Hojas del foro 11

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las hoj a% deg . ,,rF# »s cR.r,§,e ¡ór'J Y !-§crt, RA BIBLIOTECA DE GRADO Noll rnay 2012

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Colaboraciones narrativas, poéticas, ensayísticas y gráficas.

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las hoj a% deg . ,,rF#»s cR.r,§,e ¡ór'J Y !-§crt, RABIBLIOTECA DE GRADO

Noll rnay 2012

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may | 2O12 ,TU\L

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José Lús RodrÍguez Tamargo

SOBERANA DEUDA, 2OI I

Acríl¡co sobre tabla

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ele FernanCo i{enénrlez

La cultu¡a nos enseña a vivir en sociedad, a enten-

der que no estamos solos en el mundo, que hay

otros pueblos con otras tradiciones, otras formas

de vida tan valiosas como las nuestras.

Tahar Ben lelloum

Toda palabra fiene sus vÍctimas, sobre las que in-

cide con üolencia; a veces creo que soy víctima de

todas las paiabras.

Elías Canetti

En este mundo homogeneizado y pragmático en

que vivimos, lo úrrico que vale la pena de noso-

tros es lo imprevisible y lo misterioso, y que sóIo

Ia gracia de los afectos impulsivos y gratuitos nos

puede salvar.

Miguel Torga

Al menos entendí lo más palmario:

que la literatura se parece a una carta

que el escritor se manda sin cesar a sÍ mism«_¡.

José Manuel Caballero Bonald

En este paÍs el sol de,justicia suele confundirse con

la sed de venganza.

Manuel Vicent

Pues no has hecho de tu canto un lujo

ni has traficado con el bien común,

por eso como los chicos de la calle

descubres eI placer de la üda

hasta en un charco de agua turbia.

Eugénio de Andrade

Yo aún no sabía que a pesar de crecer y por mucho

que uno mire hacia el futuro, uno crece siempre

hacia el pasado, en busca tal vez del primer des-

Iumbramiento.

Juan Marsé

Hay un método ilfalible para aburrir:

contarlo todo.

José María Parreño

Uno que, cuando está con Ia gente, mira hacia el

fondo, como si esperase a algúen, como si oyera

el pitido de un tren que sale de la estación, y así

va disimulando la angustia roedora de estar entre

muchos.

Ildefonso Rodríguez

SerÍa preciso que un solo rostro respondiera por

todos los nombres del mundo.

Paul Eluard

may 2O12 LA5 HOJAS hEI FORC

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' Farnando Florez Fernández-\¡illaranze .

(iusl.rr o \doltL' le:ndndeT\ndre¡ \lo.rso )io,tl¿:Osc.ir lui\ \ngal

, Jose Luis «d1s"Íi,T1ú§1.tt,,,.tttt,.,¡.:..,t¡¡.l,t1¡,.'.t,.,...,..,

. lrna§en.de'. lar:Pó-t¡adá;tt,r,, ,,,,,,r,: ,...,,,.::i::r,ri.;::r:rir:r,r rii:,ir..ir,.

\ldrrd fcrn.nde,/ C,lr( ia

Colaboran:llibli¡rcca \lunicipal " \ aleni¡n ¡ncrés \lrart z'l. r t,i,,/l ta \!u¡lt ) \'ñ. :lt/:t,LiJu, \rlurioil;ij o§:,-;-J5- ¡ i i..111 ^tt-t.,t - uilt.-Jrt!tt!t-¿r\1,,1.r..,,1bi1.,¡/¡ :rrl,u¡./,,.r..,, l,uj¿

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Asociacién C*ltural "Valentí,'liÁ¡{iil€l§ll',:,r.i:,.. I'r.:'r::,i.i

aeiJt¿nt¡ntir.lr¿. ..ti^¡.o.

r,\1,,.' t¡¿4:inr¡il.¡ L,.drt:

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Subvenciona¡¡: . .i :,..:,li:

( r)rr Ii¡lra cJc Cultu:.r ur'l ,'. r,'tl, (,ri..l,r

,titutu ttl.t.t:¿,1,¡ :

l:::..illiilii,,:,,.,,','l, liiriirim*:Ciletqtigrral:.: ... : .i I r,..,..'l:. li.l.],.]. . r}ürblicar:ión' ist.iiioiiál :¡Je diiu sión g¡ai1-iita

lUr) iiempl¡r-s:,i,,.,,", l. i

'r'i,Ú,l:r,l§.ilt;lE?l?OQ1],, ,r, '. : ,;: 1, ;.:: ,

i\5\: - l; l-;');8

C/ Cer:o de la Mur'¿itr1á,¡il*;,3¡i§?§;l$f¡ü;r&Stu¡ias

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CARTAS DE AMOR

Vll Certamen de Cartas de Amor "San Valentín"

Querida Laura:

Te escribo para decirte que esto)¡ calsado de ser tu hermano.

Tú dirás que me podía haber ahorrado e1 esfuerzo y comunicártelo, por ejemplo, en Ia

sobremesa. Tardes interminables donde ulo frente al otro, y los dos frente aI televisor,

nos aburrimos a la espera de que el reloj señale la hora de la cena. Ése sería el momento

adecuado para reprocharte Ia verdad que me atormenta, para debatir sobre Ia relación

que nos ule, ¿desde hace cuánto tiempo, Laura? Permíteme que te refresque Ia memo-

ria: diez años. Una pequeña vida manteniendo y consintiendo una relación fraternal

que ni me llena, ni me satisface. Es más, la encuentro antinatural. Vínculo odioso al que

me resisto a darle cabida.

Pero también has de saber que temo tu reacción. Que al conocer mis intenciones, tu

desdén llegara al extremo de negarme Ia palabra, dejándome a Ia intemperie, huérfano

de tu protección, de tus reconvenciones, de tu cariño filial. Para mí sería una auténtica

tragedia, como morir en vida. Riesgo que, una vez decidido a ponerlo en tu conociÍden-

to, asumo en todas sus consecuencias. Pues estas palabras son eI resultado de muchas

horas de reflexión y de justicia es que conozcas cómo sufro, cómo me debato en esta

variante del amor a la que no me termino de hacer. Y aunque Io compartimos todo -oquizás por eso- este sitio aI que me has relegado, se me hace harto difÍcil.

Porque ahÍ estás tú, a mi alcance, siempre tan cerca, tan sobrada, aconsejándome lo

que no se hace, lo que no se dice, lo que no se toca, como si yo fuese eI niño al que

hay que educar, uno de tus muñecos al que vestir y desvestir, darle de comer, dejar

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r:rai:ri::::::,i::i:ila::a:a:r:l::. :

::i:r.r:::::::l::::::::1r:i:ir':l : .i

:r:,:lli::,::r:l,rll.:::'::rr:'l:,,r:, que eche el airc 1-acostarlo en su cunita, bicn tapaditci hasta que se duerma, madrecita.,.:::1.:,.:..;i.::.,:.i,r...:ir._,i.. protectora al fin,

'.'::rr"rl:':rrr'r':rrr::r':rrr:::'.'l Pcnsarás que 1o que me sucede es una nueva pataleta de niño mimado; otra más dc l¡,.¡..1,1¡,., i

las muchas rabictas quc me acucian en esta etapa infantil en la que, según es opinión ,ll,gcneralizada, está instalado un hombre de mi edad 1' que tú soportas con cstoicidad de tll,.,t,,,

mártir. Pero I o no quiero ser ttt muñeco, ni tu hermano. Yo necesito ser algo más. Yo te ,::t,::,]t, . ,:

