Hoja Informativa Enero 2018 · más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22...

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La levadura Como cada año, el 1 de enero el papa Francisco sacó a la luz el mensaje para la celebración de la 51 Jornada Mundial de la Paz. El título y enfoque de este año ha sido: “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”. En este mensaje, el Papa recuerda que la paz es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia. De entre estas personas recuerda a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados «hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz». Se nos invita, con espíritu de misericordia, a abrazar a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza (economía exclusiva) y la degradación ambiental. Estas circunstancias afectan los derechos humanos de estas personas como el derecho a la vida, la alimentación, la salud o el desarrollo. La paz necesita personas que vivan en profundidad la fraternidad y no puede separarse del deber de respetar los derechos de los demás y de cooperar a favor del bien común. En un plano personal, la paz es bienestar y tranquilidad (estar en paz) pero, desde una dimensión social profunda, es el fruto de la justicia (Is 32,7) e implica la superación de cualquier forma de violencia, ya sea la violencia directa (golpes, patadas, empujones...), la violencia estructural (privilegios, leyes injustas, hambre, pobreza, esclavitud o precariedad laboral, armamentismo...) o la violencia cultural (prejuicios clasistas, racistas, sexistas, etc). La paz se cultiva en el corazón de cada persona, como señaló Benedicto XVI en el XX aniversario del Encuentro Interreligioso de oración por la paz. La concretamos con pequeñas acciones como moverse en el tráfico vial con prudencia, prestar atención a las personas mayores y en dificultad, expresar una palabra amable o mostrar una sonrisa sincera. Estos gestos expresan amor por los demás y colaboran silenciosamente al bien común y a la paz. Quizá podríamos comenzar incorporando a nuestros hábitos de cortesía el hermoso saludo franciscano "paz y bien". Quizá podamos asumir la actitud de la noviolencia y el diálogo en todos los conflictos (personales, familiares, vecinales, internacionales,...). Desde un plano ecológico, la encíclica Laudato si’ nos enseña que la paz, la justicia y la conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra (LS 92). En un plano internacional, y ante las guerras, el Vaticano II apelaba a una autoridad pública universal orientada al bien común cuyo objetivo sea la paz y el desarrollo, garantizando la seguridad, la justicia, y los derechos humanos. A este respecto, cabe decir que la estructura actual de la ONU responde más bien al interés de los Estados, especialmente de los más poderosos, de aquellos que tienen el privilegio del derecho a veto en el Consejo de Seguridad, privilegio asumido por los vencedores de la II Guerra Mundial y sus aliados (EE.UU, Reino Unido, Francia, Rusia y China). El Vaticano II afirmaba también que la paz ha de nacer de la mutua confianza de los pueblos y no debe ser impuesta a las naciones por el terror de las armas; por ello, todos han de trabajar para que la carrera de armamentos cese finalmente, para que comience ya en realidad la reducción de armamentos, no unilateral, sino simultánea, de mutuo acuerdo, con auténticas y eficaces garantías (GS 82). Ojalá hagamos realidad las palabras del profeta Isaias cuando anticipaba la paz que traería el mesías esperado: «Forjaran de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra» (Is 2,4). Nº 51- enero de 2018 Hoja informativa Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»

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La levadura

Como cada año, el 1 de enero el papa Francisco sacó a la luz el mensaje para la celebración de la 51 Jornada Mundial de la Paz. El título y enfoque de este año ha sido: “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”.

En este mensaje, el Papa recuerda que la paz es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia. De entre estas personas recuerda a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados «hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz».

Se nos invita, con espíritu de misericordia, a abrazar a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza (economía exclusiva) y la degradación ambiental.

Estas circunstancias afectan los derechos humanos de estas personas como el derecho a la vida, la alimentación, la salud o el desarrollo. La paz necesita personas que vivan en profundidad la fraternidad y no puede separarse del deber de respetar los derechos de los demás y de cooperar a favor del bien común.

