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DANIEL TAMMET, ESCRITOR Y PRODIGIO DE LAS MATEMATICAS Hace diez años, Daniel Tammet (Londres, 1979) ahora escritor afincado en París (Francia) se enfrentó a uno de los retos más difíciles de su vida: recitar 22.000 decimales del número Pi. Lo logró en poco más de cinco horas, sin fallos. En su nuevo libro La poesía de los números describe cómo consiguió transformar una serie infinita de números en una experiencia poética en la que se mezclan números y letras, colores y formas, amor y belleza. “Yo no soy matemático”, dice Daniel Tammet en perfecto francés. Repite en varias ocasiones esta afirmación durante la conversación telefónica por una sencilla razón: las matemáticas no son más que el ejercicio de su imaginación. Para este escritor, procedente de una familia de nueve hermanos, los números representan todo su mundo. Y le hablan tanto como lo hacen las letras. De niño se identificaba con el 4 porque esa cifra para él significa tímido. “Me gustaba porque yo era así”, confiesa Tammet, que también padece trastorno del espectro autista, aunque ahora “es muy poco visible”. En la actualidad, el escritor prefiere el 11, un número que le recuerda a su pareja, y que es sinónimo de belleza y cariño. “Tengo una relación casi de amistad con todos estos números con los que comparto mi vida desde mi más tierna infancia”, apunta el autor. Aunque le suscitan las mismas emociones, sus amigos ‘los números’ en la actualidad ya no ocupan el mismo lugar. Ahora, Tammet vive en París, tiene una carrera como escritor, pareja y amigos, por lo que “ya no desempeñan el mismo papel”. Pero para él, las matemáticas son esenciales para entender cuestiones relativas a nuestra sociedad y al tiempo. El libro La poesía de los números. Cómo las matemáticas iluminan mi vida de la editorial Blackie Booksrecoge una mezcla de referencias personales, sociales y filosóficas sin dejar de hablar de matemáticas. Pero no está escrito por un matemático o un científico. Tammet ha tenido un recorrido más literario: “Los que han seguido este mismo camino tienen miedo de hablar de matemáticas, y es una pena porque las matemáticas están por todas partes, son universales y son una parte integral de nuestra existencia”. Como ya pensaban Tolstói y Shakespeare, fascinados por el poder y la magia que desprenden los números, el escritor británico considera que las matemáticas no se limitan a un ámbito puramente científico y abstracto, sino que también llegan a los artistas y escritores. En definitiva, a cualquiera que sea curioso. Sin embargo, para Tammet no ha sido fácil. Debido a su trastorno, de niño hablaba muy poco y cuando lo hacía, le costaba expresarse. “No era como los demás”, declara. El inglés era su idioma materno, pero a la vez no lo consideraba como el primero. “No tenía el sentimiento de pertenecer a esa lengua”. Hoy utiliza el francés como su idioma cotidiano.

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DANIEL TAMMET, ESCRITOR Y PRODIGIO DE LAS MATEMA TICAS

Hace diez años, Daniel Tammet (Londres, 1979) –ahora escritor afincado en París (Francia) – se

enfrentó a uno de los retos más difíciles de su vida: recitar 22.000 decimales del número Pi. Lo logró en

poco más de cinco horas, sin fallos. En su nuevo libro La poesía de los números describe cómo

consiguió transformar una serie infinita de números en una experiencia poética en la que se mezclan

números y letras, colores y formas, amor y belleza.

“Yo no soy matemático”, dice Daniel Tammet en perfecto francés. Repite en varias ocasiones esta

afirmación durante la conversación telefónica por una sencilla razón: las matemáticas no son más que el

ejercicio de su imaginación. Para este escritor, procedente de una familia de nueve hermanos, los

números representan todo su mundo.

Y le hablan tanto como lo hacen las letras. De niño se identificaba con el 4 porque esa cifra para él

significa tímido. “Me gustaba porque yo era así”, confiesa Tammet, que también padece trastorno del

espectro autista, aunque ahora “es muy poco visible”. En la actualidad, el escritor prefiere el 11, un

número que le recuerda a su pareja, y que es sinónimo de belleza y cariño.

“Tengo una relación casi de amistad con todos estos números con los que comparto mi vida desde mi

más tierna infancia”, apunta el autor. Aunque le suscitan las mismas emociones, sus amigos ‘los

números’ en la actualidad ya no ocupan el mismo lugar. Ahora, Tammet vive en París, tiene una carrera

como escritor, pareja y amigos, por lo que “ya no desempeñan el mismo papel”. Pero para él, las

matemáticas son esenciales para entender cuestiones relativas a nuestra sociedad y al tiempo.

