Heroes y Proceres de Nicaragua

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MIGUEL LARREYNAGA: Prócer de la Independencia Don Miguel Larreynaga nació en el ciudad de León el 29 de Septiembre de 1772. Su padre don Joaquín Larreynaga muere antes de su nacimiento y su madre doña Manuela Balmaceda y Silva muere durante el parto. Su abuelo paterno lo adoptó y educó. Los primeros cuatro años de su niñez transcurrieron en Telica a donde fue llevado por dos tías solteras. Antes de cumplir los cinco años, aprendió las primeras letras en el Convento de la Merced, en el mismo sitio donde se levantó la Universidad Nacional. En ese mismo convento, concluye sus estudios de primaria y a los diez años de edad (1782) ingresa en el Seminario Conciliar de San Ramón, que era el mejor centro de estudios secundarios. A los dieciocho años era ya profesor de Filosofía y Geometría. De ahí se marchó a la universidad de San Carlos en Guatemala, donde obtuvo el bachillerato en Derecho Civil y Canónico en 1790.A los 27 años, viene a Nicaragua y es llamado por el Obispo de León para asignarle las cátedras de Retórica y de Filosofía, que imparte en 1799.En 1801 regresó a Guatemala, dejando su biblioteca, de más de tres mil volúmenes, en la Universidad de León y ya nunca retornó a su Patria. De nuevo en Guatemala adquirió el Título de Licenciado en leyes en 1801. El Lic. Larreynaga fue un servidor público que

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     MIGUEL LARREYNAGA:

Prócer de la Independencia

 

Don Miguel Larreynaga nació en el ciudad de León el 29 de Septiembre de 1772. Su padre don Joaquín Larreynaga muere antes de su nacimiento y su madre doña Manuela Balmaceda y Silva muere durante el parto. Su abuelo paterno lo adoptó y educó.

Los primeros cuatro años de su niñez transcurrieron en Telica a donde fue llevado por dos tías solteras. Antes de cumplir los cinco años, aprendió las primeras letras en el Convento de la Merced, en el mismo sitio donde se levantó la Universidad Nacional.

En ese mismo convento, concluye sus estudios de primaria y a los diez años de edad (1782) ingresa en el Seminario Conciliar de San Ramón, que era el mejor centro de estudios secundarios. A los dieciocho años era ya profesor de Filosofía y Geometría.

De ahí se marchó a la universidad de San Carlos en Guatemala, donde obtuvo el bachillerato en Derecho Civil y Canónico en 1790.A los 27 años, viene a Nicaragua y es llamado por el Obispo de León para asignarle las cátedras de Retórica y de Filosofía, que imparte en 1799.En 1801 regresó a Guatemala, dejando su biblioteca, de más de tres mil volúmenes, en la Universidad de León y ya nunca retornó a su Patria.

De nuevo en Guatemala adquirió el Título de Licenciado en leyes en 1801. El Lic. Larreynaga fue un servidor público que ocupó posiciones oficiales durante la colonia, en el Gobierno de la República Federal de Centroamérica y en el Imperio Mexicano, a raíz de la anexión de Centroamérica al Imperio de Iturbide. La carrera de Don Miguel Larreynaga en el campo de las letras, las ciencias y el arte de la política es simplemente brillante. Por dondequiera que va, deja los destellos de su luminosa personalidad. "Larreynaga es el alma de las tertulias -dice el Capitán Bustamante- y el que mantiene las ideas de independencia de estos países".

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En 1812 fue electo diputado de las Cortes de Cádiz por la provincia de Nicaragua, cargo que no ocupó por haberse disuelto estas en el mismo año por Fernando VII.

En Febrero de 1818 viaja a España con el propósito de que el Rey le reconozca sus méritos y le nombre en un puesto importante. Larreynaga regresó a Guatemala el 15 de Agosto de 1821, un mes antes de la proclamación de la Independencia y logró plenamente su objetivo: obtuvo del Rey el nombramiento de Oidor Tercero de la Real Audiencia de Guatemala. El 15 de Agosto de 1821, tomó posesión de su tan ambicionada magistratura. Fue en este carácter que Larreynaga asistió, el 15 de Septiembre, a la reunión convocada, precipitadamente, por el Capitán General Gabino Gainza; con el fin de que "auxilie con sus luces" a la Superioridad, según reza la misiva enviada por el Capitán General.

El 15 de Septiembre estaba sentado en la Asamblea, la de los Próceres, que nos darían la emancipación. Cuando uno de los más ilustres próceres, José Cecilio del Valle, parecía conquistar los ánimos para retardar la proclamación de la Independencia, Larreynaga y otros ilustres próceres, en discursos encendidos de pasión y de razones, inclinaron la balanza de la libertad inmediata, en medio de los aplausos del pueblo que llenaba las galerías.

Al producirse la anexión de Centroamérica el Imperio de Iturbide, Larreynaga fue llamado a prestar sus servicios. Durante sus trece años de permanencia en México, desempeñó los cargos de Juez Letrado de hoy Distrito Federal de aquella nación y los de Presidente de la Suprema Corte de Oaxaca; Magistrado de la Real Audiencia de Guanajuato; Asesor Legal del Gobernador de Oaxaca y nuevamente, Magistrado de la Corte Suprema del mismo estado.

En noviembre de 1835, regresa a la ciudad de Guatemala e "inmediatamente, fue visitado, buscado y consultado por los gobernantes y literatos, y por los que no lo eran, pues en él hallaban siempre una biblioteca viviente". La Universidad de San Carlos le nombre Catedrático de Derecho Civil y después de Retórica y de Economía Política.

