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H UGO W AST

Los 065Vendados

8 70 M I L L A R

AGEN CIA GENERAL DE L I BRERÍ A

B UENOS AIRES

MA1PÚ 49

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ES PROPIEDAD

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Una maestrita

A diez minutos del corazón de Buenos Ai res,en

la l ínea del tren eléctrico , se halla la estac ión de

Belgrano Central,rodeada de hotelitos suntuosos y

quintas con soberb ios j ardines ; y a una cuadra de

la estac ión, en e l Baj o Belgrano, se encuentra la

cal le M igueletes .

S in empedrado,mal ed i ficada

,con las esquinas

baldias,porque sus propietarios aguardan que el

progreso de la población valorice los terrenos,con

trasta su aspecto con e l de los alrededores .

A lo largo de las veredas,corre un zanj ón y fren

te a cada puerta hay un puentecito .

Allí,los edi f i cios más suntuosos no son moradas

humanas , sino cabal lares , studs que costean los ri

cos porteños con sus rentas, y a veces también con

e l capital, manteniendo a cuerpo de rey aquellos

nobles brutos, dest inados, s i se portan como la gen

te, a term inar su carrera, emba l samados en el esca

parate de una talabartería .

Las casas de famil ia se d i stinguen de los stud s ,

por su modesti a.

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6 HUGO W AST

En lugar d e tener un vistoso frente d e ladri l lo

desnudo,con adornos de port land

,t ienen una mal la

de alambre,alta de dos varas, a ras d e la acera, y

un valladar tupido de renuevos de ligustros, que

def iende el jard incito . Basta mirar cómo se lo cu l

tiv a, para saber s i hay niñas en la casa .

Cuando sólo se v en lechugas y cebol lines,puede

creerse que los dueños son personas d e edad y no

tienen hijos ; pero si , a má s de las lechuga s , hayj azmines

,y claveles

,y alguna mata d e aristocrá

t i cos cri santemos,debe pensarse que a la siesta o

al atardecer,habrá en la puerta d e la cal le alguna

muchacha,por quien los mozos d el barrio se acer

quen a la esquina .

El jard incito nunca tiene más de sei s trancos ,v sobre él se abre la ventana d e la primera pieza ,

que es generalmente el comedor . Luego siguen las

otras en hi lera,resguardadas por una galeria

,hacia

el fondo,donde hay algunos árboles frutales y un

gal linerito y donde se pone a secar la ropa enP uerdas tendidas de pared a pared .

Un enrej ado de tabli l las,pintado de verde

,es

conde estas interioridades,cuadrando e l patio

,y

all i se enreda una rosa trepadora o una madre

se lva o una vigorosa tr ipa de frai le que en verano

se l lena de f lores .

De ese esti lo era la casita que compró don Pe

dro de Garay,cuando vino de Santa Fe

,c inco

años atrás , con la esperanza de un puesto nac ional .

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LOS OJOS VENDADOS

Inv irt10 en ell a la fortunita de su muj er,y se

quedó espe rando el nombramiento .

Había sido empleado provincial desde que ten ía

uso de razón,y no concebía que exi st iera gente

capaz de vivi r s in serlo .

Comenzó su carrera administrativa cebando ma

tes al com i sario de Santa Rosa, viej a poblacióncostera

,sobre un brazo del Paraná.

Tenía d iez y ocho años,cuando e l j e fe pºlítico

d el departamento observó su a fición a leer diarios

y alrnanaques, y lo hizo escribiente de la secreta

ria, y después secretario de la j e fatura, en Helvecia,y de pronto lo l levaron a Santa Fe

,con un empleo

en la Casa Gri s » amari l la en aquel los tiempos .

Como era respetuoso de las personas y de las

leyes y poco moved izo, los gobiernºs pasaban y él

permanecía en su puesto,ni env id ioso ni env id iado ,

sati s fecho cuando pod ia en la misma o f i cina echar

un vistazo a los diarios locales,y luego en frascarse

en la lectura d e algún gran diario porteño,que leía

con avi sos y todo .

Las raras veces que el exceso de trabaj o no ¡e

permitía conclu ir su lectura,sentiase desazonado

y en su casa reemprend ía su tarea, hasta darle f in .

Nunca le ia un diario recién l legado,s i no había

concluido el anter ior .—Sería una lást ima, dec ia se aprende

nucho.

Y realmente, después de veinte años de cons

tancia,don Pedro de Garay tenía ideas generales

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8 HU GO wae'r

sobre todo,y podía emit i r d e sonet

'

m un ju i cio

redondo y de finit ivo .

Sabia cuál era el pueblo más moral de la t ierra ,e! estadi sta más ladrón

,el mejor : istei .n c lec ¡ o

ra ! y la más per fecta máqu ina de escribi

S in haber viaj ado,conocia más o menos lc que

ocurr ía en todos los paises .—Yo no he estado en Groenlandia

,decía

pero seguramente a l lí los vest ida… de las l'

IJ Í C I CS

comienzan más arriba y acaban más u b3_i0 . ! 11c aqu í .

En Inglaterra hay una ley contra los envenenad a

res del pueblo ; yo no he estado en Ingla terra, pe

ro sé que hay una ley .

Sus conocimientos crecientes, no mod i ficaron la

senci l lez de sus gastos,ni e l bu l lic io de las c iud ad es

d is ¡pó en su corazón el melancó'

ico amor sr. pue

blo natal .

L a viej a y apacible Santa Rosa,sus calles de

arena, sus frescos naranj ales, su río barrancoso y

pro fundo,su i sla siempre verde y bu ll i ciosa con la

a lgarabía de las aves s i lvestres,y el hospita liario

señorío d e sus habitantes,orgu llosos d e su pueb lo ,

e l más criol lo de la comarca, y de su larga paren

te la,y de sus tradicionales apel l idos

,todo formaba

una imagen imperecedera,emocionante como una

vi sión soñada .

Aprovechaba las . v acacioncs para re frescar su

vida,y se pasaba dos meses comiendo sand ías en

la vereda de su casa,durmiendo siestas d e patriar

ca,y j ugando al truco en e l a l macén

,donde comen

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tos OJOS vmnnanos 9

taba las not icias de su diario, que recibía en pa

quotes semanales por la mensaj er ía de San José

del Rincón,y desparramaba sus conocimientos . A

la sombra fragante d e los naranj ales, tej ió e l úni

co romance de su vida con Presentacion Troncoso ,una l inda morocha que veinti c inco años después

no conservaba de su mentada be l leza,más que los

oj os negrísimos y ardientes, en que chispeaban los

recuerdos .

Era hij a única de uno de los ri cos de l lugar , due

ño de dos o tres chacras de man í , y de una legua

de campo y d e un mi l lar de vacas muy fecundas,pero de cuernos inconmensurables

,criol la s como

el caracu.

Don Pedro hubiera sali do de pobre de no haber

se dej ado tentar e l suegro por un trapalón,que le

vendió un molino de aceite en Cayasta,cuya he

rrumbrada maquinaria sacaba tanto aceite de una

parva de mani,como s i hubiera molido en su lugar

un tej ado del t iempo del Rey .

Con todo,al l iqu idarse la herencia

,le s quedó

una ta leguita d e dinero, que les llegó en los d ías en

que don Pedro obtuvo su j ubi lac ión .

De ahora en adelante podía sentarse a leer e l d ia

rio en e l zaguán de su casa, o en medio de l patio,

sin dar cuenta a nadie de su holganza . La men

sualid ad le correr ía igual,aunque un tanto mer

mada , porque don Pedro quiso obtenerla antes de

cumpli r e l t iempo necesario para que le otorgaran

el sueldo íntegro .

Se hab ía dej ado inducir en tentaciones . Se ha

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HUGO WAST

l laba fuerte, en sus cuarenta y cinco anos , y su

muj er y sus dos hij as y sobre todo su hij o,lo

ased iaban para que con el dinero heredado,y la

j ubi lac ión conseguida, se marchasen a Buenos

Aires , donde fácilmente encontrarían empleos pa

ra todos .

Don Ped ro revolv10 mucho la idea , antes de decid irse .

Realm ente las neces idades de su fami l ia crecían .

u h ij a mayor,Laura

,iba tocando los veinte años

su hi j o segundo,aquel badulaque tumultuoso y mi

mado de Pulgarcito,acababa de enrolarse como

ciudadano,y la h ij a menor

,Mati lde

,tenía qu ince

años ca'bales . Su mujer,muy hacend osa y econó

m i ca,se estaba agriando en lidia perpetua con la

servidumbre,una runf la d e ch initas que cada v e

rano traía de Santa Rosa,y habría deseado fre

ementar las d ivers iones públi cas,visitar a sus rela

ciones,vest i rse a la moda . El mismo sentía la ne

cesidad de mayores comodidades, habr ía querido

tener un escritorio,y una bib liotequita con la

“Co

lecc ión de Obras Famosas y la “historia del Mun

do”, que le o frecían por mensual idades .

L a j ubi lac ión no al canzaba para todo,aparte

de que las f inanzas provinciales andaban enredad i

simas,y pasaban semestres enteros sin que el go

bierno pagase a su s empleados .

Era imprescindible re forzar las entradas . Don

Pedro habría invertido con éxito e l d inero de la

herencia en un negoc io que enriquec ia a cuantos

se dedi caban a él,siempre que anduvieran en bue

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LOS OJOS VENDADOS

nos términos con los hombres de l gob ie rno : la

compra de sueldos,que en esa época de atrasos .

era la industr ia más f lorec iente . No faltaban nunca

empleados faméli cos,que vend ían sus derechos con

unas quitas formidables,como vendió Esaú su pri

mogenitura . S i e l comprador era amigo de un mi

nistro o del gobernador,ci rcunstancia que solía ser

la base del negocio,lograba secretamente una or

den de pago a su favor.

Pero don Pedro hab ía vendido en época de apu

ros,algunos sueldos . Conocía por expe riencia lo

in fame de aquel t rá f i co de negreros, y tuvo ver

giienza de ej ercerlo .

Un amigo que se dec ía in f luyente en e l gobierno

nacional , lo ilusionó con la perspect iva de un pues

to en Buenos Aires y eso concluyó con sus vac i la

ciones .

Un buen d ia los diarios santafecinos anunciaron

que don Pedro de Garay con su fami lia se instalaba

en la Capital Federal . Don Pedro recortó las ama

bles noti cias dadas con motivo de su viaj e,y las

guardó para mostrarlas en el nuevo lugar de su

residencia .

¡ Pero qué di st intas en la real idad eran las co

sas en Buenos Aires !

El , que no caminaba tres cuadras en la ciudad

provinciana, sin detenerse diez veces é l que cono

cía e l vecindario,desde el gobernador

,hasta los co

cheros, y era saludado por todos con una sonrisa

,y

con todos podía cambiar alguna broma,se pasaba

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¡ z HUGO WAST

días enteros errando por las cal les porteñas, detrás

de sus tres h ij os , remolcando a misia Presentación,perdidos como un grupo d e náu fragos

,s in ha l lar

un solo conocido . A lo más,d e cuando en cuando,

alguna cara que le s recordaba alguna relación .

—Mira,papá

,aque l señor : ¡ la misma traza d e

d on Régulo !

¡ Hombre ! ¡ Parece mentira que no sea é l m is

mo ! Voy a preguntarle s i es pariente .

Déj alo ; va apurado . ¿ Y esa señora, a quién

te hace acordar,mamá ?

Misia Presentación miraba,pero nada ve ía

,la

emoción de las novedades le v endaba los oj os .—¿A quién ? preguntaba humi ldemente .

—A Rosita Ripald a . Buena mozona como ella .

—¡ Es c ierto, es c ierto ! ¡ ni que fueran herma

nas !

Al cabo d e ocho d ías,como el nombramiento no

se produj era,ni don Pedro hallase manera de l le

gar hasta e l presidente de la repúbli ca, y como el

hote l los fund ía,pensaron en alqu i lar una casita,

para segu ir esperando en mej ores condi c iones .

E l amigo en esta emergencia demostró más act i

vidad,pues en otros ocho días les h izo comprar

con los últ imos pesos heredados,una casita d e é l

mismo, en la cal le M igueletes.

La tarde que fi rmaron la escri tura—lo vieron porúlt ima v ez . La casita era nueva y simpát ica

con su galería y su enrej ado d e rosas . La ocupa

ron sin tardar,adquirieron unos catres de lona

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LOS caos m nanos 1 3

para dormi r y una mesa para comer , mientras re

cibían de Santa Fe los viej os muebles , que dej aron

arrumbados,en prev i sión de la aventura .

Misia Presentación,que era hacendosa y limpia ,

puso relu cientes hasta los ladri llo s de la v ered ita

del fondo,por donde se iba, sin embarrarse , al

gal linero . Compró gal l inas , y un chanchito para

cebario,y hacer chorizos

Ella misma cocinaba,con una maestr ía admi

rable .

S iempre tuvo buena mano ! decía don Pe

dro , relam iéndose a eso de las once , cuando ella le

pon ía en la punta de la mesa una taza de caldo o

una empanada,para que abriera el apetito .

Las muchachas no holgaban ; lavaban los vidrios ,ponían los vi si l los

,c lavaban abaniquitos en las pa

redes, inventariaban las plantas de l j ard ín , con la

i lu sión de la novedad,estimuladas por su padre que

leía los d iarios o devoraba su tenteenpié .

Pulgarcito en los primeros momentos intentó

ayudar a su madre y a su s hermanas ; dij o que

iba a poner la campani lla eléctrica,cosa que según

él había estudiado en el colegio nacional,en la Pi

s ica de Ganot . Pidió cinco pesos,para comprar

alambre , v no volvió en todo el d ía . Al anochecer

lo traj o un vigi lante que lo halló perdido y muerto

de cansancio . Al otro d ía volvió a sali r y se estuvo

tres s in dar senales de vida,con la poli c ia detrás

de é l ; hasta que volv ió contando aventuras mara

villosas, que sólo don Pedro se negaba a creer .

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¡ 4 HUGO WAST

Asi comenzó a conocer la gran ciudad,y en ese

t ren de act ividades s igu ió . Durante anos y años ,un roll ito de alambre permaneció arrinconado en

el comedor .—Es para la campani lla eléctr ica que va a poner

Pu lgarcito expli caba la madre y las hermanas ;

hasta que don Pedro, comenzó a gastar e l alambre ,en atar una gall ina clueca

,al pie d e un naranj o ,

para que los pol l itos no se entraran al gal l inero ,donde las otras gal l inas los persegu ían .

—No necesita más ej erci cio que el que yo le ha

go hacer todas las mananas,

decía don Pedro,

que revisaba prol i j amente la atadura .

Y era verdad . Todas las mananas é l arriaba la

clueca con sus poll itos a la cal le,marchando lenta

mente hasta la esqu ina,un solar baldío

,en que los

muchachos j ugaban al footbal l .

All i aguardaba algunos minutos al repart idor del

diario, que pasaba por ese lado media hora antes

que por el otro ; se a f i rmaba al poste del cerco , des

plegaba el papel y se absorb ía el art iculo de fondo ,

su desayuno espi ri tual , mientras la gal l ina y sus pº

l litos, escarbaban en los tarros de basura , o pica

ban el pastito verde en la cuneta de la calle .

A más de esa tarea,don Pedro se impuso la de

l avar diariamente una j au la de palomitas francesas ,que construyó é l mismo en un ángulo del j ardín .

por puro a fán de act ividad . Pero eso lo hacía des

pués de su lectura mat inal,antes de la empanada

o de la taza de caldo . A la tarde dormía su siesta , y

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LOS OJOS VENDADOS

después estaba l ibre,para la futura ocupacron que

habían de darle .

—Tengo l ib re,—dec ia él

,siempre que sol ic itaba

empleo,

desde las tres a las siete , más o menos .

Esto no qu iere deci r que no aceptaría un cargo que

tuv iese horario d i stinto, sino que me verí a obl iga

do a cumpli r mi s demás obligac iones a otras horas

H e ah í todo .

Con los muebles de Santa Fe hicieron veni r tam

bién a la negra Saturnina,una si rvienta viej a

,de

Santa Rosa, que había visto nacer a los t res h ij os ,

y que a misia Presentación le decía “la niña” .

La negra l legó , alborozada porque iba a verlos

de nuevo » sin imaginarse que serí a una verdadera

desterrada en aquel gran mundo .

Tod os se habituaron a él . Pulgarcito v ivia en la

calle o en los s tuds ; mis ia Presentac ión se dis tra ía

recorriendo las t iendas,hurgueteando,

s in comprar

nada ; las muchachas gozaban respirando e l aireporteño

,y don Pedro había empezado a emplear

sus horas l ibres en los c inematógra fos,de tal modo

que un t iempo después,l legó a creerse e l hombre

más ocupado del Río de la P lata .

Solamente la negra Satu rn ina no pudo acomo

dar su corazón a las novedades .

Al atardecer, cuando todos estaban fuera , en aca

bando de re fregar sus'

cacerolas,se sentaba en la

es calerita de su cuarto,un altillito de madera cons

truido sobre la cocina, y se ponía a tomar mate .

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l 6 HUGO WAST

A veces se quedaba absorta y el mate se l e enfriaba en la mano .

Sentía horror por la cal le, por el bull i cio , por el

olor a los automóv i les, por el rumor d e los trenes ,

por la mal i cia d e los pi l luelos , y apenas se asomaba

a la puerta,s i no era el alba , los domingos para

i r a la primera misa en la igles ia de las Mercedes

a media cuadra de al lí .

De los ecos de la inmensa ciudad,sólo el toque

d e aquel l a armoniosa campana d e los padres agu s

t inos , le acari c iaba el o ido : ¡ clan ,clan

,clan !

A esa hora de la tarde se l lenaba de nostalgi as .

Echaba d e menos la charla de las vecinas a la puer

ta de cal le,como en Santa Rosa .

Sentadas en la vereda las señoras,y l as sirv ien

tas de pie, arrimadas al marco de l a puerta , con las

manos cruzadas sobre el regazo,y en la oscuridad ,

porque los mosqu itos acudían en enj ambres no bien

se encendía una lámpara,desmenuzaban los pocos

sucesos de sus vidas . En aquel la quietud,las cosas

más reducidas adqui rían importancia . Todas las

cuestiones eran de interés,todos los ru idos se

agrandaban .

Así , cuando cal laban las conversaciones , sentí an

el rumor del río que ro ía eternamente la barranca ,a t reinta pasos de la cal le

,y , d e cuando en cuando,

el golpe de un trozo de greda que se desmoronaba

sobre la corriente .

¡ Todo lo echaba d e menos ! E l perfume d e las

huertas de naranj os , la algarabía de las gal l inetas

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LOS OJOS VENDADOS

y de los chaj as en la i s la, e l cenagoso olor de los

camalotes , que llegaba en e l viento .

Hablaban siempre de lo mismo,del río que cre

cía , su perpetua preocupación ; de que don Franci s

co S i lva 0 don Pedro de Garay tenían su hacienda

en la isla , que se estaba anegando,y quién sa be si se

podrían sostener al l í más t iempo . Comentaban las

fechorías de los cuatreros : que a don Ramón Ber

gal lo e l d ía antes le habían carneado una vaca , y a

don Audelino Monrul l le habían robado un caballo ,

v el comisario se re ía de el los , y se pasaba el d ía

j ugando al monte en el almacén

Hablaban de las en fermedades de parientes y co

nocidos, y de los noviazgos en puerta .

Cuando don Pedro de Garay se la l levó de SantaRosa a Santa Fe, hacía veinte años de esto , el la no

cambió mucho de costumbres . Vivían en los ba

rrios del sud de la ciudad,donde le fué fáci l re la

cionarse con todas las s i rvientas de l vecindario , y

a cierta hora se iba a comadrear con e l las,sentadas

en el zaguán o en el pat io,l levando a veces para

convidarlas, su mate y su yerbera, y de cuando en

cuando algunas tortas con azúcar .

¡ Cómo no habría de extrañar todo eso all í , enBuenos Aires, donde las vecinas n i se saludaban ,

donde . al atardecer sólo se reunían en la vereda

pandi llas de muchachos za fados,o de carreristas

mal iciosos, que hablaban de footbal l o de carrera s.y cantaban atrocidades.

. ¡ Vaya por Dios !

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8 HUGO WAST

Pero ten ía tanto amor a la casa de don Pedrito ,

por los “ninos”, que sorbía sus lágrimas y d isimu

laba su aburrimiento .

Los acompañar ía hasta la muerte,en los buenos

en los malos t iempos .

¡ Ay ! los malos t iempos habían llegado ya.

Don Pedrito no encontraba empleo ; y aunque vi

v ian en casa propia,y la “niña” Presentación era un

prodigio de econom ía,y el la no les apuraba por

su sueldo de cocinera,l imitándose a pedirles centa

vos para “ sus vicios”,e l mate y e l cigarro

,como la

v ida se encarecía cada vez y había que vender la

j ub i lación con enormes quitas a los usureros,y Pul

garcito no hac ía más que gastar y las muchachas

eran unas señoritas,obligadas a andar bien puestas ,

pasaban vergonzosas estrecheces.

Saturnina se consolaba de sus penas mirando a

las j óvenes .

Laura, l a mayor, apenas sal ia de la casa, como no

fuera a acompañar a su hermana o su madre . Vi

v ía ocupada siempre ; cosía toda la ropa blanca y

los vest idos de las tres muj eres,en un tal lercito

donde una vecina bondadosa le enseñaba mara

v i l las .

Era muy bonita : tenía los oj os verdes de su pá

dre,y una t imidez provinciana que dulcificaba su s

gestos . Morena ági l como una j ud ia,sólo en sus

manos estropeadas por los trabaj os caseros,se no

taba la humi ldad de su posi ción socia l .

Cuando le d i rigían un elºgio, se sorp rendía , más

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tacron, fascinada por e l carácter impetuoso de la

chicuela.

Para aquel la madre, las inquietudes sin sentidoson una fuerza, y la paz d e un humor equi librado,una debi lidad.

El temperamento de las dos muchachas se con

f i rmó con los años . Laura hab ía conseguido,d es

pués d e in f initas andanzas,un puestito de maestra

d e labores en una escueli ta de Belgrano,y como eso

no la ocupaba todo e l d ía,ayudaba a su madre en

los quehaceres d e la casa . Y estaba contenta . Ma

ti lde se había recibido ya de maestra, y su hermoso

diploma nacional , que Laura admiraba, pend ía enun cuadro en la pared del comedor .

Pulgarci to lo c lavó e l mismo d ía que la niña lo

traj o,y se frotó las manos alegremente :

—Ahora vos sos maestra le dij o y yo soy

empleado de l Jockey Club . Vamos a ver qué es

mejor .

Corrieron meses y “meses . S i antes Mat i lde se

pasaba el d ía entero fuera de su casa, yend o a cla

se, ahora se veia obligada a pasarlo t ambién pore

grinando por las o f i cinas d e gobierno, con la co ro

na de su bel leza en la frente y la cruz de su v ergou

zante miseria en los hombros .

Todavía le faltaba lo más di fí c i l,ganarse la vida

con aque l dip loma, que la hacía más exigente, pero

no menos neces itada .

Otras,que no eran maestras, podían aceptar em

pleos in feriores en t iendas o en o f i c inas . E lla tenia

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LOS OJOS VENDADOS 2 1

que esperar todo de l Estado,que le había puesto su

sello, como un senor feudal a sus siervos , que le

había in fundido la i lu sión de aquella carrera y que

tenía obligación de emplearla .

Fué mi l veces al Ministerio,y oyó

—mi l veces la

excu sa, con que la despedían para otra oportuni

dad H ay tantas maestras

Y esa era la verdadera causa del mal . Antes , el

magisterio era un apostolado,al cual se iba sólo

por vocación , po rque es un sacri f i cio .

El maestro creía en Dios y amaba de veras a 105

niños , aunque no lo pregonase , y aunque los casti

gara con dureza ; y , si no trabaj aba por gusto , tra

baj aba con gusto .

Pero entró en el mundo el feti chi smo de la ins

trucción : nada había más grande y digno de la gra

titud y de la admiración de la humanidad,que el

maestro moderno .

En los altares vacíos de la imágen de Dios , se

puso al maestro,y mi l lares de j óvenes creyeron que

esa era la llave de oro que abría las puertas de la

fortuna y de la gloria,y cada fami li a obrera o bur

guesa , quiso tener un hij o diplomado , como anti

guamente querían tener un h ij o sacerdote o una

hij a monj a.

Así se c reó la nueva esclav i tud . Por un diploma, un j oven o una niña

,l lenos de i lus ión

,vendían

al Estado su cerebro,su j uventud

,su l ibertad .

Y

una vez hecho el pacto,el Estado les decía : Ese

papel con mi f i rma, no te s i rve para nada hay de

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22 HUGO WAST

masiados maestros ; quema tu diploma, olvida lo

que aprendiste , y s i eres h i j o de obrero, vuelve a

los obreros , y s i eres h ij o de burgués , vuelve a la

burguesía .

Mati lde comprendro que el dip loma colocaba a

sus duenos en una condición híbrida .

La instrucc ión,per feccionando al ind ividuo

,des

arrol laba en él neces idades espirituales'

más fuertes

que las f i siológicas , neces idades de higiene y de ele

gancia, que eran amor a l a bel leza, a f i ciones art i s

t i cas , que eran noble a fán de cu ltura .

Pero no les daba cóm o sat is f acerlas .

El obrero ganaba más que e l maestro , y neces i

taba menos .

El obrero era fuerte y el Estado le temía y lo

adulaba ; mientras que el maestro se hallaba indefenso

, porque era extraño a todas las clases socia

les ; desdeñado por los de arriba y execrado porlos de abaj o .

S i era hi j o del pueblo,el obrero lo odiaba por

tráns fuga ; s i era hij o de burgueses , lo odiaba por

bu rgués . No concebía que pudiera haber entre e l los

qu ien mereciera su compasión,por ser más pºbre y

más desval ido que él .

Como una golondrina con las alas quebradas ,M ati lde sentíase pris ionera de su t ítu lo, que no ha

bía hecho más que suscitar en el la la ansiedad de

la altura y de la l ibertad .

Entonces comprendió que tamb ien el magisterio

servía para mucho, a condic ión de saber ahando

nario a t iempo .

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Carlos Link

Al principio misia Presentacion no ve ía con bue

nos ojos las andanzas de las niñas en la cal le .

Cada vez que Mati lde sal ía sola,se l lenaba de

a fli cción .

¡ Mamá ; v oy a la escuela normal !

Espera que se levante Pulgarc ito para que te

acompañe .

—Pulgarc ito no se levanta antes de las doce .

—Despiértalo—Me ti rará con los botines .—Que te acompañe Laura .

—Está ocupada .

—S í , mamá , estoy ocupada , pero .

¡ Nadie me v a a comer !—Bueno hij a

,que Dios te ayude . No me entran

estas costumbres porteñas .Don Pedro de Garay

,que a esa hora sol ía estar

limpiando la j aula de las palomas francesas , aceptaba el criterio de las much achas .—Hay que adaptarse al medio ambiente—dec ía

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24 HUGO wasr

- L a muj er moderna debe tener la l ibertad del

hombre .

Dios nos as ista !—Las necesidades han aumentado ; no todas se

casan y muchas deben ganarse la vida. ¿ Cómo han

de hacerlo,s i no t ienen libertad ?

Misia Presentación cedía ante la suprema ra

zón : hab ia que ganarse la vida. Cada d ía el gobier

no de Santa Fe se desacred itaba más y los usure

res imponían mayores qu itas, al comprar los suel

dos de los j ub i lados .

Para aumentar sus recursos,tomó un pensionis

ta, y le alqu iló la pieza d e Pulgarc ito, mandando a

éste a dormi r al comedor .

Era un j oven santa fesino,estudiante de medic i

na, al que le faltaba muy poco para recibirse .

Había nacido en el pueblo de Helvecia,y su pa

d re. un herrero d e origen su izo alemán , le puso a

estudiar medicina, como puso a sus hermanos en

e l arado, a labrar sus chacras de mani , o en la fra

gua, y a sus hermanas , en la máquina de coser v al

lado del fogón .

Don Pedro d e Garay conoc ía, de muchos añosatrás , al padre de su pensioni sta, un hombre cor

pulento, de barba castaña , de anteojos d e níquel , serio, puntual , sin imaginación , pero apasionado por

todo lo que signi f i caba un progreso o un conoci

m iento .

Don Carlos Linck tenía c inco h i j os,y a su muer

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Los m useos 25

te cada uno heredaría una concesión de v einticin

co hectáreas, enteramente labrada, media legua de

campo en la i sla,y doscientas vaca s ; y otro tanto

su muj er . Era, pues, un hombre ri co que había he

cho su fortuna a mart i l lazos,j unto a la fragua , y

quería que sus hij os,antes de heredar

,apren

dieran a ganar .

Cada quince días esc ribía una ca rta al estudian

te,que se l lamaba Carlos

,como él

,mandándole no

ticias de las haciendas y de las chacras,del precio

del maní,de la altura del río

,algo de polít i ca

,siem

pre en contra del gobierno,cuyos representan tes

apañaban a los cuatreros y se enriquecían con las

coimas que sacaban de las casas de j uego .

La carta invariablemente comenzaba deseándole

salud,y asegurando que por all í todos estaban b ien ,

aunque a renglón segu ido, vinieran novedades co

mo éstas : “Sabrás que tu he rmanita menor está

con escarlat ina,y que tía Juana murió de vi ej a

,an

teayer. Sabrás que me han quemado una parva con

veinte quintales de maní,que al precio de hoy

valía cuatrocientos pesos .

Y terminaba invari ablemente : Discu lparás los

borrones y la mala letra, porque estoy apurado y la

pluma no s i rve . T e abrazan y te bendicen tu s padresque te quieren”.

S iempre aquel las cartas l lenaban de emocion a

Carlos L ink,porque le av ivaban las dorm idas im

presiones de su mnez .

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26 HUGO wa sr

Su padre no deb io elegirle a é l,para que estudia

ra medi cina,s ino a cualquiera de sus otros her

manos menores . El tenía corazón de labradºr,º de

herrero,y habría s ido fel i z inventando una má

quina para sembrar man í,o ideando una rej a nue

v a para el arado .

Pero estudió tenazmente,con el pensamiento

de volver a Helvecia,donde trabaj aría como medi

co,y fué ganando sus anos

,s in gran bri l lo

,pero

con sol idez .

Su cabeza era dura,y las ideas entraban lenta

mente ; pero una vez dentro , no sal ían nunca . Cuan

do aprend ía algo , era para siempre .

Faltábanle dos anos para conclui r su carrera,

cuando un día , por encargo de su padre , fué a vi s i

tar a la fami l i a de don Pedro de Garay

Llegó en un momento de intensa a f licc1on . Don

Pedro yacía en la cama . s in conocimiento , v íctima

de un ataque de apoplegía. Misia Presentación ledesvest ía para friccionarlo Laura le ponía s inapis

mos en las piernas ; Mat ilde l loraba, y la negra Sa

tu rmina hab ia volado a traer un con fesor .

Carlos le prestó su auxi lio,y las tres muj eres

lo dej aron prºceder,adivinandº que sabía más que

el las . Había l legado oportunamente,y salvó al en

fermo .

Cuando don Pedro abrio los oj os, v io a su dere

cha a un sacerdote y a su izquierda a Carlos Link .

A los pies de la cama su muj er y sus h ij as,y la ne

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28 HUGO WAST

Pedro,no bien la negra Saturnina l lamó a su

puerta .

Pero desde que se trataba de un esprit fort, y

el peligro hab ía pasado,se l imitó a acoger con una

sonrisa la excusa de don Pedro, y a gustar l igera

mente el v inillo cºn que lo convidaron .

—Me alegro de su mej oría,senor Garay ; quedo

a sus órdenes .

—Mil gracias,padre ; es usted un f i lántropo ,

respondió el en fermo,y el padre se fué

,acompa

ñado por las muchachas que le pedían disculpas , y

segu ido por Saturnina que le instaba a que bebiera

toda la copita .

Entonces don Pedro se d irig10 al médico del

cuerpo,que tenía a su izqu ierda .

—Su ciencia me ha salvado, doctor le d i j º intentando darle la mano .

—No soy doctor,señor Garay ; soy Carlos Link ,

de Helvecia, estud iante de medicina, hij o de .

Don Pedro de Garay no le atendía estaba l ívido

v temblaba .

—¿ Qué tiene ? ¿ qué siente ?

Sabe, doctor, que no puedo mover el brazo iz

quierdo?

Link se agachó a examinar e l brazo inerte est i

rado sobre las cobij as y misia Presentación empe

zó a d ar friegas de alcohol alcan forado en e l de

recho.

—F.s la paráli s i s murmuró al cabo de un ra “

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nos o.ros vmmanos 29

to de examen el j oven . No creo que se repita el

ataque ; pero esto no desaparecerá en un d ía .

Jesús me valga ! exclamó misia Pre senta

ción . ¡ Ahora si que estamos lucidos !

Don Pedro preguntó

N o podré hacer nada durante algún tiempo ?

—Creo que no, cualquier es fuerzo mental o f is ico podría agravar su estado . Debemos esperar la

reacción de l organismo .

Don Pedro cerró los oj os ante aquella perspecti

v a aterradora . ¿ Quién sacaría sus c luecas a e scar

bar en la basura de la vecindad ? ¿ quién l impiar ía

la j au la de sus palomas francesas ? ¿ quién lee ría los

ed itoriales de su diario ?

—¿Y esto durará mucho , doctor ?

Tal vez no !

Don Pedro se acostumbró con increíble faci l idad

a permanecer en una si l la hamaca,s in pensar

,sin

hablar,engordando y oyendo zumbar las moscas en

los vidrios .

Cºmo por nada de l mundo habría renunciado a

lee r un d ia u otro los diarios,mandó que se los

fueran api lando en un rincón de la pieza, para

reanudar su lectura,cuando e l médi co se lo permi

tiera . Tenía un supremo respeto por la ciencia y

era blando como un niño en manos de Link , que

desde e l d ía del ataque se instaló en la casa , como

en fermero al princ ipio y después como pensioni sta .

Link era rubio y corpulento,serio y dulce, y

quien no lo conºciera a fondo , habrí a pºdido creer

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30 HUGO wa sr

lo t ri ste,por la pars imonia de sus entus iasmos

,y

por lo esquivº de sus modales L a verdad era que

su corazón simple,estaba lleno cºn las dos o tres

grandes pasiones de su vid a , y no le interesaban

otras cosas .

Amaba a sus padres con devocion,y a su pueblo

cºn ternura de desterrado ; y cuando entró en la re '

lación d e los Garay,y empezó a vivi r bajo

'

su techo,

se enamoró pro fundamente de Mati lde .

En un principio no le cayó en gracia a la j oven ,

que parecía tener otros ideales, o que había ima

ginado el amor s in aquel los gruesos anteoj os con

arco de celuloide que usaba Link, y sin su pesadez

de espíritu y de cuerpo .

Por el contrario don Pedro hal ló tan a su gusto

el cand idato,que mani festó a misia Presentación su

deseo de que le rebaj ara la pensión, para que no se

le ocurriera i rse de la casa,lo cual el la se guardó

muy bien de hacer .

No faltaría más ! Ustedes los hombres no en

t ienden de estas cosas . Ya verás,Pedro .

—¿Qué vas a hacer ? interrogó don Pedrº,

palpándose e l costado paralít i co con su mano de

recha .

—Voy a subi rle la pens ion—¿ Qué ? ¿ cómo ? ¡ se nos rra ! ¡ perderé mi mé

d ico l

Qué se ha de i r ! ¿Ya te has olvidado cómo se

pi ende el amor ?

Esa misma noche,con gentilisimas palabras, mi

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LOS OJOS VENDADOS 3 1

sia Presentac ion, pintó al estudiante la dura nece

sidad en que se hallaba de aumentarle la pensión .

Link pensó que su padre,rezongaría un poco,

pues no gustaba d e que le modi f i caran sus presu

puestos,pero acató la resolución de la dueña de

casa,y comió con más apet ito para sacarle mayor

provecho al gasto .

—¿ H as visto Pedro ? dij o misia Presenta

cxon al dar cuenta a su maridº de la entrevista

¡ si conoceré yo los bueyes con que aro ! ¡ Tenemos

médico para toda la vida !

¿Y si Mati lde no lo qu i siera ? se arri esgó

a preguntar don Pedro .

Misia Presentación hizo una mueca como di

c iendo : ¡ Dej a esº por mi cuenta !

También la negra Saturnina husmeó e l suceso,

y pronºsti có que Mati lde acabar ía por correspon

derle como que ya había ºbservado el la q ue t"dos

los d ias, sobre la mesita donde estudiaba Link , apa

rec ia un florerito con rºsas nuevas .M as no sabía que la autora de aque lla atenc ión

era Laura, que con tim id eces de colegiata, llegaba

al cuarto del estudiante,y sin que la v ieran reno

vaha sus f lores .

No abandonó su costumbre ni cuando dejo de

ser un misterio en la casa el amor de Link por

Mati lde, y supieron que ésta lo aceptaba .

Cuando al caer la tarde vºlvía Link de la Fa

cultad o de l Hospital,contento de su d ía ,

porque

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3 2 HUGO WAST

cada trabaj o realizado,cada con fere nc i a concluida,

lo acercaba al porveni r, que era la dicha, hal laba

a Laura tendiendo la mesa en el comedºr,baj o la

lampari l la de tulipa azul .

En un rincón estaba la s i l la de don Pedro, que

aguardaba con interés al estudiante . Adentro an

daba misia Presentación,l id iando con Saturnina,

para que aprestase la comida, y sentíanse sus v o

ces de mando .

—Todavía el la no ha venido,

decía Laura en

voz baj a, como una con fidencia de amor, respon

diendo a la primera mirada de Link . Este se apro

x imaba entonces al en fermo, le tomaba el pulso .

Cómo ha pasado hoy el d ía ?

—Como mal .

Link sonreía, lo palrneaba un poco, y buscabauna s i l la para sentarse a conversar

,evitando los

temas que pudieran excitarlo .

Hablaba con suavidad,sin animacron

,como quien

reza,mirando constantemente al pat io

,por donde

a cada instante esperaba ver pasar la f igura de

Mati lde.

Esta l legaba siempre tarde y tri ste . En los úl

timos tiempos concibió la i lusión de que pronto la

nombrarían en una escuela central,logró ver al

ministro,después de un año de antesalas , y él pa

reció interesarse por su pedido .

Sólo que era necesario i r siempre, para que no

la olvidaran .

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LOS OJOS vznvs oos 33

Dios,no más

,sabía los sentimientos amargºs y

rebeldes que brotaban en sus entrañas , cada vez

que subía la escal inata del ministe rio , presintien

d o las sºnrisas mali ciosas y humi l lantes de los em

picados .

Era buena,buena

,y quería serlo siempre

,pero

qué di fí ci l era segu i r siéndolo,cuando el mundo

entero conspi raba contra ese propósito .

Eso fué lo que la decidió en favor de Link .

Quería crearse un compromiso que la atase a la

v ida honrada,para no perder pie .

Tenía ve inte anos,y hacía c inco que viv ian en

Buenos Aires,y

habr ía debido ser ciega para no

adverti r la impres ión que producía en los hombressu hermosura

,realzada por la gracia porteña .

