Huelva, Tartessos y el Tarshish Bíblico v 2008-1

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1 Huelva, Tartessos y el Tarshish Bíblico (Figura 1) Aurelio Montaño Junio de 2008 Resumen En este ensayo se describe de forma breve el patrimonio, conocido hasta la fecha, que la Antigüedad dejó en la ciudad de Huelva, la actitud de sus ciudadanos y poderes públicos ante esa realidad a lo largo del tiempo y se centra en la investigación e interpretación de recientes hallazgos de materiales de gran interés arqueológico, datados hacia los primeros siglos del primer milenio antes de nuestra Era que un grupo de profesionales locales independientes ha venido realizando de manera discreta en los últimos años sin ayuda oficial alguna. Abstract This essay outlines the conditions surrounding the heritage left in the City of Huelva by Ancient cultures and the attitude of its citizens and public institutions, with the passing of time, focussing on the research and interpretation of recent archaeological findings, dated to the initial centuries of the first millennium B.C., whereon a group of independent local professionals has been working discreetly over the last several years. Palabras clave / Key words Argantonio, Arganthonios, Avieno, Avienus, Awnaba Saltish, Coleo de Samos, Cotila, comastas, Erytheia, Estesícoro, Estrabón, Euritión, Fenicia, fenicios, fool’s gold, Gerión, Habis, Herodotus, Hesperides, Hiram I, Huelva, Isla Eriteia, Jacobo del Barco, koiné, Kolaios of Samos, Madina Uilba, Medina Welba, Onoba Aestuaria, Onuba, ore bis gemino, Phoenicia, Rufus Festus Avienus, Salomón, Saltés, Solomon, Schulten, Scymnus, Sidon, Tardogeométrico, Tarsis, Tarshish, Tarteso, Tartessos, Tarthessos, Tiro, Troya de Occidente, Troy d’Occident, Troy of the West, Tyre.

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Huelva, Tartessos y el Tarshish Bíblico

(Figura 1)

Aurelio Montaño Junio de 2008

Resumen

En este ensayo se describe de forma breve el patrimonio, conocido hasta la fecha, que

la Antigüedad dejó en la ciudad de Huelva, la actitud de sus ciudadanos y poderes

públicos ante esa realidad a lo largo del tiempo y se centra en la investigación e

interpretación de recientes hallazgos de materiales de gran interés arqueológico, datados

hacia los primeros siglos del primer milenio antes de nuestra Era que un grupo de

profesionales locales independientes ha venido realizando de manera discreta en los

últimos años sin ayuda oficial alguna.

Abstract

This essay outlines the conditions surrounding the heritage left in the City of Huelva by

Ancient cultures and the attitude of its citizens and public institutions, with the passing

of time, focussing on the research and interpretation of recent archaeological findings,

dated to the initial centuries of the first millennium B.C., whereon a group of

independent local professionals has been working discreetly over the last several years.

Palabras clave / Key words

Argantonio, Arganthonios, Avieno, Avienus, Awnaba Saltish, Coleo de Samos, Cotila, comastas, Erytheia, Estesícoro, Estrabón, Euritión, Fenicia, fenicios, fool’s gold, Gerión, Habis, Herodotus, Hesperides, Hiram I, Huelva, Isla Eriteia, Jacobo del Barco, koiné, Kolaios of Samos, Madina Uilba, Medina Welba, Onoba Aestuaria, Onuba, ore bis gemino, Phoenicia, Rufus Festus Avienus, Salomón, Saltés, Solomon, Schulten, Scymnus, Sidon, Tardogeométrico, Tarsis, Tarshish, Tarteso, Tartessos, Tarthessos, Tiro, Troya de Occidente, Troy d’Occident, Troy of the West, Tyre.

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Introducción

¿Encierra Huelva el misterio de Tartessos?

El presente ensayo es consecuencia de algunas reflexiones que nos hemos planteado

sobre esta incógnita, largamente discutida por los expertos, tras el estudio y

catalogación de los interesantes hallazgos arqueológicos que han venido apareciendo en

el centro de la ciudad de Huelva en los últimos años y que sometidos a un laborioso

trabajo científico de investigación, ha contado con la colaboración desinteresada de

diversos especialistas multidisciplinares. Dada la idiosincrasia de la región y sus gentes,

esta labor ha dado lugar a una serie de circunstancias y anécdotas que bien merecerían

una narración aparte y que dejaremos para otra ocasión.

Al hilo de estos hallazgos, ofrecemos algunos apuntes y consideraciones sobre un

periodo de la Historia de la Antigüedad que encuentra eco en remotas fuentes, conecta

con diferentes culturas, se relaciona con algunos capítulos de la Biblia y evoca ciertos

episodios de la mitología. Pero, antes, quería compartir con el lector algunos

comentarios que evidencian la desidia con la que los onubenses solemos tratar las cosas

de nuestra patria chica, fenómeno que como veremos viene de antaño.

¿Hasta qué punto el sentimiento de pertenecer a una determinada tierra no se debe al

orgullo de su monumentalidad, la belleza de su arquitectura, la armonía de su

urbanismo, al papel que el pueblo y sus hombres desempeñaron a lo largo de la Historia

o a esa tradición del amor hacia su pueblo que cada generación recibe de sus mayores?

Salvo honrosas excepciones, ¿no nos sentimos los onubenses algo huérfanos de todo

esto?

En cuantas ocasiones he podido aprovechar para pulsar el nivel de conocimiento de

nuestros conciudadanos de diversa extracción, he podido constatar un aceptable nivel

cuando se trata de identificar monumentos, hechos o personajes de la historia de otras

ciudades. Sin embargo, cuando se trata de Huelva las citas más comunes se suelen

limitar a la gesta del Descubrimiento con su exigua representación en la Rábida y la

Punta del Sebo, a nuestro premio Nobel, Juan Ramón, al pintor Vázquez Díaz, y quizás

algún torero, que, con no ser poco, tan solo constituyen la punta del iceberg que oculta

el basto legado cultural de Huelva desde nuestros días hasta la remota Antigüedad.

