Historia de La Catedral Metropolitana

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1. Historia de la Catedral de México Introducción 1 Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. XXXIII-XXXVIII. Introducción Las catedrales imponen el sentimiento de la confianza, de la seguridad, de la paz; ¿cómo? Por la armonía. 2 Así se expresa uno de los más grandes artistas de nuestra época: Rodin. Sus palabras sugieren un mundo de ideas acerca de estas grandes creaciones. La catedral y la confianza. La confianza surge de un monumento que nos acoge con la más amplia de las benevolencias, que nos brinda en sus naves anchurosas la tranquilidad, el reposo, el bienestar que sólo pueden conseguirse cuando las obras humanas han logrado equipararse a las grandes obras de Dios. La seguridad nos tranquiliza por la fuerza que esos edificios implican en su construcción titánica, que nos parece obra de siglos, que nos imaginamos producto de esfuerzos de gigante. El poder destructor de los años, sumándose a la furia que a veces enloquece a los hombres, no han podido derribar estas enormes construcciones del esfuerzo humano; por eso nos sugieren seguridad absoluta. La paz. Encontramos en la catedral la expresión máxima de la paz porque el magno monumento se abre, para recibirnos siempre con un espíritu de bondad, de misericordia hacia nuestras flaquezas, de reconciliación con los principios del bien. La catedral, santuario máximo de Dios, no puede albergar sino la paz. La paz, ese don de las almas privilegiadas que han sabido equilibrar en sí mismas la vida externa, mundanal y pasajera, con la esperanza de una vida sin límite, sin asechanzas, sin dolores. Dice Rodin que estas ideas surgen por la armonía. Es que la armonía es el principio fundamental de toda arquitectura, así sea en las obras más arcaicas y primitivas, como en las más modernas y audaces. La armonía debe imperar como ley en todo monumento arquitectónico digno de ser así llamado. La armonía de la catedral se encuentra en su plano sobriamente trazado, en forma de cruz inscrita en un rectángulo y limitado por capillas en la periferia. Las dos

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1. Historia de la Catedral de México Introducción1

Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. XXXIII-XXXVIII.Introducción

Las catedrales imponen el sentimiento de la confianza, de la seguridad, de la paz; ¿cómo? Por la armonía.2 Así se expresa uno de los más grandes artistas de nuestra época: Rodin. Sus palabras sugieren un mundo de ideas acerca de estas grandes creaciones. La catedral y la confianza. La confianza surge de un monumento que nos acoge con la más amplia de las benevolencias, que nos brinda en sus naves anchurosas la tranquilidad, el reposo, el bienestar que sólo pueden conseguirse cuando las obras humanas han logrado equipararse a las grandes obras de Dios. La seguridad nos tranquiliza por la fuerza que esos edificios implican en su construcción titánica, que nos parece obra de siglos, que nos imaginamos producto de esfuerzos de gigante. El poder destructor de los años, sumándose a la furia que a veces enloquece a los hombres, no han podido derribar estas enormes construcciones del esfuerzo humano; por eso nos sugieren seguridad absoluta. La paz.

Encontramos en la catedral la expresión máxima de la paz porque el magno monumento se abre, para recibirnos siempre con un espíritu de bondad, de misericordia hacia nuestras flaquezas, de reconciliación con los principios del bien. La catedral, santuario máximo de Dios, no puede albergar sino la paz. La paz, ese don de las almas privilegiadas que han sabido equilibrar en sí mismas la vida externa, mundanal y pasajera, con la esperanza de una vida sin límite, sin asechanzas, sin dolores. Dice Rodin que estas ideas surgen por la armonía. Es que la armonía es el principio fundamental de toda arquitectura, así sea en las obras más arcaicas y primitivas, como en las más modernas y audaces. La armonía debe imperar como ley en todo monumento arquitectónico digno de ser así llamado. La armonía de la catedral se encuentra en su plano sobriamente trazado, en forma de cruz inscrita en un rectángulo y limitado por capillas en la periferia. Las dos grandes torres son como atalayas que vigilan los contornos del edificio. La nave central parece destinada a los escogidos. En las naves procesionales los fieles se acurrucan en muchedumbre. El altar de los Reyes preserva un sitio al gobernante que debe representar a Dios en la tierra. El crucero sirve de desahogo al interior y, en el centro, la cúpula vuela como una imagen anticipada de la gloria eterna. Tal es el esquema la estructura de, una catedral. El equilibrio entre las partes y el todo, el engace que llamaban los viejos arquitectos; la armonía entre esas mismas partes, sostenida por las sabias proporciones, produce ese sentimiento de reposo

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espiritual que hace del monumento la creación más intensa y más fecunda de toda la arquitectura eclesiástica.

Para el arte de las colonias españolas de América, la construcción de las grandes catedrales significa la máxima altura a que podía llegar el esfuerzo arquitectónico de cada país, a, la vez que la expresión del criterio artístico más ortodoxo, más apegado a las formas europeas. La primera gran catedral de América, la de Santo Domingo, fue comenzada en 1515 por el arquitecto Alonso Rodríguez, maestro mayor que había sido de la catedral de Sevilla, según lo afirma Llaguno.3 Hoy la critica niega que Alonso Rodríguez haya pasado a América; parece que fue un convenio que no se llevó a cabo. Sea como fuere, el templo nos muestra un interior gótico de tres naves, cubiertas con bóvedas de crucería sostenidas por gruesas columnas. Las nervaduras penetran directamente en el fuste, pues no existe capitel: apenas un anillo de pomas marca el límite; todo ello es característica de la arquitectura del siglo XV. En el exterior vemos dos portadas: una aparece reciamente fortificada, en tanto que la otra, de pleno Renacimiento, pone un destello de gracia en la vetustez del edificio.

La primera gran catedral de la Nueva España fue -aparte del enorme esfuerzo de don Vasco de Quiroga lastimosamente fracasado para construir una gran catedral en Pátzcuaro4 - la de Mérida de Yucatán, concluida por Juan Miguel de Agüero, arquitecto al parecer montañés, después de reconocida la fábrica con Gregorio de la Torre, entre los años de 1574 y 1578. "En atención a los buenos servicios que contrajo en esta obra y en la fortificación de la Habana de donde se le ordenó pasase a Mérida, el Gobernador de Mérida de Yucatán le concedió la asignación anual de doscientos pesos de oro de minas, doscientas fanegas de maíz y cuatrocientas gallinas."5 La conclusión de esta catedral tuvo lugar en 1598, como podía leerse en la inscripción que aparecía en el anillo de la cúpula.6 La catedral de Mérida olvida el sistema ojival de bóvedas con nervaduras, para cubrir sus tramos con bóvedas decoradas con casetas ajedrezadas, es decir, ya en espíritu de pleno Renacimiento. Su exterior, desgraciadamente, no fue concluido conforme a los planos del arquitecto primitivo.7

La catedral de Puebla fue comenzada un poco después que la de México; pero su conclusión tuvo lugar antes, gracias a la actividad y energía de aquel hombre extraordinario que se llamó don Juan de Palafox y Mendoza. Su arquitecto, Francisco Becerra, había proyectado una gran iglesia de tipo salón, como la actual catedral de Cuzco, en el Perú, en la que sin duda intervino el mismo maestro.8Sin embargo, cuando el señor Palafox reanudó la obra, la Catedral de México iba tan adelantada en su fábrica que influyó sobre su hermana de Puebla y así la nave central, que era de la misma altura de las colaterales como en todas las iglesias de tipo salón, fue levantada como en la de México. Por

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eso ambas catedrales parecen gemelas. No obstante, el hecho de que la catedral de Puebla fuese terminada en el relativamente corto período de tiempo que gobernó la mitra poblana el señor Palafox, hace que el edificio presente un estilo más homogéneo que el de la Catedral de México en su exterior. Ese estilo es mucho más cercano al desornamentado de Juan de Herrera. Parte hay en el templo, como las torres, que, salvo los remates barrocos de ladrillo y azulejo, que son muy posteriores, recuerdan vivamente el Escorial. La Catedral de México resume en si misma todo el arte de la Colonia. Su construcción tardó casi tres siglos, de manera que en ella se compendian todos los estilos, desde las bóvedas ojivales de sus primeros tiempos, el severo herreriano de sus portadas del lado del norte, de las de la sala capitular y la sacristía, hasta el neoclásico de Ortiz de Castro y el Luis XVI de Tolsá, pasando por el barroco de las demás portadas y el churrigueresco coruscante del altar de los Reyes. Acontece en ella lo mismo que en sus grandes hermanas españolas cada época le imprime un tono en el estilo que impera. Lo admirable es haber conseguido la unidad dentro de lo diverso; unidad espiritual si se quiere, ya que no visual, pero al fin unidad. No podemos menos de pensar que aquellos hombres, que sentían el arte de modo diverso de como lo habían sentido sus antecesores, obraban inspirados por un mismo espíritu, aunque el resultado de su creación fuese distinto. Por eso sería absurdo pretender artificialmente que el templo regresase a una unidad estilística que nunca tuvo. Debemos respetarlo en su variedad pintoresca de estilos. Sólo cuando los agregados son de nula calidad o de escaso valor artístico, es permitido suprimirlos para buscar una mayor armonía.

