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Presentación Ida Kaplan Langman 1 nació el 07 de febrero de 1904, en Borzna, Ucrania. Pero desde muy pequeña fue llevada por sus padres a Philadelphia, Estados Unidos, en donde realizó sus estudios académicos básicos. En 1920 egresó de la Escuela Secundaria del Sur de Philadelphia para Niñas (EPSS, por sus siglas en inglés), posteriormente, cursó la Escuela Normal en la misma ciudad. Ida contrajo matrimonio en 1928 con el violinista Oscar Langman de quien heredó su apellido. En 1930 concluyó la licenciatura en ciencias y para 1945 obtuvo su maestría en botánica; mientras llevaba a cabo sus estudios en la Universidad de Pennsylvania también se desempeñó como profesora en las escuelas públicas Roxborough Junior High School y en la EPSS, además, ejerció en la Academia de Ciencias Exactas y Naturales en el Instituto Botánico de Documentación de la Universidad de Carnegie, fue miembro de la Liga Internacional de Mujeres Pro Paz y Libertad, así como voluntaria en la Unión Americana de Libertades Civiles. Entre sus publicaciones más sobresalientes, relacionadas a México, se encuentran Dos figuras casi olvidadas de la botánica en México 1 Gran parte de la información biográfica sobre Ida Langman fue obtenida de la página electrónica de la Historical Society of Pennsylvania. Link para su consulta: http://www2.hsp.org/collections/manuscripts/l/LangmanAm0877.html 1

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Presentación

Ida Kaplan Langman1 nació el 07 de febrero de 1904, en Borzna, Ucrania. Pero desde muy

pequeña fue llevada por sus padres a Philadelphia, Estados Unidos, en donde realizó sus

estudios académicos básicos. En 1920 egresó de la Escuela Secundaria del Sur de

Philadelphia para Niñas (EPSS, por sus siglas en inglés), posteriormente, cursó la Escuela

Normal en la misma ciudad. Ida contrajo matrimonio en 1928 con el violinista Oscar

Langman de quien heredó su apellido. En 1930 concluyó la licenciatura en ciencias y para

1945 obtuvo su maestría en botánica; mientras llevaba a cabo sus estudios en la

Universidad de Pennsylvania también se desempeñó como profesora en las escuelas

públicas Roxborough Junior High School y en la EPSS, además, ejerció en la Academia de

Ciencias Exactas y Naturales en el Instituto Botánico de Documentación de la Universidad

de Carnegie, fue miembro de la Liga Internacional de Mujeres Pro Paz y Libertad, así como

voluntaria en la Unión Americana de Libertades Civiles.

Entre sus publicaciones más sobresalientes, relacionadas a México, se encuentran Dos

figuras casi olvidadas de la botánica en México (1949), Botanical Impression of travel in

México (1953), Una bibliografía de la flora Mexicana (1953) que posteriormente fue

ampliada y editada en Estados Unidos resultando de ello el minucioso Ensayo para una

bibliografía histórico-biográfica de la botánica en México (1955). También se publicó el

libro Selected Guide to the Literature on the Flowering Plants of Mexico (1964), así como

Notas adicionales para una bibliografía sobre la vegetación de Chiapas (1958). Entre otros

estudios.

Con el apoyo de becas para investigación, como las que le fueron otorgadas por la

Fundación Nacional de Ciencias, la Sociedad Filosófica Americana, y el de la Oficina de

Educación de EE.UU., Langman logró realizar dos expediciones a México, la primera de

1939 a 1941 y la segunda de 1948 a 1949. Fue en esta segunda visita, cuando viajó a

1 Gran parte de la información biográfica sobre Ida Langman fue obtenida de la página electrónica de la Historical Society of Pennsylvania. Link para su consulta: http://www2.hsp.org/collections/manuscripts/l/LangmanAm0877.html

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Chiapas y aunque no indica específicamente de quién recibió la invitación, en el artículo

“Recuerdos de Chiapas” hace mención que había sido invitada “para para acompañar a un

grupo de amigos que iban a pasar el fin del año [en dicho estado]”, en ese grupo de amigos

con los que viajó por tren, se encontraban el Dr. Faustino Miranda2, a quien conoció en

1941 en la ciudad de México y el Dr. Ladislao Paray, explorador y botánico aficionado,

quien iba con su familia.

Es en el número 7, año 1957, de la revista Ateneo, de las páginas 43 a la 61, en donde se

encuentra la crónica titulada “Recuerdos de Chiapas”. En él, Langman narra las

exploraciones efectuadas en el sureste de México, las emociones e impresione de los

paisajes observados y las travesías que junto con sus acompañantes tuvo que pasar en el

transcurso de su estancia en Chiapas. Fueron tres las visitas realizadas al estado del sureste

mexicano, el primer encuentro se dio a finales de 1948 e inicios de 1949, la segunda visita

durante Semana Santa y la tercera en agosto, ambos del mismo año. En el último viaje

estuvo acompañada por su marido quien había dejado su trabajo en Philadelphia por unas

cortas vacaciones.

Si bien, ya tenía conocimiento sobre el lugar, gracias al Dr. Rodulfo Jiménez Gamboa,

médico gastroenterólogo de profesión, y su esposa, Elena, a quienes había conocido en

Philadelphia, entre 1945 y 1947; además, como ella misma dice: ya “había leído algo sobre

Chiapas [...] todo el mundo hablaba de las ruinas de Bonampak, recientemente descubierta

y exploradas por Carlos Frey3 y Giles Healy4”. Esto último le había provocado el

2 Faustino Miranda González (Gijón, 1905; Ciudad de México, 1964). Licenciado y doctor en Ciencias Naturales por la Universidad de Madrid. Exiliado en 1939, llegó a México y se desempeñó como investigador en el Departamento de Botánica del Instituto de Biología de la UNAM. En 1949 organizó y dirigió el Instituto y el Jardín Botánico de Tuxtla Gutiérrez. Recibió el Premio Chiapas en 1953. Fue miembro del Ateneo de Chiapas y de la Sociedad Botánica de México. Entre sus libros se encuentran Estudios sobre la vegetación de México (1944), así como La vegetación de Chiapas (1952).

3 Carlos Frey Herman (Stauton Illinois, 1915; Chiapas, 1949). Viajó a las ruinas mayas en Yucatán y en 1941 se internó en territorio Chiapaneco, donde recorrió diversas zonas arqueológicas acompañado de Frans Blom. En 1946 llegó a la zona arqueológica hoy conocida como Bonampak, al lado de John Bourne y de los indígenas Chambor y Acacio Chan. Murió el 3 de mayo en un accidente en Río Lacanjá, Chiapas.

4 Hay un error con su apellido, su nombre completo es Giles Greville Healey (Nueva York, 1901; West Sussex, 1980). Conocedor de astronomía y explorador del Río Orinoco, llegó a México en 1944 en donde

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imaginario de un Chiapas como una “región casi inexplorada, una región de selva casi

impenetrable, una región de calor intenso y alta humedad”, en efecto, así era la hoy llamada

Región Lacandona, pero ella no fue directamente ahí, sino que en su primera visita llegó a

Tuxtla Gutiérrez, la capital chiapaneca y de igual manera, quedó sorprendida. Parte de la

Selva Lacandona la conocería en su tercer viaje.

En Recuerdos de Chiapas, Langman inicia contando, de forma amena, cómo fue el

transcurso del viaje por tren, en compañía de un grupo de amigos. Salieron de la ciudad de

México, pasaron a Veracruz, luego a Ixtepec, Oaxaca, y finalmente llegaron a Arriaga,

Chiapas, en donde posteriormente transbordaron en camión rumbo a Tuxtla Gutiérrez. Ya

en la capital chiapaneca da cuenta de los notables personajes que conoció y de los cuales se

expresó: “Fui a saludar a mis amigos y me presentaron otras personas activas en la vida

intelectual de Tuxtla: el Prof. Alberto Gutiérrez5, el Prof. Andrés Fábregas6, el Prof. Mario

Araujo7 [entre otras personalidades]. Celebré también haber hallado en México un lugar

donde los gobernadores no solamente se empeñan en elevar el nivel material del pueblo,

sino también se preocupan de la vida cultural”.

