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A Fundación Centro de Estudios Andaluces Inmigración y segmentación de los mercados de trabajo en España Inmigración y segmentación de los mercados de trabajo en España Documento de trabajo S2003/02 Lorenzo Cachón Rodríguez

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Inmigración y segmentaciónde los mercados de trabajo en España

Inmigración y segmentaciónde los mercados de trabajo en España

Documento de trabajoS2003/02

Lorenzo Cachón Rodríguez

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centrA: Fundación Centro de Estudios Andaluces Documento de Trabajo Serie Sociología S2003/02 Inmigración y segmentación de los mercados de trabajo en España Lorenzo Cachón Rodríguez Universidad Complutense de Madrid RESUMEN Este texto pretende ofrecer una interpretación de los cambios que se han producido en el mercado de trabajo y en la sociedad española que han llevado a España a aparecer en el mapa mundial como un posible país de destino de las migraciones internacionales desde mediados de los años ochenta. También presenta un análisis (sectorial) de los tipos de empleos que sistemáticamente ocupan los inmigrantes en este mercado laboral. Y lo hace desde planteamientos que se pueden inscribir dentro de las teorías de la segmentación del mercado de trabajo. Además de analizar algunos datos oficiales de carácter secundario, sintetiza las aportaciones de las principales investigaciones que han abordado las situaciones laborales de los inmigrantes. Propone una aproximación a los procesos de re-estructuración de los mercados de trabajo en España ligados a la llegada de nuevos contingentes de inmigrantes, especialmente desde finales de los años noventa, y describe los itinerarios y trayectorias laborales incipientes de los inmigrantes dentro del mercado y de la sociedad española, señalando esos procesos como parte de la constitución de la naciente “España inmigrante”. Palabras clave: España inmigrante. Segmentación del mercado de trabajo e inmigración. División étnica del trabajo. Etnoestratificación. ABSTRACT This paper aims to provide an interpretation of the changes that have occurred in the labour market and in Spanish society, the result of which have been to put Spain back on the map as a possible destination for international migrations from the mid 1980s. It also presents a (sectorial) analysis of the types of job that are systematically carried out by immigrants in this labour market. The basis for the analysis is to be found in the theories of labour market segmentation. Research has been carried out on secondary official data but the paper is also a synthesis of the contributions of the principal works to have dealt with immigrant labour situations. It offers an approach to the restructuring processes of the Spanish labour market which are connected to the arrival of new groups of immigrants, especially since the end of the 1990s and describes the incipient job itineraries and patterns of immigrants within the market and Spanish society, pointing to those processes as part of the inception of the rising “Immigrant Spain”. Keywords: Immigrant Spain. Segmentation of the labour market and immigration. Ethnic division of labour. Ethnostratification.

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INMIGRACIÓN Y SEGMENTACIÓN DE LOS MERCADOS DE TRABAJO EN ESPAÑA

Lorenzo Cachón Rodríguez

Profesor Titular de Sociología Universidad Complutense de Madrid

1. Los planteamientos de la segmentación del mercado de trabajo y su aplicación al estudio de la inmigración en España

Para analizar las aportaciones que pueden hacerse al análisis de las migraciones desde la teorías de la segmentación habría que compararlas con otros planteamientos teóricos que han intentado abordar este fenómeno, sea en cómo se inicia sea en cómo se perpetúa o reproduce. No lo haremos aquí porque Massey, Arango y otros (1993 y 1998) ya han efectuado una revisión de las cuatro grandes teorías (o grupos de teorías) que proponen esquemas interpretativos de la iniciación de procesos de migraciones internacionales: la economía neoclásica, tanto en la macro como en la micro teoría, la nueva economía de la migración, la teoría del mercado dual de trabajo o la teoría del sistema mundial. Y en los mismos trabajos hacen una análisis de las teorías que permiten explicar la “perpetuación” o consolidación de las migraciones internacionales una vez iniciadas: las teorías de las redes y la de la causación acumulativa.

Para explicar lo acontecido en España a mediados de los ochenta, podemos decir con estos autores (1998, 246) que “la migración internacional tiene su origen en procesos de desarrollo económico y de transformación política en el contexto de una economía de mercado en proceso de globalización (teoría del sistema mundial)”; y que “en las naciones centrales, el desarrollo postindustrial lleva a una bifurcación del mercado de trabajo, creando un sector secundario de empleos mal pagados, en condiciones inestables y con escasas oportunidades de progreso (teoría del mercado dual de trabajo). Esta bifurcación es particularmente aguda en las ciudades globales, donde la concentración de pericia empresarial, administrativa y técnica, conduce a una concentración de rentas y a una fuerte demanda auxiliar de servicios con salarios bajos (teoría del sistema mundial). Puesto que los nativos rehuyen los empleos del sector secundario, los empleadores se valen de trabajadores inmigrantes y a veces, mediante la captación, desencadenan directamente los flujos migratorios (teoría del mercado dual de trabajo)”. A esto habría que añadir un elemento planteado, entre otros, por Portes y Böröcz (1998, 45): “La emergencia de flujos (...) requiere una penetración previa de las instituciones de la nación estado más fuerte sobre aquéllas de las naciones emisoras más débiles”.

Piore (1983a), sintetizando investigaciones sobre las migraciones laborales, ha señalado que “las sociedades industriales parecen generar sistemáticamente una variedad de puestos de trabajo que los trabajadores a jornada completa del país rechazan directamente, o aceptan solamente cuando los tiempos son especialmente difíciles... (Son puestos de trabajo que) ofrecen poca seguridad, pocas posibilidades de promoción y poco prestigio. Muchas veces, se consideran degradantes. Encontrar gente para cubrirlos plantea un continuo problema a cualquier sistema industrial”. Y añade: “(Es falso que) la pobreza y la presión de la población existentes en las áreas subdesarrolladas son las causas principales de la emigración a gran escala... El verdadero determinante de los flujos de emigración es el proceso de desarrollo económico de la región industrial, especialmente el número y las características de los puestos disponibles”. Éste es, en nuestra opinión, el fenómeno que se produce en España con 1

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gran intensidad desde mediados de los ochenta: pero formulado no en términos de “desarrollo económico de la región industrial”, sino de desajuste entre lo que se está dispuesto a aceptar y las demandas del sistema productivo.

Con aquel planteamiento Piore critica dos ideas falsas sobre el origen y desarrollo de la inmigración que están muy extendidas entre algunas capas de la opinión pública de los países receptores:

• Que los inmigrantes reemplazan a los trabajadores marginales nacionales –sobre todo a la gente joven y a las mujeres casadas. Porque no hay pruebas de que esto ocurra: aunque comparten los sectores, los autóctonos se ubican preferentemente en puestos con determinadas condiciones que no son las mismas que las de los inmigrantes; y

• Que los puestos que tienen los inmigrantes reemplazan de alguna forma a los puestos que tienen los autóctonos. Los trabajos de los inmigrantes “parece que entran en dos categorías. En una están los trabajos que complementan o, de hecho, hacen posibles los ‘buenos’ trabajos que tienen los trabajadores locales (...) En la segunda categoría se encuentran los trabajos que complementan necesariamente las ocupaciones que tienen los trabajadores nacionales, pero que contribuyen al nivel de vida de grupos en mejor posición” (Piore, 1983a).

Este planteamiento de Piore sobre los procesos migratorios (recogido ampliamente en Piore, 1979) parte de sus planteamientos sobre la segmentación del mercado de trabajo (SMT) o mercado dual de trabajo (MDT). La idea básica es que “el mercado de trabajo está dividido en dos segmentos esencialmente distintos, denominados los sectores primario y secundario. El primero ofrece puestos de trabajo con salarios relativamente elevados, buenas condiciones de trabajo, posibilidades de avance, equidad y procedimientos establecidos en cuanto a administración de leyes laborales y, por encima de todo, estabilidad en el empleo. En cambio, los puestos del sector secundario tienden a estar peor pagados, a tener condiciones de trabajo peores y pocas posibilidades de avance, al tener una relación muy personalizada entre los trabajadores y los supervisores que deja un amplio margen para el favoritismo y lleva a una disciplina laboral dura y caprichosa; y a estar caracterizados por una considerable inestabilidad de empleo y una elevada rotación de la población trabajadora” (Piore, 1983b, 194-195). Dentro del sector primario “como mínimo, parece útil reconocer una distinción entre un segmento superior y un segmento inferior (... el primero) formado por trabajadores profesionales y directivos” (ibid, 195).

Pero lo que es fundamental de este planteamiento inicial del MDT es que el mercado de trabajo es un mercado segmentado, por eso preferimos la expresión SMT. El mismo Piore señalaba unos años después de la primera formulación sobre el MDT: “Cuando comenzamos, dimos el nombre de dualismo a esta pauta de segmentación social y económica ... A medida que avanzamos, quedó patente que la importancia del dualismo no radica en que la sociedad esté dividida en dos segmentos autónomos y discontinuos, sino que la sociedad está dividida en segmentos y no de una manera continua. Para nuestra concepción no es esencial que haya dos o más protuberancias de ese tipo, si bien el número de segmentos no puede multiplicarse indefinidamente sin restablecer el continuo y volver al paradigma que hemos rechazado” (Berger y Piore, 1980, 2). De ahí que, desde la perspectiva de la sociología económica de la inmigración, la aportación de Portes y Bach (1985) sobre los “enclaves étnicos” no plantee ninguna dificultad teórica. Porque “lo que es relevante de estas discontinuidades es que distinguen unos segmentos del mercado de trabajo que son cualitativamente diferentes. Eso significa que los procesos de asignación, formación, ascenso, determinación de salarios, etc.,

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así como los rasgos de conducta de los trabajadores y los patronos, son cualitativamente diferentes conforme pasamos de un segmento del mercado a otro” (Villa, 1990, 48-49).

En los estudios de la inmigración laboral hay dos momentos en los que los planteamientos de la teoría del SMT puede tener gran utilidad heurística:

1. Para explicar el inicio de un proceso migratorio por el (creciente) desajuste entre el tipo de empleos ofertados y los empleos esperables o aceptables en los países receptores (como un factor que pone al país acogida en el mapa migratorio como un posible destino y que luego actúa como una factor de atracción)

2. Para explicar la ubicación/distribución de los trabajadores inmigrantes en las posiciones laborales y sociales en los países de acogida y la aparición de fenómenos de etnoestratificación y de división étnica del trabajo y de movilidad y trayectorias laborales y sociales.

A lo largo de este texto se utilizará este tipo de argumentación para contrastarlo con la experiencia de la inmigración en España.

¿Mercado de trabajo global?

En la primera edición (1996) de La era de la información (vol. 1), Castells incluía un epígrafe titulado “¿Existe una mano de obra global?”; en la segunda edición (2000) (en un bloque nuevo sobre la economía global) añadía un epígrafe titulado “¿Trabajo global?”. Carnoy (2001) comienza su capítulo sobre “Trabajo y globalización” preguntándose “¿También está globalizado el trabajo?”. El planteamiento de estos autores (que es una síntesis de otros textos y autores) puede resumirse en los cuatro puntos siguientes:

“La economía informacional es global. Una economía global es una realidad históricamente nueva, distinta de la economía mundial. (... Es) una economía cuyos componentes nucleares tienen la capacidad institucional, organizativa y tecnológica de funcionar como una unidad en tiempo real, o en un tiempo establecido, a escala global” (Castells, 2000, 136-137). “Si existe una economía global, debería hacer un mercado laboral global y una mano de obra global. No obstante (...) es errónea desde el punto de vista empírico y engañosa desde la perspectiva analítica. Aunque el capital fluye libremente en los circuitos electrónicos de las redes financieras globales, la movilidad del trabajo sigue siendo limitada, y lo será en el futuro predecible, a causa de las instituciones, la cultura, las fronteras, la política y la xenofobia” (Castells, 1996, 260)

“Existe, cada vez más, un proceso de globalización del trabajo especializado. Es decir, no sólo el trabajo altamente cualificado, sino el trabajo cuya demanda es excepcionalmente alta en todo el mundo y que, por tanto, no sigue las reglas habituales en lo que se refiere a normas de inmigración, salarios o condiciones de trabajo (...) Cualquiera que tenga la capacidad de generar un valor añadido excepcional en cualquier mercado disfruta de la posibilidad de comprar en todo el globo ... y también de ser comprado” (Castells, 2000, 167)

“Por otro lado, para las apretadas masas del mundo, para quienes carecen de cualificaciones excepcionales, pero tienen el arrojo, o la desesperación, para mejorar sus condiciones de vida y luchar por el futuro de sus hijos, las cosas son ambivalentes (...) el número total de inmigrantes asciende sólo a una pequeña fracción de la mano de obra

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global (...) parece que, junto con los flujos crecientes de inmigración, lo que realmente está ocurriendo – y desencadenando reacciones xenófobas – es la transformación de la constitución étnica de las sociedades occidentales” (Castells, 2000, 167).

Por tanto, también en este nivel global aparece la SMT porque hay “reglas/pautas” distintas para la elite profesional (el “trabajo especializado”) y para el resto (“que carece de cualificaciones excepcionales”). El Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 1999 señala que “el mercado global de trabajo cada vez está más integrado para los muy cualificados – ejecutivos de empresa, científicos, personas del mundo del espectáculo y muchos otros que constituyen la elite profesional global – con gran movilidad y elevados salarios. Pero el mercado para el trabajo no cualificado está sumamente restringido por las barreras nacionales”. O por decirlo con Castells (2000, 168): “Aunque el capital es global, y las redes de producción del núcleo están cada vez más globalizadas, la inmensa mayoría del trabajo es local. Sólo una mano de obra especializada de elite, de gran importancia estratégica, está verdaderamente globalizada”.

Pero a pesar de que “no hay ni habrá en el futuro previsible, un mercado laboral global y unificado (...) existe una tendencia histórica hacia la interdependencia cada vez mayor de la mano de obra a escala global mediante tres mecanismos: el empleo global en las compañías multinacionales y sus redes asociadas que cruzan las fronteras; los impactos del comercio internacional sobre las condiciones de empleo y trabajo, tanto en el Norte como en el Sur; y los efectos de la competencia global y del nuevo modo de gestión flexible sobre la mano de obra de cada país. En cada caso, la tecnología de la información es el medio indispensable para que haya vínculos entre los diferentes segmentos de mano de obra a lo largo de las fronteras nacionales” (Castells, 1996, 262).

Panorama de la inmigración laboral en la OCDE

La OCDE (2001) ha resumido su análisis de “El empleo de los extranjeros. Perspectivas y cuestiones en los países de la OCDE” en Perspectivas del empleo 2001. De este capítulo pueden extraerse las siguientes conclusiones:

En la mayoría de los países miembros de la OCDE, el número de extranjeros o de inmigrantes y su proporción con respecto a la población total y a la población activa ha aumentado en los últimos diez años. Sin embargo, esta proporción varía mucho de unos países a otros.

Aunque la entrada de nuevos trabajadores extranjeros permanentes actualmente es muy limitada, sobre todo en los países europeos miembros de la OCDE, parece que el empleo temporal de extranjeros está extendiéndose más, introduciendo flexibilidad en el mercado de trabajo. Esto puede ayudar a disuadir a los empresarios, especialmente en las actividades de temporada, de recurrir a la utilización de trabajadores indocumentados.

La mano de obra extranjera está concentrada en ciertos sectores. Sin embargo, su utilización está extendiéndose sobre todo en los servicios a las empresas y a los hogares. En los países de inmigración reciente, los extranjeros tienden más que los autóctonos a tener un empleo manual. Esa diferencia también persiste en los países de inmigración más antigua. En algunos países miembros, los trabajadores extranjeros generalmente son más vulnerables al paro que los autónomos.

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El empleo de extranjeros desempeña un papel amortiguador en la adaptación del mercado de trabajo a las fluctuaciones cíclicas. No obstante, existen dificultades cuando se intenta adoptar medidas de inmigración cuyo principal objetivo es responder a las necesidades a corto plazo del mercado de trabajo. No se puede responsabilizar a la inmigración de los desequilibrios observados en el mercado de trabajo.

La contribución de la inmigración al crecimiento a largo plazo no se limita a su influencia cuantitativa en el aumento de la población activa; también se ref1eja en su influencia cualitativa, en lo que se refiere a la acumulación de capital humano. En la situación actual de crecimiento de los países miembros de la OCDE, la escasez de mano de obra es especialmente acusada en las tecnologías de la información y de las comunicaciones. Algunos países miembros también están teniendo dificultades para contratar trabajadores poco cualificados. La mayoría de los países miembros de la OCDE ha introducido enmiendas en su legislación para facilitar la entrada de trabajadores extranjeros cualificados y muy cualificados.

2. Las etapas de la formación de la “España inmigrante”1 Para comprender las etapas que ha seguido la formación de la “España inmigrante” podemos partir de los planteamientos de Dassetto (1990). Este autor señala que los diferentes aspectos de las migraciones acontecen en una secuencia temporal que “el análisis sociológico raramente toma en consideración” y que esa secuencia temporal tan olvidada por el análisis es, sin embargo, asumida en sus prácticas por los inmigrantes mismos (que modifican sus proyectos y sus conductas con el paso del tiempo), por los autóctonos (que perciben un antes y un después de ciertos hechos relacionados con las migraciones) y por las instituciones administrativas, escolares o sanitarias (que han de adaptarse a nuevas condiciones cambiantes en el tiempo). El paso de la salida del lugar de origen a la llegada al nuevo destino y de ésta a la implantación en el territorio, supone desplazamientos espaciales, sociales, culturales e institucionales que se realizan en una secuencia temporal que debe ser abordada en el análisis del proceso migratorio. Para ayudar a los analistas a tomar en consideración esta dimensión histórica de las migraciones, Dassetto plantea construir un “campo conceptual” que permita a la vez comprender aquellas percepciones espontáneas e inscribir en él los análisis producidos sobre la inmigración y los inmigrantes. Ése es el papel que atribuye al concepto “ciclo migratorio”.

