Historia Abierta - CDL Madrid · fuente fundamental para el estudio del Arte y de la Cultura...

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CDL SEPTIEMBRE 2010 / 13 Historia I Abierta Historia Abierta NÚM. 43 SEPTIEMBRE, 2010 CONSEJO ASESOR Luis Suárez Fernández de la Real Academia de la Historia Martín Almagro-Gorbea de la Real Academia de la Historia Alfonso Bullón de Mendoza Universidad San Pablo-CEU Emilio de Diego Universidad Complutense José Andrés-Gallego Consejo Superior de Investigaciones Científicas DIRECTOR Antonio Manuel Moral Roncal EDITOR Luis Valiente CONSEJO DE REDACCIÓN Jesús Bravo Lozano Beatriz Campderá Gutiérrez Ana Rosa Domínguez Santamaría José Francisco Forniés Casals José Luis Martínez Sanz Ricardo Colmenero Martínez EN ESTE NÚMERO Felipe II, una imagen controvergida Paz Bustabad Arribas y Erika Puentes Quesada La Universidad en el reinado de Felipe II José Manuel Marchal Martínez Cine Libros Alfonso Rojas Quintana Martín de la Guardia, Ricardo; Pérez Sánchez, Guillermo Francisco Javier Gómez Díez EDITORIAL FELIPE II. IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS Dedicamos el presente número a reflexionar sobre uno de los monar- cas más emblemáticos de la Casa de Austria: el rey Prudente. El primer artículo estudia la imagen del monarca en su tiempo y también tras su muerte, llegando hasta la que ofrecen actualmente los libros de Cien- cias Sociales de la ESO a los alumnos españoles. La proyección pública del monarca no sólo determinó la visión que sus súbditos y otros eu- ropeos tuvieron, sino que también llegó a forjar una determinada ima- gen de sus reinos e inmensos territorios. Así, la estela de Felipe de Es- paña llegó a inundar una época de la historia de España, y para bien o para mal, la propaganda oficial y la Leyenda Negra ofrecieron, cada cual con sus métodos y medios, una determinada imagen del rey pero también de sus reinos, fundiéndose figura y espacio como en otras épo- cas y régimenes políticos. El monarca católico, por las terribles vicisitu- des personales y políticas de su reinado, facilitó la propaganda contra- ria, sumamente hostil de protestantes y rivales europeos. Pero, en lí- neas generales, no actuó peor ni mejor que sus coetáneos, asumiendo las doctrinas propias de un príncipe del Renacimiento contrarreformis- ta, de un tiempo convulso y cambiante, donde llevó hasta el final de su vida su papel de líder de una Monarquía polisinodial, joven todavía y débil precisamente por ello en sus lazos de unión. El segundo artículo presenta un panorama de la Universidad en el reinado filipino, desmontando tópicos propios de la famosa Leyenda Negra, situando las intervenciones de la Corona en su tiempo, la segun- da mitad del siglo XVI, cuando el espíritu del Renacimiento –todavía la- tente– tuvo que acomodarse a la desmembración religiosa de Europa y a la nueva etapa de la historia de la Iglesia Católica, marcada por la ce- lebración del Concilio de Trento y la Contrarreforma. Si el cine es una fuente fundamental para el estudio del Arte y de la Cultura contempo- ráneas, resulta adecuado añadir una reflexión crítica sobre una recien- te película sobre la corte de Felipe II, La Conjura de El Escorial (2008), ya que la cinematografía, en muchas ocasiones, se inventa la Historia, pero influye decisivamente en conformación intelectual de numerosas personas. Nuestra tradicional sección de libros cierra este número, de- dicado al siglo XVI hispano, que esperamos sea del agrado de nuestros abnegados lectores.

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CCDDLL SEPTIEMBRE 2010 // 1133Historia I Abierta

Historia AbiertaNÚM. 43 • SEPTIEMBRE, 2010

CONSEJO ASESORLuis Suárez Fernández

de la Real Academia de la HistoriaMartín Almagro-Gorbea

de la Real Academia de la HistoriaAlfonso Bullón de MendozaUniversidad San Pablo-CEU

Emilio de DiegoUniversidad ComplutenseJosé Andrés-Gallego

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

DIRECTORAntonio Manuel Moral Roncal

EDITORLuis Valiente

CONSEJO DE REDACCIÓNJesús Bravo Lozano

Beatriz Campderá GutiérrezAna Rosa Domínguez SantamaríaJosé Francisco Forniés Casals

José Luis Martínez SanzRicardo Colmenero Martínez

EN ESTE NÚMERO

Felipe II, una imagen controvergidaPaz Bustabad Arribas y Erika Puentes Quesada

La Universidad en el reinado de Felipe IIJosé Manuel Marchal Martínez

Cine

LibrosAlfonso Rojas Quintana

Martín de la Guardia, Ricardo; Pérez Sánchez,Guillermo

Francisco Javier Gómez Díez

EDITORIAL

FELIPE II. IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Dedicamos el presente número a reflexionar sobre uno de los monar-cas más emblemáticos de la Casa de Austria: el rey Prudente. El primerartículo estudia la imagen del monarca en su tiempo y también tras sumuerte, llegando hasta la que ofrecen actualmente los libros de Cien-cias Sociales de la ESO a los alumnos españoles. La proyección públicadel monarca no sólo determinó la visión que sus súbditos y otros eu-ropeos tuvieron, sino que también llegó a forjar una determinada ima-gen de sus reinos e inmensos territorios. Así, la estela de Felipe de Es-paña llegó a inundar una época de la historia de España, y para bien opara mal, la propaganda oficial y la Leyenda Negra ofrecieron, cadacual con sus métodos y medios, una determinada imagen del rey perotambién de sus reinos, fundiéndose figura y espacio como en otras épo-cas y régimenes políticos. El monarca católico, por las terribles vicisitu-des personales y políticas de su reinado, facilitó la propaganda contra-ria, sumamente hostil de protestantes y rivales europeos. Pero, en lí -neas generales, no actuó peor ni mejor que sus coetáneos, asumiendolas doctrinas propias de un príncipe del Renacimiento contrarreformis-ta, de un tiempo convulso y cambiante, donde llevó hasta el final de suvida su papel de líder de una Monarquía polisinodial, joven todavía ydébil precisamente por ello en sus lazos de unión.

El segundo artículo presenta un panorama de la Universidad en elreinado filipino, desmontando tópicos propios de la famosa LeyendaNegra, situando las intervenciones de la Corona en su tiempo, la segun-da mitad del siglo XVI, cuando el espíritu del Renacimiento –todavía la-tente– tuvo que acomodarse a la desmembración religiosa de Europa ya la nueva etapa de la historia de la Iglesia Católica, marcada por la ce-lebración del Concilio de Trento y la Contrarreforma. Si el cine es unafuente fundamental para el estudio del Arte y de la Cultura contempo-ráneas, resulta adecuado añadir una reflexión crítica sobre una recien-te película sobre la corte de Felipe II, La Conjura de El Escorial (2008),ya que la cinematografía, en muchas ocasiones, se inventa la Historia,pero influye decisivamente en conformación intelectual de numerosaspersonas. Nuestra tradicional sección de libros cierra este número, de-dicado al siglo XVI hispano, que esperamos sea del agrado de nuestrosabnegados lectores.

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LA HERENCIA DE FELIPE II

Cuando rememoramos –aquellos denosotros que hoy excedemos de loscuarenta años– las clases de Historia dela escuela, surgen en nuestra memoriaciertos personajes históricos que pron-to identificamos como héroes o villa-nos. El tiempo de los romanos se sin-gularizaba en Viriato; del tiempo de lareconquista el mejor representante era

el Cid; Cortés o Pizarro resumían todala conquista de América. Estudiábamosuna narración histórica donde se exal-taba a personajes concretos a los que sevinculaban los hechos. Así veíamoscon un aura atractiva y romántica al reyAlfonso XII, mientras Boabdil arras-traba el estigma de la debilidad. Las si-guientes generaciones recibieron unaclase de Historia diferente, donde elanálisis del contexto económico, social

y cultural que rodeabaa dichos personajescreció en importanciafrente a otras conside-raciones más persona-listas. Los héroes y losvillanos se habían di-fuminado, perdiendofuerza.Curiosamente en la

actualidad vuelven aestar de moda las bio-grafías. En los últimosaños, personajes comoJaime I, los Reyes Ca-tólicos, su hija Juana,José Bonaparte o Aza-ña, entre muchosotros, han sido objeto,en algunos casos, devarios estudios quepretenden replanteardesde diferentes ópti-cas su papel en la his-toria.Pero, ¿estas revi-

siones han llegado aun amplio sector de lapoblación y, especial-mente, han calado enel ámbito escolar? o¿se sigue teniendo unapercepción «distorsio-

