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CONGRESO SALTILLO I

CAPÍTULO 1

Congreso obrero de Saltillo; primeros años. De las sociedades mutualistas a las asociaciones de resistencia. Los congresos preliminares de Tampico y Veracruz. La personalidad de Morones. Algunos de los fundadores de la CROM. Algunos de los sindicatos fundadores de la CROM. Prolegómenos del Congreso de Saltillo. El Congreso obrero de Saltillo. Las primeras actividades posteriores al Congreso. Las actividades de los grupos culturales anarquistas y socialistas. Las primeras actividades y organización del Comité Central. Algunos delegados importantes al Congreso de Saltillo. Algunas reflexiones sobre el Congreso de Saltillo. Las diferencias en el Comité Central. La aparición del Grupo Acción. Las dramáticas condiciones de vida y de trabajo de los obreros. Hacia la constitución del instrumento político de los trabajadores; fincamiento de las relaciones con la AFL. Las primeras huelgas y las reacciones políticas. Algunas opiniones particulares sobre el Congreso de Saltillo y sus consecuencias. Las discrepancias en torno a las relaciones con la American Federation of Labor. Las contradicciones de Morones con los socialistas-comunistas. Importantes revelaciones políticas de Juan Lozano.

La “ideología socialista”, como la definió Silva Herzog, motor de la revolución mexicana, se “formó al calor de la lucha contra los hacendados, los rentistas y el clero y así creció el odio hacia ellos”. Para él, el artículo 123 de la Constitución no marcaba derroteros en la historia del derecho pues muchas de sus disposiciones e instituciones ya existían en Europa desde el siglo XIX. Por ejemplo, desde 1841 se había emitido en Inglaterra la ley de protección de los niños obreros y otra sobre la defensa de la salud y la moralidad de los aprendices en las fábricas de algodón y de lana; en Francia, desde 1864, ya se había reconocido el derecho de coalición y el derecho de huelga también se había admitido en Inglaterra desde el año de 1825 ; en esa nación, en 1831 se había reglamentado el salario y abolido las tiendas de raya; en 1842 en Francia ya se había dictado una ley sobre el reparto de utilidades; en 1844 en Inglaterra se limitaba el trabajo legal de las mujeres; en 1856, en Inglaterra se había establecido ya la jornada de ocho horas, en 1869 también en esa nación se instituyeron los Consejos de Conciliación y Arbitraje; en 1871 en Suiza se autorizó el descanso dominical; en 1883 en Alemania existía el seguro obrero obligatorio; en 1884 en Francia ya existía una ley sobre sindicatos agrícolas.“Todas esas medidas a favor de la clase trabajadora no se establecieron en el México revolucionario sino hasta 1917. Es que en 1910 vivíamos todavía en plena etapa feudal.”

Al referirse a la implantación de la jornada de ocho horas, dijo Silva Herzog, que no se había producido “por el mero capricho de demagogos sino obedeciendo a la experiencia y a principios científicos irrefutables. El hombre no es una máquina y necesita ocio y descanso; el hombre que trabaja más de ese tiempo pronto se debilita y llega al agotamiento y a la vejez. Durante la guerra europea se observó el fenómeno en los centros obreros de que a menor jornada de trabajo, correspondía un porcentaje mayor de aptitud para el servicio militar. La jornada de ocho horas ha sido establecida porque así conviene a los intereses de la civilización. No sería razonable que esos intereses fueran subordinados al deseo inmoderado de lucro de las empresas. Entre las fracciones más justas y generosas se encuentran la 111 y la V las cuales tienen por finalidad la protección de los niños y de las mujeres. Sus principios también están basados en la ciencia y tienen por finalidad disminuir en el futuro el número de enfermedades, de individuos débiles y degenerados que aumenten la carga social.”

De las sociedades mutualistas a las asociaciones de resistencia

La directiva de la gran Confederación de Gremios de la República Mexicana, integrada por carpinteros, canteros, albañiles, garroteros, forjadores, caldereros, mecánicos, hojalateros, hizo un llamado a los obreros de toda la república a luchar por el gran ideal de la redención humana. Este esfuerzo consistió en procurar la ilustración del obrero por medio de conferencias y escuelas racionalistas, bibliotecas de sociología moderna que se fundaron en todos los centros obreros; exigían que se hicieran efectivas las leyes en pro del obrero; mantener relaciones con todos los gremios del país y convenir de común acuerdo con ellos para alcanzar la completa unificación del elemento productor en el mundo entero también, sin distinción de nacionalidades; la emancipación de la clase obrera no tendrá credos políticos.

Se asentaba que “la explotación del hombre por el hombre ha sido, es y será la causa de desavenencias entre las dos clases sociales, de explotados y explotadores, víctimas y victimarios, dos seres antagónicos que militan aún en esa repentina civilización del siglo XX. Arribar a este siglo sin acceso al progreso, es criminal y cobarde permanecer inactivos, sin prestar vuestro concurso a la sublime causa libertaria, y no queremos recibir mañana el apóstrofe de las futuras generaciones, lancémonos a la lucha en pro de la reivindicación obrera.”

El 6 de enero se efectuó una manifestación en las calles de la ciudad de México para recordar a los obreros asesinados en Santa Rosa y Río Blanco y en un mitin posterior intervinieron Luis Méndez, Jacinto Huitrón, Rafael Quintero y Salvador Gonzalo García.

Predominaba en el seno del movimiento obrero, liderado por los anarquistas de la Casa del Obrero Mundial, la doctrina educativa racionalista que exaltaba las libertades del hombre como la base de la formación de los niños y jóvenes y también como fundamento de la lucha emancipadora de los obreros. Era imprescindible la ilustración de los trabajadores para conocer las leyes de la naturaleza y de la sociedad capitalista, como prerrequisito para transformarla. Para los anarquistas, el hecho de que los obreros vivieran sumidos en la ignorancia, permitía al clero su manipulación, así como la de la clase dominante, en función de los intereses hegemónicos de ambas. En todos los países de América Latina, en forma señalada en Argentina y Chile, los anarquistas, motivados por esas preocupaciones, fomentaron la cultura y la educación, fundaron escuelas, ateneos, centros de debates y desde luego, muchos periódicos y revistas. Pero no sólo había que luchar por la liberación espiritual de los trabajadores sino también por su emancipación política, por medio de la organización en centrales sindicales o en gremios. La COM no logró culminar ese propósito, sobre todo por la crisis que devino a raíz de la huelga de 1916 y de la represión desatada por el régimen de Carranza en contra de los obreros. En ese momento se abrieron perspectivas muy distintas sobre el futuro del proletariado.

La Confederación de Sindicatos del Distrito Federal acordó realizar un paro general para obligar a los industriales a pagar los salarios de los trabajadores con oro nacional. Suspendieron sus servicios las compañías de luz, tranviarios y teléfonos y por lo tanto la ciudad de México quedó paralizada. El general Benjamín Hill, comandante de la zona militar, les pidió a los huelguistas que reanudaran los servicios con todo orden para no seguir perjudicando a los habitantes de la ciudad de México.

Por su parte, Luis Cabrera, Secretario de Hacienda, patentizó el apoyo del gobierno constitucionalista a los pobres y criticó la conducta asumida por los comerciantes quienes hacían creer que el culpable de la carestía de la vida era el gobierno. Anunció la emisión de nuevos billetes infalsificables.

El gobierno garantizó el valor de veinte centavos, por cada peso del nuevo papel. Después se construyó un fondo de 50 millones de pesos en oro nacional para garantizar la circulación de moneda fiduciaria. A partir de este momento, declaró Carranza, como sagrada su obligación de respaldar las nuevas monedas y manejar este asunto para defender los intereses populares y no los relativos a los de los industriales y comerciantes.

Los acontecimientos de 1915 en el Distrito Federal demostraron el grado de organización alcanzado con la creación de múltiples sindicatos o uniones de resistencia, superando las viejas sociedades mutualistas, reafirmando el despertar de su conciencia de clase explotada y de la solidaridad hacia los trabajadores que estaban en huelga y que habían paralizado casi todas las actividades citadinas. Ello puso también el gobierno de Carranza y a sus elementos más representativos, como Hill, que no vacilaron en emplear la mano dura y la represión , mientras Obregón se mostraba partidario de una actitud conciliadora y moderada. El régimen carrancista también demostró la conciencia de clase de sus integrantes al defender con la fuerza y la intimidación la anunciada aplicación de la pena de muerte a los dirigentes huelguistas-, no sin antes amenazar y presionar, por otra parte, a los comerciantes a quienes acusaban de haber generado, con el ocultamiento de los víveres, el descontento social. En realidad, era la propia inestabilidad social y política, que reinaba en todo el país y en forma acentuada, en la capital de la República, la que ocasionaba la depreciación de la moneda y la falta de alimentos, situación que ciertamente se agravó por las acciones de los especuladores que en vano trató de meter en cintura Obregón y los otros jefes militares y que de esa manera, medraban al calor de la revolución, vendiendo esos productos a precios muy elevados. En rigor, la reducción de la producción agropecuaria, era ocasionada por la destrucción de las fuerzas productivas y por el ausentismo de los campesinos que tomaban las armas para incorporarse a los ejércitos revolucionarios, y no sólo al constitucionalista. El volumen del circulante monetario no era concordante con el bajo nivel de producción material que se padecía en todo el país, como resultado y efecto, a la vez, de los violentos antagonismos de clase y por ello se explicaba también la inflación galopante, que sufrían sobre todo los obreros agrupados en la COM.