Dassetto define el “ciclo migratorio”2 como “el conjunto de procesos por el cual las poblaciones que pertenecen a un espacio económico periférico entran, se establecen y se implantan en el espacio de un Estado-nación que pertenece a los polos centrales de la economía capitalista”. Dentro del “ciclo migratorio” tienen lugar diversos “momentos caracterizados por rupturas específicas” y este autor propone distinguir tres: el primer momento, que se produce bajo el predominio de la relación salarial y la marginalidad social;

1 He expuesto esta planteamiento de las etapas de formación de la “España inmigrante” con más detalle en otros textos; entre ellos puede verse Cachón, 2002a.

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2 El concepto “ciclo migratorio” no debe ser confundido con las “fases migratorias” (que están más relacionadas con la evolución del mercado de trabajo) ni con el concepto de “race relation cicle” que utiliza la sociología americana de la Escuela de Chicago para estudiar la sucesión de formas de relación entre poblaciones étnicamente diferentes (mayoritarias/minoritarias, establecidas/recién llegadas). Otros autores, además de Dassetto, han utilizado esta noción de “ciclo migratorio”. Nosotros seguimos aquí, como queda dicho, la concepción de este sociólogo belga por considerar que el campo conceptual que construye proporciona referentes relevantes para la comprensión de lo acontecido en España.

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el segundo momento, con el proceso de enculturación de los inmigrantes, su consolidación en el territorio y la aparición de agencias que se ocupan activamente de ellos; el tercer momento, con los desafíos de la co-inclusión societal entre inmigrantes y autóctonos y de los derechos de participación política de aquellos.

En el primer momento del ciclo migratorio, “la inscripción en la relación salarial es el modo de entrada principal en el espacio de llegada de la población masculina adulta que efectúa el desplazamiento migratorio”. Los inmigrantes son “trabajadores extranjeros”. Pero “si la relación salarial inscribe plenamente a estas poblaciones en las relaciones de producción de la sociedad de llegada, su inserción en el espacio institucional y político no puede ser caracterizado sino por la marginalidad”, aunque esta marginalidad no sea necesariamente vivida como tal por el “trabajador extranjero”. A nivel europeo, este momento del ciclo se corresponde con la primera mutación del sistema migratorio europeo.

En el segundo momento del ciclo migratorio, como consecuencia del matrimonio de aquellos trabajadores o de la reagrupación familiar, aparecen nuevos actores (familias, mujeres y niños), los inmigrantes se estabilizan y el proyecto migratorio se modifica. Y “tiene lugar un proceso de adquisición progresiva de reglas codificadas y no escritas de la vida colectiva del espacio de llegada para el que se podría utilizar el concepto de enculturación. No se trata de una relación de intercambio cultural, sino de la adquisición de rasgos de la cultura del espacio de acogida”. Y, a la vez, “la sociedad de llegada puede percibir como particularmente problemático este momento si se confronta a cambios en la vida colectiva que parecen negados por la conducta de los recién llegados”. Emergen como problemáticas la entrada de los niños de inmigrantes en el sistema escolar, la presencia de inmigrantes en el sistema sanitario o la cuestión de la vivienda. “Progresivamente las poblaciones inmigradas transforman el espacio en el que viven en territorio. Se trata de un momento estratégico en su implantación. Entonces aparece como un reto mayor la cuestión de la cohabitación y de las interrelaciones entre poblaciones”. Comienzan a estructurarse instituciones intermedias (como las asociaciones de inmigrantes, con la aparición de movimientos sociales y de líderes) y se potencia la acción de otras agencias de integración como los sindicatos o las redes de apoyo a los inmigrantes. En este momento del ciclo la sociedad de acogida comienza a ser consciente de que “queríamos mano de obra y llegan personas”, como pusiera de manifiesto Max Frisch.

La problemática característica del tercer momento del ciclo se produce tras un proceso donde “la duración de la implantación (...), la emergencia de líderes biposicionados y la aparición de los niños, su crecimiento y su entrada en la escuela, van inscribiendo paso a paso, en un proceso lento y de reconocimiento recíproco, a los inmigrantes, individuos y familias, en el tiempo social de la sociedad donde habitan”. Y esta presencia estable de nuevas poblaciones, sobre todo si son étnicamente diferentes, “activa nuevas problemáticas colectivas. Ya no se trata del acceso a los derechos sociales, de la aculturación o enculturación o de la gestión de relaciones entre grupos sociales en competencia: cuestiones todas ellas que continúan presentes como problemas sociales. Emerge sobre todo como problema en este momento en que las poblaciones son de manera evidente una parte permanente del espacio, la cuestión que podríamos llamar de la co-inclusión, donde cada una de las partes en presencia está inducida a incluir a la otra en las prácticas sociales y en el imaginario organizado del que dispone cada actor”. Se plantea “la integración social de los inmigrantes” y se procederá, implícita o explícitamente, a una negociación que lleve a “un reajuste de la noción de equilibrio y orden social existente en cada realidad social, institucional e imaginaria, tanto de los autóctonos como de los neoautóctonos”. En este momento del ciclo migratorio las nuevas poblaciones son muy diferenciadas por diversos elementos, lo que conduce a dinámicas sociales que 6

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pueden ir desde “una tentativa de disolución individual en la estructura social”, a una “fuerte utilización de la red ‘étnica’ o ‘etno-nacional’ para asentar sobre ella una estrategia social y económica”. La cuestión de la co-inclusión de/con las nuevas poblaciones en el espacio público y estatal hace emerger también “la cuestión de la participación política” de estos colectivos.

Y así el “ciclo” se completa y se cierra. De las respuestas que se den a los desafíos que plantea la co-inclusión depende el que se abran otros “ciclos” de reestructuración de las sociedades de acogida y/o otros “ciclos migratorios” con nuevos colectivos.

Este planteamiento del “ciclo migratorio” de Dassetto responde bien a la evolución concreta que ha seguido la problemática de la migración en el países de Centro Europa: el primer “momento” se corresponde con la (primera) etapa de los años cincuenta a mediados de los setenta; el segundo con los desafíos de la (segunda) etapa desde mediados de los setenta a los años noventa; y el tercer “momento” con la etapa (actual) de los desafíos políticos y de la multiculturalidad. En España (y otros países del sur de Europa) la problemática de la inmigración se ha producido recientemente pero de manera más rápida: y así como el primer “momento” del ciclo migratorio de Dassetto se ha producido desde mediados de los ochenta, el segundo se ha comenzado a producir en los noventa y rápidamente se han tenido que abordar los desafíos del tercer “momento”. Las etapas cronológicas que distinguimos en la inmigración en España no coinciden (ni tienen por qué hacerlo) con los tres “momentos” del ciclo migratorio, pero al finalizar aquéllas y con la nueva etapa en que está entrando la inmigración en España, se completan las problemáticas definidas en el “ciclo migratorio” por Dassetto.

España pasó a mediados de los ochenta, de un modo relativamente inesperado (véase Izquierdo, 1996), de ser un país de emigración a tener un saldo positivo en el flujo migratorio, aunque (todavía) no en términos de stocks. Pero conviene recordar que a lo largo del siglo XX ha habido procesos significativos de migraciones hacia España. Y se debe ir más allá de una descripción de “fases” migratorias y analizar si existen cambios en las lógicas y los factores que presiden la construcción social de la inmigración en España en diferentes periodos. Y, además, si esos cambios se producen de manera lenta y gradual o si han existido momentos en los que esos cambios han roto con la continuidad y han producido el inicio de etapas nuevas. En este sentido cabe recordar la cita del paleontólogo S. J. Gould con la que Castells (1997, 55) comienza el primer capítulo de La era de la información: “La idea de que todo cambio debe ser suave, lento y constante, nunca se leyó en las rocas (...) La historia de la vida (...) es una serie de estados estables, salpicados a intervalos raros por acontecimientos importantes que suceden con gran rapidez y ayudan a establecer la siguiente etapa estable”. O el clásico texto de Dobb (1988, 26) en sus Estudios sobre el desarrollo del capitalismo: “Es cierto que el proceso de cambio histórico es gradual y continuo en su mayor parte. (...) Pero (...) hay puntos decisivos en el desarrollo económico en que el tempo se acelera de manera anormal y en que se rompe la continuidad, esto es, se produce un marcado cambio de dirección en la corriente de los hechos”. Pues bien, salvando las distancias con los referentes de Gould (la vida), Castells (la historia) o Dobb (el desarrollo del capitalismo), puede afirmarse que la inmigración en España ha sufrido dos momentos en los que el tempo se ha acelerado y en los que “raros acontecimientos importantes” han producido un “marcado cambio en la corriente de los hechos”: el primero se produce a mediados de los ochenta y el segundo a finales de los noventa.

Por eso creemos que se deben distinguir tres grandes etapas en los movimientos migratorios internacionales en España: 1) hasta 1985; 2) desde 1986 a 1999; y 3) desde este año en

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adelante. Estas etapas son marcadamente diferentes en el volumen de inmigrantes, pero sobre todo por ciertas características estructurales: los factores desencadenantes de los cambios, los rasgos de la inmigración tanto por su origen nacional, sus motivaciones, sus culturas, los modos de producirse los procesos migratorios, etc., como por su destino y las características del mismo, los contextos de acogida y el impacto sobre la sociedad receptora, etc.

La primera etapa transcurre hasta 1985. La inmigración es sobre todo europea (un 65% de los extranjeros residentes en 1981), latinoamericana (un 18%) o de América del Norte (7%). Menos de un 10% provenían de África o Asia. Mas de 180.000 de los de 200.000 extranjeros residentes en España en 1981 provenían de países de nuestra cultura europea o de nuestra cultura e idioma en Latinoamérica. Aquellos provenían de países en general más desarrollados que el nuestro y éstos llegaban a España en muchos casos por razones políticas huyendo de las dictaduras latinoamericanas. En esta fase de la inmigración los factores determinantes de la llegada de los no europeos son la expulsión (en muchos casos arrancando en motivos políticos) de sus países de origen; este predominio del factor salida no excluye la existencia de llamadas específicas, pero aquel rasgo marca la inmigración en España hasta mediados de los ochenta.

Lo que debe sorprender de esta primera etapa no son las características de la población extranjera que vive en España, sino lo que no ocurre: el hecho de la muy reducida presencia de magrebíes en nuestro país teniendo en cuenta que ya entonces existían aparentemente (casi) todas las condiciones que hubieran llevado a tener, por ejemplo, un contingente importante de marroquíes en España.

La segunda etapa se puede situar entre 1986 y 1999. Algo cambia en España a mediados de los ochenta que hace aparecer una “nueva inmigración” y que comienza a transformar la inmigración en un “hecho social” en el sentido durkheimiano de la expresión. Esa inmigración es nueva por sus zonas de origen y el nivel de desarrollo de estas zonas (empezando por África -y especialmente Marruecos- y en la década de los noventa el Este de Europa y países asiáticos); nueva por su cultura (por ejemplo, las religiones no cristianas como el Islam); nueva por sus rasgos fenotípicos (árabes, negros y asiáticos) que los hacen fácilmente identificables entre la población; nueva por las motivaciones económicas de la inmigración y por la existencia de un efecto llamada desde el mercado de trabajo español (que afectará a colectivos marroquíes y latinoamericanos, pero en este caso con características diferentes a los que llegan en la primera etapa); y nueva por ser individual (de varones o de mujeres). Esta “nueva inmigración”, que se añade a los extranjeros de la primera etapa diversificando la composición de la inmigración, producirá efectos importantes en la estructura social y en las actitudes de los españoles que van a descubrir el (nuevo) fenómeno. En esta etapa comienza también un proceso importante de reagrupación familiar de los “nuevos inmigrantes” y la aparición de cierta inmigración infantil y de segunda generación. Esta etapa ha sido fundamental para la constitución de las redes migratorias desde determinados países hacia España3; pero también los factores institucionales -como la definición (o aplicación) de contingentes y otros elementos de los que hemos denominado “marco institucional discriminatorio”- que han contribuido a la progresiva consolidación de un subsistema migratorio específico en España.

El factor desencadenante de esta etapa es el “factor atracción” que produce un “efecto llamada” desde la lógica de la reestructuración del mercado de trabajo que se produce en

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3 Redes migratorias (véase Gurak y Caces, 1998) cuya importancia es fundamental para analizar el desarrollo del proceso y del ciclo migratorio. Las redes pueden poner en marcha una oferta laboral relativamente autónoma de la demanda del mercado de trabajo del país de destino.

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España en esos años y de un cambio notable en el nivel de deseabilidad de los trabajadores autóctonos (véase Cachón, 2002a). Que ésta sea la lógica dominante no quiere decir que no tengan importancia los elementos de expulsión de sus países de origen porque ambos tipos de factores (de expulsión y de atracción) juegan su papel sólo en un marco existente de relaciones estructurales (que ellos contribuyen a transformar) en el arco de un (moderno) “sistema mundial”. Aquel factor desencadena un proceso que hace convertirse a España en el polo de atracción de un subsistema migratorio dentro e la UE con algunas especificidades respecto a otros países comunitarios; pero una vez constituido tal polo se puede producir un cambio en la lógica de funcionamiento de los flujos porque se pueden autonomizar relativamente respecto al factor desencadenante. En esta etapa España (re)aparece en el mapa migratorio internacional pero ahora como país de posible destino. Así los expresan, por ejemplo, algunos inmigrantes en entrevistas o grupos de discusión.

En el año 2000 se puede situar el arranque de una tercera etapa. España está entrando en una nueva fase migratoria. No se trata sólo de que España alcance una cifra de las que marcan un hito en el camino (supera 1.000.000 de extranjeros: hito que se podría calificar de “pequeño” ya que ese volumen apenas supone el 2,5% de la población que vive en España), sino que parece que comienza producirse una ampliación y diversificación de la inmigración en España y un cambio en los desafíos que esto plantea en la estela de lo acontecido en otros países de la Unión Europea. El proceso de regularización en curso consolidará un proceso de reagrupación familiar de los “nuevos inmigrantes” y a partir de ahí es esperable que España entre en un momento distinto del “ciclo migratorio”. Es probable que en esta etapa se abran nuevas vías para la llegada de inmigrantes (africanos y de otras regiones) para los puestos de trabajo no cualificados, por una parte, y que comiencen nuevos procesos para la cobertura de puestos de trabajo de mayor cualificación. No sería más que la llegada a España de procesos migratorios que ya están ocurriendo en otros países de nuestro entorno.

Esta nueva etapa que está comenzando en el 2000 se inscribe dentro del ciclo de desarrollo de la globalización de la sociedad y de la economía que está teniendo lugar en nuestros días. Pero esto no es un argumento que potencie el miedo a la “invasión” y que, por tanto, sirva de coartada para reforzar políticas restrictivas a nivel nacional o europeo. Se puede señalar, incluso, que a pesar de que sea previsible que esas migraciones aumenten (aún en contra de políticas restrictivas), la historia migratoria europea, y la española en particular, muestran que estos procesos no son proyectables linealmente en el tiempo.

Los límites entre las etapas de esta periodización coinciden con las leyes de extranjería de 1985 y del 2000 (con dos leyes: la 4/2000 y la 8/20004) respectivamente; pero no es la aprobación y entrada en vigor de estas normas lo que lleva a la elección de esas fechas para establecer las etapas, sino los cambios que se producen en el mercado y en otros aspectos institucionales. En 1985, porque comienzan a llegar “otros” inmigrantes distintos a los que teníamos antes coincidiendo con la entrada de España en la Unión Europea y con el inicio de un cambio sustancial en el “nivel de aceptabilidad” de los trabajadores autóctonos. No es la Ley de 1985 la que produce el crecimiento rápido de inmigrantes en España por una especie de fulminante “efecto llamada”, sino que existe un “efecto llamada” que se produce desde el mercado al subir aquel nivel de aceptabilidad de los autóctonos y comenzar a aparecer una serie de “nichos laborales” no cubiertos por los españoles en determinados sectores de actividad/ ocupaciones/ comarcas de la geografía española.

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4 Son la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, que fue modificada por la Ley Orgánica 8/2000, de 22 de diciembre.

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Hablamos del comienzo de una nueva etapa en 2000 porque concurren un conjunto complejo de razones. Desde la perspectiva del mercado de trabajo, porque a los sectores de actividad/ ocupaciones/ comarcas donde habían aparecido los “nichos laborales” que han ido ocupando progresivamente los inmigrantes desde mediados de los ochenta y donde su presencia se ha consolidado, han venido a añadirse nuevas ramas/ocupaciones/comarcas que demandan inmigrantes por falta de trabajadores españoles dispuestos para trabajar en ellos. Es previsible que esta tendencia aumente en los próximos años. En algunos casos las ocupaciones vacantes son (y serán) de alta cualificación. Empieza a producirse una re-etnoestratificación en la fuerza de trabajo inmigrante: en determinados sectores/comarcas las políticas empresariales de gestión de la mano de obra re-ubican a los trabajadores según su origen étnico/nacional y se producen desplazamientos de unos colectivos por otros respondiendo a una “atribuida” mayor flexibilidad que puede esconder un rechazo a lo más “diferente” y una posición de abuso y explotación del más débil recién llegado.

