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I RIC6j.presenlec;:60 1 13/12119 19:20 Paga 35

Ca rla Alves licenciada em Psir;ologia. Mestl"( em P5ir;ologia. Investig:¡dol"ól - Porlugal

Manuel Vilariño [)oclOr em Psicologia e Master en P~ir;ologia Jurídica. Investigador de la Universidad de Psicologia Forense

de la Universidad de S:tnciago de Compostela - España.

Ramón Arce Doctor em Psicología. Profcssor GteQr.hir;o de rsir;oIogb, Forense. Director de la. UniVC:l"5itbd de Psicologia

Forense -Universidad de Santiago de Compostela - España

,

L-.s t:u.1S elevadas de sinromatologÍ:l psicopatológica detectadas entre los menores in­

fraclo res han derivado en un interés creciente por la salud menral de esta población.

Con la finalidad de co ntinuar avanz.1ndo en este conocimiento, se ha ll evado :1 cabo

un contraste del estado clínico, medido a través del SCL·90·R, COI re un grupo de

menores infractores que cumplen mcxlidas de internamiento en el Centro Educativo

da Bel" Vista de Lisboa (Ponugal) y los datOs de b población generalldolescente que

.lparecen recogidos en el propio manual del instrumento, Los result:.do~ Ilwstr:lron di·

ferencias signi li cat iV<ls en el estado clínico en las siguienres escalas primarias del SCL-90-R: Obsesión-compulsión, Depresión, Ansicd:ld, Hostilidad e Ideación P;¡ranoidc;

yen dos de las escalas globa les: índice de Severidad Global (GS I) yel Malestar Refe­

rido a Sínro lllas Positivos (PSDI). En consecuencia, estos hallazgos so n congruentes

con la literalUra previa que seilala una prevalencia psicopatológica superior entre los

menores infractores, y alenln de la necesidad de des:¡rrollar ~ervicios de ~llud men·

tal dentro de los centros educativos de reforma y en la propia comun idad,

Inrroducción

A lo largo de los últimos años, ha crecido el interés por la salud mental de los menores

infractores, ante la evidencia de que presentan una tasa elevada de trastornos mentales

(Pen ner, Roesch, y Viljoen. 20 11), como corrobora un extenso número de invesrigaciones

'Dir«eión ~r.t Corr(';$pondencQ; Manuel Vibriflo - Unidade de PlicoloJti~ ForenlC -Facuhade de Psirolo~ia E·15782 &lmiago de Componela (Esp.añaJ e·maiJ: [email protected]

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'.t.,,1 \1cm~t de Menom. I"fr .... o ....

36 (i, e., Copeland, Miller-Johnson, Keeler, Angold, y CosteIlo, 2007; Domalanta, Risser, Roberrs, y Risser, 2003; Griso, 2008; Teplin , Abram, McClelland, Dulcan, y Mirecle, 2002). Aunque no se conocen de manera fehaciente las razones de esta mayor prevalencia sinromatológica (White. Shi, Hirschfield, Mun, y Loeber, 2010), los hallazgos cienríficos apuntan que puede ser tanto la causa como el efecto de la propia privación de liberrad (Prato, Espejo, Valdivieso, Agu irre, y González, 2011).

Por consiguiente, los trastornos mentales pueden actuar como un factor de riesgo

del comporramiento antisocial (Arce, Farina, y Vázquez, 201 1; Vázquez, Farina,

Arce, y Novo, 2011). En este sentido. la Psicología de la Delincuencia ha prestado especial atención a los factores de riesgo y protecto res de la conducta delictiva (Connell, Cook, Aklin, Vanderploeg, y Brex, 2011; Farrington y Ttofi, 20 12) con el objetivo de desarrollar intervenciones preventivas y reeducado ras. Éstas se dise­ñan para actuar sobre los denominados fac tores de riesgo dinámicos (j. e., estrate­

