Historia del movimiento obrero español Tuñon de Lara

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    HHIISSTTOORRIIAA DDEELL MMOOVVIIMMIIEENNTTOOOOBBRREERROO EESSPPAAOOLL

    MM.. NNeezz ddee AArreennaaMM.. TTuunn ddee LLaarraa

    Edicin:Nova Terra, Barcelona 1979.Lengua: Castellano.Digitalizacin: Koba.Distribucin: Lluita Comunista. (Partit Comunista del Poble de Catalunya)

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    ndice

    Prlogo ......................................................................1Introduccin ...............................................................2PRIMERA PARTE. DESDE LOS GREMIOSHASTA EL SIGLO XX ............................................61. La vida de los gremios ...........................................6

    El siglo XIX. Perodo 1808-1854 ..............................9Situacin econmica y social de Espaa en el periodo1834-1868 ................................................................112. La vida moderna ..................................................19Socialismo fourierista y primeros conflictos ...........193. La internacional ...................................................384. Los partidos .........................................................57Perodo 1900-1914 ..................................................67Esquema socio-econmico del perodo 1875 -1900 68SEGUNDA PARTE. DE 1900 HASTA EL FIN DELA SEGUNDA REPBLICA .................................725. La situacin econmica y social en Espaa de

    1900 a 1913 .............................................................72El anarcosindicalismo ..............................................77La Semana Trgica ..................................................77La conjuncin republicano-socialista ......................79La Confederacin Nacional del Trabajo ..................81Los movimientos catlicos ......................................82Los patronos ............................................................82Legislacin social ....................................................826. La conmocin econmica de 1914-1918 y la crisisde la postguerra ........................................................83El movimiento obrero ante la guerra, el alza de

    precios y el descenso de los salarios reales: 1914-1917 .........................................................................86La huelga de agosto de 1917 ...................................89El campo andaluz.....................................................93La CNT ....................................................................93Partido Socialista .....................................................93La huelga de La Canadiense y la situacin enBarcelona .................................................................94Otra vez Andaluca ..................................................95Situacin crtica .......................................................96Los congresos de la CNT y del PSOE .....................977. La cuestin de la tercera internacional ................98

    El partido socialista y la Tercera Internacional. Elprimer partido comunista .........................................99Nuevo panorama del movimiento obrero ..............101La CNT ..................................................................102Annual y el verano de 1922 ...................................102Fusin de los dos partidos comunistas...................1038. De la dictadura a la segunda repblica ..............105La relativa estabilizacin econmica de 1923-1929...............................................................................105Las organizaciones obreras durante la dictadura ...107Hacia la Repblica .................................................109El movimiento obrero durante la Segunda Repblica

    ...............................................................................113Bibliografa seleccionada ......................................120

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    HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO ESPAOL

    PrlogoDon Manuel Nez de Arenas y de la Escosura

    naci en Madrid el primero de abril de 1866 y murien Pars el 9 de septiembre de 1951.

    Biznieto del poeta Jos de Espronceda, contaba,adems, Nez de Arenas entre sus antepasados

    inmediatos y parientes varios personajes quedesempearon un papel importante en la vida polticay literaria de la Espaa del siglo XIX: Patricio de laEscosura, acadmico, militar, periodista, poeta,novelista y dramaturgo, corifeo de partido -oramoderado oro progresista-; Narciso de la Escosura,hermano del anterior, funcionario de Hacienda yautor de algunas obras de teatro, yerno pstumo deEspronceda, con cuya hija Blanca se cas; Jos

    Nez de Arenas, gran figura de la emigracinliberal durante la ominosa dcada, matemtico yfundador, con La Gasea y Mendibil, del AteneoEspaol de Londres, en 1828; el nieto del anterior,Bernardino Nez de Arenas, diputado a Cortes,intendente de la provincia de vila, escritor, que fue,en 1834, en compaa de Ros de Olano, Ventura dela Vega y Espronceda, uno de los fundadores del

    peridico El Siglo, rgano de la joven oposicinliberal y romntica, suprimido por real orden. En fin,la familia de don Manuel estaba aliada con la de losMartos, algunos de cuyos miembros se dieron aconocer en la magistratura espaola del siglo XIX.

    Curs Nez de Arenas estudios superiores en la

    Universidad Central, en la de Burdeos y en la deLausana. Sus ideas liberales hicieron de l unardiente aliadfilo durante la guerra de 1914-1918, ymuy pronto particip activamente en la vida polticaespaola, afilindose al Partido Socialista. Colaboren el peridicoEl Socialista, en la revista Espaa, dela que fue redactor. En 1921 fue uno de losfundadores del Partido Comunista Espaol y creadordel peridico La Internacional. Hombre de granrectitud, Nez de Arenas supo asumir siempre laresponsabilidad de sus opiniones, y as le vemosencarcelado con motivo de las huelgas de 1917, en

    Bilbao, luego en Madrid despus del asesinato delpresidente Dato en 1921, para refugiarse en 1923 enFrancia, a raz del golpe de Estado de Primo deRivera, en donde permaneci hasta la proclamacin

    de la Segunda Repblica. De regreso a su patria fuenombrado catedrtico de francs y luego inspector desegunda enseanza, en reconocimiento a sus dotes

    pedaggicas acreditadas al fundar la Escuela Nueva,destinada a fomentar una autntica cultura popular.En 1939, al terminar la guerra civil, Nez de Arenas

    volvi a Francia, donde ejerci el profesorado otravez en Pars y en la Facultad de Letras de Burdeos, ydesde 1949 nuevamente en Pars, en la EcoleNormale Suprieure de Saint-Cloud. En 1942 y1943, detenido por la polica del ejrcito alemn deocupacin, pas algn tiempo en la crcel de LaSant y de Fresnes.

    Don Manuel, incansable investigador, se dediccon especial inters a la historia social, poltica,artstica y literaria de Espaa desde la poca de laRevolucin Francesa hasta el romanticismo. En 1924

    public su tesis doctoral, Don Ramn de la Sagra,reformador social, en la Revue Hispanique, deGeorges Cirot, de quien fue discpulo y amigo.Public asimismo numerosos artculos en el Boletnde la Biblioteca Menndez y Pelayo, en laRevista dela Biblioteca, Archivo y Museo, en La Voz, en elBoletn de la Real Academia de la Historia, enAnnales de la Rvolution Francaise, y otras revistasen cuyas pginas dio a conocer, con su acostumbradorigor cientfico y su ejemplar escrupulosidad, elresultado de sus pacientes bsquedas en archivos y

    bibliotecas de Francia y Espaa. Sus estudios sobre

    Teresa Cabarrs, Goya, la expedicin de Vera en1830, los impresos espaoles en Burdeos hasta 1850,la bibliografa espaola de Walter Scott yChateaubriand, o los documentos que revel sobrelos espaoles en Francia de 1833 a 1879, forman unconjunto imprescindible a los estudiosos de aquellapoca1.

    En 1916, entre otras traducciones de obrasfrancesas de filosofa y economa, don Manuel dio aluz en Madrid la del libro de Georges Renard sobre la

    1 Treinta y siete de sus estudios y artculos sobre temashistricos y literarios fueron editados hace tres aos bajoel ttulo L'Espagne des Lumieres au Romantisme,Etudes runies par Robert Marrast, Pars, Centre deRecherches de I'Institut d'Etudes Hispaniques, 1963, in8., 437 pginas.

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    historia de los sindicatos. Aadi un apndice,modestamente titulado Notas sobre el movimientoobrero espaol, que constaba de unas cientocincuenta pginas, y era el primer estudio deconjunto de la cuestin, que abarcaba desde la pocade los primeros gremios hasta principios del sigloXIX. Posteriormente, Nez de Arenas iba reuniendo

    ms datos con la intencin de ampliar sus notas, perodesgraciadamente le falt el tiempo para llevar acabo su proyecto.

    La historia econmica de Esparza se hadesarrollado, sobre todo en los ltimos aos, bajo elimpulso del malogrado profesor Jaime Vicens Vives,cuyos discpulos continan su valiosa labor. Sinembargo, todava no se ha realizado ningn estudiode conjunto sobre las asociaciones y movimientos detrabajadores en Espaa, debido a lo cual el ensayo dedon Manuel conserva todo su valor. Pero hoy da estagotada, desde hace mucho tiempo, la edicin de

    1916. Por otra parte, desde esa fecha se hanregistrado acontecimientos de gran importancia, enEspaa y en el mundo, que han tenido su repercusinen las clases obreras. Era, pues, imprescindiblecompletar y poner al da el trabajo de Nez deArenas para ofrecerlo nuevamente al lector. De estatarea se ha encargado Manuel Tun de Lara,reconocido especialista de la actual historiaeconmica espaola.

    Manuel Tun de Lara, nacido en Madrid en1915, se licenci en aquella Universidad y en 1947obtuvo el diploma de Estudios Superiores deDerecho constitucional en la Facultad de Pars, ascomo el de ciencias histrico-econmicas de la Ecoledes Hautes Etudes, de la Sorbonne. Actualmente,Tun ensea historia de Espaa en la Facultad deLetras y Ciencias Humanas de Pau, prepara unestudio sobre el problema del poder poltico en laguerra civil espaola y colabora en varios peridicosy revistas de Europa y Latinoamrica, especialmenteen Esprit, Freres du Monde y CuadernosAmericanos. Tun es autor de varios libros: FromIncas to Indios (1956), Espagne (en la coleccin

    Petit Plante de la editorial Le Seuil, encolaboracin con Dominique Aubier, Pars, 1956),Antonio Machado (Pars, Seghers, 1960, coleccinPotes d'aujourd'hui). La Espaa del siglo XIX(Pars, Club del Libro Espaol, 1960), Panorama dela economa espaola (Pars, Librera Espaola,1962), Variaciones del nivel de vida en Espaa(Madrid, Ed. Pennsula, 1965), una versin castellanade la Historia de Espaa de Pierre Vilar (Pars,Librairie des Editions Espagnoles, 1960); ha sidogalardonado con el Premio Nova Terra, por la partesuya del presente libro publicada en cataln con el

    ttulo de Introducci a la historia del movimentobrero. Ms recientemente ha publicado La Espaadel siglo XX (Pars, Club del Libro Espaol, 1966),continuacin de su libro anteriormente citado

    Antonio Machado, poeta del pueblo (Barcelona,Nova Terra, 1967) y Historia y realidad del poder(Madrid, Edicusa, 1967).

    Pocos, como Manuel Tun de Lara, podanllevar a cabo la difcil tarea de continuar el estudioemprendido por don Manuel Nez de Arenas, dequien fue amigo y discpulo predilecto. Sirva el

    presente libro de homenaje a la memoria del granerudito y pulcro investigador.

