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Alfonso Reyes, por Xavier Villaurrutia México, Alfonso Reyes y los Contemporáneos I I I 1 1 CARTAS Y NOTAS / SELECCION DE MIGUEL CAPISTRAN

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Alfonso Reyes, por Xavier Villaurrutia

México, Alfonso Reyesy los Contemporáneos

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CARTAS Y NOTAS / SELECCION DE MIGUEL CAPISTRAN

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MIGUEL CAPISTRAN

Sr. D. Xavier Villaurrutia.México

Mi querido Xavier: Su carta me ha hecho mucho bien, perono diga usted que siente lejana mi amistad. Al men~ que:;sea así en adelante. Tampoco.crea u~ted que soy un LicencustedVidriera que cree que se qmebra SI lo tocan. No. vayaa fonnarse de mí la idea de que soy hombre a qUIen hay que

San Sebastián, 13 de septiembre de 1923

las fuerzas que la provocaron- la polémica en 1932; añoen el cual la pregunta: ¿Está en crisis nuestra literatura devanguardia?, produjo encontradas opiniones, al grado de pro­ducir enemistades y sangrientos epigramas.

Tal encuesta, iniciada por el periodista Alejandro NúñezAlonso, referida en principio únicamente a la obra de los Con­temporáneos, ocasionó una polémica entre Jorge Cuesta y Er·milo Abreu Gómez, la que se acrecentó al incluirse dentrodel debate el nombre de Alfonso Reyes, por una nota de HéctorPérez Martínez.

Reyes contestó en su famoso A vuelta de correo, folleto conel que prácticamente quedó liquidada la cuestión; sin embar·go, la polémica continuó a través del tiempo. En 1938 seplanteó otra encuesta en torno a la herencia de Contemporáneosy volvieron a surgir los mismos argumentos. Tanto Reyes comolos Contemporáneos, todavía hoy siguen siendo vistos bajo lasgafas del nacionalismo y se les reprocha un esta~ de espal~

a la patria, a Reyes, particularmente, por su aficIón helé~

En esta selección de notas y textos se pretende dar una ~­gen, así sea incompleta, de ese aspecto verdaderamente naCIO­

nal de los Contemporáneos y Reyes, dado en sus cartas; o sea,en el aspecto íntimo, el que nadie conoce, pa~~ resaltar cf'f!lo,desde siempre, hubo en ellos una preocupaclOn por M~.

Se incluyen -en el apéndice- parte de la documentaclonperiodística relativa a la polémica Reyes-Pérez Martínez, comose ha dicho, derivada del enjuiciamiento a Contemporáneos yel epistolario entre Reyes y Pérez Martín:z. , .

En dicho apéndice aparecen 2 pequenos poemas ~tinc?S

de Reyes (inéditos), relativos a tal cuestión y la dedi~tona

puesta por él en el ejemplar de A vuelt~ de correo, destmadoa Villaurrutia. Este folleto ha sido recogIdo en la Obras comopletas de Reyes. ,. , .

La intervención de Cuesta en la polemlca está recogtda en suobra (Poemas y Ensayos) 4 vols.) publicada por la UNAM.La de Villaurrutia, en Revista de Bellas Artes, Nfu;n. 7, Ene­Mar. 1966 (véase especialmente el apartado: "MéXICO, los es­critores y la política.") La recopilación tota~ .~e estos textosy otros en torno al nacionalismo, con la adlClon de datos ynotas necesarios, aparecerá en un volumen que preparo parael Instituto Nacional de Bellas Artes.

Mi agradecimiento por su ayuda inapreciable a Teresa Villa·urrutia, Alicia y Alfonso Reyes M.

"Yo salí de mi tierra, hará tantos años, para ir a servir a D!os. I;lesdeque salí de mi tierra me gustan los recuerdos. En la últuna Jn!ID­dación, el río se llevó la mitad de nuestra; huerta y I~.caballenz:,-sdel fondo. Después se deshizo la casa y se dlSpers6 la faIDll~a. Despues,nos lo mataron... Después, pasé el mar, a cuestas con mi f?rtuna, ~con una estrella (la mía) en este bolsillo del chaleco. Un dla, de mitierra me cortaron los alimentos. Y acá, se desató l~ guerra de l~scuatro años. Derivando siempre hacia el Sur, ~e vemdo a da.r .aqUl,entre vosotros. Y hoy, entre el fragor de la VIda, yendo y vmtendo-a rastras con la mujer, el hijo, los li}>ros: ¿Qué es esto que ,mepunza y brota, y unas veces sale ~n alegnas sm causa y otras en cole-ras tan justas? Yo me sé muy bien lo que es: que ya me apuntan,que van a nacerme en el corazón las primeras espinas.ALFONSO REYES: "Romance viejo" (Calendario).

¿Cuál es la verdadera causa que lleva al mexicano a la hipér­bole en todo lo que se refiere al país? ¿Cuál la exacta razóndel nacionalismo exaltado? Con precisión, obviamente, nuncase sabrá, pese a los desaforados intent~~ ontol?fPstas en. queculmina, en cierto periodo, la persecuclOn de mterrogaCJonesleJDejantes. . .

Lo cierto es que a causa de tan exagerado sentImiento se hacaído en múltiples excesos, de los cuales, la perspectiva deltiempo apenas viene a permitir una apreciación que les otorga,si no su medida exacta, sí la contemplación de ellos de unamanera más objetiva.

No está de más recordar que la Revolución de 1910, provocauna vuelta a las raíces, a lo más telúrico nuestro, como se hausado decir, y que entre sus variadas repercusiones, el arteen general se hace eco del redescubrimiento de lo acendrada-mente mexicano; y es aquí, en tales terrenos -específicamenteen la pintura y en la literatura- donde viene a presentarseuna de las más enconadas batallas: la que se da entre quienesobnubilados por la exaltación de lo local, condenan toda aper­tura a lo exterior, y los consecuentes opositores de una visióntan limitante, esto es, quienes comprenden que el aislamientoen el marco de lo nacional, no hace sino anular toda posibi­lidad de, dicho con una palabra tradicional: universalización.

Estridentismo, colonialismo, vanguardismo, agorismo, litera­tura de la revolución, etc., son términos que expresan, ademásde corrientes precisas, un periodo de nuestra historia literaria(1910-1940) y, en otro plan, reflejan la violenta oposición quese presenta entre lo nacional y lo universal, entre el compro-

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i I miso y la gratuidad.Sin embargo, la iucha de nacionalismo versus universalismo

priva sobre todas esas clasificaciones y en todas, asimismo, latesecretamente.

De una manera arbitraria, para abreviar únicamente, puededecirse que Alfonso Reyes y la generación de Contemporáneospueden catalogarse dentro de una concepción universalista denuestras letras y representan, durante esa etapa -y aun des­pués-, las figuras sobre las que se lanza todo el fuego y el con­secuente cargo de descastamiento.

El tiempo ha demostrado sobradamente lo absurdo de talescargos y ataques y ha permitido incluso que las obras de Reyesy Contemporáneos sobrevivan a la de quienes hicieron alardede nacionalismo. Por tanto, parecería innecesario insistir sobreello; mas con fines de historia literaria, porque pocos lo re­cuerdan y como obra de estricta justicia, no puede menos quedarse a conocer el aspecto íntimo de esas figuras por lo querespecta a México y sus cosas, a la vez que exhumar -paraver hasta qué punto se han liquidado o perviven, algunas de

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~tearle la verdad. Mis amigos me la han dicho siempre, yharán bien en seguir haciéndolo así, porque a eso debo el nohaber caído en ciertas ofuscaciones que, en determinado momen·to, parecía inevitable que se apoderaran de ~~. Verá uste~lo que pasa: ante todo, cuanto viene d.e 1'vlexlco, y. de misamigos jóvenes de allá, me pone, por lo mIsmo que me Importatanto, en un estado de hiperestesia. Yo creo que, si algún díatuviera la desgracia de que la juventud de mi México dudarade la pureza de mis intenciones estéticas, consideraría extin­guida la luz más intensa de mi alma. Éstas son confesiones sen­timentales que muy pocas veces me permito. Guárdelas parasí, y vea si respondo con lealtad a sus amistosas insinuaciones!= Después Huellas, plagado de errores, erratas y disparates,me enloqueció de furor. Mi admirable Genaro, tan pacientepara mis constantes molestias, no debió de estar menos desespe­rado, a juzgar por la carta que me escribió entonces. = Lue­go, al ver el tomo impreso, me di cuenta de que, el no haberpublicado cada etapa en su día, era un enor irremediable, yque el peso de la parte arqueológica del libro -digámoslo así­sofocaba las nueve o diez poesías del tomo que todavía puedenmantenerse. Usted mismo pudo preguntarse qué significabaesta salida desordenada, dentro del proceso -más meditadosin duda- de mis otros libros. Finalmentc, me espantó un