En lºs primeros t iempos se dejó tocar la frente

por un sueño ambi cioso y llegó a creer que pose íala palabra mágica para abri r la puerta de oro del

mundº .

¡ Candorosa vanidad ! El t iempo le enseñó que

corría el pel igro de estar mi l años aguardando al

príncipe de la leyenda,en cuyo amor sonara . Y se

resolvió a no pensar en él .

S i alguna vez l legaba , le di ría que era tarde ; que

ya no pod ía amarla,y que hab ía puesto sus oj os

en otro hombre .

Se decidió por Link , sintrendose so la en medio

de la ciudad a fanosa y turbu lenta,como una vi rgen

crist iana en la arena del ci rco,ine rme ante las

f ieras .

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34 HUGO WAST

Link la ayudaría a salvarse,y cuando se casa

ran él le in fundiría su amor . L e bastaba mirarlo

al entrar de la ca lle,al darle la mano

,al deci rle

una palabra a fectuosa,para comprender que en

eso era ri co como un Rey, y podría enriquecerla

a el la s in empobrecerse .

Pero su corazón no había hal lado ¡ paz .Des

v anecido su"

sueño ambi cioso,le quedó s in embar

go , la f rente marcada con el pl iegue de una pre

ocupación y la voluntad enervada,como s i recién

despertase . Misi a Presentación había educado cri s

t1anamente a sus hi j as,y viéndolas i r los domin

gos a misa,y frecuentar los sacramentos y enseñar

la doctrina a los niños,se alegraba creyendo que no

podrían perderse .

Sabía,es ciertº

,que somos concebidos en pe

cado,pero mientras e l las no olvidasen su cate

ci smo , estaba segura de que aunque algún d ía v a

cilaran , volverían a hal lar la senda derecha .

Carecia de mal i cia y ten ia la convi cción de que

en los trances d i f íci les,acudirían a ella demandan

do sus consej os .

Pero aún en los corazones más puros suele ex is

tir un sedimento de maldad .

Un triv ia l inc idente basta para agitarlo , Una

m i rada , un pensamiento , una palabra ºída cien ve

ces,puede una vez revolver la hez dorm ida

,y en

turbiar la conciencia de un modo irremediable .

S i mi sia Presentación hubiera abrigado algún

temor,habría sido por Laura que era

'

modesta y

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3 6 HUGO WAST

lo dej ara cºmer loero ni empanadas,las especial l

dades de Saturnina .

En la otra punta,sentábase misia Presentac ion ,

y frente por frente , a cada lado, las dos parej as de

j óvenes , Mati lde y Link , Laura y Pulgarcito . Cuan

do éste faltaba, lo que a menudo ocurr ía, su her

mana se quedaba sola,mirando conversar a los no

v ios .

La negra traía una fuente de batatas o de maza

morra cºn leche, y eso marcaba el f inal de la co

mida . Misia Presentación se levantaba para ayudar

en la l impieza,y Laura j ugaba al dominó cºn don

Pedro,de spués d e prepararle un te de quiebrara

d os . Pero , a veces , don Ped ro no t enía ganas d e j ugar

,y ped ía su costu rero y se ponia a pegar de nue

vo los bºtones de su s traj es .

—Eu el ej ército alemán exponía es una fal

ta grave de di scipl ina andar s in botones . Yo no he

estado en Alemania,pero sé que es as í .

Absortos su padre en su tarea,y los novios en su

conversación,Laura sacaba su s i l la al corredor,

anegado en la per fumada frescura de la primavera

y miraba a lo lej os pasar los trenes , como una ban

da de luz , o alzaba los ºj os y contaba las estre l las .

Una est rel la errante,de pronto

,cºrtaba como un

d iamante el espej o de la noche,y entonces el la for

mulaba una súpl ica , pºrque le hab ian d icho qUe se

cumplían los pedidos hechos así : “que Carlos Link

se reciba pronto,y que Matilde lo quiera mucho

”.

Cuando l lovía o hacia mal tiempo,se iba a su

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LOS OJOS VENDADOS 3 7

pieza y rezaba el rosario,con el espíritu d istraído

por el rumor de las palabras de Link .

Una noche éste d i j o a dºn Pedro,después de

exam inarlo

Cómo se siente para dar mañana un paseito ?

El en fermo se l levó los anteoj ºs a la f rente ,abandonó sus botones y lo miró con sorpresa .

¿Un paseito ? ¿ ha compradº automóvi l ?

—No un paseito con sus prºpias piernas .

Qué esperanza ! Tengo media res muerta . I

pierna izquierda no me parece m ía . Yo no puedº

pasear sino en automóvi l . Y a la verdad que estº no

debería ser un luj o,sino una comodidad al a lcance

d e todos,como en Estados Unidos . Yo no he es

tado al lá,pero sé que hasta los chacareros t ienen un

au tomóvi l como aquí t ienen un sulky .

Link lo interrumpió

—Haga la prueba : mañana cam ine hasta la es

qu ina, y le daré permiso para lee r los diarios .

Don Pedro echó una mirada a l a lmanaque .

Hace un año que no los leo ! ¡ Lo que habrá

suced ido ! ¡ Lºs nuevºs inventºs ! ¡ Lºs muertºs ilust res S i u sted Link fuese más nºt icioso

,y estas

muj eres se interesasen por las cosas del espíritu ,yo no estar ía ai s lado de l mundo .

—Mañana pºdrá leer sus diarios , insist 10 el

j oven ; después del paseo .

—Em cuanto me quiera parar,me caeré redon

—Yo lo llevaré de l brazo,papá . H ay una ga

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38 HUGO WAST

l lina con nueve pol litos ; l a sacaremos hasta la es

quina .

Don Pedro se quitó los anteoj os,los guardó en el

costurero y mandó l lamar a misia Presentación .

Detrás de ésta , l legó también Saturnina,con las

mangas vueltas y los brazos enharinados .

—Gran d ía el d e ma ñana,—les dijo don Pedro

emocionado . Volveré a mis lecturas, y

'

saldré a

paseo .

Se puso de pie, resoplando, porque estaba muy

gordo , y falto de fuerzas , y caminó alrededºr de la

mesa,arrastrando un poco los pies .

Querer es poder ! exclamó . Por ah í hevisto anunciado un libro inglés de autor muy mº

derno, que se l lama :

¡ Ayúdate y te ayudaré !”d e

un tal Smiles . Usted lo ha de conocer , Link .

_ _ q he leí-do más que la primera parte cºn

tcstó sonriendo Link la que se l lama Ayúdate—Bueno

,pues

,repl icó don Pedrº yo no lo

he le ído,pero me imagino que trata de l pºder de la

voluntad . Estos ingleses le dan mucha importancia

al cult ivo de la vºluntad . Por eso Inglaterra es unpaís donde todo prospera . S in haber estado en In

glaterra, conozco mucho a los ingleses ; tºdos andan

bien vestidos .

Misia Presentac ion abrazó y besó a su marido ,y le d ij o en v ºz baj a que su primer paseo lo hic ic

ra hasta la iglesia de las Mercedes,para dar

graci as a Dios ; y él accedió por complacerla . Sá

turnina gemia dulcemente :

Don Pedrito ! ¡ ya está salvado don Pedri to !

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LOS OJOS VENDADOS

Se fué a acostar don Pedro,ayudado por su mu

jer y la cocinera expli có a los demás los prepara

tivos en que andaban .

—¡ Estoy haciendo empanadas para tu mini stro ,

Matild ita !

Esta tarde el mini stro había dado palabra de ho

nor a Mati lde de nombrarla ante s de qu ince días ;y misia Presentación quería re frescarle la memoria

con un obsequ io,que aquél est imaría en mucho

,si

era el homtbre de buen d iente que pintaban lºs periód icos .

Por qué se a fana,detrás de ese empleo ?

preguntó Link a la muchacha,que está di straída

,

construyendo una torre con las f i chas del dominó .

Mati lde se estremeció,como si le costara volver

al mundo de la imaginación .

No quiero ser una carga en mi casa res

pond ió brevemente .

¿ Pero qué le durará ese empleo ? Pronto yo

seré médico,y mi padre me autorizará para casar

me. Nos instalaremos en Helvecia y all í trabaj aré

con i lusión . ¿Y usted se hal lará a gu sto ?

La j oven respondió que si moviendº la cabeza .

—Yo he nac ido pros ig uió Link para vivi r

en el campo ; pero usted t iene su corazón en las ciu

dades . ¿ No se cansará algún d ía de vivir al lá ?

—Su padre cºntestó ella eludiend tº la pregun

ta no me verá cºn buenos ºj os . Tal vez él qu ie

ra para su hij o alguna muchacha rica de aquellos

lugares . ¿ Nunca han hablado de eso ?

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HUGO WAST

¡ No, no ! Mi padre es un hombre de cº razón,

y la querrá cuando vea cómo la quiero yo, Mati l

d e. Mi madre es una muj er senci l la, que se ale

grará de tener una hij a más y mi s hermanas se

enorgu l lecerán de verla en nuestra casa,y viv i rán

estudiando sus maneras y sus t raj es,para imitarla

en tºdo .

Mis traj es ! exclamó cºn sarcasmo la mu

chacha . No valen la pena de ser imitados ; los

hemos hecho con Laura,re fºrmando otros viej os .

—Bueno, eso aprenderán .

Mati lde pensó en las cosas que evocaban las pá

labras de su novio : un puebl ito,a la margen de un

ri acho,ai slado

,entre anegadizos y algarrobales

,a l

que en los t iempos d e grandes baj antes d el río,o de

grandes crecientes era di f íci l l legar ; una fami l ia d e

campesinos con la conciencia d e su riqueza, que vi

v irían espiando sus gestos,para v er s i merecia o

no el amor de su hij o un padre serio,como un pa

triarca,una madre simple

,obediente como una es

clava ; una exi stencia desco lorida, entre vecinos que

se es forzar ían por complacerla por ser la señora de l

médico,pero que no la querrían .

Susp iró a su pesar y él que la estaba mirando,la

interrogó suavemente

¿ El pensar en eso la entri stece ?

—Su padre insi stió Mat i lde,para cargar so

bre otros la responsabi l idad de penas futuras, que

presentía,

no aprobará su elección,cuando me

vea .

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Lºs OJOS vax nanos 4

—Mi padre ya la conoce respondió él . Le

hablº poco de usted en mis cartas,para que no pien

se que me distraigo de mis estudios ; pero en una

sola de las palabras que le digo , debe adivinarla có

mo es,y cuánto debemos quererla todos .

Dij o esto con una emoción reprimida , tan honda ,

que Mati lde se estremeció .

Laura empezaba a cerrar las puertas,porque

era hora de acostarse , entró de la galería y vió en

la f rente de su hermana aquella luz de amor que

raramente bril laba en el la , y su alma se alegró .

Mati lde observó la mirada escudriñadora que le

arrºj ó , y tuvo miedo de que esa noche la hablase

de Link . No le gu staba abri r su corazón a lºs oj os

de nadie, ¡ ni a los de Dios ! pºrque el la misma ig

uoraba las corrientes obscuras de aquel mundo pe

queño, pero inf inito .

Y corrió a acºstarse,y fingro estar dormida cuan

do entró Laura en su cuarto .

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HUGO WAST

Buena,mala ? preguntó ella ¿ algo de

usted ?

—Es buena,y no es nada mío . Tenga paciencia

y alégrese . Antes de ocho días sabrá de qué se tra

M isia Presentac ion tamb ien se levantó muy tem

prano esa mañana . Ten ía mucho que hacer, hornear

las empanadas,en cuyo traj ín andaba ya

'

Saturni

na y conc lui r de lavar unos pañuelos , que luego pe

garia en los vid rios d e l a ve ntana ; y concíluirlo tºdo ,

antes d e las s iete,hora en que e l tren de Santa Fe

pasaba por Belgrano .

De Helvecia le mandaban una chinita para que

la criasen . En t iempos d e más holgura,misia Pre

sentación tenía s iempre unas cuantas pard itas a su

servi cio ; les enseñaba a leer , las hac ía rezar , las ves

t ía con esmero,porque eso redund aba en prez de

su nombre y les sacaba el j ugo hasta los dieciocho

años,época en que generalmente las criaturas se

mandaban a mudar con algún cartero o se le casa

l >an con algún vigi lante viej o .

La provi sión d e criad itas se les concluyó en Bue

nos Aires,donde ex i st ían más tentac iºnes y más l i

bertades ; y misi a Presentación quedó reducida a lºs

servi cios de la negra Saturnina que con la edad se

l lenaba d e mañas .

Pero su parentela de Santa Rosa le anunció la

muerte de unos vecinos pobres, que d ej aban en la

ind igencia una colecc ión d e criatu ras a quienes e l

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LOS OJOS VENDADOS

j uez de menores estaba repartiendo entre fami l ias

pudientes .

Los ojos de misia Presentac ion chispearon de co

d i cia y telegra fió en e l acto :“Háganme mandar

tres, de qu ince añºs » para abaj o , porque de más edad

son muy “sabidas” .

No pud ieron mandarle más que una, con una fá

mi lia santa fesina,que venia a Buenos Aires .

Misia Presentación , con la cara enroj ecida pºr la

buena salud y la act iv idad,hºrneó las empanadas

d el mini stro , pegó a los vidriºs los pañuelos recién

lavados,fué a besar a su marido

,sacó las l laves del

bols i l lº de su pollera,entregándoselas a Laura

,v

partió para la estac ión,después de atusarse l igera

mente los cabel los negrísimos aún,y encasquetarse

un gorrito f lorido y j uveni l , que Pulgarc ito l lama

ba “el budín de violetas”.

No bien sal ió la señora,Saturnina se met io a l

cuarto de don Pedro con una empanada cal iente en

un plato .

—¡ Buenos d ías , señor don Pedro ! Aqu í le t rar

go estº que va a acabar de mejorar lo .

El en fermº,todavía en la cama

,miraba un trºzo

de cielo por un ángulo de la puerta . Cuando en la

iglesia repicaban las campanas,las palomas del

campanario echaban a volar,y él las veia revºlo

tear sobre aquel fondo azul . Creía conocerlas ya ,porque nº eran muchas

,y pasaba las horas contem

plándolas .

E l era un esprit fort pero agradábale mucho lavecindad de aquella igles ia que le distraía con sus

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46 HUGO WAST

campanas y sus palomas,y hasta con el ºlor a in

cienso que di fundía en el barrio .

El anuncio de Saturnina le t raj o a más pro : a i

cos pensam ientos .

—Cómase esta empanada , antes que venga la ni

ña Presentación , y váv -ase a oir una m isita en ac

ción de grac ias al Senºr, y ya va a estar sano,

don Pedrito .

Don Pedro se incorporó,miró a tºdos lados

,y se

engulló la del i c iºsa empanada . Entornó los oj os Yrecl inó de nuevo la cabeza

,sat i s fecho y fatigado de

su hazaña .

La negra , con e l plato vacío en la mano , lo mira

ba y le sonre ía .

—Ahora,la m isita . ¿ qúiere que le ponga lºs

botines ?

—No dij o don Pedro,sin abri r los oj os

yo soy un esprif fort”

.

La negra sa lió temerosa de que la empanada , sin

la mi sa,fuera a ind igestarle .

Al rato se oyó la voz a flautada de don Pedro—Laura ¡ alcánzame el d iario !

Entró la j oven . En los cabellos tra ia algunas

hoj as secas , que hab ían caído sobre su cabeza , mien

tras espulgaba e l enrej ado de rosas,trepada en

una escalerita .

La bendición,papá d i j º y besó la mano de

su padre,regordeta y suave . Aquí está e l d iario

de hºy .

Pero don Pedro no qu iso saber nada con e l dia

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LOS OJOS vznnanos 4 7

rio de hoy . Había pasado un ano entero s in leer , y

sin hacerse leer,porque en eso nadie le daba gus

to y pre fer ía aguardar que su vi sta se aclarase y

su méd icº le d iese perm isº para reanuda r sus ta

reas ; y no estaba dispuestº a perder los t rescientos

y tantos d iarios,que por su orden se fueron api

lando en un rincón de la pieza .

—Sácame el de más abaj o,e l del d ía sigu iente a

mi ataque .

Laura se lo entregó , y don Pedro , después de

mandar a la pila e l diario nuevo,se caló unos an

teojos de pati l las de orº , y retomó lºs acontecimien

tos mundiales,con un año de atraso .

-Cuando acabe,l lamaré para que me vistan V

sald remos a dar una vuelta a la manzana .

Laura se fué a preparar e l ca fé que el la serv ía

a todos ,así que iban levantándose .

En el comedor, la pieza cont igua a la de su pa

dre, halló a Mat i lde , vest ida y pronta para sali r .

—Tengo que estar en e l Consej o de Educación .

antes de las nueve .

Laura, dij o señalando la cocina , de donde la brisa acarreaba apet itosos olores :—Las empanadas de Saturnina ganarán la há

tal la .

Mati lde hizo un gesto decepcionado , v Laura

sorprendida , cal ló un momento , dobló por la mi

tad la carpeta de la mesa,extend ió un mantel ito

en la parte desnud a,y sirv ro al l í e l ca fé de su her

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48 HUGO WAST

mana , que se estaba mirando las uñas,s in ganas

d e hablar .

—Ya se te conoce, murmuró Laura con al

gún resent imiento , que eres maestra con di

ploma .

Por qué ? interrºgó Mati lde .

—Parece que a cambio del diploma,entregan la

a legría .

Me duele la cabeza .

Habrás dormido mal .

No, no ! ¡ Qué sé yo lo que tengo !

¿Anoche , cuando entró mamá no la sent iste ?

Todas las noches misia Presentación,después

que se acostaban sus hi j as,iba a su cuarto

,de pun

t i l las , les hacía una cruz en la frente,y las besaba .

Casi s iempre las hal laba dormidas .

No la sentí,

dij o Mat i lde .

Y no era verdad,porque hasta tarde la desvela

ron sus pensamientos,esas imágenes desbaratadas

que la fatigaban sin adormecerla .

S intió l legar a su madre y cerró los ºjos, y cuan

do le marcó la cruz en la frente,la oyó murmurar

—Esta pobre criatura es muy buena . ¡ Dios me

la conserve asi '

Mati lde tomó el café,fué a dar los buenos dias

a su padre y sal ió .

De una planta que había frente a la ventana d el

comedºr cortó unos j azmines y se los puso en la

c intura .

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Los OJOS vannx oºs

En la estacion se le acercó una chiqu i l la a o fre

cerle un mazo de violetas .—Tómelo y no me lo pague

,le di j o en tono

conf idencial .

Mati lde conocía a la niña,y aunque no le com

praba sus f lores,s iempre la acariciaba al pasar ,

con un golpecito en las mej i l las redondas y suaves

como un botón de rosa .

—No quiero arruinarte,Nºemí .

—Tómelo , ayer un mozo me lo pagó para us

ted ; y me preguntó su nombre .

Mati lde se puso colorada,tomó inst int ivamente

el ramo , y subió al t ren que llegaba en ese momento .

¿Y le dij i ste mi nombre ? preguntó aga

chándose desde la ventani l la .

—S í .

¡ Mal hecho !

El tren part ió,v Mati lde abrió un l ibro qu i so

leer , pero su imagmacron se salía de las pági nas

v vºlaba hacia su ramo de violetas .

Ya se imaginaba quién era aquel desconocido .

El día antes,yendº a Reti ro

,un j oven subió

j unto cºn el la y se sentó a su lado .

Era una d e esas personas con quienes uno se

cruza en la cal le,en el tren

,en los tranvías

,que

viaj an a la m i sma hora , y que uno acaba pºr sa

lndar el mej or día,sin saber cómº se l laman .

Debía de viv i r en Belgrano , aunque el la recordaba haberlo v isto venir del Tigre

,una mañana

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¿o HUGO wasr

de carnaval, vest ido de et iqueta y dormido en un

asientº, y pasarse de su estac ión sin ad vertirlo.

En el breve trayecto no se despertó y Mati lde

sentada al frente no apartó de él los ºjos. Quería

imaginarse cuáles ser ían sus alegrías,y a qué di s

tancia el a lma de los hombres cºmo é l,ri co y l i

bre,vivía d el alma de las muj eres como ella

,tan

pobres que perseguían ansiosamente una miseria,un puesto que en un mes de trabaj o penoso y os

curo,le s d aria lo que el los gastaban en una hºra

de risas .

¡ Qué di st intos debían de ser los ideales de el los

y de ellas !

Habría deseado por un momento,asomarse a

aquel mundo,en que las gentes vivían de f iesta en

f iesta .

¿ Cómo se entraba a aquel país de sueños y de l i

bertad ? ¿ Pºr la riqueza ? ¡ No ! pues el la conoc ía

ari stócratas pobres,rec ibidos y consid eradºs en el

gran mundo . ¿ Por la bel leza ? Así lo creyó cuando

en la cal le los e logios de algunos,y más que todo la

emoción d e otros que la miraban pasar en si len

cio,le revelaron su bel leza .

¿ No era esa la l lave de ºro de aquella puerta,detrás de la cual estaba la dicha ?

Ya no creía en eso,pero le gustaba imag inarse

que las cºsas podían ser de otro modo de l que

eran,y que uno de aquel lºs hombres , l ibres de ele

gi r y de amar, se prendaría de el la y la redimi ría

de su pobreza .

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52 H UGO WAOT

Cerró bruscamente el l ibro y se pusº a contem

plar el paisaj e,e l río a la izqu ierda

,in f in ito como

un mar, turbio y agitado, y el bosque de Palermo a

la derecha,verde claro y luminoso

,baj o la pri

mav era .

Ahora quería no pensar en ese encuentro de la

v íspera,pero Noemí con su ramo de violetas

,ex ci

tó de nuevo su imaginación .

El ya sabía su nombre y el la ignoraría s iempre

el de él .

Dentro de la semana sería nombrada maestra ,con un sueldº que le permiti ría comprar su aj uar

de novia , y antes de un año , en un lej ano puebl ito

de la costa de Paraná,sepultaria para siempre sus

inquietudes .

El,su desconocido

,l a ºlv idaría

,pero ella recor

daría siempre aquel la página d el novel i sta norue

go,que le ganó un ramo de violetas .

Mati lde iba en busca de unos datos que debía ºh

tener del secretario de una escuela normal . Fermin

Velarde,un j oven a quien no conoc ia . Quizás la de

signarían para esa escuela y el corazón le palpitaba

con v iolencia .

Hacía más de un año que peregrinaba en las an

tesalas de l ministerio,de l Consej o d e Educación ,

y de los veinte consej os escºlares d e la ciudad,y aún

no se acostumbraba a esas gest iones .

La escuela era un edi f i c io encaramado sobre una

gradería, frente a una plaza de antigua arbºleda,

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LOS OJOS VENDADOS

que en c iertas horas se l lenaba de niños,cºn su s

nodrizas o gobernantas .

Desde el ancho vest íbulo sentíase e l f resco de losj ardines y de las galerías ºscuras

,y las voces de

los pro fesores que expli caban sus temas en las au

las ante las quinientas alumnas que al l í se instru ían

a costa de l Estado .

Un ordenanza conduj o a Mati lde a una salita se

parada de la secretaría,por una mampara de cri s

t ales despu lidos , y le señaló un asiento .

Mati lde se quedó sºla . Oia pe r fectamente la con

v ersación que sostenían al otro lado de la mam

para , dos voces , una de las cuales seria la de Ve

larde , y le interesó lo que decian . Se imaginó quela voz fresca y j uveni l era la de él , pues Velarded aba con ferencias en los centros sºciali stas

,y el

públ ico gu staba de su oratoria . Sabía de él que era

ardiente y dulce como un apóstol,y que lºs j e fes

del sociali smo no lo querían,porque ni se les en

tregaba, ni parecía conf iar en la sinceridad de aque

llos hombres que vend ían d iscursºs humanitariºs,como otros venden piedras fal sas y espiaban los

cambios del viento en la masa pºpu lar,no para

orientarla , s ino para conservar su favºr .

Aunque mediaba un abi smo entre las ideas rel i

giosas de aquel hombre y las suyas,Matilde sá

bía que a su lado trabaj aría con libe rtad .

Oyó la voz j uveni l que repl icaba :—! erensky es un actor de opereta ; Trotsky es

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54 HUGO ww e

un t raficante deshonesto ; pero Lenin es un hombre

honrado,y yo creo en él .

También cre ía en lºs otros dos, ¿ se acuerda ,

Velarde ? contestóle con sorna una voz mord ien

te y llena .

Asi, es,doctor Fraser ,—respo nd io con tri steza

el aludido .

Mati lde recordaba aquel nombre . En casa de la

Bistolfi, una señora j oven,

amiga de el las, que sol ía

invitarlas a su s reuniones,el marido hablaba de un

doctor Fraser,cuya amistad buscaba

,aunque era

mordaz y temible,a j uzgar por las hi storias que d e

é l re fer ía .

— Para usted la palabra la t ienen los de a fuerade el lºs nos ha de veni r la sa lvación . ¿ Por qué

¿ no cree acasº en nuestros sociali stas ? ¡ eso no

es j u sto ! ¿ o es que los conoce demasiadº ?

Esto lo di j o Fraser con la voz suavizada por una

compasron 1ron1ca .

—Algo de eso debe haber,

respondió el secre

—S in embargo, prosigu10 Fraser , yo he Oí

do hablar a esos senores en las esquinas de las ca

l les y he leído su diario,y parecen realmente con

dol idos por los dolores del pueblo . Deben de ser

hombres mansos y humildes d e corazón,según reza

la jaculatoria.

Velarde se echó a reí r amargamente .

S i dij o son tiernos de lengua ! Mansos

y humildes de corazón en la cal le ; pero en sus cá

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LOS OJOS vznoanos 55

sas, son altaneros y bravos con sus mujeres y sus

h i j os y en el umbral de su puerta despiadados con

los pobres que van a pedi rles . ¡ Esto lo he desen

bierto yo !

Bah ! exclamó Fraser alegremente esº

no lo ha descubierto usted ; eso lo sabían todos los

pobres de Buenos Ai res antes que usted . Cuando

tienen hambre,ningún pobre v a a l lamar a la puer

ta de un comité de su partido,ni v a a sentarse en el

umbral de ninguno de sus j e fes . Se v a cºn su escu

di l la a la porter ía d e algún cºnv ento ; la sopa de los

frai les engorda más que los di scursos de ustedes .

Ustedes curan con palabras,pero no dan un men

La sºrna habi tual había desaparecido de aquella

voz , q ue sonaba ahora cál ida v penetrante .

Mati lde sintió los pasos de uno de los dos, que se

levantaba,y v ió aparecer la f igura de un j oven

,en

cuya frente se notaba la marca del estudio y de la

preocupación,aunque en sus ojºs bri l laba una luz

de invencible i lu sión .

Es Velarde ! pensó .

Hace mucho que aguarda , señorita ?

—NO, senor cinco minutos .

Perdóneme ! Ya v oy a atenderia .

En seguida sal ió el dºctor Fraser .

Era un hombre de edad,de tez bi l iosa

,de oj os en

capotados , sin elegancia y desal iñado en e l vesti r

pero con la apariencia de un gran senor,venido

menos .

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56 HUGO wa sr

Echº una ºjeada curiosa , cas i impert inente , so

bre Mati lde , y se detuvo extát i co a un paso d e d i stancia . Ella lo miró turbada

,sintiendo que el gesto

involuntario d e aquel hombre,era todo un ho

menaj e .

NO duró la escena más de lo que dura un relám

pago ; pero Fraser debia acordarse toda su vida , cº

mo de_

una v i s ión,del ine fable momento en que vió

por primera v ez a la j oven .

Se volvió rápidamente,y dij o

—Amigo Velarde,una señorita desea hablar con

usted . Y agregó en voz baj a,con cierta melan

col ia * No se pierda en las nubes,amigo ; bus

que una realidad como esa y acabará por creer en

Dios , que hizo la luz y la belleza, a su imagen y se

mejanza .

Velarde invitó a pasar a Mat i lde y Fraser, que

era pro fesor de hi storia natural en la escuela,se fué

a dar su clase .

Media hora después sal io Mati lde,con el paso

ligero ; el secretario le había asegurado que antes de

ocho d ías se prºduci ría una vacante, que el minis

tro podria l lenar con su nombre . L e dió los datos

que asegurarían su gestión,y le deseó buena suerte .

A esa misma hora,en su casa

,Laura subía la es

calerita de madera del alt i l lo,donde antes aloj aron

a Saturnina,y que fué después el cuarto que des

tinaron a Link . Era reducido y desmantelado,pero

luminoso y alegre .

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LOS OJOS VENDADOS 5 7

Laura creyó que el estudiante hab ía salido ya,

y subía con su ramo d e flores , recién cortadas .

Link , j unto a su mesa cargada d e pape les , pare

c ía estudiar ; pero su l ibro delante de él estaba

cerrado , y sus oj os miraban en el suelo una raya de

sol . S int iendo abri rse la puerta,volv ió la cara .

Pase Laurita !

Ella escondió su s f lores,y estu vo a punto de há

j a rse ; pero él no le permitió i rse .

¡ No se vaya !—NO creí que estuviera , por eso entré .

Es cierto ; a esta hora no suelo estar ; pero

me han encargado una monogra f ía .

—Entonces lo dej o trabaj ar .

El era t ímido y rara vez se expand ía ; pero con

los que ganaban su amistad era vehemente y fác i l

para la con f idencia . En Laura veía una hermana ,l ondadosa y d iscreta

,y buscaba su sombra

,comº

un amparo .

No me dej e ! tengo una noticia que darle .

¡ Ah ! ¿me trae f lores ? Vienen a tiempo ya se han

marchitado las que anteayer puso .

Iba a deci r “Mati lde”,pero el súbitº rubºr de

la muchacha,le in fundió una sospecha .

Quién es la que ll ena de rosas mi f lorero

preguntó suavemente .

—YO,unas veces . otras e l la . .

Al deci r esto,arroj ó las f lores viej as

,y d ispum

en el f lorero las que traía

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58 HUGO WAs'

r

Un temblor impercept ible de sus manos ca tor

pec ia su acción .

—No me mire las manos , le d i j º el la son

riendo ; no puedo hacer nada cuando me miran .

¿ qué noti c ias tenía para mi ?

Tiene las manos más bonitas del mundº !

¿ S i ? ¿ y si yo le contara eso a una persona

que yo sé ?

—¡ Laura ' contestó é l con seriedad . ¿ Cree

que a esa persona la morti f icaria gran cosa el saber

que yº admiro su s manos ?

—YO creo que si

Y yo creo que .

Vac iló en conclu i r ; el la lo incitó dulcemente .

—También u sted cree que si ¿ no es verdad ?

—NO,Laura ; respondió é l con tri steza . A

veces,hoy por ej emplo

,me nacen intui ciones re

pentinas, y veo cosas que antes no he visto ; luego

pasan,y vuelvo a quedarme ciego .

Qué ve hoy, por ej emplo ?

—Mati ld e es demasiado joven , es demasiado

l inda,y t iene demasiado apego a Buenos Ai res .

Cómo pºdría ser fel i z lej os de aquí , en mi pueblo ?

Laura se apartó de l a mesa y le reprochó

Por qué piensa mal de el la ? ¿ no la quiere ?

¿ no es su novia ?

Ah,Laura ! exclamó golpeándose la

frente , ¡ sólo.

un gran dolor me la dará de veras !

¡ ahora no es mía !

Se quedaron cal lados hasta que la j oven habló

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60 H UGO W H E

En ese momentº sintieron pasos en la escale

ri ta d e madera .

—Es Matilde,

d ij o Laura, que se asomó .

Entró la j oven tal como acababa de l legar,con

su boina de terciopelo que la hac ía más j uveni l Y

graciosa, y un ramo de violetas en la c intura .

Link al ver las f lores pal idec ió,y Laura miró a

otro lado .

¿Qué les pasa ? preguntó Mati lde con al

guna dureza en la voz .

—Subí a arreglar la pieza,creyendo que Car

los hubiera salido ; contestó Laura,con fundida

como una culpable y hablábamos . d e t í .

De m i ?

— S í,Mati ld e

,hablábamos d e usted ; v vo me

quej aba de que hace t iempo no me trae f lores .Qué ingrat itud ! exclamó Mati lde alegre

mente . T ampºco yo sab ía que estaba usted en

su cuarto,y sub ía a buscar su f lorero ; ya v e .

Ya veo ! perdóneme !

Pero ya Laura se me ha adelantado ; en su

f lorero no caben más f lores .

Se desprendió de la cintura los dos j azmines

que el la cortara al sal i r y los puso sobre la mesita

del estudiante .

No me da las v ioletas ? preguntó e'

ste do

lorido .

S i no t iene dónde ponerlas !

Link baj ó la frente,y Laura adivinando su pc

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LOS OJOS VENDADOS

na, ret iró sus f lores del f lorero y se lo alargó v a

cio a su hermana .

Pero ésta sal ia ya del cuarto , y no qui so vol

verse .

Mej ores son las tuyas ! dij o con acritud .

Laura las volvió a poner sobre la mesa y sin mi

rar a Link,sal ió detrás de Mati lde .

Al pie de la escalera había una media t ina don

de lavaban la ropa .

All í estaba su madre,arremangad a ,

re fregando

con j abón las motas de una negrita de doce anos .

Ya le hab ía cºrtadº e l pe lo como a un mucha

cho,porque entre aquellas quiscas alborotadas ,

debían d e produci rse todos los b i chos de l Génesi s .

—¡ Jesús , criatura ! exclamaba la señora ate

rrada ante el cºlor que iba adqui riendo el agua

¿ nunca te lavás la cabeza ?

— S i señora,cuando l lueve .

—¿Y hac ía mucho que no l lovía por al lá?

—Como cuatro meses se estaba mu riendo la hacienda en la i sla .

—Eu la i sl a puede ser,perº , hij a , lo que es aqui

toda está v iva y bastante gorda .

Después d e un rato de lucha,misia Presenta

ción apeló a los grandes recursos . Miró si hac ía

buen sol , y preguntó a Laura : T e parece que hace

fr ío y como le respondiera que no,dej ó en cue

ros a la negrita y la zambul ló en la t ina .

—¡ Acurrúcate bien , que no te vean los que pa

san ! ¡ Refriégate con fuerza ! ¡ Yo te v ov a ayudar !

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HUGO WAU'

P

La negrita ch i l laba cºmo una rata . Al cabo de

una hora estaba relumbrosa y t i ritando al sol,con

lºs oj os chispeantes de regocij o,porque le habían

puesto una pol lerita colorada y su tía Saturnina le

estaba enaceitando el lóbu lo d e las orej as,para que

la señora le prendiera unos aros .

Misia Presentación había corrido a buscar en su

cómod a unas argollitas d e ºro, que años antes le

s irvieran para abri rles las orejas a Laura y a Mat i lde .

Cuando v olv 10,hal ló a la negra dispuesta al sá

crificio .

Tomó un corcho,lo puso debaj o del lóbulo

,y

pinchó enérgicamente con la aguj a del aro m ismº.

La negra se dej ó per forar cal lad ita,temerosa d e

perder lºs aros , s i se ponía a l lorar .—¡ Ahºra si que estás l inda , Virginia ! le dij o

Laura acari ciándole las motas recortadas .

— Las dos vamos a i r a la casa de l mini stro

agregó Saturnina que estaba disponiendo en una

cesta las olorosas empanadas cal ientes .

Mati lde, que se había quitado el vest ido de cá

l le, se acercó a misia Presentación y exclamó alegre

mente como si un gran regocij o disipara en e lla la

tri steza de días anteriºres :

—Esta v ez será c ierto,mamá ; ya sé en qué es

cuela hay una vacante,antes de ocho d ías me nom

brarán .

—¡ Diºs te ºiga, hij ita ! respond io la madre ,

echando una servi l leta blanquísima sobre la canas

ta,que Saturnina levantó en vi lo .

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LOS OJOS VENDADOS

Vamos, Virginia ? ¡ En nombre sea de Dios !

Al pasar frente al cuarto de don Ped rº,Satur

n ina se arrimó a su señor,cuyos ojºs desespe rados

iban hacia la cesta—No se af l i j a

,don Pedrito ; le he guardado tres

para usted . Están baj o el rescoldo .

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El primer secreto

Fraser , golpeó el cigarro sobre el borde de un

cenicero de Sajonia y di j o :—Hay f i sonomías que nos causan la impreswn

de haberlas visto siempre 0 de haberlas soñado

Demócrito Cabral cortó un bostezo y pareció in

teresarse de súbito,como si esperase hallar el pun

to vulnerable de aquel hombre a quien temía .

—Hoy, en la escuela normal , prosigu ió Fra

ser eché de menos mis veint i c inco años . Vi en

la secretar ía una muchacha esplendorosa . Debi pá

recerle un impertinente,porque me quedé embo

bado medio minuto delante de ella .

Cherchez la femme ! exclamó entre dientes

Cabral .—Es la segunda v e z que la encuentrº . Hace unos

meses,una manana que v ine a Belgranº la v í ba

j arse del t ren y tomar hacia ( l Baj o . Pero no me

produjo tanta impresión . Ahor a la encuentro como

trans figurada por una gran esperanza .

Mario Burgueño . el an fitrión de aquel la mesa de

solteros,donde habían cenado lºs tres

,un j oven

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66 HUGO W AS

d e veint ic inco años, de f i sonomía abierta como un

libro en blanco,d e Ojºs hermosos , s in hondura, se

incorporó en el so fá,y preguntó

Era rubia ?

—S í .Bajó en Belgrano ?

—S í .

Una sonri sa mali ciosa arrugó la frente de Cá

bral , donde la j uventud se desvanecía ya como un

pál ido albor . Desv iv íase por penetrar los secretos

d e Mario Burgueño,a fin de tenerlo más prºpicio

para los mi l favores que a cada paso le soli citaba .

Fraser cont inuó,s in advert i r la curios idad del

uno ni la mal i cia del otro—Dios ha puesto en e l fondo de los corazones

una imagen,eso que los fi lóso fos l laman

“un ar

quetipo .

Qué tipo ! murmuró Cabral gu iñando el

oj o a Mario .

“M etafísicº estai s . exclamó este .

Es que no bebo” ; agregó Fraser,toman

do de la mesita su vaso de whisky . Volvió a de

jarlo, intacto , y entornó los ojos,para reconstru i r

en su memoria la imagen que su relato evocaba .

Tan extraña sobriedad provocó una risita de

Cabral .

Debe con fesar,doctor Fraser

,que su arque

t ipo lo ha transtornado .

E l alud ido pareció no oí r , y luego, como habl an

do consigo mismo,agregó :

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68 HU GO wasr

bronce , suspendida sobre la mesa oval , en que

chispeaban las copas de diversos colores , a med io

apurar . Un alto reloj,que olvidado en un rincón

medía implacablemente las horas vacías de Mario ,d ió las dºs, y su postrera campanada quedó vibran

do roncamente en el s i lencio.

Fraser arroj ó el resto del cigarro y se levantó .

—L O acompano, dij o Cabral .

Mario permanecio tendido,con lºs ºjos cerra

dos . Sus amigos le dieron las buenas noches . Se

levantó v los conduj o hasta la puerta d e cal le ,porque a esa hora dormía el gallego Dositeo

,su

mucamo .