    ROBERT MARRAST

    IntroduccinLo que se ha dado en llamar movimiento obrero

    es, en verdad, una superestructura de la divisin de lasociedad en clases. En un momento dado, cuando se

    produce el divorcio entre el trabajador y losinstrumentos de produccin, aqul no tiene ms quesu fuerza de trabajo que tiene que vender al

    propietario de los medios de produccin, llamado

    capitalista. Ese hombre que vende su fuerza detrabajo por un salario y al que ya no pertenecern los

    bienes por l producidos, es el obrero en el estrictosentido de la palabra. Este fenmeno se produce demodos diversos y a travs de movimientos histricoscomplicados: la acumulacin primitiva del capital, eldesposeimiento de campesinos de tierras quelaboraban, el paso del taller artesano a la granmanufactura, etc. Al cabo del proceso histrico enque se van separando trabajador e instrumentos de

    produccin, aparece con perfil definido la claseobrera. El desarrollo de las fuerzas de produccin, los

    progresos cientficos y tcnicos, el comercio colonialen gran escala, etc., han constituido el motor

    propulsor de esa transformacin.Se es obrero o se pertenece a la clase obrera por

    razones objetivas independientes de la voluntad delsujeto, incluso sin que ste tenga conciencia de esefenmeno. As hay un primer perodo en que vaapareciendo la clase obrera sin que existamovimiento obrero; ste es necesariamente unfenmeno posterior que se produce cuando tienelugar el despertar de la conciencia de clase: el obrero

    adquiere conciencia de su condicin social, lo quelleva implcita la exigencia de actuar solidariamentecon los otros obreros, habida cuenta de que la

    produccin es un fenmeno social y no individual.Surge entonces la accin unida de obreros agrupados

    por su pertenencia al mismo taller o fbrica, o almismo oficio, o a la misma localidad, etc. Hay un

    primer momento en que la accin unida no suponetodava la idea de asociacin: ya hay huelgas enEspaa en el siglo XVIII, pero la asociacin deobreros no aparecer hasta bien entrado el siglo XIX.Un acto de rebelda (por ejemplo, la quema de una

    fbrica de Barcelona) precede tambin, naturalmente,al acto reflexivo y continuado de la asociacin. Todoacto en que el obrero interviene en calidad de tal,aunque sea espordico, ya constituye un ejemplo de

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    movimiento obrero; sin embargo, se entiende mscomnmente por ste la asociacin de obreros confines profesionales -sindicales- y tambin polticos,

    pero condicionada o matizada por su naturalezaobrera: partidos polticos obreros, o llamados as.

    El estudio del movimiento obrero, que comprendeel de todas esas asociaciones, uniones permanentes o

    momentneas, partidos, etc., as como susactividades, decisiones y -vida de relacin- seextiende, naturalmente, a los obreros agrcolas, yasean stos peones, jornaleros, trabajadores fijos oeventuales, etc. En los tiempos modernos seconsideran dentro del movimiento obrero (aunque en

    puridad se trate de trabajadores asalariados, pero node obreros) los mismos hechos y fenmenos relativosa empleados (Banca, Comercio y otros servicios), lamayor parte de los funcionarios, etc. Todos ellos seintegran dentro de lo que se llama hoy el conjuntosalarial, y vende su fuerza de trabajo mediante la

    realizacin de servicios a cambio de un salario (enestos casos se le suele llamar sueldo). En nuestrosdas, todos esos trabajadores tienen susorganizaciones sindicales, que se articulan o seintegran dentro de las ms vastas federaciones que,en su conjunto, constituyen el llamado movimientoobrero.

    Como hemos apuntado, el movimiento obreroreviste, por lo general, formas orgnicas; ello suponela existencia de una morfologa del mismo. Pero seragrave error no estudiar esas formas orgnicas en una

    perspectiva dinmica, esto es en movimiento, enaccin. Para decirlo de modo ms preciso, no bastacon estudiar las formas de agrupacin de la claseobrera o del conjunto salarial, sino que es precisoconocer su vida, su accin: asambleas y congresos,decisiones importantes de sus rganos directivos,

    prensa, diversas manifestaciones de propaganda,huelgas, acciones frente al Poder o de participacinen el Poder; todo ello forma parte de la historia delmovimiento obrero. Por el contrario, hay quedeslindar de nuestro objeto de trabajo el estudio delas ideas -polticas, econmicas, filosficas- que

    inciden en el movimiento obrero. Sin duda, podemosy debemos mencionarlas en este o aquel momento dela historia, pero en modo alguno entregarnos a unaexposicin sistemtica de las mismas.

    El movimiento obrero es una realidad que se basaen el hecho de la existencia de la clase obrera dentrode la poblacin activa, as como de otras capassociales que forman parte tambin de la poblacinasalariada. Como parte del hecho de la agrupacin delos hombres por razones del movimiento obrero no

    puede suponerse separada del conocimiento de laproduccin, de algunos aspectos de la circulacin,

    del estado econmico, en suma, del pas, en unmismo perodo de tiempo. Fenmenos econmicoscomo la relacin entre salarios y precios, el nivel devida, la distribucin de la renta nacional, etc., son

    esenciales para la comprensin del movimientoobrero.

    De lo dicho se desprende que solamente puedehablarse de historia del movimiento obrero cuando elgnero de produccin capitalista -que es el que creala clase obrera- se ha desarrollado en un pas.Aplicando esta nocin a Espaa se comprende que el

    fenmeno slo puede darse en la segunda mitad delsiglo XVIII, sobre todo para Catalua. Y hay quellegar al segundo tercio del siglo XIX para que elhecho tenga peso en la vida del pas.

    El siglo XVI fue decisivo para el porvenir deEspaa durante varias centurias. El Estado moderno,creado por los Reyes Catlicos, tenda atransformarse en potencia hegemnica en Europa, yen la primera de carcter colonial de los tiemposmodernos, en los tiempos de Carlos I y Felipe II.Pero aun durante el reinado de este ltimo, a fines delsiglo, resulta evidente que el proyecto imperial de

    la monarqua espaola no pudo vencer en Europa eldesarrollo de los Estados nacionales. En cuanto a lavasta empresa colonial derivada del descubrimientode Amrica, llevaba en s al mismo tiempo el apogeoy los grmenes de su decadencia, una serie decontradicciones internas que haban de convertiraquella colonizacin en una especie de regaloenvenenado de la historia para Espaa. Lacolonizacin fue de hecho el centro de gravedad de la

    poltica y la economa espaolas durante ms de dossiglos. Pero, realizada por una sociedad en la quedominaban los rasgos feudales, por un Estado en

    poder de unas clases feudales, por unos hombres quevivan an en el marco de las categoras ideolgicasde la Edad Media, iba a constituir, a la larga, unfracaso para Espaa, o ms exactamente, para susclases dominantes.

    Pierre Vilar ha sealado certeramente esefenmeno, explicando que se trataba de la crisis delimperialismo espaol en cuanto tena de feudal.La conquista se convirti en un asunto de loshidalgos de Extremadura, de los ganaderos de laMesta, de los administradores sevillanos. Como no

    exista mentalidad capitalista ni una clase burguesacon sentido empresarial y fuerza suficientes, losbeneficios obtenidos no se invirtieron sino que sedespilfarraron.

    El siglo XVI contempl un ascenso demogrficoque se troc en un descenso en las postrimeras delmismo, o sea, algo ms de once millones dehabitantes en 1600. Hacia Amrica no debieron irmucho ms de 200.000 individuos, aunque todos

    pertenecientes a la poblacin activa.Espaa era un pas agrario, pero con la primaca

    de los grandes seores ganaderos, agrupados en la

    Mesta, a costa de la agricultura. Espaa tuvo unaeconoma en que predominaba el pastoreo, ocupacinque exige muy poca mano de obra. La poltica deaventuras europeas llevada a cabo por la dinasta de

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    los Austrias cuadr bien con esta estructura: tenasoldados para sus tercios, subsidios a cambio de los

    privilegios que otorgaba a la Mesta, y prstamos delos grandes negociantes centroeuropeos o de lasrepblicas italianas, a las cuales esta polticaeconmica favoreca su penetracin en la Pennsula.

    No obstante, los rebaos de la Mesta disminuyeron

    en proporcin alarmante durante la segunda mitaddel siglo, probablemente a causa de la coyuntura dealza que obstaculiz las exportaciones de lana.

    La nobleza posea la mayor parte del suelo,seguida de la Iglesia. Los derechos feudales, aunquesin desaparecer enteramente, se vean completados osustituidos por el sistema de arrendamientos,mientras que en el sur de Espaa las grandesexplotaciones de olivos y vid propiciaban ellatifundio explotado directamente por el seor,empezando as la retribucin por salario o jornal,aunque generalmente pagado en especies y no en

    dinero.En la segunda mitad del siglo, la produccin

    agraria decreci y el rea de cultivo se redujo,coincidiendo con un fenmeno de absentismo de lamano de obra en el campo (Vicens Vives estimabaque una tercera parte de las tierras de labor dej decultivarse). La tasacin del precio del trigo, a partirde 1539, agrav considerablemente la situacin de la

    produccin agrcola.Un fenmeno interesante, que a nosotros nos

    cumple tan slo resear, es que el desarrollo de unaburguesa industrial que marchaba por buena va acomienzos del siglo XVI -por consiguiente, sinrelacin con la colonizacin americana- se quebr afines del siglo. La coyuntura inflacionista a partir de1560 dio al traste, principalmente, con las empresascastellanas y andaluzas. La periferia parece ser quesufri menos las consecuencias de la situacin, sobretodo Catalua, que tena una burguesa msdesarrollada y se centraba principalmente en laeconoma comercial del Mediterrneo.

    La industria textil lanera adquiri importancia -pese a la poltica econmica orientada a la

    exportacin de la lana en bruto- en Segovia, Toledo,Cuenca y Crdoba; la sedera de Toledo, Granada yValencia, y eran tambin importantes las industriasde curtidos. De la minera slo se extraa hierro deVizcaya, donde tambin prosperaban las forjas.

    El comercio se polariza en Bilbao y Sevilla; elprivilegio del puerto de sta para la navegacin conAmrica cobr con el tiempo una importanciadecisiva para mantener la primaca de esta plazacomercial frente a la competicin creciente del

    puerto de Cdiz.En suma, aquella sociedad de hombres del campo

    que vivan pobremente, de unas decenas de millaresde artesanos en las ciudades, tena un bajo porcentajede poblacin activa y un exceso de mano de obra quese traduca en emigracin hacia la aventura colonial,

    alistamiento en los tercios, engrosamiento de lascohortes de pcaros, vagabundos, mendigos ydems aficionados a sustentarse de la sopa boba delos conventos o de cualquier expediente azaroso yajeno a la produccin. La nobleza terrateniente, losgrandes comerciantes de la periferia (escasos, bien esverdad) y el alto clero obtenan rentas cuantiossimas.

    El resto de los espaoles viva miserablemente,incluso esa pequea nobleza de los hidalgos rurales,de la cual es un ejemplo la figura de Don Quijote. Ladisminucin de cosechas, el alza extraordinaria de los

    precios en la segunda mitad del siglo aumentaron lamiseria general.

    En esta estructura social se desarrollaron -comosubraya Nez de Arenas- los gremios con singularexuberancia. En Burgos, Toledo, Zaragoza,Barcelona, etc., florecan gremios de oficios quehasta entonces no haban plasmado en esta forma deasociacin, sobre todo en relacin con el incremento

    de la primera mitad del siglo, crendose tambin enciudades menos importantes. Sabido es que elordenancismo gremial tuvo un carcter defensivo y,con ese fin, limitativo de la produccin, a la que pusonumerosas trabas. La depresin iniciada a fines delsiglo se agrav en el siguiente y aument esosreflejos defensivos, al mismo tiempo que despert lahostilidad antigremial entre los ncleos sociales querepresentaban a la burguesa incipiente, partidaria deun desarrollo econmico sin trabas.

