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Índice Tema 1. La Fe como respuesta....................................................................... 2 Tema 2. Esta es nuestra Fe; esta es la Fe de la Iglesia.................................... 7 Tema 3. La Fe debe hacerse vida.................................................................. 12 Tema 4. Fe y razón........................................................................................17 Tema 5. Fe y Vida Eterna............................................................................. 23 Tema 6. Fe y evangelización........................................................................ 28 Tema 7. La Fe que madura en la Cruz y el Poder de Dios........................... 33 Tema 8. María, peregrina de la Fe................................................................ 38 ANEXO I. EL TESTIMONIO DE LOS SANTOS...................................... 43 ANEXO II. Carta Motu Propio PORTA FIDEI de Benedicto XVI........... 55 ANEXO III. Proyecto Personal de Vida Cristiana PPCV............................64 ANEXO IV. Método de Revisión de Vida................................................... 70 ANEXO V. Calendario de Actividades 2012-13........................................ 72 ANEXO VI. ORACIONES.......................................................................... 74 La Puerta de la Fe 1

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Tema 1. La Fe como respuesta.......................................................................2Tema 2. Esta es nuestra Fe; esta es la Fe de la Iglesia....................................7Tema 3. La Fe debe hacerse vida..................................................................12Tema 4. Fe y razón........................................................................................17Tema 5. Fe y Vida Eterna.............................................................................23Tema 6. Fe y evangelización........................................................................28Tema 7. La Fe que madura en la Cruz y el Poder de Dios...........................33Tema 8. María, peregrina de la Fe................................................................38

ANEXO I. EL TESTIMONIO DE LOS SANTOS......................................43ANEXO II. Carta Motu Propio PORTA FIDEI de Benedicto XVI...........55ANEXO III. Proyecto Personal de Vida Cristiana PPCV............................64ANEXO IV. Método de Revisión de Vida...................................................70ANEXO V. Calendario de Actividades 2012-13........................................72ANEXO VI. ORACIONES..........................................................................74

La Puerta de la Fe 1

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Tema 1. La Fe como respuesta

Objetivo“Si conocieras el don de Dios” (Jn,4-10) Conocer y vivir la estructura verdadera de la fe como respuesta libre del hombre al Dios que se revela y comunica por amor.

Introducción“Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón permanece inquieto hasta que no descanse en ti” (S. Agustín Confesiones 1,1,1). Esta afirmación que S. Agustín coloca al inicio de sus Confesiones permite dar respuesta a la paradoja del corazón del hombre: esa tensión entre el deseo de algo más y la insatisfacción de lo que tiene; entre el deseo de infinito y la finitud de su existencia. Esta tensión que se experimenta como una sed insaciable del corazón tiene una explicación y una respuesta: estamos hechos para Dios; por Dios y para Dios, y de aquí que solo Él pueda llenar nuestra sed de infinito. El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre que es capaz de conocer, acoger y responder a su Creador. Pero el primer paso no es el del hombre que busca a Dios, sino el de Dios que busca al hombre. La iniciativa siempre es del Señor y al hombre corresponde acoger y responder. Desde el primer instante de la creación cuando Dios rompe las tinieblas con el primer rayo de luz, Él está pensando ya en el hombre que gozará de aquella claridad. Todo lo hacía para él (el hombre) en Cristo. Por eso la misma creación es una llamada de Dios al hombre, una invitación a conocer al Autor de tan hermosa obra y a entrar en relación amorosa con él. Aunque el hombre puede deducir a partir de la creación que le rodea la existencia de Dios Creador, no siempre le es fácil llegar a esta conclusión, debido a la ruptura del pecado. Pero Dios ha querido comunicarse directamente al hombre para que éste pueda conocerlo y amarlo. A esta comunicación de Dios la llamamos Revelación.

“Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas”. “La revelación se realiza a la vez "mediante acciones y palabras", íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una "pedagogía divina" particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo.” La Carta a lo Hebreos dice "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hb 1,1-2). En El lo dice todo y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro

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Señor Jesucristo" (DV 4). Corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos. La Encarnación es el culmen de la Revelación.

Por un amor infinito y sobrecogedor, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, se ha manifestado y entregado al hombre para que éste participe de su plenitud y felicidad perfecta. El Señor da respuesta así de forma definitiva y sobreabundante al deseo más profundo del corazón de hombre.

Dios es quien lleva la iniciativa y movido por su gran amor habla a los hombres como amigo y mora con ellos para invitarlos a la comunión consigo. Al hombre corresponde responder a esta invitación de Dios. A dicha respuesta la llamamos FE. “La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.”(CEE 25).“Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela” (cf. DV 5). La fe es una repuesta de amor a Aquel que descubrimos que nos ama: Dios.

Al ser una respuesta que brota del corazón, la fe implica necesariamente lo más profundo del ser del hombre. Es una respuesta que pone en juego la inteligencia, la voluntad y el afecto y que solo puede darse libremente. Nadie puede obligarnos a creer, ni siquiera Dios mismo. Creer es un acto auténticamente humano que no contradice ni la libertad ni la inteligencia del hombre. No obstante, las facultades humanas necesitan el auxilio de la Gracia divina para poder responder a Dios con el asentimiento de la fe. Por eso dice el Vat. II: “La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él. Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad” (DV 5). Y también san Pablo a los Corintios: “nadie puede decir ‘Jesús es Señor´ sino bajo la acción del Espíritu Santo” 1Cor 12, 3. El Espíritu Santo es quien revela a los hombres quién es Jesús.

Si la fe es esa respuesta libre que el hombre, con la ayuda de la Gracia, da a Dios que sale a su encuentro, tener fe consiste en entrar en relación personal con Dios mismo. No es simplemente un asentimiento intelectual basado en la coherencia de unas verdades, es una relación personal que pone en juego la totalidad del ser humano. Quien cree vive atento a Dios porque sabe que Él se ha manifestado en su vida para que llegue a la plenitud en la comunión con su Creador. La Sagrada Escritura llama "obediencia de la fe" a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rom 1,5; 16,26)”. Obedecer ("ob-audire": de la raiz “escuchar”) en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura.

La Virgen María es la realización más perfecta de la misma. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que "nada es imposible

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para Dios" (Lc 1,37; cf. Gn 18,14) y dando su asentimiento: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Isabel la saludó: "¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada (cf. Lc 1,48). Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló, María no cesó de creer en el "cumplimiento" de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.

Y como la fe supone esa relación viva con Dios, cada acontecimiento de nuestra vida, cada situación, cada problema o alegría es una nueva ocasión para responder al Señor que sale a nuestro encuentro, Dios se sirve de todo cuanto nos sucede para acercarnos más a Él, es decir, para aumentar nuestra fe.

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria.

Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Proponer como hecho de vida algún momento de conversión en que he experimentado la fe como una respuesta a una llamada exterior a mí, recibida a través de alguna persona que me ha hablado de Dios, a través de la oración, etc.

• Pensar algún hecho de vida en que me he tenido conciencia de que Dios me llamaba o me pedía algo y cómo lo viví: si preferí desentenderme y “endurecer el corazón”, o si finalmente obedecí a su llamada.

• Tal vez pueda recordar un hecho de vida en que intenté construir mi fe a mi manera, según mis criterios o gustos y no escuchando la voz de Dios, y cuales fueron las consecuencias.

JUZGAR. Iluminación desde la Fe a. Palabra de Dios.

1. Gn 12,1-5 Dios llama a Abraham, padre de los creyentes.

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2. Rom 4,13-22 San Pablo explica cómo no fueron las obras propias del hombre, al margen de la gracia, las que trajeron la salvación, sino la respuesta de la fe a las promesas y dones de Dios.

3. Lc 1,26-38 La visitación del ángel a María y su respuesta de fe.

4. Lc 1,67-79 Zacarías, cuando cree, recupera el habla y confiesa la intervención salvadora de Dios en medio de la historia.

b. Magisterio de la Iglesia

1. CCE 50-53 Dios revela al hombre su designio amoroso. CCE 54-64 Las etapas de la Revelación.

2. CCE 65-67 Cristo, plenitud de la Revelación.

3. CCE 142-152 La obediencia de la fe. CCE 153-165 Características de la fe.

4. Dei Verbum, Constitución dogmática sobre la divina revelación, del Concilio Vat II. Capítulo I (nn. 2-6)

c. Testimonios de los santos

• Homilías de San Bernardo, Abad. Todo el mundo espera la respuesta de María. (Ver Anexo I)

ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

a. Comprometerme a rezar el ángelus cada día, para meditar y agradecer que Dios nos habla e interviene en nuestra vida a diario.

b. Hacer un plan de lectura continua del Nuevo Testamento como parte de mi vida de fe, para escuchar la voz de Dios en mi vida y conocer mejor la Revelación.

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c. Hacer todos los días la oración de ofrecimiento de obras, tratando de que mi vida sea, cada vez mas plena y conscientemente, una entrega amorosa total en la fe al Dios que se ha entregado primero por nosotros.

d. Decidirme a responder como lo haría María a algún tema concreto que sepa que tengo pendiente con Dios.

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Tema 2. Esta es nuestra Fe; esta es la Fe de la Iglesia

ObjetivoReconocer que recibimos la fe Dios a través de la Iglesia y aprender a amarla y confiarnos a su enseñanza y guía.

IntroducciónQuerido Timoteo, “guarda el Depósito”. Éste era uno de los consejos con los que el Apóstol de los Gentiles se despedía de su íntimo colaborador, al que dejaba al frente de una comunidad, antes de consumar su entrega por Cristo con el martirio. No le invitaba a ser creativo y transmitir nuevas cosas, sino a guardar íntegro el Depósito de la fe. Y es que está claro que la fe me precede, que yo no la invento ni la reinterpreto, sino que la recibo y la acojo, así como la vida divina, en la familia de los hijos de Dios.

Según llamaba Jesús a los discípulos, éstos se iban adhiriendo personal y afectivamente a él. Y, en la medida en que lo hacían, se unían inevitablemente al grupo de los que le seguían. La adhesión a Jesús implica la inserción en su Cuerpo que es la Iglesia, la integración en el grupo de los discípulos. Jesús funda la Iglesia como su Cuerpo que engendra en la fe. Por eso, una de las imágenes más bellas de la Iglesia, que está recogida en el Apocalipsis, es la de la mujer que, estando enfrente del dragón, engendra a los hijos en la fe. El mismo Jesús le encargó a la Iglesia esta encomienda: “Id y haced discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28, 19 – 20).

De esta manera, nosotros nacemos a la vida de fe en la Iglesia; ella nos engendra y alimenta nuestra vida divina. Nuestra experiencia es que no nos hemos dado la vida eterna nosotros a nosotros mismos; se nos ha dado la vida de fe en una familia: la de los hijos de Dios, cuyo fundamento es la vida de la gracia en la que el Espíritu Santo nos une a Cristo y entre nosotros y nos hace hijos del Padre.

Esta vida que recibo dentro de la familia de la Iglesia, he de ir comprendiéndola día a día. La Iglesia me la transmite de hecho y me pide profundizar en ella. Pero yo no la invento sino que trato de saborear y vivir cada día más este Depósito de la fe que no me pertenece ni está a merced de interpretaciones personales (“tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca

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profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (2 Pe 1, 20 – 21). Voy acercándome al misterio que he recibido, de la mano de los que me han precedido, viendo cómo otros la han vivido y cómo la han formulado.

De hecho, esta Depósito de la fe se expresa en fórmulas que hacen más accesible sucomprensión (credo). Por eso la escritura dice: “si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa paraconseguir la salvación” (Rom 10,9–10). Ahora bien, la fe no se profesa de cualquier manera. La fe debe ser acogida con el mismo respeto y amor con que fue profesada. Tanto es así, que los credos que nosotros solemos rezar en nuestras celebraciones fueron escritos con la sangre de los mártires. Por esto deberíamos rezarlos con un temor reverencial y un amor agradecido a los que entregaron su vida para que nosotros pudiésemos algún día profesar la misma fe que ellos recibieron.

La fe debe ser acogida con la veneración que se merece, sin adulterarla, sabiendo que acojo un misterio. Es el misterio de Dios que se me abre libremente. Por ello, no es posible tratar de “acapararla” en mi pequeña cabecita. He de ser consciente de que soy yo el que debo entrar en el misterio y no meter el misterio en mis esquemas. Por ello, me acerco al misterio de la mano que el mismo Dios ha puesto en mi camino para introducirme, que es la mano de la Iglesia. Y en este camino, pongo en juego toda mi persona: el corazón amando, la razón comprendiendo y la voluntad entregándose. Pero siempre sabiendo que es otro el que se me revela, el que me abre su intimidad y se me entrega por la mediación querida por él: la Iglesia.

Jesús deja este Depósito de la fe en la Iglesia para que ella, convirtiéndose en su garante, lo ofrezca en toda su verdad. Durante la pasada JMJ el Papa insistía en que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él. (Discurso Misa de clausura de la JMJ de Madrid)

Tener fe es apoyarse en la fe de nuestros hermanos, y que nuestra fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. El Papa nos pide encarecidamente que amemos a la Iglesia, que nos ha engendrado en la fe, que nos ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que nos ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de nuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de nuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.

Por ello, la actitud básica necesaria para poder acoger la fe y hacerla crecer es la sencillez del que confía en quien ama por el hecho de sentirse y saberse amado por él. Es cierto que esta confianza no se impone sino que se gana, y Cristo ha ganado

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nuestra confianza porque nos ha amado eficazmente. Esta eficacia de su amor la percibo, en primer término, por medio de la Iglesia que me engendra, me alimenta, me sostiene y me da lo necesario para crecer en la vida de fe. Es ella la que me forma y me entrega el tesoro de la fe como lo ha recibido (cf. 1 Cor 11, 23: “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido”). Y debe velar por la pureza de la fe, puesto que existe siempre la tentación de reducir el misterio a lo humanamente comprensible, de tal manera que sea más fácil el acceso a él. Pero dejaría de ser el misterio y empezaría a ser una caricatura…

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria.

Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Tal vez recuerde algún hecho de vida en que he podido experimentar especialmente a la Iglesia como madre o a la comunidad cristiana como un apoyo que ha sido tabla de salvación para mí.

• Se puede proponer también como hecho de vida alguna situación en la que he experimentado cómo alejarme de la Iglesia o de la vivencia comunitaria de la fe, ha supuesto un periodo de crisis o de empobrecimiento en mi relación con Dios.

• Puedo elegir un hecho de vida en que fiarme de la Iglesia en algo que me costaba entender o vivir, me ha llevado a avanzar en el camino de la fe, o por el contrario, no me fié (o no me fío) y me aferré a mis ideas o a las del mundo y qué consecuencias tuvo.