nada» de muchos de estos personajes?¿Hasta qué punto se sigue consideran-do «atractivos» a Carlos I, o a AlfonsoXII? ¿Seguirá siendo «cruel» Pedro I?¿Continuará atormentada la reina Jua-na? ¿O, tristemente, han sido olvida-dos?Entre nuestras controvertidas figu-

ras quizá sea la de Felipe II quien, des-de antes de su muerte, en los retratosque se le hicieron y en las historias quede él se contaron, ha devenido hastahoy en día en la personificación de laEspaña Negra. Y es sobre Felipe II so-bre el que se centrará este artículo cuyopropósito es analizar las diferentesimágenes del rey desde su tiempo hastahoy, analizando los porqués de su «Le-yenda Negra», incidiendo en la formaen que los profesores y los manuales deEducación Secundaria encaran al per-sonaje.El Rey Prudente gobernaba amplios

territorios. Tras la abdicación de su pa-dre, su «Imperio» abarcaba los diferen-tes reinos españoles, las conquistasamericanas, los Países Bajos, con elFranco Condado y la mitad sur de Ita-lia. La alianza con la corona inglesa fuetemporal, mientras duró su matrimoniocon María Tudor, pero a lo largo de sudilatado reinado sus territorios se in-crementaron con la conquista de las Is-las Filipinas y la anexión del reino dePortugal con sus territorios de ultramar.Es comprensible que los demás reinoseuropeos se vieran amenazados, casiasfixiados, rodeados por las posesionesdel rey católico. Conformaban esta he-rencia pueblos diferentes, cada uno conlenguas, legislaciones y costumbrespropias, pero el potencial de esa heren-cia se basaba fundamentalmente en Es-paña y, en lo económico, en Castilla.

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia II Abierta

FELIPE II, UNA IMAGENCONTROVERTIDA

Por Paz Bustabad Arribas y Erika Puentes QuesadaUniversidad de Alcalá

Retrato de Felipe II por Antonio Moro, Bilbao,Museo de Bellas Artes.

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Además, aunque los ejércitos de FelipeII los constituían soldados de diferen-tes estados (italianos, alemanes, espa-ñoles, etc.), el ejército debía general-mente sus victorias a los tercios viejos,que, formados fundamentalmente porcastellanos, suponían una fuerza dechoque minoritaria pero enormementeefectiva. Dichos tercios tuvieron famade invencibles y fueron aborrecidospor sus enemigos. Así es fácil com-prender que se desarrollara una impor-tante propaganda negativa hacia FelipeII, y fue inevitable siendo el represen-tante de una Monarquía autoritaria cu-ya primacía en Europa era evidente. Yel hecho de que Felipe II no permitierauna biografía oficial no ayudó a contra-rrestar la marea de acusaciones quepronto se desataron sobre su figura.

PROMOTORES DE LAPROPAGANDA

En el siglo XVI, la Monarquía espa-ñola era una potencia importante quetras el concilio de Trento se había con-vertido en la defensora de la fe católicafrente a media Europa que era protes-tante. Además durante gran parte delmismo, los conflictos bélicos veníansiendo la tónica general en las relacio-nes entre los Estados. Conflictos conFrancia, el Imperio Turco, el Papado,los príncipes alemanes o los Países Ba-jos; no debe extrañarnos, pues, que lamención de lo español generará confrecuencia sentimientos de odio y hos-tilidad. En la obra de Lutero los espa-ñoles aparecían como ladrones, cruelesy falsos.El odio hacia lo español y hacia Fe-

lipe II encontraron justificación en di-versos escritos. Tanto la obra de Regi-naldo Gonzalo Montano, de Guillermode Orange, de Antonio Pérez, como eluso partidista que se hizo de los escri-tos de Fray Bartolomé de las Casas, en-tre otros, sirvieron para cimentar una

serie de tópicos quebuscaban legitimarcualquier actuacióncontra un monarca quegobernaba en buenaparte del viejo mundoy del nuevo. Así laMonarquía francesa,los nobles rebeldes delos Países Bajos y lospríncipes alemanesprotestantes acogieronfavorablemente cual-quier rumor que au-mentase la imagen ne-gativa de su enemigo,para así menoscabarsu figura y minar suautoridad en aquellosde sus territorios másconflictivos.Y la propaganda no

solo atacó a la figurade Felipe II sino a Es-paña también. Habíauna presencia españo-la en los ejércitos y enel escenario políticoeuropeo, donde duran-te el reinado de CarlosI la nobleza españolahabía entrado confuerza. Por ello se veía a España –refle-jo de su señor– como una amenaza alas libertades de Europa; idea que sealimentó aún más con el envío en 1567del duque de Alba a Flandes para sofo-car con crudeza las revueltas; o por launión con la Corona portuguesa, quein cluía sus posesiones en otros conti-nentes. Cualquier incremento, espe-cialmente uno de tal magnitud, preocu-pó a las cortes europeas. Era el choquede la Monarquía Universal (el sueño deCarlos V) frente al carácter nacional demonarquías como la inglesa o la fran-cesa. Esta era, en esencia, la razón porla que en países como Inglaterra, Fran-cia o los Países Bajos los intelectualesdesarrollaban una propaganda en con-

tra del gobernante, del gobierno y delos gobernados. Felipe II no se encon-traba sólo, en dicha propaganda apare-cía también la Iglesia católica y la In-quisición como representantes de la su-perstición, el fanatismo y la represión.A los españoles, entre otras cosas, seles presentó como ignorantes, supersti-ciosos y, también, de fanáticos.Sin embargo, deberíamos recordar

dos circunstancias de la época: el con-cepto de español se utilizaba fuera delos Pirineos; dentro de la península, sehablaba de castellanos, aragoneses, ocatalanes. Y segundo, «súbditos de SuMajestad» eran los napolitanos, los fla-mencos, los portugueses y los sicilia-nos, entre otros. Resulta curioso cómo

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia III Abierta

Retrato de la reina Isabel de Valois, por AlonsoSánchez Coello.

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un cúmulo de circunstancias había con-vertido a los «españoles» en el objetivode dichas acusaciones, cuando tal vezsu principal delito, además de buscar lagloria, fuera sacrificar hombres y ri-quezas en la defensa de tan vastos terri-torios y de las responsabilidades uni-versales de su señor natural.

ACUSACIONES CONTRA FELIPE II

Felipe II había nacido en Valladolidy estuvo obligado por diferentes razo-nes políticas a permanecer en la Penín-sula. Ausente –a diferencia de su pa-dre– de los territorios del Norte, allí sele tenía por extranjero, lo que hacíamás duro aceptar los imperativos deri-vados de su gobierno y, más, inacepta-ble la represión y control que dicha ta-rea llevaba consigo. A esta acusación

se le fueron añadiendootras como la de faná-tico religioso, dada sulabor como defensorde la Contrarreforma ypor la presencia y ac-tuación de la Inquisi-ción con su imagen demáxima crueldad.Estas acusaciones

encontraron fuerza endiferentes publicacio-nes. Así en 1567, Re-ginaldo Gonzalo Mon-tano publicó su Expo-sición de algunas ma-ñas de la Santa Inqui-sición española. Eraun protestante españolprotegido por los prín-cipes alemanes parti-darios de la Reformaluterana. El hecho deque su libro fuese tra-ducido al inglés, ale-mán, francés y holan-dés nos refleja el am-biente propicio de laépoca. Posteriormenteestas acusaciones seacentuarían con la la-bor divulgativa de losdiferentes intelectua-les sefarditas refugia-dos en Amsterdam oen Italia. Con la Breví-sima relación de ladestrucción de las In-dias de fray Bartolo-mé de la Casas, en de-

fensa de los indios, se iniciaba la leyen-da negra americana. Leyenda que sehacía útil para deslegitimar la presen-cia de la Monarquía católica en el Nue-vo Mundo acusándola de las atrocida-des que se habían cometido en su con-quista: América aparecía como una in-agotable fuente de ingresos, celosa-mente guardada por los castellanos. Elacceso a dicha fuente movilizó a unacompleja red de espionaje y justificabaen sí misma cualquier labor de descali-ficación.Pero una serie de hechos ocurridos

en 1568 y la forma en que afectaron alrey convirtieron en algo más personallas nuevas acusaciones. La muerte enprisión de su hijo el príncipe Carlos y,unos meses después, la muerte de sumujer Isabel de Valois vinieron a acre-centar la imagen negativa del Rey. Estematerial –aderezado con argumentos

más próximos a una novela fantástica–fue reescrito por Guillermo de Orangequien se convertiría así en el gran artí-fice de la leyenda negra contra FelipeII.Orange, que había encabezado y or-

