Hume- Resumen Tratado

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Resumen del tratado de hume.

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david hume resumen de un libro recientemente publicado que se titula: tratado de la naturaleza humana. madrid, editorial santillana, 1996.

en donde el argumento principal de ese libro se ilustra y explica.

prefacio

mis esperanzas acerca de este pequeo trabajo pueden parecer algo desorbitadas, cuando declaro que es mi intencin hacer ms inteligible para las mentes ordinarias una obra mas vasta, por el procedimiento de resumirla. sin embargo, es cierto que quienes no estn acostumbrados a los razonamientos abstractos son propensos a perder el hilo del argumento cuando ste es trazado en toda su longitud, reforzado en cada parte con todos los argumentos posibles, protegido contra todas las objeciones e ilustrado desde todas las perspectivas, tal y como acontece siempre que un escritor examina diligentemente el tema de su estudio. tales lectores estarn ms dispuestos a entender una cadena de razonamientos que sea ms simple y concisa, donde slo las proposiciones principales aparezcan encadenadas entre s, ilustradas con unos ejemplos sencillos y confirmadas con unos pocos y contundentes argumentos. las partes, de esta forma ligadas, pueden compararse mejor, y pueden trazarse

ms fcilmente las conexiones que van desde los principios primeros hasta la ltima conclusin. la obra de la que presento al lector este resumen ha recibido quejas y ha sido calificada de oscura y difcil de comprender. yo me inclino a pensar que esto proviene tanto de la extensin del argumento como del carcter abstracto del mismo. si he logrado remediar esta inconveniencia en alguna medida, habr conseguido mi propsito. me pareci a m que el libro posee tal aire de singularidad y novedad que puede atraer la atencin del pblico; especialmente si el libro muestra, como el autor parece insinuar, que, de ser aceptada su filosofa, deberamos modificar desde sus fundamentos la mayor parte de las ciencias. estos audaces intentos siempre son ventajosos en la repblica de las letras, porque se libran del yugo de la autoridad, acostumbran a los hombres a pensar por s mismos, abren nuevos horizontes que los hombres de genio pueden llevar an ms lejos y, por fuerza de la oposicin que representan, alumbran puntos en los que hasta entonces nadie haba sospechado que se encerrara dificultad alguna. el autor debe conformarse con esperar pacientemente por algn tiempo antes de que el mundo culto pueda ponerse de acuerdo en lo que se refiere a los sentimientos que suscita en ellos esta obra. es para el autor una desgracia no poder apelar al pueblo, que en todos los asuntos pertenecientes a la razn comn y a la elocuencia ha resultado ser tribunal tan infalible. tiene el autor que ser juzgado por unos pocos, cuyo veredicto es ms propenso a estar corrompido por el partidismo y el prejuicio, habida cuenta, adems, de que nadie que no haya pensado a menudo en estos asuntos puede estar capacitado para juzgarlos. y, por otra parte, estos mismos tienden a componer sistemas propios, que de ninguna manera estn dispuestos a abandonar. espero que el autor me disculpe por entretenerme en este asunto, ya que mi finalidad es nicamente aumentar su auditorio quitando de en medio algunas dificultades que han impedido a muchos captar el significado de lo que l quiere decir.

he cogido un nico argumento y lo he desarrollado cuidadosamente del principio al fin. es ste el nico punto que me he preocupado de llevar a cabo. lo dems son alusiones a otros pasajes que me parecieron curiosos e interesantes.

resumen de un libro recientemente publicado que lleva por ttulo tratado de la naturaleza humana

este libro parece haber sido escrito segn el mismo plan de otras varias obras que han estado muy en boga en inglaterra durante los ltimos aos. el espritu filosfico que tanto se ha extendido sobre toda europa en los ltimos ochenta aos ha alcanzado en este reino tanta dimensin como en cualquier otro. nuestros escritores parecen incluso haber iniciado una nueva clase de filosofa que promete proporcionar ms entretenimiento y ventaja para la humanidad que cualquier otra que el mundo ha conocido. la mayora de los filsofos de la antigedad que trataron de la naturaleza humana han demostrado ms poseer una delicadeza de sentimientos, un justo sentido de la moral o una grandeza de alma, que una profundidad del razonamiento y la reflexin. se contentan con representar el sentido comn de la humanidad, sacndolo a luz ms clara y sirvindose de sus mximas virtudes de inteleccin y de expresin. pero no siguen con rigor una cadena de proposiciones, ni organizan las varias verdades en una ciencia regular. es, cuando menos, un intento que merece ver si la ciencia del hombre no admite la misma precisin de la que varias partes de la filosofa natural son susceptibles. parece que hay razones de sobra para imaginar que esta ciencia puede ser desarrollada segn el mximo grado de exactitud. si, examinando diversos fenmenos, encontramos que stos se resuelven en un