En un editorial El Pueblo “decía que en el mundo se debatían dos grandes tendencias para resolver los problemas sociales. Por un lado, estaba el capitalismo y por el otro el socialismo. Al referirse a las ideas de Marx y Engels dijo que al concretar las demandas de las clases trabajadoras le dieron a sus ideas una gran autoridad científica y una alta moralidad, el socialismo debe ser objeto de estudio ya que dejó de ser el terror de los incautos para convertirse en uno de los medios que la humanidad debía examinar para hacer practicable una equitativa repartición de la riqueza.”

“Los socialistas han hecho acopio de moralidad, de espíritu de justicia, de elocuencia para convencer al mundo de los padecimientos de los humildes. Antes de que estallara la gran guerra actual se habían unido en una confraternidad que no distinguió nacionalidades, ni credos y habían asegurado oponerse a todo movimiento que alterara la paz universal y desvirtuara los anhelos pacifistas que estaban a la baja en todo el mundo civilizado.”

El editorial comentaba en un tono elogioso la actitud asumida por el Partido Socialista de los Estados Unidos y por la American Federation of Labor que condenaban la guerra europea y exigían que su país no interviniera en ella y trataba de justificar así la actitud neutral de México frente al citado conflicto.

La prensa constitucionalista, influida sobre todo por Acción Mundial, del doctor Atl, estaba abierta a todas las corrientes políticas y sociales que confluían en el apoyo al Primer Jefe; desde los socialistas, hasta los anarquistas y los burgueses liberales, sin el temor de que con esa apertura pudieran perjudicarse la causa de la Casa del Obrero Mundial. Ésta tenía su propio órgano, Revolución Social, que se editaba en su cuartel general, Orizaba, pero en los medios carrancistas se solía informar acerca de las actividades que desplegaban los sindicalistas, pero sólo enfatizando en la adhesión política que le prestaban a esa causa. Ellos eran partidarios, decían, de un “socialismo moderado”, es decir, de la lucha de los trabajadores siempre y cuando no se trastocara el orden social capitalista, o la existencia del régimen de la propiedad privada y sus actividades se realizaran dentro del marco fijado sobre todo por el político coahuilense. Esa prensa también reflejaba las tareas políticas que habían desplegado el doctor Atl y otros comisionados en los Estados Unidos, sobre todo entre los partidos y grupos socialistas y las organizaciones sociales que se oponían a la entrada de esa nación a la guerra europea, coincidiendo así con la posición neutral que había asumido el gobierno de México. También se manifestaba una cierta diferencia en el seno del carrancismo entre los militares que se consideraban germanófilos, de los que estaban a favor de participar el lado de las potencias democráticas, pero en general los obreros de México compartían la actitud profundamente antibélica, manifestada por los trabajadores norteamericanos.

“Parecía que el pacto que firmó la Casa de Obrero Mundial con el ala revolucionaria, en febrero de 1915, por apoyar con las armas y con la propaganda el establecimiento de un gobierno revolucionario significaba el abandono que el movimiento obrero y desde luego por lo propios dirigentes de la propia Casa, de la doctrina anarquista, pues ideológicamente resultaba una evidente rectificación a su doctrina el apoyar a un grupo político para que éste asumiera el control del país; es más, las cláusulas primera y cuarta del pacto, son una categórica aceptación del sistema legislativo de mejoramiento obrero y el reconocimiento de la intervención gubernamental en la solución de los conflictos obrero-patronales y estos dos principios son contrarios a la doctrina anarquista y a la acción directa proclamada como método de lucha. La conducta lógica imponía a la organización obrera al triunfo de la revolución con la cual había cooperado, al tratar de establecer nuevas bases para la convivencia y desarrollo del movimiento obrero dentro de la propia revolución ya hecha gobierno; la mayor prueba de que este debía ser el objetivo común era el hecho de que, a esta conclusión había de llegar la organización obrera poco tiempo después, al adoptar como medio de lucha, la acción múltiple” escribió Treviño.

Al referirse a la adopción, en la práctica, de la acción directa , impulsada por los anarquistas, mencionó la huelga de la ciudad de México de agosto de 1916, afirmando que se debió a la petición generalizada de retirar de la circulación el papel moneda (bimbiliques) para poder cobrar los salarios en monedas de oro, que fue concebida y planeada por un grupo de idealistas y románticos “que desconocen los principio básicos de la economía política, que en forma irresponsable no eran concientes de que esa sustitución era imposible en un país reconocidamente desorganizado como México, por lo que en cierta forma Treviño justificó el decreto del 31 de agosto por medio del cual Carranza ordenaba castigar con la pena de muerte a los huelguistas. “Declaraba que presidió la parte acusadora, por parte del gobierno, ante el Consejo de Guerra, el licenciado Antonio Villalobos quien no encuentra materia para acusar a los huelguistas de traición a la patria y por lo tanto no se les aplicó la referida pena de muerte; posteriormente en el mes de febrero, los dirigentes que fueron detenidos, quedaron indultados por el general César López de Lara.”

La clase obrera osciló entre la aplicación del principio de la acción directa y la alianza entre los distintos grupos de la burguesía y de la pequeña burguesía. Era muy difícil observar en forma ortodoxa los principios del sindicalismo anarquista pues el país estaba experimentando profundas transformaciones revolucionarias. Si la clase trabajadora se marginaba a partir de la defensa de una supuesta pureza de clase, corría el riesgo de ser ignorada o rechazada por los jefes militares y políticos del constitucionalismo, el villismo y el zapatismo. Pero si, por el contrario, se unía a ellos en forma subordinada e incondicional existía el peligro de desaparecer políticamente como clase. De 1916 a 1918 se pasó de una posición a otra y hubo experiencias tanto negativas como positivas, según los análisis que hacían los anarquistas o lo reformistas. Para muchos, la alianza con Carranza, había terminado en un rotundo fracaso para los trabajadores lo que implicaba que ya no se volviera a insistir en ese tipo de relaciones, concentrándose la clase obrera en la lucha por demandas exclusivamente económicas y sociales. Para otros, esos acontecimientos, significaban la necesidad de que los trabajadores tuvieran su propia fuerza, incluyendo la existencia de un partido, para negociar con éxito con los políticos burgueses.

Definió Silva Herzog que en 1892 el salario de los jornaleros del campo era igual al de un siglo antes, mientras los precios del arroz, del trigo, el maíz, el fríjol casi se habían duplicado. En 1908 esos salarios seguían siendo en la mayoría de los estados de 25 centavos, mientras los precios de los artículos ya indicados se habían elevado un 300 %. “De manera que en ese año los jornaleros ganaban una tercera parte menos que en la época colonial. La revolución tuvo que estallar, era inevitable que estallara. No fue por Madero ni por Vázquez Gómez, no fue por nadie, sino simple y sencillamente por causas biológicas, por un instinto de conservación.”

En un interesante estudio, redactado en marzo de ese año aparecieron algunos datos importantes acerca del surgimiento de las ideas socialistas que reflejaban la influencia que esas ideas avanzadas habían tenido, por ejemplo, entre los trabajadores ferrocarrileros y se hacían notar las grandes limitaciones que tuvieron las asociaciones mutualistas que su única finalidad era la de proporcionar apoyo a los miembros. Al referirse a la huelga de Cananea se incurrió en una inexactitud al decir que los líderes de ese movimiento eran Juan José Ríos y Jesús García que fueron deportados a San Juan de Ulúa y que se encontraba entre ellos Plutarco Elías Calles.

Afirmó que en 1903, las teorías marxianas fueron introducidas a México por “Jesús Morelos”, un entusiasta de las doctrinas socialistas. Bajo su dirección los obreros de Guadalajara se unieron para estudiar los principios económicos de esas doctrinas. A los pocos meses Morelos fue arrestado, acusado de propagar tendencias revolucionarias por lo que fue condenado a sufrir 3 años y medio de prisión. Todos sus adeptos se desbandaron”.

Observó este estudio, que en 1909, el general Bernardo Reyes, intentó organizar un Partido Laborista y que incluso editó un periódico “El México Obrero”, pero dicho proyecto no tuvo éxito y al poco tiempo desapareció.