ganizado la revuelta de los Países Ba-jos, en su Apología, hacia 1580, no es-catimó en imputaciones. En dicho es-crito le acusó de incestuoso por viviramancebado con su hermana doña Jua-na; de bígamo, ya que se le daba porcasado, en la adolescencia, con Isabelde Osorio; y adultero por su intensa vi-da extraconyugal; e incluso del asesi-nato de su propio hijo y de su mujer,Isabel de Valois. Por su forma de go-bernar lo consideraba uno de los mayo-res tiranos de la historia, y por todo lodefinía como un monstruo. No ayudabaa Felipe II la cruel represión que habíallevado a cabo el duque de Alba duran-te su tiempo como gobernador en Flan-des. A toda esta trama se añadiría otroescándalo y éste promovido por al-guien muy cercano a su persona. Anto-nio Pérez, secretario del rey, en sus Re-laciones le acusaba –ya muerto FelipeII– de ser el responsable directo delasesinato de Escobedo (trama que sedesarrolla en el film La conjura de ElEscorial). Escobedo era el secretariopersonal de don Juan de Austria. Laparticipación del rey es hoy hecho pro-bado y oscurece sus últimos años dereinado. Pero, al margen de la ciertaresponsabilidad del monarca, AntonioPérez –cuya extrema corrupción eravox populi– preparó una trama compli-cada haciendo creer al monarca la trai-ción de don Juan; y, tras tres intentos deenvenenamiento frustrados, encargó aasesinos a sueldo que mataran a Esco-bedo. Había convertido al rey en cóm-plice en el asesinato, conservando do-cumentos que le comprometían.En la década de los 80 muchos eran

los enemigos del rey católico: cristia-nos como Isabel de Inglaterra, EnriqueIV de Francia, Guillermo de Orange yel prior de Crato, incluso el Papado; ymusulmanes como el Turco o el sultánde Marruecos. Todos ellos con razonespolíticas y económicas suficientes paraacoger favorablemente un largo histo-rial –probado o no– de inicuas accio-nes. Cínicas acusaciones cuando la re-presión religiosa y sus consecuenciasamargas fueron la tónica del siglo co-mo se había podido ver en Francia en-frentando a católicos y a hugonotes; oen la misma Inglaterra durante los rei-

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia IV Abierta

El rey Felipe II de Tiziano, Madrid, Museo delPrado.

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nados de Enrique VIII, Eduardo VI,María Tudor o Isabel I; escándalos rea-les los ofreció ampliamente EnriqueVIII, como el juicio a Ana Bolena; for-mas de gobernar autoritarias se puedenver en la corte francesa durante el rei-nado de Enrique IV; y si se le acusa delento en la toma de decisiones, tambiénlo fue la inglesa Isabel que mantuvodieciocho años en prisión a su sobrinaMaría Estuardo, alargando el momentode su ejecución.Quizá fuesen más ganadas las críti-

cas de su propio pueblo, el castellano,quien a lo largo de su reinado llegó averle como una pesada carga. El costode todas las empresas que abordó Feli-pe II supuso una fuerte presión a la ha-cienda castellana que en los últimosaños se encontraba en la miseria. Perono sólo Castilla, a la muerte del rey to-dos los reinos de la Monarquía católicaestaban afectados ya por la guerra, ladeuda o la decadencia. Por eso no debede extrañar que en sus últimos años,viéndole ya muy enfermo, el pueblocastellano manifestara su sentir en lasiguiente frase: «si el rey no muere, elreino muere».

IMAGEN DEL REY TRAS SUMUERTE

No terminó con su muerte la propa-ganda negativa del rey. Durante el rei-nado de su hijo, Felipe III, se desarrollópor una parte una obra nostálgica de lostiempos gloriosos del siglo anterior ypor otra una obra crítica a la imagen deFelipe II como la de Sancho de Monca-da. Aunque abúlico y a la sombra de supadre, Felipe III era visto por unos co-mo un contrapunto al tiempo de guerraanterior. Y había un deseo general depacificación que encontró satisfacciónen las treguas que se firmaron conFrancia, Inglaterra y los rebeldes ho-landeses. Además su pasividad hacia elpoder se veía como un respiro frente alexacerbado control gubernamental quesu padre había ejercido.La historiografía liberal del XIX le

fue también hostil: Felipe II como re-presentante de la Monarquía absoluta,trabajando solo y aislado en El Esco-rial, sintiéndose sólo responsable anteDios, distaba mucho del concepto bur-gués del monarca constitucional. Y pa-ra entonces, se había convertido en elrepresentante de lo nefasto de nuestrapropia historia. Schiller y Verdi ofre-

cieron en sus «Don Carlos» una histo-ria triste de los amores frustrados delpríncipe –transformado en un joven ga-llardo y valiente– y de la reina Isabel–sufriendo un amor imposible– y suasesinato por un rey celoso. Se le repre-sentó nuevamente como cruel e intran-sigente, aunque no apareció solo, las fi-guras del duque de Alba y del Inquisi-dor General incrementan su lado oscu-ro. Durante el XX el tratamiento otor-gado a la figura de Felipe II por los his-toriadores españoles, especialmentedurante el Franquismo, pasó de la críti-ca a eludir cualquier supuesto que inva-lidara o menoscabara su persona, comounos posibles amores con la Princesade Eboli. En las últimas décadas delXX los hispanistas han rehabilitado supersona, llegando como Henry Kamena convertirle en el buen rey prudente.Por su parte Manuel Fernández Álva-rez en su libro «Felipe II y su tiempo»destaca su protagonismo en un mo-mento decisivo de la historia, su buenhacer pero también sus errores, algunoscon consecuenciasonerosas para nuestrahistoria. Pero todavíahoy, a pesar de dichareivindicación, la ima-gen de Felipe II es, pa-ra el público en gene-ral, la de un rey de mi-ras estrechas, aisladoen el Escorial, buró-crata, demasiado mi-nucioso, sombrío ycruel.

EL RETRATO: ARTEAL SERVICIO DELPODER

Retratos de FelipeII hay muchos. Peropartamos de las si-guientes cuestiones:¿cuál es la imagen másfiable que tenemos deél? ¿El retrato de Ti-ziano que lo represen-ta como príncipe rena-centista?, o ¿el de So-fonisba Anguisola quelo pinta con el rosarioen la mano, propio dela Contrarreforma?¿El que pinta AntonioMoro tras la batalla deSan Quintín, mirando

seguro de sí al mundo?, o ¿el de Panto-ja de la Cruz, vestido de negro, ya tris-te, viejo y cansado? ¿Quién fue FelipeII? ¿«El buen rey prudente» que nos di-buja Kamen? o ¿el personaje triste,suspicaz y desconfiado que nos perfilaGregorio Marañón en su estudio sobreAntonio Pérez? ¿O deberíamos mirartodos sus retratos para formar un cali-doscopio más veraz de su persona? Elrey se nos revela entre el humanismode la primera mitad del XVI, con el queconvivió por educación y por los viajesque realizó como príncipe, y la intole-rancia de la segunda mitad como ferozdefensor de la Contrarreforma. Entre laimagen de su padre, el emperador Car-los que guió sus pasos con sus Instruc-ciones y quien le preparó para el go-bierno –asumió su primera regenciacon 16 años– y la soledad de su retiroen El Escorial manejado como un títerepor su secretario Antonio Pérez y sos-pechando de todo y de todos.No debe olvidarse que Felipe II fue

un príncipe renacentista. Había tenido

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia V Abierta

La infanta Isabel Clara Eugenia y su enana Mag-dalena Ruiz, Madrid, Museo del Prado.

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una educación europea diseñada paragobernar amplios territorios. Para elloviajó por Alemania y Flandes, tambiénestuvo en Inglaterra. Su fallo fueron losidiomas, dominaba sólo el castellano,el portugués y el latín, lo que le dio fa-ma de silencioso ante parte de sus súb-ditos. Como príncipe renacentista, fueun gran mecenas de las artes. Se intere-só por el arte en todas sus manifesta-ciones desarrollando gustos europeos–fruto de sus viajes por el continente–que hoy podemos admirar entre las co-

lecciones reales como la selección depinturas de El Bosco, las esculturas delos Leoni o la rica colección de tapices.También fue importante su interés porla música y los jardines. En arquitectu-ra supervisó la construcción de su mo-nasterio-palacio de El Escorial, donde,en su biblioteca, podemos observar suactuación como gran mecenas de las le-tras. Pero también fue un monarca tri-dentino. Fue defensor del catolicismohasta sus últimas consecuencias, en untiempo en que cualquier disidencia re-ligiosa era considerada –en todas par-tes– como un acto de traición al rey.Nadie estaba libre de sospecha ni si-quiera altos cargos, por muy cercanosal monarca que estuvieran, como se ob-servó en el proceso al arzobispo Ca-rranza. Sobre su religiosidad y rigor esejemplo lo que manifestara a uno de loscondenados como luteranos en 1559:«yo traeré leña para quemar a mi hijosi fuere tan malo como vos». Triste pre-monición, pues nueve años despuéstendría que encarcelar a su hijo Carlos,acusado de traición.En cuanto a su faceta como gober-