,lli:i:l1:li:ili::il:::i.l..ll::liiliti. cleseo, Laura. Has leído bicn. Te deseo. ya está dicho. :,:r,: : ,,

l,l::,:::il.::lTe deseo al amanecer, cuancio muy cle mañana me clespierto ).-te veo durmicndo a mi ;¡1¡¡;;;..l'., , ,:'

lac1o, separados tan sólo por la mesita clc nochc, tan cerca que si me atreviera a cstirar .iclblazo,tepodriatoCar,SCntir]asuaridaddetupie1,tIanSmitirtCclfucgoqueIateen

est rul¡ulot,'

:tlillllllililltllll,'.',.,, :::lllii:::::tl,r,.l,.',.tllil;::iliillli'i:lli:li'irll,l l:r.l::i

fumacla )'compucsta para reafirmarme en la idea cle quc los afcites con lcls que te aci- . iii;lllli

calas, no hacen sino ocultar tu bcllcza natural. iPara quién todos esos clesvelos, Lanra/ . .. ...-..,,,,,,,,,.. ...................... ..:lir:,:l:

Te deseo cuando juntos hacemos las tareas del hogar, la compra o ios recados. Cuando ,tl-.'t:li::l1lltliiiiiii,,:t,'ii:::i:::tl:i:it:i::t Te deseo cuando juntos hacemos las tareas del hogar, la compra o ios recados. Cuando . l

juntos recogcmos la habitación, compartimos baraja 1'parchÍs, Ias interminables 1"rutr- l

::u:rll1.:r:l:::rrrrllil:l:::lr:;l:l narias horas de Ia sobrcmcsa )'te sigo cleseando a la hc¡ra del paseo, tortura inútil a la 11¡]:¡;::iii:i:ill

qlre me sometes por aquello de mi mala salud de hierro.

'i:rr']: ::::":::::":::":: " r' Pero cuando más te desco, Laura querida, es en la madrugada. Cuandr¡ toman forma

lrrlr':.:r::li:lli:illl:::1,lr:rll:l:

las pesadillas 1. las sombras 1', por más que te busco, no tc cncucntro. Pues, fatalmente,

sucumbÍ a tu capricho por higiene 1- comodidad, aludiste consintiendo en la adquisi-

ción de dos camitas iguales, idénticas en su estrlrctura ). cn su vestimenta para nllcstro

::ii::ir:i,::,:,:r'i'',.,,.::,i,:,:,: CuaItO, deSechandO la matri]l^ onial de tOda un¿r r,ida, la que hacía que nucstras peleas

)'nLlestros desacuerdos se deshrcieran como si nada, papel moiado, tormenta pasajera

que ei amor qlrc sentiamos cl uno por el otro, no pudiera rcsolvcr.

N{oda que tú copiaste de tu meior trmiga )' que }'o oclio con todas la fuerzas que mis años

me conceden, pues creo, sin tcmor a equir-ocarme que tal decisión contribul'ó a nuestra

scparación. Y no sólo física, Laura, sino la otra, la comunión espiritual qltc nos igualaba

a mirar ambos en la misma dirección, a tener los mismos intereses. tJna empresa común

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que se ilamaba matrimonio, de la quc nacicron dos hiios que )-a volaron porque así

está escrito cn cl libro de la rida, )- que tu distanciamiento, o tu desamor, hace ahora

tamllalear.

La separación fÍsica, la compenetración que nos igr-ralaba en ardicntc dcsco, tú 1a la

oh idaste, te Libraste de clla hace diez años con la compra de las odiosas camitas. Dimc,

I anra, ¿,cómo lo h¿rces?, ¿,cómo haces para vcrme como al hermano cn quc mc has con-

ierticloi Quicro saberlo. Quiero aprender a no sentir hambre de ti. A verte como a ia

hermana qllr nunca me dieron mis padres. Si consintleras en enseñarme, si 1-o consi-

qLLiera asrmilar tus enseñanzas, eritarÍa Ia zozobra, el revoloteo de mariposas que me

cosqurllean por clentro, consignienclo ¿rl f'rn 1ar paz qr-re necesito, el sosicgo donde tir 1a

t:t;r: apoltronacla.

L-ittrás eLrr c1 r11i tc1ac1. clue es casi la tur a tarxbién, el desco, las necesidades seruales

Liilrrl.rn lnu\ ¡ilr;1\, patrimonro no l a de la pletórica.juventud, sino de una pasable adul-

Itz \ .,,unqr-rt digan que en los rie.jos el placer de la comida se mantiene en el primer

Lu:,¡..r c1tl lrston para consolarnos de la pérdida de los demás placcrcs, no cs mi caso,

l-rLrrs por mucho que te empcñes en obviarlo, 1'o aún sicnto bullir las srnsacionrs en rni

rnttrior. C-reo clue unar mujer siempre intu)e el desco 1 la admlración que pro\oca en

nn fionrbLe. Se lo i.nsinúa el roce de una mano colocada como al azar, una caricia clut

no 11ega a ser ingenua del todo, Ia hondura de nna rnirada, cl bcso casto rlue se desliza,

corno srn querer, hacia Ia boca mil r,'cccs dcscada.

\, 1r-Lcsto clllc )'¿r cstás dc ruelta de todo, dime, Laura: ¿Quién mide la re,1ez? ¿La socie-

clacl,'¡El calcnclario? ¿,l.as imposiciones culturales que niegan a los malores la capaci-

cl¿tcl dr scntrr, de clesear, de amar 1'ser amaclo'/ ¿,Por quó es causa cle mofa l¿r scrualidad

rn los r icjos?

Sóio cso. La r erdadera edad está en el corazón, en las ilusiones, en ias ganas de gozar,

en el f'uego qr-re prende 1-reccinforta las entrañas.

todo io e\pnesto, querida esposa mÍa, porquc crco quc a mrs sctcnta años no tengo

pcdir per:dón m por scntir ni por scgtrir cstando vir,o, dcsdc estas palabras procla-

al mundo qlle te dcsco 1o mismo quc cl dÍa cn ciue te conocí.

La rclacl cronoiógica no es útil, no tiene ia rahclez suficicnte para decidirlo. Porqr,rc la

'....,.'l.l..i:l..:'i'lc1ad'essilloruracifra,númcroSquenosdictanqueeStamoSagotandrlnueStI0tienrpo.

Por

qlle

n]()

/,

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CARTAS DE AMOR

mente de parecer una canción

Ahora falta tan sólo una hora, trcce minutos )' treinta 1. ocho segundos para el

instante del encuentro. Para que los fogonazos tórrldos dcl verano nos sorprendan

abrazados a la sombra de las choperas dcl deseo, allí dondc se derrama el aguardiente

destilado dc Ia dicha. N,Iuchos veranos tc he observado con disimulo, en un rincón de

la piscina municipal, mientras tu figura en biquini patinaba sobre los ojos excitacios

de toda la pcña. Tamblén habrá un dulce otoño en nlrestras r,ldas, cuando por el bos-

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que del cadño, rccojamos al soi tendido del atardccer, las setas )- las castañas qr-rc

esconden cl sabor sereno de los sentimientos. Como cuando volr.erlos a empezar el

cr.rrso, ) en las tarcles melancólicas, los hilos de tu pelo dibujan caricias en mis cleclos.

Y hasta llegará el invierno, uno clc ósos retadores desde cl frÍo, como este enero pasa-

cio, crianclo apenas divisaba la paiidez de tus me.jlllas baio la capucha azul del plnmas,

al llcgar a clase por las mañanas. Siempre ha1-inr-iernos en ci amor, pero, 1'a sabes,

dc pronto un brotc tcmprano, un ra)-o de soL al mediodÍa )'un arorna a café abricndo

cl alba, nos der r-relvc al rumor de la esperanza. Y todcl empieza de nuevo. Lo ilaman

llnma\.era, 1 suclc coincldir con los erámenes, donde contestamos preguntas clue no

contientn re spuestas para los huÓrfanos clel deseo. Pero esta \:cz, csto1- seguro, tú 1'1'o

\ Autos a obtener sobresahcntc en las inciertas er,aluacioncs de 1c¡s sentirnientos.

