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INTRODUCCION

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INTRODUCCION

VÍAS PARA LA EXPLICACION DE UNA REFLEXIÓN DOCTORAL

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Las vías para esta reflexión doctoral, fueron abordadas partiendo desde mis

vivencias en lo educativo, profesional, laboral, como estudiante, madre, hija,

ingeniero civil, profesor universitario, en ese andar por este sistema de vida, trayendo

del entorno múltiples elementos, que en su momento me hicieron feliz o infeliz en el

contexto educativo de esa época, donde para sobrevivir no había método, sino un ir y

venir, del orden al desorden, logrando pincelar esta narrativa, para seguir hurgando

intrínsecamente hasta armar el entramado de reflexiones de la problemática, que

nació de la relación familiar, en dos generaciones, asumiendo el rol de una artista,

con la intención de construir un lienzo teorético, para repensar el papel de la

ingeniería civil aproximándome desde el sistema educativo venezolano.

Pincelando mis vivencias

Que el hombre le tuvo miedo al medio.Que no le quedó otra resolución

Que echarse a andar hasta Costa Firme,con la angustia en el alma, a sembrar

su esperanza en otra parte.Heraclio Narváez Alfonzo. (1975)

Estelas en el mar

Hace cincuenta y dos años ya desde que Peché, Ñova y yo nos echamos a navegar

en un catamarán desde el “Paraíso del Caribe”, era una época en la que imperaba el

caos social ocasionado por el derrocamiento del gobierno del General Marcos Pérez

Jiménez y que desafortunadamente trastocaba a toda mi línea familiar paterna, pues el

gobernador en ese periodo de transición era mi abuelo Heraclio, quien para

garantizar la supervivencia de su familia, le ordena a sus hijos legítimos y naturales,

que salieran con sus respectivas familias inmediatamente de la isla, pues los

antiperejimenistas amenazaban con todo para que se les entregara el poder.

Así pues, Peche, Ñova y yo margariteños de pura cepa, descendientes de la mezcla

de guaiqueries y españoles, salimos de la isla, con nuestros mapires llenos de saberes,

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cultura y sueños, a refugiarnos y a sembrar nuestras esperanzas a otra parte, dejando

atrás aquella casa fresca, bajita, con paredes de bahareque, adornada con conchitas de

mar, de pequeñas ventanas y de techo de caña amarga.

Solo pudimos llevarnos en los recuerdos, aquellos paisajes de manglares, olores

y sabores típicos de nuestra amada Margarita, los acaramelados piñonates, el dulce

de lechosa y dátiles de San Juan Bautista; el cantar popular de galerones y

malagueñas; la ensenada de los crepúsculos de Juan griego, las imágenes de las

laboriosas mujeres tejedoras de chinchorros; la masa de maíz pilao que elaboraba con

mucho amor mi abuela Petronila, las olorosas e inolvidables arepas raspadas de mi tía

Antonia, el ritual de Chucho y Macha para la elaboración del sancocho de pescado, la

leche de vaca que ordeñaba tempranito mi abuelo Justiniano y por supuesto la

estampa típica de la mujer margariteña con sus maras llenas de pescado fresco de

Manzanillo, los huevos de lisa y sus flores de clavellinas anaranjadas, que casi

siempre adornaban sutilmente la cabeza de mi abuela paterna Demetria, nunca podía

faltar la bendición en coro “Dios y la Virgen del Valle los acompañen” para partir

desde “el mar de la Virgen bonita” dejando estelas en el mar azul intenso, lleno de

turbulencias e incertidumbres.

Nos mandaron para Caracas

Ya en Costa Firme, con la solidaridad de algunos paisanos, fuimos protegidos, en

diferentes partes, siempre en movimiento, con restricciones, esperando que bajara el

mar de leva política y en esto pasamos algún tiempo, sin embargo mi familia siguió

creciendo, hasta que la condición de refugiados familiares fue paralizada, por un

aviso que nos indicaba que podíamos “irnos para Caracas”, el grito de alegría de mis

padres sonaba a libertad, nos informaron que viviríamos en Boleita en la planta baja

de un edificio de diez pisos y nuestros vecinos serian de nacionalidad italiana y

portuguesa, mis padres ni lo pensaron, nos montamos en un carrito por puesto, hasta

llegar al Nuevo Circo de Caracas, el lugar estaba lleno de carros por todos lados,

gritos de vendedores, café-café-café, olores nuevos, todo era trajinado y en nuestro

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andar, se veían inmensas las torres del silencio, edificios muy altos, plazas grandes,

adornadas con árboles de cachito y parapara, de vez en cuando se escuchaba el canto

un “cristo fue”, el verdor en las faldas de los cerros y en contraste las construcciones

que llamaban “ranchos” que mí mamá decía que por lo menos tenían mejor aspecto

que los ranchos de los pescadores en las orillas del mar.

Al llegar la noche, el ambiente era diferente pues lo que yo veía era el aviso

luminoso de Savoy y el cerro parcialmente lleno de lucecitas que me dejaba la

pregunta ¿qué será, eso? parecían ojitos de animales en la oscuridad que me

observaban, pero no les conseguía simetría. Sin embargo mientras mi hermano y yo,

pasábamos por la experiencia de ver nuestro entorno nuevo, jugábamos al escondido,

pisé, chapitas y metras; pero mis padres con apenas sexto grado aprobado en aquella

época, empezaron a preocuparse por la falta de escuela en nosotros y piden ayuda a

una paisana maestra que se llamaba Isabelita.

Como toda oriental, Isabelita cuando hablaba y se emocionaba parecía que estaba

peleando y mi madre la abordó para plantearle la situación, ella recomendó que

teníamos que acostumbrarnos a la vida citadina antes de entrar a la escuela, por lo que

Ñova, decide poner en manos de una paisana maestra aclimatada en Caracas, la

educación de los primeros años de nosotros, nos quito del léxico las frases “hijo el

diablo”, “te lo juro por mi madre”, indicándonos a su vez que no habláramos tan

rápido y además de eso, todas las tardes, nos preparaba la respectiva lectura con un

libro llamado silavario, hacer planas, los números del 1 al 1000 , sumar, multiplicar,

dividir con decimales, sin decimales y algunos aspectos relacionados con la Historia

de Venezuela, las fechas patrias, Cristóbal Colon, dejándole instrucciones todos los

días a mi mama, para que revisara siempre las tareas.

El colegio y las rutinas en Boleíta.

Un día, deciden que no podíamos seguir fuera de la escuela, debido a nuestras

edades y le recomiendan a mi madre que el ingreso debía tratarse en la escuela

privada, por falta de algunos documentos, que necesitaban buscarse en la isla de

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Margarita y en esas escuelas permitían llevar esos papeles después. Es así como

ingrese al colegio María May, era una casa grande, de un solo piso, lujosa, todo

muy limpio, de pisos de granito brillante, con ventanas enrejadas por todos lados, a

mí me colocaron en tercer grado y confieso que a pesar de los años transcurridos,

recuerdo como si fuera ayer, las experiencias en el colegio en donde “yo sabía”

todas las operaciones matemáticas, leer, escribir e historia de Venezuela pero no

entendía por que tenía que ubicarme en una fila, sentarme frente a un pizarrón en un

cuarto de clase, no me gustaba el pupitre, no sabía que tenía que pedir permiso para ir

al baño, me comía la merienda cuando me daba hambre y no cuando tocaban el

timbre y mi peor experiencia fue cuando la maestra dijo un día viernes, el “lunes

traigan una hoja de papel ministro que tenemos examen”, no entendía de lo que

estaban hablando y mis compañeritos me veían con extrañeza y para que preguntaba

pues de seguro la maestra me regañaba.

Así paso el fin de semana, al no traer la hoja de examen y no entender que tenía

que copiar preguntas sobre una hoja para responderlas, la maestra me da un jalón por

el brazo, me llevan a la dirección del colegio y citan a mi mamá, para indicarle que

yo no me adaptaba a la escuela y le informó en mi presencia, que yo sabía todos los

temas y que se atrevería a decir que mas que otros, pero que yo quería andar

caminando por el salón, ver por la ventana cuando se me antojara, no respetaba las

rutinas, Siendo esto para ella un problema , por lo que mí mamá decide sacarme de la

escuela privada y pasarme a la pública.

Felicidad en la escuela básica de Petare.

Conseguir un cupo en la escuela pública en esa época y como vivíamos en

Boleita, se hacía problemático por el transporte, pero como ya habían tramitado

todos los documentos que se nos exigían , Ñova acude de nuevo a la solidaridad de la

maestra Isabelita y logran inscribirnos en la escuela de Petare, que se llamaba “José

de Jesús Arocha” al llegar a la escuela me llamo la atención que era muy grande, de

dos pisos, en el centro tenía una mata de caucho frondosa, el piso medio limpio, con

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baños donde los estudiantes descargaban sus comentarios en las paredes y puertas. Y

es allí donde empecé de nuevo, los compañeros eran en su mayoría solidarios, ellos

me explicaban lo que era un examen, las rutinas eran mas flexibles, sacaba siempre

buenas notas, pero el problema allí era la supervivencia en los pasillos de la escuela,

pues había un grupo de compañeritos, que me robaban el sacapuntas, el borrador y

hasta la arepa que me hacían de desayuno y le informaba a la maestra, los regañaba

y ellos no cambiaban su conducta.

Pero a pesar de eso, era felíz en esa escuela, aprendía, dibujába el mapa de

Venezuela y los estados, resolvía problemas matemáticos de dar vuelto en la bodega,

de porcentajes, celebraba el día de la alimentación, el día del árbol, carnaval, el día de

la madre, cantábamos el Himno Nacional, todo con alegría, participábamos en actos

culturales del Carite, el Sebucán, Guarandol, la Burriquita y otros tantos, sin tanta

uniformidad y formalismos, eso si reinaba la solidaridad, porque hasta para

trasladarnos en el autobús hacia la escuela, el chofer para que no pagáramos tanto

pasaje, me sugería que pasara por debajo del marcador de pasajeros, esto lo

agradecía todos los días, pues regularmente no tenía con que pagar el pasaje y así

curse tercero y cuarto grado. En la actualidad, trato de recordar en que momento de

estos cincuenta y dos años empezamos a perder nuestra mayor riqueza social “ la

solidaridad”.

El caos por la supervivencia vital.

Cursando estos grados, un evento telúrico se suscitó en la sultana del Ávila, un

terremoto, nos estremeció, era domingo y de noche, recuerdo que mi papá llegaba del

hipódromo de jugar caballos, la única instrucción que Peché nos dio fue “corran” con

un grito de angustia y de impotencia, en mí carrera al pisar entre la acera y el piso

tenía la sensación que había un aumento de altura, a mí alrededor el caos reinaba, el

ruido del mundo cosico estático oponiendo resistencia ante la imponente fuerza

dinámica de la naturaleza era ensordecedor, después un silencio de ¿qué paso?, para

luego reaccionar y unirnos como familia de nuevo, todos ilesos gracias a Dios y a la

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Virgen, pero la guardia nacional nos prohibió entrar a los edificios por temor a las

réplicas.

Esa noche, nosotros y algunos vecinos dormimos en el patio, de una casa donde

funcionaba un bar, propiedad de unos portugueses y luego nos ubicaron en el

parque del este, pero Peché, nos decía que era momentáneo porque el edificio donde

vivíamos no había sufrido daños, sin embargo escuchábamos que en otros lugares de

Caracas habían edificios desplomados por el terremoto y a dos días del evento, Peché

decide ir a observar los edificios desplomados y me lleva en su travesía, transitan

imágenes por mi mente de edificios caídos, hundidos, destrozados, amasijos de

hierro torcidos por la furia de la naturaleza, concreto, piedra y polvo disgregados,

separación total de cosas, los bomberos con cascos, armados con linternas y

embebidos de polvo blanco, muchos militares, revisaban dentro de los escombros,

buscando señales de vida y en el fondo de mis recuerdos, un grito de una señora la

“culpa es del ingeniero”, así le decía a un señor mayor, alto, de camisa azul clarita,

manga larga y pantalón de blue Jean, que cargaba un casco pequeño blanco y unos

lentes grandes.

Murmurábamos, ese es, el ingeniero, estaba allí, inmutado frente a lo que

quedaba de su creación, pero veía hacía donde no había nada, como que se imaginaba

en holograma el edificio, pidiéndole quizás respuestas, que no estaban en sus cortezas

textuales, de como su obra que era el todo, se convirtió en pedazos de nada, pero

esas partes todas deformadas, destrozadas por la furia de la naturaleza no

representaban su obra, bueno, fueron días difíciles para la sociedad pero la peor parte

la llevaron los ingenieros. Ya en casa cuando encendíamos el radio o el televisor, lo

que se escuchaba eran opiniones de los ingenieros y comentaristas, alegando la falta

de algunas leyes, que usaban materiales malos, que no había control, que hasta Peché

y Ñova, nos decían que ellos eran los culpables.

Hoy después de tantos años, del recuerdo de ese evento, me hace reflexionar que si

alguien reta el poder de la naturaleza somos los Ingenieros e Ingenieras Civiles,

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construyendo edificios cada vez mas altos, talando árboles centenarios en urbanismos

para edificar viviendas, desviando el cauce de los ríos, desalojando pueblos enteros

para construir embalses, a veces con la ilusión de unir pueblos a través de puentes y

vías de comunicación, pero no puedo olvidar que en manos de nosotros, esta el

contribuir al equilibrio de las fuerzas del ambiente, garantizar la vida de quienes

habitan en las edificaciones y en nuestro afán de resolver los problemas

habitacionales y aprovechar económicamente los espacios y terrenos, tomamos

experiencias de variables sísmicas que se han experimentado en diferentes

momentos, pero en algunos casos funciona y en otros no, ensayo y error, vivos y

muertos, positivismo salvaje.

Salimos para Mérida

Luego de haber transcurrido este evento fortuito y aprobado cuarto grado, mí

padre nos informa que le ofrecen un mejor trabajo en Mérida y que debíamos

trasladarnos todos hacía allá, ya éramos una familia mas grande, Peché, Ñova, Pedro,

Rosa, Myrna y yo, el viaje lo hicimos en autobús desde el Nuevo Circo hasta Mérida.

Se estimaba doce horas de viaje y solo sabíamos que hacia frío por lo que nos

enseñaron en la escuela. Entonces salimos para los Andes, con la bendición de la

Virgen del Valle, cada quien con su carga de recuerdos, yo veía por la ventanita del

autobús como nos alejábamos de las lucecitas de los cerros, que ya sabía que eran

“ranchos”, pero me parecía que eran mas abundantes que la primera vez que

entramos a Caracas.

El frió y la neblina en el páramo.

Me quede dormida durante gran parte del viaje y de repente el frío del Páramo de

Mérida me despertó, observé por la ventanita del autobús las montañas que parecían

que estaban cubiertas como de gamuza, con un verdor que si lo comparaba con la

gama de colores de mis creyones yo no lo había visto nunca, después me

sorprendieron unos muros construidos con piedras redondas, las plantitas peluditas

que el chofer del autobús nos dijo que se llamaban frailejones, la neblina alrededor de

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las casitas, que eran bajitas, de bahareque, con tejas y ventanas cerradas, casi todas

pintaditas de blanco y azul, los niñitos con los cachetitos colorados con unas mantas

que después me enteré que se llamaban ruanas y contemplando desde la parte mas

alta de la carretera trasandina, la disposición parcelaria de los cultivos, que vistas

desde ahí, parecían una colcha de retazos de diferentes colores, como que la mano de

Dios las hubiera confeccionado para cubrir todos las colinas y me dejó una

sensación de venir de un desorden al orden que sinceramente me encantaba.

