Historia Crítica No. 2

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://historiacritica.uniandes.edu.co/

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CONTENIDO

HISTORIOGRAFÍA Y REVOLUCIÓN: TRES AUTORES DEL SIGLO XIX Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA LUIS E. BOSEMBERG

EN TORNO A ALGUNAS CONTROVERSIAS SOBRE LA REVOLUCIÓN FRANCESA DARÍO ACEVEDO CARMONA

LA REVOLUCIÓN FRANCESA COMO REVOLUCIÓN BURGUESA: ALBERT SOBOUL Y MICHEL VOVELLE ISABEL CLEMENTE

EL VOCABULARIO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA NATHALIE HIRSCHSPRUNG

EL PORFIRIATO Y LA REVOLUCIÓN EN VALLE DE SANTIAGO, GUANAJUATO MÉXICO (SEGUNDA PARTE) ENRIQUE MENDOZA

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA FORMACIÓN DEL ESTADO GRANADINO (PRIMERA PARTE) OSCAR RODRÍGUEZ

ESPACIO ESTUDIANTIL MONICA THERRIEN

MAGDALENA JIMÉNEZ

RESEÑAS ISABEL CLEMENTE MARCO PALACIOS BEATRIZ CASTRO ALBERTO FLOREZ ALEJANDRO SANZ DE SANTAMARÍA

NOTILIBROS ALBERTO FLOREZ LEÓN ARLED FLOREZ FABIO LÓPEZ DE LA ROCHE LUIS. E. BOSEMBERG

SUSY BERMUDEZ JAIME JARAMILLO U. BEATRIZ CASTRO. ISABEL CLEMENTE

NOTICIAS DEL DEPARTAMENTO

PRESENTACIÓN

Poder continuar es tan importante como poder arrancar. Ha sido, además, igualmente difícil aunque quizás más grato dada la excelente recepción que tuvo el primer número de la revista, gracias a los trabajos de nuestros colaboradores, a la dedicación de los equipos estudiantiles de redacción y promoción, al respaldo que hemos recibido de nuestros anunciantes y a las múltiples expresiones de apoyo que nos han llegado de nuestros lectores y suscriptores de dife-rentes partes del país y del exterior. HISTORIA CRITICA nació con gran éxito, haciendo necesario una segunda edición que duplicó el tiraje a 2.000, una cifra muy satisfactoria para el primer número de una revista de carácter académico.

Es de mucha mayor importancia, sin embargo, el aporte que la revista ha podido brindar a la discusión y desarrollo de la historia, la cual, en Colombia, se encuentra actualmente en una etapa de auge y controversia que a su vez reafirma la necesidad de buscar mecanismos cada vez más amplios y originales de expresión de los temas de historia.

Por ello, HISTORIA CRITICA reitera sus criterios pluralistas y abiertos a todas las diferen tes temáticas que han sido tratadas desde la óptica de la historia.

A propósito del bicentenario de la Revolución Francesa, en este número se presentan tres ensa yos sobre la historiografía de la Revolución y algunas de las principales cuestiones de debate acerca de este tema. Dos de estos trabajos son el resultado de las discusiones cumplidas a lo largo de tres semestres por el grupo de profesores del Departamento de Historia dedicados a la historia de Europa.

Por otro lado, como parte del esfuerzo continuo de mejorar la calidad de la revista, se han hecho algunas modificaciones en este número. Intentamos hacer más agradable la diagrama-ción con la inclusión de pies de fotos y otros elementos. La sección de "Espacio Estudiantil", a partir de este número, incluirá los mejores trabajos presentados semestralmente por los es-tudiantes de historia que realizan su Investigación Dirigida como parte de los programas de Opción o del Ciclo en Historia. Además, se amplió la sección de noticias para incluir activida-des en Historia que se realizan en Colombia y en el exterior. De esta manera ofrecemos nues-tras páginas a todas las personas que estén haciendo trabajos y organizando eventos en histo-ria para que HISTORIA CRITICA sea cada vez una herramienta más completa y útil para el desarrollo de la comunidad académica en Historia.

Finalmente, queremos agradecer de modo muy especial el apoyo institucional y la colabora-ción que hemos recibido del ICFES, que ha hecho posible la edición de este número. Hacemos extensivo este agradecimiento a las directivas de la Universidad.

DANIEL GARCÍA.

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HISTORIOGRAFÍA Y REVOLUCIÓN: TRES AUTORES DEL SIGLO XIX

Y LAS CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Luis E. Bosemberg Profesor de la

Universidad de los Andes

...antes de estudiar la historia estudíese al historiador... (y) antes de estudiar al historiador estudíese su ambiente histórico y social. ...El historiador pertenece a su época y está vinculado a ella por las condi ciones de la vida humana. Edward H Carri

La Revolución Francesa es sin lugar a dudas uno de los hitos de la historia moderna. Por ello, ha si-do uno de esos temas polémicos que desde el mis-mo momento de su estallido conocerá a apologetas y a detractores. Unos la han salvaguardado, otros la han vilipendiado. El siglo XIX parecerá estar di-vidido en estos dos campos. Y Francia es un vivo ejemplo de esto.

Las controversias históricas no sólo son académi-cas, son también políticas. Favorecer o impugnar a la Revolución será por lo consiguiente, una toma de posición implícita o explícita, en cuanto a un mo-delo de sociedad se refiere.2 Ante un acontecimiento de tal dimensión y ante la cercanía del objeto histó-rico la objetividad es cuestionada. Vencedores y ven-cidos tomarán parte en la controversia. Así la his-toriografía será no solamente el resultado de la in-teracción sujeto objeto, sino también, el producto de la lucha por el poder, enmarcado en un fondo

histórico-social. La historiografía aparece como pro-ducto de las necesidades del presente;3 reflejará la época y sus tendencias; será relativa a la historia.

El presente trabajo estudia a tres autores y la pro-blemática de los orígenes con el ánimo de mostrar no solamente cómo se escribía la historia sobre la Revolución Francesa en el siglo XIX, sino también identificar la relación entre el respectivo análisis, la coyuntura histórica y el respectivo autor. Queremos hacer un ejercicio de confrontación entre el perso-naje y su producción historiográfica.

Aunque la proporción que se le dedica al personaje y a su época no es la misma que la de su obra que-remos dejar sentada esta relación antes mencionada.

1. Carr, Edward H.: ¿Qué es la historial Barcelona Ariel, 1984, pp.34, 58.

2. Sobre este tema véase Soboul, A.: "La historiografía clásica

de la Revolución Francesa. En torno a controversias recientes." En: Kossok, M., Soboul, A. y otros: Las revoluciones burguesas, Barcelo na, Crítica, 1983, quien se refiere a los historiadores que después de la

Segunda Guerra Mundial, durante la guerra fría, atacaron a la tradición de la historiografía social de la Revolución Francesa.

3 Sobre la polémica de la historia como proyección del presente véase Schaff, Adam: Historia y verdad. México, Grijalbo, 1984, pp. 117-164

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Juramento de "Jew de Paume" por J.L. David. Museo Carnavalet.

TRES AUTORES, SU ÉPOCA Y SU OBRA

La época histórica que nos interesa comprende la época de las revoluciones burguesas en Europa, cuando en Europa se enfrentarán las fuerzas reac-cionarias que intentarán detener la Revolución, es decir las antiguas clases dominantes, contra las nue-vas fuerzas provenientes de la revolución industrial y francesa —de la doble revolución, como diría el profesor E. Hobsbawm.

Sobre la Revolución Francesa en Francia se escribi-rá desde el momento mismo de su estallido: libros, panfletos, artículos, de las más variadas calidades, de los más variados autores, de los colores políti-cos más diversos, de polemistas, periodistas, histo-riadores y políticos.

Tal vez por aquel espíritu romántico que por aquel entonces comenzaba a florecer, y el cual buscaba con ansiedad raíces históricas, habrá un auge en la pro-ducción historiográfica. Pero ante todo hay que te-ner en cuenta la intensidad de la Revolución, esa rup-tura radical, lo que para unos significaba un futuro incierto o para otros uno positivo. En última instancia estaba en juego el futuro de Francia, el choque de mundos, sistemas y mentali- 4 Droz, Jacques: Europa: Restauración y revolución, 1815-1848. Mé

xico, Siglo XXI, 1981, pp. 3-4. 5 Una introducción al tema de la interpretacián conservadora es pre

sentada por Schmitt, Eberhard: Einfuhrung in die Geschichte der Franzosischen Revolution. Munchen, 1976, pp. 15-19. (Versión es pañola, Introducción a la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 1980). Otras introducciones a la historiografía en Godechot, Jac-

dades, razones suficientes para que se produzca tal estallido de escritos sobre la Revolución.

JOSEPH DE MAISTRE Joseph-Marie Comte de Maistre, (1753-1821), no-ble saboyano, diplomático, intelectual, emigrado de Francia en 1793, vivió los "horrores" de la Revo-lución. Junto con Bonald, fueron los teóricos del ultramontanísmo después de 1815; detractores de la ilustración, apologetas de una concepción del hombre incapaz de crear un gobierno y una constitución, es decir, algo nuevo en el mundo político. En su obra "Sobre el papa", (1819), insistirá en la legitimación divina del poder real. Es uno de los grandes representantes de la llamada interpretación conservadora.5 Para los conservadores la Revolución es una catástrofe que amenazaba sus vidas; conservador es aquél que llega a darse cuenta de su carácter distintivo en el momento en que es cuestionado por otros. Hasta ese momento le parece su posición la única y la normal como para cuestionarse al respecto; si intentamos comprender la mente de aquellos que fueron puestos en tela de juicio, que se convierten en conservadores cuando se enfrentan a nuevas fuerzas, que sienten que su vida ya no es la misma a causa de ese gran suceso revolucionario, entonces ellos estarán presentes en esa proliferación de escritos. En ese sentido no se trata de una teoría política o de un movimiento organizado sino más bien de una posición, de una polémica. Resaltemos ciertos aspectos de las concepciones políticas de Maistre. Rafael Gambra nos dice en el prólogo a las "Consideraciones sobre Francia" que "...su profunda vivencia de la fe religiosa, ...llegó a constituir en él una segunda naturaleza, reflejada lógicamente en su obra."6 Para Maistre "...la fe cristiana es todo un medio de ver, de coordinar y conferir vida y sentido a las conclusiones de la razón, en forma tal que, ...ninguna construcción racional puede llegar a proporcionarnos una idea global y coherente del universo."7 Maistre se opone al racionalismo sosteniendo la incognoscibilidad por vía racional: por medio de la razón, la cual debe ser

ques: Las revoluciones, 1770-1799, Barcelona, Labor, Serie nueva Clio, 1981, pp. 153-174; Vovelle, Michel: Introducción a la Revolución francesa, Barcelona, Crítica, 1984

6 Maistre, Joseph de.Consideraciones sobre Francia. Madrid Rialp, 1955, p. 22.

7 Ibid., pp. 23-24.

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la fe cristiana es todo un medio de ver, de coordinar y conferir vida y sentido a las conclusiones de la razón

consciente de ser incapaz de un pleno conocimien-to, se puede alcanzar un cierto conocimiento pero siempre guiada por la fe. Además, la sociedad tie-ne orígenes historicodivinos y no sólo contractua-les; es ante todo una comunión de valores, convic-ciones y sentimientos. La disolución de valores lleva-rá a la crisis. Lo que ante todo significa que la religión es el único elemento aglutinante de las so-ciedades y que sin ella sobreviene el colapso.8

"CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA"

Maistre la publicó en 1796, desde el exilio y duran-te la Revolución Francesa, —aquella época en que la atmósfera política será profundamente transfor-mada y que hará caer en la cuenta que nadie era in-mune a la Revolución; la obra será un pilar de la historiografía conservadora.

Basta con leer los primeros capítulos para darse uno cuenta de aquella creencia religiosa que despoja al hombre de su libertad de acción.

Estamos atados al trono del Ser Supremo con una cadena flexible que nos retiene sin sojuzgarnos... (los hombres) ha-cen realmente lo que quieren, pero sin poder trastornar los planes generales.9

Aparece así una fuerza: la Providencia. Las causas y los logros de los revolucionarios son atribuidos a esta fuerza que es más sabia que todos ellos.10 El teocentrismo contrarrevolucionario se expresa cla-ramente:

...cuanto más se examina a los personajes que parecen más activos de la Revolución, más claramente se aprecia en ellos

un algo de pasivo y mecánico. Nunca se repetirá bastante que no son los hombres los que dirigen la Revolución, sino la Revolución la que utiliza a los hombres. Se expresa una gran verdad cuando se dice que marcha por sí sola... jamás la Divinidad se ha mostrado de una manera tan clara en nin-gún acontecimiento humano."

La obra es una respuesta a la "atrocidad" de la Re-volución y la toma de posición de aquellos despo-seídos de tierra y poder; por eso la condena de la Revolución será directa e implacable:

Era un cierto delirio inexplicable, una impetuosidad ciega, un desprecio escandaloso hacia lo más respetable para los hombres; una atrocidad de un nuevo género que se burlaba de sus propios crímenes; pero, sobre todo, una impúdica prostitución del razonamiento y de todas las palabras he-chas para expresar las ideas de justicia y virtud.12

El carácter de la Revolución es de maldad, "satáni-co" y único.

Hay en la Revolución un carácter satánico que la distingue de todo lo que se ha visto, y quizá de todo lo que se verá.13

La teología ocupará un lugar predominante en el análisis, los sucesos, en cambio, serán relegados a un segundo plano. El sentido religioso del castigo a quien no cumple los designios de Dios el autor lo atribuye de una ma-nera forzada, al hecho de que el pueblo francés era un pueblo escogido, tenía una misión que cumplir y al no hacerlo Dios desata su ira sobre él. Además, ya existía un gran antecedente: desde la Reforma el pensamiento arbitrario del hombre se había aleja-do de la verdad original. Esta es la causa fundamen-tal de la Revolución.

8 Ibid., pp. 32-48 9 Ibid., p. 63 10 Ibid., p. 68

11 Ibid., p. 69. 12 Ibid., p. 119. 1 3 Ibid., p. 123.

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"El pueblo francés era un pueblo escogido, tenía una misión que cumplir y al no hacerlo Dios desata su ira

sobre él. Desde la reforma, el pensamiento arbitrario

del hombre se había alejado de la verdad original. Esta es la causa fundamental de

la Revolución".

...ya que (Francia) se ha servido de su influencia para des-moralizar a Europa, contraviniendo su vocación, no hay que extrañar que haya sido conminada a volver a ella por los medio más terribles.14

La otra gran causa la encuentra, de una manera idea-lista, en la filosofía subversiva, la Ilustración. Esta alejó al pueblo de la religión, en primer lugar, co-mo también atentó contra "las leyes fundamenta-les del Estado".15

...los sueños de Condorcet, ese filósofo tan amado de la Revolución, que empleó su vida en preparar la desgracia de la generación presente...16

El concepto católico del castigo cuya función es purificar está bastante claro:

...jamás la Divinidad se ha mostrado de una manera tan clara en ningún acontecimiento humano. Si emplea los instrumentos más viles, es porque castiga para regenerar.17

Así, según Maistre la regeneración será lograda a través de un estrecho vínculo con la religión: hay que retornar al camino correcto. Maistre rechaza todo lo que tenga sabor a violen-cia, a revolucionario, a ruptura. Aquel sentido de continuidad histórica típico de los conservadores es puesto en primer plano. Para nuestro autor no existe ni la problemática social ni la económica. Maistre no parece ver la historia. La Revolución es contin-

14 Ibid., p. 71.

15 Ibid.,

gente obra de la irracionalidad, de la casualidad y de la Providencia. Se distingue, más bien, una filo-sofía de la historia, un cierto determinismo históri-co; una ineluctable senda; extraviarse desatará la có-lera de Dios.

ADOLPHE THIERS

Adolphe Thiers, (1797-1877), político liberal, his-toriador y periodista francés. En el periódico orlea-nista "National", junto con Mignet y Talleyrand, propugnaba por una solución a la inglesa, semejante a la de 1688; ocupó diversos cargos ministeriales du-rante la llamada Monarquía de Julio (1830-48), épo-ca en que subió al poder una élite del nacimiento, la riqueza y la inteligencia, y en que la gran burgue-sía legislaba a su favor y nunca se mostró dispuesta a dar participación a las clases medias y bajas. Época en que se rompe definitivamente con la legitimación divina. Thiers será un representante del liberalismo burgués, continuador de la Revolución Francesa en

"(Adolphe Thiers) Es uno de los defensores de la

Revolución y de la llamada interpretación liberal de la

Revolución Francesa."

16 Ibid., p.103.

17 Ibid., p. 69.

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pensamiento y política, que se situará en medio de sus enemigos desde la izquierda y desde la derecha. Por eso, frenarán cualquier intento de radicaliza-ción que ponga en tela de juicio el dominio burgués. Por ser enemigo del cesarismo de Napoleón III fue perseguido y encarcelado. Se convertirá en el pri-mer presidente de la Tercera República Francesa (1871-73) y aplastará el levantamiento popular de la Comuna de París. El es uno de los defensores de la Revolución y de la llamada interpretación liberal de la Revolución Francesa.18

"HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA"

Cuando Thiers publica la obra entre 1823 y 1827 Francia vive la Restauración (1815-1831); una épo-ca dividida a su vez en dos: una primera fase

(1815-20) en donde se intentará un gobierno consti-tucional y una segunda con el predominio de los ul-tramonárquicos que culminará en la revolución de 1830. Pues bien, la obra aparecerá durante esta se-gunda fase cuando los liberales se ven a la defensi-va y no tienen poder político. Sus escritos defende-rán sus ideales.

Ya en el prefacio se nota su origen burgués y las exi-gencias propias de la clase emergente: "...nacido en humilde cuna, y animado de justa ambición, deseaba adquirir lo que el orgullo de las clases elevadas me había negado injustamente..."19

La obra comienza con una mirada a la historia de Francia. Así, aparecerán en escena las clases emer-; gentes:

La población francesa se había ido emancipando progresi-vamente por medio del trabajo, que es la primera fuente de la riqueza y la libertad. Agrícola al principio, comerciante y manufacturera después, adquirió tal importancia que pa-só a ser toda la nación; y aunque fue admitida en los esta-dos generales, no pudo presentarse sino de rodillas para ser repartida a merced y misericordia.20

A continuación en un capítulo titulado "Estado po-lítico y moral de Francia a fines del siglo XVIII" se indica la situación del país caracterizada por una lucha constante entre los parlamentos, el clero y la corte" ...ante una nación exhausta por las continuas guerras, y cansada de contribuir para (sic) las pro-digalidades de sus soberanos..."21 Pero la nación se despojará de su espíritu de servicio y adquirirá uno para su beneficio y "para examinar sus intere-ses". Entonces todo se trastornará.

Desde el teatro y desde el pulpito se dirigió el genio francés hacia las ciencias morales y políticas, y entonces todo se trastornó.22

Aquí está expresado claramente el cambio en la ideo-logía que reforzará la conciencia burguesa. Y a pro-pósito de clases emergentes Thiers muestra una in-consecuencia en su narración. El concepto de na-ción es cambiante. Por un lado, habla de una nación, sinónimo de burguesía, que se convirtió en comer-ciante y manufacturera, o que "...enriquecida y aler-ta... (estaba) privada de toda acción política".23 Pero por el otro, a veces es una nación "...cansada

18 Schmitt, op. cit. pp. 19-22.

19 Thiers, Louis Adolphe: Historia de la Revolución Francesa. Barce lona, (no figura ni editorial ni año de la publicación), 12 vols., vol. 1, p. 8.

20 Ibid., p. 10, (itálica en el original).

21 Ibid., p. 11.

22 Ibid. 23 Ibid.

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"(...) la Revolución se hubiera podido evitar si

...el rey hubiera espontáneamente

establecido cierta igualdad en los impuestos y dado

algunas garantías..."

de contribuir para (sic) las prodigalidades de sus so-beranos...", es decir, se incluye dentro del concep-to también a clases más populares.

La chispa para que la burguesía se anime a actuar se prenderá cuando en el parlamento surja la idea de reunir los estados generales. Hasta entonces so-lo había conseguido aliados, con tal de que estos es-tuviesen contra la corte, y sólo "...se lamentaban sin concebir la idea de proyectar ni hacer una revo-lución...".24 La burguesía se une a la revuelta aris-tocrática y así se da comienzo a la Revolución.

Thiers parece ser de los primeros que señala la con-tingencia de la Revolución:25 la Revolución se hu-biera podido evitar si "...el rey hubiera espontánea-mente establecido cierta igualdad en los impuestos y dado algunas garantías..."26

Sin embargo en el capítulo "Causas de la revolución", Thiers será enfático en señalar una serie de causas historicosociales dando la idea de la necesidad de la Revolución. Dirá que "...para la industria y el ingenio del hombre no había más que trabas"27, lo que traduce una clara exigencia liberal, el comercio libre y la iniciativa individual. Atacará el privilegio, los derechos feudales, el diezmo, la desigualdad en la tierra y en las cargas. Por un lado estará el pue-blo, sobre quien recaen impuestos, y que alimenta y defiende a las clases altas, "...sin poder existir el mismo".28. Pero por el otro:

La clase inedia, industriosa, ilustrada, menos desgraciada sin duda que el pueblo, pero enriqueciendo el reino con su

24 Ibid., p. 19. 25 Sobre el tema de la contingencia de la Revolución véase Soboul,

op. cit., pp. 160-189. Soboul, empero, desconoce a Thiers en este respecto y trata el temas solo a partir de los años sesenta del siglo XX.

26 Thiers, op. cit., p. 33.

industria e ilustrándolo con su talento, no alcanzaba ningu-na de las ventajas a que tenía derecho...29

La legitimidad de los enriquecidos es muy clara: in-dustria e ilustración. Por ello sólo estos tienen de-recho. Además, no hay una clara exigencia de abo-lir los privilegios sino, más bien, de alcanzarlos. Di-cho de otra manera, se está contra el privilegio siempre y cuando no se le posea.

La defensa de las libertades individuales es también una causa: la arbitrariedad del rey en arrestar con sus letres de cachet y la censura real.30

Thiers mismo nos resume las causas de la Revo-lución:

Todo, pues, conducía a la revolución invevitable. Un siglo entero había contribuido a descubrir los abusos y llevarlos al extremo; y dos años fueron bastantes para excitar la re-volución y aguerrir las masas populares, haciéndolas inter-

' 'Thiers hizo entrar la historia de la Revolución

tanto en el dominio público como en el de la

literatura."

27 Ibid. p. 34. 28 Ibid., p. 35.

29 Ibid. 30 Ibid., p. 36 (itálica en el original).

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venir en las querellas de los privilegiados. En fin, desastres naturales y un concurso fortuito de circunstancias diversas empujaron a la catástrofe, cuyo plazo podía diferirse, pero cuyo cumplimiento tarde o temprano había de ser in-falible.31

La historia de Thiers es mucho más amplia, es so-cial, aunque resalta a las llamadas clases altas; tie-ne en cuenta el desarrollo histórico y el azar, ade-más —como diría Soboul— sostiene la idea "...de una 'fuerza fatal' que estimulaba el curso de la Re-volución y superaba todos los obstáculos hasta al-canzar el objetivo".32 Aulard añade que Thiers "...hizo entrar la historia de la Revolución tanto en el dominio público como en el de la literatura".33

Queda como aporte fundamental de su obra el ha-ber insistido en el papel de la burguesía en los orí-genes de la Revolución: su análisis se concentra en la acción de los dirigentes burgueses y deja en un plano secundario las fuerzas populares.

LOUIS BLANC

Louis Blanc (1811-1882), profesor, periodista y po-lítico socialista francés. En las revoluciones de 1848 aparecerán desde un principio y por primera vez en el frente de lucha los socialistas: Blanc será uno de ellos. Es miembro del gobierno más radical de Fran-cia en el siglo XIX —el gobierno provisional pro-ducto de la revolución de 1848— que formulará el derecho al trabajo, el día laboral de 10 u 11 horas

"La única solución es la democracia porque representa

los intereses de todas las clases sociales. El orden conservador debe ser

derrocado no con la violencia sino con ideas y

palabras."

31 Ibid., p. 37.

32 Soboul, op. cit., pp. 185-186.

33 Chado por Godechot, op. cit., p. 156.

34 Droz, op. cit., pp. 78-79.

y la fundación de los talleres nacionales como una solución al problema obrero. Huye de París (1848) cuando la reacción se toma el poder.

En su "Organizacián del trabajo" (1840) proclamará un Estado con una serie de funciones fundamentales: regulador de la banca, producción, etc., y en última instancia el que realizará la libertad. Admiró a los jacobinos porque ellos lograron vincular la revolución individualista con la revolución social, única manera de obtener la verdadera libertad.34

Veamos algunos aspectos de su ideario: la política es un medio para las reformas sociales. La reforma política, es decir, la democracia con una ampliación del sufragio a las clases populares, es la condición para una reforma social que mejore la situación de las clases trabajadoras. De la monarquía constitucional y la gran burguesía no se puede esperar tales progresos. La única solución es la democracia porque representa los intereses de todas las clases sociales. Por eso el pueblo debe ser educado en estas concepciones. Democracia y progreso están basados en la fuerza constructora de las ideas y en la perfectibilidad del hombre. El orden conservador debe ser derrocado no con la violencia sino con ideas y palabras.35

"HISTOIRE DE LA REVOLUTION FRANCAISE"

El régimen de la Monarquía de Julio (1830-1848) se encuentra en una grave crisis a finales de la década de los 40. Ha intentado frenar por todos los medios el giro de la Revolución hacia la izquierda, hacia la democracia. Por consiguiente, al no llevar a cabo reformas ni electorales ni parlamentarias, se alejó de aquellas clases que hubieran podido ser su apoyo.

Así, en vísperas de su caída, en 1847, aparecen tres grandes obras sobre la Revolución Francesa: la de Michelet36, la de Lamartine37 y la "Histoire de la Révolution Francaise" de Louis Blanc. La Revolución de 1789 será de nuevo una gran controversia; la izquierda —demócratas, republicanos y socialistas— se siente heredera de la Revolución Francesa y busca el origen y la justificación de sus ideales en ella.

35 Loubere, Leo A.: "The Evolutionof Louis Blanc's Political Philo-

sophy". En: Journal of Modem History, 27(1955),-pp. 39-60. 36 Michelet, Jules: Historia de la Revolución Francesa. Buenos Aires, Argonauta, 1946, 3 vols. 37 Lamartine, Alphonse de: Histories des girondins. 1847

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En el prólogo, Blanc señala que las causas de la Revolución están en la historia de Francia y por ello hay que remontarse a la historia. 38

Blanc atribuye a las ideas un gran significado; por eso su obra parte, indicando que existen tres gran-des pricipios que se expresan en la historia:

Tres grandes principios se reparten el mundo y la historia: la autoridad, el individualismo, la fraternidad.39

La autoridad es aquel principio

...que hace descansar la vida de las naciones sobre las creen-cias aceptadas ciegamente, sobre el respeto supersticioso de la tradición, sobre la desigualdad y el que por medio del go-bierno emplea el apremio.40

3 8 Blanc, Louis: Histoire de la Revolution Francise. París, 1847-1862, 13vols.vol. l,p. 1. (Todas las citas traducidas por L. E. Bosemberg).

39 Ibid., p. 9. 40 Ibid. 41 Ibid.

La autoridad fue representada por la iglesia católica durante la Edad Media.

El principio del individualismo es aquél que tomando al hom-bre fuera de la sociedad, lo hace único juez de aquello que lo rodea y de sí mismo, le da un sentimiento exaltado de sus derechos, sin indicarle sus deberes, lo abandona a sus pro-pias fuerzas y para todo gobierno proclama el laisser-faire.41

Este principio lo introdujeron Hus y Lutero y se im-pone en la Asamblea Constituyente; es por lo tanto el determinante en el siglo XIX.

El principio de la fraternidad es aquél que, considerando co-mo solidarios los miembros de la gran familia, tiende a or-ganizar un día las sociedades, obra del hombre, sobre el mo-delo del cuerpo humano, obra de Dios, y funda el poder de gobernar sobre la persuasión, sobre el asentamiento volun-tario de los corazones.42

Así, la autoridad engendra opresión pues sofoca la personalidad; el individualismo conduce a la opre-sión a través de la anarquía y sólo la fraternidad, por medio de la armonía, da luz a la libertad.43

En la Revolución Francesa se manifestarán dos prin-cipios y por consiguiente dos revoluciones. Ambos se rebelan contra la autoridad. En 1789 triunfa el individualismo; la fraternidad triunfará momentá-neamente con los jacobinos y caerá el 9 Termidor.44 Blanc le dedicará copiosas páginas al desarrollo del individualismo y el de la burguesía. Pero, para que el individualismo triunfara en la sociedad, la bur guesía debería convertirse en la clase dominante Burguesía e individualismo son los triunfadores di 1789.45 Blanc hará una importante diferenciación dentro del tercer estado entre burguesía y pueblo 42 Ibid., p. 9-10.

43 Ibid., P. 10. 44 Ibid., p. 11. 45 Ibid., vol. 1, libros II y III.

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"Para que el individualismo triunfara en la sociedad, la

burguesía debería convertirse en la clase

dominante."

Por burguesía yo entiendo el conjunto de ciudadanos que, poseyendo instrumentos de trabajo o un capital, trabajan con recursos que les son propios y no dependen de otro sino en una cierta medida. Ellos son más o menos libres... El pue-blo es el conjunto de ciudadanos que no poseen ningún ca-pital; dependen de otro completamente en lo que concierne a las primeras necesidades de la vida. Ellos sólo son libres nominalmente.46

Blanc le dedica atención a los sufrimientos del pue-blo antes de la Revolución, cuestión que no era muy común en la época. La miseria y la carestía que con-dujeron a un gran número a mendigar, crearon un odio al régimen. La burguesía sabrá aprovechar la situación e instigará a la masa contra el régimen; se aliará con ésta, no por sus sufrimientos, sino por 46 Ibid., p. 121. 47 Ibid., p. 342. 48 Ibid., p. 345.

"...dirigir las pasiones contra el enemigo co-mún ".47Blanc reprocha a la burguesía su pragma-tismo y su falta de solidaridad, lo que muestra su posición demócrata y socialista.

Después de haber señalado el camino que siguió el individualismo en los dos primeros libros del primer tomo, Blanc mostrará la aceptación decisiva por par-te de la burguesía del principio del individualismo en filosofía, política y economía y su significativo papel en la preparación de la cercana Revolución.

Henos aquí en el umbral del laboratorio ardiente en donde fueron reunidos y preparados de manera definitiva los ma-teriales de la Revolución Francesa: vamos a entrar en el mun-do agitado de los filósofos.48

Así como se hizo una distinción entre burguesía y pueblo, así también habrá dos corrientes filosófi-cas que señalan las dos fases que habría de tener la Revolución.

Existieron dos doctrinas no sólo diferentes sino opuestas: la primera tenía como fin una asociación de iguales y partía del principio de la fraternidad; la segunda estaba fundada en su totalidad sobre el derecho individual.49

La fraternidad corresponde a los pensadores del pue-blo, sobre todo a Rousseau. Este, que se encontra-ba en contraposición a su época, es entonces el pre-cursor del socialismo. Es de anotar que cuando Blanc habla de Rousseau lo describe con vibrantes pala-bras que hacen ver una gran admiración por el filó-sofo ginebrino. El individualismo es representado en la filosofía por Voltaire, en la política por Mon-tesquieu, entre otros, y en la economía por Turgot. Voltaire es visto como un precursor no de la revo-lución social sino de la política burguesa: se le re-procha su falta de aprecio por el pueblo pero se en-salza su oposición a la arbitrariedad del clero, su to-lerancia y su contribución a que el individualismo se abra paso.50

Los efectos de la filosofía del siglo XVIII se sienten no sólo en el derrumbe de la vieja sociedad religio-sa sino también en la sociedad política.51

La injusticia, discutida por el autor primero a nivel del sistema judicial del Antiguo Régimen será un problema fundamental que Montesquieu y Rousseau intentarán resolver. Ambos rechazarán el despotis-mo y su gran mérito consistirá en encauzar la lucha

49 Ibid., p. 349. 50 Ibid.,pp. 349-399. 51 Ibid., p. 422.

13

contra la corona que hasta el momento Voltaire ha-bía dirigido solamente contra la iglesia. Pero Mon-tesquieu será vocero de la burguesía puesto que li-mita el poder del Estado a favor del individuo. Blanc le critica que para que haya seguridad para todos es necesario un "régimen de protección" y no úni-camente un "régimen de garantías". Rousseau, en cambio, al proclamar la libertad del indiviuo basa-da en la voluntad de todo el pueblo, fundamento de las leyes, realiza el "régimen de protección". Montesquieu será bandera de la burguesía, Rous-seau del pueblo.52

En el último capítulo del tercer libro Blanc se dedi-ca a las condiciones económicas prerrevolucionarias: gremios, prestaciones personales, cargas, mendici-dad, etc.

El impuesto es sin piedad sólo para el pobre y es so-bre él que van a recaer las excenciones de las clases altas.53

Además concluirá que el bandidaje y la mendicidad son producto del principio de exclusión de los gre-

En lo que concierne a la Revolución Francesa, aquí se ter-mina el recuento de las aventuras del pensamiento. Ahora la escena va a cambiar de aspecto; las ideas se convertirán en actos; una vez más los libros serán los combates y los fi-lósofos los gladiadores.55

Un paso importante hacia la Revolución se dio con la participación francesa en la independencia de las colonias americanas. No solamente se acrecentó el déficit fiscal de la corona francesa, sino sobre to-do, se fortaleció el clamor por la libertad de los fran-ceses. También contribuyeron las sectas místicas, que surgieron como reacción al racionalismo, con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad.56

''Un paso importante hacia la Revolución se dio con la participación francesa en la

independencia de las colonias americanas."

mios que a su vez limitó las posibilidades de traba-jo.54 La esmerada atención del autor a los artesa-nos, antepasados de la clase obrera, es tal vez pro-ducto de sus inclinaciones socialistas.

Después de haber expuesto los factores filosóficos, políticos y económicos, le toca el turno a los ante-cedentes inmediatos de la Revolución cuando — reitera Blanc— las ideas se convirtieron en hechos.

52 Ibid., pp. 442-463. 53 Ibid., p. 500 14

Como una causa secundaria ve el asunto del collar de la reina. Al ser María Antonieta declarada ino-cente, la opinión pública se percató de la falta de dignidad de la corte, indignidad que Blanc resume así:

Disolución de las cortes, miseria de la grandeza, la fortuna de los cortesanos consumida por el exceso de su egoísmo y su bajeza, desorden en el juego de los poderes, la inmola-ción de los derechos de la verdad a favor de los intereses de la fuerza, odios lentamente acumulados en el corazón del pueblo, impotencia de la realeza cuando cae para levantar-

54 Ibid., cap. 13. 55 Ibid., p. 576. 56 Ibid., vol. 2, cap. 3.

14

se mediante la justicia o mediante la arbitrariedad en una palabra, el proceso del collar se asemejó, resumió y puso de relieve todo aquello que denuncia el vicio de las institu-ciones monárquicas.57

La historia es una cadena lógica. Por un lado Blanc maneja una historia con una "una fuerza de las co-sas", "una invencible fatalidad de los hechos", es decir, un determinismo histórico como lo presenta-ba también Thiers. Pero también con un sentido de progreso, un desarrollo lineal hacia arriba en la his-toria: la fraternidad como realización de la historia del hombre. Su obra es un vivo reflejo de sus ideas políticas y socialistas.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

La historiografía tenía un doble carácter. Por un la-do, el análisis de la Revolución misma, pero por el otro su carácter apologético o detractor.

Así pues, vimos una historiografía de un contenido político, una especie de historiografía política, la de-fensa clara y precisa de intereses y convicciones, pro-ducto de un momento histórico.

Las diferencias estarán más bien en la interpretación de los hechos, en la descripción, narración, estilo, selección y por ende en la articulación del proceso histórico; pero en común tienen que satisfacer una necesidad del momento histórico. Los enfoques eran parciales, expresión de ideas políticas y por lo con-siguiente tenían un objetivo: legitimar un sistema. La historiografía se convirtió en un campo de bata-lla de ideas políticas, con el claro objetivo de influir, convencer, a partir de un Weltanschauung corres-pondiente. Escribir sobre la Revolucián es un acto político en un frente del combate ideológico.

De todas maneras el hecho de que se tome una po-sición definida ante el objeto, por más cercano que esté, produjo aportes parciales a la historiografía. Thiers, constatando la existencia y las exigencias de

"Escribir sobre la Revolución es un acto político en un frente de combate ideológico."

la clase emergente, distingue claramente conflictos entre grupos sociales; apoyándose en un método his-tórico de encuestas y sus exigencias periodísticas que lo llevaron a documentarse y le produjeron una gran cantidad de información.

Blanc con una historia social, distinguiendo clara-mente entre burgueses y proletarios, intentando crear una conciencia proletaria, también estaba muy bien documentado; a propósito, él fue tal vez el primero en usar notas de pie de página.

No es casualidad que Thiers y Blanc —ambos de una clase media emergente y progresista— aunque con intereses diversos, se percaten de realidades históri-cas concretas: Maistre sacrifica la verdad histórica por un ideal: abandona el terreno de la historia y lo convierte en una filosofía de la historia. El no pue-de tener la misma concepción que Thiers y Blanc por-que es el representante de un viejo orden caduco im-buido de metafisismo e irracionalidad.

57 Ibid., vol. 2, pp. 156 ss

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BIBLIOGRAFÍA

Bibliografía primaria:

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Maistre, Joseph de: Consideraciones sobre Francia. Ma-drid, Rialp, 1955.

Michelet, Jules: Historia de la Revolución Francesa. Bue-nos Aires, Argonauta, 1946, 3 vols.

Thiers, Louis Adolphe: Historia de la Revolución Fran-cesa. Barcelona, (no figura ni editorial ni año de publi-cación), 12 vols.

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Carr, Edward H.: ¿Qué es la historia? Barcelona, Ariel, 1984.

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Soboul, Albert: "La historiografía clásica de la Revolu-ción Francesa. En torno a controversias recientes". En: Kossok, M., Soboul, A. y otros: Las revoluciones bur-guesas. Barcelona, Crítica, 1983.

Volvelle, Michel: Introducción a la Revolución France-sa. Barcelona, Crítica, 1984.

16

EN TORNO A ALGUNAS

CONTROVERSIAS SOBRE

LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Darío Acevedo Historiador: Profesor Universidad Nacional, Departamento de Historia.

A propósito del bicentenario de la Revolución Francesa, conviene de-sempolvar y releer algunos textos ilustrativos de las polémicas que se vienen desarrollando en los medios históricos en relación a la problemática de la transición del feudalismo al capitalismo en el terreno de las estructuras sociopolíticas. La colección de ensayos de Akal Editor contiene artículos de Richet, Chaussinand, Mazauric, Gauthier, Grenon, Robin, Soboul, Guilhau-mou, Casanova y Mazauric. El de-bate entre ellos está centrado en la cuestión de la "vía" o las "vías" de la transición al capitalismo y en la caracterización del Estado abso-lutista. Por supuesto que en la dis-cusión, cada escuela fija sus crite-rios acerca de los conflictos y afi-nidades de clase, sobre la manera como cada grupo o clase social se relacionó con la crisis del antiguo régimen, su protagonismo, sus in-tereses, sus ideas y las consecuen-cias que sobre ellas produjeron los acontecimientos. El debate enfrenta a investigadores de la escuela de Annale-D, Richet y Chaussinand en este texto, — aunque la lista es más amplia inclu-yéndose en ella a F. Furet y a algu-nos historiadores ingleses, alemanes

El debate está centrado en la cuestión de la "vía" o las "vías" de la transición al capitalismo y en la caracterización del Estado absolutista.

y norteamericanos— con los de la escuela marxista o cercanos a ésta —Soboul, Robin, Gauthier, Gre non, Mazauric, Casanova y Guilhaumou ----- aunque entre és tos no existe plena identidad de cri terios. Vale la pena aclarar que en la colección no figuran textos de la escuela marxista oficial. Los trabajos de los primeros apun-tan a demostrar la coincidencia de intereses económicos y políticos en-tre la nobleza y la burguesía, quie-nes en un largo proceso de mutua asimilación e identificación confor-man una "élite" dirigente que se encarga de la destrucción del obs-táculo a la realización de sus aspi-

raciones —la monarquía absoluta—; en esta línea Richet sos-tiene: "Lo que quieren los filóso-fos y patriotas es esta élite abierta, aceptando las preeminencias de la nobleza, pero integrando la propie-dad, la fortuna y el talento que es-taba en gestación desde el siglo XVI"1, su colega, Chaussinand, lo complementa al sostener que la noción de "honor" distintiva de la condición de nobleza, es remplaza-da por la noción burguesa del "mé-rito", rompiéndose de esa manera el "foco" que separaba a la noble-za y al tercer orden: "Esa decisiva revolución se concluyó en el siglo XVIII, concretamente después de 1760... la noción de honor es rem-plazada por otra: la del mérito, va-lor burgués que la nobleza hace su-yo, acepta y reconoce oficialmente como criterio de nobleza. A partir de este momento, ya no hay dife-rencias significativas entre nobleza y burguesía... lo importante es que nobles y burgueses se identificaron en una misma definición de la 'ca-lidad'. Es un paso decisivo. Con-secuencia de una educación, de una idéntica formación intelectual, de una comunidad de intereses, de ac-tividades, de comportamientos" 2. Se trataría en suma, de un proceso

1 Richet, Denis. En torno a los orígenes ideológicos remotos a la revolución francesa: Elite y despotismo. 2 Chaussinand-N Guy. En Los orígenes de la revolución. “Nobleza y burguesía”.

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de aburguesamiento de la nobleza que se percibe en los cambios de los términos utilizados en las cartas de ennoblecimiento y al analizar com-parativamente los cuadernos de quejas de la nobleza y del tercer es-tado 3 redactados esencialmente por la burguesía, y que confirma-rían la identidad de intereses entre estas capas sociales, su hostilidad común al despotismo y al absolu-tismo, sus preferencias por un ré-gimen constitucional, lo cual les permitió mantenerse "Profunda-mente unidas en la reivindicación

Lo importante es que nobles y burgueses se

identificaron en una misma definición de la "calidad".

fundamental: la libertad " 4, no obstante las diferencias en torno al problema de los privilegios; pero hay afirmaciones aun más sorpren-

dentes, que de ser aceptadas con-juntamente con las anteriores, im-plican un vuelco total a la historio-grafía de la Revolución Francesa elaborada sobre la certeza de la oposición entre burguesía y noble-za en Francia, veamos: "A través del paso de la 'barbarie gótica' a las luces de la razón fue la nobleza la que alumbró este revolucionario sistema de valores: el liberalismo" según Richet, mientras Chaussi-nand sostiene que la nobleza fran-cesa "se revela como la nobleza más dinámica de Europa frente a una burguesía timorata, muy ale-jada del modelo que ofrece Ingla-terra en la misma época... el segun-do orden se puso a la cabeza del gran capitalismo comercial, sobre todo después de 1780", insistiendo más adelante en la incapacidad de la burguesía para impulsar el trán-sito del capitalismo mercantil al in-dustrial. De esta manera, se sugie-re a manera de conclusión, que la entrada en escena de las fuerzas po-pulares constituye un "resbalón", una especie de "tormenta" o "pa-tinazo" atizada por el oportunismo de una burguesía que para salvar su pellejo, abandona a su viejo alia-

Se trataría en suma, de un proceso de

aburguesamiento de la nobleza.

do, contra quien hace recaer la ira popular. Este "patinazo" representa el fracaso temporal de la vocación conjunta de la nobleza y la burguesía para "dirigir", conjun-tamente, una revolución moderada, eficaz, sin violencias ni excesos", solidaridad que se restablece en la sociedad post-revolucionaria cuan-do vuelven a compartir el poder. Se comprende que las razones por las cuales los integrantes de esta escuela prefieren hablar de "revolución de las luces" en vez de "revolución burguesa" tienen que ver con el protagonismo que le asignan a la nobleza, no sólo como el orden más "dinámico del capitalismo mercan-

El segundo orden se puso a la cabeza del gran

capitalismo comercial, insistiendo más adelante en

la incapacidad de la burguesía para impulsar el

tránsito del capitalismo mercantil al industrial.

“U n cuaderno de quejas en París a principios de 1789”

3 Chaussinand se apoya en un texto inédito de Sasha B. Weitman de corte estadístico sobre los contenidos de los cuadernos de quejasdel segundo y tercer orden.

4 Richet op. ci t .

18

til", sino también como "iniciador y educador" de la nueva concien-cia; de donde se desprende que el carácter revolucionario de la bur-guesía francesa es un mito e igual-mente se minimiza la importancia de otros asuntos como el de la sig-nificación y alcance del complot aristocrático en el curso de la Re-volución. Sería necesario conocer otros trabajos de esta escuela o de tendencias análogas de otros países y que son referenciados por estos dos autores en sus notas bibliográ-ficas, como por ejemplo, el texto de Richet y Furet "La Revolución Francesa" a fin de evaluar la soli-dez documental y las fuentes que sirven de sustentación a esta lectu-ra de la Revolución opuesta a las interpretaciones sociales que desde Jaurés, Mathiez, Labrousse, Lefe-bre, Hobsbawn y Soboul, han ex-plicado la Revolución Francesa co-mo el producto de una ruptura de-rivada de los antagonismos entre los órdenes privilegiados y los com-ponentes del tercer estado. Señale-mos, no obstante, que el ensayo de Richet está aumentado por una am-plia gama de referencias a textos en donde tiene preeminencia la con-ceptualización teórica sobre el uso de fuentes directas; mientras en el de Chaussinand, se observa un es-fuerzo —que él mismo promete ampliar— para dar fundamenta-ción empírica a sus tesis; sin embar-go, es preciso tener en cuenta que en el trabajo de investigación his-tórica, la sola utilización de las

fuentes documentales no constituye criterio de validación de la inter-

.nretac.ión de las hinótesis elabora-das. Así que cuando Chaussinand nos presenta un muestreo estadís-tico del análisis de los contenidos de los cuadernos de quejas de la no-bleza, haciendo a un lado el con-texto político y social en el cual fue-ron redactados, crea un vacío en su argumentación que debilita y per-mite cuestionar ciertas afirmaciones

5 Chaussinand, op. cit.

"Enervamiento general debido a la falta de pan"

del autor, restándole autoridad y consistencia al conjunto de sus te-sis. Por ejemplo, cuando afirma que "el espíritu antinobiliario" del pueblo francés "está poco extendi-do" y las actitudes contrarrevolu-cionarias de la nobleza "son excep-cionales" 5 ¿qué explicación cabría darle a la vasta movilización cam-pesina tan magistralmente investi-gada por G. Lefebvre en "El gran pánico de 1789" en donde se pone de presente la profundidad del dios popular contra los privilegios y los derechos señoriales, traducido en la quema de los castillos, linchamien-tos y ejecuciones de los "señores de la tierra"? Ni qué decir que una co-sa es la nobleza y otra el privilegio sugerencia de Richet-como si no se tratara de dos términos insepara-bles, o como si el privilegio fuese una categoría abstracta que no se materializa en un cuerpo social. Me he extendido en la presentación de los argumentos de esta escuela con el objeto de ilustrar al lector, e incitar la lectura de los conteni-dos de esta interpretación de la Re-

Han explicado la Revolución Francesa como el producto de una ruptura

derivada do los antagonismos entre los

órdenes privilegiados y los componentes del tercer

estado.

volución Francesa, sobre la cual no tenemos una información amplia y completa y teniendo en cuenta que el estudio y la enseñanza de la re-volución burguesa en nuestros cen-tros universitarios se ha hecho y se sigue haciendo, apoyado en los tra-bajos que explican a la misma co-mo producto de los enfrentamien-tos de clase, asignándole una espe-cificidad a la vía francesa sobre lo cual existe y está disponible una bi-bliografía ampliamente difundida en español.

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El texto contiene además ensayos de inspiración

marxista.

El texto que venimos comentando contiene además un conjunto de en-sayos que se podrían reclamar de inspiración marxista. El artículo de Gauthier está dedicado a la crítica de la teoría de la vía única de la re-volución burguesa —la inglesa— sostenida según él por Richet, Chaussinand e incluso por Poulant-zas, aunque con algunas variantes, los dos primeros en cuanto niegan el papel revolucionario de las ma-sas populares, a las que consideran más bien "como conservadoras y retrógradas" 6 y el segundo en tanto señala a Inglaterra como el país en el cual se impuso franca-mente el dominio del modo de pro-ducción capitalista sobre los demás "por medio de la capitalización de la tierra". Igualmente Gauthier tra-ta de explicar el proceso de la re-forma fisiocrática de Turgot en ra-zón de la incomprensión de la abru-madora mayoría de los señores feudales acerca de los objetivos per-seguidos que no eran otros que los de integrar a los grandes propieta-rios al desarrollo capitalista, de ahí la ruptura entre nobleza y burgue-sía, concluyendo que la teoría de la "vía única" conduce a caracterizar a las masas campesinas como el enemigo principal de los terrate-nientes y a éstos como la fuerza progresiva de la sociedad francesa de fines del siglo XVIII. Por su par-te, Regine Robín, orienta su ensa-yo hacia la caracterización del Es-tado a finales del Antiguo Régimen

■Ktirl H. Mark-

en función de las fases del desarro-llo capitalista y sus contradicciones con la monarquía absoluta, para tratar de explicar las razones de la dominación del modo de produc-ción capitalista en un estado ya bur-gués, criticando de paso la afirma-ción de Soboul según la cual "La revolución de 1789-1794 marcó el advenimiento de la sociedad mo-derna, burguesa, capitalista, en la historia de Francia",7 para Robín, la revolución en el plano económi-co es continuadora de un desarro-llo precedente, en vez de marcar su comienzo. En cuanto a las relacio-nes entre burguesía y nobleza, no niega identidades, las que ubica preferencialmente en el siglo XVII, mientras a fines del siglo XVIII afloran las contradicciones como consecuencia de la reacción nobi-liaria y cuando la monarquía entra en crisis al ser incapaz de dar sali-da a las aspiraciones de dominio político de la burguesía. Refirién-dose a la teoría de las élites, Robin, apoyándose en el concepto grams-ciano de hegemonía, toma partido por la tesis del fracaso del compro-

La teoría de la "vía única" conduce a caracterizar a

las masas campesinas como el enemigo principal de los terratenientes y a éstos

como la fuerza progresiva de la sociedad francesa de

fines del siglo XVIII.

miso, el cual es precipitado por la nobleza que ante la pérdida de su capacidad para liderar las reformas se ve enfrentada a una "burguesía que desarrolla, a partir de los años 1770-1780 sus propias reivindica-ciones, su propia dinámica ideoló-gica y... una ideología hostil a la nobleza" 8.

El artículo de Soboul también tie-ne por objeto el problema de las vías de transición. Soboul, uno de los más documentados y prolíficos historiadores de la Revolución Francesa, desarrolla su conocida te-sis de la vía revolucionaria en el ca-so francés, recurriendo a conceptos de la teoría económica marxista y a sus propias investigaciones sobre la evolución de las formas de pro-piedad agraria y su incidencia en el quiebre del orden feudal. Para él, "...el elemento motriz de la revo-lución burguesa estuvo en el desa-rrollo de los pequeños y medianos productores, artesanos y campesi-nos independientes, en una palabra, de la pequeña y mediana burgue-sía, y no en la alta burguesía",'

6 Gauthier, F. Pág. 56. 7 Citado por Robin, pág. 76. 8 Robin, pág. 99. 9 Soboul Pág. 105.

20

"Para Soboul, el elemento motriz de la revolución burguesa estuvo en el

desarrollo de la pequeña y mediana burguesía. Pero la victoria sobre el feudalismo

y el Antiguo Régimen no significó la simultánea aparición de nuevas relaciones sociales".

por ello en Francia la evolución ha-cia el capitalismo industrial fue más lenta a diferencia de Inglaterra en donde la renta en dinero permitió una rápida disolución de la comu-nidad rural. Como quiera que So-boul había afirmado "la Revolu-ción de 1789-1793 marcó el adve-nimiento de la sociedad moderna burguesa, capitalista" en su ensa-yo titulado "La Revolución Fran-cesa en el mundo contemporáneo"

10 haciéndose acreedor a las críti-cas de Robin y Grenon, se ve en la obligación de matizar esta tesis cuando dice "Sin duda la victoria sobre el feudalismo y el Antiguo Régimen no significó la simultánea aparición de nuevas relaciones so-ciales"11. Ahora bien, ¿cómo ex-

plica Soboul el hecho paradójico de que la vía revolucionaria, dé lugar a un desarrollo más lento del capi-talismo industrial, en tanto la via compromisaria tiene por resultado un desarrollo más rápido de éste? la respuesta está dada en las refe-rencias a las transformaciones de carácter político-social, en el sen-tido de que el carácter revoluciona-

"Calle de (iesvre, el palacio de Sotre-Dame"

rio de los cambios de Francia, se ex-plica por la imposición "desde aba-jo" por la presencia activa y protagónica de campesinos y arte-sanos, de la destrucción del orden feudal. Al concluir su artículo, So-boul advierte sobre la necesidad de acompañar estos debates teóricos de investigaciones eruditas y empí-ricas sobre la época.

