Historia Universal Comtemporanea

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1 HISTORIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA 2º CURSO Primer Cuatrimestre

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Apuntes de la Universidad de Granada de Historia Contemporanea universal

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HISTORIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA

2º CURSO

Primer Cuatrimestre

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Tema 1º: La crisis del Antiguo Régimen. 1.- La revolución demográfica.

1.1.- La revolución demográfica en Europa. 1.2.- Causas y consecuencias del crecimiento demográfico.

2.- La revolución industrial 2.1.- Pasos previos a la revolución industrial. 2.2.- Primeras manifestaciones de la revolución industrial. 2.3.- La revolución de los transportes. 2.4.- Esquema de la revolución industrial inglesa. 2.5.- La expansión de la revolución industrial. 2.6.- Consecuencias sociales.

Tema 2º: La Revolución francesa. 1.- Causas y orígenes: los Estados Generales. 2.- La Asamblea Nacional Constituyente. 3.- La Asamblea Legislativa. 4.- La Convención.

4.1. convención girondina 4.2. convención montañesa 4.3. convención termidoriana

5.- El Directorio. 6.- El Consulado. 6.1.- La pacificación interna 6.2.- La búsqueda de la paz en el exterior. 6.3.- Las reformas napoleónicas. 6.4.- Del Consulado vitalicio al Imperio. Tema 3:.- La Contrarrevolución: del Imperio Napoleónico a la Europa de la Restauración. 1.- Formación y crisis del Imperio Napoleónico

1.1.- El Gran Imperio: organización del Imperio napoleónico. 2.- Aspectos económicos y sociales de la Europa de la Restauración. 3.- El nuevo mapa político. 4.- Principios teóricos de la Restauración. 5.- La Cuestión de Oriente y la independencia de Grecia. Tema 4º: El triunfo del liberalismo: la Europa de las revoluciones 1.- La revolución de 1830 1.1.- La independencia de Bélgica. 1.2.- Otros episodios revolucionarios. 2.- Las revoluciones de 1848. 2.1.- La revolución de 1848 en Francia. 2.2.- 1848 en Italia, Austria y Alemania. 3.- Factores que explican el fracaso de las revoluciones de 1848.

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Tema 5º: La evolución de la economía y los movimientos sociales hasta la I Guerra Mundial 1.- El liberalismo económico 2.- Los progresos técnicos

2.1.- En el campo de la energía 2.2.- En el campo de la industria. 2.3.- La agricultura 2.4.- Las comunicaciones 2.5.- Las nuevas formas de trabajo.

3.- Los Movimientos sociales hasta la I Internacional 3.1.- Los socialistas utópicos 3.2.- El anarquismo 3.3. El marxismo. 3.4.- La I Internacional. 3.5.- La Comuna de París.

4.- Los movimientos sociales hasta la II Internacional 4.- La II Internacional

Tema 6º: Las relaciones internacionales 1.- El nacimiento de los nuevos estados: Italia y Alemania.

1.1. La unificación de Italia 2.2. La unificación de Alemania.

2.- El sistema bismarkiano 2.1.- Primer intento. 2.2.- Segundo intento. 2.3.- Tercer intento.

3.- La disolución del sistema bismarkiano. 3.1. El acuerdo franco-ruso 3.2.- La Weltpolitik 3.3.- El sistema Delcassé. 3.4.- La Triple Entente.

4.- La crisis de los Balcanes. Tema 7º: El imperialismo colonial 1.- Bases teóricas y causas concretas

1.1. Razones del hecho colonial. 2.- La conquista.

2.1. Hasta 1904 2.2. 1904-1914

3.- La administración de los territorios dependientes 4.- El papel económico de las colonias 5.- Los resultados de la colonización 6.- Consecuencias estratégicas: las relaciones internacionales 7.- Consecuencias sociales y políticas del imperialismo en los países colonialistas. 7.1. sociales 7.2 políticas

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Tema 1º: La crisis del Antiguo Régimen.

1.- La revolución demográfica.

Uno de los factores que señala el inicio de los tiempos contemporáneos es, sin lugar a dudas, el

crecimiento de la población. La importancia de este fenómeno ha hecho que se hable de revolución

demográfica para señalar lo que es el paso del ciclo demográfico antiguo -con elevadísimas tasas de

natalidad y mortalidad y alta incidencia de la mortalidad catastrófica, traducido todo ello en un lento

crecimiento demográfico- al ciclo demográfico moderno, en el que la mortalidad catastrófica desapa-

rece en un alto porcentaje, las tasas de mortalidad descienden rápidamente y las de natalidad se man-

tienen, traduciéndose todo ello en un crecimiento vegetativo hasta entonces desconocido.

El crecimiento de la población mundial, pese a lo fragmentario de la documentación y a lo es-

caso de las investigaciones sistemáticas, es un hecho innegable. Podemos estimar que entre 1800 y

1900 la población mundial crece en un 77 por ciento, con un ritmo desigual, como más adelante ten-

dremos ocasión de ver.

Este crecimiento demográfico se produce debido a la existencia de una serie de factores que lo

posibilitan. Si para explicar la desaparición de la mortalidad catastrófica pueden alegarse parcialmente

razones de tipo sanitario/higiénico, presentes también en el descenso de la tasa normal de mortalidad,

habrá que aceptar igualmente la importancia que en este fenómeno tuvo la mejor alimentación de la

población, biológicamente más fuerte gracias a ello y, a su vez, esta mejor alimentación deberá expli-

carse en base a un incremento de la productividad que, al menos en parte, debe achacarse a los progre-

sos realizados en el sector agrícola, progresos que en determinadas zonas pueden merecer el calificati-

vo de revolucionarios.

El incremento demográfico tendrá unas consecuencias determinantes en la evolución de la so-

ciedad. Todos los aspectos de la vida se irán viendo modificados por la presencia de una población

cada vez más numerosa, cuya esperanza media de vida aumenta progresivamente y cuya demanda de

puestos de trabajo será cada vez mayor.

Por supuesto, el crecimiento demográfico llamó la atención de los intelectuales, que se pregun-

taron cuáles iban a ser las consecuencias de un aumento de la población hasta entonces desconocido.

En su Ensayo sobre la población (1798), Malthus plantea el problema de la alimentación sobre la co-

nocida apreciación de que mientras los alimentos crecen en progresión aritmética, la población lo hace

en progresión geométrica, de donde el hambre se convierte en el horizonte, más o menos próximo, de

la humanidad.

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Al margen del carácter reaccionario de sus juicios sociales, la obra de Malthus estará llamada a

ejercer un notable influjo en algunos de los más importantes pensadores del siglo XIX, como Stuart

Mill y David Ricardo. Los pensadores socialistas y nacionalistas, en general, criticarían sus plantea-

mientos y conclusiones. Pero de una u otra forma, todos ellos se verían precisados a tomar una postura

en relación con el tema.

1.1.- La revolución demográfica en Europa.

El crecimiento demográfico se dejó sentir, inicialmente, de forma fundamental en Europa. Aquí

encontramos el motor de uno de los factores característicos de los nuevos tiempos: la emigración ma-

siva de los europeos a otros continentes. Si a comienzos del siglo XIX la población europea podía es-

timarse en 187 millones de habitantes, en 1850 alcanzaba los 266 y en 1900 sobrepasaba ligeramente

los 400 millones, ello a pesar de la fuerza de las migraciones, cuyo punto álgido se alcanza precisa-

mente en los años finales del siglo y primeros del XX, previos a la Primera Guerra Mundial. Como

consecuencia de las fuertes migraciones, crece también con rapidez la población de las dos Américas y

de Australia.

Este protagonismo europeo en lo referente al crecimiento demográfico se aprecia en el siguien-

te cuadro:

EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN MUNDIAL DE 1800 A 1929

(cifras estimativas en millones de habitantes)

(cifras absolutas y % sobre el total mundial)

1.800 1.850 1.900 1.929

Europa 187 (20'6) 266 (22'7) 401 (26'2) 478 (26'2)

América del N. 6 (0'66) 26 (2'2) 81 (5'2) 146 (8’0)

América C. y S. 19 (2'09) 33 (2'8) 63 (4'1) 93 (5'1)

Oceanía 2 (0'22) 2 (0'17) 6 (0'39) 9 (0'5)

Asia 602 (66'4) 749 (63'9) 859 (56'1) 954 (52'4)

Africa 90 (9'9) 95 (8'1) 120 (7'8) 140 (7'6)

población total 906 1.171 1.530 1.820

El desarrollo demográfico de Europa, no obstante, arroja diferencias sensibles entre los diver-

sos estados, como podemos ver.

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ALGUNOS EJEMPLOS DEMOGRÁFICOS EN LA EUROPA DEL SIGLO XIX población (millones) aumento (%) mortalidad – natalidad c.v. 1800 1900 (x 1000 en 1900)

Gran Bretaña 10'9 36'9 238'5 18 – 29 11 Holanda 2'2 5'1 131'8 18 – 32 14 Bélgica 3'0 6'7 123'3 19 – 29 10 Suecia 2'3 5'1 121'7 17 – 27 10 Alemania 24'5 50'6 106'5 22 – 36 14 Austria/Hungría 23'3 47'0 101'7 25 – 35 10 Italia 18'1 33'9 87'3 24 – 33 9 Portugal 3'1 5'4 74'2 20 – 30 10 ESPAÑA 11'5 18'6 61'7 29 – 34 5 Francia 26'9 40'7 51'3 22 – 21 -1 Irlanda 5'0 4'5 - 10'0 20 – 23 3 Media 98'9 21 – 30 9 Destaca sobre todos el caso de Gran Bretaña cuyo fuerte incremento sobresale con mucho so-

bre el resto de los países, pese a los aproximadamente 17 millones de británicos que emigraron fuera

de su país. Es un claro ejemplo de cómo influye en el desarrollo demográfico una temprana revolución

económica.

El segundo mayor incremento le corresponde a Rusia, en donde se ha producido un importante

cambio social con la emancipación de los siervos, cuyas condiciones de vida, dentro de lo míseras que

siguieron siendo, mejoraron con respecto a períodos anteriores.

Un tercer tipo de motivaciones que contribuyen al crecimiento demográfico, junto con las eco-

nómicas y las sociales, son las políticas, presentes sobre todo en países que han experimentado un im-

portante proceso, como es el caso de las unificaciones de Alemania e Italia.

El retroceso relativo de Francia se debe al rápido descenso de la natalidad en este país, a dife-

rencia de lo que ocurre en otros países, adelantándose a lo que constituirá un segundo paso de la revo-

lución demográfica.

Finalmente, el caso de Irlanda está relacionado con la grave hambruna de mediados de siglo y

la fuerte emigración que produce.

1.2.- Causas y consecuencias del crecimiento demográfico.

Una de las consecuencias más inmediatas de este fuerte incremento de la población es la ex-

pansión de los países europeos fuera de sus fronteras. El crecimiento de la población está en la base de

la formación del Imperio Británico, o en la colonización de Siberia por Rusia, así como en las presio-

nes de este país en la zona de los Balcanes. En el caso de Alemania, incorporada muy tarde al proceso

colonial, el crecimiento se traduce en una abundante mano de obra que posibilita un proceso de indus-

trialización excepcionalmente rápido.

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Por supuesto, este crecimiento no se produce de una forma continuada y regular a lo largo del

siglo. Podemos distinguir cuatro fases diferentes:

1.- Hasta 1820. Es una fase de alza a pesar de las guerras napoleónicas, con una subfase de cre-

cimiento más pronunciado a partir de 1814.

2.- De 1820 a 1850. La crisis económica tiende a paralizar el crecimiento demográfico.

3.- De 1850 a 1880. Fase prosperidad y cambios sociales que se traduce en un sensible incre-

mento de la población.

4.- De 1880 a 1914. Se produce un cierto descenso en el ritmo de crecimiento debido a las cri-

sis agrícolas y a la fuerte emigración. Desde finales del siglo XIX se hace notable el descenso de la

natalidad y el envejecimiento de la población.

Del cuadro anteriormente mencionado podemos deducir los factores que explican en conjunto

el crecimiento demográfico. Sin lugar a dudas el factor clave es el acusado descenso de la mortalidad.

Gran Bretaña, con una tasa de mortalidad del 18 por mil en 1900, presentaba un 27 en 1800. Normal-

mente las tasas de natalidad se mantenían, con lo que el crecimiento vegetativo resultaba muy acusado.

Los progresos en el campo de la higiene y de la medicina explican este proceso en buena parte.

En 1796 se descubre la vacuna contra la viruela (Jenner), iniciándose de esta forma la era de la medi-

cina preventiva. A partir de este hecho van proliferando los avances médicos gracias sobre todo a la

microbiología (Pasteur, Koch) y mejorando las condiciones asistenciales a los enfermos (introducción

de la anestesia parcial en 1846 y de la antisepsia en 1867). Paralelamente, las mejoras en la habitabili-

dad de las ciudades -agua potable, servicios de limpieza en las calles...-, de las condiciones de vida

personales -uso de la ropa interior, del jabón...-, y la revolución de los transportes que limita los efec-

tos de las crisis de subsistencia, contribuyen a este drástico descenso de la mortalidad.

En consecuencia, la vida se alarga. La esperanza media de vida se eleva en aquellas comunida-

des que más se benefician de los adelantos materiales y científicos, con especial incidencia en los ricos

y las mujeres. ESPERANZA MEDIA DE VIDA hacia 1850 hacia 1900 Francia 40 50 Alemania 37 49 Reino Unido 40 47 Japón 44 Rusia 31 India 25

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El incremento de la esperanza media de vida es, como vemos, una conquista de los países ricos.

En los subdesarrollados, donde la miseria sigue siendo general, este fenómeno no se produce. (Recor-

demos que en la España de 1900 la esperanza media de vida se sitúa entre los 30 y los 35 años).

De igual forma, en los países en que se produce este incremento, las estadísticas que comenta-

mos tienden a darnos una idea global de lo ocurrido; pero el proceso resulta muy diferente según el

estrato social en que fijemos nuestra atención. En París, hacia 1885, la tasa de mortalidad de los barrios

acomodados era del 14 por mil, frente al 30 por mil en los populares. Este es un hecho que puede des-

cubrirse en cualquier ciudad en que se realice este estudio. No podemos olvidar que la Revolución

Industrial tuvo, como uno de sus aspectos más negativos, una clara incidencia en la aparición de masas

obreras que malvivían en las ciudades industriales en condiciones infrahumanas de vivienda, alimenta-

ción, higiene...

Por otra parte, la mortalidad infantil sigue siendo excepcionalmente alta, debido sobre todo a

los problemas de higiene alimentaria, afectando también, de forma particular, a las clases populares.

En Francia es en 1810 de un 187 por mil, y en 1880 aún se mantiene en un 167 por mil. A principios

de siglo en Rusia permanece por encima del 250 por mil, y sobrepasa los 300 por mil en África y en

China. El hambre sigue haciendo su aparición esporádicamente con terribles consecuencias, como se-

ría el caso de Irlanda en 1846-48 (más de medio millón de muertos), mientras que en el mundo extra-

europeo sigue siendo un fenómeno habitual: 30 millones de muertos en la India entre 1860 y 1900; de

9 a 10 millones en China entre 1876 y 1879. Las epidemias, aunque perdida gran parte de su virulen-

cia, todavía seguían jugando un importante papel en la demografía. Cuatro epidemias de cólera sufrió

Europa en el siglo XIX. El tifus, la viruela, la peste y la lepra se hacen cada vez más raras en el conti-

nente. Pero la tuberculosis y la malaria se mantienen como enfermedades endémicas en muchas partes.

Las guerras, finalmente, no estuvieron ausentes en este panorama. La mortalidad en los ejércitos con-

tendientes, sin embargo, será mayor por causas extra bélicas, como sabemos muy bien en el caso de

España.

Otro de los elementos que destacan en el conjunto del panorama demográfico del siglo XIX es

la movilidad de la población. De un lado, la expansión de la revolución industrial provoca un trasvase

poblacional del campo a las ciudades, facilitado por el desarrollo de los medios de comunicación que,

de la misma forma, favorecen los movimientos migratorios desde la metrópoli a los territorios colonia-

les.

De esta forma, asistimos a una progresiva disminución de la población rural. Ello se enmarca

en el paso de una economía prioritariamente agrícola a otra en la que predomina la industria y que va

asociada a la forma de vida urbana. No en vano el fenómeno urbano constituye una de las notas carac-

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terísticas de nuestro mundo contemporáneo. En un segundo momento, la mecanización del campo

acrecienta este trasvase de la población, al exigir las tareas agrícolas menos mano de obra. El proceso,

por supuesto, se plantea de muy diversas maneras según las características del medio rural. Las monta-

ñas, zonas en las que la subsistencia es más difícil, son las primeras en quedar abandonadas, antes que

las llanuras. Las grandes propiedades en las que el campesino trabaja como bracero serán abandonadas

antes que las pequeñas propiedades que constituyen el medio de vida de una familia.

Reino Unido Francia Alemania Rusia EE.UU.

1851 - 1911 1851 - 1911 1871 - 1911 1851 - 1914 1840 - 1910 pobl. rural 13'5 - 12'6 27'6 - 22'0 26'2 - 25'9 51'6 - 114 15'2 - 49'9 % de pob. rural 52 - 57 74'5 - 55'8 63'9 - 40'0 92'2 - 81'4 89'2 - 54'3 Al movimiento de población desde el campo a la ciudad se une, como ya hemos mencionado

anteriormente, el movimiento de la población que marcha fuera de su país. A lo largo del siglo XIX y

primeros años del XX se calcula que unos 40 millones de europeos marcharon fuera del continente: 17

millones de británicos, 9 de italianos, 6 de alemanes... que marchan preferentemente hacia los EE.UU.,

Australia, América del Sur y Siberia. Las motivaciones económicas parecen ser fundamentales a la

hora de explicar estos movimientos cuya dirección obedece a motivos geográficos (caso de Siberia

para los rusos) o culturales (afinidades lingüísticas), junto con las ofertas económicas que presentaron

los países receptores. Las salidas se convierten en masivas hacia mediados del siglo, en parte favoreci-

das por la revolución de los transportes marítimos, pero también impulsadas por los gobiernos y aso-

ciaciones profesionales, que ven en la emigración un medio de estabilizar y garantizar el nivel de los

salarios.

La principal causa de las salidas es la miseria. El hambre de Irlanda en la segunda mitad de la

década de los cuarenta arroja del país a cerca de 1.200.000 irlandeses. El aumento de la presión demo-

gráfica en los países menos desarrollados de Europa oriental y mediterránea es el motor del éxodo pro-

ducido desde la última década del siglo hasta la I Guerra Mundial. Las persecuciones religiosas y polí-

ticas están también entre las causas de los movimientos de población.

2.- La revolución industrial

En la segunda mitad del siglo XVIII se inicia en Inglaterra un fenómeno que transformará de

manera radical la vida del hombre, convirtiéndose en la base del mundo contemporáneo. La revolución

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industrial, planteada como un proceso que se extiende a lo largo del tiempo, constituye un fenómeno

complejo, difícil de explicar en su conjunto, en el que coinciden una serie de aspectos cuya importan-

cia real en el total del proceso no siempre resulta fácil de calibrar.

Dentro de lo complejo que resulta intentar definir la esencia de la revolución industrial sí po-

demos, al menos, señalar algunas de las características más importantes. Por ejemplo, desde un punto

de vista cualitativo podemos decir que la sociedad que emana de ella evoluciona de modo continuo,

tratándose por consiguiente de un proceso dinámico. Desde un punto de vista cuantitativo podríamos

hablar de la constitución de las grandes fábricas en las que se concentran numerosos trabajadores.

Por supuesto, los distintos autores que han analizado el tema difieren en sus consideraciones.

Lo que inicialmente fue considerado por los historiadores del siglo XIX como un fenómeno esencial-

mente técnico, fue interpretado a comienzos del siglo XX como un fenómeno básicamente social. El

estudio de los orígenes, tanto como el del propio desarrollo de la revolución constituye, pues, un moti-

vo de discusión.

En síntesis, podríamos decir que la revolución industrial viene a ser un proceso de cambio

constante y crecimiento continuo, en el que intervienen técnicas (máquinas), descubrimientos teóricos

(ciencia), capitales y transformaciones sociales, acompañado por una renovación de la agricultura, que

permite el desplazamiento de una parte de las masas campesinas a las ciudades.

Sobre la base del modelo inglés podemos considerar que la revolución industrial constituye un

elemento de modernización de la sociedad en cuya realización influyen una serie de factores.

La introducción de las máquinas -el maquinismo-, constituye una de las características funda-

mentales del nuevo modo de producción, que permite incrementar sensiblemente la productividad con-

forme se va estableciendo en los distintos sectores industriales, comenzando por la industria textil -del

algodón primero y más tardíamente de la lana-, por la construcción de herramientas y, desde aquí, por

todos los sectores de la producción industrial.

De otro lado, también la puesta en funcionamiento de nuevas fuentes de energía contribuye al

incremento de la productividad. La energía tradicional -humana, animal e hidráulica- irá siendo susti-

tuida por el vapor, producido fundamentalmente por la combustión del carbón, que sustituye a la ma-

dera, convirtiéndose en uno de los motores de la revolución industrial.

Pero, aparte de estos dos elementos -maquinismo y nuevas fuentes de energía-, para poder des-

arrollarse en toda su amplitud la revolución industrial precisa de nuevas formas de organización pro-

ductiva. El nuevo marco de trabajo vendrá definido por el factory system, la fábrica, con una rigurosa

distribución de funciones, la integración de las tareas y la instauración de una disciplina severa.

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2.1.- Pasos previos a la revolución industrial.

Para algunos autores la revolución industrial lleva implícita una revolución previa en la agricul-

tura (Bairoch). En síntesis el planteamiento parte de la existencia de una masa importante de agriculto-

res (80%) que, al incrementarse la productividad, estaría mejor alimentada. Ello implica un aumento

demográfico y la posibilidad de que un excedente de población quede liberado para la industria.

Por otra parte, algunos de los primeros empresarios en las fases iniciales de la industrialización

fueron antiguos agricultores que dieron una nueva orientación a sus capitales. Así pues, para los defen-

sores de la revolución agrícola como paso previo a la industrial, el campo sería el proveedor de alimen-

tos, de mano de obra y de parte de los capitales que posibilitarían el proceso de revolución industrial.

Además, la demanda de útiles de hierro para el trabajo de sus tierras convertiría a los agricultores en

estimuladores de la industria siderúrgica.

Aceptando la importancia del factor agrícola, hay que señalar que no en todas partes las cosas

se producirían de esta manera. Resulta evidente que en países como Holanda, o la misma Inglaterra, la

agricultura nunca pudo suministrar ni los hombres ni el capital necesarios.

2.2.- Primeras manifestaciones de la revolución industrial.

Lógicamente, la revolución industrial se manifestó primero en aquellas actividades industriales

que, por su tradición secular, ofrecían una base más apta para la aplicación de las nuevas técnicas de

producción. Es el caso de la industria textil, desarrollada en Italia, Países Bajos, España e Inglaterra

desde muy antiguo.

El desarrollo de esta industria, sin embargo, no se producirá ya sobre la base de la lana, materia

prima tradicional, sino del algodón. Ello es debido a la abundancia de la oferta (producción de Nor-

teamérica, Egipto e India), y a lo bajo de sus precios.

El crecimiento de la producción resulta vertiginoso. La industria algodonera británica duplica

su volumen cada diez años hasta 1830, fecha a partir de la cual se mitiga el crecimiento, aunque sin

detenerse. Manchester se convierte en el gran centro de concentración de la producción, y Londres

primero y Liverpool más tarde, en los grandes puertos exportadores.

Un segundo sector de crecimiento se localiza en torno a la hulla y el hierro. La importancia

creciente del carbón como combustible, en sustitución de la cada vez más escasa madera, posibilita el

desarrollo de la industria siderúrgica. El carbón es más barato, más abundante y posee una mayor po-

tencia calorífica. Los centros industriales comienzan a establecerse en las cercanías de las minas. El

hierro se convierte en un elemento imprescindible. La producción de las fundiciones inglesas se multi-

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plica por 100 entre 1750 y 1850. Y la siderurgia va sustituyendo a la industria textil algodonera como

motor de crecimiento.

2.3.- La revolución de los transportes.

Así pues, el inicio de la industrialización en Inglaterra ofrece la presencia de nuevas materias

primas, como el algodón y el hierro, y nuevas fuentes de energía, como la hulla y, sobre todo, el vapor.

Este, aplicado primeramente a la industria textil, alcanzará su pleno significado desde el momento en

que sea aplicado a los medios de transporte. El ferrocarril, y la revolución en las comunicaciones que

implica, constituye una perfecta muestra de lo que significó la revolución industrial.

Sin lugar a dudas, la revolución de los transportes constituye uno de los fenómenos que más va

a contribuir al cambio de las formas de vida de la humanidad. En pocos años el mundo va a quedar al

alcance del hombre. De una forma progresiva y rápida, los desplazamientos ven reducido de una forma

sustancial el tiempo necesario para realizarlos, de la misma forma que la telegrafía aérea permite que

las noticias sean conocidas en cualquier rincón del mundo en un mínimo tiempo.

En el origen de estos cambios se encuentran una serie de innovaciones técnicas que afectan a

todos los medios de comunicación, pero fundamentalmente son tres las grandes innovaciones que

constituyen la base de la revolución de los transportes: el ferrocarril, la navegación a vapor y el telé-

grafo eléctrico.

Iniciada a finales de los años veinte la construcción de la red ferroviaria inglesa con la línea Li-

verpool-Manchester (1826-1830), en los cuarenta se incorporan al nuevo medio de transporte otros

países como Francia, Alemania, Bélgica, España..., de forma que uno de los índices de desarrollo de

los países será la densidad de su red ferroviaria. El desarrollo del ferrocarril se convierte en un fenó-

meno de tal importancia, aumentando progresivamente su velocidad y potencia gracias al aprovecha-

miento de los continuos adelantos tecnológicos, que algunos historiadores lo han considerado como el

motor fundamental de la revolución industrial, lo cual resulta muy cuestionable, pues más que impul-

sor de la industrialización habrá que considerarlo como una respuesta a la expansión económica.

Su desarrollo implica un gran esfuerzo técnico para conseguir continuas mejoras, unas fuertes

inversiones, que en gran parte proceden de los beneficios de la industria inglesa del algodón y, por

supuesto, una gran expansión de la industria siderúrgica, cuya demanda se vio incrementada de forma

continua por el auge del ferrocarril.

No hay que pensar, pese a ello, que su construcción llevara implícito el enriquecimiento del pa-

ís. El ferrocarril, en cuanto que significaba un revolucionario medio de transporte, facilitaba el desarro-

llo económico al permitir una mejor racionalización de la producción y aseguraba una mejor distribu-

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ción. Pero las fuertes inversiones que implicaba solo resultaban rentables a partir de un determinado

grado de desarrollo previo, ya que si no, el potencial económico del país no podía rentabilizar el coste

que significaba su instalación.

Algo más tardía, la navegación a vapor alcanza su triunfo definitivo sobre la de vela hacia fina-

les del siglo XIX y comienzos del XX.

Finalmente, el telégrafo eléctrico de Morse (1843) permite la transmisión casi instantánea de

las noticias.

Estos tres elementos, que suponen una reducción del tiempo empleado en las comunicaciones,

permite una unificación del mercado mundial impensable hasta entonces. En este sentido, uno de los

efectos más sensibles del desarrollo de los nuevos medios de comunicación será el abaratamiento de

los transportes, como consecuencia del cual existirá una mayor facilidad para el desplazamiento de las

personas -con los inevitables cambios en las actitudes mentales-, se abrirán nuevos mercados, se abara-

tarán los productos y, en conclusión, se iniciará un camino que conducirá al mercado mundial.

2.4.- Esquema de la revolución industrial inglesa.

En síntesis, el esquema de la revolución industrial inglesa, que tomamos como modelo general,

sería el siguiente:

1) Crecimiento de la población, que posibilita la existencia de mano de obra. Ello no quiere de-

cir que el crecimiento de la población lleve por sí solo a la revolución industrial, sino que se trata de un

factor favorable cuando se produce en el contexto adecuado.

2) Revolución agrícola, que posibilita el crecimiento demográfico a la vez que permite disponer

de unos excedentes dinerarios que podrán ser invertidos en la nueva actividad.

3) Utilización de nuevas materias primas, como el algodón y el hierro; así como de nuevas

fuentes de energía para mover las máquinas, tales como el carbón y el vapor.

4) Innovaciones técnicas constantes que permiten el desarrollo continuado de nuevos aspectos

de la revolución industrial.

5) Revolución en los transportes, protagonizada fundamentalmente por el ferrocarril y, con me-

nor impacto en un primer momento, por el barco de vapor, que sustituye lentamente al de vela. La

construcción de los ferrocarriles facilita un nuevo campo de inversiones, posibilita la racionalización

del mercado y produce un rápido incremento del comercio.

6) Cambios en los sistemas financieros y sociales, que han de adaptarse a la nueva situación

propiciada por la revolución industrial.

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2.5.- La expansión de la revolución industrial.

El impacto de la revolución industrial no fue inmediato. Su expansión varió en función de di-

versos factores. Lógicamente, los países cercanos geográficamente a Inglaterra -Francia, Bélgica, Paí-

ses Bajos, norte de Alemania- serían los que más rápidamente comenzarían a copiar el nuevo modelo

económico, aunque también los EE.UU. iniciarían muy rápidamente su industrialización. Los factores

políticos, sin embargo, retrasarían, en algunos casos de una forma sensible, el desarrollo del proceso.

Es lo que ocurrirá en Francia.

Pero no solo las causas políticas podrán constituir un obstáculo para la revolución industrial, ni

siquiera serán el más importante. En general, aquellos países con una manifiesta debilidad en sus co-

municaciones -caso de España y Rusia-, con una agricultura arcaica -estos mismos países- y un bajo

nivel de demanda interior, se incorporarán tarde al proceso, manteniéndose por debajo de los índices

de desarrollo de los países mejor preparados.

Con todo, las circunstancias son muy diferentes en cada país y habría que analizar caso por ca-

so para conocer bien cada proceso de industrialización. Pensemos, por ejemplo, en la carencia demo-

gráfica de EE.UU., suplida gracias a las fuertes aportaciones de emigrantes europeos; en los problemas

políticos de una Alemania no unificada hasta 1870 y que, sin embargo, se convertirá en una gran po-

tencia industrial en el último cuarto del siglo...

2.6.- Consecuencias sociales.

En otro orden de cosas, la revolución industrial implicará un profundo cambio en la sociedad,

que se hace mucho más compleja. La sociedad estamental preindustrial, puesta en entredicho por las

revoluciones de finales del siglo XVIII, es sustituida por una nueva sociedad, organizada en clases que

constituyen grupos abiertos, a los que se pertenece fundamentalmente en función de los bienes de for-

tuna que se posean. Todos los componentes de la nueva sociedad son iguales ante la ley -al menos en

teoría-, y cualquier hombre con la suficiente capacidad puede desempeñar cualquier cargo dentro de la

nueva sociedad. Pero los principios igualitarios de las revoluciones burguesas no implicarán esa misma

igualdad en la práctica. Las diferencias sociales en función de los medios de fortuna y cultura son sen-

sibles.

Así, el enriquecimiento de los países industrializados, y de sus clases dirigentes, se llevó a efec-

to mediante la explotación y la miseria de amplias masas de trabajadores, cuya situación fue especial-

mente trágica durante las primeras fases, en las que se tendía sobre todo a la acumulación de capital, lo

que implicaba reducciones drásticas en el consumo y en la inversión. La abundancia de mano de obra

disponible posibilita la existencia de esta masa obrera que trabaja en condiciones infrahumanas -las

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15

mujeres y los niños tanto como los hombres-, y vive hacinada en viviendas deficientes, mal vestida y

mal alimentada. Sin embargo, en donde la demanda de mano de obra no resultó tan abundante -caso de

los EE.UU.- la situación de los trabajadores no llegaría a ser tan lamentable.

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16

Tema 2º: La Revolución francesa.

1.- Causas y orígenes: los Estados Generales.

Desde los tiempos inmediatos a la Revolución hasta nuestros días, la interpretación del fenómeno

revolucionario francés ha ido variando de acuerdo con las distintas corrientes historiográficas. Hoy día

podemos estimar que los orígenes de la Revolución Francesa pueden situarse en cuatro aspectos:

1) Ideológico: Los filósofos ilustrados franceses aportan el aparato intelectual del proceso. La

idea de la separación de poderes -expresada fundamentalmente en Montesquieu-; la de la soberanía na-

cional -en Rousseau-; y la crítica de las instituciones -efectuada por Voltaire-, ejercen una clara influen-

cia en el contenido doctrinal de la Revolución.

2) Desajuste social: Que se produce porque la sociedad estamental de finales del siglo XVIII re-

sultaba anacrónica ante los cambios que se habían producido en las estructuras económicas.

3) Problemas económicos: Como quedó demostrado a través de los análisis de E. Labrousse

(Fluctuaciones económicas e historia social. Técnos Madrid 1980), el inicio del proceso revolucionario

coincide con el momento en que el precio del trigo alcanza su máximo en todo el siglo. La subida de los

precios de los artículos de consumo había experimentado un alza notable en los años anteriores (un 65%

entre 1730 y 1780), no seguida por el alza de los salarios (22% en el mismo período), con lo que la situa-

ción del amplio sector de la población que dependía de un jornal resultaba cada vez más precaria. El

hambre amenaza a las masas. Paralelamente, la situación de la hacienda francesa es crítica. El déficit es

continuo y creciente. Y frente a esta situación, los miembros de las clases privilegiadas se rebelan contra

los intentos de reforma que implican para ellas el pago de ciertos impuestos.

4) Crisis política: Junto a los problemas inherentes a una administración envejecida y obsoleta,

está la postura del monarca absolutista, enemigo declarado de las ideas que defienden la división de po-

deres. Luis XVI es un hombre que, aparte de su escasa capacidad de gobierno, reina solo, sin convocar el

Parlamento.

El análisis de los orígenes de la Revolución y el estudio de sus causas, sirvió para demostrar, a

través de los estudios de Lefebvre, que la Revolución contó con un factor de primera importancia sin el

cual posiblemente no hubiera sido posible: los movimientos campesinos antes y durante el proceso revo-

lucionario burgués.

Francia era un país predominantemente rural, en el que aproximadamente las 4/5 partes de la po-

blación estaban constituidas por campesinos. El mundo rural francés conservaba una estructura jurídica

de tipo feudal a través de la cual el campesino estaba sujeto al pago de una serie de derechos señoriales,

además del pago del diezmo a la Iglesia y de los impuestos al Estado. A ello hay que añadir la estructura

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17

de la propiedad de la tierra, que beneficiaba a las clases privilegiadas, aparte de a un determinado núme-

ro de burgueses de las ciudades.

Junto al amplio sector de la población campesina que vivía en precarias condiciones, se sitúa co-

mo elemento potencialmente revolucionario la masa de población urbana cuyos medios de vida eran

escasos y que resultaba especialmente afectada por la continua subida de los precios.