En relación a lo citado anteriormente, es importante señalar la influencia de intelectuales

refugiados españoles en la cultura del estado chiapaneco, principalmente de Faustino

inició su carrera como arqueólogo maya, conocido por ser uno de los primeros occidentales en descubrir y además fotografiar los murales de Bonampak en Chiapas.5 Alberto Gutiérrez Acebo (Tuxtla Gutiérrez, 1898-1989). Realizó los estudios profesionales en la Escuela Industrial Militar en su ciudad natal. Dio cátedra en diversas instituciones, fue inspector de los Servicios de Educación Primaria Indígena y director del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas.

6 Andrés Fábregas Roca (Barcelona, 1910; Tuxtla Gutiérrez, 1990). Perteneció al Partido Proletario Catalán y fue capitán de infantería del Ejército Rojo Español. Estuvo en dos campos de concentración hasta su exilio. Llegó a México el 26 de julio de 1940 en compañía de otros españoles exiliados republicanos. Desde 1942 se instaló en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, se dedicó a la docencia y fue director de varias escuelas, así como cofundador de la UNACH. Le fue otorgado el premio Chiapas de Ciencias en 1975. También fue escritor y director de las revistas culturales Ateneo, Chiapas, ICACH y UNACH.

7 Mario Araujo Rodríguez (Tuxtla Gutiérrez, 1894–1967). Profesor y periodista. Estudió la carrera de maestro normalista en la ciudad de México. Participó en el Seminario de Cultura Mexicana y en el Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas, donde también fue secretario. Colaboró en diferentes periódicos y revistas de Chiapas y de la ciudad de México.

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Miranda, Luis Alaminos8 y Andrés Fábregas Roca, pues su colaboración hermanado a los

importantes aportes de artistas, pensadores, personalidades locales y de otros estados del

país, así como de estudiosos de diferentes nacionalidades; todos ellos lograron un momento

de auténtica transformación en la vida social, política y cultural de la región9. Ante todo

ello, Langman reconoció: “¡Qué lejos de mis ideas preconcebidas resultó el Chiapas

verdadero -con sus elementos intelectuales, con su vida cultural, con sus paisajes y climas

variados, y con su ambiente tan apacible y amistoso!

Recuerdos de Chiapas fue publicado nueve años después del primer viaje a Chiapas,

resulta la crónica de un viaje fantástico, las incomodidades que la autora pasó, desde el

lidiar con una mula y un caballo, piquetes de insectos, de ácaros y demás bichos de la

región, las interminables caminatas, el calor, la sed y el hambre, las “ponchaduras” de cinco

llantas el mismo día resulta para el lector algo increíble, gracioso y desesperante a la vez.

Pese a eso y más, Langman con enorme espíritu de exploradora, en ningún momento deja

de aludir lo increíble del paisaje, lo dulce de los sonidos, lo bonito del cielo y las estrellas –

mientras furtivos tlacuaches caminan por el techo–, la amabilidad de la gente, lo bello de

las plantas, dándole espacio, incluso, de anotar los nombres comunes y científicos de éstas

últimas, sin provocar cambios tediosos o forzados en la lectura del escrito10.

Aunque Ida Kaplan Langman prometió regresar por cuarta vez al estado: “en cuanto

pueda, volveré por una temporada larga. Hasta entonces muchos saludos. ¡Hasta la vista,

8 Luis Alaminos Guerrero (Málaga, 1930; Tuxtla Gutiérrez, 2000). Artista plástico, actor y dramaturgo. Exiliado político de la Guerra Civil, llegó a República Dominicana en 1939 y a México en 1945 para seguir con sus estudios académicos. Se tituló de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y en 1949 obtuvo la medalla Justo Sierra por sus méritos. En 1953 fue comisionado por el INBA y llegó a Chiapas como profesor en la Escuela de Artes Plásticas del Estado. Y dirigió el grupo de teatro del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, con el cual obtuvo varios premios.

9 Para más información sobre el grupo Ateneo de Chiapas y su revista homóloga, léase Chiapas cultural. El Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas (2006) de Héctor Cortés Mandujano y Ateneo Chiapas. Órgano del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas 1951-1957 de Martínez Torres, José & Antonio Durán Ruiz (coord. (s).) (2013).

10 Aunque no se sabe con exactitud si Langman escribió el texto en inglés o en español, se debe tomar en cuenta la nota que deja al final, en donde agradece las correcciones realizadas por el Dr. Faustino Miranda, quien seguro su ayuda en la redacción fue de gran importancia.

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Chiapas!”. No lo hizo. Las plantas del lago Catemaco, las de Palenque y las del Soconusco

quedaron en espera para su recolección y catalogación. Después de sufrir de Parkinson por

varios años, Ida murió en 1991, en Pennsylvania.

Dulce Flecha y Yasmín Cruz

RECUERDOS DE CHIAPAS

Era el años de 1948. Había venido a México, con una beca, a reunir material para una bibliografía botánica de la República. Los primeros tres meses –de septiembre a diciembre- los aproveché revisando cuidadosamente el rico acervo de los libros, folletos, revistas y manuscritos que se encontraba en el Instituto de Biología. Ya se acercaban las vacaciones y la biblioteca estaría cerrada. Entonces recibí una invitación para acompañar a un grupo de amigos que iban a pasar el fin del año en Chiapas. Eso fue para mí una oportunidad tan grata cuanto inesperada, y acepté inmediatamente. Había oído hablar algo de Chiapas, cuando en 1945 y 1947 conocí al Dr. Rodulfo Jiménez Gamboa y su esposa, Elena. Ambos estuvieron en Philadelphia cuando el Doctor estudió en la Universidad de Pennsylvania, y vivieron en la misma calle en que nosotros teníamos nuestra residencia. Pero, después de que ellos salieran de ésa, no había tenido ninguna noticia de los mismos, de modo que no sabía si habían vuelto a Chiapas, o vivían en alguna otra parte de la república. Había leído algo sobre Chiapas también. En 1948, todo el mundo hablaba de las ruinas de Bonampak, recientemente descubierta y exploradas por Carlos Frey y Giles Healy. Así fue que, al pensar en Chiapas, pensaba en una región casi inexplorada, una región de selva casi impenetrable, una región de calor intenso y alta humedad. Y con estas ideas tan extrañas, salí de México el 15 de diciembre, en el tren nocturno a Veracruz. Nuestro grupo se hallaba integrado por el Dr. Faustino Miranda, el notable botánico, a quien había conocido desde mi visita a México en 1941, el Dr. Ladislao Paray, explorador y entusiasta botánico aficionado, y la familia del Dr. Paray, que iba a visitar a sus parientes en Comitán. Yo había conocido el puerto de Veracruz en 1941, pero la tierra que atravesamos al día siguiente, en el tren del Itsmo, era para mí desconocida y me quedé casi inmóvil en la

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ventanilla observando la vegetación. Había tantas plantas que llamaban mi atención que casi no sentí el calor sofocante del tren. Reconocí las plantas llamadas sabal o “palmetto”, que había visto hace años en Florida. Admiraba los grandes campos de piña y los campos de caña en flor; estos últimos daban al paisaje un bello color morado pálido, que no se encuentra comúnmente en tan largas extensiones. Tuve que recurrir constantemente a mis compañeros con preguntas sobre plantas que veía por la primera vez –era casi como una clase de botánica. En mis notas de aquel día, encuentro los nombres de muchas plantas entre ellas, la piñuela, (Bromelia pinguin), con sus hojas de rojo vivo; el cedro (Cedrela), con hojas compuestas y corteza blanca; Gliricidia sepium con tantos nombres vulgares (cuchunuk, mata ratón, cacahuananche); un zacate grande (Andropogon bicornis); el almendro de los trópicos, (Terminalia catalpa), con su forma de crecer tan especial, en capas con sus ramas extendidas, y con hojas grandes de color verde y rojo; dos palmas llamadas coyol (Acrocomia) y coyol real ( Scheelea); y un cactus con tallos articulares (Acanthocereus). En la tarde, cuando ya estábamos a punto de llegar a una zona de pura selva, nos alcanzó el crepúsculo, y se suspendió la clase de botánica. Al amanecer del día siguiente, el paisaje había cambiado completamente. Atravesábamos un semi-desierto, seco y pedregoso, donde los cactus dominaban la escena. No tardamos mucho en llegar a Ixtepec, y por primera vez vi a las tehuanas11, con su indumentaria tan llena de color, que portaban grandes charolas de mameyes y chico zapote para vender. Hacía mucho calor; el cielo era de un azul brillante. A partir de Ixtepec. Comenzaron a llamarnos la atención muchos árboles en flor, que hacían fuerte contraste con el paisaje árido. Los apánicos amarillos, llamados pomposhuti en Chiapas, (Cochlospermum), los blancos casahuates (Ipomoea), y un mar de mimosas, cubiertas de una especie de plumón blanco –todos pasaban frente a nosotros como un Kaleidoscopio. Llegamos a Arriaga, donde transbordamos a un camión que nos llevaría a Tuxtla. El camino era malísimo, pero las vistas eran preciosas. De un punto en el camino, pudimos mirar atrás, hacia las aguas azules del mar Pacífico. Era viernes cuando llegamos a Tuxtla. Al día siguiente encontré la Biblioteca Pública del Estado, y fui a ver si había algo en las colecciones que pudiera incluirse en mi bibliografía. Entonces conocí al Prof. Eduardo Albores12, quien mostró gran interés en mis estudios y se