En la discusión sobre el problema de la transición, no se puede hablar de una completa identidad de cri-terios de los investigadores de ten-dencia marxista, la diversidad de sus puntos de vista en la defensa de la Revolución Francesa, expresa la multiplicidad de matices caracterís-ticos del pensamiento marxista ac-tual. El artículo de M. Grenon y R. Robin "A propósito de la polémi-ca sobre el Antiguo Régimen y la Revolución, para una problemáti-ca de la transición", contiene ele-mentos críticos a la teoría de las "élites", de la "vía única", pero así mismo, señala los problemas de la interpretación de Soboul según la

M. Grenon y R. Robin se distancian de Soboul al sotener que la "vía

revolucionaria" no fue una "necesidad", sino el

producto de una crisis orgánica que afectó a toda

la superestructura.

cual la Revolución Francesa habría marcado el advenimiento de la mo-derna sociedad burguesa, en cuan-to conduce a la negación de la "vía del compromiso". Se distancian de Soboul al sostener que la "vía re-volucionaria" no fue una "necesi-dad", sino el producto de una cri-sis orgánica que afectó a toda la su-perestructura. A ello responderá Soboul que el problema no radica

10 Soboul, Albert "Comprender la Revolución Francesa" compilación de ensayos. 11 Soboul pág. 108.

21

en si era inevitable o no el camino revolucionario en Francia, porque lo cierto es que ese fue el camino tomado, después de una intensa confrontación entre la posibilidad de resolver la crisis por medio del compromiso o por medio de la re-volución.

El lector encuentra más adelante, un interesante estudio de Jacques Guilhaumou sobre el período jaco-bino, su discurso, la composición de las fuerzas de clase en pugna, la naturaleza de la dictadura jacobi-na y las correlaciones de fuerza político-militares. Finalmente el texto reproduce una conversación entre Casanova, Mazauric y Robin, intitulada "¿Tuvo lugar la revolu-ción francesa?", en la cual se pre-tende abordar de modo crítico, las tesis de Richet, Furet y Chaussi-nand, a partir de una argumenta-ción teórico-documental, tratando de explicar, a la luz de los proble-mas de estructura económica, la configuración y el papel de las cla-ses sociales en la revolución, la ca-racterización del Estado monárqui-co, las luchas políticas e ideológi-cas y el fracaso del compromiso en Francia.

Para concluir, es preciso advertir que el debate sobre el carácter de la Revolución Francesa no está exento de las vicisitudes de la con-frontación política e ideológica en el mundo contemporáneo. "Histo-riar significa interpretar" decía Carr,12 y la interpretación del pasa-do se hace con las herramientas conceptuales y teóricas de la cien-cia moderna, pero además, en tan-to el historiador es producto de la historia y se debe a la sociedad en que vive, es "portavoz consciente o inconsciente"13 de la misma, re-

El historiador es producto de la historia y se debe a la

sociedad en que vive, es "portavoz consciente o

inconsciente" de la misma, reflejando en su trabajo su peculiar posición política e

ideológica.

flejando en su trabajo su peculiar posición política e ideológica que lo relaciona con las tendencias del pensamiento actual. En tal sentido, el debate entre marxistas y entre és-tos y otras escuelas en torno al pro-blema de la vía o las vías de la tran-sición al capitalismo y sus efectos en la estructura política de la socie-

dad, está atravesado por estas cir-cunstancias. Lo importante sería es-tablecer la pertinencia de los argu-mentos y de las fundamentaciones teórico-empíricas de las tesis, lim-piando el terreno de prevenciones doctrinarias, para colocar al mismo en el plano propiamente científico, que sin ser neutral permitiría el en-riquecimiento del acervo de cono-cimiento sobre el tema.

Por último, para quienes estén in-teresados en profundizar sobre la polémica, recomendamos la lectu-ra de la compilación de ensayo de los historiadores de las escuelas de Leipzig que trae textos de sus direc-tores: Walther Markov y Manfred Kossok y además un ensayo de A. Soboul, todos ellos muy pertinen-tes para situar la discusión sobre la problemática de las revoluciones burguesas en un terreno más sóli do, se trata del texto "Las revolu ciones burguesas" que nos muestra los trabajos de una tedencia xista no oficial y renovadora.

12 Carr, Edward H. "Qué es la Historia" Edit. Ariel.

13 Carr, Edward, op. cit.

22

LA REVOLUCIÓN FRANCESA

COMO REVOLUCIÓN

BURGUESA: ALBERT

SOBOUL Y MICHEL

VOVELLE

Isabel Clemente

Coordinadora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes

INTRODUCCIÓN

Responder a la pregunta "¿Por qué hubo una revolución en Francia?" ha sido una vieja preocupación entre los analistas de este acontecimiento inclusive antes de que Alexis de Tocqueville la formulara con tanta precisión.

De hecho, ya los protagonistas del proceso revolucionario desarrollaron explicaciones diversas y la historiografía francesa no ha cesado, desde el siglo XIX, de plantear el problema.

Las tentativas de respuesta han ligado indisolublemente la pregunta de de Tocqueville a una cuestión más general: el carácter y naturaleza de la revolución.

En realidad, el tema de la Revolución Francesa se convirtió en el problema central de la historiografía en Francia, desde comienzos del siglo XIX, en parte como respuesta a la corriente contrarrevolucionaria, de signo le-gitimista y católico que triunfó con la Restauración y que acogió la visión de Burke, para quien la revolución había sido el producto de las ma-

23

"La revolución de 1830 consagró el 'triunfo de las ideas de 1789' y con ella

se consolidó la historiografía liberal cuyas primeras obras se habían

publicado en plena Restauración."

quinaciones de unos pocos escritores y "philosophes", a las cuales suce-dió la revuelta del "populacho" ignorante.

La revolución de 1830 consagró el "triunfo de las ideas de 1789"1 y con ella se consolidó la historiografía liberal cuyas primeras obras se habían publicado en plena Restauración.2

Ella revalorizó la revolución y la explicó en términos de necesidad histó-rica, como resultado lógico de la crisis e insuficiencia del Antiguo Régi-men, insistiendo en el carácter burgués de la revolución, atribuyendo a la burguesía un papel central en sus orígenes y en su desarrollo. Desde entonces, se han acumulado los estudios dando origen a una bibliografía verdaderamente inagotable. El resultado ha sido el que la Revolución Fran-cesa se ha convertido en uno de los temas más investigados por la histo-riografía occidental.

Entre los estudiosos franceses, que con mucho representan la mayor par-te de esa tradición historiográfica, la tendencia predominante en sus aná-lisis, fue, desde el siglo XIX, la de privilegiar la interpretación social de la revolución, cual tuvo en Barnave un primer (y autorizado) precedente, con la Introduction a la Révolution Francaise, escrita en 1792.

Sólidamente fundamentada en la erudición, en un desarrollo constante de la reflexión teórica y en un rigor conceptual creciente, esta tendencia se estableció firmemente en la investigación histórica francesa, llegando a constituir una sucesión casi filial que va de Jean Jaures, a Albert Mar- thiez, a Georges Lefebvre, a Albert Soboul.

Cada generación de historiadores incorporó nuevos temas, nuevos pro-blemas y nuevos enfoques, en un cuadro cada vez más complejo de las fuerzas sociales actuantes en la revolución.

De acuerdo con la interpretación social, que Soboul ha denominado clá-sica, son los antagonismos entre las clases los que explican el origen, el carácter y los resultados de la Revolución Francesa. Esta culminó en una transformación profunda de las estructuras sociales, de signo antifeudal, anti-aristocrático y burgués. Los cambios en el Estado, en la política ex-terior, en la política económica y social son examinados en directa rela-ción con los cambios en la composición social de los grupos en el poder y de las sucesivas y cambiantes alianzas establecidas (y disueltas) a lo go del período revolucionario.

Contra esta tradición historiográfica, se han propuesto desde la décadaj de los cincuenta interpretaciones que la contradicen no sólo en sus fun-damentos principales, sino en su mismo planteamiento metodológico ge- ] neral: se cuestiona que el análisis de las clases sea el instrumento real-] mente adecuado para la interpretación de la Revolución Francesa.

1 Lefebvre Georges. El nacimiento de la historiografía moderna. Barcelona, ediciones Martínez Roca, 1974. Pág. 171

2. Francois Guizot, Historia de la civilización en Francia. Adolphe Thiers. Historia de la Revolución Francesa. Historia del Consulado y del Imperio. Francois-Aguste Mignet. Historia de la Revolución Francesa. Jules Michelet .Historia de la Revolución Francesa. Lamartine. Historia de los girondinos. Edgar Quinet La revolución. Louis Blanc. Historia de la revolución francesa. Alexis de Tocqueville. El Antiguo Régimen y la revolución

24

En este ensayo se presentan las respuestas a estos contradictores, por parte de dos historiadores, Albert Soboul y Michel Vovelle, quienes, partiendo de una común formación marxista, pero de campos de investigación dis-tintos, de la historia social, el uno, de la historia de las mentalidades, el otro, han mantenido y sustentado, con evidencias empíricas y con resul-tados renovados de investigaciones cumplidas o avanzadas la interpreta-ción social de la revolución.

EN DEFENSA DE LA HISTORIOGRAFÍA CLASICA DE LA REVOLUCIÓN

Albert Soboul, heredero consciente de la historiografía "clásica" de la revolución, discípulo reconocido de Lefebvre e investigador de la histo-ria revolucionaria "desde abajo", a la que consagró su vida académica entera y una voluminosa producción3, desarrolló en forma sistemática y exhaustiva la crítica de las tesis que él ha denominado "revisionistas", en las que creyó descubrir un factor común: el medio de los sectores socia-les dominantes a las revoluciones, en general, y a la Revolución France-sa, como precedente peligroso, en particular, amén de otras motivacio-nes surgidas de coyunturas políticas determinadas (guerra fría, etc.).

SOBOUL Y LA TEORÍA ATLÁNTICA

La crítica a la teoría atlántica u occidental que fuera formulada en la dé-cada de los 50, a partir de la obra del historiador norteamericano R.R. Palmer publicada en 1954 y desarrollada en diversos escritos de este autor y del historiador francés Jacques Godechot, se dirige principalmente a rebatir la uniformización de los procesos revolucionarios en una supuesta "gran revolución atlántica". Soboul demuestra cómo el resultado ha si-do diluir las peculiaridades del desarrollo de cada uno de esos procesos y desconocer su importancia relativa en el conjunto del desarrollo histó-rico: es indudable que las repercusiones de la Revolución Francesa han sido mucho mayores que las que tuvo en la historia mundial la revolu-ción de Irlanda, por ejemplo. Los autores de la "teoría atlántica" han in-

"Se cuestiona que el análisis de las clases sea el

instrumento realmente adecuado para la

interpretación de la Revolución Francesa."

3 Entre sus principales trabajos se encuentran: -"Clases and Class Struggle during the French Revolution" en Science and Society. 17:5 (1953): 238-57.

-"The French Rural Community in the Eighteenth and Nineteenth Centuries" en Past andPresent. No. 10 (noviembre 1956): 78-95.

- La France á la veille de la Revolution. París, SEDES, 1966. Les sans-culottes parisiens en Van II. Mouvement populaire et gouver- nement révolutionaire, 2juin 1793-9, thermidoran II. París, 1958.

- Compendio de la historia de la Revolución Francesa. Madrid, Teños, 1966. "La historiografía clásica de la Revolución France sa. En torno a controversias recientes" en Brendler, Gerhard; Kos- sok, Manfred; Kubler, Jiirgen; Kuttler, Wolfgang; Soboul, Albert; Zeuske, Max. Las Revoluciones burguesas. Barcelona, Crítica, 1983.

La France ó la veille de ¡a Revolution: Economie et Société. París Centre de Documentation Universitaire, 1960.

Le Premier Empire. París, P.U.F., 1973.

Comprender la Revolución Francesa. Barcelona, Crítica, 1983.

La Revolución Francesa. Principios ideológicos y protagonistas co-lectivos. Barcelona, Crítica, 1987.

25

"Los autores de la 'teoría atlántica' han incurrido en el error de colocar en un mismo plano procesos de

caracteres y consecuencias diferentes, minimizando de esta manera la profundidad

de las luchas sociales y políticas de la Revolución

Francesa."

currido en el error de colocar en un mismo plano procesos de caracteres y consecuencias diferentes, minimizando de esta manera la profundidad de las luchas sociales y políticas de la Revolución Francesa, despojándola de todo contenido específico (anti-feudal y capitalista en lo económico; antiaristocrático y burgués, en lo social).

Esta tesis niega por otro lado, el carácter nacional de la Revolución Francesa al transformarla en un aspecto más de una revolución occidental. Finalmente, en aras de sostener esta construcción teórica, la de la revolución occidental, extendida sobre Europa y América, se minimiza el hecho de que

Si verdaderamente hubo una sacudida social y política al menos en Europa occidental fue consecuencia de la conquista revolucionaria y del dominio napoleónico.4

La teoría de la revolución occidental o atlántica fue diluyéndose gradual-mente, al aproximarse sus autores a la interpretación social propia de la historiografía revolucionaria, sin dejar continuadores en el campo de la historia comparada de las revoluciones5.

LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y EL CAPITALISMO EN FRANCIA

La crítica a la interpretación político-ideológica de la Revolución Fran-cesa, sostenida por los historiadores anglosajones Alfred Cobban, Eliza-beth Eisenstein y George B. Taylor, parte del planteamiento que formu-lara Georges Lefebvre en respuesta al texto de Cobban The Myth of the French Revolution: se preguntaba entonces (1956) Lefebvre sobre el por qué del crédito a la interpretación mítica de las revoluciones y encontra-ba la respuesta en la evolución ideológica de las clases dominantes ante el impulso democrático; sintiéndose amenazadas, habrían repudiado la revolución de los antepasados que les aseguraron la preeminencia pero que se constituía en un peligroso precedente de las revoluciones contem-poráneas.

Soboul empieza por señalar que el ataque de Cobban a la caracterización antifeudal de la Revolución Francesa tiene su origen en una definición estrechamente jurídica del feudalismo, que no tiene en cuenta el hecho de que en el siglo XVIII, el concepto de feudalismo involucraba el con-junto del sistema señorial, de tal suerte que, tanto en el lenguaje de los campesinos como en el de los juristas, derechos feudales y derechos se-ñoriales pasaron a constituir una unidad y fue en este sentido que el con-cepto se transmitió hasta los constituyentes de 1789 que con tanta solem-nidad declararon su extinción la noche del 4 de agosto.

"...lo que aquí nos importa, no es tanto la definición jurídica del feudalismo comoj su dimensión social; no tanto el sentido que le daban los juristas, sino el que le daban] los campesinos."6

"Si verdaderamente hubo una sacudida social y política al menos en

Europa occidental fue consecuencia de la

conquista revolucionaria y del dominio napoleónico."

4 Soboul. A. La Revolución francesa... pág. 34 5 Por ejemplo, en lo que respecta a la historia de las revoluciones de independencia en

Hispanoamérica, el eco de la teoría atlántica ha sido más bien débil. En uno de los más importantes estudios de carácter global, la obra del historiador británico John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-18265 se examinan los movimientos independentistas como expresiones del nacionalismo

6 Soboul, A. "La historiografía clásica..." op. cit. pág. 171.

26

Soboul insiste en la persistencia de las estructuras feudales y su peso económico hacia finales del siglo XVIII y llama la atención sobre la deducción que los derechos feudales representaban sobre el conjunto de la producción (y por consiguiente, la carga con que gravitaban sobre los campesinos) en primer lugar, y la parte de estos derechos en la renta total del señorío, en segundo lugar. Apoyándose en los resultados de las investigaciones cumplidas sobre el tema, Soboul afirma que es posible sostener que la nobleza francesa detraía el tercio de la renta agrícola del país. Esa relación derechos feudales-rentas campesinas es la que explica el comportamiento de los campesinos al final del Antiguo Régimen, en tanto que la relación derechos feudales-renta total del señorío ilustra el comportamiento de la nobleza y explica los motivos de la contrarrevolución. En otro sentido, los críticos de la caracterización de la Revolución Francesa como burguesa y capitalista, han basado su interpretación en el examen de la composición social de las asambleas revolucionarias: en ellas, la burguesía capitalista, compuesta de negociantes, banqueros, manufactureros y empresarios era sólo una minoría, mientras que el porcentaje de funcionarios oficiales era muy alto. Esta argumentación, elaborada por Cobban, se complementó con el estudio de Elizabeth Eisenstein que demostraba cómo los protagonistas de las acciones revolucionarias pertenecían a muy diversas categorías sociales, siendo tan sólo una ínfima minoría de activistas de origen burgués. La conclusión a que llegaba el estudio de Eisenstein era no sólo que la burguesía había estado ausente en el movimiento de protesta de 1788 y no desempeñó un papel importante en los acontecimientos y en las reformas de 1789, sino que la iniciativa revolucionaria correspondió a un grupo de intelectuales ilustrados, un grupo de "agitadores" que, aun cuando provenían de órdenes y clases sociales diversos, perseguían unos objetivos políticos comunes; una conclusión bastante parecida a la tesis de Edmund Burke. Finalmente, el historiador norteamericano George Taylor encontraba poco demostrable la oposición económica entre la burguesía y otras clases de la sociedad: había identidad en formas de inversión e ideas socioeconómicas entre gran parte de la nobleza y el sector propietario de las clases medias (bien diferente de la clase capitalista por excelencia, la de los empresarios). Por consiguiente, lejos de presentar la Revolución Francesa como una lucha entre unas clases que habrían opuesto unas formas diferentes de riqueza y unos intereses económicos distintos, estos autores han elaborado una interpretación jurídica y política de la revolución: un movimiento dirigido mayoritariamente por un grupo de funcionarios, unidos por el común objetivo de la conquista del poder y por una común formación ideológica ilustrada. Soboul admite que el papel de los intelectuales y los funcionarios oficiales es fundamental en la maduración y conducción de la revolución pero subraya el hecho de que, si es posible distinguir diversas categorías burguesas, entre las cuales la más progresista fue la de los intelectuales y funcionarios, la burguesía constituía una unidad: si era, de hecho, diversa y múltiple, se distinguía claramente de las otras clases de la sociedad por su estilo de vida, su educación y sobre todo, su fortuna. "...no tanto por su volumen como por su origen, su naturaleza, la manera en que era gestionada y gastada"7

"Soboul afirma que es posible sostener que la

nobleza francesa detraía el tercio de la renta agrícola

del país."

"La iniciativa

revolucionaria correspondió a un grupo de intelectuales

ilustrados, un grupo de 'agitadores' que, aun cuando provenían de

órdenes y clases sociales diversos, perseguían unos

objetivos políticos comunes.”

7 Soboul, A. La Revolución Francesa... op. cit. pág. 40

27

"Los profesionales, funcionarios e intelectuales se preocuparon muy poco

por promover el capitalismo a través de su

acción en las asambleas revolucionarias.''

"La Revolución Francesa constituye, con las

revoluciones holandesa e inglesa del siglo XVII, la coronación de una larga evolución económica y

social que ha hecho de la burguesía la dueña del

mundo."

También admite Soboul que los profesionales, funcionarios e intelectua-les se preocuparon muy poco por promover el capitalismo a través de su acción en las asambleas revolucionarias. Sin embargo, llama la atención sobre la necesidad de tomar en cuenta a los grupos de presión tales como el Club Massiac y los diputados extraordinarios de las manufacturas y del comercio.

Por otro lado, el carácter social de la revolución no debería establecerse de acuerdo con las intenciones de sus protagonistas, que comprendían una gama muy variada, tanto desde el punto de vista social como del ideológi-co, sino examinando principalmente sus resultados:

"el feudalismo fue abolido, el antiguo sistema de producción destruido, la libertad de empresa y de beneficio establecida sin restricción, abriendo así la vía al capi-talismo"8

En realidad, la interpretación de Soboul apela a la continuidad del tiempo histórico. En efecto, siguiendo una concepción discontinua de la historia y parcelándola en un desarrollo episódico, resulta muy lógico concluir que las medidas revolucionarias poco contribuyeron al triunfo de una economía capitalista, en lo inmediato, y que las preocupaciones de los dirigentes de la revolución se orientaron de preferencia, hacia problemas distintos de la elaboración de un proyecto claramente capitalista para Francia, impulsando más bien una política económica que buscaba responder a los apremios de la coyuntura.

En cambio, si se parte del supuesto de la continuidad del tiempo histórico, como lo hace Soboul, la revolución aparece como un momento en el curso general de la historia del capitalismo y del ascenso de la burguesía al poder y las medidas revolucionarias, como otros tantos avances de ese sistema económico cuyo triunfo se cumplió plenamente durante el siglo XIX. Desde el horizonte de la historia de la Francia del siglo XIX, las medidas del período revolucionario, consolidadas y desarrolladas por el Primer Imperio, aparecen entonces cargadas de porvenir.

La Revolución Francesa constituye con las revoluciones holandesa e in-| glesa del siglo XVII, la coronación de una larga evolución económica y] social que ha hecho de la burguesía la dueña del mundo.9

CRITICAS DE SOBOUL A LA CONCEPCIÓN DE FURET Y RICHETI

La crítica a la teoría de la dualidad de la Revolución Francesa, que opuso' una revolución de la Ilustración, aristocrática y burguesa, de signo progresista, la de 1789, a una revolución popular, violenta y retrógrada,10 la ¡ de 1793, teoría expuesta principalmente en la obra de Furet y Richet publicada en 1965, La Révolution, es sobre todo un ataque a la concepción de lo contingente, el azar y lo irracional como factores de la historia.

8 Ibid, pág. 42 9 Soboul, A. Compendio de la historia. Op. cit., pág. 19.

10 Soboul admite, sin embargo, que las masas populares adherían a los viejos derechos colectivos que garantizaban su existencia y que se oponían a la libertad económica: si la burguesía capitalista reclamaba la libertad económica, las masas populares campesinas y urbanas afirmaban una mentalidad y un comportamiento precapitalista. Op. cit., pág. 105.

28

En primer término, Soboul ataca la tesis de la supuesta revolución de las élites que en 1789 habrían llegado a una convergencia táctica contra el absolutismo: en realidad, nos dice Soboul, no había en 1789 una élite fran-cesa unificada y lo menos que puede decirse es que las élites (aristocráti-cas y burguesas) se dividieron frente al problema del privilegio, volvién-dose imposible el compromiso.

Por otro lado, contra la idea central de Furet y Richet en cuanto el papel unificador de la ideología de la Ilustración, Soboul apela al carácter am-bivalente de este movimiento de ideas, cuyos más connotados voceros han proporcionado argumentos tanto a los dirigentes revolucionarios como a los partidarios de la reacción y a los nostálgicos del antiguo orden.

En tercer lugar, para Soboul, la capacidad de arbitraje y reforma del rey de Francia, a la cual Furet y Richet, apegados a una visión contingente de la historia, asignaron tanta importancia en la determinación del giro de la revolución, era inexistente en las condiciones del estado monárqui-co del Antiguo Régimen. Un análisis en profundidad de este sistema po-lítico revela cómo la alianza entre monarquía y aristocracia era inextricable:

La monarquía había probado que era el Estado de la aristocracia11, afir-mación que encuentra su prueba no sólo en las declaraciones reales de 1789 en defensa de la sociedad de órdenes y de todo el sistema de privile-gios que protegía a la "buena y fiel nobleza" sino en toda la política pos-terior del rey y la corte para impedir y finalmente aplastar la revolución con el concurso extranjero.

Por consiguiente, el rey no podía sino inclinarse hacia un solo lado no sólo por falta de capacidad de arbitraje sino por falta de real interés en un supuesto arbitraje.

"Ni la nobleza ni la monarquía podían, sin negarse a sí mismas, aceptar la supresión del privilegio, cuyo mantenimiento, por otra parte, no podían aceptar las élites bur-guesas. Una necesidad interna hacía que el enfremamiento fuese ineluctable"12

En cuarto término, la distinción que los autores han hecho entre las tres revoluciones de 1789 y entre éstas y el supuesto resbalón o desviación de 1792 a 1795, es resultado según Soboul, de la introducción de lo contin-gente y lo irracional en la explicación histórica, de un lado, y de la falta de un análisis minucioso de las estructuras de la sociedad del Antiguo Ré-gimen caracterizadas por el privilegio y el feudalismo, de otro lado. Efec-tivamente, teniendo en cuenta este último aspecto, resulta evidente la con-tradicción de la burguesía con todo el fundamento feudal de esa estructu-ra social y su necesidad de alianza con otros sectores para destruirlo. El análisis del tercer estado revela su realidad social múltiple y diversa y per-mite establecer, en su interior, corrientes específicas y autónomas, hecho que justifica las investigaciones de Lefebvre sobre los campesinos y las d e l p r o p i o S o b o u l y G e o r g e s R u d é s o b r e l o s " s a n s culottes" y la "muchedumbre" urbana.13 Sin embargo, esta realidad di-versa del tercer estado no permitió, en el estudio de estos movimientos particulares, desconocer su inserción en el curso general de una revolu-

"No había en 1789 una élite francesa unificada y lo menos que puede decirse

es que las élites se dividieron frente al

problema del privilegio, volviéndose imposible el

compromiso."

11 Soboul op. cit., pág. 45. 12 Soboul, op. cit., pág. 44 13 Soboul, Albert. "Lesans-culottesen l'an II" op. cit., Rudé, George.

The crowd in the Frenen Revolution.

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ción burguesa. De esta manera la alianza, entre la burguesía opulenta y los "desarrapados"14 que a Furet y Richet les parecía tan asombrosa e inesperada, es para Soboul perfectamente lógica y explicable en términos históricos: lejos de constituir una desviación o un accidente, la interven-ción del movimiento popular fue indispensable para el éxito de la revolu-ción liberal iniciada en 1789. En el período 1792-1795 que Soboul carac-teriza como "el depotismo de la libertad" fue cuando la burguesía pudo, gracias a la alianza popular, exterminar todas las formas de contrarrevo-lución y hacer así posible, al fin, el sistema liberal que se afirmó definiti-vamente después de 1795, para alcanzar su plenitud después de 183O15. Dentro de la explicación de Soboul, la guerra no aparece como un mero accidente, debido a un expansionismo pasional de los franceses16 sino co-mo un resultado de las propias tensiones internas de la revolución a la vez que como un factor dinamizante del proceso revolucionario. Esa re-lación dialéctica entre guerra y revolución admirablemente desarrollada en su historia de la Revolución Francesa, es un argumento central en la tesis unitaria de la revolución.

En 1789 no hubo tres revoluciones, sino una sola, burguesa y liberal, con apoyo popular, particularmente campesino. No hubo desviación, ni des-lizamiento de la revolución de 1792 a 1794, sino la voluntad de la bur-guesía revolucionaria de mantener la cohesión del tercer estado, gracias a la alianza con las masas populares, sin cuyo sostén las adquisiciones de 1789 hubieran sido comprometidas para siempre. El año II no fue "un

"El análisis del tercer estado revela su realidad social múltiple y diversa y permite establecer, en su

interior, corrientes específicas y autónomas."

14 Término empleado por Soboul para definir los sectores populares en su texto Compendio de Historia de la Revolución Francesa. Ma drid. Tecnos, 1966. 15 Soboul op. cit. pág. 46 16 historiografía de las relaciones internacionales en el periodo de la Revolución y el Imperio revela la complejidad de factores que incidieron en la política exterior de los estados, en particular Ingla terra. Véase al respecto la clásica obra de André Fugier en Historia de las Relaciones Internacionales dirigida por Pierre Renouvin. Tomo I, Vol II, Madrid, Aguilar 1967.

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tiempo de desamparo", sino un momento de radicalización necesaria pa-ra asegurar la victoria sobre la contrarrevolución y la coalición y por con-siguiente la victoria de la revolución burguesa17

Ni tampoco la movilización de los sectores populares, apremiados por la cuestión del pan cotidiano, es para Soboul un accidente, una respuesta irracional y violenta ante el mito del complot aristocrático sino un movi-miento con motivaciones específicas, ligadas a las condiciones económi-cas generadas por la crisis y agravadas por la guerra.

De manera que la ruptura con la estructura del Antiguo Régimen que pro-vocaron los acontecimientos de 1789, se desarrolló y se configuró como un nuevo orden bajo el gobierno revolucionario del año II. El sentido revolucionario de la Revolución Francesa radica, precisamente, en esa ins-tauración de un orden nuevo, diferente esencialmente del precedente, pro-ceso que superó con mucho los cambios en el gobierno y que involucró la destrucción de las antiguas relaciones sociales: es en este sentido que Soboul reclama la noción de revolución para el caso francés, rechazando los conceptos de reforma o transición con los que ha intentado rotularse los acontecimientos posteriores a 1789.

Por consiguiente, revolución: transformación radical de las relaciones sociales y de las estructuras políticas sobre los cimientos de un modo de producción renovado18

Explicar la revolución como un momento político clave, dentro de una fase prolongada de transición hacia el capitalismo, que permitió el rea-juste político, institucional y la redistribución del poder en beneficio de la burguesía para adecuar el sistema político a un equilibrio ya capitalista implica dejar sin explicación el por qué de la revolución como cambio violento y total, sostiene Soboul.

Siguiendo el planteamiento de Marx acerca de las vías de la transición del feudalismo al capitalismo, establece que en Francia se cumplió "la vía realmente revolucionaria" tal como Marx la definió, en la medida en la que la Revolución tuvo como consecuencia final la subordinación del capital comercial (ligado a la alta burguesía, a su vez aliada a la oligar-quía de grandes propietarios feudales) al capital productivo.

De este análisis se desprende una importante conclusión que articula, co-mo un eje, la obra entera de Soboul sobre la Revolución Francesa:

"En ese sentido, el elemento motor de la revolución se encontró entre los artesanos y campesinos independientes, pequeños y medianos productores, en una palabra en la pequeña y media burguesía, y no en la alta burguesía más o menos coaligada con el poder del Estado absolutista, gentes de finanzas, grandes negociantes, fabricantes, empresarios. Históricamente, este antagonismo se concretó en la oposición entre jaco-binos y montañeses, por una parte, por otra monárquicos, luego feuillants, por últi-mo girondinos, unos y otros inclinados siempre al compromiso con la aristocracia"19

Al suprimir los derechos feudales, la revolución liberó a los productores directos, los pequeños y medianos productores, comerciantes a partir de entonces independientes, asegurando así la autonomía de la producción capitalista, creando las condiciones necesarias para la formación del ca-

"En 1789 no hubo tres revoluciones sino una sola,

burguesa y liberal, con apoyo popular, particularmente

campesino."

17 Soboul op. cit. pág. 47 18 Soboul op. cit. pág. 50 19 Soboul, op. cit. pág 55

31

Un episodio del gran miedo. Grabado.

"El predominio de la renta en especie en Francia,

explicaría en parte, para Soboul, la evolución más lenta hacia el capitalismo

en comparación con Inglaterra."

pital productivo. En este sentido, son, en el análisis de Soboul, especial-mente relevantes estas medidas revolucionarias: la afirmación de la con-cepción burguesa de la propiedad, la supresión de los derechos feudales, los diezmos eclesiásticos, las obligaciones comunitarias, los monopolios corporativos, los privilegios de las grandes compañías de comercio colo-nial, la libertad económica definida por el artículo 17 de la declaración de derechos de 1793, la ley Le Chapelier, de larga vigencia en la historia de las relaciones del "capital" y el "trabajo" en Francia, que prohibía las coaliciones obreras y las huelgas y fundaba un individualismo social igualitario20, la unificación del mercado nacional que, al tiempo que des-truía la organización institucional del estado del Antiguo Régimen, eli-minaba las autonomías y particularismos provinciales y locales, raciona-lizaba la economía e impulsaba la libre competencia21.

Sin embargo, Soboul reconoce que los progresos del capitalismo fueron lentos durante el período revolucionario, que la dimensión de las empre-sas siguió siendo modesta y el capital comercial preponderante, porque el tránsito al capitalismo no es un proceso simple22.

En otra de sus obras23, Soboul estudia el período napoleónico y muestra cómo se cumplieron entonces avances realmente importantes en la tran-sición hacia el capitalismo, cuyo pleno dominio de la economía francesa se consumó apenas bajo el segundo Imperio, según acuerdo general de los historadores del siglo XIX francés. El predominio de la renta en espe-

20 Soboul, op. cit. pág. 108

21 Sin embargo, la competencia extranjera quedó frenada con la pro tección aduanera a la producción nacional y se mantuvo el sistema exclusivo para el comercio colonial.

22 Se necesitó mucho más tiempo aún para que el capitalismo se afir mase definitivamente en Francia. Soboul op. ci t . , pág. 56.

23 Le Premier Empire: París, Presses Universitaire de France, 1973

32

El tercer estado soporta el peso del primero y del segundo (clero y nobleza).Colección Museo Carnavalet.

cié en Francia, explicaría en parte, para Soboul, la evolución más lenta hacia el capitalismo en comparación con Inglaterra.

Finalmente, ante la cuestión de por qué en Francia se adoptó la vía real-mente revolucionaria y no la del compromiso, Soboul encuentra la res-puesta en la obstinada negativa de la aristocracia, empeñada en la defen-sa de sus privilegios, opuesta a toda concesión a la burguesía ascendente y a las masas rurales. La burguesía, que "no había deseado la ruina de la aristocracia", tuvo que proseguir hasta el fin la destrucción del orden antiguo, presionada por la contrarrevolución y la guerra, aliándose con las masas urbanas y rurales. De hecho, Soboul señala que los motines cam-pesinos apenas cesaron de 1789 a 1792 y hasta el verano de 1793, hasta la abolición definitiva de los derechos feudales decretada finalmente me-diante la ley del 17 de julio"24

En otro orden, esta interpretación revolucionaria de la Revolución Fran-cesa, se complementa con otra idea básica en la obra de Soboul, la espe-cificidad de la Revolución Francesa. Los estudios cumplidos sobre las re-voluciones burguesas de los Países Bajos, Inglaterra y los Estados Uni-dos proporcionan a Soboul elementos para construir un cuadro comparativo que apoya esta idea. Los hechos principales que permiten afirmar esa especificidad serían:

24 Soboul op. cit. pág. 56

33

Retrato de Sans-Culotte

1. La ausencia de un compromiso entre la burguesía y la aristocracia a la manera del que acabó imponiéndose en Holanda a partir de 1672 o en Inglaterra después de 1689.

2. El carácter ampliamente burgués y democrático de la Revolución Francesa, en contraste con el restrictivamente burgués de la revolución de Holanda o Inglaterra, país este último en el cual los campesinos no adquirieron ningún dominio sobre la tierra y en el cual la gentry tuvo un papel de primer orden en la organización capitalista de la economía agraria. La Revolución Francesa reivindicó de una manera particular la igualdad de los derechos del hombre mientras que el compromiso de la burguesía y la aristocracia hizo innecesaria a la igualdad en Holanda y en Inglaterra.

En Francia, la alianza de la burguesía y los sans-culottes impuso la igualdad, la democracia y el sufragio universal, al menos hasta el 9 Thermidor. A partir de esa fecha.

"pareció proscrita para siempre. Pero permaneció desde entonces en la conciencia de los hombres de nuestro país la convicción de que, sin la igualdad, la libertad no es más que el privilegio de algunos, que libertad e igualdad son inseparables, que la misma igualdad política no es sino una vana apariencia cuando se afirma la desigualdad social25".

25 Soboul op. cit., pág. 64. Ver cita de Abbé Roouz, pág. 195. La Revolución Francesa, Tecnos.

34

3. El carácter universal de la concepción francesa de las libertades, dis tingue claramente el proceso francés del británico, del holandés y aún del norteamericano, que si bien proclamó en sus declaraciones la uni versalidad de los derechos del hombre, mantuvo la esclavitud y el ré gimen censitario del sufragio. En Francia, las libertades no sólo se afir maron con carácter universal, sino de un modo más radical: se afirmó la libertad de conciencia, se abolió la esclavitud (en 1794).

4. La formulación de un nuevo derecho internacional, a partir de la con cepción universal de los derechos y de la concepción de la nación co mo asociación voluntaria de ciudadanos libres, es otra originalidad de la Revolución Francesa. Aunque las revoluciones de Holanda, Ingla terra y los Estados Unidos tuvieron un claro sentido nacionalista (afir mar la soberanía y la independencia en Holanda y los Estados Uni dos, fortalecer la nación y conferirle una posición dirigente en el mun do en Inglaterra) sólo en Francia la revolución produjo una teoría de la nación.

Por último, en su fundamentación de la interpretación social de la revolución como análisis global del proceso, Soboul reivindica un principio que resulta básico en el método histórico: la Historia total como horizonte necesario de las historias parciales, de los estudios sobre sectores particulares. Lo contrario, conduce a fragmentaciones episódicas, a demostraciones empíricas sobre hechos particulares desvinculados de la totalidad y a la incapacidad para construir una explicación racional de la historia.

"Soboul reivindica un principio que resulta básico en el método histórico: la

Historia total como horizonte necesario de las historias parciales de los estudios sobre sectores

particularmente.''

35

"Para Vovelle es claro el carácter burgués de la

Revolución Francesa y la importancia de ésta como

fenómeno de ruptura radical con las estructuras del pasado, de destrucción

del Antiguo Régimen."

VOVELLE Y LA MENTALIDAD REVOLUCIONARIA

Michel Vovelle, historiador marxista consagrado al estudio de las menta-lidades, ha aportado nuevos elementos a la sustentación de la interpreta-ción social de la Revolución Francesa. Su obra La caída de la monarquía se sitúa en la misma línea de las obras de Soboul, no sin dejar de señalar los numerosos problemas que aún existen, el estado embrionario de la investigación sobre varios aspectos cruciales para la interpretación de la Revolución Francesa.

Para Vovelle es claro el carácter burgués de la Revolución Francesa y la importancia de ésta como fenómeno de ruptura radical con las estructu-ras del pasado, de destrucción del Antiguo Régimen.

A la vista de las contradicciones internas descubiertas en el sistema se tiene la sospecha de que el Antiguo Régimen no murió por accidente. Las crisis y el endurecimiento del sistema "feudal", las resquebrajaduras en | el edificio de la sociedad de órdenes, las imperfecciones vividas o los va-lores rechazados del sistema absolutista, adquirieron sólo fuerza relevante en el momento en que, a consecuencia de la evolución de las fuerzas] y de las relaciones de producción, otra Francia empezó a ver la luz26.

26 Vovelle 1787-1792. Barcelona, Ariel 1959. pág. 54

36

Ante la discusión acerca de la propiedad o no de la caracterización feudal del Antiguo Régimen, Vovelle acoge la argumentación de Soboul acerca del concepto de feudalismo vigente en el siglo XVIII y demuestra cómo, no sólo el feudalismo seguía dominando indiscutiblemente en Francia, sino que enfrentó a la nobleza con los campesinos y la burguesía. Siguiendo los estudios avanzados por Sagnac27 y continuados por investigadores posteriores, Vovelle atribuye especial importancia a las consecuencias de la reacción señorial, desarrollada en la segunda mitad del siglo XVIII: la refección, por parte de una nobleza empeñada en rehacer o fortalecer su base económica de libros y planos del suelo con el fin de actualizar los valores del tributo campesino, el restablecimiento de derechos señoriales caídos en desuso incrementaron la carga sobre los campesinos, haciendo particularmente odioso el conjunto de obligaciones feudales; las operaciones de selección y cercamiento de las propiedades y el comienzo de un reparto de los bienes comunales implicaban un real ataque a la propiedad y al sistema de la economía campesina, muy dependiente del uso de esas tierras comunales; finalmente, el sistema de los grandes arriendos que introdujo un elemento nuevo en el campo, el arrendatario general, el cual ai rendaba la percepción de las rentas de una aristocracia ausentista, levantó en general la resistencia en el campo; por todo ello el régimen feudal aparecía cada vez más oneroso y detestable a los ojos de los campesinos que pasaron a enfrentar un sistema de dominación revigorizado. Son estas las condiciones que explican la intervención del movimiento rural en el período revolucionario y las que dan sentido a las medidas antifeudales de la revolución que golpearon a una nobleza que representaba el núcleo de la clase rentista y el mayor beneficiario del tributo feudal.

En lo que tiene que ver con el enfrentamiento que estas condiciones des-pertaron en la burguesía, Vovelle analiza las consecuencias que para ésta trajo una política dirigida a poner fin a lo que el conde de Saint-Simon había denominado "reinado de vil burguesía". Esta reacción aristocrática se tradujo en la exclusión sistemática de los burgueses de los altos cargos oficiales, de las jerarquías superiores de la Iglesia y de los mandos militares (Edicto de Segur), con lo cual se clausuraron las vías más importantes para la movilidad ascendente. Dentro de este marco se ubica lógicamente el papel revolucionario de la burguesía: ella tomó la iniciativa revolucionaria en un movimiento de agresividad por frustración ante una sociedad que no le concedía el lugar que reclamaba. El análisis de su composición como clase no sólo aporta en Vovelle la demostración del carácter burgués de la revolución, sino la identificación de sus sectores de avanzada y de proyección hacia el porvenir. Vovelle parte de una definición de burguesía que, con el carácter de hipótesis de trabajo, responde a las objeciones formuladas por los historiadores anglosajones a la caracterización de la Revolución Francesa como revolución burguesa.

La clase cuyo estatuto jurídico se definía por ser plebe y que, en el campo y la ciudad, agrupaba a todos aquellos que se situaban en posición de dominación económico-social en la esfera de las relaciones sociales capitalistas... antagonista de los privilegiados no comprometidos en estas mismas relaciones en la medida en que postulaba esta consciente o incons

27 Philippe Sagnac: historiador francés clásico, autor entre otros textos de La Fin de l'anden régimen et la Revolución americaine 1763-89 y compilador, en compañía de Louis Halphen, de la colección Peu-ples et Civilizations.-

"La burguesía tomó la iniciativa revolucionaria en un movimiento de

agresividad por frustración ante una sociedad que no

le concedía el lugar que reclamaba.”

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cientemente otro aparato de Estado y a la larga (con desfase) otro marco productivo28.

Vovelle, establece que esta burguesía no era, en las postrimerías del Antiguo Régimen, ni mayoritaria ni triunfadora: estaba limitada por la importancia todavía esencial de las clases cuya ganancia no procedía del be-neficio sino de la renta y en las cuales las relaciones no estaban en absoluto regidas por el libre contrato sino por diversos lazos de dependencia y por estructuras jerarquizadas y codificadas de las cuales la sociedad de órdenes era una concreción. Dentro de esta burguesía, Vovelle distingue diversas categorías, desde la "burguesía auténtica" hasta los diversos tipos mixtos o ambiguos. En la primera, aglutina varios tipos: los financieros; los banqueros de "tipo moderno" que empezaban a orientar inversiones hacia las empresas industriales, tales como los Mallet, Pérregueux, Hot-tinger, Delessert o Périer; los "marchands" y grandes negociantes, entre los que ocupaban lugar destacado los que controlaban el comercio colonial; los industriales de tipo moderno, muchos de los cuales procedían de la nobleza aunque el predominio burgués era muy grande. Estos eran los antecesores de los "burgueses conquistadores"29 del siglo XIX.

Junto a esta burguesía auténtica, se agrupaba una gran variedad de tipos mixtos o fuerzas "híbridas" que combinaban diversas formas de ingresos,

grupos insertos estructuralmente en el Antiguo Régimen... pero aptos, al mismo tiempo para integrarse en el combate para la destrucción de las antiguas relaciones de clase preexistentes30.

Entre éstos sitúa Vovelle a los rentistas y a los profesionales liberales. Con respecto a éstos últimos, que estuvieron en tan alto número en las prime-

28 Vovelle, op. cit., pág. 69. 29 La expresión es Charles Morazé 30 Vovelle, op. cit., pág. 73.

38

ras filas de la Revolución, se hace necesario precisar el grado de sus rela-ciones con las otras categorías burguesas. Ha sido una pieza clave en la argumentación de los historiadores anglosajones para cuestionar el ca-rácter burgués de la Revolución, el hecho de que en las asambleas revolu-cionarias los profesionales liberales, en especial abogados y notarios, tu-vieron un elevado porcentaje. Vovelle presenta en su obra varios ejem-plos de la vinculación de muchos de estos profesionales con los sectores de la burguesía auténtica: los dirigentes girondinos, tan ligados con el sector financiero; o Barnave, el abogado delfines que asumió conjuntamente con Lameth en la Asamblea Nacional la defensa de los intereses ligados al co-mercio antillano en los debates de 1791 en torno al régimen colonial y contra las reivindicaciones de los libres de color.

Además, sólo una parte de este grupo podía cumplir hasta en sus últimos términos la evolución ascedente, dentro del Antiguo Régimen: la casta parlamentaria.

Para la mayoría, la reivindicación burguesa de la destrucción del Anti-guo Régimen social y político era tanto más seductora cuanto que no te-nía nada que perder y mucho que ganar31

Examinadas dentro del contexto de la evolución de las fuerzas producti-vas, las categorías de la burguesía auténtica, resaltan como la fuerza de avanzada. El capital comercial atacaba ya muy ampliamente al mundo artesano y en el medio rural se extendía el área de una agricultura evolu-cionada y un campesinado diferenciado al que acompañaban los progre-sos del individualismo agrario.

Vovelle avanza una comparación entre el índice de crecimiento en la pro-ducción agrícola y el del comercio y la industria. Sin dejar de señalar el carácter novedoso de la investigación en este campo, las carencias de fuen-tes para muchos sectores y las desigualdades regionales, cifra en un 20% aproximadamente el índice de crecimiento agrícola en tanto que el comercio (en términos globales) presentaba, entre 1720 y 1789, un alza del 400 al 450% dentro de él, el negocio antillano se colocaba, con mucho en un destacado primer lugar ya que se había decuplicado: en la industria, el crecimiento era notable, aunque diferenciado por sectores: 61% en la pa-ñería, 80% en la lencería,200% en la fundición, 300% en la metalurgia.32

La masa metálica circulante habría pasado, en el transcurso del siglo, de 700 millones de libras a unos dos mil millones aproximadamente. Ahora bien, comparando esta subida del beneficio con la que se experimentaba en la renta de la tierra, Vovelle demuestra cómo, si bien la aristocracia se beneficiaba de una ganancia en aumento, en términos relativos, se eclip-saba frente a la burguesía productiva en cuanto al índice y al ritmo del enriquecimiento, al tiempo que las necesidades de consumo impuestas por el tren de vida noble se confrontaban con el ascenso constante de los pre-cios. La oposición de la aristocracia a la monarquía desde 1787 y su par-ticipación en el proceso revolucionario sería consecuencia, para Vovelle, de una reacción ante el peligro del desclasamiento.

A su vez, el análisis de la estructura política revela a Vovelle la imposibi-lidad de una política de reformas según el modelo del despotismo ilustra-

"La abigarrada estructura del Estado francés bajo el

Antiguo Régimen hacía pesado e ineficiente el

funcionamiento del sistema y creaba serias limitaciones

al efectivo ejercicio del poder: era impensable un

'arbitraje real."

31 Vovelle op. cit., pág. 74. 32 ibid., pág. 65.

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do: la abigarrada estructura del Estado francés bajo el Antiguo Régimen hacía pesado e ineficiente el funcionamiento del sistema y creaba serias limitaciones al efectivo ejercicio del poder, los privilegios de la aristocra-cia íntimamente imbricados con la monarquía, hacían impensable un "ar-bitraje real".

Se ha escrito mucho sobre la importancia y la realidad de la elección que tenia abierta todavía la monarquía en aquel estadio del enfrentamiento. Quizá si hubiera tomado la palabra a los notables y hubiera apostado por la burguesía contra los privilegiados, el régimen se hubiera salvado. Pero es éste un falso problema de reconstrucción histó-rica, pues supone como reales las posibilidades de arbitraje de un sistema ligado a las antiguas estructuras."

Pero además, en el curso mismo de la revolución, la afirmación de las fuerzas políticas revela cuan ilusorio era el arbitraje: la posición de la co-rona y de la mayor parte de la aristocracia bajo el signo de la contrarre-volución; el cisma religioso y la evolución del clero refractario hacia las filas de la contrarrevolución; la ruptura del partido patriota ante las defi-niciones constitucionales, el debate sobre las colonias y la política frente al rey después de la fuga frustrada a Varennes son otros tantos factores que explican la inviabilidad del compromiso que de todas maneras buscó con insistencia un sector de la burguesía.

De la misma manera que Soboul, Vovelle afirma rotundamente la uni-dad del proceso revolucionario. La distinción establecida por Furet y Ri-chet de tres revoluciones autónomas en el verano de 1789 le parece que deforma la realidad. Sin embargo, reconoce que la Revolución no fue en absoluto monopolítica y se movió en diversos niveles y es necesario toda-vía precisar las formas de articulación entre unos y otros y explicar los niveles específicos tanto en cuanto a los grupos sociales como en cuanto a las entidades regionales y municipales.

Con toda seguridad, la unidad del movimiento revolucionario fue, en muchos puntos, muy forzada, pero tampoco podemos hablar de una simple coexistencia, en último caso forutita, de una futura revolución burguesa y de una rabia inveterada mezcla de mo-tivaciones económicas y de milenarismo nostálgico...34

"Sin la revolución popular, la revolución burguesa habría fracasado."

Vovelle encuentra que, a través de mediaciones muy distintas aparece-rían un mismo proyecto y un mismo resultado, la destrucción del Anti-guo Régimen social y político. Sin la revolución popular, la revolución burguesa habría fracasado. La insurrección campesina permitió a la bur-guesía avanzar en la imposición del capitalismo en la economía rural. La revolución de 1789 fue, pues, unitaria y a partir de esta caracterización, carece de sentido hablar de un año feliz, el de 1790. Para Vovelle, este año es más bien un momento de tregua y además, el autor, que es pro-venzal, llama la atención acerca de las distorsiones del análisis exclusiva-mente parisino de la revolución : la revolución municipal tuvo importan-cia propia y reivindicaciones específicas y no fue un mero reflejo de la revolución en París. En muchos casos, los movimientos en las provincias se anticiparon a los de la capital.

Precisamente, Vovelle señala que en 1790, si se atiende a la diversa cro-nología de las revoluciones provinciales, urbanas y rurales, se asiste a un

33 Vovelle, op. cit., pág. 102. 34 Vovelle, op. cit., pág. 128

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"dinamismo constantemente renovado" que se conjuga con la organiza-ción de la contrarrevolución, que se desarrolló paralelamente a la madu-ración del proceso revolucionario.

Tiempo de desconcierto por la fuerza de los acontecimientos, ya que la aristocracia, al recuperarse, arruinó toda la posibilidad de un compromiso duradero lo cual quita mu-cha credibilidad a la idea de un "resbalón" ulterior35.

En otro orden de cosas, Vovelle cuestiona el concepto de revolución de la élite ilustrada, a la luz de su práctica investigativa en el campo de las mentalidades. Señala cómo el habito de la lectura no estaba tan difundi-do como se ha afirmado, en qué medida las bibliotecas "ilustradas" co-rrespondían sobre todo a la nobleza y al clero, que componían a su vez la mayoría de los miembros de las academias de provincias, hasta qué punto el nivel de la práctica religiosa separaba a una aristocracia que se-guía siendo devota de las categorías plebeyas entre las que progresaba un espíritu laico, precursor de la futura descristianización. De manera que la élite no era homogénea desde el punto de vista cultural. Las "luces" albergaban también el liberalismo aristocrático, hecho más de nostalgias que de esperanzas36

No había comunidad de intereses dentro de la élite, ni un programa polí-tico común: por lo tanto, no es posible hablar de una élite revolucionaria.

Finalmente, un aporte novedoso de la obra de Vovelle ha sido el de la caracterización revolucionaria del movimiento popular en oposición a la tesis pasatista sostenida por Furet y Richet, quienes atribuyeron a cam-pesinos y artesanos, comportamientos "pánicos", posturas milenaristas y en general, un carácter retrógrado por apego a las formas del pasado, en contraste con la burguesía que, en su concepto, encarnaba el progreso.

En realidad el Gran Miedo permitió la imposición del derecho burgués de la propiedad y trajo como resultado la liberación jurídica del indivi-duo, sin la cual no se entendería la expansión del capitalismo del siglo XIX ni la sociedad de pequeños propietarios que se construyó en Francia con la revolución. Pero además, en el nivel de la cultura, Vovelle descu-bre el carácter de ruptura, de "acontecimiento fundador" de la revolu-ción y ello no sólo en lo que concierne a la burguesía sino también en las clases populares. En su ponencia presentada en un coloquio de Bam-berg, en 1979, con el título de "La Revolución Francesa ¿acontecimiento necesario o contingente?"37 Michel Vovelle analizaba la crisis de los va-lores dominantes bajo el Antiguo Régimen y la elaboración de unos valo-res y una sensibilidad nuevos, en un período pre-revolucionario que se iniciaría hacia 1750 y la "fundación" de una cultura nueva, revoluciona-ria, en el curso mismo de la revolución, problema abierto, actualmente, a la investigación sobre las mentalidades. En este sentido, el análisis de Vovelle se aparta radicalmente de toda una historiografía que encontró en las manifestaciones populares durante la revolución rasgos incompa-tibles con la cultura de las luces, caracteres "pasatistas" arraigados en una tradición de violencia y de "furores"38. La violencia, las matanzas

"No había comunidad de intereses dentro de la élite

ni un programa político común: por lo tanto, no es posible hablar de una élite

revolucionaria."

