El foro 11 de Septiembre 2013

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N°11 |11 DE SEPTIEMBRE DEL 2013 |[email protected] |issuu.com/elforitoudec |Tw: @Sindicato1_UdeC |FB: Sindicato Nº1 Trabajadores UdeC A 40 AÑOS DEL GOLPE 1973-2013 (((EDICIÓN ESPECIAL)))

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Edición 11 y especial sobre los 40 años del golpe militar en Chile.

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N°11 |11 DE SEPTIEMBRE DEL 2013|[email protected]|issuu.com/elforitoudec|Tw: @Sindicato1_UdeC|FB: Sindicato Nº1 Trabajadores UdeC

A 40 AÑOS DEL GOLPE1973-2013

(((EDICIÓN ESPECIAL)))

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DIRECTIVA SINDICATO 1 UDEC: Presidente: Espedio Ibáñez Parra | Secretaria: Miriam Oliva Santos | Tesorera: Edith Ibáñez Parra | 1er Director: Isidoro Inostroza Gallegos | 2º Director: Enrique Villaroel V. | Delegados: Esteban Otárola López (Instituto GEA) / Eduardo Urrutia Cruces (Medicina) / René Perez (Odontología) / Luis Santander (Ingeniería Química) / Jesús Rosales Sagredo (Empre UdeC) / Pedro Castro Quiroz (Parques y Jardines) / Daniel Henríquez Lagos (Medicina) / María Elena Neira (Derecho) / Erika Arias (Educación) / Gerardo Fuentes (Ciencias Químicas) / Humberto Sáez (Centro EULA) / Angélica Pino (Artes y Humanidades) / Ana Beltrán (Biblioteca) / Rafael Adasme (Delegado Campus Chillán) / Maribel Reyes (Delegada Campus Los Ángeles).-EL FORITO Editor, diagramador y colaborador: Javier Romero T. | Servicios informativos: El Ciudadano / Panorama UdeC/ Periódico El Siglo / Periódico Red Digital / Periódico ResumenCorreo electrónico: [email protected] | Página web: www2.udec.cl/sindicato1 | Síguenos en Twitter: @Sindicato1_UdeC.-

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comitivas.

Ahora,vemos que hay unaherida nueva que quiere dejar el pasado de lado sin mirar el proceso. El gobierno de hoy pretende conmemorar los 40 años del golpe sin decir que el pueblo perdió, que no dejó un legado que era una lucha para transformar en un gobierno de, por y para los trabajadores para el pueblo.

Los campesinos no está; y los mapuches antes tenían tierra, ahora no. La educación se abría a todo el pueblo y los estudiantes estudiaban gratis. A la vez universidades como la nuestra recibían aportes sociales más arriba del 50%, aportes del Estado gracias al pueblo chileno y los trabajadores.

Es tiempo de también recordar por quienes cayeron en esa lucha justa. La historia no se puede silenciar ni tapar. Los jóvenes querían cambios y los trabajadores también lo querían como que un campesino estudie en la universidad. y bajo la apertura que tuvo la universidad hubieron carreras vespertinas que hoy desaparecieron.

También hay que recordarles, que

A los trabajadores y estudiantes:

Es tiempo de replantear lo que la histora nos quiso decirles. No solo a nivel universidad, sino que también a nivel regional y país. Cuando los trabajadores dicen que en la dictadura persiguieron más a los trabajadores, claro que lo hicieron: asesinaron más trabajadores que estudiantes. También en esta conmemoración hay que remontar la función que tuvo Salvador Allende primero y qué fue la expectativa que tuvo con ellos, y nosotros decimos que él integró a los trabajadores a su gobierno, dirigentes laborales a su criterio. Y a su vez se preocupaba de ayudar tanto al pueblo como a los mismos trabajadores entregando viviendas dignas, la nacionalización del cobre entre otras.