Paralelamente a la precaria situación en que vivía gran parte del tercer Estado, la situación finan-

ciera del Estado resultaba cada vez más problemática. Ante la imposibilidad de enjugar el creciente défi-

cit con la intensificación del sistema impositivo que gravaba a las clases no privilegiadas, los sucesivos

ministros de Hacienda pretenden introducir reformas que obliguen a contribuir a las clases privilegiadas.

La respuesta de éstas consistirá en solicitar una reunión de los Estados Generales (que no se reunían des-

de 1614). Ante la convocatoria, cada estamento redacta sus cuadernos de quejas, planteando sus reivin-

dicaciones: clero y nobleza defendiendo sus privilegios y pidiendo que se arbitren medidas para terminar

con el excesivo gasto, unificar pesos y medidas, conceder la libertad a la prensa y la convocatoria perió-

dica de los Estados Generales. El Tercer Estado solicita la igualdad de los tres Estados , la renuncia de

los privilegios por parte de la nobleza y el clero, la libertad de expresión, reunión y comercio... al tiempo

que manifiesta su preocupación por la desfavorable evolución de los precios y salarios. Los campesinos

piden la abolición de las cargas e impuestos. Los 40.000 cuadernos redactados nos permiten conocer bien

toda la problemática socioeconómica de la Francia prerrevolucionaria.

La crisis financiera por la que atravesaba el Estado francés no era, como en ocasiones se ha di-

cho, consecuencia del mantenimiento de la Corte de Versalles. Los motivos, como en otros Estados, hay

que buscarlo en el elevado coste que suponía el mantenimiento de los ejércitos, así como en la importan-

cia de la deuda pública contraída como consecuencia de guerras anteriores. La imposibilidad de hacer

frente a la deuda estribaba en la desproporción entre gastos e ingresos, y ésta, a su vez, era consecuencia,

más que de una supuesta pobreza del país, de la mala distribución de las cargas como consecuencia del

sistema estamental del Antiguo Régimen. No solo las clases privilegiadas estaban exentas del pago del

principal impuesto la talla-, sino que incluso representativos miembros de la burguesía podían acceder a

la exención.

Jacques Necker, encargado por Luis XVI de las finanzas en 1777, intentó introducir reformas que

implicaran a las clases privilegiadas en el pago de los impuestos. Fue destituido. Su sucesor, Calonne,

intentó establecer un impuesto general que recayese sobre todos los terratenientes sin excepción, una

suavización de los impuestos indirectos y la abolición de los aranceles interiores para estimular la pro-

ducción interior entre otras medidas. Sus reformas implicaban un ataque a la triple organización jerárqui-

ca de la sociedad, y para conseguir su aprobación Calonne convocó en 1787 una asamblea de notables,

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18

pero no se llegó a ningún acuerdo porque los notables pidieron a cambio de su apoyo participar en el

control del gobierno. Destituido Calonne, fue designado Brienne, que abordó la misma reforma pero a

través del Parlamento de París, que rechazó el proyecto aduciendo que su aprobación solo podía ser rea-

lizada por los Estados Generales.

El 5 de mayo de 1789 se abre en Versalles la reunión de dichos Estados Generales. Obtenida una

mayor representatividad personal por parte del Tercer Estado, nobleza y clero defienden el voto estamen-

tal frente a la petición de un voto por representante planteada por el Estado Llano. Se trata de un proble-

ma jurídico -planteado por el abate Sieyés en enero de ese mismo año a través de su folleto ¿Qué es el

Tercer Estado?- que refleja dos concepciones diferentes de la sociedad y cuya no solución lleva a la reti-

rada de los miembros del tercer Estado y su reunión en París, en el Juego de Pelota, local donde el 17 de

junio se declara en Asamblea Nacional Constituyente, firmando el día 20 el Juramento del Juego de

Pelota, comprometiéndose a no disolverse hasta que hubiera redactado una Constitución.

Simultáneamente, en el país se viene produciendo movimientos de descontento desde agosto de

1788, motivados por el continuo aumento de los precios del pan entre otros factores. Tras la reunión de

los Estados Generales el pan sube en París y otras ciudades, produciéndose algunos incidentes violentos.

El 14 de julio se produce el asalto a la Bastilla por las masas acuciadas por el hambre. En los campos, el

fenómeno del miedo, que a lo largo del proceso revolucionario hará su aparición en varias ocasiones,

provoca los levantamientos del campesinado contra sus señores. El movimiento de masas alcanza desde

el primer momento un protagonismo evidente a través de la actuación de los sans-culottes (desharrapa-

dos) y, en general, de toda la población que vive en la pobreza.

Luis XVI, desbordado por los acontecimientos, aceptó la nueva situación de París. Reconoció a

un comité de ciudadanos como el nuevo gobierno municipal. Despidió a las tropas que había convocado

y ordenó a los miembros de los estamentos privilegiados que se incorporaran a la Asamblea Nacional. En

París y en otras ciudades se creó una guardia burguesa o nacional para mantener el orden. El marqués de

La Fayette recibió el mando de la guardia de París y, como insignia, combinó los colores de la ciudad de

París -rojo y azul-, con el blanco de la casa de Borbón, surgiendo así, como símbolo de unión entre lo

antiguo y lo nuevo, el emblema tricolor francés de la Revolución.

2.- La Asamblea Nacional Constituyente.

En el seno de la Asamblea se dibujan diferentes tendencias políticas, manifestación de los distin-

tos conceptos sobre lo que había de ser la transformación de Francia.

De un lado están los distintos grupos constitucionales, entre los que se encuentran personalida-

des como los nobles Mirabeau y La Fayette; eclesiásticos como Talleyrand y Sieyés; juristas como Tron-

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19

chet, u hombres de ciencia como el astrónomo Bailly. Con distintas concepciones, son partidarios de una

monarquía moderada por una constitución. Los más conservadores piensan en un sistema bicameral, en

tanto que los llamados patriotas, prefieren el sistema de una sola cámara, evitando así que la nobleza

mantuviera su fuerza como colectivo independiente.

Los girondinos representan el sector moderado de los republicanos. Su figura más destacada es

Brissot. Sus primeros miembros -procedentes del departamento de la Gironda- proceden de la alta bur-

guesía y son partidarios de realizar la Revolución por medio de la ley y de defender la propiedad. Se in-

clinan a dar importancia a las provincias frente a París y creen que las ideas revolucionarias deben exten-

derse fuera de Francia.

Los jacobinos, cuya base social es la burguesía media y las clases populares, abogan por solu-

ciones más radicales. Son centralistas, defienden la limitación de la propiedad privada y la libertad indi-

vidual. Su figura más representativa es Robespierre, y su derecha se desgajará un núcleo en torno a Dan-

ton y Camilo Desmoulins.

Un sector más exaltado, los demócratas, defiende, por medio de Carnot, el sufragio universal y

la asunción directa de la soberanía nacional por el pueblo. Relacionado con ellos, pero actuando en la

calle en vez de en la Asamblea, se desenvuelve el grupo de Marat.

Una de las primeras medidas de la Asamblea Constituyente, adoptada el 4 de agosto de 1789, se-

rá la abolición de los derechos feudales y el diezmo. El 26 de agosto se aprueba un documento funda-

mental: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Obra de la Asamblea será también

la Constitución Civil del Clero, por la cual los sacerdotes se consideran funcionarios públicos y han de

jurar fidelidad a la Constitución.

Para hacer frente a la crisis financiera se recurre a dos medios: la venta de bienes del clero y la

creación de un papel moneda, el asignado, cuya más inmediata consecuencia será un incremento de la

inflación.

A pesar del incidente provocado por Luis XVI en su intento de huida (Varennes, junio de 1791.)

y de la amenaza exterior que supone la declaración de Pillnitz (25 de agosto de 1791: Federico Guillermo

de Prusia y Leopoldo II de Austria publican en Pillnitz una declaración contrarrevolucionaria), símbolo

de la reacción de las monarquías europeas en favor de Luis XVI, el 3 de septiembre de 1791 es procla-

mada la nueva Constitución.

Se trata de un texto que no puede considerarse pensado para el pueblo, sino para la burguesía

moderada que había dirigido los primeros pasos de la Revolución. En ella se establecía como forma de

gobierno la monarquía constitucional y se aplicaba la teoría de la separación de poderes, siguiendo los

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20

principios establecidos por Montesquieu, así como la descentralización de las atribuciones ejecutivas y el

sistema electoral para la designación de todos los cargos.

El poder ejecutivo correspondía al Rey, el cual tenía la capacidad de elegir libremente a los mi-

nistros, en número de seis, quienes debían responder ante la Asamblea de su gestión. Dichos ministros no

podían ser designados de entre los miembros de la Asamblea.

Jefe del Ejército y de la Marina, director de la política internacional francesa, con poder para de-

signar a los altos funcionarios administrativos, el Rey se convertía desde este momento en un funcionario

más, aunque fuera el de mayor categoría de la Nación.

Su poder respecto a la redacción de las leyes se limitaba al veto suspensivo, ejercible por dos le-

gislaturas. Pero carecía de poder para disolver la Asamblea.

El poder legislativo y la verdadera dirección del Estado recaía en un Cuerpo Legislativo, la

Asamblea, renovable por elección cada dos años. Recogía las atribuciones de los antiguos Consejos Re-

ales, disueltos todos ellos, la responsabilidad del impuesto público y la promulgación de toda clase de

leyes. Era indisoluble e inviolable.

El poder judicial, finalmente, recaía sobre un Tribunal de Casación y una Alta Corte de Justicia,

cuyos miembros eran designados por sorteo.

La Asamblea legislativa, formada por 745 miembros, se constituirá a partir de una clasificación

previa de los ciudadanos en activos y pasivos, siguiendo el criterio censitario establecido en la ley de 22

de diciembre de 1789. Puede decirse que el ciudadano activo es la célula sobre la que se construye todo

el nuevo sistema. Se trata del francés varón, mayor de edad, no doméstico, que paga al Estado una con-

tribución directa equivalente al valor local de tres días de trabajo (de libra y media a tres libras según el

lugar). Por el contrario, los ciudadanos pasivos, los componentes del ahora llamado cuarto estado, que-

dan relegados a una posición secundaria, gozando de los mismos derechos civiles, pero privados del de-

recho al voto.

El principio censitario reserva al ciudadano activo el derecho a la designación de los electores,

sobre la base de un elector por cada cien ciudadanos activos. Dichos electores tenían que pagar una ma-

yor contribución directa, equivalente al valor local de diez días de trabajo (entre 5 y 10 libras). Reunidos

en la capital de su nuevo departamento, los electores procedían a la elección de los diputados para la

legislatura nacional. Estos tenían que poseer una propiedad territorial cualquiera y pagar una contribu-

ción de un marco de plata, aproximadamente 52 libras.

Recordemos que el principio electoral se aplicaba también a la designación de los cargos munici-

pales y departamentales, así como al nombramiento de casi todos los cargos judiciales.

Page 21: Historia Universal Comtemporanea

21

Recordemos que el territorio francés fue dividido en 83 departamentos delimitados racionalmen-

te, de extensión similar todos ellos, con objeto de facilitar el control administrativo. En cada uno de estos

departamentos, un directorio, con el poder ejecutivo, y un consejo general, con el legislativo, se consti-

tuyen en órganos rectores. Esta reforma, que supuso la crisis del centralismo, puede considerarse como

una victoria de las tesis federalistas de los girondinos, defensores del papel de las provincias frente al

centralismo parisino de los jacobinos.

3.- La Asamblea Legislativa.

Por acuerdo adoptado en la Asamblea Constituyente, ninguno de sus miembros podía estar pre-

sente en la Asamblea Legislativa. Esta es la razón por la que destacados revolucionarios quedan fuera de

la nueva Cámara, la práctica totalidad de cuyos diputados son jóvenes desconocidos. Los 745 miembros

que la componen pueden considerarse distribuidos de la siguiente forma:

derecha: 264 diputados. Son los Feuillants, fuldenses o cistercienses, partidarios de una monar-

quía limitada, que siguen las consignas del triunvirato Barnave, Du Port, Lameth, ahora fuera de la Cá-

mara. También aquí se encuentran los seguidores de otro político no diputado, La Fayette.

centro: 345 diputados independientes o imparciales, carentes de un programa político definido y

que, normalmente, se dejan arrastrar por la izquierda que, con su apoyo, domina la Cámara.

izquierda: 136 diputados, fundamentalmente girondinos, dominando la Cámara. Sus principales

representantes son Brissot y Condorcet. Los que desde ahora denominamos propiamente jacobinos han

adoptado posturas que les sitúan más a la izquierda, y que les llevarán a enfrentarse con los girondinos

en breve plazo. En lo que podríamos denominar extrema izquierda, con representación de las clases

populares, se encuentran los cordeliers o cordeleros.

Se puede observar una evolución hacia la izquierda con respecto a la Asamblea Constituyente.

El ensayo de monarquía constitucional no se prolongará por mucho tiempo. Las tensiones inter-

nas en el seno de la propia Revolución, la actitud del Rey en continuo enfrentamiento con la Asamblea y

la amenaza exterior, que cristaliza en la declaración de guerra a Austria en abril de 1792, contribuyen a

su corta existencia.

Efectivamente, al quedar excluidos del juego político una gran parte de los ciudadanos (los con-

siderados pasivos) y, por otro lado, no formar parte de la Asamblea Legislativa algunos de los más rele-

vantes revolucionarios, se producirá una radicalización fuera de la Asamblea, especialmente a través de

las secciones o distritos municipales, constituidos para elegir diputados a los Estados Generales de 1789

y que no se habían disuelto, declarando sus sesiones permanentes. El desarrollo del radicalismo en dichas

secciones será continuo.

Page 22: Historia Universal Comtemporanea

22

De otro lado, la Asamblea debe enfrentarse a una serie de dificultades: de tipo económico y so-

cial (desvalorización de los asignados); religiosas (papel contrarrevolucionario jugado por el clero refrac-

tario) y exteriores (pues los emigrantes desempeñaban un papel cada vez más provocador). Frente a estas

dificultades, la Asamblea aprueba una serie de decretos: contra los emigrados, amenazándoles con la

requisa de sus posesiones; contra los sacerdotes, exigiéndoles un juramento cívico so pena de ser depor-

tados; y contra los príncipes de las naciones vecinas, para que cesaran en sus preparativos bélicos. Pero

todos estos decretos serían obstaculizados por Luis XVI, que ejerció su derecho de veto, consintiendo en

cambio todas aquellas medidas que podían contribuir a desencadenar la guerra, ya que se pensaba por

parte de los enemigos de la Revolución que el conflicto bélico permitiría, con la ayuda de los ejércitos

europeos, restablecer el orden previo a la Revolución.

Pero no solo eran los enemigos de la Revolución quienes deseaban la guerra. También los giron-

dinos, representantes de la burguesía comercial, colonial y rural, pensaban que la guerra podría traer be-

neficios, aunque no fueran tanto políticos como económicos. Contrarios a la guerra, en cambio, se mos-

traban dos grupos muy distanciados políticamente. La derecha, que entendía que la victoria de los ejérci-

tos europeos supondría el fin de la monarquía constitucional que ellos defendían y, en el otro extremo del

espectro político, los jacobinos, que antes de llegar a la guerra consideraban necesaria la depuración de

los mandos militares para consolidar la Revolución en el ejército y asegurarse su fidelidad.

El 20 de abril de 1792 la Asamblea aprueba la declaración de guerra a Austria de acuerdo con la

solicitud presentada por Luis XVI. Es el inicio de una situación bélica que se prolongará hasta 1815.

En estos momentos el estado del ejército francés es muy deficiente. Muchos oficiales han huido.

De los que quedan, bastantes resultan sospechosos. La tropa se encuentra en una situación de insubordi-

nación que hace difícil su manejo. De aquí que los primeros momentos de la guerra resulten -como el

Rey y sus partidarios desean- desastrosos para los franceses. Temerosos de que las tropas enemigas lle-

gue hasta París y de que se produjera un golpe de Estado por parte del Rey, la Asamblea decidió la aboli-

ción de la Guardia Real (6.000 hombres) en mayo y organizó una fuerza, la Guardia Nacional, compues-

ta por unos 20.000 hombres, para defender París. Estas disposiciones de la Asamblea fueron vetadas por

el Rey, lo que obligó a dimitir al gobierno girondino, pidiéndose por los jacobinos la destitución del Rey.

Paralelamente comenzaban a formarse en diversas partes de Francia ejércitos de voluntarios, en su mayor

parte integrados por sans-culottes, que se dirigieron a defender la capital de la Nación.

En tanto, el ejército invasor se encontraba a las puertas de Verdún, última plaza fuerte que cerra-

ba el camino hacia París. Su jefe, el duque de Brunswick, hizo público el 25 de julio un manifiesto en el

que amenazaba de muerte a los guardias nacionales que defendieran París de las tropas prusianas o toma-

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ran represalias contra el Rey. La vinculación del soberano con el invasor y con los enemigos de la Revo-

lución quedaba, así, puesta de manifiesto.

Es en este momento cuando la Asamblea lanza su aviso: ¡La Patria está en peligro!, ante el que

diversas fuerzas de sans-culottes llegan a París y se integran en la Guardia Nacional. Entre esas fuerzas

se encuentran los voluntarios marselleses que han adoptado como himno la canción de Rouget de Lisle,

Canto para el ejército del Rhin, conocida desde este momento como La Marsellesa.

La evidencia de que el rey está de acuerdo con los ejércitos enemigos y con los emigrados contra-

rios a la Revolución, provoca una reacción por parte de los revolucionarios que se apoderan de las calles

pidiendo la destitución del Monarca, la disolución de la Asamblea Legislativa y la convocatoria de otra

Asamblea elegida por sufragio universal. En la noche del 9 al 10 de agosto, los ciudadanos de París y los

voluntarios llegados de diversas partes del país, se concentran frente al Ayuntamiento. Por la mañana

asaltan el Palacio de las Tullerías, residencia de la familia real, y el Rey se refugia en la Asamblea que,

ante la presión de las masas, acabará por destituirle. Es en este momento cuando se constituye un Comité

que coordinará todas las acciones revolucionarias y que será conocido como La Comuna de París, que

frente a la Asamblea y al Gobierno se constituye en un tercer poder, el más radical de todos.

El predominio de La Comuna -controlada por los jacobinos- sobre la Asamblea y el Gobierno

acelera las medidas revolucionarias. Se producen registros domiciliarios, son detenidos los sospechosos.

Ya en septiembre se producirán ejecuciones de aristócratas, clérigos refractarios, presos comunes... es el

primer terror, que preludia lo que, pocos meses más tarde, será el Terror en la época de predominio

jacobino.

Paralelamente, La Comuna, a través de la requisa de todos los elementos necesarios, ha conse-

guido armar y poner en funcionamiento un ejército de voluntarios desharrapados, auténtico ejército de la

Revolución, que marcha a enfrentarse con el ejército prusiano, considerado en estos momentos como el

mejor de Europa. El 20 de septiembre, en los alrededores de Valmy, el enemigo cede antes las fuerzas de

la Revolución que, sobrepasando sus fronteras, ocupa Bélgica. La Revolución comienza a exportarse.

En ese mismo día, disuelta la Asamblea Legislativa y convocadas elecciones por sufragio univer-

sal, inicia su vida la nueva Asamblea que, siguiendo el modelo americano, será denominada Convención

Nacional.

Page 24: Historia Universal Comtemporanea

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4.- La Convención.

Disuelta la Asamblea Legislativa, son convocadas nuevamente elecciones parlamentarias, acu-

diéndose en esta ocasión al sufragio universal. La nueva Asamblea, llamada Convención Nacional, ini-

ciaba sus sesiones el mismo día en que se producía la victoria de Valmy sobre los ejércitos prusianos -20

de septiembre-, y sus sesiones debían prolongarse por un período de tres años. En ella, como ocurriera en

ocasiones anteriores, quedaban definidos tres sectores:

derecha: 160 diputados, en su mayoría girondinos, que han evolucionado hacia posturas más

conservadoras atemorizados por el radicalismo de los jacobinos. Son los representantes de una burguesía

acomodada, partidaria de la libertad económica, que han apoyado la guerra y la descentralización de la

Revolución.

centro: la Llanura, 349 diputados que constituyen la mayoría. Fluctúan entre los girondinos y los

jacobinos, si bien la defensa de la propiedad privada les aproxima a los primeros.

izquierda: 140 diputados, en su mayoría jacobinos. La Montaña. Representantes de la burguesía

media y de las clases populares. Defienden los intereses públicos frente a los privados y sus representan-

tes, influidos por las masas populares de artesanos y obreros (sans-culottes), y apoyado por La Comuna

de París, piden la abolición de la propiedad privada, la democracia política y una administración revolu-

cionaria centralizada.

Desde el exterior de La Convención, los elementos revolucionarios exaltados, dirigidos por

Hèrbert y el abate Roux, critican la política de la Asamblea y piden la requisa de los productos alimenti-

cios, así como la fijación de unos precios controlados por el Estado de forma que se evite la especula-

ción.

Podemos considerar el período de La Convención dividido en tres etapas, según la tendencia que

dirija su política. La Convención Girondina (IX/1792 a V-VI/1793); la Convención Montañesa (hasta

VII/1794) y la Convención Termidoriana, que dejaría paso al Directorio en octubre de 1795.

4.1. convención girondina

Nada más iniciar su actividad, la nueva Asamblea declara abolida la Monarquía, proclamando la

República. El mismo día se proclama el calendario republicano. Era el inicio del otoño y, a partir de en-

tonces, los años comenzaron a denominarse año I, II... de la República, hasta el 1 de enero de 1806, en

que se regresó al uso del calendario gregoriano1.

1 El nuevo calendario quedaba de la siguiente manera:

Vendimario... 22/IX a 21/X Germinal... 21/III a 19/IV Brumario..... 22/X a 20/XI Floreal.... 20/IV a 19/V

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La destitución del Rey plantea un problema. ¿Qué hacer con él?. Los girondinos, que en estos

momentos marcan la dirección de la política, pretenden mantenerlo arrestado, pero se resisten a procesar-

lo, en contra de la opinión jacobina que pretende someterle a juicio por traición, condenarle a muerte y

ejecutarle.

Arrestado finalmente a mediados de octubre, a principios de diciembre se inició un juicio exigido

por la presión popular. Demostrada la vinculación del monarca con el enemigo contra el que luchaban

los ejércitos franceses, la Convención le condenó como culpable de conspiración contra la libertad pú-

blica y de atentar contra la seguridad nacional. El 21 de enero de 1793 Luis XVI es ejecutado en la gui-

llotina.

Tras la victoria de Valmy, las tropas francesas habían conquistado (Jemmapes) los Países Bajos

austriacos (Bélgica). También en estos días serán ocupadas la margen izquierda del Rhin, Saboya y Niza.

La incorporación de estos territorios será un elemento más de enfrentamiento en el seno de la Conven-

ción entre los partidarios de la liberación de los pueblos y los de su conquista. Finalmente, el 19 de no-

viembre, la Convención declara que ofrecerá su apoyo a cuantos pueblos quieran recuperar su libertad. Si

la mayoría de los ciudadanos de un Estado solicitan la anexión, ésta será realizada, recibiendo en dicho

caso los generales franceses órdenes para disolver los antiguos gobiernos, confiscando sus propiedades

así como las de la iglesia, abolir los diezmos, los derechos de caza y los tributos señoriales.

Esta política anexionista, junto con la ejecución de Luis XVI, provocó la unión de las potencias

europeas frente a Francia, organizándose la 1ª Coalición, en la que se encuentran presentes Gran Breta-

ña, España, Austria, Prusia, Cerdeña, Portugal y la mayoría de los estados alemanes e italianos. Rusia

apoyará a la Coalición, pero no participará en las operaciones militares.

El ejército francés no puede hacer frente a estas fuerzas. El general Dumouriez, que al frente del

ejército del norte había atacado Holanda (incorporada poco antes a la Coalición) es derrotado en marzo

de 1793 en Neerwinden, recuperando Bélgica los austriacos. El general francés culpa de la derrota a la

situación revolucionaria y pretende atacar París pero, falto del apoyo de sus tropas, huye, pasándose a las

filas austriacas.

El gobierno girondino tiene que enfrentarse al grave problema que supone el mantenimiento del

ejército. Las masas populares, los sans-culottes, exigen medidas enérgicas que impidan el alza de los

precios, pero los girondinos, enemigos de la economía dirigida, prefieren acudir a una reforma del ejérci-

to.

Frimario..... 21/XI a 20/XII Pradial.... 20/V a 18/VI Nevoso....... 21/XII a 19/I Mesidor.... 19/VI a 18/VII Pluvioso..... 20/I a 18/II Termidor... 19/VII a 17/VIII Ventoso...... 19/II a 20/III Fructidor.. 18/VIII a 16/IX

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26

A instancias de los girondinos, la Convención decreta una leva en masa que provoca violentos

levantamientos campesinos en diferentes regiones (levantamientos de La Vendée, en la zona del Bajo

Loira, con capital en Nantes. También se producirán en distintos momentos disturbios en las zonas de

Burdeos, Marsella, Tolón...). Las amenazas internas -hambre e inflación- y las externas -1ª Coalición-,

debilitan la postura de los girondinos. El 6 de abril de 1793 se crea un Comité de Salvación Pública

formado por doce miembros de la Convención y dirigido por Dantón, con la misión de vigilar el compor-

tamiento del ejecutivo. Los ataques contra los girondinos arrecian. Primero se pide la destitución de

aquellos que habían votado contra la pena de muerte del Rey; después se pide que la Convención declare

la subordinación de la propiedad privada a la utilización social. Ante esta actitud, la Gironda adopta pos-

turas cada vez más conservadoras. En algunos Departamentos los girondinos se unen a la aristocracia,

con lo que los levantamientos proliferan y la situación resulta cada vez más caótica. En este estado de

cosas la acción de los contrarrevolucionarios encuentra amplio eco entre una población que sufre una

escasez de alimentos continua y que, además, se ve amenazada por una leva como la puesta en práctica

por los girondinos. Desde marzo del 93 más de sesenta departamentos se han sublevado contra el Go-

bierno.

Entre el 31 de mayo y el 2 de junio, los elementos populares armados, en apoyo de la postura ja-

cobina que controla el Comité de Salvación, cercan la Asamblea y obligan a la expulsión de los girondi-

nos de la Convención.

4.2. convención montañesa

Iniciado el control de la Convención por parte de los jacobinos, son adoptadas una serie de medi-

das tendentes a socializar la Revolución: impuestos a los ricos, socorros para pobres y ancianos, vigilan-

cia sobre los precios del pan, depuración de administradores sospechosos... Son, muchas de ellas, fórmu-

las empleadas por los jacobinos para conseguir el apoyo de las masas populares. Así, por ejemplo, la

venta de bienes de los emigrados, la autorización para dividir los bienes comunales, la supresión de todos

los derechos feudales sin indemnización.

Paralelamente a estas medidas se inician los procesos contra los girondinos2.

También los jacobinos quisieron redactar una nueva Constitución. El nuevo texto, cuya aplica-

ción se aplaza para el momento en que la guerra termine y que, por lo tanto, no llegará a entrar en vigor,

contempla el sufragio universal e introduce novedades como la necesidad de que todos los ciudadanos

tengan acceso a la educación y el reconocimiento de la asistencia social a los pobres.

2En el transcurso de estos hechos, el 11 de julio de 1793, una muchacha normanda, realista, Carlota Corday, asesina a Marat, que se convierte en mártir de la Revolución.

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Ante las graves dificultades con las que tiene que enfrentarse, el nuevo gobierno revolucionario

se organiza en base a dos Comités: el de Salud Pública y el de Seguridad General. El primero, donde

junto a moderados como Carnot se encuentran jacobinos como Robespierre y Saint-Just, entiende en

todos los asuntos de gobierno a excepción de las finanzas y la policía. Para vigilar el cumplimiento de

sus disposiciones utiliza los representantes en misión, con amplias atribuciones.

El segundo Comité tiene el mando supremo de la policía (en realidad una policía política).

Los miembros de ambos comités son designados por la Convención y -siguiendo la tendencia ja-

cobina- el gobierno se mostró claramente centralizador. Fue precisamente este centralismo el detonante

de una nueva insurrección, esta vez de carácter federalista que, en buena parte, estuvo dirigida por los

girondinos (Lyón, Burdeos, Normandía, Franco Condado...).

Pero una vez establecidos en el poder, los jacobinos tienen que frenar la presión de las masas po-

pulares que, en el período anterior, han empujado a los girondinos a su ruina. El instrumento utilizado

será el TERROR: se procederá a la depuración de todos cuantos resulten sospechosos. Paralelamente,

para hacer frente a la amenaza exterior -y de paso dar una salida a la energía de las masas populares- se

procederá a la creación del ejército revolucionario.

Sin embargo, se aceptan ciertas concesiones a estas masas populares, personificadas en los segui-

dores de Herbert y el abate Roux (los llamados exaltados o enragés): se lleva a cabo una descristianiza-

ción de las fiestas religiosas, sustituidas por fiestas laicas. El culto es prohibido en las iglesias. El culto a

los santos es sustituido por el culto a los mártires de la revolución, entre los que ocupa el primer lugar

Marat. Robespierre, sin embargo, en parte por sus creencias deístas, en parte por no malquistarse total-

mente a las masas católicas, establece la festividad del Ser Supremo y la libertad de religión.

Pero, en medio de estas medidas, es el Terror el arma principal con la que cuentan los jacobinos,

dirigidos por Robespierre y Saint-Just. Un Tribunal Revolucionario Central en París, y otros en los

departamentos, realizan juicios sumarísimos sin posibilidad de apelación. En octubre comienzan los

grandes juicios (Mª Antonieta será guillotinada el 16 de este mes) que afectan a todo el país. Dentro de lo

poco fiable de las cifras, se calcula que desde finales del verano de 1793 hasta julio de 1794, en que se

produce la caída de Robespierre, los detenidos son cerca de 400.000 y 40.000 los ejecutados, con un ele-

vado porcentaje de campesinos y obreros, lo que pone de manifiesto los intentos jacobinos por frenar los

movimientos populares.

Paralelamente, suspendida la Constitución; suspendida también la división de poderes y los dere-

chos individuales, diversas leyes terminan con el liberalismo económico, intentando establecer un con-

trol sobre la requisa de víveres, creándose cartillas de racionamiento de pan, comisiones que controlen la

circulación de alimentos, promulgándose la ley del máximo general, por la que se fijaba el precio máxi-

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28

mo que podían tener las mercancías, así como las tarifas máximas que podían alcanzar los salarios de los

obreros.

En el exterior se plantea la necesidad de terminar con la guerra. Para ello se decreta en el mes de

septiembre la movilización de 300.000 hombres y, al no resultar suficiente, la Convención aprobará el

servicio militar obligatorio. De esta manera, el ejército francés se convierte en el más numeroso de Euro-

pa, con unos efectivos de un millón de hombres. Las fábricas de guerra son nacionalizadas, se desarrolla

la industria bélica, utilizándose a los científicos, y se depuran los mandos militares, que quedan bajo el

control del poder civil.

Este nuevo ejército tiene que luchar contra los insurgentes federalistas en el interior del país y,

sometido el enemigo interior, afrontar la guerra en el exterior, donde se triunfa contra austriacos y espa-

ñoles.

Sin embargo, los éxitos en el campo de batalla no solucionan todos los problemas. La necesidad

de hacer frente a los gastos militares aumenta la fabricación de asignados, cuyo valor sigue descendien-

do. A pesar de todos los esfuerzos los precios siguen aumentando y el coste de la vida hace cada vez más

difícil la situación de las clases populares. Los jacobinos son atacados desde su derecha (Danton) y desde

su izquierda (sans-culottes). La represión se intensifica. Durante los primeros meses de 1794 algunos de

los más significativos revolucionarios son guillotinados, tanto entre los exaltados (Herbert y sus seguido-

res). como entre los moderados (Danton, Desmoulins). El apoyo popular de los jacobinos es cada vez

menos.

Finalmente, el 27 de julio (9 Termidor del año II) los moderados protagonizan un golpe contra

los jacobinos. Robespierre, Saint-Just y sus seguidores caen, a su vez, víctimas de la guillotina.

4.3. convención termidoriana

Controlada la Convención por los diputados centristas de la Llanura, se aprueba una nueva Cons-

titución en la que desaparece el sufragio universal establecido en 1793, aunque se reducen las exigencias

establecidas en la Constitución de 1791 para ser ciudadano activo: ahora solo es necesario estar domici-

liado durante un año y pagar cualquier tipo de contribución.

Se restaura la libertad económica y se garantiza la propiedad. La división de poderes queda resta-

blecida. El poder Legislativo se organiza en dos Cámaras: el Consejo de los Ancianos, equivalente al

Senado y compuesta por 250 miembros de más de 40 años de edad, y el Comité de los Quinientos, cuyos

miembros deben tener un mínimo de 30 años, renovables todos los años por tercios. Los Quinientos

adoptan soluciones que pueden ser convertidas en leyes por los Ancianos.

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El poder Ejecutivo está encarnado por un Directorio de cinco miembros, nombrados por los An-

cianos entre una lista de diez propuesta por los Quinientos, siendo renovado cada año uno de ellos. Sus

atribuciones son la seguridad interior y exterior, y el cumplimiento de las leyes, pero carecen de iniciati-

va para elaborarlas.

El poder Judicial continuaba siendo desempeñado por jueces de elección popular.

Desde el punto de vista social, desaparece el máximo en salarios y precios, lo que dispara la in-

flación. Como consecuencia, en abril/mayo de 1795 se producen dos sublevaciones de sans-culottes que

son reprimidas por el ejército. Paralelamente, la Convención termidoriana tiene que enfrentarse a una

sublevación realista que en septiembre/octubre intenta restablecer la monarquía en París. El ejército, diri-

gido por Bonaparte, se encarga de someterla.

En el exterior se consigue firmar la paz con algunos de los países de la 1ª Coalición (Prusia, Aus-

tria y Rusia se encuentran enfrentadas como consecuencia del segundo reparto de Polonia, aprovechando

los franceses para firmar la paz con Prusia. España también firma la paz). La guerra prosigue con Gran

Bretaña, Austria y los estados italianos, pero ya no resulta tan gravemente amenazadora.

Cuando el 4 de Brumario del año IV (25 de octubre de 1795) la Convención finalice sus sesiones,

el Directorio pasa a gobernar Francia, dando su nombre al nuevo período político.

5.- El Directorio.

A lo largo de los cuatro años que dura la nueva etapa y a través del desarrollo de la Constitución

del años III, se intentan consolidar los logros de 1789. En principio, y de acuerdo con la nueva Constitu-

ción, cada año debe haber elecciones, pero las rivalidades políticas entre las distintas facciones provocan

continuos enfrentamientos a través de los cuales el ejército juega un papel cada vez más importante.

La inestabilidad política que provoca el sistema de elecciones anual se ve agravada por una con-

fusa situación económica. El asignado dejó de fabricarse porque el precio de costo de su fabricación re-

sultaba mayor que su valor de cambio, sustituyéndose por otro papel moneda, el mandato territorial, que

no tuvo ningún éxito, por lo que se volvió a la moneda metálica. Paralelamente, 1796 y 1797 fueron años

de excelentes cosechas, bajando los precios y produciéndose una crisis comercial que provocará un des-

abastecimiento en los mercados, uniéndose a la crisis financiera la económica. Como por otra parte, el

cobro de los impuestos resultaba muy deficiente, la deuda del Estado fue incrementándose hasta el punto

de que, en la última etapa del Directorio, hubo de decretarse la bancarrota de los dos tercios, esto es, el

Estado solo haría frente a una tercera parte de sus deudas, y las otras dos las reembolsa con bonos.