gias de coping) que resultan modificables, frente a los estáticos que contribuyen al riesgo sin opción de ser alterados (p. e., sufrir malos tratOs inf.¡miles) (Redondo y Andrés-Pueyo, 2007) . Dejando a un lado aquellas aproximaciones más pesimistas que conciben la psicopatología como factor estácico, una amplia mayoría de auto­res entiende que esta variable es susceptible de intervención y mejora (Fariña, Arce. y Vázqucz, 2006; Farrington, 2003; Penner et al., 2011). De este modo, MacKin­

non-Le:wis, Kaufman, y Frabun (2002) señalan que sati sfacer las necesidades de

salud mental de los menores infractores constituye una obligación de los profesio­nales implicados en la prevención y reducción de la delincuencia juvenil. Asimis mo,

Vázquez tt al. (2011) advierten que ante el hallazgo de problemas en el área de la sa lud memal de los menores, antes de proceder con la intervención educativa, se han de llevar a cabo trata mientos clínicos y, de resu ltar necesario, incluso farma­

co lógicos. Otra hipótesis interpretativa sostiene que las alteraciones del estado mental pueden ser un efecto del propio internamiento (Prato ti al., 2011; White rt al , 2010). En esta tlnea, la reclusión en el centro de reforma va a su poner para el menor, enrre otros dementas, la privación de libertad, el distanciamiento de la red social y fa­miliar, cambios en el estilo y ritmo de vida, y la inmersiÓn en un enrorno culrural, social y arquitectónico desconocido. En suma, ha de llevar a cabo un proceso adap~ (ativo a una nueva realidad que exhibe potencial suficiente para alcanzar la catego­

ría de evemo estresante y, como tal, generar un impacto sobre la salud mental (Cos­

mina rt al., 201 1; Gothelf, Aharonovsk, Horesh, Carry, y Apter, 2004; Veyria,

Gonzá!e-.l, Andrade, y Oudhof, 2012). Aunque no se puede equiparar d irectamente un centro peni tenciario para adultos a los centros de reforma de menores, comparren

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úrla A] .. ts, t-ünud VUuiño e Ramón Ara:

caraCle:ríuicas comunes que sugieren la posibilidad de que algunas de las conse- 37 cuencias sobre la salud física y psíquica derivadas del encarcelamiento se den, asi­mismo, e:n los rne:nores internos. En este se:ntido, la literatura recoge alteraciones sensoriales y de la imagen personal, problemas de ansiedad, aire raciones de la au­toest ima, despersonalización, afectación de la sexualidad, erc. (Bermúdez. 2006; Gonzále'l., 2005). Asi mismo, se ha detectado una mayor afe:ctación clínica en los re­clusos, en COntraste con la población no delictiva (Arce, Fariila, y Naranjo, 2007; Vilariño y Edmundo, 2013). Adicionalmente, de acuerdo con Holman y Zieden-

berg (2006) el impacto del internamiento en los centrOS de menores será superior cuando su ambiente sea insalubre debido a la carencia o inadecuación de los medios materiales y humanos. Existen otras posibilidades interpretativas, en esta línea Arce, Fariña, Seijo, Novo,

y Vázquez (2005) sosrienen que tanto el comportamiento delictivo como los des­

ajustes clínicos pueden tener su génisis en condiciones de alto riesgo familiar y so­cial (p. e., familia desestructurada, comunidad con valores violemos, privación eco­

nómica, etc.). No obstame, independientemente: de la relación que mamengan emre sí la salud mental y el comportamiento delictivo, la literatura es consistente en la detección de rasas elevadas de sintomatología psicopatológica entre los menores in­fractores. Por consiguiente, se deben articular servicios eficaces de salud mental dentro de los centros de internamiento y en la propia comunidad. Asimismo, la adolescencia se considera una etapa clave en el comienzo y sostenimiento del com­

portamiento antisocial (Redondo y Andrés-Pueyo, 2007). Aunque parece com pro­bado que la mayoría de los jóvenes que comenten actos antisociales terminan por

adaptar pronto su comportamiento a la convención social (Becedóniz, Rodríguez, Bringas, Ramiro, y Álvarez, 2007; Redondo y Andrés-Pueyo, 2007) , no sería reco­

mendable obviar que las acciones ilegales en estas edades pueden suponer el germen

de un:l carrera delictiva con continuidad en la adultez (Bringas, Rodríguez, Curié­rrez, y Pércz, 2010; Bringas, Rodríguez, López-Cepero, Rodríguez, y Estrada, 2012;