A pocos les suena Alonso Barba, científico que en el siglo XVII nos dejó un magnífico

tratado sobre metalurgia, o Jacobo del Barco, famoso filósofo y escritor del siglo XVIII

que redujo y demostró la correspondencia de Huelva con la antigua Onuba romana y

describió magistralmente el Terremoto de Lisboa, la catástrofe que asoló nuestra región

en la mitad del siglo XVIII. Si pasamos a la época medieval, casi nadie ha reparado en

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que el poeta inglés Chaucer menciona vinos de nuestra provincia en sus Cuentos de

Canterbury, o que existió una batalla naval de Saltés librada en el siglo XIV frente a la

isla homónima, ganada por la marina castellana frente a la portuguesa. Y, si se evoca el

nombre de Abú Ubayd Al Bakri, raramente se reconoce a un onubense del taifa

Awnaba-Saltish del siglo XI, que fue un afamado geógrafo.

Lo de Tartessos y Argantonio suena, sí, casi como un estribillo rememorativo de algo

que hubo aquí en la Prehistoria, sin tener muy claro en qué contexto o periodo se sitúa

ni la relevancia que tuvo para Europa.

Esto es así, a pesar de la labor llevada a cabo por algunas instituciones y particulares

que, si bien alcanza a los iniciados, académicos y especialistas, no llega al público en

general porque no se ha implantado una estructura de información continuada que

permita divulgar adecuadamente todas estas cuestiones, para hacerlas asequibles al

pueblo llano.

Es fácil comprender que al gran público le resulte arduo imaginar lo que pudo haber en

el pasado cuando los restos tangibles han desaparecido; pero, no es menos cierto que la

falta del estímulo de una labor divulgativa, por aquellos a quienes compete, no facilita

esta labor. Salvo el Muelle de las Carabelas de Palos de la Frontera, en época

vacacional, rara es la ocasión en que al visitar algunas de las escasas exposiciones

permanentes de Huelva, como la casa museo de Juan Ramón Jiménez en Moguer, La

Calatilla, en la isla de Bacuta, o el propio Museo de la ciudad, nos encontramos a

algunos visitantes, generalmente escolares o forasteros.

Al evocar el desconocimiento de las cosas de Huelva, a menudo nos viene a la mente la

arrogancia con la que a finales del siglo XIX se descartaba, desde el extranjero, la

autenticidad de las Cuevas de Altamira. ¿Cómo iba a estar en España “la Capilla Sixtina

del arte rupestre”? Pues, algo similar parece ocurrir con Huelva, ¿Cómo iba a estar en

Huelva un emporio orientalizante, Tartessos, cuando a ello optan, aunque con menos

motivos y evidencia material, otros lugares de mayor enjundia?

No es fácil que las instituciones se presten a patrocinar proyectos científicos de calado,

a promover o autorizar iniciativas independientes de calidad. Todo parece estar sujeto al

corsé de lo políticamente permisible o al empeño de que Huelva no destaque más allá de

lo conveniente.

Parece que algunos solo se acuerdan de Huelva cuando se trata de ubicar aquí el

vertedero de los desechos industriales que otros rechazan. En el terreno de los agravios

comparativos Huelva tiene pendiente una larga lista.

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A veces nos parece excesiva o ridícula la vanidad con que los habitantes de otras

ciudades se jactan de su esplendor, pero ¿acaso no intentan con ello defender lo que es

suyo? ¿Por qué, como en otros sitios, no existe aquí amplia conciencia ciudadana ni

llaman la atención los aspectos relativos a la historia y la cultura, con mayúsculas, de la

tierra?

Intentando buscar respuestas, me he topado con algunas citas interesantes. Una de ellas,

de José Luís Gozálvez en su libro El Castillo de San Pedro (Huelva) Función Urbana y

Social, entre otras cosas, dice:

…El presupuesto sociológico del que partimos, ampliamente constatado, es el

desarraigo de la sociedad onubense con su historia, con su entorno.

La ciudad ha tenido, tres decisivas transformaciones: la crisis general de 1648-52; el

impacto de las inversiones extranjeras en la minería del último tercio del XIX; y las

repercusiones […] del Polo Industrial Químico desde 1964.

En las tres ocasiones, hombres procedentes de otros muchos lugares han superado en

número a los nacidos en Huelva. Así, la mayor parte de la población nunca llegó a

identificarse con su nuevo destino, ignorando su pasado y mostrando enormes

dificultades para asumir metas colectivas de presente y de futuro con su ciudad.”

[Esta situación se agrava con]…la casi inexistencia de restos históricos representativos

–de la que son responsables la escasa monumentalidad tradicional de Huelva (no

olvidemos el daño del terremoto y tsunami de Lisboa de 1755) y una política

sistemática de piqueta indiscriminada [en vez de iniciativas] que dieran personalidad y

continuidad histórica a la ciudad; y la escasez de una tradición historiográfica que

rescatase […] la conciencia de los onubenses por su historia.

El justificado reproche de Gozálvez no es nada nuevo, pues, aparte de las reiteradas

llamadas de otros expertos, ya en 1926, el profesor Anselmo Arenas López, que no era

de Huelva sino de Molina de Aragón, en su singular obra El Verdadero Tarteso hace

una magistral interpretación de Avieno y, aunque molesto y dolido en su amor propio,

por los privilegios que se brindaba en España a todo lo extranjero, se propasa un poco

corrigiendo a Schulten y a otros reputados personajes de la época, dice así:

…Y la verdad es que Huelva no merece semejante olvido, habiendo sido la primera

región que, en la nebulosidad de los tiempos, aparece sirviendo de guía a la nación

española y quizás a la Europa entera, históricamente hablando.

Pero ninguno de sus hijos (de Huelva) que sepamos ha tenido abnegación bastante para

desenterrar sus glorias prehistóricas. Y sus autoridades locales y provinciales, todavía

menos.

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Este silencio debería de ruborizar a los onubenses porque, teniendo una prehistoria dada

a conocer hace medio siglo, en nuestro Museo Nacional de Madrid no habría una mala

vitrina que denuncie existir Huelva […] si no fuera por ciertas donaciones, nada de

Huelva habría en Madrid. Y, sin embargo, no cabe duda de que su región fue el primero

y más potente foco de la industria, el comercio y la civilización que existió en Europa

entera.

