Identidades mediaticas

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 Identidades mediáticas e identificaciones mediatizadas Visibilidad y reconocimiento identitario en los medios de comunicación Víctor Fco. Sampedro Blanco* RESUMEN Los medios establecen, en gran medida, el régimen de visibilidad y reconocimiento público de las identidades colectivas. Llamamos identidades mediáticas aquellas que son objeto de producción y difusión por parte de los medios de comunicación. A partir de ese discurso, las comunidades y los individuos elaboran identificaciones mediatizadas; es decir, procesos de reconocimiento o extraña- miento; (re)articulando los marcadores identitarios que ofrecen los medios con otras fuentes cogniti- vas y emocionales. La generación y apropiación de las identidades están sometidas a una jerarquización mediática que influye en su normalización o marginación. Son normalizadas las identidades presen- tadas por los medios y asumidas por la audiencia como parte del discurso oficial y hegemónico. Por el contrario, las identidades y las identificaciones formuladas en términos populares y minoritarios resultan marginadas . Tras presentar este marco conceptual y analítico, este estudio intenta perfilar las lógicas que condicionan, por una parte, la presentación y, por otra, el reconocimiento público de las identidades contemporáneas. Palabras clave: medios de comunicación, identidad cultural, consumo cultural, marginación Revi st a C I D O B d A f ers I n t ernaci o n al s, n úm . 66 -67, p . 13 5- 14 9 *Profesor Titular de Opinión Pública, Universidad Rey Juan Carlos I de Madrid [email protected] www.cidob.org

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Identidades mediaticas

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  • Identidades mediticase identificaciones mediatizadas

    Visibilidad y reconocimiento identitario en los medios de comunicacin

    Vctor Fco. Sampedro Blanco*

    RESUMEN

    Los medios establecen, en gran medida, el rgimen de visibilidad y reconocimiento pblico de las

    identidades colectivas. Llamamos identidades mediticas aquellas que son objeto de produccin y

    difusin por parte de los medios de comunicacin. A partir de ese discurso, las comunidades y los

    individuos elaboran identificaciones mediatizadas; es decir, procesos de reconocimiento o extraa-

    miento; (re)articulando los marcadores identitarios que ofrecen los medios con otras fuentes cogniti-

    vas y emocionales. La generacin y apropiacin de las identidades estn sometidas a una jerarquizacin

    meditica que influye en su normalizacin o marginacin. Son normalizadas las identidades presen-

    tadas por los medios y asumidas por la audiencia como parte del discurso oficial y hegemnico. Por

    el contrario, las identidades y las identificaciones formuladas en trminos populares y minoritarios

    resultan marginadas . Tras presentar este marco conceptual y analtico, este estudio intenta perfilar

    las lgicas que condicionan, por una parte, la presentacin y, por otra, el reconocimiento pblico de

    las identidades contemporneas.

    Palabras clave: medios de comunicacin, identidad cultural, consumo cultural, marginacin

    Revista CIDOB dAfers Internacionals, nm. 66-67, p. 135-149

    *Profesor Titular de Opinin Pblica, Universidad Rey Juan Carlos I de Madrid

    [email protected]

    www.cidob.org

  • IDENTIDADES MEDITICAS E IDENTIFICACIONESMEDIATIZADAS

    Los verdaderos gestores de las identidades pblicas contemporneas son los mediosde comunicacin. La identidad pblica se proyecta hacia fuera, interpelando a los demsmiembros de la comunidad. Y los medios presentan a los colectivos sociales en trmi-nos de igualdad o diferencia, exhibiendo marcas identitarias incluyentes (para los miem-bros de la comunidad) y excluyentes (para el extranjero, considerado como ajeno). Latrascendencia poltica de esta funcin identitaria de los medios es enorme, ya que slouna identidad colectiva reconocida pblicamente puede presentar demandas ante lasinstituciones. Toda identidad necesita, por una parte, diferenciarse y, por otra, equipa-rarse con el cuerpo social. La razn poltica de ello estriba en que en democracia uncolectivo puede reivindicar ciertos derechos especficos si acepta previamente ciertas obli-gaciones comunes a todos los grupos sociales.

    Es en los medios donde se forman las identidades pblicas, que lo son por habersido publicitadas. La fuerza de las identidades mediticas se condensa en la frase deQuien no sale en los medios, no existe. Ahora bien, no todos tenemos la misma fuer-za para aparecer representados en los medios y controlar la identidad meditica que seproyecta de nosotros. Y tampoco tenemos los mismos recursos para consumir o accedera distintos medios, alimentando as procesos de identificacin mediatizada que resultenfructferos. Fructferos en cuanto a la autoestima, las relaciones sociales, los trabajos ositios de residencia en los que nos podamos establecer.

    Las identidades son fruto de la interaccin. Nos definimos siempre en relacin a losotros y el mundo contemporneo se define, en gran medida, por haber superado (e inclu-so borrado) las relaciones co-presenciales y dialgicas. Multitud de las identidades a las quenos acogemos (o que, combatimos) encuentran en los medios su principal plataforma deexpresin e interaccin. Ah, en el discurso meditico, se presentan sin que los representa-dos ni los interpelados hayan jams entrado en contacto entre s. Cuntos de nosotroshemos conocido a un miembro de Al Qaeda? Quien formula la pregunta se adelanta a res-ponder Yo no. Y ello a pesar de vivir en el barrio madrileo de Lavapis, en la calle en laque se produjo el mayor nmero de detenciones por los atentados del 11-M en Madrid.

