Ideologia y Racionalidad en La Historia de Las Ciencias de La Vida

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    Ideologa y racionalidad

    en la historia de lasciencias de la vidaN uev os estudios de historia yde filosofa de las cienc ias

    Traduccin de la segunda edicin francesarevisada y corregida

    Georges Canguilhem

    Amorror tu edi toresBuenos Aires - Madrid

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    Biblioteca de filosofaIdologie et rationalit dans l histoire des sciences de la vie. ouvelles elu-des d histoire et de philosophie des sciences, Georges Cangui lhem segundaedicin revisada y corregida)

    Librair ie Phi losophique J . Vrin, Par s , 1988Trad ucci n, I re ne Agoff

    La re produ ccin to tal o parc ial de este libro en forma idnt ic a o modif icadapor c ualq uier med io mecnico , e lectrnico o informtico, incluyend o fotocopia , g rabac in , d ig i ta l izac in o cua lquie r s i s tem a de a lma cena mie nto yrecuperac in de in formacin , no au tor izada por los ed i tores , v io la derechos reservados .

    Todos los derechos de la edicin en castellano reservados porAm orror tu ed i tores S. A. , Pa rag ua y 1225, 7o p iso (1057) Bu eno s Aireswww.amor ro r tued i to re s . com

    A m orror tu ed i tores Esp a a SL, C/San An drs , 28 - 28004 M adr id

    Queda hecho el depsi to que previene la ley n 11.723Indus t r i a a rgen t ina . Made in Argen t ina

    ISBN 950-518-366-6ISBN 2-7116-0110-2, Pars, edicin original

    Cangu i lhem, GeorgesIdeologa y raciona l idad en la his tor ia de las c iencias de la vida :nuevos estudios de historia y de fi losofa de lasBue nos Ai res : Am orror tu , 2005 .192 p. ; 23x14 cm. (Filosofa)

    Traduccin de: Irene Agoff

    ISBN 950-518-366-6

    1. Filosofa de las Ciencias I . Agoff, I rene , t rad .CDD 501

    ciencias .-

    II . T tulo

    I a ed. -

    http://www.amorrortueditores.com/http://www.amorrortueditores.com/
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    El papel de la epistemologa en lahistoriografa cientfica contempornea

    Una primera comprobacin se impone a quien comienza a examinar las relaciones entre epistemolo

    ga e historia de las ciencias, y este mismo hecho esinstructivo par a u na formulacin correcta de la cuestin. Pu es sucede qu e, en la hora actua l, se dispone enesta m ate ria de m s manifiestos o prog ram as que deejemplos. Comparado con el inventario de las intenciones, el ba lanc e de las realizaciones es exiguo.

    Frente a la historia de las ciencias, disciplina quetiene a su vez una historia, la epistemologa se encu en tra a p rim era vista en una situacin falsa. D esdeel punto de vista de la cronologa, la historia de lasciencias no debe nada a esa suerte de disciplina filosfica que, al parecer desde 1854, es llamada epistemologa.1 La Histoire des mathmatiques de M ontu-

    cla (1758), la Histoire de l astronomie de Bailly (1775-1782), el Versuch einer pragmatischen Geschichte derArzneikunde de K urt Sprengel (1792-1803) son obrascompuestas al margen de cualquier referencia a unsistema de conceptos crticos o normativos. Induda-,ble m en te, todos estos trabajos procedan, sin que ninguno de sus autores reivindicara alguna concienciareflexiva, de una conciencia de poca tematizada demodo impersonal en la doctrina de la perfectibilidadindefinida del espritu humano; conciencia de poca

    1 Cf. J. F. Ferrier, Institutes ofMetaphysics, Edim burgo: W illiamBlackwood & sons, 1856. El trm ino epistemology fue inventado paraoponerlo a ontology.

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    justificada por u n a sucesin ba sta nte con tinua de revoluciones en los campos de la cosmologa, la matem tica y la fisiologa, y op eradas por Coprnico, Gali-

    leo, Descartes, Harvey, Newton, Leibniz, Lavoisier,para no anticipar los progresos cientficos veniderosm s que desde la perspectiva de la continuidad. Cuando Spreng el, en la introduccin a su Historia de la medicina, alud e exp resa m en te a la filosofa crtica enra z n de la fecha, 1792 , co nsid era e st a filosofacomo una doctrina que ha llegado a impregnar a algun os mdicos, as como en otro tiemp o hu bo mdicosdogm ticos, empricos o escpticos, y de n ing n modocomo un instrumento novedoso y eficaz destinado ava loriza r o desv alorizar los procedim ientos del saber.Sera perfectamente intil , pues, reprochar a historiadores de las ciencias de los siglos XVIII y XIX el

    no hab er puesto en prctica n inguno de los conceptosque los epistemlogos se esfuerzan hoy por destacar,con car cter de reglas d e esc ritura o composicin, ante q uien practica y produ ce la historia d e las ciencias.

    Ahora bien, entre esos historiadores, los que notoleran bien la mirada dirigida por la epistemologahacia su disciplina no dejan de sealar que, nutrida

    ella m ism a por la his toria de las ciencias, la epistemologa no tiene fundamentos para pretender dar msde lo que ha recibido ni para reformar en principioaquello de lo que en realid ad p rocede. E sta acrimoniano carece de alg un a relacin, vaga o laxa, con la an tigua corresponden cia e nt re las disciplinas y las facultad es del alm a. H istoria sera trib ut ari a de M emoria.Pero cabe preguntarse de qu lado se encuentra laambicin ms exorbitante. No es ms pretenciosoconsiderarse una memoria que pretender ejercer unjuicio? Del lado del juicio, el erro r es un acciden te posible pero, del lado de la m em oria, la alteracin se dapor esencia. Respecto de las recons tituciones efectua

    das en h istoria de las ciencias, debe decirse lo que y a

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    se dijo de las correspondientes a otros campos de lahistoria poltica, diplomtica, militar, etc., a saber: que, contrariamente a la exigencia de Leopold

    von Ra nk e, el historiador no puede jacta rse de presentar las cosas tal como sucedieron realmente (wiees eigentlich gewesen).