Cr-l¡rrnt.r \ tul nunutos r doce segr-rndos, nada más. l\lenos 1'a de tres cuartos dc

'lol-.. 1l.l-la rltLa Iltla\tr(i5 slle1i()s Sa Lil,laen un 1a CSqr-rtna de1 l¡anco ése cOn anunCioS dc

tltl,rr:ta¡',. \.:. st c|-ttzit ttil u-\ Cl sitto nrás lontanticr) parcr iniLiilr uDa ancladura hacia ia

tl1t:1,, , ,,IIn0 La nutrtr¿t, Ptlo no te preocLliles, con rl ticmpO, rren]os rarianclo el aspec-

1 .. - r-qLIlt.r (.' il.1r. t. rltl.,. l-1i¡i¡e1'11¡r. \i (l.tiItr\. /(,ll).rliil(l\ (On e\((illtf(rll.\

ll-:tlos de bottnes ncgros, conro ios qlre te g-ust¿l poncrte ci-ranclo sales de marchas por

1a: ilocilcs. O qulzá, un rcstaurantc, ínt1mo l.solitario, con luccs incanclescentes tencli-

clas hacia lresas donde podamos scllar prcimesas con bcsos cn los borcles cle f'rágiles

copas cle crtstal, como las quc usa ml padre los domingos. En nuestras esquinas habrá

agtncias de riajes, l'guarderías, y papelerÍas con los estantes llenos dc cuaderncis

rar aclos sin estrenar, 1'puede que también alguna clÍnlca con oior a ),odo, pero slem-

pre, siemprc, sera la esquina dondc 1o cotidiano compartc csc abrazo mágico que, al

llarecer, es 1¿r vida.

Ha llegado el momento. Quedan apenas cincuenta 1 scis segundos. Hc salido dc

casa, mientras oÍa sin escuchar las recorlcndaciones de mi madre sobre la ropa que

hc detado sin colgar 1-la hora de ruclta por 1a noche. N{ientras bajo por Ia escalera, te

escribo las últimas líneas de esta carta quc, lo sé nu1-bien, rclccremos .juntos alg-irn

dÍa, mientras posibiemente cuidcmos de nuestros nleios, como ir-rdulgentes canllLfos

arrugados. Ya no me queda apcnas nada por volcar sobrc cl papei. Ahora doblaró ia

esqnina, nucstra esquina, 1'tc r,cró, sÍ, te veré,..

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i, ri:::::::1:a::r::: r a:: ::i: r . rr: : l

...te r¡eré, como siempre, de nuevo acclmpañada por otros que te rodcan acechan-

tes, siempre con tu cortc de aduladores alrededor, convertida en centro de atención,

riendo 1' disfrutando de un paraÍso al que resulto ajeno. No me saludarás, posible-

mente ni te fijes en mÍ, so),tan sólo tin nlrcvo compañero dc clase, más bien tÍmido y

retraído, que no merece tu atención, no me mirarás siquiera, 1 desaparecerás, mien-

tras cloblas la esquina en sentido opucsto a mis sueños, cic.lanclo cn 1as cristaieras clel ,

banco el reflejo de una imagen ausente entre hipotecas sin conceder. Sobre la accra,

quedará mi figura inmór'il, mirando hacia un fr-rturo o]laco que, a estas horas del reloj

de mis sueños, no es sino vacÍo.

Luego, con pasos inseguros, rnc clirigiró hacia cl instituto. Y, en un particular

¿lrranque dc hcroÍsmo, r.oh ere a poner en marcha el cronómetro del reloi que me re-

galti 1a abucla. Ese relo¡ clue ahora marca la falta de vcintitrés horas, cincuenta r siete

minritos r r clntidós segr.rndos para el gozoso instantc del encuentro, para quc dc nue-

r o peregunes corlrrgo hacla la dlcha, para que escribas en mi aima con tu bolígrafo

publicitano, para que llenes de historias cotidianas mis esquinas..., para que, ),'esta

r.ez sÍ estor srglrro de el1o, entrcs dcfinitivamente en mi vida.

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COMIC

ñ,T{ñ' DE§DEATUERNgü,é¡. Y DrBUtot ¡ UuSE§ ¿tflrEf{r§

,

II

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CÓMIC

12 LA5 HCjAS DEL ¡:ORO

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COMIC

may I 2012 l-As HoJAS DEL FOR0 I3

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CÓMIC

14 LA5 H0jA5 DEL ;:CRü

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COMIC

may 20l2 15

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COMIC

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Aíl¡ ¡to §s toO¡s vt gsA irocl{E.S5drRelrgirfE UlossrR¡aA9 ñt Iu6d\TIA I.'AI.A PASAM.

. t66URA¡lE¡frE.

16 rAs H§lA! r:t rcRü

Page 19: Hojas del foro 11

NARRATIVA

PLATERO II PIácido Rodríguez

Por temor a Ios bofetones que nos daba algu-

nas veces, en general relacionados con los cambios

de tiempo que le afectaban reuma y humor, que

no porque nos infundiese respeto de otra mane-

ra, cuando nos dirigíamos a éI le llamábamos Don

Ramón; aunque, fuera de las horas lectivas, en

conversaciones menos solemnes, simplemente le

conocíamos como Picio. Se daba un aire remilgado

que no encajaba con las abundantes flatulencias

que restallaban en el sillón de cuero corroído des-

de el que presidía eI aula. Tenía el labio inferior

muy dilatado, como de negro africano, en continua

salivación. Para disimular su papada prominente,

usaba pañuelo en vez de corbata. Cuando escribía

en la pizarra estiraba el dedo meñique, como si se

lo hublese almidonado. Mascaba en vacÍo, escupía

en las explicaciones y era el maestro de tercero.

Tenía costumbre de hacernos leer en voz alta

pasajes de la obra más famosa de Juan Ramón Ji-

ménez; y yo, que a la edad de ocho años pasaba

el verano en el campo, fui el -rnico de la clase que

tuvo la oportunidad de aplicar algunos de los co-

nocimientos adquiridos en esas lecciones, de tal

manera que pude bautizar con cierta base litera-

ria a un asno, el cual, hasta la fecha en que le

apodé Platero II, sólo se Ie conocía por el apelati-

vo de "el burro".

AI animal lo tenÍan estabulado en una pequeña

cuadra a la que únicamente se accedía a través de

una puerta de tamaño reducido -apenas metro y

medio de altura-, y por la que sólo cruzábamos

con comodidad algulos niños y el po1lino, además

de su propietario, quien -según las malas lenguas,

se había librado del servicio militar por no dar la

talla-, tenía tomada la medida al hueco y, sin aga-

charse, lo atravesaba con gran decisión, raspando

eI dintel con el pitorro de la boina.

Platero II gozaba de cierta independencia con

respecto a los otros animales del pueblo, pues -adiferencia de ellos, que solÍan estar hacinados en

los establos y amarrados aI pesebre con una ca-

dena que les rodeaba el cuello-, estaba suelto y

podía moverse con relativa libertad dentro de la

cuadra; privilegio éste que nunca llegué a saber si

compensaba la penumbra y soledad en la que pa-

saba la mayor parte del tiempo.

El único aliciente que tenÍa Platero II para

romper Ia monotonía diaria era ir a saciarse de

agua al abrevadero. El paseo Ie provocaba claras

muesuas de júbilo y nunca disentÍa, colaborando,

además, en Ia celebración del acontecimiento con

un trotar presuroso, adornado con una melodía

de rebuznos entrecortados por el traqueteo del

desplazamiento.