Dos circunstancias históricamente comprobadas, confieren al Licenciado Larreynaga su condición de PRÓCER de la Independencia, proclamada en la Ciudad de Guatemala, en el año 1821, a saber:

1. Su concurrencia como invitado de alta categoría en el engranaje oficial de la Capitanía General de Guatemala a la solemne sesión y su franca intervención y pronunciamiento inmediato de nuestra independencia en aquella memorable fecha.

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2. Su designación honrosa para integrar la "JUNTA CONSULTIVA" de la nueva entidad política, libre e independiente de España, como consta en el Arto. 8 del Acta de Independencia del 15 de Septiembre de 1821.

Don Miguel de Larreynaga falleció el 28 de Abril de 1847, después de haberse consumado el fraccionamiento de la federación Centroamericana.

Don Miguel de Larreynaga es reconocido en los textos de historia "como el prócer por antonomasia" y el único que figura como tal, a nivel internacional.

En la galería de los héroes de la Unión Panamericana, en Washington, figura su noble efigie como ejemplo para la juventud Americana.

 

 

PBRO. TOMAS RUIZ : PRÓCER DE LA INDEPENDENCIA

El Dr. Tomas Ruiz, sacerdote indio, prócer de la independencia de Centroamérica ha sido casi olvidado, y la historia no le ha hecho justicia.

Nació el padre Ruiz en Chinandega, el 10 de Enero de 1777 e  inicio sus estudios en el Colegio Tridentino de San Ramón en la ciudad de León, culminando estos con honores en la Universidad de San Carlos de Guatemala fue el primer indio puro centroamericano en graduarse con titulo universitario.

Igual que don Miguel Larreynaga, el padre Ruiz fijo su residencia en Guatemala, distinguiéndose por su talento que puso al servicio de la causa de la independencia.

El padre Ruiz encarnó a los curas liberales de la época que recibieron con entusiasmo los movimientos independistas de México encabezados por don Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y

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Pavón.

La participación de Ruiz en el proceso de independencia de Centroamérica se inicio en Diciembre de 1813, en el Convento de Belén, ciudad Antigua, Guatemala, dirigiendo la famosa conspiración conocida como la "Conjura de Belén".  Como consecuencia del involucramiento del padre Ruiz en la conjura, fue capturado la noche del 1° de Diciembre, exactamente un día antes de que se llevara a cabo el plan revolucionario que fracaso por la traición de Pudenciano de la llana.

El padre Ruiz y otros conjurados fueron condenados, unos a la horca y otros a prisión, pero por gestiones de personas influyentes, estas penas no se aplicaron.  El padre Ruiz permaneció 5 años en prisión, sufriendo largos períodos de incomunicación, privaciones y desprecios.

Ya libre en 1819 solicitó permiso para trasladarse a la cuidad real de Chiapas en México donde falleció como consecuencia de los vejámenes y torturas recibidas en la cárcel.  Tenia entonces 47 años.

Se desconoce donde fue enterrado, pero todos los nicaragüenses estamos en deuda con él y debemos rendirle homenaje como prócer de la independencia.

ENMANUEL MONGALO Y RUBIO

Enmanuel Mongalo fue otro de los protagonistas de la guerra nacional (1855-56), que se cubrió de gloria en la batalla de Rivas entre fuerzas nicaragüenses y los filibusteros de William Walker.

Enmanuel Mongalo nació en Rivas el 21 de Junio de 1834. Sus padres, Bruno Mongalo y Francisca Rubio, fueron honestos y bien acreditados miembros de la sociedad rivense.

Infancia y juventud de Mongalo se deslizan en la paz de la ciudad natal, pero su despierta inteligencia le impulsan hacia más amplios horizontes.

Agotados los estudios que podían ofrecerles los colegios de su departamento y llevado del ansia de emigrar, se embarga para los Estados Unidos. Por ese entonces, el Istmo de Rivas estaba animado por el ir y venir de norteamericanos y europeos que de las costas del

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Atlántico se trasladaban a California, y Mongalo se sintió también atraído y se marchó a San Francisco.

Pero San Francisco, urbe en formación, poblada de toda laya de gente, centro de vicio y de violencia, no podía retener el espíritu delicado y más bien soñador que inclinado a la actividad. Pronto regresa Mongalo a Nicaragua y en Rivas se dedica al estudio y la enseñanza, y a escribir textos. Su profundo espíritu patriótico comprende, sin duda, la urgente necesidad de cultivar la mente de los niños nicaragüenses y por ellos escoge la abnegada carrera de magisterio para mejor servir a la patria.

En esta quieta labor civilizadora, le sorprende la llegada de los contingentes filibusteros. Han desembarcados en San Juan del Sur y amenazan Rivas. El, que ha huido de California de donde vienen, los conoce muy bien. Son violentos mineros, los ágiles jinetes y expertos rifleros y grandes bebedores. El ha conversado con sus coterráneos de aquella gente y ante su llegada súbita da la voz de alarma y alerta. Pinta a lo vivo sus costumbres, sus caracteres de aventureros, despreciadores de indios y mestizos, e infunde entre sus conciudadanos la voluntad firme de resistir hasta la muerte antes de pasar al dominio de tan despiadados conquistadores.

El calor y la convicción del joven maestro de escuela logran que los hombres de todas las condiciones sociales se presenten voluntarios a empuñar las armas con decisión inquebrantable. El peligro es inminente.

Los invasores han salido de San Juan del Sur y avanzan. Los filibusteros se apoderan de la casa de Don Máximo Espinoza, que se convierte en verdadera fortaleza, donde se parapetan y comienzan a disparar con mortíferos efectos.