    Se ha comentado a menudo la frase de Dijkster-hu is se g n la cual la histo ria de las ciencias no es slola m em or ia de la ciencia sino tam bi n el laboratorio,de la epistemologa.^ Dado que u na elaboracin no esuna restitucin, se concluir que es legtima la pretensin de la epistemologa de dar ms de lo que recibi. l desp lazar el polo de inte rs , su inte rs consiste en s ustitu ir la historia de las ciencias por las cien;cias segn su histo ria l Tom ar por objeto de estudio slo asuntos de fuentes, invenciones o influencias, de

    anterio ridad , sim ultaneidad o sucesin, equ ivaldraen el fondo a no distinguir entre las ciencias y otrosaspectos de la cultura.) U n a h istor ia de las cienciasdepurada de toda contaminacin epistemolgica debera reducir una ciencia en un momento dado, porejemplo la fisiologa vege tal del siglo XVIII, a u n a exposicin de las relaciones cronolgicas y lgicas entre

    diferentes sistemas de enunciados relativos a algun as clases de problem as o soluciones. El valor respectivo de los historiadores se medira entonces por laamplitud de su erudicin y por la penetracin de susanlisis acerca de las relaciones, analogas o diferencias establec idas en tre los cientficos. Pero es ta diversidad de historias no modificara en na d a su relacincom n con aquello que consideran historiar. La historia p u ra de la botn ica del siglo XVIII no puede com-

    2 The History of Science forms not only the memory of science, butalso its epistem olgica laborato ry. E. J. D jikste rhu is, The origin s ofclassical mechanics, en Marshall Clagett, ed., Critical Problems inthe History of Science (1959), segunda edicin, Madison: Univ ersity of

    Wisconsin Press, 1962.

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    pr en de r bajo este nom bre m s q ue lo qu e los botn icos de la poca se asignaron como mbito de exploracin propio. La his tor ia p ura red uce la ciencia por ella

    es tud iad a al campo de investigacin q ue le indican loscientficos de la poca, y al tipo de mirada que echanellos mismos sobre ese campo. Pero esta ciencia delpasado, es un pasado de la ciencia de hoy? He aquu n primer interrogante, quiz fundam ental. Intentemos plante arlo c orrectam ente en relacin con el ejemplo a n tes invocado.

    Considerado en forma absoluta, pasado de unaciencia es un concepto vu lgar. El pasado es el comodn de la interrogacin retrospectiva. Se tra te de la figu ra de la tierr a, de la hom inizacin del ho m bre, de ladivisin del traba jo social o del delirio alcohlico de t a lo cual individuo, la investigacin d e los an tecedentes

    de la actualidad , m s o menos desplegada o extractada segn los medios y las necesidades del momento,llama pasado a su condicin de ejercicio y se lo dade antemano como un todo de capacidad indefinida.En este sentido, el pasado de la fisiologa vegetal denu estro s das com prendera todo lo qu e ciertas p ersonas llamadas botnicos, mdicos, qumicos, horticultores, agrnomos y economistas pudieron escribir enlo tocante a sus co njeturas, observaciones o experiencias, en cuanto a las relaciones entre estructura yfuncin, sobre objetos denominados unas veces hierbas , otras plantas y otras vegetales. Podemos hacernos una idea de esta abundancia, incluso dentro delos lmites de un recorte cronolgico y poltico, si nosremitimos al muy til inventario confeccionado porLucien Plantefol sobre los trabajos de los botnicosfranceses en la Academ ia de Ciencias, en opo rtunidadde su tercer centenario.3 Pero un inventario de los

    3 In sti tu de Fran ce, Acadmie des Sciences. Troisime Centenaire,1666-1966, II, Lucien Plantefol, Histoire de la botanique, Pars : Gau-

    thier-Villars, 1967.

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    poca, y ello motiv que se divid ieran en tre fisilogos-fsicos como S tep he n H ale s, y fisilogos-qumicos como Je a n Senebier y J a n Ingenhousz. Pero como la fi

    siologa vegetal contempornea uti l iza mtodos deanlisis qumico y tcnicas fsicas, sera cuanto menos tem erario com poner un a historia en q ue la continuidad de un proyecto enmascarara la discontinuidad radical de los objetos y la novedad radical de lasdisciplinas llamadas bioqumica y biofsica. Entre laqumica de la oxidacin y la bioqumica de las oxidaciones enzimticas, la fisiologa vegetal tuvo quehacerse primero fisiologa celular y bien sabemoscuntas resistencias encontr la teora celular de losorgan ismo s y luego deshacerse de las prim eras concepciones de la clula y del pro toplasm a p ar a abordar,en el nivel molecular, el estudio de los metabolismos.En su notable History ofBiochemistry,5 M arcel Flor-kin, tomando de Gastn Bachelard el concepto deruptura epistemolgica, muestra que la sustitucinde u n a fisiologa pro top lasm ista de la nu tricin vegeta l por u na fisiologa enz im atis ta, fue el efecto tericodel descubrim iento del fenmeno de fermentacin nocelular por E du ard B chner (1897), incomprendido y

    rechazado durante largo tiempo por los defensoresdel pasteurismo.6

    Vemos as la razn por la que el pasado de unaciencia de hoy no se confunde con la m ism a ciencia en

    5 M. Florkin, A History of Biochemistry, pr imera y segunda partes ,Amsterdam, Londres y Nueva York: Elsevier, 1972; tercera par te(History of the identification of the sources of free energy n organ-isms, 1975. Cf. Introduction: Th e em ergence of biochemistry, pgs .1-20 .

    6 Ibid. tercera parte, pg. 29: Kohler (J. Hist. BioL, 5, 1972, pg.327) [Kohler (J. Hist. BioL, 5, 1972, pg . 327) h a analizad o la recepcin brindada al descubrimiento de Bchner por los crculos cientficos de la poca. En ese anlisis no slo toma en cuenta los aspectosinte lec tua les sino tam bi n los aspectos sociales (. . .) Seg n se a la,m s que un hecho o u na teora, Bchn er propuso el fundam ento de unnuevo sistema conceptual.]