    S algo de Al Qaeda por los comunicados de Bin Laden, los libros que he ledo sobreel tema y las noticias de sus atentados. Pero todo eso no me ha ayudado a hablar (siquie-ra, a mencionar) del tema en mis conversaciones con Mina, la mujer marroqu que nosayuda en casa. Las crnicas del 11-M tuvieron como primer efecto que los magrebes desa-parecieran de los espacios pblicos del barrio. Los pocos que an se sentaban en la plazaacabaron huyendo ante el acoso de los equipos de las televisiones (y de la polica, claro).Los ltimos reportajes de investigacin publicados por El Pas han criminalizado a mibarbero, a los parroquianos de mi restaurante favorito y del locutorio cercano...1

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  • Esta introspeccin personal quiere invitar al lector a que reconozca dnde se sitaen la jerarqua de identidades e identificaciones que le ofrecen los medios. Mi identidadmeditica establece que pertenezco a los profesionales liberales que regeneran el barriocon su capacidad adquisitiva, civismo y creatividad. Mis identificaciones mediatiza-das son diferentes, porque no slo leo El Pas. Los informes de la Red de Lavapis y lospanfletos del Centro Social El Laboratorio (ahora en el exilio, tras cuatro desalojos)me han ayudado a verme como especulador involuntario e intelectual inorgnico.Por fortuna, tambin he podido verme en el espejo de nuestras charlas como vecinoenrollao, tras haber acudido a las movilizaciones contra las inmobiliarias, el Ayuntamiento,la Ley de Extranjera... la Boda Real. Ninguna de estas ltimas etiquetas me ha sido brin-dada por El Pas, ni por ningn otro medio convencional.

    En suma, las identidades mediticas son las formas de representacin pblica pre-sentes en el contenido y los mensajes de los medios de comunicacin. Se las detecta, portanto, con metodologas que analizan el contenido y el discurso de los mensajes domi-nantes en la esfera pblica. Las identificaciones mediatizadas, en cambio, pertenecen alorden del consumo, la recepcin y la reapropiacin de las marcas mediticas de identi-dad. Ya no nos referimos al plano de la enunciacin, sino de la recontextualizacin quediferentes segmentos del pblico realizan de las identidades mediticas dominantes. Paraello se basan en su experiencia propia, en fuentes alternativas que van de la conversa-cin cotidiana a la comunicacin antagonista o contrainformativa.

    Casi todo proceso de identificacin identitaria ya est mediatizado, porque en mayoro menor medida depende de su difusin por distintos canales de comunicacin. Su estu-dio, por tanto, intentar desvelar cmo los distintos grupos de la audiencia reinterpre-tan los recursos cognitivos y emocionales que les brindan los medios, en funcin de supropia experiencia y contexto. Las metodologas apropiadas ahora son, entre otras, laobservacin participante y etnogrfica, las entrevistas en profundidad, las historias devida o los grupos de discusin.

    En las prximas pginas citar algunos trabajos empricos recientes que hemos rea-lizado para exponer cmo se estructuran los procesos de representacin y reconoci-miento identitarios estableciendo una jerarqua. Ciertos grupos sociales no slo gozande favores mediticos para fijar su identidad, sino que la imagen que proyectan losmedios les blinda de cualquier identificacin que ponga en duda su estatus. Mi iden-tidad meditica me protege: la polica jams me ha pedido la documentacin en la plaza,jams me ha exigido que me identificase. Todo lo contrario le ocurre a Mina cuan-do viene a trabajar a casa. Mis identificaciones mediticas me enriquecen, me permi-ten acceder a otros contextos sociales, participar en ellos, aprender e incluso rentabilizarlosen mi trabajo acadmico. Me temo que la timidez y el miedo que Mina muestra alhablar de lo que ocurri el 11-M tienen bastante que ver con cmo se ve ella reflejadaen el espejo televisivo.

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  • JERARQUA MEDITICA DE LA REPRESENTACIN E IDENTIFICACIN IDENTITARIAS

    La jerarqua de la visibilidad y el reconocimiento en los medios va de la normalizacina la marginacin; segn los marcadores de identidad (los que los medios presentan y laaudiencia reconoce como propios) estn en consonancia o conflicto con las normas lega-les y las prcticas sociales. La jerarquizacin se establece en torno a dos ejes. El primerose basa en las instancias enunciadoras privilegiadas por los medios, y va de las identida-des oficiales a las populares. Mientras unas son enunciadas desde las instituciones, la otrasse expresan desde la calle. El segundo eje de jerarquizacin va de las identidades hege-mnicas a las minoritarias, segn sean representadas e interpretadas en consonancia (odesacuerdo) con las prcticas sociales ms extendidas. A su vez, las identidades minori-tarias se dividen en marginales (al margen de o proscritas por las normas sociales) u opo-sitoras (cuestionando la etiqueta identitaria que se les impone desde las instituciones yel consenso social).