La ciudad de los Caballeros.

Al entrar a la ciudad de los Caballeros, lo que me enmudeció fue la serranía

andina, el pico Humbolt , el Toro y el Bompland con un tono azulado y con su carga

de nieve perpetua, habían algunos edificios no muy altos, las casas de bahareque, con

techos de caña amarga y tejas abundaban, las ventanas eran grandes decoradas con

celosía, que te dan la sensación que te están mirando y tu no lo puedes ver, una

catedral grande antigua, con historia, las plazas con pinos frondosos y

atrementinados, el césped como una alfombra verdecita, cercadas con jardineras

llenas de flores de múltiples colores, sinceramente me faltaban más de dos ojos, para

alimentar mi alma, de tanta armonía junta de colores, olores y belleza.

Hoy, describiendo los escenarios del ayer, se asoman entrelazados, las imágenes

de los jardines de flores en Mérida con los versos de Luís Mariano Rivera, en la letra

de Canchunchú Florido, pues a pesar de que el autor se inspiró en el contexto

oriental, también en la ciudad de los Caballeros, abundaban las “flores campesinas

de ingenuos colores que tienen del cielo sus bellos colores……flores que conformes

se sienten dichosas en dar su perfume a las mariposas……” y ellas protagonistas con

su armonía y brillo llenaban de alegría todo lo que rodeaban.

Embelesada por el paisaje y siguiendo en nuestro viaje, nos bajamos en el

mercado municipal, que estaba ubicado para la época en pleno centro de la ciudad,

aquello estaba todo limpio, se escuchaba calentaito-calentaito, tres en uno, pizca,

trucha, la vitamina, el chimo, díctamo real-díctamo real, se contemplaba matices

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contrastantes en la presentación de las verduras, las zanahorias al lado de las acelgas

y las remolachas al lado de las espinacas y el rábano, muchas moras de un color

azulado y las flores de múltiples colores, nuevas para mí, ubicadas en dos de las

puertas del mercado como dando la bienvenida a un gran evento, también colgaban

muchas mantas tejidas de colores, cuadros pintados con chimo, artesanías, abundaban

las tallas en madera y de un material que parecía caña.

Mis progenitores en Mérida

Después de extasiarnos con tanta belleza, buscamos la dirección que nos indicaron

para ubicarnos, era el primer piso de un edificio en la avenida uno, cerca de Milla, y

en el tercer piso trabajaría Peché, por lo que era impensable que padecería de

soledad, la empresa era una compañía anónima que se llamada Ambiente Musical y

como a mi papá le encanta la música, el trabajo se le hacía ameno, todavía escucho

de tanto poner el disco de acetato, la voz de Antonio Machin con “Dos Gardenias

para ti”, “te quiero, te adoro, mi vida ”, otras preferidas las de Daniel Santos “Virgen

de medianoche ”, “Yo no he visto a Linda” y la melodiosa voz de Tito Cortes

“reconciliación”, “volvamos a querernos no mas indiferencia” , también le gustaba

jugar, por lo que me animaban, los gritos efusivos del juego apasionado “truco y

retruco”, la vueltas del dominó en la mesita de madera y ajíley, es muy alegre

todavía. En contraste con mí mamá quien se encargaba de los oficios de la casa,

revisar tareas de la escuela, le gusta las canciones margariteñas de Francisco Mata y

sus Guaiqueries, “…tienes el don de que tus hijos viviendo ausentes muy cerca están,

por que el recuerdo de tu presencia esta latente en el corazón eres la cuna de humildes

hombres que dieron gritos de libertad eres aurora resplandeciente isla bendita, tierra

de paz…….” es muy oficiosa todavía pero le preocupaba, que allá los paisanos

escaseaban, la gente no hablaba mucho, no eran amigables, eran mas bien trancados,

el clima era muy frío y de nuevo había que ponernos en la escuela y ahora éramos

cuatro.

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De manera que Peché, se encargó de inscribirnos en una escuela pública que

quedaba en el centro de Mérida y cuyo nombre era Gabriel de Picón Salas y le fue

relativamente fácil conseguirnos cupo, solo le pidieron los documentos, pues parecía

o daba la impresión que allí todo circulaba alrededor del estudio y eso, a mi mamá le

gustaba. Por lo que nos uniformaron, con nuestros buenos abrigos, maletines y los

útiles para comenzar nuestras clases, un día lunes a las siete de la mañana.

Los geranios en la escuela básica de Mérida.

Mi primer día de clase en Mérida, fue una travesía maravillosa, íbamos caminando

por toda la avenida 4, rodeados de neblina, como si estuviéramos entre las nubes,

hacia tanto frio que poníamos la boca en forma de circulo y nos salía como vapor,

eso para nosotros era un juego hasta llegar a la escuela, que estaba inmersa en una

casa colonial , con pasillos, patios internos y externos, estaba construida de

bahareque, de ambiente fresco, con ventanas grandes, que daban a los pasillos

internos, las columnas estaban adornadas con vasijas de arcilla, que contenían

muchas plantas de geranios, novios rojos y rosados, hortensias, a mi me asignan en

quinto A y a mi hermano en quinto B, porque se agrupaban por edad y en el caso de

los hermanos no podían estar juntos en el mismo salón, Rosa y Myrna las ubicaron

en primero y segundo respectivamente y se me asigna como tarea familiar por ser la

mayor, llevar y traer a mis hermanos de la escuela al apartamento, todos los días.

La maestra de quinto grado A, se llamaba María Teresa, de ella recuerdo su

autoridad en aula, las reglas del hablante y del oyente, sus tareas de síntesis de

lecturas de libros, sus descripciones de lo que nos rodeaba, explicaba matemáticas de

la teoría a la práctica, se resolvían problemas para pensar, algunos fáciles otros

difíciles, los porcentajes, las fracciones, nos hacían razonar, sus exámenes orales con

jurado en biología, historia y castellano eran temibles, sobre todo conmigo que no

sacaba de mi léxico las palabras “Chévere y Vale”, nunca se mostró mal humorada

pero cada vez que le decía “Vale” me daba un papelito en forma de recibo, hasta que

logre controlar el uso de esa palabra.

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Nos preguntaba ¿Qué quieren ser cuando sean grandes?, si alguien contestaba

doctor, ella nos indicaba vamos a imaginarnos que todos queremos ser Doctor y

empezaba a través de interrogantes a describir la profesión ¿Qué hace el doctor?, por

allá decían curar y ¿Qué tíene que estudiar? los músculos, el aparato digestivo, el

aparato respiratorio, el aparato circulatorio y ella nos aconsejaba que eso era desde

ya, por que el medico curaba gente.

Habían muchas preguntas ¿Qué quieren ser? que creíamos que era un juego,

confieso que yo no sabía ¿Qué quería ser? y no participaba, pero un día decidió

preguntarle al que no hablaba por lo que volteo, me miró y me dijo ¿Qué quieres ser?,

yo no respondí, me indicó, no te gusta nada, entonces conteste, al contrario me

gusta todo, no te preocupes que algún día averiguaras lo que “quieres ser”.

La cultura, el trabajo y las manualidades, repertorio para ser feliz en la escuela.

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La participación en todos los actos culturales, era entusiasta se bailaba el Carite, el

Sebucán, los Chimichimitos, el Guarandol , hacíamos el pesebre en diciembre y

luego la paradura del Niño en el mes de febrero, acompañábamos cantando a los

padrinos y a la imagen del Niño Jesús, con música interpretada por unos señores que

tocaban violín, oriundos de un pueblito cercano llamado Tabay, íbamos en fila

cantando “vamos a parar al Niño…..vamos a parar al Niño” y complementábamos

con la canción de Luís Felipe Ramón y Rivera, que se llamaba Brisas del Torbes

“Soy de los Andes, soy todo corazón, soy como el ruiseñor que canta y es feliz……” ,

la Maestra compartía con nosotros bizcochuelo y tisana, nos contaba la leyenda de la

India Tibisay, la Cinco Águilas Blancas, la Loca Luz Caraballo, cantábamos, reíamos,

recitábamos, era como el repertorio para ser feliz, sembrábamos lechuga en el patio

de atrás y cada uno era responsable de su huertito, luego cuando se cosechaba, nos

enseñaban a lavarlas, les echábamos azúcar y compartíamos todos juntos el manjar,

pero llamaba irresponsable al que por algún motivo dejaba secar sus lechugas.

También en la misma escuela, a las hembras nos iniciaban en manualidades como

elaborar muñecas andinas, angelitos, payasos de fieltro, mascaras y algunos dulces

abrillantados y a los varones soldadura, electricidad, máscaras y pintura, estas clases

eran en un cuarto tipo taller.

El castigo físico en la escuela.

Pero un día, me sorprendió que al pasar por la dirección de la escuela, un

compañero estaba arrodillado sobre unas semillas de maíz y al preguntarle ¿qué

estaba haciendo allí? respondió que estaba castigado, por no hacer la tarea de la

profesora Arminda la maestra de quinto B, pensé en mi hermano, me asome en la

ventana de su salón y la maestra estaba dándole reglazos en la planta de la mano a

otro muchacho, porque no se sabía la tabla de multiplicar y si retiraba la planta de la

mano para que no le dieran su reglazo, le daban doble. Por lo que espere a la hora del

recreo y le pregunte a mi hermano, desde cuando estaba pasando eso y me dijo no te

preocupes yo siempre llevo la tarea y hago mis actividades, a mí no me van a

castigar.

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No paso mucho tiempo, cuando en la hora de salida mi hermano venía con la cara

roja y me contó que la maestra lo había cacheteado por que ella había explicado un

ejercicio de división malo y como le mostró cual era el error, la profesora lo cacheteo

para que no dudara de lo que ella decía, entonces nos fuimos todos calladitos para la

casa, cuando Ñova nos recibió, cambio la pregunta de ¿cómo les fue? A ¿qué les

paso?, le contamos, nos dijo, no se preocupen, dejen que venga su papá, que seguro

mañana vamos todos a resolver esto, invitándonos a realizar las tareas para

corregirlas.

Pero en esa época el problema de la cachetada se debatía para ver, ¿quién iba a

reclamar?, así pues, mi mama asumió que Peché tenía mucho trabajo y ella se

dispuso a encarar el problema, pero antes pidió consejo a mi padre y para el, el

escándalo en la escuela era lo que más le preocupaba.

Entonces al día siguiente, Ñova, bien temprano nos acompaño a la escuela, mí

hermano ya no tenía el cachete rojo, un poco más seguro con la protección de mamá y

yo esperaba que reclamara, al entrar a la escuela, conversa con la maestra María

Teresa y le comenta lo sucedido, recomendándole que hablara primero con la

directora de apellido Cacique y así fue, decidieron convocar una reunión esa misma

mañana, con todas las partes involucradas, incluyéndonos a nosotros, la maestra

Arminda se defiende diciendo que éramos unos mentirosos, bulleros e indisciplinados

y la prueba era que el niño ni siquiera tenía la mejilla roja y Ñova oriental de pura

cepa, sugiere que como ella lo que había visto en su hijo era la cara roja, efecto de la

cachetada, entonces, ella le daba una cachetada a la maestra para ver como se le

ponía la cara y luego pasaba mañana, a ver si la tenia roja o no, mi hermano y yo

cruzamos miradas y la directora Cacique inmediatamente interviene y determina que

los dos hermanos vean clases juntos con Maria Teresa.

Ya tengo el sexto grado.

Así fue, con ella también estudie sexto grado, los saberes matemáticos se

inclinaron hacia las áreas, los volúmenes, nos mandaban a realizar las figuras

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piramidales y las elaboraba en clase con nosotros, pirámides, rombos, nos

recomendaba que utilizáramos los libros ya de secundaria, nos contaba la historia de:

Simón Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez, Cristóbal Colon, sus consejos del

“Buenos días”, “Buenas Noches”, “con permiso”, “gracias”, “no irnos con personas

desconocidas”, “la higiene personal” y nos preparaba para pasar los exámenes orales

al jurado.

En esa época se realizaban intercambio de misivas entre muchachos de Mérida y

otros países a través de la escuela, entonces me elijen para que yo le responda a un

muchacho Mexicano, que al leer su carta me pareció curioso que decía que “tú eres

rico por que tienes petróleo” eso me causo tanta risa, que llegue a mi casa

preguntándole a mi papá ¿por qué el niño mexicano pensaba que yo era rica, por tener

petróleo?, el me explicó todo lo referente a la economía petrolera de la época, además

de asesorarme en la elaboración de la misiva de respuesta, explicándole a mi par

mexicano como era la economía petrolera venezolana de la época y por eso me gane

algunos puntos adicionales.

Como la escuela estaba ubicada, en el centro de la ciudad, estábamos muy

expuestos, cuando se presentaban las manifestaciones de estudiantes universitarios,

porque la mayoría de las veces se tornaban agresivas aunque, a la mínima señal de

peligro, la maestra ordenaba tirarnos al piso, salir arrastrándonos hasta llegar al

patio central, sin pánico, sin llorar a pesar de que todos estábamos llorando y

asustados. Estos acontecimientos abundaban en esa época, ocasionando la suspensión

de las clases y luego nos informaban que habíamos aprobado sexto grado.

Vientos de memorización en el Bachillerato.

Curse los primeros tres años de bachillerato, en el Liceo publico llamado

Caracciolo Parra y Olmedo, ubicado muy cerca del mercado en pleno centro de la

ciudad de Mérida, también era una casona colonial, con pasillos y patios internos, de

ventanas grandes y salones grandes, laboraban un grupo de profesores y profesoras,

regidos por un director y subdirector, en cada materia un profesor diferente en

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contraste con la escuela que era una maestra para todo, el horario de clases desde las

siete de la mañana hasta la una de la tarde, en el liceo, los profesores, explicaban con

tiza en el pizarrón y nosotros copiábamos, usaban como evaluación las pruebas

escritas de selección múltiple, para las materias teóricas, castellano, biología, historia

y algunas actividades que se relacionaban con lecturas extensas, para presentar

síntesis, conclusiones y en matemáticas, las pruebas eran mixtas de desarrollo y de

selección múltiple relacionadas con la resolución de ejercicios, sin aplicar estrategias

novedosas, diría que hasta memorística, también optábamos por actividades

deportivas como volleyball, basketball, fútbolito, gimnasia, dotados con todos sus

accesorios y se practicaban en la cancha de usos múltiples de concreto ubicada en el

centro del Liceo.

Casi todos los profesores manejaban las mismas estrategias tanto para impartir

clase, como para evaluar, de manera que, me pude percatar que “el que se aprendía

las clases de memoria” probablemente tenía éxito en los exámenes, pero me costaba

memorizar, por lo que mí método de estudio en esa época, consistió en elaborar

cuestionarios de preguntas y respuestas, de las clases impartidas por los profesores,

además de extraer ideas principales de los libros y “a memorizar se ha dicho”, me

levantaba generalmente de madrugada y leía en voz alta hasta recitarlo todo, por su

puesto en eso ocupaba casi todo mi tiempo.

