INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA

LATINA DEL SIGLO XX

Renzo Ramírez Bacca

Colección EnsayosFacultad de Ciencias de la Educación

Colección Maestría en Historia2020

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Reservados todos los derechos

Ramírez Bacca, RenzoIntroducción a la historia de América Latina del siglo XX / Renzo Ramírez Bacca - Pereira: Editorial Universidad Tecnológica de Pereira, 2020237 páginas (Colección Maestría en Historia - Colección Ensayos)

ISBN: 978-958-722-449-8e-ISBN: 978-958-722-450-4

1. América Latina - Historia 2. América Latina - Condiciones sociales 3. América Latina - Política y gobierno 4. América Latina - Relaciones internacionales 5. América Latina - Historia económica 6. América Latina - Revoluciones

CDD. 980.9

© Renzo Ramírez Bacca©Universidad Tecnológica de Pereira

Primera edición, 2020

ISBN: 978-958-722-449-8e-ISBN: 978-958-722-450-4

Universidad Tecnológica de PereiraVicerrectoría de Investigaciones, Innovación y ExtensiónEditorial Universidad Tecnológica de PereiraPereira, Colombia

Coordinador editorial:Luis Miguel Vargas [email protected]éfono 313 7381 Edi�cio 9, Biblioteca Central “Jorge Roa Martínez”Cra. 27 No. 10-02 Los Álamos, Pereira, Colombiawww.utp.edu.co

Montaje y producción:Christian Javier Niño Posada, [email protected]ía en Historia / Universidad Tecnológica de Pereira

Imagen de portada:Elaboración propia del autor

Impresión y acabados: Gráficas OlímpicaPereira

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El presente texto es inspirado en mi labor como profesor de Historia de América Latina, por lo cual agradezco a los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia que compartieron mis lecciones, ejercicios y requerimientos en los últimos años. Tuve la fortuna de compartir con estudiantes de diferentes niveles del pregrado de la carrera de economía, ciencia política e historia. En tal sentido fueron siempre mi referente, fuente de inspiración y motivación. Gracias a todos ellos.

El manuscrito no hubiera sido posible sin el respaldo del Consejo de Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín (Colombia). El cuerpo colegiado y la institución avalaron mi propuesta para un periodo sabático de seis meses, tiempo en el cual pude rastrear, consultar y leer la documentación escogida, pero en especial, concentrarme en la escritura del texto.

Especial agradecimiento al Comité Asesor de la Maestría en Historia de la Universidad Tecnológica de Pereira (Colombia) por su aval académico y por proponer la edición del presente libro ante el Consejo de Facultad de Ciencias de Educación de la misma universidad. Asimismo, a los pares anónimos que leyeron el trabajo, y al Dr. John Jaime Correa por su lectura crítica y sugerencias al manuscrito.

El autorSan Sebastián de Palmitas, 12 de mayo de 2020

Agradecimientos

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ContenidoPrólogo .......................................................................................... 11Primera parte: Latinoamericanística ................................... 15

Capítulo uno: Latinoamericanísta europea y anglosajona: Una mirada panorámica .............................. 17

Introducción .................................................................................... 19Antecedentes .................................................................................... 19

Oteando al Nuevo Mundo desde Europa ............................... 19Enfocando desde las nacientes disciplinas ............................. 21

Miradas desde la coyuntura y la institucionalización ................. 26Las entreguerras ......................................................................... 30La posguerra mundial ............................................................... 31Revolución Cubana y Guerra Fría ........................................... 34En el ocaso de los grandes paradigmas ................................... 43

Segunda parte: Economía .......................................................... 49Capítulo dos: A modo de introducción ............................ 51

Algunas teorías ................................................................................ 53Territorio y población ..................................................................... 55Urbanización, poblamiento y desarrollo económico ................. 58

Capítulo tres: Experiencias y fases socio-económicas .................................................................... 61

Antecedentes y crecimiento primario exportador ...................... 63Caso argentino ........................................................................... 65Primera Guerra Mundial (1914-1918) ................................... 68Caso mexicano ........................................................................... 70

Crecimiento orientado hacia dentro (1930-1945) ...................... 72Gran Depresión (1929-1939) ................................................... 72Segunda Guerra Mundial (1939-1945) ................................... 76

Era cepalina (1945-1960) ............................................................... 77Raúl Prebisch y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) .......................................................... 77

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Integración y pensamiento económico latinoamericano versus la crisis de la industrialización por sustitución de importaciones .................................................................................. 79

Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y el Pacto de Mercado Común Andino ......................................... 81

El caso cubano y la revolución socialista ..................................... 81Experimentación y liberación económica: países del Cono Sur .......................................................................................... 83

Caso chileno: la era de reforma versus Chicago Boys ........... 84Caso brasileño ............................................................................ 87

Década perdida (años 80) y colapso del socialismo cubano ..... 88Colapso socialista cubano y apertura económica (1990-1993) ................................................................................ 88

Neoliberalismo global e industria �nanciera .............................. 90Caso mexicano (1982-1994) .................................................... 90Comportamiento brasileño ...................................................... 93

Tercera parte: Sociedad y política ........................................ 97Capítulo cuatro: Reformismo agrario ............................ 99

Problemática: a modo de introducción ...................................... 101Agrarismo mexicano (1910-1958) .............................................. 105Reforma agraria cubana (1959-1963) ......................................... 107Reformismo agrario latinoamericano y la Alianza para el Progreso (1961) ............................................................................. 109Caso chileno (1962-1973): «[...] la tierra a quienes la trabajan» 110Reformismo agrario militar peruano (1969-1974) ................... 112

Capítulo cinco: Populismo histórico ............................. 117Introducción .................................................................................. 119Movimiento peronista argentino ................................................ 122

Capítulo seis: Dictaduras militares ............................... 131Introducción .................................................................................. 133Conceptualización y caracterización .......................................... 134Estado Burocrático-Autoritario en Argentina (1976-1983) .... 140

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Caso chileno (1973-1990) ............................................................ 146Capítulo siete: Revoluciones ............................................ 155

Introducción .................................................................................. 157Revolución cubana ........................................................................ 160

Capítulo ocho: Relaciones interamericanas ............... 173Introducción .................................................................................. 175Antecedentes .................................................................................. 176Tendencias en el proyecto de unidad ......................................... 182Organización de Estados Americanos (OEA) durante la Guerra Fría ..................................................................................... 183

El caso de Guatemala .............................................................. 186El caso de Cuba ........................................................................ 188

Tendencias reformistas ................................................................. 190Reflexiones finales: Pensar Latinoamérica ...................... 193Referencias ................................................................................. 201

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Lista de Tablas

Tabla 1. Población en América Latina (1900-2000) .............................. 59Tabla 2. Población nacida en el exterior (Argentina, 1869-2001) ....... 67Tabla 3. Leyes de reforma agraria en el siglo XX ................................. 103Tabla 4. Dictadores en Latinoamérica y el Caribe (siglo XX) ............ 137Tabla 5. Revoluciones latinoamericanas (siglo XX) ............................ 160

Lista de Figuras

Figura 1. Hemisferio occidental .............................................................. 56Figura 2. América Latina y el Caribe ...................................................... 57Figura 3. Inmigrantes italianos en Argentina en 1918 ......................... 66Figura 4. Crisis del 29. Bar ayudando con comida a los

desempleados ........................................................................................ 73Figura 5. Textileras en Colombia ............................................................ 74Figura 6. John Maynard Keynes. Feasting with panthers: Keynes ....... 76Figura 7. Raúl Prebisch ............................................................................. 78Figura 8. Juan Domingo Perón .............................................................. 122Figura 9. Evita Perón ............................................................................... 125Figura 10. Jorge Rafael Videla Oath ...................................................... 145Figura 11. Miembros de la Junta Militar, 1973 .................................... 148Figura 12. Fidel Castro y el «Che» Guevara ......................................... 162

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Abreviaturas

AAA Alianza Anticomunista Argentina AL América Latina ALyC América Latina y el Caribe CAP Cooperativas Agrarias de ProducciónCEME Centro de Estudios Miguel EnríquezCEPAL Comisión Económica para América LatinaCNC Confederación Nacional Campesina DINA Dirección de Inteligencia NacionalELN Ejército de Liberación Nacional ERP Ejército Revolucionario del PuebloEE. UU. Estados Unidos INDEC Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República

Argentina INRA Instituto Nacional de Reforma Agraria FARC Fuerzas Armadas Revolucionarias de ColombiaFAO Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la

Agricultura FMI Fondo Monetario Internacional FPMR Frente Patriótico Manuel RodríguezOEA Organización de Estados Americanos OECD Organisation for Economic Co-operation and DevelopmentOLAS Organización Latinoamericana de SolidaridadONU Organización de Naciones Unidas PIB Producto Interno Bruto RCMRE Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones ExterioresSAIS Sociedades Agrícolas de Interés SocialTIAR Tratado Interamericano de Asistencia RecíprocaUNISEF Fondo de las Naciones Unidas para la InfanciaURSS Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

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Historiar América Latina es un ejercicio complejo, pues se trata de un objeto de estudio en construcción permanente y con

diversas posibilidades de teorización. El primer acercamiento puede hacerse a partir de la delimitación de ciertos marcos temporales (pre-colombino, conquista, virreinato y republicano), los cuales identi�can el comienzo y �n lineal de un proceso histórico determinado. Sin embargo, Latinoamérica es diversa y compleja, a lo cual puede agregarse la tradición individualista e internacionalista del historiador en el momento de ofrecer su comprensión u horizonte interpretativo. Por tal motivo, una delimitación temporal para su compresión no es su�ciente; ya sea por la particularidad geográ�ca de los casos regionales o nacionales, el variopinto étnico y cultural, el impacto de fenómenos externos en sus diversos procesos, la temporalidad misma que es cambiante desde una perspectiva historiográ�ca; y, asimismo, por el potencial multidisciplinario e internacional —especialmente europeo y estadounidense—, que tiene América Latina como objeto de estudio.

Entonces, cualquier intento de síntesis requiere de ciertas advertencias sobre sus límites y alcances. En tal sentido, el contenido de este texto se limita a una comprensión concreta sobre América

Prólogo

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Latina en el siglo XX, inspirada inicialmente en calidad de historiador y luego como profesor-investigador visitante y viajero en diferentes escenarios europeos y americanos. Pero, en especial, gracias al ejercicio de enseñanza de la historia latinoamericana dirigido a estudiantes de pregrado de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín.

Es válido señalar que el presente texto se enfoca en ciertos problemas o fenómenos históricos, que pueden considerarse representativos de la región durante el siglo XX. No es un resultado de investigación macro de archivos con fuentes primarias; pero, en cambio, se inspira en lecturas de diversos textos resultados de investigación, documentación o�cial, libros de texto, artículos de prensa, reseñas y documentos audiovisuales y sonoros. Nos quedan pendientes otros fenómenos que merecen atención en una futura entrega; estos, relacionados con la cultura, la religión, el medio ambiente, el narcotrá�co, la migración, entre otros.

La intención no es apoyarnos en etiquetas particulares al ideario geopolítico y cultural —relación o no—, de España y Portugal. Asimismo, desde una perspectiva social, no nos centraremos en visiones indigenistas, eurocentristas o anglosajonas. Nos apoyaremos en lo posible en una mirada procesal sobre determinados fenómenos históricos buscando desarrollar una perspectiva latinoamericanista.

La crítica de fuentes, metodológicamente, subyace en la narrativa a partir de la confrontación de datos y su comprensión en el contexto histórico de cada caso o fenómeno observado, sin olvidar que las limitaciones del género ensayístico hacen implícita dicha técnica.

La temporalidad de los casos, puesta en un enfoque histórico, puede hacer ver a estos como limitados o incompletos debido a que, en algunos, es solo una escena o muestra representativa; y en otros, perdieron las características iniciales que fueron objeto de atención inicial. A modo de ejemplo, el «populismo histórico» de mediados del siglo XX, di�ere de los neopopulismos de �nales de la centuria; las relaciones interamericanas son distintas de lo que fueron antes de la Segunda Guerra Mundial o lo que signi�caron durante y después de la Guerra Fría. Asimismo, las revoluciones en la región, sin duda, no permiten trabajarse del mismo modo, con igual profundidad, pues dependen del impacto del caso y de qué tanto se ha investigado previamente. Visto del anterior modo, se comprende por qué estudiar la Revolución cubana se hace más relevante —debido a su impacto, universalidad y atención prestada por la latinoamericanística occidental—, que otras como la

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mexicana, nicaragüense, entre otras. En tal sentido, la escogencia de los casos, los límites temporales del análisis y la observación de los fenómenos históricos no son casuales o super�ciales; su profundidad y atención en el tiempo responde a factores y limitaciones propias de un trabajo de esta naturaleza.

Respecto de la perspectiva teórica de la narrativa, es válido advertir que se trata de un trabajo especialmente empírico con un enfoque histórico-comprensivo. En tal sentido, cada dato es un elemento potencial de análisis micro-, más no de teorización generalizante. No se tiene la intención de teorizar en torno a resultados previos y tampoco mirar, de modo diferente, las líneas y comprensiones diversas y complejas que se han ofrecido sobre Latinoamérica, se trata en cambio de aproximarnos y comprender este acumulado historiográ�co logrado en el siglo XX.

Esta es una guía para estudiantes y docentes interesados en la Historia de América Latina del siglo XX. Está dirigida también a un público amplio interesado en lograr una aproximación y fundamentación comprensiva. Es también una invitación a consultarla como una herramienta de trabajo y de lectura con miras a lograr una versión sucinta sobre ciertas problemáticas y casos de la historia económica, social, política y diplomática.

Iniciemos entonces con una lectura historiográ�ca de la latinoamericanística occidental, en otras palabras, con una comprensión sobre las distintas miradas realizadas desde los ámbitos europeo y anglosajón durante los últimos tiempos.

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Renzo Ramírez Bacca

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Primera parte

Latinoamericanística

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Capítulo uno

Latinoamericanísta europea y anglosajona:

Una mirada panorámica

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Introducción

Esta parte ofrece una comprensión historiográ�ca derivada de distintas representaciones en torno a Latinoamérica. La pregunta

esencial es: ¿Cuáles son las experiencias y principales hitos en los estudios sobre América Latina? Una cuestión que implica remontarse a los antecedentes que datan de los tiempos de la Conquista y los virreinatos, para luego considerar la fase republicana y llegar al �nal del siglo XX. Interesa resaltar algunos contextos socio-políticos que permitan considerar experiencias sobre las formas de historiar, de modo especial, desde el espectro europeo y anglosajón. Es básicamente una síntesis de la historiografía latinoamericanística, pero ofrece al tiempo una visión panorámica que considera los cambios en las concepciones sobre el sub-continente a través del tiempo.

Antecedentes Oteando al Nuevo Mundo desde EuropaLas primeras miradas europeas respecto del hemisferio occidental

o Nuevo Mundo se apoyan en los cronistas españoles y portugueses, que podemos tipi�carlos del siguiente modo: El primero, compuestos

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por descubridores, soldados, sacerdotes o funcionarios que fueron protagonistas y participaron de los procesos del descubrimiento y la conquista; y, el segundo, por representantes de la historia o�cial, que manejaron gran información desde sus despachos, especialmente desde el Consejo de Indias, creado en 1524 (Fernández López 2020). Empezando a ser nombrados en 1526, los cronistas de Indias fueron los encargados o�ciales y retrataron el mundo prehispánico, sus ciudades, además de sus relatos sobre la geografía, el paisaje, la fauna y la �ora. Esas miradas se dieron desde lo que se puede denominar «cultura occidental»1. Fueron obras que no siempre se publicaron en su tiempo, incluso en la actualidad, se procuran publicar algunas de estas por su carácter inédito. Los círculos de difusión fueron reducidos e incluso se utilizaron por otros cronistas posteriormente. Sin embargo, debemos advertir que también existieron cronistas indígenas —descendientes no pocos de la nobleza aborigen— y mestizos, pero sus escritos no fueron reconocidos y difundidos en su tiempo. En conjunto, ambos grupos abarcaron aspectos propios del descubrimiento y la conquista, y la historia de los virreinatos. Es una escritura que acentúa las identidades de los virreinatos respecto de la metrópolis (España) y que surge en los siglos XVI y XVII.

En oposición al anterior género y en concordancia con ciertos experimentos �losó�co-naturales, el modo de comprender el Nuevo Mundo empieza a reorientarse, mostrando a América como un continente joven con fauna y �ora «inferiores». Hay que recordar al naturalista y cosmólogo francés Georges-Louis Leclerc Bu�on (1707-1788), uno de los cientí�cos predecesores de las teorías evolucionistas. En sus estudios sobre los fósiles y la comparación de sus anatomías concluiría que la tierra había sufrido diferentes cambios, sin precisar temporalidades sobre dichos cambios (Bu�on [1749] 1853). También tenemos a Cornelius de Pauw (1739-1799), holandés de gran autoridad en su tiempo y experticia sobre las Américas y el origen de sus pueblos. Nunca estuvo en el «nuevo continente», pero sus miradas etnológicas e «investigaciones �losó�cas» fueron bien recibidas por los europeos de �nales del siglo XIX (Pauw 1768, 1774, 1788). Los textos de Bu�on (1853), entre otros cientí�cos, exploradores y naturalistas, llegaron a ciertas conclusiones. Una de ellas es que los nativos americanos eran

1 El término «cultura occidental» se asocia al conjunto manifestaciones �losó�cas, artísticas, literarias, y tradiciones político-legales europeas y espacios extra-europeos que se relacionan con el viejo continente por fenómenos de inmigración, colonización e in�uencia cultural.

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inferiores a los de norte y occidente de Europa, en parte por el clima y la geografía del Hemisferio occidental. Asimismo, se destaca el escritor francés Guillaume �omas François Raynal (1713-1796) cuyos aportes a la historia política y �losó�ca de las Indias, en particular, sobre el establecimiento del comercio en las dos Indias, (la del sur y la del norte de América) incluyeron aspectos sociales, religiosos, comerciales, esclavistas, y de igual modo apreciaciones sobre la Revolución norteamericana desde la perspectiva del enciclopedismo francés.

La discusión sobre las diferencias entre el viejo y el nuevo mundo estuvieron en el orden del día durante la Ilustración. En Europa se empezó a tener conciencia de estas diferencias a partir de la dicotomía: inferioridad o superioridad, que se apoyaba en las conjeturas en torno a las causales provenientes desde la geografía, el clima y la raza (Gerbi 1960). Ello marca un derrotero: se empieza a ver a América, no como un continente homogéneo, por el contrario, varias Américas, diversas entre sí, según lo advierte Patricio Hidalgo Nuchera (2005).

Enfocando desde las nacientes disciplinasDurante el siglo XIX se institucionalizan nuevas ciencias y disciplinas

en el ámbito universitario y académico2. En las primeras décadas, se dieron ciertas experiencias que inciden posteriormente en el modo de comprender a los pueblos americanos. Puede advertirse que en sus inicios la historia y representaciones del continente estaba en manos de expedicionarios, viajeros, la escuela histórica de la geografía y la etnología.

Un ejemplo de esos tiempos son los alemanes Alexander Freiherr Von Humboldt (1769-1859) y Karl Ritter (1779-1859). Ambos son considerados los fundadores de la geografía moderna y por lo cual esta adquiere importancia como metodología de estudio3. Humboldt se interesa por cuestiones históricas que repercuten en círculos liberal-republicanos (Pietschmann 2000, 27), resultado de su labor como expedicionario cientí�co en la llamada América meridional en 1799 —una excepción en los tiempos pre-independentistas para un europeo

2 Hay que advertir que no pocos trabajos fueron escritos, en la intencionalidad de exponer diversos aspectos sobre el subcontinente, entre los siglos XVI-XIX. Curtis Wilgus (1942) resalta un buen número autores para los casos del Brasil, México, Florida, América Central, Tierra Firme, Perú, La Plata y West Indies durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Adicional a los anteriores, también referencia historiadores ocupados sobre Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, Santo Domingo y Haiti, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Argentina y Uruguay durante el siglo XIX.3 Humboldt y Ritter también coincidieron en su oposición a la esclavitud y su comercio.

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y que resultaba gratuita para la Corona española—. El proyecto dejó varios resultados, es el caso del manuscrito impreso Cristóbal Colón y el descubrimiento de América: historia de la geografía del nuevo continente ([1892] 1914) y su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España (1799-1804) ([1811] 1966). No por otra razón a Humboldt se le conoció como «el descubridor cientí�co del Nuevo Mundo» en el siglo XX (Ortega y Medina, 1988, 674); es quien redescubre a América, a través de la Historia, superando los mitos de «El Dorado» y la «leyenda negra» anti-hispánica, como advierten Hans-Joachim König y Dagmar Kusche (1994, 692); una mirada que no fue seguida por la escuela historicista germana y tampoco en los tiempos recientes, puesto que la obra del cientí�co alemán se ve desde una mirada regional, estrictamente nacionalista en algunos países latinoamericanos, y en otros como una mirada totalizadora sobre el mundo hispanoamericano, según Juan Ortega y Medina (1988, 673).

Respecto de Ritter fueron varios sus aportes; por ejemplo, su interés por explicar las relaciones del hombre y el medio físico, poniendo acento en la vida social y los procesos históricos, lo que lo convierte en un precursor de la interpretación geográ�ca de la Historia. Propuso aprender de las relaciones entre diferentes formas de materia y las áreas geográ�cas individuales. Hizo del método comparativo un modo para explicar fenómenos naturales, se acercó al concepto de paisaje, las relaciones entre la naturaleza y los elementos de la civilización y la cultura. Intentó demostrar la in�uencia de la naturaleza en el hombre, promoviendo el desarrollo de la geopolítica. Se interesó por la población humana de un área especí�ca, y consideraba que el hombre in�uye en el espacio en el cual vive, y, a su vez, es «educado» por las ventajas y obstáculos que ofrece ese espacio. Su atención también se orientó al desarrollo cultural de cada área, y por ende se convirtió en un fundador del estudio histórico de las regiones (Encyclopedia.com 2019). Sin embargo, en su obra, considerada incompleta, Die Erdkunde im Verhältniss zur Natur und zur Geschichte des Menschen [Earth Science in Relation to Nature and the History of Man] ([1817–1818] 1822–1859), contribuyó sólo para los casos de África y Asia.

La geografía y la geología eran consideradas una misma área de estudio hasta 1820. Fueron los aportes de Humboldt y Ritter los que inspiraron para que América fuera vista desde la óptica de la geografía histórica regional moderna, la cual se orientó a la exploración del globo terrestre y la ocupación europea de territorios, e incluso comenzó a

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llamársele Geografía Humana y Antropología (Ortega y Medina 1988, 676). La otra óptica, en la cual se inscribió, fue la Geografía Estadístico-Política que empezaba a desarrollarse y llegaba a lo sumo hasta la Independencia; y la tercera, en consideración de Horst Pietschmann (2000), fue la historia de la población indígena que se dio más desde una perspectiva etnológica (26-27)4. Sin embargo, había en cambio una tendencia a integrar de manera general el proceso, pero este fracasa. ¿Por qué razón?

De una parte, porque en Europa prevaleció durante mucho tiempo la mirada negativa de inferioridad sobre el indígena y el Nuevo Mundo y especialmente en la zona indio-ibérica, que dejaron los ya mencionados Bu�on y Pauw, y que en el caso alemán retomó el �lósofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831). Es más, se señaló que la única opción de desarrollo civilizatorio solo sería posible en Norteamérica. Es el comienzo de una doble imagen: la del Norte y la del Sur, que prevalece en la actualidad. Una imagen que nunca se apoyó en estudios empíricos y que in�uyó en el pensamiento, interés y posteriores estudios realizados por historiadores y geógrafos sobre América Latina durante todo el siglo XIX, según lo advierte König y Kusche (1994, 692-693). Por un lado, porque la Historia, con el liderazgo de Leopoldo von Ranke (1795-1886) en la Universidad de Berlín a partir de 1825, empieza a ofrecer un sentido cientí�co a las comprensiones sobre el pasado, las cuales se centraron principalmente en los problemas de formación del Estado alemán. Fueron pocas las investigaciones históricas sobre las sociedades latinoamericanas realizas por alemanes durante el siglo XIX. Estas solo se limitaron principalmente a la �gura de Simón Bolívar en el contexto de los procesos de separación y emancipación de los virreinatos, y la constitución de las repúblicas; un interés que crece con una forma diferente de estudiarlo solo a �nales de la centuria (König y Kusche 1994, 694-695). Por otro lado, porque con la creación de los nuevos Estados nacionales en Latinoamérica y el ocaso de los regímenes monárquicos, se identi�can historiadores que participan en la reconstrucción del pasado como parte de su lucha política. El ejemplo cercano lo vemos en el historiador y político neogranadino José Manuel Restrepo Vélez (1781-1863), nombrado como secretario del Interior y Relaciones Exteriores

4 En cualquier caso, fue el maestro Vidal de la Blache (1845-1918), quien recibió la in�uencia de Ritter y Humboldt y también del pensamiento de Ratzel sobre la geografía humana, el cual propuso la idea de hacer descripciones regionales y muestra a los paisajes como resultado de la in�uencia humana en los elementos naturales; todo en el marco de factores económicos, sociales y políticos, le da importancia al trabajo del hombre fuera de los límites de la re�exión geográ�ca.

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del Libertador, con su obra Historia de la Revolución de la República de Colombia (1858 [1827]) e Historia de la Nueva Granada (1836): La primera considerada obra inaugural de la historiografía republicana, la cual contribuyó a resaltar elementos patrióticos y una visión de nación en el siglo XIX; una participación muy discutida que conlleva a revisar esa historia politizada, y frecuentemente radical y bipartidista (liberal o conservadora) en el siglo XX. Sin embargo, su aporte no prejuzga el valor cultural de los nuevos Estados, cuyo contexto, siguiendo a Pietschmann (2000), se enmarca en el triunfo político del liberalismo y el constitucionalismo, la recepción del positivismo, el historicismo, la institucionalización de la educación, la ciencia y la Historia —vista como una nueva ciencia—, y por lo cual se crean ciertas circunstancias favorables para la creación de las llamadas historias nacionales (25).

El �n de los virreinatos y la creación de las nacientes repúblicas de corte liberal permiten evidenciar además fenómenos particulares a procesos de industrialización, libre comercio y especialización exportadora, en los cuales es relevante el papel de Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos. Los modelos de una universidad de investigación y otra profesionalizante, pero en especial la institucionalización de nuevas ciencias, también permiten que el Nuevo Mundo pueda verse de otra manera. Hay una mayor apertura y apropiación del sub-continente.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, desde Alemania, el continente fue nuevamente un objeto de estudio de la Escuela histórica de la Geografía y la Etnología, y de exploradores cientí�cos como el alemán, discípulo de Humboldt, Alfred Hettner (1859-1941) (König y Kusche 1994, 697). Sin desconocer que la literatura o los relatos producidos por viajeros (algunos pintores, otros cientí�cos o diplomáticos) fue de gran aceptación en los medios europeos5. Todos ellos contribuyeron a crear un imaginario y representación sobre el conjunto de las nacientes repúblicas. Asimismo, surgen en Europa los llamados americanistas, asignación orientada a investigadores especialistas de diferentes disciplinas como la etnología, la arqueología y de diversas ramas de la antropología. Estos se organizan luego en la Societé des Américanistes en París (Francia) en 1895, presentando sus resultados preliminares y avances de investigación sobre las sociedades y culturas amerindias en diversos congresos en Europa y América6. También, aparecen los

5 Para una comprensión sobre los relatos de viajeros sobre Latinoamérica como fuente de información ver Mörner (1992, 193-240).6 Los antecedentes sobre el interés por el Nuevo Mundo y los pueblos amerindios pueden veri�carse en el marco de las experiencias del Museo de Historia Natural de París a comienzos del

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altamericanistas con un enfoque interdisciplinario en el que convergen la arqueología, la �lología, la historia y la etnología. Estos se ocuparán de la historia antigua de los pueblos precolombinos desde una perspectiva «aislacionista» o «difusionista». Estos se diferencian de los iberoamericanistas los cuales corresponden a la historia del conjunto de países americanos que formaron parte los reinos de España y Portugal. A �nales del siglo XIX surge un movimiento cultural «indianista»7; de ello surge la noción de indoamérica que tuvo eco en los países de fuerte in�uencia indígena, según lo señala Pietschmann (2000, 31).

Las diferentes miradas y términos sobre el hemisferio van a identi�car, en dichas corrientes, una lucha ideológica y, en el menor de los casos, distintas visiones geo-políticas. Recordemos el papel dominante de algunas potencias europeas. Un ejemplo es la popularización del término «América Latina», hecha por Napoleón III (1808-1873) durante su mandato como emperador (1852-1870), acepción que fue utilizada por latinoamericanos residentes en Francia8. Uno de ellos, el escritor colombiano José María Torres Caicedo, en 1857, acuñaría el término «América Latina» en su poema «Las dos Américas» por lo que, a juicio de Carlos Marichal (2015, 708), es el verdadero padre del término.

El país galo inicia la distinción, asimismo en información o�cial estadística, entre las américas del norte y del sur, la cual se extenderá por lo menos hasta la Primera Guerra Mundial (Streckert 2012, 183). En la comprensión de Pietschmann (2000), esta tiene una connotación de rechazo a la referenciación tradicional ibérica y de ampliación de su herencia, al considerar la incidencia de su tradición romance y latina en Europa, y marcar la diferencia entre la Europa germana, anglosajona y protestante; pero, en especial, contra la extensión de los Estados Unidos (30-31); fenómeno que se evidencia al iniciar la expansión del imperialismo norteamericano al sur de su frontera.

siglo XIX. Sobre sus orígenes, se puede consultar a David Browman (1998, 8-19).7 En palabras de Carlos Arcos Vázquez e Ivett Reyes-Guillén (2015): el indianismo, puede considerarse, de un parte «como una forma de manifestación de la temática indígena en literatura y pintura, asociada a formas de representación que establecía una expresión folklórica, exótica o idílica del mundo indígena, [pero de otra parte], es también una ideología reivindicativa, es la búsqueda, el reencuentro y la identidad con nuestra historia» (137).8 La población estimada de «suramericanos y mexicanos» era de 2311, cerca de un 40 % respecto al grupo total que incluye a norteamericanos con 5777 hacia 1876. Los brasileños (32 %) constituyeron el grupo más importante de viajeros suramericanos, seguido de argentinos, mexicanos, chilenos y colombianos, hacia 1892. Esto explica por qué a los suramericanos se les identi�caba como «brasileños» en Paris. Ya a comienzos del siglo XX constituían un grupo importante en cuanto su inversión y consumo como visitantes en la sociedad parisina. Al respecto, ver Streckert (2012; 185, 192-193).

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De hecho, en Estados Unidos de América, se empieza a dar cierto interés por la Historia de América Latina, en particular, sobre el lado suroeste hispano-mexicano desde �nales del siglo XIX y principios del XX. Tomas Skidmore (1998) advierte que el trabajo pionero y clásico de William Prescott (1796-1859) sobre la conquista de México y Perú son un referente importante, razón por la cual este es considerado el primer historiador cientí�co norteamericano (106). La cercanía limítrofe (pero en especial la importancia política, económica y militar) de la frontera mexicana y el sur estadounidense ayudan a comprender dicho interés, del cual no escapa el tema de la Independencia y la �gura de Simón Bolívar. Es comprensible que frente al desconocimiento que se tenía sobre la región, el interés inicial fuera conocer los orígenes coloniales y el proceso de transformación en repúblicas. Así, tal como lo advierte David Bushnell (1923-2010), el caso excepcional que centraron durante mucho tiempo la atención de los historiadores norteamericanos lo constituye la Independencia mexicana y destaca, a su vez, a William Spence Robertson (1872-1955), biógrafo de Francisco de Miranda y autor de varios textos sobre la época de la emancipación», como el más importante sobre el tema de la «independencia hispanoamericana» (Bushnell 2004, 259-260).

Miradas desde la coyuntura y la institucionalizaciónLatinoamérica evidencia durante el siglo XX diferentes eventos de

orden económico, político, social y militar que pueden caracterizarse como fenómenos que impactaron sus dinámicas de desarrollo y, por ende, las miradas del mundo académico europeo, anglosajón y latinoamericano. Alan Knight (1997) lo asume desde la evidencia del impacto de la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía estadounidense en el hemisferio, a lo que se puede agregar la Guerra Fría y la denominada Segunda Globalización (722). De igual modo, es un referente importante para la Historia occidental y del continente mismo el impacto de la Revolución mexicana, la Revolución cubana, las dictaduras del Cono Sur y ciertos fenómenos de populismo, entre otros hechos que despertaron el interés académico y abrieron nuevas líneas de investigación en la latinoamericanística.

En la ruta lineal de comienzos de siglo y siguiendo el caso norteamericano, se destaca Herbert Eugene Bolton (1870-1953), considerado historiador pionero de la frontera hispano-americana. Este autor inicia una recopilación sistemática de fuentes y bibliografía,

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y publica grandes estudios monográ�cos sobre la Historia Colonial de Nueva España y los territorios comprendidos entre California y Florida (McKanna 1979). Fue una gran autoridad en su tiempo y quien creó la conocida teoría de Bolton. Se diferenció de su mentor Frederick Jackson Turner (1861-1932), quien propuso el concepto «frontera» para entender la historia de los Estados Unidos. Aquel argumentó que la historia de los Estados Unidos no es posible comprenderla si no se tiene en cuenta la historia de otras naciones americanas. En otras palabras, para entender su historia se requiere de una mirada holista. Bolton contribuyó con sus textos sobre historia de las Américas y sus exploraciones, y traducciones al inglés de diarios de soldados y sacerdotes españoles; ello estimuló su escritura sobre el «periodo colonial» español, especialmente a partir del concepto spanish borderlands y la teoría de Bolton. Este autor, durante las primeras décadas del siglo veinte, motivó la extensión del conocimiento sobre la Historia de América. Asimismo, consideró que la Historia europea no puede aprenderse sin conocer la historia de las Américas. Bolton también participa del debate entre la unidad y diversidad de América, y ve en su historia a una «Gran América», por lo cual es el artí�ce de la Teoría Continental, lo que signi�ca ver una unidad histórica en el continente (Bolton 1933, 448-474)9. Su apuesta partió de la crítica a las historias nacionalistas europeas con las cuales se pretendía generalizar una Historia europea; experiencia que consideraba no debía repetirse para el caso del hemisferio occidental.

Los anteriores aportes a la Historia latinoamericana en los Estados Unidos coinciden con una política norteamericana abierta de intervención en la cuenca del Caribe y una política hemisférica hacia los países ubicados al sur del río Bravo. Finalizada la Primera Guerra Mundial, inicia una in�uencia predominantemente norteamericana que es importante en la vida política, económica y militar de la región. Surgen también revistas especializadas respaldadas por gremios nacionales de historiadores profesionales. Es el caso de Hispanic American Historical Review aprobada en 1916. El primer número se pública dos años más tarde con el título Ibero-American Historical Review10, gracias al respaldo de la American Historical Association, que estaba bajo la presidencia de John Franklin Jameson (1859-1937). El proyecto es considerado

9 Este texto es debatido por Lewis Hanke ([1963] 1964, versión en castellano). Sin embargo, es Edmundo O’Gorman (1906-1995) quien primero reaccionó ante la teoría de Bolton (Hidalgo Nuchera 2005, 409).10 Ver página o�cial del Hispanic American Historical Review en https://read.dukeupress.edu/hahr. La revista cuenta con el apoyo de la Duke University Press desde 1926.

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el más antiguo y el principal órgano de los especialistas profesionales norteamericanos en Historia de América Latina y su inicio representó el crecimiento de la subdisciplina en Norteamérica.

Lewis Hanke (1905-1993), otro historiador norteamericano que trabaja el periodo colonial de la América española, es editor fundador del Handbook of Latin American Studies en 193611, el cual se constituye en el primer instrumento bibliográ�co conocido en Norteamérica. El Handbook se convierte en un referente importante para los investigadores latinoamericanistas, y el desarrollo de colecciones y librerías sobre América Latina en el mundo entero. Asimismo, organiza una guía de fuentes hispanoamericanas para el estudio de los virreinatos en México y Perú (1535-1700) en colaboración con Gunnar Mendoza y Celso Rodríguez (Tanodi 1987). Hanke (1964) también participaría en el debate sobre la unidad o diversidad de América, y se apoya en la idea de una América diversa (383-422). No por otra razón este autor es considerado el padre del área de los estudios latinoamericanos en los Estados Unidos12.

También, hay que advertir que el primer auge de publicaciones sobre Latinoamérica se da en los años treinta, en el contexto de la política del «buen vecino» del presidente Franklin D. Roosevelt (1882-1945), quien impulsó dichos estudios (Bushnell 2004, 261). Además, se contaba con el programa interdisciplinario sobre Latinoamericana de la Foundation Rockefeller, fundada en 1913 por John D. Rockefeller, Frederick Taylor Gates y John D. Rockefeller Jr. En ese periodo, se destacan las propuestas de Bolton, pero también de Edward Gaylord Bourne (1860-1908), Arthur P. Whitaker (1895-1979) y Frank Tannebaum (1893-1969) (Skidmore 1998, 106).

Mientras tanto, en América Latina, nos recuerda Sergio Bagú (1996), la Historia era un terreno de cultivo de la tradición con una función legitimadora y limitada al pasado nacional. La multiplicidad de las cátedras universitarias, y la fundación de academias y centros de

11 Ver página o�cial del Handbook of Latin American Studies en http://lcweb2.loc.gov/hlas/12 Tomas Skidmore (1998) señala que luchó contra la leyenda negra en torno a la caricatura de los conquistadores españoles y ofreció en cambio una interpretación causal en torno la lucha de España contra el etnocentrismo anglosajón (109). Además, hizo énfasis en el elemento pro-indianista en la tradición española. En plena Guerra Fría -1967-, Hanke señala que la enseñanza de la historia de América Latina no debe ser utilizada como una acción política particular o política económica de los Estados Unidos en América Latina y, por ende, la Historia no debe ser una disciplina «objeto de 'crisis'», por el contrario, debe ser considerada objeto de estudio, así como un importante segmento de la historia mundial. El debate estuvo abierto en los Estados Unidos, más aún cuando lo propuesto por Hanke consistía en tomar en cuenta la disciplina para formar mejores ciudadanos y no especialistas.

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historia, son síntomas de la trascendencia del pensamiento positivista (ya adquirido en el siglo XIX, considerado el Siglo de la Historia), el cual podría denominarse neopositivismo historiográ�co (55-56). Los historiadores con vocación autodidacta buscaron cierta identidad de lo nacional con tinte patriótico y acontecimental. Asimismo, persiguieron una conciencia histórica que les permitiera afrontar nuevos fenómenos de modernización, traducidos en el crecimiento urbano, en cierta especialización agro-exportadora —identi�cada en las primeras décadas del siglo XX—, y en nuevas divisiones político-administrativas internas. Entender esas nuevas con�guraciones, no era posible sin contextualizar la historia nacional con fenómenos de la historia universal e incluso sin considerar la dualidad aborigen y europea de sus raíces. En este enfoque, es válido aclarar, rea�rmando a Pietschmann (2000), se mantenía la tendencia a ver la historia latinoamericana como una prolongación de la europea (26). En este contexto, lo positivo radica en el inicio de un desarrollo unitario, basado particularmente en el «periodo colonial». Esta es una teoría expuesta tiempo después por Francisco Morales Padrón (1923-2010), a quien se le conoce por «la tesis de que la historia de América es parte de la de Occidente» (Hidalgo Nuchera 2005, 410)13; en parte, porque se evidencian fenómenos históricos más amplios como la colonización, el imperialismo y distintas fases del capitalismo que se desprenden del mundo anglosajón e hispánico (2005, 410). Sin embargo, tampoco era la teoría dominante, pues también estaba la postura de Germán Arciniegas (1900-1999) sobre la «tesis de las cuatro Américas», fundada a partir de la evidencia de cuatro áreas culturales: indoespañola, portuguesa (Brasil), inglesa (Estados Unidos) y franco-inglesa (Canadá) (408).

La temporalidad del periodo colonial, común para los países de la región, contribuirá a evidenciar ciertas fases de organización de los imperios coloniales (en especial el ibérico), y las raíces de los procesos independentistas y de la formación de los estados-nación. En términos generales, hasta 1945, y según Bagú (1996), el «fenómeno político es concebido como la lucha por el poder estatal central, por parte de los historiadores, aunque se encuentran excepciones notables en autores cuya preocupación se orienta a lo económico, social y cultural para anunciar los nuevos objetos de la investigación» (56).

13 Partidarios son también Roberto Fernández Retamar y Enrique Semo; cf. Morales Padrón (1954, 21-38; 1972, 21-22).

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Las entreguerrasEl Panamericanismo —orientación a ver una América unida, con el

protagonismo norteamericano, para enfrentar la in�uencia externa—, representa el �n del aislamiento rooseveltiano como interés principal de los estadounidenses entre 1939 y 1946. Aquel constituye una estrategia, propuesta en el marco del enfrentamiento a las amenazas de la Alemania nazi; este condensa la tendencia y el esfuerzo por agrupar a una América Latina, por buscar un alineamiento continental durante la Guerra Fría (1947-1991). Este enfoque, en cierta medida, contribuye a la creación de cierta producción de escaso valor cientí�co y se orientó a un pasado reciente. También, se destacó la O�ce of the Coordinatior of Inter-American A�airs, encabezada por Nelson Rockefeller (1940-1944), la cual fue orientada a labores propagandísticas e intercambios artísticos, culturales y académicos. Entre tanto, la Hispanic American Review mantuvo criterios de calidad en la selección de publicaciones de resultados de investigación.

Retomando la experiencia germana, solo en el periodo de las entreguerras, los historiadores empiezan a reconsiderar su interés sobre la historia del imperio colonial español. Aunque geógrafos y etnólogos como Otto Quelle (1879-1959), Karl-Heinrich Panhorst (n.d.) y George Friederici (1866-1947) ofrecieron otras contribuciones (König y Kusche 1994, 698-699).

En el caso de España, la guerra civil impulsó la emigración de no pocos intelectuales, historiadores y estudiantes, cuya actividad fue intensa en los últimos años de la República (1934-1936). Lo anterior conllevó a consecuencias en el desarrollo de los estudios sobre Latinoamérica en décadas posteriores. No obstante, surgen revistas especializadas como Ibero América o Hispanoamérica. Además, durante el régimen de Francisco Franco (1939-1975), se crean cátedras y cursos sobre América Latina en las principales universidades, aunque favoreciendo el concepto de «Hispanoamérica». Asimismo, se crea el Instituto de Cultura Hispánica14. En las primeras décadas del régimen franquista, se dieron tendencias a limitar el acceso a las fuentes primarias, a potenciar la visión ideológica del régimen, y a otorgar al Estado y a la política

14 Luego, se conoció como Centro Iberoamericano de Cooperación e Instituto de Cooperación Iberoamericana. En la actualidad, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) es el principal instrumento de cooperación exterior que posee España. No obstante, la institución ha sido promotora de lineamientos y políticas interesantes. Por ejemplo, se ha orientado hacia la Historia, la Historia del Arte y la Etnohistoria: sus temas de investigación son la expansión española y la época de los trabajos cientí�cos.

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económica un papel protagónico. En realidad, los investigadores no tenían mucha libertad y preferían ocuparse de épocas alejadas y menos comprometidas. No obstante, la Casa Velásquez, una institución de investigadores, fue un escenario de intercambio y apoyo a historiadores interesados en la historia colonial latinoamericana. En Sevilla, el Archivo de Indias ha sido de gran importancia para las investigaciones históricas y un espacio de consulta obligada para centenares de doctorandos e investigadores latinoamericanos15.

En cualquier caso, a mediados de siglo, anglosajones (especialmente estadounidenses) e iberoamericanos se dieron a la tarea de debatir sobre la diversidad o la unidad de América Latina (cf. Hidalgo Nuchera 2005, 407-421). En un escenario donde la historiografía hispanoamericana sufre la incidencia de un mundo perturbado, impactado por la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, esta última apartó prácticamente toda la actividad investigativa de los historiadores, obstaculizó los contactos y los intercambios, los cuales solo después de la posguerra se reanudaron lentamente. A tal punto que la Historia de América Latina, como sub-disciplina, empieza adquirir fuerza solo en el periodo de la post-guerra.

La posguerra mundial Como lo señala Bagú (1996), entre 1945-1975 se diferencian los

elementos historia-ciencia, historia-técnica e historia-profesión. Se crean nuevas condiciones en los historiadores, pero también una dependencia. En este periodo tiene lugar la subordinación profesional hacia las instituciones académicas y docentes. De esta índole, el Estado contribuye a acentuar la importancia de la técnica y a atenuar el horizonte apolítico dentro del cual el historiador actúa y a veces se de�ne. Estas condiciones incidieron en el modo de pensar sobre el pasado (1996, 56).

Emerge la Escuela de Berkeley sobre Historia Demográ�ca de América Latina en la Universidad de California con la participación de historiadores como Woodrow Wilson Borah (1912-1999), un interesado en la geografía e historia que le da un carácter interdisciplinario a su formación, y quien trabaja un proyecto de historia demográ�ca colonial mexicana con Sherburne F. Cook (1896-1974) (Vásquez 2000, 3-5; Klein 2000, 1-3).

Hay también una tendencia a la creación o consolidación de programas de historia; pero, de igual modo, al fortalecimiento de la Historia de

15 Para un balance, cf. Calderón Quijano (1987).

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América Latina en Europa (Pietschmann 2000, 23). La producción, organización y acumulados bibliográ�cos que resultan es también un efecto de recuperación que es ascendente a partir de 1955, lo cual no se mani�esta en los países latinoamericanos. Lo anterior no escapa de ciertas características y particularidades de la latinoamericanística: falta de recursos, ausencia de problemáticas ambiciosas y nuevas escuelas, entre otras. Los temas y épocas de atención principal siguieron siendo la Independencia y la Colonia, y la preocupación era dotar al gran público y el hispanoamericanismo de buenos manuales o libros de texto.

