Imperialismo y Expansión Colonial

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Tema 6. El Imperialismo. HMC 1º Bachillerato Tema 6. Imperialismo y expansión colonial. Introducción El imperialismo, tal como lo conocemos actualmente, fue un fenómeno complejo que tiene sus precedentes en el viejo imperialismo mercantilista. La clave del proceso es la dominación, es decir, las relaciones de dominio que las potencias desarrolladas ejercen sobre los países y territorios menos desarrollados del mundo; estas relaciones de dominio pueden alcanzar los procesos económicos, políticos, sociales e incluso culturales. Las fases del colonialismo La expansión colonial europea sobre otros continentes y el impacto de la misma constituyen uno de los fenómenos clave de la Historia Contemporánea. Esta expansión se suele dividir en tres fases: la primera abarca desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII y se caracteriza por la iniciación de la expansión colonial y su mantenimiento sobre una base económica precapitalista o mercantilista; la segunda se extiende hasta 1870, en el contexto de la Revolución Industrial; y la tercera fase abarca desde la década de los 80 hasta la Primera Guerra Mundial y se corresponde con la plenitud del colonialismo y del imperialismo relacionados con la gran expansión económica e industrial, y que adquiere una rapidez y una extensión tales que media docena de Estados se repartieron dos continentes casi en su totalidad. Causas de la expansión colonial. Se pueden resumir en cuatro, las causas que impulsaron la colonización. a) Demográficas. El crecimiento de la población europea generó una fuerte presión demográfica que no pudo ser absorbida por una agricultura que tenía menos necesidad de mano de obra, ni por una industria en expansión. Esto provocó corrientes 1

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Tema y resúmenes sobre el Imperialismo y la expansión colonial del siglo XIX. 1º de Bachillerato. Historia del Mundo Contemporáneo.

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Tema 6. El Imperialismo. HMC 1º Bachillerato

Tema 6. Imperialismo y expansión colonial.

Introducción

El imperialismo, tal como lo conocemos actualmente, fue un fenómeno complejo que tiene sus precedentes en el viejo imperialismo mercantilista. La clave del proceso es la dominación, es decir, las relaciones de dominio que las potencias desarrolladas ejercen sobre los países y territorios menos desarrollados del mundo; estas relaciones de dominio pueden alcanzar los procesos económicos, políticos, sociales e incluso culturales.

Las fases del colonialismo

La expansión colonial europea sobre otros continentes y el impacto de la misma constituyen uno de los fenómenos clave de la Historia Contemporánea.

Esta expansión se suele dividir en tres fases: la primera abarca desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII y se caracteriza por la iniciación de la expansión colonial y su mantenimiento sobre una base económica precapitalista o mercantilista; la segunda se extiende hasta 1870, en el contexto de la Revolución Industrial; y la tercera fase abarca desde la década de los 80 hasta la Primera Guerra Mundial y se corresponde con la plenitud del colonialismo y del imperialismo relacionados con la gran expansión económica e industrial, y que adquiere una rapidez y una extensión tales que media docena de Estados se repartieron dos continentes casi en su totalidad.

Causas de la expansión colonial.

Se pueden resumir en cuatro, las causas que impulsaron la colonización.

a) Demográficas.

El crecimiento de la población europea generó una fuerte presión demográfica que no pudo ser absorbida por una agricultura que tenía menos necesidad de mano de obra, ni por una industria en expansión. Esto provocó corrientes emigratorias que se calculan en más de 40 millones de personas durante el siglo XIX y hasta 1930.

Estos movimientos se dirigieron fundamentalmente hacia países ya colonizados y con afinidad lingüística; pero, por otro lado, esta presión demográfica contribuyó a favorecer la expansión colonial, puesto que se contaba con efectivos demográficos suficientes para llevarla a cabo.

b) Económicas.

Por un lado, hay que considerar la necesidad de invertir capitales, como aspecto financiero de expansión. Pero es evidente que el gran

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desarrollo industrial requería, cada vez más, abundantes materias primas de las que Europa carecía y que debía encontrarlas en las nuevas tierras colonizadas (algodón, caucho, petróleo, diversos minerales, etc.)