Luego, al final de su libro, refiriéndose a la Ora Maritima, de Rufo Festo Avieno,

historiador latino del siglo IV, continúa:

…Avieno ha terminado su descripción del Tarteso fotografiándolo casi. Su capital, se

llamara Herma, Tarteso, Hibera u Onuba, no admite más reducción racional que

la de Huelva, como opinaba Emil Hübner. A los onubenses toca, pues, demostrarlo

arqueológicamente estudiando con algún desprendimiento su prehistoria, haciendo

excavaciones, escrutando guaridas rupestres, analizando sus estaciones geológicas, sus

cerámicas, etc., materias viejas y estudios nuevos, a los que hasta hoy no han dado los

onubenses testimonio de ser aficionados. Si se dedican a ello pueden darnos muchas e

inesperadas sorpresas.

Frase, esta última, que resulta verdaderamente profética a juzgar por cuanto ha salido

luego a la luz. Termina el veterano profesor lamentándose de la falta de interés de las

instituciones locales de entonces (las mismas a las que antes me refería: ¿ha cambiado

algo o seguimos igual que hace casi un siglo?) por el fruto de su trabajo que ofreció de

manera gratuita. O quizás estamos peor, pues, en vez de actuar de manera constructiva

para reivindicar el valor de estos hallazgos, algunos se empecinan en discutir su validez,

especulando si están aquí por casualidad, si es que fueron arrojados desde naves…; es

decir, que esto ya era un vertedero para los antiguos. Comentarios que, como es natural,

han sido rebatidos brillantemente por otros especialistas convencidos de su

autenticidad.1 En fin, algo difícil de entender si entre los onubenses existiera más

armonía.

Volviendo a nuestros días, en el puro ámbito divulgativo internacional, es de destacar la

breve descripción de Huelva en la versión francesa de una guía de viajes 2, donde he

encontrado una cita que no tiene desperdicio, pues, abundando en la línea del profesor

Arenas, viene a resumir la opinión de que algún día podría certificarse lo que se esconde

en el subsuelo de Huelva, sin ningún género de dudas:

Situada sobre una península en la confluencia de los ríos Tinto y Odiel…, esta ciudad

debe su importancia a las minas de cobre de su retropaís. Un desarrollo urbano

desorganizado, un elevado índice de polución y una falta de personalidad ha sido el

1 La explicación puede leerse en el Addendum, Sobre la deposición primaria de los materiales de época emporitana-precolonial exhumados en Huelva, del artículo de González, Llompart y Serrano, Tarsis y la monarquía unificada de Israel, Revista Gerión, nº 26, 2008, (pp.78-81) 2 Guides Bleus, Editorial Hachette, Paris, 1987, (p.555)

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precio de su desarrollo…Huelva está identificada con la antigua Onuba, colonia

romana, posible factoría fenicia que junto a la isla de Saltés, el historiador Federico

Wattenberg identifica con Tartessos, la Troya de Occidente, fabulosa por su riqueza

minera, con frecuencia citada por los antiguos, especialmente Platón, uno de los

mayores enigmas de la arqueología española”

Otra muestra del reconocimiento internacional que Huelva merece es su presencia y

mención continua en certámenes y exposiciones profesionales como el que aquí

mostramos, celebrado en el Museo de Arte Cicládico en Atenas, Grecia, cuyo título,

referido al mundo antiguo, es más que sugerente: “Rutas Marítimas…de Sidón a

Huelva” (figura 2).

(Figura 2)

Como siempre, tienen que venir de afuera los que con un título sugestivo nos

sorprendan con su habilidad para llamar la atención, mientras nosotros seguimos en la

inopia. ¡Estos sí que son buenos haciendo marketing! Y, qué extraña sensación pensar

que, a pesar del silencio, vivimos en un lugar que en la Antigüedad fue frecuentado por

destacados pueblos. Pero no perdemos la esperanza de que algún día pueda mostrase al

mundo en todo su esplendor “la Troya de Occidente”.

Esto es algo que tenemos que conseguir entre todos, aunque hay que trabajarlo:

Si hay ejemplos de parques arqueológicos, centros de interpretación y museos

relevantes allí donde hay algo de importancia, cuando la gente o sus

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representantes se han preocupado ¿Por qué aquí nos tenemos que conformar con

lo que esforzados entusiastas logren arrancar del vaciado de un solar, casi a

escondidas, cuando tenemos tanto que mostrar?

¿Cómo es posible que en Huelva aún haya lugares señalados y seguros para

excavar, como los túmulos de Santa Marta y el Parque Moret y plazas que se

abren simplemente para cambiar lozas y que no se aproveche esa oportunidad

para hacer algo trascendente para la ciudad?

Una tierra que tanta devoción muestra por sus fiestas, cofradías, romerías,

festivales y folclore, (dicho sea con todo el respeto) ¿no podría dedicar una

pequeña parte de esa ilusión en el conocimiento y la recuperación de su

patrimonio histórico?

¿Es tan arduo crear una iniciativa civil e independiente, de estimular el

imaginario popular para que exija el derecho de presentar al mundo la riqueza de

su pasado?

No hace falta ser ningún especialista para intuir que, en los antiguos asentamientos de

Huelva, en las zonas altas del Conquero, La Joya y el Parque Moret, estarían las

necrópolis, en San Pedro la acrópolis, en la plaza de las Monjas el ágora y en la parte

baja, a orillas de la bahía del Odiel, las industrias y los depósitos. El tesoro está aquí

debajo, aquí mismo, solo falta mostrar y explicar lo que ya ha salido. ¿Qué otros

hallazgos sorprendentes no aparecerían si se decidiera y financiara un programa

minucioso de excavaciones? Nos consta que desde relevantes foros extranjeros se

muestra cada vez más interés por los hallazgos de Huelva, quizás el rescate tenga que

venir de nuevo de allende nuestras fronteras.

Tenemos una pequeña joya de Museo, dirigido por extraordinarios profesionales, pero

no es suficiente, como claman cuantos expertos nos visitan. Solo para mostrar

dignamente lo más relevante de lo que hasta ahora ha salido a la luz se necesita mucho

más espacio.

