III. Análisis descriptivo de: El inmortal El jardín de...

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49 III. Análisis descriptivo de: El inmortal , El jardín de senderos que se bifurcan, El Golem, y Ajedrez. Traté de señalar, páginas arriba, cómo algunos de los textos poéticos de Borges se parecen o relacionan con los narrativos del mismo autor; cómo en ellos se cuenta una historia de manera narrativa a pesar de estar constreñidos por la forma versal. Con semejante afirmación trato de justificar su análisis a la luz de los mismos referentes o categorías. Afirmo que entre ellos no se interponen recursos o elementos escurridizos (como son el lirismo o el subjetivo yo poético introspectivo y hermético) que descarten su comparación. Los textos que he elegido para este estudio están estrechamente relacionados y son también ejemplo significativo de la producción borgeana. He tratado de seleccionar aquellos que sean representativos de cada uno de los estilos o géneros que ejercitó el autor, para con ello conseguir intentar conseguiruna media razonable. Como ejemplos de cuento fantástico he tomado El inmortal incluido en El aleph (1949) y del policiaco El jardín de senderos que se bifurcan, recopilado en Ficciones (1944); mientras que del corpus poético he optado por El Gólempublicado en Poemas: 1923-1953 (1953) y Ajedrezque apareció en El Hacedor (1960). La distancia entre las fechas ayudará a localizar los elementos constantes que confirmen lo aquí propuesto como tesis. Pretendo dar con algunas características recurrentes que me ayuden a aclarar lo afirmado en este estudio respecto a la paradoja, el

Transcript of III. Análisis descriptivo de: El inmortal El jardín de...

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    III. Análisis descriptivo de: “El inmortal”, “El jardín de senderos que se

    bifurcan”, “El Golem”, y “Ajedrez”.

    Traté de señalar, páginas arriba, cómo algunos de los textos poéticos de Borges se

    parecen o relacionan con los narrativos del mismo autor; cómo en ellos se cuenta una

    historia de manera narrativa a pesar de estar constreñidos por la forma versal. Con

    semejante afirmación trato de justificar su análisis a la luz de los mismos referentes o

    categorías. Afirmo que entre ellos no se interponen recursos o elementos escurridizos

    (como son el lirismo o el subjetivo yo poético introspectivo y hermético) que descarten su

    comparación. Los textos que he elegido para este estudio están estrechamente

    relacionados y son también ejemplo significativo de la producción borgeana. He tratado

    de seleccionar aquellos que sean representativos de cada uno de los estilos o géneros que

    ejercitó el autor, para con ello conseguir –intentar conseguir– una media razonable.

    Como ejemplos de cuento fantástico he tomado “El inmortal” incluido en El aleph

    (1949) y del policiaco “El jardín de senderos que se bifurcan”, recopilado en Ficciones

    (1944); mientras que del corpus poético he optado por “El Gólem” publicado en Poemas:

    1923-1953 (1953) y “Ajedrez” que apareció en El Hacedor (1960).

    La distancia entre las fechas ayudará a localizar los elementos constantes que

    confirmen lo aquí propuesto como tesis. Pretendo dar con algunas características

    recurrentes que me ayuden a aclarar lo afirmado en este estudio respecto a la paradoja, el

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    tema de la paradoja y el uso de ésta como principio constructivo. Recurro a sus textos

    netamente imaginativos y artísticos en lugar de a los múltiples ensayos que desarrollan

    este tópico, porque, precisamente, pretendo encontrar en ellos dicho elemento, implícito o

    asimilado como recurso creativo. Los ensayos que ocupan sus páginas glosando y

    describiendo dicho concepto estarán siendo referidos como herramienta auxiliar.

    El análisis que emprenderé será del tipo descriptivo. Los textos serán vistos como

    sistemas independientes dentro de los cuales algunos elementos análogos se repiten

    cumpliendo con funciones idénticas en cada caso, lo que ayudará a esclarecer la poética

    del autor argentino.

    3.1. “El inmortal”

    El cuento “El inmortal” es seguramente uno de los cuentos más importantes y a la vez

    más desconcertante de entre los escritos por Borges. En él abundan los problemas de

    orden filosófico, existencial y lógico que preocuparían a cualquiera que los leyera con

    detenimiento. Toca en este punto analizar una muestra, de lo más paradigmática por

    cierto, de lo que en la producción de Borges es considerada como literatura fantástica. El

    elemento fantástico que se inserta aquí es el tópico de la fuente de la vida eterna. Los

    personajes que se presentan en el cuento ven afectada su existencia por un río maravilloso

    capaz de otorgar una vida imperecedera. La búsqueda de este río y luego la búsqueda de

    otro que quite la vida eterna son los principales hilos de la trama. No sería fantástica la

    historia si se limitara a la búsqueda supersticiosa de un riachuelo semejante, pero sí lo es

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    considerando que dicho río es encontrado. En el cuento interviene también Homero, el

    poeta, que ha vivido para el momento del cuento, miles de años.

    Desde el inicio este cuento presenta complicaciones narrativas; el primer

    fragmento refiere cómo cierta princesa de Lucinge recibe los seis tomos de La Ilíada de

    Pope como obsequio del anticuario Joseph Cartaphilus, de Smirna. En el último de los

    tomos se encuentra además el manuscrito donde dicho anticuario refiere los pormenores

    de su existencia; manuscrito que da cuerpo al cuento y que, según el planteamiento, es

    una versión literal. El personaje protagonista, para el momento en que se leen sus hazañas

    y peripecias está muerto; lo que vuelve contradictorio y paradójico el cuento desde el

    título, ya que en realidad desde el inicio leemos las aventuras de un inmortal que ya ha

    muerto. No me detendré en esta simple contradicción para argumentar que dicho título es

    síntesis de la naturaleza paradójica de todo el relato, sin embargo, sí quisiera señalarla

    como un elemento constituyente y alertador de la mencionada característica. Tengamos

    en mente además que en los relatos borgeanos, frutos de un obsesivo cuidado del

    lenguaje y de la anécdota, ningún elemento está de más, ningún detalle es un mero

    descuido obliterable. Más adelante se verá cómo la supuesta contradicción del

    encabezado funciona, armoniza, con la totalidad del relato, cómo se adecua e inserta en el

    posicionamiento general de la trama y de los planteamientos existenciales y filosóficos

    desarrollados en el cuento.

    Los cuentos de dicho autor, por lo demás, están repletos de planteamientos, o

    mejor dicho, de problemas y cuestionamientos filosóficos, que enriquecen su narrativa y

    su poesía. Lo anterior, lejos de distraer la atención debida a lo literario y artístico,

    enriquece la experiencia del lector, que contempla una perfecta amalgama entre lo

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    filosófico y lo creativo. Además, siguiendo el viejo parámetro de la indisociabilidad de la

    forma y el fondo, Borges logra que los cuestionamientos filosóficos sean parte de la

    trama e inclusive de la forma narrativa. Sobre esta característica dice Eduardo Urdanivia

    de los poemas borgeanos: “Sus poemas se plantean como meditaciones, descubrimientos

    súbitos o antiguas certezas que Borges pone por escrito en un lenguaje que es ciertamente

    poético pero que no deja de ser por eso menos filosófico –y por lo tanto con pretensiones

    de cientificidad– y viceversa” (167). Afirmación que define, grosso modo, una de las

    características esenciales, no sólo de la poesía, sino también de la prosa de Borges y que

    sintetiza esa concepción que el poeta tiene de la literatura y el arte como procesos

    alternos para generar conocimiento.

    El supuesto manuscrito antes mencionado narra las aventuras de Joseph

    Cartaphilus cuando su nombre todavía era Marco Flaminio Rufo, tribuno del imperio de

    Diocleciano, y lo que tuvo que pasar para que encontrara el río que otorga la

    inmortalidad; en cuya búsqueda y hallazgo se detiene la mayor parte del cuento.

    Después de una larga y tormentosa jornada a través del desierto, el protagonista

    Cartaphilus-Rufo da con el país de los trogloditas, seres bestiales que comen serpientes y,

    aparentemente, no saben o no pueden hablar. Fatigado, bebe de las aguas de un riachuelo

    que bordea una ciudad extrañamente elaborada cuya arquitectura resulta incomprensible

    y por lo mismo aterradora. Más adelante habrá de descubrir que dicha ciudad es la de los

    inmortales y que el riachuelo de cuyas aguas bebió es el anhelado río que otorga la

    inmortalidad o “purifica de la muerte a los hombres” (10). Descubre además que el

    troglodita que lo ha seguido y que le ha otorgado su amistad sui generis, no es otro que el

    poeta Homero quien parece haber casi olvidado su magna obra y que el resto de los

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    trogloditas no son otros que los inmortales, quienes abrumados por la vida eterna se han

    retirado de toda actividad.

    Pero ¿qué es lo que abruma a los inmortales de su nueva vida que acaba por

    perturbar el espíritu del protagonista, al grado de que decidan, recurriendo a la creencia

    en la simetría natural del mundo, desperdigarse por el orbe en busca de un río que, así

    como aquel da la inmortalidad, la quite? Porque, ser inmortal, comienza a contarnos

    Marco Flaminio, es baladí, y continúa:

    Menos los hombres, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte. [...]

    Adoctrinada por un ejercicio de siglos, la república de hombres inmortales

    había logrado la perfección de la tolerancia, y casi el desdén. Sabía que en

    un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas

    o futuras virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a

    toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir. Así como en los

    juegos de azar las cifras pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así

    también se anulan y se corrigen el ingenio y la estolidez, y acaso el rústico

    poema del Cid es el contrapeso exigido por un solo epíteto de la Églogas o

    por una sentencia de Heráclito. [...] Sé de quienes obraban el mal para que

    en los siglos futuros resultara el bien o hubiera resultado en los ya

    pretéritos... Encarados así, todos nuestros actos son justos pero también

    son indiferentes. (18-19)

    Vista de ese modo la inmortalidad representa la completa anulación del ser, la

    aniquilación de la individualidad, lo cual trae como consecuencia lo completamente

    opuesto de lo esperado por el protagonista y por los otros personajes que alcanzaron la

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    vida eterna. Con la vida eterna no consiguieron que su ser y su identidad individual

    perduraran, con ella pierden todo y no ganan nada.