Al referirse la etapa de Madero informó que en 1911 se creó la Liga Obrera que era una organización activa que contaba con 400 miembros y que comenzaron a difundirse y a estudiarse las doctrinas sindicalistas y socialistas. En 1911, Juan Lozano publicó en Lerdo, Durango, “La Pluma Obrera” y más tarde en Torreón, el periódico, “Adelante.”

Sobre los promotores de la Casa del obrero Mundial se recordó a Pedro Junco “que fue el primer individuo que predicó el sindicalismo en México”, al lado de Moncaleano y Armenta quienes se referían a las causas de la guerra en Europa.

Aunque no apareció el nombre del autor de este estudio es probable que se deba a la pluma de Retinger, quien también laboraba en las oficinas del Departamento del Trabajo y que después escribió un libro exaltando la personalidad de Morones.

Los estudios oficiales sobre la influencia de las ideas políticas le daban preponderancia al anarquismo o anarcosindicalismo, concebido como un fenómeno fundamentalmente europeo que había llegado a México por conducto de agitadores profesionales quienes en sus países de origen, sobre todo en España, habían cometido múltiples atentados, ignorando que en nuestra nación había condiciones sociales particularmente propicias para la difusión de esas ideas y su poder de atracción entre los trabajadores. La mayoría de las sociedades mutualistas estaban en crisis a causa de la quiebra de la mayor parte de sus cajas de ahorro, que eran su fuente principal de ingresos y ante la incapacidad política que habían mostrado para defender los derechos de los trabajadores durante la etapa porfirista. Esas asociaciones periclitaron, mientras las ideas anarquistas permitían que los trabajadores progresaran hacia la conformación de sindicatos de resistencia, los cuales comenzaron a realizar las denuncias contra el capitalismo, poniendo de relieve algunos de los rasgos más sobresalientes de su funcionamiento y también su impugnación global. No se distinguía claramente entre las ideas anarquistas y las ideas marxistas porque no se conocían los términos de la polémica entre Bakunin y Marx, sobre todo porque los anarquistas que eran la fuerza predominante que controlaba los medios de comunicación de la clase obrera y desde luego no les interesaba ni les convenía, dar a conocer los planteamientos del filósofo de Tréveris. Se incurrió desde luego en muchas mixtificaciones y exageraciones, como esa que afirmó que algunos de los fundadores de la CROM fueron a Rusia en 1921 y que establecieron relaciones con los sindicatos rusos, tratando, así de descalificar la influencia de las ideas leninistas, por considerar que eran importaciones que no tenían ninguna conexión con la realidad económica y social de nuestro país. El término anarquista fue asociado al de terrorista y el bolchevique al desestabilizador, persiguiendo, ambos, aviesos propósitos, sobre todo por cumplir consignas del exterior.

Afirmó Leticia Juárez,, que el primer Congreso Nacional de Industriales, convocado por Carranza, realizado el 29 de diciembre de 1917, contó con la asistencia de 113 delegados. “Uno de los resultados significativos (del congreso) fue la expresión de desconfianza hacia el nuevo orden establecido. A través de la defensa de la propiedad privada, el derecho al subsuelo, de la propiedad de los extranjeros y del cuestionamiento a las facultades que el artículo 27 otorgaba al estado, los industriales se pronunciaron en contra del citado precepto, objetaron la inclusión de las leyes obreras en el texto constitucional y se pronunciaron contra el derecho que se confería a cada Estado para establecer su propia ley del trabajo. En la misma forma externaron su inconformidad por las juntas de conciliación y arbitraje, el reparto de utilidades, el salario mínimo, la jornada de ocho horas. Así el Congreso aprobó solicitar al Ejecutivo federal reformar el artículo 123 de la Carta Magna, federalizar la industria nacional, unificar la legislación obrera a través de un código del trabajo.” No obstante estos desacuerdos de los industriales con el gobierno, éste estuvo a favor de la organización gremial de los industriales para la defensa de sus intereses y la comunicación con el propio estado. Después se creó una comisión encargada de erigir cámaras de comercio y lograr el reconocimiento jurídico de la Confederación como representante legítima de los industriales.

En mayo de 1918, según una recopilación estadística de la Secretaría del Trabajo, Industria y Comercio, estaba muy extendida la legislación obrera en la mayoría de las entidades federativas. En Aguascalientes, había una legislación que se encargaba de los peones agrícolas, de los salarios y de la jornada de trabajo. Chiapas también tenía leyes reglamentarias, en el estado de Hidalgo había una relativa a pensiones y socorros, sobre el descanso dominical, una que desconocía las deudas de los peones acasillados, sobre accidentes de trabajo, sobre las juntas de conciliación y arbitraje, el reconocimiento de la personalidad jurídica de los sindicatos y la creación de centros recreativos para obreros. En el estado de Jalisco existía una ley del trabajo y en el estado de México una sobre la conciliación y el arbitraje. En Michoacán se emitió una ley por medio de la cual se creaba un Departamento del Trabajo, sobre la abolición de las deudas de los peones y acerca de los salarios mínimos. En Nayarit, normas sobre juntas de conciliación y arbitraje y sobre la fijación de los salarios mínimos. En Nuevo León, una sobre accidentes de trabajo, sobre jornadas de trabajo y salarios. En Querétaro, una sobre salarios, jornada de trabajo y sobre los peones agrícolas. En el estado de San Luis Potosí, una ley que creaba el Departamento del Trabajo y en Sonora una sobre accidentes de trabajo, indemnizaciones y acerca de las juntas de conciliación y arbitraje; en el estado de Veracruz una ley reglamentaria que reconocía la personalidad jurídica de los sindicatos y otra sobre juntas de conciliación y arbitraje y desde luego en Yucatán existía un Código del Trabajo que abolía la servidumbre y en Zacatecas una ley sobre accidentes de trabajo.

Según este estudio, en las entidades federativas, existían las siguientes asociaciones obreras y gremiales:

Distrito Federal........................................................88

Aguascalientes..........................................................6

Colima........................................................................1

Coahuila..................................................................58

Baja California...........................................................6

Durango................................................................... 8

Guanajuato................................................................3

Hidalgo......................................................................4

Jalisco..................................................................... 11

México.......................................................................3

Michoacán..................................................................3

Nayarit.......................................................................6

Nuevo León..............................................................42

Oaxaca......................................................................3

Puebla.......................................................................3

Querétaro..................................................................3

San Luis Potosí........................................................19

Sinaloa.................................................................... 36

Sonora.....................................................................22

Tamaulipas..............................................................26

Tabasco....................................................................1

Tlaxcala.....................................................................2

Veracruz..................................................................32

Yucatán.....................................................................3

Zacatecas.................................................................11

Total 380

Se concluyó que “hasta la fecha las sociedades obreras mejor organizadas eran las mutualistas, las que cuentan con más recursos y con mayor numero de asociados. Solamente 51 de las mencionadas poseen un capital de 463 mil pesos, con 16,218 miembros. El movimiento cooperativista comienza a desarrollarse en México y son pocas las instituciones de este género, podría citarse entre ellas, las de consumo que han sido organizadas en las ciudades de México y de Guadalajara y una de producción que está trabajando con éxito en Mazatlán. Las sociedades de resistencia organizadas en los últimos años no han alcanzado todavía una organización que les permita una eficaz acción en el conjunto de las actividades desplegadas y en la participación que han tenido en las distintas cuestiones relativas a su función.”

En lo que concierne a los salarios, se dijo en el informe, que en términos generales eran muy altos en las costas, especialmente entre los alijadores, muy bajos entre los jornaleros. Los estados en donde se percibían los más altos salarios eran en Baja California con un mínimo de 2.50 diarios y un máximo de 3.50; en Yucatán, con 3.75 pesos. EL salario promedio en la República era de 1.70 pesos diarios, mientras que el promedio del costo de la vida era de 3 pesos.

Este informe reveló la importante presencia social y económica que tenían las sociedades mutualistas, pero no dice que la mayoría de ellas se encontraban en crisis por ser mayores sus ingresos que sus egresos lo que había provocado un gran desencanto entre sus agremiados que en esas condiciones no veían resueltos sus problemas de cesantía, vejez, accidentes o fallecimientos. La mayoría de las cajas de ahorro no podían asegurar el cumplimiento puntual de las cuotas de sus socios y en cambio aumentaban los niveles de desempleo, los accidentes en el trabajo y las enfermedades, profesionales o no, de los obreros. Debido al acelerado proceso de introducción de nuevas máquinas y tecnologías en los grandes centros fabriles, se estaba llegando a la convicción de que las sociedades mutualistas no estaban preparadas para enfrentar esos crecientes desafíos que imponía a la clase trabajadora el desarrollo industrial de la nación.

