Historia Crítica No. 21

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tabla de contenido carta a los lectores dossier: germán arciniegas un estudiante maestro ángela rivas gamboa un humanista colombiano: germán arciniegas georges lomné no: arciniegas no ha muerto juan gustavo cobo borda la utopía americana de germán arciniegas consuelo triviño anzola el mundo de la bella simonetta o ¿cómo historiar a venus? georges lomné el joven arciniegas a través de su correspondencia con carlos pellicer serge i. saítzeff germán arciniegas, entre la libertad y el establecimiento eduardo sáenz rovner obras de germán arciniegas la crónica roja en bogotá william ramírez tobón el medio oriente y el historiador: pladoyer por la enseñanza del área en colombia luis eduardo bosemberg la historia de la cultura en colombia y algunos problemas teóricos de la disciplina jaime jaramillo uribe resúmenes índices cronológico / alfabético reseñas notilibros

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carta a los lectores

El número 21 de Historia Crítica ofrece a sus lectores un dossier sobre Germán Arciniegas. Un año después de su muerte, queremos rendirle un homenaje no sólo al colega que nos acompañó durante varios años en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, sino al humanista y ensayista que fue durante toda su vida. Los artículos que aquí presentamos sobre Arciniegas son, salvo una excepción, fruto del trabajo de diferentes investigadores, nacionales e internacionales, que han estudiado de cerca la extensa obra de Arciniegas y que, en cierta medida, han reevaluado la imagen de un intelectual que sigue siendo desconocido para muchos colombianos y bastante controvertido en los medios académicos. Más allá del homenaje, esperamos que el dossier contribuya a enriquecer el debate sobre el maestro Arciniegas. Queremos expresar públicamente nuestro agradecimiento a Juan Gustavo Cobo y a Georges Lomné por su invaluable colaboración.

**** El Comité Editorial de Historia Crítica tiene la satisfacción de anunciarle a sus lectores que a partir de este número nuestra revista hace parte de los catálogos internacionales “Historical Abstracts” y America: “History and Life”. El primero se publica desde 1954 y es reconocido como la ayuda bibliográfica más importante en el terreno de la historia. Actualmente se encuentran registrados más de 2.000 revistas del mundo entero. Además, incluye revistas claves de ciencias sociales de muchos países. El segundo se publica desde 1964 e incluye más de 400.000 entradas bibliográficas, lo que lo convierte en una herramienta incomparable para investigadores y estudiosos de la historia de Estados Unidos y Canadá. El hacer parte de estos catálogos es, sin duda, un reconocimiento, pero también un desafío que nos invita a consolidar un proceso iniciado hace varios años y en el que se encuentra comprometido todo el equipo de la revista.

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un estudiante maestro * 1 angela rivas gamboa *2

Las primeras décadas del siglo XX en Colombia fueron testigo de proyectos políticos y culturales animados por discursos de intelectuales que desde distintos escenarios y a través de ideas novedosas buscaron involucrararse en la construcción de nuestra nación. Esas nuevas visiones de la sociedad cristalizaron a la larga en el proyecto cultural y político de “La República Liberal” (1930-1946). Fue este un período de expectativas de cambio, entre las que se destacan: la reorientación del Estado, impulsada por gobiernos liberales tras una serie de gobiernos conservadores; el cuestionamiento de los paradigmas de organización de la sociedad nacional; la institucionalización de principios laicos y racionales, como nuevos pilares de la organización de la sociedad y la cultura nacional; la búsqueda y creación de nuevas formas de expresión artística y literaria; y la aparición de nuevos espacios intelectua-les, como los cafés. La construcción de significados e iniciativas de renovación, a partir de ideas sobre la cultura, la identidad y el progreso de la nación, se reflejaron en propuestas relacionadas con la educación de las nuevas generaciones.

* Este texto hace parte de la monografia de grado Pasiones de la razón: reparar el alma de la patria y cultivar el cuerpo de la nación, que bajo la dirección de Gonzalo Sánchez presenté para optar al titulo de Antropóloga en la Universidad de los Andes. *Antropóloga y estudiante de Doctorado en Antropología, Rice University, Houston (Texas).

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Las siguientes páginas se remontan a esos momentos y se articulan en torno a la figura de Germán Arciniegas. En ellas, el joven intelectual de principios de siglo XX se revela en sus andanzas por los ámbitos estudiantiles y los círculos intelectuales, en su participación en el movimiento de reforma universitaria y su rol de constructor de redes mediante la fundación y dirección de revistas. Las actuaciones de Arciniegas y su irrupción en la vida nacional, se recrean a partir de fragmentos inspirados en la idea de explorar la producción de referentes y significados culturales, como creaciones intelectuales que jalonaron el despertar de Colombia al siglo XX. A su vez, este conjunto de fragmentos proyecta una triple mirada: dibuja los primeros trazos de escenarios que fueron testigos del quehacer intelectual de Gemán Arciniegas en las primeras décadas del siglo XX, esboza redes sociales y núcleos que rodearon a este personaje e intenta penetrar en sus discursos en la educación de los colombianos, el confesionalismo del país y la re-construcción1 de la nación. Sin dejar de estar ancladas en las acciones e ideas de Arciniegas, las siguientes páginas se inclinan hacia lo que podría llamarse una mirada etnográfica del pasado, interesada en la producción intelectual de proyectos culturales y políticos de cambio y a la exploración de los ámbitos en los que se gestaron dichos proyectos. De igual forma, al seguir las andanzas del joven Arciniegas de principios del siglo XX, el siguiente texto explora también la construcción de ese país a transfor-mar, en el cual Arciniegas y sus contemporáneos intelectuales soñaron y para el cual construyeron alternativas y discursos vanguardistas que revelan una Colombia imaginada, y probablemente muy distante, e incluso en contravía, del país que nos legaron. Desde finales del siglo XIX había en la capital colombiana uno que otro café, imitación criolla de los tertuliaderos y restaurantes europeos. Existían el Florián, el Madrid y el Italia. Los cafés o cantinas fueron tomando fuerza a medida que se imponía la costumbre de tomar tinto y desplazaron las boticas, las barberías, las sastrerías, las librerías y los atrios como lugares por excelencia para las tertulias masculinas2. Con la llegada del siglo XX el café invadió las distintas ciudades y en la capital se especializó poco a poco en cierta clase de clientes. Al Café Victoria iban los políticos, periodistas y escritores. Igualmente lo visitaban los entusiastas del franquismo, que también se daban cita en el Asturias. A La Cigarra iban los interesados en conocer las últimas noticias, que el diario El Espectador registraba en una pizarra dentro del café. Este era asimismo el punto de reunión de los políticos liberales y sus adeptos3. También existían el Café Riviere y el Pennsylva-nia, que eran frecuentados ocasionalmente por jóvenes intelectuales. El más concurrido solía ser el Café Windsor. Situado en la trece con séptima, este café se hallaba a mitad de camino entre las oficinas de los principales diarios y los directorios políticos, y rodeado por los más importantes centros de enseñanza superior y las mejores librerías de la ciudad. Tal vez por ello se convirtió en el escenario de un público “heterogéneo pero cultivado”. En él coincidían los contertulios de la Gruta Simbólica y los centenaristas, al lado de “Los leopardos”, de tendencias fascistas, y de “Los nuevos”, que abogaban por una reforma literaria y política4.

1 Empleo el término re-construcción para referirme a nuevas formas de construcción de la nación. Es decir a propuestas que nacen de otra mirada, de otra forma de pensar la sociedad y la cultura colombiana, y que expresan así el deseo de transformar la realidad nacional. 2 LONDOÑO, Patricia, LONDOÑO, Santiago, “Vida diaria en las ciudades colombianas”, en Nueva Historia de Colombia, Vol. 4, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, 1989. 3 ENTREVISTA con Pascual del Veccio y Graciela Del Veccio. Bogotá, septiembre 23 de 1996. 4 LONDOÑO, Patricia, op. cit.; RODRIGUEZ, Ricardo, “Cafés y tertulias literarias”, en Gran Enciclopedia de Colombia, t. 5, Bogotá, Círculo de Lectores, 1992, pp. 229-244.

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Sin llegar a ser un grupo homogéneo, “Los nuevos” se integraron bajo el influjo de José Enrique Rodó, con su obra Ariel. Combatieron la política de Teodoro Roosevelt, promovieron la unidad latinoamericana, el amor a lo terrígeno y la reivindicación de lo propio5. A algunos de sus miembros los animaba el socialismo, a otros los entusiasmaba el anarquismo, aunque en el fondo todos avalaban las ideas liberales6. Así, conformaron un grupo que gustaba de mostrarse irreverente contra la llamada “Generación del centenario” y vivía en una atmósfera ligeramente bohemia7. “Los nuevos” consideraban que los centenaristas carecían de un contenido ideológico que los diferenciara de las generaciones anteriores y que, si bien tenían una importancia histórica, eran cuestionables su inclinación a la abstracción y su búsqueda de rumbos nacionales apoyados en ideas extraídas de la literatura y la teoría. Por esto, frente a la tradición gramatical, académica y retórica, la juventud esperaba introducir una manera distinta de sentir los problemas sociales. La nueva generación pretendía fundarse en una visión concreta de la patria y en la escritura de sus ideas sobre lo colombiano percibido como una realidad desnuda, sin preocuparse por dignificarla con referencias insólitas8. “Los nuevos” imputaban igualmente a la literatura centenarista una especie de falso romanticismo y cierto provincialismo, defectos que se proponían subsanar mediante un arte que fuese a la vez sincero, más humano y más universal. En el terreno político, perseguían la renovación de los partidos y se rebelaban contra la estructura estatal que concedía la libertad política y negaba la independencia económica. También abogaban por una honda reforma de la educación pública y por la apertura universitaria a las tendencias y los acontecimientos mundiales 9. Estas y otras ideas propias de “Los nuevos” irrumpieron en la vida colombiana de la década del veinte a través de escritos que eran publicados en diarios como La República y El Tiempo10 y, desde 1925, de una revista llamada Los Nuevos11, cuyos organizadores recibieron el apelativo de los “Alegres compadres del Windsor”, porque al caer la tarde se tomaban las mesas de dicho café, aunque de vez en cuando frecuentaban también el Riviere y el Pennsylvania12. Además de los cafés, las oficinas de los diarios y revistas fueron otro punto de encuentro intelectual. Una de estas grandes tertulias tenía como sede las oficinas de El Tiempo, más exactamente el escritorio de Eduardo Santos13, en donde, casi siempre después de la comida, había discusión política para liberales y conservadores, que iban allí y se sentían como en su propia

5 CACUA P, Antonio, Germán Arciniegas. Su vida contada por el mismo, Bogotá, ICELAC Universidad Central, 1990, pp. 201. 6 RODRIGUEZ, Ricardo, op. cit., p. 236. 7 LLERAS R., Carlos, “Comienza el Gran Vuelvo”, en Nueva Frontera, No. 6, Bogotá, 1974, noviembre, p. 10. 8 ARCINIEGAS, Germán, Memorias de un congresista, Bogotá, Editorial Cromos, 1933, p. 48. 9 ZALAMEA, Jorge, Literatura, Política y Arte, Bogotá, Biblioteca Popular, 1978, pp. 591 ss. 10 ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Bogotá, noviembre 7 de 1996. 11 Esta publicación se creó en 1925 y apareció quincenalmente como revista literaria. Tenía como director a Felipe Lleras Camargo y como secretario de redacción a Alberto Lleras Camargo. Su junta directiva estaba conformada por Rafael Maya, Germán Arciniegas, Eliseo Arango, José Enrique Gaviria, Francisco Umaña Bernal, José Mar, Abel Botero, Jorge Zalamea, León de Greiff, M. García Herreros, Luis Vidales y C. A. Tapia y S. 12 RODRIGUEZ, Ricardo, op. cit. 13 Germán Arciniegas asistía ocasionalmente a estas reuniones, gracias a su relación con Eduardo Santos, con quien se conoció desde su época de estudiante, cuando Santos empezó a publicarle artículos en El Tiempo. Más adelante lo llamó a dirigir una página, luego la sección editorial, después lo nombró jefe de redacción y finalmente director de El Tiempo. Ver CACUA, op. cit., pp. 193, 204, 215.

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casa14. Tales reuniones, en las que se congregaban periodistas como Luis Eduardo Nieto y Jaime Barrera Parra, junto con algunos políticos, ministros y uno que otro embajador15, son recordadas por Germán Arciniegas en los siguientes términos:

[...] hacia las doce de la noche empezaban a llegar políticos, escritores y literatos, a conversar sobre las cosas del día, y eso se prolongaba hasta la una, dos, tres de la mañana [...] todos caían siempre a El Tiem-po [...]. Las tertulias de El Tiempo eran famosas, el doctor Santos era un conversador formidable, era un gran lector, había viajado por Europa y conocía todos los interiores de la política, de manera que muchas veces de ahí, de esas conversaciones, salía material para los editoriales, o para las “Cosas del Día”16 .

Fuera de la conversación amena y de la posibilidad de conocer a figuras de la política nacional e internacional o de enterarse de primera mano de los últimos acontecimientos, el éxito de estas tertulias estuvo ligado al influjo inmenso sobre la opinión pública y la vida nacional que para ese momento ejercían Eduardo Santos y El Tiempo, tal como se aprecia en la siguiente anécdota:

[...] cuando fue nombrado ministro de educación el doctor Juan N. Corpas, eminente cirujano, muy con-servador y muy católico, El Tiempo se pronunció contra ese nombramiento. Corpas quiso renunciar in-mediatamente y si desistió de su propósito fue porque Lleras Acosta, que lo conocía muy bien, pidió a Santos que abriera para el nuevo Ministro un paréntesis de benevolencia, a lo cual accedió el Director sin que después tuviera que arrepentirse por ello17.

Aunque tanto el café como las oficinas de diarios y revistas fueron escenario de tertulias en las primeras décadas del siglo XX, pueden señalarse diferencias entre las reuniones celebradas en unos y otras. Los cafés, como espacios públicos de sociabilidad, eran propicios para debates acalorados y enfrentamientos entre grupos intelectuales de la elite capitalina, los cuales, sin llegar al uso de la violencia física que se presentaba en las cantinas y chicherías de la época, soportaron muchas veces actitudes de agresión y sectarismo, asociadas a menudo a lealtades partidistas y posiciones ideológicas. Estas disputas intelectuales tuvieron a su vez incidencia en la opinión pública, a través de medios de comunicación como la prensa, las revistas y, eventualmente, la radio, y suscitaron no pocas veces la polarización de algunos sectores de la sociedad nacional. En una posición diferente, las oficinas de diarios y revistas, como espacios privados de sociabilidad, acogían a figuras con tendencias partidistas e ideológicas diversas y en ellas un grupo selecto protagonizó actos de negociación y diálogo. Estas transacciones sólo incluyeron al pequeño grupo congregado en cada tertulia; sus resultados, no obstante, trascendieron a otros espacios de la vida nacional, como la política, la economía y las actividades sociales y culturales. Las características de la sociabilidad de las elites, además de diferenciarlas de las formas de sociabilidad de otros grupos de la sociedad nacional, permiten vislumbrar así la existencia de diversos ámbitos de producción de referentes culturales, en los que las relaciones intelectuales se desarrollaban de distintas maneras y el saber y el poder se conjugaban de formas diversas. En los cafés y las oficinas de periódicos y revistas Germán Arciniegas personificaba al joven intelectual de las primeras décadas de este siglo que incursionaba en la vida nacional; pero también representaba la vinculación del país a la inteligencia internacional, en especial a las corrientes de pensamiento iberoamericanas que marcaron esta época y plantearon el renacimiento de los pueblos americanos a partir de la búsqueda y el estudio de lo autóctono. En Arciniegas esta influencia se

14 LLERAS R., Carlos, “La etapa final de la administración Olaya”, en Nueva Frontera, No. 10, Bogotá, diciembre 1974, p. 11. 15 ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Bogotá, mayo 6 de 1997. 16 Ibid. 17 LLERAS R., Carlos, “La etapa final…”, op. cit., p. 11.

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aprecia, según Cobo Borda 18, en sus referencias básicas: el colombiano Baldomero Sanín Cano; los argentinos Héctor Ripa Alberdi, Gabriel del Mazo y Francisco Romero; los mexicanos José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes; los peruanos Víctor Raúl Haya de la Torre y Luis Alberto Sánchez; y los venezolanos Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri. Como influencias particularmente notorias sobre Germán Arciniegas se pueden destacar las propuestas educativas de México, en particular de José Vasconcelos, y el movimiento estudiantil de Córdoba, Argentina (1918). En ambos casos se trató de procesos que fueron telón de fondo e inspiración de varias de sus actuaciones ligadas a la transformación de la educación nacional y al despertar de los estudios de la cultura y la sociedad colombianas, característicos de las primeras décadas del siglo XX. Arciniegas no sólo se inspiraba en las obras de los pensadores iberoamericanos, sino que también mantenía correspondencia e intercambiaba ideas con algunos de ellos. José Vasconcelos, consagrado como Maestro de la Juventud, le escribía durante los años 1920 y 1930 cartas dirigidas a la juventud colombiana. Para 1923, entre los corresponsales de Arciniegas se contaba Héctor Ripa Alberdi, uno de los líderes del movimiento universitario argentino. En el mismo año, Francisco Romero, desde Buenos Aires, y Germán Arciniegas, desde Bogotá, mantenían un intercambio epistolar de ideas sobre el problema universitario. A medida que avanzaba la década del 30, Arciniegas se relacionaba con otros iberoamericanos, como el venezolano Mariano Picón Salas y el cubano Fernando Ortiz19. A finales de los años 1930, además de mantener contacto con pensadores de distintos países, hacía parte de la vida intelectual de naciones como Argentina, donde cobró celebridad a partir de 1939 en los debates de la Revista Sur20 y conoció a Stephan Zweig, uno de los intelectuales más destacados de esa década y quien fuera el principal promotor de sus obras fuera del mundo hispanohablante21.

I. los mundos estudiantiles Según Gerardo Molina22, entre 1918 y 1930 el movimiento estudiantil jugó un papel decisivo en Colombia. La beligerancia de los jóvenes contra el andamiaje político y cultural se vio estimulada por la integración del país a la economía internacional y por el ascenso de las clases medias, en tanto que las actividades estudiantiles estuvieron marcadas, en parte, por las revoluciones mexicana y soviética, así como por el movimiento estudiantil de Córdoba. En nuestro país, uno de los líderes estudiantiles fue precisamente Germán Arciniegas23. Su intervención en la vida estudiantil colombiana se remonta a 1916, cuando creó Año Quinto, y a 1917, año en que fundó y dirigió Voz de la juventud, un periódico concebido para difundir la idea de crear una Federación de Estudiantes24. Estas primeras actividades fueron la antesala de su participación en el movimiento estudiantil colombiano, en el cual, según apunta Abelardo Forero, fue el asesor intelectual de una 18 COBO BORDA, Juan Gustavo, Arciniegas desde la perspectiva de sus contemporáneos, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, Serie La Granada Entreabierta, 1990, pp. XIII-XXXIV. 19 COBO BORDA, Juan Gustavo, “Prólogo”, en Juan Gustavo Cobo (comp.), Una Visón de América. La Obra de Germán Arciniegas, 1987. 20 COBO BORDA, Juan Gustavo, Arciniegas desde la perspectiva…, op. cit., pp. XIII-XXXIV. 21 LOMNE, Georges, El Exilio de Don Quijot,e Conferencia dictada en la Universidad de los Andes, Bogotá, 14 de abril de 1997. 22 MOLINA, Gerardo, Las ideas liberales en Colombia de 1935 a la iniciación del Frente Nacional, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1978. 23 LLERAS R., Carlos, “Otros Recuerdos de los Primeros Tiempos”, en Nueva Frontera, No. 14, Bogotá, enero 1975, p. 10. 24 CACUA, op. cit., p. 59.

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banda de muchachos inconformes y el consultor de los grupos revolucionarios e iconoclastas25, consagrándose como un gran agitador de estudiantes y el principal promotor de la reforma universitaria. La intervención orgánica del estudiantado en la vida nacional y en la transformación de la universidad colombiana fue el móvil de las actuaciones de Germán Arciniegas en el movimiento estudiantil. Guiado por ese ideal, conformó en los años veinte el grupo de “Los precoces” y promovió la organización del estudiantado a través de organizaciones como la Asamblea de Estudiantes, la Federación de Estudiantes de Colombia y la revista Universidad, desde donde impulsó la elección del Maestro de la Juventud, los reinados y carnavales, y las huelgas y congresos de estudiantes26. En 1920, Carlos Pellicer vino a Bogotá como agregado de la legación de México ante el gobierno colombiano. Esto hacía parte del plan trazado por José Vasconcelos, consistente en nombrar un estudiante como agregado cultural de cada embajada mexicana. A su llegada a Bogotá, Pellicer entró en contacto con Arciniegas, director entonces de Voz de la juventud, con quien coincidía en la idea de movilizar la Federación de Estudiantes. Ambos convinieron instalar la Asamblea de Estudiantes, en cuyo seno se fundó en febrero de 1921 la Federación de Estudiantes de Colombia, como un medio para aunar permanentemente los esfuerzos estudiantiles y ejecutar así un programa integral y vigoroso. La Federación desempeñó un papel aglutinador de primer orden, luchó por el bienestar de los estudiantes, trabajó para vincularlos con la realidad nacional y fomentó las relaciones de los jóvenes colombianos entre sí y con universitarios del exterior. Gracias a sus esfuerzos, hacia finales de la década del veinte la Federación tenía mucha importancia en la vida social, política y académica del país27. Como parte de las actividades tendientes a la integración de los estudiantes colombianos y su vinculación con la realidad nacional, la Federación promocionó concursos científicos y artísticos, y emprendió una campaña contra las “enfermedades sociales”28 y una cruzada pro-extensión universitaria que transcendiera a las clases populares. En cuanto a las relaciones internacionales, sus dirigentes argumentaron que la fuerza de las federaciones estudiantiles era un reclamo internacional y erigieron en ideal el cultivo de lo autóctono, testimoniando así el ascendiente de pensadores iberoamericanos como Carlos Mariátegui, José Vasconcelos y José Ingenieros29. En particular Vasconcelos, quien, como se verá, fue una figura emblemática para los estudiantes colombianos y cuyos mensajes, junto con los de Ingenieros, fueron publicados en la revista Universidad.

1. la palabra: tribunas estudiantiles En reemplazo de Voz de la juventud, Arciniegas fundó la revista Universidad, que apareció por primera vez el 24 de febrero de 1921 y se convirtió bajo su dirección en el órgano de difusión de la Federación de Estudiantes y en el medio por antonomasia para tratar asuntos estudiantiles y 25 Ibid., p. 173. 26 Ibid., p. 89. 27 LLERAS R., Carlos, “Así éramos en 1933”, en Nueva Frontera, No. 13, Bogotá, 1975, enero, pp. 10-11, 18. 28 Si bien el comunicado estudiantil no define las “enfermedades sociales”, esta denominación alude en las primeras décadas del siglo XX a enfermedades como la delincuencia, el alcoholismo, la lues venérea (sífilis) y la infección nesseriana (blenorragia). Así se desprende, por ejemplo, de la exposición de Luis López de Mesa durante las conferencias sobre los problemas de la raza en Colombia, celebradas en Bogotá en 1920. Ver: VARIOS, Los Problemas de la Raza en Colombia, Bogotá, Linotipos de El Espectador, 1920. 29 ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Noviembre 7 de 1996.

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hacer planteamientos críticos. La influencia del pensamiento americanista sobre los gestores de esta publicación la ejemplifica el “Mensaje a la juventud hispanoamericana”, aparecido en la segunda entrega de la revista y en el que algunos miembros del Centro de Estudios Hispanoamericanos resaltaron la importancia de materializar los ideales de unión iberoamericana. Universidad, tanto en su primera (1921) como en su segunda época (1927), ha sido caracterizada por Roberto García-Peña y Abelardo Forero Benavides como la más alta tribuna de la inteligencia nacional, el espacio de iniciación de las nuevas generaciones y el lugar de expresión de grandes personalidades como Luis López de Mesa, Hernando de la Calle, Carlos Lleras Restrepo, Rafael Maya y Enrique Caballero Escobar, quienes compartieron las páginas de la revista con colaboradores como León de Greiff, Ricardo Rendón, José Umaña Bernal y Jorge Zalamea30. Además de ser un espacio de expresión, Universidad fue motivo y producto de tertulias intelectuales celebradas por lo general en el Café Windsor, el mismo en que, como se mencionó atrás, se daban cita comúnmente los pensadores bogotanos de los años 2031.

2. la acción: una lucha por la igualdad y la libertad El perfil del estudiante activo en el panorama nacional, propuesto por Arciniegas, se fue definiendo paulatinamente a través de manifestaciones públicas protagonizadas por los jóvenes capitalinos. Es de destacar la primera huelga de estudiantes de Bogotá, que fue declarada desde la revista Universidad, con Arciniegas como uno de sus principales cabecillas, y se desencadenó por el escándalo que suscitó el proyecto de colocar el retrato de Fidel Cano en el paraninfo de la Universidad de Antioquia. La idea fue rechazada por las directivas de la universidad, que juzgaron una profanación colocar, en el mismo recinto que ocupaba la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, el retrato de alguien que, como el doctor Cano, había sido excomulgado. La protesta juvenil en reacción a las actitudes intolerantes y doctrinarias de los directivos de la Universidad de Antioquia fue considerada también por algunos jóvenes como una reivindicación de la igualdad a que tenían derecho, y como la defensa del pluralismo en la universidad pública y de la libertad de pensamiento y expresión de los planteamientos innovadores opuestos al espíritu confesional católico y tradicionista de los antioqueños. Todos estos ideales habían tenido por muchos años en Fidel Cano a uno de sus más puros y nobles exponentes32.

3. la reunión: un mitin de estudiantes Lo acaecido en la Universidad de Antioquia en torno al retrato del doctor Cano, además de desatar huelgas estudiantiles en Bogotá y Medellín, dio pie a la formación de la Federación de Estudiantes en la capital antioqueña, con la consecuente organización de actividades similares a las que tenían como sede la capital de la república. Este escándalo fue también una de las razones para que, en 1922, Germán Arciniegas postulara a Medellín como sede del Congreso Nacional de Estudiantes33. Los objetivos de dicho congreso eran hacer de la juventud una fuerza armónica y activa en la vida nacional mediante la organización estudiantil y propiciar la participación juvenil en la elaboración 30 CACUA, op .cit., pp. 125, 173. 31 Entre los colaboradores de Universidad que se reunían en el Windsor figuraban: Ricardo Rendón, Luis Tejada, Jorge Eliécer Gaitán, Felipe y Alberto Lleras Camargo, León de Greiff, Rafael Maya, José Camacho Carreño, Germán Arciniegas, Augusto Ramírez Moreno, Hernando de la Calle, Carlos Lozano y Lozano, Silvio Villegas y Néstor Villegas. Ver: CACUA, op. cit., p. 97. 32 CACUA, op. cit., p. 92; LLERAS R., Carlos, “Otros Recuerdos…”, op. cit., p. 10. 33 CACUA, op. cit., p. 114.

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de un proyecto de reforma universitaria. El primer objetivo fue expuesto por Germán Arciniegas en los siguientes términos:

La juventud no presta, al día, ni la plenitud ni una parte apreciable del concurso que debe a la evolución patria. Indistinta en la masa total, apenas si logra las funciones vulgares de la multitud revuelta; y es ya preciso que haga bloque definido y surja con perfiles orientadores como una gran falange apostólica en marcha a las etapas excelentes. [...] Si el Congreso - y ya sabrá lograrlo- echa las bases definitivas de la organización estudiantil de Colombia, habremos encontrado la manera de que los jóvenes colaboren continua e intensamente al mejoramiento de la República [...]34.

En consonancia con tales metas, la Comisión de Temas publicó en Sábado35 las bases del congreso. Entre otros puntos, se designaron como miembros del congreso a todos los delegados de las facultades universitarias de Colombia, de la Escuela Nacional de Minas y de las Asambleas de Estudiantes de las distintas capitales, y se estableció que las conclusiones a que se llegara, los asuntos debatidos y los trabajos presentados serían ordenados y publicados por una comisión especial, que traduciría también las conclusiones en proyectos de ley, ordenanzas, resoluciones o acuerdos, para que pasaran a las autoridades respectivas. En cuanto al trabajo en el congreso, se definieron como temas de estudio la organización estudiantil en Colombia, la celebración periódica de congresos de estudiantes, la representación de los estudiantes en los consejos directivos de la enseñanza universitaria, el concepto de universidad en sus relaciones con el Estado, la unificación de la enseñanza universitaria en Colombia y la extensión universitaria, la organización del bachillerato, el intercambio profesional entre las facultades del país, las misiones pedagógicas extranjeras, la actitud de los estudiantes colombianos frente a los problemas de Hispanoamérica y la reforma del pénsum de la Escuela Normal para adaptarlo a las necesidades de las diferentes secciones del país. En términos generales, y como una afirmación de autonomía, se declaró que estos temas serían abordados en el congreso al margen de las contiendas de los partidos políticos colombianos. Los delegados redactaron al término del congreso un mensaje a los estudiantes de Colombia, publicado por Sábado el 28 de octubre de 1922. Los jóvenes precisaban allí que era indispensable entender el momento de transición que atravesaba el país y señalaban la necesidad de que la juventud colombiana se persuadiera de su papel en este nuevo ambiente. La patria del futuro, argumentaban, era la patria de la juventud, por lo cual resultaba fundamental perfeccionar los métodos de educación y reformar la universidad. Sus objetivos fueron enmarcados por los estudiantes en la siguiente propuesta:

Pero para todo ello se hace preciso que el precioso organismo de lo que hoy en adelante podrá llamarse la falange estudiantil, se constituya sobre bases inconmovibles de solidaridad y de armonía. La proscripción de la política de partido debe constituir el primer mandamiento de nuestra organización36.

Estas declaraciones hay que situarlas, desde luego, en su contexto: las primeras décadas del siglo XX, que en Colombia fueron testigo del surgimiento de nuevos actores sociales que inscribieron a menudo sus reivindicaciones en el partidismo, como sucedió con el movimiento obrero. En el caso concreto que nos ocupa, ofrecen, sin embargo, la posibilidad de considerar al estudiantil como uno de los primeros movimientos sociales que afirmaron explícita y categóricamente su autonomía con respecto a la politización bipartidista. Una investigación ulterior, enfocada al examen de los movimientos sociales que caracterizaron este período, permitiría evaluar el papel de los estudiantes 34 ARCINIEGAS, Germán, “El Congreso de Estudiantes”, en Sábado, Año 2, No. 53, 8 de julio de 1922. 35 Sábado, 29 de julio de 1922. 36 Sábado, 28 de octubre de 1922, p. 835.

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en las luchas sociales en Colombia. Por lo pronto, es esencial subrayar que la separación entre la universidad y las actividades de los partidos políticos fue uno de los puntos centrales de las propuestas estudiantiles. En 1922, Germán Arciniegas, desde las páginas de La República, fue uno de los opositores de la creación de la Universidad Libre. Puede sorprender, pero hay que sopesar sus argumentos. Arciniegas calificaba tal iniciativa de reacción poco inteligente al control del gobierno conservador y de acto contrario al más alto fin de la educación: su alcance nacional. Era poco inteligente desde el punto de vista económico, ya que implicaba invertir en una infraestructura universitaria existente, es decir, dotar a la Universidad Libre de gabinetes, laboratorios y edificios, con todo lo cual se contaba ya en la Universidad Nacional. Arciniegas proponía a cambio mejorar las instalaciones disponibles para que fueran usufructuadas por la juventud colombiana y sugería que, en lugar de crear nuevas universidades, se ejerciera una labor poderosa de penetración que transformara la Universidad Nacional. Sobre este último punto auguraba que cuando la unión de los estudiantes se acentuara sería imposible el influjo de un instituto de partido y los docentes retardatarios cederían a las nuevas teorías de la ciencia37. Las tesis de Arciniegas tocantes a la eliminación de los sectarismos políticos en la universidad fueron retomadas por el Congreso de Estudiantes de 1922. En dicha ocasión se enfatizó la urgencia de renovar la universidad, librándola de los métodos anquilosados con que se estaban fabricando sujetos “avejentados, tristes, inermes para la lucha, atados al prejuicio y al odio, moldeados en las preocupaciones políticas y sociales, propias del siglo pasado”. Los estudiantes manifestaron igualmente que era inconveniente ser formados en claustros sin vida, sin maestros, sin libertad y sin aire, y proclamaron la instrucción libre, abierta a todas las corrientes de pensamiento, “sin campana y sin férula”, carente de cualquier nexo con los partidos políticos38. También abogaron por la autonomía universitaria, que debería empezar por el manejo independiente de las cuestiones económicas, de modo que la universidad se viera libre de las fluctuaciones políticas y las aberraciones de la intransigencia. Solo así la institución podría entregarse libremente a la investigación y realizar sus funciones científicas y culturales39. Los estudiantes subrayaron que para realizar estas metas era imperativo el protagonismo de la juventud y así lo constataron Germán Arciniegas y Carlos Lozano y Lozano cuando afirmaron:

[...] el carácter nacional es lo más importante en el movimiento de renovación. Sólo en la unión perfecta de los estudiantes, que al tratar de los asuntos universitarios deberían prescindir de partidarismos para consolidar un núcleo respetable y decidido, hallamos la fuerza capaz de adelantar los nuevos ideales40.

Los estudiantes expresaban de esta manera la necesidad de constituirse en una fuerza organizada, suprapartidista y activa en la transformación nacional. Como cabía esperar, este tipo de iniciativas fue blanco de la oposición de distintos sectores de la sociedad. Los mayores opositores, recuerda Germán Arciniegas, fueron los jesuitas, quienes el mismo año de creación de la revista Universidad fundaron la revista Juventud Bartoliana y quisieron incidir en la orientación de la Federación de Estudiantes inscribiendo en ella a los alumnos de sus planteles41. Ante este procedimiento de los jesuitas

37 ARCINIEGAS, Germán, “La Universidad libre al desnudo”, en La República, 31 de mayo 1922, p. 1. 38 La República, octubre 9 de 1922. 39 ARCINIEGAS, Germán, LOZANO Y LOZANO, Carlos, “La reforma Universitaria. Informe de la Comisión que estudió el concepto de la Universidad en sus relaciones con el Estado”, en La República, 27 de octubre, 1922, p. 1. 40 Ibid. 41 “La Federación se formaba con delegados de todas las universidades, uno por año de facultad o escuela y un delegado por cada colegio de bachillerato. Para poder votar el estudiante debía estar inscrito como alumno. En vísperas de unas elecciones los jesuitas matricularon a todos sus alumnos. Así que ellos tenían su título de estudiante federado y podían votar [...]. La situación se tornó dramática. Ibamos a perder el manejo de la Federación”.

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reaccionó la fraternidad de “Los pétalos mustios”42.

4. la sociabilidad: “los pétalos mustios” La fraternidad de “Los pétalos mustios”43 tomó su nombre de un poema de Francisco Rueda (estudiante de medicina) y se creó a imagen de las cofradías universitarias norteamericanas. Se establecieron iniciaciones, se introdujeron prácticas inspiradas en ritos masónicos y se idearon toda suerte de pruebas44. Con el tiempo, las iniciaciones de “Los pétalos mustios” se hicieron famosas, al igual que sus reuniones, celebradas inicialmente en una oficina del Hotel Anzonia, de propiedad de María Argueyra, tía de Germán Arciniegas, y más tarde en el solar de los baños de Genaro Gómez, en cercanías del barrio Belén 45. Según Carlos Lleras Restrepo, uno de “Los pétalos mustios”, la principal finalidad de la fraternidad era reforzar la posición de la Federación Nacional de Estudiantes y propugnar una reforma educativa orientada, ante todo, a la lucha por la libertad, restringida por el Concordato, a la búsqueda de un régimen educativo no confesional y a la constitución de un sistema de enseñanza eficaz. Con estos fines, “Los pétalos mustios” se dedicaron a examinar los trabajos de la misión pedagógica alemana contratada por el gobierno del General Ospina y consultaron a las personas que habían colaborado como consejeros de los alemanes, en especial a don Tomás Rueda Vargas46. Bajo la dirección intelectual de Germán Arciniegas, este grupo de estudiantes se ocupó arduamente del problema educativo e impulsó con insistencia la reforma de la enseñanza, poniendo el acento en la instauración de la cátedra libre y la liberación de la Universidad Nacional del confesionalismo47.

5. la divulgación: charlas y conferencias Los estudiantes realizaron actos culturales y políticos, y organizaron conferencias dictadas por personalidades del momento con las que el estudiantado se proponía inaugurar la cátedra libre48. En opinión de Arciniegas, tales conferencias abrieron camino a la idea de que la universidad debía tener una función política, no desde la perspectiva de partido, sino a partir de su capacidad para discutir los problemas colombianos. Merced a ellas, observa Arciniegas, los estudiantes pudieron entrar en contacto con los actores de la vida nacional49.

42 CACUA, op. cit., pp. 122 ss. 43 De esta fraternidad hacían parte Carlos Lleras Restrepo, Joaquín Tiberio Galvis, Guillermo Largacha, Luis Eduardo y Hernando Angueyra y Germán Arciniegas, entre otros. 44 CACUA, op. cit., pp. 121; LLERAS R., Carlos, “Otros Recuerdos…”, op. cit., p. 11. 45 CACUA, op. cit., pp. 121 ss. 46 LLERAS R., Carlos, “Otros Recuerdos…”, op. cit., p. 10. 47 LLERAS RESTREPO, Carlos, Crónicas de mi propia Vida , Bogotá, Stamoto Editores, 1983, pp. 25 ss. 48 Ibid., pp. 25 ss. 49 CACUA, op. cit., pp. 144 ss. Dentro de los conferencistas invitados vale la pena destacar la participación de personalidades como Baldomero Sanín Cano y Alfonso López Pumarejo. Asimismo cabe mencionar que estas actividades coincidieron con un debate internacional en torno a la identidad latinoamericana. Uniéndose a la polémica, Arciniegas promovió un ciclo de conferencias que se llevaron a cabo los jueves en el Teatro Municipal. Participaron diez conferencistas, encabezados por Miguel Jiménez López, quien ya era conocido por su trabajo sobre la decadencia de la raza. El tema de la raza colombiana y su “degeneración” fue puesto sobre el tapete en 1920 por Miguel Jiménez López, mediante una conferencia dictada en Bogotá en el Teatro Municipal. Este tópico marcó buena parte de la producción intelectual de la época y constituyó una de las grandes preocupaciones para médicos, sociólogos e higienistas. Asimismo, la raza y su relación con el progreso fue uno de los grandes debates a lo largo de las primeras décadas de

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6. la cultura cósmica: josé vasconcelos, el maestro de la juventud colombiana Entre las actividades estudiantiles lideradas por Germán Arciniegas vale la pena destacar la idea de elegir un “Maestro de la juventud”, propuesta que respondía a la intención de buscar un símbolo que representara algo nuevo y diferente para el estudiantado. Fue elegido don Francisco Montoya, un profesor de química de avanzada edad50. Cuando el doctor Montoya murió, los estudiantes de medicina de la Universidad Nacional postularon al profesor José María Lombana Barreneche, en tanto que otro grupo de estudiantes postuló a Monseñor Rafael Carrasquilla, entonces rector del Colegio de Nuestra Señora del Rosario. Pero ninguno de estos candidatos fue apoyado por el grupo de Arciniegas, interesado en candidatizar a José Vasconcelos51. La elección de este candidato, apunta Arciniegas, era un desafío a la inteligencia nacional, pues implicaba que para los estudiantes no había un personaje colombiano digno del título de “Maestro de la juventud”. La campaña se desarrolló a través de la revista Universidad y del diario La República52, medios ambos en que se dieron a conocer algunos textos del profesor mexicano junto con una carta enviada por él a Arciniegas y publicada como “Mensaje a la juventud colombiana”. Arciniegas y sus compañeros divulgaron de este modo las ideas de Vasconcelos y crearon opinión en torno a su candidatura. El profesor mexicano había sido el reorganizador de la educación pública en su país, había conseguido que se creara de nuevo el Ministerio de Educación y era autor de la “Ley de Educación”, inspirada, según su propio testimonio, en la labor que en Rusia llevaba a cabo Lunatcharsky. De ahí que simbolizara para Arciniegas y su grupo el espíritu de la reorganización de la educación pública, tan imperiosa en México como en Colombia53. Pero no sólo eso: Carlos Lleras Restrepo54 recuerda que Vasconcelos era para los estudiantes el símbolo de un hermoso movimiento, por lo que despertó en ellos un verdadero culto, debido sobre todo a su empeño por difundir la cultura entre las masas. Con esta causa estaba también comprometido Arciniegas, entusiasta admirador además de la labor del Ateneo Mexicano en el gobierno de Madero y de la creación de la primera Universidad Popular.

II. reforma y revolución: dos “locuras salidas de conversaciones de café”55

Uno de los móviles centrales de las actividades estudiantiles fue la reforma universitaria, alrededor de la cual los estudiantes crearon un ambiente favorable y lograron aglutinar a distintos sectores de la sociedad nacional56. Para Germán Arciniegas, esta propuesta estudiantil estuvo marcada por la curiosidad hacia la literatura y la filosofía europeas, sobresaliendo las obras de

este siglo en nuestro país. 50 ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Bogotá, noviembre 7 de 1996. 51 Ibid. 52 Germán Arciniegas estaba vinculado a La República desde 1921. Era este un diario matinal fundado por Alfonso Villegas Restrepo como órgano de expresión republicana. En él, la sección liberal quedó bajo la dirección de Germán Arciniegas. Arciniegas adelantó en su sección su campaña estudiantil, en la que, además de publicar textos relacionados con la obra y la figura de José Vasconcelos, dio a conocer una síntesis de la reforma universitaria de Córdoba, escrita por Héctor Ripa Alberdi (ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Bogotá, noviembre 7 de 1996). 53 LLERAS R., Carlos, “Otros Recuerdos …”, op. cit., p. 10. 54 Ver COBO BORDA, Juan Gustavo, “Prólogo”, en Juan Gustavo Cobo (comp.) Una Visón de América…, op. cit. 55 Al referirse a su vida estudiantil, Germán Arciniegas apunta: “La reforma y la revolución universitaria fueron locuras salidas de conversaciones de café entre nosotros”; ver CACUA, op. cit., p. 196. 56 COBO BORDA, Juan Gustavo, “Prólogo”, en Juan Gustavo Cobo (comp.) Una Visón de América…, op. cit., pp. 27 ss.