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Políticamente el Directorio, además de los problemas internos, tiene que enfrentarse con la opo-

sición de la izquierda, formada por los sans-culottes y los jacobinos, y de las derechas, representadas por

los realistas que intentan restablecer la Monarquía.

Entre los varios intentos por conseguir el poder desde la izquierda sobresale la llamada Conspi-

ración de los Iguales, dirigida por Babeuf y Buanorrotti, creadores de la Sociedad de los Iguales, que

pretendía establecer una sociedad igualitaria partiendo de la eliminación de la propiedad privada, la na-

cionalización de la producción y la organización social del trabajo. Detenidos en 1796, serían ejecutados

al año siguiente.

A partir de los sucesos de los Iguales la oposición realista se fortaleció, e incluso en el año V

(1796/97) consigue, a través de las elecciones, estar presente en los Consejos Legislativos, abogando por

la restauración de la Monarquía y provocando una llamada de auxilio del Directorio al ejército que, el 4

de septiembre de 1797 (18 Fructidor del año V) dará un golpe de Estado a partir del cual se habla del

Segundo Directorio.

Como, paralelamente a esta situación interior, la Francia revolucionaria mantiene su política de

anexión de las llamadas Repúblicas Hermanas, el ejército se va fortaleciendo progresivamente y los ge-

nerales van teniendo cada vez más influencia en la política.

Al llegar el Directorio al poder Francia contaba principalmente con dos enemigos externos: In-

glaterra y Austria. En una primera fase, los ejércitos franceses triunfan en Italia gracias a Napoleón Bo-

naparte, que consigue conquistar casi todo el valle del Po, marchando luego en dirección a Viena, for-

zando a los austriacos a firmar la paz de Leoben (18/04/1797), ratificada y ampliada en los acuerdos de

Campo Formio (18/10/1797), por los cuales Austria admite la anexión de Bélgica por Francia, que ob-

tiene además la orilla izquierda del Rhin y se queda con las islas del Mar Jónico que habían pertenecido a

Venecia. En contrapartida, Austria obtiene Venecia, Istria y Dalmacia.

Tras los acuerdos de Campo Formio, solo Inglaterra persiste como enemiga de Francia. Para de-

rrotarla, Napoleón pretende destruir su poderío económico mediante la conquista de su colonia más im-

portante: la India. El primer paso es Egipto, donde derrota a la caballería de los mamelucos. Pero la es-

cuadra inglesa, capitaneada por Nelson, consigue destruir a la francesa en Abukir, bloqueando a Napo-

león. La conquista de Egipto, además, enemista a Francia con Turquía y Rusia. Se forma entonces la 2ª

Coalición, en la que participan Gran Bretaña, Rusia, Austria, Turquía y Nápoles, uniéndose poco des-

pués Suecia. El objetivo es rechazar a los franceses a sus antiguas fronteras.

Es en esta situación cuando, el 9 de noviembre de 1799 (18 Brumario año VIII), con el apoyo de

la burguesía y especialmente de los banqueros de París, se produce el golpe de Estado que va a catapultar

a Napoleón Bonaparte al poder absoluto.

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6.- El Consulado.

El consulado significa, dentro del proceso revolucionario el establecimiento de una dictadura per-

sonal en beneficio de los notables, de forma que la nueva burguesía del dinero y la vieja aristocracia vie-

nen a conformar la base social sobre la que se asienta el nuevo sistema, cuyas ideas fundamentales serán

consolidar los logros de la revolución, asegurar la unidad y la continuidad de Francia y resolver la situa-

ción internacional. Para alcanzar estos objetivos tiene, el nuevo régimen, que conseguir la pacificación

interior y la paz en el exterior. Su actuación, hasta que se complete el proceso de concentración del poder

en Napoleón Bonaparte, dando paso al Imperio, puede resumirse en los siguientes puntos:

Política interior:

- Constitución del año VIII

- Integración de los emigrados

- Concordato (1801)

- Eliminación del enemigo interior (realistas y jacobinos)

- Código Civil (1804)

- Medidas en otros campos (por ejemplo la enseñanza).

Política exterior:

- Victoria sobre la II Coalición (1800/1802). Austria es derrotada en Marengo (06/1800) y

firma el tratado de Luneville (1801).

- Firma del Tratado de Amiens con Inglaterra (1802), lo que supone alcanzar una situa-

ción de paz con Europa que posibilita, en el interior, el paso al Consulado vitalicio (08/1802) y a la

Constitución del año X.

- Inicio de una nueva guerra contra Inglaterra, al tiempo que rebrotan las conspiraciones

interiores, lo que produce una tendencia hacia una mayor concentración del poder, que conducirá al Im-

perio (18/05/1804).

6.1.- La pacificación interna

A mediados de 1799 la burguesía moderada que domina la República decide la clausura de los

clubes jacobinos. Enfrentada, de otro lado, con los realistas, recurre una vez más a la ayuda de los milita-

res para fortalecer su posición. Siêyes y otros miembros del Directorio, de acuerdo con Luciano Bona-

parte, hermano de Napoleón y Presidente del Consejo de los Quinientos, prepara un golpe de Estado para

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el 18-19 de Brumario del año VIII (9/11/1799) que será protagonizado por el joven general. El 18 Napo-

león es nombrado jefe del ejército de París y obtiene de los Ancianos la promesa de que la Constitución

será modificada. Ante la oposición de los Quinientos, disuelve a este Consejo y los miembros de las dos

Cámaras partidarios del golpe deciden confiar el gobierno a un Consulado formado por Siêyes, Ducos y

el propio Napoleón, quienes reciben el encargo de elaborar una nueva Constitución.

El nuevo texto constitucional tiende a favorecer el poder ejecutivo, hasta ese momento muy dé-

bil. Para ello se establece una jefatura de Estado teóricamente colegiada, compuesta por tres cónsules,

dos de los cuales tenían solo funciones consultivas y un tercero, Napoleón, que debería centralizar duran-

te un período de diez años amplios poderes ejecutivos y legislativos. Este primer cónsul será el encarga-

do de nombrar a los ministros, a los magistrados, a los miembros del Consejo de Estado, al tiempo que

ostentará la iniciativa legislativa.

Para contrarrestar los amplios poderes del ejecutivo, se restablece el sufragio universal, que al ser

indirecto y no secreto, resulta en la práctica inoperante.

El poder legislativo se estructura en tres cuerpos: el Senado, el Cuerpo Legislativo y el Tribuna-

do.

El primero de ellos está compuesto por 60 miembros vitalicios, de los que 31 fueron nombrados

por el primer cónsul y el resto propuesto por el extinto Consejo de los Ancianos. Sus funciones consistí-

an en velar por el mantenimiento de la Constitución y nombrar a los miembros de los otros cuerpos legis-

ladores.

El Cuerpo Legislativo, elegido con carácter vitalicio a través de las listas de las notabilidades3

tiene como misión aprobar o rechazar las leyes presentadas por el ejecutivo, sin poder entrar en su discu-

sión.

El Tribunado, elegido también por el Senado de entre las listas de las notabilidades, tiene como

misión discutir los proyectos de ley presentados por el gobierno. Fue el cuerpo que menos complaciente

se mostró con los deseos de Napoleón, por lo que sus poderes serían restringidos en 1802, y en 1807 se

suprimiría.

En el momento de llegar al poder, Napoleón es consciente de que la mayoría de la población

francesa desea, conservando los derechos adquiridos a través de la Revolución, terminar con la situación

de inestabilidad tanto en el interior como en el exterior. Por eso, su primer empeño será lograr la pacifi-

cación interna del país. El mayor peligro lo constituían los realistas, que propugnaban la restauración

3Se trata de un sistema ideado por Siêyes para manipular el sufragio universal: los ciudadanos elegían a los notables municipales, estos a los departamentales, estos a los nacionales y de entre estos el Senado elegía a los que debían formar parte del Cuerpo Legislativo.

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monárquica en la figura del hermano de Luis XVI (Luis XVIII). Muchos realistas pensaban que Napo-

león sería partidario de ella, incluso el mismo pretendiente al trono así lo pensaba. Pero la idea napoleó-

nica era bien distinta. Aquellos que se resistieron fueron sometidos por las armas, de forma que en 1800

la oposición realista había dejado de ser un problema grave. Pero junto a la fuerza, Napoleón supo utili-

zar la tolerancia, consciente de que no resultaba rentable volver a los sistemas del terror, como habían

hecho los jacobinos en 1793.

Muchos emigrados volvieron a Francia, y el culto católico se restableció en las iglesias siempre y

cuando los sacerdotes prometieran fidelidad a la Constitución.

Sin embargo, algunos sectores del clero no aceptaron la nueva situación. Por ello, en el momento

en que Napoleón alcance una posición de fuerza en el contexto internacional, tratará de este asunto direc-

tamente con el Papa. Pío VII, elegido a comienzos de 1800, sería su interlocutor. Tras largas deliberacio-

nes, el 16 de julio de 1801 se llegará a la firma de un Concordato por el que el Papa reconoce a la Repú-

blica francesa, confirma la venta de los bienes del clero a cambio de los cuales el Estado pagará a los

sacerdotes previo juramento de fidelidad; se compromete a pedir la dimisión de todos los obispos refrac-

tarios. Los nuevos obispos serán nombrados por el Estado e investidos por el Papa, y los sacerdotes serán

nombrados por los obispos.

El catolicismo no figura como religión oficial del Estado, que será laico, respetando la libertad de

cultos, y se reglamentan los cultos de otras religiones, entre ellas la judía.

6.2.- La búsqueda de la paz en el exterior.

Paralelamente al logro de la pacificación interna, Napoleón trabaja por conseguir la paz en el ex-

terior.

Ya antes de llegar al poder, las victorias de los generales Massena y Brunne (09/1799 en Zurich y

10/1799 en Holanda respectivamente) habían alejado el peligro de una invasión del territorio francés,

manteniéndose la guerra con Inglaterra y Austria (además de Nápoles). Napoleón intentó llegar a un

acuerdo con Jorge III y Francisco II sin conseguir resultados positivos. Por ello, preparó a lo largo del

invierno un gran ejército que organizó en tres cuerpos: el de Alemania (general Moreau); el de Italia (que

dirigiría el propio Napoleón con el general Berthier), y el de Borgoña, de reserva. El 14 de junio de 1800

derrotaba, tras cruzar los Alpes, a los austriacos que cercaban a Massena en Génova (batalla de Maren-

go). Al mismo tiempo, Moreau avanzó con su ejército a lo largo del Danubio, derrotando a los austriacos

(Hohenlinden, 3/12/1800) y amenazando Viena.

Austria y Francia acuerdan firmar la paz de Luneville (9/02/1801), por la cual se reconoce a la

segunda la posesión de Bélgica y de los territorios alemanes en la orilla izquierda del Rhin, quedando

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establecida la existencia de las repúblicas Bátava y Helvética, y una serie de estados en la frontera con

Francia sometidos a la influencia directa de este país, que constituyen una garantía frente a cualquier

agresión austriaca.

Firmada la paz con Austria, resta solo resolver el problema de Inglaterra, para lo cual Napoleón

pone en práctica dos recursos. De un lado comienza a organizar una gran flota que le permita la invasión

de la isla, y de otro intenta atraerse a las principales potencias marítimas del Atlántico y del Báltico.

Con España se firman los tratados de San Ildefonso (1796 y 1800), pretendiendo a través de ellos

disponer de los importantes efectivos navales españoles y, al mismo tiempo, presionar a Portugal, tradi-

cional aliada inglesa, para que cierre sus puertos a los británicos.

Con los EE.UU. se firma un Tratado de neutralidad (Tratado de Montefontaine, 30/09/1800)

que contará poco después con la adhesión de los países del Báltico: Rusia, Dinamarca, Suecia y Prusia.

El Báltico, zona vital para los abastecimientos de madera y grano, y Alemania, mercado esencial para los

productos ingleses, quedaban cerrados al comercio británico.

En parte Inglaterra salvará esta situación con las buenas relaciones establecidas con el nuevo zar

de Rusia, Alejandro I. La acción de la escuadra inglesa en el Báltico, bajo las órdenes de Nelson, acabará

de arruinar la denominada Liga de los Neutrales.

Sin embargo, el pueblo inglés se encuentra cansado de una guerra que dura ya varios años. El

primer ministro, Pitt, partidario de la guerra, dimite, y el nuevo jefe de Gobierno, Addington, negocia la

paz con Francia. Finalmente, el 25 de marzo de 1802, se firma la Paz de Amiens.

6.3.- Las reformas napoleónicas.

Consolidado en el poder, Napoleón emprende una serie de reformas que constituirán la base de la

Francia contemporánea.

El 17 de febrero de 1800 una nueva Ley introducía importantes modificaciones en las reformas

que la Asamblea Constituyente había realizado en 1790 en la Administración. El objetivo de la nueva ley

es conseguir una mayor centralización, o sea, un mayor control por parte del gobierno. El aspecto más

importante es la creación del cargo de prefecto, funcionario nombrado por el ministro del Interior para

vigilar el cumplimiento de las directrices gubernamentales en cada demarcación, manteniendo informado

al poder central. Sus funciones son muy amplias: reclutamiento, guardia nacional, agricultura, abasteci-

mientos, comercio, obras públicas, enseñanza... y, por supuesto, el control de la administración comarcal

y municipal a través de los subprefectos y de los alcaldes. Estos últimos son nombrados directamente por

el prefecto en las poblaciones de menos de 5.000 habitantes, y por el ministro del Interior en las que su-

peran esta cifra.

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También la Justicia es objeto de reformas a través de una ley de 18 de marzo de 1800 por la que

se suprime la elección de los jueces, asignando al Senado el nombramiento de los componentes del tri-

bunal de Casación. El Consejo de Estado, institución formada por 50 miembros designados por Napo-

león, elaboraría los proyectos de ley solicitados por el Gobierno y sería un alto tribunal para los asuntos

contencioso-administrativos.

También se presta una especial atención, aunque desigual según las etapas, a la enseñanza. Así, la

primaria merecería muy poca atención por parte del Estado en cuanto que no parecía rentable la promo-

ción cultural de las clases populares. De aquí que en su totalidad estuviera en manos privadas, siendo

muy numerosos los niños que no alcanzaban la escolarización, sobre todo en las zonas rurales.

La enseñanza secundaria merecería mucha más atención en cuanto que estaba destinada a los

hijos de las familias acomodadas, de las que habrían de salir los futuros funcionarios y militares de carre-

ra, aparte de los estudiantes universitarios. Para atenderla se crearon los liceos o centros de enseñanza

estatales y laicos, en los que existía una gran disciplina.

La enseñanza superior fue monopolizada por el Estado a través de la Universidad napoleónica o

Imperial, formada por las facultades de medicina, Derecho, Teología, Letras y Ciencias, cuyos profeso-

res eran designados y pagados por el Estado. Perviven otros centros, como la Escuela Politécnica, creada

por la Convención para la enseñanza científica de los ingenieros de minas, puentes y caminos, e incluso

de los artilleros e ingenieros militares, así como el Colegio de Francia y el Museo de Historia Natural.

Otro de los aspectos de los que se ocupó Napoleón fue de la crítica situación financiera en que se

encontraba Francia. Manteniendo el sistema de impuestos directos existentes (sobre bienes raíces, bienes

muebles, patentes, sobre trabajo) aumenta los impuestos indirectos y crea otros nuevos (sobre el tabaco,

las bebidas...). Pero la mayor innovación se produce en la forma de recaudación, mediante la creación de

un cuerpo de recaudadores de impuestos que depende del Estado, suprimiendo así el sistema de arren-

damientos a particulares, anteriormente vigente.

Para resolver la precaria situación de la moneda francesa, se crea en 1800 el Banco de Francia,

que desde 1803 monopoliza la emisión de papel moneda.

Finalmente, se enfrentó Napoleón con el grave problema que se derivaba de la pluralidad de las

legislaciones existentes y que no había sido resuelto por los gobiernos anteriores, aunque ya se estaba

trabajando en la redacción de un Código Civil. Estos trabajos fueron agilizados de forma que el 21 de

mayo de 1804 sería publicado el nuevo Código.

Respondiendo a los intereses de la burguesía, se contempla en su texto la libertad personal, la

igualdad de todos ante la ley, la libertad de conciencia y de trabajo, el laicismo del Estado, la abolición

del feudalismo y, sobre todo, la propiedad, especialmente la rústica.

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En lo tocante a la familia, aunque se mantiene el divorcio, el marido goza de una total superiori-

dad sobre la mujer, y el padre sobre los hijos. También desaparece la figura del mayorazgo y se establece

que la herencia habrá de repartirse en partes iguales entre todos los hijos.

Quedan prohibidas las asociaciones de obreros y la huelga. La superioridad del patrono sobre el

obrero en caso de desavenencia judicial es total, ya que la palabra del patrono sirve como medio de prue-

ba por encima de la del obrero.

En conjunto, el Código Civil representa el triunfo de la burguesía sobre el Antiguo Régimen. La

expansión napoleónica hará que entre en vigor en muchos países y de él de derivarán los códigos civiles

de la Europa continental y de muchas de sus zonas de influencia.

6.4.- Del Consulado vitalicio al Imperio.

Los éxitos alcanzados en su política, tanto interior como exterior, llevaron a Napoleón a ser pro-

clamado cónsul vitalicio mediante un plebiscito celebrado el 2 de agosto de 1802. Simultáneamente se

realizan una serie de modificaciones en la Constitución del año VIII tendentes a aumentar el poder ejecu-

tivo en detrimento del legislativo: el Primer Cónsul tiene derecho a nombrar en vida a su sucesor, de

concluir tratados de paz y alianza sin el consentimiento del Cuerpo Legislativo, puede ejercer el derecho

de gracia y revisar la Constitución mediante decreto ratificado por el Senado. Preside a éste y nombra

con su permiso a los Presidentes de los Cuerpos Legislativos.

De esta forma, el poder legislativo recae básicamente en el Senado, muchos de cuyos miembros

son designados directamente por Napoleón que, de esta forma, lo controla. De hecho, Bonaparte ha con-

centrado en sus manos los mismos poderes que los antiguos reyes.

Pero no es solo en el interior de Francia donde se afianza su poder. También lo hace en Europa.

La península italiana ha quedado, tras la paz de Luneville, bajo la influencia militar de Francia. Procla-

mado Presidente de la República Cisalpina, Napoleón anexiona a Francia el Piamonte, lo que le asegura

el control del paso de los Alpes, y la Liguria (Génova), importante centro marítimo. En Suiza, Holanda y

Alemania también la influencia de Napoleón es cada vez mayor.

Por otra parte, y de acuerdo con la política económica mercantilista, Francia se cierra a la entrada

de productos comerciales ingleses, de forma que la economía británica se ve tanto más perjudicada cuan-

to mayor va siendo la influencia francesa en el continente. Esta situación conducirá de nuevo a la guerra,

declarada el 23 de abril de 1803.

Pero el inicio de una nueva guerra va a fortalecer la situación de Napoleón en Francia. Apoyados

por Inglaterra, los realistas conspiran contra él. Los conspiradores, entre los que se encontraban algunos

generales como Moreau, son descubiertos. Aconsejado por Fouché, jefe de la policía, y con el propósito

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de desanimar a los partidarios de una restauración monárquica en la rama de los Borbones, el Consulado

Vitalicio es transformado por un senado-consulto de 18 de mayo de 1804 en IMPERIO hereditario, rati-

ficándose esta decisión mediante un plebiscito que confía el Imperio a Napoleón y sus descendientes. No

satisfecho con la ratificación popular, el 2 de diciembre de ese mismo año Napoleón se hace coronar por

el Papa en Notre-Dame.

Por supuesto, en el gobierno del país se acentúa cada vez más el carácter personalista de Napo-

león, endureciéndose en los años posteriores a través del control ejercido por la censura y la actuación de

la policía.

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Tema 3:.- La Contrarrevolución: del Imperio Napoleónico a la Europa de la Restauración.

1.- Formación y crisis del Imperio Napoleónico

En abril de 1805 Inglaterra y Rusia suscribían un tratado por el cual la primera se compromete a

prestar una sustanciosa ayuda económica a Alejandro I que, a su vez, pondría en pie de guerra un nume-

roso ejército. A esta alianza se unen Suecia, Austria y Nápoles, formando la 3ª Coalición. El 15 de octu-

bre de 1805 los austriacos son derrotados en Ulm, y el 13 de noviembre las tropas francesas entran en

Viena. El 2 de diciembre los ejércitos austro-rusos son totalmente derrotados en Austerlitz. Austria fir-

ma la paz de Presburgo por la que pierde sus territorios en Italia y Alemania. Ese mismo día el hermano

de Napoleón, José, es designado rey de Nápoles. El 18 de julio de 1806 los estados alemanes aliados a

Francia forman la Confederación del Rhin bajo el protectorado de Napoleón que, de esta manera, se ase-

gura el control de tan importante ruta fluvial.

Pero mientras en el continente Napoleón triunfa sobre sus enemigos, en el mar las cosas no mar-

chan tan bien. La alianza con España había supuesto un sustancial incremento de la fuerza naval con la

que Napoleón contaba para proceder a la invasión de Inglaterra. Sin embargo, todos los planes franceses

fracasaron y la escuadra franco-española será destruida el 21 de octubre de 1805 por la inglesa del almi-

rante Nelson, de forma que la superioridad naval queda definitivamente en poder de Inglaterra.

Muerto en enero de 1806 el primer ministro inglés, Pitt, los liberales suben al poder. Tanto Ad-

dington, jefe de Gobierno, como Fox, ministro de Exteriores, son partidarios de las negociaciones. Pero

estas fracasan ante la negativa inglesa de entregar Sicilia a José Bonaparte.

Se organiza entonces la 4ª Coalición en la que, además de Rusia e Inglaterra, participa Prusia

que, el 1 de octubre de 1806, había exigido a Napoleón que retirara sus ejércitos de la orilla izquierda del

Rhin. El 14 de octubre de 1806 los ejércitos prusianos son derrotados en Jenna y Auestard. El poderío

militar prusiano queda eliminado. El 27 de ese mismo mes Napoleón entra en Berlín. Después, prosigue

la campaña contra Rusia en tierras polacas. Tras la indecisa batalla de Eylau (8/02/1807) los ejércitos

rusos son derrotados en Frienland (14/06/1807). Tras esta derrota Rusia, descontenta con la ayuda pres-

tada por los ingleses. decide aceptar las propuestas de paz de Napoleón, firmando el 7 de julio de 1807 la

Paz de Tilsit. Dos días más tarde Prusia se adhiere a la paz, renunciando a sus territorios al oeste del

Elba con los que Napoleón forma uniendo otros territorios) el reino de Westfalia, que confía a su herma-

no Jerónimo. Al mismo tiempo, con las tierras polacas que habían correspondido a Prusia en el último

reparto de Polonia, forma el Gran Ducado de Varsovia.

Con la paz de Tilsit Francia y Rusia se reparten la Europa continental. Francia dominará al oeste

del Vístula, Rusia al este. Tras esta paz quedan enfrentadas Francia e Inglaterra, pero las dificultades para

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que se produzca un enfrentamiento militar directo hacen que la guerra derive hacia vertientes económi-

cas.

Inglaterra que, como sabemos, carecía de un ejército poderoso pero contaba con la marina más

poderosa del mundo, inicia el bloqueo de los puertos continentales, especialmente los franceses, de for-

ma que, si no conseguía ahogar económicamente a Francia, al menos si pudiera tener controlados sus

puertos, restando eficacia a su marina, e impidiendo el despliegue francés en las colonias.

Por su parte, Napoleón organiza el llamado Sistema Continental, cuyos objetivos son la partici-

pación de todos los países de Europa continental, voluntaria o forzosamente, en el bloqueo comercial de

Inglaterra; potenciar una industria manufacturera en el Continente, especialmente en Francia, capaz de

competir con la inglesa; rendir a Inglaterra por la quiebra económica derivada de la crisis de su industria

y su comercio, a la vez que intentaba destruir con la combinación de las fuerzas navales aliadas a la es-

cuadra inglesa.

El 21 de noviembre de 1806 se había promulgado el llamado Decreto de Berlín, por el cual que-

daba declarado el estado de bloqueo de los puertos franceses y de sus aliados frente al comercio inglés,

prohibiéndose las importaciones de cualquier mercancía procedente de Inglaterra o de sus colonias. Solo

Rusia y Portugal quedaban fuera del control imperial, pero la primera se unión al sistema de bloqueo

después de la paz de Tilsit y la segunda se convertirá en el próximo objetivo militar de Napoleón.

Los efectos del bloqueo napoleónico comenzaron a dejarse sentir seriamente a partir de la paz de

Tilsit y la incorporación de Rusia al Sistema Continental. Sin embargo, el proceso expansionista de Na-

poleón provocará repetidas insurrecciones en diversos países, de forma que el sistema de bloqueo será en

más de una ocasión quebrantado, lo que impedirá una eficacia suficiente para arruinar a Inglaterra. A

partir de 1812, con la guerra entre Francia y Rusia, el intento de bloqueo quedará definitivamente conde-

nado al fracaso.

Para dominar a Portugal y completar el sistema de bloqueo, Francia consigue autorización espa-

ñola para que sus tropas atraviesen la Península Ibérica, lo que hace posible que el mariscal Junot entre

en Lisboa en noviembre de 1807. Pero las tropas francesas van ocupando simultáneamente algunas pla-

zas fuertes españolas y Madrid queda virtualmente en sus manos, lo que provoca el levantamiento del

pueblo español, iniciándose la Guerra de la Independencia, que obligará a Napoleón a desplazarse a Es-

paña para controlar la situación a finales de 1808, viéndose obligados los ejércitos franceses a abrir un

nuevo frente.

También en Italia y Austria se produjeron alzamientos, al tiempo que la postura de Alejandro I se

distanciaba cada vez más de Napoleón. Ambos soberanos celebraron una entrevista en Erfurt el 27 de

septiembre de 1808, sin que se llegara a un acuerdo.

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En estas condiciones se formaría la 5ª coalición entre Inglaterra, Austria, España y Portugal. Los

ejércitos austriacos son derrotados en Eckmühl (abril de 1809) y Wagram (julio de 1809), aceptando la

paz de Viena el 14 de octubre de 1809.

Cuando a comienzos de 1810 el poder de Napoleón se encuentra en su apogeo, éste, divorciado

de Josefina, de la que no había tenido descendencia, se casa con la archiduquesa Mª Luisa, hija del empe-

rador de Austria, sellando así la alianza con esta potencia y ratificando, no ya su poder, sino sus propósi-

tos de consolidar su propia dinastía. En marzo de 1811 nacería un hijo que recibiría el título de Rey de

Roma.

El poder de Napoleón se mantiene en su auge hasta 1812. Sin embargo, ni su dominio sobre el

continente era sólido, ni en la propia Francia la situación resultaba totalmente estable, puesto que el pue-

blo francés, agobiado por un largo período de guerras que exigía continuos sacrificios en hombres y en

dinero, se mostraba descontento.

Rusia había decidido romper el bloqueo a Inglaterra, puesto que resultaba muy lesivo para su

economía. De esta forma, las relaciones entre Alejandro y Napoleón fueron empeorando, y el Emperador

comenzó a preparar la invasión de Rusia. La campaña, que habría de señalar el inicio del declive napo-

leónico, comenzaría el 24 de junio de 1812, cuando un inmenso ejército de más de 650.000 hombres

cruzaba el río Niemen e invadía Rusia. La campaña de Rusia, en la que Napoleón hubo de enfrentarse a

la táctica de retirada sistemática de los ejércitos rusos y de tierra arrasada, resultaría nefasta. El 7 de sep-

tiembre más de 55.000 cadáveres quedaban sobre el campo de batalla de Bodorino. El 14 de este mes

Napoleón entraba en Moscú, que fue incendiada por sus habitantes. Y tras esperar inútilmente a que el

zar propusiera negociaciones, hubo de organizar la retirada (19 de octubre) ante la proximidad del in-

vierno. En el transcurso de la misma las pérdidas francesas fueron inmensas, solo alrededor de 100.000

hombres se salvaron.

Simultáneamente a la campaña rusa ya se había producido en Francia un frustrado golpe de Esta-

do (29 de octubre de 1812) protagonizado por el general Malet. Napoleón hubo de regresar apresurada-

mente a la capital mientras sus fuerzas continuaban disgregándose y Prusia y Austria entablaban nego-

ciaciones con Rusia.

En marzo de 1813 Prusia declaraba la guerra a Francia. En la mayor parte de los estados alema-

nes estallaban motines contra la ocupación militar francesa. El 14 de abril es Austria la que rompe la

alianza con Francia. Napoleón reorganiza rápidamente su ejército. Rusos, austriacos, prusianos, suecos e

ingleses se unen contra el Emperador y, en la llamada batalla de las Naciones, cerca de Leipzig, derrotan

a Napoleón (16-18/10/1813). Los aliados amenazan con invadir Francia, dentro de la cual el apoyo a

Napoleón se ha debilitado. A finales de diciembre comienza la ofensiva. El 29 de enero de 1814, por el

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protocolo de Langres, se acuerda reducir a Francia a sus fronteras de 1792 y restaurar a los Borbones en

la persona de Luis XVIII.

El 30 de marzo los aliados consiguen entrar en París. Un gobierno provisional, presidido por Tey-

llerand, acepta el 6 de abril a Luis XVIII (Napoleón había sido destituido el 3 de abril) y, el 11 de este

mes, por el Tratado de Fontainebleau, los aliados conceden a Napoleón la pequeña isla de Elba, en la

que es recluido.

Aún volverá Napoleón a Francia, aprovechando las suspicacias que el gobierno de Luis XVIII, de

corte absolutista, levanta en la nación, temerosa de que se produzca un regreso al Antiguo Régimen. El 1

de marzo de 1815 desembarca en Francia e intenta organizar en nuevo ejército con el que enfrentarse a

los aliados. El 20 de marzo entra en París, de donde ha huido Luis XVIII.

Tras conseguir una victoria parcial ante los prusianos, el 18 de junio es derrotado por las fuerzas

conjuntas de Inglaterra y Prusia en Waterloo. Desterrado a la isla de Santa Elena, morirá en ella el 5 de

mayo de 1821.

1.1.- El Gran Imperio: organización del Imperio napoleónico.

El poder continental de Napoleón se estructura en torno a tres grandes unidades: el Imperio fran-

cés, el Gran Imperio, y las alianzas con otros países.

El Imperio Francés constituye el núcleo básico de la hegemonía continental francesa. Compren-

de el territorio propiamente francés, más una serie de territorios que han sido progresivamente anexiona-

dos: Saboya (1792), Aviñón y Niza (1793), Ginebra (1798), orilla izquierda del Rhin (1801), Piamonte

(1802), Liguria (1805), Islas Jónicas (1807), Parma (1808), Estados Pontificios (1809), Holanda (1810),

gran parte de la costa alemana (1811) y el valle de Arán (1812). En total supone un territorio de unos

750.000 kms2, con una población de 42 millones de habitantes, que convierten a Francia en el Estado

más grande y más poblado de Europa en estos momentos.

El Gran Imperio es una especia de federación a cuyo frente figura el Emperador Napoleón y que

comprende, además del Imperio Francés, una serie de estados vasallos o aliados de Francia, gobernados

por parientes, protegidos o príncipes extranjeros aliados de Napoleón. Son estados sometidos a las deci-

siones napoleónicas desde el punto de vista militar, obligados a aportar contingentes al ejército imperial

y a cumplir el bloqueo continental.

Sobresalen el reino de Italia (1805) -anteriormente República Cisalpina-, cuyo rey es el mismo

Napoleón, aunque el gobierno quedaba en manos de un hijo de Josefina; Holanda, desde 1805 regida por

Luis Bonaparte; Nápoles, regida primero por José Bonaparte y, cuando éste es nombrado rey de España,

por el mariscal Murat; Westfalia, regentada por Jerónimo Bonaparte (1807) y una serie de estados que

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configuraban la Confederación Helvética y la Confederación del Rhin. También el Gran Ducado de Po-

lonia, bajo la autoridad del Rey de Sajonia.

Respecto a las Alianzas con otros países, se trataba de alianzas normalmente impuestas por las

victorias militares. Las más importantes serían las acordadas con Rusia (Tilsit); Dinamarca -incorporada

a causa de su rivalidad con Suecia en la disputa sobre Noruega-; Suecia, gobernada por el general Ber-

nardotte, luego Carlos XIII; Austria -a través de la boda en 1810 con Mª Luisa- y Prusia.

2.- Aspectos económicos y sociales de la Europa de la Restauración.

Denominamos con el nombre de época de la Restauración el período comprendido entre 1815 y

1830. Son los años en que, tras la caída del Imperio napoleónico, las potencias vencedoras intentan res-

taurar las antiguas instituciones, enfrentándose con una corriente de oposición cada vez más fuerte, que

acabará haciendo fracasar el intento.

Dicho intento estaba llamado al fracaso desde el primer momento puesto que, tras la aventura re-

volucionaria, la Europa de 1815 resultaba muy diferente a la que en 1789 había asistido al fenómeno

revolucionario francés. La consecuencia más inmediata de esta ceguera será la aparición de movimientos

clandestinos que, en la oposición al régimen restauracionista, defenderán los sentimientos nacionales, el

pensamiento liberal, las nuevas ideas en definitiva tanto sociales como políticas, indudablemente más

acordes con los nuevos tiempos. De la acción de estos grupos surgirán una serie de movimientos revolu-

cionarios entre 1820 y 1830 que pondrán fin al sistema y dejarán expedito el camino para que las clases

burguesas puedan llegar al poder.

Desde un punto de vista económico hay que tener en cuenta que, aunque ya se había producido lo

que denominamos primera revolución industrial, Europa, incluso Inglaterra, era en esta época predomi-

nante rural. La agricultura seguía siendo, por lo tanto, la actividad económica preponderante. Tras el lar-

go período de guerras, era lógico que el estado de las tierras no fuera óptimo. Pero por otra parte, los

sucesos revolucionarios habían provocado un sensible cambio en las estructuras económicas, propician-

do la modernización e incorporación de las tierras al sistema capitalista.

La necesidad fundamental que se planteaba a la Europa de la posguerra se concretaba en alimen-

tar a una población en una fase de crecimiento espectacular. El equilibrio entre producción y aumento de

la demanda era tan precario que el fantasma del hambre, con sus secuelas, estaba constantemente presen-

te.

Así ocurrió, efectivamente, cuando los años 1816 y 1817 fueron de malas cosechas. El precio de

los productos alimenticios subió de tal manera que la aparición del hambre fue inevitable. Con ello se

repetían las llamadas crisis de tipo antiguo en las que, la crisis en el sector de la producción agrícola

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condicionaba toda la cadena productiva: las malas cosechas elevaban los precios de los productos ali-

menticios; la mayor parte de la población debía destinar la totalidad de sus recursos a la adquisición de

alimentos; la demanda de productos industriales, en consecuencia, disminuía; como efecto del descenso

de la demanda quebraban las industrias y comercios; la quiebra dejaba en paro a los obreros, agravándo-

se la crisis.