nante, Felipe II actuó como un monar-ca absoluto tan solo temeroso de la vo-luntad divina; con un fuerte sentido dela responsabilidad, administró durajusticia; tenía siempre el voto decisivo,aunque leía las recomendaciones desus consejeros. Su necesidad de recibirla información por escrito le convirtióen el «rey de los papeles», un monarcaburócrata. Esta forma de trabajar de-moraba la toma de decisiones y, en oca-

siones, las frustraba. Con respecto a sussúbditos –atendiendo a las teorías polí-ticas de la época– Felipe II actuaba co-mo su Señor Natural. Los rebeldes ho-landeses, no se defendieron contra unconquistador, sino contra su señor, loque explica mejor la necesidad de unapropaganda que justificara su rebeldía.Fue un rey burócrata con amplios te-

rritorios, donde, no bien asentaba lapaz en uno, surgía el conflicto en otro.La política matrimonial de sus bisabue-los y la suerte o desgracia de unos hijoshabían sumado en las manos de su pa-dre –Carlos I– una herencia descomu-nal, en un tiempo en que se estaba ges-tando en Europa un sentimiento nacio-nal. Así frente a los sueños de Monar-quía Universal del Emperador –sueñosque defendería también Felipe– surgi-ría el temor en Francia, Inglaterra o enel propio Papado de verse arrinconadoso, peor, engullidos por la Monarquíahispana. ¿Cómo extrañarnos al veraliados a cristianos y musulmanescuando en 1580 se produce la unióncon Portugal? Pero si su padre no dejóde visitar sus dominios, acudiendo alconflicto cuando este se presentaba,Felipe acabó limitado a Castilla. Fuemenos viajero como rey, condicionadopor cuestiones políticas, por su formade trabajar y tal vez por apego emocio-nal o como refugio en lo conocido,siendo reticente a salir de ella salvo encasos de necesidad como así hizo parafavorecer la unión de Portugal o cuan-do la fuga de Antonio Pérez. Esta re-nuencia a salir quizá se debería a queodiara el continuo vagar de una corte aotra y deseara un Palacio propio. Locierto fue que El Escorial se convirtióen su proyecto, su pasión y su lugar detrabajo, su casa y, finalmente, su tum-ba.Eficiente y práctico, de carácter re-

celoso, tras el año «horribilis» de 1568–con la traición, prisión y muerte delpríncipe Carlos y, meses después, lamuerte de su amada esposa Isabel deValois– se fue volviendo más tortuoso,desconfiado e implacable con aquellosque le hicieron frente como Egmont,Montigny, o el mismo Escobedo. En sulado más humano como hijo, hermano,amante, marido y padre, Felipe II nosrevela a un hombre más cercano. Aun-que recogido en Castilla, en sus rela-ciones personales estuvo abierto a va-riadas influencias europeas –sus matri-monios son un ejemplo de ello– y espe-cialmente a la influencia femenina. In-

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia VI Abierta

Vista nocturna del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, resi-dencia favorita del rey prudente.

Alegoría de la educación de Feli-pe III, hijo del rey prudente, Ma-drid, Museo del Prado.

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fluencia femenina en lo humano que noen lo político.Como hijo, por las ausencias de su

padre, estuvo rodeado de su madre–hasta su muerte cuando contaba 12años–, su aya –portuguesa, quien tam-bién lo fue de su hijo Carlos– y sus her-manas María y Juana. Hubo influenciamasculina, tuvo entre sus preceptores aSilíceo y a Sepúlveda; y, especialmen-te, a don Juan de Zúñiga, su ayo y ma-yordomo; todos ellos, eso sí, castella-nos. Como compañero desde su niñezestuvo el portugués Ruy Gómez de Sil-va, también Luis de Requesens, de lanobleza catalana. A ambos, como contodos los que le probaron su amistad dejoven, apoyó y dio su confianza. Pocodespués de la muerte de su madre, elemperador asumió personalmente sueducación política incorporándole a lastareas de gobierno, y así al cumplir los16 años lo dejó como regente de la Mo-narquía, enviándole sus Instrucciones einculcándole responsabilidad, rigor ycelo.Y como padre en su trato a los hijos

que más tiempo le vivieron, podemosdiferenciar entre su relación con elpríncipe Carlos y Felipe, su heredero, ylas hijas de Isabel de Valois. Isabel Cla-ra Eugenia y Catalina Micaela fueronla gran pasión del rey y su consuelotanto por carta como por su compañíaen sus últimos años. Sobre sus senti-mientos como padre son buena muestrala correspondencia que mantuvo conellas donde consta su preocupación porasuntos propios de la infancia de sushijos y su afecto por las dos mayores,en especial hacia Isabel Clara Eugenia.Diferentes fueron sus relaciones consus hijos Carlos y Felipe a los que nodedicó tanto cariño como a sus hijas,pero por los que si se preocupó. Tuvoocho hijos –sin contar los que nacieronmuertos– la mayoría de los cuales nollegó a vivir demasiado tiempo. Carlosera el hijo de su primera esposa, decuerpo frágil y de carácter inestable,cuyas excentricidades y excesos au-mentaron tras un desgraciado acciden-te. Así la tranquilidad de tener un here-dero se vería perturbada por la crecien-te desconfianza, y totalmente sacudidacon la certeza de su rebelión y traición.En 1568 el rey prevalecía sobre el pa-dre y Felipe encerraría a su hijo en susaposentos. Tampoco Felipe, el que se-ría el futuro Felipe III, tranquilizabamucho a su progenitor quien temía–como se demostraría después– que se

dejase gobernar. Además la mediocri-dad de su hijo debió ser más evidente alcontrastarle con Alberto, su sobrino,quien destacaba en todo y por el quesentía un evidente orgullo.Religiosidad extrema, gobernante

entregado, riguroso y concienzudo, pa-dre afectuoso pero también duro, lealcon aquellos que le fueron fieles, sinpiedad para los que se le enfrentaron…muchas son las facetas de Felipe II. Loshechos se entrelazan con los rumores.Lo cierto es que Felipe II, por las des-gracias que le acontecieron y el secre-tismo con el que las llevó, facilitó lapropaganda hostil que sus enemigosdesarrollaron contra él. Pero en líneasgenerales, no actuó peor ni mejor quesus coetáneos, fue un hombre de sutiempo, de un tiempo convulso y cam-biante, donde él llevó hasta el final supapel y, por su labor comprometida,sus aciertos y, también, por sus errores,debe ser recordado.

LA ACTUALIDAD: FELIPE II EN LAESO

Sobre el retrato de Felipe II que seenseña en los centros escolares se de-ben señalar varias cuestiones. Por unaparte la imagen predeterminada de Fe-lipe II que tiene eleducador, producto desu propia educación, ypor otra la que derivade los textos escolaresque se utilizan en elaula. La conjunción deambas determinará elconcepto o imágenesque el alumno puedeadoptar como propias.El profesor de

Ciencias Sociales de-be enseñar el sigloXVI –según la legisla-ción vigente– en 2º dela ESO. Teniendo encuenta la extensión deltemario –población ysociedad, y sociedadespreindustriales– debededicarle al tema delsiglo XVI, entre sietey ocho sesiones –rea-les seis como mucho–,en las que tiene quehacer ver al alumnolos hechos que condu-jeron a la formación

de la hegemonía española, los asuntospeninsulares y los europeos; así comotratar los rasgos, causas y consecuen-cias de la Reforma protestante y laContrarreforma; la conquista y coloni-zación del Nuevo Mundo; sin olvidarcompletar el desarrollo cultural y artís-tico de la época: el Renacimiento. Ade-más de tratar las características propiasde la Comunidad Autónoma, en qué

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia VII Abierta

Cristo de El Escorial, obra deBenvenuto Cellini.

Vista del puerto de Sevilla en el siglo XVI, princi-pal entrada y salida del comercio español hacialas Américas.