11 Traje típico utilizado por las mujeres de la etnia zapoteca, localizados en el Itsmo de Tehuantepec en México.

12 Eduardo Javier Albores Gonzáles (Tuxtla Gutiérrez, 1914-1995). Profesor e historiador. Se tituló de profesor normalista en 1936, fue profesor de las escuelas Comercial Montiel y Prieto, ICACH, Prevocacional, UNACH y Escuela Normal Rural del Estado, de esta última también fungió como secretario. Tuvo a su cargo la Dirección General de Educación Pública del Estado, la Biblioteca Pública del Estado, El Museo Regional

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empeñó en buscarme todas las obras de la biblioteca que se relacionaran con mi trabajo. Después me sugirió que quizás encontráramos algunos otros escritos botánicos en la casa del recién fallecido botánico, Prof. 013 y nos fuimos a la casa del profesor. De repente, oí que me llamaban por mi nombre, “¡Mrs. Langman!” Era mi amiga de Philadelphia, Elena Jiménez Gamboa; estaba tan sorprendida como yo al encontrarme allá en Chiapas, tan lejos del lugar donde nos habíamos conocido. Así es que desde el primer día que pasé en Chiapas, me encontré con amigos –amigos que han llegado a tener un lugar muy alto en mi estimación. El día pasó aprisa -con una visita a la amable Sra. de Palacios, otra visita corta al Museo del Estado, un vistazo al mapa del relieve, del Estado de Chiapas, que existía en la plaza de la ciudad, un paseo a Chiapa de Corzo con su hermosa pila de estilo morisco, y su bella ceiba en plaza- y unos breves momentos de nadar en las aguas deliciosas del entonces nuevo Hotel Bonampak. Presenté al Dr. Albores y al Dr. Miranda, y aquél inmediatamente pidió al Dr. Miranda que les diera una conferencia en el Ateneo de Chiapas14. No fue eso posible en aquel tiempo, pero quién iba a pensar entonces que, dentro de poco, el Dr. Miranda volvería a Chiapas para quedarse allí cinco años, años en que formaría un Jardín y un Museo Botánicos, y en que haría un estudio muy valioso de la flora y la vegetación del estado. ¡Qué lejos de mis ideas preconcebidas resultó el Chiapas verdadero -con sus elementos intelectuales, con su vida cultural, con sus paisajes y climas variados, y con su ambiente tan apacible y amistoso! El domingo, partimos para San Cristóbal Las Casas. Ya me había preparado el Dr. Miranda para algunas de las cosas que estábamos viendo -paisajes estupendos en la subida

de Arqueología, la Escuela Normal del ICACH, y el Archivo General del Estado. Fundó la revista ICACH, fue director de los periódicos El Libro y El Pueblo y Diario de Chiapas y de la revista Ateneo. En 1956 obtuvo el Premio Chiapas y en 1985 fue nombrado Maestro distinguido de Chiapas.

13 Eliseo Palacios Aguilera (Chiapas, 1896; 1944). Profesor e investigador. Nació en San Fernando, ahí realizó sus primeros estudios, el bachillerato en Tuxtla Gutiérrez y algunos cursos en la Escuela Nacional de Medicina. En 1911 suspendió sus estudios para participar en el conflicto local entre Tuxtla y San Cristóbal al formar parte del batallón voluntario Hijos de Tuxtla. En 1935 recibió el título de maestro normalista. Fue catedrático en diversas instituciones; secretario de la Dirección de Educación Pública del Estado y fundó el Museo de Historia Natural y Viveros Tropicales de Tuxtla Gutiérrez. Además fue miembro de la Sociedad Botánica de México y de la Sociedad de Amigos de las Orquídeas.

14 El Ateneo de Chiapas, fundado en 1948, fue el movimiento cultural más importante que tuvo el estado chiapaneco en el Siglo XX. Como grupo, congregó filósofos, científicos artistas y demás pensadores críticos, entre los cuales sobresalen Andrés Fábregas Roca, Jorge Olvera, Eduardo J. Albores., J. Agripino Gutiérrez, Eliseo Mellanes, Pedro Alvarado Lang, Franco Lázaro Gómez, entre otros. El grupo logró redes intelectuales y personales que permitieron el intercambio nuevos conocimientos, información e ideas de intelectuales, tanto locales, nacionales e internacionales, mismos que se transmitieron a través de la revista Ateneo, así como en reuniones y conferencias.

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de Tuxtla a la Sierra de San Cristóbal, los bosques, los de pinos cubiertos de orquídeas y otras epifitas, los grupos chamulas bajando de la sierra a la ciudad. Aquella tarde, en Las Casas, hubo una fiesta, y fuera de una iglesia tuve ocasión de escuchar las marimbas chiapanecas. Todavía hoy día, los dulces sonidos de estos instrumentos despiertan en mi memoria las escenas de las tierras chiapanecas y los recuerdos de mi primera visita a ella. El lunes en la mañana, salimos de San Cristóbal en una corta excursión botánica, por el camino a Tenejapa. Hacía frío cuando dejamos la ciudad y la niebla se levantaba lentamente del valle donde reposaba la población. En las afueras de la ciudad empecé a observar las plantas más detenidamente, y quedé asombrada al ver la cantidad de las mismas que eran muy semejantes a las que crecen en mi tierra, en Pennsylvania: Gaulthe, Vaccinium, Prunella, Alnus, Ranunculus, Rhus, Crataegus, la lista es muy larga. Lo más sorprendente para mí fue encontrar una especie de Arceuthobium, planta parásita que crecen los troncos de árboles. La única otra ocasión en que vi este fue durante una excursión al famoso Cranberry Swamp, en las montañas de Pócono, en Pennsylvania. Continuamos en viaje a Comitán, pasando bosques de encinos con orquídeas, tejocotes, y arbustos de sauco (Sambucus). Estos últimos me recordaron otra vez a Pennsylvania. Nos entretuvimos mucho en el camino a causa de una llanta “ponchada” y llegamos muy tarde a comer a Teopisca. Cuando, por fin, bajamos del camión en Comitán, era ya de noche y casi no había cuartos en la ciudad. Después de mucho buscar, me alojé en una casa de huéspedes, donde faltaban muchas de las comodidades que ahora suelen encontrarse por casi todas parte en los caminos importantes. Pero la casa era limpia, la comida buena y, después del viaje fatigante, dormí muy bien en una cama de tablas. Desde que salimos de México, había pensado en llegar a Comitán, por estar éste tan cerca de los Lagos de Montebello –renombrados por la belleza de sus aguas y por la exuberante vegetación que los circunda. Íbamos a tratar de conseguir un jepp u otro modo de transporte que nos llevara a los Lagos, pero todas nuestras gestiones resultaron inútiles y nos resignamos a explorar los alrededores de la ciudad –que también son interesantes. Un día fuimos por un camino al noroeste de Comitán donde, a pesar de lo seco de la tierra, colecté casi 20 distintos ejemplares de plantas en flor, entre ellas un guaco (Aristolochia), una granadilla (Passiflora), y un Cotoneaster –género que se cultiva mucho en los Estados Unidos y que no había sabido que crece silvestre en México. Otro día nos dirigimos al cerro de Hunchabín, y al cerro arriba del Rancho de Quijá, donde encontramos un árbol (tenocté), de los más bonitos que he visto en México, pertenecen al género de Robinsonella, cubierto de preciosas flores blancas. Colecté más de treinta ejemplares y la vegetación era tan interesante que pasamos todo el día sin comer –salvo unas limas que encontramos en el camino al regresar al regresar a la ciudad.

