IMAGEN Y CULTURA - Universitat de València rurales y el consumo de... · 2010-06-22 · Mitos de...

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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES VICENT FRANCESC ZURIAGA SENENT (Eds.) IMAGEN Y CULTURA La interpretación de las imágenes como Historia cultural Volumen I

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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES

VICENT FRANCESC ZURIAGA SENENT

(Eds.)

IMAGEN Y CULTURALa interpretación de las imágenes

como Historia cultural

Volumen I

© De l’edició: Generalitat Valenciana, 2008

© Dels textos: els autors i les autores

Direcció General del Llibre, Arxius i Biblioteques

Directora general del Llibre, Arxius i Biblioteques: Silvia Caballer Almela

Biblioteca Valenciana

Monestir de Sant Miquel dels Reis

Av. de la Constitució, 284

46019 València - Espanya

<http://bv.gva.es>

Disseny, maquetació i correcció: Emili Morales Pabón

Àrea de Publicacions. Direcció General de Relacions amb les Corts i Secretariat del Govern

Conselleria de Presidència

ISBN: 978-84-482-5065-2 (O.C.)

Vol. I: 978-84-482-5090-4

Vol. II: 978-84-482-5091-1

Dipòsit legal:

Imprés a Espanya

Queda prohibida la reproducció total o parcial d’este llibre, així com la inclusió en un sistema

informàtic, la seua transmissió en qualsevol forma o mitjà, tant electrònic, mecànic, per foto-

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ÍNDICE

VOLUMEN I

PRESENTACIÓN

LA INTERPRETACIÓN DE LAS IMÁGENES

COMO HISTORIA CULTURAL. MARCO DEL ENCUENTRO

El proyecto «Los tipos iconográficos» y una reflexión sobre la terminología en los

estudios iconográficos. Rafael García Mahíques

SESIONES PLENARIAS

La mujer salvaje. De la emblemática al espectáculo. Pilar Pedraza

La urna como jeroglífico: Francisco de Borja, despojo y reliquia. Jaime Cuadriello

De la Máscara. Rembrandt, Autorretrato de Boston: una alegoría de la Pintura y

algo más. Imagen de la muerte y resurrección en Miguel Ángel. Jesús María

González de Zárate

ESTUDIOS

Del Jardín de las Hespérides al Hortus Conclusus. Interpretación iconológica de la

portada del claustro de Santa María Coronada en Medina Sidonia. Antonio

Aguayo Cobo

La leona, símbolo de la mala mujer. María del Mar Agudo Romeo

La emblemática en las imágenes jesuitas novohispanas del templo de la Santísima

Trinidad en Guanajuato. Monserrat Georgina Aizpuru Cruces

El símbolo político del nogal en los Emblemata centum regio politica de Juan de

Solórzano. Ana M.ª Aldama Roy

Incidencia de la emblemática en la heráldica. Escudos valencianos. Asunción Alejos

Morán, Oreto Trescolí Bordes y Desirée Juliana Colomer

Pobreza y riqueza en los libros de emblemas españoles. M.ª Dolores Alonso Rey

Emblemática mariana no convento de São Francisco de Salvador, Bahia, e seus

modelos europeus. Rubem Amaral Jr.

Los Borja en Valladolid: arte, iconografía y emblemática. Patricia Andrés González

San Giacomo matamoros in difesa dell’Immacolata Concezione: iconografia e sig-

nificato della decorazione di Santa Maria Porta Paradisi. Alessandra Anselmi

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Los Emblemata centum regio politica (Madrid, 1653) de Juan de Solórzano. Bea-

triz Antón

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo en el País Valen-

ciano durante la Baja Edad Media. Frederic Aparisi Romero

El emblema al servicio de la fe: el Evangelio emblematizado. José Javier Azanza

López

De los bestiarios a los libros de emblemas: palabra e imagen para la salamandra

en Francia (ss. XIII-XVII). Teresa Baquedano

Metáfora, símbolo y alegoría: las tres Gracias del emblematismo. Christian Bouzy

Imágenes para el recuerdo: el sepulcro de Esteban Domingo y su capilla funeraria

en la catedral de Ávila. Sonia Caballero Escamilla

La belle dame sans merci. Aproximació a la iconografia moderna de la mort. De

Poussin a Picasso. Eduard Cairol Carabí

Ecos de un nuevo Francisco de Asís. Gestación, difusión y ejemplos de la interpre-

tación contrarreformista del santo. Sílvia Canalda i Llobet

Emblemas para un príncipe: el manuscrito 2492 de la Biblioteca Nacional. Berta

Cano Echevarría y Ana Sáez Hidalgo

El programa iconográfico del De Laudibus Sanctae Crucis de Rabano Mauro a par-

tir del ejemplar custodiado en la Biblioteca Histórica de la Universidad Com-

plutense de Madrid (BH MSS 131). Helena Carvajal González

El mito de Acteón en la emblemática neolatina. M.ª Dolores Castro Jiménez

Emblemática y arte de la memoria en el Nuevo Mundo: el testimonio de Guamán

Poma de Ayala. César Chaparro Gómez

La utilización del género emblemático en las entradas virreinales novohispanas y

su proyección en el siglo XIX mexicano. Juan Chiva Beltrán

La iconografía en las custodias valencianas (ss. XVI-XX). Francisco de Paula Cots Mora-

Entre el túmulo imperial y el llanto de Occidente. Emblema y arquitectura en las

exequias de los Austrias en la Nueva España. Luis Javier Cuesta Hernández

La ostensión de la patena: génesis, desarrollo e interpretaciones artísticas de un

gesto litúrgico en la Edad Media. Patricia Sela del Pozo Coll

Los estudios de emblemática hispana en la perspectiva del giro visual en la post-

modernidad. Fernando R. de la Flor

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El emblema del décimo duque de Béjar en la crónica franciscana de fray José de

Santa Cruz. María del Carmen Díez González

Vulgando minotaurum: la imagen de un monstruo escondido en los Emblemas de

Alciato. Fátima Díez Platas

Mitos de libro: la ilustración de las Metamorfosis de Ovidio en las ediciones espa-

ñolas del siglo XVI. Fátima Díez Platas, Estíbaliz García Gómez, Marta Paz Fernán-

dez y Cristina López Gómez

Iconografía de la Mujer del Apocalipsis como imagen de la Iglesia. Sergi Domènech

Garcia

Emblemática popular. Jeroglíficos y enigmas de Andrés de Rodas en el Corpus de

Estepa (1612-1620). Reyes Escalera Pérez

El gallo como símbolo en los Emblemata centum regio politica de Juan de Solór-

zano: fuentes literarias e iconográficas y contexto político. Antonio Espigares

Pinilla

La lápida del arquitecto teórico-práctico Lucio Vitruvio Cerdón realizada por Tore-

llo Saraina en Verona. Juan Francisco Esteban Lorente

Virtuosa eloquentia: retórica y moral en la emblemática hispana. Jorge Fernández

López

Aproximación a las fuentes escritas en los modelos de las Venus reclinadas. Francis-

co Fonseca

Termes i batavians: representació emblemàtica de l’immobilisme a l’Època Moder-

na. Cristina Fontcuberta i Famadas

¿Iconografía tridentina o adoctrinamiento a los moriscos? El caso valenciano en el

siglo XVI. Borja Franco Llopis

Las Revelaciones de santa Brígida: Navidad y Pasión en el marco de la iconografía.

Algunas derivaciones. Ángela Franco Mata

Símbolos y jeroglíficos en el sepulcro de un príncipe: las piedras en un sermón

fúnebre para el obispo poblano Manuel Fernández de Santa Cruz (1699).