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escritores como José Ortega y Gasset, conocidas por los universitarios en publicaciones como la Revista de Occidente57. Hemos visto también que el proyecto de reforma universitaria, además de fortalecer la Federación de Estudiantes, reflejó la profunda influencia que el movimiento estudiantil de Córdoba tuvo en los universitarios colombianos de las primeras décadas del siglo XX58, debido en buena parte a la difusión de los postulados del “Manifiesto de Córdoba”. Germán Arciniegas desempeñó un papel crucial en esta labor de propaganda, pues estableció vínculos con líderes del movimiento argentino, como Héctor Ripa Alberti, de quien publicó una sinopsis de la revolución, tal como se había proclamado en Córdoba. Los postulados del movimiento de Córdoba fueron sintetizados en tres puntos: cátedra libre59, asistencia libre y participación estudiantil en el gobierno de la universidad60. De forma similar al caso argentino, los puntos fundamentales que reclamaban los estudiantes colombianos eran: autonomía universitaria, creación de mecanismos que permitieran la participación estudiantil en el gobierno de la universidad y libertad de cátedra e investigación. Este último punto fue planteado a raíz de la intervención eclesiástica que impedía la exposición de ciertas doctrinas científicas. Los jóvenes colombianos plantearon además la reforma universitaria tomando como eje el estudio de la realidad nacional. Las inquietudes estudiantiles de los años 20 llegaron en los 30 a la Cámara de Representantes, ante la cual Germán Arciniegas, en calidad de representante de los estudiantes, presentó un proyecto de reforma universitaria61. El proyecto apuntaba a la creación de la Universidad Colombiana como entidad autónoma y centro de estudio de la realidad nacional62 y a solucionar la situación interna de la universidad e incidir sobre la orientación política del país. En relación con este último aspecto, Arciniegas sustentó el papel que debía jugar la universidad con las siguientes palabras:

En la imposibilidad de seguirle entregando los problemas de la República a la ignorancia, para que ésta los invierta o los estrangule, he creído indispensable acudir a un sistema de democracia estilizada, en donde la ciencia y la técnica tengan su oportunidad y su aplicación. Como no es posible que siga gobernándose “a ojo”; como sólo el dominio científico de los problemas, sobre todo de los económicos y de los sociales, da una esperanza de acierto para salir los pueblos de bien, librados de ciertas acechanzas muy propias de estos tiempos, urge tener dentro de la República una organización universitaria que influya sobre el Estado mismo. Esto quiere decir que ya han cambiado los términos de una inquietud, y que hoy no pasa de ser una gazmoñería del Estado el recelo de que no se le deje intervenir dentro de la universidad. Hoy lo que se busca es la intervención de la universidad dentro del Estado63.

Arciniegas pasó revista en la presentación de su proyecto a los fracasos del país y afirmó que obedecían a la incapacidad de la universidad para interpretar la realidad nacional. Tal incapacidad era, a su turno, producto del desvío del derrotero colombiano que habían causado la

57 CACUA, op. cit., p. 145. 58 ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Bogotá, noviembre 7 de 1996. 59 “La Cátedra Libre consistía en poder contrarrestar las opiniones de los profesores universitarios con intervenciones de gentes expertas y que estuvieran más abiertas en materias académicas”; ver CACUA, op. cit., p. 109. 60 Ibid. 61 Este proyecto se convirtió en un libro que bajo el título La Universidad Colombiana fue editado por la Imprenta Nacional en 1933. Los planteamientos consignados en este volumen reflejan las visitas que realizó a las universidades de París, Bruselas e Inglaterra, y tienen en cuenta las experiencias de reforma universitaria de México y Buenos Aires; ver CACUA, op. cit., p. 191. 62 CACUA, op. cit., p. 200. 63 ARCINIEGAS, Germán, La Universidad Colombiana, Bogotá, Imprenta Nacional,1933, pp. 3 ss.

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adhesión a conceptos extranjeros y la organización de la universidad siguiendo el modelo napoleónico. Ante esa incoherencia entre universidad y realidad, Arciniegas preconizaba la reforma de la primera en el plano de un espíritu distinto64.

1. academia y nación Arciniegas defendió en su proyecto la idea de universidad nacionalista, en contraposición a la idea europea de universidad universal. Apoyó su argumentación en la tesis de que existían necesidades materiales y morales peculiares de cada país, y que no se trataba de tomar un modelo y copiarlo, ya que la universidad empezaba a definirse como la síntesis de cada pueblo, como el instituto donde se patentizaban sus modalidades interiores, sus ambiciones y su fe. Sólo se podía partir de un hecho único, real y concreto, y ese hecho era Colombia65. En concepto de Arciniegas, los colombianos tenían patria pero no nacionalidad; la afirmación de la nacionalidad colombiana debería partir, por tanto, del conocimiento íntimo de la tierra por parte de sus habitantes y de lo que les pertenecía como nación66. En lo relativo al papel de la universidad y el estudiante en América, Arciniegas señaló que la misión de la universidad era, en primer lugar, formar al ciudadano, al hombre de conciencia cívica y patriota, partiendo del cual se formaría luego al profesional67. Su proyecto no era otro que la construcción de la patria mediante una educación enraizada en la realidad nacional e impartida desde los primeros años de estudio. De ese modo abogaba por la revaloración de la escuela en el campo educativo y en la formación del carácter nacional68. La íntima relación entre la realidad del país y la educación de sus habitantes afectaba no sólo los contenidos sino también los sistemas mismos de enseñanza. Cambiar los métodos literarios por el estudio basado directamente en la vida real fue una de las consignas de Arciniegas. El pénsum tenía que ser modificado, debían elaborarse nuevos programas, identificarse nuevos centros de interés y adoptarse nuevos métodos de estudio. Todas las disciplinas habrían de incluir como componentes sistemáticos de análisis los siguientes elementos: teoría, laboratorio, seminario e investigaciones especiales69. La reforma universitaria exigía además que las facultades de derecho, medicina e ingeniería y la Escuela de Minas de Medellín, que conformaban el concepto de universidad nacional , se integraran con instituciones como el Colegio del Rosario, el Externado de Colombia, la Universidad Libre y las escuelas de Popayán y Cartagena70. Arciniegas llamó igualmente la atención sobre la necesidad y el interés intelectual de que los partidos, los políticos y los distintos movimientos intelectuales se definieran sobre el tema de la universidad, que consideraba vital para la democracia nacional.

2. universidad, estudiantes y política Al referirse a la función política de la universidad, Arciniegas resaltó su papel en América Latina. Recordó, no obstante, que en general se había tratado de una participación incidental, no de su

64 Ibid., pp. 7 ss. 65 Ibid., pp. 14 ss. 66 Ibid., p. 16. 67 Ibid., p. 25. 68 Ibid., pp. 66 ss. 69 Ibid., pp. 25 ss. 70 Ibid., p. 80.

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destino o función como entidad. Para que la universidad cumpliera su función política y social deberían mantenerse contactos vivos con el pueblo y buscar la democratización de la educación superior. En este orden de ideas, Arciniegas destacó las virtudes democráticas de la universidad latinoamericana en contraste con la norteamericana y a la sajona71. En su análisis de la educación superior en Estados Unidos, señaló Arciniegas que la lamentable situación plutocrática se veía agravada allí por la precipitada especialización, que limitaba los horizontes de los jóvenes, y por la creciente intervención de los magnates industriales, que habían contagiado la universidad de su visión netamente comercial. En los países latinos, por el contrario, se había conservado un derecho de matrícula considerablemente bajo, lo que hacía de la universidad una institución abierta a todo el mundo. En Colombia había que mantener los bajos costos de la enseñanza y abrir la universidad a todas las capas sociales72. La concepción de la universidad como un motor de cambios está en Arciniegas estrechamente conectada con la imagen del estudiante como agente históricamente revolucionario, imagen que fue justamente la que inspiró su libro El estudiante de la mesa redonda, publicado en 1932. En él, como anotó Luis Eduardo Nieto Caballero73, Germán Arciniegas plantea la tesis según la cual todo lo trascendental de la humanidad ha sido obra de los estudiantes. También le sirvió este libro para exponer las ideas del Manifiesto de Córdoba. Más allá de la transformación del aparato universitario, la reforma constituía un proyecto de nación, y es por eso que en su exposición ante la Cámara de Representantes Arciniegas aludió a los paradigmas democráticos de la Revolución francesa y la Constitución de Filadelfia, calificándolos de principios ideales e irrealizables que se habían traducido en un juego libre de intereses y habían afirmado el poderío de las grandes empresas capitalistas, con lo que habían acentuado las diferencias entre los grandes empresarios y los obreros. Tales ideales políticos se habían materializado en gobiernos que, aun llamándose democracias, estaban muy lejos de ser gobiernos por el pueblo, del pueblo y para el pueblo. Era, pues, necesario revisar las bases de la democracia y reorganizarla de tal forma que el gobierno o la dirección intelectual del Estado quedara en manos hábiles y expertas, capaces de sortear las “acechanzas del empresismo” y de captar los “anhelos populares”74. Si bien el sistema capitalista había obtenido grandes logros en el campo de la producción, estos no correspondían a un avance paralelo en el bienestar de las personas. Los partidos políticos, por otra parte, carecían de la suficiente fuerza para depurarse a sí mismos y sustraerse a la presión de quienes los utilizaban para fines privados; tampoco eran lo bastante ilustrados como para analizar los fenómenos sociales y económicos a cuya solución debían cooperar75. A continuación Arciniegas señaló la urgencia de conformar una república universitaria, esto es, de transformar la nación y reorganizar la universidad de tal manera que tuviera, como parte fundamental de sus destinos, una función política. En esa perspectiva, propuso la creación de una nueva universidad:

Concebimos, pues, la universidad nueva como una poderosa organización de la inteligencia destinada a orientar la vida de la república, y a servir de mediador comprensivo entre las fuerzas ciegas que se

71 Anales de la Cámara de Representantes, 16 de septiembre de 1932, p. 368. 72 ARCINIEGAS, Germán, La Universidad Colombiana, op. cit. 73 Ver COBO BORDA, Juan Gustavo, Arciniegas desde la perspectiva …, op. cit., pp. XIII-XXXIV. 74 ARCINIEGAS, Germán, “La República Universitaria”, en Educación, Año 1, No. 1, Bogotá, Universidad Nacional, agosto 1933, pp. 20-22. 75 Ibid., pp. 22 ss.

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disputan el derecho a gobernar el país. Organizada la universidad sobre bases distintas, organizada para realizar este ideal, será un factor decisivo que hará de Colombia una afirmación de justicia social y de elevado espíritu dentro del concierto de las naciones76.

3. la ley orgánica de la universidad nacional: ecos del movimiento estudiantil En 1935, el Representante a la Cámara Carlos García Prada presentó el proyecto de Ley Orgánica de la Universidad Nacional77. El mismo año de su presentación, el proyecto se convirtió en la Ley 68 de 1935, conocida como “Ley Orgánica de la Universidad Nacional”, por medio de la cual se dio cuerpo en materia universitaria a los empeños liberales. Esta ley recogía algunos elementos del movimiento de Córdoba a los que era afecto el liberalismo desde la lucha liderada en los años 20 por Germán Arciniegas78. Si bien Arciniegas no aparece como gestor directo de esta medida, algunos de los postulados consagrados en ella hicieron indudablemente eco de las reivindicaciones estudiantiles lideradas por él en la década anterior.

4. la formación de ciudadanos versus la formación de agentes religiosos Habida cuenta de la influencia de la Iglesia católica en la educación de los colombianos, el proyecto de reforma universitaria de Germán Arciniegas no podía dejar de hacer referencia a la labor docente del clero. Arciniegas argumentó que la misión educativa y universitaria de la Iglesia debía centrarse en su radio natural de actividades, a saber, el seminario eclesiástico. A juicio suyo, la Iglesia cometía un error al pretender intervenir en la educación nacional, que era una esfera ajena a su misión, mientras descuidaba la formación de sus funcionarios, cuya labor era conducir a las gentes por el camino de la paz, del trabajo y del mejoramiento social. La Iglesia debía ocuparse de la preparación de sus representantes, ya que ellos, por las condiciones del momento, se veían obligados a actuar en un mundo cambiante, en el que los desarrollos históricos y las ideas innovadoras les exigían una preparación más sólida para cumplir la alta misión que se les había confiado. Con un gran sentido táctico, Arciniegas llamó la atención sobre la inmensa responsabilidad de los representantes de la Iglesia católica colombiana, la necesidad de fortalecer su formación y la conveniencia de limitar su esfera de acción docente a lo eclesiástico79. La delimitación de las actividades de la Iglesia católica y su diferenciación respecto a otras entidades nacionales había sido propuesta por Arciniegas en 1927, cuando señaló la inconveniencia del Concordato, al cual definió como un convenio peligroso e imposible de aceptar dentro de una justa concepción de Estado. La cuestión religiosa en Colombia era bastante grave, sostenía Arciniegas, en la medida en que a los problemas generados por el Concordato mismo se sumaban la asociación del partido conservador a dicho tratado y la impresión de que en adelante ese partido le debería al clero su poder en el Estado. De allí que la religión y la política se mezclaran, induciendo a los miembros del clero a participar activamente en las contiendas partidistas. Era urgente, por consiguiente, separar la religión de la política80.

76 Ibid., p. 26. 77 LLERAS R., Carlos, “Así éramos en 1933”, en Nueva Frontera, No. 13, Bogotá, enero 1975, p. 11. 78 MOLANO, Alfredo, VERA, César, Evolución de la Política Educativa durante el siglo XX, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 1982, p. 81. 79 ARCINIEGAS, Germán, La Universidad Colombiana, op. cit., p. 42. 80 Universidad, 10 de diciembre de 1927.

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III. la búsqueda de la identidad y la reconstrucción nacionales En 1920, Germán Arciniegas era un joven estudiante de derecho que veía en la educación un arma poderosa y de doble filo: bien empleada podía regenerar los pueblos; manejada erróneamente, llevaría al delito y a la inferioridad colectiva81. Arciniegas criticaba el sistema mnemotécnico empleado en la educación nacional y denunciaba la falta de la libre discusión de ideas y expresión de conceptos distintos a los del profesor. Uno de los más terribles vicios de la educación nacional era para él la falsa creencia en que el fin de la educación deberían ser los exámenes. En la década siguiente, como Representante a la Cámara, Arciniegas enriqueció esas ideas con el argumento de que el problema de la educación en Colombia estaba, entre otras cosas, en el alto índice de analfabetismo y en el déficit de maestros. En defensa de su tesis, sostuvo un debate con Agustín Nieto Caballero, en el que planteó que la solución del problema educativo colombiano debía enfocarse cuantitativamente y que, por lo tanto, la reforma educativa era un asunto de masas. Esta polémica en torno a la educación primaria y la formación de los maestros, aun cuando no pasó de ser una divergencia entre viejos conocidos82, muestra la coexistencia de visiones contradictorias sobre el problema de la educación nacional en el seno de núcleos intelectuales reformistas: una visión elitista y una visión democrática. Las tesis de Germán Arciniegas, junto con sus inquietudes respecto a la educación y la construcción de la nación, fueron los pilares de sus actividades estudiantiles y de su iniciativa de reforma universitaria, e influyeron en sus actuaciones profesorales y ministeriales.

1. educación y realidad nacional: la cátedra de sociología

Pues mire, la sociología era una cosa completamente nueva porque de sociología se había hablado en tiempos de la federación, se había dictado por el doctor Camacho Roldán. En esa época, se habló de sociolo-gía; pero la cátedra de sociología se volvió a inaugurar cuando yo vine a regentarla. Yo dictaba sociología en el Externado, en la Universidad Libre y en la Nacional, al mismo tiempo83.

Germán Arciniegas se refiere así a su desempeño, a principios de los años 30, como profesor universitario de sociología. Parece, pues, oportuno detenerse sobre algunos aspectos de la historia de la sociología en Colombia. Como indica Gonzalo Cataño84, el desarrollo e institucionalización de la sociología en nuestro país está asociado a los períodos en que el Estado ha promovido proyectos de cambios sociales y, por ende, ha sido más sensible al discurso sociológico. Por el contrario, en aquellas épocas en que no ha existido un proyecto estatal orientado al cambio social, la sociología se ha refugiado en cátedras sueltas, impartidas en las facultades de derecho, o simplemente ha desaparecido como asignatura en la educación superior. Esta fue la situación en las primeras décadas del siglo XX. Es posible distinguir dos grandes etapas de desarrollo al revisar la historia de la sociología en Colombia hasta mediados del presente siglo con base en las investigaciones de Cataño85. Un primer período, que va de 1880 a 1930, en el que fue el resultado del esfuerzo de un pequeño grupo de pensadores, atareados en definir el campo de la disciplina y abrirle un espacio en la educación superior. El segundo gran período de la sociología en Colombia cubre de 1930 a 1959, y se 81 ARCINIEGAS, Germán, “La mala educación en Colombia como factor del Delito”, en Revista Jurídica, No. 119 y 120, Bogotá, julio-agosto 1920, p. 166. 82 ENTREVISTA con Germán Arciniegas, Bogotá, mayo 6 de 1997. 83 Ibid. 84 CATAÑO, Gonzalo, “Historia de la Sociología en Colombia”, en Nueva Historia de Colombia, Vol. 11, Bogotá, Planeta, 1989, pp. 235-246. 85 CATAÑO, Gonzalo, op. cit., pp. 235-246.

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distingue de la etapa anterior por una serie de intentos dirigidos a impulsar la investigación empírica y la reflexión en torno a la evolución social colombiana. Son precisamente estas inquietu-des las que inspiraron a Germán Arciniegas en su cátedra de sociología86 y las que explican la naturaleza innovadora de sus propuestas. La labor docente de Arciniegas fue novedosa tanto por su contenido como por la metodología que utilizaba en sus cursos. En ellos alentaba siempre el afán por vincular al estudiante con la realidad nacional y, con tal fin, incluían visitas directas, estudios prácticos y elaboración de monografías. Sus métodos, según Arciniegas, se inspiraron en las actividades adelantadas en Buenos Aires por el jefe del socialismo argentino, Alfredo Palacios, quien había realizado una experiencia semejante en los barrios pobres de aquella ciudad. Por otro lado, en la docencia como en otros terrenos, las actuaciones de Arciniegas se orientaron a la búsqueda de las particularidades de nuestra cultura y cristalizaron en el propósito de explorar hasta donde fuera posible estrategias adecuadas al ser de cada nación, en particular de las naciones latinoamericanas87. Varios centros de educación superior crearon la asignatura de sociología por la misma época. A raíz de las innovaciones introducidas por Arciniegas, el joven profesor fue llamado a dictar la nueva cátedra en diferentes planteles educativos88. Estas actividades tuvieron como telón de fondo el interés estatal y universitario por el estudio de aspectos sociales y por el desarrollo de la investigación empírica. Las propuestas de Arciniegas parecen anticipar posteriores desarrollos de la disciplina que tuvieron como focos destacados la Escuela Normal Superior, creada en 1937, y el Instituto Etnológico Nacional, fundado en 1941.

2. la educación y la cultura propias En 1942, siendo Ministro de Educación, Germán Arciniegas definió la educación como un valor inalterable, en el que residía la capacidad de triunfo de una nación. Con esta noción en mente, concibió su labor en el ministerio como una obra colectiva y una tarea eminentemente popular. Asimismo, retomó algunas de las ideas que habían animado el movimiento estudiantil de las primeras décadas del siglo XX e hizo pública su decisión de lograr que el enfoque pedagógico y el contenido de la educación de los colombianos fueran acordes con la realidad y la cultura nacionales. La labor educativa, sostuvo, era uno de los factores de construcción y afirmación de la nacionalidad colombiana, de donde se desprendía la importancia de educar a las nuevas generaciones a partir de imágenes reales y verídicas del país, y de encaminar las funciones educativas del Estado hacia la formación de colombianos capaces de entender y manejar el panorama en que debían moverse89. De este modo, además de reafirmar los móviles de sus actividades anteriores en el campo educativo, las consideraciones de Arciniegas tuvieron cierta continuidad con los planteamientos relativos a la educación pública y a la construcción de la nación propios del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo. Arciniegas señaló en 1942 que la solución de los problemas de la escuela colombiana no estribaba en la teoría pedagógica, sino en el sentido común: una pedagogía buena y científica debería cimentarse en el estudio del pueblo al cual iba dirigida. Sin desdeñar en ningún caso los aportes

86 Las enseñanzas impartidas por Germán Arciniegas en el campo de la sociología se encuentran recogidas en su libro América, tierra firme, publicado en Chile por Editorial Ercilla en 1937. 87 CACUA, op. cit., pp. 120 ss. 88 Ibid., pp. 119 ss. 89 ARCINIEGAS, Germán, Memorias del Ministro de Educación Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional, 1942.

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pedagógicos de la ciencia universal, lo que en primer término se debería consultar y atender era la vida misma del colombiano. De acuerdo con esta orientación, al referirse a los adelantos que en materia de educación se habían hecho en otros países, afirmó que debían considerarse como valiosos accesorios para una labor que debía inspirarse en la tradición y el carácter del pueblo colombiano, las peculiaridades de su territorio y los ideales de su nacionalidad90. El interés de Arciniegas por lo autóctono se manifestó también en su respaldo al arte y la cultura nacionales. Subrayó la importancia de tomar en consideración los antecedentes indígenas y coloniales 91 y reivindicó el carácter creador de la nacionalidad que correspondía a las culturas indígenas. Sus iniciativas, adelantadas fundamentalmente desde el Ministerio de Educación, se dieron casi simultáneamente con el surgimiento de grupos intelectuales que, como lo ilustra el trabajo de Roberto Pineda92, estuvieron marcados por el pensamiento indigenista. Si bien es cierto que en ocasiones Arciniegas se relacionó con algunos de estos pensadores y compartió con ellos una que otra actividad, también lo es que no asumió con claridad el pensamiento indigenista y se inclinó más bien a la concepción de lo indígena desde una perspectiva indianista93, inspirada en los postulados del americanismo. Lo indígena era para Arciniegas un elemento que, junto con el legado hispano y el pasado criollo, integraba la nacionalidad y la identidad de los colombianos. A la iniciativa de construir la identidad colombiana buscando raíces en el pasado subyacía, por otro lado, una visión del futuro nacional penetrada de la idea de progreso. Una de las preocupaciones tocantes a la orientación y al contenido de la educación nacional fue la coherencia con la actualidad y las necesidades del país. Para Arciniegas era urgente formar verdaderos profesionales, cuya preparación respondiera a las realidades y la actualidad nacional, así como impulsar nuevos estudios, en especial los relacionados con la economía colombiana94. La transformación educativa se vinculaba de esta manera con la grandeza del país, otro referente para forjar una identidad nacional. La reforma educativa, imbuida de los ideales de progreso y grandeza de la nación, debía afectar también al papel del Estado en la formación de las nuevas generaciones. A la idea de que la educación superior fuera privatizada totalmente, Arciniegas respondió que ello era un atentado contra el espíritu democrático del país. Sin negar los beneficios debidos a la iniciativa privada, que había creado grandes instituciones educativas, Arciniegas estimaba incomprensible que el Estado no hiciera al menos el mismo esfuerzo en el ámbito de la educación pública95. Las propuestas de Germán Arciniegas incluían también la intención de incorporar al sistema educativo sectores de la sociedad que hasta entonces habían sido marginados de la educación

90 Ibid., pp. V, XIII. 91 Ibid., pp. XLI ss. 92 PINEDA C., Roberto, “La Reivindicación del Indio en el Pensamiento Social Colombiano (1850-1950)”, en AROCHA, Jaime, DE FRIEDMANN, Nina, Un Siglo de Investigación Social. Antropología en Colombia, Bogotá, ETNO, 1984, pp. 197-251. 93 La noción de indianismo la tomo de Fernando Mires, quien la define como “la creencia de que ‘lo indio’ sólo tiene su zona de residencia en un supuesto pasado precolombino al que hay que descubrir para recuperar”. Ver: MIRES, Fernando, El discurso de la indianidad: la cuestión indígena en América Latina, Colección 500 años, No. 53, Quito, Ediciones Abya-Yala, 1992, p. 164. 94 ARCINIEGAS, Germán, Memorias del Ministro de Educación Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional. 1942, pp. XXIV ss. 95 ARCINIEGAS, Germán, Memorias del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946, Bogotá, Imprenta Nacional, 1946, pp. XXIII ss.

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superior. Como Ministro de Educación, expresó su preocupación por la condición de la mujer y propugnó la creación de colegios mayores de educación femenina fundamentados en estudios y proyectos especialmente diseñados para la mujer 96.

3. la democratización de la cultura La extensión cultural fue calificada por Germán Arciniegas como una obra masiva de resultados inimaginables, que debían desarrollar todas las naciones bajo el concepto de democratización de la cultura97. Dicha iniciativa, tanto en materia de ampliación de la educación formal como en la esfera de las actividades culturales realizadas en el territorio nacional, está relacionada con la labor desplegada por los ministros de educación que antecedieron a Germán Arciniegas y revelan cierta continuidad con sus tesis de líder estudiantil. Con miras a ampliar la educación formal y al igual que los ministros anteriores, Germán Arciniegas promovió las campañas de alfabetización y defendió, por su parte, la instauración de la escuela obligatoria, prioritariamente en las zonas urbanas98. En sus escritos, recordó la importancia de la escuela primaria, cuyo motor era para él la fe en el pueblo colombiano. Junto con las acciones encaminadas a ampliar la educación formal, Germán Arciniegas impulsó durante su ministerio diversas actividades de extensión cultural. Muy destacadas eran, a su parecer, las actividades de los museos y las exposiciones que se habían preparado en distintas ciudades, al igual que la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana y el Fondo de Publicaciones99, iniciativas ambas que habían ido rompiendo el aislamiento del país en el mundo americano100. Entre las actividades de extensión cultural relacionadas con la publicación de revistas se destaca la participación de Germán Arciniegas en la Revista de Indias101. Esta publicación apareció por primera vez en junio de 1936 como órgano del Ministerio de Educación Nacional. Tuvo dos períodos: en el primero, de 1936 a 1938, se la adscribió al Ministerio de Educación; el segundo, de 1938 a 1951, se inició con su vinculación a la Sociedad de Escritores Americanos y Españoles, lo que le imprimió un sello internacional, caracterizado por el predominio en sus páginas de tesis americanistas y el sentimiento de universalidad en la producción intelectual latinoamericana102. Este segundo período comenzó más precisamente en diciembre de 1938. En este año, con ocasión de la exposición y la feria del libro realizadas en Bogotá como parte de la celebración del cuarto centenario de la ciudad, se reunió en ella un grupo de escritores de América y España. Los asistentes acordaron crear una asociación y publicar una revista como órgano de difusión. Se reestructuró entonces la Revista de Indias, cuyo comité quedó integrado por personalidades de la cultura ibérica y latinoamericana, y cuya dirección fue encomendada a Germán Arciniegas. A partir 96 COBO BORDA, Juan Gustavo, “Prologo”, op. cit., p. 393. 97 Ibid., p. 395. 98 Ibid. 99 Al referirse a este fondo, Arciniegas anota: “La fórmula del fondo no es original como hube de explicarlo ampliamente cuando lo fundé. Está calcada en la forma de organización del fondo de Cultura Económica de México. Ver: ARCINIE-GAS, Germán, Memorias del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946, Bogotá, Imprenta Nacional, 1946, pp. XLVIII ss. 100 Ibid. 101 El primer director fue Arcadio Dulcey, otros directores fueron: Jorge Zalamea, Germán Arciniegas, Abel Naranjo Villegas, José María Vivas, Darío Achury y Jaime Vélez. 102 RESTREPO, Manuel, “Revista de las Indias, un proyecto de ampliación de fronteras”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 27, No. 23, Bogotá, 1990, pp. 25-41.

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de allí, la revista siguió en cierta medida los modelos de las revistas francesas, estadounidenses y argentinas de la época103. Con la literatura indigenista y el ambiente de reformas como telón de fondo, la revista acogió, aunque tímidamente, el tema de los indígenas. Lo hizo fundamentalmente desde la arqueología, reivindicando lo indoamericano, pero distanciándose del indigenismo revolucionario. En otras palabras, bajo la dirección de Arciniegas la Revista de Indias hizo eco de los postulados del americanismo, los cuales, como ya se anotó, concebían lo indígena desde una perspectiva indianista y lo consideraban un elemento que debía ser articulado al legado hispano para integrar de ese modo la identidad de las naciones latinoamericanas. Conclusión Al despuntar la década del 40, Germán Arciniegas se había consagrado como director de revistas y podía contar entre sus experiencias varias intervenciones en favor de la transformación de la educación. Sus propuestas anidaron en ámbitos tan diversos como el Ministerio de Educación Nacional, el parlamento, la academia y el movimiento estudiantil; pero en todos ellos se revela la permanencia de sus ideas centrales, características de su quehacer intelectual a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Una de tales constantes es la búsqueda de una educación apartada de las contiendas partidistas, libre y abierta a las distintas corrientes de pensamiento y, ante todo, orientada a las realidades nacionales. En sus planteamientos acerca de la universidad Arciniegas volvió siempre sobre la urgencia de emprender una cruzada pro-extensión universitaria que trascendiera a las clases populares; también subrayó una y otra vez la función política de la institución, entendida no en la perspectiva de partido, sino como la posibilidad de convertirse en espacio propicio para discutir los problemas nacionales. La universidad tenía para él la misión de formar ciudadanos cuya conciencia cívica y patriótica fuera la base de su instrucción como profesionales. En todas sus actuaciones, Arciniegas abogó por hacer de la universidad el pilar de un sistema de democracia estilizada, en donde la ciencia, la técnica y el conocimiento de la realidad económica y social fueran las directrices de la nación y los cimientos de su grandeza. Siendo la universidad para él un elemento vital de la democracia, se comprende su énfasis en las virtudes democráticas de la universidad latinoamericana y la importancia que le atribuía a la democratización de la enseñanza manteniendo los bajos costos de la educación. Las propuestas de Germán Arciniegas estuvieron también íntimamente relacionadas con la introducción y difusión de las ideas del pensamiento iberoamericano de la época, más exactamente de las corrientes americanistas promotoras de la búsqueda y el estudio de lo autóctono como fundamento de la construcción de las naciones iberoamericanas. Arciniegas participó en el despertar de los estudios de la cultura y la sociedad colombiana y personificó la juventud intelectual que en las primeras décadas del siglo XX luchó por transformar la educación nacional y convertirla en epicentro de la re-construcción del país.

103 CACUA, op. cit., p. 219.

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un humanista colombiano : germán arciniegas. georges lomné*

El historiador ve a menudo en sus sueños una muchedumbre que llora y se lamenta, la muchedumbre de los insatisfechos, de los que quisieran volver a vivir

Jules Michelet

Un humanismo, es una manera de confiar, de querer que les hombres sean fraternos los unos para con los otros y que las civilizaciones, cada una por su cuenta, y todas

juntas, se salven y nos salven Fernand Braudel

El 30 de noviembre próximo pasado, se fue Germán Arciniegas para su última morada, con mucha humildad. Como pudo apuntarlo Juan Gustavo Cobo Borda en El Tiempo, fue una ultima burla suya lo de soplar él mismo las velas de su existencia unos 6 dias apenas antes de que sus amigos hubieran podido celebrar sus 99 años1. Del « hombre de las Américas » -este título le fue otorgado en Nueva York en 1989 por The Americas Foundation- hace falta reconocer que los Franceses no saben nada o casi. En cuanto a los colombianos, son muchos los que no tienen de él sino la imágen estereotípada de un viejo académico comprometido en luchas que consideran poco mas o menos como anticuadas : defensa de la « fe en la nación colombiana »2 a lo largo de los años 80 o rechazo, a partir de 1990, de dar su visto bueno a la conmeración de un « encuentro de los dos mundos » que juzgó ser demasiado « a la española »3. De no ser politicamente correcto, Germán Arciniegas sacaba gran gozo personal. Y nunca lo fue: ni en 1932 cuando, apenas elegido diputado estudiantil del Cundinamarca, denunció las costumbres del parlamento en sus Memorias de un Congresista4 - lo cual le valió un ostracismo perpetuo de parte de la Institución -, ni tampoco en los años 50 al fustigar a Evita Perón5 y al recolectar fondos en Columbia University para ayudar a la Revolución castrista6. Tampoco lo fue en los años posteriores al denunciar con mucho empeño la orientación totalitaria de esta última.

* Docente e investigador del Departamento «Areas culturales y políticas» de la Universidad de Marne-la-Vallée (Fran-cia). El profesor Lomné ha estado a cargo de la edición francesa de algunas de las obras de Arciniegas. Dos de ellas son: Le chevalier d'El Dorado (1939)- Seguido por un análisis de la correspondencia del autor con Stefan Zweig (1940-42), Espaces 34, Montpellier, 1995,282p. Le monde de la Belle Simonetta (1962), Espaces 34, Montpellier, 1998,213 p. Los prefacios del profesor Lomné que acompañan estas ediciones fueron traducidos al castellano y publicados en la revista Aleph de Manizales (Colombia), en los números 101/102/103, abril-diciembre de 1997 PP- 29-36; y en el número 107 octubre-diciembre de 1998, pp. 44-50.

1 COBO BORDA, Juan Gustavo,: "Desocupado lector", El Tiempo, 11 de diciembre de 1999, 9B. 2 ARCINIEGAS, Germán, "Se ha perdido la fé en la Nación colombiana", en Boletín de Historia y Antigüedades, N°743, Bogotá, ocubre-diciembre de 1983, pp.1 112-1115. Son numerosos los artículos y cartas que escribió en favor del restablecimiento de la cátedra de Historia de Colombia en los seis cursos de Bachillerato en contra de una interpretación global de la historia donde "se borran de los programas las figuras que encarnan cada episodio del pasado, para mostrar que todo es una lucha teórica que se encamina desde la antigüedad a la lucha de clases, a enfrentar a sangre y fuego los pobres contra los ricos", citado en "El drama de la educación colombiana. Ecos de un debate en la Comisión V del Senado de la República", B.H.A., N°755, octubre-diciembre de 1986, p.1 170. 3 Acerca de su exclusión como presidente de la Comisión colombiana para la celebración del V Centenario y de la polémica que se abrió en el país, véase a COBO BORDA, Juan Gustavo, "Imagen inicial", en ARCINIEGAS, Germán, América ladina, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp.X-XIII. 4 ARCINIEGAS, Germán, Memorias de un Congresista, Bogotá, Editorial Cromos, 1933, 189 p. 5 Por respecto para la obra de Justiniano, Arciniegas rechazó a Evita el elogio -sin embrago frequente- de compararla con la Imperatriz Teodora y ha preferido para ella el modelo de Encarnación Ezcurra, la esposa de Rosas, famoso caudillo argentino de principios del siglo XIX. Véase ARCINIEGAS, Germán, Entre la libertad y el miedo (1952), reed.: Bogotá, Planeta, 1996, p.68. 6Ibid p.13.

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Mas poco importa todo aquello. Les invitamos a olvidarse del enjambre de las pequeñe-ces, sean invectivas o estatuas. ¿ No consideró él mismo con fino humor el busto que se le dedicó en vida en el hall de la Biblioteca Nacional de Bogotá ? El legado de Arciniegas no es de esos que se moldean en bronce para exorcizarlos mejor. En 1997, con ocasión de la última charla que entablamos, nos preguntó -no sin malicia- si iba nuestra preferencia hacia Mona Lisa o hacia la Venus de Botticelli. Cuando al instante le contestamos que por la segunda, se sonrió y exclamó : « ¡ Enhora buena, prefiere Usted a Marsilo Ficino y no a Maquiavelo ! ». Equivalía a entregarnos la llave maestra de su obra : no hay verdad sino poética. Estabamos frente a un neoplatónico y la auténtica patria de Germán Arciniegas no era quizás esta « ciudad remota y lúgubre, donde estaba cayendo una llovizna inclemente desde comienzos del siglo XVI »7, Bogotá para los neofitas, sino ciertamente la Florencia de los Médicis en donde se había alegrado tanto a finales de los años 50 al cuestionar el destino de la Bella Simonetta8. Los compañeros de su ceguera, más que de su soledad, tenían por nombres Poliziano, Lorenzo de Médicis, Amerigo o Antonio Guido Vespucci. Y ya que resulta dificil ser humanista en un mundo donde triunfa el humanita-rismo, nos divertimos alguna que otras veces pensando en que muchos de los que se apegaban a condenar su obra sin haberla leido se imaginarían que uno de sus últimos libros, El embajador9, había de ser una autobiografía... Después de tan largo preámbulo, deseamos hacerles compartir el testimonio de un francés con respecto a un colombiano que logró abarcar su siglo, por cierto un siglo de hierro, no cesando jamás de contemplar al oro de Florencia para encontrar en él razones de confiar en el Hombre. De su inmensa producción de la cual siempre dijo él que no conformaba sino un solo libro, quisiera destacar tres orientaciones cardinales. I. « américa es un ensayo » (germán arciniegas). Remite la primera a una arraigada convicción de juventud : América es el dominio de lo inconcluso, de las esperanzas abiertas. Por las condiciones mismas de su salida tardía del « exilio de la Historia »10, América sigue siendo un ensayo11. Qué pongamos cuidado : este caracter de « Nuevo Mundo » autoriza una coincidencia de los contrarios. En primer lugar, el continente de los « siete colores »12 entraña la capacidad de inventar la humanidad futura, racial y democrati-camente. Este argumento que ya encontramos en las primeras obras de Arciniegas estaba conforme con el espíritu de la época, y muy cabalmente con el proyecto de « raza cósmica » de este antecesor a quien admiraba tanto, el mexicano José Vasconcelos. Desde el principio, la América de Arciniegas fué ladina y en absoluto latina : en América, Tierra firme, ya intentaba descifrar las correspondencias de anima entre los alfareros indígenas de Ráquira y las tejas 7 La adjetivación es de Gabriel García Márquez, en "Cuatro de horas de comadreo literario con Gabriel García Márquez", en COBO BORDA, Juan Gustavo, Para llegar a García Márquez, Bogotá, Temas de Hoy, 1997, p.182-183. 8 Véase ARCINIEGAS, Germán, El mundo de la bella Simonetta, (1962), reed. : Bogotá, Planeta, 1990, 185p. 9 ARCINIEGAS, Germán, El embajador. Vida de Guido Antonio, tío de Amerigo Vespucci, Bogotá, Planeta, 1990, 260 p. 10 Siguiendo los pasos de H.A. Murena y de Alfonso Reyes, Leopoldo Zea ha desarollado este tema en América en la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1957. A la par con estos autores, Arcinegas se opone al escandaloso dictamen de Hegel en su Filosofía de la Historia (1830) que plantea la ausencia de "toda reflexión y de toda intención superior" de parte de los pueblos indígenas de América y niega a ésta, en su calidad de independiente, toda particpación a la epifanía del "Espíritu". 11 Véase a TRIVIÑO ANZOLA, Consuelo, "Germán Arciniegas y el ensayo contemporáneo", en ARCINIEGAS, Germán, América nació entre libros, Bogotá, Presidencia de la República, 1996, T.I, pp.VII-XIX. 12 ARCINIEGAS, Germán, El continente de siete colores. Historia de la cultura en América latina, Aguilar, Bogotá, 1989, 583 p.

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redondas de Castilla. Mas, en segundo lugar, la impaciencia que le proporciona la conciencia de encarnar la aurora de la Humanidad futura, empuja al subcontinente a entregarse al Caudillismo y a rancias utopías que le desechan Europa o la América anglosajona : ¿ no podría permitir una hazaña heróica hacer la economía de las largas maduraciones de quienes se adelantaron -supuestamente- en el camino hacia la Democracia ? Esta es la ilusión que siempre denunció Arciniegas. No le conviene así al Libertador ser el demiurgo de una Modernidad que hubiera salido ex abrupto de su sable. Y cuando llega a engañarse a sí mismo, « a Bolívar se le rompe entre las manos, como si fuera un globo de vidrio, el pequeño mundo que fue la Gran Colombia »13. Sin embargo, en marcada oposición a la « lisonja histórica » de los conservadores que mantienen vivo el argumento del pesimismo de Bolívar con respecto al destino histórico de América para justificar mejor el inmobilismo social de ésta, Arciniegas quiere poner de relieve la eficacia simbólica que tuvo El Libertador al promover el ideario de la Independencia en la mente de la gente más humilde : « Bolívar no vale por la duda sino por la afirmación viril y desafiante. Por ella le hicieron coro y dieron tierra firmísima las muchedumbres de todas las pintas, las aldeas perdidas, las capitales de virreinatos y gobernaciones »14. A la par de Michelet, Arcinie-gas devuelve el héroe a su pueblo y prefiere escudriñar la vertiente de las conversaciones de cocina a la vertiente de las cortesías de los salones15. De hecho, está convencido de la necesidad de escribir una « historia natural » del Nuevo Mundo, una « historia vulgar »16 según el sentido de la voz latina. Los sin-nombres y la peonada andaluza pueden prevalecerse del mérito de la Conquista. Los artesanos indígenas y los seminaristas pueden reivindicar el mérito de la cultura colonial y, de igual manera, hay que tener en cuenta el papel de la plebe y de las mujeres17 en los combates por la Libertad : no existe Bolívar sin el precedente de los Comuneros. Por fin, y a manera de perpetuo leitmotiv, Arciniegas focaliza el impetus del Nuevo Continente en la energía de las generaciones sucesivas de estudiantes; estos mismos a los cuales convocó ya en 1932 en une magistral e imaginaria « mesa redonda » : « es la juventud sin prejuicios, es la juventud desinteresada y afectiva la que puede recoger el sentido de la patria, que está en el fondo del pueblo »18. En resumidas cuentas, Arciniegas se forma un concepto vivo que lo situa a semejanza con Michelet, a gran distancia del culto a los héroes y de la condena de la Revolución que enfatizaba un Carlyle19. Por el contrario, coincide su sensibilidad con la voluntad de Unamuno quien se atenía a despreciar rotundamente « la espuma que reverbera al sol », esa « superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros (...) », una capa dura sin mayor importancia con respecto a lo que desea ensalzar : las profundidades del mar, la « vida intra-histórica » 20.