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El tercer día subimos un cerro de casi 2,500 metros de altura, al oeste de la ciudad. Era un día de campo ideal; el sol calentaba fuertemente, las brisas eran refrescantes, y el cielo despejado, y desde lo alto del cerro pudimos contemplar un hermoso paisaje al sureste, donde en el horizonte se destacaban los Cuchumatanes ya en Guatemala. No colecté mucho aquel día, pero vi muchas orquídeas en las ramas de los árboles. El día final de nuestra estancia en Comitán, fuimos a Cruz Quemada donde me sentí otra vez como si estuviera en Pennsylvania, porque había muchos encinos con todas las hojas de color rojo, igual a como se ponen en el otoño en el este de los Estados Unidos. Al regresar, pasamos por una huerta, donde otros árboles, quizá duraznos, se veían todos color de rosa por los capullos que se abrían. ¡Así es que en un momento, pasé del otoño a la primavera, y eso en plena temporada de la Navidad! No debo dejar de mencionar otro paseo que nos hizo posible el Sr. Enoch Ortiz, pariente de la Sra. De Paray. Nos llevó a unos terrenos suyos en El Puente, una región totalmente distinta a las demás que había visto hasta ese momento en Chiapas –un lugar como un parque abierto, con bellos pinos, muy altos. Era un tipo de paisaje, apacible y tranquilo, que nunca había esperado encontrar en aquella región imaginada de pura selva. Después de cinco días en Comitán, regresamos a Tuxtla. Fui a saludar a mis amigos y me presentaron otras personas activas en la vida intelectual de Tuxtla: el Prof. Alberto Gutiérrez, el Prof. Andrés Fábregas, el Prof. Mario Araujo. Hablamos de otros lugares cerca de Tuxtla, donde se podría colectar plantas interesantes y en estas discusiones surgió el nombre del Cerro Brujo. Me animé al oír mencionar una excursión a caballo, aunque no había tenido mucha práctica en equitación. Pero cuando hablaron de aquel rincón en la selva donde había posibilidad de ver quetzales, decidí que, si se me permitiera ir, no me arredraría ninguna dificultad que pudiéramos encontrar en esa excursión. Se empezaron a arreglar los detalles de la excursión. Los Paray ya no pudieron esperar más y volvieron a México. El Prof. Gutiérrez y el Doctor Jiménez Gamboa, hicieron todo lo posible para ayudarnos, hasta arreglar una cita con el General Tiburcio Fernández Ruíz,15

quien tenía terrenos cerca del Cerro Brujo y podría proporcionarnos alojamiento y comida allá. Pero había otros problemas que resolver. Mientras se buscaban las soluciones, tuve la

15 Tiburcio Fernández Ruíz (Villaflores, 1887; Ciudad de México, 1950). Político militar y gobernador constitucional de Chiapas (1920 – 1923). Nació en el municipio de Villaflores, Chiapas, el 27 de abril. Inició sus estudios primarios en Villa Corzo y los continuó en Chiapa de Corzo y San Cristóbal de Las Casas, posteriormente ingresó a la escuela de leyes de la Universidad Nacional, en la ciudad de México. Organizó la División Libre de Chiapas y combatió a los carrancistas siendo líder de este movimiento apodado “mapache” que encabezó de 1914 a 1920. Desempeñó diversos cargos en la ciudad de México en donde murió el 18 de diciembre.

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oportunidad de conocer al Prof. Fernando Castañón Gamboa16 y su magnífica colección de revistas y obras acerca de Chiapas, donde encontré algunos trabajos que no hubiera podido encontrar en ninguna otra parte. También conocí al Prof. Jorge Olvera17, Director de la Escuela de Artes Plásticas. Al oír hablar de la excursión, pidió permiso para unirse al grupo, tanto él como su compañero, el escultor Jorge Tovar18. Al fin se fijó el día dos de enero para la salida al Cerro Brujo. Aproveché el día anterior para hacer una excursión al Cerro de Mactumatzá, al norte de la ciudad. Otra vez, encontré muchas plantas interesantes: una barba de mantel (Bauhinia), con bonitas flores de colores rosa y blanco; el árbol llamado camarón o plumajillo (Alvaradoa amorphoides), con agrupaciones de frutos alados, de un color moreno claro, muy bonito: una orquídea, Cattleya aurantiaca; el famoso ciqueté (Jacquinia), y el notable ololiuhqui, llamado

16 Fernando Castañón Gamboa (Tuxtla Gutiérrez, 1902-1959). Historiador, bibliógrafo y escritor. Se graduó de la Escuela Nacional de Agricultura de San Jacinto en la ciudad de México. Trabajó en el acopio de documentos y manuscritos que facilitaron la estructuración de la historia documental de Chiapas con los cuales se formó la colección que hoy lleva su nombre. Fue el primer director del Archivo General del Estado en 1952 y titular de la Dirección de Acción Cívica del gobierno. Dirigió el boletín del Archivo General del Estado, que alcanzó 11 números; coordinó, la edición de la serie Documentos Históricos de Chiapas, y publicó varios artículos en diarios y revistas. Impartió clases de historia y geografía en las escuelas Normal Mixta, Preparatoria del Estado y Prevocacional. En 1950 recibió el Premio Chiapas por su obra realizada y su contribución para la creación de la Biblioteca Estatal. Obra publicada: Discursos del doctor Belisario Domínguez (1937), Tuchtlán. Monografía de Tuxtla Gutiérrez (1941), Documentos y datos inéditos para la historia particular de Tuxtla Gutiérrez (1943), Historia del teatro Emilio Rabasa (1947) y Cosas de Chiapas (1979).

17 Jorge Olvera Hernández (Ciudad de México, 1915-2003). Pintor e investigador. Sus estudios académicos básicos los realizó en los Estados Unidos de Norte América, en 1943 regresó a México e ingresó a la escuela de San Carlos, posteriormente realizó estudios tanto en el Colegio de México, como en la Universidad de Arizona y en diversas escuelas de España. Fue uno de los fundadores de la Escuela de Diseño del INBA, de la cual también fue director y de la carrera de Arqueología en el ENAH. En 1944 fundó en Tuxtla Gutiérrez la Escuela de Artes Plásticas de Chiapas que dirigió hasta 1953. También se interesó en la arqueología y realizó varias expediciones a Bonampak. Fue colaborador de la Enciclopedia de México, integrante de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, del Seminario de Cultura Mexicana, de la Asociación Internacional de Críticos de Arte con sede en Francia y de la Arizona Historical Society. Reconocimientos: Doctor Honoris Causa por la Universidad de Arizona y Premio Chiapas en Ciencias Sociales, Frans Blom 1990. Obras publicadas: Arte mexicano contemporáneo (1959), Waldemar solander de imágenes y formas (1965), La plata colonial de Chiapas (1994). Entre otros.

18 Jorge Tovar Santana (Ciudad de México, 1922). Pintor, escultor y dibujante. Se graduó en 1945 de la Academia de San Carlos. Colaboró en la publicación de La Nueva Picardía Mexicana, El nieto del Ahuizotle y El Nahual. Acompañó y apoyó al profesor Jorge Olvera en la fundación de la Escuela de Bellas Artes de Chiapas y del Ballet Bonampak. En 1949 fue invitado a convertirse en miembro fundador de la Salón de la Plástica Mexicana por el promotor de arte Fernando Gamboa, de la que sigue siendo un miembro activo. En 1955, fundó la Artistas Plásticos Asociados, junto con Vargas y Liuva Kent. Ha realizado numerosas exposiciones.