Escuchando desde la ventana la pronunciación disciplinar y cotidiana.

Como el Liceo estaba adyacente al mercado, siempre me sentaba cerca de la

ventana y a través de la celosía observaba los viejitos vendedores, con sombreros y

ruanas, también me causaba curiosidad, el contraste en la pronunciación de la

profesora de castellano tan preciso, hermoso, a veces incomprensible y el acento

andino, de las personas que transitaban cerca de la ventana y pregonaban “dictamo

real”, “horas, venga y le digo”, “Bachiller no hay puntada sin dedal” “sute apúrele”

“no sea toche” “usted cree que yo soy policía de Valera”, en algunos momentos

abruptamente se interrumpía la clase, por los gritos de un vendedor del diario de la

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época “ El Vigilante….El Vigilante” donde se plasmaban los acontecimientos del día

a día merideño y tenía la obligación de leerlo para comentar las noticias, que luego se

usaba para confeccionar las hemerotecas, no era fácil en esa época conseguir los

periódicos de circulación nacional como “El Nacional”, pues la distribución era

directamente proporcional al clima, pues se transportaba en avión hasta el aeropuerto

de Mérida y si no había buen tiempo no había periódico .

Complaciendo peticiones.

Pero la brecha o vacio de saberes entre sexto y primer año cuantitativamente no

se notaba porque las calificaciones en las diferentes materias eran satisfactorias,

aunque cualitativamente parecía que cursaba sexto grado, toda una batalla de saberes

integrales impartidos por una maestra con diferentes estrategias para pensar y

razonar, contra un contingente de cinco profesores especialistas apertrechados con

estrategias para memorizar, y “yo” en el medio de dos corrientes, sencillamente

tratando de sobrevivir al sistema educativo, “complaciendo peticiones”, para pasar a

segundo año con las mismas características generales anteriores y encontrarme en

poco tiempo en tercer año.

El tercer año y su enfoque de laboratorio.

Allí el cambio fue radical, por que además de clase en aula también tenía

laboratorio, dotados de mesones, con mecheros, balanzas, vernier, el péndulo,

osciloscopio, para las clases de Física; el vaso precipitado, la pipeta, los tubos de

ensayo, el cilindro graduado, las sustancias y los compuestos en la clase de química y

el microscopio, donde cada uno de nosotros contaba con uno de ellos en los mesones

de practica en Biología.

En ese año, las prácticas de laboratorio, fueron interesantes, exigían el uso de la

bata blanca, me iniciaron en las medidas de seguridad e higiene, me ayudaron a

diferenciar entre una propiedad física y química en diferentes materiales, como

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destilar, cuales eran los elementos de la tabla periódica, las unidades en el sistema de

medidas, se demostraban algunas de las leyes de Newton, también se observaba por

el microscopio, secciones de vegetales, gotas de sangre y hasta hacíamos disección de

sapos para observar la composición del aparato circulatorio, se describía las partes del

ojo , el riñón, el corazón de la vaca, entre otras actividades, el laboratorio se evaluaba

con la teoría, había que llevar la bata, asistir a todas la prácticas y elaborar informes

prácticos que arrojaran los resultados. Sin embargo, las clases teóricas de todos los

profesores, seguían las mismas rutinas de enseñanza tiza y pizarrón, aprendizaje

memorístico y la evaluación con pruebas escritas de selección múltiple y desarrollo.

¿Qué dilema, bachiller en ciencias o en humanidades?.

Luego, para cursar cuarto año de bachillerato, me encontré en la disyuntiva entre

ser Bachiller en ciencias o Bachiller en humanidades, yo no recibí ninguna

orientación al respecto, sino que eran las mayores notas obtenidas en las materias, las

que te ayudaban a decidir, por lo que me incline en ciencias por que tenía buenas

notas en matemática, física y química, dejando atrás las notas de castellano, historia

y geografía que también eran aceptables.

El liceo Libertador.

Para cursar cuarto año, me inscriben en el Liceo publico “Libertador”, ubicado

en la avenida cuatro, era de construcción modernista para la época, con dos niveles,

cercado con hermosas barandas de hierro forjado, dotado de laboratorios de física,

química , biología y también de idiomas, biblioteca interna, numerosos baños,

canchas de usos múltiples dotada con accesorios deportivos, auditorio para las

diferentes actividades culturales y de graduación, al frente coexistía un cafetín donde

desayunaba todos los días, con pastelitos, chicha y café, pero en la parte derecha del

establecimiento, estaba plasmada en la pared, una obra artística pintada con colores

oscuros, entre negro y azul firmada por su autor León Egipto, pero no había aprecio

hacia esa obra, ni por los estudiantes, ni por los dueños del local , algunos

compañeros se apoyaban con los zapatos sobre la obra pictórica, mientras se

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desayunaban la ensuciaban con las manos , yo sin embargo al verla sentía que había

algo que no permitía apreciarla y me dejaba pensativa.

Develado el Arte ingenuo de León Egipto.

Después los entes encargados de la cultura en el estado, ordenan la restauración

de la obra, ya que León Egipto fue reconocido como Artista ingenuo y en el proceso

de restauración de la pintura, ante mis ojos, los colores oscuros desaparecieron

emergiendo colores como amarillo, rojo, rosado, verde, azul, ocre intersecciones de

imágenes cotidianas, edificaciones, viviendas, carreteras, campos con cosas

espaciales, quedando la obra, develada después de retirar la capa de barniz oscuro,

que los dueños del local habían aplicado para tratar de ocultarla, pues en esa época

no había el aprecio a este tipo arte, porque estos pintores se asociaban con lo hippie y

la marihuana. Esto fue una lección enriquecedora, pues el cuadro que aparentaba una

cosa y era otra, me inicio en la perspectiva, al punto que cuando observo ciertas

situaciones para emitir opinión, surge en mi mente el cuadro para indicarme que debo

revisar el conjunto de circunstancias que rodean el asunto, para aproximarme mas a

esa realidad.

Pero el cuarto año, que curse en el Liceo Libertador estuvo marcado por muchos

retrasos en el cronograma académico debido a las consecuentes manifestaciones

estudiantiles, por lo que el caos y la violencia se apoderó de la ciudad, bombas

lacrimógenas, locales saqueados, tanquetas militares, vehículos quemados y

suspensión de clases era lo que caracterizaba esos días, por lo que el año transcurrió

con la recurrencia de estos eventos, que afectaron la programación de clases, hasta el

punto que gran parte de los objetivos no se cumplieron, en matemáticas nos

impartieron algunas clases de sucesiones y progresiones, de química pocas clases de

calculo de densidades, masa y volumen, en biología vimos los platelmintos y mas

nada, en ese momento me preocupaba por la escasez de estos saberes y mientras

estaba en la casa en espera del reinicio de actividades, trataba de revisar los libros de

vecinos que habían cursado cuarto año, cuando teníamos dudas, mi mamá buscaba a

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Hernán que era un estudiante de Ingeniería nativo de Tucupita, para que nos pusiera

al día, pues en la Universidad de los Andes también estaban suspendidas todas las

actividades incluyendo el comedor y la biblioteca, así paso casi todo el año, hasta que

hacen un llamado de nuevo a clases, pero como ya estábamos cerca de la finalización

del año de actividades, convocan a una reunión de padres, para informar que

pasaríamos a quinto año, todos aquellos estudiantes, que hubiéramos aprobado los

pocos exámenes presentados, con la promesa de ser nivelados en el transcurso del año

siguiente y eso se sometió a consideración de los profesores y se aprobó de esa forma.

Ya soy Bachiller

Ya en quinto año, aquella promesa de nivelación quedo en el olvido, en

matemáticas los profesores impartieron aritmética, algunas funciones, logaritmos,

inecuaciones pero no tocaron la trigonometría, ni la geometría, lo mismo pasó en

química, física, menos en Biología pues el profesor no solo nos niveló con cuarto año,

sino que nos paseó también por quinto año con mucha destreza hasta el punto de

elaborar nuestro proyecto de graduación que en mi caso la realice en una truchicultura

que quedaba en el Páramo de la Culata .

Todo quinto año giró alrededor de esa materia, el profesor utilizó una enseñanza

con enfoque de laboratorio, vivíamos metidos allí, la biblioteca interna del laboratorio

estaba siempre llena, parecía que fuera la única materia que cursábamos, teníamos

discusiones desde la genética con la mosquitas Drosophila Melanogaster, la

reproducción de los batracios, la reproducción en los seres humanos, la reproducción

de los helechos por esporas, como disecar insectos, la Flora y la Fauna de cada

estado de Venezuela, conservación de los recursos naturales, a veces no tenía en el

horario asignado biología , pasaba por el laboratorio y el profesor siempre allí, con su

bata, impartiendo clases, aclarando dudas, revisando proyectos.

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Después de la presentación y aprobación oral del proyecto, me indicaron que ya

era “Bachiller en Ciencias” y en la ciudad de los Caballeros para esa época el título

de bachiller era importante, te daba un cierto status, por lo que, de allí en adelante se

referían a uno, como el “Bachiller”.

¿Qué vas a estudiar?

Pasados los actos de graduación del bachillerato, la pregunta ¿Qué vas a estudiar?

invadía todos mis espacios y en todo momento, la familia ya no estaba integrada de la

misma forma, puesto que Peché siguiendo las letras de sus canciones como canto de

sirenas, zarpo a buscar la felicidad en otra parte, “lo impensable pasó” y quede

amparada por Ñova, que obligada por las circunstancias económicas, dejó de ser

“ama de casa oficiosa”, para trabajar como “operadora de radio”, en ningún momento

se pensó que nuestros problemas los iban a resolver agentes externos

gubernamentales , sin embargo el apoyo familiar materno nos saco de muchas

dificultades.

Por lo que mi decisión de ¿Qué vas a estudiar? no dependía de las calificaciones

nada más, ni de lo que yo quería, sino de lo que debía hacer para de alguna forma

ayudar a mí madre, por lo que pensé en estudiar alguna carrera corta como “maestra

Normalista”, al planteárselo, Ñova no aceptó, me propuso que fuera a la

Universidad de los Andes y averiguara, a que carreras universitarias yo podía optar

con el promedio de calificaciones que poseía y si no convenía después

conversaríamos.

Así lo hice, con maripositas en el estómago, me presente en la unidad de control

de estudios de la ULA, con mi título de bachiller, mís calificaciones y mí partida de

nacimiento, allí me atendió un profesor, que me preguntó, ¿qué desea estudiar

Bachiller? el preguntando y en mi mente circulaban múltiples imágenes, Ñova,

Peché, Isabelita, mí maestra María Teresa, el ingeniero, los edificios altos y modernos

, las plazas grande, los ranchos de Caracas, las casas de bahareque, los techos de

caña amarga, la matemática, la física, la química, la carretera trasandina, los muros

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de piedra redonda, la armonía de las flores, la distintas melodías, el arte de León

Egipto….. el profesor insistió “entonces Bachiller” ¿Qué tanto piensa? y con tono

entrecortado dije “Ingeniería Civil”, sin embargo con expresión firme me manifestó

“no hay cupo Bachiller” pero le podemos ofrecer la alternativa de “Ingeniería

Eléctrica” y como el básico era el mismo después haces el cambio.

Esa propuesta yo no la entendía, pero amablemente con pensum en mano, me

explicó que la carrera tenía dos ciclos, el básico y profesional, que en el ciclo básico

eran cuatro semestres donde casi todas las materias eran comunes para todas las

opciones de ingeniería, empezando su diferencia a partir del quinto semestre ,

ofreciéndome además que como era Bachiller de buenas calificaciones y egresada de

un liceo de Mérida, accediera al curso de iniciación, completamente gratis en los

laboratorios de la Facultad de Ingeniera y sin pensarlo más, procedí a formalizar mí

inscripción.

El curso inicial fue planificado para dos semanas, una hora todos los días en la

mañana, allá nos instruyeron en el uso de la regla de cálculo, el osciloscopio, el

cronometro, los péndulos, nos representaron los diferentes movimientos, rectilíneo,

circular, los ejes cartesianos, dos y tres dimensiones, también abordaron las

mediciones, de áreas y volúmenes, yo con cada encuentro, me sentía felíz toda una

“bachiller en la universidad”.

Hechicera sin salida.

Llego el día, inicio de las actividades en el ciclo básico de Ingeniería, a las siete de

la mañana, en el lugar llamado “la Hechicera” ubicado en una zona apartada del

centro de Mérida, se podía acceder al sitio, en el autobús de la ULA o vehículos

propios, era paso obligado transitar por la escuela de Forestal, que estaba rodeada

por pinos muy altos adornados con piñitas, casas estilo chalet con jardines llenos de

flores de múltiples colores, emergían muchos manantiales y rodeada por la quebrada

Milla, en el camino se encontraba un puente provisional dispuesto de dos canales para

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unir los Chorros de Milla con la Hechicera, convirtiéndose esta travesía para llegar al

ciclo básico de Ingeniería en todo un paseo turístico y relajante.

Al llegar, la neblina, rodeaba los módulos del ciclo básico de Ingeniería,

estructuras modernas para la época, constituidas de losas reticulares de concreto

armado, columnas hexagonales de concreto, presentaba tres niveles con sótano

donde funcionaban los laboratorios, el cafetín estaba ubicado en la parte de abajo y

también la biblioteca, las fachadas eran de vidrios transparentes, con marcos

metálicos de color amarillo, se podía desde la instalación apreciar los paisajes

merideños que nos rodeaban, un diseño majestuoso para una edificación construida

con materiales inertes, sembrada en los paisajes merideños de la Hechicera, en

armonía sencilla y práctica.

En aquella época del Paz y Amor.

En el interior del recinto, se apreciaban amplios salones de clase, dotados de

pizarrones, pupitres y mesas de dibujo, la temperatura oscilaba entre diez y dieciséis

grados centígrados, hacía mucho frío, en la parte destinada al esparcimiento había

unas mesas de ping pong y canchas de usos múltiples para los ratos libres, carteleras

por todos lados con avisos contrastantes “se dictan cursos para elaborar bombas

molotov” y al lado “se dictan cursos para elaborar títeres”, paredes convertidas en

pizarrones para estudiar, algunos muchachos sentados fumando y otros jumos o

drogados, los estudiantes que estaban mas adelantados nos gritaban “sutes” “nuevos”,

aquella época del paz y amor, los pantalones bota ancha y los afros.

Sobrevivir dependía de conocimientos Matemáticos.