Un beso a Liana ' exclamó Mario,cuan

do va sus dos amigos se alej aban .

Fraser sonrió en la sombra,halagado de que

aquel muchacho a quien quería como a un hij o ,v de quien había s ido tutºr mucho tiempo

,se acor

dara de su hi j a . Si un día Mario se enamoraba de

ella,no pediría más a la vida ; buscaría entonces

un rincón,para esconderse y no avergonzarlos con

sus vi cios,y dej aría correr el t iempo

,tranqui lo

respecto al porveni r de la j oven .

Tuvo la sospecha de que Mario conoc ia a la chi

ca del tren,y s int ió haber habladº .

¡ Bah ! exclamó sacud iendo sus pensamien

tºs .

Se enrolló al cuel lo la bu fanda .

—No hace f rio d i j o pero me siento achu

chadº . Una gripe en perspec tiva .

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LOS OJOS vannaºos 69

No es médico ? le respond io Cabral,que a

menudo se chungueaba del inút i l d iploma de su

amigo . ¡ Recétese .

—NO quiero suicidarme,

contestó con fastid io

Fraser .

Cómo entonces,cuando yo estuve en fermo se

pasó dos semanas,haciéndome tragar sus potin

gues ?—Porque he hecho estudios muy serios de ve

terinaria .

Demócrito Cabral no j uzgó prudente insi st i r ad i

v inaba que Fraser estaba triste, por aquellas cºsas

que no revelaba a nadie , pero que todo el mundo

conoc ía más o menos . Y asi anduvieron,algunas

cuadras,por las arboladas cal le s de Belgrano

,hasta

la plaza,para tomar un tranv ía que los llevaría al

centrº de la c iudad .

Mario sint ió que el ru ido de su puerta resonaba

más huecamente que nunca,en su cas ita vacia .

Un sºrdo mart i l lazo de l reloj,recordóle que las

horas pasaban, que su vida pasaba, que é l con todas

las cosas del mundo , con sus amigos , con su s ene

migos, con su s placeres , con sus desencantos , con

sus aventuras de amor e fímeras y fat igosas,y con

sus remordimientos,iban rodando pºr una pen

diente que nadie remontaba .

Pensó que no se habr ía atrevido a dar é l mismo

en la frente pura de Liana,aquel beso que le en

y iaba por intermedio de su padre .

A Ana Lía, la hi j a de Fraser , a la que llamaba

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70 H UGO wa s f

Liana,le debía los pensamientos saludables y los

buenos propósitos que de cuando en cuando lo ani

maban : Qué haré Liana en este caso

La muchacha,muy j ovencita

,pero l lena d e buen

sent ido,como dueña de casa que era

,desde hac ía

muchos años,acogía

'

cºn seriedad sus consultas,v

le hablaba como una hermana .

El la escuchaba con fervor .

Era un embeleso el mirarla . Ten ía un color sua

vis imo de rosa,y unos oj os azules como f lores .

Su imagen golpeaba en el cºrazón de los hombres

como el ala de un sueño .

Para qué lo aconsej as,Liana ? le decía su

padre,cuando observaba el coloquio . Antes de

media hora,habrá ºlv idado 10 que le hayas dicho .

Nadie más dóci l que yo a todo consej o con

testaba Mario .

—Así es ; los aceptas, pero lºs pierdes por el camino . S i alguna vez observas alguno

,es para echar

la culpa a otro s i te va mal .

Esa era la verdad . Mario sentíase f loj o ante las

i esoluciones, y buscaba consej os para a f i rmar su

voluntad vaci lante y descargarse de la responsabi l i

dad de sus actos .

No todo,empero

,pod ía confiarlo al corazón fra

ternal de Liana . Esa noche Fraser había hab ladº

con entusiasmo d e una muchacha que hal ló en el

tren ; y Mario ten ía la sºspecha de que era la mis

ma a la que ese día la ch ica que v end ía f lores en

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LOS OJOS VENDADOS 7 1

la estacion , le dió en su nombre un ramo de v io

letas .

Imaginábase Mario que aquella emplead ita, pues

tal deb ía de ser,con sus aires de colegiala

,su co

queta boina de terc'

iopelo,su traj e obscurº

,sus ca

bel los cortados en melenita,nerviosa

,sensible a las

impres iones de la vida, escucharía de él un elogio

s in turbarse . Y estaba asechando la ocasión de há

cérselo .

Las palabras de Fraser ha lagaron su vanidad , cº

mo s i ya tuviera algún derecho sobre el la,y se dur

mió esa noche con el propósito de levantarse para

tomar e l tren en que la hal ló . Pero pasó ese d ía y

muchos otros sin verla,y como su espíritu no se

apegaba largo t iempo ni a lºs deseºs ni a las re

soluciones, sólo se acordaba de el la, hablando con

Fraser .

Mario Burgueñº hab ía quedado huér fano de

padre a los quince años,y habiéndose vuelto a

casar su madre,los j ueces resolvieron designarle

un tutºr,y e l nombramiento recayó en Fraser

,

que por aquel t iempo era lo que él l lamaba un

señºr correcto”.

—Yº era“un señor cºrrectº decía

,recor

dando esa época enseñaba química en la Facu l

tad de Medicina,aprendía tonteras en la de Fi loso

fía y Le tras , y m i muj er me engañaba . Cuando

me plantó,cerré los l ibros ; ya sabía demasiadº ; y

dej é de ser un señor correcto .

El padre de Mario hab ía dej ado ricos a su hij o

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72 HUGO WAST

y a su v iuda,que resu ltó un partido tentador . Su

segundo marido era un i taliano,pro fesor d e es

grima, que f i rmaba Conde Pi lade B istolfi,un

genti lhombre,con ai res de mosquetero

,baj o un

sombrero aludo,puesto al pairo

, que empuñaba el

bastón como s i fuera una espada,y se levantaba

con pegotina las guías d el bigote . Pero era pet i

c ito, picado d e viruela ; sus ºj os no ten ían e l aire

f iero que él les atribuía y sus bigotes , que desa f ia

ban al c ielo,raleaban como un cepi l lo viej o . So

lamente las cej as respondían a lºs arrestos de l

personaj e ; eran foscas y enmarañadas,con unos

pelos largos, que incitaban a tironearlos .

Fuera de la pedana resu ltaba ino fens ivo .

En los primeros tiempos Mario que v i sitaba a

su madre todos los d ias empezó a aprender es

grima cºn el conde B istol fi. Pero la señora murió

al año de casada,y don Pi lade se largó por el

mundo a dis frutar los pesos heredados .

Cuando años después volvió,ni Fraser ni Ma

rio tuvieron deseos de re fre scar la antigua

amistad .

Se daba más humos de noble ; soltó la espada,pero s igu ió empuñando e l bastón como una tizo

na ; y se volvió a casar, cºn una muj er lind ísima,que empezó a complicarle la vida .

L lamábase Mariana ; había sido modista , pero

qu iso olvidarlo para no ser más que Condesa B istol

fi. Aprend ió muchos versos .

L a Rej a” y“

Los

C laveles”, de Cavestany ; el Jardin Sonriente de

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LOS OJOS VENDADOS 73

Amores y Amoríos la Hermana agua de

Amado Nervo,y los declamaba en las tertu lias de

sus relaciones,mientras su marido la admiraba,

plantado como una estatua en un rincón .

Fraser,después de muchos tumbos por la vida ,

se anc ló a dos cátedras en un colegio normal,las

que le daban lo su fi ciente para no morirse de sed .

T rasnochaba y con frecuencia asi st ía por curio

sidad a aquellas pintorescas tertu lias de barriº .

En una de e l las,se encºntró con el matrimoniº

B istolfi.

—Anoche he vi sto a don Pi lade re fin o a

Mario y la s coñdesa Mariana te hace e l honor

de invitarte a su casa para esta noche . No fa ltes ;qu iere conocerte . YO vendré a buscarte .

El mayor luj o de la casa de B istolfi, en el Baj o

Belgrano,era el autºmóvi l

,cuyo chº fer se enve

j ec ia a la puerta,y mataba las horas restregando

cºn una gamuza las manij as de bronce,o limpiando

con e l aliento una chapita le esmalte,c lavada en

la portezuela con el .nomograma condal .

Fraser y Mario l legaron poco después de 12S nue

ve, esa noche .

Es aquí lo de B istolfi ?

El cho fer, que estaba prendiendo su toscano en

el farol, no respondió, hasta que el cigarro demos

tró que t i raba bien.

Entren,nomás !

Entraron . El zaguán estaba revestido de mayó

licas verdes, en cuya pintura f lorecían p lantas acuá

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74 HUGO wa sr

t i cas d e largos tal los . Una ti ra de al fombra colo

rada cubr ía e l mosai co . La puerta de la sala se

abría sobre el zaguán .

Al menos B istol fi no necesitaba desocupar el dor

mitorio y trans formarlo a toda pri sa en sala para

recib ir su s vis itas,como otras personas .

L a de él era una sala de verdad,con dos j uegos

de muebles acolchífdos,y una docena detembloro

sas sillitas doradas,que helaban e l corazón de l as

señoras obesas . Un piano autºmático,estaba l isto

en un rincón para todo serv 1cw,aun para que la

hermosa Mariana B istol fi,uti lizara su caj a como se

creter.

Una araña de bronce , envuelta en gasas violetas ,para de fenderla de las moscas

,derramaba la luz d e

la mitad de sus bombitas : la otra mitad era de re

puesto .

Cuando entraron Mario y Fraser,se hizo un s i

lencio embarazador y todas las miradas,hasta las de

la si rvienta que servía l icores , se clavaron en el jo

ven,único de los concurrentes que hab ía ido de eti

queta .

Mariana corrio a él,y lo envolv 10 en su charla

como en una serpentina de todºs colores . ¿ No era

B istol fi su padrast ro ? Entonces é l sería para el la

como un hij o . Hacía t iempo que deseaba conocerlo ,para mimarlo . No tenía hi j os , ni ganas de tenerlos

por las grandes responsabi lidades d e la materni

dad ; y luego con la vida tan cara .

Venga Mariº,voy a presentarlo a mis rela

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76 HUGO WAST

—¿Y usted no toca nada ? ¡ no lo creo ! ¿ tóque

nos algo,quiere ?

Marianita debe declamar ! insi st ió desde

su s i l la - la senora que l levaba la ini ciat iva de aque

llos pedidos .

claveles de Cavestany !

La Rej a” !

Era un j ard ín sonriente

Cualqu ier cosa de Amado Nervo !

Cada uno de los concurrentes quería luci r su

erudición y reclamaba una poesía dist inta .

Fraser,con voz t rági ca repet ía :

- Umbra !” “

¡ Sub—Umbra l” ¡ Marianita !

¡ All í está u sted hablando !

Alguien se puso a hacer andar el piano,y por

un momento cesaron los pedidos . Man ana alzó los

oj os y miró a Fraser con coqueter ía .

Después d eclamaré lo que usted quiera !

Y se alej ó a repart i r su s sonrisas entre otros con

currentes . El piano en las cuerdas baj as,tenía extra

ñas sonoridades,como d e papel arrugado .

Ciertos

acordes hacian ¡ chaff, chaff !—Marianita se ha dej ad o alguna carta de amºr

al lí adentro,

d ij o Fraser a Mario .

Este de p ront o v ió a su amigo embobad o,mi

rand o hac i a la puerta,y reconºc ió

, en una d e las

j óvenes que l legaban, a la que leía en el t ren un

l ibro d e ! nut Hamsun .

Eran Laura y Matilde,acompañadas de Pulgar

cito,que se perd ía por Mariana B istolfi.

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LOS OJOS VENDADOS 77

—Me imagino que ha v ueltº a d ar con su arqiie

susurró Mario al oído de Fraser ¿ nº es

Has vi sto nunca tanta grac ia en una sola fi

gura ? respondió Fraser emoc iºnado . S i yo

tuviera veint icinco años , mi única ambic10n sería

ser su dueñº.

—¡ Viej o fi lósofo ! repl icó Mario , que seguía

con atenc ión los mov im ientºs de las muchachas . l i s

to …para acercárseles . ¿ Reniega d e su fi losofía a

esta hora ? ¿ qué se ha hecho su pesimismo acerca

de la muj er ?

Fraser se d iº vuelta,cºn pena co mo renunciando

a un bien inmenso , en la vis ión de aquella c riatura .

¡ Lo creía invulnerable al amor impuro !

Tºdºs los amores son impurºs , contestó ci

nicamente Fraser ; y agregó con t ri steza : Nº haymás que un amºr inmaculadº

,y es el que

,para nº

profanarlo , escondem os d e nºsotrºs m ismºs .

Como una est rel la =lejanisíma , se encend ió en

Mario la imagen d e Liana ; pero ni mentalmente la

nombró . Segu ía mirando a Mat i lde . Link hab ía

entrado , y estaba con ella. rec ibiendº d el“conde” v

d e la “cºndesa”, un chaparrón de fel ic itac iones por

su nºvia .

Recuerdas a quél los versºs d e S ti l ly Prudhomme preguntó Fraser

,volv iendo a mirarla ,

“Comment fair- tu les grand s amours , petite ligne

d e la bouche . ¿ No parecen hechºs para ella ?

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78 HUGO WAST

Basta verla para creer en el alma . La belleza t rans

porta las mºntañas .

—T iene razón,

“viejo d e la mºntaña”; es muy

bonita , pero hemºs l legad o tard e . Ese rub io d e an

teojos , debe ser su nov io .

Mariana cºn el abanico h izo una seña a Fraser .

—Vengan ; quiero presentarlos a estas niñas .

Link se ap roximó a Laura y le d ij o '

—Ese es e l que habló con Noemí , y le compró el

ramo d e v ioletas .

Su v oz era t ri ste .

Laura m iró a su hermana,a quien Mario salu

daba por p rimera v ez,con frívola galanteria

,y no

observó en el la n inguna emoc ión .

Le tocó el tu rno y se lo presentaron al j ºven y

mientras Fraser se alej aba algunºs pasos con

Mati lde . Mario re fería a Laura que muchas

veces la hab ía visto en el t ren,y por un rasgo d e

audacia,l legó a d eci rle

—S in conocerla sabía su nombre ; me lo enseñóla muchachita que vende f lores en la estación .

Laura se puso cºlºrada,notando que Link lo

hab ia oido.

¿ Entonces aquel ramo de violetas fué destinado

a el la,no a su hermana

,y Noemí se equivºcó ?

Link pensó lo mismo,y se alej ó tranqu i lizado ,

imaginándose que Mario Burgueño podría cuamo

rarse de Laura , que bien merecía tener suerte .

Con la experiencia del mundo y cºn la l ibertad

de expres iones que puede permit i rse e l que nada

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LOS OJOS VENDADOS 79

pretende y nada espera,en poco tiempo Fraser ga

nó la con fianza de Mati lde .

Una tranqui la y poderosa corriente de a fecto lo

aproximaba a el la, y lo hac ía interesarse por su

v ida .

La han nombrado ya ? le preguntó . Per

m ítame que no la feli cite .

—Todav ía no ; siguen promet1endome que el

nombramiento saldrá de un momento a otro ¿ Y

por qué no me fel i ci taria ?

Tiene mucho empeño en ser maestra ?

Mati lde sonrió apenada .

—Tengo mucha neces idad,

dij o baj ando la

—En otros siglos repli có Fraser los hom

bres vend ían e l alma al diablo . Ahora se hace un

trá f i co parecido : una maestra es una niña que ven

de su alma al Estado,y de tºdos los modos de ga

narse la vida que han dej ado los hombres para el

uso de las muj eres , ése es el más mezquino y el másfatigoso .

—Y sin embargo,

contestó du lcemente la jo

v en, yo me alegrar ía de consegui r e sa mezquindad .

¡ Pobrecita ! Usted ha podido creer en las pinturas que hacen de si mismos lºs pedagogos . Perº

el pedagogo es un señor a quien le ha ido bien en

la feria . Hay dos maneras de andar en coche : una

en el pescante y ºtra adentro . El pedagogo va

adentro,y dej a el pescante a sus camaradas .

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80 HUGO wasr

—¿ Por qué me desanima ? d i j º Mati lde dul

cemente .

—No intento desanimarla,sino preveni rla

,para

que salve s i nº sus i lu siones , por lo menos su

alegría .

¡ Mi alegría ! exclamó la j oven con una ex

presión que conmovió a Fraser .

Este la mi ró fi j amente,como s i qu is iera demos

trarle, sin hablar, que pod ía con fiar en él . Pero el la

no agregó nada,y él prosigu ió

—H oy he visto a los n inos de una escuela j ugan

do en un prado,cerca de aqu í . Ten ían palas y aza

das , aros , y pelotas y daba gusto verlos tan alegres ,con sus alegr ías s in motivos . La úni ca persona tri s

te, era la maestra . Resignada y aburrida,su actitud

contrastaba penosamente con la de el los . El maes

tro,tan elogiado en nuestro t iempo

,es el buev a l

que se le doran los cuernos y se le cubre de f lores

para el sacri f i c io .

—De todos modos,

contestó Mati lde,

s i me

nombran no duraré muchº tiempo en el puesto .

— Ya sé ; me han di cho que está de novia ; ¿ es

verdad ?

—Si, es Y no v ivi remos en Buenºs

Aires .

Ali ! exclamó desolado Fraser . ¡ Esº no

me alegra !

Matilde se echó a rei r .

Se les aproximó Link,resplandeciente

,disipadas

las dudas que engendrara en su espíri tu aquel ramo

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LOS OJOS vennanos 81

de violetas, ante la indi ferencia con que su novia

hab ía mirado a Mario,y la asidu idad de éste , que

atend ía a Laura .

Fraser lo miró como a un enemigo , y lo fel ic itó

con voz alterada y gesto hosco º

Tiene buena mano para elegir compañera,m i

amigo !

Una señora golpeó con su abanico e l brazo del

si l lón,para imponer s i lencio

,porque iba a cantar

una romanza,un hermano del tenor Anselmi

,

e l

del Colón” ; y después declamaria la dueña de casa,Y en e fecto

,Pulgarcito l legaba d e las piezas in

teriores con un libro de tapas coloradas .

¿Que le busco ? preguntó a Mariana, que

estaba pálida y se miraba las uñas .

—Búsqueme “Rei r l lºrando”

Ah,qué l indo

,qué lindo ! exclamó Pulgar

cito,hoj eando el l ibro . Viendo a Garrick actor

d e la Inglaterra ! . ¿ Sabe Marianita que en este

primer verso hay muchas erres y muchas kas ? ¡ Pe

ro su boca lo du lci f i ca todo !

Cállese,y sópleme

,cuando me corte ! res

pond ió Mariana saboreando el pi ropo d el mu

chacho .

El hermano d el tenor Anselmi anunmo el t ítu lo

de lo que iba a cantar

—“Qui te fait s i severe ? por Massenet .—¡ NO

,no

,no ! exclamó una v iejecita desde un

rincón ¡ que no cante eso ! ¡ que cante“T om a a

Surríento

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82 H UGO wasr

Mario aprovechó ese momento,en que la aten

ción de todos se f ij aba en otra parte,y aproxi

mándose a Mati lde le preguntó :

Le dieron mis violetas ?

Mati lde se ruborizó,y para evitar que él prosi

guiese, le contestó rápidamente

S i ¡ grac ias !

El sonrió de su timidez,y se alegró de que va

hubiera entre e l los un secreto .

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Í IUGO WAST

Era tamb ién escuela,porque al l í enseñaba a leer

a Soledad , una j oven gal lega, que la serv ía pºr pocosueldo, con tal de que l a admitiese con su hij ito

de meses .

En un entrepiso cºnt iguo , al que descendía por

un pasi l lo en escalera, hal lábanse las otras depen

d encias en su casa, el comedºr v e l cuarto de su pa

d re. S in ser elevado el alquiler, constituía una per

manente pesadi lla en la humilde existencia de L l a

na . Vivía pensando en él,y pocas veces lograba pá

garlo con puntual idad .

Con la vida modestísima que l levaba, comendose

el la sus prºpios vest idos y ahorrando en todo, el

sueldo de Fraser y alguna otra cosa que a veces

re forzaba sus entradas,hubiera podido al canzarles.

Pero su padre,cuando sentía dinero en e l bºlsil lo,

se volvía rumboso,como en los t iempos en que fué

ricº y conv id aba a algún co l ega , y bebía champagne .

Después volvía a su casa con los Ojºs chispean

tes,no atrev iéndose a mirar a su hij a

,que lo per

donaba siempre,s in es fuerzo

,que lo habría perdo

nado aunque hubiera comet ido un del ito,y se hu

biera presentado ante sus oj os temblando baj o su

crimen .

H i j a mía ! ¿ Por qué Diºs te ha beebo tan buena ? ¿Quiso que fueras desgraciada ?

Liana le endulzaba su s remordimientos,lo ser

moneaba un poco , y lo soltaba arrepent ido , prome

tiéndºle enmendarse

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LOS OJOS VENDADOS 85

Pero como no tenía miedo de pe rder e l carino de

su Liana , no se corregía .

¡ Somos as í los hombres ! con fesaba con c i

nismo . Prºmetenios por amor pero sólo cumplí

mos por miedo .

Ese día Liana había puesto su despertadºr en 18 5

cuatro ; tenía una montaña de cºsas que hacer , pero

estaba animada para el trabaj o,y el aire fresco v

húmedo,aligeraba su pensamiento . Su lamparita

de querosene alumbraba poco,y tenía que acercarse

a el la para acabar bien su del i cada labor . El calºr

del tubo encend ía su tez,tan fresca

,que en vano ,

all í con la luz al lado,se le habría buscado la a fren

ta de una arruga .

S i n embargo , Liana tenía grave s congoj a s y lamayor no era su pobreza . S i hubiera tenido que

ex plicárselas a algu ien ; si hubiera debido hacerle

a un hada un pedido,no habría condensad o más

que en una fórmula aquel lºs vagos anhelºs que

de pronto la hacían levantar la cabeza de su la

bor,y f i j ar sus oj os en el aire

,pers igu iendo visio

nes que ningún pintor era capaz de interpretar

S i mi madre viviera !”

Esa era su espina dolorosa . ¿ Por qué se había

muerto su madre ? ¿ cómo ? ¿ cuando ? ¿ dónde estaba

su tumba ? ¿ quién podía contarle de el la otras cosas ,a más de las que le contaba su padre ?

Un vez , al sal i r de misa, sola pºr entre un corro

de gentes , que la miraban , oyó a su espalda—Esta es la h ij a de Beatriz Bolando ,

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86 HUGO wasr

T al era el nomb re de su mad re, y ai o í rlº sintió

una extrana conmoción . Hacía quince anos que su

madre había muerto . ¿ Por qué, pues , hablaban de

el la como s i estuviese v iva ?

Interrogó a su padre,lo V io pal idecer ; aceptó

su s embrol l ada s expl i cac iºne s pero s igu io espe

rando,que un día u otro sucediera algo que no sá

bía cómo descr ib ir , su ceso fel i z o desgrac iado , tan

grande que llenaría su vida , tan grande que s in ocu

rrir l a estaba l lenando ya de inexpli cables anhelos .

Agachó de nuevo su cabeza sobre su costura . Ese

día,con su padre comería en casa de Mario , lo cual

la ilusionaba como una f iesta . Quería estrenar su

vestido nuevo , d e primavera , y debía conclu i rlo .

Tenía también que buscar f lores para armar un

sombrero de paj a . Cualquier compra le l levaba mu

cho t iempo,porque no se decidía s i no estaba cierta

de que en otra parte no hallaría nada a mej or

precio .

Aun no había amanec ido,mas no estaba cansada ,

aunque esa noche velaron hasta muy tarde,porque

Mario comió con el los y les h izo una larga sobre

mesa . El la entraba y sal ía del comedorcito,y sor

prendía t rozos de conversación que la intrigaban .

Hablaron mucho de una muj er,sin nombrarla

,y

Mario ponderó su bel leza .

cEra una muj er que él conocía , que él trataba

?

¿ era una desconocida que viera de lej os , en alguna

reunión ?

Liana prestó oído,pero no pudo enterarse

,y se

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LOS OJOS VENDADOS 87

acostó pensando en ello . Se imaginaba que cual

quiera que fuese su belleza y su c lase , si a María

le había caído en gracia , muy poco le costaría ena

morarla . Entre los hombres que conoc ía, no halla

ba ninguno que reun iera las cual idad es seduc toras

de él . la elegancia, la fuerza, la riqueza , la bºndad .

¿ Pero era bueno , de veras, o su bondad nº era

más que pereza y egºísmo ?

Alguna v ez , resent ida con el j oven pºr sus lar

gas ausencias lo j uzgó con du reza .

Pensó que era incapaz de hacer un

'

daño, de

tener siquiera modales desabridos,pºrque eso lº

ºb l igaba a hacer algo . Sospechó también que era

incapaz de un serv i cio ,que le costara una violen

cia ; y si l legaba a hacerlo , era a destiempo .

Se imaginó que Mario era discreto,y guardaba

sus j uicios , y no acu saba a nadie, por no sus

citar cuestiones . Pero tampoco defend ía a nadie .

Mas cuando Liana,l legaba a pensar así de su

amigo no consentía en sus pensamientos,tachábase

de imusta y lo excusaba hi lando delgadas ex pli

caciones .

S i tuvi era un hermano , seguramen te no lo querría más que a él . Ansiaba conocer su vida ; cono

cer sus d ías,y conocer sus noches

,y conocer sobre

tºdo su corazón .

¿ Le gustaban las mujeres bºnitas ?

S i era así , ella .

Tomó la lámpara y se acercó al espej o . ¿ Cómo

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88 HUGO WAST

era el l a ? ¿ s ería mej or , seri a igua l s i qu iera , a aque

lla muj er de que hablaban ?

Baj o e l crudº resplandor de la lámpara , Liana

estaba tan l inda que sint ió un mov imiento de vani

dad . En ese momento se habría animado a pregun

tarle : ¿ Es mej or que yo ? Y s i no es mej or que yº

¿ por qué te gusta ?

Se abrió la puerta del palomar y entró Fraser ,

que se detuvo es tát i co,v iendo a su h ij a fren te a l

e s pej o,con la lámpara en l a mano .

La muchacha se turbó cºmo s i la hubiera sor

prendido en una mala acción .

—Sent i e l ru ido d e tu máquina y me desperté .

Mi h ij a trabaj a m e dij e la acompañaré .

¿ Te mirabas al espej o ?

Liana besó a su padre,le arrimó una si l la

,y se

puso de nuevo ante su labor . Fraser comenzó a

deshoj ar las rosas,tranqui lo

,espiando una opor

tunidad para lo que ten ía que deci r.

Se sentía infin i tamen te cu lpab le . Llegaba de l

c lub . Había pasado la noche j ugando,mientras su

h ij a lº cre ía dormido ; y con tan mala suerte , que

perdió 10 que para él signi ficaba una fortuna . Sen

t ía la cabeza enturbiada,por el al cohol bebidº a pé

queñas dosi s . Liana lo había besado,y é l no le d e

volvió el beso por no apestarla con su al iento de

beodo .

—Ya dej a d e l lover d i j o la niña , ext rañadadel si lencio de su padre ha l lovido toda la no

che . ¿ senti ste , papá?

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LOS OJOS VENDADOS

Por los resquicios de la ventana se colaba e l ai re

ci to mat inal,que a fuera barría las nubes . Se des

garró el cenic iento capuz del c ielo , y en el retazo

límpido como un cristal azul,bri l ló e l incomparable

d iamante de Venus .

L a estrel la del alba ! exc lamó Fraser

abriendo la ventana.

¡ Oh ,si la conºzco ! respond io la j oven .

volviendo a su trabaj o s in mirarla,como si se tra

tara de una amiga f ie l , a quien no resentiría por

esto .

—Muchas veces me ha acompañado . Tú,pá

pá,no la verás nunca .

Nunca ! Solamente hov ,que me he levantadº

temprano . ¿Tienes dinero , Liana ? Necesito c in

cuenta pesos .

Liana meneó la cabeza sonriendº .

Veinte pesos ? . ¿ diez pe sos ? . ¿ no t ienes

nada ?

—Nada , papá . ¡ Yo te iba a ¿ No te

pagaron aver ?

—Sí , si ; tenia una deuda atrasada,el sastre .

—¿ Y todo lo diste ? ¿ no has dej ado nada para

la casa ?

—Creí que mi Liana tendría algunos ahorrºs .

Por qué creíste eso,papá ? preguntó el la

alzando los oj os de su costu ra y mirando a su pa '

dre, con tan hºnda expres ión de reproche , que Fra

ser balbuceó turbadº :

Todo es menti ra ! Hoy me pagarán,y te trae

té el sueldo íntegrº .

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go HUGO wasr

—Me has asustado . Debemos tres meses de al

quiler, y nos echarían s i ahora no pagásemos y yo

senti ría abandonar mi palºmar,desde donde v eo el

cielo . ¡ Mira !

Por encima de las azoteas,más allá d e los j ard i

nes d e una quinta soberbia,de dueños desconºce

dos , se d iv i saba un s ec tor d el horizonte , que el a lb a

teñ ía d e un morado episcºpal . Venu s se ad orm ía ,

sobre el raso del cielo,y por el otro rumbo

,hu ían

las nubes tormentosas . En la veleta mºj ad a

de una torreci l la el sol enarboló un gallardete de

l lamas .

—¡ Hoy me pagarán ! repl i có Fraser

,mi rando

sin ver las hermosuras del d ía naciente .

Estaba resuelto a desacred itarse un pºco más a

los oj os d e Mario . L e repugnaba pedi rle dinero .

Cuidaba el bol sillº de su antiguo pupi lo,a qu ien

acosaban sin piedad los “

pechadores” y quería que

su palabra tuviera autoridad .

Pero había l legadº a una terrible encrucij ada , yno le quedaba más que ese camino ; a menos que

pre fi riese escribi r a Mario : “T e dej o a Ana Lia ;

que sea tu hermana 0 tu muj er” ; y pegarse un t i rº .

Más de una vez lo había pensado pero conse rva

ba en su miseria algún resplandor de ideas rel igio

sas,y se rebelaba contra solución tan cºbarde .

Más val iente y l ea l con su h ij a sería confesarl e la

verdad,y enm endarse .

No bien sal ió Fraser del cuarto de Liana, entró

Soledad . En sus brazos,su hi j i to sonreía como un

alba .

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9 2 HUGO wasr

—Me d iº veinte pesºs respond io la gallega ,relumbrándole los ºjos de codicia . Era toda su fºr

tuna y la guardaba cas i intacta en el fondo de una

canasta d e mimbre,dºnde estaba su aj uar y el d e

su hij i to .

¿ Nunca te mandó a la escuela ?

—N O tenía t iempo .

—¿Y te dej ó l legar a lºs veint ic inco años s in que

aprendieras a leer ?

Así fué .

¡ Y era de tu sangre ! S i yo criase una chinita

recogida en e l umbral de la puerta, y la h iciera ser

v irme y no le pagara ni le enseñara a leer ¿ no d iría

tu tío que los ri cos somos gentes s in entrañas ?

Soledad asentía,s in comprender el pensamiento

de Liana .

La j oven decía los ri cos pon iendose la mano

sºbre el pechº . Aún siendo pobrísima,y trabaj andº

d esde el alba con su intel igencia,y cºn su s manos ,

sentíase de casta senorial,con sus de fectos y su s

vi rtudes,y se enorgu l lecía de ese patromonio de

dignidad y de cultura que le venía de lej os .—Ayer en el mercado

,cuando fui a hacer las

compras , en un puesto o í que hablaban de usted , ni

na Liana,

dij o Sºledad .

En qué puesto era ? interrogó Liana,ind i

ferente , haciendo sonar el cascabelito a la orej a

del niño .

En la pesquería .

—Hablarían mal de mi, seguramente , ºbservó

L iana con tri steza . Desde hacía algunos meses de

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LOS OJOS VENDADOS 93

bía un piquito, y su si rvienta no compraba al lí , por

no exponerse cada d ía a las vociferaciones de due

nos que no comprendían cómo podía no tener a

veces d iez centavos en su ca rtera .

No hablaban mal,ni b ien : hablaban de su ma

má,como si estuviera v iva .

Liana se puso mortalmente pál ida y se echó a

temblar . Entregó el niño a Soledad,le tomó la car

til la, y cuand o hubo serenado sus nerv ios , la inte

rrogó

—Dime, Soled ad , ¿ qué dec ían de mamá ? ¿ Por

qué hab laban como si estuviera viva ?

Al deci r esto Liana j untaba las manos , en una

actitud de súpl ica que sorprendió a la gal lega ,

El sol entraba a torrentes . Liana cerró los posti

gos para que Soledad no observara su turbamón

Qué decían ?

—NO sé repet i rlo,no oí bien .

Acuérdate , Soledad l . ¿ qué decía ?

—Cuando yo pasé dij eron :“esta es la si rvienta

de Ana L ía ; s i su madre viera e l desamparo en que

viven,volveria .

Eso dij eron ? ¿ qmen dij o eso ?

—Una v iejecita, que l levaba un chi cuelo , para

que le portase la canasta .

—¿Y no te acercaste a ºir?

—Me acerqué,porque la señºra me llamó .

Ah

La j oven sentía que su cºrazón estal laba . ¿ Por

qué las gentes hablaban de su madre cºmo si aun

viviera ?

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94 nueo WABT

Has estadº un día entero s in cºntármelo !

¿Qué más dij o ?

—Me habló de usted ; que la veía los domingos ,en misa ; que la hallaba trans formada, mej or que

de niña .

Ay ! ¿me ha conoc ido d e n iña ? Habrá cono

cido también a mamá .

—Así parece . Volvió a decir que s i su mamá la

viera, volver ía . Y yo le contesté : la niña L iana no

t iene mamá ; su mamá se murió hace much os años,cuando el l a tenía apenas dos . L a viej i ta nomecontestó ; me pareció que sonreía . Pagó su compra,y se fué detrás del ch i cuelo que l levaba su canasta .

Has estado un día entero s in contármelo !

repit ió Liana, s in atender a las excusas de Sole

dad . Se levantó muy nerv iosa,y se puso a arreg lar

su cama . La gallega la miraba sin penetrar las ra

zones de su agitación .

No le digas nada a papá ! ¡ Por Dios, Soledad ,ni a nadie !

—NO lo d iré a nadie .

—Y el domingo iremos j untos a misa,y me mos

trarás la viej ita .

—Como usted mande . niña .

Con esto sal ió,dej ándola sola . Al cerrarse la

puerta, Liana soltó el plumero, y descolgó un retra

ti to de su madre,y lo miró intensamente .

Aquellºs ºjos hermosísimºs,aquella boca son

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Lºs OJOS VENDADOS 95

riente y cruel (¿ por qué había sent ido siempre en la

sonri sa de su madre un dej o de impiedad ? ) aquella

frente atºrmentada,por un alma ¿ dón

de estaban ? ¿ Donde su padre decía reducidos a

polvo en un_

rincón del cementerio de Capi l la de l

M onte,en Córdoba ? ¿ Pero s i era verdad eso pºr

qué hablaban de ella,como si viviese ?

Cien veces, cada año, su padre le contaba deta

l les d e la muerte de“ aquel la santa Los Oj ºs d e l

pºbre hombre se llenaban de lágrimas los años,no

atenuaban la emoción que su nºmbre le produc ía .

¡ Beatriz ! Pero no la nombraba nunca .

Un d ia L iana descubrio entre un tajo de cartasViej as

,una atu5 16n a el la :

“ tu hij ita Beatriz leyó .

Papá,has tenido otra hij a ?

Entonces yo me llamo Beatriz ? ¿ por qué me

has camb iad o el nombre ? por qué no nas querid o

que me l lame como mamá ?

Qurén te ha dich o ? ¡ te l lamas Ana L ia !respond ió su pad re irunciendo e l ceño .

—¿Y esta carta .

Fraser arreba tó la car ta d e manos de su h ij a , y

tuvo un acceso de furºr, que la aterrorizó . N unca

mas volvió a tocar los papeles de su padre .

Después de almorzar . Fraser se fué a Belgrano .

No tenía más remed io que beberse aque l mal trago,

y pedi r ayuda a su ex pupi lo, a quien siempre había

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96 H UGO Wa st*

escºnd ido por vanidad , el desastroso estado de sus

f inanzas .

—S i vo a frontara estas humi l laciones pºr amor

de Dios,

pensaba i ría camino de santidad .Pe

ro lo hago por Liana,y renegando d e l a nece 51dad

que me obl iga a hum illarme .

Cerca de la casa de Mario, encontró a B istol fi,que iba a comuni carle que su muj er acepta5a la in

v itación para esa noche .

Pºr lº visto Mario no quería estar sºlo con Lia

na y cºn Fraser,y los reunía en su mesa con aquél

par de aventureros .

En otras c i rcunstancias Fraser resentido hubiera

pegado la vuelta v se habría ido a l club a d esaho

garse ante una mesita d e poker y una botella d ecagnac .

Bistolfi lo cogio del brazº,con gesto arrogante ,

pero le cedió la vereda,y empezó a devanar consi

deraciones f i losó f i cas,sobre toda suerte d e temas,

cazados a l azar . Fraser lo escuchaba,compasiva

mente y le respond ía, sin quitarse e l c igarro de la

boca .

—¡ Perº hombre ! le dij o ¡ usted no puede

hablar s ino en serio !—Desde niño he sido así ; mi muj er pre fiere los

versos y las f ie stas .—Por eso me gusta más su muj er que usted .

—¿Verdad , eh ? Generalmente gusta más el la .

que—Especialmente a los hombres .

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LOS OJOS VENDADOS 9 7

Bistolfi echó sobre Fraser una mirada recelosa ,pero lo v ió tan absorto en chupar su cigarro

, que

se tranqui l izó , y dij o suavemente :—YO no sabía que a usted le gu staban lºs ver

Oh,mucho ! ¡ qué hermosºs son los versos !

Cualquier verso ?

Cualquiera ! para mi es indi ferente !—Y que le gustan las f iestas .

Oh las“

f iestas ! dij o con rabia,machacando

entre los dientes la punta d el cigarro ¡ cómo me

gustan las f iestas ! ¡ sobre todo las f iestas religiosas !

Las f iestas rel igiosas ? exclamó escand ali

zado B istolfi . Y añad ió con én fas i s : Yo sºy ant i

cleri cal : he estudiado f i loso f ía con Ard igó . ¿ lo

conoce ?

Psh ! de vista .

De vista ? ¿ ha estado usted en I talia ?

—No ; cuando él vino por aquí .

Pero s i no ha venido nunca !—Entonces no lo conºzco .

—YO he estudiado filºsofía con él , y nunca estaréde acuerdº con usted .

Ya me parecía ' repl i có Fraser sonriendo

aliv iadº . pero no me atrev ía a manifestárselo .

De pronto pensó : ¿ S i yo lo sab leara a éste, en

lugar de Mario ? ¡ al toro por las aspas !

Y empezó a hablarle de la revolución social,que

constituía la mayor preocupación de Bistolfi .

Antes de ser burgués,había gritado contra e l rey

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9 3 HUGO wa sr

y contra el Papa,y renegado d e su abolengo de

conde .

Pero la fortuna que se le entró por la ventana,con su primer casamiento

,modi ficó sus ideas .