Urge una decisión pronta y enérgica para evitar la carnicería que hacen desde la improvisada fortaleza. Los jefes de las tropas nicaragüenses deciden incendiar el edificio, arriesgadísima tarea que solo puede ser llevada a cabo por voluntarios heroicos. El momentos es angustioso, impresionante y grave. Entonces Enmanuel Mongalo se presenta. El soñador, el joven soñador, el joven maestro de escuela desafiará al destino.

Marchó paso a paso, erguido, firme, con la tranquilidad de un espíritu recto, lleno de los sentimientos que anidan en los corazones hidalgos a incendiar el refugio de los filibusteros. Y allí la lumbre se convirtió en llamaradas que se enroscaron en el hoy histórico Mesón y lo hacían quejarse, gemir, crespitar. El Fuego escribía con caracteres infernales en el techo que cobijaba a los bucaneros y les decía con lengua enfurecida

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y les gritaba con voz de patriotismo que Nicaragua no teme, mientras tenga a sus hijos que la defiendan.

Las llamas eran serpientes dantescas que causaron extraños delirios, visiones de horror a los que juzgaron muy fácil apoderarse de hombres para quiénes a pesar de su juventud, no representaba mucha la existencia al oír el grito de la Patria amenazada.

Vivieron sus compañeros momentos de angustia y de incertidumbre, pensando que allí se detuviera para siempre aquel corazón que cantaba en medio del desastre y reía en medio de los gritos desesperados de los usurpadores y les mostraba, como escudo para la Patria, la rosa viva de su corazón.

Los filibusteros con grandes pérdidas, abandonaron todo; el miedo se apodera de ellos y huyendo a través de las calles, plana de heridos y muertos, se retiran desordenadamente de Rivas. Se había ganado la primera batalla a los invasores. Era el 29 de Junio de 1855.

Murió el 01 de Febrero de 1874 y sus restos reposaron durante muchos años en la Iglesia La Merced de Granada, habiendo sido exhumados y trasladados simbólicamente a la ciudad de Rivas el 29 de Junio de 1970, porque la tumba contenía únicamente sus cenizas las cuales fueron colocadas al pie de un monumento erigido en su memoria, en la calle Mongalo.

El 29 de Junio fue consagrado por el Congreso Nacional de Nicaragua como día del maestro nicaragüense, en homenaje al maestro-héroe.

  

JOSÉ DOLORES ESTRADA Y VADO

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El General José Dolores Estrada nació en la ciudad de Nandaime, en el departamento de Granada, el 16 de mayo de 1792.

Sus primeras letras las aprendió en una escuela privada. Por su precaria situación económica, su adolescencia se deslizó en la pequeña finca que poseían sus padres, cooperando en las labores agrícolas y labrando personalmente la tierra. Esto influyó en su fortaleza corporal y contribuyó a la formación de su carácter firme y decidido.

Como descendiente de nuestros valiente caciques, heredó de ellos el valor, coraje y buen criterio, por lo que no se dejaba llevar por exaltadas pasiones.

Su carrera militar no fue improvisada, se inició como soldado raso y fue ascendiendo según sus méritos como todo un militar digno.

Tuvo participación en varios combates que se libraron en pro de nuestra independencia en la ciudad de Granada.

En 1827, figura en la primera guerra detestable y fratricida de Cerda y Arguello, con el grado de Sargento de las tropas argüellistas.

Durante los veinte años posteriores a aquel suceso el Sargento José Dolores Estrada permanece ignorado, como lo estuvo durante sus primeros treinta y cinco años de existencia. En los años 1847 y 1848, nuevamente se le menciona como soldado de las tropas del cabecilla Bernabé Somoza.

El 9 de Agosto de 1851, se le confirió al grado de Capitán. El 5 de Agosto de 1854, fue herido el General Estrada, en la acción de armas libradas entre combatientes nicaragüenses fraticidas, en el camino de Granada a Masaya, como soldado afiliado a la facción legitimista. En el mes de enero de 1855, es ascendido al rango de Teniente Coronel, por sus servicios militares al Partido Legitimista durante las acciones bélicas que tuvieron por escenario la ciudad de Granada, durante el sitio de la ciudad, por las fuerzas democráticas del General Máximo Jerez.

El general José Dolores Estrada fue uno de los protagonistas de la guerra nacional (1855-56), entre los liberales jefeados por Máximo Jerez y los legitimistas que lidereaba el general Tomás Martínez.  Estrada pertenecía a esta última facción.

Convencido Jerez de que sus fuerzas no podrían ganar la guerra por si solas, contrató un grupo de filibusteros norteamericanos bajo el mando de William Walker y su lugar teniente Byron Cole.

El verdadero interés de Walker al llegar a Nicaragua, fue apoderarse del país, restablecer la esclavitud y anexar Nicaragua a los estados sureños de los Estados Unidos.

Las necesidades de alimento para sus tropas determinaron, por parte de Walker el envío del Mayor McDonald a expedicionar por los llanos de Ocotal y la Hacienda de San

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Jacinto, donde se encontraba acantonado el General Estrada. El 5 de Septiembre, se presentó McDonald con una columna, pero fue desastrosamente derrotado por las tropas nicaragüenses, al mando de nuestro Héroe Nacional.

La Batalla de San Jacinto librada el 14 de Septiembre de 1856, entre 120 ó 150 soldados nicaragüenses comandados por el entonces coronel José Dolores Estrada, contra 300 mercenarios estadounidenses bien armados, se resolvió a favor del ejército nacional, por su valentía y amor a la patria, destacándose en el mismo, además del propio Estrada, los oficiales Ignacio Jarquín, Liberato Cisne, José Siero, y el sargento Andrés Castro.