Las asignaturas que se cursaban en los primeros cuatro semestres en Ingeniería

tenían alto contenido matemático: Matemática I, II, III, IV; Física I, II; Química I;

Mecánica Racional I, los sistemas de representación que tenían que ver con Dibujos

de proyectos y descriptiva I y II, Laboratorios de Física y Química, también se

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abordaba la parte Humanística con Antropología y Sociología. De manera tal que

tener debilidades básicas en matemáticas no te daban mucha garantía de sobrevivir

en el sistema, los profesores generalmente explicaban en el pizarrón, hablaban mas

con el pizarrón que con nosotros, nos preguntaban y si alguien respondía, le decían

muy bien, lo que yo percibí en las primeras clases, es que llegaba el momento, que el

profesor ni siquiera se daban cuenta cuando se iban mis compañeros del salón y los

pocos que nos quedábamos, a veces ni copiábamos en el cuaderno, por que parecía

que nos estaban hablando en otro idioma, si ya era complicado descifrar lo que

eyectaban en clase, nos mandaban a estudiar por guías, confeccionadas por ellos

mismos, sin ejercicios resueltos, sin resultados, sin argumento teórico y a veces sin

solución, con el objetivo de aumentar nuestras habilidades, si alguien decía que no

entendía, lo mandaban a estudiar por los libros de Louis Leithold, Taylor, o la serie

Shaum, que ya para la época tenían más de cinco años de edición.

El error es tabú y el ingeniero es exacto.

En la asignatura Física los profesores seguían el mismo modelo dogmático que en

matemáticas, explicaban ejemplos que en general no lo aplicaban a ninguna de las

opciones de ingeniería, el libro que recomendaban era el Resnick Halliday el azul y

el rojo, y de allí a veces aparecía alguna pregunta en el examen, si explicaban algo

vertical, lo preguntaban inclinado, si explicaban algo horizontal , lo preguntaban

transversal, claro por supuesto, intervenía la trigonometría y ellos sabían que esa era

la falla básica general, no dejaban usar las pocas calculadoras HP de la época, así

pues teníamos que aprendernos los ángulos notables de memoria, el error en una

operación básica era el tabú, “el ingeniero es exacto” pero ellos si se podían

equivocar explicando en el pizarrón, para nosotros los cálculos tenían que ser exactos

y rápidos.

El ritual matematico.

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Al punto que parecía que los profesores nos explicaban para adoctrinarnos y

memorizar, si alguien preguntaba alguna duda en Matemática, seguro que era

“repitiente”, pues eran más osados que los nuevos, las preguntas iban dirigidas hacía

la aplicación, ¿dónde se podía aplicar eso? ¿Explíquenos eso con un problema de

ingeniería?, no había respuesta precisa, ni siquiera asociado al entorno, sino con

promesas “mas adelante verán para que van utilizar todo esto” que es demasiado

importante y nos imponían tres exámenes departamentales con premisas para que

razonáramos, les encantaba preguntar lo que no explicaban, se corregía por resultado

exacto y al final pasaban muy pocos o nadie, pero ellos nos convencían con su ritual ,

que la situación no era culpa de ellos , “es que los bachilleres tienen mala base” o “les

falta un curso de iniciación” y nosotros “listos para el matadero” así nos decían los

repitientes, ante aquella desconexión total de la matemática con la ingeniería, pues

parecía que era un saber aislado.

En química explicaban de la misma forma, allí había que aprenderse las teorías de

memoria, pero los exámenes eran como de cien preguntas con factor de corrección

una respuesta mala eliminaba una buena, que impresión tan grande ver listados de

notas en la cartelera, rojas y negativas, yo preguntaba ¿qué significa el negativo?

“Que le deben nota al profesor”.

Descriptiva, entretejido complejo de líneas.

En los sistema de representación, descriptiva y dibujo, la explicaban en el pizarrón

con la tiza tradicional, nosotros sentados en sendas mesas de dibujo, armados con

regla T, escuadras, almohadillas, lápices H y B, compás, sacapuntas, escalimetro y

una hoja blanca donde plasmábamos lo que nos iban explicando, se buscaban trazas,

rebatimientos, se dibujaban conos, cilindros y se ubicaban en el espacio, se

interceptaban entre ellos , a veces le cruzaban rectas y planos que parecían espadas,

en diferentes inclinaciones, el profesor iba explicando y nosotros tratando de

dilucidar, pero cuando apenas estábamos haciendo el elipse y levantábamos la cabeza

para seguir el procedimiento del profesor ya había terminado el problema,

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sinceramente, al ver el resultado en el pizarrón de lo que nos tenía que dar , aquello

era un entretejido complejo de líneas, indescifrable a simple vista, por esta materia

muchos de mis compañeros desistieron de estudiar ingeniería en la universidad, sin

embargo abrigaba una esperanza pues, el profesor era un Arquitecto muy sociable y

se reía por la cara que poníamos frente al pizarrón, retomaba el problema con

paciencia, paso a paso no los explicaba otra vez, nos recomendaba complementar

con los libros de Harry Osers quien para esa época era profesor de la Universidad

Central de Venezuela y había editado algunas publicaciones para reforzar los

conocimientos en esa materia.

Las materias humanistas como tabla de salvación.

Pero la peor parte, la llevaron las materias humanísticas sociología y antropología,

porque mandaban a comprar un compendio de lecturas para aprendérselos de

memoria, hasta que un día pregunte ¿dónde se aplica esto en la ingeniería? el profesor

respondió “no es su problema” creo que la ponen en el pensum para que pasen alguna

materia y no se las raspen todas Bachiller, en ese momento pensé que todo estaba

desconectado.

Mi conocimiento y el interés.

Ante ese panorama, me sentí desguarnecida en el ciclo básico de Ingeniería, donde

la brecha de conocimiento entre quinto año de bachillerato con primer semestre de

Ingeniería era casi insalvable, pero el interés de graduarme y sobrevivir en el

sistema, me hace reflexionar y formularme algunas interrogantes ¿Qué debo estudiar

para pasar? ¿Quién me puede dar información de cómo son estos profesores? ¿Cómo

estudian los que aprobaron? Entonces empecé por preguntarle a los que habían

aprobado las materias y estaban más adelantados que yo en semestres posteriores,

ellos me recomendaban que debía estudiar matemáticas con los tres tomos de Baldor,

aritmética, geometría y trigonometría, aprenderme de memoria los ángulos notables,

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por que no te dejaban sacar la calculadora HP, luego agarras los libritos y

problemaríos de Navarro para poder tener éxito en Física, en descriptiva cúrsala con

el Arquitecto Gelamby por que enseña y tiene paciencia; en Química, Sociología y

Antropología tienes que estudiarte las guías y los compendios, además debes

responder solo cuando estés segura. Me recomendaron una compilación de guías

resueltas que vendía un compañero de estudios que era Colombiano y sobre todo

buscar entre los compañeros para formar equipo de estudio para las materias prácticas

y las materias humanistas estúdiala sola.

Por lo que, siguiendo las recomendaciones de mis compañeros, nos integramos en

equipo Irene Abbadinni; Judith Angarita; Marcela Guccione, Nicolás Napolitano y

yo, todos de clase media baja, allí no había real para despilfarrar, éramos un equipo

disciplinado, cuando no teníamos clase por haber conflictos estudiantiles, nos

reuníamos en una casa familiar y reforzábamos con los libros de Baldor y Navarro,

pasamos hasta un año de paros recurrentes y sin embargo nosotros lo aprovechamos

para estudiar, nos comprábamos en equipo las guías, los libros y empezamos como

cuales paladines a luchar para pasar, no fue fácil, en algunos casos teníamos que

repetir, pero nos apoyábamos para levantarnos de nuevo, nos repartíamos los

ejercicios, lo que no entendíamos buscábamos un profesor que nos explicara y lo

abordábamos en forma separada, hasta que la duda desapareciera, estudiamos

primero cada quien por su lado y después nos juntábamos, yo siempre insistía en

estudiar mas allá de lo que daban los profesores, pero no en forma azarosa sino que

con ayuda de la compilación de guías , así orientábamos la necesidad de

conocimiento y salimos así de los primeros semestres, ¿cómo extrañe que me

relacionaran lo que impartían en clase con la construcción?, pase allí unos añitos,

dogmatizada, estudiando saberes aislados, escuchando las experiencias de los

profesores, porque lo que explicaban no se relacionaban con el conjunto de materias

del ciclo básico, ni del profesional y mucho menos con el entorno.

Pero el trabajo en equipo prevaleció y se mantuvo activo hasta el cuarto semestre,

cuando decidimos cada uno, seguir sus opciones originales, Marcella ingeniería

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Química, yo pedí mí cambio de eléctrica a Civil, Nicolás, Judith e Irene iban por esa

mención e inscribimos los cuatro Topografía como materia del ciclo profesional,

pero nos asignaron secciones con profesores diferentes, por lo que cada uno siguió a

su manera sobreviviendo al sistema.

Preparador de Topografía en la ULA.

Al terminar de cursar Topografía, abren el concurso de preparador para esta

materia, fijan para la escogencia de los aspirantes un examen oral y uno escrito, con

el contenido programático de la materia, el coordinador del jurado era el jefe de

Departamento de Vías de Comunicación el Ingeniero Walter Constantini, era profesor

exigente, explicaba muy bien, la puntualidad y el buen vestir lo caracterizaban, la

responsabilidad en las horas de consulta eran su fortaleza, así pues, decido

inscribirme en el concurso para optar al cargo de Preparador de Topografía en la

Universidad de los Andes, no tenía nada que perder y si mucho que ganar, todos mis

compañeros me decían que era difícil por lo exigente que era el profesor, pero eso no

me preocupó y me preparé en el manejo de Teodolitos como el Wild T1 y el más

moderno el Wild T2, el nivel de ingenieros, para presentar el examen escrito y gané

con el examen practico oral, gracias a mis maestras “Isabelita y María Teresa”

porque el profesor se quejaba en pleno examen, que los preparadores que laboraron

hasta el momento, manejaban bien los instrumentos de topografía, pero no sabían

matemática básica, multiplicar, ni dividir, con decimales y en las lecturas de los

instrumentos, se requería de esos conocimientos y gane el concurso por explicar una

“división con decimales en forma didáctica”, condición que ejercí hasta que me

gradué.

Ser preparador fue una experiencia interesante, me obligo a conocer la Ley de

Universidades de 1970, la organización administrativa de la Facultad de Ingeniería,

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era como “pichón de profesor”, mis bachilleres eran compañeros de estudio, había

un respeto mutuo, nunca falté, ni llegué tarde, les diseñaba estrategias para que la

práctica se entendieran, les explicaba cuando no entendían, les evaluaba todos las

prácticas a través de informes, la nota de práctica se las pasaba a los profesores de la

asignatura, ayudaba a organizar las notas definitivas y el laboratorio de topografía,

llevaba el control de los instrumentos, de la asistencia y del personal obrero del

laboratorio y con lo que ganaba sustentaba mís necesidades básica y ayudaba a mí

mamá un poco con los gastos.

Extrañando el conocimiento pertinente en el ciclo profesional.

Ya ubicada académicamente en el ciclo profesional de Ingeniería Civil, no recibía

más clase en la Hechicera, sino en la Facultad de Ingeniería, que quedaba en la

avenida Tulio Fabrés Cordero, era una construcción moderna para la época, de dos

niveles, con salones tipo auditorio para impartir clase y también salones tradicionales,

estaban las oficinas administrativas, como el decanato, las direcciones, control de

evaluación. Esta facultad abarcaba un amplio espacio geográfico y se impartían todas

las materias del ciclo profesional, había buena dotación de materiales y equipos en

los laboratorios de suelos, pavimentos, topografía, fotogrametría , fotointerpretación,

materiales y ensayos, hidráulica, en general los profesores eran puntuales, no solo

para las horas de clase, también en las horas de consulta en sus cubículos, siempre de

buen vestir, los exámenes no eran departamentales, se corregía por resultado, algunos

de ellos como el profesor Fidel Contreras era el padre de los exámenes sin solución,

nos colocaba el problema en el pizarrón, se iba para el departamento donde ejercía

funciones administrativas, nos dejaba solos en el salón y cada uno de nosotros trataba

de resolver su problema, como no tenía solución pasábamos el tiempo tratando de

buscar la respuesta, nadie salía del salón, hasta que se aparecía y nos arrancaba la

hoja del examen.

Pero teníamos otros que eran ejemplos de puntualidad y ser prácticos como el

profesor Julio Flores quien para la época tenía como sesenta años, llegaba

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puntualmente así estuviera cayendo un aguacero y decía cuando llegábamos tarde

“Buenas noches bachiller” y “prefiero un ingeniero no muy inteligente que llegue

temprano a otro que llegue tarde, por más inteligente que sea” nos explicaba

problemas para aplicar la matemática en la construcción “la matemática la aplican en

la construcción así”; también la profesora Isabel Flores nos explicaba usando unos

prototipos de la Caterpillar y nos dictaba todas las características de las máquinas

usadas en la construcción sin ir a las obras, pero el profesor más emblemático de

todos era el profesor Rosendo Camargo, decían que calculó la Virgen de la Paz y se

hizo nuestro héroe cuando le refutó el cálculo de un puente a los Ingenieros Franceses

en la carretera panamericana, en el salón de clases cometer un error de cálculo básico

implicaba retirar la materia, decía contundentemente “bachiller retírese perdió el

derecho de aprobar la materia”.

También habían profesores menos formales, discípulos de grandes

investigadores, que compartían sus saberes pero con empresas privadas y cuando les

tocaba compartir conocimientos o corregir, dar notas o sencillamente, iniciar el

semestre nos recibían con comentarios como los siguientes “tienen que estudiar las

veintiocho horas del día” “imagínense que el semestre pasado salieron tan bien, que

inclusive hubo un estudiante que saco once puntos” y cuando el rendimiento era muy

bajo en la asignatura que impartían nos trataban de convencer diciéndonos “quien

les dijo a ustedes que podían ser ingenieros, miren el país necesita también zapateros,

carniceros, bodegueros, carpinteros, obreros y eso es lo que yo veo aquí en este

momento” salíamos del salón, a veces de capa caída por la calificación, callados por

el regaño, pero los efectos de esas palabras eran devastadoras para algunos de mís

compañeros, se iban directamente a retirar la materia para no cursarla con ese

profesor, otros nos sobreponíamos y lo considerábamos un reto, pero sin embargo

otros se marchaban, cansados de tanto luchar, parecía una carrera de resistencia.

Pero ya estaba cursando el quinto semestre y todavía me seguía preguntando

¿cuándo iremos a inspeccionar una obra?, ¿Cuándo veremos como se hace una

fundación? y la respuesta fue sorprendente, la aplicación de las materias a la práctica,

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era responsabilidad de cada uno de nosotros, es decir teníamos que ir a las obras por

nuestros propios medios y las dudas anotarlas para preguntársela al profesor

correspondiente en el salón de clases, pues “éramos responsables de nuestro

conocimiento práctico”, casi nadie nos llevó a visitas programadas en obras, sino

que, el que no preguntaba, el profesor le recomendaba que visitara la ejecución de

alguna obra en particular y que le trajera las dudas a clase, si no iba le decía

“Bachiller ya yo me gradué” así pues, que todos empezamos a visitar las obras por

nuestro propios medios, en esas inspecciones conocí albañiles, obreros, maestros de

obras, que nos mostraban sus saberes, de cómo armar cabillas para fundaciones, los

encofrados de las columnas, como elaborar concreto, como frisar paredes y muchas

actividades relacionadas con la ejecución de obras.