S igu ió gritando contra lºs papas,pero dej º de

gritar contra los reyes,y pintó coronitas condales

en toda su vaj i l la .

Sabe que d e un mºmento a otro los sºcialista!

van a decretar el paro general ?

Qué intranqui l idad !—L e van a compli car la vida

,conde . ¿ no ha

oído algo de éstº ?”

—S í ; algo le he oído a Pulgarcito,el hermano

de Mati lde Garay.

Fraser hizo una mueca .

—¡ Dejémosla a Mat i lde ! A usted no le convie

ne el paro general ¿ nº es verdad ? . N o podrá te

ner el automóvi l a la puerta .

Cierto ¡ qué pertu rbación !

Hacían ya su últ ima cuadra de camino,en si len

cio , algo resent ido Bistolfi de la aspereza con que

le repl icaba Fraser cuando éste se detuvo,y le di j o

mirándolo en los oj os,sin pestañar :

—L e van a compli car la vida . ¿ quiere salvara la patria ?

B istol fi echó atrás la cabeza,se retorc io las ame

nazantes guías del bigote , y respondió resuelta

mente

Cómo no !

Tiene trescientos pesos ?

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H UGO WAST

Indudablemente !

Mariana y u s ted ? ¿ nadie más d e su s relaciones ?

—Nadie más,a menºs que mi muj er disponga

otra cosa .

Esa noche se sentaron sei s,alrededºr de la mesa

oval del j oven anfitreón. Herácl ito Cabral se agre

gó a últ ima hora , muy bien acºgido pºr Mariana ,

que veía en su d isplicencia y en su pal idez rasgos

d e ari stocracia .

Liana l legó conmovida todavía por las palabras

que le dij era Soledad esa manana . Hubiera interro

gado a Mario, de hal larlo solo y dispuesto a oírla

con seriedad y a hablarla con franqueza . L e habría

hecho bruscamente la pregunta, que le zumbaba en

los oídos , desde hacía t iempo : Por qué las gentes

hablan de mi madre , cºmº si estuviera v iv a Perº

Mario no estaba dispuesto para esas conversacio

nes .

Cuando V IO l legar a l matrimonio B istolfi,Liana

midió de pies a cabeza a la muj er,que venia é s

plendorosa y l lena de mohines .

¿ Sería esa la muj er que ºyó ponderar a Mario v

a su padre la noche anterior ?

Mario , que notó aquel recelo de la j oven , le dij o

en voz baj a :

Quieres ver tu retrato pintado por M istral ?

Por Mistral ?

—¡ S í !

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LOS OJOS VENDADOS

Fuerºn los dos a la pieza contigua , que era e l

escritorio . El tomó un libro y en un sit io marcado

con lápiz la hizº leer.—Lee más fuerte, L iana ; quiero oírte .

Y la niña leyó : Mireya estaba en los quince“años . Cuestas azu les de Fuente Viej a , col inas de“Baus

,l lanuras de la Crau , vosotras no habé is vis

to j amás otra niña tan l inda . Su rostro cando

roso y f rescº ten ía un hoyuelo en cada mej il la ; y“su mirada era un rocío que di sipaba tºda pesa

dumbre, más pura y suave que la luz de las estre

llas . ¡ Ah ! S i dent ro de un vaso de agu a hubie

sei s vi sto tanta gracia,tºda de un sorbo os la há

briais bebidº !"

Ana Lía alzó los oj os y preguntó sonriendo

Te parece que yo soy asi ?

Mario le tomó el l ibro y con casta emocwn la

besó en la frente .

—¡ Vamos ! le dij o sintiendose puri f icado por

aquella dulzura . ¡ nos están esperando !

Esa noche Liana se du rmió tarde,cuando su

estre l la dec linaba en e l cie lo purísimº . Cerró los

postigos , para que la luz del alba no la despe rtase

demasiado prontº,y se entregó al sueñº

,que pobla

ría su cabeza de vis iones imponderables .

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¡ 04 HUGO wasr

j o,al que le tocaba el turno de ser le ído en ese día.

A veces don Pedro se despachaba concienzudamen

te dos diarios en veint icuatro horas , y esº lo com

placia,aproximándolo a la edad contemporánea ,

S i tuviera más t iempo ! suspiraba .

—Tomá tu mate,Pedro le d ij o misia Presen

tación,desde el umbral de la puerta ¿ no está

muy dulce ?

Don Pedro suspendió el barrido y d iº unas cuan

tas chupadas .

Era pet izo,gordo

,cºn carnes frías y lustro

sas . Para salvarse de la calvi cie que lo amena

zaba, s iempre se pelaba al rape,con lo cual su ca

beza parecía una bola d e cera,per forada por dos

cuentas azu les .—Está en su punto ; dij o don Pedro conclu

yendo su mate .

—Pu es sabrás, Ped ro, que hay mo ros en la cºsta .

Moros en la costa ?

Don Pedro miró a uno y otro lado,s in entender

la metá fora .

A esa hora marchaban apresuradamente a sus

tal leres 0 a sus o fi cinas los obrerºs,los empleados

,

las muchachas,cºn las caras regocij adas por el es

plendor del d ía.

Las campanas de la iglesia l lamaban a misa,y

las palomas de la torre,volaban a posarse en m itad

de la cal le .

Una vaca suelta caminaba por l a vereda, oli scan

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LOS OJOS VENDADOS

do las ramitas de los ligustrºs, que f lorecían a lo

largo de las aceras .

Dónde están los mºros ? preguntó don Pe

dro,y misia Presentación tomándole el mate

,dió

el chupetón de gracia, para agotar lo que él hubiese

dej ado , y se sonrió con mali cia .

Parece mentira que estemos en Buenos Aires !

¡ Una vaca suelta ! y allá cuatro o c inco ºvej as dur

m iendo al sol en medio de la cal le .

No te agrada eso ? ¿ no te recuerda los barrios

de nuestras ciudades prºv incianas ? En Barce lona

c i rcu lan cabras lecheras por las calles centrales, y

en otras c iudades de Europa maj adas de pavos con

ducid os por una pastoreita . ¿ No es pºético esº ?

YO no he estadº en Europa,pero .

Misia Presentación le cortó la palabra .

Entonces deseas saber dónde están lºs mo

ros ? ¡ En tu casa hij o ! He sorprendido una con

versación de Link con Laurita . Parece que Mario

Burgueño,ese j oven que conocieron vez pasada en

lo del conde B istolfi se interesa pºr el la y él se lo

quiere traer .

Don Pedro se quedó con la bºca abierta .

—Dicen que es muy rico : ¿ no ?

Muy rico ! asintió misia Presentac ion,cc

rrándose el escote, pºrque pasaba un grupo de

obrerºs .

Prensa” L a Nación” ! voceó un

v endedºr de diar ios,y d on Ped ro recºgió el suyo

que Olió cºn verdadera gu la .

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HUGO WAST

parece muy entus iasmado . Link se lº

decía anoche a Laurita.

Muy entusiasmado ' repit ió dºn Pedro, re

construyendo en su memoria la f igu ra de aquel buen

mozo que una tarde l lamó a la puerta de su casa,buscando a Link

,y provocó los apurºs de misia

Presentación, que corrió a descolgar la rºpa ten

dida en la cuerda,y a qu itar del paso una me

d ia t ina cºn agua de j abón .

Pero esa vez Mario no fué de vi sita y se re

t i ró dej ando, un mensaj e para Carlos Link, encuya amistad andaba .

¿ No es verdad , Mati lde, que Mario Burgueñoestá muy entus iasmado con Laurita ?

Mati lde sal ía en ese momento,apurada a tomar

su tren . Todavía aguardaba el nombramiento,pero

ya había dej ado de pensar en él,y los viaj es los

hacía cºn ese pretexto,pero en real idad para en

contrarse cºn Mario en la estación del Reti ro,don

de cambiaban algunas palabras .

Ante la pregunta de su madre, se puso colorada .

—¡ YO qué sé, mamá !

Sabes que va a veni r de v isita ?

Los labios de la muchacha temblaron vi sible

mente, al preguntar .

Cuándo ?

Guárdame e l secreto : anoche tu novio le con

taba a Laurita que se lo iba a t raer . ¿ Pero cómo

no vas a saber esto ?—De veras

,mamá

,no sabía .

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1 08 HUGO WAST

d ía despertaron sus primeras sospechas . Me lo ha

dado Noemí” expl i caba ; y como Laura sabía que

la chicuela de la estación no regalaba sus f lores ,comprendió que su hermana ha5ía aprendido a

ment i r.

Ese fué el comienzo de la culpa de Mati lde : es

conder sus pensamientos de las personas que la

amaban y podían alumbrarle el camino .

Pero ¿ cómo habría pºd id o d ecirle a L ink : 01

v ídeme,porque nunca podré quererlo como usted

me quiere” ? ¿ Cómo habría podido contar a su ma

dre que aquel mozo, cuyas visitas anunciaban, no

i ría por Laura,sino por el la ? ¿ Y cómo habría po

dido con fesarles que lo que estaba ocurriendo en

secreto,lo que el los mirarían cºmo una trai ción ,

era la i lu sión ardiente de toda su vida ?

¿ Pero era realmente una trai ción ? ¿ no era l ibre

de amar a qu ien el la qu i siera ? ¿ qué cu lpa tuvo,pues

,en abri r su alma virgen a aquel amor noveles

co y dominador ?

Hacía mi l años que aguardaba una de aquel las

palabras de amor que Mario le d ij o,sin que el la en

contrase respuesta .

Se sintió trans figurada,como una t ierra nueva

abierta por el arado,y puso todo su empeño en im

pedi r que él ad ivinase hasta qué punto la conqmstó .

'

Cada mañana,Noemí le entregaba un ramito de

violetas,sin añadi r palabra

,pero sonriéndose con

mali cia ; y ya sabia el la que esas f lores eran e l pen

samiento cariñoso de Mariº .

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LOS OJOS VENDADOS

No digas nada,Noem í !

Subía a su tren, Huyendo de las miradas de las

gentes . Se acusaba de escandalizar aquella alm a

t ierna ; pues si Nºemí hac ia mi sterio , era porque

ad ivinaba un amorfo que debía esconderse .

Su propia mentira,engendraba otras mentiras en

las almas ajenas . A veces,volviendo a su casa

,arro

j aba las f lores por la ventani lla,procurando que ca

yeran en sit ios dºnde las hierbas crecían frescas V

tupidas,v hubiera otras f lores

,para que su pobre

ramito no se marchitara tan pronto .

Pero ºtras veces,no se animaba al sacri f i cio

,y

l legaba turbada y ruborosa,ex cusándose :

“me las

dió Noemí”.

Comprend ía que Laura dudaba . Quizás estaba

celosa .

La idea de que Laura podía enamorarse de Ma

riº encend ía más su escondida pasión y la ºbligaba

a mayor dis imulo .

¿A dónde iba por esos caminos tortuosos ?

Ignoraba su destinº. Era cºmo una hoj a muerta

en alas del viento . A veces creía en Mario ; a veces

dudaba . ¿ Por qué la había elegido , é l que era due

ño de amar a las bri l lante s muchachas de l gran

mundo ?

¿ Sería para e levarla hasta él , según hab ia sona

do ? ¿ sería para perderla ? Ahuyentaba de su espi

ri tu estas cuestiones,porque su conciencia

,im

placable y nít ida , le respºndía condenando su secre

to : Habla ! Con f iesa tus angustias a tu madre,a

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I O HUGO WAST

tu hermana, a tu pobre novio, que se mira en ti !”

No tuvo ánimo ; era t ímida y le dol ía hacer pa

decer a otros

Comprendió que nunca se atrevería, y que su mi

serable comed ia terminar ía en un gran dolor. Llegó

hasta pensar que s i contaba a Mario sus torturas ,tendría lást ima de el la

,y se alej aría para dej arla

que se cumpl iera su vulgar dest ino,y se segu irían

amando de lej os .

Qué dulzura encontraba en esta solucion !

¡ Amarlo s iempre , ya que no era dueña de olvidarlo ,y saber que é l también la amaba en s i lencio, y que

a toda hora su pensamiento podria con fundirse

con el de é l ! ¡ qué dulzura !

Casi todas las mananas hallábalo en el tren,en la

estación 0 en alguna cal le vecina al Retirº. El se le

aproximaba sonriendo,y el la lo aguardaba tem

hlorosa .

Cambiaban algunas frases tr iviales y precipitadas

y se alej aban como dos cómpli ces , que fraguan un

del ito . A ella la emoción le cortaba la palabra .L O

que el la le hab l aba podia oirlo todo el mundo ; sólo

debía esconder lo que sentía, aquell as sensac iºnes

misteriºsas que la desvelaban , y la tenían horas fin

giéndose dormida .

Minutos después,esa manana

,lo halló .

—Carlos Link me ha compromet ido a ir a su

casa .

—Ya sé ; mamá acaba de contármelo : ¿ de'Ve

ras va a i r ?

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HUGO WAST

Mario con alguna vaci lación repit ió su frase,te

miendo que el la aceptara la propuesta .

L a muchacha tardó un rato en contestar . Recor

dó que en los primeros t iempos,Laura tuvo la i lu

sión de que Mario la festej aría ; y que el la misma ,por quemar sus naves y cerrarse la puerta de toda

esperanza,la induj o a creerlo .

Se imagina5a la sorpresa de su madre y el sarcas

mo con que Laura acogería la noti cia de que Mario

iba ahora a su casa pºr la que tenía en e l dedo e l

ani l lo de Link ; adivinaba el in f inito dolor de sunov iº, y no tuvo corazón para aceptar .

¡ No vaya ! ¡ Todav ía no vaya !

Mario sonrió , como un j ugador que ha ganado

una buena partida .

“Todavía no”,dij o la j oven

,dándose un nuevo

plazo,esperando que el t iempo le traería la solu

c ión . Ignoraba cómo ; y aún s i se ponia a pensar,descubría las compl icaciones que cada minuto apor

taba a su problema .

Pasaba por impetuosa y resuelta ; su madre de

cia d e el l a que era un torbel l i no ; s u s modal e s dec i

d idlots , su cabeza alt iva , su palabra sobria y clara ,denunc iaban una vol untad cons cien te y ñrme .

¡ Nada d e eso ! Era cobarde y t ímida . Para

avanzar en los t rances d i f ic i les , necesitaba que

una gran pasión le v endase los oj os .

—I ré a pedirla,

dij o Mario cuando usted

me mande .

Se desp id ieron , y ella cruzó la plaza del Reti ro ,

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LOS OJOS VENDADOS t i ;;

sin saber adónde se di rigía, cegada por la luz de

aquella promesa,agitada por e l dolor y e l amor,

pero,en medio de todo , fel iz , creyendo que estaba

en su mano la clave de su s ensueños .

Llegaría,pues

, una hora feliz en que las puertas

del mundo se abri r ían ante ella . Sabría lo que há

bía más al lá de su hºrizonte, más allá del amor de

su casa,más al lá de la pasión serena y limpia de

su novio .

Ese d ía,en el almuerzo, su madre , que no cabía

de entusiasmo,volvió a anunciar la V i sita de

Burgueño .

Mati lde no alzó los oj os del plato,por m iedo de

hallar lºs de Laura .

Pulgarcito le d ij o en secreto,con risita mordaz :

—Matild ita ¿ no es cierto que toda buena acc ión

merece recompensa ? ¿Qué le v as a d ar al gringo

Link,s i te lo trae ?

Mati lde se puso colorada ; su hermano hab íaadivinado su aventura . Cuando se levantaron de

la mesa,le supl icó

Por Dios , Pulgarcito ! ¡ no me hagas esas bromas !—¿ H e dado en e l c lavo

,hij ita ? Pºr m i nadie

sabrá nada . YO guardo los secretos ajenºs, para

que otros guarden los mios .

“Con la vara que mi

d iéreis seréi s medidos”. ¿Qué santo ha dicho es

ta verdad tan pro funda ?

Mati lde sonrió tranqu i l izada y contenta .

—¿Qué secretos tienes, Pulgarcito ?

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HUGO WAST

El mozo esp io a su alrededor,y viendo que nad ie.

podía escucharle,dij o

Quiéres que salgamos una tarde en auto

móvi l ?

Los dos ? ¡ encantada !—¡ NO ! ¡ Los cuatro ! ¡ Tú , él yo y

Mati lde se puso seria,y cortó al l í la conver

sación

No seas loco !

Se quedó preocupada : ¿ qu ien sería ella? Recor

dó a Mariana B istol fi, que coqueteaba con Pulgar

cito y se horrºrizó d e que en el corazón de éste hu

b iera l legado a engend rarse e l deseo d e asociar

su h ermana en la cu lpa d e ta l conqu ista .

Eso le produj o un desencanto . Pulgarcito tenía

una b ruta l experiencia de la vida,y crud amen te ia

h ab ía puesto en presencia d e la real idad . N o se

le ocurría que Mario Burgueño pudiera buscar a

su hermana,para ºtra cosa que para una aventu

ra pasaj era ; y s i no se rebelaba contra semej ante

pensamiento,era porque e l mundo estaba hecho

así .

Y todºs los que la miraban con la emomoa que

susc itaba su bel leza,pensar ían de el la lo mismo que

Mario Burgueño , lo mismo que su prºpio hermano .

Le entró un in f inito deseo de l lorar,y de con fiar SU s

inqu ietudes a algu ien . Se fué a su cuartº y se sen

tó en un rincón . Algunas lágrimas rodaron por sus

mej i l las . Oyó los pasos de Laura y se enj ugó los

oj os . S i su hermana la hubiera hablado con cariño

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r1 6 HUGO WAST

naba absorto en sus preocupaciones ; pero al lado

d e el la se transfiguraba y hasta parecía elegante .

Noemí lºs vió l legar,y no se les aproximó . Con

eso Mati lde experimentó el remordimiento de ha

berla hecho su cómpli ce en una falta .

Se sentaron j untos,el tren part ió

,y Carlos Link

empezó a hab larle d e cosas que no f i j aban la atención de su compañera .

En el río terroso, anchº como un mar

,las olas

p icadas por la bri sa , reventaban en rulos de es

puma ; y en las toscas de la ori l la,las gaviotas

se espulgaban al sol .

Las miradas d e la j oven rodaban melancóli ca

mente sobre las aguas .

Oia con indi ferencia las palabras de su novio .

La grat itud la conmovía un momento,y luego su

espíritu se l lenaba de vis iones extrañas . Sus i lu

s iones de niña, vagas como la pintura de un sueño ,se persegu ían ante sus oj os

,en la in f inita l lanura .

¿ Cuándo las alcanzaría ? ¡ Estaba qu izás de Diºs

que no fuese nunca !

¡ A ratos comprendía esa verdad ! ¡ S i pudiera

matar su imaginación,y sumergirse en las realida

des humildes,para las cuales había nacido pºrque

era pobre !

El tren en f i ló un viaducto .Div isábase en e l

baj o las calles as faltadas,más negras que de cos

tumbre, los techos de las casas , bri l lantes a l sol ,las huertas remozadas

,y en los j ard ines las hoj as

de la s primeras rosas sembradas al pie de lºs tº

sales .

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LOS OJOS VENDADOS 1 1 7

—H a l lovido toda la noche,

d i j º Link .

Cuando era chico,la l luvia me adormecía ; ahora

me desvela y me hace pensar en usted .

Estas palabras susurradas a su o ído,estreme

cieron a la muchacha . A ella también la despertó

la l luvia ; durante horas sintió la música del agua

en el patio,en los caños

,en la cal le, t rans forma

da en un torrente ; pero su pensamiento vagaba le

jos de su novio .

No obstante quiso halagarlo y respondió—Yo también me desvelé .

No se animó a prosegu i r,lo miró cariñosamente,

una mirada supli cante,para que no la obligara a

enganarlo. Pero él no podía comprender,y quiso

re cºger de su s labios palabras más dulces .

—¿Y en quién pensaba ?

Mati lde lo miró de reoj o .

En quién había de pensar ?

En mi?—Es c laro .

Oh , Mati lde ! No puede imaginar lo que me

impresiona esa palabra tan simple,y cuánto más la

quiero . Todas mis luminosas fantasías de niño

son turbias , como el humo , al lado de usted , que es

mi resplandec iente i lus ión .

—¡ Pobre Carlos ! exclamó ella palmeándole

la mano .

—Realmente : hay quien piensa que un gran

amor es una gran desgracia .

—NO dice eso el ! empis,

repl i có el la sºn

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i r8 HUGO WAST

riendo . No hay cosa más dulce que el amor,ni

más fuerte,ni más cierta

,ni más alegre

,ni más

cumplida , ni mej or en el c ielo , ni en la t ierra .

El la escuchaba embelesado describir e l amor

con aquellas vehementes palabras ; y ella que lo

vió trémulo de pasión,le preguntó

—S i u sted cree que un gran amor es una grandesgracia ¿por qué me qu iere asi ?—¡ NO sé ! Es la más bonita de cuantas muj eres

he vi sto ; pero no la quiero por esº . Ni porque

es la más dulce,y la más f ina y triste .

—¿ Triste ? mterumpió el la sorprendida .

me halla tri ste ?

—S i,s iempre

,un poco tri ste . ¿ Por qué ?

—Yo no sé .

—Pero no la qu iero por eso, que es una gracia

más ni la quiero por su cºrdura, ni por su resolu

ción,ni por su bondad ni por lo que todos ven en

usted que vale , y que yo veo más que ninguno .

—¿Y por qué me quiere , entonces ?

He nacido para el lo ! Un amor tan grande

no tiene razón .

—“

j Amor dulce y fuerte ! repi t ió e lla .

“No hay nada mej or en el c ielo ni en la tierra”

y preguntó con ansiedad . ¿Me querrá s iem

pre?

. ¿ Cualquier cosa que suceda ?

Mati lde ! Rodaría hasta el fondo d el abi s

mo,dºnde caen las muj eres que se pierden y yo

iria a buscarla .

Los oj os de la j oven se l lenaron de lágrimas .

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HUGO WAST

la ºla de gente apresu rad a que cruzaba el hallsonoro d e la gran estación .

Afuera e l cál ido bronce de la T ºrre de los In

gleses forjaba las horas , desparramando sobre laciudad la vibración de sus armoniosos mart i l lazos .

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La send a torcida

Llegó al colegio deslumbrada aún por las ard ien

tes palabras de Link . ¡ Quién pudiera incend iarla

con un amor du lce y fuerte !

Pero un encuentro casual,bastó para poner de

nuevo su corazón en la pendiente de los anhelosculpables .

Conversaba con Velarde en la secretar ía . Nº

habia buenas not i cias para el la,y él le in fund ía

esperanzas con palabra a fectuosa .

—Su nombramiento,señºrita

,no aparece . Pe

ro tal vez no tardará .

Mati lde no cºntestó y él compadecido,se animó

a decirle—Hay una vacante de dact i lógra fa en mi secre

taria ; ¿ si u sted la qu isiera .

Mati lde se ruborizó,y contestó con dolor

—¡ Démela ! ¡ Ya sé para qué sirve mi diploma !

—El mundo está mal hecho, senon ta .

Cuando puedo ºcupar esa vacante ?—Hoy mismo ; ayer se produj o y si tardara

,se

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1 22 LOS OJOS VENDADOS

di fundiría la noti cia y tendríamos cien pedidos de

ese puesto .

Tantas hay como yo ?

Miles y miles ! Este es el aspecto más extra

ño de l a cuestión social ; e l desamparo y la mise

ria de lºs intelectuales .

Velarde producía la impreswn de un alma des

encantada del ideal, que adivinaba y compartía las

penas de los otros .

—Cuando usted qu iera,señorita

,podemos co

menzar.

Mati lde se qu itó el sombrero y los guantes y se

sentó delante de l a máqu ina de escribi r .

En ese momento el ordenanza anunció un vi s i

tante .

Velarde la leyó en v oz alta : su tarj eta

Ana Lía Fraser ! Miró a Matilde,que al

ºir ese nombre alzó rápidamente la cabeza . ¿ La

conoce ?

A el la no,senºr ; conozco al doctor Fraser .

—Debe ser hij a de él . Hágala pasar,

dij o a l

ordenanza .

Entró Liana turbad ísima,balbuceando un exor

dio , visiblemente preparado , para excusarse por

veni r sola , a una di ligencia que sorprendería al

señor secretario .

E ste la atend ía d e pie, y Matilde , sentada ante

su máquina , no perd ía ninguno de los gestos de la

toven .

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I 24 H UGO wasr

Ambas cual idades debían ganar su S impat ia,v

preguntó cºn interés

Su papá la ha autorizado a esta di l igencia ?

—N O,señor papá nada sabe .

Ya me parecía !

Por qué ?

—Porque de ser así,él que hace una hora entró

a dar clase,me habría advertido ; y usted seño

ri ta,no habría l legado tarde .

Tarde ?

—Ya la vacante está l lenada,

respondió Ve

larde pesaroso y Liana no fué dueña de su gesto .

Esa muchacha . es la nueva dactilógra fa ?

—S í .Liana se puso de pie . El secretario quiso alentar

la con una palabra amistosa,pero nada se le

ocurrió . El parecía más intimidado que el la .

—¿ Y si l legara a produci rse otra vacante ?

Velarde mº vió la cabeza .

—¡ NO digo hoy ! agregó apresuradamente la

jºven . Ni hoy ni manana . YO no tengo apu

ro . S i más adelante,cualqu ier día

,se produj era

otra

—Yo le haría avisar con su papá,

respondió

el secretario .

—¡ NO

, no ! El no vería bien mi pedido . Me

pondría t rabas ; ta l v ez se o lv idaria,y yo vºlv ería

a l legar tarde .

No me imaginaba,

respond io sonriendo el

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LOS OJOS VENDADOS

secretario que el doctor Fraser fuera un hom

bre de prej u i cios .

—Asi es .

—Pero no importa . S i ocurriera una vacante ,yo mismo iría a avi sarle .

Bueno ! exclamó Liana tend1endole la ma

no,para se llar e l pacto .

Valiente muchacha ! pensó Velarde v ien

dola sal i r ; y volvió j unto a Mati lde .

También ésta había oído el nombre de aquella

j oven en boca de Mario y de Fraser ; y hasta de

Laura, que un d ía la vió acompanad a de su padre .

Mati lde recordó la malic ia con que su hermana

le d ij o

Se llama Ana L ía y le d icen Liana ; te pre

vengo que es muy bonita .

Por qué me lo previenes ? se atrpwo a con

testar ; pero Laura se puso a reí r y no seexplicó .

Aun antes de saber como fuese la hij a de Fra

ser, ya Mati lde sent ía contra ella una mezquina

prevención . Comprend ía que la repel i a sin mo

tivo . Liana era tan pobre com o el l a,y quizás más

humilde ; pero al cºnocerla,hal lóla digna de M a

rio, y comprendió que pºdía d isputárselo . Y con

esto se desvaneció su propósito de rºmper la pe

ligrosa amistad de aquel hombre .

La mirada que L i ana le d irig1 0 ,cuando Velarde

la l lamó por su nombre le reveló que la conoc ía .

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l 26 H UGO WAST

¿ Pero qu ienes hablaron de el la ? ¿Mario 0 Fraser :

¿ y qué dij eron ?

Mati lde estaba segura de haber sorprendido en

los oj os de Liana,una luz de admirau on y d e

celºs .

—Señorita ¿ está distraída ? Dos v e

ces le he dictado la frase y no la ha escri to .

Estas palabras del secretario la volv ieron a la

real idad . Abandonó los pensamientos ociosos y

malsanos y se puso a trabaj ar .

Cerca de mediodía entro el doctor Fraser, que

se quedó sºrprend ido, viendo a la j oven ante la

máquina .

—¿Usted aquí ? ¿Ya la nombraron ? ¿ Se ha

equiv ºc ado el ministrº y la ha hecho dact i lógrafa

en vez de maestra ? Consuélese,Mati lde ; no es lo

peor que pºd ía sucederle . Habrá qruenes la en

v id ien .

Mati lde sonrió s in atreverse a contestar,y se le

v antó, porque la campana anunciaba la hora d e

sal i r .

Pocos minutos después,se mezcló animosamen

te en la turbulenta multi tud de niñas y de mucha

chos que l lenaban pat ios y galer ías .

—H e estado a punto de tomar ºtra dacti lógraf a

doctor Fraser dij o el secretario,no bien la jo

ven se fué .

—¡ Ninguna mej or que ésta ! exclamó Fraser

con extraño fervor. Necesi ta el puesto,y en

parte alguna estará mej or que a su lado . Usted

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1 28 HUGO WAST

nas, por erróneas que sean ; y gustaba de sal i r con

él , después de las clases .

Velarde recogió sus l ibrºs que hoj eaba en el

tranvía . Fraser miró los t ítu los .

¡ S iempre con Rusia !

¡ All í está la aurora del mundo !—Aurora boreal repl i có Fraser .

' Llamas

en medio de la noche . El oso cambiado de due

ño,pero lo conducen con el mismo bozal y el mis

mo lát igo del “Padrecito el ! ar”.

—Es un terrible experimento,doctor Fraser .

Pero de todo ese dolor saldrá la verdadera igual

dad . f l&'ºf .

Ah ! ¡ Si ! ¡ La igualdad d el hambre . ¡ Cien millones de mendigos

, que t ienden las manºs al mun

do,sería una indiscut ibl e expresión de d emocra

cia, s i no supiéramos que sus amos se enriquecen .

—Desgraciadamente es así respondió Velar

de . Nuestras ideas no han engendrado ni un

Franci sco de Asis,ni un Padre Damián . La ban

dera roj a cubriría e l mundo,s i tuviéramos un so

lo santo . Pero a nuestros apóstºles los seduce un

banquero,cuando no los engatuza una bai larina .

Busque la razón ! contestóle Fraser .

Alguna causa tendrá ese fenómeno .

Sal ieron j untos . El día era húmedo y t ibio . La

lluvi a d e esa noche había lavado el as falto de las

cal les,y formaba charquitos en las depresiones del

terreno,en aquel la viej a plaza remozada por la

primavera . Las moscas volaban en las manchas de

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LOS OJOS VENDADOS 1 29

sol,baj o los árboles

,y en los senderos de lºs jar

dines los caracoles trazaban su huel la plateada .

Gritos de niñºs y cantos de páj aros animaban

la cal le .

Velarde aspi ró con gu sto e l ambiente sut i l y

per fumado,su imaginación asoció la hermosura

del d ía a la paz de su conciencia ; pensó que el

mundo sería un para íso cuando todos creyeran lo

que él cre ía, y miró con amor la pesada mole del

ed i fi cio,donde quer ía enseñar la nueva rel igión .

Apretó el brazo de Fraser , y le d i j º señalándolo

Como puede ser escépt ico o pes imista un

maestro honrado ?

—Yo no soy un maestro honrado ; respondió

Fraser yo sov un maestro Ciruela .

Usted no cree en la escuela ! Ya no es la fe

la que transporta las montañas . Es la escuela ,L a

nueva humanidad todo se lo debe al maestro .

Fraser acogió con una sonrisa complaciente

aquel l i ri smo .

—Todavía usted no conoce la vida . L a huma

nidad nuev a t iene la edad de Babi lonia . Todo lo

que usted siente de bueno,y a lo sentía el Rey Da

vid ; y lo que yo s iento de malo , sentían lo mis abue

los antid iluv ianosf de cuyas culpas Dios tuvo quelavar al mundo . ¡ Todo es tan v iej o !

La escuela es nueva ! repli có Velarde.

No la escuela de Pestalozz i deí sta,ni de Sarm ien

to que iniciaba sus clases con un padre nuestro,ordenaba a los maestros que enseñaran a los me

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1 30 HUGO WAST

j ores alumnos a ayudar a misa . Lo nuevo es la

escuela atea , que nos dará la verdadera l ibertad

espiritual .

La l ibertad d e Trotsky y d e Lenin ? d ijlº

Fraser guiñando el oj o . Déj eme pre ferir l a

Inqu isi c ión!—Cuando la luz se haya hecho en todos las cºn

ciencias , todos tendrán la misma fe y el mismo

ideal . El maestro moderno renovará la faz del

mundo y nos dará la paz .

—¡YO no creº en los pedagogos ! repl i có Fra

ser. Saben cuántos decímetros cúbicos de ai re

puro necesitan lºs pulmones de un niño en cada

aula , pero no saben lo que neces ita e l alma de ese

niño . L os pedagogos han muerto la alegría, por

que la alegría es hi j a de la humi ldad , y el pedaº'ogo es fatuo .

Fraser hablaba con una contenida i rritac ión ,molestado por la noti cia de que Liana había ido a

gesti"

5h ar un puesto,revelando así las apreturas

en que vivían , por culpa de él .

Se detuvo y dij o golpeando a Velarde,amistosa

mente en el hombro :

—¿Qué habrá pensado usted de la gestion de

Ana L ía ?

Que es una muchacha de criterio y val iente .

Y de m i, ¿ qué habrá pensado ?

Qué podía pensar,s i el la me contó que usted

ignoraba su di ligencia ?

—Liana es como todas las muj eres ; quiere te

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1 3 2 HUGO W AST

hablado,pero no me d io t iempo . La persona que

él esperaba, acababa d e l legar y é l le sal ió al en

cuentro . Era Mati lde Garay ; hablaron un rato

animadamente y tomaron el mismo tren .

Liana sal ió del comedor,y Fraser no la s igu io ,

fast idiado con la noti cia .

Cuando'

el la volvió,adivinándola apenada

,le di

jo amorosamente :

Pobre,h ij ita mía ! ¿ querías trabaj ar por ayu

darme ?

Liana que tenía e l pensamiento en otra parte ,preguntó—Esa mwehaicha está de nov ia , ¿ nº es verdad ?—Creo que si ; con Carlos Link .

LO cºnoces a él ?—S í , un poco .

Papá !

Qué ?

—NO le cuentes lo que he visto .

—¡ No, no !

Ni me hables a m i nunca más de Mario !

Fraser se puso a rei r de esa espontaneidad , y

para d isipar el malhumor de su hij a la besó en lºs

oj os l lenos de lágrimas . Pero quedó preocupado

y pesaroso de haber puestº a Mario Burgueño enlos caminos de Mati lde Garay.

L a noti cia de Ana L ía no era la primera que

l legaba a sus oídos . Demócrito Cabral aseguraba

haberlos hal lado en el tren con caras de cómpl i ces.

y si Fraser resistióse a creerlo,ahora tenia que

rendi rse a la verdad .

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Los OJOS VENDADOS 3 3

Su larga experiencia no lo dej aba i lusionarse ,acerca de los propósitos de Mario y de l probab le

f inal de la aventura . El creía conocer a fondo a

Mati lde,habiéndola encontrado

'

varias veces en

casa de Bistol fi. Estaba seguro de que su vºluntad

no era f i rme y entera,según parec ía

,y que sus

ímpetus y sus reso luciones,eran resultado de su

imaginación ardiente y de su temperamento mór

bido . Estaba también segu ro de que el la misma

ignºraba su f laqueza,porque todºs pond eraban su

valentía para a frontar la vida ; y esa ignorancia

agravaba el peligro .

Conversando con el la,había observado la falla

de su educación .

Era aún como un vaso de agua cri stal ina que un

hombre honrado podía beber ; pero su espíri tu em

pezaba a enturbiarse con el humo de las vanidades .

Ya se iba cansando de mendigar aquel nombra

miento que nunca llegaba .

Su corazón estaba tendido cºmo un arco hacia

los goces del mundo .

¿Quién podía echar sobre el la toda la culpa , s ien ese estado espi ri tual una mano audaz tocaba

el arco y soltaba la f lecha ?

Esa tarde , a la hora de la siesta,Fraser fué a

casa de M ariº,resuelto a hablarle como un padre .

No quería ni pensar que Mati lde podría mal

decir un d ia las palabras con que él habría ponderado su gracia .

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1 34 HUGO W a sr

Mario v iv i a en una cal le tran sversal , arboladad e t ipa s , cuyas ramas se en trel azaban d e vereda

a vereda :

A su sombra se sentía el per fume de un bos

que, pero Fraser , que envidiaba a Mario su cal le ,ese día no le prestó atención .

Estaba en la puerta Dositeo,el gal lego que ser

v ía de mucamo al j oven .

—Creo que duerme . dij o .

Toda la casa yacía en una reposada penumbra .

Fraser l legó al escri torio,aguardó unos minutos,

y cuando se iba a meter de rondón a las piezas

interiores,como sol ía

,volvió el criado cºn sus

anchos mo fletes rasurados,l lenos de obsequiosas

arrugas .

—Dormía de verdad,como que anoche se acostó

muy tarde . Di ce que tenga a bien aguardarlo .

Fraser gi ró sobre sus talones y se pusº a exa

minar los cuadros en las paredes,pinturas trivia

les,cabal los

,perros . automóvi les dirigidos por

muchachas , una bañi sta sentada en la punta de un

muelle,el “Vértigo” de Etcheverry, y cosas pºr

el esti lo .

Nada ha aprend ido !— murmuró Fraser,ha

ciendo una mueca . LO que le gustaba a los diez

ocho años,es lo que hoy le gusta .

Pocos l ibros habia en aquel escritorio de per

sona s in preºcupac iones l i teraria s . Fraser tomóuno en rústi ca

,de l hueco del so fá .

—¡ Naturalmente l exclamó . Tenía que

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1 36 H UGO WAST

s intio que en sus entrañas germinaba un mal de

seo por aquella muchacha , no hab ló más de el la .

Dejó de i r, con la acostumbrada frecuencia,a

casa de F raser . Temía una pregunta ingenua de

Liana,una sonrisa maliciºsa, una mirada tri ste .

La cºnoc ía muy sagaz , y no era imposible que algº

supiera de su aventura . Tenía la sensación de que

la hij a de Fraser , t rocaria su viej o cariñº fra-ter

na! por el amor de novia,cºn sólo que é l d i j era

una palabra . ¡ Cómo le pesaba haber marcado su

frente intacta cºn aquel beso que no era de her

mano y que e lla no olvidaría !

Ese pensamiento enfriaba sus bríos de conquistador, hasta que un d ía se encogió de hombrºs

,y

se dij o : Cuánto se reirían de m i, s i adivinasen

que estoy como el burro de Buridán, que se mu

rió de hambre y de sed por no saber decidirse entre

un atado de pasto y un balde de agua !”

Y se largó cuesta abaj o .

Era experto en tales campañas,y no tardó en

observar el punto vulnerable del carácter d e Ma

ti lde . A él que tenía todas las seducciones d e su

casta , de su pos ic ión y la sagaoid ad d e aquel“sagrado egoísmº

, con que resolvía la cuestión ;que hizo perecer al burro f i lósº fo ¡ qué fáci l le

ser ía entrar en aquella alma desorientada y novelesca l

El pudor cerraba los oídos de la jºven,a toda

palabra audaz ; pero Mario se guardaba d e pro

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LOS OJOS VENDADOS 1 3 7

nunciar las palabras audaces, que podían delatar

su propósito . Era suave y gentilisimº,y el hast ío

de su corazón cohnado,di fund ía en sus modales

una tri steza di st inguida, que lo hac ía interesante

como un misterio .

“Sus oj os según las sut i les palabras de l sal

mo observan al pobre,y le arman emboscadas

en secretº,como un león desde su escondrij o”

En vano e lla qui so di simular lo que sentía ; sus

mismos inocentes arti f i c ios , descubrieron su amor ,y un d ía él tuvo la certeza de que los muros de

j eri có habían caídº,y que la invencib le ciudad

estaba a su merced .