35 Vovelle, op. cit., pág. 150. 36 Ibid., pág. 94. 37 Éste texto ha sido publicado en la obra de Michael Vovelle Ideologías y

mentalidades. Barcelona, Ariel, 1985. pág, 293. 38 El término pertenece a Roland Mousnier.

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del período revolucionario serían, de acuerdo con esta concepción, una "...reconducción de actitudes y gestos cuya monótona repetición podría seguirse regresivamente hasta la Fronda, la Liga..." aun cuando Furet, la proyecte además hacia el futuro y vea en ellas la matriz de todos los gulags.

"Entre los valores nuevos ocupa un lugar

determinante la igualdad, proclamada a nivel de discursos, escritos y

solemnes declaraciones pero también en las

manifestaciones cotidianas."

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Vovelle, en cambio, encuentra en la revolución, la aparición de un nue-vo humanismo. A partir de un método que se apoya en el análisis de lo gestual, del lenguaje, de la simbología, de la imaginería, establece el com-plejo de valores que lo fundamentan: ellos son más el resultado de la crea-tividad revolucionaria que la herencia del pasado. Entre los valores nue-vos, ocupa un lugar determinante la igualdad, proclamada a nivel de dis-cursos, escritos y solemnes declaraciones pero también en las manifestaciones cotidianas: a través del tuteo, la ropa (la generalización del pantalón de los sans-culottes), el gorro frigio y los banquetes frater-nales, se expresaba una sensibilidad popular nueva y una doctrina de la igualdad.

La vigilancia revolucionaria como deber está en la base de la legitima-ción de la violencia de la política terrorista y de la organización de comi-tés de vigilancia popular; por ella, el ideal ilustrado de filantropía es sus-tuido por la idea de la violencia necesaria para hacer triunfar los objeti-vos de la revolución.

En la formación del sistema de valores revolucionario, jugó un papel muy importante la conciencia de la revolución como acontecimiento de rup-tura con el pasado, de advenimiento de una nueva era, de regeneración: en ella se fundan la legitimación del cambio radical que la revolución pro-duce, los nuevos conceptos de dignidad de la persona humana, la volun-tad de establecer una nueva medida del tiempo (el calendario revolucio-nario) y del espacio (el sistema métrico) así como una nueva toponimia

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(que implica una manera distinta de apropiarse del espacio), una religio-sidad nueva con el culto a los mártires revolucionarios, a los héroes ni-ños, a la diosa Razón y con el movimiento descristianizador. La contri-bución de Vovelle a la crítica de las interpretaciones "pasatista" del mo-vimiento popular, a las tesis del carácter "ciego" y retrógrado, a la imagen del sans-culotte brutal y sanguinario difundida por algunos autores, re-sulta muy valiosa y permite clarificar la real integración de este movimiento en el curso general del proceso revolucionario dirigido por la burguesía. Desde el estudio de la mentalidad colectiva, Vovelle arriba a la unidad de la revolución, una unidad que sin embargo, sigue planteando proble-mas a la investigación.

CONCLUSIONES

Del examen de los trabajos de Soboul y Vovelle, resulta la constatación del carácter problemático de muchos aspectos del proceso revolucionario francés. A pesar del cúmulo realmente inpresionante de publicaciones sobre el tema, subsisten muchos vacíos sobre los cuales la investigación deberá empeñarse.

Vovelle insiste mucho en su obra sobre la necesidad de profundizar en el estudio de los movimientos provinciales, en la medida en que existe un desarrollo desigual en ese campo: regiones que no han sido prácticamen-te investigadas, otras que lo han sido sólo parcialmente, etc. Subsiste ade-más el problema de la articulación entre estos movimientos y el de la ca-pital, señalado por Vovelle.

En ese sentido, las investigaciones en el campo de las mentalidades pare-cen destacar la vitalidad de unas culturas regionales que terminaron sien-do arrasadas por la política educativa y lingüística de signo centralizador.

Es importante destacar la cautela de Vovelle y su preocupación por seña-lar el alcance limitado de muchas conclusiones así como las lagunas que presenta aún la historia revolucionaria: problemas como la historia eco-nómica del período, la transformación generada por la venta de los bie-nes del clero, los niveles y mecanismos de la articulación entre movimien-to campesino, movimiento popular urbano y revolución burguesa, etc.

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También Soboul ha señalado el carácter inconcluso de la investigación sobre el movimiento urbano y en su última obra hace una evaluación ordenada de los problemas de método y de fuentes con que habrán de enfrentarse las investigaciones sobre este tema, así como una muy interesante ubicación de aspectos a investigar en ese campo.

Ambos autores han reforzado la interpretación social y unitaria de la re volución, proporcionando a la vez una rigurosa demostración lógica y una acumulación de evidencias empíricas, difíciles de destruir por sus con tradictores.

Hay, por otro lado, una cuestión de base en este debate sobre la Revolución Francesa y es la que Michel de Certeau planteaba al sostener que el lugar desde el cual escribe el historiador determina sus opciones y sus métodos. El presente, como lo enseñaba Marc Bloch, es el punto de partida de toda investigación sobre el pasado. El caso de la Revolución Francesa es especialmente ilustrativo al respecto. Albert Soboul no oculta que escribe "desde el lugar" de los sans-culottes de París. Para él, la Revolución ha sido el punto de arranque de un largo proceso de luchas populares y la identidad del autor con ellos es explícitamente expuesta:

La convocatoria de los Estados Generales fue acogida como una "buena nueva" anun-ciadora de tiempos mejores en los que la existencia estaría más conforme con la justicia. En el año II, el mismo mito y la misma esperanza animaron a los sans-culottes. Han sobrevivido en nuestra historia: son testimonio de ellos, febrero de 1848, marzo de 1871, la primavera de 1936 y mayo de 1968. Viven todavía en el ánima de nuestro

Esta afirmación explica claramente la perspectiva del estudio de Soboul que se ha planteado como investigación "desde abajo" del proceso revo-lucionario.

En cambio, cuando Francois Furet dice:

Nuestra época, en la que comienza a esfumarse la fascinación ideológica de la gran revolución...40

resulta claro que escribe la historia desde otro lugar.

39 Soboul. La Revolución francesa... p. 12 40 Furet Francois. "La Francia Revolucionaria". México. Siglo XXI, 1982.

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EL VOCABULARIO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Nathalie Hirschsprung Departamento de Lenguas Modernas.

Universidad de los Andes

o que aquí se va a presentar no pretende ser ningún estudio ex-haustivo sobre la cuestión, sino más bien un compendio de los numerosos trabajos que se están publicando con ocasión del bicentenario. El modesto objetivo de esta presentación es brin-

dar al conocimiento de quien esté interesado una selección de palabras y rasgos lingüísticos claves en el período de la revolución.

La Revolución Francesa representa un sinfín de cambios en todos los ni-veles de la sociedad. Uno de los aspectos quizá menos estudiados hasta la fecha ha sido el aspecto lingüístico, aunque en el año 1989 se contem-pla la publicación de varios estudios al respecto, frutos de investigacio-nes empezadas desde hace más o menos veinte años. El período de la Re-volución Francesa fue marco de numerosos trastornos en cuanto a voca-bulario, lengua y sentido de las palabras. Claro está que dichas modificaciones vienen íntimamente vinculadas con los aspectos sociales.

Para comenzar, tomemos un ejemplo clásico. En cuanto a vocabulario social, ¿qué pasa? A finales del antiguo régimen, se designa a la gente por su ESTADO, dato permanente y no por su actividad concreta y va-riable: así mismo una persona es burgués, doméstico, trabajador... este caso se ha estudiado en Provenza, pero no se da exclusivamente allí, sino en cada sociedad urbana, donde el burgués alcanza a representar un 5% de la población. Estado de los plebeyos que viven sin trabajar, de sus bie-nes o, en otra palabra, "noblemente".

En dicha denominación entran datos históricos (se es burgués de buenas ciudades por privilegio, lo que presenta ventajas fiscales), datos socio-económicos (el burgués de provincia vive de sus propiedades rurales, el rentista parisino de sus inversiones inmobiliarias y de sus rentas estata-les), o datos demográficos (se llega a ser burgués retirándose de los nego-cios, pero esta posición adquirida bien puede ser transmisible). Con un ejemplo se alcanza a captar la complejidad de esos códigos. En el campo, uno queda aterrado por la variedad de estatutos, por las separaciones geo-gráficas. Hay realidades lingüísticas regionales, términos muy localizados que no se entienden de una región a otra.

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La revolución va a modificar profundamente esos equilibrios pluricelu-lares. Se atacan tanto las palabras como los privilegios y realidades so-ciales que las sostienen, es decir los bienes de ciertas categorías. Nace una Francia en donde la gente está orgullosa del título de ciudadano, en don-de el tuteo se impone, por lo menos en el año II (1793), reforzado por la reforma vestimentaria, cuyo anhelo es la igualdad por medio del vesti-do. Todo esto representa una ruptura irreversible.

¿La revolución política estuvo acompañada de una revolución lingüísti-ca? En otras palabras, ¿de una organización nueva de las formas de ex-presión (nuevos intercambios, nueva gramática)? Hubo una revolución lingüística en la Francia de 1789, porque LA ESCRITURA CAMBIO DE MANOS. Dicho acontecimiento desencadenó, a largo plazo, una modi-ficación de los idiomas oficiales y de los idiomas no-escritos. Desde hacía mucho tiempo, una élite muy cerrada poseía la ciencia de la escritura con los poderes (religiosos, jurídicos, gubernamentales).

A partir de la ceremonia de los Juramentos de Estrasburgo (14 de febrero de 842), la legitimidad territorial se expresa bajo la forma del idioma utilizado por el rey en sus discursos oficiales a su pueblo. Las fronteras lingüísticas separan los pueblos pero no impiden que los reyes comuni-quen entre sí. El poder de la traducción está en manos de clérigos. 900 años más tarde, no han cambiado los fundamentos de esa institución, el co-linguismo, que desarrolla idiomas estatales gramaticalmente enseña-dos. Si bien los letrados laicos son los más numerosos en cada nación, reciben su educación, ya sean católicos o protestantes, bajo el control de una iglesia. Siguen desarrollando sus conocimientos por medio del latín (aprendizaje de la literatura y de la gramática). Conciben su comunidad intelectual bautizándola "la república de las letras", derivado del con-cepto latín de " res publica ". Bajo el reinado del idioma legítimo (con-trolado por la academia, la corte, la aristocracia de la "gente honra-da"), los letrados están en contacto con los analfabetos, más o menos

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La declaración de los Derechos del Hombre otorgó gran libertad de prensa.

directamente según su posición social. Muchos conservan el lenguaje re-gional. En las zonas rurales, los lenguajes se multiplican y se mezclan.

Los pobres también tienen presente al oído un latín universal, el latín li-túrgico. En el seno de los lenguajes franceses, existen duras discrimina-ciones entre "lengua noble", y "lenguaje bajo", "jergas" técnicas, "ar-got", lenguaje "populachero", "jerigonzas". Los plurilingüismos más variados funcionan en una sociedad muy diversa y muy jerarquizada. La elección de los diputados para los Estados Generales a todos los niveles de la Real Administración moviliza las competencias lingüísticas.

¿Entonces, en qué consiste la revolución lingüística? No estriba ni en la propagación del francés hablado (una cuarta parte de los subditos del rey lo emplea en 1789, las tres cuartas partes de los ciudadanos en 1800), ni en el aumento de los intermediarios y traducciones, aunque esos fenóme-nos desempeñaron un papel en el desarrollo de los acontecimientos. La revolución radica en que todos los franceses sin discriminación tuvieron acceso a la escritura. Lo que equivale a hablar de la creación de la "len-gua civil", que trastornó el sistema de las lenguas internacionales. La "len-gua republicana", "general" en la nación, basada en la gramaticaliza-ción de la lengua francesa, aparece explícitamente como la expresión de la soberanía popular, como la condición de la "comunicación" de los ciu-dadanos entre sí y con el Estado, en los debates de las asambleas, los in-formes de las comisiones, las leyes y en la organización del nuevo sistema escolar.

La nueva espontaneidad del lenguaje en francés simple y correcto trans-forma el poder expresivo. Una nueva era lingüística empieza en las salas de redacción y en los salones de clase.

No se trata ahora de presentar un léxico de todas las palabras involucra das en el proceso revolucionario, sino de examinar más detenidamente las que nos parecieron claves.

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LIBERTAD

1 hecho de que se esté acercando el bicentenario de 1789 aca-rreará muy probablemente una discusión alrededor de la "li-bertad", vinculada al establecimiento de la igualdad de dere-chos entre hombres y ciudadanos, que en la mayoría de los ca-

sos no son sino privilegios históricamente constituidos y jurídicamente codificados. Es muy posible que surja también un debate alrededor del origen, real o mítico, de dicha libertad o libertades: LA LIBERTAD o LAS LIBERTADES germánicas.

Se trata, en la Francia anterior a 1789, de la discusión sobre los supues-tos orígenes de la nobleza y monarquía francesas, pero también de la rei-vindicación prerrevolucionaria de una libertad amplia, en contra del des-potismo monarquista. La cuestión de los orígenes es muy compleja. Las libertades germánicas serían los ancestros de las libertades y privilegios aristocráticos.

("Les germains, qui n'avaient jamáis été subjugués, jouissaient d'une in-dépendance extreme...)

Según Montesquieu, los pueblos germánicos "brindaron la libertad a Europa".

La figura de la utopía en el pasado forma parte del esquema revoluciona-rio, cada revolución se define, en un momento de su desarrollo, como la restauración de un pasado feliz, de una LIBERTAD momentáneamente perdida.

La LIBERTAD política moderna, posterior a 1789, realiza, según Gui-zot, el principio de la libertad germánica primitiva, pero siempre tenien-do en cuenta los cambios en el orden económico y social: "El carácter esencial de la libertad política estriba en la independencia frente a toda dominación individual, en la ausencia de todo compromiso permanente y general para con otro poder que los poderes públicos".

REVOLUCION

¿Cuál es la historia semántica del concepto en el siglo XVIII? Miremos las acepciones presentes en los diccionarios.

Diccionarios generales

El significado político de la palabra no predominaba. Se trataba más bien de significados astronómicos y biológicos. De aquí, la palabra "revolu-ción" cobrará su sentido de movimiento circular por una parte, y por otra una coloración de fuerza necesaria e irresistible. Habrá que esperar el año 1795 para que le significado político domine totalmente en el tomo adi-cional del diccionario de la Academia Francesa.

En los diccionarios generales del Antiguo Régimen, la acepción socio-política de "revolución" se caracteriza por tres rasgos principales: fenó-meno casi natural y repetitivo al que están sometidos tanto los "estados", como la "condición humana", "cuyas causas son siempre las mismas"

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y que es "tan antiguo como los mismos estados-políticos". La idea de revolución se queda así vinculada al viejo concepto circular de la histo-ria, un ejemplo que se repite. Las revoluciones políticas vienen vincula-das al "disturbio", al "desorden", a la "destrucción". Un pequeño dic-cionario filosófico habla de "las revoluciones causadas por el despotismo".

Ahora bien, después de 1789, esta tríada semántica tradicional de repeti-tividad, circularidad y negatividad cambia totalmente. El carácter repen-tino y popular de la revolución se ve acentuado en su definición. La no-ción se explica con base en la Revolución Francesa, es decir, basada en un caso histórico que se convierte en un modelo nuevo, progresista y po-sitivo.

Entre el Antiguo Régimen y el Directorio, esta noción pasa entonces por los conceptos de singularización, politización y valorización. El elemen-to de pasividad tradicionalmente aceptado de "revolución impuesta" se reemplaza por las palabras activas de "revolucionario" y su nueva fun-ción de "revolucionar". Valorización máxima: "gobierno revoluciona-rio", que toma "medidas revolucionarias" e invita a un discurso "revo-lucionario", defiende acciones "ultrarrevolucionarias", etc. Aparecen diccionarios-panfletos, transformados en sistema de credo:

"— ¿Qué es una revolución?

— Es la insurrección del pueblo contra sus tiranos. Es un cambio violen to de un estado de esclavitud a un estado de libertad.

— ¿Las revoluciones siempre llevan a la libertad?

— Sí, cuando, como la Revolución Francesa, tienen como principio la Igualdad y como medio la Virtud".

(Catéchisme revolutionnaire ou histoire de la Révolution Francaise par demandes et par réponses, París an III, p. 3). Reconocida como fenómeno ambivalente, la revolución rompe la línea de demarcación entre el bien y el mal.

Observemos que cuando se estudia la historia del concepto de revolución política en el siglo XVIII, encontramos la omnipresencia del plural en los textos de la época. Frente a la extraordinaria experiencia de la Revolu-ción Francesa, los contemporáneos se vieron pronto confrontados a la imposibilidad de seguir aplicando el antiguo plural de la palabra.

Encontramos en un periódico republicano lo siguiente:

"La revolución... es la guerra del género humano contra los enemigos del género humano. Es sin duda en la historia de los pueblos un modelo único de filantropía, perseverancia, y valor...".

"La revolución... es la guerra del género humano contra los enemigos del género

humano.

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A NUEVOS CONCEPTOS POLÍTICOS, EL NACIMIENTO DE NUEVAS PALABRAS

rancia empieza en 1789 el aprendizaje de la vida palarmentaria. El "partido" tiene un sentido impreciso. Puede significar: "todo grupo reunido por un interés común, y actuando al respecto", o cobrar un sentido parlamentario; muchas veces, no existe

discontinuidad entre la tendencia representada en la Asamblea Nacional y la base social que se le atribuye.

El "partido de los aristócratas" y el de los "patriotas", que constituían grupos con participación en la Asamblea, tenían una base ideológica in-determinada.

El "partido" no supone todavía una estructura discernible.

No hay sociedades o clubs de carácter político. Los jacobinos e impar-ciales no aparecerán sino en enero de 1790. Toda reunión de diputados no es vista con buenos ojos puesto que se presta para sospechas de confa-bulación, la faz negra del partido, denominada "facción".

El léxico político se ve dominado por la antigua distinción de los órde-nes, en la que el cambio esencial es, desde principios de mayo, la substi-tución de "estado llano" por "comunas".

El "partido" sólo aparece muy imprecisamente y representa una tenden-cia en la opinión, o las dos grandes fuerzas que se ponen de presente des-de antes de la apertura de los Estados Generales.

La "coalición" aparece como sinónimo negativo de "partido". Los di-ferentes "partidos de la Asamblea se reparten de la siguiente manera: "Los más entusiasmados por la libertad, o "demagogos", partido menos nu-meroso pero más activo; el "partido opuesto", compuesto por elemen-tos inconciliables, empujado hacia los extremos por curas y nobles. El "partido patriota", o más a menudo denominado "popular" que se opone al "partido aristocrático". (Crónica de París)

Los extremos exigen referentes más vigorosos: el "Palacio Real" llega a llamarse el de los "fanáticos" (les enragés).

La palabra se emplea para designar a los enemigos de la "gente honra-da", por el grupo de Mounier, Le vrai bourgeois de Paris (contra-revolucionario) escribe: "No cabe duda de que esta parte de la Asamblea Nacional que llaman los 'fanáticos' quiera metamorfosear la monarquía en República". "Y este partido de los demagogos inclusive se convierte en republicano, o mejor dicho, regicida".

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La calificación de "monárquicos" se impone como antítesis de los "fa-náticos". También empieza a aparecer la partición derecha/izquierda. Algunos periódicos aluden a "una parte bien conocida de la sala".

Les Nouvelles politiques de Berne publica: "Así se llama el lado izquier-do de la sala donde este partido se suele reunir", "a la derecha y a la izquierda del Presidente" (Courrier de Provence).

La polarización de la sala en dos extremos es más bien tardía y en 1789 es más bien de un uso marginal.

La "facción" de un lado o del otro representa un disturbio en las operaciones de la Asamblea. Supone, sobre todo, la intriga, la manipulación del pueblo por los pérfidos y ambiciosos.

La recién nacida Asamblea Nacional, órgano y símbolo del nuevo orden político, es la escena de grandes tumultos. Apenas se está zafando de las distinciones de los anteriores órdenes para caer en otras distinciones. Es un permanente confrontamiento cara a cara de las palabras "ciudadano", "nación", "aristócratas", "malevolentes", "nuestros enemigos".

La calificación de los partidos sigue siendo insegura, fluctuante: partido aristocrático, coalición, partido de la oposición, mayoría, monarquistas, partido popular, buenos patriotas, del Real Palacio, minorías, fanáticos, anti-monarquistas.

La iniciativa lexical más destacada recae sobre los patriotas. CIUDADANA

¿Por qué escogemos el género femenino?

Porque nos permite enfocar el lugar de las mujeres en la sociedad revolu-cionaria y abordar, según las diferentes interpretaciones de la palabra, las nociones de "nación", "soberanía", "ciudadanía".

Durante la revolución, la ciudadana y la francesa existen. Pero no gozan de derechos políticos.

¿Qué es entonces una ciudadana que no posee los derechos políticos del ciudadano?

¿Qué nos dice el diccionario de la Academia Francesa? "Vecina de una ciudad". No se habla de derechos, de libertad: sólo a este precio tiene la ciudadana los honores del diccionario.

¿Cómo tratan a la ciudadana en la literatura? ¡30 ocurrencias de ciuda-dana (s) contra 4544 ocurrencias de ciudadano (s) en el banco de datos de Literatura Francesa del siglo XVIII! Entre las 8 ocurrencias estudia-das por los especialistas, 5 dan a la ciudadana el sentido de vecina o mu-jer. La ciudadana sería subdita, miembro del cuerpo social, pero no ciu-dadana, miembro del cuerpo político.

Durante la revolución, los derechos del hombre y del ciudadano eran ga-rantizados por declaraciones solemnes (1789-1793). La apelación usual de una mujer fue la de ciudadana. Pero se entiende el título como algo que se merece. Hay las "verdaderas ciudadanas", las que se preocupan por el destino de la patria, y las otras. La ciudadana está vinculada con

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la patria, es decir con la nación en revolución, antes que con el país, con Francia.

Los textos permiten darse cuenta de que "ciudadana" tiene en la mayo-ría de los casos una carga positiva con relación a "mujer". "Ciudadana va a cobrar sentidos diferentes a veces opuestos. Las militantes prefieren llamarse ciudadanas antes que mujeres. Los miembros del club de mujeres parisino se llaman a sí mismas ciudadanas republicanas, mas no mujeres republicanas revolucionarias, como las llaman los hombres.

Los partidarios de la mujer en casa se escandalizan de las mujeres que se preocupan por la política, e invitan a las ciudadanas a no ocuparse sino de los asuntos domésticos.

El deseo de numerosos revolucionarios radica en no dejar que las mujeres se adentren en la esfera política. Lejos de negarse a emplear el término "ciudadana", se lo apropian, dándole un significado radicalmente opuesto al de "ciudadano": la mala mujer, que le hace daño a la revolución.

Las "verdaderas ciudadanas", entre ellas las habitantes de la sección de la Alcaldía Mayor que estaban en pro de un armamento general en julio de 1792, no son sino "madres, esposas, hermanas de ciudadanos". La ciudadana existiría únicamente como miembro de la familia de un ciudadano. En cambio, las mujeres no se consideran como meras esposas de ciudadanos. Esperan ser verdaderas ciudadanas. Esas mujeres que tanto hicieron por la revolución no se contentan con el calificativo otorgado, ya fuese por el matrimonio, o por la consanguinidad. Los derechos y deberes de la ciudadana no le son delegados por un hombre de la familia, sino que le pertenecen enteramente.

Ellas declaran: "No nos pueden negar un derecho que nos dio la misma naturaleza; a no ser que se pretenda que las declaraciones de los derechos no tienen aplicación para las mujeres". Considerando la exclusión de hecho de las mujeres de los derechos políticos, una mujer, Olympe de Gou-ges, redactó su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana.

Afirman las mujeres que la declaración de los derechos concierne los dos sexos. Declaran en julio de 1793 las mujeres de la sección parisina que ellas son capaces de "sentir y expresar sus pensamiento", "que ellas son seres sociales". Esto solamente en principio. De hecho, las ciudadanas no gozan de derechos políticos y las ciudadanas nunca se interrogaron sobre lo que era una ciudadana sin ciudadanía, prefiriendo afirmar que sus derechos habían sido declarados.

"Los derechos y deberes de la ciudadana no le son delegados por un

hombre de la familia, sino que le pertenecen enteramente".

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O QUITAN LA PALABRA, U OTORGAN LA COSA

Guyomar por ejemplo declaraba: "O bien la libertad y la igualdad perte-necen a los dos sexos, o la inmortal declaración de los derechos tiene una mortal exclusión". "Si la nación está únicamente compuesta por hom-bres, la calificación de ciudadana es ridícula, quítenla. Toca llamarlas es-posas, hijas de ciudadanos, y no ciudadanas. O quitan la palabra, u otorgan la cosa".

CIUDADANOS ACTIVOS, CIUDADANOS PASIVOS, CIUDADANAS

En 1971 los constituyentes habían distinguido entre ciudadanos activos, que pagaban un impuesto equivalentes a tres jornadas de trabajo, que poseían el derecho de voto, y ciudadanos pasivos, excluidos. Robespierre había opinado al respecto que esto constituía "la violación más patente de los derechos humanos". Ciudadanos pasivos y ciudadanas se encon-traban en semejantes situaciones, por negárseles los derechos políticos, a unos por falta de plata, a otras a causa de su sexo.

El 17 de abril de 1793, Romme, portavoz del comité de análisis de los proyectos de la Constitución, definía en la Convención los términos de "cuerpo social", "cuerpo político", "pueblo", "nación", "ciudadano".

En su opinión, el cuerpo social está constituido por todos los individuos, vinculados por intereses comunes, viviendo bajo la misma ley y que for-man parte del mismo pueblo. Los miembros del cuerpo político, padres, madres o los que estaban en edad de serlo, como servidores de la cosa pública, formaban la nación.

Cidadano(a), viene a ser "cada hombre, de un sexo u otro, que cuando alcanzase la edad madura, tuviese derecho de unirse al cuerpo social para entonces volverse ciudadano".

Ciudadanas, realmente, no lo fueron nunca durante la revolución.

Si hasta el Imperio la palabra "ciudadana" se siguió usando de manera oficial, ciudadana desapareció bajo el Consulado.

No seamos demasiado pesimistas: la revolución, al declarar los derechos humanos y del ciudadano, al dar definitivamente un sentido político a la palabra "ciudadano" y al reconocer la existencia de la ciudadana, abría una puerta hacia el futuro.

EXTRANJERO (1793-1794)

La palabra "extranjero" sirve para designar muchas realidades. Por en-de, resulta difícil darle una definición estricta y unívoca. Desde los pri-meros días de la revolución, el extranjero ha inspirado un temor muy real. En las fronteras, el extranjero y sus emisarios se confabulaban con la aris-tocracia contra Francia. La palabra alcanzó a cobrar un contenido ver-daderamente mítico. Presentada en la escena política en un contexto de guerra ideológica nacional e internacional, período prismático en el que la revolución se ve confrontada a su propia historia y debe elegir la for-

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ma que desea dar a su final —perder la revolución o hacerla perfecta son los dos términos de la alternativa— la palabra permite cristalizar todos los enfrentamientos políticos e ideológicos.

Los empleos de la palabra "extranjero" definen su valor. Según Barere: "Los conspiradores son forzosamente encabezados por los gobiernos extranjeros. Porque los desórdenes brutales del estado social no pueden servir sino al extranjero, a los tiranos.

"Si el extranjero intenta debilitar nuestro gobierno, es porque necesita de un tirano en Francia para los proyectos de los tiranos europeos, porque con una república vigorosa, se acaba con la monarquía en Europa".

Identificar al extranjero equivale a identificar a los enemigos exteriores, pero también todo el campo de valores morales, sociales y políticos que se oponen al establecimiento de la República. El extranjero llega a ser la figura polimorfa de todo lo que se opone a la revolución del año II.

Dos redes opuestas son así diseñadas:

ELLOS/EXTRANJERO/TIRANIA NOSOTROS/PUEBLO/REVOLUCION/LIBERTAD

Tiranía obviamente se opone a libertad. En cuanto al extranjero, por su capacidad de corromperlo todo, se opone al espíritu de justicia y de trans-parencia constituyente de la ideología revolucionaria.

Ya que la revolución quiere defender y los nuevos valores de virtud y felicidad, el extranjero se convierte en el representante del mal.

Barere, el 16 ventoso, ya identificaba el opositor político con él contra revolucionario y con el extranjero.

La idea del extranjero como mediador de los partidos reaccionarios den-tro de Francia pasa a formar parte del esquema de interpretación de las cosas. Robespierre teme mucho al extranjero. Da la impresión de que son personajes dotados de poderes sorprendentes, en particular del don de ubicuidad. Se los encuentra por todas partes, promoviendo intereses ex-tranjeros que lo contaminan todo.

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ma que desea dar a su final —perder la revolución o hacerla perfecta son los dos términos de la alternativa— la palabra permite cristalizar todos los enfrentamientos políticos e ideológicos. Los empleos de la palabra "extranjero" definen su valor. Según Barere: "Los conspiradores son forzosamente encabezados por los gobiernos extranjeros. Porque los desórdenes brutales del estado social no pueden servir sino al extranjero, a los tiranos. "Si el extranjero intenta debilitar nuestro gobierno, es porque necesita de un tirano en Francia para los proyectos de los tiranos europeos, porque con una república vigorosa, se acaba con la monarquía en Europa". Identificar al extranjero equivale a identificar a los enemigos exteriores, pero también todo el campo de valores morales, sociales y políticos que se oponen al establecimiento de la República. El extranjero llega a ser la figura polimorfa de todo lo que se opone a la revolución del año II. Dos redes opuestas son así diseñadas: ELLOS/EXTRANJERO/TIRANIA NOSOTROS/PUEBLO/REVOLUCION/LIBERTAD Tiranía obviamente se opone a libertad. En cuanto al extranjero, por su capacidad de corromperlo todo, se opone al espíritu de justicia y de transparencia constituyente de la ideología revolucionaria. Ya que la revolución quiere defender y los nuevos valores de virtud y felicidad, el extranjero se convierte en el representante del mal. Barere, el 16 ventoso, ya identificaba el opositor político con él contra revolucionario y con el extranjero. La idea del extranjero como mediador de los partidos reaccionarios dentro de Francia pasa a formar parte del esquema de interpretación de las cosas. Robespierre teme mucho al extranjero. Da la impresión de que son personajes dotados de poderes sorprendentes, en particular del don de ubicuidad. Se los encuentra por todas partes, promoviendo intereses extranjeros que lo contaminan todo.

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El extranjero llega también a asimilarse al desocupado: "hay que obligar a todo el mundo a trabajar". "El desocupado es asocial a todos los niveles. El verdadero revolucionario es un hombre ocupado en todos los sentidos de la palabra. El falso revolucionario es el que permite al extranjero inmiscuirse en Francia. Funcionarios y magistrados son los emisarios del extranjero. Los enemigos de la revolución, entre los que "el extranjero" constituye la noción arquetípica, se encuentran tanto en el corazón de la revolución como en las fronteras o en los gobiernos enemigos.

EL IDIOMA FRANCÉS A LA ORDEN DEL DÍA

Hablemos rápidamente de la política lingüística durante la Revolución Francesa. Se escribieron dos grandes textos legislativos que plantean el problema de la lengua: el informe de Barére, titulado Sobre los idiomas (27-01-1794) y el informe Grégoire presentando el 6-06-1794, Sobre la necesidad y los medios para aniquilar los dialectos y universalizar el uso de la lengua francesa.

El 30-07-1791, se anunciaba en la prensa la creación de la Sociedad de los los aficionados a la lengua francesa. Se está organizando un nuevo espacio enunciativo. Dicho espacio se concretiza sobre todo en torno a la palabra "ciudadano" y a los nuevos valores que conlleva.

A diferencia de la palabra "estado llano" vinculada a la antigua distinción de los tres órdenes, y de la palabra "pueblo" que conserva su sentido clásico de conjunto de los súbditos sumisos al rey, la palabra "ciudadano" se refiere a la república abstracta de los individuos reunidos en el cuerpo social. En oposición al pueblo, el ciudadano ya no se presenta como pasivo: tiene esperanzas, anhela un cambio de estado. La gran cosa es la emergencia de un principio político jurídico y universal, la ciudadanía, y de una voluntad política expresada por la asociación de un sujeto colectivo y de un enunciado performativo (en los textos): Nosotros + acto reivindicativo. Algunos días después de la toma de la Bastilla, a propósito de la discusión sobre la responsabilidad de los ministros, los diputados expresan sus exigencias: el acto reivindicativo se especifica y se vuelve una expresión de la soberanía del pueblo. Domergue, en los primeros meses del año 1791 propone constituir, "una retórica y una poética razonada" para uso de "los jóvenes que el nuevo orden de las cosas destina para detentar la palabra en las Asambleas representativas". Se habla de definir las palabras nuevas para las ideas nuevas, en pocas palabras hacer que la lengua de la libertad sea ascequible a todos. En 1791, tres términos se emplean: lengua, idioma, lenguaje. "Lengua" es el término más representado. Aparece en general bajo la forma de "lengua francesa". Con referencia a la lengua francesa, se observan dos estructuras: determinante definido + lengua determinante indefinido + lengua + adjetivo

Sin otra especificación, el sintagma "lengua" designa la lengua francesa. "Lenguaje" se

emplea en expresiones tipo: El lenguaje de la libertad, el lenguaje de la constitución el lenguaje de la naturaleza

El lenguaje + adjetivo representa el ideal político de la lengua a reformar.

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En el contexto de "lengua", se observa una doble recurrencia: regenerar / regeneración

Aparecen los sintagramas nominalizados: la regeneración de la lengua, el perfeccionamiento de la lengua.

El deber de la revolución estriba en regenerar la lengua. Así llegamos a establecer dos frases matrices que contienen los enunciados que represen-tan, en el discurso revolucionario de 1791, la cuestión de la lengua:

La corrupción de la lengua existe La revolución debe regenerar la lengua.

LA LENGUA DE LOS DERECHOS

Los jacobinos intentan concretizar, por sus actos de lenguaje, el princi-pio de la unión alrededor de la constitución. Así instituyen el espacio de la lengua de los derechos en acto. Pero es en el terreno de la "justicia popular" donde los actos de lenguaje de los comisarios de las sociedades populares resultan más eficaces.

La acción de los comisarios patriotas marca una etapa decisiva en el de-sarrollo de la lengua de los derechos.

Con el establecimiento de la República y la reunión de la Convención Na-cional (21-09-1792), la figura del legislador adquiere una nueva dimen-sión. Su tarea estriba en instituir la lengua del pueblo o lengua de la política.

Sin embargo, entre el otoño de 1792 y el de 1793, la noción de lengua del pueblo se modifica. Conoce los efectos de modificaciones discursivas que afectan todos los aspectos de la política revolucionaria. La expresión "lengua del pueblo" tiende cada vez más a ser reemplazada por "lengua nacional". En 1794, todo se organiza con base en la oposición "lengua" (francesa nacional) e "idiomas".

Idiomas Jerigonza Dialectos Habla regional

La lengua La lengua francesa

Nuestra lengua

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Las designaciones del primer paradigma comprenden términos cargados de connotaciones negativas. Se habla mucho de la unidad e identidad del lenguaje. Se habla también de la ignorancia de la lengua: "El conocimiento de la lengua francesa entra necesariamente en la instrucción republicana", "el conocimiento de la lengua nacional es importante para la conservación de la libertad". "El estudio de la lengua nacional se hizo una necesidad para todos". Se usan mucho los verbos: Propagar y universalizar. "Sólo la lengua francesa puede ser universal", "La lengua en la que se escribieron los derechos humanos". Todos los idiomas y dialectos aparecen como predicados negativos con relación a las luces y la revolución. Frente a la variedad de idiomas, que se considera como atributo del despotismo, los textos de 1794 oponen la unidad del lenguaje republicano. "La república debe ser una e indivisible en su lenguaje". "Ciudadanos, la lengua de un pueblo debe ser una y la misma para todos". Barére declara: "Revolucionamos el gobierno, las leyes, los usos, las costumbres, los vestidos, el comercio y el pensamiento; revolucionemos la lengua, que es su instrumento cotidiano". A fin de cuentas, la lengua aparece como uno de los instrumentos esenciales de la política gubernamental. A nivel ideológico, se considera la retórica como "instrumento del mal, por no decir parte del diablo", y en todo caso, "técnica de manipulación de las pasiones". Acabemos con la famosa cuestión de las hablas regionales. ¿Qué pasa? La política "nacional" se hace en francés, hace del francés la lengua de la Razón: los buenos ciudadanos deben dominarlo cuanto antes. Sus prácticas lingüísticas reales, cuando son diferentes del uso nacional, despiertan sentimientos que van del desprecio condescendiente a la más clara desconfianza debido a maneras de hablar toscas heredadas del tiempo del despotismo. Es lo que se desprende de los textos de Grégoire o Barére. Ahora bien, esas hablas, que iban a desaparecer ante la difusión de las luces, siguen siendo el lenguaje cotidiano del pueblo, inclusive de los "patriotas", para quienes el francés rebuscado de los oradores revolucionarios es casi letra muerta. Hace falta pues, para que circule el mensaje, traducirlo para el pueblo y sus maneras de hablar que la misma revolu-ción ha estigmatizado. Encontramos, al lado de textos claramente contra revolucionarios, toda una literatura política, sobre todo en occitán. Los acontecimientos revolucionarios de los años 1789-1795 desencadenan la única "revolución lingüística" de la historia francesa, íntimamente vinculada a los aspectos sociales, parlamentarios e ideológicos. Desde el centenario de la revolución, se crearon instituciones encargadas de estudiar la historia de la época revolucionaria. Se observa un desinterés marcado del público en el período de las guerras mundiales. Hoy en día subsiste el Instituto de historia de la revolución, y la Sociedad de los Estudios de Robespierre. Las dos instituciones tienen una sede social común en la Sorbona. Desde el congreso de las ciencias históricas de 1960 en Estocolmo, existe una comisión internacional de la Revolución Francesa. Para celebrar el bicentenario, se crearon tres organismos. Una comisión encargada de preparar la exposición de la revolución en el marco de la exposición universal de París en 1989 —la cual está en el aire a causa de la anulación de la exposición—, un Consejo científico permanente debe supervisar la creación de un museo permanente de la Revolución Francesa en el castillo de Vizille. Una comisión del centro nacional de la investigación científica, cuyo secretario general es Michel Vovelle, está encargada de seleccionar y coordinar coloquios y publicaciones con motivo de esta conmemoración. La consulta de las enormes fuentes manuscritas de la historia de la revolución francesa es difícil. Se pueden encontrar preciosas indicaciones en el capítulo II del libro de P. Carón Manuel Pratique pour l'Etude de la Ré-volution Francaise.

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EL PORFIRIATO Y LA

REVOLUCIÓN EN VALLE DE

SANTIAGO, GUANAJUATO,

MÉXICO, (SEGUNDA PARTE)

Enrique Mendoza T. Antropólogo e historiador

POBLACIÓN»

El manejo de los datos disponibles presenta un problema: las categorías utilizadas por los gobernadores y presidentes municipales no son unifor-mes; lo que para uno es hacienda, otro lo cataloga como estancia o rancho. Ahora bien, estas diferentes denominaciones pueden reflejar un proceso de definición reglamentaria sobre las condiciones agrarias, ya sea anivel estatal o nacional, en los años posteriores a las leyes de 'Desamortización de bienes de manos muertas'; de 'Colonización' y de 'Deslindes'.9

Teniendo en consideración los tipos de asentamientos humanos (cabecera, pueblos, haciendas y ranchos), se puede afirmar, con base en el Cuadro relativo al Censo de Población de Valle de Santiago para el año de 1882 (ver Cuadro No. 1), que la población estaba equitativamente distribuida.

8 Es muy escasa la información disponible ya que en las fuentes de archivo consultadas —Protocolos Municipales y Cartas del Presi dente Municipal— no se hace mención alguna a la concentración de la población.

9 Como desconocemos las causas por las cuales se denomina de una uotra forma a los terrenos, en este estudio adoptamos, sin reparo, las categorías establecidas en los diferentes informes.

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El Padre y General José Reyes Vega"

Fuente: "Memoria del Listado Libre y Soberano de Guanajuato, leída por el C. Gobernador L i e . Manuel Muñoz Ledo, en la solemne instalación del 10° Congreso Constitucional, verificado el 15 de septiembre de 1X82" . Cuadro No. 42.

También se observa que la población rural era el 69.58% del total del municipio, ya que los pueblos —San Gerónimo y La Magdalena— eran poblaciones indígenas, motivo por el cual se las considera como rurales. El porcentaje restante, 30.42%, es población urbana. Estas cifras ense-ñan la relativa alta concentración de la población en la cabecera munici-pal, lo cual hace pensar en la poca importancia que como núcleos de con-centración de población tenían las haciendas para esa época. Si se analizan los porcentajes correspondientes a estas últimas, previa aclaración que los datos no especifican si la población allí existente era de medieros, apar-ceros, peones acasillados o jornaleros10, se observa que apenas el 14.32^0 del total de los habitantes del municipio de Valle de Santiago vivían en-haciendas. Es de destacar el alto porcentaje, 48.17%, de población con-centrada en los 98 ranchos; esto confirma la importancia que ya tenían las labores agrícolas para este año de 1882. Si se compara este porcentaje con el correspondiente a las haciendas, es más clara la poca importancia que tenía este sistema en Valle de Santiago, a pesar de que para estos años, como durante todo el Porfiriato, en el resto de la nación este tuvo gra apoyo y fue su período de gran esplendor.

10 "...el sistema de hacienda estaba compuesto por tres tipos de eco-nomia: la del hacendado, la de los aparceros o arrendatarios asen-tados en la tierra de la hacienda y la de los comuneros o pequeños propietarios, cuyas parcelas se contrataban fuera de la hacienda, pero estaban íntimamente relacionados con el funcionamiento de ésta. ...los hacendados incluían a todos sus empleados bajo el rubro ge-nérico de peones... los peones acasillados, que parecen haber sido un grupo relativamente privilegiado, estaban sometidos al dominio patriarcal del hacendado, con quien mantenían relaciones que tras-cendian la esfera del trabajo. Frecuentemente estaban endeudados y su libertad de movimiento era restringida. Su salario tenía tres componentes: el pago de dinero, las raciones de maíz y el usufructo de una casa con su cortijo para animales menores y pequeñas siembras. Los peones eventuales eran por lo general comuneros ha-bitantes de pueblos vecinos que trabajaban para completar los in-gresos que obtenían de sus parcelas o bien para cumplir un acuerdo que obligaba al pueblo a proporcionar trabajadores a cambio de ciertas concesiones de la hacienda. También había un grupo menor —el más cercano al proletariado moderno— de indios vagos que no tenían tierras y que fluctuaban entre el campo, las minas y la ciudad. Los arrendatarios que pagaban su renta en dinero, recibían como los aparceros que pagaban con parte de su cosecha y trabajo, una parcela, semilla y a veces casa del hacendado" (Semo 1975:78)

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El bajo porcentaje correspondiente a los pueblos, 7.09%, halla su expli-cación en que éstos eran indígenas, motivo por el cual muchos se despla-zaban hacia nuevos sitios, debido a la presión ejercida por los blancos para adquirir nuevas tierras, a lo cual se suma el interés y la necesidad del indígena por integrarse a la vida de los blancos, para así no estar rele-gado a un segundo plano dentro de la vida social del municipio."

Ahora bien, si se analizan las cifras anteriores con base en los grupos de edad se obtienen los resultados siguientes:

La distribución de la población presenta las mismas características que en el cuadro anterior. Es sorprendente la equidad en la distribución por 49.58% masculina y 50.42% femenina. Ahora bien, si se descomponen estos porcentajes en grupos de edades, se obtienen casi los mismos resultados en las columnas de hombres y mujeres: 30.19% y 30.75% res-pectivamente. Igual situación se presenta en los otros dos grupos: 19,39% de niños y 19,67% de niñas. Como se observa, el mayor porcentaje, 60,94°7o, corresponde a la población adulta, y la restante, 39,06%, es in-fantil.

El porcentaje de la población económicamente activa, al menos en po-tencia es 60.94%; en este grupo se incluyen hombres y mujeres. Ahora bien, si se tiene en cuenta que el porcentaje anterior incluye a personas no aptas para el trabajo, ya sea por su avanzada edad o porque tienen deficiencias físicas o mentales, se podría suponer que este porcentaje es menor; pero, si se considera que en las faenas del campo también partici-

"Es sorprendente la equidad en la distribución

por sexo: 49.58% masculina y 50.42%

femenina."

11 Eric R, Wolf dice al respecto: "La libertad para el propietario de as significaría una mayor libertad para adquirir más tierras y añadirlas a sus ya grandes tenencias; la libertad para el indígena —que ya no estaba sujeto a su comunidad y ahora era amo de su propiedad— significaría la capacidad de vender su tierra y unirse a la muchedumbre de despedidos que buscaban empleo." (1974:30)

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Fuente: "Memoria del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, leída por el C. Gobernador Lic.. Manuel Muñoz Ledo, en la solemne instalación del 10° Congreso Constitucional, verificada el 15 de septiembre de 1882". Cuadro No. 42.

pa parte de la población infantil, aunque su trabajo se limite únicamente a los períodos de siembra y recolección, el total de la población económi-camente activa se incrementa.

Para el año de 1887 la distribución de la población, teniendo en cuenta los agregados sociales era:

CUADRO No. 3. Valle de Santiago. Censo de población para el año 1887.

Fuente: Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio. Dirección General de Estadística. Cuadros Sinópticos y División Territorial de la República Mexicana. Estado de Guanajuato. México, 1887. Of. Tip. de la Secretaría de Fondo, p. 192.

Se observa que ahora aparece una nueva categoría: la estancia. Esta cate-goría es una ramificación de los ranchos, ya que algunos de los terrenos que en 1882 estaban catalogados como ranchos, ahora son estancias; pe-ro el número total de ranchos y estancias, 98, es igual que en la primera fecha. En el lapso de cinco años, 1882 a 1887, el número total de habitantes sufrió una disminución de 2.430 personas. Hasta el momento las causas del este decrecimiento nos son desconocidas. Pero bien se puede deber a movimientos emigratorios, ya que no aparecen en las fuentes consultadas, datos sobre epidemias, las cuales han podido propiciar una mortandad mayor que la tasa promedio, o puede que los datos de ambos censos no sean muy fiables, lo cual es muy probable para esa época. Así mismo, se presenta un decrecimiento en la población de la cabecera municipal: en 1882 era del 30.42% y cinco años más tarde, 1887, era del 23.62% di total para cada año.

CUADRO No. 2. Valle de Santiago. Distribución de la población de acuerdo congrupos de edad. 1882

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La situación contraria sucede en la población rural, ya que mientras en 1882 el porcentaje era del 69.58%, ahora, en 1887, es del 76.38%. Estos hechos pueden hallar su explicación en los efectos de las leyes de Desa-mortización de bienes de manos muertas, de Colonización, y de Deslin-des, aunque siempre se ha dicho que estas leyes favorecieron a los gran-des terratenientes.12 Pero en Valle de Santiago, al igual que posiblemente en otros lugares, como se ha dicho, el sistema de las haciendas no presentó las mismas características —tanto sociales como económicas— que lo definen e identifican. Es posible pensar que estas leyes de desamortiza-ción, según se observó, favorecieron a los pequeños propietarios (ranchos y estancias), ya que estas categorías son las que reflejan un mayor aumento, porque el porcentaje correspondiente a los dos pueblos también sufrió un pequeño aumento en su población: 7.09% en 1882 y 7.37% en 1887. Es importante destacar un hecho en las haciendas el porcentaje de pobla-ción no sufrió alteración alguna, 14.32% en ambas fechas, lo cual puede servir para sustentar la afirmación anterior en relación con las leyes de Desamortización, de Colonización y de Deslindes. -

Esta aseveración puede estar respaldada con una de las conclusiones a que llegó José Ignacio Urquiola en su estudio sobre Valle de Santiago (1982), para el cual hizo uso de nuestras mismas fuentes documentales.

Afirma Urquiola que:

"Al seguir la trayectoria de varias haciendas por un período de 50 a 100 años [aproxi-madamente desde 1820s hasta 1930s], su propiedad cambia muchas veces de manos. Como nota común, no se formaron mayorazgos y fue regla constante la partición de

12 Esta interpretación es planteada por Jesús Silva Herzog así: lo. ...los resultados de las leyes referidas fueron contrarios a los propósitos de sus autores, quienes pensaron que al desamortizar las propiedades eclesiásticas se crearía la pequeña propiedad y se estimularía el desarrollo agrícola e industrial de la República. Por desgracia no fue así... 2o. Las propiedades no fueron a dar a manos de los arrendatarios, sino a las de los denunciantes, en su mayor parte ricos propietarios territoriales, que de esa manera agrandaron sus ranchos y haciendas. "(Tomo I. 1973:15-16). Para el caso concreto de Valle de Santiago afirman Héctor Díaz-Polanco y Laurent Guye. "Puede decirse que las Leyes de Reforma (particularmente la Ley de Desamortización de 1856 y la ley de Nacionalización de los bienes del clero de 1859) fueron acogidas con júbilo por una buena parte de los terratenientes y arrendatarios de Valle de Santiago. Las fincas rústicas constituían lo esencial del pa-trimonio eclesiástico... la Iglesia era una rentista que se conformaba con dar sus haciendas en arriendo, y no se preocupaba por mejorar el estado de las construcciones o por realizar inversiones que aumentaran el valor de las fincas... La casi totalidad de los terrate-nientes de Valle estaba endeudada, pues de las 32 haciendas regis-tradas, 5 eran propiedad del clero, otras 3 estaban embargadas, y 17 reportaban adeudos a favor de corporaciones eclesiásticas. Tan sólo 7 fincas... escapaban al dominio de la Iglesia... La buena marcha de las haciendas, que, según un estereotipo, son en todo momento sólidas unidades autosuficientes, estaba supeditada en cierto grado al suministro de fondos, por parte del capital usurero, ya se trate de corporaciones eclesiásticas o ya de prestamistas particulares... un considerable número de los terratenientes de Valle y todos los arrendatarios de las fincas del clero van a sacar provecho de las Leyes de Reformas y se convertirán, por lo tanto, en aliados del gobierno liberal". (1876:36-36).

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bienes entre los herederos a la muerte del propietario. Esto dio lugar a fases de parti-ción y reunificación en las haciendas. Estas fases intermedias fueron propicias para la entrega de la propiedad en arrendamiento... [y añade el autor más adelante] Hubo también muchos casos de arrendatarios que se quedaron en la condición de tales, sin llegar a adquirir tierras en propiedad..." (1982: 208-213).

PROPIETARIOS DE BIENES

Una vez calmados los ánimos después de la caída de Maximiliano (su im-perio comenzó a derrumbarse en julio de 1867) y reestablecida la paz in-testina, perturbada por las luchas de liberales y conservadores, el país inició un período de estabilidad durante el cual se suponía que la economía es-taría orientada hacia un mejor aprovechamiento de los recursos natura-les. Con estas ideas se inició 'El Porfiriato'. 1877-1910. Fue durante este período que México comenzó su proceso de 'modernización' y las haciendas, conocieron su máximo esplendor y contaron con el apoyo del gobierno; pero este apoyo sirvió para que los ricos acrecentaran sus caudales a eos- ta de los pobres, ya que la Ley de Deslindes afectó únicamente a los pe- queños propietarios.13

En relación con las condiciones en Valle de Santiago no es mucha la información disponible, ya que el primer dato, aparecido en 1894, hace referencia a la situación que vivía el municipio en el año de 1875. Para el año de 1882, las personas que poseían bienes inmuebles o tenían establecido algún negocio en Valle de Santiago, estaban distribuidas así:

CUADRO No. 4. Valle de Santiago. Número de propietarios de fincas urbanas y rústicas, de giros mercantiles y establecimientos industriales 1882

"Fue durante este período

que México comenzó su proceso de

'modernización' y las haciendas

conocieron su máximo esplendor."

Fuente: "Memoria del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, leída por el C. Gobernador Lie. Manuel Muñoz Ledo, en la solemne instalación del 10° Congreso Constitucional, verificado el 15 de septiembre de 1882". Cuadro No. 4.