Recordemos que las corrientes historiográ�cas más importantes en el siglo XX fueron en particular las derivadas de la Escuela Francesa de los Annales y el Marxismo. En el caso de Francia, varios de sus historiadores contribuyeron a la comprensión de la historia latinoamericana y a una amplia difusión de la misma. Uno de ellos es François Chevalier (1914-2012) quien es un mexicanista y especialista sobre los países andinos. Recibió apoyo de Marc Bloch y del etnólogo Paul Rivet en su orientación inicial hacia el Archivo de Indias, y luego en la práctica de campo para conocer el medio geográ�co y humano del caso mexicano. Le precedieron en su aventura otros franceses como Robert Ricard (1990-1984), Jacques Soustelle (1912-1990) y Guy Stresser Peán (1913-2009) (Marichal 1990, 37-42). En los años cincuenta es un historiador social y económico in�uyente que se destaca por la originalidad de los temas, y su interés por los cambios y las problemáticas, especialmente en México y Perú, aún muy desconocidas en su tiempo. Le da importancia al trabajo de campo para entender ciertos fenómenos que no siempre se pueden comprender desde los archivos, así como a la interdisciplinaridad y el comparatismo para rendir cuenta de un acontecimiento («Reseña ¿Quién…?» 2011). Asimismo, pueden mencionarse obras de amplia vulgarización a mediados de siglo como los aportes de los historiadores franceses Pierre Chaunu (1923-2009) y Jean Descola (1909-1981)16.

En Alemania, pasada la Segunda Guerra Mundial, puede considerarse a Richard Konetzke (1897-1980) y Hermann Kellenbenz (1913-1990), según Köning y Kusche (1994), como los fundadores de la investigación y la enseñanza de la Historia de América Latina en Alemania; aportaron a la historia del periodo colonial y también a las relaciones económicas entre Alemania y América Latina (699). Konetzke, un historiador interesado en su trabajo de campo y en la identi�cación de fuentes para

16 Ver trabajos representativos como Chaunu (1949) o Descola (1954, obra traducida como Los conquistadores del imperio español en 1959).

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la historia demográ�ca y social hispanoamericana (Ramos 1997, 7-9), también aportó a la formación de hispanistas y latinoamericanistas, centrado en Colonia a partir de 1954 (Mörner 1997, 1). Junto con Kellenbenz crean Historia de Estado, Economía у Sociedad de América Latina, conocido como el Jahrbuch, uno de los anuarios más importantes en el campo latinoamericanista internacional, según lo señala Magnus Mörner (1997). También, al igual que los historiadores de la época, se preocupó por la publicación de colecciones de materiales primarios, los cuales motivaron la hispanoamericanística en las nuevas generaciones de historiadores (1-2).

Magnus Mörner (1924-2012) muestra, además, que se puede vulgarizar sin rebajar el tema latinoamericano en Escandinavia, en 1957. En dicho año, publica su libro Latin Amerika, Kulturländernas Historia, de trecientas cincuenta páginas, con mapas y cuyo contenido en un poco más de la cuarta parte del texto versa sobre el período colonial y precolonial, y el resto sobre los siglos XIX y XX. En esos años, no habría equivalentes en Europa, al mostrarse su libro como un texto cómodo y bien hecho, en el cual las páginas consagradas al período precolombino dan muestra de agudeza. Mörner (1954) se daría a conocer en el ámbito francés y europeo con su estudio consagrado al Paraguay colonial. Es un texto que se encuentra por fortuna en inglés y castellano. Allí, la caracterización que ofrece el historiador se apoya en los antecedentes prehispánicos, el proceso de colonización y sus consecuencias, la migración europea y africana, la creación de una sociedad multiétnica, el proceso de urbanización, las económicas de exportación y las grandes propiedades, y los cambios políticos sufridos a través del tiempo17.

El historiador sueco colaboró en el Ibero Amerikanska Bibliotekt och Institutet vid Handelshogskolan18 (el cual se a�rmaba como centro de publicaciones y donde trabajó como bibliotecario en 1951, para luego ser su director entre 1957 y 1965) y en la Göteborgs Universitet, donde enseñó Sverker Arnoldsson (1908-1959)19, a quien se le debe el trabajo

17 Se trata de «Las características de Latinoamérica en el contexto de la historia universal» (1998), publicado en una traducción de Eva Aguirre.18 El instituto apoyaría las publicaciones de la correspondencia del naturalista sueco Eberhard Manek af Rosenschold en castellano; el informe del mismo Mörner sobre el mestizaje en la historia iberoamericana; el estudio de Berndt Arne Björnberg (1908-1983) sobre poblaciones indígenas y cooperativismos; sobre caudillos y militares de Mörner; y, del mismo modo, un estudio del escritor venezolano Rómulo Gallegos.19 Historiador político del siglo XVII, primero y luego brillante hispanista. Arnoldsson se había consagrado cada vez más a la historia hispanoamericana. La escuela hispanoamericanista sueca se a�rma inicialmente en la etnología para luego orientarse en la historia. Cf. Mörner (1960, 72-74).

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sobre la leyenda negra anti-hispánica, publicado post mortem y que haría época porque explica los orígenes y evoluciones de la propaganda anti-hispánica (Arnoldsson 1960, 3). Su activismo en medio de los historiadores ibero-americanistas, como lo recuerda Jose�na Zoraida Vásquez (2013), lo llevó a ser uno de los fundadores de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos en 1975 y de la Nordic Association of Latin American Studies en 1973 (1389).

La institucionalidad del gremio latinoamericanista en el continente europeo es la impronta que re�eja lo que se venía desarrollando en décadas anteriores, pues es evidente que a comienzos de los años 60 ya se contabilizaban miles de títulos, entre libros, notas y artículos, que, si mal pudieron ser repetitivos en sus contenidos, pueden considerarse como el primer gran boom latinoamericano en Europa20.

Revolución cubana y Guerra FríaLa Revolución cubana, iniciada en 1959, es un referente histórico en

el mundo occidental. Los cambios generados en la isla y el impacto que tienen estos en el hemisferio reaniman el interés por estudios sobre el área en el ámbito mundial, al tiempo que América Latina se convierte un escenario de disputa y atención de las potencias mundiales21. La política norteamericana orientada hacia la región se denominará Alianza para el Progreso —programa propuesto por el gobierno de John F. Kennedy (1961-1963), cuya intención era convertir a Latinoamérica en un mundo moderno—, para contrarrestar los efectos políticos de la Revolución; mientras la Unión Soviética establecerá un programa de apoyo y colaboración, en cooperación con el bloque de países socialistas, para implementar el sistema socialista en la isla. En el anterior contexto, se inicia, entre otros, un proceso reformista orientado al sector agrario que permitiría un auge de textos sobre la cuestión agraria, las estructuras agrarias, haciendas y latifundios, y estudios sobre el café y la caña de azúcar; lo cual, de cierto modo, tiene relación con el auge de la historia económica y social latinoamericana.

Siguiendo a Pieschmann (2000), es un contexto histórico en el cual Latinoamérica adquiere gran importancia tanto para los países en Europa y Norteamérica como para los investigadores. El con�icto este-oeste, la explosión demográ�ca y la urbanización mani�esta a

20 Un trabajo que aborda las grandes líneas del momento es el de Chaunu (1965).21 La Alianza para el Progreso es iniciada por la administración John F. Kennedy en 1961 con el �n de establecer una mayor cooperación y asistencia económica, política y social con los países de la región; �naliza en 1970.

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mediados del siglo XX constituyen un terreno abonado para abordar el continente desde nuevos enfoques y una nueva realidad histórica. Pero, en igual sentido, dicho antagonismo tiene gran in�uencia desde el punto de vista de la modernidad técnica y el dinamismo económico; la solidaridad, respecto a las sociedades étnico-culturalmente diferentes; y el abastecimiento de las necesidades básicas sociales en amplios estratos de la población. Es en este contexto que surgen grandes movimientos políticos, y escuelas cientí�cas de ambos lados (23-24).

Por ejemplo, un rasgo del medio norteamericano es el establecimiento de los History Departments, cátedras y centros interdisciplinarios de estudios latinoamericanos. Hay una gran producción sobre Historia de América Latina en inglés. La etiqueta «Latino-América» empieza a utilizarse después de la Segunda Guerra Mundial, en vez de «Iberoamérica» que se usaba antes en el medio anglosajón. El avance de la sub-disciplina se evidencia en las conferencias organizadas por la American Historical Association. También, se observa un manejo puramente mecánico de las grandes bibliografías periódicas como el Handbook of Latin American Studies. En cualquier caso —y no obstante algunas observaciones críticas que se pueden plantear en torno al medio universitario, los procesos de formación y desarrollo de la latinoamericanística, en los años sesenta—, los estudios son fuertes como área en el campo de la investigación y la docencia.

En esos años, John Jonson se destaca por defender y promover la democracia en América Latina, y por explicar cómo se da la Revolución cubana. Este autor utiliza el término «sector», en vez del concepto «clase», y tiene aversión contra el marxismo. Su libro Political Change in Latin America ganó el premio Bolton, señala Skidmore (1998, 110). Adicional, advierte que la tipi�cación de los latinoamericanitas se diferencia en un antes y un después de la Revolución cubana, por ello agrupa a los estudiosos, algunos como «radicales», otros como «integracionistas» (111-117).

En el mismo escenario norteamericano, llega el segundo boom en los años 70, en el marco de un fenómeno global que se caracteriza por la simpatía y solidaridad hacia Latinoamérica, donde se destaca, como ya se mencionó, el impacto de la Revolución cubana y el liderazgo de Fidel Casto en un contexto de la Guerra Fría. No obstante, la caracterización principal para entender la historia latinoamericana son los libros de textos que, según Bushnell (2004), «no son sólo ellos en �n de cuentas la fuente más leída» (263); un formato que, de igual modo, se utilizó con

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una intencionalidad similar en la Unión Soviética.Hay que advertir que el área latinoamericanista no fue del todo

prioritaria en las universidades de Estados Unidos, si se le compara con las de África y Asia, y respecto a los apoyos para asuntos de cooperación e investigación. En el ambiente aun prevalecían juicios de valor sobre la «inferioridad» del sub-continente heredados de la vieja escuela europea (Skidmore 1998, 107). América Latina era considerada parte del llamado Tercer Mundo, un concepto que surge en los años 50 y que trató de refutar sin éxito Magnus Mörner (1998) de modo tardío, pues al �nal se adoptó como etiqueta para caracterizar a los países latinoamericanos, africanos y asiáticos hasta el �n de la Guerra Fría (135).

En cualquier caso y de acuerdo con �omas Bender y Mauricio Tenorio Brillo (2000), los que estudian la Historia de los Estados Unidos, son considerados como los Americanist y constituyen el grupo mayoritario. Además, se dividen entre ellos y el resto, aunque se tratase de una historia que ha tenido fuertes rasgos de parroquialismo y nacionalismo, pero que de todos modos recibiría la in�uencia de la historia social inglesa, en especial de E. P. �omson (1924-1993) en los años 70 y 80 (73).

Mientras tanto en Europa, durante la década 1960, factores económicos y políticos in�uyeron en el incremento de estudios sobre América Latina. La revolución de Fidel Casto y la imagen romántica de Ernesto «Che» Guevara crean un gran impacto, a pesar de no ser comparable con la guerra de Vietnam, en las nuevas generaciones. Los jóvenes se hicieron políticamente importantes en los regímenes de Europa Oriental. El incremento de una tendencia anti-americanista en América Latina y un descenso gradual de la hegemonía norteamericana, permitió una apertura mínima de inversiones europeas en el Continente.

El marxismo, como concepción, se empieza a valorar para la comprensión de los procesos históricos de Iberoamérica. En los países de Europa del Este, es la base teórica, aunque adquiere rasgos ortodoxos y dogmáticos. En Francia, resalta la visión estructuralista, criticada por la casi anulación del hombre en la historia. Y, en el mundo anglosajón (Gran Bretaña y Estados Unidos), se da una variable social y empírica en donde se destacan André Gunder Frank (1929-2005), el ya mencionado E. P. �ompson, Eric Hobsbawm (1917-2012), Charles Wright Mills (sociólogo) (1916-1962) y Oscar Lewis (antropólogo) (1914-1970) cuyas obras tuvieron gran impacto en América Latina. En Alemania, se destaca también Manfred Kossok (1930-1999), quien trabajó bajo la

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orientación de Walter Marcov (1909-1993) y Konetzke, no solo por la rigurosidad investigativa sino también por su enfoque marxista sobre las relaciones socio-económicas entre la época colonial y la emancipación (cf. Guerra Vilaboy 1994, 361-372).

Sin embargo, el grupo que comanda la Historia de América Latina en Europa estaba en Francia. La educación francesa se caracteriza por su alta y tradicional calidad. El grupo principal giraba alrededor de la Escuela de los Annales. En los años sesenta y comienzos de los setenta, hay un gran número de programas sobre la historia del continente. Algunos de los autores más representativos son Marcel Bataillon (1895-1977), Pierre Chaunu (1923-2009), François Chevalier (1914-2012) y Fréderic Mauro (1921-2001).

En el Reino Unido, los estudios se intensi�caron también en la década 1960. En contraste con sus colegas franceses, los americanistas británicos han estado considerablemente organizados. En dicho territorio, se destaca la labor de Robert Arthur Humprheys (1907-1999), fundador del Institute of Latin American Studies en Londres. La información sobre su per�l de docencia, proyectos de investigación y publicaciones son de fácil acceso. Una gran parte de estos americanistas colabora de manera extraordinaria en los intercambios que existen con los Estados Unidos, el cual logró atraer a un gran número de americanistas británicos. También, relucen otros centros y revistas tales como Cambridge Latin American Studies, Journal of Latin American Studies y Society of Latin American Studies. Los británicos tienen poca simpatía con los debates ideológicos y teóricos, pero ofrecen un amplio número de estudios empíricos y un predominio de la Historia. No sobra remarcar la ya mencionada y determinada in�uencia de la historia social británica y de los considerados historiadores radicales que ya mencionamos y que se identi�can como marxistas en todo el continente. En esa dirección, John Huxtable Elliott (1930- ) y Raymond Carr (1919-2015) son conocidos por sus trabajos sobre la historia de España.

Retomando el caso germano habría que recordar la existencia de la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana entre 1949 y 1990. Las investigaciones históricas profesionales, en la parte occidental, empiezan a darse solo en los años sesenta, en donde prevaleció cierta exclusión de lo que se creaba en Alemania Oriental. Sin embargo, con el liderazgo de Mörner y desde la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos (AHILA), fundada formalmente en 1978, se hicieron esfuerzos por superar la barrera frente a la Europa Oriental

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que incluía además de la Alemania Oriental, otros países de esta parte del continente (Giraudo 2008)22.

En la Alemania Occidental —propiamente en Colonia— se crea hacia 1956 el Departamento Ibérico y Latinoamericano del Seminario de Historia con la in�uencia de Richard Konetzke (König y Kusche 1994, 700). También se consolidan iniciativas gremiales como la Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina en 1965 que convoca a un congreso anual desde 1999, entre otras actividades que realiza23. Asimismo, se estable en las ciencias históricas, como un saber, la Historia de América Latina española y portuguesa con tendencia a incluir la región del mar Caribe en la universidades (König y Kusche 1994, 700). El Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, conocido como Anuario de Historia de América Latina (JbLA)24, es una de las publicaciones más relevantes al destacarse por contribuciones que no eran del todo conocidas en la historiografía occidental; por ejemplo, sobre demografía peruana y migraciones europeas en el siglo XIX. La revista fue fundada en 1964 por Konetzke y Hermann Kellenbenz (1913-1990) con el título Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtscha� und Gesellscha� Lateinamerikas. En la actualidad, se destaca por publicar trabajos inéditos sobre historia colonial y contemporánea de América Latina en español, portugués, inglés y alemán. En la Universidad de Berlín, en 1970, se crea el Instituto Latinoamericano y, en la misma ciudad, se ubica el Instituto Iberoamericano de la Fundación Cultural Prusiana, cuyos antecedentes remontan a 1920, con su Iberoamerikanisches Archiv. En la actualidad, edita la revista Iberoamericana25, en cooperación con el Instituto de Estudios Latinoamericanos en Hamburgo y la Editorial Iberoamericana en Frankfurt y Madrid.

Mientras tanto, en la Alemania Oriental la historia latinoamericana era considerada como una asignatura con pocos profesores y estudiantes. Sin embargo, el predominio eran las contribuciones desde la sociología, la arqueología y la etnología, las cuales de cierto modo despertaban cierta solidaridad con los pueblos indígenas americanos. La experiencia más importante estaba en la Universidad de Leipzig que estaba inmersa

22 Cf. con el balance sobre aportes historiográ�cos en Pietschmann (2005, 13).23 Ver página o�cial de Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina en http://www.adlaf.de/es/ueber-adlaf/praesentation.php.24 Ver página o�cial del Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas. Anuario de Historia de América Latina en: https://journals.sub.uni-hamburg.de/ojs3/index.php/jbla/about.25 Ver página o�cial de Iberoamericana en http://journals.iai.spk-berlin.de/index.php/iberoamericana/index.

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en la tradición de la historia del mundo comparativo, la historia cultural y los métodos interdisciplinarios de Karl Gotthard Lamprech (1856-1915), cuya experiencia fue inspiradora en la formación del francés Marc Bloch (1886-1944).

Resumiendo, había distintas universidades con centros, cátedras e instituciones dedicadas a la historia latinoamericana desde distintas perspectivas temáticas y estudios de caso, en especial, el Imperio español, México, Paraguay, Nicaragua, Cono Sur, Nueva Granada o Colombia; principalmente, en Eichstätt, Leipzig, Bielefeld, Hamburgo, Berlín y Colonia. Como lo consideran König y Kusche (1994), en la actualidad, la historia latinoamericana no hace parte del contexto de la historia universal eurocentrista; por el contrario, es una rama de investigación independiente y está contribuyendo «…a modi�car imágenes, ideas y modos de pensar preconcebidos» que se habían construido en el pasado (715). Sin embargo, se trata de un cuerpo investigativo pequeño y poco preocupado por difundir sus resultados en los países iberoamericanos, según lo advierte Pietschmann (2005, 10).

Retomando el caso sueco, tan solo en los años 70 y 80 se da cierto auge a la investigación y a la enseñanza de la historia en institutos de enseñanza secundaria y departamento de estudios hispánicos de la región (AHILA 2004, 16). Mörner logró crear la Sección de Historia de Países del Tercer Mundo en la Escuela de Historia de la Universidad de Gotemburgo, la que desaparece tiempo después de iniciar su periodo de jubilación, y después de ser Director del Instituto de Estudios Ibero-americanos de la Universidad de Estocolmo.

En otros países europeos, como Checoslovaquia, fueron las revoluciones anti-estadounidenses de los años 50 y 60 en Guatemala, Bolivia y Cuba las que motivaron la organización de cursos de historia y cultura latinoamericana en la Universidad Carolina, en Praga y la Universidad Universidad Palacký, en Olomouc (Opatrný 2001a, 3). En dicho escenario, se destaca Josef Vincent Polišenský (1915-2001) quien funda y dirige el Centro de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad Carolina y el anuario Ibero-americana Pragensia. Este académico adoptó la mirada marxista para el estudio de las estructuras sociales en función de rasgos generales del desarrollo, según lo recuerda Josef Opatrný (2001b, 1). El principio del Centro fue la interdisciplinaridad en la sub-disciplina. El libro Historia de América Latina, resultado de investigaciones de archivo en varios países de Europa y América Latina, fue reconocido especialmente en México y España; este fue un aporte

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importante de Polišenský (Opatrný 2001b, 1). Pero fue el cambio de sistema socio-político en 1989 el que trajo un impacto de�nitivo en la iberoamericanística checa y en los discípulos de Polisenský, quienes continuaron en su labor con temas como la migración checa, en especial hacia Argentina y Brasil, y las relaciones económicas con Latinoamérica. También se crea el Departamento de América Latina en el marco del Instituto de los Estudios Orientales de la Academia de Ciencias de Checoslovaquia, donde se desarrolla un interés por las historias del movimiento obrero y los movimientos izquierdistas de Nicaragua, Chile y Cuba, entre otros países (Opatrný 2001a, 379-380). En cualquier caso, la latinoamericanística checa tiene especial potencial en las áreas de Historia y Literatura.

En Hungría, se destaca Tibor Wittman (1923-1972), quien fundó el Departamento de Historia de América Latina en la Universidad de Szeged, en 1967. Luego, este se convirtió en Departamento de Humanidades, manteniendo el énfasis en América Latina y la historia de España. En plena Guerra Fría, dicho académico se dedicó al Tercer Mundo con énfasis en América Latina, en especial, Cuba y Bolivia. Esta labor fue continuada por Ádám Anderle (1943-2016) quien creó el Centro de Estudios Históricos de América Latina y organizó el Congreso Europeo de Historiadores Latinoamericanistas en 1987, lo cual representó el referente más grande los latinoamericanistas húngaros. Anderle (2013) sería presidente de la AHILA (365). Precisamente, la década de 1980 fue la de mayor productividad en el área, pero con énfasis en la historia política del siglo XX. De hecho, Anderle recibió el premio por la Casa de las Américas con la obra Movimientos políticos en el Perú, entre las dos guerras mundiales (1985). Después, vendrían años de agotamiento de las temáticas desarrolladas hasta mediados de los noventa. En cualquier caso, se crea la Asociación de los Latinoamericanitas de Hungría en 1990 y sus investigadores seguirán participando en congresos internacionales. Es posible que la debilidad de este caso está en que la obras se publican en húngaro y no son del todo conocidas en otros ámbitos por su poca visibilidad y circulación. Hoy existe una escuela de doctorado con énfasis en historia del mundo hispano (Anderle 2013, 375-376).

En Rusia, el interés por los estudios latinoamericanos, aunque esporádico, data de comienzos del siglo XX. Anteriormente, el imaginario de los rusos se apoyó en los ensayos de viajeros, militares y diplomáticos, pero en los años treinta la formación de cuadros cientí�cos marxistas

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para el estudio de América Latina en la Internacional Comunista fue determinante, según Andrei Schelchkov (2017).

En realidad, se hacía complejo lograr interpretaciones de la historia regional ante la falta de fuentes �dedignas, el carácter fragmentario de la información y la ideologización del estalinismo, según lo señala Vladímir Davydov (2006). La problemática histórica inicial fue la Guerra de Independencia a cargo de V. Miroshevskii y posteriormente de sus discípulos (Schelchkov 2017, 156). Esta problemática fue decisiva para entender, en los presupuestos marxistas ortodoxos, las revoluciones, los procesos históricos y las condiciones de desarrollo socio-económicas de gran relevancia en Latinoamérica.

Varias instituciones se dedicaron a estudiar la región, entre otras, las Universidades Estatales de Moscú y de Leningrado, el Instituto de Relaciones Exteriores; y, más tarde, el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de la URSS, y el Instituto de Investigación Cientí�ca de la Coyuntura del Ministerio de Comercio Exterior de la URSS.

No obstante, fue la Revolución cubana, en especial, las razones políticas, lo que hizo despegar la latinoamericanista soviética a partir de la creación del Instituto de Latinoamérica en 1961 (Davydov 2006, 14-33). Dicha Revolución fue interpretada de diferentes modos con el paso de los años, pero siempre se mantuvo bajos las lógicas de la ideologización, politización y teorización marxista de corte ortodoxo (Schelchkov 2017, 163).

En los años setenta, se evidencia una fase de estudios integrales sobre la región. Por su parte, en los años 80 los estudios históricos se centran en las particularidades del desarrollo capitalista, con la con�guración de una visión de «capitalismo dependiente», y otra de «capitalismo de desarrollo intermedio», lo cual permite identi�car estudios sobre historia socioeconómica y los procesos de formación socio-económica en algunos contextos nacionales. Según lo señala Davydov (2017), pese a las limitaciones ideológicas de esos años, se logró una madurez teórica, rompiendo con el determinismo lineal y proponiéndose una visión de «desarrollo multivariante» del desarrollo de los países de la región en el marco común de su perifericidad históricamente determinada (183)26. No obstante, cierto refugio para evitar los temas ideologizados se dio en el área de estudios culturales, �losó�cos, antropológicos y multidisciplinarios, con temas sobre culturas pre-colombinas (aztecas

26 Cf. Davydov (2006).

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e incas) y el pensamiento sociocultural latinoamericano, entre otros (Schelchkov 2017, 165-166).

Posterior a la perestroika (apertura) de Mijaíl Gorbachov (1985-1991), siguió una fase caracterizada por el eclecticismo teórico, el subjetivismo derivado de las simpatías políticas, un brusco deterioro económico de las academias, una pérdida de status por parte de los cientí�cos y la incertidumbre causada por la subsistencia de las instituciones anteriores. En tal contexto, se lograron identi�car, por un lado, el enfoque civilizatorio en cuya elaboración participaron Boris Koval, Serguéy Semiónov y Yácov Shemiakin con apoyo en la concepción de civilización transfronteriza; y, por otro, una óptica macroeconómica propuesta por A. Bobróvnikov y V. Davydov para el estudio sobre los procesos económicos de la región (cf. Davydov 2006, 13-44; 2017, 183). También, se replantearon a fondo los temas de integración regional y subregional con nuevos fenómenos de integración, discusiones encabezadas por Anatoli Glinkin, uno de los fundadores del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia (cf. Davydov 2006, 13-44; 2017, 183). Además, se concretaron estudios sobre la democratización de la vida política y el rechazo a las formas autoritarias de Estado, con la participación de Marina Chumakova, Emil Dabaguián, Zbigniew Iwanowski y Liudmila Ókuneva. En este punto, se pensó la remodelación del mecanismo económico según las recetas neoliberales, lo cual implicó estudios sobre diferentes factores de análisis. Al respecto, se destacan autores como Alexander Bobróvnikov, Vladímir Davydov, Lev Klochkovski, Zinaída Románova, Vadim Tepermán, Nikolái Jolodkov e Igor Sheremétiev (cf. Davydov 2006, 13-44; 2017, 183). Novedoso también resultaba el aporte de Borís Martynov y su equipo de trabajo con la concepción de seguridad integral en la interpretación de las relaciones internacionales de los estados latinoamericanos, aunado al trabajo de Glinkin sobre el narcotrá�co transnacional.

Lo anterior, concierne a problemáticas contemporáneas, pero los estudios históricos y culturales se han desarrollado en otros escenarios como el Instituto de Historia General de la Academia de Ciencias de Rusia y la publicación de Historia de América Latina (vol. 1-4) con la coordinación de Evgueni Larin, además de otros autores e instituciones entre los cuales se destacan Alexander Stróganov, Nikolái Marchuk, Galina Ershova, Natalia Konstantínova y Pável Pichuguin y Vladímir Kuzmístchev (cf. Davydov 2006, 13-44). La característica esencial de los estudios de la latinoamericanística rusa radica en no desmarcarse de los

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procesos mundiales y de los intereses de Rusia en el ámbito internacional; asimismo, estos estudios no se desligan del análisis sobre países concretos, como asevera Vladímir Davydov (2006). Al igual que en otros países europeos, es pequeño el grupo dedicado a la creación de conocimiento latinoamericanista. En el caso ruso, si en los años ochenta había unos ochocientos especialistas, en los últimos años esa cifra se reduce (en el mejor de los casos) a la mitad; una cifra que puede comparase con unos diez mil de la comunidad latinoamericanista mundial. En cualquier caso, Rusia cuenta con revistas como Iberoamérica y América Latina que son el espacio central de difusión de los avances de la subdisciplina.

En el ocaso de los grandes paradigmas Las dos últimas décadas del siglo XX representan el �n de las

dictaduras latinoamericanas, la Guerra Fría y el socialismo real europeo. También testimonian una profunda crisis económica por lo menos en gran parte del sub-continente. Asimismo, se evidencia el ocaso de los grandes paradigmas que guiaban la profesionalización de la Historia, en especial, los marxismos ortodoxo y estructuralista. La consecuencia inmediata es el derrumbe de las visiones economicistas, deterministas, generalizantes, estructuralistas, funcionalistas y desarrollistas que tipi�caban a América Latina. La consecuencia posterior consistió en una proliferación de estudios históricos de orden empírico con diferentes matices, sin grandes meta-relatos; pero, en cambio, con herramientas conceptuales de alcance medio en un contexto político-ideológico que se identi�ca como «neo-liberal». Del mismo modo, este periodo se caracterizará por la difusión del postmodernismo como propuesta �losó�ca (cf. Barros 1999).

Las historias patrióticas y las metahistorias de los marxistas se aíslan. Como se sabe, el marxismo había crecido como un dogma en muchas universidades. En el caso de las dictaduras de Argentina, Chile, Uruguay y Brasil se pierde toda una generación de jóvenes intelectuales de izquierda que resienten esta nueva retórica. Sin duda, se empieza a proveer una nueva realidad. Muchos de ellos salieron al exilio. En todo caso, creció el escepticismo sobre el marxismo y las ciencias sociales que admitían su in�uencia en América Latina. Las posiciones ideológicas de algunos investigadores cambiaron para reorientarse hacia la utopía neoliberal.

En México, desde los años 80, también se empieza a reconsiderar la in�uencia del marxismo y Annales, en función de la historia política

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para que esta tuviese una mayor autonomía. Una especie de revisionismo de distinto cuño que se proyectó en diversas perspectivas teóricas y analíticas, según lo señala Guillermo Palacios (2007). Una tendencia que, de igual modo, serviría para superar el estado de descomposición y desprestigio en la cual se encontraba la historia política en América Latina (5).

Asimismo, se empieza a evidenciar una nueva historia cultural centrada en los medios, la circulación de las ideas y las nuevas prácticas sociales (G. Palacios 2007, 6). Es quizás también un intento de adaptación de lo que se conoció como «historia de las mentalidades» con una visión histórico-social o antropológica, en donde nuevos sujetos y categorías como «género» y «poder» emergen, lo que de igual modo considera la importancia de la «cultura política» como nuevo instrumento analítico, tanto para lo popular como para las élites.

En cierta media, hay una tendencia imperativa a la deconstrucción de los grandes relatos, enmarcada en un discurso de posmodernidad. Sociedad y cultura parecen ser las categorías que abarcan una gran parte de la multiplicidad y fragmentación de proyectos de investigación histórica. Atrás quedan los enfoques seriales, apoyados en contenidos estadísticos donde los problemas contemporáneos parecen ser los llamados a considerarse por las nuevas generaciones de historiadores en distintas perspectivas: la microhistoria (más cultural), las mentalidades (más antropológica), la historia social (desde abajo) y la historia de lo cotidiano (más cultural) con sus respectivas raíces europeas (Italia, Francia, Inglaterra y Alemania) (M. Palacios 1995, 22).

Las décadas de los años 80 y 90 fueron sin duda epicentro de cambios en el pensamiento cientí�co social y en la historiografía de Latinoamérica. Puede resaltarse que ya existía un acumulado de estudios comparados entre países latinoamericanos (algunos de ellos entre naciones europeas y Norteamérica) en función de considerar diferencias y similitudes (cf. Mörner 1994). Sin embargo, no podemos olvidar que los llamados a volver a los inicios y repensar los conceptos y las líneas de trabajo estuvieron en el orden del día. De este modo, se volvió sobre los principales autores que surgieron a �nales del siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Lawrence Stone se hizo popular en esos años, cuando resume las tendencias y preocupaciones que proseguirían en la historiografía occidental (cf. Stone 1979, 3-24). Este autor hizo eco en los historiadores profesionales al proponer volver a la narrativa para

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lograr nuevos discursos. En particular, dicha tesis se relacionó al ocaso del marxismo, la escuela de Annales y la Nueva Historia Económica (o cliometría, como la llaman en España), según lo advierte Marco Palacios (1995, 16). Sin embargo, el debate no hizo mella en el área de los estudios latinoamericanos; especialmente, porque la historiografía norteamericana, de acuerdo con Jose�na Zoraida Vásquez (1998), tiene un sentido autoreferencial, en otras palabras, no tiene en cuenta la historiografía distinta a la norteamericana (275-279).

En efecto, a �nales del siglo XX lo que se evidencia son nuevas posturas en torno a América Latina como objeto de estudio. Una de ellas: la existencia de una gran diversidad en todos los escenarios; diversidad expuesta en lo geográ�co, étnico, sociológico y político; diversidad que se observa también en marcos cronológicos como la América Precolombina, la América Colonial y la América Independiente. Nuestro continente es visto como un puzzle en el que convergen distintas tradiciones (india, europea pre-industrial e industrial moderna). De igual modo, América se presenta diversa según los niveles de observación (asentamiento, gobierno, cultura política y religioso)27.

Es un continente con muchas particularidades y características comunes, que como señala José Luis de Imas (1984), en la búsqueda de ciertas identidades: su literatura, expresada en boom latinoamericano y el realismo mágico, la apropiación de ritmos africanos, el muralismo mexicano; la teoría económica del deterioro de los términos de intercambio, formulada por la CEPAL; la teoría económica de la relación centro-periferia y los comportamientos diferenciales del capitalismo periférico de Raúl Prebisch (1901-1986) en la CEPAL; la teoría de la dependencia en las Ciencias Sociales; el «populismo» como sistema político; la teología de la liberación; y la religiosidad popular y su reconocimiento institucionalizado (cf. Hidalgo Nuchera 2005, 416-419).

***

Hasta aquí un bosquejo general de las tendencias y características, en términos de representaciones e historiografías sobre el hemisferio

27 Los aportes son de Luis Navarro García (1991), José Alcina Franch (1991), Jacqueline Covo (1995) y John H. Elliot (1998). Al respecto, cf. Hidalgo Nuchera (2005, 410-414). Un ejemplo de ese enfoque diverso respecto a lo económico, social, político, intelectual y cultural (e in�uenciado por España, Portugal, Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos) son los once volúmenes editados por Leslie Bethell entre 1984 y 1990 (cf. Bethell 1984-1995).

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occidental y, en particular, sobre América Latina. Una mirada especialmente europea y estadounidense, pero también limitadamente latinoamericana, según el periodo en que se le observe; lo cual hace que la cátedra tenga una valoración y contribución más internacional que otras historias. Sin duda, la investigación histórica, en función de la identidad de los estados nacionales republicanos, de por sí es escasa según el país que se observe y la necesidad de acudir a los antecedentes —en especial para ofrecer un contexto mayor al fenómeno histórico— ha hecho posible que emerja la Historia Universal y la Historia de América Latina que bien puede ser parte de ella. Esa necesidad de ofrecer un contexto histórico y una mirada holística también se ha encausado a una suerte de identidad común, teniendo en cuenta las raíces y orígenes genéricos de los procesos que la con�guran en la actualidad. El efecto es evidente: Un historiador en formación, especializado en una problemática local, regional o nacional, debe sin duda comprender el contexto del fenómeno en su tiempo y, por ende, el llamado a considerar la historia latinoamericana.

La Historia ha hecho los aportes más signi�cativos en el área latinoamericanista, para cuyos especialistas el periodo colonial (el cual llega hasta la Independencia) es el preferido, según Stanley Stein (1964, 1-2). La institucionalización de asociaciones, revistas, congresos, programas de historia, editoriales y publicaciones permite observar un acumulado importante y cambio de representaciones e imágenes entre Europa y América.

Asimismo, debemos considerar el papel de las potencias mundiales y su interés en la región. En el caso del siglo XX, el protagonismo económico, militar y político ha estimulado la producción académica, al igual que los distintos países europeos en el marco de la Revolución cubana y la Guerra Fría. Como bien señala Stein (1964), en cualquier caso, la di�cultad mayor ha sido para los historiadores que se ocupan de la historia contemporánea, para quienes se hace necesario hacer estudios en diversos países con el �n de justi�car su síntesis (5). Debido a esto, en el mejor de los casos, sobresalen México, Brasil, Argentina, Cuba y los demás casos se nos presentan como marginales.

La sub-disciplina, en cualquiera de los casos, tiene serias limitaciones ya sea por la escasez de recursos para investigaciones, por la carencia de una orientación clara en los mismos programas de historia cuando se trata de enseñarla y por la misma di�cultad que resulta de investigar sobre una región tan compleja y diversa. Esta es la razón por la cual

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su papel perentorio está en su enseñanza y difusión, más que en la investigación. Sin embargo, la producción siempre se ha apoyado o se inicia a partir de uno o varios casos que pueden ser la extrapolación de un fenómeno identi�cado a una escala media o alta en el sub-continente. Es posible que una consecuencia positiva sea lograr una identidad como latinoamericanos en torno a sus raíces comunes, como ya se señaló; la cual nos ayude a comprender la hermandad y la diversidad de nuestros pueblos, pero también a superar los regionalismos, provincionalismos y chauvinismos. De este modo, podemos entender que los fenómenos aquí desarrollados tienen también antecedentes en la historia de la humanidad o en otros rincones de la misma Latinoamérica.

La invitación, en el siguiente capitulo, es mirar otro factor: el económico. Empezar por la economía implica considerar causas y efectos de sus especializaciones exportadoras, su vinculación al mercado mundial, pero también considerar el potencial de sus bienes y riquezas.

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Segunda parte

Economía

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Capítulo dos

A modo de introducción

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Algunas teorías

La historia económica latinoamericana implica entender ciertas fases, características y tendencias de su desarrollo; a su vez, considerar

algunos casos representativos y aproximarnos desde miradas macro. Las teorías de desarrollo ayudan a entender el modo como se explican ciertos rasgos macroeconómicos en el continente, además contribuyen a comprender los fenómenos de desigualdad, en algunos casos, entre los mismos países y, en otros, respecto a las potencias mundiales.

Por ejemplo, a comienzos del siglo veinte existió el concepto raza, heredado de la visión euro-centrista (nórdica y alemana), y apoyado en visiones etnocentristas y seudocientí�cas, con el cual se determinaba la superioridad/inferioridad o capacidad/incapacidad de los pueblos. Este enfoque se da en el marco del «nuevo imperialismo» (1880-1914), justi�cado por las grandes potencias, el cual decae entre la Primera y Segunda Guerra Mundial. A esta visión ideologizada, estuvieron vinculadas el nacionalismo, el imperialismo y el positivismo, y sirvió para argumentar muchas acciones, en especial, de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, naciones que auto-manifestaron su

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supremacía como razas superiores28. No pocos pensadores propusieron que la raza era un factor diferenciador de desarrollo; un ejemplo es Max Weber quien también considera que el protestantismo y el liberalismo decimonónico fueron el contexto histórico propicio para su surgimiento (Morillo 2010). Visto del anterior modo, el retraso económico latinoamericano de comienzos del siglo XX era visto del mismo modo como las potencias mundiales valoraban a los pueblos español y portugués en Europa29.

Pasada la Segunda Guerra Mundial se identi�can nuevos enfoques. En los años 50 y 60, la teoría keynesiana es predominante y se ocupa preferencialmente de las problemáticas de crecimiento, población e industrialización. En los 70, el marxismo y el keyesianismo también se ocuparon del papel del Estado, el empleo y redistribución, y la dependencia. En los 80, predomina el enfoque económico neoclásico que aporta a la problemática del monetarismo, fallos de gobierno, el papel del mercado y la liberación económica. Y, en los 90, hay tres teorías que sobresalen: las nuevas teorías de crecimiento, la nueva economía institucional y la teoría de la competencia imperfecta, las cuales se enfocan en problemas tales como el capital humano, las instituciones y los fallos del mercado (Escribano 2010).

Otro modo de clasi�car las teorías que estuvieran en boga además de las raciales, señaladas anteriormente, consiste en verlas como teorías institucionales y estructuralistas —las cuales fueron populares a �nales de los años 60 (cf. Gunder Frank 1969)—, o la aceptación de la teoría de la dependencia y la teoría de las relaciones desiguales. Respecto de estas, puede considerarse, por ejemplo, que, durante el proceso de formación del sistema económico mundial, las economías cumplieron un papel importante en la exportación y especialización mono-exportadora, teniendo en cuenta su inmersión en las dinámicas de división internacional del trabajo. De este modo, se logra la inserción al comercio mundial caracterizando un nuevo marco de relaciones respecto a la tierra, el trabajo y el mercado (Furtado 1975). Hay que considerar que se tiene en cuenta la tenencia de la tierra y el aparato jurídico-administrativo como obstáculo para el desarrollo, así como la

28 Un ejemplo de dicha perspectiva se muestra con James Bryce (1912), quien deja sus «observaciones e impresiones» sobre los problemas raciales en Suramérica como un factor diferenciador de su composición social, económica y política. Estas son acompañadas de anotaciones nada optimistas del futuro de los pueblos de Panamá, Perú, Brasil, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay.29 Una percepción en tal sentido puede apreciarse con James Bryce (1912, 484-523).

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desigualdad en las relaciones de intercambio entre los países del centro y la periferia por causales explicativas. En igual sentido, pudieron considerarse las causalidades de las condiciones del sub-desarrollo y desarrollo de los países, en especial de las economías de los países pobres (sub-desarrollados) respecto de los ricos (desarrollados) (Agarwala y Singh 1963).

A �nales de la centuria, se consideraron también las teorías neoliberales, las cuales se apoyan en la idea del papel del Estado en la intervención del mercado y su carácter ahistórico para explicar el fenómeno de desigualdad en el desarrollo. No obstante, Víctor Bulmer-�omas (1998) propone otro marco teórico que descansa en la denominada «lotería de los bienes», la mecánica de crecimiento guiado, y el medio o contexto político y económico como factores diferenciadores de las condiciones históricas y socio-económicas de los países de la región.

Como observamos, las anteriores teorías y modos de caracterización tuvieron una vigencia temporal y limitada, pero por su marcado carácter generalizante nunca lograron ser explicativas del todo frente a la compleja realidad latinoamericana. Así mismo, respondieron a contextos ideológicos del momento y, en especial, al protagonismo o instrumentalización que tuvieron por parte de países europeos y anglosajones. Una complejidad que puede entenderse a partir de los datos que ofrece el potencial de su territorio y población.

Territorio y poblaciónEl hemisferio occidental o continente americano tiene un extensión

territorial de 43 316 000 km², siendo la segunda masa de tierra del planeta con una población cercana a los 1 041 034 000 de habitantes en 35 países y 25 dependencias. Mirarla en su conjunto requiere de precisar tres subcontinentes (�gura 1).

El primero es América del Sur con catorce países el cual incluye en la parte septentrional a las Guayanas británica y neerlandesa. Estas también se conocen como República de Surinam. Estos territorios, cultural y políticamente, se han alejado del conglomerado de países suramericanos. En cambio, sí han tenido una mejor aproximación con los países caribeños. Asimismo, hay seis divisiones político-administrativas dependientes de Inglaterra (Islas Malvinas e Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur), Francia (Guayana Francesa y la colectividad de San Martín) y Países Bajos (Aruba, Curazao y San Martín). Todos

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constituyen un conjunto de pueblos que se desprendieron del antiguo Virreinato del Nuevo Reino de Granada, la Capitanía General de Venezuela, el Virreinato de Perú, el Virreinato del Rio de la Plata y el Virreinato del Brasil.

Luego podemos considerar América Central con ocho países, la cual también incluye a Belice, anteriormente conocido como la Honduras Británica y cuyo idioma o�cial es el inglés, pero donde se habla español, creole y maya. De este subcontinente hace parte Panamá, país que vivió una secesión de�nitiva de Colombia en 1903, luego de diecisiete intentos de separación y cuatro separaciones declaradas. La mayoría de países centroamericanos tiene raíces comunes durante el periodo colonial con la antigua Capitanía General del Reino de Guatemala y el Virreinato del Nuevo Reino de Granada.

Figura 1. Hemisferio occidental.

Fuente: Western Hemisphere of Earth (2005).

Y el tercer subcontinente es América del Norte el cual incluye a México, Estados Unidos y Canadá. Asimismo, sus orígenes se apoyan en el Virreinato de Nueva España, el cual se extendió a gran parte de los territorios actuales de los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque también hay varios territorios dependientes de Reino Unido (Bermudas), Francia (Isla Clipperton, San Martín, y San Pedro y Miquelón) y el Reino de Dinamarca (Groenlandia).

Podemos considerar también la plataforma marítima que corresponde al mar Caribe, con trece estados autónomos y dieciocho

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islas dependientes de Francia, Estados Unidos, Reino Unido, y Países Bajos. Las islas se distribuyen entre las Antillas mayores (Cuba, República Dominicana, Haití, Puerto Rico y Jamaica) y las Antillas menores (Antigua y Barbuda, Bermudas, Dominica, Granada, San Bartolomé, San Martín, Saint Kitts y Nevis, San Vicente y las Granadillas, Santa Lucia, Trinidad y Tobago). La zona también incluye a países continentales con litoral al mar Caribe como Panamá, Colombia, Belice, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Venezuela. A Puerto Rico se le conoce por ser un Estado Libre Asociado a los Estados Unidos desde 1952, aunque quedó bajo el control militar norteamericano desde 1898 (cf. Estado Libre Asociado de Puerto Rico 1952).

La región de América Latina y el Caribe (ALyC) tiene una extensión de a 22 222 000 km² y cuenta con 623 422 000 de habitantes en territorios (495 857 000 en zona urbana y 127 525 000 del sector rural). En estos territorios se habla español, portugués, francés, inglés, quechua, guaraní, aimara, náhuatl, criollo haitiano y mapadungún, entre otras lenguas nativas (ONU 2014). La Organización de Naciones Unidas (ONU) identi�ca esta región con catorce países suramericanos, ocho centroamericanos, veintiséis caribeños para un total de cuarenta y ocho, entre los cuales están incluidos los territorios dependientes (�gura 2).

Figura 2. América Latina y el Caribe.

Fuente: Calvimontes Rojas (2016).