Rodríguez ~l al., 2011). Además, la adolescencia constituye un periodo crucial para la construcción de la idemidad personal y la definición del propio rol dentro de la sociedad (PratO ~l al., 2011). Ante: este estado de la literatura, hemos llevado a cabo un estudio del estado clínico de una muestra de menores infractOres internos en el Centro Educativo da Bela ViSla de Lisboa (Portugal) a través del SCL-90-R. Como objetivo se persigue co­nocer si existen diferencias a escala de salud mental entre la muestra infractora en contraste con la población general adolescente y, en caso afirmativo, en qué con­

sisten rales diferencias.

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38 Método

Participan res

En el estudio partici paron un total de 42 menores del sexo masculino con edades que oscilaban entre los 14 y los 19 anos (M::: 16.52; Sx::: 1.33) que cumplían medidas

de internamiento en el Centro Educativo da Bela Vista de Lisboa (Portugal), un 40.48% medidas de régimen abierto y un 59.52%, medidas de régimen semi-abierto. En relación con el hecho ilfcilO por el cual estaban cumpliendo medidas. referir que la mayoría había realizado varios ripos delictivos (54.76%), mientras que un 19.05% habían cometido agresiones flsicas, seguidos por la comisión de lObos con intimida­ción (16.67%), robos/hurtos (7. 14%) y, por último, agresión sexual (2.38%). En lo

concerniente a la escolaridad, la mayoría (52%) estaba realizando segundo ciclo, un

30,95% cursaba segundo ciclo, mientras que un 16,67% se encontraba en tercer ci­

clo. La mayor parte de los menores (57,14%) provenían de familias divorciadas se­guidos por un 28,6% de familias intactas, mientras que 3 de los participantes (7,14%) eran huérfanos de padre, uno (2,38%) de madre y otro huérfano total.

DiSf'lío

La metodología de investigación empleada fue del tipo cuasi-experimental y en un am­

biente natural. Así, se planificó un diseño de medida del estado clínico, utilizándose para ello el SCL-90-R, a fin de llevar a cabo un contraste de la salud metal de los jó­venes infractores, con los dalOs de la muestra normativa de adolescentes del SCL-90-R de la versión original norteamericana.

Proced i mien [Q

Las evaluaciones de los menores se recabaron entre jóvenes que cumplían medidas de inrernamiemo en el en el Centro Educativo da Bela Vista de Lisboa (POrtugaJ). un or­ganismo público peneneciente a la Dirección Ceneral de Reinserción Social (DGRS,

D¡re~áo Cera! de Reinsen;áo Social). Es centro presentan como objetivo fornecer a los

jóvenes infmclOres de co nocimientos , competencias y valores sociales, para consumar

su reinserción social y laboral. Antes de la aplicación del SCL-90-R, se obtuvo de la dirección del centro la correspondiente aurorización para proceder con la evaluación

clínica de los menores, a la vez que la participación de esros fue voluntaria. Adicio­nalmente, se informó a los menores que la información exrraJda sería tratada de manera anónima y que sería empleada con meros fines investigadores, de tal forma que se

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úrla A1va, Manuel Vilariño ~ Ramón ka::

rogaba una cumplimentación sincera del instrumenro. De este modo. se procuraba 39 alcanzar el mayor nivel de honestidad posible en las respuestas emitidas. Por OtrO lado.

también se informaba a los participantes que administrado el SCL·90·R y obtenidos

los datos que del mismo, si lo deseaban, serían informados de las puntuaciones obte·

nielas. La aplicación se desarrolló de manera individual y adoptando las instrucciones

recogidas en el manual, con una duración que rondaba los 20 minuros.