Cuando el dueño Ie abría Ia puerta para que sa-

liese a beber, el burro se moúa de forma atropella-

da y, tras preüo derrape de los cuartos traseros, se

cuadraba delante del hueco para acelerar de nuevo

hasta cruzar, veloz, la puerta. A pesar de la torpe-

za característica de esta especie de cuadrúpedos,

tengo que decir en su favor que la maniobra se

había consolidado con el tiempo en costumbre a la

que Platero II conseguía transmitir cierta elegancia

de pilotaje.

La inteligencia humana, ffiuy superior, en ge-

neral, a la de estas bestias, se hace reconocer en

cualquier recodo del camino en este caso del es-

tablo-, donde el dueño celebraba el regreso del

animal con una ración de pienso (para el burro),

que, de esta manera, recorría en solitario eI tra-

rnay I 2Ol2 LAS HOJAS DTL r\rKt, 17

Page 20: Hojas del foro 11

NARRATIVA

yecto de ida y r,uelta aI abrevadero sin tener que

llevarlo del ronzal, obteniendo, en consecuencia

(el propietario), tiempo suficiente para liar un piti-

1Io. Habiendo dejado claro, en aras de la adecuada

comprensión del episodio, que ni eI asno tenÍa ú-cio de fumar ni su amo tanta hambre como para

comer eI pienso del borrico, prosigo con eI relato

de lo que me ocurrió aquella mañana de ju1io.

El contexto lejano de las películas del Oeste,

frecuente distracción del constreñido escenario

social en el que transcurrió mi niñez, fue lo que

me indujo a emular, en ul arrebafo de cawboy no-

vel, a sus protagonistas. Así pues, intenté montar

a lomos del burro mientras él se obsesionaba con

beber toda el agua que cupiese en su barriga. Los

dos cumplimos nuestro objetivo, pero desde mi

punto de vista -pues el del burro nunca lo llegué

a conocer-, el resultado final del lance solo fue

satisfactorio en un cincuenta por ciento: aunque

yo entoné un ¡arre!, muy cinematográfico, él se li-

mitó a emitfu un disonante eructo, sin eI menor

ápice de interpretación dramática y, por supuesto,

totalmente fuera de guión.

Desde el abrevadero, una vez emprendido el

regreso hacia el establo, la puerta se divisaba muy

pequeña. Yo no le di importancia a este detalle,

puesto que, a pesar de mi corta edad, ya había lle-

gado a comprender el efecto que ejerce Ia distancia

en eI sentido de reducir el tamaño de las cosas que

üsualizamos; sin embargo, no atiné lo suficien-

te en mis cálculos, porque, cuando nos hubimos

acercado, el hueco de entrada seguÍa manteniendo

unas dimensiones insuficientes para la penetra-

ción conjunta de montura y jinete. La típica voz:

<<¡soo!>>, tantas veces en los westerns utilizada para

situaciones edgentes de una parada perentoria, no

frenó, por más que se la repetí, al pollino, ya que el

condicionante de Ia comida en el pesebre saboteó

la orden que, en vano, traté de transmitirle. Días

más tarde tuve la ocasión de comprobar un detalle

técnico determinante para la detención del animal,

pues su dueño conseguía llevar a buen término, y

sin contratiempos, eI requerirniento de la parada.

EI elemento clave era que, en estos casos de extre-

ma terquedad, la orden sonora debía de ir acompa-

ñada de un contundente muletazo en la frente del

rucio indisciplinado.

Como la falta de experiencia aún no me había

permitido atesorar todos estos sutiles conocimien-

tos de doma, por más que traté de impedÍrselo con

fútiles interjecciones y palabras vacías de conte-

nido para la mentalidad del burro, este se fue h-troduciendo en el establo a la vez que yo me iba

deslizando, hacia atrás, sobre su lomo, con un mo-

flete aplastado contra la pared de la cuadra. Puedo

decir en mi favor que resistí con valentía hasta eI

final: momento fatídico en el que la montura des-

apareció de entre mis piernas y me quedé durante

un instante, de escasa duración pero intensa an-

gustia sicológica, suspendido en el vacío y a expen-

sas de la gravedad terrestre. Así terminó mi cabal-

gada: cayendo, inexorable, de espaldas en el suelo,

con el coxis machacado a causa del sabotaje. Aquí

expiró mi romanticismo animal, o dicho de otra

forma menos equÍvoca: esa tierna sensación que

se genera con el trato o mirada contemplativa ha-

cia los animales. Estos ya no me parecÍan peluches

animados; tenían iniciativa y se de.jaban gobernar

por instintos primitivos.

El día que caí de un burro, Platero pasó a ser

tan sólo una quimera a la que Juan Ramón Jiménez

había dado forma en unos bellos, pero engañosos

versos, Y llegué a sentir rencor, no sólo del polli-

no majadero artífice material del atentado, tam-

bién de la persona que nos hacÍa leer en voz alta

tan subhme obra y que, con carácter preüo, había

colabolado en Ia distorsión de la realidad, ensal-

zando üdácticamente a un asno. A partir de ese

momento comencé a desconfiar de los mayores y

se me planteó una terrible duda: ¿De verdad Plate-

ro sería «Pequeño, peludo, suave; tan blando por

fuera, que se diría todo de algodón...»?

l8 LAS HOJAS DEL FORO

Page 21: Hojas del foro 11

NARRATIVA

EL EXAMEN Oscar L. Nogal

Últimamente se machacaba con las oportunida-

des que había rechazado. Debería haber seguido

Ias sugerencias de su profesora de francés, dar-

se un paseo por Quebec o las islas Reunión, pero

quería algo seguro, fácil. Se había amarrado a un

barco que no se hundía, o al menos eso le había

asegurado todo el mundo. Seguía dominando la

técnica, el oficio: llegar a su hora, mover los pa-

peles necesarios, trabajar lo suficiente para que

todo funcione. No habían pasado tantos años des-

de que había acabado Ia carrera de enseñanza. AI

menos, no Ios notaba, hasta hace una semana. Era

demasiado benevolente consigo misma. Lo cierto

es que se especializó en magisterio para tener un

título urriversitario pronto y no exigir demasiado

al futuro. ¿Fue cobarde? Supongo que para uno de

esos coleccionistas de ltulos sería un "quieroyno-

puedo". En realidad fue por tradición. De toda su

familia, tres cuartas pafies se dedicaban a la ense-

ñanza en diferentes niveles educativos, ciudades

del mundo, regímenes laborales y prestigio acadé-

mico. Pero ella siempre qúso ser maestra. Siempre

jugó a ser la maestra con los niños de su barrio.

Siempre era la directora de un colegio exclusivo

donde los chicos se titulaban en carreras brillan-

tes y extraordinarias: astronautas, poetisas, enco-

fradores, veterinarios de panteras. Había pecado

de ilusa, había olvidado un factor: los estudiantes

respiran y rebaten.

Así era la crónica en la cafetería de la facultad.

Todos los estudiantes de Ia carrera se sentían más

que preparados para lidiar con los alumnos. Creían

que se las sabÍan todas para que en su clase no

ocurriera lo que recordaban del instituto. Cuando

alguno mostraba dudas, sus compañeros de pro-

moción Io trataban de pusilánime. Ya lo etiqueta-

ban como fracasado in péctore.

La ilusión, o el deseo, de dominar a los cole-

giales se disipaba, en una meüa aprotmada, en

el minuto treinta y seis del segundo día de clase.

Los alumnos solían respetar -no todos- el día

de presentación, pero al siguiente mostraban sus

cartas. Y cada dÍa se mostraban más ingoberna-

bles hasta que tras algunas luchas, unas cuantas

derrotas y un armisticio con uno mismo; el pro-

fesor tendía a aguantar eI chaparrón, apagar las

algaradas con salidas de clase y a dejar que el

tiempo corriera hasta eI final de cada hora lectiva.