También se comprobó que el país se encontraba en la etapa de tránsito de ese tipo de sociedades a la creación de agrupaciones de resistencia, gracias a la influencia de las ideas anarquistas, que vislumbraban la esencia de la explotación capitalista, el funcionamiento general del sistema como el causante de todos los males de los trabajadores e intuían sobre la necesidad de transformarlo por una sociedad igualitaria en la que imperaran de una manera plena las libertades del individuo.

Pero, además, la participación de los miembros de la Casa del Obrero Mundial, diseminados en varias entidades federativas y no sólo en el estado de Veracruz, había permitido la formación de decenas de sindicatos de oficios, primero, y de gremios después, sin que todavía se pudiera pensar en la formación de federaciones regionales. Las ideas sindicalistas se propagaron entre los trabajadores los cuales pasaron de las uniones de resistencia, que seguían siendo pese a todo, uniones de carácter pasivo frente al capital, a los sindicatos que eran considerados por sus integrantes como instrumentos de lucha directa y activa contra los empresarios.

“Estas agrupaciones, las sociedades mutualistas, son las más antiguas de México: puede decirse que son la supervivencia del nexo espiritual de los gremios coloniales. Durante la Revolución muchas de ellos se transformaron en sindicatos combativos, pero por su carácter tibio frente a la lucha de clases y por su labor aislada, en la metrópoli o en las poblaciones más importantes de los estados, la opinión pública no les ha reconocido ninguna verdadera significación social.”

Al lado de esas sociedades mutualistas, a las que consideró como un puente al verdadero sindicalismo, Lombardo ubicó a los sindicatos obreros católicos, que pretendían combatir a los sindicatos revolucionarios. Estas agrupaciones “trataban de unir íntimamente a los obreros con los patrones, dirigidos por conducto de sus ministros, alejándolos de la influencia y de la vigilancia del estado, lo que equivale en suma, a tratar de resolver el problema del trabajo por sí mismos, para evitar, de este modo, la transformación de la sociedad actual por la que luchan todos los bandos y las agrupaciones socialistas del mundo”, concluyó.

En efecto, muchas sociedades mutualistas, al observar la crisis en que se encontraban, mientras aumentaba la explotación de los capitalistas, modificaron sus estatutos y se transformaron en sociedades de resistencia frente a los patrones, es decir, abandonaron su carácter defensivo frente a los patrones y subordinado frente a las autoridades y asumieron una función activa, de franca oposición y rechazo al orden existente. Al producirse esta transformación, la iglesia, que predicaba la resignación frente al orden imperante, perdió una importante base social y entonces se dio a la tarea de organizar sindicatos católicos muchos de los cuales enarbolaron como demandas algunas de las que preconizaban las sociedades de resistencia. Las sociedades mutualistas que supervivieron a esa modificación también perdieron la fuerza que tenían y se dedicaron más bien a cumplir funciones de cajas de ahorro populares, es decir, establecimientos de carácter mercantil.

El gremio tipográfico fue muy importante para la generación y difusión de las ideas revolucionarios. A finales del siglo pasado se formaron varias mutualidades y también cooperativas. Como lo dice Francisco Tapia, prácticamente durante todo el régimen del Porfirio Díaz la política implementada en su contra fue de hostigamiento y de clausura de muchos establecimientos de artes graficas. Esta política hizo que se fusionaran los cuerpos de redacción de El Socialista y de El Hijo del Trabajo. Había también una gran ausencia de legislación laboral. En particular su ofensiva se enderezó contra El Diario del Hogar, El Monitor Republicano y El Hijo del Ahuizote que se habían opuesto a las reelecciones del dictador. En el año de 1900 fueron detenidos Daniel Cabrera, propietario de El Hijo del Ahuizote, Remigio Mateos, director y Alfonso Cabrera, administrador. En junio de 1910, se suprime el periódico y los talleres de El Diario del Hogar.

En junio de 1903, los tribunales emitieron un fallo por medio del cual prohibían cualquier periódico en el que escribieran los hermanos Flores Magón. En el estado de Veracruz fue asesinado Jesús Martínez, impresor del periódico Revolución Social. En términos generales los empleados de artes gráficas y de las imprentas estaban mal pagados.

En diciembre de 1872, se formó la Sociedad de Socorros Mutuos de Impresores que fue la más importante de su tiempo. Después el 8 de diciembre surgió la Sociedad Tipográfica; en abril de 1882 la Unión Tipográfica. Sin embargo, fue en la prensa obrera en la que se mostraron las primeras inquietudes de la clase trabajadora, sobre todo en las páginas de El Socialista, El Hijo del Trabajo y El Obrero internacional. Después surgió la Bandera del Pueblo que apoyó la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada. En las páginas de esos periódicos se reflejaban las contradicciones que había en el Gran Círculo de Obreros Libres.

Un dirigente que dio un fuerte impulso a la organización de los tipógrafos, fue Carlos L. Gracidas quien en marzo de 1909 fundó y presidió la Unión Linotipográfica de la República Mexicana. En aquel tiempo a esos trabajadores se les pagaba por destajo por lo que se luchó por la implantación de un salario fijo. La URLM pugnó, además, por el establecimiento del descanso semanario, por el pago de indemnizaciones por concepto de enfermedades profesionales y por la existencia de condiciones higiénicas en los talleres.

Pero, sin duda, la agrupación más importante de México y combativa fue la Confederación Tipográfica de México, fundada el 2 de mayo de 1911, por el anarquista español Amadeo Ferres. Formaron parte de esa Confederación entre otros José López Doñes, Rafael Quintero, Federico de la Colina, Enrique Arce, Fernando Rodarte, José Luis Cortés, Ezequiel Salcedo, Antonio Díaz Soto y Gama. Después la ULRM se transformó en la Confederación Nacional de Artes Gráficas.

Dijo Tapia que aunque a principios de siglo se introdujeron algunos avances tecnológicos sobre todo en El Imparcial y en otras imprentas de la ciudad de México, no mejoraron las condiciones de vida y de trabajo de los tipógrafos y se recurrió en gran cantidad a la contratación de aprendices, que desplazaban a los trabajadores de la planta.

Como ocurrió en otros países de América Latina, en donde predominaron ya sea los migrantes europeos de orientación anarquista o los de filiación socialista o comunista, en México se editaron periódicos, ciertamente, de escasa paginación, con un corta y errática existencia y de reducida circulación, que se distinguían radicalmente de los periódicos comerciales, la mayoría de los cuales defendían al orden establecido y tenían una notable aprensión contra los partidarios de aquellas corrientes. Todos ellos, con excepción de El Heraldo de México, patrocinado por el general Salvador Alvarado, se hicieron eco de las prédicas anticomunistas y antibolcheviques que esparcían las agencias noticiosas occidentales, sobre todo las norteamericanas e inglesas. Los periódicos obreros, siguiendo en gran medida el esquema de Regeneración, estaban llenos de denuncias en contra del sistema establecido y desde luego difundían las tesis anarquistas; se distribuían en forma ilegal o semiilegal, de mano en mano, de sindicato en sindicato, conteniendo información de las luchas obreras en otras partes del país y del mundo. Eran concebidos como instrumentos de lucha, pero también como educadores y formadores de la conciencia de los trabajadores. Los periódicos magonistas representaron el antecedente más cercano de esos periódicos obreros y socialistas porque independientemente de las diferencias que había entre ellos, los unía un común denominador: la liberación de los trabajadores por medio de la cultura y de la educación. Los tipógrafos desempeñaron así una tarea verdaderamente revolucionaria al ponerse al servicio de esa causa, pero también laboraban en los periódicos burgueses en calidad de empleados, exigiendo el reconocimiento a sus derechos como trabajadores. En algunos casos aparecieron columnas o secciones en donde se informaban de las actividades que desempeñaban los sindicatos, los grupos culturales y los grupos políticos, aunque ya se hablaba de las discrepancias entre los rojos y los amarillos.

Afirmó Godio que entre los inmigrantes alemanes predominaban los socialistas, mientras que entre los italianos, eran los anarquistas. En las sociedades de resistencia se hicieron fuertes sosteniendo una gran rebeldía como asalariados pero también como productores independientes. “El anarconsindicalismo latinoamericano pudo implantarse fuertemente en el campo sindical porque puso en el centro de la práctica la huelga, el boicot y otras formas de lucha. A diferencia de los socialistas, que correctamente jerarquizaban la acción política, pero lo practicaban en el sentido estrecho del parlamentarismo, los anarcosindicalistas pusieron en movimiento al proletariado a través de la acción sindical”. Consideraron que la lucha extraparlamentaria era “estratégicamente nefasta” porque alejaba a los trabajadores de las forma superiores de lucha, la acción política. Para este autor el anarquismo supo captar mejor que los socialistas el modo de vivir de las masas rurales y su acción directa.