En un plano personal, la paz es bienestar y tranquilidad (estar en paz) pero, desde una dimensión 

social profunda, es el fruto de la justicia (Is 32,7) e implica la superación de cualquier forma de violencia, ya sea la violencia directa (golpes, patadas, empujones...), la violencia estructural (privilegios, leyes injustas, hambre,  pobreza, esclavitud o precariedad laboral, armamentismo...) o la violencia cultural (prejuicios clasistas, racistas, sexistas, etc).

La paz se cultiva en el corazón de cada persona, como señaló Benedicto XVI en el XX aniversario del Encuentro Interreligioso de oración por la paz. La concretamos con pequeñas acciones como moverse en el tráfico vial  con prudencia, prestar atención a las personas mayores y en dificultad, expresar una palabra amable o mostrar una sonrisa sincera. Estos gestos expresan amor por los demás y colaboran silenciosamente al bien común y a la paz. Quizá podríamos comenzar incorporando a nuestros hábitos de cortesía el hermoso saludo franciscano "paz y bien". Quizá podamos asumir la actitud de la noviolencia y el diálogo en todos los conflictos (personales, familiares, vecinales, internacionales,...).

Desde un plano ecológico, la encíclica Laudato si’ nos enseña que la paz, la justicia y la conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados,

Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra (LS 92).

En un plano internacional, y ante las guerras, el Vaticano II apelaba a una autoridad pública universal orientada al bien común cuyo objetivo sea la paz y el desarrollo, garantizando la seguridad, la justicia, y los derechos humanos.

A este respecto, cabe decir que la estructura actual de la ONU responde más bien al interés de los Estados, especialmente de los más poderosos, de aquellos que tienen el privilegio del derecho a veto en el Consejo de Seguridad, privilegio asumido por los vencedores de la II Guerra Mundial y sus aliados (EE.UU, Reino Unido, Francia, Rusia y China).

El Vaticano II afirmaba también que la paz ha de nacer de la mutua confianza de los pueblos y no debe ser impuesta a las naciones por el terror de las armas; por ello, todos han de trabajar para que la carrera de armamentos cese finalmente, para que comience ya en realidad la reducción de armamentos, no unilateral, sino simultánea, de mutuo acuerdo, con auténticas y eficaces garantías (GS 82).

Ojalá hagamos realidad las palabras del profeta Isaias cuando anticipaba la paz que traería el mesías esperado:

«Forjaran de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra» (Is 2,4).

Nº 51- enero de 2018Hoja informativa

Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz

«El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»

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Redacción y coordinación: Equipos de Cooperación Fraterna de Cáritas Comunidad Valenciana.

www.lalevadura.org

Para leer

La cita

Hidrocarburos y migración forzada

XLVII Jornada Mundial de la Paz 2014: La fraternidad, fundamento y camino para la paz. XLVIII Jornada Mundial de la Paz 2015: No esclavos, sino hermanos. XLIX Jornada Mundial de la Paz 2016: Vence la indiferencia y conquista la paz. L Jornada Mundial de la Paz 2017: «La no violencia: un estilo de política para la paz». LI Jornada Mundial de la Paz 2018: Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz.

Resulta escalofriante el número de personas que se ven obligadas a desplazarse de sus hogares de manera forzada. Según lo informo Tendencias Globales de ACNUR, a finales de 2016 había en todo el mundo 65,6 millones de personas en esta situación. Entre estas, 22,5 millones son refugiados (fuera de su país de origen); 40,3 millones desplazados internos (dentro de su país de origen) y 2,8 millones solicitantes de asilo.