principio comn, y podemos engarzar este principio en otro, llegaremos por fin a esos pocos principios simples de los que todos los dems dependen. y aunque jams logremos llegar a los ltimos principios, es una satisfaccin el ir tan lejos como nuestras facultades nos permitan. sta parece haber sido la finalidad de nuestros ms recientes filsofos y tambin la de este autor. l propone anatomizar la naturaleza humana de un modo regular y promete no deducir ms conclusiones que las que le autorice la experiencia. habla con desprecio de las hiptesis e insina que esos compatriotas nuestros que las han desterrado del reino de la filosofa moral han hecho un servicio an mayor al mundo que my lord bacon, a quien el autor considera como padre de la fsica experimental. menciona, con ocasin de esto, a mr. locke, a my lord shaftesbury, al dr. mandeville, a mr. hutchison y al dr. butler, los cuales, a pesar de diferir entre s en muchos puntos, parecen coincidir en fundamentar sobre la experiencia sus precisas disquisiciones acerca de la naturaleza humana. adems de la satisfaccin que produce el estar familiarizados con lo que ms de cerca nos concierne, puede afirmarse, sin temor a errar, que casi todas las ciencias estn comprendidas en la ciencia de la naturaleza humana y que dependen de ella. la nica finalidad de la lgica es explicar los principios y operaciones de nuestra facultad razonadora, y la naturaleza de nuestras ideas; y la poltica considera a los hombres reunidos en sociedad, dependientes los unos de los otros. por lo tanto, este tratado de la naturaleza humana parece estar dirigido a formar un sistema de las ciencias. el autor ha dado trmino a lo que se refiere a la lgica, y ha dejado expuestos los fundamentos de las otras partes en su explicacin de las pasiones. el celebrado monsieur leibniz ha observado que es un defecto en los comunes sistemas de lgica el que stos sean enormemente dilatados cuando se detienen a explicar las operaciones del entendimiento en su tarea de formar demostraciones, y que sean

demasiado concisos cuando tratan de las probabilidades y de esas otras medidas de evidencia de las que la vida y la accin dependen eternamente y que incluso son nuestra gua en la mayor parte de nuestras especulaciones filosficas. en esta censura incluye the essay on human understanding, la recherche de la vrit y lart de penser. el autor del tratado de la naturaleza humana parece haber reparado en este defecto de estos filsofos y ha procurado, en la medida de sus fuerzas, remediarlo. como su libre contiene un gran nmero de especulaciones muy nuevas e interesantes, ser imposible dar al lector una justa nocin de todas ellas. por lo tanto, nos limitaremos principalmente a exponer la explicacin que nuestro autor da de nuestros razonamientos fundados en la causa y el efecto. si logramos hacer esto inteligible para el lector, ello podr servir como muestra de lo dems. nuestro autor comienza con algunas definiciones. llama percepcin a todo aquello que pueda estar presente en el espritu, ya sea que empleemos nuestros sentidos, o estemos movidos por la pasin, o ejercitemos nuestro pensamiento y reflexin. divide nuestras percepciones en dos clases, a saber, impresiones e ideas. cuando sentimos una pasin o emocin de cualquier tipo o tenemos las imgenes de objetos externos que nos han proporcionado los sentidos, la percepcin que posee la mente es lo que el autor llama una impresin, que es una palabra que l emplea con un nuevo sentido. cuando reflexionamos sobre una pasin o un objeto que no est presente, esta percepcin es una idea. las impresiones, por tanto, son nuestras percepciones ms vivaces y fuertes; las ideas son las ms borrosas y dbiles. esta distincin es evidente; tan evidente como la que existe entre el sentir y el pensar. la primera proposicin que el autor anticipa es que todas nuestras ideas, o percepciones dbiles, se derivan de nuestras impresiones, o percepciones fuertes; y que nunca podemos pensar en ninguna cosa que no hayamos visto fuera de nosotros o sentido en nuestro propio espritu. esta proposicin parece ser equivalente a la que mr. locke se