Además del efecto de atracción desde el lado de la demanda como hemos hecho hasta aquí, también deben considerarse los datos desde la oferta: “Muchos inmigrantes no son gente desesperada sin medios de supervivencia, sino emigrantes que quieren mejorar sus circunstancias. Están profundamente influidos por la información que les llega sobre los países de destino: entre la proximidad geográfica y la cadena migratoria, lo que en el fondo importa es la imagen de los países del sur de Europa que trasmiten las cadenas migratorias. (La imagen de los países europeos del sur entre los inmigrantes responde al siguiente estereotipo): países donde es fácil vivir y hacer dinero, incluso sin permiso de residencia y que hacen que merezcan la pena las dificultades, los gastos y el riesgo de ser cogidos en los controles de la frontera” (Baganha y Reyneri, 2001, 206-207). Pero la construcción de esa imagen ha pasado por este proceso previo de que España (y los otros países europeos del Sur) han de aparecer en el mapa migratorio como posibles lugares de destino y ha de empezar a extenderse esa imagen entre los posibles inmigrantes y sus comunidades de origen.

Pero esto no quiere decir que luego “vivan de acuerdo a sus expectativas”. El trabajo informal y esporádico les permite sobrevivir, pero les quita las ilusiones. Sin embargo, el impacto (de esta desilusión) en los flujos migratorios es casi nulo, ya que prevalece el bien conocido efecto de retroalimentación de la cadena migratoria (Portes, 1995). Según el trabajo de campo realizado en Italia, entre los inmigrantes que declaran estar en una situación difícil, ninguno menciona, siquiera vagamente, la posibilidad de volver a su país de origen; y todos ellos dicen que su opinión negativa no sería nunca suficiente para convencer a sus amigos y parientes de que no emigren también” (Baganha y Reyneri, 2001, 208).

Por su parte, la consolidación de las redes migratorias comienza a producir un incremento y diversificación del flujo inmigratorio y de su distribución sectorial y geográfica y un cambio de las características de los inmigrantes a través de la reagrupación familiar y de la aparición de la segunda generación. Y aquí comienzan a aparecer las cuestiones ligadas –por decirlo brevemente- a la ciudadanía: desafíos que tienen que ver con la “enculturación” de los inmigrantes y con su consolidación en el territorio donde se asientan, territorio que construyen física y –sobre todo- socialmente. La consolidación de enclaves étnicos en los centros -deteriorados- de “ciudades globales” españolas como Madrid, Barcelona, etc., ha dado visibilidad social a un fenómeno que hasta entonces podía parecer más la suma de hechos individuales. Desafíos que se reflejan en la consolidación de una red de instituciones (no estatales) que contribuyen (o quieren contribuir) a su integración, entre las que los sindicatos juegan un papel fundamental.

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Junto a esto aparecen procesos relevantes de conflictos y luchas reivindicativas por la mejora de las condiciones de trabajo y de vida y -sobre todo, previamente- por la obtención de “papeles”, por el reconocimiento de una situación legal que les “habilite” para reclamar derechos ciudadanos. Y a la sociedad se le plantean los problemas de la co-inclusión societal, donde cada una de las partes, autóctonos e inmigrantes, “se ve inducida a incluir a la otra, en las prácticas sociales y en el imaginario organizado del que dispone cada actor” (Dassetto, 1990).Y aparece en el horizonte también la cuestión de la participación política de los que no disponen de la ciudadanía formal (nacionalidad). Por todo ello creemos que, en torno al 2000, la cuestión migratoria en España entra en una nueva etapa: aparece la “España inmigrante”.

3. Inmigración, mercado de trabajo y expectativas de los trabajadores autóctonos5

¿Cómo explicar el “raro acontecimiento importante” que ha producido un “marcado cambio en la corriente de los hechos” de las migraciones en España a mediados de los años ochenta con la que ha comenzado lo que calificamos como segunda etapa de la inmigración en España?.

Planteemos la cuestión con radicalidad6: el hecho sorprendente en España no es la (relativamente) pequeña pero creciente presencia de magrebíes, sino el que ese fenómeno no se haya comenzado a producir prácticamente hasta hace poco más de una década y que sea aún de tan pequeñas dimensiones (cuando se compara con otros países de nuestro entorno). Porque los lazos de España con Marruecos han sido históricamente muy notables, los lazos económicos son muy fuertes, los culturales (especialmente con Andalucía) y turísticos son intensos, las diferencias de desarrollo entre uno y otro país son grandes, las situaciones demográficas muy desiguales (y complementarias), la “realidad” (virtual/televisiva) española entra a diario en miles de hogares marroquíes, miles de magrebíes atraviesan cada año al menos una vez en cada dirección España de norte a sur para ir a sus países de origen de vacaciones y de sur a norte para volver a los países europeos donde trabajan y, last but not least, España y Marruecos están situados a unos pocos kilómetros de distancia. Todos estos hechos hacen que el fenómeno social que haya que explicar sea el porqué han tardado tanto en llegar y en porqué hay (todavía) tan pocos marroquíes en España dado que todas las condiciones estructurales e históricas están dadas para que en España vivan y trabajen un número importante de marroquíes.

Para explicar lo que ocurre en España a partir de mediados de los ochenta se podría acudir al modelo “push-pull” porque tanto los factores de atracción como los de expulsión son muy relevantes. Pero este planteamiento olvida el contexto en que se producen las migraciones y los procesos de tomas de decisión de emigrar. Habría que ir más allá y analizar, como señalan Portes y Rumbaut (1996), “dos tipos diferentes de estructura social: las que relacionan a los países de origen con los países de recepción y las que relacionan a las comunidades y familias en los lugares de origen y de destino”. Pero con ser esta una orientación teórica adecuada para estudiar los procesos migratorios españoles, una explicación de aquellos hechos exige concretar más la formulación. Porque, dado que esos factores “push-pull” y los elementos estructurales de las relaciones entre las sociedades de origen y de destino (al menos con Marruecos, que es el país clave en la inmigración hacia España en esta segunda fase) ya

5 Véase, entre otros textos, Cachón, 2002a.

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6 Y con ciertos elementos de simplificación al reducir a los marroquíes las referencias generales cuando son sólo una parte –pero la más significativa- de los (nuevos) colectivos de inmigrantes que caracterizan esta etapa. Esta afirmación es cierta sobre todo en el inicio de esta (nueva) etapa de la inmigración en España.

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existían antes de 1985, la pregunta podría (debería) reformularse: ¿por qué no comienza esa “nueva inmigración” antes de 1985?.

La explicación que sigue asume (pero no desarrolla el argumento en esa dirección) los planteamientos de la teoría del sistema mundial (desarrollada por Wallerstein) y la necesidad de contactos históricos previos (señalados por Portes). Pero – en línea con las teorías de la SMT – plantea que, en esos contextos (teóricos e históricos), el factor desencadenante del fenómeno inmigratorio en España a mediados de los ochenta ha sido el desajuste (creciente) entre una fuerza de trabajo autóctona que ha ido aumentando paulatinamente su “nivel de aceptabilidad” (como consecuencia de los cambios sociales, el desarrollo económico y el despliegue del Estado de bienestar) y la demanda de trabajadores para ciertas ramas de actividad de un mercado de trabajo secundario que los autóctonos estaban cada vez menos dispuestos a aceptar porque no estaban a la altura de lo que consideraban aceptable. O, dicho de otra manera: a mediados de los ochenta comienza un fuerte y rápido proceso de aumento del “nivel de aceptabilidad” de los autóctonos en España que va a producir una demanda (repentina y fuerte) de trabajadores de fuera de España para cubrir puestos fundamentalmente (pero no exclusivamente) en algunas ramas de actividad (y en ciertos ámbitos geográficos) que se pueden calificar como del mercado de trabajo secundario y así comenzará la que hemos calificado como segunda etapa de la inmigración en España.

Defendemos aquí que España se transforma en un país de inmigración a mediados de los ochenta y comienza a recibir lo que hemos llamado una “nueva inmigración” (al principio fundamentalmente marroquíes) porque en esos años se producen cambios sociales profundos que hacen que determinados puestos de trabajo comiencen a aparecer a los ojos de un número creciente de grupos sociales españoles como “no-deseables” o “menos-deseables”, es decir, por debajo del nivel de lo que les parece (socialmente) aceptable: se eleva el “nivel de deseabilidad”. Se empiezan a transformar –por decirlo con Sabel (1986)- “los puestos de trabajo que se consideran una deshonra y los que se consideran un logro”. Esto produce que en determinados segmentos de actividad, caracterizados además por la elevada presencia relativa de “franjas débiles” del mercado de trabajo como son jóvenes y mujeres, y en determinadas zonas geográficas comience a ser demandada mano de obra inmigrante y comiencen -en consecuencia- a aparecer inmigrantes.

Según nuestro planteamiento, hasta mediados de los ochenta había poca inmigración en España porque el mercado de trabajo estaba relativamente bien ajustado en términos de nivel de deseabilidad: es decir, el tipo de empleos que se consideraban aceptables se ajustaba al existente en el sistema productivo. Lo que había era una notable escasez de empleos: hay que recordar que en 1985 había en España cerca de tres millones de parados, que suponían el 22 de la población activa y que acababa de transcurrir una década durante la cual el volumen de ocupados había descendido en cerca de dos millones (lo que suponía una reducción del 16% del empleo existente en 1976), un comportamiento único (y excepcionalmente negativo) en el conjunto de países de la OCDE. Pues bien, a pesar de esa tasa de paro, en los años siguientes se produjo un incremento tan notable del “nivel de deseabilidad” que, a pesar de la mejora del (volumen) y el tipo de empleos generados desde el sistema productivo, aparece un desajuste creciente entre lo “deseable” y que se espera conseguir y lo “ofertado” desde el sistema productivo.

A partir de los “primeros llegados” las redes migratorias han multiplicado esta presencia (relativamente repentina) de magrebíes que no puede considerarse casual porque todas las condiciones históricas y estructurales necesarias ya existían. Pero son aquellos cambios en España los que provocan el arranque de esta “nueva inmigración”. Esos hechos marcarán

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también las políticas de acogida, con una ambigüedad que oscila entre dos polos: la “preferencia a los nacionales” y otros ciudadanos comunitarios y la política de contingentes que, al definir desde normas jurídicas como campos de contratación de inmigrantes precisamente las ramas de actividad ya elegidas con anterioridad por el mercado, refuerza la lógica segregacionista y discriminadora de éste. Entre ambos polos se mueve el “marco institucional discriminatorio” (Cachón, 1995a) de los inmigrantes que se va formulando en España desde la primera enunciación de una política de extranjería en el nivel de ley (en 1985) y de los elementos de una (todavía incipiente) política de inmigración (que sólo ha comenzado a producirse, y de modo fragmentario, a partir de 1992).

De que el factor desencadenante de la segunda etapa sea un cambio en el “nivel de aceptabilidad” de los autóctonos, es decir, un factor de atracción que produce un “efecto llamada”, no debe deducirse que la inmigración vaya a producirse de un modo ordenado y que los inmigrantes vayan a entrar con permisos de trabajo (y de residencia). La ausencia de cauces efectivos para ordenar la inmigración hacia España ha hecho que la mayor parte de los inmigrantes en esta segunda etapa entren de modo “indocumentado” y que regularicen su situación posteriormente por diferentes vías (regularizaciones, contingentes, arraigo, vía individual, etc.).

La persistencia de la inmigración indocumentada hay que ponerla en relación más que con la economía sumergida (aunque ésta sea importante en general en España y sea muy relevante en el caso de los inmigrantes después de que están en España) con un elemento básico (de los componentes políticos) del modelo inmigratorio que se va constituyendo desde la segunda etapa: los cauces legales son demasiado estrechos y lentos para que permitan circular por ellos a la inmigración demandada desde el mercado de trabajo y esto lleva a la construcción real de un modelo basado en la entrada de los inmigrantes (por distintas vías) como indocumentados que luego se “compensa” con procesos de regularizaciones o con la aplicación del contingente para “legalizar” la situación de los que estaban en España y no para incorporar nuevos inmigrantes que es para lo que formalmente está diseñado el contingente.

El nivel de aceptabilidad de los trabajadores autóctonos

Para entender la posición de los inmigrantes en el mercado de trabajo español hay que partir de que éste es, como todos los mercados de trabajo en el capitalismo avanzado, un mercado segmentado, es decir, "un mercado" que se encuentra dividido en una serie limitada de esferas o segmentos no competitivos entre sí, que delimitan ámbitos o espacios (sociales) de circulación (y de no-circulación). Estos segmentos del mercado de trabajo se diferencian por sus mecanismos de funcionamiento y los resultados que producen para los trabajadores que circulan en su interior: en ellos "los procesos de asignación, formación, ascenso, determinación de salarios, etc., así como los rasgos de conducta de los trabajadores y los patronos, son cualitativamente diferentes conforme pasamos de un segmento del mercado a otro" (Villa, 1990). Una serie de factores institucionales, económicos y tecnológicos definen el "campo de posibilidades" en el que interactúan las estrategias de los empresarios y de los trabajadores determinando las estructuras de los diversos mercados -relativamente cerrados- que configuran el conjunto del "mercado de trabajo". La posición de los trabajadores en esta estructura depende, por una parte, de las "oportunidades de empleo de que disponen" y, por otra, del "nivel de aceptación por su parte de las condiciones de trabajo", que deriva de su

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"poder social de negociación" (Ibíd.). Las oportunidades de empleo, vienen determinadas desde el punto de vista de la oferta de mano de obra por las características básicas de los trabajadores (sexo, edad, estado civil, nivel de estudios, cualificaciones, origen étnico, etc.) y por sus pautas de conducta (fiabilidad, diligencia y otros rasgos del carácter); estas características y pautas de conducta tienden a ser utilizados por los empresarios como elementos discriminantes (no necesariamente discriminatorios) de selección en el proceso de asignación de los trabajadores a los puestos de trabajo.

El "nivel de aceptación" de las condiciones de trabajo viene definido básicamente por la posición que ocupan los trabajadores en el sistema de reproducción social tanto en la familia como en la estructura de clases. El estatus que ocupan los trabajadores en este sistema "delimita la posición que ocupan los trabajadores en el mercado de trabajo, definiendo su 'nivel de aceptación' de las condiciones de trabajo, por debajo del cual tenderían a considerar sus oportunidades de empleo 'socialmente' inaceptables. En otras palabras, esto define su poder social de negociación... (es decir) que existen categorías parecidas de trabajadores a precios mínimos radicalmente diferentes, independientes de su productividad potencial/real" (Ibíd.).

Se puede presentar otra aproximación al "nivel de aceptación" de los trabajadores a partir del concepto de "carrera en el trabajo" de Sabel: otra forma de llamar a la “visión del mundo” del trabajador. Cada grupo de trabajadores tiene una idea diferente del éxito o de la carrera en el trabajo, es decir, "que discrepa en cuanto a las capacidades que definen la dignidad, los puestos de trabajo que se consideran una deshonra y los que se consideran un logro" (Sabel, 1985). A partir de esa cierta idea de la dignidad, del logro y de la deshonra los grupos sociales delimitan lo que es aceptable y lo que no lo es para los miembros del grupo.

Tanto la estructura del mercado de trabajo como la posición de los trabajadores, su "poder social de negociación" y su "carrera en el trabajo" varía a lo largo del tiempo y son sensibles a las fluctuaciones cíclicas del sistema económico; estas variaciones no sólo producen cambios en la demanda de empleo de los diferentes segmentos, sino que modifican las características de los segmentos y la amplitud de los mismos. Esta incidencia de la coyuntura sobre los cambios de estructura se produce de modo más pronunciado cuando un mercado de trabajo atraviesa períodos muy activos de readaptación y de ajuste.

España atraviesa desde mediados de los setenta una fase de profundas transformaciones en su mercado de trabajo; su reubicación en el marco de la economía globalizada donde ha jugado un papel significativo su ingreso en la Unión Europea, las transformaciones de su estructura económica, las modificaciones normativas introducidas desde la aprobación de la Constitución de 1978 y especialmente desde mediados de los ochenta y los cambios en las instituciones del sistema de relaciones industriales (sobre todo la libertad sindical y la negociación colectiva) han producido una profunda recomposición de los agentes y los segmentos del mercado de trabajo. Pero hay también otros elementos que han podido tener una influencia directa en el nivel de aceptación de determinadas condiciones de trabajo de los autóctonos en los últimos años.

En este contexto se ha producido un importante desplazamiento en el "poder social de negociación" de los trabajadores autóctonos y en su "nivel de aceptabilidad" de los puestos de trabajo. En las dos últimas décadas al menos cinco factores relacionados entre sí han contribuido a cambiar considerablemente la "carrera de trabajo", la visión del logro y de la deshonra, el nivel de lo aceptable, el poder social de negociación de los trabajadores españoles:

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En primer lugar, el incremento del nivel general de bienestar y desarrollo económico de la sociedad española (aspecto éste sobre el que sería fácil acumular un conjunto coherente de indicadores).

En segundo lugar, el rápido desarrollo del Estado de bienestar keynesiano que ha tenido lugar en España con la democracia: garantía enseñanza gratuita; garantía sistema nacional de salud; garantía pensiones mínimas (no contributivas, etc.); prestaciones por desempleo, etc. Esping-Andersen (1993) ha puesto de relieve la interdependencia entre el Estado de bienestar y el mercado de trabajo y, en la estela de Polanyi, llama la atención sobre los efectos de “desmercantilización” de la fuerza de trabajo que puede tener el desarrollo del Estado de bienestar. El “pacto social keynesiano” que en los países desarrollados se “acuerda” (durante y) después de la segunda guerra mundial (véase Rodríguez Cabrero, 1989 y 1991, Cachón, 1995b y Alonso, 1999), en España se produce con la democracia y el desarrollo del Estado de bienestar tras la Constitución de 1978.