—¿Y Fraser e legía aquel la oportunidad para ir a

verle ?

No tenía duda : Fraser le hablaría de el la . Su

primera inquietud,al rec ibi r e l anuncio de su vi

s ita,se había calmado

,cuando sal ió media hora

después .

Fraser dormía en el si l lón,la copa vacía en la

mano,y e l cigarro apagado al borde del ceni cero .

El j oven se le acercó de punt i l la s . H abituándo

se a la oscuridad,surgieron ante sus oj os las l íneas

fatigadas de aquella f i sonomía vir i l e inte ligente .

El labio inferior caía en un gesto cínico y dolo

roso ; los párpados descoloridos , la barba mal afei

tada , las mej i l las f lácidas, la f rente hollad a pºr los

malos pensamientos,pero dist ingu ida y con golpes

de luz , eran e l retrato de aquel la alma ex trawada,

todavía con el cuño de Dios,como una viej a ºnza

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r38 HUGO WAST

de oro, que conserva la gastada e f igie d e un gran

rey .

Mario tuvo lástima de su amigo,y lº palmeó

cariñosamente,y lo reprend ió, para desviar, s i era

posible,la conversación que temía .

Qué noche habrá pasado,v iejº !

Fraser abrió los oj os , con fundido,y contestó

amargamente

—Hay noches que i luminan muchºs días . Dime

cómo pasas las noches y te d iré lo que piensas .

— Pero ese princip io suyo,no vale en su caso ;

porque usted v ive abominado de sus obras .

—Porque yo no vivo como piensº.

“Deterioro

sequor”

.

—¿ Y por qué no amolda sus costumbres a sus

princip ios ?

—¡ Qué he de amoldar nada, hij o ! ¡ Me conten

to con salvar la ropa ! Pierdo mi vida pero salvo

mis princip ios .

Qué bien hace su propaganda !—Es el único orgul lo que me queda . Mario ; v

no quiero perderlo . Eso sign i f ica que mi alma no

está c iega todavia . ¿Y la tuya ?

Mario se sen tó en un s i l lón a tre s pasºs d e Fraser , y con e l s i lencio intentó demostrarle que no

estaba dispuesto a las con fidencias y menos a los

sermones .

Cómo está tu alma ? insistio Fraser .

Está seguro,

contestó Mario con seque

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HUGO WAST

Fraser bostezó . Se echó una copita de cognac ,y encendió otro cigarro

, que sacó de un armarito

de caoba cuyos secretos conocía como los de la

l i corera .

—La vida de un hombre de esprit dij o

bostezando,y M ario cuyo fast idio crecía

,lo inte

terrumpió cºn sarcasmo—¡ Como Ud !—¡ S í como yo ! . Sería tristísima

,s i no ex is

tieran los tontos .

Los tontos como qu ien ?

¡ Hombre ! como tú , que nos divierten cºn

su s sal idas del pentagrama . ¿ Cºn que ahora en

cuentras que a mi palabra le falta algo ?—Si, la autoridad del ej emplo .

—Hay quienes t ienen autoridad,teniendo de fee

tos . Y hay quienes son unos in fel i ces,a fuerza d e

perfección . ¿ T e niegas a ºi tme pºrque no soy

per fecto ? ¡ Pero alma de Dios ! ¡ S i no hablaré

de m i !

—¿Qué va a deci rme ?

—Voy a hablarte de Mati lde Garay .

Mario pestano , como si recibiera una pedrada en

el pecho .

—¿Qué t iene que deci rme de el la ?

¡ Ya lo adivinas !

S i así lo cree,podría ahorrarse las palabras .

—YO te puse en mala hora frente a el la . Des

pués d el dolor , nº hay en la t ierra nada tan santo

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LOS OJOS VENDADOS 1 4 1

como la hermosura . Creía que tu corazón lo senti ria de tal modo

,que se puri f i caría de tºda tor

peza .

El suyo lo sentía así ?

—Porque el m ío lo sentía,y porque no creo

que e l tuyo sea peor, pensé que se levantaría si

quiera una pulgada sºbre el barro . Pero me e qu i

voqué . Ni el sol,ni la hermosura , se pueden mirar

s in peligro .

Mario no contestó . Recostado en el si l lón,mi

raba el techo,alisándºse cºn ambas manos el lac iº

cabello oscuro .

Fraser lo contemplaba cºn dolor , esperando una

palabra que se lo mostrara,como lº creía

,egºísta

por pereza,pero no malo

,y capaz de vibrar con

una sincera emoción d e j u st ic ia .

—¿Y a esto ha venido ? exclamó el j oven

,

por f in .

Creía cºnocerte mej or !

Quiere que acabe por tenerle miedo a su s

vi s itas ?

—¿Y tú qu ieres que me remuerda eternamente la

conciencia , por no haberte conocido , y por haberte

la presentado a esa pobre muchacha ?

¡ Pobre , pºbre b ¿ pero qué está supºniend o

—S i me equivoco en un ápice, rectificame. Te

ha gustado .

—¡ Cómo no había de gustarme , s i a usted

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HUGO “'

A S T

Fraser con un ademán de amargo desdén, le cor

tó la palabra .

—Te has dej ado encandi lar pºr ella . como una

lechuza por la luz de un altar . ¿Qué piensas há

cer?

¡ Nada ! no pienso nada .

¡ Eso es cierto ! L O que he querido preguntar

te es otra cosa . ¿Qué estás haciendo , sm pensar

de tu v ida y d e la v ida d e el la ? ¿ Sabes aldónd e l a

llevas ? ¡ Qué has d e saberlo, si ni s iqu iera sabes a

dónde v as !

Mario se incorporó herido por e l desprecio d e

tales palabras .

—Usted que viene a hablarme con el énfasi s d eun pro feta .

¡ No ! vengo a hablarte con la lealtad y la du

reza de un padre . S i tu corazón no es cºmo el d e

una momia, vas a senti rlo sangrar y vivi r, y v as

a comprenderme .

—Ya no estºy en la edad en que .

Pobre niño !—No estoy d i spuesto para lºs consej os de nadie .

—Es que debes estarlo , si has de segui r vivien

do en el mundo .

—¿Y s i no qui siera oír lºs d e usted ?

—Sería porque estás resuelto a una in famia .

Crea de m i lo que quiera ! Yo no debo cuen

tas a nadie ; soy l ibre , y s i en mis relaciones con esa

muchacha l legase a todo .

A qué llamas todo? ¿ a casarte con e lla ?

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HUGO WAST

cidad de un hombre no se amasa cºn la desgracia

de cien muj eres .

Por cºbard ía y desdén hacia las cuest iones que

le obligaban a un es fuerzo,Mario no qu iso di s

cutir más .

Tiene razón ! exclamó con una voz en que

Fraser no percibió un timbre de impenitencia .

Sºy un bribón ! ¡ qué le voy a hacer !

¡ En buena hora esa con fes ión, h ij o ! res

pond ió Fraser enternecido Tu alma sangra ;tu concienci a está viva .

Y le tendió lºs brazºs . E l joven se dejo abrazar

s in efus ión,y agregó :

—Hace un año que preparo un v iaj e a Eurºpa

Me mandaré a mudar ¿ no le parece ?

No hallarás nunca mej or oportunidad ex

clamó Fraser encantado .

—¡ Buenº ! ¡ ya está resuelto ! Antes de quince

dias estaré a bordo .

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¡ Cuéntame algo d e mamá !

Liana había observado en su padre una s ingu lar

inquietud , que databa de un mes atrás, desde un

d ía que rec ibió una carta del ext ranj erº . El la

siquiera alcanzó a v er la es tampil la .

Qué notic ias le traj o aquel sobre , º qué dºcu

mentos v inierºn en él , la muchacha no podí a ni si

qu iera imaginarlo .

No sabia que su padre tuv iera negºc iº s cºn gente

de otrºs países .

Cada v ez la. ex i stenc ia d e los dºs se iba redu

ciendo ; ella tenía pocas amigas , y ningún paricn

te ; y él , se encontraba cºn muchºs hºm bres al d ia ,

pero en su corazón nº les guardaba afectº.

¿Quién podia, pues d e lejºs inf lu i r en el ánimº

de su padre tanto como para que perdiera su buen

humor ?

Aunque su fo rtuna no daba indicios de mej o rar.

nº eran asuntºs d e dinero los que preocupaban a

s u padre esto lo ve ía en el despego con que él ma

nejaha sus recursºs, como s i hubie ra perd ido la no

c ión d e su valor o la i lusión de viv ir .

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H UGO WAS '1'

—¿Qué te pasa, papá ? le d i j o un dia ¿ es

tás enfermo ?

—NO,h i j ita .

Estás más pobre entonces ? quieres que bus

quemas una casita más barata ?

F raser acaric ió a la muchacha ; se sentó retenién

dole la mano , y le d i j o mirándºla en los ' oj os

Quieres mucho a tu padre , L iana ?

Oh,papá ! ¡ mucho

Y si tu padre te hubiera hecho vivir baj o la

sombra d e una mentira atroz , y un día descubrie

ras la verdad ¿ lo seguirías queriendo ?

L iana pensó que aquel las palabras incºmpren

s ibles pod ían referi rse a su madre ; pero no se

atrevió a alud irla,y respondió temblando :

—NO te comprend o,papá ; la verdad verdadera

es que te quiero cºn toda e l alma

Fraser la oyó con lágrimas en los ºj ºs. le besó

las manos,y no habló más .

Cuand º ll egó el dºm ingo,L iana fué a m isa a

la hora en que sol ía i r la anciana, que una v ez dij o,delante de Soledad

,la ext raña f rase : Si su mad re

la v iera .

Al sal i r de misa,L i ana la halló algunas veces , s in

atreverse a saludarla,para entrar en relaciones . Se

imaginaba,sin embargo

,que el la conºcía algº de su

v ida, d e su niñez. de lºs años que aparecían en la

memoria de Liana como envueltos en una nube . Pe

ro ese d omingº no la encontró y lamentó su ausen

cia. U na muchacha amiga se le acercó

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H UGO WAST

te la muchacha . S i queremos l legar tempranº

a las carreras—NO qu iero que vayas le contestó él con in

explicable terquedad .

Papá !—NO quiero que vayas . I rás otro d ía .

—¿ Qué dirán d e mi ? M e aguardarán—Avísales que no vas a i r .

El tono,los gestos

,la mirada

, el calor encen

dido,mostraban que en aque l hºmbre acababa d e

produci rse un cambio fundamental y v iolentº.

—¡ N O quiero que vayas ! repit ió dºs o tre º

veces más,y como Liana corriera a su “palomar"

,

y se echara llorand º en la cama,her ida por aquel la

cólera sin sentido,é l no la detuvo y se sentó solo

a la mesa .

A l día s igu iente él parec ía no recordar la es

cena ; pero el la permanecía tr iste y amedrentada .

Los a fanes y las preocupaciones d e que estaba

l lena su vida,hubieran conclu ido por disipar en la

m ente d e Liana lo ocurr ido ; pero otro suceso f i jó

su atenc ión en aquel apel l ido f rancés que su padre

parecía conºcer y odiar .

Subía e lla en e l ascensor de una gran tienda ,cuando observó que una señora

,arrogante y her

mosa,la miraba intensamente .

¿ Dónde había visto Liana aquellos oj os ?

Instint ivamente la sigu ió . La dama parecio ol

v idarse de e l la , y se dedicó a sus compras ; pero

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LOS OJOS VENDADOS 1 49

Liana no acertaba a alej arse,absorta en su pen

samiento : ¿ La conocía de antes ? ¿ Dónde la habia

v isto ?

No ; estaba segura de verla pºr'

primera vez,y,

s in embargo,el la había soñado con aquellos ojºs ,

con aquel la cara . ¿ Pero acaso podían real izarse

lºs sueños ? Y siendº comº fuese , sºñado o real , lav i s ión anterior que ten ía de aquel la persona ¿ por

qué la impres ionaba tanto su pre senc ia ? ¿Era

s impatía ? ¿ era miedo ?

Dió dºs 0 tres vueltas,sin alej arse mucho . Al

pasar por frente de un espej o , vió su prºpia ima

gen re f lej ada,y se echó a temblar .

—¡ Dios mio ' exclamó . Yo no he soñado

su cara,ni sus oj os . ¡ Los he vi sto ! ¡ son lºs míos !

Era demasiado grande el pensamientº que con

esa revelacron entró en su alma . Se ahºgaba ; pá

recíale que una densa nebl ina envolv ía todo lo quemiraba .

—¡ Voy a enloquecerme ! ¿ Por qué se me ºcu

rre que esa muj er es mi madre ?

Pasó de nuevo cerca de el la,en mºmentos en

que daba su nombre al empleado,para que fuese

anotado en la factura .

Una invencible curiosidad impulsó a Liana, que

quisº oír su nombre .

—Condesa de Segu in,

dij o la dama , con un

acento marcadamente francés,y Liana su frió un

desencanto , que serenó su corazón .

No obstante quedó pensando que su padre te

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r50 HUGO WAST

nia noti cias de esa gente , y recordó la voz alte

rada con que le hizo la pregunta :“

¿Quién te ha

l iablado , _ L iana de Flambeau

Para d isipar sus preocupaciones nada más fran

co y breve que interrogarlo , pero aquel la escena le

h izo perder la con fianza en su padre . Ten ía miedo

hasta d e pronunciar e l nombre de Seguin , y leyen

do en alta voz las cróni cas sociales en los diarios ,

lo había saltead o alg unas vec es .

Se decidió a hablar cºn Mario,mayor que ella

sei s o s iete años,que debía acordarse de lºs t iem

pos en que fueron ri cos y vivía su madre .

Pero Mario no la vi sitaba ya . ¿ Qué intereses

0 qué pasiones desviaban de ella su pensamiento

y su corazón ?

¿ Por qué no viene Mario ? preguntó un día

a su padre : y éste s in d arle otras exp l icac iones , lecontestó redondamente—Porque t iene cola d e paj a .

El despego desdeñoso que vibraba en esas pá

labras , la apenó,s in resentirla contra el j oven .

Ella no sería j uez de Mario,cualqu iera que fuese

su culpa . Los hombres tenían h i storias obscuras,

que no debía escudriñar ; pero él era su hermano ,v debía atraerlo a su casa .

Como una pintura que se destiñe,se habia bo

i rado en su memoria e l recuerdo de aque l retrato

d e Mireya , con quien él la comparó una noche .

Cosas más graves la ab sorbí an . A tºda cºsta que

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I 5 2 HUGO WAST

un vértigo que la hacía hablar s in querer d e las co

sas que le l lenaban el pensamiento ; murmuró al

oído de su padre :

Por qué no tenga hermanos ? ¡ Yo quiero

que me cuentes algo de mamá ! Y se sentó a su s

p ies , en una buta-quita,aguardando la repuesta .

Fraser pal idec ió . Oprimió entre su s manos aque

lla cabez a , que se apoyaba en sus rod i l las , y co

menzó a contarle viej as h istorias,a hablarle de su

madre c on fervor,con abundanc ia, con ind isimula

Lle pas ión .

Ya sé, ya sé ! emºlamaba el la . Hace añosme has contado esº. Cuéntame ot ras cosas .

Y él seguia hablandº,lºs ºj os l lenºs d e lágri

mas . y el corazón lleno de miedo de que Liana al

zara la cabeza,y le dij era : ¡ Mientes ! ¡ mi madre

está viva !

La noche invad ía la hab itac ión . Sentiase afuera

el rumor de los pasos de Soledad y los gritos del

n iño . Una b ri sa d el mar lej ano re f rescaba el am

biente.

Fraser seguía h ablando, en tºno más bajº ; L ia

na cerraba los ºjºs y concluyó por adormecerse .

El observó que se dormía , y como si arrul lara

aquel sueño siguió relatand o sus ment i ras ,

¿ Podria sal varla s iempre d e la verdad ? ¿ No ha

bri a ya v islumbrado algº de ella ?

¡ Y hablaba , hablaba ! Temía que al cal larse ,Liana abriese los oj os y le pidiera cuentas . ¿ Por

qué me engañas ? ¿por qué no me has d icho que mi

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LOS OJOS VENDADOS 53

madre vive , que nos dej ó , que se fué a Europa,y

hace unas meses se divorc ió de t í y se ca só con

el conde Segu in , y es esa mujer que menc iºnan las

crónica s sºciales , y que se ha olvidado de su nom

bre y de su hij a ?

Hab ía c riado s u ro sa )rºdeánd ola d e espinas ,

para que nad ie llegara hasta el la . Habí a urd ido i m

romance , le hab ía inventado una vida. para que

su pensam iento no se halla ra tan sol o y para que

su corazón no ignorase la d ulzura de lºs santos

amores ; y le había enseñado a amar como a su

madre a un fantasma creado por él .

Queria salvarla de la v ergiienza y del mal ejem

plo ; y cuando empezaba a c reer que pºd ía descan

sar , veía amenazada su obra de qu ince años po r el

capricho de aquell a muj er que v ºlv ía a su patria .

Ya no era él solo dueño d e su secreto . Ahora

todo Buenos Ai res pod ia mi rar la frente de su

hij a , bu scando la sombra de aquel l a aven tu ra .

Sonó el t imbre de la cal le, v sal ió Sºled ad a v er

quién l lamaba . Fraser pensó en Mario . No lº

veía desde hac ía un t iempº ; sabía que se habia he

cho humo el proyecto del viaj e a Europa , y supo

nia que tºdºs lºs buenºs p rºpósitos d el j oven ha

bían corrido igual suerte . Estaba seguro de que

seguía encontrándºse con Matilde, a escºnd idas ,

avergonzado él mismo de su debi l idad ; y que por

esa claud icac ión no se at revía a v isitarle.

Pero Fraser estaba tan l leno de 5115 prºpias an

gustias, que no hallaba interés en las v idas ajenas

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1 54 HUGO WAST

VOIViO la s i rvienta, y anunmo a Velarde,el se

cretario d el cºlegio norma l .—¡ L iana ! ¡ All i ésta Velarde !

Segu ndºs después entró el visitante, que venia

a devolver un l ibro prestad º.

Liana con la tez encendida y los oj os d ilatados

por el es fuerzo que hac ía para espábilarse,y los

cabello s esponjad os , causaba una del iciºsa impre

sión d e l laneza y de am istad .

—Vea cómo lo rec ibo , dij o a Velarde ten

d iendºle l a manº .

Era la tercera v ez que lo veía,y ya parecían

v iejºs amigos . Perº la f ranqueza y la cordial idad

estaban en ella más que en él,int imidado por su

p resencia . Fraser los dej ó solºs un momento,y

fué a t raer unos papeles . Velarde se animó enton

ces a con f iar a Liana el verdadero obj eto de su

v is ita .

—No he venido sólo a ¡devolver ese l ibrº a su

papá .

L a muchacha lº estimu ló con una sºnrisa, y él

agregó—Hé venido a dec irle que antes de un mes há

brá una vacante en m i secretaría . Mat i l de Garayse casa .

Si ? ¿ con qu ien ? pregunto Liana,s intien

do que el corazón se le agitaba en el pechº.

No recuerd o el nºmbre que el la me ha d i

—¡A ver, a ver ! piense

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Pºr la una o por la. otra

B istºlfi sostenía que Pulgarcit o era un encanto .

Qué muchacho v ivº y servicial !

No bien llegaba d e vi sita, ºbservaba las pared es ,pedia un mart i l lo, aseguraba l ºs c lavos fl ºjºs , en

dereza—há lºs cuadros tºrc idos , y si Mariana haciaalgún paquete o arreg laba un f lºrero , precitábase

a ayudarla,o la suplantaba en su tarea .

¡ Qué paqiretes, qué :ramºis los de Pulgarc ito ! Y

no se l imitaban sus act iv idades a las menudenc ias

decorat ivas ; pºd ia cºnfiársele cualquier dil igencia .

Un d ía d ij o B istºlfi :—Estoy cansado d e mi l imousine”. S i hal lase

un auto abierto .

Era un deseo sugerido por Mariana,y que res

pond ía cabalmente a lºs planes d e Pulgarc it o .

No acabó el esgrimista d e exteriorizar el vago

¡prºpósito , cuando el jºv en p id ió un d ia rio y em

pezó a tomar nºta de los automóvi les que se anun

ciaban ; y cuándo el otro acordó, ya no le qued aba

más que l imitar el precio ; hasta la marca estaba

elegida .

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H UGO W A ST

Naturalmente , Pulgarc ito que era un diestro cho;

fer,l levó hasta la casa e l auto buscado

,y B istolfi

no pudo sacárselo de encima .

Pulgarc it o se promet ía grand es programas cºn

el auto guiado por él mismo . LO único. que acor

taba sus vuelos era la c rónica escasez de su bºlsa ,que no remediaban sus relaciones

,aunque hablase

de tºdºs los personaj es d el Jockey Club como d eíntimºs amigos .

Cuandº Mario prom et io co ncurri r a los j uev esd e su padrastro, quiso cult ivarlo, y nº tardó en

mal ic iar que el mozo estaba en secretas intel igen

cia s con Matilde, por mucho que aparentase feste

j ar a Laura .

Comº hermano celºso y fiel , resºlv 10 hacerle pa

gar cara su hipocresía . Pero en breve Mario dej ó

d e asi st ir a las reuniones,y Pulgarcito lo perd ió d e

vista .

La act itud de su herm ana le i nfundió la sºspe

cha de que se veían en ºtra pante» y se di spusº a

interven i r .

—M ej -ºr para el la y para mi, será que yo tenga

las riendas de este asuntº pensó .

Y se fué a casa de Mario, que lo recib io estu

pefacto .

—Como la montaña no se acerca a nosot rºs, yo

me ac ercº a la montaña le d ijº . ¿ Por qué tan

perd ido ? En lo de B istºlfi se pregunta si se ha

embarcado para Europa . Y en casa,las ch icas

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HU GO W AST

Se imaginó que tem ía h aber ido demasiado lej os ,y q uería sostenerse, y s i era pºsible hacerse ºlvidar

del que la había turbado . NO creía que hubiese re

velado a nad ie , la entera verdad ; mas,tal v ez para

acumular obstáculºs entre ella y él , hubiera suscita

do en su contra la antipat ía d e su nov iº.El era su

re fugio,y al acrecentarse e l pel igrº se aumentaba

su f ict ic ia ternura hacia el pºbre L ink .

—¡ Bueno l exclamó Bu rgueño excitado por

sus pensam ientºs . Mañana iré a v is ita r a su

pad re .

Lograr eso no era más que l a mitad de la tarea ,y Pulgarc ito abºrdó resueltamente la Ot ra parte

d el asuntº.

—Le v ºy a contar,Burgueñº. el compromi sº

en que me he met ido . Se le había annºijad o a M a

r iana un awtormóv 11 d oble featón. Yº supe d e unº

que estaba en venta, y se lº propuse a B istºl fi. Re

gateó como un j udío de la cal le Talcahuano, y por

fin me autonizó a comprarlº, s iempre que le d iesen

pºr el m ismº p rec io una rueda d e repuesto . Se

la promet í, para que de una vez acabara e l ne

gomo ; y ace pté el encargo de l levar el coche hasta

su casa . Y la rueda me preguntó al verm e

l legar . La dej é en el garage,le d ij e ; mañana se

la t raeré . Y aqu í me t iene , amigo, obl igado a l le

varle ima rueda, que vale d ºsc ientos pesºs, y sin

un cºbre .

Desde e l comienzo de la ex pºsición de Pulgar

cito,Burgueño echó mano al portamonedas, aguar

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Los VENDADOS 161

d ando la ci f ra . Y no pestañó cuand o el ot ro la

soltó ,arqueando los labios , con d ispl icencia, com o

s i se tratara de unos ochavos .Mamá ! d ij o esa tarde Pulgarcito a misia

Presentación . Mañana v a a veni r de v i sita Ma

rio Burgueño . Ese muchacho vale la pena .

La dama empezó a agi tarse y a mirar los rinco

nes, y a acomodar las s il las .

—T ienes t iempo , mujer , para prepararte ; ad

v irtió don Pedro . que se aproximó oyendo las ex

clamaciones de Pulgarcito . ¿Y a qué viene ese

j oven ?—A visitarte , papá . Mej or d icho a

a ella .

—¿A cuál de las dos ?

—A Laurita , di jo misia Presentación

Desde cuándo la festej a ? No había oído nada .

Pulgarcito hizo un gesto .

—Propiamente no la festej a todavía,pero l a

mira muchº .

—Entonces me parece que es madrugar un poco observó don Pedro

,el largarse de vi sita

,

sºn que haya nada . Aunque a la verdad ,

nues

tras costumbres sociales son en esto muy atrasad as .

Por ej emplo en Noruega , no es necesario estar de

nov io . ni s iquiera ser festejante, para visitar a una

muchacha .

Ni en Groenland fa tampoco; papá ! aseguró

Pulgarcito .

Tampoco en Groenlandia ? Bueno, yo no he

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¿ 62 HUGO WAST

estado en Groenlandia ni en Noruega,pero eso ocu

rre . Asi que no ¡hal lo mal la v is ita d e Burgueño .

Misia Presentac ión le tomó d e las manos el d ia

rio que leía .

¿Lo has le ído ya, Pedro ? me lo prestas ?

—Si, muj er .

Don Pedro aguardó que su h i jo se alej ara y dij o

a su consorte

—No te ilusiones muoho. Esos mozos porteños ,'de la créme, no son novios para las niñas pobres ,de casas humi ldes .—¿Humildes ? rugió m isia Presentacion _

Yo soy Troncoso , de las fami l ias de abolengo d e

Santa Fe, y tú eres Garay, d escend iente d e d on

Juan de Garay el fundador de Santa Fe y de Bue

nos Aires . E s lo primero que le d iré , para que

no crea que somos humild es .

Puso a la ch ini ta a refregar los p isos d e baldosa ,y a barrer e l j ard in, y el la se en frascó en la lectura

del d iario , para tener temas d e conversación , que no

desmerecieran de su abolengo . Cuando algún que

hacer la reclamaba , p rendia un al f i ler en el sit i o a

donde llegaba su lectura , v más t arde volv ia a to

mar el d iario arrancando desde al lí,olvidada por

c ierto, d e lo ya leido .

Cuando regresaron las muchachas d e sus em

pleos , les d ió la nueva .

—Mañana traten d e l legar temprano ; tendremosvisi ta de copete .

—¿Quién ?

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1 64 H U GO WAST

muy oronda , en el comedor, que era su sala d e reci

bo . Por la puerta y la ventana abiertas de par en

par, v eía un sector d e la cal le, donde los muchachos

j ugaban a'l footbal l .

En las veredas d e lad ri l lo , se paseaban d el brazo

algunas jovenc itas,con traj es veraniegos , de esqui

na a esquina . Varios mozos las esperaban all í,y

cambiaban con el las f rases intencionadas .

Aquella cal le d e M igueletes, tenia a ires prov in

c ianos .

Al sent i r la v oz de Pulgarcito, que acompañaba

a Burgueño, el corazón d e la señora palp itó con

violencia . ¡ Ese novio si que val ía la pena de ser

atrapado ! ¡ Lást ima que las muchachas no estuv ie

ran d e vuelta ya !

Repasó mentalmente las cosas leídas en el diario.

y permanec ió atornillada en su asiento»,y cuando

entró Mario, saludándola con pro funda reverencia ,el la le d ió una mano inerte

,como una tableta san

juanina.

—Todavia no está muy oscuro ; es mej or no en

cender la luz,porque atrae ¿ no le pa

rece ?—Así es

,señora contesto Mario

,sentándose

en forma que pudiera v er l legar a las muchachas .

—Las niñas no han venido todavia . se an

ticipó a expl icar la dama,para tranquil izarlo .

La s ilueta negra d e Saturnina apareció en la ga

leria,gesticulando.

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Los OJOS m am on 1 65

Niña Presentacion,venga ! ¿ qué hagº para

esta noche ?

Sabia muy bien cuál era el prºgrama culmario de

todas las nºches. pero había queridº conºcer al m0 '

zo de qu ien tanto hablaban .

Estas si rvientas criadas en las casas de uno,

se tºman una con tranza atrºz ! p rotestó mi s ia

Presentación ruborizada, y se levantó a dar un retº

a la negra , y se asºmó a la puerta de cal le, a ver s i

venian sus h i j as .

Voln o rezong3 ndo por su demºra .

—A unque nºsºt rºs hemºs venid o a menºs , 30

mos de muy buena cas ta .

Oh, se cºnoce ! respondio Mario .

—El es G aray y yo sºy'

1 roncosº. M ed ia prºv ín

c ia, lo mej or y más trad ic iºnal,desc i ende de

nuestros abuelºs . Usted habrá ºid o h ab lar d e dºn

Juan d e Garay ¿ no es verd ad ?—Si, mama interrump ió Pulgarc .to fast id ia

do ; y —de dºn Pedrº de Mendºza . Burgueño es

muy instrui d o en ni szoria .

—No hay estudio más prov eºhoso mani festó

don Pedro . Pero en nuestro pai s no se enseñ a

bien la h istoria . En h.stad ºs Unidºs es otra cºsa .

Yo no he estado allí, pero me han dicho que en las

un i vers idades norteamericanas

—¡ Si, s i ! ¡ cómo no ! ¡ es c laro ! ¡ naturahnente !

exclamaba Mariº . Y d e pron to como la d ama

ins ist .era en que ella era Trºncºso y su marido Ga

ray, le d ij o

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1 66 HU GO WAST

—L a nobleza de la est i rpe,senora

,se le cºnoce

en el rostrº. T iene el perf i l nob i l iario d e María An

ton íeta.

Mari a Antonieta ! exclamó emociona

d isima misia Presentación,echando sºbre su mari

do una mirada, que era un l lamado de auxi l io .

—La reina que guillotinarcn lºs sºcial i stas en

Francia , en tiempo de la Cºm una. La espºsa del

Rey Lu is Fel ipe .

Misia Presentacion quedó encantada d e los cono

cimientºs h i stóri cºs de su marido,mientras que

Burgueño se es forzaba en no rei rse .

Don Pedro j uzgó conveniente explicar por qué

sabia tantº. cuand o en su casa no se !veía un

l ibro.

—Yo no sºy partidariº de los l ibros pero leº los

diarios con la mayor atención y tengo muy buena

retentiva .

—S í,se le v e ; respºnd io Burg ueño.

Se hizo un si lencio,Don Pedro se hamacaba en

un s il lón ; Pulgarcito estaba fast id iado por la tar

d anza de las muchachas , y misia Presentac ión em

briagada todavía con el descubrimiento de l regio

perf i l , quiso mºstrar el resultado de sus rec ientes

lecturas .

Pero ha vi sto la t raged ia ºcurrida en Cór

d oba ?

—No, señora .

No ha v isto ? ¡ Un crimen pol i-t ic o espantosº !

Lº han asesinado a Just iniano Posse .

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1 68 H UGO wa s'r

exclamó mis ia Pesentamon,desentend iéndºtse del

asuntº y yendo de nuevº a la puerta d e cal le .

Don Pedro se engol fó en ex pl .caciºnes sobre su

s ituac ión en Buenos A ires . h acía años que espe

raba el cumplimiento de una prºmesa .

—Lo m i smº que Mat i lde . A ll í está su d iplº

ma . ¡ para lo que le s i rve !

Mario que d eseaba ganar la buena vºluntad de

Don Pedro,le p rometió hacerlo emplear ,

Qué le gustar ía a usted , señor Garay ?—Un puesto 11V i &n l t0

,cºn un sueld rto regu

- Marrano gordo y que pese d ijº

Pulgarc .tº.

—Un puesto municipal,entonces ; pºr ej emplo

inspector de cinematógra fos ; ¿ qué le parece, se

ñor Garay,una inspecmón d e cmemawgrafos ?

Don Pedro creyó desvanecerse d e alegria ,

Es mi sueño dºrado ! YO v oy todas las tar

d es al c inematógra to. Uno se instruye mucho all i .

Conºce las cºstumbres de otrºs pueblºs . Yo , por

ej emp lo, sé como roban los lad rºnes en N orte Ame

r ica ; v an d e gºrra l levan una l .ntern . »ta electr ica,y un mazo de ¡ Y yo nº he estado en

N orte América !

—Bueno,pues

,cue nte cºn ese puestº.

Y estas mfuchachas s in venir ! rep it io m is ia

Presentacrón, encendiendº la luz del comedor ,

Sólo entonces ºbservó Mario la pºbreza de l moblaje, a pesar del trozo d e al fombra puesto al pc

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LOS OJOS m nanoe ¡ 69

d el sofacito de Viena . Y se alegró de ello,supo

niendº que esa penuria fac i li taría sus p lanes.

Nº le impºrtaba gran cosa no haber visto a Ma

t i lde . H allaria pretextos para volver, y alguna men

t ira pa ra sal i r airoso d e la promesa hecha a dºn

Ped rº.

Media hora después que se marchó,l legó Lau

ra y a los poc os mi nutºs , Mat i lde .

b m hab erse cºnvenid o,las d os quisierºn, por

dist intas razones, estar ausentes durante la visita .

Laura pasº tºd o e l t iempo en su escue la de labo

res, ad elan tand º un bºrd ad º ; y M at i ld e,se t e t u

gb en la 1g1e5 1a cercana , suenCiºsa y t resca , a dºn

d e sólo l legaba el arrull o de las palºmas de la

tºrre.

Cuandº cerrarºn la iglesia,se f ué a vagar pºr

la canes de Bergranº, entri stec ida, perº resuelta

a no a l ej arse 061 amor d e su nov ¡ o, que habra de

sa lvar la d e la tentaciºn.

No le h i zo bien aquel paseo por entre quintas,y palacetes senor1a les.

Ella amaba el tumulto de la gran c iudad . Era

su hij a adoptiva . Todo lo que al l í veía incend iaba

su sangre con ambic iones de luj o y de fiestas ,

Y tendria , antes de un mes, que dej arlo tºdº,para ir, cºn su m arido a sepu ltar su j uventud y

su bel leza en un pueblitº dºrmido en la ºrilla de

un riacho.

E lla misma acababa de quem ar sus naves,fij andº

la f echa . E l d ia anteriºr se lo cºmunicó a Velarde,

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1 70 HUGO WAST

el secretario, para que con t iempo se buscara ºtra

empleada . Pensó que la sucedería en su puesto

aquel la Liana Fraser, que una vez encºntró all í ,v le tuvo envidia .

Grande volv ió a su casa,m is ia Presentac ión

la reprend ió por la demora , como lo hiciera con

Laura .

—Ya se fué Burgueño ; nos ha h echo una lar

ga visita ; es un mozo muy fino .

—¡ No venía por m i ! contestó ex cusándºse ;

pero al entrar en su cuartº, se encºn tró con Lau

ra, que en v oz baj a,como resentida, le dij o

Ju rarías que ha v en-ido pºr m i?

Matilde se encogió d e hombros,y no hab ló du

rante toda la comida,ni s iqu iera cºn Link .

Pasaron v ariºs días . Se aproximaba e l plazo del

casam ientº . La escuel ita d e Laura se había cerra

d º, cºn lo cual la jºven podia emplear algunas

horas a l d ía en preparar a las chicuelas del barriº

para la primera cºmunión de la Navidad .

Pron to empezarían tamb ién las vacaciones de

Mati ld e,pero antes se desped íria d e su colegio

para no vºlver .

Por qué nº te lo t raes a Burgueño el domin

gº ? ins inuó a Pulgarcito misia Presentac ión ,cuyas s impatías se ganara el moz o con su d escu

brimiento del perf i l . Don Pedro también lo echaba

de menºs,ansioso por tener not ic ias de la inspec

c ión de c inematógra fos . Lº invitas a almorzar,

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HUGO W AST

—Estas v an a servi r, s i le caen en gracia al in

v itadº, y quiere repertirlas todos lºs dom ingos.Hay moros en la costa, niña ?

—Guárdame el secreto, negra .

¡ Qué había d e guardarlo ! En cuanto Laura , una

hora después, se puso a tender al sol unas prendas

d e rºpa rec.én lavadas, Saturmna se le acercó ha

ciénd ole mºrrsquetas .

Vaya cºn tu lengiiita de trapo ! ¿Ya no sabés

contarme lo que pasa, Laurita ?

—¿Qué pasa, negra ?

—¡ H acete la encandilada ! ¡ qué oj ºs estás abrien

d o ! ¿ Nº tenemºs invitados el domingº ?—¡ Qué sé yo la gente que invitan ºtros !

clamó Laura sospechando de qu ién se trataba .

—¿ No sabés que v . ene el moc i to de la vez pa

sada ?

—¡ Que venga ! ¡ no es asunto m ío !

¡ H a d e venir por mí !—De veras , negra, yo no sé pºr qu ien v iene ;

cºntestó con más suavidad la muchacha, d ejandº

la ropa y m irand º a Saturnina . S i yo he camb ia

dº diez palabras con él, será mucho .

La negra meneó la cabeza. y se puso a ayudarla .

H a de veni r pºr m i ! rep it ió Saturnma,re

sent ida d e aquellºs t apuj ºs .

Laura subió hasta el cuart i tº de L in k, a arre

glarlº, y se hal ló cºn Mati lde, que desde hacia

algún t iempo real izaba cºn más puntual idad la

tarea .

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Los n Nnanou 1 73

Se miraron las dos , sorp rend id as ; y Laura ha

bló desde el umbrí l

Quieres darme el fl ºrero ?

Su frase nº ten ía ninguna escondida intenc10n,

pero Mati lde se recostó contra la mesa,y c ruzan

d o las manºs , dij o calmºsamente

Por qué no qu ieres que lo l lene yo ?

Ah , lo v as a llenar ?

Te l lama la atención ? ¿ será acaso la primera

v ez ?

—Ya sé, ya sé ; respondio Laura con ind ife

rencia, queriendo aplacar la repentina i rritac ión de

su hermana . ni es la primera vez, ni será la

últ ima me imagino .

Mat i lde no habría tenid o celos de otra mujer ;

perº la ex asperaba que Laura se interesase pºr

su novio . Tºdo se le antoj aba un mudo reproche

d e su conducta y una alusión a sus graves se

eretos .

Respºndro cºn ac ritud

Quieres que sea la ú lt ima vez ? ¿ qu ieres ser

tú en adelante la que tenga el derecho de t raerle

flores a Carlos ?

De t raerle f lores ?, repit ió Laura, sin cºm

prender.

Quieres que te lo dej e ? ¡ H as de habe r creí

d o que no he nºtado lo mucho que te gusta !

Fué un golpe certero, que hirió a Laura en su

escond idº sentimientº.

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HUGO VVAST

Se pusº colorada , y no at inó a cºntestar Una

palabra .

Bajó la escalera , y como seºhallara cºn su ma

d re, que l a m i raba mal iciosamente , sint ió deseos

de desquitarse y le preguntó

Es c ierto que el d ºmingo vendrá Mario Bur

gueño?

Qu ien te lo ha d ichº?

Saturnina

Negra c analla ! ¡ estómago resf riado ! vo

c iferó misia Pre9eritac ión,mirando a la cocina ,

donde la negra corrió a meterse .

—¿Qué t iene de malo eso

,mamá ? ¿ Le has ad

vertido a Mat ilde que él viene ?