La cadena solo podía romperse si el Gobierno intervenía en el primer eslabón, evitando la subida

de los productos alimenticios, pero para que se realizara este tipo de intervención hubiera hecho falta un

sistema de control de los precios del que todavía no se disponía en estas fechas.

Las buenas cosechas de los años veinte permitieron una superproducción que, además de contri-

buir al crecimiento demográfico, provocó una movilización de trabajadores del campo hacia los núcleos

industriales. Pero entre 1826 y 1829 volvieron a aparecer las malas cosechas, con sus secuelas, influyen-

do en los movimientos revolucionarios de 1830.

Paradójicamente, estas crisis beneficiaron el desarrollo del proceso industrial. De un lado porque

a través de ellas se produjo una especie de selección de los centros industriales, desapareciendo los que

por su tamaño o medios anticuados resultaban poco competitivos, produciéndose, como resultado, una

concentración de capital favorable para el progreso del proceso industrializador. Por otra parte, la necesi-

dad de adaptarse a las nuevas condiciones económicas y a las posibilidades de adquisición de la pobla-

ción europea, contribuyó a un incremento de los centros industriales, especialmente en Inglaterra, para

producir más cantidad a más bajo precio. Habrá que esperar a que se produzca la gran revolución de los

transportes y la aceptación de nuevas fórmulas económicas para que lleguemos a la segunda fase de la

revolución industrial. Pero las bases se están colocando a lo largo de estos años, especialmente en Ingla-

terra, que es en 1850, con mucha diferencia, la primera potencia industrial del mundo.

Desde el punto de vista social, las diferencias con la época prerrevolucionaria comenzaban a

hacerse evidentes por varias razones. De una parte, aunque la aristocracia de antiguo cuño seguía conser-

vando en gran medida su prestigio social y su poder económico, una nueva aristocracia, fundamentada en

el dinero, llegaba al poder. Era la burguesía, siempre dispuesta a emparentar con la antigua nobleza. Pero

en estas fechas, la burguesía es todavía numéricamente poco importante. La gran época del poder bur-

gués no llegará hasta años más tarde, y no alcanzará su momento de esplendor hasta finales del siglo y

comienzos del nuevo.

Junto a esta aristocracia, mitad burguesa, mitad noble, existe un sector de la población, de límites

imprecisos, que es el que genéricamente denominamos clases medias: mediana y pequeña burguesía de

los negocios, funcionariado, profesiones liberales, oficialidad del ejército...

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Estas capas sociales -burguesía y, en menor medida clases medias- son las que tienen acceso a

una cultura que resulta privativa para el resto de la sociedad. Entre estas clases nacerá el movimiento

intelectual que conocemos como Romanticismo, ellas fueron las que defendieron las nuevas concepcio-

nes políticas: los principios del liberalismo y del nacionalismo.

En el extremo opuesto del espectro social encontramos a la gran masa: los desheredados. Princi-

palmente campesinos cuyo nivel de vida en nada se había modificado con los sucesos revolucionarios. A

lo sumo, su situación resultaba más inestable en virtud de los cambios que se habían operado en la es-

tructura de la propiedad agraria. Esto puede explicar por qué el campesino era, con tanta frecuencia, re-

accionario, defendiendo al rey, a la iglesia o a los nobles que, antaño, de alguna manera, significaron su

estabilidad.

Menos numerosos que los campesinos, pero en continuo proceso de crecimiento y haciéndose no-

tar mucho más, también entre los desheredados de esta nueva sociedad se encuentra el incipiente proleta-

riado que, por estas fechas, aún no ha adquirido conciencia de clase.

Pero si no existe todavía una conciencia de clase entre los obreros, tampoco entre las capas altas

de la sociedad existe, salvo muy contadas excepciones que constituyen lo que denominamos socialismo

utópico, una auténtica conciencia social. Las necesidades de los pobres se remedian mediante la caridad.

3.- El nuevo mapa político.

Tras la caída del Imperio napoleónico las potencias europeas se vieron precisadas a decidir que

sistema de organización iba a establecerse en Europa y qué iba a ocurrir con el trono francés. Las postu-

ras eran discordantes. Rusia deseaba entregarlo a una dinastía de nuevo cuño. Austria estaba dispuesta a

mantener a Napoleón a cambio de ciertas condiciones, aunque prefería que el Emperador abdicara en su

hijo. Gran Bretaña prefería el retorno de los Borbones, esgrimiendo para ello la legitimidad de esta casa.

Y esta fue la decisión que se adoptó. Por el Primer Tratado de París, firmado el 30 de mayo de 1814,

se decidía la restauración de los Borbones en la persona de Luis XVIII.

Por lo que se refiere a los aspectos territoriales que se planteaban tras la desaparición del sistema

napoleónico, representantes de toda Europa se reunieron en septiembre de 1814 en el Congreso de Vie-

na, donde quedaban perfectamente definidas cuatro grandes potencias: Rusia, Prusia, Austria y Gran

Bretaña, a las que no tardará en sumarse la propia Francia, y que en adelante decidirán, durante muchos

años, el futuro del mundo.

La necesidad de un Congreso en el que las potencias actuaran de común acuerdo vino en gran

parte planteada por el temor de las potencias a Rusia, que mantenía en armas un numeroso ejército que

le permitiría imponer sus deseos salvo que los restantes países ofrecieran un frente común. Los Congre-

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sos, que dan nombre a este período de la historia europea, son la fórmula arbitrada para evitar los peli-

gros de una excesiva superioridad por parte de alguna de estas potencias.

Las sesiones del Congreso de Viena se desarrollaron en una doble línea. En la de los principios

políticos, restaurando el absolutismo, y en la de la confección de un nuevo mapa de Europa que, en

sus líneas generales, perdurará hasta 1870.

El nuevo mapa de Europa quedó constituido de la siguiente forma:

1) se crean una serie de estados tapón en torno a Francia, con la intención de contener a ésta en

sus fronteras en caso de nuevos intentos expansionistas:

a) Reino de los Países Bajo, formado por Holanda y Bélgica.

b) Engrandecimiento de Prusia hasta las fronteras francesas, con la anexión de Renania.

Prusia recibe además el Sarre y parte de Sajonia, quedando constituida por dos territorios separados y sin

comunicación entre ellos.

c) Confederación Suiza.

d) Reino de Cerdeña y Piamonte.

2) Los estados alemanes forman la Confederación Germánica, que asume la superioridad de Pru-

sia y de Austria.

3) Resurge el Reino de Polonia con una extensión reducida. El zar de Rusia será su rey, aunque el

país se considere independiente.

4) Rusia consigue Finlandia y Besarabia a costa de Suecia y Turquía respectivamente.

5) Suecia recibe Noruega, evitándose así que una sola nación, Dinamarca, controle la entrada del

Báltico.

6) Austria recibe el norte de la península italiana o Reino Lombardo Véneto, y una salida al Me-

diterráneo por los Balcanes: las provincias ilirias.

7) La península italiana es reestructurada: el Reino Lombardo Véneto, ya citado; los Estados

Pontificios; los ducados de Parma, Módena y Toscana bajo autoridad austriaca; el Reino de Nápoles y

Sicilia para los Borbones.

8) En la Península Ibérica se respetan las fronteras tradicionales y se devuelve el trono a las di-

nastías legítimas: Braganza y Borbones.

9) El estado alemán de Hannover pasa a estar bajo la autoridad del rey de Inglaterra con las mis-

mas características que Polonia del zar. Gran Bretaña recibe, además, una serie de islas estratégicas, Mal-

ta entre ellas.

Esta ordenación territorial será fuente de diversos problemas que, en algunos casos, influirán en

la política europea hasta cien años más tarde.

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4.- Principios teóricos de la Restauración.

La nueva situación política se sustenta en una serie de principios teóricos que se suponen son la

expresión del orden, frente al caos que ha supuesto la etapa revolucionaria.

Entre estos principios sobresale, ante todo, el legitimismo: al frente de los estados deben encon-

trarse sus soberanos legítimos. Legítimo es el rey al que le corresponde el trono, y la legitimidad implica

el desarrollo de sus funciones sin limitaciones extrañas. De aquí que la teoría de la soberanía nacional,

uno de los aspectos claves del liberalismo, sea considerada por los políticos restauracionistas como una

herejía política.

El principio de la legitimidad defendía que solo eran soberanos legítimos aquellos a los que co-

rrespondía el trono por herencia, esto es, legítimamente, lo que no implicaba que el soberano hubiera de

ser de la misma nacionalidad que sus súbditos.

El absolutismo significaba la negación de la soberanía nacional, defendida por el liberalismo y

plasmada en un texto constitucional. Por lo tanto, descartada la Constitución, si el rey quería hacer algu-

na concesión, la levaba a cabo a través de una Carta Otorgada.

También se establece, y se plasma en diversas alianzas, el principio de la responsabilidad com-

partida, según el cual las grandes potencias deben velar por el mantenimiento del orden internacional.

Los conflictos que amenacen surgir deberán someterse a consideración de los Congresos, de forma que

se evite la guerra como sistema para dirimir los contenciosos. Dentro de esta orientación, se entiende que

los países responsables del orden internacional estarán obligados a intervenir incluso en los asuntos in-

ternos de otros países cuando su situación pueda convertirse en una amenaza para el orden internacional

(este será el caso de España).

Para defender el sistema se firmaron diversas alianzas -la Santa Alianza y la Cuádruple Alianza-.

Pero las amenazas al sistema nacían de su interior, puesto que iba en contra del signo de los tiempos,

debiendo acudir a la censura y a la represión para poder mantenerse.

Frente a los principios del restauracionismo se erigían los del liberalismo y nacionalismo, que

triunfarían a la postre.

Por liberalismo entendemos el conjunto de ideas que, tanto en materia política como económica,

refleja los intereses de la burguesía del siglo XIX, que reclama una participación en la marcha del Estado

a través del sufragio y de la representación parlamentaria, así como la salvaguardia de las libertades pú-

blicas e individuales. Por supuesto que, en función de la heterogénea composición de la burguesía, el

liberalismo no presenta un contenido homogéneo, lo que se reflejaría, sobre todo, en el diferente grado

de participación en la vida política que se reclamaba y que, en los casos más avanzados llegaba hasta el

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sufragio universal masculino. Por el contrario, frente a los demócratas, el liberalismo doctrinario conce-

bía las funciones de gobierno como asequibles únicamente a unos pocos, estableciéndose el mecanismo

del sufragio censatario.

Desde la perspectiva económica, el liberalismo exige que se garanticen las libertades individuales

y la propiedad privada por parte del Estado, pero sin intervenir en la economía, que se rige a sí misma

por leyes propias.

En lo referente al nacionalismo, de ser un concepto cultural según el cual la nación es una co-

munidad de lengua, costumbres, tradiciones... pasa a ser un concepto político, de difícil definición, según

el cual la Nación es un conjunto de individuos libres y soberanos que reclaman su derecho a la autode-

terminación y a elegir a sus gobernantes a través del voto.

5.- La Cuestión de Oriente y la independencia de Grecia.

La arbitraria división geográfica de la Europa restauracionista provocará la continua aparición de

brotes nacionalistas que, a lo largo de los próximos años irán conformando un nuevo mapa de Europa.

Efectivamente, de los acuerdos de Viena habían surgido dos nacionalidades divididas: Alemania (39

estados) e Italia (7); dos estados plurinacionales, Austria y Turquía; nueve nacionalidades directamente

sometidas a otra: Irlanda a Gran Bretaña, Noruega a Suecia, los ducados alemanes de Schleswig y Hols-

tein a Dinamarca, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia a Rusia.

Los principios restauracionistas serían puestos a prueba muy pronto. En 1820 una serie de agita-

ciones recorrió Europa -España, Nápoles...- extendiéndose incluso a ultramar -inicio de la lucha inde-

pendentista de las colonias españolas-. Pronto se puso de manifiesto -a través de los Congresos de Trop-

pau (1820), Laybach (1821) y Verona (1822)- que cada potencia estaba dispuesta a comprometerse solo

para defender sus intereses particulares.

Sobresale en especial la llamada cuestión de Oriente, relativa específicamente a la zona de los

Balcanes. Se trata de una región sometida durante siglos al dominio turco. Pero el Imperio Otomano, que

pronto será conocido como el Hombre Enfermo de Europa, se encuentra en franca decadencia. Los mo-

vimientos nacionalistas se irán intensificado en toda el área, alentados por dos potencias que pretenden

expansionarse a costa del imperio turco: Austria y Rusia. De esta forma, los Balcanes irán convirtiéndose

progresivamente en un auténtico polvorín, hasta terminar siendo uno de los detonantes de la Gran Guerra

en 1914.

La primera consecuencia de la cuestión de Oriente se producirá en 1822, con la independencia

griega. Fue una guerra de amplio respaldo popular en Europa, una guerra romántica que se prolongaría

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hasta el tratado de Adrianópolis -14 de septiembre de 1829-, en el que los turcos reconocieron la auto-

nomía de Grecia, que se declaró independiente un año más tarde.

Entre todos los pueblos que constituían el mosaico del Imperio Otomano, los griegos, comercian-

tes y marinos, tenían cierta facilidad para enriquecerse, manteniendo entre ellos una solidaridad cultural

que les confería una idea de nacionalismo que contaba con el beneplácito de los pueblos occidentales en

quienes influía el recuerdo de la Grecia clásica.

En la Grecia continental, los kleftas, o bandidos de las montañas, mantenían un principio de lucha

contra los turcos, siendo el más conocido de ellos Kolokotronis.

Por su parte, los mercaderes e intelectuales se agrupaban en las hetairias o asociaciones organi-

zadas en las ciudades, desde las cuales se realizaba una activa propaganda nacional que se extendía a

todos los territorios que en algún momento histórico habían constituido Grecia, consiguiendo abundantes

apoyos entre los que se encontraba el de los kleftas.

En 1821 se inició una sublevación contra los turcos, contando como principales dirigentes a Ko-

lokotronis y Mauromichalis, que instituyeron un senado en Kalamata.

En enero de 1822 se declaraba la independencia de Grecia en el Congreso de Epidauro. Los pa-

triotas resistieron el ataque de las tropas del sultán Mahmud II, logrando liberar el territorio griego pese a

las terribles represalias de los turcos, que alcanzaron su culmen en la matanza de Quíos (1822), inmorta-

lizada por Delacroix.

La suerte de la lucha independentista fue puesta, sin embargo, en peligro debido a las discrepan-

cias entre los líderes Kolokotronis y Maurocordato, y aún más cuando Mahmud II decidió pedir ayuda al

bajá de Egipto, Mehemet Alí, quien acudió con numerosas tropas con la promesa de obtener Morea, de-

rrotando a los griegos en Navarino y conquistando Atenas en 1827.

Ante esta situación, Europa decidió intervenir en favor de Grecia. Una corriente filohelénica apo-

yó la lucha independentista. De un lado el pueblo ruso mostraba sus simpatías hacia sus hermanos de

religión. De otro, los liberales de occidente veían en la insurrección griega la plasmación de sus doctri-

nas, y los conservadores la defensa del Cristianismo frente al Islam. Se unían a estas consideraciones los

motivos culturales, mostrándose en el seno del movimiento romántico una fuerte corriente de simpatía

por la lucha independentista griega, plasmada a través de nombres como Delacroix, Byron, etc.

Desde que en 1825 Nicolás I sucediera a Alejandro I en el trono de Rusia, la política de este país

se decantó claramente en favor de los independentistas. En el Protocolo de San Petersburgo, de 1826,

Rusia e Inglaterra se comprometían para conseguir la autonomía de Grecia, uniéndose Francia a través

del Tratado de Londres (1827). La batalla naval de Navarino (1827), en la que las flotas aliadas aniqui-

laron a la turca no hizo, sin embargo, desistir a Mahmud II de su política. Finalmente, la intervención

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armada de Rusia y la proximidad de sus ejércitos a Constantinopla, obligaron al gobierno turco a claudi-

car a través de la Paz de Adrianópolis (septiembre de 1829), en la que Rusia obtenía importantes bene-

ficios.

En febrero de 1830 la Conferencia de Londres reconoció la plena independencia del Estado

griego, iniciándose la nueva etapa con la dictadura de Capodistrias, que sería asesinado pronto.

En definitiva, fue nombrado rey del nuevo Estado el joven Otón de Baviera, cuyo empeño prin-

cipal será resucitar las glorias arquitectónicas de la época clásica.

Tras la independencia de Grecia era evidente la descomposición de Turquía. El bajá de Egipto,

Mehemet Alí, se sublevó contra el sultán, obteniendo por las armas en 1832 el gobierno de Siria. Rusia

aprovechó la ocasión para obtener de Mahmud II la firma del Tratado de Unkiar-Skalesi, por el cual

Turquía cerrará los estrechos pónticos (Bósforo y Dardanelos) a todo buque enemigo en caso de guerra.

Inglaterra (Palmerston) indujo al sultán a declarar la guerra al bajá egipcio en 1839 y, pese a la

derrota turca, las potencias decidieron que Siria volviera a Turquía. El Tratado de Londres de 1841

garantizaba la integridad del Imperio Turco, aunque concedió a Mehemet Alí el bajalato de Egipto con

carácter hereditario.

Al mismo tiempo, Inglaterra, por la Convención de los Estrechos (1842), obtenía de Turquía el

compromiso de no dejar pasar por los estrechos a ningún navío de guerra extranjero en tiempo de paz,

consiguiendo de esta forma anular la política rusa de Unkiar-Skalesi.

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50

Tema 4º: El triunfo del liberalismo: la Europa de las revoluciones

1.- La revolución de 1830

En torno a 1830 se producen una oleada de movimientos en Europa cuyo objetivo es imponer el

liberalismo propugnado por la burguesía.

En Francia, Carlos X -que había sucedido a Luis XVIII- publica en julio de 1830 unas Ordenan-

zas a través de las cuales suspendía la libertad de prensa, disolvía la Cámara y reformaba la ley electoral,

restringiendo la base electoral en beneficio de los electores más ricos, convocando nuevas elecciones. La

medida provocó una fuerte oposición que derivó en revuelta, levantándose barricadas en París.

La consecuencia inmediata de la crisis será el nombramiento del duque de Orleans, Luis Felipe,

como lugarteniente del reino primero y, el 7 de agosto, como rey electo por los diputados que se encon-

traban en París. Se pretendía de esta manera alcanzar un doble objetivo: sustituir un rey absolutista por

otro más proclive al liberalismo, y evitar que la revolución derivara en un gobierno republicano.

Por supuesto, la revolución que destrona a Carlos X no puede entenderse en función de las Or-

denanzas, estas fueron el detonante. Pero la revolución debe interpretarse en función de cuatro tipos de

causas.

1.: económicas: malas cosechas y quiebras en distintos sectores de la economía.

2.: demográficas: fuerte crecimiento de la población (dos millones en la década de los veinte)

que influye en el incremento de la agitación social, especialmente en París.

3.: antagonismo social: el período deflacionista (1817-1851) influye en el descenso de los sala-

rios, provocando el descontento de las clases bajas. Por otra parte, se produce un enfrentamiento entre la

nobleza y la burguesía, debido a la política de nombramientos favorable a la primera por parte de Carlos

X.

4.: ideológicas: debilitamiento de la escuela tradicionalista que daba base a la reacción política,

social y religiosa de los ultras, y fortalecimiento y progresivo incremento de la influencia de los liberales.

La entronización de Luis Felipe supone la aceptación de uno de los postulados básicos del libera-

lismo, la soberanía nacional, ya que el nuevo rey lo es por voluntad de la nación, a quien representaban

los parlamentarios.

Sin embargo, los desórdenes internos, la difícil situación económica y otros factores, irán hacien-

do que la monarquía liberal de Luis Felipe fuera apoyándose en gobiernos cada vez más moderados,

apartándose de los postulados de la revolución de 1830. La consecuencia será, años más tarde, un nuevo

levantamiento contra el rey que había sido entronizado por esta revolución.

Page 51: Historia Universal Comtemporanea

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Los sucesos del año 30 en Francia presentan dos tipos de elementos. Uno político, que viene de-

finido por el enfrentamiento entre un monarca de apetencias absolutistas y un pueblo en el que han pren-

dido las ideas liberales de participación en el poder, que no debe estar concentrado. Un segundo elemen-

to, el social, representado por las reivindicaciones de pleno empleo y salario suficiente por parte de las

masas proletarias.

Sin embargo, la conjunción de intereses entre los sectores de la burguesía y del proletariado ter-

mina con la caída de Carlos X. A partir de ese momento cada fuerza social se marca un objetivo diferen-

te, lo que se traduce en los alborotos posteriores al año 30. Está claro que la coincidencia de intereses

había de ser muy ocasional. La burguesía liberal, en la que los empresarios constituyen un sector impor-

tante, defiende la introducción de las máquinas en la industria, a la que se oponen los obreros en cuanto

que entienden que esta medida genera paro; se oponen a las asociaciones obreras, lógicamente defendi-

das por el proletariado; apoyan la inmigración de trabajadores extranjeros, que el proletariado francés

entiende como perjudicial para sus intereses; y, finalmente, es partidaria de un régimen fiscal basado en

la imposición indirecta, en tanto que los obreros defienden la imposición directa sobre la fortuna. Solo la

oposición a un monarca absolutista les unió. Desaparecida la causa, desapareció la unión.

Otro aspecto interesante de la revolución francesa del 30 es el de las fuerzas que intervinieron en

ella. Junto a los diputados liberales, que dirigieron la revuelta, y los obreros, se encuentran presentes los

periodistas, que se erigen en portavoces de las aspiraciones populares, los estudiantes y los republicanos.

A partir de la revolución de 1830 se aprecia una reactivación económica que podemos concretar

en los siguiente puntos:

1º.: 1831-1846 es un período de fuerte crecimiento demográfico (3 millones de habitantes más.

1846 = 35.500.000 hab.), con un crecimiento más rápido de la población urbana sobre la rural que, en

1846, aún supone el 75% del total.

2º.: desarrollo del mercado interior debido al rápido crecimiento en el sector de los transportes

(en 1831 se creaba el Ministerio de Obras Públicas), especialmente en el sector ferroviario, aunque el

crecimiento en este período es más lento que el de otros países como Inglaterra, Bélgica, EE.UU. A par-

tir de 1842 el proceso de crecimiento se acelera debido en parte a la entrada de capital inglés. Pero la

mala gestión sería una de las causas de la crisis financiera de 1847, una de las razones para entender la

revolución de 1848.

3º.: mantenimiento de una política aduanera ultra-proteccionista, orientada sobre todo a impe-

dir la competencia inglesa. Una consecuencia negativa será el retraso en el crecimiento de la industria

nacional.

Page 52: Historia Universal Comtemporanea

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4º.: crecimiento industrial, especialmente en los sectores de la industria mecánica (máquinas de

vapor) y textil (algodonera y lanera), con un desarrollo más lento en otros sectores, como la minería y la

metalurgia.

5º.: crecimiento de la producción agrícola, en gran parte debido al aumento de las superficies

cultivadas. La crisis de las cosechas a partir de 1846, con la consiguiente carestía, será otra de las razones

que explique la revolución de 1848.

Por lo que se refiere a los aspectos sociales, con evidentes vestigios del Antiguo Régimen, el di-

nero va siendo cada vez más el criterio de diferenciación social. Se trata de una sociedad fuertemente

jerarquizada, en la que existe un gran abismo entre la clase dirigente y el pueblo.

En la clase dirigente, la burguesía sustituye a la nobleza tras la revolución de 1830. Muchos no-

bles se retiran a sus tierras, alejándose de la política (emigrantes al interior de su país y de su siglo), pero

esta postura acrecienta su influencia en muchas regiones de la Francia rural.

La burguesía es, por tanto, la clase ascendente. Fundamentalmente la gran burguesía de los nego-

cios, que se beneficia del desarrollo industrial y comercial. Pero junto a ella se encuentra la formada por

los grandes propietarios, de gran peso en un sistema censitario, cuya influencia se debe tanto a sus gran-

des propiedades como al ejercicio de profesiones liberales de gran predicamento político (abogados, ma-

gistrados, notarios...)

Por lo que se refiere al pueblo, sigue siendo mayoritariamente rural y en gran medida queda al

margen del juego político, tanto por el sistema en sí como por su bajo nivel cultural, especialmente por lo

que se refiere al campesinado. Más posibilidades que los campesinos tienen los obreros, que realizan un

gran esfuerzo de organización a través del cual pueden iniciar el planteamiento de sus reivindicaciones

en pro de la mejora de sus condiciones de vida, siendo considerados en ciudades como País un peligro

potencial. Todavía en 1848 su grado de organización resulta lo bastante deficiente como para no resultar

un peligro inmediato.

El espectro político de la Francia inmediatamente posterior a la revolución de 1830 puede sinteti-

zarse de la siguiente manera:

legitimistas: herederos ultras de la restauración. Defienden los derechos de Enrique V, nieto de

Carlos X. Entre ellos se encuentra Chateaubriand. Protagonizan continuos complots. Gozan del apoyo de

un amplio sector del clero católico.

resistencia: ocupan normalmente el poder. A él pertenecen todos los grandes hombres de la mo-

narquía de julio. Esencialmente liberales. Partidarios de una monarquía laica y parlamentaria, dirigida

por una élite de nacimiento, fortuna e inteligencia. Entre sus hombres sobresale Thiers, preocupado por

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evitar la separación entre el país legal -representado por su partido- y el país real, sujeto a grandes cam-

bios económicos y sociales. Frente a él, como representante del centro derecha, estará Guizot, de talante

más conservador.

movimiento: Lo que podemos llamar izquierda dinástica, normalmente en la oposición, sin gran-

des figuras políticas. Su líder, Barrot, sucesor de Lafitte, lo convierte en un partido reformista moderado,

siempre con el temor de ser confundido con los republicanos.

republicanos: poco organizados, funcionan sobre todo en base a sociedades secretas y algunos

periódicos de escasa difusión.

1.1.- La independencia de Bélgica.

Frente al contenido liberal de la revolución de julio francesa, la revolución belga presenta un cla-

ro contenido nacionalista. Las diferencias económicas, religiosas y lingüísticas con Holanda eran eviden-

tes. Pero la supremacía política correspondía a ésta. Ello provocó un levantamiento en Bruselas el 25 de

agosto de 1830 en el que se pide la autonomía. Los intentos de represión por parte del rey Guillermo I

provocan un levantamiento nacional y un gobierno provisional belga declara la independencia el 4 de

octubre y pide ayuda a Francia.

En torno al proceso de independencia belga se pone de manifiesto que, por encima de las alianzas

suscritas, las potencias están preocupadas ante todo por la defensa de sus intereses particulares. Gracias a

esto fue posible que Bélgica alcanzara su independencia que, de otra forma, hubiera sido mucho más

difícil lograr. Un Congreso en Bruselas, dotado de poderes constituyentes, eligió a Leopoldo de Sajonia-

Coburgo como soberano. La Constitución belga de 1831 se convierte en la expresión más acabada del

liberalismo: soberanía del pueblo, dos cámaras elegidas, clero pagado por el Estado pero separado del

poder temporal, sistema judicial independiente y declaración de derechos.

1.2.- Otros episodios revolucionarios.

Los sucesos de Francia repercutieron en otras naciones. Polonia, Italia, Alemania, sufren los mo-

vimientos liberales y nacionalistas. Pero en todas ellas la contrarrevolución triunfa.

Los polacos aprovecharon los acontecimientos belgas para iniciar un levantamiento contra los ru-

sos en noviembre de 1830, instaurando un gobierno provisional en Varsovia. En septiembre de 1831 los

rusos entran en la capital sin que la ayuda prometida por los franceses pueda llegar. La represión rusa

provocará una fuerte emigración de polacos, especialmente hacia Francia.

En Italia el movimiento liberal, inspirado en gran parte por la sociedad secreta de los carbonarios,

se dirige contra el poder temporal de los papas y contra la presencia de los austriacos en territorio italia-

Page 54: Historia Universal Comtemporanea

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no. Las fuerzas austriacas controlan la situación, pero queda patente la existencia de un fuerte sentimien-

to nacionalista.

En Alemania, donde la influencia de los refugiados polacos se hace notar, estallan revueltas en

varios estados, pero los intereses de los soberanos de Prusia, Austria y Rusia son demasiado fuertes para

permitir que prosperen. De todas formas, pese a la frustración de los sentimientos liberales y nacionalis-

tas pervive el Zollverein -unión aduanera de los Estados del Norte de Alemania- como paso hacia la for-

mación de un estado alemán unitario.

2.- Las revoluciones de 1848.

Salvo en el caso de Bélgica, las revoluciones de 1830 no consiguieron alcanzar sus objetivos. Por

eso, no tiene nada de particular que años más tarde, en 1848, volvieran a producirse los movimientos

revolucionarios, si bien en esta ocasión nos encontraremos con elementos nuevos.

Las raíces de las revoluciones de 1848 responden a tres aspectos diferentes: unas determinadas

ideas políticas, una crisis económica y una determinada situación social.

Desde el punto de vista de los planteamientos políticos, las revoluciones de 1848 superan los

del liberalismo. Frente al sufragio censitario se reivindica el universal, que implica el establecimiento del

derecho al voto para todos los ciudadanos (varones). En este mismo sentido se habla de soberanía popu-

lar, en vez de soberanía nacional. A los nuevos planteamientos se une, habitualmente, la preferencia por

la forma de gobierno republicana, frente a la monárquica, de la que son partidarios los liberales.

Por lo que se refiere a la crisis económica, se plantea a distintos niveles. Los años 1845 y 1846

fueron de malas cosechas. En 1846 aparece una enfermedad de la patata que tendrá consecuencias catas-

tróficas en algunas regiones. La mala cosecha de cereales de 1847 agrava la situación. El precio del pan

se incrementa en un 50% en el transcurso de tres años, provocando la aparición del hambre y la difusión

de epidemias de tifus y cólera. Los desórdenes son cada vez más frecuentes.

También el sector industrial se ve afectado por la crisis. El exceso de producción no va acompa-

ñado por el necesario incremento de las ventas. La quiebra comienza a afectar en primer lugar a las fá-

bricas textiles. La crisis se extiende a la construcción ferroviaria. El número de parados se incrementa

sensiblemente.

Las dificultades de ventas provocan el hundimiento de las acciones de las sociedades; los bancos

no pueden hacer frente a las demandas de crédito. La crisis bursátil se suma a la agrícola e industrial.

El hambre y el paro tienen como secuelas lógicas las agitaciones sociales. Los obreros comien-

zan a organizarse. Una serie de pensadores prestan a los movimientos del 48 una base intelectual de la

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55

que carecieron los movimientos de 1830. Es la época de los pensadores socialistas premarxistas: Cabet,

Leroux, Blanqui, Blanc, Proudhon... En 1848 aparece el Manifiesto de Marx y Engels.

2.1.- La revolución de 1848 en Francia.

El movimiento revolucionario comienza a finales de febrero -el 22-, con los enfrentamientos de

los republicanos y el primer ministro Guizot. La dimisión de éste no impide que a lo largo de las jornadas

siguientes se levanten barricadas y la lucha se extienda por los barrios. El 24 se produce el asalto de las

Tullerías y Luis Felipe abdica.

Se constituye un gobierno provisional en el que están representadas tres tendencias: liberales o

republicanos moderados, demócratas o republicanos radicales y socialistas. El programa político elabo-

rado establece la República como forma de gobierno, el sufragio universal, la abolición de la esclavitud

en las colonias, libertad de prensa y reunión, supresión de la pena de muerte. Se adoptan una serie de

medidas sociales como el derecho al trabajo, libertad de huelga, limitación de la jornada laboral a 10

horas, creación de talleres nacionales en los que se de trabajo a los parados.

Pese a estas medidas, la presión social se hace más fuerte y desde la calle y los clubes políticos se

exigen medidas más revolucionarias. Sin embargo, las elecciones de abril, realizadas bajo el sufragio

universal, significan el fracaso tanto de la derecha como de la izquierda, imponiéndose los partidarios de

la República liberal.

La participación en estas elecciones alcanza el 84% de los nueve millones de electores. De los

900 diputados, 200 correspondieron a los monárquicos, más de 500 a los republicanos moderados, en

tanto que los republicanos avanzados y socialistas no pasaban de 100.

El nuevo gabinete, dirigido por Lamartine, evoluciona hacia posturas más conservadoras. Algu-

nas de las medidas adoptadas: un proyecto de construcciones ferroviarias a través del cual se pretendía

tanto solucionar el paro como alejar de París a los obreros ferroviarios, y la disolución de los talleres

nacionales -en los que se encontraban enrolados alrededor de 100.000 obreros-, convertidos en centros

de propaganda política, provocan una insurrección obrera en junio. El 21 de este mes se publica una or-

den por la cual se decidía que los obreros comprendidos entre los 18 y los 25 años deberían entrar en el

ejército, en tanto que los demás deberían abandonar París. La decisión de la Asamblea colocaba a los

obreros en la disyuntiva de morir de hambre o sublevarse, optando por esta última solución.

La represión, a cargo del ministro de la guerra, Cavaignac, fue especialmente dura. Se trataba de

una lucha abierta entre burguesía y obreros. Tras ella se producirá la reacción, y Cavaignac gobierna

dictatorialmente hasta el mes de diciembre, en que se aprueba la Constitución.

Page 56: Historia Universal Comtemporanea

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En ella quedan definidos los derechos y los deberes del hombre y del ciudadano, se establece un

poder legislativo representado por una sola Cámara de 750 diputados elegidos por sufragio universal y

un poder ejecutivo representado por un Presidente elegido por sufragio universal y cuyo mandato, no

renovable, duraría cuatro años.

Como consecuencia de la represión que sigue a las jornadas del 22 al 26 de junio (más de 1.500

muertos entre los sublevados, 12.000 detenidos, 4.000 de ellos deportados a Argelia), los obreros se apar-

tan de los republicanos y, en lo sucesivo, apoyarán a Luis Napoleón Bonaparte.

Para confirmar esta tendencia, en las elecciones presidenciales (diciembre de 1848) triunfa, con

el apoyo de los monárquicos, Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón. Los 5.500.000 votos que obtuvo le

situaban muy por delante de Cavaignac, con 1.500.000, o de los candidatos de izquierda, que no llegaron

a los 400.000.

A partir de este momento la reacción se impone claramente. En las elecciones para la Asamblea

Legislativa, celebradas en mayo de 1849, triunfa el partido del orden, en cuyo programa se defienden la

propiedad, el orden, la religión; se niega el derecho de asociación y se propugna el restablecimiento de la

guillotina para perseguir la violencia.

El camino hacia una República conservadora queda abierto, como vinieron a poner de manifiesto

diversas leyes que contribuyeron a acentuar el control de las autoridades.