Terminada la Guerra Nacional, llamada justamente Guerra Nacional de Centroamérica, con la capitulación de Walker, el 1 de Mayo de 1857, por mediación del capitán norteamericano Davis, de la fragata Saint Mary, alcanzadas en aguas del puerto de San Juan del Sur, le fue conferido al Coronel Estrada, el grado de General de Brigada, por el gobierno binario de los generales Martínez y Jerez, nombrándolo al mismo tiempo Comandantes de la Guardia de los Supremos Poderes.

Su célebre acción de armas en San Jacinto, le mereció, al poco tiempo de su realización, una medalla de oro que le otorgó el Gobierno de Guatemala y otra el de Costa Rica.

En 1860 ante la última amenaza de Walker a Nicaragua lanzó este llamado:

"Soldados:

Llamado por el Supremo Gobierno para ponerme al mando de vosotros, pudiera haberme excusado por mi avanzada edad e invalidez, pero comprendiendo lo grave del peligro con que está amenazada por los filibusteros nuestra independencia, me consideraría criminal si no tomase parte en su defensa, para la cual me siento con el vigor y la fuerza de un joven.

A tan perentorio llamamiento del Supremo Gobierno, el nombre de la Patria, no podríamos menos que correr presurosos a empuñar el arma; debemos  pues, estar listos para acudir a donde nos llame el peligro; acaso a nosotros esté reservada la dicha de dar principio a la campaña y quemar las primeras cebas contra esos salvajes blancos.

Soldados: espero seréis fieles a la causa que vamos a sostener; ella es santa, como que consiste en la defensa de nuestra religión, de nuestras instituciones y del honor y bienestar de nuestras familias.

Por desgracia carezco de conocimiento en el arte de la guerra, pero tengo un corazón que es todo de mi Patria y resuelto estoy a sacrificarlo en sus sacrosantas aras.

En los riesgos y penalidades de la guerra, siempre estará con vosotros y por vosotros nuestro compañero y amigo.

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José Dolores EstradaComandante de las Fuerzas Expedicionarias

Por causa de índole partidista, el General Estrada se expartió voluntariamente, trasladándose a vivir, durante los años  1863-1864 a las Repúblicas de Honduras y Costa Rica ubicándose en esta última en Liberia y dedicándose al cultivo del tabaco, tal como lo expresa en una de sus cartas en cuyo texto dice: "Haciendo un limpiecito para sembrar unas matas de tabaco".

Triste destino el del héroe que en otra de sus cartas dice: "yo sé prácticamente, cual es el premio que se da a los que sacrifican por su patria".

Vuelto a Nicaragua, Estrada prestó sus servicios militares al Gobierno del General Fernando Guzmán, quien, con fecha 1 de julio de 1869, le confirió el grado de General de División, después de nombrarle, el 27 de junio del mismo año, General en Jefe del Ejército Nacional, para evitar una nueva guerra entre hermanos nicaragüenses.

El 12 de agosto de 1869, falleció en la ciudad de Managua a los 77 años, ostentando el rango de general de división y jefe del ejército de Nicaragua, que le había sido otorgado por el Presidente de la República, general Fernando Guzmán.

Antes de transcurrido los seis meses de sus sentida muerte, el Congreso Nacional, por decreto del 4 de Enero de 1870, mandó colocar sobre su tumba una lápida de mármol, con la siguiente inscripción: "Al ilustre General José Dolores Estrada, vencedor de San Jacinto. La Patria agradecida".

OTROS RECONOCIMIENTOS:

a) "Orden José Dolores Estrada" que es la condecoración más elevada que otorga el Gobierno de la República.

b) Bautizo de la Academia Militar de Nicaragua (Centro Superior de Estudios Militares), con el nombre de general de división José Dolores Estrada Vado.

Varios parques, bustos y escuelas dedicadas a su nombre.

 MÁXIMO JEREZ  

El 11 de Junio de 1818 nació en la ciudad de León el Doctor y General Máximo Jerez. Fueron sus padres don Julio Jerez y doña Vicenta Tellería.

Siendo muy niño trasladándose con sus padres a Costa Rica, como éstos eran pobres y carecían de recursos para sufragar los gastos de su educación, un maestro compresivo del deseo de Jerez de instruirse le

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prestó facilidades para hacerlo sin costo alguno. Como no podía comprar los libros necesarios, copió por entero un tratado que pertenecía a uno de sus compañeros de estudio. 

Obtuvo el título de Abogado en edad temprana. Llegó a dominar el latín y tuvo una ilustración poco común en su tiempo. Espíritu inquieto e idealista, fue abanderado en Nicaragua de los ideales de la Revolución Francesa.

En su juventud estuvo en Europa como Secretario de la Misión Diplomática a cargo del Lic. Francisco Castellón y más tarde acaudilló las guerras civiles en 1854, 1863 y 1869.

Era de carácter impulsivo, se dejaba engañar fácilmente, porque él era incapaz de engañar a nadie.  Fue un espejo de honradez personal, pero no supo por freno a los desmanes de sus inferiores.

Como político tuvo gran influencia en los destinos históricos de Nicaragua, como educador lo tuvo mayor. En épocas de exilio sirvió cátedras universitarias en Tegucigalpa y allí lo conceptuaron "como talvez el primer educacionista de Centroamérica".

En Costa Rica fundó el Liceo de San José, centro de primaria y secundaria, que inició las reformas educacionales de esta República, introduciéndola a las enseñanzas científicas y sacándola de las puras ciencias especulativas.

Murió siendo Ministro de Nicaragua, en Washington, durante la administración conservadora del General Joaquín Zavala, en el año de 1881.