tom tanto esfuerzo por establecer, a saber, que no hay ideas innatas. slo puede observarse como una inexactitud de ese famoso filsofo el que comprenda todas las percepciones bajo el trmino de idea: en ese sentido es falso decir que no tenemos ideas innatas. porque es evidente que nuestras percepciones ms fuertes, o impresiones, son innatas, y que nuestra inclinacin natural, el amor a la virtud, el resentimiento y todas las otras pasiones surgen inmediatamente de la naturaleza. estoy persuadido de que cualquiera que considere esta cuestin a la luz de lo dicho podr fcilmente reconciliar todas las partes en litigio. el padre malebranche se encontrara en una atolladero si quisiera sealar un pensamiento de la mente que no representara algo previamente sentido por ella, ya fuera internamente, ya por medio de los sentidos externos; y tendra que conceder que, a pesar de que podemos componer y mezclar y aumentar y disminuir nuestras ideas, todas ellas se derivan de estas fuentes. mr. locke, por otra parte, reconocera sin dificultad que todas nuestras pasiones son como instintos naturales que se derivan de la constitucin original del alma humana, y no de ninguna otra cosa. nuestro autor piensa que "ningn descubrimiento podra haber tenido lugar ms felizmente que ste, para decidir sobre todas las controversias acerca de las ideas: que las impresiones siempre las preceden, y que cada idea de que se provee la imaginacin aparece primero en una impresin correspondiente. estas impresiones son tan claras y evidentes, que no admiten controversia, a pesar de que muchas de nuestras ideas sean tan oscuras que casi sea imposible, hasta para la mente que las forma, decir exactamente su naturaleza y composicin". de acuerdo con esto, cuando una idea sea ambigua, el autor recurrir siempre a la impresin que habr de convertirla en clara y precisa. y cuando el autor sospeche que un trmino filosfico no est aparejado a ninguna idea (cosa que ocurre con inusitada frecuencia), siempre preguntar: de qu impresin se deriva esta idea? y si no puede aducirse ninguna impresin, concluir que el trmino en cuestin carece de significado. de esta manera examina

nuestra idea de sustancia y esencia; y sera de desear que este mtodo riguroso se practicara ms a menudo en todos los debates filosficos. es evidente que todos los razonamientos que se refieren a los asuntos de hecho estn fundados en la relacin de causa y efecto, y que nunca podemos inferir la existencia de un objeto de la de otro, a menos que estn conectados mediata o inmediatamente. por lo tanto, para entender estos razonamientos debemos estar perfectamente familiarizados con la idea de causa; y para ello debemos mirar en derredor y encontrar algo que sea la causa de otro algo. he aqu una bola de billar sobre el tapete, y otra bola movindose hacia ella con rapidez. las dos chocan, y la bola que en un principio permaneca en reposo adquiere ahora movimiento. ste es un ejemplo de la relacin de causa y efecto, tan perfecto como cualquier otro que conozcamos por medio de la sensacin o de la reflexin. examinmoslo. es evidente que las dos bolas se pusieron en contacto antes de que el movimiento fuera comunicado, y que no hubo intervalo entre el choque y el movimiento. la contigidad en el tiempo y en el espacio es, por tanto, una circunstancia requerida en cada causa. pero esto no es todo. hagamos el mismo experimento con otras bolas de la misma clase y en una situacin parecida, y veremos que siempre el impulso de una produce el movimiento de la otra. hay aqu, por tanto, una tercera circunstancia, a saber, la unin constante entre la causa y el efecto. cada objeto que es causa produce siempre un objeto que es efecto. fuera de estas tres circunstancias de contigidad, prioridad y unin constante, nada ms puedo descubrir en esta causa. la primera bola esta en movimiento; toca la segunda; inmediatamente la segunda esta en movimiento; y cuando repito el experimento con las mismas bolas o con bolas semejantes, en las mismas o parecidas circunstancias, me encuentro con que, del movimiento y contacto de una bola, se sigue siempre el movimiento de la otra. por ms vueltas que de a este asunto, y comoquiera que lo

examine, nada ms puedo encontrar. este es el caso cuando la causa y el efecto estn presentes a los sentidos. veamos ahora en que se funda nuestra experiencia cuando concluimos de la una que el otro ha existido, o existir. supongamos que yo veo una bola movindose en lnea recta hacia otra; inmediatamente concluir que ambas chocaran y que la segunda se pondr en movimiento. esta es la inferencia de la causa al efecto, y de esta naturaleza son todos nuestros razonamientos referentes a la conducta de la vida; sobre todo esto se funda nuestra creencia en la historia, y de aqu se deriva toda filosofa, con excepcin de la geometra y la aritmtica. si podemos explicar la inferencia que se origina cuando tiene lugar el choque de dos bolas, seremos capaces de explicar esta operacin de la mente en todos los casos. si fuera creado un hombre, tal como adn, con pleno vigor de entendimiento y sin experiencia alguna, jams seria capaz de inferir el movimiento de la segunda bola a partir del movimiento e impulso de la primera. la razn no puede ver en la causa nada que nos permita inferir el efecto. una inferencia tal, si fuera posible, seria lo mismo que una demostracin, ya que slo estara fundada en la comparacin de ideas. pero ninguna inferencia de la causa al efecto es una demostracin. de lo cual hay esta prueba evidente: la mente puede siempre concebir cualquier efecto a partir de cualquier defecto a partir de cualquier causa; todo aquello que concebimos es posible, al menos en un sentido metafsico. pero, cuando una demostracin tiene lugar, lo contrario de ella es imposible e implica contradiccin. por consiguiente, no hay demostracin para ninguna unin de causa y efecto. y es este un principio generalmente admitido por los filsofos. as, pues, habra sido necesario que adn ( a menos que fuese inspirado) hubiera tenido experiencias del efecto que se sigui del impulso de estas dos bolas. tendra que haber visto en varias ocasiones que, cuando una bola chocaba con la otra, la segunda siempre adquira movimiento. si hubiera visto un numero suficiente