La Catedral de México representa, como las demás catedrales de América, la continuación de la serie magnífica de catedrales españolas. Su parentesco no es simplemente el que implica una semejanza de conjunto. Viene de más hondas raíces: al ser construida, sus autores tuvieron presentes las catedrales españolas que habían sido edificadas antes. La idea primordial fue construir una catedral semejante a la de Sevilla y aun parece que el templo fue trazado así, pero tan loca ambición por grandiosa, era desproporcionado: el arzobispo Montúfar hubo de contentarse con edificar un templo semejante a la catedral nueva de Salamanca o la de Segovia. Su estructura es muy parecida a la de estos últimos templos, pero también influyó no poco la de Jaén.9

Desde el punto de vista social, la historia de la Catedral de México nos enseña cómo las grandes creaciones son obra en este país del esfuerzo personal, a la inversa de las viejas catedrales europeas, nacidas, como lo prueba Violet-Le-Duc, del esfuerzo del pueblo coligado con la clerecía y el poder regio contra el feudalismo. La Catedral de México debe su existencia a determinadas personas: los arzobispos que se dieron cuenta de la necesidad de la obra y la solicitaron con toda energía; los

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reyes de España que ordenaron su construcción; los virreyes que pusieron en obedecer el mismo entusiasmo que en crear y los artífices que levantaron el edificio muchas veces con su propia sangre. Estas voluntades, ideas fuerza de la obra, eran fecundadas y servidas por los maestros, los aparejadores y los millares de indígenas que, a veces contra su voluntad, a veces de buena gana, consagraron su esfuerzo a la fábrica material del templo. La sociedad mexicana puede decirse que en aquella época, a mediados del siglo XVI, aún no existía. La Colonia era un campamento de guerreros y la iglesia viene a sumar sus esfuerzos evangelizadores a la situación aún militar y bélica del momento. Buena prueba de ello son los grandes templos fortalezas que se construyen hacia esa época, algunos con una estrategia militar tan perfecta como el de San Francisco en Tepeaca, que parece, más que iglesia, castillo. Hábil idea política fue la del primer virrey don Antonio de Mendoza, que hizo que, en vez de construir fortalezas en cada pueblo, se levantasen templos fortificados: así, los indios no sentían el yugo del conquistador; era en el mismo seno de la iglesia que los protegía y les daba el alimento espiritual donde existía el símbolo guerrero de la dominación, en las almenas, pasos de ronda y garitones que lo coronaban; pero, a la vez, de protección contra los indios aún rebeldes. Al transcurrir de los años la obra de la Catedral se impone como una necesidad latente, a la cual hay que consagrar todo el esfuerzo. Y no faltaron contradictores a la obra: toda obra grandiosa suscita rivalidades; mientras más grandiosa es, mayores son éstas, como lo prueba el magno proyecto de don Vasco de Quiroga para su catedral de Pátzcuaro. La fuerza de voluntad de quienes se consideraban obligados a llevar adelante la obra venció todas las dificultades, y así pudo desarrollarse lentamente, sin más interrupciones que las necesarias: los años de hambre o cuando la inundación asolaba terriblemente a la capital.

Naturalmente, la edificación exigió enormes cantidades de indios y no siempre se les trató con la justicia debida. Los frailes, siempre protectores de sus neófitos, elevaron más de una ocasión su protesta contra la obra. Puede haber habido en el fondo cierta rivalidad hacia una iglesia que tal vez juzgaban innecesaria, puesto que ellos tenían numerosas iglesias conventuales, pero no debe dejar de mencionarse el hecho para justicia de unos como para desdoro de otros. Así, aunque con palpable exageración, fray Jerónimo de Mendieta escribía en 1592: "Mas si a la iglesia mayor dé México le bastan para entender en su edificio ciento o doscientos indios, ¿por qué han de llevar allí millares de ellos con tanta violencia y pesadumbre para darlos el repartidor a quien se le antojaré (o a quien el virrey lo mandare)?".10 Es evidente que fray Jerónimo se ofusca cuando afirma que semejante obra podía ser construida con cien o doscientos indios, pero no podemos menos de

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alabar su celo cuando se queja con toda justicia de que los indios destinados a la Catedral eran enviados a otras obras.

El esfuerzo de los virreyes que concluyeron la Catedral demuestra que casi era el asunto más importante que en su gobierno desarrollaban. Verdadera emulación surge entre los gobernantes de Nueva España para ver quién cerraba más bóvedas de la naciente Catedral. En verdad puede afirmarse que, en la historia que va a leerse, cada piedra lleva inscrito un nombre.

Debemos considerar ahora el significado de la Catedral desde el punto de vista religioso. Cuando se erigen los obispados de Nueva España se encuentra ésta, en lo que a religión toca, bajo el dominio exclusivo de las órdenes religiosas. Los apostólicos franciscanos, los dominicos, los agustinos se han repartido el país para evangelizar a los indios y administrar los sacramentos. Cada convento es una parroquia y los frailes gozan de prerrogativas especiales, concedidas envista de la necesidad por los Papas, para la administración parroquias, sin tener que dar cuenta a ningún obispo. La obra de los misioneros está ya definitivamente juzgada.11

Aquellos hombres heroicos no vacilaron muchas veces en afrontar el martirio para propagar la fe de Cristo entre los indios indómitos; pero otros, más heroicos quizás, interpusieron sus débiles armas entre la tiranía feroz de conquistadores y encomenderos y la debilidad vencida de los indios. Mas es indudable que, una vez consumada la conquista, incorporado el nuevo país a la cultura de occidente, así en sus manifestaciones del pensamiento como del espíritu, era necesario que la organización religiosa se encontrase en consonancia con la organización del clero secular europeo.

Que no hubo la menor intención por parte de los reyes de España de perjudicar a los frailes, así en su obra como en su instituto, nos lo demuestra el hecho de que los primeros obispos fueron escogidos entre miembros de las órdenes mendicantes. Don fray Juan de Zumárraga, varón extraordinario, primer obispo y arzobispo de México, fue franciscano. Y que no solo aprovechaba las actividades de sus hermanos de hábito, sino que existía una colaboración intima entre los franciscanos y la mitra, se puede demostrar con múltiples hechos.

A este primer periodo de colaboración mutua entre prelados y frailes sigue una época en que, por incomprensión de algunos o por intolerancia de otros, no reina ya semejante armonía. El carácter enérgico del señor Montúfar, que tuvo que obrar con rectitud para corregir los males que invadían a la Colonia; los privilegios concedidos por el Vaticano o el rey a los frailes, siempre en vigor, aunque en demérito muchas veces de la autoridad episcopal, produjeron choques

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inevitables. La culpa quizás no haya sido de los mismos actores, sino más bien de las autoridades que no supieron armonizar la obra de los frailes con las necesidades de los obispos y su régimen perfectamente organizado. Los privilegios concedidos a aquéllos, que bien merecidos los tenían, eran causa, a veces, de que, espiritualmente, fuesen mucho más poderosos que los obispos porque los indios, agradecidos por el bien que les habían otorgado desde un principio, se declaraban sin discusión partidarios de los frailes y de sus conventos y enemigos de los clérigos.

Llegó un momento, cuando la evangelización puede decirse que había terminado en el núcleo del país y sólo era necesaria en las regiones más lejanas, en que se imponía una modificación a la organización eclesiástica de la Nueva España; los frailes deberían volver a su vida contemplativa, propiamente monástica, con su clausura, y dejar la administración de las parroquias a los señores obispos que designaban sus clérigos. Tal hecho fue convirtiéndose en realidad paulatinamente, pero por desgracia no fue implantado siempre en una forma pacífica y amistosa, sino que hubo choques lamentables, y los señores obispos, fundándose en el derecho indudablemente, se excedieron un tanto en la secularización de las parroquias. Para el siglo XVIII esta secularización es completa; las órdenes religiosas se encuentran en decadencia en tanto que los obispados florecen, cada vez mejor organizados. Parece que aquel esfuerzo heroico de los frailes para arrebatar del mal a las, almas de los indios, era lo que les daba la grandeza, la energía y el espíritu que tanto admiramos en ellos durante el siglo XVI. Continúa la evangelización; todavía hay hombres que sufren el martirio por propagar la fe de Cristo más allá de las fronteras habituales de la Nueva España. Su labor, desde el punto de vista del espíritu y de la religión, es no menos grandiosa, pero los tiempos habían cambiado los países en que trabajaban eran de suma pobreza y, así, no puede compararse nunca la obra extraordinaria de los frailes en la Nueva España durante el siglo XVI, con la que produce esta evangelización posterior, no menos santa, pero sí mucho menos creadora en lo que al arte se refiere.1 Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. XXXIII-XXXVIII.2 Auguste Rodin, Les Cathédrales de France, pág. 1.3 Llaguno, I, págs. 139-41.4 Toussaint, Pátzcuaro.5 Llaguno, III, pág. 67.6 Confirma esta fecha Cogolludo, pág. 2107 Puede verse un excelente estudio acerca de esta catedral por el arquitecto José García Preciat  en el número 31 de la revista Archivo Español de Arte y Arqueología 8 Llaguno, III, 57 

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9 Angulo, Catedrales Mexicanas del Siglo XVI. Madrid, 1943.10 Códice Mendieta. Pág. 121.11 Véase la excelente obra de Robert Ricard, “La conquette Spirituelle du Mexique”

2.1 Introducción1

Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. 77.La Catedral de México ocupa un espacio rectangular y mide interiormente ciento nueve metros, noventa y seis centímetros de largo, por cincuenta y cuatro metros, cincuenta centímetros de ancho.2Consta de cinco naves atravesadas por el crucero. La nave central, más alta, está techada con bóvedas de cañón con lunetos; las naves procesionales las presentan vaidas cuyos ornatos las hacen parecer de platillo. Las naves más exteriores forman siete capillas hornacinas de cada lado y a los lados del ábside se abren, del lado de la Epístola, la sacristía, y del Evangelio, la sala capitular. Las capillas están techadas, las más antiguas, con bóvedas de crucería, así como la sala capitular, la sacristía y los vestíbulos del lado del norte. El ábside ocupado por la capilla real, ofrece la forma de un rectángulo terminado por un trapecio. La nave central presenta una puerta al sur y otras dos las procesionales; éstas ofrecen también puertas del lado del norte con vestíbulos, como se ha dicho. 

Los brazos del crucero, que también están cubiertos con bóvedas de cañón con lunetos, tienen en sus extremidades sendas puertas, al oriente y al poniente; en el centro del crucero se forman cuatro pechinas que sostienen la airosa cúpula con su tambor.

