se ve en relación con el resto.

En esta tarea de síntesis, el principio guía debe ser la congruen­cia interna de las Escrituras, o sea, el principio de que al darnos la

Biblia el Espíritu Santo no se contradice. Los reformadores lla­maron a este axioma «la analogía de la fe». Según lo entendían,

fueron más bien tres principios en uno. Fue, primero, el principio

de ir desde el centro hacia afuera, explicando lo que es secundario

a la luz de lo que es primario, lo que es oscuro en término de los

que es claro. Esto en práctica significó, y significa, reconocer que

los temas centrales de la Biblia son el reino, la gente y el pacto deDios, y la persona, el lugar, la obray la gloria del Señor Jesucris­

to; el logro y la aplicación de la redención; la ley y el evangelio. Se­gundo, la frase de los reformadores se refería al principio de

seguir los nexos internos de las Escrituras. Esto quiere decir, por

ejemplo, entender la profecía del Antiguo Testamento a la luz de

lo que dice el Nuevo Testamento de su cumplimiento, los tipos ala luz de sus anticipos, a Levítico a la luz de Hebreos, y los hechos

de los caracteres del Antiguo Testamento a la luz del comentario

del Nuevo Testamento sobre ellos. Tercero, «la analogía de la fe»es el principio de entender de una manera armónica las Escritu­

ras, sin poner texto contra texto ni suponer que las aparentes con­

tradicciones son reales, sino más bien procurando que un pasaje

arroje luz sobre el otro, en la certeza de que en las Escrituras hay

una perfecta armonía entre parte y parte que un estudio cuidado­so podrá revelar. Los Artículos Anglicanos aplican este principio

dos veces. Junto con nuestro Señor (Jn 5:39, 46), Pablo (Ro 4) y

el escritor de Hebreos (pi1<Mim), contra los anabaptistas del sigloXVI ,y también contra los antiguos marcionistas y los posteriores

liberales y dispensacionalistas, el Artículo VII afirma que «elAntiguo Testamento no es contrario al Nuevo; porque en el Nue­

vo yen el Antiguo Testamento la vida eterna se ofrece a la huma­nidad a través de Cristo». También, el Artículo XX afirma que,

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100 LA VOZ DEL oros SANTO LA PALABRA DE oros ESCRITA 101

«aunque la Iglesia visible sea testigo y guardadora de los santosEscritos», no puede «exponer de tal manera un pasaje de lasEscrituras que contradiga a otro», porque tal exposición tiene

que estar equivocada.Entonces, por ejemplo, no sería correcto echar por la borda los

salmos imprecatorios en la manera que muchos lo hacen, comouna explosión de revancha contraria a la forma de ser de Dios queexpresa un espíritu de venganza que el Nuevo Testamento conde­na. Las mismas homilías nos advierten de este error. La verdad esque salmos como el 35, el58, el 109 Y 137:7-9 están expresando uncelo y una pasión por la gloria de Dios, y por el triunfo de su causay su justicia, que excede con mucho la nuestra, en la misma mane­ra que los salmos 17:1-5,26:1-5 y 131 expresan una humildad ysencillez de espíritu mucho más alta que las nuestras. Si hubiéra­mos escrito las palabras de estos últimos salmos, hubiéramos ex­

presado mojigatería y altivez, y las palabras de canciones detriunfo como Jueces 5, Isaías 47 y Apocalipsis 19:1-3, si hubieransido palabras nuestras, habrían sabido a regocijo ante el infor­tunio ajeno, y también si las palabras de maldición de algunossalmos fueran nuestras, habrían denotado una mala voluntad de­masiado humana. Pero esto solo significa que nuestro corazón esmenos puro que el corazón de los salmistas. David, dice el homi­lista, «las lanzó [las imprecaciones] no por odio, ni por estarpredispuesto contra esas personas, sino porque espiritualmentedeseaba la destrucción de tales corruptos errores y vicios que im­peraban sobre toda persona diabólica que se oponía a Dios ...odiaba a los malos ." con un odio perfecto (Sal 39:21), no con unodio malicioso que dañara el alma. Tal perfección de espíritu, por­que no puede producirse en nosotros, tan corruptos en afectoscomo somos, no debemos usarla en nuestras causas privadas enesos términos, porque no podemos cumplirlo (<<Una informaciónpara aquellos a quienes les molestan ciertos pasajes de la SantaEscritura» ÚL:I Homi.l.úM, pp. 382s). La verdad es que aquí, no me­nos que en otros puntos, el salmista está expresando verdaderadevoción en su más alta intensidad, y la supuesta falta de armoníaentre sus palabras y los ideales del Nuevo Testamento no existen.De hecho el mismo espíritu lo vemos en el Nuevo Testamento

también (ver Ap 6:10).

Por lo tanto, la actitud de los que no quieren usar estos pasa­jes del himnario de Dios en la adoración pública no parece muysabia. ¿Acaso no es bueno que se nos muestre, aunque noscueste trabajo entenderlo, qué es en verdad sentir celo por lahonra de Dios?8

La tercera parte del trabajo de interpretación es aplicarnos elpensamiento crítico individual y colectivamente. Es aquí que lamayoría de nosotros necesita que el Espíritu que inspiró lasEscrituras nos ayude concediéndonos entendimiento. LasEscrituras que Dios inspiró, escribe Pablo, «[son útiles] paraenseñar, para reprender, para corregiry para instituir en la jus­ticia» (2Ti 3:16); pero no podemos cosechar este beneficio has­ta que el Espíritu agilice la mente y la conciencia para medirnosy juzgarnos por las Escrituras y para discernir las cuestiones dearrepentimiento, de fe, de obediencia y de enmendar nuestroscaminos, los que a través de los siglos las Sagradas Escriturasnos imponen. Aquí otra vez, lo que es imprescindible tener noes erudición sino más bien un corazón que oray que es humildey receptivo. La regla que se aplica es aquella de que al que tienele será dado. Es solo cuando obedecemos a Dios hasta el límitede nuestro presente conocimiento de su voluntad que nuestroconocimiento se profundiza y nuestra visión se amplía. Viveconforme a la luz que tienes según la influencia de las Escritu­ras en tu vida, y tendrás más luz; sé negligente con la luz quetienes, y la opacarás, y al final tendrás menos. Ésta alternativasolemne está frente a todo cristiano todos los días de su vida.

Es obvio que en la práctica las tres partes de la tarea de iden­tificación bíblica deben ejecutarse juntas, y que esa profundiza­ción del discernimiento en cualquier etapa resultará endiscernimiento más profundo en las otras dos etapas también.Es obvio también que la tarea puede troncharse en cualquierade las tres etapas. Parece claro que en el protestantismo moder­no se ha tronchado bastante en las tres. La indisposición a deveras tomar los pensamientos de los escritores bíblicos comoestricta y precisamente pensamientos de Dios; la indisposicióna dejarse guiar y comprometer por la analogía de fe al unificarlos frutos de la exégesis; y la indolencia en tratar de aplicar a lavida humana lo que la Biblia dice, son las causas fundamentalesde nuestra «hambre de escuchar las palabras del Señor». Y no

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102 LA VOZ DEL oros SANTO LA PALABRA DE oros ESCRITA 103

hay esperanza de que el hambre amaine hasta que estas cosassean penitentemente corregidas.

El tipo de interpretación que resulta cuando estos principiosse aplican como debe hacerse se ve en los trabajos de personascomo Juan Crisóstomo (siglo quinto), Juan Calvino (siglo die­ciséis), Matthew Henry (siglo diecisiete), John Charles Ryle(siglo diecinueve) y el doctor Martin Lloyd-Jones (siglo vein­te). Son cinco personas que se hubieran tenido como hermanosde sangre en la fe si se hubieran conocido (y quienes por su­puesto en el cielo quizá ya lo hicieron). Quienes hoy día esténhambrientos de las palabras del Señor tienen alimento garanti­zado si acuden a estos expositores clásicos.

¿INFALIBLE? ¿INERRANTE?

Cuando Thomas Hobbes declaró que «las palabras son medidaspara los sabios, y con ellas calculan; pero también son monedaspara los tontos» estaba advirtiéndonos que las palabras, comoson instrumentos de pensamiento y emblema de significado, noson mágicas ni impregnables, y que abusamos de nuestra mente sipensamos otra cosa. Cualquier cosa que uno entiende lo puedeexpresar en más de una serie de palabras, y ninguna expresiónverbal está libre de la posibilidad de reinterpretación, malinter­pretación y degradación de parte de quienes vienen después desus creadores. Es bueno recordar esto al pesar dos palabras quelos del siglo veinte han aplicado con regularidad al concepto deque las Escrituras son una revelación verbal de Dios, conceptoque este libro ha estado presentando. Las dos palabras son infali­hiliJad e inerrancia, y son palabras que denotan cualidades que losque se adhieren a este concepto atribuyen a la Biblia.

Lo primero que hay decir, a la luz del último párrafo, es que na­die debe sentirse casado con estas palabras. Podemos seguir sinellas. Si hablamos de las Sagradas Escrituras como por entero ve­races y dignas de confianza, o como por entero confiables segúnsus propias palabras, que jamás hacen falsas aserciones, asevera­ciones o promesas por su cuenta (aunque consigna muchas men­tiras de hombre buenos, hombres malos y malignos), estaremosexpresando en términos exactos lo que estas palabras significan.Si preferimos estas formulaciones a las palabras mismas (ambas,

hay que decirlo, se han convertido en narices de cera maleables ymuchas veces pierden su forma en discusiones recientes), esnuestro privilegio que así sea y nadie debe intentar privarnos delmismo. Por otra parte, la adherencia a términos tradicionales noquiere decir que se aboga por el profundo concepto que encierra;puede ser solo síntoma de una mente tradicional.

Pero esta es una edad en la que el concepto que estoy soste­niendo con frecuencia se echa por la borda sin fundamento algu­no, y sin ningún entendimiento, como hablar de «infalibilidadverbal» o «inerrancia verbal» (¡frases vulgares! ¿Por qué «ver­bal»? ¿Qué otro tipo de infalibilidad o inerrancia podría ser?).En una época como la nuestra, es más útil explicary defender laspalabras, y refutar las críticas, que renunciar a palabras que han

sido mal manejadas. Si se entienden bien, son abreviaturas teoló­gicas útiles, y explicándolas bien podemos aclarar y desarrollaralgunas de las implicaciones de lo que este capítulo ha dicho has­ta aquí. En breve, entonces, (¡Olo más breve que podamos l):

Primero, su JígnificaJo. InfalibiliJad viene del latín infallilJiltM,que denota la virtud de no engañar ni dejar que lo engañen a uno.Incrrancia viene del Latín inerrantia, que significa sin ningún tipode error factual, moral o espiritual. Infalible como una cualidad dela Palabra de Dios bíblica se remonta por lo menos a la Reformainglesa", Inerrante es un adjetivo que entró en circulación en la se­

gunda mitad del penúltimo siglo, en debates que se levantarondesde la «alta crítica» en ciernes. Ambas palabras toman tono des­de los contextos en que más se usaron; y aunque son casi sinóni­mos, infalible sugiere a la mayoría que las Escrituras determinanun compromiso de fe, mientras que inerrante evoca más bien elconcepto de que las Escrituras apoyan la ortodoxia. Pero en lapráctica estos términos son intercambiables.

Segundo, su importancia. Aunque negativa en forma son positivasen énfasis, como los cuatro adverbios negativos del Concilio deCalcedonia acerca de la unión de las dos naturalezas de Cristo enuna única persona (<<sin confusión», «sin cambio», «sin división»,«sin separación» ). Lo que dicen esos adverbios es que solo dentrode los límites establecidos puede encontrarse la verdad acerca dela encarnación. Lo que infalible e inerrante quieren decir es que elSeñor se agrada solo de quienes aceptan como de Dios todo loque la Biblia trata de decirnos, nos promete o requiere de

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nosotros. Ambas palabras tienen por tanto importancia religiosay también teológica; su función es imponer sobre nuestro manejode la Biblia una metodología que exprese fe en la realidad y vera­cidad del Dios que nos habla en lo que nos dice y a través de loque nos dice, y que nos requiere prestar atención a cada palabraque procede de su boca. La metodología, que se explica mejor entérminos negativos, es que en la exégesis y la exposición de lasEscrituras, y en la elaboración de nuestra teología bíblica no po­demos (i) negar, desatender ni relativizar de forma arbitrariacualquier cosa que los escritores enseñen, ni (ii) descartar ningu­na de las implicaciones prácticas en cuanto a adorar y servir quesu enseñanza porta, ni (iii) cortar las amarras de cualquierproblema de armonía de la Biblia, factual o teológico, permi­tiéndonos asumir que los escritores no fueron necesariamentecoherentes consigo mismos o el uno con el otro. Es esta metodolo­gía, más que cualquier resultado particular de seguirlo, lo que

nuestras dos palabras salvaguardan.Tercero, sUJiMtificación. La base para afirmar que la Biblia es

infalible e inerrante es su inspiración, la cual definimos ya eneste capítulo en términos del soplo de Dios o su origen divino.Ningún cristiano cuestionará que Dios dice la verdad y solo laverdad (esto es, que lo que dice es infalible e inerrante). Pero sila Biblia entera procede de Dios en el sentido de que lo quedice, Dios lo dice, la Biblia tiene que ser infalible e inerrante,porque son palabras de Dios. Lo que nuestras dos palabras ex­presan no es confianza en que con nuestras investigaciones po­demos probar que todas las declaraciones de las Escrituras sonveraces (claro que no podemos, y nunca debemos decir que po­demos), pero sí podemos y debemos confiar en toda la Bibliaporque llegó a nosotros (en la frase de Calvino) «a través delministerio de hombres desde la misma boca de Dios» 10.

Cuarto, cómo de malinterpretan esas palabras. Los críticos siem­pre suponen que ambas palabras, al poner de relieve la divinidady la consiguiente verdad de la Biblia como lo hacen, expresan oconllevan una política de minimización de la humanidad de la Bi­blia, o bien niegan sus fuentes literarias humanas, pasando poralto las marcas de su ambiente cultural o tratándola como si todose hubiera escrito conforme a las técnicas comunicativas y mane­ra de hacer las cosas del Occidente moderno más que del Oriente

antiguo, o diciendo encontrar en ella afirmaciones «científico téc­nicas» en vez de declaraciones producto de la «observación ilusa»del orden natural, cuando el estudio científico técnico de la natu­raleza tiene menos de cinco siglos. Es entendible que los cristia­nos que no han pesado las diferencias entre nuestra cultura y ladel (o las del) período bíblico sintieran que la manera más naturaly directa de expresar su certeza de que el contenido de las Escri­turas, como es divino, es ahora relevante (como sí lo es) es tratarlas Escrituras como contemporánea en su forma literaria. Nocabe duda que muchos han hecho esto, creyendo que así servían aDios. Pero las palabras en cuestión no tienen conexión con esasimpleza. No expresan ninguna conclusión precipitada en el cam­po de la interpretación bíblica, excepto que cualquier cosa (co­rrectamente interpretada, es decir, a posteriori, con exactitudlingüística, en relación con el carácter literario discernible de cadalibro, contra su propio antecedente histórico y cultural, y a la luzde su relación temática con otros libros), que se demuestre que la,Biblia está diciendo debe recibirse con reverencia, como de Dios.

Quinto, lalógica queencierran endí mismas esta» palabras. Para míconfesar que la Biblia es infalible e inerrante es comprometerme aseguir el método de armonización e integración de todo lo que lasEscrituras declaran, sin dejar nada fuera, y tomarlo como deDios, por poco que me pueda gustar, y aceptar cualquier cambiode creencia, formas y propósitos que pueda requerir, y procurarde manera activa vivir conforme a ello. Ambas palabras son confrecuencia vistas como pertenecientes al mundo del escolasticis­mo doctrinario, pero en realidad expresan una consagración exis­tencial más radical de parte del cristiano.

. Sexto, las objecione» a estas palabras. Algunos las critican porquepIensan que usarlas produce mal efecto. La inerrancia, dicen, lo lle­va a uno a ocuparse demasiado de pequeñeces de armonía bíblicaydetalle factual en detrimento de las cuestiones de mayor importan­cia, y alienta el tipo de exégesis sin base histórica que miramos dospárrafos atrás, y por lo tanto atenta contra la buena erudición. De­fender la infalibiliJaJ , dicen, conduce a engendrar una bibliolatríasupersticiosa que reverencia la Biblia como un libro en el que todosdebemos investigar acerca de cualquier cosa, y esto también atentacontra la buena erudición. Se puede responder que nada de esto esnecesariamente asíy que debemos librar ambas palabras de que se

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106 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 107

les asocie con estas faltas de responsabilidad al interpretar la Bi­blia. Pero si de todos modos se cree que es mejor evitar estos tér­minos tan mancillados, no vale la pena imponerlos; como yadijimos, no estarnos casados con estas palabras. Otros, sin embar­go rechazan los términos diciendo que el error factual, moral yteológico en la Biblia estáya probado. Aquí debo limitarme a res­ponder que no es cierto. Existe una erudición bíblica responsableque tiene la inerrancia como una de sus presuposiciones metodo­lógicas. Parece no tener menos éxito en aceptar y hallarle sentidoal fenómeno de la Biblia que la erudición que no tiene esta presu­posición. (Todos los eruditos, por supuesto, intercambian ideas einteractúan entre ellos, y por consecuencia comparten sentimien­tos de comunidad, cualquiera que sean sus presuposiciones, peroese no es el punto aquí.) Siempre que una erudición de creyentesde la Biblia pueda mantenerse en debate en cuanto a pasajes pro­blemáticos, es un total oscurantismo triunfalista decir que se haprobado que hay errores en la Biblia. Y aun si hubiera deficienciaen la erudición de los que creen en la Biblia, el término «probado»sería aun demasiado fuerte, porque las varias hipótesis escépticasque existen nunca son las únicas hipótesis",

LA SUFICIENCIA DE LAS ESCRITURAS

Lo que hemos dicho hasta aquí en este capítulo podría bien re­bajarnos ante los ojos de muchos liberales y la «iglesia amplia»anglicana, pero creemos que de manera sustancial tendría laaprobación de la mayoría de los anglocatólicos y de los miem­bros de las comuniones romanas y ortodoxas también. Peroahora llegamos al tercer problema en conexión con la autoridadbíblica: la cuestión de La suficiencia de la» Eecrituras, y aquí llega­mos a la segunda gran bifurcación en conexión con nuestropunto de vista de la Biblia12

• La llamada tradición «católica»(que es diferente de la «reformada»), en todas sus formas, sos­tiene que la Santa Biblia, interpretada en términos de sí misma,no es suficiente como guía para quienes desean vivir bajo la au­toridad de Dios. La tradición de la Iglesia es necesaria (dicen)para guiarnos en el correcto entendimiento de las Escrituras, locual no es posible en un estudio directo del texto. Es cierto quelos que sostienen esta posición no están de acuerdo entre ellos

en lo que es «la tradición de la Iglesia». El concilio católico ro­mano de Trento se refirió a las tradiciones apostólicas no escri­tas que a través de los siglos han ido pasando de forma verbal ala Iglesia corno una segunda fuente de doctrina a la par de lasEscrituras. Esto avergüenza a muchos teólogos romanos mo­dernos, quienes prefieren trabajar con un concepto dinámicoindefinido de tradición corno la palabra de Dios en el corazónde los [romanos] fieles, que gracias al estímulo del Espírituconstantemente se cristaliza en un consenso de opinión queluego queda de manera infalible registrado de punto a punto ensucesivas definiciones papales. Los maestros anglocatólicos yortodoxos, por otro lado, hacen uso de un orgánico pero cir­cunscrito concepto de tradición corno, en general, la fe y pers­pectiva de la Iglesia Universal desarrollada durante losprimeros siglos de su vida y, en particular, sus sacramentos,credos, Escrituras y ministros, así corno sus convicciones acer­ca de cada uno. Las diferencias detalladas entre estos gruposbrotan de sus diferentes opiniones acerca de la tradición, peroestas no tienen por qué retrasarnos. Lo que nos concierne en elpresente es el hecho de que los «católicos» de cada tipo se po­nen en contra de los «reformados» cristianos al insistir que latradición es más que la Biblia, que la Biblia es sol~ parte de unlegado autoritativo del pasado que debe determinar nuestra fe,y por lo tanto no podernos sacarla del resto de la tradición y po­nerla a juzgar a esta última, sino que debe interpretarse en ar­monía con ella; porque lo que la tradición dice es lo que laBiblia debe querer decir, y si creernos que quiere decir cual­quier cosa contraria es que no la estarnos entendiendo13

Así que cuando los «católicos» dicen (corno en estos días mu­chos están dispuestos, quizá demasiado dispuestos, a decir) que laBiblia es nuestra autoritativa regla de la fe, lo que quieren decir esque nuestra norma de verdad debe ser la interpretación de la Bi­blia que nos da la tradición, la cual no es necesariamente la inter­pretación a la que uno podría llegar comparando pasajes de laBiblia con pasajes de la Biblia. Una confusión sin fm se presentaal discutir con los «católicos», corno la teología ecuménica moder­na hace dolorosamente aparente, cuando no se entiende que loque ellos dicen y lo que los cristianos «reformados» dicen al ha­blar de autoridad de la Biblia son dos cosas muy diferentes.