13 "...Y así, cuando se nos ha dicho que el ministerio de Fomento ha deslindado 30.000.000 de hectáreas de tierras nacionales, debemos tener presente dos cosas importantes: la primera que esos deslindes no han servido, para desmoronar ni en pequeña parte las grandes acumulaciones de propiedad territorial existentes en nuestro país... la segunda cosa... tras esos treinta millones de hectáreas han corrido muchos más millones de lágrimas pues no son los poderosos ha-cendados quienes han visto caer de sus manos esos millones de hec-táreas, sino los miserables, los ignorantes, los débiles... los que no pueden llamar compadre a un Juez de Distrito, a un gobernador ni a un ministro del Estado". (Silva Herzog 1873:21)

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Es claro que en relación con el promedio de los 32 municipios del Estado el número de propietarios de fincas urbanas vallenses es casi el doble. Esta relación permite suponer la importancia de Valle de Santiago en la vida de Guanajuato. El porcentaje de propietarios de giros mercantiles y establecimientos industriales, 3.33%, confirma, en parte, la afirmación anterior, ya que unos y otros están estrechamente relacionados, dado que no es difícil pensar que lo que se mercadeaba eran productos agropecuarios. Esta interrelación entre 'fincas rústicas' y 'establecimientos comerciales' comienza a dibujar dos hechos: la importancia del capitalismo mercantil (y tal vez usurero) en la región, por una parte, y el poco peso que las haciendas podrían tener en la economía local, por la otra, con lo cual se ratifica nuestra afirmación expresada al momento de hacer el análisis de la composición de la población (cf. Cuadro No. 1). Sobre este respecto afirman Díaz-Polanco y Guye:

"...los datos sobre la economía de las haciendas de Valle son muy escasos... la idea que reflejan... las fincas de Valle difieren bastante de los estereotipos que circulan acerca de las haciendas. Para empezar, si exceptuamos el latifundio de Parangueo con sus 19.578 has., todas tienen una extensión limitada en comparación con los criterios de la época. De las 30 haciendas mayores del municipio, 15 tienen menos de 500 has. de labor en promedio; 9 tienen 1.078 has. de labor en promedio y solamente 5 tienen una superficie total de más de 2.000 has. (con un promedio de 1.428 has. de labor)...

Estas haciendas, de tamaño relativamente reducido, dedicadas principalmente al cultivo directo, no eran el universo social cerrado que se pinta habitualmente. Los terratenientes y grandes arrendatarios radicaban casi todos en la ciudad de Valle, y no en las haciendas. Al parecer, casi toda la mano de obra estaba encomendada a jornaleros diseminados en las rancherías de los alrededores de la finca y no a peones acasillados, fincados dentro del perímetro de la hacienda. El hecho más notable es la casi total inexistencia de tiendas de raya en las haciendas. Varios factores pueden explicar esta curiosa e interesante ausencia. En primer lugar gracias a la fuerte densidad de población, en la zona existía abundante mano de obra disponible y, por lo tanto, no era necesario recurrir al mecanismo del endeudamiento

75

"Para este año, 1882, ya existía, por parte de un sector de la burguesía

agraria el acaparamiento de tierras y la especulación

con éstas."

para ligar los peones con la hacienda. En segundo lugar, todas las haciendas del muni-cipio se encontraban relativamente cerca de la ciudad de Valle; así, peones, medieros y rancheros, podían fácilmente realizar sus compras en el núcleo urbano. En tercer lugar, debido a su poca extensión, las haciendas empleaban una fuerza de trabajo re-ducida, que constituía un mercado demasiado limitado como para justificar la instala-ción de una tienda. Esta ausencia de las tiendas de raya tiene una gran significación, pues implica que no se daba en Valle el avasallamiento de la mano de obra a través del endeudamiento, fenómeno que se considera, por lo general, como la característica de las haciendas porfirianas. Estos elementos parecen indicar que las haciendas va-llenses eran fundamentalmente centros de producción estrechamente vinculados a la cabecera municipal y al mercado nacional, y no los asientos de microsociedades cerra-das frente al mundo exterior". (Díaz-Polanco y Guye 1976: 43-46. Énfasis añadido).

La cifra anterior (3.33% de propietarios de giros mercantiles y estableci-mientos industriales) toma más importancia si se tiene en cuenta que dentro de las cantidades totales están incluidas las principales ciudades del Esta-do, tales como Guanajuato, León, Celaya e Irapuato.

De otra parte, es significativo que tan sólo haya en el municipio 59 propie-tarios de fincas rústicas, ya que el porcentaje que esta cifra representa, 1.55%, es casi la mitad del promedio del Estado: 3.13%. Ahora bien, si se tiene en consideración que para esta misma fecha existían en el mu-nicipio de Valle 30 haciendas y 98 ranchos, se podía pensar que el núme-ro de propietarios de fincas rústicas debería de ser, al menos, de 128; pe-ro la realidad era muy diferente. Estos datos permiten afirmar que para este año, 1882, ya existía, por parte de un sector de la burguesía agraria, el acaparamiento de tierras y la especulación con éstas. Esta afirmación será demostrada más adelante.

CUADRO No. 5. Valle de Santiago. Número de propietarios de fincas urbanas y rústicas, de giros mercantiles y establecimientos industriales. 1882.

Total Estado 50.95 29.91 19.14 12.715 100 Fuente: "Memoria del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, leída por el C. Gobernador Lie. Manuel Muñoz Ledo, en la solemne instalación del 10° Congreso Constitucional, verificado el 15 de septiembre de 1882". Cuadro No. 5.

Si las cifras anteriores son ordenadas de otra forma, para ver la distribu-ción de estos propietarios dentro del municipio, se obtienen los resulta-dos siguientes: Este cuadro pone de manifiesto la alta concentración de propietarios de fincas urbanas en Valle de Santiago,. 73.59%, cifra esta que está muy por encima del promedio de los 32 municipios del Estado, 50.89%. La cifra correspondiente a Valle es fiel reflejo de la importancia que ya tenía des-de esta época el poseer predios en la cabecera municipal, aunque la mis-ma no fuera muy poblada. En contraposición, también es clara la poca concentración de propietarios de fincas rústicas, 11.13%, ya que dentro

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del mismo municipio este porcentaje también es superado por el corres-pondiente al número de propietarios de giros mercantiles y establecimientos industriales, 15.28%. Esta última relación permite afirmar que para el año 1882 Valle de Santiago ya tenía un sector comercial importante o al menos mayor que el sector agrícola.

En 1882, mientras Valle de Santiago ya tenía un sector comercial impor-tante, el Estado de Guanajuato tenía inclinación hacia las labores del campo.

La situación contraria se presenta a nivel del Estado, ya que el número de propietarios de fincas rústicas es superior al de propietarios de giros mercantiles: 29.9197o y 19.14% respectivamente. Estos datos dejan ver que el Estado de Guanajuato tenía una cierta inclinación hacia las labores del campo, mayor que hacia el comercio o la industria. Esta inclinación pue-de ser debida a que dentro del territorio del Estado se halla enclavada la rica región agrícola conocida como 'El Bajío'. Pero, también es nece-sario recapacitar un poco sobre este asunto ya que Valle de Santiago está ubicado, como se ha visto, casi en medio del Bajío. Si se tiene en conside-ración la localización de esta ciudad, es muy extraño que no se dé el im-pulso necesario a la agricultura en una región que es 'la despensa de Mé-xico'. Este extraño fenómeno puede deberse, como se dijo anteriormente, al acaparamiento que tenían los 59 propietarios de las fincas rústicas, lo cual no creaba incentivo para que el posible agricultor se dedicara a las faenas del campo, y prefiera buscar su sustento económico en otras acti-vidades, o en caso de trabajar en la agricultura, no siente tanto incentivo como si el terreno fuera de su propiedad.

BIENES RAICES

El acaparamiento de tierras en Valle de Santiago, en comparación con el total del Estado, encuentra su explicación en el elevado precio de éstas: pero éste a su vez es consecuencia directa de la disponibilidad de riego con que cuenta la región.14

De otra parte, si en Guanajuato se llegaron a adelantar deslindes, los efectos de las compañías deslindadoras son muy claros en Valle en general en to-do el Estado15, ya que en 1875 el valor de la propiedad rústica en Valle era de $ 1.043.718 y en el Estado era S 21.044.66116; mientras que para el año 1882 estas cantidades descendieron a $ 993.895 y $ 20.405.65917, respectivamente.

14 Es posible que el sistema de riego sea el primero de la nación, ya que: "Se pueden encontrar

construcciones de ingeniería hidráulica, grandes presas, acueductos o complejos sistemas de irrigación, creadas por los misioneros durante el Siglo XVI, en el centro y en el occidente de México (Yuriria)... "(Moreno Toscano 1974:60)

15 "...siempre que una compañía deslindadora ha emprendido trabajos de habilitación de baldíos, en un Estado, el valor de la propiedad agraria ha descendido allí rápidamente". (Citado por Silva Herzog 1973:20)

16 Datos tomados de "Memoria sobre la Administración Pública del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el lo. de abril de 1895".

17 Datos tomados de "Memoria leída por el C. Gobernador del Estado Libre y Soberano de Guanajuato Lic. Manuel Muñoz Delgado. 1982".

"En 1882, mientras Valle de Santiago ya tenía un

sector comercial importante, el Estado de

Guanajuato tenía inclinación hacia las labores

del campo."

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VALOR DE LOS BIENES RAICES

La contraposición ciudad-campo es muy clara cuando se analiza el valor de las propiedades urbanas y rurales, ya que la diferencia de valor a tra-vés del tiempo nos indica el auge o caída de uno de estos sectores en rela-ción con el otro, a la vez que manifiesta la importancia que van adqui-riendo en la vida económica de la nación y las facilidades que ésta ofrece para agilizar el transporte y comercio de los artículos agrícolas.

Para el año 1882 la situación en Valle de Santiago era:

CUADRO No. 6. Valle de Santiago. Valor de la propiedad 1882.

Fuente: "Memoria del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, leída por el C. Gobernador Lie. Manuel Muñoz Ledo, en la solemne instalación del 10° Congreso Constitucional, verificado el 15 de septiembre de 1882". Cuadro No. 6.

Se observa que la contribución del municipio de Valle de Santiago al va-lor total de la propiedad en el Estado es apenas del 5.0%; porcentaje que está por encima del promedio, 3.13°7b para los 32 municipios con que con-taba el Estado para esta época. Es más alta esta proporción, 5.2% en Va-lle contra 3.13% de promedio en uno de los 32 municipios, en el valor de la propiedad urbana, con lo cual se demuestra, al menos en parte, que Valle de Santiago ocupa ya desde este año, 1882, un lugar destacado den-tro del Estado. En cuanto hace relación al valor de la propiedad rústica, Valle sigue sobre el promedio: 4.87% y 3.13% respectivamente. Este he-cho puede ser consecuencia de: lo. ser uno de los municipios con mayor cantidad de tierras (1.683 caballerías); 2o. contar con un sistema de rie-go, que a pesar de no ser muy perfeccionado, era uno de los primeros de la nación como lo diría años más tarde, en 1895, el Gobernador del Estado:

"En la visita que últimamente practiqué a algunos de los pueblos del Estado, por los rumbos del Sur y del Occidente, tuve ocasión de palpar en lugares que conocía yo muy bien hace muchos años, las grandes ventajas de la irrigación y del perfeccionamiento de los cultivos.

Tengo actualmente una sección de ingenieros haciendo los estudios necesarios para perfeccionar el sistema de irrigación en el Valle de Santiago, y para aprovechar las aguas del Río Lerma en el completo regadío de aquellas regiones y las de Salamanca e Irapuato... con obras relativamente fáciles se puede hacer de riego una inmensa su-perficie de terrenos de los más fértiles que se encuentran en el Estado.

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Los labradores de Valle... han tenido el buen juicio de dar tregua a añejas y constan-tes cuestiones de aguas, y de obsequiar fielmente mis disposiciones, que no se han en-caminado, como no se encaminarán, a otro fin que al procurar la concordia entre ellos, a impulsar sus legítimos intereses, y a coadyuvar a que sus predios alcancen el elevadí-simo valor que están llamados a tener por sus condiciones peculiares."18

Es de sumo interés conocer la proporción o relación existente entre el va-lor de las propiedades urbanas y las rústicas, tanto en Valle de Santiago como en el Estado, porque esta puede enseñar la importancia de uno u otro sector en la vida comercial de la región.

CUADRO No. 7. Valle de Santiago. Valor de la propiedad 1882.

Fuente: "Memoria del Estado Libre y Soberano de Guanajuato. Lie. Manuel Muñoz Ledo. 1882". Cuadro No. 7.

Es clara la mayor proporción en Valle de Santiago, 66.06%, y en general en todo el Estado, 67.86%, del valor de la propiedad rústica en compara-ción con el de la propiedad urbana: 33.94% y 32.14% respectivamente. Estas cifras ponen muy en claro la importancia que tenían las actividades del campo en Guanajuato, o al menos son fiel reflejo de la buena calidad de las tierras, y de su gran capacidad productiva.

Ahora bien, cruzando el cuadro relativo al valor de la propiedad (Cua-dro No. 6), con el que enseña el número de propietarios (Cuadro No. 4), y haciendo un cálculo para un solo propietario, se obtienen los resulta-dos siguientes:

CUADRO No. 8. Valor de la propiedad para un solo propietario. 1882

Fuente: Memoria leída por el C. Gobernador del Estado Libre y Soberano de Guanajuato. Lic. Manuel Muñoz Ledo, 1882. Cuadro No. 8.

18 Memoria sobre Administración Pública del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el lo. de abril de 1895".

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"El bajo valor de un inmueble urbano en Valle de Santiago es fiel reflejo

de la alta concentración de propietarios de fincas

urbanas."

Este cuadro pone de manifiesto el elevadísimo valor de la propiedad rús-tica en Valle de Santiago, ya que mientras un propietario tiene un predio —teóricamente de una misma extensión y calidad de tierras— en cual-quier lugar del Estado (promedio), cuyo valor es de $ 5.358; este mismo predio en Valle vale $ 16.846. Este desmesurado contraste puede ser de-bido a las facilidades de riego con que cuenta el municipio, como ya se dijo previamente, o también, este valor puede ser la explicación del por qué tan sólo hay en Valle de Santiago 59 propietarios de fincas rústicas, ya que cualquier persona no siempre podría disponer del dinero necesario para comprar un predio de esta clase, lo cual permite, como ya se vio previamente, la especulación y acaparamiento de las tierras por unas cuan-tas personas.

En relación con la propiedad urbana no hay mayor significación en los datos obtenidos con este cruce de información. El bajo valor de un in-mueble urbano en Valle de Santiago es fiel reflejo de la alta concentra-ción de propietarios de fincas urbanas (Cf. Cuadro No. 5), a pesar de que el valor de una propiedad en Valle, como en cualquier otro munici-pio del Estado, es casi el mismo, ya que sólo hay una diferencia de casi $ 200.oo. Lo que sí es muy claro es el mayor valor de la propiedad rústica sobre la urbana.

PROPIEDAD RUSTICA

Una vez aclarada la situación del municipio de Valle de Santiago en rela-ción con el total del Estado, al menos en cuanto al valor de los bienes raíces, tanto urbanos como rústicos, al igual que en lo relativo a los pro-pietarios, se puede entrar a estudiar concretamente las propiedades rústicas.

Para el año de 1875 la situación era:

CUADRO No. 9. Estado de Guanajuato. Superficie de las propiedades rústicas. 1875. (medida en caballerías)

Fuente: "Memoria sobre la Administración Pública del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el Io de abril de 1895".

Nota: La selección de los municipios de Ciudad González y de La Luz corresponde con aquellos municipios que tienen mayor y menor superficie en el Estado, respectivamente.

El cuadro permite observar que Ciudad González es el municipio que cuenta con mayor cantidad de caballerías, 8.530; cifra que representa el 18.25% del total de las tierras del Estado. Es sorprendente este porcentaje en con-traposición con el municipio de La Luz, el más pequeño en extensión,.

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que tan sólo cuenta con 4 caballerías (0.009% del total del Estado), y to-das éstas son de cerril. Estos dos municipios ponen muy de manifiesto la desigualdad en el acceso a tierras entre las localidades, hecho que se repite, teniendo en cuenta las proporciones en la distribución de la rique-za, ya sea a nivel municipal o a nivel estatal, entre municipios ricos y po-bres. Valle de Santiago ocupa un lugar intermedio entre los dos anterio-res; pero a nivel del Estado de Guanajuato, es uno de los municipios que cuenta con mayor cantidad de tierras, 1.683 caballerías. De los 32 muni-cipios que contaba el Estado de Guanajuato para esta fecha, 1875, sólo le superaban en superficie otras siete localidades.

Ahora bien, teniendo en cuenta la calidad de las tierras, es sorprendente que Valle de Santiago sea el municipio que controla mayor cantidad de tierras de riego, 213 caballerías, o sea el 13.40%, muy por encima de Ciu-dad González, 47 caballerías, cifra que representa un 2.96%. Los muni-cipios que le siguen en importancia son: Salvatierra, 181 caballerías; Ce-laya, 158; e Irapuato, 118. Es de destacar que Yuriria, a pesar de estar al pie de la laguna del mismo nombre, solamente tenía 9 caballerías de tierras de riego.

En cuanto hace a las tierras de temporal, cerril y monte, Ciudad Gonzá-lez, como es de esperarse, era el municipio que controlaba mayor canti-dad de caballerías: 18.67%, 19.39% y 17.83% respectivamente en los to-tales de cada grupo. Valle de Santiago ocupa un lugar intermedio en cada una de estas categorías; pero con el transcurso del tiempo cada vez apor-taba mayor cantidad de tierras de riego, gracias al sistema con que conta-ba para dotar de agua a sus tierras. Si se analizan los datos anteriores en relación con cada uno de los muni-cipios se obtienen los resultados siguientes: CUADRO No. 10. Estado de Guanajuato. Clasificación de las tierras con base en su

calidad. 1875.

Fuente: "Memoria sobre la Administración del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el 1° de abril de 1895". Se observa que casi la mitad (el 48.37%) de las tierras de Valle son aptas para la agricultura; motivo por el cual el municipio ocupa lugar destacado dentro del Estado. De esta cantidad, el 12.66% son de riego, o sea que son aprovechables durante todo el año con un mismo cultivo; el porcentaje restante, el 35.71%, es de temporal, y se puede utilizar durante todo el año pero con rotación de cultivos. La otra mitad de las tierras, el 51.63%, son poco o nada aptas para la agricultura, ya que el 26.08% son de cerril y el 25.55 son de monte. Estas tierras son aptas para el gana-

''Teniendo en cuenta la calidad de las tierras, es

sorprendente que Valle de Santiago sea el municipio

que controla mayor cantidad de tierras de

riego."

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do caprino, pero no toda la gente que habitaba los campos tenía facilida-des para invertir dinero en estos ganados, motivo por el cual las tierras eran desaprovechadas.

A pesar de la gran extensión de Ciudad González, es sorprendente que apenas un 32.41% del total de sus tierras sean aptas para las labores del campo. Esta cifra está compuesta por un 0.55% de riego y el 31.86% de temporal. Se pone de manifiesto que Valle de Santiago, con 1.683 caballerías, tenía mayor cantidad de tierras aptas para la agricultura. Merece lugar destacado la gran pobreza de La Luz, ya que las 4 caballerías que posee el municipio son todas de cerril, lo cual hace pensar en el tipo de economía que tendría este municipio, al igual que en su suerte futura.

Se observa que del total del Estado, cuya superficie era de 46.748 caba-llerías, 1.589 caballerías eran de riego, un 3.40%, cifra ésta muy baja si se tiene en cuenta que el Estado es atravesado, en parte, por el Río Ler-ma, y que además cuenta con las aguas de la Laguna de Yuriria. Una ter-cera parte de la superficie del Estado, el 31.14%, era de tierras de tempo-ral. De las tierras restantes, el 42.41% eran de cerril y el 23.05% de monte. De estas cifras se deduce que aunque más de la mitad de las tierras del Estado, (el 65.46%) no eran aptas para las labores del campo, Guana-juato es uno de los principales centros productores de artículos prima-rios, esto debido fundamentalmente a la gran productividad del Bajío. La importancia del Estado como centro productor de alimentos comien-za ya desde esta época.

"Es, pues, muy importante nuestra Agricultura; y con un esfuerzo simultáneo colecti-vo, con la protección de vosotros como legisladores, podrá decirse antes de muchos años que Guanajuato es el granero de la República, como se dijo hace tiempo que Italia era el granero del Mundo."19

MINIFUNDIOS Y LATIFUNDIOS

El valor fiscal de las propiedades rústicas para el año 1894 sufrió un aumen-to en relación con el año 1882, ya que en esta última fecha los predios tenían un valor de S 993.895 en Valle de Santiago y de $ 20.405.659 en el Estado; ahora, en 1894, tienen valor de $ 1.578.600 y de $ 32.990.000 respectivamente, como se observa en el Cuadro No. 11.

Es sorprendente que desde el año 1882 (fecha en la cual había 59 propie-tarios de fincas rústicas en Valle de Santiago y 3.803 en todo el Estado), hasta 1894, doce años más tarde, la cantidad de propietarios ascienda a 91 y 5.443 respectivamente. Este gran incremento en el número de pro-pietarios puede ser consecuencia, como se dijo anteriormente, de la Ley de Desamortización de Bienes de la Iglesia, porque ésta, como se ha veni do sosteniendo, favoreció en el Estado de Guanajuato a los pequeños pro-pietarios, cosa además poco común en un proceso de repartición de tie-rras en el cual tienen manifiesto interés distintos sectores sociales. Esta dinámica, que aquí se afirma como regional, es convalidada por el estu-dio local de Valle de Santiago porque:

19 "Memoria sobre la Administración Pública del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el lo. de abril de 1895".

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"el proceso local toma un rumbo distinto del que se observa durante el porfiriato a nivel nacional. Lo que distingue al campo vállense en estos años, no es el fortaleci-miento de los grandes latifundios, su expansión a costa de las comunidades indígenas, sino el fraccionamiento de varias haciendas y el surgimiento de pequeñas unidades de producción con características propias: los ranchos.

El principal mecanismo responsable de la parcelación de las haciendas es el sistema de herencia. Al morir un terrateniente o su esposa, se efectúa un inventario de los bie-nes acumulados por la pareja durante sus años de vida matrimonial; se atribuye la mitad de esos bienes al cónyuge supérstite por 'gananciales en el matrimonio'; la otra mitad se reparte entre los demás herederos. Tal sistema se aplicó, a todo lo largo del siglo XIX y fue una de las causas de la disolución de las grandes fortunas de los años cincuentas (las de José Antonio Benito González y de Manuel Roa, por ejemplo). Lo nuevo en el período a que nos referimos ahora, es que estas divisiones de bienes se multiplican y se hacen irreversibles en la medida en que los herederos ya no permane-cen al frente de sus predios, sino que los venden a individuos ajenos a la familia. Las parcelas salen así del patrimonio familiar y llegan a constituir unidades de producción autónomas. Las ventas de fracciones predominan netamente: de las 177 operaciones de venta de predios rústicos que se registran en Valle, de 1881 a 1910, tan sólo 27 im-plican el traspaso de propiedad de una hacienda entera; las otras 150 se refieren a venta de ranchos o fracciones de haciendas. Este proceso es de tal dimensión, que algunos 'recién llegados' al seno de la clase terrateniente de Valle tienen que realizar numerosas operaciones de compra de terrenos para lograr establecer una unidad de producción de importancia". (Díaz-Polanco y Guye 1976: 41-42).

CUADRO No. 11. Estado de Guanajuato. Valor fiscal y repartición de la propiedadrústica. 1894.

Fuente: "Memoria sobre la Administración Pública del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el 1o de abril de 1895".

83

Pues bien, veamos en concreto las condiciones de Valle de Santiago. Con base en el cuadro anterior se observa que el 26.37% de las propiedades rústicas en esta localidad tienen un valor inferior a $ 1.000. Ahora bien, si se hace referencia a la columna correspondiente al Estado, es sorprendente que para esa época, en la cual el sistema de las haciendas está en su apogeo, un 53.20*70 de las propiedades están dentro de esta categoría, de $ 250 hasta $ 1.000, con lo cual queda de manifiesto la importancia de las pequeñas propiedades en Guanajuato.

En la siguiente categoría, propiedades cuyo valor fluctúa entre $ 1.000 y S 5.000, los porcentajes correspondientes al número de propiedades desciende un poco, pero no dejan de ser igualmente importantes, ya que en Valle el 20.88% de las propiedades están dentro de esta categoría; mientras que a esta misma corresponden, a nivel estatal, el 28.46%. Si se toman en cuenta estas dos categorías, propiedades cuyo valor va desde $ 250 hasta S 5000, se observa que en Valle de Santiago hay un 74.25% del total de predios dentro de esta categoría, con lo cual es obvia la importancia de la pequeña propiedad; pero esta afirmación es todavía más relevante a nivel del Estado, porque dentro de esta agrupación hay un 81.66% del total de propiedades rústicas o rurales. Si ahora se hace mención de las tres últimas categorías del cuadro: pro-piedades cuyo valor va desde $ 20.000 hasta $ 250.000, las cuales, por su elevado valor bien pueden ser consideradas como grandes propiedades o latifundios, se observa que en Valle de Santiago hay un 24.18% de las propiedades dentro de esta agrupación, las cuales representan un 75.96% del valor total de éstas en el municipio. La situación es más clara y aguda a nivel de todo el Estado de Guanajuato, ya que mientras hay un 6.52% del total de propiedades dentro de este grupo, éstas representan un 61.61% del valor total de las tierras del Estado.

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CONCLUSIONES

Hasta ahora se ha venido sosteniendo que en Valle de Santiago tuvo gran importancia la pequeña propiedad o los minifundios, en contraposición al sistema de las haciendas.

El origen de los minifundios bien puede ser a partir de las Leyes de Desa mortización de Bienes de Manos Muertas (1856), época en que la Iglesia fue despojada de las tierras que poseía en el país, con lo cual las hacien das de San Nicolás de los Agustinos (fue la mayor hacienda que tuvo la Iglesia en territorio mexicano), y las de San Isidro y San Ignacio (propie dad de los Jesuítas), que están ubicadas en Valle de Santiago, pasaron a ser posesión de la Nación. Lo mismo aconteció con las tierras que eran propiedad de las comunidades indígenas, ya que con las Leyes de Refor ma (1856 y 1857), las tierras comunales fueron declaradas fuera de la ley, forzando la repartición y propiedad individual de las mismas entre la po blación indígena.

De otra parte, las compañías deslindadoras llevaron a cabo su tarea en las tierras expropiadas a la Iglesia, en las tierras comunales y en las zonas baldías. Este hecho nos hace pensar que las antiguas haciendas de San Nicolás de los Agustinos y las de San Isidro y San Ignacio fueron deslin-dadas, pasando buena parte de ellas a manos de los terratenientes o de las mismas compañías20, pero de todas formas, parte de estas tierras fue-ron adjudicadas a pequeños propietarios o a algunos indígenas que tra-bajaban en las haciendas.

En el trabajo ya clásico de Friedrich Katz (1974) sobre las condiciones de las haciendas del período presidencial de Porfirio Díaz, el autor regio-naliza a las haciendas mexicanas, da cuenta de las condiciones laborales de la fuerza de trabajo de las mismas haciendas, a la vez que determina condiciones económicas distintas para cada una de las tres regiones que identifica: norte, centro y sur de México.

Con base en las particularidades de cada región Katz explica por qué y cómo participaron los campesinos mexicanos de ese proceso revolucio-nario. Consecuencia de este análisis sería el afirmar que la totalidad del sector campesino participó activamente de la revolución. Sin embargo, lo que aquí se ha venido mostrando es que ni en Valle de Santiago, ni en el Estado de Guanajuato en general, se presentaron las condiciones de escasez de tierras, carencia de fuentes de empleo ni hambrunas, como sí ocurrieron en otros lugares del territorio nacional. Por tanto, es nece-sario añadirle al esquema de Katz un cuarto modelo, o tal vez caso, en

20 Eric R. Wolf dice que "las propiedades de la Iglesia pasaron en gran parte y conservando su extensión a manos de los partidarios de Juá-rez y aunque se creó de esa forma una nueva aristocracia terrateniente, no por eso dejaba de ser aristocracia... Además, bajo la nueva legislación el gobierno obtenía el derecho de vender tierras públicas a compañías de fomento o de hacer con-tratos con las compañías deslindadoras pagándoles con la tercera parte de las tierras deslindadas. [Fueron deslindadas alrededor de 30.000.000 de hectáreas de tierras nacionales]. Las leyes de Reforma de mediados del siglo XIX habían fomentado la propiedad privada de la tierra como un medio para apoyar e1 crecimiento de la propiedad agrícola familiar; pero la tierra así liberada sólo intensificó el crecimiento de los latifundios". (Wolf 1974:33-74)

"¿Se podría afirmar que la totalidad del sector campesino participó activamente en la

'revolución'?"

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el cual no hubo interés campesino por participar del conflicto, y este podría ser Guanajuato, además de otras posibles regiones del territorio nacional.

''Se afirma que en el movimiento revolucionario

no tuvo mayor participación el

campesinado guanajuatense.''

¿Se podría afirmar que la totalidad del sector campesino participó activamente en la "Revolución"?

Teniendo en cuenta la situación del campesinado del Valle de Santiago, y en general la de todo el Estado de Guanajuato, se afirma que en el movimiento revolucionario no tuvo mayor participación el campesinado guanajuatense.

Por otra parte, es posible que el campesino de esta parte del Bajío estuviera desanimado ante la 'Revolución'; dado que durante el movimiento armado que concluyó en la Independencia (1821) este Estado tomó parte muy activa. En efecto,

"...al salir de la Guerra de Independencia... El Bajío había sufrido, más que cualquier otra región del país, las consecuencias de estos diez años de inseguridad y de ir y venir de los diversos ejércitos. La ciudad de Valle fue saqueada e incendiada, algunas ha-ciendas fueron objeto seguramente de requisiciones de granos y de animales; en la to-talidad de las haciendas hubo interrupción de las comunicaciones y falta de mano de obra, por el enganche de los trabajadores en las tropas de uno y otro bando. Las mi-nas de Guanajuato, que constituían el principal mercado para la producción agrope-cuaria del Bajío, permanecieron inactivas durante los años de la guerra; buena parte de ellas sufrieron daños irreversibles, de manera que el despegue de esta actividad en los años veinte es muy lento. En pocas palabras la economía de las haciendas fue que-brantada durante este período de crisis...

La situación de depresión se ve agudizada por el endeudamiento. Las más de las fincas de Valle arrastran, desde hace varios decenios, gravámenes que impiden una rápida recuperación.

En Valle de Santiago, son por lo menos 9 los casos en que la exigencia de pago de los réditos vencidos obliga al hacendado a rematar parte o la totalidad de su finca... Es probable que los demás hacendados del distrito evitaran embargos y remates sólo mediante pago de fuertes sumas a los detentores de las hipotecas." (Díaz-Polanco y Guye 1976: 31-32):

pero al ver que el problema agrario no tuvo solución alguna para esa época, pudo haber pensado que a través de la 'Revolución' tampoco lograría la propiedad de la tierra, motivo por el cual se mantuvo al margen de ésta.

Esta afirmación relativa a la no participación del campesinado vállense es compartida por los compañeros de trabajo Héctor Díaz-Polanco y Lau- rent Guye cuando afirman:

"El movimiento revolucionario no tiene en Valle ni remotamente la importancia y la profundidad que alcanzó en Morelos o Chihuahua. La tormenta que sacude al país, toca a Valle por la tangente. Sus manifestaciones se expresan básicamente en dos for-mas: la primera es la aparición de numerosas pandillas armadas que asolan el munici-pio, notablemente en su porción Suroeste. ...La segunda forma en que se manifiesta la rebeldía del campesinado vallense es legalista. Se trata de las reivindicaciones de tierras solicitadas en virtud de las primeras disposiciones agrarias promulgadas por Venustiano Carranza." (1976-52-54).

Este hecho pudo estar fundamentado en las 'Adiciones al Plan de Gua-najuato', que en enero de 1915 publicó el mismo Carranza, adiciones mediante las cuales proponía llevar a cabo una reforma agraria tendiente a la disolución de los latifundios y a la creación de pequeñas

propiedades, con lo cual pretendía ganarse el respaldo de los diversos sectores cam-pesinos. Pero esta acción legalista en ningún momento es producto del proceso de consolidación capitalista en el agro, y por tanto no se le debe homologar con las peticiones y reclamos de otros grupos campesinos, tales como los zapatistas de Morelos.

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''Los estudiosos de 'las revoluciones' no abordan en momento alguno los análisis de otras regiones distintas a las tradicionales: centro y norte de México."

Ahora bien, no se descarta la posibilidad de que los minifundios en Valle de Santiago, y en Guanajuato, sean propiedad de unos cuantos terratenientes, quienes compran las pequeñas extensiones a nombre de sus familiares o con prestanombres, para posteriormente especular con ellas, ya sea dándolas en arriendo o en aparcería a los verdaderos agricultores. Pero si este fuera el caso, seguramente los campesinos de la región hubieran tomado parte muy activa en el movimiento de 1911, con miras a obtener la propiedad de la tierra, hecho que, según la historia, no sucedió Finalmente, y para dar respuesta a la pregunta planteada en la primera parte del presente trabajo, relativa a si hubo una Revolución (con mayús-cula), o si, por el contrario, el período llamado de 'la revolución' no fue más que la mera coexistencia de diversos movimientos sociales armados, con elementos comunes y no comunes entre ellos, o sea varias 'revolucio-nes' (con minúscula), las evidencias aquí planteadas permiten sustentar la segunda opción, mas no la primera. Pero esta afirmación es válida pa-ra el Estado de Guanajuato, como ya quedó demostrado más arriba, co-mo también para parte del Estado de Guerrero, y para la mayoría de los estados ubicados al sur del Istmo de Tehuantepec, ya que los estudios so-bre dicho período que hasta el presente se conocen, se concentran en las regiones en las cuales actuaron los 'zapatistas', los 'villistas', los 'huer-tistas', los 'carranzistas', los 'obregonistas', etc., y los estudiosos de 'las revoluciones' no abordan en momento alguno los análisis de otras regio-nes distintas a las tradicionales: centro y norte de México.

Si estos hechos están claros en aquellas regiones o estados que 'se mantu-vieron al margen de la revolución' (sic); la llamada "Revolución" (con mayúscula) está en entredicho en la región de Morelos, en donde actuó el "Centauro del Sur", Emiliano Zapata. En efecto, si para Adolfo Gilly,

"la trayectoria del zapatismo es, en la revolución mexicana, la forma concreta de ese fenómeno presente en todas las revoluciones: 'la doble revolución', la revolución en la revolución, la vía por la cual las masas persisten en afirmar sus decisiones más allá de las inevitables mediaciones de las direcciones, el camino de su autonomía y su auto-gobierno organizado. Para medir los alcances últimos de esta revolución campesina específica que fue la revolución mexicana hay que seguir los pasos del zapatismo". (1979:37)

Para Arnaldo Córdova ese zapatismo tiene una interpretación muy cla-ra, a la cual se acoge el autor de este trabajo. Dice Córdova:

"¿Puede hablarse, legítimamente, de una revolución, en el caso del movimiento zapa-tista? Mucho de lo que hoy se conoce sobre Zapata y el zapatismo... nos indica que no. Ese retorno al pasado en el que se cifra el localismo del movimiento, la falta de

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un proyecto nacional de desarrollo y la falta de una concepción del Estado son ele-mentos que impiden concebirlo como una revolución. Una revolución, política o so-cial, nunca es local, ni mira a reestablecer el pasado; una revolución es nacional, y por ello mismo se plantea como primer objetivo la toma del poder político. Si todo esto entra en la concepción y en la acción del Zapatismo, habrá entonces que hablar de éste como una revolución frustrada, es decir, de una revolución que no fue...". (1981: 154)

Sin embargo, no dejará de haber quienes afirmen que sí hubo revolución, porque el Estado mexicano de la post-revolución es distinto al Estado del porfiriato. De esto no cabe la menor duda; pero si a este cambio se le quiere denominar revolución, ésta sería al estilo de las revoluciones bur-guesas que estudia Barrington Moore1 (1973), dado que el cambio expe-rimentado fue de unos generales liberales de las guerras de la reforma (185O's), quienes ocuparon cargos gubernamentales, a unos gobernantes que se hicieron famosos como efecto de su participación en los conflictos aciales del segundo decenio del presente siglo; pero en ningún momento hubo un acceso al poder por parte de los llamados "sectores populares"; lo verdaderamente revolucionario se vivió en las artes, ya que desde la pintura, la escultura, la literatura y la música, el pueblo fue fuente de inspiración para distintas obras, y los sectores acomodados se apropia-ron de las expresiones culturales populares como símbolo de "lo me-xicano".

1Moore. Barrington. Los orígenes sociales de la dictadura y de la de-mocracia, Barcelona: Península 1973.

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EL PENSAMIENTO ECONÓMICO

EN LA FORMACIÓN

DEL ESTADO GRANADINO

1780 - 1830

Por Oscar Rodríguez Salazar* Historiador

Director del Departamento de Historia de la U. Nacional y profesor del Departamento de Historia de la U. de los Andes

El interés de este artículo es reali-zar una primera aproximación al contexto en el cual se comienza a construir en el naciente Estado una reflexión económica, ligada más al interés por solucionar problemas de orden práctico que a discusiones de índole teórica.

La polémica de los primeros eco-nomistas se centra en saber cuál de-be ser la orientación de la política económica. Cómo articular la na-ción al mercado mundial, bajo qué patrones se debe incentivar la agri-cultura, de qué sectores el Estado se proveía de recursos, cuál sería la dimensión de la política monetaria.

Los proto-economistas, como al-gún historiador los ha querido de-nominar, se formaron polemizan-do contra la manera como España intenta regular las actividades co-merciales de sus colonias. Para tal fin, ellos recurrieron a las elabora-ciones de la fisiocracia y del libe-ralismo económico, escuelas que les suministraban suficientes argumen-tos para cuestionar a la política

Detalle del billete del Banco Hipotecario de 1881 por valor de diez pesos

mercantil desarrollada por los mo-narcas borbónicos.

Hombres como don Antonio de Narváez, José de Pombo y Pedro Fermín de Vargas, se apoyaron en las teorías de Adam Smith y de Francois Quesnay, para controver-

tir con la burocracia colonial. José María Castillo y Rada debió res-ponsabilizarse de convertir la críti-ca en una serie de cambios en la in-tervención del Estado.

El pensamiento de estos autores es analizado en esta investigación te-niendo como marco la teoría eco-nómica clásica, de la cual nos ocu-paremos en la primera sección del artículo.

Además, se hará en una segunda entrega referencia a la situación económica de la colonia al finali-zar el siglo XVIII y a la forma có-mo, durante las administraciones del General Simón Bolívar y la Vi-cepresidencia de Santander, se to-maron las primeras medidas para liberalizar el Comercio Exterior Granadino.

I. EL DEBATE ECONÓMICO

Se conoce históricamente a los Mercantilistas1 como aquellos pen-sadores que identificaron riquezas con abundancia de metales precio-sos; por tanto, una de las preocu-paciones de los Estados Absolutis-

* El autor agradece la colaboración prestada, por el Comité de Investigaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de los Andes.

1 Uno de los estudios de la época mercantilista la concibe como una fase en la historia de la política económica; una de sus características centrales era "fortalecer el poder mismo del Estado; el poder del Estado era la mira central del Mercantilismo. Y al decir esto, me refiero en primer término al poder del Estado en el exterior, frente a otros estados". Ver Heckscher, Eli. La Época Mercantilista. Editorial Aguilar. Madrid 1932, p. 3 y 6.

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tas era la de mantener una balanza comercial favorable2.

Para lograr este propósito se hacía necesario incentivar las exportacio-nes y restringir las importaciones. Lo primero se podía conseguir me-diante el uso de cuatro instrumen-tos: reembolsos, primas, tratados comerciales favorables y el estable-cimiento de colonias. Lo segundo se obtenía por medio de la imposi-ción de aranceles elevados o de pro-hibiciones absolutas a la compra de mercancía extranjera; la protección no se efectuaba de forma general, sino que primaba el interés de la in-dustria nacional; así la importación de materia prima 3 estaba exenta de impuestos y en algunas oportu-nidades el comerciante que la ad-quiría podía obtener una bonifi-cación.

Los efectos de esta política trascien-den la simple intención de mante-ner una balanza comercial favora-ble; ella repercute directamente en la protección a la industria, en la provisión de materias primas abun-dantes y baratas, y en asegurar la ampliación del mercado para las manufacturas de los países europeos. Uno de los mecanismos para man-tener un superávit en el comercio Exterior eran los tratados comercia-les entre la naciones. Como casos ilustrativos, se pueden mencionar el

Migración del campesino a la ciudad.

de Methuem4 celebrado en 1703 entre Inglaterra y Portugal, me-diante el cual el segundo país se compromete a comprar al primero paños y en lugar de la corona in-glesa admitirá en su reino la venta de vinos portugueses, pagando las 2/3 partes de los derechos que can-celaban los vinos franceses.

Otro ejemplo lo constituye el tra-tado de Utrechet, firmado en 1713, y que es el resultado de la guerra de sucesión por obtener el trono es-pañol. Mediante él se reconoce co-mo Rey de España a Felipe V y des-

cendiente de los Borbones. Tal vez lo más importante son las cláusu-las que benefician a Inglaterra y le otorgan prerrogativas comerciales que la favorecerán para adquirir su-premacía en el resto del continen-te. La corona inglesa retendría pa-ra sí a Gibraltar y Menorca, Terra-nova, el territorio de la Bahía de Hudson, Nueva Escocia y adquiría el derecho de comerciar con las co-lonias españolas por medio del Na-vio de Permiso; este mismo trata-do la convierte en arbitro de Europa.

Estos tratados se ajustaban al es-píritu de los negocios realizados en la órbita del Comercio Internacio-nal, los cuales han sido caracteri-zados lúcidamente por Schumpeter: "Aunque a menudo es ignorado por los críticos de las teorías mer-cantilistas el hecho de que aquella época es la del imperialismo pirata y que el comercio se asociaba a la colonización, la explotación desca-rada de las colonias fundadas con las guerras privadas cuya responsa-bilidad negaban a menudo los go-biernos principalmente el inglés y con condiciones que constantemen-te bordeaban la situación bélica. El ejemplo clásico de todo eso es la ya citada Compañía de las Indias Orientales."5

El sistema colonial asegura la ex-tracción de un excedente económi-

2. Fernando Braudel en su obra Civilización material, Economía y Capitalismo Siglos XV a XVIII, y especialmente en el tomo II "Los Juegos del Intercambio" p 170, expresa que "El sueño de todos los gobiernos mercantilistas, es tener una balanza comercial favorable, por cuanto se identifica riqueza nacional con reservas monetarias. Todas estas ideas han emergido, bastante lógicamente, al mismo tiempo que los Estados territoriales: apenas esbozados, se defienden, deben defenderse. Desde Octubre de 1462, Luis XI tomaba medi das para controlar y limitar la salida, en dirección de Roma, de oro, plata, Vellón y otros que se podían enajenar, llevar y transportar fuera de las fronteras del Reino".

3. Adam Smith, en el libro La Riqueza de las Naciones se dedica a exponer, los principios mercantilistas y en especial las doctrinas sobre la protección y el sistema monetario. En particular hace un somero recuento de las medidas tomadas, en Inglaterra por el Rey Jorge III con el objeto de dar bonificaciones a los importadores de materias primas. Ver p. 563 del libro editado en Madrid por la Editorial Aguilar en 1967.

4. Por este tratado se suprime todo impuesto a los barcos ingleses que entren en posesiones portuguesas, y otorga a los ingleses la libertad de comercio con Brasil, multiplicando las posibilidades de contrabando hacia las colonias Españolas. Estas relaciones comerciales trian- gularees, Brasil-Inglaterra-Portugal, darán por resultado un saldo favorable a la primera que será cancelado en oro. Ver, Vilar, Pierre, Oro y Moneda en la Historia. París: Editorial Science. Flammarion, 1974 p. 280.

5. Schumpeter, Joseph. Historia del Análisis Económico. Editorial Aguilar. p. 411.

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co. Las metrópolis establecen un es-tricto control sobre el comercio de sus periferias. En Inglaterra la Ley de Navegación reglamentó el co-mercio con sus colonias, al estipu-lar las clases de artículos que se de-bían vender exclusivamente a la "Madre Patria" y aquellos que en-traban en el régimen de libre co-mercio.

Castillo de San Fernando de Bocachica. Garita en el baluarte del Rey

España, por su parte, garantizó el monopolio comercial con el Nue-vo Mundo, al designar los puertos de salida (Cádiz) y los sitios de lle-gada (Veracruz, Portobelo y Car-tegena); además de la prohibición de comprar mercancías a buques di-ferentes a los autorizados por la Corona Española. Con la expedi-ción del Reglamento sobre el Libre Comercio, promulgado en 1778, se intentó otorgar mayor participa-ción a otras regiones de la Penín-sula Ibérica, al ampliar el número de puertos así como al habilitar en Hispano-América otros lugares de llegada.

Esta política era agenciada y sos-tenida por las grandes compañías comerciales, quienes se beneficia-ban de esta clase de intercambio; para Maurice Dobb: "Los grandes dividendos de las compañías de las Indias Orientales a través de pro-longados períodos indican con cla-ridad que ellas transformaron su poder en ganancias. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales pagaba a los nativos productores de pimienta alrededor de una décima parte del precio que percibía en Ho-landa. La Compañía Francesa de las Indias Orientales compró en el Oriente, en 1691, bienes por 487.000 libras, que vendió en Fran-cia por 1.700.000 libras. La escla-vitud era en las colonias otra fuen-te de grandes fortunas; los cultivos de azúcar, algodón y tabaco, des-cansaban —todos ellos— en el tra-bajo de esclavos."6

Los mercantilistas tenían una expli-cación teórica para llevar a cabo su política económica. Sin embargo contaban con una limitación por cuanto la economía no había sur-gido como ciencia y todavía se con-fundía con el mundo de los nego-cios; para Marx esta disciplina só-lo aparece como tal a fines del período manufacturero. Por ejem-plo, es interesante mencionar la ex-plicación de por qué se debe reali-zar el control de cambios; Gérard Molynes, sostenía que si el nume-rario de un país se encuentra por debajo de la paridad metálica, ten-derá a salir hacia otras naciones lo cual repercutirá en un descenso de los precios internos y en un alza de los mismos en el país receptor del nuevo circulante; de ahí la impor-tancia de contar con un mecanismo que controle el tipo de cambio y que pueda mantener un aceptable volumen de metálico.

Igualmente se daba una interpreta-ción económica al deseo de mante-

ner una balanza comercial favora-ble. Tanto la protección a la indus-tria como la reducción en las tasas de interés incidían sobre los nive-les de empleo; estas dos políticas garantizaban una inversión de ca-pital orientado hacia la manufac-tura; generando nuevas fuentes de empleo e incrementando el poder de compra de la población.

Otro aspecto importante de tener en cuenta es cómo en este proceso sub-yace la conformación de los Esta-dos nacionales. El surgimiento del Estado Nación se realiza bajo la tu-tela del capital mercantil. Durante este período es frecuente la confu-sión entre el interés de la Nación y el del comercio internacional. Pitt llegó a manifestar: "La política bri-tánica es el comercio británico". Los órganos deliberativos de la Re-pública Inglesa tienen como tema central de discusión, la política para desarrollar el comercio; la burgue-sía vinculada a esta actividad ad-quiere paulatinamente mayor repre-sentación política en la Cámara de los Comunes y con ello mayor po-der. El Estado de una parte asegu-ra el interés del capital comercial en el extranjero y de otra, favorece el desarrollo manufacturero interno mediante la protección.

El surgimiento del estado nación se realiza bajo la

tutela del capital mercantil.

Otra explicación de esta época es la elaboración de Marx., la cual se orienta preferencialmente al análi-

6. Dobb, Maurice. Estudios Sobre el Desarrollo del Capitalismo. Editorial Siglo XXI. 3a. Edición, p. 247.

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sis del significado histórico del mer-cantilismo y deja en un segundo plano la discusión teórica que pue-den suscitar sus postulados. Para este autor este período coincide con los albores del modo de producción capitalista y con el estadio en el cual el comercio domina el conjunto de la actividad económica.

Es así como la política mercantil se caracteriza por cuatro elementos:

1 Proteccionismo. 2 Sistema Colonial. 3 Deuda Pública. 4 Sistema Tributario.

Según Marx, para la ejecución de esta política es necesario el poder del "Estado de la fuerza concentra-da y organizada de la sociedad".7

Mediante este conjunto de medidas se agiliza el tránsito de la sociedad feudal a la capitalista. Histórica-mente es en España, Portugal, Francia e Inglaterra y especialmente en esta última, en el siglo XVII, donde se plasman y sintetizan es-tas políticas.

La protección para la industria na-ciente se convirtió en uno de los puntos centrales defendidos por el mercantilismo. Marx analiza este aspecto desde la óptica de lo que és-te significó para el desarrollo del ca-pitalismo. Los aranceles y las tari-fas aduaneras eran indispensables para asegurar el desarrollo de la manufactura, protegerla de la com-petencia extranjera. Si el Estado no realizaba esta política, fácilmente se podían arruinar las industrias na-cionales. En una época en la cual se revoluciona constantemente la forma de producir, se introduce la máquina, se reducen los costos de producción, era imprescindible que los Estados estuvieran prestos a im-

poner tributos arancelarios, o de lo contrario la quiebra de los indus-triales era inminente. El entrelaza-miento de intereses entre comercio e industria, llevan a estos dos sec-tores a adelantar una política con-junta: "Eran los comerciantes y so-bre todo los armadores de barcos quienes por encima de los demás pugnaban por conseguir la protec-ción del Estado y los monopolios; y aunque también los manufactu-reros, es cierto, demandaban y con-seguían medidas proteccionistas, marchaban constantemente, en cuanto a la importancia política, a la zaga de los comerciantes".8

El sistema proteccionista: "Fue un medio artificial para fabricar fabri-cantes, expropiar obreros indepen-dientes, capitalizar medios de pro-ducción y de vida de la nación y abreviar el tránsito del antiguo al moderno régimen de producción. Los estados europeos se disputaron la patente de este invento y una vez puesto al servicio de los acumula-dores de plusvalía, abrumaron a su propio pueblo y a los extraños, para conseguir aquella finalidad, con la carga indirecta de los aranceles pro-tectores, con el fondo directo de las primas de exportación, etc. En los países secundarios sometidos a otros se exterminó violentamente toda la industria, como hizo por ejemplo Inglaterra con las manu-facturas laneras en Irlanda".9

Con el licenciamiento de las hues-tes feudales se proveyó de mano de obra a la manufactura inglesa, ade-más la expropiación de los medios de vida de la población rural, su conversión en capital y la concen-tración de los medios de producción contribuyen a crear el mercado de trabajo. Esta dinámica confluye con la protección.

La artesanía inglesa era una activi-dad realizada al interior de las fa-milias campesinas y con un desarro-llo posterior, se transformó en una pequeña empresa (el taller artesa-nal), la cual abastecía al mercado regional. Uno de sus rasgos distin-tivos consistía en que el trabajador era el propietario de sus medios de trabajo, otro el que los talleres ar-tesanales se hallaban diseminados por toda la comarca. Cuando se co-mienzan a concentrar los medios de producción en la fábrica, cuando se expropia al grueso de la población de la tierra y de los medios de vi-da, se marca el inicio de la forma de producción capitalista. Por me-dio de la competencia el proceso de expropiación y centralización del capital se da también en el seno de la clase burguesa; éste se ve favo-recido por la adopción de la coo-peración en la producción manu-facturera, la aplicación de la técni-ca a la producción, la mayor división del trabajo en el interior del taller, la socialización de la produc-ción, la reducción de costos en la aplicación de la fuerza social del trabajo. De esta forma, por medio de la competencia se dan pasos ha-cia la monopolización en la econo-mía.10 La protección salvaguarda este doble proceso, y para el mar-xismo, el Estado Nacional en for-mación garantiza este desarrollo y legitima no sólo la expropiación del campesino pobre, sino la explota-ción económica a que era someti-do el proletariado de la fábrica.

Mediante el sistema colonial, se am-plió el radio de acción del comer-cio, se dio impulso a la navegación, se expandió el mercado para los productos industriales, se estimuló la acumulación de capital, y — gracias a la importación de meta-les preciosos— la metrópoli aumen-

7. Marx, Carlos. El Capital T I. Editorial Fondo de Cultura Económica. Méjico Cuarta Edición 1966. p. 638-639. 8. Marx, Carlos y Federico Engels. La Ideología Alemana. Bogotá. Editorial Arca de Noé. 1975. p. 67. 9. Marx, Carlos. El Capital T I op. cit p. 643. 10. Ver Marx, Carlos. La Miseria de la Filosofía. Medellín, Edit. E 1971 pág. 166.

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tó los medios de cambio. En el in terior de las metrópolis este siste ma ayudó al florecimiento de la burguesía y contribuyó a que ese sector social se transformara en la clase políticamente dominante. Mientras tanto, la situación en las colonias era oprobiosa. Las regio nes económicas más significativas para el país colonizador eran explo tadas por medio de la mano de obra esclava; la producción de oro y pla ta en Hispanoamérica se realizaba por intermedio de la esclavitud ne gra y en América del Norte el cul tivo del algodón era efectuado en condiciones similares.

La situación de los esclavos en Su-rinam, en el Brasil y en los estados meridionales de Norte América llevó a Marx a señalar que: "La esclavitud directa es un pivote de jouestro industrialismo actual, lo mismo que las máquinas, el crédito, etc. Sin la esclavitud no habría algodón y sin algodón, no habría industria moderna. Es la esclavitud lo que ha dado valor a las colonias, son las colonias las que han creado el comercio mundial, y el comercio mundial es la condición nece-

saria de la gran industria mecani-zada. Así, antes de la trata de negros, las colonias no daban al mundo antiguo más que unos pocos productos y no cambiaron vi-siblemente la faz de la tierra, la es-clavitud es, por tanto, una categoría económica de la más alta importancia".11

Las guerras entre las principales na-ciones europeas por la conquista del mercado mundial, dan origen tanto a la deuda pública como al nacimiento del moderno sistema tributario, la única garantía para cancelar los préstamos recibidos por el Estado. Al no ser suficientes los ingresos tributarios para sufragar los gastos bélicos, el monarca se ve ante la necesidad de recurrir a los empréstitos de los comerciantes y financistas para hacer frente a las amenazas externas.