• Tal vez pueda recordar un hecho de vida en que me haya avergonzado de la Iglesia ante los hombres, y haya simulado ser “un cristiano maduro, que no se cree todo lo que le dicen y tiene sus propias opiniones libres”. O donde he visto la dificultad de profesar la fe de la Iglesia en temas especialmente "candentes" en la sociedad civil y cómo el no haber profundizado me ha dificultado defender esta fe de la Iglesia.

JUZGAR. Iluminación desde la Fea. Palabra de Dios.

• La Vid y los sarmientos (Jn 15, 1ss).

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• En la vida de Pablo podemos ver cómo es imposible separar la fe en Cristo de su Iglesia: Jesús le enseña que al perseguir a su Iglesia le persigue a Él, le manda a la Iglesia para recuperar su vista, recibir el bautismo y ser instruido en la fe (Hch 9,1-19) Pablo va a ver a las columnas de la Iglesia para asegurarse de no trabajar en balde (Gal 2,1-2) Considera el mayor peligro para los cristianos el que alguien logre separarlos de sus verdaderos pastores, llama a la Iglesia “columna y fundamento de la verdad” (1Tim 3,15) Se encarga de dejar pastores legítimos que cuiden a las comunidades (Comienza de las cartas a Timoteo y Tito)

• Mt 16,15-19 Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

• Mt 10,1-15 Jesús elige y envía a sus apóstoles; Mt 10,40-42 Quien a vosotros os recibe a mí me recibe. Jn 20,20-23 Jesús da sus apóstoles el poder de perdonar los pecados.

• Hch 2,42-46; 5,12-16 La vida de la Iglesia primitiva

• La Escritura no está a merced de interpretaciones personales (2 Pe 1, 15 - 21). Guardar íntegro el Depósito de la fe (1 Tim 6, 20 - 21). La pertenencia a la Iglesia como expresión de la misma fe (Gal 1, 22 - 24).

• Col 1,12-20 Cristo, cabeza de la Iglesia.

b. Magisterio de la Iglesia

1. CCE 2030-46 La Iglesia, Madre y Maestra2. CCE 74-95 La transmisión de la Revelación, la Tradición apostólica,

Magisterio, dogmas… CCE 166-171 La fe de la Iglesia3. Constitución dogmática Dei Verbum, del Concilio Vat II. Capítulo II,

sobre la transmisión de la Revelación, los Apóstoles, la Tradición, la Escritura y el Magisterio.

4. Es necesario que los cristianos conformemos nuestro pensamiento con la fe de la Iglesia (DomViv 62).

c. Testimonios de Santos

Las reglas para sentir con la Iglesia del libro de los EE EE de San Ignacio. (Ver Anexo I)

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ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que

puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

1. Dar el paso de la fe en algún tema concreto en el que sé que no vivo como nos enseña la Iglesia, y siempre me he buscado excusas o justificaciones ante mi conciencia.

2. Comprometerme a hablar con alguna persona de mi entorno que ha manifestado hostilidad hacia la Iglesia y necesita el testimonio de alguien que la conozca mejor y la ame.

3. Formarse en cual es nuestra fe, cuales son sus dogmas en concreto, etc. Podríamos hacerlo mediante el Credo del Pueblo de Dios, Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma.

4. Como compromiso de grupo podríamos hacer alguna celebración en que confesásemos juntos nuestra fe o una actividad en la que ayudemos a que quede más clara la postura de la Iglesia sobre algún tema frente a la opinión de las mayorías.

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Tema 3. La Fe debe hacerse vida

Objetivo“Que la fe produzca sus frutos; que el Espíritu Santo, que guía al creyente, se haga visible y tangible en todos los aspectos de la vida. La vida de un cristiano es una vida en el Espíritu (cf. Rm 8, 6); por la fe, el cristiano manifiesta en su vida que es una nueva criatura (cf. 2 Cor 5, 17), se dispone a vivir la vida del hombre nuevo.”

Introducción

1. Un episodio ejemplar

Muchos intentar construir un mundo sin Dios. Es conocida la historia de un joven arzobispo polaco que se enfrentó a las autoridades porque querían ahogar la vida que surge de la fe cristiana:

“En el ámbito de la archidiócesis de Cracovia, y más exactamente en Nowa Huta, surgió un extenso barrio, habitado por miles de obreros de la industria metalúrgica con sus familias. Según el proyecto de las autoridades, no debía tener ninguna relación con la Iglesia; debía ser un barrio modelo desde el punto de vista marxista, pero los obreros, en su inmensa mayoría, eran católicos. Entonces se produjo un enfrentamiento entre el arzobispo Wojtyla y las autoridades comunistas. "Este fue uno de los primeros episodios de una larga batalla por la libertad y la dignidad de aquella población". Fue una agotadora "guerra de nervios". El arzobispo llevó las negociaciones con las autoridades, sobre todo con el jefe de la oficina provincial encargada de las cuestiones religiosas: un hombre afable en las conversaciones, pero duro e intransigente en las decisiones. Mientras entablaba las negociaciones, el cardenal Wojtyla nombró un párroco para esa población. Aunque no había aún iglesia, al menos había sacerdote. Se trataba de un sacerdote con el que mantenía una gran amistad y que había nacido en su mismo pueblo: Wadowice.

En Navidad, a media noche, el arzobispo Wojtyla fue a celebrar la misa al aire libre, sin iglesia, con una temperatura de por lo menos diez grados bajo cero. Y mucha gente participó en esa misa. Esto constituyó un ulterior argumento en las negociaciones con las autoridades: el derecho de la gente a participar en las celebraciones religiosas en condiciones más humanas que las de la misa de la noche de Navidad. Al final ganó la batalla. Para construir la iglesia, el párroco tuvo luego la feliz idea de pedir a todos los fieles que cada uno llevara una piedra, de forma que

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todos se sintieron involucrados en la construcción del templo. Y en 1977 el arzobispo Wojtyla consagró la iglesia de Nowa Huta.”

Card. Giovanni Battista, presentación del libro ¡Levantaos, vamos! de Juan Pablo II.

2. El Evangelio no permite un divorcio entre fe y vida

La fe no son unas verdades abstractas que basta con afirmar en teoría, ni unos meros ritos o tradiciones que se quedan por fuera del núcleo verdadero de la persona. La fe es auténtica cuando se hace vida, es decir, cuando transforma toda mi existencia. El hombre de fe ya no es «hombre viejo», que vive en la oscuridad del mal, sino «hombre nuevo», que ha de reflejar a Dios en su acción, en todas las facetas de su vida: personal, familiar, profesional, pública, intelectual, etc. Esta vida nueva requiere despojarse de la vanidad y pecado anteriores a la conversión y revestirse de Cristo, el hombre nuevo, siendo fiel a Él en todo instante. La fe se muestra en las obras de la fe, se hace activa por la caridad. Si no, es una fe muerta.

“Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para echarla a la calle y que la pise la gente. Vosotros sois la luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un monte. Ni se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Así, pues, debe brillar vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen al vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt. 5, 13 - 16).

La vida del cristiano tiene una inevitable repercusión pública, una fuerte manifestación exterior, que no se reduce a formas y costumbres, sino que transforma a la persona entera. Si bien al principio de Mt 5 Jesús dice “tened cuidado de no practicar vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos”, advirtiendo del gran peligro que es la hipocresía y la apariencia de los fariseos, poco después habla de la sal y la luz, aludiendo a la necesaria incidencia de la fe en la vida, pues la fe afecta a la vida, la transforma, la renueva. El profesar la fe en Cristo tiene una inextirpable manifestación exterior. Y nunca hay que confundir la humildad con la esterilidad. La fe es humilde, pero fecunda en obras y frutos.

Jesús, con una innegable pretensión divina, pide un seguimiento que abarque la totalidad de la vida del discípulo. Pide una adhesión a su persona tal, que el testimonio (martyría) o por el contrario la negación de la relación con él (apostasía) suponen la salvación o la perdición del sujeto: “No tengáis miedo a los hombres, porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo a pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed más bien al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unas moneditas? Y, sin embargo, ni uno de ellos cae al suelo sin que vuestro Padre lo disponga. En cuanto a vosotros hasta los cabellos de la cabeza él los tiene contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte delante de mi Padre que está en

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el cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo”. Mt 10,26-33

3. La fe es acción, es revolución, es respuesta moral

Juan Pablo II advirtió el gran peligro que acecha a la multitud de los bautizados en Europa, que han disociado la fe de la vida:

“Además, por doquier es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados. Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: se repiten los gestos y los signos de la fe, especialmente en las prácticas de culto, pero no se corresponden con una acogida real del contenido de la fe y una adhesión a la persona de Jesús. En muchos, un sentimiento religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las grandes certezas de la fe; se difunden diversas formas de agnosticismo y ateísmo práctico que contribuyen a agravar la disociación entre fe y vida; algunos se han dejado contagiar por el espíritu de un humanismo inmanentista que ha debilitado su fe, llevándoles frecuentemente, por desgracia, a abandonarla completamente; se observa una especie de interpretación secularista de la fe cristiana que la socava, relacionada también con una profunda crisis de la conciencia y la práctica moral cristiana. (Ex. Apost. Ecclesia in Europa, 7)”

Tenemos a la vista numerosos ejemplos de personas que se han esforzado en ser coherentes con su fe en todas las facetas de su vida. Recientemente, el magistrado del Tribunal Constitucional Andrés Ollero Tassara, conocido por sus estudios contrarios al aborto, ha defendido su capacidad para ser ponente en la sentencia sobre el recurso contra la ley del aborto, después de que el PSOE y asociaciones de jueces hayan pedido que se inhiba. Ollero es miembro del Opus Dei y parece que eso hace para algunos que no deba aportar su contribución al bien común como el resto de los ciudadanos, sino que deba permanecer en el silencio. Afortunadamente, ha dejado claro que no abandona su fe y sus convicciones al salir del templo y que sabe que desentenderse de la justicia en un tema tan grave supondría traicionar su fe y negar de hecho a Cristo ante los hombres.

VER. Partiendo de la vida

Aquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria. Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y

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el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

1. Proponer algún hecho de vida en que me ha supuesto una dificultad (resuelta positiva o negativamente) ser coherente con mi fe en algún aspecto de mi vida real y concreta: familiar, económico, de testimonio público, etc.

2. Puedo proponer algún hecho de vida en que caí en la cuenta de que Dios no había estado presente a la hora de tomar alguna decisión de cierta importancia en mi vida. (Para pensarlo puedo repasar cómo he tomado las decisiones a la hora de enfocar mi trabajo, de comprar coche o vivienda, de elegir colegio para mis hijos, de orientar mi tiempo libre, de plantear la economía familiar, etc.)

3. Tal vez recuerde algún hecho de vida en que se refleje que me he dejado llevar por la mentalidad común, actuando como los demás y sin darme cuenta de que mi actuación no estaba siendo iluminada por la fe.

4. Elegir algún hecho de vida que manifieste cómo mi vida de piedad discurre en paralelo a mi “vida real”.

JUZGAR. Iluminación desde la Fea. Palabra de Dios.

1. La fidelidad a la ley de Dios es igual a la fidelidad a Dios. Deuteronomio 8. Jo 24,14-24 Israel se compromete a servir al Dios que les ha liberado de Egipto y dado la tierra prometida y no servir a los falsos ídolos.

2. El estilo y las formas del mundo son insuficientes, insatisfactorias, para el que se ha encontrado con Cristo. Rm 12, 1-2.

3. El Bautista da su vida por defender públicamente la santidad del matrimonio. Mc 6,14-29. Mc 7,5-13 Jesús lamenta que los hombres se apeguen a sus tradiciones más que a la Palabra de Dios.

4. Mt 6,24 no podéis servir a dos señores. Mt 6, 25-34 Jesús enseña que Dios cuida de los que confían en Él.

b. Magisterio de la Iglesia

a. CCE 1691-96 La vida nueva en Cristo

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b. CCE 1426-29 La conversión de los bautizados. CCE 1430-33 La penitencia interior.

c. CCE 1790-94 El juicio erróneo. CCE 2545,48. El deseo de Dios y la libertad frente al mundo.

d. Acto europeista en Santiago de Compostela. Discurso del Papa Juan Pablo II, 9 de noviembre de 1982. nn. 2-5.

c. Testimonios de Santos

1. Carta a Diogneto, caps. 5-6 “Los cristianos en el mundo” (Ver Anexo I)

ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

a. Salvaguardar a prueba de bombas la fecha para poder hacer ejercicios espirituales este año; preparar una confesión especialmente bien con un examen de conciencia más detallado; otros medios de santificación que descubra a mi alcance, etc.

b. Nos podemos proponer como grupo conocer o incluso participar en las jornadas “Católicos y Vida Pública”, celebradas anualmente en nuestro país, y en las que intervienen personalidades de primer orden de todos los campos.

c. Leer algún punto de la Encíclica de Benedicto XVI “Caritas in veritate”, que es el más reciente documento de la doctrina social de la Iglesia, para que la caridad sea la más perfecta y cumplida expresión de la fe en la vida.

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Tema 4. Fe y razón

ObjetivoAprender a vivir una fe plenamente racional y aprender que la razón ha de dejarse iluminar por la fe para cumplir su cometido de alcanzar la verdad que el hombre desea.

IntroducciónNo hay contradicción entre fe y razón; se complementan. El origen de ambas está en Dios. Como dice Juan Pablo II en la Encíclica Fides et ratio, “la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”. Para ayudar a la razón, que busca la comprensión del misterio, están también las informaciones contenidas en la Revelación. Éstas sirven para profundizar más en la búsqueda de la verdad y permitir que la mente pueda indagar de forma autónoma incluso dentro del misterio. La fe viene en ayuda de las limitaciones de la razón. Estas informaciones, si por una parte dan mayor fuerza a la razón, porque le permiten investigar en el misterio con sus propios medios, de los cuales está justamente celosa, por otra parte la empujan a ir más allá de su misma realidad de signos, para descubrir el significado ulterior del cual son portadores.1

Antiguamente nadie se hacía problema ni veía contradicción entre la fe y la razón, sino complementariedad, hasta que en 1328, Guillermo de Ockam, introduce la sospecha de que ambas pudieran hacer afirmaciones distintas y opuestas. Después vino Lutero y dijo que la razón estaba totalmente corrompida por el pecado original y que sólo nos quedaba el recurso de la fe para el conocimiento verdadero de la realidad. Luego llegó el racionalismo ilustrado del siglo XVIII y pervirtió los 4 conceptos siguientes de modo sectario:

Redujo el concepto de razón, pues la entiende como la única medida de lo real: lo que no entra en mi razón, no existe. Por el contrario para la tradición cristiana la razón es una mirada abierta a una realidad siempre mayor que mi razón.Redujo el de libertad, interpretada como ausencia de vínculos y no como adhesión al bien.

1 Cf. FR13

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Redujo el de conciencia a fuente autónoma de la norma ética, en vez de lugar donde la libertad escucha la voz de Otro.Redujo el de cultura a proyección humana sobre lo real con el fin de poseerlo, frente a la idea cristiana que la entiende como el fenómeno de la humanización del hombre.