    Lo que entonces tenemos es la primera manifestación paradójica de un concepto

    que por su naturaleza, y por la naturaleza del raciocinio humano, resulta imposible de

    comprender con facilidad. Lo que Borges demuestra con esta terrible conclusión a la que

    ha llegado Cartaphilus, no es sólo la imposibilidad que el hombre tiene de ser feliz aún

    después de adquirir un atributo divino, lo cual ya es en sí terrible, sino además la

    imposibilidad que tenemos los seres humanos de conocer o aprehender conceptos totales

    creados más para poner el pensamiento en dificultades que para explicarnos el universo.

    Conceptos como la perfección, el infinito o la eternidad, que son, dice Borges,

    corruptores y desatinadores de los demás.

    He señalado que la narrativa borgeana ha hechos suyos elementos propios de la

    lógica, que, más allá de un simple “planteamiento-nudo-desenlace”, recupera atributos de

    la retórica lógica y que los actualiza para formar su discurso estético. Esto se ve con

    mayor claridad en la reflexión que ayuda al protagonista del cuento a buscar un río que

    devuelva la mortalidad como antes el otro la quitó. El protagonista resuelve:

    Entre los corolarios de la doctrina de que no hay cosa que no esté

    compensada por otra, hay uno de muy poca importancia teórica, pero que

    nos indujo, a fines o a principios del siglo X a dispersarnos por la faz de la

    tierra. Cabe en estas palabras: Existe un río cuyas aguas dan la

    inmortalidad, en alguna región habrá otro río cuyas aguas la borren. El

    número de ríos no es infinito; un viajero inmortal que recorra el mundo

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    acabará, algún día, por haber bebido de todos. Nos propusimos descubrir

    ese río. (19)

    Dicha creencia en la simetría o compensación de las cosas tiene sus orígenes en

    los postulados de Anaximandro y ha estado presente en la mayoría de las culturas. Dice a

    este respecto Sorensen:

    Cualquiera que busque regularidades en la naturaleza advertirá que hay

    cosas que se compensan. Los seres humanos consiguen el equilibrio

    controlando ciertas cantidades y luego añadiendo o sustrayendo

    periódicamente. Entienden que este equilibrio actúa en la naturaleza.

    Encontramos así la preocupación de los chinos por el ying y yang y la

    atención que se presta al karma en India. Algunas personas observan que

    la fortuna no está realmente equilibrada en esta vida, y su compromiso con

    la compensación tiene tal firmeza algebraica que resuelven la falta de

    equidad postulando una preexistencia o una vida después de la muerte.

    (28)

    Es con la suma de premisas, con una creencia en la simetría del universo que los

    inmortales llegan a la conclusión que implica el otro río y que los hace dispersarse en

    busca del inevitable opuesto de su maldición que, necesariamente, debe existir en algún

    lugar. El silogismo es en apariencia convincente:

    Primera premisa Un río les ha otorgado la inmortalidad

    Segunda premisa Un río debe librarlos de la inmortalidad

    conclusión En un lapso infinito se pueden probar todos los ríos

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    El problema es que la segunda premisa es corolario de la primera y la conclusión

    no deriva directamente de la suma de ambas; y sin embargo al autor le parece que la

    referencia a Anaximandro es fundamento suficiente para sostener esta aserción al grado

    de comprometer la misma historia que cuenta. Aún así, no debemos deducir que la

    estructura del relato es defectuosa, toda esta armazón estructural es deliberada, ya que

    refleja la candidez en la deducción lógica del protagonista.

    La insistencia en el discurso lógico conlleva un fin malintencionado; demostrar en

    el mismo terreno de la lógica, con herramientas argumentativas irrebatibles, la falsedad

    de un mundo sólo en apariencia cognoscible.

    Hasta aquí la inmortalidad es un anatema terrible del cual el protagonista debe

    deshacerse. Él mismo comprende pronto lo terrible que era la existencia inmortal, la

    anulación de su individualidad que borraba su ser del mundo. Leemos inclusive:

    “Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y

    cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea. Nadie es alguien, un

    solo hombre inmortal es todos los hombres” (19). O lo que es lo mismo decir, que en una

    carrera infinita de tiempo, caben todas las posibilidades combinatorias, un ser inmortal,

    compondría tarde que temprano todos los libros, viviría todas las vidas, sería todos los

    hombres. Idea que se suma a la que Cruz Vélez rescata de Spinoza: “El orden del ser, que

    es uno y el mismo para todos los tiempos, sostiene y condiciona también el orden del

    conocer” (11). Se deduce de este modo, y siguiendo con el tema de los silogismos, que,

    siendo todos los hombres, no tiene más que esperar para vivir todas las vidas,

    considerando que el mundo, como él, durará para siempre. No obstante, después de que

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    Marco Flaminio-Cartaphilus ha recobrado su naturaleza mortal cerca de la costa eritrea,

    tal vez movido por una supuesta felicidad, nos dice: “Incrédulo, silencioso y feliz,

    contemplé la preciosa formación de una gota de sangre. De nuevo soy mortal, me repetí,

    de nuevo me parezco a todos los hombres. Esa noche dormí hasta el amanecer” (21).

    ¿No habíamos convenido acaso que ya era todos los hombres, que careciendo de

    una identidad individual, repetía la del resto de los mortales? ¿Es ahora que ha de

    parecerse a todos los demás? ¿En qué se parece entonces? Había declarado que siendo

    inmortal, como no lo es ningún hombre, se parecía a todos ellos, o sería todos ellos;

    ahora, sin embargo, es que siente el verdadero placer de parecerse a sus congéneres. El

    verbo parecer, por otro lado, expone un distanciamiento, el que hace el personaje,

    respecto a los demás mortales. Él ahora comparte iguales circunstancias, pero es el único

    que ha comprendido la futilidad del ser; los demás viven una ilusión.

    Leamos las líneas que continúan su reflexión: “...He revisado, al cabo de un año,

    estas páginas. Me consta que se ajustan a la verdad, pero en los primeros capítulos, y aun

    en ciertos párrafos de los otros, creo percibir algo falso” (21).

    Lo mismo en el texto que en el mundo de la realidad, lo mismo en el espacio que

    dejan las premisas de un silogismo, Borges o uno de sus protagonistas como portavoz y

    reflejo, ve que hay algo falso. El personaje ve que en el repaso que ha escrito de su vida

    ha escrito la verdad y ha, al mismo tiempo, mentido. Si el argumento es que a veces

    mintió y a veces dijo la verdad entonces, al hacer la suma, no dijo la verdad, ni mintió o

    dijo la verdad mintiendo, lo cual, a menos que se trate de una paradoja, es imposible;

    Dice Sabine Lang sobre la naturaleza de ésta:

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    La lógica sólo puede darse cuenta de que ciertas afirmaciones, cuya verdad

    no quisiera renunciar, caen en contradicción con otras afirmaciones, cuya

    verdad le parece igualmente imprescindible. Pero, según el principio de

    contradicción, regla primordial del conocimiento, no puede ser verdadero

    lo que se contradice a sí mismo. Por consiguiente, la lógica concibe la

    paradoja como un punto ciego de la observación, en el que el principio de

    ambivalencia, que dice que toda afirmación es necesariamente o cierta o

    falsa, está sin vigencia, llegando a percibirse al mismo tiempo tanto una

    como otra de las afirmaciones que se excluyen mutuamente. (21)

    Es en este tipo de reflexiones que el narrador quiere que nos perdamos. Su cuento

    es un reflejo breve del mundo y es el mundo. En él reproduce el mundo y su historia pero,

    al mismo tiempo, le inserta las fallas, falacias e irregularidades que caracterizan la

    realidad, misma realidad que reproduce con todos sus matices haciendo énfasis en sus

    defectos lógicos.

    Es necesario señalar también que el autor no afirma nada, no pretende convencer

    al lector ni insuflarle una idea o ideología. Borges copia o trascribe un tema que lo

    atormenta y quiere hacernos partícipes de él, anhela contagiarnos sus dudas. Tal vez, no

    lo sabemos, las paradojas tengan solución, tal vez el idealismo de Berkeley y su problema

    de la percepción ya han sido lógicamente resueltos. No obstante el artista, el pensador, se

    atreve a dudar; no le interesa darnos, como dije, una respuesta, sino poner frente a

    nosotros una duda. A este respecto leemos en el ensayo de Mireya Camurati que repasa el

    comentario de Borges sobre cierta tesis de Dunne.

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    Claramente, Borges sostiene que lo “espléndido” de la tesis resta

    importancia a la falsedad o al engaño en que ella pueda apoyarse. Esto

    coincide perfectamente con la actitud habitual de Borges en cuanto a

    enunciar y comentar ideas y teorías físicas y metafísicas. Su preocupación

    está por sobre todo en la función que las mismas cumplen en la estructura

    del texto o en su capacidad de sugerencia. (929)

    Lo mismo funciona para el cuento aquí analizado, en dicho cuento existen

    contradicciones deliberadas y reconocidas. Contradicciones que no son la simple

    colocación de un opuesto frente a otro, sino la asociación y convivencia armónica de los

    mismos para elaborar una verdad en la cual cabe la noción de falsedad sin, a pesar de

    ello, ser completamente falso. Todo esto con la intención de cimbrar o poner en

    entredicho cualquier noción o seguridad de certeza.

    Siendo Marco Flaminio inmortal era todos los hombres, y no era nadie.

    Recuperando la mortalidad se parecería a todos los hombres, para quienes lo fugaz tiene

    el valor de lo irrecuperable y al parecerse a todos ¿sería alguien? El mismo narrador

    afirma, una vez recuperada su mortalidad, una vez que hubo descubierto que él mismo

    era Homero:

    Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan

    palabras. No es extraño que el tiempo haya confundido las que alguna vez

    me representaron con las que fueron símbolos de la suerte de quien me

    acompañó tantos siglos. Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como

    Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto. (22)

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    No hay, por lo visto, diferencia alguna entre la inmortalidad y la vida perecedera,

    como no hay diferencia entre estas dos y el tercer elemento aquí mencionado, la muerte.