Los medios, generalmente, no indican ni denuncian las causas profundas que provocan estos desplazamientos forzados y solamente describen pinceladas de los dramas subsiguientes en los campos de refugiados o en los desplazamientos como, por ejemplo, las muertes en el Mediterráneo. Pero, si queremos parar ese atropello, habrá que identificar las causas más profundas. Entre estas causas habría que distinguir al menos cuatro: 1) los conflictos armados (desplazados bélicos); 2) la pobreza (desplazados económicos); 3) la persecución (desplazados políticos), y 4) el cambio climático (desplazados climáticos). Por otro lado tendríamos los desplazados por catástrofes naturales (terremotos, tsunamis, tifones...) en los cuales las causas no dependen de la acción humana.

Desde mi punto de vista, los conflictos armados se deben sobre todo a las luchas entre las «Élites de Poder». El concepto Élite de poder me parece muy interesante para no responsabilizar a todas las personas de un Estado y acotar a las personas que, más o menos conscientemente, organizan los conflictos armados. Acotando ese concepto, Paul Mason en su libro "Meltdown. The end of the age of greed" (Verso, 2010) ha descrito el caso concreto de la aristocracia financiera y de poder de EE. UU. como una red en forma de círculos de Venn donde al centro están las personas que dirigen bancos, las compañías aseguradoras, los bancos de inversión y los fondos libres de inversión, incluidos quienes se sientan en los consejos de administración y quienes han pasado por ellos en los niveles más altos. Muy solapadamente con esta red está el establishment diplomático-militar. Otro círculo compacto es el que comprende las empresas energéticas y de ingeniería civil que se benefician de las políticas de orientación hacia la competitividad en el mercado interno del país y de la política exterior norteamericana en el extranjero. Estas Élites, con matices diferentes, se encuentran en los estados más poderosos o hegemónicos.

En estas Élites de poder, la confluencia de su ambición (de poder), avaricia (acumular bienes y dinero) y codicia (adquirir todavía más bienes y dinero) motiva muchas de las violencias y crueldades que después organizan en conflictos armados y que tienen nefastas consecuencias para miles de personas inocentes que viven tranquilamente en sus hogares y en sus entornos naturales, en los lugares donde han nacido y crecido. Estas Élites de Poder libran guerras ofensivas para conquistar “mercados” (en un sentido amplio de la palabra) que incluyen: 1) hidrocarburos (principalmente petróleo y gas natural), y otros recursos minerales y naturales (uranio, diamantes, oro, coltán, fosfatos, cocer, coca, opio, maderas tropicales...); 2) posiciones estratégicas (que aseguran la hegemonía o defienden frente al adversario); 3) las fuentes de abastecimiento, y 4) las vías de transporte.

En el pulso por la hegemonía mundial, a la vez que se conquistan estos enclaves estratégicos, se evita que pasen a manos del rival. Además, hay que considerar que estos mercados requieren una compleja plataforma de acceso, control y transporte. No en vano, por ejemplo, EE UU tiene unas 800 bases militares fuera de su país. El politólogo Alfredo Jalife-Rahme ha señalado que el control de los hidrocarburos es un denominador común de varios escenarios actuales en conflicto: «Que conste que en todos los frentes bélicos enunciados —Ucrania, Gaza, Iraq, Siria y Libia— el común denominador son los hidrocarburos».

En definitiva, ya lo dijo claramente Jean-Paul *Sartre en 1951 en una de sus obras teatrales más representativas titulada El diablo *y dios (Alianza, 1981): «Cuando los ricos se declaran la guerra, son los pobres quienes mueren», en el caso de los refugiados y desplazados forzosos, se trata de una muerte simbólica a las raíces de su tierra, a la economía familiar doméstica, al habitat donde crecieron y jugaron y, en muchas ocasiones, a su muerte real y la de sus familiares. Por todo esto, cobra más valor si cabe todavia la cita evangélica «No podéis servir a Dios y al Dinero» (Lc 16, 13).                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Davi Montesinos

"El bien común requiere la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia. Toda la sociedad –y en ella, de manera especial el Estado– tiene la obligación de defender y promover el bien común". (Laudato si' 157)

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