También a principios del siglo aparecieron militantes y grupos anarquistas en Chile. Se constituyó el Centro de Estudios Rebelión, dirigida por Magno Espinosa, que publicó El Rebelde. Después aparecieron El Ácrata, La Antorcha, el Alba, Luz, Agitación. En el año de 1920 hizo una visita a ese país austral el anarquista italiano Pietro Gori quien dictó varias conferencias. “Las actividades de los anarquistas se desenvolvieron casi exclusivamente en el campo de las organizaciones de resistencia pasando a ser un sector de punta en las luchas reivindicativas para dotar a la clase obrera de condiciones dignas de existencia, e intentar llevar esta acción reivindicativa al plano de contradicciones de fondo que dieran paso al elevamiento de las condiciones revolucionarias.” Los anarquistas impulsaron el método de la acción directa, es decir, la lucha frontal contra el capital, llevada adelante por los mismos trabajadores contra la clase patronal, teniendo como principal arma de lucha, las huelgas, las cuales frecuentemente asumieron un carácter violento, dado el hostigamiento del estado y su aparato represivo y de la patronal y sus guardias blancas en contra de las demandas de los trabajadores. “Al igual que sucedió en el resto de los países de América Latina, en Chile los anarquistas criollos no registraron la necesidad de crear una organización política revolucionaria.

Según este estudioso, en 1918, en Antofagasta se creó el Centro de Estudios Sociales que editó el periódico Luz y Vida y en Valparaíso apareció La Batalla. En 1914 se organizó la Liga de Arrendatarios que luchaba en contra de los abusivos pagos de los propietarios de viviendas, de las malas condiciones higiénicas y el hacinamiento; después surgió la Federación de Estudiantes de Chile, pero los anarquistas participaron también en la fundación de la Federación Obrera de Chile.

Desde la perspectiva de Oved, la influencia de Bakunin fue determinante en el anarquismo argentino pero también había de distintas tendencias, desde la colectivista hasta la anarcomunista. En Argentina, llegaron entre 1890 a 1906, 338 mil inmigrantes, sobre todo europeos. En esa inmigración había muchos anarquistas, Lafarga, Pellicer, Ruci, Bautista Fueyo que encontraron a un movimiento obrero en formación. También destacó la inmigración italiana, con Malatesta, quien vivió de 1885 a 1890 y fue un puente entre los partidarios de la estructura organizativa y de los contrarios a ella. A través de La Protesta, órgano de los anarquistas españoles, se impulsaron las corrientes organizativas lo cual dio paso a la formación de sociedades de resistencia, a favor de la participación activa en los sindicatos. Pellicó postulaba la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo de los obreros, prestarse apoyo mutuo, procurarse instrucción y recreo, practicar la solidaridad con las organizaciones que persiguieran propósitos idénticos, impulsó un enfoque descentralizado, federal, a las asambleas generales. “Desde la célula básica de la Federación debe prevalecer la libertad de acción y de iniciativa, de lo contrario se despeñará hacia el despotismo.”

El 21 de marzo de 1909 se fundó la Unión de Linotipistas Mexicanos, siendo electo presidente José Campos, quien prestaba sus servicios como cajista en la oficina Impresora de Hacienda y después fue nombrado jefe de talleres de El Imparcial. La Unión dejó de funcionar por un periodo relativamente breve pero los trabajadores siguieron ayudándose entre sí, se oponían a los malos tratos y a las injusticias. Hicieron una huelga en 1912 contra La Prensa logrando la nivelación de salarios, incluyendo a cajistas, prensistas y otros trabajadores. Al regresar algunos de sus afiliados a la ciudad de México después de haber combatido con las armas en la mano bajo las banderas del carrancismo, entraron en contacto con Morones, Salcedo y Rodarte y así participaron con tres delegados en el Congreso Obrero de Saltillo. En la medida en que pasaba el tiempo se iban haciendo presentes los valores de la colectividad por encima del individualismo; en 1919 apoyaron la huelga de profesores del Distrito Federal. En 1922 decretaron una huelga a El Universal por pretender despedir al repartidor Luis Moreno Irazábal.

Sin duda, el gremio de tipógrafos ocupó un sitio de vanguardia no sólo en la difusión de las ideas anarquistas y socialistas sino también en la educación política del proletariado. Por estar vinculados de una manera permanente, en virtud de su oficio, con el libro, el folleto, con la palabra, en fin, era o fue el sector más culto y capacitado no sólo en la Casa del Obrero Mundial sino también en otras organizaciones sindicales. Por estar preparados desde el punto de vista intelectual y tecnológico asimilaron las ideas emancipadoras tratando de avanzar hacia la unificación del proletariado, aunque el gremio en lo particular experimentó varias divisiones. Rafael Quintero, pretendió mantener vigente a la Casa del Obrero Mundial, pero no se dio cuenta que había muerto después de la represión de 1916 y no secundó al grupo de Morones por tener con él fuertes diferencias políticas. Sólo tuvo después participaciones esporádicas, mientras sus compañeros de oficio ocuparon las posiciones directivas en el seno de la organización naciente en Saltillo.

Respecto de las características de San Ángel a principios de este siglo es conveniente hacer notar, siguiendo a Camarena y a Fernández que era una pequeña zona industrial en donde había cinco grandes fábricas. La Magdalena, Santa Teresa, La Alpina, La Hormiga y La Abeja, las cuales daban empleo a 3470 operarios. Esos trabajadores eran obreros de “segunda generación” pues se habían formado en el polvo y en el ruido de las máquinas. “Eran empresas que dependían de la habilidad y pericia de los trabajadores para el desempeño óptimo de las labores por lo que se pagaba a destajo el trabajo realizado”. No obstante, ya para el año de 1905 la mayoría de las fábricas contaba con su respectiva planta generadora de energía eléctrica. La modernización de las máquinas produjo una especialización de los obreros los cuales se ocupaban únicamente de una parte del proceso industrial. Dijeron estos especialistas que esos trabajadores eran mitad obreros y mitad artesanos. Pero surgió también el obrero calificado el cual recibía un pago por el número de piezas elaboradas. Se implantó el pago del trabajo a destajo lo cual fomentó un trato paternalista que condujo a los trabajadores al campo de la productividad capitalista.

Al referirse a este tipo de trabajador, dijeron que eran los únicos que tenía derecho a sindicalizarse. Exigían respecto a sus formas tradicionales de trabajo, contra el despido de compañeros, contra el trato arbitrario de los administradores. Uno de los mecanismos más utilizados en la lucha sindical era el paro, el cual contaba, casi siempre, con la simpatía de los habitantes que vivían cerca de las fábricas.

La rama industrial más avanzada de la época era la industria textil en donde el capital extranjero introdujo tecnologías modernas, concentrándose en regiones específicas como las de Puebla, Veracruz y el Distrito Federal. Ello favoreció, también, desde luego, la reagrupación de los trabajadores en grandes conglomerados. En esas regiones se constituyeron los primeros y más combativos sindicatos en los cuales permeó la influencia de los anarquistas españoles, pero también se formaron las primeras federaciones regionales, como la muy poderosa de Orizaba. Muchos de los fundadores de la CROM provenían precisamente de esas regiones industriales en donde existía un nivel de organización muy elevado, un acentuado nivel de preparación ideológica y de conciencia de clase y como es lógico, un mayor entrenamiento político. Muchos de los hábitos y procedimientos sindicales se aplicaron por la primera vez entre ellos, gracias al benéfico influjo de los ácratas del viejo Continente, los cuales se manifestaron en los congresos de Veracruz, Tampico y Saltillo. Los debates entre los partidarios de la acción directa y de la acción múltiple se dieron también en su seno y durante muchos años predominó una gran autonomía de las federaciones y confederaciones y una determinada coexistencia de trabajadores de diferentes orientaciones, pero también una férrea disciplina interna.

Como casos “atípicos”, es decir, individuales, en el contexto de la industria textil estaba la empresa accionista de la Compañía Industrial de Atlixco, que tenía una sola pero muy grande empresa, Metepec, la cual, consideró Gamboa se sustrajo a la influencia y el control de los grandes grupos. “un verdadero enclave,” pero a pesar de todo “no había rivalidades interempresariales.” “En un principio, los accionistas de CIASA participaron activamente en la fundación del CIM y luego parecieron caer en una marcada indiferencia hacia la política de esa organización y la suerte de sus afilados, sin entrar en rivalidades con ellos. Quizá la fuerza económica de esa empresa hizo que sus accionistas adoptaran una posición de autosuficiencia, lo que se reveló, por ejemplo, en el caso de la política laboral, donde la CIASA llegó a implementar su propia línea, convirtiéndose por algunos años en la promotora del sindicalismo libre, papel que ejerció con su sola fuerza.” El otro grupo “atípico” fue el de los propietarios de El León y la Covadonga y sobre todo la participación del financiero francés León Signoret.