    La subida astronmica de los precios en un pasque no supo capitalizar la afluencia de metales

    preciosos, sino que frustr una eventual revolucinburguesa, afirmando en cambio las estructuras y lamentalidad de la aristocracia medieval, incidigravemente en el nivel de vida y en la falta detrabajo. El hambre se hizo endmica en vastossectores sociales y, por ltimo, la peste fue unacalamidad nacional.

    El caos econmico y la pobreza alcanzaron sugrado mximo en el siglo XVII, en paradjicocontraste con la posesin del primer imperio colonialexistente. El descenso demogrfico fue aterrador.

    Aunque faltan datos precisos, se calcula en slo seismillones la poblacin que tena Espaa en 1700. Paratratar de explicarse este fenmeno hay que tener encuenta, adems de las pestes de 1600 y de lacreciente miseria, la expulsin de los moriscos en1609. Hubo territorios, como el reino de Valencia,que perdieron con la expulsin el 34 por ciento desus habitantes, porcentaje todava superior si secalcula sobre la poblacin activa. En total, laexpulsin de los moriscos supuso una hemorragiademogrfica de casi medio milln de personas.Supuso la cada de la agricultura intensiva

    mediterrnea, problema que vino a sumarse al de lafalta de brazos en otras regiones. Adase que lacrisis ganadera fue en aumento y coloc a la Mestaen grave situacin, mientras las empresas industriales

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    castellanas eran prcticamente liquidadas a mediadosde siglo: ciudades que haban conocido ciertoflorecimiento econmico, como Toledo y Segovia,quedaron literalmente diezmadas.

    Tarea difcil es describir en pocas lneas lacatstrofe econmica del siglo XVII. Hacia 1630 se

    produjo una cada vertical de las importaciones de

    metales americanos y el Estado espaol lleg alextremo de declararse insolvente en varias ocasiones.Los precios suban, las subsistencias faltaban en un

    pas donde pululaban los pcaros, mendigos,aventureros e hidalgos ociosos imbuidos de laideologa aristocrtica que consideraba el trabajocomo un deshonor. Hasta el comercio exterior estabade hecho en manos extranjeras: primero la LigaHansetica y, despus de la paz de Westfalia (1648),los holandeses. Aunque Espaa estuviese en pugnacon esos pases, as como con Inglaterra, eran

    precisamente los nicos que tenan una verdadera

    industria de productos necesarios a las coloniasespaolas.

    Slo los conventos e iglesias -dice Altamirahablando de aquella poca- y algunos nobles gozabande bienestar. Los primeros, por las muchsimas

    propiedades que haban ido acumulando a su favor yque permanecan amortizadas (fuera del comercio);los segundos, por los mayorazgos, o sea, la

    perpetuacin de las propiedades de la familia, quetampoco se podan vender, en manos de uno solo delos hijos, el primognito por lo comn.

    Sin embargo, a fines del siglo XVII, se registraronsignos de un renacer econmico en la periferiacatalano-levantina, territorios que, excluidos de los

    beneficios de la colonizacin americana de gneromedieval, haban visto desarrollarse una burguesaautctona comercial e industrial. Los primeros pasosde la moderna empresa textil catalana se dieron enesa poca, y Barcelona era la nica plaza comercialque vea aumentar las transacciones en el transcursodel siglo.

    El siglo XVIII se seal por un neto resurgir delos factores materiales que transformaron la vida

    espaola; signific el primer esfuerzo serio demodernizacin de Espaa y traz los primerosjalones de una coyuntura prerrevolucionaria que msadelante haba de quebrarse.

    El primer fenmeno impresionante fue el ascensodemogrfico. Jernimo de Ustriz estim en 1724,

    partiendo de datos de ocho o diez aos antes, que lapoblacin aproximada de Espaa era de sietemillones y medio de habitantes. En fechas posteriores

    poseemos los censos del conde de Aranda (1768), delconde de Floridablanca (1787) y de Godoy (1797),que arrojan, respectivamente, un total de 9.300.000,

    10.400.000 y 10.500.000 habitantes. Pero es msinteresante saber cmo se reparta el aumento de

    poblacin: sta duplic en Aragn, Asturias, Galicia,Andaluca, Murcia y Pas Vasco, pero triplic en

    Valencia y Catalua. Pese a que la poblacin urbanaconstitua una mnima parte del total, convienesealar la formacin de algunos ncleos importantes,en primer lugar las ciudades de Madrid y Barcelona,que contaban, respectivamente, a fines del sigloXVIII, con 167.000 y 150.000 habitantes. Lasseguan en orden Sevilla, Valencia, Granada y Cdiz.

    Como puede fcilmente colegirse, la regin que nologr detener la cada fue la constituida por las dosCastillas: la diferencia entre periferia y promontoriocentral de ambas mesetas se acus cada vez ms conmayor rigor y acarre uno de los ms violentosdesequilibrios de la economa espaola.

    Valindose, con toda clase de reservas, de loscensos de fines del siglo, cuya tosquedad es evidente,

    puede estimarse que la poblacin activa era el 25 porciento del total, de ellos 1.800.000 formada porlabradores y jornaleros de la tierra, y 310.000 porfabricantes y artesanos, clasificaciones sin duda

    heterogneas y confusas, pues en ellas se mezclanpropietarios de medios de produccin y trabajadoresobligados a vender su fuerza de trabajo. Entre la

    poblacin inactiva se contaban unos 470.000 nobles -menos, no obstante, que a primeros del siglo- y170.000 miembros del clero.

    El censo de 1787 estableci unas distincionesentre la poblacin activa agraria de bastante inters, asaber: 364.000 propietarios que labraban por smismos la tierra, 507.000 arrendatarios y 800.000

    jornaleros, estos ltimos predominando en el Sur,zona donde ms abundaban los latifundios.

    Rasgo fundamental de la poca fue el desarrollodel comercio en los ncleos de la periferia: Cdiz(que perdi el monopolio en 1778), Barcelona,Valencia, pero tambin las plazas del Norte, comoBilbao y Gijn. Aqul fue el momento en que la

    burguesa tuvo conciencia de la explotacin colonialen sentido econmico. En efecto, se formaronentonces las grandes compaas coloniales decomercio, comenzando por la Real CompaaGuipuzcoana de Caracas (1728). La dominacin delos mercados coloniales era ya un hecho de primer

    inters que estimulaba el desarrollo industrial y que,sin duda alguna, figura en primer trmino en elproceso de acumulacin primitiva de capital que tuvolugar por aquella poca en Espaa. La aparicin enCatalua de la industria textil algodonera estantimamente relacionada con esos fenmenos, ascomo en el progreso tcnico. Tras la burguesacomercial apareci la industrial, cuyo smbolo msacusado fue tal vez la Compaa de Hilados deAlgodn, creada en 1772 por los fabricantes deindiana en Barcelona. Importa saber que laindustria textil algodonera no estuvo integrada en

    gremios, sino que sus obreros fueron ya reclutadospor el sistema moderno de mercado libre detrabajo.

    Otro aspecto digno de mencionar es la

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    M. Nez de ArenaM. Tun de Lara6

    explotacin de la hulla asturiana desde 1792 y lainstalacin en Trubia, dos aos despus, de los

    primeros hornos de coque metalrgico. En cuanto ala produccin de hierro era, a fines de siglo, de45.786 toneladas de mineral y 15.265 de hierro; en elramo de beneficio trabajaban 13.410 obreros, de loscuales 9.642 en ferreras de Vizcaya.

    Los Borbones, que reinaban en Espaa desde eldespuntar del siglo, impulsaron la creacin demanufacturas del Estado que, por lo general, nodieron resultados satisfactorios, excepto en lametalurgia, donde el desarrollo se bas en lademanda oficial de armamentos y de pertrechosnavales. Con todo, unas y otras manufacturas dieronlugar a la concentracin de la incipiente clase obreraen empresas.

    Las industrias tradicionales tropezaban con elfreno de los gremios para su desarrollo y su

    produccin segua teniendo preponderantemente un

    carcter artesano: as vemos que la textil sederacontaba con 8.800 maestros y 5.200 obreros; lalanera, con 35.000 maestros y 21.000 obreros; lacarpintera, con 25.000 maestros y 5.000 obreros...En el seno de estas empresas se produjo ya laescisin entre el maestro, empresario en cierne, y elobrero, sin esperanzas ya de convertirse en

    propietario de los medios de produccin. En algunosgremios como el de la construccin de Barcelona, seregistr ya a comienzos del siglo la separacinorgnica de clase: gremio de maestros y gremio deobreros albailes, anuncio de las entidades de clasede ms tarde. Pero los primeros conflictos abiertos declase estallaron en algunas manufacturas reales porcuestiones relativas al salario y a la jornada detrabajo; la primera huelga tuvo lugar en lamanufactura de paos de Guadalajara, en 1730,creada por Alberoni y el barn de Riperd.

    La poltica econmica de la poca se caracteriztambin por leves intentos de reforma agraria -tendencias, no obstante, ms importantes en el ordende las ideas que en el de la legislacin-, pero como suincidencia en la realidad econmico social fue

    prcticamente nula, no interesan al objeto de nuestroestudio. La inmensa mayora de la propiedad agrariaestaba en manos de la alta nobleza y de la Iglesia. Elextraordinario aumento de las rentas agrcolas sobreel de los precios favoreci a los grandes propietarios,estimul la roturacin y los primeros ataques a lasmanos muertas, bienes amortizados o fuera delcomercio de la Iglesia y de los municipios. Lasmedidas contra los privilegiados de la Mesta y, sobretodo, la decadencia de hecho de sta, tuvieron su

    principal explicacin en la necesidad econmica dellevar a cabo nuevas roturaciones.

    En conclusin, sin que se pueda hablar derevolucin industrial en la Espaa del siglo XVIII, s

    podemos afirmar que se crearon las condiciones paraun desarrollo ulterior de la produccin; se perfilaron

    las clases que son los ejes de la poca industrial -burguesa y proletariado-; se explotaron, en parte, lascolonias en provecho de una gran burguesacomercial y como mercados de productosmanufacturados. La estructura social del antiguorgimen se encontraba as quebrantada, aunquetodava no modificada, y las nuevas ideas iban

    abrindose paso, sobre todo en las regionesperifricas. No slo aument la poblacin, sinotambin la poblacin activa, y la vieja concepcin deque el trabajo deshonra fue perdiendo terreno;aparecieron, pues, los signos precursores de unanueva poca, en medio de la antigua estructura dederechos seoriales, dominio eclesistico, resistenciaa desaparecer de la vieja sociedad con su mediomilln de personajes que crean tener sangre azul,sus 140.000 vagabundos, 100.000 contrabandistas,40.000 mendigos y 22.000 familiares de laInquisicin.