    Normalizacin Marginacin1) Identidad oficial Identidad popular2) Identidad hegemnica Identidad minoritaria

    2.1. Marginal2.2. Opositora

    Lo oficial y lo popular

    Las identidades e identificaciones oficiales reproducen los discursos de las institucio-nes educativas, polticas, cientficas y legales. En el otro extremo, ms cercano a la mar-ginacin, encontramos las identidades e identificaciones populares, no siempre en sintonacon las oficiales. Su origen no son los profesionales ni los expertos, sino gente de a pie,que no esgrime el refrendo de un cargo o texto oficial. Conviene recordar que los medioscombinarn enunciadores oficiales y populares, precisamente porque son institucionesque estn relacionadas con otras instituciones; pero que, ante todo, deben conectar conun pblico que ha de reconocerse en sus mensajes, como sujeto representado e interpe-lado. Si las empresas comunicativas no atienden a las instituciones jams podran desa-rrollarse como empresas multimedias, necesitadas de grandes inversiones y favoreslegislativos. Si los medios no reproducen de algn modo el discurso identitario de lacalle, perderan audiencia.

    En un estudio reciente (Sampedro, 2002: 29-54) comparamos, en primer lugar,los marcadores identitarios que presentaban los telediarios sobre algunas ComunidadesAutnomas, Espaa y Europa. Despus, contrastamos estas identidades mediticas con

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  • los procesos de identificacin que surgan en varios grupos de discusin. Al analizar lostelediarios nos encontramos con una enorme cantidad de marcadores oficiales, que sonlos que priman en los gneros informativos. Las estructuras y los actores institucionalescomunitarios, espaoles y europeos destacaban como enunciadores oficiales; dejan-do las cuestiones de vida cotidiana para los portavoces populares. Por mencionar unejemplo, los gestores hablaban de la poltica agraria comn y de las cuotas del aceite deoliva; mientras que a las amas de casa se les reservaba el papel de emitir alabanzas sobreel sabor de la dieta mediterrnea.

    Las identidades populares, como las amas de casa, suelen ser presentadas en espa-cios menos prestigiados y prestigiosos que los noticieros. Los gneros de la llamada cul-tura popular (talk-shows, infotainment o sit-coms) ofrecen representaciones ms plurales,pero tambin ms ambigas, con menor legitimidad institucional. Por tanto, podra-mos conceptualizar un proceso de normalizacin identitaria que tiene lugar en los medios,examinando cmo los ditintos sectores sociales pasan de estar representados en los gne-ros populares hasta acaparar formatos ms prestigiados. En el fondo, estaramos sea-lando que pasan de ser considerados objeto de conversacin (ms bien, cotilleo) yentretenimiento (ms bien, espectculo) para convertirse en materia informativa rele-vante. Y dentro de la informacin podramos distinguir entre soft news (que priman loemotivo y cotidiano) y las hard news (que implican actuaciones polticas y administra-tivas). Observamos este proceso cuando detectamos cmo los comentarios populares deque en casa y en Espaa se come mejor que en ninguna parte se trasladaban al len-guaje oficial de las noticias duras del telediario. Los noticiarios, por ejemplo, recogenestudios de consumo y diettica, demostrando que en Espaa empleamos ms dinero ytiempo en comer que el resto de la Unin Europea.

    Respecto a las identificaciones mediatizadas que detectamos en los grupos de discu-sin, los distintos participantes esgriman los fondos de cohesin y la poltica agraria comncomo marcadores identitarios principales de la UE. El enfoque instrumental primaba enlas entidades polticas ms abstractas y lejanas (Europa, en concreto), empleando marca-dores que provenan del discurso oficial. Pero, al mismo tiempo, segn el gnero o la clasesocial, los sujetos abrazaban el discurso chauvinista de lo bien que se come aqu. Estabams presente en los participantes femeninos, de clase baja y mayores de edad. En cambiolas tapas y el aperitivo eran destacados por los varones y los jvenes de ambos sexos.

    Lo hegemnico y lo minoritario

    Cuando hablamos de identidades o identificaciones populares, lo hacemos en refe-rencia al bajo estatus de sus enunciadores, no a su aceptacin por amplias capas de lapoblacin. La presentacin que los medios hacen de la implantacin social de las iden-tidades constituye el segundo eje jerarquizador; que, por tanto, influye en su normali-

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  • zacin o marginacin. Los polos extremos ahora son las identidades hegemnicas y lasminoritarias. Las identidades hegemnicas no necesitan argumentar su legitimidad, por-que se presentan en los medios como lo normal. Podran ajustarse a una norma ofi-cial, contar incluso con apoyo jurdico; pero, ante todo, se supone que gozan de respaldosocial. Son parte del sentido comn, el que se cree comn a todos y todas.

    Aquella identidad que no se presente normalizada, en el doble sentido de oficial yhegemnica, ser estigmatizada como identidad minoritaria. Y dentro de esta categorapodr ser marginal u opositora. Los medios confieren una identidad marginal a quienessita fuera de los mrgenes de representacin que dictan las instituciones (identidad ofi-cial) y en contra de las costumbres sociales (identidad hegemnica). Sern identidadesopositoras las que se presentan contestando la etiqueta de marginacin que se les impo-ne, forzando los mrgenes de la normalidad legal y la estima social.

    Permtaseme referirme a una investigacin en la que estudiamos la identidad ciu-dadana de los jvenes adultos de Brasil, Espaa y Estados Unidos (Sampedro, 2002: 55-80). Intentbamos determinar en qu medida su autopercepcin como sujetos queparticipan en la vida pblica se relacionaba con su estatus social y la comercializacintelevisiva. Pues bien, en los relatos autobiogrficos historias de vida que nos entrega-ron percibimos que cuanto ms comercial era la televisin del pas y los jvenes eranms desfavorecidos socioeconmicamente, stos no podan formarse una verdadera iden-tidad ciudadana. De hecho, se manifestaban como actores sociales reactivos (ciudada-nos espectadores); alienados, ajenos a una esfera de participacin poltica con la que slolidiaban en trminos morales (rechazando la poltica como asunto sucio y corrupto) oemocionales (depositando sus esperanzas en las buenas intenciones de los gobernantes).