Por otra parte, la crisis de 1873, con un descenso de los precios inclinó a las potencias al proteccionismo para impedir la importación de productos ajenos y las lanzó a asegurarse unos mercados nuevos donde colocar los suyos. Es decir, cada potencia veía la ocupación y el reparto del mundo como una necesidad para crear una gran unidad comercial autosuficiente que abarcará diversos climas y variedad de recursos para abastecer las demandas de la industria metropolitana, al tiempo que se aseguraba el mercado de sus productos manufacturados, sin contar con otras potencias.

c) Políticas.

Para los políticos de las grandes potencias era un asunto de gran prestigio, asociar la idea de constituir una gran potencia con la posesión de colonias. Un ejemplo claro de ello era el de Francia que, derrotada ante Prusia y perdidas Alsacia y Lorena, se lanzó a la conquista colonial por el deseo de olvidar la humillación de la derrota. Italia, por su parte, realizó su proceso de unificación y pretendía alinearse con las grandes potencias. Incluso España, tras el desastre del 98, se orientó hacia una política colonialista en África.

Por otra parte, la navegación a vapor exigía disponer, alrededor del mundo, de depósitos de carbón con los que pudiesen avituallarse sus flotas. De este modo, cada imperio se convertía en una red de comunicaciones con múltiples bases de apoyo, que aseguraban el poderío de una nación.

d) Ideológicas.

En este período, cada país tomó conciencia de sus valores históricos y de su misión civilizadora, en la idea de que el hombre blanco, por su propia superioridad, tenía la obligación de civilizar y ordenar el mundo según el modelo europeo. En esta línea, la actividad de los misioneros experimentó un gran impulso y contribuyó a la expansión de la colonización.

Por otra parte, hay que destacar la actividad científica, ya que el descubrimiento de nuevos territorios estimuló su estudio geográfico, el de su flora y el de su fauna. Las Sociedades Geográficas en Francia, Italia y España impulsaron la exploración de los territorios africanos.

Modalidades y sistemas de ocupación colonial.

La organización de las colonias ocupadas planteó diversos problemas administrativos. Hasta el siglo XVIII fueron las Compañías de Comercio y Navegación las que se encargaron del control administrativo. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVIII y durante el XIX, la administración de estos territorios pasó a ser ejercida por los gobiernos metropolitanos, a través de diversos modelos.

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La colonia fue el más frecuente. Según este modelo, las tierras ocupadas dependían directamente de la administración metropolitana a través de sus funcionarios e instituciones.

Se suele distinguir entre colonias de poblamiento, que cuentan con una población numerosa de origen europeo que se establece de forma permanente en el territorio e impone sus modos de vida occidentales a las minorías indígenas. Este modelo dio origen a los llamados dominios, que contaban con un gobierno, un parlamento y partidos políticos autónomos y son característicos del Imperio Británico (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica). … Y las colonias de explotación, en las que la población indígena era mayoritaria y quedaba sometida a una minoría blanca que, en general, estaba de paso y no tendía a establecerse como colonos; la metrópoli explotaba sus recursos por medio de fuertes estructuras económicas y administrativas, realizando inversiones y obteniendo beneficios inmediatos, como en el caso de la India.

Otro modelo eran los territorios metropolitanos, que estaban incorporados constitucionalmente a la metrópoli y, por tanto, no se consideraban colonias, sino departamentos o provincias de ultramar, muy característicos del centralismo francés, como, por ejemplo, en Argelia.

Los protectorados respetaban, en teoría, la autoridad local en la gestión de la política interior, mientras que las autoridades coloniales se hacían cargo de la política exterior y del Ejército. Aunque el protectorado suponía el respeto a la integridad del territorio ocupado. En Indochina, los franceses establecieron una colonia, la Cochinchina, y dos protectorados (Annam y Camboya), sin que el estatuto de los indígenas fuera esencialmente diferente.

