IAEJP62

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año 6 número 62 febrero 2011

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Instituto de Altos Estudios Juan Perón - 62 - Año 6

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El Instituto fue creado en 2004 como órgano de capacitación y formación del Partido Justicialista por disposición de su Congreso Nacional. En su Consejo Académico contiene a un extenso grupo de pensadores, investigadores, docentes y trabajadores de la cultura. Su objetivo es desarrollar un ámbito de capacitación, investigación y debate que permita jerarquizar la formación de dirigentes políticos y sociales.En la actualidad, el Instituto, entre otras actividades, edita videos, libros y revistas, coordina seminarios y talleres presenciales y desarrolla cursos y conferencias de capacitación política a distancia. Cuenta con una biblioteca especializada y textos digitalizados de doctrina peronista. Además, ha celebrado convenios con otras instituciones de todo el país con las que impulsa acciones conjuntas de capacitación política e intercambia publicaciones.El Instituto se propone realizar aportes para reformular y actualizar los principales contenidos de la doctrina peronista, a fin de que la misma pueda volver a servir como pilar fundamental del proyecto nacional. Esta publicación está abierta a la colaboración de todos aquellos que deseen expresar en ella sus opiniones.

Instituto de Altos Estudios Juan Perón

PresidenteAntonio Cafiero

VicepresidenteSilvio Maresca

Coordinación generalCarlos Hurst

Coordinadores de Reseñas y DebatesFernando DuarteMariano Fontela

AdjuntasLorena ContartesePaz Del PercioMalena DondoYasmin Hassan

DirecciónReconquista 46 - Piso 9 (C1003ABB) Buenos Aires Teléfono/Fax: (011) 4348-9601/03Email: [email protected] Web: www.institutojuanperon.org.ar

Los artículos y comentarios firmados reflejan exclusivamente la opinión de sus autores. Su publicación en este medio no implica que el Instituto de Altos Estudios Juan Perón o los coordinadores de Reseñas y Debates compartan los conceptos allí vertidos. La reproducción total o parcial de los contenidos publicados en esta revista está autorizada a condición de mencionar expresamente el origen y el nombre de los autores.

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Panorama económico argentino

Habida cuenta de la incertidumbre que predomi-na en las economías de los países centrales, es útil que tratemos de analizar la realidad de nuestro país y sus perspectivas en el contexto de la crisis mundial, porque todavía no se le ve la punta al ovillo de lo que aparece sobre la superficie. No sabemos cuál va a ser el desenlace. Lo que predomina es esta incertidum-bre y esta sensación de que todo lo que se hace no alcanza.

Desde una perspectiva crítica acerca de cómo ha venido funcionando la economía capitalista en las últimas décadas en la etapa de mayor auge del proceso de globalización financiera, lo que se verifica es que hay un diagnóstico equivocado que están ha-ciendo los que tienen responsabilidades en los países centrales y en los organismos internacionales acerca de la génesis de la crisis. Se hace una simplificación: hay una tendencia a plantear que lo que originó la crisis fue una insuficiente capacidad regulatoria de los mercados financieros, o que una parte del sistema financiero no pudo ser cubierta por las regulaciones financieras que rigen las economías globales. Enton-ces aparece una visión a mi juicio muy sesgada acerca de las fuentes de los desequilibrios que explotaron en el año 2008, pero que venían acumulándose desde mucho antes.

Quisiera plantear otras cuestiones que subyacen a este comportamiento de la crisis mundial, en términos del proceso de regulación financiera que se dio desde la década de los 80, y también con este fenómeno que tan claramente tenemos identificado en la Argentina –sobre todo con el régimen de la convertibilidad, pero que también se dio en los países centrales–, que es la autonomía del proceso de acumulación en la escala financiera en relación a lo que ocurría en la escala productiva. Ha habido un desacople –ahora está de moda esa palabra– entre lo que ocurría con la economía “de carne y hueso” –la de la producción y el empleo, la economía real–, y la ingeniería que se armó en torno a la valorización financiera. Como no podía ser de otra manera, cuando uno mira qué ha ocurrido en los países centrales en términos de equi-dad distributiva y la suerte que han tenido los tra-bajadores en este proceso, lo que también se ve muy palpablemente es que la brecha de la desigualdad se

profundizó enormemente. Hay números que ponen los pelos de punta en términos de ampliación de la brecha entre ricos y pobres, y también en términos de la pérdida de participación de los trabajadores en la distribución del excedente económico.

Lo que entró en crisis fue ese proceso, y también las medidas que se están planteando para empar-charlo. Porque parte de esta crisis financiera tiene relación con esta independencia de lo productivo respecto a lo financiero, y con una crisis de sobrepro-ducción, ya que había un subconsumo que fue de al-guna manera disfrazado a través del endeudamiento progresivo y del negocio que se armó alrededor de la deuda. Cuando falló uno, todo se desmoronó como un castillo de naipes.

Es importante tener en cuenta que es esencial en los fenómenos económicos la forma en que se acumu-la el capital y cómo se distribuye el excedente, incluso

Por Mercedes Marcó del Pont

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para entender por qué ahora están salvando bancos, llevando liquidez hacia el interior de sus economías y bajando las tasas de interés, pero en realidad eso no está resolviendo el problema de fondo. En algunos casos, hasta se plantea que está llevando a la apa-rición de nuevas burbujas, y que no se está atendien-do lo que ocurre en términos de la distribución del ingreso y en última instancia de la demanda interna en esos países. Poco ha quedado de los programas de Obama de obra pública, que han sido progresiva-mente recortados por obra de la visión convencional con la que todavía se están abordando las políticas en esos países, y más aún en las políticas de ajuste que se están planteando en los que tienen serios problemas de endeudamiento, que sabemos además que fue por una nacionalización de deudas privadas.

Este es el contexto en el que está funcionando el mundo, y en el que está funcionando el resto de los países en desarrollo. Tenemos que reconocer que cada vez que había un mínimo problema en la economía mundial, en la Argentina se sentía como en ningún otro país. Recordemos la crisis del Tequila, la cri-sis asiática, la crisis rusa, la devaluación brasilera… Había desaceleración de los niveles de actividad, mayor endeudamiento, destrucción de capacidad productiva, etcétera. Eso es lo que ocurrió durante décadas en nuestro país, y ahora que el mundo efecti-vamente atraviesa una crisis –ya hay consenso en que es la más parecida a la crisis de 1930–, ¿cómo es que estamos creciendo un 9,1%? Tenemos que reconocer y reivindicar el cambio cualitativo que se produjo en la Argentina desde 2003. Porque la misma política que había antes de esa fecha está llevando a la crisis a los países centrales, que tienen mucha más capaci-dad de aguante que la que teníamos nosotros, tienen más capacidad de salir a socorrer y de absorber parte de esos shocks. En muchos países, y particularmente en la Argentina, décadas de neoliberalismo llevaron

justamente a acentuar este proceso de privilegiar la economía financiera por sobre la economía real.

Si tuviera que marcar una línea divisoria y pensar cuál fue la contradicción principal que tuvo que en-frentar Néstor Kirchner cuando asumió el gobierno en 2003, indudablemente plantearía ese hito: tuvo que plantearse una estrategia, toda una serie de de-cisiones de políticas públicas que supusieron volver a poner a la producción y al empleo en el centro de la acumulación, y al mercado interno como base de sus-tentación de ese proceso de crecimiento, con todo lo que se necesita para que el mercado interno vuelva a cumplir un rol dinámico. Es muy importante que uno tenga en cuenta ese cambio cualitativo después de 30 años. En el 76 se instaló, con la dictadura militar, un proceso que fue avanzando cada vez en estadios supe-riores. El estadio superior fue la convertibilidad, que justamente supuso un cambio de paradigma donde pierde nuestro país, y por eso tanta degradación, tanto retroceso, tanta desindustrialización y tanta pérdida de lo que habíamos alcanzado en términos de progreso social, que supuso que el núcleo de la acumulación se instalara, se recreara y se reprodujera en lo financiero y no en lo productivo. Es importante tener en cuenta también que la inercia en la salida de la convertibilidad no hacía a este proceso virtuoso por sí. Ahora hay una cierta tendencia a plantear que era inevitable hacer lo que se hizo, porque había bue-nos términos de intercambio –la soja había aumen-tado– y entonces esa recuperación supuestamente era inevitable en términos de cambio de modelo. De ninguna manera fue así. La inercia de esa situación no llevaba a esto que se fue construyendo, que se fue armando a contrapelo de lo que planteaban no solamente las fuerzas del mercado, sino lo que to-davía seguía siendo el pensamiento predominante de ese entonces. Algunos argumentan diciendo: “se hizo trizas el neoliberalismo en la Argentina, se de-mostró lo que era el consenso de Washington y las consecuencias que tenía para nuestro país, y lo que estaba legitimado era un cambio de rumbo de 180 grados”. No es cierto. El coro de los economistas y de gran parte de la dirigencia era “más de lo mismo”. Se avanzó rápidamente en un acuerdo con el Fondo Monetario, se planteó un sinceramiento de las tarifas y se dieron compensaciones que estaban pidiendo los bancos para resolver los descalces que había generado la crisis de la convertibilidad. Pero en ese entonces se planteaba el ajuste fiscal nuevamente, para pagar la deuda. Se planteaba la posibilidad de que la Argen-tina aprovechara unos maravillosos precios relativos que había generado la devaluación salvaje para salir a exportar todo, olvidándonos del mercado interno.

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Era el “deme dos” al revés, ahora todo lo que podía producir la Argentina nos lo sacaban de la mano. La inercia decía: “salgamos a exportar, cristalicemos la pérdida que significó la devaluación en los salarios de los argentinos”. Entonces, Néstor Kirchner planteó desde el primer momento que se pagaría la deuda, pero sólo en forma consistente con el crecimiento económico, y que el eje de la acumulación sería lo productivo, un modelo sustentado en el mercado in-terno. Eso suponía inevitablemente recrear no sólo el empleo, sino una mejora de los salarios, y recuperar la institucionalidad del mercado de trabajo y de la segu-ridad social. Así se dieron entonces esas permanentes intervenciones en el mercado de trabajo para que subiera el salario, las sumas fijas, el aumento del sala-rio mínimo y de las asignaciones. Eran instituciones de la seguridad social que habían sido desplazadas por un modelo que había hecho del salario la prin-cipal variable de ajuste de una competitividad degra-dada por el “uno a uno” durante la convertibilidad.

Tenemos que recordar las distintas decisiones que se fueron planteando en cada etapa histórica, y cómo dieron lugar a un avance sucesivo sobre terrenos más firmes. El desendeudamiento de la Argentina supuso por un lado una reestructuración, con esa quita fan-tástica de la deuda de la Argentina, pero también, llegado el momento, el pago al Fondo Monetario Internacional impidió que nos siguiera poniendo condicionalidades. Ese terreno que se fue sembrando es el que permitió ir avanzando, y es el que le per-mitió a la Presidenta tomar decisiones tales como la asignación universal para la niñez, o en 2008 la rena-cionalización de la seguridad social.

El presenteTenemos que pensar el pasado para entender

lo que está pasando y para proyectar hacia delante. Este modelo es absolutamente sustentable, justa-mente por haber privilegiado la producción y el empleo, por utilizar al mercado interno como plata-forma para insertarse en el resto del mundo. La base de competitividad para insertar nuestras em-presas pequeñas y medianas en el resto del mundo es lo que a su vez nutrió los equilibrios de pagos externos y fiscal. No es la meta del superávit fis-cal, como siempre se lo planteó el neoliberalismo –y siempre fracasó, porque para lograrlo plantea el ajuste, la reducción de la demanda acompañada de las políticas monetaristas–, sino que se da vuelta la ecuación: ahora hay un país que crece, que tiene un tipo de cambio que protege al trabajo nacional y que es distinto para el agro que para la industria, y que

rompe con esa inercia de especializarnos en meros productores de materias primas.

La política de desendeudamiento achica y reduce el peso que tienen los pagos de intereses dentro de las arcas del Estado Nacional. Surge la posibilidad de plantearse políticas que fueron a contrapelo de las condicionalidades tradicionales del Fondo Mo-netario Internacional. Estas son las cosas que a su vez permiten que la Argentina, por primera vez en muchísimo tiempo, pueda plantear hacia delante. No asoma un fantasma que pueda condicionar el creci-miento de nuestro país en un futuro cercano y no tan cercano: la restricción externa, que es ese famoso es-trangulamiento del balance de pagos. Antes, cuando se tenía buenos términos de intercambio aumentaba la producción de maíz, trigo o carne, pero se inte-rrumpía eso por alguna circunstancia y la Argentina se retraía, porque tenía estructuras muy dependientes de las condiciones externas. Venía el estrangulamien-to, caía el nivel de actividad, había devaluaciones, aceleraciones inflacionarias, y vuelta a empezar... En-tonces, es muy importante valorar lo que significa, desde la perspectiva del futuro de la Argentina, ha-ber removido la restricción externa del escenario de problemas de nuestro país. Esta independencia que ha recuperado la Argentina a partir de tener reservas no solamente conjura cualquier posibilidad de que haya crisis del mercado de cambios, sino que también permite utilizarlas para pagar deuda y plantearse po-líticas que no conduzcan al ajuste.

Es muy importante el seguimiento de lo que pase con el suministro de dólares que pueda seguir re-troalimentando el crecimiento de la Argentina. Los flujos de capital especulativo en nuestras pequeñas economías, más abiertas y vulnerables a lo que ocurre en la economía internacional, tienen el mismo efecto que las oscilaciones en los términos de intercambio. Por eso hay que valorar también esta clara decisión –que se tuvo desde el primer momento– de implan-tar controles a los capitales especulativos. Ahora se puso de moda, están todos hablando de guerra de monedas, o de qué pasa con las apreciaciones, pero la Argentina fue de los pocos países que apostó a eso. Había sin embargo inicialmente una postura crítica con respecto a estos controles, se decía que ya no co-rrían más, y ahora todos están yendo al pie, a regular también el ingreso de capital especulativo. Pero en-tonces hay que valorar la importancia que tuvo esa decisión para el equilibrio económico general, parti-cularmente del sector externo, el desalentar el capital especulativo, sobre todo a través del encaje. En nues-tro país está centralizada la liquidación de dólares, así no solamente se releva cómo entran, sino cómo salen.

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La Argentina no tiene ningún problema en que in-grese capital, lo cual tiene que ver con inversión re-productiva, con el financiamiento de la actividad de las empresas, las inversiones o las exportaciones, pero también condiciona muy fuertemente al capital que viene a buscar la renta financiera muy rápido, que así como llega se va, ni bien llegan nuevas condiciones externas. No solamente genera daño en términos de actividad económica, sino también, tal como lo están sufriendo muchos países del mundo y de la región, lo que genera son fuertes apreciaciones de las mone-das domésticas, que están afectando fuertemente los procesos de diversificación e industrialización de muchos de los países en desarrollo.

Hay que reconocer entonces la coherencia con que el gobierno, durante todos estos años, ha planteado el sostenimiento del tipo de cambio nominal como una forma de seguir garantizando que la economía no se primarice y avance en la industrialización y en la incorporación de valor agregado a nuestros recursos naturales. Esta permanente tensión que hay respecto a los capitales golondrina debe ser tenida en cuenta cuando se analiza el tema de las tensiones en materia de precios internos. Tenemos que estar en condi-ciones de plantear por qué en la Argentina se están dando aumentos de precios. Sabemos que es un tema que están usando los medios más concentrados, que aparece recurrentemente cuando se les acaba otro tema: pasan de la inflación a la inseguridad, y de la in-seguridad a la inflación... Pero también sabemos que es un tema sensible, que tiene mucha penetración en el conjunto de la sociedad, y sobre todo en determi-nados estratos. En el Banco Central planteamos una visión coherente con el pensamiento ortodoxo, donde la estabilidad es un objetivo en sí mismo que no tiene nada que ver con lo que ocurre en la economía real. Nosotros estamos siguiendo muy de cerca lo que pasa en el terreno de los precios, y está vinculado con los

precios de los alimentos en el mundo. Si uno mira la evolución de los precios internos en la Argentina, lo que advierte es que hay una enorme correlación entre los índices internos y los aumentos de los precios de la carne, del trigo, del maíz y de la mayoría de los alimentos que se exportan. También es interesante seguir qué está pasando con los precios de muchos insumos industriales que forman parte de los costos esenciales que tienen las empresas productivas: están creciendo en el mundo y Argentina también los pro-duce y exporta. Eso está provocando un rebote ha-cia adentro en términos de incrementos de muchos precios. Ahora, si se mira qué pasa en otros países del mundo exportadores de alimentos que no tienen este mismo rebote de precios, es interesante advertir que muchos de ellos responden voluntaria o involun-tariamente a través de la apreciación de sus monedas. Argentina es de los únicos países que en los últimos años ha venido interviniendo el mercado de cambio para evitar una apreciación del peso. Puede ser una razón por la cual muchos precios hayan aumentado más que en otros países, pero tiene relación con una política económica que ha planteado claramente que nunca más el tipo de cambio va a ser un disciplinador de los precios internos, porque sabemos que eso es lo mismo que el tipo de cambio como disciplinador del salario de los argentinos.

También en la Argentina se está dando una re-distribución del ingreso que no se da en otros países. Cuando uno mira lo que ha sido el crecimiento de la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso en los últimos años y lo compara con lo que ha ocurrido en otros países de América Latina, aun en países que han tenido políticas progresistas y de promoción de los estratos bajos, advierte que la Argentina es el país que más ha avanzado. De acuer-do a estimaciones del Banco Central, la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso es cercana al 48%. También vemos cómo ha progresado la Argentina cuando comparamos los índices de desigualdad. Efectivamente, en términos de resulta-dos en esos indicadores nuestro país ha tenido políti-cas redistributivas mucho más contundentes que los otros países de la región. Esto también es parte de la dinámica de los precios.

Ahora, ¿esto significa que en la Argentina hay razones para que exista, tal como plantean los econo-mistas ortodoxos, inflación por el lado de la deman-da? No. Ese no es el diagnóstico que tenemos acerca de lo que pasa con los precios. Porque es cierto que la demanda está creciendo mucho, y va a tener que seguir creciendo porque es el puntal de este proceso. Cuando vemos qué pasa por el lado de la oferta, ad-

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vertimos que aumenta la demanda pero también au-menta la oferta y la inversión. Pero hay algo que no se puede ignorar: estos procesos inevitablemente llevan a pujas distributivas que muchas veces se resuelven a través del aumento de precios, sobre todo en sectores muy concentrados que sigue teniendo la economía argentina. Al menos en determinados sectores claves, la economía argentina sigue teniendo una estructura de enorme capacidad de formación de precios, para responder a un aumento de la demanda con aumento de precios. Entonces, en las discusiones en torno al aumento de precios primero debería corroborarse que esas tensiones se verifican fundamentalmente por el lado de la oferta y no de la demanda, que son absolutamente abordables.

La clave en última instancia es generar mayor ca-pacidad productiva, mayor capacidad de oferta, mayor competitividad, más actores, más empresas que par-ticipen, amplíen su capacidad productiva y generen nuevas formas de comercialización. Tenemos que ser imaginativos para resolver el tema de la concentra-ción, no solamente en la producción sino también en la comercialización de bienes, y sobre todo de bienes básicos para los sectores de ingresos medios y bajos.

Cuando se miran desde una perspectiva histórica los orígenes de los problemas de aceleración infla-cionaria en nuestro país, se verifica que hoy no existe en la Argentina ninguna de esas condiciones objeti-vas, que estuvieron fundamentalmente vinculadas a la crisis del sector externo, a lo que planteaba arriba acerca del estrangulamiento externo: fuertes deva-luaciones acompañadas por procesos de aceleración inflacionaria, y en algún momento de hiperinflación. De la misma manera, hay una enorme correlación entre los procesos de desequilibrio fiscal, por expan-sión de la cantidad de dinero sin contrapartida que llevó en etapas pasadas a la aceleración inflacionaria. Ninguna de las dos condiciones está hoy vigente en la Argentina.

Entonces, no es que el tema al Gobierno no le interese, pese a que sabemos que esto es utilizado por parte de la dirigencia que todavía comulga con el pen-samiento más ortodoxo para tratar de llevar agua a su molino, para plantear que es necesario parar con los aumentos de salario, que el Estado tiene que invertir menos, o que el Banco Central tiene que reducir la expansión de dinero para enfriar la economía. Tene-mos en claro que existen problemas, tensiones que en parte son inherentes al modelo de política eco-nómica elegido, donde se avanza en la redistribución del ingreso y en el crecimiento económico, pero con cuellos de botella que se resuelven con más inversión, y con un modelo que frente al aumento en los precios

internacionales de los alimentos no ha respondido bajando el precio del dólar. A mí me han dicho fun-cionarios del gobierno de Estados Unidos: “¿por qué la Argentina no deja de comprar dólares para que el tipo de cambio se abarate? Eso rápidamente va a traer efectos, y lo están haciendo varios países”. Pero el Banco Central no sólo acumula reservas y paga la deuda, sino que interviene en el tipo de cambio.

Tenemos la obligación de sacarnos los miedos, porque muchas veces en el tema de los precios se a-gita un espantajo que paraliza, y parte de esa parálisis proviene de la memoria inflacionaria, de cómo la han sufrido las capas de ingresos más bajos. Pero debemos reconocer y valorar esta articulación de políticas que ha permitido a la Argentina dar un salto cualitativo en términos de los problemas a enfrentar, porque lo que tenemos que resolver es cómo desconcentrar, cómo crear más capacidad productiva, cómo atender inver-siones en sectores donde pueden aparecer cuellos de botella, y cómo recreamos mayor competencia. Son temas más complejos, pero son problemas maravillo-sos, porque sabemos cómo generamos más igualdad, cómo logramos crecer y generar empleo. Son decisio-nes que van a contrapelo de lo que siguen planteando los economistas convencionales, gran parte de la di-rigencia y los organismos internacionales.

La Argentina tiene una potencialidad enorme si sigue profundizando este recorrido de los últimos siete años, con esa audacia que han tenido tanto Néstor como Cristina al ir modificando y transfor-mando estructuralmente la economía y las relaciones sociales. El hecho de que no aparezca en el escenario económico la posibilidad de un shock externo que nos haga retroceder es muy importante. Pero cuando se interrumpa este mejoramiento de los términos de intercambio que hoy favorecen a los países en desa-rrollo, la Argentina tiene que haber consolidado la industrialización con inclusión social y empleo de calidad.