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108 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 109

La cuestión aquí está en si la Biblia, como la revelación de Diosen forma escrita, es o no es en sí completa, clara y decisiva comoregla para nuestra fe y vida. Sobre esta cuestión la Iglesia deInglaterra tomó una firme y nada ambigua posición cuatro siglosatrás. El Artículo VI de los Treinta y Nueve afirma la suficienciade la Biblia como regla de fe. «La Biblia contiene todo lo necesa­rio para la salvación; así que lo que no se lea ahí, ni pueda probar­se ahí, no debe requerirse que ningún hombre lo tome como unArtículo de Fe ... », El Artículo VIII continúa diciéndonos que losmás venerables y tradicionales de los productos de la tradición-el Credo de los apóstoles, el credo Niceno y el Credo de Atana­sio - son para ser tomados como verdad, no solamente porqueson tradicionales, sino porque «pueden ser probados por la máscierta autoridad de la Biblia». No se niega que los credos ecumé­nicos se prestan para ser una guía para la interpretación de la Bi­blia; lo que se niega es que podamos aceptarlos legalmente en esacapacidad sin primero comprobarlos con los pasajes bíblicos cuyasustancia buscan presentar. Porque los credos, como las decisio­nes de todos los papas, concilios e iglesias individuales (véase losArtículos XIX, XXI), son obras de hombres pecadores a quienesjamás se les prometió infalibilidad; por lo tanto deben verificarseapelando a lo que el homilista llama «la infalible Palabra» de Dios,y no tomarse como "palabra infalible» que deba guiar nuestra in­terpretación de las Escrituras. La presuposición de nuestros for­mularios es que la Biblia, interpretada por sí misma de la maneraque hemos descrito, mediante una exégesis gramático-históricayla analogía de la fe, constituye una clara, definiday obligatoria re­gla de fe y vida por la que toda creenciay comportamiento, priva­dos y colectivos, deben regirse, y a la que todas las controversiasentre cristianos deben ser llevadas para llegar a acuerdos.

Tal es la posición histórica anglicana. ¿Es la correcta? Incuestio­nablemente la es. Descansa sobre dos principios. La primera es quetodos los cristianos de todas las edades deben alinearse con lasigle­sias de los tiempos del Nuevo Testamento en sujeción directa a laenseñanza doctrinal y práctica de los apóstoles. Los apóstolesfueron testigos de Cristo que Dios escogió y ungió (cf. Hch.10:39-43). Su enseñanza, orgánicamente enlazada con el AntiguoTestamento, el cumplimiento del cual anunciaron, fue verdad deDios revelada e inspirada por el Espíritu de Cristo y establecida en

su nombre y con su autoridad. Como tal constituye una norma au­toritativa de verdady criterio de error, no solo para el tiempo de losapóstoles, sino para todos los tiempos. Encontramos a Pablo, Pe­droy Juan insistiendo en que una saludable aceptación de las ense­ñanzas que habían dado y la sumisión a su autoridad son unaprueba básica de verdadera espiritualidady piedad, aparte de apti­tud para el ministerio (lCo 14:37; 2Co 11:13s, 13:2-10; Gá 1:6-9;1Ts 1:5,2:13; 2Ts 2:13-15, 3 :6-15; 2Ti 2:1s, 3:13s; Tit 1:9; 2P1:12-2:3; 1Jn 2:21-24, 4:6; 2Jn 9s,). Si estuvieran de nuevo entrenosotros hoy día, dirían lo mismo, iY quizá con más énfasis! Lanzarpor la borda la autoridad de la enseñanza apostólica en cualquiergrado es hasta ese punto un desliz del cristianismo. Este es el pri­mer principio. El segundo es el incontrovertible hecho de que,como E. A. Litton lo expresa, «ninguna enseñanza apostólica existeexcepto la que perpetúa el Nuevo Testamento» 14. De aquí sigueque el Nuevo Testamento apostólico, leído en conjunción con elAntiguo, del cual es compleción, debe ser siempre nuestra autori­dad suprema y corte de apelación. La iglesia de Cristo fue, es yserá gobernada por sus apóstoles, y por tanto por los escritos deesto que de manera providencial han sobrevivido. Decir que aCristo se le debe permitir gobernar, que al Redentor se le debenrespetar sus derechos de monarca, es decir que a la Biblia se ledebe permitir gobernar, que la Biblia debe tener siempre la últimapalabra.

LA IGLESIA Y EL CANON

Para darle la vuelta a este argumento, los católicos romanos(por no mencionar ciertos anglicanos) están acostumbrados aargüir que la autoridad de la Iglesia postapostólica, como unacomunidad vibrante en marcha donde el Espíritu mora, debeser primera y superior a la del Nuevo Testamento, por cuantola Iglesia postapostólica fue la que estableció el Nuevo Testa­mento como un "Canon» -o sea, como vara de medir- de lafe ortodoxa. Pero este argumento es falso. La iglesia no nos diomás el canon del Nuevo Testamento que Sir Isaac Newton lafuerza de gravedad. Dios nos dio la gravedad durante la Crea­ción, y nos dio el canon del Nuevo Testamento al inspirar los li­bros que lo componen. Newton no creó la gravedad, sino que la

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110 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 111

descubrió (como se dice) al ver la caída de una manzana; de

igual modo, las diferentes iglesias de la cristiandad, a través deun proceso gradual, sin coordinación, en apariencia errático,

que abarcó varios siglos, llegó a reconocer la extensión y los lí­

mites del canon que el Señor dio tras revisar el pedigríy el con­

tenido de los muchos libros que decían proceder del círculo

apostólico, para determinar cuáles de ellos podían considerarse

productos apostólicos genuinos y manifestaban contener la

verdad revelada de la que los apóstoles eran depositarios. Si al­guien hubiera sugerido a los cristianos del segundo, tercero o

cuarto siglo que eso quería decir que la Iglesia 'estaba creando

un canon propio, escogiendo literatura cristiana de buena cali­

dad para declararla norma de fe para el futuro, habrían sacudi­

do la cabeza maravillados de que alguien hubiera podido

inventar idea tan perversa y tan lejana de la verdad. La creen­

cia de que los escritos apostólicos como tales eran inspirados ypor lo tanto intrínsicamente autoritativos fue la presuposición

en toda su investigación. Lo único que las iglesias trataban de

hacer era ver cuáles de los libros que afirmaban con algo de

sentido tener suficiente de apostólicos de veras lo eran, una

cuestión de veracidad histórica, una en la que el carácter y elcontenido afectaban lo mismo positiva que negativamente".

Después de tres siglos de inquirir, la mayor parte de la cris­

tiandad se hal16 que estaba de acuerdo en su respuesta a esta in­terrogante, y el acuerdo lo registraron debidamente diferentesteólogos y varias decisiones conciliares (aunque ninguna deci­

sión conciliar, hay que notar, se tom6 en etapa alguna para lo­

grar el acuerdo). Buenas como las razones ciertamente son

para pensar que el Espíritu, aquí como en otras partes, había

llevado a la Iglesia a un correcto discernimiento, el hecho de

haber sido guiados para ver qué libros tienen autoridad intrín­

seca no puede utilizarse para dar a la Iglesia autoridad sobreellos, y limitar su significado a lo que esté de acuerdo con su

tradici6n, como tampoco el hecho de yo haber reconocido que

esta mañana lleg6 en el correo una factura legítima por la com­

pra de unos libros, hecha a mi nombre, me da autoridad para

pagar solo lo que me sienta inclinado a pagar.Queda, sin embargo, una cuesti6n. Si no podemos atribuir

infalibilidad al discernimiento de la Iglesia en cuanto a cuáles

libros son inspirados (y ¿cómo podríamos hacerlo?), ¿c6mo

podemos estar seguros de que el Nuevo Testamento no contie­

ne tampoco demasiados libros o muy pocos? ¿Cómo podemosestar seguros de los límites del Nuevo Testamento si estamos

tan pobremente ubicados, cerca de dos mil años después, para

revisar los veredictos de la Iglesia de entonces acerca de la au­

toría y autenticidad de cada punto en ellos? La respuesta la en­contramos listando los siguientes hechos.

l. El cristianismo tuvo el concepto y la realidad de las Escritu­

ras canónicas desde el principio, porque el cristianismo comenz6

como una secta judía, y el judaísmo se basaba en reverenciar lo

que hoy llamamos el Antiguo Testamento como la tora de Dios

(ley, instrucción). Jesús dio el visto bueno a esta actitud ante sus

discípulos al dejarles ver que en esas Escrituras estaba la voz de

su Padre, y que bajo su autoridad vivió, enseñó y muri6 sin que­brantarla, cumpliéndola. Como es natural, misioneros pioneros

como Pablo dieron el Antiguo Testamento a las iglesias gentiles,

las cuales de otra manera no lo hubieran conocido, para que fue­ra regla de fe y vida junto a la enseñanza apost61ica. «Toda la

Escritura es ... inspirada por Dios y útil ... para que el eieroo deDios [el cristiano y en este caso, el ministro] estén enteramentecapacitados para toda buena obra» (2Ti 3:16-17). Todo esto «se

escribió para enseñarnos, para que alentados [¡nosotros cristia­

nos!] por las Escrituras perseveremos en mantener nuestra es­peranza» (Ro 15:4, cf. 1Co 10:11). Es básico para el cristianismo

aceptar el Antiguo Testamento como Escritura cristiana.

2. La expectativa de que la nueva Escritura can6nica se mantu­

viera a la par del Antiguo Testamento está implícita en la obra de

Dios sobre la cual el cristianismo descansa. Una nueva y culmi­nante revelaci6n para el mundo lleg6 a los ap6stoles a través de

Jesús, y no habría tenido sentido que el Dios que hizo que su pri­

mera revelaci6n quedara escrita para la posteridad no hubiera he­

cho lo mismo con la que la cumplió y completó. Cuando Jesús en

oraci6n se refiri6 a toda la Iglesia como "los que han de creer enmí a través del mensaje [de los apóstoles]» (Jn 17:20), dio por

sentado una permanente disponibilidad de ese mensaje, y esto pa­

rece anunciar un futuro Nuevo Testamento apostólico.3. El Nuevo Testamento (como se ha llamado desde el segundo

siglo) emergió como una colecci6n de escritos más o menos

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112 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS ESCRITA 113

ocasionales que alegaban autoridad corno auténtica comunica­ción de la de una vez y por todas revelación de Dios en Cristo, ycuyos autores se identificaron por nombre o por sus relaciones(corno el autor de Hebreos, anónimo para nosotros pero un bienconocido colega de Timoteo [Heb 13:23]). Lasteorías de autoríasseudónimas de libros del Nuevo Testamento (lo que fue una vezllamado plagio) han sido exploradas con diligencia a través de losaños; puedo decir aquí que ninguna de esas teorías que conozcome convence, y en cada caso hallo suficientes evidencias externaspara concluir que cada libro fue escrito por la persona cuyo nom­bre ostenta, aparte de la evidencia que nos ofrece su calidad inter­na.

4. Existen libros espurios adjudicados a autores apostólicosque podernos comparar con nuestro Nuevo Testamento. Labaja en calibre intelectual, moral y espiritual en ellos es bienmarcada, y lo mismo los deslices teológicos a mundos medio­cres de fantasía y magia. A la luz de esta comparación, no hayrazón para pensar que algún libro espurio entrara en el Anti­guo Testamento o que algo de un escritor genuino apostólico sequedara fuera por negligencia.

5. La iglesia en conjunto testifica que el Nuevo Testamento daevidencia de ser la Palabra de Dios de una forma que ninguna otraliteratura lo hace, salvo el Antiguo Testamento. Corno los guardiasjudíos dijeron de Jesús (<<nunca nadie ha hablado corno ese hom­bre», Jn 7:46), el pueblo de Dios a través de lasgeneraciones dicedel Nuevo Testamento: «Nunca ninguna literatura ha hecho tantoimpacto en nuestro corazón, en nuestra mente y nuestra concien­cia, comunicando a Dios, dando conocimiento de nosotros anteDios, mediando en la comunión con Cristo y renovando vidas de­sordenadas». Así el Nuevo Testamento ha demostrado a travésdel Espíritu que es Palabra de Dios. Así lo hace todavía.

La acción de hacernos conscientes de la asombrosa calidaddivina de los libros bíblicos, el carácter divino de esa fuente de

poder y autoridad con que hallarnos que se dirige a nosotros, esel llamado «testimonio interno del Espíritu Santo» en relación alas Sagradas Escrituras. Dicho «testimonio interno» no es unaexperiencia particular ni un sentimiento ni una revelación pri­vada. Es el otro nombre que se le da a la iluminación de nues­tros corazones pecadores gracias a la cual llegarnos a reconocer

y recibir realidades divinas por lo que son: Jesucristo cornonuestro divino Salvador, Señor y Amigo; la Santa Biblia corno

, d D' 16mensaje e lOS para nosotros ,El testimonio colectivo del carácter divino del Nuevo Testa­

mento no lo invalidan extravagancias corno la creencia de Luterode que la «pajiza» epístola de Santiago no debía estar en el canonporque (corno pensó,· aunque los luteranos por lo general, desde

su lugarteniente Melancton, han sabido más que eso) contradice aPablo en el punto de la justificación solo a través de la fe, sinobras. Si Pablo y Santiago hubieran estado de veras encontrados,la actitud de Lucero sería defendible, porque el inspirador Espíri­tu de Dios no se contradice; pero de hecho difieren solo en el usode las palabras, aunque están de acuerdo en sustancial? Y aunque

la opinión de Lutero de que discordaban fue una opinión de eru­dito sostenida con sinceridad, el saber que estaba casi solo en estodebió detenerlo. ¿Quién era Lutero para impugnar un libro que através de los siglos se había impuesto, y había sido aceptado portoda la Iglesia corno parte del canon del Nuevo Testamento? Delmismo modo, ¿quién soyyo, y quién eres tú, para hacer lo mismo?Sería más humilde y sabio suponer que cualquier incapacidadpresente de tu parte o de la mía para reconocer la Palabra de Diosen un particular libro canónico, o para cuadrar lo que parece decircon el aprendizaje bíblico, refleja un defecto en nosotros más queen el libro; sobre todo (corno es siempre el caso) cuando hombresinstruidos y devotos pueden ofrecer una posible, y por lo generalconvincente, resolución del problema que nos intriga.

Entonces la respuesta a nuestra pregunta es que el cristianodebe preguntarse, no si tiene razón suficiente para aceptar elcanon de la Iglesia, sino si tiene razón suficiente para no hacer­lo. La verdad es que nunca la tiene.

Debernos ser claros en que las continuas controversias entre loscristianos «reformados» y los «católicos» sobre asuntos corno el sa­cerdocio del clero, la sucesión apostólica, la autoridad del episco­pado, la infalibilidad del papa, la transustanciacióny la «presenciareal», el sacrificio de la misa, el purgatorio, las indulgencias, lamariolatría, y la naturalezay número de los sacramentos, no pue­den en principio establecerse hasta que ambas partes estén deacuerdo que la apelación a las Escrituras, interpretada en térmi­nos de sí misma -en este sentido, solaScriptura es definitiva".

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LA PALABRA DE DIOS OíDA 115

CAPÍTULO SEIS

~

LA PALABRA DE DIOS OIDA

Dios ha hablado, dice la Biblia; y ser piadoso significa escucbar

<fU palabra. «Escuchar» en esta frase significa más, por supuesto,que solo tener un radio al alcance del oído mientras el mensajede Dios se lee en voz alta, se recita o se explica. «Escuchar», ensu sentido bíblico completo, implica atención, aceptación yaplicación a uno mismo de las cosas aprendidas; significa escu­char con el firme propósito de obedecer, y luego hacer como laPalabra de Dios demuestra requerir. Es en este sentido queusamos el verbo a través de este capítulo.