Imtrumen tos de medida

Como instrumento de medida se utilizó el SCL-90-R, Lista de Comprobación de Sín­

tomas - 90· R (Symplom Ch(ck wl-90-R) de Derogalis (1977,2002). Este cuestiona·

rio fue desarrollado para evaluar patrones de síntomas presentes en el individuo, y

consta de 90 ítems en los que el sujero informa de sus síntomas psicológicos, psiquiá­

tricos y somáticos. La escala de respuestaS es de cinco pumos: "nada" (O), "un poco" (1), "moderadamente" (2), "bastante" (3) y "muchísimo" (4). Este instrumemo evalúa 9 di­

mensiones primarias y 3 índices globales de malesrar, que se describen a continuación.

Dimensiones primarias:

a) Somatización. Esta dimensión, compuesta por 12 ítems, evalúa la presencia de ma­

leHar que la persona percibe relacionado con diferenres disfunciones corporales

(p.e., cardiovasculares, gastrointestinales, respirarorios).

b) Obsesivo-compulsivo. Esta subescala engloba síntOmas que están claramente iden­

tificados con el síndrome clínico del mismo nombre. En concreto, se focal iza en

pensamientos, impulsos y acciones que son experimentados como imposibles de evitar o no deseados.

e) Sensibilidad interpersonal. Los nueve síntomas de esta dimensión detectan la pre­

sencia de sentimientos de inferioridad e inade<:uación sobre todo cuando la persona

se compara con los OtrOS, hipersensibilidad a las opiniones y actitudes ajenas y, en general, inco modidad e inhibición en las relaciones interpersonales.

d) Depresión. La depresión se mide a través de 13 ítems que recogen signos y símo­mas dínicos propios de los trastornos depresivos: estado de ánimo disfórico, falta de

motivación, poca energía, sentimientos de desesperanza, ideas autodestructivas y arras manifestaciones cognitivas y somáticas características de los estados depresivos.

e) Ansiedad. Los diez ítems de esta escala son los clásicamente referidos a las mani­

festaciones clínicas de la ansiedad, tanto en la generalizada como aguda (pánico),

tales como nerviosismo, tensión, ataques de pánico y miedos. Además, también

mide signos generales de tensión emocional y sus manifestaciones psicosomáticas.

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40 f) Hostilidad. Los seis ítems de esta dimensión aluden a pensamientos, sentimientos y conductas propios de estados de agresividad, ira, irritabilidad, rabia y resentimiento.

g) Ansiedad róbica. Los siete ítems de la ansiedad róbica aluden a una respuesta per­sistente de miedo a personas concretas, lugares, objetos y situaciones que es, en sí misma, irracional y desproporcionada en cuanto al estímulo que la provoca.

h) Ideación paranoide. La sintomatología paranoide se aprecia mediante seis ítems que evalúan comportamientos paranoides fundamentalmente en cuanto a desór­denes del pensamiento, incluyendo características propias del pensamiento pro­yectivo tales como suspicacia, centralismo auto-referencial e ideación delirante, hostilidad, grandiosidad. miedo a la pérdida de autonomía y necesidad de COntrol.

i) Psicoticismo. Los diez sínromas que evalúan la dimensión psicótica están referidos a estados de soledad, estilo de vida esquizoide, alucinaciones y control de pensa­

miento. En la población general esta dimensión está más relacionada con senti­

miemos de alienación social que con psicosis clínicamente manifiesta.

Además, el SCL-90-R contiene siete í[ems que no se incorporan a ninguna de las nueve dimensiones, pero que tienen cierta relevancia clínica. tstoS son: poco apetito (19), problemas para dormir (44), pensamientos acerca de la muerte o morirse (59), comer en exceso (60), despertarse muy temprano (64), sueño imranquilo (66), y sen­timientos de culpa (89).