Los últimos hallazgos de Huelva están obligando a replantear muchos de los supuestos

que estaban asumidos en el mundo académico. La presentación que sigue, no pretende

tener carácter científico sino tan solo divulgativo. Si con ello conseguimos crear una

conciencia ciudadana de interés por su Historia o el germen de un movimiento en favor

de la recuperación y puesta en valor del patrimonio histórico de Huelva el objetivo de

este artículo se habrá cumplido con creces.

Vamos a hacer un ejercicio de penetrar en el túnel del tiempo, hasta llegar a los albores

del primer milenio a.C., para intentar imaginar, el protagonismo que estas tierras

tuvieron tanto en el origen del concepto de ciudad como en la génesis de los mitos que

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bien pudieron surgir a partir de las experiencias de navegantes levantinos que

alcanzaron este lugar que el Mundo Antiguo conocía como el “Lejano Occidente”, en

busca de los orígenes de nuestra cultura.

La Troya de Occidente

Con toda su riqueza y atractivos, a veces me pregunto por qué Huelva es uno de esos

lugares de los que solo oímos hablar como destino turístico. La ciudad de Huelva sigue

estando hoy entre las grandes relegadas de España. Por eso se entenderá que, como

onubense, quiera invitaros a contemplarla como el paraíso cercano que es, surcada por

cinco ríos, de clima bonancible, feraz agricultura, generosa pesca, dotada de una gran

riqueza minera explotada de forma intermitente a lo largo de los siglos y, tras los

últimos hallazgos que siguen saliendo a la luz cada vez que se excava algún solar,

sorpresa de arqueólogos y estudiosos de la Historia Antigua. Solo los poetas que lo

intuían le cantaron: “…lejana y rosa…” y “…a la orilla de las tres carabelas... porque,

a todo esto no es ajeno su lejano pasado. Como veremos, no es casual que aunque sea

desde fuera, algunos hayan llegado a bautizarla como “La Troya de Occidente”.

Huelva en la Antigüedad

Las denominaciones que tuvo Huelva a través de la historia fueron tan variadas como

las sucesivas culturas que allí dejaron su impronta. Su nombre actual se consolida tras la

reconquista como mutación de la toponimia medieval de Welbah o Madina Wilba como

expuso magistralmente el poeta Fermín Requena en su obra La Huelva de los Brakríes.

Nombre posiblemente derivado de los primitivos asentamientos de Olba y del reino de

Awnaba-Shaltis, como llamaron los musulmanes al taifa conjunto de la península de

Huelva y su isla aneja, Saltés. En época romana fue Onoba Aestuaria como había sido

llamada antes por los fenicios, Onuba u Onoba (transcripción que algunos lingüistas,

quizás de manera algo especulativa, derivan del fenicio Onos –fortaleza-- y Baal –rey o

dios -- epónimo de muchos reyes de Fenicia). Otra de las denominaciones menos

conocidas es la griega Herma, con una evidente alusión a Hermes, por el dios Mercurio,

clara indicación de su intensa actividad industrial y comercial.

Las excavaciones y hallazgos que vamos a describir sugieren que Huelva pudo ser el

primer núcleo humano que merece ser reconocido con la denominación de “ciudad” en

la Península Ibérica y quizás en toda la Europa occidental.

A pesar de la devastación de sus costas, el deterioro sufrido a lo largo del tiempo, la

destrucción de su patrimonio histórico-artístico a causa del terremoto llamado de Lisboa

de 1755 (cuyo epicentro se ha situado a unas 200 millas náuticas al WSW del Cabo San

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Vicente, de manera que las costas de Huelva fueron casi equidistantes, con Lisboa, del

origen de la tragedia) descrito por el historiador y filósofo onubense Jacobo del Barco y

las interminables crisis fronterizas que sufrió la provincia hasta bien entrado el siglo

XIX, la ciudad de Huelva posee un remoto y brillante pasado que solo muy tardíamente

su subsuelo estuarino --cubierto durante siglos por sucesivas deposiciones de aguas

arriba y oleadas de lodos arcillosos procedentes de la erosión de las colinas

circundantes, los cabezos, por su constitución eminentemente freática-- ha comenzado a

sacar a la luz.

Los fenicios

Para siquiera esbozar el arcano de esa extraordinaria cultura que, asentada en Huelva, se

extendió por toda la mitad meridional y significó el preludio de la civilización en la

Península Ibérica, hemos de remontarnos a las postrimerías del segundo milenio o a los

albores del primer milenio antes de Cristo, hacia el final de la Edad del Bronce. Por

aquel tiempo, varias culturas e imperios se habían desarrollado y rivalizaban en el

extremo oriental del Mediterráneo, allí donde la Historia circunscribe el desarrollo del

Mundo Antiguo.

En la época que nos interesa, los universos minoico y micénico ya habían desaparecido

y, cerca de donde hoy situamos El Líbano, la hegemonía de Sidón, que habría de

sucumbir bajo la presión de los asirios, daría lugar a la expansión de Tiro, solo algo más

al sur en la misma fachada mediterránea del creciente fértil, que tomó el relevo de la

gran tradición comercial, náutica, aventurera y colonial de los fenicios.

Hacia esa misma época, entre los siglos XI al X a. C., aunque sus orígenes son difíciles

de fijar, floreció en el suroeste de la Península Ibérica una civilización autóctona,

conocida por su influencia orientalizante, que luego, hacia el siglo VI a. C. se

desvanecería sin dejar rastro: Tarshish o Tartessos, cuyo testimonio escrito con esta

última denominación habría de llegarnos más tarde a través de los griegos.

Su existencia, en esta parte de la Península Ibérica se explicaría por la situación

estratégica de los asentamientos, el idóneo acceso marítimo que a la vez facilitaba su

defensa 3, la fertilidad de sus campos y, sobre todo, la cercanía de riquísimos

yacimientos de mineral en la parte onubense de la Faja Ibérica de Piritas– codiciada

materia prima en el mundo antiguo—entonces de fácil extracción, descubiertos en

etapas muy tempranas.