    Se acercaba la hora en que la burguesa no iba acontentarse con rupturas aisladas de trabas gremialescomo las que tenan lugar a partir de 1780, ni conmodestos repartos de tierras concejiles (1766 y1793). Pronto llegara el momento en que lasexigencias econmicas plantearan la cuestin delPoder poltico. Pero el siglo XIX iba a inaugurarsecon la conmocin de la guerra de la Independencia,seguida de la reaccin exasperada de las clasesaristocrtico feudales y la prdida de casi todo elimperio colonial. El desarrollo de la clase obrera seiba a producir en condiciones muy diferentes, lo queexaminaremos ms adelante.

    MANUEL TUN DE LARA

    PRIMERA PARTE. DESDE LOS GREMIOSHASTA EL SIGLO XX

    1. La vida de los gremiosEn los escasos trabajos que existen en Espaa

    relativos a nuestro objeto, se presenta el siglo XIVcomo poca de gran desarrollo del gremio, en la quese desenvuelven las antiguas corporaciones y nacenmuchas nuevas; y esa poca la caracterizan los

    autores por la intervencin del Estado en laexistencia corporativa, ampliando la reglamentacin,no slo a la industria en general, sino tambin a lavida interna del gremio, publicndose nuevasordenanzas y siendo confirmadas o reformadas lasantiguas.

    En el siglo XIV Barcelona alcanz unmovimiento industrial y mercantil que seguramenteno tuvo igual en toda Espaa. Eran innumerables losoficios que en ella se cultivaban, y de ellos la mayor

    parte formaban corporacin, con autorizadaexistencia desde el siglo XIII, llegando en el XIV a

    tenerla 45 gremios, de los cuales lograron susprimeros estatutos los de plateros en 1301, guanterosen 1310; zurradores, pergamineros y curtidores, en1311; albailes, en 1379; arneseros, en 1390, y

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    caldereros en 13952.No todos los oficios tenan su gremio: los haba

    que por su poca importancia, la ndole de su trabajo ola escasez de su personal probablemente no loformaron, como los corraleros y los cordeleros devihuela; los haba que, reunidos dos, tres o cuatro,formaban uno, como los zapateros y chapineros, a

    quienes en 1394 se mandan formar, unidos, unmismo cuerpo y una caja comn de Cofrada; lostejedores, tintoreros y batidores de algodn, unidos

    bajo unas mismas Ordenanzas, confirmadas en 1325por Don Jaime II3, y los olleros, jarreros y ladrilleros.

    Pero la relacin de su trabajo, que implicabaunin para los efectos de la polica y reglamentacinen unos mismos estatutos, no implicaba la necesidadde un solo gremio, pues los hiladores, tejedores,tintoreros y otros artfices de la lana estaban sujetos aunos mismos estatutos, formando gremios ycofradas separadas. Estas relaciones de los oficios

    tienen mucha importancia en su historia porque danlugar, andando el tiempo, a multitud de cuestiones,disensiones y pleitos entre ellos, unas veces porreunirse y otras por separarse.

    El trabajo est regulado como tal trabajo, y eloficio corporado lo est en seguida como sujeto de laindustria, en bien de sta y del inters general; as esque en este siglo tiene ya bien poco de autnomo

    bajo ningn respecto. Dejando a un lado supersonalidad jurdica, al oficio -como oficio- se lesomete a una reglamentacin prolija, ya de polica

    para evitar daos a la ciudad, como a los batihojas,herreros y otros de martillo -a quienes no se permitehabitar en la plaza del Rey para quietud y decoro dela Real Capillas- o ya tcnica, para asegurar la

    bondad de los gneros, fijando las reglas defabricacin, como los reglamentos sacados de laRbrica de Ordinaciones, dictando reglas a losfustaneros sobre las mezclas de hilos y largo de las

    piezas (en 1309), peynes, precios, tasa de jornales,corretajes, compras a extranjeros, pesos, medidas,calidad del lino y algodn para hacer lonas de lasvelas y modo de tejerlas (Ordenanzas de 1319-1320-

    1321-1395). A los curtidores y pellejeros en 1320-21-22-49-57-72-79 y 93, prohibindoles el adobo,uso de ciertos cueros, mezcla de cortezas de encina,roble y lentisco para el adobo, y dando una serie dereglas tcnicas sobre el obraje de los cueros.Tcnicas son tambin las disposiciones dadas paralos zurradores de pieles en 1311 y 1348; para losalfareros en 1314-20 y 35, y para los sogueros decamo en 1395; y de polica municipal el bando de1324 prohibiendo los hornos de vidrio en el interiorde las ciudades4.

    2 Capmany, Memorias histricas sobre la marina,comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona,Madrid, 1779-1792, t. III, pg. 321.3 Idem, op. cit., t. I, pg. 51.4 Ua.

    La industria, floreciente ya en el siglo anterior,sigue pujante en el XV; casi todas las grandescapitales son importantes centros de trabajo; peroBarcelona mantiene la primaca.

    Sin ninguna alteracin de principios, la ley sigueinvadiendo el campo de la actividad industrial conobjeto de proteger el inters pblico. Durante todo el

    siglo, los monarcas y las Cortes se ocupan mucho enlo tocante a este orden de la vida, y los ReyesCatlicos, en esto -como en la poltica y en todo-imponen su tendencia unitaria, llegando a produciruna legislacin verdaderamente abrumadora por lonumerosa, lo variada y lo prolija.

    Esta mayor intervencin del Estado hace que lacorporacin adquiera por momentos mayor carctertcnico y econmico, que crezca en importanciacomo cuerpo reglamentado de trabajo, y que pierdacomo cuerpo libre y asociacin para fines de otroorden.

    Las disposiciones dictadas en este siglo son tansemejantes a las estudiadas por M. Renard5, que haceinnecesario el detallarlas, y, adems, esto nosconducira a extendernos demasiado.

    En casi todas las provincias de Espaa hubocorporaciones obreras, y aunque en los trabajosespeciales publicados sobre el asunto no se estudiansino las principales regiones industriales, se puedeasegurar que, sobre todo en Sevilla, Zaragoza,Segovia, Toledo, Len y Crdoba, a ms -naturalmente- de Barcelona, Valencia y Burgos,existi abundante movimiento corporativo.

    Pero el gran incremento gremial de todo el sigloXV llega a su apogeo en el reinado de los ReyesCatlicos y durante todo el XVI, que es a la vezcuando empieza su decadencia manifiesta. Si ya amediados del siglo XV es notable el nmero deoficios corporados y agremiados, al empezar el XVI,y durante el mismo, es asombroso.

    En vila, Medina del Campo, Segovia y Cuenca,se fabricaban paos y telas de lana, siendo la

    produccin anual de cuatro millones y medio delibras de lana, pudiendo calcularse en 34.000 el

    nmero de obreros ocupados en este trabajo. Toledo,Murcia, Jan, Crdoba y Granada, se dedicaban a lacra y la labor de seda con excelente resultado. DeToledo se cuenta que posea ms de quince miltelares, y aunque esta cifra nos parezca exagerada, esindudable que de los cuarenta o cincuenta milhabitantes que tena en la poca a que nos referimos,ms de veinte mil eran obreros.

    Sevilla lleg a reunir, ocupadas en el arte mayorde la seda, treinta mil personas, que hacan funcionarun nmero de telares el cual no bajara de cinco mil6.

    A qu se debi la rpida decadencia iniciada en

    las artes mecnicas durante el siglo XVI y que en el

    5 Georges Renard: Sindicatos, Trade-Unions yCorporaciones, Madrid, 1916.6 Zancada.

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    siglo XVII se convirti en completo y lamentabledesquiciamiento?

    A las guerras constantes que sostenamos enEuropa y al descubrimiento del Nuevo Mundo sobretodo.

    Los gremios reflejaron perfectamente dichoestado de cosas, disminuyendo en importancia y

    arrastrando una vida msera hasta el punto de hallarsesumamente empeados, los de Barcelona, a mediadosdel siglo XVII.

    La introduccin de obreros extranjeros, ladisminucin del trabajo y las causas generales queinfluyeron en el resto del mundo hicieron que sudecadencia se acentuase.

    Algo se levant la industria con el advenimientode los Barbones, que procuraron dignificar a lostrabajadores y mejorar su posicin social, pero detodos modos la miseria del pueblo espaol era muygrande y difcil de remediar.

    Las sociedades econmicas prestaron algunaayuda a la causa popular. La de Madrid fundescuelas patriticas gratuitas destinadas a losmuchachos pobres, y el Gobierno consign 400.000reales para establecer un Monte de Piedad dirigido

    por la Sociedad, con objeto de suministrar lasprimeras materias de camo, lana y algodn a lasmujeres faltas de recursos, proporcionndoles unaocupacin honrosa que las estimulase al trabajo y les

    permitiera adquirir recursos con qu satisfacer lasnecesidades ms perentorias.

    Pero los gremios estaban sujetos a cargas ycontribuciones onerosas, y si bien la poltica deCarlos III estimul la proteccin a las clasestrabajadoras, stas -debido a los constantes ahogos yestrecheces que sufran- no podan llevar a su

    profesin aquella confianza y energa en el porvenirque es la base ms segura de la prosperidad industrialde un pueblo. A fines del siglo XVIII puedecalcularse que no pasaba de dos millones el nmerode trabajadores que se dedicaban en Espaa a lasfaenas agrcolas e industriales7. Los obrerosmanufactureros eran menos de 300.000, distribuidos

    en la siguiente forma, segn una estadstica queinserta Garrido en su Historia de las clasestrabajadoras:

    Aragn 39.798Asturias 2.503vila 1.189Burgos 9.669Catalua 26.771Crdoba 5.374Cuenca 7.292Galicia 11.284

    Granada 11.770Guadalajara 1.956

    7 Franco Salazar: Restauracin poltica, econmica ymilitar de Espaa, 1812.

    Guipzcoa 3.980Jan 4.478Len 2.359Madrid 1.594Mancha 12.229Murcia 8.954

    Navarra 3.943

    Palencia 5.048Salamanca 1.857Segovia 12.249Sevilla 16.530Soria 3.258Toledo -Toro -Valencia 39.202Valladolid 6.579Vizcaya 4.040Zamora 725Mallorca 2.992

    Canarias 5.806

    Apenas empezado el siglo XVIII los gremiosreciban el golpe de gracia en su vida poltica:aquella alta representacin que ostentaron en elgobierno de la ciudad y que pareca adquirida ysustentada de derecho, estaba llamada a caer a manosde un Monarca, por medio de una simple real Cdula,en aras de la unificacin administrativa. Felipe V, en28 de junio de 1707 acab con el rgimen foral. EnValencia y en Catalua quedan de hecho excluidoslos oficios corporados del gobierno comunal.

    En su vida econmica sufren un descalabro en lasCortes de Cdiz, que, resumiendo todo elmovimiento de las ideas por decreto de 8 de junio de1813, declaran libre la industria y su ejercicio, sinnecesidad de examen, ttulo o incorporacin a losgremios respectivos, y aunque luego hay variasalternativas, segn predominan las corrientestradicionalistas o liberales (en 1815 se restablecen lasordenanzas gremiales, y se amplan sus facultades en1817 y 1834, pero en 1836 vuelve a estar en vigor eldecreto del 13). Finalmente, en 1839 se autorizan las

    Sociedades de socorros mutuos, y en 1887 se da laley de Asociaciones vigente.Los gremios han muerto y han nacido otra clase

    de organismo: las sociedades obreras, montepos ycooperativas primero, sindicatos luego.