. poco que usted hablará de "mis mejores años" en t:empopasado: me pareció un deseo prematuro de entcrrarme. i Figú­rese usted que aquí, en Europa, soy de los qllC comienzan, ytodOll los nuevos, los más revolucionarios -aunque yo noadopte los dogmas externos y postizos de que ellos se valen comode muletas para aprender a andar- me consideran como uno delos suyos! No quisiera yo que en México nos habituáramos aconsid~rar la poesía como cosa de 103 veinte años, ni a creerque solo cuenta la parte de la vida literaria que se ha des­~ollado allá. = A esto añada usted que cualquier insinua­Clon, por leve que sea, que tienda a disminuir el valor de lasdisciplinas éticas y estéti~as, me saca, de quicio, porque meparece un arma que rendImOS a los barbaros nuestros enemi­gos comunes. En México hay que predicar m~cho a toda horala fe en la cult~ra. ¿Usted.sabe las nec~dades que nos dijerOl;cuando, hace anos, pretendimos dar eXistencia verdadera a laEscuela de A~tos. Estu~ios? Sólo se apaciguaron, para recaeren la normal mdlferencl~, al saber que trabajábamos todos sincobrar suel~os. Yo he temdo :a f~rtuna de conocer algunos gran­des poetas.., su .cult::ra es mmuclOsa, lenta, de todas las horas,hecha d~ obstmaclOn y voluntad", como en la célebre estrofade Verlame. (q~e se jactaba de hacer "con toda frialdad, ver­~ co~oV1dos ). Claro que no eran necesariamente eruditos,hispanIstas, y todas esas cosas de que yo -curioso implacable­he probado un poco, primero por temperamento y afán debeber "los. vino~ del país" adonde quiera que llego, y luego~rque qUIso mi sU,erte que así me 9"anara yo el pan en díasaetagos y -p~ra mI- llenos de santidad... Porque me asom­bro de que diga usted que salgo poco de los libros. Cuandotenga el gran placer de hablarle, de departir con usted junto ala mesa en que comamos juntos (desde ahora lo invito) verá~ted que soy uno de los hombres menos "librescos" que' tran­Sl~ por el mundo .de la literatura. i Yeso, amigo mío, que laabnósfera de FrancIa y. España en que se han formado misp~ones es algo cargada! Yo tengo tales experiencias de la ­VIda (yo creo que usted alrro sabe) que hasta pad. . bl' . '" ezco un pocoesa meVlta e Jactancia del que ha sufrido muchos cambios

de la suerte: el figurarse que nadie ha sufrido más. Como medoy cuenta, me corrijo y callo, y no nombro nunca ciertas co­sas. Pero he ido desde la tragedia Shakespiriana hasta la pobrenovela rusa, acaso pasando por el ameno y sensitivo jardínde Melibea. Me pongo retórico, como para contrariar lo queafinno, ya ve usted. Pero es que hablo con uno de mi taller,a quien de tú a tú, como soldados que se baten en el mismofrente, puedo decir: "No abras tú mismo un boquete en elmuro; no cedas razones a los bárbaros, nuestros enemigos co­munes; nunca digas nada contra el estudio, contra los libros,contra los severos castigos de la reflexión." i Ay, si usted supieraqué en el centro de mí mismo da cualquier palabra venidade los míos, de mi México!

Pero basta. Lo que quiero más que nada es que ust~ no sequede con la impresión de que pueda yo considerarlo conalejamiento o con frialdad i Si es todo lo contrario, ya lo hacomprendido usted!

Este verano, a pesar de achaques de salud que me quité es­calando los Pirineos, he podido trabajar un poco. Quizá a finesde otoño daré señales de vida. Lo abraza con afecto

ALFONSO REYES

Madrid 10 de octubre de 1923

Gracias, Xavier, por su amable nota sobre la Visión de Análltlary el GÓngora. Esta colección la dirige el gran Juan Ramónjiménez; y él alguno otro y yo, publicaremos en ella poco.a título de hermanos mayores; pues el plan es, sobre todo, daralgunas cosas de jóvenes que comienzan. Ya están para salilunos dibujos de Palencia, un libro de José Bergamín (El co!letl'y la est rella: aforismos), y un tomo de versos de Pedro Salinas,hombre de mis años, poeta hasta hoy inédito. Ha salido ya elSignario (versos) de Antonio Espina. Le pediré que envíe unejemplar a La falange.

Mi Visión es un primer capítulo de una serie de ensayosde reinterpretación de la historia mexicana. Reinterpretación dela historia, en el más vasto sentido de la palabra historia.Me he puesto esta divisa: "En busca del alma nacional." (¿Noha leído usted mi carta-prólogo al libro de leyendas yucatecasde Antonio Mediz-Bolio?) Como ve usted, mi ideal es el de LaFalange. Espero también que sean simpáticas a ustedes algu­nas palabras mías de un libro de artículos que tengo en prensa(4a. serie de Simpatías y diferencias: Los dos caminos), sobrela necesidad de que el artista vuelva a trabajar para el pueblo:no quedándose --claro está- en la sosa imitación de los produc­tos inconscientes y de acumulación que son, actualmente, del gus­to del pueblo; tampoco diluyendo el grano de sal folklórico en uncaldero de agua tibia --como hacía algún precursor de amablememoria; sino aprovechando el sentimiento difuso del pueblo,y perfeccionándolo. Dando un paso más, en el mismo sentido.Tarea delicada, misión sagrada en que tenemos que agotar nos­otros nuestra vida. Quizá mis sucesivos ensayos mexicanos va­yan apareciendo con lentitud, y tal vez me haga falta, paradar cima al plan, volver a la Patria.

Jaime Torres Bodet me ha convidado para que envíe cosasinéditas. Aunque estoy consagrado de momento a dos o tres li­bros de conjunto, que no quiero disgregar, siempre tengo almargen una pequeña labor diaria: El Calendario: La plumacotidiana. Esa gotita de agua irrestañable que suelta el grifo,

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aun cuando lo hayamos cerrado. De esto, enviaré a ustedes loque pueda. A ver: pregunte usted a Julio Torri: puede ser queél tenga una cosilla que se l1ama Psicología dialectal, que talvez pueda ser agradable a ustedes. Y desde luego, aunquecaiga un poco intempestiva, aquí va una notita que tengo amano y que acabo de hacer, sobre el último libro de versos queme llega de Francia. Los que quieren buscar y crear el carác­ter propio, nacional, de una literatura, deben conservar la ven­tana muy abierta al paisaje exterior del mundo. Si a ustedesles interesan estos apuntes que voy haciendo, sobre lecturas yemociones de todos los días, podré seguirles enviando algo.

En Francia, un grupo de jóvenes de 30 abajo, ha fundadouna revista sobria y de ideales serios (Le Mouton Blanc) bajolas inspiraciones de Jules Romains. Me he comprometido a en­viarles minúsculas noticias de América. Hagan ustedes, pues,que reciba yo sus libros regularmente.

Esta carta casi-pública (mensaje al grupo de La Falange),puede usted comunicarla a sus compañeros.

A ellos y a usted, mi cordial saludo. Siéntanme cerca. Loabraza

ALFONSO REYES

París, 9 de octubre de 1925

Querido Xavier (querido XV) :

Anoche, en la "Rotonde" de Montparnasse, evocaba yo coninsistencia su nombre, su recuerdo, conversando entre amigos;y hada yo sinceros votos por tenerlo algún día a mi lado.Hoy, al abrir mi correspondencia, me saluda su carta del 5de septiembre (j qué tarde llega, qué lejos estamos!) Me apenael estado de ánimo que ella revela. Me apena, pero no measombra. Por lo que desde acá trasluzco, comprendo que a estashoras no pueda usted ser completamente feliz. Quisiera teneren mi mano -para ofrecérselas-- soluciones prácticas, inme­diatas. Cuando sepa de Enriquito González Rojo, haré lo im­posible para atraerlo unos días de Madrid a París, y entonceshablaremos de usted, de ustedes mis queridos amigos jóvenes,mi verdadero consuelo cuando considero la pereza o el desvíode muchos de los de mi tiempo. ¿Por qué no se esfuerza ustedpor saltar a la diplomacia? El inglés se aprende muy bien sinsalir de México; el francés ya lo domina usted; la contabilidadsupone un esfuerzo de ocho días, y el Derecho lo tiene en lamano.

Sé muy bien que uno de nuestros males es la falta de res­piración. ~unca ~emos ~ontado -los escritores- con la pren­sa. Ademas, el pnmer ano de cada nuevo presidente es el añode la "lucha por la vida", de la envidia y todo eso... No seahogue usted ahí. Haga un esfuerzo, y salga un poco a correrel mundo. Pero, si es usted de veras sabio, no corte nunca susamarras~ vuelva con frec.uencia al país (cada dos años), y pienseque la VIda en el extranjero es, en el fondo, un vicio. ¡Oh FelizCulpa! ella nos ayuda a vivir sin ciertas pasiones inútiles. . Lapolítica! ¡La pervadiente política! i Mi bestia negra nue~troenemi,?o! i Y pensar qu.e estamos todavía tan lejos -po~ lo pocoevolUCIOnado del medio- de poder vivir de nuestra pluma!El teatro y la novela nos emancipanan paulatinamente Mien-tras no se haga este milagro, no sé no sé. .

¿Su crisis? ¿La pluma que se le 'vuelve afonstica y escueta?No haga usted caso. Coqueterías de la musa, mujer al fin.

Muchas contrariedades de esas ha de causarle, a lo largo desu vida de escritor. Pero aprenda usted a amar los dolorespropios de su oficio, los callos de sus manos, la maceraci6nde sus limas y martillos.

i Cuanto quisiera poder verlo! Usted no sabe con qué dol~sa inquietud pienso en la generación que usted representa amis ojos. Quisiera poder echar en un resuel10 -para ustede5-­toda mi experiencia, buena o mala, toda mi sinceridad, todala moralidad que he aprendido. Ya le habrán dicho a ustedmuchas veces esa honrada vulgaridad: que viviendo lejos, seaprende a amar a la patria. Y crea usted que cuando -por lalejanía, por lo turbio de las cosas públicas y hasta por ell1OOl­bre que se lIeva- se ve uno obligado a contener ese impulsode paternidad social (tan imperiosa como la familiar) que hayen nosotros, este sentimiento adquiere una agudeza que se pa­rece a la locura y tiene de la idea fija.