Pero reflexionando sobre esto , estas visitas a obras, fueron sugeridas como muy

tarde, esto podía ser el elemento que enlazara al ciclo básico de ingeniería con el

profesional y el abordaje de esos saberes desde los primeros semestres, podía

motivarnos mas al estudio de la carrera, ¿cuántos compañeros empezaron conmigo y

se fueron?, porque lo que le impartían no se correspondía a sus expectativas, querían

saber de construcción, parecía que el básico era demasiado irreal, algo desconectado

de la realidad de las obras, de lo que nos rodeaban ni siquiera se hablaba, sin

aplicación a la ingeniería civil, sin motivación para buscar más allá del conocimiento,

cuando las construcciones estaban a la vista, nos rodeaba por todos lados con

equilibrio con el ambiente, esto podía ser el activador y los profesores del ciclo

profesional debían conectar su necesidad de saberes con el ciclo básico en la

búsqueda de mejorar , estaban también aislados, no había compartir de saberes.

Difícilmente estos profesores, se salían de la estrategia de explicar con tiza y

pizarrón, unos escribían perfecto alineaditos y ordenados, otros hasta nos dictaban,

llegaban puntualmente a la hora de clase, sus evaluaciones seguían siendo tres

exámenes parciales, los resultados exactos, sin calculadora hasta el octavo semestre,

los trabajos de ascenso de los profesores eran los libros de clase, porque los libros

eran costosos y había que hacer cola en la biblioteca, la dotación en los laboratorios

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era muy buena, siempre estaban los materiales y equipos necesarios para los ensayos

de calidad, eran profesores muy teóricos y prácticos pero de laboratorio, también

recalcaban ética y valores, contaban sus experiencias laborales, comentarios a diario

de “no pagar lo que no esta ejecutado”, “medir según las normas”, “no venderse por

un sancocho de gallina” “realizar los ensayos para garantizar calidad”, “hay que

medir bien antes de pagar” eran las recomendaciones del día a día, se cursaba

saneamiento ambiental pero no había hincapié en la disposición de desechos sólidos,

como reciclar los materiales desechables, no había contacto con las localidades para

proponer algún proyecto .

Brecha entre conocimiento y desarrollo tecnológico.

En las materias como concreto armado, cursábamos contenidos que se estudiaban

en la materia materiales y ensayos, como por ejemplo la dosificación del concreto,

que también la veíamos en la materia análisis y presupuestos de obras; también en la

materia derecho aplicado donde nos hablaban de la ley de contratación de la época,

el código de ética del ingeniero, que también era referido en cada una de las materias

del profesional; en la materia fundaciones nos hablaban del suelo y teníamos una

materia llamada suelo que también nos hablaba de lo mismo, en los proyectos

estructurales de acero se calculaba galpones y edificios de tres plantas de acero, no se

pensaba sino en estructuras y superestructuras, en autopistas, no se nos preparaba

para la inspección de obras, impartían las teorías Euler, Bernoulli, Cross, Tres

momentos, Reynold y otras pero no lo relacionaban con los cálculos estructurales,

saberes muy alejados de la incidencia de la tecnología informática de la época, pero

nos enseñaron que lo mas importante era “el ser humano cargado de saber y que de

alguna forma debíamos valorar y aprehender de ellos, con humildad y

agradecimiento” .

Reflexionando sobre la tecnología y en las necesidades de esa época, ya se

pronosticaban en estudios filosóficos por ejemplo Lyotard (1984) indicó que “la

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incidencia de las transformaciones tecnológicas sobre el saber, parece que debe ser

considerable” y hago esta referencia, porque egresé como Ingeniero Civil en el año

1983, un año antes de la edición del informe de este autor y recuerdo que en esa

época, yo trataba de apoderarme de conocimientos en informática, para así manejar

los programas computarizados, que necesitaba comprender para minimizar el tiempo

al ejecutar determinadas labores, programas que existían para la época y que no

fueron impartidos en mí universidad, pero eran necesarios para el ejercicio

profesional.

El circulo de favoritos.

No puedo dejar de recordar esa convergencia de bachilleres, que venían de

diferentes secciones y núcleos básicos ,compartíamos actividades del día a día en las

aulas, el cafetín, el comedor, la biblioteca, el transporte, pero también coexistía un

círculo de estudiantes, que llamábamos cariñosamente los “favoritos”, conformada

por los “hijos de profesores universitarios”, ellos circulaban entre nosotros y no

pasaban desapercibidos, pues andaban siempre juntos gozando de ciertos privilegios,

como por ejemplo: eran atendidos inmediatamente en las secretaria del decanato,

mientras que los demás pasábamos toda el día en eso; tenían cupo asegurado en todas

las materias en los horarios de la mañana sin hacer cola, pero a nosotros nos

quedaba todo disperso y amanecíamos haciendo cola en las direcciones; los

profesores al verlos los saludaban el primer día de clase con mucho cariño y les

preguntaban por la salud de sus padres, en cambio a nosotros nos contaban para ver

cuántos éramos; no había decisión en consenso pues se hacia lo que ellos proponían;

al presentar exámenes las reglas para ellos eran diferentes pues hacían y deshacían,

pero al aplazar los exámenes con los profesores contratados, los padres presionaban

para que les dieran otra oportunidad excluyéndonos a nosotros; en la materia llamada

Estructuras llegaron acusar al profesor de ocasionarles depresión con tanta

complicación solo para que les repitieran el examen, mientras que una alumna se

suicidio cursando la asignatura Concreto por no poder pasar la materia que cursaba

por tercera vez; cuando ellos diferían un examen se los repetían al final del semestre,

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los otros para diferirle un examen era por causa de fallecimiento de familiar y debían

presentar el acta de defunción como requisito para recuperar la evaluación; los

favoritos llegaban y salían por el estacionamiento de vehículos de los profesores,

mientras que los demás por la puerta principal y si trataban de recortar camino por

dicho estacionamiento se convertía en sospechoso de cualquier hurto que ocurriera en

ese lugar ; muchas fueron las circunstancias que este círculo de estudiantes

demostraron que tenían influencias y nosotros sencillamente nos sentíamos

impotentes, oprimidos, hasta los representantes estudiantiles se enojaban y pedían

equidad en el tratamiento, pero no prosperaba la protesta por falta de apoyo, porque

teníamos miedo a retaliaciones, pues los que nos impartían clase en los últimos

semestres, eran los padres de los favoritos y no queríamos agregar más problemas a

nuestra existencia.

Ya soy Ingeniero Civil.

Pero, con todo ese pensum disperso de saberes, donde el error era tabú, el

ingeniero es exacto, faltaba pertinencia en los contenidos programáticos, donde cada

materia era una isla, la ciencia era dogmática, el apuntismo y la memorización a la

orden del día, lejos de la tecnología informática, con una crisis de ética y valores en

puerta, pude vencer esas trincheras, movida por el interés en graduarme, quizás para

mejorar la condición social de la familia, pero también con la esperanza de servir al

país, aportando ideas para proponer una mejor calidad de vida y trasmitir a otras

generaciones las pocas o muchas experiencias vividas, para que “esperando un

milagro” se construya una educación en Ingeniería mejor para el futuro.

Entrando al escenario mágico del llano, el estado Guárico.

Llena de sueños y proyectos, salgo de Mérida para ejercer la profesión de

Ingeniero Civil, dejando atrás a Ñova y mis hermanos, la Universidad, el frío

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paramero, la neblina, los paisajes andinos y con todos esos hermosos recuerdos

ordenados en mi morral, entro, en el año mil novecientos ochenta y tres, por la puerta

Histórica del llano, bordeada por el río Guárico a otro escenario mágico de

Venezuela, como lo es el Estado Guárico, un estado agrícola por excelencia, con una

geografía variada, esplendorosos Morros en san Juan, montañas y colinas verdes con

motas amarillas del araguaney en flor que bordeaban la carretera hacia san José de

Guaribe y Altagracia de Orituco, ni una montañita en Calabozo, San jerónimo de

Guayabal, Las Mercedes del Llano, Santa Maria de Ipire, Valle de la Pascua y

Zaraza, abundante matorrales, esteros cristalinos donde se retratan coquetas las

palmas llaneras en el atardecer; las garzas blancas y otras color pomarosa, garzones,

alcaravanes, de nuevo escuche el canto de un “cristo fue”; galapagos, babas; oso

palmero y chiguires; daban el contraste pictórico en los paisajes, olores a mastranto y

café colado en la mañanita, al transitar los caminos arcillosos bendecidos por el roció

de la mañana, llaneros en sus caballos arreando el ganado por las sabanas desde las

zonas bajas a las altas en invierno, atardeceres de Camaguán, casabe, cachapa, carne

en vara, queso de mano, campechana, joropo llanero, arpa, cuatro y maracas

acompañando la canción de Reynaldo Armas “mí amigo el camino me regaló con

ternura, la frescura de un ambiente natural, un trinar de pajarillo primor de un campo

florido bajo un cielo vegetal………. Para existir los colores tienen que haber

dimensiones con calor de humanidad…….”

Debo acotar, que mi compañero de doctorado Carlos Arriechi, que es mas llanero

que yo, al leer estas vivencias, me facilito un trabajo especial de grado titulado El

joropo llanero: variantes y exponentes ejecutado por Rojas (1995) en la UCV, donde

esta plasmada una entrevista a Reynaldo Armas y al preguntarle ¿A quién le dedico

la canción de mi amigo el camino? su respuesta textualmente fue “Al camino, a los

tantos caminos. Pero en si, el camino que copo la fuente, es el camino que conduce de

Santa Teresa del Tuy a Altagracia de Orituco, en el parque Nacional Guatopo. Al ver

ese camino que se pierde, dando un cielo vegetal, allí fue donde recordé los tantos

caminos y los cielos vegetales que hay en Venezuela….” indudablemente que para

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mí los caminos que coparon la fuente fueron los de Guárico, transitar por ellos, sin

hablar, en silencio, solo contemplando, inspeccionando sin perder un solo detalle de

su belleza ambiental, me hacían también recordar a los otros caminos que había

recorrido y de esa mezcla de recuerdos que triangulaba, caminos, olores, sabores,

colores, rostros, música, flores, culturas y pueblos, emergiendo en forma instantánea

las “dimensiones con calor de humanidad”.

Es en este estado, donde no solo creció mi experiencia profesional y profesoral,

sino que con la bendición de Dios y de nuestros padres contraje matrimonio con

Nicolás, colega egresado también de la ULA y consagrados con tres hijos Giuseppe,

Zulenia y Sebastián, quienes juntos transitamos los caminos naturales, en el ejercicio

de mí profesión, como Ingeniero Jefe de la sala de examen en la Contraloría del

Estado Guárico, Ingeniero Inspector de Obras Públicas Estadales, Ingeniero calculista

de varias obras, Ingeniero Residente de varias empresas, Ingeniero constructor de

muros, viviendas, vías, escuelas rurales, acueductos, cloacas, galpones, pavimentos,

puentes, aceras, reparando escuelas, entre otras, viajando por toda la geografía

Guariqueña.

La Ingeniera Jefe de la Sala de examen

Tengo que referirme a mi primera experiencia profesional en la administración

pública, como aquellas que “se quieren y nunca se olvidan” pues recién graduada me

encontraba en la condición de “ libre ejercicio de la profesión” y por casualidades de

la vida, un ex compañero de estudio de la ULA, que era San Juanero me informo

que necesitaban un profesional de la Ingeniería Civil para desempeñarse en el cargo

de la Jefatura de la Sala de Examen en la Contraloría del Estado Guárico, pero no era

fácil acceder al mismo, pues además del curriculum, calificaciones o experiencias,

solicitaban ciertas condiciones políticas para ejercer el cargo, además de que en este

estado, no había antecedentes de que las mujeres fueran favorecidas con este empleo,

por lo que entre los requisitos básicos se encontraban las inscripciones en: el partido

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político de turno, colegio de ingenieros del estado y la entrevista con el Contralor,

que para esa época era Don Juan Balbi Medina.

Mis expectativas con esta primera entrevista formal de trabajo, no las puedo

olvidar, pues yo no tenía experiencia para saber que me podían preguntar y por

momentos pensaba que el señor era profesional y en lo que a mi respecta ensayaba

haciéndome preguntas y posible respuestas. Pero el día de la entrevista, me conseguí

con todo un profesional de la “universidad de la vida”, con la cabeza blanquita y

“bien puesta”, con el interés de servir a su pueblo, justo, honrado pero con pocos

conocimientos en la contratación de obras, al presentarme ante él, le di la mano, como

mi primer apellido es Aguilera pensó que era familia de los coleadores de Valle de la

Pascua, yo le conteste que no, le dije no soy Guariqueña soy Margariteña, me

contesto que tenía amigos margariteños y me empezó a nombrar sus compañeros pero

yo no los conocía y me quede un rato escuchándolo y observándolo, me explico de su

necesidad, que sencillamente era, tener un profesional de la ingeniería civil que lo

asesorara en todo lo referente a la construcción, contratación, inspección y precios de

obras civiles, que lo habían abordado varios aspirantes pero no eran ingenieros

civiles, sino técnicos en construcción civil, por cierto con mucha experiencia política

en el partido, pero que él estaba consciente que eso no le daba tranquilidad a la hora

de una decisión importante, me pregunto, ¿ que si estaba dispuesta a viajar y visitar

todas las obras del estado?, “yo le dije que si” y me dio la oportunidad de ayudarlo,

poniendo a mi disposición los técnicos de construcción civil para que me apoyaran,

pero la responsabilidad de esa jefatura era única y exclusivamente mía.

Al abordar el trabajo y hacer un análisis de documentos y visitar muchas obras me

percate que habían muchas obras inconclusas que se pretendían cobrar y que estaban

gerenciadas por profesionales de la ingeniería, con más experiencia y poder político,

existía documentación a destiempo, materiales de construcción de mala calidad y me

daba la impresión que los técnicos en vez de apoyarme lo que querían era que yo

aprobara eso así y para presionarme las contratistas e ingenieros de otros organismos,

alegaban que yo usaba mucho tiempo en la revisión de los presupuestos, análisis y

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obras, aquello era un desorden, y hasta presentía que querían usarme para la

aprobación de obras inconclusas por parte de los ingenieros expertos, hasta que

emergió en mi la necesidad de buscar que en ese desorden existiera un patrón de

trabajo.

Estaba en emergencia y debía rápidamente apoderarme de conocimientos

actualizados en licitaciones, análisis de precios, gerencia de proyectos, pues con

pocos meses de graduada y los conocimiento que traía no estaban actualizados con la

realidad que se me presentaba, tenía que estudiar de madrugada y de noche para

poder argumentar mis decisiones y para complementar tome como acción de

supervivencia, el acudir a la “jaula de los leones”, como lo era la cámara de la

construcción el estado Aragua, donde dictarían un curso extenso e intensivo de

aspectos gerenciales para empresas constructoras, cuyo objetivo era también

actualizarlas, algo así como ponerme en los zapatos de los que yo corregía, logrando

que me otorgaran el permiso en la contraloría, pero no remunerado pues el

administrador alego que eso formaba parte de mi crecimiento personal y no favorecía

directamente a la institución.