Una piara de revoltosos que conseguían que cier-

tos profesores se doblegasen y pidiesen la baja en

un corto período.

Tras tantos años de experiencia, siete o cator-

ce, había perdido Ia cuenta, acudir al trabajo se Ie

hacía aI menos soportable. Encima había una noti-

cia que le tenÍa suspensa, confundida. Un dolor de

cuello, tenía eI coche en el taller, pero no era ésa;

estaba embarazada. Lo había pospuesto y ahora,

deprisa y corriendo, se presentaba. Había bajado

la guardia. Le tocaba, ¿o no?

Como siempre üjo los buenos días en Ia sala

de profesores y recogió los folios que le correspon-

dían. Empezar el día con un examen era la mejor

manera para tener callados a los chicos. Tendría

tiempo de pensar lo suficiente en su decisión. Esta-

ba obligada. Todo cambiarÍa y no estaba preparada,

aún. Entró a clase y los niños se distribuyeron sin

problemas. Ella se sentó con un aplomo más firme

de lo habirual, cosa que los alumnos percibieron

sin problemas. Algo le pasaba a Ia profesora para

que no empezase a dar gritos como siempre.

may I zot z LAS HOJAS DEL FORO I9

Page 22: Hojas del foro 11

NARRATIVA

-Vamos a esperar cinco minutos y luego cierro

la puerta. Podéis repasar.

Iban a repasar mucho... Bueno, Ios cuatro o cin-

co listillos que de verdad estudiaban sí que solÍan

aprovechar, pero era Ia minorÍa. Sacó su teléfono

y tecleó el número. Lo apagó, no sabía por qué,

pero eütaba decir que iba a tener un hijo. Un hijo,

¿no sería una excusa perfecta para todo se fuera a

la mierda?

Entró el úItimo chico y ella mandó cerrar la

puerta.

-Libros y cuadernos fuera. Só1o lápiz o boli.

La profesora repartió los exámenes en seis ta-

cos, uno por fila. Los alumnos los iban pasando ha-

cia atrás. Lo siguiente, fueron las hojas en blanco.

-Tenéis cuarenta minutos. Aprovechadlos.

Volvió a la tarima con la firme convicción de

hacer la llamada. Se sentó en su mesa aferrando eI

teléfono. Los niños cabeceaban sobre los papeles,

no despiertos del todo, pero poco a poco parecían

enconlrar su ritmo. No sabía si deseaba tener un

hijo ahora; ni siquiera si podÍa. HabÍa puesto ba-

rreras todos estos años y ahora se empeñaba en

tener uno. Iba a traer aI mundo uno de esos seres

que se doblaban sobre eI pupitre, seres a medio

hacer que nunca escuchaban, ajenos a cualquier

cosa. Se supone que esa era la función última, te-

ner hijos. No tenerlos sería algo egoísta, ¿verdad?

Para despejar sus pensamientos, dio un paseo

para inspeccionar. La chica con nariz de patata po-

nía los puntitos sobre las íes con forma de lrrnque,el gordito pelirrojo remachaba el lápiz, el de uñas

negras y hermoso cabello castaño llenaba con su

gran letra y volvía la página, pronto le pediría otro

folio. No pudo pillar a nadie copiando, aunque

sabía que varios Io estaban haciendo. No estaba

para discusiones. Volviendo al entablado, como

dándose cuenta de repente, se fijó en una de sus

alumnas. Siempre peinada con una cola de caba-

llo que sujetaba con una cinta o banda de color

y diseño cambiantes. Su voz pituda Ie fastidiaba,

solÍa evitar que hablara en alto. Aunque sus ojos,

expresivos, y una boca pequeña de forma rara,

como de frambuesa, Ia hacían atractiva. Esa niña

cogÍa un lápiz con dos puntas. HabÍa afilado cada

extremo de su lápiz. Qúzás en un intento por ser

práctica, de no perder tiempo: programación. Se

iba a sacar un ojo, estaba claro. Nadie en su sano

juicio pondría a tan pocos centímetros de la cara

un objeto afilado. La punta se dirigía a su ojo, un

pequeño descuido y Ia mina entraría en el glóbulo

reventándole el ojo.

La imagen Ie resultó repulsiva. Reventar desde

dentro, Ia sangre... Expulsar carne de tu interior...

Arrancar las entrañas... Eso no iba a pasar. Denfro

de seis meses pediría la baja por embarazo y ama-

rÍa a su hijo o su hija. Iba a tener Ia vida perfecta.

La niña se mordía Ia falange del dedo Índice.

Respiraba a sorbos. La profesora suponía que era

un rito para concentrarse. Afilar ul lado, respirar,

afilar el otro lado. Serenarse para rendir en el exa-

men. Era un rito. Las personas están llenas de ma-

nías y rutinas. ElIa también. Los cinco cafés dia-

rios con sacarina, sus tres cepillos de dientes, sus

recortes de caballos bonitos que guardaba desde

pequeña. Comprendía que cada individuo se crea-

ra su zona de comodidad, donde mantener ciertas

costumbres que son necesarias para enfrentarse a

los retos.

Tenía que llamar en ese mismo momento. No

podía postergarlo. Comprimió cada tecla, era la

única vez que no había tenido que recitar un núme-

ro de teléfono. Todo el mundo sabía que no tenía

capacidad, o interés, en la memoria a corto plazo.

Los dedos se movían lentos, perezosos y el marca-

do no parecía acabar nunca. Había asumido la con-

secuencia cuando oyó los brotes típicos de una pe-

lea. Levantó la mirada; la parejita de siempre. Era

una jugada que hacían cuando ya no tenían nada

que escribir. Matar el tiempo, matar Ia espera. Lo

más práctico era hacerles salir, pero entonces los

otros profesores se quejarÍan por el ruido. Sólo

20 LAS HOJA§ DEL FORO

Page 23: Hojas del foro 11

NARRATIVA

quedaban diez minutos para cumplirse el plazo.

Supuso que podÍa aguantarlo.

-¡Callaos! Respetad a \uestros compañeros. Si

no, os separo.

Era normal esa risita de malvado descafeinado,

orgullosos de su proeza y credibilidad. Estaba obli-

gada a posar su mirada escrutadora sobre ellos.

Vigilarlos. Aguantar hasta que acabara la clase.

Luego ya llamarÍa. Cuando todos salieran de clase,

llamarÍa y hablarÍa del tema con tranquilidad, con

sensatez.

La niña de la cola de caballo atada con cinta

azul cobalto rompió la mina del lápiz. La profe-

sora se turbó. La alumna, resuelta, dio la luelta aI

lápiz y reanudó el texto -fácil, práctica-. Qüzás

demasiado. Había previsto la calamidad de un lá-

piz que se qúebra: a no alterarse con un episodio

normal en Ia vida. La maestra no era tan lista. Iba a

tener un hijo y se sentía la mujer más estupida del

mundo, incapaz de tomar una decisión. Debería

CURAR UN MAL OíN

La camisa de la mañana estaba sin planchar. EI

rocío parecÍa cristal, pero eso no le emocionaba

demasiado. Frustrada, bajó la persiana para que no

entrara Ia luz y se qútó eI pijama. Se üstió con un

vestido marrónybajó corriendo la escalera enbús-

queda de unos zapatos en eI armario pequeño de

la entrada. No tenía muy claro cuáles ponerse. Se

decidió por el calzado de diario. Al salir, se paró en

el quiosco de la esquina a comprar el periódico.