¿Qué significa escuchar la Palabra de Dios? De acuerdo aHebreos, significa, de forma bastante concreta, recibir y res­ponder la Palabra proposicional de Dios (esto es, su mensaje)que nos ha hablado desde el cielo a través de los labios de su Pa­labra en persona (esto es, su Hijo), y también a través de lospronunciamientos de profetas y apóstoles, concernientes a la«gran salvación» que el Hijo de Dios ganó por nosotros me­diante el derramamiento de su sangre por nuestros pecados(véase Heb 1:ls, 2:3, 12:25, etc.) La Palabra en persona deDios se presenta como tema central de su Palabra proposicio­nal, lo mismo habladas que escritas. Lo que Jesús dijo de lasEscrituras del Antiguo Testamento -«son ellas [las Escritu­ras] las que dan testimonio en mi favor» (Jn 5:39) - puede de­cirse de ambos Testamentos con igual verdad. Escuchar la«Palabra de Dios escrita», entonces, significa, en último análi­sis, .hacer lo que Dios ordenó en la Transfiguración, cuandodijo: «este es mi Hijo amado. iEscúchenlo! (Mr 9:7); el que a suvez significa, no solo aceptar las enseñanzas morales de Jesús,sino recibirlo como un Salvador viviente, confiando en su san­gre derramada para el perdón de nuestros pecados, y viviendode ahí en adelante como esclavo suyo, como uno de los que «si­guen al Cordero por dondequiera que va» (Ap 14:4). El homi­lista nos recuerda que el Cristo viviente «nos habló en persona

en las Santas Escrituras» tLa»HomiLÚL:J, p. 370s), y piedad sig­nifica responder de forma directa a su llamado a arrepenti­miento, fe y discipulado. «Escucho la voz de Jesús decir: "Vena miy descansa" .. , Fui a Jesús ... » Nadie que sea extraño a lapiedad, en este fundamental sentido cristiano, puede sostener

que ha escuchado la Palabra de Dios ya.Tres aspectos de la vida piadosa, entendida como una vida

que escucha el mensaje de Dios, demandan una mención

particular.

PROMESA

En primer lugar, es una vidadefeen!ad promedaddeDw<f. La fe enla Biblia no es, como los existencialistas lo proponen, un saltoen la oscuridad, sino más bien un paso a la luz, donde (para ex­tender la metáfora) uno pone todo el peso de uno sobre el pisofirme de las inquebrantables promesas de Dios. Pablo señala aAbraham como gran ejemplo de fe porque, cuando Dios le pro­metió a Abraham, un anciano de setenta y cinco años de edadque no tenía hijos, una pléyade de descendientes, este creyó lapromesa, y siguió creyéndola contra toda esperanza hasta quecomenzó a cumplirse con el nacimiento de Isaac, no menos queun cuarto de siglo después. «Su fe no flaqueó, aunque recono­cía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cienaños, y que también estaba muerta la matriz de Sara. Ante lapromesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se rea­firmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido deque Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido. Poreso se le tomó en cuenta su fe como justicia» (Ro 4:19-22, alu­diendo al testimonio de justificación de Abraham que registraGn 15:6). Pablo señala de inmediato que la fe que nos justificaes, como aquella: una confianza en Dios sobre la base de la in­creíble seguridad que el Señor entregó a su Hijo a la muerte, yluego lo resucitó con el propósito expreso de librarnos de nues­tros pecados (v. 23s). Pero esta no es la única conexión en laque el análisis de la fe que hace Pablo se aplica. La verdad esque toda fe, en cada etapa de nuestro peregrinaje cristiano, esen esencia un descansar en la promesa de Dios. Tiene seguri­dad por naturaleza, porque se basa en las garantías que ofrece

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116 LA VOZ DEL oros SANTO LA PALABRA DE oros OíDA 117

Dios. Esto se ve bien claro en Hebreos 11, donde la fe «<lafe esla garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve» (v.1) se nos describe corno un espíritu de obediencia a los manda­tos de Dios basada en la confianza en sus promesas en general(la promesa de recompensa, v. 6) y en particular (corno lapromesa de un hijo a Sara, «porque consideró fiel al que lehabía hecho la promesa», v. 11).

Lo fundamental en la vida de la fe es el reconocimiento deque todas las promesas que ha hecho Dios las ha hecho a supueblo en el pasado y en el presente están todavía en principio(no siempre en detalle, por supuesto, porque las circunstanciasdifieren) extendidas a cada cristiano. La fe, nos podernos aven­turar a decir, descansa sobre la teología de la caja de promesas.Esto aparece en Hebreos 13:5s, donde el escritor enseña a suslectores a apropiarse de la promesa de Dios a Josué, «nunca tedejaré; jamás te abandonaré» (Josué 1:5), corno base de con­fianza y paz en cara a la oposición. La verdadera fuente de lapaz, la alegría, la esperanza y la fortaleza para resistir delcristiano, está en ser capaz de decir, con Isaac Watts,

Grabado eternamente en placaLa promesa poderosa brilla;

Ni pueden los poderes de la oscuridad destruirAquellas líneas eternas.

Su palabra de gracia es fuerte

Corno esta que construida en los cielos;La voz que enrolla y mueve a las estrellas

Habla todas las promesas.

Mi lugar-escondido, mi refugio, torre,y escudo, eres tú, o Señor,

Anclo todas mis esperanzasSobre tu inerrante Palabra.

La tranquilidad de saber que cada una de «las preciosas y magní­ficas promesas» de Dios (2P 1:4) de las Sagradas Escrituras es«sí» en Cristo para mí (2Co 1:20) es tan inconcebible corno elmisterio de no saber esto en tiempos de dureza, soledad y

depresión. Pero ese es el estado al que quienes niegan la doctrinabíblica de la inspiración se condenan; porque si no podernos es­tar seguros de que lo que la Biblia dice Dios lo dice, no podernosestar seguros de que sea cierto que haya hecho las promesas quelas Escrituras le atribuyen. (De hecho si negarnos que la revela­ción es proposicional, estarnos afirmando que no las ha hecho.Un Dios que no utiliza palabras no puede hacer promesas).

Podernos ver ahora por qué, corno hecho observable, las opi­niones «críticas» de la Biblia siempre han empobrecido la vidade fe, y por qué tantos que sostienen tales opiniones hoy día odiluyeron su fe a una simple moralidad en un contexto vago deoptimismo, o la convierten en un atormentador salto existen­cialista en la oscuridad (o, corno Robinson en Honest to COd,hace las dos cosas a la vez). Pero esto no es ni la forma cristianani anglicana. El Libro de Oración señala con insistencia laspromesas de Dios corno fundamentos de fe y esperanza. Lascolecciones de la Trinidad VI, XI y XIII resumen la esperanzadel cristiano en las frases «túprometes», El catecismo requiere delos candidatos adultos por el bautismo «fe, mediante la cualcreen siempre en las promesas de Dios a ellos en ese sacramen­to» (pensamiento que por desdicha falta del Catecismo Revisa­do de 1961). Una de las conexiones en las que el serviciobautismo del infante gira es la creencia de que «nuestro SeñorJesucristo ha prometido en su Evangelio conceder [al niño] to­das estas cosas [regalos y gracias salvadoras] por las que se haorado». Este énfasis es especialmente fuerte en conexión con elperdón. «Restaura a los penitentes; conforme a tus promesas ala humanidad en Cristo Jesús nuestro Señor» (Confesión Ge­neral, Oración Matutinay Vespertina). «El todopoderoso Dios. .. que .. .haprometiJo perdón ...tenga misericordia de ti ... » (ab­solución, culto de santa comunión). Y las «palabras consolado­ras» son promesas divinas y aseguraciones establecidas cornobases de confianza de que hay misericordia incluso para noso­tros. Los cristianos de hoy en día necesitan urgentemente recu­perar esta consciencia anglicana de que las promesas de Diosson las bases de la fe; porque cuando los que se dicen cristianosno viven con el gozo del conocimiento de que todas las prome­sas de Dios son suyas, la verdad es que no están escuchando la

Palabra de Dios.

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118 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS OíDA 119

LA LEY

Segundo, la piedad envuelve obediencia a 1M leyed de Dio«. El con­

cepto anglicano de la Biblia es que es un libro supremamente

práctico, no solo porque nos lleva a conocer a Dios a través del

encuentro de Jesucristo, sino también porque nos da reglas y

máximas para conformar nuestras vidas a la voluntad de Dios.

En 1540, en el prefacio del libro suyo que hizo época, la GranBiblia, que ordenó preparar para la lectura pública en cada

iglesia en el país, el Arzobispo Cranmer escribió: «Sean las es­

crituras los buenos pastos del alma; allí no hay carne envenena­

da, ni nada malsano; sean el bocado exquisito y puro. El

ignorante encontrará allí lo que debe aprender ... En este do­

cumento pueden príncipes aprender cómo gobernar a sus súb­ditos: los súbditos a obedecer ... a sus príncipes; los esposos

cómo deben comportarse con sus esposas; cómo educar a loshijos ... : y por el lado opuesto las esposas, padres y amos pue­

den conocer sus deberes para con sus esposos, padres y seño­

res. Aquí todo tipo de personas, hombres, mujeres, jóvenes,viejos. cultos, incultos, pobres, ricos, sacerdotes, laicos, seño­

res, damas, oficiales, inquilinos, hombres, vírgenes, esposas,

viudas, abogados, mercaderes, artesanos, esposos y toda clase

de personas, de cualquier estado o condición, que en este libro

aprenda todas las cosas que deben creer, lo que deben hacer, lo

que no deben hacer, también concerniente al Dios todopodero­so, así como concerniente a ellos mismos y a todos los demás l.

La Biblia es tanto una regla para la vida como una regla de fe.

Pero es importante estar claros en cuanto a qué tipo de regla

para la vida es. Su enseñanza moral no es un código de aparien­

cias externas aisladas, ni un formalismo farisaico, sino una serie

conectada de principios e ideales, directamente derivada de la

naturaleza de Dios revelada y su propósito con la humanidad, ysu llamado a motivos correctos y a correctos de tipos de acción.

La ley de Dios bíblica requiere que seamos personas de un cierto

tipo, y también que hagamos cosas de cierto tipo; y el concepto

bíblico del amor abarca ambos lados del ideal. Entonces poner elamor como contrario a la ley, como algunos hacen, es tan perver­

so como poner el cariño de la mujer por su marido como contra­

rio a sus esfuerzos por proporcionarle las cosas que sabe que a él

le gustan. Lejos de ser contrarios, el amor y la ley van insepara­

blemente juntos. Se necesita la ley como ojos del amor; se necesi­

ta el amor como latidos del corazón de la ley. La ley sin amor es

fariseísmo; el amor sin leyes antinomianismo; ambas cosas son

aberraciones. Nuestro Señor mostró la conexión entre el amor yla ley cuando dijo: «Si ustedes me aman, obedecerán mis manda­

mientos. ... ¿Quién· es el que me ama? El que hace suyos mis

mandamientos y los obedece» (Jn 14:15, 21). Juan incluso lo

puso más sucintamente: «En esto consiste el amor: en que pon­

gamos en práctica sus mandamientos» (2Jn 6). Y cuando los

cristianos no someten de manera permanente sus vidas al minu­cioso «enseñar ... reprender ... corregir ... instruir en la justicia»

de las Sagradas Escrituras (2Ti 3:16), la verdad es que no están

prestando atención a la Palabra de Dios.

LA VERDAD

En tercer lugar, la genuina piedad está siempre marcada por el

deleite en la verdad de Dios. El Salmo 119 hace esto sumamente

sencillo. El salmista ama la ley de Dios. Se regocija en conocerlo que piensa Dios y se aferra, a cualquier costo, a las verdades

que Dios le ha enseñado. Su deleite en Dios es, entre otras co­

sas, deleite en la Palabra de Dios. En otras partes en las Escri­turas la palabra de Dios se pinta, no solo como alimento,

porque nutre y promueve el crecimiento (1Co 3:2, Heb 5: 12ss;

cf. 1P 2:2), sino también como miel, en razón de su dulzura(Salmos 19:10, 119:103; cf. Ez 3:3; Ap 10:9s). Uno teme que

muchos en nuestras iglesias hoy en día sean extraños a este sen­

tido de la dulzura de la verdad de Dios, como a todas luces son

extraños al amor de la Biblia que evoca, y al sentido del deber

de mantener inviolada la verdad de Dios, pase lo que pase, lo

que halló expresión en la firmeza de nuestros reformadores encontra del papay la misa - una firmeza que bajo la reina María

llevó a muchos al martirio. La tolerancia de las diferencias en

cuestiones doctrinales secundarias es sin duda una virtud an­

glicana, pero la general indiferencia doctrinal que encontramosa menudo hoy en día es una parodia del ideal anglicano. El an­

glicanismo del Libro de Oración de 1662, con su leccionario decien versículos por día, su repaso mensual del libro de los

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120 LA VOZ DEL DIOS SANTOLA PALABRA DE DIOS OíDA 121

Salmos, sus cultos diarios repletos de Biblia, y el alto valor quele da a la predicación expositiva (vea el ritual y las colectas paraAdviento IIIy día de San Pedro), es una fe de lectura de Biblia,amor a la Biblia, fe y confianza en la Biblia. Sin embargo hoy,los anglicanos se dedican con celo a mantener un estado doctri­nal de laxitud más que una confesión de verdad bíblica. LosTreinta y Nueve Artículos son constantemente objetados en lasiglesias anglicanas que todavía lo retienen y el respaldo del cle­ro a las mismas es en estos días bastante insignificante. La ideade que la unidad anglicana es «institucional" y «de culto» másque confesional se aclama como una nueva revelación, y se des­precia120 todo concepto de disciplina doctrinal en las iglesiasanglicanas. Qué diferencia tan grande del anglicanismo deCranmer, Jewel, Hooper y Hooker (y lo mismo puede decirsedel de Hammond, Pearson, Beveridge y Thorndike). Donde nose le da el debido respeto a la enseñanza bíblica como una trans­cripción de lo que piensa Dios, y el clero da poca señal de estardispuesto a amar la verdad (2Ts 2:1O), así como a permanecer enella y valorarla, y estudiarla para mantenerla intacta (cf. 2Ti1:13s), y donde se permite que las doctrinas vitales del evangeliose oscurezcan en aras de una complacencia hueca -lo que Pa­blo no dejó que pasara en Galacia y Colosas - la verdad es queno están prestando atención a la Palabra de Dios.

EL EspíRITU SANTO

Pero cómo, preguntamos ¿llega a escucharse de veras la Pala­bra de Dios? En primer lugar, no se escuchará donde no se pre­dique, estudie o lea la Biblia. La primera necesidad es dar a laBiblia el lugar que le corresponde en la vida de las personas yde la Iglesia. Pero aun entonces, el que se escuche la Palabra deDiQS depende todavía de otro factor: nuestra receptividad a laobra del Espíritu Santo.

Se le ha prometido a todos los cristianos, se nos ha dicho, elprivilegio de que Dios nos instruya (Jn 6:45, citando Is 54:13),y es el Espíritu de Dios quien nos enseña. El Espíritu que ense­ñó todas las cosas a los apóstoles (Jn 14:26, 16:13s; 1Co 2:10,13) es la «unción» que enseña a todo el pueblo de Dios (1 Jn2:27). Nos enseña no con exposiciones frescas de verdades

hasta entonces desconocidas, como aquellas mediante las cua­les los apóstoles fueron instruidos, sino capacitándonos -a no­sotros que, por haber caído, somos por naturaleza en extremoinsensibles y apáticos en cuanto a Dios y las cosas de Dios­para reconocer la realidad, reconocer la divinidad y acoger laautoridad, los hechos divinos y verdades puestos ante nosotros,y ver como todo esto afecta nuestras vidas. A través de la histo­ria, los teólogos han llamado a esta obra iluminación, o ilustra­ción, o testimonio interno del Espíritu. Fue a esto a lo quenuestro Señor se refirió cuando dijo que la tarea del Espíritusería convencer(Jn 16:8). A través de esto, el Espíritu confirmaa nuestra conciencia que la palabra profética y apostólica es enverdad lo que afirma ser: el mensaje de Dios. De la misma ma­nera, nos confirma que Jesucristo es quien dice ser: Hijo deDios y Salvador nuestro. El Espíritu nos lleva a reconocer ladivinidad que Cristo por un lado dice tener y que por el otrolado la Biblia lo confirma como evidente en sí misma. De estamanera nos lleva a someternos a la autoridad conjunta de am­bos. Luego nos capacita para captar lo que ambos nos están di­ciendo, y actúa en nuestras mentes y en nuestros corazonespara aplicar con efectividad la instrucción y hacernos respon­der. Fue a través de la obra del Espíritu que los tesalonicenses,según Pablo, «al oír la palabra de Dios que les predicamos, laaceptaron no como palabra humana sino como lo que realmentees, palabra de Dios». Fue también en virtud de la acción delEspíritu que Pablo pudo pronunciar su mensaje como una pa­labra que «actúa en ustedes los creyentes» (1Ts 2:13).

¿Pero somos receptivos a este obrar del Espíritu? Mientrasnos acerquemos a las Escrituras con retraimiento, interesadossolo en apreciarlo histórica o estéticamente, mientras lo trate­mos como un dato histórico humano, apenas seremos recepti­vos. Solo seremos receptivos al ministerio del Espíritu siestamos en disposición, por así decirlo, de meternos en la Biblia

y ponernos junto a la gente a la que Dios le habló ~Abraha~

escuchando a Dios en Ur, Moisés escuchando a DIOS en el Si­naí, los israelitas escuchando la voz de Dios de labios de Moisésy los profetas, los judíos escuchando a Jesús, los romanos y loscorintios y Timoteo escuchando a Pablo, etcétera- y, en tér­minos de nuestra iluminación anterior, unirnos a su

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122 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS OíDA 123

aprendizaje, notar lo que Dios les dice y luego procurar enten­der lo que nos dice a nosotros. Tal disposición es muy limitadaen la mayoría de nosotros; somos prejuiciosos, ociosos y esta­mos mal preparados para el ejercicio de espíritu y concienciaque eso implica. Pero esa mayor disposición y esa mayor recep­tividad a hacerlo son dones del Espíritu. Por lo tanto debemosutilizar la oración «enséñame tus decretos» (Salmos 119: 12, y

siete veces más en este Salmo), como una plegaria, no solo paraenseñar sino para ser enseñables, porque sin el último notendremos nunca el primero.