En 1929 había en el país 171 fábricas de las cuales correspondían a Puebla el 33%, pero como nos dice Gamboa Ojeda, se trataba de fábricas pequeñas que se dedicaban a la elaboración de hilaza y manta: de ellas, 15 eran medianas y solo 8 grandes y por lo tanto describió la existencia de un grupo industrial dominante que controlaba a esas empresas: se trataba de sociedades familiares, destacándose las de los Conde, Rivero Quijano, Díaz Rubio y Gavito Méndez, los cuales también tenían inversiones en la explotación de la sierras, como haciendas, ranchos, molinos, empresas agroindustriales. “Se trata de un grupo industrial bastante localista que siendo el más representativo desde el punto de vista económico, abarcó a empresarios de gran prestigio social, predominando los de origen español. Precisó que una característica de estos empresarios era el de sus estrechos vínculos con la jerarquía católica, especialmente privativo en el caso de los españoles. Dicho grupo conserva su identidad nacional, a través de casas de beneficencia, del Casino Español y utilizó al Centro Industrial Mexicano “como un gran órgano cohesionador de las firmas monopólicas de la industria textil.”

Gamboa hizo alusión al pensamiento político del industrial textil Jesús Rivero Quijano, español, propietario y gerente de la empresa El Mayorazgo, que detentaba la propiedad de San Juan Amandi, la Esperanza y Molinos de En medio y dijo que “era partidario acérrimo de incorporar a la industria los avances de la ciencia o más precisamente, las innovaciones tecnológicas; veía en la maquinaria al único medio para lograr el progreso industrial y social. Consideraba al maquinismo como una expresión concreta de una cultura que había logrado como ninguna otra poner el mundo físico al servicio del hombre. El maquinismo no sólo era la máquina, era la organización de la maquinaria en un concierto útil, que liberaba al hombre de su función muscular, elevaba al obrero “músculo” al obrero “cerebro” y admitía que sin embargo, el obrero había sido enemigo del maquinismo pues creía que éste lo desplazaba. Definió que el obrero no podía oponerse al maquinismo, en tanto el sindicato había sido un producto espontáneo, “necesario y fatal” pero que sin el maquinismo desparecería o volvería a la etapa de los talleres y ello provocaría la muerte del sindicalismo. El consideraba que la sociedad estaba formada por clases, las cuales constituían su sustento.

Para Rivero Quijano, la función social la industria tendía a desarrollar las riquezas naturales, fomentar la agricultura, elevar las condiciones de vida de los habitantes de la nación, poner al alcance de todos las comodidades materiales, elevar la eficiencia humana acrecentada por la riqueza pública, generar ingresos al pagar impuestos y encauzar la revolución social. Este capitalista acusaba al movimiento social de anárquico y destructivo y que había el riesgo de que se rompiera el equilibrio social cuyas consecuencias para el capitalismo serían nefastas. Era partidario, finalmente, de la colaboración de todos los sectores de la sociedad, hasta hallar las leyes del equilibrio.

A su vez, Lorenzo Castañeda, de la fábrica de Santa Rosa denunció que los industriales habían pretextado que tenían muchos gastos debido a lo caro que está la materia prima, pero en realidad esto no era cierto pues ellos ganan muchas utilidades. Ricardo Silva, de la fábrica “Yute”, denunció ante Carranza que en la fábrica había maltratos, golpes y toda clase de abusos.

Zubaran dio respuesta en estos términos:

“Carranza, desde que comenzó la revolución, se ha preocupado por el mejoramiento de la clase obrera, sin distinción de grupos, sino solamente tomando en consideración su dignidad, sus condiciones de vida y su libertad. Les anunció que la Secretaría de Gobernación estaba preparando un proyecto de la Ley Federal del Trabajo, en la cual se establecen la jornada laboral, el salario mínimo, las pensiones, que los industriales sostuvieran escuelas para hijos de obreros. Sin embargo, fue claro al afirmar que el citado proyecto establecerá “la igualdad, el respeto, la dignidad del capitalista y del proletariado y el respeto de los unos hacia los otros y el cumplimiento de sus recíprocos deberes que tienen que ser idénticos.”

Reiteró que “todo lo que afecta directa o indirectamente a la clase obrera es objeto de preocupación y de estudio por parte de la Primera Jefatura.”

En la circular número 14 de la Federación de Sindicatos del Distrito Federal, se hacía notar que uno de los rasgos distintivos de la actual crisis económica era el desempleo que amenazaba con desquiciar el orden capitalista, hicieron alusión a que el capitalismo estaba aplicando en todos los órdenes de la producción el sistema de Frederik Winslon Taylor que estaba mecanizado el mundo y elevando el rendimiento de las empresas. Eso es, se trataba de la racionalización del trabajo, sobre la base de la cual se han organizado los grandes cárteles, los poderosos truts que rechazaban las prácticas empíricas y tradicionales y que tienden a especializarse en la producción.

En el texto, suscrito por Miguel Segura, secretario general, se dice que el mundo está ante una nueva catástrofe y que por consiguiente “debe sustituirse el régimen capitalista por el socialista aboliendo el sistema individualista por el colectivo” y que, para ello es necesario “provocar una revolución en la conciencia del proletariado que permita ser un factor determinante en todos los aspectos de la existencia humana.” “Nuestro país carece de marina mercante, carece de industria propiamente dicha, carece de producción agrícola, carece de medios de transporte adecuados, los salarios son miserables y en consecuencia sus 16 millones de habitantes carecen de igualdad de consumo, las fuerzas de producción se encuentran desorientadas y corresponde a los trabajadores evaluar sus proporciones y reorientar la vida del país para evitar la catástrofe que más temprano que tarde amenaza el régimen capitalista.”

Proponía que se creara un Consejo Nacional de Economía, Estadística y Previsión Social el cual funcionaría como un organismo de promoción, de salvación económica; organizar la producción agrícola e industrial de tal manera que se aprovechen de una manera científica los recursos naturales a efecto de que se satisfaga básicamente el mercado interno; procurar el aumento del salario como medio de aumentar el consumo, reducir la jornada de labor de acuerdo con la producción y las necesidades del mercado o del consumo como medio de conservar la especie humana.

Dijo Rodríguez Calderón:

“...la noción revolución social tiene un contenido eminentemente capitalista. Asimismo, el movimiento de los trabajadores mexicanos que empezó a desplegarse con una gran fuerza entre 1906 y 1908 contenía fuertes tintes capitalistas. El movimiento maderista entendió su significado y buscó despuntar su fuerza, canalizándolo hacia reivindicaciones económicas y legales. La propuesta del constitucionalismo pareció otorgar nuevo vigor a los ímpetus antiburgeses y anticapitalistas del movimiento obrero. El ataque a los científicos y a la propiedad de la tierra, así como el uso de violentos lenguajes anticapitalistas por parte de los caudillos y su ideología, pareció coincidir con las demandas del proletariado. Estas proposiciones anticapitalistas eran en realidad fórmulas de cambio reformista, evolucionista, transformista. En realidad, no se estaba contra el capital y los capitalistas en general, sino contra aquellos que se oponían al nuevo orden. No se estaba contra la esclavitud asalariada sino contra los aspectos más depredadores del capitalismo, propio del porfirismo: prolongadas jornadas de trabajo, salarios de hambre, inexistencia de condiciones de seguridad y de higiene, ausencia de órganos de representación proletaria; en realidad, se buscaba un mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo trabajador. La revolución social era equivalente o mejor aún, constituía el trámite para alcanzar el mejoramiento social y económico de la nación y de sus habitantes.”

Para Hobsbawm, “se comienza por el medio ambiente material e histórico y se prosigue con las fuerzas y técnicas de producción, con la estructura económica y con las relaciones sociales que ésta implica. A continuación vienen las instituciones y la imagen de la sociedad y su funcionamiento. Es así como se establece la configuración de la estructura social,” mientras que para él el concepto de clase abarca desde la etapa postribal hasta la moderna. “ Considero a la historia social en forma global que nos lleva al serio problema que surge del hecho de que el concepto de clase no define a un grupo aislado sino a un sistema de relaciones tanto verticales como horizontales. Los trabajos sobre las clases sociales deben incluir al resto de la sociedad de que forman parte, los dueños de los esclavos no podrán ser entendidos sin éstos y sin los sectores o esclavistas de la sociedad. “

Para él, el estudio de las clases subalternas permite concluir que está destinado al fracaso “a ser una historia de derrotas casi inevitables y que sólo por excepción se alcanza la victoria.” Para este historiador el reformismo hunde sus raíces en el hecho de que la sociedad tiene factores cohesivos muy grandes que son difíciles de romper y por ello los movimientos de esa clases antes de la época capitalista asumían formas de una utopía revolucionaria.