Pero no quiero que nuestro diálogo sea lamentos siempre.Usted siga leyendo y escribiendo, sin levantar la cabeza. O me­jor aún (remedio del navegante para no marearse), levánteIademasiado: mire a lo lejos: no se quede con los ojos fijos enlo que está cerca. Siéntase en comunicación con el mundo, yolvídese del barrio en que vive. Mi Dios, nuestro Dios fermy valiente, nos ha dicho: "Te salvaré, pero has de olvidar lacasa de tus padres y el nombre de tu pueblo." La idea, la vo­cación, el espíritu -lo que fuere- es una sirena m.ás: tieneque sacarnos de casa entre las protestas de los vecmos. Seafirme en su vocación, sea fiel a sí mismo.

Y, entre tanto, decídase, examínese, salga para cualquierpunto de la tierra, donde tenga un poco de soledad y de ocio-ambas cosas indispensables para las cosechas interiores. To­da obra artística es -como en Rousseau- la reverie d'un pro­meneur solitarie. Espero sus versos: los apadrinaré ante Alfar.

Un abrazo, y quiero -pronto-- sus nuevas noticias.

ALFONSO REYES

Querido Alfonso:

Acabo de ver, gracias a nuestro amigo Guillermo Jiménez -:~>nquien lo recuerdo muy a menudo-- retratos suyos y de su hiJO.Me dio gusto y, también, remordimiento. i Hacía tanto que nole escribía! Ahora lo hago pensando en la avidez con que re­cibía sus frecuentes cartas y en el fervor con que las contes­taba. Recuerdo, también, el tono desesperado de algunas deellas -tono que usted advirtió y subrayó en una ocasión. Todoes cierto. Y precisamente ahora le escribo ahogado por esa at­mósfera o por esa falta de atmósfera que siempre me ha im­pedido respirar bien aquí, en México, .donde estoy c<?ndenadoa vivir y donde he llegado a amar .ml c~>ndena, haclend.o. deella una forma de heroísmo: la reslgnacl6n, que no qWSlerasobrellevar porque me disminuye y me empequeñece, comociertos amores. También su Ventanillo de Toledo y su discursosobre la utopía de América ¿me han despertado? no, me hanavivado el deseo de decirle cuanto lo sigo en todo lo queescribe y cuanto lo quiero. . .

Aquí, en México, entre los escritores anónimos, los penodis­tas y ¿quién lo creería?, entre uno de nosotros se ha deSpertadouna vez más la trillada discusión del nacionalismo en nuestraobra. Y, así, de un golpe, se habla de que nuestras obras nadavalen por descastadas, por herméticas, por inhumanas. y que

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nuestra generación es un fracaso. Ni Pellicer, ni Torres Bodet,ni Novo, ni Owen, ni Cuesta, ni Montellano, ni Villaurrutiahan hecho ni harán nada que no sea imitar a los franceseso a los norteamericanos. Se nos acusa de saber idiomas, deno ser -<amo algunos de ellos- enteramente incultos. A ustedle habrán llegado ya, en revistas, diarios, algunos deshechos deesta sucia marea en la que, a falta de razones originales, vá­lidas, se echa mano de todo y se toca hasta la libertad moral.Se trata de una campaña oscura, insistente, donde los menosdistinguidos de nuestros enemigos han librado su complejo deinferioridad, como su resentimiento, su impotencia, arrastrandoo queriendo arrastrar lo mejor de nosotros junto a lo peor deellos. Ninguno de nosotros ha contestado directamente esos gri­tos de alanna. Hacerlo equivaldría a entablar diálogos insos­tenibles. Cuesta y yo hemos expuesto: ideas sobre el naciona­lismo, él; situación de mi generación, yo; siempre en fOlIDageneral, sin provocar, como ellos quisieran, una polémica quejuzgamos absurda. A usted mismo se le ha mezclado por un talPérez Martínez o Pérez O Martínez en este asunto del deseas­tamiento, hablando de su M onterre~1 que se atreve a dedicar aValéry las páginas que ellos quisieran dedicara usted a Plazao peza. Sé por Guillenno Jiménez, que le han enviado a ustedel artículo en el que se le hacen cargos de falta de nacionalismo.Sentí, en seguida, que debía yo decirle qué hay antes y detrásde ese artículo. Han tratado de hacernos hablar. Hemos logra­do no darles vida, manteniendo un silencio que los ignora.

Pero todo esto me aleja de mi empeño en confesarle micuri~d~ por su ~umbo a Goethe. Pronto, apenas se abrala editonal La Razon donde aparecieron mis Sonetos, clausu­rada ahora en liquid~c~ón, se los enviaré. No tengo un ejem­plar. Le prometo escnblrle. Me prometo escribir más. Quisieratener algo mío que enviarle junto con mi constante afecto.

XAVIER [VILLAURRUTIA]

Mayo de 1932

Río, 9 de julio de 1932

Caro Xavier:

Su carta vino a ocupar una vaciedad de mi corazón. Lo echabade menos. No pude contenerme, y he escrito el folleto polé­mico que usted verá* donde por desgracia tengo que hablarmucho de mí mismo. Usted me hablaba del propósito de us­tedes de no .contestar nada..Yo no he p~ido: tengo la llagade la ausenCIa, yo ya no qUIero que, valIdos de mi proverbialcortesía, me sigan motejando de mal mexicano, aunque haycargos que serían peores. Mándeme lo que indirectamentehayan dicho usted, Cuesta, Novo. Ahora que yo cometí la in­discreción de encarar las cosas, ustedes no deben abando­narme. Si no me expliqué bien, procuren explicarme. Y corre­girme. Pero no sigan aislándose, que es lo más incómodo enla vida y lo más dañoso contra la propia salud moral. ¡Quiénsabe que pensará usted de mí por las cosas que me vi obligadoa decir! He hecho, para ello, un doloroso esfuerzo. Si no lograusted justificarme en su fuero interno, discúlpeme al menos.

Su Sor Juana es limpio cristal: digno de ella y de usted, que-

• Se trata del folleto A vuelta de correo, al que hay referencia di­recta en el apéndice a esta selección epistolar.

rido y justo X. ~. C~da paso s~yo es bienvenido j Qué no haríayo p~ra no sentIrlo sIempre tnste en aquel ambiente!

MI 1!umbo. ~ Goethe es un apresurado amasijo de ideas se­cun~anas. SalIO ya en Sur. ¿Lo recibe usted? No tengo números.No Importa: el ensayo volvió al telar, t estoy haciendo de élotra ~os~ más quieta, más estable, y quizá, gustosa.

i Ojala que el folleto de albañil no me desacredite a sus ojos!Lo espero en letras, lo guardo en afecto.

ALFONSO

México, 15 de mayo de 1933

Sr. D. Alfonso Reyes.Río de Janeiro.

Querido Alfonso Reyes:

Estoy en deuda con usted, excelente amigo. i Un año sin con-testar su carta del 19-1II-932, sin acusar recibo de Fuga de Na- 1

1

vidad, Casi sonetos, En el ventanillo, Horas de Burgos, Tren ,1

de ondas y Monterrey, números 8 y 9! ¡No tengo perdón de fDios! Pero le juro, Alfonso, que este año ha transcurrido paramí

dcodn la ~apidezl dedun día. En dl.icie~breddel 3

S1 fui arreba- 1,

ta o e mI emp eo e corrector lterano e la ecretaría deHacienda. Bassols me puso al frente del Departamento de BellasArtes en Educa€ión. Trabajo febril, proyectos, realizaciones, po­litiquerías, etc., hasta que al fin, en octubre siguiente, él mismome puso en mitad del arroyo junto con Villaurrutia, Ramos,Pellicer, y Cuesta, con motivo del escándalo de Examen. Hemeaquí, pues, repuesto ya del enorme estupor que a todos noscausara la injusticia, diciéndome un don Garci Ruiz de Alar­cón: "Paciencia: de esta manera/son los favores del mundo"i y otra vez, a un lado, los buenos ausentes y los buenos libros yla buena miseria, gracias a Dios!

He leído sus libros con la avidez de siempre j Qué admirableenseñanza la de un espíritu como el de usted, cuya curiosidadalcanza a todo y cuya atención, a la zaga, todo lo penetra!Muchas gracias por sus libros que son para mí como una ma­terialización de sus frases de aliento, tan generosas.

En Tren de ondas, además de las erratas anotadas por us­ted, encontré éstas que posiblemente ya tenga usted en lista:Pág. Línea Dice Diga

53 6 palican - aplican70 5 Diogo - Diego

ané-cdota - anéc-dota6 assegurándome - asegurándome

75 10 Ihamaría - llamaría76 14 y77 19 Suzana - Susana94 4 em - en

112 6 Reys - Reyes128 18 Educación Pública" - "Educación Pública"129 5 tiempos de Guerra - tiempos de guerra132 últ. Dix-neux - Dix-neuf142 11 descubrío - descubrió153 14 juagaba - jugaba158 10 insinuado - insinuando

¿No ha advertido usted que la errata es un parásito del buenescritor? Manuscrito peor que sucio conozco yo, que ha salidoimpecable de la imprenta, no ya sin erratas sino con méritosliterarios que no tenía. '

y a propósito de erratas, en Monterrey (no. 8, Pág. 7, Es-

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Apéndice

Al igual que Novo, recuérdense sus Poemas proletarios, Reyesescribió algunos poemas satíricos breves, provocados por todoeste asunto del nacionalismo. Hasta ahora inéditos.