En ese gobierno negociamos ramas, las emresas que estaban en los bancos eran pasadas al Estado, porque lo que podemos hacer quedaron sin historia, de entre ellas estaban Bellavista Oveja Tomé, Huachipato y todas estas se veían a estudiantes y trabajadores reunidos en distintas instancuas propias de

no hubo violencia en el pueblo chileno, sino que provino del pueblo norteamericano, de los grandes empresarios.

Como trabajadores creemos que este proceso se paró, y ee tiene que volver a funcionar. Es necesario que los estudiantes y trabajadores se integren a la comunidad entregando cultura e investigación e integrándola de forma total a ella.

No olvidemos que en dictadura se cerraron carreras, hubieron muchos docentes que no favorecían en nada el desarrollo libre del espíritu, y nosotros fuimos los primeros en sacar ese miedo para recuperar lo que se había perdido. Fuimos junto con los estudiantes, el principal motor de lucha contra la mercantilización de los servicios, y hoy esto no se ha sacado de raíz.

Espero que la historia dentro de la universidad no se borre, que la memoria y la reflexión nos ayude cada día a ver dónde estamos y que todo lo que se perdió para el pueblo, el estudiante y el trabajador se recupere para así volver a tener vida digna y una amplia democracia.

Palabras de Don Espedio Ibáñez

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conociendo y de las que no termina de asombrarse.

Los dictadores chilenos no respetaron convenciones internacionales sobre Derechos Humanos que Chile suscribía; convenios que se habían establecido por la ONU precisamente como consecuencia de las atrocidades cometidas por los fascistas durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco respetaron los convenios y protocolos internacionales sobre la guerra y el trato de prisioneros que también Chile suscribía; la falta de principios civiles y valores militares en los entes uniformados resulta aberrante si se considera que fue la propia dictadura quien declaró el “estado de guerra” contra los chilenos.Las consecuencias de los crímenes cometidos por las instituciones uniformadas y por los diversos aparatos represivos y servicios de seguridad de la dictadura afectan no solo por la existencia de delitos y víctimas sino por la estela de impunidad, de inmunidad, de hipocresía, de cinismo, de desvergüenza que ha rodeado a los criminales, culpables y cómplices de aquellas atrocidades. El manto de impunidad deviene del arbitrio del dictador, por una parte, que aun después de haber dejado el mando político del país siguió conservando el poder del ejército y amenazando la enclenque democracia con ejercicios de enlace y proclamas de inmunidad para “sus hombres”, es decir, para los asesinos, torturadores, criminales de todas las calañas con y sin uniforme. Eso por una parte. Pero, por otra, la impunidad también ha estado amparada por la cobardía política, la complacencia con el poder y la traición a las víctimas de las violaciones a los derechos

PERIÓDICO RESUMEN

Al contrario de lo que suele ocurrir con ciertos sucesos históricos en que el paso del tiempo atenúa o minimiza la percepción de los hechos, el paso de los años, de las décadas, del tiempo no hace sino aumentar la magnitud y dimensión de la tragedia que significó para Chile el golpe de estado que derrocó al gobierno popular de Salvador Allende. Este fenómeno solo es comparable con la percepción que la humanidad fue teniendo y ha ido logrando de las atrocidades de todo orden cometidas por el fascismo nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Al cumplirse los cuarenta años del golpe las resultancias de aquel nefasto hecho siguen afectando las vivencias de todos los chilenos. Más bien siguen afectando la vida de los chilenos. La dictadura que se instauró en Chile provocó tales trastornos en la sociedad que aún hoy la ciudadanía no termina de dimensionar sus consecuencias, de sufrir por sus atrocidades, de librarse de sus cadenas.

Los efectos del terrorLa dictadura se instauró a sangre y fuego, desarrollando una intensa y prolongada práctica de violación de los derechos humanos de las personas y la comisión de delitos de lesa humanidad. La tiranía provocó un reguero de muertos, detenidos desaparecidos, secuestros, prisioneros, torturas, exiliados, robos de niños, y toda suerte de represalias y vejámenes contra el pueblo chileno que hasta el presente castigan a las víctimas y sus familias. Establecer estas verdades públicas en la memoria social y judicial ha sido un largo, lento y dificultoso proceso; verdades que el pueblo chileno sigue

humanos, en que cayó sin demasiada tardanza y reticencia la clase política que sucedió a la dictadura en el mando político del país. Esto expresa la cínica lógica concertacionista de solo aspirar a aplicar “justicia en la medida de lo posible” enunciada por el presidente Patricio Aylwin durante el primer gobierno en democracia, claudicando gustosos a los principios que decían sostener.