La Ley Falloux (marzo de 1850) establecía la libertad de enseñanza, atendiendo de esta forma a

una reivindicación que los católicos liberales tenían planteada desde 1830. En virtud de ella, cualquier

laico podía abrir una escuela a condición de que tuviera el bachillerato para un establecimiento de escue-

la secundaria y el diploma para una escuela primaria. En cuanto a los eclesiásticos, bastaba con que fue-

ran recomendados por el superior de la orden o por su obispo. Los católicos extremistas no se contenta-

ron con esta ley, ya que permitía la permanencia de la Universidad del Estado, que conservaba su esta-

blecimiento y el monopolio de otorgar títulos, de bachillerato, de licenciatura y de doctorado.

La Ley electoral de 31 de mayo de 1850 venía a limitar el número de electores sin afectar apa-

rentemente el principio del sufragio universal. Por ella se exige que, a partir de este momento, cualquier

elector justificara tres años de domicilio continuado en el mismo municipio. En aquella época, un eleva-

do número de campesinos y obreros se desplazaban con frecuencia en busca de trabajo, de forma que la

ley supuso una importante reducción del censo electoral, pasando de 9.600.000 a 6.800.000 electores.

La Ley sobre prensa, de 16 de julio de 1850, restablecía el depósito de fianza, a consecuencia de

los cual el número de periódicos se redujo en sus cuatro quintas partes.

En esta situación de regreso hacia posturas conservadoras se plantea, en 1851, el problema de la

reelección presidencial, prohibida por la Constitución. Bonaparte intenta que la Asamblea revise la Cons-

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titución, y al no conseguirlo decide atraerse al pueblo con la promesa del restablecimiento del sufragio

universal. El 2 de diciembre de 1851 firma dos decretos disolviendo la Asamblea y restableciendo el

sufragio universal. La oposición legal al golpe fue débil. La popular, más fuerte, fue brutalmente repri-

mida el 4 de diciembre en París y en los días siguientes en aquellas provincias en las que se produjo.

De esta manera, la revolución del 48 había llevado a Francia de una República social a una Mo-

narquía autoritaria.

2.2.- 1848 en Italia, Austria y Alemania.

Los movimientos del 48 afectaron a otros países de Europa. En ellos se combinaron los ideales

liberales y democráticos con los nacionales. Es el caso de Italia, en la que, junto a las insurrecciones de

Nápoles y Palermo, que obligaron a Fernando II a conceder una Constitución, se producen movimientos

nacionalistas, dirigidos contra el dominio austriaco. El ejército de Piamonte acudió en ayuda de los habi-

tantes de Milán, consiguiendo expulsar temporalmente a los austriacos, aunque el resultado final de la

guerra favoreció a éstos. En Roma, Mazzini proclamaba la república, mientras que Pío IX tenía que

abandonar la ciudad.

En Viena, las noticias de los sucesos de febrero en París desencadenaron una primera revuelta en

marzo. Como consecuencia de ella caía Metternich, símbolo de la Europa restauracionista. Los húngaros

reclamaron una Asamblea propia, y los checos la resurrección del antiguo reino de Bohemia. En octubre

el Emperador hubo de enviar soldados para controlar la insurrección húngara. Esta medida provocó la

oposición de los sectores liberales y obreros de la población vienesa, produciéndose revueltas en las que

murió el ministro de la guerra, Latour. Finalmente se impondría la reacción. Fernando I abdicaría en

Francisco-José y la Asamblea Constituyente sería disuelta.

En Alemania el movimiento del 48 resulta más complejo, uniéndose a la revolución liberal en el

marco de los estados las tendencias nacionalistas, de signo democrático-unitario. Lo mismo que en Fran-

cia, la crisis de la patata en 1846 y la bancarrota de los ferrocarriles perfilan una situación difícil. En

1847 se producen en Berlín las típicas sublevaciones del hambre. En marzo del 48 se inicia la revolución.

Se producen primero revueltas campesinas, motivadas por la crisis económica. Paralelamente, en las

ciudades del sur estallan insurrecciones en las que se pide libertad de prensa, y asambleas formadas tras

las elecciones. Poco después, el levantamiento de Berlín consigue que el emperador prusiano, Francisco

Guillermo, convoque una Asamblea constituyente elegida por sufragio universal. El triunfo de la revolu-

ción en Berlín provoca levantamientos en Sajonia, Baviera y Hannover.

Con el compromiso de no adoptar resoluciones contra los monarcas, se acuerda la celebración de

una Asamblea en Frankfurt, en la que se reúnen representantes de los diversos estados alemanes. Es el

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llamado Parlamento de Frankfurt, en el que se ponen claramente de manifiesto las diferencias entre los

liberales, partidarios de monarquías reformadas, y los demócratas, partidarios de una república federal.

Entre estos últimos se encuentra un grupo de izquierda con un programa de contenido socialista. El Par-

lamento de Frankfurt se distingue por su nacionalismo radical que plantea la formación de una Gran

Alemania.

Simultáneamente, la Asamblea nacional prusiana reclama una Asamblea de una sola cámara,

soberanía popular y proyectos de ley para liberar a los campesinos, lo que provoca la oposición de los

terratenientes (junkers), que organizan un parlamento de propietarios. El programa social de la asamblea

prusiana y sus propósitos de auxiliar a los revolucionarios de Viena contra su Emperador, deciden a

Francisco Guillermo a reprimir la revolución en Prusia.

3.- Factores que explican el fracaso de las revoluciones de 1848.

Son varias las razones que explican el fracaso de los movimientos revolucionarios del 48. En pri-

mer lugar, en 1848 la situación económica experimentó una sensible mejora. Las cosechas fueron buenas

y el paro disminuyó.

Por otra parte, la burguesía teme cada vez más la fuerza del proletariado, con lo cual su postura

va tendiendo hacia el conservadurismo para no verse desbordada por las reivindicaciones de los obreros.

Existe un movimiento de solidaridad entre los monarcas absolutistas. Los rusos intervienen en

Hungría; el ejército prusiano lo hace en varios estados alemanes. Y en muchas ocasiones es el ejército,

mandado por generales conservadores, pertenecientes a la aristocracia, quien se encarga de reprimir las

insurrecciones.

Finalmente, mientras las fuerzas de la reacción muestran solidaridad entre ellas y se apoyan mu-

tuamente (caso de Francia reponiendo al Papa en Roma), los revolucionarios se muestran divididos. Las

discrepancias ideológicas son notables, como es el caso de liberales y demócratas en Alemania. E incluso

en los mismos planteamientos nacionalistas se incurre en contradicciones, como ocurre con los húngaros

-divididos entre ellos mismos según sean partidarios de la autonomía o de la independencia- que se nie-

gan a conceder la autonomía a croatas y rumanos.

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Tema 5º: La evolución de la economía y los movimientos sociales hasta la I Guerra Mundial

1.- El liberalismo económico

De la misma forma que durante la primera fase de la revolución industrial existe un liberalismo

político que define un modelo de estado, existe en el terreno económico una teoría similar, considerán-

dose a Adam Smith -La riqueza de las Naciones (1776)- como fundador del liberalismo económico.

La defensa de la libertad económica estriba, según Adam Smith, en el hecho de que el enrique-

cimiento de los individuos es condición previa para que se produzca el del Estado. La intervención de

éste resulta inútil; el orden económico queda establecido dejando funcionar libremente a las leyes de la

oferta y la demanda: si un producto es solicitado sube su precio y se favorece su elaboración.

Por otra parte, Adam Smith establece que el progreso económico se centra en la acumulación de

fondos o riquezas, de forma que el ahorro se convierte en base del crecimiento: lo que se ahorra o, lo que

es lo mismo, lo que no se consume, se invierte, es decir, se emplea en un trabajo productivo.

La doctrina del liberalismo, laissez-faire, magnifica la libertad: el mercado se regula por libre

concurrencia, el trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra se desplaza libremente, el contra-

to de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y obreros. El papel del Estado se reduce a defender la

libertad de una actividad económica autónoma de cualquier regulación política.

Las leyes económicas del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, rigen el mundo

económico y equilibran la producción y el consumo de los diversos artículos. Toda barrera artificial, en-

tre ellas las aduanas, que dificulte las leyes del mercado, debe ser abolida, fomentándose el comercio

internacional que, por supuesto, encaja perfectamente con las necesidades de las potencias industriales.

Factor imprescindible del desarrollo es la acumulación de capital: la industriosidad de la socie-

dad solo puede aumentar en proporción al aumento de su capital. Ello equivale a canonizar la doctrina

del beneficio ilimitado. Ganancia/ahorro/capital conforman la trinidad del liberalismo económico.

La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización, la creación de

mercados mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de empresas gigantescas, dimensiones

todas que se reflejan en la segunda fase de la revolución industrial. Pero separó la ética de la economía y

se despreocupó de los problemas sociales de la industrialización.

La evolución económica entra en una fase de desarrollo a partir de mediados de siglo, alcanzando

un momento de máximo desarrollo aproximadamente en el último tercio del siglo. La producción indus-

trial experimenta un importante incremento. Las inversiones de capital se multiplican, orientándose fuera

de los países que los habían generado. Buen ejemplo de ello lo tenemos en Inglaterra, cuyas inversiones

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en el exterior eran de 200 millones de libras en 1855; 1.050 en 1875; 1.500 en 1885 y 2.400 millones en

1900.

Todo ello, unido a los rápidos avances en el mundo de los transportes, nos lleva hacia la era del

mercado mundial. En él, ciertas potencias suministran productos industriales y otras los agrícolas, de

forma que se establece una situación de precios mundiales. Como consecuencia, habrá naciones que al

no poder mantener el ritmo competitivo, deberán abandonar el sistema librecambista y volver al protec-

cionismo.

Especial importancia en este auge económico tiene la abundancia de metales preciosos. Efecti-

vamente, el comercio mundial necesita instrumentos de cambio, y las monedas se apoyan fundamental-

mente en el oro, el aumento de cuyas reservas permitió la fluidez del intercambio internacional. El stok

de oro se multiplicó entre 1800 y 1914 por 63. Algo parecido ocurrió con la plata. Los descubrimientos

de yacimientos en California, Australia, Alaska y África del Sur fueron fudamentales en este sentido.

Paralelo al aumento de la circulación monetaria es el de los nuevos instrumentos financieros de la

revolución industrial: créditos bancarios, acciones de sociedades anónimas, seguros... La importancia de

los valores que se negocian en las principales Bolsas experimenta un incremento espectacular.

En lógica congruencia con el continuo crecimiento económico está el de las empresas, cuyas di-

mensiones dejan de ser de tipo local o nacional. Las exigencias de las nuevas empresas rebasan estos

límites y comienzan a producirse asociaciones que, en algunos casos, evolucionarán hasta un sistema

monopolístico de determinados sectores, alejándose de los principios del liberalismo económico. Tal es

el caso de la Standard Oil, fundada en 1882 por Rockefeller, que monopoliza el petróleo.

Pero no todo es tan fácil como aparentemente puede parecer en una visión simple. El desarrollo

del capitalismo industrial está acompañado por una gran inestabilidad. A períodos de prosperidad suce-

den otros de depresión y paro. Las crisis periódicas han constituido un constante motivo de preocupación

para los analistas económicos que han intentado establecer a través de su estudio un cierto ritmo entre los

períodos de auge y los de crisis.

Así, el francés Juglar midió períodos de unos 8 años, denominados ciclos mayores; el norteame-

ricano Kitchin estableció oscilaciones de 3'5 años, o ciclos menores; el ruso Kondratieff señaló ciclos de

50 años que comprenden una fase de alza y otra de baja, denominadas en conjunto ciclo largo.

La crisis, es decir, el momento en que de una fase de expansión se pasa a otra de depresión, mos-

traría una cierta regularidad en sus apariciones, tanto cronológica como geográficamente, debido a la

integración internacional que se produce a partir de los cambios económicos que implica la revolución

industrial. Así, en el siglo XIX se señalarían como momentos de crisis los años 1825, 1836, 1847, 1857,

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61

1866, 1873 -fecha a partir de la cual se comienza a hablar de la segunda revolución industrial- 1882 y

1890.

2.- Los progresos técnicos

2.1.- En el campo de la energía

En 1913 el carbón significa todavía el 90% de la energía. La mejora en el rendimiento de las má-

quinas de vapor, los progresos en la ventilación de las minas y en los métodos de extracción del mineral,

permiten descender hasta los 1.200 metros elevándose el rendimiento de las explotaciones: 3'8 toneladas

al día en EE.UU. en 1913; 1'2 en Alemania; 1'1 en Gran Bretaña; 900 en Francia... La producción mun-

dial de hulla pasa de 240 millones de toneladas en 1870 a 1.215 en 1913. EE.UU., Gran Bretaña y Ale-

mania consumen el 82% de la producción.

La superioridad europea en este campo disminuye progresivamente. En 1850 Europa producía el

88% del total mundial, pero en 1911 solo alcanza el 50% debido al incremento productivo de EE.UU. y a

la aparición de nuevos productores tales como Australia, la India inglesa o Canadá. pero donde más se

aprecia el cambio es en los costes de la producción: 10 francos la tonelada en Inglaterra, 12 en Alemania,

15 en Francia, frente a 7 en los EE.UU. o 5 en la India, debido a las mejores condiciones naturales o a la

diferencia del coste de la mano de obra.

Sin embargo, el carbón cuenta ya con dos competidores cuyo crecimiento en los años siguientes

será continuo: la electricidad y el petróleo, cuyas aplicaciones industriales irán en aumento. La electrici-

dad comienza a ser aplicada industrialmente a partir del invento de la dinamo en 1870 y del aprovecha-

miento de los saltos de agua desde 1873. El invento de la lámpara de filamento incandescente por Edison

en 1879 y la aplicación en la electrólisis en 1900 incrementarán su utilización.

El descubrimiento del motor de explosión y la aparición del primer vehículo de gasolina, fabrica-

do en 1886 por la firma alemana Benz, significan el nacimiento de la industria del automóvil. Desde

1875 se construyen oleoductos para transportar el petróleo. Su consumo es aún débil, pero su crecimiento

es rápido: 700.000 toneladas en 1871, 20 millones en 1900, 52 en 1913, de las que Europa solo produce

un 23%.

Page 62: Historia Universal Comtemporanea

62

2.2.- En el campo de la industria.

La industria textil se aprovecha poco de las transformaciones técnicas, aunque sí le afectan las

nuevas fuentes de energía y la automatización. Europa no cuenta con muchas ventajas en este terreno

debido a la dificultad en la consecución de las materias primas. Solo la lana sigue siendo una especiali-

dad europea. Japón, China y EE.UU., suponen una fuerte competencia en el campo de la seda. La indus-

tria del algodón, más reciente, es la que mejor se presta a la mecanización y su desarrollo se adapta más a

los países en vías de desarrollo, que pueden emplear una mano de obra no cualificada. EE.UU. es el país

más fuerte en este sector, aunque Japón va imponiéndose en los mercados de Extremo Oriente.

La industria química conoce un crecimiento notable en los EE.UU. y, sobre todo, en Alemania.

Los materiales plásticos hacen su aparición con el celuloide, inventado en 1865; Nóbel inventa en 1867

la nitroglicerina; en 1888 se fabrica la película fotográfica, cuyo consumo se incrementará con la inven-

ción del cine por los hermanos Lumiére en 1895. La obtención de productos sintéticos a partir del carbón

y del petróleo (perfumes, colorantes...) crece de forma continua. Desde 1899 se fabrica de forma indus-

trial la aspirina. Superfosfatos, amoníacos, nitratos... son algunos de los productos cuya obtención sinté-

tica se consigue en el paso de un siglo al otro. Alemania se encuentra a la cabeza de este tipo de indus-

tria, especialmente en lo referente a los colorantes (80% de la producción mundial) y a los productos

farmacéuticos.

Por otra parte, entramos en la llamada era del metal con la aplicación del hierro en la construc-

ción de edificios (Torre Eiffel en 1888) y del acero en la naval y ferroviaria. La producción en este sector

se incrementa de forma sensible y los altos hornos aumentan su capacidad. La producción mundial de

acero pasa de 500.000 toneladas en 1875 a 74 millones en 1913 (43% EE.UU.; 22% Alemania; 34% el

resto de Europa). La industria siderúrgica arrebata su protagonismo a la textil, gran motor de la primera

revolución industrial.

Los enormes costos de inversión exigidos por este sector de la industria contribuyen a que sea en

él donde se forman algunas de las concentraciones industriales más importantes, como son la United

Steel en EE.UU., o la Krupp y la Thyssen en Alemania.

La electrometalurgia se desarrolla aún más rápidamente en función, sobre todo, de la producción

masiva de aluminio mediante electrólisis: 13 toneladas en 1885 frente a 65.000 en 1913, con un sensible

abaratamiento de los costos, que llevan al aluminio a formar parte de nuestra vida diaria a través de múl-

tiples aplicaciones.

Estimulada por la prosperidad económica de finales del siglo XIX, la industria europea puede

competir todavía con la de EE.UU., cuyo poder es, sin embargo, muy superior al de cualquier país euro-

Page 63: Historia Universal Comtemporanea

63

peo en particular, debido en buena parte a la aportación de mano de obra joven y barata procedente de la

propia Europa.

2.3.- La agricultura

Resulta evidente que, si la población crece, las disponibilidades alimenticias también deben

hacerlo. Sin entrar en la cuestión de la interrelación entre revolución agrícola y revolución demográfica,

resulta claro que una de las consecuencias de la industrialización será el perfeccionamiento en los siste-

mas de cultivo, alcanzando cotas de productividad hasta entonces desconocidas. De la misma forma, el

porcentaje de población dedicado a las actividades del sector primario irá descendiendo progresivamente

en aquellos países en los que la industrialización se encuentre más avanzada.

El aumento de la productividad se relaciona con causas muy diversas. Por ejemplo, en las zonas

centroeuropeas habrá que tener en cuenta la liberación del campesinado de las fórmulas feudales, espe-

cialmente tras la revolución de 1848. En otras partes, como puede ser el caso de Francia y, en algunas

circunstancias, el de España, el aumento de la productividad se conseguirá mediante el incremento de la

superficie cultivada.

Pero el fenómeno más significativo desde el punto de vista del crecimiento lo constituye el au-

mento de los rendimientos. La extensión en la rotación de los cultivos, el abandono o disminución del

sistema de barbecho, el incremento del regadío, la utilización de los abonos, así como el empleo cada vez

más frecuente de los abonos químicos, el uso de maquinaria agrícola cada vez más sofisticada, etc., son

factores que explican este incremento de la productividad.

Por otra parte, desde 1873 se produce una importante baja en el precio de los productos agrícolas

como consecuencia de la competencia de los países nuevos: EE.UU., Canadá, Argentina y Australia,

sobre todo, surgen como grandes productores de cereales y carnes utilizando métodos de cultivo y gana-

dería extensivos. Hacia 1890, gracias a la invención del frigorífico, la carne americana transportada a

Europa se vendía a precios que suponían, incluido el transporte, la mitad del coste de la producción eu-

ropea. Como consecuencia, hubo de procederse a un replanteamiento de la productividad, especializán-

dose las regiones en productos muy determinados cuya competitividad en el mercado estaba asegurada.

En definitiva, la agricultura adquiere un carácter de mercado sobre todo en los países más evolucionados.

Las transformaciones se extienden, pues, al mundo de la agricultura. Evolución agrícola y evolu-

ción industrial se encuentran ligadas. El crecimiento industrial obtiene mano de obra del campo que, por

su parte, se beneficia de los adelantos técnicos. Al mismo tiempo, las necesidades alimenticias de los

países industrializados aumentan sensiblemente, lo que supone, bien la puesta en cultivo de extensas

zonas -caso de EE.UU., Canadá o Argentina-, bien un incremento de la productividad en los países euro-

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64

peos que no disponen de nuevas tierras. Las regiones mediterráneas, sin embargo, permanecen fieles a

las antiguas estructuras y a los métodos arcaicos, lo que entraña débiles rendimientos en el cultivo del

trigo: 10 quintales por hectárea en Italia; 8 en España. Son rendimientos similares a los de los países

nuevos productores con cultivos extensivos. Los rendimientos de los países industrializados europeos se

sitúan entre 23 y 30 quintales por hectárea.

Inglaterra y Alemania, países fuertemente industrializados, han sabido abandonar la economía de

subsistencia y llegar a una especialización de los suelos, dejando los mejores al trigo en combinación con

las plantas forrajeras o industriales; los altos rendimientos se obtienen mediante la utilización masiva de

abonos de origen químico. Sin embargo, el crecimiento de la población en estos países hace insuficiente

la producción, obligándoles a la importación de productos alimentarios. Se establece así una fuerte co-

rriente comercial con los países de la Europa central: Hungría, Rumania, Bulgaria o Rusia, a la vez que

hacia los países nuevos productores: Canadá, EE.UU., India, Argentina.

La agricultura industrial cobra una gran importancia, como es el caso de la remolacha azucarera,

que permite a Europa producir azúcar de remolacha en la misma cantidad que el resto del mundo produ-

ce azúcar de caña, 8 millones de toneladas anuales.

Pero los habitantes de los países desarrollados están cambiando rápidamente sus hábitos alimen-

tarios. La producción de azúcar no es suficiente para cubrir la demanda, por lo que hay que acudir a la

importación. Otro tanto ocurre con la carne y con los productos lecheros, cuya demanda conlleva la ex-

tensión de las praderas artificiales y el incremento de la cabaña bovina, que va sustituyendo a la ovina,

progresivamente confinada a las regiones secas del hemisferio austral.

Los grandes centros urbanos pueden hacer venir desde muy lejos los productos alimenticios que

necesitan gracias a las transformaciones en los transportes. En 1861 se instalan los primeros frigoríficos

en Australia y desde 1880 es posible el transporte en cámaras frigoríficas, de forma que los productos

pueden ser enviados con garantías de una parte a otra del globo.

2.4.- Las comunicaciones

El desarrollo y mejora de los medios de comunicación constituye uno de los factores clave para

entender el proceso de cambio que se está experimentando. La disminución de las tarifas hace del ferro-

carril el medio de transporte habitual para viajeros y mercancías. Se trabaja en la construcción de las

grandes líneas trascontinentales. Los Alpes son atravesados por varios pasos. Austria, Italia y Suiza que-

dan conectadas. La terminación del Transiberiano en 1904 sitúa Vladivostok a 15 días de Moscú, en lu-

gar de los 60 empleados por carretera. En los EE.UU. el primer transcontinental, terminado en 1869, es

seguido de otras cuatro vías férreas que unen el Atlántico con el Pacífico. La travesía del Canadá queda

Page 65: Historia Universal Comtemporanea

65

reducida en 1886 a cinco días y medio frente a los dos meses anteriores. En América del Sur el primer

transandino, que une Buenos Aires con Valparaíso, es inaugurado en 1910, situando el Pacífico a 36

horas del Atlántico, en lugar de los 12 días que se tardaba por mar a través del estrecho de Magallanes.

De los aproximadamente 200.000 km. de vías férreas que el mundo poseía en 1870, se ha pasado en

1913 al millón.

Las carreteras, ante la competencia del ferrocarril, dejan de ser un medio de transporte a larga

distancia, pero cobran importancia como medios de comunicación en trayectos cortos debido a la vulga-

rización de la bicicleta y a la aparición del automóvil. La invención del motor de explosión y del neumá-

tico, así como la producción en cadena, permiten a los EE.UU. producir 480.000 vehículos en 1913,

frente a los 4.000 de 1900. En vísperas de la guerra, 2 millones de vehículos circulan por el mundo, las

dos terceras partes de ellos en los EE.UU.

La navegación marítima se transforma por la construcción de navíos de metal y la utilización del

vapor. Desde 1890 el tonelaje de los navíos de vapor sobrepasa al de los veleros. Se gana en rapidez,

capacidad y comodidad. La construcción de canales transoceánicos contribuye a la reducción de las dis-

tancias. En 1869 se abre el Canal de Suez. El del istmo de Corinto en 1893. El de Kiel, al sur de Dina-

marca, uniendo los mares del Norte y del Báltico, en 1895. Finalmente, en 1914, los EE.UU. ponen fin a

las obras del canal de Panamá.

Son también los años de iniciación de la navegación aérea, ya sea con los dirigibles del conde de

Zeppelín, ya con la construcción de aviones. En 1913 Francia posee 238 aviones militares y Alemania

220.

La mejora de las comunicaciones intensifica, de esta forma, las relaciones humanas. El creciente

volumen de las comunicaciones postales plantea la necesidad de una armonización en las condiciones de

envío y en las tarifas, lo que lleva a la creación de la Unión Postal Universal en 1878. Los cables subma-

rinos comienzan a ser instalados en 1866 entre Europa y América del Norte. En 1913 los tendidos alcan-

zan 450.000 km. El teléfono se comienza a utilizar en los años finales de la década de los setenta; las

comunicaciones a larga distancia son facilitadas por la aplicación práctica de las investigaciones sobre

las ondas electromagnéticas.

El acortamiento de las distancias difunde rápidamente las mercancías y acrecienta el volumen del

comercio mundial. Ello permite luchar más eficazmente contra las hambres, pone a disposición de los

países industrializados abundancia de materias primas a precios más bajos, y abre a los productos manu-

facturados nuevos mercados.

Page 66: Historia Universal Comtemporanea

66

2.5.- Las nuevas formas de trabajo.

El progreso del maquinismo y la racionalización de los métodos de trabajo acrecientan el rendi-

miento -es decir, la cantidad de productos obtenidos con la misma cantidad de materia prima utilizada- y

la productividad -o sea, la cantidad de productos obtenida por trabajador-.

La organización científica del trabajo es desarrollada principalmente por los EE.UU. En 1878, el

ingeniero W. Taylor establece la primera medida de tiempo en la ejecución del trabajo, fijando después

la forma de producción y los salarios en proporción a la productividad. El taylorismo y el trabajo en ca-

dena son introducidos en los mataderos de Chicago y después en las fábricas de Ford en Detroit. La or-

ganización racional y global de la empresa es expuesta en 1906 por el francés Fayol en su obra Adminis-

tración general e industrial, en la que analiza las seis funciones fundamentales de la empresa: adminis-

trativa, técnica, comercial, financiera, contable y de seguridad. De ello resulta un aumento de la produc-

ción, una disminución de los precios, el nacimiento de una sociedad de consumo, y una extensión de la

división del trabajo, que se vuelve cada vez más deshumanizado. Hemos entrado en la era en la que el

verdadero jefe de la empresa no es el propietario o el accionista, sino el técnico de gestión.

Esta forma de crecimiento industrial y comercial implica una organización más racional de las

sociedades industriales y financieras más importantes, que necesitan una relación más estrecha con el

sistema bancario. La segunda revolución industrial conduce a una producción en masa para la cual las

sociedades tienen necesidad de créditos bancarios a largo plazo, capaces de mantener las inversiones, y

de fondos a corto plazo para financiar la venta de los productos. La importancia de las inversiones con-

duce a una concentración a través de la cual se pretende disminuir el precio de venta y controlar los gas-

tos de gestión y publicidad. Esa concentración se produce de dos formas: en vertical, cuando a través de

ella se unen sociedades complementarias, de manera que una firma se asegura la producción de otra fir-

ma dependiente que le asegura el aprovisionamiento y transmite su propio producto a una firma que le

asegura su salida. En horizontal, cuando se trata de un grupo de sociedades de la misma naturaleza,

dando lugar a la formación de diferentes sistemas -cártel, trust, holding, etc.- según el grado de interpe-

netración existente entre ellas.

Los mejores ejemplos de concentración se dan en los EE.UU., cuya industria está dominada por

los dos grupos financieros de Rockefeller (National City Bank) y de Morgan (First National Bank).

En Europa, Alemania es el país en el que el fenómeno de la concentración alcanza un grado más

alto, encontrándose los mismos hombres en los consejos de administración de los grandes negocios y a la

cabeza de los grandes conjuntos industriales.

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67

3.- Los Movimientos sociales hasta la I Internacional

La revolución industrial tuvo, como una de sus consecuencias, la aparición de unos problemas

sociales hasta entonces prácticamente desconocidos. Abundancia de mano de obra con bajos salarios y,

frecuentemente, el fantasma del paro planeando sobre ella; horarios abusivos (de 15 a 16 horas), explota-

ción de la mano de obra formada por mujeres y niños, ausencia de medidas de higiene y seguridad en el

trabajo, precariedad de las condiciones de vida... Son todas ellas característica que pueden darnos una

idea de la situación en que se desarrollaba la vida de los trabajadores industriales conforme la industriali-

zación iba ganando terreno.

Es lógico, por tanto, que los obreros manifestaran su disconformidad por la situación que les

había tocado vivir. Pero para que esta protesta alcanzara un mínimo grado de efectividad sería preciso

que los propios obreros adquirieran conciencia de clase y, además, alcanzaran un grado de organización

sin el cual sus reivindicaciones resultaban fácilmente obviables para las clases empresariales.

La ausencia de conciencia de clase así como de organización explica que los primeros movimien-

tos de protesta de los obreros fueran dirigidos contra las propias máquinas, a las que se achaca el origen

de los problemas. La mecanoclastia o ludismo fue contestada por los gobiernos con disposiciones legales

de gran dureza, en las que se llegaba a la condena a muerte para quienes atentaran contra las máquinas,

no faltando ejemplos de la aplicación de la pena capital por este motivo. Durante muchos años la burgue-

sía liberal se desentiende de cualquier tipo de legislación social que no sea meramente represiva.

Pero progresivamente los obreros irán orientando sus esfuerzos hacia la consecución de una or-

ganización o sindicación que les permitiera afrontar con más garantías de éxito la mejora de sus condi-

ciones laborales.

Inglaterra será el país pionero de los movimientos obreros. Hasta 1825 el movimiento obrero in-

glés presenta escasa entidad, siendo el ludismo su característica predominante.

Inicialmente, la legislación se opuso frontalmente a toda posibilidad de asociación. Las Combina-

tion Laws o leyes sobre asociaciones identificaban las tentativas de asociación sindical con grupos políti-

cos sediciosos. Sin embargo, exceptuando algunas manifestaciones, los obreros británicos limitaron sus

reivindicaciones al terreno estrictamente laboral, apareciendo, con carácter clandestino, algunas socieda-

des: las Trade Unions.

En 1824 se consiguió del Parlamento la abolición de las leyes de asociación y la aprobación de

una nueva ley que otorgaba la libertad de asociación. A partir de 1825 se multiplican en Inglaterra los

sindicatos locales por oficios, sin ninguna relación entre ellos. En 1829 surge en la industria textil la idea

de unir todos los sindicatos locales, naciendo la Unión General de Hiladores del Reino Unido, en la que

se federan los hiladores de Inglaterra, Escocia e Irlanda. En 1831 nacía, bajo la idea de la unión de todos

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68

los oficios en una gran central sindical, la Asociación Nacional para la Protección de los Trabajadores,

que agrupa a 150 asociaciones de los sectores textil, metalúrgico y minero, con 100.000 miembros y un

semanario, La Voz del Pueblo, que lanzaba 3.000 ejemplares.

Hasta 1830, salvo excepciones, el sindicalismo plantea sus reivindicaciones en el terreno laboral.

Pero pronto los líderes del obrerismo empezaron a plantear peticiones orientadas hacia la consecución de

reformas políticas a través de las cuales los obreros pudieran incorporarse al electorado. De hecho, la

agitación obrera tuvo su influencia en la consecución de la reforma electoral de 1832, aunque los obreros

quedaron fuera del electorado tras ella. Sin embargo, en 1833 se promulga la primera ley de protección

del trabajo: los menores de 12 años no podrán trabajar más de ocho horas, y para los menores de 18 la

jornada laboral quedará fijada en doce horas.

En mayo de 1838 un grupo de dirigentes obreros redacta un documento histórico, denominado La

Carta, dirigido al Parlamento, en el que se pide el sufragio universal y secreto, parlamentos anuales, su-

presión del certificado de propiedad para ser miembros del Parlamento, inmunidad parlamentaria y otras

reformas.

En torno a estas reivindicaciones políticas se constituye un verdadero movimiento popular, el

CARTISMO, que en plena crisis económica de 1838-42 llega a tener un amplio arraigo en las masas.

Dentro del movimiento cartista destaca una tendencia moderada (Lovett, Owen) que pone el

acento en las cuestiones económicas, postulando la organización de cooperativas de producción y la su-

presión de los intermediarios. Una postura más radical y violenta (O'Connor y O'Brien) propugnaba el

enfrentamiento de las clases trabajadoras con la burguesía a través de los mítines y las huelgas.

El primer congreso cartista, celebrado en Londres en 1839, optó de forma decidida por las postu-

ras de fuerza, huelga general entre otras. La represión del gobierno inglés condujo al enfrentamiento en-

tre las tendencias moderadas y las radicales del cartismo. A partir de este momento, conscientes de que la

clase obrera aislada difícilmente alcanzaría sus objetivos, el obrerismo inglés se une a ciertos sectores de

las clases medias para obtener sus reivindicaciones.

Mientras, en la Europa continental la organización de las clases trabajadoras se produce con un

lógico retraso respecto a Inglaterra. En Francia se centran más en la acción política, favorecida por la

restauración de los Borbones y el regreso al poder de la aristocracia. Obreros y burguesía lucharán juntos

hasta 1830. En estos años, dos teóricos ejercen una especial influencia: el conde de Saint-Simon y Char-

les Fourier. La influencia del primero afecta sobre todo a la burguesía más activa, en tanto que el segun-

do encontró más eco entre los artesanos manuales. Ambos pertenecen a los denominados socialistas utó-

picos.

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Las medidas represivas culminaron con las Ordenanzas de 1830. Tras la revolución consiguiente,

la situación de la clase obrera no experimentó mejorías, sino que incluso empeoró durante la monarquía

de Luis Felipe. Las medidas represivas se mantuvieron y las revueltas abundaron. Entre los dirigentes de

estos años destaca Blanqui, antecesor en algunos aspectos de las tesis de Marx. Nuevamente clases me-

dias y trabajadoras lucharán juntas en la revolución del 48, tras cuyo triunfo se establecerán los talleres

sociales ideados por Louis Blanc dentro de un proyecto que apenas llegaría a llevarse a la práctica, dado

el giro conservador de la II República.

3.1.- Los socialistas utópicos

Son aquellos pensadores que por vivir en una sociedad que, a diferencia de la inglesa, no conoció

el fenómeno de la industrialización en los primeros momentos, construyen sus modelos sociales sobre

bases más hipotéticas que reales: Saint-Simon, Fourier, Louis Blanc, Blanqui, Cabet...

En términos generales, los socialistas utópicos prefieren la evolución a la revolución, y los me-

dios pacíficos a los violentos. Creen más en la aceptación por parte de la burguesía de la necesidad de

mantener buenas relaciones con las clases obreras, que en la capacidad revolucionaria del proletariado.

Entre los modelos de nueva sociedad que pretendieron construir los socialistas utópicos destacan

los falansterios de Fourier, pequeñas poblaciones de 1.600 personas, entre las que se distribuyen todas

las funciones alternativamente para evitar la especialización excesiva. Subsiste en ellos la propiedad pri-

vada y el derecho de herencia, pero son comunes los instrumentos básicos de producción. Cabet, en su

Viaje a Icaria (1842) nos describe un tipo de sociedad ideal, con ideas tomadas de Platón y Tomás Moro,

con instituciones reguladas por el sufragio universal y con un sistema de propiedad privada. Louis Blanc

fue el promotor de los talleres sociales surgidos a raíz de la revolución del 48 en Francia y que el propio

proceso revolucionario se encargó de cerrar.