El libro La poesía de los números. Cómo las matemáticas iluminan mi vida –de la editorial Blackie

Books– recoge una mezcla de referencias personales, sociales y filosóficas sin dejar de hablar de

matemáticas. Pero no está escrito por un matemático o un científico. Tammet ha tenido un recorrido

más literario: “Los que han seguido este mismo camino tienen miedo de hablar de matemáticas, y es

una pena porque las matemáticas están por todas partes, son universales y son una parte integral de

nuestra existencia”.

Como ya pensaban Tolstói y Shakespeare, fascinados por el poder y la magia que desprenden los

números, el escritor británico considera que las matemáticas no se limitan a un ámbito puramente

científico y abstracto, sino que también llegan a los artistas y escritores. En definitiva, a cualquiera que

sea curioso.

Sin embargo, para Tammet no ha sido fácil. Debido a su trastorno, de niño hablaba muy poco y cuando

lo hacía, le costaba expresarse. “No era como los demás”, declara. El inglés era su idioma materno,

pero a la vez no lo consideraba como el primero. “No tenía el sentimiento de pertenecer a esa lengua”.

Hoy utiliza el francés como su idioma cotidiano.

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Su contacto con las

palabras ha sido aún más

arduo. “Eran como un puzle

que quería descifrar y

descodificar para

entenderlas”. Pero a esto se

añadió el fenómeno de la

sinestesia: Tammet ve las

palabras y los números con

colores, formas y texturas.

“Esto me ayuda a aprender

mejor”. Como cada palabra

se expresa y tiene un

sonido diferente en cada

idioma, un mismo término

puede tener colores

distintos.

Pongamos un ejemplo: la palabra ‘árbol', que en francés es ‘arbre’, es de color rojo –porque el sonido

empieza por ‘a’–, pero en inglés ‘tree’ es de color naranja para el autor. En función del idioma, las

palabras adoptan un color. “Siempre intento encontrar una relación y un sentido a las palabras. Cada

idioma es como un poema o un cuento”, afirma Tammet quien habla cuatro idiomas de manera fluida y

se defiende en otros seis, incluidos el esperanto.

“Al nacer, creo que cada cerebro funciona como el mío para aprender la primera lengua. Más tarde

estas capacidades se pierden al imponer una educación y una cultura”, subraya el autor, quien revela

que el autismo le ha protegido de alguna manera.

A pesar de ser su tercer libro –el primero se publicó hace 10 años– y de la “evidente” evolución de su

vida en estos años, Tammet señala que sigue habiendo muchos prejuicios respecto a las personas con

trastorno del espectro autista. “La gente piensa que no somos capaces de ser creativas y de tener

buena memoria, ni siquiera de ser escritores o artistas”.

Su libro desmiente todos estos clichés. Muestra otro aspecto de sí mismo, de alguien que lee mucho y

que viaja. “Ha sido una manera de recoger curiosidades respecto a nuestro mundo, y de mostrar en qué

se diferencia de lo que yo veo”, indica el autor quien en el fondo se considera muy normal. “Me interesan

los otros y el mundo exterior”.

Pero, en parte, se equivoca. Daniel posee una mente prodigiosa. Prueba de ello fue la experiencia de

recitar 22.000 decimales del número Pi (3,14159...). Lo hizo en cinco horas y nueve minutos; y su

estrategia fue considerar al número Pi como un poema universal en el que se refleja lo que siente por

los números.

En su libro enfoca esta vivencia desde un punto de vista más literario: “Recitar los decimales de Pi no es

contar números, sino narrar una historia”, comenta el autor, que en unas pocas horas encarnó el infinito

que representa el número Pi.

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“Aunque escribamos todos los decimales de Pi sobre un papel, nunca habrá suficiente espacio para

todos. Es un número que sobrepasa todo nuestro entendimiento y las fronteras de nuestro universo”,

añade el escritor, que logró memorizar los decimales a través de la emoción.

El secreto es que Tammet ve belleza en los números. No solo eso, también visualiza colores, formas,

texturas, emociones y personalidades, y los convierte en una historia y les encuentra sentido. “No se

trata de memorizar y aprender técnicas para recordar ‘tontamente’ estas combinaciones. Es una

búsqueda hacia la comprensión y el sentido subjetivo”.

El autismo ha tenido algún efecto en el desarrollo de su cerebro. “Ha podido facilitarme unas conexiones

neuronales y complicarme otras, pero a esto hay que añadir que de niño leía mucho. Encontraba en los

libros un refugio cuando el mundo me parecía demasiado complejo o grande”, recuerda. Esto alimentó

su imaginación y su curiosidad, pero también lo hicieron el amor por las cifras, las palabras y sus seres

queridos.

La gente a veces se confunde y piensa que es frío y racional, como si fuera matemático. Pero “para

nada es así”, zanja. A Daniel le mueven las emociones. De pequeño le costaba comunicar los

sentimientos, pero hoy ya lo ha superado. Con su tercer libro, Tammet demuestra que no es necesario

elegir entre el universo de los números y el de las letras porque ambos “nos pertenecen a todos”.