A partir de entonces, ha predominado la complicidad entre dictadores y criminales, por un lado, y la clase política y concertacionistas, por el otro, y es la razón de fondo de la tardanza en establecer la verdad y en lograr justicia. No es menor el hecho de que recién después que el tirano fue detenido en Londres, en octubre de 1998, por la justicia de otros países, los tribunales chilenos se avinieron a procesar al dictador y se generaron los espacios para abrir causas por los crímenes cometidos por la dictadura.

Pero la sensación de impunidad no ha dejado de percibirse, nunca. Si bien es cierto ha habido juicios y condenas, no es menos cierto que no se persigue a todos los responsables con rigor de justicia, de modo que unos pocos son procesados y otros tantos resultan inmunes. No solo eso, de aquellos culpables que resultan condenados pocos cumplen pena de prisión efectiva, y los que lo hacen permanecen en recintos de lujo,

en condiciones de privilegio y recibiendo rentas de sus instituciones armadas de origen. Peor aún. Durante el gobierno de Sebastián Piñera, su administración y la derecha han hecho reiterados intentos por imponer un indulto o beneficios que favorezcan a los criminales procesados o condenados por delitos de lesa humanidad; solo la presión de diversas organizaciones ha impedido hasta ahora que se consumen estas maniobras.

El objetivo refundacionalLa dictadura militar no fue solo la barbarie de uniformados convertidos en energúmenos y de aparatos represivos convertidos en criminales, también fue el camino y el método escogido por la burguesía y el capitalismo chileno para resolver sus contradicciones, sentar las bases de un nuevo modelo de acumulación y establecer un nuevo sistema de dominación política que garantizara y resguardara su poder. Esta necesidad y objetivo de la burguesía chilena se ligaba de manera dependiente y alienada con los intereses y voluntades del imperialismo yanqui y del capitalismo internacional, de modo que el proyecto burgués contó así con el respaldo externo que necesitaba para ejecutarse, mantenerse en el tiempo y consolidarse.

El régimen dictatorial instauró la constitución del 80 que aun hoy rige los destinos del país. Este cuerpo legal, fraguado y elaborado tras capotes militares por los más conspicuos

A 40 años del golpe: Las marcas quedan

NOTA DEL EDITOR: Como dice el refrán “sin historia no hay memoria”, El Forito se hizo cargo en realizar una edición especial en donde podrás ver los antecedentes y consecuen-cias que trajo el Golpe de Estado del 11 de Septiembre de 1973, para que nunca más en Chile y en la UdeC hechos como estos vuelvan a ocurrir. EL EDITOR

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representantes de la burguesía conservadora chilena, se convirtió en una constitución antidemocrática y antipopular que solo era posible imponer por medio de la amenaza y el terror. La derogación de esta constitución bastarda fue una de las principales banderas de lucha que levantó la resistencia popular y la oposición a la dictadura en los años 80. Sin embargo, luego del retorno a la democracia la clase política reinante se olvidó de esta exigencia popular y se dedicó a negociar con los fachos y adherentes al régimen saliente para coexistir y correinar sometiéndose al engendro constitucional dictatorial. Hasta ahora, la clase política solo le ha efectuado maquillajes y seudo reformas con la finalidad de blindar con un manto de legitimidad la farsa constitucional de la tiranía.