3 Hoy una península, pero, en la Antigüedad más cercana a una isla, como puede observarse en el mapa de 1735 que aparece como anexo en la monografía de Jacobo del Barco, op.cit. ver figura nº 11. Una península o una isla entre dos ríos y a varias millas del mar, suponía una ubicación defensiva ideal.

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Tarshish/Tarteso en la Biblia

Partiendo de la información transmitida por los fenicios, la Biblia recoge más de 30

menciones de Tarsis (Tarshish o Tharshish), casi siempre referidas a un lugar del lejano

Occidente y a la flota o naves que hasta allí navegaban citando, entre otros personajes

históricos, a los reyes Hiram I de Fenicia y Salomón de Israel. He aquí algunos

ejemplos:

Reyes 1, 10:22: “…El rey tenía en el mar una flota de naves como las de Tarsis con la flota (o

barcos) de Hiram; una vez cada tres años llegaba la flota de Tarsis cargada de oro, plata,

marfil y hápax “ (el término hapax, que puede ser cualquier cosa, 4se ha traducido, de manera

muy diversa, con dudas en las notas marginales, como pavos reales y/o monos, pero ¿podría

tratarse de otro producto exótico aún no identificado?). 5

Cantar de los Cantares, 5,14: “Sus manos son cilindros de oro engastados con piedras de

Tarsis”

Daniel, 10,6: “Su cuerpo era como el Tarsis…”

Ezequiel, 27,12: “Tarsis comerciaba contigo toda clase de bienes y pagaba tus mercancías con

plata, hierro, estaño y plomo…”

Isaías, 23, 6: “¡Pasad a Tarsis! ¡Ululad, habitantes de la costa!”

Jonás 1,3: “Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Yahvé a Tarsis y bajó a Jope

donde halló un navío que se dirigía a Tarsis. Pagado el pasaje…embarcó… para marchar … a

Tarsis, lejos de la presencia de Yahvé”.

Jeremías, 10, 9: “Tráese plata laminada de Tarsis y oro de Ufaz.”

Salmos 48, 8: “…como cuando el viento del Este quiebra los navíos de Tarsis”.

Salmos 72,10: “Los reyes de Tarsis y las islas ofrecerán tributos… “.

El Estuario de los ríos Tinto y el Odiel

Durante décadas, una mayoría de especialistas ha venido situando Tartessos en la zona

del estuario de los ríos Tinto y Odiel, en el suroeste de la Península Ibérica, si bien 4 Podemos ver algunas definiciones en http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=h%E1pax o en http://etimologias.dechile.net/?ha.pax 5 La duración de la travesía, tres años, mencionada en este pasaje bíblico puede parecer excesiva desde nuestra perspectiva de hoy, casi tres milenios después. Sin embargo, para comprender las dificultades de una singladura de tal calibre tendríamos que situarnos en el contexto de la tecnología naval de aquella época y de las condiciones meteorológicas a las que los barcos eran mucho más sensibles, obligando a limitar los viajes a las estaciones de clima y vientos favorables, así como a frecuentes recaladas para reaprovisionarse de cuanto era necesario para proseguir el viaje, sin perder de vista los accidentes geográficos de la costa para asegurar el rumbo. Los expertos en el estudio de la navegación en la Antigüedad sugieren que estas naves dependían de los llamados “vientos largos de popa” ya que carecían de la posibilidad de navegar con vientos contrarios o del través y que la velocidad media típica raramente superaba los 6 nudos. Quien desee conocer más a fondo esta cuestión puede encontrar referencias en la red, por ejemplo, en la WEB del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos de la Universidad Complutense, http://cefyp-es.blogspot.com/, donde existe una nutrida información sobre estos temas, parcialmente disponible online.

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algunos lo ubicaron también muy cerca, en la desembocadura del Guadalquivir que

entonces podría haber tenido el aspecto de un golfo que otros identifican con el que los

romanos llamaron Golfo Galáctico pues, por su cercanía, dada la dificultad de los

antiguos para emplazar con precisión los accidentes geográficos, pudo confundirse con

el Lago Ligustino o Ligústico. La propensión a situarlo en el estuario y bahía de los ríos

Tinto y Odiel se explica por el hecho de que, antes de la colmatación que conformó la

marisma actual, éste alcanzaba, por poniente, desde la entrada del estuario hasta

Aljaraque y Gibraleón y, por levante, más allá de Moguer y Lucena del Puerto, hasta

cerca de Niebla; una superficie hídrica considerable que de no estar rellena con los

materiales que se han ido depositando y la flora típica de los esteros, podría seguir

siendo un gran lago. Ambos se mencionan en la Ora Marítima de Rufo Festo Avieno,

geógrafo latino del siglo IV d.C., que se inspiró en los escritos y relatos de historiadores

y cronistas de épocas anteriores, cuya carencia de detalles precisos explicaría que la

confusión se mantuviera durante siglos. Veremos más adelante otras coincidencias

topográficas que refuerzan la identificación de Huelva con lo que describen las fuentes

antiguas.

(Figura 3)

En efecto, la reconstrucción paleocartográfica de las antiguas líneas de costa tiende a

confirmar la existencia de algo más parecido a un golfo que a un lago en la

desembocadura del Guadalquivir, mientras que la disposición de los accidentes

geográficos, cabos, promontorios, ríos, islas, esteros, marismas, bajos y flechas litorales

(spits) coinciden de manera bastante fiel con las descripciones que tanto Avieno como

muchos otros historiadores de la antigüedad hicieron de lo que en su día fue el actual

estuario de los ríos Tinto y Odiel, la Ría de Huelva, que, como decíamos en el párrafo

anterior, poseía una gran extensión antes de su actual colmatación (ver evolución

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geológica de la ría de Huelva en la figura 4, donde se observa el lento y gradual proceso

de colmatación del lago original).

Solo unos pocos se atrevieron a sugerir la alternativa de un Tartessos en el este del

Mediterráneo, o hasta cerca de la India, por la confusión a que pudo dar lugar la

traducción de una palabra ambigua, como más adelante comentaremos. En cualquier

caso, esta cuestión quedó finalmente zanjada por la ausencia de restos arqueológicos

que demostrasen la presencia fenicia en esas lejanas tierras de Asia. La identificación de

los ríos históricos ligados a la memoria de Tartessos ha sido fuente de gran polémica

entre los especialistas y, debido a la interpretación un tanto sui generis que Adolfo

Schulten hizo de Avieno en el primer tercio del siglo XX, algunos aún creen que el río

Tartessos era reducible al Guadalquivir (figura 3).