de casos semejantes, siempre que observara una bola movindose hacia la otra concluira, sin la menor vacilacin, que la segunda adquirir movimiento. su entendimiento se anticipara a su vista y formara una conclusin que se acomodara a su experiencia pasada. de esto, pues, se sigue que todos los razonamientos referentes a la causa y el efecto estn fundados en la experiencia; y que todos los razonamientos de experiencia fundados en la suposicin de que el curso de la naturaleza continuara uniformemente igual. concluimos que causas semejantes, en semejantes circunstancias, producirn efectos semejantes. y merecer la pena que nos detengamos a indagar que es lo que nos determina a formar una conclusin de tan enormes consecuencias. es evidente que adn, con toda su ciencia, jams hubiera podido demostrar que el curso de la naturaleza debe continuar uniformemente igual y que el futuro debe ser conforme al pasado. nunca puede ser demostrado que aquello que es posible sea falso; y es posible que el curso de la naturaleza pueda cambiar, ya que nosotros somos capaces de concebir ese cambio. no slo eso; voy ms lejos y afirmo que tampoco se podra probar, mediante argumento probable alguno, que el futuro debe ser conforme al pasado. todos los argumentos probables se basan en la suposicin de que exista esta conformidad entre el futuro debe y el pasado, y por consiguiente nunca pueden probar eso mismo. esta conformidad es un asunto de hecho y, debe ser probado, slo admitir aquella prueba que provenga de la experiencia. pero nuestra experiencia pasada no puede probar nada que se refiera al futuro, a menos que se suponga que entre el pasado y el futuro existe una semejanza. as, pues, es este punto que no admite prueba y que nosotros asumimos sin prueba alguna. solamente la costumbre nos determina cuando suponemos que el futuro se conforma al pasado. cuando veo una bola de billar movindose hacia otra, mi espritu es movido inmediatamente hacia

el hbito al efecto usual y se anticipa a mi vista al concebir el movimiento de la segunda bola. no hay nada en estos objetos, considerados en abstracto e independientemente de la experiencia, que me lleve a formar una conclusin de esa ndole; e incluso despus de que yo he tenido la experiencia de muchos y repetidos efectos de esa clase, no hay argumento que me determine a suponer que el efecto se conformar a la experiencia pasada. los poderes por medio de los cuales slo operan los sus cuerpos son enteramente por desconocidos. percibimos cualidades sensibles.

consiguiente, qu razn nos induce a pensar que iguales poderes acompaarn siempre a iguales cualidades sensibles? as, pues, no es la razn la gua de la vida humana, sino la costumbre. slo ella hace que la mente, en todos los casos, suponga que el futuro a de ser conforme al pasado. a pesar de que este paso parece enormemente sencillo, jams podra la razn darlo por si misma. es ste un curioso hallazgo, que adems no lleva a otros an ms curiosos. cuando veo a una bola de billar movindose hacia otra, mi espritu es llevado inmediatamente por el hbito al efecto usual y se anticipa a mi vista al concebir el movimiento de la segunda bola. pero es todo eso? me limito a concebir el movimiento de la segunda bola? desde luego que no. yo tambin creo que esa segunda bola se mover. qu es, pues, esta creencia? y en qu difiere de la simple concepcin de una cosa? he aqu una nueva cuestin, no meditada por los filsofos. cuando una demostracin me convence de alguna proposicin, no slo me hace concebir dicha proposicin, sino que tambin me persuade de que es imposible concebir cualquier cosa contraria. lo que es demostrativamente falso implicar una contradiccin; y por lo que se refiere a cualquier asunto de hecho, por fuerte que puede ser la prueba que proporcione la experiencia, siempre podr concebir lo contrario, aunque no siempre pueda creerlo. la creencia, por lo tanto, establece una diferencia entre la concepcin a la que yo doy mi