El sueño neoliberalJunto a la labor punitiva y represiva sobre el pueblo, la principal tarea que cumplió el régimen militar al servicio de la burguesía y del imperialismo fue imponer un nuevo modelo de acumulación. Un modelo que estuviera en concordancia con las pretensiones de la burguesía criolla y con las exigencias del capital internacional de no tener barreras ni límites para establecer sus negocios que, a su vez, les permitieran grandes utilidades a bajo costo y en corto tiempo. Esas condiciones son las que llevan a la imposición de un modelo económico de libre mercado que ha permitido a una ínfima minoría de grandes empresarios nacionales y a diversas corporaciones internacionales, adueñarse del país para explotarlo a su antojo. Esta colusión de capitalistas ha mantenido un sistema basado en la sobreexplotación, la desigualdad, el abuso, la concentración, la depredación de los recursos naturales, el usufructo de los recursos mineros, y otras garantías que la legislatura chilena se ha encargado de facilitarles.

El despojo del país obviamente lo inició el tirano y su dictadura, pero lo han intensificado y perfeccionado los sucesivos gobiernos de la llamada democracia. El saqueo grosero lo comenzó la tiranía en los años 80 poniendo en subasta gran parte de las empresas, industrias y servicios que eran propiedad del estado chileno; la enajenación de los recursos naturales del país entregándoselos al capital privado e internacional fue otra jugada impuesta por las transformaciones dictatoriales para darle continuidad y estabilidad a su nuevo modelo. Esta política de privatización y enajenación de los recursos naturales del país la continuaron de manera escandalosa los gobiernos concertacionistas que, además, han profundizado la destrucción de la industria interna. Una economía abierta al mercado internacional traía aparejada y trajo

consigo la destrucción de la industria nacional. La industria de manufactura fue la primera en sucumbir ante el embate de las importaciones imperialistas y de los tratados de libre comercio; le siguió la agricultura orientada al consumo y mercado interno. En nuestra zona esto se tradujo, por ejemplo, en el cierre de las minas de carbón, el cierre de las industrias de loza, cierre de textiles, quiebre de diversas fábricas del cuero y del calzado, privatización de Essbío, depredación del mar y pérdida de posibilidades de pesca artesanal, cierre de diversas secciones de Huachipato e industrias del metal, entre otras calamidades que han generado una cesantía crónica y el empobrecimiento de la región.

No hay mal que dure cien añosCiertamente el sistema político y el modelo económico instaurado por la dictadura lograron consolidarse. Primero fue a través del terror, de la fuerza y de las armas; luego fue a través de la coerción, de la preponderancia de los poderes fácticos, y de la manipulación demagógica de la clase política. Pero luego de cuarenta años del golpe y de más de veinte de restablecida la democracia, el infranqueable modelo dictatorial comienza a resquebrajarse. Más bien, la movilización social de los últimos años ha provocado grietas que difícilmente podrán repararse con la tradicional albañilería de la demagogia, la manipulación y la represión que han sido las herramientas preferidas de la burguesía y la clase política para maquillar y conservar su modelito de dominación.

La dueña y madrina de este modelo, la derecha política chilena, está dando síntomas de sufrir una severa crisis. El haber accedido al gobierno y tener que ejercer el poder por métodos democráticos no calza con la vocación dictatorial de la derecha y la movilización ciudadana y sus demandas pusieron de cabeza a la coalición gobernante. En efecto, esta crisis derechista tiene su origen en la fuerza, amplitud y persistencia de las movilizaciones ante las cuales las respuestas tradicionales

(represión, manipulación, demagogia) no han rendido efectos, es decir, no han conseguido aplastar y someter al pueblo movilizado. Por tanto, las opciones de la derecha se reducen a un recrudecimiento y profundización de la violencia y la represión contra los ciudadanos lo que, inevitablemente, conduce o se transforma en un estado o situación dictatorial. Método de gobierno, este último, que a la derecha chilena le resulta natural y propicio, pues es el único que le asienta a sus características sociales, ideológicas y morales. Pero también sabe que las condiciones para imponer el terror no son las mismas de hace cuarenta años, ni a nivel nacional ni a nivel mundial. Esta constatación les provoca incertidumbre, histeria, depresiones, visiones disímiles, crisis.