    Búsqueda inútil desde el principio; “El inmortal” es el relato de una fatalidad, la

    imposibilidad de ser.

    Armemos, para tratar de ilustrar esta explicación, el argumento siguiente:

    -Siendo inmortal no se es, porque se carece de individualidad.

    -Siendo mortal no se es individualmente porque no hay nada verdaderamente

    auténtico en nuestras sensaciones, sólo trasuntos.

    -Estando muertos somos Nadie, no somos.

    De lo que se deduce que, sin importar cuánto lo intenten los personajes jamás serán

    alguien. Los personajes de este cuento están condenados a no existir individualmente, a

    ser, tal vez, el trasunto torpe y pervertido de un arquetipo y, cómo hemos visto en otros

    relatos de Borges, ese arquetipo, trasunto de otro y, aquel, tal vez, de otro.

    Lo que tenemos entonces es una afirmación que se compone de tres negaciones,

    que a su vez se niegan entre sí. Inmortalidad y mortalidad son equivalentes, lo habíamos

    leído en el cuento cuando el protagonista afirmaba: “Nadie es alguien, un solo hombre

    inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filosofo,

    soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy” (19).

    Artimañas silogísticas sin duda, pero capaces de cimbrar la percepción que los

    mortales tenemos sobre la existencia y su devenir. Es, principalmente la paradoja lo que

    ayuda a sostener sus postulados, entendiendo que en ésta, la argumentación

    incontrovertible puede demostrar hasta lo más descabellado.

  • 61

    Me gustaría ir más lejos. Recordemos que el protagonista del relato estuvo largo

    tiempo perdido (meses, tal vez años) en la incongruente ciudad de los inmortales. Ciudad

    que lo embargaba de “una especie de horror sagrado”, “más horror intelectual que miedo

    sensible”. Esa ciudad es, por sus características, análoga a la paradoja tantas veces aquí

    referida y, de algún modo, la representa.

    Dicha ciudad es una construcción, una arquitectura conformada por elementos que

    cumplen funciones específicas para así dar cuerpo al todo. Dice el protagonista de sus

    características y de las impresiones que le causan:

    Me suspendió lo antiquísimo de su fábrica. [...] A la impresión de enorme

    antigüedad se agregaron otras: la de lo interminable, la de lo atroz, la de lo

    complejamente insensato. Yo había cruzado un laberinto, pero la nítida

    ciudad de los inmortales me atemorizó y repugnó. Un laberinto es una casa

    labrada para confundir a los hombres; su arquitectura, pródiga en

    simetrías, está subordinada a este fin. [...] No quiero describirla; un caos

    de palabras heterogéneas, un cuerpo de tigre o de toro, en el que pulularan

    monstruosamente, conjugados y odiándose, dientes, órganos y cabezas,

    pueden (tal vez) ser imágenes aproximativas. (14-5)8

    Sabemos que la paradoja existe desde la antigüedad. Es en el periodo clásico, y

    aun antes, que tiene sus orígenes. En ella encontramos la apariencia de una insensatez

    compleja, planeada, elaborada, sistemática y lógica que, sin embargo, por estar diseñada

    para confundir los intelectos y para estremecer los preceptos e ideologías, repugna y

    atemoriza. En ella se conjugan y se odian las nociones de verdad y falsedad para generar

    8 Las cursivas quieren señalar las similitudes entre la casa del cuento y la paradoja.

  • 62

    un prodigio, lo cual es equivalente a generar un monstruo; casa al estilo de Escher o

    figura geométrica como las que presenta Penrose, es un reflejo de lo falaz y lo verdadero

    en armonía.

    Otro elemento paradójico (tenía que serlo) es el que da cuenta de las coordenadas

    temporales. El tiempo, o la noción del tiempo, en esta historia es siempre problemático

    no cabe en ella la precisión ni la seguridad, todo es indefinido y cuestionable. Ello refleja

    la noción complicada que puede tener un hombre para quien el transcurso o la sucesión

    de fenómenos es irrelevante puesto que se encuentra atrapado en la eternidad. Leemos en

    el cuento: “Varios días erré sin encontrar agua, o un solo enorme día multiplicado por el

    sol, por la sed y por el temor de la sed” (11). Y unos párrafos más adelante. “En la

    opuesta margen resplandecía (bajo el último sol o bajo el primero) la evidente Ciudad de

    los inmortales” (12). y todavía más: “No sé cuántos días y noches rodaron sobre mí [...]

    dejé que la luna y el sol jugaran con mi aciago destino” (12).

    Es comprensible que un ser inmortal no repare en la singularidad de cada día; para

    él, uno es como el otro infinitamente, de modo que considerar todos los días uno solo, no

    sería sino una respuesta lógica de su estado. Lo paradójico de este asunto es que dichas

    reflexiones son de un hombre mortal. Marco Flaminio ha llegado a todas estas conjeturas

    en su estado mortal, tanto en su travesía al buscar la ciudad, como después de encontrarla.

    Son iguales sus impresiones sobre el tiempo antes y después de obtener la vida eterna que

    luego rechaza. ¿Y por qué esto es así? Pues porque en el texto se establece la

    insignificancia de los dos estados, o de los tres mejor dicho, de la vida finita, de la vida

    eterna, y del tercero que es la muerte. Recordemos que las negaciones que en el texto se

    recogen descartan que en cualquiera de los estados sea posible la existencia individual

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    aunque los personajes tengan noción de su individualidad y de la vida. El personaje

    protagonista es paradójico porque intuye, aún antes de ser inmortal que el tiempo no

    existe porque los seres humanos no existen, y si existen, es uno solo el que existe en un

    día sin principio ni fin. Aquí la sinécdoque sirve para descartar la posibilidad del todo, lo

    que a su vez, en la forma de un círculo vicioso descarta la existencia de la parte puesto

    que no se puede ser parte de nada. Aunque suene a trabalenguas, esta formulación es un

    juego intelectual que incide sobre la formulación estética de la narración al sembrar de

    terror y asombro la trama; claro, un terror y un asombro lógicos.

    Una estructura se percibe en estos problemáticos entramados. Tenemos que hay

    un grupo de hombres que buscan la inmortalidad y la seguridad que ésta les brinda sobre

    la incertidumbre de la existencia. Después de esto, sin embargo, descubren que su

    individualidad se ha extinguido dado que en un lapso infinito vivirán todas las cosas,

    serán todos los hombres, de ahí que vuelvan a la mortalidad para ser individuos es decir

    llevar una vida con un número bien limitado de peripecias; dicha vida, no obstante,

    acabará irremediablemente con la muerte y sus peripecias o circunstancias no son del

    todo auténticas, es decir, las comparten con el resto de los mortales.

    Ser un hombre es ser todos los hombres. Ser todos los hombres equivale a ser

    ninguno. Sinécdoque que regresa sobre si misma para anularse una y otra vez

    infinitamente:

    Uno todos uno todos… ∞

  • 64

    Con lo que se llega a descartar la existencia de los seres humanos; como Zenón al negar

    el tiempo. Nociones verdaderas y corroborables que son negadas lógicamente a pesar de

    la certeza que de ellas tenemos.

    El título, la anécdota, la forma, el tiempo y aun la ciudad descrita son reflejos de

    la paradoja; inclusive el protagonista sufre el parecido con la monstruosa fórmula

    argumentativa. Dicho personaje es Joseph Cartaphilus, de Smirna, pero no siempre fue

    así, antes, nos cuenta fue Marco Flaminio Rufo, tribuno romano que buscó la ciudad de

    los inmortales y el río que otorgaba la inmortalidad. Pero eso no fue todo, repasando su

    manuscrito, llega a darse cuenta que Homero no lo acompañó como él creyó que había

    ocurrido; no, lo que concluye después de un cuidadoso análisis es que todo ese tiempo él

    mismo fue Homero. Para este momento la narración personal de Flaminio ha pasado a

    una tercera persona que, desde cierta distancia, repasa los detalles del relato con presunta

    objetividad y declara o, mejor dicho, demuestra cómo en realidad los atributos, frases y

    circunstancias del tribuno romano son en realidad de un griego muy anterior en el tiempo,

    del griego Homero, de modo que es éste quien ha protagonizado el relato, Marco

    Flaminio Rufo/Joseph Cartaphilus/Homero. O como postuló a la mitad de la historia,

    todos ellos, cualquiera de ellos. Eso sólo es posible gracias a la inserción de una idea de

    un ser compartido y paradójico que permitiría en un orden natural y realista la subversión

    de parámetros lógicos a tal grado que el mismo personaje protagonista se vea obligado a

    deducir, según las pistas o fundamentos, que él mismo no es quien había creído que era;

    todo esto, a tono con el epígrafe de Bacon que introduce el cuento, donde se lee:

    “Solomon saith: There is no new thing upon the earth. So that as Plato had an

  • 65

    imagination, that all knowledge was but remembrance; so Solomon given his sentence,

    that all novelty is but oblivion” (9).

    Por otro lado, el uso de la tercera persona descarta, otra vez, la existencia personal

    de cada uno de los personajes que el protagonista ha sido. Le confiere frivolidad a

    cualquier reflexión o revelación trascendental que cualquiera de ellos haya tenido puesto

    que los muestra ambiguos y difusos en la historia. El relato mismo está plagado de

    ambigüedad, sería posible afirmar que en él no hay nada verdaderamente coherente,

    aunque se sigan los parámetros de consecución y unidad narrativa inherente al género

    cuentístico. Puede verse una vez más a la paradoja funcionando como recurso narrativo, y

    poniendo en entredicho los mismos eventos contados en el cuento.

    3.2. “El Gólem” y “Ajedrez”

    “Ajedrez” y “El Golem” son dos poemas hermanos, o puede decirse también, dos

    versiones del mismo tema, dos maneras distintas de representar la misma preocupación.

    En ellos se evidencia el trasunto angustioso de una duda. Dichos poemas, además, son

    congéneres de un cuento importantísimo en la producción de Borges, “Las Ruinas

    Circulares”. Los tres textos comunican la misma preocupación y el mismo tema. Debe

    colegirse, a partir de esto, la importancia que el tema tiene en la imaginación del artista

    que lo lleva a esta obsesiva recurrencia.