    En Espaa, la vida interna de los gremios y suimportancia social fueron muy semejantes a las de lasotras naciones, y as se puede decir que todas lascaractersticas sealadas por M. Renard sonaplicables a nuestra nacin. Las mismas jerarquas,iguales disposiciones del Poder pblico, idnticaintervencin en los municipios, y -salvo diferencia de

    detalles- igual organizacin en todo.nicamente parece necesario indicar, por ser

    quiz ms desconocido no de los especialistas, peros del pblico en general, que a las causas generales

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    de decadencia de los gremios, en Espaa se ha deaadir la influencia de las teoras de lo que un gran

    pensador llam la escuela sociolgica espaola.Es indudable que la clara y decidida tendencia en

    pro del derecho al trabajo (que coartaban losgremios), en pro de la libertad del trabajo (tanmermada por las disposiciones corporativas) y hacia

    un colectivismo, poco en armona con jerarquas yprivilegios, contribuy a socavar las bases de lacorporacin.

    Hombres de procedencia monstica o aristocrticay hombres de Estado defendieron con calor estasdoctrinas, y no solamente en lo referente al problemaagrario, en lo relativo al campo, como ha mostradoCosta, sino en lo tocante a la industria, de Vives,Alonso Castrillo, Mariana, hasta el conde deCampomanes, Jovellanos y Ward. Filsofos yestadistas fueron los que llevaron al nimo de los"hombres de Cdiz el convencimiento de que se

    deba libertar la industria. Fue una medida muyavanzada, y -como en todos los pases en trancesemejante- agriamente censurada por los elementosretrgrados.

    Los gobernantes y legisladores liberales matabanel mundo antiguo con las corporaciones; el mundonuevo haba de aparecer con las asociaciones

    propagadas por los socialistas.MANUEL NEZ DE ARENAS

    El siglo XIX. Perodo 1808-1854La guerra de la Independencia (1808-1814), y

    todava ms la prolongada reaccin fernandina que lasucedi -con tan solo el movido interregno liberal de1820 a 1823- incidieron negativamente en laeconoma espaola. El marasmo y el inmovilismofueron sus rasgos caractersticos durante el primertercio del siglo XIX. A las devastaciones de tierras yganados, fatal consecuencia de la guerra, sucedi elmantenimiento a ultranza de las viejas estructuras

    poltico-sociales y el rudo golpe econmico quesignificaba la emancipacin de las colonias deAmrica, con la sola excepcin de las islas de Cuba y

    Puerto Rico. La prdida de mercados americanos seprodujo progresivamente entre los aos 1810 y 1820.Por ltimo, se perdan poco despus los yacimientosmineros del Per.

    Lo contradictorio de esta poca es que la guerrade la Independencia -que present no slo un aspectonacional, sino tambin social- haba constituido unfermento de transformacin social, pero sta fue

    bruscamente detenida por la Restauracin. El viejorgimen quebr al ser incapaz de encarnar laresistencia nacional; en cambio, la burguesa de lasciudades del litoral y los intelectuales de clases

    medias fueron los que dieron la tnica a las Cortes deCdiz y a la legislacin espaola de 1812 y 1813. Laobra de aquellas Cortes, que no se aplic a causa dela restauracin reaccionaria de 1814, era el principio

    de una revolucin burguesa.Las Cortes de Cdiz establecieron la libertad de

    industria por decreto de 8 de junio de 1813. Losgremios, si tericamente no eran suprimidos,quedaban como entes fantasmagricos una vez quese les arrancaban sus privilegios. Las mismas Corteshaban votado en agosto de 1811 la abolicin de los

    seoros, o sea 6.620 seoros reales y 13.808seoros seculares, eclesisticos y de rdenesmilitares. Otro decreto del 4 de enero de 1813 habareducido a propiedad particular los baldos y otrosterrenos comunes e instauraba el llamado premio

    patritico, lotes de tierras que deban distribuirseentre combatientes -soldados y oficiales retirados yguerrilleros- y a aqullos que no poseyendo tierras, losolicitasen.

    No menos importante haba sido la ley del 17 dejunio de 1812 que secularizaba e incorporaba alEstado los bienes inmuebles de las rdenes religiosas

    disueltas por el invasor.En el trienio liberal de 1820-1823 se promulgaron

    nuevas leyes restableciendo la libertad de industria,la venta de la mitad de baldos y realengos, -la otramitad se repartira entre veteranos de la guerra de laIndependencia y campesinos sin tierra-, disponiendola supresin de toda clase de mayorazgos,fideicomisos, patronatos y vinculaciones de bienesraces, muebles, semovientes, censos, fueros, etc. Denuevo fueron abolidos los seoros jurisdiccionales;tambin se vot una ley transfiriendo a la nacin los

    bienes de las rdenes monacales, colegios regulares yconventos de las rdenes militares.

    Intil aadir que la nueva restauracin absolutista,impuesta gracias a la intervencin francesa de losllamados Cien mil hijos de San Luis, convirti en

    papel mojado todas esas leyes. En resumen, la accindel Estado a lo largo de ms de treinta aos no hizosino frenar el desarrollo de las fuerzas de produccin.

    No obstante, pasados los aos difciles que siguierona la guerra, la agricultura se repuso e incluso secultivaron nuevas tierras, con lo que fue

    particularmente impresionante el aumento de la

    produccin triguera. Sin ningn gnero de duda,hubo algunas transferencias de propiedad agraria;unas se produjeron cuando el decreto del ministroGaray, en 1818, disponiendo la venta de baldos yrealengos para aplicar su importe a amortizacin dela Deuda pblica y otras, entre 1820 y 1823, por

    personas que haban sido afectadas por la ley deDesvinculacin. En fin, no hay que excluir lahiptesis de venta de predios pequeos por algunosmiembros de la baja nobleza (hidalgos) arruinada.

    El podero poltico de la nobleza terrateniente, laausencia de mercado interior y, sobre todo, la prdida

    de los mercados coloniales no eran propicios aldesarrollo industrial. La vida econmica era tan dbilque el Banco de San Fernando, creado en 1829, noencontraba empleo para sus propios capitales, los

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    billetes apenas circulaban y las transacciones con losparticulares eran casi inexistentes.

    No obstante, el embrin de la industria textilcatalana, que hemos visto ya desarrollarse en el sigloXVIII, sigui progresando pese a las vicisitudes delos aos de postguerra, a las conmociones polticas ya que los gobiernos del trienio liberal no supieron

    interpretar en su justo valor los intereses de laburguesa catalana. Los aranceles proteccionistas de1825 dieron impulso a esta industria, y la Comisinde Fbricas -organismo netamente representativo dela burguesa industrial del Principado- recobr vida yempuje. A este esbozo de resurgimiento no era ajenoel entonces ministro de Hacienda, Luis LpezBallesteros, uno de los escassimos polticos deaquella poca y de aquel rgimen que no conceba la

    poltica econmica con un criterio feudal, sinocapitalista. Esa poltica coincidi con el inters deFernando VII en aquellos aos por atraerse a la

    burguesa catalana en la lucha contra los apostlicosultrarreaccionarios. En 1828, el Monarca visitBarcelona, recibi a los industriales, y a partir deentonces se suprimieron numerosas trabas aldesarrollo de la industria.

    A esa misma poltica respondan los intentos deimpulsar la produccin de hulla asturiana, la yacitada creacin del Banco de San Fernando, la de laBolsa (1831), etc. Es ms, el Gobierno adelant325.000 pesetas, para entonces cantidad muyelevada, y otorg los permisos necesarios deimportacin de maquinaria para crear en Barcelona lagran fbrica de maquinaria textil El Vapor de lasociedad Bonaplata, Vilaregut, Rull y Compaa(1832). Esta fbrica fue la introductora de los telaresmecnicos en el pas y tena empleados cerca de 700obreros. La Junta de Fbricas, recelosa al principio,acab inclinndose ante las ventajas de la nuevamaquinaria, lo que refleja tambin que los elementosrepresentativos de la produccin manufacturera ysemiartesana iban perdiendo terreno en su seno. Asy todo, esa produccin de tipo manufacturero era ladominante en el primer tercio del siglo. Hacia 1828

    contaba en Catalua con unos 20.000 obreros. Laverdadera industrializacin de la produccin textildebe contarse a partir del real decreto de 30 de abrilde 1832, que suprimi toda clase de privilegios paraintroducir maquinaria de algodn en Espaa, fechadesde la cual se registr un aumento esencial en lasinversiones de equipo de la industria textil.

    Las restantes industrias arrastraron una vida difcildurante el primer tercio del siglo XIX, que anulabasu capacidad receptiva de innovaciones tcnicas:ferreras vascas, bodegas andaluzas... todo siguiigual. Tan slo cabe sealar la construccin en

    Marbella (Mlaga), en 1832, de un alto horno quefuncionaba con carbn vegetal, propiedad de lafamilia Heredia. Muy poco despus se construyeronotros en Pedroso, Sevilla y Huelva. Fenmeno

    curioso es la persistencia en seguir utilizando elvegetal cuando en Inglaterra, por ejemplo, haba sidoenteramente abolido su empleo desde 1825.

    El atraso de los medios de comunicacin ytransporte, y la muy aguda crisis naval completabanel cuadro econmico de la poca.

    La poblacin espaola, pese a las prdidas

    cuantiosas que supuso la guerra de la Independenciay la epidemia de fiebre amarilla de 1821, continu su

    progresin. El censo de 1822 arrojaba la cifra de11.661.865 habitantes. Segn los datos de Miano, la

    poblacin espaola de 1826 era de 13.712.000 almas,de las cuales once millones eran de poblacin rural.Este primer dato pone de manifiesto hasta qu puntola vida real del pas giraba en torno a la agricultura.La poblacin estrictamente agraria -los dedicados ala agricultura y ganadera, y sus familias- era de8.613.460 personas, de ellas 1.836.320 de poblacinactiva, as dividida:

    364.504 propietarios cultivadores527.423 arrendatarios, aparceros, etc.805.235 jornaleros o trabajadores agrcolas25.530 propietarios de ganado, y113.628 pastores solteros.

    La poblacin industrial activa era de 515.168personas (2.318.256 incluyendo a las familias:mujeres e hijos), pero la clasificacin establecida no

    permite la ms somera distincin en clases. Si estrelativamente claro que haba 6.824 negociantes ycomerciantes al por mayor, y casi 19.000 pequeoscomerciantes, por el contrario la cifra de 489.493

    personas englobada en los conceptosmanufactureros y obreros de fbrica8 presentamezclados a obreros, patronos y una mayora deartesanos inscritos en los gremios. Los 20.000asalariados de la industria textil algodonera y los 13 14.000 obreros dedicados en todo el pas aindustrias de transformacin del hierro sonejemplos fehacientes del escaso porcentaje del

    proletariado industrial. La progresin del ltimo

    tercio del siglo XIX haba sido parada en seco9

    .Ese primer ncleo de clase obrera barcelonesa fuetambin el que primero dio sntomas de agitacinsocial. Los fabricantes aumentaban a discrecin lalongitud de las piezas a tejer, sin que por elloaumentasen la retribucin. Las quejas de lostrabajadores eran ya muy vehementes al comenzar elao 1831, a lo cual replicaban los patronos que losobreros podan ganar fcilmente de 12 a 14 pesetas

    8 Moreau de Jonnes: Statisque de l'Espagne, Pars, 1934,p. 93.9 La progresin que se observa en la rbrica de poblacinindustrial entre los censos de 1803 y 1826 (1.035.000 a2.318.255) debe responder a errores de apreciacin alconfeccionar el censo y no es posible que representeningn aumento de la poblacin obrera asalariada.