"Sarkozy lleva alzas en los zapatos" anunciaba

una reüsta. -¡Menuda sorpresa!, ¡quiere una esta-

tura acorde con su ego!- SoItó mientras posaba

la revista y echó a andar. Se paró delante de una

pedirle consejo a esa niña rara, prudente como po-

cas. Quizás ella tuviera la clave. No sabía porqué se

sentía mal Todo estaba bien. Tomaría la decisión

adecuada, en el momento adecuado.

La parejita terminó por perderse en su asiento,

mientras los minutos se descontaban. Se cumplió

el plazo. En desorden los niños fueron pasando

por su mesa y entregaron eI examen. La mayoría se

despedía hasta la clase del día siguiente. Incluso

los alborotadores parecían conmovidos y con una

mirada de creíble arrepentimiento se marcharon.

La niña con cola de caballo le sonrió, se detuvo

en silencio, como si supiera que habÍan formado

un lazo inmaterial. Se fue la ultima, con el pelo

oscilando sobre su espalda. La maestra recogió los

exámenes y sus bárrulos. Miró por la ventana, un

arce descomunal tapaba parte del panorama. Se

imaginó colgada, como cuando era niña, en lo más

alto; luego se caía y quedaba intacta, sin ningún

rasguño. Sería más üable tirarse de ese árbol mil

veces que tener un hijo en sus circunstancias.

María José Fernández

máquina expendedora y compró una botella de un

litro de agua. Caminando encontró un bar.

"Abrimos aI mediodía" apostillaba el cartel.

Enrró a tomarse un café y, al acercarlo a Ia boca,

se quemó. Con un gesto de enfado tiró la botella

de agua. Cuando se había calmado, la recogió del

suelo y con vergüenza se bajó del taburete y se

sentó en una mesa. Sorbito a sorbito, iba mirando

a Ia gente, sus expresiones, mientras jugueteaba

con los granitos de azúcar que habían caído en el

platillo de la taza de café.

-¡Por favor, pasen hacia el fondo!- se oyó.

Rompiendo su momento de reflexión, un grupo

may 12012 LA5 HOJAS DIL FORO 21

Page 24: Hojas del foro 11

7

NARRATIVA

de empresarios pasaban en dirección a la zona de

restaurante. Apuró eI café y se levantó de la mesa

a las carreras. Dejó varias monedas en la mesa, y

salió con la botella en la mano. No sabÍa muy bien

por donde ir y decidió ir calle abajo. A1 llegar al

parque más cercano, se quedó prendada de unos

niños que jugaban tirándose tierra.

"Un poema, es un sueño en la vigilia" Ie recitaba

un hombre a su esposa mientras estaban sentados

en un banco de piedra, no perdiendo de vista a

sus nietos columpiándose a lo lejos. Cerca de aIIÍ,

un vagabundo eütaba eI sol sentado debajo de la

copa de un arbol, contaba las moneditas que lleva-

ba en el gorro de lana que estrujaba en su mano.

La mujer, se sonreía y bebía, sorbito a sorbito el

agua de la botella. Apretaba eI plástico cada vez

que se ponía nerviosa obligándose a aguantar fue-

ra de casa. A lo lejos, diüsó un puesto de flores y

se acercó sacando del bolso el monedero. -¡HoIa!quisiera una docena de claveles- pidió con ulavoz casi inaudible.

-Perdone que no me levante con rapidez, es

que ya fallan los engranajes- Le espetó Ia señora

que llevaba una especie de aparato en la pierna.

La mujer extendló las flores en Ia mesa con cari-

CAMARADAS DE BAR

Arturo estaba realmente emocionado. Después

de casi un año, aI fin verÍa de nuevo a sus viejos y

añorados camaradas dela Taberna de Antón. Jurrto

a ellos -pensó- se olvidarÍa enseguida de todos

sus problemas y penurias de los ultimos meses.

A pesar de su impaciencia por reencontrarse

con sus amigos, quiso echar un vistazo por eI ven-

tanal antes de entrar al bar. En eI interior del local

pudo ver a Pepe "el Roxu" y a Juan "el Mangas"

ño, adornándolas con ramas de ciprés y mimosas

blancas.

-Ahí tiene. Tenga un buen día.

-Gracias. Igualmente- Y dejándole alguna

moneda de Ia r,uelta se marchó para ponerlas en

agua. A1 llegar a casa, cogió las flores, las puso en

el jarrón de la entrada y se quitó los zapatos. Su-

bió con eI periódico a Ia habitación y levaltó la

persiana para poder leer. A cada mala noticia que

Ieía, daba un tirón para pasar la página. Cuando

terminó de leerlo, Io guardó debajo de Ia cama y

se quitó el vestido. Se puso un chándal encima de

la enagua y salió a pasear. Decidió ir hasta el par-

que para desahogarse. Al llegar se encontró a unos

niños tirando piedras aI riachuelo cercano. Imitán-

dolos, empezó a tirarlas ella y en un arrebato pegó

un grito que hizo reír a los pequeños. Se sentó en

eI campo a espaldas de la gente y acurrucándose,

puso sus oídos sólo en el murmullo del agua, y

cerrando los ojos quedó absorta. Cuando los abrió,

ya era Ia hora de comer y decidió volver a casa. La

rabia que sentía no se había marchado, pero al me-

nos estaba más tranquila. Preparó la comida con

todo lujo de detalles incluidas las flores que había

comprado.

Gustavo Adolfo Fernández

que jugaban a las cartas. También estaban Gelo,

Ortega, Manel y "eI Rizos", todos ellos absortos mi-

rando la tele. Tras la barra, Ieyendo un periódico,

estaba Antón, eI dueño, aI que Arturo consideraba

casl como un hermano mayor. Nada parecía haber

cambiado desde Ia última vez que había estado allí

hacía tanto tiempo, hasta las telarañas seguían en

eI mismo sitio.

-Estupendo- pensó Arturo - están todos. Ya

22 LAS HOJAS DEL FORO

Page 25: Hojas del foro 11

NARRATIVA

sabÍa yo que esta era la mejor hora para venir.

Acarició el picaporte y tomó aire en un gesto

tan teatral que él mismo tuvo que reírse de sÍ mis-

mo. Empujó con fuerza la úeja puerta y nada más

cruzar el umbral, levantó los dos brazos en osten-

tosa señal de saludo.

¡He r,rrelto a Ia ciudad amigos!-exclamó.

Tras unos segundos de silencio y total indife-

rencia, fue Antón el que sin dejar de ojear eI perió-

dico comentó:

-Pues no sabía que habías estado fuera.

A continuación, se oyó a Pepe susurrar:

-¿Quien diablos es ese tipo? Me suena su cara

pero no caigo.

Juan ni siquiera le contestó. Se limitó a enco-

gerse de hombros mientras tiraba un as de bastos

sobre el tapete.

Después cada cual volvió a lo suyo sin prestar

más atención al recién llegado.

Arturo, abatido, se acercó a la barra y pidió el

primer vino.

Paula López G. Virumbrales

viendo a mis hermanos y amigos disfrutando del

veralo a sus orillas, de sus aguas bajo el Puente

de Las Viñas y después en eI pozo de Las Figales. A

la r,rrelta, mi madre esperando con la merienda y,

al atardecer, el sonido del Studebaker J15 que nos

anunciaba la llegada de nuestro padre.

Es difÍcil borrar las imágenes y el eco de vo-

ces y sonidos sigue latente. Espero oír alguna nota

suelta, eI inicio de unos compases que lleguen a

formar una melodía, esa que me ronda en diferen-

tes sueños enr,ueltos en misterio con aires de le-

yenda, donde oigo la voz de un personaje que no

logro ver. Situado al pié de una escalonada fuente,

en una lejana y polvorienta plaza a Ia que hemos

llegado este medio día arrastrando los pies desde

diferentes lugares, y prendidos en el alto tendal

que alcanzan las notas de una extraña flauta, que

ha ido dando paso a Ia voz que narra incansable,

cambia, rer,uelve y transfigura las palabras en una

alianza fascinante, entre el pensamiento y Ia narra-

ción de historias antiguas relatadas miles, quizá

millones de veces.