    La comercializacin meditica se relacionaba con mayor sensacionalismo y, en con-creto, con el infoentretenimiento de la crnica roja. A los jvenes de las favelas brasile-as la televisin les ofreca una identidad oficial y hegemnica que los marginaba. Esaidentidad meditica privilegiada el triunfo econmico, amoroso o deportivo les expul-saba o situaba en los mrgenes del orden (a)legal e (in)moral que habitaban. A la luz delas informaciones y ficciones televisivas, las biografas sentimentales y vitales de la fave-la parecan plagadas de fracasos y accidentes. La agenda informativa de los mediosms sensacionalistas actuaba como la secuencia de amenazas que gravitaban sobre losjvenes ms desfavorecidos.

    Su cotidianeidad estaba ausente de los telediarios, a no ser como noticias de suce-sos, de violencia domstica y sexual o del crimen organizado. La identidad vivida comovctimas de la exclusin social y de la violencia policial apenas era representada por latelevisin. Estos sucesos eran presentados bajo una identidad meditica minoritaria conpoca visibilidad y en trminos de excepcin y, la mayor parte de las veces, marginadapresentada en trminos antitticos con las normas sociales ms asentadas. Por ello losjvenes con menos recursos se vean como una minora marginada, a pesar de consti-

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  • tuir la mayora social y demogrfica del pas. Los nicos participantes que habandesarrollado una identidad opositora eran los que criticaban el ftbol o las telenovelascomo sublimaciones de las esperanzas populares o falsas promesas de promocinsocial. Estos jvenes haban desarrollado identificaciones mediatizadas opositoras, alcuestionar la televisin con discursos crticos que provenan de sus educadores, lderessociales, etc. El desequilibrio estructural al que apuntaban las conclusiones de este tra-bajo nos condujo a examinar cul era la lgica meditica que impona el rgimen de visi-bilidad de las identidades pblicas contemporneas.

    RGIMEN DE VISIBILIDAD IDENTITARIA EN LOS MEDIOS

    La jerarquizacin identitaria condiciona un rgimen de normalidad o de margina-cin. Es fruto de una lgica que se desprende de rutinas y los modos de proceder; que,a su vez, responden a intereses de los propios medios. La lgica meditica se ha impues-to a la que emanaba de otras instituciones. En los estudios ya referidos y en algn otro(Sampedro, 2003: 29-54) encontramos que no eran los historiadores, los sacerdotes olos jueces quienes fijaban la identidad nacional o la viabilidad ciudadana de los sujetosque estudibamos. Las identidades de pertenencia poltico-territorial o de ciudadanaeran re(elaboradas), sobre todo, en los medios de comunicacin y, a partir de ellos, porlas audiencias, segn sus recursos. Nos centramos ahora en la lgica que subyace a laproduccin de identidades mediticas, para despus apuntar las variables que influyenen las identidades mediatizadas, a la hora de producirse el reconocimiento o extraa-miento de las audiencias.

    La lgica meditica responde a una pluralidad de intereses: las fuentes con poder,los propios comunicadores, los grupos de presin y los imperativos publicitarios deri-vados de las audiencias ms ricas o ms numerosas (Condit, 1994). Cada uno de estospolos impulsar ciertas identidades normalizadas o marginadas. Pero el resultado, porlo general, contribuye a la desigualdad acumulativa en el orden simblico. Las identi-dades mediticas ms normalizadas se corresponden con los grupos sociales que cuen-tan con mayores recursos econmicos, sociales o culturales. Y los colectivos que postulanidentidades opositoras, que cuestionan la norma legal y la normalidad social, tienen unaestructura de oportunidad meditica muy limitada2.

    La estructura de oportunidad meditica, aplicada a las identidades, se refiere a laposibilidad de que los actores sociales fijen su identidad. Para ello debieran promovercontenidos, lograr cobertura y disfrutar de acceso directo a la plataforma pblica que

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  • constituyen los medios. Los promotores identitarios, con sus declaraciones y activida-des, focalizan la atencin de los comunicadores en un colectivo, y promueven as su visi-bilidad. El nivel de control sobre dicha visibilidad se establece segn el grado de coberturay acceso mediticos. La cobertura garantiza a los promotores que los medios, al menos,se harn eco de sus palabras e iniciativas, y las traducirn segn ciertas convencionesprofesionales. El acceso permite a los promotores definir ellos mismos su identidad ydisponer de ms autonoma para obtener una imagen normalizada.

    Por ejemplo, una Boda Real, con una identidad oficial y hegemnica que enfatiza suimportancia institucional, convierte a los consortes en promotores mediticos privilegia-dos (que desplazarn a otros promotores). La cobertura seguir el tono consensual (su legi-mitidad ser avalada). Y se brindar acceso a los novios y sus familias (la puesta en escenay las declaraciones sern respetadas). No ocurre lo mismo con las bodas de homosexua-les. Las identidades populares que hayan acudido al evento de la Boda Real sern reduci-das al papel de coro aclamante y devoto. Incluso cuando roben las flores que engalanabanel recorrido de la comitiva nupcial y la tierra de los maceteros, sus actos de reapropiacinsern considerados como fetichismo3. Las identidades minoritarias sern marginadas(por ejemplo, los indigentes sern expulsados de la va pblica); y las identidades oposi-toras (por ejemplo, las protestas republicanas), prohibidas, multadas y censuradas.