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    su pasad o. P a ra restablecer la sucesin de las investigaciones, experiencias y conceptualizaciones, sin lascuales seran ininteligibles los trabajos de Gabriel

    Bertrand (1897) sobre la presencia necesaria de metale s en la constitucin de las m olculas de enzim as ysobre el pape l de lo que l llam coenzima,7 carecede inters retroceder hasta Thodore de Saussure(1765-1845) p a ra incluirlo en un a histo ria de la nu tricin vegetal. En cambio, no deja de tener inters remontarse a su contemporneo Brisseau de Mirbel(1776-1854), y a los orgenes de la teora celu lar en botnica, para comprender la fecundidad heurstica delocalizar en u n p lano infracelular los objetos de la prim er a bioqumica de las enzim as. As pu es, en el espacio del ejercicio histrico, es posible situar en u n m ismo pu nto acontecimientos tericos significativos o in

    significantes, segn una andadura discursiva cuyotrm ino m om entneo debe ponerse en relacin de dependencia con comienzos conceptualmente homogneos, y cuya progresin revela poseer un ritmo propio.

    Sobre e sta b ase, dir el historigrafo de la ciencia,no es normal que el objetivo del epistemlogo slopueda ser alcanzado por el cientfico? No es estequien tiene competencia para indicar cules son lospu nto s de llegada cuyo in ters cientfico, eva luado enfuncin del presentimiento de desarrollos futuros,merece ser confirmado por la reconstitucin de la andadura discursiva de la que es conclusin provisional? La apelacin a este tercer personaje no podrasorprender o m olestar al epistemlogo. Este no ign oraque si hubo y hay cientficos que han descansado desus laboriosas relaciones con la ciencia en acto componiendo histo rias n ar ra tiv as d e su ciencia en reposo,hubo y hay cientficos que han sabido, en apoyo deu n a ep istemologa cuyos conceptos ad m itan, compo-

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    Ibid. pgs. 191-3.

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    ner historias crticas capaces de intervenir positivamente en el devenir de la ciencia misma. El texto deE r n s t M a c h , Die Mechanik in ihrer Entwicklung

    (1883), es un ejemplo clebre. Su impacto sobre las investigac iones de Ein ste in es bien conocido. Fue objetode un estudio histrico-epistemolgico en L histoiredu principe de relativit de Marie-Antoinette Tonne-lat .8 Qu epistemlogo no suscribira la declaracinlim inar por la que se rechaz a cierta m an er a de escribir la historia?: riesgo de decepcionar a ciertos especialistas, afirmarem os que no existe u n a aut nticae imperfectible Relatividad cuyo esquema propongamos bu sca r en los prim eros desarrollos de las teora scientficas. Ningn esbozo imperfecto, pero prometedor, esp era u na su erte de inv estidura bajo el velo delas ignorancias y prejuicios. Esta idea misma es an-

    tirre lativ ista ( .. ) N acida en la confusin de un aristo-telismo que tocaba a su fin, renovada por las contradicciones intrnsecas de un ter inasequible, la ideade Relatividad parece cada vez ms ligada a lo que lasigue que a lo que la precede? Visin innovadora, ellailumina su propio camino e incluso, en amplia medida, define sus meandros y determina su profundi-

    1

    zacion.Pero reconocer la existencia y el valor d e u n a his

    to ria epistemolgica com puesta por cientficos11 obligar al epistemlogo a renunciar a su tipo especficode relacin con la his toria de las ciencias, so p retextode que un a relacin anloga puede insta ura rse entre

    el cientfico y la h isto ria pa ra m ayor beneficio de esta?O bien debe el epistemlogo mantener una posicin

    8 M. -A. Tonne la t , L histoire du principe de relativit, P a r s :Flam m arion, 1971.

    9 L as bastardi l las son nues tras .1 0 Tonnelat , L historie..., op. cit., p g. 13.11 Por ejemplo, La logique du vivant, une histoire de l hrdit, por

    Francois Jacob, Premio Nobel (Pars: Gallimard, 1970).

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    de tercero y de pa rt e a la vez, haciendo va ler que si larelacin es en a parien cia d e igual tipo, la motivacinqu e la in stitu ye en su propio caso y en el del cientfico

    difieren de m an er a radical?En un trabajo muy reciente, La philosophie silen-cieuse,12, Jean-Toussaint Desanti, tras tomar nota dela ru p tu ra actu al del lazo entre las ciencias y la filosofa, se interroga sobre la pertinencia de las cuestione s p lantea das por el filsofo el epistemlogo alcientfico en cuanto a sus caminos y medios de produccin de conocimientos. Si el discurso filosfico noes prod uctor de conocim ientos, descalifica ello al filsofo p a ra discu rrir sobre las condiciones de su produccin? Habr que decidirse a no decir nada de lasciencias, salvo que las produzca u no m ismo? N ad a deeso. E s verda d que la tar ea crtica, aquella que consis

    te en anu lar los discursos interiorizado res y reproductores, exige una instalacin dentro del contenido delos enunciados cientficos. E sa "instalacin" no puedeser sino un a prctica. He a qu un a p arte, y no la menor, de la en sea nz a de G. Ba chelard. O bien callarsesobre u n a ciencia, o bien hab lar de ella desde de ntro,es decir, practicndola .13 Pero hay p rcticas y prcti

    cas. Entendida en el sentido en que Descartes decaaplicar su mtodo a las dificultades en m ate m tic a,1 4

    parec e qu e este tipo de prctica productiva no est alalcance del filsofo pu es de lo contrario este sera unsoldado bat idor en el ejrcito de los cientficos. Lo cierto es qu e, pa ra el epistemlogo, prac ticar u n a cienciaequivale a remedar la prctica del cientfico, intentando rehacer los gestos productores de conocimientos mediante una frecuentacin laboriosa de los tex-

    12 J .-T Desanti , La philosophie silencieuse ou Critique des philoso-phies de la science, Par s: Seu il, 1975.

    1 3 Ibid. pg. 108.14 Discurso del mtodo, tercera parte.