    

GENERAL TOMÁS MARTÍNEZ      

Tomás Martínez nació en Nagarote, el 21 de diciembre de 1820. Durante su juventud se dedicó al comercio. Viajaba en mulas desde León a Belice por Honduras y Guatemala. En Belice, con trabajo y economía, logró hacer algún capital y se trasladó definitivamente a león, de donde viajaba con frecuencia a El Salvador y a los pueblos de Matagalpa. Entonces no mostraba ningún interés por la política. "La vida privada, el comercio y la minería eran su encanto".

Cuando estalló la revolución del 54 fue perseguido en León a causa de que sus padres eran originarios de Granada. Entonces aburrido de estar escondido, resolvió alistarse en el ejercito legitimista. Pronto dio muestra de su valor, se le confió una columna destinada a pacificar las Segovias. Con ella escarmentó duramente a los indios de Jinotega, quienes

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entraban a los pueblos a saquear y cometer asesinatos. Poco a poco fue ascendiendo hasta ser nombrado General en Jefe del Ejército del Septentrión, cuando los nicaragüenses unidos combatían a Walker. El firmó el pacto de unión de los dos partidos y se ganó la voluntad de los principales hombres de tal manera que al finalizar la Guerra Nacional fue electo Presidente de la República con los votos de todos los nicaragüenses, sin distinción de colores políticos.

Terminó la gloriosa Guerra Nacional en 1857, pero con ella terminaron los odios de los partidos. Máximo Jerez y Tomás Martínez  se entendieron para salvar a Nicaragua y gobernar juntos un año. (Gobierno Binario).

Martínez recibió el país en el mas desastroso estado; no había ni agricultura, ni relaciones con países extranjeros, no existían ni escuelas, ni institutos, ni universidades. Todo lo destruido por la guerra tenía que rehacerse y todo lo llevó a cabo en diez años de gobierno y paz. Arreglo de límite con Costa Rica, celebró tratados de amistad y comercio con diversas naciones y con ello dio a conocer a Nicaragua; celebró un concordato con la Santa Sede; creó los departamentos de Chinandega y Chontales; estimuló el cultivo de Algodón y del Café, estableció relaciones diplomáticas con Europa.

Fundó un buen número de escuelas para niños y por primera vez en nuestra patria, escuela para niñas en la cabecera del departamento, abrió caminos que favorecieron el comercio, construyó el Puerto de Corinto; ordenó hacer el censo de la República y mando a trazar el mapa de Nicaragua.

Después de una larga enfermedad el General Martínez falleció en León el 12 de marzo de 1873.

   

INMACULADA CONCEPCIÓN (1762)

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Por el año de 1751, los zambos que habitaban en las costas de Nicaragua, realizaban alentados por los ingleses, frecuentes incursiones al interior del país. Sus robos, saqueos e incendios, producían indignación en la Colonia, pues se atribuían estos desmanes a descuido de las autoridades españolas.

En 1762 España estaba en guerra con la nación inglesa, como inmediata consecuencia del "Pacto de Familia" entre Carlos III y Luisa XV. El reflejo de las guerra no se hizo esperar en las colonias.

Además de estas incursiones, aumentaban la zozobra del Gobernador Español de la provincia de Nicaragua, las invasiones que los propios ingleses intentaban, cada vez con mayor atrevimiento, por el Río San Juan, desaguadero del Gran Lago y llave de la Provincia de Nicaragua.

Con el fin de impedir el paso por el citado río, se construyó El Castillo de la Concepción, en un recodo de la ribera, sobre una colina, a cuyos pies se extiende el pueblo de su nombre, casi olvidado de su importancia durante la colonia.

Como defensor de El Castillo se encontraba don José Herrera, hidalgo valiente, padre de Rafaela, joven de diecinueve años, educada no sólo en ejercicios varoniles, sino en las leyes de honor, de la fe y de un ardiente amor patriótico y filial.

Nicaragua era el principal objetivo de los ataques ingleses porque presentaba facilidades para la comunicación interoceánica, por lo que el Gobernador Inglés de Jamaica William Henry Littleton, recibe instrucciones de preparar una invasión a la provincia de Nicaragua por el Río San Juan,  con un ejercito de tres mil hombres y más de cincuenta embarcaciones. Amenazaba El Castillo de la Concepción,  precisamente cuando el castellano de la fortaleza estaba grave de cruel enfermedad.

La muerte ya empezaba a amenazar la existencia del Comandante Herrera, cuando la noticia de la invasión llegó. Todo fue entonces confusión, espanto. Mientras, el lecho mortuorio estaba silencioso. El castellano don Pedro Herrera agonizaba. Una vez vacilante iluminaba el cuarto. Rafaela, altiva y decidida, jura solemnemente a su padre defender la fortaleza, aún a costa de

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su vida.

El 17 de julio muere repentinamente el Comandante José Herrera y Sotomayor, asumiendo la comandancia el alférez Don Juan Aguilar y Santa Cruz.

Cuando el Comandante Inglés, avisado por los espías, sabe la muerte del Capitán Herrera  manda a pedir con insolente descaro las llaves de la fortaleza, prometiendo no hacerle daño a nadie. El diálogo sostenido entre Rafaela y el oficial inglés, demuestra el valor y la nobleza de la heroína. Se presenta magnifica en aquel gesto negativo de fiera heroicidad que ha inmortalizado su nombre.

El 29 de Julio de 1762 estaban los ingleses frente al Castillo.

Con insolente audacia, y seguros como estaban de que la fortaleza capitularía ante sus amenazas, dieron principios a una serie de escaramuzas que acobardaron a la guarnición, desmoralizada por la muerte de su jefe. Viendo que los negros mulatos trataban de rendirse, Rafaela sintió bullir con fuerza impetuosa la sangre que corría por sus venas y los interceptó:

¿Os habéis olvidado de los deberes que les impone el honor militar?