Cuadro 1. Estructura educativa (nivel de educación alcanzado) de la población activa en España (1987 y 2001)7

1987 2001 Variación 1987-2001

N % N % N %

Diferencia Peso

relativo

TOTAL 14.266.000 100,0 16.848.700 100,0 +2.632.700 +18,5 -- Inferior a los primarios 1.659.600 11,6 875.400 5,2 -784.200 -47,3 -6,4 Primarios 6.376.700 44,7 3.424.300 20,3 -2.952.400 -46,3 -24,4 Secundarios y Medios 4.000.700 28,0 6.823.900 40,3 +2.823.200 +70,6 +12,4 Técnicos-Profesionales (Med/sup) 1.558.100 10,9 2.627.900 15,6 +1.069.800 +68,7 +4,7

Educación universitaria 671.000 4,7 3.147.200 18,6 +2.476.200 +369,0 +13,9

Fuente: INE, Encuesta de población activa (segundos trimestres) y elaboración propia En tercer lugar, la transformación de la fuerza de trabajo autóctona que se refleja en el

aumento del nivel educativo que permite poner de relieve aquel cambio del nivel de lo que se considera socialmente aceptable. En 1991, en el libro homenaje a Carlos Lerena, recogíamos la tesis de que los niveles educativos inferiores a los estudios medios preparan para un mercado secundario y los estudios secundarios y superiores para un mercado primario8. Si esto fuera así se comprendería la estructura de las tasas de actividad y las tasas de paro (por género y grupos de edad) que, de otra manera, tendrían un comportamiento que cabría considerar “anómalo” (Cachón, 1991). Y si esta tesis es correcta, cabe esperar que un cambio en la estructura educativa de la población activa conduzca a cambios en la “aceptabilidad” de los empleos del sector secundario para los autóctonos con estudios superiores o secundarios. El Cuadro 1 recoge la estructura de la población activa por niveles de estudios terminados para 1987 y 2001. Si en 1987 el 56% de los activos tenían estudios primarios o inferiores mientras que sólo el 44% tenían

7 La elección de 1987 como año de partida responde a que ese año el Instituto Nacional de Estadística cambia el sistema de clasificación del “nivel de formación alcanzado” en la Encuesta de Población Activa (EPA) ofreciendo una clasificación más desagregada que la anterior. En estudios “Secundarios y medios” se han incluido la Primera etapa de Educación Secundaria, la Formación e inserción laboral que precisa título de primera o segunda etapa de secundaria, las Enseñanzas de Bachillerato; en estudios “Técnico–profesionales (Med/Sup)” se han incluido las Enseñanzas técnico-profesionales de grado medio y de grado superior, las Enseñanzas de música y danza y otros títulos de especialización profesional en 2001 y “Formación profesional” y “Medios anterior al superior” en 1987.

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8 Primario y secundario se utilizan en el sentido más simple de la teoría del mercado dual de trabajo. No es que creamos que esta distinción nos proporcionan todos los instrumentos para comprender la segmentación del mercado laboral, pero sí nos parece que ésta es una distinción clave (aunque sea insuficiente).

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estudios secundarios, técnicos o superiores, en 2001 esta distribución se ha invertido: sólo el 26% de la población activa tiene estudios primarios o inferiores frente al 74% que tienen estudios secundarios, técnicos o superiores. El cambio más relevante se ha producido, además, en los activos que tienen estudios universitarios que han aumentado en un 369% en los catorce últimos años.

Estas transformaciones tan profundas en la estructura educativa conducen a una reducción del número de personas “dispuestas” a incorporarse al mercado de trabajo secundario como parece ser el caso en actividades como el servicio doméstico, la agricultura o la construcción.

En cuarto lugar, el mantenimiento de las redes familiares, que tienen gran importancia sobre todo si sus efectos se acumulan con los del Estado de bienestar como ocurre en España (y como confirman en términos comparativos los datos del Panel de Hogares de la UE desde 1994).

Y, en quinto lugar, las expectativas que los elementos anteriores han generado en los diferentes estratos sociales y segmentos laborales autóctonos y en como estas expectativas se trasladan a sus hijos. En esta época se cumple en España lo que Bottomore (1998, 117) señalaba para el Reino Unido en otro momento: “Con el desarrollo del capitalismo, y especialmente con el crecimiento de las grandes corporaciones, se disparó ya a comienzos de siglo un fuerte deseo de medrar personalmente en la jerarquía laboral (...), pero aquellas aspiraciones individualistas recibieron después el espaldarazo del excepcional crecimiento económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial” (el subrayado es nuestro). En España aquel “fuerte deseo de medrar en la jerarquía social” se ve reforzado en la traslación que los padres hacen del futuro que intentan construir en sus hijos desde mediados de los ochenta básicamente a través de la educación prolongada y el fuerte crecimiento económico que ha tenido lugar desde aquellos años (a pesar de la crisis del 92-94). Las expectativas y la ilusión de la movilidad social ascendente se acentúa en fases de expectativas crecientes (sobre todo si existen algunos elementos objetivos que permiten apoyar esas expectativas).

Si, como consecuencia de estas transformaciones, se producen cambios significativos en el “nivel de aceptabilidad” de una parte importante de la fuerza de trabajo, en su percepción de los que es “el logro y la deshonra”, esto puede conducir a un trasvase de población activa entre dos segmentos del mercado desde el secundario al primario (por utilizar una terminología consolidada aunque simplista) y esto podría producir escaseces de mano de obra en determinados sectores/segmentos/áreas geográficas del mercado secundario que, sin llegar a un vaciamiento, pudieran crear problemas de funcionamiento en esos mercados con la aparición de “nichos” laborales con dificultades de reclutamiento de trabajadores. Que estas transformaciones no afecten de modo homogéneo al conjunto de la sociedad española, no desdice el argumento; señala, sin embargo, que el hecho de la dualización social tiene efectos sobre (y es consecuencia de) el mercado laboral9.

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9 En sentido contrario actúan el paro, sobre todo el paro de larga duración, y la precarización del empleo que llevan a una reducción de las expectativas y del “nivel de aceptabilidad”. Pero sus efectos más negativos están muy concentrados en algunos colectivos: las franjas (más) débiles del mercado laboral. La relación entre esos colectivos de trabajadores autóctonos peor situados en el mercado laboral y la inmigración y los inmigrantes es una cuestión de extraordinaria relevancia económica (porque es ahí donde confluyen, al menos en parte, los ámbitos de competencia entre autóctonos e inmigrantes) y social y política (porque es en este “terreno natural” donde se alimenta la demagogia racista tipo Le Pen).

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A este incremento del “nivel de aceptabilidad” habría que unir el efecto que ha tenido sobre el mercado de trabajo el comienzo de la llegada al mismo, a partir de los primeros años noventa, de las cohortes de población nacidas desde mediados de los setenta, en que comienza un proceso de reducción notable de la tasa de fecundidad (que se ha mantenido hasta final del siglo) y que ha reducido las cohortes nacidas en España desde los 697.697 nacimientos en 1964 (la cifra anual más alta de la historia de España) o los 688.711 en 1974 (la segunda más alta), hasta los 362.626 de 1996, año en que comenzó un ligero aumento del volumen anual de nacimientos hasta los 395.756 de 2000. En veinte años (mediados de los setenta a mediados de los noventa) las cohortes de población se han reducido a la mitad. Además las tasas de actividad de los jóvenes menores de 20 años se han reducido en este mismo período significativamente (pasando del 56% en 1976 al 25% en 2001), con lo cual la población activa de este grupo de edad en 2001 es sólo de 520.200 jóvenes (322.800 varones y 197.400 mujeres): son jóvenes nacidos entre 1982 y 1985. Su peso en la población activa ha caído del 10,5% que suponían en 1976 al 3,1 que suponen en 2001.

¿Porqué esa referencia a los jóvenes activos de 16-19 años de ambos sexos? Porque estos jóvenes se concentran, como hemos mostrado en otros trabajos (véase Cachón, 1999b y 2000), en los mismos sectores que ocupan a las tres cuartas partes de los inmigrantes con permiso de trabajo. Su “tasa de concentración relativa”10 entre los varones es superior a 1 (indicando, por tanto, una sobrerrepresentación de los jóvenes de 16-19 años) en hostelería (2,2), Construcción (1,6), Agricultura y Pesca (1,6), Industrias manufactureras (1,2) y Comercio (1,1) y entre las mujeres en Industrias manufactureras (1,8), Construcción (1,7), Hostelería (1,7), Servicios a la comunidad (1,7), Personal doméstico (1,3), Comercio (1,3) y Agricultura (1,2). Con la excepción de Industrias manufactureras y Servicios a la comunidad, los jóvenes tienen una mayor presencia relativa en los mismos sectores en los que se concentran los inmigrantes (como se mostrará en el epígrafe siguiente) y la disminución de los jóvenes activos autóctonos seguirá atrayendo más fuera de trabajo en esas ramas de actividad: con la tasa de actividad actual de los jóvenes de ambos sexos de 16-19 años, en 2016 este grupo de activos se verá reducido a 377.500 personas.

Este conjunto de factores son los que comienzan a actuar de modo efectivo y, en buena medida, simultáneo a mediados de los ochenta en España, y que producen el “efecto llamada” que produce la “nueva inmigración” que caracteriza esta fase de la inmigración en España marcada por el predominio de la relación salarial (legal o indocumentada) y de la marginación social. Ésta es la lógica que preside la segunda etapa de la inmigración en España. Lógica que sigue en vigor en la nueva etapa que hemos hecho comenzar en el 2000, pero en la que se va a ver acompañada por otros desafíos que hasta ahora no se planteaban en la agenda pública de la “cuestión migratoria”.

4. Los trabajos de los inmigrantes: perspectiva sectorial11 Señala Marshall (1984, 532) que “por razones tanto objetivas como subjetivas, la asignación de los trabajadores manuales inmigrantes a los ‘empleos socialmente indeseables’, como los ha denominado Böhning, no parece presentar excepciones. Esto sucede cuando, en condiciones de escasez de mano de obra generalizada, los trabajadores ‘importados’ son el único medio de cubrir los puestos abandonados por los trabajadores nacionales en su

10 Las tasas de concentración relativa (TCR) son = Nij/Nj:Ni/N, donde N es el nivel de empleo; i indica el grupo demográfico de edad y j indica la rama de actividad.

17 11 Véase, entre otros textos, Cachón, 2002d.

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búsqueda de puestos atractivos. Otro tanto ocurre cuando la inmigración procedente de países menos industrializados tiene lugar en concomitancia con el desplazamiento a largo plazo de la fuerza de trabajo nativa hacia ocupaciones no manuales y puestos de trabajo más cualificados, oportunidades que se multiplican gracias al crecimiento económico y a la ampliación de la educación, con sus consecuentes expectativas de mejora en el empleo. Los trabajadores inmigrantes que llegan de países menos desarrollados, generalmente desprovistos de calificaciones profesionales ‘modernas’, tienden a ser asignados a puestos menos especializados o menos deseables, lo cual facilita el ascenso sociolaboral de la fuerza de trabajo autóctona. Como existen ocupaciones poco atractivas en todos los ámbitos laborales, es fácil hallar trabajadores inmigrantes en actividades muy diversas, pero generalmente se los localiza en los ‘peores’ puestos de trabajo de cada sector”.

Para España podemos comenzar con un análisis de la distribución sectorial de los inmigrantes en el mercado de trabajo. A finales de 199912 cinco ramas de actividad concentraban el 76% de los 199.753 trabajadores extranjeros con permiso de trabajo: "servicio doméstico" (26%), “agricultura” (21%), "hostelería" (12%), "construcción" (9%) y "comercio al por menor" (7%). Estas cinco ramas juntas sólo concentran sólo la tercera parte del empleo total en España, lo que da una primera idea del grado de concentración del empleo de los inmigrantes. Si en conjunto estos trabajadores inmigrantes suponen el 1,4% de los ocupados en España, en tres de estas cinco ramas su presencia relativa es mucho mayor: representan el 13,4% del empleo en "servicio doméstico", el 4,3% en “agricultura”, el 2,8% en "hostelería", y algo más del 1% en "construcción" y “comercio al por menor”. Puede verse, por tanto que esta gran concentración sectorial de los inmigrantes no quiere decir que los inmigrantes “copen” ramas de actividad. En cuatro de las cinco ramas los autóctonos (y comunitarios) concentran más del 95% de los puestos de trabajo y sólo en “servicio doméstico” los inmigrantes suponen más del 13% de la ocupación. Concentración sectorial y, sin embargo, una presencia relativamente baja en esos mismos sectores (con la excepción de “servicio doméstico”); esta doble imagen hay que ponerla en relación con el hecho de que los inmigrantes se concentren en algunas regiones y cuencas de empleo (véase Cuadro 2).

En los últimos años noventa se ha producido una creciente concentración de los (nuevos) inmigrantes en estas ramas de actividad, sobre todo en servicio doméstico y agricultura. Si entre 1990 y 1999 los permisos de trabajo en vigor (al final de cada año) se han duplicado (con un incremento del 134%), en estas cinco ramas el incremento conjunto ha sido del 320% en el mismo período: el aumento experimentado en la agricultura ha sido del orden de 2.122%, en el servicio doméstico del 620% y en la construcción del 209%. Son colectivos muy feminizados en "servicio doméstico" (más del 80% son mujeres) y muy masculinizados en "agricultura" y "construcción" (más del 93% son varones) y una baja presencia femenina en “comercio al por menor”. La concentración sectorial coincide con una "especialización" según el origen geográfico de los inmigrantes: Marruecos (en un 75%) y el resto de África concentran más del 95% de los extranjeros en "agricultura" y el 78% en la construcción (de

18

12 Los datos de permisos de trabajo de 1999 siguen siendo (en febrero 2003) los últimos publicados de esta serie por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (y han aparecido en el segundo trimestre de 2001). Pueden verse en la página web del Ministerio (www.mtas.es). Naturalmente, las recientes regularizaciones (de varios tipos y acogidas a dos leyes distintas: la 4/2000 y la 8/2000: datos todavía no disponibles como tampoco su efecto en los permisos de trabajo) producidas a lo largo de 2000 y 2001 van a cambiar profundamente estos datos pero no –eso creemos- la lógica de mercado que desvelan.

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ellos, el 70% marroquíes); en el "servicio doméstico" destaca la presencia de filipinas y dominicanas y en "hostelería” de marroquíes, latinoamericanos y chinos13.

Cuadro 2. Ramas de actividad con mayor número de trabajadores extranjeros (no comunitarios) con permiso de trabajo en vigor a finales de 1990 y 1999

Número trabajadores inmigrantes

Variación 1990-1999

Distribución porcentual

Proporción extranjeros sobre total ocupados

Ranking según

número de inmigrantes

Tasa feminización

1990 1999 N % 1990 1999 1990 1999 1990 1999 1999 TOTAL 85.372 199.753 114.381 134,0 100 100 0,7 1,4 - - 34,7 Total 5 ramas 35.845 150.795 114.950 320,7 42,0 75,5 0,8 2,9 - - 37,8

Servicio doméstico 7.335 52.822 45.487 620,1 8,6 26,4 1,9 13,4 3º 1º 80,5

Agricultura 1.849 41.095 39.246 2.122,6 12,4 20,6 0,2 4,3 5º 2º 7,5 Hostelería 10.601 23.329 12.728 120,6 12,4 11,7 1,6 2,8 1º 3º 34,7 Construcción 6.054 18.699 12.645 208,9 7,1 9,4 0,9 1,3 4º 4º 4,3 Comercio por menor 10.006 14.850 4.844 48,4 11,7 7,4 0,7 1,0 2º 5º 16,5

Fuente: Elaboración propia a partir de Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Estadística de permisos de trabajo a extranjeros 1990 y 1999 e INE, Encuesta de Población Activa (cuartos trimestres) 1990 y 1999.

Además del funcionamiento del “mercado” en la ubicación de los inmigrantes en estas ramas de actividad, algunas normas de lo que hemos llamado “el marco institucional de la discriminación” vienen a ser el bucle que cierra la lógica del mercado. Si en un momento es el “marco institucional” el que fija (por exclusión o por preferencia) el campo de no-circulación de los inmigrantes (por ejemplo, a través de las referencias a la “situación nacional de empleo”), en otros casos el Estado viene a ratificar lo que el mercado ya ha fijado previamente como “campo de posibilidades”. Es muy claro el ejemplo del contingente de 1995, que establecía que podrían acogerse al mismo sólo inmigrantes de aquellos países que el mercado ya había seleccionado preferentemente para determinadas ramas de actividad y así las “preferencias” del mercado se transformaban en “requisitos” o “prescripciones” en la norma jurídica: se aceptaban (varones) marroquíes para la construcción y (mujeres) dominicanas, peruanas o filipinas para el servicio doméstico.

En este análisis exploratorio de los datos agregados por ramas de actividad a nivel nacional, no se desciende a las características de los empleos concretos ocupados por los inmigrantes. Un examen más desagregado de los datos (por áreas geográficas o cuencas de empleo y por categorías profesionales según el origen nacional, el género y el nivel educativo de los inmigrantes) permitiría señalar mayores niveles de concentración en los puestos de trabajo menos deseables de (estas) ramas de actividad que son, a su vez, las ramas menos deseables.

