Intervencion en Farmacodependencia

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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL FACULTAD DE EDUCACIÓN - PROGRAMA DE PSICOLOGÍA Y PEDAGOGÍA Presentado por: Rafael Andrés Porras Suarez Código: 2010252048 Presentado a: Ximena Ojeda Seminario: Intervención pedagógica en farmacodependencia Tema: La adicción. La adicción en dos perspectivas La satisfacción siempre es útil, y el poder salvaje ilimitado (aunque sólo sea por una mosca) también es un placer. El ser humano es, por naturaleza, déspota y experimenta un placer haciendo sufrir. El jugador, FIODOR DOSTOIEVSKI Pensar la adicción sobre los recovecos de la experiencia misma, moraliza un objeto del cual hablar, por un fenómeno visible e inmediato. Indudablemente los efectos de la adicción, nocivos sin delimitar aún cuál sustancia y cómo lo hace, malogra el esfuerzo pedagógico por comprender el fenómeno de consumo y la subjetividad. Sin lugar a dudas, la adicción como concepto neurobiológico, imputa una dependencia neurofisiológica del cuerpo, el sistema nervioso central y la sustancia en sí. Cabalmente, la explicitación “clínica”, relaciona al sujeto con el objeto en cuestión, describiendo el fenómeno en términos empíricos (causas y efectos). Igualmente, la nocividad, que afecta al cuerpo en tanto entidad biológica, subordinan como efectos, inclusive resortes, al aparato anímico. Esta brecha, insoluble es una clara atención explicadora, de lo que Braunstein (1983) denomina, una “psicología académica”. Para eso, veamos dos perspectivas que brindan comprensiones alternas del fenómeno de la adicción: perspectiva neurobiológica y psicoanalítica.

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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONALFACULTAD DE EDUCACIÓN - PROGRAMA DE PSICOLOGÍA Y PEDAGOGÍA

Presentado por: Rafael Andrés Porras Suarez Código: 2010252048Presentado a: Ximena OjedaSeminario: Intervención pedagógica en farmacodependenciaTema: La adicción.

La adicción en dos perspectivas

La satisfacción siempre es útil, y el poder salvaje ilimitado (aunque sólo sea por una mosca) tambiénes un placer. El ser humano es, por naturaleza, déspota y experimenta un placer haciendo sufrir.

El jugador, FIODOR DOSTOIEVSKI

Pensar la adicción sobre los recovecos de la experiencia misma, moraliza un objeto del cual hablar, por un fenómeno visible e inmediato. Indudablemente los efectos de la adicción, nocivos sin delimitar aún cuál sustancia y cómo lo hace, malogra el esfuerzo pedagógico por comprender el fenómeno de consumo y la subjetividad.

Sin lugar a dudas, la adicción como concepto neurobiológico, imputa una dependencia neurofisiológica del cuerpo, el sistema nervioso central y la sustancia en sí. Cabalmente, la explicitación “clínica”, relaciona al sujeto con el objeto en cuestión, describiendo el fenómeno en términos empíricos (causas y efectos). Igualmente, la nocividad, que afecta al cuerpo en tanto entidad biológica, subordinan como efectos, inclusive resortes, al aparato anímico. Esta brecha, insoluble es una clara atención explicadora, de lo que Braunstein (1983) denomina, una “psicología académica”.

Para eso, veamos dos perspectivas que brindan comprensiones alternas del fenómeno de la adicción: perspectiva neurobiológica y psicoanalítica.

Perspectiva descriptiva: la neurobiología

El cuerpo, es hoy por hoy, una integra composición de factores difícilmente insoslayables (inclusive Foucault [1998], lo denomina como el objeto de la biopolítica moderna). Sin embargo, la afección corporal y mental supone especializarse sobre este campo para reconocer cómo actúa adicción neurofisiologicamente como depurador de consecuencias físicas, anímicas y sociales imperdonable, al menos, para la empresa educativa. La definición tradicional de la adicción se concentra en comprender el fenómeno como un la “dependencia” física o psicológica a una sustancia (legal o ilegal, depresora o estimulante, nociva o medica, etc.) [Corominas, 2007]. Lo importante, es indagar sobre las posibles consecuencias ocasionadas por el consumo a partir de un determinado estimulo exterior.

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Así vista, la adicción busca no explicaciones, sino descripciones sobre la “novicidad” de la dependencia. En general, cada sustancia ejerce un estimulo neurológico que retroactivamente se convierte en una respuesta motora susceptible de prejuicios morales, legales y éticos.

El proceso orgánico que interesa es particularmente para reconocer los efectos sobre el cuerpo como entidad compleja. La angustia, el dolor, la tolerancia y sus derivados se comprenden como términos que describen como sucede la pronta dependencia física y psicológica paralelamente a lo considerado como normal (Halgin & Krauss, 1989). Los estragos, sabemos, perjudican en gran medida la movilidad, la conciencia, la conducta, las relaciones inter e intrapersonales, una completa distorsión por la inhibición y estimulación de los neurotransmisores.