También fueron frecuentes las concesiones, que en esencia se trataba del alquiler o concesión de puertos de países independientes en los que los colonizadores obtenían ventajas económicas. Este fue el caso de China, que cedió Kiaochow a Alemania, Liaotung a Rusia, Kwangchow a Francia y Wei-hai-wei a Gran Bretaña, etc.

Más adelante, tras la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones creó mandatos para administrar los territorios dependientes de los países vencidos, que supone la tutela internacional ejercida por un país en representación de la Sociedad de Naciones y de cuya administración debe dar cuenta al organismo internacional.

El reparto colonial del mundo.

En 1914, el 60% de las tierras emergidas y el 65% de la población mundial, la casi totalidad de África y Oceanía, y el Asia del Sur y Sudeste y Siberia dependían de Europa. Esta situación afecta fundamentalmente a dos continentes, Asia y África, y participan casi todas las potencias europeas, destacando, sobre todo, Inglaterra y Francia.

La formación de los Imperios Británico y Francés.

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Inglaterra se anticipó a las restantes potencias en la toma de posiciones. Hacia 1850 disponía de una cadena de escalas, conquistadas en su mayoría a franceses, holandeses y españoles durante los siglos XVIII y XIX (Gibraltar, Malta, Corfú y las Islas Jónicas en el Mediterráneo; Santa Elena, El Cabo, Islas Mauricio, Adén, Ceilán en la ruta de las Indias; Singapur y Hong Kong en la ruta de China); establecimientos comerciales en la costa africana (Sierra Leona y Gambia); colonias de plantación que suministraban productos tropicales (Antillas, Honduras, Guayana); colonias de poblamiento blanco o dominios, destinados a absorber excedentes de población emigrante (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica); una colonia de explotación típica, la India, administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales, y que jugaba un papel creciente en la economía británica, por su condición de proveedora de algodón. A partir de mediados del siglo XIX comenzó a ser administrada directamente por la metrópoli, e incluso en 1877 la reina Victoria fue proclamada emperatriz de la India.

A principios del siglo XX, después del reparto de Asia y África, Inglaterra disponía de un imperio de 33 millones de Km2 con 450 millones de habitantes, aproximadamente la cuarta parte de la población mundial.

Francia fue la otra potencia que consiguió formar un imperio colonial de importancia mundial, pero sus bases eran más precarias que las del Imperio Británico. Ninguna de sus colonias ofrecía una importancia económica semejante a la de Canadá, Australia o la India. La expansión francesa se orientó, en primer lugar, al control del África mediterránea (Argelia y Túnez). En 1869 se inauguró el Canal de Suez, construido con capital francés y según el proyecto del ingeniero francés, Ferdinand de Lesseps. Se establecieron en el Sudeste asiático (Cochinchina, Camboya). Hasta 1870, Francia no tenía una política colonial de amplias perspectivas, sería tras la crisis económica provocada por la derrota en la guerra franco-prusiana, cuando intentaría la recuperación del país con la explotación de colonias y la expansión imperialista. De este modo, en menor escala que Inglaterra, Francia entró en el siglo XX con un imperio que suponía el control de algunas líneas comerciales y la abundancia de materias primas y alimentos.

La colonización de Asia.

El establecimiento de los europeos en Asia se había producido desde finales del siglo XV, en una primera fase, caracterizada por el asentamiento costero para abrir Asia al comercio europeo, iniciado por Portugal y continuado por Francia, Inglaterra, Holanda, principalmente, mientras que los pueblos asiáticos se habían mantenido cerrados en sí mismos, conservando sus civilizaciones y modos de vida.

Las rivalidades entre los europeos se resolvieron con la supremacía de Inglaterra, que establecida en la India dio un nuevo sentido expansivo a la acción mercantil y colonial.