Internamente, tanto en Inglaterra como en Francia, el crédito público tiene profundas repercusiones económicas y sociales; es una fuente de acumulación de capital: "La deuda del Estado, cuyos orígenes encontramos ya en Génova y en Ve-

necia durante la edad media, se adueñó de toda Europa durante el período manufacturero. El sistema colonial, con su comercio marítimo y sus guerras comerciales, le sirvió de acicate. Por eso fue Holanda el primer país que la arraigó... El crédito público se convierte en credo capitalista... La deuda pública es una de las más poderosas palancas de acumulación originaria. Es como una varita mágica que infunde virtud procreadora al dinero improductivo y lo convierte en capital sin exponerlo a los riesgos ni al esfuerzo que siempre lleva consigo la inversión industrial e incluso la usuraría. En realidad los acreedores del Estado no entregan nada, pues la suma prestada se convierte en títulos de la deuda pública, fácilmente negociable, que siguen desempeñando en sus manos el mismísimo papel del dinero".12

Las rentas anuales, vitalicias y eternas a las que se refiere Smith en su obra tienen como finalidad los créditos. La deuda pública tiene su congénere: el sistema bancario. Los bancos surgen como una de las formas de financiar la actividad estatal y se convierten en otra forma de acumulación. Por ejemplo, el Banco Inglés aparece a mediados de 1694 y tiene como función financiar y concentrar los capitales adquiridos por el monarca para garantizar la expansión del Imperio.

El moderno sistema tributario viene aparejado con la deuda pública. Nuevos empréstitos significan nuevos impuestos para sufragar los gastos y los intereses de los empréstitos concedidos al Estado. Los impuestos que en su mayoría gravan artículos de primera necesidad, encarecen este tipo de productos y se convierten a la larga en un mecanismo favorecedor de la expropiación del campesino y del artesano,

11. Marx, Carlos. "Carta a P. V. Annekov," 1846. Publicada en el libro La Miseria de la Filosofía, p. 204. 12. Marx, Carlos. El Capital. TI p. 641.

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"E/ pago del diezmo en 1620"

para quienes, al agobio de las deudas contraídas, se debe sumar el pago de los impuestos que recaen como un nuevo costo. El impuesto al consumo no alcanzó su verdadero significado sino "después del adve-nimiento de la burguesía. En manos del capital industrial, es decir, de la riqueza sobria y económica que se mantiene, se reproduce y se agranda por la explotación directa del trabajo, el impuesto sobre el consumo era un medio de explotar la riqueza frivola, alegre y pródiga de los grandes señores que no hacían más que consumir".13

De otra parte, el aspecto político del sistema tributario está encaminado —según Marx— a que la burguesía se mantenga como clase dominante. Es, por decirlo así, la principal fuente de fondos que, extraídos del conjunto de las clases, son invertidos en someterlas al dominio burgués. Ante una mayor división del trabajo, nace la necesidad de mantener una estructura so-

cial que tiene para sí nuevas actividades, nuevos sectores de pro-ducción sobre los cuales intervenir y un mayor radio de acción del en-frentamiento político entre las clases, se requiere cada vez más la presencia del Estado, lo cual genera nuevos gastos y paralelamente nuevos impuestos; de ahí que simultá-neamente la complejidad social que adquiere una nación requiere de un crecimiento del sistema tributario. Para finalizar el análisis del pensa-miento mercantilista se pueden re-sumir, tomando a Maurice Dobb, las características de esta época:

"En suma, el sistema mercantil fue un sistema de explotación a través del comercio regulado por el Esta-do, que desempeñó importantísimo papel en la adolescencia de la indus-tria; fue, en lo esencial, la política económica de un período de acu-mulación primitiva. Tan importan-te se consideró en su tiempo que en ciertos escritos mercantilistas halla-mos una tendencia a considerar la

ganancia que arrojaba el comercio exterior como la única forma de ex-cedente y, por tanto, como la úni-ca fuente de la acumulación, así co-mo la de las rentas del Estado".14

El libre cambio y la acción del es-tado. El liberalismo económico se construye a partir de una reflexión sobre la teoría del valor y de la po-lémica que mantiene con sus ante-cesores, Los Mercantilistas y la Fi-siocracia. Por eso no es gratuito el nombre dado por Adam Smith a su obra "Indagación acerca de la Na-turaleza y las causas de la Riqueza de las Naciones", publicada en el años de 1776.

Los libertadores colombianos y en general los políticos y economistas de la segunda mitad del siglo XIX identificaron el libre cambio con la renuncia del Estado a intervenir en el proceso económico. El interés de este capítulo es controvertir con es-

13. Marx., Carlos. La Miseria de ¡a Filosofía, p. 167.

14. Dobb, Maurice. op. cit. p. 249.

Detalle de un billete del Banco Nacional con la figura de Rafael Núnez Bog. 1887

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ta apreciación y señalar someramen-te los aspectos claves de esta escue-la en relación a la libre circulación internacional de mercancías, a la prohibición para que el Estado fije autónomamente los precios de las mercancías, a la abolición de toda clase de restricción contra la movi-lidad de la mano de obra y del ca-pital, a la libertad del mercado mo-netario y el de tierras y a la forma como el Estado se reserva el mono-polio de la emisión de papel moneda. La primera exigencia de la econo-mía clásica a la política es la de ga-rantizar la libertad de comercio en-tre las naciones, por cuanto de esta forma se obtiene una óptima asig-nación de recursos productivos. Pa-ra Ricardo: "En un sistema de co-mercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente su capi-tal y su trabajo en empleos que sean los más beneficiosos para ambos. Esta persecución del provecho indi-vidual está admirablemente relacio-nada con el bienestar universal. Dis-tribuye el trabajo en la forma más efectiva y económica posible al es-timular la industria, recompensar el ingenio y por el más eficaz empleo de las aptitudes peculiares con que nos ha dotado la naturaleza; al

aumentar la masa general de la pro-ducción, difunde el beneficio y une a la sociedad universal de las nacio-nes en todo el mundo civilizado con un mismo lazo de interés e inter-cambio común entre todos ellos".15 Por lo tanto, suprimir toda clase de restricciones al comercio internacio-nal era una tarea prioritaria; sin em-bargo esta política no podía ser to-mada indiscriminadamente. Por el contrario, algunas industrias serían protegidas por el gobierno ya direc-tamente a través del arancel o finan-ciadas mediante subvenciones. Por ejemplo, Smith contemplaba algu-nos casos en los cuales era necesa-rio colocar un impuesto a la indus-tria extranjera con el fin de estimu-lar la nacional. Estas recomenda-ciones arancelarias partían del he-cho que "la industria se halla en la Gran Bretaña perfectamente segu-ra, y aunque se encuentre todavía bastante lejos de ser perfectamen-te libre lo es tanto o más que en cualquier otro país de Europa".16

De ahí que suprimir toda barrera a la industria nacional no signifi-caba mayor peligro, y sí en cambio el capitalismo inglés se podía bene-ficiar al contar con un mayor mer-cado a escala mundial.

De esta manera se critica la políti-ca de los mercantilistas de comer-ciar únicamente con los países con los cuales se tiene una balanza co-mercial favorable. El intercambio de un país normalmente se produ-ce cuando la producción es mayor que el consumo, se exporta el exce-dente y de esta forma se incremen-taría el capital del país en la misma proporción. En el caso contrario, es decir, si el consumo es mayor que la producción, será necesario echar mano del capital, lo cual tendrá co-mo efecto el estancamiento y retro-ceso de la sociedad. Las primas otorgadas a la exporta-ción son criticadas por el liberalis-mo económico por cuanto uno de los efectos nocivos de esta medida es el de favorecer la venta de cier-tos artículos en el extranjero, a pre-cios más rentables que los internos, lo que va en desmedro del consumo nacional y a la larga grava a la po-blación con dos impuestos diferen-tes: el de la prima y el del incremen-to del precio interno. Estas son las consecuencias de querer otorgar, además del monopolio del merca-do interior, el del extranjero, a cier-to tipo de producción.

Los tratados comerciales entre las naciones se transforman en agentes propulsores del monopolio. No obs tante la situación de las colonias, podía ser sustituida por la firma de un tratado con la metrópoli y de es ta forma se les podría otorgar la in dependencia política. Esta aprecia ción de Smith no es compartida por David Ricardo, quien considera que la libertad de comercio debe ser ex tendida a todas las naciones inclui das las colonias, las cuales, al tor narse soberanas contribuyen a una mejor distribución de los factores productivos.

La relación comercial entre los paí-ses colonizadores y los colonizados,

15. Ricardo David.Principios de Economía Política y Tributación, Bogotá, Edit. Fondo de Cultura Económica. 1976. p. 102. 16. Smith, Adam. op. cit. p. 470.

Facsímil del billete perteneciente a la serie de la tesorería nacional de la República de Colombia. Esta serie fue editada en billetes de a $1, $2, $5, $10, $25, $50. $100, en 1904

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"La Hermosura dedicada a las bijas del trópico"

debe guiarse, por las leyes de las ventajas absolutas: "las colonias abren un mercado nuevo más bien para los productos elaborados que para los productos en bruto de Europa. La actividad conveniente para todas las colonias nuevas es la agricultura; actividad que la bara-tura de las tierras hace más venta-josa que todas las demás. Por con-siguiente, las colonias tienen abun-dancia de productos brutos de la tierra y lejos de importarlos de otros países disponen, por regla general, de un gran excedente para la expor-tación... Resulta más barato com-prar a otros países la mayor parte de los productos elaborados que fa-bricarlos en la misma colonia. Es-to estimula indirectamente a la agri-cultura de Europa al dar pábulo a sus industrias. Los obreros elabo-radores de Europa a quienes ese co-mercio proporciona ocupación constituyen un mercado nuevo para la producción de la tierra, el más ventajoso de todos los mercados y, de este modo, gracias al comercio de América, se agranda extraordi-nariamente el mercado interior pa-ra los cereales, el ganado y la carne fresca de Europa".17

El laissez-faire no es solamente el suprimir todas las trabas al comer-

cio internacional sino que implica una premisa importante: la libertad de circulación de capitales y de ma-no de obra, inicialmente en el inte-rior de la sociedad inglesa. La pri-mera permite que los capitalistas se trasladen hacia inversiones más ren-tables; la existencia de monopolios productivos impide la llegada de nuevos capitales y restringe la pro-ducción, teniendo como consecuen-cia inmediata el alza de los niveles de precios. La segunda, la movili-zación del proletariado por el terri-torio inglés incrementa la oferta de mano de obra, en un momento en que se atraviesa por un acelerado crecimiento económico. A esta di-námica se oponían los gremios ar-tesanales, que con su particular le-gislación, impedían incrementar la producción al implantar una serie de requisitos para ejercer una de-terminada profesión.

Entre las intervenciones nefastas en la economía —después del proteccionismo— John Stuart Mili menciona el afán del Estado por acabar con la usura, fijando lími-tes a los intereses cobrados por préstamos bancarios. Esto no im-pide que el Estado deba controlar la oferta monetaria. Pero querer imponer una tasa de interés es ol-vidar las leyes que regulan el mer-cado monetario; los decretos no pueden hacer que lo pagado por ha-cer uso del dinero sea más bajo que la tasa de interés en el mercado. Cuando el gobierno absurdamente intenta obtener esta meta, lo que sencillamente está produciendo es la creación de un mercado extra-bancario y no se puede acabar con él mediante la represión. En Ingla-terra se penaba a los ciudadanos que violaran esta disposición. Cuando el gobierno recurre a este mecanismo, el prestamista prefie-re guardar su dinero que colocarlo

a disposición del público. Así, pa-ra evitar estos tropiezos económi-cos la única garantía es la libertad en el mercado monetario.18

Toda política del Estado que tien-da a fijar arbitrariamente precios, aunque el objetivo perseguido sea deseable, conlleva resultados desas-trosos. Mili pone como ejemplo el de los artículos agrícolas:

"Los artículos alimenticios son el caso más plausible para tratar de abaratar artificialmente una mer-cancía. En este caso es innegable la deseabilidad del objetivo que se persigue. Pero puesto que el precio medio de estos artículos, como el de todas las demás cosas, se ajusta al costo de producción, con la adi-ción de la ganancia usual, si el agri-cultor no espera obtener precio no producirá... En casos semejantes los especuladores no se aventurarán a competir con el gobierno, y si un buen gobierno puede más que cual-quier comerciante, no puede hacer tanto como todos los comerciantes juntos".19

De tal forma que puede culparse al gobierno más bien de encarecer las cosas, que realmente de abaratar-las. Aquí obviamente son incluidos los monopolios otorgados por el gobierno; entre ellos estarían los concedidos a los productores inter-nos mediante el arancel. La única excepción a este nivel, que contem-pla Mili sería la de los inventos; la patente permitirá al inventor gozar del monopolio y por este camino se incentivan los descubrimientos.

Ahora bien, la intervención del Es-tado en la economía toma dos ca-minos: ingresos y gasto público. Es-te último está condicionado por el radio de acción que se le impute al gobierno. Normalmente al sobera-

17. Ibid. p. 532. 18. Mili, John Stuart. Principios de Economía Política. Méjico. Editorial Fondo de Cultura, p. 686. 19. Ibid. p. 795.

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no se le permiten gastos para: 1) La defensa de la sociedad. 2) La admi-nistración de justicia, que debe cos-tear el pago de jueces, tribunales, etc y evitar que cualquier miembro de la sociedad sea víctima de la opresión de otro y para hacer que los contratos se cumplan. 3) El mantenimiento de las obras públi-cas. 4) Garantizar el comercio del país (carreteras, canales, puertos) y la instrucción de la población. 5) Acuñar moneda (que a su vez es un monopolio estatal), la prescripción de un patrón de pesas y medidas, pavimento y alumbrado público.20

Estas erogaciones pueden ser finan-ciadas ya sea por medio de emprés-titos tomados por el Estado o por el sistema impositivo; lo normal es recurrir a este último. Al colocar un impuesto se abre nuevamente el de-bate acerca de cuál debe ser su orientación y cómo afecta las leyes del mercado y por ende la fijación de los precios. Las posibilidades para fijar un impuesto son cinco: sa-larios, capital, renta, comercio ex-terior y ventas. Una máxima sobre cualquier gravamen es que éste de-be recaer no sobre el capital sino so-bre el ingreso de una nación. La otra es que si el Estado crea condi-ciones jurídicas que garanticen el proceso económico, es justo que cobre por este servicio; por consi-guiente debe participar en los incre-mentos de la renta de los particu-lares, sociedades comerciales o in-dustriales. En caso de disminuciones del ingreso nacional el gobierno disminuirá las tasas im-positivas.

Cuando el capital se grava, es el consumidor quien lo debe pagar por cuanto el patrón traslada el nuevo gravamen al precio del pro-ducto para salvaguardarse de este

nuevo costo que intenta reducir el beneficio. Si el gobierno abusa de la tributación al capital, puede in-fluir en que éste ingresa a otros paí-ses por "cuanto el propietario del capital es propiamente un ciudada-no del mundo y no se halla ligado forzosamente a ningún país deter-minado. Quizás abandonase el país en el que se hallaba expuesto a una investigación molesta cuya finali-dad no era otra que la de imponerle un pesado gravamen y trasladarse su capital a otro país en el que pu-diera llevar adelante sus negocios o disfrutar de su fortuna con mayor comodidad".21

El impuesto a la renta de la tierra, que afecta única y exclusivamente al terrateniente, podrá desalentar el cultivo. Algo similar ocurre con los impuestos sobre los salarios los que al mantenerse a nivel de subsisten-cia y recibir un gravamen, afectan al capitalista en tanto no puede re-ducir sus utilidades.

El tributo cancelado por un pro-ducto primario (v. gr. cereal) y por los artículos necesarios para el obrero son objetados, en tanto que los impuestos al agro no son paga-dos por el terrateniente, ni los ela-borados por la industria son can-celados por el capitalista, sino que ellos son trasladados al consumi-dor. El mayor precio de las mercan-cías de primera necesidad hará su-bir el precio de las subsistencias e incidirá en el alza de salarios.

Este impuesto tiene el mismo efec-to que si se incrementa la deman-da de mano de obra, lo cual reper-cute en un aumento de salarios. Co-mo resultado final se tendrían que reducir las utilidades; además al su-bir el precio del artículo se compe-tiría —por algún tiempo— desven-tajosamente en el mercado interna-cional.22

La Fisiocracia y el Impuesto único. Esta escuela es contemporánea con la de los librecambistas; como ellos, propugnó por la libertad de comer-cio. Frangois Quesnay, su ideólo-go más importante, entró a formar parte de la pléyade de pensadores económicos clásicos por cuanto postuló un conjunto de leyes ten-dientes a explicar el funcionamiento de la economía.

Según este autor los gastos produc-tivos son los proporcionados por la agricultura, los prados, los pastos, las dehesas, los bosques, las minas, la pesca, etc. para perpetuar las ri-quezas en granos, bebidas, carnes, madera, materias primas y de los artículos de la mano de obra. Las personas o mejor la clase social que los realiza hace parte de la clase productiva. Igualmente, existen los gastos estériles constituidos por "mercancías de mano de obra, alo-

20.Smith y John Stuart Mili, tienen una concepción similar de cuál debe ser la intervención del Estado. Para el segundo se debe distinguir entre las funciones necesarias y las facultativas; la quinta función seria facultativa.

21.Smith, Adam. op. cit. p. 741. 22.Ricardo, David, op. cit. p. 233.

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jamiento, impuestos, intereses de dinero, sirvientes, gastos del comer-cio, artículos extranjeros".23 Los industriales, comerciantes, finan-cieros, hacen parte de la clase esté-ril, la que consume la riqueza de la nación originada en el sector rural.

Para Quesnay los trabajos indus-triales no multiplican el capital de la nación, dado que el valor de esas obras no aumenta sino gracias al precio de subsistencia de los obre-ros; en otros términos, lo produci-do por la industria es consumido totalmente por los obreros y mer-caderes. Algo similar ocurre con los artesanos quienes consumen todo lo que producen, no ahorran y por tanto, de esa forma no se puede ge-nerar un proceso de acumulación.

Los comerciantes reciben un trata-miento analítico semejante: "Las grandes fortunas de los mercaderes han de ser consideradas como re-sultado de grandes compañías de

comercio que reúnen en conjunto ganancias semejantes a las de los pequeños mercaderes; al igual que realizan grandes trabajos amasan grandes fortunas mediante los pe-queños beneficios que se extraen del trabajo de un gran número de obre-ros. Todos estos empresarios sólo amasan fortunas porque otros rea-lizan los gastos. Así no puede ha-ber aumento de las riquezas."24

Otra clase parasitaria sería la con-formada por los banqueros y finan-cistas; esta actividad se convierte en una remora de la agricultura. Me-diante el crédito, las altas tasas de interés, succionan las riquezas pro-ducidas por el agro.

El trabajo realmente productivo es el desarrollado por la agricultura, por cuanto no solamente compen-sa los gastos sino que además paga la mano de obra empleada en el cul-tivo, rinde ganancias a los agricul-tores y produce las rentas de los bie-nes raíces. La agricultura se con-vierte en el pilar de las otras ramas de la actividad económica. Las ren-tas de la tierra sostienen los traba-jos, dan alimentos a la mano de obra vinculada a la industria; los productos de la tierra son el sostén del comercio y de la agricultura y de este sector se extrae la mayor parte de las rentas del Estado.

Al interior de la agricultura el co-lono (granjero o burguesía agraria) se convierte en el eje sobre el cual gira el sector productivo y a quien el Estado debe proteger. "Los co-lonos ricos ocupan a los campesi-nos que trabajan atraídos por el di-nero; su ganancia procura un de-sahogo que los fija en las provincias y que les permite alimentar a sus hi-jos, mantenerlos a su lado y esta-blecerlos en las cercanías. El papel

de este sector social trasciende el ámbito rural y se proyecta a la so-ciedad en su conjunto. Las rique-zas de los colonos son las que fer-tilizan las tierras, mutiplican el ga-nado, atraen y fijan los hombres en el campo, y crean la fuerza y la properidad de la nación".25

En esta perspectiva la política del gobierno debe ir orientada a pro-teger el sector productivo, a inter-venir en la agricultura y a contener el desarrollo acelerado de la manu-factura, propio de la época para la cual escribe la fisiocracia. ¡. *

Si, por el afán de captar ingresos tributarios, el Estado grava a la agricultura con impuestos arbitra-rios, puede originar que el terrate-niente se traslade a las ciudades, lo cual repercutiría en una migración masiva de los aparceros por no te-ner quién los contrate: ello despo-blaría el campo, reduciría los ingre-sos del Estado y contribuiría a la

23. Quesnay, Francois. Le Tableau Economique y otros escritos fisiócratas. Editorial Fontamara, 1974. p. 14.

24. Ibid. p. 174.

25. Ibid. p. 105-108.

La ganancia del campesino le permite alimentar a sus hijos, mantenerlos a s lado y establecerlos en las cercanías.

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decadencia de la nación. La políti-ca fiscal del Estado debe ser obje-to de minucioso estudio.

Quesnay no propone suprimir el impuesto a la agricultura francesa, sino más bien fijar un tributo úni co basado en la declaración del campesino acerca del número y ex tensión de sus propiedades, so pe na de ser sometido a un impuesto arbitrario si se le comprueba fraude.26

La intervención del Estado debía detenerse en la esfera de la circula-ción mercantil y el comercio tanto interno como externo debía ser li-bre. En este aspecto existe plena

identificación entre fisiócratas y li-brecambistas; incluso se puede de-cir que los primeros eran más con-cluyentes que los segundos. Liber-tad para el comercio de granos al interior de Francia y para la expor-tación, era el eje de sus recomen-daciones al Estado.

Mediante la libertad de comercio la relación de precios se podía incli-nar a favor de la agricultura; en ca-so contrario, al imponer restriccio-nes al comercio de las manufactu-ras, los precios de estas últimas se elevaban lo que repercutía en que por la misma cantidad de artículos de la clase estéril se debía entregar una mayor cantidad de productos de origen agrario.

Además con un comercio libre "tanto en las importaciones como en las exportaciones con los demás países los precios no estarán suje-tos a grandes variaciones: los pre-cios del reino al que nos referimos son iguales a los precios comunes de los demás países, por tanto, sus cosechas buenas o malas no supon-drán normalmente cambios en los precios. Durante el mismo año, en unos países se dan buenas cosechas y en otros malas, por lo que, con un comercio fácil y libre entre esas diferentes naciones, las que en un año sufren de escasez, son abaste-cidas por las que han obtenido co-sechas abundantes, y, otro año, és-tas son abastecidas por aquéllas, que han obtenido una buena cosecha".27

II LA CRÍTICA A LA POLÍTICA ECONÓMICA

Fuerte de San Felipe del pastelillo.

España no es ajena a la influencia ejercida por las nuevas formulacio-

nes en teoría económica; en la Pe-nínsula Ibérica "los ilustrados"

crean una corriente liberalizante. Las sociedades de los Amigos del país hacen parte de este movimiento que "pretendía difundir las ciencias útiles, el adiestramiento en los ofi-cios, revisar y modificar las orde-nanzas de los gremios y organizar el comercio en forma más racio-nal".28 Entre sus actividades se po-dían encontrar además de las cla-ses de agricultura, industria, de ofi-cios, de comercio, algunos cursos relacionados con la economía po-lítica en los cuales se debatía cuál debía ser la orientación a seguir pa-ra la práctica económica del Es tado .

Las reformas borbónicas de la se-gunda mitad del siglo XVIII son, en parte, resultado de estas modi-ficaciones. El Despotismo Ilustra-do pretendió reactivar el intercam-

26. Ibid. p. 219.

28. Anes, Gonzalo. El Antiguo Régimen: Los Borbones. Editorial Alianza Madrid 1981. p. 398.

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bio comercial con el Nuevo Mun-do, por medio de la liberalización del comercio internacional. Con el decreto sobre el libre comercio, se suprimió el régimen de Flotas, se terminó con el monopolio Gadita-no, se simplificaron los reglamen-tos para la navegación y se habili-taron nuevos puertos: Málaga, Ar-menia, Cartagena, Alicante, Barce-lona, Santander, Girón y Coruña. Otro elemento contemplado en el reglamento fue el de rebajar algu-nos derechos de aduanas y suprimir el pago del almojarifazgo para al-gunos artículos.29

Los cambios contribuyeron a dina-mizar el crecimiento económico co-lonial. Por ejemplo, hacia finales del siglo XVIII se presenta un nue-vo ciclo minero; a partir de 1760 el valor de la producción se incremen-ta 30, en un 310% por cuanto pa-

sa de 616.600 patacones entre 1760-1764 a 1.913.440 patacones en 1795-1799.

Al ser la minería el sector que jalo-na el crecimiento de las otras ramas de la actividad económica, era de esperarse que la agricultura tuvie-se igual comportamiento. Sin em-bargo se carece de estadísticas con-fiables que nos permitan de mane-ra directa apreciar estas modificaciones; para tener una idea cercana, se puede hacer una prime-ra aproximación con las cifras de la Real Hacienda. Al tomar la Al-cabala como un indicativo del co-mercio interno, se observará cómo esta actividad, para la provincia de Popayán, crece por cuanto en 1785 era del orden de 8.616 patacones y alcanza la suma de 20.395 pataco-nes en el año de 18OO.31 Las rentas estancadas, en especial tabaco y aguardiente, tienen una marcada tendencia al incremento, en 1780 son del orden de 3.082 patacones y en 1798 llegan a la cifra de 93.856 patacones, lo cual representa una variación de 30 veces el valor inicial.

La expansión de la economía paya-nesa puede ser extendida al conjun-to del Virreinato, o sea que al fi-nalizar el siglo XVIII la Nueva Gra-nada se está recuperando y ampliando el mercado interno. Esta dinámica se ve frenada por la exis-tencia del sistema fiscal el cual per-mite una fuga del excedente eco-nómico.

En las reformas del período borbón la Real Hacienda tiene un trata-miento preferencial que va en con-travía de la recuperación económi-ca, por cuanto los impuestos no se

invierten en las colonias sino que una buena proporción de ellos se destinan a financiar las empresas bélicas de los monarcas españoles. A nivel del sistema fiscal, se descen-tralizó su manejo; con la creación de las Intendencias y de la Regen-cia se le quitan las atribuciones a los Virreyes en esta materia. Las trans-formaciones del fisco tienen como uno de sus ejes una mayor raciona-lidad tanto en el cobro como en el gasto; por todos es conocido el im-pacto de las Reformas realizadas por Francisco Gutiérrez de Piñerez y cómo ellas suscitan el movimien-to de los Comuneros.

Como se mencionó anteriormente los gastos del Estado Colonial se destinan a pagar la burocracia, al equipamiento militar o se remiten al Consejo de Indias. Para ilustrar esta dinámica, se puede citar 32 lo acontecido en el año 1799 con la Caja de Popayán; de un total de 580.880 que se gastaron durante el año, el 86.3% se remitió a España, el 1.8% lo absorbió la burocracia y el 1.9% la Infantería. Las reme-sas se incrementaban cuando la co-rona española se encontraba en guerra ya sea con los franceses o con la monarquía inglesa.

Esta situación causaba malestar en-tre los criollos, quienes observaban una contradicción entre la prospe-ridad del Virreinato, la riqueza na-tural que él poseía y el atraso eco-nómico al cual se veía sometido. En las relaciones de mando y en los jui-cios de residencia, los virreyes de-jaban entrever las posibles causas del atraso. Don Pedro Messía de la Cerda en su relación del año de 1772 anotaba cómo, a pesar de te-ner abundantes materias primas"

29. Ver Reglamento para el libre Comercio. Editorial Univ. de Sevilla. España 1279 p. 10. 30. Cifras tomadas de Jaramillo Uribe, Jaime. La Economía del Virreinato. 1740-1810. En José Antonio Ocampo. Historia Econó

mica de Colombia. Editorial siglo XXI p. SI.

31. Cifras tomadas del Archivo General de Indias. Fondo Audiencia de Quito. Legajos 515 a 518. 32. Ibid. 33. Archivo Nacional de Madrid. Documento 3118.

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y productos alimenticios, apeteci-dos por los europeos, las restriccio-nes comerciales e impositivas impe-dían que ellos fuesen comercializa-dos y por lo tanto se privaba al Virreinato de ingresos por la expor-tación de sus productos.

Observaban una contradicción entre la

prosperidad del virreinato, la riqueza natural que el

poseía y el atraso económico al cual se veía

sometido.

La profesora Margarita González, en su trabajo sobre la política eco-nómica virreinal en el Nuevo Rei-no de Granada 1750-1810, constru-ye su análisis a partir de las relacio-nes de mando; al referirse al diagnóstico sobre el comercio ex-presa que: "Nuevos conflictos bé-licos, ocurridos a fines del siglo XVIII y a comienzos del XIX ha-brían de detener el desarrollo co-mercial de las colonias americanas, estimulando inevitablemente el con-trabando y, probablemente, algu-nos sectores de la producción inter-na para hacer frente a la crisis. En este sentido se pronunciaba el virrey Mendinueta en su informe de 1803: declarada la guerra con la nación británica al mismo tiempo que S.M. se dignó destinarme a este mando (1797), he sido un testigo, no indiferente, de la casi absoluta interrupción del comercio entre la Metrópoli y el Reino, y de su con-

"Comercio Internacional S XVIII"

siguiente suplantación en parte por el contrabando... así es que a ex-cepción de uno u otro buque mer-cante que afortunadamente vino a este reino en todo el tiempo de la guerra, puede con razón decirse que cesó el comercio nacional".34

Las primeras personas que se ocu-pan de reflexionar sobre la econo-mía de las colonias son permeadas por esta situación; tal es el caso de los primeros tres economistas: don Antonio de Narváez y la Torre, don José Ignacio de Pombo y don Pe-dro Fermín de Vargas. Las próxi-mas páginas están dedicadas a ana-lizar el pensamiento económico de estos tres estadistas.

Antonio de Narváez y la Torre na-ce en Cartagena el 20 de Junio de 1733 y muere en esta misma ciudad en el año de 1812. Sus estudios los realiza en España, en donde a los 23 años obtiene el título de ingenie-ro; más tarde ingresa como cadete

a las fuerzas militares de ingenie-ría de la Península. Entre los car-gos más importantes desempeñados se encuentra el de ser gobernador de Santa Marta a partir de enero de 1777, y posteriormente es promo-vido a Río de la Hacha. En Carta-gena desempeña el cargo de Tenen-cia del Rey y entre 1793 a 1803 es encargado de la Gobernación de Panamá

Tres temas ocupan la atención de Narváez, los cuales comentaremos en este artículo: la población, la agricultura y el comercio. Los dos primeros son consignados en el in-forme que hace el 19 de mayo de 1778 al secretario de Indias, y el ter-cero, relacionado sobre el comer-cio lo presenta en forma de discur-so el 30 de junio de 1805 y el énfa-sis gira en torno a la utilidad de permitir el libre comercio con los países neutrales.

En relación al primer artículo, el énfasis se centra en explicar el por-qué del atraso y miseria de la pro-vincia de Santa Marta y Río de la Hacha; una causa sería consecuen-cia del déficit demográfico: "las tie-rras por sí solas, por inmensas, ri-cas, y fértiles que sean nada valen, si no se cultivan y aprovecha su fer-tilidad, y riqueza haciéndolas pro-ducir y esto es claro que no puede hacerse sin un número de hombres proporcionado a su extensión, y bondad, que las trabajen; y estos son los que faltan en esta provin-cia, y la causa principal de su mi-seria y ninguna agricultura y así pa-ra fomentarla, la primera atención del gobierno parece debe dirigirse a proveer estos aumentando por to-dos los medios la población".35 La práctica con que se soluciona este déficit poblacional, según el autor, es mediante el adelanto de una po-

34. González, Margarita. La Política Económica Virreinal en el Nuevo Reino de Granada. 1759-1810. En el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. No. 11 Bogotá 1983. p. 163.

35.Antonio de Narváez y la Torre, José Ignacio de Pombo. Escritos de dos Economistas Coloniales. Bogotá Banco de la República. 1965 p. 35.

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“Las galerías de Arrubla. Dibujo de Thérond”

lítica esclavista. La mano de obra negra representa una ventaja "por-que sólo con ellos es que se traba-jan todas las haciendas y se culti-van los frutos de exportación y aún los del propio consumo".36

La influencia fisiocrática y la agu-deza intelectual de Narváez, lo con-ducen a considerar las bondades de la agricultura para el desarrollo de la economía regional, lo cual se po-dría obtener con un incremento po-blacional y con mecanismos más ágiles de comercio.

En primer lugar, nos menciona las posibilidades del cultivo de trigo, lo que solucionaría el permanente de-sabastecimiento de harinas que su-fría el virreinato. Unido a esto con-sidera las ventajas que para la re-gión trae el cultivo de productos como cacao, azúcar, tabaco, algo-dón, añil, café, además de las la-bores ganaderas. De otra parte, se muestra preocu-pado porque el gobierno adopte un

decidido apoyo a la agricultura: "la principal atención del gobierno, en estos países debe ser la de fomen-tar la agricultura que es la que ha-ce florecer las de nuestros vecinos de las islas extranjeras, si con el in-centivo de mayor utilidad, y más descanso de las fábricas se dedica-sen a ellas las gentes principalmen-te. Los hombres aptos para el tra-bajo de los campos quedarían es-tos enteramente. Sin labradores, que aún en el día son muy escasos, y nada correspondiente a su exten-sión, y por consiguiente sin cultivo e inútil un terreno tan inmenso co-mo fértil, y en España, en que no son tan feraces las tierras ni tan abundantes para todos sus trabaja-dores, quedarían muchos sin em-pleo si decayesen sus fábricas, o les faltasen, o encareciesen los mate-riales que de aquí se les conducen y que así conviene; y pide la eco-nomía, y política del gobierno, mantenerlas en este sistema, de que la América provea a España los materiales que la fertilidad, y exten-

sión inmensa de este país produce y España, se los retribuye en ma-nufacturas, que para emplear así a todos con respecto a la naturaleza de ambos países, y mantener las co-nexiones, vínculos y dependencias recíprocas de una, y otra parte de la monarquía".36

La forma como debe desarrollarse el comercio, es el tema de su tercer artículo. Narváez intenta demostrar cómo la guerra que libraba Espa-ña con Inglaterra generaba dos grandes problemas; un incremento de las ya insatisfechas necesidades de la población y un grave agudi-zamiento del contrabando. En con-secuencia, es necesario desarrollar una política comercial con los paí-ses denominados neutros en condi-ciones muy específicas, por un la-do buscando torpedear el expansio-nismo comercial inglés en las colonias, y por otro lado, el lograr algunas ventajas para estas regio-nes a través del comercio con los neutrales. La propuesta del Maris-cal de Campo, es contundente; es-tablecer el libre comercio con las naciones neutrales, teniendo como condición necesaria, la prohibición de que éstos vendan artículos ingle-ses. De esta forma se solucionarían los problemas de escasez y simul-táneamente se podría dar impulso a la agricultura de las colonias al in-crementar sus exportaciones de ori-gen agrario.

Otro economista que se ocupa de hacer un diagnóstico de la Colonia fue Don José Ignacio de Pombo nacido en Popayán; quien después de estudiar jurisprudencia en el Co-legio del Rosario resuelve estable-cerse en Cartagena, 38donde funda una casa comercial y es miembro

36. Ibid. p. 44. 37. Ibid. p. 25 y 26.

38. Gómez, Hoyos Rafael. Don José Ignacio de Pombo, promotor de la Cultura y del desarrollo económico del país. Boletín Academia Vol V No. 8 p. 971.

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activo del Consulado de Comercio de Cartagena de Indias; muere en esta ciudad en el año 1812. Es in-teresante resaltar que las recomen-daciones dadas por este autor, a di-ferencia de Antonio de Narváez, surgen de la reflexión sobre el de-sempeño de una actividad mer-cantil.39 Los criterios a los cuales se hará re-ferencia son: "Informe de Don Jo-sé Ignacio de Pombo, del Consu-lado de Cartagena, sobre asuntos económicos y fiscales", enviado al rey Fernando VII, el 18 de abril de 1807. El otro trabajo se titula" In-forme del Real Consulado de Car-tagena de Indias a la Suprema Jun-ta Provincial de la misma" de no-viembre 13 de 1810. En general los cambios sugeridos por este personaje están encamina-dos a liberalizar la economía de las restricciones impositivas. Por ejem-plo, en el primer informe se mues-tra partidario de suprimir los estan-cos de aguardiente y tabaco: "se considera la libertad del beneficio del tabaco y aguardiente, no podría consumirse, ni todo el tabaco que se cosechara, ni el aguardiente que se destilare, y que habría un sobran-te que deberían extraerse para las colonias extranjeras, o para las po-tencias amigas de Europa. Este so-brante que ahora no hay, por ra-zón de dichos estancos, es una pér-dida para la riqueza nacional, para la balanza del comercio activo de la nación y para el Erario Real."40 El monopolio fiscal en la produc-ción de estos dos artículos se con-vertía en "destructor de la agricul-tura" al impedir o por lo menos di-ficultar incrementos en la

producción. Pombo compara la producción granadina con la reali-zada por los Estados Unidos de Norte América en donde no hay es-tancos, ni alcabalas, ni diezmos y encuentra que tanto las exportacio-nes como los ingresos del Erario por estas mercancías superan con-siderablemente a los obtenidos en estas latitudes. Su segundo informe está destinado a estudiar uno a uno los impuestos establecidos por la corona. En pri-mer lugar se ocupa de la agricultu-ra, y antes de hacer su exposición de-ja sentado un principio de carácter general: "Es una verdad conocida en la po-lítica económica, que las produccio-nes de la agricultura están en razón de sus consumos, y estos en la del menor precio a que puedan ser ven-didos, pues él es el que les asegura la concurrencia, y el mayor núme-

ro de compradores. Gravadas nues-tras producciones agrícolas y las carnes, con el excesivo derecho o contribución del diezmo, con la pri-micia, con la alcabala, la sisa y los crecidos gastos de conducción... imposibilitará su venta en el exte-rior... Es también una verdad cons-tante, que la riqueza de un país no consiste ni en la extensión de su te-rritorio, ni en su fertilidad, ni en la variedad y aprecio de sus produc-ciones, ni en el número de los hom-bres, que son únicamente medios de obtenerla; sino en el trabajo pro-ductivo, esto es en el mayor núme-ro de cosas que tiene que vender, pues los signos o metales que se cambian por éstas, y que las repre-senta, no se quedan donde no las hay, sino que van a buscarlas en donde existen".41

Pombo señala una serie de incon-gruencias de la política del Virrei-nato; los burócratas reales conside-

39. A partir de 1795 la Corona reconoce la importancia del gremio co mercial y le otorga permiso para fundar un Consulado independiente. En este año se efectúa un censo de Comerciantes en el cual aparece don Ignacio de Pombo en las listas de comerciantes espa-floles, a pesar de ser criollo. Ver McFarlane, Anthony. Comerciantes y Monopolio en la Nueva Granada: El Consulado de Cartagena de Indias. En el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Bogotá. 1983. No. 11 p. 48-52. 40. Antonio de Narváez y la Torre, y Don José Ignacio de Pombo. Ibid. p. 124. 41. Ibid. p. 144.

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raban que mediante el fomento a la agricultura y minería se podían incentivar las exportaciones y por tanto el mercado interno, pero el es-caso desarrollo técnico del agro, la constitución geográfica del territo-rio nacional y los altos gravámenes, incidían en no tener precios com-petitivos en el exterior. No obstan-te de haber tomado conciencia de esta situación eran incapaces de li-berar los gravámenes, por cuanto ellos eran indispensables para sub-vencionar las guerras comerciales de la corona.

El consulado de comercio, estaba dispuesto a ceder el 1/2% de ave-ría que se cobraba a favor de este organismo, con tal de promover el comercio exterior. En esta propues-ta no se incluía el "derecho de 11/2 sobre los frutos y 11/2% sobre la plata y oro que con título de sub-vención de guerra se cobra en la Aduana; pues teniendo el sagrado objeto de socorrer a nuestros her-manos de España, en la gloriosa guerra en que se hallaban empeña-dos con los comunes enemigos los franceses, debe continuarse su cobro".42

Otra dificultad que debía afrontar la Nueva Granada, y especialmen-te Cartagena, era el contrabando. Las causas de esta práctica ilícita re-sidían en factores económicos y en el ligero sentido de moralidad. Re-sultaba lógico que frente al mono-polio del comercio y a los elevados aranceles, cercanos al 33%, que de-bían cancelar los artículos prove-nientes del extranjero, la demanda interna se orientaba a comprar de contrabando. Además, la inmora-lidad de los funcionarios encarga-dos de la administración, quienes la mayoría de las veces habían ad-quirido sus puestos por intermedie

de la compra y venta de oficios y por lo tanto, eran proclives al so-borno facilitando la introducción de mercancía de contrabando. La solución que perfila Pombo es la de reorganizar la Aduana y establecer mayores controles; frente al retra-so económico, sólo se podían dis-minuir los impuestos y fomentar la producción interna, en la perspec-tiva de reducir los costos, disminu-yendo de esta forma las posibilida-des del contrabando.

Una manera de fortalecer la pro-ducción interna consistía en dar li-bertad de derechos sobre la indus-tria y la creación de una Sociedad Patriótica de Amigos del País "compuesta de sugetos y de cono-cido talento y patriotismo, a cuyo cargo estuviese la edición de un pe-riódico político económico, en que exclusivamente se tratasen estos ob-jetos con claridad, sencillez y bre-vedad, particularmente los relativos a la economía rural, dando reglas precisas para el discernimiento de

las diferentes tierras, su prepara-ción y abonos; para el cultivo de las plantas más análogas a cada una, su beneficio y especies más produc-tivas, su conversión."43

El último de los economistas colo-niales y tal vez el más lúcido de ellos, es don Pedro Fermín de Var-gas compañero de labores de Mu-tis y Francisco José de Caldas. Co-mo su antecesor, estudió en el Co-legio del Rosario, obteniendo el título de bachiller en filosofía en el año de 1781 y en derecho en 1782.

Al igual que Antonio de Narváez y José Ignacio de Pombo, cuando se refieren a temas económicos, lo hace llevado por un interés innega-ble por el país, en calidad de ciu-dadano ilustrado, consciente del atraso evidente de su patria. Casi todos ellos expresaron su pensa-miento de acuerdo a un género muy especial entonces en boga: en for-ma de memorial, petición o súpli-ca a las autoridades superiores. Pa-

42. Ibid. p. 147.

43. Ibid. p. 170

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ra el caso de Fermín de Vargas, es-cribe dos artículos: "Pensamientos Políticos sobre la Agricultura, Co-mercio y Minas de este Reino", y "Memoria sobre la Población del Nuevo Reino de Granada".

Estos dos estudios tienen un ma-yor nivel de profundidad, como re-sultado de un estrecho contacto del autor con teorías extranjeras a tra-vés de lecturas, y al conocimiento que la experiencia proporciona en el trasiego del cargo público y a las correrías hechas por el país, lo que le permiten hacer una excelente ra-diografía de la Nueva Granada.

Los problemas señalados por don Pedro Fermín de Vargas, no difie ren en lo substancial, de aquellos identificados por los economistas anteriores; tal vez, en este autor, es más marcada la influencia de las teorías fisiocráticas. Se sorprende igualmente del atraso de la colonia y responsabiliza directamente a la política económica desarrollada por el Imperio Español: "Se deja, pues, conocer liberal ha sido la naturale za con estos dominios del rey, y que a nada que se fomentase la indus tria en ellos, competirían con los mejores del resto de América. Una mano sabia que conociendo todos los recursos de que es capaz esta co lonia se aplicase con tesón a pro mover los ramos de la agricultura, comercio y minas, tendrían la sa tisfacción de ver floreciente el rei no en pocos años, y en estado de pagar con usuras los cuidados que debe al soberano por su conser vación."44 ;-

En parte una posible solución de es-ta anomalía, podría consistir en nombrar "para Virreyes de Amé-rica unos sujetos de conocida apli-cación y luces en materia de econo-

mía política, y teñidos con algunos rasgos de Filosofía."45

Reflexionar de esta forma es irse acercando paulatinamente a la ne-cesidad de transformar la forma de dominación e incluso a proponer la independencia para estos dominios; de hecho este autor conspiró con-tra los Españoles. Con don José Ig-nacio de Pombo coincide en dos co-sas; en primer término proponer el establecimiento de una Sociedad Económica de Amigos del País, co-mo medio para perfeccionar la agri-cultura en el Virreinato, y en segun-do lugar, en la supresión del estan-co del tabaco. Sobre este segundo tópico la concepción de don Pedro es más amplia, por cuanto le otor-ga mayor peso a la represión social desatada por los Ofíciales de la Real Hacienda a los transgresores del es-

tanco que al encarecimiento de es-te artículo. Era más ventajoso pa-ra las arcas reales, colocar un tri-buto al beneficio del tabaco que mantenerlo estancado.

Frente al atraso de la agricultura, la minería se convertía en el elemen-to dinamizador del mercado inter-no; pero la carencia de adecuados procesos tecnológicos, la carestía en las regiones mineras, el alto costo de la mano de obra esclava y los ele-vados fletes de transporte hacían que esta producción no fuera ren-table. Como una solución inmedia-ta para reactivarla propone la crea-ción de un cuerpo de minería, a imi-tación de los del Perú y Nueva España.46

Las frecuentes correrías que don Pedro Fermín realiza por el terri-

44. Vargas, Pedro Fermín de Pensamientos políticos. Editorial Universidad Nacional de Colombia. Bogotá 1968. 45.Ibid., p. 52. 46.Ibid. p. 59-60.

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torio del Virreinato le da una exce-lente visión de las diferentes regio-nes; la ausencia de caminos y el mal estado en que se encontraban los que en ese momento existían, difi-cultaban el comercio y restringían aún más el crecimiento del merca-do interno.

En su "Memoria sobre la Pobla-ción del Nuevo Reino de Grana-da", hace alusión a la crisis demo-gráfica a la que se ve enfrentada la colonia, siguiendo de cerca el aná-lisis de don Antonio de Narváez y la Torre al hacer referencia a este mismo problema que se presenta-

ba en la Costa Atlántica. Para Var-gas es sorprendente cómo la pobla-ción, durante tres siglos de existen-cia colonial, sólo llega a dos millones de habitantes. La explica-ción a este hecho lo conduce a un primer intento de elaborar una teo-ría de la población, la cual "sólo puede aumentarse en razón de la cultura de las tierras, de la indus-tria y del comercio, y que estos ra-mos se hallan tan íntimamente en-lazados que no pueden desunirse sin que decaiga la población de un Es-tado. Que mientras no se abran al comercio y naturalización de los ex-tranjeros, y se franqueen los cami-nos por tierras, no tendrán salida nuestros frutos ni aumento nuestra agricultura."47

Finalmente y como era de esperar-se, para la época, Pedro Fermín de Vargas se declara partidario de la libertad de comerciar con todas las naciones y por esta vía se producía aumento de la agricultura y por en-de un mayor crecimiento pobla-cional.48

47. Ibid. p. 110.

48. Ibid. p. 98.

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ESPACIO ESTUDIANTIL

EL ESPACIO URBANO DE CARTAGENA EN LA COLONIA Monika Therrien

Estudiante del Departamento de Antropología y de la Opción en Historia

INTRODUCCIÓN

La Historia, como aquella discipli-na encargada de recolectar infor-mación acerca de los pueblos con escritura —en especial, aquellos segmentos de la población que po-seían ese privilegio—, o cuando en el peor de los casos esta escritura no existía, acogía esta tarea impo-niendo sus propios criterios, ha pa-sado a la historia.

La propuesta de la historia social comprende el estudio de los secto-res populares, las mujeres, los ne-gros, los indígenas y otros grupos que no fueron tomados en cuenta por la Historia. En segundo lugar, se dirige a observar los fenómenos cotidianos compartidos por estos grupos o por las colectividades. En tercer lugar, se encuentra el estudio de las "mentalidades como regis-tros de tiempo más largo" o de lar-ga duración, que incluye la secuen-cia de eventos preexistentes a un acontecimiento y que se siguen ma-nifestando posteriormente (pro-puesta de F. Braudel retomada por Cardoso y Pérez Brignoli 1977, Le Goff 1983, Vovelle 1985).

Para poder realizar estos objetivos es necesario recurrir a fuentes de in-formación distintas a las tradiciona-les, o sea aquéllas, como las cróni-cas, que fueron utilizadas para real-zar la personalidad y proezas de los grandes hombres de la Historia, de-\ jando de lado aquello que fue co-mún o cotidiano. Se intenta a tra-

vés de otras disciplinas identificar las actividades en torno a las cua les giraban los diversos grupos en una época dada, como es en este ca so el de la vida colonial en Car tagena.

El análisis histórico implementado actualmente busca estos objetivos, como nos lo plantean Cardoso y Pérez Brignoli (1977):

"...aspiramos a conocer, para ca-da período y cada sociedad, el mar-co técnico, económico, social e ins-titucional; las pulsaciones de la co-yuntura; los movimientos poblacio-nales; la vida de las grandes masas y no solamente de los grupos do-minantes; los movimientos y rela-ciones sociales; la psicología colec-tiva, y no solamente la de los "per-sonajes históricos" (Cardoso y Pé-rez Brignoli 1977: 31).

Las fuentes para encontrar estos elementos deben variar. Para enten-der las mentalidades, las creencias, los significados, los símbolos e in-finidad de aspectos compartidos por los grupos sociales, hay que re-currir a los campos de la lingüísti-ca, de la iconografía, de la arqueo-logía, de la antropología, que nos proveen de otros datos y diferen-tes formas de interpretación. Bajo estos principios se hizo a tra-vés de las lecturas un intento de re-construir el espacio urbano de Car-tagena en la colonia. Para ello se tomaron como guía los monumen-tos históricos de la ciudad, que ade-

más de representar un estilo arqui-tectónico, se convierten, por su fun-ción y el significado dado por sus habitantes, en otro documento pa-ra la reinterpretación de la vida co-tidiana. El tomar los monumentos como datos (de la época prehispánica o post-conquista) se hace cada vez más necesario, más aún cuando día a día se acelera el proceso de su de-molición perpetuando la actitud de borrar todo vestigio del pasado que ha sido considerado como inconve-niente en su momento. En la implantación de los patrones españoles durante la colonia, no se impidió la manifestación de ele-mentos aportados por los diferen-tes grupos étnicos indígenas y ne-gros. Unos y otros se combinan más que todo por las circunstan-cias: el acceso a los materiales de construcción, las condiciones am-bientales, la dependencia en la ma-no de obra aportada por estos gru-pos. Hay además otros factores que facilitan esta interacción: el mesti-zaje cultural, la necesidad de "blan-quearse" para poder obtener algu-nos privilegios de los blancos; esto se ve claramente en el estableci-miento de los palenques de negros, en donde se imita el espacio urba-no español al igual que sus estruc-turas administrativas y en ocasio-nes religiosas. Esta es otra razón por la cual debemos darle impor-tancia a este tipo de estructuras en donde queda contenida mucha in-formación que permite complemen-tar lo existente.

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El espacio urbano implantado por el español y las actividades desarro-lladas dentro de él durante la colo-nia, han quedado arraigados den-tro de nuestro legado urbano mo-derno, y es en la reconstrucción de esta historia de Cartagena que de-mostraremos algunos de estos as-pectos.

LA FUNDACIÓN DE CARTAGENA

Existe controversia sobre la fecha exacta de la fundación de la ciudad de Cartagena (entre otros ver Ote-ro D'Costa 1983); sin embargo, la fecha que la población toma en consideración desde tiempo atrás es el 20 de enero de 1533.

La controversia surge a raíz de los inconvenientes presentados en la lo-calidad escogida para la fundación. Esta fue elegida por Pedro de He-redia y era la misma que había ocu-pado hasta ese momento el pueblo indígena de Calamarí (Calamar). Los españoles tomaron posesión de los bohíos que dejaron atrás sus an-teriores ocupantes, y estos se con-virtieron en su morada durante los primeros años (Marco Dorta 1988: 9).

Este emplazamiento, en principio, fue de carácter provisional, y a pe-sar de constituirse en lugar ideal pa-ra edificar un puerto, gracias al fá-cil acceso de las naves, no contaba con buenas fuentes de agua capa-ces de surtir una población grande. Otra razón por la cual no se consi-deró el sitio de Calamarí como asentamiento permanente durante sus primeros años, fue la omisión por parte de la corona, dentro de las capitulaciones entregadas a He-redia, de otorgar encomiendas a los miembros de la expedición. Esto hi-zo que muchos pobladores, y entre ellos el mismo Heredia, buscaran fortuna en otros lados, principal-mente en el área Cenú (Borrego Plá 1983, Castellanos 1942).