ALyC, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), puede ser dividida en seis zonas

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agroecológicas diferentes en función de su tipo de suelo, altura y precipitaciones. El 30 % de tierras agrícolas con trópico húmedo cubre la mitad de Brasil y más de la mitad del Caribe y América Central. El 14 % son de terrenos trópico y subtrópico, muy importante en México. Estos, con suelos ácidos, cubren el 10 % de la super�cie total y se localizan en el centro de Brasil, en Colombia y en Venezuela. Las tierras húmedas abarcan un 11 % y están especialmente en América Central y el Cono Sur. Las tierras en pendiente corresponden al 18 % de la región y son importantes en la zona andina, América Central y México. Este es el escenario donde un 24 % (de 469 millones) de la población se dedica a la agricultura (cifras de 1994), población importante por su participación en el Producto Interno Bruto (PIB). En la cría de ganado participa un tercio del mismo. La carne producida de razas bovinas representa aproximadamente el 20 % del total mundial (FAO y UNEP 1997).

La región tiene rasgos comunes adicionales relacionados con su geografía, lenguaje y experiencia colonial; pero, de igual modo, diferencias en sus respectivos ámbitos nacionales a partir del clima, la densidad poblacional, la diferenciación étnica, el potencial de explotación de recursos naturales, las especializaciones y los distintos niveles de desarrollo que pueden determinar su nivel económico.

Urbanización, poblamiento y desarrollo económico Recordemos, siguiendo a José Luis Romero (1986), que el crecimiento

de las ciudades fue lento hasta mediados del siglo XVIII, pero luego se aceleró en zonas que recibieron cierto impacto comercial (15). No obstante, hay fenómenos que rinden cuenta de un nuevo escenario y posicionamiento de ALyC a escala global. El primero de ellos tiene relación con los procesos de poblamiento y urbanización, algunos de los cuales se iniciaron en la segunda mitad del siglo XIX. La población en América Latina era en 1900 cercana a los 70 millones, de los cuales el 75 % vivían en zonas rurales y era analfabeta (�op 1998, 2). Hacia 1950, 69 millones (41 %) vivían en ciudades y otros 99 millones (59%) en el campo —un porcentaje alto con respecto a África y Asia en esos años, pero inferior respecto de Europa, Oceanía y Norteamérica—; cifra que aumenta a 314 millones (70.5 %) en la ciudad y 131 millones en el campo (29.5 %) en 1990 —porcentaje ligeramente inferior respecto a Norteamérica u Oceanía, pero superior también ligeramente respecto de Europa— (ONU 2015, 38-40). Se calcula que en el año 2000, el 75 %

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vive en las zonas urbanas y el 88 % sabe leer y escribir (tabla 1) (�op 1998, 2)30.

El resultado es una taza de urbanización rápida con ciudades densamente pobladas o megaciudades, comparables a nivel mundial, como México D. F. (México) (9º lugar con 20.8 millones), Sao Paolo (Brasil) (11º lugar con 19.6 millones), Buenos Aires (Argentina) (21º con 13.5 millones), respecto de ciudades asiáticas que son las primeras ciudades del mundo («City Population» 2020). Bogotá (Colombia) y Lima (Perú) proyectan su crecimiento a más de 10 millones en las próximas décadas (ONU 2014). No obstante, algunos países como Puerto Rico, Cuba, San Vicente y las Granadinas, Dominica, y El Salvador tienen bajas tasas de crecimiento poblacional; en oposición a las Islas Vírgenes Británicas, Belice, Guatemala, Honduras y Bolivia que poseen elevadas tasas (CIA 2020)31. En cambio, los países latinos con menor población son Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Puerto Rico y Uruguay (Stylezz 2016).

Históricamente el crecimiento poblacional se asocia con el desarrollo económico y la industrialización. Esa ampliación del espectro urbano también se relaciona con otros factores como el acceso a la educación y el trabajo en el sector industrial y de servicios. Según la ONU (2014), la urbanización contribuye positivamente al desarrollo económico y a la reducción de la pobreza. Sin embargo, en 2000, un indicador de pobreza

30 Al respecto, cf. Palazuelos Manso («América Latina…», 3).31 Cf. Barrientos y Soria («Población. Tasas de Crecimiento»).

Año Población (millones)

Área urbana (porcentaje)

Área rural (porcentaje)

1900 70 75 25

1950 99 41 59

1990 314 70.5 29.5

2000 512 75 25

Tabla 1. Población en América Latina (1900-2000).

Fuente: �op (1998, 2); Palazuelos Manso («América Latina: comunicación…», 3); ONU 2015, 38/40) y Cepal (2016).

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del Banco Mundial concluye que el 15 % de la población en esta región vivía con 1 USD por día y 30 % con 2 USD (World Bank 2000). Una cifra que evidencia una región con grandes contrastes, desigualdades socio-económicas y condiciones de pobreza.

En cuanto a la industrialización, esta se aceleró a partir de 1930 con la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. El impacto está relacionado con la modernización de la infraestructura de las comunicaciones (especialmente de vías férreas) y la industria nacional. De cierto modo, esta última buscó sustituir la producción manufacturera extranjera proveniente de Francia, Alemania e Inglaterra. En cualquier caso, se evidencia un crecimiento de�ciente debido a la baja calidad de los productos orientados al mercado interno. Esto se traduce en falta de capacidad en la competencia internacional dado que la deuda externa se ha pagado con ingresos obtenidos de productos primarios agrarios y mineros y no del sector industrial (Bulmer-�omas 1998, 63-92).

ALyC es una región que se caracteriza por una gran inversión que se hace con capitales extranjeros, especialmente orientados a la explotación de minerales (oro, cobre, estaño, nitrato, platino), a la agricultura de exportación (café, bananas, caucho, henequén, cacao, quinina, cereales) y a la ganadería (carnes, corderos, lanas y cueros).

El papel del Estado y sus gobernantes ha sido determinante porque no todos han logrado reducir la desigualdad en la distribución del ingreso, en parte, por el monopolio existente sobre la tierra —el cual tiene su herencia desde los virreinatos— y por la concentración en pocas manos de capitales en el sector industrial y �nanciero. El ya relacionado indicador de pobreza es una muestra de ello, así lo evidencian los ingresos de la población: 1/10 de la población más rica recibe el 48 % del ingreso total, mientras que 1/10 de la gente pobre solo recibe el 1.6 %. Por otra parte, en los países desarrollados, la décima parte recibe el 29.1 % del ingreso total, en comparación con el 2.5 % que recibe la décima parte inferior (Bourguignon y Morrisson 2000, 727-744)32. Esta relación es una de las peores del mundo. El contraste entre países es abismal, si comparamos lo que recibe un norteamericano respecto a un latinoamericano o, por ejemplo, lo que recibe un mexicano a un haitiano (Bulmer-�omas 1998, 63-92). ¿Cómo se llegó a esta situación?

32 Al respecto, cf. Ferranti et al. (2003, 3).

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Capítulo tres

Experiencias y fases socio-económicas

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Antecedentes y crecimiento primario exportador

Los latinoamericanos se interesaron por el intercambio y la integración con Europa desde la segunda mitad del siglo XIX. Tres

ideas centrales se consideraron: exportar productos, importar capitales y estimular la inmigración europea al subcontinente. El impacto que generó la implementación de esas ideas se dio de modo diferente en cada país, en parte, por la carencia de consenso político en la clase dirigente, las debilidades de los nacientes estados republicanos, el papel de las potencias extranjeros y el fenómeno del imperialismo.

La contradicción entre las políticas económicas (libre cambio y proteccionismo), el Estado y la Iglesia, las guerras civiles entre liberales y conservadores, la discriminación racial, las visiones centralistas y federadas, la carencias de recursos e infraestructura, los con�ictos y disputas entre los estados latinoamericanos y la intervención de España, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y Estados Unidos principalmente permiten comprender el contexto y las causas de la carencia de políticas económicas sistemáticas en función de un desarrollo económico idóneo. Además, la ine�ciencia, indisciplina y corrupción generaron inestabilidad e inseguridad, lo cual afectó lo contractual y jurídico; en su

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conjunto, constituyeron un obstáculo, como lo advierte William Glade (2002, 51-52).

En el anterior escenario, no extraña que las opciones políticas fueran la anarquía, los gobiernos oligárquicos y las dictaduras las cuales, en su momento, ofrecieron cierta estabilidad; por ejemplo, el caso de Antonio Guzmán Blanco (1870-1877, 1879-1884, 1886-1888) en Venezuela y Por�rio Díaz (1876, 1877-1880, 1884-1911) en México. Por su parte, estos gobiernos se limitaron a implementar impuestos modestos para la exportación, realizaron inversiones públicas para mejorar la infraestructura social, promovieron la inversión extranjera y ampliaron el sector exportador con el aumento de exportaciones. En cualquier caso, el siglo XX inicia con lo que se ha denominado el Modelo de Crecimiento Primario Exportador (Palazuelos Manso «América Latina: comunicación…», 4); un ciclo que tiene dos acontecimientos importantes en la vida económica: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Gran Depresión (1929).

Hasta la Primera Guerra Mundial, el patrón de desarrollo en Europa y EE.UU. es la industrialización o Revolución industrial33. El fenómeno ofrece un excedente de productos manufacturados especialmente en Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos. Asimismo, tendrá sus efectos en cuanto a la demanda de importaciones y al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en estos países (los cuales, a su vez, tienen el control de la exportación e importación de un 80 % del mercado mundial) y genera un aumento de la competencia entre países europeos (Aparicio Cabrera 2013, 383).

Estas naciones se preocuparon, a su vez, por el sector exportador y las actividades complementarias de las exportaciones como son la ya mencionada construcción de vías férreas de las nacientes repúblicas latinoamericanas. ALyC, que tiene una débil base industrial y un sistema de comercio abierto, constituye el mercado natural. En cualquier caso, Gran Bretaña era el principal abastecedor de Argentina, Bolivia, Chile

33 La Revolución industrial puede entenderse como el cambio de una economía agrícola a otra caracterizada por la producción mecanizada y fabril a gran escala. Este fenómeno, cuyos inicios se da en Inglaterra a �nales del siglo XVIII, se expande a otros países europeos y EE.UU. gradualmente. Así, este da inicio a lo que se conoce como proceso de industrialización. El resultado es la formación de nuevas clases sociales: trabajadores, propietarios de medios de producción y empresarios capitalistas. La experimentación del proceso llega a algunos países latinoamericanos a mediados del siglo XX. La industrialización supone un aumento en la renta per cápita nacional y la distribución de la misma, y cambios en las condiciones y valores socio-laborales. Al principio, este hito supone una reducción del poder adquisitivo y una pérdida de calidad de vida en los trabajadores.

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y Perú; Francia de Ecuador, Haití y Venezuela; Alemania de Guatemala, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, el principal mercado de exportación de los latinoamericanos hacia 1913 sería EE.UU.

Los países latinoamericanos, en el mejor de los casos, lograron una especialización agrícola, ganadera o minera con productos a bajos precios y amparados de modo proteccionista, luego de una sucesiva experimentación comercial durante el siglo XIX. Los cambios en la demanda de las importaciones, de las materias primas y de los productos alimenticios de los países avanzados, el proteccionismo al agro de los países europeos y la reducción de las preferencias acordadas con las colonias europeas pudieron ser limitantes para desarrollar el modelo exportador. Consideremos en lo que sigue un caso representativo de dicha época.

Caso argentino Argentina es un ejemplo que señala la culminación de los procesos

que consideramos exitosos en el ámbito regional. Aquella se convierte en la economía nacional más importante de Suramérica en un contexto en el que el comercio mundial de mercancías aumenta de manera signi�cativa, por lo menos hasta 1913 (cf. Rayes «El comercio exterior argentino…»)34. La economía argentina ocupaba, después de Estados Unidos, Francia, Rusia y Alemania, el quinto lugar en cuanto a existencia de oro circulante y de reserva (Keynes 1950, 297). Incluso, hasta 1929, ocupaba la décima posición en el comercio exterior mundial (Francioni y Llorens 1941, 233)35.

Los anteriores datos pueden comprenderse desde la causalidad de varios procesos históricos. El primero tiene relación con la política de fomento inmigracional que motivó a millones de europeos, especialmente italianos (�gura 3), españoles, alemanes y polacos, entre otras nacionalidades, a viajar a Argentina desde 1853.

Fue la era de la migración masiva mundial, fenómeno también evidente en Uruguay, Chile y Brasil, entre otros países (Solimano 2003, 57). El ofrecimiento de tierras, alimentos, instrumentos de trabajo, insumos agrícolas, animales y herramientas de trabajo empezó a ser atractivo. En contraste con estas posibilidades, las guerras y di�cultades europeas también conjugaron a favor de la emigración. Se calcula que

34 Según Lamartine Yates (1959), entre 1896 a 1913, se pasó de 8 690 a 18 320 millones de dólares en exportaciones, mientras que en importaciones de 9 810 a 19 920 millones de dólares (28).35 Cf. Rayes, «El comercio exterior argentino…».

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unos 60 millones abandonaron Europa con destino al Nuevo Mundo (Solimano 2003, 57), un fenómeno que creció de modo gradual en Argentina; a tal punto que se registraron 76 000 inmigrantes entre 1860 y 1870; luego, se recibieron 841 000 entre 1881 y 1890; y en 1914, se calcula que el 30 % de la población argentina era inmigrante. Simultáneamente, en Buenos Aires se estimaba que entre el 60 y 80 % era población inmigrante (OEA 2014). El grupo mayoritario lo constituían italianos (39.4 %); luego, españoles (35.1 %); le seguían rusos (3.9 %); �nalmente, uruguayos (3.6 %) y franceses (3.3. %); además de otra minoría de inmigrantes compuesta por austro-húngaros, brasileros, chilenos, paraguayos e ingleses (INDEC 2015)36. Estos fueron contratados como trabajadores rurales o arrendatarios agrícolas (en regiones poco pobladas), o como mano de obra urbana. Asimismo, fueron bien recibidos en la construcción de ferrocarriles y no pocos se dedicaron a actividades empresariales. No todos se quedaron, pero el fenómeno poblacional fue decisivo para generar cambios económicos y sociales. Buenos Aires fue la principal ciudad bene�ciaria, la cual se europeizó en varios aspectos. De este modo, Argentina se identi�có como un país de inmigrantes en el siglo XX (tabla 2).

36 Cf. Modolo (2016, 212).

Figura 3. Inmigrantes italianos en Argentina en 1918.

Fuente: Santostefano (2019).

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Año Total

1869 210 1891895 1 004 5271914 2 357 9521947 2 435 9271960 2 604 4471970 2 210 4001980 1 912 2171991 1 628 2102001 1 531 940

Tabla 2. Población nacida en el exterior (Argentina, 1869-2001).

Fuente: INDEC (2015) y Modolo (2016, 207).

Además del aumento poblacional a causa de inmigración, el segundo proceso consistió en la expansión de su frontera baldía, lo cual permitió desarrollar una agricultura extensiva y, por ende, incorporar nuevas tierras para la producción (Díaz Alejandro 1970). Entre 1857 y 1876, se arrendaron 5 000 000 de hectáreas de tierra pública, creándose un mercado sobre derechos de uso en el cual el 44 % de la tierra concedida fue transferida a otras personas, según Guillermo Banzato y María Cecilia Rossi (2010, 10). Estos autores concluyen que la oferta de tierras públicas en cada provincia fue generando un mercado de tierras de modo que las posibilidades de inversión se multiplicaron. Así, la incorporación de tierras baldías signi�có una inserción de la economía nacional a la economía de mercado capitalista mundial, a partir de la movilidad geográ�ca de la frontera productiva, lo cual también signi�có una ampliación del consumo interno y las posibilidades de insertar la producción en el mercado internacional (Banzato y Rossi 2010, 28-29).

Por otra parte, como tercer proceso, Argentina logró diversi�car sus exportaciones, teniendo en cuenta que los nuevos productos no eclipsaron los antiguos. Mantener una oferta desde el agro y la ganadería, en medio de un escenario de modernización e industrialización (construcción de vías férreas), fueron claves para el éxito. Había diversi�cación en la oferta: en cifras de 1913, el maíz exhibía un 22.5 % y el trigo un 20.7 % de las exportaciones, mientras que la ganadería representaba el 34.3 %

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(Anuarios de la Dirección…, 1900-1916)37. No fue lo que sucedió con otros países latinoamericanos donde primó una especialización mono-exportadora, como es el caso de café proveniente de Brasil, Colombia y Costa Rica (Bulmer-�omas 1998, 77-79).

De otra parte –exceptuando a 1911, entre 1900 y 1914–, la balanza comercial tuvo saldos positivos. Según Ricardo M. Ortiz (1978), «Gran Bretaña suplió el 33 % del total de las importaciones; Alemania ocupó el segundo lugar, con el 15 %; Estados Unidos, en ascenso respecto a las décadas anteriores, el 13.6 %; Francia e Italia, entre 10 % y 8 % y Bélgica, alrededor del 5 %» (674).

Hay que señalar también que, en otros casos, se dio un patrón de comercio con carácter interregional, mas no continental o transatlántico, donde Argentina jugaba un papel determinante. Tal es el caso de Paraguay, el cual dependía del consumo de la yerba mate de los argentinos; y de Bolivia, que importaba y exportaba a través de este país. Algo similar sucedía con Guatemala que exportaba café a Alemania a través de Francia38.

Primera Guerra Mundial (1914-1918)La Primera Guerra Mundial conllevó a cambios en las relaciones

comerciales entre EE.UU., Europa y Latinoamérica. El primero de ellos consistió en el vacío en las relaciones comerciales que dejaron Gran Bretaña, Alemania y Francia, el cual fue ocupado por EE.UU. El segundo cambio lo representa el inicio de una época en que muchos países se orientaron hacia la sustitución de importaciones, por lo menos, hasta la Gran Depresión. Fue un instrumento de protección estatal de las industrias nacientes frente a la competencia internacional. Básicamente, este consistió en controlar las importaciones y exportaciones, pero al mismo tiempo otorgar subsidios a las empresas, regulando precios en el mercado y lograr una participación del sector público en la economía, entre otras medidas. Las ventajas estaban determinadas por la abundancia y calidad de los recursos naturales ya que la administración estaba en manos de empresas públicas. Por ende, es un punto de in�exión en materia comercial con respecto a las potencias europeas.

Claramente, los niveles de exportación por parte de países como Chile permanecieron constantes, mientras que las importaciones pudieron

37 Cf. Rayes («El comercio exterior argentino…», 7).38 Argentina y Chile, por lo menos hasta la Primera Guerra Mundial, son los únicos países que muestran una continua expansión de las exportaciones. El contraste lo representaron los casos de Bolivia y Ecuador, quienes no modi�caron la baja productividad de la economía.

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reducirse a la mitad. Este fenómeno deja un espacio en los mercados internos que permite la expansión de la producción manufacturera nacional (Palma 1984, 61-88; Muñoz Gomá 1968). Lo cierto es que el desarrollo manufacturero va a estar estrechamente relacionado con el aumento de la exportación y el crecimiento del mercado interno; desarrollo que tendrá un alto crecimiento y conllevará a cierta industrialización en países como Argentina, Chile, Brasil y Colombia.

En cambio, otros casos como el peruano y boliviano, cuya exportación principal era el salitre, sufrieron una disminución en sus exportaciones, y en la inversión de capitales ingleses y norteamericanos. La explotación, que se había desarrollado desde el siglo XIX, había estimulado la inversión en obras públicas, especialmente en construcción de vías férreas, en el mejoramiento de las condiciones de vida urbana y en la generación de nuevos puestos de trabajo. La �ebre por el salitre, en parte, se dio por su uso para la fabricación de fertilizantes. Luego, este será un ingrediente indispensable para la construcción de pólvora en un contexto de industrialización de varios países europeos. Sin embargo, este colapsa con el desarrollo de fertilizantes sintéticos más económicos durante la Guerra y la Gran Depresión. En dichos momentos, las exportaciones cayeron en un 90 %, y, de modo de�nitivo, durante la Segunda Guerra Mundial. En el caso chileno, cayeron además las exportaciones de hierro y cobre.

El escenario de intercambio comercial entre Latinoamérica y Europa cambia después de 1918. No obstante, Inglaterra seguiría exportando textiles y prendas de vestir, por lo cual, casi la mitad de sus exportaciones irían a Argentina. Por otra parte, principales proveedores de Inglaterra lo eran la misma Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. En realidad, las naciones del denominado Cono Sur recibían mayor participación británica, sin olvidar que EE.UU. fue ocupándose de la oferta de las manufacturas.

Siguiendo a Daniel Díaz Fuentes (1994), a partir de la Primera Guerra Mundial, se evidencian cambios en la economía internacional, los cuales modi�caron ciertos factores que afectaron a las economías latinoamericanas (por ejemplo, reduciendo drásticamente los �ujos de capitales europeos a Latinoamérica), pero estos no cambiaron la estructura básica del comercio exterior de los países mayores de la región ni su importancia en el plano �scal. Adicionalmente, la guerra propició un crecimiento de ciertas ramas de la industria ligera y di�cultó la importación de bienes de capital especialmente en México, Argentina

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y Brasil. Esto generó trasformaciones en la estructura industrial latinoamericana.

La situación de los países se comprende desde la «teoría clásica del comercio internacional», propuesta por Adam Smith y David Ricardo, la cual se apoya en la división del trabajo y la noción de productividad respecto a las ganancias y patrones del comercio, y los términos del intercambio.

Por su parte, la mayoría de países volvieron al patrón oro después de la guerra; un sistema operante desde el siglo XIX como base del sistema �nanciero internacional, con el cual la mayoría de economías se desarrollaron, por lo que se conoce como la Edad de Oro. Empero, este fue abandonado años después de la Gran Depresión. En esta dirección, considerar el valor de la unidad monetaria en términos de una determinada cantidad en oro (y por ende la cantidad de billetes consignados en ellos) signi�có o se relacionó con los ajustes de la balanza de pagos en los respectivos países, al tiempo que se dieron signos de un creciente proteccionismo en naciones europeas, EE.UU. y Japón.

Caso mexicano En el caso de México, al igual que el resto de países latinoamericanos,

los impuestos al comercio exterior, constituyeron la base de los ingresos públicos. Luego de pasar por una fase recaudatoria se de�ne una política económica orientada a fortalecer y crecer ciertos sectores de la economía (Uhtho� López 2005, 7). Los gravámenes llegaron a representar hasta el 43.4 % de los ingresos en 1913 (ibídem, 9). México exportaba metales preciosos, principalmente plata —proveedor del 30 % de plata en el mundo—, y metales industriales como el cobre, plomo y zinc. Además, exportaba productos agrícolas como henequén, café, caucho, ixtle, vainilla, etcétera los cuales bene�ciaron especialmente a EE. UU (ibídem, 9).

Siguiendo a María Leticia Galván Silva (2009), la economía mexicana estaba casi en manos de extranjeros que «poseían cerca de las dos terceras partes de la inversión total del país» (Cumberland 1975, 253). México inicia un proceso de apertura económica y buscaba una integración económica regional, especialmente con EE.UU., lo cual atrae una inversión masiva de capitales extranjeros de diferentes orígenes desde �nales del siglo XX (Riguzzi 2010, 379). Por un lado, estos capitales han de tener un gran efecto en la distribución de tierras baldías y en la expansión de la ca�cultura en el Estado Chiapas; por otro,

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estuvieron relacionados con la implementación de nueva tecnología manufacturera.

El Estado mexicano estaba viviendo un proceso de cambio político y social con la conocida Revolución mexicana (1910-1920): un referente de la historia latinoamericana y universal. En esos años hubo cambios en los aranceles y los impuestos interiores (tabacos y alcoholes), según Luz María Uhtho� López (2005), como medida para contrarrestar los efectos de la guerra (14).

Teniendo en cuenta a Paolo Riguzzi (2010, 400), México se centró en las exportaciones de petróleo entre (1917-1924), por lo cual, fue el segundo productor mundial. De hecho, el crudo representaba más de 95 % de las importaciones de EE.UU. Sin embargo, este país vería reducir el número de empresas extranjeras, disminuir la nueva inversión, y suspender el servicio de la deuda externa. A �nales de los años 20, volvería a los canales tradicionales de la plata, los minerales industriales y el henequén. La Crisis de 1929 provocó una etapa de cierre generalizado que, de igual modo, sucedería en otros países, pero matizada en este caso puntual con cierta cooperación regional de EE.UU. (379).

La maquinaria agrícola y minera norteamericana tenía gran demanda. Había gran inversión del vecino del norte a través de compañías bananeras y la implementación de economías de enclave en el sector minero o en la plantación. De igual manera, esta inversión se evidenció en los países latinoamericanos cuyo dominio comercial en los mercados nacionales pudo llegar a un 86.1 % en 191839. Así, la penetración del capital norteamericano se hizo visible especialmente en la banca, las �nanzas, los servicios públicos, la manufactura, el comercio y en la agricultura de exportación, entre otros.

Resultado de los ingresos de la agricultura, la minería y cierto proteccionismo interno, México logró una leve industrialización hasta los años 30; por lo cual, como advierte Alan Knight (1998), los mexicanos empiezan a con�ar en una política proteccionista, ayudando a la industria nacional a desplazar la competencia extranjera del mercado de consumo (13-83). En este escenario, se multiplicaron las organizaciones obreras y campesinas al tiempo que se inició la construcción de una red de carreteras y grandes presas para regar tierras. No obstante, su principal mercado era EE.UU. De esta índole, sus ciclos económicos serían muy cercanos al país vecino.

39 Ver un caso concreto para México cf. Sariego Rodríguez (1988) y Granados Erazo (2010, 13-38).

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El modelo primario exportador de orden liberal se agudiza durante la Gran Depresión. El desarrollo exportador, basado en productos agrícolas y mineros, estaba sufriendo problemas (Díaz Fuentes 1994). En palabras de Tulio Halperín Donghi (1996), «la crisis signi�có la disminución brutal del comercio mundial. Los países de Europa se orientaron hacia acuerdos bilaterales que les permitirían asegurar mejor la reciprocidad en el intercambio comercial» (364). Países como Brasil, cuyo ciclo exportador se apoyaba en el café y el caucho, vieron �nalizar la época con la reducción de la demanda y consumo de tales proyectos. Factores relacionados con la crisis del capitalismo y los límites del modelo en los países contribuyeron a proyectar nuevas alternativas, por ejemplo, la utilización intensiva de la estructura industrial, la cual se traduce en un modelo de sustitución de importaciones manufactureras por la producción nacional (Palazuelos Manso «América Latina: comunicación…», 5).

Crecimiento orientado hacia dentro (1930-1945) Esta fase se caracteriza por un crecimiento orientado por

la industrialización y la sustitución de importaciones a escala subcontinental. Esta fase despertó cierto nacionalismo económico, gracias al auge manufacturero en países como Chile y Brasil; proceso que sería tardío con respecto a Europa, pero que estuvo al vaivén de trastornos económicos globales como la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Veamos entonces el primero de ellos.

Gran Depresión (1929-1939)La Primera Guerra Mundial había arruinado a las potencias

europeas, por lo cual entran en una fase de recesión económica donde prima el endeudamiento y el bajo consumo; mientras en EE.UU. la oferta superaba la demanda debido a la superproducción. De hecho, el síntoma se observa en la crisis y la ruina previa de los agricultores. En cuanto a la bolsa de valores, se dio una sobrevaloración de las acciones y ganancias rápidas al punto que los inversores se endeudaban para comprar acciones. El referente histórico se da con la caída de la bolsa de New York el 24 de octubre de 1929.

Asimismo, se debe tener en cuenta la falta de liquidez de los bancos, por la cual su quiebra estaba al orden del día, a lo que se suma la contracción enorme del crédito en el sistema �nanciero. El cierre de los bancos conlleva a la ruina de empresas y particulares, pero el Estado no

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reacciona inmediatamente. En consecuencia, la de�ación, el desempleo —que traerá problemas sociales y políticos— y todas las medidas para detenerlos fracasan. La bancarrota de los bancos arrasa el sistema �nanciero europeo, por lo cual, luego se dieron una serie de medidas proteccionistas.

Las decisiones fueron catastró�cas, por ejemplo, el cierre de las fronteras al comercio exterior. Esto se dio gracias al Estatuto Arancelario Reed Smoot—Willis C. Hawley de EE.UU. que surge con la idea política de protección a los productores estadounidenses durante el gobierno de Herbert Hoover (1929-1933). La implementación produce un colapso. Los países responden elevando sus propios aranceles. Gran Bretaña, a su vez, declara la British Abnormal Importation Act de 1931 que consistía en una serie de respuestas a las medidas anti-dumping duties, tomadas por Canadá y Sudáfrica –la Ottawa Commonwealth Preferences de 1932 con su slogan «home producers �rst, empire producers second, and foreign producers last»40–. Todo este proteccionismo, en su conjunto, declina las perspectivas del comercio internacional, por lo cual el comercio mundial cae en más de un 60 % entre 1929 y 1934. Esto provocará una caída del 50 % de la economía norteamericana (�gura 4).

Los efectos en el subcontinente fueron un hecho: se derrumbaron el mercado internacional de mercancías, los términos de intercambio entre países y los precios de exportación. Por ende, se desplomó la entrada de

40 “Los productores domésticos de primeros, los del imperio de segundos, y los extranjeros de últimos”. [Traducción].

Figura 4. Crisis del 29. Bar ayudando con comida a los desempleados.

Fuente: «Crisis del 29 y la Gran Depresión» (2015).

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capitales y tuvo lugar un intempestivo aumento de la deuda externa (cf. González Molina 2011). Por esta razón, se tomaron varias medidas.

La mayoría de países optó por incentivar cambios selectivos con respecto al control de cambios y políticas de expansión de la demanda. Por esta razón, algunos abandonaron el patrón oro, impusieron controles de cambio y restricciones discriminatorias al comercio en importaciones de bienes de consumo. Además, adoptaron políticas monetarias y �scales anticíclicas, como lo advierte Vittorio Corbo (1988). Comúnmente, esto se ha denominado el modelo de crecimiento hacia adentro (1-18).

A partir de políticas proteccionistas de mercado, impuestos e incentivos crediticios (�gura 5), se le dio prioridad a la manufactura. La dinámica de crecimiento se apoyaría en la inversión pública y privada, en la industria que sustituya la importación y en la infraestructura destinada a las necesidades industriales. Lo anterior se relacionó estrechamente con una paralización del servicio pleno de la deuda externa, con excepción de Argentina debido en mayor medida a su intercambio con Gran Bretaña y a un producto per cápita similar a los países europeos (cf. González Molina 2011; Gómez y Ruiz 2017, 1-26). Carlos Marichal (1988) señala que las suspensiones de pagos de las deudas ayudaron a allanar el camino hacia la recuperación. Además, las moratorias no condujeron a la independencia económica, pero redujeron la dependencia externa durante más de una década (262-279). En conjunto, fueron medidas políticas ad hoc destinadas a acelerar los ajustes frente al impacto de las situaciones del mercado externo que enfrentaban.

Figura 5. Textileras en Colombia.

Fuente: El Tiempo (2013).

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Argentina41, Brasil42, Chile, Colombia y México43 siguieron políticas de fuerte gasto público, al tiempo que desarrollaban políticas �scales destinadas a lograr un presupuesto equilibrado. Así, el rendimiento global de América Latina fue bastante bueno. Las tasas de crecimiento del PIB promediaron entre 2.4 % y 4.8 % en esos países. El sector líder para esos años fue la manufactura; luego, se encontraría la construcción y los servicios; y �nalmente, el sector primario. Incluso, la Segunda Guerra Mundial contribuyó al auge en los precios de las exportaciones mineras y una natural suspensión de las importaciones de los países participantes del con�icto.

En los años 40, las políticas de John Maynard Keynes (�gura 6) sobre el manejo de la demanda estuvieron de moda en los círculos académicos latinoamericanos, pero fue hasta después de la guerra que se practicaron de modo sistemático. En su texto Las consecuencias económicas de la paz (1919) señala que todas las economías estaban relacionadas, y que el empobrecimiento de los unos (perdedores), afectaba a los otros (ganadores). Era abierto a la intervención del Estado para corregir y estimular la actividad económica. De modo que, a mayor gasto público, el mercado crecería. Asimismo, propone ayudar a los desempleados con subsidios; esto los convertiría en consumidores y, por ende, estimularía el mercado44.

41 En Argentina las exportaciones disminuyen en un 8.3 % en 1929. Cf. Granados Erazo (2010, 33).42 En el caso de Brasil, los años del estatismo nacional se extienden hasta 1964. A partir de la década 1940, el PIB crecerá entre un 6 % y 9 %, por los menos hasta 1980. El crecimiento implicó cierto proteccionismo e inversión estatal directa en diversos sectores industriales, lo que también signi�caría un crecimiento signi�cativo de la clase obrera, cuyos trabajadores se organizan en sindicatos de control estatal. El gobierno proveía la legislación sindical y el estado de bienestar en contra de los llamados «sindicatos clasistas». Cf. Petras (2002).43 A partir de 1934, se expropiaron los bienes de compañías petroleras cuyo petróleo pasó a ser la principal fuente de ingresos del país. En igual sentido, se continuaría con una nueva fase de reforma agraria, se orientó el interés estatal hacia el campesinado con la compra de latifundios para distribuirlos y se fundó Ejidos. Igualmente, se evidencia una inversión en el campo a partir de la fundación de escuelas rurales, la enseñanza técnica y el fomento de la industria. Las renegociaciones de la deuda mexicana de 1942 y 1946, según Marichal (1988), «fueron las más favorables de las realizadas por cualquier país latinoamericano en esos años, ya que el gobierno de EE.UU. intervino directamente en las renegociaciones de las mismas, subordinando los intereses económicos privados de los acreedores a las exigencias políticas y militares de la ‘cooperación hemisférica’» (262-279).44 Para ampliar las propuestas económicas de este autor Cf. Lateinamerika-Studien Online y Novy (2012).

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Figura 6. John Maynard Keynes. Feasting with panthers: Keynes.

Fuente: Independent (2015). Fotógrafo: Getty Images.

Segunda Guerra Mundial (1939-1945)La Segunda Guerra Mundial se inicia con la visión pangermanista del

nacionalsocialismo hitleriano y su guerra contra el socialismo soviético. Esta tiene consecuencias a nivel global. Este con�icto hizo que las industrias europeas y norteamericanas se ocuparan de sus necesidades bélicas. En esa dirección, hizo decaer la exportación de manufacturas al sub-continente y activó la economía de minerales estratégicos como el cobre y el salitre. Al igual que durante la Primera Guerra Mundial, los países latinoamericanos prestarían atención a su industria nacional para abastecer el mercado interno y reemplazar los productos importados. Estos vieron reducir drásticamente el mercado de las exportaciones con los países europeos, por lo cual se ven presionados a estrechar las relaciones económicas con los estadounidenses.

Durante la guerra, se produce una depreciación y desgaste de la maquinaria industrial, al tiempo que se da cierta acumulación de divisas por la misma di�cultad de importar. Lo particular, al valorar el caso chileno, es que los portadores de divisas las gastaron en bienes suntuarios. De esta índole, al �nalizar la guerra, no tenían las divisas su�cientes y debieron acudir a la ayuda extranjera. Este escenario no fue provechoso para la agricultura. Esta, si bien abastecía el mercado interno y los excedentes se orientaban a la exportación, los chilenos tuvieron que pagar precios más altos debido a la protección aduanera,

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orientada a proteger la industria, razón por la cual disminuye el aporte del agro a la economía nacional chilena.

Era cepalina (1945-1960) Iniciada la posguerra, hay reservas sustanciales en los bancos

centrales latinoamericanos. La creación de instituciones internacionales, orientadas a evitar guerras comerciales –Banco Mundial (1944), Fondo Monetario Internacional (1945), Banco Interamericano de Desarrollo (1948), Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1966), Organisation for Economic Co-operation and Development (OECD) (1961)–, y el Plan Marshall, encabezado por EE.UU. en Europa desde 1948, auguraban un panorama positivo. Los efectos de la crisis causada por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial habían llegado a su �n. Sin embargo, se evidenciaba una gran expansión en la demanda de productos manufacturados, protegidos del comercio exterior.

En este panorama, aparecen nuevos grupos industriales y laborales con nuevas exigencias. La producción de manufacturas crece sustancialmente después de la guerra, pero se hace lenta al poco tiempo. Entre tanto, las exportaciones se estancan, lo cual se evidencia en los países del Cono Sur. Este escenario propició un debate, especialmente, en Argentina, Brasil, Chile y Colombia, entre exportadores y comerciantes de productos importados, de una parte; y, de otra, entre el grupo de los dirigentes de asociaciones manufactureras, los nuevos industriales y los obreros45.

Raúl Prebisch y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)En esta fase son importantes las recomendaciones de Raúl Prebisch

(1901-1986) (�gura 7) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), creada en 1948, las cual se constituyen en la primera escuela de pensamiento sobre desarrollo económico regional que surge en América Latina.

El argumento central de Prebisch se apoyaba en varias tesis, expuestas en 1950 en �e Economic Development of Latin America and its principal problems (cf. Prebisch 1986, 479-502). La primera consiste en que el crecimiento per cápita del PIB se debe basar en el progreso técnico; la segunda, que los países tenían que industrializarse para conservar

45 El papel de la clase obrera y relación con el establecimiento político en diversos países latinoamericanos puede considerarse en Levitsky y Mainwarin (2007, 107-138).

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los frutos del progreso técnico; la tercera consistía en que el Estado promoviese la industrialización, mediante la protección e inversión en la infraestructura con el �n de apoyar la manufactura competitiva de las importaciones (Corbo 1988).

Figura 7. Raúl Prebisch.

Fuente: Oliva (2017).

Estas ideas resultaron in�uyentes en economistas latinoamericanos como Celso Furtado (1920-2004) en Brasil; Juan Noyola Vásquez (1922-1962) en México; Jorge Ahumada (1915-1965) y Osvaldo Sunkel (1929- ) en Chile. Estos economistas llegaron a ser parte del personal de la CEPAL. Este último país fue donde tuvieron mayor impacto, tanto las ideas de Prebisch, como la creación de la CEPAL. Una importancia similar propendería Brasil. Sin embargo, esto no sucedió en Argentina donde el gobierno peronista fue hostil contra Prebisch y, por ende, las recomendaciones cepalinas no se difundieron fácilmente (Corbo 1988, 1-18).

Fueron años de creciente intervención del Estado, el cual participó directamente en políticas como la industrialización por sustitución de importaciones en sectores estratégicos (el acero, petróleo y productos químicos). Empresas como la Empresa Nacional de Minería (Enami), entre otras, además de la Chilenización del Cobre —programa que contempla la participación en un 51 % del Estado en dichas empresas— son muestra de ello en Chile (Becerra 2015). Además, aparecen industrias que producían para el mercado local con lo cual se buscó

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cambiar los términos de intercambio interno entre la agricultura y la industria, más a favor de esta última, con una herramienta principal: el régimen comercial (Corbo 1988).

En Brasil, se da cierta competencia entre la inversión pública y la inversión privada. En un corto plazo, logró un rendimiento positivo del 50 % a favor del capital público, desfasándose la inversión del sector privado. Según Bruno de Oliveira Cruz y Joanilio Rodolpho Teixeira (1999) la inversión pública resultó más e�ciente que la privada. Esta pudo tener un efecto complementario en la inversión privada, sobre todo, en las áreas de infraestructura y provisión de bienes públicos. Además, el impacto de la inversión pública sobre la privada pudo dar como resultado otras fuentes de �nanciamiento que se obtuvieron por el crecimiento de impuestos, la emisión de moneda y el incremento de la deuda pública (1-71).

El efecto consistió en la discriminación contra las exportaciones y cierto proteccionismo, el cual se logró por medio de una moneda sobrevaluada, aranceles y cuotas. En esencia, son años en que la CEPAL ejerció cierta in�uencia sobre las políticas económicas de la mayoría de gobiernos del subcontinente.

Integración y pensamiento económico latinoamericano versus la crisis de la industrialización por sustitución de importaciones

La industrialización nacional tuvo sus costos. Esta se persiguió de la mano con la integración regional. Esta puede considerarse como la segunda fase de industrialización, orientada a la sustitución de importaciones. La integración debía hacerse a través de la plani�cación del desarrollo económico y del aumento del tamaño de los mercados; estrategia que ayudaría a solucionar la escasez de divisas, una de las restricciones para el crecimiento. Por esta razón, Prebisch (1959a; 1959b) concluye que una mayor sustitución de importaciones tendría que llevarse a cabo a nivel regional. Esto signi�caba entrar a una segunda etapa de sustitución de importaciones (251-273).

En países como Argentina, Chile, Colombia, Uruguay, Bolivia y Brasil —a comienzos de los años sesenta—, era evidente una crisis de la balanza de pagos y una in�ación periódica escalada. En dicho momento, se mani�estan en el escenario los acuerdos del Fondo Monetario

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Internacional (FMI)46 que entran en con�icto con las recomendaciones de la CEPAL47.

La plani�cación económica, una experiencia con antecedentes en Alemania, iniciada durante la Primera Guerra Mundial, empieza a prepararse con la colaboración de la CEPAL y las Naciones Unidas a través del Instituto Latinoamericano de Plani�cación Económica y Social (ILPES), creado en 1962 bajo la dirección de Prebisch. El esfuerzo más importante surgió con el establecimiento de la Alianza para el Progreso en 1961. Este exigía a los países preparar un plan como condición previa para recibir la ayuda estadounidense. En todo caso, el esfuerzo de plani�cación y sus objetivos no siempre estuvieron articulados, y no tuvo mucha in�uencia en el desarrollo económico regional.

El liderazgo de la CEPAL y el respaldo de EE.UU., también sirvieron para crear la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) en 1961. Sin embargo, se hizo difícil alcanzar acuerdos sobre la reducción de tarifas, lo cual no fue sorpresa debido a la variedad de intereses nacionales, industriales y manufactureros en juego. Lo anterior trajo como consecuencia la separación de los procesos de especialización, sin las ventajas de la misma y de las economías de escala (Prebisch 1959a, 251-273; 1959b).

En cualquier caso, durante los años sesenta, la CEPAL se convierte en el referente más importante de integración económica regional. Además, fue importante la creación del Banco Interamericano de Desarrollo en 1959 y la Alianza para el Progreso (1961-1970). No obstante, aun teniendo ayuda extranjera, se empezó a considerar su insu�ciencia, lo cual reforzaba aún más la idea de la integración regional. Sin embargo, los esfuerzos no fueron adecuados pues solo se evidencia un escenario de comercio entre países latinoamericanos de solo un 10 % respecto del total del comercio exterior. Asimismo, la exportación industrial fue pequeña en comparación con otros países. La experiencia de integración económica sub-regional la podemos apreciar, a modo de ejemplo, en los siguientes casos.

46 La Conferencia Monetaria y Financiera de la Naciones Unidas, también llamada Conferencia de Bretton Woods, acordó entre otros asuntos formar el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (BIRD) o Banco Mundial, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1944.47 Conviene tener presente que, entre otros propósitos, el FMI busca fomentar la cooperación monetaria internacional, y facilitar la expansión y crecimiento del comercio internacional. Para mayor profundidad sobre los acuerdos, cf. FMI (2011).

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Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y el Pacto de Mercado Común AndinoLa ALALC, creada en 1960, es la entidad que propone la integración

económica latinoamericana. El mecanismo busca el progreso de las naciones y fue promulgado por Argentina, Brasil y México. Asimismo, este avala el Pacto de Mercado Común Andino, conocido como Pacto Andino, en 1969; aunque la propuesta había sido lanzada tres años atrás. Con el Pacto, se propuso que economías aparentemente similares, como las de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, lograran una integración de carácter sub-regional.

La primera propuesta consiste en eliminar completamente las barreras arancelarias y no arancelarias entre los países miembros (French-Davis M. 1976, 297-320). Se propuso reducir anualmente y de modo automático hasta un 10 % del mínimo arancelario ad-valorem48, existente en Colombia, Chile y Perú, aunque con términos más favorables para Ecuador y Bolivia, considerados menos desarrollados en esos años. La intención era que los países, además de la integración regional, lograran desarrollar el comercio y sus industrias se especializaran. Además, buscaba acordar un arancel común externo, lo cual no se logró.

Implementar dichas políticas, se hizo complejo y difícil en cada país. El Pacto Andino pierde dinamismo a mediados de los años 70, por ejemplo, Chile se retiraría al no ponerse de acuerdo en las propuestas para reducir el arancel externo común y eliminar las restricciones del Pacto a la inversión extranjera.

Sin embargo, lo anterior no fue sino una reacción al caso del socialismo en Cuba, el cual contó con el apoyo de los países del bloque socialista de países de Europa del Este, en especial, de la Unión Soviética.

El caso cubano y la revolución socialistaMientras en otros países latinoamericanos se buscaba implementar

un modelo de sustitución de importaciones con un papel activo del Estado y la plani�cación e integración subregional, en Cuba dicho fenómeno no se evidencia ya que en la posguerra dependía, en gran parte, de la economía estadounidense. Por otra parte, las facilidades de los cubanos a nivel arancelario in�uían para no escatimar esfuerzos en mejorar la producción interna, ni ampliar el mercado (Torres R. 1981, 284-295).

48 Gravamen arancelario al que están sujetas las mercancías en el Arancel Aduanero, cuya aplicación se hace tomando como base impositiva el valor aduanero o el valor CIF de las mercancías.

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El desarrollo económico socialista se fue implementando en la medida que se consolidó la Revolución y la adopción del marxismo-leninismo como base teórica e ideológica. Varios momentos se dan con miras a dicha construcción socio-económica. El primero es la reforma agraria, cuya ocupación de tierras se dictaría desde Sierra Maestra. Así, una vez tomado el poder, se da con la 2ª Ley de Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959, en la cual se estipulan los mínimos y máximos de la propiedad en la isla49. Al año siguiente, EE.UU. —el principal comprador—, responde con la suspensión de la importación de azúcar. Luego, los cubanos aprobarían la ley de nacionalización de empresas extranjeras y las empresas privadas cubanas (Furtado 2001, 325-342)50.