13 ARCINIEGAS, Germán, América, Tierra Firme y otros ensayos, Caracas, Editorial Ayacucho, 1990, p.128. 14 ARCINIEGAS, Germán, Bolívar y la Revolución, Bogotá, Planeta, 1984, p.345 15 Así consigna Lucien FEBVRE este atisbo que Michelet había expresado en su clase de 1834 : "En historia, decía a sus alumnos — es al igual que en la novela de Sterne [n.d.a. : se trata de Tristram Shandry] : lo que ocurría en la sala también ocurría en la cocina. En rigor, como si fueran dos relojes simpáticos uno de los cuales da la hora , mientras el otro, a 200 leguas, timbra la hora". Y añadía este ejemplo : " No fue otra cosa en la edad media. La filosofía de Abelardo timbra la libertad mientras que las comunas de Picardía marcan la libertad". Véase : "Vivre l'histoire. Propos d'initiation" (1941), en Combats pour l'histoire, (1952), reed. : París, Armand Colin, 1992, p. 25. 16 ARCINIEGAS, Germán, "Defensa de la historia vulgar", en Sur, Buenos Aires, N°75, diciembre de 1940, reed. en Con América nace la nueva historia, Textos escogidos. Selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda, Bogotá, Tercer Mundo, 1990, pp.48-53. 17 ARCINIEGAS, Germán, Las mujeres y las horas, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1986, 239 p. 18 ARCINIEGAS, Germán, El estudiante de la mesa redonda, (1932), Bogotá, Planeta, 1991, p.244. 19 CARLYLE, Thomas, Les héros (1840), reed francesa : traducido por François Rosso, París, Maisonneuve et Larose, 1998, 317 p. 20 UNAMUNO, Miguel de, En torno al casticismo (1916), Tercera ed.: Colección Austral, Buenos Aires-México,

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Así es que, de un silogismo, Arciniegas hizo el fruto más granado de su obra : debido a que « América es ya, en sí, un problema, un ensayo de nuevo mundo »21, luego le conviene expresarse por el ensayo. Estimaba muy particularmente este género literario por su antiguedad ya que, decía él, se practicó en América para hablar del indio antes incluso de que naciera Montaigne y, luego, por haber constituido la matriz intelectual de la emancipación americana. Hace poco, señalaba Claude Fell el sentido idóneo que Arciniegas, « maestro en dicha mate-ria »22, confería al género : « El ensayo entre nosotros no es un divertimiento literario, sino una reflexión obligada a los problemas que cada época nos impone »23. Uno puede identificar aquí un rasgo esencial del humanismo : no disociar en absoluto lo pensado de lo actuado y condenar la intolerancia y la barbarie en cuanto surgen. Arciniegas fue un « spectateur engagé » (un espectador comprometido) en el sentido de Raymond Aron, y como tal, tuvo que sufrir la invectiva tanto de los conservadores como de los ideólogos. Y esto, tanto más que, al formarse al humanismo, percibió de manera creciente la importancia de la capa de mantillo cristiana para abonar tal ambición. El caso es que puede un « liberal a la antigua » rechazar todas las iglesias y quedarse fascinado por el humanismo de los Papas24; cosa honda y difícil de entender por coetáneos que en vista de la dureza de las condiciones sociales le exigen demasiado a uno que se ubique en virtud del principio de Robespierre : « la Fraternidad o la muerte ». Y bien es porque percibía la riqueza de América en el caos de su pluralidad virginal que menospreciaba todo nomos político que pretendiera volver a pintarla de un solo color. Terminemos añadiendo que la última voluntad de Arciniegas25 fue que a manera de saludo al tercer Milenio pudiera organizarse un encuentro franco-colombiano en Périgueux, a la sombra de la torre de Montaigne y lo más lejos posible de los ecos y retintines de la vida pública, con el fin de « coloquiar » en humanistas acerca del ensayo, el único género literario que el Nuevo Mundo haya podido tributar a Europa... II- el exilio de don quijote. A nuestro parecer, creció la afición de Arciniegas por Montaigne durante los años sombríos de la segunda guerra mundial. Stefan Zweig evocó su figura en la última carta que escribió a su « amigo colombiano »26, el día 22 de enero de 1942, un mes justo antes de su suicidio. ¿ Habría mejor alivio que este autor para averiguar su « soy-même » (su sí-mismo) cuando asediaba a uno « el fanatismo de la guerra y de la idéología feroz »27 ? ¿ No era preciso ver en este conflicto « que destruye toda nuestra cultura » un paralelo con el fin del Imperio romano - « y [nosotros] no veremos el renacimiento » añade Zweig lacónico28 - o, mejor dicho, no se trataba de un odioso redoble del « teatro de las crueldades » de las guerras de Religión ? El encuentro con el escritor austriaco, en Buenos Aires, en octubre de 1940, es de mayor tracenden-

Espasa-Calpe, 1952, p.27. 21 ARCINIEGAS, Germán, "América es un ensayo" (conferencia dictada en la Sorbona y publicada en Cuadernos en 1963), en América ladina, Op. Cit, p.331. 22 CYMERMAN, Claude) y FELL, Claude, dir., Histoire de la Littérature hispano-américaine de 1940 à nos jours, París, Nathan, 1997, p.507. 23 ARCINIEGAS , Germán, "América es un ensayo", en Op.Cit, p.332. 24 ARCINIEGAS, Germán, De Pío XII a Juan Pablo II, Bogotá, Planeta, 1986, 165 p. 25 Entrevista con el autor, Bogotá, el 7 de mayo de 1997. 26 Véase el relato de los últimos momentos de Zweig por Ernst FEDER, in Books abroad, Vol.17, n°1, enero de 1943. La conversación rodó acerca del "amigo colombiano" que, apenas nombrado Ministro de la Educación, lo había invitado a Bogotá. 27 Carta de Zweig a Arciniegas, Petropolis, el 22 de enero de 1942, en Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, fondo Germán Arciniegas, Manuscrito N°2223. 28 Carta de Zweig à Arciniegas, Nueva York, marzo de 1941, en Idem.

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cia en esta toma de conciencia de Arciniegas y asienta de manera duradera una segunda orientación en su obra : la exigencia de decifrar el diálogo cultural entre América y Europa. Detengámonos un poco en ésto del encuentro. Durante la travesía de Nueva York a Rio, había estado Zweig bajo el encanto de los Comuneros29 y fue en Buenos Aires, en 3 días, que se leyó el último libro que Arciniegas había publicado en aquel entonces : el Jiménez de Quesada30. Durante las diversas conversaciones que tuvieron, el exiliado y el joven diplomático coincidieron rapidamente en que ambos daban la preferencia a los héroes del espíritu y no a los héroes que inscriben sus nombres con letras de fuego en los Anales de la historia. A consecuencia de ello, Zweig volvió a bautizar al héroe de Arciniegas : « El caballero de El Dorado ». Se apasionó Zweig por la idea de Arciniegas según la cual se hubiera inspirado Cervantes de la vida del Conquistador de la Nueva-Granada para escribir la del Don Quijote. No cabe duda que un Conquistador que manejaba con igual destreza la pluma como la espada, y que había escogido ser en vez de haber, merecía figurar en el panteón de los grandes héroes del Espíritu. Gonzalo Jiménez de Quesada fue así para Zweig el espejo de una meditación fugaz sobre la imagen del caballero errante, héroe emblemático al cual aspiraban los intelectuales que huían del Nazismo31. Añadamos que Zweig había reconocido en Arciniegas unos méritos literarios de igual índole que los suyos. La lectura de Los Alemanes en la conquista de América32 reforzó la opinión que se había hecho ya al leer las obras anteriores : « la claridad de la exposición de la materia, la documentación exacta sin la molestia de detalles superfluos y fastidiosos, y sobre todo este estilo animado que le ha designado a Usted como uno de los maestros irrefutables de la prosa española de hoy »33. La connivencia que entablaron en Buenos Aires les animó a lanzarse ambos en la empresa de una biografía de Amerigo Vespucci. Zweig principalmente por curiosidad intelec-tual34 y Arciniegas para indagar más adelante en la demostración iniciada con Quesada35 : Europa debe tanto más a America que América debe a Europa. Esta inversión dialéctica le llevaría luego sin reposo hasta llegar a lo que « da la impresión de que éste es un libro pensado al revés »36 : América en Europa. El humanismo de Arciniegas se desprende de esta capacidad que tiene para abarcar de un mismo movimiento lo universal y lo particular37 : afirmar que « América es otra cosa » supone haberse convencido antes de que no hay entendimiento del mundo sino global. El nominalismo del pensamiento sólo puede llevar hacia la intolerancia, a las guerras de Religion pasadas y modernas. El mundo es uno : los continentes, americano y europeo, se han construido mutuamente apenas entraron en contacto. Por una parte, el descubrimiento del hombre americano supuso una importante revolución copernicana a la imago mundi y a la conciencia de sí européas. Por otra parte, América se miró en Europa como en un espejo y volvió a nacer como 29 ARCINIEGAS, Germán, Los comuneros, Bogotá, Editorial ABC, 1938, 402 p. 30 ARCINIEGAS, Germán, Jiménez de Quesada, Bogotá, Editorial ABC, 1939, 347 p. 31 Véase LOMNÉ, Georges, "Le renoncement à l'utopie sud-américaine" en Magazine Littéraire : Stefan Zweig, écrivain européen, (Lionel Richard coord.) N°351, París, Febrero de 1997, pp.61-63. 32 ARCINIEGAS, Germán, Los Alemanes en la conquista de América, (1941), reed. en América, Tierra firme y otros ensayos, en Op. Cit., pp.155-309. 33 Carta de Zweig a Arciniegas, fechada el 22 janvier de 1942, en Op. Cit. 34 ZWEIG, Stefan, Amerigo, récit d'une erreur historique (1944), traducido por Dominique Autrand, París, Pierre Belfond, 1992, 90 p. 35 ARCINIEGAS, Germán, Amerigo y el Nuevo Mundo. México - Buenos-Aires, Hermes, 1955, 388p. Última reed. en español : Madrid, Alianza Editorial, 1990, 363 p. 36 ARCINIEGAS, Germán, América en Europa, Bogotá, Planeta, 1989, p.15. 37 Recien apuntaba este rasgo Tzvetan Todorov como definitorio del Humanismo. Véase L'Express, París, 13 de

abril del 2000, pp.22-26.

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un « extremo Occidente » cuya morada vital sufrió el tropismo -que encarecía tanto Arciniegas- de un pensamiento mestizo : « No. Nuestra cultura no es europea. Nosotros estamos negándola en el alma a cada instante. Las ciudades que perecieron bajo el imperio del conquistador bien muertas están. Y rotos los ídolos y quemadas las bibliotecas mexicanas. Pero nosotros llevamos por dentro una negación agazapada. Nosotros estamos descubriéndonos en cada examen de conciencia y no es posible someter la parte de nuestro espíritu americano por silenciosa que parezca »38. III- « historia, aquella poetisa »39 (stefan zweig). Otra concordancia que se debe recalcar entre Zweig y Arciniegas es la convicción que una sola imagen40 ofrece un poder de entendimiento de la realidad superior a la abstracción del concepto. Al introducir una visión analógica del universo, y un paralelismo entre el microcosmo de la imagen y el macrocosmo de la Historia, esta Weltanschauung se identifica a un humanismo neoplatónico. Al Cielo es entonces al que se le atribuye la verdad y no a la Tierra como lo quisiera la otra vertiente del humanismo, la que rinde culto a Aristóteles41. Arguyendo con las categorías escolásticas, Yves Bonnefoy ha esclarecido con mucho tino la tensión que existe entre verdad poética y verdad científica : « La poesía enfocaría la ecceidad, la presencia, mientras que el pensamiento científico se afanaría en percibir la quiddidad de las cosas, su esencia. Decir la presencia sería dedicarse a no conocer el objeto en su esencia — las propuestas de la poesía no abarcan la verdad objetiva. Mas esto no significa que sea una forma de no-saber »42. Si no tuviera significación viva este argumento, se nos haría imposible entender la potencia de evocación de Michelet cuando, por ejemplo, nos describe la sufrida marcha de Robespierre hacia la guillotina « la cabeza arropada de un trapo sucio, manchado de una sangre negra, que sostenía su mandíbula desprendida ». La visión era fulgurante de romanticismo : los Thermidorianos pusieron fin al verbo revolucionario - en rigor, a la Revolución - de un tiro de pistola fallido y las únicas palabras del tribuno a un guardia compadeciente habían sido : « le doy las gracias, Monsieur » para significar mejor « que a partir de ese día, ya no se podía decir : citoyen »43. El procedimiento de Arciniegas es bastante similar al concluir así el relato de la revolución de los Comuneros : « ¡ En el mástil dorado del día, la cabeza de José Antonio Galán parece una rosa de luz ! »44. Un icono crístico va clausurando también su pequeña obra De Pío XII a Juan Pablo II : « (...) San Luis Beltrán de la Nueva Granada (...) tomaba entre su puño una arepa, la apretaba, y salían gotas de sangre... Así sudó sangre en cierto lugar de Italia el rostro de Cristo, por el dolor

38 ARCINIEGAS, Germán, América, Tierra firme, en Op. Cit. p.103. 39 ZWEIG, Stefan, "Die Geschichte als Dichterin", conferencia prevista para el PEN CLUB de Estocolmo, septiembre de 1939. 40 StefanZweig hablaba de «horas siderales» cuando se focalizaba la imagen en un instante de gran magnitud. Véase ZWEIG, Stefan, Les heures étoilées de l'Humanité (Sternstunden Der Menschheit, 1939); reed. : Les très riches heures de l'Humanité, Paris, Belfond, 1989, 233 p. 41 Acerca del balanceo entre las dos vertientes filosóficas del Humanismo, Véase : GADOFFRE, Gilbert, "Syncrétisme et vérité chez les humanistes de la Renaissance", en GADOFFRE, Gilbert y LICHNÉROWICZ, André, La vérité est-elle scientifique?, Seminario interdisciplinario del Colegio de Francia, París, Editions universitaires, 1990, pp.11-20. 42 BONNEFOY, Yves; LICHNÉROWICZ, André y SCHÜTZENBERGER, Marc-Paul, Vérité poétique et vérité scientifique, Mélanges offerts à Gilbert Gadoffre, París, PUF, 1989, p.59. 43 MICHELET, Jules, Histoire de la Révolution française, réed. Paris, Bouquins, T.II. 44 ARCINIEGAS, Germán, Los comuneros, Bogotá, Editorial ABC, 1939, p. 372. Mucho más patético debió ser la imágen fundadora que le transmitió su abuela a Arciniegas cuando todavía estaba en la tierna edad, de la odiosa ejecución del abuelo durante una de las inumerables guerras civiles colombianas. No lo dejaría nunca más la figura del abuelo radical que habian emasculado antes de descuartizarlo lo que constituyó, a nuestro parecer, el icono personal de la tragedia nacional que marcaría su estilo narrativo del sello de las imagenes vivas...

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de la injusticia que conmovía hasta su imagen puesta delante de los hombres »45. Convergen estos tres ejemplos en el empleo retórico de las imagines agentes, las « imágenes vivas »46. Sería labor útil la de desenmarañar hasta que punto el proyecto de Arciniegas de « re-crear » el pasado47 ofrecía en su tiempo una verdadera correspondencia con el deseo expresado unos cinco años antes por Lucien Febvre de despertar a la « Princesa durmiente »48. El caso fue que cada uno a su manera quiso alejarse de una narración que sólo se atendiera a cifras y conceptos, y encuadraría de facto la historia en un neopositivismo de chinesco espíritu privándo-la de la capacidad para establecer un puente entre presente y pasado. Al opuesto de estos dos enfoques que remiten al paradigma promovido por Michelet de la « resurrección del pasado », nuestro insigne Fernand Braudel reconocía sin embargo que si se pueden entender les conjuntos que componen una sociedad por los conceptos que les corresponden, restituir de un solo movimiento el « conjunto de los conjuntos » constituía un « ideal imposible »49. Para lograrlo, utilizó sobremanera la aproximación de las metáforas organicistas así como lo comprobó con mucho tino François Dosse50. También utilizó tal artificio, -al que se negaba rotundamente un « cientista » como Fustel de Coulanges51- para traducir las grandes dinámicas geohistóricas. Que repase el lector en su memoria la famosa frase : « El desierto conquistador entró en el Mediterrá-neo más de una vez »52. ¿ No era eso rendir homenaje al poder de síntesis de la imagen ? Dejemos nuevamente la palabra a Yves Bonnefoy : « lo bueno que nos vale el concepto se paga de un precio que consiste en el desmoronamiento de la experiencia de lo Uno : ya que la noción, el concepto, no son más que representaciones parciales, solidarias de planos distintos de lectura del mundo. (...) No se puede pensar la unidad de manera teórica, abstracta : hace falta vivirla "en un alma y en un cuerpo", y esto entonces vuelve a introducir la poesía »53. Unamuno hablaba al respecto de « la revelación del ser »54. Más cercana a la poética de Michelet que a la de Braudel, la escritura de Arciniegas es regida por el principio de la personificación al servicio de la imágen fuerte, la fictio personae de los latinos55. Así introduce la biografía de Jiménez de Quesada : « En la conquista de América hay hombres como Cortés, los Pizarro, Alvarado, Belalcázar o Quesada, y al lado de ellos, un

45 De Pío XII a Juan Pablo II, Op.Cit., p.165. 46 CICERÓN, De Oratore, Livre II, 358, traducido por Edmond Courbaud, Paris, Les Belles Lettres, 1966, p.156. 47 ARCINIEGAS, Germán, "La novela y la historia" (1946) en Con América nace la nueva historia. Textos excigidos., selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda, Bogotá, Tercer mundo Editores, 1990, pp.31-32. 48 FEBVRE, Lucien, Ibid, p.33. 49 BRAUDEL, François, Civilisation matérielle, Economie et Capitalisme, T.II : "les jeux de l'échange", Armand Colin, París, 1979, pp.407-410. Unamuno hablaba al respecto de "formas enchufadas unas en otras" incapaces de traducir "lo intracuantitativo, el quid divinum" , en Op. Cit. p. 23. 50 DOSSE (François), L'histoire en miettes, Paris, La découverte, 1987, pp.133-134. 51 Escribe Fustel en 1875 : "La historia no es un arte; no consiste en contar poniendo encanto. Ni a la elocuencia ni a la poésia se parece" en HARTOG, François, Le XIXe siècle et l'histoire. Le cas Fustel de Coulanges, París, PUF, 1988, p.341. Del estilo de Fustel dice Marc Bloch : "arte arquitecto, y no de decorador. Cuentan que Fustel aconsejaba a sus alumnos de perseguir las metáforas" (...) "Nada de ornamentos" (...) "Es el puro estilo de la inteligencia", en "Fustel de Coulanges, historien des origines françaises", L'Alsace française, T.XIX, 1930, reed. en Histoire et historiens, París, Armand Colin, 1995, pp.213-215. 52 BRAUDEL (Fernand), La Méditerranée et le monde méditerranéen à l'époque de Philippe II, Paris, Armand Colin, 1949, p.184. 53 BONNEFOY, Yves, en Ibidem, p.59. 54 UNAMUNO, en Op. Cit., p.24. 55 Véase al respecto : ARMISEN-MARCHETTI, Mireille, Sapientiae Facies. Étude sur les images de Sénèque, París, Les Belles Lettres, pp.252-260.

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personaje pintoresco, vagabundo, pobre y sufrido : la ciudad »56. En su tiempo, Michelet había personificado a Francia. En 1945, dos años antes de que Braudel lo hiciera del Mediterráneo al servicio de una nueva poética del saber57, Arciniegas personificó al Caribe en una biografía que dejó fascinada a una generación de latinoamericanos58. Antes de la segunda guerra mundial, en su Jiménez de Quesada, había convertido ya al río Magdalena en actor principal de la historia de Colombia. Añadamos que bajo su pluma, muy a menudo surge un sentido metafórico tal una deslumbrante sugestión que se sustituye ventajosamente a un largo discurso. De esta manera, en su texto sobre « El lenguaje de las tejas », apunta que : « La casita de la república es más decorativa que sólida (...) Al sordo ruido de los muebles viejos va sucediendo un despertar metálico »59. Sus meditaciones sobre los caballitos de Ráquira o sobre la Venus de Tlatilco remiten a esta búsqueda de una imagen viva. ¿ No decía poco antes de morirse que veía en el nacimiento de otra Venus, la de Botticelli, el mapa de América60 ? En un solo icono, decía percibir a la par : la herencia platónica que abordaba las orillas de Italia durante el Concilio de Florencia y la empresa de Amerigo. Se entiende mucho mejor por consiguiente el interés que manifiesta Arciniegas para quienes han privilegiado como él una poética estetizante de la historia donde las res fictae han contribuido a poner de relieve a las res factae61 : John Ruskin, Alfonso Reyes, Stefan Zweig y André Maurois entre otros. No nos olvidemos de Roger Caillois con quien reanudó viejos lazos de amistad durante su estancia parisina de 1963 a 1966. Es precisa-mente en ésta época cuando Arciniegas se adelanta a librarnos ya su mensaje más esencial : « Si se borra de nuestra circunstancia la poesía, se les quita la tierra firme a nuestras plantas. (...) Es [América] un Nuevo Mundo poético ».62 Epílogo : Si se les antoja a los colombianos otorgar el privilegio de la extra territorialidad a nuestras opiniones, que nos sea permitido señalarles que tendrían que sacar orgullo de que su siglo de hierro hubiera albergado a un auténtico humanista. Es sumamente laudable reconocer la humildad de quien consideraba el ensayo como único género digno de los Américanos (y todos saben de sobra que Arciniegas nunca se consideró como historiador sino más bien como un periodista que hubiera investigado un poco más allá de lo común y corriente...). También me parece de gran urgencia valorar un pensamiento que fue cosmopólita en el sentido más castizo de la palabra, rechazando la cerrazón del provincianismo, el muy famoso « ensimismamiento » colombiano. Por fin, me parece digno de consideración recalcar su visión poética de la historia aunque sepa muy bien que nuestro mundo, tan aferrado al materialismo, da muy pocas marcas de simpatía a los neoplatónicos. Germán Colmenares, que nadie podrá sospechar de traición con

56 ARCINIEGAS, Germán, El caballero de El Dorado, (1939-1969), reed. : Bogotá, Planeta, 1988, p.13. 57 RANCIÈRE, Jacques, Les noms de l'histoire. Essai de poétique du savoir, París, Seuil, 2da ed., 1992, 215p. 58 ARCINIEGAS, Germán, Biografía del Caribe, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1945, 531p. Gabriel García Márquez evoca en 1952 : "el extraordinario libro de Germán Arciniegas" Cf. Obra periodística, vol.1, Textos costeños, compilación y prólogo de Jacques Gilard, Barcelona, Bruguera, 1981, p.858. De igual manera, Ernesto Che Guevara habla de una "gran obra" aún cuando echa de menos que el leit-motiv económico del libro no haya logrado a que se relegue al autor en un segundo plano... Véase: Casa de las Américas, La Habana, N°184, juillet-septembre 1991, p.27, citado por COBO BORDA, Juan Gustavo, en América ladina, Op. Cit., p.XXIX. 59 América, Tierra Firme, Ibid., p.129. 60 Entrevista con el autor, Bogotá, a 19 de abril de 1997. 61 Véase JAUSS, Hans-Robert, "Expérience historique et fiction", en Certitudes et incertitudes de l'histoire, (Gilbert Gadoffre, dir.), Paris, Puf, 1987, pp.117-132. 62 ARCINIEGAS, Germán, "La poesía, parte de la historia de América", Cuadernos, París, 1964, reed. en América ladina, Op. Cit. p.427.

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respecto a la « historia-problema », nos confiaba su interés, en septiembre de 198963, por la dimensión de lo imaginario desdeñada por él hasta el momento en pro del economicismo braudeliano. El entusiasmo que le comunicó en los últimos días de su vida la lectura de Images et symboles de Mircea Eliade nos parece indicar - sin que suponga confusión alguna en cuanto al concepto que tenía del oficio de historiador - que él también prefería Marsilo Ficino a Maquiave-lo fuera de todas las « convenciones contra la cultura »... Por último, procuraremos nosotros también ofrecerles a la vista una imagen viva : el 29 de noviembre último pasado, teníamos cita con Germán Arciniegas a las 11 de la mañana, en su casa de la calle 92 en Bogotá. Lo que ignorábamos, es que la muerte lo había citado para esta misma hora. El Maestro, a quién acompañamos hasta la ambulancia tenía una singular belleza en la camilla. Podrán atestiguarlo tanto sus dos hijas como los colegas que nos acompañaban en aquel instante : su perfil demacrado y noble era del Quijote. Al día siguiente nos enteramos que había llegado a su término el exilio en tierra humana del caballero Don Germán.

63 Entrevista con el autor, Cali, 30 de agosto - 3 de septiembre de 1989. Proyectaba entonces Germán Colmenares una nueva Historia de Bogotá que tuviera en cuenta el marco simbólico de la Ciudad.

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no: arciniegas no ha muerto juan gustavo cobo borda ∗ La taberna de la historia, el libro póstumo de Germán Arciniegas1 (1900-1999), pone a dialogar, en Cartagena de Indias, en una taberna llamada Magallanes, a Cristóbal Colón, Americo Vespucci y Vasco Nuñez de Balboa. A la reina Isabel de Castilla y al papa Borgia. Lo hace con agilidad y soltura y su innegable erudición apenas si se percibe en una cita sabrosa. En una tesis imprevista. Toda su vida de escritor estuvo supeditada al periodismo y esto hace que sus páginas se resientan de premura y esquematismo, pero también dichas páginas adquirieron agilidad y capacidad de síntesis. En ocasiones puede dar la impresión de que da demasiadas cosas por sobreentendidas, pero en realidad el siglo íntegro que dedicó a hablar de las mismas figuras, antes mencionadas, lo convirtieron en un formidable divulgador y en un pedagogo insustituible. Le daba vueltas a una materia común, analizándola desde todos los ángulos. Sus enfoques variaban con los años, con los viajes, con las coyunturas (el caso del Quinto Centenario del “descubrimiento”), pero el tema central ya lo había trajinado desde su primer libro, El estudiante de la mesa redonda2: era América como problema. La mejor manera de contar su historia. Gracias a esa constancia, sucesivas generaciones de lectores han obtenido una visión sencilla de asuntos complejos. El desfase, por ejemplo, en el descubrimiento, entre las utopías que los impulsaron y los hechos que refutaron tales teorías, visto todo ello como un escenario teatral al cual se presentan, se confrontan y salen, para volver bajo un nuevo avatar, los recurrentes Colón, Vespucci o la reina Isabel. O las diferencias abismales entre una visión eurocentrista del mundo y una incipiente pero necesaria aproximación americana, que él contribuiría a proponer, con ardor misionero. O el contrapunto, en la Independencia, entre Bolívar o Santander. Pero lo valioso es que tales temas adquirieron rostro humano y quedaron amonedados en perfiles inolvidables. Viven, también, gracias a una levedad poética y una picardía cómplice que hizo de su estilo uno de los más naturales y desenvueltos dentro de la secular rigidez colombiana. era un trabajador infatigable, que parecía dispersarse entre demasiados compromisos, pero hasta el final de sus años logró conservar un asombro juvenil y unas convicciones firmes que le permitieron entender el vertiginoso mundo en que le cupo vivir, y que iba desde el invento de la luz eléctrica y el uso generalizado del calzado hasta la llegada del hombre a la luna y el fax para comunicarse con un vasto planeta en el que jamás se sintió provinciano. Por el contrario, atravesó el siglo, en vivaz contacto con el mundo, y la ceguera de sus últimos años sólo le sirvió para perfilar mejor sus recuerdos. El balance de una singular aventura. En 1996, en el prólogo al libro Desocupado lector, trazó esta fotografía inquietante:

“Cuando nosotros comenzamos a saber del siglo XIX, lo aprendimos en los retratos que traí-an los paquetes de cigarrillos “La Legitimidad”, que eran como un resumen de los textos que

* Juan Gustabo Cobo, poeta y ensayista, ha sido editor de numerosos libros de Germán Arciniegas. Fue él quien

inició la revalorización de Arciniegas con sus dos recopilaciones críticas, Arciniegas de cuerpo entero, Bogotá, Planeta, 1987 y Una visión de América. La obra de Germán Arciniegas desde la perspectiva de sus contemporáneos, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1990.

1 Bogotá, Planeta, 2000. 2 Madrid, Juan Pueyo, 1932.

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enseñaban en los colegios. Retratos de generales con bigotes y barbas, retorcidos al estilo de Napoleón III, casacas militares y kepis del ejército francés. Era como tener un libro de histo-ria en un cuaderno de pegados. Se había independizado la Nueva Granada de España para acabar el siglo dejando el campo de Palonegro cubierto de calaveras. Los campesinos habían hecho una pirámide de cráneos que quedaba como el testimonio de la pelea, y si un gallinazo se paraba sobre el cráneo del vértice, y mentalmente se ponía un letrero debajo que dijera “Libertad y Orden”, quedaba retratado el escudo nacional de un modo que nos produce horror”3.

lectores de arciniegas Esta empatía irreverente con un pasado que vive sólo gracias a sus palabras fue el que le permitió dinamizar la historia y escalofriar (llenar de escalofrío) a todos los académicos, los de antes y los de ahora, con su desparpajo. Fue también lo que le granjeó una cálida simpatía, en todo el continente, donde los lectores más insospechados seguían sus libros, uno tras otros, obligando a reeditarlos. Una de las razones de su éxito la captó muy bien Macedonio Fernández, el gurú de Borges, quien en una carta de abril d25 de 1940, le decía así a Arciniegas:

“Muy grata noción de Ud. me formé ayer: creo conocerlo. Por ejemplo, creo que en Ud. son agudas y quizá sobreaguadas su emocionalidad de Comicidad y su opuesta la de la Tristeza: mate ésta. Me inspira Ud. especial confianza” creo no equivocarme. Suyo Macedonio Fer-nández”.

Esa comicidad, esa saludable inmadurez, le permitía deslizarle a su confidente y amigo Eduardo Santos, sus revulsivas paradojas: “En Colombia se puede decir todo, menos la verdad”, pero ese sonreído escepticismo nunca le debilitó su impulso generoso. Luchó, sin tregua, y los testimo-nios al respecto son harto elocuentes. Víctor Raúl Haya de la Torre, el fundador del APRA, escribía en 1965:

“Pues aunque Arciniegas no sea un político, ni un economista, ni un tecnólogo, es un ilustre humanista y, ante todo, un gran latinoamericano con plena conciencia de tal; quien siente y calibra nuestros problemas y presiente sus soluciones con esa intuitiva visión de los poetas, vale decir de los hombres con imaginación creadora”.

Quizá por ello se entendió tan bien con los poetas vivos y muertos, de Silva a León de Greiff, hasta llegar a su amigo mexicano, Carlos Pellicier, quien le transmitió su pasión por Bolívar y le dedicó un revelador poema: “A Germán Arciniegas, en Bogotá”, que dice así:

“América mía, te palpo en el mapa de relieve

que está sobre mi mesa favorita. ¡Qué cosas no te diría si yo fuese tu profeta!”,

para luego recalcar el anti-imperialismo vehemente de una generación marcada por el zarpazo de Panamá y la figura del gran cazador, como Rubén Darío llamaba a Teodoro Roosevelt:

“Y toda tú, Amada, y tus islas envilecidas por un desembarco brutal. Y tus breves repúblicas raídas

3 COBO BORDA, Juan Gustavo, Desocupado lector, Bogotá, Temas de Hoy, 1996. Prólogo de Germán Arciniegas, p. 15.

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Por la extranjera voracidad”. Pero el enemigo también estaba en casa y la galaxia de dictadores que Arciniegas desenmascaró en su libro Entre la libertad y el miedo (1952), le brindó insólitos reconocimientos: mujeres argentinas escondían estas páginas en sus ropas íntimas para burlar así la censura de Perón. Más ponderado, Mario Vargas Llosa dijo en 1989 a La Nación de Buenos Aires:

“Hace cuarenta años Germán Arciniegas describió en un célebre ensayo –Entre la libertad y el miedo- la lucha de los pueblo latinoamericanos por emanciparse de los gobiernos despóti-cos y corrompidos que asolaban el continente. Esta lucha hoy, en gran parte, está política-mente ganada. Esta es una victoria fundamental, pero insuficiente. Ser libres siendo pobres es gozar de una libertad precaria y sólo a medias. La libertad cabal y plena sólo florecerá en nuestra región con la prosperidad que permite a los hombres plasmar sus sueños y concebir nuevas fantasías”.

Sueños y fantasías: estos nunca fueron ajenos a Arciniegas. Proyectó a Jiménez de Quesada como inspiración del Quijote y su Biografía del Caribe tuvo su más severo lector en el Che Guevara, cuyos Apuntes de lectura rescata la revista Casa de las Américas de La Habana, en 1991:

“El hecho económico, el leit motiv sobre el que gira la accidentada biografía ribereña al mar del Caribe se diluye en ironías intrascendentes, en demostraciones de una profundísima cul-tura anecdótica y de un ágil y bien manejado castellano. Si en algún momento roza el drama de la época, la terrible amenaza del imperialismo yanqui, lo hace con frases lamidas y tangenciales y refiriéndose a hechos que ya pertenecen a la his-toria, como el arrebato del canal de Panamá. Si resalta la pistoleril acción de Teodoro Roosevelt, téngase en cuenta que su fino, desprecia-tivo y caballeresco sarcasmo se abate sobre los que cercenaron su patria. Arciniegas tiene inteligencia y, sobre todo, cultura para dar una gran obra sobre el tema, pero no puede hacer-lo porque su saber está sólo a disposición de su causa personal”.

Pero su causa personal, no cabe duda, era la causa americana. Una causa hirviente y polémica que lo colocaría siempre en el vórtice del huracán. Obispos de Medellín pedirían que se cerrara su cátedra de sociología americana. Iracundos periodistas venezolanos exigieron su expulsión por haber llamado a Simón Bolívar “el primer indocumentado”. España presionó para retirarlo de la Comisión del Quinto Centenario. Arciniegas había sostenido que el Descubrimiento era importante, pero que la Independencia era igualmente importante. La lucha era larga y llena de heridas, derrotas y desfallecimientos, pero Arciniegas no cejó en la brega. Tendría de presente de seguro lo que Alfonso Reyes le escribió desde México en 1946:

“Me temo que mi respuesta sea algo sombría; así es nuestro provenir, según yo me lo repre-sento. No debo disimularle que estoy triste. Sin embargo, creo que en público hay que insis-tir siempre en la esperanza”.

La esperanza que mantiene abierta sus libros, felizmente inagotables.

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un hacedor infatigable: Cuando Germán Arciniegas publicó, hacia 1918, sus primeros artículos en lo que luego sería su legendaria columna de El Tiempo, sus preocupaciones eran la libertad de cátedra, la autonomía universitaria y la pérdida de Panamá. Formaba parte de una generación que había leído a Rubén Darío, a José Enrique Rodó y que luchaba por una utopía que más tarde Arciniegas llamaría América Ladina. Plural, híbrida, mestiza. Ochenta años después continuaba con su obsesión. Era un curioso y un activista, y cuando los estudiantes lo eligieron representante a al Cámara, en 1932, no imaginaban que su carrera política se vería truncada por su tardío ingreso a la literatura. Pero el paradójico Arciniegas tumbó los muros de la Universidad y convirtió la extensión universitaria en esa cátedra amena y ambulante que fueron sus libros. El primero de ellos, El estudiante de la mesa redonda, del mismo 1932, resultó un breviario entusiasta, que se leyó en todo el continente y que de Fray Luis de León, perseguido por la Inquisición, a los estudiantes venezolanos encarcelados por Juan Vicente Gómez, renovó, con saludable irreverencia, el ambiente clerical de nuestras letras. Tenía gracia y encanto, y sabía enlazar lo nuestro con lo ajeno. Abrió ventanas y, a pesar de sus grandes manos de campesino sabanero, se le adelantó a su amigo León de Greiff y miró con profundidad y deleite ese mar de bucaneros sintetizándolo en un libro perfecto: Biografía del Caribe (1945). Gabriel García Márquez, quien lo leyó con provecho, diría años más tarde: “Germán Arciniegas, el más prolífero y metódico de todos, el único autor colombiano que disfruta de un mercado internacional y también el único que puede definirse como escritor profesional”. Pero este poeta de la prosa era así mismo un liberal santista militante a quien la censura conservadora de los años 50 vetó sus columnas, y quien pasó una década de exilio en la Universidad de Columbia, en Nueva York. La distancia le dio una perspectiva más ancha del continente, y a de allí saldría la más documentada denuncia de nuestros dictadores: Entre la libertad y el miedo (1952). También allí prepararía El continente de los siete colores (1965), una historia de la cultura de América Latina donde aplicaría sus métodos: humanizar los héroes, reivindicar a las mujeres y brindar desde abajo, desde el pueblo, una nueva perspectiva para reconocer el papel del hombrecito, del Don Nadie, en la creación colectiva de una historia común. El arte terminaba por otorgar la consistente continuidad que la política negaba a diario. Siempre polémico, siempre irreverente, otra de sus tesis la expuso en América en Europa (1975), con un sugestivo acopio documental. Lo que ha ido de América hacia Europa es igual de importante que lo que vino de Europa a América. Este continente de hombres libres tiene derecho a una independencia física, económica y mental. Quizá por ello sus empresas culturales abarcan, entre otras, la creación del Museo Nacional y el Museo Colonial, la firma del decreto que creó el Instituto Caro y Cuervo, y el terco y empecinado vicio de fundar revistas: Universi-dad, Revista de las Indias, Revista de América, Correo de los Andes. Buscaba espacios amplios y hospitalarios para confrontar las ideas y para que sus amigos de toda América tuvieran tribuna propia: Francisco Romero, Victoria Ocampo, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, con quien preparó una antología de Andrés Bello, Leopoldo Zea, Arturo Uslar Pietri y Luis Alberto Sánchez. También logró que Jiménez de Quesada, los Comuneros y Simón Bolívar volvieran a ser lo que siempre fueron: seres en conflicto, capaces de plantear dudas e incentivar acciones. Todo ello gracias a la ágil prosa de Arciniegas. Sencillo, humilde y siempre generoso con sus colegas, redactó un libro pionero, Fernando Botero (1979), y encontró en la Italia de los Medicis

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y los Vespucci un paraíso encantado. El de la bella Simonetta. Por ello, en este siglo infame, donde todos los ideales terminan convertidos en negocios perversos, la democrática tarea de Germán Arciniegas constituye la más válida y enérgica de las respuestas. Nos enseño a pensar por cuenta propia y sus 60 volúmenes nos acompañan, frescos, ágiles, traviesos. No. Arciniegas no ha muerto4. En el reciente libro de Roger Chartier, El juego de las reglas: lecturas, encuentro estos dos párrafos que constituyen una imprevista reivindicación de aquello que Arciniegas, híbrido de historiador y escritor, intentó en su escritura:

“Escribir historia es siempre construir un relato y producir una interpretación a partir de da-tos verificados. ¿Cómo postular, entonces, que ese relato mantiene una relación de verdad con la realidad oculta de la que intenta dar cuenta? De allí, en la década de 1960 y computa-dora en mano, la tentación de someter la historia a un paradigma ‘galileico’, matemático, estadístico, y establecer relaciones y generalizaciones con certeza absoluta. En un famoso artículo […], Carlo Ginzburg ha resquebrajado esa ingenua ilusión al recordar que la historia es siempre un conocimiento indirecto, un saber conjetural, una tarea fundada, sobre todo, en la recolección y la interpretación de indicios. Su modelo no es el físico en su laboratorio, sino Freud a la escucha de sus pacientes, o Sherlock Holmes sobre la pista del culpable. La historia equivoca el camino al creer fundar su status de verdad sobre los rigores de cifras y leyes, ya que responde a otro paradigma de conocimiento, que infiere las causas a partir de los efectos y que considera relevantes las diferencias individuales”5.

La historia no es una fábula, ni una ciencia exacta, ni la libre invención que caracteriza a las obras de ficción, pero sin ellas tampoco es capaz de dar razón de ser a ese individuo único, diferente, que en ese espejo colectivo de versiones enfrentadas encuentra su verdad. La verdad americana que paulatinamente, y durante un siglo, Arciniegas nos fue revelando, con humor, gracia y tesón.

4 He retomado y ampliado la nota necrológica sobre Germán Arciniegas que escribí para Le Monde de París, publicada el 3 de diciembre de 1999. Otra visión complementaria se encuentra en el prólogo que escribí, con el título de “Los libros de Arciniegas”, para el Catálogo del Fondo Especial Germán y Gabriela Arciniegas, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000, pp. XI-XIX. Catálogo de la Biblioteca Nacional de Colombia, tomo 7. Fue reproducido con el mismo título por Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, Nº 596, febrero 2000, pp. 107-117. A él remito para las relaciones de Arciniegas con la historia americana, a través de los libros que leyó y que donó a la Biblioteca Nacional de Colombia (son 15.934 volúmenes, lo que constituye un hecho insólito en Colombia, digno de resaltar). Son ellos el sustrato necesario de los 60 libros que escribió. Finalmente, al compilar América Ladina (México, Fondo de Cultura Económica, 1993), pude sugerir en el prólogo y la selección la importancia de Arciniegas y las peculiares características de su fecunda tarea. 5 CHARTIER, Roger, El juego de las reglas: lecturas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 278.

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La utopía americana de Germán Arciniegas Consuelo Triviño Anzola*

América fue concebida desde su descubrimiento como el espacio feliz donde eran posibles las utopías del pensamiento occidental. Fernando Aínsa así lo señala: Desde su mismo descubri-miento, el espacio americano ha sido identificado con una suerte de continente que encierra en algún punto, la encarnación terrestre de aquel Paraíso de los orígenes de donde fuera expulsado el primer hombre. Sucesivas Crónicas, muchas Utopías han tenido por escenario “objetivo” del Paraíso un rincón identificado o no de la tierra latinoamericana1. Paraíso o utopía, lo cierto es que la imagen de América ha surgido del discurso de sus más notables ensayista desde Rodó hasta Lezama Lima. Herederos del humanismo renacentista de Garcilaso de la Vega, estos intelectuales han fijando los rasgos de un continente, atrapado supuestamente entre la civilización y la barbarie, paradigmas desde los cuales se ha vertebrado el discurso sobre América y los americanos. Para superar esa barbarie, muchos ensayistas han reivindicado los ideales clásicos como modelos que deben imitarse; otros, en cambio, han cuestionado estos modelos, así como la universalidad de la cultura occidental. Entre estos últimos situamos a Germán Arciniegas, que en América, tierra firme (1937) hace una defensa de lo salvaje y, al igual que su compatriota Baldomero Sanín Cano, cuestiona la arrogancia de la cultura europea occidental, los tópicos negativos que ha alimentado en torno a Latinoamérica.

*La profesora Triviño, que trabaja en el Instituto Cervantes (Madrid), participó en el III Congreso de la Asociación Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos, «Isla Posible», con la ponencia «Germán Arciniegas y la utopía americana», Alicante, 26- 28 de marzo de 1998- En internet se puede consultar «Germán Arciniegas, Introducción, vida, obra, cronología, bibliografía, en el Proyecto Ensayo hispánico», en el siguiente sitio: http://ensayo.rom.uga.edu/ filosofos/colombia/index.htm 1 AÍNSA, Fernando, Los buscadores de la utopía, Caracas, Monte Avila Editores, 1977, p. 124.