El Estudio Nacional de Consumo en Colombia (2013) fija estadísticamente los factores que influyen en el acercamiento a la droga, pero escapa una interiorización sobre los efectos orgánicos de cada una. Inclusive, el dato solo brinda información más no las azarosas condiciones donde se presenta el consumo y la adicción se acrecienta como fenómeno de consumo cultural exacerbado por la instancia de la norma como limite externo de penalización.

La depuración de los datos, hace mayor el esfuerzo por reconocer íntegramente el fenómeno desde la afección sobre el sujeto y su organismo. Empero, reitero, no es una cuestión de enlistar las características de las sustancias, y su inequívoca relación con la casusa y consecuencia de la adicción, sino mas bien hacer útil esfuerzo de integrar tal conocimiento a un proceso de prevención y atención sobre la adicción como fenómeno que devasta la constitución social, y en gravedad, desde la infancia.

Perspectiva explicativa: el psicoanálisis

En el texto de González (2006), Toxicomanía y sociedad de consumo, funge la perspectiva psicoanalítica para esclarecer (incluso, problematizar), la adicción como ejemplo claro de la sujeción a la cual está abocado el hombre moderno: el consumidor. Esta sujeción, libre de un reproduccionismo vacilante, se esfuerza en desmantelar (hacer visible, pero no comprensible) la forma como opera el mercado (no solo el narcotráfico).

La teoría psicoanalítica elucubró la forma como se constituye el Yo (esa entidad a la que se le puede denominar, desde la psicología académica, la identidad o personalidad). Ciertamente, el Yo funcionalmente recibe todas las percepciones del mundo exterior, y no hablamos de propiamente de oler, comer, tocar, ver y oír, como entidades separadas o débilmente comprendidas, sino como la receptora de las convulsiones del mundo exterior. Por eso, Saal (en La noción de la personalidad, Braunstein et al., 1983) afirma que el Yo es “pues la conciencia de nosotros, el yo, creador y soporte de todas las ideologías es tal vez el objeto más cargado de ideología que existe” (p.310). Es este sistema ideologizado quien percibe todos los estímulos exteriores y quien elige a cual “serle fiel”. Así, la lógica de demanda le es atractiva a la consciencia: la oferta la satisface (placer) o no (displacer); se crea un juicio primario para endilgar propiedades “valorativas” a los objetos que sirven para la identificación. Lo interesante de este sistema consciente secundario (lo llama Freud)

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es que juzga según el umbral de satisfacción, y dada la volatilidad de los objetos de consumo, ésta se ve continuamente trastornada por el cambio abrupto de objeto (o un su defecto de ausencia de éste, como lo es en la adicción a las drogas).

Inclusive, el juez y verdugo, el Superyó, ante una débil interiorización del límite ante cualquier estimulo, distorsiona su base “moral” y sucumbe al deseo desenfrenado de la realidad. La experiencia del adicto (ese quien se auto-inflige placer sin control a partir de la droga) advierte que no importa el dolor externo, y el quebranto de la ley interiorizada, el placer debe ser satisfecho. La explicación del deseo, debe comprenderse como la falta, como constante demanda sin alcance de logro, sino una ilusión de conquista.

Este fantasma del deseo, no es, empero negativo, sino estructural. La demanda del Otro, siempre constitutiva para la formación, se persigue: son las decisiones tomadas por el sujeto las que importan ya. Unos se inclinan por el saber, otros por la droga. Tales elecciones, sin más son efecto de la represión agenciada en las primeras etapas infantiles (con la identificación parental y la superación del complejo edípico). Es tal la consistencia de la estructura fijada que la decisión siempre estará concentrada en discernir entre el placer inmediato y el displacer de la resistencia. No importa cuál sea la decisión, sino la superación de la angustia (y la angustia lo genera tanto el placer, como hemos visto en el adicto, como en el displacer, como por ejemplo, el trabajo).

Este escueto esquematismo del aparto anímico, vincula eso que la psicología académica no integra a sus descripciones, bien por limitación teórica (epistemológica) o por resistencia ideológicas. En todo caso, la adicción es una elaboración psíquica dependiente de los estímulos recibidos y reprimidos en los primeros años (donde se asienta del límite) y las decisiones posteriores a la exposición autónoma al mundo (funcionamiento de los juicios).

Si se ve desde este ángulo, lo que importa es la configuración del sujeto: tanto sus resistencias como sus deseos reprimidos, no tanto el impacto que genera la sustancia en si misma (como fin), sino de la postura ética que asume el sujeto. Lo que se cuestiona no es hecho, sino la estructura que impide o no el consumo.