Por qué a Mat il d e ? dij o misia Presentac ion

sorprendida del tºnº en que la interrogaban .

—Porque a el l a le interesa la v isita .

Más que a tí ?

—¡ Inf in itamente más ! ¡ Es raro que no 10 ha

yas ad iv inad º !

Desd e arriba,Matilde al canzó a oí r su nombre .

y se quedó temblando,al notar que Laura se reía

cºn una risa forzada y mal igna,extraña en el la ,

como s i sus palabras la hubieran sacado de qu i

ciº .

Misia Presentac ion permanec ió cºnfund ida un

momento, y luego fué a consultar el caso con dºn

Ped rº.

-

¡ Pedro !

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HUGO WAST

Don Pedro apuntó el d ato y se d i spuso a pro

seguir su carta .

—¡ No , nº ! d ej a eso. Escúchame ; esto es más

importante . ¿ A que no has caído en qUe Mario

Burgueno puede no veni r pºr Laura sinº por Ma

tñde?

Don Pedro se sub io lºs anteºjºs hasta la f ren

te, y m*i ró a su mujer,mordi scando la punta de la

lapicera.

—N :ol se me hubiera ºcurrid o, lo

¿ Pero eso te afl ige muchº , muj er ?

Misia P resentación meneó la cabeza .

—No es que me af l i j a ; perº es bueno saberlo

para no hacer una plancha . Lo he convidado para

el dom ingo . Tendremos empanadas

Empanad as ! rep itió don Pedro cºn de

le ite . Volvió a baj arse los anteoj ºs,y d ij o como

final de la consulta .

—Yo no he de cont rariar los gustºs d e m is hi

j as . Ese mozo es una perla . Que venga por una

º que venga por la otra , el las t ienen la palabra . En

Norte Améri ca las costumbres son así ; a lo menos

eso cuentan los que han viaj ad º.

Y prºsiguió su carta al sastre“De la cintura para abaj o estoy tal cual ; pero

la barriga se me ha desinflado cºsa de un j eme .

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Vanidad

De su antiguo esplendor financ iero, quedábanle

a Fraser algunas deudas,que iba empuj ando, comº

S ís i fo su p iedra,de tr imestre en tr imestre

, a tra

vés de lºs bancºs,amort izando un piquillº

, 0 ta

pandola con ayud a de algún camarada,para volver

a cavar el mismo hºyo, eternamente renovado .

Pºd ía haberse echado a muerto, dej ando que 10

ej ecutaran. puesto que su pºbreza lo hac ía invul

nerable ; mas halagábale conservar aquel resto de

grandeza.

—“El que t iene deudas , no. es un Cualqu iera .

Dime lo que debes y te diré quién eres . No te com

s ideran por lo que pºsees, s ino por lo que debes .

Más interesante que la salud del que tiene un mi

l lón, es para un banco

,la salud del que le debe

medio millón”.

Habría perdido el derechº a usar de estºs afo

rismos , s i hubiera dej ado d e c ult ivar aquella le

tra , que un d ía,peloteada de ge rente a gerente , fué

a caer en una sucursal d e Belgranº .

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HUGO W AST

Un incendio que arrasó media manzana,redu

j o a pavesas e l banco,sus l ibrºs y sus caj as

,ante

la expe ctativa de sus deudºres , que esperaban sac ar

d el fuegº sus nºmbres limpiºs, comº la piel de

Naaman d espués d e bañarse en el río d e I srael .

Fraser renunció a sus aforismºs y deseó que su

letra f uera más combust ible que el fen ix , y no re

nacie ra d e sus cenizas .

Por esºs días aliv iáronse sus preocupaciones , al

saber que monsieur Seg uin y su muj er habian par

t ido para Nºrte América . Experimentó la alegr ía

d e haber rescatado a L iana , y vºlvió a interesarse

por los asuntos de Mario,y de aque lla muchacha

a qu ien a menudo veía en el colegio .

A-manecro el domingo con deseos de i r a B elgra

nº,donde todavía humeaban lºs escºmb rºs d el

bancº, y donde quizás podría averiguar la suerte

d efinit iva de su letra , y d escubri r las intenciones

de su antiguo pup ilº .

Esa mañana,representantes de la j ust ic ia, ha

bil itando ¡horas,pa ra sat is facer la ansiedad públ i

ca,desenterraron la gran caj a del banco

,y proce

d ieron a su ape rtura .

Eraser, en p rimera fi la, ent re lºs testigos

,veía

aparecer los dºcumentos aohioharrados,en faj os

mensua les . No bien les d aba aire , cad a mºntºn

c it º se pulverizaba en cenizas,entre los aplausºs

d e los cºncurrentes

Sólo una cartera d e cuero con todº un trimes

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HUGO W AST

—Pues conm igo no

Me alegro ; respºnd ió Fraser, s in cºnv ic

c10n me gustan lºs hombres que sin huir d e

las ocas iones, se mant ienen en lºs buenºs propó

sitºs . Pero, francamente, no sospech aba tanta ñrme

za d e voluntad en un buen mozo como tú .

Mario se d ió vuelta en la cama , refeniendo una

grosería a duras penas .

Fraser no qui so advertir su ademán d escome

dido,y prºsigu ió .

—L iana me encargó que te inv itara a almorzar .

Para cuándo ? preguntó con alarma el

jºven .

—Para hoy . . ¿ t ienes algún compromisº ?

Mario tartamudeó una excusa.

y es deci r

¿ Si'

O nº ?—No es prºpiamente un cºmp romiso .

—Pero se le parece. ¿Va s a almorzar cºn ella?

—C0in el la, no

,con el los repl icó Mario incor

porándºse. ¿ Para qué tanto d isimulo? ¿ quién pº

d ía tºmarle cuentas de sus acc iones ?—No ¿Quiénes son el lºs ?—Pulgarc ito, su papá, su mamá

,sus hermani

tas y el nºvio de una d e el las .

—¡ Toda la fam il ia ! Por lo vi sto, entras en su

casa cºn todos lºs coram populo.

¿ Como novio ? ¿ de cuál ?—¡ No, no !

Cºmo amante ? ¿ de cuál ?

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LOS OJOS 1 8 1

Fraser h izo las dºs preguntas en el mismo tºno,

indiferente. apagado , y no ºb stante Mario perc i

bió un zumbido de mal ic ia en la v oz .

—N i como amante,ni comº nov io . cºmo ami

gº de l a casa—¿Algo ? ¿ de los viej os ? ¿ de Pulgarcito ? ¿ de

las muehadhas ? ¡ cómº te divert i rás !

Mario comenzó a vest irse , lamentando interior

mente haber hablado d e más . Al cabo de un rato

d e si lencio , se acercó a Fraser , que pareci a absor

to en la persecución de una mºsca pesada , y le

d i j o . pºniéndole la mano sºbre e l hºmbro

—Piense bien y acertará . Yo sºy un hombre de

honor

Si, eh ? hizo Fraser con un grumdo,s in

abandonar su mosca . La ca ra de Mario se in f lamó

d e ind ignación .

Un hombre de hºnor ! rep it ió con fuerza .

—Pero !hij o mío,el honºr es un p rej u ic io como

las ideas morales o las ideas rel igiosas . ¿ Dónde has

visto el honor en la hi storia natu ral ? No te ha

fa ltado v alor para declarar que no crees en Dios.

ni en la moral fundada en su idea ¿por qué te falta

para declarar que no crees en el hºnor? ¡ Animo !

y d i cºn lealtad y f rescu ra : sºy ateo, soy amoral

y soy un bribón .

Fraser había abandºnadº la mosca,pero dij o

esto con ol ímpica frialdad,como si no at ribuyera

a sus palabras ninguna trascend encia ,

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HUGO WAST

sin lograr d i s imu lar su fast idio.

Se envolv ió en una toal la tu rca y se fué al cuar

to d e bañº.

Cuando desapareció d e su presencia , camb io la

expresión displ icente d e Fraser ; su rºstro se en

sombreció, y pasó un cuarto de hºra,cºn los ºjos

entrecerrados, mirando un rincón de'

la pieza,s in

v er otra cºsa que la imagen d e aquella j ovencita

a quien su indiscreta adm iración habí a lanzadº a

una deplorable aventura .

S in esperar a Mario. se fué al cºmedor,el igió

unos c igarros , y se marchó .

Paso a pasº, dos hora s después , bajº la arca

da umbrosa d e su cal le d e tipas,gozando del d ía

radiante y perfumadº , se dirigió Mario a casa d e

don Pedrº de Garay.

Por ser dºmingo era mayor el silenc io de la ciu

d ad , y se difundía alegremente el repicar d e las

campanas d e aquella iglesia,dºnde ya dos veces

halbía hallado él a Mat i lde

Debía cel ebrarse una func iºn , pºrque sal ian bo

canadas de incienso por la góti ca puerta .

Mario se detuvo en la esquina ; tenia que espe

rar allgunºs m inutºs, si d ebí a l legar a la hora

anunciad a .

Desde al l í alcanzaba a d iv isar la .pucrtecita de

l i'

erro d e la casa d e los Garay , como un hueco

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1 84 HUGO WAST

peran ya . Qué lástima no poder quedarme . Pero

tengo un en fermo grave,y me acaban de l lamar .

Caramba ! ¡ lást ima, de veras ! exclamó Ma

rio es forzándose en disimular su regocij º .

—Otro d ía será . Porque usted vendrá cºn más

frecuencia ¿ no es cierto ? ¡ Adiós !

Link se alej ó corriendo y mirando el reloj,y

Mario fué a l lamar a la puerta de don Pedro de

Garay .

Sal ió a abrirle la chicuela Virginia, que aún no

la cºnocía—¿Qué se le o frece, niño ?

Desde e l fºndo de la casa pudo verlo misia

Presentación , que gritó a la criatura—¡ Déj alo pasar ! ¡ avísale a Pedro !

Se ºyó un ruido de pue rtas que se golpeaban ;se divisó la s i lueta de la dueña de casa

, que cruzó

comº una exhalación,restregándose l as manos

en un repasador, y apareció primero que todos

Mati lde,pálida

,con fusa

,incapaz de arti cular un

saludº.

Por qué se asusta así,Mati lde ? le d i j º él

con f idencialmente,dándole la mano cºn un ade

mán dist inguido y cordial, que lo hacía muy sim

pat i co .

Por qué ha venidº ? le cºntestó el la,con

expresión de angu st ia ; y él oyéndola se alegró en

sus entrañas,pues la quej a era una cºnfesión de

debi l idad .

T iatilde dominó sus impresiºnes, y no bien apa

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LOG OJOS m om o ¡ 85

remo dºn Pedrº,abanicándose cºn el diario la

faz sudorosa,los dejó a los dos y se metió en su

cuarto . Frente a un espejo se puso a al isarse el pei

nado . S in darse vuelta, vió re f lej ados en el c ri s

tal lºs ojºs de Laura , sol íc itos y t iernos , cºmo si

ad ivinara que debía en ese instante deponer todo

resentimiento,y aproximarse a su pobre herma

na que corría un gran pe ligro .

Buscabas algo, Matilde ? ¿Qué quieres ?

Pero Mati lde no sintió grat itud pºr el a fecto

con que Laura la habló .

Al contrario,se le antºjo que la persegu ía y la

afrentaba con sus sospechas,y se vºlv ió fu riosa

a el la

Me estás espiandº ? ¿ no puedo ni peinarme

sin que te parezca mal ?

Laura se mordió los labiºs .

No hay cosa bien dicha,cuando es mal rec i

repl i có suavemente .

Tienes el don de la oportunidad ! con

testó con sarcasmo la ºtra.

¿ Por qué ? ¿Acaso puedo ad iv inar que estás

i rritada o nerv iºsa ? S i te ha molestado mi pregunta , no es culpa m ía.

De quién entonces ?

Tuya , hij a , tuya ! S i no te hablase te exasperar ía mi si lenciº . Esa es la verdad ; ¡ ex plícatela co

mo puedas !

Con esto Laura salio,sint iendo que su madre

la l lamaba .

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Niñas,vengan !

Burgueno la saludó amablemente,no parecien

do ºbservar la reserva con que el la acºgía sus

palabras . “

Le habían puesto una sil la hamaca en la gale

ría , sombreada por lºs rosales ; y dºn Pedro al

zaba la vºz cuanto podía,para que él no advi r

tiese las andanzas de la cocinera, que a cada ratº

venía a comunicar e l estado de las empanadas .—Ya parece que están

, )niña anunció por

¡ Gracias a Dios ! exclamó la dueña de

casa ¿ qu ieren que nºs sentemos a la mesa ?

El comedºr estaba frescº,pues desde tempra

no habían cerrado sus puertas para guardar el

ai re matinal º y la sem iºscuridad reinante,di si

mulaba la ewd ente pºbreza d el aparador de p inotea

,con sus h ileras d e tazas desorejadas, los in

'

faltables cuadros representando el sempiterno

asunto de la l iebre cabeza abaj o,de la fuente des

bordante de frutas trºpicales, de la sand ía par

t ida en taj adas .

Don Pedro admiraba sus cuadros . Encontrá

balos muy senci l los”,y aunque él no supiera a

punto f i j o qué debía entender pºr“senci l lez” en

tmatenia a rtí stica, pensaba que era d e buen gus to

mºstrarse a f i c ionado a el la .

Hicieron sentar a Mario en la cabecera,po

niendo a Laura a su derecha y a Mati lde a su

izquierda .

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1 88 H UGO was *r

—¿Qué anda haciendo la hij ita ? le pregun

tó Saturnina . ¿ Por qué se ha sal ido del come

dor ? Se le va a resentir el mºzo y no v a a veni r

más .

Laura se encog10 de hombrºs .

Quién te ha dicho que él viene por mi ? ¡ ni

por el la ! agregó para que la curiosa muj er no

hallase en sus palabras una delación . Viene por

oue es amigo de papá v de Pulgarcito .

—L a inocencia te valga, hij a . ¿ Conque viene

por tu padre o por tu hermano ? .

Llegó Virginia con una fuente

—Manda a deci r la senºra que le guarde la cº

mida cal ientita al niño Pulgarcito,que va a tardar

un pºco .

Laura v olvrº al cºmedºr . De la primera oj eada

adv i rt ió un cambio de expresión en Mati lde . Esta

ba más ri suena y respºnd ía a media v ºz a Bur

gueno .

No le s parece que está muy obscuro ? di

, 0 misi a Presentación, levantándose a ensanchar la

rendij a de la ventana .

Mario rec ibía de Mati lde un plato,y hal ló ma

nera de oprimirle los dedos . Mati lde se puso colo

rada , y como la luz diera en su rºstro,aumentó su

con fusión .

Criatu ra, estás punzó ! exclamó su madre .

—H as de tener lºs pies fríos mani festó dºit

Pedrº . L a ci rcu lación de la sangre se hace mal

cuando uno se al imenta . Ahí ha venido un sabiº

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LOS OJOS VENDADOS 189

francés a dar unas conferencias en la Univers idad .

Yo nº he id o a ºirlº ; no tengº tiempº ; pero he v is

to que trata de la ci rcu lación de la sangre y del

abusº d el corsé .

Sintióse el estrép ito d e un automóv i l que se dete

nía a la puerta . T ºdºs prestarºn º ídºs . Calló el mo

tor,y luego resºnarºn las vºces alegres de B istol

f i y Mariana . Los dºs y tras e l lºs Pulgarci to,

cºn cara de inocente,entrarºn quej ándºse del

calºr.

—¡ Tanto bueno pºr aqu í , señºr conde ! ex cla

mó misia Presentación, encantad a de que lle

gasen en tal oportunidad .

Aunque la sorp rendí a un poco la vis ita,pues

sólo de tard e en tarde lºs B istolfi se detenían a su

puerta, para preguntar cómo segu ía dºn Pedro .

El antiguo esgrimista resop laba como una fºca .

—No sé cómº se le ha ocurridº a Marianita que

ha de dar un paseo hasta el Tigre,en plena sies

ta,y con la capota baj a

—Es clarº . cºn la capºta baj a . para prºbar

un medidor de veloc idades nuevo,y ver cuánto cº

rre e l auto manej ado por Pulgarcito mani festócandorosamente Mariana .

—¡ Es tentar al cielo ! ºbserv ó Misia Presen

tacmn . Se les van a derret i r los sesºs,con este

501 de j ust ic ia .

¿ no es verdad ? dij o B istolfi,con

gest ionado como un cangrej o cocidº. LO que es

yº . .

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HUGO WAST

—Bueno,porque tú eres prºpenso a la apºlplegísa,

Pílades, expl icó Mariana .

—S í,

*

si, desgraciadamente …

—Pero yº no sºy sangu ínea, como tú .

—Es verdad .

Por qué no te quedas aqu í,cºn estºs buenºs

Dºn Pí lades la miró sorprendidº ; se atusó e l

ralo bigote, se bebió un vaso de agua que le traj o

la negr ita y dij o

Pero es forzºso probar el medidor a la siesta ?—Sí » pºrque a la siesta hay menos tráficº .

El pobre conde, que no tenía los cºnocimientos

d epºrt ivos d e su ¡hermos a cºnsorte , no hal ló qué

cºntestar ; y Mariana tºmó su s i lencio como una

aprobación,y se dirigió a las muchachas

—¿Ustedes nos van a acompañar

,nº es ciertº ?

—S í, si, exclamó alegremente misia Presenta

c ion ; no diga que no,Mario .

—NO,señºra, no digo que nº usted manda y yo

obedezco , respondió Mario,agradecidº al tra

v iesº ingenio de Pulgarcito y de la Bistºlfi,que

habían hallado e l pretex tº del nuevo medidor pa

ra deshacerse del esgrimista .

—¡ Yo no quiero cºmplicarme la vida ! mur

muró éste resent idº ; ¡ yº no voy !

Laura sacudía la cabeza .

—¿Y tú no vas ? preguntó Pulgarcito

,cºn un

resplandor alegre en la mirada .

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1 92 H UGO WAST

tóse Mariana y en el asiento d e atrás, Mati lde y

Burgueñº .

Que les vaya bien ! gritó mis ia Presenta

ción .

El autº arrancó entre la gritería de unos p il luelos, y segundºs después , a tºd a máquina co

rría por la avenida,camino del Tigre

,envueltº en

nubes de polvo .

Pulgarcito iba absortº en la maniºbra y la B i stºl fi se re ía de su ceño fruncido .

Mario m iró a su compañera,pál i da d e emoc10n,

cas i a puntº de l lorar,y tomándole la mano fría,

le dij o cºn inf inita dulzura :

Nº tenga miedo de mi !

No tenía m iedº de él,tenía miedo d e

Veía c l aramen te como es cr i tº en la pan tal l a de

un biógrafº, tºdº lº que pºd ía ocurri r, la momen

tánea i l u s ión,e l amor triunfan te

,el has t íº

,el

arrepentimientº, la vida amarga para s iempre .

El roce de l mundº,la ardiente vºrágine de la

cal le,donde exponía a diario su impresiºnante

hermºsu ra,le hab ía dadº una cruel exper ienc ia .

Sabía cómº empezaba la tentación de ser amada

y d e tener en su mano el corazón y la fºr tuna

d e un hombre ; y sab ía tamb ién hac ia dónde caia

esa pendiente .

¡ Ay ! pero tenía miedo de olvidarse de el lo ; te

nía miedo de creer en las palabras de Mariº, y

tenia miedo de que e l amºr vendara sus ºjos .

—¡Volvamos a casa ! exclamó d e repente .

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Los OJOS VENDADOS 1 9 3

Mario ad iv inó su s sentimientºs . Le so l tó la

mano y empezó a hab larl e de asun to s l i geros

que la h i c i eron rei r y la tranqu i l i zaron .

Hace calor ! ºb servó la B istolfi , v o lv 1en

dose a ellos ¿ no les parece que debemos alzar

l a capo ta ? ¡ pero , por D io s , nº se lo cuen ten a Pi

lades !—S i yo hubie: a sºspechado que u s ted acaba

ría pºr pedir sombra , habría ins i st ido en que v i

niera el señor conde ; di j o Pulgarcito , muy se

riamente,apeándose

,para realiza r los deseºs de

Mariana . ¡ Un paseº tan precioso el que ha

perdido !

Mariana es tal ló en carcaj adas .

E l pobre ! ¡ al l á se es tará aban icando cºn el

diario de don Pedro , a la sombra del parral !

Aquella alus ión a las cºstumbres de su casa

h irió a Mati lde . Por d esquitarse de e so s alñ lera

zos , por mostrar a otras muj eres , el prestigio de

su hermosura,habría querido que la amase un

hombre r ico y d e la buena sºc iedad .

Cuando, minutºs después , reanudaba la ca rre

ra , se volvió la B istolfi a hacerles una recomen

dación y sorprendió el embeleso de Mario ante

Mati lde ésta se ruborizó intensamente,pero ex pe

rimentó un halago sutilisimo en su van idad“

¡ Vanid ad de vanidades ! Mejor es la t ri steza

que la ri sa, porque con la tri steza se enmienda elcºrazón” .

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1 04 HUGO WAST

El más sabio de los hombres declaró esta

amarga sentencia , que la pobre muchacha, apren

der ia en el dºlor .

Tarde ya, regresó fat igada de l a aventura, s in

atreverse a a frontar los oj os entri stecidos de su

nov iº.

Se acostó en seguida y volvió la cara hacia lapared , para que no la interrogasen y se d urmió .

Y comº no rezó sus ºraciºnes , a la media no

che se despertó acongoj ada,con miedo de hun

d irse en las prºfund idades del sueño, sin que la

acºmpañara s u ángel .

Y mientras dormían los otros,el la se pusº a

rezar, sentada en la cama, cºn las manºs j untas

sºbre el pechº .

Ya ten ía el corazón l l eno d e hie l y d e amor , y

sus labios nº acertaban cºn las palabras del rezo .

En la sºmbra se d iseñaba la l ínea blanca y sua

v ísima de su espalda, y sus cabel los de oro pa

recían arder baj o un rayo de luna, que entraba d el

patio .

Misia Presentaa on,en med iº de su ingenuidad ,

hab ía ten ido un tard ío golpe d e l u z , y quedó in

tranqu i l a an te el muti smo d e su h ij a . No pud ien

do conc i l iar el s ueño , se l evantó d e punt i l la s

y se l legó hasta el cuarto de las muchachas y se

aproximó s in ru ido a l l echo d e Mat i lde .

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El refugio

La ví spera de Nav idad ballóse Mat ilde con

Nºemí en e l andén de la estación .

En tºdºs los puestºs de f lores se vend ían ramºs

de j azmines , y una ola de fragancia envºlv ía la

ciudad .

¡ A diez los ramos ! gritaba la muchachita, o freciendo sus f lores . Al ver a Mati lde , se ca

l ló, l a sal udó con ser iedad y la dej ó pasar s in ha

blarla.

Mati lde se volwo extrañada .

—Ya hace días que nº me das flºres , Noem i .—No eran mías las que le daba

,contestó

la chicuela, desviando la mirada .

Entonces ya nadie te da f lore s para mi ?—YO no qu iero rec ib ir l a s .

Por qué ?—Porque no está bien .

Ah ! exclamó sonriendo la j ovena hacer la primera comunión mañana ?

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HUGO WAST

—¿Y estás arrepent ida d e haberme entregado

algunas violetas de parte d e un mozo ?—S i respºnd ió la n iña .

—Eso no es pecadº.

—Si, si es ; pºrque usted tiene otro novio .

Mat i lde se echó a rei r . En el f ondo su risa era

tr iste . Acusábase de haber turbado'

el alma de

Noemí , aceptandº su mediación en su cu lpableamorío .

Se agachó y la besó en la frente .

—Ahora te peinas mej or ; es señal de que eres

buena . ¡ D ios te bendiga , Noem í !

Se alej ó y tomó el tren .

En la iglesia d e San Franciscº,dºnde ningún pa

dre la conocía, se cºnfesó, para acompañar a la ma

ñana s igu iente a Virginia y a Nºem í , que cºn ºtrºs

ch icuelos de l ca tec i smo,har ían la pr imera comu

nión .

En todas las panaderías se horneaba e l clás i co

pan de Navidad . Sentiase en las calles su perfu

me tibiº y gratº y ad vertíase en las gentes una es

pontánea y saludable a legría .

El nacim ientº de Cri stº redimía las almas , aun

las alej adas de él, pºr un d ía s iqu iera, de la mortal

tri steza de l mundº

Esa noche l lov io,l l uvi a l igera que l avó la s

hºjas d el ro sa l y refre scó el j ard ín .

Cuandº el alba f ie l acudió a la ventana de Mati lde

,como a una ci ta

,el la la aguardaba ya, con el

corazón al iviado por los buenos prºpósitos.

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HUGO WAST

Sa turn ina no sacó esa mañana su bra sero para

cebars e mates en l a v ered ita d e la co cina , porque

también el la quería acºmpanar a su sobrina . Salióésta al senti r voces

,medio dormida aún

, perº res

plandeciente de i lusión , por vest i r e l t raj e de tu l

blanco y ponerse la corona de ros itas que Laura lecon feccionara .

La vi st ieron en med iº d el patio—las dºs mucha

chas,mientras Saturnina , cºn sonrisa maternal ,

as ist ía a la trans formación de la criatura .

Atav i ada cºn la i nmacu l ada ves t idura , parecía

una mosca en la le che .

Jesú s,cr ia tura

, que es tá s negra —excl amód escb nsolad a Mati lde .

Virginia pareció entristecerse y Saturnina estiróla j eta con desdén

,y cantu rreó vºlviendo la é s

palda

San Benito es negrº,

Negro en su color ;Pero en sus acciones

Más b lanco que el so l .

Con ésto se riº la chi ca .

Misia Presentación tamb ien ir ía con el las . Solamente los hombres d e la casa , don Pedro y Pul

garc ito , que eran e5píritus fuerte s , a s i s tían con be

nevºlente i ronía a los preparat ivos de l a primera

cºmunión .

De Link nada sabían ; perº cuando lº vieron

sal i r muy temprano,sin desayunarse, imaginaron

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LOS OJOS VENDADOS 20 1

se que iría a la iglesia a prepararse , pa i a aoºtnpa

ñar a su novia , con senci l lez y amor, en el sagradº

banquete .

Noem í s i que e s taba l inda , con su v estidº blan

co,obra también d e las manos di l igentes de Lau

ra . Esta la había adoptado , y cada tarde separábase

d e el l a con angu s t ia , pensando cómo se la devol

vería a la mañana siguiente e l sórd ido cºnventillo

en que v iv ía con una tía viej a . Tenia los oj os azules

, cºn las pupi las muy negras , y tan encend idº e lcºlor

, que siempre parecía que l legaba cºrriend o .

Por debajº d el tul se escapaban mechones de su ca

hellera indomable , de un rubio obscurº,que cºn los

años ennegrecería .

Mati lde le había compradº un libri tº de misa yaunque no sabía leer

,se entusiasmó con el obse

quio . A Virginia le tocó un rosarito de coral .

Nº comprendéi s la comunión ! No habéis, pues ,visto morir a vuestro padre

,ni llegar al altar a

vuestra hij a !”

Estas palabras que Link había leído en algún

librº de apºlogía católica,adquirierºn una sºbera

na expresión de verdad ante el cºnmov edor espectáculo.

En la igl es i a sºnora,las orac ione s de los n iños

se remontaban como s i tuv i e sen ala s .

Por las altas vidrieras entraba la luz en haces

de dist intos colºres, y se recib ía la extrana , ¡ nefa

b le sensación de que el arcº i ri s l lenaba la góti canave .

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202 HUGO WAST

NO había más riquezas que aquel las dºce colum

nas d e granito rºsado, y en el altar mayor,la eter

na hermosura de la Purís ima,entre l i rios d e bronce .

El techo pintadº de azul , sembrado d e grandesestrel las amari l las

,aparecía luminoso y lej anº . Una

paloma , que se hab ía entradº por algún resqu i

cio d e las vidrieras,aleteaba en e l hueco d e una ven

tana,y desde afuera se prºyectaba la sombra d e

ºtras palomas, que anidaban en la tºrre.

Cuandº los niñºs se acercarºn al comulgatorio,sºnó la campana, y la igles ia se l lenó de armon ías

prºfundas comº la caj a d e un V io l in .

En dos hi l eras entraron al fin otrºs n iñºs , d e

un coleg iº d e caridad , l ºs varºnes a un ladº.: las

muj erci tas a l ºtrº,cantando “

¡ Al cielº ! ¡ a l cre

lo z“

U 16 1'

0 I1 una vue lta y sa l ieron l levándose como

una nube d e in c ienso e l grupo ino cen te d e los

pr imeros comu lgan tes , y d ej and º en lo s corazo

nes con e l eco d e s u voz , l a frescura d e su a le

gri a .

Don Pedro m irábalº tºdo, arrinconado, próximo

a la puerta . Perº no estaba como el pubh cano, d e10 6 1113 5

, go lpeánd ose e l pecho, sinº d e pie, admi

rando lo que é l l lamaba“ el genio del cristianismº

,

pero compadecido a la vez,d esde lº a ltº d e su es

cep t i c i smo,d e la ex 1gua men ta l id ad d e lºs fi eles .

Nº advi rt ió por c ier to , que una d e su s h ij a s se

quedó juntº a la baranda de l comulgatorio, quieta,con la cara oculta en las manos

,como si durmiese

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HUGO “'

AST

Se ató la servi l leta como un babero, y se pusº

a sorber s u chocol a te .

Apareció Pulgarcito,

en mangas de camisa ,v i st iéndose todavia

,y ent regó a Link un te le

grama .

—NO sé qu ien lo hubiera recibido, d ijº.

s i no me hubiese quedado yo a_

cu idar la ca

s a . Ya ven que también es út i l levantarse tarde .

Todos mirarºn a Link que se había puesto pá

l ido .

¡ Mi padre está muy grave ! exclamó dan

do el papel a Mat i lde .

Se fué a s u cuarto y el l a lo s igu ió—Tengo que i rme esta noche ; no l legaré an

tes de pasadº mañana .

—Llegará a t iempo,y lo salvará . Su padre es

muy fuerte .

—En su vida ha estado en fermo ; expl icó él

perº el destino de lºs sanos es caer del primer

gºlpe .

—D io s no querrá .

El la miraba intensamente .

¿ Quiere que le con fíe mi secreto , Mati lde ?

—S í .

—Hé tenido miedo de perderla .

Por qué ?

Para qué deci rle más ? Debe bastarle saber

que nunca la he sentido más m ia que hoy .

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LOS OJOS VENDADOS

Lº d i j o con ingenua paswn , y l e tendra los

brazºs , y Mati lde espontáneamente acudió a ré

fugiarse en el los, como una palºma que se salvaen su nidº .

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208 HUGO wa sr

pues to que e l ideado por é l , y trabaj ado has ta el

último tornil lo cºn sus manºs,sería más fuer

te y de mayºr preci s ión . Sólo había cºnsentido en

uti l izar e l dºble cañº de una antigua escope

ta inglesa, pºrque en su tal ler nº era posible

constru irlo mej or ; pero tºd o el restº era su ºbra

y mºtivº d e admiración para lºs vecinos del

pueblº .

Habría estrenado ya su pesada espingarda ca

zando patos o yacarés en la i s la, cuyas marge

nes verdes veía desde s u cama , d e no haber so

brev enido aquella en fermedad , que lº u ltrajó,

como una deshonra d e fam i l ia , porque era é l hom

bre fuerte por excelencia,y lo obl igó a l lamar a

su hij o,para bendecir lo antes de mori r .

Ahºra ya no pensaba en la muerte ; pero hbiase vuelto más dóci l a las advertencias de se

hijº, premiando así la dedi cación cºn que e i j o

ven lo cu idara .

—NO me he de morir decía ; tengo mv

chas cosas que arreglar . Además , se me ha ocurrido una nueva máquina sembradora de mani,uti l i zable también para el maíz y los

Cuando concluya el fusi l me pondré a dibuj arla .

Carlos pasábase hºras enteras j unto a su ca

ma, pero carecía de espí ri tu para entretenerlo .

Estaba hºndamente preocupadº , s in nºticias de

Buenºs Aires , donde tenia el corazón .

Dºs cartas recibió al principio , dos cartitas

inexpres ivas,pero que lo l lenaron de gozo , ima

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LOS OJOS vr: x na vb s 209

ginándºse que en cada una de sus palabras , se

escºnd ía una intención amºrºsa. De spués nada .

Ahºra, al releerlas, hallaba que la segunda era

más breve y menos espontánea .

Con ningunº de su familia hab laba de su no

v ia .

Su padre, habri a querido casarlc cºn alguna

muchacha d el pueblo . Hombre sin fantas ía , sólogustaba de las real idades a que estaban hechºs

sus ºjºs y sus hábitos .

Una j oven porteña tendr ía la cabeza l lena devanidades . Menºs mal que de la escºgida podíaesperarse que se aficiºnara a las cºstumbres delcampº

, ya que su fami li a era de Santa Rºsa . Con

tºdo, lº más seg uro habría sido no buscar tan

lejºs la cºmpañera de su vida .

Una tarde Carlºs Link se adºrmec io en su sil lón de mimbre , mientras su padre , entre almo

hadas, aj ustaba con la l ima las l laves del fus i l .La s iesta había sidº calurosa

, perº el techº depaj a era fresco

,y a las habitaciones l legaba una

bri sa endulzad a en la sombra del naranj al .

Dºii Carlºs abandonó la l ima,con que mºrd ía el

metal, y al cesar su chi rrido, su hij o abrió lºs ºjºs .

Vaya ! quise respetarte e l sueño y dejó detrabaj ar, y ha sido para peor .

Ya no tengo sueño ! exclamó el j oven, le

v antándose ; es demasiado tarde para dormir lasiesta . Voy a i r hasta el pueblº .

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H UOO W'AST

Distaban del pueblo diez cuadrados curiosa

med ida lºngitud inal, usada entre los colonºs, lº

cua l s ign ifi caba que para i r a l pueb lo deb i an récºrrer d ºs chacras cuadradas

, que miden por lad o 400 metros .

Entró en ese momentº doña Celina,su madre

,

muj er suave y complaciente, que hab laba muy pºco .

H izº una seña a su hij o y j untos salieron .

—Las dos parvas d e man í d e la chacra v iej a,es

tán ard iendº,dij o doña Celina .

—NO se lo d iga a papá .

Qué haremos ? Ya está av isadº e l comisariº ;dicen que ha s ido un malintencionadº, por vengarse

d e tu padre .

En ese momento se oyó a éste que gritaba

S iento olor a humo ! A v er, abran la ventana .

¿ A que me han quemadº las parvas ?

Corrió su h ij o y lº hal ló fuera d el lecho, force

jeando con los pasadºres d e la ventana, para mirardesde a l l í l a s parva s en que ten ía pues ta su i l u

s ión .

No ven ? exclamó alzando los brazos .

La l lanura se extend ía sin d ecl ive ni arruga, hasta los con fines de l bosque . Dividida en cuadrados,

por cerco s d e alambre , en cuyo s pos tes se pºsabr

i nmóvi l una v ig i l an te l echuza , se preparaba d º.

vece s por añº,en e l otºño y en la primavera . para

las sementeras de maní o de maíz , que eran losprincipales productºs de aquellas t ierras . Cerca de

las casas , había un sandia ! y una v iñ ita, y a la

sombra de lºs naranj os multitud de cºlmenas .

Las dos parvas separadas por un trecho muy cor

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2 1 1 H UGO Wa st

Pod rás deci rle a tu novia que somos pobres, ydeberás a legrarte d e que te crea .

—¡ No hab le, papá ! ¡ le hace mal !—S i te cree y se en tri s tece , deberá s a legrarte ;

pºrque nº e s la muj er que te conv iene.

Qu hij o le tapó dulcemente la boca,para que

no blas femara de la que había encendido su co

razón cºn un fuego más ardiente que el que consum ia sus riquezas .

E l v iejº tºrnó a dorm irse ; pero él se d esveló ,pensando en su nºv ia .

Había tenido la i lus ión de verla dentro de

pocºs días,pues su padre mej oraba . Ahora que

vºlvía atrás, no sabía cuándo pºdría parti r.

No tenía ánimº para es crib irle ; elda no le

cºntestaría antes de muchº t iempo,y la que

j a de él,nº le devolvería su amor

,s i lo había

perd idº.

Nº se rebelaba cºntra la en fermedad,causa

d e aque l d ºlºr ; y es taba d i spues to a quedarse a

l a cabecera d e s u padre . tºdo e l t iempo que Dios

quisiera .

Sabía que su bondad era su única fuerza , para luchar con sus r ivales .

¿ Pero quiénes eran éstos ?

Apenas cºnºcía la gente con quien se encon

traba Mat i lde . H ab iale ºido recºrdar cºn el og io

a Velarde,e l secretario del cºlegiº nacional ; y

pensó en é l ; pero una fra se d e l a segunda carta

de la j oven , le pusº. en el rastro d e la v endad .

“Se

hacen grande s proyec tos para el carnaval . Iire

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LOS OJOS VENDADOS 2 1 3

mºs al bai le de máscaras de Carapachay , en O l ivid s . Mario Burgu eñ o (ha comp rado un automó

vi l y nºs l levará a tºdosEsa noti cia era una i lu sión de el la ; de otro

modo no la hubiera trasmitidº ; v contrastaba laalegría d e ese párra fo con el tono indi ferente dela carta .

Carlºs Link se puso de pie , hostigado pºr la

naciente sospecha ; y empezó a pasearse,de

punta a punta , en la gran pieza , desmante lada ,que se l lenaba d e sombras danzadoras y fantásti

cas . a lºs re f lej ºs del incend io .

Se asomaba a la ventana entreabierta , y miraba al campo i luminado y cºn un gesto de do

lor vºlv ía a pasear .

Así estuvo hasta el alba .

El ai re de lgado y húmedº hizº tºser a l enfermo . Cerró l

a ventana , a f in de que la luz azu lde la aurora, y los rumores de la gente no lo des

per'asen .

De cuando en cuandº le ponía sobre la frenteun trapo moj ado

,para de fender el cerebro d e

la f iebre y cada dos horas le hacía beber un an

titérm ico .

Se volv ió a sentarse en un s i l lón , y se durm ió

profundamente . El d ia tardó en l legar,porque

un espesº nublado del sudeste t raj o la l luvi a queenvolvió la t ierra como un cendal amari l lo .

Varias veces en tró dºña Cel i na , con paso ga

tuno, pero se contentó con echar una mirada sº

bre l o s dos hombres que dormían ,y sal ió .

En su sueño alguna alegría le hizo sonre í r, y

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HUGO WAST

l a impresión lº recordó . Soñó en e fecto, que en

e l correo d e la vi l la hab ía una carta para él,una

carta en un sobrecito per fumado .

Se levantó,re frescó la frente del en fermo re

novando el apósito'

y sal ió a la galer ía,desde la

cual se divi saba el río gredºso,hinchadº por la

creciente,y más ºscuro baj o e l cie lo gri s , y las

i s l a s verdes y es fumadas , detrás d e la cor t ina d e

la l luvia .

Una canaleta d e latón recogía el agua d el te

chº, cubierto de chapas de z inc , y la v olcaba por

un caño en cuatro tinas, colocadas en los ángulos

d e la casa .