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    por semana, pero que si muchos no alcanzaban esacantidad era por la costumbre entonces vigente, dehacer fiesta los lunes10.

    En cuanto a otros aspectos de la estructurademogrfica, cabe sealar la disminucin del clero(150.000) y de la nobleza (400.000). Pero haba altoy bajo clero, alta y baja nobleza. La Iglesia y las

    rdenes religiosas posean, segn Canga Argelles,12.170.000 hectreas del territorio nacional, sobre 37millones susceptibles de propiedad; la alta nobleza, yen particular la Grandeza de Espaa -los Medinaceli,Osuna, Alba, Infantado, Arcos, etc.-, contaban con

    pueblos y comarcas enteros entre sus dominios. Losbienes de la nobleza se vean acrecentados poraqullos que pertenecan a las rdenes militares decaballera: Santiago, Calatrava y Alcntara.

    Otras cifras -tambin de 1826- que contribuyen adarse idea del mantenimiento del viejo rgimen en elEstado y en la sociedad son las siguientes: 13.274

    empleados de la administracin de Justicia, 9.683notarios, 5.882 magistrados y abogados.

    Esa fue una poca en que la verdadera economade mercado slo exista en unas cuantas ciudades yen que la renta del trabajo no se perciba en forma desalario ms que en los contados ncleos dondeapuntaba la industria. La retribucin de los jornalerosagrcolas consista la mayora de las veces en el pagoen forma de especies (alimentacin, alojamiento) oforma mixta. El desarrollo econmico, con susimplicaciones sociales, supona ya un cuarto de siglode retraso. Sin embargo, a despecho de los factoresnegativos, el empuje de las fuerzas de produccinsituaba ya a Espaa en el umbral de nuevastransformaciones econmicas.

    Situacin econmica y social de Espaa en elperiodo 1834-1868

    Los cambios que hemos visto apuntarse en elpanorama de la produccin espaola -telaresmecnicos, altos hornos, etc.- iban a confirmarse

    plenamente a partir de 1834. No obstante, la primeraguerra carlista entorpeci hasta 1840 el desarrollo

    industrial y comercial, aunque dio lugar a la primeradesamortizacin de bienes de manos muertas ycontribuy -por los negocios de aprovisionamiento- ala formacin de algunos capitales de importancia quems tarde se invirtieron en la produccin.

    El gobierno de Martnez de la Rosa liquidaba elmonopolio de los gremios por decreto de 20 de enerode 1834, cuyo artculo 1. deca: Las asociacionesgremiales, cualquiera que sea su denominacin o suobjeto, no gozan de fuero privilegiado y dependenexclusivamente de la autoridad municipal de cada

    pueblo. Y el artculo 8.: Todo individuo puede

    ejercer simultneamente cuantas industria posea, sinotra obligacin que la de inscribirse en los gremios

    10 Revents:EIs moviments socials a Barcelona durant elsegle XIX.

    respectivos de ellas, inscripcin de pura forma,puesto que no estaba sujeta a condicin alguna. Dosaos despus, el 6 de diciembre de 1836, serestableci la vigencia de la ley de 8 de junio de1813, con lo que la libertad de industria fue ya total.

    En otro orden de cosas, hay que recordar la ley deminas de 1839, que estimul la produccin del

    subsuelo y las primeras concesiones para construir yexplotar ferrocarriles; stas se malograron en el

    perodo de guerra civil, pero recobraron nuevo ydefinitivo vuelo en el decenio de los aos cuarenta.

    La actividad industrial fue an muy limitada. Losfabricantes vacilaban en adoptar las nuevas tcnicasy los hubo, como Tous, Ricart, Santal y Martorell,que haban adquirido mquinas de vapor para susrespectivas fbricas y no se atrevieron a instalarlashasta al cabo de tres o cuatro aos. Tambin esseguro que otros empresarios mantuvieron ocultosdurante cierto tiempo los telares mecnicos que

    haban comprado.El hecho esencial en este perodo fue la ley de

    desamortizacin, promulgada en 1836 (decretos de16 y 19 de febrero y de 8 de marzo) por el gobiernode Juan lvarez Mendizbal, procedente de la

    burguesa comercial gaditana, enriquecido en dineroy experiencias durante sus aos de destierro enInglaterra.

    En la coyuntura de la guerra civil Mendizbal fueun reformador de empuje: promulg una ley electoralms democrtica. De hecho, concedi el derecho devoto a todos los industriales, comerciantes y

    pequeos burgueses, aboli la Mesta, suprimi laspruebas de nobleza para acceder a losestablecimientos cientficos o militares; llam a filasa todos los hombres aptos entre dieciocho y cuarentaaos, etc. La poltica econmica de Mendizbal fue,antes que nada, una poltica financiera, encaminada ahacer frente a los gastos del Estado originados por laguerra, pero incidi necesariamente en la estructuraeconmica. Los principios de esa poltica eran: a)liquidacin de todos los crditos no presentados aexamen y reconocimiento; b) consolidacin de la

    Deuda pblica; c) supresin de institutos monsticosy venta de bienes races que hubieran pertenecido acorporaciones y comunidades religiosas; d)declaracin de estado de redencin de todos loscensos, imposiciones y cargas pertenecientes acomunidades monacales.

    El llamado por su estatura Juan y Medio empezpor disolver las comunidades religiosas; partiendo deesa base, el principal decreto de Desamortizacindeca: Sern declarados en venta, desde ahora, todoslos bienes races de cualquiera clase que hubiesen

    pertenecido a las comunidades y corporaciones

    religiosas extinguidas, y los dems que hayan sidoadjudicados a la Nacin por cualquier ttulo omotivo, y tambin los que en adelante lo fuerondesde el acto de la adjudicacin.

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    M. Nez de ArenaM. Tun de Lara12

    Quedaban exceptuados los bienes destinados aservicios pblicos o monumentos nacionales, de loscuales fue publicada una relacin.

    La venta, en pblica subasta, deba realizarse enlas capitales de provincia y en la Corte. El pago

    podra efectuarse en dinero o en ttulos de la Deudaconsolidada. Se pagara la quinta parte del precio al

    contado antes de otorgarse la escritura, y el resto enocho aos para los que pagasen en ttulos de laDeuda y en diecisis para quienes pagasen enmetlico. La intencin reformadora del legisladortrasluca en la disposicin al decir que los prediosrsticos susceptibles de divisin se distribuyan en elmayor nmero de partes posibles. Que estas partes se

    pongan en venta aisladamente...El resultado no fue, sin embargo, la creacin de

    un estrato de campesinos medios que engendrase elcapitalismo agrario. Lejos de eso -y a despecho delos anatemas y excomuniones que llovan a granel-,

    los muy catlicos grandes propietarios y miembrosde la burguesa de negocios -que adems poseanttulos de la Deuda, por entonces muy depreciados-tuvieron todo gnero de facilidades para adquirir lasfincas amortizadas y realizar adems el negocioredondo de que se aceptasen en pago los ttulos de laDeuda por su valor nominal, ms elevado que elefectivo.

    En suma, no aument el nmero de propietarios,sino el de grandes propiedades o, ms exactamente,la concentracin de la propiedad. El fenmeno nuevoera la aparicin de ricos hacendados, nuevosterratenientes, junto al propietario noble de antao eincluso sustituyendo a veces al hidalgo arruinado.Socialmente, todos iban a integrarse al cabo de unoscuantos aos en la clase de grandes terratenientes,apegados a viejas formas de explotacin. La tierra laseguiran trabajando jornaleros, gaanes y yunteros.A los latifundios andaluces y extremeos seaadieron otros de ambas Castillas, etc. procedentesde las casi 100.000 fincas del clero secular y regularque fueron puestas en venta. Por consiguiente -ycontrariamente a lo que hubieran podido pensar sus

    iniciadores- la desamortizacin -al igual que la quetendr lugar diecinueve aos despus- consolid yaument el proletariado agrcola, o sea campesinossin tierra ni aperos, que venden su fuerza de trabajo

    para laborar tierras ajenas, y el semiproletariadoagrcola, es decir, campesinos que tienen yunta yaperos con los cuales laboran las tierras ajenas, o queslo son propietarios de una o varias minsculas

    parcelas y que se ven obligados a trabajar gran partedel ao en tierras de otros.

    Las transformaciones en el mbito agrario secompletaron en aquella poca por la puesta en vigor,

    en 1836, de la ley de Desvinculacin y abolicin demayorazgos de 1820, la abolicin del diezmoeclesistico -parte del cual se transfera al Estado- yla abolicin definitiva de los seoros en 1841. La

    propiedad agraria fue entrando, pues, en el comercio,pero las condiciones en que esto se hizo determinque ese hecho no fuera un factor de progreso. Nodeja de ser significativo que durante la primera mitaddel siglo XIX, si bien entraron en cultivo unos cuatromillones de hectreas -en gran parte, a causa de laabolicin de mayorazgos-, aumentando con ello la

    produccin, el rendimiento por hectrea disminuynotablemente. Las inversiones fueron casi nulas, ylas herramientas y aperos de lo ms primitivo; yahacia 1860 se utilizaron abonos en algunasexplotaciones de Catalua y Levante, pero aquellofue un fenmeno extrao que no tuvo seguidores. LaEdad Media gravitaba an sobre los campos deEspaa. As alcanzaron todo su significadomovimientos y revueltas como la de los campesinosde Mlaga en 1840, pidiendo la distribucin detierras. La aspiracin de entonces era el acceso a la

    propiedad de un pequeo predio para trabajarlo con

    su familia. El mito de el reparto de tierras dominel proletariado agrcola durante el siglo XIX, pero noya en el XX, en el que ha ido adquiriendo concienciade la explotacin colectiva agraria.

    Entre las raras voces del campo progresista quecriticaron la desamortizacin descoll la de lvaroFlrez Estrada, cuya penetrante visin de economistaenfocaba la cuestin de cmo cambiar las bases de laestructura agraria. Lo que critic Flrez Estrada nofue el principio, sino el mtodo de ladesamortizacin. No hay que vender -deca en suimportante trabajo publicado enEl Espaoldel 28 defebrero de 1836- los bienes nacionales, ya procedande la Iglesia, de los Municipios o del Estado mismo.Hay que darlos en arriendo enfitutico y crear unaclase campesina estable. Y aada: Con el plan deventa, todas las clases de la sociedad quedanaltamente perjudicadas; slo ganan los especuladoresen la degradacin del gnero humano; slo ganan loshombres habituados a enriquecerse escandalosamenteen pocos das, sin ms trabajo que el de especularsobre la ignorancia y miseria de los pueblos, sobre lainjusticia y la desfachatez de los gobernantes.