Las ideas y las construcciones ideales de los utópicos serán criticadas por los socialistas posterio-

res. Marx les dedicará párrafos muy duros en su Manifiesto de 1848, acusándolos de sustituir la realidad

social por las creencias fantásticas de su propio ingenio.

3.2.- El anarquismo

Como rechazo total al proceso de industrialización y nostalgia por el mundo agrario perdido, con

una escasa coherencia doctrinal y heterogeneidad de planteamientos, surge y se desarrolla el anarquismo.

Centrando sus actividades en un sindicalismo puro, apartado de la vida política, el anarquismo constituye

un intento original, de enorme influencia en algunos países y momentos. Entre sus pensadores se han

destacado el inglés William Godwin, el alemán Max Stirner, el francés Proudhon y el ruso Bakunin.

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70

Aunque la figura de Proudhon ejerció una profunda influencia intelectual, fue Bakunin quien mayor in-

fluencia tuvo en los movimientos sociales del siglo XIX.

Desde el punto de vista político, tres ideas destacan en el pensamiento de Bakunin: la eliminación

del Estado, instrumento siempre represivo; la desaparición de los ejércitos, innecesarios al desaparecer

los Estados; y la creencia en la revolución campesina, hecha desde abajo, por las masas, de manera es-

pontánea. Estos tres postulados coinciden en el rechazo de todo poder, de toda autoridad.

La nueva sociedad, sin Estado ni poderes, se organizará sobre comunas autónomas, pequeñas cé-

lulas en régimen de autogestión, que elegirán por sufragio universal de hombres y mujeres a sus autori-

dades, y que podrán federarse o separarse libremente de oras células similares, hasta constituir regiones y

naciones, pero manteniendo en todo momento su capacidad de abandonar la federación en que se han

integrado. Dentro de estas comunas la propiedad será colectiva; la supresión paulatina de la propiedad

privada debe iniciarse por la supresión, también progresiva, del derecho a la herencia.

Al llamado anarco-colectivismo de Bakunin, que supone la colectivización de los instrumentos

de trabajo, el capital y la tierra, pero no de los frutos (a cada uno según su trabajo), sucede el anarco-

comunismo de Kropotkin, Eliseo Reclús y otros, que predican la necesidad de colectivizar no solo los

instrumentos, sino también los productos, argumentando que en una economía industrial es imposible

determinar la parte de trabajo de cada uno y, en consecuencia, la riqueza acumulada pertenece a todos.

3.3. El marxismo.

Será el punto de referencia de todo el socialismo posterior. Las ideas claves de Marx se encuen-

tran formuladas en el Manifiesto comunista, publicado en 1848 con Engels, y será desarrolladas en El

Capital.

Marx aplica al capitalismo un método de análisis dialéctico que apoya sus formulaciones en el

principio de la contradicción: cada cosa lleva en sí misma su propia contradicción, su ruina. La dialéctica

es el estudio del encadenamiento de las contradicciones que engendra la historia. El marxismo viene a

ser la descripción dialéctica del capitalismo, de las contradicciones que provocarán fatalmente su ruina.

Desde una perspectiva histórica, los puntos básicos del marxismo son el materialismo histórico,

la lucha de clases, la dictadura del proletariado y la sociedad sin clases.

Materialismo histórico: La visión económica de la historia se desenvuelve en varias tesis fun-

damentales. La más conocida, y la que más ha repercutido sobre otros pensadores, es la tesis que afirma

la relación dialéctica -o de tensiones e influencias mutuas- entre la base económica -infraestructura- y la

ideología jurídico/política -superestructura-. La economía es le fundamento de la historia, la sociedad se

monta sobre relaciones de producción. Un cambio en la economía provoca la aparición de otra superes-

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tructura, produciría un cambio en la mentalidad, el estado, la religión, la ciencia. Esta relación es mutua,

es decir, a su vez la superestructura actúa sobre la economía, pero en términos absolutos el papel deter-

minante los desempeña ésta.

Lucha de clases: En la historia los hombres no actúan aislados, sino en grupos sociales que con-

dicionan a los individuos. Al estar organizada la sociedad en relaciones de producción, la función del

individuo viene definida por la división del trabajo. Los que se encuentran en las mismas condiciones

forman una clase. Las clases son, por tanto, grupos sociales que ocupan un lugar determinado en el pro-

ceso material de la producción; les une una idéntica relación con los medios de producción: unos son

propietarios, otros no. La hostilidad de las clases es un fenómeno histórico. La historia es una lucha entre

opresores y oprimidos.

Dictadura del proletariado: La conquista del Estado -la más importante institución de la super-

estructura de una sociedad- por el proletariado, permitirá la utilización de esta maquinaria represiva en

orden a desmontar el capitalismo. Una vez logrado, el Estado reducirá paulatinamente su papel.

Sociedad sin clases: La última fase en la transformación de la sociedad se definiría por la supre-

sión de las clases; la relación con los medios de producción una vez colectivizados, sería la misma para

todos los individuos. En esa sociedad sin clases desaparecerían las tensiones y se produciría una triple

reconciliación: la de la ciudad y el campo, la del hombre con su trabajo, la de los trabajos intelectuales

con los manuales.

3.4.- La I Internacional.

Fundada en Londres en 1864, la I Internacional es una asociación que postula la solidaridad entre

los obreros y tiene como meta la conquista del poder político por el proletariado. A su nacimiento contri-

buyeron los sindicalistas ingleses en contacto con dirigentes obreros franceses.

En la sesión inaugural, Marx insistió sobre dos ideas: que la emancipación de la clase obrera sería

obra de los propios obreros, y que no podía ser indiferente a la conquista del poder.

Aunque su número de afiliados fue pequeño (50.000 en Inglaterra frente a 800.000 de las Trade

Unions), la nueva asociación se convirtió en motivo de preocupación para los diferentes gobiernos por su

actividad en apoyo de las huelgas en los diferentes países, adoptándose medidas represivas contra sus

ramas nacionales. Pero el debilitamiento y disolución de la I Internacional se debería más a las disensio-

nes internas: los choques entre anarquistas y socialistas marxistas, que condujeron a la expulsión de los

anarquistas en la sesión de La Haya de 1872.

Las diferencias ideológicas entre Marx y Bakunin se refieren a los aspectos siguientes:

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Diferente concepción de la Historia. Marx concibe la Historia como un proceso de fuerzas su-

prapersonales, cuyas piezas son las clases. Bakunin, más individualista, centra su atención en el hombre

concreto, al que considera capaz de vencer las fuerzas de la Historia.

La revolución social ha de prepararse. Según Marx con una primera fase de toma de conciencia,

y será protagonizada por los obreros industriales. Para Bakunin, los actos individuales pueden crear una

situación revolucionaria. Por otra parte, para Bakunin los campesinos constituyen la masa revolucionaria

en potencia, de aquí que el bakuninismo se extendiera más por los países con base agraria fuerte e insufi-

ciente industrialización, como España y Rusia.

La dictadura del proletariado o conquista del poder por los obreros es uno de los postulados de

Marx. Bakunin rechaza cualquier forma de poder.

La aceptación del juego político por parte de los marxistas, interviniendo en las elecciones y los

parlamentos, les separa radicalmente de los anarquistas, que no llegan a fundar partidos sino sindicatos, y

no participan en el juego electoral ni en la vida parlamentaria.

3.5.- La Comuna de París.

Durante la existencia de la I Internacional se produce lo que se ha considerado uno de los aconte-

cimientos clave de la historia del movimiento obrero. El 1 de septiembre de 1870 el ejército francés es

derrotado en Sedán y el gobierno huye a Versalles, quedando proclamada, el 4 de septiembre, la III Re-

pública. París queda en manos de unos comités de distrito, con un Comité Central, que tiene bajo sus

órdenes los 66.000 hombres de la guardia nacional. El Comité Central reclama una Comuna directamen-

te elegida por el pueblo y rechaza la autoridad del Gobierno de Versalles. En las elecciones, celebradas

en febrero de 1871, el triunfo es para los monárquicos conservadores, partidarios de la paz y opuestos a

los republicanos, partidarios de la resistencia. La reacción popular ante las negociaciones del jefe de Go-

bierno, Thiers, provoca la crisis del Gobierno. En las nuevas elecciones, celebradas el 26 de marzo, triun-

fan los candidatos populares -trabajadores manuales e intelectuales-, que se organizan en dos corrientes,

una mayoritaria integrada por revolucionarios jacobinos, blanquistas e internacionalistas marxistas, y

otra minoritaria formada por federalistas o autonomistas e internacionalistas de la corriente anarquista.

Esta Asamblea se mantiene durante 54 días, a lo largo de los cuales emprende reformas sociales

entre las que destacan la requisa de las viviendas vacías, la anulación de los alquileres de viviendas, resti-

tución gratuita de los objetos empeñados en el Monte de Piedad... También desaparece el ejército perma-

nente, sustituido por milicias populares. Se suprime el trabajo nocturno en las panaderías y se confían los

talleres abandonados por sus propietarios a la gestión de los obreros organizados en cooperativas. Se

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73

emprende una reforma radical de la enseñanza, que será gratuita y laica, con el proyecto de aumentar las

escuelas de niñas y los centros de formación profesional.

París, asediado por las tropas gubernamentales, acabará siendo sometido. Seguirá una tremenda

represión, con más de 45.000 juicios y cerca de 20.000 ejecuciones. El movimiento obrero francés queda

maltrecho tras la represión.

La repercusión de la Comuna es enorme, En muchos países se culpa a la Internacional y se persi-

gue a las asociaciones obreras, a las que se considera enemigas de la paz pública.

4.- Los movimientos sociales hasta la II Internacional

Los años finales del siglo XIX y primeros del XX constituyen una época de grandes cambios so-

ciales, especialmente en los países en los que se ha producido la expansión industrial. A partir de 1873 se

inicia una época de crisis económica que se prolongará hasta 1896, y es en este momento cuando se pro-

duce la gran expansión imperialista protagonizada por las grandes potencias europeas.

La burguesía se ha hecho con los resortes del poder, estableciendo regímenes estables -al estilo

de la Restauración española- que, pese a sus intereses conservadores, no pueden evitar un progresivo

deslizamiento hacia sistemas más democráticos.

En el nuevo mundo que la expansión de la revolución industrial está cambiando rápidamente, los

movimientos sociales adquieren una importancia de la que hasta entonces habían carecido. El mundo

obrero ensancha sus bases, por un lado mediante la incorporación de nuevos sectores -como los mineros

o los estibadores-, por otro, gracias a la presencia en él de empleados, técnicos, administrativos, enseñan-

tes y, en general, trabajadores de un sector terciario en aumento. Estas aportaciones proporcionan al mo-

vimiento obrero gran parte de sus cuadros.

En el marco de los años 1873-1896, es decir, de la crisis económica, se configuran y consolidan

los partidos socialistas que, en algunos casos, como el del partido socialdemócrata alemán, llegarán al

poder. La creación de una nueva Internacional da la medida de la importancia que el movimiento obrero

había adquirido en estos años, planteándose en su seno los problemas mundiales, como el colonialismo y

la guerra.

En 1871 el movimiento político obrero entraba en crisis tras los sucesos de La Comuna, disper-

sándose en un florecimiento de tendencias diversas e incapaz de salvar la I Internacional. En 1876 se

produce la disolución de la sección marxista, y al año siguiente la de la bakuninista. La diferencia entre

socialistas y anarquistas se mantendrá a lo largo de los sucesivos congresos obreros.

La oposición a los movimientos de organización de las clases trabajadoras será común a la prác-

tica totalidad de los países, pero no detendrá los avances de un movimiento que irá contando progresi-

Page 74: Historia Universal Comtemporanea

74

vamente con una mayor fuerza, consiguiendo una legislación social que protegerá a los trabajadores,

aunque solo parcialmente, de los abusos del capital.

En Inglaterra, tras la experiencia del cartismo el movimiento obrero había dejado de intervenir

en política de forma directa. Los sindicatos prestaban apoyo electoral a uno u otro de los partidos que se

turnaban en el poder, creándose a este efecto la Liga de la Representación de los Trabajadores.

En 1881 había sido fundada la Federación Social Demócrata (Hyndman), en la que participan

sobre todo intelectuales como Ruskin y Morris, estetas más que revolucionarios. Nunca alcanza más de

10.000 miembros. Por la misma época, en 1884, aparece la Sociedad de Estudios Sociales, o Sociedad

Fabiana, socialista no marxista, con participación también de intelectuales (Bernard Shaw, H.G. Wells).

Un grupo más radical, liderado por un minero escocés, Keir Hardie, constituiría por esta misma época

(1888) un partido laborista escocés que, en 1892, se transformó en Partido Laborista Independiente. Mu-

chos de los dirigentes sindicales se inclinarán por apoyar al nuevo partido que, en 1906, con el nombre

de Partido Laborista, se convierte en una de las grandes fuerzas políticas a nivel nacional, concurriendo

a las elecciones con un millón de afiliados, consiguiendo 29 escaños. La sustitución de los liberales por

los laboristas como alternativa de izquierdas al partido conservador no se producirá hasta después de la

Gran Guerra.

Desde el punto de vista del movimiento sindical la principal transformación experimentada por el

sindicalismo inglés parece tener su arranque en la crisis económica iniciada en 1873. Aparte de provocar

un endurecimiento de la lucha social, se produce también la irrupción reivindicativa de los obreros no

cualificados -estibadores, ferroviarios, marinos-, que hasta entonces habían permanecido alejados del

encuadramiento sindical. Este sector social creciente y combativo fue incorporándose a las Trade Unions

que, por otra parte, asistieron en los años setenta a la normalización de su situación legal. (Legalización

de los sindicatos en 1871, completa libertad de huelga en 1875). A finales de siglo las Trade Unions al-

canzaban los dos millones de afiliados.

Por lo que se refiere a Alemania, en 1863 Fernando Lasalle había organizado la Asociación Ge-

neral de Obreros Alemanes, de inspiración socialista (socialistas reformistas partidarios de la interven-

ción del Estado). Poco después se creaba el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores, dirigido por

Augusto Babel y Guillermo Liebknecht. En el Congreso de Gotha (1875) se producía la fusión entre la-

sallianos u marxistas, naciendo de esta forma el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), primer partido

obrero de alcance nacional que se creó en Europa. El programa que el nuevo partido estableció en Gotha

se acercaba más al marxismo que al lasallismo, pese a lo cual fue severamente criticado por Marx y En-

gels que le reprocharon, entre otras cosas, su escasa atención al movimiento sindical y al internaciona-

Page 75: Historia Universal Comtemporanea

75

lismo, así como su consideración del Estado como un instrumento neutral por encima de la lucha de cla-

ses. Un nuevo Congreso en Erfurt (1891), en el que destaca la figura de Kautsky, reforzó al partido.

Conforme fue creciendo, el movimiento socialista adquirió el predominio en el movimiento sin-

dical. Los socialistas consideraban que los sindicatos debían ser simples extensiones y apoyo del partido,

y por esto se esforzaban en conquistar los puestos de dirección, lo que les facilitaba la debilidad del mo-

vimiento anarquista alemán. En 1890 el partido obtuvo 1.400.000 votos (1/5 del total) y 35 diputados. En

1912 alcanza los 4.250.000 votos 34'8% del total) y 110 escaños.

Aunque se definía como marxista y revolucionario, en realidad el socialismo alemán fue posibi-

lista y muy sensato, rechazando la táctica de la huelga general y practicando una política realista que

evitó el rechazo frontal de una gran parte del país. El teórico que de forma más efectiva acomodó la doc-

trina oficial del partido a la realidad de la sociedad alemana fue Bernstein. Su revisión de los análisis de

Marx a la luz de las nuevas realidades históricas fue firmemente rechazado por Kautsky, que encarnó la

voluntad mayoritaria del partido de mantenerse formalmente fieles a los supuestos marxistas, aunque la

práctica se acercaba mucho a los planteamientos revisionistas. Paralelamente fue conformándose un sec-

tor radical, partidario de reorientar la acción del partido en un sentido revolucionario. Este sector radical,

que fue cristalizando a partir de la revolución rusa de 1905, estuvo representado por Rosa Luxemburg y

Karl Liebknecht, entre otros, y constituyó el origen del posterior partido comunista alemán.

Por su parte, el movimiento sindical siguió creciendo. La Comisión General de Sindicatos -

creada en 1878- contaba a principios del siglo XX con dos millones y medio de afiliados y era la central

sindical más poderosa del mundo. Esta fuerza permitió a que Alemania fuera también el país en el que la

legislación social alcanzó un mayor grado de desarrollo.

En Francia la represión ejercida por Thiers debilitó sensiblemente la organización obrera. Los

dirigentes sindicales y socialistas fueron muertos, encarcelados o desterrados, y en 1872 se promulgó una

ley que prohibía cualquier clase de organización obrera. Pese a ello los sindicatos fueron reconstruyén-

dose, y en 1878 se celebró en Marsella un Congreso en el que se constituyó el Partido de los Trabajado-

res. Del congreso se separaron los anarquistas, que crearon una Alianza Socialista.

Mientras los sindicatos iban creciendo, los grupos socialistas trataban de unirse, lo cual, en el ca-

so francés, presentaba dificultades debido a la diversidad de tendencias ideológicas. En 1876 se celebra

el primer Congreso Obrero en París y, en 1879, delegados de diversas asociaciones obreras (anarquistas,

mutualistas, colectivistas...) fundan la Federación de Partidos de los trabajadores socialistas. En su pro-

grama se reclaman inmediatas reformas sociales y se defiende la apropiación colectiva de los medios de

producción. Sin embargo, desde sus orígenes pueden distinguirse tres tendencias en la Federación:

Page 76: Historia Universal Comtemporanea

76

a) Una izquierda, formada por los blanquistas, que reclama el sufragio universal y preco-

niza la agitación permanente llevada a cabo por una minoría.

b) Una derecha reformista, favorable al socialismo evolutivo, mutualista y corporativo.

c) Un centro, del que es cabeza Guesde -teórico del marxismo ortodoxo-, hostil a la auto-

nomía del movimiento sindical, a la huelga y a las cooperativas.

El sindicalismo inició su gran etapa de desarrollo a partir de 1884, cuando la Ley Waldeck-

Rousseau reconoció la libertad sindical Paulatinamente fue tomando fuerza una corriente de sindicalismo

revolucionario con influencias anarquistas, propugnadora de la huelga general como forma definitiva de

acción obrera contra el capitalismo. La lenta industrialización de Francia, la persistencia del artesanado y

los pequeños talleres obreros, así como el peso de la tradición proudhoniana y blanquista pueden explicar

la importancia que mantuvo en Francia esta forma de sindicalismo.

En 1895, de la confederación de 700 sociedades, nacía la Confederación General del Trabajo

(C.G.T.). La unificación social había precedido a la política, pues al iniciarse el siglo XX existían todavía

varios partidos socialistas. En líneas generales los socialistas se dividieron entre los partidarios de la co-

laboración con el gobierno en funciones y los anticolaboracionistas. En torno a estas dos posturas se

constituyeron en 1901 sendos partidos: el Partido Socialista de Francia y el Partido Socialista Francés,

encabezado por Jaurés.

Finalmente, en 1905 y debido a una intervención mediadora de la II Internacional, se celebró un

Congreso en el cual todos los grupos socialistas se unieron para formar el Partido Socialista Francés,

cuya gran figura en los años previos a la Gran Guerra sería Jaurés.

Los socialistas experimentaron un notable crecimiento a raíz de la unificación: 51 diputados en

las elecciones de 1906; 76 en las de 1910; 103 en las de 1914, con cerca de millón y medio de votos.

A diferencia de lo que ocurre en Alemania, en Francia los sindicatos no fueron dominados por los

partidos, socialistas o de cualquier otro signo. El socialismo francés fue, en gran medida, un movimiento

de intelectuales, clase media pobre, maestros y empleados del Estado. Sin embargo, los sindicalistas más

revolucionarios juzgaron en 18984 excesiva la influencia de los socialistas en el movimiento sindical,

razón por la que formaron la Confederación General del Trabajo que, con el tiempo, acabaría dominada

por los comunistas.

La debilidad que causaban las disensiones entre las diferencias tendencias quizá sea la razón que

sirva para explicar por qué Francia es uno de los países que en los primeros años del siglo XX presenta

una legislación social más retrógrada.

Prácticamente en todos los países europeos, con mayores o menores dificultades según el nivel

político e industrial, fueron constituyéndose partidos socialistas. Quizá el país en el que mayores dificul-

Page 77: Historia Universal Comtemporanea

77

tades se plantearon en el desarrollo de cualquier organización política fuera la Rusia zarista, donde las

formaciones obreras hubieron de mantenerse en la más estricta clandestinidad hasta la revolución de

1905.

El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso surgió en 1898. Disuelto por la represión, se recompu-

so en el exilio, dividiéndose en dos fracciones que, partir de entonces evolucionaron autónomamente.

La fracción bolchevique consideraba posible la revolución obrera en Rusia, con la colaboración

del campesinado y sin necesidad de que fuera precedida de una etapa larga de revolución burguesa. Pro-

pugnaba la constitución de un partido reducido y disciplinado, capaz de actuar como vanguardia de la

clase obrera en la conquista insurreccional del poder. Su más destacado ideólogo y dirigente fue Vladi-

mir Ilich Lenin.

Los mencheviques, por su parte, consideraban inviable una revolución obrera y eran partidarios

de formar un partido amplio y sin rigurosa disciplina, que apoyara a la burguesía liberal para que ésta

llevara a cabo las transformaciones que necesariamente habían de preceder a toda conquista del poder

por los trabajadores.

Aunque mencheviques y bolcheviques polarizaron los debates en el partido socialdemócrata de la

Rusia prerrevolucionaria, hubo numerosos militantes que mantuvieron posiciones intermedias u oscila-

ron entre unas y otras, como es el caso de Trotski.

Partidos socialistas surgen en los más diversos países como Bélgica (1885), Austria-Hungría

(1889), España (1879)... No hubo prácticamente ningún país europeo, ni siquiera los muy agrarios, como

Portugal o Irlanda, en el que no se organizaran sindicatos y partidos socialistas. En vísperas de la Gran

Guerra en todos los países había un movimiento sindical en ascenso y un movimiento anarquista que,

salvo en el caso de España, había alcanzado ya el máximo de su desarrollo e iniciaba su declive.

Fuera de Europa, en EE.UU. son el único país industrial en el cual el movimiento obrero ideoló-

gico no ha sido nunca influyente, sin que ello haya impedido el desarrollo del movimiento sindical. Las

razones que se han esgrimido son varias: mejor situación de los inmigrantes -base de la clase trabajadora-

con respecto a su situación en los países de origen; aplicación de las mejoras sociales preconizadas por

los socialistas europeos desde el propio gobierno -Wilson, Roosvelt-; mayor posibilidad de participación

en el poder que en los países europeos... De cualquier forma, los movimientos socialista y anarquista

fueron fugaces y nunca muy potentes. Sin embargo, el movimiento sindical se desarrolló antes y con más

facilidad. Hacia mediados del siglo los sindicatos estaban perfectamente organizados, pese a la dureza de

las medidas opositoras puestas en práctica por los industriales, que incluían el recurso a la violencia, con-

testada por los sindicatos, dando lugar a situaciones muy tensas.

Page 78: Historia Universal Comtemporanea

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El proceso de organización sindical desembocaría en 1886 en la formación de la Federación

Americana del Trabajo (AFL), fundada y presidida por Samuel Gompers. Pronto se convirtió en la cen-

tral sindical más potente, preconizando una lucha social moderada, alejada del uso de la violencia. Su

táctica consistió en apoyar a los candidatos políticos defensores de los sindicatos, con independencia de

su ideología, aunque casi siempre pertenecientes al partido demócrata. A ello debió en gran parte su lle-

gada al poder en 1912 Wilson, que daría un fuerte impulso a la legislación social. En vísperas de la Gran

Guerra la AFL contaba con 2.400.000 afiliados.

4.- La II Internacional

A partir de 1889, durante la exposición universal en Francia que celebra el primer centenario de

la Revolución Francesa, comienza a trabajarse para alcanzar una organización obrera internacional. Con

este propósito se celebraron simultáneamente dos congresos distintos.

Uno de ellos, el más numeroso, contó fundamentalmente con la presencia de los seguidores de

Brouesse y de las Trade Unions británicas.

El otro Congreso agrupaba a los revolucionarios, entre los cuales dominan los marxistas -Engels

y Guesde entre ellos- y una representación de 19 países, incluyendo el S.P.D. alemán.

Este último Congreso, en el que se decide que el 1º de mayo sea cada año un día de manifesta-

ciones internacionales para expresar las reivindicaciones comunes -entre ellas la jornada de ocho horas-,

toma la iniciativa de recrear la Internacional Obrera. En el acto fundacional se encuentran algunos de los

más significados representantes de los movimientos sindicales y políticos obreros: los franceses Guesde

y Lafargue; los alemanes Liebknecht y Bernstein; los británicos Hardie y Morris; el austriaco Adler; el

Italiano Costa; el español Pablo Iglesias...

Durante su cuarto de siglo de existencia será conocida con el nombre de Internacional Obrera, el

nombre de II Internacional se le daría tras su disolución en 1914, para diferenciarla de la I y de la III,

creada por Lenin en 1919.

Las diferencias respecto a la I son notables. La II Internacional es más homogénea en su compo-

sición, agrupando solo a fuerzas políticas semejantes y adoptando una ideología socialista de inspiración

marxista.

Su incidencia social es muy superior a la de la I. En su seno reunía a millones de trabajadores de

toda Europa y de fuera de ella, organizándose como una federación flexible de partidos nacionales autó-

nomos para, a través de congresos trienales, conservar un tronco doctrinal común y coordinar acciones

de ámbito internacional.

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Durante los primeros años de su existencia, hasta finales del siglo, se plantea una serie de reivin-

dicaciones comunes a todo el movimiento obrero: desarrollo de una legislación social más favorable a la

clase obrera; establecimiento de la jornada laboral de ocho horas; celebración del 1º de Mayo. La exclu-

sión de los anarquistas en el IV Congreso (Londres, 1896) fortalece su cohesión interna.

A partir del Congreso de París de 1900 la Internacional inicia una etapa de mayor consolidación

de sus estructuras y de más neta internacionalización de sus efectivos pues, con el crecimiento general de

todas las organizaciones nacionales que la integran, disminuye la importancia relativa del S.P.D., hasta

entonces el partido-guía. En este año se crea el Bureau Socialista Internacional, con sede en Bruselas,

integrado por delegados de todos los países presentes en la Internacional, que asegura la continuidad del

trabajo entre congreso y congreso. Otros organismos, como la Confederación Internacional de Mujeres

Socialistas y la Federación Internacional de la Juventud Socialista, ambos creados en 1907, irán com-

pletando la organización de la Internacional Obrera.

Pero también en estos años se pone en evidencia su diversidad interna, más que por la existencia

de dos corrientes ideológicas en su seno -una reformista y otra revolucionaria-, por el fuerte componente

nacionalista que condiciona la actuación de sus componentes, franceses y alemanes sobre todo. La evo-

lución política de los países en ella representados plantea la cuestión de si es conveniente la colaboración

con los partidos burgueses de izquierda, colaboración que de hecho se producía, especialmente por parte

de los socialistas franceses e italianos. Se debate también la postura a adoptar ante el tema del colonia-

lismo, enfrentándose dos posturas. Unos consideran el colonialismo como un hecho histórico positivo y

solo aspiran a humanizar sus formas. Otros lo consideran una forma de explotación destructiva consus-

tancial al capitalismo y lo condenan sin paliativos (Kautsky), imponiéndose por escasa mayoría.

También el tema de la guerra entre las naciones es discutido, existiendo un acuerdo general so-

bre el hecho de que la guerra es una consecuencia del sistema capitalista. Pero en la práctica existen re-

sistencias, especialmente por parte de los socialistas alemanes, para adoptar medidas concretas, como la

huelga general, en el caso de estallar la guerra.

Desde 1907 se va aglutinando en el seno de la Internacional un grupo de izquierda revolucionaria

cuyos más significados miembros pertenecen a las secciones alemana (Rosa Luxemburg), rusa (Lenin) y

holandesa. Sus reflexiones sobre el colonialismo, que entienden como una emanación necesaria del capi-

talismo que da una dimensión universal a la lucha de clases, y su propuesta de convertir la guerra entre

potencias imperialistas en una insurrección socialista interna contra los estados burgueses beligerantes,

constituyen los dos elementos básicos de sus propuestas a la Internacional. Sin embargo, pese a los

acuerdos adoptados en sus últimos congresos (Basilea, 1912), no pudo evitar el estallido de la guerra y la

ruptura de la Internacional, provocada por los enfrentamientos entre las posturas nacionalistas.

Page 80: Historia Universal Comtemporanea

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Tema 6º: Las relaciones internacionales

1.- El nacimiento de los nuevos estados: Italia y Alemania.

En los procesos de unificación de Alemania e Italia, llevados a cabo en la segunda mitad del si-

glo XIX, existen una serie de semejanzas. Si bien es cierto que en los estados alemanes el nacionalis-

mo ha estado presente de diversas formas desde la creación del I Reich, en Italia este concepto era pu-

ramente geográfico y hasta el siglo XIX no existió ningún proyecto unificador destacable. No obstante,

hay una serie de elementos comunes en el siglo XIX, que preparan y hacen posible las unificaciones de

Italia y de Alemania, estos son los siguientes:

- El impacto de la revolución y del Imperio napoleónico, extendieron las ideas de libertad,

igualdad y soberanía nacional por Europa, las cuales despertaron un sentimiento de nación con perso-

nalidad propia que, por primera vez en la historia, considera que el Estado debe estar dirigido por per-

sonas de la misma nacionalidad.

- La expansión económica en ambos casos y la unión comercial como preludio de la unifica-

ción política, en el caso alemán.

- La disposición de un ejército moderno y de unos políticos audaces.

1.1. La unificación de Italia

Tras el Congreso de Viena, Italia quedó dividida en siete Estados independientes: el reino de

Piamonte, bajo la casa de Saboya; el reino Lombardo-Véneto, bajo el dominio directo de Austria; los

Ducados de Parma, Módena y Toscana, regidos por príncipes austriacos; los Estados Pontificios, bajo

el dominio del Papa; el reino de las Dos Sicilias, donde se repuso el trono de los Borbones. Esto

suponía una dificultad mayor para los patriotas italianos, que deseaban la unificación pues esta se veía

obstaculizada por la presencia austriaca y la de los Estados Pontificios, donde Pío IX identificaba

nacionalismo y liberalismo, uno de los errores modernos condenados en los documentos pontificios. El

motor de la unificación lo constituye el reino de Piamonte, regido por los Saboya.

El sentimiento nacionalista italiano se verá reforzado por historiadores, músicos y literatos,

que popularizan y difunden la riqueza cultural y las pasadas grandezas de Italia desde la antigüedad

clásica. Desde el punto de vista intelectual es innegable la influencia de los escritores románticos,

Leopardi o Manzoni entre otros, que recogen el sueño de la Italia unida. Por supuesto, las opciones a

través de las que se plantea la unidad son muy diversas, desde quienes piensan en una Italia unida en

torno a la autoridad del Papa (Gioberti), hasta los que entienden que la nación italiana debe organizarse

en un sistema federativo en función de la disparidad existente entre los diversos territorios italianos.

Page 81: Historia Universal Comtemporanea

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Inseparable del sentimiento nacionalista es el de la oposición a los austriacos, expresado en la

obra de Silvio Pellico, Mis Prisiones.

El factor económico es claro. Los comerciantes y fabricantes del norte son conscientes de la

necesidad de la unificación, sin la que no resulta posible articular un mercado de dimensiones nacionales

ni construir la infraestructura viaria necesaria. Pero para lograr el desarrollo de la economía es preciso

resolver las dificultades políticas.

Por otra parte, los liberales, empujados por la represión absolutista de los reinos italianos, se

agruparán en sociedades secretas, desde donde, con una intención conspiradora y de exaltación román-

tica, participarán en los levantamientos.

Tres soluciones se presentaban para llevar a cabo el proceso unificador, todas ellas coincidían

con la necesidad previa de acabar con el dominio austriaco en Italia, pero esto no sería posible sin la

colaboración de alguna de las potencias europeas. Se presentaron diferentes procesos unificadores:

- El defendido por Mazzini, mezclaba las ideas nacionalistas con las utopías revolucionarias.

Propugnaba una política unitaria, instaurada por la insurrección general de las masas.

- Los sectores liberales y nacionalistas más moderados se apartaron del proyecto de Mazzini y

buscaron una solución política a la cuestión italiana, desde esta perspectiva se proponía una Confede-

ración presidida por el Papa; este proyecto consiguió un notable éxito , que aumentaría con la elección

, en 1846, de Pío IX, a quien se consideraba favorable al Risorgimento de Italia. Sin embargo, los

acontecimientos revolucionarios de 1848 hicieron que Pío IX renunciara a cualquier papel político en

el proceso unificador.

- Los piamonteses Cesare Balbo y Massimo d'Azeglio, proponían una tercera alternativa: que

fuera la casa de Saboya la que dirigiese el proceso unificador nacional. Tras el fracaso en Italia de la

oleada revolucionaria de 1848, sólo quedaba esta posibilidad como viable, y será la que finalmente

triunfe.

Tras el aplastamiento austriaco de la insurrección italiana de 1848, el reino de Piamonte prepa-

ra sus fuerzas con una política de consolidación interior promovida por d'Azeglio y Cavour, dicha polí-

tica de reformas interiores fomentó el librecambismo e introdujo el ferrocarril, además se aplicó una

política de acogida para todos aquellos patriotas que corrían peligro por sus ideas en los demás estados

italianos. Todo esto provocó en toda Italia una corriente de simpatía hacia la casa de Saboya, que

Cavour supo aprovechar para sus planes unificadores.

Cavour había comprendido que no podía realizarse una unificación italiana sin la ayuda de una

gran potencia, por este motivo desplegará su actividad diplomática buscando la alianza con Francia. El

21 de julio de 1858, Napoleón III y Cavour se reunirán en secreto y establecerán un plan de interven-

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ción en Italia. Francia aportaría una importante cantidad de dinero y un ejército de doscientos mil

hombres contra Austria. Napoleón III pretendía además, que una vez liberada Italia de Austria, se es-

tructurase como una federación de Tres Estados bajo la influencia francesa y que Francia obtuviese

como compensación Saboya y Niza. Cavour acepta, pues este era el único modo de contar con la tan

necesaria ayuda de Francia para expulsar a los austriacos de Lombardía y el Véneto.