ENCONTREMOS LA PALABRA DEL SEÑOR

Comenzamos este libro trayendo a colación un problema, la rea­lidad del cual parece innegable. En otras palabras, que a pesardel estudio bíblico intenso y el conocimiento bíblico detallado denuestros días, nuestras iglesias sufren de una muy esparcida«hambruna de escuchar las palabras del Señor». Hemos tratadode ver cómo ha sucedido esto, y de esbozar de la manera mássimple posible la forma de acercarnos a la Biblia que creemos co­rrecta en síy auténticamente anglicana, y que si se sigue, nos lle­vará a volver a escuchar la Palabra de Dios de una maneraefectiva. Los lectores de este libro que, como, su escritor, son hi­jos de una era que está en extremo condicionada en contra de los«métodos antiguos», pensarán que este método presenta proble­mas. No nos interesa negar esto; solo invitamos a nuestros lecto­res a considerar, a la luz de lo que hemos dicho, si la alternativano presenta problemas aun más grandes. En un libro de esta bre­vedad no es posible considerar muchos de los problemas de losque uno hubiera tomado nota en un ensayo, como no es posibletratar con las ciento y una preguntas -exegéticas, históricas,morales, científicas - que se presentan cuando uno se mete alestudio y meditación del texto bíblico a la luz de los principios es­tablecidos. Ni quizá hubiera sido deseable hacerlo de todas ma­neras. Porque este libro se ofrece, no como un ensayo, sino comoun tratado -una preparación mental y espiritual y, esperamos,un incentivo a la aventura del estudio de la Biblia por uno mismoen el espíritu anhelante, expectante, de búsqueda de Dios y te­meroso de Dios como Samuel en el templo: «Habla, que tu

siervo escucha» (lS 3:10). Si permitimos que nuestro estudio dela Biblia espere hasta encontrar soluciones a cada problema quesu contenido presenta, nunca comenzaríamos. Todos los estu­diantes de la Biblia llevan con ellos todas sus vidas una aljaba deproblemas no resueltos, como también de las certezas que Diosle ha enseñado. Es en vano esperar que vayamos a encontrar res­puesta a todo mientras estamos en este mundo. Lo que importaes que, no importa los problemas, de veras nos propongamosbuscar las Escrituras a la luz de los principios correctos y con unmétodo correcto y así a diario aprender de parte de Dios sobre

nuestro pecado y su Hijo.A veces se tiene la impresión de que la misma cantidad de in­

formación técnica acerca de la Biblia que los eruditos poseen hoyen día hace que el estudio de la Biblia sea más duro para los laicosde lo que solía ser, aldarles tanto más para abordar. Pero la asun­ción de que uno no puede estudiar bien la Biblia sin un montón deequipo teológico técnico es falsa. Si las preguntas que uno trae alas escrituras son algo así como «¿Qué me dice esto acerca deDios, de mí mismo, de mi Salvador? ¿Cómo encaja esto con lo de­más que sé de la Biblia? Si esto es lo que Dios dijo de esto o lootro, ¿qué me está diciendo aquíy ahora? Si así manejó Dios tal omás cual situación, ¿cómo me manejará a mí con la mía?», y siuno pone atención alcontexto y al flujo de pensamiento dentro decada libro, sobre todo si uno usa una Biblia con buenas referen­cias marginales, Dios el Espíritu se encargará de que un laico noaprenda menos lo que necesita saber que un teólogo.

Lo que sí hace el estudio de la Biblia más difícil para los lai­cos en estos días que lo que solía ser antes es el desmorona­miento de la gran tradición evangélica de la predicaciónexpositiva a gran escala domingo a domingo en nuestros púlpi­tos. El patrón del Nuevo Testamento es que la predicación pú­blica de la Palabra de Dios provee, por decirlo así, la principalcomida, y constituye el principal medio de la gracia, y nuestrasmeditaciones personales sobre la verdad de la Biblia viene a serun suplemento a esto, como una serie de meriendas suplemen­tarias, que son necesarias a su debido tiempo, pero cuya inten­ción no es ser una dieta completa. Hay algo profundamenteinnatural e insatisfactorio en una situación donde el pueblo deDios tiene que depender del estudio bíblico personal para

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124 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA PALABRA DE DIOS OíDA 125

obtener su alimentación espiritual, debido a la falta de una

predicación expositiva efectiva en la adoración pública. Pero

este es un asunto diferente que no podemos abordar aquí.

Seamos claros una vez más: no estamos restándole impor­

tancia a la erudición bíblica técnica. Lo que estamos diciendo

es que no es solo a los expertos a los que el Espíritu Santo con­

cede sus enseñanzas, y que lo que dice el salmista de la ley del

Señor en cuanto a que «da sabiduría al sencillo» (Salmo 19:7)

todavía tiene validez.

En la conferencia de Lambeth de 1958, el primer informe del

comité abordó el tema «La Santa Biblia: su autoridad y mensa­

je» 2. A pesar de algunas características infelices (su negación

de la suficiencia de las Escrituras, que ya señalamos'', y de la

inerrancia bíblica, así como lo inadecuado de su tratamiento del

concepto bíblico de que Dios habla)", contuvo mucho que fue

excelente, y puso sobre todo un ya necesario énfasis sobre la

importancia de la exposición bíblica en el púlpitoy la lectura de

la Biblia de manera personal y en el hogar. En esto, por supues­

to, solo reiteró los principios fundamentales del anglicanismo

reformado. La conferencia como un todo endosó al informe

una serie de resoluciones, entre ellas un llamado a «todos los

miembros de la Iglesia a restablecer el hábito de la lectura bíbli­

ca en el hogar» 5, y un llamamiento a «Ías Iglesias de la Comu­

nión Anglicana a comprometerse en un esfuerzo especial

durante los siguientes diez años por extender el alcance y la

profundidad de la calidad del estudio bíblico personal y colecti­

vo. La Carta Encíclica se expresó en esta conexión en cuanto al

deber del clérigo de esforzarse en su predicación para que la

Biblia «tome vida» para sus oyentes, y del «deber dellaicado de

llevar a la lectura de la Biblia un corazón expectante y aprender

una vez más el arte del estudio y la meditación bíblica en priva­

dol.". Palabras admirables, pero parece que ni en la década si­

guiente a 1958 ni desde entonces ha habido alguna respuesta

seria a esto. Los anglicanos en el mundo occidental por lo

general, así como muchos otros cristianos contemporáneos,

permanecen bastante alejados de la Biblia.

Dios por lo tanto, en su misericordia, se dignó a purifi­

car nuestras mentes a través de la fe en su Hijo Jesucristo,

y a arrojar las gotas celestiales de su gracia en nuestros

duros y pedregosos corazones, para agilizar los mismos,

para que no despreciemos ni ridiculicemos su Palabra ine­

fable; pero que con toda humildad de mente y cristiana re­

verencia, nos empeñemos en escuchar y leer las Sagradas

Escrituras, y digerirlas, para confortación de nuestras al­

mas y santificacióri de su Santo nombre, a quien junto con

el Hijo y el Espíritu, las tres personas y un solo Dios vivo,

sean toda la gloria, honor y exaltación por los siglos de los

siglos. Amén (Lad HomiLÚLJ, p. 383).

Oh DWd todopoderOdo, que por tu Hijo Jesucristo dúte a tuaposto!San Pedro muchos excelentes done», y lo mandaste a ali­mentar contenacúJad tu rebaño; haz, te imploramos, que todo» lo«obispo« y pastore« condiligencia prediquemos tu danta Palabra, y

que lagente en obediencia hagan lomismo, para quepuedan reci­bir la corona degliJria eterna,a travé<! deJesucristonuestro Señor.Amén (colecta para el día de San Pedro).

Benditoel Señor, quien ha hecho que toda» W SagradadEscri­turad deescribieran para nuestro aprendizaje, concedenos que po­damos en tal dabúJurfa escucharlas, leerla», marcarlas,aprenderla» y digerirw, queporpacienciay consuelo detu SantaPalabra podamosaceptarla, y siempreaferramos a la bendita ed­

perallZtl de vúJa eterna, la que nos had dado en nuestro SalvadorJesucristo.Amen (colecta de Adviento Il).

Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón,

como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto,

Donde me tentaron vuestros padres, me probaron, y

vieron mis obras.

Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije:

Pueblo es que divaga de corazón, y no han conocido mis

caminos.

Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi repo­

so (Salmo 95:7-11, RV-60).

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NOTAS 127

NOTAS

PRÓLOGO

1. James Barr. Fundamentalism. Londres, 1977, y ed. 1987;véase también su Escapinq from Fundamentalism. Londres,1984.

CAPÍTULO 2

1. The Lambeth Conference 1958. Londres, 1958).1, 33.2. Confuwnu, xvii, 29.3. C. Hodge, op. cit. Londres. 1873, Vol. 1, p. 162.4. La teoría de Wellhausen ha sido perjudicialmente criticada

por eruditos conservadores como W. H. Green: TheHigherCriticism of tbe Pentateucb (Nueva York, 1895); J. Orr: TbeProblem of tbe OIJTestament (Londres, 1900); R. D. Wilson:A Scientific Inoestiqation of tbe OIJTestament (Nueva York,1926); O. T. Al1iJ: TheFive Book» ofMMu (Filadelfia, 1943);G. Ch. Aalders: A ShortIntroduction to tbe OIJTestament(Londres, 1970). Los eruditos católicos romanos católicos amenudo lo rechazan, como lo hace la moderna escuela es­candinava, pero mantiene el campo en la mayoría de loscírculos protestantes porque ninguna teoría alternativa pa­rece contar tantos fenómenos de una manera tan satisfacto­ria. Sin embargo, muchos escolares hoy en día reconocenque su verdad es una pregunta abierta, no una cerrada,como alguna vez se pensó. Véase D. A. Hubbard en TheNewBible Dictionary, ed. J. D. Tasker, D. J. Wiseman, D.Guthrie, A. Ro. Millard (Leicester, 1980), s.v. «Perita­teuch»,

5. J. Baillie: op. cit. (Londres, 1956), p. 109.6. D. E. Nineham: Tbe Church'.J UJe oftbeBible PastanoPreeaü

(Londres, 1963), p. 162, refiriéndose a TheReviJeoCatechiJm(1961). Nineham parece pensar que la naturaleza humanacambia tanto de una era y milenio cultural a otro que los oc­cidentales modernos no pueden comprender que el Nuevo

Testamento en particular fue escrito para comunicar; véaseThe UJe anoAbUJe of TheBible (Londres, 1976) y mis comen­tarios sobre la opinión de Nineham en «Infallible Scriptureand the Role of Hermeneutics»: Scripture and Truth, ed. D.A. Carsony J. B. Woodbridge (Leicester, 1983), pp. 331s.

7. La acusación, a menudo hecha, de que la erudición bíblicaevangélica (y también la mayoría de los católicos romanosde antes del Vaticano 11) hace esto está mal informada. Loque hace, más bien, es enfrentar con franqueza los proble­mas acerca de la Biblia que la investigación científica e his­tórica señalan, para luego vivir con ellas hasta queaparezcan soluciones satisfactorias, sobre el principio, esta­blecido por San Agustín. de que «si no podemos resolveruna contradicción [a saber, entre los resultados aparentesde un estudio secular en una mano yen el estudio de la Bi­blia en la otra] debemos dejar en suspenso el juicio, no du­dando de las Sagradas Escrituras ni de los resultados de laobservación y el razonamiento humano, sino creyendo quees posible. dado suficiente conocimiento y entendimiento,resolver la aparente contradicción.»

8. Lcu Homilias, ed. G. E.Corrie (Cambridge, 1850), pp. 370,378,383.

CAPÍTULO;)

1. WutminJter Tbeoloqical Journal, Mayo 1960 (XXII, ii), pp.127s.

2. OurFaith (Londres, 1936; ed.1949) p.12.3. Calvino: Institucián oela religión cristiana, 11, ii,18.4. Entre las buenas encuestas de las fe que no son cristianas

están J. N. D. Anderson (ed.): The WorlJ'.J ReligwnJ (2a.Ed.• Londres, 1951); H. D. Lewisy R. L. Slater: TheStuJyof ReligwnJ (Londres, Pelican Books, 1969); G. Parrinder:The WorlJ'.J LivingReligwnJ (Londres. Pan Piper, 1964); N.Smart: TbeReligwUJ Experience ofMankind (Londres 1969).Para otros métodos, ver J. N. D. Anderson: ChriJtianity andCamparatioe ReligwnJ (Londres, 1970); A. K. Cragg: ChriJ­tian ano Other Reliqion« (Oxford, 1977); S. C. Nelly: Crise« ofBelief(Londres, 1984). Está ahora en progreso un debate,promovido por la idea de «cristianos anónimos» del finadoKart Rahner y las especulaciones universalistas de John

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128 LA VOZ DEL DIOS SANTO NOTAS 129

Hick, sobre si las religiones más grandes del mundo coinci­den en algo y si hay salvación en Cristo para adultos adhe­rentes a doctrinas que no son cristianas. Para unaorientación véase H. A. Netland: Dissonant Voieu (Leicester,1991); J. Sanders: No OtberName (GranJ RapiJ.1, 1992).

5. La declaración en el texto reproduce la del propio Barth:ver Church Dopmatics, 1.2.528s (Edimburgo, 1956). Debedecirse, sin embargo, que el método a lo largo de las 7.000 ymás páginas de Church Doamatics fue establecer cada puntopor su propia exégesis bíblica característica, y en ningúnpunto disiente de lo que encuentra en el texto.

CAPÍTULü4

1. Este énfasis, característica del movimiento británico «teolo­gía bíblica» y los teólogos «Heilsgeschichte» continentales(cf., sobre los últimos, Alan Richardson: Tbe Biblein theAgeof Science, Londres, 1961, pp. 122ss), halló típica expresiónen libros como Gabriel Hebert: The Bihú from Within(Oxford, 1950); William Neil: The Redúcovery of theBihú(Londres 1954); Osear Cullman: Chrút and Time (Eng. Tr.,Landre», 1951); G. E. Wright: God WhoAcM (Londres, 1952); y enel reporte deL comitésobre La Sagrada Bibliaen La Conferencia deLambetben1958 (The Lambetb Conference 1958,2, 2.1.1, especial­mentepp.9-12). B. S. ChilJ.1: BiblicalTheoLogy in Crúú (FiladeL­fia, 1970), diee cómo, poraúgadad ingenuíJaduexegétiead, criticas,Lingü&tiead y bermenáuicas, La teología btblica quedó bajo .1O.fpechaen La Jécada deL 1960. Sin embarqo, ha ruurgíJo con fuerza, enobras como WiLliam Dumbrell: Covenant and Creation (Nasboille,1986).

2. El expreso London-Edinburgh llamado «El escocés vola-dor» data de mediados del siglo diecinueve. La locomotorade vapor llamada «El escocés volador» (un A3 Pacific) fueconstruida en 1923, y ha sido preservada.

3. Véase Temple: Nature, Man and God (Londres, 1934), Diser-tación xii, y su ensayo en Apocalipsi«, ed. D. M. Baille y H.Martín (Londres, 1937); Hodgson: TbeDoctrine of tbe Trinity(Londres, 1943), Disertación i.

4. Nature, Man and God, p. 1375. Así, por ejemplo, George Every escribió de Herbert Kelly:

«En sus reflexiones sobre el Antiguo Testamento, el padre

Kelly tenía una forma de ir directamente al acontecimiento,sin siquiera notar la interpretación que da el profeta o lahistoria profética». (H. Kelly: Tbe GO.fpeL of GoJ, Londres,1959 ed., p. 34). En este Nelly se estaba mostrando menosun profeta para nuestro tiempo que un hijo de estel24. D.B. Knox comenta: «Se verá que si la revelación está en elacontecimiento en vez de en la interpretación, la revelaciónviene a ser como una nariz de cera que se reforma según elcapricho de cada hombre» (<<Propositional Revelation theOnly Revelation» ): RejormeJ Tbeoloqical Reoiew, Febrero1960 [XIX, IJ, p.5).

6. Hammond fue primer bateador de críquet de Inglaterra enla década del 1930. Recuerdo un momento de éxtasis teme­roso en Gloucester cuando bateó una hermosa seis contralos límites del campo cuadrado. Yo estaba allí y pensé quela pelota iba a golpearme.

7. TbeAuthority ofthe BiNe (Londres, ed.1960),p. 83.8. Ver más adelante mi «Fundamentalism» and tbe Wordof God

(Londres, 1958); «Revelation and Inspiration»: TheNew Bi­hú Commentary (2a

• ed., Londres, 1954), pp. 21ss; «Revela­tion: TheNew Bibl» Commentary (Londres, 1962).

9. Commentary on Hebreos, ad loco (Londres, ed.I840, Vol. 11,pp. 19,20).

10. Instüucidn, 1, vi. 2.

CAPÍTULO 5

1. Ver pp. 35-43 arriba.2. Los logros católico romanos modernos en este campo pue-

den medirse por dos libros en los cuales, aparte de su inevi­table debilidad acerca de la justificación y la Iglesia, son enlo principal muy buenos: C. Charlier: Tbe Chrútian Approachto tbeBihú (Tr, Ing., Londres, 1958); L. Bouyer: TbeMea­ningofSacredScripture (Tr. Ing. Indiana y Londres, 1960).The Jerome Bihú Commentary, ed. R. E. Brown, J. A. Fitz­myer y R. E. Murphy (Englewood Cliffs, 1968), fue y per­manece un hito en la erudición católica romana. Debenotarse, sin embargo, que la Constitución sobre la Revela­ción del Concilio Vaticano Segundo ha abierto las compuer­tas a mucha crítica bíblica escéptica entre los católicosromanos. La Sección 11 de la Constitución dice: "Debe

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130 LA VOZ DEL DIOS SANTONOTAS 131

reconocerse que los libros de las Escrituras enseñan firme,fielmente y sin error la verdad que Dios quería consignaren los sagrados escritos para nuestra salvación». Algunosdestacados teólogos católicos romanos comentaron que sololas verdades necesarias para la salvación tienen la garantíade ser inerrantes, y estas (algunos de los teólogos añaden)son pocas. Así que los católicos romanos se están uniendo alos protestantes en renunciar al axioma de que lo que lasEscrituras dicen, Dios lo dice. Véase J. I. Packer,«Encountering Present-day Views of Scripture»: TheFoun­dation of Biblica]Authority, ed. James M. Boice (Grand Ra­pids, 1978), pp. 61ss, sobre todo pp. 74-76; John W.Montgomery, «The Approach ofNew Shape Roman Cat­holicism to Scripturallnerrancy: a Case Study»: God'.J lne­rrant Word, ed. John W. Montgomery (Minneapolis, 1974)pp. 263ss; David F. Wel1s: &(lo¿utwn in Roma (Londres1973), pp. 26ss.

3. J. A. T. Robinson: Honest to God, p.25; texto de una carta ened. D. A. Edwards: The Honut to GodDebate [Landre», 1963),

N·ll&. .4. B. B. Warfield: TbeInspirationandAathority of the Bibte (Lon-

dru, 1951), p. 155.5. Ver, para prueba de esto, y discusión de los pasajes de la

enseñanza de Jesús que algunos toman como que muestransu rechazo de la autoridad del Antiguo Testamento, J. W.Wenham: OurLord'« Vüw of tbe OIJ Testament (Londres,1953), sobre todo pp. 28ss; ChriA and tbe Bible (Londres,1972), cap. 1; «Christ's View of Scripture»: Inerrancia, ed.N. L. Geisler (Grand Rapids, 1980); R. V. G. Tasker: OurLord'.J UJe of tbe OIJTeetament (Londres, 1953); Capítulo 11de The OIJTestament in theNew Testament: (2a. Ed., Londres,1954); N. B. Stonehouse: The WitneJJ ofMatthew andMarlc toChriJt (Filadelfia, 1944); J. 1. Packer: OurLord'» UnderJtan­dingof tbeLaw of God (Londres 1962~.