    La subida al Poder de un gobierno reaccionario en1844 fue causa de que se suspendiera la venta defincas desamortizables. Al ao siguiente comenzarona devolverse a la Iglesia los bienes que todava nohaban sido vendidos, devolucin que fue confirmada

    por el Concordato de 1851; el Estado secomprometi igualmente a presupuestar una cantidadanual para el sostenimiento del culto y clero.

    La revolucin de 1854 plante de nuevo elproblema de la desamortizacin, extendindose estavez a las manos muertas civiles, es decir, bienes

    baldos, propios y concejiles de los pueblos. La Ley

    de Desamortizacin de 1855 es debida al entoncesministro de Hacienda, Pascual Madoz, y a unaComisin redactora de las Cortes constituyentes, quela votaron. Esta deca en el prembulo que la ley

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    Historia del movimiento obrero espaol 13

    propuesta es una revolucin fundamental en lamanera de ser de la nacin espaola; es el golpemortal contra el abominable viejo rgimen. Asfueron puestas en venta toda clase de propiedadesrsticas y urbanas, censos y foros, pertenecientes alEstado, al clero, a las rdenes militares de Santiago,Alcntara, Calatrava, Montesa y San Juan de

    Jerusaln, a cofradas, obras pas y santuarios, a losbienes procedentes del secuestro de los del infanteDon Carlos, a los propios y comunes de los pueblos,a la beneficencia, a la instruccin pblica ycualesquiera otros bienes pertenecientes a manosmuertas.

    Aquella ley significaba el triunfo en toda la lneadel liberalismo econmico. En realidad, susconsecuencias fueron todava ms graves que las dela primera desamortizacin (eclesistica), puesto queal liquidar los bienes comunales de los pueblosasestaba un duro golpe a los campesinos pobres. Los

    campesinos quedaron privados de terrenos parapastos, caza, lea y carboneo. Hubo hasta ms de 700pueblos que protestaron de los fraudes y abusoscometidos con los bienes comunales por la Comisintcnica agraria. La operacin de venta fue todava dems difcil acceso a los labradores modestos, ya quesi bien se pagaba al contado la dcima parte y habaun plazo de catorce aos para satisfacer el resto, si

    por desgracia suya el comprador no pagaba a sutiempo el primer plazo era sancionado con multa de250 pesetas, y si no haca efectiva sta, poda serencarcelado.

    La desamortizacin eclesistica tampoco durmucho en aquella su segunda salida por tierras deEspaa. Tan pronto como el gobierno de Esparterofue sustituido -tras el inevitable golpe militar- por elde O'Donnell, los consejeros clericales de la Reinaimpusieron la suspensin de la venta de bienes demanos muertas. Dos aos despus (1858) una nuevaley ordenaba la prosecucin de la desamortizacincivil. La eclesistica fue objeto en 1861 de un nuevoacuerdo entre el Estado y el Vaticano. Ladesamortizacin fue aceptada en bloque como un

    hecho y la Iglesia indemnizada por ttulos de laDeuda al 3 por ciento y el reconocimiento para elfuturo del derecho a adquirir y conservar bienes detoda naturaleza sin cortapisa alguna.

    El resultado global de las desamortizaciones fuela venta de 165.459 fincas rsticas y 23.633 urbanas,as como 122.295 censos y foros.

    La propiedad agraria sigui concentrada en pocasmanos, o bien esparcida, por otro lado, eninsignificantes parcelas. En uno y otro caso faltaronlos elementos para crear un mercado interiorvigoroso y para plantearse el problema de aumentar

    los rendimientos que significaba el aumento deinversiones y la modificacin de tcnicas. Ya nohaba seoros, pero el trabajador agrcola quedabainerme ante el latifundista, al tiempo que se

    frustraban los mtodos de explotacin agrariacapitalista en el campo espaol.

    Si por un lado, en el siglo XIX se asisti a laesclerosis de las estructuras agrarias de Espaa, porotro la puesta en cultivo de grandes extensiones detierras dio lugar a una notable expansin agrcola enorden a la superficie cultivada y al volumen total de

    produccin, ya que no al rendimiento. El ascensodemogrfico exiga ese aumento en orden a loscereales, mientras que el desarrollo de la produccinvitivincola y olivoaceitera era determinante en laestructura del comercio exterior.

    La exportacin iba a ser causa del gran tirn deviedos y caldos que dur casi todo el siglo.Precisamente en este sector es donde apunt la

    produccin relativamente moderna al comps de lapenetracin de capitales britnicos para explotar losvinos de marca de la regin sudoccidental deAndaluca. En general, puede decirse que el libre

    comercio de productos agrcolas, implantado a partirde 1833-1836, fue tambin factor de primer orden enla relativa expansin de la poca. Con todo y esofueron harto frecuentes las crisis de subsistencias.Recientemente, los trabajos de Nicols Snchez-Albornoz han puesto de manifiesto la existencia deun ciclo agrcola decenal a lo largo del siglo, concrisis peridicas, debido a la comercializacin decereales enrarecidos en el mercado tras malascosechas11. Algunas de estas crisis tuvieron ampliasresonancias sociales. Al final del perodo queestudiamos resultaba evidente que se haba extendidoel cultivo del trigo a regiones poco aptas para ello,con formas de explotacin inadecuadas y losconsiguientes bajos rendimiento. La idea de queEspaa podra ser un pas excedentario en trigoquebr definitivamente, al choque con la realidad, enel ltimo tercio del siglo XIX.

    La ganadera, atenindose a los censos ganaderosde la poca -que, por lo contradictorios, no parecenmucho de fiar-, no debi experimentar grandesvariaciones, lo que -teniendo en cuenta la progresindemogrfica- no hara sino complicar la cuestin de

    las subsistencias. Bien es verdad que la carne eraartculo de lujo (Moreau de Jonnes calculaba en 1834que slo consuman carne el 12 por ciento de losespaoles) y que la leche y productos derivados quems se consuman eran los de cabra y oveja, conexcepcin de la zona perifrica del Norte y Noroeste.

    La progresin demogrfica a que hemos hechoreferencia es dato esencial para mejor calibrar lapoca. De los 12 millones escasos de habitantes en1833 se pas a 15.454.000 en 1857. Este fue elcuarto de siglo de mayor empuje demogrfico, alcual no deben ser ajenos fenmenos como el

    11 Nicols Snchez Albornoz:Las crisis de subsistencia deEspaa del siglo XIX. Universidad del Litoral, Rosario,1963. V. tambin del mismo autor: L'Espagne au XIX

    sicle; gographie des prix, Ginebra, 1963.

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    desarrollo industrial, la expansin agrcola, eldesarrollo del comercio y los primeros ferrocarriles.

    Naturalmente, esa progresin -la disminucin demortalidad tambin- slo repercuti en la poblacinactiva a partir de 1855-1865. Todava en 1857, el 37

    por ciento de la poblacin estaba compuesta pormenores de 16 aos. Si tomamos en consideracin

    los datos, siempre discutibles, de 185812

    , la poblacinactiva era de 4.829.596 personas, de las cuales443.593 obreros de la industria, las minas y eltransporte. En cuanto a los 3.219.000 individuosque cultivan la tierra, son una mezcla de jornaleros,arrendatarios, aparceros, pequeos y grandes

    propietarios.Conviene observar la progresin de los grandes

    ncleos urbanos que, en definitiva, viene a ser loslugares esenciales del mercado de trabajo, all dondelos diversos patronos reclutan la mano de obra.Madrid haba ms que duplicado su poblacin desde

    1800 a 1861, en que ya tena 375.795 habitantes(aqu intervena en el crecimiento el fenmeno decentralizacin administrativa y de ampliacin defunciones del Estado, el desarrollo de la rama deservicios, etc.). La progresin fue del mismo ordenen Barcelona -primera aglomeracin industrial del

    pas-, que contaba 252.000 habitantes en 1861.Destacaban tambin las numerosas concentracionesurbanas por encima de las 100.000 almas: Sevilla(152), Valencia (145), Mlaga, Murcia, Granada...13

    Hemos apuntado ms arriba que lastransformaciones econmicas ms notables tuvieronlugar a partir de 1840, una vez superados losvaivenes de la guerra carlista. Hubo, ciertamente, lacrisis internacional de 1843, pero sus consecuenciasfueron rpidamente vencidas y la tendenciainflacionista, as como las constantes especulacionesa que se entregaban los llamados hombres denegocios, produjeron una intensificacin de laacumulacin capitalista a expensas, naturalmente, delconjunto de la poblacin trabajadora.

    La transformacin del equipo industrial de laproduccin textil fue un hecho decisivo. En 1846 se

    importaron mquinas de hilatura por valor de 15millones y medio de reales. Haba ya entonces casi4.000 telares mecnicos; la fuerza de vapor empleadaen la industria textil catalana pas en seis aos de

    12 Fernando Garrido: lEspagne contemporaine, Bruselas,1962, p. 214.13 Segn el censo de 1857, el nmero de habitantes deEspaa era de 15.464.340. En 1846 se haba hecho uncenso bastante impreciso, segn la documentacin quesirvi de base a la preparacin de elecciones legislativas,que dio la cifra de 12.162.872. El censo de 1850 slo habadado 10.942.280, cifra irrisoria, que slo se comprende

    pensando en que fue hecho con objeto de reclutar lasquintas, dando lugar a numerosas ocultaciones.Garrido, partiendo del censo de 1857 (hecho a base de losregistros parroquiales), estima en 16.190.720 habitantes la

    poblacin de Espaa en 1858.

    201 a ms de 2.000 caballos de vapor.En 1840-1841 haba en Catalua 11.032 mquinas

    de hilatura, 1.206.378 husos y 3.221 telares detejidos. El nmero de obreros era de 97.346 y elcapital invertido de 424 millones de reales.

    Aquellos fueron los aos de concentracinindustrial, de nuevas inversiones y desaparicin de lo

    ms modesto de la produccin artesana. El hecho deque la materia prima -el algodn- se desembarcabaen el puerto de Barcelona y de que las cercanascuencas fluviales permitan un buenaprovechamiento de la energa hidrulica favoreci lalocalizacin de esta industria en Catalua. Perotambin hay que tener en cuenta la existencia, yatradicional, de las familias burguesas catalanas quehaban creado las bases de la industria textil duranteel siglo XVIII y tambin de los hombres de la

    burguesa comercial catalana -Gell, Lpez, etc.- quehaban formado sus capitales gracias a la explotacin

    de las colonias, de los que hablaremos ms adelante.No obstante, la industria textil se desarrollabatambin, por los aos cuarenta, en el Pas Vasco,Mlaga, Alicante, Castelln, Baleares y Valladolid.Pero esa industria dispersa, y por lo general ms

    primitiva, no tard en ser vencida por la competenciade la catalana.

    En 1846-1847, el capital invertido sumaba 600millones de reales y la produccin oscilaba entre 23 y28 millones de libras de algodn, mientras que elnmero de obreros era sensiblemente igual (97.786).La introduccin, a partir de 1844, de las mquinasllamadas selfactinas permiti un aumento de primerorden en los trabajos de hilatura. Por otra parte, eldesarrollo de la industria textil algodonera enCatalua estimul a su vez la localizacin de lalanera en Sabadell, Tarrasa y Manresa, con laconsiguiente decadencia de los tradicionales centroslaneros de Castilla.