Y nos hace sentir que hoy es un día diferen-

¿QUIEN TOCA EL MB¡RA?Al poeta Fernando Menéndez, que cada curso llega a este Palac¡o

de Valdecarzana para compartir y enseñar su Arte.

Mi casa del pueblo tiene ftes desr.-anes. El más

pequeño es eI lugar donde han ido a parar todos

Ios libros de mi famüa, apuntes manuscritos, car-

tas de amor, de amigos, comerciales; y a su vez,

postales de aquellos lugares donde alguno ha via-

jado en tiempos lejanos, reristas de toda índole,

cuentos infantiles y series semanales desde EI

Ca¡titan Trueno hasta E1 Espíritu de la Selva.Todo

ello con el caos gobernaldo el conjunto.

Siempre digo que r.o1- a seleccionar, organizar

y Limpiar. Y sentada en el reclinatorio de la iglesia

que tiene allÍ su sitio, iritento buscar Ia razón del

¿porqué sigue todo igual?. Repaso sin tocar todos

Ios lomos y pilas polvorientas. Se está bien aquÍ y

desde la ventana veo el sol hasta que se ocuita tras

Ias montañas; al frente veo las tierras del Villar

soleadas y llenas de altas kriervas y un pequeño

huerto que permanece trabajado, antes eran mai-

zales y tierras de patatas y viñedos. A pesar de los

cambios en el paisaje, el Aranguín sigue su curso

incansable, üendo que sus campos de labor y pra-

deras hoy son piscinas, campos de fútbol y de te-

nis. Lo mismo me pasa a mi, sobre este plano sigo

may 2O12 HO,,'45 r t/ K t, 23

Page 26: Hojas del foro 11

NARRATIVA

te, será para recordar y contar a nuestros hijos y

vecinos. Y los ancianos nos dirán: Pues hubo un

tiempo cuando sonaba eI Mbira de los espíritus, en

el que nos reunÍamos en Io mas profundo del bos-

que, y allí las manos del viajero lograban que los

clavos aplastados del instrumento emitiesen voces

lejanas y siempre había alguno que tenÍa la virtud

de recordar üqias historias.

Siempre son las manos las que logran captar

nuestra atención. Primero fueron sombras en las

cuevas, luego lograron sacar notas de algún hueso

perforado. La magia de las manos. Pensareis que

describo al encantador de serpientes o al flautista

de Hamelin. No, creo que más bien a rapsodas y

aedos griegos, y a todos los que a Io largo de los

siglos hicieron que la literatura oral no se perdiese

en eI aire, se pudiese transmittse impresa y, a su

vez, nos enseñaron este arte.

A QUEMARROPA

Dónde las dan, las toman -pensé mientras

me zampaba una hamburguesa hecha con prisas

y sin pausas. A las dos de la tarde sonaba la sire-

na de la fábrica. Mi venganza sería terrible. O se

retractaban con gratificación incluida, o se las ve-

rían con Puri la "devora hombres". Una vez dentro,

me quedé a solas en eI despacho vacÍo del direc-

tor; puse en marcha la fotocopiadora e hice varias

coplas de la portada de una revista guarra donde

aparecía una mujer en pelota picada. En la parte

de abajo de la hoja añadí: "busque, compare, y si

encuentra algo mejor, cómprelo". La dejé sobre su

mesa y enfilé, pasillo adelante, hacia el colector;

otra copia reposarÍa sobre Ia mesa del úgilante

con el siguiente añadido, en una de las pantallas

de los diferentes monitores de aquella pequeña

El Caminante ha aprendido a escuchar al vien-

to que narra lo que las gotas de agua le susurran,

üajan con su impulso y escuchan en pueblos y ciu-

dades, en cuevas y conventos, a las fuentes y a los

ríos, y bajo las tejas se quedan escondidas y aten-

tas, hasta que el viento de nuevo las lleva.

Hace años que vienes a esta casa de suelos em-

pedrados, con una fuente en el centro de su patio

que vocea sin tardanza 1o que pasa bajo este techo.

No traes ya ni túnica ni capa Caminante, pero lus

manos te delatan y sentados en la falda de esta

escala de libros, esperamos hechizados a que nos

enseñes a cabalgar sobre eI viento e interpretar su

sonido, para poder contar en cualqúer noche per-

didos en los recuerdos, url retazo de Io que fue

nuestro r,uelo. ¡Deja por favor, que ttrs manos si-

gan tocando el Mbira!, te escuchamos.

Bij ou

sala: "No me llames" (en color rojo pasión). NIe fui

aI cementerio (Iugar que albergaba un gran núme-

ro de maniquíes hacinados y entonces en desuso);

cogí varios e hice una especie de torre, no sin antes

haberlos decorado en exceso; hacíanjuego con las

cristaleras de aquella nave, donde se podía leer en

tonos üoletas: "cabrones, cabrones, devolr.edme

Ios millones". Acto seguido, me bastaron tal solo

cinco mirutos para extraer del bolso el pequeño

revolver (detalle de Ia armería) e irme a la sala de

pruebas: siete figurhes portaban teias con dife-

rente formato y tacto. Disparé a quemarropa )-me

los cargué a todos sin eludir los géneros; teniendo

en cuenta todo lo que me debían, aquello era una

fruslería, sin más. Me fui, enjugándome aquel mar

de lágrimas en el pañuelo.

24 HOJAS Dtt FORC

Page 27: Hojas del foro 11

POESIA

PlácidoRodríguez

Retales del tiempo

Duerme Ia tersura en un abrazo de satén

escondida entre los pliegues de una arruga.

Tiene sueños desnudos que se ríen de lo oscuro,

solo al despertar afronta los horrores,

retratada por los brillos

del espejo.

Embiste el üejo conocido en eI saludo

por su antigua condición de semejante

que vierte el vinagre dentro de los ojos

cuando se muestra despojado de tapices,

ayer iguales

a los nuestros.

Saluda el roble centenario en el otoño,

desprendiendo, a nuestro paso, sus hojas aI camjno.

Pasaron tantos a su lado que no recuerda

los que le vieron llorar

en eI primer inüerno.

Busconas de alivio en oraciones

transitaron sucesivas y a millares,

y subieron las almas Ia escalera

provistas de materia: orgánica.

Eso dice la losa desgastada

en su silencio.

may 2O'12 LAS HOJAS DEL FORO 25

Page 28: Hojas del foro 11

POESíA

Xosé Llu ísRodríguez Alberdi

EL MIO PAISAXE

Ente los ruíos estrueldosos de motores de coches,

ente'l fumu fediondu de les chiminees y tubos d'escape,

ente'l billuriciu d'una cai atacada xente a la gueta rebaxes,

los mios olos y la mio ñariz, talo vírxenes vestales,

avezaos al silenciu pudorosu del mio llugar,

al doce revolotiar de palombes, zocones y malvises,

al arume de montes de carbayos, castañales y piornos,

al arrecendor del romeru, la marialúsa y la yerba curao,

al rÍtmicu correr ensin priesa del regatu que m'adormez,

sollíviense engafentaos encamentándome afuxir del infiernu,

tornar de secute pal pacetible requexu onde vivo,

p'aquel coín del mio país inda güei paraísu,

onde los folios en blanco o garabatiaos

enllenen ensembre'l mio paisaxe,

Ia mio vida, la mio mente, el mio corazón,

palabres míes o ayenes coles que viaxo

dica 'I fin del universu.