Una segunda fase abarca el siglo XIX hasta 1880 y se caracterizó por una intensificación y expansión de la acción colonial hacia el

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interior como fue el caso de Inglaterra en la India y su entorno, el de Holanda en Indonesia y de Francia en Indochina. Se abrieron a la fuerza los puertos de China y Japón. Las sociedades tradicionales asiáticas reaccionaron con numerosos conflictos en China, India e Indochina, pero el poderío militar y tecnológico europeo sofocó estas revueltas de modo que la mayor parte de Asia quedaría en una situación de dependencia económica respecto de sus metrópolis. Solamente Japón reaccionaría por medio de la Revolución Meiji, quedando libre del colonialismo europeo.

A partir de 1880 se inició una tercera fase que se caracterizó por el incremento de la acción colonial de las potencias ya presentes en Asia y de otras nuevas como Estados Unidos, Rusia y Japón, que produciría una serie de rivalidades y tensiones entre ellas, entre Francia e Inglaterra en el Sudeste asiático, entre Inglaterra y Rusia en Asia Central, por la cuestión afgana; entre Estados Unidos y España por las Filipinas; o entre Rusia y Japón por la expansión en el extremo oriental del continente.

En segundo lugar, las rivalidades económicas entre las potencias occidentales y Japón les llevaron al despojo y práctico reparto colonial del Imperio Chino, que se estaba desmoronando. Las reacciones nacionalistas, como las de los reformistas radicales de los “Cien días” en 1898, y los levantamientos populares, tales como la Guerra de los Boxers en 1900-1901, fracasaron ante la superioridad técnica de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, unidas.

Esta crisis conduciría a la Revolución de 1911, que proclamó la república y el final del Imperio, en un último intento supremo de liberar a China de la dependencia colonial. Por último, cabe señalar que en este período el dominio de las metrópolis es total en lo económico y en lo político, creándose nuevas formas de organización como las Federaciones (Indochina y Malasia) y un sólido control estatal, como en la India.

Los objetivos expansionistas de Rusia se dirigieron hacia el Este (Siberia y norte de China) y hacia Asia Central (Mar Caspio y Mar de Aral). Los conflictos surgieron en la expansión hacia el Pacífico, donde la fundación del puerto de Vladivostok, la ocupación de la isla de Sajalín y la penetración en el norte de Corea provocaron el enfrentamiento con el naciente Imperio Japonés, que terminó con la derrota rusa en 1905. En el centro de Asia, la confrontación vino con Inglaterra, y la solución fue dejar Irán y Afganistán como estados-tapones entre ambos imperios.

En el caso de India, Inglaterra partió de los territorios dominados directamente desde Calcuta. A partir de ahí se extendería hacia el Noreste por el estado sij de Punjab y Afganistán, donde chocará con Rusia, y hacia el Este por Birmania, que fue anexionada en 1885. En la India se produjo la Revuelta de los Cipayos, que eran soldados indios al servicio de Gran Bretaña, y tras esta rebelión, en 1857 la Corona británica asumió directamente el gobierno de la colonia mediante un virrey en Calcuta y una Secretaría de la India en Londres.

En 1885 se celebró el Congreso Nacional Indio, primer brote de un movimiento nacionalista, y en 1906 la Liga Musulmana, que agruparía a los musulmanes indios. Estas organizaciones, junto a diversas protestas

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que se irían generalizando por todo el país pondrían las bases para la actuación de Gandhi a favor de la independencia india.

En Malasia, después de asegurar su zona de influencia en torno a Singapur, se procedió a la anexión de los pequeños gobiernos de la zona, que quedaron como protectorados.

Por su parte, las posesiones de Francia se extendían fundamentalmente por Indochina, a donde se habían enviado misioneros que se hallaban en una situación precaria a mediados del siglo XIX, lo que unido a su situación estratégica, motivó la intervención de Napoleón III. A comienzos de la década de los 80 conquistaría Annam, Tonkin y Camboya, creando con los tres en 1887 la Unión de Indochina. Para consolidar sus fronteras, reivindicó Laos, lo que la enfrentó con Inglaterra, al limitar con Birmania. La solución fue mantener la independencia de Siam como estado-tapón entre las posesiones francesas e inglesas.