    En 1860, el capital invertido era de 1.000 millonesde reales y haba instalados 7.800 caballos de vapor.El proceso de concentracin continuaba: 3.600fbricas, en lugar de 4.583, y aumento del nmero de

    obreros, que pasaba a 116.000. Si es cierta la cifradada por Garrido sobre el valor de la produccinalgodonera en 1861 -1.237 millones de reales-, los

    beneficios deban ser exorbitantes. No obstante, esascifras, as como el nmero muy inferior de obrerosque da el mismo Garrido, se prestan a ponerlas entela de juicio. Aunque no sean exactas, el perodo secaracteriz por ganancias fabulosas de losfabricantes.

    Los salarios, segn los datos dados medio siglodespus por el Anuario Estadstico de la ciudad deBarcelona (1905) y utilizados por Marvaud, eran de

    2,87 pesetas para impresores de tejidos; 3,08 para loshiladores; 2,25 para los tejedores en talleresmecnicos y 2,44 para los tejedores en seda. Garrido-citado por Nez de Arenas- estableca un promedio

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    de 1,58 pesetas, elle puede acercarse a la verdadteniendo en cuenta el nmero de mujeres y nios quetrabajaban en las fbricas. Muchas obreras textilesslo cobraban dos reales al da.

    Los datos procedentes de la Junta de Fbricassealan la siguiente evolucin de 1846 a 1860:

    Aos Capital invertido enreales

    Algodn elaborado enlibras

    Obreros Masa total salariosen reales

    1846 600.000.000 28.000.000 98.000 200.0001860 1.000.000.000 60.000.000 116.000 280.000(la libra catalana es de 400 gramos)

    La guerra de Secesin norteamericana cre entre1862 y 1866 una situacin difcil a la industriaalgodonera catalana, a lo que se uni la crisiseconmica de 1866. Pero la situacin se restablecihacia 1867 y se inici un nuevo despegue.

    Otro rasgo importante del desarrollo capitalista de

    esta poca fue el establecimiento de una verdaderasiderurgia en el norte de Espaa. No se trataba, sinduda, del establecimiento de una gran industria, sinode la realizacin de inversiones ms o menosdispersas por el capital comercial acumulado hastaentonces.

    Un hecho importante en lo que podramos llamarla historia antigua del desarrollo capitalista espaolfue la constitucin, el 8 de junio de 1841, de lasociedad Santa Ana de Bolueta, en Vizcaya, por elnegociante Romualdo Arellano, el banquero Toms

    Epalza y Joaqun de Mazas. Esta empresa levanttres altos hornos en 1843; absorbi la Ibarra y Cia.,que haba explotado desde 1827 la ferrera del Poval:se ampli con la entrada de los Zubira, Mier, yGorostiza en 1846, y se cre con ellos la fbricaNuestra Seora de la Merced; levant en Gueriezo(Santander) un horno de carbn vegetal; explot elmineral de los yacimientos de Somorrostro y en 1848adquiri el mineral de Monte Ollargn. Al mismotiempo, el francs Lambert, en cooperacin con unacompaa britnica levant en Mieres el primer altohorno que funcion con carbn de hulla (1848). Poco

    a poco surgieron tambin otras explotacionessiderrgicas en Asturias (Sama y Villayana) a causade la proximidad de yacimientos carbonferos. Eneste perodo se fueron introduciendo los hornos de

    pudelado y pequeos trenes de laminacin. Pero setrataba de una industria todava muy local, pues setropezaba con el grave obstculo de la carencia deverdadero mercado nacional. En 1848 haba enEspaa diez altos hornos, 366 herreras comunes y 98hornos de calcinacin. La produccin fue de 23.413toneladas de hierro maleable y 16.946 de hierrocolado, cantidades irrisorias para el nivel de

    produccin europeo. En 1850, la produccin demineral de hierro alcanz a 69.123 toneladas.

    Los talleres metalrgicos fueron desarrollndose,sobre todo en Catalua. Tras El Vapor de los

    Bonaplata y la Nueva Vulcano, Nicols Tousfund en 1841 La Barcelonesa, empresa deconstruccin de maquinaria.

    Poco a poco se procedi a nuevas inversiones y ala creacin de sociedades annimas en el decenio1840-1850. Pero eran todava los balbuceos; elcapital, producto de la acumulacin agraria, apenas

    entraba en el mercado o, si lo haca, se orientabahacia operaciones especulativas, tan en bogaentonces. Apuntaron al mismo tiempo los esfuerzoshacia los primeros tendidos ferroviarios: en 1848 seinaugur la lnea Barcelona-Matar, impulsada porlos Roca y Viada, ste enriquecido en las colonias.Tres aos ms tarde se inaugur el ferrocarril deMadrid a Aranjuez, proyectado por Salamanca,negociante y poltico fabuloso, pero al quedifcilmente puede considerarse como un hombre deempresa moderno14. En 1855 se puso enfuncionamiento el ferrocarril de Langreo; en Levante

    se inaugur el tendido Valencia-El Grao en 1853 yValencia-Jtiva en 1855, bajo el impulso del marqusde Campo.

    El ferrocarril de Madrid-Aranjuez dio lugar ahabladuras, por no decir a escndalos. ConSalamanca montaron el asunto el conde deRetamoso, cuado de la reina gobernadora, y otros

    personajes. Cuando en 1847 se quedaron sin uncntimo, el gobierno decidi que el Banco de SanFernando les hiciese anticipos. Daba la pcaracasualidad que Salamanca era ministro de Haciendade ese Gobierno que prestaba dinero a Salamanca ensu otra personalidad, la de hombre de negocios.

    Por aquel entonces, el general Mazarredo, el yamencionado Toms de Epalza y varios banquerosfranceses y britnicos formaron una compaa enPars para construir y explotar una lnea ferroviariade Irn a Madrid, por Bilbao. No tard en meterseSalamanca en el asunto, valindose -como decostumbre- de la ayuda estatal. Pero la cosa se fuearrastrando y, en 1855, la promulgacin de una nuevaley de concesiones ferroviarias, que las impulsconsiderablemente, tuvo como contrapartida que los

    bilbanos perdiesen sus posiciones y que el asunto,planteado en nueva forma, quedase en manos deempresas extranjera.

    14 Jos Salamanca, hijo de un mdico de Mlaga,asociado con el banquero brasileo Buschental -que yahaba disfrutado la prebenda del monopolio del Estanco dela Sal- jugaba a la bolsa asociado con el general Narvez.Exagerando las noticias de los levantamientos liberales deRengifo y Zurbano, dio la falsa noticia de una revolucingeneral, jug a la baja y gan una fortuna, a repartirse consu cmplice Narvez. Otra jugada alcista les hizo perderuna buena cantidad de millones, pues estaba basada sobrela negociacin del Concordato, que fracas. Desdeentonces, Narvez rompi con Salamanca y se convirti ensu peor enemigo. Pero el financiero malagueo encontr laamistad poderosa de Mr. Bulwer, embajador britnico.(Tun de Lara:La Espaa del siglo XIX, pg. 84-85).

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    M. Nez de ArenaM. Tun de Lara16

    A pesar de la crisis econmica europea de 1847,que alcanz de lleno a Espaa, el perodo en generalfue de prosperidad para la burguesa, y en l se

    produjo la capitalizacin (inversin) de ciertasriquezas que hasta entonces no haban entrado en elmercado. En 1845 apareci el Banco de Barcelona,con 100 millones de reales de capital, fundado por la

    casa Girona, Clav y Compaa, y en Madrid elBanco de Isabel II, creado por el conde de SantaOlalla, a la sazn ministro de Hacienda. Este bancoquedaba autorizado a emitir cdulas al portador

    pagaderas en el acto de su presentacin a la Caja deMadrid, poda hacer descuento de ttulos a cuatromeses, anticipos sobre hipotecas, crditos mediante

    pignoracin de las propias acciones, etc. En resumen,era un instrumento de inspiracin oficial paraimpulsar los negocios de la burguesa, mientras elBanco de San Fernando quedaba como instrumentode la poltica financiera del Gobierno.

    El Banco de Isabel ll precedi al de Barcelona ydio lugar a su creacin. La operacin fue tpica en sugnero: Santa Olalla estaba muy relacionado conManuel Girona, interesado en la creacin del bancocataln, y el duque de Sotomayor era ntimo amigode Gaspar de Remisa -marqus de Remisa- una de lasms fuertes personalidades de la burguesa catalana,quien a su vez figuraba en el Consejo del Banco deIsabel II. Se cre, pues, el Banco de Barcelona, con

    privilegio de emisin, que tambin tena de hecho elde Isabel II, compitiendo en este dominio con el deSan Fernando. En 1847, el Banco de Barcelona tena30 millones de reales en billetes puestos encirculacin. En cuanto al Banco de Isabel II,entregado alegremente a la especulacin -no en vanofiguraba Salamanca entre sus consejeros- fue a dar de

    bruces con la crisis de 1847. Gaspar de Remisa y elduque de Sotomayor -entonces jefe del Gobierno- se

    pusieron de acuerdo para salvar la situacin a base defusionar los Bancos de San Fernando y de Isabel II,rematada por Salamanca, otra vez instalado en elministerio de Hacienda. De esa conjuncin naci elBanco Espaol de San Fernando, no sin que la

    liquidacin del Banco de Isabel II fuese escandalosa,con un desfalco de 14 millones en efectivo y 61 de laDeuda. El Banco de Barcelona salv la crisisreforzando la reserva metlica, suspendiendo laentrega de billetes en los pagos y acordando undividendo pasivo de 12,5 por ciento en metlico. EnMadrid se viva en la poca de la especulacin dearistcratas, aventureros y altos funcionarios; enBarcelona, la de los comienzos del desarrollocapitalista.

    Al mismo tiempo se creaban el Banco de Cdiz(1846) y una sociedad de crdito, la Valenciana de

    Fomento (1848).El desarrollo industrial, a excepcin de Catalua y

    Vizcaya, sigui lento e inseguro. Entre las empresasimportantes que se crearon entonces en Catalua

    cabe sealar la Catalana de Alumbrado del Gas (decapital francs), las fbricas de papelLa Gerundensey La Aurora; Navegacin e Industria, FundicinBarcelonesa de Bronces, etc. Otras sociedadesannimas de aquel perodo fueron las textilesIndustria Malaguea y Tejidos de Lino de Rentera,laPalentina-Leonesa de minas de hulla y hierro, y un

    poco antes, en 1840, la Sociedad de PuentesColgantes, creada por la sociedad francesa Seguin etcie.

    A partir de 1854 estamos en presencia de unanueva etapa de expansin, a la que no fue ajeno el

    bienio de gobierno liberal, con la promulgacin deleyes como la de ferrocarriles, la bancaria y la desegunda desamortizacin. Tambin fue la fecha enque las inversiones extranjeras -esenciales en elcapitalismo espaol- adquirieron su verdaderasignificacin y dimensiones; la progresindemogrfi