    La estructura de oportunidad para construir identidades mediticas responde a una lgi-ca que hemos constatado en trabajos empricos recientes (Sampedro, 2003; Sampedro y Llera,2003) y se compone de una serie de rasgos: 1) Se basa en las oposiciones binarias (y, portanto, en el conflicto). 2) Prioriza, ante todo, el valor meditico, electoral y econmico delas identidades en liza. 3) Aplica, por tanto, la mcdonalizacin o el fordismo a la produccinidentitaria. 4) Segmenta las esferas de representacin, que 5) en trminos mundiales se mani-fiesta como glocalizacin identitaria y, finalmente, 6) enfatiza las discontinuidades, y da unaapariencia de renovacin continua del repertorio de las identidades pblicas.

    1) Los medios tienden a enfatizar la oposicin binaria que fundamenta toda iden-tidad. Si sta siempre se asienta en un nosotros y un ellos, los medios subrayan ladiferencia frente a la igualdad, lo disputado sobre lo compartido. Prima, por tanto, elenfoque de conflicto, atractivo para la audiencia y sencillo de exponer con guiones mani-queos. Ese maniquesmo, aunque no adquiera rasgos agresivos, valorar ms las identi-dades oficiales y hegemnicas. As, en los reportajes sobre el Tercer Mundo, Espaaaparece presentada como fuente de donativos para la India, como modelo para demo-cratizar Marruecos o para el desarrollo econmico de Indonesia. As, de paso la televi-sin oculta los claroscuros de la realidad espaola: bolsas de pobreza, escasa culturademocrtica y desequilibrios estructurales (Sampedro y Llera, 2003: 173-192).

    De lo anterior se desprende un sesgo etnocntrico, donde la xenofobia (el rechazo delo ajeno) se manifiesta de forma ms o menos evidente. Pero, en sus races ms profundas,las identidades mediticas se basan en la aporofobia (el rechazo del desposedo). De hecho,

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  • los identificadores que cunden en los medios son los corporativos; es decir, las marcas publi-citarias que denotan el estilo de vida e, incluso, la personalidad de quien los exhibe (bid,115-133). Es decir, las identidades mediticas convencionales recurren a la etnia para acen-tuar el conflicto y remiten al consumo para establecer una identidad universal.

    2) El estatus meditico de las identidades depende de su valor electoral y econmi-co. Al tiempo que maximizan la audiencia, debieran solaparse con las marcas identita-rias dominantes en las instituciones polticas y de mercado. Las identidades opositorasms duras, como el terrorismo, deben entenderse en el marco de una beligerancia infor-mativa que renuncia a ser objetiva. Por tanto, debiera abandonarse el imperativo de laneutralidad, que se denuncia como equidistancia; es decir, cobarda o colaboracionis-mo (Sampedro, 2003, cap 8). Esa beligerancia no slo se constata en las informacionessobre terrorismo, sino que tie la informacin electoral; y califica determinadas opcio-nes polticas (por ejemplo, el nacionalismo perifrico en Espaa) como filoterroristas oantidemocrticas (bid, cap. 7). Adems la identidad violenta del altermundismo nodepende de la virulencia de sus movilizaciones, sino de los apoyos que recabe de las fuer-zas parlamentarias (bid, cap. 9). Y la actividad poltica de los inmigrantes ilegales esproscrita, y se definen como ilegales incluso las estrategias solidarias de los colectivos deapoyo (bid, cap.10). Resulta lgico, porque los trabajadores sin permiso de residenciacarecen de derechos cvicos y envan cuantiosas remesas a sus pases. No pueden votarni apenas consumir: su valor poltico y econmico es mnimo y, por tanto, el estatus desus identidades mediticas siempre es cercano a la marginacin.

    3) Como cualquier otro contenido meditico, las representaciones identitarias estnsometidas a la presin de la mcdonalizacin (Ritzer, 1996 y 2001). El consumo y el triun-fo econmico se han convertido en el principal vector de normalizacin identitaria dela televisin comercial. Las identidades ensalzadas en la McTele (desde Gran Hermanohasta Operacin Triunfo) pretenden maximizar beneficios con mnima inversin. A pesarsu supuesta popularidad, estos programas no se dirigen a ningn pblico, entendidocomo un actor social que existe con independencia de su visibilidad meditica y queproyecta signos de identidad propios. Al contrario, las estrellas de la McTele dependenpor completo de su gestin meditica y su principal finalidad es la explotacin comer-cial de la audiencia.

    La McTele ha aprendido a rentabilizar sus efectos ms incontestables: la visibilidadpblica de sus protagonistas y la conversacin social que generan. Estos programas adap-tan los principios del concepto sociolgico de mcdonalizacin, aplicado hasta ahorapor G. Ritzer a la industria y el consumo. Nos referimos a espacios promocionales delos personajes pblicos que generan y que venden en formatos multimedia. Su princi-pal va publicitaria proviene del paratexto o conversacin social, que desencadena unaespiral de cotilleo, y funciona al mismo tiempo como principal fuente de publicidad(la ms barata y la ms efectiva). Los estudios de mercado son sufragados por la propia

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  • audiencia. Disfrazados de votaciones, el resultado depende del desembolso econmi-co de los clubs de fans y carecen de transparencia.