[ndices globales de malescar:

fndice de Gravedad o Severidad Global (GSI). Este índice es un buen indic'ldor del nivel actual de la severidad del malestar. Combina el número de síntomas reconoci­dos como presentes con la intensidad del malestar.

Total de Síntomas Positivos (PST). El PST es el resultado de contabilizar el número

de total de ítem que tienen una respuesta positiva (esto es, mayor a cero).

Malestar Referido a Síntomas Positivos (PSOI). El PSOI evalúa si la persona tiende a exagerar o minimizar los malestares que lo aquejan.

La escala fue sometida a un análisis de la fiabilidad con los sujetos de nuestra mues­tra obteniéndose un coeficiente alpha de Cronbach (n '" 42) de .907.

Anális i~ de dato~

Se aplicó un contraste de medias con la prueba 1 de Student para una muestra, debido a que nuestras variables de medida eran continuas. Por consiguiente, comparamos nuestra muestra con un valor de prueba dado, que fue tomado del manual original del SCL-90-R.

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Grb Al ves . Manu...! Vilariño e Ramón Arc~

Resultados

Los resultados obtenidos del contraste del estado clínico entre la población infracrora

con los datos normativos de la muestra de población general adolescente, tomados del

manual original del SCL-90-R, revelan que existen diferencias significativas en 5 de

las 9 dimensiones primarias que conforman el SCL-90-R (Tabla 1). Concretamente,

los jóvenes infractores se caracterizan por presentar puntuaciones significativamente

mayores en las di mensiones de Obsesión-compulsi6n, Depmi6n, Amüda.d, Hostilidad

e Ideación PamnoitÚ.

Tabla 1. Escalas bdsicas de evaluación c/ill;ca de/ SCL-90. Vil/ores "t" parll una muestra.

Variables p MJ..&.<t<>_ MPGA

$omatización 0.87 .390 0.66 0.61 O hscsivo-Compulsivo 4.56 .001 1.27 0.91 Sensibilidad Inrerpersonal -0.71 .481 0.92 0. 99 Depresión 5.50 .001 1.19 0.80 Ansiedad 2.16 .036 0.85 0.66 Hostilidad 2.82 .007 1.22 0.88 Ansiedad Fóbica .357 .723 0.41 0.39 Ideación Paranoide 2.69 .010 122 0.91 Psicoticismo 0.52 .607 0.67 0.63

No/¡¡. gl(41); M1.r. ......... Media de b pobladón de menores infr.lctorn; MI'CA " Valor de pru~bo. o oomrasu: lomado

de la Media de la roblación G~nel"",ll de Adolescentcs.

De modo simi la r, se detectaron diferencias significativas entre ambas muestras en las

dimensiones globales del SCL-90-R (Tabla 2) en la dirección de una mayor presencia

de padecimiento sintomático en la muestra de jóvenes infracto res, a excepción de la d i­

mensión de símomas positivos donde no se registraron diferencias emre ambos grupos.

Tabla 2. Escalas globales de eva/wrción del SCL-90. Valores "t" para una muestra.

Variables p M Lmfnaora MPGA fndice de Severidad Global (GSI) 3.41 .001 0.98 0.76 Total de Síntomas Positivos (PST) 1.302 .200 43.55 39.81 fnd ice de Malestar en Síntomas Positivos (PS DI) 5.74 .001 1.87 1.57

NOfll. gl(4 1): M ...... -. .. M.-d.ia d~ la población d~ m~nores infractores; M""A" Valor de prueb:. o comraste lOmado

de la Media de la roblación G~ntf:lJ de Adolescentes.