Presenta, pues, nuestro edificio una forma piramidal, ascendiendo desde las partes más bajas, o sean las capillas, a las bóvedas de las naves procesionales; en seguida a las de las bóvedas de la nave central y del crucero y luego al cimborrio. En el esquema constructivo que publicamos puede verse la lógica de la construcción, que comenzó por las partes inferiores para llegar a poder edificar el cimborrio y después lo que resta del edificio hacia el sur para concluir con su fachada. 

La estructura viene a complementarse por los botareles que trasmiten los empujes de las bóvedas más altas sobre las más bajas, para ser nulificados por los sólidos muros que rematan el edificio. Las naves se encuentran separadas por gruesos machones que presentan cuatro medias muestras en sus caras y la misma disposición se ve en las separaciones de las capillas; en la parte alta los arcos formeros y torales están formados por la prolongación del fuste de cada media muestra hasta encontrar su correspondiente, sistema original que no se

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encuentra en otros edificios. La disposición de las naves permite iluminar perfectamente el templo con ciento setenta y cuatro ventanas.

Ocupando dos espacios de la nave central se ve el coro, que se halla rodeado de muros en tres de sus lados. El trascoro está ocupado por el altar del Perdón, frente al cual quedan dos tramos de la nave central y corresponde a la puerta principal que también se llama del Perdón. Cierra el coro una hermosísima reja que da salida a una crujía que conduce al presbiterio, donde se alza un altar que ha sido llamado ciprés. En la parte exterior del coro se ve una riquísima tribuna, volada en que unos hermosos ángeles sostienen el ambulatorio y su balaustrada. Sobre los dos primeros espacios que ocupa el coro, se levantan órganos monumentales, de madera tallada y dorada.

Tal es, a grandes rasgos descrita, la parte arquitectónica de nuestra Catedral; vamos ahora a hablar del interior y, al hacerlo, detallaremos la historia de cada uno de los elementos que constituyen esta obra magna.1 Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. 77.2 Medidas que da el arquitecto Mariscal en su obra citada.

3. El Sagrario Metropolitano1

Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. 247-249.Todas las catedrales necesitan un Sagrario anexo. El sagrario es la parroquia. También, la oficina en que se administran los sacramentos y se lleva el censo de los feligreses. Desde un principio la Catedral de México tuvo su Sagrario. Es inútil discutir si los primeros párrocos fueron los frailes o los clérigos que venían con los conquistadores. Claro es que podían administrar los sacramentos por facultades concedidas especialmente por la Santa Sede; de ninguna manera podían equipararse a los curas de una parroquia, porque una parroquia depende siempre de un obispo y entonces no existía obispo. Ejercían las funciones parroquiales para administrar los sacramentos a los fieles, pero sin cumplir con las disposiciones canónicas que sólo un párroco nombrado por un obispo puede realizar. No sabemos dónde estaría instalado el Sagrario en la catedral vieja; probablemente disponía de un altar en el templo y de una oficina anexa donde se encontraban el cuadrante con su notaría y el archivo. Para aquellos tiempos en que la ciudad no alcanzaba su máximo desarrollo, el Sagrario, junto con las otras parroquias como la de la Santa Veracruz y la de Santa Catarina, podía dar servicio a todos los fieles españoles,  ya que, sabido es, los indios poseían su parroquia en la capilla de San José de los Naturales, en el convento de San Francisco.

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Cuando la catedral vieja fue derribada en 1624, los curas del Sagrario recibieron para sus oficinas dos capillas: las primeras del lado de la Epístola en la catedral nueva, o sean la de las Angustias y la de San Isidro. La primera sirvió de templo y la segunda de sacristía, pero como las dos capillas eran demasiado estrechas para una oficina tan amplia, se acordó construir fuera del perímetro del templo otra estancia que sirvió de bautisterio. Desde entonces la capilla de San Isidro quedó con una puerta que comunicaba con el bautisterio. Esta fue concluida en 1648 y la capilla de San Isidro se dedicó exclusivamente a sacristía. 

Transcurrieron los años, aumentó la población de la capital del virreinato y se vio que era en absoluto imposible que una parroquia tan poblada pudiese subsistir en un local tan reducido. Además, la Catedral crecía en suntuosidad y magnificencia cada vez mayores y el Sagrario parecía un hijo ilegítimo albergado en sitios indecorosos, no porque careciese de suntuosidad, sino por su estrechez y dependencia. Entonces se pensó construir un templo especial para el Sagrario, y más cuando al oriente de la Catedral existía un amplio terreno que se podía aprovechar, porque los cimientos fueron edificados en un rectángulo cuyo eje mayor iba de oriente a poniente y la Catedral fue construida perpendicularmente, es decir, de norte a sur. Para la construcción del Sagrario se buscó al arquitecto más notable de la época, Lorenzo Rodríguez. Este hombre de una habilidad extraordinaria, de un sentido artístico no igualado por ningún otro arquitecto de su tiempo, tomó en cuenta las necesidades del templo que iba a construir, pero también las del gran edificio a cuya vera se iba a levantar el nuevo monumento: tenía el bautisterio de los curas por una parte; tenía la gran sala que la archicofradía del Santísimo había construido fuera del perímetro de la Catedral, anexa a la capilla de Guadalupe. Entonces, con una inspiración verdaderamente genial, traza su templo con un plano en forma de cruz griega. Uno de los brazos de la cruz se adhiere amorosamente al gran templo, a la misma capilla de San Isidro que tenía ya abierta una comunicación. Por este brazo de su cruz, el Sagrario se confiesa hijo de la gran catedral; por él recibe la visita de los fieles y de las dignidades eclesiásticas de la misma. Pero es independiente, puede ejercer su vida, estando íntimamente unido, más sin depender en exclusivo de ella; la puerta de comunicación lo une con la madre, pero también puede aislarla en casos necesarios. 

La planta en cruz griega ideada por Lorenzo Rodríguez, es perfecta para un templo parroquial metropolitano: adquiere la suntuosidad de una pequeña catedral en los brazos de su crucero, que se levantan airosamente hacia el cielo en una cúpula central. En los cuatro espacios que quedan repartidos entre los brazos de ese crucero se pueden acomodar admirablemente todas las oficinas que requiere un Sagrario: la capilla del bautisterio; el cuadrante; la notaría con su

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correspondiente archivo y hasta habitaciones para los señores curas, que deben estar pendientes de su ministerio a toda hora de la noche y del día. 

Sobre esa planta Lorenzo Rodríguez edifica un magnífico cuerpo. El Sagrario es acaso la manifestación más perfecta del arte de su época. Fue edificado del 14 de febrero de 1749, en que se puso la primera piedra asistiendo a la ceremonia el virrey conde de Revillagigedo el Primero, hasta el mes de febrero de 1768. La dedicación tuvo lugar el día 8, con solemne procesión desde la Catedral. Durante la construcción, como fue necesario destruir el bautisterio antiguo, el Sagrario se trasladó con sus oficinas a la capilla de las Ánimas que se encuentra en la vieja calle de las Escalerillas, hoy llamada de Guatemala. Los altares del nuevo templo pertenecieron al estilo de su época llamado churrigueresco. Con el tiempo algunos fueron cambiados; el principal, estrenado el año de 1829, se debió a ese gran artista indígena, perjudicado por su época, que se llamó Pedro Patiño Ixtolinque, discípulo del gran Tolsá. 

Cosa es increíble que el gran arquitecto colonial Lorenzo Rodríguez no supiera dar a su templo la cimentación necesaria, y cosa más maravillosa aún es que este templo, con un escaso cimiento de cuarenta centímetros, haya subsistido hasta nuestros días. Seguramente Lorenzo Rodríguez juzgó que edificaba su templo sobre la plataforma que se había hecho para sustentar a la Catedral; pero lo que todavía es más grave, sólo una pequeña parte, la contigua al gran templo, descansaba en la plataforma que constituía un verdadero escalón en la base de la nueva estructura. Al pasar de los años el edificio se resintió naturalmente por esta falta de base, y hubiera perecido irremisiblemente si el Gobierno Federal, a instancias de la Dirección de Bienes Nacionales, no hubiese dedicado atención a salvar tan preciada joya de nuestra arquitectura.

La iniciativa para esta obra surgió en el tiempo en que era Presidente de la República el general Abelardo L. Rodríguez y puso gran empeño en ella el Ingeniero Ignacio L. Figueroa, que ocupaba la Dirección de Bienes Nacionales. Como el presupuesto llegaba a la suma de cuatrocientos mil pesos y su proyecto se presentó en los últimos días del gobierno, no se quiso dejar tal cargo al sucesor, y por eso la obra comenzó siendo Presidente el General Lázaro Cárdenas, que no se opuso a la realización de tan magno esfuerzo.