Esta última afirmación se basa en un análisis de indicadores construidos con estadísticas oficiales sobre las características de las condiciones laborales y de la calidad de los empleos de esas cinco ramas de actividad donde se concentran las tres cuartas partes de los inmigrantes (véase epígrafe siguiente). La conclusión que se obtiene de ese examen “agregado” es bastante clara: se puede afirmar que el conjunto de indicadores seleccionados

19

13 Cuando se conozcan los datos de 2000 y de 2001 se podrán comprobar cambios significativos no tanto en los sectores con mayor presencia de inmigrantes sino en el volumen y composición de los colectivos nacionales en esos sectores.

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muestran que, en general, las cinco ramas de actividad donde se concentran las tres cuartas partes de los trabajadores inmigrantes en España tienen unas condiciones de trabajo notablemente peores que la media de los sectores (o que la media del mercado laboral español) y que, en consecuencia, están, a este nivel general y agregado que se hace la comparación, entre las ramas de actividad menos “deseables” para los trabajadores14.

Con esto no hemos descrito las condiciones de trabajo concretas de los inmigrantes sino las condiciones generales de estas ramas de actividad que siguen ocupadas mayoritariamente por autóctonos. Sin embargo, no hay que confundir las características de los puestos de trabajo que ocupan los inmigrantes (o los sectores donde más se concentran, es decir, donde son concentrados) con las características (niveles de cualificación y de educación) de los inmigrantes; los de algunos orígenes nacionales presentan niveles de cualificación superiores a los de los autóctonos como consecuencia de la selección en origen que el proceso migratorio hace de los sujetos que participan en él.

Para superar el desfase de los datos de permisos de trabajo y presentar una foto más reciente de la situación laboral (desde el punto de vista sectorial) de los inmigrantes podemos analizar los datos de trabajadores extranjeros afiliados en alta laboral en la Seguridad Social a finales de 1999, 2000 y 2001 (comunitarios y no comunitarios) (véase Cuadro 3).

Cuadro 3. Trabajadores extranjeros (comunitarios y no comunitarios) afiliados en alta laboral en la Seguridad Social por sexo y algunas ramas de actividad (las de mayor presencia de no comunitarios) a finales de 1999, 2000 y 2001

Ambos sexos Varones Mujeres 1999 2000 2001 1999 2000 2001 1999 2000 2001

Cifras absolutas TOTAL (UE y no UE) 334.976 454.571 607.074 216.194 296.658 398.553 118.604 157.780 208.414 Subtotal no UE 214.403 314.119 448.925 141.965 209.560 300.597 72.334 104.432 148.226 Servicio doméstico 45.462 48.888 55.602 7.137 5.939 5.943 38.324 42.948 49.656 Agricultura 45.373 59.191 85.429 41.580 52.829 73.395 3.789 6.359 12.038 Hostelería 50.247 69.366 91.062 30.585 40.259 50.604 19.630 29.086 40.443 Construcción 33.295 56.926 86.042 31.687 54.557 82.650 1.598 2.362 3.386 Comercio por menor 27.343 34.975 45.962 18.495 22.667 28.935 8.809 12.284 17.008

Peso relativo de cada rama sobre el total (UE y no UE) Servicio doméstico 13,6 10,8 9,2 3,3 2,0 1,5 32,3 27,2 23,8 Agricultura 13,5 13,0 14,1 19,2 17,8 18,4 3,2 4,0 5,8 Hostelería 15,0 15,3 15,0 14,1 13,6 12,7 16,6 18,4 19,4 Construcción 9,9 12,5 14,2 14,7 18,4 20,7 1,3 1,5 1,6 Comercio por menor 8,2 7,7 7,6 8,6 7,6 7,3 7,4 7,8 8,2 Peso relativo de cada rama sobre el subtotal no UE Servicio doméstico 21,2 15,6 12,4 5,0 2,8 2,0 53,0 41,1 33,5 Agricultura 21,2 18,8 19,0 29,3 25,2 24,4 5,2 6,1 8,1 Hostelería 23,4 22,1 20,3 21,5 19,2 16,8 27,1 27,9 27,3 Construcción 15,5 18,1 19,2 22,3 26,0 27,5 2,2 2,3 2,3 Comercio por menor 12,7 11,1 10,2 13,0 10,8 9,6 12,2 11,8 11,5

Fuente: MTAS (Anuario de Estadísticas Laborales) y elaboración propia

20

14 Algunas pistas para el estudio de la discriminación y la lucha contra la discriminación pueden verse en Cachón 2002b y 2002c.

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Aunque los datos de trabajadores en alta en la Seguridad Social no son comparables a los de permisos de trabajo15 el examen del Cuadro 3 arroja luz sobre varios hechos. Dado que en las cinco ramas de actividad seleccionadas la presencia de no comunitarios es abrumadoramente mayor que la de comunitarios16, los datos confirman la enorme concentración de los inmigrantes en esas ramas de actividad (aunque hay diferencias notables con los permisos de trabajo incluso en 1999), pero con una tendencia a disminuir entre 1999 y 2001 (que hay que tomar con toda precaución ya que examinamos sólo una serie de tres años): a finales de 2001 son la hostelería (con 91.000 cotizantes extranjeros), la construcción (con 86.000), la agricultura (con 85.000) y el servicio doméstico (con 56.000) las ramas que concentran mayor número de extranjeros (en su inmensa mayoría no comunitarios). Hay que destacar el incremento de la hostelería, la construcción y la agricultura en cifras absolutas y relativas y el aumento del servicio doméstico en cifras absolutas pero su descenso en cifras relativas. Las cifras de esta última rama esconden otro fenómeno: si en 1999 las cotizantes son menos que los permisos de trabajo de servicio doméstico (lo que no ocurre en ninguna de las otras cuatro ramas: al contrario, los cotizantes son bastantes más que los permisos de trabajo en vigor estimados oficialmente), puede apuntar el uso de permisos de trabajo de servicio doméstico para empleos que no son de esa rama o el paso desde la misma a otras ramas de actividad. El servicio doméstico actuaría así como “puerto de entrada” en el mercado laboral español para algunas (mujeres sobre todo) inmigrantes. Volveremos a esta idea en el epígrafe siguiente.

¿Que características tienen las ramas de actividad donde trabajan los inmigrantes?17

Tres notas acerca sobre el método:

1. Se trata de hacer una aproximación "macro" y a un nivel agregado: con ello no se pueden caracterizar las condiciones de trabajo individuales concretas de los inmigrantes en España. Además una aproximación de este tipo amortigua las diferencias en la comparación. Por ejemplo, hablaremos de “comercio al por menor” cuando en realidad los inmigrantes se concentran en una subrama que es venta ambulante, con características específicas y que si se pudieran aplicar los indicadores seleccionados se vería que son peores que el global de la rama. Una aproximación como la que se hace aquí es, en consecuencia, una aproximación de

15 No son comparables porque los datos de permisos de trabajo en vigor a finales de año son una estimación que elabora el Ministerio de Trabajo referida exclusivamente a trabajadores no comunitarios mientras que las altas en Seguridad Social se refieren a todos los extranjeros, tanto comunitarios como no comunitarios, que están trabajando en un momento dado (a fin de año, en los datos que utilizamos); por tanto, simplificando, los primeros serían población activa no comunitaria y los segundos población ocupada comunitaria y no comunitaria (que no incluye parados ni inactivos). Además, los primeros son una estimación y los segundos un cómputo administrativo de los cotizantes en un momento determinado. Los datos de Seguridad Social tienen, además, un componente de coyunturalidad notable porque reflejan los cotizantes en un momento determinado y esto puede variar de un mes a otro por diferentes motivos (por ejemplo, por el componente estacional de la agricultura). Por todo ello (y otras razones) las comparaciones hay que hacerlas con toda precaución. 16 Las estadísticas de altas en la Seguridad Social por ramas de actividad publicadas por el Ministerio de Trabajo no diferencian entre los ciudadanos comunitarios de los no comunitarios, pero sí hacen esta distinción en los datos de altas por regímenes de Seguridad Social. A partir de esta desagregación puede verse que, por ejemplo, en el régimen especial agrario sólo el 6% de los 80.578 trabajadores en alta el 31 de diciembre de 2001 son comunitarios y en el régimen especial de empleados del hogar sólo lo son el 2,6% de los 54.496 trabajadores en alta. El resto de trabajadores de estos dos regímenes especiales, es decir la inmensa mayoría, son ciudadanos no comunitarios.

21 17 Véase Cachón, 1997.

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“mínimos malos”, es decir, si se efectuara un análisis más desagregado (a nivel de subrama, de ocupación y de ubicación geográfica, por ejemplo) los datos arrojarían una situación más diferenciada (es decir, para las subramas que nos interesarían, más degradada) de las condiciones de trabajo.

2. En la actualidad es difícil hacer un ranking por ramas de actividad según diversos indicadores de condiciones de trabajo para España a un nivel de cierta desagregación (dos dígitos de la CNAE) porque se ha cambiado la CNAE en 1994 y unas estadísticas están en la antigua CNAE y otras en la nueva. Por esta razón sólo se señalarán algunos elementos de calificación de las 5 ramas de actividad con mayor número de inmigrantes a partir de las desviaciones que muestran respecto a la media del conjunto de los sectores en los indicadores seleccionados.

3. Los indicadores seleccionados son algunos cuantificables por ramas de actividad a partir de datos oficiales disponibles del Instituto Nacional de Estadística o del Ministerio de Trabajo.

Las cinco áreas de las condiciones de trabajo (en sentido amplio) para las que se han estudiado un conjunto de 7 indicadores son las siguientes: 1) capital humano; 2) trabajo atípico; 3) relaciones laborales; 4) condiciones de trabajo (en sentido más estricto) y 5) salarios. Los indicadores seleccionados se explicitan en el Cuadro 4. En unos casos la mayor presencia del indicador expresa unas mejores condiciones de trabajo en el sector (% de titulados superiores sobre el total de ocupados; mayor participación en las elecciones sindicales; ganancia media anual por trabajador). En los otros indicadores el dato más elevado indica menor calidad de las características de la rama de actividad (% de trabajadores analfabetos y sin estudios sobre total de ocupados; % de trabajadores temporales sobre total de asalariados; mayor jornada laboral pactada; mayor índice de incidencia de accidentes laborales mortales por cada 100.000 ocupados). Estas observaciones son la guía de lectura de los cuadros 5, 6 y 7. El Cuadro 5 recoge los valores de los siete indicadores en 1995 para las cinco ramas de actividad y el Cuadro 6 las desviaciones respecto a la media del conjunto del mercado laboral en España (es decir, del total de las ramas de actividad). El Cuadro 7 recoge la ganancia media por trabajador y la desviación respecto al total por sectores de actividad económica y segmentos laborales para 1988 (que es el último dato disponible).

El “capital humano”, estimado a través de la presencia de titulados superiores, por una parte, y de analfabetos y sin estudios, por otra, muestra como las cinco ramas de actividad se encuentran muy por debajo de la media sobre todo en servicio doméstico y agricultura, donde hay más inmigrantes, donde su presencia relativa es mayor y donde el crecimiento es más notable.

El trabajo atípico, evaluado a través de la proporción de trabajadores temporales en cara rama, es mayor a la media en todas estas ramas de actividad (entre las que están las que mayor proporción de temporales cuentan).

La densidad de las relaciones laborales, medida a través de la participación en las elecciones sindicales de 1990 (últimas elecciones para las que se dispone de datos oficiales), muestra tres de estas ramas por debajo de la media y otras dos (comercio al por menor y construcción) ligeramente por encima.

La jornada media anual pactada en los convenios colectivos para 1994 y 199518 es mayor (excepto el dato de 1994 para agricultura y el de 1995 para servicio doméstico) en estas ramas. De las 44 ramas de actividad en que se conoce esta información, sólo cinco superan las 1800

22

18 Para este indicador y para incidencia de accidentes mortales se han incluido dos años (1994 y 1995) por las variaciones que se producen de un año a otro. En el caso de la jornada es debido a que los convenios registrados e incorporados a la estadística no son los mismos de un año a otro y como tampoco lo son los colectivos de trabajadores a los que afecta.

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horas anuales y de ellas dos son hostelería (con 50 horas superior a la media) y comercio al por menor (con 36 horas más que la media). Otro tanto ocurre en la incidencia de accidentes mortales: de las 44 ramas de actividad, 7 superan una tasa de 30 accidentes mortales por 100.000 ocupados y de ellos dos están entre los cinco que estudiamos: servicio doméstico y construcción (véase Cuadro 5 y 6).

No se conoce la información de salarios, medidos en términos de ganancia media anual por trabajador, por ramas de actividad. Pero el Cuadro 7 permite aproximarnos a las diferencias por sectores y ver que la ganancia en la construcción y en comercio, restaurantes, etc. son las más bajas del conjunto de la economía (un 17% inferiores a la media). Además, si tenemos en cuenta que los inmigrantes trabajan sobre todo en pequeñas empresas y en las categorías más bajas podemos ver en los datos ofrecidos que los salarios del segmento de mercado en que ellos se mueven son un 45% inferiores a la media (peones en empresas de 5-19 trabajadores en construcción y comercio, restaurantes, etc.).

La conclusión que se obtiene de este examen “agregado” para intentar responder a la pregunta con que iniciaba este epígrafe es bastante clara: se puede afirmar que el conjunto de siete indicadores seleccionados muestran que, en general, las cinco ramas de actividad donde se concentran el 71% de todos los trabajadores inmigrantes tienen unas condiciones de trabajo notablemente peores que la media de los sectores (o que la media del mercado laboral español)19 y que como consecuencia, están, a este nivel general y agregado que se hace la comparación, entre las ramas de actividad menos deseables para los trabajadores.

Con esto, naturalmente, no hemos descrito las condiciones de trabajo concretas de los inmigrantes en estas ramas de actividad, sino las condiciones generales de estas ramas de actividad que, como hemos visto, son ocupadas mayoritariamente por autóctonos.

23

19 No hemos podido hacer un ranking de las 60 ramas en que la CNAE de 1993 divide la actividad económica para los siete indicadores. Pero si se hubiera llevado a cabo esta comparación nos hubiéramos encontrado que estas cinco ramas ocupan las peores (o prácticamente las peores) situaciones como media del conjunto de rankings.

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Cuadro 7. Ganancia media por trabajador por sectores de actividad y algunos segmentos laborales (1988) (en miles de pesetas)

TOTAL Empresas 5-19

trabajadores Peones en empresas 5-19

trabajadores TOTAL 1.587 1.181 879 Industria 1.635 1.197 830 * Energía y agua 2.409 1.673 861 * Extracción y transf. minerales 1.855 1.350 866 * Ind. transformadora metales 1.696 1.243 791 * Otras indus. manufactureras 1.385 1.123 831 Construcción 1.312 1.121 914 Servicios 1.639 1.194 893 * Comercio, restaurantes, etc. 1.310 1.121 880 * Transporte y comunicaciones 1.798 1.361 1.045 * Inst. financieras 2.727 2.389 711

Desviaciones respecto al total (total = 100)

TOTAL Empresas 5-19

trabajadores Peones en empresas 5-19

trabajadores TOTAL 100,0 74,4 55,4 Industria 103,0 75,4 52,3 * Energía y agua 151,8 105,4 54,2 * Extracción y transf. minerales 116,9 85,1 54,6 * Ind. transformadora metales 106,9 78,3 49,8 * Otras indus. manufactureras 87,3 70,8 52,4 Construcción 82,7 70,6 57,6 Servicios 103,3 75,2 56,3 * Comercio, restaurantes, etc. 82,5 70,6 55,4 * Transporte y comunicaciones 113,3 85,8 65,8 * Inst. financieras 171,8 150,5 44,8

Fuente: INE, Distribución salarial en España 1988 (1992) y elaboración propia

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5. La estructuración del mercado de trabajo en España desde el análisis de la inmigración20

No se puede hablar de integración de los inmigrantes en el mercado de trabajo y en la sociedad en singular, como si fuera un proceso individual y similar para todos ellos; son procesos sociales colectivos y diferenciados, en cuyo resultado se pueden distinguir al menos tres segmentos o grupos de posiciones sociales y laborales con "campos de posibilidades" diferentes y en los que es esperable encontrar distintos tipos de procesos de asignación de trabajadores a los puestos de trabajo y de determinación de salarios y otras condiciones de trabajo y de caracterización de los trabajadores y de los empresarios que actúan en cada uno de ellos. ISOPLAN (1991) ha propuesto la diferenciación de tres grupos diferentes de inmigrantes en los países del sur de la Unión Europea: 1) los expertos y técnicos altamente cualificados provenientes de países comunitarios y otros desarrollados; 2) trabajadores con poca cualificación provenientes de países terceros y 3) trabajadores ilegales. Este planteamiento está excesivamente influenciado por la concepción del mercado dual de trabajo de Doeringer y Piore y de lo que puede ser la segmentación del mercado de trabajo que afecta a los nacionales. Para nosotros, en el análisis de las situaciones específicas de los inmigrantes en el mercado de trabajo, una distinción fundamental es la que se produce si el inmigrante logra "entrar" en los segmentos del mercado de trabajo donde circulan típicamente los nacionales, aunque pueda circunstancialmente salir o ser expulsado de ellos. Superar esa barrera es un salto cualitativo que configura situaciones estructurales y posiciones laborales y sociales diferentes. Según esta concepción, que proponemos distinguir tres tipos de trabajadores inmigrantes: los "asentados", los "precarios" y los "indocumentados".