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    tos originales en los que el productor h a explicadojii^conducta.15

    Puesto que en su conducta terica un investigador

    no pue de dejar de intere sars e por la franja inm ediatam en te anterior de las bsq ued as de similar ndole, ypue sto que un borde es tam bin bordeado y as sucesivamente, el inters por la ciencia en su historia debeserle reconocido como n at u ra l a un qu e no est m uy extendido entre los cientficos. Pero, dado que es interior a la heurstica , este inters no pod ra llegar a antecedentes muy distantes. La distancia es aqu deorden conceptual m s que cronolgico. U n m ate m tico del siglo XIX puede se ntirse m s interesad o por Ar-qum edes qu e por D escartes. Por aa did ur a, el tiempo es escaso y no se pue de otorgar la m ism a imp ortancia al avance de la teo ra y a la indagacin retrospec

    tiva.A diferencia del inters histrico del cientfico, elin te rs del epistemlogo puede ejercerse, si no a tiempo completo, al m enos en forma prio ritaria. E ste inters es del orden de la vocacin, no del complemento.Pu es su problema es lograr ab strae r de la historia dela ciencia, en tanto sucesin manifiesta de enuncia

    dos m s o menos sistem atizados y con pretensin de| verdad, la andadura ordenada la tente , slo ahora\ perceptible, de la que la ve rdad cientfica p resen te es\ el trm ino provisional. Pero al ser p rincipal y no auxi-

    1 5 Cf. De san ti,La ph ilos op hie silencieuse. . .,op. cit.,pg. 17: Se sabe que Kant puso manos a la obra en fsica matemtica. Pero l no secuen ta, como Newton, D'Alembert, Euler, Lagrang e o Laplace, en trelos qu e la hicieron. Su relac in con la obra de la ciencia ya no es la relacin d e interiorid ad que Leibniz tena con la m ate m tic a o con la lgica.

    En su trabajo Raisonnement experimental et recherches toxicologi-ques chez Claude Bernard Ginebra y Pars: Droz, 1973, el seor D.Grmek mostr muy bien el partido crt ico que se puede sacar de laconfrontacin en tre los cua dern os de laboratorio y los ano tado res donde el cientfico se esfuerza por racio na lizar aposteriori sus actividades

    experimentales .

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    liar, el in ters del epistemlogo es ms libre que el delcientfico. Su apertura puede compensar su inferioridad relativa en la posesin y uso retroanaltico de

    los productos de u n sab er de pu nta. Por ejemplo, el inter s de sir Gavin de Beer por una relectura de C harles D arw in,16 pa rale lo a la publicacin (1960-1967) delas Notebooks on Transmutation ofSpecies, estaba enparte motivado e iluminado por sus trabajos de embrilogo con buenas razones para revisar las concepciones pred arw inian a y darw inian a de la relacin embrin-antepasado. Pero cuando Camille Limoges,17en su estudio La slection naturelle, se resp alda en lostextos inditos de Darwin publicados y comentadospor sir Gav in de Beer p a ra cons tatar la asercin, recogida va rias veces en casi un siglo, segn la cual D arwin debera a la lectura de Malthus la condicin de

    elaboracin del concepto capaz de coordinar en formainteligible el conjunto de las observaciones rea liza da spor l hasta entonces, se trata de una ptica completa m en te dis tinta . Lo que Limoges objeta es la utilizacin del concepto de influencia, concepto vulgar de lahistoriografa us ua l. Y con el ejemplo de Darw in p retende ilustrar cierto modo de interrogacin de los

    textos, sin otorgar privilegio a aquellos en los que unautor, a su vez, crey necesario explicarse. La polmica conexin entre el nuevo concepto de seleccinnatural y el concepto anterior de economa natural,pe rm ite a C. Limoges situa r la ru p tu ra en tre la antigua y la nueva historia natural en el plano de la revisin del concepto de adaptacin, tomado ahora ensentido a leatorio, de ntro del m arco de observaciones

    16 Gavin de Beer, Charles Darw in, Evolution by Natural Slection,Lo ndre s: T. Nelson, 1963.

    17 Director del Institu d'Histoire et de Politique de la Science de laUniversidad de Montreal.

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    de orden biogeogrfico o, como se dice actualmente,ecolgico.18

    No es nuevo el inters epistemolgico en historia

    de las ciencias. Acabamos de decir que es del orden dela vocacinfBien mirado, la epistemologa fue siempre histrica^ Cu and o la teo ra del conocimiento dejde fundarse sobre una ontologa incapaz de explicarlas nuevas referencias adoptadas por nuevos sistemas cosmolgicos, fue preciso buscar en los propiosactos del saber, no sus razones de ser, sino sus mediosp a ra log rar sus fines. E n el segundo prefacio (1787) ala Crtica de la razn pura, Kant se respald en unahis toria de las ciencias, m atem tica y fsica, comprimida en unas cuantas lneas, para justificar su proyecto de invertir la relacin entre lo conocido y el conocer. En los comentarios a este prefacio se insiste

    tradicionalmente sobre la seudoinversin copernica-na y se descuida, de manera equivocada en nuestraopinin, el sentido innovador de los trminos con losqu e K an t define el m otor de lo que l llam a revolucione s de las tcnicas del pen sam iento (Denkart). La matemtica inicialmente Tales o algn otro debeproducir (hervorbringen) sus objetos de d em ostracin ;la fsica inicialmente Galileo y Torricelli debeproducir (hervorbringen) sus objetos de experienciacomo efecto de la d ela ntera Vorangehen) tom ada porla razn , es decir, de su s iniciativas. Si K an t crey pode r a bstr ae r d e los productos de las ciencias de la poca un cuadro de las obligaciones y reglas de produccin de conocimientos que consideraba definitivo, esto

    1 8 Podra hacerse una comparacin anloga sobre la obra de Pas-teur, en tre el estudio de Re ne Dubos, Louis Pasteur, Free Lance of Science (Lond res: Gollancz, 1951), y el de Francois D agog net, Mthodes etdoctrine dans l ceuvre de Pasteur (Pars: PUF, 1967). U na comparacincrt ica de estos dos estudios, referida al mtodo en historia de lasciencias, fue realizada por Nils Roll-Hansen en un artculo: LouisPa ste ur A case aga inst reductionist historiography, jBri. J. Phil.