    Como ningn otro gnero, la McTele evidencia el paralelismo entre la situacinsocioestructural de la audiencia y sus identidades mediticas. Este mercado de las iden-tidades reproduce televisivamente los roles subordinados de la poblacin con menosrecursos en los mercados econmicos y polticos: precarizacin y desproteccin jurdi-ca de la fuerza laboral, votar exclusivamente por un clculo econmico y asistir a carre-ras electorales en las cuales el xito depende de las aportaciones monetarias recibidas.Por si fuera poco, los fraudes de la teledemocracia macdonalizada recuerdan los maqui-llajes contables del capitalismo popular... (Sampedro, 2003, 305-335).

    En suma, los medios convencionales postulan las identidades normalizadas por elmercado de consumo casi como nica representacin inclusiva y cohesionadora de losdistintos sectores sociales. La degradacin que la McTele supone en trminos de esferapblica refleja la posicin estructural de su audiencia, reducida a su papel de consumi-dor y privada de sus rasgos como ciudadana. La audiencia slo puede aspirar a encar-nar una identidad lucrativa, participando como potencial ganadora del premio de lasvotaciones. Y las identidades proyectadas por el medio son de consumo, reemplaza-das a un ritmo frentico y diseadas con nuevas tecnologas que, aunque se disfracen devas de participacin interactiva, en realidad son fuentes de ingresos inmediatos, los pri-meros estudios de mercado que generan beneficios y, adems, sin control externo.

    4) El mercado de las identidades mediticas manifiesta una creciente segmentacin;una vez ms, debida a factores econmicos y polticos. El poder adquisitivo de la audien-cia y de los procesos polticos marcan territorios acotados de representacin. Consideremosalgunos fenmenos. Por restricciones econmicas, las clases bajas se ven crecientemen-te recluidas en el consumo de la televisin generalista. Como hemos sealado, cuantoms sensacionalista sea la programacin, las identidades populares aparecen con mscarga de marginalidad. Hasta el punto de que la televisin privada ha sido calificadacomo gueto simblico de las minoras que no disfrutan de suficientes ingresos ni esta-tus. Sin embargo, las clases medias y altas pueden acceder a una pluralidad de referen-cias identitarias mucho ms amplia. Al consumir medios muy diversos, pueden erigirfronteras identitarias inclusivas y exclusivas con las que formular comunidades en lasque situarse y, al alterarlas, mudar de espacios sociales donde interactuar con eficacia(Ibid., caps. 2 y 3).

    De ah que en los medios de comunicacin destinados a audiencias con pocos recur-sos cundan las expresiones xenfobas; al menos de forma ms explcita que en los mediosque dicen dirigirse a audiencias cosmopolitas. Las barreras entre ambos grupos seguirncreciendo en la medida que pierdan centralidad los servicios de radiotelevisin pblica,que formaban un espacio simblico comn para la ciudadana, por encima de su capa-cidad de consumo. Ahora, sin embargo, tiende a producirse una segmentacin entre el

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  • infoentretenimiento de los sectores populares y los telediarios 24/7 (que emiten 24 horasal da, 7 das a la semana). Los medios de referencia y elitistas airean identidades medi-ticas oficiales y hegemnicas, en una esfera pblica prxima a los crculos de poder.Mientras, las clases menos favorecidas se recluyen en las esferas pblicas perifricas dela televisin, donde lo popular se identifica con lo minoritario frente a las clases mediaso lo marginal frente a la norma legal o social. Por su parte, las identidades opositorasapenas encuentran resquicio en los informativos de la CNN ni en la McTele.

    5) La segmentacin social de los discursos identitarios se solapa a veces con la seg-mentacin territorial que genera la glocalizacin de los medios. Las transformaciones delos territorios polticos, en concreto del Estado-nacin, ha alterado tambin las plata-formas mediticas de identidad. El florecimiento de las identidades nacionales estabaligado a unos medios estatales que ahora compiten con los intra e inter nacionales.Los sistemas regionales de radiodifusin reproducen identidades que cuestionan no slosu encaje en los Estados-nacin, sino tambin nuevas identidades polticas transnacio-nales, por ejemplo, la europea (bid, cap. 4). Por otra parte, no existen medios globales,sino glocales: hegemnicos en determinadas partes del planeta, sin demasiada conexiny algunas de ellas en abierto conflicto. As lo demuestran los mensajes antagnicos delas cadenas de televisin por satlite, occidentales y rabes. Lo confirma la catalogacinque el actual Gobierno estadounidense hace de las cadenas rabes como aliadas delterrorismo; as como su pretensin de establecer una cadena sin contenido poltico,exclusivamente comercial en lengua rabe (Sampedro, en imprenta).

    La mercantilizacin de las identidades mediticas conlleva, como dijimos, el nfa-sis en el conflicto, ms fcil de transmitir y con atractivo. Ahora aadimos que ese con-flicto ser presentado en trminos oficiales y hegemnicos, para no colisionar con lasinstituciones ni alejar a amplios sectores de la audiencia. De hecho, las identidades pol-ticamente correctas son las que no cuestionan las races de los estigmas legales o socia-les. Al contrario, fluyen con completa normalidad (a pesar de su supuesta novedad) enlas instituciones y en las conversaciones tradicionales. Nada ms polticamente correc-to que las versiones ms saneadas de la McTele; vase si no Operacin Triunfo como pro-grama para una audiencia infantil y familiar. De ah tambin que la McTele haya sidoprohibida nicamente en algunos pases rabes y, ms en concreto, musulmanes. El for-mato global que se localiz en casi todas las regiones del mundo encontr all fronterasidentitarias inexpugnables.