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debateCOPPPAL Argentina - Editorial Sudamericana

Colección América Latina y Democracia

Mariano FontelaPeronismo y Ciencias SocialesBuenos Aires, Sudamericana, 2010, 288 páginas

“El objetivo de este libro es revisar los ideales del peronismo a partir de conceptos de las ciencias sociales habitualmente usados en el debate público. Más que aportar a un enfoque estrictamente científico, estas páginas contienen la estructura de una propuesta conceptual que podría servir para la práctica política, analizando alternativas para vincular aportes del mundo académico con los principios de justicia social y soberanía popular”.

Enrique Del Percio (compilador)Prejuicio, crimen y castigo

Buenos Aires, Sudamericana, 2010, 352 páginas

“No hay mejor indicador del fracaso de una sociedad que la cantidad de policías que se le

reclama al Estado. Por eso en este libro se habla muy poco de la policía. Se analiza en cambio

el problema de la seguridad integralmente, desde las condiciones sociales para evitar

la delictividad hasta la prisión como su castigo, pasando por el lavado de dinero,

la inteligencia criminal, la violencia y el perdón, el papel de los medios o la crisis

del derecho penal, entre otros temas”.

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La economía del peronismo

Si hay una crítica que han hecho desde todos los ámbitos es que no existe una teoría económica del peronismo. El marketinero del establishment habla en forma despectiva, como una humorada, de “com-batiendo al capital”, haciendo referencia a una con-fusión del peronismo en lo económico, olvidándose de que Perón ya por 1952 había aclarado que esa frase se refería al capitalismo internacional finan-ciero, no al capital puesto a disposición del trabajo. Sin embargo, muchos compañeros economistas, con mayor o menor formación doctrinaria, empezaron a dudar al momento de dar una respuesta, y algunos hasta llegaron a decir que la Marcha decía “capital” porque rimaba. La otra forma en que los sectores conservadores han atacado la “inconsistencia” que encontraban en la economía peronista era diciendo “es populista, no es seria ni tiene rigor científico”. No le daban categoría desde el pensamiento económico que se enseña en la facultad. Ahí no tenía cabida. Y más perverso aún fue cuando Prebisch, en la CEPAL –no sé si intencionalmente–, desarrolló la idea de que el peronismo era sólo una forma “popular” de sustitución de importaciones.

De modo que este bagaje de críticas hacia la formación económica del peronismo generó una fuerte resistencia en gran parte de la intelectualidad argentina, especialmente en el ámbito económico. Cuanto más economicista se era, más se entraba en contradicciones para explicar lo que es el peronismo en materia económica. Quizás un poco porque nos tomamos demasiado en serio lo que Perón decía: que peronismo y justicialismo eran teorías de realización, y recién después vienen los intelectuales a explicarlo. Esto que parecía una humorada, una especie de des-precio por la intelectualidad, no lo era en realidad. Perón lo que quería plantear era que la doctrina no es algo permanente, sino que va cambiando, y por lo tanto los modelos económicos de los cuales devie-ne también tienen que ir cambiando. Entonces uno tiene que plantearse desde los valores y los principios el desarrollo de la política del peronismo integral. Porque no están separados lo económico, lo político y lo social, todo es una integralidad. Cualquier in-tercambio entre los seres humanos genera cambios de posiciones de poder político y en las relaciones

sociales. ¿Por qué entonces no logramos desarro-llar esto? ¿Por qué incluso nos dejamos caer en esa crítica de los 40, cuando decían que lo que se hacía era una industria flor ceibo, como una crítica a lo po-pular? Eso también fue una deformación, porque efectivamente el peronismo había planteado la sigla SEYBO, “Sistema Económico y Bancario Oficial”: era el instrumento que utilizaba en ese momento el peronismo para recuperar la capacidad de maniobra de la economía para los intereses nacionales.

Esto se dejó pasar en el tiempo y produjo una situación por la que nadie ha escrito en forma com-pleta una teoría económica del peronismo. ¿Por qué ocurrió esto? Hubo elementos intrínsecos al movi-miento, y otros extrínsecos. En cuanto a los primeros, lo más importante es que ante nuevos contextos sur-gen nuevos paradigmas. Tal como explicó Antonio Cafiero en Cinco años después, el golpe de Estado de 1955 no se justificó principalmente por lo económico, sino que se planteaba que el problema era que Perón era un tirano, o por el poder de los sindicatos, o por problemas políticos de otra índole. La mal llamada “Revolución Libertadora” trató de dar vuelta como un guante todo lo que había hecho el peronismo. Entonces, por ejemplo, mientras durante el ejercicio del comercio exterior –después de las malas cosechas de la crisis del 52– habían quedado deudas con los europeos por convenios de reciprocidad, es decir que se podían saldar con exportaciones de bienes, ¿qué es lo primero que propone Prebisch y después hace la “Libertadora”? Transformar esa deuda comercial en deuda financiera. El famoso Club de París se ge-neró en esa época, para resolver los saldos deudores que tenía la Argentina con algunos países europeos, de los que en otras épocas había sido acreedor. Esa concepción de transformar el mundo comercial en mundo financiero fue cambiando las posibilidades de desarrollo del modelo peronista. Cuando nos tocó volver después de 18 años, el contexto era dis-tinto: plena crisis del petróleo, una crisis que afectó a todo el mundo. Me acuerdo de que en el 74 o 75, cuando se empezaron a notar los aumentos de pre-cios, primero de la materia prima derivada del petró-leo y después del petróleo, había bastante confusión entre los economistas que estaban en el gobierno y

Por Roberto Pons

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los que estábamos fuera del gobierno sobre cuáles eran las medidas a aplicar, porque el incremento ver-tiginoso de los precios del petróleo y la acumulación de capitales de corto plazo en Europa (los famosos petrodólares) fueron el mecanismo de expansión de la deuda externa en todo el mundo. La Argentina, que venía saliendo de una crisis con un criterio de pacto social, buscando aumentar la producción con-geniando los intereses del trabajo y del capital, se encontró con un factor externo que la sorprendió y que creo no fue bien interpretado en medio de la crisis política que surgió después de la muerte del General. Y volvimos con el desastre de Alfonsín y después con el de De La Rúa. No quiero hacer ni una defensa ni un ataque de Menem o de Duhalde, pero ellos no llegaron al gobierno para planificar qué hacer, llegaron con la motobomba para ver cómo se apagaba el incendio.

Cada vez que el peronismo volvió a gobernar, lo hizo en peores condiciones, y sin la capacidad de organización que en un primer momento tuvo. La sociedad que encontró estaba muy enferma de indi-vidualismo: hay incluso palabras que han desapare-cido del lenguaje común, como gauchada, que no fue reemplazada por ninguna palabra en el lenguaje ju-venil; y hace años que no escucho elogiar a otra per-sona diciendo de él que es un hombre de trabajo. En la sociedad se han roto valores originales y se ha pasado a usar otro tipo de expresiones. Por eso fue difícil que en períodos de crisis cada peronismo pudiera recu-perar de manera orgánica y sistemática los principios que se habían sustentado en sus comienzos.

Cuando uno analiza esos momentos podría pen-sar que el peronismo es una confusión, porque hoy es keynesiano, mañana aplica la convertibilidad y pasado mañana otra cosa. Pero lo que habría que buscar en todos estos momentos es si se resguardaron o no los valores del peronismo, o si se preservó el concepto de nación. Porque en el peronismo hay un concepto que no está en la teoría económica clásica, que es el de nación. Se reconoce que hay monedas, se reconocen las aduanas, pero después todo funciona en la teoría como si no existiera nada en el medio. Si uno lee La Comunidad Organizada, encuentra que se le da una importancia central al Estado en función de los intereses del pueblo. Pero uno busca en la economía clásica y no hay Estado. A lo sumo existe el con-cepto de economía mixta, o algunos teóricos hablan de neutralidad impositiva, porque si el Estado redis-tribuye –según ellos– debe tratar de no afectar los precios relativos. Pero el Estado con una economía dual no existe en la teoría, y el peronismo entendió muy claramente que la solidaridad y la reciprocidad

en la economía no las hacen los empresarios. Recor-demos la frase de Pugliese: el empresario contesta con el bolsillo, no esperemos otra cosa. El Estado es el que tiene que ir a cubrir esa parte de la raciona-lidad económica que no surge del individuo aislado ni del empresario, pensando en el concepto de bien común.

Por otro lado, está el marco teórico y los prin-cipios filosóficos. Porque el modelo, la instrumen-tación y la medición de sus resultados es como la punta de un iceberg. Cuando vamos a la facultad estudiamos el funcionamiento de los modelos, cómo funciona el mercado, la oferta y la demanda, pero se habla muy poco de cuáles son los principios filosóficos que les dan sustento. No es lo mismo un espíritu colectivo que la sumatoria de personas. Friedrich von Hayek, uno de los mayores susten-tadores del liberalismo económico, plantea que la sociedad es una suma de individualidades. Para él no existe un espíritu colectivo, ni un crecimiento en conjunto. Pero en la práctica sí existen. Cuan-do Perón decía que la única verdad es la realidad, puede sonar como una frase hecha, pero lo cierto es que uno tiene que analizar lo político, lo social y lo económico no desde la realidad que vive Alemania, o la que vive Mozambique, sino desde la realidad que vive la Argentina. Y si queremos entendernos un poco más, la realidad que vive la Argentina en el contexto del Mercosur, o de América Latina, y así sucesivamente. Perón lo dijo allá por los 40. Resulta que después de tantos años, aparece este Premio Nobel de Economía que trabajó en el Banco Mun-dial, Stiglitz, y dice que el FMI cometió el error de aplicar a otros países un modelo preformateado, y le fue mal. Cuando lo dice Stiglitz 50 años después lo aplaudimos, pero cuando Perón lo decía, o cuando Cafiero lo recogió en los 60 y después en distintos lugares lo plantearon los peronistas, parece que eso es populismo irracional sin rigor científico.

¿Cuáles son los valores que toma el peronismo y que permitirían evaluarlo ante cualquier cambio de contexto? Primero, el concepto de dignidad. No es lo mismo concebir al trabajo como factor de pro-ducción que como factor de realización del hombre. Esto se refleja en las leyes laborales o en políticas económicas concretas que pueden cambiar instru-mentalmente a través del tiempo. La nacionalización de la banca del 45 era un instrumento que puede o no darse hoy. Decir que nacionalizar la banca es pe-ronista es un error. En cambio, sí es peronista utilizar el crédito para ponerlo a disposición del trabajo y la producción. El instrumento puede ser uno u otro según el momento, lo definitivo es el objetivo.

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En segundo lugar está la identidad nacional, que después Perón lo desarrolló hacia la integración re-gional. En los 40 planteó la relación entre Argentina, Brasil y Chile, y 30 años después aparecieron co-rrientes internacionales defensoras de la integración en Europa y otras regiones, para generar una mejor complementariedad en lo económico, lo social y lo político. En Europa por ejemplo, la integración se plantea en tres planos: lo político, lo comercial y económico y la transferencia de tecnología. E inclu-so en lo económico tiene un fuerte predicamento el sector sindical en las decisiones de la Comunidad Europea. Ahora unos amigos traen a Robert Castel –que es casi argentino por la cantidad de veces que ha venido– a hablar de la protección social y de su diferencia con la protección civil, que es la clásica defensa de la propiedad privada y de los derechos individuales. Perón ya estaba planteaba esto en el 40 con la economía social, y a partir de ahí se desarrolla una serie de conceptos de política económica que no son iguales a los que surgen de la teoría económica tradicional.

En lo que hace a los principios, todos conocemos las tres banderas: soberanía política, independencia económica y justicia social. También son rectoras de una organización de la economía. Cuando se plantea la necesidad de recuperar ciertos resortes de las de-cisiones económicas en un país, es para regular esto. Primero, no puede ser socialmente justa una nación si solamente la codicia del empresario es la que va a definir cómo se distribuye la riqueza. Hay regiones –como Escandinavia– donde socialmente no está bien visto que el directivo de una empresa gane 30 o 40 veces más que el que menos gana, que es lo que viene pasando en la Argentina desde hace mu-cho tiempo. Son principios que se aplican más allá del interés individual. Lo mismo puede decirse si se habla del desapoderamiento que hizo la Argentina con respecto a la deuda externa. Más allá de las ra-zones o los mecanismos por los cuales se generó, es un mecanismo de dependencia de la productividad económica interna. En las sucesivas crisis que ha tenido la Argentina, ha servido para indicarle a los gobiernos de turno, cualquiera fuera el color, qué es lo que tenían que hacer. El instrumento fue el Fondo Monetario Internacional, pero más allá del Fondo estaba la propia incapacidad que tenían los gobier-nos para resolver el problema de la deuda. Entonces, es clave tener capacidad para superar ese mecanis-mo de chantaje que significa la deuda externa en la economía actual. Debemos lograr no la autonomía, sino insertarnos al mundo con capacidad de decisión propia, dentro de las limitaciones que cada nación

pueda tener en el sistema internacional. Es muy dis-tinto tener una capacidad de decisión, aunque sea mínima, a no tener ninguna capacidad de decisión.

Por otro lado, en su regreso, Perón habló de preservar el ambiente y los recursos naturales, y fue pionero al crear la Secretaría de Medio Ambiente. Hoy tenemos el Protocolo de Kyoto y una discusión que de alguna manera también pone al Estado en un rol central. ¿Cómo conciliamos los intereses de distintas generaciones? Tuve el honor de defender los intereses de la Argentina en la OMC, y durante un almuerzo estuve sentado al lado de un empre-sario diciéndole a otro: “yo en el Chaco tengo unos campos, saqué todo lo que había y puse soja”. Expli-caba cómo lo había hecho con grandes arados, había arrancado de cuajo los árboles. Está bien que esté haciendo su negocio, ¿pero puede pensar más allá de su generación? ¿Puede una sociedad en su conjunto resolver sólo vía precios no consumir todo hoy, para que las próximas generaciones puedan producir y consumir a un nivel aceptable y sostenible? No. La preservación de la sociedad no se logra con el mer-cado, sino con un sistema de racionalidad diferente, después se verá cuáles son los mecanismos que esa racionalidad forma, en el Congreso y a través de la participación de organizaciones libres del pueblo, porque este es un tema político, de instrumentación y organización.

Tenemos entonces que profundizar en estos as-pectos que modifican el esquema de racionalidad que tiene la teoría económica tradicional. El pero-nismo tiene que trabajar de manera más intensa para determinar qué impacto real tienen estos conceptos, tanto los valores y principios como los conceptos de Estado y de nación, desde el punto de vista económi-co. Los factores de poder hegemónico no pueden ser los que definan cuándo hay libertad y cuándo no hay libertad económica. Nadie niega la libertad de ini-ciativa, ni la propiedad privada. Lo que se niega es que este ejercicio de la libertad sea solamente para los poderes hegemónicos. Se espera que pueda ha-ber una reciprocidad entre los que tienen más y los que tienen menos, que la capacidad de negociación esté equilibrada. Acá hay un último desafío para el peronismo, porque en las primeras épocas la organi-zación sindical sirvió para lograr ese equilibrio. Pero hoy nos encontramos con que los trabajadores en re-lación de dependencia que pueden estar organizados en un movimiento sindical no son la mayoría, y más allá de los movimientos piqueteros, no se ha encon-trado aún una manera sustentable de ingresar a los sectores marginados a un sistema social, político y económico.

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El escenario internacional y la ineludible reconstrucción de las Fuerzas Armadas

Por Marcelo Gullo

Este artículo es una versión ligeramente modifi-cada de la ponencia presentada en el Primer Con-greso Latinoamericano “Malvinas una causa de la Patria Grande” (Panel 4: Malvinas y la defensa de los recursos naturales de América del Sur ante posibles agresiones), organizado por la Universidad de Lanús y el Observatorio Malvinas, en la Provincia de Bue-nos Aires, el 30 de septiembre de 2010.

América del Sur y Argentina, en particular, de-ben reflexionar sobre las posibles estrategias que nuestra Patria Grande debe poner en práctica ante nuevas hipótesis de conflicto, hipótesis que ya son, hoy, una realidad. América del Sur, objeto de codicia de los “estados subordinantes”, dada su diversidad y enormidad de recursos naturales de todo tipo y en grandes cantidades, está en riesgo de sufrir dos tipos de agresión: a) directas, las intervenciones militares de esos “Estados subordinantes”; b) indirectas o so-lapadas, que sin ser ocupaciones militares, logran, mediante un bombardeo mediático y universitario, inculcar en los pueblos la pasividad y hasta la creen-cia de que es “lógica” la expoliación –con el discurso de que “a menos Estado, más desarrollo– de los re-cursos por parte de esos “estados subordinantes”, a través de las llamadas “compañías multinacionales” que nos vienen a favorecer con sus supuestas in-versiones extranjeras directas, que nos dotaran de los recursos de que supuestamente carecemos para extraer nuestra riqueza, cuando en realidad sólo nos dejarán migajas, llevándose a bajísimo costo nues-tros recursos no renovables, escasos en el mundo y por ello estratégicos.

La agresión directaMarchamos hacia lo que se puede denominar un

“nuevo imperialismo”, un “imperialismo de suminis-tros” que se aproxima cada día más. Esta hipótesis fue contemplada en Argentina hace mucho tiempo atrás por un político que, ya en la década del setenta y viendo mucho más allá que otros, fue capaz de ver en el horizonte y contemplar esta realidad por venir, poniendo por primera vez esta perspectiva sobre la mesa de discusión. Este político fue el Presidente Juan Domingo Perón.

Pero, ¿qué es un “imperialismo de suministros” y por qué podría hacerse realidad esta hipótesis? Porque el mundo industrial necesita de determina-das materias primas escasas e incluso algunas de ellas vitales, como agua y alimentos, por la falta de dispo-nibilidad en proporción correspondiente –o hasta en términos absolutos– de diversos minerales escasos para el proceso industrial y tecnológico, tales como el petróleo, los aceites naturales, el uranio, el molib-deno, el tungsteno, el cobalto y el litio, entre otros, que estarán poco disponibles, según previsiones del Departamento de Estado norteamericano, a partir del año 2075, o –agregamos nosotros– quizás mucho antes. Asimismo, existe hoy un “patrón energético” que es el petróleo. Y este patrón, sin ningún lugar a dudas, en un momento determinado deberá ser re-emplazado por la humanidad, que se verá emplazada a instaurar otro. El avance científico camina hacia eso. Sin embargo, mientras que el viejo patrón ener-gético no termina de morir, y el nuevo no termina aún de nacer, se produce una crisis que denomino “crisis de pasaje”.

En esa “crisis de pasaje”, tanto los combustibles –es decir, básicamente, el petróleo y el gas– como los minerales que necesita la sociedad industrial para poder funcionar, sean los viejos o sean los nuevos, como el caso del litio, se convierten no ya en mate-riales “estratégicos” –que lo son de por sí– sino que devienen en “materiales críticos”. Estos no son, por lo general, administrados por el mercado –como ingenuamente creen los liberales de estos lares–, porque los altos mandos militares de los “estados subordinantes” se ocupan, dado el carácter crítico de los mismos, de apropiarse de ellos y sustraerlos del mercado, ya que ese resulta el único modo de poner a resguardo y priorizar la seguridad nacional de los “estados subordinantes” que, por cierto, prima por sobre el libre mercado. Así se han comportado las grandes potencias siempre, a través de la historia y en cada uno de estos periodos que denominamos “crisis de pasaje”.

Cuando el recurso se ha tornado “crítico”, el li-beralismo de prédica para exportar queda de lado y prima el pragmático, el intervencionismo militar de supervivencia. Una supervivencia que, desde ya, el

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mercado está bien lejos de garantizar. Este pragma-tismo lleva a la intervención directa de los ejércitos cuando a los subordinantes les son denegados los suministros críticos y el riesgo de una intervención militar directa aumenta, en la misma proporción en que aumenta la necesidad de asegurar el recurso. En estas situaciones, la no intervención del Estado en la economía muestra su peor cara, es decir su espantoso rostro sin disfraz académico. Es allí que los “Estados subordinantes” deciden tomar por la fuerza aquello que consideran vital y, de ser necesario, proceden al ataque militar para obtenerlo y resguardarlo.

Entonces, si en los años inmediatos por venir es posible contemplar como hipótesis un “imperialismo de suministros”, debemos preguntarnos: ¿por cuáles de nuestros recursos vendrían? Y claro, son muchos y muy diversos –muchos ya nos son prácticamente arrebatados por míseras monedas, gracias a gobier-nos locales sumisos y, en muchos casos, convencidos de que entregar esos recursos es su función– y es ahí, en nuestro caso, que Malvinas se torna un verdadero “objeto de deseo” cuya dominación actual para colmo poseen como hipótesis. En las Islas Malvinas –no podemos afirmarlo con la certeza científica de un geólogo y alguno podrá criticarme alguna impre-cisión preciosista– creemos que hay sobradas reser-vas petroleras conocidas desde hace mucho tiempo, dado que sería el vértice del denominado “Triángulo de Oro” del Atlántico termina, justamente, en la plataforma continental de las Islas Malvinas. Los ingleses saben de la existencia de petróleo de calidad en Malvinas desde la expedición de Lord Shackleton en 1976 y los estudios realizados por la Universidad de Birmingham. Es altamente probable que Malvi-nas sea el vértice de ese gran triángulo –de oro ne-gro– petrolero de reservas que tendría un ángulo en Luanda (Angola), otro en Río de Janeiro y, por fin, su vértice en Malvinas.

Esto nos impone un esfuerzo de reflexión para entender que la integración de América del Sur debe ser ante todo una integración estratégica, que priorice la cuestión política antes que la cuestión económica que puede causar problemas entre los integrantes del bloque, porque se ha confundido “integración” con mera “aplicación de libre comercio dentro del bloque”. Operando el proceso de integración hacia adentro del bloque, y si se aplica el nudo principio del “libre comercio” –cuando el efecto positivo de la devaluación argentina se haya diluido totalmente–, la industria brasileña destruirá inevitablemente a la industria argentina sobreviviente al colapso de la convertibilidad. Sin mencionar que, además, no cabría lugar para la industrialización de ningún otro

miembro de América del Sur. Se formaría dentro del propio espacio sudamericano, en esa hipótesis, un “centro” y una “periferia”, acelerando el desarrollo de unos y perpetuando el subdesarrollo de otros.