asentamiento, y la concepcin a la que se lo niego. para explicar esto slo hay dos hiptesis. podra decirse que la creencia aade una idea nueva a esas otra ideas que podemos concebir sin que asintamos a ellas. pero esta hiptesis es falsa. porque, primero, una idea tal no puede ser producida. cuando simplemente concebimos un objeto, lo concebimos en todas sus partes. nosotros lo concebimos tal y como podra existir, aunque no creamos que exista. nuestra creencia en ese objeto no nos descubrira nuevas calidades. podemos representarnos en la imaginacin el objeto de su totalidad y, sin embargo, no creer en l. podemos considerarlo de tal manera que se incluyan en l todas las circunstancias de tiempo y lugar. este objetos concebido tal y como podra existir; y cuando lo creemos, ya no podemos hacer nada ms. segundo. la mente posee la facultad de enlazar todas aquellas ideas que no envuelven contradiccin. por lo tanto, si la creencia consistira en alguna idea que nosotros aadimos a la simple concepcin, estara dentro de los poderes del hombre el aadir esta idea y creer, de esta forma, cualquier cosa que pudiera ser concebida as, pues, como la creencia implica una concepcin y es, sin embargo, algo ms; y como no aade ninguna nueva idea a la concepcin, se sigue de ello que es una manera diferente de concebir un objeto; algo que est relacionado con el sentimiento y que no depende de nuestra voluntad, como es el caso de todas nuestras ideas. llevaba por el hbito, mi mente corre del objeto visible que es una bola en movimiento hacia otra al efecto usual que es el movimiento de la segunda bola. no solo concibe este ltimo movimiento, sino que siente al concebirlo algo que lo diferencia de una mera ensoacin de la fantasa. la presencia de este objeto visible y la unin constante de ese particular efecto hacen que la idea se presente hacia el sentimiento de modo diferente a como se presentan esas ideas vagas que vienen a la mente sin prefacio alguno. esta conclusin parece un poco sorprendente; pero somos llevados a ella por una cadena de

proposiciones que no admiten duda. para refrescar la memoria del lector las resumir brevemente. ningn asunto de hecho pude ser probado sino de su causa o de su efecto. nada puede ser conocido como causa de otra cosa, a menos que lo muestre la experiencia. no podemos dar razn alguna para extender al futuro nuestra experiencia del pasado; estamos enteramente determinados por la costumbre cuando concebimos un efecto que ha de seguirse su causa usual. pero tambin creemos que un determinado efecto ha de seguirse, adems de que podemos concebirlo. esta creencia no aade ninguna idea nueva a la concepcin. solamente varia la manera de concebir e impone una diferencia a la sensacin o sentimiento. la creencia, por tanto, se origina solamente en la costumbre y es una idea concebida de una manera peculiar. nuestro autor procede a explicar la manera o el sentimiento que hace de la creencia algo diferente de una vaga concepcin. parece darse cuenta de que es imposible describir con palabras este sentimiento, del que cada uno debe ser consciente en el fondo de su pecho. algunas veces lo llama una concepcin ms fuerte, otras lo llama una concepcin ms vivaz, ms vvida, ms firme, ms intensa. cualquiera que sea el nombre que podamos dar a este sentimiento que constituye a la creencia, nuestro autor piensa que es evidente que dicho sentimiento tiene en nuestro espritu una influencia mucho ms fuerte que una fantasa o que una mera concepcin. esto lo prueba por la influencia que este sentimiento ejerce sobre las pasiones y la imaginacin, que slo son movidas por la verdad o por aquello que se toma por verdadero. la poesa, a pesar de todo su arte, jams puede causar una pasin como las que se dan en la vida real. falla en la concepcin original de sus objetos, que nunca se sienten de la misma forma que aquellos que regulan nuestra creencia y opinin. nuestro autor, despus de asumir que ha probado suficientemente que las ideas a las que asentimos son para el sentimiento diferentes de las otras, y que este sentimiento es ms firme y vivaz que nuestras concepciones comunes, sigue adelante y emprende la tarea

de explicar la causa de este sentimiento vivaz. ello lo hace por analoga con otros actos de la mente. su razonamiento se presenta como interesante. pero apenas sera inteligible, o al menos probable, para el lector, sin que descendiramos a la consideracin de muchos detalles, tarea que excedera los lmites que aqu me he impuesto. he omitido asimismo muchos argumentos que el autor aduce para probar que la creencia consiste nicamente en una peculiar sensacin o sentimiento. slo mencionar uno: nuestra experiencia pasada no es siempre uniforme. algunas veces un efecto se sigue de una causa; otras veces, otro. en un caso as siempre creemos que el efecto que tendr lugar ser el que es ms frecuente. veo una bola de billar movindose hacia otra. no puedo distinguir si la primera bola va girando sobre su propio eje, o si ha sido impulsada de tal manera que se deslice sobra la mesa. en el primer caso, s que esa bola no se detendr despus del choque. en el segundo, s que se puede detener. el primer caso es ms comn y, por lo tanto, anticipo ese efecto. pero tambin concibo el otro efecto, y lo concibo como posible y como dependiente de la causa. si no fuera porque la sensacin o sentimiento hace que una concepcin difiera de la otra, no habra distincin alguna entre ellas. hemos limitado nuestro razonamiento a la relacin de causa efecto, tal y como se descubre en los movimientos y en las operaciones de la materia. pero el mismo razonamiento se extiende a las operaciones de la mente. ya sea que consideremos la influencia de la voluntad en el movimiento de nuestro cuerpo, ya la consideremos en el gobierno de nuestro pensamiento, puede afirmarse con seguridad que nunca podramos predecir el efecto a partir de la mera consideracin de la causa y sin la ayuda de la experiencia. e incluso despus de haber experimentado una serie de efectos, es nicamente la costumbre, y no la razn, la que nos determina a establecer el canon de nuestros futuros juicios. cuando se presenta la causa, la mente, fundada en el hbito, pasa inmediatamente a la concepcin y creencia del efecto usual. la creencia es algo distinto de la concepcin. sin embargo, no