El curso fue dictado por ingenieros y abogados que conocían muy bien de los

temas, vi pasar ante mis ojos leyes para declarar cosas como utilidad pública, ley de

licitación, leyes de prestaciones para trabajadores de la construcción, tabulador de

mano de obra de la construcción, cuadrillas mínimas para la elaboración de algunos

trabajos, lista de precios referenciales entre otros y me hacia internamente la pregunta

¿por qué si yo curse en la universidad una materia llamada Derecho aplicado,

presupuesto de obras, programación de obras para asuntos de ingeniería con

profesores y profesoras expertos en estos asuntos, porque no tratamos nada de esto

en clase?, pero lo peor fue cuando comparo los formatos que se utilizaban en la

universidad, con los que regían en la época, pues la diferencia de caducidad era de

más de cinco años, sin embargo pude aprovechar de la universidad aquel consejo

“ustedes son responsables de su conocimiento práctico” pues cuando se hablaba allí

de construcción y ejecución de obras, yo me acordaba de las visitas o inspecciones

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que por mi cuenta hacia y tenia clara visión de cómo se ejecutaban algunos trabajos

de construcción y que a la final se convertiría en la esencia del asunto.

Las mediciones de las obras, sus unidades, sus formas de pago estaban regidas por

las mismas normas provisionales creadas cuando ocurrió el terremoto de caracas y

todavía seguían vigentes, los precios unitarios eran cotejados por un listado de precios

referenciales emitidos por el organismo contralor nacional y entonces porque la

contraloría del estado no los hacía visibles ¿Donde estaba eso?.

Por supuesto que aproveche y me apodere de todo ese conocimiento, pero cuando

tocaron el tema de las licitaciones, ni la conocía “esa fue la gota que derramo el

vaso”, pensé “existe una brecha entre lo que me enseñaron en la universidad y el

ejercicio de la profesión”, ¿por qué hicieron esto tan difícil?, lo que me impartieron y

que por lo visto reposaran para siempre en mis cuadernos, no tenía aplicación y

utilidad para resolver problemas en la realidad, lo que me hizo exclamar ¡como perdí

mi tiempo! amanecía estudiando algo que estaba desactualizado desde hace años y no

me di cuenta para reclamar.

De regreso a la Contraloría, mis argumentos fueron más firmes, a Don Juan le

gustaban mis decisiones, el cuadernillo de precios unitarios de la contraloría de estado

apareció, estaba en poder de uno de los técnicos de construcción, quien lo estaba

guardando para su uso personal, algunos funcionarios les gustaban las decisiones,

sobre todo cuando se corregían sobrestimación de precios, a otros no les gustaban las

correcciones, sobre todo los ingenieros poderosos políticos y los funcionarios

públicos, directores de organismos del estado, que cuando enviaban presupuestos a

revisión en la contraloría, se inquietaban por las mismas, no les gustaba que los

corrigiera, pues como que el “error” era un indicador para medir eficiencia y

honradez, mi experiencia como funcionaria pública en esta institución fue de gran

valor para mi crecimiento, personal, profesional, académico y social, se presentaron

infinidades de situaciones que me llevaron a dialogar con diferentes entes, empresas,

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beneficiados, afectados y amigos que pensábamos en conjunto en la resolución de

problemas relacionados con la ingeniería.

También recorrí el estado Guárico, a través de la inspección de obras lo que

amplió aquel horizonte de perspectivas que nació en la universidad y que me ayudó a

conocer materiales de construcción autóctonos, que si bien desconocía sus

propiedades mecánicas y físicas, eran utilizados como una alternativa en algunas

obras, como la piedra del canto rodado de calabozo, para la elaboración del concreto,

o la arena de zaraza para asiento de tuberías, pase de los tubos de asbesto cemento a

los de PEAD en acueductos, visualice de cerquita las soldaduras en tuberías de acero,

pase por la experiencia de las arcillas expansivas en algunos suelos de Altagracia de

Orituco y como afectaban las edificaciones, conocí las propiedades del acapro como

madera dura para usarlo en la construcción, pase por los puentes provisionales de

acero, presencie la construcción de cerchas en las canchas de usos múltiples y

diferentes galpones, me impregne de polvo hasta las pestañas para revisar los

patróleos en el mantenimiento de vías de penetración, transité por muchas

reposiciones de alcantarillas, presencie la alegría de familias por la entrega de sus

viviendas y la tristeza de otros por no tener factibilidad a los servicios básicos,

construcciones diversas de aceras, cunetas, muros de contención entre otros.

Siempre en constante movimiento entre los municipios, donde las autoridades, los

trabajadores de la construcción y los beneficiarios fueron aleados, presentes en todo

momento, agradeciendo o solicitando justicia a través de medios de comunicación;

pero esta tarea no fue fácil, puesto que para llegar a las obras había que transitar

muchos kilómetros por la extensión territorial que tiene el estado y siempre se iba en

compañía de los técnicos o topógrafos, que llevábamos como misión, cotejar las

mediciones de las valuaciones de pago presentadas por las contratistas con la

realidad en obra ejecutada, fui a sitios donde no existían servicios públicos y se

acudía a la solidaridad de personas del lugar para qué nos prestaran sus baños y más

de una cortina colgante plástica rodé, para conseguirme con la sorpresa de una

bacinilla o una letrina, porque ellos carecían de los servicios de abastecimiento de

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agua y cloacas, en algunas ocasiones tuve que llegar a las escuelas navegando en

“curiara” porque era época de invierno y todo estaba inundado o sencillamente

caminar por largos senderos para inspeccionar muros y gaviones debido a que los

vehículos no podían llegar hasta la obra, e inclusive llegue abordar en varias

circunstancias avionetas para inspeccionar obras de envergadura, como la del

malecón de Cabruta, para levantar un informe por desperfectos en la misma, de

manera que por cualquier vía hay que llegar para inspeccionar la obra para cumplir

con el axioma “ medir para pagar lo que se ha realizado y no pagar lo que no se ha

realizado en las obras de construcción” .

Rebelión en el hogar, la memorización campeaba.

Pero mientras esto pasaba en mí entorno profesional, mis hijos que estudiaron en

San Juan de los Morros, en el sistema educativo público y privado, fueron

alcanzados por la acumulación de conocimiento, hasta que un día manifesté que “la

memorización campeaba en el hogar”, recuerdo que cuando trataba de intervenir en

los cantos memorísticos a ellos “no les gustaba” por que argumentaban que “mí

profesor no me explica eso así tan profundo”, “eso no es así” había una rebelión

casera, que me inducía a reclamar en la escuela y hasta el liceo, por la forma en que

mandaban a estudiar “temas completos en forma memorística” y al asistir a las

reuniones de representantes, los padres de los compañeros de mis hijos, me sugerían

que no solicitara poner a pensar y razonar a los muchachos , porque sus hijos ni

siquiera aprobaban memorizando y al cambiarle la estrategia podían salir peor,

además era contradictorio mí reclamo pues mis hijos tenían aprobadas todas las

materias y me di cuenta que de nuevo en mí vida, jugaron un papel “castrante” las

calificaciones y esta vez las obtenidas por mis hijos, pues al ser aceptables, ocultaron

en el fondo lo extemporáneo del sistema educativo en primaria y secundaria.

Profesora en la Universidad Rómulo Gallegos

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Comencé el ejercicio docente universitario en el tecnológico Antonio José de

Sucre en la carrera Construcción Civil dictando las materias Topografía, Resistencia

de Materiales, Obras sanitarias, luego en el instituto universitario Isaac Newton de

San Juan de lo Morros en la carrera Construcción Civil, impartía las materias

Topografía, Ejecución de construcciones, presupuesto y análisis de precios, hasta

llegar a la Universidad Rómulo Gallegos “caminos y horizontes” en el área de

agronomía, para impartir Matemáticas II, Construcciones e instalaciones Rurales y

Elementos Estructurales, materia para la cual concurse y en la que actualmente

ejerzo como docente agregado a dedicación exclusiva.

Desde que decidí tomar este camino, las interrogantes del ¿Cómo enseñar? y

¿Cómo aprenden los alumnos? han sido mi norte, desde luego empezando, con la

imitación de modelos profesorales sobresalientes de mi época, trataba de sembrar el

conocimiento en los estudiantes como profesor conductista, dentro de un paradigma

por formación positivista, individualista, donde el error es un tabú, con un pensum

con saberes fragmentados, un ambiente de supervivencia politizado, una crisis

desarrollada de ética y valores, con algunos profesores exigiendo favoritismo para

sus hijos, pero ante todo y frente a mí, un valioso contingente de jóvenes estudiantes

que motivados por distintos intereses, andan buscando el sueño de una educación

para su desarrollo personal, con armonía y convivencia con sus semejantes.

Viajando entre el positivismo y el postpositivismo.

Realice estudios que llevaban como objetivo, identificar las Principales variables

que afectan el rendimiento en la asignatura Elementos Estructurales, dando como

resultado que los conocimientos básicos matemáticos era la principal variable que se

debía considerar, con este trabajo de enfoque positivista ascendí a la categoría de

asistente. Pero sentí la necesidad de apoderarme de “conocimientos en ciencias de la

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educación” para abordar el problema de “enseñanza y aprendizaje en la asignatura

que impartía Elementos Estructurales” con la seriedad que ameritaba el asunto, por

lo que cursé una Maestría en educación mención Enseñanza de la Matemática en la

UNERG, este encuentro fue muy alecciónante, pues no solo nos ubicaron en los

diferentes paradigmas filosóficos, sino que allí conseguí compartir con “licenciados

y profesores de matemática” egresados de diferentes universidades del país, que

cuando reflexionaban, parecía que teníamos en conjunto las misma necesidades, en

cuanto al “proceso de enseñanza y aprendizaje”, esto me sorprendió, los debates, se

inclinaban ha reconocer que no los habían preparado en el pregrado para “enseñar

matemática” entonces le pregunta obligada y ¿qué fue lo que les enseñaron?, quede

sorprendida con la respuesta, “los mismo contenidos matemáticos que en ingeniería”

en ese momento pensé esto es una “dictadura de la matemática”.

La experiencia, de laborar como Jefe del departamento de Ingeniería en la

UNERG, también me ayudo a visualizar problemas relacionados con discrepancias

entre los rendimientos en diferentes secciones de Matemáticas I y II, por lo que decidí

sumergirme en la sociedad del conocimiento en ingeniería agronómica, para

comprender la situación pero desde el postpositivisno, realizando una investigación

descriptiva de tipo cualitativa, que bajo la pregunta accionante ¿Qué está pasando con

el proceso de enseñanza y aprendizaje de la Matemática en el área de Ingeniería

agronómica de la UNERG? , me permitió describir como enseñan los profesores y

como aprenden los estudiante de matemáticas en este contexto, en opinión de los

propios actores del proceso, reflexionando sobre el perfil del profesor y del

estudiante, obteniendo el título de Maestría con este trabajo para ascender a la

categoría de agregado.

Reflexionando y cambiando con la galería de conocimientos.

Las clases en maestría, siempre terminaban, con manejos de estrategias basadas

en la teoría de aprendizaje de moda “el constructivismo” y lo aproveche como

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herramienta para autoevaluarme y cambiar, lo que estaba haciendo en clase era una

imitación de modelos caducos, donde la acumulación de información era aislada e

impartía las clases de tipo expositiva, que inducían a la memorización, donde la

evaluación la consideraba exitosa cuando la respuesta dada coincidía con la

estipulada y no tenía en cuenta el camino que se seguía para lograrlo, pero los mas

importante para mí, era vencer el desgano y la falta de motivación de los estudiantes

de ingeniería. Por esto transite otras vías, buscando el cambio, empezando por

reconocer que yo no era la “única” en el salón de clases que tenía conocimiento,

puesto que debía construirlo con la interacción con mis estudiantes y su entorno, mi

rol de profesor lo cambie de “dador” a “orientador”, pues entendí que las ideas que

eran actualizadas hoy, mañana por la intervención de la tecnología de la información

podían ser “caducas” y entendí que el salón de clase no era una “jaula”, sino un

espacio para un compartir, en todo momento ideas cara a cara, a veces lo comparo,

con una “fiesta de conocimientos” o “galería de conocimientos”, en donde se les dice

que imaginen que ya son ingenieros, el trabajo es en grupo donde se deben colaborar

con pocas o muchas ideas, claro está, eso amerito que yo estuviera mas preparada no

solo en conocimientos de construcciones actualizadas, sino en el manejo de

tecnología para apoderarme en forma rápida de la información, pues los estudiantes

en eso a veces me ganaban la partida y a su vez me motivaba a tratar de nivelarme

tecnológicamente en el manejo de la comunicación con ellos.

Digerir placenteramente el menú del conocimiento.

Reconozco que fue duro, porque muchas fueron las estrategias que nacieron en

aula para digerir placenteramente el menú del conocimiento en cada encuentro, pero

que “emocionante y gratificante” es ver, aquellos mapas de conocimiento, plasmados

a veces con tiza de colores sobre papel bond, donde en temas específicos de la

construcción, la exposición del trabajo elaborado en equipo, nos llevaban en un viaje

por la historia del asunto, pasaban por describir sus características, nos conectaban

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con los cálculos matemáticos, para sobrepasar las fronteras de la asignatura en la

aplicación en las construcciones rurales, buscando elementos de su entorno para tratar

de que quedaran claras las ideas, imágenes, dibujos, prototipos, ingenio, innovación,

creatividad sencillamente ciencia y arte combinado, con espíritu competitivo, todos

estos aportes colocados en las paredes del salón, a la vista de todos, como la obra

pictórica de León Egipto, esperando desde diferentes perspectivas, la hermenéutica

de conceptos, de cálculos, de aplicación, de belleza, por todos los invitados a la

“galería de conocimientos”, contrastando, evaluando, complementando y contando

con la orientación docente para aclarar, recomendar o sencillamente ayudar a la

interpretación e incorporación de algunos estudiantes bohemios, que en muchas

oportunidades presentaban mapas con debilidades, dándole la oportunidad de

rediseñar su propuesta y presentarla ante todos nosotros de nuevo.

Sálvame Santa María del círculo mercantilista.

Siguiendo con inquietudes sobre la educación en ingeniería y con el interés

también de obtener el título de Doctor para ascender a la categoría de Asociado en la

UNERG, me traslado a la ciudad de Caracas a estudiar en la Universidad “Santa

Maria”, el Doctorado en ciencias de la educación, que me coloco en la condición de

viajar una vez al mes a la ciudad capital, costearme los estudios, para estar al día con

los pagos que exige la universidad y perderme del placer de compartir con mi familia

los días sábados.

Los seminarios eran interesantes, con sus estrategias andragógicas bien

establecidas, con profesores que nos inducían a reflexionar en aula y que contribuía

a la generación de debates importantes sobre el sistema educativo venezolano, pero a

pesar del prestigio que tiene la universidad y el alto nivel académico, en el proceso

administrativo se seguían procedimientos que conllevaban a un “círculo

mercantilista”, donde el ofrecimiento de los cronogramas de los seminarios no se

cumplían académicamente por falta de matrícula y en muchas oportunidades se

pagaban por adelantado los seminarios y después de dos años era que los ejecutaban,

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pero al solicitar el status académico te indicaban que debía reinsertarme de nuevo en

el sistema y por lo tanto pagar la diferencia del seminario que pague por adelantado y

prepararme a ver y pagar dos seminarios mas, para ese momento entonces emergió la

siguiente pregunta ¿Cómo demuestro que todo esto no era imputable a mí persona,

sino a un desorden en el sistema administrativo y académico?