La distribución de la tierra se hizo a partir de las denominadas granjas del pueblo, las cooperativas agrícolas y las granjas privadas. Sin embargo, la política se fue orientando hacia la propiedad colectiva de las granjas. En ellas, el Estado �jaba los precios de los salarios y los dividendos se utilizarían para aplicar la política económica estatal alrededor de los denominados planes quinquenales (ibídem).

Alban Lataste Ho�er (1968) comprobaría que la teoría económica socialista cubana se apoyaba en un sistema de plani�cación de economía nacional y de las empresas; un régimen �nanciero, de créditos y de precios entre las entidades económicas; un régimen de redistribución al trabajo individual y colectivo; un conjunto de estímulos materiales, encaminados a estimular el mejor aprovechamiento de las fuerzas de trabajo, conjugando los intereses individuales con los sociales (11-55).

El mismo Lacaste (1968) advierte que entre 1956-1966 hay tres momentos fundamentales: El primero, entre 1959 y 1961, cuando se pasó de una economía de mercado a otra con un Estado que controla la mayoría de los medios de producción. En este marco, se produce una reducción de las tarifas de servicios públicos (electricidad y telefonía). Asimismo, se decreta la Reforma Agraria de 1959. Los arrendatarios se convierten en propietarios. Ya en 1961, cuando se consolida la Reforma, hay un desequilibrio en el mercado de bienes, por lo se proponen congelar los salarios y los precios de algunos productos importantes. El segundo, entre 1962 y 1965, el cual se caracteriza por la construcción del socialismo y el a�anzamiento del nuevo sistema desde el punto de vista político, militar, social, económico y organizativo, entre otros. La política económica que se proyecta es a largo plazo. Y, el tercer momento,

49 La extensión mínima es dos caballerías (27 hectáreas) y la máxima de treinta (402.6 hectáreas).50 Cf. Pla (1980).

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en 1965, cuando el nuevo régimen se consolida y recibe el apoyo activo de la población, en particular, de la juventud, la clase obrera, los campesinos y los militares. En lo social, hubo grandes problemas como la integración racial. Asimismo, se da un desarrollo capaz de afrontar cualquier contingencia (ibídem).

El modelo socialista se interesó por la formación de un «hombre nuevo», por la pronta supresión de las relaciones monetario-mercantiles, por el modelo de gestión presupuestaria en las empresas, por el diseño de una escala salarial más igualitaria, por la abolición de los estímulos materiales, por el desarrollo masivo del trabajo igualitario y por otras formas de desarrollo de la conciencia social (ibídem).

Los cubanos mantuvieron el azúcar como principal eje de la economía. Entre 1961 a 1967 se pasó de una producción de 4.8 toneladas por hectárea a 6.3 toneladas. Si bien el plan era llegar a 10 toneladas, la cifra máxima lograda fue de 8.5 millones. Hay que resaltar que, con el aumento de la producción, también se da un proceso de modernización y mecanización de las tareas agrícolas el cual, para el caso de la recolección del azúcar, llegó a un 70 %. La Unión Soviética se convierte en el principal comprador de azúcar cubana, a la vez que el comercio termina dependiendo de los soviéticos y los países europeos socialistas. Sin embargo, las condiciones del intercambio no eran del todo iguales. Según Olga Torres R. (1981), la constante y permanente importancia del azúcar a lo largo de este período propició la generación de ingresos en la economía cubana a pesar del bloqueo económico de EE.UU. y de sus países alineados. Sin embargo, todo lo anterior impedía la consecución de refacciones para el mantenimiento de las máquinas de la industria azucarera (284-295).

En los años 60, Cuba invertía en divisas libres para su economía mientras que los soviéticos pagaban en rublos y con precios por debajo de los costos de producción, una moneda que no era parte de la libre circulación monetaria debido al bloqueo y a la Guerra Fría en el mundo occidental (Furtado 2001, 325-342).

Experimentación y liberación económica: países del Cono SurEl contexto socio-político de los años 70 se enmarca en la Guerra

Fría y en un sinnúmero de dictaduras como resultado de la doctrina de seguridad nacional y continental. En este contexto, suceden principalmente dos eventos las reformas de Brasil —que se proyectaron en términos de modernización— y el experimento neo-liberal durante

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la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) —con los antecedentes previos de experimentación de reformismo agrario—, aplicado también en Uruguay y Argentina.

Las dictaduras del Cono Sur, con el apoyo de un grupo de economistas formados en la Universidad de Chicago, van a cuestionar la ejecución de las recomendaciones de la CEPAL. Luego, dichas dictaduras implementarán una serie de recetas económicas en Chile y Uruguay en 1974; después en Argentina, en 1976. Se trataba de una nueva generación de latinoamericanos que, según Corbo (1988), habían hecho posgrados de Economía en EE.UU. y Europa, los cuales contribuirían al nivel del debate económico y pondrían en discusión las políticas de estabilización, las políticas comerciales y la selección de proyectos de inversión pública (28).

Fue una década de experimentos para enfrentar la in�ación y los problemas en la balanza de pagos. Era la reacción frente al desencanto con las políticas de sustitución de importaciones e intervención estatal, especialmente, las ine�ciencias de las empresas públicas.

Caso chileno: la era de reforma versus Chicago Boys Chile experimenta la Era de la Reforma, entre 1964 y 1973, durante

los gobiernos de Eduardo Frei (1964-1970) —quien también proclamó la Revolución en libertad, en contraparte a la Revolución socialista cubana— y Salvador Allende (1970-1973). Varias medidas reformistas, en la primera fase, son el espectro de dicho escenario: la nacionalización del cobre, la reforma agraria, la ampliación de la educación obligatoria a ocho años, la introducción de la educación preescolar, la reforma a la salud y la creación del Ministerio de Vivienda y Urbanismo para la implementación de políticas de vivienda.

Mientras el gobierno de Salvador Allende inicia una serie de medidas orientadas a la nacionalización del cobre, el carbón y el acero; se negó a indemnizar las compañías. En ese escenario, se dan fugas masivas de capitales extranjeros y una declaración de moratoria para el pago de la deuda externa. Lo cierto es que el nivel de vida decae con un decrecimiento anual de los salarios reales de un 25.3 %, una tasa de decrecimiento económico de un 4.3 % y una in�ación del 605.1 % en los tres primeros trimestres de 1973 (Meller 1998, 119).

En su momento, entre 1974 y 1975, con Augusto Pinochet en el poder (1973-1989), la in�ación oscilaría entre un 369 % y 343 % (ibídem, 187). También aumenta el desempleo y el mercado norteamericano se motiva

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en la compra de empresas chilenas. En este escenario, son protagonistas los llamados Chicago Boys (Chicos de Chicago), un grupo de economistas cuya gestión fue considerada por Milton Friedman como el Milagro de Chile51. El grupo, liderado por Sergio de Casto, comenzó a ejercer la dirección del Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Economía y el Banco Central de Chile, previa intervención en la O�cina de Planeación Nacional.

Los «chicos» consideraron que tal in�ación no podía reducirse sin un desempleo sustancial y un sistema para hacer ajustes en el valor del tipo de cambio nominal, según la in�ación interna e internacional, y los términos de intercambio (Corbo 1988). Aplicaron entonces un programa de privatización y reducción del gasto �scal que ya habían esbozado en El Ladrillo… (1973). La política de shock conllevó a la reducción del gasto �scal, a la reestructuración del aparato �scal y a un control de la gestión presupuestaria. Luego, emprenderían una serie de reformas laborales y tributarias; liberarían los aranceles y el cambio �jo del peso respecto del dólar, el ingreso de divisas e inversiones y los controles de varios sectores de la economía (Corbo 1988, 1-18). Estas medidas evidencian una de las transformaciones más profundas en la vida económica chilena de toda su historia (Muñoz Gomá 1992, 517-532).

Las medidas van a evitar crisis macroeconómicas periódicas y son adoptadas por otros países como Uruguay y Argentina. En estos países, las tareas de los equipos económicos se orientaron a controlar la in�ación, a cuestionar la intervención gubernamental —como la causante de las ine�ciencias en la distribución de recursos y bajo crecimiento—, a desreglamentar los mercados de productos, a reducir las barreras para el libre comercio y el �ujo de capitales, entre otras medias.

La lucha contra la balanza de pagos se dio de diferente modo. En Chile, se hizo con medias de shock �scal y monetario (Fontaine 1993, 246); en Uruguay, con el Plan Nacional de Desarrollo (1973-1977) y la introducción del Impuesto del Valor Agregado (IVA) (Dutra 2013, 4/13); y en Argentina, nunca llegó a controlarse. Adicionalmente, las políticas para reducir los precios de los productos importables y exportables se dieron de diferente modo. En Chile, se hizo con una devaluación real, una reducción de impuestos a las exportaciones y a las barreras

51 Se trata de un grupo de 25 economistas chilenos egresados en su mayoría de la Universidad Católica de Chile, con estudios de posgrados en la Universidad de Chicago, apoyados por Milton Friedman y Arnold Harberger. Friedman junto con Friedrich von Hayek son considerados padres del neoliberalismo.

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de importación (Corbo 1988). En Uruguay, se hizo con la reducción de barreras a las importaciones y subsidios para exportaciones no tradicionales junto con la implementación de un régimen de política cambiaria de paridad. Por su parte, en Argentina, se hizo lo mismo que en Chile, pero ajustando los precios de los bienes exportables. En tal sentido, Chile fue el caso más avanzado en la implementación de dichas medidas, seguido de Uruguay y Argentina.

Los resultados en la primera fase de las reformas fueron bastante buenos. Sin embargo, a partir de 1978, vendrían una serie de macro-desequilibrios cuando se estaba llevando a cabo el segundo intento de estabilización. En Argentina entran capitales signi�cativos para �nanciar el dé�cit �scal, lo cual genera una fuerte apreciación del peso y un fuerte incremento de las tasas de interés real interno. El país enfrentaba un fuerte colapso del sector �nanciero (muy endeudado) y una profunda recesión. En Chile, también se da una fuerte apreciación del peso, se castigan ciertas actividades de exportación y tiene lugar un aumento de las tasas de interés real. Hay una reprivatización de los bancos, se reforma la seguridad social y se da la privatización de�nitiva de empresas claves del Estado. Uruguay, que estaba en el punto medio de los dos anteriores casos, sufrió los choques de la crisis argentina y un dé�cit �scal incompatible con la política cambiaria, lo cual va a desalentar las actividades de exportación y, en menor medida, de importación. En cualquier caso, el problema común en los tres países fue la expansión del riesgo en el sistema �nanciero (ibídem).

Siguiendo el caso chileno como el más representativo, la implementación del modelo neoliberal se puede considerar en cuatro etapas durante el siglo XX. De acuerdo con Augusto Aninat (1988), la primera es denominada «instalación gradual» entre 1974 y 1978; la segunda, la «etapa del milagro o del auge» entre 1978-1981; la tercera, la «etapa de la crisis y del desconcierto», entre 1982-1984; y la cuarta, la «etapa de la recuperación pragmática» entre 1985 y 1987 (113-128). En palabras de Raúl González Meyer (2000), a partir de los años 80, según lo que él denomina «Revolución empresarial» y las formas de regulación de la actividad económica, se adquiere un enfoque librecambista que modi�ca las relaciones económicas chilenas (122-147). El papel, en el contexto económico, disminuye ya sea en los ritmos de crecimiento e inversión, dirección u opciones sectoriales; en la distribución de la riqueza y los ingresos; y en cualquier incidencia macroeconómica. Este lugar es ocupado por el sector privado y, en especial, por los

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grandes capitales (ibídem). El crecimiento económico dependerá de la ampliación del mercado, especialmente, en Europa, Asia, América del Norte y América del sur; a nivel interno, en la especialización regional del norte, centro y sur chileno (ibídem).

El caso chileno se convierte en un paradigma sin precedentes. El experimento monetarista liberal austral es implementado por los gobiernos conservadores de Ronald Reagan (1981-1989) y Margaret �atcher (1979-1990); aunque después del colapso de la Unión Soviética y los países del bloque socialista, es adoptado en casi todo el mundo, incluso por estados socialdemócratas.

Caso brasileñoEn los años 60, la alianza entre sindicatos, la burguesía nacional

y el Estado entra en crisis puesto que los sindicatos demandan más independencia y mejores salarios, los campesinos empiezan a ocupar tierras, y la izquierda marxista empieza a tener gran in�uencia. Según James Petras (2002), entre 1964 y 1985, se constituye un periodo de gobiernos militares con fuerte control. Estos generan una importante alianza entre multinacionales, la alta burguesía y el Estado, orientando la producción industrial del mercado interno hacia las exportaciones. El papel del Estado en el sector empresarial era muy importante y llegaba a un 50 % de las principales 100 grandes empresas. Asimismo, la industria automotriz y del metal se aceleran rápidamente creando, a �nales de los años 70, una clase trabajadora la cual se organiza con mayor independencia del Estado, y con in�uencia de la ideología marxista y la teología de la liberación. Los trabajadores fomentan una coalición amplia de movimientos urbanos, trabajadores rurales sin tierra, profesionales y sindicados. En su conjunto, van a constituir el Partido de los Trabajadores (PT). Cuando el modelo exportador se desacelera a �nales de los años 80, el PT estuvo cerca de ganar las elecciones presidenciales (Petras 2002).

Brasil inició una serie de reformas orientadas a mejorar sus mercados y la rentabilidad de las exportaciones. Entre otras medidas, se introdujeron créditos subsidiados e incentivos �scales para las actividades de exportación; buscaron controlar la in�ación y la reducción del dé�cit del sector público; eliminaron la mayoría de los impuestos de exportación; buscaron un tipo de cambio más realista; incentivaron el mercado de capitales y reajustar de modo decreciente los salarios reales durante tres años. Los resultados fueron sorprendentes. El PIB creció

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entre 1968 y 1977 en un promedio de 9.3 % anual y las exportaciones crecieron en un 23.1 % anual (Petras 2002).

Década perdida (años 80) y colapso del socialismo cubano Los años 80 son conocidos como la década perdida de los países

latinoamericanos debido a la crisis generada por las deudas externas, las in�aciones, el tipo de cambio y los dé�cits �scales en proporciones inimaginables. El alza del precio del petróleo (entre otras materias primas) y el debilitamiento del dólar in�uyeron en la oferta masiva de capitales en los años 70, por lo que en esa década las alzas de las tasas de interés (entre otros factores) depreció los tipos de cambio. Esto in�uyó en el aumento del interés real de la deuda.

EE.UU. vivió un fuerte aumento de las tasas de interés de la deuda externa, el cual motivó un enorme ascenso en el servicio de la deuda que las naciones prestatarias se vieron obligadas a pagar (Marichal 1988, 269-279). No es extraordinario que el boom chileno dure solo hasta 1982, cuando su economía vive una de las mayores crisis económicas que se recuerden desde los años 30. Es el �n de la primera fase de las reformas neoliberales y Pinochet regresaría durante corto tiempo al keynesianismo. Sin embargo, a partir de 1985, se inicia una segunda fase de reformas que van a dar al «segundo milagro chileno», con reformas menos ortodoxas. Las medidas consistieron en reducir el gasto del sector público, bajar el gasto social y las jubilaciones, devaluar el peso en función de un dólar fuerte y privatizar las empresas estatales relacionadas con la industria del acero, el azúcar, las comunicaciones, la electricidad, los laboratorios y los bancos, además del control de las tasas de interés por el Banco Central y el descenso contralado de los aranceles.

Mientras tanto, una gran parte de países latinoamericanos abandonaban el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, adoptando estrategias de crecimiento, orientadas por el FMI, con el �n enfocar sus economías hacia las exportaciones y el libre mercado52.

Colapso socialista cubano y apertura económica (1990-1993)La tragedia de Chernóbil colapsó la economía socialista de la Unión

Soviética y, con ello, el circuito del llamado bloque de países socialistas

52 Para ver desde una perspectiva histórica la problemática de la deuda externa, cf. Ocampo et al. (2014).

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de Europa del Este. En dicho sistema estaba relacionada la isla de Cuba que, a su vez, desde los años sesenta, vivía el ya mencionado bloqueo económico, comercial y �nanciero de EE.UU.

Adalberto Santana Pudel (2002) apunta a que Cuba pierde el 81% de sus exportaciones con el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) a raíz del derrumbe del bloque socialista europeo y el 85 % de las importaciones que provenían de dichos países, sin considerar las consecuencias generadas por la guerra económica norteamericana que entonces tenía cerca de 30 años. Tres cuartas partes del mercado cubano se pierden, se reduce drásticamente al suministro de materias primas, a la producción nacional y de consumo interno, y se pierde el mercado de productos destinados a la exportación (95-111).

En el anterior escenario, Cuba se vio obligada a desarrollar una serie de reformas con miras a modi�car su modelo económico socialista y dependiente de Europa. Había que restaurar el comercio exterior, la inversión extranjera, la descentralización, el auto�nanciamiento y los cambios en las formas de propiedad sobre los medios de producción (ibídem).

Según David Ibarra y Jorge Mátar (1998), la descentralización ha consistido en dádivas de autonomía y privilegios �scales a las empresas exportadoras y de capitales mixtos (público y privado); en la delegación de funciones a las provincias y municipios, por parte del gobierno central; y en ofrecer mayor autonomía a las empresas públicas (29-37). Con estas reformas económicas también se eliminó el monopolio estatal sobre el comercio exterior.

Puede denominarse el inicio de una apertura económica la cual se sincroniza con los rumbos neoliberales de la economía mundial y se liga a inversiones extranjeras. Estas inversiones se orientaron principalmente a la extracción de petróleo, a la minería (especialmente níquel), a las telecomunicaciones, al turismo, a la industria alimenticia y al sector inmobiliario.

Así, entre los cambios ejercidos en la economía cubana, está también la liberación en la tenencia de divisas, la cual incidió en la llegada de remesas del extranjero. Además, surgió la permisión frente a la tenencia de cuentas de ahorro en moneda extranjera dado el mejoramiento de las condiciones sociales que esto ha supuesto. En cuanto a la educación, se ha brindado de manera gratuita, al igual que los servicios de salud (ibídem). En tal sentido, se empezó a identi�car una economía dependiente del

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comercio exterior y limitada en cuanto a recursos (Santana Pudel 2002, 95-111).

Neoliberalismo global e industria �nanciera

Caso mexicano (1982-1994)Las políticas neoliberales tienen sus inicios a comienzos de los años

80, cuando el gobierno inicia la venta de industrias paraestatales al sector privado53. Autores como Fernando Isaac, Óscar Flores y Fernando Hernández (2006) consideran tales medidas como el inicio necesario de la modernización de la economía. Prácticamente, esta consiste en facilitar la entrada de capitales internacionales, la cual termina con un primer ciclo de una crisis generalizada en varios países (1-22).

Los teóricos consideran que la implementación del modelo permite: 1) ser un instrumento anti-in�acionario para evitar la desfavorabilidad en la distribución del ingreso, en especial su efecto regresivo; 2) la no intervención del Estado en la actividad económica y productiva; 3) la promoción del comercio internacional y la apertura al capital extranjero; 4) una política cambiaria �exible para la entrada de capitales sin riesgo de pérdida por rigidez cambiaria; 5) una política comercial donde la oferta y la demanda son las fuerzas reguladoras de mercado para que asignen los mejores precios de bienes y servicios, así como el fortalecimiento del comercio exterior. La aplicación simultánea de estos cinco aspectos traerá como consecuencia la inversión a México (ibídem). El anterior recetario no hubiera sido posible sin lo que señala Noemí Levy Orlik (2000), a saber: 1) un rompimiento con el sistema de Bretón Woods54 y 2) la imposición del nuevo orden monetario mundial; lo cual fortalece la presencia del mercado de capitales, y provoca la destrucción del modelo basado en el mercado de créditos y el debilitamiento de la función de fondeo de las empresas, orientado a la industrialización55.

Según Ricardo Bielschowsky y Giovanny Stumpo (1995), se identi�can dos fases en las que se hace el ajuste macroeconómico: la primera entre 1982 y 1987, y la segunda entre 1987 y 1992. La primera se

53 Para ver una compilación de estudios de caso sobre el neoliberalismo en la región cf. Rojas Villagra (2015).54 Respecto de los acuerdos, cf. FMI (2011).55 Los fondos internos de las empresas impulsaron el crecimiento industrial, en especial, porque el proceso de industrialización tuvo una relación frágil entre el sector �nanciero y el productivo. En cualquier caso, estos no tuvieron mecanismos estables de sostenimiento. Cf. Levy Orlik (2000, 571-580).

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caracteriza por la rebaja salarial y fuerte recesión económica, el control cuantitativo de las importaciones —hasta 1985—, la caída de los precios del petróleo y una política industrial como eje del comercio exterior. Y, la segunda, por la obtención de resultados de la política industrial —atracción de recursos �nancieros—, desde 1987, cuando se aprueba el Pacto de Estabilización para reducir el dé�cit �scal por la liberación comercial, las privatizaciones y las reservas. Entonces, la economía se recupera a partir de 1988 con un nuevo impulso para la apertura comercial (139-164).

La experiencia con la instalación empresas transnacionales se dio con la participación de capitales extranjeros. Esto generó cambios estructurales y un proceso sustitutivo de integración radical con EE.UU. Se puede advertir que se trató de un proceso de reestructuración radical de la manufactura mexicana «hacia afuera» (ibídem, 139-164). Por lo anterior, se fortalecieron la industria automotriz, petroquímica, de cemento, vidrio y maquila; especialmente, con la modernización tecnológica, tuvo lugar un mejoramiento de la productividad, la calidad y la integración de la producción al mercado de Norte América. Sin embargo, se debilitaron las industrias de textiles, calzado, alimentos, celulosa, metalurgia y empresas locales; quedando estancadas, en condiciones de crisis, y resentidas en las nuevas condiciones de apertura y apreciación cambiaria (ibídem). El capital extranjero tuvo mucha in�uencia en el sector fortalecido. Las ramas de los recursos naturales tuvieron un menor crecimiento.

Fue la antesala de la gran crisis, un escenario donde se produce una severa devaluación de la moneda mexicana debido a distintos factores como el incremento del dé�cit público, el crédito interno, las exportaciones y la caída de los precios del petróleo.

A �nales de los 80, se da gran importancia a la inversión extranjera y a la privatización de la banca nacional. Los dividendos se orientan a la infraestructura para entrar en las dinámicas de e�ciencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en el cual participan EE.UU., Canadá y México. La bolsa mexicana cae como efecto de la caída de la bolsa neoyorquina y el peso sufre una devaluación sin precedentes.

Por otra parte, hay una fuga de divisas, causada por la inestabilidad política –asesinatos de dirigentes políticos y el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)–, consecuencia de la pérdida de control del dólar por parte del Estado y la devaluación del peso mexicano que llegó a cerca de un 296.56 % (International Association

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for Statistical Education «La devaluación...»). Lo anterior generó una crisis económica con repercusiones mundiales que se conoce como «el efecto tequila» (1994-1995), lo cual obligó al gobierno norteamericano a autorizar una línea de crédito cercana a los 50 mil millones de dólares para México, de tal modo que pudiera garantizar el cumplimiento de sus compromisos �nancieros adquiridos en dólares. La crisis creó despidos masivos de empleados.

A �nales del siglo XX, México tiene una economía de libre mercado apoyada en sus actividades industriales y agrícolas. El número de empresas estatales disminuyeron de 1000, en 1982, a menos de 200, en 1999. Con ello, continuaron las políticas de privatización, pero también el mejoramiento de la infraestructura de las comunicaciones marítimas, férreas, carreteables y aérea. El consumo privado se convirtió en la base del crecimiento, además del incremento del nivel de empleo y de salarios. A pesar de los esfuerzos por mejorar los problemas estructurales y de modernización de la economía, la distribución del ingreso es muy desigual: un 20 % de la población generadora de ingresos adquiere el 55 % de los ingresos generados. En este contexto, la dependencia con EE.UU. es clara a pesar de los acuerdos comerciales con los países latinoamericanos y europeos. En ese contexto, existen otros fenómenos económicos relacionados con la migración y el narcotrá�co56.

Autores como Fernando Isaac, Oscar Flores y Fernando Hernández (2006) señalan que, a comienzos del siglo XXI, México no había sido capaz de adaptarse a las exigencias de los procesos de integración económica (mayor apertura, competitividad, productividad e innovación). Las razones estaban, según los autores, en las leyes �scales de alto rigor recaudatorio, la ley laboral obsoleta a las nuevas condiciones del mercado laboral internacional y una falta de reforma en la ley energética que está llevando a la quiebra a los organismos productores de energía nacionales. Pese a haber empleado las teorías neoliberales, la comunidad inversora internacional ha sancionado a México por su falta de competitividad, tanto en relación con sus leyes, como con sus programas de fomento a la inversión poco atractivos. Esto hará que las inversiones caigan de manera signi�cativa en México (1-22).

56 La migración y el narcotrá�co son problemáticas que requieren de un análisis y relación con el contexto global y regional. Una aproximación al tema migracional latinoamericano reciente se encuentra en Álvarez Echandi (2012). Por otra parte, sobre datos y reportes acerca del narcotrá�co cf. UNODC («UNODC Research»).

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Comportamiento brasileño La política económica de exportaciones, apoyada por capitales

estatales y de empresas multinacionales, entra en crisis con casos de hiperin�ación cercanos al 1000 %. En consonancia con esto, la deuda externa crece y se produce un estancamiento relativo de la economía. Esto se decantará en un giro al proceso neoliberalista, en cabeza del ex marxista Fernando Enrique Cardoso (1995-2003), en 1994 (Petras 2002).

Es el inicio de la privatización de las empresas estatales y de los bancos exitosos. Con ello, se inicia la reversión de las políticas de progreso de los últimos cincuenta años. El mercado nacional se abre a la importación de alimentos y tecnologías de la información, desplazando a millones de campesinos y llevando a la crisis a la industria local; aumenta la deuda con bancos extranjeros con intereses exuberantes, al tiempo que se sufre un impacto ecológico en la selva amazónica sin precedentes. En el contexto internacional, estas políticas fueron promovidas por el FMI, el Banco Mundial y bancos privados de EE.UU., Japón y la Unión Europea. A diferencia de décadas anteriores, el PBI interno creció al 1 %, la deuda externa creció y la tasa de crecimiento brasileña fue la más baja de todo el siglo XX. En �n, se dio una balanza comercial negativa con una reducción radical del gasto público. En 1995, se pasó de un gasto de un 20.3 % (el caso de la educación) a un 4.2 %, en 2000. Por su parte, el recaudo al pago de intereses pasó de un 20.3 %, en 1995, a un 55.1 %, en 2000 (ibídem).

Finalmente, el desplome �nanciero de esta primera experiencia neoliberal se produce en 2002. Solo un préstamo del FMI contuvo la bancarrota del país. Sin embargo, la moneda se devaluó en un 40 % y la economía entró en recesión. La fuga masiva de capitales y las tasas de interés altísimas llevaron al colapso a la economía brasilera, del mismo modo como estaba sucediendo en Argentina (ibídem).

***

Finalizamos este acercamiento a la historia económica latinoamericana teniendo en cuenta ciertas fases o ciclos económicos, así como el contexto y los eventos de carácter mundial que tuvieron relación con las nuevas y cambiantes circunstancias de la economía continental.

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En tal sentido, nos queda por resaltar el impacto que tiene la Primera Guerra Mundial y su efecto favorable a EE.UU. Sin duda, esto representó una redistribución de las relaciones de intercambio de materias primas y acentuó la dependencia a dicho país, la cual prevalecerá a lo largo del siglo XX. El otro escenario está relacionado con la Gran Depresión que, de cierto modo, genera una tendencia industrializante de carácter nacional, una de�nición de los productos agrícolas y minerales de exportación y, por ende, un mejoramiento de la manufactura nacional.

Posteriormente, el escenario posbélico de la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de crear mecanismos de cooperación internacional, sumado a los antecedentes de la visión keynesiana y el papel del Estado en las políticas económicas, permiten resaltar entonces el pensamiento cepalino latinoamericano y una consideración propia sobre la importancia del papel del Estado en el desarrollo cientí�co-técnico con miras a lograr una industria nacional competitiva y una integración regional.

Todo lo anterior, se desencadenaría en escenarios especiales que se apoyarían en la visión reformista y agrarista americana, justamente en la antípoda de lo que sucedería, en materia económica y política, en la isla de Cuba.

El reformismo agrario, el modelo estructuralista de desarrollo (apoyado en el progreso técnico y el papel del Estado), y el fracaso en las apuestas de integración regional y subregional no solucionaron los problemas del dé�cit en la balanza de pagos y el problema �scal, entre otros; lo cual ha propiciado la experimentación neoliberal de los países del Cono Sur, encabezados por Chile en la década de los 70, cuando también se evidenció el impacto mundial del alza de los precios del petróleo y el debilitamiento del dólar estadounidense. De todas formas, ese escenario trajo sus consecuencias nefastas en el experimento económico y causó fenómenos de in�ación, apertura al mercado de capitales, debilitamiento de las monedas nacionales y reformas tributarias que redujeron el poder adquisitivo de los asalariados. No por otra razón llega la llamada «década perdida» (años 80) y, por tanto, la búsqueda de soluciones en la misma línea neoliberal. Sin duda, todo lo anterior se ve aderezado por el ingrediente del colapso de los países socialistas y el �n de la Guerra Fría. Este escenario reorienta la economía de mercado en función de la industria �nanciera e inversión de capitales, por lo cual, se profundizarán las crisis de las economías nacionales.

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A �nales de la centuria, exceptuando el caso de chileno, los programas de choque de las políticas neoliberales llevaron al colapso a no pocos países de la región; lo cual contribuiría a que ciertos países se enfocaran en proyectar el siglo XXI en función de políticas progresistas que tuvieron vigencia y fueron exitosas en ciertas esferas sociales durante los primeros lustros; especialmente en países como Ecuador, Bolivia, Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay y Nicaragua.

Un siglo económico cambiante e inestable en materia económica. Podría decirse que estuvo al vaivén de las políticas, teorías económicas y coyunturas, pero que no resolvieron el problema de desigualdad, inequidad y bienestar de la región. En tal sentido, en el siguiente capítulo, vamos a considerar la problemática en torno a la tierra; toda vez que se considera, en sus distintas formas de tenencia y productividad, una de las causantes de atraso del sub-continente en el siglo XX.

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Tercera parte

Sociedad y política

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Capítulo cuatro

Reformismo agrario

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Problemática: a modo de introducción

La cuestión agraria es un problema agudo a escala continental puesto que la posesión o el dominio de la tierra está atado históricamente

al poder y a la riqueza (Alegrett 1992). Una característica que data de los tiempos virreinales y que estaba vigente a comienzos del siglo XX. Recordemos que la mayoría de población era rural y se caracterizaba por su analfabetismo, aislamiento y endemias. El sector carecía de electricidad y las viviendas eran rústicas y malsanas.

Las plantaciones de cultivos tropicales de exportación (café, cacao, caña de azúcar, tabaco, caucho, maderas y frutales) y la ganadería de extensión eran también sus características; un interés particular de latifundistas, comerciantes y empresas agrícola-comerciales internacionales (ibídem). En las zonas rurales predominaba la gran propiedad con sus apareceros, arrendatarios o medianeros, en contraste con la sobrevivencia del minifundio familiar. Adicionalmente, aparecen las economías de enclave para la explotación de minerales, hidrocarburos y frutos tropicales, gracias a la participación de capitales extranjeros (ibídem).

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La gran propiedad sigue aún concentrada en pocas manos. Países como Brasil, Chile, Colombia, Bolivia, Perú, Guatemala y México son algunos ejemplos de tal tendencia, lo cual re�eja también un fenómeno de desigualdad social, desempleo y miseria en el campo. El impacto de una estructura agraria latifundista se ha caracterizado por su anacronismo y régimen inequitativo de explotación del trabajo rural. Esta no satisfará la demanda de la industria manufacturera.

El problema agrario se apoya en el régimen de tenencia de la tierra cuando el latifundio deja sin propiedad a gran parte de la población y se convierte en propiedad improductiva. Hablamos entonces de un régimen cuyo contraste son los campesinos pobres y sin tierras. El problema también evidencia la falta de tecni�cación del campo, lo cual hace que el sector agrario no sea competitivo. De esta índole, la ganadería extensiva se per�la con escasa producción agrícola. También el régimen se perpetua por el papel del Estado respecto al modelo latifundista. En este se concentra el poder económico y político de la sociedad cuyos propietarios son adinerados, urbanizados y absentistas.

Enfrentar la problemática signi�có, durante el siglo XX, una serie de intentos reformistas con miras a modi�car la estructura de la propiedad de la tierra para mejorar el rendimiento y la producción del sector agrario a partir de medidas políticas, económicas y sociales. Las reformas recayeron en la distribución de la tierra y el mejoramiento de la economía de subsistencia, pero no siempre solucionaron los problemas de desarrollo e integración, así como tampoco los problemas de empresa, participación en el mercado, productividad, poder y organización política. En cualquier caso, las reformas agrarias han apuntado a incentivar la productividad, conseguir un rendimiento óptimo de las tierras, lograr la redistribución de las tierras para quienes la trabajan, y liquidar o equilibrar el régimen imperante de desigualdad social.

La tabla 3 «Leyes de reforma agraria (siglo XX)» muestra, de modo cronológico, los distintos momentos en los que se aprobaron leyes y decretos. Hay ejemplos como los intentos de modi�car radicalmente la estructura agraria y las relaciones sociales –para aspirar a una industrialización independiente– que son liderados desde el Estado con una visión nacionalista. Por otra parte, otros intentos se apoyaron en una nueva concepción del Estado y su papel en la sociedad para modi�car la estructura agraria latifundista. Finalmente, algunos casos adoptan una vía revolucionaria radical para cambiar el régimen de

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tenencia, apoyados en una espíritu nacionalista, antinorteamericano y anti-oligárquico57.

57 Las reformas que se dieron como resultado de procesos revolucionarios armados y campesinos son las de México (1910), Bolivia (1952), Cuba (1959) y Nicaragua (1979). Otras pueden considerarse reformas agrarias radicales como es el caso de Chile durante las administraciones de Eduardo Nicanor Frei Montalva (1964-1979) y Allende (1970-73), e incluso la efectuada por regímenes militares como la del Perú durante el gobierno del general Velasco Alvarado (1969-1975). Las restantes podrían considerarse reformas inconclusas como es el caso de Guatemala (1952), Chile (1974) y Colombia (1968). La excepción la representa el caso argentino y uruguayo, donde no se llevó a cabo ningún intento; hecho que se comprende porque la gran propiedad es relativamente productiva y porque no hay mucha presión demográ�ca sobre la agricultura. Cf. Kay (1999).

Tabla 3. Leyes de reforma agraria en el siglo XX.

País Año Leyes o decretosArgentina - La reforma agraria no tuvo lugar.

Bolivia1953 Ley de Reforma Agraria de 2 de agosto de 1953.

1996 Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria (Ley 1715 de 18/10/1996).

Brasil 1985 Intensi�có la ejecución de la reforma agraria a partir de 1985.

Colombia

1936 Ley 200 de 1936.

1961 Ley 135 de 1961 sobre Reforma Social Agraria.

1968 Ley 1 de 1968.

1973 Ley 4 de 1973.

1988 Ley 30 de 1988 (Deroga las anteriores disposiciones).

1994 Fomenta la compra directa de tierras por los campesinos*.

Cuba1959 Primera Ley de Reforma Agraria.

1963 Segunda Ley de Reforma Agraria.

Chile

1962 Ley Nº 15020 de 1962.

1967 Ley Nº 16640 y Ley N° 16625 de 1967**.

1970 Ley Nº 17280 de 1970.

Costa Rica 1961 Ley Nº 2825 de Tierras y Colonización de 1961.

El Salvador 1980 Reforma no socialista amplia.

Ecuador

1964 Ley de Reforma Agraria y Colonización de 1964.

1973 Reforma Agraria de 1973 (deroga la anterior).

1992 Ley de Desarrollo Agrario de 1992 (deroga la anterior).

Notas de la tabla 3:* El Estado ofrece un subsidio equivalente al 70 % del precio de valor de compra de la tierra.** Reemplazó la anterior y estuvo vigente hasta 1974.

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Notas de la tabla 3: *** Promulgada por el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán. Exitosa en sus comienzos, pero fue abortada por el golpe de estado instigado por los Estados Unidos en 1954.**** Según lo señala Justo Fernández López (2015), esta reforma mexicana «amplió los derechos sobre la propiedad de la tierra agrícola: los ejidatarios pueden vender, alquilar y usar como colateral su posesión ejidal, y decidir el destino de la tierra de propiedad común tras la aprobación de la asamblea ejidal. En virtud de esta reforma, las empresas mexicanas privadas pudieron adquirir tierras cuyas extensiones fueron �jadas por el Gobierno, según los cultivos a que estarían destinadas. La reforma permitió la asociación de ejidatarios con empresarios privados. El propósito ha sido crear un mercado de tierras activo, promover la utilización e�ciente de los recursos y estimular las inversiones agrícolas» (párr. 31).

Guatemala 1952 Decreto 900 (Ley de Reforma Agraria)***.

Honduras

1962 Ley de Reforma Agraria. El objetivo es evitar el contagio revolucionario proveniente de Cuba.

1975 Segunda Ley de Reforma Agraria.

1992 La ley para la modernización y el desarrollo del sector agrícola.

México

1917

En México, la fase más importante de la reforma ocurrió en los años 30 durante la administración del presidente Cárde-nas, y contó con el apoyo de las organizaciones campesinas

armadas, fomentadas por el Estado.

1971 Ley Federal de Reforma Agraria.

1992 La Reforma constitucional de México de 1992****.

Nicaragua

1979 Efecto de la Revolución sandinista en Nicaragua.

1981 Ley de Reforma Agraria.

1990-2000De 1990 a 2000, se promulgan una serie de leyes para

resolver «el problema de la propiedad», leyes que se aplican muy parcialmente.

Panamá 1962 Ley 37 de 21 de septiembre de 1962, por la que se aprueba el Código Agrario.

Paraguay 2008Las organizaciones campesinas dan plazo al Gobierno

hasta el 15 de diciembre para iniciar el proceso de reforma agraria o comenzarán las invasiones de tierras.

Perú

1963 Ley de bases para la Reforma Agraria de 1963.

1964 Ley de Reforma Agraria de 21 de mayo de 1964.

1969 Decreto Ley Nº 17716 del 24 de junio de 1969.

1974 Decreto Ley DL 20653. Ley de Comunidades Nativas y

Promoción Agraria de las Regiones de la Selva Alta y Selva Baja.

1992 Decreto Legislativo Nº 653 de 1992 (Deroga las anteriores disposiciones).

República Domi-nicana 1972 Ley Agraria de 1973.

Uruguay - La reforma agraria no tuvo lugar.

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Fuente: Fernández López (2015) y Garrido Rojas, et al. (1988).

Venezuela1960 Ley de Tierras y Desarrollo Agrario de 1960.

2001 Ley de Tierras del 2001. La Ley agraria sustituyó a la Ley de 1960.

Las medidas para lograr dichos objetivos varían de acuerdo al caso y al contexto histórico, razón por la cual observaremos solo cuatro casos: El primero surge a partir de la Revolución mexicana; el segundo se expresa con la Revolución cubana; el tercero se muestra con el lineamiento ofrecido por la Alianza para el Progreso (auspiciado, económica y diplomáticamente, por EE.UU.) y el conjunto mayoritario de países latinoamericanos en el marco de la Organización de Estados Americanos a partir de 1961 (este tendrá un impacto diferente en cada país, pero tomaremos en cuenta la experiencia chilena); y el cuarto, el caso peruano por tratarse de una reforma radical, vista de modo revolucionario, liderada por las FF. AA., la cual cambio profundamente la estructura hacendal y social del país.

Agrarismo mexicano (1910-1958)En 1910, el 1 % de la población mexicana tenía un 97 % de la tierra;

mientras que el 96 % de la población, el 1 % de la tierra cultivable. Predominaba el latifundio y la gran hacienda en contraste con el minifundio, generando un desplazamiento de la población indígena. Ese modelo latifundista y hacendatario va a ser desa�ado con los levantamientos revolucionarios del periodo 1910-1917; aunque, siguiendo a Cristóbal Kay (1999), su in�uencia de�nitiva desaparece en los años 30, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas del Rio (1934-1940).

Si bien los antecedentes de políticas agrarias se remontan al siglo XIX, el agrarismo mexicano tendrá como referente la Revolución mexicana de 1910; reforma que fue rati�cada en la Constitución de 1917. La Carta Magna aclara que la propiedad de las tierras y aguas «corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada» (Estados Unidos Mexicanos 2020 [1917], Art. 21). La Constitución también prescribe quienes tienen derechos para el dominio y explotación de tierras, minas y aguas. Además, contiene

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las formas en la que se inscribe la propiedad comunal o los conocidos ejidos.

Margarita Menegus Bornemann (1990) indica que hay dos periodos que caracterizan al denominado agrarismo mexicano entre 1910 y 1940. El primero, se inicia con la denominada Revolución mexicana en 1910 y termina en 1925. En esta fase, se reivindican los llamados de Zapatistas y Villistas, lo cual se mani�esta en la Ley de 6 de enero de 1915 y posteriormente en el Artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sobre la propiedad de tierras y aguas. Según la autora, se trata de restituciones de tierras conforme a los derechos de los pueblos anteriores a la reforma liberal; fue una reforma temprana para un siglo que comienza con una sociedad latinoamericana aun aristocrática y oligárquica.

El segundo periodo abarca entre 1926 y 1940, cuando se amplía el concepto de Reforma Agraria (Menegus Bornemann 1990). El gran problema aún eran los campesinos sin tierras. Así, en 1938, se funda la Confederación Nacional Campesina (CNC) en la cual participan comités agrarios, representantes de la población rural, comisarios ejidales, comunidades agrarias, propietarios de tierras —con hasta 25 hectáreas—, arrendatarios y aparceros. El objetivo era cambiar la legislación y la tenencia de la tierra. En esta fase, no hay distribución de tierras del gran latifundio, en cambio, se da una restitución de tierras hacendarias a las comunidades indígenas bajo el amparo de la �gura de ejidos. Ello no signi�có modi�car la improductividad y espíritu arcaico de la anterior tenencia. La tenencia ejidal aumentó en un 50 % del total de la propiedad, por lo menos, hasta el gobierno de Adolfo López Mateo (1958-1964). México, junto con los casos de Chile, Perú y Nicaragua, constituyó un caso en el cual la expropiación alcanzó casi la mitad de la tierra cultivable de la nación (Fernández López 2015).

La Reforma agraria mexicana se realizó especialmente en la gran meseta o altiplano donde estaban las comunidades indígenas; los ejidos se establecieron en las comunidades densas; y las �ncas privadas mantuvieron un gran porcentaje de la geografía, junto con las tierras baldías de la nación.

A �nales del siglo XX se da lo que podemos considerar una contra-reforma en una fase de auge de políticas neoliberales; en función de crear un mercado activo de tierras, incentivar el uso e�ciente de recursos y estimular las inversiones agrícolas. Los ejidos pueden vender, alquilar, usar su posesión y decidir sobre el destino de la tierra (vía asamblea

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ejidal) a partir de 1992, lo cual ha permitido que empresas puedan adquirir tierras para la explotación de cultivos. Asimismo, en esta fase, se les permite a los ejidatarios asociarse con empresarios.

Reforma agraria cubana (1959-1963)El agro es uno de los sectores estratégicos de la economía antes y

después de la Revolución frente al escaso desarrollo industrial en la isla. De hecho, según Sergio Aranda (1968), más del 80 % de exportaciones eran para EE.UU. y el 88 % de la producción agrícola se daba en diez productos, donde el azúcar jugaba un papel predominante. Había un gran porcentaje de tierra sin utilizar (100 000 caballerías) y 4000 propietarios eran dueños de la mitad del país. El campo tenía desempleados parciales (370 000) y totales (361 000), y las mujeres eran obreras agrícolas ocasionales, especialmente, en la recolección de café y tomate. Podría pensarse que la participación del campesinado en la fase insurgente de la Revolución motivó la reivindicación y entrega de tierras en esta fase.

La reforma agraria, inscrita en el marco de la Revolución cubana, tiene un corte antiimperialista, nacionalista y socialista. Esta se divide en dos fases (ibídem). La primera se da a partir del 17 de mayo de 1959, y tiene un carácter antinorteamericano y nacionalista. Esta afectó especialmente a los dueños estadounidenses propietarios de la producción de caña de azúcar, la cual ocupaba cerca del 13 % de la tierra apta para la producción. En su mayoría, eran latifundios cañeros y ganaderos; predios con cantidades superiores a 30 caballerías (372.6 hectáreas). Estas se convirtieron en cooperativas diversi�cadas en producción de caña y ganadería. Adicionalmente, se conservó el 30 % en el sector privado y se dio una orientación del 40 % a la ganadería, con ello se generaron nuevas opciones de empleo (Franco 1972).

La segunda fase se inicia en octubre de 1963, una vez declarado el régimen socialista, cuando la expropiación abarcó también a los que tenían propiedades superiores a 5 caballerías (67.1 hectáreas). En esta fase, se eliminó el pago de rentas, y el sistema de tenencia y contratación de mano de obra como arrendamiento, subarriendo, aparcería, mediería y otros. La idea era ofrecer títulos gratuitos de tierra a los trabajadores del agro. El 70 % de las tierras se consideraron propiedad estatal, el restante perteneció al sector privado de pequeños empresarios con un máximo de 67.10 hectáreas (Fernández López 2015). También, se liberaron y se ampliaron las posibilidades de crédito hasta el 80 % de la cosecha con intereses de un 4 % anual. Anterior a la reforma, en el mejor de los

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casos, los créditos llegaban a un 15 % para los pequeños agricultores. El Estado �jaría los precios de las cosechas públicas y privadas. A partir de este momento, las cooperativas se llamaron Granjas del Pueblo (cf. García 1973; Franco 1972). Estas disposiciones tendrán la impronta del modelo soviético.