    Sci., 23 , 1972, pg s. 347-61).

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    mismo es un hecho cultural de la poca. Cuando sepiensa la historia de la ciencia bajo la categora delprog reso de las luces, es difcil en trev er la posibilidad

    de una historia de las categoras del pensamientocientfico.

    Casi no hace falta decir que, al enlazar de modotan estrecho el desarrollo de la epistemologa con laelabo racin de estudios en historiografa cientfica,nos inspiramos en la enseanza de Gastn Bache-lard .1 9 Los conceptos cardinales de esta epistemologa son ahora bien conocidos, incluso padecen tal vezuna vulgarizacin que los lleva a ser comentados odiscu tidos con frecuencia, sobre todo en el ex tranjero ,en una forma banalizada que llamaramos asptica,desprovista de la potencia polmica original. Estosconceptos son, recordmoslo, los de nuevo espritu

    cientfico, obstculo epistemolgico, ruptura epistemolgica, histo ria de la ciencia caduca o sa ncionada .Traducc iones de com entarios crticos sobre todo losde Do minique Lecourt an tes que traducciones de laobra epistemolgica en s, hicieron conocer Bache larda los lectores de lengu a italian a, espaola, alem an a yhasta inglesa. Si tuviramos que indicar un texto

    donde el propio Bachelard condensa su indagacin ysu enseanza, de buen grado citaramos las pginasde conclusin de su ltimo trabajo como epistemlo-

    . go, El materialismo racional. 2 E n e ste texto, la tesis} de la disco ntinu idad epistemolgica del progreso cien-I tfico es sostenida con argu m ento s tom ados de la his-\ to ria de la s ciencias en el siglo XX, de la pedagoga de| es ta s ciencias, de la nece saria transposicin de suslenguajes. Bachelard concluye con una variacin so"Dre el doblete verdadero-verdico. La ciencia contem-

    19 Cf. nuestro artculo Gastn Bachelard en Scienzati e Tecnologa contemporanei, 1, p gs . 65-7.

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    G. Bachelard, Le matrialisme rationnel, Pars: PUF, 1953.

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    pornea se compone de la investigacin de hechosve rda deros y de la sntes is de leyes verdicas. La ve-ridicida d o el decir-lo-verdadero de la ciencia no con

    siste en la reproduccin fiel de algu na verd ad inscripta desde siem pre en las cosas o en el intelecto. Lo verdadero es lo dicho del decir cientfico. En qu reconocerlo? En que ja m s es dicho prim eram en te. U naciencia es un discurso gobernado por su rectificacincrtica. Si este discurso tiene u n a his toria cuyo cursoel historiador cree reconstruir, es porque tal discurso es una historia cuyo sentido el epistemlogo debereactiva r. Todo histo riador de las ciencias es necesaria m en te un historigrafo de la verdad . Los acontecim ientos de la ciencia se encad enan en un a verdad quese inc rem en ta sin pa u sa (. . .) Tales m om entos delpensamiento echan una luz recurrente sobre el pasado del pensa m iento y de la experiencia.21 E sta i luminacin recurrente debe impedir al historiador tomarpersistenc ias de trmino s por iden tidade s de conceptos, invocaciones de hechos de observacin anlogospor parentescos de mtodo y de interrogacin, y, porejemplo, hacer de Maupertuis un transformista o ungenetista antes de hora.2 2

    Vemos cunto se distinguen la recurrencia, entendid a como jurisdiccin crtica sobre lo ante rio r porp a rt e de u n p rese nte cientfico seguro de que , precisam en te por ser cientfico, debe r ser supe rado o rectificado, y la aplicacin sistemtica y casi mecnica deu n m odelo est ndar de teora cientfica q ue ejerce u n asuerte de funcin de polica epistemolgica sobre las

    2 1 / b i d , p g . 8 6 .2 2 Cf. la exposicin de Anne Fagot, Le "transformisme" de Mauper

    tuis, y nuestros comentar ios durante la discusin, en Actes de laJourne Maupertuis (Cr teil, Io de diciembre de 1973), Pars: Vrin,1975. E n Les sciences de la vie auxXVII e et XVIIF sicles, Pars: A. Mi-chel, 1941 , E. Guyn ot llega a escribir: Un ge ne tista , M aup ertuis(pg. 389).

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    teoras del pasado. Lo que el padre Joseph T. Clarkllam m todo de ar rib a abajo en historia de las cienc ias ,2 3 consistira en apoyarse sobre la seguridad,

    proporcionada por la filosofa analtica de la ciencia,de que la ciencia ha llegado ahora a su madurez y elmodelo lgico de produccin de nuevos resultado s futur os seg uir siendo lo que es. En forma tal que el trabajo del historiador, munido de un tipo acabado deteora, consistira en dem an da r a las teoras del pasado las razo nes de su falta de m ad ure z lgica. U n modelo definitivo actual, retroactivamente aplicado como piedra de toque universal, no es una proyeccinselectiva de luz sobre el pasad o, es u n a especie de ceguera hacia la historia. Tal fue la objecin de ErnestNagel a esa tesis.2 4 Al im ag inar, por ejemplo, cmohabra podido superar Coprnico ciertas limitaciones

    de su teora si hu bie ra formalizado todos sus supuestos, se confunde posibilidad lgica con posibilidad h istrica. Na gel cree que C lark da m ue stra s de un a confianza dogm tica en la filosofa analtica de la ciencia.

    Si es fcil distinguir de la recurrencia epistemolgica el mtodo llama do de arrib a hacia abajo, no lo esmenos distinguir de la normalidad, caracterstica

    segn Bachelard de la actividad cientfica,25

    lo queThomas S. Kuhn llama ciencia normal.26 Pese acierto nm ero de encuentros en tre am bas epistemologas, sobre todo en lo que a ta e a la sobrestimacin delas pruebas de continuidad en la ciencia operada por

    2 3 J. T. C lark , The philosop hy of science an d th e h istory of science,en M. Clage tt, ed., Critical Problems. . .,op. cit., pgs. 103-40.