Hay que reflexionar profundamente sobre un tra-bajo que habrá que hacer, con tiempo pero sin pausa, hacia adentro del marco del Mercosur y, después, dentro del marco de la América del Sur toda, para que haya un verdadero Tratado de Defensa mutua, que garantice que la agresión a cualquier país de América del Sur signifique una agresión al conjunto de sus repúblicas, y en el que se haga expreso y viable el compromiso automático de los países suramerica-nos de defender al agredido como a sí mismos –cual-quiera sea el país agredido, llámese Brasil, Argentina, Colombia, Perú o cualquier otro– y en el que se con-signe con certeza que todos deberán desplegar, de inmediato, sus tropas y recursos para expulsar y punir al agresor. Como ya dijimos al principiar este apar-tado, todos los países que conformamos América del Sur tenemos en nuestro seno materiales que, sea en lo actual o en lo futuro, son o serán críticos para las potencias dominantes donde, paradójicamente, es-casean. Esto es lo que denomino la posibilidad de una agresión directa y, a mi entender, para la defensa de nuestros recursos la única solución de suficiente poder de disuasión es la defensa conjunta.

La agresión indirectaPero también existen agresiones de tipo indirecto

o solapadas. Dado que la intención real de los “esta-dos subordinantes” es la posesión de recursos estra-tégicos en forma directa, les resulta necesario tener los medios y mecanismos necesarios para disponer de esos recursos, también en tiempos de paz. Siendo los recursos de marras necesarios tanto en tiempos de conflicto como en tiempos de paz, los “estados subordinantes” han elaborado mecanismos para lograr el objetivo de la explotación y posesión directa de estos recursos críticos, también en situaciones de aparente no conflictividad.

Desde la experiencia argentina nosotros cono-cemos, por sufrirlos de modo directo, los medios y modos que utilizan las potencias hegemónicas para tal posesión. En Argentina los han poseído –y lo po-seen aún– a partir de la sanción de leyes perversas, elaboradas so pretexto de la privatización, que más bien podrían denominarse de la “expoliación”. Ca-sos evidentes son los de la entrega de Yacimientos Petrolíferos Fiscales a la española Repsol, que luego de “secar” literalmente sus pozos de petróleo huye de nuestro país sin haber hecho un solo intento de

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buscar nuevos recursos petrolíferos, o el de la pési-ma administración de Iberia de nuestras antiguas Aerolíneas Argentinas, que terminó en la venta total de sus aviones, rutas y hasta inmuebles, dejándola en un estado de caos y devastación de la que aún hoy no puede salir. Estas leyes, que privatizan los recur-sos estratégicos de una nación, muchas veces resul-tan sayos o cerrojos muy difíciles de remover, por la intrincada trama de intereses que involucran. La minería “feudalizada” en Argentina, bajo el modelo de los años menemistas, es un ejemplo claro que ha tomado, incluso, carácter constitucional y cuya rever-sión resulta muy compleja.

Un ejemplo que podría contraponerse perfecta-mente es el de Brasil, que consiguió sortear par-cialmente la presión privatizadora y dejó abiertos mecanismos útiles para recuperar el dominio de sus recursos estratégicos. Consiguió primero conservar la supremacía accionaria del Estado sobre su com-pañía nacional de petróleo. Y, ahora, en tiempos más propicios, se lanzó a su recuperación total. Brasil viene ahora de aumentar la participación del Estado en Petrobrás. Es decir, el presidente Lula ha nacio-nalizado Petrobrás de una forma sumamente inteli-gente y no conflictiva, pero de hecho, aunque no se diga, es una forma de nacionalización.

Ahora bien, como venimos diciendo, en Argen-tina no tenemos compañía nacional de petróleo, ni tenemos tampoco posibilidad siquiera de poseer empresas mineras de propiedad del Estado argen-tino, porque el Código de Minería reformado ad hoc que rige la explotación minera actualmente, en su Artículo, 4º prohíbe incluso que el Estado tenga participación directa en la explotación minera. Este código sólo le deja al Estado nacional la posibilidad de otorgar concesiones. Es decir, lo han atado de pies y manos porque, además, a la Reforma de este código se opondrían muy probablemente la mayo-ría de los senadores que representan a las provincias mineras, dado que éstas reciben de modo directo por la ley vigente las denominadas regalías mineras y petroleras. Esta trama ha generado muchas veces colusiones financieras entre las compañías transna-cionales de explotación y los gobiernos provinciales que disponen de tales recursos. Estas leyes, junto con una parte sustancial de la Constitución renovada por Menem y Alfonsín, conforman lo que podríamos denominar un “nuevo estatuto legal del coloniaje”. Una situación compleja de la cual habrá que irse des-prendiendo paulatinamente y no sin sufrir presiones y grandes dificultades. Las compañías no sólo se que-dan con las rentas mineras y petroleras, sino que, por

supuesto, extienden este “coloniaje” a la renta agraria, sin dudas, la más tradicional de Argentina.

Estas tres rentas –agraria, petrolera y minera– conforman nuestros recursos principales, aquellos que podrían devengar los recursos necesarios para la recuperación del poder nacional. La recuperación de estas rentas deviene así en condición imprescindible para la recuperación de nuestro poder nacional y, sin dudas, la recuperación de ese poder nacional es a su vez la condición necesaria y excluyente para la re-cuperación de Malvinas. Lamentablemente esas tres rentas no están hoy en manos de los argentinos. Los principales puertos de salida de nuestra producción agropecuaria están en manos privadas, y por ellos sale el grueso absoluto de nuestra producción. Las mis-mas compañías manejan los también privatizados y devastados ferrocarriles que les son útiles para llevar la carga del campo a esos puertos –impidiendo o di-ficultando enormemente a cualquier otro particular el uso de los despojos de nuestros otrora imponentes ferrocarriles– y, por supuesto, la compra y el acopio de los frutos de la tierra a los productores como su exportación; todo con enormes ganancias de las que el Estado y los argentinos sólo reciben mendrugos. En el caso agrario son las “Cinco Hermanas Cere-aleras”. En síntesis, el corral en que el lobo controla a las ovejas.

Así planteado, se ve con claridad el tema de la expoliación de los recursos naturales, de la estruc-tura montada por los “Estados subordinantes” y sus compañías, para lograr el manejo directo de nuestros recursos críticos, en tiempos de no confrontación directa. Ahí está la agresión indirecta y solapada. Ésta sólo es posible –como han desarrollado muchos autores, y como en efecto ha sucedido en Argentina– si se ha sido víctima de la subordinación ideológica. Un proceso de colonización mental –del cual recién empezamos a salir– que le hizo creer a los argenti-nos que el Estado no debía, jamás, intervenir en la economía, que no era posible fijar barreras protec-cionistas, que había una sola marea globalizadora y que uno no podía oponer resistencia alguna a esa marea incontenible, ni hacer nada más que admitir las cosas tal y como venían dictadas desde fuera.

ConclusiónTodas las repúblicas que integran América del

Sur, en mayor o menor medida deben, para poder resistir las agresiones indirectas, iniciar o profun-dizar –según el caso– un profundo proceso de in-subordinación ideológica, de descolonización mental que es condición primera y necesaria, que las habilite y

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les permita la creación de las herramientas necesarias para resistir luego a las posibles agresiones directas.

En el caso particular de Argentina debemos re-construir Fabricaciones Militares, nuestro aparato industrial y militar, pero esta vez con tecnología de punta y, en un momento determinado, cuando logremos “curar” todas nuestras heridas –por cierto muy profundas, en virtud de los errores y atrocidades cometidos por las Fuerzas Armadas durante la úl-tima dictadura militar–, necesitamos reorganizar y reconstruir nuestras Fuerzas Armadas, porque hoy, digámoslo sin tapujos, somos un país absolutamente indefenso. Hay que atreverse a decirlo. Es menester ineludible reconstruir el Ejército Argentino. Porque si hubo un ejército antinacional, un ejército asesino, también hubo un ejército nacional que dio grandes hombres, grandes patriotas, como Artigas, el Liber-tador General San Martín, el General Belgrano y, en tiempos modernos, hombres como los generales Baldrich, Mosconi, Savio, Valle, Cogorno y Juan Domingo Perón.

Ése es el perfil de ejército que debemos reconstruir. Porque no hay posibilidad alguna de defensa ante fu-turas agresiones directas, ni de recuperación de nues-tras Malvinas, sin un aparato industrial militar y sin un ejército reconstruido, sin unas Fuerzas Armadas capaces de disuadir al invasor y convencerlo de que su mejor opción es retirarse del territorio ocupado.

Brasil nos da ya hoy un ejemplo, pues ha compren-dido esta necesidad y ha puesto manos a la obra con el objetivo de organizarse militarmente para resistir las agresiones que puedan sufrir sus recursos natu-rales. Brasil está ahora planificando la defensa de su petróleo con una Marina de Guerra renovada y, para ello, ha concluido acuerdos con Francia. Son acuerdos que le permiten no sólo comprar armamentos de alta gama y última tecnología en el país galo, sino también intervenir directamente en la fabricación de una parte sustancial de esos armamentos –como son los sub-marinos nucleares– en busca de adquirir las armas y, además, el conocimiento necesario para desarrollarlas por sí solo en un futuro no muy lejano.

“Los contenidos de la doctrina ter-cerista han demostrado una trascen-dencia histórica que arroja posibilida-des para su recuperación en la realidad del mundo actual. En tal sentido, se debe reconocer que en el escenario de fines del siglo XX la caída de la Unión Soviética produjo el resquebrajamiento de la configuración geopolítica interna-cional, en tanto la influencia comunista quedó circunscripta a la dirección de pocos gobiernos. Por otro lado, el capi-talismo en sus formas renovadas pasó a conducir la mayor parte de la política mundial. Sin embargo, puede afirmarse que la Tercera Posición mantiene su vi-gencia, en particular como alternativa para la conformación de una política exterior de alcance nacional y de in-serción regional que posibilite la toma de decisiones autónomas respecto de los imperialismos coyunturales. (...) La agenda latinoamericana proyecta una serie de temas que, aunque de dis-

tinta índole, exigen una clara toma de posición política tanto a nivel de na-ciones individuales como de regiones o subregiones integradas. El tratamiento del tráfico de drogas, el combate al te-rrorismo, la negociación de la deuda externa y la ya mencionada coopera-ción económica a través de tratados de liberalización del comercio como el ALCA, son algunas de las temáticas que caracterizan una agenda de com-pleja magnitud y resolución.

En el ámbito hemisférico, la per-sistencia de la dominación asociada a la preeminencia del poder norteame-ricano ha reducido sensiblemente los márgenes de operación autónoma de las políticas exteriores de los estados peri-féricos, sin ofrecer las respuestas asis-tencialistas que resultaban comunes en los antiguos sistemas coloniales. (...) Las desigualdades tanto en las relaciones in-terestatales como en el seno de los esta-dos y las regiones han incrementado las

contradicciones inherentes al fenómeno de la mundialización, con su distribu-ción desigual de los recursos materiales y de poder, por un lado, y su homoge-nización de las exigencias donde los ac-tores más débiles quedan sometidos a una competencia perdida desde el ini-cio, por el otro. (...) No puede soslayarse que en el escenario global al que asis-timos, con características de individua-lismo, localismo y desprestigio de las instituciones e ideas políticas –resabios del aparentemente perimido sistema de organización estatal de las relacio-nes internacionales– la proclamación de una postura geopolítica nacional con proyección regional se enfrenta con se-rias dificultades de concreción. Al mis-mo tiempo, la necesidad de adopción de una posición independiente no sólo se encuentra vigente sino que se presenta con una necesidad acuciante a la luz de un contexto internacional de acentua-ción de la dependencia”.

Malvina Eugenia Rodríguez: La recuperación de la Tercera Posición como alternativa política argentina y latinoamericana

Córdoba, Del Copista, 2006

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La situación interna en Irak

Por Paulo Botta

Las noticias acerca de los continuos hechos de violencia en Irak ya no son noticia. La reciente masa-cre realizada en una iglesia de Bagdad ha puesto en el tapete el uso del terrorismo y la ineficiencia de las fuerzas de seguridad estatales para resguardar uno de los derechos fundamentales de la sociedad, como es el del ejercicio de la libertad religiosa. Los ataques contra las comunidades cristianas en Irak lamentable-mente no son algo nuevo, sino que forman parte de un proceso mucho más complejo de luchas internas donde las adscripciones étnicas, religiosas o lingüísti-cas son utilizadas como excusa para enfrentamientos políticos.

Desde la caída de Saddam Hussein en 2003 se intentó conformar un nuevo sistema político en base a una división de tipo étnico-religioso: shiitas, suni-tas, kurdos y cristianos asirios y caldeos. El suplantar una identidad nacional por estas identidades abrió la puerta a extremismos y a un uso de la violencia como no se había conocido en décadas, algo que empeoró ante la desaparición casi total de las estructuras es-tatales del régimen de Hussein, especialmente el ejér-cito y las fuerzas de seguridad. La falta de un Estado con el monopolio de la fuerza, la exacerbación de las identidades étnicas y religiosas, la ocupación de fuer-zas extranjeras y la incapacidad de la clase dirigente iraquí para conformar un gobierno realmente repre-sentativo son las causas concurrentes de la violencia, a lo que deben sumarse los altísimos niveles de corrup-ción, así como la frustración de la población luego de siete años de problemas y carencias (más allá de los que se remontan a los años de Hussein: sanciones internacionales y represión política).

La crisis iraquí debe enseñarnos que el principal problema de seguridad en el siglo XXI lo constitu-yen los estados débiles, aquellas estructuras que no pueden hacer cumplir la ley que es la expresión de la voluntad consensuada de los ciudadanos. También nos enseña que las divisiones internas, o el generar discursos donde las diferencias sean la base de la identidad, puede resultar una solución a corto plazo a la vez que un grave problema a mediano y largo plazo. ¿Cómo se logrará que un ciudadano medio de ese país comience a pensarse como iraquí luego de casi una década de verse como parte de una comunidad que

por definición se alimenta de las diferencias y las pre-supone para su representación política?

El problema de Irak no es exclusivo de ese país, sino que resulta común a otros estados donde la de-saparición o el extremo debilitamiento de sus estruc-turas estatales ha generado situaciones de anomia y violencia, dos fenómenos que suelen ir de la mano. Más allá de este diagnóstico y de las causas de la si-tuación actual, lo más importante desde el punto de vista político y humano es cómo establecer las bases de un Estado que sea visto por sus ciudadanos como parte integrante de sus vidas y no como una estructu-ra extraña contra la que hay que luchar.

Luego de más de medio año sin gobierno, luego de las elecciones parlamentarias del mes de marzo pasado, la crisis política iraquí demostró que la elite dirigente, preocupada por el reparto de poder, estaba lejos de las demandas de la gente de la calle, muchos de los cuales –luego de casi una década desde el final del régimen de Hussein– carecen de los servicios pú-blicos más básicos y sufren día a día las consecuencias directas de la violencia sectaria. Este alejamiento entre ciudadanos y dirigentes no hará más que profundizar la crisis que se vive, de allí que podamos afirmar que el problema iraquí no es un problema de seguridad sino un problema político con consecuencias en el ámbito de la seguridad. No se solucionará solamente con más soldados y policías.

Aprender de la experiencia ajena es una de las mejores cosas que puede hacer una sociedad para no limitar su aprendizaje únicamente a las enseñanzas de su propia historia. Este hecho por sí solo ya jus-tificaría un mayor desarrollo de los estudios interna-cionales, que no pueden considerarse un lujo de un pequeño grupo de expertos, sino que son una eficaz herramienta de estudio y aprendizaje social.

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La política doméstica en Medio Oriente

Por Diego Fossati

Egipto e Irán son actualmente los dos estados que más atención atraen en cuestiones de política doméstica. Por un lado el régimen de Mahmoud Ahmadineyad que posicionó a Irán como una amenaza nuclear ante los ojos de Occidente, y por el otro el indefinido régimen de Husni Mubarak, que según algunos analistas será reemplazado a través de una sucesión “democráticamente hereditaria” por su segundo hijo Gamal.

La agitación política fue una característica constante en el último siglo de vida de Irán: la revolución constitu-cional entre 1905 y 1911, la era de Muhmmed Mossadeq entre 1951 y 1953, y la revolución Islámica de 1979 que desplazó la monarquía. Estos episodios estuvieron mar-cados por el descontento popular en relación a la co-rrupción, la clase dominante y las relaciones exteriores. Hoy el tema gira en torno al plan nuclear. Occidente no lo acepta y en la región suscita desconfianza. Desde un punto de vista netamente realista, genera un desbalance que algún actor occidental pretende contrarrestar con venta de material bélico a algunos vecinos por un monto cercano a los 60.000 millones de dólares. En el Congreso de Estados Unidos se habló de un “efecto dominó”, es decir que el plan nuclear de Irán generará que otros paí-ses de Medio Oriente hagan lo propio. ¿Hasta dónde es cierto esto? Johan Benegas considera que es poco proba-ble y que basta con realizar un análisis histórico sobre la proliferación de armas nucleares: en los últimos 20 años sólo nueve países las han desarrollado. En 40 años sólo surgieron cuatro países que se sumaron a los cinco ini-ciales, y hoy las conservan India, Israel, Pakistán y Corea del Norte. Sudáfrica las desarrolló pero renunció a ellas voluntariamente en los 90. Después que Israel desarrolló sus armas nucleares, no se generó una reacción equiva-lente en sus vecinos, a pesar de estar rodeado de rivales. Algo similar sucedió con Corea de Norte. El efecto do-minó toma carácter fabulesco. Todo conduce a pensar que el balance de poder no se realizaría a través de la lógica de la disuasión nuclear.

La política nuclear iraní tuvo eco en algunos países de Sudamérica, generando un acercamiento mirado con desconfianza por el resto de la comunidad internacional. Un ejemplo es el acuerdo firmado con Venezuela para la construcción de una refinería en Siria y otros 70 acuerdos bilaterales. Brasil también realizó un acercamiento y fue uno de los defensores de Irán ante la ONU, lo cual fue interpretado como un gesto de confianza por parte del presidente iraní. Pero como lo menciona Paulo Botta, la relación nuclear entre Argentina e Irán quedó congelada

en 1997, luego de un acuerdo extrajudicial por un incum-plimiento de contrato por parte de la empresa INVAP.

En el caso de Egipto, el tema es la sucesión del presi-dente. Como es sabido, las próximas elecciones serán las primeras desde que asumió Hosni Mubarak en las que habrá más de un candidato a elegir. En el caso de que su hijo Gamal asuma el poder, ¿qué cambios habrá? Una corriente afirma que éste no estaría interesado en suceder a su padre, básicamente porque su participación en torno al gobierno es de carácter técnico; se le atribuye el mérito del crecimiento económico de Egipto en la última déca-da. Gamal tiene vínculos de carácter técnico, pero no los posee en lo que a política respecta, y mucho menos en la cúpula militar. Por otro lado, en la oposición, Mohamed El Baradi, ganador del premio Nobel, llamativamente no es miembro de partido alguno pero comenzó una cam-paña “no oficial” para promover el cambio.

La realidad es que la sucesión es una gran incógnita, en parte porque Mubarak no designó un sucesor. Por ello las especulaciones son numerosas. Algunos consideran que puede venir de la cúpula del ejército. Otros hablan de la sucesión conforme lo establece la constitución, según la cual lo debe relevar el vicepresidente; pero Mubarak nunca nombró uno, y en la línea sucesoria constitucional debería hacerse cargo el jefe del parlamento. Otras de las especulaciones tiene su origen en la opinión pública y el nombre es el de Muhammad ‘Abd al-Halim Abu-Ghazala, actual ministro de Defensa y mano derecha de Mubarak. Lo cierto es que el escenario es incierto, por el silencio del presidente y por las numerosas especulaciones que esto genera.

La situación interna de ambos países tiene consecuen-cias fronteras afuera: el plan nuclear iraní ha suscitado numerosas resoluciones de Naciones Unidas que impu-sieron embargos, bloqueos, cese de actividades económi-cas, etcétera. El plan abrió un velo de desconfianza, tanto de los países occidentales como de los árabes y, como consecuencia, el soporte económico de Estados Unidos para la compra de armamento, quizás con la intención de balancear militarmente.

La situación de Egipto quizás no tenga esa comple-jidad, pero un cambio drástico en la conducción del país puede generar cambios futuros. Egipto tiene un histo-rial de ser un aliado confiable para Occidente, no sólo en aspectos políticos, sino también en los económicos. Hoy desempaña un rol importante en el proceso de paz entre Israel y Palestina. Pero los cambios... pueden ge-nerar cambios.

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Gasoductos y nueva geopolítica en Medio Oriente

Por Fernando Bazán

La expansión de las diferentes economías mundia-les ha repercutido en un incremento de la demanda de energía. Dentro de este escenario el Medio Oriente se está reconfigurando a partir de las formas de transporte de los recursos energéticos, desde sus fuentes de extrac-ción hacia los lugares de consumo. El producto tradicio-nal de exportación del Medio Oriente es el petróleo, sin embargo este commodity está siendo suplantando por el gas natural, debido en mayor parte a su bajo costo y alta disponibilidad.

El gas natural constituyó el 47% del consumo prima-rio de energía de Medio Oriente en 2009 (en Argentina es del 40%). Ofrece una serie de ventajas que impulsan su demanda. Su composición permite una combustión lim-pia, con reducción de emanaciones de dióxido de carbono, además su flexibilidad de uso lo hace apto para diversas aplicaciones que van desde el transporte a la producción. También puede ser inyectado en los quemadores de car-bón y petróleo, creando una mezcla que proporciona un uso más eficiente de otros combustibles como el carbón y el petróleo. Por otro lado, su maleabilidad permite la cogeneración de calor y electricidad al mismo tiempo, la generación de ciclo combinado y el reciclaje de residuos para generar energía térmica. Estas características del gas natural proporcionan los incentivos a gobiernos y empre-sas para invertir en gasoductos transnacionales, donde el eje fundamental radica en la integración regional del Medio Oriente, con el fin de aprovechar ventajas asocia-das a un mercado demandante y a una ubicación geo-política estratégica que vincula a los mercados de África, Asia y Europa. El establecimiento de estos gasoductos, en particular el Árabe y el Nabucco, han generado una serie de externalidades positivas como la creación de pro-cesos de integración –dentro del Medio Oriente y de éste con otras regiones– y la resolución de conflictos entre las partes, que pasaron de enemigos a socios.

Actualmente, Irak está tratando de exportar gas por el norte, cruzando Siria, Líbano y Turquía, para finalmente distribuirlo en Europa. El gasoducto Nabucco es la clave para vincular el gas árabe con los mercados europeos; conectará a las regiones del Caspio y Medio Oriente, uniendo la frontera oriental de Turquía a Baumgarten –en Austria– con Europa Central a través de Bulgaria, Rumania y Hungría. Este gasoducto garantiza un flujo de divisas y capitales desde la Unión Europea hacia la región, lo cual repercute en un aumento en la demanda interna de trabajo y en el poder adquisitivo de la población. Un ejemplo de la expansión de las relaciones comerciales y

de los beneficios que reporta el transporte del gas natural es la propuesta realizada por la Turkish Petroleum Cor-poration (TPAO), que está preparando un proyecto para abrir una empresa en Siria, con quien hasta fines de los 90 estaba en conflicto. Se prevé que la administración de la empresa será conjunta entre la TPAO y la Syrian Petro-leum Corporation (SPC).