(Fuente: SINC/Adeline Marcos)

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UN TEOREMA DE PITA GORAS DE HACE 2.500 AN OS HALLA UN USO ACTUAL EN ANA LISIS ME DICOS

Dos milenios y medio después de ver la luz por obra de uno de los matemáticos más famosos de todos

los tiempos, el griego Pitágoras, el teorema que lleva su nombre ha demostrado ser muy eficaz para

identificar el punto a partir del cual la salud de un paciente empieza a mejorar, a la hora de realizar

análisis más o menos automatizados de valores de parámetros de salud, según se ha descubierto en

una reciente investigación. Los autores del estudio creen que este teorema podría incluso ser la forma

más efectiva de realizar esa clase de análisis de datos.

Robert Froud, de la Universidad de Warwick en el Reino Unido, y Gary Abel, de la de Cambridge en el

mismo país, han hecho este descubrimiento a raíz de su trabajo con curvas ROC (por las siglas en

inglés de Receiver Operating Characteristic, o Característica Operativa del Receptor). Estas curvas,

usadas en un sistema de análisis conocido como Teoría de Detección de Señales, se desarrollaron

inicialmente durante la Segunda Guerra Mundial, para realizar un tipo de análisis de señales que

ayudaba a los operadores humanos a decidir si una irregularidad en la pantalla era un objetivo enemigo

o barcos o aviones de las fuerzas aliadas. En los años 80, las curvas fueron adoptadas por

epidemiólogos para que les ayudaran a decidir en qué momento una persona está comenzando a

recuperarse de una enfermedad.

Froud y Abel se percataron de que el teorema de Pitágoras es perfecto para esa labor, llevaron a cabo

varios experimentos utilizando datos reales y, por lo que han comprobado, hay una gran diferencia entre

usarlo o no . Ayuda a identificar el momento a partir del cual un paciente empieza a mejorar con más

fiabilidad y precisión que otros métodos utilizados habitualmente.

La investigación se ha

presentado públicamente en la

revista académica Plos One,

con el siguiente título: “Using

ROC Curves to Choose

Minimally Important Change

Thresholds when Sensitivity and

Specificity Are Valued Equally:

The Forgotten Lesson of

Pythagoras. Theoretical

Considerations and an Example

Application of Change in Health

Status”.

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DESARROLLAN UNA HERRAMIENTA DIGITAL QUE CORRIGE Y EXPLICA EJERCICIOS DE MATEMA TICAS

InterMatia es el principal producto de PlataformaXY, una nueva Spin-Off de la Universidad de Sevilla

(US), en España, cuyo objetivo es el desarrollo de herramientas de apoyo al aprendizaje.

Juan González-Meneses, investigador del grupo Geometría algebraica, sistemas diferenciales y

singularidades de la US, es el principal responsable de este novedoso portal web de matemáticas para

alumnos de secundaria y bachillerato cuya principal innovación reside en la generación automática de

ejercicios adaptados a diferentes niveles, así como en la explicación detallada de la resolución correcta,

algo que no existía hasta ahora en este tipo de plataformas.

“Nos animamos a crear InterMatia

tras comprobar que existía un

vacío en este tipo de páginas de

aprendizaje para alumnos de

instituto, ya que la mayoría de

webs sobre cuestiones

matemáticas para secundaria o

bachillerato que existen

actualmente se limitan a

colecciones de problemas o

vídeos que te explican

determinadas cosas, pero no son

interactivas”, explica el

investigador.

InterMatia está dirigida tanto a centros educativos como a particulares y pone a disposición de los

alumnos tecnología punta para que estos puedan practicar los temas del currículum oficial, teniendo a

su disposición una corrección automática y una explicación de la solución en caso de no haber acertado.

Además, InterMatia está adaptada a ordenadores, tabletas, dispositivos móviles y pizarras electrónicas,

resultando atractiva para profesores y padres, que podrán seguir detalladamente el progreso de los

alumnos y tendrán una herramienta efectiva para su aprendizaje, y para los alumnos gracias tanto a su

atractivo diseño como a la gamificación de su contenido. Cada vez que estos resuelven correctamente

un ejercicio van sumando puntos y superando distintos niveles, algo que según comenta Olga de la

Iglesia, responsable del diseño y programación de la web, “motiva a los alumnos”.

Otra innovación es la usabilidad de la página, es decir la manera en la que el usuario interactúa con ella.

Al trabajar con polinomios, derivadas, integrales o fórmulas complejas las respuestas no son fáciles de

expresar, sin embargo los creadores de InterMatia han logrado desarrollar una interfaz amigable

creando un editor de fórmulas muy sencillo que funciona como la calculadora científica que usan los

alumnos habitualmente. (Fuente: Universidad de Sevilla)