“La historia de la clase obrera forma parte de la historia de la sociedad, o mejor dicho, de sociedades concretas, que tienen en común cosas que pueden especificarse. Las relaciones de clase, sea cual fuere la naturaleza de clase, son relaciones de clases o estratos que no pueden describirse ni analizarse de modo adecuado si se toma aisladamente, o si se efectúa el análisis en términos de sus divisiones o estratificación interna. Por ello es necesario un modelo de lo que son y cómo funcionan. La historia de la clase obrera tiene múltiples estratos si bien los niveles de realidad y de análisis forman un conjunto: trabajadores, movimiento, la masa y los líderes, niveles socioeconómicos, políticos, culturales, ideológicos e historia. Tanto en el sentido de que funcionan en un contexto que da al pasado como en el sentido de que a lo largo del tiempo experimenta cambios que pueden especificarse. No podemos superar un aspecto de ellos del resto (salvo cuando sea necesario temporalmente) ni podemos practicar un reduccionismo excesivo. El nivel de análisis político sencillamente no puede incluirse en el socioeconómico: hasta en el nivel más elemental hay una diferencia en lo que se refiere a la vida de la clase obrera entre las naciones capitalistas que carecen virtualmente de un sistema estatal de seguridad social y las que sí poseen tal sistema, cuya naturaleza puede revestir igual importancia. Algunos aspectos de nuestra disciplina son cuantificables mientras que otros no lo son, al menos en términos comparables. El problema de la historia de la clase obrera (así como el de cualquier tipo de historia social ) reside en el modo de combinar diferentes tipos de cuantificación con enunciados cualitativos.”

En efecto, las ideas colectivistas florecieron en un ambiente social que era propicio pues existían grandes concentraciones obreras en las regiones urbanas de México. Se cobró conciencia rápidamente de que la introducción de modernos métodos de explotación intensiva implicaba una creciente especialización de funciones y por lo tanto se trataba de un aumento de las tasas de plusvalía relativa, en consecuencia, había que oponer a estos fenómenos una organización unificada de los obreros. Desde un principio se hizo notar que era estéril la lucha individual de los trabajadores contra los patrones y se extendió la convicción de asociarse para la defensa de intereses comunes, de la misma forma en que los sentimientos internacionalistas ya estaban presentes como resultado del influjo de los anarquistas, que implicaban que México era tan sólo una región explotada por el capitalismo, a la cual había que oponer una posición global también unificada.

Salazar dijo del anarquista español Pedro Junco Rojo, -quien arribó a la ciudad de México en el año de 1913 después de haber fundado en el puerto de Veracruz la Confederación de Sindicatos Obreros, los invitó a él y a otros miembros de la Casa del Obrero Mundial a formar el Partido Socialista, -que en la casa Struck y Cía. organizó una huelga en donde los empleados demandaban derechos a asociarse, el descanso dominical, el salario mínimo de 2.50 pesos diarios y la jornada de 8 horas, pero después se regresó al puerto de Veracruz a seguir sirviendo a la causa proletaria.

La obra ideológica de Junco fue trascendental sobre todo para los sindicatos veracruzanos y de otras regiones centrales del país. Difundió textos de los principales anarquistas europeos y enseñó la importancia social y política que tenía la huelga, como arma fundamental de los trabajadores. Partidario de la acción directa, difundió entre los líderes sindicales la convicción de que debían mantener una posición intransigente contra el capitalismo. Bajo su influjo se editaron periódicos, folletos; se enseñó a los trabajadores a realizar asambleas, a levantar actas, a establecer medidas de carácter disciplinario y se abrieron centros de formación de cuadros. Junco fue no sólo un agitador y un organizador sino también un educador, cuya obra se reflejó en los sindicatos del estado de Veracruz, que se transformaron en baluartes no sólo de la CROM sino de las otras organizaciones sindicales nacionales. No obstante, después modificó sus planteamientos iniciales para adoptar las tesis de la acción múltiple y formar parte de un grupo de trabajadores que apoyó a Carranza, pero haciéndolo en forma independiente de la Casa del Obrero Mundial.

“Pero la miseria y la desesperación no bastan para suscitar la revolución social. Son capaces de promover motines políticos pero no bastan para levantar masas enteras. Para llegar a eso es indispensable poseer un ideal común a todo el pueblo; desarrollado históricamente en la profundidad del instinto del pueblo; educado, ampliado y esclarecido por una serie de fenómenos significativos y de experiencias nuevas y amargas, es necesario tener una idea general de su derecho y una fe profunda y apasionada, religiosa, si cree en ese derecho. Cuando tal idea y tal fin se encuentran con la miseria que los lleva a la desesperación, entonces la revolución social es inevitable, está próxima y ninguna fuerza podrá resistirla.”

Dijo Bakunin que: “el patriotismo verdadero, es, sin duda alguna, un sentimiento honroso, pero no es menos un sentimiento estrecho, exclusivo, antihumano y a menudo simplemente bestial. Un patriota consecuente es el que, aún amando apasionadamente a su patria y a todo lo que es suyo, odia todo lo que es extranjero. Los proletarios y explotados y oprimidos del mundo entero son nuestros hermanos, todos los opresores, todos los gobernantes, los explotadores, he aquí nuestros enemigos, El campo internacional de los trabajadores, he aquí nuestra única patria; el mundo internacional de los explotados, he aquí un país extranjero hostil a nosotros.”

“Toda la filosofía política de la época (principios de siglo) se resumía en tres nombres: Proudohn, Bakunin, Kropotkin. “La Conquista del Pan” y Las Mentiras Convencionales de la Civilización, de Max Nordau eran el catecismo revolucionario en 1910. El marxismo comenzó a difundirse entre las masas al triunfo de la revolución. Uno de los alemanes que vinieron a México en las postrimerías del siglo pasado para a crear la industria cervecera de Toluca, don Pablo Zierold que fue después uno de los fundadores del Partido Socialista Mexicano, en 1911 fue uno de los que con más empeño distribuía literatura marxista entre los trabajadores mexicanos. De ahí resultó una filosofía política híbrida de anarquismo y de comunismo, que condujo a los dirigentes a los extremismos más desorbitados. Todos los jóvenes inquietos que luego se convirtieron en dirigentes responsables de sus respectivas regiones, fueron atacados por el “sarampión rojo”, el “izquierdismo.” Sin bases teóricas para poder interpretar el sentido histórico de la revolución bolchevique, ni para medir sus alcances; arrebatados por el entusiasmo, creyeron llegada la hora del proletariado en todo el mundo. La toma del poder por la clase obrera en la Rusia zarista hacía que la burguesía se replegara en todo el mundo; atontada, contemplaba con espanto la euforia creciente de las masas. La pequeña burguesía, naturalmente, fue el mejor vehículo de propagación de ese “sarampión rojo”, dijo en forma irónica Mario Gil.

Estos textos anarquistas eran los más conocidos entre los mexicanos y prácticamente ninguna obra de Marx o Lenin. Aunque el partido encabezado por Zierold estableció relaciones formales con el Partido Socialdemócrata Alemán, lo cierto es que tampoco eran conocidos los libros de Kautsky o de Berenstein o bien lo eran pero en forma indirecta, es decir, al ser examinados por los ácratas que desde luego no tenían ningún interés en difundir las obras socialistas y comunistas. Ésta es una gran diferencia, por ejemplo, con respecto de la Argentina, en donde el Partido Socialista, de Juan B. Justo, sí editó y distribuyó algunas obras de los socialistas germanos y ello permitió desarrollar una poderosa corriente socialista entre los trabajadores de ese país austral, que produjo un equilibrio de fuerzas con respecto de los anarquistas. En México, sobre todo en este momento, no se daba esa posibilidad, hasta el surgimiento de la CROM en que comenzaron a difundirse textos no socialistas pero sí de carácter sindicalista, algunos de los cuales fueron enviados al Departamento del Trabajo por conducto de las embajadas y de las oficinas consulares que México tenía en Europa. Así pudimos conocer en una etapa muy temprana las características de la legislación laboral en la Gran Bretaña, Francia, Italia, los países nórdicos, la creación y desarrollo de las cooperativas. Ello ocasionó que las diferencias entre anarquismo y sindicalismo, entre reformismo y comunismo, no pudieran conocerse y advertirse con la claridad con que se expresaban en Argentina o en Chile. Muchos comunistas provinieron de las filas del anarquismo cuando se convencieron de la esterilidad de la acción directa y de la lucha extraparlamentaria y aunque participaron en la fundación de la CGT pronto fueron excluidos de ella por los ácratas ortodoxos. Para los derechistas y los analistas políticos tampoco había discrepancias ostensibles entre anarquistas y comunistas, pues todos ellos eran incluidos en la denominación genérica de rojos.