Durante la visita a Rumania, el presidente de Siria, Bashar Al Assad, y el primer ministro de Rumania, Emil Boc, analizaron las posibilidades técnicas de la “Estra-tegia de los Cinco Mares” –iniciativa lanzada por Siria– que tiene como objetivo la creación de una extensa área de cooperación que vincularía los mares Caspio, Negro, Mediterráneo y Rojo, y el Golfo Pérsico. Mediante la interconexión de la infraestructura de los estados de la región, se generaría una red integrada de oleoductos, ga-soductos, ferrocarriles, carreteras, líneas marítimas y redes de electricidad.

El Gasoducto Árabe también generó una iniciativa de integración. En torno a él se formó una asociación es-tratégica económica y de libre comercio multilateral. En junio de 2010 Turquía, Jordania, Siria y Líbano suscribie-ron el acuerdo de zona de libre comercio.

La integración regional sustentada a partir del be-neficio mutuo que aporta el transporte de un recurso energético tiene un efecto multiplicador en otras áreas. Por ejemplo, las relaciones económicas y comerciales en-tre Siria y Turquía –desde 2007– se duplicaron, llegando aproximadamente a los dos mil millones de dólares. Am-bos países tienen como meta alcanzar los cinco mil millo-nes en los próximos tres años. La compañía rusa Tatneft de gas y petróleo anunció en 2010 su instalación en Siria, siendo ésta la primera vez que la compañía opera fuera de Rusia.

Este fenómeno asociativo redujo las tensiones entre los actores, como sucedió en el caso de Turquía y Siria, per-mitió un incremento en el intercambio comercial entre los estados y generó atractivos mercados alternativos para la inversión directa de capitales de países del Golfo Pérsico y Europa. Por otro lado, la asociación de estos países está comenzando a proyectar una alternativa económica di-ferente y una posición política conjunta frente a asuntos regionales –por ejemplo, el plan nuclear iraní–, establecién-dose como canal de mediación válido, con prescindencia de las potencias centrales. Este tipo de proyectos debería ser seguido con atención por los países latinoamericanos, que podrían aprender de este tipo de experiencias de colabo-ración entre productores de commodities.

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La educación superior durante el kirchnerismo: ¿transformación o continuidad?

Por Lucía Viscuso

Mucho se ha hablando respecto de las transforma-ciones llevadas a cabo por los gobiernos kirchneristas iniciados en 2003. Muchos análisis reconocen en estos gobiernos un cúmulo de medidas progresistas, que cortan y buscan reparar el conjunto de políticas neoliberales aplicadas en la década de 1990. Estas medidas, impulsadas por organismos internacionales, se caracterizaron por subordinar la política a la lógica del mercado, liberalizar el mercado nacional a las in-versiones y a los productos extranjeros, y privatizar gran parte de las empresas públicas. Estas transfor-maciones afectaron profundamente a la sociedad, no sólo en términos de política pública, sino también en aspectos ideológico-culturales.

La educación siempre ha sido un área incluida en la agenda política, e innegablemente también fue afectada por el modelo neoliberal. En este ensayo se pretende analizar los cambios institucionales transi-tados en la universidad en Argentina a partir de la presidencia de Néstor Kirchner en 2003. ¿De qué manera se dieron los cambios? ¿Qué actores intervi-nieron? ¿Existieron transformaciones estructurales a partir del kirchnerismo o continuó la lógica educativa impulsada en la década de los 90?

Los 90Para entender las modificaciones incorporadas a

partir de 2003, es imperioso referir al estado previo a dichas reformas, basadas en la falta de compromiso del Estado en el área educativa y reflejando las ideas impulsadas por el modelo neoliberal cristalizado en la Ley de educación superior. Cabe aportar que ya en el período alfonsinista se acordaron los primeros programas con financiamiento de organismos inter-nacionales, como el Programa de Reforma de la Edu-cación Superior que incluía, entre otros componentes, aquel que será tan discutido en los años posteriores: el subproyecto de Evaluación Institucional.

El establecimiento y la naturalización de deter-minadas políticas de Educación Superior suponían la primacía de ciertos valores entonces coincidentes con los impulsados desde el gobierno nacional y también con el clima de época. No es casual, entonces, que los temas de la agenda se centraran en el problema de la calidad, el requisito de la evaluación de las institu-

ciones y la necesidad de arancelar las universidades a través de la generación de recursos propios como modo de superar la crisis del sector. Se dieron una se-rie de fuerzas que se articularon para lograr su ingreso a la agenda: por una parte, desde mediados de los 80 la evaluación y la acreditación se habían constituido en recetas “recomendadas” por los organismos multi-laterales de crédito a los efectos de elevar los patrones de excelencia académica de las instituciones; pero a su vez, en el orden interno de las instituciones, si bien los actores no tenían un proyecto alternativo, existía un reconocimiento general, aunque difuso, de la necesi-dad de introducir cambios.

Con la creación de la Secretaría de Políticas Uni-versitarias a partir de 1993 se produce el pasaje de una política declarativa, centrada en la construcción de la agenda a través de la difusión de investigaciones, es-tadísticas y diagnósticos, a la instrumentación de las principales medidas propuestas. La SPU fue la matriz del proceso de reforma de la educación superior. Su capacidad operativa, en términos de funciones, recur-sos y personal, así como su habilidad de penetración y negociación en las bases del sistema, contribuyeron a la implementación de la agenda elaborada en base a diagnósticos y propuestas para el sector, realizados por organismos internacionales y especialistas de la región.

Como consecuencia de la Ley de Educación Superior de 1995 se estableció un régimen básico común para el conjunto de la educación superior (no universitaria y universitaria, comprendiendo a las universidades nacionales y provinciales, públicas y privadas), creando un nuevo órgano intersectorial que coordinaría todo el sistema: el Consejo de Universi-dades (CU). La nueva ley requiere la intervención del CU para que el Ministerio de Cultura y Educación fije la carga horaria mínima de los planes de estudios con reconocimiento oficial, establezca los contenidos curriculares básicos y los criterios sobre la formación práctica de los planes de estudios de carreras regu-ladas por el Estado, y determine la nómina de estas carreras, así como las incumbencias profesionales de cada una de ellas. Por otra parte, la LES estipula que el Ministerio debe establecer los patrones y estándares para la acreditación de carreras de grado reguladas por el Estado y de postgrado, cualquiera sea el ámbito en que se desarrollen, previa consulta con el CU.

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La introducción de lógicas de mercado a través de la diversificación de las fuentes de recursos financieros y la subordinación de las asignaciones presupuestarias a los resultados de la evaluación conforme a pautas objetivas y estandarizadas de productividad, no con-llevaron necesariamente al mejoramiento de la cali-dad. Por el contrario, en las disciplinas menos insti-tucionalizadas y profesionalizadas, como las Ciencias Sociales, tendieron a generar lógicas “hobbesianas”, introduciendo la competencia por fondos, y en las disciplinas más consolidadas, como las ciencias exac-tas, provocaron rasgos de burocratismo y ritualización de los mecanismos de evaluación, coadyuvando a la conformación de un mercado educacional, junto a la diversificación y segmentación del sistema.

Kirchnerismo: ¿un nuevo rumbo?El aporte central del kirchnerismo fue de índole

presupuestaria. A pocos meses de asumir su mandato, Néstor Kirchner anunció un incremento de 64 millo-nes de pesos, lo que significó un aumento del 10% de los recursos que reciben las universidades, junto a la creación de un fondo destinado a la investigación. La medida más relevante fue la Ley de Financiamiento Educativo, sancionada en 2005. Esta ley estableció un aumento progresivo de la inversión en educación, hasta alcanzar el 6% del PBI en 2010. La ley modificó el origen del financiamiento. Mientras que la Nación se hacía cargo de sólo el 22% de las partidas y las pro-vincias hacían lo propio con el 78% de los costos, a partir de lo que dispuso la Ley, hoy el Estado Nacio-nal destina el 40% y queda en manos de las demás jurisdicciones el 60% del presupuesto restante. En el caso de las provincias que no están en condiciones de afrontar tales obligaciones, Nación las auxilia con un financiamiento adicional. A su vez, en 2007 se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, que definió, a través de convenios bila-terales con las jurisdicciones provinciales y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las metas anuales, los recursos financieros que se asignaron para su cumpli-miento y los mecanismos de evaluación destinados a verificar su correcta asignación.

Desde 2003 ya se había iniciado un plan de obras que construyó aulas, laboratorios, sedes administrativas, polos tecnológicos y espacios culturales, entre otros, permitiendo varias instalaciones de estándares interna-cionales. También se impulsó, a instancias del gobierno nacional, la creación de nueve universidades nacionales, cuatro de ellas ubicadas en el interior del país: la Uni-versidad Nacional de Río Negro (2007), la Universidad Nacional de Villa Mercedes (2009) en la provincia de San Luis, la Universidad Nacional de Tierra del Fue-

go, Antártida e Islas del Atlántico Sur (2009), ubicada en la ciudad de Ushuaia, y la Universidad Nacional de Chaco Austral (2007). Otras cinco universidades respondieron a una perspectiva demográfica, social y económica, y fueron construidas en el Conurbano Bonaerense: la Universidad Nacional de Avellaneda (2009), la Universidad Nacional de Moreno (2009), la Universidad Nacional Arturo Jauretche (2009) en la localidad de Florencio Varela, la Universidad Nacional de José Clemente Paz (2009) y la Universidad Nacio-nal del Oeste (2009) en las localidades de Ituzaingó, Merlo, Marcos Paz y Las Heras.

Asimismo, se crearon programas de articulación entre la universidad y la escuela media, orientados a mejorar la formación inicial de los alumnos in-gresantes, y se iniciaron acciones para la generación de un sistema de créditos que permita el pasaje sin dificultades de los alumnos por las diferentes insti-tuciones universitarias. Se están diseñando líneas de cooperación a nivel de postgrado con los países del MERCOSUR e impulsando programas de vincu-lación tecnológica y mayor coordinación de las áreas de extensión universitaria.

A su vez, los gobiernos kirchneristas han sostenido la promesa de ponerse al día con la deuda financiera hacia las universidades, destinando parte del incre-mentado presupuesto a mantener los programas de incentivos a la investigación, junto con una revisión normativa orientada a mejorar su productividad, aumentando el presupuesto de Ciencia y Técnica, e incrementando los programas de becas que aseguren el acceso y la permanencia de los estudiantes de ba-jos recursos. Incluso el ex presidente Néstor Kirchner había manifestado el deseo de crear la asignación uni-versal universitaria.

ConclusionesDurante los gobiernos de Menem y De la Rúa el

proyecto neoliberal alcanzó su repercusión en la ins-titución académico universitaria, permitiendo que los intereses económico-financieros privados sustenten a la Educación Superior a través del financiamiento de investigaciones y postgrados, coaccionándola de este modo a su auto-sustento. Junto a la sanción, promul-gación y puesta en marcha efectiva de la LES, ello promovió la mercantilización de la educación uni-versitaria, implicando una profunda transformación institucional.

A partir de algunas medidas implementadas por el kirchnerismo se logró revertir la tendencia de desfi-nanciamiento estatal en materia de política educativa, al representar la inversión pública en educación alre-dedor del 6% del PBI durante el año 2010, fijando

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una meta de financiamiento que buscaría hacia 2016 que dicho porcentaje aumente hasta el 10%. Gracias a ello, desde 2003 se inauguraron nueve universidades nacionales, se pasó a planta permanente a muchos do-centes y se aumentaron sus salarios, se creó el Minis-terio y se generaron nuevas becas para estudiantes e investigadores. Otro dato significativo es la importan-cia que el kirchnerismo le ha dado a la recomposición del financiamiento de la educación superior por parte del Estado Nacional.

Sin embargo, pese a estas importantes mejoras, la política educativa kirchnerista no ha logrado refor-mar en términos estructurales la política educativa del menemismo, ni logró hasta el momento revertir la lógica mercado-céntrica impuesta por los anteriores gobiernos, lo que implica, entre otras cosas, el finan-ciamiento con recursos propios de las universidades, lo cual tiende en el largo plazo a privatizar algunas instancias de aprendizaje, como muestra el ejemplo de los postgrados en la Universidad de Buenos Ai-res. Si bien algunas de las medidas impulsadas por el kirchnerismo –como el aumento del presupuesto en Ciencia y Tecnología– constituyen un paso ade-lante, la acción gubernamental aún es parcial y frag-mentada. No es clara la pretensión de implementar políticas orientadas a desarticular la institucionalidad universitaria heredada del proyecto neoliberal, persis-tiendo normas informales y valores que reflejan esa ideología. Basta señalar, por ejemplo, que en muchas universidades aproximadamente el 90% de las parti-das presupuestarias se destina a los salarios docentes,

hecho que obliga en gran medida a los establecimien-tos universitarios a buscan sus propios medios de financiamiento.

Los dispositivos de gobierno implantados por la LES no sólo ya han sido asumidos por las universida-des (programa de incentivos, evaluación institucional y acreditación de postgrados), sino que también sus valores han sido apropiados por distintos actores del sistema (investigadores, gestores universitarios y bu-rocracia estatal). A su vez, el grado de naturalización de “temas” y “cuestiones” que instalaron las reformas del sector, y la consolidación de un verdadero mercado profesional de especialistas, expertos e investigadores devenidos funcionarios o asesores surgidos al calor de estas reformas, parecen condicionar los márgenes para pensar una nueva agenda política para el sector. No es casual, entonces, que buena parte del debate político universitario gire más sobre acciones o me-didas “correctivas” de los dispositivos implementados que en la definición de nuevos ejes orientadores de las políticas.

Es digna de reivindicación la mirada que han puesto los gobiernos kirchneristas a la política univer-sitaria a través del aumento del financiamiento. Sin embargo, no hay que conformarse con victorias par-ciales. Es necesario buscar una solución duradera a la penetración del proyecto neoliberal en la universidad, a través de una nueva Ley de Educación Superior que dé una contención integral a un proyecto de universi-dad masiva, gratuita, inclusiva, nacional y popular, de cara a los intereses de los pueblos y no del mercado.

“La Biblioteca Infantil General Perón (BIGP) fue publicada en 1948 cuando el peronismo aún estaba conso-lidando su poder. (...) El lector implícito de los [doce] textos que integran esta colección no es, únicamente, el niño de sectores populares sino todo el núcleo familiar. Y ello es así porque, designan-do los hechos fundamentales del pero-nismo, la BIGP irrumpió con una nueva apelación a la niñez, pero también a un público adulto poco habituado a la lec-tura, a través de libros que proponían una lectura oral y grupal, más que una lectura individual y silenciosa. (...)

Además del nombre y la circulación gratuita, en la BIGP se materializan ciertas características que permiten es-tablecer analogías –estéticas y concep-tuales– con otras publicaciones realiza-das por el gobierno. (...)

El adoctrinamiento en la literatu-ra infantil no fue un fenómeno local. James Fraser [identifica] destacados intentos desde extremos ideológicos opuestos. (...) Si la idea de biblioteca es la de un plan o guía de lectura, la BIGP ofrecía a través de textos pura-mente ficcionales, de textos de ficción-documental y de textos de carácter

histórico una literatura en valores. El heroísmo, la solidaridad, la lealtad, la laboriosidad, la generosidad, lo criollo –valores que más tarde el peronismo transmutaría en símbolo y efeméride como el “día de la lealtad”, la “fiesta del trabajo” o el “día del renunciamiento”– son destacados en los relatos. (...)

En la BIGP el ‘ayer y hoy’ fue un recurso narrativo utilizado con frecuen-cia. Con su uso marcaba el contraste de un ayer de indiferencia por parte de los poderosos y de miseria sufrida por los humildes, y el hoy de la idea de justicia y de redención”.

Silvia Urich: Escuchen lectorcitos. La Biblioteca Infantil General PerónTemperley, Tren en Movimiento, 2010

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reseña

Buenos Aires, Sudamericana-COPPPAL, 2010, 374 páginas

Prejuicio, crimen y castigoEl desafío de la seguridad sustentable

Enrique Del Percio (compilador)

El libro viene a completar todo lo que sobre se-guridad el compilador ha trabajado desde la época en que cofundó Milenio en la Universidad de San Martín, quizá la primera ocasión en que una universidad tomó a su cargo una publicación de ese nivel sobre el tema. El hecho de sumar, a la reflexión medular sobre qué decimos cuando hablamos de seguridad ciudadana, la experiencia académica y en muchos casos práctica de autores de varios países de la región latinoamericana (todos ellos con un currículum notable y con proce-dencias teóricas y políticas diversas), le confiere a esta obra un valor muy especial.

Tanto en la introducción como en el primer capítu-lo, Del Percio enmarca el problema de la seguridad en una reflexión mucho más amplia sobre las condiciones sociales y políticas que han llevado a que el tema se coloque a la cabeza de los debates en diversos ámbitos de la vida cotidiana de nuestro mundo actual. Como bien señala en la contratapa, “no hay mayor indicador del fracaso de una sociedad que la cantidad de policías que se le reclama al estado”. De este ejercicio surge la clara necesidad de des-securitizar el problema de la inseguridad que claramente proviene de una serie de angustias existenciales muy lejanas. Angustias que por su profundidad y complejidad no siempre se pueden relevar en las encuestas de victimización, como se ha pretendido hasta ahora por una mirada de “especia-listas” (¿segurólogos?) de diferente formación, entre los que el propio autor se incluye para formular una autocrítica muy razonable.

Por ello es que la ligazón con otra obra suya, La condición social: consumo, poder y representación en el capi-talismo tardío, es la clave que nutre a todo el libro de una mirada diferente, que se manifiesta en que, como dice la contratapa, es un libro en el que “se habla muy poco de la policía”. Aunque no se descartan los planteos prácti-cos para también resolver el asunto de las instituciones responsables de la lucha contra el delito y se incluye, además de la formación policial, otras especialidades como la inteligencia criminal, el lavado de dinero o las agencias del sistema judicial y sus visiones propias (¿sólo corporativas?) interpretativas del fenómeno que muchas veces condicionan su accionar.

Quizás uno de los aspectos globales más impor-tantes del libro es cuando deja planteado el interro-gante acerca de si es posible continuar con el enfoque adoptado de “políticas públicas”, que si son eficientes resuelven el problema de la seguridad o, más allá de ello y sin negar su necesidad, si para abordar seria e integralmente el problema acaso no sería imprescin-dible recuperar la idea del proyecto político que les dé sentido a esas políticas y resuelva entonces los dilemas profundos ocultos detrás de tanta “inseguridad”. Sin duda aquí roza también el eje de la reciente obra del compilador: Política o destino. Apuntando a esa inte-gralidad es que el plan general de la obra aborda el an-tes (condicionamientos sociales, culturales, económicos y políticos), el durante (modalidades delictivas y modos de enfrentarlas) y el después (justicia penal y punición) del delito.

Así, el capítulo inicial de Del Percio, titulado “De redes, troncos y rizomas”, nos introduce en la compleji-dad del fenómeno de la inseguridad. Propone pasar de las imágenes tópicas de árboles o redes para referirse al delito, a la utilización de la imagen y las categorías del rizoma de “heterogeneidad, conexión, multiplicidad y ruptura significante”, aplicadas para entender qué que-remos decir cuando hablamos “en serio” de seguridad sustentable.

El segundo capítulo del mismo autor, “Seguridad sustentable: más allá (o más acá) del crimen y castigo”, contiene la esencia ya mencionada de la vinculación con sus anteriores obras, para poner en contexto el desafío de dar respuesta a la demanda ciudadana de seguridad en el marco de un proyecto estratégico de país. Tal como allí se afirma, “en nuestros países no se trata tanto de formular políticas como de reconstruir la política”. Es el propio compilador quien hace una excelente reseña de todos los demás capítulos en la

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reseña

presentación, pero sin ánimo de repetir procuraré dejar algunas ideas fuerza que me dejaron algunos de ellos.

En “Prejuicios y subjetividad”, Augusta Steinberg indaga en lo profundo del concepto de prejuicios y su absoluta vigencia como mecanismo enfermo de afir-mación de la propia identidad, para explicar cómo se articulan los discursos del populismo penal respecto a “contener a los otros” para defender “a nuestra gente, sea aquí en Buenos Aires o en la París de Sarkozy-Le Pen”.

Glen Evans en su capítulo hace una excelente di-sección sobre el crimen organizado y propone cómo enfrentarlo desde el Estado. Para ello tiene dos elemen-tos destacables: primero, la mirada del crimen organi-zado desde la demanda de sus diferentes productos por parte de la sociedad “honesta”; segundo, el repensar la inteligencia criminal desde la idea del “conocimiento accionable”, es decir la capacidad de anticipar riesgos en situaciones complejas. Luego estudia el proceso de generación de ese conocimiento y su estado actual en la Argentina.

Luego el capítulo de dos colegas de Brasil –Ro-drigo Acevedo y Thiago Cardoso– (con muy buen tino publicado en el idioma de nuestros 130 millones de vecinos), titulado “Criminalização e controle social”, desarrolla un pasaje muy comprensible por los distin-tos estadios de la ciencia criminológica que ayudan a comprender los debates de hoy. Analiza cómo cuando el miedo al otro se transforma en lógica institucional, es imposible sostener los derechos humanos en una sociedad, y además investiga en detalle algo muy poco trabajado que es el pensamiento íntimo de los jueces y funcionarios judiciales.

En los siguientes cinco capítulos se desarrollan ex-celentes análisis de temas puntuales, como la acuciante cuestión del lavado de dinero abordado por Juan Félix

Marteau, el “crimen y castigo en sociedades en tran-sición” a cargo de la destacada especialista colombiana Gina Paola Rodríguez, la “Complejidad y formación policial” en México, asunto hoy sin duda relevante, a cargo del consultor francés Nicolás Malinowski, la larga lucha en Argentina por una inteligencia crimi-nal eficiente, con la habitual versación y detalle de José Manuel Ugarte en la materia, y el problema de la co-municación del delito en “La Inseguridad en los me-dios” de María Helena Ripetta. En los capítulos finales se estudia qué pasa después del crimen, en primer tér-mino a través de un original y fecundo trabajo sobre la filosofía del lenguaje como base para una teoría general del delito, a cargo del jurista brasileño Paulo Busato, y en último término con el análisis que en “Penas y castigos: cultura y prisión” efectúa Agustín Colombo a partir de preguntarse por qué castigamos al delito del modo en que lo hacemos, a pesar de que todos estamos de acuerdo en la ineficacia de la cárcel.