Una expresión patética de esta crisis la encontramos en que la actual candidatura presidencial de la derecha está personificada en la hija de uno de los nefandos integrantes de la Junta Militar. La raigambre e identidad dictatorial de la derecha (sumado al cinismo, hipocresía y desfachatez que le son propios) hace que esta designación resulte coherente; de cualquier forma surge en reemplazo de otro prominente producto de la dictadura que desistió declarándose enfermo. En cualquier caso, ambos son un reflejo de la descomposición y desorientación de la derecha que se ve superada por la realidad.

El comienzo del finalEl pueblo chileno ha comenzado a despertar del letargo en que quedó sumido por el terror dictatorial, primero, y por la manipulación demagógica de la concertación y la clase política en su conjunto, después. Las movilizaciones protagonizadas por diversas organizaciones sociales de distintos puntos del país y por los ciudadanos de diversas localidades de variadas regiones, si bien no tienen o no han tenido una continuidad en el ámbito de la lucha política, al menos han tenido el mérito de poner en entredicho la estabilidad de un modelito cuyos corsé ya no aprietan lo suficiente como para impedir la reactivación de las luchas reivindicativas.

Lo definitivo es que el pueblo se hartó del abuso y no está dispuesto a seguir tolerando tantas injusticias.

La realidad es simple: el país es controlado por una ínfima cantidad de personas dueñas del poder económico, dueñas de quienes legislan, dueñas de quienes hacen “lobby”, dueñas, en suma, del poder político, y la población es víctima de un modelo de desarrollo desigual, abusivo y explotador. Los ricos se convierten en cada vez más ricos, y los trabajadores y el pueblo se convierten en cada vez más pobres, más esclavos del endeudamiento, más víctimas de los abusos, más vulnerables. Sin embargo, la reactivación social sigue siendo insuficiente porque las luchas locales y parciales no logran aun romper las amarras ideológicas y las limitantes organizativas con que han sido maniatadas y adormecidas por más de veinte años. Hay avances y la perspectiva indica que se ha llegado a un punto de inflexión desde donde la ciudadanía no piensa retroceder.

Las movilizaciones ciudadanas han sido de enorme importancia para marcar este momento político de inflexión. Por un lado, han tenido el mérito de poner en evidencia la vocación represiva, despótica y abusiva de la derecha chilena, pero también ha puesto al desnudo la colusión, la hipocresía, el cinismo, las traiciones y carencia de valores de la coalición concertacionista que abandonó los objetivos que se forjaron en torno al arco iris para parapetarse tras el influjo del poder y del dinero. Por otro lado, cada movilización de cada sector social o geográfico por separado ha venido a señalar ante sí mismos, ante el resto de la ciudadanía, ante el país entero, la justeza y certeza de las reivindicaciones que originan sus manifestaciones y demandas, trasladando al estado y a la clase política la resolución de sus problemas. Es en este ejercicio de organización y lucha que los sectores movilizados han constatado la fragilidad que denota el sistema que los domina ante la fuerza colectiva de los pueblos. Esto no es un dato menor si se considera que el gran éxito de la dictadura y del sistema había consistido en inculcar el individualismo, el egoísmo y la creencia de que cada quien era responsable y garante de su suerte. Esta falacia impuesta por el peso de las armas y el paso del tiempo se ha desmoronado ante el peso de la organización que implica cada movilización, ante el peso de la fuerza que se logra con la colectividad de los esfuerzos y, sobre todo, ante el peso de la realidad que los ciudadanos y el pueblo trabajador intentan cambiar.

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cristalizó una democracia oligárquica: clasista, excluyente y anti democrática.De este modo, la dictadura de Augusto Pinochet fue el instrumento de una clase social para realizar el “trabajo sucio”, descabezando un movimiento popular ascendente a sangre y fuego, sembrando el territorio nacional de cadáveres. La barbarie en que se ha sumido la derecha chilena se prolonga hasta el presente bajo la forma de impunidad para los responsables –civiles y militares- de crímenes de lesa humanidad. Pero también en impedir la expresión democrática de las mayorías ciudadanas y en la represión de amplios sectores de chilenos que reclaman sus derechos, estudiantes, trabajadores.En la hora presente y superada ya la falsa dicotomía que nos proponía como únicos modelos posibles el “socialismo real” de cuño soviético o el “neoliberalismo” de estilo occidental; surge en Chile, como en otros países de la región, la verdadera contradicción histórica y social que nos acompaña desde la independencia: Una democracia oligárquica que legitima la injusticia de los más o una democracia participativa que restituya la soberanía de nuestros pueblos.