    Los textos, a más de ser distintos y de pertenecer a géneros diversos, son también

    de fechas disímiles. Lo que dará validez a lo aquí concluido respecto a las constantes

    narrativas y temáticas que el autor visitó reiteradamente y arrojará, al mismo tiempo, luz

  • 66

    sobre su poética puesto que, al no ser coetáneos los productos estéticos, las similitudes

    que en ellos se encuentren serán más valiosas por su permanencia a través del tiempo y a

    través de las fronteras genéricas.

    En los dos poemas encontramos historias distintas y atmósferas diversas aunque

    comparten en sus finales el mismo cuestionamiento, lo que los vuelve sorprendentemente

    parecidos.

    “El Gólem” es una historia que se ha representado en distintos ámbitos, desde el

    cine y la novela, hasta el poema de Borges. El mismo Borges tiene una versión en prosa

    de esta historia, en ella hace el recuento del origen y detalles de la misma que acompaña

    con citas al Talmud y a otros textos de naturaleza filosófica.9

    El problema que se explora en éste es el de la creación divina; el del surgimiento

    del ser a partir de la nada, movido por un hálito universal y divino. Retoma para su

    desarrollo la deducción lógica a partir de una premisa que, después de expuesta, parece

    más que normal, obvia. Tal premisa es la siguiente: En un libro de origen divino nada es

    gratuito; todo, cada palabra, cada alegoría y cada silencio forman parte indispensable de

    un plan superior al entendimiento humano; en él se encuentran, esotéricamente, todos los

    secretos de la creación y del ser, así como todas las fórmulas necesarias para poner en

    práctica ejercicios divinos. De este modo hubo algunos sabios de la religión hebrea,

    conocedores y lectores obsesivos de los libros sagrados que se dieron a la tarea de dar con

    la fórmula que les revelara el sentido de la vida y que los facultara con las capacidades

    para reproducir la creación. Esta suerte de alquimistas, tan afanosamente ejercitaron sus

    9 La novela de Der Golem pertenece al escritor austriaco Gustav Meyrink. La versión

    cinematográfica fue llevada a cabo por Henrik Galeen y Paul Wegener con guión del

    mismo Meyrink. Borges, una vez más, cita a Schopenhauer.

  • 67

    investigaciones que en algún momento dieron con la formula o con la palabra que

    animara lo inanimado. En el poema de Borges, el rabí que lleva a cabo esta aventura

    imposible lleva el nombré de Judá León y oficia en la ciudad de Praga.

    El poema inicia con una reflexión muy significativa que retoma una discusión

    irresoluble en la filosofía que tiene sus raíces puestas en los diálogos de Platón y que

    traen a cuenta el problema de la relación entre las palabras y el objeto nombrado,

    signifiant et signifié, en términos saussurianos, y de su supuesta relación arbitraria. Una

    vez más el autor pretende pintar de duda una verdad que nos parece tan obvia y tan

    absurda de cuestionarse. No es gratuito, por otro lado, que la primera estrofa prefigure un

    silogismo. Los versos son los siguientes:

    Si (como afirma el griego en el Cratilo)

    El nombre es arquetipo de la cosa,

    En las letras de rosa está la rosa

    Y todo el Nilo en la palabra “Nilo”. [1-4]10

    Donde “el griego” puede entenderse como el filosofo Platón en cuyo diálogo

    “Cratilo”, Hermógenes y el griego que da nombre al texto, discuten la posible relación

    lógica que puede haber entre una palabra y el objeto que nombra. Cratilo afirma que sí,

    que en efecto, la palabra imita la cosa que nombra de modo que no son los términos

    meras convenciones arbitrarias. Así Borges, retoma dicha aseveración para construir su

    primera premisa. La de que la palabra pueda contener en sí misma el significado. La

    palabra elegida no es arbitraria, la rosa ha sido el objeto favorito de artistas y filósofos a

    la hora de postular este problema, desde Shakespeare en cuyo drama Romeo y Julieta, la

    10 Cito el poema de Ficcionario donde ocupa desde la página 345 a 347. Señalo entre

    corchetes el número de versos.

  • 68

    protagonista afirma, repudiando su nombre y el de su amado, que sus apellidos no son ni

    siquiera parte de sus cuerpos, ni pies, ni manos, ni nada, llevándola a lanzar la famosa

    interrogante: “What´s in a name? That which we call a rose by any other name would

    smell as sweet”. Hasta Umberto Eco, que eligiera para su más famosa novela el título de

    El nombre de la rosa. Borges, con sus magníficas facultades de síntesis, condensa en los

    versos anteriores, no sólo los inicios del debate semiótico, sino su desarrollo y presencia

    constante en la tradición.

    Cargado pues hacia el lado del conceptualismo,11

    Borges extrae la primera

    afirmación o premisa que le servirá para explicar la descabellada empresa del rabino

    Judá. El poema continúa con la siguiente estrofa:

    Y, hecho de consonantes y vocales,

    Habrá un terrible Nombre, que la esencia

    Cifre de Dios y que la Omnipotencia

    Guarde en letras y sílabas cabales. [5-8]

    De lo que se extrae la conclusión ya mencionada que juzgaba, a partir de la

    divinidad de los libros dictados por Dios y considerando además el debate platónico, que

    existe una palabra que invoca y trae al Ser desde su lecho primigenio y misterioso y lo

    impone a la materia inerte. Misma palabra que busca Judá León y que en el poema se nos

    presenta, en armonía con la atmósfera y personaje, en términos religiosos. Así la palabra

    hecha de letras que a su vez construyen sílabas, condensa o reproduce la omnipotencia

    11 El debate sobre la relación que se ejerce entre la palabra y su objeto nombrado ha sido

    concentrado en dos tendencias básicas. La del nominalismo que sostiene que las

    abstracciones, también llamadas universales, carecen de existencia real o sustantiva y

    considera a estos universales sólo nombres. La otra es la del conceptualismo que afirma

    que aunque los universales no tienen existencia real en el mundo objetivo, sí existen

    como ideas o conceptos en la mente, de allí que impliquen algo más que sólo palabras.

  • 69

    de Dios. Se percibe en este punto un dejo de ironía y de sorna. La Omnipotencia –así con

    mayúscula– es capaz de ser contenida en una palabra hecha de letras y sílabas. Dicha

    especificación era innecesaria, y no obstante, se expresa para evidenciar una

    contradicción o un absurdo. ¿Cómo puede una palabra, elaborada con lo más artesanal y

    doméstico que tiene el hombre, contener la omnipotencia atribuida únicamente a Dios, y

    cuyo sentido completo los mortales no podemos ni siquiera intuir? Pues esa es la

    pregunta que el poeta arma para mortificarnos y para dejar ver desde el principio el

    verdadero matiz del poema y del problema que éste expone. La deducción, no obstante,

    es falaz ya que está cimentada en una sola premisa imposible de corroborar. La estructura

    es la siguiente:

    Primera premisa Las “sagradas escrituras” son de origen divino

    Segunda

    premisa

    En ellas están todos los secretos de la creación

    Conclusión En ellas está la fórmula para crear un hombre

    En el supuesto silogismo anterior solamente encontramos una premisa por demás

    problemática ya que concede de antemano origen divino a los textos sagrados y no

    problematiza su naturaleza. La supuesta segunda premisa, no es otra cosa que una

    inferencia de la primera, no característica aledaña; de modo que no hay una verdadera

    suma de elementos sino una deducción directa de la primera aserción que es, como puede

    verse, inadecuada. El autor, sin embargo, reproduce esta “deducción racional” como fue

    concebida por los cabalistas sin reparar en sus inconsistencias. Todavía más; para

    convencernos de que en los textos sagrados cada palabra cumple una estricta función

  • 70

    como elemento de un sistema mayor incomprensible, el autor hace referencia a textos

    platónicos que han demostrado antes (y esto apenas como conclusión dialéctica) que la

    palabra, en efecto, prefigura lo nombrado. Considerado esto la primera premisa del

    ejemplo anterior no sería otra cosa que la deducción directa de una fe ciega en el

    raciocinio del célebre filósofo griego.

    Las circunstancias previas de la palabra secreta que habían de obtener son

    descritas de la manera siguiente:

    Adán y las estrellas lo supieron

    En el Jardín. La herrumbre del pecado

    (Dicen los cabalistas) lo ha borrado

    Y las generaciones lo perdieron. [9-12]

    De dicha estrofa se extrae la idea de que el conjuro divino empleado por Dios para

    la creación de la vida fue conocido por el primer padre de los hombres, según la

    genealogía judeocristiana. El verso es por demás significativo. Adán, hombre primigenio

    está colocado en el mismo nivel que las estrellas, ellas en la mayoría de las culturas han

    representado desde siempre a dioses y héroes, desde el cazador Orión en la mitología

    griega hasta los cuatrocientos muchachos de que habla el Popol Vuh. Adán pues, está

    situado a la misma distancia que todas estas criaturas. Es un gigante mítico, lejano y

    distante testigo mismo de la creación. Adán supo de esa llave porque él mismo constató

    la elaboración de Eva, su contraparte y complemento. Una vez que hubo pecado, no

    obstante, perdió el conocimiento de dicha facultad. Nótese que esta no es una versión que

    el autor defienda. El paréntesis es más que ilustrativo, no olvidemos que la segunda

    acepción que el diccionario recoge para la palabra cabalista es la de “intrigante” y

  • 71

    “entrometido”. Lo que revela el verdadero cariz del ejercicio de Judá León, es decir, que

    estaba ahondando donde no le correspondía meterse. Las deducciones que el rabí extraiga

    para justificar sus pretensiones, son eso, del rabí, y no el poeta que relata la aventura.