Quiero rescatar muy especialmente el excelente de-bate sobre los conceptos de seguridad y qué hay detrás de cada uno de ellos, desarrollado por el juez de Casa-ción Carlos Mahiques. Recuerda los problemas que plantea la “sociedad de riesgo global” (Ulrich Beck), que lleva al retorno del hobbesianismo más brutal y olvida con el concepto de seguridad pública el compo-nente que toda seguridad ciudadana tiene también de resguardo contra el abuso de poder estatal.

Para cerrar, recurro a las palabras que dijo en la pre-sentación pública del texto la diputada nacional Mar-garita Stolbizer: “es un libro de lectura obligatoria para políticos, universitarios de todas las ciencias sociales y funcionarios, tanto del ámbito de la seguridad como de la justicia”.

Luis Tibiletti

“No hay mejor indicador del fra-caso de una sociedad que la cantidad de policías que esa sociedad le reclama al Estado. (...) Afortunadamente, son cada vez más las personas comunes, los expertos, los periodistas, los políticos, los uniformados, los jueces y los distin-tos actores sociales que advierten que la cuestión es más compleja de lo que parece a simple vista. No obstante, años de simplificación deliberada, de rei-teración de consignas fáciles y de alto impacto en medio de una generalizada

falta de debate serio sobre política y políticas, han ido generando fuertes prejuicios que es necesario desmon-tar. Prejuicios que aún están vigentes no solamente entre aquellos hombres y mujeres que dedican su vida a traba-jar en otros menesteres y que apenas tienen un poco de tiempo como para informarse y meditar sobre estas cues-tiones, sino también entre actores rele-vantes de la seguridad pública, lo que es mucho más grave. Académicos que creen que todos los policías son repre-

sores en potencia; políticos que creen que todos los académicos son unos in-genuos; abogados y jueces que creen saberlo todo y estudian poco y nada que vaya más allá de meras citas al pie de leyes o fallos judiciales; altos jefes y oficiales de las fuerzas de seguridad que creen que el problema es ‘la crisis de valores’ y que la culpa la tienen la escuela y la televisión; periodistas que todo lo simplifican hasta el extremo de la banalidad, impidiendo entender la complejidad de estos problemas”.

Enrique Del Percio (compilador): Prejuicio, crimen y castigoBuenos Aires, Sudamericana-COPPPAL, 2010

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Rosario, Homo Sapiens, 2010, 118 páginas

La alternativa neopopulistaEl reto latinoamericano al republicanismo liberal

Roberto A. Follari

Entre los tantos libros que se han publicado en estos años sobre el populismo, un importante grupo lo com-ponen los que buscan defenestrar o enaltecer a los “po-pulismos” latinoamericanos. El libro de Follari se ubica entre estos últimos. Intenta demostrar que esos “populis-mos”, entre los que identifica a los actuales gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y –en menor medida– Ar-gentina, no son “irracionales o expresiones de la barbarie, tal como los sectores elitistas de la sociedad pretenden”, sino regímenes políticos “legítimos y valiosos” a los que corresponde justificar conceptualmente. Una segunda toma de posición por parte del autor consiste en advertir que no habría contradicción entre “ser marxista en cuan-to al análisis general de lo social, y populista en cuanto a lo singularmente político” (sic). Es decir, si bien con-sidera conveniente que “la organización colectiva rem-place al líder personal, y que la participación social vaya quitando peso a las decisiones tomadas desde el Estado”, los populismos latinoamericanos responderían mejor a las “reales condiciones de posibilidad histórica”, y a la izquierda de ellos sólo cabría un “utopismo estéril”.

No es la primera vez que en nombre de la “posibi-lidad” se fundamentan valores exactamente opuestos a los que se dice promover. Esa y otras contradicciones del libro son relativamente representativas de las de parte de la izquierda académica vernácula, que durante décadas defenestró al peronismo con las mismas razones que hoy usa para apoyar a chavismo o al kirchnerismo. El grupo de Unidos usó en los 90 una figura para graficar a los peronistas que se pasaron en bloque y a los gritos al neo-liberalismo: “la fe de los conversos”. Esta década trajo otro tipo de conversos, los de una izquierda –para la que sería demasiado pedirle que se llame a sí misma pero-nista– que encontró en el “populismo” un concepto que les permite identificarse con un gobierno personalista y nacionalista, y en la palabra “modelo” el eufemismo ideal para evitar llamar al peronismo por su nombre.

A esas cualidades –nacionalismo y personalismo– Follari agrega otras para configurar un “tipo ideal neo-populista”: el rechazo al encuadre propio de los partidos, la construcción política desde el gobierno y no desde el llano, la “defensa del pueblo como entidad plebeya frente a las elites económicas, políticas y culturales, asumien-

do cierto rechazo de lo ilustrado”, y “la presencia de la política de los desheredados, los abandonados, los con-denados de la tierra”. Se trataría en fin “de movimientos refundadores, que llegan a reconfigurar estructuralmente la política”.

El prefijo “neo” agregado al “populismo” se explicaría según el autor porque, a diferencia de los populismos del pasado, existiría hoy una invocación al socialismo –la afinidad con Fidel Castro parece que es determinante– y un mayor pluralismo –incluyendo apelaciones ideológi-cas débiles y la participación de nuevos movimientos sociales–, y además estos nuevos populismos habrían surgido en concepciones sociopolíticas diferentes a las de los anteriores, y ahora tendrían entonces impedido apostar al “desarrollo nacional”, lo que haría necesaria “una mayor radicalidad en las reformas socioeconómi-cas propuestas”. Follari afirma incluso que “Kirchner ha tenido una postura más a la izquierda que la de Perón”, lo cual demuestra cuánto confunde el ideologismo a ciertos intelectuales: para que la realidad confirme a la teoría, las transformaciones socioeconómicas del pri-mer peronismo pasan a ser consideradas un modesto desarrollismo...

Una observación adicional sobre este libro refiere a ciertas limitaciones en la argumentación del autor, tal vez por su visible desapego al formalismo de la ciencia política. No voy a ser quien defienda al formalismo, pero caer en el extremo opuesto de ignorarlo completamente ubica al libro fuera del campo de las ciencias sociales. Por ejemplo, Follari pretende justificar al “populismo” recurriendo al viejo truco de agrupar los argumentos de quienes se le oponen. No es menor que use el término “parlamentarismo” para englobar cualquier reclamo a favor del Poder Legislativo. Es cierto que desde el re-publicanismo se suele usar este tema para criticar a los gobiernos de las cuatro naciones mencionadas, pero eso

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no justifica el uso de términos de una manera tan poco ajustada a los usos de la ciencia política, amén del hecho de que los defectos que los argumentos republicanos puedan tener no es suficiente justificación para quienes ellos enfrentan. Además, es ramplona la identificación que realiza el autor entre el Poder Ejecutivo y el pueblo por obra del mágico concepto de “liderazgo directo”. En el otro rincón se encontraría el eje parlamento-neolibe-ralismo, donde supuestamente primarían los acuerdos secretos y los compromisos inconfesables. Es acá cuando el desprecio por el formalismo hace agua: muchos de los gobiernos que impusieron políticas neoliberales también tuvieron liderazgos “plebeyos” que despreciaron los par-tidos e ignoraron los parlamentos. Este hecho se puede usar para ridiculizar las críticas republicanas, pero desa-credita buena parte de los argumentos de Follari, porque en los liderazgos personales –neoliberales o “populis-tas”– puede haber similares compromisos espurios, a menos que se prefiera suponer que el carisma del líder es suficiente garantía de la honestidad de sus intenciones y de la pureza de sus colaboradores...

Además, sostener que “la participación de la pobla-ción es más abierta y activa en regímenes de liderazgo personal y masivo” (sic) es una redundancia que no sirve más que para reflejar las preferencias de quien lo afirma. Es indudable que los líderes personales suelen generar pasiones que impulsan una mayor movilización políti-ca en el pueblo, pero esto no significa necesariamente que sus políticas vayan a ser más afines a los sectores más pobres. Los ejemplos en contrario son legión. Y si bien es cierto que en la calle hay mayores movilizaciones colectivas en apoyo a los gobiernos “populistas” que en los conducidos por otros personalismos “mediáticos”, esto no se da por obra del “personalismo” o por la irrele-vancia del parlamento, sino por otros motivos bastante más complejos que los que menciona este libro.

Follari incorpora a este planteo un elemento caro a la ideología de algunos compañeros: “se requiere una cierta concentración del poder político si se quiere enfrentar –en las sociedades latinoamericanas– al poder económico”. El neopopulismo es “el retorno de la política, entonces, frente a su rendición previa a los poderes establecidos”. Los parlamentos y los partidos políticos supuestamente tendrían menor capacidad para concentrar poder. Llega a decir: “¿qué democracia podrían asegurar los partidos políticos? Por lo menos en su modalidad actual o las cer-canas, es claro que muy poca”. Pero, en primer lugar, no aclara por qué esto sólo es válido para América Latina. Segundo, este posibilismo furibundo está en la antípoda del “análisis marxista de lo social”. Tercero, el reclamo de concentrar poder en detrimento del pluralismo democrático históricamente fue una premisa de la dere-cha latinoamericana para impulsar golpes de Estado. Por último, idealizar una parte de la realidad para oponerla a un análisis realista de otra parte de esa misma realidad

no se ajusta a ningún método serio de análisis, marxista o lo que fuera.

Un último comentario: supuestamente según Follari, que el populismo invoque una condición plebeya sig-nifica que sólo puede reflejar los intereses de los más pobres y no del resto de la sociedad. Aparentemente esto se debe a que él no considera la posibilidad de que los sectores “dominantes” se presenten –y se vean– a sí mismos como “dominados”: el conflicto de 2008 entre el gobierno de Cristina Fernández y los productores rurales es botón de muestra que basta para demostrar esta posibilidad. Los ricos o la clase media también pueden “hacer pueblo”. Tal vez por ignorar esto el autor identifique automáticamente la pretensión rupturista de los populismos con un anticapitalismo y una reden-ción de “los dominados”. Es indudable que los oropeles del discurso rupturista enajena a las clases medias y altas. Pero tomar esta ofuscación como prueba sufi-ciente de una efectiva emancipación de los excluidos configura una seria infracción al “análisis marxista de lo social”. Para más datos, lo que permite al autor con-siderar al kirchnerismo como neopopulista es funda-mentalmente la reacción negativa que éste genera en la derecha empresarial y mediática. No se me oculta que este rasgo le ha agregado popularidad al kirchnerismo especialmente entre los jóvenes, por una visión de la política como una épica de enfrentamiento contra los poderes establecidos. Pero la política siempre tiene una faz agonal y otra arquitectónica. Hay quienes se espe-cializan más en la primera –mucho más espectacular y divertida– y quienes lo hacen en la segunda. En buena medida, la función del anverso agonal es neutralizar los poderes que amenazan el desarrollo del reverso arqui-tectónico, por eso las dos caras pueden servir para la emancipación de los pueblos, o para su sometimiento. No animarse a derribar obstáculos es sin duda un grave defecto. Pero es bueno también saber que una mala ar-quitectura puede terminar llevando a construir nuevas barreras para la emancipación. En este tema los avances teóricos sobre el populismo no parecen haber aportado aún elementos de valor.

En fin, sigue sin ser demostrada la ventaja de salvar al concepto de populismo de su uso peyorativo inicial. Hasta el momento, la única utilidad que parece haber tenido fue para tender un puente de plata para que al-gunos académicos de izquierda se acercaran al campo nacional y popular, a mi juicio aportando mayor con-fusión a un barro que ya venía pesado. Pero hasta ahora no contribuyeron con ningún fundamento teórico que pueda facilitar la elaboración de una estrategia de cons-trucción política de largo plazo que busque combinar los ideales de soberanía política, independencia económica y justicia social.

Alberto Roig

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reseña

Buenos Aires, Planeta, 2010, 200 páginas

Quisiera que me recuerden

Néstor Kirchner

Compilado por Luz Laici, este libro fue publicado en los primeros días de diciembre de 2010, por lo que su primer mérito es haber sido editado casi sin errores en tiempo récord. Contiene una lúcida selección de frases de Néstor Kirchner, especialmente las pronunciadas a partir de 2003. El título del libro proviene de un poema de Joaquín Enrique Areta que el propio Néstor leyó en público en 2005. La lectura de estas páginas no sólo permite conocer “el pensamiento político del hombre que cambió la Argentina en la primera década del siglo XXI”, sino también recordar –no sin emoción– episo-dios de estos últimos años.

Una sección agrupa frases referidas a la integración re-gional. Entre otras, la dirigida a George Bush en la Cum-bre de las Américas de 2005: “aquí no vengan a patotear-nos”. Pocos meses antes, en la Plenaria de la COPPPAL que se celebró en Buenos Aires –que permitió al Partido Justicialista asumir la presidencia de ese organismo–, decía: “en el proceso de integración regional existe la dificultad de asumir la realidad con el discurso y la acción permanente. (...) Eso lleva a la dificultad de que muchas veces se dice una cosa y se hace otra cosa totalmente distinta”. Instaba en esa oportunidad a los representantes de los partidos po-líticos latinoamericanos a que tuvieran “un discurso claro y poco temeroso de los organismos internacionales de crédi-to, porque si no, la gente muchas veces termina optando por opciones neoliberales porque los que tienen que hacer el cambio son demasiado prudentes”.

En cuanto a los derechos humanos, Néstor sostuvo: “la reconciliación en la Argentina sin memoria, sin justi-cia y sin verdad es imposible”. Poco antes le retrucaba a Chiche Duhalde: “yo no miro para atrás. Cuando uno va tras aquel que ha violado los derechos humanos para que la Justicia llegue está mirando para adelante”. Asumía que con esa actitud estaba rompiendo el marco de convivencia implícito que establecía que “para que la democracia pu-diera sobrevivir” hacía falta “un marco de impunidad”.

Un párrafo especial merecen las frases en las que Néstor transmitió algunas ideas sobre el peronismo. Por ejemplo, muy pocos días antes de morir dijo que “todos aquellos que adhieren al movimiento nacional y popular sabemos que somos un conjunto de dirigentes que jamás le vamos a poner un candado a un movimiento que es el movimiento del pueblo”. Y pocas semanas antes convo-

caba a una “alianza policlasista entre los trabajadores, la clase media y los empresarios nacionales para hacer un frente nacional y popular”. Estos planteos no obstaban para que él mismo insistiera en los límites que a su juicio debía tener ese movimiento: “los que robaron y saquearon la Nación; con ese pasado cercano que mal administró la Patria y prácticamente la fundió; con esa vieja dirigen-cia que nos entregó de manos; con los pequeños grupos económicos, con los que no aman América Latina; con aquellos que querían la constitucionalidad de la Ley de Obediencia Debida de impunidad en la Argentina, con los Patti, con los represores de Estado”. En consonancia con estas palabras, sostenía la necesidad de concebir a la política no como un sistema de liderazgos individuales, sino como una construcción colectiva.

Por último, algunas frases recopiladas en el libro des-criben la concepción que buscó impulsar sobre el papel del Estado: “el mercado por sí solo no puede funcionar y el Estado por sí solo tampoco. Tenemos que tener un Estado promotor con una mercado funcionando, para construir una nueva alternativa de crecimiento”. Para él, “la máquina de generar pobreza es la concentración económica”. Condensaba entonces estos desafíos en un modelo cuya principal asignatura pendiente era “la recuperación de los trabajadores en la distribución del Producto Bruto Interno, para que pueda llegar al 50 por ciento como lo fue en la época de Perón”.

No desconocía Néstor su fama: “dicen que me peleo mucho, y no es que me pelee mucho, es que negocio poco con ciertos intereses”. Hace poco más de un año también dijo: “no soy un hipócrita, ni trato de quedar bien ni soy políticamente correcto”. Fue así consistente con unas pa-labras inspiradas que había pronunciado durante la cam-paña presidencial en febrero de 2003: “más vale pegar tres gritos fuertes a que nuestros chicos se mueran de hambre”. Más vale, Néstor. Gracias también por esos gritos.

Paula Montes

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Buenos Aires, Marea, 2010, 160 páginas

ValientesCrónicas de coraje y patriotismo en la Argentina del siglo XIX

Hernán Brienza

Para explicar por qué escribió este libro, Hernán Brienza sostiene que “no es fácil hablar de la épica en nuestro país. La primera razón es porque a los argen-tinos nos han robado la épica aquellos que creen que el heroísmo es una cuestión de fanfarrias y marchas mi-litares que tantos destrozos provocaron en los últimos ochenta años. La segunda es porque, generalmente, he-mos elegido la filosofía cruel del Viejo Vizcacha antes que la ética martinfierrista de la Ida y desconfiamos de que exista la entrega desinteresada. La tercera causa es porque el arte del coraje ha costado demasiada sangre. La última razón es porque los héroes nos molestan, nos interpelan, nos ponen incómodos en nuestra propia visión cínica de la realidad colectiva: el acto de coraje está allí como reflejo de nuestra comodidad, de nues-tras pequeñas miserias y cobardías cotidianas”. Valientes relata así hechos heroicos realizados por personas tan dispares como Martina Chapanay, el Gaucho Rivero, Juana Azurduy o Martiniano Chilavert. Su valentía es confirmada por algún acto realizado “en contra de su propia conveniencia, inspirado en un valor superior al del mísero interés, a veces, incluso, por un deber ser inexplicable”.

La épica que Brienza busca recuperar es la imagi-nada por José Hernández cuando el sargento Cruz no consintió que se cometiera “el delito de matar a un va-liente” como Martín Fierro, cuando éste en lugar de huir decidió enfrentar en soledad a una partida de “polecías”. Cruz, para Brienza, “es un hombre que ha perdido todo en nombre de nada, o casi nada”. Pero por eso afirma “que no hay mayor acto de coraje que animarse a saber quién es uno y actuar en consecuencia. Porque la identi-dad no es un reconocimiento teórico sino una decisión, una puesta en juego, una voluntad. Significa plantar bandera, decir ‘soy esto, somos esto’ y enfrentarse a un contexto, a una circunstancia, que no hace otra cosa que intentar disuadirnos de que seamos”.

Brienza con este libro cuestiona la auto-denigración constante que practica masivamente cierta tilinguería local. En las páginas de Valientes también pueden en-contrarse ecos de las guerras entre unitarios y federales, y el libro da buena cuenta de las lógicas con las que los primeros buscaron, en nombre de la civilización, legiti-mar la violencia contra los federales: “o nuestra causa

triunfa o el país se convertirá en un desierto”. Los uni-tarios acusaban a sus enemigos de salvajes, quitándoles entidad como seres humanos para que contra ellos se pudiera ejercer cualquier hecho de violencia, por más desproporcionado que fuera. No es simple casualidad que hayan sido sus diarios y sus libros los que les per-mitieron difundir este espíritu. La operación auto-deni-gratoria se colmaba cuando los autores de los hechos de violencia eran extranjeros. Por eso Martiniano Chilavert se quejaba en una carta: “para la prensa [de los unita-rios exiliados en Montevideo], la Francia y la Inglaterra tienen todos los derechos, toda la justicia. Aun más: pueden dar una puñalada de atrás, un tajo de pillo, arre-batar una escuadra, quemar buques mercantes, entrar en los ríos, asesinar a cañonazos, destruir nuestro cabotaje; todo eso, y mucho más que falta aún, es permitido a los civilizadores. (...) Para esta prensa el francés maquinista que cae atravesado por una bala es digno de compasión y duelo; lo llama desgraciado, y ve rodar 400 cabezas ar-gentinas y no derrama una lágrima, no muestra el menor sentimiento por la propia sangre; no hay pensamiento de nacionalidad”. La constante arenga a través de los medios de comunicación de algunos intelectuales –que se sentían superiores a la mayoría de los habitantes de su propio país– fue la que inspiró y justificó una visión autolesionista. Pero esta prédica vino acompañada de un odio que habilitó cualquier inconsecuencia, cualquier traición, cualquier violencia, cualquier infamia, cuando de lo que se trataba era de oponerse a los enemigos internos. Pero a la vez también hubo mujeres y hom-bres bizarros, cuya vida tal vez no haya sido glamorosa o romántica, pero cuya dignidad debería inspirarnos a pensar que la mejor respuesta contra los ataques inno-bles no es una respuesta similarmente infame, sino tener la valentía para hacer lo que sabemos que es correcto, aun en contra de nuestro propio interés.

Pedro Blazco

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Buenos Aires, Javier Vergara, 2010, 272 páginas

AntiperonistasLos que forjaron otra mirada

Luis Fernando Beraza

Luis Beraza se decidió a escribir este libro cuando percibió que en los últimos años renació el espíritu despreciativo y racista contra los peronistas. Su inten-ción fue analizar argumentos que esgrimieron algunos antiperonistas “históricos”, como una manera de ayu-dar a comprender el presente. Incluyó en esta selección no sólo a escritores, sino también a personalidades de “la Iglesia, la ciencia, las fuerzas armadas, la clase po-lítica, la historia y el sindicalismo”: Jorge Luis Borges, Julio Meinvielle, Alejandro Agustín Lanusse, Américo Ghioldi, Ernesto Sábato, Bernardo Houssay, Francisco Pérez Leirós, Juan José Sebreli, Tulio Halperín Donghi, Victorio Codovilla, Ezequiel Martínez Estrada y Julio Cortázar. El libro contiene un lúcido análisis sobre las razones que estas personas invocaron para expresar su repudio al peronismo, excelentemente redactado y con algunas frases imperdibles por la frivolidad o la animosi-dad que reflejan. Por ejemplo, Borges, cuando estuvo en el festejo por la liberación de París en 1944, afirmó que ese día descubrió “que una emoción colectiva puede no ser innoble”. Por eso no le costó nada reprobar al pero-nismo: “las dictaduras fomentan la opresión, las dicta-duras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad, [pero] más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez. Botones que balbucean imperati-vos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez”. Si pensaba así, mejor que fuera antiperonista...