No hay, pues, motivo de competitividad alguna entre la razón y la fe: una está dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de realización. Dios y el hombre, cada uno en su respectivo mundo, se encuentran así en una relación única. En Dios está el origen de cada cosa, en Él se encuentra la plenitud del misterio, y ésta es su gloria; al hombre le corresponde la misión de investigar con su razón la verdad, y en esto consiste su grandeza. La razón humilde es la que se abre a la fe; la razón soberbia es la que se cierra a Dios y destruye al hombre. El deseo de conocer es tan grande y supone tal dinamismo que el corazón del hombre, incluso desde la experiencia de su límite insuperable, suspira hacia la infinita riqueza que está más allá, porque intuye que en ella está guardada la respuesta satisfactoria para cada pregunta aún no resuelta.Tampoco hay contradicción entre fe y ciencia pues el buen científico es muy consciente de que la búsqueda de la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, no termina nunca, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al Misterio.Benedicto XVI señaló en su famoso discurso de Ratisbona que la razón ha de purificar todo lo irracional que pueda haber en cada religión. El Pontífice lanzó así a una aventura apasionante a las demás religiones: la de contrastarse con la razón, la cual ha de ser una nueva plataforma de diálogo entre cristianos, musulmanes y judíos. El Papa dijo: “Sólo así se puede entablar un auténtico diálogo entre las culturas y las religiones, un diálogo que necesitamos con urgencia. En el mundo occidental está muy difundida la opinión según la cual sólo la razón positivista y las formas de la filosofía derivadas de ella son universales. Pero las culturas profundamente religiosas del mundo consideran que precisamente esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón constituye un ataque a sus convicciones más íntimas. Una razón que sea sorda a lo divino y que relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas”.

Para el Papa, el mayor enemigo actual de la razón es “la dictadura del relativismo” que lleva a la desgana por la verdad. Además, el relativismo es absurdo, pues cuando alguien dice “todo es relativo”, ya está afirmando una verdad absoluta sin darse cuenta (que todo es relativo…)

La verdad se alcanza en la escucha de la Palabra de Dios. En un laico cristiano ha de aparecer integrado el deseo de la verdad, el estudio, su presencia en los grupos de acción y reflexión, y la escucha y práctica de la “lectio divina”.

Como señala el Proyecto de Evangelización de los Jóvenes de la Diócesis de Getafe, “la verdadera fe nace a raíz del deseo de la persona de buscar la verdad para dar sentido a la existencia. Este impulso le lleva a buscar la verdad sobre Dios, el

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hombre, la vida y el mundo. Esta búsqueda de plenitud parte también de la ordenabilidad natural de la persona hacia la verdad”.“¡Cuántos jóvenes no han encontrado la verdad, y arrastran su existencia sin un para qué; cuántos, quizá después de vanas y extenuantes búsquedas, desilusionados y amargados se han abandonado, y se abandonan todavía, en la desesperación! ¡Y cuántos han logrado encontrar la verdad después de angustiosos años llenos de interrogantes y experiencias tristes! Pensad, por ejemplo, en el dramático itinerario de San Agustín, para llegar a la luz de la verdad y a la paz de la inocencia reconquistada! ¡Y, qué suspiro lanzó cuando, finalmente alcanzó la luz! Y exclama con nostalgia: ‘¡Qué tarde te amé!’ ¡Pensad en la fatiga que tuvo que pasar el célebre Cardenal Newman para llegar, con la fuerza de la lógica, al catolicismo! Él os ha elegido, de modo misterioso, pero real, para haceros con Él y como Él, salvadores; quiere transformaros en Él”1.

La formación intelectual es hoy una necesidad importante y urgente para todos los cristianos. Además, la pastoral de “los alejados” requiere de la formación de “los acercados”. En una época en que en todas las áreas de la vida se ha incrementado la exigencia de una buena preparación intelectual, no sería necesario destacar que hoy no basta con predicar lo que popularmente se denominaba “la fe del carbonero”, bien dispuesta, pero que no sabe dar razón de la esperanza a quien se la pide. Sin esta preparación resulta a veces lamentable que no siempre sea fácil encontrar seglares suficientemente preparados para ir a debatir a un programa de televisión o de radio sobre cuestiones de debate actual tan importantes como la ética económica, el aborto, la homosexualidad, el aborto, la fecundación in vitro, el descanso dominical, la asignatura de religión, la libertad religiosa, los límites de la política, etc…

Es necesario hoy una especial atención a la pastoral de la inteligencia y del estudio, que es uno de los medios de santificación más claros queridos por Dios en la infancia y juventud, y como tal habrán de vivirlo. El estudiante ha de saber que la primera cruz en la que ha de ofrecer su vida es la mesa de estudio. La madurez intelectual llega cuando uno se transforma en lo que estudia.

En nuestra Diócesis, el Centro Diocesano de Teología ofrece cada año una oportunidad estupenda para formar la razón y la fe.

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria.

Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos

1 JUAN PABLO II, Discurso a los jóvenes, Roma, 13 de octubre de 1979.

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a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Recordar algún hecho de vida en que no he sido capaz de responder a alguna objeción o crítica sobre alguna cuestión de fe y he sido consciente de mi poca formación teológica.

• Puedo proponer como hecho de vida alguna ocasión en que la falta de formación en algún tema me ha llevado a tener dudas de fe o, por el contrario, cómo el recibir formación en algún aspecto concreto ha supuesto fortalecer mi fe y tener un mayor convencimiento y seguridad.

• Elegir algún hecho de vida en el que he dudado de si mi actuación era conforme a la fe o entraba en el terreno de lo supersticioso u ocultista: haber participado en sesiones de reiki, yoga, sanaciones por medio de “poderes espirituales”, horóscopos, adivinos, etc.

• Recordar algún hecho de vida en que las clases de ciencias o el sistema educativo me han provocado a mí o a mis hijos, una perplejidad a la hora de saber compatibilizar ciencia y fe.

• Tal vez en algún momento que mi fe estaba excesivamente apoyada en lo sentimental o afectivo he experimentado su debilidad por no tener también la razón correctamente integrada

JUZGAR. Iluminación desde la Fe

a. Palabra de Dios.

1. Sal 27 (26), 8-9; Sal 63 (62), 2-3; Sal 139 (138), 17-18. Dios nos invita a buscar su Rostro.

2. Eclo 1,1-10 Dios, origen de toda sabiduría. Eclo 1,11-20 La sabiduría y el temor de Dios

3. Sbdia 9,1-6; 8-11 Oración para pedir la sabiduría. Prv 8 Discurso de la Sabiduría

4. 1 Pe 3,15-16 Dad razón de vuestra esperanza5. 1 Tim 4,12-16. Pablo exhorta a Timoteo a profundizar en la lectura y

enseñanza. 1 Tim 6,3-5. El orgullo ciega la razón. 2 Tim 3,14-17

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b. Magisterio de la Iglesia

JUAN PABLO II Discurso con ocasión del VI centenario de fundación de la Universidad Jaguellónica (8 de junio de 1997)

BENEDICTO XVI, Discurso en la Universidad de Ratisbona sobre la fe, la razón y la universidad. (12 de septiembre de 2006).

BENEDICTO XVI, Discurso a los profesores universitarios jóvenes en El Escorial (19 de agosto de 2011)

OBISPADO DE GETAFE, Jóvenes en la Iglesia, cristianos en Getafe. Proyecto de evangelización de los jóvenes de la Diócesis de Getafe, Nº 69-72.

JUAN PABLO II, Encíclica Fides et Ratio. (lectura para quien tenga una sólida formación teológica)

c. Testimonios de Santos

San Agustín. Armonía entre razón y fe. B. XVI, Audiencia General 30-1-2008. (Ver anexo I)

ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

1. Podemos elegir algunos medios de comprometernos como grupo en formarnos mejor: ir a una conferencia juntos, suscribirnos a alguna revista religiosa, leer y comentar alguna Encíclica, compartir libros teológicos en la Tablet, poner un debate de TV ya pasado y desenmascarar los argumentos falaces…

2. Organizar un ciclo de conferencias en la parroquia, organizar un coloquio con algún sabio.

3. Pagar la beca en la Universidad Eclesiástica a un seminarista o algo semejante.

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4. Leer un libro formativo, dedicar un tiempo en mi horario a la formación, matricularse en el Centro Diocesano de Teología por asignaturas sueltas o el curso completo.

5. Oir una conferencia en el coche o en el mp3 al pasear o en la bici, rezar con la lectio divina.

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Tema 5. Fe y Vida Eterna

ObjetivoDescubrir como la fe es el comienzo de la Vida Eterna ya en esta tierra, y vivir con los ojos del corazón fijos en el cielo.

IntroducciónParece que si la cultura actual en ocasiones “tolera” la presencia del

cristianismo y nos “perdona la vida”, es por ciertas consecuencias positivas que éste puede aportar a la sociedad o a la persona. Es decir, si nuestra fe lleva a un servicio solidario al prójimo, si provoca una reacción contra las injusticias sociales, si le aporta paz o bienestar al individuo, si le da motivos, aunque sea a modo de placebo, de esforzarse en llevar una vida recta y generosa, etc. Frente a esta valoración del cristianismo por algunas de sus consecuencias, C.S. Lewis hablaba de “mero cristianismo”. Nuestra fe se ha de valorar por sí misma, y su fruto propio y específico es la comunión del hombre reconciliado con Dios, la nueva vida de Hijos de Dios que recibimos. Esta fe, que es nueva vida, está llamada a crecer hasta que lleguemos un día a ver a Dios “cara a cara”, en el cielo. Y esto, aunque no lo sepa mucha gente o se les haya olvidado, es en realidad, la meta de la vida de todo ser humano nacido en este mundo, en cualquier siglo y en cualquier cultura. La única meta junto con lograr que sean todos los posibles los que alcancen ese destino, para Gloria de Dios.

Si rememoramos en nuestro corazón algún momento de conversión fuerte que hayamos vivido, podremos reconocer fácilmente que esa experiencia no se puede reducir a “haber superado tal problema”, “haber recibido un poco de paz” o “habernos comprometido en ser mejores”; sino que la luz que en aquel momento iluminó nuestra vida, haciéndola nueva, fue una revelación de la presencia real de Dios. Conocimos a Dios vivo, cercano y amante, que nos perdonó y se mostró como Aquel cuya búsqueda da sentido a la existencia y hace la vida infinitamente grande y bella. “Esta es la vida verdadera: que te conozcan a Ti, Padre, y al que Tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17,3). Dios mismo es nuestra vida, nuestra alegría y consuelo, nuestra meta… no las cosas que le podamos pedir a Dios. Si Dios nos permitiera ganar el mundo entero, no nos bastaría, porque le necesitamos a Él mismo. Juan Pablo II escribió: “El bien es pertenecerle” (Veritatis Splendor 11). Así de sencillo.

Cuando pensamos en la Vida Eterna muchas veces se nos va la imaginación a nubes, angelitos, Apocalipsis, juicios… Por eso, hace algunos años, los periódicos

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crearon una falsa polémica cuando Benedicto XVI recordó lo que siempre ha sido la fe de la Iglesia: que el cielo, mas que un lugar, es un estado, el de quien está ya en comunión perfecta con Dios. Si esto es así, la consecuencia lógica y necesaria es que la vida eterna comienza ya en la tierra: nuestro bautismo e inserción en Cristo significa el comienzo de esa vida de comunión con Dios, que llegará a su perfección en el cielo. Es decir, nuestra fe es el comienzo de la vida eterna en nosotros, que tiene que ir creciendo y llegará a su plenitud en el cielo con la visión de Dios. No podemos vivir la fe desde otra perspectiva reductiva. Lo que Cristo ha venido a ofrecernos y nos ha ganado con su cruz es esto. Es lo único que en definitiva nos promete, y lo es todo. No nos ha prometido ausencia de luchas, éxito terreno, bienestar material, paz con los demás, ni nada semejante. Nuestro corazón ha de anhelar, por tanto, a Cristo mismo, ir creciendo en su amor y conocimiento, hasta llegar al gozo de los bienaventurados en el cielo.

No podemos vivir como si éstas fueran palabras piadosas que no nos acabamos de creer. Los teólogos, los santos y el Magisterio de la Iglesia nos aseguran que es la verdad de nuestra fe. En cada eucaristía recibimos a Cristo vivo, que se nos da totalmente; como vivimos en la fe y aún no en la visión, nuestra forma de recibirle es muy diferente a como lo será en el cielo, (ya sin necesidad de sacramento), ¡pero la realidad de lo que se nos ofrece es la misma! El mismo Cristo que es la felicidad de los santos del cielo, se nos da totalmente en cada eucaristía. “La fe es el cara a cara en la oscuridad”, recordaba una santa. “Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche”, nos explicaba San Juan de la Cruz. Es de noche, porque no vemos lo que ya está de hecho entre nosotros y se nos ofrece. La “eterna fonte” puede estar escondida a los ojos de la carne, pero está de hecho presente. Por eso adoramos, comenzando así a vivir como viviremos en el cielo. Caminamos ante la presencia de Dios; sus ángeles y santos nos contemplan, y cada instante actual de nuestra vida es el momento de contacto real con la eternidad de Dios.

Hoy en día, en nuestra forma de vivir el cristianismo, es frecuente el olvido de esta presencia de Dios, verdadero comienzo del cielo en la tierra, y de que somos peregrinos hacia una meta, que caminamos con Cristo hacia la casa del Padre. ¿Cómo puedo ser amigo de Cristo y no reconocerle en la eucaristía, en los necesitados, en su Providencia? ¿Cómo puedo decir que soy discípulo de Cristo si no he dejado mi vida según los criterios del mundo para seguirle a Él con entusiasmo? ¿cómo puedo decir que amo a Dios y que es lo mejor y no querer ir con Él? ¿cómo puedo orar en cada eucaristía diciendo “Ven, Señor Jesús” y compartir el miedo del paganismo al fin del mundo o a la muerte? “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”, decía Pedro al Señor. Ojala nosotros también seamos conscientes de que nuestra fe implica toda nuestra vida y no es solo “parte” de ella.

Una fe sin deseo de la vida eterna es, al fin y al cabo, una fe que no conoce su meta. ¿Cómo podrá entonces discernir los caminos por donde llegar a ella?

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Afortunadamente, el Señor es nuestro pastor, que nos guía con delicadeza y paciencia por senderos que ignoramos, cuando somos dóciles a su voz. Vivir olvidando el cielo es dejar pasar la vida. En definitiva, lo que nos ayuda a acercarnos a Dios, es el criterio de lo que es bueno e importante en nuestra vida y la de nuestra familia, pues como dice el poema “al final, aquel que se salva, sabe, que el otro no sabe nada”.