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tumbacaballo en Chiapas (Rivea coryrmbosa), y muchas más. Al bajar del cerro, nos desviamos de la vereda y tuvimos que pasar por un terreno totalmente cubierto de bambú, cuyas espinas hicieron casi imposible el paso. Pero al fin, salimos sanos y salvos. Al llegar a Tuxtla, nos encontramos con la triste noticia de que la persona encargada de arreglar los últimos detalles de la excursión no habla llegado. Ya pensábamos que nunca veríamos el Cerro Brujo y decidimos ir al día siguiente a colectar por el rumbo de San Femando. Pasamos la mayor parte de ese día en una encañada entre San Fernando y La Chacona, lugar que bautizamos la Barranca de los Moscos, por la gran cantidad de insectos que en ella nos molestaron. Pero desde el punto de vista botánico, era un sitio de gran interés. Entre las plantas más memorables, deben mencionarse el Senecio kermesinus, una enredadera con flores de rojo anaranjado muy vivo, y el famoso matilishuate (Tabebuia pentaphylla), con flores rosadas. Al volver a Tuxtla otra vez, nos dijeron que todo estaba listo para la excursión al Cerro Brujo y al día siguiente empezamos nuestro viaje en camión a Ocozocoautla. (Cómo esta población llegó a tener el apodo de Coita19, nadie supo explicarme). Allá nos habían prometido que encontraríamos caballos y guía. Desgraciadamente, no hubo ni caballos ni guía, y ya nos preparábamos a regresar a Tuxtla, cuando el Presidente Municipal muy gentilmente nos ofreció su caballo, y un burro para llevar nuestro equipaje. Como guía, nos sirvió un policía municipal de "Coita", y así empezamos nuestra excursión, por el camino a Villaflores. Éramos cinco - el Dr. Miranda, el Prof. Olvera, el escultor Tovar, nuestro guía, y yo. Tomamos turno para montar a caballo, pero al llegar al rancho del señor Micelli, éste nos prestó su carreta de bueyes y el policía entonces regresó a su pueblo con sus dos animales. Y así, caminando un poco, montando un poco y viajando en la carreta otro poco, llegamos al Rancho Concepción, situado al pie del Cerro Brujo. Era ya oscuro cuando caminamos los últimos kilómetros. La noche era bonita, el cielo cubierto de millares de estrellas, y pasamos el tiempo tratando de acordarnos de los nombres de las distintas constelaciones. El en rancho vivía el sobrino del General Fernández y su familia, que nos recibieron muy cordialmente, nos prepararon la cena, y arreglaron nuestras camas. Para mí, el rancho era una nueva experiencia. Los animales menores de corral se paseaban libremente por todas las piezas de la casa. En el cuarto donde pasé la noche, dormían también una gallina en su nido. Durante la noche, arriba en el techo, caminaba algún animal que, a cada paso, desprendía pedacitos de tierra que caían encima de mi cama. No supe qué animal sería pero

19Históricamente no se ha podido develar cuándo y por qué se le empezó a llamar de esa manera, ni el significado “real” del término “Coita”. Una de las teorías dice que deriva de “coitan”, una palabra posiblemente zoque que se refiere a una práctica comercial característica del pueblo y que es sinónimo de pilón o demasía. Léase a Pimentel, Jacobo (1959). “Origen legendario de la palabra Coita”. ICACH. Núm. 1, año 1, junio, pp. 28-31.

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me cubrí con la cobija y dormí bastante tranquilamente. En la mañana, me dijeron que se trataba de tlacuaches que dormían durante el día, y en la noche se despertaban para buscar alimento. Aunque en el rancho faltaban algunas comodidades, no faltaron la consideración y buenas atenciones. En la mañana desayunamos pollo, frijoles, tortilla y café, y poco después emprendimos nuestra excursión por las faldas de Cerro Brujo. Éramos otra vez cinco, con el sobrino del general, y tuvimos solamente tres caballos, de modo que otra vez tomamos turnos. El "machito" que me dieron pronto se dio cuenta de mi falta de pericia para montar y, en consecuencia, hizo lo que le dio la gana. Llegando a un riachuelo, se negó o pasar y tuve que bajar y jalarlo al otro lado. En un paso lodoso, también se paró y así terminé por subir el cerro poco a poco, y a pie. Tratábamos de llegar a un punto llamado El Brillante, pero alcanzamos solamente o un rancho con el nombre clásico de El Olimpo, donde encontramos una planta indicadora de una zona de vegetación muy Interesante. Me refiero al árbol llamado liquidámbar, que pertenece a un conjunto de plantas ·que se encuentra en ciertas zonas de las sierras del este y sur de México, que tiene relaciones con 1a vegetación del este de los Estados Unidos. Penetramos en la selva, entre altos árboles, grandes helechos arbóreos, y lianas, a modo de gruesas enredaderas, trepando como serpientes verdes los troncos de los gigantescos árboles. Uno de los árboles era el olmo mexicano, Chaetoptelea, que llega a tener una altura de 50 metros. Vimos plantas herbáceas muy bonitas, entre ellas, Kohleria, Polygala, Begonias y muchas otras. Mientras los botánicos se ocuparon de las plantas, el Prof. Olvera y el escultor Tovar habían encontrado unas cuevas, y se dedicaron a buscar en ellas reliquias arqueológicas. Así pasó el día volando, y pronto fue tiempo de regresar. A la bajada del cerro, el machito se volvió muy manso y llegamos al rancho sin novedad. En la mañana, mientras esperábamos que nos trajeran los caballos para el viaje de regreso, dimos una vuelta cerca de la casa, buscando otras plantas. ¡Y en este corto paseo, en un momento de descuido, mi traje de campo se cubrió de pinolil1os! Había visto una mancha de color castaño sobre los pantalones, pero pensé que era lodo -no la masa de pinolillo recién salido de sus huevecitos. No hay que decir más. Regresé cubierta de picaduras de estos bichos. Pero ese fue el único aspecto desagradable de toda la excursión. Para el camino a Ocozocoautla, nos proporcionaron solamente dos caballos. ¡Otra vez, montamos en turno! de los 30 y pico kilómetros que hay entre el Rancho Concepción y "Coita", caminé casi 20. Hacía mucho calor, pero también soplaba un norte ligero y así no llegamos muy cansados. Nos quedamos un día más en Tuxtla para arreglar nuestras cosas y descansar un poquito, y al día siguiente partimos para México. Mi segunda visita a Chiapas, la hice durante la Semana Santa del mismo año, cuando las bibliotecas se cerraron otra vez. Ya se había invitado al Dr. Miranda para que se encargara

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de la formación del Museo y Jardín Botánico del Estado, y él estaba ya en Chiapas, arreglando los últimos trámites. En esta visita, fui a ver el Museo Zoológico y Jardín Botánico, ya establecido por gobernadores anteriores, y me quedé impresionada por lo que había logrado hacer el director, Miguel Álvarez del Toro20. Hay muy pocos museos que cuenten con un director que salga al monte a cazar los animales y traerlos vivos para el museo zoológico, que prepare los ejemplares para exhibición en el museo o para estudios científicos y aún pinte las escenas del fondo de las vitrinas donde se exhiben los ejemplares. Cuando, más tarde, vi sus dibujos y pinturas de pájaros, excelentes tanto del punto de vista artístico como del científico, no pude menos que felicitar al Sr. Álvarez por el trabajo realizado y por haber encontrado campo apropiado para el desarrollo de sus capacidades. Celebré también haber hallado en México un lugar donde los gobernadores no solo se empeñan en elevar el nivel material del pueblo, sino también se preocupan de la vida cultural y lo que es aún más importante quizás, comprenden la necesidad de continuar las obras empezadas por sus antecedentes, a la vez que comienzan proyectos nuevos. En esos días de abril, hacía mucho calor en Tuxtla, aun en la noche y todo el mundo se paseaba por la plaza o se sentaba en los portales de la misma a tomar refrescos – entre ellos el más típico de Chiapas el tascalate21. En los mercados vendían las hermosas flores aromáticas de chucamay (Styrax) y los collares hechos de pequeñas florecitas de ciqueté, que se guardan secas por mucho tiempo y cada vez que se las moja, desprenden de nuevo su dulce aroma. Hicimos tres cortas excursiones botánicas a pesar del calor, que un día me molesto tanto que tuvimos que egresar sin llegar a la sierra a dónde íbamos. Otros días íbamos por el rumbo de San Fernando, donde a pesar que era pleno tiempo de seca, encontramos muchas plantas en flor, observé en su propio “hábitat” plantas bien conocidas por los habitantes de Tuxtla: el jobo (Spondias), el ciqueté (Jacquinia), el nanche (Byrsonima), el huitumbillo (Arsidia), el Chucamay de montaña (Capparis), la vainilla silvestre, el bejuco de agua (Vitis). Etc. Llegue a ver también una manada de tejones que no había visto antes. Cuando regresé más tarde a mi trabajo en el museo en Philadelphia, donde se verificó una

20 Miguel Álvarez del Toro (Colima, 1917; Tuxtla Gutiérrez, 1996). Naturista. En 1938 colaboró con la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia. De 1939 a 1942 fue técnico taxidermista y luego subdirector del Museo de la Flora y la Fauna de la Ciudad de México; dirigió el Instituto de Historia Natural del Estado de Chiapas. En 1944 diseñó el Zoológico Regional y el Museo de Historia Natural, ambos en el parque Madero. Desarrolló el proyecto del Zoológico Regional en El Zapotal, ubicado en la periferia de la capital chiapaneca. Recibió el Premio Chiapas en 1952, las medallas José Emilio Grajales (1976) y Alfonso Herrera al mérito en Ecología y Conservación (1985). Entre publicaciones destacan Los animales silvestres de Chiapas (1952), Los reptiles de Chiapas (1960), ¡Así era Chiapas! (1985) y El último turquito (1999).