Holanda extendió sus dominios por Indonesia, Java, Sumatra, Borneo, las Islas Célebes y otras islas del archipiélago indonesio.

El reparto de África..

África se convirtió en el continente en el que confluyeron, de forma confusa, las apetencias de todas las potencias colonizadoras. Fue el continente del reparto, no exento de tensiones y choques.

En África comparecieron ingleses y franceses, superpotencias imperialistas, pero también belgas, alemanes, italianos, portugueses y españoles. En 1880 era un continente casi desconocido, en el que los europeos ocupaban únicamente una serie de posiciones costeras. En 1914 estaban totalmente repartido entre las potencias europeos y sólo subsistían dos estados independientes, Liberia y Etiopía.Antes de la expansión imperialista europea, en África se podían distinguir dos amplias zonas geo-históricas: el África islámica, entre el Magreb y el Nilo al Norte, y desde Sudán a Zanzíbar al Este. El África Negra o Subsahariana, constituida por el resto del continente, con caracteres y culturas indígenas propios y diversos, que habían permanecido hasta el momento de la conquista aislados, por lo que en ellos el impacto del colonialismo sería mucho mayor, transformando sus estructuras políticas, sociales, económicas y culturales.

Entre los siglos XV y XVIII, el colonialismo se limitó a una serie de establecimientos costeros de carácter mercantil, como singladura en la ruta hacia las Indias y en gran parte dedicados a la trata de esclavos. Durante el siglo XIX, y hasta la década de los 80 se llevaron a cabo exploraciones de carácter científico y religioso y las primeras ocupaciones territoriales que producirían los primeros enfrentamientos que llevarían a la Conferencia de Berlín. A partir de ésta, se llevará a cabo la conquista y ocupación del continente africano por las potencias europeas.

Existen algunos rasgos que caracterizan al conjunto de la intervención colonial europea en África. Ante todo, el desconocimiento de la realidad africana por parte de los europeos, desde todos los puntos de vista, en cuanto a su geografía, estructuras socioeconómicas, sistemas políticos y valores culturales. Por otra parte, cuando se pasa

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del carácter comercial y limitado de los comienzos a una intervención política y militar, los países europeos se plantearon la necesidad de una coordinación que evitase los enfrentamientos armados entre ellos, lo que condujo a la Conferencia de Berlín y numerosos tratados posteriores.

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Intervención europea a partir de finales de los años 70: la Conferencia de Berlín.

En 1879 sólo una pequeña parte del continente africano estaba bajo el dominio europeo. En el África islámica, Argelia pertenecía a Francia como colonia de poblamiento, y en Egipto y Túnez había ya indicios de control europeo.

En el África Occidental, el Senegal era francés y la Costa de Oro, británica, y había algunas administraciones coloniales costeras como Gambia, Sierra Leona y Lagos, que eran colonias británicas; Guinea, Angola y Mozambique, que pertenecían a Portugal; o la colonia francesa de Gabón. A ello había que añadir los enclaves sudafricanos ingleses.

Dos décadas más tarde, los gobiernos europeos reclamaban la soberanía sobre cuarenta unidades políticas. En este período, además de las causas generales ya apuntadas, el reparto de África fue el resultado de la aparición de nuevas potencias, lo que motivó el recelo y el aumento de la presencia de las que ya estaban y de las nuevas.

El primero que actuó fue el rey de Bélgica, Leopoldo II, quien desde su subida al trono dedicó buena parte de sus energías al estudio y exploración de África. Creó en 1875 la Asociación Africana Internacional para fundar una cadena de estaciones científicas y comerciales bien comunicadas en la cuenca del río Congo, con la ayuda del explorador Stanley. Leopoldo II se esforzó para que las potencias europeas reconocieran el área del Congo como zona de libre comercio, pero esto suscitó las sospechas de las demás potencias.