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reino estaba integrada, característicassocio-económicas, trascendencia,aportación cultural, etc. Teniendo encuenta que raramente se trabaja en laenseñanza con grupos de similares ca-pacidades, el tiempo que se puede de-dicar a la persona de Felipe II y a suLeyenda Negra es pequeño, casi anec-dótico.En cuanto a la imagen que el profe-

sor tiene, es variada. Depende de variosfactores: su escolaridad, sus interesespersonales o su mentalidad. Por ejem-plo, los profesores que rondan los cua-renta años han sufrido un proceso inte-resante que cabe mencionar. Por suedad asistieron al colegio en tiemposde la dictadura y allí recibieron unaimagen glorificada de Felipe II. Tras laescuela, el tiempo de universidad – yaen la democracia– satanizó a Felipe IIpor su intolerancia, su centralismo y suautoritarismo, pues se había convertidoen el símbolo de la etapa anterior. Des-pués, ya ejerciendo la docencia han te-nido que acercar la época a los alum-nos, obligados a enfriar su controverti-da versión del personaje. El problemaes que en ese intento de encontrar la tanansiada objetividad se tiende a distan-ciarse demasiado de la historia.Otro punto a considerar es la imagen

del monarca en los libros de texto. Engeneral el enfoque es básicamente elmismo: la neutralidad en busca del ri-gor histórico. Los manuales de textoexplican –antes de o tras mencionar elcontexto socioeconómico y la organi-zación política– que hereda de su padreuna situación política conflictiva; si-tuación que tuvo que mantener para de-fender su hegemonía continental, loque supuso el agotamiento de la Ha-cienda y varias bancarrotas, creandouna situación que generó, a la larga, ladecadencia económica en el XVII. Elmensaje es evidente: grandes domi-nios, conflicto permanente y enormegasto. También se explica que durantesu reinado se acentúa el centralismo yel autoritarismo. En aras de ese rigor,los manuales, que presenta el mercadoeditorial, eluden valoraciones persona-les positivas o negativas como la dife-renciación entre Austrias mayores oAustrias menores y han reducido la in-formación personal sobre los persona-jes clave. Todo nos viene a indicar quela imagen que hace años se tenía de es-tos reyes ha cambiado. Ya no se glorifi-ca la figura de Carlos I, ni se le contra-pone la de su hijo, más bien Felipe II

aparece como una continuidad de supadre.Los estudiantes de Secundaria, con

los que trabaja el profesor, están en ple-na adolescencia, tiempo donde, aunquecontradictorios, sus fuertes deseos desocialización y autoafirmación puedenser aprovechadas para el desarrollo dela clase de Ciencias Sociales. Su mayorconsciencia de los demás, y de su per-tenencia a un grupo les hace más recep-tivos a ideales y modelos de comporta-miento. Pero resulta difícil sentir laHistoria como propia si nos la presen-tan de forma fría y aséptica. El profesorde Ciencias Sociales de la ESO se en-frenta a varios dilemas: completar al fi-nalizar el curso todo el temario o al me-nos la mayor parte; convencer al alum-no de que lo que le aporta en el aula tie-ne utilidad para su vida futura y moti-varles para que se integren en el proce-so de enseñanza-aprendizaje.En conclusión, resulta evidente que

la percepción que dicho alumno tengadepende en gran parte del criterio delprofesor y de los recursos que esteaporte a las clases. Es aquí donde sepuede trabajar un material más efectivocomo los textos literarios o la filmogra-fía. En relación a los textos los alumnospueden leer pequeños fragmentos delas novelas ejemplares de Cervantes odel Lazarillo para acercarse a las emo-ciones de la población del XVI; y a losmás lectores se les propone novela his-tórica, más polémica, ya que traduceuna visión más subjetiva del rey, como«Las Hogueras del Rey» de P. Casals,«El Señor Natural» de L. Passuth o «Elsueño de Felipe II» de E. Maass. Encuanto a audiovisuales, se generan de-bates con la visualización de partes deuna película como «La conjura de ElEscorial». También se presta para el te-ma «Elisabeth: la Edad de Oro» o al-gún capítulo de la serie «Santa Teresade Jesús», cada una de las cuales con-forma una idea más o menos positivadel rey, aunque la severidad, religiosi-dad extrema y austeridad predominan.La familiaridad con la que la poblaciónde entre 10 y 17 años maneja videojue-gos y se comunica a través de las nue-vas tecnologías (redes sociales, Mes-senger…) es otra puerta para la ense-ñanza. Una puerta que algunos docen-tes se resisten a abrir, pero que, hoy porhoy, es un complemento tecnológicoideal para utilizarlo con adolescentes.Afortunadamente el mercado de los vi-deojuegos y de los juegos de rol tam-

bién los ofrece de contenido histórico,que –sin ser fieles completamente a lahistoria y permitiéndose licencias –brindan a los jóvenes la posibilidad deponerse en la piel de diferentes perso-najes y vivir acontecimientos que suce-dieron en el pasado. En este sentido eljuego Europa Universalis permite ac-ceder a la historia europea desde 1399hasta 1820. El tiempo dirá de su efecti-vidad a la hora de motivar al adoles-cente en el estudio de las ciencias so-ciales.Para Américo Castro era fundamen-

tal que la juventud comprendiera quiény cómo somos históricamente para «evi-tar errores e ineficacias» y sobre todo«para contemplar su imagen real en elespejo de su historia». Todavía hoy losespañoles, como señala G. Tremlett, se-guimos cuestionándonos quiénes so-mos. Sigue siendo fundamental, pues,conocer de dónde venimos y por qué he-mos llegado hasta aquí.En el siglo XVI los súbditos de Feli-

pe II –flamencos, napolitanos, castella-nos, navarros, portugueses, catalanes,etc.– participaron de un sueño univer-sal. Sueño fracasado, ciertamente, peroreal durante un siglo. La historia de ca-da uno de ellos se entrecruzó dejandosu huella en cada territorio. Que losalumnos españoles se acerquen y valo-ren a figuras fundamentales de su his-toria como lo fue Felipe II es, por todoello, un camino para construir su pro-pia conciencia y, su forma de interpre-tar el mundo.

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia VIII Abierta

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EL reinado de Felipe II supone unode los periodos de mayor esplen-

dor de la historia de las universidadesespañolas, coincidiendo con el plenodesarrollo de estos centros y el creci-miento exponencial en el número deestudiantes y colegiales. Es destacableel rápido auge en la fundación de cen-tros universitarios, bien sean colegiosmayores y menores, o fundacionesuniversitarias de carácter benéfico-asistencial. Supone además el periodode la definitiva configuración de lasfundaciones establecidas en Españadesde finales del siglo XV, particular-mente las realizadas por el cardenal Ji-ménez de Cisneros a principios delXVI. Universidades como las de Alca-lá, Salamanca, Baeza, Granada, San-tiago o Ávila conocen sus momentosde mayor brillantez, claustros de pro-fesores doctos e ilustres y rentas, parasufragar sus muchos gastos, en alza.También destacó el reinado de FelipeII como un periodo de aparición denuevas fundaciones, con centros uni-versitarios en Oviedo (1574), Gerona(1561), Córdoba (1572), o Zaragoza(1583), todos ellos debidos a los es-fuerzos e intereses de los cabildos mu-nicipales y de patronos fundadores.Resultó claro este esfuerzo intelectual,cuyos resultados repercutieron en lapropia Monarquía y en la Iglesia. Losnuevos centros formaban sacerdotes yletrados que con rapidez ocupabanpuestos de enorme relevancia en el or-ganigrama de la Iglesia o de la Monar-quía hispana (obispos, inquisidores,oidores en audiencias y chancillerías,canónigos, alcaldes, etc.), o que pasa-ban a enriquecer los claustros universi-tarios con su enseñanza (ocupando cá-tedras).

En el ámbito exterior peninsular elpatronazgo de la Corona alcanza a fun-daciones como las del Colegio de SanClemente de Bolonia, la universidadGregoriana en Roma, o la universidadde Duay en Flandes, o universidadesdel Nuevo Mundo, como las de SantoDomingo, Lima, México, Santa Fe deBogotá o Quito. Exponentes de una in-tención clara por parte del rey de domi-nar la vida académica, con una mayorintervención en los expedición de gra-dos y títulos académicos y la organiza-ción de los puestos docentes, tal y co-mo se estaba comenzando a aplicar enlos reinos peninsulares. Hacia 1556,

con el inicio del reinado español de Fe-lipe II, la situación de las universidadesen Castilla, estaba centrada en su granmayoría en torno a la institución uni-versitaria por excelencia: los colegiosmayores. Estos centros académicoseran los auténticos motores de las uni-versidades y entre sus paredes –y a lasombra de sus rentas– vivían los princi-pales profesores y oficiales del ámbitouniversitario. Eran el centro de toda laactividad académica y en torno a su ór-bita giraban otro tipo de instituciones,de menor alcance e influencia, aunquede significativa importancia: los cole-gios menores.

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia IX Abierta

LA UNIVERSIDAD EN ELREINADO DE FELIPE II

Por José Manuel Marchal MartínezUniversidad de Alcalá

Sepulcro del cardenal Cisneros, creador de la Universidad de Alcalá,en la capilla de San Ildefonso, Alcalá de Henares.