A) Inmigrantes "asentados": Son aquellos que han conseguido una inserción "estable" en el mercado de trabajo característico de los nacionales y un cierto grado de arraigo en la sociedad española. Es decir, se trata de inmigrantes ubicables en algunos de los segmentos del mercado de trabajo donde se encuentran los trabajadores nacionales y sometidos, por tanto, a sus mismas normas de funcionamiento y con un "poder social de negociación" comparable con el de los trabajadores nacionales de alguno de aquellos segmentos. Es un tipo diferenciado internamente, de la misma manera que los trabajadores españoles se ubican en compartimentos relativamente estancos dentro del mercado de trabajo, pero, para el análisis del proceso de inserción de los inmigrantes en el mercado laboral y en la sociedad española, el hecho marca una posición estructuralmente diferente. Y es un tipo diferenciado internamente porque incluye, en primer lugar, trabajadores comunitarios(21) que no tienen las barreras legales que hemos señalado para el resto de los inmigrantes y que, además, en rigor no deberían ser considerados como tales en el marco de mercado único europeo que se configura tras la aprobación del Tratado de la UE; estos extranjeros tienen de hecho en el mercado de trabajo una situación media mejor que la de los españoles; el grupo de "asentados" incluye, en segundo lugar, los inmigrantes que han obtenido un permiso de trabajo "C" o "E" (para trabajar por cuenta ajena o propia, por un

20 Véase, entre otros, Cachón 1995. 21 Esta "asignación" de colectivos concretos (trabajadores comunitarios u otros) a determinados alguno de los tres segmentos que se proponen hay que entenderla en términos "típicos": naturalmente pueden encontrarse algunos trabajadores comunitarios en el segmento "precario" e incluso en el "indocumentados" (y en la delincuencia), pero eso no es la "norma" que intentamos reflejar esquemáticamente aquí.

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plazo de 5 años, renovable)(22); en este grupo se ha producido un importante cambio recientemente: hasta hace unos años eran básicamente expertos y técnicos cualificados provenientes de países comunitarios (hasta la libertad de circulación de trabajadores en 1992), de otros países industrializados o de determinados países hispanoamericanos; trabajaban en sectores industriales de buen nivel tecnológico o sectores expansivos de servicios, con salarios similares a los de los expertos nacionales; en los últimos años, sobre todo en los tres últimos, se este grupo de "asentados" se está diversificando con la mejora del arraigo de un segmento cada vez más amplio de trabajadores de menor cualificación, que trabajan en sectores menos expansivos y con orígenes nacionales diversificados; este hecho se ha producido en el contexto del proceso de renovación de los permisos de trabajo tras la regularización extraordinaria de 1991. Pero si calificamos de "asentados" a este segmento de trabajadores inmigrantes, esto no implica que tengan un puesto de trabajo fijo; conviene recordar que comparten con los españoles un mercado de trabajo segmentado donde la tercera parte de los asalariados tienen contratos de trabajo que no son fijos. Dentro de estos inmigrantes "asentados" podemos encontrar una diferenciación y segmentaciones similares a las que se producen entre los españoles; pero es ese carácter de "similaridad" con el conjunto heterogéneo de los españoles lo que nos lleva a diferenciarlos de los dos grupos siguientes que, por el contrario, se distancian negativamente de las características de los españoles en el mercado de trabajo.

La integración social de los inmigrantes varía según los grupos de los que hablemos; los altamente cualificados, que provienen con frecuencia de otros países comunitarios y tienen una buena inserción en el mercado laboral, suelen tener una situación familiar estable (inmigran con la familia o se reagrupan posteriormente), un alojamiento de calidad y acceso sin trabas a los sistemas de formación, salud y seguridad social; su calidad de vida es similar a los ciudadanos nacionales de profesiones similares. Los inmigrantes regulares pero poco cualificados, que en su mayoría provienen de países del tercer mundo, en su gran mayoría llegan solos aunque estén casados y con frecuencia no alcanzan a lograr el reagrupamiento familiar más que al cabo de algunos años, tienen alojamientos de baja calidad y a veces en malas condiciones de alquiler, un acceso problemático a los sistemas de formación, salud y seguridad social; su calidad de vida se sitúa por debajo de los nacionales de ocupaciones similares.

Un importante indicador del arraigo de los inmigrantes "asentados", y a la vez un factor de fortalecimiento de dicho arraigo, es la constitución de hogares(23). Los otros colectivos que vamos a señalar viven en situaciones precarias y difícilmente logran establecerse en una vivienda familiar normal. Colectivos que forman parte de los inmigrantes "asentados" son, además de los comunitarios, los provenientes de países desarrollados y una elevada proporción de latinoamericanos.

B) Inmigrantes "precarios": son aquellos que viven en España en situación legal pero no han logrado una inserción estable en el mercado de trabajo (tal como la hemos definido para los "asentados"), que no han alcanzado arraigo en la sociedad de acogida. Siguiendo a Rogers calificamos su situación de "precariedad" porque este concepto "implica inestabilidad, falta de protección, inseguridad y vulnerabilidad social o económica... lo que identifica a los trabajos precarios es una combinación de estos factores, y los límites del concepto son, inevitablemente, arbitrarios hasta cierto punto" (Rodgers, 1989). Rodgers (22) Incluiría también a los han adquirido la nacionalidad española y, por tanto, no necesitan ya permiso de trabajo: éstos son de hecho tan asimilables a los españoles en términos laborales y sociales que ya son españoles de derecho. Y, en consecuencia, no figurarán ya en ninguna estadística como extranjeros. (23) Este fenómeno ha sido puesto de manifiesto, por ejemplo, en el clásico estudio de Rex y Moore (1967) para el Reino Unido y por Céu Esteves (1991) para Portugal.

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señala varias dimensiones dentro de la precariedad: el grado de incertidumbre de la continuidad del trabajo; el control sobre el trabajo (condiciones de trabajo, salarios, ritmos de trabajo); la protección del trabajo, tanto en términos de cobertura social (prestaciones sociales) como en términos de lucha contra la discriminación y la amparo legal de las condiciones laborales; los ingresos, ya que los trabajo mal remunerados deben considerarse precarios si se encuentran asociados a la pobreza y a la inserción social insegura. En todos estos aspectos el colectivo de trabajadores inmigrantes "precarios" es especialmente vulnerable dada su débil posición negociadora en el mercado de trabajo: sus permisos de trabajo son de corta duración; cuando tienen contrato de trabajo es de corta duración (y no sólo porque su permiso de trabajo sea solamente de un año); cambian mucho de trabajo, pasan con frecuencia por situaciones de paro y, aunque su residencia sea legal, pasan de situaciones laborales regulares a irregulares con frecuencia; son trabajadores con poca cualificación, que trabajan en sectores con mayor grado de inestabilidad (hostelería, sector agrícola, construcción, etc.). Este específico mercado de trabajo es poco "frecuentado" por los españoles: no porque no compartan en numerosos casos sectores o incluso empresas, sino por la notable disparidad entre la "precariedad" que afecta a los españoles y la "precariedad y discriminación" que sufren estos inmigrantes periféricos.

C) Inmigrantes "indocumentados": son los que están en España en situación irregular respecto a la residencia y al permiso de trabajo: compiten por puestos de trabajo con los inmigrantes "periféricos" que tienen sobre ellos la "ventaja" de tener legalizada formalmente su situación; pasan de frecuentes y largas situaciones de paro a empleos irregulares en la economía sumergida donde son sometidos a condiciones de sobreexplotación(24); la situación laboral de los "indocumentados" es particularmente precaria tanto por la ilegalidad de su situación como por las malas condiciones de trabajo, los bajos salarios y la dependencia total que tienen de su empleador ya que su "poder social de negociación" en muy bajo; carecen de seguridad social y de acceso al sistema de salud, con lo cual unen al riesgo de pérdida de su trabajo el de posibles accidentes o enfermedades sin ninguna cobertura social; su nivel de vida está con frecuencia en el umbral de la pobreza o por debajo de ella; carecen totalmente de derechos para el reagrupamiento familiar; sus alojamientos suelen ser de tipo marginal (la mayoría de las chabolas de nuestras ciudades están ocupadas por estos inmigrantes). Todo esto favorece el aislamiento respecto a la sociedad en que trabajan. Calvaruso (1987, 477) resume (refiriéndose a Italia, pero con plana validez para España) la situación de estos inmigrantes que trabajan en la economía oculta diciendo que "no hay integración social para los inmigrantes clandestinos y no podrá haberla teniendo en cuenta su situación estructural"25. (24) En casos extremos se llega a situaciones próximas a la "esclavitud". Porque "esclavitud" es la situación de algunos grupos de trabajadores chinos encontrados por la policía en Madrid (más de 120 en 10 talleres clandestinos de confección entre marzo y mayo de 1994): se han visto obligados a vender su libertad de movimiento, al menos por un largo período de tiempo, a quienes les han "facilitado" el desplazamiento desde China hasta España (ya que les retiran su documentación personal y les retienen amenazados) y son obligados a vivir encerrados en condiciones insalubres, mal alimentados y a trabajar hacinados durante larguísimas jornadas de trabajo. 25 Para conocer estos diferentes segmentos en que se ubican los inmigrantes en el mercado de trabajo español habría que cuantificar los colectivos, analizar los sectores y ocupaciones en que trabajan, su composición de origen nacional, sus características personales. Nada de ello es fácil porque las estadísticas disponibles no toman en consideración la acumulación de circunstancias que da origen a estos tipos diferentes de situaciones o, simplemente, desconocen el fenómeno como es el caso de los "indocumentados". Recojo a continuación el ejercicio de aproximación publicado en 1995. A falta de un instrumento específico que nos permita caracterizar adecuadamente los tres grupos de trabajadores inmigrantes propuestos, presentamos en el Cuadro 8 una estimación máxima y otra mínima del volumen de cada uno de esos segmentos para 1993 que publicamos en 1995; en la estimación máxima de los dos primeros proponemos considerar como formando parte de los "asentados" los

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Los inmigrantes no crean la economía sumergida de los países de acogida pero cuando tienen una situación irregular respecto a las normas vigentes sobre la residencia tienen “necesidad” de buscar en ese ámbito, por eso la economía sumergida “atrae” a los inmigrantes. “Es incuestionable que, si su oferta laboral (de los inmigrantes) no creó la economía sumergida, lo cual es un fenómeno nacional, con raíces profundas en el tiempo, los inmigrantes sí tienen buena predisposición para aceptar trabajos no registrados, contribuyendo a su continuación. Un nuevo paso será remarcar que la demanda de empleo de la economía sumergida puede tener un importante efecto de atracción, principalmente cuando las fronteras externas están formalmente cerradas y la migración económica sólo puede ser ilegal” (Baganha y Reyneri, 2001, 205).

Frente a la tipología que hemos presentado, Baganha y Reyneri (2001, 149) distinguen cuatro situaciones en las que se puede encontrar un trabajador inmigrante (en los países europeos del sur) combinando su situación legal o ilegal respecto a la residencia y regular o irregular respecto al trabajo:

1. Con permiso válido de residencia por motivos laborales, así como con un empleo declarado; esto es legal en cuanto a residencia y en cuanto a empleo;

trabajadores extranjeros que aparecen en la EPA (ya que son personas que habitan en una vivienda familiar lo que puede considerarse como un signo de arraigo en la sociedad de acogida) y como estimación mínima la proporción que suponen los permisos de trabajo de larga duración sobre el total de permisos vigentes a fin de año. Para los "indocumentados" se ha partido de cuatro supuestos (especificados en el Cuadro 8) que responden a la lógica de que "la vis atractiva de acceder a un empleo es tan irresistible para los potenciales emigrantes, que puede afirmarse que los flujos inmigratorios continuarán alimentándose en la medida en que existan posibilidades de acceder a un puesto de trabajo; por muy precario, penoso o no formalizado que sea" (Aragón y Chozas, 1993, 11). En la hipótesis máxima los trabajadores inmigrantes supondrían a finales de 1993 el 1,72% de la población activa española; en la mínima, el 1,24%; dado que el total de legales es fijo (siguiendo las estadísticas oficiales), la variación global entre las dos estimaciones depende de la cifra de "indocumentados" que se considere (entre 75.000 o 150.000); los dos segmentos que distinguimos entre los legales se reparten en dos mitades (en la estimación máxima) o con mayor presencia de los "precarios" en la estimación mínima. Cuadro 8. Estimación del número de trabajadores inmigrantes (no comunitarios) para los tres segmentos propuestos (finales 1993) (publicado en 1995)

TIPOS DE SITUACIÓN DE LOS INMIGRANTES EN EL MERCADO DE TRABAJO EN ESPAÑA

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DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL

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POBLACIÓN ACTIVA TOTAL

Máximo (1)

Mínimo (2)

Máximo Mínimo Máximo Mínimo

A) "asentados" 58.873 41.557 22,2 21,8 0,38 0,27 B) "precarios" 73.880 56.564 38,8 21,3 0,48 0,37 SUBTOTAL A+B 115.437 43,5/60,6 0,75 C) "indocumentados" (3) 150.000 75.000 56,5 39,4 0,97 0,49 TOTAL A+B+C 265.437 190.437 100,0 100,0 1,72 1,24

Fuente: Elaboración propia (LC) a partir de los siguientes supuestos: (1) Máximo: considerando la proporción que supone los extranjeros en la EPA (cuarto trimestre 1993) sobre los permisos de trabajo en vigor (31 diciembre 1993); (2) Mínimo: considerando la proporción de permisos de duración superior a un año sobre el total de permisos de trabajo en vigor (31 diciembre 1993); (3) “Indocumentados": estimación a partir de cuatro consideraciones: 1) el volumen de llegadas irregulares en 1990-91; 2) un ligero incremento del ritmo en los dos últimos años; 3) los no legalizados en la regularización de 1991; y 4) las no renovaciones en el período 1992-93.

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2. Con un permiso válido de residencia por cuestiones laborales, pero trabajando en puesto no declarado; esto es, legal en cuanto a residencia, pero no en cuanto a empleo;

3. Sin un permiso válido de residencia por cuestiones laborales y con un trabajo no declarado; esto es, ilegal en cuanto a residencia y en cuanto a empleo;

4. Sin permiso válido de residencia por motivos laborales pero con un trabajo declarado (aunque los autores la excluyen –salvo casos especiales- con la excepción de Grecia, donde esta combinación puede existir).

Es una tipología que podemos resumir en el siguiente cuadro:

Residencia

Legal Ilegal

Regular 1 4 Empleo

Irregular 2 3

Pero estos mismos autores señalan que “mientras hay inmigrantes que van pasando de una categoría a otra, sin volver a su condición inicial, otros cambian a menudo de situación, pasando de una a otra sin seguir una trayectoria lineal. Estas ‘idas y vueltas’ se suelen considerar respuestas adaptativas a las serias dificultades que supone obtener y conservar un permiso de residencia y un trabajo formal, pero también pueden ser vistas como el resultado de decisiones racionales dirigidas a maximizar el valor de los trabajos formales (necesarios para obtener o renovar el permiso de residencia) así como el de los informales (que ofrecen ingresos inmediatos): Los empresarios se ven también expuestos a más de una alternativa, porque también pueden ‘contratar’ a un inmigrante legal para un trabajo no declarado. El comportamiento de los empresarios está condicionado fuertemente por las normas legislativas y lo estrictas y duras que éstas sean, así como por supuesto también por las condiciones del mercado laboral” (Baganha y Reyneri, 2001, 151).

“Un análisis de la incorporación de los trabajadores inmigrantes en los diversos sectores y empleos proporcionaría datos sobre cuál es realmente su relación con la fuerza de trabajo local: competencia, complementariedad o sustitución” (Baganha y Reyneri, 2001, 151-152).

La aparición de “enclaves étnicos” en España26

La aparición de “enclaves étnicos” en España es muy reciente, como corresponde a su corta experiencia inmigratoria. Pero se están multiplicando desde hace pocos años con relativa rapidez en ciudades como Madrid (sobre todo en el barrio de Lavapiés), Barcelona (en el Casco viejo), Alicante, Málaga o Las Palmas. Este estado naciente del fenómeno en España hace difícil presentar una tipología de enclaves étnicos que se van constituyendo o de los tipos de inmigrantes que trabajan por cuenta propia. Pero puede señalarse que la creación de estos enclaves étnicos económicos responde a las pautas 26 Véase Cachón, 2000b.

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que los analistas suelen utilizar para describir estos fenómenos que emergen “cuando una ola inicial de inmigrantes de élite que poseen cantidades significativas de capital financiero, humano, social y/o cultural se concentran desproporcionadamente en un área urbana y, después de haberse establecido allí y de fundar nuevas empresas, emplean sucesivas olas de inmigrantes de estatus bajo del mismo país”(Massey, Arango y otros, 1998, 31).

La concentración de inmigrantes del mismo origen en distintos puntos de la geografía española (la gran concentración de la no muy grande cantidad de inmigrantes en España es uno de los rasgos que explican la visibilidad social que está adquiriendo el fenómeno) crea un demanda especializada de productos (alimenticios, vestido, comunicaciones, etc.) que nadie atiende mejor que empresarios de su mismo origen. A esto responde la proliferación en ciertas áreas de tiendas de alimentación étnicas o de locutorios telefónicos. Pero aquella concentración facilita también la aparición de redes donde la oferta de mano de obra de los inmigrantes recién llegados encuentran puntos de información y de empleo, como ocurre con pequeñas empresas de la construcción o con comercios que venden al por mayor a vendedores ambulantes o a pequeños comerciantes de su país de origen (como ocurre en Alicante). En algunos casos, como los restaurantes chinos o latinoamericanos, estas empresas son muy frecuentadas por los autóctonos y entran en mercados muy abiertos y concurrenciales. En otros, como tiendas de barrio con diversos productos y horarios muy prolongados, concentran un tipo de comercio marginal.