POEsíA NACIONALISTA

Deja que a comer te invite,para que te ofrezca, ufano.este plato mexicanode huauzontIe y de quelitey de papaloquelite.

Río (24/9/32)

En el ejemplar de A vuelta de correo que Reyes envió a Villa·urrutla se encuentra la siguiente dedicatoria:

Querido Xavier:Quizá hubiera sidomás elegante callar.Pero ¿ no será mejor rom­per el hielo, y que alguno-aunque seael menos pugnazde todos-- se sacrifique?Vea la nota, pág. 22-23

Lo quiere:ALFONSO Río/932

La nota a la que se refiere Reyes es la siguiente:"(Entre paréntesis, yo aconsejaría a mis compañeros, como

una práctica saludable, el dejar siempre, en el gabinete de lasmusas, una ventana abierta a la calle; el ir con frecuenciaal periódico y explicarse allí con el gran público. Esto robus­tece al público y robustece al escritor. Hoy por hoy, los jóvenespoetas hacen a veces figura de parias y apestados en medio alconcierto de la opinión, porque no se preocuparon de frecuen­tar a la gente. Y estos desdenes o estas timideces siempre sepagan. A la mejor sale en la literatura una buena causa, y noencuentra nadie que la defienda. Hay que saber tomar el aire:lo cortés no quita lo valiente.)"*

HARTURA

Que si mentiras o que si verdades,o nacionalidad o extranjería...Quítenme allá las tales vaguedades,solipsismos de chabacanería.Harto de historias, simplifico a vecesy exclamo: "Mucho ruido y pocas nueces,'"

(1941)* A los cinco años, la guerra y las continuas revueltas habían tras­

tornado el espíritu de Atenas. Tucídides traza un vivo cuadro deesta disolución moral. "Aun el significado de las palabras -dice- nomantenía ya su relación regular con las cosas significadas." Y añadeun poco más adelante: "Los hombres de inteligencia inferior por logeneral tenían éxito, porque, conscientes de su deficiencia y temerososde la capacidad de los adversarios -con quienes no hubieran podidomedirse en discursos, y cuya agilidad mental podía en cualquier IDO­mento tomarles la delantera en la pugna contra el mal general--, a~­ban con audacia y en orden de conjunto. Pero los hombres de mte­ligencia más aguda, presumiendo en su arrogancia que siempre llegarfana tiempo, y desdeñando los actos donde se satisfacían con los pensa­mientos, fácilmente fueron desmontados de su guardia y quedalODdeshechos." (Lib. III).

Lo abraza afectuosamente:

JosÉ GOROSTIZA

tomudos Literarios) dice Jorge Luis Borges: "También, enuna revista americana, este epíteto homérico: 'The not to besneezed at sum of two thousand doIlars." El estornudo, ahí esdespectivo." Nunca he visto u oído construir el verbo to sneezecon la preposición at y creo que, en rigor, no debe hacerse,porque se trata de un verbo intransitivo. ¿Qué significa, porotra parte, "estornudar" a dos mil dólares? O Borges leyó malo en la revista, por error, se escribio sneezed en vez de sneered.To sneer significa torcer la boca despectivamente -"hacerel feo", como diríamos nosotros-- y esto sí es algo que puedehacérsele a cualquiera cantidad. Traducida al español co­rriente, la frase que transcribe Borges da esta otra, por ciertopoco homérica: "La no despreciable cantidad de dos mil dóla­res." Hago constar, sin embargo, que mi conocimiento del inglésse quedó siempre a las puertas de este idioma.

Ahora, a prop6sito de estornudos, ayer me encontré casual­mente con uno de Venus Mrodita (N.R.F. No. 235, 10. abril1933, Le Point de Vue de Ponce Pilate, por P.C., Pág. 681,líneas 7 a 13) que podría equipararse a los auténticos de Telé­maco y Zarathustra si, a pesar de atribuirse a la diosa, no fueraen realidad un estornudo contemporáneo, un falso estornudohelénico que debemos acoger con las mismas reservas con queacogeríamos un Giotto o un Cimabue más. Dice Pilatos, refi­riendo una de las tantas catástrofes a que daba lugar su solapresencia ante los dioses: "A peine avais-je alhumé l'ensensdevant le simulacre sublime de notre Vénus Aphrodite, queje vis (et mes propres yeux n'en furent pas les seuls témoins)au calme de la contemplation sur ce pud visage succéder l'émoiet les signes extérieurs de cette espice de grésil1ement cérébralqui chez les mortels annouce I'imminence de l'explotion sternu­tatoire."

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Advierto que empiezo a abusar de su atención, querido amigo,y sin embargo no me decido a tenninar sin decirle que su artículo"El aseo de América" me ha interesado mucho, así por élmismo como porque, entregado ha tiempo a cierta considera­ción panorámica de nuestra literatura, también yo sentí esa ne­cesidad de aseo que usted ha puesto en claro con admirabledecisión. No obstante, yo pensaba entonces, solamente, en ~n

aseo interior de la literatura mexicana, o en otras palabras, enponerla en condiciones de circular entre nosotros mismos ya que,desgraciadamente, la conocemos poco y mal.

En noviembre de 1931, presenté a la Secretaría de Educaciónun proyecto, resultado de mis reflexiones, que fue a parar alcesto. i Qué desgracia que cuando el intelectual mexicano llegaal poder -no me refiero, por supuesto, ni a Sierra ni a Vas­concelos-- o no quiere ya nada con la cultura o sólo la quierepara ordeñarla en beneficio de su carrera política! Así, pues,he modificado ligeramente el proyecto con la idea de presen­tarlo a la Universidad, cosa que no hago aún por temor de queno corra mejor suerte. Mi posición se ha debilitado un poco porla circunstancia de que la cátedra de Literatura Mexicana fuesuprimida en el plan de estudios de la Escuela Preparatoria.Tal vez convenga esperar un viento favorable. Entretanto ¿noquerría usted echar una ojeada al proyecto y decinne qué leparece?

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ESCAPARATE

ESCAPARATE

EL NACIONAL, 2 de mayo de 1932

imparciales, es indiscutible en cuanto él representa una tenden­cia y un momento -de los más interesantes- de nuestra lite­ratura. Pero cuando se ha dicho naturalidad y sinceridad elseñor Cuesta ha visto el peligro y dicho: i Socorro! en un glitocuyo eco no pasará, seguramente, del club ya mencionado.

I. Monterrey.JI. Gimnasia y alejamiento.

l. Dentro de sobres inexpresivos, ¡\tionteney -correo literariode Alfonso Reyes-- nos visita: notas sobre Góngora, charadasbibliográficas, la eterna cuestión de las aclaraciones al Cemen­terio marino de Valéry, y una evidente desvinculación de Mé­xico. Reyes, que podría con sólo quererlo, convertirse en elejcmplo mismo de tina tradición para la literatura nacional -atal modo sabe conocerla hacia atrás y adivinarla hacia ade­lantc-, est:l prefiriendo atender, con una solicitud un pocointencionada, temas distantes de lo nuestro.

A1onterrey, así, se convierte en una gaceta inútil por más queele momento pueda traernos, como en el Discurso jJor Virgilio,las palabras austeras y más mexicanas del maestro.

Da pena comprobar en este propio discurso, que Alfonso Re­yes guarda todavía nuestros panoramas y nuestras verdades paraexperiencias ocasionales. El México que esquematiza de estemodo, es aquel al que debiera dirigirse lo mejor del esfuerzoque representa Monterrey: pero Reyes quiere olvidarnos depropósito. En sus notas no hay sino débiles alusiones a la pro­elucción mexicana: alusiones incompletas cuando a él, más quea nadie, corresponde el señalar lo verdadero y lo falso, lo va­lioso y lo pésimo de esta generación equívoca, sabia en el trucounanimista y descastada en la promulgación de las todavía másequívocas enseñanzas morales de André Gide.

A la literatura mexicana le está faltando una lección de viri­lidad en el más completo sentido humano: le falta también elconocimiento y la asimilación de nuestro gran espíritu aborigen.Reyes puede dar lo uno y lo otro.

por HÉCTOR PÉREZ MARTÍNEZ

U/VII

n. Bajo la táctica espiritual de Pedro Henríquez Ureña, el Ate­neo -¿ debemos mencionar dentro de él a Alfonso Reyes?­practicó una gimnasia mental completamente mexicana evi­tando que los ojos se fugaran de un paisaje que era urgente­mente inmediato conocer. Pero olvidada esta lección de civismopor su alejamiento, Alfonso Reyes se nos ha vuelto un devana­dor de rutas extrañas que no agregan a lo nuestro ni siquierauna intención guiadora; y un editor de todos -absolutamentetodos- sus pensamientos, que no constituyen en su mayoría,una invitación a seguirlo por su laberíntica multiplicidad. yeste es el máximo reproche que "Escaparate" está obligado aenviar a Reyes, ya que él está al tanto de la polarización de laactual literatura mexicana y no ha intentado definir, en unaejecutoria certera, sus posibles realidades.