Por otra parte, Alemania, bien fuera por satisfacer un deseo imperialista, una vez alcanzado un considerable desarrollo industrial, bien por desviar la hostilidad francesa contra ella en Europa, fomentando la rivalidad con Inglaterra, consiguió anexionarse Togo, Camerún, y África Oriental (Tanganika) entre 1883 y 1885.

La clave de la rivalidad anglo-francesa radica en Egipto. En 1878 este país no pudo pagar los intereses de las acciones inglesas y francesas del Canal de Suez y se vio obligado a confiar la gestión de sus finanzas a las dos potencias europeas. Un brote nacionalista provocó una matanza de europeos en Alejandría. Se decidió la intervención conjunta de Francia e Inglaterra, pero la primera no pudo hacerlo, por lo que los británicos ocuparon militarmente el país y, tras los ataques de los sudaneses avanzaron hacia el Sur, remontando el Nilo. Esto irritó a los franceses y les animó a desarrollar su Imperio en África Occidental.

Por su parte, España e Italia pretendieron también participar en el reparto, por lo que se produjo una proyección en África de las políticas internacionales de los estados europeos. Por ello, todas las potencias aceptaron la sugerencia de Bismarck de celebrar una Conferencia en Berlín para aclarar las diferencias.

En esta Conferencia de Berlín, que se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885, intervinieron Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Portugal, Rusia, Suecia y Turquía, con el deseo de establecer un espíritu de entendimiento mutuo y fijar las normas internacionales ante nuevas ocupaciones. Al final de la Conferencia se elaboró un Acta General, en la que, entre otras cosas,, se reconocía el

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Estado libre del Congo, bajo la soberanía de Leopoldo II de Bélgica, además de la libre navegación por las cuencas del Congo y del Níger, la libertad de comercio en África Central y la necesidad de demostrar una ocupación efectiva antes de declarar nuevas anexiones.

En definitiva, se fijaron las bases para lo que iba a ser el reparto del continente entre los europeos en un ambiente de apresuradas ocupaciones efectivas que ocasionaron enfrentamientos y tensiones resueltos por tratados entre las potencias coloniales.

El reparto africano: rivalidades y tratados.

Las diferentes potencias europeas establecieron sus áreas de expansión. La preocupación de Francia se centraba en la creación de lo que sería su Imperio en el África Occidental con tres líneas de penetración en dirección al Lago Chad: desde Argelia en el Norte, desde el Senegal por el Níger y desde el Congo francés por el Río Ubangui. Llegó a plantearse una salida al Índico a través del Alto Nilo, pero fracasaría tras el incidente de Fachoda con los ingleses.La expansión inglesa estuvo dirigida, una vez retenido Egipto, a la unión desde Alejandría hasta El Cabo a través del África Oriental. Por otro lado, sus intereses comerciales y estratégicos le llevaban a controlar las rutas comerciales que iban hacia la India.

La presencia alemana en África consistía en Camerún, Togo y Namibia en África Occidental y Tanganika en la Oriental. Por su parte, Portugal seguía manteniendo las franjas costeras de Angola y Mozambique, a estos territorios se sumó la Guinea portuguesa. Los italianos, desde el puerto de Massawa en el Mar Rojo, se expandieron hacia Eritrea y, posteriormente, hacia Etiopía, pero los ingleses, recelosos de su proximidad al Valle del Nilo, les obligaron a detenerse y, como compensación, obtuvieron el territorio somalí; posteriormente, en 1911 conquistarían Libia. España obtuvo en Berlín el territorio de Río de Oro (Sahara) sobre el que estableció su protectorado en 1885, también Guinea y después de la Conferencia de Algeciras, parte de Marruecos.