EL ESPACIO URBANO EN EL SIGLO XVI

El primer intento de planificación urbana lo realiza el juez de residen-cia de Heredia, Juan de Vadillo, en-tre los años de 1535 y 1537. Entre las obras que se efectúan durante su estancia está la elaboración de la primera catedral de Cartagena y es Vadillo quien se queja de los "in-dios (que) no han traído la paja ne-cesaria para acabar la techumbre" (Marco Dorta 1988: 28). La cons-trucción, en general, parece que fue efectuada con cañas, por no encon-trarse ni madera ni piedras dentro de la zona. Sin embargo, para el atrio se pidió a la isla La Española "cal, yeso, ladrillos, azulejos y un maestro para hacer el Sagrario, así como también rejas de madera pa-ra la capilla mayor y el coro, puer-tas grandes y pequeñas..." (Marco Dorta 1988: 29).

La caña y la paja, materiales utili-zados por los indígenas, fueron usa-dos en todas las construcciones nue-vas. Esto hizo que en el año de 1552 se destruyera la ciudad totalmente, cuando por un descuido se incen-dió una casa y con la ayuda de las brisas marinas su fuego se propa-gó hacia las demás.

La ciudad fue reconstruida inme-diatamente, procurando esta vez utilizar materiales perdurables, co-mo el bahareque. Sin embargo, con el ataque del corsario Drake en 1586, se incendió gran parte de la ciudad y se demostró la necesidad de utilizar materiales "nobles", ta-les como ladrillo y piedra, en todas las construcciones (Borrego Plá 1983).

Del trazo original de la ciudad es poco lo que se conoce. El mapa más completo y más antiguo que se tiene es de 1595 (Marco Dorta 1988: fig. 13). En este mapa encontra-mos, entre otras cosas, la existen-cia de dos plazas: la plaza Mayor

y la de la Aduana (o Real, o del Mar).

Según Borrego Plá (1983), la plaza Mayor tenía una importancia más de carácter social y burocrático. En ella se encontraba la catedral que sustituyó la de cañas y el edificio compartido por el cabildo y el go-bernador (desde 1568). Era la pla-za el sitio ideal para pasear y con-versar, y aunque carecemos de do-cumentación para este siglo en concreto, tenemos dos citas que ha-cen referencia a las actividades de-sarrolladas en ella en el siglo XVIII, que podrían aplicarse a la época en cuestión:

"...otras negras ganando el jornal, y para ello venden en las Plazas to-do lo comestible, y por las Calles las Frutas y Dulces de Pais de to-das especies, y diversos Guisados ó Comidas; el Bollo de Maíz y el Ca-zabe, que sirven de Pan con que se mantienen los Negros." (Gutiérrez 1980: 14).

"La principal gala de las señoras consiste en que cuando la señora sa-le de casa vayan tras ella una tras otra todas las esclavas. La que lle-va más se lleva las palmas" (Gutié-rrez 1980: 20).

El pasear y reunirse en la plaza aún se practica en muchas localidades, incluso en algunas novelas se recrea como sitio de cortejo (García M. 1985).

Los entierros se realizaban dentro de este espacio también. Martínez (1988) en su reconstrucción de San-ta Fe de Bogotá, menciona que a algunos individuos se les enterraba dentro de las catedrales e iglesias, y en esto parecen estar de acuerdo Marco Dorta (1988) y Lemaitre (1983: 158) cuando se refieren al si-tio de enterramiento del conquista-dor Sebastián de Belalcázar, quien murió en Cartagena en 1551 (Ote-ro D'Costa 1934) y se asume que

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sus restos fueron depositados en la catedral de paja de la ciudad.

A aquellos individuos que por su condición no gozaban de este pri-vilegio se les enterraba en una pla-zuela, construida especialmente pa-ra esto, frente a las iglesias (Martí-nez 1988: 154). La segunda plaza es la de la Adua-na, o del Mar, frente al muelle. En ella se establecieron la Casa de Con-tratación, la carnicería y las prin-cipales tiendas. La función de esta plaza era de tipo económico, en ella se desarrollaron las principales transacciones mercantiles, aunque también se celebraban fiestas popu-lares (Marco Dorta 1988). Posible-mente en estas actividades partici-paban todos los grupos étnicos pre-sentes en esta ciudad.

Las principales construcciones du-rante el siglo XVI fueron de carác-ter religioso: se iniciaron las obras del convento de Santo Domingo (1551), del convento de San Fran-cisco (1555) —única construcción junto con el matadero levantada en el Arrabal de Getsemaní en este siglo— y el de San Agustín (1588). • Como las primeras catedrales que se construían en algunas ciudades eran pequeñas y no daban abasto para enterrar dentro de ellas a to-dos los muertos, se permitió que en las iglesias de estos conventos se prestara este servicio (Martínez 1988: 154).

La catedral que se consideró como definitiva, por los materiales utili-zados para su construcción (colum-nas de piedra, portones de made-ra, etc.), se inició en 1577 y se ter-minó alrededor de 1612; en el inter-medio sufrió daños bajo los ataques de Drake y con la caída del techo, posiblemente por un mal cálculo o deficiencia en los materiales que se usaron por tal fin. Esta catedral de-bió coexistir con la catedral de pa-ja, hasta que esta última fue reuti- lizada en parte por el Hospital San

Sebastián al anexarle una enferme-ría en 1579.

Las edificaciones oficiales fueron más tardías. La casa de la Aduana se inició en 1575. Por otro lado, el Cabildo se reunía cada viernes en casa de particulares hasta que se ad-quirió la casa del tesorero (1586), por ser la mejor de la ciudad. Esta era una de las pocas que hasta ese momento se habían elaborado en materiales nobles y estaba frente a la catedral y la plaza Mayor. Era una construcción de dos pisos; en la planta baja se reunía el Cabildo, y la planta superior sirvió de apo-sentos para el gobernador (Borrego Plá 1983).

En cuanto a obras civiles se puede mencionar el puente de San Fran-cisco que une a Getsemaní con la ciudad de Cartagena. La importan-cia que fue adquiriendo la ciudad como puerto marítimo, hizo que se construyera un muelle adicional.

Casi durante todo el siglo XVI, la ciudad careció de defensas impor-tantes; sólo se erigieron unas esta-cadas en madera, pero éstas no im-pidieron el ataque de los piratas. Al finalizar el siglo, se comenzó el pri-mer fuerte.

El problema del agua, que fue mo-tivo de tantos inconvenientes en la fundación de la ciudad, no fue so-lucionado en forma eficiente en este período y se acudió al uso de alji-bes que se dieron con profusión. Para solucionar este problema se recaudaban impuestos en las tran-sacciones comerciales, especialmen-te en la trata de esclavos negros, pe-ro estos dineros eran desviados ha-cia otras necesidades tales como pagar rescates cuando la ciudad era sitiada por piratas.

A pesar de esta situación, la pobla-ción urbana en el siglo XVI pasó de unos pocos bohíos provisionales en el momento de su fundación, a

unas cuatrocientas casas hacia fina-les del siglo (Borrego Plá 1983).

1. Los habitantes: blancos ricos, blancos pobres,

negros, indios y mestizos

En general, la información acerca de la población proviene del texto de Borrego Plá (1983), por tanto aquí se les mencionará brevemente. La población que habitaba el espa-cio urbano antes esbozado, era bas-tante heterogénea en cuanto a las actividades desarrolladas por los in-dividuos y esto nos da una idea so-bre su composición.

Existían tres tipos de comerciantes: por un lado, los grandes mercade-res, quienes aparecen tardíamente (hacia 1580) y cuyas rentas parecen sobrepasar en un momento dado aquellas percibidas por los enco-menderos, otro grupo importante dentro de la ciudad. Por otro lado, estaban los regatones quienes eran comerciantes minoritarios, presen-tes desde el momento de la funda-ción. Por último, los posaderos, quienes se establecieron en su ma-yoría cerca del río Magdalena, eran comerciantes menores, transportis-tas y proveían de alimento y muías a los viajeros.

Tenemos abundantes artesanos de-sempeñándose en diferentes oficios como albañiles, carpinteros, cante-ros, sastres, zapateros, curtidores, plateros y cereros —grupo impor-tante encargado de la elaboración de las velas.

Están los que ejercen las profesio-nes liberales; los de mayor profu-sión, son los letrados y escribanos, a quienes se acudía para tratar los múltiples pleitos que se generaban en un puerto marítimo. Pero tam-bién estaban los médicos, boticarios y barberos.

Una de las clases que se forma tar-díamente (1587), es la de los mili

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tares, a los que se les paga salario, y su misión es la defensa de la ciudad.

Se mencionan extranjeros, pero se desconoce la razón de su perma-nencia.

Por último, encontramos al clero, En 1534 fue creado el obispado de Cartagena. El interés por este esta-mento radicaba en crear un puente que permitiera el fácil acceso del cristianismo al Nuevo Reino. A pe-sar de existir una profusión de cons-trucciones religiosas, el clero secu-lar era más bien escaso, y así se mantuvo a lo largo del siglo. El si-glo XVII puede considerarse de ma-yor auge para estas comunidades.

En cuanto a los indígenas, encon-tramos que algunos vivían dentro de la ciudad y por tanto se les de-nominó ladinos. Estos eran emplea-dos principalmente para el servicio doméstico. Los demás fueron pues-tos en resguardos, y se ordenó a los pueblos indígenas un proceso de ur-banización similar al de las ciuda-des. Sin embargo, esto no se sigue en la provincia de Cartagena, don-de se les deja seguir habitando sus aldeas, pero controlados con la pre-sencia de una iglesia doctrinera.

De los negros no se tiene un regis-tro preciso que permita saber cuán-do se inicia su introducción y en qué cantidad. Sin embargo, a las per-sonas de alto rango social les esta-ba permitido viajar con ellos. En las incursiones que efectuó Heredia en el área Cenú, se menciona que lo acompañaban alrededor de 50 es-clavos negros, pero no se habla más de ellos después de este recorrido.

En las legislaciones de 1552, se ha-ce referencia a los negros, tanto es-clavos como libertos. Su número debió ser importante, al igual que preocupante su control, pues al re-ferirse a ellos se habla de ataque, robos, porte de armas, cuchillos,

etc., y se les conmina a respetar el toque de queda que se implanta en dicho año. También hubo muchos negros cimarrones, que una y otra vez trataron de establecer pa-lenques.

Dos sectores son mencionados muy por encima, el de los mestizos y las mujeres. Al parecer, las labores de servicio doméstico eran efectuadas generalmente por mujeres, la ma yoría indígenas aunque no se des carta el elemento negro, y esto pro pició su mezcla con blancos. Hay que tener en cuenta que se realiza ba otro tipo de mestizaje: el cultu ral e ideológico; estas mujeres de bían cuidar de los hijos de las es pañolas, amamantarlos, criarlos y este contacto podría generar un proceso de interdependencia y transferencia de prácticas cul turales.

En cuanto a las mujeres españolas, también es difícil determinar cuán-do llegan y en qué número. Sin em-bargo, ciertos datos que se mencio-nan al margen nos indican que en 1546 ya hay mujeres. En esta fecha Cartagena sufre el ataque del pira-ta francés Baal. La ciudad es toma-da por sorpresa, pues se piensa que el alboroto originado con la inva-sión es causado por el matrimonio de la sobrina de Heredia, el cual es-taba programado para el desdicha-do día (Borrego Plá 1983: 88). Es-ta mención nos señala la presencia de una mujer, Constanza Heredia, y siendo una mujer de alto rango, hace pensar que existen otras mu-jeres de igual o menor condición que acompañan a sus esposos, o que fueron al nuevo mundo en bus-ca de fortuna.

Por otro lado, es interesante obser-var que se alude a la confusión de los habitantes, quienes toman el al-boroto ocasionado quizá por los disparos y gritos de guerra, como el inicio del festejo del matrimonio. La práctica de lanzar voladores,

cantar y hacer fiesta en un matri- monio es cosa que observamos aún hoy en algunos pueblos, o barrios de las ciudades. Podemos asumir aquí que la población analizada y las actividades por ella desarrolladas se prolongan a lo largo de la Colonia, y que éstas se fueron complejizando con el tiempo y el aumento de la población, como lo pueden atestiguar las nuevas construcciones levantadas en la ciudad en los siglos posteriores y la función que ellas ejercían.

2. El prestigio y su manifestación cultural

Lo expuesto anteriormente, permite plantear ciertas hipótesis acerca de la sociedad durante el siglo XVI. La persistencia de ciertos privilegios para los altos rangos sociales, los nobles, durante el siglo XVIII, ha- cen pensar que éstos estaban bas- tante arraigados en el período que nos atañe y constituyeron un recurso de diferenciación social entre la población; hace que las clases más: prestigiosas que la componen, bus-quen otros factores de distinción, siguiendo aquellas que imperan en Europa para los nobles.

Autores como Rudé o M.S. An-derson (1968), muestran que en Es-paña, al igual que en otros países europeos del siglo XVIII, aún existían ciertos privilegios que sólo compartían los nobles. Entre ellos estaba vedado el tratamiento con el apelativo de Don, satirizado en la obra de Don Quijote; tenían derecho de exhibir su escudo de armas; les estaba vedado el comercio y no debían pagar tributos. Debían uti-lizar ropajes distintivos, y ejercer este mismo derecho sobre los demás estamentos sociales; podían gozar, además, de un puesto importante en la iglesia de la ciudad.

Como vimos, otro factor de dife-renciación estaba en el sitio de en-

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tierro dentro de las iglesias; una mayor proximidad al altar implica-ba unos costos mayores, que sólo podían ser sufragados por personas con altos ingresos, como lo indican ciertos documentos en los que se fi-jan estos aranceles. La existencia de un platero, y la im-portancia cada vez mayor de los sastres y zapateros (según una re-lación hecha por Borrego Plá 1983), permiten sustentar en parte las hi-pótesis formuladas. Por tanto, a lo largo del siglo XVI, y muy posiblemente durante toda la colonia, ciertos elementos de la cultura material fueron un rasgo importante, cargados de prestigio, como factor de diferenciación so-cial, cuyo significado y simbolismo fue fundamental para ciertos esta-mentos de la sociedad. Existen otros elementos cargados de significado, fruto del conflicto generado por la interacción de los diferentes grupos étnicos que se ha-llan conviviendo en este espacio. Estos fueron productos del mesti-zaje cultural e ideológico y posible-mente no se hallan dentro de estas clases privilegiadas. ¿Dónde se encuentran estos vesti-gios del mestizaje? En el espacio ur-bano de una ciudad es difícil esta-blecerlo, pero posiblemente los en-contremos en los poblados indíge-nas, como producto de la imposi-ción de ciertas costumbres españo-las, como la iglesia doctrinera que mencionamos anteriormente. O en un palenque, cuyos asentamientos procuraban asemejarse al de los es-pañoles (Jaramillo 1968: 70). Pero ¿tiene la cultura material el mismo significado dentro de estos espacios habitados por poblaciones dife-rentes?

EL ESPACIO URBANO EN EL SIGLO XVII

La primera mitad de este siglo fue bastante agitada en la actividad de

la construcción; para 1607 se había duplicado la población y encontra-mos en ella 800 casas (Marco Dor-ta 1988), esto hizo necesaria la ex-pansión de la ciudad hacia al Arra-bal de Getsemaní. Podemos decir que aquí se da origen a los que más tarde constituirían los barrios po-pulares. Las casas que allí se cons-truyeron eran de bahareque, mien-tras que las del centro de la ciudad casi en su totalidad estaban elabo-radas en piedra o ladrillo y tejas.

Hay una mayor profusión de cons-trucciones religiosas; entre ellas se levanta el convento de Santa Tere-sa, el primer recinto para monjas. En un principio se esperaba que lle-garan a él religiosas provenientes de España. Sin embargo no hay can-didatas para esto y se recurre a monjas de Pamplona para que ocu-pen el recinto. A este convento le sigue la construcción de muchos más con el mismo fin (Marco Doria 1988):

Se construye también el convento agustino en el cerro de La Popa. Esta labor se efectuó con la ayuda del Cabildo, el cual estaba intere-sado en la ejecución de la obra por cuanto este cerro sirvió de refugio para los esclavos fugitivos y cima-rrones. Más adelante se convirtió en centro de romerías y de devoción a la virgen de La Popa. De noche cumplía la función de faro.

En la Plaza del Mar se construye la Real Caja; esto con motivo del aumento en la actividad comercial y la elevación de la ciudad como principal puerto de América. Y la Plaza Mayor quedó como lo des-cribe un documento citado por Marco Dorta (1988). "bien califi-cada por la presencia de la Casa de Inquisición". En un principio con-sistió de varias casas de dos pisos, su parte inferior fue alquilada pa-ra locales con el fin de obtener ren-tas. En el siglo XVIII se convirtió en el monumento barroco que ve-mos hoy en día.

Entre las obras públicas se constru-yen dos hospitales más: uno para convalecientes, el de San Juan de Dios; y el de San Lázaro para le-prosos, enfermedad que al parecer causaba estragos en Cartagena.

Dentro de los trabajos civiles, se inician las fortificaciones en piedra para defensa de la ciudad. El pri-mer fuerte terminado es el de San Matías, y en 1614 se ponen las pri-meras piedras del Fuerte San Feli-pe cuya obra se completa casi un si-glo después. Hacia 1630 se termi-nan las murallas que circundan la plaza y buena parte de Getsemaní; sin embargo no fueron suficientes para evitar las incursiones piratas y su reconstrucción se siguió duran-te otros dos siglos.

Durante la segunda mitad del siglo la actividad constructiva se merma un poco. Para finales del siglo hay aproximadamente unas 1500 fa-milias.

EL ESPACIO URBANO EN EL SIGLO XVIII

El siglo XVIII no trae grandes construcciones que reflejen impor-tantes cambios en la estructura de la población. Se caracteriza más bien porque se terminan muchas de las obras iniciadas con bastante an-terioridad; o por la remodelación de algunas casas de los más adine-rados quienes buscan estar al tan-to de los últimos estilos arquitectó-nicos; o por la reconstrucción de edificaciones afectadas por los bombardeos piratas.

Cabe hablar aquí del uso del espa-cio en las casas cartageneras. Las del centro de la ciudad eran gene-ralmente de dos pisos. El segundo piso era ocupado por sus dueños y se caracterizaba por tener balcones volados, espacio ideal para aprove-char la brisa marina refrescante en momentos de intenso calor. Contaban estas casas también con

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patios internos con columnas y ar-cos, y por lo general estaban cons-truidas en ladrillo, piedra y mani-postería. La planta baja frecuente-mente era utilizada con fines comerciales o como depósitos, en la parte que se encontraba frente a la calle. La parte interior compren-día los aposentos de la servidum-bre y las caballerizas.

En Getsemaní eran más comunes las casas de un piso con fachada ba rroca, una puerta central y dos ven tanas laterales elaboradas con rejas en madera. En su interior también existía un patio flanqueado por ar cos y columnas.

COHCLUSIONES

Esta reconstrucción del espacio ur bano ha permitido analizar algunos textos que fueron utilizados duran te esta investigación.

Como lo mencionamos en la intro ducción, dentro de las corrientes historiográficas actuales se enfati- za mucho en la búsqueda de nue vas fuentes de datos o en el recur so de otras disciplinas para poder efectuar análisis que permitan pro fundizar en las mentalidades de las colectividades. Sin embargo, estos recursos no son utilizados por mu chos autores.

El texto de Borrego (1983) se pue-de considerar un estudio minucio-so de los documentos de archivo, de las crónicas, como también de las relaciones de precios, empadro-namientos, ordenanzas, etc., con los cuales se elaboraron numerosos cuadros para demostrar las relacio-nes de conflicto entre los encomen-deros, y de éstos con otros estamen-tos sociales particulares en Carta-gena. Sin embargo, esto no hace que pueda ser considerado el estu-dio de historia social de Cartage-na del siglo XVI (como se mencio-na en el prólogo), por cuanto deja de lado otros objetivos. Estos son

el estudio de las continuidades, de los acontecimientos como los des-cribe Le Goff (1983) en el que se modifican las perspectivas cronoló-gicas de la historia para observar lo repetido y esperado "fiestas del ca-lendario religioso, acontecimientos y ceremonias unidas a la historia biológica y familiar: nacimiento, matrimonio y muerte" (Le Goff 1983: 318).

Cuando la autora se refiere a algu-nos matrimonios y casos de adul-terio, en los cuales debe estar pre-sente el elemento femenino, no de-sarrolla ningún aspecto que concierna a las mujeres. Esto va unido a otro problema que tampo-co analiza, no tiene en cuenta lo que significa para esta época de con-quista y colonización, un posible cambio en los valores de estos in-dividuos españoles al tener contacto con los indígenas, con las nuevas tierras, con las nuevas condiciones en general. Al mismo tiempo tene-mos el proceso contrario, el cual tampoco se examina: el impacto en-tre la población nativa, no sólo a nivel demográfico, tema amplia-mente discutido, sino también a ni-vel cultural e ideológico.

Estas situaciones, como vemos, pueden crear otras formas de con-flicto, diferentes a las que ella ana-liza entre los encomenderos, que permiten extraer mayor informa-ción para complementar el cuadro cotidiano de la vida urbana.

Por tanto, y aunque se pueda con-siderar el texto de Borrego Plá co-mo novedoso en ciertos aspectos, falta ampliar el campo de interpre-tación con la ayuda de otras áreas que permitan "descubrir" hechos escondidos aún en la información más sencilla. El texto de Marco Dorta (1988) de-finitivamente pertenece a una es-cuela histórica en la cual es evidente que predominaba el gusto por lo es-tético y lo majestuoso, allí donde

quedaron las huellas de las grandes proezas del pasado. Se trata de una lectura que en fatiza básicamente las construcciones civiles, particulares u oficiales, en la cual se describe la forma de recinto arquitectónico y la función para la cual estaba des-tinado. No existe el intento de bus-car el contenido con el cual pueda hacerse un análisis del significado que tenían estos monumentos para las colectividades, y su posterior transformación simbólica (esto se encuentra más extensamente ex-puesto en Cardoso y Pérez Brignoli 1977: 334). La falta de análisis se puede encon-trar el tipo de información y el ma-nejo dado por el autor. Marco Dor-ta transcribe párrafos de las cartas que intercambiaban los funciona-rios de las colonias con la metró-poli, que conciernen principalmente al sitio, los materiales de construc-ción empleados y el maestro con-tratado para este menester. No exis-te un cuestionamiento de las fuen-tes escogidas, se queda en el nivel de descripción.

Datos como la aparición o desapa-rición de monumentos tienen un significado importante dentro del estudio de las estructuras sociales, por cuanto definen qué estamentos se van creando para suplir las ne-cesidades de una población, o cuá-les desaparecen por su inutilidad, producto de las transformaciones. Un ejemplo de esto, que no es ana-lizado por el autor, es la construc-ción de un convento de monjas un siglo después de la fundación, lo que indica nuevamente la presencia de la mujer pero desempeñando un rol distinto y nuevo, con un signi-ficado bastante diferente al de ser ama de casa, del servicio domésti-co, vendedora de frutas, etc.

Siendo un libro que trata sobre el espacio arquitectónico no hay nin-guna mención sobre la implanta-ción y el impacto que pudo ocasio-nar este modelo urbano español en

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las comunidades étnicas negras e in-dígenas. Esto muestra que el texto de Marco Dorta, está aún bajo los criterios europeos de historia, que se inicia con la llegada de los espa-ñoles y lo que de ahí en adelante se escriba hace referencia a su historia en el nuevo mundo, y a su "inter-pretación" de la cultura indígena (por cuanto no es considerado den-tro de esta corriente que el "otro" posea historia propia).

Otro caso similar lo constituye la obra de Lemaitre (1983). En sus textos predomina la típica separa-ción de prehistoria e historia, don-de la prehistoria comprende todo aquello que es básicamente bárba-

ro: un mundo de religiones incul-tas, costumbres culturales estética-mente desagradables; contrapues-to a la historia, donde se hace alusión a los "héroes gloriosos y magníficos". Esta labor se lleva a cabo citando documentos que sirven para espe-cular sobre el comportamiento de ciertos individuos, principalmente negros e indios. Tal es el caso cuan-do menciona a estos últimos para decir que son "inteligentes" y acompañan a los españoles en sus saqueos de los poblados indios. O para saber por qué Pedro Claver se dedicó a ayudar a los negros. Vemos a través de esta investiga-ción la importancia de las fuentes

de información. Pero más impor-tante es el cuestionamiento que de ellas se haga, cuál era la intención de las mismas en su momento y qué representan actualmente. Esto permitirá que su análisis sea más coherente y confiable, logrando así observar los distintos fenómenos que se dieron entre los diversos gru-pos humanos, buscando el conflic-to, la tensión, la agitación, lo que perdura y lo que desaparece, pero ante todo el por qué y el significa-do de todo ello. Es una alternativa de análisis que busca cubrir un am-plio campo de trabajo, donde no hay límites definidos que lo sepa-ren de otras ramas de investigación; al contrario, estas encuentran invi-tadas a participar.

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VÍAS DE COMUNICACIÓN DESDE EL VIRREINATO HASTA LA APARICIÓN DE LA NAVEGACIÓN A VAPOR POR

EL MAGDALENA Magdalena Jiménez

Estudiante de la Facultad de Ingeniería y de la Opción en Historia

Las características topográficas que presenta nuestro país y que lo ha-cen poseedor de una extensa varie-dad de climas y paisajes han sido desde tiempos precolombinos una de las principales barreras para la construcción de vías de comunica-ción entre los distintos asentamien-tos indígenas en la época precolom-bina y los centros urbanos desde la época de la colonia.

Lo anterior ha significado un de-sarrollo económico, político y so-cial muy desigual a lo largo y an-cho del territorio, como son los ca-sos de los Llanos Orientales, la Amazonia y el Chocó, entre otros. A esto hay que sumar el hecho de poseer muy diversas culturas (pai-sas, Santandereanos, etc.), cada una de las cuales posee anhelos y traba-ja de una manera diferente.

Las condiciones climáticas, carac-terizadas especialmente por largos períodos de invierno o de verano, contribuyen al deterioro de las vías de comunicación que puedan exis-tir, lo que a su vez contribuye al aumento de los costos de transpor-te, ya que se hace necesario un ma-yor número de días para recorrer el camino y el riesgo de perder la mercancía aumenta. Para poder entender un poco la vida durante la Colonia y los prime-

ros años de la República, se pensó sería interesante saber la manera en que los habitantes del Virreinato se comunicaban con la metrópolis y el nuevo país se comunicaba con el mundo.

Para poder entender dicho sistema de comunicación se hace necesario dar un vistazo a las formas de co-municación de los distintos grupos indígenas que habitaban nuestro te-rritorio antes de la llegada de los es-pañoles.

SISTEMAS DE COMUNICACIÓN

PRECOLOMBINOS

Los indios que habitaban en la re-gión del Bajo Magdalena utilizaban canoas que tenían una longitud aproximada de 8 a 10 metros y un ancho de 0.6 metros, para poderse desplazar por el río y las ciénagas y lagunas que éste formaba.

Al Bajo Magdalena llegaban los pueblos cercanos para intercambiar oro y piedras preciosas por pesca-do y sal. Para llegar a esta región los pueblos utilizaban principal-mente cuatro caminos. En el prime-ro seguían la cresta de la cordillera occidental hasta llegar a Buriticá y desde ahí hasta Urabá; el segundo

era aquel que partiendo de Buriti-cá tomaba hacia el norte por el río Sinú; un tercer camino partía de Buriticá hacia Alto Porce, para sa-lir al Valle de Aburra. El último de estos caminos era el que seguía las distintas rutas abiertas por los Quimbayas y que unían el Magda-lena con el Cauca, el Chocó y el al-tiplano habitado por los Chibchas. Los chibchas tenían a su vez cami-nos que comunicaban Tunja, Soga-moso, Duitama, Bogotá y tenían otros caminos que alcanzaban a lle-gar hasta Neiva y los Llanos Orientales.

Los indígenas que habitaban el sur del país (paeces, guabios, etc.), se comunicaban por medio de los ca-minos construidos por el Imperio Inca en su carrera expansionista.

DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA

El Nuevo Reino de Granada fue descubierto en 1499 por Alonso de Ojeda, Americo Vespucio y Juan de la Cosa, quienes recorrieron la costa de Venezuela hasta llegar al Cabo de la Vela. Posteriormente en 1501, Juan de la Cosa y Rodrigo de Bastidas, recorrieron la costa co-lombiana desde el Cabo de La Ve-la hasta Panamá.

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La conquista del territorio interior se realizó por espacio de 35 años aproximadamente, a lo largo de los cuales se hicieron las siguientes ex-pediciones:

1537 San Sebastián de Urabá- Cali. Badillo. 1536-38

Santa Marta-Bogotá. Gonzalo Jiménez de

Quesada. 1536-38 Coro (Venezuela)-Bogotá.

Nicolás de Federman. 1535-38 Quito-Bogotá. Sebastián

de Belalcázar. 1539 Zaragoza (Antioquia)-

Cali. Jorge Robledo. 1569-71 Bogotá-San Fdo. de Ata-

bapo. G. Jiménez de Quesada.

Sólo hasta 1739 el territorio de la Nueva Granada fue elevado a la ca tegoría de virreinato constituyéndo se así en el tercer virreinato del Nue vo Mundo junto con los de Nueva España y Perú.

El comercio neogranadino de estos primeros años de la Colonia, se rea-lizaba por las arterias fluviales, los caminos reales y algunas trochas. La principal vía de comunicación era el río Magdalena que unía Santa Fe de Bogotá con los puertos de Cartagena y Santa Marta. Por este río, transitaban todos los produc-tos de importación y exportación y todos los viajeros del Reino en pe-queñas canoas y champanes.

Por el río Cauca pasaban todas las mercancías de la Provincia de An-tioquia y el Atrato, por el río San Juan casi todo el comercio del Cho-có, en los Llanos Orientales se uti-lizaban los ríos Meta, Casanare y Orinoco, y por ellos se movían mer-cancías desde Chita (muy cerca a Tunja) hasta Santo Tomé en Guayana,

El camino más importante de todo el territorio era el Camino Real que tenía una extensión de 3.000 kiló-

metros y comunicaba Lima, capi-tal del Virreinato del Perú, con Ca-racas, capital de la Capitanía de Ve-nezuela. El Camino Inca, como se denominaba en el Virreinato del Perú, entraba al Nuevo Reino de Granada por la Gobernación dePo-payán, subía por Pasto, atravesa-ba el valle del río Patía y llegaba a Popayán. Saliendo de esta ciudad el camino se bifurcaba, un camino seguía hacia el norte pasando por Cali, Buga, y el Paso del Quindío, hasta llegar a Honda y Bogotá. El otro ramal tomaba hacia el oriente cruzando las poblaciones de La Plata, Neiva, Tocaima, hasta llegar a Santa Fe. De Santa Fe, nueva-mente en un solo camino tomaba al oriente hasta Caracas, pasando por Tunja, Pamplona, Cúcuta y Mérida.

Hasta 1613 los usuarios de este ca-mino eran atacados por diversos gru-pos indígenas, pero a partir de ese año se logró un control total y el tráfico se normalizó.

El Virreinato de la Nueva Grana-da se creó por primera vez en 1717, se suprimió en 1723, y se volvió a instaurar en forma definitiva en 1739. Esta Real Cédula anexó al Vi-rreinato las provincias de Chocó, Panamá, el Reino de Quito y parte de Venezuela.

EL VIRREINATO

Entre las numerosas vías de comu-nicación del Virreinato podemos destacar las siguientes:

Río Magdalena. Utilizado como ya se mencionó en la época precolombina, fue descu-bierto por Rodrigo de Bastidas en 1501, pero sólo pudo ser navegado hasta el año de 1531, convirtiéndose en la principal vía de comunicación a la cual llegaban numerosos afluentes que permitían la conexión entre el centro del territorio y las re-giones apartadas.

El viaje por el Magdalena, desde Cartagena o Santa Marta hasta el puerto de Honda podía demorar entre veinte días y tres meses. El re-corrido que se hacía constaba bá-sicamente de tres etapas, Cartage-na - Barrancas, que tomaba casi cuatro días, Barrancas - Mompox, otros cuatro días y Mompox - Hon-da, el cual se tardaba casi veinte días.

En los primeros años, la navegación se hacía en pequeñas canoas, en las cuales se utilizaban de diez a quin-ce remeros indígenas. Este trabajo realizado en forma deshumanizada y prácticamente sin control alguno menguó considerablemente la po-blación indígena. Aunque en 1560 se trató de reglamentar la navega-ción, estableciendo un total de 137 viajes anuales por embarcación y ciertos privilegios a los indígenas, quienes poco a poco debían ser reemplazados por negros, sólo has-ta 1580 ó 1600 se tienen las prime-ras noticias acerca del empleo de negros en este trabajo.

Así mismo, a partir de 1598 empe-zaron a aparecer los primeros champanes para la navegación por el río. Los champanes que perma-necieron hasta 1830, cuando apa-rece la navegación a vapor, eran embarcaciones de quince varas de largo o más, por dos de ancho y un metro de profundidad. La parte central estaba cubierta por un ar-co de guadua, en la cual se situa-ban los pasajeros y la carga. La ca-pacidad de dichas embarcaciones oscilaba entre veinte y veinticinco toneladas, su velocidad era de 20 ki-lómetros por día y su tripulación variaba entre doce y veintidós bo-gas, un contramaestre y un piloto.

Camino Honda - Santa Fe de Bogotá

Fue una de las principales vías de comunicación del Nuevo Reino de Granada, y permitía la comunica-ción entre Bogotá y el río Magda-

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lena, a través de Honda. Era el más transitado, pero uno de los más peligrosos y difíciles de recorrer debido a los barriales y las grandes rocas y piedras que había que franquear.

De acuerdo a un relato hecho por el sabio Humboldt, quien recorrió el camino en 1803, éste no tenía más de veinte pulgadas de ancho, de tal modo que el paso de los animales era bastante tortuoso, lo cual prolongaba ostensiblemente el tiempo de viaje.

El camino partía de la población de Honda," situada en la margen izquierda del Magdalena y luego de atravesarlo en ligeras canoas, el viajero llegaba a una pequeña población donde éste podía alquilar caballos y muías para su transporte y el de su equipaje.

Entre Santa Fe y Honda había unas 23 ó 24 leguas, de las cuales 15 se recorrían entre montañas, y el resto por la planicie de los Llanos de Bogotá.

Durante épocas de verano, se tardaba entre cuatro y seis días, pero en época de invierno el tiempo se doblaba y su recorrido era una verdadera pesadilla.

Saliendo de Honda, el camino cruzaba la población de Mariquita, y luego iniciaba el ascenso a lo largo de la Montaña del Sargento para desembocar en la Villa de Guaduas. Posteriormente se atravesaban las poblaciones de El Raizal, Chinau-ta y Villeta. Saliendo de esta última se empezaba un nuevo ascenso por espacio de siete horas hasta llegar a Facatativá, la cual se encontraba a sólo nueve leguas de Bogotá. Dadas las deficientes condiciones físicas del terreno, este trayecto llegaba a prolongarse por más de diez horas aun cuando en su parte final, el camino era de herradura, y se podía agilizar un poco el paso.

Camino de La Plata

Fue uno de los primeros caminos que aparecieron en nuestro territo-rio, y comunicaba Santa Fe con la Provincia de Quito. Fue muy tran-sitado hasta mitad del siglo XVIII, época en la cual empezó a decaer, dado que la ciudad de San Sebas-tián de La Plata perdió su prepon-derancia económica en cuanto al comercio de la plata se refiere, y de-jó de ser visitada por comerciantes y viajeros.

Una de las mejores descripciones que se tienen sobre dicho camino pertenecen a Fray Juan de Santa Gertrudis, quien lo recorrió entre 1756 y 1758. Según esta descrip-ción, el camino partía de Mariquita y dirigiéndose hacia el sur llegaba a la población de Guayabal, situada a unas siete horas. Posteriormente se encontraban las poblaciones de Lagunilla y La Mesa de Río Recio. Saliendo de esta última se tardaban dos jornadas en atravesar los Llanos de San Juan, para llegar a la población de El Guamo que distaba sólo tres leguas de Ibagué. Así, de El Guamo se pasaba por las poblaciones de Coello, Natagaima, Mercadillo y los Llanos de Neiva. En este punto, el camino se bifur-caba, uno se dirigía a La Plata, y el otro a Neiva, cruzando el Mag-dalena. Partiendo de los Llanos de Neiva, se entraba en territorio de los indios Andaquíes, en el cual se atravesa-ban las poblaciones de El Retiro, San Miguel, El Alto, Santa Bárba-ra y Paicol, antes de entrar a San Sebastián de La Plata. Entre Hon-da y La Plata había una distancia de 300 a 400 leguas.

Si el viajero deseaba continuar hacia Popayán, tenía que emprender el viaje, atravesando el páramo de Guanacas, recorrido en el cual gastaba entre tres y cinco días. Para viajar a Pasto, saliendo de Popa-

yán, se tomaba hacia el sur por el Camino de Barbacoas el cual pasa-ba por las poblaciones de Barba-coas, Santa Cruz, Caloto, La Ve-ga, Almaguer y Pasto.

Camino de Cartago

Este camino del occidente, unía el centro del Virreinato con el Valle del Cauca y las Provincias de Po-payán y Chocó. El Camino de Car-tago unía así Santa Fe de Bogotá con Cartago, atravesando la Cor-dillera Central por el paso del Quindío.

De acuerdo a los relatos de diferen-tes viajeros, la travesía del Paso del Quindío era bastante tortuosa, las mercancías y equipajes sólo podían ser transportados por bueyes, mien-tras que los viajeros eran llevados a lomo de carguero, es decir, en la espalda de indios y mestizos, quie-nes ganaban catorce piastras por doce días, que era el tiempo que du-raba el recorrido bajo condiciones favorables de clima.

El viaje se iniciaba en Bogotá, se bajaba a Tocaima y se cruzaba el Magdalena hasta llegar a la pobla-ción de Pie de Cuesta en las estri-baciones de la Cordillera Central. Otro camino se dirigía de Bogotá a La Mesa y cruzando el Magdalena se llegaba de nuevo a Pie de Cuesta. Un tercer camino, tomaba por los puentes de Icononzo, y al igual que los anteriores cruzaba el Magdalena hasta Pie de Cuesta.

De Pie de Cuesta se viajaba a Ibagué, en donde se emprendía el cruce del Paso del Quindío, el cual tenía una longitud de veinte leguas hasta Cartago. El Paso del Quindío era el más penoso de la Cordillera Central, de bosque espeso, deshabitado, en el cual se podían gastar entre doce días y un mes. El punto culminante de la travesía era un lugar conocido como el Garito del Páramo, situado a 3.500 metros

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sobre el nivel del mar. El camino tenía un ancho de aproximadamen-te 0.5 metros de ancho, y era de ar-cilla, con profundos barrancos pe-ro sin precipicios. Los bueyes eran los encargados de marcar el cami-no e imponer el paso. Una vez atravesado el paso se lle-gaba a Cartago, y de allí a Cali, Po-payán, Quibdó y Pasto.

Caminos de Chocó

La Cordillera Central podía atra-vesarse por diversos lugares, entre ellos, el sendero de Labollos, que comenzaba en Timaná y termina-ba en Popayán y en el cual se tar-daban tres días; infortunadamente, el río Coconuco inundaba el cami-no continuamente y por esto fue abandonado; el Páramo de Guana-cas, del cual ya se ha hablado an-tes; un Paso situado al norte del Pá-ramo anterior que pasaba por te-rritorio de los paeces y la provincia del Huila pero demasiado peligro-so. Por último existía un camino que se iniciaba en Chaparral y ter-minaba en Tuluá y era conocido co-mo el paso de Barragán. En tiempos del Virreinato existían dos vías de comunicación, la prime-ra de ellas era de carácter fluvial a través del río Dagua y la segunda eran los Caminos del Toro y el arrastradero de San Pablo.

El viaje por el río Dagua, que nace en la Cordillera Occidental y de-semboca en el Pacífico, era bastan-te peligroso por la gran corriente del río y se realizaba en pequeñas piraguas manejadas por dos negros, y en las cuales el viajero tenía que permanecer doblado casi todo el viaje. El viaje se iniciaba en las Jun-tas del Dagua y se bajaba hasta la población de El Salto, en donde existía una pequeña agencia del go-bierno. De El Salto se llegaba a El Saltico, en donde se tenía que cam-biar de embarcación dados los rá-pidos que se encontraban en esta población; de aquí se bajaba hasta

Santa Cruz y de ahí a Buenaventu-ra, en el Pacífico. De este puerto se viajaba a pie hasta Santiago de Cali.

El Arrastradero de San Pablo co-municaba las Provincias de Nóvi-ta y Zitará con Quibdó y uniéndo-se al Camino del Toro, con Carta-go, Cali y Popayán. El estado de estos dos caminos era bastante de-plorable pero el principal problema radicaba en los altos costos de transporte y por lo tanto en los pre-cios de los alimentos y todo tipo de mercancías, pues los habitantes de Nóvita y Quibdó debían pagar en la Provincia de Zitará altos peajes.

Caminos de Antioquia

El viaje por la provincia de Antio-quia empleaba cargueros, pero era un sistema bastante lento y costo-so. Además, el mal estado de algu-nos caminos originó el usó de un nuevo sistema, la Turega, que con-sistía en usar dos palos entre cuyos extremos se colocaban las muías, una delante de la otra y en el cen-tro la carga. Los bueyes fueron también muy utilizados, dada la se-guridad que ofrecían sus cascos en los descensos. Pero tal vez la carac-terística más importante del trans-porte antioqueño es la Arriería, la cual era una empresa de hombres recios que viajaban con recuas de muías por todo el territorio, llevan-do mercancías y alimentos. El arrie-ro típico era un todero.

Camino de Ayapel

Comunicaba la villa de Medellín con la población de Ayapel, en las sabanas de Tolú y la Gobernación de Cartagena. Este camino fue abierto entre 1774 y 1776, por el go-bernador Francisco Silvestre, con el fin de agilizar el tráfico de mercan-cías, los costos de transporte y co-municar Antioquia con Cartagena. Saliendo de Medellín y durante dos jornadas, el viajero caminaba por

la orilla del río Cauca, hasta llegar a la población del Remango, a par-tir de la cual se iniciaba el ascenso a la Montaña de San Juan de Ro-das. Terminando el paso de la mon-taña, se bajaba a San Jerónimo del Monte, puerto sobre el río San Jor-ge y lugar en el cual se embarcaban las mercancías y los viajeros, hasta llegar a Ayapel y de ahí por tierra a Cartagena. Con este nuevo ca-mino se lograron disminuir el tiem-po, los costos y los riesgos del viaje, y el comercio empezó a florecer. El Camino del Nare, que unía Ma-rinilla y Medellín con Puerto Na-re, era una vía bastante regular, em-pedrada en los sitios fangosos, por lo cual su travesía no era muy difí-cil. Saliendo de Marinilla y a unos 3/4 de legua se encontraba Rione-gro y 4 leguas más adelante Santa Helena, población desde la que se podía apreciar perfectamente el Va-lle de Medellín.

El Camino de Rionegro o de Remo lino Grande, pasaba por las pobla ciones de Caracoli, Cristales, San Roque, Santo Domingo, Porce, Yarumito y Barbosa, antes de lle gar a Medellín.

Hacia el sur, se salía de Medellín y pasando por Rionegro, el Cañón de Arma, Abejorral, Sonsón, Pácora, Supía, Anserma, Manizales, Aldea de María y el río La Vieja, se lle gaba a Cartago, en donde se unía con el Camino de Cartago o el de Toro.

Caminos del Norte

Esta fértil región se unía al centro del Virreinato por los Caminos de Paturia y del Carare.

El primero de ellos, apareció des-de los primeros tiempos de la Co-lonia, en el Estado de Santander y unía Girón y Bucaramanga con el río Magdalena, atravesando el río Lebrija. Este camino se iniciaba en Girón, pasaba por Bucaramanga y

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terminaba en el Puerto de Botijas, a orillas del Lebrija. El camino per-manecía en muy mal estado y difi-cultaba el comercio de toda la Pro-vincia, en lugar de facilitarlo. Del Pto. de Botijas al Magdalena ha-bía unas 14 leguas y el viaje se ha-cía en pequeñas canoas hasta Pa-payal. Pero era tan riesgoso el via-je, que continuamente se reportaban accidentes y naufragios. El tiempo que se empleaba en sa-car mercancías desde Girón hasta Cartagena, oscilaba entre 4 meses y un año. Por esto los habitantes de Santander, preferían usar el Ca-mino de Maracaibo y Cúcuta, ha-cia el oriente; y en contadas ocasio-nes el río Sogamoso por ser muy lento el viaje y muy costoso.

El camino del Carare fue utilizado por primera vez por Gonzalo Jimé-nez de Quesada en su primer viaje al altiplano muisca, y fue decla-rado camino oficial en 1776 por el virrey Antonio Flórez, quien lo usó para subir a Santa Fe para posesio-narse. Santa Fe se comunicaba con Santander por las poblaciones de Chiquinquirá, Puente Nacional y Vélez. En esta última población se iniciaba el Camino del Carare, que entrelazaba Vélez con el Puerto del Carare, sobre el río del mismo nombre. Estas poblaciones se en-contraban separadas por 14 leguas y había que atravesar los poblados de la Peña, Alto del Roble y Fló-rez, que era el último lugar habita-do antes de llegar al Carare. En es-te puerto se embarcaban las mer-cancías, que recorrían 18 leguas antes de llegar al Magdalena.

Caminos de los Llanos

Los Llanos Orientales, fueron len-tamente poblados por hatos, ha-ciendas, cofradías, asentamientos, misiones y poblaciones indígenas, que se comunicaban entre sí por ca-minos de herradura, ríos y caños.

La comunicación con el centro del Virreinato estuvo limitada siempre

por las dificultades topográficas y climáticas, que representaba atra-vesar la Cordillera Oriental. En 1750, el virrey Solís Folsh de Cardona, inició la construcción del Camino de Cáqueza, que saliendo de Santa Fe pasaba por Cáqueza, Tibabuyes, atravesaba la cordille-ra por el Paso de Cabuya y bajaba a los Llanos, por San Martín. Existían otros caminos, como el que atravesaba la cordillera por Pa-ya, Pisba y terminaba en Labranza-grande, y que fue utilizado en 1819 por Bolívar en la campaña liberta-dora. Un tercer camino era el de Pore y Labranzagrande, que era usado por los llaneros para el ga-nado hasta Tunja y de ahí al Soco-rro, Vélez y San Gil. Este camino atravesaba la cordillera por el Pá-ramo de Toquillo y era un paso bastante penoso, muy rocoso y ro-deado de precipicios. Un cuarto camino era el Camino de Medina, que unía Santa Fe con el Orinoco, por el río Meta; el cami-no de Miraflores, entre Tunja y el río Upía; el Camino de Chita-Labranzagrande, que comunicaba el Valle de Sogamoso con Casana-re; el Camino de Labateca, entre Pamplona y Apure y por último el Camino de San José, que iba del Valle de Cúcuta hasta el Bajo Zulia. Todos los caminos desde Santa Fe hacia los Llanos cumplían con el trayecto Santa Fe de Bogotá - Tun-ja, que pasaba por las poblaciones de Chía, Sopó, Chocontá, en don-de terminaba la Gobernación de Cundinamarca, la Parroquia de Santa Bárbara de Hatoviejo, Tie-rra Negra o Alto de Los Arrayanes y Ventaquemada. El camino tenía una extensión de 27.5 leguas y se-gún Alejandro Humboldt en 1804 se empleaban 27 horas y 24 minu-tos en recorrerlo.

Navegación a Vapor

Hasta el año de 1824 toda la nave-gación que se daba en el país y es-

pecialmente por el río Magdalena se realizaba mediante embarcacio-nes de diversos tamaños impulsa-das por grupos de remeros, espe-cialmente negros esclavos y algunos indígenas. Pero a partir de este año, por el Decreto 19, artículo 55 de 1823, expedido por el Senado y la Cámara de Representantes, se es-tableció la navegación de buques a vapor por el río Magdalena, facili-tando de esta manera las comuni-caciones entre los departamentos de Cundinamarca y Boyacá con los puertos marítimos.

El anterior decreto concedió a Juan Bernardo Elbers el privilegio exclu-sivo en el establecimiento de la na-vegación a vapor por espacio de 20 años.

Fue así como en enero de 1824 lle-gó al país el primer buque a vapor llamado Filadelfia, pero que no tra-bajó durante mucho tiempo dado su gran tamaño y que calaba dema-siado, razón por la cual encallaba continuamente.

En junio de 1825 llegó el vapor Ge-neral Santander que entró al Mag-dalena por Bocas de Ceniza. Con este vapor, Elbers logró llegar has-ta Peñón de Conejo, en donde construyó una bodega y ayudó a la apertura de un camino hacia Guaduas.

La navegación a vapor creó una al-ta demanda de madera que era uti-lizada como combustible. De este hecho nació una nueva actividad para los habitantes de la ribera del río quienes cambiaron sus labores agrícolas por la de conseguir ma-dera, presentándose así numerosos problemas sociales y económicos.

Dado el notable éxito alcanzado por la navegación a vapor, Elbers vio la necesidad de tener otro va-por, pero en esta ocasión se cons-truyó en Barranquilla de acuerdo a las características de navegación que exigía el río y que eran bastan-

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te distintas a las de Europa y Esta-dos Unidos.

Hasta este momento, 1826, la na-vegación a vapor había estado en manos de Elbers y unos pocos co-merciantes colombianos, ya que la gran mayoría de la sociedad colom-biana había sido bastante incrédu-la ante esta nueva empresa. A par-tir de 1826, la compañía empezó a tener grandes éxitos económicos, razón por la cual aquellos que se veían excluidos decidieron bloquear el proyecto a como diera lugar.

Hacia 1827, la Compañía del Mag-dalena contaba con varios vapores tales como el vapor General Bolí-var, que trabajaba un promedio de 7 meses al año entre Cartagena y Barrancas, trayecto en el cual em-pleaba de 4 a 5 días, y Santa Mar-ta, Barranquilla, travesía que du-raba sólo 3 días; el vapor General Santander que viajaba entre Ba-rrancas y San Pablo y Peñón de Conejo y el vapor construido en Barranquilla, que unía los puertos de San Pablo con Honda y Puerto Nare.

En 1827 se fundó una nueva com-pañía de navegación, en la cual El-bers sólo poseía una pequeña can-tidad de las acciones y el resto per-tenecía a comerciantes colombia-nos pero a finales de 1828, la cri-sis se hizo evidente pues la situación política por la que atravesaba el país, los continuos enfrentamientos entre Bolívar y Santander y sus co-partidarios, y el deseo de muchos de impedir el proyecto, fueron las razones que llevaron a que la licen-cia que había sido concedida a El-bers en 1823, por espacio de 20 años, fuera cancelada y la compa-ñía tuvo que cerrar. La licencia só-lo fue restituida tres años después, en 1831. Pero una vez se puso nuevamente en funcionamiento, la mala suerte fue el peor de los enemigos de El-bers; fue así como los vapores Gral.

Bolívar y Gral. Santander se per-dieron al quedar el primero enca-llado en el Caño de Tabianza y el se-gundo naufragó cerca a Cartagena, bajo las órdenes del Tte. Coronel Juan Teófilo Minuth. Así, para 1833 la compañía sólo contaba con el vapor Libertad, que sólo funcio-nó hasta 1837, año en el cual naufragó.

Hacia 1839, se restableció la nave-gación a vapor por el Magdalena, pero en esta ocasión por una nue-va compañía creada por Francisco Montoya y un grupo de comercian-tes ingleses, pues Juan Bernardo El-bers había muerto a finales de 1835, poco después de haber organizado una nueva compañía que nunca prosperó. Pero la nueva compañía, denominada Compañía de Navega-ción Anglo Granadina, sólo poseía el vapor Unión, el cual sólo traba-jó entre 1839 y 1841, año en el cual fue confiscado por el gobierno y utilizado para transportar tropas, por lo cual fue atacado por las fuer-zas del general Raffet y fue hundi-do, quedando el río sin vapores hasta 1847. Entre 1841 y 1847, la navegación por el Magdalena tuvo que realizarse en pequeños champanes.

LOS FERROCARRILES

Desde tiempos muy antiguos los ca-minos y las vías de comunicación de nuestro país eran bastante defi-cientes y su recorrido equivalía prácticamente a una tortura. De ahí que las dificultades topográficas, las condiciones físicas de los cami-nos y las largas jornadas que debían realizarse para recorrerlos, hicieron pensar a los colombianos que el fe-rrocarril, que había aparecido en Inglaterra en 1830 en la línea Manchester-Liverpool, sería la so-lución definitiva a todos aquellos problemas y permitiría de dicha manera un mayor desarrollo e in-tegración del país.

La primera ley relativa a las vías fé-rreas se dictó en 1835 y estaba re-lacionada con los cantones de Pa-namá y Portobelo.

Las primeras líneas férreas que apa-recieron en nuestro territorio fue-ron la de Panamá dada al servicio en 1855 y la de Cartagena inaugu-rada en 1871.