26 LAS HOJAS DEL FORO

Page 29: Hojas del foro 11

POESíA

NUNA CAFETERIA

Una mesa y cuatro sielles arriendes de mio;

enriba Ia mesa un ceniceru y una carta bebíes;

una tele prendida, una telenovela que nun s' oyi;

un cantar nuna minicadena, "A Dios le pido";

tres homes y una muyer nunos tayrelos altos acoldaos na barra;

dos camareros con chaquetina colorada aceleraos del otru llau,

Ilimpiando, ún, un vasu, allugando servilleteros, I' otru;

tres de mio una rapaza llei un periódicu, n' otra mesa de cuatro sielles;

a la manzorga, un carricoche con un neñu, durmiendo,

mentanto, Ia ma, piernes cruciaes, avienta'l fumu abuxaracáu

qu' estrá d' un piru amediáu rubiu qu' aguanta,

doucemente, ente unos didos llargos d'uñes moraes;

al altor de los mios güeyos, un floreru frayáu con delles hortensies

musties y avieyrscaes, obra de dalgún pintor que nin firma;

a la mandrecha, una naturaleza premuerta, un espe).,u,

escariáu y pasáu de moda, mírame en tentes;

una máquina tragaperres, cantarina de xemes en cuando,

allampla porque dalgún veceru l' acallente;

un armariu frigoríficu mediu llen o mediu valeru de xelaos

espera asosegáu pel branu ensin dicir nin res;

y una puerta, Cocina, convida a comer ensin fame,

demientres azuanta por un cartelu d' Aseos con una flechuca

que t' empobina a unos báteres que güelen a pinu.

D' esmenu, un camareru de coloráu asitia delantre min,

ensin pidi-ylu, un platÍn de porzolana blancu cola cuenta;

allugo los cuartos néI, a la vera'l tique, ensil propina,

por apurar, por medranosu de que yo nun pagare;

doi 'l caberu paparáu al café con lleche, ya cuasi esfrecíu;

llevántome seliquín y colo pa la cai ruidosa, adulces.

Dexo p' atrás la cafetería, nun la miro nin de regueyr.

¡Na ciudá hai tantes ensin alma!

aI

may 2Ol2 LAS H0JA5 DEL FOR0 27

Page 30: Hojas del foro 11

POESiA

Pytér Xuan

Al Sur Del Llanto Amargo

Desnutrido amanecer de rasgos violetas

en eI gélido aroma de mi alma

tan liviana, tan perdida,

embalsamada al sur del llanto amargo

donde perdido eI norte

ya no hubo escapatoria.

Doblegado atardecer de arrugas estancadas

en el encorvado sueño de mi alma

tan pesada, tan ilusa,

inundada aI sur del Ilanto amargo

donde ahogado todo acorde

ya no hubo melodía.

28 LAS HOJAS DEL F0RO

Page 31: Hojas del foro 11

POESíA

INOCENCIA

En los albores de la inocencia perdida

al sur del llanto, capa caída;

cuando restringida sin dilación

la opinión fue ecuestre cautiva

y la absoluta ironÍa de las hadas

encarnadas en celestes shfonías

agobiaron con mesura y tesón

el bastón efímero de su cordura.

Vieja niñez espolvoreada

sobrada de sueños, cargada de lamentos

en las dunas de desiertos ahogados;

agua inservible en nubes cerradas

astros lejanos a tiro de piedra

que hierran tina.ias raídas al viento.

Aliento inseguro en zurrones olüdados

exhalando dardos ocultos

que minan su cielo en embargo sin celo

tildando comas y presuntos recuerdos

en los albores de la inocencia herida

y en harapos mordida,

cuando restringida duerme la memoria

sobre un alma, dura almsfo¿fl¿ pátina,

juguete que exclama üolencia

y manos rasgadas al estrangular la conciencia;

hhóspito vergel efervescente

orificio inclemente y raquítico plan,

dúcti1 indiferencia,

a otro lado, volver a mirar.

mav I zolz LAS HOJAS DEL FORO 29

Page 32: Hojas del foro 11

POESíA

Fe rnan d oCas ita

Agnosticismo

Cuánto dolor

y sufrimiento.

Por qué será

y para qué.

Si no hay respuesta

por qué Ia üda,

si no trasciende

ni nos libera.

La humana,

siendo capaz

de dolo,

añade espanto.

Ante el silencio

hay quien acoge

la incertidumbre

como destino.

Una esperanza:

es la verdad

que es más que eI ego,

es Io que es

Luego aguardemos

a que la luz

se apague.

Será.

30 LAS HOJAS DEL FORO

Page 33: Hojas del foro 11

POESIA

Psicopatocracia

Convengamos en que hay muchas personas con grandes limitaciones,

perplejas, pasivas y limpias de corazón,

víctimas de ultrajes y muy asustadas

que padecen los escarnios de Ia oligarqúa.

Reconozcamos aquÍ y allí que los mandatarios multiüsciplinares

suelen proceder de zonas mentales patógenas

proclives a la egolatría y a la coacción ejercida

sobre masas informes e inermes.

Las piezas humanas se van colocando en sociedad

según ese punto de partida morboso,

en que las cosas se explican desde ocultos intereses

impidiendo eI desarrollo material y espiritual del conocimiento.

Megalómanos e intelectuales de ecléctica anfibia

-halcones mediáticos, artistas estupendos, filósofos febles-compiten en el abuso, olüdando en su orgánica torre de marfil

los actos fallidos y otros lapsus detectables por la ciencia.

Este mundo así prorrateado

al desarrollarse contra la naturaleza,

eI sentido común y la voluntad de progreso,

genera el desastre que conduce a la ignominia.

No se busquen etiologías fantasmales

para explicar la ratz del embrollo

en dogmas religiosos, o en ideologías varias

que nunca son causa, sino fin excusado.

Cada grupúsculo de poder se va insertando

en su apriorística intención de dominio

fingiendo el credo que a sus intereses

convenga, adaptándose a las contingencias.

Para romper Ia tendencia criminal

se precisan más que nunca mentes brillantes en personas íntegras

que en una infatigable labor didáctica y generosa

expliquen a las masas el proceso.

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Page 34: Hojas del foro 11

POESíA

CarlosG randa A la mierda

Yo, estoy lleno de mierda.

Tú, estás de mierda hasta eI cuello.

Estamos todos llenos de miedos de mierda

MUC\O mAS por qué, entonces, tratar de ser felices,

dibujar sonrisas, disfrazar mentiras,

Más, más, más, más... mucho más frustrarnos en pos de buenos sentimientos.

Hay que equivocarse mucho más La vida es una mierda

andar por caminos que no entienden de huÍdas El trabajo en una mierda

seguir por callejones que no tienen final Cucho me temo que la rebelión es cucho

y volver a empezar sin miedo me temo que el ¿rmor son dos mierdas que se juntan

sin miedo a la vida, para oler aún peor.

a que no exista verdad. A qué esperamos, entonces,

para esculpir el asco en nuesúos rostros.

Hay que eqüvocarse más, mucho más

Reventar eI cartel que pone SALIDA

No hay salida!

Pero se puede entrar más

más, más, más, más

mucho más.

Conjugando el S.XXI

Yo paso de todo

Tú miras hacia otro lado

Él pasaba por allí

ElIa agacha la cabeza

Por orden ministerial queda definitivamente abolido elvocablo

"Nosotros"

Vosotras os ponéis de rodillas

Ellas se juntan,

se juntan y siembran

semillas de barro.

32 LAS HOJAS DEL FORO

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I

mayl20l2 LA5 HC;A§ DEL FüNC

Alfonso MartÍn González

ANCELS OF HARLEIV. NY. 2OI I

Rotulador sobre papel

Page 36: Hojas del foro 11

¿POR QUE TAMOSSIEMPRE APARCAOS

EN MISMO SITIO2 VAMO5DAR UNA VUELTA.