Se está pronunciando en estos días -arbitrariamente- ladesconcertante palabra "crisis" relacionada con la nueva genera­ción. En realidad no hay crisis dentro de la juventud. Existe

por HÉCTOR PÉREz MARTÍNEZ

l. Nacionalismo)' naturalidad.Il. Un grito de socorro.

l. Al redor de una actitud, Jorge Useta -perdón-, JorgeCuesta y Ermilo Abreu Gómez han iniciado una polémica conmás trascendencia que la posible de advertir a simple vista, yaque en ella es cosa de discordia el si un artista deba o debe reali­zar su destino de tal, de un modo humano y con característicaslocales.

Para Jorge Cuesta, cuyo error principal consiste en tomar loparticular por lo general, el nacionalismo artístico es inconcebi­ble por demasiado estrecho, aduciendo como una prueba funda­mental de su creencia, el que la literatura mexicana no hayaproducido una obra capaz de formar una tradición; y ante po­breza tan desmedida, concluye declarándose admirador contu­maz de Stendhal a quien prefiere por sobre don FedericoGamboa.

Aparte de que tenemos idéntica preferencia sin pensar quedon Federico haya sido el llamado para formar nuestra tradi­ción, diferimos de Jorge Cuesta cuando éste quiere que un artenacional sea preparado conforme a una receta aplicable entodos los casos o cuando aboga por un arte desnaturalizado, yaque los dos serían artificiosos e inútiles en su posterior con­clusi6n.

Porque ni un nacionalismo forzado, y menos un prurito porperder las huellas que el ambiente imprime sobre la obra dearte, producirían lo que el señor Cuesta considera como su anhe­lo íntimo, alto y discutiblemente interesante.

Pero en el curso de la polémica, el señor Cuesta escribió unapalabra peligrosa por su doble filo: la de necio.

lI. La posici6n del artista, conforme a la concepción de AbreuG6mez es, de modo inicial, la de un hombre que siente los lazosdel medio y los utiliza para expresarse. Tal posición en nadaconcita la idea que tiene el señor Cuesta del nacionalismo, pues­to que ella no es una pura fórmula sino el cumplimiento de undestino; destino que no tiene en cuenta el polemizante cuandoconsidera un arte puro e inexpresivo.

Pero sobre credos estéticos particulares no vamos a discutir.Preferimos dejarlos para lo que ya ha sido llamado como el"club de las lecturas íntimas". Sí, insistiremos en esa vueltaa lo mexicano que tan lamentablemente ha confundido el señorCuesta como un retorno a las jícaras de Michoacán y a los sa­rapes de Saltillo.

Lo nacional, salvo la mejor opinión de quien prefiere a Sten­dhal, no consiste en la parte visible y superficial de una obrade arte, sino en lo que ella tiene de conciencia y experienciaparticular que el arte mismo generaliza. Hay siempre un senti­miento, una concepción explícitamente particulares en todo arte;y, ambas cosas no constituyen un cartabón sino que brotan demanera espontánea, fácil, hasta lógica en la obra del artistaque ha sentido su mundo.

No se ha pedido una excesiva mexicanización cuando se haceDOtar la urgencia de una vuelt~ a lo nacional; se exige el abati­miento de las barreras artificiales, completamente voluntariasque han significado, con un aspecto inconfundible, por no decirtmanimjsta, la producción de un grupo cuyo valor, a fuerza de

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en cuanto a su dirección y en cuanto al falso sentido de supropia obra. Nuestra literatura ha entrado al vértigo que leimprimieran hábiles talentos de burócratas y la facilidad conque ha sido dable teorizar, desde México, sobre ideas y proble­mas fundamentalmente AMEXICANOS.

y si es penoso contemplar el desarraigo de valores completoscomo Reyes, lo será, aún más, la comprobación del desliga­miento de la juventud que está, contra su deseo, unida biológi­camente a México.

Urge un retorno a los maestros y un nudo entre lo cual ynuestra tradición; un empate que debe ser violento, justo, in­clemente. ¿Responderá Monterrey? En todo caso, habremos in­tentado destruir la oblicuidad del plano.

EL NACIONAL, 7 de mayo de 1932

ESCAPARATE

por HÉCTOR PÉREZ MARTíNEZ

1. Repaso de Alfonso Reyes.11. La urgente lección.

1. Guillermo Jiménez -providencial porque acaso sin él hubié­ramos seguido teniendo una injusta idea- nos ha comunicado,original, un discurso que Alfonso Reyes pronunció recientementeen Río de Janeiro: América, utopía. Después de leerlo hubimosde repasar nuestro conocimiento de Reyes más, al principio, parajustificarnos que para establecer una presencia del escritor enMéxico y en lo mexicano; y a la postre tal presencia surgióespontánea y la desvinculación a que aludimos se notó más físicaque espiritual, de donde esta vuelta al editor de Monterrey.

Se ha venido sosteniendo, con igual instinto que clara finali­dad, la vuelta a todas nuestras cosas e imputábamos a Reyesun alejamiento de ellas, cuando él reconoce tal urgencia aldecir en su Discurso por Virgilio: "Lo autóctono -de que tam­bién nos alejaba, y también sin darse cuenta, la escuela de mitiempo-- puede entenderse en dos sentidos. A veces es aquellafuerza instintiva tan evidente que defenderla con sofismas es per­judicarla, y querer apoyarla en actitudes premeditadas es pri­varla de su mejor virtud: la espontaneidad. El que dice: 'voya ser instintivo', no puede serlo ya. El que dice: 'Voy a hacerarte subconsciente', está perdido... Lo autóctono, en otrosentido más concreto y más conscientemente aprehensible es,en nuestra América, un enorme yacimiento de materia prima,de objetos, formas, colores y sonidos, que necesitan ser incorpo­rados y disueltos en el fluido de una cultura, a la que comuni­quen su condimento de abigarrada y gustosa especiería."

¿No es una fórmula precisa la anterior? Objetos, formas, co­lores, sonidos americanos, y por lo tanto cosas particulares,deben ser generalizadas por el arte -señor Cuesta-, en opuestomodo al que sostienen quienes buscan su materia prima lejosde la propia, abundante y siempre llena de significados.

y sólo la presencia de Alfonso Reyes pudo darle -con quéexactitud- esa puntería.n. Después de esta justificación de Alfonso Reyes, buscaría­mos otra palabra -mejor que "desvinculación"- para sancio­nar el más peligroso alejamiento de quienes estando aquí, nutri­dos en una diaria convivencia, con la sucesión de motivosapuntados en el párrafo anterior, se clesligan de ellos y van al particularizar las cosas generales, comunes de otras latitudes.

Porque entre desvinculación e indiferencia hay casi un sentidode traición, de maniobra para eludir las relaciones entre hombrey medio. La desvinculación puede tener raíces convictas, ser detodo sincera, no hacer sentir un medio. La indiferencia traeel vituperio, el rebajamiento de miras y motivos cuya noblezasería inútil abultar.

y este es, más que nada, el verdadero problema de nuestroarte: renovar la riqueza de nuestra sensibilidad reivindicandolo propio. i Pero qué esfuerzo y constancia se necesitan paraabrir oídos e infiltrar claridad en ojos ciegos de intento!

Ahora que sentimos la proximidad de Reyes, renovamos nues­tra instancia: una lección; porque la juventud que aún noencuentra camino ni se decide en marcha definitiva, esperanada más una lección que señale "charlatanerías perniciosas"y reencuentre el viejo espíritu que "durmió en nuestras casasal correr durante tres siglos lamiendo las arcillas rojas de nuestrosuelo".

EL NACIONAL, 26 de junio de 1932

México, junio 28 de 1932

Sr. Lic. Alfonso Reyes.Río de J aneiro.Señor:Debo a una generosa indiscreción de Guillenno Jiménez el saberque un comentario mío, aparecido en el periódico EL NACIONAL,ha herido en usted varios sentimientos. No fue mi intención lade lastimar al hombre sino la de excitar al escritor. Usted hadicho que se trata de una "noble aunque injusta inculpación",y está en lo cierto.

Pero si fue público el comentario, pública también hice yanota -que adjunto- por la que doy a usted amplia satisfac­ción.

Tengo la evidencia de que hoy se inaugura entre nosotros unaamistad tan firme corno desinteresada, en la cual, desde luego,pongo un cordial apretón de manos.

HÉCTOR PÉREZ MARTÍNEZ

Río de J aneiro, julio 4 de 1932

Sr. DIl. Héctor Pérez MartÍnez.El NacionalAp. Postal 863México, D. F.

Señor amigo: Publiqué, en el calor del primer momento, atodo correr e imprimiéndolo como quiera, el folleto que envíoa usted "a vuelta de correo" -como lo dice su mismo título.

Al releerlo, he comenzado a dudar, y no sé si debo distribuir­lo. Temo que la necesidad en que usted me puso al atacar unpunto sensible que de tiempo atrás me venía dando comezon~

me haga aparecer como vanidoso. Ya no quisiera qu en Ill1

país me achaquen defectos que no son los míos. Cuando pu­bliqué el Reloj de sol, en México me pusieron de oro y azul porculpa de la "carta a dos amigos" que va al final, página humo­rística que disfraza con un pretexto retórico al legítimo deseoele poner orden en los propios papeles. Yo creo sinceramenteque los que entonces me atacaron más bien lo hicieron por pa­sión que por convicción, pues otra cosa demostraría en ellos una

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U/IX

completa falta de hábitos literarios. Todos los escritores delmundo hablan algunas veces de sí mismos y dicen lo que quie­ren sobre su obra, sin que nadie se lo tome a mal. Querer queuno publique libros y luego no se dé cuenta de que los ha pu­blicado es un contrasentitlo. O querer que uno confiese púdi­camente que considera mal hecho cuanto ha hecho es pedirlea uno un acto de hipocresía repugnante. Si uno da al públicoms cosas, queda sobrentendido que es porque les concede unoalgím valor.