¿Vais a permitir que se entregue villanamente esta fortaleza, que es el resguardo de la provincia de Nicaragua y vuestras familias?

Entonces Rafaela, con arranque sublime sube sola al torreón, carga el cañón y rompe fuego contra el campamento enemigo. Lo hizo con tan buena suerte que, al tercer disparo, acertó a meter una bala en la tienda del comandante inglés, dejándolo sin vida.

Enfurecidos por la muerte de su jefe, los ingleses emprendieron con saña el ataque del castillo, pero ya la guarnición, entusiasmada por el heroísmo de la niña, le opuso enérgica y valerosa resistencia, causándoles grandes pérdidas en hombres y embarcaciones.

La joven escudriña la noche y sólo divisa a lo lejos la llanura ceñida por los árboles. ¿Cómo sorprender al invasor? El Castillo está aislado, como prisionero, es necesario que, sin abandonar ninguno su puesta, se sorprenda al enemigo ¿Cómo lograrlo? Con un rasgo de ingenio, rápidamente hace empapar sábanas de alcohol que, colocadas en ramas secas, se deslizan inflamadas a lo largo del río en dirección de enemigo, llenando de pánico, pues creen que se trata del tradicional fuego griego.

El sitio se mantuvo, con alternativas de calma y fuego intenso por algo más

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de cuatro días. Pero el 3 de agosto el enemigo había abandonado sus posiciones de río arriba, dejando varios muertos, heridos y embarcaciones.

La derrota de los británicos causó inmenso regocijo en Nicaragua, especialmente en Granada. Cuando la heroica niña llegó con su madre a esta ciudad, fue recibida en triunfo y colmada de alabanzas y bendiciones por haberla salvado.

Algunos años después, entregó su valerosa mano a un caballero granadino llamado Don Pablo de Mora, pero la providencia no le deparó la felicidad que su heroísmo y virtudes merecían. Viuda y madre de cinco hijos, de los cuales dos estaban paralíticos, vivió doña Rafaela sumida en gran pobreza, hasta que en 1781 el Rey le concedió una pensión vitalicia en reconocimiento a los servicios prestados pro su padre y abuelo y sobre todo a la acción heroica realizada por ella.

A continuación extractos de la carta que el Rey hizo llegar a Rafaela Herrera.

"El Rey: por cuanto he sido informado del distinguido valor y fidelidad con que vos, doña Rafaela Herrera y Udiarte, viuda que al presente sois defendisteis el Castillo de la Purísima Concepción de Nicaragua en el Río San Juan, consiguiendo a pesar de las superiores fuerzas del enemigo, hacerle levantar el sitio, y ponerse en vergonzosa fuga, pues superando la debilidad de vuestro sexo, subisteis al caballero de la fortaleza, y disparando la artillería por vuestra mano matastéis con el tercer tiro al comandante inglés en su misma tienda: realzando la acción a la corta edad de diecinueve años que contabais, no tener castellano el Castillo, ni comandante ni otra guarnición que la de mulatos y negros, que habían resuelto entregarse cobardemente, con la fortaleza a que os opusisteis con el mayor esfuerzo; en consideración, pues, a tan señalado servicio, he decidido que goceis de pensión vitalicia.

Por tanto mando al Presidente, gobernador y capitán general del referido reino disponga se verifique esta gracia, que nos concedo desde el 1o. de enero del corriente año. Dada en San Lorenzo a 11 de noviembre de mil setecientos ochenta y uno.

Yo, el Rey".

Andrés CastroAndrés Castro Estrada fue un campesino y soldado nicaragüense que se destacó durante la Batalla de San Jacinto, el 14 de septiembre de 1856, cuando a falta de munición en su rifle de chispa, derribó de una certera

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pedrada a un filibustero que osaba saltar el corral de madera en la posición que defendía.1

Es un Héroe Nacional de Nicaragua y su acción heroica es por antonomasia el más recordado gesto de valentía, decisión y patriotismo en la defensa de la soberanía e integridad nacional de Nicaragua.

Alcanzó el grado militar de Sargento primero otorgado durante el gobierno del General Tomás Martínez Guerrero.

Biografía

Nacido en la ciudad de Managua en el año 1831, fue hijo legítimo del matrimonio conformado por don Regino Castro y doña Javiera Estrada, ambos descendientes de las familias autóctonas de la ciudad.

Era de estatura regular y piel morena. Aprendió a tocar la guitarra y gustaba de las canciones de aires alegres, propias de los campesinos. Cultivaba la tierra con ahínco, pero le gustó la cuestión de la milicia. A los 23 años se enroló en las filas legitimistas de don Fruto Chamorro Pérez y luego en las del General Tomás Martínez Guerrero.

Siempre fue arrojado en los hechos de armas, y principalmente en la acción librada el 21 de octubre de 1855, en la villa de Tipitapa, donde fue ascendido al grado de sargento.

San Jacinto

Cuando el combate de San Jacinto, Andrés tenía unos 25 años de edad.

El coronel José Dolores Estrada, comandante victorioso de San Jacinto, hace constar en el parte oficial, lo siguiente:

"El valiente soldado Andrés Castro, cuando le faltaron tiros para dispararlos con su rifle de piedra de chispa, con una de las piedras del corral le quitó la vida a uno de los americanos, asaltantes del corral de madera de la hacienda San Jacinto, levantando el ánimo de los patriotas nicaragüenses, testigos de tan importante hazaña."

Fue herido de un balazo en una pierna, causándole una cojera para el resto de su vida.