Es conocida la crítica contra la fe de algunos filósofos, como culpable de hacer olvidar al hombre la tierra, al hacerle estar siempre mirando al cielo (por ejemplo Marx y su “opio del pueblo”). Esta crítica ha calado, por desgracia, incluso dentro de la Iglesia donde algunos sienten también la tentación, como decíamos antes, de valorar la fe por sus repercusiones “tangibles”. Hace no muchos años se cantaba una canción en misa que decía, textualmente: “hoy no se puede estaaar… mirando al cielo. ¡Mirad al suelo!” La crítica es falsa. En realidad, nada hace tan importantes nuestras acciones en esta vida, como considerar que van a tener una repercusión definitiva sobre nuestro destino eterno y una gran influencia sobre el destino eterno de los demás. Cuando dejamos de mirar al cielo, todo pierde su consistencia, su sentido, y la vida humana se banaliza y trivializa hasta los extremos que hemos podido comprobar trágicamente desde que se cantó la liberación del hombre por la “muerte de Dios”. El Concilio tuvo que recordar a los hombres de hoy que, “sin el Creador, la criatura se diluye” (Gaudium et Spes 36) Los santos siempre tuvieron los pies en la tierra, pero su corazón miraba al cielo, que sabían ya había comenzado en esta tierra.

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria. Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Proponer algún hecho de vida en que caí en la cuenta de que hay que estar preparado para cuando el Señor nos llame a su presencia.

• Pensar algún hecho de vida en que he experimentado la cercanía de los fieles difuntos o de algún santo.

• Tal vez pueda recordar un hecho de vida en que he comprobado que mi fe se estaba convirtiendo en algo más superficial, preocupado solo por el hacer, y perdiendo la centralidad de la relación personal de intimidad con Cristo.

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JUZGAR. Iluminación desde la Fe a. Palabra de Dios.

1. Sbdia 2 Los necios razonan equivocadamente sobre la suerte del justo. Sbdia 3,1-9 El destino del justo. Sbdia 4,7-17 La muerte prematura del justo.

2. 2 Mcb 6,18-31. Eleazar prefiere el martirio a traicionar su vida. 2 Mcb 7,20-29 La madre de los macabeos exhorta a sus hijos a no perder su vida verdadera por miedo al verdugo.

3. Jn 14,1-10 Jesús dice a sus apóstoles que les preparará sitio junto a Él y que quien le ve a Él ve al Padre.

4. Col 3,1-4 La unión con Cristo glorioso, principio de nueva vida. Buscad las cosas de arriba.

5. 1 Tim 4,13-18 No os entristezcáis como los hombre sin esperanza. 1 Tim 5,1-11 No viváis en tinieblas sino velando, pues sois hijos de la luz.

b. Magisterio de la Iglesia

1. CCE 1716-1724 Las bienaventuranzas descubren la meta de la vida humana, el fin último de nuestros actos.

2. CCE 992-1014 La Resurrección de Cristo y la nuestra.

3. CCE 1021-1050 Juicio, cielo, purgatorio e infierno.

4. CCE 1681-83 La muerte, última Pascua del cristiano, término de su vida sacramental.

c. Testimonios de Santos

Vivo sin vivir en mí, poesía de Sta. Teresa de Jesús. (Ver anexo I)

ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu

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camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

a. Incluir entre mis “temas” de oración la inhabitación real de Dios en mí, y la muerte según la esperanza cristiana.

b. Los cristianos intercedemos por los difuntos ofreciendo oraciones y misas. Tal vez pueda comprometerme a cumplir con esta obra de misericordia con más diligencia y, así también, tratar de hacerme más consciente de la presencia de la Iglesia purgante y gloriosa y estrechar mi relación con ellos.

c. Leer la encíclica Spes Salvi, de Benedicto XVI.

d. Tal vez tenga algún conocido o familiar enfermo que necesita que alguien le anime a hablar con un sacerdote para prepararse bien a entregar la vida a Dios.

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Tema 6. Fe y evangelización

Objetivo“Si scires donum Dei...” (Jn 4,10) “Si conocieras el don de Dios...” le dice Jesús a la samaritana. Ojalá caigamos en la cuenta de que sólo la fe que se transmite, que se proclama sin miedo y con alegría ante los demás, es una fe viva; que cuanto más se comparte, más crece, y más se goza de ella. Que los hombres están a oscuras sin su luz, y que el Padre quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim, 2, 4)

IntroducciónLa íntima relación entre vida de fe y anuncio del Evangelio está masivamente atestiguada en la historia de la Iglesia, comenzando -como no podía ser de otro modo- por la biografía de Jesucristo. El encuentro con el Maestro provocaba una toma de postura en la vida, y si ésta era de adhesión, llevaba consigo INSEPARABLEMENTE un posterior anuncio. Así sucedió en los primeros discípulos: Andrés y Juan, tras seguir al “Cordero de Dios” señalado por el Bautista, comparten el encuentro y acercan a otros a Jesús. Lo mismo hizo Felipe con Natanael. En la misma línea, la Samaritana con sus conciudadanos, el ciego Bartimeo con todo el que se cruzaba, o los discípulos de Emaús tras la fracción del Pan.

Para ellos, anunciar el encuentro con Cristo no era opcional, sino más bien indispensable, a pesar de la incomodidad que les podía provocar. La Samaritana tenía motivos para querer ser discreta debido a su vida “poco ordenada”. A Bartimeo -de hecho- las autoridades religiosas le instaron a callar, a renegar de su experiencia. Para todos, conservar en la intimidad su encuentro de fe con el Señor se presentaba como más sencillo, menos comprometedor. Pero no lo hicieron. Y sabemos que los Apóstoles mantuvieron su testimonio a lo largo de los años, hasta llegar al martirio.

¿A qué obedece este movimiento, esta propagación de la fe? A ella misma, a su propio dinamismo. La acogida de Jesús en la propia vida, la adhesión libre y racional a su persona, el asentimiento a su mensaje, la inserción en el Pueblo por Él fundado, es fruto de la gracia de Dios abrazada por su criatura, y provoca necesariamente un cambio. La vida ya no se juzga desde el yo individual y limitado, sino desde un Tú que con su Amor ha iluminado el sentido de la existencia, la oscuridad del pecado, el misterio del sufrimiento y de la muerte, y nuestro destino de eternidad. Y esto no puede ser acallado, y necesariamente debe ser compartido. En palabras de D Joaquín, “cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva”. De lo contrario, si no se dice, se pone límite a la

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acción de Dios en nosotros. Es como si se enjaulara a un ave de altos vuelos. Posee las condiciones para surcar el firmamento, pero no puede hacerlo. A la postre, se atrofiarán las alas, y se correrá el riesgo de pensar que no era un animal tan excepcional. Pero el problema no fue su condición, sino los estrechos márgenes de la jaula.

Algo semejante es lo que propugna la mentalidad dominante en nuestra sociedad. Dado que se mira con sospecha -cuando no con rechazo- la dimensión religiosa del hombre, se exige que ésta se viva exclusivamente en el fuero interno, en el ámbito privado, limitando sus consecuencias y manifestaciones fuera de la esfera pública. Las normas restrictivas que el Comité Olímpico Internacional estableció en las pasadas Olimpiadas de Londres respecto al uso de Biblias en la residencia de los deportistas es una buena prueba de dicha mentalidad. Subyace a este posicionamiento varios juicios: se considera que la religión es necesariamente fuente de conflicto; se entiende que es una cuestión puramente subjetiva -cuando no irracional-; Se percibe como intolerante la defensa y propuesta de una fe con pretensión de verdad. Por todo ello, la “solución” de la sociedad postmoderna ante el fenómeno religioso es tolerarlo siempre y cuando no traspase los límites de los hogares, ni de los templos.

Consecuencias

La fractura entre esfera pública y privada no es gratuita. Rompe a la persona, porque ésta es una, y no puede dejar su conciencia, su fe, en el hall de casa, salvo que quiera vivir una esquizofrenia entre lo que cree y ama, por un lado, y lo que hace y opina, por otro.

Por eso evangelizar es el antídoto contra la fragilidad y las rupturas del hombre moderno. El que comparte su fe en medio del mundo recibe todos estos beneficios, por citar algunos:

1. Ser “conductor” de la gracia de Dios . Como si de un metal que transmite la electricidad se tratase, el fiel que comunica al Señor se convierte en un canal por el que pasa Dios, y se impregna de Él, y va siendo transformado y configurado por la energía más poderosa del universo. Y adquiere sus propiedades, pudiendo hacer obras como las suyas “y aún mayores”.

2. Ser uno, y el mismo, esté donde esté . Pensar, opinar, actuar... del mismo modo en casa y fuera, con amigos y con compañeros, confiere una fortaleza interior única. Y la tranquilidad de no tener que aparentar, no tener que ofrecer una imagen, no tener que quedar bien.

3. El poder del ejemplo . La unidad de vida que confiere la fe que evangeliza supone un gran atractivo para muchas personas, que buscan la paz interior en medio de un mundo agitado y débil.

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4. La satisfacción del deber cumplido : el ciento por uno y la Vida. Lo que más debe animarnos a evangelizar, nos dice D. Joaquín en su carta anteriormente citada, es “la certeza de que Dios también busca al hombre (...) Lo busca porque lo ama, y sabe que alejándose de Dios el hombre se pierde”.

5. ¿Cabe algo más hermoso y valioso que emplear nuestra inteligencia, nuestro tiempo, nuestras ilusiones y recursos en hacer llegar el amor de Dios a los hombres? Es difícil que pueda haberlo.

Concluyendo

La evangelización es parte esencial de la vida de fe; lo ha sido siempre. Un cristiano que no anuncia el Evangelio, “a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2), aún no lo es plenamente. “Ay de mí si no evangelizara” (1 Co 9, 16) se lamentaba san Pablo.

A la resistencia “natural” que existe a dar testimonio de las propias creencias, debido en parte a los respetos humanos -la “guillotina de los santos” según algunos autores espirituales- en parte al “drama de la acción” -lo que cuesta poner por obra los ideales- se le suma hoy un desafío enorme: la secularización. Se trata del proceso por el que se pretende prescindir de cualquier referencia a Dios en el orden público, como origen de la Creación, fundamento del bien, del orden, de la justicia, etc. Benedicto XVI lo ha descrito como “el eclipse de Dios”, una situación en la que cuesta percibir su existencia, su presencia, en el mundo y en la historia. Quizá de aquí viene la llamada urgente que el Santo Padre nos hacía en Santiago de Compostela en 2010: “Es necesario que el nombre de Dios vuelva a resonar bajo los cielos de Europa y que esa palabra santa no se pronuncie en vano”.

La respuesta -aquí y ahora- a esta llamada se concreta en un proyecto: la Gran Misión Diocesana. Nos dice nuestro pastor: “El Señor nos llama a todos y a cada uno para que, en el seno de la Iglesia, en nuestra diócesis, y animados por el Espíritu Santo, anunciemos el Evangelio a los que no lo han recibido plenamente; a los que lo recibieron pero se alejaron de la Iglesia, y también, respetuosamente, a los no creyentes o a quienes se confiesan agnósticos o abiertamente ateos”.

Por dinamismo propio, por los “beneficios” que genera en el creyente, porque nos urge el amor de Dios, y porque nos lo pide la Iglesia a través del Santo Padre y de nuestro obispo, es hora de la Nueva Evangelización.

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria. Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a

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la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Proponer algún hecho de vida en que actué en algún ámbito público -universidad, trabajo, agrupaciones deportivas / culturales, en las redes sociales...- sin poner en juego mi fe cristiana, según los criterios del mundo, sin pensar en cómo veía Dios esa cuestión y qué me pedía.

• Pensar algún hecho de vida en que me he sentido libre y feliz por haber dado testimonio de la fe ante personas de mi entorno alejadas de la Iglesia.

• Tal vez pueda recordar un hecho de vida en que los respetos humanos me han impedido dar testimonio de mi fe como debería y cómo he reaccionado al hacerme consciente de ello.

• Puedo elegir como hecho de vida alguna experiencia evangelizadora en la que haya participado; como lo viví, si ha supuesto un cambio de actitud en mi persona, etc

JUZGAR. Iluminación desde la FeIndicar textos que el cristiano puede usar para profundizar en oración sobre este tema. Principalmente habrá que proponer textos de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia, con especial referencia al Catecismo de la Iglesia Católica y al Concilio Vaticano II. Asimismo se puede hacer referencia a algún episodio o texto de la vida y obras de Santos, que podamos reproducir íntegramente luego en los Anexos del Temario, y cualquier otro texto de referencia que pueda servir de ayuda.

a. Palabra de Dios.

1. Juan y Andrés (Jn 1,40-42), Felipe y Natanael (Jn 1,43-46)

2. La Samaritana (Jn 4, 28-30;39-42), el ciego Bartimeo (Jn 9,18-38)

3. Las negaciones de Pedro (Lc 22,54-62)

4. Los discípulos, sal y luz del mundo (Mt 5,13-16)

5. Discurso apostólico (Mt 10)

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6. El deber de predicar para Pablo (1 Co 9,16-23; 2 Tim 4,1-5)

b. Magisterio de la Iglesia

1. La misión CCE nn.848-854

2. CCE 2044, 2085, 904-907

3. Redemptoris missio, Ecl in Europa?, NMI?

4. Nota doctrinal de la Congregación para la doctrina de la fe acerca de algunos aspectos de la Evangelización (3 Dic 2007)

5. Apostolicam Actuositatem (Decreto del Vat II sobre el apostolado de los laicos), sobre todo el primer capítulo.

c.Testimonios de Santos

Carta de San Fco. Javier a sus compañeros en Roma (Ver anexo I)

ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

1. Comprometerme a hablar de Dios con alguna persona concreta de mi entorno que piense que lo necesita.

2. Participar en alguna actividad evangelizadora dirigida a alejados (Vg. Curso Alpha; Evangelización de calle) o catequética.

3.4. Hacer uso de los MCS que me permitan estar al día de la actualidad de

la Iglesia (Vg. “www.vatican.va”; “Zenit”; línea editorial COPE;) y poder dar luz sobre su acción en el mundo.

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Tema 7. La Fe que madura en la Cruz y el Poder de Dios

ObjetivoComprender y aceptar que la cruz es una dimensión necesaria de la vida

cristiana, que me ayuda a madurar, y en la que Dios muestra su poder y su amor.