aade a esta ltima una nueva idea. solamente hace que la sintamos de una manera diferente, y la hace ms fuerte y ms vivaz. habiendo terminado con este asunto material referente a la

naturaleza de la inferencia de la causa al efecto, nuestro autor vuelve sobre sus pasos y examina de nuevo la idea de esa relacin. al considerar el movimiento que una bola comunica a otra, slo podemos encontrar la contigidad, la prioridad de la causa y la unin constante. pero, adems de esas circunstancias, se suele suponer que hay una conexin necesaria entre la causa y el efecto, y que la causa posee algo que llamamos poder, o fuerza, o energa. la cuestin es: qu idea va unida a estos trminos? si todas nuestras ideas o pensamientos se derivan de nuestras impresiones, este poder debe manifestarse a nuestros sentidos o a nuestras sensaciones internas. pero los sentidos encuentran tan difcil descubrir poder alguno en las operaciones de la materia, que los cartesianos no han tenido escrpulo en afirmar que la materia est completamente privada de energa y que todas sus operaciones son llevadas a cabo por la energa del supremo ser. pero la cuestin surge de nuevo: qu idea de energa o de poder poseemos, incluso atribuida al ser supremo? toda nuestra idea de una deidad (de acuerdo con los que niegan las ideas innatas) no es otra cosa que una composicin de esas ideas que admitimos al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente. pero nuestra mente no nos da mayor nocin de energa que la que nos da la materia. si consideramos nuestra voluntad o volicin a priori, haciendo abstraccin de la experiencia, nunca podremos inferir a partir de ella efecto alguno. y si recurrimos a la experiencia, sta slo nos mostrar objetos contiguos, sucesivos y constantemente unidos. resumiendo: o bien no tenemosen absoluto idea alguna de fuerza y energa y, entonces, estas palabras carecen por completo de significado, o bien solo significan esa determinacin del pensamiento, adquirida por el hbito, que consiste en pasar de la causa al efecto usual. aquel que desee entender esto en toda su profundidad debe consultar al autor. yo me conformar si logro que el mundo de los

instruidos sea consciente de que este problema presenta alguna dificultad. si alguien la resuelve, debe salir con algo completamente nuevo y extraordinario: tan nuevo como la misma dificultad que el autor nos expone. por todo lo que se ha dicho hasta ahora, el lector advertir fcilmente que la filosofa que se contiene en este libro es muy escptica y est dirigida a darnos una nocin de las imperfecciones y los estrechos lmites del entendimiento humano. casi todo razonamiento, segn este libro, se reduce a la experiencia; y la ciencia que acompaa a la experiencia queda explicada como un sentimiento peculiar o una concepcin vivaz producida por el hbito. esto no es todo: cuando creemos que alguna cosa tiene existencia extrema o suponemos que un objeto existe ms que un sentimiento de la misma clase. nuestro autor insiste en varios otros temas escpticos; y llega a la conclusin general de que asentimos a nuestras facultades y empleamos nuestras facultades y empleamos nuestra razn slo porque no podemos evitarlo. la filosofa nos hara eternamente pirrnicos si no fuera porque la naturaleza es demasiado potente como para tolerarlo. concluir la lgica de este autor exponiendo dos de sus opiniones que parecen muy personales, como lo son la mayora de las que nos ofrece. asegura que el alma, tal y como podemos concebirla, no es ms que un sistema o serie de percepciones diferentes calor y fro, amor y clera, pensamientos y sensaciones, todas reunidas, pero sin perfecta simplicidad o identidad alguna. descartes mantena que el pensamiento era la esencia del alma; no es este pensamiento ni aquel pensamiento, sino el pensamiento en general. esto parece ser ininteligible, ya que cada cosa que existe es particular. y, por lo tanto, deben ser nuestras varias percepciones particulares las que componen el alma. y que componen el alma, no que pertenecen a ella. el alma no es una sustancia en la cual inhieren las percepciones. esta nocin es tan ininteligible como la cartesiana, que afirma que el pensamiento o la percepcin en general es la esencia del alma. no tenemos idea alguna de ninguna clase de sustancia, ni material ni