Hay a lo largo del libro algunas justificaciones pro-totípicas del antiperonismo. Aunque Beraza no las clasifi-ca, me voy a tomar el trabajo de compilar las que considero principales, porque muchas de ellas hoy se repiten –con muy ligeras variaciones– contra el actual gobierno: por ejemplo, que el peronismo manipulaba a las masas para servir a los fines de unos pocos; que los peronistas tenían mal gusto, y eran al mismo tiempo incultos, obsecuentes, patoteros y cobardes, pero sobre todo que eran tontos; y más en general, que había que custodiar a los pobres ar-gentinos porque se dejaban manipular por un plato de co-mida; que los aumentos de los ingresos de los trabajadores eran malgastados en diversiones nocivas que aumentaban su empobrecimiento moral; que Perón era un aventurero afortunado, incapaz de formular un proyecto integral para la Argentina, y que sólo se mantenía en el poder por su

pragmática habilidad para sobornar a sus adherentes; en particular, esta destreza política no inspiraba admiración, sino todo lo contrario, porque se la comparaba con la as-tucia de un estafador de poca monta; que en su gobierno había una corrupción inédita; que la violencia contra sus partidarios se justificaba porque evitaba males mayores, y eventualmente su condición “fascista” habilitaba a usar la palabra “democracia” para nombrar a los regímenes políti-cos que celebraban elecciones proscribiendo al peronismo; o bien que éste era un movimiento que carecía de ideología y que sólo dependía del uso ilegítimo de recursos del Es-tado y de la ambición de poder de sus seguidores, y por eso alejar a Perón del gobierno sería suficiente para des-movilizarlo; que Evita era una resentida manipulada por Perón, pero a la vez era una hipócrita que gastaba fortunas en ropa, joyas y pieles; o incluso que todos los peronistas estaban en general resentidos contra las clases altas. Tam-bién existía en varios de ellos una tendencia a interpretar la identidad de los actores locales en función de los ban-dos que se habían enfrentado durante la Segunda Guerra, y a traducir automáticamente los alineamientos políticos argentinos en función de esquemas europeos. No faltaban por supuesto los periódicos anuncios de catástrofes inmi-nentes para todos los argentinos, como consecuencia de la impericia o la ambición desmedida del gobierno peronis-ta. En general, todos estos antiperonistas compartían por los sectores populares un menosprecio tan arraigado que les impedía disimularlo. Beraza lo advierte cuando señala que “en definitiva, el problema del antiperonismo fue que nunca reconoció, y todavía sigue sin reconocer, al otro país al que no considera su hermano”.

Por último, es destacable la mesura y hasta la benevo-lencia con que el autor trata a estos personajes. Teniendo en cuenta que él no esquiva el análisis de ninguno de sus disparates y que el libro fue escrito en tiempos crispados, este atributo no deja de ser admirable.

Mariano Fontela

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La visión universal justicialista

La Tercera Posición –piedra angular de la polí-tica del peronismo clásico– se presenta a todas las naciones en el mensaje que enuncia Juan Domingo Perón el domingo 6 de julio de 1947, por medio de una red internacional de radio-transmisoras. Se la enuncia como una “alternativa ideológica” en un mundo bipolar de ideas dicotómicas, con una clara connotación pacifista, tal como lo enfatizara el pri-mer mandatario. En el clima ideológico de aquellos años en nuestro país –impregnado de optimismo y de cierta sobrevaloración del lugar ocupado en el mundo– el Discurso por la cooperación y la paz mun-dial, como se lo conoce, es donde se explicitan los principios que la Argentina se compromete a res-petar, promocionar y cumplir, los cuales deberían “fijar líneas operativas generales” para un objetivo último, que tiene como horizonte establecer en el mundo el nuevo derecho a una existencia digna. Como sabemos, la doctrina del régimen justicia-lista buscó proponer, mediante este tercerismo, una alternativa entre el capitalismo y el comunismo, complementando estos supuestos ideológicos con un camino diplomático intermedio entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En opinión de algu-nos autores, éste sería un sesgo de indefinición de la política exterior argentina, lo que explicaría entre otras cosas el conocido disgusto producido en el gobierno de Estados Unidos hacia 1950.

En palabras de Juan Perón, la Tercera Posición implica poner la soberanía de las naciones al ser-vicio de la humanidad, en un “sistema cooperati-vo de gobierno mundial”. En el plano económico, como muchos trabajos lo han analizado, constituía el abandono de la economía libre y de la economía dirigida, por un sistema de economía social al que se llega poniendo el capital “en servicio de la economía”. Pero si algo puede caracterizar el an-damiaje de esta proclama es el “continentalismo” o “americanismo” en palabras del líder, ofreciéndole al mundo una mística anclada en el nuevo hombre americano que surgía en el orbe de posguerra. Di-cho posicionamiento es de una evidente “vocación libertaria” de las injusticias sociales que asolaban al mundo a mediados del siglo pasado, y también

constituye uno de los elementos más representativos del peronismo en un mundo en crisis. Perón ofrece el americanismo como una “expresión de solidari-dad, comprensión y amistad fraterna”, cuando las principales potencias se recuperaban de los golpes de las grandes guerras.

En aquel crucial año 1947 es cuando se emiten desde el gobierno muchos mensajes públicos de alto significado político, desde el campo interna-cional hasta aspectos domésticos, como la trascen-dente Declaración de los Derechos del Trabajador, la cual será difundida por el Servicio Internacional de Publicaciones Argentinas (SIPA). La Secretaría Técnica –el viejo Consejo Nacional de Posguerra– había publicado también el Primer Plan Quinque-nal, explicitando aspectos del proyecto integral del gobierno, una suerte de guía y master-plan que retroalimentaba los condimentos ideológicos di-fundidos por la época. Ese tono grandilocuente y espectacular puede cotejarse también en la famosa Declaración de la Independencia Económica, leída por el propio Perón desde la simbólica Casa de Tucumán el 9 de Julio del mismo año. En suma, ese año fue muy importante para la “presentación” simbólica del peronismo, incluso fue uno de los más prolíficos en actos y ceremonias destinados a graficar la Nueva Argentina.

Más allá de las diversas vertientes que confluyen en la elaboración doctrinaria de la Tercera Posición, en esta oportunidad queremos enfatizar el impacto de la famosa Declaración, dejando para otros espa-cios la ponderación de los diversos análisis sobre la génesis del tercerismo. El Discurso por la cooperación económica y la paz mundial es emitido por radio a todos los continentes, complementado por un texto íntegro de las palabras leídas por Perón, el cual se envía a las oficinas de prensa y cancillerías para que lo puedan reproducir los medios. El mismo tiene básicamente una introducción estratificada en tres partes principales, donde se enuncian los principios que la Argentina se compromete a respetar, pro-mocionar y cumplir, los cuales deben “fijar líneas operativas generales” para un objetivo último que tiene como horizonte establecer en el mundo “el

Por Fabián Lavallén

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nuevo derecho a una existencia digna”. Posterior-mente, se complementan esos principios con tareas propuestas e inmediatas para lograr la paz: 1) el desarme espiritual de la humanidad, y 2) la elabo-ración de un plan de acción concreto. Recordemos también que el discurso completo será adjuntado desde 1948 a la Doctrina Peronista como uno de los principales componentes de los documentos de la “Biblia Justicialista”.

El Discurso en sí comienza enfatizando que las fuerzas materiales y espirituales de la Argentina “se movilizan hoy para expresar ante el mundo la voluntad nacional de servir a la humanidad en sus anhelos de paz interna e internacional”. La Argen-tina quiere colaborar, para Perón, en una línea de ayuda hacia las circunstancias del mundo “que le sugiere el clamor universal”. Para el líder, nuestra república “aspira a contribuir con su esfuerzo a su-perar las dificultades artificiales creadas por el hom-bre, concluir con las angustias de los desposeídos y asegurar que los sentimientos y la acción de nuestro país sirven a las energías del bien para vencer las energías dominadas por el mal”. Sostiene Perón que sobre “la oscuridad” que ha querido envolver al humanismo como una expresión del dominio de lo irracional, “se nos aparece un clima purificado con la presencia de pueblos que quieren conjugar con las patrias libres del mundo y sin complicaciones ni desórdenes ni abusos el magnífico destino del hombre”, utilizando tanto su inteligencia, como sus fuerzas y energías, para que los campos y ciudades, los pueblos grandes y pequeños, los estados ricos o “los sin recursos” puedan sumarse a la jornada brillante de la solidaridad universal, y poder ratifi-car de manera trascendente la necesidad de que el mundo “sea lugar de paz como único medio” para construir valores permanentes y alcanzar la felicidad.

La Argentina, con todo esto, no quiere permane-cer a espaldas del mundo, ni en un limbo de riqueza propia y egoísta, sino que está asumiendo una mi-sión importantísima, tomando sobre sí “la enorme responsabilidad” de impulsar este pensamiento que “mueve el alma ardiente de mejorar la humanidad”, sin que falte la decisión ni las energías para materia-lizarlo con los otros países. En este punto aparece un rasgo complementario con muchos otros discursos de Perón, donde se evidencian las ideas de “inmi-nencia e incertidumbre”. “Inminencia” de peligros, de crisis superiores, e incertidumbres como todo proceso de cambio y reacomodamiento de fuerzas. Enfatiza por ejemplo la necesidad de que el hombre

“esté atento” y no se despiste de las urgencias que se suceden en tiempos tan cruciales. Son entonces ne-cesarios para Perón hombres proactivos, laboriosos y enérgicos, ya que la situación especial así lo amerita. No duda el líder también en aclarar que la situación doméstica argentina “permite” por su bonanza apun-talar esta actitud confiable ante el mundo, ya que en nuestro país el trabajo “está organizado y defendido”, así como “la política asegurada y consolidada por la verdad constitucional” y, a su vez, la economía “recu-perada y sostenida por las manos del Estado”.

Perón establecía que la Argentina y América toda “quieren contribuir a la dignificación del hombre”. Y para alcanzar ese objetivo buscan confraternizar con el mundo sufriente. El mundo sufre, y América, la Argentina, próspera y rica, no quiere estar al mar-gen de la ayuda, pretende “llevar” su prosperidad a todos. A partir de la Guerra se ha generado una notable coyuntura que, aunque trágica, para Perón es una oportunidad (pertinente con el “nuevo orden justicialista”) para fundar la paz y el entendimiento como conductas permanentes de la sociedad in-ternacional. La paz internacional no es un aspecto más del sistema mundial, la paz para Perón es “el gran problema del hombre”. Debemos “aprovechar”, decía, esta coyuntura, en la cual “la moral de los Es-tados” ha condenado a la agresión como “sistema operativo de los hombres”, y en momentos en que la paz debe ser la opinión universal y el gran estadio de la tranquilidad. Pero para alcanzar esa paz global, para el líder es indispensable la paz interna, y por eso la Argentina es un ejemplo en su discurso.

Ante la dramática coyuntura que vive la Europa devastada por la Guerra, la Argentina considera que las naciones tan duramente castigadas tienen derecho a una existencia más digna, y es necesa-rio por ello nuestra prosperidad económica para cicatrizar dolores y “ayudar a vivir”, canalizando formas de cooperación para que la defensa econó-mica de los estados pueda lograrse “sin menoscabo de la dignidad”. Las esperanzas del continente para Perón “se refugian en esta tierra bendita de América”, y particularmente en nuestro país. Para que tengan valor realizable tantas esperanzas y para que “pueda medirse en prosperidad y seguridad el afán sin medida de esos Estados”, nuestro país se dispone a materializar su ayuda en los lineamien-tos de la concurrencia efectiva. Este aspecto va en consonancia con muchos trabajos editados por intermedio de la revista Hechos e Ideas, cuando se reitera la imagen de una Argentina con abundantes

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materias, que en poco tiempo serán codiciadas en términos imperialistas por el mundo. Incluso, como lo desarrolla Gil Ríos en un artículo de 1951, la po-lítica expansiva norteamericana y la escasez mun-dial de materias primas estaban generando “efectos económico-políticos” de notable gravedad, a partir de los cuales se ensanchan las oportunidades para el reposicionamiento de nuestro país, pero donde también se vuelve más indispensable que nunca la unidad latinoamericana ante los deseos auto-abas-tecedores de las potencias centrales.

Otro aspecto, que será muy comentado por la prensa mundial sobre este discurso, es la reiterada idea de pacifismo. Recordemos que en el contexto en que se desarrolla esta declaración, Perón nece-sita reinsertar simbólicamente a nuestro país en el sistema internacional, y debía hacerlo rechazando la imagen de un país “belicoso” y colaborador del nazismo. El líder decía que la política argentina ha sido, es y será siempre pacifista y generosa. Las ge-neraciones desde el día mismo en que nació la Pa-tria “así lo determinaron”, por ello es que el respeto de las soberanías nacionales es algo inmodificable del espíritu de nuestro país.

A partir de esto, enfatiza lo que desea comuni-car al mundo: cuál es la contribución argentina al orbe. Básicamente, que nuestros recursos “se suman a los planes mundiales de ayuda” para permitir la rehabilitación “moral y espiritual de Europa”, para facilitar la rehabilitación material y económica de todos los pueblos sufrientes, sin dejar de remarcar en este pasaje la constante de muchos de sus dis-cursos: la prosperidad que vive el argentino compa-rado con el resto de Occidente. Conjuntamente con estas palabras, se hacen presentes las permanentes evocaciones a Dios y a los ancestros argentinos, ele-mentos que recorren muchos de los discursos del peronismo, sobre todo durante el primer gobierno: “invocamos la protección del Altísimo”, dice Perón, conjuntamente con “nuestra Constitución Nacio-nal” y la “memoria de nuestros héroes”, para realizar nuestros destinos y traducir nuestros sentimientos, y también para impulsar la paz “como la buscamos y queremos” y para “efectivizar la ayuda que anun-ciamos”. Para José Paradiso, esta concepción “ter-cerista” con la que el peronismo buscó reinsertarse en la comunidad internacional en la inmediata pos-guerra debía mucho a la creencia idiosincrásica de la existencia “del destino providencial de un país ávido de grandeza y habituado, al menos en el caso de sus capas dirigentes, a la prosperidad”.

Volviendo al comunicado al mundo, estableci-das ya en el discurso las líneas operativas generales, como son el respeto integral de la soberanía de las naciones, la ayuda económica a los países que la necesiten, la conjunción de esfuerzos de “mujeres, hombres y niños” de todos los pueblos del mundo en la organización de la paz permanente, se introduce Perón en las propuestas específicas. En primer lugar, como se adelantara, propone el desarme espiritual de la humanidad: “para ello es necesario que los hom-bres, mujeres y niños pacifistas se organicen para trabajar por la paz de las naciones, en lo interno, y la paz del mundo en lo internacional, procurando, en-tre otras cosas, hacer desaparecer la psicosis de la guerra que domina a algunos millares de seres humanos y la desaparición de los bandos que se dividen y preparan para la guerra”. Tal como apunta en esa propuesta, Perón observa que los medios y las políticas de las principales potencias han creado a partir del conflic-to que acaba de terminar una “psicosis de la guerra”, la cual se ha rehabilitado con los roces y conflictos entre los dos polos de poder.

Posteriormente, se adentra en la segunda gran propuesta: un plan de acción tendiente a la con-creción material del ideal pacifista en lo interno y externo. En este punto, se hace presente el nudo más trascendente de la Tercera Posición, la equi-distancia superadora entre los extremos capitalistas y comunistas: “la labor para lograr la paz interior debe consistir en la anulación de los extremismos capitalistas y totalitarios, sean éstos de derecha o de izquierda, partiendo de la base del desarrollo de una acción política, económica y social adecuados por el Estado y de una educación de los individuos encaminada a elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital, y especialmente reemplazar los sistemas de lucha por el de colabo-ración. La labor para lograr la paz internacional debe realizarse sobre las bases del abandono de ideologías antagónicas y la creación de una con-ciencia mundial de que el hombre está sobre los sistemas y las ideologías, no siendo por ello acepta-ble que se destruya la humanidad en holocausto de hegemonías de derecha o de izquierda.”

Incorpora finalmente una carga escatológica a su discurso (lo cual no es nuevo), cuando anticipa que, de no alterarse el rumbo bélico de la humani-dad, se generará sin dudas la peor de todas las guerras. Retomando el concepto de incertidum-bre, advierte que cualquiera sea el grupo social que logre “sobrevivir a la hecatombe”, tendrá que vivir

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en la miseria y la desesperación, castigando a todos por igual, ya que el caos apocalíptico “sobrevendrá como corolario de los tremendos errores que hoy están cometiendo los hombres que preparan una lucha que significará la destrucción más espantosa que se haya conocido”. Es por ello que Perón ob-serva, como reflexión de cierre, que sólo salvará a la humanidad la paz constructiva, jamás “la noche destructora” de todos los valores materiales, espiri-tuales y morales.

Es interesante comentar también el impacto que el comunicado de Perón tendrá en la prensa nacional e internacional. El prestigioso matutino porteño La Prensa, que tantas y tan profundas diferencias ha tenido con el régimen justicialista, destaca la repercusión externa de las palabras leídas por Perón, titulando: “Comenta la prensa mundial el mensaje de Perón”. Más abajo: “los matutinos publican el discurso del presidente Perón en forma destacada, informando que se ha comprometido a ayudar al mundo, material y espiritualmente, para que se llegue a una paz sólida”. Sobre la prensa norteamericana, destaca el medio opositor que “el New York Times publica este mensaje en su prime-ra página, bajo grandes titulares, diciendo: ‘Perón promete ayudar a los países devastados para que se pueda llegar a una paz sólida’”. Perón, según la prensa norteamericana, “ataca a las derechas y a las izquierdas, (...) con el fin de que se alcance la justicia social”. Sobre Naciones Unidas, se enfatiza que “en conversaciones privadas con los periodis-tas, varios delegados han reconocido el papel cada vez más importante que desempeña la Argentina en los asuntos mundiales”. Un capítulo aparte lo constituiría la repercusión en Chile, donde puede verse las distintas interpretaciones que se hicieron del mismo mensaje. Como es común en el país trasandino, no comentan ni editorializan notas in-ternacionales hasta pasadas las 24 horas. El Diario Ilustrado dice que el discurso de Perón “en forma implícita representa una adhesión al Plan Mar-shall”. En cambio, los diarios “radicales” destacan otras cuestiones: La Nación dice “el discurso no presenta proposiciones concretas para la formación de un tercer grupo encabezado por la Argentina”. Más interesante es lo que destaca El Comunista: “Perón propone sustituir la lucha entre las clases por el sistema de colaboración”. En Colombia titu-lan: “la miseria y la abundancia ya no pueden ser factores coexistentes en el mundo”. Y en el impor-tante O Globo de Brasil: “la Argentina está decidida

a auxiliar a la humanidad hacia la conquista de sus necesidades materiales y aspiraciones espirituales”. Pero sin dudas uno de los medios internacionales donde más se prestigió el discurso y el contexto argentino en el cual se reprodujo, fue en El Dia-rio de Lisboa: “Qué es lo que ha inducido a hablar a Perón? Quizás el deseo de demostrar la actitud que ha asumido, de que es necesario dar más valor a los hechos que a los propósitos. La Argentina, cuya riqueza se acrecienta año tras año, no desea limitarse a un cómodo y satisfecho materialismo. Por el contrario, prefiere demostrar que no se olvida de las necesidades espirituales de la humanidad”. En España, en el Diario Católico Ya se analiza que “ahora el Plan de Perón se ha puesto al lado del Plan Marshall, y al mundo corresponde fundirlos en un solo plan mundial al que se acojan todos los pueblos en un esfuerzo común y con inalterable respeto por las soberanías de todas las naciones”. En todos los medios del mundo se reproducen total o parcialmente las palabras del mensaje, incluso en varios medios europeos se copia el texto íntegro. En Francia, Le Monde lo editorializa: “es evidente que la Argentina, gracias a su enorme potencial, (...) está en condiciones de desempeñar un importante papel en la rehabilitación de Europa, e incluso en la de todo el mundo. (…) Nadie ignora el gran interés que el jefe del Estado ha demostrado siempre por el mejoramiento del nivel de vida de la clase traba-jadora. Esto se puso de manifiesto por primera vez cuando asumió la Secretaría de Trabajo y Previsión en el anterior gobierno. (...) Ciertos pasajes de su discurso tienden a confirmar que el general Perón prevé el establecimiento de un régimen especial tan apartado del capitalismo como de los sistemas to-talitarios de derecha o izquierda”.

Como puede verse –incluso lo intuye parte de la prensa mundial–, la Tercera Posición argentina debía interpretarse como una postura que no significaba ais-lamiento o neutralidad, sino, como menciona Paradiso, una doctrina positiva pensada como una política social internacional de orientación cristiana, que proveía de un marco ideológico al andamiaje político que estaba consolidándose. La trascendencia doctrinaria del mis-mo, así como la repercusión internacional y el impacto que en ciertos sectores intelectuales y diplomáticos ha tenido, pueden constatar la fuerza gravitatoria que esta proclama pudo haber ejercido. Entre los múltiples insumos a tenerse en cuenta para el estudio del la Ter-cera Posición Justicialista, este Discurso es sin dudas una de las principales materias primas.

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El escenario electoral latinoamericano en 2011

Este 2011 será un año interesante para América Latina a nivel electoral, ya que se celebrarán comicios presidenciales en Haití, Perú, Guatemala, Argentina y Nicaragua. La segunda vuelta de las elecciones en Haití previstas para el segundo domingo de enero fueron pospuestas para el mes de febrero. El esce-nario electoral haitiano sigue aún en la incertidum-bre, derivada de los cuestionados resultados entre los candidatos situados en el segundo y tercer lugar, en donde la Organización de Estados Americanos, según versiones no oficiales, ha sugerido el retiro del candidato oficialista Jude Celestine que obtuvo un 1% de ventaja sobre el cantante Michel Martelly, en unos resultados que han sido seriamente cuestiona-dos, ya que a más de un mes de la primera vuelta las autoridades electorales no terminaron de dar el informe final del recuento de votos.

Perú se apresta a elegir en abril al sucesor de Alan García, cuyo partido, el Aprista Peruano, no tiene posibilidad de continuar en el poder. Se prevé, al igual que en Haití, un balotaje aún sin candidatos previsibles, ya que varios contendientes se encuen-tran casi igualados: entre ellos, el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda del Partido Solidaridad Nacional, quien se mantuvo como puntero durante 2010 pero fue alcanzado por el ex presidente Alejandro To-ledo. Ambos rondan el 25% de la intención de voto, seguidos por Keiko Fujimori de Fuerza 2011 con el 20%. Con escasas posibilidades de repuntar y con sólo el 10% de las preferencias electorales se ubica Ollanta Humala de Gana Perú, quien disputó la presidencia en segunda vuelta a Alan García en los comicios pasados y ahora intenta alejar los rumores de vínculos y financiamiento por parte de Hugo Chávez. Pretende arrebatar los votos a sus contrin-cantes acusando a Keiko Fujimori de participar en la corrupción del gobierno de su padre y apelando al sentimiento nacionalista de los votantes del APRA y a su fundador Víctor Raúl Haya de la Torre.