Pero volvamos a nuestros carneros: me extrañó tanto, enaquella ocasión, la censura que (sólo en México) se 111e hizo,que no quisiera provocar un segundo acto de la misma lamen­table comedia.

Así, pues, he optado por una solución intem1edia: envío austed un ejemplar del folleto, porque me interesa que ustedconozca ciertos datos y aprecie más de cerca mi verdadera acti­tud ante ciertos problemas. (Estoy seguro de que usted mismose va a sorprender un poco de encontrarme, en el fondo, muchomás de acuerdo con usted de lo que había sospechado.) Puede;el' que también envíe unos ejemplares a unos cuantos amigosíntimos, para que los guarden como recuerdo personal. Pero noentregaré el folleto al público. Espero la respuesta de usted y-me atrevo a pedirlo-- su caballeroso consejo. A mí no mecom'iene que quienes, como usted, me hacen el honor de esti­manne, sigan desconociendo -nada más porque sí- mi actitudde "mexicano mexicanante" (si me permite usted esta bárbaraparodia del lenguaje de Benito Espinosa). Pero tampoco quierosacalme un clavo metiéndome otro y, al disipar una mala le­yenda sobre mi persona, robustecer otra de paso.

La banderilla de fuego que usted me puso ha producido elefecto por usted deseado. Quizá, sin usted yo nunca hubieradeclarado ciertas cosas, porque se me olvida que no son obviaspara todos, o que, en nuestra tierra y nuestro momento, es in­dispensable repetirlas hasta la saciedad. Siempre lo he leídoCon interés en El Nacional. ¿Necesito decirle que, en adelante,ese interés será todavía mayor? Le ruego me conteste pronto ala consulta que esta carta implica, y que considere la dedica­toria de mi folleto como la más sincera expresión de mi estadode ánimo: este pase de annas acaba con un varonil apretón demanos. Suyo

ALFONSO REYES

México, D. F., agosto 16 de 1932Sr. Lic. Alfonso Reyes.Embajador de México.Río de Janeiro,Brasil.Muy querido amigo: De todo intento no quise contestar a sucarta de fecha 4 del pasado, porque comprendí que no habíausted recibido la mía anterior. Hoy digo que acepto carta, amis­tad y reprimenda como tres enseñanzas. Mis veinticinco añossaludables se dan a usted cabales en la amistad y rectos en elentendimiento.

Acepto esas enseñanzas porque comprendo que todavía mefalta mucho por aprender; la probidad que usted me concedeen la dedicatoria de la Visión de Anáhuac no es una virtudsino una experiencia.

Iba a rogarle que diera usted publicidad a su folleto; meentero hoy de que varias personas lo han recibido ya. Mi roga-

tiva no encerraba -ya que mi nombre va repetido con frecuen­cia- un afán de notoriedad sino el justificado deseo de quese conociera su defensa y los párrafos que usted dedica a escla­recer el nacionalismo y a concretar su obra.

En realidad mi ataque a usted no fue doloso nunca. Elogioy censura no se aparejan cuando se ha intentado herir. Fuecomo decía en mi anterior, el excitarle a usted lo que me movióa escribir el primer "Escaparate"; el segundo -qué ejemplaramigo Guillermo Jiménez- surgió al contemplar mi propia in­justicia.

Correspondo a sus envíos. Por este correo va un ejemplar demi libro Imagen de nadie, acabado de imprimir y condenado,de antemano, al silencio. Creo en sus muchos defectos: tonolírico, documento estrictamente personal y quizás alejado, ensensibilidad, de aquel nacionalismo que fuera mi ideal.

Condenado al silencio, he dicho, y así he rogado se le reciba.Cenara Estrada se llevó a España los originales y después meescribió diciéndome que probablemente los editaría ülarra conun prólogo del mismo Pero GaJín; esto cuando ya mi edición-estas ediciones que apostólicamente hacemos en México­estaba terminándose. Genaro había hecho determinados com­promisos en España que dejaban imposibilitada mi edición. Meconstituí entonces en jurado del libro y dicté sentencia: a laguillotina. Asistí al suplicio salvando a lo último -esa pater­nidad sentimental- cincuenta ejemplares.

Me atemoriza un poco el que usted lea, con asiduidad, ElN aeional. Forzado a una tarea periodística y forzado a escribirsobre temas que me repugnan, yo mismo no quedo nunca con­forme ni de aquello en que he puesto mi cariño, j y hay tantacosa vacía y sin sentido sobre la que he tenido la necesidad dedecir cuatro barbaridades!

Daré a usted, para entendernos, noticias frescas de la cues­tión vanguardista: el grupo de Contemporáneos está en diso­lución; sus miembros se pelean el saldo de una existencia fe­cunda aunque unilateral, pero sin abandonar, por el pleito, esafemenina táctica del derrame y colocándose, así, en aquelloshuecos que sus propios vaivenes van promoviendo. Adueñadospor una sostenida protección oficial del juicio en materia dearte y poseídos de una posición burocrática que les permitemantener siempre un órgano de publicidad, se han dedicadosistemáticamente a negar valores conduciendo, de este modo, anuestro espíritu, junto con nuestras letras, a su bancarrota. Talvez usted, alejado, no sienta el deseo, violento en nosotros, detern1inar con esa fuga; ni sienta usted, tan a lo vivo, ese inmi­nente extravío. Me pregunto sin embargo: ¿ estaremos equivo­cados? ¿De esa disolución saldrá la verdadera voz de México?¿Tendrán ellos la razón? Sólo usted podría respondernos y ocu­rrimos a usted -todos conmigo--. Mi petición estuvo excitada.Su respuesta -continuaré en mi sinceridad- eludió un poco locategórico.

Hav, sin embargo, un choque más que usted abarca al deciren su' folleto que "Hidalgo no se quita todavía las botas": lacercanía, la coincidencia de dos generaciones que emiten al mis­mo tiempo un juicio sobre la Revolución. De un lado los queestuvieron en la lucha annada y juzgan su acción de moclo ro­mántico; por otro, nosotros que la emplazamos críti~a, fríamente.Esto nos destantea y nos hace abandonar, en preCIOSOS momen­tos, el tema del arte. He aquí nuestra condición: atender a dosaspectos de nuestra vida, tan disímiles y tan fatalmente ligados.

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Tal cosa no hace el grupo de Contemporáneos. Ellos se handedicado exclusivamente al arte no sintiendo ni la fuerza, ni lanecesidad, ni las consecuencias de la Revolución. Nosotros noscomprendemos ligados a estos dos fenómenos y no pedimos, comoellos se solazan en decir y en aparentar creer, un arte social sinoun arte que nos sienta.

¿Qué hacer? ¿Acaso no es trágica nuestra situación? Paramí ha sido todo lo crítica que usted pueda imaginar. He osci­lado: afiliándome a corrientes abstraccionistas y fre.cuentandomedios sociales -políticos- estudiando todo a la vez y leyen­do como un desesperado; rindiendo jornadas que pasan, casisiempre, de más de catorce horas.

Un remedio hubiera sido salir de México. Pude pedirle aCenaro me enviara fuera, adjunto a una de esas fantásticas co­misiones en que es holgado el presupuesto. Me acobardé. No sépedir. Y temí mi salida como una fuga desvergonzada.

y ahora he de confesar a usted que su folleto me produjomás de un disgusto, no por las impertinencias, que no tiene,sino por la advertencia de que usted ve nuestros problemas des­de muy distinto aspecto. Pero ya que voy a tratar este temaacceda, también, a dejam1e antes precisar ciertos puntos que,esencialmente, tenemos en pugna.

Es un error considerar que cuando nosotros pedimos un artemexicano pememos en la jícara, en el charro, en Pátzcuaro oen Olinalá. Nada más extraño a nosotros que lo anecdótico.Nuestro afán no es turístico ni "mexicanante". Al decir mexi­cano pensamos en la gravedad de nuestros paisajes -apuntadospor usted en la Visión de Anáhuac y en el Discurso por Virgi­lio- pero olvidados neciamente y repudiados en esta fase dela literatura que se produce actualmente en México.

Pensamos que "la vida y la obra no son sino los atributos deuna vieja substancia, de una unidad espiritual y corporal que semanifiesta a la vez como movimiento y como forma. Que elmaterial del creador es la vida bajo no importa cual de sus ele­mentos originales: lenguaje, sonido, color". Pero advertimosademás, que nuestra situación social no pem1ite referirse ahoraa la vida individual porque -así lo afirma usted en "A vuelta decorreo"- somos todavía un hecho patético y nos debemos Ín­tegramente a nosotros mismos; porque todavía no somos un paísde vuelta de su historia.

Cuando decimos vida y agregamos la connotación de mexi­cana, buscamos ese sentimiento que ha podido dar -para tomarsus mismos ejemplos- un Pascal, un Montaigne, un CorneilIe,un Racine, un Apollinaire a Francia; a Inglaterra un JosephConrad; a Alemania un Max Müller; un Waldo Frank a Nor­teamérica. Pero volvemos los ojos y no vemos sino atisbos deatisbos -¡ qué rápidos y desdibujados!- de un modo y sen­timiento mexicanos frente al total transporte de nuestros artis­tas a otros meridianos.