    Leemos enseguida:

    Los artificios y el candor del hombre

    No tiene fin. Sabemos que hubo un día

    En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre

    En las vigilias de la judería. [13-16]

    Señalaré en el primer dístico una característica que antes he evidenciado. Primero

    la contradicción que implica tener dos sujetos opuestos para el mismo predicado, los

    artificios y candor. Entendidos, el primero, como la facultad habilidosa de crear algo a

    partir del ingenio y, el segundo, como la ingenuidad o ignorancia. Elementos que, a pesar

    de contradecirse son capaces de convivir en la misma oración. Ambos, Artificio y Candor

    (del hombre) son infinitos, como el hombre mismo. Ahora bien, lo que continúa es dar

    por hecho que todos (narrador y lectores) sabemos que hubo un día en que el pueblo de

    Dios buscaba el tan ansiado nombre. Otra vez la improbabilidad cronológica se hace

    presente, todo el pueblo de Dios, entendido en el poema como la raza hebrea, buscó dicha

    palabra cierto día, un día. El autor ya ha evidenciado antes esta inconsistencia,

    recordemos, la frase antes citada de “El inmortal”, que decía: “Varios días erré sin

    encontrar agua, o un solo día enorme multiplicado por el sol” (11) de donde sacamos una

    imagen importante, la de “un solo día enorme”. Recordemos que en el supuesto de que la

    individualidad no exista. El pueblo de Dios, o todos los hombres han buscado lo mismo

    desde siempre en un día invariable dado que todos los hombres son un solo hombre. De

  • 72

    ahí que en el poema se lea “un día” y no varios o varios siglos. La individualidad se niega

    a través de un recurso retórico constante. La sinécdoque que sustituye el todo por la parte.

    Se habla entonces de “el pueblo de Dios” en lugar de un rabí en particular, y esto porque

    de acuerdo con el autor, un hombre los prefigura a todos.

    Vuelvo a las acepciones alternas. El verso dieciséis nos habla de las vigilias de la

    judería que puede interpretarse como el pueblo judío o el barrio judío, no obstante, la

    palabra también tiene el significado de “travesura” o “diablura” mismo que armoniza con

    la palabra “candor” antes mencionada. Eso ayuda a evidenciar los verdaderos alcances de

    la empresa puesta en marcha por el rabí, un mortal que, a pesar de esto, buscaba

    facultades que sólo las deidades poseen. Desde el principio hay en el poema un tono

    paródico que exhibe lo endeble de tales pretensiones, lo frágil de los supuestos. Con ello

    se ve una vez más la crítica de lo sagrado. Si antes fueron los conceptos preestablecidos

    que el ser humano da por hecho, en este texto es lo religioso, lo aparentemente inatacable

    lo que está puesto en duda. Los mismos supuestos de la cábala o el Talmud, son

    cuestionados desde el arte.

    El poema describe de la siguiente manera el modo en que el rabí consigue dar con

    su meta anhelada:

    Sediento de saber lo que Dios sabe

    Judá León se dio a permutaciones

    De letras y a complejas variaciones

    Y al fin pronunció el nombre que es la Clave, [21-24]

    Borges reproduce en esta estrofa una idea que lo visitó permanentemente. En este

    caso se refiere a la combinación de un número limitado de letras en cuyo ejercicio

  • 73

    combinatorio el rabí y protagonista del relato, da con el término. Lo que es cierto, sin

    embargo, es que para combinar todas las letras o frases o sentencias de los libros

    sagrados, se necesita más que una vida humana. El autor lo mencionó alguna vez (tal vez

    parafraseando a Huxley): si un millón de monos tecleara aleatoriamente en un millón de

    máquinas de escribir por un millón de años, tarde que temprano escribirían el Discurso

    del método. En el poema, no obstante, es un solo hombre el que consigue la hazaña, de lo

    que debemos entender que ese personaje simboliza todos los hombres y el día

    mencionado muchos días. El personaje es la parte que sustituye al todo, en el ejercicio de

    una sinécdoque. Cito ahora el segundo párrafo de “La doctrina de los ciclos”, donde el

    autor pretende esclarecer la teoría del eterno retorno:

    El número de todos los átomos que componen el mundo es, aunque

    desmesurado, finito, y sólo capaz como tal de un número finito (aunque

    desmesurado también) de permutaciones. En un tiempo infinito, el número

    de las permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que

    repetirse. (88)

    El problema de los cabalistas tenía igual resolución. El número de combinaciones

    es limitado y siendo los hombres inmortales, es decir, regresando como regresan en el

    tiempo, están inclusive obligados a dar con la palabra tan ansiada. Es con la idea de los

    ciclos repetidos que estas narraciones conviven. En esta posibilidad un día carece de

    unidad porque se repite infinitamente, es todos los días; un hombre carece de

    individualidad porque vuelve infinitamente con todas las posibles variantes. Ya veremos

    esta misma idea en el otro cuento a estudiar en este apartado.

  • 74

    Me remito a un verso que encontramos un poco adelante. El cabalista que dio con

    la “clave” labra, de manera muy rudimentaria, un muñeco y sobre éste conjura el soplo de

    vida, con la esperanza de poder enseñarle los arcanos:

    De las Letras del Tiempo y del Espacio. [28]

    Véase como “las letras”, “el tiempo” y “el espacio” están puestas al mismo nivel,

    es decir, o son igualmente importantes para el rabí o son similares en cuanto a sus

    características. Si el rabí, que tiene su vida dedicada a Dios, reveló a partir de la Palabra

    el misterio divino, por qué no anhelaba enseñar a su criatura los misterios de Dios.

    Porque en realidad el verso se refiere a las características que comparten los tres

    elementos puestos, según las mayúsculas al mismo nivel. Esto es, los tres se combinan

    para dar variados resultados, generando así todas las posibilidades de la existencia. Las

    Letras en eso se parecen al Tiempo y al Espacio. Leemos versos más adelante:

    El simulacro alzó los soñolientos

    Párpados y vio formas y colores

    Que no entendió, perdidos en rumores

    Y ensayó temerosos movimientos.

    Gradualmente se vio (como nosotros)

    Aprisionado en esta red sonora

    De Antes, Después, Mientras, ahora,

    Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros. [29-36]

    Nada más borgeano. El personaje es una analogía, una representación de nuestra

    situación en el mundo, de ahí el paréntesis “como nosotros”. Comparte nuestro

  • 75

    desconocimiento y desconcierto en un mundo que no acabamos de entender; en “El

    inmortal” esta idea se exponía con el verbo parecer, y trataba de significar lo mismo.

    Hasta aquí se acumulan casi todas las preocupaciones que metafísica y ontológicamente

    tiene el autor. Cito a Barrenechea que en apretada síntesis describe los principales

    cuestionamientos que son recurrentes en Borges y las fuentes de donde derivan.

    Varias corrientes de pensamiento y diversas imaginaciones literarias

    confluyen en su mágica labor. Una consiste en la anulación de la

    personalidad al hilo de las meditaciones de Berkeley y de Hume, otra en

    las concepciones panteísticas occidentales (de Escoto Erigena [sic], de

    Spinoza y de Schopenhauer) y en el panteísmo nihilista oriental, otra en las

    observaciones desanimadas acerca de la pobreza y de la igualdad de los

    destinos humanos [...]. A ellas se unen tradiciones folklóricas y literarias

    acerca de la creencia en el doble y o en la identidad del sacrificador y la

    víctima, además de procesos universales de progresiva disolución de la

    personalidad individual en el mito y finalmente en la nada. (95-6)

    El mundo en que el Gólem12

    está atrapado no es otra cosa que una red, una jaula

    “sonora”, las coordenadas que lo constriñen y determinan no son otra cosa que

    apariencias, meras palabras. De ahí que el tono de la estrofa sea el de una crítica y una

    desilusión. Para el personaje creado, como para el creador y el lector, el mundo es una

    compleja armazón de conceptos que el hombre ha fabricado. Los adverbios que delimitan

    sus circunstancias son meras construcciones. Por eso la red únicamente es sonora y no

    tangible. La idea que reproduce Borges le viene del panteísmo acósmico surgido en el

    12 Sin comillas cuando me refiero al personaje, con comillas cuando hablo del título del

    poema.

  • 76

    oriente que niega toda la realidad. Recordemos además que el poema comenzó con una

    referencia a Platón, y de este filósofo es la idea del mundo como trasunto defectuoso y

    falseado de conceptos universales localizados en otro estrato del universo. No obstante

    estos señalamientos, hay originalidad en los supuestos del autor que no reproduce al pie

    de la letra los postulados platónicos o panteístas; él les inserta también sus propias

    intuiciones y pesadillas. Recupero la afirmación de Arana que dice: “Borges hace mucho

    más que repetir lo que ha leído y no siempre tendremos a mano un clásico de la filosofía

    para avalar su credibilidad” (37). De Borges son la idea del mundo como falsedad, una

    falsedad que no es del todo perfecta y, en cuyos errores, remiendos y lapsus ilógicos se

    percibe su verdadera naturaleza. Es esto lo que vemos en los textos aquí analizados. Sus

    discursos, más que problemáticos, problematizantes, evidencian una naturaleza disruptiva

    e inquisidora que es reflejo de un espíritu moderno que ve en el arte un terreno fértil para

    ejercer la crítica. Borges fue el gran crítico de los valores occidentales, de todos ellos.

    Vayamos enseguida a los siguientes versos que continúan la idea anterior sobre el

    trágico destino del Gólem y de todos los hombres por añadidura.

    El rabí le explicaba el universo:

    “Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga.”

    Y logró, al cabo de años, que el perverso

    Barriera bien o mal la sinagoga. [41-44]

    La ironía del verso final es crudelísima y expone una intuición por demás infausta.

    El rabí pretende que su criatura y discípulo aprenda los secretos del universo; las

    referencias domésticas y pedestres con que lo pretende iniciar, no obstante son una burla.

    El poeta exhibe con esto lo vago y endeble de semejante empresa. Cómo puede un ser

  • 77

    humano comunicar verdades trascendentales que no es capaz de concebir. Para el rabí

    (como para todos los hombres) el universo es lo que ve y lo que toca y las ideas que

    pueda tener sobre la perfección, la eternidad o el bien o el mal son completamente vagas.

    De ahí que, reproduciendo los errores de su creador, el “perverso” esto es una versión

    pervertida del anterior, consigue, como mayor mérito posible, barrer bien o mal la

    sinagoga.