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Baldomero Sanín Cano y Germán Arciniegas atraviesan su siglo, pasando por encima de las modas. El primero fue un vanguardista avant la lettre que desmontó conceptos anquilosados (cosmopolita, provinciano, universal, etc.,), evidenciando las falacia de ciertas oposiciones. En esencia defendía el panamericanismo bolivariano, que concretaba liderando movimientos, difundiendo las culturas europeas y no europeas, revisando la herencia hispánica, en una actitud dialogante que hoy todavía nos sorprende por la agudeza de sus planteamientos y por esa capacidad de mostrar siempre el revés de las cosas, en ensayos memorables como “El de América y la higiene” o “Bajo el signo de Marte”. Germán Arciniegas, en cambio, ha querido llamar nuestra atención sobre la diversidad, la originalidad y la diferencia del espacio americano, en el que se instala bajo el asombro de los descubridores. Esta perspectiva se debe a su conocimiento de las crónicas. Así, leyendo a Juan de Castellanos y a Francisco López de Gomara, nos enseña a admirar y a querer lo que somos, a reconocer nuestra herencia hispánica e indígena. Pero su mayor aportación está sin duda en su afán de comprensión de la historia, que sin justificar la intolerancia de la mentalidad hispánica y católica, logra transmitirnos la emoción de esos aventureros ante la inmensidad de sus hallazgos, sus penurias, su ambición y codicia, su inútil coraje, como diría Borges, su desconcierto frente a un mundo que no pueden abarcar desde los parámetros occidentales. A estos hallazgos deben los europeos de entonces, ni más ni menos, la dimensión del otro, que tantos problemas plantearía a los teólogos de Salamanca, ya que para ellos no era fácil determinar si los “salvajes americanos” tenían alma o no. Desde el Descubrimiento, la confrontación con la cultura europea occidental entraña un conflicto que todo americano debe resolver. En el planteamiento de este conflicto, que ocupa gran parte de la ensayística latinoamericana, se pone en juego, desde mi punto de vista, la madurez de un continente, la capacidad para asumir con responsabilidad su historia. José Luis Gómez Martínez en De la naturaleza y del carácter de la literatura mexicana (1960), proponía una solución al antagonismo entre lo europeo y lo americano, planteando que América debía ser vista como una síntesis entre las culturas indígenas y europeas, como brazos que pertenecen a un mismo cuerpo. Cuatro décadas atrás Vasconcelos había proclamado el reinado de la “raza cósmica”, resultado del mestizaje entre indígenas americanos y españoles; Rodó, en cambio, se reconocería heredero de una España latina, opuesta a la cultura anglosajona. Germán Arciniegas comparte con matices los planteamientos de estos ensayistas, poniendo el acento en lo que Europa ha recibido de América. Igual que Sanín Cano, asume que los valores europeo occidentales no son los únicos válidos. Al igual que Asturias, e incluso que los surrealistas europeos, —Artaud, por ejemplo— plantea un acercamiento a lo americano desde la magia y la poesía. Y es que Arciniegas fue quizás sin proponérselo, el defensor más apasionado del realismo mágico, que encuentra, como el autor de Hombres de maíz, en las crónicas y en las leyendas que funden las culturas vencedoras y vencidas. En “La Europa americana” (1978) Arciniegas expresa su vocación americanista: Desde hace unos cuatro o cinco años estoy estudiando la influencia de América en Europa. Es decir, estoy escribiendo un libro, un libro al revés porque hay miles de libros y ensayos sobre la influencia de Europa sobre América. En realidad, esas dos perspectivas son complementarias y obvias, ya que nosotros nos expresamos en una lengua europea, nos hemos formado con libros europeos, estamos atentos a todo lo que ocurre en Europa y hemos incorporado a nuestra vida hasta la

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sangre, los hombres, las instituciones, las ideas de Europa hasta donde ha sido posible 2. De esta forma, nos invita a superar nuestro secular complejo de inferioridad frente a Europa, recordán-donos que la historia se resume en esos viajes de idea y vuelta donde no sólo van los seres humanos con metales preciosos y materias primas, sino donde vienen, libros, ideas y sueños, sobre todo, los sueños de tantos europeos que quisieron concretar su utopía en estas tierras que Colón confundió con el Paraíso. Para desmontar las generalizaciones en que incurren algunos europeos, cuando explican la historia americana, Arciniegas utiliza el truco del espejo. Si Papini afirma que América todo se lo debe a Europa, que nada ha aportado a la cultura universal, él responde lo contrario con los mismos argumentos, haciendo una historia "al revés". No habla de la América europea, sino de la Europa americana. A las generalizaciones occidentales de Hegel, que nos hunde la barbarie, y nos deja fuera de la historia, enfrenta la diversidad de un continente que se resiste a ser clasificado. La obra de Arciniegas, desde El estudiante de la mesa redonda (1932), cuestiona el logocen-trismo occidental que distorsiona la realidad, cuando generaliza desde sus estrechos esquemas. Este logocentrismo adolece de una miopía que, a su juicio, empieza a superarse en el Siglo de las Luces: ...América, como materia de estudio en el siglo XVIII, era más interesante que en los primeros días del descubrimiento. Ya sus riquezas estaban derramadas sobre Europa, pero seguían siendo desconocidas sus tierras3. Y es que América empieza a ser descubierta desde la sensibilidad de hombres como Humboldt, que observan atentos su flora, su fauna, sus gentes, asombrados por su variedad, riqueza y belleza. Por esta razón, lo que fue Descubrimiento para los europeos, para Arciniegas fue un cubrimiento de las culturas aborígenes, cuyas huellas se preservan, según él, gracias al espíritu de los estudiantes que se filtró en la empresa colonizado-ra, y a hombres de la sensibilidad de Las Casas o del Inca Garcilaso de la Vega, para quien el poeta era el único capaz de alcanzar la verdad histórica. En América, Tierra Firme, Arciniegas es radical en su critica al logocentrismo occidental cuando dice: Yo quiero que todos mis amigos que me leen participen de mi propio desconcierto y se convenzan de que nosotros los americanos vivimos en un mundo arbitrario, en países exóticos y estrambóticos, en un gongorismo geográfico que elude las clasificaciones de los sabios europeos4. De este modo funda una escritura de la diferencia que enfrenta a los opuestos, la magia y la poesía, que desdramatiza el exterminio de los pueblos indígenas, humanizando a los nativos y a los conquistadores y privilegiando el acto fundador/creador, sobre el genocidio: Qué importa que los Colones ahorquen unos cuantos indios, ni que los compañeros de Bernal Díaz del Castillo reciban una rociada de flechas donde quiera que sientan las plantas, ni que la crónica de Cabeza de Vaca esté llena de horrendos naufragios; que Colón regrese a España con el mordisco de los grillos infamantes clavado en los tobillos, ni que los Vespuces chupen como sanguijuelas en la ubre del Estado, ni que otros destrocen las indiadas en La Española o en La Florida: ya empieza a surgir el mapa de América5.

2 ARCINIEGAS, Germán, “La Europa americana”, en América es otra cosa, Bogotá, Intermedio Editores, 1992, p. 76. 3 ARCINIEGAS, Germán El estudiante de la mesa redonda, Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1932, p. 147. 4 ARCINIEGAS, Germán, América, tierra firme, p. 54. 5 Op.Cit.(5), p. 55.

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El mérito de Arciniegas lo encontramos en su empeño en comprender la mentalidad de los vencedores y de los vencidos, en su capacidad de instalarse en otros sistemas y saldar cuentas con el pasado, proyectándose en el futuro. En su introducción a su antología Historiadores de Indias —que preparó con Alfonso Reyes—, intenta situarse en la perspectiva de los hombres del siglo XVI: Lo que para nosotros es notoriamente inexacto, era, dentro del marco del siglo XVI en América no sólo posible, sino indispensable. Lo mágico o lo místico, las oportunas interven-ciones de la providencia que se precipitaban dócilmente a ayudar a los pícaros católicos guerreros cuando la llamaban por el nombre de ¡Santiago!, lo mismo que las sorpresivas apariciones del demonio, son la más auténtica verdad de aquellos días6. Por esta razón le resultan inútiles y hasta pueriles los esfuerzos de aquellos eruditos que se empeñan en escribir volúmenes para fijar lo que, según él, fue borroso y confuso. Su propuesta es aceptar las crónicas con todo lo que puedan ofrecer de fabuloso. Arciniegas convence con su fino humor, con la cercanía que establece con los lectores, al unir realidades opuestas, recurriendo a metáforas sugestivas, mezcla ternura y asombro. Su objetivo, me parece, es familiarizar a sus lectores con los diferentes elementos de la historia: personajes, espacios, tiempos, situaciones, conflictos. Con ese fin se traslada al lugar de los hechos, se introduce en la piel de sus personajes, para que, cautivos de la magia de su relato, escuchemos las voces de los antepasados, de los indios, los conquistadores, los cronistas, los filósofos, los reyes, y con ellos construyamos nuestra imagen de América, no la que los europeos han escrito para nosotros. América es otra cosa para Arciniegas, algo distinto de lo que ven los europeos. No hay más remedio que explicarla desde la magia y a la poesía, para entenderla. Y él lo hace desde una poética de las cosas elementales que alcanzan niveles épicos. Una carta puede tener una resonancia sin precedentes y cambiar el destino de la humanidad. Este recurso tan común en él, se aprecia en sus primeros libros. En América, tierra firme, elige las puertas para exponer sus opiniones sobre el orden colonial. Los indígenas no necesitaban puertas ni cerrojos. Fueron los españoles los que introdujeron el hábito de robar y a la vez crearon la necesidad de las puertas. El paso al orden colonial se resume así en “De la edad del bejuco a la edad del cerrojo”: Cuando los españoles llegaron a esta tierra, las gentes eran honradas y semicomunistas, y las que pudiéramos decir puertas, que no lo eran, se amarraban con bejucos7. El Nuevo Mundo es para Arciniegas la esperanza del pensamiento occidental que proyectó en otra geografía sus sueños, su deseo de libertad ante la intolerancia política y religiosa, como señala Beatriz Fernández Herrero en su trabajo sobre las reducciones jesuíticas del Paraguay: Así, desde el punto de vista de la utopía, el hallazgo del Nuevo mundo fue, como hecho en sí, geográficamente, un descubrimiento, en el sentido de encontrar un continente y de mostrarlo personificado en los antiguos mitos (El Dorado, Jauja, etc.), y de buscar la utopía en la tierra recién hallada explotando su oro y sus riquezas; Pero como interpretación de este hecho, América fue inventada, ontológicamente inventada, ya que en ella se pretendió crear un nuevo

6 Historiadores de Indias (Antología); selección y estudio preliminar de Germán Arciniegas, México, Grolier International, Editorial Cumbre, 1979 13 ed, pp. xviii. 7 Ibid.,. pp. 55-56.

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mundo, proyectando allí los ideales utópicos del occidente y su naciente modernidad.8 Por tal razón, el Nuevo Mundo ha sido sobre todo un laboratorio en el que se han ensayado todo tipo de experimentos políticos: las reducciones jesuíticas del Paraguay, la instauración del sistema republicano, tras la independencia, el empeño por consolidar el sistema democrático; las aspiraciones de los grupos armados de orientación comunista; las pretensiones populistas de las dictaduras. Estos intentos transformadores han sido desafortunados, en cuanto pretenden importar modelos foráneos sin apropiárselos, circunstancia que no pasaron por alto los intelec-tuales, desde Bello hasta Arciniegas y que Leopoldo Zea resume muy bien en su lectura de Ariel: América no es Europa, la América Latina no es la América sajona, por ello fracasaron todos los intentos por ser otros diferentes a sí mismos. La barbarie está en querer ser como otro, la civilización está en ser uno mismo y construir a partir de este ser”9. La idea ya había sido planteada por Bolívar y por Martí, que en “Nuestra América” defiende la originalidad del Continente, tanto como la libertad y la justicia. Y es que por desgracia, los que en un momento dado trataron de cambiar el destino de América, se apoyaron en un utopismo social, la mayoría de las veces abstracto, al estilo de Saint-Simon, como los radicales colombianos a mediados del XIX; o en el liberalismo burgués, como los fundadores del APRA o en el Marxismo, como Mariátegui. Germán Arciniegas se mantuvo fiel a su ideología liberal desde los años veinte cuando participó en la reforma universitaria del su país. En su escritura no encontraremos jamás conceptos como “lucha de clases”. Él soslaya la dramática situación de las clases populares, pero en cambio, apuesta por la soberanía del pueblo, en textos entrañables como “El pueblo sobera-no”, que forma parte de América mágica (1961); pueblo, para él, compuesto por revendedoras analfabetas; indios que habían sido utilizados como bestias de carga, curas rebeldes y universita-rios: ¿De dónde sacan los de abajo eso de Tribuno del Pueblo [se pregunta]? Ah, ellos lo sabían todo. No hay nadie que sepa tanto como un analfabeto alzado por sus ilusiones.10 Germán Arciniegas hizo parte de un grupo de intelectuales que en las primeras décadas del siglo XX revisaron la historia, remontándose a la Conquista y la Colonia. Muchos de ellos vieron en esa historia la raíz de los males: la dependencia, la hegemonía de las metrópolis sobre las regiones, la marginación del indígena y del campesino, el caciquismo, la ausencia de una voluntad política capaz de poner todos los recursos a su alcance para una mayor justicia social. En cambio, él encontró en esa historia el complemento poético, el ingrediente de la esperanza que supera la racionalidad del ser humano, la audacia de hacer de lo imposible lo posible. Es evidente que elude con ello el planteamiento riguroso de los problemas sociales y políticos y que en esa forma su ideología es menos visible. Sin embargo, fue un intelectual comprometido que orientó su práctica más allá de la escritura: lideró movimientos estudiantiles de carácter latinoamericano, fundó partidos, asociaciones, editoriales y revistas de diferentes tendencias, colaboró con proyectos de carácter internacional y se desplazó por diferentes países de Europa y América, defendiendo, la unidad de América y denunciado las dictaduras en un libro que le costó el exilio: Entre la libertad y el miedo (1952). Entonces eran ocho los dictadores que atentaban

8 FERNÁNDEZ HERRERO, Beatriz, La utopía de América. Teoría. Leyes. Experimentos, Madrid, Anthropos, 1992, p.44 9 ZEA, Leopoldo, Discurso desde la marginación y la barbarie, Barcelona, Anthropos, 1988, p. 128. 10 ARCINIEGAS, Germán, América mágica, Buenos Aires, Sudamericana, 1961, [primera edición 1958], p. 199.

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contra la libertad en Latinoamérica: Batista, Somoza, Rojas Pinilla, Pérez Jiménez, Perón, Trujillo, Stroesner, Hernández Martínez y Carías. El libro es una crónica fundamental para comprender la tragedia latinoamericana en sus intentos por instaurar la democracia. Los dictadores aparecían como los protagonistas de los más grandes atropellos y él denunciaba la carencia de las instituciones democráticas y de los más elementales derechos civiles. En una entrevista con Cobo Borda, Arciniegas define su posición frente a los acontecimientos de aquella época: Nuestra generación, de los Nuevos, bajo el influjo de Ariel de José Enrique Rodó y en contra de la política expansionista de Teodoro Roosevelt, fue una generación que bregó y luchó mucho por la unidad latinoamericana. Por el conocimiento de lo nuestro. Eso está presente en todos mis libros y en todas mis revistas 11. Su ideología era la del APRA que emulaba el panamericanismo de Bolívar y en su programa se proponía, entre otras cosas, acciones en contra del imperialismo norteamericano, y ante la amenaza del comunismo, también contra el soviético. Mariátegui criticó los principios de esa agrupación, que desde su marxismo encontraba inservibles para resolver los problemas sociales y políticos. Y es que para cierta izquierda latinoamericana el aprismo, estatalista-populista, alimentaba el afán civilista de la burguesía y los grupos financieros extranjeros con democracias capitalistas-demagógicas12. Al margen de un debate ideológico que absuelva o condene a Arciniegas13, lo que quisiera subrayar es la vitalidad de un historiador que alcanza la lucidez del poeta; que no podía evitar polemizar con los europeos y, sobre todo, con los historiadores, recreando a su manera los testimonios de los cronistas, haciendo su propio descubrimiento de América, como en América es otra cosa (1992) en una serie de artículos publicados a raíz de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento. En estos breves textos encontramos al mismo Arciniegas de los primeros libros, provocador, irreverente y dueño de un humor que se forja a base de paradojas y de una ácida ironía que no incurre jamás en las descalificaciones. La vigencia de Arciniegas está también en la orientación de su mirada, en su forma de “decir” que es también un “hacer”, en su intención de mostrarnos otra cara de la historia. Su mérito está en descubrir para nosotros la magia de los acontecimientos históricos que posibilitaron el hecho americano, desde su concepción hasta su realización —aún en proceso para él—. Lo que quiso expresar, ante todo, fue la voluntad de ser de los americanos, la necesidad de superar los fantasmas históricos que impiden su realización plena. A mi entender, estas palabras suyas resumen mucho mejor las ideas que he querido expresar: El hombre americano en último término va a ser una creación civil de convivencia que al cabo de cinco siglos, reduzca al bárbaro de Europa y al salvaje de lo que se llamó las Indias Occidentales, a convivir14.

11 Entrevista con Juan Gustavo Cobo Borda en “Germán Arciniegas: noventa años escribiendo”, en El coloquio americano, Bogotá, Tercer Mundo, pp. 133-140. 12 Sobre el pensamiento de Mariátegui ver: PETRINI, Pier Paolo: 1995, José Carlos Mariátegui e il socialismo moderno, Pisa, Edizioni ETS, 584 pp. 13 Arciniegas jamás cuestionó la responsabilidad de los partidos tradicionales que cómplices de la matanza de más de 200 mil campesinos, también empujaron al pueblo al saqueo. 14 ARCINIEGAS, Germán, "Posdata con coletilla de hurakán", Bogotá, El tiempo, 20 de enero de 1992, en, América es otra cosa, Bogotá, Intermedio Editores-Círculo de Lectores, 1992.

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el mundo de la bella simoneta o ¿cómo historiar a venus?*

georges lomné*

Or la beauté c'est tout, Platón I'a dit lui-même, La beauté sur la terre est la chose suprême.

Alfred de Musset

¿Quién no conoce la Venus de Botticelli? Nuestra época ha vulgarizado su imagen en nombre de un ideal meramente estético y a nadie se le antojaría hoy descifrar "la elocuencia muda" de este emblema del Renacimiento. Lo más singular es que nuestros coetáneos, por lo común tan ávidos de encarnación, no se interesan en absoluto por la figura de Simonetta Vespucci a quien los Médicis habían proclamado "reina de la Belleza" antes de que, por encargo de ellos, Botticelli la inmortalizara emergiendo del nácar.

*Prefacio de Le Monde de la Belle Simonetta, Espaces 34, Montpellier, 1998, pp. 7-12. Una primera versión española de este ensayo salió en la revista Aleph, N°107, Manizales, octubre/diciembre 1998, pp. 44-50. El autor lo volvió a traducir y lo modificó para la versión presente. En cuanto a la versión española del libro de Germán Arciniegas, nos referiremos siempre a la edición de Planeta: El mundo de la bella Simonetta, segunda ed., Bogotá, 1990.

* Docente e investigador del Departamento «Áreas culturales y políticas» de la Universidad de Marne-la-Vallée (Francia). El profesor Lomné ha estado a cargo de la edición francesa de algunas de las obras de Arciniegas. Dos de ellas son: Le chevalier d'El Dorado (1939)- Seguido por un análisis de la correspon-dencia del autor con Stefan Zweig (1940-42), Espaces 34, Montpellier, 1995,282p. Le monde de la Belle Simonetta (1962), Espaces 34, Montpellier, 1998,213 p. Los prefacios del profesor Lomne' que acompa-ñan estas ediciones fueron traducidos al castellano y publicados en la revista Aleph de Manizales (Colombia), en los números 101/102/103, abril-diciembre de 1997 pp.29-36; y en el número 107,octubre-diciembre de 1998, pp. 44-50.

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I. "profesor vespucci"

Fue a principios de los años 40 cuando Germán Arciniegas se sintió atraido de un amor platónico por la bella genovesa. Después de rendirle homenaje al A.merigo de Stefan Zweig, escribe en su Biografía del Caribe, que "de la vida de Simonetta podría escribirse un tratado no menos fantástico"1. La intuición campea con firmeza: bajo el amparo de los Médicis, los Vespucci han suscitado dos de las imágenes vivas del Renacimiento, El Nacimiento de Venus y el Mundus Novus2. Ya que apenas un año de diferencia les separaba, Simonetta Cattaneo conoció a Amerigo, primo de su joven esposo Marco Vespucci. Fue de esta manera que fraternizaron simbólicamente el Antiguo y el Nuevo mundo en la "mesa redonda" de una de las casas familiares del barrio de Santa Lucia di Ognissanti, a pocos pasos de la morada de Sandro Botticelli. Una extraordinaria conjunción de la cual nadie se había hecho intérprete.

Los Vespucci se adueñaron luego de la existencia de Germán Arciniegas. Faltó poco, según confesaba él mismo, para que en la Universidad de Columbia , donde había sido admitido desde agosto de 1946, se le apodara "Profesor Vespucci"3. Lo esencial de los diez años que pasó en New York, fue consagrado de hecho a Italia. Es la época en la cual Giuseppe Prezzolini, su afamado colega de Columbia, lo inicia en los arcanos del pensa-miento de Machiavelo4. En 1950, bajo el auspicio de la Bollingen Foundation, una estadía en Florencia le permite recopilar una amplísima documentación. El historiador Piero Bargellini, el ensayista Giovanni Papini y un amigo de viejo cunó, el Conde Cario Sforza, introducen a Arciniegas en la intimidad de Florencia mientras que Marcello del Piazo, por entonces director del Archivo, le permite identificar las 800 piezas de la correspondencia de los Vespucci, cuyas copias ofrecería luego a la biblioteca del Congreso.

En 1955, sale el primero de los trece volúmenes proyectados : A.merigo j el Nuevo Mundo5. Esta biografía, muy completa, desea poner término al oprobio lanzado por

1 ARCINIEGAS, Germán, Biografía del Caribe, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1945, reed., Porrúa, Me'xico, 1993, p- 20.

2 Traducción al latín por el humanista Fra Giovanni del Giocondo de la carta en la cual Amerigo Vespucci narraba su tercer viaje a Lorenzo de Pierfrancesco de' Medici (ilpopolano). Este impreso marcó el nacimiento del Nuevo Mundo.

3 Con respecto a los detalles de la estadía en Nueva York, véase a CACUA PRADA Antonio, Germán Arciniegas. Su vida contada por él mismo, Bogotá, ICELAC, Publicaciones Universidad Central, 1990, pp. 273-317

4 Giuseppe PREZOLINI es autor de: Vie de Nicolás Machiavel leflorentin, Plon, 1929, de nuevo y recientemente reeditada en Francia en la editorial Payot, 1985, p. 218.

5 ARCINIEGAS, Germán , Amerigo y el Nuevo Mundo. México, Buenos Aires, Hermes, 1955, p. 388. Traducción al italiano Maria Gallone, Amerigo Vespucci, Rizzoli, Milano, 1960, p. 320. La última reed. española es, Madrid, Alianza Editorial, 1990, p. 363.

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Las Casas al descubridor florentino. Arciniegas desarrolla en ella la tesis de Stefan Zweig: Amerigo era un mercader ordinario, de absoluta honestidad y, por lo tanto, digno de elogio en relación con la codicia de Colón. En resumidas cuentas, América es el nombre que mejor le conviene a un continente dedicado a la Democracia. Pero tampoco se olvida de Simonetta. Al principio de 1958, con ocasión de un viaje a San Salvador, Arciniegas le dedica una conferencia que anuncia el libro que le consagraría6 . Se presenta entonces una oportunidad inesperada: en agosto, con motivo de la llegada a la presidencia de Alberto Lleras Camargo, se nombra a Germán Arciniegas embajador de Colombia en Italia. Esta nueva estadía, engalanada por el lanzamiento en Roma, en 1960, de // mare d'oro1 es aprovechada para complementar sus indagaciones en los archivos de Florencia. Por fin, en 1962, mientras que Arciniegas se encuentra ya de embajador de Colombia en Tel Aviv, Elmundo de la bella Simonetta es publicado en Buenos Aires.

II. el mundo de ...

En esta obra, Arciniegas comparte la intuición que había tenido Philippe Monnier a principios del siglo. La mutación del Quattrocento significa cabalmente que "al gusto por el cielo se sustituye el gusto por la tierra"8, que la mujer abandona sus atributos medievales de deidad translúcida o de diablesa, para verse revestida por fin de humanidad. Empero, frente a Isabelle d'Este en la cual Monnier veía "la aparición más gloriosa del Renacimiento", Arciniegas prefiere a Simonetta Vespucci. Esta elección designa la deliberada intención de escribir la historia de personajes de segundo rango tal como lo hizo con Amerigo y con Guido Antonio Vespucci9 en vez de celebrar, una vez más, a Colón o a Maquiavelo. Añadamos que Arciniegas siempre ha deseado rendir homenaje a las mujeres que consideraba las grandes olvidadas de la historia. Bajo este concepto, El Mundo de la Bel/e Simonetta constituye la vertiente europea de un dispositivo inaugurado con A.mérica mágica : las mujeres y las horas, publicado en 1961 en Buenos Aires.

El ensayista colombiano Hernando Téllez ha destacado la audacia de Arciniegas al consagrar un libro a una heroína que no es la más representativa de su época: "la biografía de Simonetta es un instante de la pintura y un minuto de la poesía.

6 ARCINIEGAS, Germán, «La bella Simonetta y la primavera del Renacimiento». Inédito. 7 Traducción Giuseppe Cintioli de La biografía del Caribe., Milán, Mondadori, 1960, p. 502. 8 MONNIER, Philippe, Introduction au Quattrocento, (1901), reed., París, Bruselas, Complexe, 1995, p. 59- 9 ARCINIEGAS, Germán, El embajador. Vida de Guido Antonio, tío de Amerigo Vespucci, Bogotá, Planeta, 1990, p. 260.

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Su existencia como persona carece de interés"10. Puede ser, pero esta precisa "hora" cuenta entre las que "semejantes a estrellas, brillan de un resplandor inmutable más allá de la noche del olvido"11. Para Arciniegas, el baile de Eleonora de Aragón, en 1473, concentra este momento de eternidad. La imagen hipnótica de ello ha sido transcrita por Poliziano en sus Stanze per la giostra di Giuliano de Medici12 y por Botticelli en La Primavera. El Comento y la correspondencia de Lorenzo El Magnífico ¿no estarían impregnados por acaso del resplandor de la "brillante estrella" (O Chiara stella ...) por la cual el príncipe sintió "estaprivata egrandepassio-ne que attribuye a otras"13 ?

Los enamorados de Simonetta participan del « Mundo » que Arciniegas ha deseado recrear cuidándose de devolver a cada ciudad su textura propria. Genova y Florencia desempeñan los papeles principales en este ensayo. Sus marineros, artesanos, mercantes y soldados no figuran aquí como mero telón de fondo. Este procedimiento, guardadas las debidas distancias y proporciones, nos hace recordar a Michelet. En ambos casos se trata de un programa de "resurrección integral del pasado" que concede igual atención tanto a los detalles materiales como a los pliegues mentales de una época. Asimismo, al surgir de una auténtica familiaridad con los archivos, la verdad poética parece, en última instancia, la más autorizada. Que no se equivoque nadie: Arciniegas, con toda humildad, jamás renegó de su vocación de periodista. De su extraordinaria aptitud para nutrir su visión del pasado de la contemplación del presente, nunca quiso librarnos otra clave de entendi-miento. Es este método regresivo el que lo lleva dentro del palacio genovés de los Cattaneo y lo conduce a instalarse en pleno corazón de Florencia, en el hotel Berchielli, a medio camino entre la Galería de los Oficios y la iglesia de Ognissanti, a dos pasos del muelle Amerigo Vespucci.

10 TELLEZ, Hernando, «La Simonetta de Arciniegas», en El Tiempo, Bogotá, 1962. Reed. en Una visión de América, compilación y prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1990, pp. 47-50.

11ZWEIG, Stefan, Les heures étoilées de l'humanité, (1939), París Belfond, 1989, p. 10. Arciniegas alude a este concepto de la historia en el capítulo XI de su libro, en op. cit., pp. 102-103.

12 Éstas, a diferencia de las Silve, no han sido editadas al france's con excepción de largos extractos del Libro I traducidos por André Rochon y publicados en la Anthologie bilingüe de l apoésie italienne, Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard, 1994, pp. 364-377 Christian Bec publicó también algunos versos traducidos del Libro I en L'Italie de la Renaissance. Un monde en mutation (1378-1494), (Obra col.) París, Fayard, pp. 191-194. Arciniegas ve en las Stanze una alegoría del baile de Eleonora y no de la Justa de 1475 que debidamente tendrían que relatar.

13 Con respecto a este punto, véase el análisis magistral de ROCHON, André en La jeunesse de Laurent de Médicis (1449-1478), París, Les Belles Lettres, 1963, pp. 246-248.

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III. en el nacimiento de venus, el mapa de américa.

En un famoso artículo publicado en 194514, Ernst H. Gombrich atacó la tradición romántica referente a 1M Primavera y El Nacimiento de Venus que, según él, había nutri-do la "legenda de la "Bella Simonetta'". En el banco de los acusados se encontraban: un tal señor Tyrwhitt, John Ruskin y Emil Jacobsen15 culpados por haber lanzado la idea; Aby Warburg, Wilhelm von Bode, Yukio Yashiro yjean Seznec16, culpables de haber associado las Stan^e de Poliziano con ha Primavera; asimismo, Giuseppe Portigliotti y Raimond van Marle,17 culpables de haber hecho algo irreparable al convertir a Simonetta en el modelo directo de Venus. A este océano de sentimentalismo, Gombrich deseaba oponer el rigor del método iconológico18. La Primavera y, en menor medida, El Nacimiento de Venus, no habrían sido más que la puesta en imagen del programa pedagógico contenido en las cartas de Marsiüo Ficino a Lorenzo de Pierfrancesco de' Medid (ilpopolano), primo en segundo grado del Magnífico y mecenas de Botticelli. Venus no sería otra cosa sino el ideal de la Humanitas, un principio moral néoplatónico, cuya contemplación sería fuente de Virtud.

En similar debate, Germán Arciniegas apuesta todo en la verdad poética: "Dijo Polizia-no: Venus. Corrigió Botticelli: Primavera. Estaba en lo cierto Botticelli"19. Si la sensibilidad de nuestro autor se ajusta muy a menudo con el estetismo de Yukio Yashiro, el argumento d'Ernst H. Gombrich aparece sin embargo a finales del capítulo X. En resumidas cuentas, en el sentir de Arciniegas como de Jean Seznec, el "laberinto mágico de los mitos" no logra borrar la presencia de Simonetta. Es aquí donde cobra pleno sentido el homenaje dado a John Ruskin que figura entre los

14 GOMBRICH, Ernst H., «Botticelli's Mythologies. A Study in the Neo-platonic Symbolism of his Circle», en Journal of the Warburg and CourtauldInstituí es, 8,1945, pp. 7-60.

15 RUSKÍN, John, Mornings in Florence, Londres, 1872. Es la carta de un tal Señor Tyrwhitt, citada por Ruskin en Ariadna Florentina, que sena según Ernst H. Gombrich, al origen de la «leyenda de la 'Bella Simonetta'». JACOBSEN, Emil, «Der Frühling des Botticelli», en Preussische Jahrbüche,92, III, 1898.

16 WARBURG, Aby, Sandro Botticelli's «Geburt der Venus» und «Frühling», Leipzig, 1893; BODE, Wilhelm von, Sandro Botticelli, Berlin, 1921; YASHIRO, Yukio, Botticelli, Londres, Boston, Medid Society, 1925; SEZNEC, Jean, The Survival ofthe Pagan Gods, Londres, 1940, reed., La survivance des dieux antiques, Champs Flammarion, París, 1993, p. 442.

17 PORTIGLIOTTI, Giuseppe, Donne del Rinascimento, Milano, 1927; MARLE, Raimond van, L'Iconographie de l'Art profane, La Haya, 1932.

18 Ya en 1960, Erwin Panofsky criticó algunas de las propuestas de Gombrich y rehabilitó el lazo entre las Stanze y La Primavera. Cf. reed. francesa: La Renaissance et ses avant-courriers dans l'art d'Occident, París, Champs-Flammarion, 1993, pp. 339-347 ''Capítulo X, en op. cit., p. 87.

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"reconocimientos". Para Arciniegas, la simpatía con la obra de arte remite a categorías no racionales. En luí Primavera, se interesa ante todo a los "ocultos tráficos de anima"20 entre Venus y Mercurio. Es esta dulce sonoridad la que él escucha.

Poco antes de morirse, la ceguera no dejaba de recordarle a Germán Arciniegas la imagen de juventud que había confiado alguna vez a Abelardo Forero Benavides: "En una mañana de Florencia se aproximan la flor de la latinidad resurrecta y el aventurero que había de salir en busca del mar Caribe. Y se hermanan en la Historia, el Caribe y el Mediterráneo"21. Y añadía: "en El Nacimiento de Venus, veo el mapa de América"22. Utpicturapoesis... Es cierto que para Germán Arciniegas, como para los Médicis, no había mejor lema que "Le temps revient".

20 CLAUDEL, Paul, Ibeil écoute, 1933- 21 Sábado, Bogotá, 21 de octubre de 1944, en COBO BORDA, Juan Gustavo, Arciniegas de cuerpo entero,

Bogotá, Planeta, 1987 pp. 45-46. Este acercamiento simbólico está ilustrado posiblemente por el fresco de Ghirlandaio La Virgen de la Misericordia. A finales del capítulo VII (en op. cit., p. 56), Arciniegas da toda la razón a H. Brockhaus (Ricerche sopra alcuni capolavori darte italiana, Milán, 1902) el cual identifica a Simonetta en la joven rubia de elegante peinado, situada a la izquierda de la Madona. Henri Hauvette {Ghirlandaio, París, 1907 pp. 3265) luchó en contra de esta idea y sugirió, contra la opinión de Brockhaus, la presencia de Amerigo Vespucci en el joven arrodillado inmediatemente a la derecha de la Virgen.

22 Entrevista con el autor, Bogotá, 19 de abril de 1997

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el joven arciniegas a través de su correspondencia con carlos pellicer serge i. zaïtzeff * Los catorce meses que pasó en Bogotá el poeta mexicano Carlos Pellicer (a partir de finales de diciembre de 1918) resultaron de sumo provecho tanto para él como para sus compañeros colombianos. El gobierno de Venustiano Carranza lo había mandado a la Legación de México en Bogotá como representante de la Federación de estudiantes de México. Allí estudió en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y se hizo muy amigo de Germán Pardo García y de Germán Arciniegas, cuya amistad duró casi seis décadas. Rodeado de jóvenes cultos y talentosos, Pellicer se entregó totalmente a la causa estudiantil y junto con Arciniegas logró establecer una Asamblea de estudiantes. En Colombia Pellicer descubrió su vocación america-nista y se dedicó con fervor a promover los valores de su país y a luchar por el acercamiento entre México y Colombia. Fue para él un período de intenso trabajo y de fuertes emociones al conocer el éxito en el ambiente bogotano. Se convirtió en el centro de la juventud pensante y dejó huellas perdurables en ese país por el cual siempre sintió el mayor afecto. De manera especial su poesía, su liberalismo, su rebeldía, su optimismo lo acercaron a Arciniegas, su mejor amigo en Colombia. El diálogo entre el poeta y el ensayista entablado en 1919 se mantendrá vivo a través de las cartas, de los poemas, de las reseñas y de los encuentros hasta los años setenta. ∗ Profesor de de literatura en la Universidad de Calgary, (Canadá).El profesor zaïtzeff es autor del libro Algo de la experiencia americana. Correspondencia entre Alfonso reyes y Germán Arciniegas, México, El colegio Nacional, 1998.

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En la correspondencia con Carlos Pellicer que se inicia en 1920 –cuando éste está a punto de salir para Venezuela-, Germán Arciniegas deja constancia sobre todo de sus años de formación. Especialmente las cartas que abarcan el período 1920-1924 (el de mayor abundancia e interés) ofrecen un claro testimonio de cómo era el joven Arciniegas. Por las numerosas afinidades que los unen el colombiano encuentra en Pellicer al interlocutor ideal. Sabe que todas sus inquietudes son también las de su amigo y por eso le confía todo lo que le pasa tanto en el terreno de la literatura como en el del activismo estudiantil, la política o el amor. Pese al hecho de que Pellicer es un corresponsal poco puntual, Arciniegas siente la necesidad de escribirle con regularidad. Estas misivas pueden considerarse como páginas del diario que no escribió. Entre los temas que caracterizan este material destaca en primer lugar el de la literatura. Quizás inspirado por el ejemplo de Pellicer cuyos versos admiraba mucho (aun antes de que su amigo publicara su primer libro) Arciniegas cultiva la poesía y la reúne en Harmonías esfumadas (1919), libro firmado con el seudónimo de León de Gaseyra (combinación de sus apellidos paternos y maternos). En su primera carta, procedente de la bahía de Santa Marta el 26 de enero de 1920, asevera que el mejor comentario sobre este poemario juvenil se debe al erudito librero catalán Ramón Vinyes en la revista Voces que éste animaba en Barranquilla desde 1917. Arciniegas, quien apenas acababa de cumplir los diecinueve años, reconoce el valor de esa publicación que intentaba difundir la nueva estética y entiende el papel que desempeñan las revistas literarias en dar a conocer a los jóvenes que aún no han publicado un libro. Por eso le lleva a Vinyes colaboraciones de sus compañeros de Bogotá y espera las de Pellicer. Ya se ve la franca generosidad del intelectual desinteresado. Hace todo lo posible para que se conozca a la nueva generación de escritores. Al mismo tiempo sabe apreciar la importancia del futuro personaje de Cien años de soledad. Dice: “Qué interesante es Vinyes. Inquieto, sutil, poco metódico en su conversación”1. Gaseyra -así firmaba Arciniegas las cartas de ese período- está consciente de que pertenece a un grupo muy reducido de artistas y escritores y por ese motivo le duele en 1920 la muerte inesperada del poeta Alejandro Mesa Nicholls a quien mucho admiraba. Claramente demuestra tener una aguda sensibilidad poética y crítica al afirmar que León de Greiff es “el primer artista de la generación joven que brillará en día no lejano, con mucha ventaja, entre los poetas del continente”. Esto lo dice Arciniegas en 1921 cuando el escritor antioqueño todavía no había publicado su primer poemario. Reconoce que la presencia de Pellicer lo llevó a apasionarse por la literatura hispanoamericana y en particular por la poesía. Lee a los colombianos pero también se interesa por Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, José Juan Tablada, Efrén Rebolledo y, desde luego, Carlos Pellicer. En cuanto a su propia obra poética no tarda en aceptar que su camino será otro y cuelga la lira porque “las cuerdas eran de rejo y sonaban demasiado chusco”. La otra pasión del joven Arciniegas fue seguramente la causa estudiantil, en la cual puso todas sus aspiraciones. Igual que Pellicer, cree en la urgencia de unir a la juventud latinoamericana para luego lograr la unificación de toda América Latina. Se respira en estas cartas la enorme efervescencia estudiantil de los años veinte con su sed de renovación y de cambio. Arciniegas se siente obligado a guiar a sus compañeros y le complace ver que su Asamblea está dando resultados. Inclusive espera que Pellicer pueda ir a Popayán para organizar a los estudiantes y para dictar conferencias. Lo que más impresiona en Arciniegas es su energía desbordante. No solamente le fascinan los asuntos de la Asamblea, sino que participa activamente en el movi-miento de los boy-scouts y proyecta gimnasios para el bienestar de la juventud. No para de

1 Esta cita y todas las subsiguientes proceden de nuestra edición de Carlos Pellicer / Germán Arciniegas, Correspondencia 1920-1974 (de próxima aparición).

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luchar por mejorar las condiciones de los estudiantes. Entiende también la importancia de los intercambios estudiantiles en su visión de una América mejor. Así quiere aprovechar la presencia de Pellicer en Venezuela, quien siempre aprueba y admira los proyectos de su amigo. En 1920 Pellicer reconoce que éste consiguió “desaletargar” a la juventud colombiana y ya le predice un gran futuro: “Está Ud. entrando de lleno a ‘su vida’, a su hermosa vida de actividad social que le llevará muy pronto a muy alto puesto que la influencia de sus obras le produzca. Ese puesto que nadie ha ocupado nunca en Colombia lo gozará Ud. para honra suya y de sus conciudadanos”. Y sigue afirmando con convicción: “El poder de su talento y la fuerza de su actividad, le abrevarán a su País muchos disgustos, que serán los que Ud. tenga para alcanzar grandes victorias”. Por cierto, a los diecinueve años Arciniegas ya muestra seguridad y firmeza en sus creencias, así como una amplitud de criterio y un fervor realmente bolivariano. Para ambos amigos el Libertador era el ejemplo máximo de energía y de genio. La intensa labor estudiantil de Arciniegas se va intensificando y se suceden los triunfos. Le da mucha satisfacción ver que la Asamblea ha adquirido poder e influencia como, por ejemplo, cuando produce la renuncia de dos rectores. Asimismo no puede esconder su euforia al referirse a la exitosa Fiesta del Estudiante (“cosa sin precedentes”) o a la creación de una Asamblea en Medellín. Por otro lado, le desespera el aislamiento de Colombia y por eso no descansa en su anhelo de mantener el contacto con la juventud mexicana, la cual le parece ejemplar. Tienen que sacar lo máximo de las circunstancias del momento: “Estamos en la edad. La edad nuestra. Todo es nuestro”. Para 1921 la Asamblea se vuelve Federación y el movimiento se extiende a otros departamentos. La problemática estudiantil ya se discute frecuentemente en la prensa bogotana y de manera general se realiza una fuerte actividad intelectual con la participación de escritores como José Eustasio Rivera, Guillermo Valencia y León de Greiff, entre otros. La música y las artes plásticas están también presentes en el panorama cultural de la capital como lo observa Arciniegas. Todo se lo cuenta a Pellicer porque sabe que todo lo que sucede en Colombia le fascina -la cuestión estudiantil, la vida cultural bogotana, la actividad política del país. Efectivamente el tema de la política figura entre las preocupaciones del joven Arciniegas como lo revela su diálogo epistolar con Pellicer. Fundamentalmente cree en la justicia y desconfía de la política estadounidense. Ante la realidad de Panamá o del Perú experimenta una profunda indignación y no poco dolor. Propone que se superen los rencores y que prevalezca lo bueno y el “alma hispana”. Le angustia la tragedia de México (el asesinato de Venustiano Carranza) y expresa así su sufrimiento: “Y lloro y llora y llora mi alma hispana al ver toda esa historia”. En Colombia repudia las fuerzas anticuadas y reaccionarias y respalda al partido republicano. Entiende la necesidad de ver con serenidad las posibilidades de reforma y de adoptar ideas nuevas. Se trata de una obra de reconstrucción “para levantar el nivel moral de nuestra América, es que tiene enredada entre sus raíces la mitad de su alma”. Todavía adolescente Arciniegas ya se entrega a la defensa y a la promoción de lo americano. A partir de 1919 empieza a colaborar en El Tiempo con artículos sobre temas universitarios y políticos, tarea que sostendrá a lo largo de toda su vida. En 1921 declara con evidente determinación: “no descansaré ni un momento hasta no ver a esta tierra vigorosa, audaz y llena de intranquilidades”. Cree firmemente en la libertad y por eso la tiranía de Augusto Bernardino Leguía en el Perú le es totalmente intolerable. Le duele la realidad latinoamericana pero la fe y el optimismo prevalecen en el espíritu de Arciniegas. Una de las armas utilizadas por Arciniegas desde su adolescencia para alcanzar sus metas ha sido la revista. Venciendo todo tipo de dificultad lanza en 1916 Año Quinto y en 1917 Voz de la Juventud, órgano estudiantil que se distinguió con textos de Rafael Altamira, Rafael Maya, León de Greiff, Germán Pardo García y Carlos Pellicer. Luego de tres años de vida se extingue Voz de la Juventud -lo cual representa toda una hazaña tratándose de cualquier revista cultural, especialmente una publicación juvenil-, pero Arciniegas no se da por vencido.