IntroducciónJesucristo, la víspera de su Pasión, nos dejó la prueba de su amor en la

Eucaristía, donde se concentra la Alianza nueva y eterna, la Alianza definitiva de Dios con los hombres. Antes de que la pasividad en la Hora de la Pasión pudiera hacernos creer que no pudo evitar el sufrimiento que le sobrevendría, mostró en la última Cena lo que ya había anunciado: “Por eso me ama mi Padre, porque doy mi vida para recuperarla de nuevo. Nadie me quita la Vida sino que yo la doy libremente. Y tengo poder para darla y tengo poder para recuperarla” (Jn 10). Así pues, N. S. Jesucristo encontró en el Amor del Padre, el sentido del sufrimiento y de la Cruz. Él vivió desde la Encarnación ofrecido al Padre para llevar a cabo su obra, como nos lo atestigua la carta a los Hebreos en su lectura del salmo 40 (Heb 10, 5ss): “Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, suplicó a quien podía librarle de la muerte cuando en su aflicción fue escuchado”. Si fue escuchado por quien podía librarle de la muerte, y no le libró de la muerte, necesariamente hay que concluir que no estaba pidiendo verse libre de la muerte. En Gethsemaní Cristo entiende que su ser Hijo lleva aparejado el ser obediente hasta la muerte y una muerte de Cruz. Y allí en el momento más angustioso de su vida, reconoce en Dios a su Padre con la misma palabra con que los niños llaman a sus padres en Israel: Abba. En la Cruz, Jesucristo percibe el plan amoroso del Padre de las Misericordias. Y lejos de separarse de él como si fuese más que Padre, patrón, le llama “Papá”. Cristo entendió el bien que para él suponía el trago amargo de la Pasión y lo acogió en confianza de su Padre amado. En él no hay sospecha. Sabe, porque conoce al Padre, que es por su bien y por el de “los muchos”. Sabe que Dios le BENDICE con la Cruz.

En la Cruz, se ve la adhesión total de Cristo al Padre. Frente a los escribas y fariseos, que le gritaban que, si era Hijo de Dios, bajara de la Cruz para que pudieran creer en él, Cristo, con su silencio y oblación, les está diciendo: “Porque soy Hijo de Dios, sigo obedeciendo a mi Padre hasta la muerte más ignominiosa y cruel y por esto, precisamente por esto, podréis creer en mí.” Fue precisamente su unión filial y obediente con el padre, lo que le permitió descubrir el amor que se ocultaba bajo el

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cruel signo de la Cruz. Su confianza y adhesión total a Dios, le dio la prueba necesaria para seguir aquel camino.

En la Cruz estaban en juego la Salvación y el pecado de los hombres con la posibilidad de la eterna condenación. La obediencia de uno restauró los bienes que nuestra desobediencia había alejado. La Redención no tiene conceptos claros y precisos. Pero la lección de la Cruz es que, si bien el sufrimiento no es querido por Dios, ha entrado en la creación por el pecado. La Salvación que había de ser obra deCristo sin necesidad de pasar por el sufrimiento y la muerte, se ha hecho cruenta por el pecado del hombre. En la Cruz se enfrenta el sí definitivo de Dios en la Redención al no del hombre al primer sí de Dios en la creación. Y ahora, la Cruz ha quedado adherida a toda salvación y por tanto a toda fe. Cristo se une al Padre en su búsqueda del hijo extraviado hasta dar la vida. La asociación a la Vida y Misión de Cristo que es la fe, conlleva por tanto una asociación a la Cruz.

Hemos de afirmar con firmeza que Dios no desea el mal para el hombre, ni necesita ponerlo a prueba como si fuera un examen. Dios no se goza en el sufrimiento del hombre. Dios nuestro Padre, nos atrae a Cristo (Jn 6), a su amistad íntima en la que Cristo nos llama amigos y nos comunica su Espíritu Santo y con él todos los bienes celestiales. Pero por la aparición del pecado, esa comunicación ha pasado por la Cruz y por tanto conlleva Cruz. Si pasamos por sufrimientos en la vida, no es porque el Padre fríamente desde el cielo nos mande sufrimientos a placer. Sino porque nos va introduciendo en la Amistad a la que Cristo nos invita. Dios nos envía la bendición que es la Amistad con Cristo cuyo revés es la Cruz. Tampoco quiso Dios el pecado de los fariseos, de Pilatos, de los soldados romanos y de todos los que colaboraron en el mayor pecado de la historia. Y sin embargo sí quiso la Redención que de este modo se hacía. Y así lo entendió y recibió Cristo. Acogió la Bendición que era para él ser el primogénito de muchos hermanos y para los hombres la Redención, como un detalle de cariño de su Padre eterno, aunque estuviera revestida de sufrimiento, Cruz y muerte. Dios ha respetado nuestras reglas de juego pero les ha dado la vuelta para que también a la inversa, toda Cruz sea ocasión de intimar más cada vez con Nuestro Señor Jesucristo.

El Señor le dijo a Santa Teresa “Pesame verte tan afligida y que te cueste tanto. Pero conviene que te esfuerces”. San Claudio de la Colombiere, hablando de las cruces que en ocasiones el Señor nos envía, decía: “A nuestro natural le repugna. Pero se hace más llevadero al entender que son exigencia de la Amistad con Cristo”. Cristo me lo pide porque soy su amigo. De hecho, los que más se han adentrado en esta intimidad, se ofrecen al Señor como víctima viva para “completar en mi carne lo que le falta a la Pasión de Cristo sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia” (S. Pablo). Intimidad y Cruz van ligadas no por voluntad de Dios sino por el pecado del hombre y porque Dios respetó así nuestra libertad abriendo un camino de salvación desde dentro del pecado. “La Gracia está en el fondo de la pena y la Salud, brotando de la herida” (himno de la liturgia de las horas). Las pruebas de la vida nos permiten entender el Misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo continuando su Misión salvadora en el tiempo presente.

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Dios Padre, de este modo, nos bendice con la fe, con el crecimiento de la fe, con una profundización en la Amistad con Cristo en cada Cruz que nos envía. Porque lo que nos envía, es siempre bendición. Dios no hace nada que no sea movido por un amor infinito y personal por cada uno. Dios no se complace en el sufrimiento del hombre, sino en el aumento de su fe, de su unión con Cristo, de su participación en la Vida de Dios.

Por ello, a lo largo de la historia no se encontrará ninguna institución que haya hecho más por paliar el dolor y el sufrimiento humanos que la Santa Iglesia católica. La Iglesia no es dolorista; no se recrea en el sufrimiento. Al contrario lo combate con gran esfuerzo. Pero no se rebela contra él porque encaja en su visión del mundo. Y así consigue una postura de combate sin desesperación. Ni resignación, ni rebeldía; ni complacencia en el sufrimiento, ni escándalo ante él: aceptación y ofrecimiento en la Amistad con Cristo.

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria. Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Proponer algún hecho de vida en que en alguna experiencia dolorosa pude descubrir la Presencia del Señor, y me ayudó a crecer en la fe y la intimidad con Él.

• Pensar algún hecho de vida en que me he rebelado contra la cruz y explicar las consecuencias que de ello se derivaron.

• Tal vez recuerde un hecho de vida en que mi fe se ha puesto a prueba por cansancio, desánimo, falta de consuelo,… ,y cómo lo viví.

JUZGAR. Iluminación desde la Fe a. Palabra de Dios.

1. Mt 10,16-24 Jesús avisa a sus discípulos que serán perseguidos. Mt 10,37-39 es necesario tomar la cruz para seguir a Cristo.

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2. Mc 8,34-38 Condiciones para seguir a Jesús.

3. Fil 3,7-21 Pablo nos exhorta a no vivir como enemigos de la cruz de Cristo, por quien todo lo ha estimado basura.

4. Hb 12,1-4 No habéis llegado a la sangre en vuestra pelea con el pecado. Hb 12,5-13 Dios es padre bueno que corrige a sus hijos para enderezarlos.

5. Ap 7,9-17 Los que han sido fieles al Cordero hasta la cruz están delante del trono de Dios y participan de su gloria.

b. Magisterio de la Iglesia

1. CCE 606-618 Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre, nosotros estamos llamados a participar de su sacrificio.

2. CCE 1460, 1434-35 La penitencia ayuda a configurarnos con Cristo.

3. CCE 272 La aparente impotencia de Dios ante el mal

4. CCE 2015 El camino de la perfección pasa por la cruz. CCE 1615 el matrimonio cristiano, fruto de la cruz de Cristo.

5. Salvifici doloris, encíclica de JPII sobre el valor redentor del sufrimiento humano.

c. Testimonios de Santos

. 2ª lectura del oficio de Santa Rosa de Lima (23 de agosto) (Ver Anexo I)

. Y si te atreves… “Dichos de luz y amor”, de San Juan de la Cruz. (Ver Anexo I)

ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

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a. Comprometerme a algo que me vaya a ayudar a consolidar mi vida de fe, aunque suponga un sacrificio real y continuo (p.ej. levantarme antes todos los días para poder tener un rato de oración o participar en la misa diaria, etc).

b. Aceptar definitivamente y ofrecer a Dios algún sufrimiento presente en mi vida contra el que siempre me rebelo.

c. Comprometerme a acompañar personas que viven el misterio del sufrimiento: enfermos, ancianos en residencias, etc

d. Leer la Salvifici Dolores de Juan Pablo II, o la Penitoemini de Pablo VI.

e. ¡Comprometerme de una vez y definitivamente a que mi fidelidad a la oración no esté condicionada por los consuelos o desconsuelos que en ella sienta!

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Tema 8. María, peregrina de la Fe

ObjetivoReconocer y valorar en María el perfecto modelo de creyente fiel, y tomarla como nuestra guía y protección en todos los momentos de nuestra peregrinación por este mundo hacia la Vida Eterna.

Introducción

María es, desde luego, la Inmaculada. Ella estuvo libre de pecado desde el mismo momento de su concepción. Ninguna sombra de mal, soberbia o desconfianza enturbió nunca, ni siquiera levemente, su relación con Dios. No podemos llegar a concebir cómo sería esa relación llena de amor, confianza y entrega, de María con Aquel que ella reconocía, con total sencillez, como su Creador y único Señor de todas las cosas. Pero esto no significa que María disfrutase en este mundo de la visión beatífica de Dios, que gozan los que ya están en el cielo. María, como todos nosotros, peregrinó en la fe. No siempre sabía lo que iba a pasar, cómo se desarrollarían los planes de Dios y no veía a Dios como le ve desde su Asunción al cielo. Simplemente creyó, pero creyó como nadie, porque nunca el pecado la hizo dudar o desconfiar. Ella vivió, en la fe, siempre consciente de la Presencia de Dios, y totalmente entregada a su Voluntad.

Por eso María es el modelo perfecto de creyente que la Iglesia nos invita a imitar. Y, no solo eso, sino que Jesucristo nos la ha dado como madre en la cruz, y “con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y hallan en peligros y ansiedad, hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada” (Lumen Gentium 62). María, “de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 P 3,10)” (Lumen Gentium 68).

A lo largo de este curso hemos ido repasando diferentes aspectos de la fe. Podemos comprobar fácilmente como todos estos aspectos se hacen realidad concreta y plena en la fe de María. Decíamos en el primer tema que la fe es respuesta al Dios que se revela. El modelo supremo de este diálogo entre Dios y el

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hombre es la Anunciación. Dios habla a la que velaba siempre en su corazón meditando las Escrituras, y ofrece la Salvación mediante el don de su mismo Hijo. María escuchó la palabra del Señor y, creyendo, mereció concebirla en su seno. María ofrece disponibilidad absoluta de todo su ser: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el Angel. María siguió viviendo de fe, confiando en que Dios completaría la obra que había comenzado, aunque ella no supiese los modos y caminos.

“Nuestra fe es la fe de la Iglesia” (2º tema) Los santos padres hablan de María con el titulo de “Iglesia naciente”. Pablo VI confirmó con su autoridad que, ciertamente, podíamos venerar a María como “Madre de la Iglesia”. María, por ser Madre de Cristo es, a la vez, Madre de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Así, la Iglesia es contemplada como "Casa de Dios" (1 Timoteo 3,15) donde habita la "familia" de Dios. Toda familia tiene una madre, y en la familia de los hijos de Dios esa Madre es María, de ahí que con propiedad pueda llamarse "Madre de la Iglesia". María es Esposa del Espíritu Santo, Vivificador de la Iglesia; es Madre de Cristo y, por tanto, es Madre espiritual de todos los cristianos; con cariño maternal cuida de todo y de todos sus hijos. Por otra parte, María, siendo la primera en la jerarquía de la santidad, aceptó de corazón la jerarquía apostólica que su Hijo instituyó. Pedro es pecador y María no, pero después de la Ascensión de Cristo al cielo, son Pedro y Juan los que pueden hacer corporalmente presente a su Hijo en el Sacramento. María actúa como madre que reúne, conforta y alienta la fe de los discípulos. No podemos imaginarnos a María, desde luego, aprovechando la ausencia de su Hijo para pedir el sacerdocio femenino ni rebelándose contra el machismo de la Iglesia.

Si sabemos que la fe ha de hacerse vida (3º tema) y no quedarse en un mero asentimiento intelectual, ni en costumbres, tradiciones o ritos que no transforman la existencia, también en María podemos encontrar el modelo perfecto. En ella no hay contradicción entre lo que cree y lo que vive, entre lo que dice y su forma de actuar en la vida ordinaria. Su corazón está plenamente unificado y puede amar a Dios totalmente, sin falsos amores que la distraigan. A ella le pedimos la sencillez de corazón para buscar lo único importante.

María no tuvo grandes estudios académicos. Sin embargo, su sabiduría supera infinitamente a la de todos los santos doctores de la Iglesia, y aún más, a la de los que se creen sabios en este mundo (4º tema). Su inteligencia, no manchada por la soberbia, la vanagloria o la autosuficiencia, se llenó totalmente del Misterio de Dios. Los dones del Espíritu Santo, Sabiduría, Inteligencia, Ciencia, Consejo… guiaron su conocimiento penetrando los misterios de Dios, que ella guardaba y meditaba en su corazón. Por eso la Iglesia la venera como “Trono de la Sabiduría” y le pide que nos guíe hasta Dios.

Los grandes amantes de Dios, como San Juan o Santa Teresa, nos han dado testimonio de su sufrimiento por tener que esperar todavía un poco más para llegar al encuentro definitivo con el Amado: “¡Ay, qué larga es esta vida!¡Qué duros estos

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destierrros,(…) que muero porque no muero.¡Ay, qué vida tan amarga, do no se goza el Señor!” (Vivo sin vivir en mí, Sta. Teresa de Jesús) Podemos imaginar cuanto más toda la vida de María debió estar marcada por el ansia de entrar a gozar plenamente de Dios en la vida eterna (5º tema). Ella vivió con sencillez la presencia de lo sobrenatural en la vida ordinaria, descubriendo siempre el verdadero fondo de todas las cosas, Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos.

Sobre María y la evangelización (6º tema) bastaría con decir que no ha habido gran evangelizador en la historia de la Iglesia que no haya tenido a la Virgen como guía, aliento y protección en su misión. Ella, como en las Bodas de Caná, siempre atenta a las necesidades de los hombres, sabiendo que su Hijo es la única esperanza para ellos, y atenta sobre todo a la sed del mismo Jesús de darles el Agua Viva, arde como nadie en el celo por la evangelización, colaborando a avivar ese fuego en todos los misioneros. Una estampa muy bonita de la Virgen dice: “María de Guadalupe, estrella de la primera y de la nueva evangelización” A ella encomendamos nuestra misión diocesana.