    El adjetivo “perverso” no es gratuito; esto se puede explicar con la siguiente

    estrofa:

    Tal vez hubo un error en la grafía

    O en la articulación del Sacro Nombre;

    A pesar de tan alta hechicería,

    No aprendió a hablar el aprendiz de hombre. [45-48]

    Pervertir no es otra cosa que viciar o perturbar el orden de las cosas. El Gólem es

    doblemente perverso. Tanto porque su existencia es abominable y antinatural y porque es

    una copia degradada y vil de su creador, el rabí. La idea que Platón ejemplifica con la

    famosa caverna de sombras, es paralela a la estrofa aquí citada. En ella los hombres que

    toda su vida no han visto más que sombras tienen éstas por verdaderas aunque son sólo el

    reflejo, pervertido, de otra cosa mucho más real, si de grados de realidad pudiéramos

    hablar. El Gólem es perverso, participio y adjetivo derivado de pervertir, porque es un

    trasunto degradado de su creador que es más real que él. La estrofa que sigue dice:

    Sus ojos, menos de hombre que de perro

    Y harto menos de perro que de cosa,

    Seguían al rabí por la dudosa

  • 78

    Penumbra de las piezas del encierro. [49-52]

    Quiero ahora referirme a la semantización del mensaje. La palabra “menos” y su

    concatenación “menos que menos” exponen cuál es el nivel de la existencia de dicha

    criatura, producto de una abominación natural y por ello degradada en su ser. Mientras

    que la dudosa penumbra y el encierro, que recuerdan otra vez el pasaje platónico, nos

    hablan de la situación de la realidad que viven el Gólem y su creador. La penumbra es

    dudosa porque nos impide ver la luz, que es el conocimiento del mundo, y nos insufla de

    cuestionamientos y, al mismo tiempo, compone el encierro que es el mundo que tomamos

    como real.

    Sobre la mencionada degradación se lee enseguida:

    Elevando a su Dios manos filiales,

    Las devociones de su Dios copiaba

    O, estúpido y sonriente, se ahuecaba

    En cóncavas zalemas orientales.

    El rabí lo miraba con ternura

    Y con algún horror. “¿Cómo (se dijo)

    Pude engendrar este penoso hijo

    Y la inacción dejé, que es la cordura? [57-64]

    El rabí intuye, sin comprender, que algo en la creación del Gólem estuvo mal.

    Mira a este con sentimientos contradictorios, ternura y temor; el otro, a su vez y en

    ejercicio paralelo, le devuelve expresiones de estupidez y alegría. El rabí no desea

  • 79

    destruir a su criatura aunque le resulte grotesco, más bien desearía volver en el tiempo y

    no haberlo creado. Volver pues a la cordura de la inacción.

    La inacción también era lo más sensato para los inmortales del cuento antes

    analizado. Para ellos cualquiera actividad carecía de sentido puesto que, siendo

    inmortales, habían de llegar tarde que temprano a todo ejercicio y a toda circunstancia. La

    exclamación del rabí no deriva de su vida eterna sino desilusión aunque el mensaje, a fin

    de cuentas, es el mismo. El autor reproduce la misma idea esbozada en sus cuentos. Una

    idea que le permite inferir que, dada la falsedad del mundo y la nulidad del ser, cualquier

    cosa que hagamos es irrelevante. Además considerando que el tiempo y el espacio son

    infinitos, nuestra existencia, la de todos los hombres, no significa nada porque no

    representa, en una carrera cronológica interminable, ni siquiera un instante.

    Lo infinito y lo eterno de que hablo están incluidos en la estrofa que sigue:

    ¿Por qué di en agregar a la infinita

    Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

    Madeja que en lo eterno se devana,

    Di otra causa, otro efecto y otra cuita?” [65-68]

    Llego ahora mismo a lo paradójico del tema que es lo que fundamentalmente

    ocupa este estudio. El rabí sufre y se atormenta por haber agregado un elemento más a la

    totalidad, otro hilo a la trama. Y sufre porque su aportación es innecesaria y aun grotesca,

    así que se recrimina la acción deseando volver en el tiempo para nunca ponerla en

    marcha. Sin embargo, sus preocupaciones y tormentos son igualmente innecesarios

    considerando que la madeja que se devana en lo eterno, esto es el tiempo, es, según el

    verso, “vana”. Y esta palabra se define como aquello falto de realidad, sustancia o

  • 80

    entidad. El rabí sabe que el mundo es una ilusión y una sombra y sin embargo no puede

    dejar de reprocharse el haber añadido más falsedad al total de ésta. Lo paradójico estriba

    en que a pesar de intuir la irrealidad del universo, esta irrealidad, con sus causas y efectos

    ficticios, le mortifique. El poeta pretende con esto reflejar lo que él cree es la situación de

    todos los hombres.

    La estrofa que concluye el poema es la siguiente:

    En la hora de angustia y de luz vaga,

    En su Golem los ojos detenía.

    ¿Quién nos dirá las cosas que sentía

    Dios, al mirar a su rabino en Praga? [69-72]

    El primer dístico retoma la idea de la falsedad de lo tangible al atribuirle el

    adjetivo “vaga” a la palabra luz. La luz es lo que permite la visibilidad otorgando realidad

    a los objetos que toca. Aquello que permanece en penumbras es, para los hombres,

    desconocido. El rabí detiene los ojos en su creación y piensa todo lo antes mencionado

    por el poeta; que es abominable y que no debió ocurrir. La pregunta final saca al lector de

    la atmósfera que ha construido el autor con libros sagrados, rabíes, sinagogas y ciudades

    para llevarlo a un plano superior. Un plano en el que es posible que el creador del rabino

    esté pensando exactamente lo mismo que éste sobre su Gólem. Si esto es así ¿Quién nos

    asegura que no hay otro tras el Creador primero mencionado pensando lo exacto mismo

    y, tras éste, otro; así hasta el infinito? Es posible extraer esta pregunta del poema. Las

    nociones o afirmaciones paradójicas se “resuelven”, muchas de las veces, con la

    entelequia del infinito. Pero entonces las reflexiones serían exactamente iguales. Todos

    ellos considerarían el mundo como una abominación, una falsedad y, a pesar de ello se

  • 81

    preocuparían por el destino de estos universos de cartón y oropel. Al poner a un creador

    detrás del otro, el autor pone en duda la omnisciencia y perfección de cada uno de ellos, y

    ¿qué derivaría de un Dios o creador imperfecto? (utilizando otra vez la artillería lógica)

    pues no otra cosa que una creación defectuosa. El paralelismo es como sigue:

    Dios Hombre

    Hombre Gólem

    La pregunta, entonces, sería:

    ¿? Dios Hombre Gólem ¿?

    Sobre estás puestas en abismo, tan comunes en Borges, Barrenechea señala,

    acertadamente, el horror que pueden producirnos al poner en entredicho nuestra realidad.

    Borges ha hablado del efecto sobrecogedor que produce el mapa dentro del

    mapa en la obra de Josiah Royce, The world and the individual, el drama

    dentro del drama en Hamlet, la novela dentro de la novela en el Quijote y

    las parejas inclusiones de Las mil y una noches y del Ramayana. Ellas

    sugieren a los lectores y espectadores, que se consideran seres reales, su

    posible condición de entes imaginarios. (19)

    Es precisamente esa puesta en duda de nuestra realidad y nuestro ser, el

    mostrarnos como una caja más del infinito número que siguen hacia adentro y hacia

    fuera, lo que nos produce horror.

  • 82

    En el poema “Ajedrez” nos enfrentamos a una situación similar a la antes referida

    en el poema “El Gólem”, sólo que en éste entra en juego una noción más, la de

    “destino”. Su intención es la de describir el juego de mesa y sus similitudes con la vida

    de los hombres y las sociedades. El poema se divide tipográficamente en dos partes

    señaladas con números romanos; en realidad se trata de dos sonetos que comparten el

    mismo tema y las mismas descripciones lo que, de cierto modo, les otorga unidad. En

    ambos lo más significativo es el final, estos es, los últimos tercetos ya que, en ellos, se

    expone la idea fundamental y motriz que dio origen a dichos poemas.

    En el primero podemos leer:

    En su grave rincón, los jugadores

    Rigen las lentas piezas. El tablero

    Los demora hasta el alba en su severo

    Ámbito en que se odian dos colores. [1-4]13

    En esta estrofa hay un marcado reconocimiento de la predestinación del hombre.

    En ella el hombre es prisionero de una cárcel de la que le es imposible huir. Los términos,

    “grave”, “rigen” y “severo” ayudan a comunicar esa idea. El segundo cuarteto continúa

    desarrollándola. En él se esboza también la descripción de las piezas que componen el

    juego, que hacen referencia a los distintos estratos de una organización política y

    castrense pero que al mismo tiempo aluden a las diferentes capas sociales y culturales que

    igual son afectadas sin distingo por el tiempo y sus rigores.

    13 En Ficcionario, el poema “Ajedrez” ocupa las páginas 353 y 354, citaré en adelante por

    el número de verso.

  • 83

    La primera manifestación de lo contradictorio, y no lo meramente oximorónico,

    sino lo lógico ilógico, lo paradójico, se exhibe en el siguiente terceto desarrollándose en

    el subsecuente:

    Cuando los jugadores se hayan ido,

    Cuando el tiempo los haya consumido,

    Ciertamente no habrá cesado el rito.

    En el Oriente se encendió esta guerra

    Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.

    Como el otro, este juego es infinito. [9-14]

    El enfrentamiento de los términos “ido” y “consumido”, con la negación del cese

    del rito, plantean un problema más filosófico que semántico que nos habla de una

    concepción del tiempo y del universo. En dicho problema, las piezas del tablero no son

    distintas a los hombres, ellas comparten el mismo aciago destino de ser movidas por

    alguien más. El juego, que se origina en la India y después de pasar a Persia llega hasta el

    occidente, es infinito porque el tiempo es infinito y a través de las vueltas y ciclos que da

    el transcurrir de éste, siempre habrá dos hombres jugándolo. Como el juego de la historia.

    Ese “otro” a que se refiere el autor a la hora de hacer la comparación. Una vez más la

    concatenación, las cajas chinas, nos remiten al horror de la posibilidad de ser un ente

    imaginario y sin control sobre nuestro destino. Esta circunstancia es más evidente en el

    segundo soneto.