Ante esta situación, solicite reconsideración ante la consultaría jurídica de la

Universidad, demostrando a través de la “lógica” que no era imputable a mí persona

la permanencia en esa universidad, puesto que cada seminario tenían patrones de

ocurrencia de dos años como mínimo, además al cancelarlos con antelación estaba

inserta en el sistema, por lo que, se desvanece la presunción de reinserción para mí

caso, sin embargo, esta situación tiene a muchos compañeros educadores todavía

circulando en esa universidad.

Otra lección más.

Defiendo la Tesis Doctoral, donde genere un modelo teórico para la Gestión del

Capital Intelectual, Virtualización y Vigilancia Tecnológica para la UNERG,

investigación que me ayudo a sumergirme saberes desconocidos enmarcados en la

“economía del conocimiento” y a relacionarme con “mis informantes claves” que

con un interés académico manifestaron la necesidad de la organización de

conocimiento, venciendo la “incertidumbre” de que “no me iban a dar información”,

me di cuenta que el punto que nos une a los profesores, es el profundo amor que le

tenemos a nuestra institución, eso sí, mientras nosotros en la Unerg pensábamos en

organización de conocimientos, para socializarlos dentro y fuera de la institución,

allá en la Universidad Santa Maria en la defensa de tesis, un miembro del jurado

propone que se podía buscar la forma de operacionalizar el modelo para convertir las

universidades en empresas inteligentes, pensé que era interesante viniendo la

propuesta de la dimensión económica, pero mi tutora rompió con esa apreciación

cuando en voz alta , indicó que se podía aplicar “el uso de la virtualización, en las

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personas discapacitadas, para la presentación de sus Tesis de grado en esa

universidad”, y así eliminar lo de presencial, bueno otra lección más de los diferentes

puntos de vista, lo cierto es que quedaron reflexivos con el tema, me dieron mi acta

de aprobación, solicite el titulo y llevo más de once meses esperando que el

pergamino, sea firmado en el Ministerio del poder popular de la educación

universitaria.

Emerge el plan especial dos del doctorado UNERG

Luego y pensando en tomar un merecido descanso, en espera del preciado Título,

de repente, en un centro comercial de San Juan de los Morros, un compañero de

trabajo me informa que aparecía incluida en el listado de profesores pertenecientes a

un plan especial dos del doctorado en la UNERG, para aquellos que estaban en la

categoría de agregado, que no tenían el título de Doctor y como yo no tenia el título

todavía, decidí tomarlo, con el interés de ampliar mis conocimientos y acercarme

más a la realidad en la educación de la Ingeniería.

Pero como siempre, en toda sociedad y sobre todo en la Universitaria, hay

personas curiosas, creativas , que ante todo movimiento de sus semejantes y con un

profundo amor, se interesan en lo que hacen los demás, sentía que las preguntas ¿Por

qué estas haciendo un doctorado en la Unerg, si ya tú tienes uno? ¿Qué haces en un

doctorado Express? ¿Para que hacer otra Tesis si ya tienes una? Estaban invadiendo

todos mis espacios y momentos, hasta que un día alguien se acerco y en una

conversación amena, me hizo ver que a veces en la búsqueda del conocimiento se

activan múltiples intereses y si mi interés era seguir acercándome a la realidad en la

educación en ingeniería, yo no tenía nada que perder, emergiendo como activador de

trabajo “Lo hago porque me da la gana”, así pues utilizó estas sencillas y francas

palabras para activarme en el trabajo y dar respuesta a cualquier curiosidad creativa.

Los primeros días en este doctorado fueron muy interesantes, en ese compartir de

saberes con mis homólogos y los doctores que nos impartían clases en el auditorio

del área de postgrado de la Unerg, se estableció una red multidimensional de

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conocimientos en cuyos nodos había un elemento común que nos activaba, que no se

podía ver a simple vista, pues al estar sentados en esas butacas cada uno con sus

limitaciones físicas, unos más trajinados por los años que otros, podía percibirse algo

que iba mas allá del interés de aprovechar la oportunidad brindada y que iba

emergiendo producto de las diferentes actividades organizadas dentro del aula como

fuera de ella, que no es otro que “el inmenso amor que le tenemos a la Universidad” y

se manifestaba en el hecho de que nadie quería quedar mal, en las actividades

programadas.

En momentos parecía, como aquellas películas, donde llaman a los veteranos

para cumplir una misión y salvar una causa, dando todos nuestros mejores esfuerzos

cognitivos, usando la creatividad, se sabía que teníamos en contra el tiempo, pero

donde el trabajo en equipo predominaba, ayudándonos a salvar velozmente grandes

distancias, por lo que compartir con mis compañeros me parecía una vivencia

fascinante.

Los profesores que nos imparten clase nos dejan un mundo de ejemplos y

reflexiones complejas, en su quehacer en aula los Doctores: Jorge España con su

sencillez en el lenguaje nos ubica exitosamente en la epistemología a través del

tiempo, en la primera exposición presentó una lámina de un doctor llamado Jesús

Leal, que contenía una jaula con la puerta abierta, con un mensaje “asómate a la

puerta a ver si puedes volar” no lo pensé y me elevé en libertad ; Diógenes Álvarez

con su reflexionar en voz baja, nos invita a pensar en los “compañeros de viaje”, las

“cárceles” tocándonos la fibra de la sensibilidad social; Yelitza Torrealba lo práctico

en la metodología; Rodolfo Uribe su preocupación por la “parálisis paradigmática en

otras universidades” “quitarse el chaleco de concreto” nos invita a cambiar; Susana

Pacheco con la importancia del compartir de saberes y el evento, donde todos nos

amalgamamos como equipo; Vicente Paul Colmenares recordando cual es la misión y

trayendo invitados especiales de alta calidad como el profesor Victor Hermoso con su

pensamiento en la “contingencia” y Judith Butriago con su preocupación con los

“paradogmas”; Lilia Moncada el uso del fosforito para aprender a compartir entre

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todos equitativamente el tiempo de las exposiciones ; Aisa Colina y sus consejos de

cómo organizarnos para enfrentar el doctorado, confieso que practíco lo de la cajita

allí tengo todos mis recursos, también nos hizo reflexionar sobre el agradecimiento a

las comunidades que se “espatillan” en darnos información a cambio de nada,

programando entonces en conjunto, una actividad para “compartir saberes desde la

vida misma”, convirtiéndose ese encuentro en la “clase feliz”, donde nuestros

compañeros de doctorado se lucieron, por un lado, Severiano Pilieri nos sorprendió

con una agrupación de música llanera y por el otro los discursos de Violeta Guzmán

y Carlos Arriechi con sus estilos diferentes y por si fuera poco, por las comunidades

del Castrero una señora llamada Hilda, compartió sus experiencias en manualidades

realizadas con elementos del entorno, sus medicinas caseras, sus dulces criollos, hasta

como criaba a sus hijos especiales para mantener el ambiente, como era su relación

con la universidad, se trajo sus vivencias al aula, nos sumergimos en la vida misma ,

generando en el aula, un ambiente de unidad, felicidad, entre profesores, comunidad,

estudiantes y cultura unidos compartiendo sus saberes, en lo particular me hizo

evocar a cuando estudiaba en la aquella “escuela feliz”, aquella que tomaba los

elementos del entorno para hacerse entender ; pero cuando creía que ya había visto

todo en estrategias doctorales, aparecen los juegos lúdicos en el aula Doctoral,

presentados por el compañero Leonardo Atencio, ya con el había compartido algunas

vivencias administrativas y académicas sobre el pensador Foucoult, pero me

sorprendió la estrategia de aprender jugando en doctorado, que experiencia tan

interesante, cuando nos entregaron un juguete a cada grupo para que dependiendo de

nuestras perspectivas respondiéramos a la difícil pregunta ¿Qué es eso? En forma

grupal, particular y total, tengo que confesar que en esa clase muchos fueron los

objetos que me hicieron evocar, como por ejemplo la tortuga inmediatamente al verla

me ubico en amazonas, visualizaba sus característicos paisajes, recuerdo familiar de

un viaje a esa parte hermosa de Venezuela, la zaranda me ubico en ingeniería

específicamente en la estática y la dinámica el comparar juguetes sin movimiento y

con movimiento, pero también de mi niñez recordé el circulo cromático por la

combinación de colores, después en la reflexión, a pesar de que utilizamos los

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sentidos para percibir colores, olores, sabores, texturas la perspectiva que se tuviera

del objeto , dependía de las cortezas textuales que tenia previamente cada uno de

nosotros para acercarnos a esa realidad, también recomendó como organizar el

trabajo de tesis doctoral.

No puedo dejar de hacer referencia a mis compañeros de equipo transdisciplinario,

donde imaginándonos tripulantes de una nave espacial, conformada por las Ingenieros

Agrónomos Luisa, Yajaira, Gilma; el profesor Oleary; la Médico Veterinario Violeta

y los Ingenieros Jacinto; Albeniz; y yo, Mecánico, Electricista y Civil

respectivamente, nos aproximamos al planeta azul del conocimiento, buscando algo

que no estaba en nuestras cortezas textuales como lo era “el volcán

transdisciplinario de Edgar Morin” y en donde en esa aventura y muchas más, nos

hemos propuesto el abordaje de saberes pertinentes en las asignaciones doctorales

para cumplir con éxito la misión encomendada.

También nos nutrimos académicamente, con el dialogo de otros viajeros, que van

dejando en el camino reflexiones profundas como las de María del Carmen y

Severiano; también con los análisis críticos de Alejandro, José, Ingrid, Oscar; emerge

la prudencia en Cacurri, Rosa, Geraldin, Dalila, Betzabe, Graterol, Manuel , Elsi y

Adriana; otros nos brindan la sencillez en sus planteamientos como Carlos y Marvin;

el estilo ecléctico presente en Victorio y Douglas; la practicidad de Johan, Carlota,

Mildred y por su puesto las mas religiosas Witina y Fátima, todos formando un

conjunto universitario, cada uno con sus características propias, compartiendo

caminos de encuentros y a veces con desencuentros, soñamos y despertamos pues el

doctorado que en esencia nos induce a cambiar, nos deja en libertad para abordar o

no, la nave de la creatividad y la imaginación.

Entramado de reflexiones que visualizan el problema.

Siguiendo mi ruta de vida, presento el entramado de reflexiones que me llevaron

a representar el problema, recuerdo, que una mañana fresquita del mes de las flores,

mientras colaba y degustaba un sabroso café en totumita, me detuve extasiada a

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mirar el transitar de las nubes, ellas acostumbran siempre en la mañana traer las

gotas de roció, para glasear los paisajes, llenos de colores, sabores, olores, textura,

sonidos, percibiendo aquel panorama desde la casita que tiene techo de zen-zen,

bordeada por columnas de concreto, pero sin paredes, que reposa en el pedacito del

planeta verde llamado Villa Virginia y en donde acostumbro refugiarme para buscar

la divina libertad de pensamiento y así visualizar el problema.

Con un toque de paciencia espero que salga el sol, en ese despertar mañanero,

sorprendiéndome las sutiles caricias del viento en la cara, que perfumaron todo el

lugar con olores a campo, mastranto y miel, acompañado por un arrullo de flautas,

interpretada por la brisa, cuando sopla los tallos del flexible bambú, también me

ofrece la luz, el circulo cromático en las flores, resaltando los colores violetas en los

mastrantos, los rojos y amarillos de los cariaquitos, pero percibo que no están solas,

pues atienden todas las mañanas a las vistosas mariposas, que lucen sus trajes

aterciopelados, confeccionados por hadas creativas, expertas en bordados

geométricos fractales; pero de repente llama mi atención, una dinámica ardilla que se

dirige a los entre telones de troncos enramados, develándose ante mis ojos, los

Morros de San Juan, embebiendo los espacios visuales con su imagen, se muestran

majestuosos, altos, como un collage viviente, con tonalidades cálidas y frías, que

invitan al silencio de la meditación.

Después de quedarme un largo rato en la abstracción de los Morros, de repente se

rompe el silencio, por la labor de un pájaro carpintero en el tronco de un arbol,

complementando el sonido de su faena, con trinares sin partituras de pájaros, el

zumbido de un cigarrón y el canto solista del “Cristo fue”, que me conecta con lo

celestial, como para que lo recuerde en este pequeño relato; también en la distancia

se manifiesta, el mundo cósico interviniendo bruscamente, con el cornetazo de un

camión, que transitaba en la vía asfaltada que conduce de San Juan a Villa de Cura,

intercalada entre el color verde de los paisajes, que pareciera encerrar el misterio del

saber que hay más allá de ese horizonte terrenal, en ese momento suspiro y cierro

mis ojos y al abrirlos veo que en el techo de zen-zen, estaban suspendidos por

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palitos, tres esferas de color tierra, donde entraban y salían unas avispas, sin

perturbarse, como buenas vecinas, parecían nidos urbanísticos suspendidos por

pilotes, donde se vivía feliz, por lo que me domino la cautela para no desequilibrar

tanta tranquilidad, decidiendo salir de ese escenario y seguir observando la

naturaleza que me rodeaba.

Continuando la exploración de mi planeta verde, tropiezo con un terreno en

depresión adornado con árboles de mangos, frondosos, llenos de frutos amarillos, con

matices verdes, violetas, rojos y anaranjados, con olores atrementinados, dulces

como la miel y es allí donde “evoco” imágenes de hace más de diez años, cuando

todos en familia, Nicolás, Giuseppe, Zulenita, Sebastián y yo sembramos esos

árboles pequeñitos, pero como sabíamos muy poco de agricultura nos costó organizar

la distribución de las plantas en la parcela, pues no queríamos deteriorar aquellos

arbustos y árboles que habían llegado primero que nosotros a ese sitio, pues si bien no

producían frutos, nos aportaban colores armoniosos, olores a campo, por lo que

cumplir con las recomendaciones en distancias mínimas que debían existir entre la

siembra de los arboles, se nos convirtió en muchos casos en tarea difícil, por lo que

nos dio la sensación, que lo que habíamos proyectado en la cuadricula elaborada en

el pliego del papel bond, ordenado y alineado, se convirtió en desorden, pero en

nuestro lenguaje interno entendíamos que queríamos la convivencia de todos y

convencidos de esto nos integramos.