    2 4 E. Nagel, en ibid. pgs. 153-61.25 G. Bachelard, L activit rationaliste de la physique contemporai-

    ne, Par s : PUF, 1951, pg. 3 . Cf. ig ualm ente Le rationalisme appliqu,Pa rs: PU F, 1949, pg. 112: El pen sam iento racion alista no "comienza". Rectifica. Regulariza, normaliza.

    26 The Structure of Scientific Revolutions, segu nda edicin, Chicago: University of Chicago Press, 1970, y The Copernican Revolution,

    Cambridge: Harvard University Press, 1957.

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    la ens e an za y los ma nu ales, y tam bin en lo concerniente al ritmo discontinuo del progreso, es precisoconvenir en que conceptos de base que parec en p erte

    necer a la misma familia no reivindican, de hecho,el m ismo linaje. E sto fue observado y dicho por el padre Frangois Russo en un artculo bien docum entado,Epistmologie et historie des sciences,27 donde, apesar de algunas reservas en lo referente a la reivindicacin de sup erioridad carac terstica por mom entosde la histo ria epistemolgica, el au to r revela el desco

    nocimiento de Kuhn sobre la racionalidad especficam en te cientfica. Pese a su esmero en conservar de laenseanza de sir Karl Popper la necesidad de la teora y su prioridad sobre la experiencia, Ku hn no lograre pu d ia r la heren cia de la tradicin lgico-empirista eins tala rse decididamente en el terren o de la racionalidad, de la cual parecen depender, sin embargo, losconceptos clave de esa epistemologa: los de paradigma y ciencia normal. Al suponer los trminos paradigma y normal un a intencin y de term inad os actos de regulacin, son conceptos que implican la posibilidad de un d esajuste o de un despren dim iento respecto de lo que ellos m ismos reg ula rizan . Ah ora bien,

    Kuhn les hace cumplir esta funcin sin procurarleslos medios correspond ientes, al no reconocerles nad am s que un m odo de existencia emprica en tanto hechos de cultura. El parad igm a es el resu ltado de u n aeleccin de us ua rios. Lo norm al es lo comn a u n a colectividad de especialistas en u n perodo dado y en elseno de una misma insti tucin universitaria o aca-

    2 7 F. Russo, Epistmologie et histoire des sciences, Archives dePhilosophie, 37 (4), octubre-diciembre de 1974, Pa rs : Bea uch esne. Elpa dre R usso alude reiterad am en te a la obra capital sobre la cuestin,Criticism and the Growth of Know ledge, I . Lakatos y A. Musgrave,eds. , Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press, 1970. Lastesis de Kuhn son discutidas y crit icadas aqu largamente, y por mom entos con severidad, por Popper, Lakatos y Feyerab end.

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    dmica. Creemos estar frente a conceptos de crticafilosfica, cuando en realidad nos encon tramos en elmbito de la psicologa social. De ah la dificultad

    pues ta en evidencia por la nota final de Estructura delas revoluciones cientficas, en su segunda edicin,cuando se trata de establecer qu es lo que convieneen ten de r por verdad de la teora.

    E n cambio, cuando Bachelard habla de norm a o devalor, lo hace porq ue, al tr a ta rs e de su ciencia pred ilecta, la fsica matemtica, l identifica matemticacon teora. Este m atem atism o constituye el esqueletode su racionalismo. En matemtica no existe lo normal, sino lo normado. Contrariamente a los defensores del logicismo em pirista, s ean m s o menos directos u ortodoxos, Bachelard cree que la matemticatien e u n contenido de conocimiento, a veces efectivo y

    a veces en exp ectativa, en el cual se deposita moment n ea m en te su progreso. E n este p unto coincide conJean Cavaills, cuya crtica del logicismo empiristano ha perdido nada de su fuerza y rigor. Tras habermostrado, en contra de Carnap, que el encadenamiento matemtico posee una cohesin interna queno se deja apresurar: lo progresivo es de esencia,28

    Cav aills concluye, en cuanto a la na turale za de esteprogreso: Ahora bien , uno de los prob lemas esenciales de la doctrina de la ciencia es, justa m en te, que elprogreso no es aumento de volumen por yuxtaposicin, donde lo anterio r subsiste jun to a lo nuevo, sinorevisin perpetua de los contenidos por profundiza-cin y tach ad ura . Lo que est despus es m s que loque estaba antes, no porque lo contenga o siquieralo prolongue, sino porque sa le necesariam ente de l ypo rta en su contenido la m arca cada vez singular desu superioridad.29

    2 8 J. Cavaills, Sur la logique et la thorie de la science, terc era edicin, Pa rs : Vrin, 1976, pg . 70.

    2 9

    Ibid. pg. 78.

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    En razn de las especialidades cientficas fsicamatemt ica y qumica de las sntesis calculadas encuyo campo se lo elabor inicialm ente, el mtodo h is

    trico de recurrencia epistemolgica no puede seraplicado en cualquier terreno. Es indudable que deuna especialidad bien trabajada, bien practicada,en la inteligencia de sus actos gen erado res, se pueden abstraer reglas de produccin de conocimientossusceptibles de ser extrapoladas con prudencia. Eneste sentido, el m todo puede ser am pliado, ms quegeneralizado. Pero no se lo puede exten der a otros objetos de la historia de las ciencias sin una ascesis queprepare la delim itacin del nuevo campo en el que selo aplicar. Por ejemplo, antes de im portar hacia lahistoria de la his toria na tural del siglo XV III las norm as y procedimientos del nuevo espritu cientfico,

    convendra preguntarse a pa rt ir de qu fecha se puede detectar en las ciencias de los seres vivos algunafractura3 0 conceptua l del mismo efecto revolucionarioque la fsica relativista o la mecnica cuntica. Nosparece que esta fractura es apenas localizable en lapoca de recepcin del darwinism o31 y que, si lo es,esto se debe al efecto rec urren te de sismos ulteriores;

    como la aparicin de la gentica y de la bioqumicamacromolecular.