Schulten, prestigioso lingüista de la Universidad de Erlangen, Alemania, convertido

luego en arqueólogo, había adquirido renombre con la documentación de la excavación

de Numancia, inspirándose en los trabajos de Eduardo Saavedra, pero no tuvo el mismo

acierto en su traducción de los versos del mencionado autor latino, en cuya revisión

pecó, como él mismo llegó a reconocer más tarde, de excesiva creatividad al atreverse a

corregir y, por ende, a tergiversar la esencia del texto original del latino. A este respecto

creemos que sería de justicia reivindicar la precisión del trabajo que el profesor

Anselmo Arenas López realizó sobre este tema en 1926, hacia el final de su vida, que

por razones merecedoras de otro artículo no ha sido aun suficientemente reconocido.

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(Figura 4)

Verosimilitud de algunos Mitos

Permítasenos una ligera disquisición inspirada por la existencia de una fascinante

imagen y por los hechos que a continuación describiremos. Imaginemos por un

momento el desconcierto y hasta el espanto que debieron sentir los primeros marinos

levantinos ante la experiencia de las desconocidas condiciones climáticas del Atlántico,

de las mareas, vientos y otros fenómenos inexistentes en el Mediterráneo que en el

transcurso de tantos siglos había constituido su medio marítimo habitual.

Si, como se cree, la épica y los mitos griegos tuvieron raíces micénicas, como sugieren

testimonios tales como una decoración sobre estuco de gran belleza encontrada en el

palacio de Pilo en Mesenia, Peloponeso, (figura 5) y éstas, a su vez, se sustentan en

algunos relatos de las aventuras náuticas de exploradores pretéritos, las coincidencias de

singulares restos arqueológicos en ambos extremos del Mediterráneo y áreas aledañas

explicarían la existencia de contactos entre ambas regiones muy anteriores a lo que se

creía, al tiempo que inducirían a reconocer cierta verosimilitud en las descripciones de

algunos fenómenos, lugares y acontecimientos citados en la mitología.

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El lejano Occidente en la cosmografía mítica griega anterior al viaje de Coleo de Samos a Tarteso ¿realidad o fantasía?

(Figura 5)

Durante años se creyó que los fenicios habían ido extendiendo sus colonias por el

Mediterráneo gradualmente, como una de mancha de aceite sobre el agua. Sin embargo,

el cuidadoso análisis y catalogación de los actuales hallazgos de Huelva inducen a

descartar esa hipótesis señalando más bien singladuras de gran alcance, a enormes

distancias para la época, de un extremo a otro del Mediterráneo mediante largas

navegaciones puntuales en la etapa llamada precolonial. Hace casi un siglo que en un

dragado de la Ría de Huelva se encontraron centenares de armas y objetos datados hacia

los siglos IX-VIII a. C. (figura 6). Se atribuye a los tirios (navegantes de Tiro, Fenicia)

esta primigenia aventura descubridora del Occidente allende los confines de las

Columnas de Heracles.

(Figura 6)

Los griegos

Son los griegos quienes primero documentan un Tartessos ya en plena efervescencia,

tras decenios de existencia, refiriéndose claramente a 1), una ciudad-emporio y, 2), un

río homónimos. Recientes excavaciones han revelado un importante hábitat

protohistórico en el centro mismo de la ciudad de Huelva. Solo en dos solares contiguos

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que suman 2.150m2, cerca de la Plaza de las Monjas, han aparecido 90.000 (noventa

mil) fragmentos de los cuales han podido diagnosticarse 8.009 objetos, tanto de factura

autóctona como de tradición fenicia, incluyendo algunos griegos importados, en la

mayoría de los casos poniendo de manifiesto riquísimas muestras que solo explicaría la

existencia de un gran asentamiento estable y a unas élites que dispusieran del

correspondiente poder adquisitivo.. Hallazgos similares en otros solares de la ciudad

permiten estimar el antiguo hábitat en unas 20 Has. (figura 7) duplicando las

estimaciones de los expertos que intuían un gran foco tartésico en Huelva y que

constituye una extensión verdaderamente singular para su época en la Península Ibérica.

Cientos de toneladas de aluvión arcilloso procedente de los cabezos circundantes --que

los onubenses veíamos descender, en nuestra infancia, como dorados torrentes

desbordados por las inclinadas calles adoquinadas cegando las alcantarillas de la ciudad

hasta tiempos recientes-- ocultan bajo la ciudad nueva el enigmático secreto de este

emporio tartésico.

(Figura 7)

También en la figura 7, que muestra un plano parcial simplificado de la parte central de

la ciudad de Huelva, se superpone una zona rayada donde se sitúa el hábitat primitivo al

que antes aludíamos. Como nota curiosa cabe señalar la decisión de los primeros

pobladores de trasladar el emplazamiento de las antiguas necrópolis del punto A al B,

prueba evidente del crecimiento que debió experimentar la ciudad antigua.

Desconociendo el precedente, resulta al menos curioso señalar que igual ocurrencia

tuvieron los modernos habitantes que situaron su primera necrópolis a escasos cien

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metros del antiguo punto A y, a medida que la ciudad creció, decidieron trasladarlo muy

cerca del punto B, donde se ubica el actual camposanto.

Hagamos aquí un paréntesis para mostrar un ejemplo de la sutileza que supuso en el

mundo antiguo la irrupción de la cultura griega en el que se describen los sentidos tal

como lo ilustra una inscripción alfabética de Calcis, Eubea, sobre una cotila tardo-

geométrica rodia de circa 730 a.C., similar a algunas de las de Huelva, hallada en

Pitecusa.

Tacto: en el Symposium, el desinhibido griego acaricia delicadamente la copa de vino

decorada por alocados comastas.

Olfato: su apéndice nasal percibe el divino efluvio que emana de la copa.

Gusto: a continuación, acerca sus labios y se deleita con el elixir de los dioses.

Oído: apurada la copa, el espíritu se eleva al Olimpo conducido por la música de la

cítara.