La construcción de vías férreas a lo largo y ancho del territorio ofrecie-ron rapidez en las comunicaciones, comodidad en los viajes, seguridad en el comercio y un mayor estrecha-miento entre los distintos sectores económicos. Vale la pena aclarar que todas las vías férreas construi-das entre 1855 y 1920 tenían un fac-tor común, el haber sido diseñadas y construidas para la importación y exportación de productos, por lo cual siempre se localizaban entre centros urbanos con cierta activi-dad económica y comercial y los puertos sobre el Magdalena o so-bre sus afluentes, de tal forma que las mercancías pudieran moverse fácilmente. Tal es el caso de los fe-rrocarriles de Girardot, Tolima, Cundinamarca, del Sur, Antioquia, Puerto Wilches, Santa Marta y Cartagena, que fueron construidos para unir capitales de estado con el Magdalena o los puertos maríti-mos. Lo anterior explica por qué cuando se inició el proceso de mo-dernización hacia 1920, la escasez de vías de comunicación entre los distintos centros urbanos fue uno de los problemas más importantes por solucionar. Además, del total de kilómetros construidos, entre el 70% y el 80% pertenecían a activi-dades relacionadas con la exporta-ción del café. Otro punto importante radica en el hecho de que, hasta 1920,1a gran mayoría de las vías fé-rreas habían sido construidas por compañías extranjeras, ya fueran inglesas, alemanas o norteame-ricanas. La construcción de vías férreas fue bastante lenta y diseminada, de tal

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forma que para 1885, 30 años des-pués de haberse dado al servicio el primer ferrocarril, sólo había en el país un total de 286 Kms. de los cuales casi la mitad se encontraban aún en construcción. Un factor muy importante en el de-sarrollo del ferrocarril en Colom-bia, fue el de las sucesivas e innu-merables guerras civiles que vivió el país durante la segunda mitad del siglo XIX, pues por lo general se te-nían que interrumpir los trabajos ya que los obreros tenían que ir a lu-char y no quedaba nadie que hicie-se el trabajo. En otros casos, si los trenes ya estaban en funcionamien-to eran confiscados y utilizados pa-ra la movilización de tropas.

Los principales ferrocarriles del país fueron los siguientes:

Ferrocarril de Panamá

Se inició en 1852 y se dio al servi-cio 3 años después, constituyéndo-se en una de las empresas más ren-tables y prósperas del mundo, de-bido al alto volumen de carga que transportaba. Esta línea tenía una extensión de 80 kms. y unía Ciudad de Panamá con Colón y el Atlántico.

Ferrocarril de Bolívar (Barranquilla)

Su construcción se inició en febre-ro de 1869 por parte de la firma ale-mana Hoenigsberg, Wessels & Co., y en 1871 se entregó el primer tra-mo de 27 Kms, entre Barranquilla y Puerto Salgar, aun cuando el tra-zado inicial debía ser de Barranqui-lla a Sabanilla. Esta prolongación se inició en 1879 y fue dada al ser-vicio en 1882. Esta línea funcionó hasta 1946, cuando los buques pu-dieron entrar a Barranquilla por Bocas de Ceniza.

Ferrocarril de Antioquia

Construido por el Ingeniero cuba-no Francisco J. Cisneros. Esta

construcción fue contratada en 1874 y la línea debía tener extensión de 150 Kms y estaba destinada a unir Puerto Berrío con la población de Aguasclaras, en el distrito de Barbosa.

El mayor problema que tuvo que enfrentar la construcción de esta lí-nea fue el de las guerras civiles, y fue así como sólo al cabo de 10 años se logró entregar un tramo de 48 Kms. entre Pto. Berrío y Pavas. Debido a la guerra civil iniciada en 1885, el contrato fue cedido al In-geniero John B. Doughert, quien terminó de construir la línea.

Ferrocarril de Cúcuta

Fue el tercer ferrocarril construido en nuestro país, y debía unir Cúcuta con Puerto Villamizar. Esta línea constaba de dos etapas, la primera unía los puntos anteriormente men-cionados y la segunda, Pto. Villamizar-La Jarra. La primera parte tenía una extensión de 55 Kms; se inició en 1878 y se termi-nó en 1880; la segunda parte tenía 14 Kms, y sólo se terminó en 1888.

En 1893 se contrató la construcción de un nuevo tramo entre Cúcuta y la frontera con Venezuela, con una extensión de 16.2 Kms y que fue da-da al servicio en 1897.

Ferrocarril de Cundinamarca

En 1882 el estado de Cundinamar-ca contrató con la firma Brown y Rodgers, la construcción de una lí-nea entre Facatativá y el río Mag-dalena, que fue dada al servicio el 20 de julio de 1889. Para la cons-trucción de este tramo se trajeron a lomo de muía desde el Magdale-na los vagones, rieles y locomoto-ras, ya que la construcción se hizo de Bogotá hacia el río.

Ferrocarril de La Dorada

Esta vía tenía como fin unir Bogo-tá con la Costa Atlántica y se con-trató en 1875 la construcción de una

vía entre Puerto Conejo y Puerto Arrancaplumas, un poco más arri-ba de los rápidos de Honda, para así poder utilizar el camino Honda-Bogotá. Esta línea se dio al servi-cio en 1882 y fue construida por Cisneros, el mismo del Ferrocarril de Antioquia. En 1894, se prolon-gó la línea hasta Yaguas, con una longitud de 22 Kms. hacia el nor-te. En 1897 se da al servicio un nue-vo tramo que llega hasta La Dora-da. Uno de los objetivos de este fe-rrocarril era el de unirse a los ferrocarriles de Girardot y Cundi-namarca, pero debido a la oposi-ción de las directivas de estas dos empresas nunca se pudo cumplir con dicha tarea.

Ferrocarril del Norte (Puerto Wilches)

Aun cuando la contratación para el ferrocarril que debía unir Bucara-manga con Puerto Wilches se hizo en 1873, sólo hasta 1911 se dan al servicio los primeros 20 Kms. de la línea. A un paso bastante lento se realizó la construcción de esta línea que sólo en 1941 logró llegar hasta Café Madrid en Bucaramanga.

Ferrocarril de Girardot

En 1881 se contrató con Cisneros la construcción de un tramo de 33 Kms. entre Girardot y Tocaima, que fue dado al servicio en 1884. Dado el éxito presentado por esta línea, se hizo un nuevo contrato, esta vez con el fin de lograr una línea que uniera Tocaima con las Juntas de Apulo. Pero la guerra ci-vil de 1885 impidió su terminación y el contrato fue cedido por Cisne-ros. Posteriormente la línea se ter-minó hacia 1886 y en ese año se contrató con Carlos Uribe la cons-trucción de un nuevo tramo entre Apulo y el empalme con el ferro-carril de La Sabana. En 1899 se llega a la población de Anapoima y la línea tiene una extensión de 45 Kms. En 1905 se da al servicio el tramo Anapoima-San Joaquín,

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completando un total de 58 Kms. Finalmente en septiembre de 1908 se llega a Facatativá, logrando una extensión de 132 Kms. En esta úl-tima población se hacía el empal-me entre los trenes de Girardot y el de la Sabana, pero debido a la di-ferencia de trocha (separación en-tre los rieles) el transbordo era ne-cesario. Sólo hasta 1924 gracias a Laureano Gómez se logra la igua-lación de las trochas y por lo tanto el empalme de los ferrocarriles.

Ferrocarril del Norte (De La Sabana)

El ferrocarril ,,del Norte compren-día dos tramos diferentes, uno en-tre Bogotá y Bucaramanga y otro entre Bucaramanga y Puerto Wil-ches, tratando así de lograr una em-presa de carácter nacional. Así co-mo el tramo Pto. Wilches-Bucaramanga sólo se terminó en 1941, la línea entre Bogotá y Buca-ramanga nunca pudo construirse y sólo llegó en 1946 a la población de Barbosa, con una extensión to-tal de 207 Kms, pasando por las del Puente del Común (1894), Cajicá (1896), Zipaquirá (1898), Nemocón (1907), a sólo 15 Kms de Zipaqui-rá, Lenguazaque (1925), Chiquin-quirá (1928) y La Provincia (1930).

Ferrocarril del Pacífico

Esta línea debía unir Cali con Bue-naventura y aunque se contrató en 1872, sólo se inició su construcción en 1878, bajo el mando de Cisne-ros. En 1882 se inauguró el tramo Buenaventura-Córdoba, con una extensión de 27 Kms. Pero debido a los problemas presentados en los otros ferrocarriles, sólo en 1905 se logró llegar a las Juntas del Dagua, a 54 Kms de Buenaventura. Final-mente en 1909 el Ferrocarril del Pa-cífico entró a Cali, con una exten-sión total de 173 Kms. Posterior-mente se fue prolongando la línea, y fue así como en 1917 se llegó a Palmira. Poco a poco esta empre-sa se fue consolidando hasta llegar a ser la red ferroviaria más extensa del país, habiendo absorbido los fe-rrocarriles de Santander-Timba (en el Cauca) y las vías hasta Cartago, Popayán y Armenia.

Ferrocarril de Santa Marta

Esta línea buscaba unir Santa Mar-ta con el Magdalena y aunque fue contratada en 1880, sólo en 1897 se inauguró el primer tramo entre Santa Marta y Ciénaga. Posterior-mente en 1906 se llegó a Fundación,

pero nunca se pudo llegar al río co-mo se había pretendido en un prin-cipio. Este tren alcanzó a tener gran prosperidad durante el auge bana-nero, por lo cual se construyeron algunos ramales dentro de la zona de cultivo de la United Fruit Company.

Ferrocarril de Cartagena

Debía unir Cartagena con el Mag-dalena, para facilitar el tránsito de mercancías de importación y expor-tación. Se contrató en 1890 y se dio al servicio en 1894, siendo uno de los pocos construidos sin contra-tiempos.

Ferrocarril del Sur

Buscando una nueva salida de Bo-gotá al Magdalena, se proyectó es-ta línea, que debía pasar por Fusa-gasugá. En 1898 se inauguró el pri-mer tramo entre Bogotá y Sibaté, posteriormente en 1926 se dio al servicio el tramo desde Sibaté has-ta San Miguel y el Salto del Tequen-dama, pero la obra fue abandona-da y posteriormente en 1930, se in-corporó al ferrocarril de La Sabana.

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RESEÑAS

La mentalidad revolucionaría re-presenta una contribución singular a una nueva concepción de la his-toria de las mentalidades: implica, en primer término, una superación de la identificación historia de las mentalidades-larga duración que, a partir del célebre artículo de Fer-nand Braudel, aparecía como el marco necesario de las investigacio-nes en este campo. Frente a la de-finición de Braudel de las mentali-dades como "prisiones de larga du-ración" y playas de la historia casi inmóvil, Vovelle valoriza el acon-tecimiento fundador, en este caso, la revolución como instancia de creatividad en el dominio de lo mental.

En segundo término, implica una ruptura con el concepto de "men-talidad colectiva" considerada por el autor como noción reductora y mistificadora, que supone un clima común, un espíritu colectivo de la época, una noción "interclasista" (según la expresión de Ginzburg), una idea que menos que ninguna otra tolera una revolución, la cual por el contrario, constituye un mo-mento de tensión y de oposiciones de clase.

En tercer término, la originalidad del trabajo de Vovelle radica en la revalorización de la cultura popu-lar, la cual en los tratamientos de otros historiadores aparecía como el dominio privilegiado de las iner-cias, de la estática y de la reacción al cambio, marcada por un estereo-tipo del cual daba claramente cuen-ta el vocabulario: "furores", terro-res pánicos, fuerza mágica. Contra esta identidad arcaizante de lo po-pular, Vovelle rescata su capacidad creativa e innovadora y concentra su análisis en la generación de va-lores y de lenguajes nuevos "al ca-lor" del movimiento revoluciona-rio, allí donde otros han visto úni-camente la simple perpetuación de tradiciones milenarias.

Uno de los aportes más valiosos del texto reside en la minuciosa referen-cia del marco historiográfico del cual ha partido el autor. Empeña-do en una justificación de la vali-dez de una historia de las mentali-dades de la Revolución Francesa, Vovelle parte de un balance que re-vela las razones de la antigua des-confianza de la historiografía de tradición jacobina y de orientación revolucionaria, frente a plantea-mientos de signo conservador (o aún contrarrevolucionario) y ali-mentados no pocas veces con fór-mulas pseudo-científicas tales como ciertos análisis antropomorfistas en boga a comienzos del siglo (en el es-tudio de las muchedumbres revolu-cionarias) o como ciertas explica-ciones de corte pavloviano. En es-te sentido, el trabajo de Vovelle cumple también una ruptura con la tradicional desconfianza de los his-toriadores marxistas hacia la histo-ria de las mentalidades, aun cuan-do los más grandes entre ellos y de-dicados al estudio de la revolución, Georges Lefebvre y Albert Soboul, son en la consideración de Vovelle, los "padres fundadores" de la his-toria de la mentalidad revoluciona-ria, el primero con su artículo "Foules révolutionnaires" publica-do en 1932 y, sobre todo, con La Grande Peur; el segundo, con su trabajo Les Sans-culottes parisiens en L' an II. Mouvement populaire et gouvernement révolutionnaire (1793-1794)

Además, la obra de Rudé sobre las multitudes en la Revolución Fran-cesa proporciona a Vovelle un mo-delo interpretativo aplicado al ca-so marselles y en general al Midi. Por otro lado, los estudios de Clau-de Mazauric sobre el movimiento jacobino son seguidos de cerca en la construcción de una periodiza-ción para esta corriente revolucio-naria. Estas consideraciones signi-fican que el autor se sitúa en estre-cha continuidad con la -

Michel Vovelle. La mentalité revolutionnairé Paris, Messidor, Editions Sociales, 1985

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historiografía marxista de la revolución francesa. Sin embargo, su incursión en otras vertientes le ha permitido, en una medida importante, construir y desarrollar su método de análisis de las mentalidades. Vovelle valoriza particularmente la historia li-teraria, los trabajos de Paul Hazard y sobre todo de Daniel Mornet, cu-yo libro, Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa, consti-tuye un clásico de referencia obli-gada y aún no superado. Son tam-bién significativas para Vovelle, las contribuciones de Philippe Aries y sus estudios sobre la infancia; de Michael Foucault; de Mikhail Bakhtin y su estudio del universo rabelaisiano de cultura popular, de Maurice Agulhon y su texto Péni-tents et Franc-maqons.

El análisis de Vovelle sobre la men-talidad revolucionaria otorga un lu-gar importante a las herencias cul-turales de larga duración y a las más recientes del movimiento de las Lu-ces, pero se concentra de preferen-cia en la creación de actitudes, con-ceptos y valores nuevos, insiste en la creatividad revolucionaria, viva-mente sentida por otra parte por los mismos contemporáneos y actores de la Revolución: ésta aparece así en la pluma de Vovelle como una auténtica "revolución cultural".

Su abordaje se distancia por igual de las explicaciones unitarias que establecían una causa primera de la revolución (la alteración de los va-lores tradicionales como secuela del filosofismo, entre los historiadores conservadores, el progreso del in-dividualismo y el retroceso de la su-perstición como resultado de la di-fusión de las luces, entre los libe-rales) y de las explicaciones mecanicistas de lo mental como una realidad determinada por condicio-nes demográficas y económicas (p. 53).

Vovelle concluye que no se puede reducir el lugar de las sensibilida-

des colectivas a un rol epifenomé-nico puesto que tienen dentro de las superestructuras ideológicas un lu-gar propio.

Por otro lado, Vovelle rechaza de plano el modelo difusionista que re ducía la explicación de la sensibili dad colectiva por la transmisión vertical de un modelo elitista, sim plificado y vulgarizado a nivel po pular: por el contrario, el autor in siste en la elaboración de modelos de comportamiento y valores pro pios, muchos de ellos como reela boración de formas antiguas y otros como creaciones innovadoras, den tro de lo que el texto denomina la "Superación dialéctica de las heren cias recibidas"(p. 27) .

Dentro de estas coordenadas, el autor aborda el estudio de las ma-nifestaciones de la mentalidad re-volucionaria: el miedo y su trans-formación política en el mito del complot; la muchedumbre urbana, provincial y campesina; la violen-cia en su proceso de mutación des-de la explosión espontánea hasta las formas institucionalizadas del Te-rror y los Tribunales revoluciona-rios, a través de un proceso de cre-ciente organización y teorización por parte de un movimiento sans-culotte gradualmente politizado, que llega a justificar la violencia en términos de necesidad histórica y de defensa legítima de la revolución.

Una parte muy importante del tex-to está dedicada a lo que Vovelle denomina el "Homo Novus" revo-lucionario. A través del examen de ciertas nociones, pueblo, fraterni-dad, igualdad, felicidad, del análi-sis sociológico del grupo sans-culotte y sus organizaciones (asam-bleas seccionarías estudiadas en Pa-rís por Soboul y en Marsella por Vovelle) el autor saca a luz un tipo humano nuevo: el militante, cuyo perfil social y grado de activismo se fijan con precisión, (p. 117)

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Pero es sobre todo el examen del hé-roe revolucionario y las modalida-des diversas de la heroización una de las contribuciones más interesantes del texto: de la desconfianza por las glorias sospechosas de pretensiones cesaristas hasta la construcción de la trinidad de mártires revolucionarios y la exaltación de los héroes-niños se desenvuelve una peripecia que sufre una corte en Thermidor.

En el estudio de las formas de la so-ciabilidad revolucionaria, de la fiesta de la religión y los cultos, de la vida cotidiana y las costumbres, del amor y de la muerte, el autor esta-blece los elementos novedosos que la revolución crea, al lado de las su-pervivencias y de las' 'relecturas" de formas antiguas: la fiesta con sus es-cenarios, sus imágenes, sus discur-sos y su música, como expresión de un nuevo ideal de la sociedad y del mundo, de la imagen de la mujer y del niño, en un proceso de mutación que examina desde los comienzos de la revolución hasta el fin del Direc-torio; las escenografías neo-clásicas y las referencias a Grecia y Roma; la religiosidad revolucionaria mani-fiesta tanto en un movimiento des-cristianizador de fuerte arraigo po-pular, en el carnaval y en el culto a las Diosas-Razón como en los cultos oficiales del Ser Supremo y de los mártires, las fiestas decadarias y la teofilantropía del Directorio; los nuevos valores del compromiso po-lítico, la fraternidad y la felicidad: el sentido de la vida breve, la laici-zación de la familia, el nuevo dere-cho sucesorio; los nuevos conceptos de pareja (la unión libre entre los sans-culottes) de la infancia y la ju-ventud, de la mujer, en un discurso por momentos moralista y misógi-no; la nueva imagen de la muerte, ampliamente nutrida del lenguaje médico y expresada en nuevos ritua-les fúnebres seculares y recatados.

Como resultado de estos análisis, Vovelle establece un balance revela-dor del cambio que la revolución in-trodujo en las mentalidades, am-pliando el imaginario colectivo, la sensibilidad y la vida cotidiana del siglo siguiente, aun cuando el texto no escatima la consideración de las manifestaciones de la marginalidad y de la oposición ante el hecho revo-lucionario. Desde el punto de vista metodológico, el libro ofrece un mo-delo de tratamiento en la Historia de las mentalidades dentro de un cua-dro de interrogaciones sobre los jue-gos de la larga duración secular y del tiempo corto de una revolución1.

Las fuentes utilizadas incluyen una gama amplísima de documentos es-critos y no escritos: declaraciones, proclamas, prensa, hojas sueltas, afiches, pintura neo-clásica, decora-ción de vajillas, cartas de juego, tra-jes y peinado (el corte' 'a la guilloti-na") la música (canción revolucio-naria e himno adaptado del canto gregoriano entre los ven deanos), la epigrafía, etc. Los procedimientos utilizados en la lectura de la documentación varían desde el análisis cuantitativo hasta el re-examen de la literatura tradicio-nal y la hagiografía e incluyen de un modo destacado el análisis cualita-tivo de datos.

La cuantificación de los registros electorales, los informes de asisten-cia a clubes y secciones, las curvas de la demografía histórica (sobre varia-bles tales como el grado de compro-miso político y del militantismo (e Inversamente, la magnitud de la marginalidad y del rechazo a la re-volución) o el alcance de la recepción entre las gentes de la nueva legisla-ción (el divorcio, o el derecho suce-sorio, por ej.). Sobre estas bases, el autor construye una cartografía de Francia que revela la regionalización

de las sociedades revolucionarias, de la emigración contrarrevoluciona-ria, del culto a los mártires de la li-bertad, del movimiento descristiani-zador y sus rechazos, etc. El análi-sis lexicográfico de las imágenes (aplicada tanto al arte popular y al grabado como a la gran pintura neo-clásica) revela temas, conceptos (li-bertad, regeneración) valores a pro-mover o a extirpar (fanatismo, su-perstición), la desaparición del vie-jo repertorio (la Pasión, los mártires cristianos, el Juicio final) y la irrup-ción de imágenes y símbolos toma-dos del clasicismo griego y romano (la pintura de David). El análisis de los contenidos simbólicos (escarape-la, gorro frigio entre los grupos po-pulares, el rosario y el corazón de Je-sús entre los vendeanos) permite al autor establecer las formas y la evo-lución de los sentimientos de comu-nidad y la transición de las nociones (como la de "pueblo" que desde el "buen pueblo" de la concepción so-cial del Antiguo Régimen evolucio-na hacia la idea nueva de fraternidad igualitaria y culmina en la acepción restrictiva de pueblo por oposición a los poderosos).

Finalmente, la lectura "en negati-vo" de las fuentes de la represión es-clarece los comportamientos y acti-tudes y contribuye a la construcción de perfiles sociológicos.

De esta manera el abordaje de Vo-velle incorpora a la historia de las mentalidades la dimensión económi-ca, social y demográfica sin incurrir en reduccionismos simplificadores ni en determinismos mecanicistas ni en un fácil "miserabilismo" que convierte la miseria en el motor úni-co del comportamiento de las masas (P. 194): por el contrario se trata de un análisis extremadamente fino de los matices y por ello es su lectura es-pecialmente sugestiva.

1. La mentalité revolutionnaire. Pág. 267.

_____________________________________________________________________________________________Isabel Clemente

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Las 438 páginas de este libro recogen estudios del autor aparecidos durante el último cuarto de siglo en la revista parisiense Problémes d'Amérique Latine, cuya colección está a disposición de los lectores en la Biblioteca del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo que dirige Pierre Gilhodes.

Daniel Pécaut es un sociólogo am-pliamente conocido en los medios intelectuales y académicos latinoa-mericanos y en Colombia ganó su reputación con el libro Política y Sindicalismo en Colombia, (Bogotá 1973) y a partir de entonces es incuestionable la influencia que sus trabajos han ejercido en la investi-gación e interpretación de la sociedad y política colombianas.

Su último gran trabajo (publicado en Bogotá en 1987 y, el mismo año, en París) Orden y Violencia. Co lombia, 1930-1953, al tiempo que establece un cuadro teórico y me todológico, propone una versión de la reciente historia sociopolítica co lombiana que, sin duda, constitu ye un punto de partida y marco de referencia en estos campos. Pero el libro que reseñamos es de otia na turaleza.

El autor se nos anticipa explicando, diccionario en mano, (Littré, 1860) por qué ha bautizado los estudios incluidos en este libro con el nombre de "crónica": un género que estaría en el justo medio entre el periodismo investigativo, "descriptivo y frío", y la investigación histórica moderna.

Con todas sus "insuficiencias y la-gunas" y la periodización presiden-cialista, las Crónicas tejen una se-cuencia de muchos hilos y muchos colores. Leídos hoy, quizás con las mismas ventajas que tuvo el autor para seleccionar sus textos, los siete capítulos del libro nos preparan para enfrentar un proceso acumulativo que iría de aquellas "crisis parciales" o manejables por los ac-

tores, (descontento, y apatía popu-lar, inmovilismo del Frente Nacio-nal. ..) que serían la base de las pe-ripecias de la Presidencia de Carlos Lleras (pp. 37-73), a las tensiones más frecuentes que sobrevienen de las elecciones del 19 de abril de 1970 (pp. 75-154) y de allí a la transición del Frente Social Llerista a la nue-va estrategia económica, la upaqui-zación inspirada por el Profesor Currie (pp. 155-245). En estos ca-pítulos, Pécaut localiza las fallas más profundas del sistema político en el pacto frente-nacionalista y en el MRL y la ANAPO que consti-tuyen el fracaso de una oposición organizada. El quiebre de esta his-toria estaría en la segunda mitad de los años setenta cuando ya se ad-vierten síntomas indudables de la "crisis moral" que afecta el cuer-po político social colombiano, (pp. 247-326) y que va llevando a la "en-crucijada" (pp. 27-364) en que rea-parece la "crisis", ya planteada en términos de "guerra y paz" (pp. 327-405), que desemboca en un su-gestivo capítulo cuyo título descri-be la preocupación del autor: "¿Más allá del punto imposible del retorno?" (pp. 407-438).

Las Crónicas entrelazan principal-mente dos grandes fenómenos: La persistencia de una democracia ci-vil, crecientemente limitada, pero, al fin y al cabo, democracia en el contexto latinoamericano, y "la vio-lencia (que) entre todas sus formas que atraviesa la sociedad. Acompa-ña el auge de la economía clandes-tina, avanza de la mano de la co-rrupción política, se multiplica al-rededor del terrorismo político y del contra-terrorismo militar, sin per-donar ninguna capa de la sociedad. Secuestros, homicidios, extorsio-nes, constituyen la tela de fondo de un movimiento de actualidad en que reina la confusión" (p. 357).

Los ingredientes básicos están presentes desde mediados de los años setenta: el dinamismo de una eco-

Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de política Colombiana 1968-1988, Siglo XXI, Bogotá , 1988

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nomía clandestina (a fin de cuentas somos contrabandistas desde la Colonia) que conduce a la aparición y consolidación del narcotráfico, expresión y causa a la vez de nuevas formas de violencia que debilitan más un Estado de por sí débil, fragmentado y con una legitimidad disminuida, particularmente después de las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, cuando, según Pécaut, se vuelve difícil "organizar el descontento". Tal dificultad se inscribirá en la herencia de la violencia de los años cincuenta que afectó por igual el clima en que se dan las acciones represivas del Estado y los vocabularios y aventuras radicales de la izquierda. Sostiene Pécaut que más que la trama o el juego de los actores lo que ha cambiado en los últimos años es el escenario mismo: "Colombia ha sido teatro de una movilización — en el sentido que los sociólogos de la 'modernización' daban en otros tiempos al término— que ha derribado en el período de estos veinte años las barreras jerárquicas y suscitado las interacciones de sectores de la población que vivían antes en universos separados", (p. 25). Este cambio ha afectado la religión y la educación, el control natal, el ascenso político del sector de em-pleados públicos (y no de los obreros) y, así sucesivamente. Estos cambios muestran aquella "reivin-

dicación igualitaria" que, siguiendo a De Tocqueville, constata Pécaut y que en el siglo pasado entusiasmaba al abogado Florentino González y ponía en guardia al comerciante Miguel Samper. Pero quizás lo que más ha cambiado en el escenario, según Pécaut, es que la violencia de nuestros días no es la continuación de las antiguas violencias sino su desplazamiento hacia una situación inédita: "A fines de 1985 la guerra sucia se extiende sin límites en una mezcla inexplicable de protagonistas declarados y ejecutantes oficiosos, de objetivos políticos, sociales, militares, económicos, de iniciativas colectivas o individuales" (p. 31). En la economía de la droga, Pécaut capta el elemento que conduciría a la "autonomía de la violencia"; de allí, a la "polarización" en el contexto actual de una élite disminuida en su autoridad, no habría sino un paso hasta llegar al punto de no retorno: "La cuestión es ahora saber si el punto de no regreso ha sido atravesado, lo que condenaría a Colombia a convertirse por un largo tiempo en el teatro de una guerra civil abierta, al mismo tiempo que de una violencia social proteica... "(p. 408). Conclusión que quizás dejaría indiferente a la mayoría de colombianos dispuesta a aceptar que el vertiginoso despegue económico que presencia va de la mano con la inseguridad que padece.

Fundación Misión Colombia Historia de Bogotá. Villegas Editores, Bogotá, 1988, 3 Tomos

(Un promedio de 330 páginas cada tomo. Ilustraciones y mapas).

(Valor de los tres tomos $60.000).

Beatriz Castro C.l

La publicación de estos tres tomos sobre la Historia de Bogotá es sin duda una de las más importantes ediciones históricas del año 88. Es la primera obra de historia urbana

realizada sobre una ciudad colombiana, que cubre el extenso período de su existencia, con el intento de llegar a hacer una historia total. Igualmente, es importante por su calidad editorial que ya se ha hecho acreedora a varios premios mun-diales. Cada tomo abarca un período histórico diferente y está dirigido por

1 Se hace imprescindible hacer mención a la reciente desaparición de Julián, porque tuvimos la fortuna de compartir muchos momentos

Marco Palacios

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nomía clandestina (a fin de cuentas somos contrabandistas desde la Colonia) que conduce a la aparición y consolidación del narcotráfico, expresión y causa a la vez de nuevas formas de violencia que debilitan más un Estado de por sí débil, fragmentado y con una legitimidad disminuida, particularmente después de las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, cuando, según Pécaut, se vuelve difícil "organizar el descontento". Tal dificultad se inscribirá en la herencia de la violencia de los años cincuenta que afectó por igual el clima en que se dan las acciones represivas del Estado y los vocabularios y aventuras radicales de la izquierda. Sostiene Pécaut que más que la trama o el juego de los actores lo que ha cambiado en los últimos años es el escenario mismo: "Colombia ha sido teatro de una movilización — en el sentido que los sociólogos de la 'modernización' daban en otros tiempos al término— que ha derribado en el período de estos veinte años las barreras jerárquicas y suscitado las interacciones de sectores de la población que vivían antes en universos separados", (p. 25). Este cambio ha afectado la religión y la educación, el control natal, el ascenso político del sector de em-pleados públicos (y no de los obreros) y, así sucesivamente. Estos cambios muestran aquella "reivin-

dicación igualitaria" que, siguiendo a De Tocqueville, constata Pécaut y que en el siglo pasado entusiasmaba al abogado Florentino González y ponía en guardia al comerciante Miguel Samper. Pero quizás lo que más ha cambiado en el escenario, según Pécaut, es que la violencia de nuestros días no es la continuación de las antiguas violencias sino su desplazamiento hacia una situación inédita: "A fines de 1985 la guerra sucia se extiende sin límites en una mezcla inexplicable de protagonistas declarados y ejecutantes oficiosos, de objetivos políticos, sociales, militares, económicos, de iniciativas colectivas o individuales" (p. 31). En la economía de la droga, Pécaut capta el elemento que conduciría a la "autonomía de la violencia"; de allí, a la "polarización" en el contexto actual de una élite disminuida en su autoridad, no habría sino un paso hasta llegar al punto de no retorno: "La cuestión es ahora saber si el punto de no regreso ha sido atravesado, lo que condenaría a Colombia a convertirse por un largo tiempo en el teatro de una guerra civil abierta, al mismo tiempo que de una violencia social proteica... "(p. 408). Conclusión que quizás dejaría indiferente a la mayoría de colombianos dispuesta a aceptar que el vertiginoso despegue económico que presencia va de la mano con la inseguridad que padece.

Fundación Misión Colombia Historia de Bogotá. Villegas Editores, Bogotá, 1988, 3 Tomos

(Un promedio de 330 páginas cada tomo. Ilustraciones y mapas).

(Valor de los tres tomos $60.000).

Beatriz Castro C.l

La publicación de estos tres tomos sobre la Historia de Bogotá es sin duda una de las más importantes ediciones históricas del año 88. Es la primera obra de historia urbana

realizada sobre una ciudad colombiana, que cubre el extenso período de su existencia, con el intento de llegar a hacer una historia total. Igualmente, es importante por su calidad editorial que ya se ha hecho acreedora a varios premios mun-diales. Cada tomo abarca un período histórico diferente y está dirigido por

1 Se hace imprescindible hacer mención a la reciente desaparición de Julián, porque tuvimos la fortuna de compartir muchos momentos

Marco Palacios

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un investigador distinto. El prime-ro versa sobre el período de conquis-ta y colonia y fue dirigido por Ju-lián Vargas L. El segundo, a cargo de Eugenio Gutierrez C, cubre el siglo XIX; y el tercero, bajo la res-ponsabilidad de Fabio Zambrano P., se ocupa del siglo XX. Cada to-mo es un libro independiente y no obstante coinciden en algunos as-pectos comunes: no existe una con-tinuidad analítica entre éstos. Ade-más los temas son abordados con enfoques distintos y reciben un tra-tamiento diferente. El desarrollo urbano, entendido como el desarro-llo de la infraestructura y arquitec-tura de latiudad, es el único tema que alcanza a ser trabajado por los tres investigadores, brindando una visión global de Bogotá y cumplien-do con el objetivo de lograr una his-toria sectorial. Quizás debido a la autonomía en la dirección de cada uno de los tres tomos no dio un re-sultado homogéneo a toda la obra.

La parte más novedosa de la inves-tigación es el énfasis sobre el aspec-to social de la ciudad. El primer to-mo, que se ocupa del período co-lonial, logra sobre los temas de medicina, beneficencia y crimina-lidad un análisis completo. Los otros dos, más descriptivos, logran presentar las actividades de la élite en el siglo XIX y una mirada glo-bal sobre los diferentes sectores so-ciales propios del siglo XX.

En los períodos correspondientes al siglo XIX y al XX se hace referen-cia al tema de la educación como parte del desarrollo de la vida ca-pitalina. Sin embargo su mención es breve, cuando existen buenas in-vestigaciones sobre la historia de la educación en Colombia que hubie-ran aportado considerablemente.

En cuanto a la parte gráfica, habría que retomar lo ya dicho por Jorge Orlando Melo en su reseña sobre esta publicación, en el sentido de que es inadmisible en una obra de esta calidad.

Por la diferencia entre los tres to-mos, se hace necesario realizar co-mentarios independientes de cada uno de ellos.

La elaboración del primer tomo se basó principalmente en fuentes pri-marias del Archivo Nacional y en la revisión de fuentes secundarias. Esta parte de la obra se divide en ocho capítulos. Los dos primeros, que se ocupan de la población pre-colombina, su conquista y de la fundación de Santa Fe, contrastan con los subsiguientes capítulos en su enfoque y tratamiento de la in-formación, como también por la inexactitud y la ligereza al abordarlos2. El resultado, un tra-tamiento completamente literario, alejado del rigor de la investigación histórica, hay que señalarlo, es res-ponsabilidad total del redactor final.

El tercero, la economía regional y urbana, es el menos elaborado de la sección colonial. Sin embargo, se establece una periodización que permite visualizar las etapas de de-sarrollo económico de Bogotá y la Sabana, su región abastecedora con la que mantiene una total depen-dencia. A partir de aquí, para to-do el período colonial se relaciona la ciudad con su entorno sabanero mostrando el estrecho vínculo eco-nómico que existió.

El siguiente capítulo trata sobre el desarrollo urbano y demográfico. Hace un buen recuento de la parte

2 "Para poner algunos ejemplos: el libro sostiene que en todo el con-tinente americano no se ha encontrado hasta ahora vestigios de ci-vilización rudimentaria alguna más antigua que los hallados en El Abra o atribuye la matrilinealidad en el sistema social chibcha a la desconfianza de los caciques hacia sus esposas".

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arquitectónica y de infraestructura, dando una visión del paulatino desarrollo de Santa Fe. En cuanto al crecimiento demográfico hay dos conclusiones importantes para la ciudad: el proceso progresivo de mestizaje y la migración constante de población de la Sabana principalmente, aspectos que influyeron en la vida de la pequeña urbe. Contiene una buena presentación de la distribución social de los habitan-tes, así como su ubicación en el es-pacio urbano. El capítulo relacionado con la ad-ministración de la ciudad muestra la totalidad de la organización y mantenimiento del orden en una ciudad recién fundada. Los queha-ceres y dificultades del cabildo, sus ingresos, los funcionarios y sus obligaciones son los temas trabajados. Los tres últimos capítulos son los más innovadores de toda la obra, no sólo por su temática sino por el manejo de la información. El sex-

to abarca la problemática de la for-mación médica, el tratamiento y los servicios ofrecidos por los médicos, las dificultades en la salud pública y finalmente, las instituciones de caridad que ayudaban a prestar es-tos servicios, de por sí insuficien-tes. El séptimo trata sobre la pobla-ción indígena y artesanal sobresa-liendo dos temas: la criminalidad y la mita urbana. En el último deno-minado fiesta y recreación, se ha-ce especial énfasis en los sectores pobres, los marginados y sus for-mas de diversión. Se destaca la des-cripción y análisis de las chicherías capitalinas, parte esencial de la vi-da santafereña. Después de leer el tomo sobre la co-lonia queda claro lo siguiente: 1. La existencia de etapas de apogeo y es-tancamiento en Santa Fe. La pri-mera mitad del siglo XVII fue la mejor época en todo sentido y tras la cual se inicia un letargo del que

se despierta a finales del siglo XVIII, cuando se presentó un di-namismo significativo. 2. El mes-tizaje como proceso de conforma-ción de la nueva sociedad santafe-reña. 3. El aislamiento de Santa Fe, que se prolongó hasta el siglo presente. El segundo tomo, que trata en de-talle las décadas del 20 y 30, deja sin mayores referencias los finales del siglo. Precisamente durante es-tos últimos años se evidencia en la capital un despegue general y son las décadas más investigadas por la historiografía, lo cual brindaba la posibilidad de una mayor elabora-ción. Este tomo se basó principal-mente en la prensa capitalina, al-gunos viajeros y libros sobre remi-niscencias para elaborar su reconstrucción histórica. La utiliza-ción de fuentes de archivo fue limi-tada y se omitieron trabajos secun-darios y algunos relatos de viajeros que contienen descripciones más complejas sobre Bogotá. El tomo se encuentra distribuido en nueve capítulos. Los dos primeros dan cuenta del panorama urbano, de los servicios públicos y del poco crecimiento físico de la capital. Pre-senta el problema de los servicios públicos que tan sólo empiezan a tener una solución a finales del si-glo, por iniciativa privada y que después son asumidas por el gobier-no municipal. Sin embargo no se elabora un análisis sobre las inver-siones municipales, como tampoco se hace ninguna relación entre la administración municipal y el ma-nejo político, lo que sería importan-te para aclarar las tendencias y ac-tividades de la administración. La vida política de la capital es la vida política nacional, y aunque no es un ejercicio fácil separar la política lo-cal de la nacional, se excluyen su-cesos particulares de la capital, co-mo el sapismo en el período radi-cal, que influyeron en el sistema electoral del Estado de Cundina-marca y por supuesto de Bogotá.

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La vida cotidiana, la cultura, la educación y la Iglesia son trabajados de una manera descriptiva. En relación a la cotidianidad y cultura, los capítulos se centran en las actividades de la élite bogotana. En cuanto a la Iglesia, se refieren a aspectos ya trabajados, describiendo detalladamente las procesiones religiosas y enfatizando en la devoción católica muy arraigada en la ciudad.

El capítulo relacionado con la economía se detiene más en el desarrollo industrial y financiero, que debido a la casi inexistencia y la inestabilidad de la producción, no eran los más importantes sectores para este período. Por el contrario los sectores importantes de la economía bogotana y de la Sabana en aquella época, como fueron el agrícola, el ganadero y el artesanal, se mencionan brevemente.

Respecto a los movimientos sociales, en el capítulo sexto, se presentan algunos casos que sobresalen por su novedad como son el motín del pan en 1875 y el levantamiento de los artesanos en el 93. Sin embargo se toman eventos que ya han sido ampliamente tratados, pero que no fueron consultados totalmente, como por ejemplo los levantamientos de medio siglo.

Al terminar el segundo tomo son muy pocas las conclusiones que se pueden extraer, son más las dudas que quedan que las certezas que se obtienen*. A nuestro parecer, la poca claridad en los criterios que intervinieron en la selección de temas, incidió en que los tópicos abordados no estén debidamente articula-

dos, ni contextualizados dentro de la problemática del siglo pasado.

La tercera sección de la obra que nos ocupa, se centra principalmente en las décadas de los 20s y 30s del presente siglo, aunque se extiende hasta finales del cincuenta. La investigación de esta parte se realizó prioritariamente con base en la revisión de prensa capitalina, sin mayor consulta de fuentes secundarias y de archivos, logrando sin embargo dar a conocer temas novedosos.

El tomo se encuentra dividido igualmente en nueve capítulos. Los dos primeros se refieren al desarrollo urbano y los servicios públicos llegando a demostrar la dificultad que ha existido para establecer una mínima planificación urbana y muestra también, que tan sólo a partir de la década de los treinta se logran estabilizar los servicios públicos en la ciudad. Se mencionan los inconvenientes que encontraron diferentes gobiernos centrales de una parte y municipales de otra, para llegar a acuerdos que establecieran los impuestos y aportes capitalinos. Sin embargo no hay una sistematización estadística sobre aspectos de administración municipal y la incidencia partidista en el manejo de la política municipal.

Hay varios capítulos que se refieren a la vida cotidiana de los capitalinos. El capítulo así denominado alude únicamente a las diversiones de la élite; los esparcimientos de los otros sectores sociales son tratados en los siguientes capítulos. Esta es la parte más novedosa del tomo tercero, deja una buena visión de la forma de vida de esta época.

3 Para mencionar algunos interrogantes en los cuales se hubiera po-dido adentrar podemos señalar, por ejemplo: En el desarrollo urbano, ¿quiénes tenían el capital para invertir en las construcciones urbanas? ¿de qué magnitud era la concentración de la propiedad en la ciudad?. Respecto a lo social, ¿cuáles eran las características de la sociedad capitalina? ¿cómo se caracterizó la presencia del sector artesanal? Y sobre lo político: ¿cuáles fueron las características de la práctica y sus conflictos?

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Beatriz Castro C.

La periodización por décadas esta-blecida para el recuento de la vida cotidiana no corresponde a cambios profundos, los cuales tan sólo se hacen evidentes a finales de los cua-renta. La cultura, aunque se hace a manera de recuento de algunos eventos, tiene información nueva como son las innovaciones del ci-ne, las publicaciones literarias y los deportes. La educación se mencio-na brevemente y aparece como te-ma novedoso la vida cotidiana en la universidad.

La salud pública es objeto de aten-ción y muestra la situación de po-breza y atraso de la ciudad, llegan-do a señalar que tan sólo a finales de la década de los cuarenta se ini-cian programas institucionales del estado para solucionar en parte la deficiencia de la salud pública. Por el contrario el interesante tema de la inseguridad, que podría aportar mucho sobre la vida de Bogotá, es apenas tomado en cuenta. En cuanto a la economía es intere-sante el énfasis hecho en la presen-cia del sector artesanal. Muestra también el poco desarrollo indus-trial de Bogotá y su tendencia a concentrarse en la pequeña produc-ción y en algunos ramos como los alimentos y las bebidas.

Por último, en relación a los mo-vimientos políticos y sociales sobre-sale el levantamiento de Junio de

1929 en contra del grupo "La Ros-ca" que controlaba la administra-ción municipal. Sobre el 9 de Abril, quizás debido a lo reiterativo del te-ma, no se hacen referencias distin-tas a lo ya investigado en los tan-tos trabajos historiográficos. Lo demás se relaciona con las eleccio-nes presidenciales: "se narra la vi-da política nacional como si fuera la capitalina"4.

Después de finalizar la lectura de este tomo queda claro el increíble atraso de la capital y su tardío de sarrollo, asimismo, la retrasada consolidación de la administración municipal, el énfasis técnico en el tratamiento de sus problemas y el control de la élite sobre el cuerpo social. Es tan sólo a finales de la dé cada de los treinta cuando la capi tal empieza a dejar su aislamiento y entra en una etapa de desarrollo con grandes dificultades de planifi cación. Igualmente, el texto mues tra la influencia cundiboyacense en la población de la ciudad y deja una buena imagen de la forma de vida capitalina.

Este conjunto de libros sobre Bo-gotá certeramente va a tener in-fluencia sobre las próximas inves-tigaciones de historia urbana que se realicen en nuestro país, ya que abre posibilidades de incursionar en un nuevo campo de la historiogra-fía colombiana.

FRANK SAFFORD: El Ideal de lo práctico. El desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia. Bogotá. Empresa Editorial Universidad Nacional-El Ancora Editores. , 1989.

Gracias a esta coedición de la Uni-versidad Nacional y El Ancora Edi-tores se cuenta con la versión en es-pañol, reformada y ampliada del texto ya muy conocido en su edi-ción original en inglés, del historia-dor norteamericano Frank Safford, cuyos trabajos son obras de refe-rencia obligada para los estudios de historia de Colombia, en particu-lar, la del siglo XIX.

El tema central del libro es el estu-dio de los diversos proyectos em-prendidos por miembros de la élite para promover en Colombia una cultura técnica de signo pragmáti-co, a lo largo de un período com-prendido entre las reformas borbó-nicas en Nueva Granada y las pri-meras décadas de este siglo. La obra incluye además un Epílogo que analiza los desarrollos de aque-

4 Melo, Op. Cit.

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Beatriz Castro C.

La periodización por décadas esta-blecida para el recuento de la vida cotidiana no corresponde a cambios profundos, los cuales tan sólo se hacen evidentes a finales de los cua-renta. La cultura, aunque se hace a manera de recuento de algunos eventos, tiene información nueva como son las innovaciones del ci-ne, las publicaciones literarias y los deportes. La educación se mencio-na brevemente y aparece como te-ma novedoso la vida cotidiana en la universidad.

La salud pública es objeto de aten-ción y muestra la situación de po-breza y atraso de la ciudad, llegan-do a señalar que tan sólo a finales de la década de los cuarenta se ini-cian programas institucionales del estado para solucionar en parte la deficiencia de la salud pública. Por el contrario el interesante tema de la inseguridad, que podría aportar mucho sobre la vida de Bogotá, es apenas tomado en cuenta. En cuanto a la economía es intere-sante el énfasis hecho en la presen-cia del sector artesanal. Muestra también el poco desarrollo indus-trial de Bogotá y su tendencia a concentrarse en la pequeña produc-ción y en algunos ramos como los alimentos y las bebidas.

Por último, en relación a los mo-vimientos políticos y sociales sobre-sale el levantamiento de Junio de

1929 en contra del grupo "La Ros-ca" que controlaba la administra-ción municipal. Sobre el 9 de Abril, quizás debido a lo reiterativo del te-ma, no se hacen referencias distin-tas a lo ya investigado en los tan-tos trabajos historiográficos. Lo demás se relaciona con las eleccio-nes presidenciales: "se narra la vi-da política nacional como si fuera la capitalina"4.

Después de finalizar la lectura de este tomo queda claro el increíble atraso de la capital y su tardío de sarrollo, asimismo, la retrasada consolidación de la administración municipal, el énfasis técnico en el tratamiento de sus problemas y el control de la élite sobre el cuerpo social. Es tan sólo a finales de la dé cada de los treinta cuando la capi tal empieza a dejar su aislamiento y entra en una etapa de desarrollo con grandes dificultades de planifi cación. Igualmente, el texto mues tra la influencia cundiboyacense en la población de la ciudad y deja una buena imagen de la forma de vida capitalina.

Este conjunto de libros sobre Bo-gotá certeramente va a tener in-fluencia sobre las próximas inves-tigaciones de historia urbana que se realicen en nuestro país, ya que abre posibilidades de incursionar en un nuevo campo de la historiogra-fía colombiana.

FRANK SAFFORD: El Ideal de lo práctico. El desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia. Bogotá. Empresa Editorial Universidad Nacional-El Ancora Editores. , 1989.

Gracias a esta coedición de la Uni-versidad Nacional y El Ancora Edi-tores se cuenta con la versión en es-pañol, reformada y ampliada del texto ya muy conocido en su edi-ción original en inglés, del historia-dor norteamericano Frank Safford, cuyos trabajos son obras de refe-rencia obligada para los estudios de historia de Colombia, en particu-lar, la del siglo XIX.

El tema central del libro es el estu-dio de los diversos proyectos em-prendidos por miembros de la élite para promover en Colombia una cultura técnica de signo pragmáti-co, a lo largo de un período com-prendido entre las reformas borbó-nicas en Nueva Granada y las pri-meras décadas de este siglo. La obra incluye además un Epílogo que analiza los desarrollos de aque-

4 Melo, Op. Cit.

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llos proyectos hasta una época re-ciente, considerando, entre otros, los que se cumplieron en la Universidad de los Andes.

El período analizado comprende una primera fase que el autor designa con el nombre de Borbones y Neo-Borbones y que se sitúa entre las reformas ilustradas de las últimas décadas de la colonia (Programa de Moreno y Escandón, trabajos científicos y docentes de Mutis, Expedición Botánica, entre otros) y los comienzos de la década de los 60, momento en el cual se habría curnplido el "ocaso del neo-borbonismo". Con el término Neo-Borbones identifica Safford los sectores predominantemente conservadores de la élite colombiana que se abocaron, en la época siguiente a la independencia, a la realización de unas políticas educativas en clara continuidad de propósitos con los sostenidos por los virreyes del reformismo borbónico.

Los objetivos dominantes en el pro-grama de promoción de la educación técnica y científica, habrían sido la utilidad económica, el orden social, la moralización y la disciplina. El método empleado en la ejecución de este programa se habría fundado en el control estatal y la centralización, la coerción y el autoritarismo, ejemplificados particularmente por las gestiones de Lino de Pombo, Mariano Ospina y Tomás Cipriano de Mosquera.

Con el ocaso del neo-borbonismo, una segunda fase en la historia de la cultura técnica aparece identificada con los programas liberales, aun cuando las ciencias y la tecnología recibieron poco apoyo institucional durante el decenio de 1850. Si bien los liberales continuaron la prédica de los neo-borbones en favor de la utilidad económica como criterio básico para promover los estudios científicos y técnicos,

abandonaron la orientación mora lizante y paternalista, adoptando modelos anglo-americanos. Por otro lado, impulsaron la descentra lización, equiparando los colegios provinciales con las tres universida des (Bogotá, Cartagena y Popayán) que en la era neo-borbónica habían detentado un virtual monopolio de la educación superior; pusieron en práctica una política extremada de laissez-faire que llegó hasta la abo lición de los títulos académicos y al amparo de la libertad de enseñan za, abandonaron los métodos coer citivos con los cuales se había in tentado dirigir a los jóvenes hacia las carreras técnicas en el perípdo anterior.

Finalmente, la política liberal se apoyó en una condena vigorosa del elitismo del sistema neo-borbónico: en su lugar, se promovió la democratización de la educación desarrollando especialmente la educación primaria. Sin embargo, Safford caracteriza la fase de los gobiernos radicales como una etapa de reordenamiento e impulso de la educación en todas sus ramas y de la educación científica y técnica, en parti-cular esta última, gracias a la fundación de la Universidad Nacional en 1868.

Como una parte considerable de la obra está dedicada al estudio histórico de la profesión de ingeniero, el autor consagra un examen muy detenido a instituciones como el Colegio Militar, las escuelas de ingeniería de Bogotá y Medellín, al papel que jugaron los estudios en el exterior y los esfuerzos emprendidos por las agremiaciones de ingenieros colombianos en la creciente profesionalización de la ingeniería

Si bien la segunda mitad del siglo aparece caracterizada en el texto por la afirmación paulatina de una cultura técnica de espíritu secular y moderno, bajo los gobiernos ra-

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dicales y las administraciones na-cionales de Rafael Núñez así como bajo los gobiernos conservadores de Antioquia, el autor registra un resurgimiento del antiguo estilo pa-ternalista neo-borbónico en la dé-cada de 1890, en particular con los proyectos de enseñanza de artes y oficios bajo el control de congre-gaciones religiosas. En el análisis de la proyección so-cial y del alcance real de los diver-sos programas de educación técni-ca emprendidos, el estudio de Saf-ford considera de modo particular las limitaciones impuestas por las condiciones geográficas, por una economía de escaso crecimiento y tradicional en sus estructuras bási-cas, y por la continua inestabilidad política, con sus secuelas de guerras civiles, destrucción y ostracismo partidistas. Todos estos factores combinados se tradujeron en una permanente discontinuidad en las políticas del sector educativo. El ejemplo de la ingeniería ilustra es-te contexto general. En el transcurso del resto del siglo XIX, la escuela de ingeniería ado-leció de la debilidad institucional que afectó a cada uno de los secto-res de la vida colombiana del perío-do. La constante falta de continui-dad está reflejada en los cambios, casi anuales, de su nombre; y algo más importante aún, el profesora-do continuaba disminuyendo... La escuela tampoco tenía una ubica-ción permanente: en cierto momen-to (1887) estuvo establecida en el Instituto de Artesanos, poco des-pués en el antiguo convento de San-ta Clara, luego en una casa del Ba-rrio Santa Bárbara, y no mucho más tarde (1891) fue trasladada al edificio de la Escuela de Derecho. Tal como lo sugiere una existencia tan peripatética, la escuela no tenía laboratorios adecuados, ( 1)

Pero, además del estancamiento económico y las escasas oportuni-dades de empleo para esta élite téc-nica incipiente, el "ideal de lo prác-tico" fue resistido y frenado por el peso de los valores tradicionales: el antiguo concepto español del honor y del prestigio, del desprecio seño-rial del trabajo manual cargado de connotación servil, ennoblecía las carreras de derecho, medicina, teo-logía y relegaba socialmente los es-tudios técnicos. De este modo, los esfuerzos de algunos dirigentes de la élite por impulsar las ciencias na-turales y la tecnología tuvieron re-sultados limitados y parciales: la cultura de corte aristocrático im-pregnó también las nuevas carreras. Así concluye el autor que:

El mandarinismo persiste y, por con-siguiente, también subsiste su corolario: la debilidad técnica de los niveles me-dios e inferiores. Gran parte de la clase alta colombiana ya ha obtenido una ca-pacitación técnica, pero los valores aris-tocráticos continúan influyendo nega-tivamente sobre ella (2).