  • 84

    En éste, el primer cuarteto es ocupado por la descripción de las piezas y sus

    características y no es sino hasta el segundo que su terrible situación se esboza. El poema

    dice:

    No saben que la mano señalada

    Del jugador gobierna su destino,

    No saben que un rigor adamantino

    Sujeta su albedrío y su jornada. [5-8]

    Donde el rigor del destino, también desarrollado en el soneto anterior, es

    sostenido por las palabras “gobierna”, “rigor”, “adamantino” (duro como el diamante) y

    “sujeta”. Siendo objetos directos de éste último verbo, “albedrío” y “jornada”. Dicho

    albedrío es lo que esta siendo puesto en crisis aquí. Ya que si el tiempo todo ya existe,

    con todas sus posibilidades, qué tanto hay de libre en nuestras decisiones. Claro que hasta

    este punto habla de las piezas del juego. Pero enseguida se referirá, el poeta, también al

    jugador.

    También el jugador es prisionero

    (La sentencia es de Omar) de otro tablero

    De negras noches y de blancos días.

    Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

    ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

    de polvo y tiempo y sueño y agonías? [9-14]

    La afirmación, aunque tajante, no está sostenida en ninguna premisa valida,

    aunque parezca lo contrario, en ninguno de los dos sonetos que componen “Ajedrez”.

    Cierto que se da la descripción del juego y de la manipulación de las piezas, cierto que se

  • 85

    habla de sus movimientos limitados como de un destino escrito y de un albedrío

    restringido, sin embargo y a pesar de esto, no hay nada (ninguna premisa) en el poema

    que nos haga pensar que esa, necesariamente, es la situación de los hombres. Aún así

    Borges tomó la descripción del juego como las premisas de las cuales va a concluir una

    situación terrible “Dios mueve al jugador” nótese que nunca hizo referencia a las

    sagradas escrituras o sagrados mandamientos de ninguna religión para extraer esa

    conjetura; no, empezó con algo muy simple como lo es un juego de mesa y le pareció que

    una analogía injustificada sería suficiente fundamento para afirmar que Dios es quien

    controla nuestros destinos. Metáfora que no tiene premisa que la fundamente en el

    poema. Aunque podrá afirmarse que de modo indirecto hace referencia a Aristóteles y a

    Santo Tomás que justificaban ese cuestionamiento, el primero con el motor inmóvil y el

    segundo con Dios, no hay ninguna referencia a ellos. Y, en todo caso, Borges

    cuestionaría estas aserciones ya que él lanza la pregunta, como si el padre de la lógica y

    el padre de la escolástica no hubieran ya dado una respuesta convincente. Cierto es que el

    poema puede considerarse una mera alegoría; no obstante, lo narrativo de éste es lo que

    permite estas indagaciones.

    Nada halagüeño hay, además, en el último verso del poema ya que, considerando

    una gradación infinita de creadores y creados, de dioses manipuladores, y dioses

    manipulados, nada tendría la validez de lo real, de ahí que ello se relaciona con “polvo”,

    “sueño” y “agonía”. La existencia, pues, no sería otra cosa que una ilusión vana y endeble

    en cuya falsa seguridad el hombre vive. Dice Borges en su “Magias parciales del

    Quijote”:

  • 86

    ¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapa y las mil y una

    noches en el libro de Las mil y un noches? ¿Por qué nos inquieta que don

    Quijote sea lector del Quijote y Hamlet, espectador de Hamlet? Creo haber

    dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una

    ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o

    espectadores, podemos ser ficticios. (Ficcionario 298)

    La nulidad del albedrío además representa otro problema. Si ninguno es motor

    sino movido por el anterior hasta el infinito, no habrá entonces alguno que tenga el mover

    el resto como determinación propia, ninguno tendrá albedrío y ninguno será origen del

    conflicto. De ahí que aunque bien argumentado ese planteamiento, visto desde la lógica

    del sentido común se antoja una imposibilidad.

    3.3. El jardín de senderos que se bifurcan

    Este cuento será estudiado aquí por varios motivos significativos. Uno de ellos es que

    como cuento es una muestra de lo más representativo de la obra borgeana, “El Jardín de

    senderos que se bifurcan” es, junto con “El aleph”, “El inmortal” y “Las ruinas

    circulares”, uno de los cuentos más estudiados y que con mayor evidencia sintetiza los

    recursos narrativos, temas y la poética misma del autor. Otro motivo es el que pertenezca

    a otro género o tipo de relatos. Mientras que “El inmortal” pertenece al género fantástico,

    y los poemas analizados a la parte lírica del trabajo borgeano, “El jardín de senderos que

    se bifurcan” se integra en el grueso del género policiaco. Y es importante porque he

  • 87

    tratado hasta aquí de ocuparme de las distintas facetas por las que pasó el autor, no de una

    a la otra a manera de progreso o evolución sino alternadamente visitándolas todas.

    Así pues, analizando también el cuento policiaco cubriría otra faceta de la

    narrativa de Borges y, al encontrar elementos constitutivos similares en cada una de los

    géneros aquí analizados, habré dado con elementos constantes puesto que no los aniquila

    ni siquiera el salto de un género a otro. El principal, el que pretendo explorar, es la

    paradoja incorporada a cuentos y poemas como formato narrativo.

    Pero, ¿cómo sabemos que, efectivamente, “El jardín de senderos que se bifurcan”

    es un cuento policiaco? Pues bien, a más de la atmosfera de espionaje, contraespionaje e

    intriga; el lector se encuentra con el problema de entender por qué el protagonista planea

    un crimen y su realización a través de una guerra que en apariencia no es la suya. El

    lector en este cuento es quien debe resolver el problema de dicho crimen con las pocas

    pistas e indicios que el mismo protagonista, a través de la narración en primera persona,

    está planteando. Para entender la naturaleza policial del relato, sirva además la

    introducción que el mismo autor elabora al prologar la antología Ficciones:

    Las piezas de este libro no requieren mayor elucidación. La séptima (El

    jardín de senderos que se bifurcan) es policial; sus lectores asistirán a la

    ejecución y a todos los preliminares de un crimen, cuyo propósito no

    ignoran pero que no comprenderán, me parece, hasta el último párrafo.

    (11)

    Sin importar su temática o género, sin embargo, en todos los cuentos, en todos los

    que pueden ser llamados de esta forma, cada escena, cada frase y cada palabra están

    estrictamente diseñados y encaminados hacia un fin particular o tienen la finalidad de

  • 88

    causar una emoción que ayude a la totalidad de la obra. De este modo, el cuento se

    encargará de sumar a su argumento únicamente aquellas premisas que le resulten

    indispensables, ya que la naturaleza de este tipo de narraciones es netamente sintética. En

    Borges, sin embargo, los relatos suman premisas que, siendo incuestionables y lógicas,

    llevan la trama y la narración hacia un fin cuestionable y terrible que pone en evidencia y

    en crisis el constructo de conceptos, ideas e ideologías, con los que el ser humano vive

    día con día. Claro que la finalidad que pretende es preeminentemente estética, pero no

    por ello, deja de comunicar el pensar o intuir del creador.

    “El jardín de senderos que se bifurcan” es, como antes dije, un cuento policiaco.

    Su historia se desenvuelve en una atmósfera de espías e intrigas políticas. Esto, sin

    embargo, no resalta como lo primordial, ya que presenta otros elementos y temas que

    opacan por momentos el tema policial. Tales elementos son los postulados y teoremas

    que se plantean sobre el tiempo y sobre el ser; asuntos que, como ya se ha dicho,

    formaron parte importante en la temática borgeana.

    Yu Tsun, antiguo catedrático de inglés de ascendencia china, relata (seguramente

    desde la prisión) los motivos que lo llevaron a cometer un crimen. Espía a las órdenes del

    nazismo, tiene como meta dar a conocer la ciudad que almacenaba el nuevo parque de

    artillería y que debería ser atacada. El chino, sin embargo, no podía solamente comunicar

    el lugar preciso a través de un simple mensaje o llamada, ya que, en un universo de

    espionajes y contraespionajes, él también estaba siendo vigilado, y aun perseguido por un

    agente del bando opuesto, el oficial Richard Madden, quien, según se entera el espía

    chino, pensaba matarlo.

  • 89

    Aquí y allá, siempre con reiterada insistencia, están sembrados los elementos que

    obligarán al lector a adentrarse a un mundo mucho más metafísico y trascendental que

    histórico y político. Ante la posible muerte, por ejemplo, Yu Tsun alcanza a reflexionar:

    Me pareció increíble que ese día sin premoniciones ni símbolos fuera el de

    mi muerte implacable. A pesar de mi padre muerto, a pesar de haber sido

    un niño en un simétrico jardín de Hai Feng ¿yo, ahora, iba a morir?

    Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente,

    precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los

    hechos. Innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo

    que realmente pasa me pasa a mí... (102)14

    Dichas afirmaciones permiten traslucir algunas ideas extraídas del idealismo,

    hasta cierto punto solipsista de Berkeley que tanto apasionó a Borges y que asegura que

    apenas aquello que ocurre en la mente es lo existente. De modo que, Yu Tsun hace bien

    en afirmar que todo lo que ocurre en el mundo no sucede sino a su alcance, es decir que

    únicamente aquello que puede percibir o pensar es más o menos real. Sin embargo,

    podemos percibir otro matiz en las últimas palabras expresadas por el personaje que

    repiten la idea que sobre el Ser se ha manejado en los textos objeto de este estudio.