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El acceso a un colegio mayor estabaregulado por complejos mecanismosde examen y pruebas de limpieza desangre, precisamente impuestas duran-te el reinado del rey prudente, que fil-traban y regulaban el acceso a estos or-ganismos de un determinado númerode individuos. Generalmente y en suamplia mayoría estas personas fueronclérigos, religiosos y laicos (aunque és-tos no empezaron a generalizarse hastael siglo XVIII). Se trataba de una insti-tución colegiada, coral, que actuabaconjuntamente, y que defendía sus de-

rechos y privilegios con fortaleza. Mu-chos historiadores hablan de la cohe-sión colegial para definir el hecho deque los colegiales mayores universita-rios supusieron –en el ámbito hispáni-co– un auténtico grupo de presión e in-fluencia, y de promoción personal aotros organismos de gobierno de laIglesia y de la Monarquía.Teniendo en cuenta esta importante

función social y académica, como ca-mino para mayores empleos, el accesoa los colegios –tanto mayores comomenores– ocupó el interés de los estu-

diantes, clérigos ordinarios, religiososo laicos. Fue especialmente relevanteen torno a las principales órdenes reli-giosas, que llamadas por la formaciónacadémica que estos centros podíanofrecer, y dada la cuantía de sus rentas,pasaban a integrarse dentro de las es-tructuras universitarias, con la funda-ción de conventos-colegio. Las univer-sidades, a su vez se apresuraron a inte-grar a estas órdenes, dado el respaldosocial y el prestigio intelectual y eco-nómico del que gozaban. Es el caso delestablecimiento de los diez colegios dereligiosos que durante el reinado de Fe-lipe II se contabilizaron en la universi-dad de Salamanca, o de la fundación1592 del Colegio de San Patricio de launiversidad de Alcalá (destinado a alo-jar a clérigos estudiantes irlandeses).La propia vida institucional y acadé-

mica de los colegios mayores solíachocar con diversas jurisdicciones.Muchas eran las influencias y los pode-res que podían tener interés en contro-lar de una u otra forma un colegio ma-yor. Además, la creación de nuevos co-legios menores o la implantación de ór-denes religiosas con conventos-colegiopodían ser causa de conflicto. Es porello, que durante la segunda mitad delsiglo XVI este tipo de conflictos se ge-neralizaron y se establecieron comofórmula de arbitraje, legislación y or-ganización las llamadas visitas. Las vi-sitas fueron los instrumentos elabora-dos desde el Consejo Real, de quien de-pendieron los oficiales que las efectua-ban, para dotar de marcos normativos,reajustar los mecanismos colegiales, yde acuerdo a unas pragmáticas comu-nes, reelaborar las estructuras organi-zativas de los colegios mayores, y porende, de las universidades. Se trató, enresumen, de un arbitraje del rey parafacilitar que Monarquía y Universidadllegaran a un entendimiento.El funcionamiento efectivo de los

colegios mayores se logró gracias a laordenación académica e institucionaluniversitaria, tomando modelos que re-sultaban notoriamente efectivos duran-te el reinado del rey prudente. Por elloes el modelo de la universidad de Sala-manca el que se exporta a otros ámbi-tos universitarios de la Monarquía queestaban en conflicto. En 1585, las Cor-tes de Aragón, reunidas en Monzónacordaron, para la reforma de la uni-versidad de Lérida, que se aplicasen losmismos estatutos y facultades que losexistentes en la universidad de Sala-

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia X Abierta

San Jerónimo, detalle de la fachada del Colegio Mayor de San Ildefon-so, Alcalá de Henares.

Patio de las Escuelas Menores, Universidad de Salamanca.

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manca. Además, en el ámbito america-no, muchas fueron las universidadesque tomaron como ejemplo al estudiosalmantino en la regulación de sus nor-mativas académicas, además de quefueron objeto de visitas, como las efec-tuadas a la universidad de México en1577 o la de Lima de 1588.Durante el reinado de Felipe II se

generalizan también los Libros de Ma-trícula, documentos en los que se con-signaba el ingreso de estudiantes en lasaulas, su procedencia y las rentas de lasque disponía para el pago de su educa-ción. De esta época hay estudios intere-santes, como los de Richard L. Kagandedicados a analizar la procedencia ge-ográfica de los estudiantes de las uni-versidades españolas durante la épocamoderna, aunque con especial interésen el reinado filipino. En la obra Uni-versidad y sociedad en la España mo-derna, este historiador analiza y estimaque fueron cerca de 20.000 los estu-diantes que asistieron a clase en las au-las universitarias españolas en el últi-mo tercio del siglo XVI. Un númeromuy significativo y notoriamente supe-rior, en palabras del autor, a otros casoseuropeos. El estudiante universitarioespañol del último tercio del siglo yano era el estudiante de época medievalque asistía a la universidad por razonesde perfil más intelectual o de caráctermás docto y magistral, sino que se tra-taba de un individuo inmerso en unaestructura colegial y universitaria quele capacitaría para desempeñar oficiosen las principales ramas de la adminis-tración de la Monarquía o de la Iglesia.Es significativo el paulatino incre-

mento de colegiales mayores durante elreinado de Felipe II, por ejemplo, enlos cabildos catedralicios como canóni-gos doctorales, magistrales o lectora-les, teniendo en cuenta la profunda for-mación que debían de poseer los indi-viduos que optaban a ocupar esos car-gos. Por ello se generaliza la exigenciapor parte de la Iglesia de haber cursadoestudios en alguna universidad y haberobtenido el grado mínimo de licencia-do para muchos de los oficios y benefi-cios a los que se podían aspirar poroposición o designación. Esta prácticatiene su origen en la reforma eclesiásti-ca emprendida por el cardenal Jiménezde Cisneros, a finales del siglo XV, yque tiene uno de sus hitos más impor-tantes en la fundación del colegio ma-yor de San Ildefonso, y universidad deAlcalá, dotada ésta de un carácter más

teológico, puesta enparalelo con la univer-sidad de Salamanca,que tenía un caráctermás volcado hacia elderecho.Teología y derecho

son las dos disciplinasque con mayor profu-sión se enseñarán enlas aulas universitariasespañolas, aunque lamedicina también ten-drá su edad de oro (so-bre todo en el ámbitolevantino). La primeraestaba encaminada aformar a un clero ca-paz de combatir en lasdisputas a las que en lasituación internacio-nal –con la ruptura delmundo protestante– seenfrentaba España.Son múltiples los ca-sos en los que gradua-dos teólogos intervie-nen en solicitudes dela Monarquía. Son,por ejemplo, crucialesen la intervención delclaustro de teólogosde la universidad deAlcalá, mediante un informe dirigido aFelipe II sobre la conveniencia de sureclamación en la sucesión al trono dePortugal en 1580. En ese sentido seráninnumerables las consultas teológicaselevadas por la corona a las universida-des españolas durante esta época. Elderecho, tanto civil como canónico (és-te en menor grado), estaba orientado aformar a ministros y oficiales de la ad-ministración regia. Graduados, bachi-lleres, licenciados y doctores salidos delas aulas universitarias tenían comodestino natural la estructura interna delgobierno de Felipe II. La demanda deletrados en la estructura administrativadel reino era fundamental, y eran mu-chos los cargos accesibles para los pri-vilegiados dentro del mundo universi-tario, como el caso de los colegialesmayores. Los consejos, las chancillerí-as, las audiencias, los corregimientos,las escribanías, la inquisición, etc.,eran los destinos de mejor acceso paraun colegial mayor salido de su univer-sidad. Se localizan dentro de esa llama-da cohesión colegial, en la que el indi-viduo, como parte de un colegio, unainstitución coral de poder e influencia,

logra la promoción dentro de la estruc-tura administrativa. Existe un caso pa-radigmático y que recientemente ha es-tudiado Bennassar en una conferenciaeditada por la universidad de Vallado-lid dedicada a estudiar la figura de Fer-nando de Valdés (1483-1568), el Inqui-sidor General de Felipe II de 1556 a1566, en el que encontramos a un ecle-siástico, un obispo, que participa en ungrado elevado de la estructura internade la Monarquía, como miembro delConsejo de la Inquisición, presidentedel Consejo Real, y más tarde como In-quisidor General (que era un cargo queproveía el rey), formado en derecho ca-nónico en la universidad de Salamancay que desarrollará la práctica totalidadde su vida al servicio de la Corona. Elcaso de Fernando de Valdés, le sirve alprofesor Bennassar para concretar loque en su opinión es el periodo de laconfesionalización de la Monarquíahispánica, en un ejemplo perfectamen-te gráfico de la interacción que existióentre la Corona y la Iglesia.Quizá uno de los rasgos más conoci-

dos del reinado de Felipe II, en lo referi-do a las universidades, y que se ha que-

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FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia XI Abierta

Aula de la Universidad de Salamanca, pintura deM. de Cervera.