21 Bebida de origen zoque, tradicional actualmente en Chiapas, preparada a base de maíz, cacao, achiote, azúcar y canela.

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exposición de “animales al sur de la frontera” (Animals South of the Border), siempre que pasaba ante los ejemplares de tejones, me acordé de estas excursiones a la barranca cerca de San Fernando. Volví a Tuxtla por la tercera vez, en agosto del mismo año, esta vez con mi marido quien dejó su trabajo en Philadelphia por unas cortas vacaciones. Quería que conociera la tierra que para mí tenía tantos gratos recuerdos. Este viaje no tenía fines científicos. Sin embargo, hice algunas colecciones de plantas, principalmente en una visita a El Zapotal, y otra a El Chorradero. En la primera conocí el capulín de los trópicos (Muntingia); en la otra colecté una Fourcraea, planta con grandes afinidades con el maguey, un Lisianthus con flores negras y el Exostema mexicanum, árbol con flores blancas muy fragantes y corteza muy amarga. Esta es una planta relacionada con la Cinchona, de la cual se saca la quina. Una excursión que hicimos a las casas resulto ser la más memorable e todas. Las llantas de baja presión, sin reforzar, no eran muy adecuadas para el mal estado de la carretera en aquel tiempo. Antes de salir de Tuxtla, en la mañana, notamos que una de ellas le salía el aire y tuvimos que cambiarla por la extra y repararla. En el camino se rompió la otra. La reemplazamos con la extra y seguimos el camino a Las Casas. Llegamos ya un poco tarde, hicimos un recorrido por los lugares más interesantes de la ciudad, comimos y a las cuatro emprendimos el viaje de regreso a Tuxtla. ¡De repente, otra ponchada! Nos miramos desesperados. Ya no había llanta extra. ¿Qué íbamos hacer tan lejos de cualquier gasolinera o taller de reparación? La ayuda llego en el momento en que comenzábamos a resignarnos a nuestra triste situación. El Club de Leones había hecho una excursión a Las Casas ese mismo día y ya nos iban pasando de regreso los coches en larga procesión. Uno de ellos se detuvo a ver que nos sucedía, y al enterarse de nuestras dificultades, el dueño, sin la menor demora, saco de su coche la llanta extra y la colocó en lugar de la nuestra rota. Cuando nos pusimos en marcha otra vez, se quedó atrás, para estar pendiente en caso de que nos pasara otra desgracia. Y, efectivamente, como era de esperar, no tardó mucho la cuarta llanta en descomponerse. ¡Ahora no había remedio! Tuvimos que quedarnos en el camino. Pero el Sr. Contreras, que ya se había molestado tanto por nosotros, se comprometió a hacer aún más. Iría hasta Tuxtla a buscar al gerente de una refaccionaria de llantas para conseguirnos otra nueva, y regresar con ella al lugar donde nos quedamos parados. Se fue y nosotros permanecimos en el camino, rodeados por la sierra oscura y los altos pinos. No pasó nadie -ni coches ni camiones. Me acordé de las palabras del poeta, “Silencio y soledad- nada se mueve.” Pronto empezamos a sentir el frío de la sierra en la noche. Pensamos en el largo camino que nuestro “León” tenía que atravesar; un camino sinuoso que a veces se vuelve muy peligroso por las cerradas nieblas. Quisimos descansar y no pudimos. Deseábamos dormir y no teníamos sueño. Cuando ya nos conformamos a pasar la noche en el coche, mi reloj marcaba la una y media. Poco después se vieron unas pequeñas

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luces en el camino. ¿Sería el coche del Sr. Contreras? Las luces se acercaron y puede imaginarse nuestra alegría cuando vimos que el coche “salvador” se paraba y de él bajó nuestro amigo con dos llantas nuevas. ¡Además trajo un termo con café y algo de comida! Mientras se cambiaban las llantas comimos muy a gusto, y como a las dos y media de la mañana, estuvimos otra vez en Tuxtla. Nunca será posible agradecer en forma adecuada la bondad de nuestro amigo, el Sr. Contreras, y para mí es muy grato ahora darle forma pública mis más cumplidas gracias. Para nosotros, los Leones de Tuxtla siempre serán símbolo de humanidad y amistad como quedó patente en esa noche inolvidable. Al salir de Tuxtla al día siguiente, nos despedimos del Dr. Miranda sin saber si íbamos a regresar a Chiapas ni siquiera si íbamos a vernos otra vez. Pasaron los años. Yo continuaba reuniendo material para la bibliografía pero necesitaba otra beca que hiciera posible mi regreso a México a terminar mis investigaciones en bibliotecas que no había podido visitar en mi viaje anterior. Por fin, después de siete años, conseguí otra beca, e hice mis planes para volver a México a fines del verano de 1956. Ya el Dr. Miranda había regresado a la capital, quedando el jardín y museo botánico bajo la dirección general del Prof. Álvarez del Toro, con la ayuda del joven botánico, Miguel Ángel Palacios22, hijo del Prof. Eliseo. Durante esos siete años hubo otros acontecimientos Frans Blom23 y su esposa, Gertrudy Duby de Blom24, a quienes había conocido también en

22 Miguel Ángel Palacios Rincón. Profesor que realizó estudios en la facultad de Ciencias de la UNAM, en el colegio de posgraduados de Chapingo y en la Universidad de Alabama, Estados Unidos de Norte América, donde curso la Maestría En Ciencias Y Artes de La Educación. Fue director de la Casa de la Cultura, administrador de la revista Chiapas (1951-1952), y miembro del cuerpo consultivo de la revista ICACH. Realizó colaboraciones en El Estudiante y La Campana de Chiapas.

23 Frans Ferdinand Blom Petersen (Copenhague, 1893; San Cristóbal de las Casas, 1963). Historiador, antropólogo y arqueólogo. Durante la Primera Guerra Mundial fue miembro de la Marina Real de Dinamarca. En 1919 salió de Holanda con destino a América; el mismo año viajó de Nueva York con destino a México. A finales de 1919 ingresó a la Peirce Oil Corporation y trabajó como pagador de la compañía petrolera El Águila. Posteriormente, el doctor Manuel Gamio lo invitó a colaborar en la Dirección de Antropología de México en los trabajos arqueológicos de Palenque. Más tarde, formó parte del Departamento de Investigaciones Mesoamericanista de la Universidad de Tulane y llevó a cabo numerosas expediciones. Radicó en compañía de su esposa Gertrude Duby en San Cristóbal de Las Casas, donde fundó el Centro de Estudios Científicos Na Bolom. Fue Premio Chiapas en Ciencias 1954. Entre sus obras destacan: Las ruinas de tortugueros (1923), Las ruinas de Palenque, Xupa y Finca Encanto (1923), Chiapas a la llegada de los españoles (Apuntes, 1924), El observatorio más antiguo del Continente Americano (Apuntes, 1926), Diego de Landa. Relación de las cosas de Yucatán (1934), La vida de los mayas (1944); Chiapas y el turismo (1944), El indio se vuelve ciudadano (1945), La ciudad perdida de los mayas (1949) y La Selva Lacandona (1953).