Concienzudos estudios realizados por los arquitectos Manuel Ortiz Monasterio y Manuel Cortina García fueron sometidos a la Comisión Técnica y de Conservación de la Catedral de México, que los aprobó, y se realizaron dirigidos por los dos arquitectos mencionados. Es de

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justicia recordar los nombres de quienes componían dicha comisión, ya que ella salvó de la ruina una de las joyas más notables de nuestra arquitectura virreinal. La presidía el ingeniero don Roberto Gayol; Ortiz Monasterio representaba a la Sociedad Mexicana de Arquitectura; Cortina García era el arquitecto de la Catedral. La Dirección de Monumentos Coloniales se hallaba representada por el arquitecto Luis McGregor; la Dirección de Bienes Nacionales por los arquitectos Manuel Ituarte y Daniel García; el ingeniero Eduardo Mancebo llevaba la voz por la Asociación de Ingenieros y Arquitectos, y don Alberto María Carreño tenía la representación del señor Arzobispo de México.2 Los trabajos realizados lograron salvar de la ruina al monumento. Complétanse así el espíritu del genial artista del siglo XVIII con la ciencia de nuestra época, hábilmente manejada, para respetar los vestigios de la obra artística no sólo sin mancillar el menor de sus detalles, sino salvándola íntegra para la posteridad. Para la fecha en que fue construido el edificio, la vida de la Nueva España había cambiado profundamente. Al barroco del siglo XVI, elegante y expresivo del espíritu del virreinato, vino a sustituirlo otro barroco. Este barroco que llamamos por costumbre churrigueresco, pero que designamos también como churrigueresco mexicano, porque es la expresión evidente y loca de nuestro siglo XVIII, y llena con sus creaciones las postrimerías de nuestro arte colonial. Arte decorativo, arte escultórico, arte que sirve para cubrir una estructura preconcebida, pero arte identificado con el pueblo Como ninguno otro lo había sido. Es así el Sagrario famoso en los anales del arte, no ya de México, sino del mundo entero. Sobre la planta de abolengo bizantino, perfectamente equilibrada en sus cuatro costados, con estructuras laterales que en los ángulos sirven para sostener el gran espacio central que se eleva por encima de todas, viene el revestimiento que expresa todo el arte del siglo XVIII. Los ángulos cubiertos de fino tezontle, con graciosas portadas de cantera, con ventanas cuyos marcos son de la misma piedra y se hallan cerradas por finas rejas de hierro, se van elevando en una línea elegantemente quebrada hacia los grandes pórticos, que parecen retablos de piedra encuadrados por enormes pilastrones. Las portadas gemelas, pero distintas, llenas de una espiritualidad que es difícil reducir a palabras escritas, nos enseñan cómo este arte de la Colonia unifica todos sus esfuerzos en un solo fin, que, más que humano, parece pretender a la divinidad. Porque estas grandes portadas que carecen de sentido arquitectónico, pero que tampoco podrían ser calificadas de estructuras decorativas, se dirigen al espíritu más que a los sentidos. Hay un drama de vivos contornos que se desarrolla en el interior del templo, pero tal drama aparece traducido en un lenguaje espiritual en dichas portadas, que nos indican de antemano lo que vamos a encontrar en el interior de la iglesia. Nuestro espíritu se predispone, se prepara a asistir a la ceremonia

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simbólica que se desarrolla frente a los altares, pero estos altares de piedra desde antes nos han advertido, nos han preparado para lo que vamos a encontrar después. Es así como el barroco mexicano, inconfundible con ninguno otro barroco del mundo, se identifica, primeramente con su propósito que es ensalzar a Dios, y después con los que van a contribuir a desarrollar ese propósito, con los fieles, que deben haber sentido la emoción religiosa desde el momento en que se acercaban al templo y penetraban por sus puertas que eran ya a la vez una plegaria y un cántico.1 Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, págs. 247-249.2 Datos comunicados por don Alberto María Carreño.

4.3 Artífices de la Catedral de México1

Cfr. Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, Apéndice, págs. 349-352.Hemos formulado una nómina de algunos artistas de que tenemos noticia que hayan trabajado en nuestra Catedral, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, es numerosísima la serie artífices de todas clases que han dado su sangre y su talento para esta obra. Deseamos que se rinda homenaje a aquellos de que tenemos noticia. Los hemos agrupado según sus actividades. Incluimos algunos de la Catedral vieja, así como otros quienes trabajaron en la restauración del edificio. Consignamos únicamente los trabajos realizados para la Catedral, pues sería muy extenso hacer una biografía de cada artífice.

Arquitectos

• Sepúlveda, Maese Martin de.- arquitecto de la primera catedral, 1530. • Arciniega, Claudio de.- Maestro mayor de la obra de reparación de la Catedral vieja y arquitecto que trazó la catedral nueva. Maestro mayor de la fabricación de la Catedral nueva. 1585.• Pablo, Alonso.- Oficial de cantería. Trabajó en la portada principal de la Catedral vieja. 1585• García de Villaverde, Hernán.- Oficial de cantería. Trabajo en la portada principal de la Catedral vieja y en las capillas de la catedral nueva, así como en los pilares torales. 1585.• Arteaga, Juan de.-  Oficial de cantería. Trabajó en la portada principal de la Catedral vieja y en las capillas de la Catedral  nueva. 1585• Tayala, Guinés.-  Ibarra Juan de.-• Martínez López, Alonso.-  en 1624 y 1626 era maestro mayor de la obra de la fábrica de Catedral.• Gutiérrez, Clérigo Presbítero licenciado Pedro.- Maestro de arquitectura. Levantó el edificio con la cruz de Mañozca.

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• Maldonado, Pedro.- Maestro de Arquitectura. Firmo la escritura de concierto para la fábrica del altar mayor, como fiador de Antonio Maldonado.• Maldonado, Antonio.- Maestro de arquitectura y ensamblador. Firmo la escritura de concierto para la fábrica del altar mayor como  principal.• Roa, Francisco Antonio de.- Arquitecto. Maestro mayor del reino y de la fábrica material de la Catedral y Real palacio.1719• Alvares, Manuel.- Dictamino sobre el proyecto de presbiterio que presento Jerónimo de Balbás.• Rodríguez, Arquitecto Lorenzo.- de 1749 a 1768 edifico el Sagrario Metropolitano. • Ortiz de Castro, Arquitecto José Damián.- Maestro mayor de la obra. Fue autor de los remates de la fachada principal. Resolvió el problema de las torres, opinó que debían hacerse varias campanas pequeñas, en lugar de una grande para la torre nueva. Dirigió la subida de la campana “Santa María de Guadalupe”, Remato las torres nueva con unos globos y cruces de piedra.• Tolsá, Arquitecto Manuel.- Dio fin a la obra de la catedral de México. Reconstruyendo la cúpula y armonizando todo el edificio que presentaba diversos aspectos. Esculpió las estatuas de las tres virtudes teologales que coronan el cubo que sostiene el reloj. Dibujo los pedestales para colocar la Cruz de Mañozca en uno de los ángulos del nuevo recinto, una vez derribada la muralla de almenas.

Bordadores

• Maestre, Marcos.-  Bordador, firma el terno rico de ornamentos que conserva el museo de Catedral.• Molero, Miguel.- tejedor en 11769 hizo varios ornamentos, empleando técnica diversa a la del bordado.

Carpinteros y Ensambladores

• Salcedo de Espinoza, Juan.- carpintero de lo blanco. Cubrió  con un alfarje la nave de la catedral vieja. • Suster, Adrián.- Ensamblador flamenco Trabajó en la sillería del coro de la catedral vieja, se ocupó del traslado de la misma sillería, 1601- 1602. Reparó en el mismo año el altar mayor e hizo una serie de barandillas y escaleras• Vázquez, Nuño.- En 1602 hizo los púlpitos para la catedral vieja.• Núñez, José.- Probable autor del facistol que se encuentra en el centro del coro.

Escritores del libro del coro

• Franco, Fernando.- Siglo XVI• Castro, Sebastián de.- 1750

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• Gastón y Valbuena, José Andrés 1762.• Lozano de Peñaloza, Doctor José.

Escultores

• Montaño, Juan.- Escultor. Trabajó en la sillería del coro de la Catedral vieja.• Velazco, Manuel de.- Maestro de arquitectura y entallador, hizo los grandes marcos con ángeles para las pinturas murales de la sacristía.• Ximénez, Miguel.- en 1687 firmo la estatua de san Pablo para la portada principal de la Catedral y fue autor del gran relieve que ocupa el cuerpo central de esta portada.• Rojas, Juan de.- Hizo la sillería del coro de la Catedral de México. • Roa, Andrés de.- maestro de escultura y ensamble, Hizo el monumento nuevo en 1698.• Balbás, Jerónimo de.-  Escultor. De 1718 a 1737 trabajó en la obra del altar de los Reyes  Fue enviado a Acapulco a recibir la reja del coro de la Catedral que venía de Manila. Hizo el nuevo ciprés aprovechando parte del antiguo. • Moreno, José María.- Hizo los cuatro ángeles del nuevo ciprés  construido por De la Hidalga.

Fundidores de campanas

• Buenaventura, Juan. 1578• Buenaventura, Simón.• Contreras, José. 1752• Espinoza, Bartolomé.1767• López, Manuel.1707• Murillo, Anastasio, 1766 • Parra, Fundidor de campañas, 1668• Sánchez, Hernán, 1616 • Soriano, Juan, 1745• Vega, Salvador de la. 1791

Herreros Latoneros y Cobreros

• Reyes, Gaspar de los.- Trabajó en agrandar la puerta de hierro de la entrada de la Catedral vieja. • Lemus, José de.- Maestro de latonero y cobrero, hizo la crujía de la Catedral, la cual terminó en 1745.• Quiaulo, Capitán.- Artífice asiático autor de la reja del coro de la catedral.Organeros• Sanz, Tiburcio.- Aragonés. Vino de España con el órgano de la Catedral para armarlo, fue procesado por la inquisición por bígamo.

Pintores

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• Pereyns, Simón.- pintó seis lienzos para el retablo de la Catedral vieja, en 1585. Fue autor de la gran pintura que decora el centro del altar del perdón. Y que representa a “la Virgen mará con el niño” en 1588 firmó el gran cuadro en tabla que representa a “san Cristóbal” que decora el altar de la capilla  de san José que se ha pasado a la capilla de Santa Ana, después de la Purísima Concepción. • Concha, Andrés de la.- Doró el alfarje que  cubría la nave central de la Catedral vieja. Hizo el retablo mayor de la  misma Catedral.• Echave, Pintor.- Firma los retratos de los señores Arzobispos Don fray. Juan de Zumárraga; Don Fray, Alfonso de Montúfar. Don Pedro Moya de Contreras. Don Alonso Fernández de Bonilla, Don Fray García de Santa María, Don Fray García Guerra que existen en las bodegas de nuestra Señora de Guadalupe.• Murillo, Bartolomé.-  Autor del cuadro que representa a “Nuestra Señora de Belén” la cual adornaba el coro de la catedral hoy existe en el tesoro.• Villegas, Joseph.- Pintó el gran cuadro que representa la “crucifixión” y que se encuentra en la capilla del santo Cristo de las Reliquias. • Villalpando, Cristóbal de.- Pintó por años de 1685 los grandes cuadros murales que cubren la sacristía  y que representan “La Inmaculada Concepción” y “El triunfo de la Iglesia”• Rodríguez Juárez, Juan.- Pintor. Autor de las pinturas que decoran el altar delos reyes y que representan “La Asunción de la Virgen” y “La Adoración de los Reyes”. En 1724 firma una pintura que representa a “San José” y que existe en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua, Y en 1714 el retrato del Arzobispo Licenciado don José Lanciego.• Martínez, Francisco. Doró el altar de los Reyes.