A María no hay que explicarle lo que es la cruz, porque ella estuvo allí (7º tema). Ya desde que la dejó el ángel, pudo ir comprobando como la Redención del mundo no se haría sin sufrimiento por parte de su Hijo, y con su generosa colaboración. Así lo profetizó Simeón y así sucedió, hasta llegar a la cruz, donde ella sufrió mucho más que si hubiera podido sustituir a su Hijo en la tortura del madero. Por eso la veneramos como “madre dolorosa”, que nos enseña a creer, esperar y amar en medio del sufrimiento, ofreciéndolo a Dios como satisfacción por nuestros pecados y cooperando “sufriendo en nuestra carne lo que falta a la Pasión de Cristo” (Col 1,24) Allí, en la cruz, fue donde Cristo nos entregó a su María como Madre nuestra: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa" (Juan 19,26-27) Cristo nos ha mandado acoger ahora a María en nuestra casa. Ella, peregrina de la fe que precede, nos guiará al Cielo.

VER. Partiendo de la vidaAquí te ofrecemos solo algunas sugerencias para despertar tu memoria. Recuerda que los mejores hechos de vida son aquellos en los que nos atrevemos a sacar a la luz algo que no sabemos cómo vivir bien, que no conseguimos terminar de encajar... y en lo que necesitamos que Dios nos ilumine a través de su Palabra y el Magisterio ¡Cuánto fruto tendrán nuestras reuniones si ponemos nuestra vida en juego con una buena elección de hecho de vida!

• Proponer algún hecho de vida en que he experimentado la cercanía y ayuda de la Virgen al encomendarle algún problema o situación difícil.

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• Elegir como hecho de vida alguna consagración o compromiso fuerte que haya realizado con la Virgen y cómo ha influido después en el resto de mi vida.

• Tal vez pueda proponer como hecho de vida la participación en algún acto de culto a la Virgen que no me haya dejado del todo satisfecho o a gusto (alguna procesión que no lograba vivir bien, por cómo estaba planteada o por mi situación interior; que le tengo manía al rosario y no sé cómo lograr que me ayude, etc.)

JUZGAR. Iluminación desde la Fe a. Palabra de Dios.

1. Lc 1,26-38 La Anunciación. Lc 1,39-56 La Visitación. Lc 2,22-35 La presentación en el templo. Lc 2,41-50 Jesús perdido y hallado en el templo.

2. Jn 2,1-12 Las bodas de Caná. Jn 19,25-27 María al pie de la cruz.

3. Mc 3,33-35 ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Lc 11,27-28 Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

4. Ap 11,19-12,17 Apareció una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

b. Magisterio de la Iglesia

1. CCE 487-507 María, su predestinación, maternidad divina, obediencia, virginidad, etc.

2. Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vat II. Capítulo. Capítulo VIII “La Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia” (nn. 52-69).

3. Carta encíclica de Juan Pablo II Redemptoris Mater, sobre la Bienaventurada Virgen Maria en la Vida de la Iglesia peregrina.

4. Carta apostólica sobre el Santo Rosario, de Juan Pablo II, “Rosarium Virginis Mariae”

c. Testimonios de Santos

• San Bernardo, 2ª lectura del Oficio del 12 de septiembre, memoria del Dulce Nombre de María. (Ver anexo I)

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ACTUAR. Compromiso apostólicoA la luz de lo rezado y reflexionado en los puntos anteriores, seguro que puedes descubrir qué te pide el Espíritu Santo respecto a este tema para avanzar en tu camino de santidad. Estas ideas que indicamos a continuación son solo sugerencias por si necesitas una ayuda:

a. No se conoce ningún santo que no rezara el rosario a diario. Si no lo hago ya, ese puede ser mi compromiso. Campaña “¡¡Rosario diario, ya!!” Si ya lo hago, puedo tratar de rezarlo en familia (si la prudencia lo permite) o invitar a otras personas a rezarlo en comunidad.

b. Hacer mi oración una temporada con la Redemptoris Mater o la Rosarium Virginis Mariae.

c. Organizar o colaborar en alguna iniciativa parroquial que pueda favorecer la devoción a la Virgen de los niños o de las familias.

d. Poner una imagen de la Virgen en mi lugar de trabajo, o en un sitio visible de casa…

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ANEXOS

ANEXO I. EL TESTIMONIO DE LOS SANTOS

Tema 1:

Todo el mundo espera la respuesta de María. De las Homilías de San Bernardo, Abad. (Homilía 4, 8-9)

Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el Ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.

Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.

Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies.

Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.

Da pronto tu respuesta. Responde presto al Ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del Ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna. ¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.

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Tema 2:

REGLAS PARA SENTIR CON LA IGLESIA. San Ignacio de Loyola. (Extracto) [353] La primera. Depuesto todo juicio, debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera esposa de Cristo nuestro Señor, que es la nuestra santa madre Iglesia jerárquica.

[354] La segunda. Alabar el confesar con sacerdote y el recibir del santísimo sacramento una vez en el ańo, y mucho más en cada mes, y mucho mejor de ocho en ocho días, con las condiciones requisitas y debidas. [355] La tercera. Alabar el oír misa a menudo; asimismo, cantos, salmos y largas oraciones, en la iglesia y fuera de ella; asimismo, horas ordenadas a tiempo destinado para todo oficio divino y para toda oración y todas horas canónicas. [357] La quinta. Alabar votos de religión, de obediencia, de pobreza, de castidad y de otras perfecciones de supererogación; y es de advertir que, como el voto sea cerca las cosas que se allegan a la perfección evangélica, en las cosas que se alejan de ella no se debe hacer voto, así como de ser mercader o ser casado, etc. [359] La séptima. Alabar constituciones cerca ayunos y abstinencias, así como de cuaresmas, cuatro témporas, vigilias, viernes y sábado; asimismo, penitencias no solamente internas, mas aun externas. [360] La octava. Alabar ornamentos y edificios de iglesias; asimismo, imágenes, y venerarlas según que representan. [361] La nona. Alabar finalmente todos preceptos de la Iglesia, teniendo ánimo pronto para buscar razones en su defensa, y en ninguna manera en su ofensa. [364] La duodécima. Debemos guardar en hacer comparaciones de los que somos vivos a los bienaventurados pasados; que no poco se yerra en esto, es a saber, en decir: Este sabe más que san Agustín, es otro o más que san Francisco, es otro san Pablo en bondad, santidad, etc. [365] La terdécima. Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina; creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para la salud de nuestras ánimas, porque por el mismo Espíritu y señor nuestro que dio los diez mandamientos es regida y gobernada nuestra santa madre Iglesia.

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Tema 3:

Los cristianos en el mundo De la Carta a Diogneto (Cap. 5-6)

“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los.judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.

Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.

El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven

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como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.”

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Tema 4:

BENEDICTO XVI, AUDIENCIA GENERAL. Miércoles 30 de enero de 2008

San Agustín. Armonía entre fe y razón

Queridos amigos: (…) La catequesis de hoy está dedicada, en cambio, al tema de la fe y la razón, un tema determinante, o mejor, el tema determinante de la biografía de san Agustín. De niño había aprendido de su madre, santa Mónica, la fe católica. Pero siendo adolescente había abandonado esta fe porque ya no lograba ver su racionalidad y no quería una religión que no fuera también para él expresión de la razón, es decir, de la verdad. Su sed de verdad era radical y lo llevó a alejarse de la fe católica. Pero era tan radical que no podía contentarse con filosofías que no llegaran a la verdad misma, que no llegaran hasta Dios. Y a un Dios que no fuera sólo una hipótesis cosmológica última, sino que fuera el verdadero Dios, el Dios que da la vida y que entra en nuestra misma vida. De este modo, todo el itinerario intelectual y espiritual de san Agustín constituye un modelo válido también hoy en la relación entre fe y razón, tema no sólo para hombres creyentes, sino también para todo hombre que busca la verdad, tema central para el equilibrio y el destino de todo ser humano.

Estas dos dimensiones, fe y razón, no deben separarse ni contraponerse, sino que deben estar siempre unidas. Como escribió san Agustín tras su conversión, fe y razón son "las dos fuerzas que nos llevan a conocer" (Contra academicos, III, 20, 43). A este respecto, son justamente célebres sus dos fórmulas (cf. Sermones, 43, 9) con las que expresa esta síntesis coherente entre fe y razón: crede ut intelligas ("cree para comprender") —creer abre el camino para cruzar la puerta de la verdad—, pero también y de manera inseparable, intellige ut credas ("comprende para creer"), escruta la verdad para poder encontrar a Dios y creer.

Las dos afirmaciones de san Agustín expresan con gran eficacia y profundidad la síntesis de este problema, en la que la Iglesia católica ve manifestado su camino. Históricamente esta síntesis se fue formando, ya antes de la venida de Cristo, en el encuentro entre la fe judía y el pensamiento griego en el judaísmo helenístico. Sucesivamente, en la historia, esta síntesis fue retomada y desarrollada por muchos pensadores cristianos. La armonía entre fe y razón significa sobre todo que Dios no está lejos: no está lejos de nuestra razón y de nuestra vida; está cerca de todo ser humano, cerca de nuestro corazón y de nuestra razón, si realmente nos ponemos en camino.

San Agustín experimentó con extraordinaria intensidad esta cercanía de Dios al hombre. La presencia de Dios en el hombre es profunda y al mismo tiempo misteriosa, pero puede reconocerse y descubrirse en la propia intimidad: no hay que salir fuera —afirma el convertido—; "vuelve a ti mismo. La verdad habita en lo más íntimo del hombre. Y si encuentras que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo. Pero, al hacerlo, recuerda que trasciendes un alma que razona. Así pues, dirígete adonde se enciende la luz misma de la razón" (De vera religione, 39, 72). Con una afirmación famosísima del inicio de las

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Confesiones, autobiografía espiritual escrita en alabanza de Dios, él mismo subraya: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti" (I, 1, 1).

La lejanía de Dios equivale, por tanto, a la lejanía de sí mismos. "Porque tú —reconoce san Agustín (Confesiones, III, 6, 11)— estabas más dentro de mí que lo más íntimo de mí, y más alto que lo supremo de mi ser" ("interior intimo meo et superior summo meo"), hasta el punto de que, como añade en otro pasaje recordando el tiempo precedente a su conversión, "tú estabas, ciertamente, delante de mí, mas yo me había alejado también de mí, y no acertaba a hallarme, ¡cuánto menos a ti!" (Confesiones, V, 2, 2).

Precisamente porque san Agustín vivió a fondo este itinerario intelectual y espiritual, supo presentarlo en sus obras con tanta claridad, profundidad y sabiduría, reconociendo en otros dos famosos pasajes de las Confesiones (IV, 4, 9 y 14, 22) que el hombre es "un gran enigma" (magna quaestio) y "un gran abismo" (grande profundum), enigma y abismo que sólo Cristo ilumina y colma. Esto es importante: quien está lejos de Dios también está lejos de sí mismo, alienado de sí mismo, y sólo puede encontrarse a sí mismo si se encuentra con Dios. De este modo logra llegar a sí mismo, a su verdadero yo, a su verdadera identidad.

(…) En la conclusión de la carta apostólica Augustinum Hipponensem, Juan Pablo II pregunta al mismo santo qué quería decir a los hombres de hoy y responde, ante todo, con las palabras que san Agustín escribió en una carta dictada poco después de su conversión: "A mí me parece que hay que conducir de nuevo a los hombres... a la esperanza de encontrar la verdad" (Ep., 1, 1), la verdad que es Cristo mismo, Dios verdadero, a quien se dirige una de las oraciones más hermosas y famosas de las Confesiones (X, 27, 38): "Tarde te amé, hermosura tan antigua, y tan nueva, tarde te amé. Y he aquí que tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y fuera te buscaba yo, y me arrojaba sobre esas hermosuras que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me mantenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Llamaste y gritaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti; te gusté y tengo hambre y sed de ti; me tocaste y me abrasé en tu paz".

San Agustín encontró a Dios y durante toda su vida lo experimentó hasta el punto de que esta realidad —que es ante todo el encuentro con una Persona, Jesús— cambió su vida, como cambia la de cuantos, hombres y mujeres, en cualquier tiempo, tienen la gracia de encontrarse con él. Pidamos al Señor que nos dé esta gracia y nos haga encontrar así su paz.

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Tema 5:

VIVO SIN VIVIR EN MÍ (Sta. Teresa de Jesús)

Vivo sin vivir en mí,y tan alta vida espero,que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,después que muero de amor;porque vivo en el Señor,que me quiso para sí:cuando el corazón le dipuso en él este letrero,que muero porque no muero.

Esta divina prisión,del amor en que yo vivo,ha hecho a Dios mi cautivo,y libre mi corazón;y causa en mí tal pasiónver a Dios mi prisionero,que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!¡Qué duros estos destierros,esta cárcel, estos hierrosen que el alma está metida!Sólo esperar la salidame causa dolor tan fiero,que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amargado no se goza el Señor!Porque si es dulce el amor,no lo es la esperanza larga:quíteme Dios esta carga,más pesada que el acero,

que muero porque no muero.

Sólo con la confianzavivo de que he de morir,porque muriendo el vivirme asegura mi esperanza;muerte do el vivir se alcanza,no te tardes, que te espero,que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;vida, no me seas molesta,mira que sólo me resta,para ganarte perderte.Venga ya la dulce muerte,el morir venga ligeroque muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,que es la vida verdadera,hasta que esta vida muera,no se goza estando viva:muerte, no me seas esquiva;viva muriendo primero,que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darlea mi Dios que vive en mí,si no es el perderte a ti,para merecer ganarle?Quiero muriendo alcanzarle,pues tanto a mi Amado quiero,que muero porque no muero.

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Tema 6:

CARTA DE S. FCO. JAVIER A SUS COMPAÑEROS RESIDENTES EN ROMA (Cochín 15 de enero 1544)

Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: "Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame adonde quieras; y si conviene, aun a los indios".

¡Cuánto más consolados vivirían, y con gran esperanza de la misericordia divina a la hora de la muerte, cuando entrarían en el particular juicio, del cual ninguno puede escapar, alegando por sí: "Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí cinco más que he ganado con ellos"! Témome que muchos de los que estudian en universidades, estudian más para con las letras alcanzar dignidades, beneficios, obispados, que con deseo de conformarse con la necesidad que las dignidades y estados eclesiásticos requieren. Está en costumbre decir los que estudian: deseo saber letras para alcanzar algún beneficio, o dignidad eclesiástica con ellas, y después con la tal dignidad servir a Dios. De manera que según sus desordenadas afecciones hacen sus elecciones, temiéndose que Dios no quiera lo que ellos quieren, no consintiendo las desordenadas afecciones dejar en la voluntad de Dios nuestro Señor esta elección.