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Al contrario, en 1920 piensa fundar una nueva revista titulada Nihil y espera lograr con la participación de sus amigos colombianos una de las mejores publicaciones del continente. Con el objeto de mantener un elevado nivel intelectual, no harán concesiones: “No hallarán ahí holgura los artistas del bombo mutuo, ni los consagrados cuando viejos”. Nihil nunca vio la luz pero es de suponerse que este proyecto resultó en 1921 en la revista Universidad. Arciniegas está convencido de que será una “gran revista” ya que el primer número (24 de febrero de 1921) tuvo un enorme éxito. Anhela una proyección internacional para Universidad con la cual se propone borrar las fronteras y unir a la juventud colombiana con la mexicana. Para ello cuenta con la ayuda de Pellicer para colaborar y repartir la nueva publicación. De hecho, se encuentran en la primera época de Universidad (1921-1922) textos de Rafael López, José Vasconcelos y Carlos Pellicer. También le halaga la colaboración de Luis López de Mesa en las páginas de la revista, la cual ya es grande -según Arciniegas- “por sus ideales, sus tendencias, sus maneras y la estatura del director”. Apenas publicados cuatro o cinco números de Universidad, éste declara que la revista ha logrado “mover” y ha conseguido suscitar debates y comunicarse con América Latina. Así que se van realizando los proyectos que al principio parecían inalcanzables. El director de Universidad advierte con satisfacción que ésta “empieza a ser cauce de una corriente poderosa de cultura y renovación”. Es de notar que en sus dos épocas Universidad, gracias a Arciniegas, le da mucho espacio al arte, en particular al arte nuevo. En sus cartas Arciniegas se refiere con cierta frecuencia a los nuevos valores del arte colombiano: Félix María Otálora (será “una revelación”), Gustavo Arcila y sus triunfos, el acuarelista Pedro Nel Gómez y el pintor Francisco Pizano. Sobre este último, por ejemplo, le dice a Pellicer (también muy interesado en las artes plásticas) que tiene apuntes de “gloriosa luz, de factura muy precisa, y unos desnudos entre los cuales recuerdo alguno de suavidad singularmente atractiva”. A los veinte años Arciniegas ya manifiesta un certero juicio estético y un buen conocimiento de la actividad artística y literaria en Colombia. Es más, sueña con organizar no sólo exposiciones de arte sino conciertos y conferencias y piensa fundar una editorial. En todo lo que hace se revela su espíritu curioso, inquieto e inquisidor, siempre abierto a las nuevas corrientes. Con el número del 20 de abril de 1922 Universidad deja de existir, pese a su éxito con el público, y no volverá a surgir sino hasta 1927. El año de 1922 es significativo en la vida de Arciniegas porque conoce en el primer Congreso Nacional de Estudiantes que se celebra en Medellín a la mujer que será su compañera durante toda su vida. De vez en cuando su corres-pondencia con Pellicer se vuelve más íntima como cuando en enero de 1923 le hace la siguiente descripción de Gabriela Viera: “una mujer extraordinaria, fuerte como una amazona, inteligente como la reina de las amazonas, de mi exacta estatura y de una joven belleza y originalidad que me sedujo”. Gracias a su actividad estudiantil Arciniegas descubre la felicidad personal. Por otra parte, a los 22 años de edad su incesante labor le merece el reconocimiento de uno de los grandes pensadores latinoamericanos. De hecho, debido a las palabras entusiastas de Pellicer, José Vasconcelos se entera del trabajo del colombiano y le manda el 28 de mayo de 1923 la conocida “Carta a la juventud de Colombia”, un poderoso documento sobre la integración latinoamericana y el papel de los jóvenes, ideas muy cercanas a las de Arciniegas quien aprovecha aquel texto para apoyar su polémico nombramiento de Vasconcelos como “Maestro de la Juventud”. Todo ello representa la culminación del proyecto americanista del joven Arciniegas, o sea el de estrechar las relaciones entre su país y el resto de América Latina. No cabe duda de que el ensayista bogotano encontró ecos de sus propias convicciones en los conceptos de justicia, libertad y solidaridad abogados por el Secretario de Educación Pública de México. En efecto, durante esa época Arciniegas se ocupó en varias ocasiones de la enorme tarea vasconcelista2.

2 Véanse, por ejemplo, los siguientes artículos de Germán Arciniegas: “Vasconcelos”, El Tiempo, 21 de mayo de 1923; “Vasconcelos, Maestro de la Juventud”, La República, 14 de junio de 1923.

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Por desgracia el epistolario entre Arciniegas y Pellicer que se ha conservado registra un largo lapso entre 1924 y 1930 quizás debido a los extensos viajes del poeta mexicano por Europa. Con una carta de Arciniegas fechada el 25 de agosto de 1930 se reanuda el intercambio epistolar. Ahora en Nueva York éste contempla con cierta satisfacción el ambiente político de su país y asevera que Colombia en poco tiempo “se ha superado a sí misma, y ha hecho lo mejor de su historia”. De nuevo recalca el papel decisivo de la juventud pero tiene que reconocer que todavía queda mucho por hacer: “Qué horas de angustia que viven nuestras repúblicas. Pensar que nosotros movimos a los estudiantes, pero que no les hemos dado la fe, los hemos unido, pero alrededor de nada”. Su compromiso con la causa estudiantil no ha disminuido y seguirá luchando por ella. Cabe recordar que su primer libro, escrito durante su misión diplomática en Londres y publicado (con la ayuda de Vasconcelos) en Madrid en 1932, aborda el tema de los estudiantes y su impacto a lo largo de la historia. En ese mismo año, luego de haber ampliado sus horizontes en los Estados Unidos e Inglaterra, regresa a Bogotá para “trabajar otra vez al lado de los muchachos”, es decir en nombre de los estudiantes como miembro de la Cámara de representan-tes de Colombia. Así culmina su sostenida dedicación a los problemas estudiantiles y universita-rios de su país tal como lo comprueban los primeros años de su correspondencia con el autor de Colores en el mar. En resumidas cuentas, este material epistolar nos permite ver a un Arciniegas joven, precoz y maduro. Muy temprano ya se fija su ideal americanista y empieza a luchar por él mediante la amistad, la prensa, la acción y la cultura. Sus casi ochenta años de vida desde 1920 y sus sesenta libros serán en buena parte un desarrollo cabal de algunas de las ideas y actitudes que aparecen en esas cartas juveniles3. El estudiante de esa época se convertirá en el “Estudiante de Améri-ca”4.

3 Los epistolarios de Germán Arciniegas que se han publicado son posteriores a ese período. Por ejemplo, Experiencias de toda una vida: cartas de Germán Arciniegas. Edición y retrato personal de Roberto Esquenazi – Mayo. Boulder: Society of Spanish and Spanish-American Studies, 1997; Algo más de la experiencia americana. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Germán Arciniegas. Serge I. Zaitzeff (Compilador). México: El Colegio Nacional, 1998. En otras publicaciones sólo se incluyen algunas cartas de los corresponsales de Arciniegas. Por ejemplo, en Juan Gustavo Cobo Borda, Arciniegas de cuerpo entero (Bogotá: Planeta, 1987) y en Arciniegas corresponsal del mundo 1928-1989 (Bogotá: Fundación Santillana para Iberoamérica, 1990). En este libro véase de Juan Gustavo Cobo Borda el texto “Germán Arciniegas: las cartas de un americano”. 4 En 1997 la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina organizó una exposición documental titulada “Germán Arciniegas Estudiante de América”. Esta expresión la usó Salvador de Madariaga al referirse a Cristóbal Colón. En 1997 esa misma Biblioteca publicó un catálogo basado en aquel homenaje.

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germán arciniegas, entre la libertad y el establecimiento Eduardo Sáenz Rovner* A lo largo de este ensayo analizaremos dos facetas del intelectual colombiano Germán Arcinie-gas: La primera, el escritor americanista. La segunda, el defensor de las ideas liberales en el contexto de la Guerra Fría. En una entrevista publicada en 1957, Germán Arciniegas llamó la atención sobre el aislamiento de los escritores del país y señaló “[la] insularidad del autor colombiano… que no mantiene contactos con el exterior” 1. Arciniegas tenía la autoridad intelectual para afirmar lo anterior ya que él había mantenido un diálogo permanente con intelectuales de América y Europa. Además, y gracias a sus escritos y a sus largos años como profesor en universidades norteamericanas, Arciniegas fue –de cierta forma- un pionero de los estudios latinoamericanistas en Colombia. Más que latinoamericanista, Arciniegas fue un americanista, en el sentido continental. En sus escritos sobre la historia del continente, Arciniegas planteó que América representaba un rompimiento con Europa. Escribió, “Para nosotros lo que se inicia desde 1493 es la independencia de los europeos que vienen a establecerse en el Nuevo Mundo, es decir un Nuevo Mundo que ellos vienen a crear del otro lado del Atlántico, para emanciparse de una Europa en donde no encuentran ni las oportunidades ni la libertad que en vano hubieran buscado en el Viejo [...] América está siendo la solución al más grande de los problemas del Viejo Mundo: el de su libertad”2. Señaló que los “campesinos, soldados, frailes, artesanos, que hace[n] los descubrimientos... que levanta[n] las ciudades... lanza[n] ese grito violento de ¡Libertad! ¡Libertad!”3. Llamó a América “el clásico continente de las emancipaciones”4, “la casa abierta de la libertad”5, y concluyó: “América fantástica se levantaba ante los occidentales cansados de las injusticias de Europa, agobiada de miserias, como el continente de la esperanza. En América habrían de situarse todas las Utopías”6. Casi que si no hubiese existido América hubiera habido que inventarla: “Había una ilusión antes del viaje de Colón de que idealmente pudiera existir un Nuevo Mundo donde hubiera justicia y libertad, inexistentes en Europa”7. Encontramos un paralelo a las anteriores afirmaciones en los escritos del ensayista y novelista norteamericano Waldo Frank, más o menos contemporáneo de Arciniegas (Frank nació en 1889). Frank escribió en 1930 “... el ideal americano, desde el principio, era la creación de un mundo: de un mundo en el cual el hombre íntegro, físico, emocional, intelectual, estético, místico, pudiera vivir [...] El caos americano contiene todos los elementos para la creación de un nuevo mundo más * Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Ph.D. en Historia Comparada de la Universidad de Brandeis, Massachusetts. Ha sido profesor visitante en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) e instructor en la Universidad de Harvard. 1 "El Estudiante de la Mesa Redonda dialoga con la Generación del Estado de Sitio", Semana, junio 21 al 28 de 1957, p.

17. 2 Germán Arciniegas, Con América nace la nueva historia, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1992, pp. 56-57. 3 Germán Arciniegas, América, Tierra Firme y otros ensayos, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1990, p. 329. 4 Arciniegas (1992), Op. cit., p. 62. 5 Arciniegas (1992), Op. cit., p. 69. 6 Arciniegas (1992), Op. cit., p. 103. 7 Germán Arciniegas, Cuadernos de un Estudiante Americano, Ediciones Uniandes, Educar Cultural Recreativa, Bogotá,

1994, p. 567.

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completo que mundo alguno del pasado histórico”8. En cuanto a América como el continente de la libertad y la tierra del futuro, Frank escribió durante la Segunda Guerra Mundial: “... los infelices pueblos europeos tienen hipotecadas sus energías por toda una generación [...] Hay en nuestro país [Estados Unidos] un florecimiento del cual Europa carece...”9. Y según Frank, Hispanoamérica habría de jugar un papel muy importante al "formar, con su ilimitado caudal de intuición y de visión, acumulado desde su pasado indohispánico, un arsenal de métodos, ideas, valores y directivas para que el hombre pueda reanudar, valiéndose de ellos, y esta vez por buen camino, su marcha hacia la Libertad”10. Para Arciniegas “El Descubrimiento [de América] es más del europeo que se descubre a sí mismo, que el encuentro de los indios desnudos"11. De nuevo notamos paralelos con Frank cuando este último escribe sobre los curas doctrineros franceses en la exploración de Norteamérica y cuya "labor era entender a los indios para conocerse a sí mismos más profundamente [...] Si vinieron a América a conquistar, esto quería decir, en su más profundo sentido, a conquistarse a sí mismos"12. No sorprende entonces que dada la supuesta unión de las Américas y sus pretendidas raíces comunes en Europa, Arciniegas rechazase que América Latina se alinease con el Tercer Mundo no occidental13. Por supuesto no todos los intelectuales norteamericanos han compartido el optimismo y el americanismo continental de Arciniegas y Frank. Desde los primeros años de la segunda Posguerra hasta el día de hoy diferentes científicos sociales han contrastado los orígenes y las historias diferentes de Norteamérica y la América Latina. Louis Hartz resalta cómo -a diferencia de Iberoamérica- los Estados Unidos nacieron "liberales" y herederos de una tradición colonial de propietarios independientes14. Para Richard Morse el "neomedievalismo" y la ortodoxia de la península fueron reforzados en Iberoamérica con la formación de una sociedad con profundas divisiones raciales y sociales15. Howard J. Wiarda y Harvey F. Kline señalan que "mientras la cultura política norteamericana es vigorosamente Lockeana y liberal, aquella de América Latina, históricamente hablando al menos, es fuertemente elitista, jerárquica, autoritaria, corporativista y 8 Waldo Frank, Primer mensaje a la América Hispana, Revista de Occidente, Madrid, 1930, pp. 56, 289. 9 Waldo Frank, Rumbos para América, Editorial Americalee, Buenos Aires, 1942, pp. 193, 195.

De cierta forma hay un eco de las ideas de La decadencia de Occidente de Oswald Spengler, obra concebida y escrita en la década de los años 10. Sin embargo, mientras que Spengler ofrece una visión cíclica de la historia, para Frank y Arciniegas la historia de América es lineal y teleológica.

10 Frank (1942), Op. cit., p. 24. La idea de América como el continente de la Libertad y el self-government la encontramos también en los escritos de Frank Tannenbaum, nacido en Polonia, profesor de la Universidad de Columbia y amigo de Arciniegas. Ver Frank Tannenbaum, Ten Keys to Latin America, Knopf, Nueva York, 1962, pp. 4-5.

11 Arciniegas (1992), Op. cit., p. 74. 12 Frank (1930), Op. cit., p. 58. 13 Arciniegas (1992), Op. cit., pp. 70-71, 306-307. 14 Louis Hartz, The Liberal Tradition in America. An Interpretation of American Political Thought since the Revolution,

Harcourt, Brace & Jovanovich, Nueva York, 1955 [1953], y Hartz, compilador, The Founding of New Societies. Studies in the History of the United States, Latin America, South Africa, Canada, and Australia, Harcourt, Brace & World, Nueva York, 1964.

15 Richard M. Morse, "The heritage of Latin America", en Hartz, compilador, pp. 123-178, y “Claims of political tradition”, en Peter J. Bakewell et al., compiladores, Readings in Latin American History. The Formative Years, Duke University Press, Durham, 1985, pp. 414-428.

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patrimonial"16. Y por último, David Landes argumenta que España exportó a sus colonias sus "debilidades", sus instituciones y su ideología antiliberal. Además, la Contrarreforma liderada por España reforzó la Inquisición, muchos libros fueron colocados por la jerarquía católica en el Índice (Index Librorum Prohibitorum), y las universidades se convirtieron en centros de indoctrinación y no de estudio. Y a pesar de que las nuevas repúblicas independientes del siglo XIX tenían un ropaje republicano, éstas, según Landes, no eran tierras de Libertad y no se diferenciaban mucho de las autocracias despóticas en Asia17. En 1946 Arciniegas se fue como profesor a la Universidad de Columbia donde permaneció durante una docena de años18. En Nueva York hizo parte de la colonia latinoamericana de intelectuales y políticos que escapaban a las dictaduras del continente. Además, fue muy amigo de intelectuales judíos tanto norteamericanos como europeos; éstos generalmente eran de ideología libertaria, dispuestos a condenar los abusos del poder y los discursos que justificaban esos abusos. Entre los trabajos escritos durante su estadía en Columbia tenemos un libro verdaderamente latinoamericanista y comparativo, Entre la libertad y el miedo, publicado originalmente en 195219. Se presenta en esta obra un rápido panorama de la historia de los países latinoamericanos en el siglo XX, en ocasiones remontándose al siglo XIX, para concentrarse en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. El autor adopta un enfoque comparativo que incluye capítulos sobre los países sudamericanos, centroamericanos y del Caribe. Esta aproximación es particularmente meritoria sobre todo teniendo en cuenta que el campo latinoamericanista no estaba tan desarrollado para ese entonces. Para Arciniegas, la razón de su libro es analizar el alejamiento cada vez mayor de las formas de democracia política en América Latina en el periodo de la posguerra. Las dictaduras de la época cerraban los parlamentos, modificaban las constituciones por decreto, amordazaban la prensa, intervenían en las universidades y desvirtuaban totalmente el sistema judicial. Después de señalar la influencia de las derechas europeas sobre las derechas latinoamericanas, Arciniegas hace énfasis en la aguda derechización de la vida política en el periodo de la posguerra y el viraje hacia dictaduras militares en casi todo el continente dentro del clima de la histeria anticomunista de la Guerra Fría impulsada por los Estados Unidos. Ocupan particular importancia en el libro, y en las antipatías de Arciniegas, Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte. Traza entonces un paralelo entre Perón y Evita con Juan Manuel de Rosas (el caudillo argentino de la primera mitad del siglo XIX) y su esposa Encarnación Ezcurra, quien, como Evita, apoyó activamente a su marido en la consecución y el mantenimiento del poder. Así, al comparar a Perón con el caudillo Rosas, Arciniegas revive buena parte de los argumentos del trabajo

16 Howard J. Wiarda y Harvey F. Kline, "The Latin American tradition and process of development", en Wiarda y Kline,

compiladores, Latin American Politics and Development, Houghton Mifflin Company, Boston, 1979. 17 David S. Landes, The Wealth and Poverty of Nations. Why Some are so Rich and Some so Poor, W. W. Norton &

Company, Nueva York, 1998. 18 En el pasado Arciniegas había sido profesor visitante en la misma Universidad de Columbia, en la Universidad de

California en Berkeley, en Mills College y en la Universidad de Chicago. Ver Antonio Cacua Prada, Germán Arciniegas cien años de vida para contar, Universidad Central, Bogotá, 1999, tomo I, pp. 341-343.

19 Germán Arciniegas, Entre la libertad y el miedo, Planeta Colombiana, Bogotá, 1996 [1952]. Este libro lo hemos analizado más extensamente en INNOVAR, revista de ciencias administrativas y sociales, Universidad Nacional de Colombia, No. 7, 1996, pp. 138-139.

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clásico de Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, civilización y barbarie, escrito a mediados del siglo XIX20. A propósito, en otra obra Arciniegas escribió una semblanza de Sarmiento, la némesis de Rosas y la quintaesencia del liberal latinoamericano del siglo XIX21. Los argumentos del libro fueron repetidos por Arciniegas en una conferencia que dictó en Milán en 1955. Denunció la decena de dictaduras militares existentes en el continente en ese entonces y anotó: "Los voceros del nuevo estilo, en su mayor parte, vienen de escuelas nazis o se han educado en el falangismo español". Además señaló cómo "Los Estados Unidos, infinitamente más abiertos y generosos con los pueblos distantes, han sido parcos en la ayuda económica a la América Latina, e imprudentemente generosos en el suministro de armas"22. Sus fuertes críticas a los gobiernos conservadores colombianos, y a Laureano Gómez en particular, le costaron a Arciniegas la fabricación de un voluminoso expediente por parte del gobierno de su país acusándolo de comunista. En 1953 regresando a Nueva York proveniente de Italia, Arciniegas fue arrestado por culpa de ese expediente aunque fue puesto en libertad a los pocos días23. Arciniegas dirigió la revista Cuadernos entre 1963 y 196524. Esta revista, fundada en París en 1953, hacía parte de las publicaciones del Congress for Cultural Freedom25. El Congress for Cultural Freedom, fundado en 1950, fue el brazo intelectual de los Estados Unidos durante la guerra fría; tenía como fin desacreditar al Comunismo y resaltar los valores liberales. Connotados intelectuales, básicamente de Europa y de los Estados Unidos tuvieron conexiones o participaron en esta organización. Muchos de ellos no sospechaban (aunque otros sí sabían) que el Congreso era financiado por la CIA a través de ciertas fundaciones. En 1966, el New York Times publicó una serie de artículos que denunciaban la manipulación de los intelectuales por parte de la CIA durante casi dos décadas26.

20 La comparación de Evita con la esposa de Rosas fue reeditada en la compilación de Hugh M. Hamill, Jr., Dictatorship in Spanish America, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1965. Este libro fue dedicado a la memoria de Jesús de Galíndez un emigré republicano y libertario vasco muy crítico de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo que fue secuestrado en Nueva York y asesinado por agentes del régimen dominicano en 1956. Ver Manuel de Irujo, "Galíndez", en Presencia Vasca en América. Recopilación de trabajos de Jesús de Galíndez publicados en la prensa vasca del exilio, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gasteiz, 1984, pp. 13-23. 21 Germán Arciniegas, América mágica. Los hombres y los meses, Planeta, Bogotá, 1998 [1959], pp. 213-238. 22 Arciniegas (1994), Op. cit., pp. 104-105.

Las críticas al apoyo del gobierno norteamericano a los dictadores latinoamericanos las encontramos también en Tannenbaum, Op. cit., pp. 180-186.

23 Este episodio se narra en Cacua Prada, Op. cit., tomo I, pp. 381-387. 24 Cacua Prada, Op. cit., tomo II, pp. 472-474. 25 Frances Stonor Saunders, The Cultural Cold War. The CIA and the World of Arts and Letters, The New Press, Nueva York, 1999, pp. 213, 219. 26 Ver Stonor Saunders, Op. cit., "Introduction"; Christopher Lasch, "The Cultural Cold War: A Short History of the

Congress for Cultural Freedom", en Barton J. Bernstein, compilador, Towards a New Past: Dissenting Essays in American History, Vintage Books, Nueva York, 1969, pp. 322-359; Cacua Prada, Op. cit., tomo II, p. 474.De otra parte, la cooptación de los científicos norteamericanos se dio también a través de la creciente dependencia de los abundantes fondos de investigación provistos por el Estado. Así, la autonomía de muchos académicos fue severamente restringida durante la guerra fría. Ver Jessica Wang, American Science in an Age of Anxiety. Scientists, Anticommunism, and the Cold War, The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1999, passim.

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Por supuesto, y para presentar un análisis equilibrado, tenemos que recordar que la campaña de manipulación ideológica en Occidente durante la Guerra Fría tuvo su equivalente en una campaña de abierta represión ideológica en la Unión Soviética. Así como en los Estados Unidos la guerra fría permeó al mundo intelectual, este fenómeno se dio con mayor intensidad en la Unión Soviética bajo la tutela del Comité Central del Partido Comunista y sus decretos destinados a erradicar "la influencia perniciosa de la cultura burguesa". No sólo las universidades, sino también escritores, periodistas, directores de cine y teatro fueron atacados por su supuesto "servilismo y devoción a la cultura occidental". La meta de esta agitación era recuperar la autoridad del aparato del Partido, autoridad que se había debilitado durante la Segunda Guerra Mundial. Los científicos fueron atacados por su "internacionalismo científico" y los ideólogos del Partido dictaminaron la dirección de la investigación científica con la idea de que había que desarrollar una ciencia nacional sin las “contaminaciones” de Occidente27. Tal y como declaró el Comité Central del Partido Comunista el 16 de julio de 1947, "La tarea más importante del Partido es la reeducación de la intelligentsia soviética dentro del espíritu del patriotismo soviético y la devoción a los intereses del Estado soviético"28. Así como en Estados Unidos existía el Comité de Actividades Antinorteamericanas, el Consejo de Ministros y el Comité Central establecieron los comités de honor en la Unión Soviética en 194729. Pero no podemos perder la perspectiva de diferenciar entre las presiones, la cooptación, la expulsión de los sospechosos y disidentes de sus empleos (métodos muy eficaces de represión del disentimiento) en Norteamérica durante la Guerra Fría y la barbarie, las purgas, los campos de concentración, el antisemitismo y la represión sangrienta durante los últimos años del gobierno de Stalin en la Unión Soviética30. Volviendo al caso norteamericano, el historiador Richard Gid Powers señala la diferencia entre el anticomunismo conservador y el anticomunismo liberal en los Estados Unidos a mediados del siglo XX. Mientras que para los conservadores, el Comunismo era un ataque contra "la religión, el patriotismo, la familia y [la vida] cívica de las comunidades", para los liberales el Comunismo "era un asalto... contra las libertades intelectuales y académicas, contra la libertad de expresión artística y contra las garantías constitucionales del debido proceso, límites al poder del gobierno y libertad del individuo"31. En el primer grupo se situaban personajes como el senador Joseph McCarthy y todos aquellos que se dedicaron a la cacería de brujas sin importar los métodos. En el segundo estaba buena parte del Establecimiento político e intelectual del Noreste de los Estados Unidos. La

27 Nikolai Krementsov, Stalinist Science, Princeton University Press, Princeton, 1997, pp. 129-131. Ver también Slava

Gerovitch, "Writing History in the Present Tense: Cold War-era Discursive Strategies of Soviet Historians of Science and Technology", en Christopher Simpson, compilador, Universities and Empire. Money and Politics in the Social Sciences During the Cold War, The New Press, Nueva York, 1998, pp. 189-228.Stalin llegó a afirmar que "El Comité Central puede tener su propia posición en asuntos científicos" (!!). Citado por Krementsov, Op. cit., p. 158.

28 Citado por Krementsov, p. 128. 29 Krementsov, pp. 136-137. 30 Ver Nicolas Werth, "A State against its People: Violence, Repression, and Terror in the Soviet Union", en Stéphane

Courtois et al., The Black Book of Communism. Crimes, Terror, Repression, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1999. El escrito de Werth es rico en documentación tomada de los archivos soviéticos recientemente abiertos a los investigadores.

31 Richard Gid Powers, Not Without Honor. The History of American Anticommunism, Yale University Press, New Haven, 1998, p. 254.

Independiente de los abusos y de la represión macartista, los documentos de los archivos soviéticos demuestran que miembros del Partido Comunista de los Estados Unidos sí colaboraron con los servicios de inteligencia de la Unión Soviética. Ver Harvey Klehr, John Earl Haynes y Fridrikh Igorevich Firsov, compiladores, The Secret World of American Communism, Yale University Press, New Haven, 1995. Ver también Ellen Schrecker, Many are the Crimes. McCarthyism in America, Little, Brown and Company, Boston, 1998.

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ideología anticomunista y libertaria de Arciniegas se puede situar al lado de estos últimos. Desde joven y a través de su vida, Arciniegas ocupó cargos públicos y diplomáticos durante diferentes administraciones liberales. Inicialmente, Arciniegas fue funcionario del consulado colombiano en Londres en 1930. Muy cercano a Eduardo Santos y a El Tiempo, fue director de este periódico entre 1937 y 1939. También fue miembro de la Cámara de Representantes por el Partido Liberal. Santos lo nombró como consejero de la embajada colombiana en Buenos Aires; después lo designó ministro de Educación en 1942. Ocupó el mismo cargo en el primer gobierno de Alberto Lleras Camargo entre 1945 y 1946. Con la instalación del Frente Nacional, Lleras Camargo lo nombró como embajador en Italia en 1958. Después fue embajador en Israel durante el mismo gobierno. En 1967, su amigo Carlos Lleras Restrepo lo nombró embajador en Venezuela, cargo en el que fue ratificado por Misael Pastrana Borrero. Entre 1976 y 1978 fue embajador ante el Vaticano por nombramiento del presidente Alfonso López Michelsen32. Arciniegas fue Presidente de la Academia Colombiana de Historia entre 1980 y 1993. Como presidente de la Academia Arciniegas buscó la reafirmación de la “historia patriótica” lo cual le trajo enfrentamientos con escritores del medio universitario del país. Irónicamente, y como Presidente de la Academia, Arciniegas presidió la conmemoración del centenario del nacimiento de Laureano Gómez en 198933. Como profesor Arciniegas tuvo una destacada carrera académica en los centros universitarios más prestigiosos de los Estados Unidos. Como escritor fue defensor de ideales libertarios en varias de sus obras. Pero es necesario anotar que Arciniegas también fue intelectual orgánico del Establecimiento colombiano en el sentido gramsciano.34. Pero, a diferencia de un buen número de intelectuales orgánicos actuales, Arciniegas no provenía de la izquierda ya que toda su vida toda su vida fue liberal (tanto en el sentido ideológico como en el partidista). Además, mientras que los primeros provienen generalmente de la clase media, Arciniegas se crió entre el grupo de familias de la elite en la provincial y pequeña Bogotá de comienzos del siglo XX.

32 Cacua Prada, Op. cit., tomo I, pp. 236-237, 250, 256-261, 290-294, 327, 351-352; tomo II, pp. 438, 479, 495-496. 33 Cacua Prada, Op. cit., tomo II, pp. 531-532, 604. 34 Ver Antonio Gramsci, Selection from the Prison Notebooks, International Publishers, Nueva York, 1971, pp. 57-58;

Edward W. Said, Representations of the Intellectual, Pantheon Books, Nueva York, 1994, pp. 3-4; Nicola Miller, In the Shadow of the State. Intellectuals and the Quest for National Identity in Twentieth-Century Spanish America, Verso, Londres, 1999, p. 21.

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obras de german arciniegas

1. El estudiante de la mesa redonda, Madrid, Juan Pueyo, 1932, 248 págs. 2. La universidad colombiana, Proyecto de ley y exposición de motivos presentado a la

Cámara de Representantes por Germán Arciniegas, Bogotá, Imprenta Nacional, 1932, 196 págs.

3. Memorias de un congresista, Bogotá, Editorial Cromos, 1933, 189 págs. 4. Diario de un peatón (Segundo suplemento a la Revista de las Indias), Bogotá, Imprenta

Nacional, 1936, 276 págs. 5. América tierra firme, Sociología, Santiago de Chile, Ercilia,1937, 325 págs. 6. Los comuneros, Bogotá, Editorial A B C, 1938, 402 págs. 7. Jiménez de Quesada, Bogotá, Editorial A B C, 1939, 347 págs. 8. ¿Qué haremos con la historia? (Cuadernos del Noticiario Colombiano, núm. 14). San José,

Costa Rica, 1940, 80 págs. 9. Los alemanes en la conquista de América, Buenos Aires, Editorial Losada, 1941, 268 págs. 10. El caballero de El Dorado, Buenos Aires, Editorial Losada, 1942, 253 págs. 11. Este pueblo de América, México, Fondo de Cultura Económica, 1945, 181 págs. Dibujos de

José Moreno Villa. 12. En el país del rascacielos y las zanahorias, Bogotá, 1945, 2 volúmenes, vol. I: 126 págs.,

vol. II: 108 págs. 13. Biografía del Caribe, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1945, 531 págs. 14. El pensamiento vivo de Andrés Bello, Buenos Aires, Editorial Losada, 1946, 214 págs.

(Biblioteca del pensamiento vivo, 33). 15. En medio del camino de la vida, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1949, 288 págs. 16. Entre la libertad y el miedo, México, Editorial Cultura (Cuadernos Americanos), 1952, 362

págs. 17. Amérigo y el Nuevo Mundo, México-Buenos Aires, Editorial Hermes, 1955, 388 págs. 18. Italia, guía para vagabundos, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1957, 239 págs. 19. América mágica - Los hombres y los meses, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1959,

317 págs. 20. América mágica - Las mujeres y las horas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1961,

253 págs. 21. Cosas del pueblo. Crónicas de historia vulgar, México-Buenos Aires, Editorial Hermes,

1962, 243 págs. 22. Colombia, Washington, Unión Panamericana, 1962, 91 págs. 23. El mundo de la bella Simonetta, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1962, 185 págs. 24. Entre el mar rojo y el mar muerto: Guía de Israel, Barcelona, EDHASA, 1964, 194 págs. 25. El continente de siete colores. Historia de la cultura en América Latina, Buenos Aires,

Editorial Sudamericana, 1965, 715 págs. 26. Genio y figura de Jorge Isaacs, Buenos Aires, Eudeba, 1967, 191 págs. 27. Nuevo diario de Noé, Caracas, Monte Avila Editores, 1969, 199 págs. 28. Medio mundo entre un zapato, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1969, 288 págs. 29. Colombia. Itinerario y espíritu de la Independencia. Según los documentos principales de

la revolución, Cali, Carvajal, 1969, 162 págs. 30. Nueva imagen del Caribe, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1970, 457 págs. 31. Roma secretísima, Madrid, Anaya, 1972, 194 págs. 32. Transparencias de Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1973, 2 vols. I:

157 págs., II: 125 págs. 33. Estancia en Rumania, Bucarest, Pentru Turism, 1974, 32 págs. 34. América en Europa, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1975, 335 págs. 35. Páginas escogidas (1932-1973), Madrid, Gredos, Antología Hispánica, núm. 33, 1975, 318

págs.

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36. El Zancudo. La caricatura política en Colombia (Siglo XIX), Bogotá, Editora Arco, 1975, 213 págs. Texto de Arciniegas: págs. 8-39.

37. Antología de León de Greiff, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, Coleccl6n Popular, núm. 18, 1976, 334 págs. Selección y prólogo: Germán Arciniegas. Prólogo: págs. 15-30.

38. Galileo mira a América. Roma. Pliegos de cordel, 1:7. Instituto Español de Cultura, 1977, 36 págs.

39. Fernando Lorenzana. Recuerdos de su vida, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1978, 426 págs.

40. Fernando Botero, Bogotá, Ed. Lerner, 1979. Texto de Arciniegas, págs. 13-48. 41. El revés de la historia, Bogotá, Plaza y Janés, 1980, 350 págs. 42. Bolívar, de Cartagena a Santa Marta, Bogotá, Banco Tequendama, 1980, 206 págs. Texto

de Arciniegas: págs. 9-26. 43. Simón Bolívar, Roma, Trec, 1980. 44. 20.000 comuneros hacia Santa Fe, Bogotá, Editorial Pluma, 1981, 442 págs. Texto de

Arciniegas: págs. 11-58. 45. Los pinos nuevos. Diario de un sonámbulo enamorado, Tunja, Editorial Bolivariana

Internacional, 1982, 515 págs. 46. Bolívar, el hombre de la gloria, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1983, 142 págs.

Originalmente publicado como artículo en la revista Selecciones, julio de 1943, los editores lo amplían, con testimonios sobre Bolívar y una cronología. Textos de Arciniegas, págs.7-70.

47. Bolívar y la revolución, Bogotá, Planeta, 1984, 345 págs. 48. Centralismo europeo, federalismo americano, Bogotá, Universidad Externado de

Colombia, 1985, 59 págs. 49. De Pío XII a Juan Pablo II. 5 papas que han conmovido al mundo, Bogotá, Planeta, 1986,

165 págs. 50. Bolívar: de San Jacinto a Santa Marta. Juventud y muerte del Libertador, Bogotá, Planeta,

1988, 194 págs. 51. El embajador, Bogotá, Planeta, 1990, 260 págs. 52. El libertador y la guerrillera, Bogotá, Carlos Milla Bartres, 1990, 99 págs. (Teatro). 53. Con América nace la nueva historia. Textos escogidos. Selección y prólogo de Juan

Gustavo Cobo Borda, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1990, 371 págs. 54. América es otra cosa, Bogotá, Intermedio Editores, 1992. 55. El mundo cambió en América, Bogotá, Intermedio Editores, 1993, 290 págs. 56. América Ladina, textos de Arciniegas compilados por Juan Gustavo Cobo Borda, México,

Fondo de Cultura Económica, 1993. 57. Cuadernos de un estudiante americano, Bogotá, Ediciones Uniandes-Educar Cultural

Recreativa, 1994, 598 págs. 58. Gatos, patos, armadillo y otros seres humanos, Bogotá, Presidencia de la República, 1994,

109 págs. 59. Bolívar y Santander – vidas paralelas, compilado por Juan Gustavo Cobo Borda, Bogotá,

Planeta, 1995. 60. América nació entre libros (2 tomos), Bogotá, Presidencia de la República, 1996. La taberna de la historia, Bogotá, Planeta, 2000 (obra póstuma). el medio oriente y el historiador: plaidoyer por la enseñanza del área en colombia

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la crónica roja en bogotá william ramírez tobón ∗

antecedentes del género La Crónica Roja es, pese a su aparente concreción como género periodístico, un asunto polémico y ambivalente. El término, que en el mismo español tiene dos variantes -Crónica Roja y Sucesos- si bien alcanza en algunos idiomas nociones más o menos equivalentes (cronaca en italiano, chronicle en inglés, Tagesneuigkeiten en alemán) en otros como el ruso (proischetsvie) y el francés (faits divers) resulta difícilmente traducible sin recurrir a una dispendiosa perífrasis. Ha sido la cultura francesa la que con su habitual refinamiento conceptual ha logrado darle al tema un tratamiento cercano al de los grandes géneros literarios. Ya en la primera mitad del siglo XIX, los faits-Paris o canards que representaban los rumores, las “bolas” que se ponían a circular entre las gentes con su ambigua mezcla de verdad y fantasía, llamaron la atención de Balzac. Pero es en el último tercio del siglo XIX, cuando los faits divers hacen su entrada ilustre en la lengua francesa con Mallarmé, quien publica, bajo el título de Grands faits divers, “textos que al lado de alusiones sobre el escándalo de Panamá nos hablan de hechos tan diversos como la Magia del Verbo y la confrontación del Poeta con el

∗ Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional.

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Trabajador manual”1. No será sino mucho después, en 1954, cuando gracias a unas breves notas de Merleau-Ponty se tendrá una nueva semblanza de los faits divers al calificar como tales tanto el hecho testimonial de él mismo haber presenciado el suicidio de un hombre en una estación de tren en Italia, como el drama leído en un periódico o los petits faits vrais de Stendhal2. Diez años después, en 1964, Roland Barthes tratará de definir la estructura de los faits divers como unidades dotadas de una información total, inmanente, que al contener en sí todo su saber no remiten a ningún otro conocimiento externo para explicarse a sí mismos y ser lo que son: estructuras cerradas que le dan al consumidor, mediante su lectura, todo lo que es posible darle. Para Barthes es la inmanencia de tal estructura cerrada lo que define a los faits divers. Pero ¿qué pasa dentro de ésta? Un ejemplo, el más sencillo posible, nos lo dirá, según Barthes: “acaban de hacerle la limpieza al Palacio de Justicia. Esto no tiene mayor importancia. No lo habían hecho desde hace cien años. Esto es un fait divers”3. No obstante los imaginativos esfuerzos por definir este tipo de acontecimientos sobre los cuales la prensa escrita reivindica una celosa maternidad, habría que reconocer con algunos franceses que a sus faits divers se les puede encontrar en cualquier momento de la historia humana. Es lo que muestra Romi en su antología de sucesos extraordinarios recogidos desde la Edad Media hasta la época contemporánea, selección de encantamien-tos, crímenes, impresionantes incidentes y monstruosidades, o la de Pierre Seguin sobre el siglo XIX, poblada de grandes catástrofes, de animales fantásticos, de crímenes de pasión, de sueños y pesadillas populares4. Y no podría ser de otra manera, pues como lo dijo con gracia Pierre Viansson-Ponté, dado que la historia de la humanidad comenzó por la sustracción fraudulenta de una manzana, continuó con un fratricidio y casi llega a su fin por una catástrofe meteorológica como la del diluvio, no tiene nada de extraño que los faits divers puedan reflejar la vida y la imagen de las sociedades5. el caso colombiano En Colombia, la aparición y desenvolvimiento del género han llegado a vincularse a un solo nombre. Gabriel García Márquez, por ejemplo, llamó a Felipe González Toledo “el inventor de la crónica roja”. Este Felipe, nacido en Bogotá el 27 de julio de 1911 y fallecido en la misma ciudad el 31 de agosto de 1991, comenzó su actividad periodística a fines de los años treinta en el Diario Nacional y La Razón para vincularse después a El Liberal, donde le asignaron las noticias de policía. Fue en El Espectador y la revista Sucesos donde desarrolló y culminó su característica visión periodística. Es muy poco probable que González Toledo hubiese conocido las elaboraciones teóricas e historiográficas que en Europa circulaban alrededor de ese periodismo montado sobre insólitos hechos cotidianos y aún bajo la sospecha de medrar gracias a la vulgaridad y el sensacionalismo. No dejan de ser llamativas, sin embargo, algunas convergencias entre su 1 AUCLAIR, Georges, Le Maná Quotidien, structures et fonctions de la chronique des faits divers, París, Editions Anthropos, 1982, p. 10. 2 Ibid. 3 BARTHES, Roland, “Structure du fait divers”, en LECERF, Maurice, Le faits divers, Larousse, París, Idéologies et sociétés, 1981, pp. 156-157. 4 ROMI, Histoire des faits divers, París, Editions du Pont-Royal, 1962 y SEGUIN, Pierre Seguin, Nouvelles à sensation. Canards du XIX siècle, Coll. Kiosque, 1959. 5 LECERF, Maurice, op. cit., p. 11.

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personal itinerario profesional y lo que en el continente europeo ya era un género periodístico con una importante base de lectores. De entrada se advierte la deliberada relación del cronista con la literatura, ya que desde su temprana vocación de escritor se decidió por la reseña policíaca como una actividad en la cual podía combinar estilo e imaginación. Pensó, según sus propias palabras, que allí “podía jugar un poquito a la imaginación y desarrollar un estilo […], a la noticia aplicarle una técnica distinta […], una conformación agradable […] no para falsear los hechos [puesto que a tal] imaginación le apliqué un gran sentido de responsabilidad”6. González Toledo no era, como puede verse por sus propias palabras, un receptor pasivo de la realidad. Había en él la preocupación por darle a su trabajo un sentido distinto al del simple reflejo de los eventos externos, por dotarlo de significados existenciales y de compromisos éticos. A él no le gustaba el término de “crónica roja”. Coincidiendo con quienes desde el continente europeo rebasaban el marco restrictivo de los hechos de sangre, indicaba que la denominación le parecía “cruda” y “deliberadamente despectiva”. Sobre la base de que la crónica roja falseaba la noticia dándole apariencias espectaculares, González Toledo proponía el término alternativo de noticias de policía. ¿Por qué? Porque la primera denominación le parecía cruda y despectiva mientras que en la segunda “la esencia humana de la noticia se mantenía: los pecados de las personas, el que coloca su vida al borde del abismo…”7. Pero, aún más, para nuestro cronista las historias de policía daban la posibilidad, por su carácter socialmente expresivo y las numerosas claves de poder en ellas contenidas, de hacer la historia grande, la que con mayúsculas se escribe desde la academia. Por eso tuvo el proyecto de “escribir diez años de historia que iban del 43 hasta cuando Rojas tomó el poder. Diez años de historia montada sobre historias de policía”8. Nada más claro que esta idea, por desgracia nunca realizada, para revelar el estatuto literario, sociológico e histórico que Felipe González Toledo le daba a su trabajo. Es entre 1956 y 1962, en Sucesos, exitoso semanario de crónicas y reportajes que con una circulación de 60.000 ejemplares llegó a ser la mejor revista de su tipo publicada en el país, cuando González Toledo, como codirector de la misma, parece darle la más cumplida forma a su concepción del género. El nombre de la nueva revista, el mismo que en el vespertino de El Espectador cubría las páginas de la información judicial y policíaca, anticipa el sentido que Georges Auclair le dará en 1970 al término cuando, al buscar las afinidades en otros idiomas para los faits divers, observa que “si en español el plural sucesos puede servir para designar los mismos, en el singular el suceso se refiere más a un “acontecimiento”9, en la connotación que este último tiene como “hecho histórico”, es decir, importante, dentro de la historiografía convencional. Una selección de Sucesos a partir de los títulos de las crónicas permite apreciar el carácter multidimensional de la revista. “Locura e intriga en el asesinato y proceso de Jorge Eliécer Gaitán” de Felipe González Toledo, “Tras el fugitivo número uno de América” y “Condenados a veinte años por crimen que no cometieron” de Gabriel García Márquez, “El ‘loco’ Galvis halló la paz donde lo esperaba la muerte”, de Plinio Apuleyo Mendoza,

6 ALAPE, Arturo, “Felipe González Toledo: maestro de la crónica policíaca”, en Magazín Dominical, El Espectador, Bogotá, enero 12 de 1992, p. 7. 7 Ibid. 8 Ibid. 9 AUCLAIR, op. cit., p. 13.