Plateros

• Vargas. Luis de.- en 1610 hizo la famosa imagen de la Asunción, de oro y esmalte, registrado por primera vez en el tesoro de 1632.• Estrada, Francisco de.- Hizo la gran lámpara del altar mayor que se estrenó el 15 de agosto de 1733.• Rodríguez Alconedo, José Luis.- Hizo los trofeos, coronas y collares de la orden del Toisón de oro, para el escudo real del frente del templo  y  las coronas y las llaves de las tiaras para las portadas laterales del mismo frente. Hizo también las tiaras que guarnecían el escudo real y sus cuarteles.• Rodallega, José María. Patrón de platería. Trabajo en muchas obras para la Catedral, en la primera mitad del siglo XIX.1 Cfr. Toussaint, La Catedral de México, Porrúa, México, 1973, Apéndice, págs. 349-352.

Catedral Metropolitana de la Ciudad de MéxicoCoordenadas:  19°26′4″N   99°7′59″O  (mapa)

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Arquitecto(s) • Claudio de Arciniega• Juan Gómez de Trasmonte• José Damián Ortiz de Castro• Manuel Tolsá

Otro(s) artista(s) Jerónimo de Balbás, Altar de los Reyes

Datos arquitectónicos

Tipo Planta basilical, cinco naves, crucero, cúpula y 16 capillas laterales

Orientación Norte-sur

Materiales Cantera

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Torre(s) Dos torres, 64 y 67 m (altura)

Campana(s) Treinta campanas

Cúpula Cúpula de tambor octagonal

Planta(s) y mapa(s) del edificio

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Planta de la catedral

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La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México es la sede de la Arquidiócesis Primada de México y se ubica frente a laPlaza de la Constitución, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Las medidas aproximadas de este templo son 59 metros de ancho por 128 de largo y una altura de 60 metros hasta la cúpula.1 Es también una de las obras más sobresalientes del arte hispanoamericano.2 Construida con cantera gris, cuenta con cinco naves y 16 capillas laterales. Está dedicada a la Asunción de la Virgen María.

Índice  [ocultar] 

1 Historia o 1.1 El campanario

o 1.2 El Altar del Perdón

o 1.3 El coro

o 1.4 Cúpula

o 1.5 Las capillas

1.5.1 Altar principal

1.5.2 Altar de los Reyes

1.5.3 Las capillas laterales

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1.5.3.1 Capilla de Nuestra Señora de las Angustias de Granada

1.5.3.2 Capilla de San Isidro

1.5.3.3 Capilla de la Inmaculada Concepción

1.5.3.4 Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe

1.5.3.5 Capilla de Nuestra Señora de La Antigua

1.5.3.6 Capilla de San Pedro

1.5.3.7 Capilla del Santo Cristo y de las Reliquias

1.5.3.8 Capilla de San Felipe de Jesús

1.5.3.9 Capilla de Nuestra Señora de los Dolores

1.5.3.10 Capilla del Señor del Buen Despacho

1.5.3.11 Capilla de Nuestra Señora de la Soledad

1.5.3.12 Capilla de San José

1.5.3.13 Capilla de San Cosme y San Damián

1.5.3.14 Capilla de los Ángeles

1.5.4 Capilla de las Ánimas

o 1.6 La sacristía

o 1.7 Las criptas

2 El sagrario

3 Maestros de capilla de la Catedral durante el virreinato

4 Véase también

5 Referencias

6 Enlaces externos

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Historia[editar]

Fe, Esperanza y Caridad; Esculturas de Tolsá.

Catedral Metropolitana, c. 1900.

El Zócalo de la Ciudad de Méxicoy la Catedral Metropolitana en1900. Se aprecia la estación de tranvías y algunos de ellos frente a ella.

En el tiempo de la ciudad de Tenochtitlán el área en donde se encuentra la actual catedral estuvo ocupada por un pequeño templo

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dedicado a xitle3 o quizá por el templo deQuetzalcóatl, un templo dedicado al sol y otras edificaciones menores.4

Tres años después de concluida la conquista, Hernán Cortés mandó construir una iglesia en el lugar aprovechando material de los templos aztecas. Esta iglesia fue convertida en catedral por Carlos V y el papa Clemente VII según la bula del 9 de septiembre de 1534 5  y nombrada metropolitana por Paulo III en 1547.6 Pronto quedó clara su insuficiencia y por mandato de Felipe II se derribó en 1552. Los trabajos de construcción de la nueva no comenzaron sino hasta 1571 cuando el virrey Martín Enríquez de Almansa y el arzobispoPedro Moya de Contreras colocaron la primera piedra de su sucesora, la actual catedral.La suma del costo de la obra hasta la dedicación de 1657 fue de 1.759.000 pesos. Dicho costo fue cubierto en buena parte por los reyes Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II.6

Luego, hubo un concurso para designar al arquitecto que terminaría la fachada. El proyecto ganador de dicho concurso fue el neoclásico presentado por el veracruzanoJosé Damián Ortiz de Castro, que se antepuso a los de José Joaquín de Torres (barroco) e Isidro Vicente de Balbás. Ortiz de Castro procedería a terminar las torres, parte de la cúpula y obras al interior. La muerte de Ortiz de Castro dejaría las obras en suspenso un breve tiempo. En 1793 el arquitecto valenciano Manuel Tolsá recibe el encargo de finalizar las obras de construcción de la Catedral, que no concluyen sino hasta 1813.7

Entre los arquitectos que intervinieron en las obras de la catedral a lo largo de los siglos, estuvieron Claudio de Arciniega, que trazó el proyecto inicial, y Juan Miguel de Agüero. Informaron sobre el proyecto, desde el otro lado del Atlántico, Alonso Pérez de Castañeday Juan Gómez de Mora. Juan Gómez de Trasmonte realizó la mayor parte de su actividad profesional como maestro de obras de la Catedral en la primera mitad del siglo XVII, al tiempo que intervenía en la Catedral de Puebla.8

A lo largo del tiempo la catedral ha perdido parte de su acervo artístico. Se tiene constancia de algunas de las obras perdidas: lámparas de plata de gran tamaño, candelabros, blandones y figuras del mismo metal, la custodia de Borda (88 marcos de peso en oro; con 10 perlas, cubierta al frente por 5872 diamantes y al dorso por 2653 esmeraldas, 544 rubíes y 28 zafiros), un pectoral de oro con reliquias, otro con topacios y brillantes y con anillos de accesorio, alfombras, cojines, colgaduras y muchos tesoros más de características similares.Rivera y Cambas, Manuel; México Pintoresco y Monumental editorial del valle de México tres relieves en mármol blanco. El central representa la Asunción de la Virgen María. El que se tiene del lado izquierdo muestra la entrega de las llaves del Cielo a San Pedro; el que se tiene a mano derecha, la

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Barca de la Iglesia. Sobre el reloj se encuentran tres figuras representativas de las virtudes teologales: la Fe, la Esperanza y la Caridad. La Fe sostiene una cruz, la Esperanza un ancla y la Caridad sujeta a dos niños. El reloj y las esculturas se deben a Tolsá, así como las balaustradas y florones que coronan todo el conjunto.Como consecuencia del temblor que hubo en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985 la Catedral Metropolitana sufrió daños considerables, ya que por la gran magnitud, provocó que desde entonces año tras año se hunda cada vez más este recinto tan importante para la identidad mexicana. Si se observa el edificio desde algún punto de la Plaza de la Constitución claramente se nota la inclinación que ha sufrido.El campanario[editar]

Campanario de la catedral

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Campanario de la Catedral en la Ciudad de México

Aunque desde 1642 se colocó el basamento de la torre oriente y en 1672 el primer cuerpo de la misma, se puede decir que las torres se construyeron entre 1787 y 1791. En su construcción participaron los arquitectos Juan Serrano, Juan Lozano y José Damián Ortiz de Castro.Las torres de la catedral tienen una altura entre 64 y 67 metros. Tienen un remate en forma de campana, que termina con una esfera coronada por una cruz. Las esferas contienen cruces, monedas de la época, relicarios, oraciones y testimonios autorizados por el Cabildo de la Catedral. Además de ornamentación de trofeos, coronas y collares, cada torre tiene 8 esculturas monumentales, las cuales representan a santos protectores de la ciudad: 4 doctores de la Iglesia occidental y 4 doctores de la Iglesia española, y fueron realizados por José Zacarías Cora (torre poniente) y Santiago Cristóbal de Sandoval (torre oriente). Las estatuas en la torre poniente representan a Gregorio VII, San Agustin, Leandro de Sevilla, Fulgencio de Cartagena, San Francisco Javier y a Santa Bárbara. Las estatuas en la torre oriente representan a Emilio, santa Rosa de Lima, santa María, san Ambrosio|, san Jerónimo, san Felipe de Jesús, san Hipólito y san Isidro Labrador.Entre las dos torres cuentan con espacio suficiente para albergar 56 campanas, aunque al día de hoy son treinta y cinco las que han sido colocadas, siendo la torre poniente la que tiene mayor número de ellas. Cada campana recibe un nombre y su peso se mide en quintales o

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en arrobas. La mayor de ellas tiene el nombre de Santa María de Guadalupe, fue fundida por Salvador de la Vega en 1791 y pesa alrededor de trece toneladas. La campana más antigua se fundió en 1578, y se le conoce como Santa María de la Asunción (también conocida como Doña María), con peso aproximado de 7 toneladas. La más nueva es del año 2002 y fue colocada con motivo de la canonización de Juan Diego, bendecida por el papa Juan Pablo II.Dentro de la parte superior de cada torre hay escaleras de madera de forma elipsoidal, de las cuales hay muy pocos ejemplos en el mundo. Estas escaleras helicoidales u ovaladas son poco utilizadas pues el deterioro ocasionado por el tiempo es evidente, por lo cual solo son usadas por los campaneros. Empero, el enorme desgaste de escaleras y zonas del campanario se ha agudizado por la extensiva visita de turistas a un sitio no hecho para ello.Las campanas de la catedral han marcado momentos importantes en la historia del país:

en 1692 su repique convocó al pueblo a formar parte del rescate del Parián;

en 1821 fueron testigo y parte en la entrada del Ejército Trigarante el 27 de septiembre;

el 21 de julio de 1822 repicaron en la coronación de Agustín de Iturbide, realizada en esta misma Catedral y doblaron tanto en su fallecimiento como al colocarse sus restos en la capilla de San Felipe de Jesús;

el 14 de septiembre de 1847 convocaron a la defensa de la Ciudad de México ante la invasión estadounidense;

el 15 de septiembre de 1910 marcaron el inicio de las festividades del centenario de la Independencia nacional.