EL CIUDADANO

La guerra de Augusto ha sido el intento más acabado de refundar un país, afirmando, al mismo tiempo, su tradición oligárquica. Esta empresa, empero, está llegando a su fin. En este “ahora” del siglo actual surge con mayor claridad el imperativo de dejar atrás las formas arcaicas de una democracia oligárquica sedimentada desde los albores de nuestra independencia y cuya expresión más reciente es la constitución de facto impuesta por una dictadura militar.

1.- PARADOJA CHILENA A fines de la década de los años 80 del siglo XX, Chile y el mundo parecen inaugurar un nuevo tiempo histórico. Por aquellos años, cae el muro de Berlín, poniendo fin a la llamada Guerra Fría. Un cambio macro político destinado a abrir un nuevo curso a la historia de la humanidad. Al mismo tiempo, en Chile, un plebiscito sacaba al dictador Augusto Pinochet de la primera magistratura del país. Un cambio micro político que significó el inicio de un proceloso camino hacia la restauración democrática, un camino que después de 40 años todavía no termina.Sin tener plena conciencia de ello, el nuevo escenario nacional, e internacional, nos ofrecía lo que podemos llamar “la paradoja chilena”. Si bien el dictador se retiraba de la Moneda, refugiándose como comandante en jefe de su ejército, había dejado todo “atado, bien atado” para que la institucionalidad dictatorial siguiera presidiendo la política nacional por décadas. Con ello se garantizaba la impunidad de civiles y militares que habían actuado como verdugos, Pinochet el primero. Asimismo, se mantuvo un orden económico tremendamente ventajoso para banqueros e inversionistas criollos y extranjeros. Por último, se estructuró una legislación que dio garantías a los sectores de derecha para preservar mayorías parlamentarias mediante el llamado sistema binominal.En pocas palabras, mientras el planeta entero enfrentaba una apertura inédita en la historia, preparándose para ingresar en procesos de mundialización, la institucionalidad chilena operó una clausura. Lejos de prepararse para cambios democráticos en la sociedad chilena, las elites locales se aferraron a una constitución heredada de la dictadura, acomodándose a ella. En una sociedad que hasta el presente se estructura casi como un régimen de castas, la constitución de Pinochet

2.- DOLORES Y ENSEÑANZAS Las circunstancias históricas más aberrantes y trágicas han sido también una ocasión propicia para el aprendizaje y la reflexión. El sufrimiento individual y colectivo pareciera ser un acicate que nos muestra el significado de ciertos acontecimientos, más allá de lo intelectual, más allá de la emoción. Ni entender la racionalidad política de una acción militar ni la consternación ante la barbarie parecen suficientes ante tanto dolor y tanta muerte. Para entender cabalmente ciertos acontecimientos se requiere además “comprenderlos en su profundidad”. Esta comprensión está más allá de los conceptos y las emociones e implica una aprehensión que reclama un compromiso integral, pleno de intensidad y radicalidad, una genuina experiencia espiritual.Desde una perspectiva tal, todo lo acontecido en Chile desde 1973 representa una degradación moral que solo puede avergonzar al género humano. El fatídico golpe de Estado protagonizado por Augusto Pinochet ha significado, ni más ni menos, poner en entredicho la “dignidad humana”, violentando los cuerpos y la vida de hombres y mujeres, muchos de ellos, desaparecidos hasta hoy. Los actos inspirados en el fanatismo homicida, en