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“León de Greiff, poeta subversivo” de Juan Lozano y Lozano, “La vida ‘íntima’ del caballo Triguero”, de Germán Pinzón, “El pleito por el ‘hijo’ colombiano de Josefina Baker”, de José Guerra, “Se suicida amante imaginario de Gabriela Mistral”, de Arturo Escobar Uribe, “Los negros despiden a sus muertos con canciones”, de Manuel Zapata Olivella, “Joven pobre sueña con la gloria taurina”, de Santiago Iriarte Rocha, “El atropello de la dictadura en la Plaza de Toros de Santamaría”, de Carlos Villar Borda. Un esquema muy parecido al que defendería en 1978 una autorizada voz del periodismo mundial, Michel Villeneuve, jefe de redacción de France-Soir, “la gente se hace una falsa idea sobre los faits divers ya que los asocian generalmente con la imagen del crimen pasional: en realidad estos sucesos son, pese a muchos de sus contenidos, una explosión de vida. Ellos se producen cuando dos caminos, normalmente paralelos, se cruzan y se chocan”10 . la crónica roja en bogotá La distinciones precedentes entre “crónica roja”, “historias policiales” y “sucesos” permiten revelar la amplitud del debate sobre un género periodístico que pese a la ambigüedad de sus confines y a la variedad de sus contenidos no deja de registrar, por encima de todo, las singulares e inesperadas explosiones de vida en el curso aparentemente regular de la existencia humana. Pero la crónica roja es mucho más que el testimonio de un hecho que pide ser comunicado por su condición de ruptura de la continuidad cotidiana. Hay en ella mediaciones, no siempre transparentes, que lastran la aparente inmediatez del relato. La crónica roja hace parte, sin que para ello se lo proponga de modo explícito, de una institucionalidad disciplinaria orientada a homogeneizar y normalizar la conducta según patrones de comparación y diferenciación que integran o excluyen los comporta-mientos individuales11. Esa misma institucionalidad hace que el escritor de tales noticias, sin que tampoco se lo proponga de modo explícito, se convierta mediante la verdad de sus propias pesquisas, en un conjuez de las verdades y sanciones procesales buscadas por la justicia de cada sociedad. Es portador, quiéralo o no, de una verdad extra-procesal cuyo fallo de inocencia o culpabilidad no deja de tener importantes connotaciones sociales y aún jurídicas. De todas maneras, al absolver o culpar, el género policíaco logra participar de ese arte del castigo que según Foucault diferencia a los individuos entre sí según reglas de conjunto por seguir, y mide “en términos de valor las capacidades, el nivel, la ‘naturaleza’ de los individuos”12. La crónica roja sería, en fin, uno de los miradores del Panóptico social, figura esta que nos permitimos derivar del Panóptico de Bentham empleado por Foucault, construcción en anillo poblada de celdas en cuyo centro hay una torre con dos ventanas, una al interior y otra al exterior, cuyo juego de contraluces le permite a los vigilantes observar, individualizados y visibles, a los confinados. Y que tiene tanto la capacidad de amplificar el poder público como de elevar el nivel de la moral colectiva.13

El Panóptico social: conjunto de espacios segregativos poblado por todos aquellos que en algún momento rompieron la normalidad y el orden de una sociedad que se autorreproduce gracias a sus miradas y aparatos disciplinarios. Aun cuando algunas de esas segregaciones son compartidas por todas las sociedades según una tabla general de la ley, la del asesino y el ladrón por ejemplo, la principal característica de la estructura panóptica es su 10 LECERF, Maurice, op. cit., p. 37. 11 FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1978, p. 188. 12 Ibid., p. 187. 13 Ibid., pp. 203, 211.

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relatividad social e histórica. El Panóptico social en Colombia, para hablar ya de nuestro caso concreto, es una construcción conformada según los tipos, formas y número de exclusiones impuestas por el también histórico y cambiante estatuto de normalidad pública y privada. Y es la crónica roja uno de los indicadores más expresivos de ese polivalente y dinámico universo de excluidos sociales.

A pesar de que el anterior postulado no puede desarrollarse en los estrechos límites de la presente antología policíaca, se selecciona a continuación una serie de crónicas rojas en el sentido más judicial del término, restringida a Bogotá, y en un largo período comprendido entre comienzos y mediados del presente siglo, sin dejar de lado algunas indicaciones sobre su entorno social e histórico.

1. las tres primeras décadas del siglo

Las precarias estructuras físicas, económicas e institucionales de Colombia parecían desmanteladas después de la guerra transcurrida entre 1899 y 1902. La administración del general Rafael Reyes, de 1904 a 1909, fue decisiva para la reconstrucción socio-económica e institucional del país, efectos visibles en sus principales ciudades y por consiguiente en la capital. El establecimiento del ministerio de Obras Públicas, pilar de su proyecto infraestructural de nuevos y mejores caminos, carreteras y redes férreas, representa la idea modernizadora del Presidente como una integración de los inconexos territorios y economías locales a nivel nacional. La fuerte intervención del Estado sobre la infraestructura urbana provoca importantes efectos arquitectónicos al dejar numero-sos edificios institucionales que consagran a Rafael Reyes como la figura más importan-te de la arquitectura republicana en sus últimos 30 años de desarrollo. En cuanto a Bogotá, el progresivo movimiento de expansión urbana que fue acompañando el curso inicial del siglo XX, se hizo sobre el movimiento de tierras congeladas hasta entonces en el tradicional uso rural o semi-rural característico del siglo precedente. La aparición del tranvía de mulas, primero, del eléctrico después, estimuló la construcción de viviendas a distancia del centro de las ciudades o de los lugares de trabajo, “así como la rápida absorción de núcleos urbanos periféricos que habían conservado su aislamiento, como fue el caso de Chapinero, en Bogotá”14. Pero la distribución interna de la ciudad continuó siendo, por lo menos hasta 1930, básicamente concéntrica:

“… en el centro de la ciudad, superponiéndose a la centralidad colonial, alrededor de la plaza mayor [Plaza de Bolívar], y a lo largo de un eje principal, la carrera Séptima, se asentaban las actividades administrativas y comerciales. Los estratos más altos se ubicaban en las inmediaciones centrales, en parte del tejido colonial y en una corona que rodeaba las actividades administrativas y comerciales. Los sectores populares se localizaban en una aureola exterior, rodeando a la ciudad en prácticamente todos los sentidos. Hay que anotar que una buena parte de los sectores populares, que consistí-an en personal de servicio doméstico, ocupaba las mismas edificaciones que sus pa-trones, y que existía además un sector de artesanos hacinados en zonas degradadas del centro, en muy precarias condiciones de habitación. Las primeras industrias que habían sido implantadas desde finales del siglo XIX, se habían instalado precisamen-te en la periferia, especialmente en el Nor-oriente, y en el Sur y el Occidente”15.

14 TELLEZ, Germán, “La arquitectura y el urbanismo en la época republicana, 1830-40 / 1930-35”, en Manual de historia de Colombia, tomo II, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1979, pp. 494. 15 JARAMILLO, Samuel, Producción de vivienda y capitalismo dependiente: el caso de Bogotá, Bogotá, Facultad de Economía, Universidad de los Andes, s.f., p. 70.

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Ya hacia el final del período republicano se hizo clara la tendencia de la capital del país a crecer dentro de un eje en coincidencia con las prolongaciones viales del tranvía municipal y con una creciente segregación social según la orientación del eje: hacia el norte, casas espaciosas y aisladas para los sectores más pudientes e hileras de “quintas” más pequeñas para la clase media comerciante; hacia el sur y el occidente, tierras y lotes de menor valor para las clases medias bajas, los núcleos artesanales y obreros que ya no cabían en el centro de la ciudad. “El mundo urbano de las ciudades colombianas se escindió definitivamente en sectores amables y hostiles, ricos y pobres, arquitecturizados y a la buena de Dios”16. El proletario, como personaje propio de la industrialización y por consiguiente de un mercado de fuerza de trabajo y de bienes de consumo que tiende a articularse dentro de espacios urbanos, tiene una presencia tímida e incipiente en el conjunto del país aunque en algunas regiones como Bogotá parece alcanzar un mayor porte. Junto a un artesanado importante, la ciudad presenta algunas empresas industriales que producen cerveza, vidrio, loza, cemento, fósforos y unas pequeñas fábricas de textiles. La fábrica de cerveza Bavaria, todavía tenía en 1910 “muchas hectáreas de campo en torno suyo donde se cultivaba la cebada para producir la bebida, y en un radio no mayor de cuatrocientos metros en torno suyo habitaba un 85% del total de sus trabajadores”17. Los artesanos, que hasta mediados de los años 20 le dan cuerpo a la totalidad de sindicatos del país, se caracterizaron por una alta conciencia profesional siempre dispuesta a la reivindicación de sus intereses laborales. Bogotá fue sede de dos casos de importancia histórica nacional, ambos protagonizados por los sastres: la beligerante manifestación hacia el Palacio Presidencial para protestar contra la importación de uniformes militares, a comienzos de 1919, y la huelga de 1927, sostenida por movimiento similares de solidari-dad en varios departamentos. Con todo, los analistas de las tres primeras décadas del siglo no dejan de recordar la relativa escasez de las masas populares urbanas, la poca organiza-ción de sus diferentes sectores y la desarticulación de su campo de acción, todo esto entendido desde una moderna auto-conciencia colectiva ya que no dejan de llamar la atención los violentos e inesperados reflejos de rechazo a ciertas situaciones expresados por algunos grupos populares. Para comprender esto último es necesario recordar cómo desde el Estado, las instituciones religiosas y las clases altas, se habían impuesto desde finales del siglo XIX formas asistencialistas para responder al problema social. Bajo el espíritu moralizador y tradicio-nalista propio de la Regeneración, el clero, ayudado por las clases pudientes, fundó “instituciones dedicadas al cuidado de indigentes, huérfanos, dementes, delincuentes, para realizar obras de beneficencia y caridad y fundar sociedades de artesanos o de obreros y patronos”18. Esta campaña tuvo a su servicio periódicos en Bogotá, Colombia Cristiana y Defensa Católica por ejemplo, que contribuyeron a crear una imagen fuertemente desvalorizante de las clases bajas como uno de los protagonistas habituales de las crónicas judiciales en aquella época. Según uno de estos periódicos en el pueblo,

16 TELLEZ, Germán, op. cit, p. 496. 17 Ibid. 18 LLANO, María Clara, CAMPUZANO, Marcela, La chicha, una bebida fermentada a través de la historia, Bogotá, Colcutura-Cerec, 1994, p. 67.

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“… por regla general, los vínculos de la familia no sólo se han relajado, sino que puede asegurarse que no existen. El matrimonio no es considerado como sacramento sino como autorización de la unión de los dos sexos. La autoridad paternal, despótica y brutal, no se ejerce sino en estado de embriaguez y como el niño no puede valerse por falta de fuerzas, abandona a sus padres en el momento en que puede ganarse la vida con la mendicidad o con el trabajo; la mujer, tan viciosa como el marido no re-conoce la autoridad de éste, y los escándalos son diarios entre ellos19.”

La cita anterior es parte de uno de los cuatro artículos sobre la mendicidad publicados en Colombia Cristiana entre diciembre de 1892 y enero de 1893, causantes de una ola de indignación popular que terminó por configurar “la más grande manifestación de inconformidad urbana del siglo XIX”20. Como lo señala Aguilera, los habitantes pobres se adueñaron de las calles de la ciudad desde el 15 al 17 de enero mediante violentas acometidas contra la casa del periodista (tanto éste como el periódico eran parte del engranaje religioso de asistencia y caridad social), instalaciones policiales, viviendas de altos funcionarios, edificios y bienes públicos, casas religiosas y particulares21. Aun cuando sin las dimensiones sociales del motín de 1893, las expresiones levantiscas de los sectores populares de Bogotá reaparecieron en los treinta primeros años del siglo XX y fueron objeto de crónicas policiales tal como lo atestiguan los ejemplos tomados de crónicas publicadas en julio de 1911, octubre de 1917 y octubre de 1922; y los muy específicos motines contra las chicherías de abril y agosto de 1923 y de julio de 1929 de los cuales hablaremos más adelante. En la primera de ellas, día de la fiesta nacional, la insatisfacción por una corrida de toros llevó a la turba a desentablar el circo, acorralar a los 20 agentes de policía que hacían el servicio de vigilancia ordinario para el espectáculo, sitiar el cuartel de policía cercano a la plaza de toros y crear desórdenes hasta altas horas de la noche. Después de dos muertos y numerosos heridos, la intervención de un batallón de la Guardia Colombiana bajo la dirección del propio ministro de Guerra logró calmar la situación. En la segunda, las risas de tres espectadores de una procesión religiosa, llevó a la multitud bajo los gritos de “mueran los herejes” y “viva la religión”, a perseguir a los individuos y empezar a demoler una tienda donde se habían refugiado, hasta que un piquete de la policía logró detener sus propósitos sacrificiales. En la tercera, un operativo de los guardias de la Renta de licores de Cundinamarca contra un grupo de contrabandistas en las cercanías del cerro de Guadalupe, llevó a numerosos moradores del Paseo de Bolívar a juntarse para impedir mediante la violencia el cumplimiento de la acción judicial. De todas maneras, más allá de la extrema posición de los periódicos cristianos citados y de la sensibilidad reactiva de los sectores populares, el notable sesgo descalificador que sobre la base de las diferencias sociales se hacía desde arriba y hacia abajo, impregnaba la visión de los medios de comunicación escritos sin excluir, por supuesto, la relacionada con las crónicas policiales. Estos registros de sucesos, escuetos y reiterativos respecto de los infanticidios, por ejemplo, llegaban a decir como en un caso de octubre de 1909, que la miseria por haber “llegado a su colmo entre nosotros, seguramente es la causa de que esta clase de crímenes sean los más comunes aquí. Recuérdese que no hace dos días la Policía encontró abandonado en el zaguán de una casa a un niño recién nacido”. Pero que deja de

19 Ibid. 20 AGUILERA, Mario, Insurgencia urbana en Bogotá, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1997, p. 138. 21 Ibid., pp. 156-164.

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ser un desmañado apunte periodístico el 12 de noviembre de 1920 cuando el cadáver ya no es encontrado junto a un gallinazo en la orilla izquierda del río San Agustín, en el estercolero de un solar, o bajo el lecho de un rancho recién abandonado sino dentro de una iglesia, cerca de un confesionario, por una anciana ayudante del sacristán que habla en primera persona, con frases elocuentes y conmovedoras. Pero es que, como dice el periodista, “el niño muerto de manera tan cruel presenta aspecto de ser hijo de personas decentes. Es blanco y de perfecto aseo”, lo cual parece ameritar, por lo visto, un tratamien-to periodístico más refinado. Con lo del suicidio, las distinciones de clase hacen también su notable diferencia, esta vez en cuanto a las medidas de compromiso sentimental o de fórmulas de duelo con los dolientes del insuceso. Mientras para los cadáveres ilustres se resalta esta última condición en los titulares y se remata la noticia con un “lamentamos este fatal acontecimiento y presentamos nuestro pésame a los deudos del finado” o “lamentamos este desgraciado acontecimiento”, para los de abajo se emplea un pragmatismo informativo al estilo de “el revólver, que era un Smith y Wesson, se lo había prestado un amigo” o “se cree que fue ella quien suministró el arma a su novio, para el caso de que se quisiera impedir la celebración del matrimonio por la fuerza”. Otra de las asociaciones desfavorecedoras de la imagen social construida en torno a los sectores populares durante esta época, es la de su afición por la chicha y su correspondien-te proclividad al delito. La chicha, una bebida de origen indígena, se arraigó entre los pobres del altiplano al punto de convertirse en la mayor, si no la única, forma de socializa-ción y diversión del pueblo. En las chicherías, además de la bebida, se vendían artículos para el hogar, alimentos preparados y, en algunas, podían ofrecerse juegos como el tejo, el boliche o los bolos. Para el caso de Bogotá, aunque podían encontrarse en muchos lugares de la ciudad, se concentraban en los barrios tradicionales como Belén, Egipto, Las Aguas, Germania, y en los barrios populares surgidos a principios del siglo XX: San Cristóbal, Las Cruces, y las casas de El Paseo Bolívar22. Los argumentos individuales e institucionales contra las chicherías fueron de diferente índole: urbanísticos, morales, higiénicos y sociales. Desde lo urbanístico, se criticaba su localización y el estorbo de los consumidores al invadir los pasos peatonales de las calles; desde lo moral, se denunciaban los actos contra la decencia: gente orinando, palabras soeces, gritos e improperios contra los transeúntes. Desde lo higiénico, se repudiaba sus condiciones de desaseo que propiciaban el contagio de las enfermedades y la propagación de eventuales epidemias. Como conclusión,

“… las chicherías producían no solo abandono de hogares y desintegración familiar sino que eran consideradas los principales centros de criminalidad a tal punto que los días que las autoridades lograban cerrarlas, la prensa anunciaba jubilosamente la disminu-ción y en algunos la total desaparición de delitos de sangre, riñas, hurtos y anunciaban una calma total en la ciudad”23.

Los crónicas policiales reflejaban muchas de las características objetivas de las chicherías pero amplificaban, también, los prejuicios sobre el carácter causal de estas últimas respecto del deterioro de la calidad de vida en sus entornos geográficos y .sociales. El crimen de Eva Pinzón, una humilde mujer “apuñaleada, destripada, descuartizada, cuyo cadáver es

22 LLANO, CAMPUZANO, op. cit., pp. 85-88. 23 Ibid., p. 102.

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golpeado contra las piedras”, según el destacado titular del periódico el 23 de abril de 1922 y que siguió ocupando titulares durante tres semanas, no era sólo la denuncia de un acto repudiable sino también la criminalización de una zona de la ciudad donde tales actos parecían ser habituales. Así lo indica el titular del 13 de mayo del mismo año, sobre “Otro crimen en el tenebroso Paseo Bolívar”, que contrapone de modo efectista la “iglesita” de la cual salen de rezar el rosario los esposos Manuel Vicente y Ernestina y el ataque a puñal de que son víctimas al pasar, de camino a la casa, por una cercana chichería. En la “Sangrienta reyerta en el Paseo de Bolívar”, del 22 de mayo de 1923, se hace hincapié en las innumerables chicherías que existen en esa parte de la ciudad, de una de las cuales sale una sangrienta reyerta en la que participan tres mujeres y dos hombres sobre los cuales se extreman las descripciones de las heridas. Pero lo que representaba este sector era, sobretodo, la territorialización de la ciudad según insuperables diferencias sociales, ya que pese a su vecindad del centro de la ciudad (ocupaba las primeras estribaciones de la cordillera oriental) y a su numerosa y densa población, no aparecía en los mapas oficiales:

“… era tan extraño el Paseo Bolívar a las pautas de utilización del espacio de las capas dominantes, que inclusive no se le consideraba ciudad. Los sucesivos gobier-nos municipales y los distintos aparatos de poder local hicieron de la erradicación y “saneamiento” del Paseo Bolívar su tarea principal, a lo cual se resistieron ferozmen-te los habitantes de las zonas involucradas”24.

Es importante subrayar que estas y muchas otras crónicas sobre los nefastos efectos de la chicha, coinciden la con los famosos motines populares de los años veinte contra los impuestos decretados por la Asamblea de Cundinamarca sobre el litro de la bebida, lo cual provocó alzas consideradas inaceptables por los consumidores. Estos motines fueron de gran magnitud: el de abril de 1923 congregó movilizaciones de hasta 500 personas que durante dos noches cubrieron toda la ciudad y atacaron 90 chicherías; en agosto se organizó una ofensiva general contra todas las chicherías que llegó a reunir en un solo sitio a más de 600 personas, inclusive muchas mujeres quienes se lanzaron a piedra y palo contra varias tiendas; seis años más tarde, en julio de 1929 hubo, durante tres días, fuertes disturbios a causa de nuevos aumentos sobre los precios de la bebida25. Que la chicha y el pueblo fueran sinónimos parece ratificarlo la siguiente cita:

“… la chicha en Bogotá la tomaban los artesanos de todas las gamas, desde aprendi-ces hasta maestros […], los obreros de grandes talleres y los de fábrica; las sirvientas y los cargadores, los campesinos del mercado, los pequeños comerciantes ambulan-tes y los dueños de tiendas de barrio, los “chinos” de la calle, las prostitutas, los la-drones, los mendigos”26.

Todo, en fin, lo que se miraba con recelo desde la alta torre del Panóptico social colombia-no de esa época.

2. después de los años treinta

La crisis mundial de 1929 fue el reactivo que llevó a nuestro país a un nuevo modelo de desarrollo. Ante la drástica caída de las reservas de oro y divisas y, por consiguiente, de su capacidad importadora, se impuso la necesidad de sustituir importaciones dentro de los

24 JARAMILLO, Samuel, op. cit., p. 72. 25 LLANO, CAMPUZANO, op. cit., pp. 133-137. 26 Ibid., p. 80.

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límites de lo que todavía eran unas débiles bases industriales. Los resultados en los 15 años siguientes no fueron, sin embargo, muy alentadores desde el punto de vista de la densidad productiva y la diversificación industrial: una economía levantada sobre unos pocos sectores de productos de consumo representados por alimentos, bebidas, textiles y tabaco. El artesanado, en consecuencia, siguió ocupando un lugar muy importante: para 1938 el 80% de las 450.000 personas ocupadas en la “industria” pertenecía al sector artesanal27. La Segunda guerra mundial y las nuevas dificultades de importación no llevaron al país a lo que podría haber sido un salto adelante en la búsqueda de una industrialización que ampliara la sustitución de los bienes de consumo e involucrara el renglón de las industrias de base. Pese a algunas visiones favorables a esta alternativa dentro de la dirigencia económica y política, la ya crónica estrechez de la dinámica industrial terminó por hacerle pareja a la supuesta vocación cafetera de nuestro desarrollo. Así fue como, a pesar del rápido crecimiento del período de post-guerra, la diversificación industrial en 1953 era aún muy limitada si se mira la importancia de los sectores tradicionales: las bebidas con un 20 por ciento del valor agregado industrial; los textiles, con un 15 por ciento; los alimen-tos, con un 19 por ciento28. Es sólo a finales de los años 50 cuando se amplía la diversifi-cación de la producción industrial al aparecer, en algunos casos, y desarrollarse, en otros, los sectores de base: acerías, química, electricidad. Entre “1955 y 1957 el consumo total de electricidad aumenta en un 68 por ciento”29. De aquí en adelante, la política de apertura a las inversiones extranjeras se consolida dándole paso al proyecto del gran capital internacional para someter, mediante las empresas multinacionales, los proyectos locales de sustitución industrial. Esa es una apertura que le da un gran impulso a la expansión del mercado interno y, en la dinámica de integración económica subsiguiente, crea las bases para la futura incorporación del país dentro de la lógica de globalización capitalista mundial. El impacto del modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones tiene un importante impacto sobre el sistema urbano nacional. Las nuevas industrias y las expan-siones de las existentes eligen los centros urbanos con sus concentraciones de mano de obra, mercados locales e infraestructura, como los lugares naturales de su desenvolvimien-to. Bogotá, la ciudad con mayor volumen poblacional en ese momento, sufre una aceleración en su crecimiento demográfico: “entre 1928 y 1938 tiene una tasa de creci-miento anual de 4.22%, que pasa entre 1938 y 1951 a 5.35% anual, lo cual contrasta con el crecimiento relativamente más moderado entre 1912 y 1928 que solo alcanzó el 3.75% anual”30. De este crecimiento demográfico es importante resaltar, por sus efectos en la división social del espacio urbano, las gruesas corrientes migratorias de origen rural resultado de factores económicos y extra-económicos sobre la descomposición de las relaciones sociales tradicionales en el campo. Con las transformaciones globales de los años 30 se modifica el modelo de organización interna de la capital, uno de cuyos cambios más conocidos es el abandono del centro de la ciudad como lugar privilegiado de habitación de las clases altas y su traslado hacia la periferia. Este movimiento, que se había venido dando de modo paulatino desde años atrás,

27 PECAUT, Daniel, Política y Sindicalismo en Colombia, La carreta, Bogotá, 1973, p. 115. 28 Ibid., p. 245. 29 Ibid., p. 251. 30 JARAMILLO, Samuel, op. cit., p. 68.

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se acelera en la década del treinta hasta chocar violentamente con la localización de sectores populares en la periferia de la ciudad y provocar notables resistencias31. Es una lucha con antecedentes desde los años 20 que se va a intrincar y exasperar con las nuevas migraciones rurales-urbanas producto de la violencia desatada desde fines de la década del cuarenta. Para el período comprendido entre 1951 y 1964 Bogotá alcanza el mayor ritmo de crecimiento de su historia con una tasa de 7.65 anual32. Sobre la década de los años 60, límite de estas consideraciones, la capital del país es un caótico mundo de exclusiones y autoafirmaciones defensivas dentro del cual los reflejos agresivos empiezan a ser la única respuesta a la creciente inseguridad y a la decreciente calidad en el nivel de la vida ciudadana. La marginalidad de amplios grupos de población hacinados en precarios nudos habitacionales llamados barrios sub-normales, evidencian hasta qué punto la “normalidad” es un privilegio reducido a una estrecha capa de ciudada-nos. Una normalidad con un punto cardinal como dirección y espacio de identificación social y urbana, el norte de la ciudad, y una desviación de ese estándar dejada al sur como asiento exclusivo de las capas populares y a algunas zonas del viejo centro urbano donde pululan los inquilinatos. El panóptico social ha ampliado y diversificado sus recintos sin perder, por ello, la nitidez de sus contornos. La crónica roja no ha dejado de registrar, mientras tanto, los efectos de los cambios sociales en la inveterada comisión de atentados contra el orden y la conviven-cia ciudadana. El delito es enriquecido por nuevos sentidos y nuevas dimensiones. Véase la emergencia, por ejemplo, de organizaciones delictivas bajo la dirección de famosos capos como es el caso de Papá Fidel, patrón de la fabricación clandestina de licores en los alrededores de Bogotá y jefe máximo de los “cafuches” o contrabandistas, según aparece en una crónica de octubre de 1941; o la delirante denuncia de un sindicato del crimen dedicado a descuartizar bellas mujeres según lo denunciado por una insomne y vigilante mujer de 45 años, el 27 de septiembre de 1941; o la ocurrencia cada vez más frecuente de homicidios aislados por causas políticas, como lo muestran el cruce de disparos entre dos detectives, uno liberal, el otro conservador, y el liberal acuchillado por dos conservadores, casos ocurridos a comienzos de 1939. Pero el evento más importante del período es el del famoso “crimen del baúl” que enfrentó profesionalmente a los grandes de la crónica policial en 1945: Ismael Enrique Arenas de El Tiempo, Rafael Eslava de El Siglo y Felipe González Toledo de El Espectador. Tal como lo relata este último, doce años después de un crimen semejante en Europa apareció dentro de un baúl, en la bodega de una agencia de transporte de Bogotá, el cadáver de una muchacha de unos 14 ó 15 años. La falta de identidad del cuerpo, los vagos testimonios de los empleados de la agencia, configuraron un misterio complicado con informaciones fantasiosas y sesiones de espiritismo del juez para tratar de descifrar un caso que produjo muchos folletines de prensa y varias investigaciones alternativas a la oficial. Una de estas la adelantó González Toledo quien durante seis meses de crónicas desmontó conjeturas, demostró la falsedad de revelaciones consideradas definitivas y dejó el caso en lo que era desde el principio: un absoluto misterio. Como lo diría el gran cronista, años después, todo ello fue

31 Ibid., p. 72. 32 Ibid., p. 90.

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“… un ejercicio de periodismo polémico y novelesco, y sin limitaciones de espacio porque los avisos dejaban el suficiente espacio […]. Mis escritos presentaban hipóte-sis, explotaban factores, sustentaban unos planteamientos. La historia quedó en un misterio definitivo y el cuerpo de la muchacha embalsamada, en el baúl de la memo-ria de quienes leyeron mis historias”33.

Fue este uno de los momentos estelares de la crónica roja en el país y uno de los más importantes antecedentes del periodismo investigativo, ya que los artículos de González Toledo se basaron en un cuidadoso rastreo de los hechos, una juiciosa confrontación de hipótesis y unas coherentes conclusiones. Así fue como se inventó la crónica roja en el país pero hay que reconocer que para ello fue necesario, además de las extraordinarias calidades periodísticas de su autor, el hecho de que Bogotá había cambiado tanto que ya no era necesario fantasear e inventarse el crimen. Sólo una ciudad donde eran tan escasas las noticias de policía que los periódicos tenían que inventárselas para satisfacer a sus lectores, explica que todavía en 1935 un periodista judicial entretuviera a sus lectores con la “infancia, juventud y aventuras del grande hampón señor Mediabola” y llegara a crear al delincuente “Rascamuelas”, en cuya búsqueda dirigió batidas el muy real Prefecto de Seguridad de Bogotá, general Alfredo J. De León ”34. O que un jefe de redacción de un importante periódico, el inmenso poeta Porfirio Barba Jacob, se inventara un tenebroso depredador urbano para suplir la falta de “chivas” policiales35. Pero la ciudad cambió… y la realidad se impuso con creces a una imaginación que ya parecía cándida.

33 ALAPE, Arturo, op. cit., p. 8. 34 GONZALEZ TOLEDO, Felipe, 20 crónicas policíacas, Bogotá, Planeta, 1995, p. 188. 35 ECHAVARRIA, Rogelio, en Felipe González Toledo, ibid., p. 15.

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El medio oriente y el historiador: pladoyer por la enseñanza del área en Colombia luis eduardo bosemberg*

Durante décadas la enseñanza en nuestro país de la historia universal ha sido básicamente la de una parte del continente europeo - lo cual hace muy dudosa la denominación de universal. De una u otra manera, ha existido una cierta indiferencia por el estudio de otras regiones. Aunque aparecen cortamente en textos escolares y en las aulas universitarias no es que su presencia descolle. Parecería como que la enseñanza sobre otras geografías fuese una tarea extraña y un campo alejado totalmente de nuestra realidad. Cuando figuran, por ejemplo en el caso concreto del Medio Oriente, se les estudia como parte de la Edad Media europea. En los cursos sobre historia moderna está presente cortamente el Imperio Otomano. Y en la historia contemporánea , a menudo, se presenta al Africa y al Asia como apéndices de Europa. Pareceríamos que pecásemos de excesiva occidentalización. Por todos es sabido que la historia de esa única zona de Europa, que generalmente se estudia, es importante y no sólo por los procesos necesarios para comprender una parte importante del mundo pasado y presente sino también para estudiar las grandes corrientes de las ciencias sociales - incluida por supuesto la historia. Pero, ¿porqué no incluir otras geografías? ¿Acaso no son valiosas? Algunos señalan que no son un tema de moda; otros, por el contrario, que no presentan relevancia alguna pues son muy alejadas de nuestra realidad. * Especialista en historia del Medio Oriente, profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá (Colombia)

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Como una parte global de la educación, entendida aquí en un sentido amplio, figuran en nuestro país los medios de comunicación. Pero estos pecan de provincialismo. Me refiero a casos concretos como noticieros de televisión que no solamente le dedican a las noticias internacionales unos pocos minutos (el fútbol es más importante) sino que de esos pocos minutos al Medio Oriente se le dedica aún mucho menos. Y por supuesto la noticia que se trasmite tiene que ver con violencia o actos que hacen “la noticia”. Pensemos en un ciudadano común y corriente, que mal que bien, se preocupa por informarse y, para ello, prende regularmente su televisor. Lo único que recibe, en tal vez un minuto y sobre el fundamentalismo islámico, es este o aquel acto terrorista. Entonces, no sorprende que lo que percibe con ese flash es una imagen de perversidad musulmana. ¿No debe el historiador ayudar a forjar una imágen más balanceada? Este ensayo, pues, quiere ser un pladoyer por la enseñanza del Medio Oriente en Colombia. En una primera parte queremos mostrar las visiones estrechas que se tienen sobre la región. En una segunda, se indicará la importancia histórica del área y su relación con Occidente. Todo esto para dar unos puntazos sobre el papel del historiador en romper con ojeadas ligeras, en hacer de la región un objeto de estudio a través del cual se amplía, no solamente, su cultura histórica sino además, se adentra en la pluralidad de procesos a veces ignorados. A manera introducción valga la pena señalar que la visión parcial que existe sobre la región, que más abajo explicamos, es más que todo un fenómeno mucho más palpable en Occidente. Sin embargo, creemos que recibimos directamente ese tipo de información que forma mentalidades colectivas. En la medida en que nosotros, en parte, somos occidentales, y tal vez, hoy por hoy, aún mucho más, ya que los medios de comunicación forman la cultura popular, somos recipientes de una mentalidad llena de prejuicios apasionados que revuelven la memoria histórica occidental.

***** Los medios de comunicación traen múltiples noticias sobre la región. Pero, la corta duración de los programas, la necesidad del la noticia “flash” y los formatos comerciales producen estereotipos y facilismo. No sería exagerado decir que el Islam y el Medio Oriente son fácilmente relacionados con fanatismo y violencia. Después de todo, esas son las noticias que se difunden y es el espectáculo que muchos desean ver o propagar. Además, se traduce directamente la noticia producida por los reporteros occidentales. De estos dice Edward Said, el renombrado académico norteamericano de origen palestino, que en realidad no son periodistas, ya que no investigan, no hablan los idiomas locales y apenas cubren lo que hace noticia1. La cultura popular ve películas norteamericanas, como Delta Force, donde se legitima la idea de matar a musulmanes y árabes. La mentalidad colectiva de, por ejemplo, los Estados Unidos está impregnada de la defensa de Israel - es tal vez el país más sionista del mundo - y allí los espacios para defender la causa palestina son mínimos.

1 SAID, Edward, The Pen and the Sword : Conversations with David Barsamiam, Monroe, Maine, Common Courage Press, 1994, pp. 28-31.

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Pero no solamente los medios de comunicación han contribuido a este efecto. Las versiones oficiales de los políticos (que como cualquier versión oficial hay que leer con escepticismo y memoria) nos conduce por derroteros parecidos. Ciertos países musulmanes afectados por las nuevas resistencias religiosas, tales como Egipto, Arabia Saudita, Turquía y Pakistán, lanzan consignas de ataque contra el "peligro fundamentalista" para lograr la legitimidad que han perdido. Otros explotan el "peligro" para conseguir ayuda de Estados Unidos y así lograr estabilizarse. Respondiendo al nuevo desafío arguyen que se trata de terroristas sin apoyo popular y que por lo consiguiente en unas posibles elecciones su derrota sería eminente. Desde hace unos 30 años para acá la visión se ha nutrido de elementos nuevos. El alza del petróleo de 1973 hizo creer a muchos que los musulmanes podrían controlar el crudo, así como la toma de rehenes en el Líbano y la invasión a Kuwait en 1990 hizo pensar que los árabes eran traicioneros. Con el triunfo de la revolución islámica en Irán en 1979 se acuñó el término del peligro islámico. Además, en 1981 fundamentalistas asesinaron a Sadat - gran aliado de Occidente - por considerarlo el gran traidor de la causa árabe y palestina. El debate público en países europeos con población musulmana sobre asilo, desempleo y leyes de inmigración, empeoró la situación y con el final de la URSS algunos se preguntan que pasaría con países islámicos con ojivas nucleares. Algunas fuentes provienen de los Estados Unidos. Parece que para ellos es necesario tener un enemigo, ya que al desaparecer la URSS y el comunismo, se creó un vacío. Entonces, se buscó un enemigo como factor de integración - lo que fue el comunismo en su época. La lucha por articular un nuevo orden entraba en conflicto con la incapacidad para superar estereotipos maniqueos del pasado. Por un lado, se saludaba la democratización en Europa oriental, pero por el otro, se temían los impulsos de participación de los fundamentalistas. Según François Burgat para Occidente el problema del resurgimiento islámico es tratado de una manera simplista y está construido sobre la repulsión al Islam ya que en las antiguas colonias se está construyendo un universalismo que rechaza al supuestamente verdadero - el de Occidente. El fundamentalismo implica no adherirse al mundo moderno, es más, lo excluye y se basa en la historia local.2 En ocasiones, el mundo académico no escapa a la simplificación. Son muchos los que escriben desde la posición del adversario y no simpatizan con su objeto de estudio. Hay una tendencia general a estudiar el mundo musulmán a través de los ideales occidentales que son así contrapuestos al Islam. Se trata de un acercamiento, no desde la sociedad musulmana estudiada, sino desde afuera o más bien, desde aquello que no se tiene de occidental - desde lo distinto o de lo conflictivo con respecto a Occidente3. Para otros académicos, los procesos de las sociedades

2 BURGAT, François, “Les mutations d’un islam pluriel”, en Le Monde Diplomatique, junio 1993, p. 19. 3 Algo parecido hacían los teóricos del totalitarismo, quienes analizaban la Unión Soviética y la Alemania nazi desde la óptica de la democracia occidental.

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musulmanas deben ser explicados desde la religión como manifestaciones de religiosidad extrema i. e. fanatismo o irracionalidad.4 En nuestras sociedades hay un presupuesto que heredamos de la Ilustración y que consiste en mirar lo religioso separado de lo secular. Nadie consideraba a aquel factor como desarrollo ni como variable para el análisis. Es más, a cualquier país impregnado de religión se le consideraba atrasado. No encajaba en la teoría de la modernización. Se había dejado de estudiar la religión debido a que los modelos seculares, ya fuesen marxistas o estructuralistas, de desarrollo político, moderniza-ción, dependencia, subdesarrollo, etc. deseaban estudiar lo moderno y no lo tradicional. La religión era la antítesis de la modernización. Pues bien, ¿que han producido todos estos factores nombrados? La visión de que el Medio Oriente es retrógrado e involucionista. Islam, fundamentalismo y terrorismo conforman una identidad : un peligroso fantasma acecha al mundo y es la gran amenaza contra el nuevo orden internacional y la democracia. Es el gran enemigo de todos los países, incluyéndonos a nosotros, el llamado Tercer Mundo. La violencia es su única acción política; el sectarismo, el fanatismo y el terrorismo son sus únicas manifestaciones. Se cae, pues, en el error de creer en que la región es homogénea, con una ideología política fija. Que por lo tanto sus acciones son idénticas. Se señala que el Medio Oriente es el gran causante de trastornos, que las guerras son santas producto del Islam o del "fanatismo" religioso y se equipara al fundamenta-lismo con antiamericanismo. Se dice que los orígenes del radicalismo y fanatismo son inherentes al Islam y su práctica religiosa. Se señalan varias amenazas: política, civilizacional y demográfica. La amenaza política consiste en mostrar una conspiración internacional fundamentalista orquestada desde Irán y Sudán que planea eliminar a Israel y a los aliados de las potencias para así controlar el petróleo. Políticos e intelectuales abogan por prepararse a una confrontación de civilizaciones en vez del diálogo. El famoso articulo de Samuel Huntington5 nombra siete civilizaciones y previene del enfrentamiento entre Islam y Occidente. La conclusión era de esperarse : hay que fortalecer a este último militar y económicamente. Se plantea un enfrentamiento norte-sur en donde "dirigentes irracionales con misiles nucleares amenazan nuestra cultura". La civilización racional y judeocristiana, la de los "buenos", se enfrenta a la irracional, pasional y fanática - la de los "malos". Otros autores piensan en la amenaza demográfica del Islam. Según ellos, las poblaciones musulmanas crecen peligrosamente cada día más en ciertos países. En los Estados Unidos son la tercera religión y en Alemania y Francia, la segunda. Diversas ultraderechas han retomado, dentro de su discurso xenofóbico, el ataque al Islam. Le temen al sur, a las inmigraciones, en el fondo, le temen a lo distinto. Este miedo lo ideologizaron.

4 MARTIN MUÑOZ, Gema , “Razones en contra de la confrontación Islam/Occidente”, en Revista de Occidente, enero 1991, No. 188, pp. 37-38. 5 “The Clash of Civilizations”, en Foreign Affairs, vol. 72, No. 3, verano 1993, pp. 22-49.

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En síntesis, se siente una gran dificultad en comprender el Medio Oriente en toda su extensión. Saltan a la luz temores, simplificaciones , prejuicios, se resalta el atraso religioso, se hace hincapié en la religión, en la falta de democracia, el fanatismo, en un mundo violento y terrorista. Mejor dicho, a partir de una óptica exclusivamente occidental se celebra la antítesis de la civilización, lejana y distinta. Se juzga, se condena y se es maniqueo. Es una visión bloqueada de una historia bloqueada y estática. Así las cosas, ¿que puede hacer un historiador o qué papel cumpliría aquí la historia? La tarea del historiador es comprender mas no juzgar. Comprender es, al decir de Lucien Febvre, complicar, enriquecer en profundidad , es ensanchar por todos los lados, de ahí que sea tarea primordial “Negociar perpetuamente nuevas alianzas entre disciplinas próximas o lejanas”.6 Si la historia nos muestra que hay muchas posibilidades el historiador debe contribuir a superar los prejuicios y falsas apreciaciones criticando aquellos modelos inmutables - desde la diversidad y pluralidad que presenta la vasta región. Después de todo, ¿acaso no es la historia, como dijo Carr, un dialogo sin fin, un proceso continuo de interacción entre el historiador y los hechos ? Si la relación con el Medio Oriente ha estado llena de estereotipos, ignorancia mutua y enfrentamiento, el historiador puede contribuir a acabar con esa brecha tradicional por medio de la explicación histórica y la transformación. Es a través del conocimiento, la formulación de problemas, el rigor y la profundidad que se rompen los estereotipos. Ciertamente, se trata, en parte, de una utilidad o un sentido crítico-práctico. Después de todo, estudiar la historia hace parte de los conflictos presentes, pues el discurso histórico interviene en una realidad social de la que no podemos, como intelectuales, abstraernos. Aunque la apropiación de ese conocimiento es un objeto en si mismo es cada vez más difícil separar la historia que escribimos de la que participamos.