Vista: Allí, en la morada de los dioses, queda extasiado ante la contemplación de la

diosa, “La copa de Néstor era magnífica para beber, mas quien beba de esta otra al

instante se verá poseído por el deseo de Afrodita, la de la hermosa corona”

Una inusitada riqueza arqueológica

Respecto de los últimos hallazgos del centro de Huelva, se puede afirmar que tanto la

datación científica (carbono 14, termoluminiscencia, etc.) como la artística e industrial

de los restos suponen un recorrido por el arte y el estado de la técnica de varios siglos

desde el X a.C. Así, cerámicas, cuencos, loza, vasos, cráteras, jarros, ánforas, toberas de

fundición, crisoles, ponderales, (ver figura 8) maderas finamente labradas, piezas de

barcos, cráneos de bóvidos, colgantes, fíbulas, tabas (localmente llamadas tánganas por

los niños de la zona que con ellas jugábamos), ágata, marfiles--con el único taller

demostrado en occidente en esa época (el otro estaría en Hama, Siria)-- plata, oro y un

largo etcétera. La existencia, junto a elementos locales, de productos y materiales

foráneos, permite identificar el puerto de la antigua Huelva como el gran centro

receptor, manufacturero y distribuidor de productos de procedencia tan distante como

Mogador (actual Essaouira) y el río Mondego, en las fachadas atlánticas de los actuales

Marruecos y Portugal, respectivamente.

Admitiendo que la interpretación más probable de la palabra Tarsis o Tarshish procede

de la raíz semita r^ss (y ésta del acadio rasasu) que se traduce por fundición, refinería

de metales o mina roja, cotejando los productos de tráfico mercante que menciona la

Biblia con los hallazgos de Huelva y aclarado por los lingüistas que el término hebreo

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hapax, de la famosa cita, más arriba referida, del libro 1 de los Reyes (10:22) --

interpretado como pavos reales en algunas versiones de la Biblia-- corresponde a una

voz con múltiples acepciones que incluiría, entre otras, a la bíblica piedra de Tarshish

(que en algunas versiones modernas de la Biblia se ha traducido como crisolito pero es

más probable que correspondiera al cristal pentagonal-dodecaédrico de pirita, el fool’s

gold de los anglosajones, ver figura 9), como afirma entre otros, Donald Halden en su

clásico The Phoenicians y con toda la consideración a los estudiosos que han optado por

otras alternativas, todo cuanto aquí exponemos induce a concluir que Tarsis/Tarshish y

Tarteso/Tartessos son la misma cosa, con el nombre y la grafía de las distintas

culturas que lo evocan transformada con el pasar de los años (no es difícil deducir

que los griegos helenizaran también el vocablo Tarsis con sufijos que poseen

muchos de sus topónimos) y que este lugar coincida con el epicentro de “La Troya de

Occidente” (como la denominaba Federico Wattenberg) el que ocupa hoy la ciudad de

Huelva, con los ríos Odiel (antiguo Hibero) a poniente y Tinto (antiguo Tartessos) a

levante. Con el transcurrir del tiempo, una vez perdida la pista de su memoria, sus

nombres habrían podido quedar velados y envueltos en los mitos, junto con su somera e

imprecisa descripción para ser luego confundidos y reasignados a otros accidentes

geográficos de aspecto similar hallados por nuevos navegantes, como tantas veces

ocurrió en casos similares a lo largo de la historia, antes de la aparición de las modernas

técnicas de orientación náuticas.

(Figura 8)

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(Figura 9)

Avalan esta tesis no solo las características de los hallazgos de Huelva sino también la

importancia de las explotaciones mineras en el área de la gran Faja Ibérica de Piritas de

Riotinto y la comarca del Andévalo 6, puesta de relieve por el extraordinario volumen

de las escorias encontradas que superan, más que duplicando, las de otras antiguas

zonas mineras del Mediterráneo, como las de Chipre (aunque el nombre original que

le dieron los griegos, Kyprós [henna], procedía del culto a Afrodita, la extracción de

cobre fue tan importante que según algunos lingüistas el nombre del mineral acabó

denominando a la isla misma).

(Figura 10)

6También interpretado por algunos como derivado del fenicio: Ande, promontorio y Baal, deidad.

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Si a ello unimos una orografía formada por múltiples y cercanas colinas (en Huelva

conocidas como cabezos) de conveniente altura, hasta unos 50 m. sobre el nivel de las

aguas (ver figura 10 donde se puede apreciar la curiosa coincidencia de la topografía de

la denominada Marisma del Rincón, donde hoy se halla el malhadado depósito de

fosfoyesos, con la descrita en la Ora Marítima como “…ore bis gemino / quoque

meridiana civitates adluit… ” --boca dos veces doble / que baña la ciudad por el sur--),

la existencia de un puerto en la desembocadura del río Tartessos al abrigo de un estuario

jalonado de bajos arenosos, con el sistema de islas formado por las de Bacuta y Saltés y

de los esteros que facilitaban su defensa al requerir la pericia de los nativos para

franquearlos y un hinterland de gran fertilidad, con un hábitat capaz de fijar y mantener

a una importante masa de población, se explica la hipótesis de que se eligiera esta zona

como lugar privilegiado para establecer uno de los asentamientos considerados idílicos

en el antiguo lejano Occidente de los levantinos, como sería luego recogido en los

mitos, quedando así la difusa memoria de un reino prodigioso, de un antiguo El Dorado,

como la mítica Atlántida.

Éstas son solo algunas de las razones por las que especialistas como J.M. Pellicer, J.M.

Luzón, J.M. Blázquez, J.P. Garrido Roiz, J. Fernández Jurado, E. Hübner, F.

Wattenberg, A. Arenas, y otros, defienden la tesis de que Huelva era Tartessos.

( Figura 11)

Y, aún más…

En el momento de terminar este artículo nos queda por mencionar los hallazgos más

recientes de la excavación aun en curso de la calle Concepción 3, que aún están siendo

objeto de estudio y que depararán nuevas sorpresas, pues hay noticias de nuevos

hallazgos de originales piezas, entre las cuales se encuentran algunas muy singulares de

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origen fenicio, griego y local, aun sin catalogar, procedentes de solares de la zona baja

de Huelva, aunque como antes hemos apuntado, para excavar en esta zona de la ciudad

con seguridad y agotar el registro arqueológico hay que proceder a instalar sistemas de

apantallamiento que eviten corrimientos del terreno y los consiguientes daños en los

edificios colindantes.