6: Ver N. Geldenhuys: SupremeAuthortty {Landre», 1953), upe-cialmente pp. 45JJ

7. J. D. Word: La Interpretación de la Biblia (Londres,1958), pp. l s,

8. A. Kuyper observa que el punto de vista de los inspiradospoetas que escribieron estos salmos fue que la realidad espi­ritual suprema, donde distinciones son absolutas y «todo loque apoya a Dios vive y tiene nuestro amor, y todo lo que

escoge eternamente contra Dios lleva la marca de la muertey provoca nuestro odio». Este es el punto de vista que todostendremos en el cielo, aunque no podemos cumplirlo aquí.Viendo las cosas desde este punto de vista dice Kuyper, «laregla, "¿No aborrezco, oh Señor a los que te odian?» llega aser la única regla aplicable, y cualquiera que se aparte deesta regla, falta al amor de Dios ... [las implicaciones] sonsolemnemente verdaderas y santas cuando adoptas una pos­tura firme en la absoluta palingenesis (es decir, el orden dela nueva creación, vista escatológicamente), donde el honorde Dios es la nota tónica en la armonía del corazón huma­no» (Principfe.J of SacredTheology [Grand Rapids, 1954], p.524). Nos ayudará poco a poco a apreciar estos salmos yentrar en su paisaje el que aprendemos a usarlos como ora­ciones en contra de Satanás y sus huestes, en contra denuestros persistentes pecados. C. S. Lewis: &flectiolld on tbe

Psalm» (Londres, ed. 1961), pp. 113s. .9. Ver la frase citada de LaJHomiffM (<< Una información ... » )

sobre la p. 36 arriba. El arzobispo Cranmer y los obisposRidley y Jewel usaron también la palabra. John Wycliffeen el siglo catorce llamó a la Biblia infallibifiJ regula fwei (re-

gla infalible de fe). ... . ..10. Calvino: Illdtitución dela religwn cnettana, 1, vu, 5.u. El New Bibte Dictionary (Leicester y Grand Rapids, 1980), el

New Bible Commentary&viJed en un solo tomo (Londres yGrand Rapids, 1970), la Zondervan PictorialEncycfopaedia oftbeBibte (Grand Rapids, 1975), la serie Tyndale and NewInternational Commentary, D. Guthrie: New Teetament

Introduction (Londres, 1970), y J. W. Wenham: ChriJtandthe Bibte y The GOOdftedJ of GOd (Londres, 1972, 1974) Y Glea­son Archer: Encycfopaedia of Bibte Dlfficulne« (Grand Rapids,1982), están entre las más útiles fuentes de luz eruditas so­bre partes cuestionadas de las Escrituras.

12. Para el primero, ver pp. 71ss.13. Por desdicha, este principio se abrió paso en el Reporte del

Comité sobre la Biblia en la Conferencia Lambeth de 1958.«La Comunión Anglicana apela al todo de esa tradición pri­mitiva de la que los sacramentos, los credos, el canon de laBiblia y el histórico episcopado son partes. El Nuevo Testa­mento no es por lo tanto para ser visto aislado: La Iglesia loprecedió en tiempo y fue dentro de la Iglesia, con sus

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132 LA VOZ DEL DIOS SANTO NOTAS 133

sacramentos, credos y ministerio apostólico, que el NuevoTestamento fue canonizado» (The Lambetb Conferencel958, 2,4).

14. E. A. Litton: Introductionto Dogmatic Theo!ogy (Londres,ed.1960), pp. 30d.

15. Para más información sobre el canon del Nuevo Testamen-

to y los principios que encierra. Véase J. W. Wenham, op.cit., cap. 6, y Herman N. Ridderbos: «The Canon of theNew Testament- en Reoelation and tbe Bible, ed. C. F. H.

Henry (Grand Rapidsy Londres 1958), pp. 187ss; Tbe Aut­hority of tbe New Testament Scripture» (Filadelfia, 1963); J. N.Birdsall: «Canon of the New Testament (Oxford, 1987); F.F. Bruce: Tbe Canon of Scripture (Leicester, 1988). La decla­

ración en el Artículo VI de que los libros del Nuevo Testa­mento «tal como se suelen recibir» son aquellos «cuyaautoridad nunca fue puesta en duda en la Iglesia» es un

poco demasiado imprecisa para ser clara. El significado alparecer es que la autenticidad y autoridad de esos librosnunca las han puesto en duda, no los teólogos y las congre­gaciones (los proponentes de los Artículos estaban bienconscientes de que tal afirmación, si se hacía, iba a ser fal­sa), pero sí la Iglesia universal visible como un todo. Enten­dido así, la afirmación, hasta donde llega la evidenciadisponible, pareciera ser verdadera.

16. Dos declaraciones de Juan Calvino, quien fue el primeroque formuló este concepto de los «testigos internos» (levan­tando, como a menudo, ideas sueltas de Lutero), merecen

cita aquí. «Iluminados por Él (El Espíritu Santo), ya nocreemos que las Escrituras es de Dios en base a nuestro jui­cio ni el de otros, sino que en una manera que sobrepasatodo juicio humano, estamos en la certeza absoluta, como si

contempláramos la majestad de Dios mismo, que ha venidoa nosotros por el ministerio de hombres de la misma boca-de Dios». «Las Escrituras serán suficiente para un conoci­miento de Dios salvador solo cuando la certeza esté funda­

da en la persuasión interna del Espíritu Santo» (Institutosde Religión Cristiana, 1. Vii. 5, viii. 13).

17. Vale la pena enseñar esto. El problema tiene que ver conSantiago 2:18-26 comparado con Ro 3:21-5:21 y Gá 3, Ysobre todo lo que se dice de Abraham en estos pasajes. Laclave es ver que (i) ser «justificados» es el término técnico

con el que Pablo se refiere a haber sido perdonado y acep­tado por Dios, mientras que Santiago se refiere a ser vindi­cado en una aseveración hecha, o que ha sido hecha de uno(en este caso, es evidente, la afirmación de que Abrahamtuvo una verdadera amistad con Dios); (ii) «fe» es para Pa­blo la sensible energía de un corazón regenerado, mientras

que Santiago usa la palabra como imagina que la persona aquien se dirige la usa, para referirse a las creencias ortodo­xas como tales; 133 (iii) «obras», que para Pablo es el es­

fuerzo de la persona por justificarse, para Santiago es elservicio de Dios donde la fe encuentra apropiada expresión;en otras palabras, lo mismo que Pablo quiere decir cuando

dice «buenas obras». El tema de Santiago no es la manerade alcanzar la salvación, sino la prueba de autenticidadcuando uno afirma tener relaciones con Dios, y el punto es

que la ortodoxia por sí sola no significa nada... que es pre­cisamente a lo que se refiere Pablo en Ro 2:17-29.

18. Véase sobre esto a R. T. Beckwith, G. E. Duffieldy J. 1.Packer: Acrodd tbe Divwe (Badingdto!ce, 1978), quecontiene textoyexpoJición de fa Carta Abierta Evangélica al epiJcopadO anqlicano

acerca de!ad relaciones con fa IgleJia Caiálica y !ad orientales. LMtre» acuerdo« anqlicano-catdlico romanossobrefaEacaristta, faDoctrinadelMiniJterw y faAutorwad no son duficientemente hdJli­COJ en el JentwodefinwoJ en cuantoa puntos clave.

CAPÍTULO 6

1. Cranmer: Ranains and Letterv (Packer Society, Cambridge,1846), p. 121.

2. The Lambeth Conference 1958,2, 1-18.3. Ibíd. Véase también el capítulo 5, nota 13. Arriba, p. 116,

nota l.4.2,7.5. 1,33 (Resolución 5)6. 1,34 (Resolución 12).7. 1, 19.

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APENDICEI

LA DECLARACIÓN DE

CHICAGO SOBRE LA

INERRANCIA BÍBLICA (1978)

En octubre de 1978 una conferencia internacional de cerca de300 teólogos eruditos y líderes de iglesia de todas las denomina­ciones protestantes se reunieron en Chicago bajo los auspiciosdel Concejo Internacional sobre Inerrancia Bíblica y produje­ron el siguiente estamento, el cual casi todos los miembros de laconferencia suscribieron. El estamento responde al comunita­rio y ampliamente esparcido debate entre los profesos cristia­nos evangélicos en Norteamérica sobre varios años. Compartíen bosquejarlo, me suscribí y los reproduje aquí con permiso.Lo hago así parcialmente debido al peso de autoridad represen­tativa que lo lleva y parcialmente debido al valor intrínsecocomo una expresión de opinión de las Sagradas Escrituras queeste libro apoya públicamente.

PREFACIO

~

LA DECLARACION

La autoridad de las Escrituras es un elemento central para laIglesia Cristiana tanto en esta época como en toda otra. Losque profesan su fe en Jesucristo como Señor y Salvador sonllamados a demostrar la realidad del discipulado obedeciendola Palabra escrita de Dios en una forma humilde y fiel. El apar­tarse de las Escrituras en lo que se refiere a fe y conducta es de­mostrar deslealtad a nuestro Señor. El reconocimiento de laverdad total y de la veracidad de las Santas Escrituras es esen­cial para captary confesar su autoridad en una forma completa

y adecuada.La Declaración siguiente afirma esta inerrancia de las Escri­

turas dándole un nuevo enfoque, haciendo más clara su com­prensióny sirviéndonos de advertencia en caso de denegación.Estamos convencidos de que el acto de negarla es como poner aun lado el testimonio de Jesucristo y del Espíritu Santo, comotambién el no someterse a las demandas de la Palabra de Diosque es el signo de la verdadera fe cristiana. Reconocemos quees nuestra responsabilidad hacer esta Declaración al encon­trarnos con la presente negación de la inerrancia que existe en­tre cristianos, y los malentendidos que hay acerca de estadoctrina en el mundo en general.

Esta Declaración consta de tres partes: un Resumen, losArtículos .de Afirmación y de Negación, y una Exposición queacompaña a éstos, la cual no estará incluida en este escrito.Todo esto ha sido preparado durante tres días de estudio con­sultivo en Chicago. Los que firmaron el Resumen y los Artícu­los desean declarar sus propias convicciones acerca de lainerrancia de las Escrituras; también desean alentar y desafiara todos los cristianos a crecer en la apreciación y entendimiento

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136 LA VOZ DEL DIOS SANTO

de esta doctrina. Reconocemos las limitaciones de un docu­mento preparado en una breve e intensa conferencia, y de nin­guna manera proponemos que se lo considere como parte delcredo cristiano. Aun así nos regocijamos en la profundizaciónde nuestras creencias durante las deliberaciones, y oramos paraque esta Declaración que hemos firmado sea usada para la glo­ria de nuestro Dios y nos lleve a una nueva reforma de la Iglesiaen su fe, vida y misión.

Ofrecemos este Documento en un espíritu de amor y humil­dad, no de disputa. Por la gracia de Dios, deseamos mantenereste espíritu a través de cualquier diálogo futuro que surja acausa de lo que hemos dicho. Reconocemos sinceramente quemuchos de los que niegan la inerrancia de las Escrituras nomuestran las consecuencias de este rechazo en el resto de suscreencias y conducta, y estamos plenamente concientes de quenosotros, los que aceptamos esta doctrina, muy seguido la re­chazamos en la vida diaria, por no someter nuestros pensa­mientos, acciones, tradiciones y hábitos a la Palabra de Dios.

Nos gustaría saber las reacciones que tengan los que hayanleído esta Declaración y vean alguna razón para enmendar lasafirmaciones acerca de las Escrituras, siempre basándose en lasmismas, sobre cuya autoridad infalible nos basamos. Estare­mos muy agradecidos por cualquier ayuda que nos permita re­forzar este testimonio acerca de la Palabra de Dios, y nopretendemos tener infalibilidad personal sobre la atestaciónque presentamos, estaremos agradecidos por cualquier ayudaque nos permita fortalecer este testimonio de la Palabra deDios.

UNA DECLARACION BREVE

l. Dios, que es la Verdad misma y dice solamente la verdad, hainspirado las Sagradas Escrituras para de este modo revelarseal mundo perdido a través de Jesucristo como Creador y Se­ñor, Redentor y Juez. Las Sagradas Escrituras son testimoniode Dios acerca de sí mismo.

2. Las Sagradas Escrituras, siendo la Palabra del propio Dios,escrita por hombres preparados y dirigidos por su Espíritu, tie­nen autoridad divina infalible en todos los temas que tocan; de­ben ser obedecidas como mandamientos de Dios en todo lo queellas requieren; deben de ser acogidas como garantía de Diosen todo lo que prometen.

3. El Espíritu Santo, autor divino de las Escrituras, las autenti­fica en nuestro propio espíritu por medio de su testimonio yabre nuestro entendimiento para comprender su significado.

4. Siendo completa y verbalmente dadas por Dios, las Escritu­ras son sin error o falta en todas sus enseñanzas, tanto en lo quedeclaran acerca de los actos de creación de Dios, acerca de losacontecimientos de la historia del mundo, acerca de su propioorigen literario bajo la dirección de Dios, como en su testimo­nio de la gracia redentora de Dios en la vida de cada persona.

5. La autoridad de las Escrituras es inevitablemente afectada siesta inerrancia divina es de algún modo limitada o ignorada, oes sometida a cierta opinión de la verdad que es contraria a lade la Biblia; tales posiciones ideológicas causan grandes pérdi­

das al individuo y a la Iglesia.

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ARTÍCULOS DE AFIRMACIÓN

Y DE NEGACIÓN

LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE LA INERRANCIA BíBLICA 139

Negamos que una revelación posterior, la cualpuede completar una revelación inicial, pueda enalguna forma corregirla o contradecirla. Nega­mos además que alguna revelación normativahaya sido dada desde que el Nuevo Testamentofue completado.

Artículo I

Artículo 11

Artículo 111

Artículo IV

Artículo V

Afirmamos que las Santas Escrituras deben deser recibidas como la absoluta Palabra de Dios.

Negamos que las Escrituras reciban su autori­dad de la Iglesia, de la tradición o de cualquierotra fuente humana.

Afirmamos que las Escrituras son la supremanorma escrita por la cual Dios enlaza la concien­cia, y que la autoridad de la Iglesia está bajo la au­toridad de las Escrituras. Negamos que loscredos de la Iglesia, los concilios o las declaracio­nes tengan mayor o igual autoridad que la autori­dad de la Biblia.

Afirmamos que la Palabra escrita es en su totali­dad la revelación dada por Dios. Negamos que laBiblia sea simplemente un testimonio de la reve­lación, o sólo se convierta en revelación cuandohaya contacto con ella, o dependa de la reaccióndel hombre para confirmar su validez.

Afirmamos que Dios, el cual hizo al hombre en suimagen, usó el lenguaje como medio para comu­nicar su revelación.

Negamos que el lenguaje humano esté tan li­mitado por nuestra humanidad que sea inadecua­do como un medio de revelación divina.Negamos además que la corrupción de la culturahumanay del lenguaje por el pecado haya coarta­do la obra de inspiración de Dios.

Afirmamos que la revelación de Dios en las Sa­gradas Escrituras fue hecha en una forma pro­greSiva.

Artículo VI Afirmamos que las Sagradas Escrituras en su to­talidad y en cada una de sus partes, aun las pala­bras escritas originalmente, fueron divinamente

inspiradas.Negamos que la inspiración de las Escrituras

pueda ser considerada como correcta solamenteen su totalidad al margen de sus partes, o correctaen alguna de sus partes pero no en su totalidad.

Artículo VII Afirmamos que la inspiración fue una obra por lacual Dios, por medio de su Espíritu y de escrito­res humanos, nos dio su Palabra. El origen de lasEscrituras es divino. El modo usado para trans­mitir esta inspiración divina continúa siendo, engran parte, un misterio para nosotros.

Negamos que esta inspiración sea el resultadode la percepción humana, o de altos niveles deconcientización de cualquier clase.

Artículo VIII Afirmamos que Dios, en su obra de inspiración,usó la personalidad característica y el estilo lite­rario de cada uno de los escritores que El habíaelegido y preparado. Negamos que Dios hayaanulado las personalidades de los escritorescuando causó que ellos usaran las palabras exac­

tas que El había elegido.

Artículo IX Afirmamos que la inspiración de Dios, la cual deninguna manera les concedía omnisciencia a losautores bíblicos, les garantizaba sin embargo,que sus declaraciones eran verdaderas y fidedig­nas en todo a lo que éstos fueron impulsados a ha­blar ya escribir.

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140

Artículo X

Artículo XI

Artículo XII

LA VOZ DEL oros SANTO

Negamos que la finitud o el estado de perdi­ción de estos escritores, por necesidad o por cual­quier otro motivo, introdujeran alguna distorsiónde la verdad o alguna falsedad en la Palabra deDios.

Afirmamos que la inspiración de Dios, en sentidoestricto, se aplica solamente al texto autográficode las Escrituras, el cual gracias a la providenciade Dios, puede ser comprobado con gran exacti­tud por los manuscritos que están a la disposiciónde todos los interesados. Afirmamos además quelas copias y traducciones de las escrituras son laPalabra de Dios hasta el punto en que represen­ten fielmente los manuscritos originales.

Negamos que algún elemento esencial de la fecristiana esté afectado por la ausencia de los tex­tos autográficos. Negamos además de que la au­sencia de dichos textos resulte en que lareafirmación de la inerrancia bíblica sea conside­rada como inválida o irrelevante.

Afirmamos que las Escrituras, habiendo sido di­vinamente inspiradas, son infalibles de modo quenunca nos podrían engañar, y son verdaderas yfiables en todo lo referente a los asuntos que tra­ta.

Negamos que sea posible que la Biblia en susdeclaraciones, sea infalible y errada al mismotiempo. La infalibilidad y la inerrancia puedenser diferenciadas pero no separadas.

Afirmamos que la Biblia es inerrable en su totali­dad y está libre de falsedades, fraudes o engaños.

Negamos que la infalibilidad y la inerrancia dela Biblia sean sólo en lo que se refiera a temas es­pirituales, religiosos o redentores, y no a las espe­cialidades de historia y ciencia. Negamos ademásque las hipótesis científicas de la historia terrestrepuedan ser usadas para invalidar lo que enseñan

LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE LA INERRANCIA BíBLICA 141

las Escrituras acerca de la creación y del diluviouniversal.

Artículo XIII Afirmamos que el uso de la palabra inerrancia escorrecto como término teológico para referirnosa la completa veracidad de las Escrituras.

Negamos que sea correcto evaluar las Escritu­ras de acuerdo con las normas de verdad y errorque sean ajenas a su uso o propósito. Negamosademás que la inerrancia sea invalidada por fenó­menos bíblicos como la falta de precisión técnicamoderna, las irregularidades gramaticales u orto­gráficas, las descripciones observables de la natu­raleza, el reportaje de falsedades, el uso dehipérboles y de números completos, el arreglo te­mático del material, la selección de material dife­rente en versiones paralelas, o el uso de citaslibres.

Artículo XIV AfIrmamos la unidad y consistencia intrínsecasde las Escrituras.

Negamos que presuntos errores y discrepan­cias que todavía no hayan sido resueltos menos­caben las verdades declaradas en la Biblia.

Artículo XV Afirmamos que la doctrina de la inerrancia estábasada en la enseñanza bíblica acerca de la inspi­ración.

Negamos que las enseñanzas de Jesús acercade las Escrituras puedan ser descartadas por ape­laciones a complacer o a acomodarse a sucesos deactualidad, o por cualquier limitación natural desu humanidad.

Artículo XVI Afirmamos que la doctrina de la inerrancia hasido esencial durante la historia de la Iglesia en loque a su fe se refiere.