Después de la gloriosa acción de San Jacinto, Castro adquirió una finca situada en los alrededores de Managua, cerca del antiguo Hospital "El

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Retiro".

En diciembre de 1856 contrajo matrimonio con una joven capitalina llamada Gertrudis Pérez. De esta unión matrimonial hubo dos frutos. Su hija mayor llamada Esmeralda, se avecindó en Costa Rica y allí se casó.

Episodio de su muerte

Se cuenta que en su casa dio posada a un matrimonio joven. El marido se llamaba Eusebio García, y comenzó a sentir celos de Castro, a causa de su joven esposa. Un día de tantos le hizo cargos, por tradición oral se sabe que hubo el siguiente diálogo:

"Ideay, hombré. Teniendo yo mi trompuda para qué voy a enamorar a tu trompuda."2

Pero el marido no le creyó y se dio por ofendido. Así que un día de 1876, cuando Andrés iba camino a las sierras de Managua, el hombre lo emboscó y le dio muerte, atacándolo por la espalda.

Fue enterrado en el Panteón "San Pedro" de la ciudad de Managua, frente donde hoy es el edificio del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). El gobierno estuvo pasando una pensión a su viuda hasta que ésta murió.

Treinta años después se inició una reducción en el terreno del camposanto para construir calles de la ciudad. Por lo cual sus familiares trasladaron sus restos a una comarca ubicada entre San Jacinto y Tipitapa, se desconocía el nombre de la comunidad y los motivos por los cuales decidieron trasladarlo.

En septiembre de 2000, el entonces director del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), Clemente Guido, confirmó que gracias al apoyo de un bisnieto de Castro, se conoció el lugar exacto de la tumba localizada en el Cementerio Municipal de Tipitapa.3

Para rendirle el verdadero homenaje que se merece, sus restos cremados fueron puestos en una urna especial y traslados con el apoyo del Ejército de Nicaragua, la Alcaldía de Tipitapa y el Instituto Nicaragüense de Cultura, precisamente a la histórica hacienda donde defendió la soberanía nacional en 1856.

Su exaltación como héroe nacional

Antes de 1955, Andrés Castro era uno de los tantos héroes olvidados, el

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intelectual chontaleño Guillermo Rothschuh Tablada y un grupo de estudiantes del Instituto Nacional "Miguel Ramírez Goyena" de Managua (entre los que estaba Carlos Fonseca Amador), iniciaron la tarea del rescate de su figura y acción hasta que fue incluido en la celebración de las fiestas patrias de Nicaragua.

"A punta de una colecta nacional, nosotros conseguimos erigir el monumento de Andrés Castro, en la Hacienda San Jacinto en el propio centenario de la batalla."

El sargento Andrés Castro Estrada simboliza el heroísmo en momentos de suma urgencia, prueba que una pedrada certera basta para subsanar la falta de otras herramientas cuando de defender el decoro nacional se trata. Aún ante el enemigo más poderoso. Andrés Castro es émulo de David. El filibustero derribado es Goliat

 14 DE SEPTIEMBRE DE 1856De las cuatro compañías que de patriotas se formaron en Somotillo para combatir a los filibusteros, la tercera, comandada por el Coronel José Dolores Estrada y los Capitanes Carlos Alegría y Bartolo Sandoval, estaba destinada a encontrarse con las primeras avanzadas de Walker. Llegó a San Jacinto el 29 de agosto de 1856, a las cinco de la tarde. Eran 160 hombres. La casa de la hacienda era grande, de teja y con dos corredores, ubicada en el centro de un extensísimo llano.

El 11 llegó una división de 60 indios flecheros al mando del mayor Francisco Sacaza. El 13 Estrada recibió las municiones de que disponía.

La presencia de los patriotas en San Jacinto era un serio inconveniente para el abasto de víveres de los filibusteros. El estado de los caminos hacia a éstos imposibles enviar artillería contra la casa-hacienda.

Los filibusteros aparecieron en la hacienda entre 5 y 7 de la mañana, del 14 de septiembre, comandados por el Teniente Coronel Byron Cole y se dividieron en tres cuerpos: el derecho capitaneado por el propio Cole y Robert Milligan, el centro por el Mayor J.C O'neil y el izquierdo por el Capitán Watkins.

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Los patriotas que habían hecho trincheras para defender la casa y los corrales de madera, se dividieron en tres frentes o compañías ligeras, con 50 soldados, más o menos en cada posición.

El Coronel José Dolores Estrada dirigía y unificaba operaciones desde los corredores norte, sur y oriente de la casa con la ayuda del Teniente Coronel Patricio Centeno. El retén o centinela, Faustino Salmerón, puesto por Estrada dió ordenes inmediatas y la tropa se tendió en sus tres puntos de defensa. Los filibusteros, auxiliados por la neblina espesa, se acercaron hasta pocos metros de la defensas patriotas, con orden de no disparar, hasta estar a boca de jarro. Por coincidencia los soldados nicaragüenses habían recibido la mismo orden, por la escasez del parque, así que la primera descarga de el primer encuentro fue tremendamente mortífera.

Durante dos horas los filibusteros trataron de asaltar los tres frentes siendo rechazados. Entonces los filibusteros comprendieron que tanto los corrales de piedra como la casa hacienda eran inexpugnables de frente. Se retiraron momentáneamente, concertaron el plan de ataque los oficiales y al grito de" ¡Hurra Walker!", lanzaron todo el peso de las tres columnas sobre el flanco izquierdo que era el más débil. La primera descarga patriótica los rechaza y caen muchos invasores muertos. Pero cae también el Capitán Sacaza y el oficial Bolaños. Los nicaragüenses no tienen tiempo casi de cargar sus lentos rifles de chispa y ven saltar sobre ellos, tiros incesantes de armas de repetición a los filibusteros.