El ideal de la intervención estatal radical de la tierra era repartir su productividad de modo equitativo, según la política económica del socialismo cubano. Sin embargo, cabe decir que los estudios sobre la favorabilidad que había traído esta última Ley Agraria fueron al poco tiempo herméticos o manejados. Se notaba que la producción agrícola cubana había desmejorado, tanto por factores de industrialización, como por falta de mano de obra que hiciera explotar plenamente la tierra, pues las zonas agrarias que requerían de mayor dominio no estaban en la cantidad de manos necesarias para que progresara; por ello, la mayor producción cubana se concentra en las operaciones que pueden producir un pequeño número de trabajadores, esta aumentaría la producción de pequeños terrenos.

Retomando a Sergio Aranda, después de reforma agraria socialista, a �nales de los años 60, el 30 % de la inversión del Estado era para la agricultura y se priorizó la producción de caña de azúcar en convenio con la Unión Soviética para la tecnologización y mecanización en la producción. El Estado pasó a ser el comprador absoluto de la producción. En lo que respecta a campo laboral, emerge la �gura de los trabajadores voluntarios permanentes, en especial, para la zafra o la cosecha. Sin embargo, no se puede perder de vista una cierta escasez de trabajadores. Por tal motivo, anualmente, miles de personas se vuelcan al campo, especialmente estudiantes (población no campesina). Las mujeres empezaron a trabajar en otras áreas en calidad de viveristas, cunicultoras, avicultoras; recolectoras de café, tomate y otros cultivos. En cualquier caso, también se empieza a dar otro escenario, a saber: la carencia de productos de consumo y la racionalización de alimentos, exceptuando el pan, los huevos, el azúcar y las hortalizas (Aranda 1968).

Hay que señalar que la reforma agraria cubana y la realizada en Bolivia (1953) lograron la expropiación de las cuatro quintas partes de la tierra agrícola del país, convirtiéndose —en extensión— en las reformas de mayor impacto. No obstante, el caso cubano junto con el mexicano y boliviano pueden considerarse como los casos que contaron con el mayor número de bene�ciaros campesinos y trabajadores agrícolas, respecto a los otros casos de reformas (Kay 1999).

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Reformismo agrario latinoamericano y la Alianza para el Progreso (1961)

La reforma agraria integral se hace o�cial a escala continental en el marco de la Conferencia Interamericana de Punta del Este (Uruguay), el programa de ayuda económica y social Alianza para el Progreso, y el apoyo económico de EE.UU., en 196158. La Alianza puede considerarse como una política en respuesta a la problemática cubana. Esta se propone ofrecer un trato preferencial a veinte países latinoamericanos y una cooperación económica —equivalente a unos 20 000 millones de dólares— y técnica —proyectada inicialmente a diez años— que debía traducirse en una serie de reformas sociales y económicas (Garrido Rojas, et al. 1988, 92); políticas que tuvieron como única oposición al gobierno cubano, en cabeza del ministro de economía, Ernesto «Che» Guevara.

La conocida Carta de Punta del Este o «Declaración a los Pueblos de América» (cf. Alianza para el Progreso…) de agosto de 1961 expresa el norte �jado y acordado con los norteamericanos. Entre los diferentes problemas a solucionar, los países acordaron impulsar reformas agrarias integrales y, con ello, iniciar una serie de leyes agrarias que tendrán impactos diferentes. En tal sentido, se trata de una serie de reformas, resultado de una política latinoamericanista estadounidense la cual contó con el respaldo de las élites gobernantes. Un proceso reformista «desde arriba», en palabras de Kay (1999), que debía contar con el apoyo del Instituto Iberoamericano de Ciencias Agrícolas (IICA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la FAO y la Comisión Interamericana para el Desarrollo Agrícola (CIDA) (Fernández López 2015). Esta última impulsó un buen número de investigaciones sobre la estructura agraria y la tenencia de la tierra, un hecho sin precedentes el cual tuvo gran in�uencia en Latinoamérica. Además, inspiraron y permitieron el diseño de políticas públicas de reforma agraria (Kay 1999). Las conclusiones coinciden en señalar que la estructura agraria latinoamericana, por lo menos la de los países estudiados —Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guatemala y Perú—, es la más inequitativa y más desigual del mundo, además de ser un sistema agrario muy ine�ciente (ibídem).

El lineamiento agrario se orientó a lograr una transformación según el país que la requiriera con miras a sustituir el latifundio y minifundio por otro sistema justo de propiedad. Este sería complementado con

58 Para ver algunos documentos básicos, cf. Alianza para el Progreso. Documentos Básicos.

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programas de crédito, asistencia técnica, comercialización y distribución de productos. Se mira la tierra como la base de la estabilidad económica, la garantía de libertad y dignidad, por ende, como el fundamento del bienestar (Garrido Rojas, et al. 1988, 92).

Los campesinos y sectores progresistas urbanos hicieron de la reforma agraria un objetivo importante, convencidos de que lograrían con el tiempo una sociedad rural más equitativa la cual llevaría progreso a las zonas agrícolas. En dicho escenario, se llegó a advertir que el quiebre del sistema latifundista y la redistribución de la tierra no eran medidas su�cientes para superar la marginalidad y la pobreza de las familias sin tierra, como nos lo con�rma Raúl Alegrett (1992).

Entonces, se buscó liderar una reforma integral que además de dotar de tierras a la población, también contara con normas para el suministro de créditos, asistencia técnica y apoyo al mercadeo. Incluso, se persiguió la provisión de servicios básicos, el acceso a viviendas sanas y la organización de los mismos bene�ciarios. Los principales países en su implementación fueron Chile, Perú, Ecuador y Colombia en las décadas de los años 60 y 70 (Fernández López 2015). En las dos primeras naciones se llevaron procesos de reformas profundas y hasta cierto punto radicales; mientras que, en los casos de Ecuador y Colombia, no se lograron los objetivos propuestos. Veamos el caso chileno.

Caso chileno (1962-1973): «[...] la tierra a quienes la trabajan»Durante la primera mitad del siglo XX, la industrialización nacional

con los núcleos urbanos pudo ser la característica del país austral. Este fenómeno impactó en la migración campesina del campo a la ciudad, de tal modo que hacia 1961 solo el 29 % de la población laboral activa trabajaba en la agricultura; muy diferente de los porcentajes en otros países latinoamericanos en los cuales, dicha población oscilaba entre un 60 y 80 % (Garrido Rojas, et al. 1988, 88). Adicionalmente, este caso se caracterizaba por importar más alimentos y producir menos, aunque esta situación cambia a partir de 1942, según Rafael Moreno Rojas (2014). Este cambio va a ser causado por el sistema o modelo latifundista que estaba inalterado y se mostraba anacrónico por sus relaciones de servidumbre apoyada en el «inquilinaje» (24-32). Asimismo, esto se debería a que el 89.4 % de 129 772 hectáreas estaba en manos de 10 136 propietarios, de un total de 90 794 hacia 1928 (Chapararro 1932, 10). José Bengoa (1990) señala que el inquilinaje terminó convirtiéndose en

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el principal obstáculo de modernización del sistema hacendatario y el causal de la desigualdad extrema en el campo (17-20).

Fueron decisivos los lineamientos del Pacto Alianza para el Progreso, el apoyo de la Iglesia Católica —que ofreció 5460 hectáreas de 50000 de su propiedad (Garrido Rojas, et al. 1988, 96) para la parcelación de tierras— y la creación de comité técnicos, los cuales darían nacimiento al Instituto de Promoción Agraria, posteriormente (95-99). La Iglesia se mostraba muy consciente de la problemática social del campesinado chileno y de hecho había fundado el Instituto de Educación Rural en 1954, en donde se preparaban dirigentes campesinos, quienes se convertirían en líderes del proceso de reforma del campo (Moreno Rojas 2014, 56).

El proceso de repartición de tierras se institucionaliza con la Primera Ley de Reforma Agraria N.° 15 020 de 1962, durante la administración de Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964) («La Reforma Agraria...» 1963)59. El lema fue «[…] dar acceso a la propiedad de la tierra a quienes la trabajan». Además, esta administración propone aumentar la producción agropecuaria y del suelo, y mejorar «los niveles de vida» de la población (Garrido Rojas, et al. 1988, 116). Mencionada Ley introdujo el concepto jurídico de «propiedad familiar» y permitió legislar normas para incrementar el desarrollo de la artesanía, la pequeña y medida industria, situadas en zonas rurales (ibídem, 116). Asimismo, crea el Consejo Superior de Fomento Agropecuario, organismo para la plani�cación, promoción, coordinación y orientación de la política sobre reforma agraria y el desarrollo agropecuario (116). La reforma incluyó otras medidas que la identi�carían como una reforma verdaderamente integral en la que participaron diferentes corrientes políticas y sectores sociales.

El Estado inicia, del anterior modo, un liderazgo en la redistribución de tierras estatales, organización �scal —para llevar la reforma al campo— y la sindicalización campesina.

En 1967, también se aprueba la Ley N.° 16 640 (120-125). Esta Ley se orientó a aumentar la producción agrícola a partir de una justa distribución de la tierra, pero también efectuó cambios sobre los derechos de aguas. Asimismo, incluyó, como fuerza socio-laboral, al campesinado, actor principal del progreso socio-económico y cívico del país a partir de los denominados «asentamientos». Estos pueden entenderse como una estrategia de trabajo colectivo (121). Esta última

59 Cf. Garrido Rojas, et al. (1988, 113-120).

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Ley hace modi�caciones a la anterior ley e introduce cambios en la forma de tenencia de la tierra.

Por su parte, la Ley N.° 16 625 de 1967 llevó a incentivar la organización gremial con la �gura de sindical, es decir, con la libertad sindical (105). El campesino ya no estaría atado a las comunidades, por el contrario, es libre de vincularse a cualquier sindicato, su principal gremio de identidad laboral. El total de sindicatos pasó de 201 con 10 647 sindicados (en 1966) a 870 sindicatos con 229 836 sindicados (en 1973) (106). Además de los sindicatos, también había otro tipo de organizaciones campesinas como las cooperativas, los colegios profesionales y los Centros de Alumnos de las Facultades.

Conforme a lo anterior, se puede concluir que en Chile se evidencia la reforma más avanzada, respecto a las demás que contaron con el apoyo del programa de la Alianza para el Progreso.

Seguidamente, en 1970 se aprueba la Ley N.° 17 280, la cual se pone en función de regular los predios expropiados (125-127). En particular, un mecanismo rápido y expedito para el pago de la indemnización a los expropiados y la toma de posesión material por parte de los bene�ciaros. Además, en el proceso de discusión, se aprobó la autorización para la expropiación de los predios rústicos, así como su parcelación sin la aprobación de las autoridades competentes, entre otros lineamientos. Esta Ley fue utilizada durante el gobierno de Salvador Allende.

El anterior proceso de reforma se frustra con el golpe de estado el 11 de septiembre de 1973. Hasta ese momento se habían expropiado 4 400 predios agrícolas, con un radio cercano a los 6.4 millones de hectáreas (Moreno Rojas 2014, 16; Biblioteca Nacional de Chile «La Reforma...»)60.

La implementación de políticas neoliberales del nuevo régimen militar se orientaría poco tiempo después a iniciar el traslado de tierras a inversionistas con el �n de modernizar la producción agrícola y transformar el campesinado en proletariado agrícola (Biblioteca Nacional de Chile «La Reforma...»).

Reformismo agrario militar peruano (1969-1974)La reforma agraria peruana, como ya se mencionó, es considerada

una de las más radicales de la época. ¿Por qué razón? Al igual que en el resto de Latinoamérica, el campo evidencia condiciones de miseria, servidumbre, concentración de la tierra y desigualdad. En los años 50, se empieza a evidenciar también cierto fenómeno migracional del

60 Cf. GSM. «Síntesis de algunos aspectos…».

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campo a la ciudad. Con ello, se realza el temor al acordonamiento de la pobreza en determinados núcleos urbanos y a las posibles ocupaciones de tierras por parte de los campesinos. No por otra razón, entre 1963 y 1964, en el contexto de la Alianza para el Progreso, se aprobaron leyes de reforma agraria que no se implementaron a plenitud. De este modo, el Decreto Ley N.° 17 716 del 24 de junio de 1969 y el respaldo de las Fuerzas Armadas, en cabeza del gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), ofrecieron la implementación más radical de una reforma agraria conocida en Perú, después del ciclo hegemónico –social y económico– del sistema de hacienda.

Este Decreto Ley propuso la eliminación del latifundio, minifundio y «toda forma antisocial de tenencia de la tierra». Con ello, buscó establecer empresas asociativas de base campesina y con carácter productivo. Propuso, de igual modo, la reestructuración de las comunidades indígenas y el establecimiento de una agricultura organizada; y, al mismo tiempo, persiguió auspiciar el desarrollo paralelo de industrias que permitieran la transformación primaria del campo.

Velasco Alvarado depuso al presidente Fernando Belaúnde Terry (1963-1968) con un golpe de Estado, que aquel consideraría como una Revolución, el 3 de octubre de 1968. Por sus reformas radicales, este general es considerado el máximo representante del «socialismo militar latinoamericano». Velasco Alvarado lideró la nacionalización de las industrias que operaban sobre recursos naturales, creó empresas estatales, expropió algunos medios de comunicación que puso al servicio de las reformas adelantadas; pero fue la Reforma Agraria, y su lema «¡Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza!», la que acabó con la clase terrateniente y el latifundismo del país61. Estas reformas son consideradas como la más rápidas, radicales y avanzadas en comparación con los anteriores gobiernos.

Según las cifras de José Matos Mar y José Manuel Mejía (1980), entre 1969 y 1979, se expropiaron 15 826 fundos que abarcaban cerca de 9000000 de hectáreas y fueron adjudicadas a más de 370000 bene�ciarios (171)62, especialmente, de la costa y la sierra. De este modo, surgen nuevos núcleos de organización socio-laboral y productiva como las denominadas Cooperativas Agrarias de Producción (CAP) y las Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS). La tierra fue adjudicada

61 Para ver el discurso completo, cf. Velasco Alvarado (1969). También otros discursos y proclamas de Velasco Alvarado se pueden encontrar en https://www.marxists.org/espanol/velasco/index.htm62 Cf. República del Perú, Ministerio de Agricultura y Riego. «Objetivos de la reforma…».

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también a asociaciones, comunidades campesinas y empresas de propiedad social. Muy pocas fueron entregadas a título individual (Eguren 2006, 11-28). No por otra razón, el fenómeno fue considerado como revolucionario, teniendo en cuenta que democratizó la propiedad rural y permitió el acceso a la propiedad rural a los pobres, abolió la clase terrateniente y el poder «gamonal», y golpeó las relaciones serviles imperantes hasta ese momento (13-14).

En 1974, el gobierno militar promulgó la Ley de Comunidades Nativas y Promoción Agraria de las Regiones de la Selva Alta y Selva Baja para regular el acceso a la tierra en la región amazónica. La mayor contribución de esta Ley fue el reconocimiento del derecho de los asentamientos indígenas a la propiedad legal de sus tierras. Esta ley (DL 20653) declaraba la tierra comunal indígena como inalienable, imprescriptible e inembargable63. Sin embargo, reconocía derechos sobre la tierra solo a las comunidades nativas, es decir, a los asentamientos locales y no a los pueblos indígenas en tanto pueblos originarios (Eguren 2006, 12).

No obstante, autores como Fernando Eguren (2006) consideran que la cooperativización de las haciendas y de las SAIS fue un fracaso durante el proceso reformista (12). El autor señala también otras consecuencias negativas, por ejemplo, la descapitalización del agro, incluyendo el conocimiento empresarial acumulado, y el retroceso tecnológico de la agricultura y la ganadería. En esa misma dirección, tampoco resolvió el problema de la pobreza rural y, según el mismo, ostentó una falta de coherencia en el modo económico en que, por una parte, se distribuían tierras y, por otra, «subsidiaba las importaciones alimentarias que deprimían los precios de los productos que ofrecían esos mismos bene�ciarios de la reforma agraria» (13).

***

¿Se resolvió la problemática de la tenencia de la tierra, en especial, del latifundio durante el siglo XX? La complejidad del fenómeno, heredado desde tiempos coloniales, no ha hecho posible su solución, indistintamente del ideario reformista y sus distintas experiencias. No siempre el espíritu revolucionario, el respaldo estadounidense o europeo,

63 Decreto-Ley Nº 22175. Ley de Comunidades Nativas y de Desarrollo Agrario de la Selva y de Ceja de Selva del 9 de mayo de 1978. Cf. http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con3_uibd.nsf/0D41EC1170BDE30A052578F70059D913/$FILE/(1)leydecomunidadesnativasley22175.pdf

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el apoyo de la Iglesia o las FF. AA. e incluso la unidad continental de las élites lograron una respuesta adecuada a la inequidad, exclusión y desigualdad creada por las distintas formas de tenencia de la tierra en el sector rural. Por el contrario, analizar el reformismo agrario en la línea del tiempo permite evidenciar respuestas contra-reformistas o contra-revolucionarias con dogmas ideológicos que �nalmente encausaron esos intentos a otras apuestas u orientaciones económicas, concretamente, a procesos de implementación de políticas neoliberales. El mercado a gran escala parece ser el escenario de la producción agrícola; mientras que la población rural, por los cambios económicos y demográ�cos, está cada vez más reducida, marginada y desfavorecida a juzgar por los indicadores de pobreza a �nales de siglo. Visto lo anterior, es momento de considerar otro escenario, a saber: el sector urbano. Asimismo, en el sucesivo capítulo veremos otro fenómeno, esta vez, de orden social y político, propio de la industrialización, migración y cambio social. Nos referimos al denominado «populismo histórico» latinoamericano.

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Capítulo cinco

Populismo histórico

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Introducción

El populismo es uno de los fenómenos socio-políticos más signi�cativos de Latinoamericana en el siglo veinte. Enrique Dussel

(2012) considera que es un caso de regímenes que tiene antecedentes en la Revolución mexicana (1910) y se expande por América Latina desde los años 30 (160). En cambio, Nikolaus Werz (2012) lo denomina «populismo histórico» latinoamericano, lo asocia a la fase del desarrollo económico de sustitución de importaciones y lo observa como un fenómeno que se da hasta la Revolución cubana (181). Sin embargo, es válido señalar que se evidencian también rasgos populistas en otros escenarios de la historia contemporánea del mundo occidental. Los debates políticos en Rusia y EE.UU., por ejemplo, ya incluían el término. No obstante, este logró una signi�cación diferente en Latinoamérica con los migrantes europeos en el sub-continente, concretamente, en distintos sectores políticos según su instrumentalización política desde el punto de vista semántico o conceptual64.

64 Por ejemplo, para un ensayo historiográ�co sobre el peronismo cf. Ben Protkin (1991).

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En los últimos años, en palabras de Martha Lucía Márquez Restrepo, Eduardo Pastrana Buelvas y Guillermo Hoyos Vásquez (2012), el término es utilizado para descreditar a los opositores del neoliberalismo o para descali�car algunas experiencias de las nuevas izquierdas (Márquez Restrepo, et al. 2012, 13). Asimismo, en la actualidad, si bien se reconoce que la corrupción pública, la pobreza, el fracaso para enfrentar la desigualdad de ingresos y el crimen constituyen un terreno fértil para los políticos populistas y autoritarios; el fenómeno socio-político puede considerarse como una amenaza al sistema hegemónico global pronorteamericano (Borón 2012, 147). Lo cierto es que, con el arribo al poder de Hugo Chávez en Venezuela, en 1999, se empieza a considerar una fase «neopopulista» que en algunos casos se consideran de izquierda o, en otros, de derecha en el marco de un «giro hacia la izquierda» (Natanson 2008) o «tercera ola del populismo» (Gratius 2007, 45).

Autores como Atilio A. Borón (2012) consideran que la polisemia del concepto «conspira fatalmente contra su unidad analítica y lo revela como un concepto históricamente vacío» (142). Sin embargo, el populismo que queremos presentar tiene cierta caracterización y contextualización histórica que lo diferencia de lo que pudo suceder antes o después en términos de fases históricas y su propia instrumentalización política. Así, el auge del populismo puede verse en el contexto y escenario de cambio entre el viejo estado liberal y el estado keynesiano; tránsito que, en el caso, latinoamericano se debió al desarrollo de un capitalismo desigual y al derrumbe del modelo de desarrollo oligárquico-dependiente. Según, Atilio A. Borón (2012), la adopción del populismo puede ser vista como un reemplazo de variante de Estado keynesiano y no como un compromiso de un proyecto socialdemócrata (138). Ese «populismo histórico» a�rma cierto nacionalismo con miras a la protección del mercado nacional, gracias al papel autonómico del Estado respecto a las clases dominantes. Sin duda, el resultado es un mayor crecimiento del capitalismo sostenido y los tiempos de mayor presencia masiva del pueblo en elecciones no fraudulentas, siguiendo a Enrique Dussel (2012, 160). En tal sentido, el populismo latinoamericano de mediados de siglo XX tiene ciertas características sobre los que no pocos autores coinciden.

Según Oscar Mejía Quintana (2012), el populismo latinoamericano, mani�esto en el siglo XX, se aprecia por su movilización social, el cual tiene un esquema de articulación multi-clasista en que se integran

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clases populares, especialmente, urbanas. Otro rasgo consiste en el papel del Estado: con una conducción fuertemente personalizada y la participación del sector privado, se caracterizó por un énfasis industrializador nacionalista. Así, también se buscaba garantizar la rentabilidad de dicho capital privado; pero, al mismo tiempo, distribuir los ingresos para alimentar su acumulación, ampliando el consumo (39). Si bien, esto no signi�ca una invención del populismo en sí, adquiere una resigni�cación, la cual puede entenderse por los cambios socio-económicos que, a su vez, se diferencian en el tiempo, en su connotación o impacto y según cada país.

Puede también entenderse que lo verdaderamente signi�cativo estuvo en el rechazo a los partidos tradicionales e intentar representar los intereses de las masas populares; en lograr cierto proteccionismo económico y predominio de la industrialización; y en buscar una alianza de clases antagónicas, por ejemplo, entre trabajadores y empresarios. De igual modo, hay otros ingredientes para su surgimiento como una crisis del sistema pre-industrial, la corrupción generalizada, la inconformidad con la clase política tradicional, los fenómenos migracionales, la emergencia de la clase obrera, el fortalecimiento del movimiento obrero y la emergente burguesía industrial, y el surgimiento de líderes carismáticos o líderes de masas.

Atilio A. Borón (2012) advierte que, en casos tan representativos como el argentino, se dieron ciertos rasgos singulares como la inestabilidad y el alto grado de con�ictividad social. Asimismo, por la brevedad del experimento, este se percibe a través de fases transicionales ya en el ocaso de la dominación oligárquica o en el ascenso hegemónico del capital transnacional65. El �n del «populismo histórico» o clásico se da con la extinción de las llamadas burguesías nacionales, la atomización de las clases populares y el ocaso de los llamados «capitalismos nacionales» (191). En concordancia con Nikolaus Werz (2012), los más representativos son los casos de Argentina (Juan Domingo Perón –1946-1955, 1973-1974–), Brasil (Getulio Vargas –1930-1945, 1950-1954–) y México (Lázaro Cárdenas –1934-1940–) (181). Sin embargo, hay otros casos, como el de Jacobo Arbenz (1951-1954) en Guatemala, Marcos Pérez Jiménez (1953-1958) en Venezuela, el rojaspinillismo con Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) en Colombia, el ibañismo

65 En Argentina es donde mejor se observa; en México, se vio diezmada con las políticas de Salinas de Gortari y con el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá; y en Brasil, hay una mínima expresión que sobrevive, pero cuya dinámica y dependencia está relacionada con las grandes transnacionales (Borón 2012, 139).

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con Carlos Ibáñez del Campo en Chile (1927-1931 y 1952-1958) y el aprismo con el liderazgo de Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú. En el ámbito universal, se presentaron algunos casos que tuvieron ciertas características comunes como son los ejemplos de Mustafá Kemal Atatürk (1923-1938) en Turquía, Gamal Abdel Nasser (1954-1970) en Egipto, el Partido del Congreso (CNI) en la India, o el caso de Sucarno (1945-1967) en Indonesia (Dussel 2012, 160). Lo cierto es que los denominados «populismos históricos» latinoamericanos entraron en decadencia por la crisis o desaceleración de la política nacional de industrialización. Luego, se instaurarían, desde 1954, regímenes que se denominaron «desarrollistas» (160). Iniciemos entonces con el caso argentino.

Movimiento peronista argentinoEl peronismo es una de las expresiones político-sociales más

importantes del denominado «populismo histórico» latinoamericano. El principal gestor fue Juan Domingo Perón (1895-1974), quien hizo carrera militar hasta el grado de teniente general entre 1910 y 1945, y ocuparía cargos públicos en el Departamento Nacional del Trabajo (1943) y la Secretaria de Trabajo y Previsión (1943) durante las dictaduras de general Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell, cuyos gobiernos son conocidos como la Revolución de 1943 (4 de junio). Fue también ministro de guerra (1944) y secretario de trabajo (1944) durante su vicepresidencia en el gobierno de Farell, en simultáneo. En 1945, se produjeron varios cambios en la política exterior e interior argentina que llevarían a Perón a la Presidencia en 1946 (�gura 8).

Figura 8. Juan Domingo Perón.

Fuente: Diario La Calle (2017).

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Perón fue presidente de la República Argentina durante tres periodos: entre 1946 y 1952; entre 1952 y 1955 —interrumpido por un golpe de estado—; y luego, después de un largo exilio, asumiría como presidente en 1973 hasta su muerte el 1 de julio de 1974.

La esencia del peronismo puro puede considerarse en «Las veinte verdades del justicialismo» (discurso pronunciado por Perón el 17 de octubre de 1950)66. En estas se advierte que una buena democracia se da cuando el gobierno de�ende el interés del pueblo y el peronismo es su manifestación popular. El peronismo se reconoce como un movimiento cuyos miembros trabajan para el Movimiento. El trabajo es central en estas verdades y en la proyección de una Nueva Argentina porque es un derecho y un deber para los ciudadanos argentinos. La identidad de sus miembros está con ellos mismos, entre quienes debe haber igualdad de clase o comunidad.

Hay una escala de valores que, por su enfoque nacionalista, en primer lugar, es la Patria; en segundo lugar, se encuentra el Movimiento peronista en sí; por último, el ser humano. Nación, movimiento social y humanismo podrían ser la esencia del peronismo. En este movimiento, la política es un medio con el cual se busca la grandeza, la unidad nacional, la felicidad de los argentinos y el bien de la Patria. Asimismo, la justicia social y la ayuda social representan el brazo de amor y justicia que se le quiere dar al pueblo. Los niños son los «únicos privilegiados» en esa Nueva nación que se proyecta (cf. Educ.ar 2020).

Por otra parte, considerando a la democracia como la «doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes» (RAE, s.f.), el populismo tendría cabida en función de su soberanía y el movimiento, en función de su representante. Perón consideraba que la doctrina del movimiento se prestaba para formar hombres del Pueblo que piensan, cuya «misión es luchar para el Pueblo, por el Pueblo… y en el Pueblo» (archivoperonista.com s.f., 9). En otra oportunidad, Perón también diría: «la doctrina es la �nalidad encarnada en el alma colectiva de la Comunidad. La teoría, sus formas de ejecución» (1958, 232). Este líder argentino daba gran importancia a la organización del pueblo y a la calidad de sus dirigentes. De igual modo, prestaba la misma atención a la Solidaridad y a la Unidad entre los dirigentes sindicales y políticos para cumplir con los �nes del Movimiento.

66 Cf. Educ.ar (2020).

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En tal sentido, el denominado justicialismo sintetiza la doctrina política, económica y social del peronismo. En ella, se incluye una esencia cristiana y «profundamente popular» y, al mismo tiempo, una �losofía de vida simple, práctica y popular (Educ.ar 2020). En cuanto a la doctrina política, se hace la manifestación de cierto «equilibrio del derecho del individuo con la comunidad» (3). Respecto a lo económico, el «capital [está] al servicio de la economía y está al servicio del bienestar social» (3). Y, en cuanto a la doctrina social, esta se constituye en justicia social. Asimismo, el derecho de cada persona se representa en su función social. Resaltar al pueblo, los niños, los jóvenes, las mujeres y los hombres es la esencia del peronismo. Este movimiento, propendía a hacer socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana a la nación argentina. No por otra razón, se desencadena una movilización masiva en las denominadas marchas partidarias. En estas, la vinculación de mujeres, jóvenes y trabajadores fue decisiva.

El peronismo como fenómeno político es difícil de entender, puesto que tiene otra �gura adicional al general Perón: María Eva Duarte de Perón («Evita») (1919-1952), quien fue importante por su participación política, liderazgo y convivencia con el pueblo argentino (�gura 9).

María Eva fue la segunda esposa de Perón, 24 años menor que él. Recuerda Perón (2006 [1951]): «Eva entró en mi vida como el destino. Fue un trágico terremoto que sacudió la provincia de San Juan, en la Cordillera, y destruyó casi enteramente la ciudad, el que me hizo encontrar a mi mujer. […] Entre los tantos que pasaron en esos días [enero de 1944] por mi despacho, había una mujer joven de aspecto frágil, pero de voz resuelta, de cabellos rubios y de ojos a�ebrados. […] Yo la miraba y sentía que sus palabras me conquistaban; estaba casi subyugado por el calor de su voz y de su mirada. […] Discutimos largo rato. Era la época en que en mí se abría camino la idea de dar vida a un movimiento político que transformase radicalmente la vida de la Argentina» (5)67. Por su parte, Eva cuenta de su matrimonio lo siguiente: «Nos casamos porque nos quisimos y nos quisimos porque queríamos la misma cosa. De distinta manera los dos habíamos deseado hacer lo mismo; él sabiendo bien lo que quería hacer; yo, por sólo presentirlo; él, con la inteligencia; yo, con el corazón; […] Él seguro de sí mismo y yo solamente segura de él» (E. Perón, 1982, 51).

El frente de ayuda social y el apoyo a los derechos políticos de la mujer fueron decisivos en siete años que duro su matrimonio. Su

67 Al respecto, cf. Fraga (2011).

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mensaje «el voto femenino, será el arma…», en 1947 (Pons y Pons Belmonte 2010) tendrá su efecto en los años siguientes. Fue presidenta del Partido Peronista Femenino, presidenta de la Fundación Eva Perón y fue declarada o�cialmente «Jefa Espiritual de la Nación» en 1952 (Luna 2013). Le caracterizaron su doctrina de acción, su apoyo incondicional a Perón, su búsqueda y lucha por el bienestar popular, su espíritu nacionalista —anti-extranjero en cuanto a la explotación de recursos argentinos—, su defensa férrea de la doctrina justicialista y su contacto permanente con el Pueblo. Fue líder de los «descamisados», como se conocieron a los trabajadores y simpatizantes del movimiento; un término despectivo, utilizado inicialmente por antiperonistas, pero luego por los mismos peronistas. Ello le granjeó poderosos enemigos entre los militares que veían su liderazgo subversivo. Asimismo, también le procuró algunas enemistades con personajes del poder económico y mediático. Conforme a lo anterior, el peronismo y «Evita» son indisolubles al momento de analizar el primero.

Figura 9. Evita Perón.

Fuente: �e O�cial Evita Peron Website, http://www.evitaperon.org/photoalbum/ev12.htm

Entregada a su ideal, Eva Duarte de Perón nunca ocupó un cargo público y es reconocida por su labor humanitaria y cercanía a las necesidades de los pueblos de España, Portugal, Francia e Italia, hacia 1947. Posteriormente, enviará, a través de la Fundación que lleva su nombre, ayudas humanitarias a países como Colombia, Ecuador, Israel, EE.UU., entre otros. Hay un sentido cristiano de amor e igualdad con los humildes en su labor, el cual la lleva a coordinar actividades con órdenes religiosas y a liderar una cruzada de ayuda social a los más necesitados.

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En esa dirección, impulsa miles de obras en las que se incluyen escuelas, hospitales, policlínicos, hogares para ancianos, hoteles para obreros, ciudadelas infantiles, la ciudad estudiantil, los centros vacacionales, entre otras obras68.

Perón gobierna hasta 1955 en medio de una sociedad dividida: de un lado, obreros; y del otro, los miembros de la clase media y alta, especialmente, de Buenos Aires. Esta radicalización estuvo matizada por la intervención de la embajada norteamericana desde 1945. La marcha opositora, denominada la Marcha de la Constitución y la Libertad, del 19 de septiembre de 1945, junto con otros hechos producidos por militares, intelectuales y sectores de la oposición, fue lo que lo llevó a renunciar al cargo de vicepresidente del gobierno del general Edelmiro Farrell (1944-1946). Sin embargo, el 17 de octubre, otra marcha de trabajadores, encabezada por dirigentes gremiales a favor de Perón, presionaron por su liberación y por una nueva negociación. Esto llevo a convocar a las elecciones de 1946. Así, el surgimiento del peronismo no se hubiera dado sin la ampliación de una clase obrera, resultado de un ascendente proceso de industrialización y del trabajo previo que adelantó con los sindicatos desde la Secretaria de Trabajo y Previsión; sin duda, una base social que sirvió de apoyo al surgimiento del peronismo entre 1945 y 1946.

El primer periodo presidencial (1946-1952) se caracterizaría por la creación de un Estado de Bienestar con apoyo del Ministerio de Trabajo y Previsión Social y la Fundación Eva Perón. Adicionalmente, se realizó una reforma constitucional que desembocaría en la denominada Constitución de 1949. En la misma dirección, se funda el Partido Peronista (integrado por los tres partidos que le apoyaban) y el Partido Peronista Femenino. Se empiezan a reconocer los derechos políticos de la mujer, a redistribuirse la riqueza, a nacionalizarse sectores importantes de la economía y se da un mayor impulso a la industrialización.

Un frente importante también fue el de las comunicaciones, cuya política propendió al monopolio por parte del Estado para consolidar la in�uencia peronista en la sociedad. La cinematografía también se vio bene�ciada debido a la obligatoriedad de la proyección del cine en el territorio nacional. En cualquier caso, debido a la polarización existente, tuvo lugar una manipulación y distorsión de la información por parte de los distintos sectores.

68 Para profundizar más en esta importante �gura histórica argentina, cf. la obra biográ�ca Navarro (1994).

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Por otra parte, su política educativa fue estratégica, no solo por la cobertura que le dio a la formación básica, secundaria y universitaria, sino por la instrumentalización en función de una «cultura ciudadana». Esta consistió en una asignatura que proyectó una mayor identidad nacionalista y peronista del pueblo argentino. Por ende, esta estuvo a favor de la causa del gobierno y sus dirigentes. En el nivel universitario, aprobó la gratuidad de la educación, creó la Universidad Obrera Nacional y abrió sedes en distintas ciudades. No obstante, el peronismo tuvo opositores provenientes de los gremios universitarios, en parte, miembros de la clase media, los cuales participaron en actividades golpistas y terroristas.

La crisis económica y la presión de la oposición (incluida la Iglesia Católica) llevaron a un gobierno en crisis que incentivó la violencia política. El papel de la embajada norteamericana seguía siendo importante. Para su primer periodo presidencial, en 1946, Perón gana las elecciones prácticamente con un slogan antinorteamericano; aunque, según Atilio A. Borón (2012), luego de agotar el ciclo redistribucionista entre 1949 y 1950, el régimen fue sometiéndose a las exigencias de EE.UU. (144).

Los diez años que duraron los dos periodos presidenciales fueron de un accionar violento por parte de peronistas y opositores. Esta violencia política incluyó atentados terroristas, asesinatos, un plan de asesinato a Perón, masacres, golpes de Estado, acciones racistas, clasistas, creación de comandos civiles terroristas, bombardeos, ametrallamientos, fusilamientos, asesinatos, vejación, secuestro, la desaparición del cadáver de Eva Perón, la ilegalización y proscripción del peronismo y la intervención militar de los sindicatos, entre otros actos por parte del lado opositor. Todo ello en medio de la presión y el bloqueo norteamericano a la línea peronista en el campo internacional y nacional. En esa dirección, el lado opositor cuestionó las detenciones arbitrarias, las torturas, la expulsión laboral de docentes antiperonistas, la violación a la libertad de prensa, la expropiación de diarios, los asesinatos políticos y el control total de las emisoras de radio. Sin duda, fue una etapa de dolor y muerte que se extendió por 30 años (1943-1973) como lo recuerda Antonio Ca�ero (2003).

Perón estuvo diecisiete años en el exilio, tiempo en el cual el peronismo estuvo proscrito de la vida política nacional69. En dicho

69 Perón dividió su exilio entre Paraguay, Panamá, Nicaragua, Venezuela, República Dominicana y España.

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tiempo, se posesionaron diez presidentes, de los cuales la mayoría asumieron de facto como resultado de golpes de estado; otros, lo fueron provisionalmente y uno renunció. Varios gobiernos militares se autoproclamaron revolucionarios en nombre de la libertad y la nación argentina, pero el caos político y la violencia se mantuvieron.

Perón retorna para participar en la campaña presidencial en 1972 en medio de un ambiente tenso, pues se produce —lo que algunos consideran el primer antecedente de terrorismo de Estado— la Masacre de Trelew (asesinato en prisión de 16 miembros de organizaciones armadas de peronistas y de izquierda) y la consiguiente venganza por el hecho, en cabeza de organizaciones guerrilleras. En dicho contexto, a Perón no se le permite inscribirse en las elecciones, pero delega a Héctor José Cámpora quien resulta victorioso. Con ello se da �n al periodo dictatorial, conocido como la Revolución Argentina (1966-1973).

En 1973, Perón regresa nuevamente al país para participar directamente en las elecciones presidenciales tras la renuncia de Cámpora. De este modo, se produce su elección al contar con un 62 % de los votos. Se proclama presidente el 12 de octubre de 1973. Sin embargo, el contexto internacional era diferente al vivido a mediados de siglo. El capitalismo y el Estado de Bienestar se ven colapsados por la Crisis del Petróleo (1973), se produce el golpe militar contra Salvador Allende en Chile; es el punto más alto de la Guerra Fría. En ese sentido, América Latina vive una fase de gobiernos dictatoriales, resultado del impacto de la Doctrina de Seguridad Nacional y la lucha contra el comunismo internacional (liderada por EE.UU.). En el contexto nacional, inicia operaciones la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), un grupo parapolicial cuyo objetivo es asesinar militantes de izquierda peronistas y no peronistas. Los grupos guerrilleros como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), los Montoneros y otras organizaciones realizan entonces incursiones armadas contra las Fuerzas Armadas.

La situación llevo a Perón a tomar medidas radicales que terminaron con la unidad histórica del peronismo. El peronismo revolucionario se retiraba del escenario en medio de un ambiente de violencia política generalizado. El estado de salud del presidente empeora y al poco tiempo fallece. Su tercera esposa, María Estela Martínez de Perón («Isabelita») lo acompañó como vicepresidente en el tercer mandato (1973-1974) y, después de su muerte, asume la presidencia (1974-1976) hasta su derrocamiento el 24 de marzo de 1976. Este alzamiento tiene

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lugar por parte de la dictadura cívico-militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional.

Isabelita fue la primera mujer presidente en la historia política contemporánea. Fue delegada por Perón para negociar asuntos políticos durante la época de exilio. A la muerte de Perón, según su propia versión, renuncia a su condición de presidente, pero dicha solicitud no le fue aceptada («DiFilm – Isabel Perón…» 2012 [1993]). Su mandato estuvo bajo la sombra e in�uencia de José López Rega, conocido como «el brujo», interesado en bene�ciar la derecha peronista y la creación de la Triple A. El corto periodo presidencial de «Isabelita» no escapó de la violencia política y ascenso de la extrema derecha paramilitar, en medio de una galopante crisis económica y de medidas extremas contra partidarios del peronismo histórico. No obstante, se le reconocen algunos logros relacionados con el monopolio en la venta de combustibles, la estatización de los canales de televisión, la Ley de Contrato de Trabajo y el congelamiento de la cuota de los créditos en la adquisición de vivienda.

La crisis política y militar llevó a Isabel a adelantar elecciones presidenciales. Sin embargo, un golpe de estado la destituyó el 24 de marzo de 1976; fue enjuiciada y detenida en arresto domiciliario durante cinco años. Luego, se radicó en España en 1981 y abandonó la actividad política. Fue solicitada en extradición en 2007 a lo cual se opuso la Audiencia Nacional Española. Así se termina el tercer ciclo del peronismo.

El peronismo ha dejado una huella honda en la vida política argentina, pues lustros después y con la restauración de la democracia, presidentes como Carlos Menem (1989-1999), Néstor Carlos Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) han sido miembros del Partido Justi�cialista (continuador del partido peronista).

***

La experiencia del «populismo histórico», a mediados del siglo XX, evidencia un fenómeno socio-político latinoamericano que debe entenderse en su debido contexto y según el caso. Dada la naturaleza política y polisémica del concepto, no es posible tener aún un consenso teórico sobre el fenómeno. Además, dada la polarización que este genera, no siempre es fácil comprender la real dimensión e impacto de los gobiernos populistas.

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En la memoria de sus partidarios, parece conservarse cierta simpatía por sus líderes y por la herencia de sus obras sociales y materiales; por otra parte, en relación a los opositores, queda el dejo de un desprecio y una intención de borrar de la historia sus resultados. Lo anterior, quizás, por la politización que genera la reivindicación de causas populares y la defensa de intereses por parte de las élites. En esencia, es la polarización y radicalización misma que surge de la defensa u oposición hacia los movimientos populares.

Sin embargo, no podemos desconocer que es distinto el fenómeno populista antes de la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría, al populismo de los tiempos recientes de la Segunda Globalización. Así, el Peronismo es un fenómeno que antecede a la Guerra Fría, pero desaparece en sus comienzos, cuando se consideró la participación de las Juntas Militares de Gobierno como el régimen apropiado en la lucha contra el «comunismo internacional», en defensa de la soberanía nacional. En el capítulo siguiente trataremos esta última problemática, por lo cual, nos concentraremos solo en los casos de Argentina y Chile.

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Capítulo seis

Dictaduras militares

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Introducción

Las dictaduras tienen un lugar especial en la historia política latinoamericana (Roitman Rosenmann 2013). En dicho escenario,

prima el contexto histórico en que se producen, la impronta y el protagonismo del dictador, y la singularidad de cada país donde ocurre. Limitados al siglo XX, los regímenes tuvieron ciertas particularidades (Bidegain de Urán 1983; Lechner 1981, 199-235). Por ejemplo, la dinastía o clan familiar dictatorial de los Somoza en Nicaragua –con el protagonismo de Anastasio Somoza García (1937-1947, 1950-1956), Luis Somoza Debayle (1956-1963) y Anastasio Somoza Debayle (1967-1972, 1974-1979)70–; la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), un caso emblemático que destruye, con el respaldo de los EE. UU, el proyecto socialista del presidente Salvador Allende (1970-1973) e impone el experimento económico neoliberal de los Chicago Boys (Vidales 1974); la «dictadura del proletariado» bajo la comandancia de Fidel Castro (1959-2008) que pasa de una dependencia al capitalismo norteamericano hacia otra de corte soviético (cf. Castro Ruz 1965) para,

70 Sobre el caso nicaraguense se recomienda cf. Wheelock (1975).

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luego, con el colapso de este último, adoptar un modelo de economía mixto. Esta última resaltará en el panorama histórico dado su espíritu antinorteamericano y su reivindicación por la libertad de los pueblos71.

Los anteriores regímenes convirtieron a Latinoamérica en el centro de la tormenta del mundo occidental debido al delgado hilo en que se encuentra la legalidad o ilegalidad del establecimiento. Asimismo, la represión y abierta violación a los derechos humanos y a las libertades individuales no ayudó a desplazar el foco de atención. A lo anterior, se aúna el ser un escenario tercermundista de la Guerra Fría con la abierta participación militar y de inteligencia estadounidense. Así, abordar el fenómeno implica considerar cierta comprensión conceptual y caracterización, y limitarnos a resaltar algunos casos.

Conceptualización y caracterizaciónEl término dictadura es difícil de conceptualizar, ya sea por sus

características y modos de legitimación, o incluso por sus apuestas o enfoques de orden económico. En cambio, se pueden considerar algunas tendencias y rasgos comunes en ciertas fases. De este modo, se podrá comprender el fenómeno como una consecuencia de su tiempo.

El término es polisémico. En Roma, por ejemplo, la dictadura era una «magistratura con un poder exorbitante», limitada en el tiempo, para atender un solo asunto y salvar la constitución del Estado (Labastida Martín del Campo 1986). En cambio, el sentido contemporáneo empieza a considerarse a partir de los casos del fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y el falangismo español; pero al observar el caso latinoamericano, el asunto es más complejo dada la diversidad y el contexto de los casos.

Por ejemplo, en un acercamiento académico a las dictaduras del Cono Sur, estas son consideradas como «Estados burocrático-autoritarios». El concepto, propuesto por Guillermo O'Donnell (1975) a partir de las dictaduras registradas entre los años 60 y 70, gira en torno a un Estado que anula la participación política y democrática en función de restablecer un determinado orden social y económico, sin olvidar que surge en el contexto de una determinada crisis política o social72.

En cambio, acorde con Alain Rouquié (1986), la dictadura puede entenderse como un «régimen de excepción que, por circunstancias

71 De modo especial, puede verse el tratado de Guerra Vilaboy y González Arana (2017) que versa sobre dictadores caribeños durante la primera mitad del siglo XX.72 Los casos que tuvo en cuenta O’Donnell (1975) fueron las dictaduras de Brasil (1964), Argentina (1966 y 1976), Chile (1973) y Uruguay (1973).