La carrera expansionista a la que se lanzaron las potencias coloniales produjo varios conflictos. Entre ellos destacaron el que surgió entre Inglaterra y Portugal, el proyecto portugués de unir Angola y Mozambique fue abandonado cuando los ingleses presentaron un últimatum a este país en 1890. Pero más grave fue la rivalidad entre Francia e Inglaterra por el control del Valle del Nilo. Los franceses, con el apoyo ruso, exigieron el abandono del valle por los ingleses, mientras penetraron desde el Sahara Occidental hasta el Chad, camino del Alto Nilo. Los ingleses invadieron Sudán para ayudar a los italianos, derrotados por los etíopes en la Batalla de Adua. En Fashoda se enfrentaron los ejércitos de Marchand (francés) y de Lord Kitchener (inglés). Al final, los franceses se retiraron en esta ocasión, pero sus rivalidades no se solucionarían hasta la firma de la Entente Cordiale en 1904. En él se resolvieron la cuestión fronteriza entre Senegal y Gambia, se reconoció el derecho de Inglaterra sobre Egipto y de Francia sobre Marruecos, así como sobre Madagascar e Indochina. En otro

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tratado en 1890 se habían definido igualmente las zonas de influencia entre Inglaterra y Alemania.

Por último, cabe citar la Guerra de los Boers, que enfrentó a los boers, los cuales eran los descendientes de los antiguos colonos holandeses, contra los ingleses. Al final, Gran Bretaña conquistó los estados boers de Orange y Transvaal, que unidos a El Cabo y Natal, constituyeron la Unión Sudafricana.

África había sido repartida, los ingleses se llevaron la parte del león y consiguieron controlar las zonas más preciadas: el Valle del Nilo con su algodón y el sur del continente con el oro y los diamantes. Francia constituyó un Imperio sólido en la zona occidental. Los belgas pudieron reservarse una colonia de inmensas riquezas. Los portugueses se expandieron hacia el interior de sus territorios ya colonizados y Alemania mantuvo territorios que servían de tapón a la expansión inglesa y francesa.

El imperialismo norteamericano y japonés.

Durante la mayor parte del siglo XIX, Estados Unidos mantenía una teoría antiimperialista definida por la Doctrina Monroe (1823), según la cual ningún Estado tenía derecho a extender su dominio sobre otros pueblos. Sin embargo, una vez terminada la Guerra Civil Americana y terminada la conquista del Oeste, los Estados Unidos iniciaron también su expansión colonial, que se inició con la compra de Alaska a Rusia y la ocupación de algunas islas del Pacífico (Midway, Samoa y Hawai). En 1900 participaron con otras potencias europeas contra la revuelta nacionalista de los boxers en China.

No obstante, el imperialismo americano se centró en esos años en el Caribe y Centroamérica. En 1898, para proteger sus intereses económicos en Cuba, básicamente el azúcar, la minería del cobre y el comercio, y con el pretexto de liberar de la opresión que ejercía España sobre la isla, y aprovechando la voladura del acorazado Maine, declararon la guerra a España, cuya escuadra fue aniquilada en Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba. El Tratado de París supuso la independencia de Cuba y la cesión a Estados Unidos de Puerto Rico, Filipinas y Guam.

A partir de 1903 los norteamericanos mantuvieron un auténtico protectorado sobre Cuba, reservándose la base naval de Guantánamo, las relaciones internacionales y amplios poderes en asuntos internos. El otro foco de interés norteamericano fue Panamá. El gobierno de Estados Unidos había comprado la compañía para la construcción del canal, que sería neutral, aunque de propiedad estadounidense. Cuando el gobierno colombiano, a quien pertenecía el istmo, se resistió, el presidente Roosevelt suscitó y amparó la independencia de Panamá, que aceptó el régimen de protectorado similar al de Cuba.

A partir de ese momento, las inversiones estadounidenses en Centroamérica se incrementaron en distintos ámbitos, compañías fruteras, azucareras, de minas, ferrocarriles mexicanos, yacimientos petrolíferos en México y Venezuela, etc. Además, cuando la defensa de sus intereses económicos y estratégicos lo demandaban se recurría a la intervención armada. Esto era consecuencia de la doctrina del Big Stick

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(política del garrote), que permitía a los Estados Unidos intervenir como policía en los países latinoamericanos siempre que conviniese a los intereses estadounidenses.