    Conviene admitir, pues, como indispensables unbue n uso de la recurren cia y una educacin de la atencin a las ru ptura s . A menudo el investigador de rupturas cree, a la m a n e ra de Kant , que un saber cientfico se ina ug ura con una rup tu ra nica, genial. A me-

    3 0 El trmino fractura vinculable a los de rup tura o desgarradura propios de G. Bachelard est tomado de Je an Cavaills: esasfracturas de independencia sucesivas que cada vez destac an sobre loanter ior el perfil imp erioso de lo que v iene despus necesar iamen te ypara superarlo; ibid. pg. 28.

    3 1 La recepcin del darwinismo en Francia fue estu dia da por YvetteConry, desde la ptica de la epistemologa crtica, en la Introduction

    du darwinisme en

    France au XIX e

    sicle, Pars: Vrin, 1974.

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    nud o tam bin el efecto de ru p tu ra es presen tado comoun efecto global que afecta la totalidad de una obracientfica. Sin embargo, habra que saber detectaren la obra de un mismo personaje histrico ruptura s sucesivas o ru p tu ra s parc iales. Ciertos hilos deuna trama terica pueden ser completamente nuevos, mie ntr as q ue otros ha n sido sacados de te xtu rasantiguas. Las revoluciones copernicana y galileanano se hicieron sin conservacin de herencias. El casode Galileo es en ello ejemplar. Tanto en el artculoGalileo y Platn3 2 como en los Estudios galilea-nos,33 Alexandre Koyr indic dnde se sita a sujuicio, en la obra de Galileo, la m utacin34 dec isivaque la hace irreductible a la mecnica y la astronom a medievales. Pu es la elevacin de la m atem ticaaritmtica y geometra a la dignidad de clave de

    inteligibilidad para las cuestiones de fsica, significael retorn o a Plat n m s all de Aristteles. La tesis esbastante conocida y nos dispensa de insistir en ella.Pe ro al evocar, con justo m otivo ad em s , a un Galileoarquim ed iano ta n to como platnico, no abusa Koyrde la libertad de recurrencia?35 Y no sobrestim a unpoco el efecto de la ruptura galileana al presentarlacomo repud iacin de todo aristotelismo? En e ste p unto, no tien e razn Ludovico Geym onat cuando desta-

    3 2 A. Koyr, Galile et Platn, en Etudes d histoire de la pensescientifique, Pa rs : Gallim ard, 1973, pg s. 166-95.

    3 3 A . Koyr, Etudes galilennes, Par s: He rm an n, 1940.3 4

    Al com ienzo de Estudiosgalileanos, Koyr declara tom ar el trm ino muta cin d e G. Bac helard, trm ino q ue utiliza tamb in en Galileoy Platn. Es verdad que en El nuevo espritu cientfico (1934) y en Lafilosofa del no (1940), la discontinuidad epistemolgica es descriptaen trminos sacados metafricamente del vocabulario de la biologa.Estos prime ros vocablos bachelardianos desaparecieron en provechode ru ptur a epistemolgica en El racionalismo aplicado (1949).

    3 5 En s u tesis doctoral La philosophie naturelle de Galile (P ars: A.Colin, 1968), Maurice Clavelin confirma la validez del modelo arqui

    mediano y objeta la fecundidad de la invocacin platnica.

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    rodo de aceleracin de la his tor ia de las ciencias, perodo en el cual el ao e incluso el m es se conv irtieronen u nid ad de m edid a del cambio. La epistemologa de

    la continu idad en cu en tra sus objetos preferidos en loscomienzos o en el de sp erta r de un saber. La epistem ologa de las ru p tu ra s no desprecia en absoluto la epistemologa de la continuidad, aun cuando ironice sobr e los filsofos que slo creen en ella. Bachelard compren de a Pierre D uhem y tolera m al a Emile M eyer-son. En suma, he aqu el axioma de epistemologa

    planteado por los continuistas: como los inicios sonlentos, los progresos son continuos. El filsofo no vams all. Considera intil vivir los tiempos nuevos,los tiemp os e n qu e precisam en te los progresos cientficos estallan por todos lados, haciendo "estallar" necesariamente la epistemologa tradicional.39

    Capaz, por un lado, de hacer justicia a una formade historia de las ciencias que ella no condena ni excluye, a la vez que la duplica, aun qu e en un segm entodistinto de la diacrona, es la historia segn el mtodo epistemolgico de la recu rrencia capaz, por otro lado, gracias a sus conceptos y normas, de anticipar ylegitimar su ev entual superacin?

    Es obvio que el progreso cientfico por rupturaepistemolgica impone la reestructuracin frecuentede la historia de una disciplina que no es posible llam ar e xac tam ente igua l, ya que, bajo u n m ismo nombre usual perpetuado por inercia lingstica, se trata de un objeto diferente. Al margen de la personalidad de sus autores, La lgica de lo viviente (1970) deFrancois Jacob difiere de la segu nd a edicin (1950) dela Historia de la biologa de Charles Singer,40 no es

    3 9 G. Bac helard, Le matrialisme rationnel, pg. 210.4 0 C. Singer, History ofBiology, Nu eva York: Sch um an, 1950. La

    obra lleva el sub ttulo de A General Introduction to the Study ofLivingThings. La primera edicin era de 1931; ha sido traducida al francs:Histoire de la biologie, Pars : Payot, 1934.

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    slo por el volumen de conocimientos acumuladossino a causa del descubrimiento de la estructura delAD N (1953) y de la introduccin de nuevos conceptos

    en biologa, sea bajo trminos conservados, como organizacin, ad apta cin , heren cia, o bajo trm ino sind itos, como m ensaje, prog ram a, teleonom a.

    Pero la cuestin no es de rees tructu raci n, sino decada en desuso y quizs hasta de muerte. Los epis-temlogos franceses de la joven generacin pr es en tandos maneras diferentes de tomar distancia respectode esta forma de historia de las ciencias. La primeraconsiste en denunciar la ilusin epistemolgica y enanunciar un relevo que pone fin a la usurpacin defunciones. La segu nd a consiste en decir que la histori a de las ciencias a n e st por nacer.