Negamos que la inerrancia sea una doctrinainventada por el protestantismo académico, o deque sea una posición reaccionaria postulada en

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142 LA VOZ DEL oros SANTO

respuesta a una crítica negativa de alto nivel inte­lectual.

Artículo XVII Afirmamos que el Espíritu Santo da testimoniode las Escrituras y asegura a los creyentes de laveracidad de la Palabra escrita de Dios.

Negamos que este testimonio del EspírituSanto obre separadamente de las Escrituras ocontra ellas.

Artículo XVIII Afirmamos que el texto de las Escrituras debe in­terpretarse por la exégesis gramática histórica.teniendo en cuenta sus formas y recursos litera­rios, y de que las Escrituras deben ser usadaspara interpretar cualquier parte de sí mismas.

Rechazamos la legitimidad de cualquier mane­ra de cambio del texto de las Escrituras. o de labúsqueda de fuentes que puedan llevar a que susenseñanzas se consideren relativas y no históri­cas, descartándolas o rechazando su declaraciónde autoría.

Artículo XIX Afirmamos que una confesión de la completa au­toridad, infalibilidad e inerrancia de las escritu­ras es fundamental para tener una comprensiónsólida de la totalidad de la fe cristiana. Afirma­mos además que dicha confesión tendría que lle­varnos a una mayor conformidad a la imagen deJesucristo.

Negamos que dicha confesión sea necesariapara ser salvo. Negamos además, sin embargo, deque esta inerrancia pueda ser rechazada sin quetenga graves consecuencias para el individuo ypara la Iglesia.

~

EXPOSICION

Nuestro entendimiento de la doctrina de inerrancia debe ser

puesta en el contexto de las enseñanzas más amplias de las

Escrituras concerniente a sí misma. Esta exposición da un re­

cuento de los temas importantes de la doctrina del cual extrae­

mos nuestra declaración sumarial y trazamos los artículos.

Creación, Revelación e Inspiración

El Dios trino, quien formó todas las cosas con sus enunciaciones

creativas y quien gobierna todas las cosas por el decreto de su Pa­

labra, hizo la humanidad a su propia imagen para que este vivierauna vida en comunión él, conforme al modelo de eterna confrater­

nidady comunicación amorosa dentro de la Deidad. Como porta­dor de la imagen de Dios; el hombre fue hecho para escuchar la

Palabra de Dios que se le dirigieray para responder en el gozo de

una obediencia adoradora. Aparte de la revelación de Dios en elorden creado y de la secuencia de acontecimientos dentro del mis­

mo, los seres humanos desde Adán hasta ahora han recibido men­

sajes verbales de Dios, ya en forma directa, como uno los

encuentra en las Escrituras, o indirectamente como parte o totali­dad de las Escrituras mismas.

Cuando Adán cayó, el Creador no lanzó a la humanidad a un

castigo definitivo sino que le prometió salvación y comenzó arevelarse como Redentor en una secuencia de acontecimientos

históricos centrados en la familia de Abraham que culminaron

en la vida, muerte, resurrección, ministerio celestial presente y

promesa de retorno de Jesucristo. Dentro de este cuadro. Dios

ha hablado una y otra vez palabras específicas de juicio y mise­ricordia, promesa y mandamiento a los seres humanos pecado­

res para llevarlos a una relación de pacto de compromisomutuo entre él y ellos en la que los bendice con dádivas de gra­

cia y ellos lo bendicen en sensible adoración. Moisés, a quiénDios usó como mediador para llevar sus palabras a su gente en

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144 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE LA INERRANCIA BíBLICA 145

tiempos del Éxodo, está a la cabeza de una larga línea de profe­tas en cuyas bocas y escritos Dios puso palabras que debíantrasmitir a Israel. El propósito de Dios en esta sucesión demensajes fue mantener su pacto haciendo que su pueblo cono­ciera su nombre -o sea, su naturaleza- y su voluntad tantoen precepto como en propósito para el presente y el futuro.Esta línea de voceros proféticos de Dios se completó en Jesu­cristo, la Palabra de Dios hecha hombre, quien fue profeta

- más que profeta, pero no menos - y en los apóstoles y profe­tas de la primera generación de cristianos. Cuando el mensajede Dios final y culminante - su palabra al mundo concernientea Jesucristo - fue expresado y elucidado a los que pertenecíanal círculo apostólico, la secuencia de mensajes revelados cesó.De ahí en adelante la Iglesia habría de vivir y conocer a Diospor lo que ya había sido dicho, y dicho para todo los tiempos.

En el Sinaí Dios escribió los términos de su pacto sobre tablasde piedra, como testigo permanente suyo y para accesibilidad du­radera, y a través del período proféticoy de la revelación apostóli­ca impulsó a hombres a escribir los mensajes que le daba y através de ellos, junto con festivos registros de sus tratos con supueblo, y además reflexiones morales sobre la vida en el pacto yformas de adoración y oración por misericordia en el pacto. Larealidad teológica de la inspiración en la producción de los docu­mentos bíblicos corresponde a la de las profecías habladas; aun­que la personalidad de los escritores humanos se dejaba sentir enlo que escribieron, las palabras estaban divinamente constituidas.Por eso, lo que las Escrituras dicen, Dios lo dice; su autoridad esla autoridad de Dios, porque este es en definitiva su autor, aun­que lo expresó a través de la mente y las palabras de hombres es­cogidos y preparados quienes en libertad y con fidelidad«hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo»(2P 1:21). Las Sagradas Escrituras deben ser reconocidas como

Palabra de Dios en virtud de su origen divino.

Autoridad: Cristo y la Biblia

Jesucristo, el Hijo de Dios quien es la Palabra hecha carne, nues­tro Profeta, Sacerdotey Rey, es el mediador supremo de la comu­nicación de Dios para el hombre, como lo es de todos los dones de

gracia de Dios. La revelación que dio fue más que verbal, pues re­veló al Padre con su presencia así como con sus hechos. Inclusosus palabras fueron de crucial importancia; porque era Dios, ha­bló del Padre y sus palabras juzgarán a los hombres en el día final.

Como las profecías del Mesías, Jesucristo es el tema central delas Escrituras. El Antiguo Testamento lo esperaba; el Nuevo Tes­tamento mira atrás a" su primera venida y hacia su segunda. LasEscrituras Canónicas son inspiradas por Dios y por lo tanto testi­go normativo de Cristo. Por lo tanto ninguna hermenéutica, de lacual el Cristo histórico no sea el punto focal, es aceptable. LasSa­gradas Escrituras deben ser tratada por lo que en verdad son: eltestimonio del Padre en cuanto al Hijo encarnado.

Parece que el canon del Antiguo Testamento ya estaba ce­rrado en el tiempo de Jesús. El canon del Nuevo Testamentoestáya cerrado también puesto que ningún otro testigo apostó­lico del Cristo histórico puede surgir ahora. Ninguna nueva re­velación (aparte de la comprensión de la revelación existenteque da el Espíritu) será dada hasta que Cristo venga otra vez.El canon fue creado en principio por inspiración divina. A laIglesia le correspondía discernir el canon que Dios había crea­do, no formular uno propio.

La palabra canon, que significa regla o norma, y denota auto­ridad, que quiere decir el derecho a gobernar y controlar. Laautoridad en el cristianismopertenece a Dios en su revelaciónque significa, por una parte, Jesucristo, la Palabra viva, y porotra, la Biblia, la Palabra escrita. Pero la autoridad de Cristo yla de las Escrituras son una. Como Sacerdote nuestro, Cristo

testificó que las Escrituras no pueden ser quebrantadas. ComoSacerdote y Rey nuestro, dedicó su vida terrenal a cumplir laley y los profetas, incluso muriendo en obediencia a las pala­bras de la profecía mesiánica. Por lo tanto, así como vio que lasEscrituras daban testimonio de él y su autoridad, con su sumi­sión a las Escrituras dio testimonio de la autoridad de las Escri­turas. De la misma manera que se sujetó a las instrucciones queel Padre dio en su Biblia (nuestro Antiguo Testamento), ahorarequiere que los discípulos lo hagan, pero no de forma aislada,sino en conjunción con el testimonio apostólico sobre sí mismoque se propuso inspirar por medio de su don del Espíritu San­to. Así que los cristianos son fieles siervos de su Señor cuando

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146 LA VOZ DEL oros SANTO LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE LA INERRANCIA BíBLICA 147

se sujetan a la instrucción divina que se nos da en los escritosapostólicos y proféticos que componen nuestra Biblia.

Al autenticarse uno al otro la autoridad que tienen, Cristo ylas Escrituras se funden en una sola fuente de autoridad. ElCristo que interpreta la Biblia y la Biblia cristocéntrica y pro­clamadora de Cristo son uno desde este punto de vista. Asícomo con referencia a la inspiración inferimos que lo que lasEscrituras dicen, Dios lo dice, con la revelación que se nos hadado de la relación entre Jesucristo y las Escrituras podemostambién declarar que lo que las Escrituras dicen, Cristo lo dice.

Infalibilidad, inerrancia, interpretación

La Biblia, como Palabra de Dios inspirada que testifica con au­toridad de Jesucristo, puede decirse que es infalible e inerrante.

Estos términos negativos tienen valor especial, porque de ma­nera explícita salvaguardan verdades positivas y cruciales.

Infalible se refiere que tiene la cualidad de que no desorientani se desorienta y por lo tanto salvaguarda en términos categó­ricos la verdad de que la Biblia es ciertay segura reglay guía en

todo asunto.Asimismo, inerrante denota la cualidad de ser libre de toda

falsedad o error y por lo tanto salvaguarda la verdad de que laBiblia es enteramente verdadera y digna de confianza en todas

sus aseveraciones.Afirmamos que las Escrituras canónicas deberán interpretarse

siempre sobre la base de que son infalibles e inerrantes. Sin em­bargo. al determinar lo que el escritor instruido por Dios está di­ciendo en cada pasaje, debemos prestar la atención máscuidadosa a sus afirmaciones y carácter como producción huma­na. Al inspirar, Dios utiliza la cultura y convenciones del entornode su escritor, entorno que Dios controla en su soberana provi­dencia. Es una interpretación errónea imaginar otra cosa.

La historia, entonces, debe tratarse como historia, la poesíacomo poesía. la hipérbole y la metáfora como hipérbole y metáfo­ra, la generalización y la aproximación como lo que son, y cosaspor el estilo. Las diferencias entre las convenciones literarias delos tiempos de la Biblia y las de los nuestros deben observarsetambién. Por ejemplo, como la narración no cronológica y las

citas imprecisas eran convencionales, aceptadas y violadas sin ex­pectativas en esos días, no debemos tenerlas como faltas cuandolas encontramos en los escritores de la Biblia. Cuando no se espe­raba ni se procuraba una total precisión de un tipo en particular,no es un error que no se haya logrado. La Biblia es inerrante, noen el sentido de ser del todo precisa según las normas modernas,sino en el sentido de ser lo que dice ser y alcanzar la medida deverdad que sus autores procuraban.

La veracidad de las Escrituras no se niega por la presencia enella de irregularidades gramaticales u ortográficas, de descripcio­nes de fenómenos de la naturaleza, de consignación de declara­ciones falsas (p.ej. las mentiras de Satanás), ni por las aparentesdiscrepancias entre un pasaje y otro. No es correcto poner lasEscrituras contra las enseñanzas de las Escrituras acerca de símisma. Las incongruencias aparentes, claro, no deben pasarsepor alto. La aclaración de estas, donde se pueda lograr de formaconvincente, animará nuestra fe, y cuando al presente ningunasolución convincente este a la mano, se debe honrar de manerasignificativa a Dios confiando en su afirmación de que su Palabraes veraz, a pesar de cualquier apariencia, y manteniendo nuestraconfianza en que un día se verá que eran espejismos.

Por cuanto toda la Biblia es el producto de una singularmente divina, la interpretación debe permanecer dentro de loslímites de la analogía de las Escrituras y abstenerse uno de for­mular hipótesis para corregir un pasaje bíblico con otro pen­sando en la revelación progresiva o en la iluminaciónimperfecta de la inspirada mente del escritor.

Aunque la-Biblia no está atada a la cultura en el sentido deque sus enseñanzas carezcan de validez universal, está a vecescondicionada en lo cultural por las costumbres y opiniones deun período particular, y en tal caso la aplicación de sus princi­pios hoy en día pueden requerir un diferente tipo de acción.

Escepticismo y crítica

Desde el Renacimiento, y más particularmente desde el Siglo delas Luces, han surgido cosmovisiones que toman el escepticismocomo base de las creencias cristianas básicas. Tales son el agnosti­cismo que niega que Dios es conocible, el racionalismo que niega

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148 LA VOZ DEL OlOS SANTOLA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE LA INERRANCIA BíBLICA 149

que es incomprensible, el idealismo que niega ~ue e.s trascenden­te, y el existencialismo que niega que haya racionalidad en su re­lación con nosotros. Cuando estos principios, no bíblicos yantibíblicos se filtran en las teologías del hombre a nivel de conje­tura, como hoy en día con frecuencia hacen, la interpretación fielde las Sagradas Escrituras llega a ser imposible.

Transmisión y traducción

Como Dios en ningún lugar ha prometido una transmisión ine­rrante de las Escrituras, es necesario aclarar que solo el textoautográfico de los documentos originales fue inspirado y defen­der la necesidad del criticismo textual como un recurso paradetectar cualquier cosa que pueda haberse introducido en eltexto en el curso de su transmisión. El veredicto de esta ciencia,sin embargo, es que el texto hebreo y griego parecen estar in­creíblemente bien preservados, de manera que tenemos mucharazón al afirmar, con la Confesión de Westminster, que hubouna singular intervención de Dios en este asunto y en declararque la autoridad de las Escrituras no está de ninguna maneraamenazada por el hecho de que las copias que poseemos noestén enteramente libres de error.

De igual manera, ninguna traducción es ni puede ser perfecta,y todas las traducciones están a un paso adicional de la autógrafa.Pero el veredicto de la ciencia lingüística es que los cristianos dehabla inglesa [y castellana], por lo menos, están muy bien servi­dos en estos días con varias excelentes traducciones y no tienenpor qué dudar que la verdadera Palabra de Dios está a su.alcance.De hecho, en vista de la repetición frecuente en las Escnturas delos asuntos principales que trata y también del testimonio cons­tante del Espíritu Santo a favor y a través de la Palabra. ningunatraducción seria de la Biblia podría destruir su significado paraincapacitarlas para que su lector sea «sabio para la salvación através de la fe en Cristo Jesús» (2 Ti 3:15).

Inerrancia y Autoridad

En nuestra afirmación de la autoridad de las Escrituras en loque a su verdad total respecta, estamos a sabiendas al lado de

Cristo y sus apóstoles, y también con la Biblia entera y la co­rriente principal de la historia de la Iglesia desde los primerosdías hasta los más recientes. Nos preocupa la manera informal,inadvertida y desconsiderada en la que una creencia de tal im­portancia y semejante alcance muchos la han abandonado ennuestros días.

Estamos conci~ntes también de que hay una confusióngrande y grave como resultado de dejar de sustentar la verdadtotal de la Biblia cuya autoridad profesamos reconocer. El re­sultado de tomar este paso es que la Biblia que Dios nos diopierde su autoridad, y lo que tiene autoridad entonces es unaBiblia reducida en contenido conforme a las demandas del ra­zonamiento crítico de alguno y, reducible en principio una vezya se ha empezado. Esto significa que en el fondo ahora la ra­zón independiente tiene autoridad, en vez de las enseñanzas delas Escrituras. Si no se ve esto y si por ahora todavía se sostie­nen las doctrinas evangélicas básicas, las personas que nieganla absoluta verdad de las Escrituras podrían proclamar unaidentidad evangélica mientras que metodológicamente se hanido apartando del principio evangélico de conocimiento a uninestable subjetivismo, y les será difícil moverse más allá.

Declaramos que lo que las Escrituras dicen, Dios lo dice. Aél sea la gloria. Amén y amén.

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APÉNDICE 11

LA DECLARACIÓN DE

CHICAGO SOBRE, ,

HERMENEUTICA BIBLICA

(1982)

En noviembre de 1982 el Concilio Internacional sobre Inerran­cia Bíblica convocó a una segunda conferencia de aproximada­mente 100 eruditos para emprender una segunda tarea grande:lograr un consenso sobre los principios y las prácticas de la in­terpretación bíblica. Se reconoció que si bien la creencia en lainerrancia de las Escrituras es básica para mantener su autori­dad, esa creencia y compromiso tienen valor real solo hastadonde el significado y el mensaje de las Escrituras se entiendan.De hecho, la mayoría de la acción en el debate del día presenteacerca de la Biblia se centra en preguntas de interpretación yhermenéutica. Por esta razón el Concilio de Inerrancia habíacontemplado una segunda reunión cumbre desde el comienzo,y las dos declaraciones sobre Inerranciay Hermenéutica cons­tituyeran una significante pareja. Una vez más tuve el privile­gio de participar en la redacción de los Artículos y laExposición posterior, documentos que obtendrían la aproba­ción amplia de casi todos los participantes, y están aquí repro­ducidos con el permiso del Concilio.

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ARTÍCULOS DE AFIRMACION

y DE NEGACION

Artículo I

Artículo II

Artículo III

Artículo IV

Artículo V

Afirmamos que la autoridad normativa de las Sa­gradas Escrituras es la autoridad de Dios mismoy que está atestiguada por Jesucristo, el Señor dela Iglesia.

Negamos que sea legítimo separar la autoridadde Cristo de la autoridad de las escrituras, o deponer una en contraposición con la otra.

Afirmamos que tal como Cristo es Dios y Hom­bre en una sola Persona, las Escrituras son indi­visibles porque son Palabra de Dios en lenguaje

humano.Negamos que las Escrituras, en su forma hu­

milde y humana contengan errores, así como lahumanidad de Cristo, aun en su humillación, nopodría contener pecado.

Afirmamos que la Personay la obra de Jesucris­to son el foco central de la totalidad de la Biblia.

Negamos que cualquier método de interpreta­ción que rechace u oscurezca esta centralidad deCristo en las Escrituras sea correcto.

Afirmamos que el Espíritu Santo, quien inspirólas Escrituras, actúa hoy para producir fe en su

mensaje.Negamos que el Espíritu Santo enseñe a al­

guien algo que sea contrario a las enseñanzas delas Escrituras.

Afirmamos que el Espíritu Santo hace posibleque los creyentes puedan hacer suyas las Escritu­ras y aplicarlas a sus vidas.

LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE HERMENÉUTICA BíBLICA 153

Negamos que el hombre natural, aparte delEspíritu Santo, pueda discernir espiritualmenteel mensaje bíblico.

Artículo VI Afirmamos que la Biblia expresa la verdad deDios en forma de declaraciones proposicionales yafirmamos que la verdad bíblica es a la vez objeti­va y absoluta. Afirmamos además que una decla­ración es verdadera si presenta las cosas tal comoson, pero es errónea si ha falseado los hechos.