1968 toque marcando fin de la marcha del silencio.

Han doblado a duelo al entrar por la Puerta Jubilar de Catedral los cadáveres de los arzobispos y cardenales Miguel Darío Miranda Gómez y Ernesto Corripio Ahumada, en 1986 y en el 2008 respectivamente. Han repicado en su totalidad al entrar a la Catedral por vez primera un nuevo arzobispo de México, como en 1995 al llegar Mons. Norberto Rivera Carrera y al entrar por primera vez como cardenal en marzo de 1998. Tocaron a vuelo el 26 de enero de 1979, en la primera visita de Juan Pablo II a México, y en su quinta y última visita a México, del 30 de julio al 1° de agosto de 2002, con motivo de la canonización de Juan Diego. Repican en su totalidad 5 veces al año: en

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la fiesta de Corpus, en la noche del 15 de septiembre, en la noche de Navidad, en la misa de Año Nuevo y en la misa de Pascua.Dentro del remate en forma esférica de la torre oriente fue hallada en 2007 una caja del tiempo, colocada cuando fue finalizada dicha estructura. En la cantera del remate se inscribió la fecha "mayo 14 de 1791", y el nombre "Tibursio Cano". Dentro de la caja de plomo, había medallas religiosas, monedas de la época, un relicario, una cruz de palma y diversas imágenes de santos.9

El Altar del Perdón[editar]

Altar del perdón.

El retablo es obra de Jerónimo de Balbás (1735). A principios de 1967 hubo un incendio en la catedral que dañó el altar. Gracias a la restauración practicada se puede admirar el día de hoy una gran obra de arte virreinal. Se llama así porque se encuentra detrás de la puerta del mismo nombre. Esta es una de las obras más grandes del autor y tiene un estilo barroco estípite el cual contiene columnas que representan al cuerpo humano, todo el acabado de esta obra está cubierto con hoja de oro.El coro[editar]

Vista inferior del órgano

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Púlpito de la catedral

Péndulo de la catedral

La sillería del coro está fabricada en una excelente talla de tapincerán. Tiene dos niveles de sitiales: el alto para canónigos y el bajo para seises y sochantres. En la parte superior, tiene figuras talladas en medio relieve, de obispos y santos.

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La sillería del coro es fruto del arte de Juan de Rojas (1695). También fue dañada en el incendio de 1967.En el centro del coro, entre la reja y la sillería, está un facistol de caoba, adornado con figuras de marfil, una de las cuales, es un crucifijo que corona toda la obra. Se usa para sostener los libros de canto, y está conformado por tres cuerpos.La portada del coro y la crujía (el corredor cerrado que va desde el coro hasta el presbiterio) fueron hechas según el diseño del pintor Nicolás Rodríguez Juárez bajo la supervisión del sangley Quiauló. La bella reja del coro es de tumbaga y calain, y fueron estrenadas en 1730. Se fabricó en la ciudad de Macao, China,7 y sustituyó a una anterior de madera.Los dos órganos actuales de la catedral fueron construidos por el español trabajando en México Joseph Nassarre de 1734 a 1736. En el órgano de la Epístola, Nassarre reutilizó elementos del órgano anterior construido por Jorge de Sesma en Madrid de 1689 a 1690.10

Cúpula[editar]

La cúpula de catedral sostenida sobre un cimborrio octagonal.

Se terminó con adaptaciones al proyecto de Ortiz de Castro. En el interior también se representó la Asunción de la Virgen (Rafael Ximeno y Planes, 1810). La cúpula que existe hoy en día, es obra de Manuel Tolsá, y de tambor octogonal, levantada al centro del crucero, sobre cuatro columnas y rematada por una linternilla. Las actuales ventanas son de Matías Goeritz. En el incendio de 1967, ocasionado por un corto circuito en el Altar del Perdón la pintura de la Asunción se consumió.Las capillas[editar]Altar principal[editar]Éste desapareció en los años cuarenta del siglo xx. Con motivo del Santo Jubileo del Año 2000, se realizó una nueva mesa del altar mayor para sustituir a la anterior. Esta fue construida en estilo modernista por el Arquitecto Ernesto Gómez Gallardo

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Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, adornada para los festejos del centenario de la Independencia Mexicana 1910.

Fuegos pirotécnicos y espectáculo de luces en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, después del grito de Independencia del Bicentenario de la Independencia Mexicana 2010.

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Fachada principal actualmente

El Altar de los Reyes se encuentra en el ábside del templo, detrás del Altar Mayor. Es obra del insigne Jerónimo de Balbás, autor del Altar del Perdón de esta misma catedral, y del desaparecido Altar Mayor de la Capilla del Sagrario de la Catedral de Sevilla, entre otras.Este bello altar, que se puede considerar un monumento dentro de otro monumento, es la obra cumbre del estilo churrigueresco español o barroco estípite, y se considera la obra maestra de su destacado autor. Mide 25 metros de altura, 13 de ancho, y 7 metros de fondo; se eleva al fondo de Catedral ocupando el ábside.Es una talla formada por tres calles verticales, dos laterales y una al centro, adornada con los cuadros La Asunción de la Virgen, y La Adoración de los Reyes, del pintor Juan Rodríguez Juárez. Éste último, es el que da nombre al altar, además de una serie de esculturas de bulto de reyes y reinas canonizados (santificados), que posan a lo largo y ancho del altar.Fue realizado en maderas preciosas policromados, en una exuberante composición de pilastras y columnas, follaje, guirnaldas y querubines. El conjunto está estofado, revestido con hoja o lámina de oro, lo cual le confiere majestuosidad a la obra. Está cerrado por una doble bóveda, y en lo más alto del conjunto, se haya una representación de Dios Padre, presidiendo el magno conjunto.Las capillas laterales[editar]Capilla de Nuestra Señora de las Angustias de Granada[editar]La capilla sirve de asiento a la torre más antigua del templo, fue techada entre los años 1624 y 1627. En su retablo lateral derecho cuenta con una pintura del flamenco Martín de Vos que representa a Tobías y el ángel. En el siglo XIX perdió su banco original y todavía en 1964 le fue colocado otro elaborado por Miguel Ángel Soto, por encargo de la Comisión Diocesana de Orden y Decoro. Al parecer su retablo

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principal fue mutilado en el siglo pasado. Una escultura que albergaba de San Felipe de Jesús se encuentra ahora en Tepotzotlán y un lienzo de San Nicolás obispo de Bari se integró a la colección pictórica del Sagrario, ahora desmantelada.Capilla de San Isidro[editar]Conocida también como capilla del Santo Cristo Negro, El Señor del Veneno. También terminada entre 1624 y 1627, comunica internamente a la Catedral con el Sagrario, debido a que el Cabildo decidió abrir un acceso que la convirtió en “simple pasadizo”. Cuenta con una portada barroca en cantera gris, obra de Lorenzo Rodríguez (de fines de 1767 y principios de 1768) que hoy día se encuentra gravemente fracturada, debido a una severa grieta que apareció en la nave procesional oriente y que partió a toda la capilla. El parentesco de esta portada “va más con los marcos de las ventanas que... con las portadas exteriores del edificio”, debido a la composición del coronamientos de los marcos.Capilla de la Inmaculada Concepción[editar]

Retablo principal de la capilla de la Inmaculada Concepción.

Terminada su bóveda durante el período constructivo de 1624-1648, contó originalmente en su testero con un “retablo reticulado, con soportes salomónicos datable en el último tercio del siglo XVII” dedicado a Santa Ana y con 6 tablas de Juan Sánchez Salmerón. Tan sólo se conservan en la iglesia dos pinturas colocadas en la capilla de la Divina Providencia: la Anunciación a Santa Ana y Los desposorios de la Virgen. Las telas dedicadas a La Purísima con San Joaquín y Santa Ana, La aparición del Arcángel a San Joaquín y El nacimiento de la Virgen se localizan ahora en el Museo del Virreinato.

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El 21 de julio de 1752 el canónigo Joaquín Zorrilla regaló a la capilla una importante lámpara de plata que fue fundida en 1847. El sacristán mayor, bachiller Ventura López, no se quedó atrás y también donó un “nicho de vidrios azogados, dentro del cual había dos ceras de Agnus y algunas reliquias; más un Santo Niño recostado en una cruz de madera, con dos chapetas de plata sobredorada”, además de esmeraldas y perlas finas. No se sabe el destino de estas piezas.El arzobispo michoacano Labastida y Dávalos –quien decidió su nueva advocación- ordenó la primera remodelación de la capilla, colocando un altar neoclásico de alabastro proveniente de la Hacienda de los Negros en Guadalajara, y que fue compartido con la Capilla de San José. Finalmente reconstruido fue enviado al templo de la Asunción en la colonia Industrial, donde desapareció en 1985.En pleno siglo XX la capilla obtuvo nuevamente un retablo barroco de la modalidad anástila (sin columnas), el del Altar de San José localizado primeramente en el muro oriente de la portada norte. Este altar contiene obras de Simón Pereyns, Baltasar de Echave Orio y José de Ibarra.Desaparecieron de la capilla un medio punto del siglo XVII que representaba a Jesús en gloria y una pintura de la Asunción de la Virgen de José Ibarra, además de las esculturas representativas de Santa Ana, San Joaquín, San Antonio de Padua, San Lorenzo, San Nicolás Tolentino y dos santos niños.Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe[editar]

Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe.