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I AIC6~PfesentscAo 1 13/12119 19:20 Psge 42

~luJ Mcou,,1 de Menorn ["rr~"or($

42 Discusión

Previame:nte a proc<=de:r con la exposición de las conclusiones que hemos extraído a partir de: nuestros resultados, consideramos conve:nknte: señalar una serie de limita­ciones que hemos detectado y que pueden mediatizar el alcance de los mismos. Pri­

mero, la muestra presenta un tamaño reducido y no es representativa de la población de menores infractores. Asimismo, en relación con las características de la muestra

no se han controlado variables que pueden condicionar los resultados, tale:s como: la

edad de los participantes, la tipología de los comportamientos ilícitos, el tiempo de internamiento, y la panicipación en programas de intervención terapéutica o reedu­

cativa. Segundo, hemos limitado la evaluación del estado clínico a una única medida.

De este modo, resulta fact ible que el empleo de OtrOS instrumentos O pruebas deri­vase en un registro diferente de la sintomatología hallada en los evaluados. Así, no se

puede descartar que las características del instrumento de medida condicionen la ge­neralización de los resultados a Otras pruebas con b~ en un constructo diuinto. Ter­cero,la evaluación del estado psíquico se limitó al momento de la evaluación, y no se procedió a analizar el historial clínico de los menores, de ta.! forma que se desconoce si la sintomatología detectada, o parte de la misma, estaba presente antes del inter­namien to o si se desarrolló de forma concomitante. Por último, para la interpretación

de los resultados se ha asumido la honestidad de los participantes en la cumplimen­ración del instrumento, sin llevar a cabo un control de la simulación O disimulación de síntomas. Aunque se ha imentado fomentar la sinceridad de los participantes a través de las garantías de anonimaro y del empleo exclusivo de los resultados con fi­nes científicos, no se puede aseverar una cumplimemación honesta del SCL-90-R.

En esta línea, se debe tener presente que la menti ra es una característica propia de los

menores antisociales (American Psychiatric Association, 2013). Además, los parrici­

pantes se encontraban sometidos a un proceso de seguimiento judicial, 10 que cons­tituye una situación con potencial para generar la sospecha de que los resultados ob­tenidos en la evaluación pudiesen derivar en algún tipo de beneficio/perjuicio para dicho proceso. Considerando las limitaciones referidas, hemos e1abora.do las siguientes conclusiones

con base: en los resultados hallados en este estudio: Se han detectado diferencias significativas entre la población infractora y la pobla­ción general adolescente en varias de las dimensiones del SClr90-R, observándose siempre puntuaciones más elevadas en los jóvenes infractores. Estas diferencias se con­

cretan en que los jóvenes infractores se caracterizan por presentar un cuadro comór­bido compuesto por Obmión-compulsión (p. e., conductas, pensamientos e impulsos

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1 AIC6J\presentacao 1 13112/19 19:20 Paga 43

Carla Alva, Manuel Vilarino e !Umón Arce

considerados absurdos o indeseados por el sujeto, que generan intensa angustia y 43

resultan complicados de resistir, evitar o eliminar); Drprrsión (v. gr., vivencias disfó-

ricas, de desá nimo, anhedonia. desesperanza, impotencia y falta de energía, ideas au­wdestructivas y Otras manifestaciones cogn itivas y somáticas características de los es-tados depresivos); Amirdad (i. e., nerviosismo, temblores, sentirse temeroso, tensión, ataques de pánico, inquietud); Hostilidad (ad exem plum, pensamiemos, sem imien-tOS y conductas propios de estados de agresividad, ira, irritabilidad, rabia y resemi­miento); e !drllción Partlnoide (v. gr. , suspicacia, central ismo aurorreferencial e idea-ción delirante, hostilidad. grandiosidad, miedo a la pérdida de autonomía y necesidad de control). De modo similar, se han detectado diferencias significativas en dos de las escalas glo­

bales del SCL-90-R, el GSI yel PSDI. De este modo, los infractores presentan un ma­

yor sufrimiento psíquico y psicosomádco global, y la intensidad de los síntomas que

padecen es mayor en relación con la población general. Por consiguieme. el padeci­miemo sintomático es superior en los participames infractores que en la población ge­