En septiembre le llegará el turno a Guatemala, en donde sobresale la figura del opositor Otto Pérez Molina, quien lidera las primeras encuestas difundi-das con casi el 39%. En el 2007 fue derrotado por el actual presidente Álvaro Colom de la Unidad Na-cional de la Esperanza, cuya esposa Sandra Torres es mencionada como candidata, aunque ella aún no

anunció su lanzamiento, pero los sondeos la ubican en segunda posición, seguida por el pastor evangé-lico Harold Caballeros con el 5%. La posible candi-datura de Sandra Torres ha generado debates jurídi-cos entre sus detractores, porque la ley guatemalteca prohíbe que los familiares consanguíneos del Jefe de Estado, hasta en cuarto grado, sean candidatos a la sucesión presidencial. El argumento esgrimido raya en la incongruencia, ya que el matrimonio no genera ningún grado consanguíneo como sugiere la oposición, que incluso destaca que la primera dama tendría que divorciarse para alcanzar la candidatura presidencial.

Con relación a las elecciones presidenciales de Argentina en octubre, la visión desde el exterior (vivo en México) es de absoluta incógnita, ya que aún se desconoce si Cristina Fernández de Kirchner será la candidata del Partido Justicialista, aunque todo podría indicar que así será y que podría repetir otro mandato. De igual forma se desconoce quién será el candidato de la alianza de la principal fuerza opositora conformada por la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista, ya que al parecer son tres los personajes políticos que aspiran a la candidatura.

En Nicaragua, la batalla presidencial de no-viembre se dará en un clima de polarización entre sandinistas que apoyan otra reelección de Daniel Ortega y el polo antisandinista liderado por el ex mandatario Arnoldo Alemán, del Partido Liberal Constitucionalista, y el diputado del PARLACEN Fabio Gadea. Las encuestas ubican al actual manda-tario a la cabeza con un porcentaje del 43% y sólo la unificación de la oposición podría poner en apuros a Ortega, que necesita alcanzar el 35% de la votación con diez de diferencia sobre el segundo candidato para mantenerse en el poder, lo cual hasta este mo-mento tiene más que asegurado. Alemán mantiene su posición de lanzar su postulación, lo que aleja las perspectivas de una oposición unificada en torno a Gadea, quien sería el que mayores posibilidades tendría de dar la batalla y es apoyado por el exlibe-ral Eduardo Montealegre y por Edmundo Jarquín del Movimiento de Renovación Sandinista, que se situaron en segundo y cuarto lugar en los comicios del 2006, así como de otras personalidades políticas y de la sociedad civil que se han integrado en la Uni-

Por Erika Amoedo G.

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dad por la Esperanza Nicaragüense para derrotar a Ortega.

En México, aunque no se elegirá al sucesor del actual mandatario, la elección de este año será un barómetro para medir las opciones para las presi-denciales del año próximo, con comicios a goberna-dor en varios estados mexicanos, sobre todo las del Estado de México, en las que el actual gobernador Enrique Peña Nieto se juega las cartas como can-didato presidencial del Partido Revolucionario Ins-titucional en 2012. Si bien el proceso electoral del Estado de México no determinará las presidenciales del año próximo, ya que el PRI siempre ha ganado en ese Estado y sin embargo perdió las presiden-ciales de 2000 y 2006, la diferencia ahora es el peso electoral de Peña Nieto y su proyecto presidencial. Andrés Manuel López Obrador, quien fue el candi-

dato que unificó el voto de la izquierda en las presi-denciales de 2006, ahora no es el único que aspira a reunir a ese caudal de votantes, ya que en el camino el alcalde de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, se alza como el posible candidato del Partido de la Revolución Democrática, con el que ha mantenido fricciones el mismo López Obrador. Todo hace pre-ver que la izquierda mexicana irá dividida y no ten-drá posibilidades en 2012, aunque de todas formas López Obrador continúa buscando consolidar la or-ganización territorial de su movimiento en defensa de la soberanía y la economía popular, con el apoyo del Partido del Trabajo y Convergencia. La derecha, por su parte, representada por el oficialista Partido Acción Nacional, no tiene un candidato visible, pero antes de finalizar este 2011 todas las fuerzas políti-cas mexicanas deberán definir candidaturas.

“El Peronismo y el Varguismo si-guieron dos caminos opuestos durante sus períodos de emergencia. El pero-nismo se basó en la división del campo social en dos sectores antagónicos: pe-ronismo y antiperonismo. Esta frontera cruzó de manera integral la formación política, revelando la fragmentación po-lítica de temas económicos, institucio-nales y sociales. (...) En Brasil también hubo fronteras políticas visibles entre 1930 y 1945. Pero tales fronteras no eran del tipo Vargas/anti-Vargas. Esta división aparece tardíamente en Brasil, hacia fines de 1943, y no implicó una división generalizada a lo largo de la formación política que condensara una variedad de temas heterogéneos entre sí. (...)

El proceso de politización en Ar-gentina fue visible a nivel de la cuestión social y laboral, arenas estas que se tor-naron políticas precisamente por la in-tervención de Perón. Devenir ‘políticas’ significa que la satisfacción de deman-

das laborales y sociales fue la manera central por la cual el orden social como tal es puesto en cuestión. Esto significa que al presentarse una política laboral o social desde el estado, también se critica el modelo vigente de relaciones sociales. En el caso de Brasil, la división tardía-mente construida Vargas/anti-Vargas nunca se instala a partir de la arena so-cio-laboral, siendo estas cuestiones un espacio de consenso generalizado entre las fuerzas políticas y los actores socia-les. Esto significa, en nuestra visión, que la política varguista evitó y difirió cons-tantemente en el tiempo y en el espacio la politización de las demandas sociales, lo que socava el potencial populista de su proyecto en momentos de su emer-gencia. (...)

En relación al Brasil de Vargas [sus condiciones de posibilidad] las consti-tuyeron un país altamente regionaliza-do, con desarrollo desigual entre el norte y el sur. Estos dos factores previnieron o protegieron al país de la expansión

de líneas antagónicas de manera terri-torialmente homogénea. (...) En el caso de Argentina y en un contexto de parti-dos políticos ya nacionalizados y de de-sarrollo más equilibrado interregional, la estrategia inicial de Perón de articular el campo y la ciudad desencadenó una amplia y recalcitrante oposición política a su proyecto. (...)

El populismo fue posible por la interacción de ciertas condiciones es-pecíficas. Estas condiciones son una formación política nacionalizada, una tropología o una retórica de la inclusión radical en términos del nombramiento político de una subjetividad olvidada y marginalizada y, en tercer lugar, un ti-po de discurso cuyo punto nodal es una visión no condicionada de la justicia so-cial. La existencia de estas tres condicio-nes facilitantes para el desarrollo de una política de tipo populista se encontraron en Argentina entre 1943 y 1946 y no en los primeros 15 años de gobierno de Getulio Vargas en Brasil”.

Alejandro J. Groppo: Los dos príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas

Villa María, Eduvim, 2009.

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La voluntad y los emergentes: los herederos de KirchnerNerio Neirotti hernandezarregui.blogspot.com

“Néstor Kirchner (...) sin caer en el voluntarismo trajo de nuevo la voluntad, (...) imprimiéndole a su pro-yecto de gobierno un giro inusitado. Nadie creía que el Estado, devenido en coto de las corporaciones, en agente dócil (gordo y flácido, como criticaban los propios neo-liberales) pudiera volver a gobernar incluyendo la regu-lación del mercado, haciéndole frente en la negociación de la deuda externa a los poderes internacionales, re-virtiendo todas las defecciones que se habían producido en la política de derechos humanos, subordinando a las Fuerzas Armadas al poder constitucional para recuperar su rol sanmartiniano, poniendo freno a la soberbia de la cúpula eclesiástica que se siente con derecho a condenar lo que llama el ‘odio’ sin haber tenido la misma firmeza para reclamar justicia y verdad (y sin haber hecho jamás la autocrítica de su complicidad con la dictadura que incluso el Ejército hizo bajo la conducción del teniente general Balza) y parando la avidez de ganancias de grandes productores agropecuarios, acostumbrados a atemorizar a presidentes (sólo a los constitucionales) con sus silbidos anuales en el predio de la Sociedad Ru-ral en Palermo (por no mencionar otros recursos menos melódicos). (...)

Pero... ¿cuál es el sujeto político colectivo que puede llevar a cabo un proyecto como éste, apenas perfilado? (...) No se trata de un juicio moral (...), sino que ocurre que la política se hace con lo que se tiene y se la enal-tece con los resultados. Nadie puede esperar, teniendo el margen de poder que en nuestro país tiene un presiden-te, a constituir una fuerza política para empezar a gober-nar. La ciudadanía no perdonaría jamás el vacío, como se ha visto ya en otras oportunidades: aquí y en cualquier lado se reclama conducción, sobre todo tratándose de una máquina tan compleja como es el Estado y de un arte tan intenso como es el de la política.

Pero si bien no se trata de hacer un juicio moral, es menester recordar que un proyecto nacional necesita de

un sujeto político colectivo, masivo y articulado que lo imagine, lo discuta, lo recree, le dé forma operativa y le dé sustento de poder. La política es articulación de demandas e intereses, como plantea David Easton, pero hay intereses que no se dejan articular, que pretenden ser el todo y no la parte. Quitar privilegios y ventajas no es tarea de ángeles. (...) Es bueno recordarlo: Hoy no se trata sólo de sostener el gobierno de la Presidenta y ase-gurar un nuevo período, sino de avanzar en el cambio, de desarrollar arquitectónicamente –es decir, de manera sistémica– el conjunto de políticas públicas en el marco de un modelo nacional, lo cual –no lo dudemos– gene-rará pesadas resistencias. Un gran modelo requiere un gran sujeto político y un gran sujeto genera un modelo de excelencia. (...)

La historia no se repite, las experiencias no se replican, las ideas no se trasponen y los proyectos no se copian. Se transfieren conocimientos, se reelaboran ideas y nuevos proyectos son movilizados por nuevos sujetos políticos. Tal vez estamos en las puertas de la constitución de una nueva orgánica, con peronistas y aliados, con creatividad y compromiso para pensar estratégicamente a la Nación y para darle forma y contenido al proceso transforma-dor. Tal vez sigan floreciendo muchas organizaciones silvestres más y tal vez se multipliquen, como ocurrió en el pasado, los ámbitos colectivos de deliberación, de par-ticipación popular, de gestión asociada con el Estado, de definición de líneas estratégicas de gobierno, de toma de decisiones consensuadas. Tal vez proliferen las escuelas de cuadros, con militantes ávidos de conocer la realidad de nuestro país, de proponer soluciones políticas y de instaurar –otra vez– valores trascendentes. Tal vez todo esto se articule y la política deje de ser moneda de cam-bio y se transforme en fuente de compromiso. Tal vez deje de ser una aburrida actividad corporativa y sea una usina de alegría. Tal vez la melodía siga sonando y la voluntad crezca al ritmo de la multitud”.

Desierto de ideasLuciano desiertodeideas.blogspot.com

“Hay una intuición sobre la masa electoral del 2011 que no está en las encuestas. Hay un rastreo azaroso, una per-cepción callejera. Hay que escuchar, abstraerse del ruido. El discurso anti-pejotista no figura en ninguna agenda de mayorías de cara a candidatos y rumbo político post 2011. Los que piensan que Scioli, Massa o Urtubey son ‘neoli-berales’ son una minoría sobreilustrada que no va a incidir ni va a tener que disputar ni trabajar para amplificar la densidad del voto proveniente de la base socio-electoral

peronista (que no son los que cantan la marchita, ni sólo los sectores más pobres). Ese discurso está amortizado, es contrario a cualquier lectura callejera, es la expresión lacrimosa de los que después del fatídico 28J dijeron con el triunfo de De Narváez sobre Kirchner: ‘fue un triunfo de la derecha’. Esa gente linda que enuncia bancar con todo ‘al Proyecto’ (?), pero que no suma. Votos.

Ese discurso decadente hoy sólo se sostiene a la es-pera de traiciones. Un anhelo febril de la traición pe-

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Esa estrella se agotóTomás Aguerre burbujascondetergente.blogspot.com

“La táctica forma parte de la táctica, porque la estra-tegia se murió. La estrategia es ‘el modelo’. Que es, si se me permite, mucho más una forma que un fondo. No son tan políticas públicas como delimitaciones de lo posible. El modelo como menú a la carta de políticas públicas no convence, digamos, a nadie. Convencen las promociones del kirchnerismo, la facilidad con la cual se puede ser kirchnerista. Por eso es tan suicida como irrelevante la tensión de peronistas vs. progresistas y viceversa. Como si fuese necesario nivelar la materialidad sencilla de ac-ceso al kirchnerismo, con un contrapeso de retórica. Los que están adentro suponen al kirchnerismo un espacio más pequeño que, como si se tratara de una reserva natural, hay que salvaguardar. Mientras tanto, por el lado de afuera pasan los que creían que acceder era más

fácil y oyen unos gritos. Huele a carnet, la jaula. Vuelan jeringas, hacia afuera, que toman muestras de sangre. Las puertas del kirchnerismo abrieron tan rápido, que los primeros vivillos que entraron están parados en la puerta, jeringa en mano dispuestos a extraer sangre. Por eso a mí, tráiganme a los tibios, a los que vomita Dios, que los quiero a todos. Quédense ustedes con todos los llamados a la épica y, como no les gustan, regálennos las facilidades de pago del kirchnerismo, la posibilidad de ofrecer que, ahora, ahora y no antes, la política tiene sentido en tanto que inmediatez (o al menos más rapi-dez) de resultados. No volvió la política porque Néstor Kirchner se propuso devolver la política (ah, los volun-tarismos). Volvió la política porque un proceso necesitó de ella para obtener resultados”.

La oposición placeboRinconete mesadeautoayudak.blogspot.com

“Desde hace casi 8 años, contamos con una oposición placebo cuyos efectos no se deben a su naturaleza i-nerte sino a la propia sugestión de quienes, opositores u oficialistas, la toman por lo que nunca fue: una op-ción de gobierno. Gracias a los efectos de la sugestión, quienes detestan al gobierno logran tomar en serio el tresocuatrocosismo del dúo cómico Terragno-Duhalde, el partido vecinal de Pino preocupado por la minería a cielo abierto o los partos sin peridural anunciados por la Mentalista de Gorlero. Sienten que de verdad detienen

la solución a nuestra barbarie. Los otros, los oficialistas, encontramos en esa misma oposición una razón más para seguir siéndolo. La sugestión nos hace creer que ese colectivo inerte tiene una real vocación de ser gobier-no. Y eso nos preocupa tanto que seguimos apoyando al gobierno aun sin haber dilucidado si es progresista químicamente puro o peronista pipí cucú y pese a los dibujos de Moreno, a la falta de reforma de la Federal, a las arengas de Barone y a que el gran Ginés sólo sea embajador en Chile”.

jotista, derechista, menemista, sciolista, massista. Piden como mendigos, limosnean una traicioncita, por el amor de dios. Tienen un problema: hablan desde un no-lugar, y en política no se progresa de este modo.

Cuando Cristina habló ante el PJ, dijo con un tono muy particular (como diciendo no rompan más las bo-las) que Néstor ya no estaba. Más que un mensaje para los presentes, se trató de una intención despabilatoria: el ala izquierda del peronismo se tiene que organizar para disputar adentro. Porque esa embrionaria izquierda peronista también está, todavía, en un no-lugar. Y los discursos que se hacen desde una no-organización (es decir, desde un no-poder) podrán ser muy efervescentes y verosímiles, pero no seducen a ninguna mayoría po-pular. Un ejemplo: si en la reunión del PJ, entre todo el consabido besamanos, Cristina privilegió un abrazo muy fraterno con Massa, no lo hizo porque la estaban apuntando con un caño en la sien. Y ese es sólo un e-

jemplo. Si Cristina leyó el cambio epocal, ¿por qué los paladares negros se niegan a hacerlo?

No se trata de nombres, se trata de los lugares reales desde los se que fundan las construcciones políticas más eficaces para darle continuidad u origen a una hegemonía popular para 2011. No hay que leer a Richard Sidicaro para comprender que el debate peronismo-progresismo o centroizquierda populista-republicanismo conservador no tiene ningún sentido fuera de las aulas del sobrepolitizado cosmopolitismo metropolitano. (...) Los adalides del dis-curso alternativista (la campiña nacanpopera por la que corren desnudos y libres, mientras no haya que organizarse y entrar al yugo de cruzar espadas con los sucios, feos y malos de la organización pesada y bandolerista) se creen parte de un clivaje sagrado. Por eso se angustian ante la crítica pejotista, la juzgan injusta y malsana. Pero las noti-cias de ayer tienen un extra! extra! muy claro: no hay clivaje sagrado en política. Y menos lo hay para el peronismo”.

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Seamos buenos entre nosotrosMendieta

Garantismo habitacionalAlejandro

“Cuando hablo de nosotros hablo de todos nosotros. Los peronistas de Perón, los cultores de la conurbanía intenderil, los progresistas de bares de Palermo, los 678 que militan en las redes sociales, los centroizquierdistas, los sabatellistas, los redactores de revistas del palo, los que están en el territorio que nos sostiene, los militan-tes de movimientos sociales y vos también. Todos. Los que, a falta de un bautismo mejor, nos ponemos abajo del paraguas ‘nacional y popular’. (...) Todos, en mayor o menor medida, con matices, poniendo no exactamente lo mismo en la balanza entre los aciertos y los errores, podemos decir: el proceso político iniciado por Néstor Kirchner en 2003 y que continúa ahora Cristina Kirch-ner fue y es doctrinariamente positivo para la Patria y para el Movimiento y, por qué no, para nosotros los hombres. Tenemos un piso del cual enorgullecernos: el país está mejor que antes del kirchnerismo. Pero falta mucho. Como siempre, y escuchame entre el ruido, for-tuna, antes de abandonarnos, nos falta mucho. Tanto que falta más que todo lo que se hizo. Falta mucha más justicia social, mucha más salud, mucho más trabajo y sa-larios de mayor calidad, mucha más distribución, mucha menos pobreza, mucha más igualdad, muchas más clo-acas, viviendas, rutas, trenes, barcos, aviones y tractores. Nos falta mucha más política, muchos más conflictos, muchas más peleas, muchas más realizaciones, muchas menos épicas de cotillón. Mi revolución, compañeros, sigue siendo un reformismo consecuente. Y para lograr-lo, o al menos intentar lograrlo, apuntar una obviedad: lo primero es ganar las elecciones del año próximo. Esto no debe impedir –para nada– los debates de acá a un año. Ojo. Ojo con el posibilismo conservador que puede venir de ‘no avanzar con nada, no criticar nada porque le

“Todavía hacen eco los sordos ruidos de la batalla de Soldati.

Todavía andan sueltos por ahí los detectives espontá-neos de la cuestión urbana buscando las cifras, los datos duros que permitan inducir la relación causal entre una situación habitacional x y una acción social y. Pero en el medio de una y otra, en el medio del hacinamiento y la toma, está la política. La articulación política que le da sentido a la acción y la hace inteligible en el marco de un contexto político más amplio. Lo que tardó en ‘llegar’ al Indoamericano no fue el Estado, sino la articulación

hacés el juego a la derecha y hay elecciones’. Yo digo: lo primero es ganar elecciones. Pero para ganar elecciones hay que seguir haciendo, en el camino. Porque si frenás, te caés.

Tampoco –para nada de vuelta– es momento de agrandarse. Lejos estamos de esas elecciones y –como parecen creer muchos oficialistas y casi todos los oposi-tores (a juzgar por sus actos)– de tener los comicios ganados. Cuanto más se instale esa idea de la inevita-bilidad del triunfo oficialista peor es para nosotros (...), porque afloja los tendones y porque afloran las dispu-tas internas a ver quién se queda con la mejor parte del triunfo. Y también porque la verdadera oposición (los grupos concentrados de poder) pueden verse tentados a maniobras antidemocráticas que ahora gustan en llamar operaciones. Hasta ahora son maniobras destituyentes de baja intensidad, según mi opinión. Están midiendo. Nos miden, muchachos. (...)

Y entonces, muchachos, muchachas, para poder triunfar en 2011, habría que ir preparándose para comer, siendo finos, algunos sapos. Pero ojo: esto vale para to-dos. Todos nos tenemos que preparar, eh. (...) Hay que dar la pelea interna y tratar de ser más que el resto, ge-nerar más sentido común que el resto, traerle a la gente más derechos que el resto. Y el resto está afuera, no adentro. (...) Tampoco suma pelar el peronómetro o el kirchnerómetro o el progresómetro realmente existente para dar estas discusiones. Porque a la fortuna hay que ayudarla haciendo las cosas bien. El imperativo moral para el 2011 es profundizar este proceso político. No nos peleemos. Reproduzcámonos. Y seamos buenos en-tre nosotros. Que quiero más besos mientras nos espía la historia”.

política de esa ocupación de tierras. No existe un Estado a priori del sentido, un Estado que interviene sobre una cuestión social pura que se mide por calorías, por perso-nas que duermen en una misma habitación, por la cali-dad de los materiales. Es por eso que el Estado primero tuvo que construir el sentido (construcción cuya pieza clave fue el discurso de Alejandro Salvatierra en la Casa Rosada) y recién después intervenir.

Pero aunque permitió resolver de la mejor manera la cuestión más urgente, la articulación política de la ocu-pación del Indoamericano (Macri xenófobo y ajustador

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Quizás me conozcan de películas como…Nicolás Tereschuk

“Soy una de las cien mayores empresas industriales de la Argentina. Tengo voz en la Unión Industrial Argen-tina (UIA) y también, junto con grandes compañías de otros sectores, en la Asociación Empresaria Argentina (AEA). No represento toda la visión del empresariado, es cierto. También están los bancos, los hipermercados y los shoppings, lo que queda de las privatizadas y todo lo que se desprende de la Mesa de Enlace. Pero, a la hora de conseguir voceros, soy una de esas ‘empresas a las que les interesa el país’. Quiero timonear el tema del ‘pacto social’ para que salga lo mejor posible de acuerdo a mis intereses, desde ya. Contener los aumentos salaria-les sin que se metan demasiado en mis asuntos. En ese contexto, no me viene nada mal que se hable mucho de los señores sentados del otro lado de la mesa, los sindi-calistas. De lo que hacen y dejan de hacer. Siempre que se hable poco de mí, mantengo serias posibilidades de beneficiarme todavía más. (...)