Además, aunque de época muy anterior, hace pocos años al excavar en el plan parcial

municipal nº 8 en la zona del antiguo seminario diocesano, al norte de la ciudad, se

encontraron restos de un gran poblamiento de extensión superior a 20 Has datado por

los expertos, en principio, entre el segundo y el tercer milenio a. C., sin parangón en la

Península Ibérica y de singular importancia, donde, entre otros vestigios, ha aparecido

el mayor depósito de ídolos cilíndricos oculados que sin duda aportará aún más pruebas

de la predilección que tuvieron los antiguos por asentarse en la zona, merced a las

excelentes condiciones estratégicas, defensivas, ambientales y alimenticias que Huelva

posee desde aquellos lejanos tiempos de la protohistoria.

Una aspiración

El interés despertado por este relato ha suscitado con frecuencia el deseo de poder

visitar los yacimientos y contemplar los ricos materiales comentados. Pero

desgraciadamente eso no es posible salvo para algunos especialistas y en grupos muy

limitados. La razón es que estos fondos no se encuentran expuestos al público sino

almacenados en los sótanos del actual museo -- una pequeña joya pero de tamaño

insuficiente – en almacenes supletorios en un polígono industrial, cuando no cedidos a

otros centros. No se comprende que todo este patrimonio cuente solo con un pequeño

edificio en el centro de la ciudad. Huelva necesita un museo con capacidad suficiente

para mostrar al mundo las pruebas irrefutables de lo que fue en el pasado. ¿Por qué no el

antiguo edificio, hoy vacío, del Banco de España en la Plaza de las Monjas?

Tanto los especialistas y profesionales como los entusiastas de estos hallazgos, entre los

que me cuento, tenemos la intención de divulgarlos al gran público y tratar de

sensibilizar a las instituciones con el objeto de obtener el apoyo necesario para que, de

una vez, se pongan en valor promoviendo la creación en Huelva de un parque

arqueológico, un centro de interpretación cuando no un Gran Museo del mundo greco-

fenicio-tartésico en el cual se pueda exponer de forma digna este importante acervo de

la cultura universal y Huelva pueda ocupar el lugar que le corresponde como hizo

Schlieman en el otro extremo del Mediterráneo a pesar de la incredulidad que hubo de

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soportar. Hagamos cuanto sea posible para que por fin salga a la luz pública el

esplendor arqueológico de la Troya de Occidente.

Y para terminar, nada mejor que evocar la imaginación literaria de un onubense,

Manuel Garrido Palacios, que en su prólogo a Tartessos en el tiempo de Jesús

Fernández Jurado, dice:

De la tierra, el cielo y el mar nació Tartessos. Ese fue el sueño de quien, sentado al

borde del cabezo al lubricán, veía cómo el resplandor de los viejos dioses se ocultaba

por Bacuta. Que toda historia haya de tejerse con hilos forjados en la investigación más

rigurosa no quita para que en paralelo corra con vida propia la incertidumbre de la

fábula, del mito, del sueño, porque, bien mirado, la Poesía nunca hizo daño a nadie.

…ooo000OOOOO000ooo…

Gráficos:

Figura 1: Reconstrucción ideal llevada a cabo con los restos de un carro ceremonial tartésico procedente de la

necrópolis de la Joya, Museo de Huelva, 2007.

Figura 2: Cartel de la Exposición: “Las Rutas Marítimas…de Sidón a Huelva” celebrada en el Museo de Arte

Cicládico de Atenas, Grecia, 2003.

Figura 3: Correspondencia de los antiguos afluentes fluviales al Golfo de Cádiz con los modernos. Elaborado por el

grupo dirigido por el Dr. González de Canales (Real Academia de la Historia)

Figura 4: Aproximación a la evolución histórica del estuario de los ríos Tinto y Odiel desde la antigüedad hasta

nuestros días. De una exposición en el Museo de la Calatilla, Isla de Bacuta, Huelva, 2006.

Figura 5: Representación de un cita redo (tocador de cítara) que evoca a los aedos (juglares de la antigüedad)

transmisores de la épica, en una decoración sobre estuco del palacio de Pilo en Mesenia, al sur del Peloponeso.

Figura 6: Depósito de armas recuperado en el dragado de la ría de Huelva en el primer tercio del siglo XX. Museo de

Huelva, 2007.

Figura 7: Reconstrucción del área probable del hábitat protohistórico de la ciudad de Huelva, González de Canales et

al, 2005

Figura 8: Análisis de restos metálicos, reconstrucción de horno de copelación y botón de plata. González de Canales

et al. 2005

Figura 9: Ejemplar de cristal pentadodecaédrico de pirita, muy común en Riotinto y otros lugares del Cinturón o Faja

Ibérica de Piritas, que pudo despertar una particular fascinación en el mundo antiguo. Museo de Riotinto, 2005

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Figura 10: Recreación del antiguo estuario de los ríos Tinto (Tartessos) y Odiel (Hibero), identificable con el Lago

Ligustino de Avieno y la península de Huelva con el “…ore bis gemino, quoque meridiana civitatis adluit…” en su

confluencia. Elaborado por el grupo dirigido por el Dr. González de Canales.

Figura 11: Mapa topográfico de Huelva, 1735. Anexo a la obra citada de Jacobo del Barco. Se observa la isla de

Saltes, otra más pequeña a Poniente y un estero navegable de una media legua que une los ríos Tinto y Odiel.

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Aurelio Montaño, estudió Ciencias Empresariales en la Universidad de Sevilla y Computer Science en la Pennsylvania State U, EEUU. Postgrado en el IESE, Universidad de Navarra, y el INSEAD de Fontainebleau, y Humanidades en la UC3M de Madrid. Está condecorado con la Ordre du Mérite de la República Francesa y ha dirigido varias empresas internacionales. Contacto: [email protected]