neral adolescente. Conforme hemos referido en las limiraciones , desconocemos si la si ntomatología de­tectada en los menores infractores estaba presente con amerioridad al proceso de in­ternamiemo, o si tuvo su inido a lo largo del mismo. En consecuencia, no podemos

atribuir, con plenas garantías. el origen del padecimiento psicológico de los menores a las medidas de internamiento. No obstante. a nuestro juicio resulta viable que, al me­nos parte de los síntomas observados. puedan tener su causa en el internamiento y control al que están sometidos en el centro de reforma. En esta línea, la literatu ra re­coge que el internamiento en cemros penitenciarios puede acarrea r consecuencias so­bre la salud mental (Asce et al., 2007; Ruíz, 2007. Vilariño y Edmundo, 2013). El in­

ternamiento implica un proceso adaptativo a un ambiente novedoso y hasta, y como

evento estresante (Le., privación de libenad, distanciamiento de la red social y fam i­liar, fractura con el ritmo y estilo de vida cotidiano, medio desconocido e intimida­torio, etc.) puede derivar en sintomatología ansiosa y depresiva en el adolescente (Cos­

mina et aL, 2011 j Gothelf et aL, 2004; Veytia et aL, 2012), que como hemos podido

observar ha sido registrada en este trabajo. Los resultados encontrados, en consonancia con trabajos anteriores (Chitsabesan (/ al.,

2006; C uellar, McRcynolds, y Wasserman, 2006; )ohnson t't al., 2000; MacKinnon· Lcwisa (l al.. 2002, Rioseco ~t al., 2009), evidencian una proporción más elevada de alteraciones psicopatológicas en los menores infractores en relación co n la población normativa. De este modo, la literatura considera que las alteraciones psicoparológicas pueden actuar como un factor de riesgo del comportamiento antisocial (Arce et al .•

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I RIC6-APfesenla~lo 1 13112119 19:20 page 44

S.I"J M~"'31 de Mello,,", I"fr...:-torn

44 2011; Vázquez n al.. 201 1). En esta línea, entendemos que ent re los síntomas regis­trados en la muestra infractora resultan especialmente preocupantes los relativos a la Hoslilidnd ya la ldLación ParnnoitÚ, debido a que sus características intrínsecas im­

pelen a la emisión de comportamientos antisociales, tal y como verifica la investiga­ción (Esbec y Echeburúa, 2010; Serrano y Tenada, 2006).

En suma, los resultados del presente trabajo ponen de manifiesto una presencia ma­

yor de simomatología psicopatológica entre la población de jóvenes infractores en re­lación con la población general adolescente. Aunque no se ha podido establecer fe­hacicnremenre la relación que estos síntomas mantienen con el componamiento antisocial, se han sugerido algunas posibilidades interpretativas con base en la !itera­ruta que existe. De este modo. resulta factible que el estado mental detectado en los menores infractores esté actuando como factor de riesgo del comportamiento 3ntiso­cial; por otro 13do. tampoco se puede descartar que, si no en su totalidad, al menos

parte de la sinromatologra pueda estar desencadena por los propios efectos del inter­namiento. No obstante. independientemente de si de la sintomatología registrada está detrás de comportamiento delictivo o de si tiene su causa en el internamiento, con­viene est3blecer intervenciones terapéuticas dirigidas a aprimar el estado psíquico de

los jóvenes infractores. Por consiguiente, entendemos de acuerdo con Penner L/ al.

(2011) que resulta necesario ofrecer servicios adecuados de s31ud mental en los cen­

tros de inrernamiento y en la propia comunidad . Asimismo, no se debe olvidar que la adolescencia constituye un3 etapa crítica en la que se ff3guar<Í, en gran medida, la morfología psíquica y comportamental del futuro adulto. Obviar esta realid3d y no ofrecer los recursos asistenciales pertinentes, además de constituir un3 negligencia so­cial con los adolescente, redundará en consecuencias negativas para toda la sociedad

en su conjunw (Prato et al., 2011).

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