Montserrat Galí Boadella

Los pontificales medievales y su ilustración: la liturgia de las ordenaciones y su

codificación ritual a través de la imagen. Pascual Gallart Pineda

Visiones y representaciones del mal en el imaginario emblemático hispano. José

Julio García Arranz

Las alegorías de la Casa Marau de l’Olleria. Posible orientación francmasónica del

programa iconográfico. Rafael García Mahíques y Rafael Sánchez Millán

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Los santos elegantes. La iconografía del joven caballero y las polémicas sobre el

lujo en el arte gótico hispano. Juan Vicente García Marsilla

La Escuela de Atenas de Rafael y su difusión en la prensa romana de finales del

siglo XVIII. Esther García Portugués

La ystòria de Joseph de Joan Carbonell. Font literària del programa de Ribalta per

a la capella de Sant Josep a Algemesí. Joan Carles Gomis Corell

Las Vírgenes abrideras durante la Baja Edad Media y su proyección posterior. Irene

González Hernando

VOLUMEN II

Post tenebras spero lucem: presencia emblemática en las ediciones ilustradas del

Quijote. Fernando González Moreno

Remedios contra el olvido. Emblemática y conquista en los muros del primer san-

tuario mariano de América. Rosario Inés Granados Salinas y Édgar García Valencia

Influencia de la Hypnerotomachia Poliphili en la arquitectura valenciana del Rena-

cimiento temprano. Federico Iborra Bernad

Promesa para una hipótesis muy provisional de la secuencia emblemática. Víctor

Infantes

La Epifanía de la Adoración de los Magos. Fuentes e iconografía. M.ª Teresa Izquier-

do Aranda

Entre el barroco colonial y la tradición europea. Una fachada de arquitectura obli-

cua en el Pirineo altoaragonés: las portadas de la iglesia del monasterio nuevo

de San Juan de la Peña. Natalia Juan García

Programas iconográficos monumentales góticos: usos, funciones e historia local.

Lucía Lahoz

Fe y obras: un discurso contrarreformista en la sillería del coro de la catedral de

Lugo. Marica López Calderón

Las empresas de Giacomo Saporiti a las heroicas hazañas del duque de Osuna,

virrey de Sicilia. Sagrario López Poza

Tabula Cebetis: el programa iconográfico del comedor de los príncipes de Asturias

del Palacio de El Pardo. José Manuel B. López Vázquez

Las murallas de Tebas y Jericó o el poder de la música. M.ª Paz López-Peláez Case-

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Ciencia, terror y cultura gótica: la creación de la imagen del vampiro. Santiago

Lucendo Lacal

La interpretación alegórica en los comentarios de El Brocense y de Diego López a

los Emblemas de Alciato. Manuel Mañas Núñez

Dios Creador: la concepción del Cosmos en el Próximo Oriente antiguo y en el

Antiguo Testamento. M.ª Ángeles Martí Bonafé

Emblema y universidad. La significación iconográfica contemporánea en los logo-

tipos de las universidades públicas españolas. Agustín Martínez Peláez

Pervivencia de la Antigüedad clásica en la emblemática hispánica. El caso de las

Saturae de Persio en las Empresas morales de Juan de Borja. Alejandro Martí-

nez Sobrino

Divisas, emblemas y heráldica papal en la Italia del Renacimiento. Víctor Mínguez

Cornelles

Representación del calendario litúrgico en la Baja Edad Media. Matilde Miquel Juan

Cruces, caminos y muerte. M.ª Elvira Mocholí Martínez

Emblemática y portadas de libros. Don Juan José de Austria y el modelo educati-

vo de Carlos II. Emilia Montaner López

Prometheo, undique clariori. El arco catedralicio para el recibimiento del virrey

marqués de Casafuerte en México. Francisco Montes González

El Triunfo de Cristo en Ticiano y sus consecuencias en el arte. José Miguel Morales

Folguera

El vestido musulmán medieval, ¿una moda o un elemento de discriminación? Mar

Moreno Bascuñana

Presencia del threnos bizantino en el románico occidental. Ana Belén Muñoz Martí-

nez

La significación política de la emblemática real en los albores de la Edad Moderna

(1419-1518): emblemas reales y nueva historia política. David Nogales Rincón

Imágenes de caballeros santos representados en pareja. Un refuerzo de la idea de

espiritualidad guerrera. Enric Olivares Torres

Alegoría del Triunfo del Tiempo en la Casa del Deán, en Puebla de los Ángeles.

Rocío Olivares Zorrilla

Espejos de culturas: los enigmas de la emblemática en la cultura gráfica popular

del siglo XVII. Yolanda Pérez Carrasco

Ícaro del abismo: iconografía y significado del hombre-pez. Luis Pérez Ochando

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Una heráldica urbana y popular: los escudos de las fallas de la ciudad de Valencia.

Jesús Peris Llorca

Una obra musical profana inédita de san Francisco de Borja: «¡Ay! qué cansera,

déxeme Usted». Miguel Ángel Picó Pascual

Las figuras alegóricas del mural de la Feria de San Marcos. Suma y reflejo de una

pequeña ciudad de la provincia mexicana. Luciano Ramírez Hurtado

Les arts figuratives i la didàctica de la literatura: exemple de la llegenda del lladre

penedit. Lluís Ramon i Ferrer

Mariologías o Letanías Lauretanas sobre madera hasta 1750. Interferencias, arte y

cultura en el antiguo reino de Galicia. Iván Rega Castro

Atheneo de grandesa (1681), un ejemplo de literatura emblemática catalana. Al-

ma Linda Reza Vázquez

Fortuna, la muerte y el arte de la Pintura: una lectura emblemática de El gabinete

del pintor, de Frans Francken el Joven. Carmen Ripollés Melchor

Virgo Potens : alabanzas marianas y zoología fantástica en la sillería de la Colegia-

ta de Guadalupe. Lenice Rivera

Reconstrucción de la insólita iconografía del patriarca Ribera difundida en la ciu-

dad de Valencia durante las fiestas de su beatificación. Raquel Rivera Torres

Lusitania liberata. La guerra libresca y simbólica entre España y Portugal, 1639-

1668. Inmaculada Rodríguez Moya

A la caza del ciervo. El símbolo del ciervo y sus fuentes en los Hieroglyphica de

Pierio Valeriano, Horapolo y el Physiologus. Antonio Rojas Rodríguez

La imagen del héroe en el teatro barroco español. García de Paredes y la construc-

ción de un emblema. José Roso Díaz

La Dormición de la Virgen María en el arte bizantino durante la dinastía de los

Paleólogos: estudio de cuatro casos. José María Salvador González

El Cristo serafín de la Estigmatización de san Francisco. Rafael Sánchez Millán

Emblemas para una emperatriz muerta. Las honras madrileñas de la Compañía

por María de Austria. Jorge Sebastián Lozano

Masonería y socialismo en los murales de la Escuela Nacional de Agricultura. Ana

María Torres Arroyo

La presencia de Tuilio en su edición de los comentarios a los Emblemas de Alciato

(Padua, 1621). I. Los comentarios de El Brocense. Jesús Ureña Bracero

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Materia, imagen y magia en los Papiros mágicos griegos. M.ª Luisa Vázquez de Ágre-

dos Pascual

Imágenes del Inframundo: las puertas al Infierno. Cristina Vidal Lorenzo

La cena del rey Baltasar. Luis Vives-Ferrándiz Sánchez

El emblemático catecismo de la Compañía de Jesús y su influencia en la formación

del imaginario doctrinal de la Contrarreforma. Rafael Zafra Molina

La emblemática en las entradas reales de la corte de los Austrias. Teresa Zapata Fer-

nández de la Hoz

Los tipos iconográficos, culto e imágenes de los santos de la Orden de la Merced:

el ejemplo de san Ramón. Vicent Francesc Zuriaga Senent

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EL crecimiento económico del País Valen-

ciano en el Cuatrocientos se tradujo

también en un esplendor cultural y artístico.

El siglo XV es el gran siglo de la lengua cata-

lana, que tiene en los autores valencianos,

como Ausiàs March, Joanot Martorell o Joan

Roís de Corella, entre otros, a sus máximos

exponentes. Los vínculos comerciales con

Flandes y las repúblicas de la península ita-

liana favorecen también el flujo de nuevos

cánones artísticos, que renuevan el arte va-

lenciano. La Lonja, la universidad o los fres-

cos de la catedral son ejemplos de ese auge

económico y del desarrollo artístico de la ca-

pital del reino.