Estuve casi movido de escribir a la universidad de París, a lo menos a nuestro Maestre de Cornibus y al doctor Picardo, cuántos mil millares de gentiles se harían cristianos, si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo. Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en esta tierra donde ando, que muchas veces me acaece tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces decir el Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones, con una amonestación que sé en su lengua, en la cual les declaro qué quiere decir cristiano, y qué cosa es paraíso, y qué cosa infierno, diciéndoles cuáles son los que van a una parte y cuáles a otra. Sobre todas las oraciones les digo muchas veces el Credo y mandamientos; hay día que bautizo todo un lugar, y en esta Costa donde ando, hay 30 lugares de cristianos. […]

De estas partes no sé más que escribiros, sino que son tantas las consolaciones que Dios nuestro Señor comunica a los que andan entre estos gentiles,

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convirtiéndolos a la fe de Cristo, que, si contentamiento hay en esta vida, éste se puede decir. Muchas veces me acaece oír decir a una persona que anda entre estos cristianos: ¡Oh Señor!, no me deis muchas consolaciones en esta vida; o ya que las dais por vuestra bondad infinita y misericordia, llevadme a vuestra santa gloria, pues es tanta pena vivir sin veros, después que tanto os comunicáis interiormente a las criaturas. ¡Oh, si los que estudian letras, tantos trabajos pusiesen en ayudarse para gustar de ellas, cuantos trabajosos días y noches llevan para saberlas! ¡Oh, si aquellos contentamientos que un estudiante busca en entender lo que estudia, lo buscase en dar a sentir a los prójimos lo que les es necesario para conocer y servir a Dios, cuánto más consolados y aparejados se hallarían para dar cuenta, cuando Cristo les demandase : "Dame cuenta de tu administración "!

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Tema 7:

De los Escritos de santa Rosa de Lima, virgen

El Salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad: «¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: ésta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!»Oídas estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen:«Oíd, pueblo; oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma.»Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino quese había de romper la prisión y, libre y sola, con más agilidad, se había de ir por el mundo, dando voces:«¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanesy desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro inestimable de la gracia. Ésta es la mercancía y logroúltimo de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conociera las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres.»

Dichos de luz y amor, de San Juan de la Cruz (selección):

4. Más vale estar cargado junto al fuerte que aliviado junto al flaco: cuando estás cargado, estás junto a Dios, que es tu fortaleza, el cual está con los atribulados; cuando estás aliviado, estás junto a ti, que eres tu misma flaqueza; porque la virtud y fuerza del alma en los trabajos de paciencia crece y se confirma.14. Más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener.15. Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón. ¿Qué sabes tú si tu apetito es según Dios?17. Pues se te ha de seguir doblada amargura de cumplir tu voluntad, no la quieras cumplir, aunque quedes en amargura.19. Más agrada a Dios el alma que con sequedad y trabajo se sujeta a lo que es razón, que la que, faltando en esto, hace todas sus cosas con consolación.

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37. Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud, no esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento.41. No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu, si no te dieres a la mortificación de todo eso que quieres.42. Mira que la flor más delicada más presto se marchita y pierde su olor; por tanto, guárdate de querer caminar por espíritu de sabor, porque no serás constante; mas escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia; porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge.57. No es de voluntad de Dios que el alma se turbe de nada ni que padezca trabajos; que, si los padece en los adversos casos del mundo, es por la flaqueza de su virtud, porque el alma del perfecto se goza en lo que se pena la imperfecta.64. Mira que no te entristezcas de repente de los casos adversos del siglo, pues que no sabes el bien que traen consigo ordenado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno de los escogidos.

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Tema 8:

San Bernardo, abadDe las homilías sobre las excelencias de la Virgen María (Homilía 2, 17, 1-33)

El evangelista dice: Y el nombre de la Virgen era María. Digamos algo a propósito de este nombre que, según dicen, significa estrella del mar y que resulta tan adecuado a la Virgen Madre. De manera muy adecuada es comparada con una estrella, porque, así como la estrella emite su rayo sin corromperse, la Virgen también dio a luz al Hijo sin que ella sufriera merma alguna. Ni el rayo disminuyó la luz de la estrella, ni el Hijo la integridad de la Virgen. Ella es la noble estrella nacida de Jacob, cuyo rayo ilumina todo el universo, cuyo esplendor brilla en los cielos, penetra en los infiernos, ilumina la tierra, caldea las mentes más que los cuerpos, fomenta la virtud y quema los vicios. Ella es la preclara y eximia estrella que necesariamente se levanta sobre este mar grande y espacioso: brilla por sus méritos, ilumina con sus ejemplos.

Tú, que piensas estar en el flujo de este mundo entre tormentas y tempestades en lugar de caminar sobre tierra firme, no apartes los ojos del brillo de esta estrella si no quieres naufragar en las tormentas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te precipitas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres zarandeado por las olas de la soberbia o de la ambición o del robo o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira o la avaricia o los halagos de la carne acuden a la navecilla de tu mente, mira a María. Si turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por la suciedad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser tragado por el abismo de la tristeza, por el precipicio de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No la apartes de tu boca, no la apartes de tu corazón y, para conseguir la ayuda de su oración, no te separes del ejemplo de su vida. Si la sigues, no te extraviarás; si le suplicas, no te desesperarás; si piensas en ella, no te equivocarás; si te coges a ella, no te derrumbarás; si te protege, no tendrás miedo; si te guía, no te cansarás; si te es favorable, alcanzarás la meta, y así experimentarás que con razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María.

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ANEXO II. Carta Motu Propio PORTA FIDEI del Sumo Pontífice Bendicto XVI

1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1]. Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II,

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y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,[3]con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca»[5]. Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6]. Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX . Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26),

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no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2;Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las

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manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza»[14]. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en unsermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a

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algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma elCatecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”»[17].Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propioasentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor[18].Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre»[19]. Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza

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de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial»[21].Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir esteAño de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad[22].13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para

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transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf.Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf.Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el

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apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fehaga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf.Col 1, 24), son preludio de

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la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado. BENEDICTO XVI Notas:

[1] Homilía en la Misa de inicio de Pontificado (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710.

[2] Cf. Benedicto XVI, Homilía en la Misa en Terreiro do Paço, Lisboa (11 mayo 2010), enL’Osservatore Romano ed. en Leng. española (16 mayo 2010), pag. 8-9.

[3] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 113-118.

[4] Cf. Relación final del Sínodo Extraordinario de los Obispos (7 diciembre 1985), II, B, a, 4, en L’Osservatore Romano ed. en Leng. española (22 diciembre 1985), pag. 12.

[5] Pablo VI, Exhort. ap. Petrum et Paulum Apostolos, en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo (22 febrero 1967): AAS 59 (1967), 196.

[6] Ibíd., 198.

[7] Pablo VI, Solemne profesión de fe, Homilía para la concelebración en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, en la conclusión del “Año de la fe” (30 junio 1968):AAS 60 (1968), 433-445.

[8] Id., Audiencia General (14 junio 1967): Insegnamenti V (1967), 801.

[9] Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 57: AAS 93 (2001), 308.

[10] Discurso a la Curia Romana (22 diciembre 2005): AAS 98 (2006), 52.

[11] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 8.

[12] De utilitate credendi, 1, 2.

[13] Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, I, 1.

[14] Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 10.

[15] Cf. Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992): AAS 86 (1994), 116.

[16] Sermo215, 1.

[17] Catecismo de la Iglesia Católica, 167.

[18] Cf. Conc. Ecum. Vat. I, Const. dogm. Dei Filius, sobre la fe católica, cap. III: DS 3008-3009; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 5.

[19] Discurso en el Collège des Bernardins, París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 722.

[20] Cf. Agustín de Hipona, Confesiones, XIII, 1.

[21] Juan Pablo II, Const. ap. Fidei depositum (11 octubre 1992):AAS 86 (1994), 115 y 117.

[22] Cf. Id., Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998) 34.106: AAS 91 (1999), 31-32. 86-87.

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ANEXO III. Proyecto Personal de Vida Cristiana PPCV

¿QUÉ ES EL PPVC?

El Plan Personal de Vida Cristiana (PPVC) es una ayuda para avanzar en nuestro camino de santidad. Es un instrumento para…

… formular personalmente, esto es, pensar y escribir… … mi situación personal, lo que vivo, dónde estoy… … y los objetivos y medios que me propongo para crecer como cristiano.

Es algo así como una gran “revisión de vida”, pero no sobre un hecho concreto, sino sobre toda mi vida en su situación actual, para pedirle a Dios que nos ilumine para seguirle y amarle más y mejor.

Es un trabajo a realizar a principio de curso, que luego se ha de ir repasando a lo largo del año para que pueda cumplir su función.

¿POR QUÉ HACER UN PPVC?

- Para tratar de que se cumpla el plan de Dios en mi vida

Dios, al darnos la libertad, ha puesto nuestra vida en nuestras manos. Somos responsables, conscientes y activos, de que en nuestra vida llegue a cumplirse el Plan de Dios.

- Para no ir por la vida apagando fuegos, siempre pendiente de sobrevivir a las urgencias, sin dedicar tiempo y corazón a lo realmente importante

Ante los imprevistos hay que improvisar. Ante lo previsible y cotidiano, hay que prever, improvisar sería una irresponsabilidad. Lo malo no es hacer proyectos, sino hacerlos sin contar con Dios. Respondemos a la gracia no solo improvisando y reaccionando ante los imprevistos, sino también planificando y preparando (antes), repasando y examinando (después)

- Para poner en juego todas las capacidades y talentos que Dios me ha dado

Repasemos la parábola de los talentos para hacernos conscientes de que Dios nos pedirá el fruto de lo trabajado con los dones que Él mismo nos ha dado.

-

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- Para conocernos mejor a nosotros mismos en nuestras debilidades y en nuestras capacidades

Mucho nos ayudará a madurar el reconocimiento de nuestros principales defectos y talentos. Para trabajar en mejorar lo que se pueda mejorar… y aceptar con humildad lo que no se pueda cambiar.

- Para no dejar ningún aspecto de mi vida sin iluminar por el Evangelio

Cada año revisamos en nuestras reuniones temas concretos que nos sugiere el temario. El PPVC nos ayudará a revisar todo, que no haya partes “oscuras” de mi vida que no me haya preocupado de iluminar con la luz del Evangelio.

- Para no dejarnos llevar a la deriva por nuestra sociedad

Quien no toma con fuerza las riendas de su propia vida para dirigirla hacia donde quiere, necesariamente acabará dejándose llevar por la corriente del mundo.

- Para abrirnos a todas las llamadas de Dios en cada persona y situación concreta de mi vida

Mi familia, mis amigos, los necesitados, el deseo de Dios de verme santo… todo son llamadas que nos impulsan a ponernos en marcha con resolución.

- Porque para mejorar en general hay que centrarse en lo particular

Estamos hechos así. El compromiso de “ser buenos” difícilmente se traduce en algo. El compromiso por trabajar en algún aspecto concreto pone en movimiento todos los dinamismos profundos de la persona y hace que mejoremos globalmente.

- Para ayudarnos a pensar y orar qué quiere Dios de mí en este momento de mi vida

No podemos caer en rutinas debilitadoras de nuestra vida de fe. Hemos de plantearnos qué pasos nos está invitando Dios a dar. Para eso hay que ponerse a escuchar…

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¿CÓMO SE HACE? Este sería un posible esquema del PPVC:

1. Dimensión humana

Madurez: libertad personal, vicios, aceptación de uno mismo, dominio de sí.Carácter: alegría, afabilidad, amabilidad, disponibilidad.Responsabilidad: en mis deberes, laboriosidad, paciencia, fortaleza.Orden: en mis horarios, afectos, higiene personal.Ocio: uso del tiempo libre, aficiones, cultura.Uso de los bienes materiales: economía, apegos, limosnas.

2. Dimensión comunitaria

Vida familiar: relación con mi esposa/o, hijos, preocupación por transmitir la fe, por educarles también en valores humanos, enseñar a vivir el ocio, tiempo que pasamos en familia. La familia amplia, abuelos, primos.Vida social: relación con los vecinos, con los compañeros de trabajo, con otras personas a través de Internet, etc.

3. Dimensión eclesial

Grupo de revisión de vida: mi participación, apertura a compartir mi vida en las reuniones, preparación de las mismas, atención a los otros miembros.Parroquia: relación con las personas, sacerdotes, mi disponibilidad, grupos divididos, compromisos.Apostolado: con familiares, amigos, vecinos, en el trabajo.

4. Espiritualidad

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Relación con Cristo: la centralidad de Jesucristo en mi vida, coherencia fe-vida, conversión.Medios: mi vivencia de la oración, los sacramentos. Lectura de la Palabra de Dios. Actos de piedad que practico regularmente (ofrecimiento de obras, rosario, ángelus…)Formación: teológica, conocimiento de la fe cristiana y el catecismo.Mi relación con la Virgen.

Si te parece que hay aspectos importantes de tu vida que no están reflejados, no dudes en incluirlos y considerarlos también.

En cada una de las 4 dimensiones debemos afrontar:

1) Situación actual

Apuntamos los rasgos más importantes de mi situación personal en esa dimensión de mi vida (con 2 o 3 ideas bastaría). Pueden ser carencias, descubrimientos en mi vida, avances en los que queramos profundizar, o problemas vividos. Se trata de destacar los aspectos positivos y negativos más significativos. Debemos sacar una idea de cual es nuestro defecto dominante en este campo y cuales nuestras posibilidades de crecimiento.

2) Objetivos

¿Qué creo que me pide Dios en este campo? ¿Qué aspecto creo que debo trabajar? ¿A dónde creo que puedo y debo llegar? Los objetivos son lo que cada uno se propone lograr este curso para avanzar en el seguimiento de Jesús en cada una de las dimensiones. (Uno o dos como mucho)

3) Medios

Ahora debemos pensar qué medios concretos vamos a emplear para alcanzar esos objetivos que nos proponemos. Deben ser concretos (no se trata de deseos vagos, sino de compromisos claros y específicos), realistas con mi situación (hay que pensar qué, cómo, dónde, cuándo), evaluables (válidos para comprobar con facilidad si los estamos cumpliendo o no), útiles (deben centrarse hacia la prioridad sobre la que queremos trabajar y avanzar).

4) Evaluación

Es una parte esencial en el PPVC. Todo proyecto que no se evalúa, se devalúa. Es conveniente señalar tiempos adecuados y amplios para la evaluación. Debemos comprobar: ¿estoy avanzando en el logro del objetivo planteado?, ¿por qué?, ¿he sido fiel en poner los medios?, ¿se ha demostrado que eran medios realistas y útiles, o en qué debo modificarlos vista la experiencia?