Negamos que mientras las Escrituras puedanhacernos sabios y llevarnos a la salvación, la ver­dad bíblica tenga que ser definida en términos deesta función. Negamos además que un error ten­ga qu~ ser definido como algo que engaña a pro­pósito.

Artículo VII Afirmamos que el significado expresado en cadatexto bíblico es único, definitivo y fijo.

Negamos que el reconocimiento de este signi­ficado único elimine la variedad de su aplicación.

Artículo VIII Afirmamos que la Biblia contiene enseñanzas ymandatos que se aplican a todos los contextosculturales y situacionales, y otros que la mismaBiblia demuestra que se aplican solo a situacionesespeciales.

Negamos que la distinción entre los mandatosuniversales y particulares pueda ser determinadapor factores culturales y situacionales. Negamosademás que los mandatos universales puedan serconsiderados relativos en lo cultural y en lo situa­cional.

Artículo IX Afirmamos que el término hermenéutica, elsigni­ficado del cual a través de la historia ha sido defi­nido Como las reglas de la exégesis, puede sercorrectamente extendido para cubrir todo lo queestá relacionado con el proceso de cómo se

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154 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE HERMENÉUTICA BíBLICA 155

percibe la revelación bíblica y el efecto que tieneen nuestras vidas.

Negamos que el mensaje de las Escrituras sederive o establezca por lo que entienda intérpre­te. Negamos por tanto que los «horizontes» delescritor bíblico y el intérprete se «fundan» de talmanera que lo que el texto comunique al intér­prete no esté en definitiva controlado por el signi­ficado explícito de las Escrituras.

Artículo X Afirmamos que las Escrituras nos comunican deforma verbal la verdad de Dios en una amplia va­riedad de formas literarias.

Negamos que cualquier límite que tenga ellenguaje humano haga que las Escrituras resul­ten inadecuadas para expresar el mensaje deDios.

Artículo XI Afirmamos que las traducciones del texto de lasEscrituras pueden comunicar el conocimiento deDios a través de todos los límites temporales yculturales.

Negamos que el significado de los textos bíbli­cos esté tan atado a la cultura de la cual salieronque la comprensión del mismo significado enotras culturas sea imposible de obtener.

Artículo XII Afirmamos que al emprender la tarea de traducirla Bibliay enseñarla en el contexto de cada cultu­ra se tienen que usar solo esos equivalentes vi­gentes que son fieles al contenido de lasenseñanzas bíblicas.

Negamos la validez de los métodos que igno­ren las demandas de comunicación entre las di­versas culturas, o que en el proceso distorsionenel significado bíblico.

Artículo XIII Afirmamos que para obtener una exégesis co­rrecta, es esencial estar conscientes de las catego­rías literarias, formales y estilísticas de las

diferentes partes de las Escrituras; por consi­guiente, consideramos que la crítica de género esuna de las muchas disciplinas usadas en el estudiobíblico.

Negamos que las categorías genéricas que in­validen la historicidad puedan ser aplicadas co­rrectamente a las narraciones bíblicas que seatengan a los hechos.

Artículos XIV Afirmamos que los documentos bíblicos de acon­tecimientos, disertaciones y dichos correspondena hechos históricos aunque estén presentados enuna variedad de figuras literarias.

Negamos que cualquier acontecimiento, diser­tación o dicho reportado en las escrituras fuerainventado por los escritores bíblicos o por las tra­diciones que estos incorporaron.

Artículo XV Afirmamos la necesidad de interpretar la Bibliade acuerdo con su sentido literal o normal. Elsentido literal es el sentido histórico-gramático,esto es, el significado que expresó el escritor. Lainterpretación hecha de acuerdo al sentido literaltendrá en cuenta todas las figuras retóricas y lite­rarias encontradas en el texto.

Negamos la validez de cualquier enfoque a lasEscrituras que les atribuya un significado que nopueda ser apoyado por el sentido literal.

Artículo XVI Afirmamos que para establecer el texto canónicoy su significado se deben usar técnicas de críticaque sean válidas.

Negamos la validez de permitir cualquier mé­todo de crítica bíblica para cuestionar la verdad ola integridad del significado explícito del escritoro de cualquier otra enseñanza de las Escrituras.

Artículo XVII Afirmamos la unidad, la armonía y la coherenciade las escrituras y proclamamos que ésta es sumejor propio intérprete.

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156 LA VOZ DEL DIOS SANTO LA DECLARACIÓN DE CHICAGO SOBRE HERMENÉUTICA BíBLICA 157

Negamos que las Escrituras puedan ser inter­pretadas de tal modo que parezca que un pasajecorrige o contradice otro. Negamos de que los es­critores posteriores de las Escrituras malinter­

pretaron los pasajes de la Biblia escritosanteriormente cuando los citaron o se refirieron aellos.

Artículo XVIII Afirmamos que la interpretación que la Bibliahace de sí misma es siempre correcta, y que nun­ca se desvía del significado único del texto inspi­

rado, sino que lo aclara. El significado único delas palabras de un profeta incluye la comprensiónde esas palabras por el profeta aunque no esté li­mitado a estas e involucre necesariamente la in­

tención de Dios que está en plena evidenciacuando estas palabras se hacen realidad.

Negamos que los escritores de las Escriturassiempre comprendieran la implicación de sus

propias palabras.

Artículo XIX Afirmamos que cualquier preentendimiento queel intérprete tenga acerca de las escrituras tieneque estar en armonía con las enseñanzas bíblicas

y estar sujetas a ser corregidas por las mismas.Negamos que las Escrituras tengan que ser

adaptadas a preentendimientos extraños quesean incongruentes con ellos mismos, como porejemplo el naturalismo, el evolucionismo, el cien­

tismo, el humanismo secular y el relativismo.

Artículo XX Afirmamos que como Dios es el autor de todaverdady de todas las verdades, bíblicasy extrabí­

blicas, éstas son consistentes y coherentes, y quela Biblia dice la verdad en asuntos que se refierena la naturaleza, a la historia o a cualquier otracosa. Afirmamos además que en algunos casos, la

información extrabíblica tiene valor para aclararlo que enseñan las Escrituras y para dar lugar a lacorrección de interpretaciones incorrectas.

Negamos que haya puntos de vistas extrabíbli­cos que refuten las enseñanzas de las Escrituras otengan prioridad sobre ellas.

Artículo XXI Afirmamos la existencia de la armonía entre la re­

velación especial y la general, y por lo tanto tam­bién-la armonía entre las enseñanzas bíblicas y larealidad de la naturaleza.

Negamos que cualquier genuina informacióncientífica sea incongruente con el verdadero sig­nificado de cualquier pasaje bíblico.

Artículo XXII Afirmamos que Génesis 1-11 se atiene a los he­chos, como así el resto del libro.

Negamos que las enseñanzas de Génesis 1-11sean míticas y de que las hipótesis científicasacerca de la historia terrestre o del origen delhombre puedan ser usadas para lanzar al suelo loque las Escrituras enseñan acerca de la creación.

Artículo XXIII Afirmamos la claridad de las Escrituras y sobre

todo cuando éstas se refieren al mensaje de salva­ción del pecado.

Negamos que todos los pasajes de las Escritu­ras sean claros por igual o que tengan la mismaimportancia sobre el mensaje de redención.

Artículo XXIV Afirmamos que una persona no depende de unerudito bíblico para comprender las Escrituras.

Negamos que una persona deba ignorar losfrutos de los estudios técnicos de un experto entextos bíblicos.

Artículo XXV Afirmamos que el único tipo de predicación queexpresa la revelación divinay su aplicación apro­piada a la vida es la que expone fielmente el textobíblico como la Palabra de Dios.

Negamos que fuera del texto bíblico, el predi­cador tenga un mensaje de Dios.

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,EXPOSICION

Los siguientes párrafos esbozan los conceptos teológicos gene­rales que la Declaración de Chicago sobre la hermenéutica bí­blica refleja. Estos fueron primero redactados como unestímulo conducente a dicha declaración. Ya han sido repasa­dos a la luz del mismo y de las muchas sugerencias específicasrecibidas durante la conferencia de los eruditos en la que fue­ron redactados. Aunque la revisión no pudo completarse atiempo para ser presentada a la conferencia, existe toda razónpara considerar que en esencia expresa con bastante exactitudel pensamiento de los signatarios del documento

Punto de vista de la exposición

El Dios vivo, Creadory Redentor, es comunicador, y las inspi­radas e inerrantes Escrituras que ponen ante nosotros su reve­lación salvífica en la historia son su medio de comunicarse connosotros hoy en día. El que una vez habló al mundo a través deJesucristo su Hijo nos habla todavía en su Palabra escrita y através de esta. De manera públicay privada, entonces, a travésde la predicación, el estudio personal y la meditación, en ora­ción y en la comunión del cuerpo de Cristo, el pueblo cristianodebe continuar su labor de interpretar las escrituras para quesu divino mensaje normativo pueda ser debidamente entendi­do. El haber formulado el concepto bíblico de las Escriturascomo revelación autoritativa en forma escrita, como la divinaregla de fe y vida, no servirá de nada donde el mensaje de lasEscrituras no se capte y aplique como es debido. Entonces esde vital importancia detectar y desechar las maneras de inter­pretación defectivas de lo que está escrito para remplazarlascon interpretaciones fieles de la infalible Palabra de Dios.

Ese es el propósito que esta exposición busca alcanzar. Loque ofrece son perspectivas básicas sobre la tarea hermenéuti­ca a la luz de tres convicciones. Primero, la Biblia, por ser

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instrucciones de Dios para nosotros, es permanentemente ve­raz y supremamente confiable. Segundo, la hermenéutica escrucial para la batalla por la autoridad bíblica en la Iglesia con­temporánea. Tercero, puesto que el conocimiento de la ine­rrancia de las Escrituras debe dominar la interpretaciónprohibiéndonos dejar fuera cualquier cosa que las Escrituraspueda afirmar, la interpretación debe aclarar el alcance y signi­ficado de esa inerrancia determinando qué afirmaciones estáhaciendo de veras la Biblia.

La comunión entre Dios y la humanidad

Dios hizo que el hombre fuera personal y racional a su propiaimagen para tener camaradería eterna con él en una comuniónque depende de una comunicación de dos vías: Dios se dirige anosotros conpalabras de revelación y nosotros le respondemoscon palabras de oración y adoración. Dios nos concedió el dondel lenguaje en parte para hacer posible estos intercambios yenparte para que podamos hacer partícipes a otros de lo que en­tendemos de Dios.

Al testificar en cuanto al proceso histórico desde Adán aCristo por medio del cual Dios restableció la comunión connuestra raza caída, las Escrituras lo presentan siempre valién­dose de su don del lenguaje para enviar a los hombres mensajesacerca de lo que él haríay lo que nosotros deberíamos hacer. ElDios de la Biblia usa muchas formas de lenguaje: narra, infor­ma, instruye, advierte, razona, promete, ordena, explica, excla­ma, ruega y anima. El Dios que salva es también el Dios quehabla de todas esas maneras.

Los escritores bíblicos, historiadores, profetas, poetas, asícomo profesores citan las Escrituras como Palabra de Dios di­rigidaa todos sus lectores y oyentes. Considerar las Escriturascomo una invitación del Creador a la comunión, en la que pro­

clama normas de fe y bondad no solamente para un tiempodado sino para siempre, es integral a la fe bíblica.

Aunque Dios se revela en la naturaleza, en el curso de la histo­riayen la liberación de la conciencia, el pecado ha.ce a la humani­dad insensible y apática ante esta revelación general. y larevelación general es en todo caso solo una revelación del

Creador como el buen Señory Juez justo del mundo; no habla dela salvación a través de Jesucristo. Conocer acerca del Cristo delas Escrituras es por lo tanto necesario para ese conocimiento deDios y la comunión con él a la que él llama a los pecadores hoy.Cuando se escucha, lee, predica y enseña el mensaje bíblico, elEspíritu Santo obra a través de este para abrir los ojos de los cie­

gos en espíritu y poner en ellos ese conocimiento.Dios hizo que las Escrituras se escribieran, y el Espíritu mi­

nistra de tal forma con estas que todo el que las lee, y con hu­mildad busca la ayuda de Dios, puede entender su mensajesalvador. El ministerio del espíritu no hace innecesaria la disci­

plina del estudio personal, sino que la hace efectiva.Negar el verbal y racional carácter cognitivo de la comunica­

ción de Dios con nosotros, postular una antítesis como algunoslo hacen entre la revelación como personal y como proposicio­nal, y dudar de lo adecuado del lenguaje como lo tenemos paraser portador del mensaje auténtico de Dios son errores funda­mentales. La forma verbal humilde del lenguaje bíblico no loinvalida más como revelación de la mente de Dios que lo que laforma humilde de siervo del Verbo hecho carne invalida la ase­

veración de que Jesús en verdad revela al Padre.Negar que Dios haya hecho claro en las Escrituras tanto

como cada ser humano necesita conocer para su bienestar espi­ritual sería un error mayor. Las ambigüedades que encontra­mos en las Escrituras no son intrínsecas sino un reflejo denuestras limitaciones en cuanto a información y percepción. LaBiblia es claray suficiente lo mismo como una fuente de doctri­na, que compromete a la conciencia, que como una guía a lavida eterna y a la piedad, al dar forma a nuestra adoración y

servicio a Dios que nos crea, ama y salva.

La autoridad de las Escrituras

La Biblia es la autorrevelación de Dios en palabras de hombresy a través de estas. Es testigo de Dios y testimonio de Dios encuanto a sí mismo. Como registro divino- humano e interpreta­ción de la obra redentora de Dios en la historia, es revelacióncognitiva, verdad dirigida a nuestras mentes para comprensióny respuesta. Dios es su fuente, y Jesucristo, el Salvador, es su

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centro de referencia y principal asunto. Es absoluta y de valorpermanente como pauta infalible de fe y vida porque procedede Dios162 (2 Ti 3:15-17). Como es tan del todo divina comodel todo humana, expresa la sabiduría de Dios en todas sus en­

señanzas y habla de manera digna de crédito - o sea, que es in­falible e inerrante - en cada declaración informativa que hace.Es un conjunto de escritos ocasionales, cada uno con su propiocarácter específico y contenido, que constituyen un organismode relevante verdad universal, es decir, malas noticias acercadel pecado y las necesidades humanas universales resueltos conbuenas noticias acerca de un judío del primer siglo particularque presentan como el Hijo de Dios y único Salvador del mun­do. El tomo que componen todos estos libros es tan ampliocomo la vida y se aplica a cada problema humano y comporta­miento. Al poner ante nosotros la historia de la redención - laley y el evangelio, los mandamientos de Dios, promesas, ame­nazas, obras y rumbos, lecciones objetivas concernientes a la fey obediencia y sus opuestos, con sus consecuencias respecti­vas - las Escrituras nos muestran el panorama entero de laexistencia humana como Dios quiere que la veamos.

La autoridad de la Biblia está ligada a la autoridad de Jesu­cristo, cuyas palabras puestas por escrito expresan el principiode que las enseñanzas de las Escrituras de Israel (nuestro Anti­guo Testamento), junto con su nueva enseñanzay el testimoniode los apóstoles (nuestro Nuevo Testamento), constituyen la

regla de fe y conducta que dio a sus seguidores. Jesús no criticósu Biblia, sino las malas interpretaciones de la misma, y señalóla autoridad que esta tiene sobre Él y todos sus discípulos (cf.Mt 5:17-19). Separar la autoridad de Cristo de la de las Escri­turas y poner a una frente a la otra es un error. Poner la autori­dad de un apóstol en oposición a la de otro o las enseñanzas deun apóstol en oposición a la de otro también es error.

El Espíritu Santo y las Escrituras

El espíritu de Dios, quien movió a los autores humanos a pro­ducir libros bíblicos, ahora los acompaña con su poder. Guió ala Iglesia a discernir su inspiración en el proceso de la consoli­dación del Canon; sigue confirmando este discernimiento a las

personas a través del sin igual impacto que producen en elloslas Escrituras. Los ayuda - - cuando estudian, oran, meditany buscan aprender en la Iglesia- a entender y comprometersea lo cosas que la Biblia enseñaya conocer al Dios trino vivienteque la Biblia presenta.

La iluminación del espíritu solo puede esperarse donde se es­tudie con diligencia el texto bíblico. La iluminación no revelanuevas verdades, aparte de lo que la Biblia dice, sino que nospermite ver lo que las Escrituras han estado mostrando. La ilu­minación enlaza nuestra conciencia a las Escrituras como Pala­bra de Dios y trae gozo y adoración en cuanto encontramosque esa Palabra nos está entregando su significado. Por otrolado, los impulsos intelectuales y emocionales a ignorar o poneren entredicho la enseñanza de las Escrituras no procede delEspíritu de Dios sino de alguna otra fuente. Los malentendidosy las malas interpretaciones de las Escrituras demostrables nopueden achacarse a la dirección del espíritu.

El alcance de la hermenéutica

La hermenéutica bíblica por tradición se ha definido como el es­tudio de los principios correctos para entender el texto bíblico. Elconcepto de «entender» puede llegar casi a un nivel nocional yteórico, o puede avanzar vía asentimiento y compromiso de fe allegar a ser experiencial a través de una relación personal con elDios a quien las teoríasy las nociones se refieren. El entendimien­to teórico de las Escrituras requiere de nosotros no más de lo quese necesita para comprender cualquier literatura antigua, o sea,conocimiento suficiente del lenguaje y trasfondo y suficiente em­pana con un contexto cultural diferente. Pero no hay una com­prensión experiencial de las Escrituras - ningún conocimientopersonal del Dios a quien apunta- sin la iluminación del Espíri­tu. La hermenéutica bíblica estudia la forma en la que esos dos ni­veles de comprensión se alcanzan.

El alcance de la interpretación bíblica

La tarea del intérprete en su más amplia definición es entendertanto lo que un pasaje significó históricamente como lo que

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significa para nosotros hoy en día, cómo se aplica a nuestras vi­das. Esta tarea envuelve tres actividades constantes.

Primero viene laexégNM, o sea, extraer del texto de lo que Diosa través del escritor humano fue expresando a los que en el futurohabrían de leerlo.

En segundo lugar viene la inteqracidn, o sea, armonizar lo quecada esfuerzo exegético ha producido con cualquier otra ense­ñanza bíblica respecto al asunto que se tiene entre manos y con elresto de las enseñanzas bíblicas como tal. Solo dentro de estemarco de referencia puede determinarse el significado pleno de laenseñanza que produjo la exégesis.

En tercer lugar viene la aplicacuin de la enseñanza exegética,vista explícitamente como la enseñanza de Dios para corregir ydirigir el pensamiento y la acción. La aplicación se basa en el co­nocimiento del carácter y la voluntad de Dios, la necesidad y lanaturaleza del hombre, el ministerio salvador de Jesucristo, losaspectos experienciales de la piedad, incluyendo la vida normalde la Iglesia y la relación multilateral entre Dios y su mundo in­cluso su plan para su historia que son realidades que no cambiancon el pasar de los años. Es con estos asuntos que ambas declara­ciones tratan constantemente.164

La interpretación y aplicación de las Escrituras se hace por logeneral más al predicar. Por eso, toda predicación debe basarseen este procedimiento de tres actividades. Si no, la enseñanza bí­blica quedará mal entendida y mal aplicada, y redundará en con­fusión e ignorancia respecto a Dios y sus cosas.