Valencia fue el principal núcleo de este

esplendor económico, cultural y artístico,

pero no el único. A finales del siglo XIV la

corte ducal de Alfons el Vell en Gandia era

ya todo un referente como centro literario y

cuna de los grandes escritores antes citados.

Las principales villas y ciudades del reino se

convirtieron también en núcleos artístiscos y

culturales de importancia. Junto a Gandia,

ya citada, Morella, Sant Mateu, Castellón de

la Plana, Jérica, Segorbe, Alzira, Játiva, El-

che, Orihuela o Alicante contribuyeron a ha-

cer del siglo XV el siglo valenciano por exce-

lencia.1

* Becario de Investigación. Programa V Segles de la Universitat de València-Estudi General.

1. GRACIA, C. Història de l’art valencià. Valencia: Institut Valencià d’Estudis i Investigacions (en adelante, IVEI)

Alfons el Magnànim, 1995, pp. 275-276. FALOMIR, M. Arte en Valencia, 1472-1522. Valencia: Consell Valen-

cià de Cultura, 1996, p. 153. Véase Fig. 1.

ÉLITES RURALES Y EL CONSUMO

DE OBJETOS DE ARTE Y PRODUCTOS

DE LUJO EN EL PAÍS VALENCIANO

DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA

Frederic Aparisi Romero*

Universitat de València

Fig. 1. Villas y ciudades del País Valenciano en

la Edad Media referidas en el presente trabajo

(elaboración propia).

En todas estas villas y ciudades tienen

un marcado peso las actividades económicas

relacionadas con la agricultura. Campesinos

son la mayor parte de sus vecinos y en la tie-

rra está la principal fuente de riqueza. Pese a

todo ello, estos núcleos tienen un marcado

carácter urbano y en algunos casos, como

Xàtiva, Orihuela, incluso Castellón, Alzira y

Gandia, existe una activa burguesía, que, en

cualquier caso, poco tiene que ver con la

burguesía dinámica y comerciante de la ciu-

dad de Valencia. Fue esta burguesía urbana,

junto con la nobleza, la que en mayor medi-

da fomentó el consumo de objetos de arte y

de lujo.2

Sin embargo, hasta el momento no se

ha tenido en cuenta el papel que la socie-

dad rural jugó en la creciente demanda de

productos artísticos, atribuyendo ésta única-

mente a la aparición de una rica burguesía

urbana.3 A lo largo del siglo XV los encargos

de objetos artísticos crecieron de forma

notable en la sociedad valenciana. Los testa-

mentos, inventarios post-mórtem e inventa-

rios por embargo, así como las recrimina-

ciones de los intelectuales y moralistas,

atestiguan la riqueza y el lujo en diversos as-

pectos de la vida cotidiana, una ostentación

sin precedentes hasta entonces en el reino

valenciano. Este crecimiento difícilmente

puede ser explicado en esa red de villas y

ciudades de segundo orden que vertebran el

territorio valenciano sin la participación de

la sociedad rural y, más concretamente, de

las élites rurales. Ellas favorecieron la de-

manda tanto de forma colectiva, animando

a sus propias comunidades a ornamentar sus

iglesias y otros espacios comunes, como, y

sobre todo individualmente, invirtiendo en

piezas de orfebrería y mobiliario de lujo.

1. La estratificación interna de la co-

munidad rural

Durante largo tiempo, los historiadores

han contemplado la sociedad campesina co-

mo un bloque homogéneo carente de inicia-

tiva propia y a merced del dominio señorial.

Sin embargo, las investigaciones más recien-

tes muestran no sólo una comunidad cam-

pesina activa y decidida, sino, además, je-

rarquizada en su interior. Ni Marc Bloch ni,

décadas después, Georges Duby centraron

sus estudios en la comunidad campesina, si-

no que más bien ellos se preocuparon por

el señorío, sus formas y su continuidad en el

tiempo, tratando de explicar la sociedad

medieval en el marco de éste. Desde esta

perspectiva, la sociedad campesina se les

presentaba como un ente inmóvil en el

tiempo y uniforme en su composición. Es a

finales del siglo XX cuando la historiografía

comienza a perfilar los trazos internos de la

masa campesina, al hacer de estas comuni-

dades su objeto historiográfico. Emmanuel

Le Roy Ladurie, Guy Bois, Ferran Garcia-Oli-

ver o Antoni Furió son quienes, al estudiar

las comunidades de Languedoc, la Norman-

día oriental y del País Valenciano, detectan

la estratificación interna del campesinado y

la existencia de un grupo de agricultores que

sobresalía sobre el resto de la comunidad, si

bien tampoco ellos prestaron una atención

2. Richard Goldthwaite ha sido quien ha estudiado el tema del arte desde una perspectiva económica, aten-

diendo a la producción, la productividad, las técnicas, la demanda y el mercado. Véase GOLDTHWAITE, R. «Eco-

nomic parameters of the Italian Art Market (15th to 17th Centuries)», en FANTONI, M. et al. (ed.). The ItalianArt Market (15th to 17th Centuries). Florencia: Panini, 2002, pp. 423-444. También «The empire of things:

consumer demand in Renaissance Italy», en KENT, F.W. (ed.). Patronage, art and society in Renaissance Italy.Londres: Oxford, 1987, pp. 153-177.

3. GRACIA, C. Op. cit., p. 269.

270 Frederic Aparisi Romero

específica a este segmento de la sociedad

rural.4 Ha sido en los últimos años cuando

las investigaciones se han centrado en los di-

versos niveles o grupos que componen la so-

ciedad campesina, estudiando no sólo los

sectores acomodados sino también otros co-

lectivos, como el de viudas y huérfanos o el

de mozos y jornaleros.

Es durante la Baja Edad Media cuando

mejor se constata el papel y las característi-

cas de estas élites rurales, si bien se puede

rastrear su existencia ya desde los siglos VIII-

IX. El primer elemento definitorio de estas

élites es la tierra. Los notables locales po-

seen una extensa explotación agrícola com-

puesta de diversas parcelas diseminadas por

el término de su lugar, y aun fuera de él.

Parcelas que frecuentemente se correspon-

den con las mejores tierras, las de mayor fá-

cil acceso y las de regadío. Esta explotación

sobrepasa la capacidad de trabajo de la fa-

milia campesina, por lo que a menudo estas

familias acomodadas tienen que recurrir a la

contratación de jornaleros que trabajen la

tierra, o decantarse por la gestión indirecta y

ceder en arrendamiento la parcela de tierra.

En algunos casos, los agricultores optaron

por la compra de esclavos. Junto a la pose-

sión de tierra, lo que caracteriza la élite rural

es su economía diversificada. Estos campesi-

nos poseían rebaños cuya entidad era lo su-

ficientemente grande como para disponer

de un pastor propio, algún mozo del lugar, y

no integrarse dentro del rebaño comunal o

dula. A menudo eran ellos quienes arrenda-

ban las rentas señoriales. así como los im-

puestos reales y el diezmo de la Iglesia.

Igualmente, las regalías y los monopolios se-

ñoriales también quedaban bajo su control.

Participaban en el mercado del crédito emi-

tiendo préstamos y censales a favor de sus

vecinos, con lo que su preeminencia econó-

mica sobre el resto de la comunidad se acre-

centaba. Las actividades comerciales tampo-

co les eran extrañas, acudiendo al mercado

con productos tanto propios como compra-

dos para la revenda. Esta preeminencia eco-

nómica iba pareja al dominio político en el

seno de la comunidad. Si observamos con

detenimiento las protestas de la comunidad

campesina, notaremos como tales protestas

parecen responder más bien a los intereses

propios de algunas familias que no al con-

junto de la comunidad. Son ellos quienes

ocupan los cargos de dirección y gobierno

de la comunidad, y al mismo tiempo los re-

presentantes del señor dentro de la comuni-

dad. En efecto, de entre las familias notables

se extraían cada año los individuos que iban

a desempeñar los diversos cargos gestores

de la comunidad; en el caso valenciano, los

jurats, el mostassaf, el sequier y el justícia,

cargo nombrado directamente por el señor.