Seguramente usted cuenta entre quienes han querido dotara México de una riqueza propia. Tal no discuto. Seguramente,en esencia, siente usted la necesidad de esa dotación. Nuestrospredios sufren el acceso de pisadas extrañas y hay siempre unpequeño orgullo racial y sentimental que nos impele a la pro­testa. Pedimos con usted la abolición de una receta, pero da­mos a esa petición su verdadero sentido. Cree llsted -así lodeja ver-- que nosotros intentamos ccñir la producción artísticaa determinado cartabón. No hay exactitud en esa creencia.Urgimos que se deje en libertad al espíritu creador que de esalibertad saldrá nuestra obra a poco que el artista se ponga en

contacto con su continente. Pero aquellos a quienes impugna­mos son los más artificiosos ya que conciben de manera previasu obra -imitando de una manera tan vil- y se complacen endesnaturalizada robándole ese íntimo sentido de lo mexicanoque pudo manifestarse por donde menos nadie lo pensaba.

Nucstra verdadera impugnación es esa: libertad; que lo me­xicano subirá a flote con sólo dejar correr lo sincero.

Tal proceder, en literatura --que afortunadamente las artesplásticas se han salvado-- no proviene, a ciencia cierta, sinode la aristocracia de sus productores. No aristocracia en el sen­tido intelectual. Aristocracia, que es peor, en su expresión social.y aristocracia mexicana, si se nos apura. Sabe usted del abolen.go desenraizado de la aristocracia mexicana. Sabe usted de lafijación, en lo exterior, que hace distintiva esa pequeña porciónde nuestra socicdad y la convierte en una colonia extranjeraenclavada en el corazón de l\1éxico y al cual asesta continua­mente pícaras puñaladas.

Cierto que no hemos dado todavía -acaso nosotros no dare­mos- con una fórmula de arte -literatura- mexicana. Esta­mos demasiado cercanos a la liberación de México para funda·mentar el caráctcr y el espíritu nacionales. Pero nadie puedenegarno que hemos presentido, con más dolor y cariño, la ne­cesidad de una expresión nuestra. ¿Que es pequeño nuestrovalor? ¿Que nuestras armas son ineficaces y despuntadas? ¿Quenuestra lucha reinstaura una de clanes? Todo esto lo hemossabido por anticipado y no obstante hemos dado preferencia alo amargo de las reconvenciones, al disgusto de todos los ata­ques, al rubor de las injurias, al desprecio de la incomprensión.

No es que nos sintamos apóstoles. Es que amamos nuestrosuelo y percibimos en él las huellas que dejaron nucstros indios.i Si fuera solamente la tierra! Pero es la tierra y la raza y eseespléndido pasado en que los dioses autóctonos se dijeron de túa tú con el hombre; es la arrancada de la ~angre y el retorno deun pensamiento aborigen, indomable e indomado, a sus con­cepciones; en busca -¿por qué no?- de una grandeza rota ensus principios.

¿Qué es lo mexicano, dirá usted? y ¿qué queda de lo mexi­cano? Nos queda este bullir y esta inconformidad; esta rebeldíay ese afán de superación; este resentimiento sublimado y hechogeneroso; esta virilidad que no puede concebir débiles maneras,ni preciosistas, cuando siente toda su brutal juventud dispuestaal brinco y en la garganta el grito salvaje de amor, y el corazónhenchido de divinidades y hábiles las manos y los pies impa­cientes. Y en pies y corazón y juventud y manos y amor circulael caudal de una sangre llena de gotas indias. Presiento queesto nos salvará.

Cada hombre, en México, es una combustión y un problema.Combustión, en cuatro siglos, apenas iniciada. Problema, enveinte aílos, apenas resuelto. Esperemos la explosión. Este~os

atentos a la señal definitiva de la cual, acaso, seamos el anuncIO.México y su verdadero sentido se encontrarán -grano de oro­en las pavezas de un fuego que consumó una transmutación.

Espera sus letras el aprecio sincero deHÉCTOR PÉREZ MARTÍNEZ

P.S. Principian a publicarse comentarios sobre A vuelta de correo. Ad·junto uno de Núñez y Domínguez, dolido conmigo por haber habl~doalguna vez de su magnífica e insuperable cursilería. Y vea us~ comoquien hace nacionalismo de rebozo, china, charro, jicara, teqwla, ~pro­vecha párrafo -j y con qué mala intenci6n!- que a nú no me hierenpero que en cierto modo le perjudican a usted.

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Río Janeiro, 25 de septiembre de 1932

Sr. D. Héctor Pérez Martínez,México

Muy querido amigo:Su intachable actitud ha fincado para siempre nuestro entendi­

miento y buena amistad. Después de recibir su gratísima cartay su gra~simo libro, todavía he encontrado por ahí una queotra alUSIón, un saludo entre líneas, por ejemplo, con motivode la llegada de mi admirado Gonzalo Zaldumbide. Gracias portodo.

Inocente de mí, ahora no tengo más que aguantar el chubascoque, al mismo tiempo desaté contra usted y contra mí. Ya mehe dado cuenta de que, con la costumbre de "fulanizar" todo loque priva entre nosotros, mi folleto no podía realmente servirde nada. Pues en cuanto al fondo mismo de la doctrina sucarta viene a aclararme del todo lo que sospeché al día sigu'ien­te d~l folleto: 9ue, en el fondo estamos en lo mismo; que yo,en ngor, reaCCIOne, porque no quise ser clasificado entre losdescastados, pero que usted podría firmar mi folleto --en loque él tiene de doctrina, y dejando fuera lo circunstancial­así co~o y~ fin.naría la carta de usted. Pero el espacio es cur­vo, dice Emstem: la distancia es deformación. Tanto ustedcorno yo, nos hemos acercado el uno al otro por "enfocamien­tos" paulatinos. Además de que el asunto que tratamos es deazogue, y se escapa bajo la yema del dedo.

Me adelanto a atajar ese temor deliciosamente juvenil queme revela su carta: sí, lo leo a usted siempre en El Nacional,per~ no lo leo con el rigor con que ahora he leído, por ejemplosu ~Ibro. Aplico diferente criterio. Acuérdese que soy periodist~y se lo que es eso. Cuando yo tenga el gusto de presentánnelea usted personalmente, usted verá que soy el menos literario delos hombres, o al menos, de los literatos. Poca virtud, pero peores nada.

Veamos, yo no acabo de entender. ¿Se trata de un verda­dero encuentro de tendencias espirituales, o de incompatibili­dad entre dos modas, o de un simple choque de antipatías per­sonales? Porque yo empecé por creer lo primero, y luego paséa lo segundo, y al fin me voy inc1inandoa lo tercero. Ustedme habla en plural,' y como en nombre de un grupo ¿Quiénesson ustedes? ¿Y quiénes son los del otro bando? ¿Los de Con·temporáneos? Porque entre éstos yo encuentro muchos que hacenesfuerzos de mexicanismo: Abreu Gómez aun entiendo quepelea del lado de usted, y fue asiduo de los "contemp."; Ortizde Montellano, da una nota de lirismo bien nacional. Genaro~ue, aunque él no quiera, fue el pontífice máximo, tiene ahí suslibros en su abono. Torres Bodet, Novo y Villaurrutia se hanocupado mucho de arte y letras mexicanas. Y el que en alQUnose note tal o cual influencia de maestros extranjeros no e~ undelito ciertamente. ¿Quién no recibe influencias? ¿Qué ser novive en simbiosis con un ambiente? Goethe llegaba a pensarque no hay hombres individuales, y hablando de sí mismo( j y era Goethe!) confesaba que, si un día quisieran dejarlelo único que le pertenecía por derecho propio en su obra y ensus pensamientos, lo reducirían sólo a un poco de voluntad orga­nizadora, desarrollada sobre materia ajena, o materia de pa­trimonio común. ¿Usted cree que ustedes no reciben influenciasextranjeras -puesto que la literatura nacional no es bastanteactiva aún para ejercer influencias determinantes? Acuérdese

de Tard~: ~ay:,en toda evoluc~ó~ s~!al, una invención y, lue­go, una ImltaclOn. Cuando la lmltaclOn ya es atmósfera no sela siente; cua~do es la imitación de algo muy reciente 'y muynuevo~ se la SIente aún con toda nitidez. El que recibe la in­fluenCIa de un nuevo maestro, no puede negarla ni disimularla,y es el verdadero revolucionario. El que simplemente cede a la~t~ósfera y.a hecha. ~e las seculares imitaciones, cree que noImIta a nadIe. Me dlra usted que, en todo caso, Tarde reconoceque, en algún momento se produce la invención. Sí, así es, ysin eso no andaría la vida. Pero es imprevisible, y no se puedefundar un programa en ello: equivaldría a fundar la escuelaliteraria del genio: "Sólo está con nosotros el que se encuentradispuesto a escribir obras geniales." Ahora, que bajando de lasabstracciones, yo nunca he disimulado el ansia con que espero laproducción de una literatura verdaderamente nacional. Hay porahí atisbos, momentos, y tal vez estarnos llegando al día anhe­lado. Por eso la inquietud, una inquietud de amanecer, unasaludable comezón, de ustedes los jóvenes. Si por algo reaccionéante la censura de usted es porque siempre viví inclinado des­esperando que se produjera este fenómeno, y ahora me lo ne­gaban. Ya ve las palabras que Ermilo acaba de desenterrar porahí, y que proceden del Prólogo a Mediz-Bolio. Volviendo, pues,a nuestros carneros (este asunto tiene tanto aspectos que memarea, y arrastra) ¿cuál es la verdadera acusación contra elenemigo, y quiénes, con nombres, pelos y señales, forman el ene­migo? Porque, vea, Héctor, entre usted y yo, aquí a solas, yome temo que en el fondo se trate de que tales o cuales indi­viduos se han vuelto antipáticos a los ojos de otros, porque hanhecho alarde de tales o cuáles cosas.