24 Gertrude Duby (Berna, 1901; San Cristóbal de las Casas, 1993). Escritora, fotógrafa y ecóloga. Nació en el cantón de Berna, Suiza, el 7 de julio. Vivió en Florencia, Italia, donde fue militante de partidos socialistas, por lo que fue encarcelada y luego deportada. En 1939 abandonó Europa, poco después de ser arrestada y pasar cinco meses en un campo de concentración en el sur de Francia se casó por primera vez con Kurt Duby

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1949 se habían trasladado de la capital de la república a San Cristóbal de Las Casas donde establecieron su biblioteca y museo regional. El gobierno de Chiapas, durante esos mismos años otorgó premios a varios de nuestros amigos: al Prof. Fernando Castañón Gamboa, por sus investigaciones acerca de la historia de Chiapas y especialmente sobre la historia de las comunicaciones en el Estado; al Prof. Miguel Álvarez del Toro, por sus trabajos sobre animales silvestres de Chiapas; al Dr. Miranda, por sus estudios acerca de la vegetación del estado de Chiapas; a los Blom, por su monografía de la Selva Lacandona ; y, últimamente, al Prof. Eduardo Albores, por su libro sobre Chiapas pre-Cortesiano. Poco antes de nuestra salida de Philadelphia, tuvimos el gran placer de tener al Prof. Álvarez como huésped en nuestra casa, aunque él añoraba el clima caluroso y los cielos azules de Tuxtla. Llegué a México con mi esposo, en octubre de 1956 y arregle mi plan de trabajo. Iba estar parte del tiempo en la capital y otra parte del tiempo aprovecharla para visitar bibliotecas en los estados. Pensé incluir la visita a Chiapas cuando fuéramos al sureste para ver la biblioteca de Villahermosa. Este viaje lo teníamos planeado para principios de enero y pensé que, estando tan cerca podríamos también pasar un día en ver la zona arqueológica de Palenque. Y así, en efecto, se realizaron los planes. Salimos de México, en coche, el día 7 de enero. Nos acompañaba esta vez la señora Helen O’ Gorman, esposa del conocido arquitecto Juan O’ Gorman25 y, a su vez, excelente pintora que últimamente se ha dedicado a pintar las plantas silvestres de México. Pasamos por Puebla, Jalapa, Orizaba, Córdoba, y Veracruz y, en cada una de estas ciudades, pase a lo menos un día trabajando en las bibliotecas. Hace tiempo que esa región era conocida para nosotros, pero, dejando Veracruz para Coatzacoalcos, nos encontramos en tierras que habíamos visto antes y me puse a observar la vegetación más detenidamente. No pude perder mucho tiempo en hacer colecciones, pero noté, entre otras cosas, una zona curiosa entre Veracruz y Alvarado, donde se ve una mezcla interesante de palmas y cactus. Vi otra vez los campos de caña en flor, y me acordé del viaje por el istmo hace siete años. Otra planta me llamó la atención por ser casi la dominante por el lado de la carretera –era un arbusto con flores rosadas, la Conostegia jalapensis, de la familia de las Melastomáceas.

en 1924, de quien adoptó su apellido. Entre 1940 y 1943 llegó a Veracruz con refugiados de la Segunda Guerra Mundial. En 1943 conoció a Frans Blom, con quien se casó y compartió numerosas expediciones y fundó el museo y Centro de Estudios Na Bolom en San Cristóbal de Las Casas. Obtuvo el Premio Chiapas en 1980.Obra publicada: Los lacandones, su pasado y su presente (1944), Hay razas inferiores (1946), La Selva Lacandona (1956-1957), Chiapas indígena (1961) y La familia Na Bolom (1979).25 Juan O'Gorman (Coyoacán, 1905–1982). Reconocido pintor, muralista y arquitecto. Hermano del historiador Edmundo O´Gorman. Estudió Arquitectura en la Academia de San Carlos y en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Fue profesor en el Instituto Politécnico Nacional donde creó la carrera de Ingeniero Arquitecto. Fue miembro de la Academia de Artes y recibió en 1972 el Premio Nacional de Artes.

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Nos detuvimos en Santiago Tuxtla para ver la gran cabeza de basalto, hermosa joya arqueológica que se ha sacado de la zona de Tres Zapotes. Nos desviamos otra vez a comer a la orilla del lago Catemaco. Más tarde, subimos por la carretera a unos puntos donde se ve muy bien al lago en toda su belleza. Decidimos regresar a esa región en alguna otra ocasión, cuando podamos gozar de los atractivos de la misma con más calma. En Coatzacoalcos, dejamos el coche y salimos en la madrugada del día siguiente en el tren a Palenque. ¡Qué pesado debe ser viajar todo el día en tren! pensaba yo. Otra vez me equivoqué. Fue un viaje de lo más fascinante que uno puede imaginarse. El paisaje cambiaba constantemente. Milpas, pastizales, selva, acantilados altos y blancos de piedra caliza, pantanos, y otra vez milpas, pastizales y selva. Observé bosques de bambú, árboles gigantescos en la selva cubiertos de grandes flores azules de mantos, Cyperus y Heliconia a las orillas de los lugares pantanosos y, en el agua, altos ejemplares de zapote de agua (Pachira aquatica) con sus frutos largos, suspendidos por tallos largos y delgados. Cuando no miraba la vegetación, descansé escuchando a un trío de músicos costeños que viajaban en el mismo tren, y a cada rato, tocaban y cantaban los huapangos típicos de Veracruz. A las ocho de la noche, llegamos a Palenque, donde nos esperaba el Sr. Lecroix para llevarnos a su hotelito en el pueblo. En la mañana, fuimos a la zona arqueológica en su jeep. Habíamos conseguido alimentos en la única tienda que hay en Palenque, una tienda con algunas mesas puestas para las personas que quieran comer allí. La dueña, la Sra. Sánchez, originaria de Yucatán, nos preparó excelentes platos típicos de su tierra, incluyendo panuchos muy sabrosos. Llevábamos con nosotros alimentos para poder quedarnos en la zona arqueológica. No voy a entrar en detalles respecto a los tesoros de aquella zona porque no soy arqueóloga, ni siquiera aficionada. Basta decir, que para mí, Palenque es la más notable región arqueológica de México. Tal vez influya en este criterio el hecho de que las ruinas se encuentren casi rodeadas por la selva. ¡Cuántos deseos tenía yo de quedarme allí para explorarla y colectar plantas en ella! Eso también tendré que dejarlo para otra visita. El descenso a la tumba del Templo de las Inscripciones es una experiencia de lo más emocionante. La escalera está casi vertical y penetra a una profundidad asombrosa. La piedra triangular, que cubría la puerta a la tumba, está ahora puesta a un lado de la entrada y aunque no se permite a visitantes ordinarios como nosotros entrar a la cripta, se ve muy bien de afuera la piedra espléndidamente tallada que cubrió el sarcófago y, así mismo, las esculturas suntuosas de las paredes de la tumba. Comimos a las orillas del río, que pasa por el lugar, cerca del sitio denominado El Baño de la Reina. Allí el río forma una serie de cascadas y saltos en la selva, lo que es otro excelente atractivo turístico. Regresamos al pueblo poco antes de la puesta del sol, cenamos