Reglas formales de interpretación bíblica

El fiel uso de la razón en la interpretación bíblica es ministerialno magisterial; el interprete creyente usará la mente no paraimponer ni manufacturar el significado sino para captar el sig­nificado que ya está en el material mismo. Las obras de los eru­ditos que, sin ser cristianos, han podido entender las ideasbíblicas con precisión serán un recurso valioso en la parte teóri­ca de la tarea del intérprete.

a. La interpretación deberá apegarse al dentiJo lüeral,esto es, el simple significado literario que cada pasaje

conlleva. El paso inicial será siempre tratar de descubrirlo que el escritor de Dios quiso decir con lo que escribió.La disciplina de interpretación excluye todo intento de irdetrás del texto, y también todo intento de extraer de los

pasajes significados que no tienen y también toda búsque­da de ideas que salten a nuestra vista del texto pero que nosean parte del flujo de pensamientos expresados del autor.Los símbolos y figuras del lenguaje deben reconocersecomo lo que son, y las alegorizaciones arbitrarias (que nopertenecen a la tipología que se puede demostrar que esta­ba en la mente del escritor) deben evitarse.

b. El sentido literal de cada pasaje debe buscarse con elmétodo histórico-gramatical, que es preguntarse uno cuáles la manera natural desde el punto de vista lingüístico deentender el texto en su escenario histórico. El estudio tex­tual histórico, literario y teológico ayudado por destrezaslingüísticas - filológicas, semánticas, lógicas - es la ma­nera de hacerlo. Los pasajes deben interpretarse exegéti­camente en el contexto del libro del que son parte, y labúsqueda de lo que de veras quería decir el escritor, y node lo que dicen sus fuentes conocidas o supuestas, debensiempre buscarse. El uso legítimo de las varias disciplinascríticas no es poner en duda la integridad o verdad del sig­nificado del escritor sino solo ayudarnos a determinarlo.

c. La interpretación debe adherirse al principio de la ar­monía en el material bíblico. La Biblia da muestra de unaamplia diversidad de conceptos y puntos de vista dentrode una fe común y una progresiva divulgación de la ver­dad divina dentro del período bíblico. Estas diferencias nodeben minimizarse, pero la unidad que subyace tras la di­versidad no debe perderse de vista en ningún punto. De­bemos buscar pasajes que interpreten los pasajes y negarcomo un asunto de método que ciertos textos, todos loscuales tienen el Espíritu Santo como su fuente, pueden deveras discrepar entre sí. Incluso cuando no podemos en elpresente demostrar su armonía en una manera

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convincente, debemos proceder sobre la base de que ar­monizan y que un conocimiento más completo lodemostrará.

d. La interpretación debe ser canónica. Esto quiere de­cir que la enseñanza de la Biblia como un todo debe ser

siempre verse como proveedora del marco dentro del cualnuestra comprensión de cada pasaje en particular debe ala postre alcanzarse y en el cual debe al final encajar.

Valiosa para ayudar a determinar el significado literal de los pasa­jes bíblicos es la disciplina de la crítica de género, la cual buscaidentificar en términos de estilo, forma y contenido las varias ca­tegorías literarias a las que los libros bíblicos y pasajes particula­res dentro de ellos pertenecen. El género literario en el que cadaescritor crea su texto pertenece en parte por lo menos a su propiacultura y debe estudiarse mediante el conocimiento de esa cultu­ra. Debido a que los errores acerca del género conducen en granescala a malas interpretaciones del material bíblico, es importanteque esta disciplina particular no se descuide.

La centralidad. de Jesucristo en el mensaje bíblico

Jesucristoy la divina gracia salvadora en él son temas centralesde la Biblia. El Antiguo Testamento y el Nuevo son testigos deCristo, y la interpretación del Antiguo Testamento en el NuevoTestamento lo señala siempre. Hay tipos y profecías en el Anti­guo Testamento que predecían su venida, su muerte expiatoria,su resurrección, su reino y su regreso. El oficio y ministerio desacerdotes, profetas y reyes, el ritual y las ofrendas de sacrifi­cio, así como los patrones de acción redentora en la historia delAntiguo Testamento, fueron instituidos por intervención divi­na, y tenían importancia simbólica como prefiguras de Jesús.Los creyentes del Antiguo Testamento esperaban su venida yvivieron y se salvaron por una fe que tenía a Cristo y su reino envista, tal como los cristianos hoy en día se salvan por la fe enCristo, el Salvador que murió por nuestros pecados y ahoravive y reina y regresará un día. Que la Iglesia y el reino de J e­sucristo son centrales para el plan de Dios que las Escrituras

revelan no está en discusión, pero hay opiniones divididas encuanto a la precisa manera en que la Iglesiay el reino se relacio­nan. Cualquier manera de interpretar las Escrituras que no

capte que Cristo es central debe considerarse errónea.

El conocimiento bíblico y extra-bíblico

Como todos los hechos son coherentes, la verdad acerca de es­tos debe ser coherente también; y como Dios, el autor de todaBiblia, es también el Señor de todos los hechos, en principio nopuede haber contradicción entre un correcto entendimiento delo que la Biblia dice y una correcta descripción de cualquierrealidad o acontecimiento en el orden creado. Cualquier apa­riencia de contradicción se deberá a una mala comprensión deltexto, a un conocimiento inadecuado de lo que las Escriturasafirman o lo que los datos extrabíblicos son. Eso demandaríauna reevaluación y mayor investigación erudita.

Declaraciones bíblicas y ciencia natural

Lo que la Biblia dice acerca de los hechos de la naturaleza estan verdadero y confiable como cualquier otra cosa que diga.Sin embargo, habla de los fenómenos naturales en términos deun lenguaje ordinario, no en término técnicos explicatorios dela ciencia moderna; relata acontecimientos naturales en térmi­nos de la acción de Dios, no en términos de nexos casuales den­tro del orden creado; y a menudo describe procesos naturalesde manera figurativa y poética, no de forma analíticay prosaicacomo la ciencia moderna suele hacerlo. Puesto que es así, las di­ferencias de opinión en cuanto a cómo expresar con correccióndatos científicos sobre hechos naturales y acontecimientos que

las Escrituras celebran son difíciles de evitar.Hay que recordar, sin embargo, que el propósito de las

Escrituras es revelar a Dios, no abordar cuestiones científicasen términos científicos, y que, como no usa el lenguaje de laciencia moderna, no se necesita conocimiento científico de losprocesos internos de la creación de Dios para entender el men­saje esencial acerca de Dios y nosotros mismos. Las Escriturasinterpretan el conocimiento científico relacionándolo con el

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propósito y la obra de Dios revelados, y al hacerlo establece un

supremo contexto para el estudio y reforma de las ideas cientí­

ficas. No corresponde a las teorías científicas dictar lo que las

Escrituras pueden o no pueden decir, aunque la información

extrabíblica algunas veces puede ser útil para descubrir una

mala interpretación de las Escrituras.

Por cierto, consultar las afirmaciones bíblicas referentes a la

naturaleza a la luz del conocimiento científico del tema en cues­

tión puede ayudar a alcanzar una más precisa exégesis de ellas.

Porque aunque la exégesis debe regirse por el texto mismo, no

moldeada por especulaciones extrañas, siempre se estimula el

proceso exegético preguntándose uno si el texto significa esto o

aquello.

Norma y cultura en la revelación bíblica

Así como encontramos en las Escrituras verdades inmutables

acerca de Dios y su voluntad expresadas en diferentes formas,

las encontramos ampliadas en diferentes contextos culturales y

situacionales, No todas las enseñanzas bíblicas acerca de la

conducta es normativa para el comportamiento hoy día. Laaplicación de ciertos principios morales está restringida a una

audiencia limitada cuya naturaleza y alcance las Escrituras

mismas especifican. Una tarea de la exégesis es distinguir estas

verdades absolutas y normativas de los aspectos de sus aplica­

ciones que tienen que ver con situaciones cambiantes. Solo

cuando se hace esta distinción es posible descubrir cómo las

verdades absolutas mismas se aplican a nosotros en nuestra

cultura.

Sería un error no darnos cuenta de cómo la aplicación parti­

cular de un principio absoluto estaba determinado por la cultu­

ra del lugar (por ejemplo, como la mayoría estará de acuerdo, la

orden de Pablo de que los cristianos se saluden con un beso),

como lo sería también tratar un absoluto revelado como si estu­

viera influenciado por la cultura (por ejemplo, otra vez como la

mayoría estará de acuerdo, la prohibición de Dios en el Penta­

teuco de toda actividad homosexual). Aunque la evolución cul­

tural, incluyendo los valores convencionales y los cambios

sociales de los últimos tiempos, puede prestar legitimidad a

cambios en la manera tradicional de aplicar ciertos principios

bíblicos, eso no puede justificar que se modifiquen esos princi­

pios ni que se evada de una vez y por toda su aplicación.

En la comunicación transcultural en que se deben reaplicar

los absolutos revelados a personas que viven en una cultura

que no es la del maestro cristiano, un paso más allá debe tomar­

se. Las demandas d~ esta tarea resaltan la importancia de que el

maestro esté claro en cuanto a qué es un absoluto en la presen­

tación bíblica de la voluntad y obra de Dios y lo que es una apli­

cación cultural de esa presentación. Emprender esta tarea

puede ayudarlo a estar claro en este asunto llevándolo a que

esté más alerta que antes a la presencia en las Escrituras de

aplicaciones de la verdad que están condicionadas por la cultu­

ra, lo que tiene que ajustarse de acuerdo a la variable cultural.

Encontremos a Dios a través de su palabra

El siglo XX vio muchos intentos de presentar la Biblia como ins­

trumento para traernos la Palabra de Dios, pero negando que esa

Palabra hubiera sido para todos los tiempos en las palabras del

texto bíblico. 169 Estas opiniones consideran el texto como testi­

monio humano falible por medio del cual Dios forja y promueve

esas introspecciones que nos da a través la predicación y el estu­

dio de la Biblia. Pero en su mayor parte estas opiniones incluyen

una negación de que la Palabra de Dios es comunicación cogniti­

va, y caen de forma inevitable en un misticismo impresionista.

También, su negación de que la Biblia es la Palabra de Dios que

de manera objetiva nos fue dada hace la relación de la Palabra

con el texto indefinible y por tanto eternamente problemática.

Esto es cierto de todas las formas corrientes de la teología

neo-ortodoxa y la teología existencialista, incluyendo la llamada

«nueva hermenéutica», que es en realidad una extrema e incohe­

rente versión del método descrito.

La necesidad de apreciar las diferencias culturales entre

nuestro mundo y el de los escritores de la Biblia, así como estar

dispuestos a ver que Dios a través de su Palabra está emplazan­

do las presuposicionesy limitaciones de nuestro presente modo

de ver las cosas, son dos énfasis que en el presente están asocia­

dos con la «nueva hermenéutica». Pero ambas en realidad

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170 LA VOZ DEL oros SANTO

tienen que ver con la tarea de interpretar que esta exposiciónha presentado.

Lo mismo es cierto del énfasis en la teología de tipo existen­cialista sobre la realidad de un encuentro transformador conDios y su hijo Jesucristo a través de las Escrituras. Sin duda, lagloria culminante de las Escrituras es que ellas sí intervienen enla vivificadora comunión con Dios encarnado, el Cristo vivo dequienes ellas testifican, el Salvador divino cuyas palabras «sonespírituy... son vida» (Juan 6:63). Pero no hay otro Cristo queel Cristo de la Biblia. Sólo en la medida en que se confíe en lapresentación que esta hace de Jesús y del plan de Dios centra­do en él se puede esperar un encuentro espiritual y genuino conJesucristo. Es por medio de la interpretación disciplinada deuna Biblia confiable que el Padre y el Hijo, a través del Espíri­tu, se dan a conocer al hombre pecador. Para efecto de estosencuentros transformadores, los principios hermenéuticos yprocesos aquí señalados, marcan y guardan el camino.

J. 1. Packer

SUGERENCIAS PARALECTURAS POSTERIORES

(a)Algunas declaraciones anglicanas clásicas:«Fruitful Exhortation to the Reading and Knowledge of Holy

Scripture. en TbeHomilies, libro I (1547) ; «An information forthem which take Offence at certain places of the Holy Scriptu­re» en TheHomifiu, libro 11 (1571).

Thomas Cranmer : «A Prologue or Preface ... [to the Bible]»(1540) en d&mailldandLetterd (ParlcerSociety, CamJ,riJge, 1846),pp.118-125.

William Goode: TbeDivineRule01Faitb and Practice, sobre todo elcapítulo XI, «The Doctrine of the Church of England and herprincipal Divines on the subject ofthis work» (Londres, 2 vols.,1842).

Richard Hooker: LaWJ 01Ecclesiastical PoLity, sobre todo los librosLxiii-xxiv, V. xx-xxii (I-IV, 1594;V, 1597). Algunas edicionesfueron impresas en el siglo diecinueve en Oxford.

John Jewel: A Treatise of the Holy Scriptures (predicado, 1570;impreso, 1582) en Wor,0 (Parker Society, Cambridge, 1850),vol. IV, pp. 1161-1188.

William Whitaker: A DisputationonHoLy Scripture aqainet tbe Papist(1588) (Parker Society, Cambridge, 1849).

Comparece también:

Juan Calvino: 1ndtitución de La religión cristiana, sobre todo los libros1.vi-x, IV. viii-ix (1559).

George H. Tavard: HoLy Writ 01HoLy Church (Londres: Burns &Oates, 1959). Un ensayo romano para felicitar a algunos teólo­gos conocidos como «Caroline Divines».

(6) Puntos de Vista Modernos:

(i) Estudios sobre varias perspectivas:

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172 LA VOZ DEL DIOS SANTO SUGERENCIAS PARA LECTURAS POSTERIORES 173

Raymond Abba: Naturalezay Autoridad de la Biblia (James Clar­ke, Londres, 1958).

John Ballie: Tbe Idea of Reoelation in Reeent Tbouqb! (OUP, Lon­dres, 1956).

J. Barr: The BiNe in tbeModern WorLd (SCM, Londres, 1973).H. D. McDonald: Idea» of Revelation, an hiAorú:al dtUdy 1700-1860

(Macmillan, Londres, 1959); Tbeories of Revelation, an bistoricaldtUdy 1860-1960 (Allen & Unwin, Londres, 1963).

ed. J. W. Montgomery: God's Inerrant Word (Betania, Minnea­polis, 1974).

A. Richardson: The Bible in the Age of Science (SCM, Londres,1961).

J. D. Smart: TbeInterpretation ofScripture (SCM, Londres, 1961).

(ii) Declaraciones Personales:Kart Barth: Chureh Doqmatics I/i, 1/2, «The Doctrine of the Word

of God» (T. & T. Clark, Edimburgo, 1936, 1956). Véase tamobién K. Runia: Kart Barth's Doctrine ofHoly Scripture (Eerd­mans, Grand Rapids, 1962).

Emil Brunner: Revelation and Reaeon (SCM, Londre», 1947). VéaJecambien P. K Jewett: Emil Brunner's Concept o/ Revelation (JamesClarke; Londre», 1954).

Rudolf Bultmann: «The concept of Revelation in the New Testa­ment» en Existence and Faul: (Escritos de Bultmann, selecciona­dos, traducidos e introducidos por S. M. Ogden (SCM,Londres, 1961), pp. 58- 91.

C. H. Dodd: TheAuthority of heBibl« (Nisbet, 1999, Collins, 1960,Londres). Protestantes Liberales.

C. Gore: Tbe Holy Spiri: and tbe Chureh (John Murray, Londres,1924). Católico Liberal.

Gabriel Hebert: TbeAuthority of tbe OLd Teetament(Faber, Londres,1947); TheBiblefrom Within (OUP, Londres, 1950). El métodode la Teología Bíblica.

(e) Revelacion e inspiracidn:

G. C. Berkouwer: General Reoelation (Eerdmans, Grand Rapids,1955); Holy Scripture (Eerdmans, Grand Rapids, 1975).

Ed. C. F. H. Henry: Revelation and the Bible (IVP, Londres,1959).

A. Kuyper: Principles o/ Sacred Theolflgy ((EerdmanJ, GrandRapid»,1954). 1954). Trahajo de ungenio.

J. Orr: Revelation and Inspiration (Duckworth, Londres, 1910).H. Wheeler Robinson: Inspiration and Revelation in the Old Tes­

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lico Romano.B. B. Warfield: Tbe Inspiration andAuthority of tbe Bible (Presbiceria­

no y Reformado, Filadelfia, y Mardhall, Morgan d Scout, Londres,

1951).Noel Weeks: la Suficiencia de las Escrituras (Banner of Truth,

Londres, 1988).E. J. Yong: Thy WordiJ Trutb (BannerofTruth, Londres, 1963).

(d)El Canon de las Escrituras:

F. F. Bruce: The Canon of Seripture (IVP, Leicester, 1988).R. T. Beckwith: The OLd Testament Canon oftbe New Testament of tbe

New Testamcnt Cburcb (Londres: SPCK, 1990). Técnico.Bruce Metzger: The Canon of the New Teetament: (OUP, Oxford,

1987).

(e)Autoridad Bíblica:

ed. J. M. Boys: The foundation of Bibliea!Authority (Zondervan,Grand Rapids, 1978).

N. Gelden Huys: Supreme Authority (Londres: Marshall, Morgan& Scout, 1953).

J. 1. Packer: «Fundamentali.Jm» and the Wordof God (IVP, Londres,1958).

B. Ramm: The Witnu.J of tbe Spirit (Eerdmans, Grand Rapids,1959).

Works Warfield Kuyper, Hooker, Goode, como ya citamos.

(j) Interpretación Bíblicay Estudio:

Gordon D. Fee y Douglas Stuart: Lecturaeficazde la Biblia. (Edito­rial Vida, Miam4 1981, 1997, 2007).

ed. J. V. Job: Studying God'..J Word (IVP, Londres, 1972).

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174 LA VOZ DEL oros SANTO

Ed. 1. H. Marshall: New Testament Interpretation (PaternosterPress, Exeter, 1977). Técnico.

Grand Osborne: Tbe Hermeneutical Spiral (IVP, Downers Grove,1992). Exhaustivo.

A. W. Pink: Profiting from tbe Word (Banner of Truth, Londres,1570). Para autoexamen.

R. C. Sproul: KnoU'ing Scripture (IVP, Downers Grove, 1977).Una introducción excelente.

A. M. Stibbs: rev D. & G Wenharn, Underdtanding God'.J Word(IVP, Londres, 1976). Un excelente libro elemental.

A. C. Thistleton: New Horizons in Hermeneutics (Marshall Pie­kering, Londres, 1992). Técnico.