El dominio político y preeminencia eco-

nómica dentro de la comunidad se materia-

liza, se hace visible de formas diversas. En

primer lugar, mediante la fundación de be-

neficios eclesiásticos y aniversarios, también

con la adquisición de capillas propias dentro

de la iglesia, un espacio colectivo donde al-

gunos pocos consiguen ser enterrados.5 La

casa, que en época medieval tiene poco de

4. LE ROY LADURIE, E. Montaillou, village occitan de 1294 à 1324. Paris: Gallimard, 1975. BOIS, G. La mutationde l’an mil. Lournand, village mâconnais, de l’antiquité au féodalisme. Paris: Fayard, 1989. FURIÓ, A. Campe-rols del País Valencià: Sueca, una comunitat rural a la tardor de l’Edat Mitjana. Valencia: IVEI Alfons el Mag-

nànim, 1982. GARCIA-OLIVER, F. Cistercencs del País Valencià: el monestir de Valldigna, 1298-1530. Valencia:

Tres i Quatre, 1983.

5. LLIBRER ESCRIG, José Antonio. El finestral gòtic: l’església i el poble de Llíria als segles medievals. Llíria: Ajun-

tament de Llíria, 2003, pp. 363-367.

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo 271

privada, es, junto con la propia persona, el

mejor reflejo de esa posición preeminente.

La cantidad y, sobre todo, la calidad de los

enseres, ropajes y muebles que la visten dan

testimonio de ese nivel económico. Por el

contrario, el resto de la comunidad se carac-

teriza por unos interiores domésticos prácti-

camente vacíos, donde cualquier atisbo de

comodidad y de confort es pura casualidad.

En la casa de los acomodados, sin llegar tam-

poco a ser mucho más hospitalaria, encon-

tramos objetos de decoración, objetos que

intentan materializar la honorabilidad de sus

moradores. Entre estos objetos se encuen-

tran los cofres, piezas de orfebrería, libros de

los más diversos tipos y mobiliario religioso,

como oratorios y retablos. Finalmente, el

propio cuerpo se convierte en el mejor so-

porte para manifestar a los vecinos la exce-

lencia de la persona. Una hebilla de correa

de plata, un coltell decorado profusamente,

un collar o un rosario para la esposa, son ob-

jetos de lujo que muy pocos pueden exhibir

y lucir el domingo y otros días señalados del

calendario, distinguiendo por encima de la

masa a sus poseedores. Todos estos objetos

manifiestan la posición acomodada de aque-

llas familias más notables, al tiempo que nos

están informando de cómo las formas artísti-

cas de la ciudad penetran en el ámbito rural.

Ahora bien, no podemos olvidar que el

tema de las élites rurales es un campo de in-

vestigación que aún está iniciando sus pa-

sos, dotándose de los presupuestos teóricos

y metodológicos necesarios para afrontar la

investigación con garantías. Uno de estos

problemas es la noción misma de élites rura-

les. El concepto de élite rural pretende en-

globar no sólo aquellas familias campesinas

más pudientes, sino también artesanos, no-

tarios y mercaderes locales que, como ya di-

jera Rodney Hilton, pese a no dedicarse di-

rectamente al trabajo de la tierra, forman

parte indispensable de una comunidad cam-

pesina.6 Por otra parte, el estudio de esta

comunidad campesina se convierte en la

primera forma de acercamiento a estas éli-

tes, totalmente integradas en la comunidad.

En efecto, el interés de los sectores acomo-

dados por dirigir la comunidad, tanto en el

mundo rural como en el ámbito urbano, ra-

dica en las posibilidades de beneficio, fami-

liar o personal, que se puede hacer derivar

desde los órganos de poder. Las imágenes y

los mensajes que habitualmente se nos pre-

sentan desde la colectividad no dejan de ser,

en realidad, esquemas planteados por los

sectores dominantes de la sociedad medie-

val. La jerarquía de la mesa, las formas de

vestir y, en definitiva, el orden social esta-

blecido vienen dictados desde arriba, lejos

de la comunidad «democrática» que la his-

toriografía romántica pretendió dibujar para

este periodo.

2. El consumo de arte de la comuni-

dad rural

La comunidad campesina juega un pa-

pel importante en la realización de las gran-

des obras colectivas, aunque ello no es óbi-

ce para que su señor pueda participar o

incluso ser su principal promotor.7 De entre

la colectividad, como ya hemos señalado en

líneas anteriores, es su oligarquía la que

muestra un especial interés en la realización

de estas obras, pero, en cualquier caso, la

construcción se convertirá en el referente

simbólico y espiritual de la colectividad.

6. HILTON, R. Siervos liberados: los movimientos campesinos medievales y el levantamiento inglés de 1381.

Madrid: Siglo XXI de España, 1985, p. 41.

7. En este sentido, es paradigmático el caso de Gandia y su duquesa, María Enríquez.

272 Frederic Aparisi Romero

La parroquia, en sentido material, había

jugado un papel fundamental en el proceso

de configuración de las comunidades cam-

pesinas ya en la Alta Edad Media. Era la

plasmación física de la pertenencia a la co-

munidad incluso después de la muerte, ya

que en su cementerio colindante se enterra-

ban a los miembros de la misma. El templo

cristiano marca las etapas de la vida campe-

sina, desde el bautizo hasta el entierro en el

cementerio. Bajo los porches, o a veces en el

interior de la iglesia, tenían lugar las asam-

bleas de la comunidad, o al menos de los

singulares universitarum, para tratar cuestio-

nes que afectaban al interés común.8 Por to-

do ello, existía una identificación plena en-

tre el templo y la comunidad, hasta el punto

que estar fuera de la comunidad cristiana

era estar fuera de la comunidad terrenal. De

esta forma, el templo se convierte en un ele-

mento más de cohesión de la comunidad.9

Una parroquia podía acoger a una o diver-

sas comunidades, como es el caso de Palma,

cuya parroquia debía asistir a las comunida-

des de Ador, Rótova y a la propia de Palma.

Si en las grandes ciudades europeas co-

mo Brujas, Florencia o Barcelona, y del pro-

pio reino, sobre todo Valencia, pero tam-

bién Xàtiva, Orihuela o Alicante, es la

oligarquía local la interesada en levantar

construcciones que ensalcen el nombre y fa-

ma de la ciudad, ¿por qué en el caso de co-

munidades más modestas no se puede apli-

car este criterio?, ¿por qué, la oligarquía de

Oliva o de la Font d’En Carròs, pese a su ca-

rácter rural, no se interesará en disponer de

aquellos elementos constructivos de presti-

gio, siempre de acuerdo con sus necesidades

y sus posibilidades económicas? En efecto,

los sectores dirigentes de Castellón de la Pla-

na, Gandia o Alzira reproducen discursos

que, a otra escala, se están produciendo en

todas las grandes ciudades del Mediterráneo

occidental.10 Evidentemente, esos discursos

se adaptan a la realidad de cada comuni-

dad, de cada universitat, en función de su

propia posición en la estructura de pobla-

miento del territorio. Las manifestaciones

artísticas pueden ser un aspecto que desde

Valencia, capital del reino, hasta la Font

d’En Carròs, pequeño lugar de señorío a

82,3 km de Valencia, este presente como

forma de exaltación de la universitat y si co-

rresponde, del señor del lugar.

8. En la restauración que se hizo hace algunos años de la parroquia de Palma salieron a la luz algunos arcos

pertenecientes a los porches donde la comunidad se reunía, como se ha hecho constar mediante una placa

de cerámica. Véase Fig. 2.