Yo reconozco que todo grupo que se encapilla se hace molestopara los demás. Pero todos los movimientos han comenzadoasí. Ahora, que esta cristalización provisional dura poco, por­que pronto tiene que echarse el artista por un camino en que vasolo. Sucede con las capillas lo que con esos internados en que losprofesores acaban su curso a las cinco de la tarde, y después dedadas las cinco ya sólo se quedan en casa los alumnos. Usted medice que ellos, los malos, han ejercido una influencia nociva en elambiente. Esto yo no puedo apreciarlo desde aquí, y sería real·mente lo más grave. Pero ¿qué influencia pueden ejercer personasque usted mismo pinta como alejadas de toda realidad actual, yaun poco varoniles y poco dispuestas a "entrarle a la vida".Toda influencia literaria, por lo demás, tiene su pro y su con­tra, no cabe duda. Yo creo percibir que ustedes difieren delos otros más bien por una cuestión de temperamento. Le dirécon franqueza: cuando volví a México, me encontré con quelos jóvenes tenían un defecto general: escondían sus opiniones,callaban, y dejaban rodar solo a su interlocutor. Creí compren­der que era un defecto creado por las condiciones anormalesen que ellos se formaron. Después de esos jóvenes, han venidolos más jóvenes, ustedes, que ya dicen a gritos lo que piensan:todo mi corazón está con la sinceridad. Tal vez ése sea el fondode la cuestión. ¿No lo cree usted? Pero para que viniera lareacción de los más jóvenes, era necesario que hubiera antesla generación de los jóvenes que, con el trágico recurso de ciertosilencio y aun cierto disimulo, salvara y transportara de unaépoca a otra los de la cultura. Quién sabe si mi idea no estéclara. No me atrevo a explicar más en carta. Recuérdeme, cuan­do nos veamos, que le hable de esto más despacio. Le contaréciertas experiencias que dan idea del dolor que sitió a la gene-

Page 12: I México, Alfonso Reyes los Contemporáneos · gafas del nacionalismo y se les reprocha un esta~ de espal~ a la patria, a Reyes, ... Estridentismo, colonialismo, vanguardismo, agorismo,

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¡ración que vino después de la mía y antes de la de usted. ¡Ay!amigo Héctor, no se puede hablar de ninguna cosa humana sintener en cuenta el dolor. Pero otra vez divago, qué diablo, yno lo puedo evitar.

De lejos, México me parece un río muy ancho que arrastramuchas cosas. Cabe mucho en México. No deje que un senti­miento de incompatibilidad personal (si es que lo hay) se levuelva conflicto estético. Reconozco que este don de trasladar ala zona espiritual todos los estímulos anuncia en usted unanoble naturaleza de artista. Pero todo debe ir gobernado porese "yo" que se encarama sobre nuestros hombros y contemplapanorámicamente y como general de ejércitos lo que pasa ennosotros mismos. Si para esto, para ganar esta cierta lejanía,necesita usted viajar un poco y poner tierra y mar de por medio,no debiera dudarlo. Usted tiene que sacar adelante al creadorque lleva adentro: es su primer deber.

Como quien sorbe bocanadas de aire fresco, leo su Imagen denadie, cuyo envío le agradezco todavía más al saber que setrata de una edición limitadísima y sacrificada. Y vea lo que meocurre: comienzo por encontrar un epígrafe de ApoIlinaire.Leo, y hallo un estilo de realidades transformadas, arrebatadasa la tierra sobre el pegaso de las palabras (i Y a usted le llamamatador de los culteranos un editorial de El Nacional, y a míque soy viejo detective en estas cosas usted no me engaña: sulibro cae dentro de esa zona estética en que también caenlo culterano, lo gongorino, lo mallarmeano, lo "contempo­ráneo"!); me encuentro con una constante creación poéticaverbal. Y se habla de la Gioconda, y de los prerrafaelistas, delos jardines de Academos, de Dada. Se está en un sistema de alu­siones universales. Es una calle de cualquier ciudad del mundo.¿Por qué había de ser incompatible esa estética con la de algu­nos que, creo, usted considera adversarios?

y ahora, déjeme defender a mi don Luis, que no tiene laculpa de esto. Usted, elogiando con razón unos romances mexi­canos, dijo en El Nacional, que entre nosotros, antes, el roman­ce sólo se había ensayado como moda gongorina o tomada deGóngora a través del francés. i Por los dioses! Góngora jamásha influido en la literatura francesa. Mallarmé, que tiene con éluna relación interplanetaria, no se preocupó de saber si existíaGóngora, ni tradujo jamás la lengua española. Verlaine, quecita de epígrafe un verso de Góngora, lo tomó de prestadode alguien que le hizo el favor de dárselo: él no entendía espa­ñol. (¿ y sabe usted, cosa curiosa, que el erudito alemán Petri­coni mantiene que Rubén Daría tampoco puede decirse quehaya conocido propiamente a Góngora?) Góngora sólo fue prac­ticado en Francia por los filósofos y eruditos de historia lite­raria, que no entran en las tropas de la literatura activa. Estosúltimos tiempos, ha habido alguno que, como Francis de Mio­mandre (literato ya muy caído de la gracia, aunque empezómuy bien, y tiene muchísimo talento) se ha puesto a darlas degongorista, sólo por la influencia de dos americanos: VenturaGarcía Calderón y este humilde servidor de usted. Pero nuncaGóngora ha llegado a nadie a través de las letras francesas,en las que jamás tuvo la influencia que, por ejemplo, tuvoAntonio Pérez. ¿Y quién sabe de Antonio Pérez? Dámaso Alon­so hizo una notita sutil sobre América en Góngora, buscandolas alusiones directas: dio poco esa cosecha. El asunto estabamal enfocado. No es así, no es por ahí. Góngora lo que teníaera que había respirado los átomos de exotismo americano en

la atmósfera de su época, y se había saturado de ellos. Estálleno de plata, de fruta, de carne morena, y no es fuerza buscaren él la alusión directa:

El preciosamente Inca desnudoo el de plumas vestido mexicano.

y luego, prendió en América como otra nueva viruela. Pues yoreconozco que tiene tanto de virtud como de enfermedad. Granparte de sus tesoros es ya ceniza. En fin: todo esto se lo cuentopara conversar con usted sobre asuntos de mi afición. ~ero

no diga que Góngora ha sido influencia francesa en MéXICO.Quién sabe si lo contrario sea más verdadero. ¿Sabía usted queyo he sido el albañil de la magna edición Foulché-Delbosc, yque ésta no hubiera llegado jamás a publicarse si no llego yo aestar en Europa y obligar al sabio editor? Le recomiendo, co~obella presentación de conjunto sobre el estado de la cuestIóngongorina, precisamente un libro en francés: el tomito de! au­torizado hispanista Lucien Paul Thomas sobre Don LuJS deGóngora y Argote, París, La Renaissance du Livre, Les CentChefs-d'oeuvre Étrangers. Es la primer popularización que sehace en francés del asunto. Salió hace menos de un año. Latraducción no le interesará a usted, pero sí la introducción.Thomas es un viejo gongorista belga, uno de los seis o siete locosque quedamos con esta manía por el mundo..., . .

Hace días le mandé un folleto: Atenea polzttca conferenczapara estudiantes, que sospecho no le desagradará como idea.Ahora le mando Horas de Burgos cosa vieja y superficial, de laque quise limpiar mi mesa. Padezco ahogo de manuscritos. Qui­siera desembarazarme con la higiene de la publicación, y em­pezar j ay! otra nueva vida. ¿Sabe usted lo que quiere deciresto para un hombre de 43 años? Tengo para imprenta el Mon­terrey, 10. Acabé de copiar un tomito de notas de poco momen­to que se llaman, como en la Física, Tren de ondas. Hoyo ma­ñana lo doy a la imprenta. En París, Taño Sala.z:'"r, ~l salva­doreño-mexicano, me está ilustrando un poema bIzantino lla­mado Minuta. Está ya pronto otro poema en once romancessobre Río Janeiro, que voy a imprimir en Holanda. Quieromandarle a Genaro, a Madrid, el Presagio de América (la ma­teria de lo que nuestro Guillermo publicó en El Libro " elPueblo llamándole "América, utopía", con algo de más y UD

tantico de menos, que pertenece a otro libro posterior sobreAmérica. En éste sólo debe tratarse de América antes y en eldescubrimiento. En el posterior, de América después del des­cubrimiento, pero de esto hablaremos cuando madure). Yatiene mis noticias, antes que nadie.

i Ah!. .. Con mucha emoción recorro los párrafos últimos desu carta. Ese fervor, esa irritación, son el resorte juvenil en to­das las razas no sólo en la nuestra. El joven inglés siente lomismo para ~us propios problemas, y el francés, y el ~emán;esa protesta está inscrita en la conciencia del hombre; los mglesesle llaman más o menos, el Viejo Adán. No es fuerza que seaespecífica.:nente mexicano ese. estado de espíritu..¿Quién sabequé es lo mexicano? Lo que Importa es que sea smcero, y queesa energía se traduzca en la obra de ustedes, los muchach~ losqueridísimos poetas y escritores que despuntan y en qUIenesyo aprendo a rejuvenecerme y confiar.

Muy suyo, con todo afecto:

ALFONSO 1tBYBS