espiritual. slo conocemos cualidades particulares y percepciones. as como nuestra idea de los cuerpos de un melocotn, por ejemplo es slo la idea de un sabor particular, del color, de la figura, del tamao, de la consistencia, etc., as nuestra idea del alma slo es la idea de percepciones particulares, sin ninguna nocin de algo que podamos llamar sustancia, ni simple ni compuesta. el segundo principio del que me propona dar noticia se refiere a la geometra. despus de negar la divisibilidad infinita de la extensin, nuestro autor se ve obligado a refutar esos argumentos matemticos que han sido aducidos en favor de ella; pues, ciertamente, estos argumentos son los que poseen alguna fuerza. esto lo hace negando que la geometra sea una ciencia lo suficientemente exacta como para que pueda llegar a conclusiones tan sutiles como las que se refieren a la divisibilidad infinita. sus argumentos pueden explicarse as: toda la geometra est fundada en las nociones de igualdad y desigualdad, y en consecuencia, segn tengamos o no tengamos un canon exacto de esa relacin, as esta ciencia admitir una gran exactitud. ahora bien, hay un canon exacto de la igualdad si suponemos que la cantidad est compuesta de puntos indivisibles. dos lneas son iguales cuando el nmero de puntos que las componen es el mismo, y cuando hay un punto en una que se corresponde con un punto de la otra. pero, aunque este canon sea exacto, es intil, ya que jams podemos hacer el cmputo del nmero de puntos que contiene una lnea. adems este canon se funda en la suposicin de que la cantidad es finitamente divisible y, por tanto, nunca puede dar lugar a una conclusin contraria a ella. si rechazamos este canon de igualdad, no tenemos ningn otro que posea pretensin alguna de exactitud. hay dos que comnmente se usan. se dice que dos lneas mayores que una yarda, pongamos por caso, son iguales cuando contienen una cantidad inferior una pulgada, por ejemplo el mismo nmero de veces. pero esto no nos lleva a ninguna parte. porque la cantidad a la que llamamos una pulgada en una de las lneas se supone que es igual a la que llamamos una pulgada en la

otra. y la cuestin sigue siendo la misma: segn qu canon procedemos cuando juzgamos que ambas son iguales? y si tomamos cantidades an ms pequeas, continuaremos plantendonos la misma cuestin in infinitum. por consiguiente, est no es un canon de igualdad. cuando son interrogados acerca de lo que quieren decir con la palabra igualdad, la mayora de los filsofos responden que esa palabra no admite definicin y que basta con situar ante nosotros dos cuerpos iguales como, por ejemplo, dos dimetros de un crculo para hacernos entender ese trmino. ahora bien, esto es tomar la apariencia general de los objetos por el canon de esa proporcin, y significa hacer de nuestra imaginacin y de los sentidos los jueces supremos de ella. pero un canon as no admite exactitud y nunca puede ofrecernos una conclusin contraria a la imaginacin y a los sentidos que esta visin del asunto sea acertada o no, es cosa que debe someterse al mundo de los instruidos. pero sera de desear, ciertamente, que se ensayaran algunos procedimientos para reconciliar la filosofa y el sentido comn, los cuales, por lo que se refiere a la cuestin de la divisibilidad infinita, se han enzarzado en las ms crueles guerras. debemos ahora proceder a decir algo del segundo volumen de esta obra, que trata de las pasiones. es ms fcil de comprender que el primero, pero contiene opiniones que son igualmente nuevas y extraordinarias. el autor comienza con el orgullo y la humildad. observa que los objetos que excitan esas pasiones son muy numerosos y , asimismo, muy diferentes entre s. el orgullo o autoestima puede surgir de las cualidades de la mente: el talento, el buen sentido, la erudicin el valor , la integridad; de las cualidades del cuerpo: la belleza, la fuerza ,la agilidad, la buena mano en el juego, la destreza en el baile, en la equitacin, en la esgrima; de ventajas externas: el pas, la familia, los hijos, las cosas, los jardines, los caballos, los perros, los vestidos. despus procede a investigar esa circunstancia comn en la que todos estos objetos coinciden y que les hace actuar sobre las pasiones. su teora se extiende de la misma