9. GARCIA-OLIVER, F. Terra de feudals. El País Valencià en la tardor de l’Edat Mitjana. Valencia: IVEI Alfons el

Magnànim, 1991, p. 48. Para un análisis más detallado de la comunidad campesina en la Corona de Aragón,

véase SALRACH, J. M. «La comunitat pagesa», en Història agrària dels Països Catalans, vol. 2. Barcelona: Funda-

ció Catalana per a la Recerca, 2004, pp. 505-540.

10. GARCIA GARCIA, F. Llibre d’establiments de Gandia. Imatges i missatges en una vila medieval. Gandia: Arxiu

Municipal, 1987, p. 7.

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo 273

Fig. 2. Porche de la iglesia de Palma de Gandía

(foto: F. Aparisi).

Paolo de San Leocadio es considerado el

principal introductor de las formas renacen-

tistas en el reino de Valencia pero aquí nos

interesa porque, además de realizar sus me-

jores trabajos en la capital del reino, tam-

bién prestó sus servicios en diversas villas

que vertebraban el territorio valenciano. En

1490 Paolo de San Leocadio fue contratado

por el Consell de la villa de Castellón, cuyo

carácter agrario ya fue puesto de manifiesto

por Pau Viciano,11 para pintar un retablo

destinado a la iglesia de la villa que le costa-

ría veintiún mil sueldos, sin incluir los mate-

riales.12 En 1501 recibió el encargo por par-

te de la duquesa de Gandia, María Enríquez,

viuda de Joan de Borja, de pintar y dorar el

retablo del altar mayor de la Colegiata de

Gandia, donde también trabajaron otros ar-

tistas de renombre como Pere Compte y Da-

mià Forment. Seis años más tarde, la duque-

sa le encargaría todavía la realización de dos

retablos y otras tablas por el precio de trein-

ta mil sueldos.13 En 1512 era el Consell de

Vila-real quien le encargaba la confección de

un retablo, también por treinta mil suel-

dos.14

Conservamos muchos ejemplos de có-

mo pequeñas comunidades campesinas en-

cargaron retablos y objetos decorativos para

sus iglesias parroquiales, encargos que en

gran medida fueron financiados por las pro-

pias comunidades. En junio de 1349, Pená-

guila realizaba un pago de 70 sueldos al

pintor Vidal Belluga, de Valencia, ratione

cuiusdam retauli per me factum in ecclesia

loci de Penàguila.15 También la universitat

de Palma debió contribuir a la construcción

de su iglesia parroquial.16 Estas obras consis-

tieron en la introducción de las bóvedas de

crucería separadas por arcos apuntados, en

detrimento de las formas denominadas de

conquista, sobre una única nave central de

11. VICIANO, P. Poder municipal i grup dirigent local al País Valencià: la vila de Castelló de la Plana (1375-1500). Tesis doctoral inédita. Valencia: Universitat de València, Facultat de Geografia i Història, 1994.

12. COMPANY, X. Paolo da San Leocadio i els inicis de la pintura del Renaixement a Espanya. Gandia: CEIC Al-

fons el Vell, 2006, pp. 459-469. En el caso de Gandia, su Consell también financió las obras de finalización y

decoro de la iglesia-colegiata de la villa, como ya había hecho anteriormente. Arxiu Històric de la Ciutat de

Gandia (en adelante, AHCG), AB-488, f. 1-11v. Durante la regencia de María Enríquez, AHCG, AB-448, f. 10r-

12v.

13. COMPANY, X. Op. cit. pp. 470-475.

14. COMPANY, X. Op. cit. pp. 475-481.

15. COMPANY, X. et al. (ed.) Documents de la pintura valenciana medieval i moderna. Valencia: Publicacions

de la Universitat de València, 2005. Doc. 197, p. 120. Otro ejemplo lo constituye Cocentaina, cuyos jurados

encargaron un retablo para su iglesia a Antoni Cabanes. Véase CERVERÓ GOMIS, L. «Pintores valentinos, su cro-

nología y documentación». Archivo de Arte Valenciano, 1971, pp. 26-27.

16. La parroquia de Palma de Gandía es una de las más antiguas de la comarca, ya que se encuentra dentro

de las Rationes decimarum Hispaniae, tanto en la lista de 1279 como en la de 1280. RIUS SERRA, J. (ed.) Ra-tiones decimarum Hispaniae (1279-1280). Barcelona: CSIC, Sección de Estudios Medievales, 1946-1947.

274 Frederic Aparisi Romero

Fig. 3. Bóvedas de crucería de la iglesia de Pal-

ma de Gandía (foto: F. Aparisi).

tres naves.17 Tanto los nervios de las bóve-

das como los arcos apuntados que las se-

paran se caracterizan por la utilización de

ladrillos de arcilla unidos entre sí por arga-

masa, alternando el blanco de ésta con el

rojo del ladrillo. La nueva iglesia de Palma

se levantó entre 1388, fecha de fundación

del monasterio, y 1391, cuando dicha igle-

sia pasó a ser administrada por los monjes

del monasterio.18 El mismo sistema cons-

tructivo y decorativo podemos observarlo,

muy cerca de aquí, en el claustro bajo del

monasterio de Sant Jeroni de Cotalba, cons-

trucción que había mandado erigir Alfons el

Vell.19

Un poco más al sur vemos otro templo

donde, a finales del siglo XIV, se introduce el

sistema de bóvedas de crucería separadas

por arcos apuntados. Se trata de la iglesia de

Sant Antoni de la Font d’En Carròs.20 Sabe-

mos, además, que esta universitat algunas

décadas después decoró la iglesia con un re-

tablo y una cruz de plata. La noticia nos ha

llegado a través de tres documentos fecha-

dos en 1417, 1427 y 1431.21 En 1417 Joan

Pelegrí i Miquel Roís, pintores de Gandia, se

comprometen con los jurats de la Font d’En

Carròs a hacer un retablo para la iglesia pa-

rroquial. El contrato especificaba que la

obra debía estar acabada en dos anys pri-

mer vinents, pero diez años después aún no

se había producido la entrega. La cruz de

plata debió comprarse también por estas fe-

chas. En efecto, cuando el 27 de junio de

1427 el justicia y los jurados, junto con los

consiliarii ac prohomines de la Font d’En Ca-

rròs se reunieron en el pórtico del lugar el

tiempo acordado para la realización de am-

bas piezas había ya finalizado.22 En dicha

reunión se tomó la decisión de nombrar

procuratorem ac sindicum de la universitat a

Bernat Ribelles, un campesino acomodado

del lugar próximo de Rafelcofer, ad instan-

dum et requirendum a los artesanos contra-

17. La tipología de las iglesias de conquesta o colonials se caracteriza por constar de una sola nave rectangu-

lar cubierta por un artesonado de madera con tejado a dos aguas que descansa sobre una serie de arcos de

diafragma transversales.

18. La toma de posesión de la rectoría tuvo lugar exactamente el 10 de agosto de 1391. Palma es una comu-

nidad rural situada a 5 km de Gandia. En 1373 tenía 59 fuegos y en 1490, 48. FERRER SERER, F. La parroquiade Palma de Gandía: apuntes para la historia. Palma de Gandía: Ajuntament de Palma de Gandía, 1987, p.

82. Véase Fig. 3.

19. PELLICER I ROCHER, V. Història de l’art de la Safor (segles XIII-XVIII). Gandia: CEIC Alfons el Vell, 2007, pp.

30-31.

20. Véase Fig. 4.

21. Véase el documento de 1417 en GARCIA-OLIVER, F. «Per la història de la cultura de la Safor», en Miscel·là-nia Josep Camarena. Gandia: CEIC Alfons el Vell, 1997, pp. 20-29. Archivo de Protocolos del Colegio del Pa-

triarca de Valencia (en adelante, APPV), protocolo núm. 24.915, de Ramon Vidal (1427) y protocolo núm.

6.463, de Francesc Cardona (1431).

22. «... certus tempus iam transactum...». APPV, protocolo núm. 24.915 de Ramon Vidal (1427).