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en la tienda de la Sra. Sánchez y fuimos a descansar un poquito, porque íbamos a regresar en el tren “rápido” que pasaría por Palenque a medianoche. De Palenque fuimos a Teapa, y de esta en camión a Villahermosa, donde encontramos una excelente biblioteca, con mucho material sobre el estado de Tabasco. De Villahermosa habíamos planeado salir en avión para Minatitlán, viaje que por poco no se verifica, porque ya soplaba un fuerte norte en el Golfo y casi todos los servicios aéreos estaban suspendidos. Al llegar a Coatzacoalcos de Minatitlán, el tiempo se había puesto tan feo que era imposible seguir por la ruta del Istmo ese mismo día, y decidimos detenernos en el puerto. Al día siguiente todavía llovía y soplaban vientos muy recios, pero, pasando Minatitlán y tomando la carretera que atraviesa el Istmo, empezó a componerse el tiempo y el cielo se despejó. Salvo por la abundante agua acumulada en los muchos “baches” de la parte de la carretera todavía en mal estado, pasamos esta parte de la ruta con bastante facilidad. Es sumamente interesante observar los cambios de la vegetación, pasando del lado del Golfo al lado del pacífico. En la vertiente del norte, se encuentra vegetación rica y exuberante, barrancas hondas llenas de árboles, lianas y flores vistosas; la vertiente del sur, en cambio es rocosa y árida, con vegetación característica pero menos exuberante. Lamento que no pudiera detenerme frecuentemente para colectar. Pero es curioso notar, no obstante, que eran todas enredaderas las pocas plantas que colecté: tres de la familia de las compuestas –Hidalgoa ternata, con flores rojas, Senecio kermesinus que ya había colectado en la “Barranca de los Moscos”, y Mikania Gonzalezii con flores blancas. Otros dos ejemplares pertenecen a la familia de las Convolvuláceas: el ololiuhqui (Rivera corymbosa) y Calonyctyon aculeatum, también con flores blancas, pero enormes. Parece que de esta planta se saca un jugo que se utiliza para coagular el látex del árbol de chicle. Pasando por el Istmo seguimos el camino a Tuxtla, me esperaba en Las Casas, la biblioteca Fray Bartolomé, pero me detuve para hacer una visita rápida a los jardines y museos –los botánicos y zoológicos. Saludamos al Prof. Álvarez del Toro, quien muy amablemente se ofreció a llevarnos por el nuevo camino al Sumidero, paseo que dejamos para nuestro regreso, si nos quedara tiempo. Tuvimos la buena suerte de conocer en el museo botánico al joven Miguel Ángel Palacios, quien nos enseñó algunas de las más interesantes partes del Jardín. Pasamos a ver el museo con sus excelentes exposiciones de maderas de Chiapas, con su interesante mural y las pinturas de orquídeas del Estado, las dos últimas obras de la mano del pintor Héctor Ventura Cruz26, que había hecho también

26 Héctor Ventura Cruz (1920). Pintor, nació en Jiquipilas, estudió dibujo y pintura en la Escuela Libre de Arte y Publicidad y Escuela Nacional de Artes Plástica. Trabajó en el taller de gráfica popular de la ciudad de México, en el Estado ha pintado murales en el Instituto Botánico, Instituto De Historia Natural y en la Escuela de Derecho de San Cristóbal de Las Casas. Ha impartido clases en la Escuela de Artes Plásticas del ICACH. Ha colaborado en diversas revistas de la ciudad de México; ilustró libros de Faustino Miranda y Publicó el

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los finos dibujos que ilustran el libro del Dr. Miranda. Igualmente tuvimos suerte en encontrar el artista mismo, de modo que nuestra visita breve resultó ser muy provechosa. Otra vez admiré el hecho de que sea Chiapas la única provincia mexicana que cuente con museos y jardines científicos. En el jardín botánico se ha formado, bajo el cuidado del Dr. Miranda, y según sus planes, un lugar que puede servir al pueblo en los campos de investigación, de la enseñanza y a la vez como un sitio de placer estético. Espero que las obras tan magistralmente comenzadas por los Profs. Eliseo Palacios, ya desaparecido, y Álvarez del Toro y por el Dr. Miranda, se guarden siempre como tesoros del pueblo, de valor igual a los tesoros arqueológicos del pasado. Como no disponíamos de mucho tiempo, nos dimos prisa en salir para Las Casas. Volvimos a contemplar los maravillosos paisajes de la carretera a San Cristóbal y en poco tiempo llegamos a Na- Bolom (La Casa del Tigre), nombre de la hermosa residencia de los exploradores y escritores Frans y Gertrude de Blom. Sentimos mucho que la señora Gertrudis no estuviera en San Cristóbal. Había salido a la selva con unos canadienses que iban a fotografiar los animales de ésta, y todavía no regresaba. En la casa había otros dos matrimonios huéspedes, uno de Dinamarca, otro de Suecia, y además un antropólogo norteamericano. A la mesa, se hablaba tanto en inglés como en español y danés y era interesante observar cómo dominaba Frans todos estos idiomas. En la tarde, vinieron unas visitas francesas y Frans les habló con igual facilidad en la lengua francesa. La casa fue antes seminario y los Blom la han reparado y amueblado conservando tos el aspecto del pasado, a la vez que han agregado las comodidades que parecen indispensables en este siglo XX. La sala que actualmente sirve también de biblioteca, el comedor, el patio grande, el jardín, el museo de arte religioso, todos forman un conjunto precioso. Nadie que llegue a San Cristóbal Las Casas debe dejar de visitar Na-Bolom. Gracias a muchas personas que han contribuido en forma generosa para la compra de libros o para cubrir los gastos de las expediciones de la selva, los Blom han podido proseguir sus estudios en la región que tanto aman. Al mismo tiempo se hallan a la disposición de los investigadores todos sus conocimientos, y todas las facilidades de la casa. Llegamos a Na-Bolom a la hora de la comida y terminada ésta, empecé mis trabajos en la biblioteca, de la cual no Salí en dos días, salvo para comer y dormir – con la excepción del día siguiente que era domingo y había fiesta grande en Zinacantán. Allí fuimos por la mañana. Se trataba de una fiesta popular, muy semejante, en algunos aspectos a muchas

libro 70 grabados en 1968: Algunos reconocimos Premios Artes Plásticas de Chiapas, 1954 y premio Chiapas 1980 entre sus pinturas sobresale naturaleza muerta, óleo y rio de Chiapa.

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otras, pero mucho más llena de color, por lo vistoso de los trajes que usan los nombres de este pueblo. De regreso a Tuxtla, visité la biblioteca en busca de algunos trabajos sobre Chiapas que no había podido encontrar, y fué muy grato para mí saber que ya se había terminado de catalogar la biblioteca. Para asegurarme de que no se me había escapado ninguna obra que se relacionara con mis estudios, me puse a revisar el catálogo. Resultó que encontré algunos trabajos no había visto en mi visita anterior; algunos de ellos eran precisamente los que buscaba ahora. Celebro el trabajo que se ha realizado en la catalogación de la biblioteca, porque catálogo ninguna biblioteca puede rendir el provecho que se espera de ella. Al día siguiente me ausenté de la biblioteca por corto tiempo, para ir con los Profs. Álvarez del Toro y Palacios, al Sumidero. Es verdaderamente sorprendente el trabajo realizado para construir esta carretera (todavía falta pavimentarla) y las vistas de los Miradores son tan maravillosas que justifican las inversiones hechas y las que se hagan para que se los pueda visitar con mayor facilidad. También en este paseo colecté algunos ejemplares interesantes: un Liabium sublobatum, quelite, con flores amarillas, muy vistosas, y una orquídea con flores minúsculas, Maxillaria, que el Prof. Palacios encontró caída en el suelo del árbol donde crecía. Terminados mis trabajos en la biblioteca, tuve, con pena, que abandonar Chiapas otra vez. Ya no hubo tiempo de visitar a todas las personas a quienes me hubiera dado tanto gusto saludar. Algunos, como el Prof. Olvera y el escultor Tovar, ya no estaban en Chiapas. A mis amigos chiapanecos, les saludo desde estas páginas y les prometo volver algún día, con más tiempo para dedicarlo a mis amistades. También deseo regresar a esta bella tierra, para conocer los hermosos lagos de Montebello, el cerro de Huitepec, la Selva Lacandona, incluyendo la zona arqueológica de Bonampak, toda la costa desde Arriaiga hasta Tapachula, y otros muchos y famosos lugares más. De modo que en cuanto pueda volveré por una temporada larga. Hasta entonces muchos saludos. ¡Hasta la vista, Chiapas!

Ida Langman

Nota: al Dr. Faustino Miranda quedo muy agradecida por su amabilidad de haber leído y corregido tan detenidamente el manuscrito de este artículo. Le agradezco también los datos que me proporcionó sobre nombres vulgares y científicos de muchas de estas plantas, y las indicaciones sobre los lugares visitados.

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Referencias

“Ida Kaplan Langman. Scrapbook”. Historical Society of Pennsylvania. Última consulta: 03 de noviembre del 2015. Link: http://www2.hsp.org/collections/manuscripts/l/LangmanAm0877.html

Lagman, Ida (1957). “Recuerdos de Chiapas”. Ateneo Chiapas. Año V. Vol. 7. Agosto. Tuxtla Gutiérrez, pp. 43-61.

Martínez Torres, José & Antonio Durán Ruiz (coord. (s).) (2013). Ateneo Chiapas 1951-1957. México: Samsara editorial.

Román García, Carlos (2000). Diccionario enciclopédico de Chiapas. Tomo I-IV. México: CONECULTA / UNICACH.

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