***** Pasemos ahora a otro punto. La idea es mostrar lo que ambas civilizaciones comparten - la occidental y la mesooriental - como también, qué hay de esta última que nos ayude a comprender mejor la historia, tanto de Occidente, como en general. Se trata de historias a veces relegadas u olvidadas. La historia de Europa tal como la conocemos está situada, geográficamente hablando, en una parte del continente. Sin embargo, son diversos los procesos que han unido dos regiones: ¿se puede comprender la historia de Occidente sin ambas riberas del Mediterráneo?

6 FEBVRE, Lucien, Combates por la historia, Barcelona, Ariel 1986, pp. 30, 116.

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Las primeras civilizaciones de nuestro planeta - Egipto, Irak y Siria - provienen del Medio Oriente. Inclusive en la Edad Media esta región - bizantina e islámica - era uno de los grandes centros del mundo. Se olvidan fácilmente los vínculos históricos entre el mundo europeo y el mesooriental, así como también, el papel central de las sociedades islámicas en el contexto de las civilizaciones africanas, europeas y asiáticas. Los historiadores de la cultura nos relatan que la civilización griega era tan europea como mesooriental. Que hacer de Grecia tan sólo una parte de Europa es ignorar su verdadera posición geográfica. Aquella estaba también situada en el Medio Oriente. Agregan que si la civilización occidental era de origen judeo cristiano pues el judaísmo no solamente se originó en el Medio Oriente sino que durante muchos siglos, del VII al XV, fue parte del Mediterráneo y del mundo islámico. Los historiadores de las religiones nos narran las afinidades entre los textos sagrados - la Biblia y el Corán. Después de todo, según el Corán, el dios que le habló a Mahoma fue el mismo que se dirigió a Abraham, Moisés y Jesús. Varios son los personajes de los escritos sagrados judíos y cristianos que figuran como profetas en los textos sagrados islámicos. La zona del Mediterráneo se debe extender hasta la meseta del Irán para entenderla a partir de un zona de interacción comercial y cultural entre griegos, persas, árabes, cristianos y judíos, en donde el Medio Oriente funcionaba como encrucijada. Existe un gran debate sobre la interacción entre el Islam y el cristianismo en los campos de la historia social y económica y por supuesto la cultura. Durante la época clásica (siglos VII al XIII) los gigantescos territorios conquis-tados por los primeros imperios islámicos a ambos costados del Mediterráneo fueron verdaderos epicentros de civilización. Los mercaderes islámicos eran dominantes en este mar y su religión era parte integral de la cultura que unía la cuenca mediterránea - tal como Roma lo había hecho en siglos anteriores7. Una gran contribución a la historia económica fue la introducción de la región, tanto en la época preislámica como la islámica, de una gran variedad de plantas provenientes de la India, el Lejano Oriente y Africa a la región mediterránea, tales como arroz, algodón, caña de azúcar, limones, mangos, espinacas, etc. También introdujo técnicas de irrigación que mejoraron la producción agrícola. Y el café que, al parecer, viene de Etiopía a través del Yemén y se difundió en el siglo XV para después pasar a Europa.8 Los conflictos han existido pero, no se puede la escribir la historia tan sólo a la luz de la confrontación. Se cita a menudo el antagonismo entre Bizancio y los primeros califatos, los reinos cristianos contra Al-Andalús, los turcos otomanos

7 Debo estas interesantes ideas al profesor Albert HOURANI de su obra La historia de los árabes, Buenos Aires, Javier Vergara, 1992, pp. 63-78. 8 ISSAWI Charles, The Middle East : Decline and Recovery, Princenton, Marcus Wiener, 1995, especialmente el capítulo “The Middle East in the World Economy”.

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contra Europa y el nacionalismo árabe y el fundamentalismo contra Occidente. Pero algunos olvidan que mientras que en Occidente se habían perdido muchas obras clásicas griegas las traducciones al árabe hicieron que estas volviesen a difundirse. Tomas de Aquino y los escolásticos descubrieron a Aristóteles y la filosofía griega leyendo traducciones que se habían hecho del árabe al latín. En el campo de la ciencia - medicina, química, astronomía y agronomía - también la herencia clásica se vio enriquecida por experimentos y observaciones de los musulmanes. Ningún recuento de la grandeza islámica puede omitir a Ibn-Jaldún (1332-1406) que todo historiador actual debe conocer. En su famoso Muqaddima explora las causas del cambio en las sociedades, teniendo en cuenta las influencias del medio ambiente, la formación de los estados y el poder de la sociedad tribal. Según Ibn-Jaldún, el comportamiento de los estados y sus gobernantes hay que mirarlos independientemente de normas religiosas o morales. Para unos, es el fundador de la sociología moderna; para otros, elaboró una filosofía de la historia y una teoría del estado utilizando categorías empíricas. En resumen, la época clásica constituyó, hasta aquella fecha, la más alta civilización en la historia de la humanidad. Era un universo, poliétnico, multirracial e internacional. Según Bernard Lewis, se trató, en el contexto de la historia universal de una civilización intermedia entre la Antigüedad y la Edad Moderna, que compartió con Occidente la herencia helenística y judeocristiana. Además, fue la civilización islámica de los árabes, y no la cristiandad griega o latina, la que contribuyó con mucho a la construcción de una civilización moderna y universal.9 En la Edad Moderna, uno de los factores que contribuyó a que Carlos V reconociera el protestantismo fue la avanzada del Imperio turco sobre Viena. La liga protestante condicionó su participación en la alianza antiturca a la acepta-ción de la tolerancia religiosa. Se podría argüir que en la historia contemporánea la región no tiene la relevancia de los siglos pasados. Pero esta es parte integral de la expansión del capitalismo y del imperialismo. La relación con Europa ha sido marcada por numerosos procesos, tales como, el apoyo inglés a los sionistas y la fundación del Estado de Israel, las invasiones militares de las potencias, la infiltración ideológica o la rivalidad entre estas. Sin embargo, la región no se convierte en un apéndice de Occidente. Al decir de Albert Hourani, para explicar la historia del Medio Oriente hay tener en cuenta dos entrelazados ritmos de cambio: aquel que intentaron imponer sobre las sociedades los gobiernos reformistas, los pensado-res y las fuerzas externas y aquel que producía desde ella misma una sociedad con una larga y continua tradición de vida y pensamiento, en parte a causa de su movimiento interno y, en parte, como reacción a fuerzas externas10.

9 LEWIS, Bernard, El Oriente Próximo : dos mil años de historia, Barcelona, Crítica, 1996, p. 271. 10 HOURANI, Albert, “How Should we Write the History of the Middle East ?” en International Journal of Middle East Studies, No. 23, 1991, pp. 125-136.

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En un mundo que cada vez se hace más pequeño aumenta la importancia de conocer otras regiones. Como, por ejemplo, cuando estalló la guerra del Golfo de 1990-1 no eran muchos, en el país, los que conocían la región y podían interpre-tarnos los hechos. Las grandes cadenas de comunicación nos relataban su versión. El conocido semanario Newsweek expresó que “la traición era la leche materna de los políticos árabes”. Dos libros que acaban de ser publicados en los Estados Unidos fueron inmediatamente traducidos y vendidos a bajo precio.11 Pero desde aquí, no era mucho lo que aparecía. ¿No juega acaso el Medio Oriente un papel clave en la geopolítica actual ? ¿No es parte de los intereses de las potencias, ya sean políticos o económicos ? ¿ No es la región una parte integral de la historia del mundo actual ?

***** Para comenzar a concluir, repitamos que sin duda la relación entre el Medio Oriente y Europa está llena de amores y de odios y de enfrentamientos e intercambios. Es decir, si ha reinado la discordia también la concordia y el intercambio. A ambos lados de cada civilización existen visiones superficiales y estereotipadas, (muchos son los que en el Medio Oriente conservan de Occidente la imagen típica de imperialista y atea). Pero también tengamos en cuenta lo que concluye un interesante artículo publicado por Ali A. Mazrui. Allí se propone, con una cantidad de ejemplos históricos, que la distancia cultural y en desarrollo entre Occidente y los valores islámicos no es tanta como muchos creen - demostrando así la relatividad de los argumentos en contra del Islam.12 La procesos que mostramos de los logros y relaciones de la región deben ser analizados con correctos instrumentos y el rigor que ofrece la historia. Los dos ritmos a los que se refería Hourani tienen en cuenta la historicidad, es decir, los procesos propios que nos muestra desarrollos variados. En un estudio que realizamos sobre Arabia Saudita, por ejemplo, se planteaba que no solamente el elemento externo o conexión con Occidente, era indispensable para analizar este reino, sino que también, el tribalismo y la religión jugaban un papel. En últimas, el modelo de modernización saudita no obedecía al paradigma occidental ya que estaba imbuido de raíces locales de vieja tradición13. Una comparación con otras regiones sobre el tema de la globalización muestra como este proceso no es tan uniforme como muchos preconizan.14 La región comparte con el Tercer Mundo innumerables problemas y desafíos - revoluciones, militares en el poder, aperturas económicas, clases tradicionales y

11 Nos referimos a MILLER, Judith y MYLROIE, Laurie, Saddam Hussein and the Crisis in the Golf, Nueva York, Times Books, 1990 que presenta una versión justificando la intervención norteamericana y alabando a Kuwait como un país en vías de democracia y a SALINGER, Pierre y LAURENT, Eric, La guerra del Golfo : dossier secreto, Bogotá, Intermedio Editores, 1991, con una visión periodística de los hechos. 12 Mazrui Ali: “Islamic and Western Values”, en Foreign Affairs, vol. 76, No. 5, septiembre - octubre 1997, pp. 118-132. 13 Véase BOSEMBERG, Luis E, “Arabia Saudita : tribalismo, religión, conexión con Occidente y modernización conservadora”, en Historia Crítica, No. 17, julio - diciembre 1998, pp. 141-173. 14 Al respecto véase FAZIO, Hugo (comp.) : El Sur en el nuevo sistema mundial. Bogotá, Siglo del Hombre y IEPRI, 1999.

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clases emergentes, etc. Si se analiza la dinámica de los elementos comunes aparecen otras facetas de aquel mundo poco conocido. Probablemente en nuestro país, en donde los prejuicios contra los árabes son menores y donde se puede constatar una lejanía del objeto de estudio, se pueda contribuir a una visión menos estereotipada y más balanceada. Inclusive no sería osado decir que, aunque aquí no hay una gran documentación para investigar, a través de prensa, bibliografía secundaria e Internet se puedan lograr trabajos rigurosos. La visión desde aquí podría ser muy saludable. Hay que tratar de ampliar los campos de estudio del estudiante colombiano rompiendo con aquel esquema tradicional que identifica la llamada historia universal con una parte de Europa. Se trata de que cuando se piense en historia universal se piense también en el Medio Oriente. Una misión del historiador consiste en hacer conocer a otros autores, facetas y matices. Georges Corm - escritor de origen libanés y experto en el Medio Oriente - se quejaba de que existen aquellos pensadores o investigadores que “...escriben contra la instrumentalización de la religión, recuerdan el espíritu libertario del Islam y rehacen lecturas del Corán a la luz de la lingüística moderna...(y sin embargo) estos pensadores reformistas del Islam no son objeto de atención en los círculos académicos y mediáticos occidentales.”15 Son varios los temas para el historiador. En un estudio centrado en la enseñanza de la historia sobre los árabes y el Islam en los manuales escolares de España se llegaba a la conclusión de que hay una gran cantidad de prejuicios, malentendi-dos y errores. Dos conclusiones se señalaban. Por un lado, se tienden a convertir las ideales occidentales como referencia única y a contraponerlos al Islam. Es decir, el acercamiento se hace desde la óptica extranjera, desde lo que hay de distinto con respecto a Occidente. Por el otro, las manifestaciones diversas, ya sean de índole política o social, tienden a verse desde el extremismo religioso.16 Aunque, como se ve, se trata de un estudio para España, de todas maneras, dice mucho sobre lo que sucede en un país occidental y además cercano a nosotros. No sobraría un estudio parecido en Colombia. Poco se han estudiado las migraciones de origen levantino, los relaciones internacionales con Colombia, o inclusive, casos concretos, como por ejemplo, la intervención de nuestro país en diversos procesos de participación internacional relacionados con el Medio Oriente, como la actuación en la partición de Palestina en la ONU en 1947. Para los historiadores de la Edad Media las cruzadas han sido siempre un tema de interés. Pero una comparación entre las versiones de los cristianos y la de los musulmanes suscita un ejercicio interesante. Las versiones diversas están cargadas de justificaciones y de un sentido de superioridad. En la historia escrita

15CORM, Georges, Le Proche-Orient eclaté - II : Mirages de paix et blocages identitaires, 1990-1996. París, La Découverte, 1997, pp. 220-221, quien además cita diversas publicaciones sobre estos temas. 16 MARTIN MUÑOZ, Gema, VALLE SIMON, Begoña y LOPEZ PLAZA, María Angeles, El Islam y el mundo árabe : guía didáctica para profesores y formadores, Madrid, Agencia de Cooperación Internacional, 1996.

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por el Levante las cruzadas no significaron un gran ruptura : se trató un problema militar en la periferia. Pero para los europeos se estaba iniciando una época : en el segundo milenio las ciudades italianas comenzaron a desplazar a sus homólogos musulmanes en el comercio mediterráneo. Hay varias posibilidades. Cursos modulares, que abarquen Europa y el mundo mesooriental o por qué no, América Latina, darían una gran visión de los diversos problemas y de las afinidades. Para tal curso se necesitan no solamente historiadores, sino también sociólogos, literatos e historiadores de la cultura. Otra posibilidad es adherir a los cursos de historia de Europa la otra ribera del Mediterráneo. Como también otro curso, esta vez tan sólo sobre el Medio Oriente, complementa los cursos de historia medieval, moderna y contemporá-nea. Un historiador con tales conocimientos puede cumplir diversas funciones. El que trabaja con los medios de comunicación puede contribuir a dar versiones más profundas y analíticas de los procesos y así formar una opinión pública basada en el conocimiento, la pluralidad y los matices. El que trabaja, por ejemplo, con el gobierno puede recomendar acciones para relacionarse con la región. Entre más historias diversas conozca un historiador más se amplía, no solamente su cultura histórica sino además, sobretodo, se adentra en la pluralidad de procesos y convergencias a veces ignoradas. Tal conocimiento es una contribu-ción al conocimiento del otro, y por lo tanto también, una invitación a la tolerancia. Los estudios sobre el Medio Oriente pueden ser una contribución al respecto.

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la historia de la cultura en Colombia y algunos problemas teóricos de la disciplina *

jaime jaramillo uribe *

Debo comenzar la lectura de esta ponencia con una observación: no intento hacer en ella un inventario completo sobre el estado actual de la historia de la cultura en Colombia, sino aludir, de una manera muy general, a los antecedentes que este campo de la historia ha tenido en el país y luego plantear algunos problemas teóricos, viejos problemas, pero siempre actuales, que esta disciplina debe abordar en su desarrollo.

Cuando en la década de los 60 se creó en la Universidad Nacional el Departamento de Historia y se inició la formación de historiadores profesionales, se fundó también el Anuario de Historia Social y de la Cultura siguiendo un poco la orientación de la revista A-nales de Econo-mía, Sociedades y Civilizaciones; el órgano de la nueva historiografía francesa que promovieron Marc Bloch, Lucien Febvre y su equipo, a cuya orientación se acogía el animador y director del nuevo departamento. No se incluyó en él la economía, pero ésta estaba implícita para quienes participa-ban en esa empresa. Se trataba en todo caso de superar la historiografía tradicional que había prevalecido en nuestro país, con nuevos temas, nuevos métodos y nuevas técnicas de investigación. Desde entonces, la historia social, la económica y de la cultura se incorporaron con paso firme en nuestra actividad historiográfica con intensidades

* Ponencia presentada en el XI Congreso de Historia, Universidad Nacional, Bogotá, agosto del 2000. * Profesor asociado del Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá (Colombia).

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diversas, sobre todo en lo que refiere a este último campo, con cierto predominio de la economía, en lo cual quizás influyó la modesta presencia que desde la década de los cuarenta tuvo entre nosotros el pensamiento marxista y la cada vez creciente preocupación por los problemas del desarrollo económico.

Sin embargo, la idea de investigar los diferentes aspectos de nuestra cultura no carecía de antecedentes discretos. En la década de los 30 y años siguientes se habían hecho algunos esfuerzos en este campo. Luis López de Mesa, psiquiatra de profesión, con aficiones de sociólogo e historiador, publicó su Historia de la Cultura Colombiana1 , un ensayo que podríamos calificar, más bien, con el nombre de historia intelectual, donde se hace alusión a nombres y generaciones, con inteligentes y agudas observaciones, sobre la evolución de las ideas políticas y filosóficas de sucesivas generaciones y a ciertos rasgos psicológicos y culturales que el autor considera característicos de la nación, todo con las limitaciones de sus fuentes documentales y los discutibles principios acentuadamente positivistas del autor.

Más tarde, con el mismo título, Guillermo Hernández de Alba publicó un ensayo que en realidad es un estudio sobre la educación colonial tratado en forma tradicio-nal, sin referencias significativas al contenido propiamente cultural que conllevaba ese proceso educativo2. Ahora bien, por valiosos que sean estos esfuerzos, los temas de fondo de la historia de la cultura, con su debido tratamiento, estaban ausentes: el arte, la ciencia, la literatura, las formas de mentalidad, las formas de cortesía, las costumbres de mesa, en fin, los diversos aspectos que contiene este amplio campo que denominamos cultura.

Con la llamada, en nuestra nomenclatura historiográfica, escuela revisionista: Nie-to Arteta, Guillermo Hernández Rodríguez, Juan Friede, Luis Ospina Vásquez, Indalecio Liévano Aguirre, la perspectiva pareció cambiar pero en realidad la cul-tura como tema central apenas se roza tangencialmente en sus obras, pues en la más prometedora de este grupo en cuanto a la historia de la cultura se refiere, Economíay Cultura en la Historia de Colombia de Luis Eduardo Nieto Arteta, la cultura va muy poco más allá del título. Solo aparece en el texto con discretas alusiones a las ideas políticas y sociales de la generación liberal de la segunda mitad de nuestro siglo XIX.

1 LÓPEZ DE MESA, Luis, Introducción a la Cultura Colombiana, Bogotá, 1930. Sin pié de imprenta. 2 HERNÁNDEZ DE ALBA, Guillermo, Historia de la Cultura en Colombia, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. 1947

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El panorama comenzó a cambiar en la década del 70 con la llamada Nueva Historia. En el Manual de Historia de Colombia' publicado por el Instituto Colombiano de Cultura se insertaron valiosos capítulos sobre la literatura colonial, republicana y moderna, escritos por María Teresa Cristina, Eduardo Camacho y Rafael Gutiérrez Girardot, utilizando los modernos conceptos y métodos de la historiografía y la crítica literarias. Se le dio también especial relieve a la arquitectura y el urbanismo con los estudios de Alberto Corradine y Germán Tellez. Las artes plásticas fueron tratadas a la luz de las nuevas tendencias de la historia del arte por Eugenio Barney y Germán Rubiano Caballero. Infortunada-mente, quedaron por fuera varios aspectos del extenso campo de la cultura, vacíos que han tratado de llenar investigadores posteriores.

Sin la intención de hacer un inventario completo de la variada producción que este campo presenta en los últimos años, quisiera señalar, a manera de ejemplos, algu-nos casos significativos. La historia de la ciencia, de nuestra discreta ciencia, dio un gran paso con la publicación por Colciencias de la Historia de la Ciencia en Colombia. Lo mismo podríamos decir de la Historia del Arte bajo la dirección de Eugenio Barney Cabrera. En 1992 Renán Silva publicó, con el título de Universi-dad y Sociedad, un ensayo sobre la universidad colonial que por su rigor documental y las categorías analíticas que emplea está a la altura de las exigencias de la moderna historia de la cultura.

En 1985 y 1992, Carlos Uribe Celis, publicó dos sugerentes y valiosos ensayos Los Años Veinte en Colombia y La Mentalidad Colombiana* donde analiza, en el primero la influencia que sobre la sociedad, especialmente la bogotana, tuvieron el deporte, la moda, el cine y los modernos medios de comunicación, y en el segundo, se ocupa del arduo problema de la identidad del colombiano. El mismo tema fue abordado por Jorge Orlando Meló en su libro Predecir el Pasado, 1992, que incluye también un finísimo ensayo sobre la cultura colonial5.

Para terminar esta sumaria reseña sobre el desarrollo de la historia de nuestra cultura, sin el ánimo de hacer un inventario completo de la producción nacional en los últimos años, a manera de muestra sobre temas y tendencias historiográficas, quisiera señalar algunos títulos y sus autores, vinculados casi todos a los departamentos de historia de las universidades.

3 Manual de Historia de Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1978. 4 URIBE CELIS, Carlos, Los Años Veinte en Colombia, Bogotá, Ediciones Ancora, 1985. 5 MELÓ, Jorge Orlando, Predecir el Pasado, Bogotá, Fundación Simón y Lola Gubereck, 1992.

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Diana Luz Ceballos Gómez, Hechicería, Brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada; Patricia Enciso Patino, Del desierto a la hoguera: Vida de un ermitaño condenado a la hoguera por la Inquisición; Pablo Rodrí-guez, Sentimiento y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada; Inquisi-ción, muerte y sexualidad, colección de ensayos de varios autores editados por Jaime Humberto Borja Gómez. Moviéndose en la historia económica, so-cial y de la cultura, Ana Luz Rodríguez González publicó su ensayo Cofradías, Capellanías, Epidemiasy Funerales en Nueva Granada. Aída Martínez Carreño enriqueció la bibliografía nacional con dos ensayos sobre dos temas poco frecuentes por nuestros historiadores, Mesay Cocina en Nuestro Siglo XIX y La Prisión del Vestido un ensayo sobre las modas y el vestido como signo de diferenciación social6. Diana Soto Arango, Polémicas Universitarias en Santa Fe de Bogotá, Siglo XVIII; mención especial en este ciclo debe hacerse de la obra de los antropólogos Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda Giraldo Miscegenacióny Cultura en la Colombia Colonial, 1750-1810, amplio cuadro histórico sobre el proceso de mestizaje y el choque que se produjo entre la cultura española y los indígenas, sus caracteríticas y resultados7.

A propósito de este ciclo de investigaciones y temas podría observarse, primero, que temporalmente predomina la época colonial, segundo, que hay una notable preferencia por el tema de las mentalidades. Es de esperarse que en un futuro el abanico temático y temporal se amplíe hacia otras épocas y otros aspectos de la historia de la cultura.

Hecho este panorámico recuento del curso reciente que han tenido entre nosotros los estudios sobre la historia de la cultura, a manera de estímulo a la discusión de los problemas teóricos de esta disciplina, quisiera plantear algunas consideraciones sobre el viejo y aparentemente agotado tema, pero siempre actual, de la diferencia entre los conceptos de cultura y civilización. Añadiré algunas consideraciones sobre la jerarquía, si es que la hay, entre los elementos o valores que suelen considerarse como el contenido del concepto de cultura.

Que el tema es siempre actual y que tiene importancia para fijar las orientaciones de estas disciplinas lo comprueba el hecho de que Fernand Braudel, uno de los grandes historiadores de nuestro tiempo, le dedicó uno de sus mas brillantes ensayos sobre los problemas teóricos de la historia: Aportación a la Historia de las Civilizaciones8. Co-

6 SOTO ARANGO, Diana, Polémicas Universitarias en Santa Fe de Bogotá, Siglo XVIII,

Sello Editorial Planeta. 7 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, Miscegenación y Cultura en la Colombia Colonial,

1750-1810, Bogotá, Uniandes, 2 vols, 1999. 8 BRAUDEL, Fernand, La Historia y las Ciencias Sociales, Madrid, Alianza, 1997

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mienza Braudel señalando el arduo problema que implica la definición del concepto de cultura y a este propósito recuerda que dos notables antropólo-gos norteamericanos A.L Kroeber y Clyde Kluchhohn, recopilaron y analizaron en un volumen 160 definiciones dadas por antropólogos, historiadores y filósofos. Dividieron estas definiciones en 6 grupos y estos en varios subgrupos de acuerdo con el énfasis puesto por sus autores en las ideas, en los factores psicológicos, en el lenguaje, en el arte, en las formas de socialización, en la técnica, etc. Al concluir esta exploración los autores intentaron extraer los elementos comunes, las coincidencias y contrastes, para tratar de poner orden en medio de la diversidad y suministrar unas bases teóricas para el tratamiento del tema9.

En medio de este complejo panorama valdría la pena recordar algunos aspectos de las numerosas controversias sobre el tema. Por ejemplo, el de la distinción entre cultura y civilización. Algunos autores han identificado la primera con los llamados aspectos espirituales y profundos y la segunda con los asumidos como materiales y técnicos o que, aparentemente, solo afectan las zonas superficiales de la vida humana.

Como es sabido, la distinción entre los dos conceptos ha estado muy ligada a las preferencias y tradiciones nacionales. Como lo recuerdan Braudel y otros autores que se han ocupado del tema, los alemanes han preferido y usado el concepto de cultura y fueron ellos los que, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, acuñaron el término Historia de la Cultura y quienes impulsaron con mayor entusiasmo este aspecto de la moderna historiografía. Los franceses en cambio, y con menor fervor los ingleses, han preferido el término civilización. Y a este propósito es muy significativo el hecho de que a partir de la segunda etapa en las orientaciones de la Escuela de los Anales el leit-motiv de su órgano de expresión sea "Economies, Societés, Civiliza-tions" y no Economías, Sociedades y Culturas.

La distinción, aparentemente, no tiene mucho soporte en la realidad y podría explicarse como el resultado de un hábito o una tradición lingüística. Las dos palabras o conceptos tienen origen latino. Cultura se deriva de cultivo. Es una palabra que se refiere al mundo agrícola y al campo. Civilización se deriva de civitas, ciudad. A propósito, recordemos que la vida urbana y la aparición de las ciudades dieron origen a nuevas formas de vida, nuevas actitudes y nuevas formas de pensamiento. Para los hombres de las ciudades griegas y romanas, como para los habitantes de todas las ciudades e incluso hasta nuestros días, el campo era el lugar de lo rústico, de lo

9 KROCBER, A.L. y KLUCKHOHN, Clyde, Culture: A Critical Review ofConcepts and Definitions, Nueva York, Vantage Books, 1952.

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primitivo, la ciudad el mundo de las buenas maneras, la buena mesa, las maneras pulidas y cortesanas, el arte, la técnica y la política. Para los primeros cristianos, lo pagano, lo primitivo, era lo que venía del pagus, del campo, pues el cristianismo surgió y se desarrollo como una religión de ciudades.

Valdrá la pena detenerse en otro aspecto del problema. Cuando en la segunda mitad del siglo XIX surgió la antropología como el estudio de las primeras etapas del desarrollo humano y, como la investigación sobre los llamados entonces pueblos primitivos, que incluía el estudio de las culturas precolombi-nas de América o el de las poblaciones de la Melanesia o la Micronesia o de las sobrevivientes culturas precolombinas de América ubicadas en territorios como la Amazonia, los antropólogos establecieron la división entre etnología y etnografía.10 Según ella, la primera se dedicaría al estudio de lo que entonces se denominaba cultura espiritual: religión, lenguaje, rituales, organización social. La segunda a la que se denominaba cultura material: vivienda, instrumental de trabajo, armas, técnicas de tejido, canastería, alimentación, etc. Que entre estas dos esferas podría haber relaciones era algo que se columbraba, pero que en el desarrollo práctico y profesional se dejaba aparte. Fue la época en que se iniciaron los museos antropológicos y en que se coleccionaron grandes conjuntos de objetos de dichas culturas en Berlín, París y otras ciudades de Europa y América.

Quizás como reflejo de este hecho, en el campo de la historiografía la relación entre los conceptos de cultura y civilización reaparece como problemático. En algún momento se tuvo como bases de la civilización los progresos en la técnica, en la ciencia, en las relaciones sociales y en las costumbres políticas. Desde este punto de vista la cabeza de la civilización se hallaba en la Europa Occidental. La civilización se identificaba con el progreso tal como lo entendieron Condorcet y los pensadores de la Ilustración. Los conceptos de cultura y civilización se identificaban, pero el dilema continuaba latente. En efecto, en 1918 el discutido pensador alemán Oswald Spengler en su discutida pero bella obra luí Decadencia de Occidente1^, revivió el debate afirmando que la civilización, contrariamente a lo que afirmaban quienes la identificaron con la cultura, era una etapa particular de estas, concretamente la etapa de su decadencia, de la perdida de su capacidad creadora. El refinamiento, la cortesanía, el predominio de la técnica y los formalismos, según Spengler, agotaban la sabia de las culturas. El dualismo entre civilización y cultura volvió a tener actualidad.

10 LOWIE, Robert H, Historia de la Etnologa, México, FCE, 1946. 11 SPENGLER, Oswald, La Decadencia de Occidente. Madrid, Espasa Calpe, 4 vols., 1946.

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En estrecha relación con esta contraposición conceptual, surge otro problema importante para la historia y la filosofía de la cultura, el problema de la jerarquía de los valores y de aquellos que son más aptos para definir su carácter y la diferente significación de sus componentes. Lo primero que debemos preguntarnos es cuál o cuáles dentro de sus elementos nos permiten definir su carácter, su capacidad de permanencia, la profundidad de sus efectos sobre la personalidad de sus miembros, en una palabra la jerarquía de los elementos que la constituyen. A este respecto todo parece indicar que para definir lo esencial de una cultura y su función en la vida de un grupo humano no tienen la misma significación todos sus elementos. Que a este respecto no poseen el mismo peso aspectos como la religión y la lengua, y pongamos por caso las formas de sociabilidad, las características del vestuario, las costumbres de mesa, las técnicas o la ciencia.

Hay otro aspecto del problema que hace relación con la jerarquía de los valores culturales. Me refiero a las consideraciones que plantea Braudel en el mencionado ensayo sobre los préstamos y rechazos que se presentan en el contacto entre las culturas. Para demostrar el carácter plástico y dinámico de las culturas, nos recuerda Braudel lo mucho que debe la civilización europea a otras culturas. De la India y de Oriente, nos dice, nos llegaron los abanicos, los sombreros cónicos, los escotes. Podría agregar el té y el polo como deporte y probablemente muchos otros casos. Y con el mismo propósito, nos cita la relación -que con razón considera muy entretenida-, que hace Gilberto Freyre sobre la formación de la cultura brasileña y los préstamos que recibió de otras culturas: las dentaduras postizas, los vestidos blancos, la cerveza, los "chalets", el alumbrado eléctrico, el positivismo, etc.

Ahora bien, la pregunta que debe hacerse el historiador y también el antropólogo, es si estos préstamos tienen las mismas consecuencias, la misma profundidad para la cultura que recibe, que por ejemplo, un préstamo hecho en el campo de la religión o la lengua. Todo parece indicar que los resultados no son los mismos. ¿Cómo, pues, definir los fundamen-tos, los valores esenciales de una cultura? Hay muchas razones para pensar que dichos fundamentos y valores son la religión y la lengua. Respecto del lenguaje, filósofos, lingüistas, psicólogos y hasta los historiadores están de acuerdo en que entre lenguaje y pensamiento hay una relación íntima. Es tan estrecha esta relación que la lingüística y particularmente la novísima disciplina de la semiología han sustituido a las tradicionales doctrinas que desde Platón y Aristóteles hasta Kant y sus sucesores han tratado de explicar el arduo problema del conocimiento y del origen de las ideas y lo han transformado en un problema del lenguaje.

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Por que lo que da más importancia y mas relieve al lenguaje dentro de todos los fenómenos de la cultura son sus funciones. El lenguaje es el instrumento que nos permite nombrar los objetos, asignarles un sentido y una función, en una palabra, dar al mundo que nos rodea un_sentido. La lengua es el elemento de la cultura que nos permite formarnos la noción de grupo propio y de grupo extraño. Cuando en medio de una multitud plurinacional oímos_hablar la propia lengua detectamos que estamos entre compatriotas. Ningún otro signo nos suministra esa noción. Si hay algún elemento que define esa compleja idea de la identidad cultural, es la lengua. La lengua une y también divide. Es también un elemento esencial de la vida emocional. Los fenómenos de depresión que suelen producirse cuando estamos fuera de nuestro país, en un medio cultural diferente, se deben a que estamos imposibilitados de tener comunicación con los otros a través del lenguaje.

En el caso del fenómeno de la religión, existen también múltiples razones para con-siderarla un elemento básico de las culturas. Para comprobar su importancia en la vida de los pueblos y en la historia bastaría con mencionar la prioridad que le han dado historiadores y sociólogos. Es el caso de Fustel de Coulanges quien en su obra La Ciudad Antigua demostró la íntima conexión que existió entre la religión y las instituciones políticas y sociales de la Grecia antigua. Y el de Max Weber, que atribuyó excepcional importancia a la ética protestante en los orígenes o por lo menos en los cambios cualitativos que tuvo el capitalismo moderno a partir de la Reforma protestan-te.

Para percibir el peso que tienen la religión y la lengua en el proceso de cambio histórico y cultural, un caso ejemplar sería el descubrimiento y colonización de América. En efecto, a través del secular proceso de conquista y colonización las grandes culturas americanas desaparecieron como cuerpos históricos integrados: la azteca, la maya, la inca, la chibcha y tantas otras. Para eliminarlas el conquistador empleó muchos medios: la guerra, la explotación económica, la introducción de nuevas técnicas, nuevos elementos de la cultura material, en fin, a través de un complejo proceso de acultura-ción. Pero ninguno de estos medios fue tan eficaz para lograr ese propósito como la eliminación de sus lenguas y sus religiones y la sustitución de ellas por el catolicismo y la lengua castellana. Las culturas prehispánicas desaparecieron cuando perdieron sus lenguas y sus dioses.

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resúmenes

la crónica roja en bogota william ramírez tobón

La Crónica Roja es un género periodístico que tiene refinados antecedentes en la literatura francesa gracias úfait-divers, especial estructura de textos mediante el cual alcanzó cualidades y relevancia literaria. En Colombia, el género se inicia con Felipe González Toledo (1911-1991), quien entre 1956 y 1962, en Sucesos, le da la mas cumplida forma al género en lo que llegó a ser no sólo un exitoso semanario, sino también la mejor revista de crónicas y reportajes publicada en el país. A partir de tales precedentes, el presente ensayo desarrolla una reflexión acerca de la Crónica Roja en Bogotá, según una antología policíaca que recorre un período comprendido entre comienzos y mediados del siglo XX. Para ello, se hacen algunas indicaciones sobre el entorno social e histórico de las crónicas rojas mencionadas, según una periodización que destaca la evolución del género de acuerdo a una correspondencia entre sus formas más elaboradas y la progresiva reafirmación de la modernidad urbana en el país.

el medio oriente y el historiador: pladoyer por la enseñanza del área en Colombia luis eduardo bosemberg

En este ensayo el profesor Bosemberg defiende la necesidad de estudiar el Medio Oriente en Colombia. Inicialmente, se muestran las visiones estrechas que se tienen sobre la región. Después, se señala la importancia histórica del área y su relación con Occidente —que, por supuesto, también nos atañe. Esto se hace para dar unos puntazos sobre el papel del historia-dor. Se trata de romper con ojeadas ligeras y de hacer de la región un objeto de estudio a través del cual el estudioso, no solamente amplía su cultura histórica sino, además, se adentra en la pluralidad de procesos a veces ignorados que, en ocasiones, son semejantes a los de cualquier país del tercer mundo.

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índice cronológico

N° 1: enero-junio 1989 JARAMILLO, Jaime, Perfil histórico de Bogotá, pp. 5-19 MEDINA, Medófilo, Bases urbanas de violencia en Colombia: 1945-1950,1984-1988, pp. 20-32. GARCIA-PEÑA, Daniel, Protesta y política. Los movimientos antiguerra en Estados Unidos: 1965- 1975, pp. 33-65. ARCHILA, Mauricio, Cultura y conciencia en la formación de la clase obrera latinoamericana, pp. 69-84. MENDOZA, Enrique, El porfiriato y la revolución en Valle de Santiago, Guanajuato México (primera parte), pp. 85-92.

N° 2: julio-diciembre 1989 BOSEMBERG, Luis Eduardo, Historiografía y revolución: tres autores del siglo XIX y la revolución francesa, pp. 5-16. ACEVEDO CARMONA, Darío, En torno a algunas controversias sobre la revolución francesa, pp. 17-22. CLEMENTE, Isabel, La revolución francesa como revolución burguesa: Albert Soboul y Michel Vovelle, pp. 23-46. HIRSCHSPRUNG, Nathalie, El vocabulario de la revolución francesa, pp. 47-66. MENDOZA, Enrique, El porfiriato y la revolución en Valle de Santiago, Guanajuato México (segunda parte), pp. 67-90. RODRÍGUEZ, Osear, El pensamiento económico en la formación del Estado granadino (primera parte), pp. 91-108.

N° 3: enero-junio 1990 FAZIO, Hugo, La Unión Soviética y el Tercer Mundo, pp. 5-20. MUÑERA, Leopoldo, Evolución ideológica de la resistencia palestina (1968-1988), pp. 21-44. MARTÍNEZ, Frederic, Milenarismo y defensa de la fe en el siglo de las luces: la obra del jesuita chileno Manuel Lacunza, pp. 45-68. JIMÉNEZ, Michael E, Mujeres incautas y sus hijos bastardos. Clase, género y resistencia campesina en la región cafetera de Cundinamarca: 1900-1930 (primera parte), pp. 69-84. SAENZ, Eduardo, Industriales, proteccionismo y política en Colombia. Intereses, conflictos y violencia, pp. 85-106. RODRÍGUEZ, Osear, El pensamiento económico en la formación del Estado granadino (1780-1830), pp. 107-118.

N° 4: julio-diciembre 1990 RODRÍGUEZ, Pablo, JARAMILLO, Jaime, TOVAR, Bernardo, Germán Colmenares y su obra, pp. 5-46. BENITEZ, Raúl, México 1920-1945. La expropiación petrolera y la reinserción de México al sistema internacional, pp. 47-56. BETANCOURT, Darío, Las cuadrillas bandoleras del Norte del Valle en la violencia de los años cincuenta, pp. 57-70. JIMÉNEZ, Michael E, Mujeres incautas y sus hijos bastardos. Clase, género y resistencia campesina

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en la región cafetera de Cundinamarca: 1900-1930 (segunda parte), pp. 71-84. HENRIQUEZ, Adolfo Emilio, La música del Caribe colombiano durante la guerra de independencia y comienzos de la República, pp. 85-112. BETANCOURT, Carlos Emilio, Gramsci y el concepto del bloque histórico, pp. 113-126.

N° 5: enero-junio 1991 LOMNE, Georges, La revolución francesa y la "simbólica" de los ritos bolivarianos, pp. 3-18. SERBIN, Andrés, Lenin, Gorbachov y la eclosión de las nacionalidades en la URSS, pp. 19-34. FAZIO, Hugo, La "Nueva historia" francesa: radiografía de una historia, pp. 35-52. RODRÍGUEZ, Pablo, Promesas matrimoniales incumplidas en Antioquia Colonial, pp. 53-76. CARRASQUILLA, Juan, La sede de la Universidad de los Andes, pp. 77-98.

N° 6: enero-junio 1992 HOBSBAWM, Eric, Adiós a todo aquello, pp. 5-14. PEEMANS,Jean-Philippe, Revoluciones industriales, modernización y desarrollo, pp. 15-33. FAZIO, Hugo, Repensando la historia de la Unión Soviética, pp. 35-57. LÓPEZ, Abel, Sobre las motivaciones económicas y espirituales de la expansión europea (S. XV), pp. 59-74. LARSON, Brooke, Explotación y economía moral en los Andes del sur: hacia una reconsideración crítica, pp. 75-97. JARAMILLO, Jaime, Entre bambalinas burocráticas de la revolución comunera de 1781, pp. 99-105.

N° 7: enero-junio 1993 GARCÍA, Carmelo, GARCIA-PEÑA, Daniel, LÓPEZ, Fabio, MORENO, Florentino, REYES, Alejandro, TOKATLIAN, Juan, VARGAS, Alejo, Problemas y alternativas para la paz en Colombia, pp. 5-49. SÁNCHEZ, Gonzalo, Paz y violencia, las lecciones del Tolima, pp. 50-54. MUÑERA, Leopoldo, De los movimientos sociales al movimiento popular, pp. 55-80. SUNKEL, Guillermo, CATALÁN, Carlos, Comunicación y política en América latina, pp. 8191. BIDEGAIN, Ana María, Las comunidades de base en la formación del Partido dos trabalhadores, pp. 92-109.

N° 8: julio-diciembre 1993 FAZIO, Hugo, La Unión europea: las tareas políticas de la integración, pp. 3-16. BOSEMBERG, Luis, La segunda guerra del Golfo y su importancia regional e internacional: ¿impacto coyuntural o trascendencia histórica ?, pp. 17-33. BERMUDEZ, Suzy, El "bello sexo" y la familia durante el siglo XIX en Colombia. Revisión de publicaciones sobre un tema, pp. 34-51. ARIAS, Ricardo, La jerarquía eclesiástica colombiana y el proceso de paz del presidente Belisario Betancur (1982-1986), pp. 52-65. BIDEGAIN, Ana, Feminización de la pobreza y economía global: una aproximación desde la historia, pp. 66-75. SÁNCHEZ, Gonzalo, Paradojas y encrucijadas de la investigación histórica en Colombia, pp. 75-80. RAMÍREZ, William, Al carnero también le gustan las mujeres, pp. 81-84.

N° 9: enero-junio 1994 TAVERA, Gladys, El tejido precolombino, pp. 7-13. MARTÍNEZ, Aida, Los oficios mujeriles, pp. 15-20

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BERMUDEZ, Suzy, Tijeras, agujas y dedal. Elementos indispensables en la vida del bello sexo en el hogar, pp. 21-27. BUSTOS, Martha Lucía, Cestería y mundo femenino, pp. 29-35. REY, Juana, El traje y la otra historia de la mujer, pp. 37-42. ARANGO, Luz Gabriela, Industria textil y saberes femeninos, pp. 43-49. BIDEGAIN, Ana María, Impacto de la modernización en las tareas domésticas: el caso de las labores de aguja, pp. 51-57. TORO, Javier, Del empleo en Medellín, pp. 59-73. DOMÍNGUEZ, Eduardo, Traperío y deleite, pp. 75-80. GUERRERO, María Teresa, Arte textil colombiano contemporáneo, pp. 81-93. LÓPEZ, Martha, El tejido como escritura y el orden femenino, pp. 95-101. BARRIOS, Beatriz, Enredando la pita, pp. 103-106.