En cuanto a Japón, el rápido incremento de su población y las necesidades industriales obligaron al gobierno imperial a buscar nuevos ámbitos territoriales. La expansión se inició en 1875 con la incorporación de islas próximas al archipiélago, como las Kuriles o Riu-Kiu, que tenían cierta importancia estratégica. El objetivo principal de Japón eran las islas mayores como Sajalín y Formosa o la Península de Corea, a la que habían emigrado muchos japoneses.

El recelo de China intentó impedir la inmigración nipona y esto desencadenó la Guerra Chino-Japonesa en 1894, que terminó con la derrota china. El Tratado de Shimonosheki reconocía la independencia de Corea, se cedía la isla de Formosa a Japón y se establecía una cuantiosa indemnización de guerra.

El expansionismo japonés muy pronto iba a chocar con el ruso. En 1903 fracasaron las negociaciones entre Rusia y Japón para delimitar las áreas de influencia en Manchuria y Corea. En 1904, mediante un golpe de mano sobre la escuadra rusa en Port Arthur, estalló la Guerra Ruso-Japonesa entre 1904 y 1905. Rusia fue derrotada debido a las dificultades para comunicarse rápidamente las distintas flotas. El Tratado de Portsmouth ratificó el triunfo de Japón, aunque no contentó a los militares y nacionalistas japoneses. No obstante, la posesión de la mitad de la isla de Sajalín, el reconocimiento del protectorado sobre Corea, el arriendo de Port Arthur, la obtención del ferrocarril de Manchuria Meridional, garantizaron la influencia decisiva del Japón en el Extremo Oriente, y pusieron las bases de su futuro imperialismo en el Pacífico.

Consecuencias de la colonización.

Para las potencias colonizadoras debió de traer más ventajas que inconvenientes. La formación de los imperios coloniales posibilitó la consolidación de la segunda fase de la Revolución Industrial, la del capitalismo financiero.

La colonización permitió la colocación de los excedentes demográficos, la venta de sus productos industriales y la obtención barata de materias primas. Sin embargo, al menos en esta época, las metrópolis obtuvieron sus materias primas y colocaron sus productos en sus colonias sólo en un porcentaje reducido, sobre todo en África. Por otra parte, la colonización llevó consigo cuantiosos gastos en infraestructuras, urbanismo, etc. al tiempo que generó tensiones entre los países europeos.

Pero donde la repercusión fue mayor fue en los países colonizados. Surgió una nueva geografía, que se manifestó en la creación de puertos e instalaciones modernas. Más tarse, en el interior al que se accede por vías férreas que se crearon y que formaron una estructura de comunicaciones orientadas al transporte de los productos extraídos en el interior hacia los puertos.

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Se aumentó la producción agraria y se crearon monocultivos comerciales orientados a la exportación a las metrópolis, como el caucho en Indochina, el cacao en Nigeria, café en Tanganika, etc.

En el plano demográfico hubo pérdidas en vidas humanas por las guerras y la incidencia de algunas enfermedades europeas, pero en conjunto, la mortalidad descendió por la aplicación de la higiene y las terapias modernas y la natalidad se mantuvo alta, con lo que la población creció.

Las sociedades indígenas experimentaron transformaciones profundas, la vida urbana rompió las estructuras tribales. A la cabeza de la escala social estaba una burguesía blanca de negociantes y funcionarios. Desde el punto de vista cultural, los misioneros, las escuelas y los periódicos produjeron un retroceso del analfabetismo pero, al mismo tiempo, el impacto de la cultura occidental hizo perder su identidad a las culturas indígenas.

En conclusión, se puede afirmar que la colonización trajo aportaciones positivas, pero en el conjunto predominan las negativas, las viejas culturas y civilizaciones fueron destruidas; sus lenguas, desplazadas; la industrialización, prohibida y la segregación racial fue frecuente. En todo caso, la colonización, unida a la industrialización europea ha causado la división actual entre el Norte y el Sur, entre un mundo desarrollado y un mundo subdesarrollado, donde la realidad más tangible es la pobreza y la miseria.

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