la codicia y el egoísmo solo multiplican el sufrimiento en víctimas y victimarios. La barbarie pervive cuando sigue impune, pues solo la justicia humana puede redimir parcialmente la ignominia.Ningún uniforme es suficiente para ocultar lo que somos. Abusar o asesinar a otro, sea en nombre de cualquier ideología o creencia, es abusar o asesinar a un semejante. Este “saber moral” es aceptado por laicos y creyentes y se inscribe por derecho propio entre los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida. Chile ha debido compartir su tragedia con muchos otros pueblos de la tierra, el momento amargo de su dolorosa degradación. Un dolor que se expresa en miles de torturados, asesinados, desparecidos y en el luto de sus familiares. Un dolor que también se expresa en la vergüenza que ensombrece nuestro país hasta nuestros días, un dolor que se llama impunidad y se llama desigualdad e injusticia.Las nuevas generaciones de chilenos deben aprender a vivir con las cicatrices de un pasado triste y vergonzante. Sin embargo, por lo mismo, se les impone el desafío de restituir la “dignidad” a la vida en nuestra sociedad. La dimensión profunda de nuestra historia, espiritual si se quiere, nos concierne a todos y atañe a nuestra estatura humana. No se trata de una cuestión etérea, lejana y ajena, la “dignidad” se realiza en la vida concreta de los pueblos donde cada individuo encuentra un lugar para su realización. En el presente, los chilenos estamos llamados a construir nuevos horizontes democráticos, inclusivos, participativos, que conjuguen el crecimiento material con el desarrollo moral, dejando atrás la tristeza y el rencor del siglo precedente.

3.- FUERZAS ARMADAS: TAREA PENDIENTE Democratizar un país consiste en lo fundamental en ajustar las instituciones al amplio tejido social de la nación a la que sirve. En este sentido, se hace indispensable reconfigurar la institucionalidad chilena y eso pasa por una nueva constitución para nuestra república. Este nuevo diseño solo puede emanar de la voluntad soberana de un pueblo, cualquiera sea la forma en que ésta se exprese. Democratizar Chile es poner todas las instituciones de un estado responsable como garantía de una vida digna para hombres, mujeres y niños nacidos en este país, sin importar su condición social, su credo, ideología u origen étnico. En un Chile democrático

Lecciones de la dictadura

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todos deben encontrar su lugar, sin exclusiones.En ese Chile d e m o c r á t i c o corresponde abordar el complejo problema de nuestras fuerzas armadas. Hasta el presente, se trata de un tópico que nadie quiere abordar, es un tabú político que los diversos partidos y figuras eluden, ignorando un aspecto fundamental para el presente y el futuro histórico del país. Plantear el problema de una profunda democratización de las fuerzas armadas es políticamente incorrecto, sin embargo, se trata de una cuestión insoslayable en los años venideros. Esto se explica, en parte, en el hecho evidente de que han sido las instituciones castrenses las que han protagonizado una dictadura atroz que nos avergüenza hasta hoy.El papel de las fuerzas armadas en un Chile democrático no puede estar disociado del curso histórico del país en su conjunto. La dictadura de Augusto Pinochet y su constitución de facto politizó en extremo a los institutos armados, llegando al grotesco de asegurar a los comandantes en jefe un sillón parlamentario, formando a generaciones de oficiales en doctrinas foráneas y anti patrióticas de “seguridad nacional”, que conciben a los sectores sociales oprimidos como un “enemigo interno”. Esta profunda distorsión de la herencia de nuestros héroes sigue pesando en los cuarteles, convirtiendo a las fuerzas armadas en verdaderos gendarmes de un Estado policial.El Chile del mañana requiere de unas fuerzas armadas democráticas, garantizando el acceso a sus institutos de todos los jóvenes chilenos sin exclusiones clasistas como acontece en la actualidad. Las instituciones de la defensa nacional requieren recuperar un nuevo sentido de patriotismo, tan profundo como generoso. En tanto instituciones del Estado chileno, no es aceptable que sean convertidas en cotos cerrados donde reina el nepotismo, como una entidad parásita y ajena a los problemas del país. Una democracia robusta no puede desarrollarse mirando al mundo militar

como una amenaza presente o futura. Construir una nueva relación con los uniformados en un país democrático es uno de los grandes desafíos de Chile en el presente siglo, una nueva relación que deje atrás la triste historia que ya conocemos.