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo 275

Fig. 4. Bóvedas de crucería de la iglesia de la

Font d’En Carròs (foto: F. Aparisi).

tados la finalización de las piezas. La cruz de

plata había sido encargada a Lluís Campos,

un platero de la villa de Gandia,23 mientras

que el retablo, cuyas características formales

no se especifican, se le había encargado a

Joan Pelegrí, pintor, también de Gandia.24

Cuatro años después ni el retablo ni la cruz

habían sido entregados todavía. Por ello, el

Consell y magistrados del lugar se volvieron

a reunir el 9 de febrero de 1431 y eligieron

a Antoni Coll, vecino del castillo de Rebollet,

como nuevo síndico y procurador, ad conve-

niendum 25 Iohannem Pelegrí… et Lodovi-

cum Campos… rationem cuiusdam retabu-

li… et rationem cuiusdam crucis argenteem.

La comunidad o, mejor dicho, sus familias

dirigentes estaban decididas a llevar el asun-

to ante los tribunales, para lo cual dan ple-

nos poderes a su nuevo procurador. Desgra-

ciadamente, no sabemos cómo finaliza el

litigio, pero quizás esto no sea lo más impor-

tante en este momento. Lo que aquí nos in-

teresa es llamar la atención sobre el interés

de la comunidad campesina o, para ser más

precisos, de los sectores dirigentes de esa co-

munidad, para dotarse de una iglesia de

acuerdo con sus niveles. Ya hemos comenta-

do que papel juega el templo para la propia

comunidad como elemento de cohesión. Sin

embargo, en el interior de la iglesia también

se reproducen las diferencias sociales que

ordenan la vida cotidiana en el exterior. Re-

alizar los donativos más significativos, tener

un capilla familiar propia o simplemente el

privilegio de poderse enterrar en su interior

son formas de remarcar estas diferencias en

el seno de la comunidad. Son las familias

más pudientes de la Font d’En Carròs quie-

nes quieren para su iglesia la culminación

del retablo y adquirir una gran cruz de pla-

ta. Si observamos con detenimiento los dos

documentos, notaremos que en la composi-

ción de ambos consells no sólo las familias

sino incluso también los individuos se repi-

ten. Podemos concluir pues que el levanta-

miento del templo no sólo implica factores

de cohesión para la comunidad campesina,

sino también que se convierte en un escena-

rio donde se materializan las diferencias y

las jerarquías internas de la comunidad cam-

pesina. Por otra parte, éste no es el único

ejemplo de malas relaciones entre artistas y

clientes. Parece más bien que en la relación

entre unos y otros a menudo surgían proble-

mas. En 1373 tuvo que intervenir el rey Pe-

dro el Ceremonioso para que sus oficiales en

Albocàsser, que a buen seguro formarían

parte de la élite local, permitieran a Domin-

go Valls, pintor, acabar el retablo que él mis-

mo había empezado.26

Al igual que la Font d’En Carròs, la villa

de Jérica también realizó a finales del siglo

XIV notables mejoras en su templo. En 1394

encargó un retablo de 200 florines (2.200

sueldos) para uno de los altares de la iglesia

dedicados a santa Águeda y santa María.

Además compró un salterio por 35 florines

(385 sueldos) y unas joyas necesarias para

23. En el documento exactamente se dice «… quandam cruxem dominicam argenti…». Ibídem.

24. Sabemos que es Joan Pelegrí, o Peregrí, según documentos, no por esta procuraduría sino por el otro do-

cumento de Francesc Cardona, ya que en este Ramon Vidal deja en blanco el espacio donde debería figurar

el nombre del pintor. Ibídem.25. Conveniendum no debe traducirse al castellano directamente por convenir, dado que la misma palabra

en catalán tiene un matiz jurídico que no ha conservado en castellano. Según Alcover, resulta más apropiado

para el castellano traducirlo por citar o demandar. Diccionari català-valencià-balear (en adelante, DCVB) [en

línea] <http://dcvb.iecat.net/>. [Consulta: 12/11/2007].

26. COMPANY, X. et al. (ed.). Documents de la pintura valenciana…, p. 223.

276 Frederic Aparisi Romero

dicha iglesia.27 El encargo fue realizado a

Llorenç Saragossà. Todavía un último ejem-

plo. También por estas fechas, en 1395, los

jurados de Ares del Maestrat encargaron un

retablo, valorado en 1.455 sueldos, a Gui-

llem Ferrer, pintor de Morella, bajo la advo-

cación de santa María para la iglesia de di-

cho lugar.28

3. El consumo de arte de las élites

rurales

Junto a este interés por los objetos de

orfebrería y retablos para el conjunto de la

comunidad, que, al final, ya hemos visto

que redundan en el beneficio personal, es

posible observar en otro tipo de documen-

tos este interés de las élites campesinas por

los objetos de lujo y los objetos de arte. Es

su condición de campesinos la que da valor

a los objetos aquí presentados, porque sólo

su posesión es ya de por sí un hecho remar-

cable. Estos objetos de naturaleza artística se

pueden enmarcar dentro de tres categorías

de análisis. En primer lugar, los cofres, arcas

y cajas, los cuales, pese a su finalidad emi-

nentemente funcional, se convierten a me-

nudo en soporte para manifestaciones artís-

ticas, o, cuando menos, son decorados con

colores llamativos. Seguidamente cabría ha-

blar de aquellas piezas que responden a una

función religiosa, en el marco de la religiosi-

dad popular. Se trata de oratorios, lienzos

–draps de pinzell– y paternostres. Finalmen-

te, nos referiremos a los objetos de lujo pro-

piamente dichos, tales como piezas de orfe-

brería, básicamente de plata pero también

de oro, y trabajos realizados sobre coral.

Los muebles de guardar conforman la

mayor parte de un conjunto mobiliario, por

otra parte, escaso en la casa campesina. La

diversidad de nombres y formas responde al

tamaño de los mismos. Así tendríamos, de

mayor a menor, arquibanchs, bancs o cai-

xes, caixonets y cofres, si bien esta corres-

pondencia tampoco es algo estricta. De

todos ellos, son los cofres los que habitual-

mente suelen tener mayor valor, de maderas

más nobles, decoradas o pintadas y, a me-

nudo, cerradas con un cerrojo. La mayor ca-

lidad de los cofres guarda relación con su ta-

maño y con su función. Por una parte, su

pequeño tamaño permite al fabricante redu-

cir los costes de producción, con lo que el

precio final podrá ser asumido por un ma-

yor número de potenciales compradores, no

así en el caso de muebles de mayor tamaño.

Por otra parte, los cofres suelen contener los

objetos de mayor valor para la familia, co-

mo puedan ser los contratos enfitéuticos de

unas tierras, censales, joyas o telas de una

calidad especial, entre otros. Dado el valor

de estos objetos, se solían introducir en un

recipiente de la correspondiente valía. La

calidad del cofre estaba determinada básica-

mente por la madera utilizada en su confec-

ción. Los cofres de calidad media se elabo-

raban con madera de pino, mientras que los

más cotizados eran los de nogal.29 Ahora

bien, independientemente de su calidad, su

presencia es por sí misma significativa, ya

que insinúa la distinción de su poseedor. Los

cofres, con todo lo que contenían, no podí-

an guardarse en cualquier lugar de la casa.

Los inventarios post-mórtem habitualmente

lo localizan en la cambra major, la habita-

ción principal de la casa campesina, el espa-

cio más íntimo de la familia, donde dormía

el matrimonio y donde se guardaban las re-

27. Ibídem, p. 378 y 390.

28. Ibídem, p. 385.

29. MAINAR, J. El moble català. Barcelona: Destino, 1976, pp. 30.

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo 277

servas de alimentos, en caso de disponer de

ellas.30

Los pintores compraban los cofres a los

carpinteros para luego ellos decorar y vender

el producto final.31 Esta decoración es bási-

camente de dos tipos: el simple pintado de

la madera y el dibujo de escenas concretas.