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Antes de empezar

El PPVC conviene realizarlo en lugar tranquilo, sereno, donde podamos relajarnos y concentrarnos. Tal vez delante del Señor en la capilla… Con tiempo suficiente. En solitario, aunque luego lo dialogue con el director espiritual.

Lo primero sería hacer un rato de oración, tal vez con la parábola de los talentos (Mt 25,14-30) o la de los viñadores contratados a diferentes horas para trabajar en la viña del Señor (Mt 20,1-16). El PPVC solo tiene sentido si creo que la santidad a la que Dios me llama es mi vocación, algo real y posible, y quiero corresponder con todo mi corazón, toda mi alma, y todas mis fuerzas, al Amor que Dios ha derrochado en mí. También me puede servir meditar el himno de Efesios (1,3-14): ¡éste es el plan de Dios para mí!

El Hombre perfecto es Jesucristo, no podemos olvidarlo. Y nuestra meta es parecernos a Él. Por eso, no podemos tener un modelo natural de perfección (sano, buen aspecto, simpático, de éxito, trabajador…), sino evangélico:

- “el que se haga como un niño ese es el más grande en el Reino de los cielos” (Mt 18,4) - “el que ame a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37) - “quien quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me

siga” (Lc 9,23)- “si Yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13,14)

Consciente ya de que esto de la llamada a la santidad va en serio, de que el hombre viejo debe morir, para vivir la Vida Nueva, lleno de confianza en la Gracia de Dios y en su misericordia, dispuesto a luchar con todas mis fuerzas el buen combate de Cristo y conquistar la Vida Eterna para mí y mis hermanos… ¡adelante!

Peligros a evitar al hacer el PPVC:

• Hacer planes demasiado difíciles… o demasiado fáciles

• Hacer planes demasiado genéricos… o demasiado concretos

• Hacer mis planes sin contar con Dios (ser perfecto, sentirme satisfecho de mí mismo)… en vez de buscar lo que Dios quiere (que aprenda a amar y entregarme con todo lo que soy, siendo humilde en mi pobreza humana)

• Pensar que soy un desastre sin remedio cuando no logro los objetivos• Desesperarse intentando cambiar lo que no se puede… o no cambiar por

desidia lo que sí se puede y echar la culpa a Dios de que me ha hecho así. • Pensar que todo es por puños, por pura fuerza de voluntad… o pensar que

como todo es por Gracia, no tengo que esforzarme en nada.

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• Mirarnos al ombligo sin contar con Dios y no abrirnos a su mirada misericordiosa.

“Que tu gracia, Señor,inspire, sostenga y acompañe nuestras obraspara que nuestro trabajo comience en ti como en su fuentey tienda siempre a ti como a su fin”

(Oración Colecta del Misal Romano)

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ANEXO IV. Método de Revisión de VidaProponemos el siguiente método para desarrollar la Revisión de Vida en las reuniones de los grupos de AC. Se le ha llamado Método Activo. Ofrecemos este esquema como una referencia segura, nunca obligada, que, en sus líneas esenciales, ofrece el punto de verificación de otros sistemas y métodos, pues, de lo que se trata siempre, en todo caso, es de evitar que las reuniones de AC se reduzcan a una charla, una conferencia o una catequesis. El método de revisión de vida propone el siguiente método para desarrollar la Revisión de Vida en las reuniones e en tres Pasos: Ver, Juzgar y Actuar, que se ajustan a los tres pilares de AC.

Notas al métodoDebe haber un animador que sea exigente, para evitar discursos, divagaciones, pérdidas de tiempo, juicios sobre personas, etc… También se requiere un secretario, que, entre otras tareas, ayude a llevar notas de los hechos de vida, de los compromisos y otras observaciones. A la reunión se debe ir habiéndola preparado previamente. Si se va a hacer la presentación del tema, hay que haberse leído la introducción. Si se trata del Ver, hay que tener el hecho de vida pensado. Si se va a hacer el Juzgar, se ha debido hacer oración y reflexión con los textos de la Palabra de Dios o del Magisterio de la Iglesia que se sugieren. Si toca el Actuar, hay que haber pensado algún compromiso. No se debe tener prisa de pasar de un momento a otro. En principio, dedicaremos un momento para la presentación del tema, otro para el Ver, otro para el Juzgar, otro para el Actuar y otro para un retiro. La estructuración de los diversos momentos debe seguir el orden establecido, pero la articulación de esos momentos, en las diversas reuniones, depende de cada lugar. Todas las reuniones deben empezar y terminar con la oración. Sería conveniente introducir, a continuación de alguno de los momentos descritos, una sencilla plática de formación sobre temas relativos a la identidad de la Acción Católica.

Primer momento: Introducción al temaEl consiliario, el presidente del centro, el animador del grupo u otra persona conveniente explica largamente el tema a tratar.Es muy aconsejable no perderse la presentación del tema, que habitualmente se realiza en la Reunión de Centro, o conseguir lo antes posible las notas de la reunión, ya que el enfoque del tema se enriquece mucho con esta introducción.

Segundo momento: Vera. Cada miembro del grupo comienza presentando un hecho de vida

correspondiente al tema.

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e. Los hechos de vida son anotados brevemente, por el secretario, en el Cuaderno de Vida.

f. Se establece la elección de uno de los hechos de vida presentados. g. Descripción más amplia del hecho elegido, por parte de la persona que lo

expuso, y lo ha de hacer sin juicios ni valoraciones personales, entrando más bien en las causas que lo provocaron, consecuencias que produjo, reacciones ante él, etc…

h. Centrar el hecho: Se trata de ayudar al protagonista del hecho a encontrar la actitud de fondo que se esconde tras el mismo.

i. Universalización del hecho: Aunque ese hecho no haya sucedido a todos los miembros del grupo, en otras circunstancias los demás han podido participar muchas veces de la actitud descrita. Han de reflexionar y ver cuándo les ocurre lo mismo.

j. Tiempo de oración en silencio. Ver ese hecho con los ojos de Dios. Contemplar cómo Él estuvo presente o ausente en ese acontecimiento.

ADVERTENCIAS: 5. El hecho de vida que se elija ha de responder al criterio de que sea actual,

común, importante para el conjunto de los miembros del grupo y acorde con el tema de revisión.

6. El hecho de vida consiste en una vivencia personal presentada de forma concreta, vívida, que en el primer momento se ha de exponer breve y objetivamente.

Tercer momento: Juzgara. Cada miembro aporta un texto bíblico o doctrinal, que, entre semana, ha

estado meditando y que tenga que ver con la actitud elegida (una palabra, un gesto, un encuentro con alguien…) Sirven, para ello, los textos sugeridos en el temario.

b. Seguidamente viene la apertura a la luz aportada por los textos de todos. Se trata de escuchar a Dios, no de hacerle coincidir con el propio parecer. Esta luz pondrá en contraste las actitudes propias con las del Evangelio.

ADVERTENCIAS: • Es importante hacer del juzgar el fruto de un verdadero acto de oración,

contemplando las actitudes de Cristo para poder iluminar la propia vida con la mirada del Señor.

• En este momento no se trata de juzgar a los demás, sino de contemplar, desde Dios la vida, contrastando el Evangelio con nuestra existencia.

Cuarto momento: Actuar5. Cada miembro señala las llamadas de Dios recibidas en la reunión o fuera

de ella, a nivel personal, social y eclesial. 6. Formulación de un compromiso personal acorde con la llamada de Dios. El

compromiso debe ser una acción concreta (lugar, tiempo, personas), inmediata, posible y revisable.

7. Formulación de un compromiso comunitario para todo el grupo, cuando sea posible y conveniente.

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8. Los compromisos, que anotará el secretario en el Cuaderno de Vida, se revisarán en la primera reunión de grupo que venga después de la exposición del tema siguiente.

ADVERTENCIAS:1. Los compromisos no deben plantearse como mera fórmula sino con un verdadero sentido de conversión. 2. Aquí se trata de ver cómo actuar a partir de la luz recibida de Dios.

Quinto momento: RetiroConsiste en realizar un retiro o un acto de oración, de centro o de grupo, sobre la dinámica tratada en los momentos anteriores, que brota del contexto de la revisión de vida, y que permite a los miembros de cada grupo expresar su propia experiencia personal (acción de gracias, alabanzas, preces…)

Sexto momento: Revisión de los compromisosAntes de entrar en el Ver del siguiente tema, y aprovechando esa misma reunión de grupo, es conveniente repasar los compromisos individuales y de grupo tomados sobre el tema anterior. Durante unos minutos, repasaremos su grado de cumplimiento y los frutos que dichos compromisos ya hubieran producido

ANEXO V.

Calendario de Actividades 2012-13

22 septiembre: Convivencia de inicio de curso

1 diciembre: Retiro de Adviento adultos

17 noviembre: Convivencia niños

15 diciembre: Encuentro de Navidad jóvenes

Diciembre: Excursión a la nieve niños

16 febrero: Retiro de Cuaresma adultos

22 - 24 febrero: Peregrinación jóvenes

16 de marzo: Jornada Diocesana de Infancia (JDI)

5 - 7 abril: Peregrinación diocesana familias

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13 abril: Retiro jóvenes

13 – 14 de abril: Convivencia de fin de semana

Puente mayo: Ejercicios Espirituales D. Joaquín

18 mayo: Vigilia de pentecostés

19 mayo: Pentecostés. Día de la Acción Católica

15 junio: Olimpiadas de la Delegación de Infancia

22 junio: Clausura curso San Carlos Borromeo

Julio: Campamentos de verano

3-11 agosto: XIV Curso de Teología - Rozas

25 - 31 agosto: Verano para familias en Tortosa

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ANEXO VI. ORACIONES

Oración para la inauguración de la Acción Católica de adultos

Señor mío Jesucristo, te doy gracias por el don de la fe, por la gracia de pertenecer a la Iglesia y de tener a María por Madre. Envía sobre mí el Espíritu Santo para que pueda unirme a tu misión: evangelizar el mundo en el que me has puesto, como fermento en la masa.Trabajando en la comunión de la Iglesia, quiero mostrar tu rostro misericordioso a todos los que te buscan, aun muchas veces sin saberlo.Quiero amarte y hacerte amar, y para ello, te ofrezco mi vida por la salvación de todos los hombres.Como Acción Católica en la diócesis de Getafe, quiero asociarme a otros laicos dentro de la Iglesia.De este modo, con nuestro testimonio y nuestro trabajo apostólico y en colaboración con nuestros pastores, llevaremos el Evangelio a nuestros ambientes para que todos los hombres puedan conocerte. Me encomiendo a ti, María, Madre de la Iglesia y Reina de la Acción Católica, para que me hagas siempre fiel a la voluntad del Señor. Amén.

Diócesis de Getafe, 17 de junio de 2006

Al comenzar la reunión:Señor Jesús, al reunirnos en tu Nombre, te rogamos que ilumines nuestra inteligencia con la luz del Espíritu Santo, para discernir lo que es recto, aceptar lo que es bueno y descubrir la voluntad del Padre sobre nosotros.Concédenos tu Gracia para expresar con sencillez y claridad nuestro parecer y escuchar con espíritu abierto el pensamiento de los demás, a fin de que en diálogo fraterno asumamos mejor nuestro compromiso apostólico. Que esta reunión sea fecunda, se oriente al mayor provecho de nuestros hermanos y sirva para que participemos de un modo más eficaz en la construcción del Reino. María, Madre de la Iglesia, enséñanos a amarla profundamente y a trabajar en ella con fidelidad plena y confianza permanente. Por Jesucristo nuestro Señor, AménDios te salve, María....Gloria...Nuestra Señora de los Apóstoles,Ruega por nosotros.

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Al acabar la reunión:Te damos gracias, Señor, por habernos concedido disfrutar de tu presencia en medio de nosotros en esta reunión. Te pedimos que escuches estas súplicas que humildemente te dirigimos y que bendigas nuestros propósitos.Por tu Iglesia Santa, para que la sostengas y bendigas, y sea en medio del mundo esperanza de Salvación para todos los hombres,Por nuestro Santo Padre Benedicto XVI, por nuestro obispo Joaquín, por nuestro obispo auxiliar José, por nuestro párroco, por todos los sacerdotes, para que cumplan fielmente el ministerio que les has confiado, y a través suyo Tú puedas seguir pastoreando a tu pueblo.Por todos los fieles laicos, para que escuchemos cada día la llamada de Cristo a la santidad y a trabajar en el apostolado seglar.Por la comunión en la Iglesia en la diversidad de ministerios, carismas, instituciones, movimientos, etc; que todos seamos uno para que el mundo crea,Por la AC y todos sus miembros, para que aumentes cada día más nuestro amor y servicio a la Iglesia y a todos los hombres,Para que fortalezcas nuestra vida sacramental y de oración, para que fortalezcas nuestro deseo y perseverancia en la formación intelectual, para que fortalezcas nuestra generosidad, nuestra entrega y nuestra capacidad de sacrificio,Para que vivamos todos los ámbitos de nuestra vida con un corazón indiviso y unido a Ti; para que sepamos mirar el mundo y valorar todas las cosas con una mirada de fe,Para que anunciemos a Cristo y su salvación con valentía y alegría,Para que todas las familias, esperanza de la sociedad y del mundo, sean verdaderamente santuario de la vida; para que todos los padres ejerzan con responsabilidad y amor su misión de educar integralmente a los hijos,Para que defendamos la dignidad y los derechos de cada hombre, imagen de Dios y redimido por tu Sangre,Para que promovamos los auténticos valores del humanismo cristiano en el mundo social, económico, político y cultural,Para que seamos siempre, por nuestra unión con Cristo, y en todos nuestro ambientes, luz del mundo y sal de la tierra.

Oración:Concédenos, Padre, la abundancia del Espíritu Santo, para realizar con su sabiduría la tarea nueva y original del apostolado laical. Mantennos unidos a Cristo para participar de su función sacerdotal, profética y real, en las difíciles y maravillosas circunstancias de la Iglesia y del mundo de hoy. Él, que vive y reina, por los siglos de los siglos, amén.

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Oración por la Acción CatólicaSeñor que dijiste "la mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies", escucha nuestra oración y concede a tu Iglesia las vocaciones apostólicas que necesita.Haz que los Pastores sean eficaz instrumento de tu llamada. Con tu vocación suscita en nuestras comunidades un ferviente espíritu apostólico que lleve a adultos, jóvenes y niños a comprometerse, desde la Acción Católica, en el servicio a tu Iglesia, por la que Tú te entregaste para santificarla.Da a los que ya militamos en la Acción Católica, disponibilidad abnegada, fidelidad, santidad y constancia.Aumenta en nosotros el amor a tu Iglesia, al Papa, a los Pastores y a todos los hombres nuestros hermanos.Que tu Madre, la Virgen María, Reina de la Acción Católica, interceda por nosotros.Te lo pedimos a Ti, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos.Amen.

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