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muy particulares, se ejerce sin control. Lo que implica que el poder de los gobernantes sobre los gobernados no conoce ninguna restricción en términos constitucionales y que las garantías fundamentales se hallan abolidas. Implica la concentración de todos los poderes en manos de un hombre, de una clase, de un partido, de una institución» (11).

Hay que advertir, en cualquier caso, la dictadura es un régimen de facto que se instaura en ruptura con el orden político anterior donde los gobernados no tienen procedimientos institucionalizados y legales para apartar de tales poderes a los gobernantes dictatoriales. En algunos casos, se centra en la persona del dictador o en la personalización del poder73, como lo podemos observar en Chile y Paraguay. En otros, en forma de dinastía, como se ha evidenciado en Nicaragua y Haití con los ejemplos de los Somoza y los Duvalier. En países como Brasil, Guatemala, Honduras y Panamá, algunos presidentes designados tuvieron una estrecha relación con los cuerpos militares, los cuales parecieron garantizar las instituciones democráticas (Roitman Rosenmann 2013). Y, en otros en juntas militares o cívico-militares como el caso de Argentina y Honduras, que además de romper con el régimen existente en ciertos casos se propuso cambiarlo y legitimarlo popularmente a través modi�caciones en la constitución nacional o convocatorias de asambleas constituyentes, lo que le da un rasgo de continuismo o intención de permanencia duradera en el poder74.

Ejemplos de continuismo, opuesto al gobierno regular, pueden apreciarse los casos de Juan Vicente Gómez en Venezuela (1908 – 1935) (cf. Guerra Vilaboy y González Arana 2017), José Ubico Castañeda en Guatemala (1931 – 1944), los Somoza y su sangrienta dinastía en Nicaragua (1937 – 1979) (cf. Guerra Vilaboy y González Arana 2017, 82-105; Ferrero Blanco 2009, 154-163; 2012), Juan Alfredo Stroessner Matiauda en Paraguay (1954-1989), Tiburcio Carías Andino en Honduras (1933-1949), los Duvalier en Haití (1957-1986) (Ibídem, 106-130), Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana (1930-1961) (ibídem, 64-81), Augusto Leguía en el Perú (1919-1930), Por�rio Díaz

73 En términos de Alain Rouquié (1981): «Estas dictaduras paradigmáticas 'llevaron el poder personal a su grado máximo de verdad, e�cacia y de opresión'. […] el dictador gobierna todo por él mismo y se preocupa fundamentalmente por su sobrevivencia, por la perennidad de poderío, incluso de su riqueza, confundiendo la cosa pública con su propiedad privada» (5).74 Siguiendo a Rouquié (1986): «Por una parte que no hay dictadura sin dictador; por otra, que este último se reconocer más por la duración de su régimen por el carácter 'exorbitante' del poder de que dispone y la legitimidad de su surgimiento» (18).

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en México (1876-1910), Augusto Pinochet en Chile (1973-1990) y los Castro en Cuba (1959-2018).

En cualquier caso, un gobierno considerado dictatorial también evidencia la exclusión de determinados grupos sociales. Por ejemplo, Juan Domingo Perón, elegido en 1946 y reelegido en 1951, fue considerado un dictador a pesar de su caracterización de «populista» por los partidos tradicionales y por la burguesía agraria. También podría tenerse en cuenta el caso de Fidel Castro, considerado como tal por los exiliados cubanos, perjudicados por las medidas de expropiación y nacionalización. En este caso puntual, se trata de grupos opositores que generaron polarización y cuyo acuñamiento del término no siempre respondió al modo clásico de los gobiernos de facto. Las dictaduras y el populismo son fenómenos políticos que siempre han generado polarización o una fuerte oposición, en especial, por parte de los grupos sociales y los países afectados o interesados.

Durante el siglo XX, hay momentos o contextos en los cuales puede identi�carse ciertas tendencias y modus operandi por parte de los dictadores (tabla 4). Por ejemplo, hasta la Primera Guerra Mundial, el contexto vivido se apoya en la profesionalización de los ejércitos, la consolidación de los estados hegemónicos y el surgimiento del imperialismo. Hasta dicho hito, los dictadores se enfrentan o asocian al imperialismo; pero, después de 1918, con la hegemonía política, económica y militar de EE.UU., llegan las alianzas militares en el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Posteriormente, el detonante tendría lugar en una línea de formación bajo la doctrina militar. En este punto, el contexto sería constituido por la lucha contra el comunismo internacional, apoyada en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional (cf. Velásquez Rivera 2002, 11-39)–; por la creación del Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, conocido como la Escuela de la Américas, en 1963, en Panamá; y por el concepto estratégico de la llamada Operación Cóndor75, el cual surge en el contexto de la Guerra Fría y cuyo objetivo es detener el impacto que podría tener la Revolución cubana en el sub-continente (cf.

75 La Operación Cóndor es el nombre dado a «un proyecto de inteligencia y coordinación entre los servicios de seguridad de los regímenes militares del Cono Sur». Iniciada en 1975, buscó intercambiar información y perseguir políticos, ubicados en sus lugares de refugio. «A su vez secuestraba, torturaba y trasladaba a unos y otros a través de las fronteras sin ningún trámite legal, y formaba comandos para asesinar a �guras consideradas enemigos claves para los dictadores en el país donde se encontraran» (Garzón Real 2016, XLIII).

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Lechner 1981, 199-235). Lo anterior explica la posición abiertamente anticomunista de varias dictaduras (Fulgencio Batista, los Duvalier, los Somoza, Alfredo Stroessner Matiuda —quien ostentó la dictadura más larga de la región—, Rafael Leónidas Trujillo, Héctor Trujillo y Marcos Pérez Jiménez). Entre 1950 y 1998 se calcula que 150000 militares de Latinoamérica y el Caribe recibieron capacitación por EE.UU., de los cuales la mitad de ellos pasó por Panamá (Garzón Real 2016, 32). De hecho, otra característica de estos regímenes dictatoriales es la presencia y apoyo de las Fuerzas Armadas, incluso no pocos gobernantes surgieron de sus �las y no pocas veces los militares fueron derrocados por los propios militares.

Dictadores País PeriodoPor�rio Díaz México 1876-1910

Juan Vicente Gómez Venezuela 1908-1935

Augusto Leguía Perú 1919-1930

Gerardo Machado Cuba 1925-1933

Anastasio Somoza García Nicaragua 1937-19471950-1956

Luis Somoza Debayle Nicaragua 1956-1963

Rafael Leónidas Trujillo República Dominicana 1930-1961

José Ubico Castañeda Guatemala 1931-1944

Tiburcio Carias Andino Honduras 1933-1949

Fulgencio Batista Cuba 1934-19441952-1958

Marcos Pérez Jiménez Venezuela 1952-1958

Carlos Castillo Armas Guatemala 1954-1957

Francois Duvalier Haití 1957-1971

Gustavo Rojas Pinilla Colombia 1953-1957

Fidel Castro Cuba 1959-2008

Raúl Castro Cuba 2008-2018

Juan Alfredo Stroessner Matiauda Paraguay 1954-1989

Juan Carlos Onganía Argentina 1966-1970

Roberto Marcelo Levingston Argentina 1970-1971

Alejandro Agustín Lanusse Argentina 1971-1973

Humberto de Alencar Castelo Branco Brasil 1964-1967

Tabla 4. Dictadores en Latinoamérica y el Caribe (siglo XX).

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Anastasio Somoza Debayle Nicaragua 1967-19721974-1979

Omar Torrijos Herrera Panamá 1968-1981

Jean-Claude Duvalier Haiti 1971-1986

Juan Velasco Alvarado Perú 1968-1975

Guillermo Rodríguez Lara Ecuador 1972-1976

Augusto Pinochet Chile 1973- 1990

Aparicio Méndez Uruguay 1976-1981

Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti Argentina 1976-1980

Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Omar Domingo Rubens

Gra�gnaArgentina 1980-1981

Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Isaac Anaya Argentina 1981-1982

Cristino Nicolaides, Rubén Franco, Augusto Jorge Hughes. Argentina 1982-1983

Manuel Antonio Noriega Panamá 1983-1989

Hugo Banzer Suarez Bolivia 1997-2001

Fuente: Cf. Eltiempo.com (2019).Nota de la tabla 4: Costa Rica, Jamaica y Belice son la excepción en el registro de casos.

A �nales de los años 60, la Fundación Rockefeller consideraba necesarias las dictaduras temporales como medida de seguridad continental (Padilla Ballesteros 2005, 7). No obstante, las posiciones de los militares no siempre tuvieron una posición abiertamente derechista, anticomunista y pro-norteamericana. Hay casos donde dan un giro progresista o, en otros casos, se oponen a quien fuera su aliado. Podemos mencionar los ejemplos de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) y su autodenominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas del Perú; el caso panameño con la presidencia del general de brigada Omar Torrijos Herrera (1968-1981), considerado el «Líder Máximo de la Revolución Panameña»; el gobierno «nacionalista y revolucionario» de Guillermo Rodríguez Lara (1972-1976) en Ecuador; la «Revolución Argentina» de la dictadura cívico-militar de los periodos de Juan Carlos Onganía (1966-1970), Roberto Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973).

En el espectro opuesto están los casos de militarización extrema y radical, por ejemplo, el caso de François Duvalier (1957-1971) en

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Haití, quien se declaró presidente de por vida en 1957 y formó un ejército especial de represión y muerte contra la oposición en forma de paramilitares. Este ejército fue conocido como el Tonton Macoute, por el cual, se calcula que pudieron desaparecer 150 000 personas entre civiles y opositores. También está el caso del régimen militar chileno de Augusto Pinochet (1973), cuando disolvió el Congreso, suspendió la Constitución, declaró ilegal a los partidos y limitó la actividad de los medios de comunicación, entre otras acciones –como la desaparición y muerte de 3197 personas y unos 200 000 exiliados, recibidos en 48 países de América, Europa, África, Asia y Oceanía–. Asimismo, en Argentina se dio una dictadura institucional, conocida como Proceso de Reorganización Nacional, en manos de la Junta Militar. En distintos periodos, esta fue liderada por José Rafael Videla, Roberto Viola y Leopoldo Galtieri. En 1973, se calcula que tuvieron lugar unas 30 000 desapariciones forzadas a partir del terrorismo de Estado y el accionar de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), conocida también como la Triple A (cf. Bufano 2005; Rouquié 1986; Skidmore et al. 1996).

En los anteriores casos, se identi�ca la intención de los militares de conservar y justi�car las condiciones capitalistas, apoyados en un grupo social (clase media, empresarios, bancos, políticos, industriales extranjeros) y en militares extranjeros (predominantemente estadounidenses) (cf. Lechner 1981, 199-235). Visto de este modo, las dictaduras asumieron un modo pragmático en cuanto a lo económico. Las políticas de reducción de la intervención estatal directa, el interés por atraer capitales extranjeros, el aumento de la exportación y la reducción de la in�ación estuvieron entre las prioridades en una cimentación de lo que se va a conocer como modelo neoliberal. Así, todos los países latinoamericanos y regímenes militares empezaron a adoptar políticas neoliberales (con excepción de Perú y Panamá), al tiempo que cayeron en un endeudamiento externo sin precedentes.

El orden pragmático también se dio en materia de seguridad, toda vez que la Doctrina de Seguridad Nacional va a convertir a los gobiernos militares en los defensores de su lucha contra el comunismo internacional. En tal sentido, como lo señala Baltazar Garzón (2016): «América Latina recibió el asesoramiento, entrenamiento y apoyo de EE.UU. para implementar dictaduras de seguridad nacional que eliminaran la ‘subversión marxista’» (27). Así, la mayoría de países latinoamericanos vivieron dictaduras militares que se propusieron contener la inmensa movilidad social y política, resultado de la Revolución cubana y los

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llamados Movimientos de Liberación Nacional. Esto se llevó a cabo por medio de «clausurar los espacios de participación política popular y eliminar los movimientos contestatarios. Para ello, desataron una escalada de violencia estatal y paraestatal que fue el marco regional de la Operación Cóndor» (27/83-100). Las excepciones fueron México, Costa Rica, Venezuela y Colombia76. Tomaremos entonces dos casos emblemáticos: Argentina y Chile.

Estado Burocrático-Autoritario en Argentina (1976-1983)Argentina se vio sacudida por seis golpes de Estado durante el siglo

XX. Cuatro de ellos son dictaduras provisionales (1930, 1943, 1955 y 1963) y las otros dos (1966 y 1976) se establecieron como Estado Burocrático-Autoritario. La característica más grave de estas últimas fue el impulso al terrorismo de Estado. Este debe entenderse como parte de un régimen de represión ilegal; en este tienen lugar hechos de violencia, tortura, persecución y desaparición de opositores al régimen, en especial, de militantes de partidos de izquierda. Asimismo, a este tipo de terrorismo es connatural la manipulación de la información en función de la instalación de una política económica neoliberal.

Los antecedentes tienen relación con el fracaso de la Revolución Argentina, a cargo de militares. Esta no logró superar la polarización política del país, originada con el peronismo y sus opositores. Recordemos que el derrocamiento de Perón en 1955 desató una persecución violenta contra sus seguidores –considerados fomentadores de las iniciativas comunistas– y sus diversas manifestaciones. Al mismo tiempo, existía otro elemento importante de referencia: la conformación de grupos o ejércitos de liberación nacional, inspirados en la Revolución cubana. Desde lo estrictamente político, la política re�ejada en nuevas formas de lucha, contaría con el triunfo de Fidel Castro, quien lanzaría como primer objetivo de su política exterior la exportación de la Revolución cubana. En tal sentido, se llevaría a cabo la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en La Habana, organizada el 31 de julio de 1967. Allí, se establecieron los criterios preliminares de la lucha revolucionaria latinoamericana y el carácter

76 Para el caso colombiano Ramírez Bacca y Marín Arenas (2015) señalan que, entre 1965 y 1982, «[…] solo en cuatro de ellos hubo un plano de normalidad, en contraste con trece años de preeminencia autoritaria o 'estado de guerra'. Es preciso tener en cuenta que el espacio más extenso en excepcionalidad comprende el lapso de 1976 a 1982, lo que permite inferir que desde 1965 el gobierno de Julio César Turbay Ayala fue el único período presidencial que inició y �niquitó su mandato bajo la �gura del Estado de Sitio» (252).

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inevitable de la lucha armada a partir de la estrategia de guerra de guerrillas77.

Es este contexto tienen lugar el Movimiento de Países No Alineados, los movimientos independentistas de África (su consiguiente descolonización), la Alemania dividida, la Alianza para el Progreso (y su carácter ilusorio), la crisis de los Misiles, la guerra de Vietnam, la Revolución Cultural China, el asesinato de Ernesto Guevara, el Mayo Francés, por citar solo algunos hechos que impactaron la vida social e individual latinoamericanas y se re�ejaron en lo cultural, político e intelectual.

Asimismo, el mundo vive el con�icto este-oeste. Este lo dividía en dos polos: uno, desde el cual se luchaba contra el imperialismo norteamericano; y otro, desde donde se daban los embates contra el régimen socialista soviético y su internacionalización. En dicha consideración, el escenario de confrontación se dio principalmente en los denominados «países del tercer mundo» hacia una tendencia al alineamiento. Joseph Comblin (1978) señala que para esos años «las naciones del mundo no tienen otra salvación –sobre todo las latinoamericanas– sino en el alineamiento en una de las dos potencias mundiales. Es dentro de este alineamiento donde pueden realizar sus proyectos fundamentales» (43).

En tal escenario surge la ya mencionada Doctrina de Seguridad Nacional y su permanente preocupación por la «amenaza comunista». En esencia es anticomunista. En tal sentido, había que cerrar los espacios de los enemigos internos o portavoces del comunismo, por ejemplo universidades, medios de comunicación, centros culturales e instituciones políticas; también pretendieron erradicar todas las prácticas políticas, económicas y civiles que el populismo había creado o desencadenado: los parlamentos, la libertad de expresión, las editoriales o las publicaciones se transformarían en objetivos militares porque, según el régimen burocrático-autoritario, esas prácticas daban pie para el desorden social. A esto se sumaron ciertas privatizaciones, programas de ajuste, reducciones del sector público, aperturas comerciales y reconversiones industriales.

77 La OLAS se organizó después de la Primera Conferencia Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria donde participaron cerca de 500 delegados de África, Asia y América Latina. La muerte de Ernesto «Che» Guevara poco después de la conferencia frustró la coordinación de los movimientos de liberación nacional y la a�uencia de grupos guerrilleros proclives a la Revolución cubana y la lucha antiimperialista.

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Lo anterior ayuda a comprender por qué en 1973 se había fundado la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), antes de que María Estela Martínez de Perón fuera derrocada. La Triple A fue una organización parapolicial-terrorista de extrema derecha, dedicada a atentar contra la vida de dirigentes y colaboradores de tendencia izquierdista. Este proyecto se completó con la toma del poder de la Primera Junta Militar, es decir, con el inicio del Proceso de Reorganización Nacional en 1976.

La Junta Militar elegía uno de sus miembros como presidente y se arrogaba funciones ejecutivas y legislativas. Esta se mantuvo de forma colegiada por cuatro periodos: 1) 1976-1980: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti; 2) 1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Omar Domingo Rubens Gra�gna; 3) 1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Isaac Anaya; 4) 1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco y Augusto Jorge Hughes. Fueron los años de un exterminio selectivo del enemigo, en este caso, los comunistas; de alianzas económicas con empresas de propiedad conservadora; de la implementación de una política neoliberal; y de un aumento de la deuda externa y la corrupción.

¿Cómo llegan al poder? En 1975, Argentina se encontraba en una grave crisis social y �nanciera mani�esta en su alto nivel de in�ación, en una deuda externa de más de ocho mil millones de dólares y en la presencia de grupos extremistas. Estos últimos, bajo consignas sociales, realizaban actos en contra del establecimiento o�cial y empresarial. Su accionar fue la justi�cación para realizar el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976. Las palabras del general Videla (�gura 10) así lo mani�estan: «[...] El País transita por una de las etapas más difíciles de su historia. Colocado al borde de su disgregación, la intervención de las Fuerzas Armadas ha constituido la única alternativa posible, frente al deterioro provocado por el desgobierno, la corrupción y la complacencia. […] Solo el Estado, para el que no aceptamos el papel de mero espectador del proceso, habrá de monopolizar el uso de la fuerza y, consecuentemente, solo sus instituciones cumplirán las funciones vinculadas a la seguridad interna. Utilizaremos esa fuerza cuantas veces haga falta para asegurar la plena vigencia de la paz social. Con ese objetivo combatiremos, sin tregua, a la delincuencia subversiva en cualquiera de sus manifestaciones, hasta su total aniquilamiento» (1976, 7)78.

La Junta Militar conformaría su gabinete con la participación de civiles, lo que también representa la creación de un bloque de apoyo

78 Cf. Archivo Histórico RTA. (2015 [1976]).

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cívico, militar, empresarial y eclesiástico en el poder. Asumieron un compromiso político que consistió en terminar con la violencia urbana guerrillera; y, otro económico, en función de proteger los grandes intereses y multiplicar sus riquezas. En tal sentido, no importaba desmantelar la base industrial nacional, destruir las organizaciones sindicales y político-sociales, y endeudar el país. Así, el derecho a la huelga fue suspendido, los partidos políticos se disolvieron, la libertad de prensa y expresión quedó anulada, se disolvió el Congreso y se remplazó la Corte Suprema de Justicia (Argentoria. Historias de Argentina 2015). Además, se estableció la pena de muerte para quienes hirieran o mataran a cualquier integrante de las Fuerzas de Seguridad, entre muchas otras medidas.

Hay una intención, en el caso argentino, que consiste, según Luís Armando González (2005), en «fundar un nuevo modelo de sociedad, donde la lógica militar es el principio de organización social, económica y política, lo cual supone que los militares llegan, esta vez, –al poder– para quedarse y no para servir de relevo, mientras se recomponen las instituciones alteradas por algún sector sociopolítico» (181-182). Entonces, con ello se intensi�ca el protagonismo militar que tiene como principio: «los militares son los únicos garantes de la ‘supervivencia nacional’, amenazada por los enemigos de la civilización cristiana y occidental» (181-182). Así, el Proceso de Reorganización Nacional también apoyaba y reivindicaba el espíritu nacionalista del pueblo argentino, toda vez que sostenía la necesidad de conformar un sistema educativo acorde con las necesidades del país. Este debía servir a los objetivos de la Nación, y consolidar los valores y aspiraciones culturales del ser argentino.

La implementación de la política neoliberal estuvo en manos de José Alfredo Martínez de Hoz –ministro de economía de estrechos vínculos con el poder económico nacional e internacional– durante los primeros años. El ministro consideraba que la causa del impedimento para el desarrollo económico se debía a la existencia de la clase obrera, considerada demasiado fuerte, indisciplinada y demandante. Asimismo, para él, esto se debía a una industrial nacional ine�ciente, basada en el mercado interno y dependiente del subsidio estatal. La propuesta consistía en disciplinar a esa clase obrera y abrir el mercado nacional al comercio internacional, en detrimento de los trabajadores79. Las

79 Para una exposición detallada sobre medidas que fueron tomadas, cf. Mignogna (2007) y Encuentro (2013).

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medidas que se tomaron fueron relacionadas anteriormente, pero lo grave es que estuvieron acompañadas de acciones represivas como el secuestro y la tortura. Existieron cerca de 340 campos de concentración-exterminio (Calveiro 1998, 29), otras cifras señalan la existencia de 610 centros clandestinos de detención que estaban en unidades militares o dependencias policiales en 1976 (EcuRed «Centros clandestinos...»). En estos espacios se utilizó la picana eléctrica y fueron frecuentes las violaciones sexuales. Según Pilar Calveiro (1998), se estima que pudieron estar en dichos campos entre 15 000 y 20 000 personas, de las cuales fueron asesinadas aproximadamente el 90 % (29). Ya mencionamos los 30 000 desaparecidos que fueron secuestrados y asesinados en las secciones de tortura, o ejecutados para ser enterrados en fosas comunes o arrojados al mar. El terror quería llevarse al resto de la sociedad.

La represión también llegó a los colegios y universidades. Desaparecieron cientos de estudiantes, muchos docentes fueron despedidos y se vieron en el exilio, los libros se prohibieron o se quemaron, se censuraron programas de estudio y se cerraron las carreras de Psicología y Antropología; incluso en la provincia de Córdoba, llegó a prohibirse la enseñanza de Matemática, por considerarla subversiva. Como parte de la represión hacia los estudiantes, se recuerda la Noche de los Lápices del 16 de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata, cuyas víctimas (en su mayoría miembros de la Unión de Estudiantes Secundarios) según los militares eran «integrantes de un potencial semillero subversivo» (Castillo 2014). Este acontecimiento tuvo lograr en la conmemoración n° 21 del derrocamiento de Perón y se trataba de un operativo conjunto entre la policía y el ejército, dirigido a capturar a nueve jóvenes con edades entre los 16 y 19 años. Finalmente, desaparecieron seis y sobrevivieron cuatro.

En el anterior escenario, Argentina organizaría la Copa Mundial de fútbol de 1978, un evento con el que se buscaba un reconocimiento mundial al mejorar la imagen frente a las graves denuncias sobre violación de derechos humanos en todo el mundo. Efectivamente, la Junta Militar logró el apoyo de dirigentes deportivos, políticos, religiosos y medios de comunicación, reivindicando el espíritu nacionalista. El costo de la organización pudo oscilar entre 520 000 000 y 700 000 000 de dólares, un monto diez veces superior al previsto inicialmente. De esta índole, este trajo consigo un mayor endeudamiento externo y agudizó la crisis económica interna («Mundial 78: los oscuros...» 2008). La liquidación de�nitiva no se realizó. La selección nacional de fútbol logró el titulo

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por primera vez en su historia deportiva. El general Videla expreso a la prensa extranjera su agradecimiento y se mostró satisfecho de que sus huéspedes hubieran conocido la realidad argentina, «derecha» y «humana», como decía la propaganda o�cial.

Figura 10. Jorge Rafael Videla Oath.

Fuente: AFP/Getty Images.

La profunda crisis económica, política y social, evidenciada a comienzos de los años 80, llevaría años después a la Junta Militar, reivindicando el espíritu nacionalista y la recuperación de la soberanía de los argentinos en la Islas Malvinas, a un con�icto bélico con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, conocido como la Guerra de las Malvinas o Con�icto del Atlántico Sur. Este produjo 649 militares argentinos, 273 británicos y 3 civiles isleños muertos. Los organismos internacionales de defensa mutua como el TIAR no fueron su�cientes para que su gran aliado estadounidense se hiciera a un lado en el momento de�nitivo del con�icto. Tampoco lo hicieron otros países como Chile, Colombia y Trinidad & Tobago; el resto apoyaron de diferentes modos a la nación argentina (Guerrero 2015). El con�icto se produjo entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 y favoreció la reelección y popularidad de Margaret �atcher en Inglaterra. No obstante, precipitó la caída de la Junta Militar y el retorno a la democracia al año siguiente.

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Caso chileno (1973-1990)El primer comunicado de la Junta Militar de Gobierno en Chile, el

11 de septiembre de 1973, justi�ca el golpe militar ante la «gravísima crisis social y moral» que vive el país, «la incapacidad del Gobierno para controlar el caso» y «el constante incremento de grupos paramilitares», entrenados por la Unidad Popular, los cuales llevarían a Chile hacia una guerra civil (Junta Militar de Gobierno [1973], 3). ¿Cómo se llegó a este hecho?

Chile, después de la Segunda Guerra Mundial, implantaba políticas abiertamente pronorteamericanas. Aunque, con el liderazgo del Partido Demócrata Cristiano, fundado en 1957, se desarrollaron reformas sociales, agrarias, laborales y organizacionales, hasta tuvo lugar la chilenización del cobre. Todos estos cambios se encontraron inscritos en el programa «Revolución en Libertad», durante la presidencia de Eduardo Nicanor Frei Montalva (1964-1970)80. No obstante, su nivel de aprobación y las disputas entre los demás partidos, en 1970, fue elegido el candidato a la presidencia Salvador Allende (1908-1973), apoyado por la Unidad Popular81.

Años atrás ya existía el temor de que Allende, en caso de llegar al poder, implementaría un «régimen comunista», pues el presidente Frei esto había informado a las Fuerzas Armadas chilenas, al embajador estadounidense y al Secretario de Estado Adjunto para Educación y Cultura. Frei había solicitado «propaganda» contra el nuevo régimen, por lo cual se inicia la intervención de la CIA y un plan de intriga al interior de la Unidad Popular («Entrevista póstuma al ex embajador...» 2003).

Allende lideraba el intento de establecer un Estado popular con una economía socialista por medios legales del poder ejecutivo, conocido como la «vía chilena al socialismo». Este mandatario se apoyó en los programas económicos que venían de los gobiernos demócratas cristianos anteriores: la reforma agraria —una de las de mayor profundidad e impacto en el continente— y la nacionalización del cobre. De esta índole, su gobierno tenía proyectada una estatización

80 El Partido Demócrata Cristiano se caracteriza por tener una posición reformista y de centro democrático, auspiciando alianzas con el centro izquierda. Fue opositor de la Unidad Popular, liderada por Allende.81 La Unidad Popular estaba integrada por miembros del Partido Socialista, Partido Comunista, Partido Radical, el Movimiento de Acción Popular Unitaria y la Acción Popular Independiente. Luego, durante el gobierno de Allende, participaron el Partido de Izquierda Radical, la Izquierda Cristiana y el MAPU Obrero Campesino.

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de las áreas importantes de la economía manejadas por empresarios norteamericanos y chilenos; dueños de la gran minería del cobre, hierro, salitre y otras; el sistema �nanciero del país —en especial la banca privada y los seguros—; el comercio exterior; las grandes empresas; los monopolios de distribución; los monopolios industriales estratégicos; y las actividades que condicionaban el desarrollo económico y social —la producción eléctrica, el transporte, las comunicaciones, el petróleo y sus derivados, el gas, la siderurgia, el cemento, la petroquímica, la química pesada, la celulosa y el papel, entre otras medidas— (Unidad Popular 1969).

El contexto no era el mejor. El mundo vivía la Guerra Fría y el país apercibía una crisis económica y �nanciera interna compleja. Los últimos gobiernos tenían al país con la deuda externa más alta de su historia, cercana a 3 886 000 000 USD82. A lo que se suma el boicot norteamericano, se aunaron la intervención de la CIA, la guerra sucia, la política negra contra el gobierno (por parte de sus opositores), las intrigas internas que buscaban la división de la Unidad Popular y sus aliados, el desabastecimiento de productos, las marchas y protestas de la clase media y ciertos gremios —especialmente del transporte–, entre otros factores. El país estaba sumergido en el caos y una polarización social, a pesar de la popularidad con que llegó a contar Allende.

El intervencionismo norteamericano83 se hace evidente entonces con la aprobación del Proyecto FULBELT (Broe 1970), el cual tenía como objetivo evitar la llegada de Allende al poder (Track I - Plan de Acción I), promover un golpe de estado militar (Track II - Plan de Acción I) y apoyar la Junta Militar de facto en sus primeros años (cf. Kornbluh 1998).

El primer plan fracasó. El segundo tuvo éxito luego de la muerte, en manos de un grupo de ultra-derecha, del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider Chereau (1913-1970), el 26 de septiembre de 1970; la intentona golpista (conocida como el Tanquetazo) del teniente

82 La deuda externa había aumentado de 1 869 000 000 USD en 1964 a 3 886 000 000 USD en 1970. Iniciado el periodo de Allende, el Departamento de Estado norteamericano, el Banco Mundial, la Agencia Internacional de Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo cortan todas las líneas de crédito. La línea de crédito chileno se redujo de 250 000 000 USD a 25 000 000 en 1970 (Vitale 1990). Una fuente señala que la in�ación aumento a 253 % en 1973 y el Producto General Bruto tenía un dé�cit de 25 %. (Cf. Barreno 2013).83 La participación norteamericana con acciones encubiertas puede registrarse desde 1963, cuando Chile se convirtió en principal escenario de implementación de algunos programas de la Alianza para el Progreso. Cf. Equipo Nizkor y Derechos Human Rights («Acción encubierta en Chile…», «Informe Hinchey sobre ...»).

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coronel Roberto Federico Souper Onfray (1927-2015) el 29 de junio de 1973; la renuncia del comandante en jefe del Ejército y ministro de defensa, el general Carlos Prats González (1915-1974), el 23 de agosto de 1973; y el golpe de estado de su sucesor Augusto Pinochet, el 11 de septiembre del mismo año, quien lideró la conjura golpista junto con los generales José Toribio Merino Castro, comandante en jefe de la Armada (1915-1996)84; Jorge Gustavo Leigh Guzmán, comandante en jefe de la Fuerza Aérea (1920-1999); y Cesar Leónidas Mendoza Duran85, general director de bienestar de Carabineros (1918-1996) (�gura 11).

Figura 11. Miembros de la Junta Militar, 197386.

Los golpistas sintieron tener la misión histórica de liberar la Patria del «yugo marxista» y «restaurar el orden y la institucionalidad» (Biblioteca Nacional de Chile y Junta Militar de Gobierno [1973]). Su promesa fundamental era no modi�car las conquistas económicas y sociales que habían adquirido los trabajadores. En cambio, exigían la suspensión de la prensa, radios difusoras y canales de televisión «adictos a la Unidad Popular» y «permanecer en sus casas a �n de evitar víctimas inocentes»,

84 Este destituye al almirante Raúl Montero Cornejo (1914-2000).85 Este desplaza del cargo al general, director de Carabineros, José María Sepúlveda (1917-1988).86 Miembros de la Junta militar que derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. de izquierda a derecha: César Mendoza, director general de Carabineros; José Toribio Merino, comandante en jefe de la Armada; Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército y Gustavo Leigh Guzmán, comandante en jefe de la Fuerza Aérea.

Fuente: Biblioteca del Congreso Nacional, Historia Política, [Fotografía], https://www.bcn.cl/historiapolitica/JPG/0/0b0268a631c9daaaf129657aa3551a44/12%20de%20septiem-

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so pena de «castigo aéreo y terrestre» (Biblioteca Nacional de Chile y Junta Militar de Gobierno [1973]).

Muerto Allende y habiendo jurado por Dios, la Patria y la Justicia cumplir los postulados de constitución de la Junta, se declara el país en «guerra interna» y se decreta el estado de sitio con toque de queda incluido. Este acto daría inicio a una serie de medidas que pueden tipi�carse de orden represivo, político y económico.

La guerra interna o la eliminación del enemigo interno estaba o�cializada; con ello, también se o�cializó el efecto de la Doctrina de Seguridad Nacional y el Plan Cóndor87. Las medidas de represión se orientaron a aniquilar los focos de resistencia popular armada; a reprimir a los militares que se negaron a obedecer las órdenes golpistas; a buscar, detener, desaparecer y asesinar a funcionarios públicos de la Unidad Popular y, en general, a los opositores de los distintos partidos, incluidos sindicalistas, exiliados, residentes y extranjeros sospechosos. Además, se empezó a negar la salida de los chilenos fuera del país; clausurar los medios de comunicación no a�nes con los militares; controlar militarmente las universidades y centros de enseñanza, y nombrar rectores seguidores del régimen; se declaró el Estado de Sitio y el toque de queda nocturno; se coordinaron los servicios de inteligencia de la FF. AA. y el cuerpo de carabineros (policía); y se crearon campos de concentración para los detenidos políticos (Padilla Ballesteros 2005, 3-4).

Visto del anterior modo, la Junta Militar restringió las libertades esenciales: se prohibiría la participación política, las reuniones y las asambleas gremiales, excepto para �nes de índole informativo. Chile se convirtió en un Estado policial cuya represión se apoyó en la conocida Caravana de la Muerte88, los Vuelos de la Muerte89, la Dirección de

87 El Plan Cóndor es un plan de apoyo mutuo y coordinación clandestino de los gobiernos dictatoriales de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia, el cual contó con el apoyo de EE.UU. Este plan también contó con apoyos esporádicos en Perú, Colombia y Venezuela. Henry Kissinger es considerado su ideólogo, pero los antecedentes sobre el consenso y participación de los militares como una fuerza de cambio social datan de 1969. El plan fue establecido el 25 de noviembre de 1975. Fue una estrategia que aporta al terrorismo de Estado el asesinato y desaparición de miles de opositores. A partir de 1976, Argentina y Chile fueron la vanguardia de dicho plan. En los llamados «Archivos del Horror» hay datos que muestran a 50 000 personas asesinadas, 30 000 desaparecidas y 400 000 encarceladas de y en diferentes países. Cf. Calloni (1994a; 1994b), y Guglielminotti y Nevia Vera (2016).88 La Caravana de la Muerte, dirigida por el general de brigada Sergio Arellano Stark (1921-2016), era una comitiva del Ejército que tuvo la misión de agilizar y revisar los procesos de personas detenidas tras el golpe militar por todo el país. El resultado fue el asesinato con sevicia y desaparición de 97 presos políticos.89 Los Vuelos de la Muerte fueron realizados por el Comando Aéreo del Ejército de Chile con la

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Inteligencia Nacional (DINA)90 y el ya mencionado Plan Cóndor. Según la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, y la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (1996), entre 1973 y 1990, murieron 3 197 personas por ejecuciones, desapariciones y asesinatos (886).

En cuanto a las medidas de orden político, se disolvió el Parlamento, los partidos políticos de izquierda y las organizaciones populares de cualquier ámbito. Inicia un periodo de promulgación de Decretos-Ley, los cuales no consideraron el sistema legal y constitucional anterior al golpe de Estado, pero que tienen el soporte de la Corte Suprema de Justicia y la Contraloría de la República. Estos Decretos-Ley tendrán un control total de toda actividad administrativa, educacional y poblacional (Padilla Ballesteros 2005, 4).

En cuanto a las medidas económicas, su pragmatismo se orientó a la implementación del experimento neoliberal, no sin dejar el escenario propicio para tales �nes con medidas como la anulación del derecho de huelga, la realización de despidos colectivos, la congelación y disminución de sueldos y remuneraciones —medidas para enfrentar la hiperin�ación que alcanzó un 342 %—, y la imposición de la disciplina militar en el trabajo (Edwars 2001, 32)91. Además, se tomaron otras medias en función de restaurar el poder del gran capital nacional y extranjero, entre ellas tuvo lugar la indemnización de empresas extranjeras afectadas por su nacionalización —de un total de 100 �rmas industriales importantes, 61 tenían participación extranjera— (Doxrud 2016). De esta índole, estas empresas fueron devueltas a los anteriores propietarios. Se calculan cerca de 250 empresas que fueron devueltas a sus propietarios entre 1974 y 1978 (Moguillansky 2001, 3). También, se hicieron nuevos acuerdos con EE.UU. para el �nanciamiento de la deuda externa, además de la liberación de precios de todos los productos de consumo (Padilla Ballesteros 2005, 4).

El golpe militar logró triunfar gracias al ya mencionado respaldo de EE.UU. y Gran Bretaña, pero también de otros países como Brasil —primer país en reconocer la dictadura— y el Vaticano —que consideraba los atropellos militares denunciados como «propaganda comunista»—

�nalidad de desaparecer los cuerpos de los detenidos desaparecidos.90 La DINA es la policía secreta del régimen militar entre 1973 y 1977, si bien se crea, de modo o�cial, el 14 de junio de 1974; esta dependía directamente de la Junta de Gobierno, siendo su Director Nacional, el general Manuel Contreras Sepúlveda (1929-2015). Según la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, se calcula que las victimas llegaron a más de 1500 personas.91 También se señala que la in�ación llego a 606 % en 1973, la tasa más alta de toda la historia (cf. Barreno 2013).

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(Barreno 2013). Por otra parte, también recibieron el rechazo de un gran número de países latinoamericanos y del mundo, los cuales llevaron al régimen a un aislamiento internacional.

No obstante, la posición del presidente norteamericano Jimmy Carter (1977-1981), quien inicia una política en defensa de los derechos humanos, genera cierta tensión y presión con el «régimen» y con otros cincos países latinoamericanos que han tenido regímenes represivos. El congreso norteamericano había suprimido la ayuda norteamericana a raíz de las graves denuncias sobre violación de derechos básicos y el asesinato de Orlando Letelier (1932-1976), ministro de relaciones exteriores, ministro del interior y ministro defensa de Allende, quien se encontraba en EE.UU.; por lo cual, como un gesto por mejorar las relaciones, Pinochet disuelve la DINA, creando otra instancia llamada Central Nacional de Informaciones (CNI). Prácticamente, este órgano cumplió las mismas funciones que el anterior hasta el �n de la dictadura en 1990 (González Yuste 1977). En 1978, la dictadura chilena también tuvo una situación muy tensa con Argentina por la disputa limítrofe sobre el canal Beagle. Sin embargo, esta fue resuelta por la intervención del Vaticano, en cabeza del papa Juan Pablo II, en 1984. Gracias a esta intercesión y a la intervención diplomática de EE.UU., se creó un Tratado de Paz y Amistad entre los dos países.

En síntesis, según Juan Pablo Corlazzoli (1978), la dictadura chilena tiene las siguientes características: autolegitimación, concentración del poder ejecutivo –Decretos-Ley N.° 1 y N.° 128 de 1973–, militarización del Estado y la política, homogenización de los altos mandos, exclusión de la sociedad civil y estructuración de un nuevo Estado en las áreas económica y social, con per�l neoliberal.

Hacia 1980, el régimen de Pinochet promulga una nueva constitución que empieza a regir a partir del 11 de marzo de 1981. La Carta Magna centró las bases del proceso de transición a la Democracia y contó con una mayoría absoluta en el plebiscito. Las FF. AA. proponían entonces cumplir un papel tutelar sobre la política nacional. En esta dirección, buscaron a�anzar el régimen militar y legitimar el nuevo orden económico social. Dicha Carta establece un sistema presidencialista de gobierno, un Consejo de Seguridad Nacional; crea «senadores designados»; permite la segunda vuelta en las elecciones presidenciales y o�cializa un sistema electoral binominal. Asimismo, denomina al general Pinochet como presidente constitucional hasta 1988, año en el

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cual se convocaría un plebiscito para decidir si permanece en el poder por un periodo adicional de ocho años (República de Chile 1981).

En los años ochenta, el régimen entró en una fase de desgaste y diferencias con sectores de la cúpula militar. Por un lado, la oposición política y pací�ca crece en función de una alianza única en el interior; por otra parte, en el exterior creció el apoyo de los países contra las víctimas, en oposición al régimen. En dicho decenio, se crea el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) (1983-1999)92, un ala militar inicial del Partido Comunista de orientación marxista-leninista. Esta atentaría en septiembre de 1986 contra el general Pinochet. Las medidas represivas se intensi�can con el Estado de Sitio y se restringe la libertad de prensa. En agosto de 1988, los militares ponen �n a la política contra los exiliados, se acercaba el momento del plebiscito por la Rati�cación de Augusto Pinochet como presidente de la República.

La Junta Militar presentó al general Pinochet como único candidato al plebiscito de octubre de 1988. El pueblo chileno y la oposición política (Concertación de Partidos Políticos por el No) se declaró en contra con un 55.99 % y a favor con un 44.01 %. El gobierno reconoció la derrota y se auto prorrogó su mandato en pleno de derecho hasta el 11 de marzo de 1990, con miras a la convocatoria de las elecciones presidenciales y al senado.

Luego, por mandato constitucional, la Junta convocó a las primeras elecciones en democracia. De estas, resultó electo como presidente, con un 55 % de los votos, el político demócrata cristiano Patricio Aylwin Azócar (1990-1994) en representación de grupos opositores conocidos como la Concertación de Partidos por la Democracia. El 11 de marzo de 1990, el nuevo presidente asumió el poder de manera pací�ca y democrática. Sin embargo, el general Pinochet se reservó el puesto como comandante en jefe del Ejército hasta el 10 de marzo de 1998. Luego, este sería nombrado senador vitalicio en calidad de expresidente hasta 2002. Ya, a �nales de la década, la Guerra Fría había terminado y las dictaduras que surgieron al calor de la lucha contra el comunismo no existían.

92 El FPMR fue considerado grupo terrorista por el Departamento de Estado de los EE.UU. hasta 1999. Cf. Pablo A. Pozzi y Claudio Pérez (2012 xvi-xvii).

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Dictaduras y tiranías parecen constituir el escenario político-militar predominante en Latinoamérica durante el siglo XX. Adquirieron protagonismo mundial, en especial, durante la Guerra Fría en un contexto de proteccionismo continental con un marcado énfasis militar y económico liderado por EE.UU.

En tal sentido, puede observarse una guerra propagandística e ideológica derivada de la confrontación entre EE.UU. (abanderado del capitalismo) y la Unión Soviética (defensor del socialismo) —ambos aliados en su lucha contra el fascismo en Europa y vencedores en la Segunda Guerra Mundial—. Las potencias inician una carrera armamentista y, de igual modo, de�nen sus doctrinas de seguridad internacional y nacional a partir de la noción de un enemigo interno y externo, en el presente caso analizado, el comunismo internacional y sus partidarios. Asimismo, en estos años se evidenció una intención de búsqueda y de�nición por un modelo de desarrollo que permitiese superar los problemas de atraso socio-económico en el subcontinente.

La receta imperial �nal fue la instrumentalización política del fuero militar en función de la defensa, la seguridad, la política y la economía nacional e internacional. El objetivo era contrarrestar la expansión del modelo socialista en el continente, considerando los casos ya evidenciados en Chile y Cuba. Posteriormente se iniciaría la implementación de políticas neoliberales. Una acción similar se da luego en Nicaragua y de cara a la Revolución sandinista.

Lo anterior generó un escenario sin precedentes, en donde se evidencia el debilitamiento de las instituciones republicanas y partidistas, la libertad de prensa y libre asociación, pero en especial una violación sistemática de los derechos humanos de la población civil. No por otra razón, la represión brutal, las desapariciones y muertes sistemáticas de activistas de izquierda, o la persecución de ideas progresistas pasaron al orden del día a partir de los regímenes dictatoriales en el continente.

Pero, ¿cuál fue la causa que generó la estrategia de instaurar dictaduras y regímenes represivos en defensa y su lucha contra el comunismo en el continente? No pocos latinoamericanistas coinciden en a�rmar que el detonante fue la denominada Revolución cubana y sus efectos a escala continental. Abordemos entonces el caso en el siguiente capítulo.

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Capítulo siete

Revoluciones

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Introducción

El término «revolución» signi�ca transformación o cambio radical en la esfera social, económica y política. El fenómeno puede darse

por medio de la vía armada o incluso de modo gradual, por medio electoral. Sin embargo, lograr los objetivos en determinado proyecto revolucionario no es fácil, en especial cuando se trata de transformar escenarios sociales, políticos y económicos, incluso culturales y religiosos.

El término es acuñado también por distintos gobernantes; en algunos casos, por dictadores; en otros, por presidentes civiles; y en otros, por insurgentes o actores armados. No por otra razón, América Latina tiene en su historia contemporánea fases independentistas o emancipadoras que la hacen ver como un escenario de gestas revolucionarias. Sin embargo, cuando nos circunscribimos al siglo XX, ¿qué momentos podemos considerar revolucionarios y cuál es su trascendencia continental o mundial?