El 25 de abril de 1859, estalla la guerra y el ejercito franco -piamontés, en poco tiempo, vence a

los austriacos en Magenta y Solferino, lo que provoca la retirada austriaca de Lombardía. En los pri-

meros días de julio, Napoleón III sorprenderá firmando la paz con Austria, ya que temía que los pru-

sianos atacasen Francia. En este momento, Cavour dimite y Garibaldi aprovecha para extender la insu-

rrección por toda Italia, llegando incluso a ocupar el reino de las Dos Sicilias, al frente de un cuerpo de

revolucionarios. A los pocos meses, vuelve Cavour al gobierno, el cual incitó a que, por medio de

plebiscitos los ducados de Parma, Módena y Toscana pidieran su incorporación al Piamonte. Tras ne-

gociar con Garibaldi, también Sicilia y Nápoles piden su anexión al reino piamontés. El 14 de marzo

de 1861, el Parlamento italiano proclamó en Turín rey de Italia a Víctor Manuel II. Unos meses des-

pués Cavour moriría repentinamente, dejando sin resolver la incorporación del Véneto, que seguía en

manos austriacas, y el problema de los Estados Pontificios. Sin embargo, ambas cuestiones se resolve-

rían a remolque del proceso de unificación alemana. La cuestión del Véneto se resolverá en 1866, por

la paz de Viena, en la cual Italia recuperaba Venecia. El problema de los Estados Pontificios fue más

complicado, Francia no estaba dispuesta a consentir que se incorporasen al recién creado reino de Ita-

lia, y estableció una importante guarnición en Roma para proteger al Papa. Sin embargo, cuando esta-

lla la guerra franco prusiana en 1870 y se produce la derrota francesa en Sedán, los italianos ocupan

Roma. En 1871 Víctor Manuel II entra en Roma como rey de Italia y establece allí la capital del nuevo

reino. El proceso de unificación italiano había concluido.

2.2. La unificación de Alemania.

El nacionalismo romántico alemán no llegó a cuajar en ninguna realización política duradera.

Sin embargo, las circunstancias económicas permitieron de una serie de procesos que finalmente harí-

an posible la unificación. El principal impulso lo dio la política económica de Prusia, que quería hacer

frente a la afluencia masiva de productos ingleses para proteger su desarrollo económico, que se veía

también dificultado por las aduanas interiores entre los Estados de la Confederación Germánica, los

cuales dificultaban el comercio y reducían su mercado. En 1834 se constituye una unión aduanera bajo

el patrocinio de Prusia, el Zollverein, esta unión estará formada por la mayoría de los estados alema-

nes, pero de ella quedará excluida Austria. La creación de este mercado amplio y protegido posibilita

Page 83: Historia Universal Comtemporanea

83

un mayor desarrollo industrial, lo cual ayudará al surgimiento de una importante burguesía de nego-

cios, que promoverá una evolución política hacia las formas más liberales. También nacerá en las

grandes ciudades una clase obrera, que planteará reivindicaciones políticas y laborales. Ambos grupos

se radicalizarán en sus planteamientos a raíz de la crisis económica de 1846- 1847, llegando así al esta-

llido revolucionario de 1848. Los obreros exigen el fin de los privilegios y las desigualdades sociales y

la burguesía reclama regímenes liberales y constitucionales.

Los gobiernos de Austria y Prusia reaccionarán rápidamente consiguiendo frenar los intentos

revolucionarios, atrayéndose a la burguesía, la cual prefería renunciar al poder político a cambio de la

seguridad de sus intereses económicos.

El Parlamento de Francfort también realizó un intento unificador, pero esta iniciativa se blo-

queó debido a las diferencias entre los partidarios de la Pequeña Alemania, encabezados por Prusia

(excluían a Austria) y los partidarios de la Gran Alemania, encabezados por Austria. Prusia aprovechó

el fracaso revolucionario para imponer su política económica.

Otto Von Bismarck, Canciller de Prusia desde 1862, será el artífice de la unidad alemana.

Abordará el proceso unificador con una política realista, bajo el único criterio de la razón de Estado. El

único modo de que Prusia llevase a cabo la primera parte del plan de unificación, era mediante una

derrota militar de Austria.

Para llevar a cabo sus planes, Bismarck debía:

1. Aislar a Austria diplomáticamente, para ello busca el apoyo de Francia y consigue distanciar

a Rusia de los austriacos.

2. Reorganizar el ejército para disponer de una superioridad militar que le permitiese hacer

frente a un enfrentamiento con Austria, para ello se apoyará en dos generales prusianos: Von Moltke y

Von Roon.

Una vez conseguidos estos dos objetivos ya sólo quedaba buscar la ocasión para proceder a la

unificación, dicha ocasión se presentó con motivo de la llamada Guerra de los Ducados, que iniciará

las Guerras de Unificación.

1. La Guerra de los Ducados: Los ducados alemanes de Schlesving, Holstein y Lauemburg,

administrados por Dinamarca desde 1852, se negaron a reconocer al nuevo rey que pretendía integrar-

los en el reino danés. Prusia y Austria decidieron, en una reunión extraordinaria de la Confederación

Germánica, invadir militarmente estos territorios y declarar la guerra a Dinamarca. Tras la derrota del

ejército danés en agosto de 1864, Austria y Prusia se hacen cargo conjuntamente de los ducados, pero

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un año más tarde, por el tratado de Gastein, Holstein quedaba bajo la tutela de Austria y Schlewing y

Kiel bajo la de Prusia, aunque todos los ducados quedaban integrados en el Zollverein.

2. La Guerra Austro- Prusiana: El reparto de los ducados entre Prusia y Austria constituyó un

nuevo problema ya que fueron frecuentes las disputas entre ambos sobre la forma de administrar los

ducados.

En abril de 1866 se expuso abiertamente el conflicto, cuando Prusia sugirió a la Dieta imperial

la creación de un parlamento alemán elegido por sufragio universal masculino, sabiendo que Austria

no podía aceptar esta propuesta.

Este mismo mes Prusia firmaba con el mismo Reino de Italia un tratado ofensivo- defensivo y

Bismarck se aseguraba la neutralidad de Napoleón III en caso de guerra.

La inmensa mayoría de los alemanes no era partidaria de la guerra y prácticamente todos los es-

tados alemanes eran partidarios de apoyar a Austria cuando Prusia invadió Holstein. La situación se

invirtió tras la incursión del ejercito prusiano, dirigido por Von Moltke, en territorio austriaco y su

victoria sobre las tropas austriacas, que obligó a Austria a firmar la paz de Praga, en la cual se concertó

la anexión de Holstein a Prusia y la organización de la Conferencia Germánica del Norte.

Sadowa fue una derrota austriaca en el terreno militar con repercusiones políticas internas al

sustituir la estructura unitaria del Imperio austriaco por la estructura dual del Imperio Austro- Húnga-

ro. Pero igualmente fue una derrota de Napoleón III como diplomático y de Francia como árbitro de

los conflictos internacionales, es por ello que las relaciones entre Bismarck y Napoleón III fueron em-

peorando.

El siguiente paso en el proceso unificador lo dio Bismarck en 1867 al firmar conjuntamente una

alianza militar ofensiva- defensiva y unos acuerdos comerciales con los estados alemanes del sur, que

incluía la creación de un Parlamento Aduanero elegido por sufragio universal masculino. Bismarck

forzó la negociación conjunta de ambos tratados con la intención de preparar el terreno para la futura

integración de estos tratados en el nuevo Reich.

3.La Guerra Franco- Prusiana: La tercera etapa en el proceso unificador tuvo como causa ini-

cial el enfrentamiento entre Napoleón III y Bismarck respecto a la candidatura propuesta en febrero de

1870 por el jefe de gobierno provisional español, general Prim, para nombrar como rey de España al

príncipe de origen alemán Leopoldo de Hohenzollern. Este proyecto, bien visto por Bismarck, fue re-

chazado por Napoleón III, el cual exigió a Prusia la inmediata retirada de su apoyo a esta candidatura.

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Ni Guillermo I ni Bismarck estaban dispuestos a aceptar y es por esto por lo que estalla la guerra entre

Francia y Prusia.

La victoria prusiana de Sedán, la destrucción del ejercito francés en Metz y la capitulación de

París (28- 1-1871), después de cuatro meses de asedio, terminaron con el Imperio de Napoleón III y

potenciaron el nacimiento del Imperio Alemán, al que se incorporan los territorios franceses de Alsacia

y Lorena. La población de estos territorios, de origen y de lengua alemana, deseaba seguir pertene-

ciendo a Francia y su incorporación al II Reich contra su voluntad tendría consecuencias negativas en

un futuro.

4. La fundación del II Reich: Después de la victoria de Sedán en septiembre de 1870, de nuevo

el prestigio del ejército prusiano impulsó los fervores nacionalistas alemanes lo que fue aprovechado

por Bismarck para, desde Versalles, acelerar las negociaciones con los estados alemanes del sur y ob-

tener su incorporación al inminente Reich. Todos los estados aceptaron, aunque hubo algunas reticen-

cias por parte de Luís II, rey de Baviera, y esta aceptación llevó a la creación de un estado federal, uni-

do bajo la presidencia del rey de Prusia, Guillermo I, que se convierte en el primer emperador del II

Reich, siendo proclamado como tal el 18 de enero de 1871 en la Galería de los Espejos del Palacio de

Versalles.

2.- El sistema bismarkiano

El punto de partida para considerar las relaciones internacionales a partir de 1870 se sitúa en la

firma del Tratado de Frankfurt (10/03/1871) que pone fin a la guerra franco-prusiana, fijándose como

condiciones básicas en la rendición de Francia el pago de una cuantiosa indemnización y la entrega a

Alemania de los territorios de Alsacia y Lorena.

La derrota de Francia proporciona a su vencedor un prestigio que permite a Alemania, apoyada

por su creciente potencia industrial, jugar el papel de árbitro del continente europeo, en tanto que Inglate-

rra se mantiene confinada en su espléndido aislamiento. Temeroso de una revancha francesa, el sistema

bismarkiano consistirá en intentar agrupar a su alrededor a todos los países europeos, incluso aunque

presentaran intereses antagónicos. La caída de Bismark supondrá el fin de este sistema. La nueva genera-

ción alemana de Guillermo II reprochará al Canciller su visión estrictamente europea y su política de

compromisos. La Weltpolitik practicada desde este momento modificará sustancialmente el sistema de

relaciones internacionales.

Para entender el mundo de las relaciones internacionales en este tiempo hay que tener presente la

importancia de los sentimientos nacionalistas, alentados por los procesos unificadores alemán e italiano

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que, si por un lado favorecen el nacimiento de nuevas potencias, por otro plantean el grave problema de

las minorías sometidas y ansiosas por alcanzar su independencia.

Esta situación resulta especialmente conflictiva en determinadas zonas. En Austria, la existencia

de una importante masa de población húngara conduce al establecimiento, en 1867, de la que se denomi-

nará Monarquía Dual, que implica un pacto entre la nacionalidad alemana -mayoritaria en Austria- y la

magiar, predominante en Hungría. Pero junto a estos dos grupos existen una serie de minorías oprimidas

-checos, eslavos, croatas, rumanos, italianos...- cuyas reivindicaciones no contribuirán precisamente al

equilibrio interno de la monarquía dual.

El problema de las minorías sometidas se daba también en la Rusia de Alejandro II, pero el ca-

rácter autocrático del régimen zarista impedía por el momento cualquier manifestación de protesta.

También deben tenerse muy en cuenta los sentimientos nacionalistas de la derrotada Francia, a la

que la pérdida de Alsacia-Lorena había supuesto una humillación de la que Bismark siempre estará teme-

roso de que los franceses intenten recuperarse a través de una nueva guerra. Y la recientemente unificada

Italia planteará en el foro internacional sus reivindicaciones por los territorios irredentos que continua-

ban sometidos a Austria.

Otro factor a considerar es el de la existencia de unas zonas calientes, que fácilmente pueden

convertirse en foco de conflictos. Es, por supuesto, el caso de Alsacia-Lorena, pero también el de la Italia

irredenta (Trentino, Istria), o el de los Balcanes, donde las reivindicaciones nacionalistas de las poblacio-

nes sometidas al Imperio Otomano, son fomentadas por rusos y austriacos, que esperan beneficiarse del

desmembramiento del hombre enfermo, convirtiendo a la llamada Cuestión de Oriente en uno de los más

importantes factores de desequilibrio en Europa.

Hasta los años noventa el mundo de las relaciones internacionales va a estar controlado por Bis-

mark, el hombre que dirige a la potencia continental hegemónica y cuya política exterior va a estar con-

dicionada por el temor a una revancha francesa, que podría producirse a través de una alianza con Rusia,

de manera que Alemania quedara sometida a un cerco franco-ruso. Para evitar esta posibilidad, el objeti-

vo fundamental de la política internacional bismarkiana será el aislamiento de Francia.

Por otra parte, a lo largo de los últimos años del siglo XX, la mayor parte de los países europeos

se encuentran abocados a una carrera colonialista que se constituye en fuente de tensiones entre ellos. Sin

embargo, la Alemania de Bismark apenas participa en este proceso, con lo cual, no solo evita tensiones

con naciones en cuya alianza pueda estar interesado, sino que además, la carencia de intereses coloniales

la sitúa en una óptima posición para convertirse en el árbitro de las disputas surgidas entre las potencias

colonialistas.

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La diplomacia bismarkiana, que en los años siguientes impondría sus principios en Europa, atra-

viesa por tres momentos diferentes, los llamados sistemas de Bismark, que en realidad son tres intentos

consecutivos para alcanzar el establecimiento de un sistema.

2.1.- Primer intento.

La aprobación de la ley militar francesa en julio de 1872 provoca la preocupación de Bismark an-

te una Francia que ha pagado rápidamente las indemnizaciones de guerra y se encuentra en rápido proce-

so de rearme. Bismark busca la proximidad de Austria y Rusia. En Berlín, en septiembre de 1872, Gui-

llermo I de Alemania, Alejandro II de Rusia y Francisco José de Austria, discuten la conveniencia de

suscribir un pacto personal, militar y defensivo que, firmado en el año siguiente, conocemos con el nom-

bre de Entente de los tres Emperadores.

Existían discrepancias entre estos países. Alemania y Austria estaban enfrentadas como conse-

cuencia de la política religiosa de Bismark (la kulturkampf), y la rivalidad en los Balcanes enfrentaba a

Austria y Rusia. Sin embargo, los tres participaban de problemas comunes, como era la cuestión de los

nacionalismos internos o el temor ante los sucesos de la Comuna y el movimiento obrero.

Este primer intento no tardaría mucho en hacer crisis. La amenaza de una guerra preventiva co-

ntra Francia en 1875, provocó una inmediata reacción de Inglaterra así como de Rusia, que no se consi-

deraba comprometida por la Entente si era Alemania la que declaraba la guerra.

Pero el motivo principal de la crisis sería el conflicto de los Balcanes planteado en 1878, provo-

cado por la pesada carga de los intereses económicos y financieros de las potencias europeas como con-

secuencia de los préstamos concedidos al Imperio Otomano. La difícil situación de éste provocó la su-

blevación de las poblaciones sometidas, primero en Bosnia, luego entre los búlgaros, e inmediatamente

en Servia y Montenegro. Reunidos los miembros de la Entente se acordó que, en caso de desmembración

del Imperio Turco, la Besarabia sería cedida a Rusia, debiendo quedar Bosnia-Herzegovina bajo dominio

austriaco.

Pese a que el sultán consiguió controlar la situación de sus dominios balcánicos, Rusia emprendió

una acción militar que le llevó a las proximidades de Constantinopla, firmando el sultán el Tratado de

San Estéfano (03/1878) por el que se hacía efectiva la ocupación de Besarabia y nacía la Gran Bulgaria -

mero satélite ruso-, al tiempo que Rumania se declaraba independiente.

La reacción internacional ante esta actuación rusa condujo a una reunión de las grandes potencias

en el Primer Congreso de Berlín (1878), promovido por Inglaterra y en el que Alemania se erigiría en

árbitro de la diplomacia mundial.

Page 88: Historia Universal Comtemporanea

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Por los acuerdos adoptados, Rusia aceptaba la partición de Bulgaria, cuya parte sur -Rumelia- era

devuelta a Turquía, mientras que el norte pasaba a formar una Bulgaria independiente. Austria-Hungría

recibía le encargo de administrar Bosnia-Herzegovina. Los estados balcánicos que se independizaban de

Turquía aceptaban hacerse cargo de los compromisos económicos contraídos por ésta, así como respetar

las concesiones ferroviarias otorgadas por el sultán.

Tras los acuerdos del Congreso, la Entente de los tres Emperadores quedó disuelta.

2.2.- Segundo intento.

Viene configurado por un conjunto de tres acuerdos:

a) el austro-alemán de 1879 o dúplice.

b) el austro-germano-ruso de 1881 o de los Tres Emperadores.

c) el austro-germano-italiano de 1882 o Triple Alianza.

La firma de la dúplice dejaba a Rusia diplomáticamente aislada, dificultándole cualquier inter-

vención en los Balcanes, por eso se llega al segundo pacto, de los Tres Emperadores, en el que, entre

otras cosas, se acuerda una actuación conjunta en el tema balcánico. Rusia recibía garantías para ocupar

Rumelia, lo mismo que Austria en relación con Bosnia-Herzegovina. Alemania aislaba a Francia de

cualquier ayuda continental en caso de guerra, y Rusia se aseguraba la neutralidad continental en caso de

guerra con Gran Bretaña como consecuencia del choque de intereses en Asia.

La Triple Alianza se obtiene gracias a la ocupación de Túnez -país en el que Italia tenía puestas

sus miras- por Francia. La aproximación de Italia a Alemania convierte la Dúplice en Triple. Así, el

pacto de los Tres Emperadores y la Triple Alianza aseguran a Alemania el aislamiento de Francia.

En los años que siguieron a la firma de la Triple Alianza los países europeos se centraron en su

política colonialista, a excepción de Alemania y Austria-Hungría, que siguen practicando una política

estrictamente europeísta.

Como consecuencia de la carrera colonial se produjeron tensiones entre las potencias implicadas,

y en 1884 se reúne el Segundo Congreso de Berlín para intentar resolver los litigios planteados. Ale-

mania quedaba así reconocida como indiscutible árbitro de la diplomacia mundial.

Entre tanto, Austria-Hungría acrecentaba su penetración en los Balcanes a través de la denomi-

nada política de pacificación. Serbia suscribía un tratado que la convertía virtualmente en protectorado

austriaco, sometiendo su política exterior a los dictados de la Monarquía Dual. Rumania, aunque enfren-

tada a Austria por los conflictos de la zona de Transilvania, firma igualmente un tratado que le garantiza-

ba la protección ante una posible acción rusa en las bocas del Danubio. Incluso Bulgaria, considerada pro

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rusa y prácticamente protectorado del zar, se aproxima a Austria-Hungría al entronizar en 1887 a Fer-

nando de Sajonia-Coburgo, candidato de Viena, frente al de Rusia.

El control político obtenido de esta forma garantizaba el libre tránsito de las mercancías de Aus-

tria-Hungría hasta los Estrechos, así como las concesiones de líneas férreas. Sin embargo, los capitales

austriacos no podían hacer frente a las inversiones necesarias, acudiéndose a la ayuda de los financieros

franceses.

2.3.- Tercer intento.

La Triple Alianza se había firmado con una vigencia de cinco años, de manera que en 1887 de-

bía renovarse o concluir.

Bismark estaba interesado en su renovación pues, aunque la situación internacional aparecía

tranquila y nada parecía justificar una alianza defensiva, el canciller seguía temiendo un intento de re-

vancha por parte de los franceses, especialmente cuando se produjo la llegada al ministerio de la Guerra

francés del general ultranacionalista Boulanger.

El 20 de febrero de 1887 se procedía a la renovación de la Triple. Alemania prometía ayuda mi-

litar a Italia en caso de que ésta llegase a un enfrentamiento con Francia por la cuestión mediterránea.

Austria prometía a Italia compensaciones en caso de modificarse la situación en los Balcanes.

El sistema Bismarkiano se completaba con el Acuerdo sobre el Mediterráneo, firmado por

Gran Bretaña e Italia en febrero de 1887, y el Tratado Germano Ruso de junio de ese mismo año, co-

nocido como Tratado de Reaseguro.

El Acuerdo sobre el Mediterráneo suponía que Gran Bretaña, aunque de forma indirecta, se in-

corporaba al sistema de Bismark. A ello le movía la inquietud por la presencia francesa en el norte de

África. El Tratado solo pretendía mantener el statu quo en el Mediterráneo pero, al unirse a él poco más

tarde España y Austria, suponía que Gran Bretaña se ligaba en parte a dos de los tres miembros de la

Triple Alianza.

Quedaba un problema pendiente. El segundo Tratado de los tres Emperadores había perdido

su validez tras la política de pacificación austriaca en los Balcanes. Bismark necesitaba asegurarse de

que Rusia seguía formando parte de su sistema. De esta forma se llegó a la firma de un tratado secreto, el

Tratado de Reaseguro, por el que Rusia se mantenía dentro de la órbita diplomática bismarkiana.

La estabilidad del sistema sería, sin embargo, efímera. La estructura de las alianzas era inestable

al apoyarse sobre tres pilares, cada uno de los cuales resultaba imprescindible para el equilibrio del con-

junto, de forma que la ruptura de uno de ellos bastaba para provocar el derrumbamiento total.

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Estos tres pilares eran la Triple Alianza, el acercamiento de Gran Bretaña y la cooperación de

Rusia a través del Tratado de Reaseguro.

Por otra parte, el sistema de alianzas bismarkiano presentaba contradicciones internas preocupan-

tes, pues al ligarse por un lado a Rusia y por otro a Austria, la postura de Alemania no quedaba clara en

caso de enfrentamiento entre ambas potencias en los Balcanes.

3.- La disolución del sistema bismarkiano.

La relación de la Alemania de Bismark con sus aliados, especialmente con Rusia, se centraba casi

exclusivamente en los aspectos políticos, sin afectar a los económicos. Pero Rusia necesitaba moderni-

zarse rápidamente, lo que significaba crear industria, construir ferrocarriles, modernizar su armamento...

y para ello necesitaba una importante inversión de capital.

Esto no entraba en los planes de Bismark. Incluso en sus últimos años había apoyado abiertamen-

te las medidas proteccionistas que reclamaban los junkers prusianos frente a los cereales rusos en un in-

tento de asegurarse el apoyo de los terratenientes de su país.

3.1. El acuerdo franco-ruso

Lógicamente, Rusia se dirigió hacia otros países europeos en busca de la ayuda financiera que

necesitaba, y la encontró en Francia. Los lazos económicos entre ambos países fueron estrechándose. En

1888, cuando acababa de firmarse el acuerdo germano-ruso de Reaseguro, las inversiones francesas

conseguían superar a las alemanas. La aproximación económica derivó hacia el campo sentimental. En

París se puso de moda lo ruso. Tolstoi y Dostoievski se encontraban entre los autores preferidos de las

clases intelectuales francesas. Los intereses económicos y las simpatías culturales facilitaban el camino

hacia el entendimiento político.

Por supuesto, el acercamiento franco-ruso tiene sus razones políticas. La actitud de la Triple

Alianza en el Mediterráneo -contraria a los intereses franceses- y en los Balcanes -contraria a los inter-

eses rusos-, predisponía a la aproximación de los dos países para la cual existía el problema de la incom-

patibilidad del régimen republicanos francés frente al autocrático ruso. El fracaso ruso en Bulgaria en

1887 y los empréstitos concedidos por Francia desde 1888 facilitaron el entendimiento.

Por añadidura, el nuevo Káiser, Guillermo II, dispuesto a ser él quien definiera la política exterior

alemana, decidió no renovar el Tratado de Reaseguro, con lo cual desaparecía uno de los pilares del

sistema bismarkiano. Pensaban, Guillermo II y sus consejeros, que Rusia no podría encontrar otros alia-

dos y que, por lo tanto, no resultaba peligroso dejar al zar con la manos libres. Rusia y Gran Bretaña te-

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nían problemas en sus relaciones por cuestiones coloniales, y un acercamiento a Francia carecía de senti-

do de cara a la cuestión de los Balcanes.

En 1891 se renovaba la Triple Alianza de forma que, entre ésta y el Pacto del mediterráneo,

Rusia se encontraba peligrosamente aislada. Un intento de aproximación a Alemania fue rechazado, y en

Moscú se supo que el alto mando alemán preparaba su estrategia militar pensando en la eventualidad de

una guerra en dos frentes. Como consecuencia, apenas tres años después de la retirada de Bismark, se

firmaba el acuerdo franco-ruso que suponía el fin del aislamiento francés.

La consecución de un acuerdo fue difícil, porque para Francia el principal enemigo era Alemania,

mientras que para Rusia era Austria. Sin embargo, en agosto de 1892 se llegaba a un entendimiento. El

acuerdo militar tenía un carácter defensivo-ofensivo: en el caso de que las tropas de cualquier miembro

de la Triple Alianza comenzaran a movilizarse, Francia y Rusia movilizarían las suyas al unísono. Si

Francia era atacada por Alemania o por Italia ayudada por los germanos, Rusia atacaría a Alemania. De

la misma forma respondería Francia si Rusia era atacada por Alemania, o por Austria-Hungría apoyada

por Alemania. Algo más de un año después, en diciembre de 1893, el acuerdo militar fue transformado

en alianza -con una duración que debería ser la misma que la de la Triple Alianza- y Francia rompía de-

finitivamente su aislamiento.

3.2.- La Weltpolitik

Alemania podía haber salvado esta situación aproximándose a Gran Bretaña, a la que no podía

agradar un acuerdo entre sus dos rivales coloniales más importantes. Pero Guillermo II estaba dispuesto

a llevar a la práctica su Weltpolitik y a participar en el reparto del mundo, lo que hizo público en 1896,

votándose por el Reichstag un importante presupuesto destinado a realizar un ambicioso programa naval

que habría de ser la base de la política mundial, lo que, en definitiva, le llevaría a enfrentarse con Gran

Bretaña.

En el tránsito de ambos siglos los intereses de las potencias colonialistas provocaron una época

de tensiones. Los protagonistas no eran ya únicamente los países europeos. Japón y Estados Unidos se

unían al conjunto de las grandes potencias y defendían sus intereses coloniales en sus respectivas áreas

de influencia. Es la época del enfrentamiento anglo-francés en Fashoda; del anglo-ruso en Afganistán y

Persia; de las disputas entre franceses, ingleses y alemanes en Asia Menor; de la guerra de los boers; del

desastre español en Cuba y Filipinas; del italiano en Adua y, finalmente, de la guerra ruso-japonesa en la

que, por primera vez, un pueblo no blanco derrotaba a un país europeo.

Desde la perspectiva de las relaciones internacionales el conflicto de mayor trascendencia fue el

de Marruecos. Aquí se enfrentaban alemanes, ingleses y franceses, con la participación de España y la

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atención de Estados Unidos. Intereses económicos y estratégicos confluían en este territorio. Al ser, en

los inicios del siglo XX, una de las escasas zonas no repartidas, suponía una de las últimas posibilidades

de Alemania por adquirir posesiones coloniales.

En 1904 británicos y franceses llegaron a un acuerdo entre ellos: libertad de acción para los pri-

meros en Egipto a cambio de libertad de acción para los segundos en Marruecos. Alemania, lógicamente

disconforme, amenazó con la guerra. La crisis se solucionó momentáneamente en 1906 con la Conferen-

cia de Algeciras, que reconocía el predominio francés en la zona, ratificándose esta decisión en 1911,

cuando nuevamente la iniciativa alemana planteó el conflicto.

3.3.- El sistema Delcassé.

El fracaso de las conversaciones entre alemanes e ingleses permitirá a Francia tomar la iniciativa

diplomática, tarea que protagonizará el ministro de Asuntos Exteriores Teófilo Delcassé, cuyo sistema de

relaciones internacionales se basaba en tres puntos fundamentales: reforzamiento de la alianza franco-

rusa; debilitamiento de la Triple Alianza a través de Italia, que era su punto más débil; aproximación a

Inglaterra.

La alianza franco-rusa se renovó en 1899 y en 1901 en términos mucho más ofensivos que en la

versión original de 1893.

Respecto a Italia, ésta se encontraba en un momento de reorientación de su política exterior tras

el desastre de Adua de 1896. En Europa su única vía de expansión eran los Balcanes, pero su aliada Aus-

tria no se mostraba dispuesta a realizar concesiones en este sentido. En el norte de África, su otra vía de

expansión, existían posibilidades de dominio, previo entendimiento con Francia, en la zona de la Tripoli-

tania.

Las relaciones de franceses e italianos atravesaban un delicado momento como consecuencia de

la ocupación de Túnez por Francia a comienzos de los años ochenta, y por la guerra aduanera declarada

entre ambos países. Sin embargo, en julio de 1902 fue posible llegar a un entendimiento a través de un

tratado secreto por el que Italia prometía a Francia su neutralidad en caso de un enfrentamiento franco-

alemán.

El tercer punto del sistema Delcassé era el más difícil. Sin embargo, el rápido crecimiento naval

de Alemania hacía a Gran Bretaña más proclive a un entendimiento que la sacara de su situación de ais-

lamiento. En abril de 1904, resueltas las diferencias coloniales sobre el norte de África, franceses y britá-

nicos firmaban una Entente Cordiale cuya eficacia quedó demostrada en el contencioso marroquí con

Alemania.

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Pronto se planteó un problema a esta nueva alianza. La guerra ruso-japonesa afectaba a Francia,

aliada con Rusia, pero también a Inglaterra que, en 1902, había suscrito un tratado de cooperación con el

Japón. La solución se buscó en un acercamiento entre británicos y rusos, lo que no resultaba posible si se

mantenían las diferencias de ambas naciones en Asia. Pero en 1906 la Rusia derrotada no estaba en con-

diciones de plantear reivindicaciones o mantener un colonialismo activo. La única compensación que le

permitiría resarcirse, al menos en parte, del desastre en el Extremo Oriente, estaba en los Balcanes. Pero

en esta zona Rusia chocaba con los intereses de Austria-Hungría y de su aliada, Alemania.

3.4.- La Triple Entente.

Preocupado por el entendimiento franco-ruso, Guillermo II inició una aproximación en dirección

a Rusia, entrevistándose con Nicolás II en 1905 para acordar una alianza defensiva a la cual sería invita-

da Francia. El intento buscaba dejar aislada a Inglaterra, adversario común de los tres países. Pero el

acuerdo de Björkö era inviable porque la opinión pública francesa nunca hubiera aceptado una alianza

con Alemania.

Por el contrario, la difícil situación de Rusia tras su derrota ante Japón propiciaba que en agosto

de 1907 se firmara un acuerdo anglo-ruso, y Gran Bretaña, Francia y Rusia quedaban unidas en una Tri-

ple Entente, opuesta a la Triple Alianza, quedando Alemania encerrada en el cerco que tanto había te-

mido Bismark.

A partir de 1907, con la firma del acuerdo anglo-ruso, se puede considerar iniciada una nueva

etapa en las relaciones internacionales, caracterizada por un triple rasgo:

a) el enfrentamiento de los bloques antagónicos Triple Alianza-Triple Entente.

b) la disminución de los conflictos coloniales.

c) el recrudecimiento de las tensiones debidas a causas puramente europeas.

Estas tensiones tendrían por foco y escenario la zona más delicada de Europa: los Balcanes.

4.- La crisis de los Balcanes.

La situación en los Balcanes había vuelto a ser delicada desde el momento en que un golpe de es-

tado había derrocado a la monarquía pro austriaca que años antes se había instaurado en Serbia. En lugar

de los Sajonia-Coburgo, el trono fue ocupado por Pedro Karageorgevitch, nacionalista radical partidario

de un gran estado eslavo en los Balcanes bajo la dirección de Serbia.

Con la subida al trono de Pedro I, el apoyo serbio a los nacionalistas de Bosnia-Herzegovina,

sometida a Austria, fue acrecentándose. Austria intentó tomar represalias económicas, pero hacía tiempo

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que los principales lazos económicos de Serbia se habían establecido con Francia, por lo que era poco el

daño que podían causarle estas sanciones.

Después de la derrota ante el Japón, Rusia dedicó mayor atención a los asuntos balcánicos, de

forma que Serbia pensaba contar con el apoyo del zar en caso de enfrentamiento con Austria.

En esta situación, el nuevo canciller austriaco, Aehrenthal, decidió, en septiembre de 1908, la

ocupación de Bosnia-Herzegovina y su anexión directa al Imperio Austro-Húngaro.

Serbia protestó y buscó el apoyo ruso. Se produjeron movilizaciones de tropas y Rusia recabó la

ayuda de Francia apelando al Tratado de 1893 y de Gran Bretaña por el de 1907, pero ambas naciones le

recomendaron moderación al zar. Serbia y Rusia hubieron de abandonar su actitud belicosa, pero no fue-

ron las únicas que se consideraron humilladas. Italia, según los términos de la Triple Alianza, considera-

ba que debía beneficiarse ante cualquier modificación en el statu quo de los Balcanes. Su resentimiento

hacia Austria aumentó al no ver cumplidas sus aspiraciones.

Apenas dos años después Italia intentaría el desquite al declarar la guerra a Turquía en 1911,

arrebatándole la Tripolitania. La acción italiana sirvió de ejemplo a los estados balcánicos. En marzo de

1912 serbios y búlgaros firmaban un tratado secreto contra Turquía. Poco después, en mayo, griegos,

montenegrinos y búlgaros, firmaban otro tratado similar. En octubre de 1912 los ejércitos de la Liga Bal-

cánica atacaban a los turcos. Dos meses más tarde estaban ante las puertas de Constantinopla y el Impe-

rio otomano se veía obligado a pedir el armisticio a finales del año.

Como era previsible, los aliados frente a Turquía comenzaron inmediatamente a disputar entre

ellos ante la atenta mirada de las potencias. La disputa por los territorios de Macedonia enfrentó a serbios

y bosnios. Una coalición de serbios, griegos y rumanos se enfrentó a los búlgaros, en tanto Turquía pre-

tendía aprovechar estas disensiones en el seno de la Liga Balcánica para tomar la revancha. La guerra

aparece como un duelo entre el material francés -que arma a los serbios- y el alemán -que arma a los

búlgaros-.

Finalmente, el Tratado de Bucarest (10/08/1913) establecía la forma de reparto de los restos del

Imperio Turco en Europa. Grecia se anexionaba la mayor parte de Macedonia. Serbia se engrandecía

notablemente pero, ante la firme oposición de Austria-Hungría, renunciaba a una salida al mar, permi-

tiendo la creación del estado independiente de Albania, que se interponía entre ella y el Adriático. Los

rumanos obtenían una pequeña compensación territorial.

La gran perdedora, aparte de Turquía, era Bulgaria, que veía alejarse su sueño de una Gran Bul-

garia.

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95

Diez meses después de la firma del tratado el heredero del trono austro-húngaro, Francisco Fer-

nando, y su esposa, eran asesinados en Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina, por unos terroristas

adiestrados por Serbia.

Page 96: Historia Universal Comtemporanea

96

Tema 7º: El imperialismo colonial

1.- Bases teóricas y causas concretas

El crecimiento demográfico, y en general la evolución económica de Europa a lo largo del último

tercio del siglo XIX y primeros años del XX tuvieron, como una de sus manifestaciones más significati-

vas, la proyección europea sobre otros continentes, con unas consecuencias que constituyen una de las

claves fundamentales para entender nuestro mundo actual.

Como es natural, este fenómeno ha suscitado multitud de análisis, intentando encontrar las causas

que darán lugar al fenómeno que, en términos generales, hemos denominado imperialismo, prestando

especial atención a las motivaciones económicas y a las políticas.