Fue techada en la tercera etapa de cerramiento del edificio, entre 1653 y 1660, y utilizada antes de la segunda consagración catedralicia,

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primero como bautisterio y después como sala de juntas de la archicofradía del Santísimo Sacramento y de la Caridad.Contó con retablos del siglo XVII ensamblados entre 1670 y 1675, que fueron renovados en 1754 mediante un contrato entre la archicofradía y José Joaquín de Sáyago, incluyendo el retablo de Guadalupe y los costados dedicados a San Juan Bautista y lienzos de Cristo Nuestro Señor. En 1807 se decide intervenir nuevamente estos retablos en virtud de que “ya están muy antiguos, están notablemente deteriorados e indecentes por lo que no corresponde al decoro de la misma Santa Iglesia ni al esplendor de un cuerpo tan ilustre y distinguido como la Archicofradía”. La obra es realizada entre 1807 y 1809 (conforme al dictamen de la Real Academia de San Carlos), por José Martínez de los Ríos, con la colaboración, para diecisiete esculturas, de Clemente Terrazas.Fueron trabajados tres altares: el central continuó dedicado a la Guadalupana, flanqueada por San Joaquín y Santa Ana; el izquierdo dedicado a San Juan Bautista, con sus padres San Zacarías y Santa Isabel; y el derecho que cambió de advocación en 1809, antes con lienzos de Cristo vinculado al Santísimo Sacramento y después dedicado a los jesuitas San Luis Gonzaga, San Estanislao Kostka y San Juan Francisco Regis.Capilla de Nuestra Señora de La Antigua[editar]

La Virgen de la Antigua. Abajo, el Niño Cautivo.

Está consagrada a la advocación mariana del mismo nombre, y en el retablo principal, neoclásico, obra de Juan de Rojas (1718), hay una copia de la imagen de la Virgen de la Antigua cuyo original se encuentra en la Catedral de Sevilla. Esta imagen de

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influenciabizantina era muy venerada por la población española de la ciudad de México durante el período colonial.Bajo la imagen de la virgen hay una magnífica escultura sevillana del Niño Jesús, original de la primera mitad del siglo XVII y atribuida a Juan Martínez Montañés. Es conocida popularmente como El niño cautivo, debido a que permaneció en Argel junto a Francisco Sandoval de Zapata, racionero de la catedral, quien fue hecho prisionero por piratas del norte de África en 1622, cuando llevaba la escultura hacia México.Capilla de San Pedro[editar]La capilla de San Pedro custodia otros dos retablos. El primero y principal está dedicado a honrar la vida del santo apóstol y fue edificado hacia 1670. En él se observan ya los lineamientos del barroco temprano en los que aún se observan elementos manieristas como los relieves de lacería, las ménsulas y los pinjantes. El retablo está formado por tres cuerpos, el último de los cuales se integra al espacio arquitectónico dejando al centro el vano de la ventana. El retablo se merece una mención especial por su decoración general en la que sobresalen los variados motivos vegetales e inanimados propios del barroco. En cuanto a las pinturas de este retablo, no se ha podido saber a ciencia cierta quiénes fueron los autores, se trata de obras cuyo tema es la vida de San Pedro, y en un pasaje se recuerda el martirio del apóstol que pidió ser crucificado de cabeza “por no ser digno de morir como su maestro”.Capilla del Santo Cristo y de las Reliquias[editar]

Retablo principal de la capilla de las reliquias, con el Cristo de los Conquistadores y el Santo Entierro.

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Se construyó entre 1610 y 1615 dedicada al Santo Cristo de los Conquistadores. También recibe el nombre de Capilla de reliquias por las reliquias insignes guardadas en los retablos barrocos. Según algunos historiadores la imagen de Cristo crucificado conocida como el "Santo Cristo de los Conquistadores" (S. XVI O XVII) fue un regalo de Carlos V, otros sostienen que se trata de una obra realizada en estas tierras, lo cierto es que ya en la primera catedral recibía gran veneración.Las pinturas y esculturas escenifican momentos de la pasión de Cristo uniendo a este tema la pasión o tormento de los santos y santas màrtires. La escultura del "Santo Entierro" es utilizado todos los años en la procesión del Viernes Santo. El retablo de la derecha tiene al centro una Virgen de Guadalupe, de José de Ibarra, ante la que se juró a Santa María de Guadalupe como la Patrona General y Universal de todos los reinos de la Nueva España el 4 de diciembre de 1746, y que conserva una reliquia del ayate de Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Las reliquias de esta capilla se exponen anualmente el día de todos los santos y el día de los fieles difuntos (1 y 2 de noviembre). De acuerdo a la tradición, en esta capilla se custodian reliquias de, entre otros, San Vicente de Zaragoza, San Vito, Santa Úrsula, San Gelasio, San Vital de Milán, así como una astilla de la Vera Cruz y una espina de la corona de Jesús.Capilla de San Felipe de Jesús[editar]

Exhibición de los restos deAgustín de Iturbide en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, con motivo de los festejos del Bicentenario de la Independencia Mexicana 2010 en la capillas San Felipe de Jesús.

Aquí se encuentran los restos de Agustín de Iturbide. Asimismo, aquí se conserva el corazón de Anastasio Bustamante. En esta capilla se encuentra una escultura alusiva al primer santo mexicano: San Felipe de Jesús. Esta obra, a modo de ver de muchos críticos de arte, es la escultura estofada, tallada y policromada mejor elaborada de Iberoamérica.Capilla de Nuestra Señora de los Dolores[editar]

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Es de las más antiguas de la Catedral. Terminada hacia 1600 estuvo dedicada a la archicofradía del Santísimo Sacramento, que la decoró suntuosamente. Fue dedicada a la Virgen de los Dolores cuando se coloco en el altar central la escultura, obra de Clemente Terrazas. Esta imagen estuvo en la capilla de palacio en la época de Maximiliano I de México.Capilla del Señor del Buen Despacho[editar]Se estrenó el 8 de diciembre de 1648 estuvo dedicada al gremio de los plateros que colocaron en ella dos imágenes de plata maciza, una de la purísima concepción y otra de San Eligio o Eloy.La decoración de toda la capilla es estilo neoclásico pertenece la primera mitad del siglo XIX.Capilla de Nuestra Señora de la Soledad[editar]La capilla dedicada a la Virgen de la Soledad fue abierta al culto en la segunda mitad del siglo XVII. Ella protege a los albañiles y obreros que participaron en la construcción de la catedral. El retablo principal está formado por dos cuerpos y un remate, en él se aprecian las columnas salomónicas de capitel corintio que separan las entrecalles. Es una virgen de la Soledad copia de una imagen española. El retablo puede ser ubicado en la década de 1670-1680 gracias a las pinturas con el tema de la Pasión de Cristo hechas por el pintor Pedro Ramírez.Capilla de San José[editar]

El Señor del cacao.

Su retablo principal es barroco, procedente de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat y tiene en el centro la imagen de San José con el Niño, rodeado de santos, entre los que destaca Santa Brígida de Suecia. El retablo lateral es una composición de pinturas barrocas, que consiste en El triunfo de la Fe, La transfiguración, La

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circuncisión y La asunción.Hay un antiguo Ecce homo sedente, llamado popularmente el Señor del cacao. Es una escultura mexicana de caña de maíz procedente de la primera catedral, y muy venerada por los indígenas durante la colonia, quienes a falta de monedas depositaban como ofrenda semillas de cacao, que en época prehispánica se consideraban valiosas piezas de cambio. En la actualidad es común que los niños depositen ofrendas en forma de caramelos.Capilla de San Cosme y San Damián[editar]Entre los retablos que decoran el interior de la capilla, el principal está dedicado a honrar a los santos tutelares de la capilla. Consta de dos cuerpos, el remate y tres entrecalles. Es uno de los retablos catedralicios del siglo XVII en los que se puede afirmar que tiene un acento manierista y como prueba de ellos están las columnas clasicistas estriadas. El retablo fue concebido para albergar pinturas, las cuales exaltan la vida de los santos médicos Cosme y Damián y se deben al pintor Sebastián López Dávalos. Al centro hay un antiguo crucifijo de madera conocido como el Señor de la Salud, que es invocado contra enfermedades y se considera protector de la ciudad en casos de epidemias. La última vez que la imagen fue sacada en procesión y trasladada al altar del perdón fue en 2009, con ocasión de laepidemia de gripe A (H1N1); la imagen no se sacaba desde 1691, cuando hubo una epidemia de viruela.Un pequeño retablo lateral está consagrado al nacimiento de Jesús, y proviene del templo franciscano de Zinacantepec.Capilla de los Ángeles[editar]Sirve de basamento a lo torre occidental, y fue concluida entre 1653 y 1660. Esta primera capilla fue destruida por un incendio en 1711, por lo que fue inmediatamente sustituida por la actual, finalizada en 1713. Cuenta con unos fastuosos retablos barrocos con esculturas estofadas y policromadas, obras de Manuel de Nava, que representan a los siete arcángeles.Capilla de las Ánimas[editar]Véase también: Capilla de las ánimas

Ubicada fuera de la catedral, vecina al ábside el nor-poniente del mismo, esta capilla del siglo XVII desentona con el resto del edificio por su magra construcción. Su sencilla portada, un arco de medio punto, flanqueado por pilastras tableradas; su segundo cuerpo- remate, a su vez flanqueado por un par de ventanas ovaladas. De ningún mérito artístico, esta capilla sirve hoy día, para los bautizos que se llevan a cabo en la Catedral Primada de México.