forma al amor y al odio y otros afectos como estos asuntos, aunque interesantes, no podran hacerse inteligibles sin un largo discurso, los omitir aqu. quiz ser ms aceptable para el lector el que se le informe sobre lo que nuestro autor dice acerca del libre albedro .descansa el fundamento de su doctrina en lo que ha dicho sobre la causa y el efecto, tal y como lo explicbamos ms arriba. es universalmente conocido que las operaciones de los cuerpos externos son necesarias y que en la comunicacin de su movimiento, en su atraccin y cohesin mutuas, no hay la menor traza de indiferencia o libertad ... por tanto, todo aquello que a este respecto comparta los mismos fundamentos que la materia deber ser reconocido como necesario. con el fin de que podamos averiguar si es ste el caso con las operaciones d la mente, examinemos la materia y consideremos qu idea de necesidad se funda en sus operaciones y por qu concluimos que un cuerpo o acto ha de ser la causa infalible de otro. "ya se ha observado que no hay un solo caso en el que la conexin verdaderamente esencial entre los objetos pueda ser descubierta ni por nuestros sentidos ni por la razn, y que nunca podemos penetrar en la esencia y construccin de los cuerpos hasta el punto de percibir aquello en lo que su mutua influencia se funda. es su unin constante lo nico que conocemos, y es de esa unin constante de la que se deriva la necesidad cuando la mente pasa de un objeto a su compaero usual e infiere la existencia del uno a partir de la del otro. he aqu, pues, dos particularidades que hemos de considerar como esenciales a la necesidad, a saber, la unin constante y la inferencia de la mente; as, dondequiera que hallemos estas dos circunstancias, deberemos reconocer una necesidad. ahora bien, nada hay ms evidente que la unin constante de acciones particulares con motivos particulares. si no estuvieran todas las acciones constantemente unidas a sus motivos propios, no sera esta incertidumbre mayor que la que podemos observar cada da en las acciones de la materia, donde, debido a la mezcla e incertidumbre de las causas, el efecto es

a menudo variable e incierto. treinta granos de opio matarn a un hombre que no tenga costumbre de tomarlo, aunque treinta gramos de ruibarbo no siempre le sirvan de purga. de la misma forma, el miedo a la muerte har siempre a un hombre apartarse cien pasos de su camino, aunque no siempre le har realizar una mala accin. y as como es frecuente que se d una unin constante entre las acciones de la voluntad y sus motivaciones, as la inferencia de las unas a las otras es a menudo tan cierta como los razonamientos que se refieren a los cuerpos; y siempre hay una inferencia proporcionada a la constancia de la unin. en esto se funda nuestra creencia en los testigos, el crdito que damos a la historia y, desde luego, todas las clases de evidencia moral y casi la totalidad de la conducta de la vida. nuestro autor aspira a que, mediante una nueva definicin de la necesidad, este razonamiento arroje nueva luz sobre la controversia. y, ciertamente, hasta los ms celosos defensores del libre albedro deben reconocer esta unin e indiferencia en lo que se refiere a las acciones humanas. slo negarn que en eso consista la totalidad de la necesidad. pero entonces deben mostrar que tenemos una idea de algo ms en las acciones de la materia, lo cual, segn el razonamiento precedente, es imposible. a lo largo de todo este libro hay pretensiones de nuevos

descubrimientos en filosofa; pero si algo puede dar derecho al autor al glorioso nombre de inventor es el uso que hace del principio de asociacin de ideas, el cual est presente en la mayor parte de su filosofa. nuestra imaginacin tiene gran autoridad sobre nuestras ideas, y no hay ideas que sean diferentes entre s que ella no pueda separar, y unir, y componer segn las variedades de la ficcin. pero, a pesar del imperio de la imaginacin, hay un lazo o unin secreta entre algunas ideas particulares que da lugar a que la mente las una entre s ms frecuentemente y hace que la aparicin de una introduzca la otra. de hay surge lo que llamamos al propos del discurso; de ah, la coherencia en la escritura: y de ah, ese hilo o cadena de

pensamientos que un hombre mantiene, incluso en el ms desatado de sus ensueos. estos principios de asociacin son reducidos a tres, a saber: semejanza: un retrato nos lleva naturalmente a pensar en la persona que representa. contigidad: cuando se menciona el nombre de st. denis, la idea de pars nos viene naturalmente. causalidad: cuando pensamos en el hijo, estamos predispuestos para pensar en el padre. ser fcil concebir las vastas consecuencias de estos principios en la ciencia de la naturaleza humana, si consideramos que, por lo que se refiere a la mente, esos son los nicos lazos que unen entre s las partes del universo o nos ponen en contacto con alguna persona u objeto exterior a nosotros. porque, como es slo mediante el pensamiento como las cosas actan sobre nuestras pasiones, y como estos principios son los nicos lazos de nuestros pensamientos, dichos principios son realmente, para nosotros, el cimiento del universo, y todas las operaciones de la mente deben, en gran medida, depender de ellos.