Acuñado a mediados del siglo XIX, el término imperialismo resulta complejo de definir. En un

sentido político, lo empleamos para referirnos a cualquier extensión de influencia política, económica o

cultural fuera de las fronteras nacionales. Pero simultáneamente, también lo empleamos -dentro de la

terminología marxista- para referirnos a cualquier forma de sujeción y explotación que, en los últimos 30

años, se confunde con el término colonialismo. De una forma más práctica, y especialmente para referir-

nos a la expansión europea desde mediados del siglo XIX, el término se utiliza aludiendo a la expansión

ultramarina, y podríamos precisarlo más hablando de imperialismo colonial.

Dentro de las teorías que conceden supremacía absoluta a los factores económicos, una corriente

interpretativa es la que relaciona el imperialismo colonial con la necesidad de invertir los capitales exce-

dentes. Formulada en 1898 por Charles A. Conant (The Economics Basis of Imperialism) y recogida en

1902 en la obra del inglés Hobson (Imperialism, a study), sería asumida por los escritores marxistas, Ro-

sa Luxemburgo entre ellos, constituyéndose en modelo de esta interpretación la obra de Lenin, El impe-

rialismo, estadio supremo del capitalismo.

Otros autores, dentro de la interpretación económica, han entendido el colonialismo no tanto co-

mo un campo de inversión, sino más bien como una competencia por los mercados, en la que primaría la

necesidad de asegurarse las materias primas.

Sin negar la importancia de los factores económicos, otros historiadores han dirigido su atención

hacia causas diferentes: poder, gloria, expansión territorial, misionerismo religioso, sin que en muchos

casos los factores económicos fueran tan importantes, al menos inicialmente. Parece claro que hubo oca-

siones en que los gobernantes tomaron decisiones colonialistas en base a cuestiones como la importancia

de los factores estratégicos -caso de Suez para los británicos-, o que la presión de los hombres de nego-

cios fue determinante de una política de colonización, como ocurrió en Túnez con los franceses.

Page 97: Historia Universal Comtemporanea

97

De cualquier forma, el factor económico está presente generalmente en el proceso imperialista, si

bien su influencia puede ser muy diversa y siempre va acompañado por otros elementos, como el presti-

gio, la presión demográfica...

En los años finales del siglo XIX, cuando el fenómeno del imperialismo colonial fue objeto de

diversas interpretaciones y justificaciones, es frecuente encontrarse con la referencia a la superioridad de

la raza blanca, el peso del hombre blanco, a que hace referencia Kipling, quien justifica la acción colo-

nialista por la supremacía de la civilización occidental y los deberes de ésta para con los pueblos atrasa-

dos. En esta concepción va implícita la idea del imperialismo humanitario y del racial. El primero está

presente en la obra de hombres como Rhodes, Livistogne, Salisbury o Chamberlain. El segundo que ya

se puso de manifiesto en la obra de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas (1853-1855) -

convertida con el paso del tiempo en una de las bases teóricas de la idea de superioridad de la raza aria-

es sobre todo consecuencia de una peculiar transposición del darwinismo a las relaciones entre los gru-

pos humanos, concediendo una supremacía a la raza blanca que, de esta forma, y según la teoría de la

selección natural de las especies, queda justificada en sus acciones. Las ideas de Gobineau serán recogi-

das en Francia por Paul Leroy-Beaulieu que, en 1874, publica De la colonización en los pueblos moder-

nos, obra en la que lleva al plano de la práctica colonial la idea de la superioridad de la raza blanca.

Las ideas más profundas que inspiraron el concepto del imperialismo fueron las de aquellos que

partieron de la labor científica de Darwin (Del origen de las especies partiendo de la selección natural.

1859), concibiendo las relaciones entre los Estados como una lucha perpetua por la supervivencia en la

que algunas razas eran consideradas como superiores a otras, debido a un proceso evolutivo en el cual los

más fuertes acaban siempre por imponerse.

La asociación de las líneas de pensamiento contenidas en las obras de Gobineau y Darwin está en

la base de la obra Los fundamentos del siglo XX, del inglés H.S. Chamberlain -yerno del compositor

Wagner-, escrita en alemán y publicada en 1899. En ella se habla de la necesidad de conservar intactos

los valores de la raza germana en una época en que los europeos se están expandiendo por el mundo. La

lucha por la existencia a lo largo de los siglos ha llevado a la definición de una raza de amos con una

misión específica.

Al margen de estos aspectos teóricos, existen causas concretas a las que hay que aludir para en-

tender por qué se produce el fenómeno colonialista.

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1.1. Razones del hecho colonial.

Al margen de los aspectos teóricos, existen unas causas concretas a las que hay que aludir para

entender porqué se produce el fenómeno colonialista.

Empezando por las causas económicas, es necesario referirse en primer lugar al fuerte incremen-

to experimentado por la población europea, que provoca en muchos países una gran presión demográfi-

ca. Entre 1850 y 1914 millones de europeos abandonan sus países en un proceso que, desde 1850, se va

acelerando conforme nos acercamos al final del siglo. Sabemos que entre 1815 y 1870 Europa pasa de

190 a 300 millones de habitantes, y el crecimiento mantiene un ritmo acelerado en el último cuarto del

siglo. Por supuesto, el crecimiento demográfico se traduce en la salida masiva de la población hacia otras

tierras gracias al desarrollo experimentado por los medios de transporte, especialmente al triunfo de la

navegación a vapor sobre la de vela.

Por otra parte, el continuo crecimiento económico de los países industrializados estimula la bús-

queda de campos en los que invertir los capitales acumulados. La construcción de las redes de ferrocarril,

la modernización de las instalaciones portuarias, o los préstamos concedidos a los países que carecen de

fondos para invertir en su propio desarrollo, son razones que posibilitan una vertiente económica del

colonialismo.

Existe, pues, una razón financiera: la acumulación de capital generada por Europa busca formas y

lugares de inversión seguros y rentables. Por ellos surgen los bancos coloniales ingleses, franceses, o las

grandes compañías colonizadoras, que quieren explotar en las colonias los que éstas proporcionan de

inmediatamente rentable, aprovechando el trabajo forzoso de los indígenas. Por añadidura, desde 1873 la

crisis económica inclina a las potencias hacia una política proteccionista, lo que suscita la necesidad de

encontrar nuevos mercados que no estén protegidos por barreras aduaneras, de esta forma, expansión

colonial y proteccionismo suelen aparecer juntos.

La razón financiera va acompañada de otra económica: la elevación del nivel de vida en Europa

ha provocado un incremento del consumo, por lo que el volumen de productos coloniales y materias

primas absorbido es cada vez mayor. Las colonias pueden asegurar un aprovisionamiento regular y, al

mismo tiempo, absorber plenamente una producción industrial masiva y de calidad débil, especialmente

durante los períodos de recesión, como el que se inicia en 1873.

Los factores políticos no resultan menos importantes. En unas ocasiones será la necesidad de re-

cobrar un prestigio perdido, como ocurre con los franceses tras la derrota de 1870. En otras será la nece-

sidad de garantizar unas vías estratégicas que aseguren la comunicación con los territorios colonizados,

como es el caso inglés con la India. El imperio se construye sobre una red de comunicaciones con bases

estratégicas que garanticen el abastecimiento.

Page 99: Historia Universal Comtemporanea

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Todo este proceso configuró un mapa del mundo en el cual las potencias de más antigua raigam-

bre del capitalismo -Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica- se construyeron grandes imperios coloniales,

cotos cerrados para la exportación de sus capitales, para la explotación de sus recursos y de su población,

y para la venta de las mercancías europeas. Los países del capitalismo más reciente -EE.UU. y Alema-

nia- se vieron relegados a un segundo plano en la división territorial del mundo. No por ello dejaron de

exportar capitales, en este caso mediante la alianza temporal con alguna potencia tradicional, o hacia

países independientes, como es el caso de América Latina.

Al referirnos a las causas que podemos denominar nacionales y humanas es preciso señalar có-

mo una cierta interpretación del darwinismo conduce a la idea de la superioridad del hombre blanco so-

bre el de color. En Inglaterra, el jingoísmo o nacionalismo ofensivo, se expresa a través de la política de

Chamberlain y la pluma de Kipling, alegando una misión civilizadora. En Alemania, la victoria sobre

Francia y la posterior expansión industrial dan lugar al nacimiento de una postura imperialista. En Fran-

cia, el chauvinismo se desarrolla poderosamente, apoyado por políticos tan prestigiosos como Jules Fe-

rry, que en 1885 justifica la intervención colonial en base al derecho de las razas superiores a someter a

las inferiores. Italia recuerda nostálgicamente el Imperio Romano.

Existen también las causas morales y religiosas. Pueden considerarse como el medio habilitado

por los europeos para mantener una buena conciencia, aunque las iniciativas que justifican responden a

intenciones claramente políticas. El hombre blanco tiene la misión de educar a los demás pueblos. Las

sociedades protestantes, las misiones católicas, reciben el encargo de mejorar la condición de los indíge-

nas, sin tener que ligar necesariamente la evangelización a la propaganda de la civilización europea; pe-

ro, de cualquier forma, favorecen la penetración europea y, como consecuencia de las persecuciones de

que son objeto, facilitan la intervención de la metrópoli.

Finalmente podríamos hablar de las causas individuales. Incluso cuando las metrópolis dudan en

intervenir se producen incursiones individuales en regiones no controladas, lo que da lugar a incidentes.

El gusto por la aventura, propiciado por la literatura de finales de siglo, fue el origen de muchas de estas

acciones individuales. Hay que añadir a ello la atracción que representaban las colonias para la pequeña

burguesía occidental, feliz por encontrar en ultramar ventajosos empleos para sus hijos.

También hubo opositores al colonialismo. Esgrimían argumentos en contra de lo que considera-

ban una evasión de capitales y del esfuerzo humano y financiero exigido por las conquistas, les preocu-

paba el peligro de las rivalidades coloniales, capaces de provocar una guerra europea.

A partir de 1900 las críticas se hacen más raras. Únicamente mantienen su oposición los socialis-

tas. Los Congresos de la Internacional de París (1900) y Sttugart (1907), condenaron el hecho colonial,

tanto por la competencia que la mano de obra de ultramar podía representar para los obreros europeos,

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100

como por la explotación capitalista de las colonias. Destaca la crítica leninista, que plantea la necesidad

de promover movimientos independentistas en las colonias para, entre otras cosas, disminuir los benefi-

cios capitalistas que han permitido a las grandes empresas seducir a una fracción de la clase obrera me-

diante salarios elevados.

2.- La conquista.

Pueden distinguirse dos fases: hasta 1904 la rivalidad franco inglesa supone un peligro para la

paz mundial; después, esta rivalidad es sustituida por la germano francesa.

2.1. Hasta 1904

En la zona norte de AFRICA se establece entre 1881-83 un protectorado francés sobre Túnez,

donde era mayoritaria la presencia italiana. Ello provoca graves tensiones con Italia que tienen, entre

otras consecuencias, la de aproximarla a Alemania.

Las exploraciones en la región del África ecuatorial suponen la posesión por Francia de los terri-

torios situados a la orilla izquierda del Congo. Un tratado entre Inglaterra y Portugal fija los límites de

sus posesiones respectivas en 1884, año en que los alemanes establecen su dominio sobre el Camerún.

La zona del Congo se perfila de este modo como un centro de rivalidades entre los cuatro países. Este

conflicto se aborda en la Conferencia de Berlín (1884-85) que crea el estado independiente del Congo,

confiado a Leopoldo de Bélgica, presidente de la Asociación Internacional Africana. En esta misma con-

ferencia se fijan las reglas para la adquisición de colonias: las viejas potencias coloniales, caso de Portu-

gal y España, que poseían colonias en la costa, reivindican el derecho a reservarse la zona interior; las

potencias más poderosas defienden el derecho de ocupación efectiva del territorio por encima del descu-

brimiento, imponiendo su criterio. A partir de este momento es necesaria la ocupación real del territorio

anexionado y la posesión de la costa autoriza la penetración hacia el interior del país. De esta forma, las

potencias con mayores recursos económicos, financieros y militares se ven beneficiadas, y el reparto de

África se acelerará.

En África occidental la expansión francesa se había realizado a costa de incesantes luchas en el

Senegal durante la época del II Imperio; siguen las conquistas de la Guinea, Dahomey, Costa de Marfil,

al mismo tiempo que los ingleses extendían hacia el interior sus posesiones de Costa de Oro y Nigeria.

Los territorios ingleses se encontraban dispersos, aislados, pero poseían los mejores puertos, las pobla-

ciones más numerosas y las tierras más ricas; Francia prefería dirigir sus esfuerzos hacia la unificación

de sus posesiones en África occidental (Federación creada en 1890), África ecuatorial (1910) y África

del norte (1900).

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101

La cuestión de Egipto constituyó también un punto de fricción entre Inglaterra y Francia. El Te-

soro británico había adquirido en 1875 más de la mitad de las acciones del Canal de Suez, y el gobierno

inglés se esforzaba por controlar Egipto, aprovechando los disturbios internos para intervenir militarmen-

te (1882), prometiendo retirar sus tropas cuando volviera la calma. Ante las protestas francesas, los in-

gleses accedieron a reconocer, en 1888, el carácter internacional del Canal de Suez, pero la revuelta del

mahdi (el profeta) en Sudán sirvió para justificar el mantenimiento de las fuerzas británicas. Derrotados

los mahdistas, la ocupación inglesa se mantuvo en el sur de Egipto.

La tensión franco inglesa era constante en numerosos puntos. El incidente de Fashoda estuvo a

punto de hacer estallar la guerra: en 1898 el capitán Marchand, partiendo de África ecuatorial con un

centenar de hombres, tomó posesión de Fashoda, en la orilla del Alto Nilo. Se trataba de dividir África

en dos y entorpecer la realización de la unidad de las posesiones inglesas de Alejandría a El Cabo. Con-

minado por Kitchemer, el vencedor de la revolución mahdista, a retirarse, Francia terminó por capitular.

En África del sur los alemanes se instalan en el África suroccidental, los ingleses en Natal y El

Cabo, separados del interior por las repúblicas boers del Transvaal y Orange. El descubrimiento de oro

en Transvaal en 1886 provocará incidentes que desembocarán en la guerra. Cecil Rhodes, representante

de Inglaterra, emprendió una larga y cruel lucha contra los boers (1899-1902). Tras la victoria inglesa las

cuatro colonias -Natal, El Cabo, Transvaal y Orange- se agruparían en 1910 formando una federación.

En Madagascar, Francia impuso en 1885 un protectorado que conduciría a la anexión en 1896.

Los franceses procedieron a la pacificación de la isla mezclando las medidas represivas con las realiza-

ciones sociales y económicas; una nueva política colonial, que pretendía conciliar los intereses franceses

con la mejora de la situación indígena, es elaborada por Gallieni, asistido por el coronel Liautey que,

posteriormente aplicará esta política en Marruecos.

El África oriental es el lugar de encuentro entre alemanes, ingleses e italianos. Los primeros to-

man posesión del África Oriental; los segundos se instalan en Kenia y Uganda, y firman con los alema-

nes en 1890 un tratado que les reconoce la posesión de Zanzíbar. Los italianos son menos afortunados.

Establecidos en Eritrea y Somalia, pretenden dominar Abisinia, pero sufren una grave derrota en Adua

(1896) que provocará una crisis política y la caída del gobierno de Crispi.

En ASIA la penetración francesa continúa en Indochina, pero la colonización del actual Vietnam

cuesta a los franceses sangrientas derrotas (1873, 1883). La actuación de Francia durante el segundo

ministerio de J. Ferry lleva, por el Tratado de Tien-Tsin, al establecimiento de sendos protectorados so-

bre Tonkin y Annam (1884); en 1887 se forma la Unión Indochina (con Camboya, colonia desde 1863, y

Cochinchina, colonia desde 1867), completada en 1895 con el protectorado sobre Laos.

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Los ingleses, que se sienten amenazados por los avances franceses hacia la India (vía Laos), res-

ponden convirtiendo a Birmania en una Colonia de la Corona (1886) y utilizando Siam (la actual Tahi-

landia) como una amenaza sobre Camboya. Pero estaban igualmente inquietos por la presencia rusa.

Los rusos habían emprendido la construcción del transiberiano, lo que estimuló la emigración

hacia Siberia, que alcanzó su momento culminante en los años 1907-1909, cuando se trasladaron allí más

de medio millón de colonos al año, creando una sociedad de pioneros parecida a la del oeste americano,

desarrollando una importante industria textil y produciendo grandes cantidades de trigo. En 1898 ocupa-

ron Port Arthur, una base en la costa del norte de China, con lo que obtuvieron un puerto en el pacífico

que, a diferencia de Vladivostok, estaba libre de hielo todo el año. Se esperaba con ello incrementar la

presencia marítima rusa en Extremo Oriente y proporcionar además un nuevo puerto para el terminal

transiberiano. Pero esta influencia creciente provocó el enfrentamiento con Japón en 1904, dando lugar a

una guerra en la que Rusia saldrá derrotada, poniéndose así fin a sus ambiciones expansionistas en Ex-

tremo Oriente, al tiempo que se aceleraban las contradicciones internas que aflorarían en la revolución de

1905.

Por otra parte, en Asia central los rusos remontaban los ríos a través del Turquestán en dirección

a Persia y Afganistán y, en definitiva, hacia la India. De esta forma, las cuestiones coloniales ejercían una

influencia directa sobre las relaciones internacionales. Ellas fueron la base de la aproximación franco-

inglesa de 1904, que ponía fin a las rivalidades entre los dos países: fijación de límites entre las posesio-

nes respectivas en África occidental, reconocimiento de los derechos ingleses en Egipto y de los france-

ses en Marruecos y Madagascar, reparto de las zonas de influencia en Siam y abandono por Francia de

los derechos exclusivos de pesca en Terranova.

Así, a comienzos del siglo XX, culmina la política colonial de las potencias europeas. En 1900 el

90'4% de África, el 98'9% de Polinesia, el 56'6% de Asia, el 100% de Australia y el 27'2% de América

eran territorios pertenecientes a las potencias coloniales.

De esta manera, como decía Lenin, se había completado la incautación de todas las tierras no

ocupadas de nuestro planeta. Por primera vez el mundo estaba completamente repartido.

2.2. 1904-1914

La cuestión marroquí contribuye a enturbiar las relaciones franco-alemanas. Francia tiende a

conseguir la unidad de sus territorios en África del norte, y había firmado con Inglaterra, Italia y España,

acuerdos reconociendo sus derechos sobre Marruecos. Pero los industriales alemanes y los partidarios de

una política alemana a escala mundial (Weltpolitik) habían fijado su atención en Marruecos, especial-

mente por su riqueza minera. El viaje de Guillermo II a Tánger el 31 de marzo de 1905 permitía a los

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103

alemanes reabrir la cuestión marroquí y conduce a la reunión de la Conferencia Internacional de Algeci-

ras (enero-abril de 1906), que reconoce el libre comercio con Marruecos y limita a algunos puertos la

intervención militar francesa y española.

Los incidentes fueron numerosos hasta la crisis de Agadir de 1911. Pero terminan con la firma de

un acuerdo por el que Francia cede a Alemania dos franjas de territorio en el Camerún y el Congo Belga,

obteniendo a cambio libertad de acción en Marruecos. Esto permite a Francia firmar con el Sultán el Tra-

tado de Fez, que establece el protectorado en 1912.

Inglaterra y Rusia resuelven sus diferencias en 1907. Los dos países reconocen la integridad de

Persia, y cada uno se atribuye una zona de influencia. El Tíbet es evacuado por los ingleses y Afganistán

queda como zona de influencia británica.

Italia, aprovechando la debilidad del Imperio Turco, emprende una guerra en la que es apoyada

por Rusia, interesada en los Estrechos. El Tratado de Lausana, de octubre de 1912, confiere a los italia-

nos los territorios de Cirenaica y Tripolitania (actual Libia).

Hacia 1914 los imperios coloniales más importantes eran:

Países nº de superficie población Colonias (miles kms) (miles hab.) Metrópolis colonias metrópolis Colonias R.Unido 55 310 30.901 46.053 391.583

Francia 29 531 10.550 39.602 62.350

Alemania 10 536 3.158 64.926 13.075

Bélgica 1 28 2.335 7.571 15.000

Portugal 8 90 2.063 5.960 9.680

Holanda 8 33 1.957 6.102 37.410

Italia 4 285 1.516 35.239 1.396

3.- La administración de los territorios dependientes

Inicialmente los territorios son divididos en dos categorías, los protectorados, en los cuales debe

mantenerse el gobierno local y donde la potencia ocupante asegura solamente la protección y la represen-

tación en el extranjero, y las colonias, que carecen de gobierno propio, dependientes directamente de la

metrópoli.

Page 104: Historia Universal Comtemporanea

104

Las metrópolis latinas en general, impregnadas del espíritu de colonización romana, buscan la

asimilación o, cuando menos, la administración directa. Es el caso de Portugal, España e Italia. Francia

muestra una tendencia a crear un derecho colonial por el cual todos los territorios pertenecerían a las

categorías previamente establecidas. Las colonias forman parte de Francia, son dominio del Estado. Sus

habitantes son franceses, pero no ciudadanos. La legislación no es la misma, cada territorio aplica un

estatuto del indígena decidido por la metrópoli. Una ventaja del sistema francés será la reagrupación de

los territorios en federaciones, pues las grandes unidades permitían una redistribución de los recursos,

estableciendo una especia de compensación entre pobres y ricos.

La política de centralización colonial francesa fue criticada por algunos de los más destacados co-

lonizadores franceses, como Gallieni y Lyautay, partidarios de un gobierno local autónomo. Progresiva-

mente el colonialismo francés se fue orientando hacia la descentralización y la autonomía, primero en el

plano financiero, después en el administrativo, dejando al Gobernador o al residente una iniciativa ma-

yor, aprovechando la colaboración de los cuadros locales.

Los británicos, por lo general, prefieren la asociación. Han aprendido la lección de la indepen-

dencia americana y prefieren adoptar una solución empírica en cada caso. El Imperio comprende protec-

torados, dependientes del Ministerio de Asuntos Exteriores; bases, dependientes del Almirantazgo; y

colonias, que primero pertenecieron a compañías privadas y después pasaron a ser colonias de la Corona,

propiedad virtual del soberano. Las colonias, con población europea se han convertido en dominios autó-

nomos e independientes de hecho, aunque en derecho mantienen su dependencia de la metrópoli, espe-

cialmente en lo referente a la política exterior, en que cualquier decisión ha de ser supervisada por el

gobernador británico. Así nacen Canadá (1867); Australia (1900); Nueva Zelanda (1907); la Unión Sura-

fricana (1910). En caso de guerra los dominios mantienen su capacidad de decisión.

Las restantes colonias son dotadas de un estatuto constitucional garantizando los derechos del in-

dividuo y proporcionando al Gobernador un Consejo en el que figuran algunos representantes locales.

La India presenta un problema particular, primero en función de su dualidad: la India de los prín-

cipes, compuesta por 700 estados independientes y protegidos, y la India inglesa, donde las diferencias

lingüísticas, étnicas, religiosas, hacen más delicada la dominación inglesa, complicada después por el

nacimiento de una oposición nacional. Desde 1885 se reúne todos los años un Congreso, no reconocido

oficialmente, donde se enfrentan una tendencia moderada y otra radical que reivindica la autonomía y

predica la resistencia pasiva.

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105

4.- El papel económico de las colonias

Las colonias pueden clasificarse en dos categorías. Aquellas en las que la emigración europea era

posible, colonias de poblamiento, que corresponden sobre todo a los dominios británicos; y aquellas en

las que la implantación europea no podía realizarse más que bajo la forma de cuadros económicos o ad-

ministrativos, colonias de explotación o de encuadramiento. Estas fueron frecuentemente abandonadas a

las grandes compañías de colonización de carácter capitalista, que destruyeron los cultivos para explotar

las minas inmediatamente rentables. Es el método empleado por los ingleses en Nigeria y en Costa de

Oro, por los alemanes en África oriental, África del sureste y Camerún, por los belgas en el Congo, etc.

La importancia relativa de las colonias en la economía metropolitana es muy variable, según los

casos.

El Imperio francés, a pesar de su extensión, tiene una importancia económica muy relativa. La

pobreza en hombres de sus territorios, exceptuando el caso de Indochina, contrasta con la población de

las colonias inglesas: 62 millones de habitantes, de los que 17 corresponden a Indochina. Las vías de

comunicación son escasas, 12.000 kms. para una superficie de 10'5 millones de kms. cuadrados. Las

inversiones de capital son escasas, salvo en el caso de Indochina.

La rentabilidad resulta baja. Algunos cultivos nuevos han sido introducidos en África del Norte:

tabaco, lino, trigo y, sobre todo, en Argelia, el vino, cuya producción alcanza los 8 millones de hectoli-

tros y que es enviado a Francia en su práctica totalidad; el cacahuete de Senegal, el cacao de Costa de

Marfil, las bananas de Guinea, son productos que alcanzan una cierta importancia.

La pobreza de Francia en minerales le conduce a prestar atención preferente a este tipo de recur-

sos. La explotación se hace en función de las necesidades de la metrópoli, de la rápida rentabilidad de los

capitales invertidos, pero no se produce la industrialización de las colonias.

El Imperio británico es infinitamente más rico. En vísperas de la Gran Guerra su producción agrí-

cola y minera proporciona una idea de esta riqueza:

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% de la producción mundial

Productos agrícolas productos mineros

Yute 98 níquel 78

caña de azúcar 50 estaño 66

lana 34 oro 57

cacao 30 manganeso 36

algodón 28 zinc 14

té 27 plomo 11

trigo 18

tabaco 11

A pesar del sistema de libre cambio tradicional en Inglaterra, las colonias dependen de la metró-

poli en muchos aspectos: su comercio se realiza en navíos ingleses; el tráfico utiliza las escalas sobre las

que se funda la unidad del Imperio; el sistema bancario, del que depende todo el comercio mundial, se

encuentra en Londres; las monedas están ligadas a la libra, salvo en el caso del dólar canadiense.

La industrialización está más desarrollada en el Imperio británico que en el francés. La India,

Australia, África del Sur, explotan su carbón -el menos caro del mundo- para su propio consumo y el

avituallamiento de sus bases navales. La India trabaja la mitad de su algodón, y exporta parte de su pro-

ducción a las colonias indias establecidas en África. Australia fabrica su material ferroviario y su maqui-

naria agrícola. Canadá construye automóviles y posee una importante industria textil.

5.- Los resultados de la colonización

Los europeos introducen un tipo nuevo de sociedad con la certeza de su superioridad: ellos eran

los conquistadores, y hacían sentir a los indígenas su condición inferior. Los ingleses, como los holande-

ses y los belgas, raramente se mezclan con la población local; viven en sus clubes, algunas veces en las

ciudades o en los barrios construidos por ellos; practican una especie de paternalismo oficial, buscando

mejorar lentamente las condiciones de vida de los indígenas.

Desde el punto de vista sanitario, la introducción de los avances médicos, de los dispensarios,

produce el retroceso de las enfermedades endémicas y epidémicas. Una mejor alimentación, comunica-

ciones más rápidas, mejora en los sistemas de cultivo, son elementos que reducen las hambres. Estos

progresos, junto con la desaparición de las guerras tribales, provocan una expansión demográfica que

repercute en una intensificación de los problemas sociales.

Page 107: Historia Universal Comtemporanea

107

En los territorios británicos es donde mayor desarrollo alcanza la escolarización. En la India, 5

millones de niños son escolarizados en 1913, y 600.000 en las Indias holandesas. Por el contrario, en los

dominios franceses las tasas de escolarización son muy bajas, dependiendo de la acción de los misione-

ros, que crean siempre una iglesia, un dispensario y una escuela.

Gracias al comercio y a las profesiones liberales, comienza a formarse una élite nueva, cuyos

hijos son enviados a las universidades europeas. A la antigua jerarquía, fundada sobre la herencia o la

religión, tiende a sustituirla una nueva estratificación en base a la instrucción y a los recursos personales.

Es en esta burguesía naciente, que no puede acceder a los puestos elevados de la administración, donde

se desarrolla la oposición nacionalista.

Reparto del mundo, fortalecimiento del militarismo, del nacionalismo y del racismo blanco son

consecuencias evidentes del Imperialismo. Todas ellas generan una nueva división -esta vez internacio-

nal- del trabajo, una estructura económica internacional, caracterizada por los siguientes rasgos principa-

les:

1º.: La hegemonía del modo de producción capitalista a nivel mundial, con una dinámica de ex-

pansión interna que origina la destrucción de las diversas formaciones sociales precapitalistas articuladas

en torno a modos de producción no capitalistas..

2º.: La constitución de un sistema de formaciones sociales capitalistas, estructurado en dos polos:

el centro, con un alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, que ejerce su dominación sobre la

periferia, integrada por países dependientes estructuralmente de los primeros.

3º.: En el centro, el capitalismo monopolista es el dominante, como negación superadora del ca-

pitalismo concurrencial. Se han sentado ya las bases, por otra parte, para la superación del estricto marco

nacional, planteándose el campo de acción del capital a escala internacional. Las relaciones de produc-

ción actúan a nivel internacional, conformando lo que se denomina la economía mundial. Sin embargo,

la superestructura política, ideológica, jurídica, etc., continúa siendo fundamentalmente nacional. Es aquí

donde se plantea la contradicción entre la internacionalización del capital y la pervivencia de los estados-

nación.

4º.: En la periferia se produce un proceso progresivo de introducción de los mecanismos del mo-

do de producción capitalista y se incorpora al sistema capitalista como parte estructuralmente dependien-

te. Los modos de producción precapitalista van siendo destruidos y, en su lugar, se ha instalado un capi-

talismo deformado y dependiente que crea unas formaciones sociales desarticuladas internamente, basa-

das en el desarrollo extrovertido, en la inversión extranjera y en el comercio exterior.

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108

6.- Consecuencias estratégicas: las relaciones internacionales

Pero esta división internacional del trabajo, generada con la expansión de Europa en ultramar,

produjo rivalidades imperialistas entre las grandes potencias y difundió la idea de que el equilibrio de

poder había de considerarse como una cuestión mundial, y no solamente limitada a Europa.

Concluido el reparto del mundo, faltaba solamente que tal reparto se correspondiera con la rela-

ción de fuerzas entre las diversas potencias capitalistas. Cuando esa correspondencia quedó rota, estalla-

ron abiertamente los conflictos, la guerra, cuyo resultado tenía que ser un nuevo reparto del mundo.

En efecto, el movimiento imperialista afectó directamente de tres maneras a las relaciones entre

los estados europeos en los años anteriores a 1914, y contribuyó a crear la atmósfera que hizo posible la

guerra.

1º.: Los acuerdos específicos sobre cuestiones coloniales particulares llevaron a menudo a una

entente más general, como fue el caso del arreglo de las disputas coloniales entre Gran Bretaña, Francia

y Rusia.

2º.: Así, las alineaciones internacionales creadas en torno a cuestiones coloniales chocaron a me-

nudo con el esquema de relaciones internacionales surgido en Europa durante los años posteriores a la

guerra franco-prusiana.

3º.: Las rivalidades coloniales y la consiguiente carrera de armamentos afectaron toda la vida in-

ternacional, estimulando doctrinas racistas y dando apoyo, o al menos así parecía, a las toscas teorías

evolucionistas que interpretaban las relaciones internacionales en términos de la lucha por la superviven-

cia que, como entonces se admitía ampliamente, gobernaba el mundo de la naturaleza.

7.- Consecuencias sociales y políticas del imperialismo en los países colonialistas.

7.1. sociales

Los cambios operados en la economía trajeron aparejadas transformaciones importantes en las

estructuras sociales de los países colonizadores:

a) La nobleza terrateniente mantiene su importancia solo en Europa central y oriental, paí-

ses menos evolucionados. En los países de Europa occidental se produce una pérdida progresiva de im-

portancia económica, incluso de su influencia en el medio rural. A pesar de todo, su puesto social perma-

nece poco alterado.

b) La gran burguesía de los negocios, formada por banqueros e industriales, es la verdade-

ra clase dirigente. Disponía de un enorme poder económico y también político. De ella saldría la oligar-

quía financiera que ejerce su imperio sobre todos los aspectos de la vida social, creando una nueva forma

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de ideología dominante. Logra cambiar a su favor la legislación, la práctica política, la económica, la

ideología dominante, etc. del capitalismo.

c) La mediana burguesía -compuesta por las profesiones liberales- permanece estable. La

pequeña burguesía se desarrolló mucho en número e influencia. Representa además la base de los regí-

menes democráticos.

d) Los obreros, cada vez más numerosos, modifican y mejoran su condición con el desa-

rrollo del consumo, el progreso de la asistencia, el alza de los salarios a fines de siglo, la jornada laboral

más corta y la mejora en la alimentación y el alojamiento. El imperialismo brinda la posibilidad econó-

mica de sobornar a las capas superiores del proletariado (la aristocracia obrera), fomenta el revisionismo

y el sindicalismo conformista.

Sin embargo, moralmente la condición del obrero se agrava. Al trabajo artesanal, en el cual el

obrero formado por el maestro trabajaba con él, sucede el trabajo en cadena, haciendo del obrero un ser-

vidor de la máquina.

Agrupados en amplios talleres, habitando barrios diferenciados, los obreros pierden el contacto

humano con sus patronos. El proletariado toma conciencia de su situación inferior, de su condición de

clase, de tal manera que, a pesar de la mejora de las condiciones materiales, asistimos al reverdecimiento

de los conflictos sociales, a la propaganda socialista, a las organizaciones sindicales.

7.2 políticas

De 1815 a 1870 la vida política europea había estado caracterizada por la agitación liberal a favor

de gobiernos constitucionales, de asambleas representativas, de ministerios responsables y de garantías

de libertad individuales.

De 1871 a 1914, incluso donde estos objetivos liberales no habían sido plenamente alcanzados, el

hecho más notable es la institucionalización del sufragio universal masculino. Esto trajo consigo, ade-

más, la creación de partidos políticos de masas y la necesidad de líderes políticos que fuesen capaces de

atraer a un amplio electorado.

Pero esto, que puede ser considerado como un avance, se vio neutralizado por una serie de ten-

dencias hacia el fortalecimiento del Estado. En efecto, si se concedió el sufragio universal, las funciones

de las cámaras representativas tendieron a disminuir en beneficio del fortalecimiento del poder ejecutivo.

Así, la oligarquía financiera necesitaba ahora de aparatos de dominación más ágiles y eficaces

para llevar a cabo su política imperialista, y esto debe hacerse a través del sacrificio del principio clásico

de la división de poderes, asumiendo el ejecutivo cada vez más competencias como pueden ser las inicia-

tivas parlamentarias, la asunción de funciones contenciosas, la autonomía progresiva del ejército y la

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policía (tendencias militaristas), el desarrollo de los servicios secretos (ampliación de lo secreto por "ra-

zón de Estado"; diplomacia secreta) y el desarrollo de los aparatos ideológicos del Estado (papel central

de la ideología para procurar el consenso -escuelas, medios de comunicación, etc.-, persiguiendo la neu-

tralización del sufragio universal).