En otro orden de hechos, el libro analiza, con apoyo en una riquísi-mas erudición, las historias parti-culares de algunas instituciones educativas, la acción desempeñada por los profesores nacionales y ex-tranjeros, rescatando en algunos casos incluso las tribulaciones de su vida cotidiana; se detiene en el exa-men de las diferencias regionales, en particular las que separaron el oriente y el occidente del país, los escasos esfuerzos por encontrar so-luciones técnicas autóctonas, el dé-bil y efímero proyecto de desarro-llo de los estudios de agronomía, paradójicamente en un país consa-grado a una economía agro-exportadora, etc, etc.

1 Safford. Op. cit.' Pág. 299. 2 Op. cit. Pág. 366.

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Tanto por el planteamiento gene-ral, una historia de la educación en relación con los valores socialmente dominantes, como por la informa-ción factual y heurística que aporta y las líneas de investigación que abre, el libro de Safford represen- Golte, Jürgen: Repartos y Rebeliones. Tupac Amarú y las contradicciones de la economía colonial. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1980.

Taylor, William B.: Drinking, Homicide and Rebellion in Colonial Mexican Villages. Stanford University Press, Standford, California, 1979.

La historiografía colonial de Lati-noamérica ha desarrollado una cla-ra tendencia hacia los estudios de historia social. Este aspecto del campo historiográfico es especial-mente evidente en relación con los temas y los métodos de investiga-ción de los más recientes trabajos.

El intento por interpretar los he-chos históricos desde "las bases", es decir, desde la visión de los gru-pos dominados, ha sido la tenden-cia predominante. La metodología utilizada ha recurrido a las ciencias sociales específicas para aprovechar conceptos y métodos de investiga-ción que permitan el análisis histó-rico de los fenómenos sociales des-de las perspectivas de la antropo-logía, la ciencia política y la economía, principalmente. De la misma manera, este énfasis hace de la reacción de estos grupos, espe-cialmente en la forma de rebeliones, uno de los temas más importantes para la nueva historia social.

El estudio de las rebeliones com-prende un elemento clave para el entendimiento de la sociedad colo-nial, no sólo porque éstas expresan las contradicciones macro-

ta una significativa contribución a los estudios sobre la educación colombiana, pero también a las reflexiones que actualmente ocupan a los universitarios acerca del sentido, el carácter y las metas de la formación superior. estructurales del sistema de dominación colonial, sino también porque permiten explorar los detalles locales de las mentalidades populares enfrentadas a una situación crítica tan importante como fue la colonización española.

Los dos libros aquí reseñados intentan, cada uno a su manera, el análisis de los fenómenos de rebelión en la América española colonial. El trabajo de Taylor se concentra en el área sur y central del México del Siglo XVIII, mientras el libro de Golte analiza el Virreinato del Perú, 1751-1783, especialmente en la región donde se desarrolla la gran rebelión de Túpac Amarú II. Ambos estudios presentan especial interés en el análisis regional y nos remiten a importantes fuentes primarias provenientes de archivos poco estudiados. En el caso de Golte, el trabajo se basa, fundamentalmente, en manuscritos difícilmente accesibles, existentes en los archivos de España, Perú e Inglaterra. El li-bro de Taylor analiza, básicamente, los registros criminales del Ramo Criminal del Archivo General de la Nación de México y el archivo de Teposcolula, además de los archivos estatales y municipales del Valle de Oaxaca.

Taylor escoge tres categorías de análisis que se refieren directamente al comportamiento de las sociedades campesinas (bebida, homicidio y rebelión). Según el autor, fueron escogidas, además de la razón an-terior, porque "la documentación disponible es extraordinariamente rica" (Taylor; 1979: 4). La estructura del libro resulta una sencilla

Isabel Clemente Rebeliones locales en la América española del siglo XVIII

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Tanto por el planteamiento gene-ral, una historia de la educación en relación con los valores socialmente dominantes, como por la informa-ción factual y heurística que aporta y las líneas de investigación que abre, el libro de Safford represen- Golte, Jürgen: Repartos y Rebeliones. Tupac Amarú y las contradicciones de la economía colonial. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1980.

Taylor, William B.: Drinking, Homicide and Rebellion in Colonial Mexican Villages. Stanford University Press, Standford, California, 1979.

La historiografía colonial de Lati-noamérica ha desarrollado una cla-ra tendencia hacia los estudios de historia social. Este aspecto del campo historiográfico es especial-mente evidente en relación con los temas y los métodos de investiga-ción de los más recientes trabajos.

El intento por interpretar los he-chos históricos desde "las bases", es decir, desde la visión de los gru-pos dominados, ha sido la tenden-cia predominante. La metodología utilizada ha recurrido a las ciencias sociales específicas para aprovechar conceptos y métodos de investiga-ción que permitan el análisis histó-rico de los fenómenos sociales des-de las perspectivas de la antropo-logía, la ciencia política y la economía, principalmente. De la misma manera, este énfasis hace de la reacción de estos grupos, espe-cialmente en la forma de rebeliones, uno de los temas más importantes para la nueva historia social.

El estudio de las rebeliones com-prende un elemento clave para el entendimiento de la sociedad colo-nial, no sólo porque éstas expresan las contradicciones macro-

ta una significativa contribución a los estudios sobre la educación colombiana, pero también a las reflexiones que actualmente ocupan a los universitarios acerca del sentido, el carácter y las metas de la formación superior. estructurales del sistema de dominación colonial, sino también porque permiten explorar los detalles locales de las mentalidades populares enfrentadas a una situación crítica tan importante como fue la colonización española.

Los dos libros aquí reseñados intentan, cada uno a su manera, el análisis de los fenómenos de rebelión en la América española colonial. El trabajo de Taylor se concentra en el área sur y central del México del Siglo XVIII, mientras el libro de Golte analiza el Virreinato del Perú, 1751-1783, especialmente en la región donde se desarrolla la gran rebelión de Túpac Amarú II. Ambos estudios presentan especial interés en el análisis regional y nos remiten a importantes fuentes primarias provenientes de archivos poco estudiados. En el caso de Golte, el trabajo se basa, fundamentalmente, en manuscritos difícilmente accesibles, existentes en los archivos de España, Perú e Inglaterra. El li-bro de Taylor analiza, básicamente, los registros criminales del Ramo Criminal del Archivo General de la Nación de México y el archivo de Teposcolula, además de los archivos estatales y municipales del Valle de Oaxaca.

Taylor escoge tres categorías de análisis que se refieren directamente al comportamiento de las sociedades campesinas (bebida, homicidio y rebelión). Según el autor, fueron escogidas, además de la razón an-terior, porque "la documentación disponible es extraordinariamente rica" (Taylor; 1979: 4). La estructura del libro resulta una sencilla

Isabel Clemente Rebeliones locales en la América española del siglo XVIII

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expresión de esta escogencia. Pre-cedido de un capítulo introducto-rio el libro comprende tres partes dedicadas, respectivamente, a la be-bida, el homicidio y la rebelión, fi-nalizando con una sección de con- clusiones.

En el capítulo inicial, titulado "El Asentamiento Colonial", Taylor intenta una vasta revisión del pro-ceso colonizador.

Presenta el panorama general de la organización social antes de la con-quista española, en las regiones de México y Oaxaca, y los efectos su-fridos por estas sociedades al arri-bo de los españoles. Luego, se ubi-can algunos elementos de la vida de las villas campesinas del Siglo XVIII. En esta apretada síntesis, aparecen muchos de los elementos considerados en previos estudios; aspectos demográficos, políticos, económicos, administrativos, de comercio exterior, burocráticos, re-ligiosos, en fin, la gran visión del México colonial desarrollada ante-riormente. No parece aportarse, en este punto, nada nuevo, aparte de la justificación para la escogencia de las regiones estudiadas "bien re- presentadas en los registros colonia-les" (Taylor; 1979: 10).

El capítulo dos, dedicado al tema de la bebida, es una exploración ba-sada en el método comparativo pa-ra las situaciones anterior y poste-rior al arribo de los españoles. Se parte de la crítica a la anterior con-cepción de que la bebida era una ex-presión individual "de la desmora-lización indígena" (Taylor; 1979: 72) para proponer la interpretación del fenómeno como una expresión colectiva del "ajuste de las villas al cambio... y a la confusión general y el desorden de la vida rural en el período colonial" (Taylor; 1979: 72).

El análisis intenta, a través de las preguntas del qué, cuánto, quién,

cuándo entender la función social de la bebida en el proceso de des-composición generado por la colo-nización.

El capítulo tres, dedicado al homi-cidio, nos muestra la importancia de los registros criminales que "contienen las voces de los campe-sinos hablando por sí mismos" (Taylor; 1979: ), material que po-dría ser utilizado de muchas mane-ras productivas por los historiado-res sociales. El autor estudia aspec-tos como la distribución temporal, la localización, el tipo de armas, el tipo de asaltos, las relaciones de pa-rentesco entre víctima y victimario y algunas aproximaciones al proble-ma de las motivaciones. Así, se li-mita a proponer la importancia del tema para futuras interpretaciones y a insinuar una relación entre las características del homicidio y las condiciones del deterioro de los la-zos comunitarios. Esto último se-ría evidente en los fuertes conflic-tos de las comunidades frente a su principal forma de cohesión social, la familia. También vale la pena anotar la mención rápida que se ha-ce del papel de la ley como un ele-mento de dominación, lo cual, con-venientemente desarrollado, podría ayudar a una comprensión más di-námica del problema histórico ana-lizado. En el capítulo cuatro, el de la "Rebelión", el autor se basa en la "considerable cantidad de levan-tamientos comunales en México Central y Oaxaca durante el Siglo XVIII" para asegurar que "existió una respuesta colectiva a una expe-riencia colectiva" (Taylor; 1979: 144). Afirmación por demás tauto-lógica que sólo nos ilumina en el sentido de la localidad de los levan-tamientos y en algunas de sus prin-cipales motivaciones. Este capítu-lo resulta referido, sin más detalles, a la idea general de la "reacción co-lectiva", sin que la evidencia em-pírica sea estructurada de manera que aporte un nuevo camino inter-pretativo. Finalmente, en las con-

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clusiones, se sumarizan algunas de las ideas presentadas en el libro sin que, dada la estructura del mismo, se logre articular un marco coheren-te. Nos enfrentamos, de nuevo, a una conclusión muy general, plaga-da de interesantes supuestos y de in-sidiosas preguntas que, desafortu-nadamente, no se resuelven durante el trabajo.

En contraste con el trabajo de Tay-lor, desordenadamente innovador, el de Golte presenta una estructura mucho más rígida, en términos del marco conceptual, lo que, por otra parte, permite una mayor compren-sión del método y las hipótesis pro-puestas en su trabajo.

En la primera parte del libro, "De-sarrollo del Comercio y de la Pro-ducción", se vislumbra el énfasis en el elemento económico como expli-catorio del comportamiento social que conduce a las sublevaciones campesinas en el Virreinato del Pe-rú. Aquí se analizan los factores ex-ternos, "el carácter del comercio exterior de Europa Occidental y su dinámica en el Siglo XVIII (que) se desprenden... de las ...leyes del or-den económico capitalista" (Golte; 1980: 24) y la manera en que aqué-llos determinan una economía co-lonial. Esta, fuertemente influida por el auge de la exportación mi-nera y duramente afectada por la crisis de los siglos XVII y XVIII, generó un recrudecimiento de las formas de tributo, de la mita y so-bre todo, del repartimiento mer-cantil.

La segunda parte, titulada Econo-mía y Sociedad, se refiere a los as-pectos demográficos y a cómo és-tos determinaron relaciones de pro-piedad, producción y organización entre haciendas y comunidades campesinas y, en éstas últimas, en-tre poblaciones nativas y forasteras, (cfr, Golte; 1980: p. 50; p. 60). Se estudia, igualmente, la importancia de la proletarizados del tributo y

de la mita como las formas de ex-plotación más comunes antes del fortalecimiento del repartimiento.

En la tercera y cuarta partes, el autor expone su tesis principal; ésta es: la crisis económica colonial condujo a una legalización del sis-tema del repartimiento mercantil, entre otras medidas, que generó crecientes protestas en la población campesina, las cuales caracteriza-ron el ambiente social colonial du-rante el Siglo XVIII. En esa parte del trabajo, la utilización de indi-cadores socio-económicos es abun-dante y pertinente. Se llega incluso a proponer un análisis político de las alianzas de los caciques (Golte; 1980: 183) en el contexto de los le-vantamientos como un intento de mostrar la enorme articulación so-cial que generó el fenómeno de las rebeliones. También es claro que el énfasis de estos movimientos se cen-tra en el caso de Túpac Amarú II. La quinta parte, a modo de conclu-sión, refiere el fin del sistema de re-partimientos mercantiles y la crisis definitiva de la economía virreinal. Se siguen una apreciable cantidad de mapas, bibliografía y referencias a las fuentes utilizadas en el trabajo.

En este punto resulta pertinente ha-cer algunas consideraciones acerca de la metodología utilizada por los dos autores. En el caso de Golte se evidencia una tendencia determina-da que, a pesar de los comentarios del autor en el sentido de querer presentar una visión integral del problema, basa todo el análisis en los aspectos económicos sin dar la justa importancia a los otros aspec-tos del fenómeno social, limitándo-los a meros reflejos supraestructu-rales. A su vez, el libro de Taylor adolece del problema contrario, la ubicación coherente de sus catego-rías de análisis dentro de un marco teórico adecuado. El problema, a mi modo de ver, es el uso ecléctico y desarticulado de conceptos e hi-

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Alberto Flórez

pótesis prestados de otros estudios. Sin embargo, los dos libros consti-tuyen un aporte a las nuevas inter-pretaciones sobre la América espa-ñola Colonial. Ambos evidencian un intento de integración de los mé-todos de las ciencias sociales con la interpretación histórica. El de Tay-lor con un énfasis antropológico, el de Golte como un estudio de his-

toria económica. Ambos aportan elementos y argumentación que, con un desarrollo más riguroso, en el caso de Taylor, y complementa-do con otros estudios, en el caso de Golte, nos pueden dar nuevas lu-ces para la creación de un campo integrado de interpretación acerca de la Historia Colonial de Améri-ca Latina.

Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo: Actores en conflicto por la paz. El proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancur 1982-1986.

En la primera lectura que he hecho del libro de Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo —la primera de muchas que tendré que hacer de hoy en adelante—, he identificado unos elementos centrales que son, para mí, los más importantes en el análisis que hacen del proceso de paz del gobierno de Betancur. Apa-recen explícitamente formulados en el último capítulo, titulado Balan-ce y perspectivas, en la siguiente forma:

...Betancur adoptó el diálogo como estrategia inicial de la pacificación. La apertura hacia el diálogo le per-mitió al país confrontarse consigo mismo. Tuvo un efecto que podría-mos llamar "psicoanalítico": sur-gieron a la escena política cada uno de los actores del conflicto, los ma-nifiestos y los ocultos, con sus ver-daderos rostros (...).

No es el caso establecer si Betancur, como gobernante, lo hizo bien o mal. Para el país y su destino ese juicio es, en definitiva, irrelevante. Obedece más a estrechas preocupa-ciones de emulación partidaria, y a veces meramente electoral, que a una amplia preocupación por la suerte de la nación.

El mayor valor de este trabajo — entendiendo el concepto de valor en la doble acepción de "valioso" y "valiente"— es la ruptura radical que en él se da con el moralismo prepotente y maniqueo predomi-nante en nuestro medio, moralismo

que se manifiesta con toda su fuer-za, y produce sus efectos más no-civos, en los análisis de temas tan delicados y trascendentales como el de la violencia política y la paz en Colombia.

Desde el principio hasta el final, el libro que se lanza a la circulación es un ejemplo concreto de una for-ma de análisis que los colombianos necesitamos aplicar hoy, con má-xima urgencia, para poder apren-der verdaderamente de nuestras propias experiencias colectivas. En este breve comentario quiero limi-tarme a destacar algunas de las ca-racterísticas más sobresalientes que distinguen la forma de análisis pre-sente en este trabajo, de las que en mi opinión han predominado tanto en el ámbito académico como en el político.

1. Los autores hacen un esfuerzo admirable, y sin duda exitoso, por desentrañar los modos de pensa-miento en que estaban inscritos los distintos protagonistas que de una u otra forma, directa e indirecta-mente, ejercieron su influencia en los distintos momentos dentro del proceso de paz Betancur. Analizan rigurosamente tanto los actos de personas y grupos sociales que in-cidieron en el proceso de paz, co-mo ¡as construcciones discursivas que se produjeron en torno a dichos actos. En esta forma van mostran-do cómo se fueron configurando, manteniendo y/o modificando las lógicas que inspiraron lo que hicie-

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Alberto Flórez

pótesis prestados de otros estudios. Sin embargo, los dos libros consti-tuyen un aporte a las nuevas inter-pretaciones sobre la América espa-ñola Colonial. Ambos evidencian un intento de integración de los mé-todos de las ciencias sociales con la interpretación histórica. El de Tay-lor con un énfasis antropológico, el de Golte como un estudio de his-

toria económica. Ambos aportan elementos y argumentación que, con un desarrollo más riguroso, en el caso de Taylor, y complementa-do con otros estudios, en el caso de Golte, nos pueden dar nuevas lu-ces para la creación de un campo integrado de interpretación acerca de la Historia Colonial de Améri-ca Latina.

Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo: Actores en conflicto por la paz. El proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancur 1982-1986.

En la primera lectura que he hecho del libro de Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo —la primera de muchas que tendré que hacer de hoy en adelante—, he identificado unos elementos centrales que son, para mí, los más importantes en el análisis que hacen del proceso de paz del gobierno de Betancur. Apa-recen explícitamente formulados en el último capítulo, titulado Balan-ce y perspectivas, en la siguiente forma:

...Betancur adoptó el diálogo como estrategia inicial de la pacificación. La apertura hacia el diálogo le per-mitió al país confrontarse consigo mismo. Tuvo un efecto que podría-mos llamar "psicoanalítico": sur-gieron a la escena política cada uno de los actores del conflicto, los ma-nifiestos y los ocultos, con sus ver-daderos rostros (...).

No es el caso establecer si Betancur, como gobernante, lo hizo bien o mal. Para el país y su destino ese juicio es, en definitiva, irrelevante. Obedece más a estrechas preocupa-ciones de emulación partidaria, y a veces meramente electoral, que a una amplia preocupación por la suerte de la nación.

El mayor valor de este trabajo — entendiendo el concepto de valor en la doble acepción de "valioso" y "valiente"— es la ruptura radical que en él se da con el moralismo prepotente y maniqueo predomi-nante en nuestro medio, moralismo

que se manifiesta con toda su fuer-za, y produce sus efectos más no-civos, en los análisis de temas tan delicados y trascendentales como el de la violencia política y la paz en Colombia.

Desde el principio hasta el final, el libro que se lanza a la circulación es un ejemplo concreto de una for-ma de análisis que los colombianos necesitamos aplicar hoy, con má-xima urgencia, para poder apren-der verdaderamente de nuestras propias experiencias colectivas. En este breve comentario quiero limi-tarme a destacar algunas de las ca-racterísticas más sobresalientes que distinguen la forma de análisis pre-sente en este trabajo, de las que en mi opinión han predominado tanto en el ámbito académico como en el político.

1. Los autores hacen un esfuerzo admirable, y sin duda exitoso, por desentrañar los modos de pensa-miento en que estaban inscritos los distintos protagonistas que de una u otra forma, directa e indirecta-mente, ejercieron su influencia en los distintos momentos dentro del proceso de paz Betancur. Analizan rigurosamente tanto los actos de personas y grupos sociales que in-cidieron en el proceso de paz, co-mo ¡as construcciones discursivas que se produjeron en torno a dichos actos. En esta forma van mostran-do cómo se fueron configurando, manteniendo y/o modificando las lógicas que inspiraron lo que hicie-

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ron o dejaron de hacer los distin-tos protagonistas. Pero para mí lo más encomiable de este esfuerzo por entender la dimen-sión discursiva de cada uno de los protagonistas en su relación con el papel que cada uno fue desempe-ñando, es que con ello los autores se alejan de las abstracciones que hay que hacer cuando se pretende llegar a conclusiones generales y to-talizantes sobre "lo que fue" el proceso de paz. Pretensiones de este tipo no sólo oscurecen en lugar de aclarar, sino que inducen a la sobre-ideologización intelectual que po-lariza y obstruye el aprendizaje co-lectivo y creativo que necesitamos obtener de nuestra propia experien-cia histórica para poder construir un futuro mejor. Este trabajo re-coge y analiza una gran cantidad de los innumerables acontecimientos específicos que constituyeron el proceso de paz para tejer con ellos unas interpretaciones siempre con-jeturales. Por eso el libro incita al lector a una reflexión muy creati-va y desafiante sin permitirle olvi-dar que la complejidad de esta his-toria hace imposible sacar conclu-siones definitivas de ella.

Trabajos como este nos habilitan a todos para avanzar en una com-prensión cada vez más amplia y me-nos esquematizada de las innume-rables "variables" que ejercen su influencia en el devenir de aconte-cimientos sociales y políticos como el proceso de paz, e inducen ¡a hu-mildad que es hoy tan necesaria pa-ra poder construir en Colombia formas pacíficas de vida social.

2. La tarea investigativa realizada por Socorro Ramírez y Luis Alber-to Restrepo no fue hecha con la pretensión de "probar" hipótesis generales, definidas a priori y en abstracto. Todo lo contrario: el li-bro como tal es el mejor testimo-nio del espíritu abierto con que se analizó minuciosamente una amplí-sima gama de materiales textuales

y testimoniales. Un espíritu abier-to que busca sin descanso construir interpretaciones novedosas y enri-quecer las experiencias ya vividas, en abierto contraste con los espíri-tus investigativos cerrados que van en busca de "pruebas" para hipó-tesis generales preconcebidas o de argumentos para condenar a uno u otro de los protagonistas de los pro-cesos históricos que se estén ana-lizando.

Insisto entonces en lo que ya men-cioné en el punto anterior: yo leo en este trabajo un reconocimiento implícito muy profundo y consis-tente de la inmensa complejidad de una experiencia social como el pro-ceso de paz Betancur. Un recono-cimiento que se materializa en el he-cho de que el trabajo no es, ni en sus aspiraciones ni en sus resulta-dos, un esfuerzo por construir una sola interpretación global de la ex-periencia que se estudia.

3. El reconocimiento práctico de es-ta complejidad hace que el trabajo rompa en forma radical con la mo-ralidad maniquea que de una u otra forma permea la mayoría de los análisis que conozco sobre el pro-ceso de paz Betancur —ya sea pa-ra atacar o para defender esta ges-tión presidencial. Esta ruptura se traduce en que los análisis del pa-sado se hacen en función del pre-sente y el futuro. De ahí la posición perentoria de los autores cuando afirman que no se trata de "esta-blecer si Betancur, como gobernan-te, lo hizo bien o mal", por cuan-to "para el país y su destino ese jui-cio es, en definitiva, irrelevante". El libro no hace una evaluación de la gestión de un gobierno que ya pa-só: su propósito es hacer uso de esta experiencia social para ayudarnos a obtener una mejor comprensión sobre nosotros mismos, es decir, so-bre la sociedad de que todos forma-mos parte y de cuyo pasado, pre-sente y futuro somos todos parcial-mente responsables.

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Alejandro Sanz de Santamaría

4. La sencillez del lenguaje en que está escrito el trabajo es, en mi opi-nión, una de las grandes lecciones que los autores de este libro nos dan a los académicos de las ciencias so-ciales. El reconocimiento que hace el libro de la complejidad del tema no se traduce en una forma textual que sólo sea comprensible para "es-pecialistas". Como no se tiene la pretensión de llegar a "la" interpre-tación totalizante de lo que "signi-ficó" el proceso de paz Betancur,

tampoco se requiere acudir a las grandes abstracciones teóricas que se requieren para poder cumplir con este tipo de tareas. En este sentido yo quiero entender este trabajo in-dependientemente de que éste ha-ya sido o no uno de los objetivos conscientes de los autores —como una crítica muy severa, para mí muy bienvenida, a los trabajos que por su sofisticación intelectual pri-van sin remedio a las grandes ma-yorías de tener acceso a ellos.

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NOTILIBROS

El libro de Florencia E. Mallon es un clásico en los estudios acerca de las sociedades en transición, referido concretamente al proceso de desa-rrollo capitalista en la región central de la Sierra Peruana. Con un enfo-que histórico y estudiando el caso de la proletarización de campesinos en las minas de cobre de Cerro de Pasco, Mallon enfrenta el famoso debate entre campesinistas y de-campesinistas a través del estudio de caso. Te-niendo como referencia la presencia del capital extranjero y el desarrollo del estado nacional peruano, Mallon descubre que el proceso de proleta-rización obedece en este caso a la dirección de la inversión foránea, pero además que la permanencia de formas de conciencia comunitarias, dife-rentes a las tradlcionalmente identificadas con un proletariado industrial, son la característica más importante del proceso. Este sólo elemento rompe con muchos de los tabúes académicos acerca del desarrollo de la concien-cia de clase en sectores populares tanto obreros como campesinos. Otros problemas, como la generación de proyectos populares alternativos en la formación del estado nacional peruano, afloran en el tratamiento que Ma-llon hace de la Guerra del Pacífico y hacen de éste un libro provocativo e innovador. En general esta es una obra densa en propuestas, que nos lleva a través del estudio de caso histórico, a reflexionar sobre muchos de los problemas teóricos y metodológicos que preocupan a los historia-dores y cientistas sociales en nuestro medio.

AF.

Florencia E. Mallon The Defense of Community in Peru's Central Highlands.

Peasant Struggle and Capitalist Transition,

1860-1940 Princeton University Press,

Princeton, New Jersey, 1983.

Este libro aparece como el resultado de la colaboración entre institucio-nes latinoamericanas y norteamericanas que han venido estimulando el desarrollo de lo que podría llamarse la "nueva historia andina". Steve Stern es uno de los más prominentes historiadores pertenecientes a este grupo de innovadores, quien ha reunido en este libro algunos de los más importantes y recientes estudios acerca de la región peruano-boliviana de los Andes americanos.

El valor del libro radica sobre todo en su novedosa aproximación a las sociedades campesinas, representada en varios de los ensayos publicados allí. Stern ha plasmado esta nueva metodología en cuatro puntos bási-cos: primero, el análisis, explícito de patrones pre-existentes de "resis-tencia a la adaptación" como requisito para una teoría adecuada de las rebeliones campesinas; segundo, el método utilizado para estudiar las re-beliones campesinas incorpora en el análisis de manera explícita, marcos de referencia de largo plazo; tercero, los estudios de rebeliones campesi-nas tratan a la conciencia de clase del campesinado como problemática más que como algo predecible, poniendo particular atención en la "his-toria cultural" del área que se estudia, descartando las nociones de pa-rroquialismo y actitud defensiva que a veces se toman como inherentes a las sociedades campesinas y, finalmente, cuarto, se toman en cuenta las diferencias étnicas que pueden ser elemento importante para entender los conflictos de clase.

Steve J. Stern Resistance, Rebellion and Consciousness

in the Andean Peasant World. 18th to 20th

Centuries The University of Winsconsin Press, Madison, Winsconsin,

1987.

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En esta línea se trabajo, se presentan los artículos de Magnus Mórner, Efraín Trelles, León G. Campbell, Frank Salomon, Alberto Flores Ga-lindo, Heraclio Bonilla, Florencia E. Mallon, Tristan Platt, Jorge Dand-ler, Juan Torrico A. y Xavier Albo. Algunos artículos se presentan en-frentados en debates académicos, lo que enriquece todavía más el aporte de este libro.

AF.

Peter Winn Weavers of revolution. The Yarur Workers and Chile 's

Road to Socialism Oxford University Press,

New York y Oxford, 1986.

Este libro, que ha causado un gran impacto en la comunidad académica, es uno de los más recientes acerca de historia obrera latinoamericana. Su mérito corresponde, sobre todo, a la profundidad con que estudia la lu-cha obrera en las textileras Yarur en Chile, al tiempo que evalúa el con-texto más general de la historia política chilena. La articulación entre lo local y lo nacional alcanza su mejor momento en esta obra cuando se ana-liza el período del gobierno de la Unidad Popular, bajo la presidencia de Salvador Allende. Desde la época de la gestión paternalista de los Ya-rur, hasta el surgimiento de las nuevas generaciones de sindicalistas, se pueden dilucidar los aspectos más críticos de un estudio de historia obre-ra: las formas de control sobre la mano de obra por parte de los patronos y la respuesta de la fuerza obrera, ante los mismos. Todo esto en una pre-sentación puramente histórica, donde los procesos y las coyunturas son los que definen el comportamiento de las estructuras.

El estudio va más allá de una épica obrera y presenta las contradicciones que la toma de la fábrica introdujo en la política del gobierno socialista. Se demuestra, igualmente, la inmensa influencia que esta radicalización de las bases obreras, por encima de los planteamientos de la política na-cional, sirvió no sólo como un ejemplo de acción popular directa, sino también como una excusa importante para los procesos militaristas de represión que se desatarían con el golpe militar de 1973. Este es un libro que debe ser leído sin falta, para entender mejor cómo lo específico de cada proceso histórico es la única alternativa para superar nuestros este-reotipos acerca de las luchas sociales, problema tan profundamente arrai-gado en nuestras comunidades académicas.

AF.

Pilar Moreno de Ángel Santander Biografía

Bogotá: Planeta, 1989.

Continuadora del interés historiográfico que colmó la atención de auto-res como David Bushnell y Horacio Rodríguez Plata, Pilar Moreno de Ángel, miembro de número de la Academia Colombiana de Historia y Directora del Archivo Nacional, nos presenta un voluminoso y mesurado trabajo del personaje de mayor polémica y contraste con la figura del Libertador, y a quien éste último apellidara "El hombre de las leyes". Pilar Moreno en la modalidad de biografía, entrega una descripción de la vida del prócer que pretende abarcar todos los matices: la vocación mi-litar y civilista, la calidad de estadista y amante, de cultor de las letras y del arte, hombre de aciertos, triunfos y derrotas, personaje controver-tido y vituperado. Sin escapar a la tentación de enjuiciar los deslices e infortunios de la vida pública y privada del personaje; la autora descubre un Santander de magnitud histórica universal, engrandecido por los he-chos frente a las intermitencias que arroja su carácter. Consistente por

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la magnitud de las fuentes a que apela, el libro emula en su final balance, el papel histórico del héroe y la trascendencia de su obra.

LAF.

Jesús Martín-Barbero, investigador y profesor de la Universidad del Va-lle toma distancia de las lecturas instrumentales o apocalípticas de los pro-cesos comunicativos contemporáneos para enfatizar el papel de las me-diaciones, tales como la cotidianidad familiar, la temporalidad social y la competencia cultural como "los lugares de los que provienen las cons-tricciones que delimitan y configuran la materialidad social y la expresi-vidad cultural de la televisión" y otros medios de comunicación.

El autor aborda el fenómeno de lo masivo como forma de existencia de lo popular y muestra cómo la cultura de masas se ha configurado reto-mando una serie de antecedentes literarios y periodísticos como el folle-tín o la lira popular.

Martín-Barbero estudia las funciones culturales del populismo y su papel histórico en la constitución de la ciudadanía política y social. Muestra igual-mente el papel de la radio en la transmutación de la idea política de na-ción en vivencia cotidiana.

Este libro es clave para los estudiosos de la cultura, de la comunicación social y de la cultura política interesados en ver la especificidad de la mo-dernidad en América Latina.

Las reflexiones del autor sobre la naturaleza comunicativa de la cultura como un proceso productor de significaciones así como la visualizacion del papel de los medios en la constitución de identidades socio-culturales introduce valiosos elementos hacia un análisis imaginativo de nuestra realidad.

FLR.

Jesús Martín-Barbero De los Medios a las

Mediaciones. Comunicación, Cultura y

Hegemonía Gustavo Gili, México, 1987.

En 1987 se reunieron el conocido economista norteamericano John Ken-neth Galbraith y el soviético Stanislav Menshikov para discutir de una manera fresca, sencilla y sobre todo dirigida al gran público, sobre cier-tos problemas contemporáneos. Comenzando con el desarrollo histórico del socialismo y del capitalismo, siempre teniendo en cuenta su capaci-dad de transformación, continuando con sus logros y fracasos, los auto-res entran a discutir problemas fundamentales de hoy tales como peres-troika y "reaganomics", derechos humanos y el peligro nuclear. Se ter-mina el libro con una visión sobre un futuro mejor que deberá estar fundamentado en una verdadera coexistencia. Un libro para todos aque-llos que desean ver a ambos sistemas de una manera más abierta.

LEB.

John Kenneth Galbraith y Stanislay Menshikov:

Capitalism, Communism and Coexistence: From a Bitter Past to a Better Prospect. Houghton Mifflin Company,

Boston, 1988.

El libro presenta desde diversas disciplinas (historia, ciencia política, an-tropología v sociología) una serie de artículos sobre el problema de la et-nicidad. En la primera parte (Nationalism and Ethnicity) se busca refor-zar el plano metodológico y comparativo del problema, cuestión que se

147

Milton J. Esman e Itamar Rabinovich (comp.):

Ethnicity, Pluralism, and the State in the Middle East. Cornell University Press, Ithaca y Londres, 1988.

trata también en otros artículos más adelante. La segunda parte (Lega-cies of the Past) se remite a las raíces históricas de las estructuras e ideas que conformaron las políticas actuales referentes a las etnias en el Medio Oriente. Los siguientes 11 artículos son estudios de caso sobre temas ta-les como Israel y los palestinos, Irán, Sudán, Iraq, Siria y Líbano. El libro, dirigido al público especializado, hace hincapié en lo tribal que to-davía es la región, en los patrones de dominación de etnias mayoritarias y minoritarias, el legado del Imperio Otomano, la situación de musulma-nes y no musulmanes en las sociedades islámicas y el problema de la for-mación de estados nacionales.

LEB.

Itamar Rabino vich: The War for Lebanon, 1870-1985. Gornell University Press, Ithaca y Londres, 1985.

El profesor Itamar Rabinovich, director del Centro Dayan y del Instituto Shiloah para el estudio de África y el Medio Oriente de la Universidad de Tel Aviv, muestra cómo el Líbano, primero que todo, se convierte en centro de atención mundial y regional debido a la convergencia de los in-tereses expansionistas de Israel y de Siria, la presencia de los palestinos, como también a las tensiones internas sectarias. Con gran despliegue de información, sin grandes marcos teóricos —lo cual es también saludable— el libro logra una exposición positivista en donde no se nota predilección alguna por los grupos en conflicto.

LEB

Orville Schell: To Get Rich is Glorious: China in the 80s.

New American Library, Nueva York y Scarborough,

Ontario, 1986.

Orville Shell, autor de varios libros y numerosos artículos sobre la Chi-na, nos relata de una manera periodística los grandes cambios de la épo-ca de Deng Xiao Ping. El libro, basado en sus numerosos viajes a la Chi-na, inserta la historia dentro de lo cotidiano, pasando por la política, la sociedad, etc., dando así una gran visión global sobre la China actual. Shell se pregunta hacia dónde va la China e indica que verdaderamente nadie sabe con seguridad pero concluye que de todas maneras el país está pasando de una época histórica a otra. Así, una "contradicción esquizo-frénica" es cada día más visible porque la versión oficial de que el refor-mismo modernizador se puede separar de la ideología oficial es una qui-mera. Y el partido, al parecer, todavía no se ha dado cuenta de esto, o bien cree que ambas fuerzas se encontrarán en algún tipo de equilibrio.

LEB

Roger Garaudy: Palestina, tierra de los mensajes

divinos. Fundamentos, Madrid, 1987.

El notable intelectual Roger Garaudy (quien se convirtió al Islam) escri-be una voluminosa historia de Palestina presentándola como una tierra de mensajes divinos, es decir, donde convergieron tres grandes religio-nes, donde se integraron los asiáticos, el Maghreb, en fin adonde llega-ron grandes civilizaciones. Para el autor hay que tener en cuenta la histo-ria de la región para poder distinguir la gran diferencia que existe entre sionismo y judaismo, el primero de los cuales traiciona al segundo. Así, el comportamiento del Estado de Israel amenaza con ocultar la misión milenaria del Creciente Fértil. La solución está en compartir la región y en reconocer, a un nivel espiritual, la misión milenaria de Palestina como un crisol de mensajes divinos.

LEB

148

Este texto fue reeditado recientemente por Everyman's Library (Londres) en el año de 1974. Se trata de uno de los primeros libros estructurados por una mujer pocos años después de la Revolución Francesa, 1792, en donde se denuncia la opresión en contra de la mujer.

En su escrito Mary Wollstonecraft aborda temas como la discriminación que vivían sus congéneres en la educación, trabajo, derechos civiles y po-líticos.

El ensayo permite a los (as) interesados (as) en las ideas progresistas de fines del siglo XVIII en Inglaterra y a aquellos (as) lectores (as) que de-sean reflexionar sobre el pasado feminismo un valioso documento sobre la opresión de la mujer inglesa.

Tribuna Feminista. Mary Wollstonecraft. Vindicación de los Derechos de la Mujer.

Madrid; Editorial Debate, 1977. Traducción de Charo Erna y Mercedes Barat y prólogo de Charo Erna.

SB.

Con una introducción en términos generales poco innovadora y de tono enfático, el libro en cambio se salva gracias a Robespierre y Saint-Just cuyos discursos ocupan la mayor parte del texto. La selección, que desa-fortunadamente no incluye algunos de los documentos más importantes, es de todos modos muy valiosa; contiene, entre otros, los discursos de Robespierre sobre la libertad de prensa, la pena de muerte, la Declara-ción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; de Saint-Just se esco-gieron sus discursos sobre el juicio a Luis XVI, sus informes sobre los sospechosos, contra Danton y Desmoulins, etc.

IC.

Bernart Muniesa El discurso jacobino en la

Revolución Francesa Barcelona, Ariel Textos de

Historia, 1987.

Curioso y útil libro o crónica o cronicón como lo denomina el editor y prologuista. Curioso el libro y curioso el autor, José Antonio Benítez, escribano de profesión, nacido a mediados del siglo XVIII, cojo por na-turaleza, quien a imitación del Carnero de Juan Rodríguez Freile, trató de escribir una crónica de la vida de Medellín y de la provincia de Antio-quia en las postrimerías de la época colonial y en las primeras décadas de la República. Según lo cuenta el editor y prologuista, Benítez inició la preparación de su libro hacia 1792 y la terminó en 1836. Consultando archivos provinciales y parroquiales, haciendo lecturas de los cronistas de la conquista y colonia, anudando recuerdos personales y testimonios de sus contemporáneos Benítez acumuló una masa de informaciones que incluyen desde lo importante a lo curioso o simplemente pintoresco y pi-caresco: hechos de la conquista de Antioquia, fundación de villas y ciu-dades, sucesión de funcionarios civiles y eclesiásticos, construcción de igle-sias y conventos, ceremonias civiles y eclesiásticas, festividades religiosas y profanas, etc.

Conocido desde el siglo pasado, el manuscrito del Cojo Benítez fue utili-zado por historiadores y geógrafos de la región antioqueña citándolo al-gunos, plagiándolo otros, según lo informa el historiador Roberto Luis Jaramillo, revisor, preparador y prologuista del texto. Más de dos cente-nares de notas y un extenso, sabroso y erudito estudio sobre la personali-dad del autor, escribano José Antonio Benítez, facilitan y hacen agrada-ble la lectura de esta interesante y curiosa obra.

JJU.

José Antonio Benitez "El Cojo". El Carnero de

Medellín y Miscelánea de Varias Noticias, Antiguas y Modernas de esta Villa de

Medellín. Publicación de la Secretaría de Educación y Cultura del Departamento de Antioquia.

Edición preparada por Roberto Luis Jaramillo. Medellín, 1988, 440 pp.

149

Varios Autores. La Colonización Antioqueña.

Ed. Gobernación del Departamento de Caldas.

Colección Autores caldenses. Manizales, 1989. 217 pp.

Se presentan en este volumen los resultados de un seminario reunido en Manizales durante los días 5, 6 y 7 del mes de noviembre de 1987 con el objeto de hacer un balance de los estudios publicados sobre la coloni-zación antioqueña del occidente colombiano y presentar nuevos aspectos que sobre el tema han encontrado investigadores caldenses. El seminario fue organizado por la Fundación Caldense para la Educación (Fiducal) y auspiciado por el Fondo Cultural Cafetero y organizaciones educativas de la ciudad de Manizales.

El volumen se abre con una presentación general escrita por Jorge Emi-lio Sierra, secretario general de Fiducal y un prólogo de Otto Morales Be-nítez donde el autor establece algunas conexiones entre el proceso de co-lonización antioqueña y las reformas políticas y económicas liberales de 1850. En el contenido general se destacan las colaboraciones de James J. Parsons —el decano de los investigadores sobre el tema— quien evoca a través de anécdotas y curiosas informaciones la aventura intelectual que fue la escritura de su obra clásica La Colonización Antioqueña del Occi-dente Colombiano. Roberto Luis Jaramillo escribe sobre la colonización, sus luces y sombras. Víctor Alvarez sobre la estructura interna de la colo-nización; Albeiro Valencia presenta un novedoso estudio sobre los pro-ductos agrícolas alimenticios en la fundación de los pueblos de Caldas; la antropóloga Luisa Fernanda Giraldo, examina algunos aspectos de la colonización a la luz de algunas obras ya clásicas sobre el tema; el histo-riador Carlos Ortiz Sarmiento lo trata con referencia a la región del Quindío y José Fernando Ocampo presenta el desarrollo social y político de Ma-nizales en conexión con las guerras civiles de 1860 y 1876.

JJU.

Francisco Silvestre. Relación de la Provincia de Antioquia. Ed. Secretaría de Educación y Cultura del Departamento de Antioquia. Transcripción,

introducción y notas de David J. Robinson. Medellín,

1988. 632 pp.

Del gobernador provisorio de Antioquia Francisco Silvestre, se conocía entre nosotros una sucinta relación del estado de la provincia de Antio-quia al finalizar el siglo XVIII escrita por él para entregar el cargo de go-bernador a don Cayetano Buelta Lorenzano. Tal relación fue publicada en 1882 en los Anales de Instrucción Pública tomada por Ricardo Perei-ra Gamba del Archivo de Indias de Sevilla y luego reproducida por Julio César García en la Relación del Reino de Santa Fe de Bogotá del mismo Francisco de Silvestre publicada por la Biblioteca Popular de Cultura Co-lombiana en 1950, texto que luego reprodujo una edición de la Universi-dad Nacional dirigida por Jorge Orlando Melo.

El texto que ahora publica la Secretaría de Educación y Cultura de An-tioquia, preparado por el geógrafo historiador inglés David J. Robinson es un nuevo y amplio estudio del estado de la provincia de Antioquia en las postrimerías del régimen colonial que fue iniciado por Silvestre en Santa Fe en 1885 y terminado en España. Como ha ocurrido en casos semejan-tes, la Relación tuvo un complicado itinerario. De los archivos españoles pasó a formar parte de la Colección de Manuscritos relativos a la historia de América formada por el erudito mexicano Joaquín García Icazbalce-ta, cuyos herederos la vendieron a la Universidad de Texas, EEUU, si-guiendo el azaroso camino que han seguido muchos elementos del patri-monio histórico de los países latinoamericanos. Allí la encontró el geó-grafo e historiador inglés de la Universidad de Londres David J. Robinson.

La Relación está compuesta por cuatro partes y 48 capítulos que inclu-yen abundante información sobre recursos naturales de la región, sus ren-

150

tas, sus caminos y vías de comunicación, su ganadería, minería y agricul-tura, aspectos de la población, etc., información que será de gran utili-dad para los estudiosos de la historia de Antioquia y para los investigadores de la historia de nuestra sociedad colonial. El volumen contiene un eru-dito estudio sobre la personalidad del gobernador Silvestre escrito por el profesor Robinson, un numeroso conjunto de notas aclaratorias del tex-to y tres índices: onomástico, geográfico y temático que facilitan al lec-tor el estudio y aprovechamiento de la obra.

De las relaciones de mando de los Virreyes de la Nueva Granada durante muchos años los investigadores de nuestra historia colonial tuvieron a su disposición la meritoria obra de Eduardo Posada y Pedro María Ibáñez publicada en 1910, la cual, a pesar de su utilidad, adolecía de considera-bles vacíos. En algunas relaciones faltaban los cuadros estadísticos que solían acompañarlas y, a juzgar por las opiniones debidamente documen-tadas por Colmenares, varias tenían lagunas en el texto y errores de trans-cripción. Tales vacíos y deficiencias han sido salvados por la nueva reco-pilación del Banco Popular, gracias a la paciente y rigurosa tarea cumpli-da por Germán Colmenares en el Archivo de Indias de Sevilla, y en la sección de libros raros y curiosos de la Biblioteca Nacional de Colombia.

La obra que comentamos, y de ahí su nuevo título, contiene además de las Relaciones de Mando virreinales, dos documentos de gran importan-cia para la historia de las postrimerías del Virreinato: El Estado del Vi-rreinato de Santa Fe, Nuevo Reino de Granada del fiscal de la Audiencia D. Francisco Antonio Moreno y Escandón y la Descripción del Reino de Santa Fe de Bogotá de Francisco Silvestre. Ambos textos habían recibido ya varias publicaciones, pero, como las relaciones de mando, presenta-ban errores de transcripción que ahora han sido corregidos. En esta for-ma se reúnen en una misma obra los documentos en que los altos digna-tarios del régimen colonial analizaron la situación social, económica y po-lítica del Nuevo Reino de Granada.

En el inteligente prólogo que Colmenares escribió para la nueva compila-ción, el autor examina el valor que como fuente para la historia tienen los documentos oficiales y en particular las Relaciones de Mando. Para beneficio de lectores e investigadores la obra está provista de los necesa-rios índices de nombres, lugares y temas generales.

JJU.

Colmenares Germán. Comp. Relaciones e Informes de los

Gobernantes de la Nueva Granada.

Ed. Banco Popular, 3 Vo. Bogotá, 1989, 1180 pp.

En este libro se analizan los antecedentes sociales y culturales de la Revo-lución Francesa y la formación de la República en una región de Francia, donde los campesinos adoptaron con fervor el ideal de este momento his-tórico. El área de estudio, el departamento de Var al sureste de Francia, fue uno de los centros de resistencia del "coup d'état" del 2 de diciembre de 1851.

Las décadas anteriores se exploran para explicar el compromiso político. Agulhon plantea un rango de preguntas: ¿Cómo los campesinos empeza-ron a ser republicanos? ¿Cuál fue el ideal que los republicanos les trans-mitieron? ¿Cómo se incorporaron los campesinos a la política de la Re-

Agulhon Maurice. The Republic in the village. The

people of Var from the French Revolution to the

Second Republic. Cambridge University Press.

Cambridge. 1982.

151

volución y cómo expresaron esta nueva política en la vida diaria? Las res-puestas a estos interrogantes se examinan entre la cultura de la burguesía y de la gente, entre el ideal del nacionalismo francés y la identidad regio-nal; entre la historia clásica de las ideas y la nueva historia de las menta-lidades.

BCC

Weber Eugen. Peasants into Frenchmen. The

modernization of Rural France 1870 - 1914.

Chatto & Windus. London. 1979.

La unidad nacional francesa se logra mucho más tarde de lo que común-mente se supone. Años después de la revolución, miles de campesinos vi-vían en su propio mundo, de forma muy similar a las generaciones ante-riores.

El autor muestra cómo Francia experimenta una verdadera crisis en los años siguientes a la Revolución cuando las fuerzas modernizadoras se de-rrumban ante las actitudes y prácticas tradicionales del sector rural. Asi-mismo señala la forma como la Nueva República incorporó paulatina-mente a los campesinos al moderno sistema político, económico, social y cultural. Las carreteras y vías férreas locales fueron factores decisivos para integrar las regiones remotas e inasequibles a mercados y centros ma-yores del mundo moderno. No obstante la expansión del sistema educati-vo fue más importante ya que les enseñó la única lengua de la cultura dominante (el francés) como también sus valores nacionales. Mostrando así, que tan sólo para 1914, Francia era por fin la nación, que tiempo atrás se había proclamado.

BCC.

Hunt Lynn. Politics, Culture and Class in the French

Revolution. Methuen & Co. Ltd.

Londres. 1986.

Los recientes debates sobre la Revolución Francesa se han enfocado en su amplio rol a nivel mundial, en los procesos intrínsecos como la mo-dernización, el desarrollo capitalista, el surgimiento de los regímenes to-talitarios. Sin embargo, este libro vuelve a poner la atención en el punto central de la Revolución Francesa, el significado de la política. Demues-tra cómo la Revolución ha dado el nacimiento a muchas de las caracterís-ticas esenciales de la política moderna. En particular resalta el descubri-miento moderno del potencial enorme que tiene la acción política con-ciente para transformar y moldear el carácter de la cultura y las relaciones sociales. Se sustenta en diferentes disciplinas como son la crítica litera-ria, la antropología y la historia del arte para realizar la investigación.

BCC.

Reportajes de la Historia de Colombia

Editorial Planeta Bogotá 1989 (2 Tomos).

Estos dos tomos presentan 158 documentos y relatos de testigos presen-ciales sobre los sucesos ocurridos en Colombia desde el siglo XV hasta nuestros días. La selección la realizó Jorge Orlando Meló con la asisten-cia de Alonso Valencia.

Para el período colonial se presentan principalmente crónicas e informes del Estado y de la Iglesia. Para el siglo XIX aparecen extractos de los diarios políticos y militares acompañados de relatos costumbristas. Y este siglo se ilustra en documentos sobre hechos públicos complementados con escritos periodísticos para las últimas décadas.

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Los documentos tienen el objetivo de cubrir los diferentes aspectos de la historia del país, por esto se recurre también a testigos anónimos como puede ser un maestro de escuela. La violencia sobresale como el tema pre-dominante y constante de nuestro devenir histórico, como si fuera nues-tro propio designio.

Es sin duda una excelente guía para la historia de nuestro país.

BC.

En la serie Documentos que publica el Centro Regional de Estudios Eco-nómicos y Sociales de la Universidad del Norte, este texto se ocupa de la política en la Costa, con el propósito de analizar sus relaciones con el poder central y establecer los factores determinantes del creciente pro-tagonismo del Caribe colombiano en las decisiones sobre el manejo del Estado. El estudio toma como punto de partida las peculiares condicio-nes de la región en el siglo XIX: una estructura social de marcada dife-renciación socio-racial, carente de movilidad y con un débil desarrollo de la educación. Los autores explican el papel que la política ha jugado en la Costa como fuente de poder para la clase alta por las condiciones generales de estancamiento económico en tanto que el desarrollo cafete-ro de otras regiones favorecía el interés por la empresa privada. El perío-do posterior al Frente Nacional es analizado bajo los rasgos de una recu-peración de la importancia relativa de la Costa en el contexto nacional, tanto por el restablecimiento demográfico y económico como por la par-ticipación creciente en los gabinetes y en el Congreso.

El estudio enfatiza el papel que las Ciencias Sociales deben asumir a tra-vés de la investigación, en el análisis del entorno, para abordar las políti-cas de desarrollo regional.

I.C.

Gustavo Bell Lemus, Adolfo Meisel Roca

Política, políticos y desarrollo socio-económico de la Costa Atlántica: Una

visión histórica. Barranquilla, CERES, Edit.

Lourdes, 1989

Siendo tan escasos los trabajos recientes sobre la Costa Caribe de Co-lombia, este libro tiene no sólo el mérito de colmar un vacío bibliográfi-co sino el de abordar algunos campos importantes de la investigación so-bre esta región. Reúne varios textos ya publicados en revistas diversas y algunos inéditos, todos ellos de producción relativamente reciente. El pró-logo de Gustavo Bell Lemus presenta una muy útil síntesis de las grandes líneas de la producción historiográfica sobre la Costa, señalando los te-mas principales y las áreas más estudiadas. El autor del prólogo y compi-lador presenta la obra como un aporte a la autodeterminación de la Costa y desde este punto de partida, el criterio visible en la selección de los textos ha sido el de privilegiar algunos de los grandes problemas sobre los que necesariamente habrán de trabajar los historiadores "costeñistas" al me-nos en los próximos años: la base socio-económica esclavista, la relación entre región y estado nacional, la historia urbana, la historia empresa-rial, los movimientos campesinos. Los artículos escogidos corresponden a Rene de la Pedraja, Gustavo Bell Lemus, Eduardo Posada Carbó, Adolfo Meisel Roca, Manuel Rodríguez Becerra, Jorge Restrepo Restrepo, Cat-herine LeGrand, Theodore E. Nichols y Jesús Ferro Bayona.

I.C.

Gustavo Bell Lemus

El Caribe colombiano. Barranquilla, Ediciones

Uninorte, 1989

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