N° 10: enero-junio 1995 NIETO, Mauricio, Poder y conocimiento científico: nuevas tendencias en historiografía de la ciencia, pp. 3-13. MEDINA, Manuel, Tecnografía de la ciencia, pp. 15-27. LUCENA, Juan, LEE, Gary, Haciendo científicos e ingenieros para propósitos nacionales en USA: desde la guerra fría hasta la competitividad económica, pp. 29-36. AMAYA, José, El aporte del diplomático sueco Hans Jacob Gahn (1748-1800) a la formación de la biblioteca de historia natural de José Celestino Mutis (1732-1808), pp. 39-71. RESTREPO, Olga, Lectio, disputatio, dictatio en el nombre de la ciencia: una polémica evolucionista en Colombia, pp. 73-87.

N° 11: julio-diciembre 1995 FAZIO, Hugo, El octubre ruso de 1917: una aproximación interpretativa, pp. 5-18. AYALA, César Augusto, La reconquista conservadora. Colombia 1957-1958, pp. 21-35. NIETO, Mauricio, Políticas imperiales en la Ilustración española: historia natural y la apropiación del Nuevo mundo, pp. 39-51. RODRÍGUEZ, Pablo, Las hojas del otoño: ancianos y viudos del siglo XVIII neogranadino, pp. 53-61. ARCHILA, Mauricio, Protestas sociales en Colombia: 1946-1958, pp. 63-77. PEÑARANDA, Nelly Rocío, De la historia como propuesta para un mejor futuro, pp. 79-92.

N° 12: enero-junio 1996 BIDEGAIN, Ana María, De la historia eclesiástica a la historia de las religiones, pp. 5-15. CORTES, José David, Balance bibliográfico sobre la historia de la Iglesia católica en Colombia, 1945- 1995, pp. 17-26. MAYA, Adriana, África: legados espirituales en la Nueva Granada, siglo XVII, pp. 29-41. PEREIRA, Ana Mercedes, El pentecostalismo: nuevas formas de organización religiosa en los sectores populares, pp. 43-65. LUNA, Lola, Para una historia política con actores reales, pp. 69-74. HELMSDORF, Daniela, Participación política evangélica en Colombia (1990-1994), pp. 77-84.

N° 13: julio-diciembre 1996 PINI, Ivonne, Aproximación a la idea de "lo propio" en el arte latinoamericano a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, pp. 5-15.

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V

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W

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reseñas

MORRIS, Benny Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-1999, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1999, 751 pp.

luis e. bosemberg *

Benny Morris, quien actualmente se desempeña como profesor de historia en la Universidad Ben-Gurión de Beersheva, Israel, publicó su última obra sobre el conflicto árabe israelita. Ha sido autor de numerosas publicaciones sobre el tema y su libro de 1986, The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947-1949, marcó, junto con otros, el inicio de la nueva historia de Israel.

Israel, como todos los países del mundo, tiene una historia oficial, la historia de los vencedores. Escrita por políticos, sus inmediatos participantes, soldados, historiadores oficiales, periodistas, etc, -todos ellos simpatizantes del régimen-, es un recuento donde escasea el análisis de las guerras y abundan, sobre todo, las crónicas bélicas, especialmente los actos heroicos de los combatientes. Sostiene, además, que Israel estaba imbuido de altos valores morales (lo que no poseían sus enemigos). Es un historia política estrecha basada en mitos nacionalistas, en grandes héroes impolutos, en una visión maniqueísta, en donde, obviamente, los palestinos y los árabes son los "malos" -los judíos, por supuesto, las víctimas. Se trata de una versión clásica nacionalista e ideologizada que hacía parte fundamental del proceso de construcción de la nación.

Por el contrario, la nueva historia, en la que se inscribe el profesor Morris, es más amplia y crítica. Se trata de un conjunto de obras basadas en estudios académicos e investigación en archivos, que hace hincapié, tanto en la historia social y cultural, como en la política. Así pues, Israel, cuarenta años después de su fundación, produce un cambio en su perspectiva histórica -como tantos otros pueblos que han sufrido un cambio generacional. La generación fundacional y política que tuvo la experiencia de la época manda-taria y de las primeras guerras y que vivió esos primeros traumas es cosa del pasado. Ahora, una nueva generación, un poco más distante, reescribe la historia.

La obra del profesor Morris, entonces, se inscribe en esta corriente haciendo un largo recuento del conflicto árabe-israelita. Se trata, pues, de una postura crítica para entender a través de la historia. Refiriéndose a los orígenes en el siglo XIX el problema es planteado de una manera revisionista. Es decir, contrario a lo expresado en la historia oficial, Palestina estaba poblada: notables y campesinos, campo y ciudad aparecen en escena. Más aún, el mismo fundador del sionismo, Theodor Herzl, anotaba en su diario en 1895 que "We must expropíate gently... Both the expropiation and the removal of the poor must be carried out discreetly and circumspectly". No solamente reconocía la presencia de una población autóctona sino que además ya desde aquella época se pensó en la transferencia (léase expulsión) de la población local. El autor anota que la situación histórica de los judíos era bastante insatisfactoria, ya que en el mundo islámico se les trataba como ciudadanos de segunda clase -si bien, en el cristiano, la situación fue mucho peor. Así, los judíos traerían a Palestina toda una visión típica de la vivencia europea: cualquier acción contra ellos era inmediatamente interpretada como pogromo o antisemitismo, es decir, perseguidos por el pasado, los árabes habrían de pagar por lo que los cristianos cometieron.

* Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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Según la historia oficial, el nacionalismo palestino es una creación indirecta del sionismo. Morris, si bien acepta esta tesis, le adjudica, además, otros procesos. Al mismo tiempo, está surgiendo el panarabismo que desde sus inicios presenta fracturas diversas -algo de cardinal importancia para al enfrentamiento por venir contra el sionismo.

El motor principal del antagonismo árabe contra los sionistas es el miedo a ser desplazados territorialmente y a perder sus posesiones -y no simplemente el rechazo per se a los derechos de los sionistas, como diría la historia oficial. Además, la competencia demográfica-geográfica, que los palestinos a la larga perderían, está definida desde el principio. El liderazgo judío, incluyendo al padre fundador Ben Gurión, era consciente de la situación de competencia. Este diría ante el comité político de su partido que "When we say that the Arabs are the agressors and we defend ourselves -that is only half the truth... politically we are the agressors and they defend themselves". De ahí que una de las primeras conclusiones sea que el sionismo era un movimiento e ideología, tanto colonialista como expansionista -junto con la idea de que desde un principio los judíos querían toda Palestina y que cada vez que se fundaba una colonia en un ambiente hostil se necesitaba otra para la seguridad.

Los sionistas no se dieron cuenta de que con sus acciones estaban contribuyendo enormemente a la formación de la nación palestina. Los árabes, por su lado, nunca entendieron a los judíos y sus reclamos sobre la tierra. Había una mutua y total falta de empatia. De ahí que, desde un comienzo, el problema ha estado acompañado de una simetría cruda y brutal en la percepción.

De singular importancia es la tesis del enfrentamiento entre los europeos (es decir, los judíos) y el tercer mundo (los árabes). Las ventajas de los judíos eran y son abrumadoras: un liderazgo unido con una orientación de servicio público, cuya tarea fundamental consistía en la capacitación del colectivo y no en la apropiación de la riqueza o influencia personal. Había una brecha entre las dos comunidades de unos cuarenta a cincuenta años en el desarrollo político y de la conciencia. Los judíos, aunque eran pocos, estaban muy bien organizados y muy motivados como colectivo, además de tener objetivos muy claros. A los palestinos, por el contrario, los caracteriza una sociedad que presenta rencillas feudales, una aristocracia venal, analfabetismo generalizado, retardo tecnológico e, inicialmente, una masa políticamente primitiva cuya organización básica era la familia, la aldea y el clan.

Los palestinos no reconocieron las fortalezas judías y cuando aceptaron la partición del territorio, a finales de la década de los 80, ya era demasiado tarde. Rehusaron cualquier compromiso pero no pudieron convertir los hechos en palabras, mientras su beligerancia fortaleció y preparó aún más a sus enemigos. También en el campo de batalla, el Estado-cuartel israelita era superior: la experiencia, el entrenamiento de las tropas, la fuerza aérea y las fuerzas blindadas, la unidad en el mando, el conocimiento, la calidad de los armamentos y las líneas de abastecimientos y comunicaciones; Israel supo movilizarse para una guerra total, lo que los árabes nunca pudieron. Para aquel, en el fondo, se trataba de una lucha por la supervivencia, de tal manera que las querellas internas eran relegadas a un segundo plano en aras de la defensa, mientras que los árabes, en la mayoría de los casos, no estaban unidos ni siquiera en torno a su principal enemigo. El mito histórico y oficial de la debilidad judía y de la poderosa amenaza árabe, cultivado desde las primeras décadas del Estado de Israel, es aquí diluido con una gran variedad de evidencias.

Las guerras tuvieron un efecto moderador en ambos bandos. La sucesión de la fuerza, el único lenguaje que ambos han entendido, ha hecho posible contemplar un futuro en donde reine la coexistencia. También es saludable el recuento sobre la voluntad de paz de los actores. En la historia oficial, Israel se

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presenta como el promotor de la paz -mientras los árabes, los apologistas de la guerra. En esta historia, sin embargo, los deseos pacifistas han variado según la situación. En un principio, hasta la década de los 70 y 80, los sionistas deseaban negociar, aunque con condiciones duras, mientras que los palestinos se mostraban reacios. En estas mismas décadas, se fueron invirtiendo los papeles: los palestinos iniciaron un lento camino hacia la moderación, mientras Israel, liderado por el partido Likud, era cada vez más intransigente.

Hacia el final del libro, el autor da por sentado que, independientemente de la voluntad de paz de Israel, el futuro del proceso depende de los fundamentalistas islámicos, las rivalidades entre las potencias y las armas nucleares. Curioso final, ya que parecería que en Israel no hubiese enemigos acérrimos de la paz, lo que el autor había señalado en varias ocasiones.

En suma, los actores reciben un tratamiento más equitativo en lo relativo al poder, la violencia, la justicia y la culpa. Presentes están las diversas élites, pero también los sectores populares -la historia social rescata la historia de los palestinos.

Esta obra, así como otras de la nueva historia, se acerca más a las versiones de los autores palestinos y árabes que anteriormente habían sido desmentidos como simple propaganda. Los palestinos han entrado a ser parte de la historia de Israel y no como simples terroristas o como, según lo expresó Golda Meir refiriéndose a sus líderes, los "animales" o aquellos que "no son humanos". Esa es tal vez la parte triste del problema, es decir, los judíos tuvieron que reescribir su historia para así creer en procesos que antes eran rechazados como simple propaganda. Claro está, ese rechazo inicial es también comprensible, ya que este conflicto, como todos, tiene un frente que muchos ignoran: el de la guerra ideológica y de la propaganda.

Este es, a nuestro entender, el primer libro de la nueva historia que abarca todo el conflicto, ya que Jas obras anteriores tratan temas más específicos. El libro es ameno, de lectura fácil y sin grandes propuestas analíticas. Se puede utilizar como manual, pero también como libro de referencia (incluye un índice alfabético). Además, presenta mapas, un índice y remite a una buena bibliografía de gran utilidad.

El libro es una invitación, tanto para el lego, quien desea una introducción, como para el especialista, ya que estas visiones de conjunto dan orientaciones sugestivas dentro de la larga duración -que también son importantes para el académico. La obra echa por el suelo la historia oficial y, es así, una contribución a la historia balanceada del conflicto árabe israelita. Libros como este contribuyen a la comprensión del mundo y al entendimiento mutuo. Y no como muchos otros que hacen exactamente lo contrario: siembran la discordia inflamando el conflicto y contribuyen a la falta de comprensión. Conocer más al otro contribuye a la paz. Una nueva narrativa, pues, se está construyendo que establece un puente entre versiones conflictivas así como la posibilidad de una mejor comprensión -para un mejor futuro.

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FEBVRE, Lucien L'Europe. Genèse d'une civilisation. Cours professé au Collège de France en 1944-1945, établi, presenté et annoté par Thérèse Charmasson et Brigitte Mazon, avec la collaboration de Sarah Lüdemann Librairie Académique Perrin, 1999, 425 pp.

muriel laurent *

Al finalizar la segunda guerra mundial, el historiador Lucien Febvre, cofundador de los Annales, dicta en el Colegio de Francia un curso sobre Europa, presentando al público su visión de la génesis de esta civilización. A pesar de que para muchos era una época poco propicia para abordar el tema, Febvre considera que "saliendo de cuatro años durante los cuales, tantas veces, hemos escuchado repetir estas palabras, Europa, europeo, por voces tan poco europeas", el interés de semejantes estudios no es para nada superfluo (p. 49). Más de cincuenta años después, en un contexto totalmente diferente en lo que a Europa se refiere1, se editan en Francia los apuntes manuscritos que dejó el historiador.

El objetivo de Febvre consistía, con el curso, en facilitar las nociones históricas necesarias a las meditaciones de los hombres de ese entonces sobre la Europa del mañana, de manera a ayudarles a la comprensión de lo que estaba pasando: "Les doy algo con qué reflexionar, y con qué entender" (p. 19). Asimismo, con la publicación, se le da al lector la oportunidad de adentrarse en el vivo fresco de este fenómeno histórico de más de veinte siglos que es la evolución de Europa y de seguir paso a paso la encuesta del historiador francés en busca de la emergencia de un conjunto a identidad variable", como dice Marc Ferro en el preámbulo. "Estamos en búsqueda de una Europa humana, de una Europa hecha de grupos humanos capaces de crear, capaces de compartir, capaces de difundir una civilización europea, específicamente europea" (p. 74), dice Febvre para describir su trabajo.

En palabras del propio Febvre igualmente, "Europa es una civilización. Y nada más movido sobre la tierra que una civilización, nada que viva más peligrosamente, nada que pida más al historiador la facultad de exteriorizarse, de salir de su horizonte limitado, de tener siempre una mirada sobre el universo" (p. 19). Luego precisa, "Llamo Europa, simplemente, una unidad histórica, una incontestable, una innegable unidad histórica, una unidad que se construyó a fecha fija, una unidad reciente, una unidad histórica que aparece en la historia, sabemos exactamente cuándo, puesto que Europa, en este sentido, Europa tal y como la definimos, tal y como la estudiamos, es una creación de la Edad Media; una unidad histórica que, como todas las otras unidades históricas, se hizo de diversidades, de pedazos, de partes arrancadas a unidades históricas anteriores, ellas mismas hechas de pedazos, de partes, de fragmentos de unidades anteriores" (p. 37).

En este sentido, se analizan los respectivos aportes del mundo romano, el mundo griego y Oriente, es decir del Mediterráneo, a Europa (por ejemplo, la palabra Europa y realidades como las agrupaciones

* Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. 1 Recordemos que para 1945 todavía no se habían dado los pasos relativos a la integración europea: el Tratado de la

Comunidad Europea del Carbón y del Acero (C.E.C.A.), primer paso hacia una Comunidad Europea, fue firmado en 1951 y el de la Comunidad Económica Europea (C.E.E.), en 1957, cuya evolución nos permite hablar hoy en día de Unión Europea.

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culturales). Posteriormente, se mira cómo empezó a cuajar, a partir del siglo V, una Europa que conjuga tanto el mundo mediterráneo como el mundo nórdico y que comparte instituciones como la cristiandad, el feudalismo y el vasallaje, así como movimientos o corrientes políticos, económicos, intelectuales, religiosos o espirituales, científicos y artísticos. Efectivamente, Febvre considera que Europa pasa a ser una posibilidad cuando el imperio romano se desbarata.

Podemos citar aquí un ejemplo curioso recalcado por el autor y es la importancia que tuvo el camello en la separación del norte de África de la zona mediterránea que, hasta el siglo V aproximadamente, se consideraba como una unidad. De hecho, se hizo posible la comunicación entre el Magreb y el África central, que separa una amplia región desértica, ya no tan insuperable con la ayuda de este animal. Con esta ayuda, se desvinculó el sur del mare nostrum del norte y se hizo evidente la pertenencia del Magreb a África y su alejamiento de Europa.

Paralelamente, como se mencionó anteriormente, empezaban a cohesionarse el norte y el sur de Europa. Durante varios siglos se realizan la reunión y lenta fusión de elementos nórdicos y mediterráneos para permitir la aparición de un conjunto verdaderamente europeo. Surgió entonces una civilización específica con su organización específica, la cultura y la política complementándose continuamente. La primera formación realmente europea se gestiona alrededor del siglo IX con el imperio carolingio y luego con la cristiandad y también con el feudalismo. Febvre subraya la riqueza de estos siglos en invenciones que se dan gracias a la incorporación del mundo nórdico por realidades como el frío y la cercanía del mar Atlántico (esclusa, yunta, chimeneas). Asimismo, aborda, entre otras cosas, la complementariedad económica del campo y de la ciudad, así como el conflicto entre dos espíritus: el laico y el religioso.

Al respecto, indica: "¿Y esta civilización nueva es el fruto de qué? De un mestizaje, de una mezcla de razas no suficientemente alejadas para que, de este alejamiento, resulte repugnancia y esterilidad, suficientemente alejadas para que, con su unión, no haya riesgos de degeneración. Una vez más, la historia lo confirma: no es la pureza, es la impureza racial (si esta palabra tiene un sentido) la que fecunda; no es la separación de sangres, sino la mezcla de sangres. Asimismo, lo sabemos como hombres de ciencia y de estudio, no es al interior de cada ciencia sino en la frontera de diversas ciencias que se hacen los grandes descubrimientos, así, es con el choque de grupos de hombres que nacen los grandes renacimientos de civilización" (pp. 95-96).

A partir del siglo XIV, se encuentran textos que hacen referencia a la idea de Europa y con el paso de los siglos, se van multiplicando (Commynes, Ronsard y Du Bellay, Erasme, Sully, Montesquieu, Rousseau). El autor inserta en su relato varios párrafos de los mismos, que ilustran la toma de conciencia que se estaba dando alrededor de la noción y de la realidad de esta unidad. A la noción cultural de Europa tiende a añadirse, con el siglo XVII, una noción política y, más precisamente, de equilibrio político. Más tarde, al final del siglo XVIII, se fortalece el concepto de nación y luego el de nacionalidad. Febvre los diferencia claramente, subrayando que el segundo, y con él, los nacionalismos, son los que han propiciado los fuertes choques internos que se vivieron desde mediados del siglo XIX en Europa y que proporcionaron un movimiento en sentido contrario del que se había vivido durante los siglos anteriores.

A lo largo del escrito, nos confirma que unidad no es uniformidad, y que las similitudes son tan importantes y numerosos como las diferencias en la conformación de Europa. Plantea también Europa como patria o "super patria", adelantándose así a la creación institucional posterior que refleja una identidad compartida y subrayando la necesidad de desarme en el momento en el que escribe. En la postguerra, Febvre veía tres

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tareas que se debían emprender para "hacer Europa": la primera era político-administrativa, la segunda económico-financiera y la tercera cultural; considerando que la primera y la última son las prioritarias, puesto que de todos modos lo político está estrechamente relacionado con lo económico.

Al respecto, nos precisa que, finalmente, lo que hace con su trabajo sobre Europa es desdibujar el problema que existe ante los ojos del historiador: "Sólo se trata aquí de historia. No trato la cuestión en político, ni en partidario, ni siquiera la trato. La planteo" (p. 292). Y lo hace siempre tomando en cuenta, magistralmente, las dos dimensiones de la historia que no son rígidas, sino variables: el tiempo y el espacio.

En cuanto al oficio del historiador, precisamente, se pueden destacar los siguientes comentarios: "La historia es ciencia del hombre y nada de lo que toca al hombre es simple. Y si una cuestión histórica importante nos parece simple, nuestro deber debe ser enseguida de complicarla. Porque, viéndola sencilla, podemos estar seguros de que la deformamos... En otros términos, el papel del historiador no es el de simplificar la realidad, es el de buscar, detrás de las apariencias de la simplicidad, la complejidad de las cosas vivas, lo cotidiano, la necesaria complejidad de la vida" (p. 152). También añade que su oficio de historiador lo lleva a "mirar, de frente, al pasado y prolongar su curva, muy exactamente, hasta hoy, sin dejarse desviar por nada en este deber" (p. 315) y que "Pueden ver que la historia quÍ2ás no carece de interés para quien quiere entender los más trágicos debates de nuestro tiempo" (p. 48).

En últimas, la lectura del libro es muy entretenida y está escrito en una forma oratoria; es como un amplio viaje que ofrece mucha precisión en los detalles y que está lleno de ejemplos y sorpresas, de imágenes y metáforas. La coherencia del conjunto se conserva a pesar de que la lectura de la segunda parte, que contiene múltiples referencias, no es tan ligera como la primera mitad del libro. Evidentemente, la reseña no alcanza a reflejar la riqueza del texto que nos ofrece Febvre y, por lo tanto, se recomienda su lectura, para vislumbrar una "civilización como fruto de la voluntad humano" (p. 83). Academia Nariñense de Historia Manual Historia de Pasto, tomo III Academia Nariñense de Historia, Alcaldía Municipal de Pasto, Consejo Municipal, Programa de Formación Ciudadana, Pasto, 1999, 539 pp.

giovanny castro caicedo *

El tercer volumen de la academia nariñense continúa el plan de obra sugerido por los temas tratados en los anteriores (1996) y, ante todo, continúa con el conglomerado de ideas acerca de la "pastusidad", las tendencias de la tradición y la vanguardia que desde siempre se han visto en los impresos y la política regional, desde que se fijaban en las esquinas hasta hoy, cuando el empuje de la reinserción dejó en la alcaldía y el Consejo la preocupación acerca de la propia identidad, como un proyecto socioeconómico a

* Estudiante de Historia de la Universidad de los Andes.

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largo plazo. Así, después del largo proemio de los honorables cuerpos, se presenta un sumario que inicia en la Colonia, habiéndose tratado ya en los tomos I y II aspectos del tiempo prehispánico mediante herramientas antropológicas.

Después de precisiones conceptuales sobre el acto formal colonial de fundar y establecer poblaciones (Alvaro Gómezjurado Forero), la relación con las aldeas de nativos que rodean la cabecera municipal se estudia desde dos artículos: el primero, reseña los sitios y su asociación con los grandes hechos del pasado -casi siempre fruto de la casualidad-, y el otro sigue el desarrollo de Pandiaco hasta el siglo XIX (de Enrique Herrera y Lydia Inés Muñoz Cordero, respectivamente). Todavía las grandes gestas protagonizadas en la Independencia confunden por lo admirables y en ocasiones opacan la temática anunciada, pero es innegable, en todo nivel, la extensa perturbación de guerra durante esos años, como ilustra mejor el padre José Vicente Agreda en su artículo "Tres hechos nefandos en la historia de San Juan de Pasto", siendo éstos la muy recordada "navidad sangrienta", que horrorizó los templos de un pueblo creyente, y "la jura" o deportación al Perú de los hombres de la ciudad en 1823. Por ahí empieza un discurso donde se podrá ver el papel y visión de la misma Iglesia católica acerca del siglo XIX, las tendencias que chocaban de sur a norte, de autonomía y combatividad religiosa contra el republicanismo y la revolución liberal de mediados de siglo, que en su llegada al poder del 76 impone una policía represiva, "la culebra", el último hecho nefando.

La historia de la sociedad, la educación y la política que surgen de la pacificación y dependencia de la región de las directivas nacionales, está abordada por tres estudios: con énfasis en la educación, Gerardo Guerrero se aproxima a los aspectos funcionales del incipiente sistema escolar y su influencia en la política, que entonces se expresaba por medio de asociaciones católicas o liberales como las congregadas en la llamada "comuna de Pasto", movimientos estudiados en "La fundación de sociedades como mecanismo de pensamiento político-religioso (1838-1904)", de Guillermo Narváez y "Antecedentes y fin de la comuna socialista en Pasto (1870-1874)", de Edgar Dávila.

El siglo XX empieza a ser contado mediante memorias por Gerardo Cortés: recuerdos personales entre una clase media, que dan cuenta de la vida cotidiana, desde los baños termales hasta el entusiasmo de los jesuitas españoles hacia Franco, demostrado en veladas musicales en su honor a donde eran llevados los alumnos del colegio y se cantaba "Cara al sol con la camisa parda", levantando el brazo. Como un proyecto ambicioso de concertar una historia general del pasado reciente se inscriben los estudios de Benhur Solarte, Eduardo Zúñiga y Carlos Verdugo, pues abarcan la economía y los cambios agrarios, el crecimiento urbano, ideología, modernización y la consecuente dislocación cultural, llegando inclusive a las problemáticas actuales. Cerrando el libro, la monografía "El trigo en nuestra comarca", de Manuel Zarama, crea la ilusión de un retroceso a los tiempos coloniales en su rastreo de la espiga, en la asociación de su presencia, tanto en las actas oficiales donde podemos abstraer nociones económicas como en su relación con los grandes hechos de siempre, sin olvidar el cancionero popular y el desarrollo de la técnica agropecuaria. Así de variado, porque este libro, antes que producto erudito de precisión y neutralidad, hace parte de una declaración de principios y de una personalidad histórica.

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IVEREIGH, Austen (comp.), The Politics of Religión in the Age of Revival: Studies in Nineteenth-Century Europe and Latín America, Institute of Latin American Studies, University of London, Londres, 2000, 223 pp.

luis e. bosemberg *

Teniendo como período el siglo XIX y como tema central religión y resurgimiento, el conjunto de estudios de esta revista plantea que, contrario a muchas explicaciones de índole liberal que postulaban la decadencia de la iglesia, dicho siglo, por el contrario, vivió una era de restauración. Si bien, las relaciones entre la sociedad y religión cambiaron, ello no significa que aquella perdiera su religiosidad.

Los diversos estudios presentan una gran variedad de ejemplos que ilustran la tesis del resurgimiento religioso. Tan sólo teniendo en cuenta este resurgimiento podemos entender la naturaleza de los conflictos entre Estado e Iglesia, liberal y católico.

Anderson desarrolla la idea de que Roma triunfó y con ello se hizo tan visible que tanto para católicos como anticlericales se constituyó en un conspicuo símbolo para sus respectivas luchas. Aunque con diferentes características, dependiendo del lugar y las circunstancias, se trataba de una renovación del clero, de la fundación de nuevas órdenes -muchas dedicadas al servicio activo-, y de una verdadera proliferación de vocaciones religiosas. El ultramontanismo es comprensible si tenemos en cuenta las terribles persecuciones contra la iglesia; era, pues, defensivo.

McMillan se pregunta que si tenía lugar un proceso de descristianización, ¿por qué entonces estallaron tantos conflictos? Y, ¿cómo explicar, entonces, el anticlericalismo? Lannon, investigando sobre España, constata la existencia de una gran variedad de congregaciones responsables de orfanatos, hospitales y escuelas. Londoño documenta una expansión religiosa en Antioquia entre 1870 y 1930.

Brading nos relata, por ejemplo, como Clemente de Jesús Munguía, obispo de la diócesis de Michoacán, que aunque representaba aquella posición que tradicionalmente calificamos de ultramontana y conservadora, su ideario estaba impregnado -siendo esto lo sorprendente- de la reacción francesa a la revolución. Es decir, un afrancesamiento invadía el pensamiento religioso del México decimonónico e inspiró muchos en la lucha contra el Estado liberal.

Los Valenzuela explican que la tensión entre lo secular y lo religioso no se dio a partir de fraccionamientos de clase ya que la participación social era muy heterogénea. Sectores populares se identificaban con un ideario tradicional y con el discurso moderno revolucionario y europeo que la élite criolla postulaba. Mientras que la élite criolla -urbana, masculina y burguesa-, contrastaba fuertemente con la iglesia a través de sus múltiples instituciones, esta construyó marcos identitarios y de ritual que iban más allá de las fronteras de clase y género. Más aún, el discurso independentista llegaba a las masas populares porque había una filiación con las ideas tradicionales religiosas. Según esto, la iglesia estaba en los corazones del pueblo en sentido físico y metafórico y daba un unidad antes de que el liberalismo hablara de nación.

* Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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Para Van Young y Viveraigh la tradición hispánica contractual y antiabsolutista de los teólogos de Salamanca, de un, por ejemplo, Francisco Suárez, era notable entre los proceres de la independencia. Además, muchos políticos del siglo XIX apelaron a la creencias tradicionales populares. Es decir, no era bien visto separar las creencias religiosas de las políticas -como los liberales señalaban.

Muchas otras ideas son planteadas. La iglesia era plural: tres corrientes la dividían, a saber, el ultramontanismo, el neotomismo y el liberalismo. Ella no resistía al liberalismo por defender privilegios sino a partir de una tradición arraigada y popular. Así pues, los liberales decimonónicos no se dieron cuenta de la profundidad del sentimiento católico.

El anticlericalismo no era, como generalmente se dice, una reacción exclusiva contra el clericalismo, sino también debe entenderse dentro de marcos distintos a los de la iglesia, con una lógica propia y dinámica.

La iglesia contribuyó a la modernización, y no era retardataria, como se demuestra en el caso de Antioquia en donde el catolicismo produjo las élites burguesas que a su vez apoyaban la subcultura eclesiástica. El nacionalismo y el catolicismo competían porque tenían mucho en común. Así, la dicotomía moderno -tradicional tiene muchos más matices de los que generalmente se creía. La iglesia no competía en igualdad de fuerzas, como se ha creído. Era fuerte en ciertos lugares (México y Francia) y débil en otros (Argentina).

En general, la iglesia apoyó movimientos de independencia en América Latina y los liberales no se mostraban todos en contra de la religión. Inclusive, los nuevos y poderosos estados en épocas tranquilas veían con buenos ojos a los curas en sus ritos y en sus orientaciones. El conflicto también vivía una dinámica y creativa relación. Al terminar el siglo ambos contendores habían cambiado por su interrelación.

En síntesis, los variados artículos muestran a una iglesia muy distinta a la presentada por la visión tradicional liberal. Con una gran variedad de matices y contextos, la institución no es analizada en términos maniqueos de blanco y negro, sino resaltando sus aportes a la modernidad, sus facetas y posiciones. El siglo XIX no vivió una oposición frontal entre iglesia y democracia.

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SÁNCHEZ, Efraín, Gobierno y Geografía. Agustín Codazzi y la Comisión Corográfica de la Nueva Granada Bogotá, Ed. Banco de la República y El Ancora Editores, 1999, 690 pp.

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El autor de esta obra, sociólogo de la Universidad Santo Tomás de Bogotá y doctor de la Universidad de Oxford, se ha propuesto no sólo hacer una biografía más de la compleja y fascinante personalidad de Agustín Codazzi, sino también la historia de los estudios geográficos en Colombia y su importancia para la cultura nacional.

El eje de la obra, como es natural, se centra en la historia de la Comisión Corográfica, empresa cultural y científica creada en 1850 durante el gobierno de José Hilario López, cuya dirección fue encomendada a Codazzi y quien tuvo como colaboradores a un distinguido grupo de intelectuales, como Manuel Ancízar y Santiago Pérez, a más de un equipo de dibujantes y pintores, como el venezolano Carmelo Fernández, el inglés Enrique Price, el colombiano Manuel María Mesa y el bizarro pintor francés León Gauthier. Además de la colaboración del sabio botánico José Gerónimo Triana.

A través de ocho largos capítulos, el autor hace un exhaustivo inventario de los estudios realizados por la Corográfica hacia 1850 y años siguientes en el campo de la geografía física y humana, la botánica, la mineralogía, la administración y la vida política del país. Largas consideraciones son dedicadas a problemas como el de la inmigración o al proyecto de abrir un canal interoceánico, ya fuese por el Istmo de Panamá o por el Darién y el Chocó, proyecto que fue verdadera obsesión de Codazzi y, naturalmente, a la elaboración de la primera geografía general del país, la Geografía Físicay Política de la Nueva Granada. Un aspecto sobresaliente de la obra es su preocupación por relacionar las actividades, dificultades y logros de la Corográfica, con las circunstancia políticas, económicas y sociales de al coyuntura histórica de 1850.

La documentación, tanto en los archivos colombianos, españoles e italianos, como la bibliografía sobre el tema es amplísima y rigurosamente citada y empleada. Es de lamentarse que, quizás por motivos de costo, dada la magnitud de la obra, el texto no haya sido acompañado de unos cuantos mapas y algunas reproducciones de las obras de los pintores de la Corográfica.

* Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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McFARLANE Anthony, Colombia antes de la Independencia Bogotá, Ed. Banco de la República y El Ancora Editores, 1997,577 pp.

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El autor de este ensayo, profesor actualmente de la universidad inglesa de Warwick, ha estado vinculado al estudio de la historia de Colombia, particularmente a la historia del siglo XVIII y los años finales del período colonial. El libro esta divido en cinco grandes partes, subdivididas en varios capítulos que se refieren a la economía, la vida social, la política y las circunstancias mundiales en que se realizó el movimiento de la independencia nacional.

El autor se detiene especialmente en el estudio de las reformas y cambios establecidos en la política colonial por los monarcas borbónicos durante el siglo XVIII, en la política, en la cultura, la economía y la administración, y analiza las repercusiones de estas en la sociedad neogranadina a finales del siglo y en la atmósfera política que precedió al 20 de Julio de 1810.

Algunos capítulos como el relacionado con la influencia del pensamiento ilustrado en el movimiento de independencia (Ciencia y Sedición) y el relacionado con la situación política que antecedió al proceso de independencia, innovan poco desde el punto de vista de los hechos, pero el autor los interpreta con agudo sentido crítico y en forma no convencional.

El texto está acompañado de numerosos cuadros y gráficas estadísticos y algunos mapas que facilitan considerablemente la comprensión de los problemas y las investigación está basada en fuentes primarias de los archivos colombianos y españoles y en una amplísima bibliografía de autores colombianos, ingleses y norteamericanos.

Finalmente, una observación. Las conclusiones y los epílogos son peligrosos en todo texto y sobre todo en historiografía. El autor, sin embargo, no se ha privado de ellos. Al referirse a la historia colombiana del siglo XIX -tema que, por lo demás, queda fuera del núcleo del ensayo- acoge, en lo que se refiere a la historia económica, las opiniones del joven economista norteamericano WP. McGreevey, para quien la política económica colombiana de ese período fue una sucesión de desastres. A lo cual se agrega la ocurrencia de José María Quijano Walis, un periodista colombiano de la segunda mitad del siglo XIX, según la cual "las más prósperas industrias colombianas del siglo pasado fueron las guerras civiles y la política".

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BUSHNELL, David, Colombia. Una Nación a pesar de sí misma Bogotá, Ed. Planeta, 1996, 434 pp

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David Bushnell es, con razón, considerado el decano de los colombianistas norteamericanos, pues desde que obtuvo su doctorado en la universidad de Harvard en 1952, escogió a Colombia como el campo de su especialidad. Su nombre es familiar a los lectores colombianos a través de varias obras y artículos en revistas especializadas de Colombia y Estados Unidos y especialmente por su libro El Régimen de Santander en la Gran Colombia, probablemente el mejor estudio que existe en nuestra bibliografía sobre el período inmediatamente posterior a la independencia de Colombia y Venezuela.

En su libro Colombia. Una Nación a pesar de sí misma, el autor ha querido darnos una síntesis, lo más completa posible, de nuestra historia, desde el período prehispánico hasta nuestros días. No es, desde luego, un libro convencional. El autor no se limita a establecer rigurosamente los hechos y fenómenos históricos, sino que se interroga ante ellos y trata de explicárselos. No es una historia en que se considera algún aspecto como fundamental y el que ha determinado la explicación de los otros. Ni la economía, ni la política, ni la religión, ni el medio geográfico o la raza son fenómenos privilegiados.

Tampoco se trata de un recuento de los aconteceres históricos o una simple narración de ellos. El autor se plantea problemas, se hace preguntas y trata de encontrar la explicación de las decisiones políticas, económicas o culturales tomadas por los actores del proceso histórico. Cuando se refiere a las personalidades, las analiza con comprensión y un agudo sentido crítico. Una muestra de ello, entre muchas, es el caso de Rafael Núñez. También lo es el de Bolívar, Santander, Mosquera o Miguel Antonio Caro.

Naturalmente, por tratarse de un manual para el lector corriente, algunos temas son tratados muy esquemáticamente. Es el caso de ciertos aspectos de la historia de la cultura donde el lector debe contentarse con poco más que enunciado de autores y títulos. El complejo, y particularmente provocador período contemporáneo de la vida política colombiana denominado de la "violencia" (1950-1999) es particularmente comprensivo y realista.

El libro se cierra con un análisis minucioso y crítico de las fuentes y bibliografía nacional y extranjera sobre la historia de Colombia y una serie de útilísimos cuadros estadísticos sobre aspectos económicos, sociales y políticos que se refieren a la historia nacional desde el siglo XIX hasta nuestros días.

Una pregunta le surge al lector inevitablemente, sobre el título. ¿Por qué "una Nación a pesar de sí misma"? Una explicación sería que el autor piense, contra todas las leyendas negras que se han tejido en torno a la historia de nuestro país, por historiadores nacionales y extranjeros, que, dentro de su problemática y paradójica historia -¿y la de qué nación no lo es? — Colombia ha llegado a ser una nación. Ni más, ni menos.

En resumen, una excelente síntesis de la historia colombiana, escrita con una enorme simpatía y comprensión, sin que estas virtudes aminoren el rigor y la objetividad que debe tener toda obra histórica.

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Notilibros Sección a cargo de Ricardo Arias y Luis Eduardo Bosemberg

* CALVO, Haroldo, MEISEL, Adolfo (Editores), Cartagena de Indias en el siglo XX, Bogotá, Banco de la República-Universidad Jorge Tadeo Lozano, 2000. Este libro, resultado del "Segundo Simposio sobre la Historia de Cartagena: la ciudad en el siglo XX" (octubre 1999), reúne una serie de ensayos que buscan examinar integralmente la historia de Cartagena en el siglo XX. Se trata de uno de los primeros esfuerzos por acercarse a un periodo poco estudiado hasta el momento, a pesar de su importancia. El siglo XX fue, en efecto, una época de profundos; cambios, que contrastan con el estancamiento que sufrió la ciudad a los largo del siglo XIX, como consecuencia de las guerras de Independencia y sus secuelas. Cartagena fue, en distintos aspectos, una ciudad victoriosa en el siglo XX, pues vivió una relativa pujanza en varios campos. Sin embargo, en los albores del siglo XXI es una urbe que enfrenta distintos problemas no resueltos que tienen profundas raíces históricas.

* LAROSA, Michael, De la derecha a la izquierda. La Iglesia católica en la Colombia contemporánea, Bogotá, Planeta, 2000. Este estudio aborda la historia de la Iglesia católica colombiana básicamente desde la Constitución de 1886 hasta los años 1970. Durante este periodo se aprecian las evoluciones que ha tenido el discurso social de la Iglesia: desde ciertas actitudes extremas claramente partidistas y favorables al orden establecido hasta posiciones de lucha por las reivindicaciones sociales y la defensa de los intereses de las clases menos favorecidas. La figura de Camilo Torres y movimientos como Golconda, demuestran que la doctrina y la práctica sociales de la Iglesia católica colombiana han sido mucho más complejas y sensibles a las realidades nacionales de lo que cierta historiografía convencional nos ha querido hacer ver.

* Historia general de América Latina, t. II, El primer contacto, la formación de nuevas sociedades (volumen bajo la dirección de Franklin Pease), Madrid, Ediciones Unesco-Editorial Trotta, 2000. El segundo volumen de una colección que tiene previstos siete más, abarca el periodo que se extiende de la primera fase del asentamiento colonial, iniciada en cada región del continente americano a medida que sus pobladores iban entrando en contacto con los europeos, hasta la década de 1570. La expansión europea revistió en América características muy distintas de las que desarrolló en otros continentes y en siglos posteriores al XVI. Para la comprensión cabal de estas diferencias, no basta con describir los rasgos distintivos de la colonización efectuados por los países mediterráneos y anglosajones. Por eso, se analizan primero los modelos de expansión prevalecientes en las sociedades europeas antes de los contactos iniciales a fin de entrever sus formas, propósitos y fines, para poder abordar así dichos contactos y la propia estructuración de las sociedades americanas de los siglos XV y XVI. El mestizaje, las epidemias, la dinámica demográfica, la aculturación, las nuevas actividades económicas, los cambios en las pautas alimentarias, la farmacopea, la nueva estructura política, la evangelización son todos temas que ocupan a

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los historiadores en los diversos capítulos, para culminar en el universo de las representaciones, tanto de europeos como de los americanos mismos, a través de los primeros testigos.

* SHLOMO, Ben-Ami, Israel, entre la guerra y la paz Barcelona, Ediciones B, 1999. Académico, diplomático y miembro del partido laborista de Israel, Shlomo Ben-Ami, ha escrito numerosos libros sobre política internacional. En éste analiza la historia de Israel y el difícil proceso de paz. Plantea inicialmente que el conflicto es también de imágenes, cultura y percepciones. Analiza los inicios, para luego seguir con "el tortuoso camino hacia Madrid", el gobierno de Rabin y Netanyahu y, finalmente, propone unas posibles soluciones. Se tiene en cuenta no sólo la dimensión regional, sino también la internacional.

* SIGMUND, Ana María, Las mujeres de los nazis, Barcelona, Plaza y Janes, 2000. A partir de un enfoque estrictamente biográfico, el libro relata la vida de ocho mujeres de la época del nacionalsocialismo. Presentes están personajes conocidos, tales como Eva Braun, la famosa amante de Hitler; Leni Riefenstahl, la no menos célebre cineasta; siguiendo con Magda Goebbels, la esposa del ministro de propaganda; y las dos esposas de Goering. La autora es doctora en filosofía de la Universidad de Viena y ha sido autora de numerosos artículos sobre los habsburgos.

* FISCHER, Louis, Gandhi: su vida y su mensaje a la humanidad, Buenos Aires, Javier Vergara, 2000. Se trata de una biografía que se inicia con su infancia, sus estudios de derecho en Londres, su estadía en Suráfrica, en donde se inicia como luchador por la causa de los oprimidos, para después narrar su vida y luchas en la India. El autor, corresponsal, analista internacional y autor de varios libros, reflexiona, además, sobre las ideas y enseñanzas de Gandhi.

* PRESTON, Paul, Franco: "Caudillo de España", Barcelona, Grijalbo, reed., 1998. En esta obra, que algunos consideran la biografía definitiva de Franco, éste es presentado como un hombre ambicioso e implacable que usa la guerra como instrumento de poder, además, de hábil dirigente y caudillo militar. El autor es graduado de la Universidad de Oxford y se desempeña en la actualidad como profesor de historia en el London School of Economics. Ha escrito numerosos libros sobre España.

* FARIAS, Victor, Los nazis en Chile, Barcelona, Seis Barral, 2000. El autor da respuesta a un gran interrogante ¿qué semilla sembraron los nazis en Chile y cómo fructificó? Basado en una gran cantidad de archivos, la mayoría alemanes, el libro trata temas tan diversos como las fuerzas armadas chilenas, el partido nazi chileno, antropólogos y médicos racistas, espionaje e, inclusive, Claudio Arrau y Salvador Allende. El autor es doctor en filosofía de la Universidad de Friburgo. Ha escrito numerosas obras sobre filosofía y literatura.

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