    6) Por ltimo, para rentabilizar sus contenidos identitarios, los medios realizarnuna operacin continua de renovacin y reciclaje, presentando toda identidad comoactual y nueva, al obviar sus races histricas y sus contextos de produccin. La nece-sidad de vender actualidad y novedades acelera este proceso. El tiempo presente seimpone sobre el pasado, de modo que las identidades aparecen descontextualizadas, casiautoevidentes en su instantaneidad. Existe, por tanto, un riesgo considerable de bana-

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  • lizacin; en concreto, en las identidades con raigambre histrica (Sampedro y Baer,2003). El presentismo y la correccin poltica contribuyen a generalizar identidadesmediticas que, con apariencia de neutralidad, mantienen discriminaciones profundas.Desde luego, no responden a un respeto por lo ajeno; menos an, a un compromiso dedilogo. Ms bien lo simulan.

    En resumen, hemos visto que la visibilidad pblica de las identidades se ajusta auna estructura de oportunidad meditica que tiende a aumentar la desigualdad acumula-tiva en el nivel simblico. Si los medios establecen las representaciones identitarias basn-dose en el conflicto, si privilegian las que tienen ms valor econmico y poltico, y siborran su pasado; parecen inevitables los procesos de glocalizacin y segmentacin delespacio pblico. Como elemento cohesionador, los medios convencionales intentan pro-yectar las identidades lucrativas y de consumo de la McTele, donde prima la bsquedade beneficio y la correccin poltica. De ah, la creciente dificultad de establecer un di-logo intercultural en los medios de comunicacin convencionales; al menos, en lo querespecta a los masivos (Llera y Sampedro, 2003).

    RECONOCIMIENTO IDENTITARIO EN LOS MEDIOS

    Multitud de anlisis denuncian los sesgos de las identidades mediticas y, slo conel estudio de los mensajes, concluyen un efecto ideolgico distorsionador. Se incurre asen dos errores. Primero, porque toda identidad es, ante todo, una construccin simb-lica y, en cuanto se formula, selecciona ciertos rasgos como naturales e inherentes alcolectivo al que se aplican. Ese colectivo, sin embargo, mantiene diferencias internas,sus rasgos mudan en el tiempo y segn el contexto. En el punto anterior intentamosdesentraar la lgica de la visibilidad identitaria que se aplica por igual a los ciudadanosnacionales y a los inmigrantes, a las entidades polticas en las que se inscriben, a susmemorias histricas, a los activistas sociales y a los terroristas... Las identidades medi-ticas que los representaban no reflejaban sus hechos diferenciales, menos an los esen-ciales, si es que existen. La conclusin obvia apunta a que slo cambiando la lgica dela produccin de las identidades mediticas o dotando de recursos comunicativos a lossectores ms marginados (populares, minoritarios, y opositores) pueden plantearse unrgimen de visibilidad indentitaria ms plural y abierta. No necesariamente ms real,pero s ms dialogante.

    El segundo equvoco al que conduce la tesis de la distorsin ideolgica reside enequiparar representacin y significado, emisin y recepcin. El anlisis del contenidode los medios no exime de estudiar sus efectos. Porque la influencia de las identidades

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    Identidades mediticas e identificaciones mediatizadas

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  • mediticas en las identidades vividas por el pblico se manifiesta en las identificacionesmediatizadas. stas seran el resultado de la circulacin y el consumo de los marcadorespostulados por los medios. El pblico (no la audiencia) entendido como un colectivoque existe al margen de su visibilidad meditica y que pugna por hacerse visible con ras-gos propios puede aceptar, negar o reformular las identidades mediticas que se le ofre-cen. Tambin en el plano de la recepcin podemos hablar de identificaciones oficialesy populares, hegemnicas y minoritarias (marginales u opositoras). Pero su estudio exigesentarse a observar las prcticas de recepcin y las (re)creaciones discursivas de los dife-rentes pblicos, y atender a sus contextos y recursos.

    En el breve espacio que resta intentar sistematizar los resultados de algunas inves-tigaciones para matizar el grado de autonoma o la libertad del pblico en la recreacinidentitaria de los discursos que difunden los medios. La identidad nacional y su sustra-to, la memoria histrica, son los objetos de estudio en los que me apoyo. En nuestrasinvestigaciones sobre estos temas4 hemos encontrado que las identificaciones identita-rias opositoras o crticas, las ms elaboradas y reflexivas, se relacionaban con 1) la dis-tancia temporal y espacial, 2) las races biogrficas y 3) la pluralidad de recursos cognitivos.

    1) La distancia respecto a la identidad meditica puede ser temporal o espacial. Lasdiferencias temporales pueden subsumirse en las generacionales, que engloban vivenciasy procesos de socializacin comunes a ciertas cohortes de la poblacin. Cuando intro-dujimos esta dimensin en los anlisis sobre la memoria histrica del franquismo y latransicin observamos visiones diferentes entre los jvenes adultos y sus padres. Lospadres identificaban el recorte de libertades del franquismo sealando, por este orden,las personalidades autoritarias de los padres, de los maestros, los sacerdotes, los milita-res, la polica... Los hijos, en cambio, redujeron el autoritarismo franquista a la repre-sin sexual, la desigualdad entre los sexos o la falta de libertad en el seno familiar.