“... en los países del sur de Europa, que poseen las economías desarrolladas con mayor proporción de trabajo autónomo nacional, la sobre-representación de inmigrantes en la economía sumergida no tiene nada que ver en absoluto con su sobre-representación en pequeños negocios étnicos, tal y como sucede en la mayor parte de países receptores del norte de Europa y en Estados Unidos” (Baganha y Reyneri, 2001, 181) (Portes, 1995).

Massey, Arango y otros (1998, 137) señalan que es sorprendente que los investigadores europeos no hayan intentado identificar y estudiar los enclaves inmigrantes que van emergiendo en Europa, sobre todo si se compara con el interés que este campo ha suscitado en Estados Unidos desde el estudio de Portes y Bach (1985) sobre los inmigrantes mexicanos y cubanos en USA.

Sobre la discriminación de los trabajadores en el mercado de trabajo

En España no existían datos de carácter general sobre la gestión de la mano de obra inmigrante por parte de las empresas hasta la elaboración de un estudio encargado por la OIT al Colectivo IOE en 1995. Según esta investigación (elaborado siguiendo la metodología presentada en Bovenkerk, 1995), la discriminación neta contra los marroquíes es del 35% de los casos: por cada empleo ofertado al grupo inmigrante se ofrecen 3,2 al grupo de jóvenes autóctonos; la mayor discriminación se observa en Barcelona, seguida de Madrid y Málaga (que son las tres zonas analizadas) y por sectores es en servicios donde la discriminación es mayor, seguida de industria y construcción (Colectivo IOE, 1995a).

Hay también estudios de casos y abundantes informaciones que permiten ofrecer un panorama bastante amplio de algunos aspectos de la situación de discriminación que sufren los inmigrantes en las empresas españolas sobre todo en las ramas de actividad donde se concentran la mayor parte de los trabajadores inmigrantes; estas prácticas discriminatorias no ocurren con la misma intensidad y/o frecuencia con los autóctonos. Las prácticas

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discriminatorias más frecuentes con los inmigrantes parecen ser la no formalización de la relación salarial (empleando al inmigrante sin contrato ni Seguridad Social), los recortes en los salarios (pagándole por debajo de lo establecido) y las peores condiciones de trabajo (que violentan normas y convenios colectivos). En algunas áreas (sectores de determinadas zonas) se puede dar prioridad a la selección de inmigrantes precisamente porque son mano de obra más barata, más dócil y más frágil. Los estudios de caso permiten señalar tres rasgos que aparecen con frecuencia: las frecuentes pasos de situaciones regulares a situaciones de irregularidad a que se ven sometidos los inmigrantes por parte de las empresas; las jornadas laborales más largas y los salarios más reducidos que los autóctonos desempeñando funciones similares en la empresa o en el sector27.

De la segmentación étnica a la “división étnica del trabajo”

Los procesos de asignación de empleos que se efectúan en el mercado de trabajo producen una estratificación de la estructura ocupacional que podemos calificar de etnoestratificación cuando uno de sus componentes fundamentales es el origen nacional o étnico. La estructura ocupacional de la migraciones ha sido comparada a un reloj de arena con una parte alta más reducida que la parte baja y con una zona intermedia muy reducida. Pero los inmigrantes no se ubican en esta estructura de modo indeterminado. Aparece como una regularidad (sistemática, valga la redundancia) la marcada influencia del origen (nacional o étnico) en el lugar que ocupan los inmigrantes en esa (rara) pirámide ocupacional. Como reconoce incluso la Comisión Europea (2000), “al revisar la situación de los emigrantes en el mercado laboral de la UE, se observa, desde mediados de los años 80, una polarización cada vez mayor entre las situaciones de los inmigrantes cualificados y no cualificados”, pero no hay que olvidar que los dos grupos no se distribuyen homogéneamente por origen nacional o étnico.

Por ejemplo, sobre datos del Padrón de 1996 de la Comunidad de Madrid, hemos señalado que, más allá de una estructura ocupacional bastante similar para los extranjeros y para el conjunto de los habitantes de la Comunidad (con la excepción del menor peso que tienen entre los primeros los profesionales de apoyo y los empleados y el mayor peso de los trabajadores no cualificados: 31% entre los inmigrantes frente al 10% en el conjunto de los ocupados de la Comunidad), lo significativo es la desigual posición según el origen nacional: “los extranjeros provenientes de la Unión Europea y de América del Norte tienen mayor presencia en los grupos ocupacionales altos: directores de empresa, técnicos profesionales y de apoyo y empleados; el resto de los extranjeros ocupados reparten su presencia en diversos grupos ocupacionales: los de países europeos que no son de la UE sobre todo en trabajadores cualificados y operadores de maquinaria; los de América Central se hacen notar sobre todo en trabajadores no cualificados, lo mismo que los de América del Sur, que además tienen cierto peso entre empleados y trabajadores de servicios en restauración; los provenientes de Africa están sobre todo en los diversos grupos de trabajadores manuales, tanto cualificados como no cualificados. Mención aparte merecen los datos de los provenientes de Asia porque en su distribución ocupacional incide la diferenciación interna que hay dentro de ellos (probablemente ligada al origen nacional); su presencia 27 En un informe preparado para la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo de Dublín hemos presentado numerosos estudios de caso en el servicio doméstico, la construcción, la agricultura, la hostelería y la venta ambulante. Junto a las prácticas discriminatorias también hay casos de buenas prácticas (véase Cachón, 1999a).

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es mayor en tres grupos: directores de empresas, trabajadores de servicios en restauración y trabajadores no cualificados. No resulta difícil relacionar estos tres grupos respectivamente –de modo algo estereotipado- con japoneses, chinos y filipinos” (Cachón y Santana, 1998).

Esta etnoestratificación existe siempre y adopta la forma de “una jerarquía de profesiones y remuneraciones proporcionada a ciertos supuestos sociales. Pero mientras el modelo de etnización (de la fuerza de trabajo) ha sido constante, sus detalles han variado de un lugar a otro y de un tiempo a otro, dependiendo de la localización de los pueblos y de las “razas” que se encontraban en un espacio-tiempo concretos y de las necesidades jerarquizadas de la economía en ese espacio-tiempo” (Wallerstein, 1991, 49). Para el caso español pueden encontrarse referencias, por ejemplo, en Martínez Veiga (1997), Colectivo IOÉ (1999), Carrasco (1999), Solé y Parella (2001) y Parella (2002).

“... hay una creciente tendencia hacia la segmentación étnica del mercado laboral. Solamente estamos en una primera fase, pero, probablemente en un futuro cercano, se consolidará como una ‘división étnica del trabajo’. Dentro de la variada gama de empleos disponibles para los inmigrantes procedentes de un gran número de países, cada grupo étnico se concentrará en algunos sectores o actividades particulares. Hasta ahora, las principales causas han sido dos: el sistema de reclutamiento, cuya red es esencial es esencial para encontrar empleo, y una ‘discriminación positiva’, ya que hay casos en los que los empresarios prefieren inmigrantes porque son más baratos, más vulnerables (están en peor situación para denunciar oficialmente sus condiciones de trabajo) y más dóciles (no protestan si sus condiciones laborales empeoran o si se les sobreexplota). En cualquier saco, la futura discriminación negativa reforzará este proceso, que, además, se retroalimenta. Los riesgos, no sólo para el funcionamiento del mercado laboral, sino para la sociedad en general, son tan evidentes a largo plazo, como lo son los beneficios a corto plazo” (Baganha y Reyneri, 2001, 200).

Maillat (1989), sintetizando la experiencia de la inmigración en los países centro europeos a mediados de los ochenta señala que “si en principio la inmigración se orientó selectivamente hacia determinados sectores de actividad, lentamente la necesidad de mano de obra extranjera se extendió a las ramas de la actividad económica y especialmente a las ramas del sector secundario. Este fenómeno de difusión de la mano de obra extranjera en el conjunto del sistema económico genera entonces una necesidad permanente (estructural) de flujo de inmigrantes, ya que los trabajadores autóctonos abandonan los empleos socialmente poco atractivos por empleos socialmente aceptables. Los puestos que dejan libres los trabajadores nativos ya sea por los bajos salarios, las pésimas condiciones de trabajo o la poco envidiable categoría social, son entonces ocupados por los inmigrantes. A su vez, las categorías más antiguas de inmigrantes se vuelcan hacia empleos más atractivos. En resumen, para que este proceso funcione correctamente, el mercado de trabajo necesita un aprovisionamiento constante a nivel de puestos de primeros empleos (primo-inmigrantes). Se puede añadir asimismo que cuando el proceso de difusión es bastante avanzado, algunas ramas de actividad no podrían sobrevivir sin la presencia de los trabajadores extranjeros. Más aún, la complementariedad entre los empleos ocupados por extranjeros y los empleos de los nacionales es tal que la supresión de los primeros provocaría la desaparición de los segundos” (Maillat, 1989, 80).

Con la crisis de los setenta, aparecen “diferencias en los índices de desempleo ente trabajadores nacionales y extranjeros (que) revelan la precariedad de los empleos que ocupan estos últimos. Las razones de esta vulnerabilidad de los trabajadores están

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vinculadas a su fuerte proporción de no-cualificación, a su escaso poder de negociación y a que con frecuencia son los primeros candidatos en caso de despido” (Maillat, 1989, 82-83). Además, con la crisis y el incremento del paro “era lógico esperar que un cierto número de nacionales intentaran obtener empleos que hasta entonces estaban reservados a trabajadores extranjeros. En realidad, este reemplazo de trabajadores extranjeros por nacionales ha sido muy limitado, lo que confirma el papel estructural desempeñado por la mano de obra inmigrante y prueba que el sistema de segmentación del mercado, que ha actuado contra la movilidad ascendente de los extranjeros, funciona en sentido inverso como una válvula ya que la movilidad descendente no corresponde a las expectativas de los nacionales. Los trabajadores inmigrantes (al menos una parte de ellos) ocupan ‘cualquier empleo en cualquier actividad’, y en consecuencia es difícil reemplazarlos por nacionales. Este fenómenos explica que la crisis haya provocado menos retornos de los previstos”(Maillat, 1989, 83)28.

Sobre las causas de la segmentación y de la etnoestratificación del mercado de trabajo

Más allá de las causas de la segmentación (véase Piore, 1983c y Villa, 1990) se puede recordar la explicación de Wallerstein desde la perspectiva del universalismo y del racismo. Para Wallerstein (1991) el universalismo (y la meritocracia) son ideologías que acompañan al capitalismo. “Durante mucho tiempo se ha pensado que la supuesta curva ascendente de la ideología universalista correspondía teóricamente con una curva descendente del grado de desigualdad determinado por la raza o el sexo, tanto en la teoría como en la práctica. Desde el punto de vista empírico, este no ha sido el caso. Se podría incluso observar lo contrario y constatar que, en el mundo moderno, las gráficas relativas a las desigualdades raciales y sexuales han registrado una progresión o que, al menos, no se han reducido realmente ni en los hechos ni probablemente en la ideología” (Wallerstein, 1991, 54).

“Un sistema capitalista en expansión (...) necesita toda la fuerza de trabajo disponible, ya que es ese trabajo el que produce los bienes de los cuales se extrae y acumula el capital. La expulsión del sistema no tiene mucho sentido. Pero si se quiere obtener el máximo de acumulación de capital es preciso reducir al mínimo simultáneamente los costes de producción (y por ende en los costes que genera la fuerza de trabajo) y los derivados de los problemas políticos, y por tanto reducir al mínimo simultáneamente – y no eliminar, ya que es imposible – las reivindicaciones de la fuerza de trabajo. El racismo es la fórmula mágica que favorece la consecución de ambos objetivos (...). Desde el punto de vista operativo, el racismo ha adoptado la forma de lo que podemos denominar ‘etnización’ de la fuerza de trabajo. Es decir, en todo momento ha existido una jerarquía de profesiones y remuneraciones proporcionada a ciertos supuestos sociales. Pero mientras el modelo de etnización (de la fuerza de trabajo) ha sido constante, sus detalles han variado de un lugar a otro y de un tiempo a otro, dependiendo de la localización de los pueblos y de las “razas” que se encontraban en un espacio-tiempo concretos y de las necesidades jerarquizadas de la economía en ese espacio-tiempo.

28 Maillat cita en este párrafo dos trabajos de otros autores: Y. Moulier-Boutang y J.P. Garson, “Major obstacles to control irregular inmigrations: Prerequisite to policy”, International Migration Review, vol 18, nº3, 1984 y R.E. Verhaeren, “Inmigration et crise”; Greco 13, nº 1, 1980.

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Quiere esto decir que el racismo ha conjugado siempre las pretensiones basadas en la continuidad de un vínculo con el pasado (definido genética o socialmente, o las dos a la vez) y una extrema flexibilidad en esta definición presente de las fronteras entre estas entidades reificadas denominadas razas o grupos étnicos, nacionales y religiosos. La flexibilidad que ofrece la reivindicación de un vínculo con las fronteras del pasado, unida a la revisión continua de estas fronteras en el presente, adopta la forma de una creación y una continua recreación de comunidades y grupos raciales y/o étnicos, nacionales y religiosos. Siempre están presentes, y siempre clasificados jerárquicamente, pero no siempre son exactamente los mismos. Ciertos grupos pueden desplazarse en la clasificación: algunos pueden desaparecer o unirse entre sí, y otros se desgajan mientras nacen nuevos grupos. Pero entre ellos siempre hay algunos individuos que son ‘negros’ (‘nègres’). Si no hay negros (‘noirs’), o si su número es excesivamente reducido, pueden inventarse ‘negros blancos’ por utilizar una expresión introducida en Quebec”29 (Wallerstein, 1991, 56-57).

“Pero mientras el racismo puede llevarse demasiado lejos con toda rapidez, no hay una fórmula rápida para un mayor despliegue del universalismo, ya que es preciso eliminar no sólo las barreras legales e institucionales antiuniversalistas, sino también las estructuras interiorizadas de la etnización y estos requiere tiempo: al menos una generación” (Wallerstein, 1991, 60).30

29 He corregido la (mala) traducción española publicada por IEPALA a partir del original francés (E. Balibar e I. Wallersein, Race, Nation, Classe. Les identité ambiguës, París, La Découverte, 1990, p. 49). 30 El candidato de la CDU/CSU a la cancillería alemana Edmund Stoiber dijo en la campaña electoral de 2002 que Alemania no podía absorber más inmigrantes con cuatro millones de parados (“Cuando tienes cuatro millones de parados es irresponsable abrir el mercado laboral a todo el mundo” dijo a la televisión ZDF). Cuatro aspectos a resaltar de esta noticia (y este tipo de noticias cada vez más frecuente): la exageración (¿qué es ese “todo el mundo”). la instrumentalización electoral de la inmigración en el debate electoral (ante el miedo a la derrota

todo vale: o, como reza el subtitular de El País al dar la noticia: “El candidato democristiano recurre al debate sobre los extranjeros acosado por los sondeos”).

la ignorancia: porque el mercado de trabajo es un mercado segmentado y es posible (y así es en realidad) que con cuatro millones de parados haya problemas para cubrir determinados puestos de trabajo de alta y de baja cualificación.

la anti-pedagogía que se hace sobre la población.

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6. Itinerarios y trayectorias laborales de los inmigrantes31 No entraremos aquí en consideraciones teóricas sobre “itinerarios”, y “trayectorias”32, manteniéndonos en el nivel intuitivo sobre el concepto y descriptivo por el tipo de análisis que venimos haciendo sobre aspectos laborales de la inmigración en España. Pero incluso a este nivel debemos distinguir dos procesos distintos: de una parte, la rotación (o, por mejor nombrarlo, los desplazamientos) de colectivos de inmigrantes de distinto origen nacional en diferentes segmentos del mercado laboral en España; de otra los procesos de movilidad individual (aunque podamos verlos como cadenas sociales de movilidad). Ambos procesos producen modelos de asentamiento diferentes en el mercado de trabajo que importaría mucho describir y analizar en profundidad en trabajos futuros partiendo, por ejemplo, de los tipos de itinerarios de inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo.

Procesos de rotación de colectivos y una re-etnoestratificación del mercado laboral

Desde finales de los años noventa, en el final de los que he calificado como segunda etapa de formación de la “España inmigrante”, la llegada de grupos de inmigrantes de distintos orígenes nacionales está produciendo notables procesos de re-etnoestratificación, consecuencia tanto de las trayectorias vitales y laborales de los inmigrantes ligadas a oportunidades ofrecidas desde sus redes de apoyo como de las políticas empresariales en una gestión (selectiva) de mano de obra. Conocemos mal estos fenómenos de desplazamientos de unos colectivos por otros en diferentes ramas o actividades profesionales y comarcas. Pero no son fenómenos nuevos.

Por ejemplo, en Lleida, los primeros signos de insuficiencia de la mano de obra familiar en la agricultura tuvieron como respuesta la llegada a algunas comarcas (organizada por las organizaciones agrarias) de trabajadores temporeros de Zamora; cuando esta mano de obra dejó de ser suficiente, fueron andaluces y luego marroquíes y posteriormente, en algunas zonas, comienzan a llegar latinoamericanos, trabajadores de Europa del este e incluso de China. Sería de gran interés cuantificar (y conocer) estos procesos.