Con la mega devaluación –por la que hice un fuerte lobby– logré que se transfiriera parte de los costos de la crisis no sólo a los trabajadores, desde ya, sino a las em-presas de servicios públicos privatizadas y a los bancos. Ojo, a partir de la devaluación a toda la industria no le fue nada mal. Entre 2001 y 2008, la economía en su conjunto creció 45,5% y la industria lo hizo 52,8%. En 2005 el PIB manufacturero superó los niveles de 1998 y el coeficiente de industrialización en la economía subió. Pero a mí, claro, en la elite del sector, me fue tantísimo mejor. Dicho en criollo: en actividades en las que par-ticipan muchas empresas pequeñas y medianas (calzado, máquinas herramientas, prendas de materiales textiles) los precios mayoristas subieron entre 2001 y 2008 entre 70% y 130%. Cuando vamos a los mercados altamente concentrados (mi hábitat natural, digamos), como por ejemplo elaboradores de cervezas, maquinaria agrícola, cemento y cal, siderurgia, cubiertas y neumáticos, aceites y grasas vegetales, los aumentos van de 260% a 440%. Grosso modo, el triple.

Me fue súper en estos últimos años, la verdad. Ahora, si me preguntan qué me parece el Gobierno nacional, y… tengo mis reparos. A ver si lo puedo poner en núme-ros. En mi añorado 2002, cuando Eduardo Duhalde era presidente de la Nación, nuestro peso, el que tienen las cien mayores empresas manufactureras en el total de la industria, pasó del 44,2% al 58,1%. Desde entonces, esa proporción viene en baja. En 2008 había vuelto al orden del 44,3%. No está nada mal, claro, pero la verdad, no me gustaría que nuestra influencia se achique aún más. Cuando miro el conjunto de la industria también me preocupo. Por ejemplo: sólo en el dorado 2002 el sector logró un recorte en el costo salarial del 40%. Pero desde 2003 no para de subir esa variable. Lo que nos cuesta en concreto pagar salarios es la cifra más alta cuando se mira una serie de 14 años. Y la productividad sube, por cierto, pero no tanto como el costo salarial. Entre 2003 y 2008, la relación entre ambas variables cayó un 30%. Y en un contexto en el que la cantidad de obreros ocu-pados subió fuerte (en 2008 el sector tenía un 40% más de gente trabajando que en 2001). Me gustaría volver a aquel año dorado del duhaldismo, claro. Y me resisto a que el pedazo de la cúpula en la torta industrial se re-duzca al 35% que tenía antes de la recesión. Peleo como puedo. Presiono por un tipo de cambio alto, quiero que se mantengan beneficios para la industria automotriz, hago lobby para que se mantenga el poder regulatorio privado sobre oligopsonios agroindustriales y trato de quebrar cualquier tipo de toqueteo estatal sobre el mer-cado de combustibles. Ni me hablen de que el Estado quiera controlar fusiones y adquisiciones de empresas, que haya un política férrea de defensa de la competencia ni que el sector público se quiera meter en cómo hago para fijar los precios.

En general, solemos quejarnos de que estamos ‘aisla-dos del mundo’ como país y de que acá, así, no vienen inversiones. No es cuestión de levantar mucho la perdiz, pero claro, en confianza lo digo: de las cien empresas que

del gasto en vivienda más Duhalde cosechador de tem-pestades) no va a poder ser usada cada vez que surja un conflicto de este tipo. Es por eso que hace falta cons-truir un marco en el cual la informalidad y precariedad habitacional y la acción pública orientada a resolverla sean inteligibles para quienes sufren ese problema, para todos los funcionarios que se ocupan y deberían ocu-parse de él, y para la sociedad en general. Ese marco no puede ser otro que la explicitación del hábitat adecuado como un derecho y de la intervención del Estado como la garantía de su ejercicio. El discurso de derechos tiene

dos grandes ventajas. La primera es que anula buena parte de la oposición basada en la denuncia del ‘privi-legio’ que significaría ser objeto de la ayuda estatal. No se trata de la distinción ideal entre política electoral y política constitucional que propone Gargarella, sino de una articulación concreta que permita abrirle el campo político más amplio posible a la situación habitacional de cientos de miles de habitantes de la Argentina. La segunda ventaja es que los derechos, y principalmente los derechos sociales, hay que cumplirlos con acciones concretas”.

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“Profundizar el modelo”: seguir en el camino de una izquierda nacional y popular

“Hay que profundizar el modelo. Guarda con el re-piqueteo acá, porque a veces no sabemos bien qué quiere decir, ¿no? ¿Tipo de cambio (cada vez menos) depre-ciado? ¿Extender la Asignación Universal por Hijo? Hay tendencias en el campo propio que no me gustan. Los que dicen ya está todo listo y creen que, dada la inoperancia de la oposición sumada a su vocación retro por los años 80, sólo hay que hacer la plancha y se gana fácil en 2011. O la idea de que no hay neutrales, de que los nuestros están convencidos y los otros son contras y no hay nadie en el medio. No, hay un montón de gente en el medio. Hay que laburar y salir a enamorar. Decir en qué consiste el ‘modelo’. (...) Bancar al Pacto Social. No hay que dejar al compañero Carlos Tomada solo en esta. Hay que convencerse de que un Pacto Social es una forma de controlar la inflación apelando a los actores, eludiendo un ajuste monetario y fiscal recesivo. Los ac-tores populares más relevantes en esto, CGT y CTERA, son nuestros y hay que jugar con ellos. Esos dos sindica-tos (en el caso de la CGT, su facción mayoritaria en el li-derazgo) ganan si al gobierno popular le va bien, y llegar a las elecciones con una inflación manejable es crucial. Pactos sociales es lo que hace (o hacía cuando podía) la izquierda en Europa para moderar la inflación. Hay dos discursos en nuestro palo, frecuentes y a mi juicio inconducentes, en esto. Uno, ignorarla, ‘la inflación no importa’. Sí importa, y más en un mercado de trabajo dualizado. Es más, aun en el caso de los actores a los que este gobierno les dio herramientas para defenderse de la inflación, que son unos cuantos, los aumentos salariales te los dan una vez por año, y los precios aumentan to-dos los días, lo que en general causa malestar. Dos, decir

‘la inflación es consecuencia de que los mercados más importantes están concentrados’. Macho, si no tenés una política para ‘desconcentrar mercados’ –y me parece que por ahora no la tenemos–, entonces musa, porque es lo mismo que decirle a la gente ‘va a haber inflación’. Tenemos que hacernos amigos de la inflación, no ig-norarla. Decir: nuestra estrategia no es deflacionaria, es expansiva y de crecimiento, de política monetaria y fis-cal activas. Por lo tanto, siempre vamos a tener algo de inflación. Y si llega al 30% anual tenemos un problema, señora, y se lo vamos a solucionar con recetas que no son las de la derecha y el elenco del establishment económico de siempre.

Sintonía fina en Políticas de Desarrollo: ¡Uno, dos, tres, muchos ARSAT! Los críticos argumentan que al kirchnerismo le falta más sintonía fina en las políticas de desarrollo. Creo que tienen razón, aunque muchos de los que lo dicen son tan desarrollistas como Fernando De Santibáñez, pongamos. Pero falta más política in-dustrial, faltan proyectos sectoriales. ¿A qué sectores que generen valor agregado vamos a apostar? No le pode-mos dejar ese terreno a la derecha. No alcanza con el tipo de cambio alto y las salvaguardas. Está la ley de software, pero hay que ir por más. Marcho a la plaza por el modelo de banco desarrollista brasilero, BNDES, en Argentina. Hay plata, es ahora o nuca. Tenemos el BICE, pongamos unos mangos y diseño. ¿Y si nos deja-mos de flirtear con los Eskenazi y nacionalizamos YPF de una buena vez? ¿Mucho quilombo con España? Ellos quieren vender cada vez más, están apostando a otras regiones. Podría ser un poco de presión y un poco de plata, como suele ser en estos casos”.

somos –las industriales de mayor facturación– en 1995 las extranjeras eran minoría: 36. En 2008, son nada me-nos que 7 de cada 10 y manejan el 70% de las ventas del conjunto. Las empresas totalmente nacionales son cada vez menos entre nosotras (de 32 en el 2001 pasaron a 25 en 2008). Pero desde la crisis se las arreglaron para concentrar cada vez más porcentaje de las ventas. Del 20% al 27%. Se las ve ‘gorditas’, rozagantes. Me acuerdo todavía el momento en el que llegaron los coletazos de la crisis internacional, en pleno 2009, y salimos con todo a pedir una nueva devaluación. El Estado tuvo que interve-nir para que no despidiéramos a tantos obreros. Y no nos privamos de tener fuertes conflictos con los sindicatos.

En 2010, la cosa cambió. Volvió el crecimiento fuerte de la economía, crecieron el empleo y el consumo. Pero

el tipo de cambio no tiene el nivel que nos gustaría, los sindicatos siguen bastante activos, las molestas negocia-ciones paritarias continúan duras. Suficientes elementos como para seguir mirando la realidad desde un rincón conservador (no por nada la capacidad instalada indus-trial subió apenas 26,3% entre 2002 y 2008, cuando el incremento de la producción del sector triplicó ese por-centaje). Habrá que mostrar los dientes lo más que po-damos. Si el gobierno de la presidenta Cristina Kirchner se muestra fuerte en la consideración pública, será más difícil salir a exigir mega devaluaciones y a darle aire a candidatos alternativos que nos garanticen que nada ni nadie tocará nuestra cómoda posición. Pero seguimos allí, expectantes. Firmes de nuestro lado del mostrador. Porque, después de todo, nos ‘interesa el país’, claro”.

Sebastián

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revista de revistas

“El Instituto de Capa-citación Política Juan Do-mingo Perón surgió como una inquietud de un grupo de profesionales y técni-cos durante la campaña 2007. (...) Los objetivos principales son reflexionar sobre la realidad nacio-nal y provincial desde los

principios justicialistas, trabajar en la formación de cuadros y fortalecer la participación ciudadana en la vida democrática. (...) El carácter pragmático de nues-tra acción política impone una filosofía y una lógica de la formación. Esto es una característica de los mo-vimientos populares. Han venido a nuestras charlas y debates no sólo peronistas, sino ciudadanos activos y curiosos, y amigos de otras fuerzas políticas. Siempre, el debate es abierto. Todas estas han sido decisiones tomadas por el Instituto. Recuperar la discusión de las palabras y las ideas. Dijo Perón: ‘El hombre puede

desafiar cualquier mudanza si se halla armado de una sólida verdad’. Nuestras verdades exigen compromiso y esfuerzo. Formarse es parte de ese proceso. Con mucha alegría hemos recibido la presencia de los jóvenes que aceptan un diálogo intergeneracional que los ayuda a comprender su historia. (...) La Universidad Nacional del Chaco Austral y el Instituto de Capacitación Po-lítica Juan Domingo Perón propician la realización del Curso de Posgrado y Actualización en Gestión Pública. (...) El Cuerpo Académico está integrado por respon-sables de las distintas áreas del gobierno provincial, as-pecto que le brindará al curso una característica inédita en la formación en Gestión Pública. (...) En el año del Bicentenario de la Patria, el Instituto de Capacitación Política Juan Domingo Perón fortalecerá sus espacios de debate político. (...) Para ello, se continuará el tra-bajo sobre los siguientes ejes: Ciclo de conferencias sobre trabajo, educación e historia; Análisis y reflexión sobre los temas socialmente relevantes y Ciclo de cine y cultura nacional y popular”. ( Julio René Sotelo: “La formación política es una actividad permanente”)

“Aunque en la tradición de las izquierdas el in-ternacionalismo y la soli-daridad ocupan un lugar relevante, en la actualidad la mayor parte de sus or-ganizaciones latinoameri-canas consume sus escasos recursos en las tareas na-cionales. En los últimos

lustros, tras la ofensiva neoconservadora de los años ‘90, lo demás no suele trascender el plano declarativo. Los foros internacionales son más ocasión de breves ejercicios de reflexión que oportunidades para concer-tar cooperaciones de mayor plazo y alcance. Es en la derecha donde sucede lo contrario. Hoy por hoy el sos-tenimiento de escenarios y actividades de instrucción y colaboración política internacional es mucho más constante y activo para sus organizaciones. Para esto hay un polo articulador: en América Latina todos los partidos reaccionarios de alguna importancia tienen vinculaciones con el Partido Republicano y con fun-

daciones y universidades conservadoras de los Estados Unidos, lo mismo que con el Partido Popular español y fundaciones cercanas al mismo. Los cuadros jóvenes de los partidos de derecha frecuentan cursos auspi-ciados por fundaciones y universidades conservadoras, particularmente en el área relacionada con el marke-ting político, con énfasis en la investigación y manejo de la opinión pública, y las técnicas para dirigir las comunicaciones sociales. (...) Una notable proporción de los dirigentes político-empresariales latinoameri-canos son ex condiscípulos de cursos y postgrados en universidades [norteamericanas]. Proliferan, asimis-mo, los eventos breves y conferencias de capacitación político-ideológica que propician encuentros de las jóvenes promesas de la derecha con sus veteranos re-ferentes europeos, latinoamericanos y estadouniden-ses. (...) En el actual mundo de las comunicaciones virtuales, cuando los pueblos de la región tienen muy buenas razones para desplazarse a la izquierda, este tampoco será un reto demasiado difícil de remontar, una vez que seamos conscientes de su trascendencia”. (Nils Castro: “¿Quién es la ‘nueva’ derecha?”)

Tercera PosiciónInstituto de Capacitación Política Juan Domingo Perón

Resistencia, Provincia del Chaco, junio de 2010

COPPPAL, Dossier Informativo y DocumentalConferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe

Buenos Aires, número 8, 2010

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revista de revistas

“En las últimas déca-das y en distintas partes del mundo, los procesos de selección de candidatos por los partidos políticos se han caracterizado por una importante difusión de la práctica de las pri-marias. (...) En el caso

argentino, previstas por una ley sancionada en 2009, las primarias han sido concebidas con propósitos múl-tiples, convirtiéndose en un arreglo que va mucho más allá del proceso de selección de candidatos. En pri-mer lugar las PASO [primarias abiertas, simultáneas y obligatorias] se presentan como un dispositivo que, junto con otros (como los requisitos exigidos para obtener la personería jurídica) apunta a lograr una reducción del número de partidos políticos con reco-nocimiento oficial. En efecto, estas primarias, por su carácter obligatorio y, sobre todo, por los umbrales que fija en materia de participación de votantes, tienen

como finalidad regularizar la cantidad de partidos políticos, apuntando a una evidente distorsión de la política argentina reciente: los partidos denominados ‘sellos de goma’, ‘micro-emprendimientos electora-les’ o ‘PYMES electorales’. Por otra parte, las PASO contienen disposiciones dirigidas a reforzar el carácter ‘nacional’ de los partidos políticos. Desde 2001 los partidos políticos argentinos de alcance nacional han experimentado una progresiva tendencia hacia su desarticulación, convirtiéndose –cada vez más– en una ‘confederación de organizaciones partidarias provinciales’. Al respecto, la comunidad politológica vernácula ha manifestado su opinión favorable sobre la necesidad de promover unos partidos de carácter ‘na-cional’ y de reparar o morigerar esta dislocación de los partidos políticos. En tercer término, las PASO son, por supuesto, un mecanismo para la selección de candidatos (...). La reducción de actores partidarios y la nacionali-zación del sistema de partidos aparecen, así, como fines novedosos de las ‘primarias al estilo argentino”. (Miguel De Luca: “De las primarias y sus orígenes”)

“La globalización se torna solamente restric-tiva en Estados que no tienen objetivos claros, que carecen de proyectos de país. Se trata de go-biernos complacientes, confundidos y cooptados, como muchos de los que tuvimos en nuestra histo-

ria reciente, por eso la globalización requiere actuar sin perder identidad, y ahí es clave la idoneidad política. (...) Es necesario pensar en clave geopolítica, para for-mular una política territorial que permita aprovechar o disminuir las desventajas, sobre las ventajas políticas en beneficio de los objetivos nacionales y regionales, dando una vital importancia a la protección de los recursos naturales. Pensar en términos regionales no significa el declive de lo nacional, sino el fortaleci-miento de ambas esferas. Es imprescindible establecer estrategias de cooperación con Estados latinoame-ricanos, para contener las asimetrías que generan el

movimiento incesante del capital internacional y las distintas fuerzas internacionales. Se necesita un Es-tado promotor del desarrollo, pero no un desarrollo deshumanizado, ni el super-desarrollo, puesto que en ambos el hombre es una simple pieza dentro de un sistema consumista. El desarrollo de los pueblos no debe ser sólo una cuestión económica, sino moral y humana. Debemos seguir en la senda de recuperar nuestra soberanía política, cultural y económica, y en esto es importante el rescate y la reivindicación de nuestras raíces latinoamericanas, y el pensar un pro-yecto de país y una estrategia de desarrollo local, re-gional y global, teniendo como pilar la identidad cul-tural; en ningún caso puede prescindirse de un Estado inteligente, estratégico, eficaz y protagonista. Este desafío será sólo posible en un Estado con Identidad, con Autonomía, con Capacidades y con una conduc-ción política con conciencia nacional y regional, ya que sin Estado y sin política no podremos resistir los intereses y fuerzas nacionales que han extranjerizado nuestros recursos económicos, naturales y culturales”. (Candelaria Quiroga: “Desafíos estatales”)

Espacios políticosAsociación Civil Espacios Políticos

Buenos Aires, número 6, 2010

Sin Fronteras. Generación del BicentenarioInstituto Santafesino de Políticas Públicas

Santa Fe, número 2, septiembre de 2010

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revista de revistas

“Fue el peronismo el que marcó un punto de inflexión en este largo ca-mino de lucha, al incorpo-rar los reclamos femeninos dentro de un proyecto de país, nacional y popular. A partir de 1945, el mo-vimiento naciente planteó una política de reparación

para los excluidos, es decir, para los trabajadores, los ni-ños, los ancianos y las mujeres. Desde entonces, ya no fueron las mujeres solas, acompañadas por algunos di-rigentes socialistas, las que lucharon por sus derechos, sino que ampliaron esa lucha para abarcar también a los otros postergados, y éstos hicieron lo mismo con ellas. El triunfo fue tan contundente que los derechos de todos fueron incorporados en la Constitución Nacional de 1949. No es casual que los festejos del Bicentenario hayan sido encabezados por una presi-denta, mujer y peronista, como tampoco es fortuito que durante un gobierno peronista se haya otorgado la

jubilación para las amas de casa, quienes sostienen con su trabajo doméstico no reconocido como actividad económica productiva a todo el resto de las activida-des del país. Sería imposible sostener la economía si las familias debieran pagar por cada una de esas tareas silenciosas que, cuando no las realizan las mujeres en los hogares, se pagan en el mercado. Ya lo había dicho Evita en La razón de mi vida: ‘con las mujeres debe suceder lo mismo que con los hombres, las familias y las naciones: mientras no son económicamente libres, nadie les asigna ningún derecho’. Y agregaba: ‘pienso que habría que empezar por señalar para cada mujer que se casa una asignación mensual desde el día de su matrimonio’. (...) Esa es la lucha pendiente para el siglo XXI, los derechos económicos, en los que debe incluirse también la misma consigna de las sufragis-tas de principios del siglo XX: igual salario por igual trabajo. Porque no es posible pensar una política na-cional y popular sin la participación igualitaria de la mitad de la población, propósito más que adecuado en la celebración del Bicentenario de la Patria”. (Araceli Bellotta: “Mujeres en el Bicentenario”)

“En los últimos años el peronismo se puso de moda en las librerías. Aun excluyendo las obras de ficción y las reediciones, tengo en mi base de datos más de 400 libros editados sobre el tema desde 2003: a diferencia de otras décadas, casi no hay libros con de-

bates de ideas actuales; hoy la mayor parte contiene tes-timonios militantes, investigaciones, tesis, monografías y ensayos diletantes. Buena parte de ellos trata sobre el período 1946-1955, y en muchos casos son trabajos de docentes e investigadores universitarios sobre las dos primeras presidencias de Juan Perón. Esto habilitaría a suponer que finalmente la academia se ha decidido a hacer un análisis serio sobre esos años. Sin embargo, y aunque con el tiempo transcurrido la mayor parte de los partidarios del peronismo revisó críticamente muchas de sus visiones iniciales, persiste un importante sector

del antiperonismo que sigue refugiándose en su presti-gio académico para repetir las mismas necedades que se vienen planteando desde hace 60 años, con el agravante de que su uso ya no se puede justificar por la pasión que suelen inspirar las rivalidades políticas. Tampoco se ha avanzado en la línea polémica de algunos hitos de las ciencias sociales en la Argentina: por ejemplo, las obras de Gino Germani, la de Murmis y Portantiero, o la de Waldmann, en lugar de servir como puentes hacia nuevas hipótesis originales –y progresivamente más ecuánimes, si no es mucho pedir–, fueron toma-das como verdades definitivas. Tres ejemplos especial-mente desafortunados de esta producción son los textos de Juan Carlos Torre, Mariano Ben Plotkin y Loris Zanatta, que tratan sobre el 17 de octubre de 1945 y sus consecuencias. A pesar de sus antecedentes académicos, en un ejercicio clandestino de la ciencia militante no ahorran crónicas sesgadas, ni citas de textos apócrifos, ni usos inadmisibles de conceptos elementales de la ciencia política”. (Mariano Fontela: “El 17 de octubre de 1945, entre las ciencias sociales y la ciencia ficción”)

Género y PeronismoInstituto de Altos Estudios Juan Perón

Buenos Aires, número 9, mayo de 2010

MiríadaInstituto de Investigación en Ciencias Sociales, USAL

Buenos Aires, número 4, diciembre de 2009

DEBATESPanorama económico argentino,

por Mercedes Marcó del PontLa economía del peronismo,

por Roberto Pons

POLÍTICA INTERNACIONALEl escenario internacional y la ineludible reconstrucción de las Fuerzas Armadas,

por Marcelo GulloLa situación interna en Irak,

por Paulo BottaLa política doméstica en Medio Oriente,

por Diego FossatiGasoductos y nueva geopolítica en Medio Oriente,

por Fernando Bazán

UNIVERSIDAD Y PERONISMOLa educación superior durante el kirchnerismo: ¿transformación o continuidad?,

por Lucía Viscuso

RESEÑASEnrique Del Percio: Prejuicio, crimen y castigo,

por Luis TibilettiRoberto A. Follari: La alternativa neopopulista,

por Alberto RoigNéstor Kirchner: Quisiera que me recuerden,

por Paula MontesHernán Brienza: Valientes,

por Pedro BlazcoLuis Fernando Beraza: Antiperonistas,

por Mariano Fontela

APORTESLa visión universal justicialista,

por Fabián Lavallén

INFORMEEl escenario electoral latinoamericano en 2011,

por Erika Amoedo G.

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