En las ¡t ierras incºn sistentes y perm eables d e

la reg ión , no era f ácil cºnstru i r un al j ibe ni la

obra resultaba duradera ; por esº guardaban d u

rante algunºs d ías,el agua de l luv ia , más dulce

que la d e lºs pozos .

Doña Cel ina le traj o una taza d e café negro .

—¿Vas a sa l i r con e s ta l l uvia , h ij o ? le pre

guntó, viéndolo empºncharse .

— I ré hasta la v il la , ¿ no hay un caballº ? En

media hora estaré de vuelta .

No qu iso expl ic ar la il us ión que lo l levaba . Su

madre apenas le hablaba de su nov ia , conoc iendo

lºs reparos que le ponia don Carlos ; y el j oven

no sent ía gusto en mencionarla delante de perso

nas que no la querían .

! acarias,uno d e sus h ermanos menores, mu

chacho d e d iez a dºce añºs , rubio como una ma

zorca de maiz , t raj o un tilbur y “Carlºs subió .

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HU GO WAST

Las calles de la poblac ion estaban desiertas y

tºd as las puertas cer1 ad as .

Cada casita, cada rancho. tenia un j ardin rus

t i co y f rondoso y un naran j a! . N o se veía un alma

,pero en todºs lºs techos a s cendía un pena

chito d e humo, que la l l uv ia d esflecaba y d esv a

nec ia .

En un almacén v ieron gente . Varios colonºs

ugaban a lºs naipes , ante una mesita instalada

cerca de l a puerta . Afi rmado contra el marco ,de

pie sobre el umbral . con el sombrero en l o s Oj o s .

el saco d esp rend id o , ceñ ida l a c intura por un t irad ar en que se percib ía la culata de un revólver .estaba un paisano . ensimi smado v torvo,

mirando

ll over .

Era el cºm isariº .

Carlos Link lo sal udó,y él gruñó unos bue

nos dias y le hizol señal de acercarse . ! acarías

( nderezó el t i lbury , hasta rozar el cordón de la

vereda .

S iguen ardiendo sus parvas,amigo?

—Ya nº ; ya se han apagad o, cºntestó Carlºs .

s in in teré s .

Más vale así !

—Se han apagado cuando se acabarºn de que

mar.

bºis cºlo nos , que habían dej ado de j ugar , por

ºir la conversac ión , sºl taron una carcaj ad a .

Al comisa rio le pareció insºlente la respuesta

pero se cal ló . No ten í a muy claras las ideas , ysu l engua no era dóc il .

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I.OS OJOS VEN DADOS 2 l 7

Volv 10 la espalda cºn desd én , se acercó al mes

rad or y se hizº ll enar de aní s la copa para apretar

el cognac , que antes beb iera .

Carlºs pros iguió su camino,y se baj ó en el

correo,y por una ventanil la , pid iº la correspon

d encia que hubiera para él . Le temblaba la v oz al

hacer el ped id o .

Diéronle diariºs de Buenºs Aires , y algunºs ca

tálogos , y unas cartas para su padre ; con lo cual

llenó el cajón del t i lbury . Perº su esperanza lº

había engañado . ¿ Por qué creyó en un sueño ,como

un niño ?

Subió de nuevº al t i lbury , y regresó a su casa

sin ver el camino, sin oír la charla de su hermano ,ciego y sordo para todo lº que no fuese la imagen

de ella y la v oz que d ijera su nombre .

Su madre lo espe raba ansiosa : el en fermo deliraba .

—Déj elo dormir , mamá ; le cºntestó él des

pués d e exam inarlo .

—H.i j o , ¿ sabes que habla de tu—¡ Déj elo , déjel o !

—Tiene esa ¿ No será cºmo é l

p iensa, que no te cºnviene ? Yo no la cº nºzcº .

Mamá ! exclamó el joven con gesto de'

pl ica ¡ no me hable mal de el la !, ¡ usted nº

la conoce y yº si !

Es buena, es trabaj adora , es humilde ?

—¡ S í , si, si !

Se habían sentado j unto a la mesa d el cºme

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2 I 8 HUGO WAS T

d or, contiguo al cuarto del en fermo ; y dºña Ce

l ina . sin de jar d e oír, ni de hablar

,f rotaba cºn

un trapo el hule f loreado que les servía de man

tel .

T ºd o en la casa . desde el p iso d e baldosas co

loradas . hasta la va j i ll a ord inaria que relucía en

el anarador. m ost raba que la dueña y sus h i jas

eran hacend ºsas .

En las pa redes . blanqueadas cad a año ex h ib ían

se algunas p intu ras : un t rineo corriendo en l a n ie

v e , persegu ido por una manada de lobos . escenas

de Otelo . v p residiéndolo todo , l a infal table am

p l iac ión fotog ráfi ca . encargada por 20 f ranc os a

Parí s , d el dueño d e casa , cºn su barba atusada

v sus severos anteo jos .

Carlos d esoleeó los periód icos sob re l a mesa .

y parec ió ab sorberse en su lectura . Habría d e

sead o hablar de Mat i lde , con algu ien que no lo

contrad iiese , v que no le preg un tara ¿ te con

vendrá esa n 1na ? : con alg u i en que l o ov ese con

mov ido v cºntagiado por el fervºr cºn que él la

nombraría .

Entró Isabel,l a menor d e sus hermanas , que

and aba en los trece años , más espigada ya que

tºdas las chicas d e su edad . No era bonita , pero

f resca y natural,con su pollerita de percal azul

su bata blanca , l a trenza bien ceñida al reded or

de l a cabeza y calzada cºn alpargatas , que dejó

en l a gal ería para no embarrar el p i so d el come

dor.

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220 HUGO “'

AS T

—Hasta que papá no sane , no piensº moverme

d e aquí .

La chica se puso seria .

—Si es tan bonita tu nºv ia ¿ no tenés m iedº

de que te l a qu iten,tardando en v ºlv er?

Form—uló su pregunta gravemente , imaginándoseque ése era unº de los prºblemas de los nov iaz

gos . Dej ó el sºmbrero en la mesa y aguardó con

in teré s l a respues ta .

Carlos le tomó las d os manºs , y le dij o cºn

aparente severidad—S i estuv ieses d e novia ¿ serí as tan veleta I sa

bel ?

La chica se encogió de homb ros .

Qué sé yº ! excla mó ru'bºrizándose leve

nente , bajo l a mirada cariñosa de su hermano ,

que ansiaba oír e n sus lalbios el nºnibre d e su

nºvia .

Apaiº

ec10 Guil lermo, ºtrº de sus hermanºs , en

cabeza . Se desp rend ió el barrº de las bºtas , rascan

dolas e n el fi l o d e una pala clavada f rente a la

puerta , pena cuand o fué a ent rar, oyóse la v ºz d e

El sa , la hermana mayºr, que desde la cºcina , 10ame nazaba

S i llegás a embarrar…me el p iso d el comedºr,

nº vas a prºbar tontas f ritas en una semana .

Con to da pacie ncia Guillermo rest regó d e nuevo

sus botas , y entró por fin ,exhibiend o dos perdices

Que había cazad o a rebencazos en l a chacra .

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Los OJOS vr:Nii .u ios m i

—No queda un grano de mani ; todo se ha que

mado . ¿ Cómo está papá ?

Guillermo era un mozo de veint itrés añºs , algo

menor que Carlos . Rubio, d e ºjos oscuros , fuert e y

elegante en su rusticid ad , prod ucía la impres ión de

er más intel igente que su hermano el estud iante .

Carlºs expl icó el estado de su padre . La me

joría alcanzada e n esºs días se disipaba de un

golpe , y recºmenzaba el enfermo su lucha . Seria

larga, perº ten ía confianza en la naturalez a y en'es cuid adºs que le d ispensa r ían .

Vas a quedarte , entonces ? preguntó Gu i

l lermº sentándºse .

El sa acababa de t raer una cafetera humeante y un

gran pan , mient ras I sabel d isponí a las grandes tazas

enlozad as f rente a cad a asientº . El sa era una mu

chacha muy alta y muy rubia … que vivía atada al

cuidad o de la casa , La coc ina , el“

gal l inero, las col

menas , la l imp iez a de las hab i tac iones y de los pa

t ios , la vigil anc ia del galpón , donde se guardaban

los aperºs de labranza , la cºmida d e los perros , todo le incumbía a ella , v ni reposaba ni dej aba

en reposº a nad ie .

De sus herm anºs prefería a Guil lermo , ,por

que era fuert e y diestro,y sus brazºs producían

para la casa ; y no veía con buenºs ºj ºs a Car

los, que gastaba mes a mes el val or de quince

quintales d e mani , s in rend i r un granº .

Por ciertº que aquella j oven elegante y bºnita .

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222 HUGO

que él les describía, y pºbre cºmº Una lechuza

no le cayó en gracia .

Cortó el la m i sma el pan y dis tr ibuyó el azúcar

en las tazas , que I sabel iba l lenando .

—¿Vas a qued arte ? rep i t ió Gu i l l ermo .

Carlos comprend ió la intenc ión d e la pregun

ta d e su hermano . Todos en la casa pensaban lo

mismo que I sabel,y las palabras de

'

Guillenmo

t_

uerian deci r : ¿ Esa nºvi a tan bonita, no se

dej ará conqu istar por ºtro durante tu ausencia ?

Contestó evas ivamente y se pusº a recorrer los

d iariºs,mientras I sanel le cubría de manteca las

i ebanadas d e su pan

T e gusta as í , Carlos ?— Sí, m i hij ita .

Pero no te gustaría más que ella hiciera

esto que hago yº ?

Carlos tomó suavemente de la mano a la chica

y la h izo sentar j unto a él , y aprovechando que

la atención d e l ºs demás se d istraía pºr la l legada

de su mad re con una fuente de tortas f ritas , le

(1l en secreto :

No m e hab le s d e e l l a , delan te d e l o s o tro s .

Después

La muchach a mºmº la cabeza afirmativ am en

te,muy sat i s fecha d e que su hermano mayor ,

su preferid º, la to.nara por confid ente .

En los días d e l luvia eran t radic ionales las

tortas f ritas que se tºmaban con mate , y ser

v ían para entretene" a la gente , que no p'

ud ien

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H ipocresía

Veinte d ías más pasó Carlos Link en casa de

su padre , y durante ese t iempo sólo rec ib ió una

rartita de Laura , pidiéndole not ic ias del enfermo

Ni una palabra que expl icase el prolºngado silen

cio de su nºv ia.

—¡ Mej or ! se di j o él con desesperada resig

nación . ¡ Le sería tan fác il engañarme ! Prefiero

la verdad .

El rºbustº organ smo d e d on Carlos venc io de

nuevo a la muerte , y su hij o pudo pensar en v ol

verse .

—Mala s vacac ione s has ten ido,Car lo s d i

j o le el v i ej o . Pero m e has salvado la vida ,y volverá s contento ; es ta práct i ca te será ú t i l .

Cuando se acerque e l d ía d e la t e s i s , i ré a

Ni una pa labra de su nov ia .

Doña Cel ina , que v ivía espiando la vol un tad de

su marido , tamb i én dej ó d e mencionar l a . Carl o s

comprend ió que si Mat i lde lo hab í a o lv i dado ,

nad ie lo ayudaría a reconqu istarla .

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HUGO VVA S T

Cuando emprend ió l a vuel ta , hab íanse cum

pl id o dos meses desde que sal ió d e Buenos Ai

res . Ten ía l a sensac ión d e que tod º le ser ía nue

vo , el pa i saj e y l a s almas .

Se embarcó a l a med ia nºche en el v aporcito

que hac ía l a carrera has ta Santa Fe , tomando

pasaj ero s y carga en todo s l o s ca serío s d e l a

margen .

No eran gen tes expans ivas su s padres n i su s

hermanos,y lo desp id i eron co mo a una vi s i t a

d e cumpl ido . Sólo su herman i ta I sabel se le echó

al cu el lo y lo b esó con ternura,y le dij o algu

nas pal abra s que é l no entendió y que el l a no

qu i so repe t ir .

E l v aporcito l evó anc las con á spero ru ido d e

cadenas . Sus palas azo taron el agua ruidºsamen

te ,y empezó a des cender el negro r iacho , brazo

d el gran Paraná .

Los pasaj ero s se metierºn en su s camaro tes ,y Carlo s L ink se quedó so lo , sobre e l puente .d e pechº con tra l a borda

,v iendo e sfumarse l o s

con tornos d el pueb l i to . Ignoraba s i volver ía ; sól o

ten ía un pensam iento , ganar d e nuevo aque l co

razón que huía d e é l .

Eran t iempos d e ag itacíones pol í t i ca s , y a pcsar d e l a hora , al gunas l uces bri l laban en el

pueb l o , seña lando los s i t io s donde se reun ían

a j ugar y a beber has ta e l a l ba,lºs

“elementºs

el ec toral e s”.

De v ez en cuando e l augu s to s i l enc io d e la

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228 HUGO wa sr

tregándolo o tra v ez a lo s pensam ientos que lo

aco saban .

¿ Por qué no le es cr ib ían ? S i era porque Ma

t i l de l o habí a o lv i dado , se al egraba d e aquel s i

l enc iº: mejor que no lo engañasen .

S in embargo , en el fondo d e su s en trañas,

v ibraba un mezqu ino deseo d e ser engañado , con

pal abra s que le perm i t ie sen alen tar una i l u s ión .

En v oz al ta habría afirmado que preferí a co

nocer l a verdad ; pero den tro d e si, lev an tábase

una hum i l de v oz con tra ese orgu l lo : ¡ No,no ,

nº ! Todº era preferib l e a la amarga certidum

bre d e haberl a perd ido .

Se arrinconó a proa , en un s i t io dºnd e podía

pasar hora s , s in que lo hab l ase nadie .

E l barcº navegaba ya por el grand ioso Para

ná, rozando cas i l a margen barrancosa .

E l c ie l o aparecía e s tri ado d e nubes , que se

abrían como una seda v iej a ; y la s aguas eran

una inmensa chapa d e z in c , l abrada a martil la

zo s,refu l gente a l sol .

E l verano hab ía s idº l l uv ioso y el río ,h incha

do por l a s aven ida s d e tºda l a reg ión , era tan

ancho , que l a ºtra ori l l a apenas se d iv i saba d e

trá s d e un cendal b l anquec ino

Un vaho ard ien te alzábase d e l a s co s tas . Al

pie de l a barranca los camalo tes formaban una

ondul an te vereda , por donde sal taban lo s gal l i

to s d el agua , t end ida s a l so l l a s al i ta s roj as ; y

en lº al to re inaba la sel va frondosa , l aure l e s o s

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LOS OJOS VENDADOS 229

euros , pu l ido s t imboe s , impene trab le s curupies ,

frág il e s ce ibo s , como bañado s en sangre por su

extraña flºrac10n,l l egando has ta el borde m i s

mo . La t i erra se desprendí a roída por la corrien

te , y lo s árbºle s quedaban con las ra íce s al a ire ,su spendidos sobre el ríº,

has ta que un vendaval

lo s arran caba del todº .

A la ºril la de lo s z anj one s , que cortaban la

cºs ta, cºmo afl uentes d el río,c rec ían lºs sauces ,

en que se enredaban lo s mburucuv ás , de fru ta s

amari l l as,y a cuya dul ce sºmbra can taban las

c igarras .

A veces , en las ab ra s de l bºsque, v eíase e l ran

cho del puestero cu idadºr d e hac ienda s , v a su

puerta un cabal lo ens i l lado,que aguarda a su

dueño con pac ienc i a , espantándose una nube de

mosqu i to s ; a vece s la ramada mí sera de un pe s

cador , cuya canºa duerme entre lºs camalo te s ,

mien tra s su dueño ceba algunos mate s,ante s de

sal ir a recorrer su s espíneles .

Del fºndo de l bosque l l egaba el reg io s i lbo

d e un boyero , y los martínpescadores v las ma

tracas,acal l aban su grazn ido ; y cuandº cesaba

aquel l a nºta d e ºro, sólº se oía el zumbar de la

bri sa entre l a s paj as y el trepidante ruido d el

vapor .

E l alma d e Link se l l enaba de aquel l a her

mosura , que le in fundia un extraño d esa lien tº .

parec ido a la res ignac ión v a l a paz .

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230 HUGO WAST

Verdaderamen te la d icha d e ser amado , ha

bri a s ido demas iado grande para é l .

Las ol a s d el in comparab l e río , se l l evaban un

poco d e su cºrazón hac i a el mar desconocido .

¿ Cuánd o vo lverí a y qu ién lo acompañaría ?

Había soñado tantº con su v iaj e d e bodas , que

le parecía haberlo real izadº , y persegu ía en sumemoria la s emoc ionan tes e s cenas .

L l egado a Santa Fe, esa mi sma tarde tomó el

tren . Eran l as nueve d e l a mañana s igu ien te ,cuando se apeó d e un coche , con su val ij a en l a

mano , en l a esquina d e la cal l e M igueletes .

Quería hacer a pie media cuadra que fa l taba

para la casa d e don Pedro . Calmaría su s ner

v ios y no lo sen t irían l l egar .

¡ Pero qué e speranza !

Cuando é l se aproximaba , d iv i só a don Pe

dro que vo lv í a , d iario en mano,arriand o una

gal l ina con dºce pol l i to s ; y a t i empo que am

bºs se reun ían en l a puerta , sa l ía m i s ia Presentac ión con el mate d e pla ta , a ofrecerl o a su ma

rido .

¡ Pedro ! ¡ Vélo a Carlo s ! exclamó l a se

ñora abriendo lo s oj o s , como ante una apari

c ión .

—¿ Cómo es tá L i nk ? d ij o don Pedro

rándo le una mano suave y fría .

No m e e speraban , verdad ?

—¿ Sanó ya su padre ?

—Si , señora .

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HUGO WAST

M e l o suponía ! ¡ Un d ía d e vapor y un día

d e t ren !—M ás o menos .

—Bueno,pues

,Carl i to s

, yo querí a expl i carl e

que le hemos dado s u p ieza a Pulgarc i to . E l po

bre es tá cansado d e dormir en catre , en el co

medor,y d e no t ener un rºpero a mano .

—No impor ta,

respond ió Carl os,s in com

prender todav í a ; no s acomodaremos los dºs .

Experimen taba una an s iedad,mezcl a d e ter

nura y d e gra t i tud , v iendo que lº acogían y le

hab laban con afec tº .

—S í , pero ya verá , Carl i to s . Como nºsotro s

hemºs cambiado d e pos i c ión , y a Pedro 10 han

nombrado an teayer in spector d e c inematógrafos ,ya no neces i tamos a l qu i l ar ese ¡ Pero

h ij o, que pál ido es tá ! ¿ Qu iere una ta c i ta d e té ?

¿A que no ha tomado el desayuno ? ¡ Virgin ia ,V irg in ia ! Trae el brasero . Voy a cebarle unos

mates .

—NO , señºra , muchas grac ia s . Ya he tomado

en el tren .

—Algo frío,s eguramen te .

—NO , señora , al go ca l ien te .

—Unos m a tec ítos no le harán mal .

Sal ió m i s ia Presentac ión a bu scar lo s en seres

para echar mate , y en tró Laura , acercándo se a

L ink con una sonri s a fra ternal y tri s te .

—¡ Oh , Laura ! ¿ qué ha pasadº aqu í ? ¿Ya nº

me rec iben ?

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LOS OJOS VENDADOS 233

E l l a le d io la mano , que el j oven es trechó

ard ien temente,rep i t iendo su pregun ta , que era

una quej a .

La muchacha nº conte s tó , porque v olv ro su

madre con el mate y la pava,segu ida de la chí

n íta con el braserº crep i tante .

—Expl í cal e , Lauri ta , que hemos camb iado depos i c ión .

—Sí ; dij o Laura con ge s to apenado ha

ce dºs d ía s hemos camb iadº de pos ic ión ; 10 han

nombrado a papá inspec tor de c inematógrafo s .

—Sí , agregó la señºra hace d ºs d ía s, pé

ro v a le han adelan tadº a tu padre d os mese s de

sueldo , l o que no s ha v enidº muy b ien , porque

e s tábamo s al go atrasad itos .

—Sí , si, Mario Burgueño , que l e ha consegu i

do e l pues to , le ha hecho adelan tar

No hij a , esa no e s la verdad : l e ha adelan

tado d e su bol s i l l o .

Mamá , yo no sabía ! exc lamó rubor i zan

dose Laura .

—¡ S í , cómo no ! De su bol s i l l o l e ha adel an

tadº el sueldo d e dºs meses . Lº d igo en hºnor

d e ese j oven , que e s la genero s id ad en compen

d iº .

Laura y L ink se m iraron .

—YO no sab ía eso rep i t ió du l cemen te la

muchacha .

L i nk hizº un esfuerzo y logró formu lar la pre

gunta que l o ag i taba

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HUGO WAST

—¿Y a e l l a

,a Mati l de

,l a han nombrado ya ?

—No cºn tes tó m i s ia Presen tac ión,con un

ademán vago , rev elandº el poco in teré s que ahora ten ían por el nºmbramien to .

—¿Ya no pre tende el pues to ?

Ya no ! ¡ vaya una b i coca para que el l a se

pase l a v ida sup l i cando que se l a d en !

¿Y qué hace ahora ? ¿ dónde es tá ?

Tardaron un s ig lo en re sponderl e . Mis ia Pre

s entac ión camb iaba pro l ij amen te la yerba d el

mate .

¿ LO qu iere cºn l eche y con azúcar quema

—NO,s eñora , graci a s ; no se moles te . Diga

m e al go d e el l a . ¿ por qué no sal e ?

L a v ºz le temblaba . Las dos muj eres m iraban

a otra parte .

Por f m mis ia Presentac ion ofrec 1endole e l ma

te, le d ij o :—E l l a no e s tá aqu í .—¿ Se ha ido ? . ¿ se ha ca sado ?

—¡ Jº5ú5 qué ocurrenc ia ! excl amó r1endºse

l a señora ; y Link se avergonzó d e l a ingenu idad

d e s u pregunta .

—¿ Dónde e s tá ?

—En l o d e B is tºl fi . Mariani ta m e l a qu iere

mucho,y la ha inv i tado a pasar uno s día s con

e l la .

Link miró a Laura,cuyo s i l enc io e s taba l l eno

d e expl icac iones .

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HUGO WAST

—¿ Dónde pºdré verl a ?

—¿A m i ? d ij o Laura

,y en e l a cto compren

d ió que él hab laba d e s u hermana .

Carlo s acl aró su pregunta , s in darse cuen ta d e

que l a hería .

¿ Si fuera a lº d e B istol fi , pºdría verl a ?

Creo que si.

No viene a es ta ca sa ?

—Algunas veces .

Despid iéronse al l í ; y é l cºn su val ij a,cruzó

l a “cal l e . En el momen tº en que dºbl aba , se d e

tuvo para dej ar pa so a un autºmóv il .

Mat i l de ' exclamó v iendº qu ien iba en é l .

La muchacha oyó su gr i to , h izo detener el

au tº , y tend ió l a s dos manos a Link .

—¡ Carlos ! ¿ usted aqu í ? ¿ Cómo le ha id o de

v iaj e ?

Carl o s se le acercó y en ternecido le besó l a s

manºs .

E l l a se retrajo hacia el fondo d el coche , y le

d ij o con meno s entu s ia smº

¿ Cuándo ha ven ido ? ¿ le han d i chº dónde

estºy yº ?

Empezó a expl i carl e cºn l o cuac idad la s razo

nes que tuvo para acep tar l a inv i tac ión d e Marianita

,y Link la o ró a l pr in c ip io con sorpresa

y empezó l uego a sen ti r que l a inconcienc ia v

la al egrí a d e el l a , eran un u l traj e a su amor .

Pero nº experimen tó cól era , s ino una gran

cºmpasión . Le acari c ió d e nuevo la s mano s , y le

cºrtó la palabra .

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LOS OJOS VENDADOS 2 37

—¡ NO m e cuente eso ! Digame sól o por qué

no me ha e scri tº .

¡ Ah ! s i u s ted sup i era l o ocupada s que hé

mos es tado con lo s traj e s de fan ta s i a , para el

bai l e d e Carapachay l .

¿ Cómo ?

—NO sabe que e l dºmingo de—Dentro d e tre s día s d ij o é l .

Si ; habrá un gran ba i l e en O l ivos , y que yºiré d i sfrazada d e su l tana con

¡ No m e cuen te eso !

Pero u s ted tamb ién irá.

¿Yo ?

—¡ S í , si ! ¡ Nº me diga que no ! YO qu iero que

vaya .

—¿Y antes no puedo verl a ?

E l l a se recostó con tra e l mul l ido respaldo del

coche y reflexiºnó un in s tante .

—Mej or es que no me v ea .

¿ Por qué ?

—Us ted s iempre hace lo que yº le

¿ no e s c ierto ?

¡ Sí , s i ! con tes tó é l , emocionado por el

tºno confi denc ia l con que el l a l e d ij o e sa s pala

bras , baj ando mucho la v oz para que el chofer

no l a oyese .

- Buenº,entonces

,no tra te de verme has ta el

dom ingo .

—¡ Tan tos d ías !—Há pasadº do s meses ; pase un poco más . Y

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2 3 8 HUGO wa sr

vaya a l b a i l e . YO se l o p ido . Sería la primera

vez que no me obedec iera .

Carlo s sen tí a en l a v oz acaric iad ora una v e

hem enc ia ,una i n terna al egr ía , un t imbre nuev o .

Que aun causánd ole un hºrrible dºlor , lo aturd ía

y l º em l>riagaba .

¡ Has ta el dºm ingo ! le d ij o e l l a con un

en tu s ia s ta apre tón d e manos . Y é l ' l a d ej ó irs e .

y la v ió b aj ar en su casa y no tuvo án imo para

d esobed ecerla .

¿Qué exp l i cac ión ten ía e sº ? S i empre el la has

ta en l o s d ía s d e mayor in t im idad , fué tan re

serv ada , que é l nunca pudº envanecers e d e ha

ber v i s to el fondo d e s u s pen samien to s .

LO atrib uía a t im idez , y lo a tra ía la mis ter io

sa hondura d e s u alma . Y . ahora l a notaba ner

v iosa y parl an ch ina , como s i qu i s iera d esorien

tar s u pensamien to y evi tar que en tre l os dos

cayera un m inu to d e s i l enc io revel ador .

Ni una sol a d e su s pal abra s insus tanciales y

a legres , le produj o un consuel o .

A ! al ej arse d e el l a , t ra taba d e recºrdar con

v ersac iones pa sadas , y d e ol vidar lo que acaba

ba d e ºí r.

Tiene que ser fel i z ! Ni s iqu iera se da cuen

ta d e que me hace su fri r . Ya no soy más que un

hermano para el l a ; s i l a in terrogase , me confia

ría con inconc ienc ia su s nuevo s amores . ¡ Sóloun gran dºlor po drá d ev ol v érmela !

L l egó a la es tac ión y al h al l arse con Nºemí

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HUGO WAST

Mis i a Presen tac ión aparemo enj ugándo se l a s

manos con un repasador y l a l l enó d e cari c ia s .

No podía negar que es taba orgul lo sa d e su

h ij a, por s u hermosura y por su des treza para

abri rs e cam ino .

—Se d ir ía que es tuyo el

Mati l de h i zo un ges to d i spl icen te .

—¿ No lo has hal l ado en la puerta ? pro

s igu ió su madre en voz baj a . Hace un rat i to

que se fué . Se empeñó en que le d iera d e nuevo

su p ieza . Yo le d ij e que hab íamos camb iado d e

po s i c ión y que bu s case alb ergue en o tro l ado .

Y se fué con l a val ij a en l a mano , como un“ l in

yera”.

E s to l o d i j o la s eñora con ánimo d e b al agar

a su h ij a , pero l a muchacha no contes tó .

Sentí a que Link su fri es e por obra d e l o s o tro s .

E l l a si, el l a ten ía derecho d e apenarlo ; y pare

c íale que—has ta el dolor l o rec ib i a d e el l a con

gra t i tud .

¡ Y papá ?

—En el fondo , l avando las j au la s d e l as pa

l om i tas fran cesa s . ¿Quieres que te l o l l ame ?

Mi s ia Presen tac ión permanec ía fren te a su h i

j a,pron ta a serv i rl a , como una criada . Por el l a

se t ran sformarí a el des t ino d e l o s Garay y Tron

coso . N o dudaba d e que Mario Burgueño ven

dri a an tes d e un m es a ped irl e su mano .

Laura sa l ió al oír la conversac ión ; pero no

mani fe s taba tener igual e s i l u s iones . Su madre ,

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LOS OJOS VENDADOS 24 1

empezaba a creer que e l b ien de su hermana l e

infund ía dolor y tri s teza , lo que el ca tec i smo l lama env id ia .

Mati lde l a acog ió con cari ño y l e pregun tó—¿ Está muy adelantad o tu traj e ? No te que

dan más que uno s d ía s .

—N i adel an tado , ni a tra sado : yo no v oy a i r

a l bai l e .

No v as a i r al bai le ? int errºgó mis ia

Presen tac ión enfurec ida . ¿ Despué s que hemos

gas tado un pla ta l en lo s preparat ivo s ?

—Lo que e s a papá no l e cues tan un cen tavo,

respond ió Laura m irando fi j amen te a su ma

dre, que to rc ió la cara .

—Aunque hayamos ten ido la suer te de que al

guien se encargase de los gastos , es last imoso

que se hagan s in provecho .

—¿Y te parece b ien , mamá , acep tar e so s fa

v ores ?

M e parece muy b ien . No hay cosa más fue

ra d e l ugar que e l orgu l lo en los pobres .

—S i conoc iera s las i n tenc iones que traen los

rega los , podrías decir s i e l no acep tarlo s e s or

gul lo o dign idad .

Mat i l de que se sen t ía ob servada por su her

mana , habría querido ganar s u i ndulgenc ia , con

buenos modales pero no pudo contenerse al oír

la alu s ión ,y con te s tó con a cr i tud :

Cualqu iera creería que eres bruj a y lee s los

pensam iento s

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H UGO W AS'I'

Y su madre agregó s in m irarl a—Eso que s ien te s o es car idad o es env id ia .

E l ige .

Laura pal idec ió y tuvo a l borde d e su s l ab io s

una rép l i ca dura y cruel ; pero tem ió a l ej ar para

s iempre el corazón d e su hermana .

Caridad , mamá , car idad !

Mat i lde no en tend ió su prudenc ia y le guardó

ren cor .

—E s tá cel osa , d i j o m i s i a Presen tación .

Creyó al prin c ip io que Mario ven ía por el l a . T ie

nes que perdonar , Mati l de .

Ya l a he perdonado ! Y hasta le he hecho

un buen obsequio .

—¿Qué co sa ?

Se lo dej o a Carlo s L i nk ! ¡ Bastante l o hadeseado !

Misia Presentac ion se echó a re í r con male

vo l en cia,por halagar a su h ij a , cuyos oj o s l l a

m eaban d e cól era .

—No quiero d emorarme ,agregó la mucha

cha . Que vaya 0 no al ba i l e es cuenta suya .

Se pu so feb ri lmen te a hacer un paque te d e

ropa b l anca para l l evarse . Las manos le temb la

ban , y su madre l a ayudó .

¿ No t i enes m iedo d e que ese hombre te es

pere en la e squ ina ? E s tenaz y no te

—¡ No , no ! Hará lo que yo le d iga ; s i l o man

do que m e dej e en paz , se i rá para s iempre .

—Lo creo d ij o su madre , record ando la

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244 HU GO wa sr

ten iendo suerte,aquel mezqu ino sueldo le há

bria bas tado !

En la es cuel a había l eído muchos l ibros , que

en tre l íneas es condían la verdadera mo ral .

Sab ía que todo ins t in to es j u s to y todo sacri

ficio vano ; y que l a cri a tura humana es tá en el

mundo para v iv ir s u v ida”.

Las pal abra s d e s u s l ibro s pod ían dec ir o tra

co sa ; pero su sen t ido era ese , y tal fi l o sofí a ener

v aba su vol un tad y exci tab a su sangre . Hab ía

aprend ido a desear cosas que eran inacces ib l es .

por l o s cam inos d e una mora l ve tu s ta, que ya

no se enseñaba ; y no había aprendido a mode

rar sus deseºs .

N o es taba en s u mano imped ir que ot ro s su

frieran . E l l a querí a v iv i r s u v ida y en la corrien

te ensordecedora y t irana d e lo s nuevos p l aceres ,no t en ía t i empo d e pensar en nad ie . Ni s u pro

p ia d i cha le parec ía segura,porque en e l fondo

d e toda s l a s cosa s ard ien temen te deseadas,ha

bía s iempre un desen can to .

¡ Sol amente el amor no la has tiaría nunca !

Y su corazón se tend ía haci a e l amor desconoc id o como la fl echa en el arco .

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¡No me d eje nunca !

Al tercer d ía,el dºmingo de carnaval

,aban

donó Link el cuarto de su nueva pens ión . Para

no dej ars e tentar por e l inmenso de seo d e verla ,an te s del d ía que e l l a m i sma l e fi j ó , v iv ió e sa s

hora s rec l u idº , como un pri s ionero , s in vol ver a

la casa de don Pedro de Garav en bu sca de sus

l ibros .

—S e lo ha tragado la t ierra , decía m i s ia

Presentación .

Don Pedro meneaba la cabez a preocupado .

—¿Adónde habrá ido a parar ? Habría s hecho

b ien en recib irlo . Qu ién sabe lo que puede tra

mar.

La imag inac ión de don Pedro conformada por

lo s nov elones c inematográfi cos , no conceb ía s ino

desen lace s trági co s para todos lo s prob l emas sen

timentales .

Pero Link no tenía imag i nac ión , y su esp ir i

tu v ivía l ej o s de todo romance .

S in embargo , qui so sal i r , porque una idea fi j a

empezaba a golpearle en el cerebro .

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HUGO NVAST

S i Mat ilde lo hab ía olvidado pºr ot ro hombre ,

¿ qu ién era s u rival ?

Pronto lo sab r ía , aunque es taba seguro d e que

al saberlo perder ía su pos trera esperanza .

Porque todos l os hombres que a traí an l a s m í

radas d e el l a serí an mejore s que él . ¿ Pero l a

querrían como é l ?

Para re so l v er es ta cues t ion quería'

conocer el

nombre d e su r iva l .

Se encam inó a B el grano v buscó a Noem í ,pues en su s cav ilac íones

,l o a sal tab a tenazmen

te el recuerdo d el ramo d e v io l e ta s .

La hal ló sol a , en el andén cas i des ierto , sen

tad ita en un ri ncón j unto a su canas ta d e flore s

—¡ S eñor L ink ! excl amó alegremen te l a ch i

cuela Tengo cin cuenta ram itos escog ido s para

el corso d e es ta noche . ¿ l o s qu iere ?

Carl os L i nk acari c ió l a cabeza despe inada y

gracio sa d e l a cr ia tura . y le compró uno .

—Con é s te m e bas ta ; no i ré a l corso .

—¿ En tonce s irá al ba i l e ?

—Tampoco .

—La n iña Ma ti lde s í .

E l j oven hi zo un ges to d e cansancio . que sor

prend ió a la vendedora d e flore s .

Ya no l a qu iere ?

E l l a no m e qu iere ! contes tó L i nk , con

una viol en ta neces idad d e confi ar su dolor a a l

gu ien , cualqu iera que fuese . ¿M e va s a deci r

l a verdad , Noemí ?

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248 HUGO WAST

el capr i cho d e aquel hombre afortunado . Ahora

pod ía con te s tarse : ¡ qué había d e amarl a su rival , como la amaba é l !

En ese mismo in s tan te , mien tra s sufrí a e l a troz

dolor d e l a cert idumbre , sentíase capaz d e reco

gerl a en el l odo d e la cal l e para darl e su nom

bre.

¡ Ay ! n i así l o querrí a e l l a , que s e dej aba em

cand ilar,como una pal om i ta .

Corría Link abanicánd -cse con el sombrero el

ro s tro congest ionado . Corría s in rumbo al p rin

cipio ,zumbándole en l o s oídos e l eco du l ce d el

l l an to d e Noemi ; mas poco a poco fué calm an

dose su ag i tac ión , y apareciendo el deseo d e ha

b lar con Fraser .

Eran las nueve d e la mañana ; en media hora

l l egarí a a s u ca sa . Aquel hombre que había su

frido y que con servaba un fondo d e honradez y

d e cordura , comprenderí a su dolor y el inm inen

te pel igro en que el l a e s tab a .

Era inú t i l que él , Carlo s L ink , qu i s i era ad v er

t ir l a d e e so , porque el l a pensaría que lo s cel os 0

e l rencor l o impu l saban .

Habría queri do ser su hermano para d ecirl e y

ser creido : ¿Adónde vas , hermana mía , por eso s

caminos torc ido s , con l a carga fa tal d e tu inex

perienc ia y d e tu hermosura ?

Y Fra ser que tenía sob re e l l a una gran auto

ridad , podí a tamb ién hab l ar a Mar io Burgueño .

Cada vez que el nombre de é s te se encendía

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LOS OJOS VENDADOS 249

en la memoria de L ink , un gran de sal ien to d i

sol vi a su propós i to .

Si el l a hab ía en tregado su corazón a aquel

hombre , a quien mimaran la fuerza , y la fortuna

y el nac im ien to era inú t i l in ten tar nada ; por

que tenía el egºi smo d e l o s hombre s fe l i ce s y la

inconciencia d e un n iño .

Pero una i l u s ión desesperada empuj abalo ha

cia la casa de Fra ser .

Cuando l l egó , a breve di s tanc ia de su puer ta,

se detuvo en la acera de l fren te , v iendo a dos

personas en el umbral , una v i ej a y una n iña .

Carlo s L ink no conoc ía a Liana,pero com

prendió que era el l a , por l o s ra sgo s de su cara ,

que recordaban a l o s de su padre . Volv í a de m isa

,pues traía un grueso l ibro , y la anc iana con

qu ien conversaba an imadamente , ten i a un rosa

r io envuel to en la muñeca .

La j ºven escuchaba lo que hablaba su com

pañera , y L ink creyó adver t i r l ágr imas en su s

oj ºs .

¡ Lágrima s en un dom ingo de carnaval , en los

ojºs de una muchacha,que no tenía veinte años !

¿Qué hada repart í a las a leg ría s del mundº ,

otorgándolas s in tasa a unos y negándola s a

o tro s ?

L ink aguardó s in moverse , y cuando la anc ia

na se desp id ió y en tró Liana , é l la s igu ió , de

s cando verl a de cerca .

Pero tuvo que esperar e l a scen sor porque era

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250 HUGO wasr

una casa d e departamen to s , y Fraser,v iv í a en

e l qu into p i so . L l egó a una puerta , donde una

chap i ta d e bronce le i nd i có que era la que bu s

caba , y —oyó l a voz d e Fraser , que dec í a a su

h ij a en tono i rr i tado

¿Has l lorado o tra v ez ? S i empre que vuel ves

d e misa te pasa l o m i smo . ¿Has v i s to d e nuevo

a esa v iej a que te l l ena d e cuen to s ?

L ink no entend ió l a respues ta d e l a n iña , y

dej ó pasar unos mi nutos,para que no so specha

sen que alcanzó a ºir esas pal abras .