4.- LECCIONES DE UNA DICTADURA Suele acontecer en la historia que tras muchas décadas se vuelve en espiral al mismo punto de partida, pero en un nivel cualitativamente distinto. El caso del golpe de Estado en Chile, pareciera confirmar esta sentencia. Al observar las últimas décadas se constata que las razones profundas que llevaron en su momento, a la elección de Salvador Allende y su singular “vía chilena al socialismo” nunca han desaparecido. El fundamento último de la llamada Unidad Popular fue la aspiración de una parte importante de la población de ver realizadas sus aspiraciones de justicia social frente a una democracia oligárquica por definición desigual y excluyente.Si bien el pasado, el presente y el futuro constituyen categorías temporales, lo cierto es que el imaginario histórico y social se define más bien como una “experiencia histórica”, esto es, como un tiempo vivido. En este sentido, todo “ahora”, tal y como nos enseña Benjamin, actualiza su pasado histórico

como un “otrora” un presente diferido que adquiere una nueva significación en una circunstancia actual. Ese “otro ahora” no ha desaparecido de la subjetividad colectiva, está allí cristalizado en recuerdos, testimonios, imágenes, en fin, está inscrito simbólicamente como una posibilidad cierta. No se trata desde luego, de reeditar experiencias históricas sino de reconocer en ella su fundamento histórico y moral.Desde esta perspectiva, la superación de la Guerra Fría y su falsa oposición entre un socialismo de cuño soviético o un capitalismo al estilo occidental, torna más nítido el carácter histórico político de la fisura latinoamericana. En efecto, en este “ahora” del siglo actual surge con mayor claridad el imperativo de dejar atrás las formas arcaicas de una democracia oligárquica sedimentada desde los albores de nuestra independencia y cuya expresión más reciente es la constitución de facto impuesta por una dictadura militar.La guerra de Augusto ha sido el intento más acabado de refundar un país, afirmando, al mismo tiempo, su tradición oligárquica. Esta empresa, empero, está llegando a su fin. Como señaló el mismo Allende aquel histórico 11 de septiembre de 1973: “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Tales palabras adquieren hoy su sentido más pleno y profundo, pues las nuevas generaciones retoman los

pasos de un proceso democrático cuyo sentido es el mismo de hace cuarenta años: el anhelo de una mayor justicia social para las mayorías.Es cierto, otros son los protagonistas, otras las voces. Es cierto, muy diversas las circunstancias del mundo y de nuestro país. Otros los matices de la historia presente, mas los gritos y demandas en las calles nos traen los ecos de ese otrora que reclama su presente. Hay un sutil hilo de seda que atraviesa el tiempo aparente, diríase un mismo espíritu que anima dos épocas separadas por tanto dolor, por tanto silencio. Es la marcha humana de muchedumbres en las calles, hombres, mujeres, niños, construyendo su destino en el océano infinito de tiempo y de historia, su propia historia.Alvaro Cuadra**Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS.

Lecciones de la dictadura(viene pag. anterior)

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hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social

En Santiago, a 11 de septiembre de 1973, el presidente Salvador Allende Gossens se encontraba en su despacho en el Palacio de la Moneda bajo una clima de tensión que involucraba en su totalidad el sueño de un gobierno por y para el pueblo.

Mientras desde horas de amanecida tanques y aviones invadían Santiago y una insurreción armada de la Marina sitiaba la ciudad de Valparaíso, dirigió al país a través de la desaparecida Radio Magallanes, lo que serían después sus últimas y más recordadas palabras en la historia de Chile...

9:10 A.M.Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que

que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el

fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

El último discurso de Allende

Page 8: El foro 11 de Septiembre 2013

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“Aunque los pasos toquen mil años este sitio de la infinita primavera, no borrarán la sangre de los que aquí cayeron y no se extingurá la hora en que caisteis, aunque mil veces curcen el silencio.” (Pablo Neruda)