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rido ver desde la historiografía de la«Leyenda Negra» como uno de los pun-tos cruciales y «negros», es la conocidareal pragmática de 1559. Fechada el 22de septiembre, en ella Felipe II prohibíaa los estudiantes españoles salir a estu-diar o enseñar en universidades de fuerade las fronteras peninsulares, con la ex-cepción del Colegio de San Clementede Bolonia. Esta medida se ha queridover como parte de la reacción frente a lareforma protestante, con la persecuciónde cualquier foco de tipo luterano o pro-testante, y sobre todo como la principalmedida para la persecución de los orí-genes doctrinales e ideológicos de la re-forma, que con más seguridad arraigarí-an en el ámbito universitario. La razónideológica de esta medida ha primado yha sido la más difundida, y por el con-trario la razón real de esta medida, argu-mentada con amplitud en la real prag-mática –que tiene por objeto evitar eldespoblamiento de los colegios mayo-res universitarios y la salida de dineroen rentas en metálico para sufragar losestudios de estudiantes en el extranje-ro– se ha visto relegada por interpreta-ciones más negativas e ideologizadas.Esta interesante revisión, propuesta porRuiz Martín, es de enorme interés paracomprender las implicaciones reales dela real pragmática. A la luz de los argu-mentos auténticos del documento, lasmedidas planteadas en el texto se ins-criben perfectamente dentro de otras,mandadas guardar por esas fechas, rela-

tivas al lujo y a la vida que debían dellevar los colegiales y que fueron priori-tarias a adoptar en la reforma de los co-legios mayores, en la última fase delreinado de Felipe II. Todas ellas estabanencaminadas a hacer guardar extremocelo y sobriedad en la vida académica,recuperando costumbres que caían endesuso, como la de la vida monacal, decoro y estudio, a la que estaban obliga-dos los colegiales mayores en los prin-cipales centros universitarios castella-nos, y que fueron cumpliéndose con di-ficultad y que son advertidas en muchasde las visitas.A grandes rasgos podemos definir el

reinado de Felipe II, en su aspecto uni-versitario, como una etapa de gran y di-námica actividad fundadora y reforma-dora. Un periodo de efervescencia ycrecimiento exponencial en centros yestudiantes, a la vez que un momentode grave inestabilidad ideológica y po-lítica, que fue resuelto o encauzado conmedidas de amplio alcance. De estaforma, durante el reinado de este prín-cipe del Renacimiento, la figura de loscolegiales mayores adquirió su defini-tiva forma, como elementos fundamen-tales y estructurales de la administra-ción y el gobierno de la Monarquía.

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2244 // SEPTIEMBRE 2010 CCDDLL

FELIPE II: IMAGEN DEL REY, IMAGEN DE LOS REINOS

Historia XII Abierta

Fachada del Colegio Mayor de San Ildefonso, Alcalá de Henares.

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CCDDLL SEPTIEMBRE 2010 // 2255Historia XIII Abierta

CCIINNEE EE HHIISSTTOORRIIAACCIINNEE EE HHIISSTTOORRIIAA

HACE unos años, Antonio del Real dirigió unaficción histórica inspirada en el asesinato del

secretario de don Juan de Austria, por lo que elfilm se adentró, sobre todo, en la presentación dela corte de Felipe II. En este escenario de poder eintrigas se urdió –según el equipo guionista– la eli-minación del consejero del hermano bastardo delmonarca. Y, como la propia literatura popularsiempre ha divulgado ante sucesos extraños o dedifícil explicación, «el traidor fue Bellidos y el im-pulso soberano». Es decir, el secretario regio An-tonio Pérez (interpretado por Jason Isaacs) –con lacomplicidad de la princesa de Éboli (Julia Or-mond)– asume el amargo papel de Bellidos, perocon la aquiescencia de Felipe II (Juanjo Puigcor-bé), «el impulso soberano». Si bien, aparentemen-te, surge una imagen negativa del rey prudente, locierto es que ésta se matiza al mostrar al especta-dor que, en el fondo, había sido engañado por An-tonio Pérez, el cual le había encizañado con su her-manastro, gobernador de Flandes, inocente de lasacusaciones de ansia de poder. Eso sí, la figura deFelipe II se humaniza y se muestra como un prínci-pe de Renacimiento, al no presentarle permanente-mente vestido de luto ni ajeno a las fiestas cortesa-nas y distracciones cinegéticas, incluso deslizandola posibilidad de que hubiera elegido como amantea la Princesa de Éboli.Sin embargo, esta ambiciosa película –en presu-

puesto, reparto internacional de actores, evocaciónhistórica– no logró un guión coherente, el cual sedeslizó sin excesivas sorpresas sobre la trama delasesinato, mezclando forzadamente historias para-lelas para alargar los 128 minutos finales de metra-

je. El rigor histórico –salvo el notorio esfuerzo por el vestuario que resulta digno resaltar– no alcanza los mínimos exigibles auna producción de estas características. La trama discurre en 1578 y las obras de El Escorial no finalizaron hasta 1584, por loque resulta imposible que en esa época se pudiera mostrar la totalidad del edificio, tal y como se hace en el film. La manera enque se muestra la detención de la princesa de Éboli es pura invención, así como la ambientación de un prostíbulo árabe en elMadrid del siglo XVI como si estuviera sacado de un cuento de las mil y una noches. El progresismo intelectual mal entendi-do, que tanto impera en nuestra industria cinematográfica, impuso, lógicamente, escenas anticlericales, totalmente absurdas ysacadas de contexto como la del fraile que no sólo proporciona venenos sino que abusa sexualmente de un africano. Y qué de-cir del esperpéntico personaje de Mateo Vázquez (Jordi Mollá), burócrata, sacerdote, experimentado espadachín y policíaavezado, que va descubriendo la trama como si fuera el monje-detective de El nombre de la Rosa. Finalmente, el espectadortiene la impresión de que todos los principales personajes participaron en el crimen –hasta el duque de Alba y los criados– porlo que ha visto, más que una recreación histórica, un film policíaco con influencias de la literatura de Agatha Christie y deUmberto Eco. ¿Hasta qué punto, pues, no ha sido, nuevamente, un intento fallido del cine español? La verdad es que renun-ciar a la consulta o a los consejos de historiadores profesionales lleva a este tipo de guiones.

LA CONJURA DE EL ESCORIALpor María del Mar López Talavera (Universidad Complutense)

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2266 // SEPTIEMBRE 2010 CCDDLL Historia XIV Abierta

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El género biográfico se enriquece con esta obra, basada en laexcelente tesis doctoral del autor, sobre uno de los políticosfundamentales de la Segunda República: José María Gil-Ro-bles (1898-1980). Figura controvertida y famosa no sólo por sutrayectoria política sino por la multitud de enemigos que trata-ron de vilipendiar al máximo su figura durante el siglo XX, detal manera que no resulta extraño que, aún hoy, apostar por pu-blicar una biografía del político salmantino es un ejercicio deaudacia editorial, que todos los historiadores debemos agrade-cer, no obstante, a sus responsables. Y resulta ser una posibili-dad para el público lector, ya que nos encontramos ante unabiografía claramente actualizada según los parámetros másexigentes.Gil Robles, nacido en el seno de una familia tradicionalista,

se inició en política durante los años veinte, en los primeros ini-cios de la democracia cristiana, catapultándose a través de susactividades en la Asociación Católica de Propagandistas que elautor disecciona. La caída de la Monarquía provocó una catar-sis en las filas de la derecha, naciendo Acción Nacional, efíme-ro y fracasado germen de lo que más tarde sería Acción Popular,donde Gil-Robles, poco a poco, se convirtió en uno de sus líde-res más importantes, patrocinando la creación de la CEDA(Confederación Española de Derechas Autónomas), el más im-portante grupo de fuerzas derechistas y católicas, de enormerespaldo popular. Las elecciones municipales de 1933 –tan olvi-dadas por la historiografía frente a las de 1931– dieron la prime-ra victoria electoral al centro-derecha frente a la izquierda –des-de hacía dos años en el poder–, y en el otoño del mismo año, esavictoria se sellaría a nivel nacional con unos resultados total-mente inesperados. Las izquierdas republicanas no pudieroncreerlo: era imposible que la derecha y el centro ganaran laselecciones pues ellas eran «el pueblo» y «el pueblo» siempre

gana en democracia, y siempre debería votar a la izquierda. De la falta de reflexión política sobre los errores del primer bienio(1931-1933) surgió la radicalización de la izquierda, desde Azaña a Prieto, y la preparación de la revolución de 1934. El autoranaliza el papel de Gil-Robles en esta dificilísima y amenazadora situación, sus contactos con el Partido Radical, sus intentosde centrar la República, de lograr un acuerdo con El Vaticano, y las constantes críticas de la izquierda y de la extrema derechasobre su actuación. Las elecciones de 1936 volvieron a volcar el panorama político y la derecha cedista entró en una catarsisque fue aprovechada por los grupos más extremistas para preparar un alzamiento militar contra el Frente Popular. Si bien Gil-Robles colaboró con la España nacional, siempre intentó que su compromiso fuera con la nación y no con per-