Llamó luego v l a m i sma Liana sal ió a abrir

l e . Conoc íase que hab ía l lorado , pero su ros troirrad iaba con una l uz cel es t i al

, que impres ionó

a L ink .

Se d ir ía pensó que es un n iño!

que

acaba de encontrar a su madre

¿ Bu s ca a papá ? pregun tó el la,hac1endolo

pasar a un e s tre cho zaguán, que a cau sa d e unas

s i l la s y una mes i ta con v iej a s rev i s ta s , parecía

ser sal a de espera d e aquel méd ico s in c l ien te s .

Fraser ta rdó bastant e en aparecer . Se s inti ó

d e nuevo su voz más baj a y como en ternec ida ;y cuando sal ió

,una real a l egrí a se pin tó en su

cara al ver qu ién era su v i s i tante .

¿ Link , d e vuel ta ya ?—Si, doctor .Bas tan te ha tardado ! ¡ Y bas tante lº há

brán echado de meno s !

L ink agachó l a cabez a .

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252 HUGO wasr

Si.

—Bueno,pues : de el l a , de su novia , no le pre

gunto,porque sé más que us ted .

—¿Qué sab e ?

—Sé que es tá muy atareada con los u l t imostoques de su traj e de su l tana , para el bai l e d el

¿Va a i r u s ted ?

—¿Qué le parece ? ¿ debo i r ?

¡ Hombre ! Un nºv io deb e ir s i empre adonde

v a s u novia .

¡ Ah ! excl amó L ink . ¡ En tonces u s ted

no sab e más que yo !

Fraser sonrió, entrecerrando los oj o s , con aire

a la v ez compa s ivo y mal i c io so .

—¡ A ver

,a v er ! d ij o ¿ qué es lo que sa

be u s ted ?

Y L ink con tes tó con una i ngenu idad de n iño ,que conserva al guna e speranza , l l eno s de lágri

mas lo s oj o s

¡ YO s é que l a he perdido para s iempre !

E l s emb l ante de Fra ser se o scurec ió . Pues to

que L i nk sab ía e so , mej or , a s í no tendría quedecírsel o é l . No lo con trad ij o

,más b ien lo apo

yó, compart iendo aquel do lor que se ad ivinaba

en e l ro s tro fa t igado , en la frente marcada por

el i nsomn io y la i dea fi j a , en la boca apre tada

como s i aún tem iera que le d ie sen más h iel y

v i nagre .

—Y s i la hub i era perd ido, ¿ qué haría ?

L ink se encogió d e hombros .

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LOS OJOS VENDADOS 253

—¡ Nada ! qué qu iere que haga yo , que no sé

matar . Porque é l , que la engañará , merece que

lo maten .

Con una sonr i sa Fra ser al iv ianó e l pe sado ri

d ículo d e aquel l a exclamación .

—Habrí a que hacer una carn ic er ía . Primero

tendríamos que matar a esa til inga de m i s i a Pre

sentac ión , y a ese pazguato de don Pedro de Ga

ray , y al cachafaz de su h ij o , y luego al papana ta s

de Bistºlfi , y a la bribona de su muj er . Todos son

más culpables que Mario . Después,mi amigo

,ten

dríamos que matarlo a u s ted , que se enamoró ne

ciam ente d e una cria tura tan l inda , pensando que

podr ía l levá'

rsela para u s ted so lo . ¿ No fué una

necedad la s uya ?

L ink m iraba a l sue lo , torvamen te , y un ma l

pen samiento lo rondaba .

Fraser cºmprendió qu e su s bromas herianj

aquel

corazón ul cerado , y que es taba a pun to de per

der la confi anza del j oven .

—Hé s ido un nec io , murmuró Link. LO

comprendo . Pero era mi des t ino quererla .

—Noso tro s m i smos elaboramos nues tro prºpiodestino ; repl icó Fraser .

—Pero s i yo merezco morir por nec io ,é l me

rece que l o maten , por canal l a .

E s ta s palabra s l a s d ij o con una a terradora

fr ia ldad,exteriori zando inv oluntaríamente una t e

so l uc ión repent ina,pero impl acab le y defini ti va ,

como una verdad matemát i ca .

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254 H UGO WAS 'Í '

Parecía haberse ol v idado d el verdadero propós i to que l o mov ió a v i s i tar a Fra ser , o no intere

sars e ya en que és te adv i r t i era a Mat i lde e l ab i s

mo ha cia el cua l la l l evaba su inexper i enc ia . Se

l evan tó y es t iró la mano .

Fra ser s in t ió el es cal ofrí o d e una traged ia en

perspec t iva,y con ges to au tori tar io

, d e padre

que manda a su h ij o , hizo sentar d e nuevo a

Link , y le d ij o con ternura :

—¿Us ted cree de vera s que Mat i lde es tá ena

morada d e Mario B urgueño ?

Irrem ed íab lemente enamorada !

—NO pronuncie esa pal ab ra . Todo en el mundº

t iene remed io .

—Menos un amor como é s te ; repu so L ink .

¡ Bah ! Todo amºr es efímerº,como un fue

go d e paj as . Y es mej or que sea así , porque n in

gún in s t i nto env i l e ce más al hombre que el amor .

Por el amor un hombre olv ida a su madre , in

fama a su s h ij o s , p ierde su honor , y todavía en

cuen tra que ha hecho b ien . E s un mal in s t in to

y dura poco . Sólo hay un amor invenc ib l e y san

to,y es el amor de una madre por s u h ij o . E s

como l a l uz d e una es tre l l a . Puede nublarse una

hora , puede parecer apagada mucho t iempº , pero

s i u n v ien to d i s ipa l a nube , la es tre l l a e s tá a l l í ,inmutabl e y e terna .

Mien tra s Fra ser hab laba , L ink lo m iraba en

los oj o s , bu scando en el l o s l a s inceridad . Fra ser

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256 H UGO WAS '1'

d íl larse en mi umbral , para que la dej e v er a mi

h ij a, que es su ¡ Ay , d e el l a en tonces !

L iana la desconocerá , y yo la escupi ré en la cá

ra

Cuando L ink al zó lo s oj os,Fraser hab ía d es

aparec ido . Aguardó unos m inu to s has ta que fué

ca lmándo se su ag i tac ión,y como el o tro no vo l

v iera , n i é l t uv ie se ganas d e ver lo , sal ió d el d es

pacho,y descend ió s i l encio samente la l arga es

cal era .

Esa s i e s ta , Fra ser fué a lo d e B istolfi .

Iba desal entado,porque su imp lacab l e pesim is

mo le enseñaba que l a pas ión inocente es tá más

cerca d el ab i smo que l a mal i c io sa coque tería ; y

s i era tarde ya , su figura d e pred i cador l a ico y

v ic io so,s ería d e un impagab l e r idí cu lo .

Pero a medida que avanzaba , en el torbel l ino

del carnaval , que l l enaba l as cal l e s con su fi c t i c ia

al egría , conñrmábase en su propós i to d e hab lar

a Mat i l de , para dec ir l e , una gran verdad, que

nunca le l l egarí a tarde : “Cuando con su prop ia

mano se haya cerrado todas la s sal idas , por don

d e pueda sal varse , todavía le quedará un refug io

y es e l amor d e ese homb re a qu ien al ej a”.

No había hab l ado gran cosa con L i nk,pero

es taba seguro d e que aquel amor era i ncurab l e

en el corazón del j oven .

Cerca v a d e su des t ino , en una cal l e e s trecha ,

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LOS OJOS VENDADOS 25 7

una comparsa le ºb struyó el paso . Qu i so retro

ceder,mas por e l o tro lado venía desembocando

una h i lera de coches , cargado s d e mascaritas ch i

l lona s y procaces . En aquel l a m i sma cuadra , al

zábase la mol e s i l enc io sa de un col eg io , y cas i

en l a esqu ina abríase la puerta d e su cap i l l a , cons

truída como una crip ta en el sub suel o .

Fraser sa lvó el pre t i l , y se metió d e rondón en

l a iglesita ,o scura , fresca y s i l enc iosa.

En el tabernácul o re spl andec i a e l San tí s imº ,

entre un arco d e vel as , que ard ían con e l suave

ol or d e la cera v i rg en .

Se sen tó Fraser en un e scaño , sorprend ido yhalagado por tanta paz .

U na salmod ia ind i s t in ta l l egaba a su s o ídos , y

sól o cuando se hab i tuó a la oscuridad , d iv i só muy

cerca d e é l , una v i ej a h incada en el suelo .

La con temp ló un ra to,con extrañeza

,tra tando

d e imag inar l os pen sam ien to s de aquel l a a lma

desgrac iada o fe l i z , pero senc i l l a como la de l

carbonero crev ente.

La v i ej a iba recorriendo la i gl e s i a . Arrod i l l a

base f rente a cada estac ión del V ía Cruci s . Sedaba golpes d e pecho ,

y encorv ándose peno sa

mente , besaba la t ierra .

Oh, Señor ! pen só Fra ser conmov ido v

hum i l l ado . Mien tra s los fi lósofo s d i s cu ten tu

exi s tenc ia , es ta pobre a lma v ive de tu verdad .

En las p i l a s tra s d e mármol re lucían l e tra s deoro .

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258 HUGO WAST

Eran vers í cu l o s d e l o s Salmos : Como el c i er

vo brama por la s corrien tes d e l as aguas , así c la

ma por t í , oh ,D ios , el alma m ía

”.

“M i alma t iene

sed de D io s , d el D io s v i vo : ¿ cuándo vendré y

pareceré del an te d e D ios

En l a sem ioscurid ad re inan te era d ifí c i l l eer .

pero Fraser in tere sado profundamen te,fué reco

rriendo p i la s tra por p i l a s tra , para gu s tar aquel l a s

m etáfora s el o cuen tes,l l ena s d e mis ter io sa espe

ranz a .

“Hazme la gracia d e tu ley

Por el cam ino d e tu s mandam iento s correré ,cuando ensanchares mi corazón”

“Jehová abre lo s oj o s a l o s c i egos ; Jehová levan ta a lo s caido s ; Jehová ama a l o s j u s to s”.

La v iej a hab ía term inado su s rezos,y Fra ser

e s taba so lo , cerca del a l tar mayor , h incado j un to

a la palp i tan te lamparita d e ace i te d el Santí s imo .

¿ Qué le duraría aquel l a sal udab l e emoción ?

Una hora , un d ía , un año . B astábale saber que

l o s cam ino s d e su corazón no es taban cerrados

d el todo para aquel l a s corr ien te s d e aguas v ivas .

Alguna v ez ,se sac iaría en el l a s para no morir .

“El que bebiere del agua que yo le daré había

promet ido Jesús a la Samari tana nunca j amás

tendrá sed

L a des concertante al garab ía d el carnaval , no

tení a sent ido baj o los rayos d e oro d el taber

náculo .

Los ru ido s d el mundo morí an en las gradas del

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26o HUGO wasr

venga en mala hora . ¡ Cómo es tará de o cupada

con el bai l e d e es ta noche !—Al contrario : es toy dando vuel ta s en mi jau

l a , sin“

saber qué hacer .

Parece men t ira ! ¡ A tres horas d e un bai l e

d e carnava l ! S i a o tro se l o d i ce no le creerá .

—¿Y us ted me cree ?—Yo si ; yo le creo cuanto qu iera dec irme . S i

ahora me conta se una cosa inveros ím i l , una gran

tri s teza , por ejemplº,no dudaría ni un

E l l a lo miró afanosamen te,y le d ij o

Us ted lee en m i cara , no es c ier to ?

—S í , Mati l de .

—¿ Y qué es l o que lee ?

Fraser no con tes tó d e pronto . Bus có as ien to ,

y como s i é l fuera el dueño d e casa , ind i có una

s i l la a l a j oven , y se sentó a su lado .

No he l l egado tarde , pen só , y el l a me

oirá .

Y maqu inalmente rep i t io en v oz a l ta e sas pa

l ab ras .

—¡ No he l l egado tarde ! u s ted me o irá ¿ nº es

c ier to ?

—¿Qué d i ce ? pregun tó el l a sorprend ida .

S i sup iera Ma t i lde , dónde he pasado una ho

ra ! En una i g l es ia , con una viej a que hacia es ta

c ione s,y una muj er que se cºnfesaba .

—¿Qu iénes eran ?—No sé ; ni s i qu iera l e s v i la cara .

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LOS OJOS VENDADOS 26

¡ Pobres muj eres ! exc lamó el l a , y Fraser

rectiñcó

—¡ No tan pobres como yo , que env id iaba su

fe , y como u s ted , Mat i lde , que podría envid iar

su paz !—¡ YO no env id io nada de nad ie ! repl i có

e l l a mort ifi cada y Fra ser aguardó que pasara su

repentina cólera , para dec ir l e con t ernura pater

nal

—Hace un m inu to reconoc ió que yº leía en su¿ Por qué ? pues , la o fende que siga le

yendo ? A tre s hora s d e un ba i l e es tá in tranqu i l a

y ¿ de qué t iene miedo ?

—¡ No sé ! murmuró el la s in negar

, v se

quedó ca l lada .

—Yo conoz co al gunos d e su s s ecreto s , Mat i ld e . Pero qu iero conocer lo s todo s

,para aconse

j ar la .

—Ya no es t iempo,

murmuró la j oven cºn

la misma voz . Hace un mes que no no s vemos .

Déj eme guardar ahora todos mis secretºs .

Tenía un an t ifaz ro sa en la mano . In s t in t iva

mente lo l l evó a lo s oj os y se cubrió con é l .

Hij a m ía ! excl amó Fra ser condo l ido .

¿He l legado tarde entonce s ?

Muy tarde ! conte s tó el l a , s in des cubr ir

l a cara . ¡ No me pregunte más !

No neces i to pregun tarl e más . E l verl a l lorar ,con ese ant i faz en l a mano , me ba s ta . ¡ pobre

h ij a mía !

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HUGO WAST

Se l evan tó , y e l la l o tomó por el brazo .

—¡ No se vaya todav í a ! le sup l i có .

—¡ No me voy ! d ij o é l , dando unos pasos

por la sal a , para encubri r la pena que le aguaba

lo s oj o s .

Se a cercó de nuevo a Mat i l de, y en voz muy

baj a , y dolorida como el reproche de un padre ,le pregun tó :

Por qué no me l l amó cuando aún era t iem

po?

E l l a a l zó la cara moj ada en l l an to , y m irándolo

fren te a fren te , comº s i é l fuese e l mundo entero ,le d ij o con c ierta v iol encia

—¿Qué sab e una muj er como yo cuándº es

t iempo y cuándo dej a de ser? En es to s caminos

se v a cºn los o j os vendados . S i yº fuese una obrera d e gu s to s s imp l e s , no habría ca ído . Pero me

han educado ; me han i nfund ido amb i c iones ; me

han hecho conceb i r esperanza s ; me han qu i tado

la s fu erza s . ¿ qué culpa tengº yo ,s i todo lo que

he aprend ido no me s i rve para ganarme honra

d amente l a v ida ?

Volv ió a taparse l a cara con el ant i faz , y Fra

ser se quedó m irando la a l fombra . S i L i ana le

hub iera hecho aquel l a penosa confes ión , no ha

bria hal l ado para responderl e , más que e l árido

l l an to que en ese momen to temb laba en su s pu

p i l a s,s in brotar de l todº .

Se l evan tó de nue vo , y e l l a v olv 10 a mirarlo

supl i can te '

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HUGO WAST

s in haberl e anunc iado , que aún v encidº“

por el ca

pricho d e Mario , el amor d e L ink le ofrecería

s i empre un refug io .

Parec íale una afrenta y un sarcasmo pensar en

e so , pues n inguno d e l o s que hab ían creído en

e l l a , poq ue la amaron , podría perdonarl a .

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Rl murciélago

Las hora s que lo separaban de l bai l e fueron

para Link una rea l agonia .

—Sólo un gran dol or podrá d ev olv érmela ;

repet ía con desolado fatal i smo y el od io y el de

seo d e vengarse de l hombre que la al ej ó de él ,empezaba a arder en su a lma con una s in i es tra

c lar idad .

Pero cuando cayó la tarde , y la du lc e noche

es t iva l cubr ió de mi s terio los j ard ine s de O l ivo s ,donde é l se refug iara , para es tar más cerca de l

s i t io ind icado por e l la , su s nerv io s se gas taron y

su corazón se apac iguó .

¡ La cu lpa era de é l , que hab ía pue s to lo s oj o stan a l to !

En el hote l , s e v i s t ió con desal ien to . ¿Qué i l u

s ión pod ía tener de lo que el l a iba a contarl e esa

noche , s i ya lo ad iv inaba tºdo ?

Cons iderando la de sventura de el l a , más quela suva prop ia , su s manos de labrador se cri spaban con ira .

Hub iera querido ser su hermano , para que na

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HUGO WAST

d ie pensara , s i un d ía se le an toj aba tomar cuen

ta s d e aquel l a in iqu idad , que el despecho le mo

v ía .

Cuand o acabó de ves t irs e era t arde , y en el

comedor l a orques ta empezab a a tocar . Se fué al

j ard ín , que daba a l a cal l e y a l andén d e la es

ta c ión . Desde a l l í pod ía advert i r s u l legada , en

cua lqu ier forma que v in ie se .

E l l ugar e s taba os curo , a pesar d e las gu ir

nal das d e l u ces , tend idas en la arboleda . Pºdía

ver ante s de que lo vi eran .

De haber s ido hombre d e ingen io , se habría

d i sfrazado , para tra tar s u a sun to con Mat i lde ,pero es taba seguro d e que con la primera palabra

se dela tar i a , y le repugnaba e l r idí cu lo .

D i scurrí a por entre las a l ta s palmera s som

bri a s , esp iando la entrada , cuando oyó el nombre

de el la a l pasar j unto a un grupº de muchachos

ves t ido s d e et ique ta .

Se aproximó , con la carne e s tremec ida d e do »

l or,y reconoc ió en uno d e el l o s a Herácl i to Ca

bra l , aque l am igo y comensa l de Mario B ur

gueño .

No pudo oír lo que decian mas le quedó la

sensac ión d e que el nombre d e el l a rodaba por

los oídºs ind i ferentes . Huyó de las conversaciº

nes y se s en tó en un banco , en tre un macizo d e

horten s ias fl orec ida s .

La voz d e Fra ser lo sacó d e s u ab s tracc ión.

L l egaba d el brazo con B istol fi . Se le s acercó ins

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268 H UGO WAST

—¡ Cuernos de bú falo ! re fun fuñó Fraser ,

d ej andolo i rse, y cog iend o del brazo a L ink .

¿ Conque se v ino u s ted , a pesar d e todo ?—E l l a m e l o p id ió . murmuró como una

excu sa el j oven .

—¿ Y le d ij o con qué di s fraz vendria ?

—Ves t ida d e musu lmana , con charchaff.

Fraser sonr ió compas ivamen te .

Qué t iempo neces i ta u s ted para el im inar ese

veneno ?—¿Veneno ? rep i t ió L i nk s in comprender .

No s i en te que es así , pobre amigo mío ? E l

amor e s como la morfi na , como el a l cohol . Si e l l a

v in ies e ahora m i smo , cuando u s ted ya no cree en

e l l a .

Al dec ir e s ta s pa labras, Fra ser m iró a Link , y

volvió a sºnreí r con p iedad .

Us ted no dej ará d e creer nunca en el l a !

exc l amó con desesperac ión . ¡ Qué veneno le ha

hecho beber !

D ieron uno s cuan tos paso s por el jard ín , que

empezaba a pob larse . L ink no tenía ganas d e ha

b lar, mas le conso laba l a compañía d e aque l hom

bre ,con qu ien hab ía camb iado su s confi denc ia s .

Mire qu iénes l legan por al l á ! excl amó d e

repente Fra ser .

En tre la s o la s d e gen te s que de scendían d e un

tren,L ink v ió a m i s ia Presentac ión pegad ita a su

marido , an imado el ros tro por una ancha sonri sa .

E l,en camb io

,avanzaba a pas i to s cortos , muy

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LOS OJOS VENDADOS 269

serio,preocupado todavía con las conc lu s iones de

un laborioso in forme que esa tarde el evara a la

In tendencia Muni c ipal , acerca del c inematógrafo

como fac tor d e moral idad púb l ic a .

Fraser, que tenía cu riosidad d e sabe r baj o qué

d i s fraz reconocería a Mat i lde , se l e s acercó .

—Venga , L ink ; vamos a ped ir no t i cia s a e so s

t ipo s .

Pero L ink no d ió un paso . Ya no cºnocía a los

que le habían cerrado su corazón y su puerta .

Parec ía le que su re sent im ien to al canzaba tam

b ién a Laura , porque no lo había defend ido en

su ausenc ia .

Dej ó a : Fraser que se adelan tara y se quedó

vuel to hac ia la ca l l e,s in t iendo que su angus t i a

crecía con la espera .

Una muj er ves t ida como Beatr i z , en su primer

encuentro con e l Dante , en e l cuadro c lá s i co de

Holiday,atraj o sus miradas .

E l an t i faz l e cubría la cara has ta e l mentón .

Es taba so la y parecía bu scar a a lgu ien .

—Yo espero a una musulmana , se d ij o con

amarga sonr i sa L ink , al notar que aquel l a B ea

tr iz l o m iraba , y se d irigía hacia é l .

Nº me has v i s to l l egar ? l e pregun tó el la

con la voz a l terada . ¿ No sabes qu ién soy ?

L ink reconoc ió a Laura , y su resen t im ien to se

trocó en grat i tud .

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270 HUGO wa sr

—¡ No me nºmbre ! le d i j º el l a con ternura .

L a l l amaré B eatri z .

¿Y ahora expl íqueme por qué no

ha i do a casa ?—Ya nada tengo que hacer en su casa .

Tal respues ta dada con despego y dol or , pare

ció o fender a la j oven . Se apartó un poco de aquel

hombre tr i s te , que no tení a pensam iento s para

el l a,y excl amó

—¡ Al l í están sus librºs , esperand o que vaya a

buscarlos !—¿ En tonces no recuerda cómo me acog10 su

mamá ? ¿Quiere que tenga alma para ir despué s

d e e so ?

Y el l a en el mismo tono le repl i có

En ton ces pensaba a lej arse d e ca sa s i n d es

pedi rs e d e ¿ ni d e m i ?

—¡ Habrí a hecho mal , e s c ier to ! confesó é l .

Pero no se res ienta conmigo . H a caído un rayo

j unto a mi, y estoy aturdido y Deme su

mano , Laura , y gu ieme . ¿Qué debo hacer ?

E l l a ced ió a la t entación d e consol ar aque l l a

desol ada res ignac ión , y le d ió l a mano , y lo al ej ó

de l sendero , donde se cru zaban todo s lo s que

en traban o sal ían .

¡ Venga por aqu í ! ¿ La bu sca , no es verdad ?

Si ; e l l a me p id ió que v in iese .

¡ Le p id ió que v in ies e ! rep i t ió Laura .

¿Y no le anunc ió su d i sfraz ?—Me d ij o que se ves ti rí a de musulmana .

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HUGO WAST

—S í ; sol a en medio d e la mul t i tud . Parece ex

traño , pero es as í . U s ted es tá más cerca d e el l a

que yo . ¡ Hab l el a !

No querrá oí rm e !—No le hab l e d e amor. Sea como un am igo 0 co

mo un hermano . ¡ Us ted , L ink , puede sa lvarl a !

Laura arras traba a L ink por entre la s gen tes

sorprend idas .

—Tiene que haber venido ya . Ha camb iado con

Mariana su d i s fraz . La B istolfi vendrá d e musul

mana,y Mat i l de d e uni forme d e l a Cru z Roj a .

¡ Al l á es tá !

E l corazón de Link se cont raj o dolonosame—nte .

—Abandónem e ; y pase por su l ado . E l l a m i s

ma 10 l l amará .

Laura soltó el brazo de Link aceptó el de

o tro homb re que se l e aproximo creyendo cono

cerla y desapareció entre el gen t ío .

Link baj ó la esca l inata,lo s oj os fi j o s en l a sua

v e y armon iosa figuri ta b lanca , que huía ante él ,s in haberlo v i s to

,en compañía d e una su l tana y

d e un hombre con dom inó .

Adónde i rá ? Pensaba . ¿Qu ienes son

eso s ?

S i gu iéndola,vol vió a l l ugar donde pasó una

hora e sp iando la en trada .

La su l tana y e l dominó se apartaron d e el l a y

Link se l e acercó temblando .

Carlo s,Carlo s ! le g ri tó e l l a , d is imulando

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LOS OJOS VENDADOS 273

la v oz . Hay una h i j a de Mahoma que te bu scaL ink se le aproximó , dom ínándose para tener

aplomo y sacar part ido del cambio de di s fraz .

—YO soy cr i s t iano , conte s tó ofrec iéndole el

brazo . Te preñero a t i .—S i sup iera s qu ién es la musu lmana , la prefe

r iri a s a el la .

—La he v i s to pasar con un dom inó .

l o s que se vayan !

Tamb ién yo tengo que i rme,

con te s tó

el l a , vi s ib l emen te nerv io sa .

Link la retuvo de la mano

¡ Oyeme, Cruz Roj a ! ¿ Cómo te l lamas ?

—Como me has dicho : Cruz Roj a .

¿De dónde me conoce s ?

—¿Quién no te conºce, Carlo s ? Déj ame , tengo

que i rme .

—E s toy so lo ; no te vaya s . ¡ Hace tre s d ía s que

es toy solo .

—Tengo que i rme , rep i t io el l a,deten i endo

se, s in embargo , y m irando a L ink .

—Yº conoz co eso s oj o s,

le d ij º é l con pa

s ion .

¡ Mentira ! ¡ es la p rimera vez que nos vemos !

¡ l o s habrá s soñadº !—Esa es la verdad : l o s he soñado . He v i v ido

soñando un año en tero , pero hace tre s día s que

he desper tadº .

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H UGO 'WAST

—Tienes la cara tri s te ; seña l de que no hasganado en el camb io .

—Pero tengo el corazón al egre . L a verdad en

tristece l a cara , pero al egra el corazón .

—Prefiero l a ment ira , respond ió el l a resuel

tamen te En una noche d e carnaval no hace

buena fi gura tu verdad .

¿Qué es tá s d i c iendo , Cruz Roj a ? S i te saca

ras el ant i faz podr ia d esm entirte . Tampoco tu

cara es tá más al egre que l a m ía . Seña l d e quetamb ién ha s despertado d e un sueño .

—No m e v es l a cara .

—T e v eo l o s ojºs .

—Qu izás tengas razón . Yo tamb ién hace tre s

día s que e s toy sol a , como tú .

—Cuéntame qué te pasa .

—¿ Renunc ia s a tu mu su lmana ?

—Sí tú , Cruz Roj a , renuncia s a tu ¿ d e qué

se ha d i s frazado el hombre que bu scabas ?

—De murc ié l ago .

No ha ven ido aún ; he recorrido todos l os s i

t io s donde hay máscara s , y sé que no ha ven ido .

¡ No le i n teresa s ! Cuén tame por qué e s tá s sol a ,desde hace tre s d ías—Porque he perd ido a mi

Ah ! ¿Tenía s un hermano ? Haces b ien en

creerte sol a , s i l o perd i s te , porque e s la pérd ida

que no se repone nunca . S i p ierdes un am igo , 0

un novio,o un marido , o un hij o , podrá s tener

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H UGO'

Wx s 'f

—Y ahora no qu ie res dej arme ir—E s que l o he hal l ado y no quiero perder lo d e

nuevo . ¡ Tengo miedo d e mi so ledad !—No es tarás so l a . Dentro d e alguno s m inu tos ,vendrá tu Murciélago a buscarte

,y te irás con

e l—Sí , porque es mi destino

¡ Pobrecita Cru z Roj a ! ¿ Sabes que has mo

j ado el anti faz con tus lágrimas ? O lvidate dehombre que te hace l lorar .

¡ Impos ib l e !—¿Es un fl i r t ?

E s más !

E s un nov io ?

E s más !

E s un amante ?

—¡ S í !

E l, que lo hab ía ad iv inado ya , y creyó que po

c.1a exponerse a l dºlor d e saberlo d e su s prop io s

l ab io s,no lºgró apagar e l rel ámpago d e od io que

se encend ió en su m irada . Maqu ina lmente se vol

v ió a uno y o tro l ado bus cando al Murc ié lago , y

e l l a comprend ió que L ink la hab ia conºc ido , y

tem ió pºr Mario Burgueño .

Se qu i tó e l húmedo ant i faz y le d ij o

—Carlos , j úreme que no tendré que arrepen tirme de haberl e confiado m i secre to .

E l se echó a rei r,con una risa desolada que

hacía dañº oí r.

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LOS OJOS VENDADOS 277

—YO sºy su hermano, Mati ld e ¿ no me ha bau

rizado u s ted a sí ? Yo haré lo que haga e l ºtro

hermano suyº . ¿Acaso Pul garc i to p ien sa en v en

garla ?

Mati lde se iruborízr'

: in ten samente

No me prive d e su dolor ! d i j º. ¡ Me sent íría tan abandonada si a lgu ien no sufr i era con

migo ! ¿Quién me comprender ía , entonce s ?

L ink volvió a re í r cºin la misma crueld ad .

—¡ Qué s ingu lares son las muj er es ! ¡ Se quej and e hal l ar l o que han bu scado !

—Piense d e m i lo que qu iera repu so el la

cºn al t ivez . Me mor iría an te s l e quejarme , de

lo que nad ie más qu e yo t iene la culpa

M e arroj a d e su lado exc lamó L ink s i nescucharla y no quiere que yo la borre de mi

corazón !

E l l a ofend ida,dej ó d e mirarl o v guardó s i len

c io . En el salón sen tíase el ruid itn seco de la ba

tu ta d el d irec tor de orques ta que l l amaba a l o s

mús i co s,golpeando e l a tri l .

L ink tuvo m iedo de hab er d i cho una pal abra

irreparabl e , y murmuró suavemente

Mat i lde !

La muchacha se v olv 10 apenada , alzó la f rente

para que é l la mirase b ien , como s i no deb i era

verla más,y le dij o poniéndose el anti faz

—S i u s ted que me ha queridº tan to , no me

comprende , ¿ quién m e comprende rá ?

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278 HUGO WAST

—¡ In sondab le , ins ºnd ab le ! exclamó Link

cºn vehemencia . ¡ I nacce s ib l e como un enig

ma ! La he querido s in conocerla, sm adivinarla .

Mati lde con tes tó can hum i ldad—¡ Yo misma no me conocía !

La orquesta ini c ió un shimmy desen frenado .

L a concu rren c ia ond º1'ó como un mar y el reflu

jo hacia los salones dej ó desiert o el j ardín . Link

Matil de quedaron solo s .

La figura b l anca d e e l l a se des t acaba en la no

che, baj o las l u ces d e co lor .

De pronto, cºmo una apari cion,surgio d e en

tre las sombras un murciélago gigantesco,y pasó

,un to a L ink , que s in t ió el vi en to d e su s negra s

a l a s .

Cru z Roj a ! ¡ es te shimmy e s m io !

Su voz fué un cor juro para la muchacha , que

acudió a su l lamado , y se alej ó al compás de l a

mús i ca y envuel ta en l a s a la s membranosa s .

Carlo s L ink no h iz o n i un ges to d e protes ta .

Se sen tó en el banco . y cl avó en t i erra la torva

m irada , como s i m ad i irase un mal de s ign io .

Fra ser ob servaba l a es cena desde a lguna di stanc ia

,y hab ía reconoc ido a l Mur cié lago .

Se afl ig ió por é l , y se acercó a l ink , que no

l o s int ió l l egar,ab sorto como es taba en la med i

ta c ión d e s u derro ta .

Aturd ido por el golpe , su dolor se d isolv í a en

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280 HUGO WAST

formaba la b lanca f ig ur i ta d e l a Cruz Roj a,con

.a s in ies tra y desme s urada s i lu eta d el Murc ié

l ago .

Y v ol—Vio a caer sob re el banco, pál ido y venci

do,pero protes tando contra las m ezqu ina s pal a

bra s d e Fra ser .

B uenos Aires ; Junio—Octubre d e'

192 1

El segund o episod io d e es ta

nov ela,

se titula“El

Vengad or”

I

en la mzsma li

brería .

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Rl Venga d or

(70 .

º mi l lar)

El éxi to de este l ibro ha s ido enorme .

Actúan en el l a los personajes d e EL AMOR

VENCIDO ,es una novela complet a en si misma ,

y tan fuertemente conceb ida, que susc i t a d esde

el primer cap í tu lo una ard ien te curiosidad .

¿Qm en es el Vengador? ¿Omen cas tiga la culpadel que ha pecado contra la l ey fundamental de lavida , que es

_el amor a los hijos ?

Dos cual idade s han marcado la original idad d eHugo W ast , en la novel a americana : el pensam iento fundamental que se descubre s iempre en sus l ibros

,y el in t erés poderoso d e sus argumentos .

Agréguese e l méri to d e ese est i lo d iáfano,sin

rebuscam iento,verdadero est i lo de novel is t a que

ha hecho escuela,pero que perm anecerá inim ita

b le , y se tendrá la razón d el éx i to d e este escri t or“ argen t ino por su eleganc i a y su finura

,español

por su sent ido d e la raza y d e la lengua ; un iversal por su genio creador” ; según el j u i c i o de l grannovel ist a Ricardo León .

-I

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La Corbata Ce leste

30º millar )

Es una novel a histórica,d e puj ant e interés . Su

acción se desenvuelve en l a época d e Rozas . Doshombres aman la misma muj er , d on Bal tasar B alb astro y su hij o J osé Antonio . Pero ést e , que haad iv inado el amor d e su p adre haci a la gentilisima

Leonor,cal l a y sufre .

Ningún ot ro l ibro ha evocado con t an c lara v isiónaque l Buenos Ai res d el añ o 49 ,

d e t rágica memoria ,

con sus tertul ias y su s amor íos , sus alegr ías ysus angust ias

,y dom inando el fondo d el cuadro , la

s in iest ra figura del t irano Rozas .

Fuente S e l lada(67 .

º millar)

Un sent ido psicol ógico profundo orien t a la t rama

d e este l ib ro , ob j eto d e d iscus ión cuando sal ió .

Algunos d e sus personajes , modest as y encan t adoras figuras prov inc ianas , quedarán como creac i onesv igorosas ; otros , inqu ie t an tes y mórb idos , aparecenl lenos d e pasión ,

como arrebat ados por una fuerza desconocida .

El es t i lo,en este l ibro , es más su t il y más l imp io

que en n inguno d e los ot ros ; y la t rama d e su argumento es cerrada y fuert e , y l lena d el indiscut ible interés que hay en toda l a ob ra novelesca de su autor .

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Va l le N eg ro

m il l ar)

E l gran critioo español don Miguel de Unamuno ,ha esc rito acerca »de este l iibnoi un ju icio ,

d el que

—c0p i-amos este párrafo :

H e leído Valle N egro con el ánimo suspenso, y

volv eré a leerlo», porque el in terés que me despertó

es el d e un dramático j uego ¡de pasiones .

“Esa nov ela puede leerse en cualquier pais

,y

pod rá leerse en cua lquier tiempo, cuando se siga

leyendo “Carmen” y Colomba” de Merimee . Su

prec i sión , su cond ensac ión , la l ibrarán d e modas

d el gusto .

Correspondiendo a esta manera d e senti r y de

entender la novela , es el estilo adec uado. Limpio,

claro,preciso

,s in contorsiones meta fóri cas

,sin re

toroimdentos esti l ísticos . a que ahora hay alguien

tan afic ionad o”.

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La Casa de los Cuervos

(90º millar)

Adaptad o al teatro . Ad aptad o al cinenmtógrafo

La acc ión d e esta novela,se desenvuelve en pro

v inoias . Deseribese en ella la época azarºsa d e las

revoluciones , hacia el año 1877.

El revolucionario Insúa,mata al j e fe de las tro

pas d el gob ie rno , Jarque, y a su sec reta rio Borj a .

Herido a su v ez,huye a caballo y logra escapar.

LO aoogen muribundo en una estancia ” . Es la

casa d e doña Carmen de Borj a, donde v ive con

su hij a la viud a de Jarque . Aquel la recibe a la

vez la not ic ia de que su hij o y su yerno han muer

to en la revolución y ad iv ina qui én los mató, pero

guarda su terr ible secreto,para no infundir e l odio

en el corazón d e la j oven .

Ellas ocultan al herido y lo sal van . y un id il io

misteri oso,al principio, nace en t re el revºluciona

rio y aquell a j oven abnegada . Un d ía él sabe que

el la es la v iuda y hermana de sus víct imas , v resuel

v e a-lejarse. Pero el la,ignorando el secreto

,qu iere

retenenlo

Llena de exno£eión y de magn i fi cas pinturas de

ambiente, esta novela ha l legado a ser c lásica en la

Argent ina .

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i a

Fl o r d e Du ra z n o

mil lar)

Adaptada al teatro. Adaptada al cinematógrafo

Flor de Durazno marca una época en la

l i teratura argent ina , señalando el momen to en quelos l ibros nac ionales dej aron de ser lectura deunos pocos elegidos , y alcanzaron los grandes t irajes , que const i tuyen la defin i t iva consagraciónpopular .

Nada más universal y conmovedor que el doloroso idil io d e R ina , la inmortal protagonist a d e“Flor de Durazno" .

El lector subyugado por, el es t ilo senci llo y porla profunda te rnura d el roman ce , se sien te v i vir enel prodigioso marco de las s ierras cordobes as .

Esta novela es de las que se leen una y otrav ez

, y de las que se terminan con el corazó n

templado en buenos propósi tos y los oj os l lenosde lágrimas .

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i a ú - n _ n - n u n n n u u n n n

Nov ia de Vacac ionesm il lar)

L as razones d el éx ito d e esta novela , m an tenid o a tra

v és d e los añ ºs , sºn su emoción sana , su gracia pura y"tem a .

Una muchacha , que vive en el campo ,en la ed ad en

que el cºrazón d espierta ,en una s vaca ciones se v e fes te

jad a por un joven . El la s e enamora pro fund amente , y él ,vuelto a la ciud ad ,

la olvid a . l o que para él fué un ama

b le episod io ,ha a tad o para siempre el pensamiento y el

corazón d e el la . Pasan los añ os . U n d ía él encuen tra en

los sa lones, triunfante , a su hum ild e novia d e vacaciones .

Ad ivina qu e no lo ha olvid ad o , y se l e acerca , reconquis

tad o y ans iºso d e ganar d e nuevo la con fianza .

Pero el la no cree en él .

A LEGRE

(25 .

º m illar)

Es la primera novela escrita por H ugo W ast . Se han

hecho d e el la numerosas ed i ciones , a lguna s ad aptad as para

el público infantil , que gusta d e su inim itable sencillez .

H istoria d e'

un n iñ o que pasa por aventuras ex traord i

narias en tierras lejanas ; pai sajes y t ipos en trevistos como

en sueñ o ; relato ingenuo y purº hechº en un estilo fácily s in pretensiºnes , ta l es la obra .

Sin trascend em ia , sin filoso fía , sin tesis,

embelesa a l

públ ico a qui en fué d estinad o , que busca en los l ibros el

so laz d e un romance tierno , y no la agitación d e un librofilosó fico .

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