    Si consideramos pues el planteamiento del Ser compartido y de la infinitud del

    tiempo no hay nada verdaderamente novedoso, todo ya ha ocurrido y ocurrirá y, no

    obstante, sigue aconteciendo. Eso lleva al personaje a valorar su presente que es todo lo

    que el tiene, todo lo que el puede juzgar existente. Y es que, otra vez a partir de una

    figura retórica (que a la vez refleja una estructura del pensar), el protagonista llega a

    14 Cito del Libro Ficciones, 2000.

  • 90

    dudar de su aniquilación; él es uno, es cierto, es a quien le suceden las cosas, pero a la

    vez es todos, es su pasado y es sus ancestros, ¿podía morir entonces alguien que es su

    pasado y sus congéneres? Así que la pregunta que se hace a sí mismo es del todo

    legítima. “¿yo, ahora, iba a morir?” y no porque dudara del día o fecha histórica, sino

    porque dudaba de la muerte misma. Como se podía aniquilar algo que había dejado eco

    en el tiempo, en el pasado en este caso. Porque el tiempo aquí es visto como una totalidad

    ya existente. De modo que el pasado y el futuro ya existen (será más claro un poco más

    adelante) aunque, paradójicamente otra vez, sólo se pueda ser en el presente.

    El espía chino decide transmitir la información a través de un crimen. Da en la

    guía telefónica con la persona capaz de comunicar su secreto y emprende su búsqueda. El

    deseo de cumplir con su misión no es motivado por un fervor ideológico o político sino

    por un anhelo de afirmación de sí mismo y de su raza frente la autoridad alemana. Por eso

    busca concluir su misión a pesar de que sospecha que será lo último que haga en su vida.

    Dice el mismo Yu Tsun: “Lo hice porque yo sentía que el jefe temía un poco a los de mi

    raza –a los innumerables antepasados que confluyen en mi. Yo quería probarle que un

    amarillo podía salvar sus ejércitos” (104).

    Podría fácilmente entenderse que la vindicación de su raza incluye,

    necesariamente, sus antepasados y coetáneos. No obstante, la aserción presenta un juego

    que permite la interpretación segunda que establece que el personaje no es solamente él

    como individuo, sino también todos sus ancestros y todos sus hermanos y descendientes

    aún sin nacer y, más precisamente, todos los hombres. El problema de la individualidad,

    tiene en este cuento, el matiz de la identidad étnica y cultural, lo que enriquece la trama y

    ayuda a dar significación a los enfrentamientos, políticos, culturales y morales tan

  • 91

    presentes en el cuento, que nos muestra, un chino catedrático de inglés al servicio de

    Alemania, un inglés sinólogo y un irlandés al servicio de Inglaterra que tiene que probar

    su fortaleza y valor para no ser denostado por su nacionalidad. Así cada uno de éstos,

    busca, a través de la individualidad, dar significado o validez al todo (volvemos con la

    sinécdoque). Esto en el cuento no sólo tiene el matiz de lo patriótico sino también de lo

    ontológico, cada uno de ellos quiere salvar su ser, un ser que comparte con los demás que

    son como él.

    Por otro lado, siendo la naturaleza de este trabajo exhibir los recursos que Borges

    extrae de la lógica, principalmente reproduciendo la naturaleza del silogismo (sobre todo

    del silogismo falaz, el sofisma), adecuándolos a la narrativa, refiero el siguiente pasaje

    que acontece inmediatamente después de que Yu Tsun ha burlado al agente Madden

    abordando el tren antes que él. El primero desarrolla estas reflexiones.

    Me dije que ya estaba empeñado mi duelo y que yo había ganado el primer

    asalto, al burlar, siquiera por cuarenta minutos, siquiera por un favor del

    azar, el ataque de mi adversario. Argüí que esa victoria mínima

    prefiguraba la victoria total. Argüí que no era mínima, ya que sin esa

    diferencia preciosa que el horario de trenes me deparaba, yo estaría en la

    cárcel o muerto. Argüí (no menos sofísticamente)15

    que mi felicidad

    cobarde probaba que yo era hombre capaz de llevar a buen término la

    aventura. (105)

    El paréntesis en este caso es más que ilustrador. El mismo personaje señala que no

    hay nada en las premisas que lo lleven a concluir semejantes conjeturas. De ahí que sus

    15 Cursivas mías.

  • 92

    deducciones sean llevadas a cabo “sofísticamente” donde el término sofista guarda el eco

    de artimaña retórica. De estas reflexiones se extrae la atmósfera y la técnica o técnicas

    narrativas empleadas por el autor argentino. La lógica está presentada endeble y

    falseadora de hechos. Es vista como un recurso que nos permite, como al chino Yu Tsun,

    una tranquila fragilidad, una “felicidad cobarde” y es cobarde porque no se atreve a

    hondar más allá de lo aparente, porque el ser humano prefiere la tranquilidad existencial

    que le da la lógica, que supuestamente lo explica todo, al horror de vislumbrar, siquiera

    brevemente, los abismos de naturaleza ilógica de que está plagado el mundo.

    El personaje, sin embargo pasa de estas reflexiones tranquilizantes a otras que no

    lo abandonan, aquellas que reiteran sus preocupaciones sobre la existencia y el ser.

    Leemos:

    Pronto no habrá sino guerreros y bandoleros; les doy este consejo: El

    ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe

    imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado [sic]. Así

    procedí yo, mientras mis ojos de hombre ya muerto registraban la

    afluencia de aquel día que era tal vez el último. (105)

    El personaje imagina ya haber cumplido su misión –intuye haber cumplido su

    misión–, puesto que de algún modo sabe que su futuro ya existe en la totalidad del

    tiempo, regida por causas y efectos y sus múltiples variables y combinaciones. Intuye

    además que sus ojos son los de un muerto, lo cual es cierto considerando que estando

    escrito su destino, es decir su muerte, en algún momento del futuro ya existente, él está

    muerto. Después de esto, Yu Tsun menciona por primera vez ser nieto de T´sui Pên,

    gobernante de la provincia de Yunnan quien se retirara temporalmente de su labor como

  • 93

    gobernante para escribir una novela y para construir un laberinto. Tratando de imaginar

    ese laberinto Yu Tsun describe. “Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso

    laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo

    los astros” (107). Descripción análoga a aquella que de la ciudad de los inmortales hace

    Flaminio Rufo: “Esta ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y

    perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el

    porvenir y de algún modo compromete a los astros [sic]” (“El Inmortal” 15). Ambos

    lugares son abominables y provocan horror porque en ellos el espacio y el tiempo se han

    fundido, lo que representaría un anclaje, un estatismo en la fluida corriente de ambos, que

    determinaría, dada su indisociabilidad, las posibles mezclas de tiempos y lugares

    afectándolas. Por eso comprometen a los astros, en los cuales, según la tradición está

    escrito el destino.

    Como vemos, el universo fantástico de Borges también tiene esos intersticios

    defectuosos que comprometen la totalidad y provocan, por su descarada depravación, la

    náusea. Esto ocurre porque el universo fantástico del autor pretende dar cuenta del mundo

    real, pretende imitarlo hasta en sus defectos. No debe sorprender que el reflejo que de la

    obra dentro de la obra aparece como la novela de T´sui Pên, posea las mismas

    características y dentro de ésta tal vez otra, así hasta el infinito.

    Yu Tsun consigue dar con la casa del profesor Stephen Albert, pues ese era el

    lugar que buscaba, donde descubre que el tal Albert dedica sus días a la sinología, y sobre

    todo al estudio de la novela escrita por su antepasado. El mencionado sinólogo describe

    así la novela de T´sui Pên:

  • 94

    Me detuve como es natural, en la frase: Dejo a los varios porvenires (no a

    todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto comprendí; el

    jardín de senderos que se bifurcan era la novela caótica; la frase varios

    porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la bifurcación en el

    tiempo, no en el espacio. La relectura general de la obra confirmó esta

    teoría. En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con

    diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi

    inextricable T´sui Pên, opta –simultáneamente– por todas. Crea, así,

    diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se

    bifurcan. (112-13)

    No hay duda de que como proyecto es imposible, la novela de T´sui Pên es una

    suerte de Aleph, es imposible. Para que una pieza contuviera todas las posibilidades, es

    decir, todas las opciones, cuyo número es infinito, dicha novela tendría que ser infinita.

    El sinólogo Albert descarta que su estructura sea circular como él imaginó al principio,

    esto es, que la última página fuera la primera de modo que se volviera a empezar la

    historia para siempre. Las premisas de este falso silogismo son fáciles de identificar. El

    personaje protagonista opta por todas las opciones; entonces, en la novela encontramos

    diversos tiempos que se bifurcan igualmente. En algún momento las bifurcaciones deben

    terminar considerando que el libro es también un objeto físico. ¿Cómo podría ocurrir eso

    si el personaje seleccionó todas las opciones, todas las variantes, siendo éstas infinitas? Si

    la novela fuera un objeto o punto, como el Aleph del cuento homónimo (cosa que no se

    afirma), sería posible comprender la naturaleza de la misma aunque ello no le restaría lo

    paradójico. Porque un punto que contiene todos los espacios y todos los lugares

  • 95

    simultáneamente, puede formularse verbal y descriptivamente, pero el solo hecho de

    tratar de imaginar un objeto semejante es una tarea imposible.

    Todavía, exacerbando esta imposibilidad, enseguida se lee: “En la obra de T´sui

    Pên, todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones”

    (113). Tal cosa, como ya he mencionado, es factible de ponerse en palabras pero no de

    llevarse a cabo, dado que su monumentalidad exigiría un número infinito de páginas. El

    infinito de la obra, para más apoyar esta afirmación, es confirmado por el propio

    personaje estudioso de la misma. Él llega a observar: “No creo que su ilustre antepasado

    jugara ociosamente a las variaciones. No juzgo verosímil que sacrificara trece años a la

    infinita ejecución de un experimento retórico” (114).

    La paradoja se evidencia en la conjunta puesta en funcionamiento de dos términos

    en los que se observa una natural antipatía, ya que la palabra “ejecución” tiene el eco o

    sentido de lo acabado de lo que puede terminarse, mientras que “infinita” no sería un

    adjetivo semánticamente coherente para ella.

    Otro detalle por demás interesante es la descripción de la verdadera simbología de

    la ambiciosa novela de T´sui Pên; dice de ella Stephen Albert:

    El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o

    parábola, cuyo tema es el tiempo; [...] Es una imagen incompleta, pero no

    falsa, del universo tal y como lo concebía T´sui Pên. A diferencia de

    Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo

    uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red

    creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos.

    Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que

  • 96

    secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la

    mayoría de esos ejemplos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no

    usted; en otro