sonas en concreto como Franco. Sin embargo, su figura y papel desarrollado hasta entonces le valieron el odio de la izquierda–que logró su expulsión de Francia– y el de los falangistas y carlistas en la otra orilla. En 1938 rompió con Franco y se pasó ala oposición monárquica, intentando ser fiel a Juan III de Borbón durante más de treinta años. Tras la Segunda Guerra Mun-dial, Gil Robles apostó por un panorama político en el cual, tras la caída del franquismo, España se asemejaría a Italia, por loque era necesario crear una gran Democracia Cristiana que pusiera freno tanto a la derecha más conservadora como a la iz-quierda radical, en colaboración con los socialistas que habían reflexionado tras la experiencia de la guerra y evitaban hablarde una revancha radical (¡Qué olvidados están ahora esos planteamientos!). Sin embargo, Gil-Robles se equivocó en sus plan-teamientos, aunque mantuvo siempre la bandera de la oposición a Franco. Durante la Transición, los grupúsculos demócrata-cristianos no lograron entroncar con la realidad española, siendo un fracaso electoral sus planteamientos en 1977 y 1979 fren-te a la UCD que ganó limpiamente esas elecciones. El libro se cierra con un repaso a los textos inéditos del político y una ade-cuada bibliografía.

ANTONIO MANUELMORAL RONCAL

Alfonso Rojas QuintanaJosé María Gil-Robles. Historia de un injusto fracaso

Madrid, Sintesis, 2010

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CCDDLL SEPTIEMBRE 2010 // 2277Historia XV Abierta

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Los lectores pueden ya obtener las actas de las Jornadas de Es-tudio y Análisis que dieron título a este libro, llevadas a cabo porel Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Vallado-lid, bajo la dirección de los profesores Ricardo Martín de laGuardia y Guillermo A. Pérez Sánchez, quienes ya habían coor-dinado anteriormente publicaciones colectivas y realizado ar-tículos especializados sobre la historia de las relaciones interna-cionales. El conjunto de especialistas reunidos procede de diver-sas universidades de España y de ámbito internacional. Se pue-den observar tres enfoques de estudio a lo largo de la obra. El pri-mer enfoque ha abarcado un análisis politológico sobre el signi-ficado y el valor de la Declaración Universal de derechos huma-nos, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas enParís en 1948. Los profesores Manuel Balado Ruiz-Gallegos yDalmacio Negro Pavón han abordado dicho enfoque en sendosensayos desde las perspectivas clásica y racionalista del iusnatu-ralismo, respectivamente. Mª Carmen Fernández de la CigoñaCantero ha valorado las coincidencias y diferencias filosóficasexistentes entre las Declaraciones universales de 1789 y de 1948.El segundo enfoque ha consistido en la presentación y crítica

del funcionamiento de las principales instituciones internaciona-les europeas como modelos de aplicación de los principios de laDeclaración Universal. A este respecto, Ignacio García Vitoria haexplicado el proceso de incorporación del texto de la Declara-ción Universal a la jurisprudencia europea a través de las princi-pales organizaciones europeístas. Alfredo Allué Buiza ha compa-rado la diversidad de procedimientos de extensión del sufragio aextranjeros en cada uno de los niveles que conforman la organi-zación política en la Unión Europea. Este tipo de organización hasido criticado por Luis F. Lobo-Fernandes, quien ha propuestouna mayor homogeneidad jurídica dentro del espacio comunita-

rio. Finalmente, José Manuel Azcona y Matteo Re ha comparado la actuación de las fuerzas de seguridad de Italia y España enla lucha contra el terrorismo– y de los terroristas con sus víctimas– .El tercer enfoque ha presentado los problemas de aplicación de la Declaración de 1948 en dos espacios geopolíticos: la ex Eu-

ropa del «socialismo real» y los Estados de ámbito islámico. Los trabajos de Luis Arranz Notario y de Stéphane Courtois aborda-ron la relación intelectual entre el totalitarismo contemporáneo con la tradición jacobina de la Revolución Francesa. RicardoMartín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez han explicado la historia de la polémica intelectual suscitada sobre la acepta-ción del comunismo como una versión de totalitarismo y han homenajeado a la figura de Solzhenitsyn. Mª Purificación SánchezZamorano y Ana E. Juncos han reflexionado sobre las lecciones extraíbles de las Guerras Yugoslavas transcurridas entre 1991 y2001; así como sobre sus consecuencias políticas. Jesús López-Medel Báscones ha valorado las contradicciones existentes, enmateria de libertades civiles y políticas, dentro del espacio internacional de la OSCE. El estudio de Pedro Buendía ha explicadoel significado de la Declaración islámica de derechos humanos, que fue aprobada por la Conferencia de Estados islámicos en ElCairo en 1990. Ignacio Gutiérrez de Terán Gómez-Benita expuso la diferencia entre las nociones islámica y occidental de dere-cho. Por último, Carlos Echevarría Jesús y Gustavo Morales Delgado han analizado la historia reciente de las sociedades islámi-cas como resultado de una dialéctica entre la occidentalización en interacción con el panarabismo y el yihadismo.Ha sido marca de todas las ponencias compaginar la investigación científica con la valoración moral propia de cada autor.

Por otra parte, cada una de las ponencias incluye pertinentes anotaciones a pie de página que han de permitir al lector profun-dizar sus conocimientos.

PABLO ESCOLANO MOLIN

Martín de la Guardia, Ricardo; Pérez Sánchez, GuillermoEn el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los derechos humanos:

pasado, presente y retos (1948-2008)Instituto de Estudios Europeos, Valladolid, 2009

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2288 // SEPTIEMBRE 2010 CCDDLL Historia XVI Abierta

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Nos encontramos ante una Historia Contemporáneade España que estudia el proceso de instauración,consolidación y crisis del Estado liberal español, fun-damentalmente. Analiza los límites del llamado «fra-caso» del liberalismo como proyecto de vertebraciónnacional, vinculado esencialmente a la debilidad delEstado y a la incapacidad para resolver los problemassociales derivados de la extensión del capitalismo y,por otro lado, el cuestionamiento sistemático de losvalores políticos liberales, tanto por movimientos tra-dicionalistas y contrarrevolucionarios (carlistas, neo-católicos, integristas) como por los sectores revolu-cionarios de la izquierda, cuya responsabilidad en ladebilidad del régimen liberal y, más tarde, liberal-de-mocrático no asumen muchos de sus dirigentes e inte-lectuales orgánicos (capítulos 2, 3 y 4).La gran transformación de la sociedad española en

el siglo XIX, aunque lenta, desató una auténtica con-vulsión social que se manifestó en la división parti-dista, con elementos desestabilizadores como el ex-clusivismo político o el retraimiento, la conflictiva si-tuación religiosa, la intervención del Ejército en la vi-da política –¿los militares llamaron o fueron llamadospor los políticos?–, un intermitente trasfondo guerra-civilista (esas tres guerras carlistas o el conflicto cai-nita de 1936), una desamortización que aumentó losagravios sociales más que resolverlos o el progresivoauge de los movimientos nacionalistas e independen-tistas periféricos (capítulos 5 y 6).El sistema de la Restauración (1875-1923) intentó

ser un remedio político para lograr cierta calma políti-ca, pero el mundo europeo del siglo XIX se hundió durante la Primera Guerra Mundial, lo que afectó igualmente a España. Ytras el liberalismo ¿qué? En la Europa de las grandes masas de los años 20 se llevó a la práctica regímenes totalitarios (comu-nismo, fascismo, nazismo, dictaduras) o una profundización democrática (Países Nórdicos y Gran Bretaña). La sociedad es-pañola, tras el fracaso institucionalizador de la dictadura de Primo de Rivera, intentó también esa segunda vía, durante la IIRepública, que también fracaso en sus intentos de lograr institucionalizarse y, lo peor, desencadenó una Guerra Civil (capítu-lo 7. Liberalismo y revolución). Tendría que pasar un segundo régimen dictatorial para que los españoles volvieran a intentarun segundo régimen democrático, en el que nos encontramos pero, lamentablemente, aún lejos de haber alcanzado un consen-so nacional que garantice una convivencia estable (capítulo 9. Democracia y liberalismo: los límites de la normalización).El libro anima al lector a capturar el código QR con su dispositivo móvil, para acceder a información ampliada no incluida.

Es un código de barras en dos dimensiones y es gratis, aunque resulta necesario el uso de internet en el móvil. Resulta reco-mendable tener una tarifa plana de datos o utilizar conexión Wi-Fi.

ANTONIO MANUELMORAL RONCAL

Francisco Javier Gómez DíezEspaña. Liberalismo y vertebración nacional (1780-2009)

La Coruña, Netniblo, 2009. 184 páginas.