Lo que si abordamos con mas orden, era lo correspondiente a la construcción,

pues Nicolás y yo estábamos formados en Ingeniería Civil, aunque nuestros hijos

Giuseppe y Zulenita estudiaban en el liceo y Sebastián estaba cursando primaria,

decidimos emprender todas las tareas de construcción en familia, realizando estas

actividades los fines de semana; manteníamos la cerca, íbamos construyendo poco a

poco la estructura de la casita, creciendo juntos, compartiendo vivencias; pero con el

pasar del tiempo y al graduarse los hijos de Bachiller, llegaba la hora de que

decidieran que rumbo elegir para formarse como futuros profesionales, por lo que se

les realizó la pregunta crucial ¿Qué quieren estudiar? y las respuestas fueron

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Comunicación Social y dos de ellos “Ingeniería Civil”, pero en la medida que

transcurrieron sus estudios en el subsistema universitario, en diferentes universidades

venezolanas, empezaron a surgir en mí algunas preocupaciones por los efectos de

algunas requerimientos que iban desde recursos para el aprendizaje, hasta falta de

conocimiento básico para cursar algunas asignaturas, en las facultades de ingeniería

civil, tales como:

Mamá, ¿Cuándo me puedes prestar tu libro de Leithold, para estudiar

matemáticas?, ¿Dónde esta tú regla T, las escuadras, escalímetro y el libro de Harry

Osers para la materia descriptiva?, ¿Dónde están los libros de Navarro y Resnick

Halliday para yo estudiar Física?, ¿Cuándo me puedes explicar como se usa el

Teodolito Wild T1 porque estoy cursando Topografía? ¿Cuándo será que los

profesores corrijan por procedimiento y no por resultado? ¿Cómo aplico la Teoría de

Euler y Bernoulli?¿Cuándo me inscriben en unos cursos de Autocad, Sewercad,

Watercad, Lulowin porque eso no lo enseñan en la universidad? ¿Cómo puedo

aprender a pensar? ¿Por qué los profesores me preguntan lo que no dan? ¿Cómo es

posible que eso no me lo dieran en bachillerato y según el profesor es básico para

entender calculo en la universidad? ¿Dónde voy a aplicar eso si el ingeniero tiene

que trabajar sobre planos?

Estas preguntas fueron el abreboca, para un entretejido de pensamientos que

sembraban en mí, dudas del quehacer del sistema educativo, reflexionaba entonces

será posible estudiar con los mismos libros que yo utilice hace veintiocho años; que

se utilicen los mismos instrumentos en dibujo; que sigan manejando severamente el

error; que todavía existen brechas entre el conocimiento y el desarrollo tecnológico

en esta era donde el conocimiento es traducido a lenguaje informático,

presentándose ahora en la forma de software tales como : Autocad para dibujar,

Sewercad para calcular cloacas y drenajes, Watercad para calcular acueductos,

Lulowin para la administración de las obras, IP3 para los cálculos estructurales entre

otros.

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Una era, donde para acceder a la información, basta con encender una serie de

aparatos y ver en formato tabloide o digital, los requerimientos laborales

profesionales, exigiendo que los ingenieros tengan habilidades y destrezas en el

manejo de los software, siendo ahora con carácter de indispensables para el ejercicio

profesional en la Ingeniería, entonces ¿por qué no se orienta a los estudiantes? para

que complementen sus saberes con otras disciplinas y así creativamente elaboren

programas computarizados en sus materias, para ahorrar tiempo en sus labores y no

queden dependientes del desembolso de grandes sumas de dinero para apoderarse de

“rutinas memorística” mercantilísticas.

Ante esta inquietud, surge una idea práctica y me propongo navegar en Internet,

para explorar que materias imparten actualmente en la carrera de Ingeniería Civil en

la Universidad de los Andes que fue donde yo estudie y al acceder al menú del

conocimiento o pensum de estudio actualizado observe que contiene, los nombres de

las mismas materias que curse hace veintiocho años a excepción de sociología y

antropología.

Emerge entonces la interrogante ¿Qué está pasando? convirtiéndose en activador

de la problemática, hasta que un día lunes, acompañé a mis hijos, a sus respectivas

actividades en Caracas, y en el camino reflexiono en voz alta, sobre el tema de la

postmodernidad, la incertidumbre, el caos, la teoría de sistemas, haciendo referencia

a las primeras clases del doctorado en la UNERG y conversando tranquilamente, me

pareció interesante conocer ¿ Cómo las comunidades que viven en esos ranchos que

siempre he visto en los cerros de Caracas y que ahora son mas, se organizan para la

construcción? Y ¿Cómo se beneficiaran de los servicios públicos? será que utilizan

las mismas fórmulas y programas de computación para calcular los acueductos y

cloacas en urbanizaciones, a donde disponen las aguas negras, el servicio de aseo

urbano pasara por ahí, exclamo ¡miren esas escaleras interminables!, en la noche

pareciera que como que todos tienen electricidad y será que los numerosos obreros,

albañiles, maestros de obras que laboran en la construcción y viven ahí, intervienen

en esos procesos constructivos, “será que ellos saben algo que los ingenieros no

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sabemos” expresando la siguiente pregunta a mis hijos, uno estudia y el otro ejerce

la ingeniería civil. ¿Qué saben ustedes, sobre este asunto? la respuesta en coro fue,

“ese tema no se toca en la universidad”, nos enseñan acueductos y cloacas para

urbanizaciones, levantamientos topográficos para vías de comunicación, calculamos

plantas de tratamientos y obras hidráulicas, en cuanto a los ranchos la mejor solución

que podemos ofrecer es “demolerlos” y reubicarlos en otras comunidades.

Y que harían ustedes, si les proponen en una alcaldía que investiguen ¿Cómo se

organizan constructivamente las comunidades que habitan en esos ranchos?, la

respuesta fue “no sabemos ni por dónde empezar”.

Mientras esto pasaba con los hijos que estudiaban ingeniería civil, la hija que

estudiaba comunicación social, estaba interesada en escuchar nuestras conversaciones

en la mesa del comedor para manejar algunos conocimientos ingenieriles, como

baches en la autopista, que características tiene un suelo inestable, porque no hay

suficientes materiales como arena, piedra y cemento para la construcción de

viviendas, lo que me llamo la atención y le pregunte ¿ Porque estas interesada en

conocer sobre estos aspectos? me respondió, porque en la materia periodismo, me

mandaron a cubrir algunos hechos noticiosos, sobre las necesidades de las

comunidades y da la casualidad que casi todo está referido a problemas constructivos

y de servicios por la falta de respuesta a estas necesidades, si bien el gobierno

presenta debilidades en cuanto a la solución de estos problemas, los ingenieros

también se hacen de la vista gorda y ni siquiera asesoran a esa gente en la búsqueda

de soluciones, por lo que manejando bien estos términos, he cubierto mejor estas

pautas noticiosas.

Todos estos pensamientos, me indicaban que algo “no estaba bien”, es decir,

nuestra generación que tenía los saberes, experiencias de esa época y no gozaba de la

tecnología de la información y comunicación, se encuentra veintiocho años después,

de frente con otra generación más joven, que las están enseñando como a nosotros,

sin tomar en cuenta, que la sociedad del conocimiento se dinamizó, que las

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sociedades exigen soluciones rápidas, incluyentes y pertinentes a sus problemas

vitales, como acceso al agua potable, escases de vivienda, vías de comunicación en

buen estado y que el ingeniero también debe aportar ideas con el uso de la tecnología

de la información para relacionarse con su entorno y por ende la comunidad.

Pero este auge tecnológico también deja al desnudo, la crisis en el sistema

educativo venezolano, caminos que recorrimos y que recorren los aspirantes a ejercer

la profesión de ingeniero civil y donde ecológicamente la sociedad exige respuesta y

así mejorar la calidad de vida, consultas que no consigue en forma oportuna de sus

ingenieros y pone en condición de emergencia no solo al subsistema universitario,

sino también a los demás subsistemas que conformar al sistema educativo

venezolano, pues un ingeniero no se forma en el primer semestre de ingeniería, sino

que debe apoderarse de herramientas especiales como manejo de la matemática,

expresión grafica a través del dibujo, creatividad e innovación que deben ser

aportadas desde los subsistemas anteriores, apremiando abordar esta problemática,

en diferentes escalas, desde los componentes relacionados con el hecho educativo

apuntismo, la memorización, la actitud, los valores, el conductismo, la amenaza del

error, la incertidumbre, el conocimiento pertinente, la unidisciplinariedad, la

fragmentación de saberes, hasta sus relaciones internas y externas como la parálisis

paradigmática, la desactualización tecnológica, la desconexiones entre los

subsistemas de educación, con la intención de visualizar como es todo el proceso

educativo, así como también conocer las carencias de conocimiento en el ejercicio

profesional.

Y es así, como todas estas reflexiones, se entraman hincándose en mis estructuras

mentales existentes, ocasionándome “ruido” y originando que emerja esta batería

inicial de inquietudes:

Sera necesario repensar la educación en ingeniería civil en la sociedad del

conocimiento dinámico.

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Se podrán mostrar los componentes de los elementos que conforman el sistema

educativo venezolano desde las vivencias de dos generaciones para repensar el papel

de la ingeniería civil.

Se podrá visualizar como un todo el sistema educativo venezolano desde las

vivencias de dos generaciones para repensar el papel de la ingeniería civil en la

sociedad del conocimiento dinámico.

Se lograra teorizar sobre el proceso educativo venezolano para repensar el papel

de la ingeniería civil en la sociedad del conocimiento dinámico.

Estas inquietudes invadían mis espacios mentales, con preocupación buscaba

explicación, no era fácil pensar sin actuar, ante un conjunto de jóvenes que estaban

sentados en pupitres y en donde están incluidos mis hijos, encerrados en un salón,

ilusionados que estaban aprendiendo para servirle a su país, para cubrir las

necesidades de conocimiento tecno-constructivo pertinente, pero al graduarse se

encontrarían con que su sacrificio fue en vano, que ironía, pues acabando de

graduarse tendrán que apoderarse de “saberes actualizados” para poder ingresar al

mercado laboral, otros menos afortunados tendrán que aplicar el ensayo y error, en el

ejercicio de su profesión, pidiéndole a Dios el milagro de que sus errores no afecten

masivamente a las comunidades.

Seguía con esta carga de preocupaciones y me invitan a un evento para conocer la

propuesta de las nuevas líneas de investigación para la UNERG y en el receso

reflexione sobre este asunto con el Doctor Diógenes Álvarez, quien me sugirió que

podía conseguir respuestas abordando mis inquietudes en una investigación doctoral.

Por lo que seguí el consejo y decidí aproximarme desde las vivencias de dos

generaciones en el sistema educativo venezolano, a ese repensar de la ingeniería

civil, para ello asumí el “rol de una artista” que con el uso del ordenador, tomando

como pincel el mouse y como lienzo el monitor, pincele las siguientes intenciones:

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Intención total de la Investigación.

Construir un lienzo teorético para repensar el papel de la ingeniería civil en la

sociedad del conocimiento dinámico, a través de una aproximación desde las

pinceladas de dos generaciones en el sistema educativo venezolano.

Acciones Pertinentes

Visualizar el proceso total del sistema educativo venezolano en las dos

generaciones.

Develar en el ejercicio profesional los elementos que subyacen para repensar el

papel de la ingeniería civil.

Teorizar para repensar el papel de la ingeniería civil en la sociedad del

conocimiento dinámico desde las vivencias de dos generaciones.

Abordaje Axiológico

Motivada ante la voz de una sociedad inquieta, que exige soluciones a sus

problemas vitales, en donde el sistema educativo venezolano cumple un rol

protagónico, pues se entra al proceso educativo como niño o niña y se transita por

varios subsistemas en el pasar del tiempo, para egresar como hombres o mujeres

profesionales, embebido de la multidiversidad de subelementos y así cumplir sus

sueños, en el ejercicio de su profesión para el beneficio de todo el sistema de vida

local, nacional, internacional y planetario.

Donde las relaciones educativas en el aula, se dan básicamente cara a cara, entre

dos generaciones que por lo general estudiaron en contextos y épocas diferentes, una

conformada por los profesores con conocimiento disciplinario, prendados con

experiencias vividas en el campo, capaz de describir a partir de sus recuerdos,

sustentado en imágenes codificadas por los sentidos, que ven en la tecnología una

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herramienta para dinamizar el apoderamiento del saber y a veces con recelo porque

no logran tener las habilidades para manejarlas rápidamente.

Mientras que la otras personas más jóvenes, los estudiantes, que los están

enseñando con métodos extemporáneos, pero prendados de habilidades y destrezas

para manejar la tecnología rápidamente, que tiene también experiencias virtuales y

vividas en el campo, pero son capaces de describir una situación sustentado en lo que

ve en el computador, sin haber pasado por ahí o sencillamente con usar la tecnología

con ayuda del internet, escribiendo en el teclado “describir tal cosa” tienen todos los

detalles y en migajas para estudiar, razonar, pensar, aplicar y valorar, pues “el aula

ha muerto” sería para ellos el eslogan indicado.

Dando lugar a que la brecha entre la solución de las necesidades vitales de las

comunidades y el conocimiento pertinente para dar respuesta de los egresados del

sistema educativo venezolano, sean cada vez más lejanas, quedando esto en

evidencia en el ejercicio profesional, cuando se encuentra cara a cara con los

problemas y no encuentra herramientas inmediatas para responder, dejando en

entredicho el proceso educativo venezolano.

Se hace necesario que las nuevas generaciones de Ingenieros civiles,

complementen sus saberes permitiendo avizorar ideas factibles e innovadoras y así

mejorar la calidad de vida en nuestra sociedad, dejando los paradigmas mecanicistas,

más allá de la inter y multidisciplinariedad, emergen como solución por ahora la

trasdisciplinariedad y el pensamiento complejo.

Lo anteriormente expuesto, genera desafíos, incomprensiones y situaciones de

extrema complejidad que coloca al Ingeniero civil en la condición de superar estas

brechas que lo ponen en la condición de “orden y desorden” es decir cumplir con los

requisitos para ser ingeniero ideal y no saber cómo resolver los problemas reales que

necesitan las comunidades invitando a repensar su papel en la sociedad del

conocimiento dinámico para hacer frente a las contingencias en incertidumbres.

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De allí la importancia de este trabajo aunado también por las siguientes razones:

Personal: por aquella época donde algunos compañeros de estudio abandonaron

sus ilusiones de ser ingenieros civiles, porque no consiguieron el saber pertinente a

tiempo, donde el error tabú los ahuyentó de la universidad; también por las

generaciones de egresados y especialmente los estudiantes de ahora, para que vean

que hemos pasado situaciones similares, que con el trascurrir del tiempo se volvieron

complejas en el sistema educativo venezolano, en donde las exigencias de la sociedad

del conocimiento dinámico, generen encuentros y desencuentros, que hacen repensar

el papel de la ingeniería civil para mejorar la calidad de vida de todas las

comunidades.

Teóricos: para construir un bastidor teórico referencial desde diferentes

perspectivas con pensamiento propio y ajenos, que sirvan para apoyar el marco del

lienzo, asociadas con el sistema educativo venezolano, permitiendo así que se

caracterice el repensar el papel de la ingeniería civil.

Metodológico: para que los pinceladas vivenciales de dos generaciones, se

conviertan en fuentes potenciales de inspiración que dejen fluir los diferentes tonos

de pensamientos partiendo de la sencillez a la complejidad, intentando buscar el

camino que nos ayuden a visualizar en el sistema educativo venezolano, ese

repensar en el papel de la ingeniería civil en la sociedad del conocimiento dinámico.

Futuro a devenir: con la esperanza, que esta investigación no se quede como un

cuadro polvoriento colgado en la pared o en la red, en la condición estática del

conocimiento ocupando un espacio en la biblioteca o en una caja, sino que navegue

dinámicamente, permitiendo que en sus quiebres, afloren otras vivencias de otros

sistemas de vida, que den sentido a un sistema rizomático fractal que nos lleven a

repensar en el papel de la ingeniería civil en el sistema educativo venezolano.