    Do minique Lecourt, auto r de exgesis minuciosas,

    pe ne tran tes y ahorcadoras de la obra de Gastn Ba-che lard, en el ltimo estudio que le consagra, titulad oLejour et la nuit,41 intenta demostrar de m ane ra ingeniosa que Bachelard no alcanz a tom ar concienciadel motor y el sentido de sus an lisis epistemolgicos,y qued prisionero de las implicaciones idealistas dela filosofa de las ciencias al aplicar a la s p roduccionesdel sab er un m todo de juicio vertical, m ien tra s quetodas sus conclusiones tiende n a reforzar las tesis delmaterialismo dialctico. Puesto que la produccin desabe res e s asu nto de prctica social, el juicio de estossaberes en cuanto a la relacin con sus condicionesde produccin depen de, de hecho y de derecho, de lateora de la prctica poltica, es decir, del materialismo marxista replanteado por Louis Althusser y suescuela. Coincidiremos por cierto en que, si esto esas , debe abandonarse la pretensin de un recortevertical de la ciencia por parte de la epistemologa.Pero preguntaremos primero si es posible conservar

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    D. Lecourt, Lejour et la nuit, Pars: Grasset, 1974.

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    el nombre de ciencia para un gnero de produccione s cuya vertical de recorte (o, dicho m s exactam ente , la ltima instancia dominante) es la poltica, quesu stitu ye la a ntig ua p olaridad verdad ero / falso por lanu ev a po laridad conformidad / desviacin respecto d euna lnea. Preguntaremos luego de qu modo unconcepto fundamental en una epistemologa ilusionis ta, el de rup tu ra , cuyo poder fue sobrevaluado porla invencin del trmino corte, pu ede soportar u n areinterpretacin del marxismo en su constitucin como ciencia de la historia, en n om bre de la cual la epistemologa es desechad a por su carc ter de ilusin.

    Michel Serres levanta un acta de ausencia. Todoel mundo habla de historia de las ciencias. Como siex istiera . Sin em bargo, yo no la conozco.42 En la expresin histoire des sciences [historia de las cien

    cias], el francs des es un indefinido partitivo. Hayhis tor ia de la geom etra, de la ptica, de la term odinm ica, etc., o sea, de disciplinas definidas por un recorte que las vuelve insulares, exteriores unas a otras.Ahora bien, pa ra que la historia de las ciencias fuerala his tor ia del moldeado gen eral del saber como ta l yno desintegrado,43 des debera ser u n indefinido global. Slo entonces el sab er como formacin podra ponerse en relacin con otras formaciones dentro de lahistoria general. Segn Michel Serres, la historia delas ciencias es vctima de una clasificacin que ellaace pta como un d ato de saber, pero el problem a es saber de qu dato procede, por lo que habra que em

    prender ante todo una historia crtica de las clasificaciones.44 Aceptar sin crtica la particin del s ab er

    4 2M . S er re s, en J. Le Goff y P. No ra (eds.)Fa ire de l histoire, tomo II,Nouvelles approches: les sciences, P ars: G allim ard, 1974, pgs . 203-28.

    4 3 Ibid. pg. 204.4 4 E n su e studio sobre Au guste Com te (Histoire de la philosophie 3,

    Pars: Gallimard, 1974), Michel Serres expresa el mismo pesar por la

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    an te s del proceso histrico en el que ese conjunto vaa de sar ro llarse, es obedecer a un a ideologa. El usode estos l t imos trminos parecera implicar una

    referencia al marxismo, pero el contexto no permitedecidirlo as.4 5 Se a como fuere, ha rem os no tar que laepistemologa de Gastn Bachelard se encontr conun problema similar antes de que se dirigiera a lahistoria el reproche de ignorarlo. La mayor parte deEl racionalismo aplicado se compone de interrogacione s sobre las cau sas y el valor de la divisin en regiones distintas dentro de la organizacin racional delsaber, y sobre las relaciones de los racionalismos regionales con u n racionalismo integrador .

    Los textos polmicos que acabam os de citar m ereceran sin dud a, cada uno por su lado, u n a exposicinmenos sucinta y un examen menos superficial. Pero

    nos pareci correcto sealarlos en la medida en queuno y otro prom eten a u na n uev a historia de las ciencias relaciones m s fecundas que las que ella ma ntiene a veces con la ep istemologa. A un qu e sean crticosrespecto de pro gra m as que, como decamos al comien-

    ausenca de un estudio crtico de las clasificaciones. Sin embargo, eseestudio existe, y lo lam en tab le es que no hay a conocido un a difusinms amplia. Su autor es Robert Pags, director del Laboratoire depsychologie so ciale: Problmes de classification culturelle et documen-taire, Pars : Editions docum entaires industrielles et techniqu es, 1955,mimeografiado.

    4 5 Cabe preguntarse si la hiptesis de la referencia al marxismo nose ve robustecida por un pasaje de Esthtiques sur Carpacc io (Pars:Hermann, 1975). Habiendo denunciado el necio proyecto consistenteen desc ribir lo qu e sucede en el funcionam iento del sujeto cognoscien-te, Michel Serres agrega: Quin se lo dijo? Lo ha visto usted? Dgam e a dnde hay que ir pa ra verlo. Es te condicional es un ir rea l. Lascondiciones de posibilidad estn aqu y all, no en el interior de esepalacio de h ad as , de esa utop a. Lo que M arx puso de nuevo en pie fuesin d ud a K an t y el proyec to crtico, K an t y el cam po con dicional. Depositad o por fin sobre u n suelo localizable. El m arxism o es un criticismo

    logrado qu e imp ide so ar con el prncipe encan tado (pgs. 86-8).

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    zo de este estudio, son m s num erosos que los ejemplos, se t ra ta cabalmente de programas. Hay queagre garlo s, pu es, a los dem s. E n espera de los ejem

    plos.