Por lo que respecta a la primera tipología,

rara vez aparecen cofres pintados de un solo

color, sino que normalmente se documentan

combinaciones de dos colores, que suelen

ser las mismas parejas. Así tendríamos ama-

rillo y verde, gris y rojo o rojo con purpurina,

como el que tenía Bartomeu Miquel de Xàti-

va en su habitación principal.32 En otras oca-

siones encontramos una decoración más ela-

borada, con escenas o figuras concretas,

como el caso del cofre de Joan Esteve, un

campesino de Benimaclet, el cual estaba

«pintat ab donzelles».33 Similar a éste era

otro de los cofres inventariados en casa del

ya citado Bartomeu Miquel, pues estaba

«pintat amb donzelles e lleons de la talla mi-

gana», aunque no muy bien conservado.34 A

medio camino entre ambas formas decorati-

vas documentamos un estilo basado en for-

mas geométricas y símbolos. Así, son fre-

cuentes los cofres con barras amarillas sobre

diversos colores de fondo, como el que po-

seía Francesca, viuda de Pere Pastor, campe-

sino de Cogullada, cerca de Alzira.35 A tenor

de su presencia en los inventarios da la im-

presión que este estilo fue el más habitual a

la hora de decorar los cofres, al menos para

los encargados por campesinos. También en-

contramos símbolos cristianos, como en el

cofre inventariado a Joana, mujer de Bernat

Ros, campesino de la huerta de Valencia,

que estaba pintado con «lo beneït nom de

Jhesús».36 La mayor parte de estos cofres lle-

van parte de su cuerpo reforzado con hierro

y latón.37 Además, están provistos de pany i

clau para garantizar la seguridad y privaci-

dad de su contenido, como el que poseía

Guillem Rossell. Exactamente era un cofre

«enbotit ab sa clan ab hobres d’or blaves e

verts» que fue subastado por 15 sueldos, cin-

co veces el jornal de un día de trabajo no es-

pecializado.38

Junto a los muebles de guardar, los in-

ventarios nos informan de la presencia de

otros objetos de carácter artístico que pode-

mos englobar en dos grupos, por un lado,

los relacionados con la religiosidad popular

30. GARCIA-OLIVER, F. La vall de les sis mesquites. El treball i la vida a la Valldigna medieval. Valencia: Univer-

sitat de València, 2003, pp. 28-36.

31. En 1391, el pintor Bernat Godall debía a Joan Samora, carpintero, «cent e dos sous, preu de dos parells

de còffrens» que le había comprado. COMPANY, X. et al. (ed.) Documents de la pintura valenciana…, p. 349.

32. APPV, Protocolo núm. 21.173 de Bernat Lloret. Inventario de Bartomeu Miquel, campesino de Xàtiva

(1448).

33. APPV, Protocolo núm. 24.280 de Cristòfol Fabra. Inventario de la herencia Aldonsa, viuda de Joan Esteve

campesino de Benimaclet (20-IV-1485). CARDELLS, F. Cultura material baixmedieval dels llauradors de l’hortade València. Tesis de licenciatura inédita. Valencia: Universitat de València. Facultat de Geografia i Història,

1997, p. 59.

34. Véase nota 31.

35. Arxiu Municipal d’Alzira (en adelante, AMA), Protocolos de Bernat Comadolins, 040/24.

36. APPV, Protocolo núm. 24.028 de Joan Comaleres (1487). CARDELLS, F. Op. cit., p. 59.

37. MAINAR, J. Op. cit., pp. 32-33. FRANCO MATA, Á. «Mobiliario medieval en el Museo Arqueológico Nacional.

Siglos VIII al XV». Boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo XV, núm. 1 y 2. Madrid: 1997, pp. 175-

196.

38. APPV, Protocolo núm. 22.858 de Pere Masó. Testamento de Guillem Rossell (1450).

278 Frederic Aparisi Romero

–oratorios y rosarios, básicamente– y, por

otro, las piezas de orfebrería. Algunas de las

familias campesinas acomodadas disponían

en su casa, bien en la habitación principal

bien en la entrada, de oratorios y retablos,

de temática religiosa en su práctica totali-

dad. La aparición y difusión de estas mani-

festaciones podemos situarla en el último

cuarto del siglo XIV, al menos para la ciudad

de Valencia.39 Según García Marsilla, desta-

can las representaciones de Cristo y de la

Virgen, dedicadas sobre todo a la Pasión y la

figura protectora de María. Cuando los alba-

ceas de Ferran Fortuna procedieron a inven-

tariar sus bienes, encontraron en su casa un

oratorio dedicado a la Piedad.40 En cual-

quier caso, este grado de descripción es po-

co usual. Los notarios se preocupan más por

precisar el estado de conservación de los re-

tablos que por especificar su temática. Anto-

ni Am, un campesino de la ciudad de Valen-

cia, al morir dejaba en este mundo, entre

otros bienes muebles, cuatro cofres pintados

y un oratorio.41 Más detalles nos ofrece el

notario de Aparici Noguera. Este agricultor

de Segorbe poseía en su cambra major «un

oratori vell ab una thovalola listada bla-

va».42 La calidad de estos oratorios y lienzos

podemos suponer que poco tendrían que

ver con el «drap de pinzell de Flandes ab lo

Crucifici» ni con el «drap de pinzell de Flan-

des ab lo Juhici Final» que poseía Joan Llo-

pis, beneficiado de la parroquia de Sant

Martí de Valencia, pero su posesión nos está

indicando una intención y una pretensión

de emular a sus vecinos, en algunos casos, y

a las gentes de ciudad, en otros.43

Paternostres es el nombre con que la

documentación medieval catalana se refiere

a los actuales rosarios. Su presencia en la so-

ciedad medieval estaba bastante extendida

y hay que relacionarlos con las nuevas for-

mas de religiosidad popular de la Baja Edad

Media. Eran confeccionados bien con coral

o bien con vidrio y en ocasiones podían lle-

var una cruz de plata entre las cuentas de

coral o vidrio. El coral era ensartado en hilos

de plata y oro para convertirse en cadenas,

collares o, como el caso que nos ocupa, ro-

sarios. Bernat Reuart, campesino de Sueca,

39. Superadas las dificultades del Trescientos, la progresiva mejora económica derivó en el esplendor mercan-

til y financiero del siglo XV. Esta bonanza económica condujo a una mejora de las condiciones de vida y un

incremento del consumo, no sólo de los productos primarios, sino también de los bienes de lujo. Veáse GAR-

CÍA MARSILLA, J. «Imatges a la llar. Cultura material i cultura visual a la València dels segles XIV i XV». Recerques,núm. 43, 2001, pp. 163-194. Para la revolución del consumo en la Baja Edad Media a nivel europeo, veáse

DYER, Chr. An Age of Transition? Economy and Society in the Later Middle Ages. Oxford: Clarendon Press,

2005, especialmente las páginas 126-173.

40. En efecto, la Virgen y Jesucristo son los protagonistas de la gran mayoría de imágenes domésticas docu-

mentadas, mientras que las escenas de santos quedan relegadas a un segundo plano. En cambio, los grandes

altares de las iglesias estaban dedicados principalmente a santos. La escena de la Piedad no corresponde, en

realidad, a ningún pasaje bíblico ni de la liturgia, sino que se inserta dentro de las nuevas corrientes espiritua-

les, tales como la devotio moderna, que llegaban del norte de Europa. Si el contenido de esta nueva espiri-

tualidad procedía básicamente de los Países Bajos, el soporte, oratorios y pequeños retablos respondía más

bien a influencias de la iconografía bizantina. GARCÍA MARSILLA, J. Op. cit., pp. 169-173. APPV, Protocolo núm.

23.022 de Mateu Yviça. Inventario de Ferran Fortuny, de Quart de Poblet (1466).

41. APPV, Protocolo núm. 26.476 de Bartomeu Roca. Testamento e inventario de Antoni Am, de Valencia

(1453).

42. APPV, Protocolo núm. 23.895 de Antoni Martí. Testamento e inventario de Aparici Noguera, de Segorbe

(1457).