Se lucha cuerpo a cuerpo: a bayoneta, a machete, hasta con piedras. Andrés Castro viendo un filibustero saltar una trinchera y no teniendo cargado su rifle toma una piedra y lo mata de un certero golpe. Cae muerto el oficial Ignacio Jarquín y también el Capitán Watkins. Retroceden los filibusteros y vuelven al instante al ataque. En la acometida Marshall, Milligan y Byron Cole gana el corral y a gritos alientan a sus soldados para que tomen las trincheras.

El oficial Venancio Zaragoza con varios soldados, sintiéndose entre dos fuegos, salta el corral y huye. Parece ya perdido el corral de madera y el flanco patriota izquierdo.

Eran las 10 de la mañana. La derrota parecía amenazar a las tropas nicaragüenses. Cortado en sus posiciones, se lucho cuerpo a cuerpo y los filibusteros presionando cada vez más sobre las defensas del corral para ganar la casa. Las órdenes tenían que darse y contestarse a gritos desde la casa hasta los oficiales. El Mayor O'neil ve que las defensas nicas están cediendo y ordena un cuarto asalto que toma el corral a costa de muchos muertos.

"Talvez estuviéramos escribiendo una derrota, dice en este momento del combate el General Estrada, si el Teniente Eva, Vélez y Solís con Manuel Marenco no se resuelven a morir primero que abandonar el punto de donde les hacían resistencia". El punto era el estrecho terreno que quedaba entre el corral y la casa.

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Detrás de esos valientes oficiales los soldados parapetados en el corredor de la casa hacían fuego de fusilería. Entonces agrega el General Estrada "dispuse que el Capitán Cisne, el Teniente Siero y el Oficial Fonseca saliesen a flanquear". En efecto salieron ocultamente por el costado sureste de la casa con tres guerrillas y entre el monte y la serranía aparecieron de pronto a espaldas de los filibusteros que ya se creían victoriosos al grito de ¡Viva Martínez!.

Cayeron sobre los yanquis. Al interrumpir las guerrillas gritando y disparando, la yeguada y potros de la hacienda se espantó y corrió en tropel al corral donde acostumbraba guardarse. Los filibusteros vieron caer sobre ellos a los valientes guerrilleros, sufriendo el impacto de sus descargas y sobre eso oyeron entre el monte, el tropel de potros creyendo que a la infantería venía agregada una furiosa tropa de caballería. Perdiendo la cabeza saltaron en retirada los corrales donde Cisne, Siero, Fonseca y sus soldados cayeron sobre ellos a la bayoneta. De la casa se oyeron gritos de triunfo. Entonces... Los nicaragüenses vieron que el sol iluminaba su resonante victoria sobre los invasores. Eran pasadas las 11 de la mañana. Los ánimos enardecidos y la sangre de los caídos encendió la furia nativa. Saltaron en persecución de los filibusteros en huída, con bayonetas y machetes, con revólveres y armas que recogían de los vencidos y con lazos los que pudieron montar a caballo, organizaron la persecución a muerte. Al frente de los implacables perseguidores victoriosos iba el valiente y terrible Bartolo Sandoval (alias El Loco) y el Teniente Miguel Vélez. Al filibustero que daban alcance o lo colgaban de un árbol o lo decapitaban para economizar parque.

El Sargento Francisco Gómez persiguió con tal ardor a un grupo de filibusteros que cayó muerto de cansancio.

Faustino Salmerón dio alcance al Comandante Byron Cole, que se había extraviado, y lo colgó de un árbol. Los patriotas llegaron en persecución del enemigo hasta la actual hacienda San Ildefonso. El pánico de los filibusteros fue tan grande, según el propio Walker, que llegados a Tipitapa, volaron el puente temiendo un ataque inmediato a aquella villa. Las bajas de los patriotas fueron entre 38 y 55  según los diversos cronistas. Las bajas de los filibusteros fueron entre 27 de que habla Estrada en su propio parte y de 35 caídos en combate más 18 ejecutados en la persecución, según narra Eva. Entre los filibusteros que huyeron iba un gran número herido y muchos murieron después.

En esta acción, los filibusteros pusieron en práctica un ataque de penetración, sin tratar de envolver ni rebasar al contrario: primero de tanteo, por las tres columnas, luego de esfuerzo sobre el punto vulnerable. La defensa se organizó en tres grupos de resistencia, aprovechando las características del sitio. El movimiento envolvente de los patriotas fue oportuno y eficaz. En este combate la superioridad del número de armas fue desvirtuada por el ardor patriótico y la habilidad táctica de los nicaragüenses.

En San Jacinto "al invasor se le arrebató para siempre la fe en la victoria" y la estrella

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de Walker comenzó a declinar.

El canto patriótico de los clarines anunció la victoria, llenando de júbilo el corazón la victoria, llenando de júbilo el corazón de la patria. San Jacinto fue el solio sobre el cual quedó asegurado el monumento de nuestra independiente.

El heroísmo nicaragüense, altivo e invencible, mantuvo a raya al invasor. La bandera de nuestra Patria nunca flameo más libre y soberana sobre las dilatadas llanuras de San Jacinto.

Estrada aumentó sus fuerzas hasta formar un batallón que llamó San Jacinto y marchó a Masaya, a donde entró la tropa orgullosa, coronada las armas con ramas y flores, el día 6 de octubre.

Todas las fuerzas centroamericanas estacionadas en Masaya hicieron calle de honor y vitorearon con entusiasmo a sus amigos vencedores.