La Revolución mexicana (1910-1919) puede considerarse un hito en la historia latinoamericana y universal, teniendo en cuenta su impacto en la tenencia de la tierra (la nacionalización de la tierra); en

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la revolución permanente; en la reivindicación cultural del elemento indígena, mestizo, campesino y obrero; y, en esencia, la identidad sobre lo nacional. Recordemos el Plan de San Luís de Francisco Madero en 1910 (cf. Madero 2018 [1910]); el Plan de Ayala con su lema «Reforma, Libertad, Justicia y Ley», �rmado por Emiliano Zapata, entre otros generales, en 1911 (cf. Zapata 2020 [1911]); el Plan de Guadalupe, �rmado por Venustiano Carranza, en 1913 (cf. «Plan Guadalupe» 2020 [1913]); el lema «Tierra y Libertad» que reivindica la lucha campesina por su derecho a la tierra; y la Constitución mexicana del 5 de febrero de 1917 (Estados Unidos de México 2020 [1917]). Las reivindicaciones, sin embargo, no tuvieron una fundamentación ideológica, excepto su lucha por la tierra y la libertad, en cuanto a fuerza de trabajo. Esta fue la característica del primer periodo entre 1910 y 1925, según Margarita Menegus Bornemann (1990). Recordemos que hacia 1910, el 97 % de la tierra cultivable estaba en manos del 1 % de la población.

La segunda fase del proceso se extiende hasta 1940, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando se amplía el concepto y el impacto del reformismo agrario (Menegus Bornemann 1990). La creación de la Confederación Nacional Campesina (CNC), integrada por Comités agrarios, los comisarios ejidales, comunidades agrarias, arrendatarios y aparceros, es muestra de ello. De hecho, el poder político de la clase terrateniente se reduce. En 1960, se censaron 23.8 millones de hectáreas cultivables, de las cuales 10.3 eran propiedad de los ejidos o eran propiedades comunales. Así, con el cambio radical de la tenencia de la tierra se logró una mayor igualdad social y una sociedad más justa.

La Revolución se convierte en un referente de lucha del movimiento insurreccional campesino en América Latina el cual puede evidenciarse, por ejemplo, en décadas posteriores en Colombia durante los años 30 o en Guatemala con los intentos de reforma en la presidencia de Juan Jacobo Árbenz Guzmán (1951-1954), conocido como «el soldado del pueblo». Asimismo, no se puede desconocer su in�uencia en el reformismo agrario de los años 60, consecuencia del contrapeso de la política latinoamericanista de EE.UU., frente al impacto de la Revolución cubana (1953-1959).

Hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) es posible registrar idearios revolucionarios que se inspiran en la lucha antiimperialista contra EE.UU., cuyos antecedentes son José Martí, en el marco de su lucha por la independencia de Cuba; la Reforma Universitaria de Córdoba (Argentina), en 1918; y también los peruanos José Carlos

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Mariátegui y Víctor Hugo Haya de la Torre, en 1929. Sin embargo, la invasión y represión de los marines norteamericanos frente al liderazgo campesino, nacionalista y antiimperialista de Cesar Augusto Sandino (1895-1934), en Nicaragua, entre 1926 y 1927, lo convirtieron en un símbolo de la lucha antinorteamericana luego de su asesinato93.

Al fragor de los gobiernos dictatoriales, la polarización de los gobiernos populistas y una clase política tradicional cerrada fue emergiendo el concepto de «lucha armada» como una expresión política contra las elites tradicionales, para llegar al poder. Los antecedentes los encontramos en la táctica militar de la guerra popular de guerrillas, apoyada en el campesinado y la revolución del campo a la ciudad, liderada por Mao Tse-Tung (1893-1976) en China.

Recordemos que, poco después de la Segunda Guerra Mundial, África y Asia empiezan a vivir procesos nacionales de descolonización, apoyados en algunos casos en movimientos armados independistas. Así, empezó a considerarse la lucha armada como una expresión política por la liberación de los pueblos y su autonomía contra un grupo cerrado de oligarquías nacionales o dictaduras dominantes —abiertamente pronorteamericanas y anticomunistas— en un escenario de hegemonía imperialista estadounidense y un estado de miseria, pobreza y explotación socio-laboral de los pueblos. El fenómeno de insurgencia armada revolucionaria tendrá como referente el caso cubano, el cual de cierto modo atizará la violencia política en la «nueva izquierda» del continente.

La nueva izquierda, considerada por Pablo A. Pozzi y Claudio Pérez (2012), emerge a partir de 1959 y tiene sus orígenes en los partidos comunistas, grupos trotskistas, movimientos populistas y nacionalistas, y sectores religiosos practicantes. Esta izquierda, impactada por la Revolución cubana, el Che Guevara y la Guerra de Vietnam, pondrá en discusión el objeto, el carácter y la vía de la «revolución latinoamericana». Los autores mencionados referencian también que los «ejes implicaban el debate en torno a si la revolución debía ser socialista y antiimperialista o popular y antiimperialista; si el camino era la lucha

93 Asimismo, en el marco de algunos gobiernos como los de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz (1944-1954) en Guatemala, Juan Domingo Perón (1946-1955) en Argentina, Getulio Vargas (1951-1954) en Brasil, Lázaro Cárdenas (1943-1940) en México, Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958) en Chile, José María Velasco Ibarra (1944-1947 y 1952-1956) en Ecuador y Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) en Colombia, se reivindicó el interés económico nacional con un espíritu de defensa de la soberanía. Este espíritu logró contradecir los intereses de empresas y capitales norteamericanos; de igual modo, generaron la reacción diplomática o militar de EE.UU.

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armada o por el contrario eran formas de acumulación denominadas 'pací�cas'; y si el principal sector social revolucionario era la clase obrera o si por el contrario lo era el campesinado junto con sectores de la 'burguesía nacional' y de los pobres del campo y la ciudad» (XIII). Sin desconocer la existencia de otros casos (tabla 5), después del proceso cubano, la experiencia internacionalista y nacionalista revolucionaria de Nicaragua en 1979 y la Revolución Bolivariana de Venezuela (los cuales no son objeto de estudio), estos constituyen ejemplos y experiencias matizadas por la Revolución cubana y la Guerra Fría. En tal sentido, nos concentraremos solo en la matriz cubana, sin pretender hacer un balance hasta la actualidad. Tan solo nos limitamos a comprender por qué estas revoluciones logran esa dimensión de «revolución».

Caso Movimiento representativo Año

Revolución mexicana Movimientos campesinos armados liderados por Pancho Villa y Emiliano Zapata. 1910

Revolución boliviana Movimiento campesino.

Movimiento Nacionalista Revolucionario. Central Obrera Boliviana.

1952

Revolución cubanaEjército Rebelde —guerrilla de base campesina— comandado por los hermanos Fidel y Raúl Castro,

Ernesto «Che» Guevara y Camilo Cienfuegos.1959

Revolución nicara-güense Frente Sandinista de Liberación Nacional. 1979

Revolución bolivariana de Venezuela Movimiento encabezado por Hugo Chávez. 1999

Tabla 5. Revoluciones latinoamericanas (siglo XX).

Fuente: Elaboración propia.

Revolución cubanaCuba evidencia el impacto de fenómenos propios de un mundo

colonial e imperialista a comienzos del siglo XX. El primero tiene relación con su lucha independentista respecto a España, lo cual la convierte en el último país latinoamericano en lograr dicha gesta en el hemisferio occidental. Sin embargo, esta la consigue en el momento de la irrupción del imperialismo estadounidense. En tal sentido, la Guerra de independencia �naliza en 1898, pero es condicionada por la intervención, presión y enfrentamiento bélico estadounidense contra

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España. Esta es conocida como la guerra Hispano-estadounidense de 1898. En este contexto, el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898 (que representa el �n del poderío español en ultramar y el inicio del poderío norteamericano) convertiría a las antiguas colonias españolas de Filipinas y Puerto Rico en norteamericanas, mientras que Cuba fue ocupada militarmente hasta 1902.

La retirada estuvo condicionada por la Enmienda Platt, aprobada por la Asamblea Constituyente cubana el 12 de junio de 1901. La Enmienda fue un apéndice a la naciente Carta Magna que se derogó solo hasta 1934. Esta fue una dura obligación que impuso el arrendamiento de tierras con ciertos �nes de explotación (economía de enclave), presencia militar (ocupación), el derecho a intervenir política y militarmente (injerencia en asuntos internos), restringir el poder de la naciente república en las gestiones diplomáticas, la negación a asumir deuda pública y la exclusión de la Isla de Pinos de la jurisdicción político-administrativa (violación de la soberanía). Empero, este último lineamiento se derogaría en 1925 (Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM 2020 [1901]). El espíritu de solidaridad, apoyo económico y militar estadounidense a la naciente república estaría entonces condicionado por el modelo capitalista, dependiente de las grandes empresas explotadoras de azúcar, petróleo, telefonía y electricidad, además de la presencia militar y política estadounidense. Cuba nació como República, bajo esas condiciones, el 20 de mayo de 1902.

En las décadas siguientes, se creó un terreno propicio para la gestación de un movimiento político-social contra el régimen republicano. Este se apoyó en la crítica al estado de corrupción del régimen, los problemas causados por el desempleo, el problema de la tenencia de la tierra, la industrialización, la vivienda, la educación, el analfabetismo, la salubridad pública y el régimen dictatorial del general Fulgencio Batista y Zaldívar (1934-1944, 1952-1958)94.

Batista era un dictador abiertamente anti-comunista; persiguió y reprimió a la oposición; suspendió el derecho a huelga; tenía negocios con la ma�a italo-norteamericana, la cual controlaba la droga, la prostitución y el juego; censuró los medios de comunicación; y contó con el apoyo �nanciero, logístico y militar de los gobiernos de Harry S. Truman (1945-1953) y Dwight Eisenhower (1953-1961), entre otros. Ya en la Conferencia de Presidentes Americanos, realizada en Panamá, en julio de 1956, este mandatario haría un llamado de unidad y cooperación

94 Sobre la dictadura de Batista cf. Guerra Vilaboy y González Arana (2017, 39-63).

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continental para conocer y comprender mejor los problemas de los pueblos americanos; pero, en especial, para enfrentar y combatir la amenaza y penetración comunista y soviética en Latinoamérica. Enfrentar esa amenaza signi�caba «sobrevivir como naciones libres y soberanas». Así, Batista y Zaldívar abogaba por una ayuda directa a Cuba para superar los problemas que la aquejaban, en especial, para enfocarla contra el comunismo. En esa dirección, reconocía el Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro como una herramienta de cooperación para la defensa de tal lucha (Conferencia de Presidentes Americanos 2019 [1956]).

El dictador no estaba del todo equivocado. Los inicios factuales de la Revolución cubana ya habían comenzado cuando Fidel Alejandro Castro Ruz (1926-2016) dirigió el asalto a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo un 26 de julio de 1953 (�gura 12)95. Un esfuerzo épico pero fallido que se convirtió en la primera experiencia armada. Esta sirvió para, en su condición de defensor presidiario, retar al régimen con su discurso «Condenadme, no importa, la historia me absolverá» (Castro Ruz 1953).

95 Castro formaba parte de las Juventudes del Partido del Pueblo Cubano o Partido Ortodoxo. El partido luchaba contra la corrupción y tenía un espíritu abiertamente antimperialista. Los jóvenes se autoproclamaron como la Generación del Centenario, debido a que, en 1953, se celebraba el natalicio de José Martí.

Figura 12. Fidel Castro y el «Che» Guevara.

Fuente: Museo Che Guevara, La Habana, Cuba. Fotógrafo: Alberto Korda.

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Estando en prisión y clandestinidad se creó el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), el 12 de junio de 1955. Un movimiento con espíritu nacionalista, opositor a la dictadura, revolucionario y antimperialista, apoyado en el ideario de José Martí (1853-1895). Este reivindicaba el restablecimiento de la democracia política y la justicia social; luchaba por la proscripción del latifundio, la reivindicación de todas las conquistas obreras arrebatadas por la dictadura, la industrialización inmediata, la rebaja vertical de todos los alquileres, la nacionalización de los servicios públicos, la construcción de ciudades estudiantiles, la extensión de la cultura, la reforma general del sistema �scal, la reorganización de la administración pública, el establecimiento de la carrera administrativa, la implementación del escalafón militar, la retribución digna de los empleados públicos, la implantación de medidas en la educación y la legislación para poner �n a la discriminación por razones de raza o sexo, el seguro social y estatal contra el desempleo, la reestructuración del poder judicial, la abolición de los Tribunales de Urgencia y la con�scación de todos los bienes a todos los corruptos y malversadores de todos los gobiernos, sin exclusión (Archivo del Centro de Estudios de Historia Militar, Fuerzas Armadas Revolucionarias 2016 [1955]).

El movimiento, promovido inicialmente por Castro y otros diez líderes políticos nacionales, luchaba en esencia contra el «poder único» y reivindicaba entonces un retorno a la Constitución de 1940 con un espíritu democrático (Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM 2020 [1940]). Su Dirección Nacional se exilia en México, incluyendo a Castro, luego de ser amnistiado. En este país se inicia la preparación de un grupo guerrillero con miras a la toma y al derrocamiento del general Batista. El grupo conformado por 82 combatientes —algunos liberales y militantes de grupos de izquierda—, desembarcan del Granma con un brutal recibimiento, el cual los redujo a 15 hombres, el 2 de diciembre de 1956 (cf. Granma s.f.).

La fuerza guerrillera se repliega, formando un foco de resistencia en Sierra Maestra desde la cual se inicia su recuperación. Esta se inició implementando la estrategia de guerra de guerrillas —combates en movimiento—, basada en la movilidad, la sorpresa y el ataque a las Fuerzas Armadas en movimiento. Se crearon nuevas columnas y frentes; se rami�có el movimiento en células por ciudades y pueblos; se llevaron a cabo acciones armadas contra el ejército, protestas urbanas, ajusticiamiento de delatores y buen trato a los prisioneros —soldados— tomados en combate. En esta dirección, a esta fuerza le es favorable

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la presión del gobierno estadounidense hacia el gobierno de Batista con el embargo de armas; asimismo, fue crucial la opinión pública y la solidaridad nacional e internacional. Esta se inicia a partir de la entrevista de Herbert Matthews, publicada en el New York Times el 17 de febrero de 1957, cuando se dio a conocer que Fidel Castro y los rebeldes estaban vivos —en contra de la propaganda o�cial que a�rmaba lo contrario—. Lo anterior, desprestigió aún más al régimen de Batista (Matthews 1957).

Meses después, los rebeldes Raúl Chibás, Felipe Pazos y Fidel Castro �rmaron el llamado Mani�esto de Sierra Maestra96. Este se dirigió al pueblo cubano, a los partidos opositores, a las instituciones cívicas y a las fuerzas revolucionarias para salvarse de la tiranía del régimen. Asimismo, este propuso hacer unas elecciones libres para crear un «gobierno provisional» con miras a sustituir la dictadura. De este modo, buscaba propiciar la paz que condujese a un gobierno democrático. El mani�esto contiene varios puntos, en los cuales se incluye el llamado a integrar un Frente Cívico Revolucionario (Castro, Chibás y Pazos 1957).

El 1 de enero de 1959 y en días siguientes llegan a la capital las tropas rebeldes del Segundo Frente Nacional del Escambray, del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Revolucionario. Las distintas fuerzas constituían el llamado Ejército Rebelde. Santiago de Cuba fue declarada capital provisional y se proclamó como presidente provisional al liberal moderado Manuel Urrutia Lleó (enero-julio 1959). Asimismo, se nombró a José Miró Cardona como primer ministro, seguido de los ministros de economía, hacienda, relaciones exteriores, educación, comunicaciones, interior, leyes revolucionarias, obras públicas, industria, recuperación de bienes malversados. Fidel Castro es nombrado comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. No obstante, al mes siguiente fue nombrado primer ministro, en reemplazo de Miró Cardona. Este fue un gobierno con diferentes tendencias políticas, reconocido por EE.UU., pero en contradicción por sus propios miembros, debido a las medidas que empezaron a aprobarse.

Las primeras decisiones del gobierno provisional fueron orientadas por la denominada Comisión Depuradora. Los juicios revolucionarios se enfocaron en quienes se consideraron criminales de guerra e incluso opositores al gobierno en toda la isla. Algunas fuentes calculan cerca de mil casos, de los cuales la mitad fue fusilada. También, se tomaron

96 Existen dos versiones del mani�esto. La primera con fecha del 12 de julio, y otra suscrita el 28 de julio de 1957.

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medidas para revertir los actos de corrupción y el autoritarismo de la dictadura de Batista, por lo cual el Ejército anterior se liquidó y, en su lugar, quedaron las milicias del Ejército Rebelde. Las medidas revolucionarias continuaron y, con ello, la Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959, con la cual se crea el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). Lo anterior daría inicio a expropiaciones, nacionalizaciones y con�scaciones de bienes mal habidos. De esta manera, se impulsa el cooperativismo en las áreas cañeras, y se inicia la diversi�cación del cultivo y la ganadería, buscando disminuir el desempleo estacional97. También se aprueba la Ley de Reforma Urbana la cual da propiedad a miles de inquilinos.

Las medidas afectaron especialmente a funcionarios del gobierno de Batista, a la clase alta —relacionadas con la banca, las centrales azucareras y los ferrocarriles—, a empresas estadounidenses —no obstante habérseles propuesto indemnizaciones que no fueron aceptadas—, y a líderes de la ma�a. Es el inicio del exilio cubano en Miami.

Instalado el gobierno de transición, a las pocas semanas, se inician las discrepancias entre el presidente Urrutia y el primer ministro en jefe Fidel Castro. Esto se traduciría en la renuncia inicial de Castro al cargo de primer ministro; luego, en la abdicación de Urrutia a la presidencia; posteriormente, en el nombramiento de Osvaldo Dorticós Torrado (1959-1976) como nuevo presidente o jefe de estado; y, �nalmente, en el regreso de Castro al cargo de primer ministro. El llamado a elecciones presidenciales que se hizo en el Mani�esto de la Sierra Maestra se cumplió solo hasta el 30 de junio de 1974. Desde entonces el presidente se elige con los miembros del Parlamento.

Las intentonas contrarrevolucionarias (apoyadas por los exiliados cubanos, los estadounidenses y opositores dentro del régimen) se iniciaron con discursos anti-comunistas, propaganda contrarrevolucionaria, fomento y apoyo a grupos armados dentro y fuera de Cuba, actividades subversivas, ataques piratas, violaciones del espacio aéreo y naval, sabotajes a instalaciones, �ltración de espías, atentados terroristas, intentos de asesinatos a los principales líderes, bloqueos económicos, quemas de campos de caña de azúcar y la invasión a Bahía de Cochinos (1961) con el apoyo de exiliados y mercenarios. Esta última pretendía repetir la historia del Granma, y

97 Luego se da una segunda fase de reforma agraria, en 1963, enfocada en la expropiación y la nacionalización, las cooperativas se convierten en «granjas del pueblo»; los créditos se liberan y amplían; se �jan los precios del producto; y se elimina el pago de rentas por la tierra.

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trajo consigo la Operación Mangosta (un plan de intervención militar directa norteamericana) y, consecuentemente, un año más tarde, la llamada Crisis de los Misiles (1962) entre EE.UU. y la URSS —a raíz del emplazamiento de cohetes atómicos soviéticos en su territorio—. Así, la Guerra Fría, la carrera armamentista subsiguiente y los bloqueos naval y económico a escala continental se acentuaron a escala mundial. Este último estaría amparado por los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Fue «una revolución de contragolpe», como llamó el «Che» Guevara a la Revolución cubana, teniendo en cuenta que las estrategias de sus opositores (burguesía nacional e imperialismo estadounidense) radicalizaron más el espíritu del proyecto revolucionario. Esta revolución, según palabras de Facundo Aguirre (2015), «enseñó que para lograr la liberación nacional, el �n del latifundio y la resolución del problema de la vivienda mediante la reforma urbana, hay que combatir a las burguesías criollas, destruir su aparato represivo, expulsándolas del poder político y expropiando sus propiedades» (s. p.). En consecuencia, en cabeza de Fidel Castro, la Revolución adoptó el marxismo como la concepción ideológica de un nuevo y único Estado socialista marxista-leninista en América. De esta índole, en 1965 se fundaría el Partido Comunista, y se implementaría un sistema socio-económico dependiente de la URSS y otros países de Europa Central y del Este. Dicho modelo sobreviviría hasta su disolución en 1991.

La Revolución, de igual modo, inspiró a exiliados políticos dominicanos, residentes en Cuba, quienes pretendieron el derrocamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo con el apoyo de los rebeldes cubanos y el gobierno venezolano de Rómulo Ernesto Betancourt Bello (1959-1964). Sin embargo, fracasaron en el intento. Por su parte, inspiraría otros movimientos de liberación nacional en Latinoamérica. Esto hace que en el sub-continente se inicien movimientos de liberación nacional, apoyados por cuadros político-militares de Cuba, de Partidos Comunistas y de la Unión Soviética. Esta es la perspectiva de internacionalización de la experiencia cubana en el contexto del entonces denominado Tercer Mundo. En consecuencia, se crearon movimientos o grupos guerrilleros urbanos y rurales, apoyados por estudiantes, obreros, campesinos, cristianos, colonos, sacerdotes y miembros de la clase media en países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Perú, Uruguay y Venezuela.

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Pablo A. Pozzi y Claudio Pérez (2012) consideran tres periodos en la historia de los grupos guerrilleros y organizaciones político-militares de la izquierda en el subcontinente: Primero, el periodo del foquismo guerrillero (1959-1969) y la in�uencia guevarista en Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, México, Guatemala y Nicaragua (XVI-XVII). Recordemos que en esa década se inicia una fase de golpes de Estado, dirigidos por militares, inicialmente pensados de modo provisional, pero en función de contrarrestar el auge del movimiento guerrillero y el potencial enemigo interno opositor y comunista; al mismo tiempo se implementarían las políticas estadounidenses de ayuda económica (Alianza para el Progreso), las cuales se enfocan hacia un reformismo agrario.

En el anterior escenario de internacionalización de la subversión armada, emerge la �gura mítica de Ernesto el «Che» Guevara, cuyo concepto o estrategia guerrillera se apoyó en el foquismo guerrillero, el cual va a caracterizar las guerrillas suramericanas. Este consistía en la «destrucción del ejercito opresor», «utilizar la situación del campesinado» como justi�cación y pensar el contexto regional extrapolándolo a escala continental e intercontinental (�gura 12) (Guevara 2006). En este mismo escenario, emerge la denominada Teología de la Liberación por la cual, la Iglesia católica reivindicaría y fortalecería la relación entre los sectores populares y la religión. Esta buscó acercar la Iglesia a los problemas sociales contemporáneos de la sociedad. De cierto modo, proponía un cambio social en los pueblos latinoamericanos. Uno de los líderes emblemáticos en su adopción es el sacerdote Camilo Torres, quien funda el Frente Unido del Pueblo y luego se vincula al Ejército de Liberación Nacional, en Colombia. De modo similar, la Teología de Liberación tuvo in�uencia en las comunidades de Argentina, Brasil, entre otros países.

Retomando a Pablo A. Pozzi y Claudio Pérez (2012), el segundo periodo del impacto del movimiento armando se da entre 1970 y 1979, cuando los grupos armados desarrollan, por una parte, una lucha política de carácter legal y por otra, de carácter ilegal como grupo guerrillero. En este escenario, se destacan los grupos guerrilleros de Uruguay, Argentina, El Salvador, Bolivia, Chile y Colombia. Algunos fueron exterminados y otros transitaron hacia una participación electoral como los casos del M-19 en Colombia, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, y los Tupamaros en Uruguay. En Colombia, también subsistieron hacia el siglo XXI las

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Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de liberación Nacional (ELN) (xvi-xvii).

Un tercer periodo, entre 1980 y 1995, ha sido considerado como los años de la «guerrilla posmoderna» o «antiguevarisas». En este resaltan los casos de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, de orientación guevarista, en Perú; el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y el Ejército Popular Revolucionario de México; el Movimiento Juvenil Lautaro y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organizado por el Partido Comunista de Chile (ibídem, xvi-xvii). Hay que señalar que del primer periodo sobrevivieron los sandinistas nicaragüenses (Frente Sandinista de Liberación Nacional), los cuales derrocaron la dictadura de Anastasio Somoza en 1979; las FARC, que �rmaron un acuerdo de paz en 2017 con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos Calderón (2010-2018), y el ELN (con el cual aún no se encuentra una solución política y pací�ca) en Colombia.

Adicional a lo anterior, hay que considerar algunos logros de la Revolución cubana que tienen un reconocimiento mundial. Por ejemplo, el acceso a la educación superior de la población y la alfabetización de adultos son algunos de los grandes aportes en Cuba. La primera campaña de alfabetización se inicia en 1961, año en que Cuba se declara Territorio Libre de Alfabetismo. Se calculaba que había un 47.1 % de analfabetos en el sector rural y un 11 % en las áreas urbanas, por lo cual, se conformaban cerca un millón de personas analfabetas de un aproximado de 6.5 millones de habitantes («Algunos aspectos sobre...» s.f.). Ya para comienzos del siglo XXI, la Unicef, entre 2008 y 2012, consideraría que un 99.8 % de la población sabía leer y escribir. Estos logros se dieron con cierta carga ideológica del régimen que, de cierto modo, también se orientó a la erradicación de la división de clases sociales (Rosas 2016). Así, la reorganización del sistema de educación hizo que la educación superior fuera asequible y trajo como consecuencia que Cuba pasara al 5º lugar en Latinoamérica en alfabetización y matrícula en 1970, y el 1º en 2017 (Cartaya 2016).

La implementación de un sistema de salud público y gratuito, el cual posee un reconocimiento mundial por sus logros en el servicio, acceso y aportes a las ciencias de la salud. Sin duda, esto ha traído una reducción de las tasas de mortalidad infantil. Según algunas cifras, en 1970 fallecieron 9173 niños, un 38.7 % (Fariñas Acosta 2018), cifra que se redujo —según UNICEF— a 13 niños de 5 años por cada 1000 nacimientos en 1990; luego, a 6 niños en 2012 (Rosas 2016) y en el 2018, a 4 niños (ibídem). El

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éxito del sistema, sumado a la sobreoferta de cuadros profesionales en el sector de la salud, le ha permitido ofrecer servicios médicos a escala internacional y participar en misiones humanitarias.

El racismo, difícil de erradicar, se aminoró con una convivencia interracial. Asimismo, la participación de la mujer en el mercado laboral y su emancipación es otra realidad. Según Tania Caram León (2000-2001, 43-63), en las distintas esferas del mercado laboral, el porcentaje de las mujeres ha venido en aumento. Hacia 1989, el 38.9 % de la población económicamente activa eran mujeres. Este porcentaje ha aumentado dependiendo de los sectores del mercado. Por ejemplo, las mujeres eran parte del 57.7 % de los técnicos; el 62.6 % se han empleado en los servicios; el 39.3 %, en el área de la salud; el 29.8 %, en cargos de dirección; y el 42.5 %, en el sector estatal. Es un empoderamiento muy signi�cativo que se traduce en el sector económico y social.

En los últimos años, se ha ofrecido una apertura y campaña de respeto a la libre orientación sexual. Recordemos que el caso del poeta cubano Heberto Padilla (1943-2000) había quebrado la relación de muchos intelectuales, y escritores como Julio Cortázar, Susan Sontag, Octavio Paz, Jean-Paul Sartre protestaron contra el régimen98. Así, luego de la adopción del marxismo ortodoxo o marxismo-leninismo y haberse declarado un Estado ateo a partir de 1980, se autode�nió como Estado laico dando espacio a la libertad de culto, lo cual provocaría la posterior visita del papa Juan Pablo II en 1998.

Cuba negoció una serie de acuerdos y subvenciones con la Unión Soviética entre 1961 y 1990. Al colapsar el sistema de los países socialistas de Europa del Este (1989-1994), el ingreso per cápita cubano cayó en un 40 %, lo cual implicó una reorganización de la economía en medio de la continuidad del bloqueo económico norteamericano. Entre las medidas extraordinarias, se dio la despenalización del uso del dólar, la apertura económica agropecuaria a los productores privados; se estimuló la iniciativa propia; y se promovieron, entre otras medidas, nuevas actividades económicas y exportaciones; esto sin contar con el apoyo de la banca e instituciones �nancieras internacionales. En efecto, se da una rápida expansión del sector turístico con el apoyo de empresas cubanas y extranjeras. A la postre, estas medidas abrieron a Cuba al turismo internacional. Ya en el presente siglo, a partir de 2004,

98 A Padilla se le acusó en 1971 de «atentar contra los poderes del Estado» y fue arrestado, lo cual fue considerado como una muestra de las medidas represivas e ideológicas contra intelectuales y escritores críticos del régimen cubano. Padilla luego fue dejado en libertad e iría al exilio en Miami (EE.UU.), en 1979.

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se da una importante cooperación económica con Venezuela a través de créditos de exportación e inversión, importaciones de petróleo a bajo costo y contrataciones generosas de servicios médicos (Cartaya 2016). Asimismo, la creación de empresas mixtas, con inversión de capital extranjero, ha dado buenos resultados especialmente con Sherritt International (níquel, cobalto, petróleo, gas y energía eléctrica) y otras empresas (ibídem).

Cuba en los últimos años ha logrado un desarrollo en el sector biotecnológico y el llamado Polo Cientí�co, logrando importantes niveles de exportación de productos farmacéuticos, que en la actualidad es de un nivel superior al tradicional sector azucarero (ibídem).

Finalmente, Raúl Romero (2010) con�rma tres distintos momentos de la Revolución cubana. El primero se relaciona con el movimiento popular armado que tiene en su haber el ideario de liberación nacional y se da entre 1953 y 1961. Luego, el segundo se inicia con la autoproclamación marxista-leninista y alianza estrategia con la URSS a partir de 1962, además de su aislamiento en el hemisferio occidental debido a su expulsión de la OEA (Romero 2010). Los métodos burocráticos y el centralismo administrativo resultaron cuestionados luego del fracaso estatal frente a la meta por alcanzar 10 millones de toneladas de zafra en 1970, esto llevó a la creación de la Asamblea Nacional del Poder Popular y a un proceso de descentralización que permitió que los municipios adquirieran mayor autonomía para la toma de decisiones administrativas. En este periodo, de modo paulatino, también se reestablecen las relaciones diplomáticas de Cuba con los países de América Latina y el Caribe. Por último, el tercer momento, según Romero (2010), comienza con el colapso de la URSS y una crisis económica sin precedentes, lo cual contribuye a considerar un Periodo Especial en Tiempos de Paz. Dicha crisis ha obligado, desde la dirección de sus distintos mandos, a reacomodar su economía y a instaurar una nueva política económica de carácter mixto, la cual ha buscado atraer capitales extranjeros para lograr una mayor cooperación con países extranjeros, una apertura del mercado interno, y cierta rea�rmación y fortaleza del sistema político que lideró Fidel Castro. Este mandatario murió el 24 de febrero de 2008, dos años después de haber delegado de modo provisional el cargo de presidente a su hermano Raúl Castro.

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El espíritu emancipatorio y revolucionario es la otra impronta de los pueblos latinoamericanos en la historia contemporánea del mundo occidental. Bien podemos advertir que el siglo XX inició con un campesinado combativo (para resaltar el caso mexicano) y prosiguió con una juventud rebelde o insurgente, dispuesta a luchar contra la tiranía y su ejército opresor (mediados de siglo, en el caso cubano).

El éxito del movimiento armado en la isla de Cuba y el posterior apoyo bélico de la URSS impactaron al continente y al mundo entero. Fue un referente inspirador de no pocos frentes revolucionarios que se propusieron derrocar las dictaduras y luchar contra el imperialismo estadounidense, como se evidenció con el derrocamiento de Anastasio Somoza en Nicaragua, en 1979. El fenómeno también se evidencia en el caso de Angola con la presencia de combatientes cubanos para apoyar al gobierno revolucionario; en Argelia, con el soporte y envío de armas; y en el Congo, con el intento para desarrollar un movimiento revolucionario. Asimismo, se dio un liderazgo cubano en la esfera diplomática, en el denominado Movimiento de los Países No Alineados. En cualquier caso, la proyección de Cuba y su impacto en el ámbito internacional fue especialmente política y latinoamericana. De este modo, despertó un espíritu de solidaridad a escala intercontinental, especialmente en los países del Tercer Mundo.

En el ocaso de la centuria, se inicia una nueva fase de procesos políticos y sociales que serán objetivo de estudio en la historia latinoamericana del siglo XXI. Son los casos de la Revolución Bolivariana de Venezuela, liderada por Hugo Chávez Frías (1999); el Partido de los Trabajadores con Luiz Ignacio Lula da Silva (2003); el Movimiento al Socialismo (MAS) con Evo Morales —primer presidente indio de América Latina— (2005), en Bolivia; el Movimiento Alianza PAÍS con Rafael Correa (2007), en Ecuador; el Partido Justicialista con Cristina Elisabet Fernández de Kirchner (2007) —primera mujer presidente, elegida para el cargo—, en Argentina; y el Movimiento de Participación Popular con José Alberto Mujica Cordano (2010) —ex integrante del Movimiento de Liberación-Tupamaros—, en Uruguay. Todos ellos han tenido una visión crítica de la clase dirigente tradicional, del Estado y del impacto social de las políticas de libre mercado —lideradas por mecanismos multilaterales e intereses estadounidenses en la región desde los años 70—.

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No obstante, el impacto del bloqueo causado en diferentes escalas por EE.UU. y el embate propagandístico, ideológico y militar de la Guerra Fría también se dieron en la esfera diplomática a través de un mecanismo multilateral como la Organización de Estados Americanos (OEA), objeto de tendencias panamericanistas y latinoamericanistas. Entender este caso ocupa el desarrollo del último capítulo del presente libro.

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Capítulo ocho

Relaciones interamericanas

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Introducción

Las organizaciones que desarrollan procesos de uni�cación y consolidación interestatal de alguna manera re�ejan una

participación activa de fuerzas autónomas y únicas. Pero, al mismo tiempo, muestran una serie de intereses contradictorios, diversas ideologías y pretensiones a través de su historia. Nos concentraremos en el caso de la OEA. Este permite observar las relaciones entre los países latinoamericanos y EE.UU.; las tendencias y los lineamentos generales de las ideologías y doctrinas del sistema de relaciones interamericanas, desde su aparición en el siglo XIX hasta la conformación de la OEA, el 30 de abril de 1948; y, de igual manera, algunas coyunturas en las que al OEA participa hasta mediados de los años 60. Puede considerarse que se trata de una aproximación a la compresión de la historia de la diplomacia interamericana, basada en fuentes provenientes en parte de la latinoamericanística rusa99.

99 Sobre el enfoque de la latinoamericanística rusa y sus fuentes se ofrece una aproximación en el primer capítulo.

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Antecedentes En el proceso de liberación anticolonial del territorio americano

surgieron tendencias orientadas a la defensa de los intereses republicanos. De una parte, están las ideas integracionistas e independentistas de Simón Bolívar (1783-1830), José Artigas (1764-1850) y José de San Martín (1778-1850). El más destacado es Bolívar, quien visualiza la necesidad de establecer la unión de los jóvenes estados de América Latina para defenderse de una posible agresión externa. Su articulación, en palabras del Libertador, solo se daría «cuando la solidaridad, la unidad y la hermandad sean la base de sus principios» (América Latina en las relaciones... 1988, 10).

De otra parte, encontramos las ideas de Alexander Hamilton (1757-1804), Henry Braskenridge (1786-1871) y Henry Clay (1777-1852), base de la doctrina del presidente James Monroe (1817-1825), «América para los americanos», declarada en el célebre discurso del 2 de diciembre de 1823 (cf. Monroe 1823, 12-24). El este discurso se mani�esta que cualquier intromisión de una potencia extranjera en una república recién declarada independiente se considera como «una manifestación de enemistad hacia los Estados Unidos» (cf. Gvozdev 1988).

La doctrina representa una política unilateral y proteccionista que comprendía a todos los países al sur del Río Grande. De acuerdo con lo a�rmado por Vivian Trías (1973), la doctrina Monroe es una respuesta de unidad interestatal relacionada con la Santa Alianza –en especial, contra el posible papel de Rusia, incluyendo a Austria y Prusia– en el continente (39). No obstante, otras fuentes plantean la inexistencia de un peligro real en relación con la Santa Alianza en América, teniendo en cuenta que España intenta desarrollar una política de reconquista de sus colonias americanas en 1822 (Brom 1981, 175).

Las ideas de unidad de los pueblos suramericanos parecen resultar de su propia necesidad de solidaridad, como jóvenes estados continentales, para fortalecer su aparición en la arena internacional al lado de otros países. En este sentido y de manera estratégica, la idea de unión continental parece pretender tres objetivos. En primer lugar, garantizar la defensa de la independencia conquistada y de sus territorios ante posibles agresores externos. En segundo lugar, auspiciar relaciones pací�cas y de amistad entre los estados miembros. Y, en tercer lugar, ofrecer la posibilidad a los Estados de ocupar un puesto digno en la arena internacional y llevar a cabo una activa política exterior. Tal y como lo señala Anatoli Glinkin (1984), en su conjunto, dichas ideas,

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apoyadas en los conceptos de solidaridad y unidad, asumieron una tendencia anticolonial (12).

Bolívar no toma la idea de unir el Nuevo Mundo en una nación única, por el contrario, fundamenta el proyecto de unidad en el concepto de Liga de Naciones. Marat Antiasov (1986) considera que esta idea contradecía los intereses comerciales de la burguesía conservadora norteamericana, la cual veía esta posición desfavorable en relación con el papel que debía jugar la Nueva Granada. Sin embargo, en EE.UU., las contradicciones entre la joven elite liberal industrial y la conservadora comercial no permitieron formar la Unión Panamericana a pesar de existir la necesidad de apoyar al hemisferio occidental y de tener pretensiones en el logro de una política exterior ejemplar para los países latinoamericanos (Antiasov 1986, 16). Las circunstancias políticas y civiles llevarían a los norteamericanos a desarrollar una política de neutralidad o, en cierta medida, de indiferencia.

Mientras tanto Bolívar (2015), en su memorable «Carta de Jamaica» dictada el 6 de septiembre de 1815, manifestaba su ideario de libertad y unidad para los pueblos americanos. El hito se da en el reconocimiento que hacen de la independencia de los países andinos años más tarde. A partir de este momento, es más claro el lineamiento de la política exterior de las naciones norteamericanas. En este punto, Bolívar (1829) dictaminaría el verdadero sentido de su política exterior. El 5 de agosto de 1829, el Libertador advertiría, en la célebre carta al coronel Patricio Campbell, lo siguiente: «[…] los Estados Unidos […] parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad».

Bolívar, quien no puede contar con el in�uyente círculo de criollos conservadores, establece contactos con otros representantes de las repúblicas para acordar la convocatoria en torno a la Conferencia de Naciones. Con este objetivo, se instala el 22 de junio de 1826 el «Congreso An�ctiónico de Panamá», el primer intento continental de fundar una organización de Estados democráticos (cf. Reza 2010).

El Congreso y su puesta en marcha contaron inicialmente con las Repúblicas que tuvieron la voluntad de cooperar. No se evidencia algún criterio de exclusión. Así lo demuestran las invitaciones que dirigió a Gran Colombia, México, Río de la Plata, Chile, Guatemala (Bolívar 1824), al Consejo de Gobierno del Perú, y a la posterior República de Bolivia, con el propósito de que estas enviaran sus ministros plenipotenciarios a Panamá (Reza 2010).

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El Congreso convocaba a pueblos de igual origen, idioma y cultura, y no excluía la presencia de observadores internacionales. Participaron Nueva Granada, Venezuela, Ecuador (por los países grancolombianos), las Provincias Unidas de Centro América, Chile, Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay (las Provincias Unidas del Río de la Plata). Estas dos últimas no asistieron por la situación interna y Bolivia no llegó a tiempo.

Tal y como lo evidencian distintos documentos de la época, compilados por Germán A. de la Reza (2010), el gobierno de la Gran Colombia, en cabeza de Francisco de Paula Santander (1792-1840) – en calidad de vicepresidente y encargado del Poder Ejecutivo–, decidió invitar a EE.UU. –de este parecer fueron los gobiernos de México y de Guatemala-América Central–, aunque se propuso que sus delegados solo tomaran parte en los debates relativos a los derechos de los neutrales. También, fue invitado el Imperio del Brasil (1822-1889). Finalmente, se realizaron gestiones para que el gabinete inglés se hiciera presente en el Congreso de Panamá con observador. El Reino de Holanda decidió también enviar otro (Reza 2010), pero la convocatoria de unidad fracasó por varias razones.

Primero, por la ausencia de una base económica en la cual pudiera fundarse una política de colaboración conjunta. Segundo, porque los dirigentes intentaron lograr la unidad latinoamericana «desde arriba», es decir, desde la autoridad e in�uencia personal. Tercero, por la oposición o temor de otros estados, en especial, el de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por otra parte, al congreso solo asistieron delegados de Perú, México, Centroamérica y Colombia, y algunos representantes no llegaron a tiempo por diversas razones.

Entre tanto, la posición norteamericana consideraba que cualquier unidad en el marco de un bloque o federación con los países suramericanos podría inspirar la reacción e intervención de la Santa Alianza (International Conference of… 1889-90; cf. Antiasov 1981, 25). También los intereses económicos de los habitantes del Sur, apoyados en la esclavitud negra, no respaldaban las ideas de Bolívar, las cuales incluían un proceso de liberación de esclavos y de prohibición del sistema mismo. Igualmente, el Libertador se apoyaría en Inglaterra para fortalecer las fuerzas económicas y políticas de los jóvenes Estados, lo que contradecía los principios de Monroe. Bolívar estuvo también en contra de la participación de EE.UU. en dicha conferencia (Antiasov 1981, 28).

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Los siguientes congresos panamericanos se realizaron en Lima (1847-1849), Santiago de Chile (1856) y Lima (1864-1865). Por su parte, México haría algunos intentos de integración entre 1831 a 1842. Las tendencias latinoamericanistas igualmente fracasan, hecho que se evidencia en la no rati�cación de los pactos �rmados en los Congresos de los respectivos países.

La política de Monroe tampoco logra grandes resultados en su intento de obtener cierto liderazgo en el Nuevo Continente. Las causas son diversas, por ejemplo, la contradicción entre la elite industrial liberal y la comercial conservadora en relación con los intereses políticos y económicos en la zona. En igual sentido, la burguesía industrial todavía no estaba en condiciones de desarrollar una política exterior independiente y tener soberanía sobre sus propios intereses. Otra causa fue la inexistencia de un método práctico para alcanzar tales objetivos. Subsiguientemente, surge otra causa de la contradicción misma de la doctrina Monroe pues, de una parte, tiene un carácter anticolonial y, de otra, tiende a desarrollar una política expansionista. Claramente, esto contradeciría los intereses de los jóvenes estados. Un ejemplo de ello es el papel del gobierno norteamericano con respecto a Cuba a �nales de siglo XIX.

Es evidente que EE.UU. estuvo interesado en la liquidación de las colonias españolas y portuguesas en Latinoamérica, y tuvieron una tendencia a ocupar el lugar abandonado. Sin embargo, los norteamericanos todavía no tenían las fuerzas su�cientes para lograr tales objetivos. Su economía, así como la del resto países americanos, se encontraba en manos europeas. En 1866, Karl Marx escribe: «[...] los Estados Unidos en el mundo actual [...] todavía se pueden ver como una colonia europea» (Marx y Engels s.f., 462). Además, debieron contar con que, el fuerte estado industrial de aquel tiempo, Inglaterra se oponía a su participación y coalición en el «sistema americano». En síntesis, los esfuerzos de EE.UU. no obtuvieron grandes resultados en los primeros tres cuartos del siglo XIX. En cambio, se limitaron a desarrollar una doble política en relación con las luchas por la liberación de los países latinoamericanos contra España y Portugal.

En el contexto suramericano, las tendencias latinoamericanistas debieron enfrentar el carácter reaccionario del nacionalismo de algunos países en ciertas coyunturas, por ejemplo, las guerras entre Brasil y Argentina (1825-1828); el con�icto bélico entre Chile, Perú y Bolivia (1836-1839); la Triple Alianza –Argentina, Brasil y Uruguay– contra

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Paraguay (1864-1879); y la Guerra del Pací�co, con la participación de Bolivia, Perú y Chile (1879-1984). En este mismo contexto, los países latinoamericanos parecían no creer en la política expansionista de EE.UU., desarrollada dentro del mismo continente. Además, siguiendo a Glinkin (1984), los intentos de los latinoamericanos y sus actividades bélicas por la independencia hasta mediados de siglo igualmente fueron vistos de manera negativa en los Estados extranjeros; en particular, porque en distintos momentos las causas de unidad fueron vistas como una amenaza de intervención (31).

Entre tanto, la intención norteamericana era extender sus dominios hasta el oeste, hasta las orillas del océano Pací�co, así como hacia el sur del continente. Los hechos así lo demuestran. Por ejemplo, a México le quitaría más de la mitad de su territorio, incluyendo Texas (la cual se consideraría independiente en 1835 con respaldo americano) y el norte de California (en donde después de su apertura se extendieron las explotaciones de oro). Con el mismo sentido expansionista, compraron a Rusia el territorio de Alaska. En estas condiciones, no había posibilidades de una integración jurídica entre los países americanos. Por el contrario, todos los intentos se estancaron y cada bloque abiertamente empezó a defender sus propios intereses. Solo a partir de 1880, según Antiasov (1986), el Congreso americano presta una gran atención a América Latina con miras a liderar proyectos concretos en la realización de una unidad panamericana. Tal criterio estuvo relacionado con la victoria de la burguesía liberal del norte sobre la burguesía esclavista del sur; además, en este periodo, ya tenían formas y métodos claros para desarrollar una política expansionista (30).

En la década de los 80, las ideas sobre solidaridad panamericana se extienden en EE.UU. gracias a James G. Blaine (1830-1893), Secretario de Gobierno entre 1881-1882 y 1889-1893, y debido a dos motivos. El primero estuvo relacionado con la idea en torno a la construcción de un canal intercontinental pues los norteamericanos no deseaban que Francia fortaleciera su papel en la zona del futuro Canal de Panamá. El segundo tiene relación con la guerra del Pací�co, donde los americanos jugaron un papel conciliador y paci�sta.