43. ARV, Protocolo núm. 4.139 de Pere Joan Sabrugada. FALOMIR, M. Op. cit., p. 438.

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo 279

entre sus pocos bienes de valor, poseía «un

rast de paternostres de coral».44 El consumo

de coral como objeto ornamental estaba

muy extendido en la sociedad mediterránea

de la Baja Edad Media. En el Mediterráneo

occidental, los catalanes eran quienes mayor

control y dominio poseían en la pesca y co-

mercio del coral.45 Estos objetos poseían un

enorme valor añadido, dado el proceso que

transformaba la materia prima en joyas, ob-

jetos ornamentales, elementos decorativos e

incluso productos para la farmacopea.

Los sectores más acomodados de la so-

ciedad campesina durante la Baja Edad Me-

dia, si no antes, vieron en la compra de pro-

ductos de orfebrería una estrategia inversora

a largo plazo.46 Una copa de plata, una he-

billa o unos pendientes eran bienes que no

perecían, que podían ser transportados u

ocultados con facilidad, sobre los que se po-

día cargar un censal y, en última instancia,

ejecutar un embargo. Además, la adquisi-

ción de joyas tanto masculinas como, y so-

bre todo, femeninas se convertía en una for-

ma de ensalzamiento de la propia familia

frente a la comunidad.

Las correas medievales se confecciona-

ban en buena parte con plata, junto con el

cuero, ya que la hebilla es siempre de plata

e incluso plata dorada.47 Pere Pastor poseía

una correa de plata «ab son parche blau ab

son cap e civella en que ha cent quinze pla-

tons».48 La correa podía servir para sostener

un puñal o incluso la espada. Bartomeu Mi-

quel guardaba en su palau major gran par-

te de los objetos más preciados que poseía,

entre los que se encontraba un puñal «ab sa

bayna, ab guaspa e civella», todo ello de

plata.49 Otro producto orfebre que encon-

tramos con frecuencia en los inventarios de

estas élites rurales son los pendientes, siem-

pre femeninos.50 Pese al escaso grado de

descripción aportado por las fuentes, sabe-

mos que en su mayor parte eran de plata.

Existían, además, diversos modelos en fun-

ción de la etnia religiosa a la cual se perte-

44. APPV, Protocolo núm. 24.887 de Francesc Benet. Inventari de Bernat Reuart, de Sueca. (1444).

45. En el inventario de Bartomeu Miquel se documentan a este respecto cuatro corales pequeños y un collar

realizado también con coral. Véase nota 31. Los catalanes procuraron obtener el monopolio de la pesca del

coral en diversos yacimientos del Mediterráneo como Cáller y Túnez. SALICRÚ, R. «Els catalans a Tunis a mitjan

segle XV: a l’entorn dels Vives i dels monopolis de la pesca de corall», y MANCONI, F. «La pesca y el comercio

del coral en el Mediterráneo occidental (siglos XV-XVI)», en La Mediterrània de la Corona d’Aragó, segles XIII-

XVI & VII Centenari de la Sentència Arbitral de Torrellas, 1304-2004: [Actes del ] XVIII Congrés d’Història dela Corona d’Aragó, València 2004, 9-14 setembre. Valencia: Universitat de València y Fundació Jaume II,

2005, pp. 985-1014 y 1015-1029, respectivamente.

46. Además, las piezas de orfebrería tenían más valor que las obras pictóricas entre la sociedad, del mismo

modo que los orfebres estaban mejor considerados que los pintores, si bien todos ellos no dejaban de ser vis-

tos como meros artesanos. Véase MARTÍN LLORIS, C. «Introducción a la orfebrería valenciana bajomedieval». Ar-chivo de Arte Valenciano, 1999, número único, pp. 23-34.

47. APPV, Protocolo núm. 27.087 de Bernat Julià. Testamento de Isabel, viuda de Martí Peres, de Almassera.

(1466). También en el DCVB podemos encontrar algunos ejemplos documentales sobre este objeto, DCVB [en

línea] <http://dcvb.iecat.net/>. [Consulta: 12-XI-2007].

48. AMA, Protocolos de Bernat Comadolins, 040/24.

49. Véase nota 31.

50. Todo parece indicar que la posibilidad de documentar pendientes masculinos entre el campesinado es es-

casa, dado que los hombres con pendientes en Occidente siempre se habían asociado con lo diferente, pro-

pio de esclavos, musulmanes, piratas, juglares y aventureros. Véase RÍOS LLORET, R. y VILAPLANA SANCHIS, S. «Los

pendientes masculinos en la pintura valenciana y europea. Siglos XV-XVIII». Archivo de Arte Valenciano, 1999,

número único, pp. 35-42.

280 Frederic Aparisi Romero

neciera. Así, en el inventario de los bienes

de Bartomeu Miquel se documenta un pen-

diente de oro morisco que llegó a manos de

dicho campesino como prenda de un mu-

sulmán que no le satisfizo una deuda pen-

diente.51 Otros ejemplos de estas artes apli-

cadas son las joyas engastadas en coral y

otros elementos naturales. Bartomeu Mi-

quel disponía de algunas joyas de este tipo:

un collar de perlas de tamaño medio alter-

nadas con granos de plata y todavía una ca-

dena de oro con una cruz, también de oro,

en la cual se habían engastado cuatro per-

las.52 Finalmente, deberíamos referirnos a

un conjunto diverso de objetos de orfebre-

ría, tales como capillos de oro para las mu-

jeres de estas familias acomodadas, así co-

mo agujas de plata, en ocasiones también

de oro. También algunas piezas de la vajilla

podían de ser de plata, como la «copa d’ar-

gent sobredaurada» y las seis cucharillas

que poseía Bartomeu Miquel, campesino,

no lo olvidemos.53

4. Conclusiones

A lo largo del presente artículo hemos

intentado mostrar la presencia del arte en la

sociedad campesina y más concretamente

entre los sectores acomodados del campesi-

nado. Las comunidades rurales tanto del in-

terior como de la costa del territorio valen-

ciano dedican grandes esfuerzos colectivos a

embellecer sus iglesias. El templo parroquial

tiene para ellos una importancia que va mu-

cho más allá de lo espiritual, entrelazándose

con lo terrenal, con las relaciones entre sus

vecinos. Además, embellecer la propia igle-

sia es ensalzar el nombre de la comunidad

frente al resto de comunidades de la comar-

ca. Ahora bien, dentro de la comunidad hay

unas familias más interesadas que otras en

este tipo de inversiones. Las élites rurales se

convierten durante la Baja Edad Media en

consumidores de arte. Adoptan, en la medi-

da de sus posibilidades, aquellas costumbres

y formas que ven en la ciudad. El arte se

convierte, para ellos también, en una forma

de ostentación. Así es como empiezan a en-

cargar cofres con decoración ornamental y

figurativa, retablos y lienzos para sus pare-

des, y a invertir en piezas de orfebrería

(pendientes, agujas, cruces). Ahora bien, es-

tas formas de ostentación se observan más

entre los campesinos próximos o plenamen-

te integrados en la ciudad que no entre las

comunidades netamente rurales. En su caso,

los encargos de obras de arte se hacen para

la comunidad, como pueda ser un retablo

para la iglesia. Conviene tener presente que

los ejemplos aquí expuestos son más la ex-

cepción que la norma. La casa campesina,

por definición, es fría e inhóspita, sin lugar

para la comodidad y el acogimiento. Aquí

es difícil encontrar vajillas de plata, cofres

forrados de cuero y pintados con tintes ca-

ros. Estos objetos los encontraremos en la

casa del rico, del prohom. Todo ello es por-

que la sociedad campesina, lejos de ser un

bloque homogéneo, está altamente jerar-

quizada, llena de matices que no permiten

generalizar y que exigen constantemente

puntualizaciones.

51. Véase nota 31.52. Véase nota 31.

53. Véase nota 31.

Élites rurales y el consumo de objetos de arte y productos de lujo 281