Dos de estos procesos han sido muy relevantes (y reveladores) en los últimos años: el desplazamiento de los marroquíes por ecuatorianos en el campo de Murcia (“descubierto” por la opinión pública cuando varios ecuatorianos indocumentados murieron en un accidente en Lorca) y el de los marroquíes por trabajadoras de Polonia y de Rumanía en la recogida de la fresa en Huelva en la primavera de 2002. En el primer caso el motor del desplazamiento parece que proviene sobre todo de las políticas de gestión de la mano de obra por parte de los empresarios agrícolas murcianos que buscan trabajadores más maleables (“sin contaminar”, dice algún empresario en un grupo de discusión), multiplicado por los efectos de las redes migratorias, como señalan Castellanos y Pedreño (2001, 27): “los empresarios agrícolas murcianos utilizaron la mano de obra de procedencia ecuatoriana para ahondar la precariedad del mercado de trabajo, fortalecer la disciplina laboral y exacerbar la competencia con los trabajadores magrebíes”. En el segundo es la alianza del estado y el mercado la que produce el

31 Véase,entre otros, Cachón, 2000e. 32 Alguna aportación sobre el concepto de “trayectoria” puede verse en mi trabajo sobre ¿Movilidad social o trayectorias de clase? Elementos para una crítica de la sociología de la movilidad social (véase Cachón, 1989).

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fenómeno: porque la concesión de permisos de trabajo de temporada a 7.000 mujeres de la Europa de este para la recogida de la fresa cuando había en Huelva varios miles de trabajadores (fundamentalmente marroquíes) con un permiso de trabajo (de tipo B inicial) que (precisamente) sólo les permitía trabajar en la agricultura y en esa provincia no es posible más que con la conjunción de voluntades (y de intereses) entre los empresarios y la administración central. No profundizaremos aquí sobre las posibles razones de esta “alianza” que viene a construir un conflicto entre colectivos de inmigrantes metamorfoseando los existentes entre empresarios agrícolas y temporeros (magrebíes) y entre aquellos y la administración (sobre la situación de la inmigración en Huelva puede verse Gualda y otros, 2002).

En los últimos años se están produciendo muchos fenómenos de rotación o de desplazamientos de colectivos de inmigrantes en determinados sectores y comarcas y su conocimiento es una de las tareas que debiéramos emprender los investigadores en este campo.

Trayectorias sociales de los trabajadores inmigrantes

Los inmigrantes, como los autóctonos, no ocupan una posición estática en el mercado de trabajo (incluso aunque no cambiaran de “posición” formal a lo largo de su vida activa, habrían cambiado de “situación” real), sino que van con-formando una “trayectoria”. El interés sociológico surge cuando podemos ver que se producen (y reproducen) ciertas regularidades sociales que en este campo podríamos describir como “cadenas de movilidad”. Este concepto “representa un intento de formalizar la idea intuitiva de que el movimiento socioeconómico de nuestra sociedad no es aleatorio, sino que tiende a producirse a través de canales más o menos regulares. Estos canales son tales que un nuevo puesto de trabajo tenderá a ser cubierto por trabajadores procedentes de un número limitado y característico de puntos concretos. Como consecuencia, la gente tiene empleos en un orden o secuencia regular. A esta secuencia la llamaremos cadena de movilidad. Los puntos existentes a lo largo de una cadena de movilidad se pueden llamar estaciones: generalmente, incluyen no sólo puestos de trabajo, sino también otros puntos de importancia social y económica” (Piore, 1983b, 197) como escuelas, vecindades o familias.

Pero estos itinerarios laborales de los inmigrantes no comienzan con su llegada a España: en la mayoría de los casos tienen una historia laboral previa a la emigración que puede explicar ésta. En su historia laboral “española” encontraremos “puertos de entrada” típicos de los diferentes segmentos y diferentes situaciones, diferencias marcadas por la clase social de origen, la étnia u origen nacional y el género. Los itinerarios laborales y las trayectorias sociales se irán (sobre)escribiendo según interactúen sobre estas diferencias estructurales tres conjuntos de factores:

Las constricciones institucionales: el “marco institucional discriminatorio” (Cachón, 1995a) que actúa de manera diferencial sobre los elementos estructurales. Entre estos factores juega un papel fundamental la situación con respecto a los “papeles”: no sólo traspasar la frontera de “sin papeles” a una situación regular, sino la “carrera” de la regularidad, esto es: pasar de regulares de muy corta duración (a veces incluso de temporada) a regulares de duración media y de ésta a regulares de larga duración o permanentes. Además se podrían considerar también otras situaciones (posteriores) como los nacionalizados (puesto que no desaparecen todos

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los elementos que hacen a este extranjero nacionalizado diferente socialmente) y las ligadas a la segunda generación (con socialización escolar y vecinal española)

Las oportunidades de mercado: dentro de las que las estrategias empresariales y las redes sociales del colectivo de inmigrantes cumplen un papel relevante; y

Las estrategias sociales, colectivas e individuales.

Refiriéndose a España, Baganha y Reyneri (2001, 163-164) señalan que “las estrategias de los inmigrantes para entrar en el mercado laboral dependen de su situación como residentes (legal o ilegal), de sus cualificaciones (credenciales educativas, cualificación profesional, experiencia laboral, conocimiento de la lengua autóctona) y, por último, de sus objetivos como emigrante. Pueden considerarse ellos mismos como intrusos eventuales, y aceptar todo tipo de condiciones de trabajo, o considerarse miembros permanentes de una sociedad multicultural y exigir por eso los mismos derechos y oportunidades que los trabajadores nacionales”.

Diversas investigaciones han ido abordando en España en los últimos años elementos para la (re)construcción de trayectorias de los inmigrantes, sea desde estudios de colectivos (como algunos trabajos elaborados en el marco del Instituto de Migraciones de la Universidad Pontificia de Comillas), sea desde análisis de sectores de actividad (como los llevados a cabo por el Colectivo IOÉ).

Entre los primeros, Anguiano (2001), a partir de los datos de 1703 cuestionarios de la investigación “Estrategias y dificultades características en la integración social de los distintos colectivos de inmigrantes llegados a España” (véase Aparicio y Tornos, 2001), señala que “Los latinoamericanos (varones) ingresan en el mercado de trabajo español por el sector de la construcción y en el caso de los ecuatorianos también por el agrícola, permaneciendo en ellos, aunque se observan desplazamientos hacia los servicios y el comercio, con notoria rapidez entre los peruanos. Los africanos no solamente ingresan mayoritariamente por la agricultura o ganadería y en menor proporción por la construcción, sino que tienden a permanecer en esos sectores lo mismo que sucede con los chinos en la hostelería (...) para la mayoría de las mujeres (el servicio doméstico) se presenta como el sector de ingreso en el mercado de trabajo español – con excepción de las chinas-. En todos los casos se observa un descenso en su participación en esta ocupación, lo que supone una búsqueda de opciones hacia otros empleos”. Se podría añadir que se trata de otros empleos más adecuados con sus cualificaciones y sus deseos: lo que conseguirán siguiendo una cierta cadena de movilidad que en gran medida será un proceso de “contra-movilidad social” (de recuperación de un status devaluado al llegar a su país de acogida).

En su trabajo sobre los caboverdianos en las minas de Laciana, Moldes (1998) ha podido reconstruir la trayectoria laboral de estos mineros dentro de la MSP (Minero Siderúrgica Ponferradina) y compararla con la de mineros españoles y portugueses: “Los caboverdianos se incorporan a la categoría de ayudante minero, tras algunos años (que pueden variar enormemente según los casos) desempeñando tareas propias de ese nivel, suelen ascender a ayudante picador, en la cual permanecen cierto tiempo, en general mucho menos que en la anterior, para alcanzar la condición de picador, tal vez la más mítica de las categorías mineras”. Estima la autora que éste es el camino profesional de 20 años dentro de la MSP del 95% de los caboverdianos que entraron a mediados de los años setenta, “siendo el ascenso a niveles superiores (posteadores, vigilantes, etc.) una situación absolutamente excepcional”. Por el contrario, las trayectorias de españoles y portugueses que entraron en el mismo período han tenido un proceso ascendente más rápido y mayor.

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El Colectivo IOÉ, sintetizando su pionera investigación sobre los trabajadores inmigrantes en el sector de la construcción donde han analizado especialmente los colectivos marroquí y polaco, describen las dos vías, los dos tipos de itinerarios tan distintos que siguen estos colectivos: “podría argumentarse que, dado que gran parte de estos inmigrantes están en una fase inicial de su trayectoria, pues han llegado a España recientemente, la situación descrita es provisional y con el tiempo se abrirán oportunidades de movilidad ocupacional ascendente. Sin embargo, la mejor situación comparativa de los polacos –llegados más recientemente y en situación jurídica más precaria- no corrobora la hipótesis33. Por otra parte, si comparamos la situación de trabajadores marroquíes y españoles con más antigüedad en el sector, se observa que las oportunidades de promoción (de peón a oficial) existen también para los marroquíes pero en proporciones muy inferiores a las de los autóctonos. Por tanto, sus posibilidades de inserción ocupacional están muy vinculadas a los ciclos económicos expansivos, en los que se demanda mano de obra menos cualificada, y las perspectivas de promoción son más limitadas que las de los trabajadores autóctonos (...) No es extraño que dos tercios de los marroquíes están disconformes con la ocupación que se les ha asignado (se consideran subocupados en relación con sus capacidades) y que la mitad pretenda encontrar empleo en otras ramas de la economía. En cambio, los polacos desarrollan su actividad ‘protegidos’ por cuadrillas monoétnicas: se trata de pequeños núcleos que se reúnen para realizar tareas de reforma de hogares particulares o edificios de empresas, sea bajo la responsabilidad de un trabajador autóctono en situación regular que los emplea (sin realizar contrato laboral) o mediante la colaboración horizontal de todo el equipo. Por ello, aunque conozcan el idioma local en menor medida que los marroquíes, y a pesar de su mayor precariedad jurídica cuentan con una vía de inserción laboral aparentemente más sólida que la de aquellos. Aún así, y a pesar de que la mayoría cree que se les reconoce debidamente el nivel de cualificación dentro del sector, los trabajadores polacos aspiran a continuar su vida laboral en otras ramas de actividad, pero no ven posibilidades inmediatas de realizar dicho proyecto en España” (Colectivo IOÉ, 1998, 224-225).

En su investigación sobre Mujer, inmigración y trabajo, el Colectivo IOÉ (2001, 256-258) ha explorado la movilidad ocupacional de los trabajadores del servicio doméstico comparando el régimen inicial de cotización a la Seguridad Social y el actual con conclusiones relevantes (aunque fueran esperadas): “el flujo desde otros sectores laborales hacia el servicio doméstico es poco habitual entre los trabajadores extranjeros”; por el contrario, en diciembre de 1999 hay más de 11.000 trabajadores extranjeros que comenzaron cotizando en el régimen de empleados del hogar y que ahora cotizan en otros regímenes y que suponen un 23% en relación a los cotizantes actuales de ese régimen especial. Según IOÉ, y redundando en lo que señalábamos en el epígrafe anterior, “es posible que una parte de la inmigración utilice el servicio doméstico como vía de entrada a la regularidad cotizando durante un período mínimo, aunque en realidad su actividad se realice desde el inicio en otros sectores económicos. En el caso de los chinos (que son el colectivo en el que el cambio de régimen de seguridad social es mayor: cercano al 50%) puede suponerse que gran parte son empleados de hostelería que aparecen como trabajadores domésticos del propietario del restaurante”.

33 Porque no es sólo el factor antigüedad (un componente de los factores institucionales) el que “determina” los itinerarios y las trayectorias. En la contraposición entre la trayectoria de polacos y de marroquíes juegan un papel fundamental los factores que podemos calificar como “étnicos”.

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Pero más allá de este hecho, se puede apuntar que el servicio doméstico en un “típico” puerto de entrada laboral para muchas inmigrantes (aunque no sea una vía exclusivamente de mujeres) y que una vez asentadas, intentarán dar el paso de internas a externas y de ahí a sectores de actividad (como hostelería). Aunque los datos en este campo tienen un corto recorrido temporal por la importancia de la inmigración en el último quinquenio, sí permiten apuntar la existencia de itinerarios de este tipo. Por ejemplo, a partir de la encuesta realizada en 1998, el Colectivo IOÉ (2001, 533-537) muestra que el 19% de las trabajadoras de la hostelería habían trabajado antes en el servicio doméstico (que se eleva a un 40% en el caso de latinoamericanas y filipinas), un 17% en el cuidado de personas y un 9% (que sería un 15% si no se incluye a las chinas) en la limpieza de edificios o empresas.

Frente a la lógica de los factores institucionales, como la estructura de los permisos de trabajo, las oportunidades de mercado y las estrategias de los actores van haciendo que los inmigrantes logren, aunque de manera desigual, salir de los puertos de entrada con los que inician (“obligados” por elementos institucionales) su actividad en España.

Todos estos movimientos, sean en forma de desplazamientos de colectivos, sean en forma de cambios sectoriales/ocupacionales/empresariales que describen una trayectoria, producen un cambio de la ubicación de los inmigrantes en el mercado de trabajo y tipos de trayectorias distintas.

Trayectorias de inserción (de jóvenes en la vida activa) de los inmigrantes

Para hacer una tipología de los procesos de inserción de los inmigrantes en el mercado de trabajo en España, es útil reflexionar a partir de las investigaciones sobre las trayectorias de inserción que siguen los jóvenes en la entrada en la vida activa. Y en este sentido las aportaciones del ICE de la Universidad Autónoma de Barcelona son de enorme interés. J. Casal (1999), a partir de numerosas investigaciones, ha planteado la conveniencia de diferenciar seis tipos de trayectorias distintas entre los jóvenes en los procesos de transición profesional en España:

1. Trayectorias en éxito precoz: las describen jóvenes con expectativas altas de carrera profesional, que presupone opciones de prolongación de la formación académica con resultados positivos o, en su defecto la opción para una inserción profesional susceptible de mejoras graduales a partir de la formación continua y/o la promoción interna rápida. Una parte significativa de jóvenes que han desarrollado una trayectoria universitaria impecable han conseguido realizaciones estables y de proyección de carrera profesional en los tres primeros años de vida laboral. La mayor parte de los universitarios españoles de las promociones de hace unos años han seguido trayectorias similares. El desarrollo de formación superior no es un requisito indispensable: algunas trayectorias con estudios de grado medio han conseguido también este tipo de trayectoria.

2. Trayectorias obreras: las prefiguran generalmente jóvenes orientados hacia la “cultura del trabajo” manual y poco cualificado. Presuponen la definición de un horizonte social limitado en cuanto a la formación reglada y un aprendizaje “a pie de obra”, más en función de las ofertas de empleo existentes que de opciones profesionales personales. La escasa cualificación básica y profesional determina los límites en la “carrera” y hacen que tales trayectorias sean particularmente vulnerables a los cambios en el mercado de trabajo. La expansión del sector de la

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construcción, por ejemplo, es emblemática para caracterizar el proceso de estas trayectorias obreras en un pasado reciente. Muchos jóvenes describen actualmente trayectorias laborales en esta dirección.

3. Trayectorias de adscripción familiar: estas trayectorias, poco importante en términos cuantitativos, responden a la presencia de empresas o explotaciones familiares.

4. Trayectorias de aproximación sucesiva: se trata de una modalidad definida por altas expectativas de mejora social y profesional (carreras profesionales principalmente) en un contexto donde las opciones a tomar resultan confusas. Es una modalidad de transición dominada por el tanteo, que implica necesariamente un retraso importante en la asunción de logros en la carrera profesional y la emancipación familiar. Esta forma de transcurrir presupone escolarización prolongada, experiencias laborales previas a la inserción, fracasos parciales en el tránsito escuela-vida activa, precariedad y subocupación, etc. Describe una trayectoria de inserción dominada por el ajuste continuo de expectativas (generalmente a la baja) y la asunción gradual de logros parciales. Esta forma de transición siempre ha existido, pero actualmente ha pasado a ser el modo dominante de transición profesional de los jóvenes españoles.

5. Trayectorias de precariedad: Definidas por itinerarios de resultados escasamente constructivos en el mercado de trabajo: situaciones intermitentes de paro, rotación laboral fuerte y subocupación son tres características dominantes. La particularidad de la trayectoria en precariedad con relación a la anterior reside en que no resulta constructiva desde el punto de vista de la transición profesional. Esta trayectoria puede terminar en una cierta estabilización profesional del joven, pero el estudio de la inserción de los jóvenes adultos ha puesto de relieve que una fracción de la generación mayor de treinta años sigue aún inmersa en esta trayectoria.

6. Trayectorias en desestructuración: identifican itinerarios de inserción que anuncian situaciones de bloqueo en la construcción de la transición profesional y la emancipación familiar. Generalmente las expectativas de posición social de partida ya resultan ser bajas y las trayectorias de formación escolar cortas, erráticas y con certificación negativa. La peculiaridad de esta modalidad es el bloqueo sistemático ante la inserción laboral: la trayectoria se impregna de situaciones de paro crónico y entradas circunstanciales en el mercado de trabajo secundario. La mayor parte de las actividades se desarrolla en la economía marginal o en formas de economía sumergida.

No todos los tipos de trayectorias tienen la misma relevancia. Si hasta la crisis de mediados de los setenta los dos primeros tipos de trayectorias eran los más típicos (a la vez que decrecía la importancia del tercero), en los últimos veinte años las transiciones profesionales predominantes entre los jóvenes son las tres últimas: para Casal la “aproximación sucesiva” se va definiendo como la modalidad dominante, pero la trayectoria de la “precariedad” ha adquirido en España un peso considerable desde mediados de los años ochenta y la “desestructuración” es un fenómeno que, aunque sea minoritario, señala un problema social de primera magnitud. Un esquema similar al de Casal sería aplicable y útil para el estudio de las trayectorias de inserción de los inmigrantes en el mercado de trabajo en España.

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