Es necesario señalar que los mismos intentos fueron desarrollados por parte de países latinoamericanos, pero sin la participación de EE.UU. En 1880, el Estado colombiano invita a la Conferencia de Panamá a todos los representantes de los países hermanos, con el objetivo de trabajar un acuerdo sobre el sistema de arbitramento y de instalación

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de la paz en el continente. En palabras de Antiasov (1986) todas estas iniciativas estuvieron encaminadas a enfrentar el peligro proveniente de la hegemonía norteamericana en el continente (32).

Años más tarde, en octubre de 1889 y abril de 1890, se reúnen en Washington, en el marco de la Primera Conferencia Panamericana. bajo la presidencia de Blaine. Los acuerdos de unidad le permitieron fundar la Unión Internacional de Repúblicas Americanas y su órgano esencial: la O�cina Comercial con residencia en la capital norteamericana. La tarea, entre otras, de dicha o�cina se limita a organizar la publicación de información comercial y económica (Glinkin 1984, 49).

Haciendo un balance del proceso integracionista, las ideas de unidad continental abarcan dos etapas: La primera se extiende hasta �nales de siglo XIX, se da con la ideología de solidaridad basada en las ideas de Simón Bolívar. Y, la segunda comienza gracias a James G. Blaine, tiene un marco ideológico basado en la doctrina Monroe y se desarrolla durante todo el siglo XX. Lo evidente es que, a comienzos de dicho siglo, los conceptos de solidaridad continental de tipo bolivarianista en la práctica se substituyen por la política exterior o�cial de los países latinoamericanos (América Latina en las…, 1).

Sin embargo, por lo menos hasta la Primera Guerra Mundial, tal y como lo advierte Anatoli Glinkin (1984), se dieron tres tendencias por parte de los mencionados países. La primera consiste en una corriente a favor de la unidad con EE.UU., en esta se incluyen algunos países como Brasil. La segunda consiste en una oposición abierta y directa, como es el caso de Argentina. La tercera, de acuerdo con Glinkin (1984), es una «oposición en voz baja», la cual no siempre apoyaba decisiones en favor del sistema de unidad panamericano como es el caso de Bolivia, Paraguay y Perú, entre otros (51).

En este mismo contexto, se fortalecieron otras formas diplomáticas de lucha y defensa contra la intervención extranjera. Una de ellas consistió en el derecho de naciones, incluido en la doctrina Calvo-Drago, postulada desde 1868. Esta doctrina proclamaba la inadmisibilidad de la injerencia diplomática y, menos aún, la intervención armada para cobrar las deudas de otro Estado o para obtener indemnizaciones por las pérdidas sufridas por súbditos extranjeros. De igual manera, se desarrollaban otras tendencias amparadas en las contradicciones de los intereses imperialistas. Esto permitió constituir ciertas alianzas en el camino de acercamiento con España, Inglaterra e incluso Rusia. Entre tanto, a comienzos del siglo XX, la idea de «América para los americanos»

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toma en cuenta la doctrina de las «fronteras extensivas», es decir, todo el mundo para los americanos, según lo mani�esta Inozemtsev (1960, 156).

Tendencias en el proyecto de unidadEl primer intento de realización de la «unidad panamericana» en el

sistema político se da en 1913, cuando el presidente Woodrow Wilson (1913-1921) propone a los latinoamericanos darle el papel a EE.UU. de garante de la seguridad en el hemisferio. La política consistía en decidir sobre su esencia y necesidades en el logro de dicho objetivo, en caso de una ocupación bélica en algún país del continente, si corriera peligro la «libertad americana» (Inozemtsev 1960, 156). En contrasentido, ningún país latinoamericano estuvo de acuerdo con lo propuesto por Wilson en el Pacto de la Libertad Americana, puesto que su legalización suponía un peligro de intervención en sus países.

A �nales de los años 20 y comienzos de los 30, EE.UU. obstinadamente quiso realizar el proyecto del presidente Wilson de un modo más abierto proponiendo una «acción conjunta» –bajo el mando norteamericano– en caso de inestabilidad en cualquier país. A pesar de que los latinoamericanos no estuvieron de acuerdo, todos acordaron hacer consultas pertinentes y necesarias con miras a tomar las medidas correspondientes en caso de algún peligro proveniente de un país no americano, lo que sería tratado en el llamado Pacto de Coordinación y Pacto de Consulta (Inozemtsev 1960, 18-31).

Esta política estadounidense cae en crisis debido a que sus acciones se orientaron al colapso de la economía mundial de 1929 y 1932. EE.UU. cambiaría su política en relación con los países vecinos. De esto se desprende una nueva, de rehabilitación, encabezada por el presidente Franklin D. Roosvelt (1933-1945). Este mandatario negaría cualquier intervención en los asuntos internos. Según Samuel Flagg Bemis (1943), la concepción de Roosevelt determinaría el cambio de intervenciones unilaterales con «acciones colectivas», aunque según el mismo autor, lo importante de esta concepción radica en que se estimulaba el mandato de Washington en futuras intervenciones (277)100. De otra parte y rea�rmando el anterior postulado, Antiazov (1986) considera que en esta fase surge un nuevo carácter de la doctrina panamericana monroeana a pesar de la oposición diplomática argentina, en cabeza de Carlos Saavedra Lamas (1878-1959) –ministro de relaciones

100 Cf. América Latina en las… 1988, 1.

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exteriores de Argentina–. Esta nación se opondría a dicha doctrina por considerársele un «plan, el cual encabeza una absoluta intervención» (61-63).

Recordemos que, en esa misma década, se aceleraron las contradicciones entre Alemania, Japón, Inglaterra y EE.UU. Naturalmente, esto in�uyó en los países latinoamericanos. Por ejemplo, en la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935) –la guerra más cruenta en América Latina en el siglo XX, con cerca de 90 mil bajas–. En este con�icto se re�ejaría el resultado de las contradicciones entre Inglaterra y Estados Unidos, el avance de la burguesía nacionalista y la tendencia de ciertos círculos de países capitalistas de encontrar una salida a la crisis a través de los caminos de la agresión militar (América Latina en las… 1988, 184).

Posteriormente, surgieron nuevas tendencias. Por ejemplo, la burguesía industrial empieza a jugar un papel importante en el desarrollo económico, aunque la lucha por la in�uencia regional continuará especialmente entre Argentina y Brasil. Resurgen también los problemas de la lucha contra el fascismo en el ámbito de las conferencias panamericanas. Esto llevará a la creación de ciertas condiciones en las cuales se empieza a dar una mayor dependencia a EE.UU. En este momento empieza a ser más claro, considerando a Glinkin (1984), la manera como «[...] los Estados Unidos de manera decidida orientan la unión panamericana a un bloque político-militar» (90).

Así, en el marco de la lucha antifascista, EE.UU. tendría una gran in�uencia en las relaciones interamericanas pues, de aumentar la dependencia de los países de América Latina, esta daría especial atención a ciertos intereses legales en los que se re�ejarían métodos bárbaros de agresión (1984, 48).

Alemania buscaría alinear a los países neutrales y lograr una unión político-militar después de iniciada la Segunda Guerra Mundial; en simultáneo, los norteamericanos intentarían fundar un bloque con iguales características bajo su dirección. Estas tendencias hicieron que en la política exterior de los latinoamericanos se dieran dos tendencias en esos años: una pro-alemana y otra pro-americana (América Latina en las… 1988, 225).

Organización de Estados Americanos (OEA) durante la Guerra FríaLa fundación de la OEA representa un hito en el largo y complicado

proceso de las relaciones interamericanas, dado a comienzos de la

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Guerra Fría. En la mirada o�cial del organismo, la carta de la OEA (1948a) representa el «respaldo a las metas comunes y el respeto a la soberanía de cada uno de los países»101. En cambio, en la visión de los latinoamericanistas soviéticos, el organismo «[...] debe jugar un papel importante como instrumento de las políticas exteriores de los Estados Unidos, orientado hacia la solución de con�ictos en la región, así como a la realización de una estrategia global anticomunista» (Matveeva 1984, 3).

Esta posición parece basarse no solo en los antecedentes y referentes históricos de las políticas norteamericanas y el enfrentamiento ideológico de los bloques socio-económicos capitalistas y socialistas durante la Guerra Fría, sino también en tres momentos jurídicos que vive el proceso previo a la formación de la OEA.

El primero tiene relación con la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz (Biblioteca Daniel Cosío Villegas 2020), la cual se realiza el 21 de febrero de 1945 en Ciudad de México y en la cual se dicta la Ley de Chapultepec. Las resoluciones más importantes de esta Conferencia están vinculadas al futuro del Sistema Interamericano: Resolución VIII sobre «Asistencia Recíproca y Solidaridad Interamericana»; y Resolución IX sobre «Reorganización, Consolidación y Fortalecimiento del Sistema Interamericano» (ibídem).

El segundo momento tiene relación con la Conferencia Internacional para el Apoyo de la paz y la Seguridad del Continente que se celebra en Río de Janeiro el 15 de agosto de 1947. En la reunión se �rma el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) (DEA 2020a [1947]), también llamado Pacto de Río. Este tratado se formula en base a la Ley de Chapultepec y los demás principios del sistema interamericano. El TIAR representa la primera unión político-militar, fundada por EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial.

Por último, el tercer momento corresponde a la IX Conferencia Internacional Americana, realizada entre marzo-abril de 1948 en la ciudad de Bogotá. En esta conferencia se �rmaría el «Tratado Interamericano de Solución Pací�ca de Controversias» –también llamado Pacto de Bogotá– (DEA 2020b [1948]). Estos acuerdos tienen como base los fundamentos básicos del Pacto de Río de Janeiro, con ellos nacería la OEA.

101 El objetivo de los Estados miembros de la OEA es lograr «un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia». Cf. OEA (1948a).

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Glinkin (1984) considera que los acuerdos que permitieron la formación de la OEA contradicen las normas elementales de derecho internacional. Pero, en principio, estos re�ejan también la continuación de la doctrina de «solidaridad americana» y del «buen vecino», por lo que la fundación de la OEA bien podría verse como un fortalecimiento de las dos tendencias tradicionales del sistema interamericano (Gvozdaryov 1960).

En la práctica y en el marco de la OEA, los estados latinoamericanos tendieron a que el mecanismo sirviera como espacio para estudiar los problemas socio-económicos de la región; exceptuando a la diplomacia de Argentina. Esta nación, casi siempre, estuvo en oposición a la política expansionista de EE.UU. y, por lo cual, tomó la iniciativa de fundar la «Unión de países suramericanos ABC» –Argentina, Brasil y Chile–, apoyada en los principios de derecho internacional de Luis María Drago (1859-1921), Hipólito Irigoyen (1852-1933) y Carlos Calvo (1824-1906). Estos representantes formaron la doctrina de No Intervención en los Asuntos Internos de los Países y tomaron los derechos de las naciones de soberanía nacional (Doctrinas de la política exterior… 1980). A juicio de algunos latinoamericanistas, «la oposición de Argentina se explica en especial por las causas económicas basada en la concurrencia y lucha de la burguesía argentina contra el monopolio de los Estados Unidos, en el mercado de la producción agrícola» (Gvozdaryov 1960, 13).

Hasta la década de los años 50, el curso de EE.UU. estuvo orientado a la conservación de las estructuras existentes y sus regiones socio-económicas (Klochkovsky 1982, 9). Pero también, guiados por la presidencia de Harry S. Truman (1945-1953), se orientó a una diplomacia y política atómica, direccionada a permitir la realización de intervenciones norteamericanas en los asuntos internos de los latinoamericanos amenazados por el «comunismo internacional».

EE.UU. tuvo éxito en inmiscuir a la OEA en su política y hacer partícipes a los latinoamericanos en la campaña de la Guerra Fría. No pocas resoluciones tomadas en las conferencias y consejos interamericanos de 1948, 1951, 1954, 1959, 1960, 1962, 1964 lo evidencian. Además de otros países como Guatemala, Cuba y República Dominicana que experimentaron de manera directa la esencia agresiva del TIAR.

El primer antecedente anticomunista de la OEA se daría en 1948, en el marco del trabajo de la IX Conferencia Interamericana, cuando es asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, de gran popularidad

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en Colombia. Su asesinato fue tratado como un «asunto en manos de comunistas» (Gononovskii 1960, 174-182). Según el enfoque soviético, el asesinato de Gaitán tenía dos objetivos: debilitar los movimientos democráticos nacionales e in�uir en los participantes de la conferencia, bajo el edicto de la «amenaza roja», para �rmar algunas resoluciones dirigidas contra los movimientos de liberación en el continente (Gvozdarev 1975, 212).

En 1951, durante la fase en que se desarrolla la guerra de Corea (1950-1953) y la política macartista de EE.UU., en la IV Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores (RCMRE) de los países americanos, realizada en Washington, fue tomada una resolución anticomunista «sobre el fortalecimiento de la defensa interior». En esta resolución, se declaran una serie de acuerdos tendientes a limitar las actividades de los partidos comunistas y los simpatizantes de estos (OEA 1951).

El caso de GuatemalaEn el mismo año, en Guatemala, llega al poder Jacobo Árbenz

(1951-1954) quien, en campaña presidencial, vence al candidato pro-americano, el general Miguel Ydígoras Fuentes (1895-1982). El nuevo gobierno declara un gobierno de reforma agraria. Pone en marcha la reforma, expropia a la United Fruit Company las tierras no cultivadas, empieza a repartirlas entre 100 000 familias y «actúa como si en Guatemala mandaran los sintierra, los sinletras, los sinpan, los sin», como lo recuerda Eduardo Galeano (2004, 181-182). A ello se suma que su gobierno se niega a enviar soldados de apoyo a la guerra americana contra Corea.

EE.UU. aspiraba a cualquier precio establecer en Guatemala un régimen cercano, regresar el capital extranjero y fortalecer la posición de los terratenientes. En 1953, el presidente Dwight D. Eisenhower (1953-1961) toma la decisión de derrocar el gobierno de Árbenz (Internacional: Ideología y… 1980). El gobierno guatemalteco ya era considerado «un puesto de avanzada del comunismo internacional» (Glinkin 1984, 110). La Operación Guatemala, bajo la bandera de la OEA, tenía en sus posibilidades una agresión militar, devolver a la United Fruit las tierras con�scadas; y, en cualquier caso, participar en todas las sanciones de intervención y en los asuntos internos del país («Terrorismo internacional en…» 1982, 130). Esta Operación estuvo también en los planes de la Guerra fría, desarrollada bajo la dirección

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de la Organización de Naciones Unidas (ONU), cuya presidencia estaba en manos de Foster Dulles, hermano del Secretario de Gobierno norteamericano (Sergeev 1983, 76).

En la X Conferencia Interamericana de Caracas (1954), el secretario de Estado Dalles logra la llamada Declaración de Caracas o Resolución 93 (cf. Gobierno de España, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales 1954). La resolución señala la necesidad de organizar un comité consultativo de países americanos en la toma de decisiones, orientadas al control de las instituciones políticas de los distintos países (Díaz Albónico 1977, 74-78).

Guillermo Toriello Garrido (2016 [1960]) –historiador guatemalteco y diplomático– señala que las resoluciones tomadas con �nes de dominación política y económica, en el sistema que los estadounidenses llamaban «panamericanismo», solo demuestran que han servido para «[…] mantener aherrojados a los pueblos y sujetarlos a condiciones antidemocráticas y violatorias de los derechos humanos» (2016 [1960], 339). Así, a partir del 14 de marzo de 1954 es tomada la decisión con el pretexto de combatir el «comunismo internacional»: EE.UU. se convierte en un punto importante en la historia interamericana sobre la formación de una estructura continental para la seguridad, basada en el principio de no intervención, pero en realidad fueron imposiciones a los Estados miembros «a base de presiones, coacciones o con la complicidad de los gobiernos serviles o antipopulares» (329-335).

Así, el 19 de mayo de 1954, el gobierno norteamericano rompe relaciones diplomáticas con Guatemala, teniendo en cuenta «las tendencias comunistas» del gobierno de guatemalteco; y el 17 junio, los partidarios del presidente golpista Carlos Castillo Armas (1954-1957) ocuparon, desde el territorio de Honduras, parte de Guatemala. Estos puestos ocupados fueron, en esencia, guarniciones militares sin defensa, ubicadas en puntos vecinos a la frontera.

Analicemos las condiciones jurídicas de las convocatorias de la OEA, teniendo en cuenta la agresión sufrida por el gobierno de Guatemala. En principio, para cada país –en caso de agresión– existen dos organizaciones internacionales a las cuales pueden dirigirse: la OEA y la ONU. En el caso de la OEA, las preguntas sobre agresión deben tener inicialmente un carácter consultativo a nivel del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores (OEA 1948b). El Consejo se basa en este principio para actuar de acuerdo con los estatutos de la OEA y los de ayuda mutua. En relación con el Capítulo X, sobre la Reunión de

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Consulta, el cuerpo consultativo puede reunirse en caso de una petición de un Estado participante, que haya rati�cado este acuerdo (OEA 1948b).

En tal sentido, el gobierno de Guatemala no podía llamar o hacer uso de este acuerdo, ya que, a pesar de haber sido rati�cado en el Consejo Nacional, el hecho de rati�cación no fue aceptado por algunos Estados miembro. Teniendo en cuenta que Guatemala no cumplía con las condiciones, acordadas en el Estatuto 13, �rmado en Río de Janeiro, no podía exigir la intervención de la OEA. Por estar razones, a Guatemala se le negó acudir a la OEA para tratar la pregunta en torno a la agresión que estaba sufriendo. Al mismo tiempo, la ONU –apoyando a los EE.UU.– se alejó de la participación en el caso de Guatemala. El presidente Árbenz sería destituido y, como lo señala Barry Farrell (1975), «[...] la intervención unilateral de Estados Unidos se apoyaría en la tesis de cerrar el paso al movimiento comunista en el hemisferio occidental» (148).

Con esta experiencia, EE.UU. empezó a priorizar la OEA –donde tenían gran in�uencia– para que esta sirviera como instrumento en la solución de posibles con�ictos en el continente. De esta manera, se limitó la intervención de la ONU (Gvozdarev 1975, 89).

El caso de CubaFinalizando la década 1950 estalla la Revolución cubana. Esta

motivaría una de las concesiones más reaccionarias de la política exterior norteamericana (Jachatúrov 1982). El llamado «fatalismo geográ�co», según el cual las repúblicas latinoamericanas deberían seguir los intereses americanos y, en especial, del «vecino del norte» (Gvozdarev 1975, 260-261)102.

La OEA ocuparía un lugar importante en la actividad anticubana. Después de la victoria de la Revolución, en la V Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas (RCMRE), la cual se realiza entre el 12 y 18 de agosto de 1959, en Santiago de Chile, se tomaría la primera resolución. En esta cumbre, las delegaciones de Uruguay y Argentina tienen reservas, en relación con la Resolución sobre Derechos Humanos (Resolución VIII) (OEA 1959). En intervención radial y televisiva, Fidel Castro juzga la actividad anticubana de Washington en los consejos de la OEA y señala la condición de otras medidas concretas que se habían tomado en el mar

102 La denuncia se realiza el 14 de agosto de 1959.

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Caribe, alrededor de Cuba, dirigidas especialmente por los Estados Unidos, República Dominicana y Nicaragua (Vladimirov 1984, 196).

En agosto de 1960, en la ciudad de San José de Costa Rica, se realiza la VI RCMRE (OEA 1960). En la primera, la diplomacia venezolana propone destituir las relaciones diplomáticas con el régimen del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) y tomar medidas a través de sanciones económicas. La propuesta es motivada por el atentado terrorista que sufre el presidente Rómulo Betancourt (1959-1964) de Venezuela en hechos presuntamente organizados por Trujillo. La resolución sobre el juzgamiento del régimen de Trujillo fue tomada. Pero además fueron aprobadas medidas anticubanas en contra del establecimiento de relaciones de cooperación de este país con los países socialistas, basado en la opinión norteamericana la cual señala el hecho como una amenaza para la seguridad del continente (Vladimirov 1984, 197)103.

En respuesta a tal declaración, el pueblo cubano realiza una masiva manifestación en La Habana el 2 de septiembre de 1960, en la cual Fidel Castro Ruz (1960) anuncia la «Primera Declaración de La Habana» y expone que el internacionalismo sería la constante de la Revolución cubana. En dicho documento, también menciona la política de intromisión de los EE.UU. en los asuntos latinoamericanos y agradece la solidaridad de los países socialistas con la Revolución.

La siguiente doctrina, tomada en el marco de la OEA, es dirigida a la «no conjunta» ideología marxista-leninista y los principios del sistema americano. A pesar de que no existen resoluciones sobre las condiciones que deben cumplirse para la exclusión de un país miembro de esta organización en los estatutos de la OEA; los EE.UU., en la VIII RCMRE, organizada en Punta del Este (Uruguay) el 22 y 23 enero de 1962, lograron excluir a Cuba de la OEA, con base en la resolución tomada de no paridad del marxismo-leninismo con los principios del sistema americano. Solo Brasil, Argentina, México, Bolivia y Chile se opusieron a la votación (Batulian 1974). Esta resolución rompió todos los principios del derecho internacional, los estatutos de la OEA y el estatuto 52 de la ONU (OEA 1962).

En respuesta a la resolución de Punta del Este, fue proclamada la «II Declaración de la Habana», el 4 de febrero de 1962 (Castro Ruz 1962). En ella se cuestiona la esencia del imperialismo norteamericano y «la intromisión en los asuntos de los países del continente con el

103 Cf. OEA (1960).

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objetivo de presionar la tendencia de sus pueblos hacia la libertad y la independencia» (El Panamericanismo: su evolución… 1982, 173).

Entre el 21 y 26 de julio de 1964, en la XI RCMRE en Washington, el organismo toma otra medida diplomática y económica contra Cuba. En ella, se exigió castigar a Cuba creando un cordón sanitario a su alrededor (Vladimirov 1984, 207-209; cf. OEA 1964). Contra tales medidas, se opusieron México y Chile, pero solo México conservaría relaciones diplomáticas y económicas con el gobierno cubano. Es importante señalar que países como Japón, Canadá y varios países de Europa Occidental ignoraron las sanciones económicas de bloqueo contra Cuba.

En Julio de 1967, la delegación venezolana participó activamente en contra de Cuba. Aquella, según el país isleño, había roto la soberanía y los intereses en el territorio bolivariano. La comisión de la OEA estudió la queja venezolana sobre el apoyo de Cuba a guerrilleros venezolanos. Así, en la XII RCMRE, realizada en Washington (entre el 22 y 24 de septiembre de 1967), se recomienda limitar las operaciones comerciales y �nancieras con Cuba (OEA 1967a). Sin embargo, esta fue la última de las reuniones de ministros en la cual EE.UU. y la mayoría de países latinoamericanos lograron tomar resoluciones anticubanas (Klochkovsky 1982). En la década siguiente, en el marco de la XV RCMRE (noviembre de 1974), se presentó un proyecto resolutivo para la eliminación de las sanciones anticubanas de la OEA (1974).

Es importante señalar que EE.UU. tuvo éxito en convertir a la OEA en una coalición anticubana, especialmente en las resoluciones tomadas entre 1959 y 1967, en particular, por el temor a que la Revolución cubana desarrollara nuevos procesos en el continente. Sin embargo, como lo señala Rodolfo Puigreos (1965), los procesos de liberación en América Latina fuerzan a los círculos norteamericanos a adquirir formas y métodos en su diplomacia, caracterizada hasta ese momento por la Doctrina Monroe (1823) y la Alianza para el Progreso (1961) (Puigróss 1965). Lo cierto es que, siguiendo a Joseph Tulchin (1988), «cuando el presidente Lyndon B. Johnson dejó la Casa Blanca en enero de 1969, nuestra política latinoamericana estaba en ruinas» (463).

Tendencias reformistasLuego del anterior papel como instrumento en la lucha contra

el «comunismo internacional», se iniciaron gestiones en función de realizar una reforma estructural al mecanismo. Estas �nalizarían con

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el «Protocolo de Buenos Aíres» o «Protocolo de reformas de la Carta de la Organización de Estados Americanos», el cual entra en vigor el 27 de febrero de 1970 (OEA 1967b). Asimismo, en la década siguiente, la Asamblea General propone disponer de un Consejo Permanente con miras a la elaboración de un proyecto de reformas. Este se conoce como «Protocolo de Cartagena de Indias» y entró en vigor el 16 de noviembre de 1988 (OEA 1985). Finalmente, el instrumento mantiene el objetivo inicial de defender y tomar acciones conjuntas frente a posibles amenazas del sistema interamericano, pero adiciona comisiones permanentes que trabajan temas de seguridad, medio ambiente, jurídicos, políticos y de derechos humanos, entre otros.

En el anterior escenario, la OEA se piensa como un mecanismo para asegurar la paz y la seguridad del hemisferio occidental, en donde la Estrategia de Seguridad Nacional sigue siendo establecida por EE.UU. además de los Principios de Williamsburg, que fueron aprobados en 1995 en la Primera Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas (OEA 1995a).

Finalizada la Guerra Fría, el secretario general de la OEA, César Gaviria propuso una «Nueva visión de la OEA» rea�rmando lo anterior, pero considerando el papel de organización en torno a fenómenos del terrorismo, la violación de derechos humanos, la corrupción, el narcotrá�co y el crimen organizado internacional. Para tal �n, se propusieron nuevos enfoques en las instituciones miliares y de policía (OEA 1995b). Además de lo anterior, se discutieron los temas de integración y cooperación multinacional, y apoyo a las fuerzas armadas, entre otros (OEA 1996).

Fueron los años en que la Organización se encontraría en un escenario caracterizado por la pérdida de credibilidad del mecanismo (debido a su unanimismo), la carencia de un norte claro, la pérdida del protagonismo norteamericano, los con�ictos interestatales por recursos, y los problemas �nancieros de la Organización. La no obligatoriedad de las resoluciones de la OEA por parte de sus miembros, la renuncia a los medios coercitivos que ya tratamos y el bloqueo al uso de la fuerza a través del TIAR hacían ver a la organización en un escenario diferente a �nales del siglo XX. De esta índole, se convirtió en la organización internacional más antigua del mundo.

En los primeros lustros del siglo XXI, la realidad de la organización es diferente y está motivada por un nuevo contexto histórico: los

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gobiernos progresistas y el regreso de regímenes políticos de orientación neoliberal en América Latina.

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Hasta aquí una muestra general y descriptiva sobre las relaciones diplomáticas en el ámbito interamericano. Resaltan las tendencias a partir de las ideas panamericanistas –Doctrina Monroe– y bolivarianistas (Simón Bolívar) en el siglo XIX. De igual manera, se ha pretendido evidenciar el papel protagónico de EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial. Conforme a lo anterior, saltan a la vista las contradicciones de las doctrinas de solidaridad y soberanía en el ámbito continental, hecho que adquiere otras dimensiones en el marco de la OEA. Este mecanismo multilateral, fundado inicialmente como un instrumento político-militar en el cual, de modo hipotético, convergen doctrinas o visiones anglo-latinas, se convertiría en un instrumento de la diplomacia continental para tratar asuntos internos de algunos países latinoamericanos. En especial, el caso guatemalteco y cubano cobraron especial relevancia y visibilidad dados los efectos de la confrontación Este-Oeste en el marco de la Guerra Fría. Adicionalmente, se esbozó el contexto de la Posguerra Fría en donde se plantean nuevas visiones sobre dichos casos en Latinoamérica de cara a nuevos fenómenos y retos relacionados con la paz, seguridad, corrupción, narcotrá�co, medio ambiente y terrorismo, entre otros. La realidad actual es diferente.

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He ofrecido un enfoque histórico y comprensivo sobre algunos procesos y casos que resaltan en la historia latinoamericana del

siglo XX. La temática inicial ha sido poco abordada, requiere de síntesis y es muy amplia, a saber: la latinoamericanística. La intención fue traducir las distintas miradas tejidas sobre la región, más allá de lo que pensamos sobre nosotros mismos. Por otra parte, ¿cómo nos han observado e interpretado a través del tiempo? Encontré que esas miradas cambiaron con el tiempo ya sea por los intereses y actores de la conquista, el dominio en las zonas de frontera, el interés en la consolidación de los Estados nacionales o por la imperiosa necesidad de pensar la región a la luz de la geopolítica mundial. Sin embargo, me limité al ámbito académico iniciado con la institucionalización y transformación de las disciplinas que propiciaron los Estudios Latinoamericanos y del Caribe.

América Latina podría verse como una extensión de la historia del Mundo occidental, es posible, pero el choque cultural y social fue brutal y, en consecuencia, desaparecieron o se transformaron los pueblos precolombinos; además, por su proceso, se fue creando un mestizaje y una diversidad imposible de separar de las tradiciones étnico-culturales (amerindia, europea y africana) que aun se entrelaza y convive. Este fue el motivo para rastrear las miradas –europeas y anglosajonas– tejidas desde afuera. Faltaron, en cambio, otras experiencias más lejanas, la de los pueblos asiáticos (China, Japón, India) e incluso las miradas recientes que tenemos sobre nosotros mismos.

La otra categoría está relacionada con factores propios de la historia económica de la región. Problemática, de igual modo, diversa y compleja. En primer lugar, porque en momentos parece guiarse por

Reflexiones finales:Pensar Latinoamérica

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teorías económicas, siempre ideales en función del desarrollo y progreso, pero que, a la luz de un balance histórico, parecen incompletas y no responder a la solución de los problemas que deja la tenencia extensiva e improductiva de la tierra y, con ello, el atraso del agro –que es tratado en el capítulo sobre reformismo agrario–. Indistinto a las múltiples experiencias, la situación del campo y su población sigue siendo precaria. Claramente, la población de comienzos de siglo XX era más rural, hoy su realidad en términos cuantitativos es diametralmente opuesta frente al crecimiento exponencial de la población, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial.

En ese entramado tan complejo, diverso y cruzado de procesos, hay un segundo punto que esta relacionado con el logro de un pensamiento económico latinoamericano a partir de los aportes de Raúl Prebisch y la CEPAL. En sus distintos momentos, este enfoque contribuyó con lineamientos teóricos, cuyas ideas recobran fuerza con el tiempo. Las ideas de la integración económica regional, el reformismo agrario y el papel del Estado en función del desarrollo cientí�co-técnico, para lograr un mejor equilibrio económico y ser más competitivos, son completamente válidas en la actualidad.

Asimismo, en tercer lugar, latinoamericana fue epicentro de experimentos con la implementación del ideario económico neoliberal en el Cono Sur en los años 70 y la adopción de un sistema económico socialista, en el caso cubano: Dos opuestos, heredados de la Guerra Fría. La bipolaridad del mundo (que aún vivimos) se ha cruzado con guerras propagandísticas e ideológicas, y carreras armamentistas, principalmente entre EE.UU. y la extinta URSS.

No obstante, en la cadena del sistema capitalista mundial, las naciones latinoamericanas siempre han estado más enfocadas en la búsqueda de ese producto primario (minero, agrícola o ganadero) que les especialice en el mercado internacional, en vez de perseguir una industria y tecnología propias que nos haga más competitivos en otros renglones. Ya desde el siglo XIX, países con escasa población y mucho territorio discutían que la forma de alcanzar el «progreso» era aumentar el número de habitantes, siguiendo el recetario de �omas Malthus. En efecto, las políticas migracionales de Argentina ofrecieron resultados en función de la expansión y dominio de la frontera baldía interna, aunque posteriormente, con el impacto de la industrialización y el surgimiento de nuevos grupos sociales (obreros y oligarquías industriales), el escenario transformó su urbanización y población. El

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balance en la centuria se apoya en el surgimiento de mega ciudades (Sao Paulo, Ciudad de México, Buenos Aires, y las emergentes Lima y Bogotá) que, más que bienestar –traducidos en la adquisición de servicios públicos como el agua, la electricidad, la telefonía, la internet, la vivienda, la educación y el empleo–, están rodeadas por cordones de miseria, criminalidad, corrupción, de�cientes servicios de salud y mala educación, entre otros.

También, las distintas fases socio-económicas evidencian auges y decadencias de las economías nacionales. Ese devenir no permite considerar un desarrollo socio-económico lineal y accedente; por el contrario, este se presenta cíclico y cortoplacista con problemas no resueltos que perviven en el tiempo. Pensar que nuestros problemas de desarrollo económico resultan de la dependencia hacia las grandes naciones sería no ser autocrítico de nuestras falencias y problemas estructurales que, en no pocos casos, cargan con la herencia de los virreinatos y las capitanías. Sin embargo, es cierto que coyunturas, ciclos y crisis económicas sistémicas, propias del mundo occidental (Gran Depresión, Primera y Segunda Guerra Mundial, Guerra Fría), han tenido impacto en nuestros países, en algunos casos más que en otros. Sin duda, existe una correlación de causa y efecto particular a la inclusión de la región en un sistema capitalista o socialista (caso cubano) que nos afecta. Lo más reciente es la globalización y las crisis del sistema �nanciero y bursátil a nivel mundial. Este modelo opuesto al papel regulador del Estado, la plani�cación económica y la regulación del mercado laboral, productivo y comercial parece entrar en crisis de modo cíclico. La «década perdida», «el efecto tequila», el «corralito argentino» y, recientemente, el auge de los movimientos sociales «antineoliberales» o «antiglobalización» evidencian el ocaso del neoliberalismo que parece estar cerrando el ciclo de la llamada Segunda Globalización. De esta manera, la historia económica del siglo XX comienza y termina con ciclos globalizantes que se apoyan básicamente en las exportaciones de productos primarios sin ser competitivos en otros sectores.

Por otra parte, cabe señalar un vacío en esta compilación que será objeto de futuras re�exiones. Este requeriría aproximarnos a otros fenómenos económicos, menos formales y no tan visibles en los indicadores económicos o�ciales de las economías nacionales. Estos están relacionados con las economías del narcotrá�co, la minería ilegal, el tra�co de especies exóticas, el medio ambiente, las remesas de los

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millones de latinoamericanos residentes en el exterior, y las economías de la corrupción y los grupos ilegales.

El paso siguiente, en el cuerpo del trabajo, fue ver la política y algunas formas de gobierno que afectaron la sociedad. Fue una aproximación a ciertos casos y fenómenos que pusieron la región en el escenario mundial. El primero de ellos se relacionó con la cuestión agraria, una problemática poco evaluada desde una perspectiva histórica. Esta se encuentra vinculada a la tenencia de la tierra, del poder y de la riqueza, la cual aún pervive en el continente. No pocos enfoques se dieron con la intención de transformar la tenencia de la tierra. Algunos no pasaron de ser un programa, quedaron inconclusos; otros se implementaron de modo radical, pero no lograron su objetivo. El vaivén de las coyunturas, el contexto internacional, el papel de los gobernantes de turno y las debilidades propias de cada Estado (burocracia, tecnocracia, corrupción, etcétera) ayudan a comprender lo anterior. La experiencia mexicana fue un referente inicial importante. Hay que admitirlo, fue gradual, no en todas las regiones tuvo impacto y, en las distintas fases, especialmente a �nales del siglo XX, el espíritu ejidatal se perdía con las reformas neoliberales. Pero, en la primera mitad del siglo XX, fue un referente para ciertos proyectos de reforma, apoyados en movimientos campesinos y en la participación del pueblo en su lucha por la tierra. Sin embargo, fue por el efecto de la reforma agraria cubana y la revolución de ese pueblo que se generó un efecto inédito: la Alianza para el Progreso. Por primera vez, EE.UU., las elites tradicionales y la Iglesia (en algunos países una institución latifundista) resintieron un fenómeno reformista sin precedentes que, en la mayoría de casos, quedó inconcluso, pero derivó en procesos y obligaciones de plani�car las inversiones, organizar el campesinado, repartir tierras, contar con la participación de la Iglesia e incluso con la participación activa de gobiernos militares. Sin embargo, los procesos que se iniciaron terminaron eclipsados por otros de carácter internacional como las reformas neoliberales y la economía de mercado, sin desconocer el papel de la ine�ciencia de las elites gobernantes latinoamericanas. Reformas y contra-reformas son la dicotomía en la que se apoya el poder atado a la gran tenencia de la tierra. Ello ha permitido a las elites, en la mayoría de los casos, conservar su estatus.

Hay conceptos en la historia política de la región que son difíciles de comprender, ya sea por su carácter polisémico o porque los casos y los contextos socio-políticos y económicos son diferentes en la línea

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del tiempo. Me re�ero al «populismo histórico» o «populismo clásico», de mediados del siglo XX. En particular, este lo extrapolamos al caso argentino en la �gura de Juan Domingo Perón. En ningún sentido se trata de un fenómeno originario latinoamericano; tampoco, su aparición es propia de este caso puntual. La realidad de facto nos señala que, en distintos momentos y escenarios, se han producido variables del mismo. En la actual polarización que vive Latinoamérica el término se utiliza para desacreditar o sesgar cualquier tipo de fuerza o movimiento social que incursione distinto al molde individualista y corporativo de la economía de mercado. Sin embargo, resultado de fenómenos de corrupción y crisis de las economías nacionales (por efecto de las medidas neoliberales), emergieron gobiernos alternativos a comienzos del siglo XXI que son considerados parte de una «tercera ola de populismo». Sin duda, la arbitrariedad de cerrar el contenido del presente libro a �nales de la centuria, llevo a no tratar dichos gobiernos en esta compilación. No obstante, no está de más prever su consideración en estudios venideros, puesto que es una fase inédita en la historia latinoamericana. Hay algo evidente en el contexto del «populismo histórico»: el alto grado de polarización que conllevó la apropiación, participación política y visibilidad de las mujeres, los jóvenes, los trabajadores y los campesinos en la sociedad. El solo fenómeno en sí amerita y abarca otros casos de la época e ir mas allá con la intención de identi�car sus distintas manifestaciones y contextos. En cualquier caso, el populismo peronista dejó una huella en la política argentina que, de cierto modo, aún sobrevive en la política nacional y en la simpatía de sus partidarios.

El populismo antecede a una fase de dictaduras anticomunistas abiertamente pronorteamericanas. Estas tuvieron un adoctrinamiento ideológico y militar que dejó su huella en materia de violación de derechos humanos y fracasos económicos. Así, el siglo XX estuvo cargado de un sinnúmero de dictaduras que constituyeron regímenes abiertamente represivos y de excepción, y coactaron las libertades individuales. En cualquier caso, la justi�cación primaria fue su lucha contra el «comunismo internacional», y la seguridad nacional y continental. En esa dirección, esto signi�caba responder a la posible creación de un Estado ateo, a la posible abolición de la propiedad privada, a la creación de una economía socialista y a la in�uencia de la URSS. Sin embargo, también hay que señalar la existencia de gobiernos militares que se salieron de ese marco. Estos tuvieron una orientación progresista, nacionalista e incluso socialista. La particularidad consistió en que

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los últimos regímenes dictatoriales del siglo XX sí se prestaron para instaurar políticas neoliberales. En ese sentido, también constituyeron una respuesta a la posible in�uencia que causaba la Revolución cubana en la región. Eran los tiempos en que se consideraba a la región como parte del Tercer Mundo, un concepto que determinaba las diferencias del desarrollo a escala global. Este mundo también buscaba alternativas de progreso en la dicotomía que ofrecía la vía socialista o la capitalista. El hemisferio occidental es también parte de esa disputa y, por ende, la in�uencia estadounidense empezó a ser más evidente.

Latinoamérica es epicentro de fenómenos considerados «revolucionarios» desde su rompimiento con el régimen monárquico español; desde entonces, han surgido una serie movimientos sociales insurgentes de tipo contestatario, independentista o antiimperialista. El siglo XX no fue la excepción cuando consideramos casos como el cubano. Una isla que buscó su independencia decenios después de haberse logrado en el resto de la región, pero sus habitantes se encontraron con abierta inferencia estadounidense –arropada de solidaridad, modernidad y neutralidad– y regímenes dictatoriales durante la primera mitad del siglo XX. Llegarían los años cincuenta y una nueva generación buscaría el derrocamiento de la dictadura de Batista. Esa forma idealista, ingenua y armada fue creando simpatizantes en la población y fue garantizando el respaldo político de distintos sectores. No creo que se pensase entonces que la noble causa se fuera a convertir a los pocos años en un movimiento radical, como a la postre sucedió cuando en sus costas se encontraron dos potencias nucleares: los EE.UU. y la URSS. El respaldo de esta última potencia cambio su rumbo y, por ende, el de una generación de latinoamericanos que soñaron con un cambio de sistema socio-económico a partir de los llamados Movimientos de Liberación Nacional. La gran mayoría terminaron en el ocaso, exceptuando algunos casos en Centroamérica y, especialmente, en Nicaragua. Estas revoluciones tuvieron una esencia antidictatorial y buscaron una impronta de progreso y justicia en sus pueblos. Hacer un balance de sus logros en medio de un escenario de contra-revoluciones, bloqueos económicos, embargos y provocaciones por parte de EE.UU. deja sin duda una balanza completamente en desequilibrio. En especial, gracias a la instrumentalización de mecanismos multilaterales como la OEA, creados y utilizados para generar esas alianzas y bloques a escala continental desde una visión panamericanista. Finalmente, esta no se tradujo en mecanismos de integración; por el contrario, se convirtieron

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en mecanismos de autoexclusión e injerencia en los asuntos internos y en la soberanía de algunos países de la región.

Los aspectos anteriores son propios de la historia política latinoamericana y tiene abierta relación con lo señalado por Norbert Lechner (1990) cuando mani�esta la importancia vívida del debate político en torno a las revoluciones y los regímenes dictatoriales, de la que no se escapa la crítica al neoliberalismo. Esta se conjuga con el valor que representa la democracia en la región, donde el imaginario del ser ideal juega un papel importante y donde se fue imponiendo una «cultura del miedo».

En esta dirección, en los años 60 y 70, siguiendo a Scott Mainwaring (2006), Colombia y Venezuela se consideraban los países «más democráticos» de Latinoamérica, escenario que cambió un par de décadas después. A propósito, son dos casos que no fueron abordados en este trabajo porque merecen un capítulo aparte dada su histórica proximidad regional y sus fenómenos relacionados con el narcotrá�co, las guerrillas revolucionarias, el paramilitarismo, el bolivarianismo chavista y su aumento gradual en la pobreza, inequidad, criminalidad y corrupción.

Este libro terminó con el estudio sobre las relaciones entre los países latinoamericanos y EE.UU. en el marco de la OEA, un instrumento multilateral que nació en Bogotá (Colombia) el 30 de abril de 1948, mes en que se desencadena una guerra civil que dejo más de 200 000 muertes, cuando ya se iniciaba la Guerra Fría. El mecanismo, a la fecha, es el más antiguo de los existentes en el mundo occidental. Me remonté a los antecedentes decimonónicos del ideario bolivarianista y monroeano, y sus intentos de integración. Un sinnúmero de problemas relacionados con guerras internas e internacionales, las distancias y los tiempos, los poderes políticos, las contradicciones internas e intereses comerciales no permitieron que las conferencias o congresos tuvieran éxito y que sus acuerdos se aprobaran. El interés estadounidense es más claro y decisivo en el siglo XX. Bajo los conceptos de «unión panamericana», solidaridad, libertad, seguridad y «acciones colectivas o conjuntas», fue escalando la idea de crear un «bloque político-militar» durante el periodo de entreguerras (1918-1939). Finalmente, esta se conjuga con la creación de la OEA en el contexto de la Guerra Fría. No es extraño que las decisiones de intervención o bloqueo continental estuvieran relacionadas con la defensa de los intereses expansionistas estadounidenses y la lucha contra el «comunismo internacional»,

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posición que estuvo más allá de mirar los problemas socio-económicos de la región. Países centroamericanos y del Caribe fueron los más afectados entre 1948 y 1964, en especial, Guatemala, República Dominicana y Cuba. Pocos países del bloque latinoamericano se opusieron, pero siempre se destacó la posición diplomática de Argentina y México. En la decadencia y desprestigio del instrumento, solo en los años 70, se inicia un proyecto reformista que adicionó otros temas relacionados con el medio ambiente, los derechos humanos, la seguridad, la política, entre otros. En esta dirección, se incluyen el terrorismo, la corrupción, el narcotrá�co y el crimen organizado internacional, en momentos en que el protagonismo estadounidense parecía decaer, transitoriamente.

El interés por el anterior segmento se desprende de la conjugación de un contexto importante como la Guerra Fría, en el tercer mundo, y el papel de los EE.UU. que, entre otras cosas, valdría considerar a la luz de sus políticas orientadas a la región, a lo largo del siglo XX. Este actor, muy importante en la centuria, debe revisarse en sus distintas dimensiones culturales, políticas, económicas, entre otras. También, debo considerar que los latinoamericanos se han preocupado por mecanismos de integración con más énfasis en la cooperación económica y diplomática como Mercosur (1991), el Pacto Andino o Comunidad Andina (1969) y –en algún momento, en pleno con�icto centroamericano, con el interés de velar por la paz y la cooperación– el Grupo de Apoyo Contadora (1983). Todas esas experiencias valen para ser objeto de análisis.

Finalmente, es válido señalar que pensar a Latinoamérica es un ejercicio a realizar de modo permanente y crítico. Este obliga a desarrollar análisis diacrónicos y sincrónicos a partir de casos o subregiones. La mirada generalizante, en cualquier caso, puede ser peligrosa debido a sus diferencias internas y a ciertos procesos asincrónicos; aunque, ambiguamente, también existen rasgos comunes que permiten considerar su identidad histórica, atada y unida a un proceso genérico común. Asimismo, estudiarla permite poner en contexto no solo nuestro pasado histórico común, sino también entender mejor ciertos fenómenos y problemas estructurales que resaltan en el ámbito local o nacional. En otras palabras, sin entender la historia procesal de los latinoamericanos, no podemos entender nuestra propia historia.

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Este libro se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2020 en los talleres de Grá�cas Olímpica, bajo el

cuidado del autor.Pereira, Risaralda, Colombia.

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