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La sacristía[editar]Es el espacio más antiguo de la catedral. En 1626, al ordenar el virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, Marqués de Cerralvo (1624-1635) la demolición del antiguo templo, la Sacristía funcionó (hasta 1641) como el lugar donde se celebraban los oficios. Lógicamente ahí fue colocado el altar mayor y según el inventario de 1632, éste contaba con dos atriles, uno de hierro dorado y el otro de plata hecho por el maestro Pedro Ceballos.En el interior de la sacristía se puede admirar enormes cuadros de los pintores novohispanos Cristóbal de Villalpando y Juan Correa. Los títulos de los cuadros son: El Triunfo De La Iglesia, La aparición de San Miguel, La Mujer del Apocalipsis (Villalpando); El Tránsito De La Virgen y La Entrada De Cristo A Jerusalén (Correa). Asimismo, hay una pintura atribuida al pintor español Bartolomé Esteban Murillo.No se cuenta aún con la suficiente documentación para darnos una idea de la decoración interior que presentaba entre 1641 y 1684, pero en cambio si se registran abundantes ornamentos y orfebrería en los inventarios de 1632, 1649, 1654 y 1669, dándonos pistas sobre lo que había.Los muebles que hoy alberga son del último tercio del siglo XVIII: armarios y cajoneras en madera de bálsamo “que se apegan fielmente a los preceptos que al respecto formuló San Carlos Borromeo”, cardenal y arzobispo de Milán, en sus Instrucciones de la fábrica y del ajuar eclesiásticos de 1577.Juan de Viera comenta que en las cabeceras de la Sacristía había “dos mesas de caoba de China, negras como azabache, donde se ponen los cálices preparados para el sacrificio, siendo sus tableros de una pieza de dos varas de ancho y dos y medio de largo”. Y continúa señalando que la “caxonera” es de maderas “exquisitíssimas de palo de Saongolica y otros, con sus cerrajes dorados y repartidos a proporción, alacenas con puertas de la misma madera... y en la circunferencia... junto a los caxones distantes dos varas, sillas de brazos de la misma caoba”. Dichas cajoneras fueron alteradas en fecha reciente debido, al parecer, a problemas de funcionamiento.Todavía el libro de Toussaint de 1948 registra fotográficamente el ajuar de sillas con patas de cabriola y una credenza con cajones de faldones abombados, patas de cabriola y garra, además de relieves fitomorfos.El armario para cálices, originalmente ubicado en el muro poniente bajo la Virgen del Apocalipsis de Cristóbal de Villalpando, albergaba gran número de “cálices de oro y vasos del mismo metal guarnecidos de finísimas piedras y otras vasijas y vasos sagrados, candeleros, pedestales, acheros de plata sobre dorada y cruceros... es mucha su riqueza. Solo de custodias de oro y diamantes tiene cinco, sin una

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nueva que ha costado 116,000 pesos”. El inventario de 1662 da cuenta de los aguamaniles, uno de ellos obra del platero Ena.En 1957 se cambiaron el piso y la tarima perimetrales de madera por otro pétreo escalonado; se colocó una reja gemela a la de la sala Capitular (adaptada por el arquitecto Antonio G. Muñoz) para vestibular el espacio creándose una antesacristía. También el maestro Soto alteró las proporciones originales de algunas cajoneras: fue cortada la cajonera corrida del muro testero y se colocó al centro un oratorio de caoba “de gusto híbrido”.Por último, el lienzo de la Virgen de Guadalupe con donante, obra de Francisco Martínez realizada en 1747 que permaneció largo tiempo en el sótano, ahora preside la sala Guadalupana del antiguo edificio de la Curia de la virgen de guadalupeLas criptas[editar]

Cripta de los arzobispos, ubicada de bajo del altar de los reyes

Cripta de los arzobispos, con el monumento a fray Juan de Zumárraga en primer plano. En la parte inferior del altar se aprecia una piedra prehispánica.

La catedral cuenta con criptas para los fieles que deseen adquirir, aunque actualmente se encuentra todavía en proceso de reparación y

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por lo tanto para ingresar, es necesario ser poseedor o visitante de un nicho en específico.Debajo del Altar de los Reyes se encuentra la cripta principal que alberga los restos de los arzobispos que han sido titulares de la Arquidiócesis, desde Fray Juan de Zumárraga hasta elCardenal Ernesto Corripio y Ahumada, cuyos restos fueron depositados en abril de 2008. En el centro de la cripta de los Arzobispos hay un cenotafio con la figura de Zumárraga y todos los demás arzobispos están colocados en nichos en las paredes. Debajo del monumento de Zumárraga hay una escultura azteca que representa una calavera. Otra escultura prehispánica geométrica fue incorporada en la parte inferior del altar.La entrada al las criptas es una adición moderna, realizada por el Arquitecto Ernesto Gómez GallardoAsí es.

El sagrario[editar]El sagrario es el lugar en los templos donde se contiene reservada la Eucaristía.En la mayoría de las iglesias novohispanas, el Sagrario constituye un recinto anexo al templo, y en el caso de la Catedral, se trata de un fabuloso edificio de estilo barroco estípite en su exterior, y neoclásico al interior.Diseñado por Lorenzo Rodríguez, su fachada labrada en cantera gris se yergue orgullosa sobre muros de tezontle rojo, pues rojo es el vaso en que brilla la veladora que ilumina todos los sagrarios cristianos (pues al echar polvo de oro en el vidrio fundido, este se vuelve rojo al solidificarse). Tiene dos portadas, una al sur y otra al oriente. Es de planta de cruz griega, y es la parroquia de la Catedral Metropolitana, anexa a ésta.

Maestros de capilla de la Catedral durante el virreinato[editar]Durante todo el periodo virreinal la catedral contó con una intensa y brillante actividad musical organizada por sus correspondientes maestros de capilla. Estos tenían la obligación no sólo de organizar la vida musical eclesiástica de la catedral para todas las festividades mayores, sino también la de instruir a los músicos correspondientes, componer las obras musicales necesarias y organizar los archivos musicales. Resultado de esta constante actividad es un riquísimo archivo musical que compite en América con el espléndido archivo musical de la Catedral de Puebla, el de la Basílica de Guadalupe o los archivos musicales conservados en Cuzco o en Chuquisaca. Ninguno de todos estos archivos musicales ha sido estudiado exhaustivamente y la mayor parte de esa música se mantiene inédita. Lamentablemente no existe un intento contemporáneo de continuar con la tradición musical

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de las catedrales hispanoamericanas tocando el acervo conservado o contratando a compositores que escriban nuevas obras. Los maestros de capilla de la catedral de México de los cuales en su mayoría se conservan obras en el archivo catedralicio fueron:

* Juan Xuárez (1538-1556)* Lázaro del Álamo (1556-1570)* Juan de Victoria (1570-575)* Hernando Franco (1575-1585))* Juan Hernández (1586-1618))* Antonio Rodríguez de Mata (1619-1648)* Fabián Ximeno (1648-1654)* Francisco López y Capillas (1654-1673)* Jacinto de la Vega Francisco Ponce (1673-h.1676)* Joseph de Loaysa y Agurto (h.1676-1688)* Antonio de Salazar (1688-1715)* Manuel de Sumaya (1715-1739)* Domingo Dutra y Andrade (1741-1750)* Ignacio de Jerusalem y Stella (1750-1769)* Mateo Tollis della Rocca (1769-1780)* Martín Bernárdez Rivera (1781-1791)* Antonio de Juanas (1791-1814)* Vicente Gómez Matheo Manterola (1815-1818?)* José María Bustamante Eduardo Campuzano (1818-1821?)* José Mariano Elízaga (1822)

El archivo musical de la catedral de México es uno de los mayores de América; posee un acervo de más de 5000 obras, que abarca desde los siglo XVI al XX, en variados formatos como Libros de coro, música religiosa, profana y tratados musicales.

Véase también[editar]

Monumento al Papa Juan Pablo II (Ciudad de México)

Referencias[editar]

1. Volver arriba ↑  http://www.arquidiocesismexico.org.mx/Descripcion%20del%20Monumento.html DESCRIPCIÓN DEL MONUMENTO

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2. Volver arriba ↑  Nieto, Sacramento, [ed.]. 2003. Guía Interactiva del Estudiante. Tercera edición. Barcelona: Thema Equipo Editorial, S. A:, 2003. Vol. VII.; pp. 1893.

3. Volver arriba ↑  Krickeberg, Walter; Las Antiguas Culturas Mexicanas; Fondo de Cultura Económica; México DF, 1985; figura 44, p.109

4. Volver arriba ↑  Varios Autores; Esplendor del México Antiguo Tomo II; Editorial del Valle de México; México DF; Plano de centro de la Ciudad de México II

5. Volver arriba ↑  Bula de Clemente VII en la qual hace Cathedral la Iglesia Parroquial de Santa María de México, 9 de septiembre de 1534.

6. ↑ Saltar a: a  b Gualdi, Pedro; Monumentos de México (facsimilar); Fomento Cultural Banamex; México, 1981; p. 9

7. ↑ Saltar a: a  b Toussaint, Manuel; Arte Colonial en México; UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas; México DF, 1990; pp. 142-143, 216-221

8. Volver arriba ↑  Manuel Toussaint La Catedral de México, citado por Pedro Henríquez Ureña (que indica que la determinación de a quién atribuirla es un problema insoluble), en Historia cultural y literaria de la América hispánica, pg. 60, Verbum Editorial, 2008 ISBN 84-7962-425-6

9. Volver arriba ↑  Notimex, La Jornada Online, ed. (16 de enero de 2008). «Abren "cápsula del tiempo" en Catedral Metropolitana de la Arquidiócesis de México». Blog Periodista Digital. Consultado el 16 de agosto de 2012.

10. Volver arriba ↑  Edward Pepe, “An Organ by Jorge de Sesma for Mexico City Cathedral,” Revista de Musicología 29, no. 1 (2006): 127-62 y “The Installation by Tiburcio Sanz and Félix de Yzaguirre of the Jorge de Sesma Organ for Mexico City Cathedral: 1692-95,” Revista de Musicología 29, no. 2 (2006): 433-79