    La distancia espacial tambin establece una lejana de marcos simblicos y viven-ciales. Detectamos que los jvenes y los adultos que haban vivido en las zonas de mayoroposicin al franquismo (Euskadi y Catalua, especialmente; o en zonas urbanas a dife-rencia de las rurales) mostraban identificaciones ms crticas y opositoras con el fran-quismo y la transicin. Si sumamos distancia temporal y espacial entre las representacionesy los pblicos pueden generarse decodificaciones aberrantes, que confunden el refe-rente de un smbolo debido a su descontextualizacin. Resultan ilustrativos los jvenesde nuestros estudios que confundan al ltimo presidente de Gobierno de la dictadura,Carlos Arias Navarro, cuando anunciaba en la televisin Franco ha muerto, con unpresentador de televisin o un cmico.

    2) Un modo complementario de analizar la distancia temporal o espacial respectoa los marcadores identitarios es profundizar en las races biogrficas, que proporcionanclaves interpretativas muy arraigadas, incluso a pesar de la falta de transmisin inter-generacional. Por ejemplo, los hijos y los nietos de represaliados antifranquistas conde-

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  • naban sin paliativos la dictadura y una transicin poltica que tendan a calificar de insu-ficiente. De igual modo, los estudiantes residentes en el extranjero que lean la prensade sus pases en la distancia eran conscientes de los clichs y las inercias mediticas enla recreacin simblica de sus naciones de origen. Pero las diferentes nociones de su per-tenencia nacional venan marcadas por sus comunidades biogrficas, sus crculos de rela-cin ms cercanos.

    3) Por ltimo, la libertad de las identificaciones mediatizadas depende de la plura-lidad de los recursos cognitivos y comunicacionales de que disponga el pblico. Ms allde los medios de comunicacin, hemos visto la importancia de la interaccin, cuandola distancia lo permite, y de la experiencia propia, con el anclaje biogrfico. Pero las iden-tificaciones con mayor carga opositora, las que negaban los clichs mediticos oficialesy hegemnicos y reivindicaban rasgos propios, se expresaban con marcadores ausentesen los medios convencionales. Los pblicos ms crticos incluan en sus discursos apor-taciones provenientes de libros, pelculas u otros medios que les permitan esgrimir unaidentidad especfica, por lo general oculta o censurada en los grandes medios.

    Lo indicado sobre la autonoma de las identificaciones mediatizadas subraya tresargumentos clave: a) La praxis, la biografa, las interacciones materiales, dialgicas yvivenciales son la base, el motor, de la representacin identitaria (y no tanto al revs ono con la misma fuerza). Por tanto b) la dimensin performativa de las identidades medi-ticas su potencial para que sucedan cosas y desencadenar determinados sucesos y movi-lizaciones parece depender de su raz sociolgica; es decir, de la capacidad para representar,aunque sea de modo ficticio, ciertos rasgos o agravios (pre)sentidos por algunas comu-nidades y los individuos que las componen.

    Por ltimo, confirmamos c) la desigualdad acumulativa que ya sealamos en la lgi-ca de las identidades mediticas. Los medios privilegian, macdonalizan y glocalizan lasidentidades rentables en trminos econmicos y polticos. Por su parte, los pblicos ela-boran identificaciones mediatizadas con una autonoma que, ante todo, depende de susrecursos materiales, biogrficos y comunicativos. Esto es, las dificultades para auto-repre-sentarse se solapan con las dificultades para reconocerse. Las dificultades para comuni-car una identidad colectiva en trminos de igualdad se suman a las dificultades paradebatir y contestar las identidades etiquetadas por los medios convencionales. De ahlos problemas del dilogo intercultural y, en cambio, la hegemona del choque de lascivilizaciones. Este es el paradigma identitario que George W. Bush y Osama Ben Ladenconstruyen desde el 11-S. Desde entonces (y antes) explotan con eficacia la lgica y elrgimen de visibilidad meditica que hemos expuesto. Son los jerarcas de las identida-des mediticas contemporneas y pretenden coaccionar a los pblicos para que genere-mos identificaciones excluyentes y en conflicto.

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  • Notas

    1. Vase el primero de una serie de cuatro reportajes, firmados por Francisco Peregil, e iniciados

    con un mapa que sealaba como centros de reunin de los detenidos por los atentados del

    11-M ciertos lugares del barrio de Lavapis. De este modo, lugares pblicos y de encuentro veci-

    nal acabaron convertidos casi en sedes clandestinas de Al Qaeda. El Pas, 25 de mayo de 2003.

    2. Para el concepto de estructura de oportunidad meditica, vase Sampedro (1997); Sampedro,

    Jerez y Lpez Rey (2002); Jerez , Sampedro y Lpez Rey (en imprenta).

    3. Vase la cobertura de El Pas, suplemento de Madrid, de los das 24 y 25 de mayo de 2004, donde

    el primer da se afirmaba que Los madrileos se llevan el 20% de las flores de la decoracin de la

    boda real como recuerdo y, el segundo, se calificaba de fetichismo el suceso, aunque se reco-

    nociese que era difcil catalogar como tal el robo de la tierra abonada de los maceteros.

    4. Vanse los captulos dedicados a estos temas en Sampedro, 2003; Sampedro y Llera, 2003; y,

    sobre memoria histrica, Sampedro y Baer, 2003.

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