Es clave pensar, finalmente, que esa demanda del Otro (estructural), agencia en demasía la constitución del sujeto; así, ausente o suplantada por eso que se denomina consumo, por ejemplo, de la imagen, el sujeto funciona identificándose y formando un modelo carente de firmeza y mojón para la consolidación de un sistema psíquico autónomo, en un sentido común de la palabra.

Implicaciones para una pedagogía sobre la adicción

Al dejar de lado los sesgos que impliquen una psicología académica y una conceptual, para los esfuerzos del análisis del fenómeno de la adicción en términos pedagógicos, es indudable pensar éste como un complejo trabajo que involucra, como bien Freud (1969) lo hacía para la psicología de la masa, la confluencia de una psicología individual y una colectiva. Una psicología del sujeto y de la sociedad.

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Una primera implicación sobre la adicción es pensar la no-absolución del sujeto sobre el fenómeno. Si bien el tratamiento médico, psicosocial y pedagógico intervienen en la dejación del “problema” (social indudablemente), en la rehabilitación del “enfermo”1, a posteriori, no deja de lado la huella significante que queda reprimida (recuerdo primario de vinculación con la droga), solo la ataja o la recubre, mas no la hace visible al sujeto. Esta falla de los dispositivos contemporáneos (Agamben, 2011), es corrientemente aceptada por la inmediatez de prevención y no responsabilidad ligada a la adicción (inclusive se ha desvencijado la lógica de la culpa, endilgando al otro mis “malas” decisiones).

El “caso por caso” es una herramienta metodológica éticamente aceptada por una mente liberada de la ataviosa realidad. Sin tiempo, ni espacio, paciencia, rigor y humanidad para el trato con el otro, sino se falla por la práctica causal, se corroe por la omisión de una base conceptual y ontológica de la comprensión del fenómeno, la vinculación del sujeto y la realidad estructural social.

Aun así, esta fijación en el sujeto, no deja de lado concebir el conocimiento objetivo sobre las afecciones neurobiológicas efecto del consumo. Ya bien sabemos, la división cartesiana aparentemente disuelta por las ciencias humanas y hermenéuticas, buscan saber sobre el sujeto. No basta, en los afanes de la realidad, abstraer un conocimiento clarificador sino una practica discursiva pertinente para la “solucionar” el caso por caso del sujeto que llega a nosotros.

Un conocimiento empírico del cuerpo, de su funcionamiento y afección por las sustancias, además, de vincular propuestas de orden pedagógico para la prevención y el tratamiento de las adicciones es fundamente para la empresa educativa, que por su ethos busca la integración del individuo al mundo.

Vinculadas estas dos perspectivas, al menos conscientes de la confluencia sujeto-mundo, la responsabilidad del maestro se convierte en un mojón para la explicitación del fenómeno y la proyección de estrategias que repercutan en la visualización y toma de decisión frente a la adicción. Es menester agregar que tal responsabilidad es un asunto endilgado como ético no solo para el maestro, sino para el siempre objeto de enseñanza, el estudiante, a quien no hay que vacilar en preguntarle: ¿Qué vas a hacer? Suministrándole opciones que formen su juicio.

Referencias bibliográficas:

Agamben, G. (2011). ¿Qué es un dispositivo? En Sociológica, numero 73, pp. 249 – 264, mayo-agosto.

Braunstein, N., Pasternac, M., Benedito, G., y Saal, F. (1983). Psicología: ideología y ciencia. (9ª edición). México: Siglo Veintiuno Editores, S.A.

1 Actualmente, el debate político busca tratar el sujeto dependiente de alguna droga, fuera de una peyorativa moral de delincuente, como un “enfermo mental” (Comisión Asesora para la Política de Drogas en Colombia, 2013).

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Comisión Asesora para la Política de Drogas en Colombia. (2013). Lineamientos para una política pública frente al consumo de drogas. Bogotá, Colombia: Comisión Asesora para la Política de Drogas en Colombia.

Corominas, M. (2007). Bases neurobiológicas de la adicción. Recuperado el 20 de marzo de 2015, http://www.neuroclassics.org/ADICION/ADICCION.htm

Foucault, M. (1998). Historia de la sexualidad I. La voluntad del saber. Madrid, España: Siglo Veintiuno Editores, S.A.

Freud, S. (1969). Psicología de las masas. Madrid, España: Alianza Editorial, Ltd.

Gobierno Nacional de la República de Colombia. (2013). Informe final. Estudio Nacional de Consumo en Colombia. Bogotá, Colombia: Gobierno Nacional de la República de Colombia.

Gonzalez, J. (2006). Toxicomanía y sociedad de consumo. Documento de trabajo (mimeo) de la signatura farmacodependencia y toxicomanía, Departamento de Psicología y Pedagogía, Universidad Pedagógica Nacional.

Halgin, R., & Krauss, S. (1989) psicología de la anormalidad. (5ª edición). Estados Unidos: Editorial Mc Graw Hill.