Rosendo Salazar consideró, en una reunión obrera en enero, que algunos periódicos de la capital planteaban una imagen distorsionada de los bolcheviques rusos y de los espartacos alemanes, al señalarlos como responsables de todos los crímenes posibles y luego aclaró que “el movimiento bolchevique es la avanzada de un nuevo estado de cosas por medio del cual el proletariado reconquistará sus derechos pero no los derechos contenidos en los códigos actuales sino los que ponen a todos los individuos en condiciones de desarrollarse en caminos hacia su felicidad. La burguesía hará todo lo posible por impedir que se desarrolle ese movimiento, los gobiernos se esforzarán también por hacer lo mismo, pero ese movimiento es la razón del siglo, el sol de la época, que no podrá ser detenidos.”

Luego habló Rafael Quintero quien dijo “yo simpatizo con el movimiento bolchevique porque trae suscritas en sus banderas las bases que habrán de lograr el mejoramiento de los obreros.” Sin embargo, señaló que el movimiento obrero mexicano no estaba preparado para impulsar un movimiento como el bolchevique.

En seguida intervino José F. Gutiérrez quien reafirmó que el simpatizaba también con el movimiento bolchevique porque sus ideas significan el mejoramiento del proletariado, pero también coincidió con Quintero en el sentido de que el movimiento obrero mexicano no estaba capacitado para emprender una acción como la realizada en Rusia y Alemania. De paso aclaró que en Tampico “no había soviets pues si los hubiera ya se lo hubieran comunicado”.

Durante el mitin efectuado en el puerto de Tampico, Ricardo Treviño dijo que la prensa metropolitana estaba exagerando demasiado acerca de la fuerza que tenía el bolchevismo y que eso era contrario a los intereses de la clase obrera.

Al estallar la Revolución Rusa tanto los anarquistas como los socialistas, eran partidarios de los bolcheviques porque habían emprendido una profunda transformación en la atrasada Rusia zarista y que estaban abriendo a la humanidad entera un nuevo camino, el del socialismo y el comunismo. Por la primera vez se había instalado un gobierno de obreros y de campesinos, que abolió el régimen de la propiedad privada, para instaurar la propiedad estatal y la social. Las figuras de Lenin y de Trostski eran queridas y admiradas por los trabajadores del mundo entero, pero las cosas comenzaron a modificarse en el año de 1922 cuando se produjo la división de la Internacional Sindical Roja, cuya dirección fue denunciada por los anarquistas como controlada por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista y por el gobierno soviético. Se inició la represión de la policía política contra los grupos anarquistas rusos que se oponían a la centralización y a la planificación de las actividades económicas, a la existencia de un partido obrero hegemónico, en general, al crecimiento de las dimensiones del nuevo estado proletario. La palabra bolchevique tenía, para ellos, distintos significados: mientras para los anarquistas eran sinónimo de dictadura que aunque fuera del proletariado, era, desde su concepción, tan nefasta como la dictadura de la burguesía en los países capitalistas, para los comunistas, en cambio, era un concepto equivalente a una lucha por modificaciones estructurales y no a un simple cambio de partidos o de personas en el gobierno. Para Salazar, en ese momento en que aun no afloraban las diferencias, el triunfo del bolchevismo implicaba una derrota histórica del capitalismo a nivel mundial y por ello lo apoyaban en forma entusiasta.

En la circular que giró el consejo Federal de la Confederación de Sindicatos Obreros para el Congreso Obrero que habría de efectuarse el 1 de mayo de 1913, en el puerto de Veracruz, se insistió en que los asuntos a tratar son entre otros los siguientes: creación de cooperativas obreras, casas de resistencia, de bibliotecas obreras, educación racionalista, campaña contra el alcoholismo, reglamentación de la jornada laboral a 8 horas, abolición del trabajo nocturno, prohibición del trabajo a menores, creación de tribunales de conciliación y arbitraje, reconocimiento del derecho de huelga; que los principales servicios públicos no sean manejados por empresas particulares sino por los municipios, los cuales deben establecer tarifas que beneficien a los obreros, persecución activa a los vagos de oficio o decretar el 1 de mayo como la fiesta del trabajo.

Los sindicatos de la época enfatizaban en la necesidad de contar con sus propias escuelas, orientadas por el racionalismo, de conformidad con las enseñanzas de Ferrer Guardia. Le concedieron mucha importancia a la educación emancipadora, liberadora y crítica que permitiera a los trabajadores y a sus hijos identificar los aspectos más brutales del capitalismo, para luchar contra ellos. Esa orientación persistió hasta el año de 1924 en que Vicente Lombardo Toledano, formuló la crítica a la escuela laica y a la racionalista y propuso la adopción de una teoría educativa nueva, dogmática, afirmativa, que preparaba para la lucha por el socialismo. Los sindicatos le dedicaron también mucha importancia a la creación de escuelas para sus hijos, de conformidad con el artículo 123 de la Constitución, las cuales debían estar sostenidas por los patrones. Estos esfuerzos eran congruentes con el grado de atraso cultural que tenía el país, con el analfabetismo reinante como fenómeno social, que obstaculizaba el ejercicio racional de la lucha de clases. Cada sindicato formaba, además, su propia escuela de preparación de cuadros, fundaba y distribuía un periódico, editaba volantes y folletos, otorgando a la difusión ideológica y a la información una gran importancia; la que realmente tienen. Con esas bases se esperaba que los trabajadores cumplieran con los acuerdos adoptados en los congresos, convenciones o asambleas, en forma disciplinada, que fueran morigerados en sus hábitos personales, repudiando los vicios, como el alcoholismo.

Para Pablo Kundt, el reformismo no sólo se explica desde el punto de vista ideológico sino también de clase, la cual se desarrolla sobre todo entre la pequeña burguesía y en la aristocracia obrera. “Extensas capas burguesas se arruinan o subsisten a duras penas en condiciones cada vez más difíciles, con un nivel de vida muchas veces inferior a los obreros por lo que se ven obligadas a perder su independencia económica en ponerse a trabajar a sueldo de otro. Aunque se integren entre los obreros, éstas mantienen su mentalidad individualista y burguesa y pretenden aprovecharse de la fuerza del movimiento obrero para sus propios intereses de clase, defendiendo el pacifismo, la conciliación y la claudicación. Después están los aristócratas obreros que reciben muchos privilegios económicos por los cargos políticos que ocupan.

En diciembre de 1917 se constituyó, en la ciudad de Nuevo Laredo, el Grupo Francisco Ferrer Guardia, encabezado por Cesáreo Torres, el cual se propuso organizar a los trabajadores en sindicatos y educarlos en el espíritu libertario, poniéndose en contacto con grupos de la misma índole "para incrementar la solidaridad de clase." Se comprometió a establecer una biblioteca de sociología moderna, una escuela técnica de obreros y una escuela racional infantil.

El 23 de julio de 1914, Carranza expresó en Tampico que la suya era una verdadera revolución social" y al referirse a la propiedad, dijo que las grandes propietarios han pagado y pagan todavía la quinta y hasta la décima parte del impuesto que deben pagar. "El propietario rico tiene ganancias exorbitantes con un trabajo mínimo y el proletario ha alcanzado rendimientos muy pequeños en relación con su trabajo y su capital. Es precisa y urgente la evaluación de la propiedad para que los dueños paguen las contribuciones que justamente deban pagar. Esto aumentará de un modo notable los ingresos, permitirá reducir los impuestos indirectos que pesan sobre la clase menesterosa y aliviarán seguramente al proletariado."

Carranza habló también de la necesidad de trabajar con todo empeño para establecer “cuanto antes las ocho horas de trabajo para los obreros que vinieran a aliviar la condición oprimente de nuestras clases proletarias que han vivido en fábricas y talleres desgastando sus energías con trabajo excesivo que deprimen y a la larga hacen menos fructífero el trabajo humano."

La preocupación de los caudillos revolucionarios, desde Obregón hasta Carranza, por las clases proletarias y por la justicia social, estaba presente no sólo en sus discursos sino también en muchas de sus acciones. Esa actitud no implicaba la asunción de compromisos concretos y específicos porque siempre intentaban actuar también de conformidad con los intereses de los patrones. Es decir, los gobernantes se colocaban en un polo equidistante entre ambas clases sociales, tratando siempre de armonizar intereses materiales que eran contradictorios en su esencia; o bien se trataba de una política que pretendía ocultar una marcada preferencia a favor de los capitalistas. Carranza habló de que encabezaba una revolución social, pero desde luego sin afectar los intereses de los industriales y de los comerciantes, llegando al extremo de reprimir violentamente a los trabajadores, para demostrar que no estaba dispuesto a permitir la entronización de una “dictadura proletaria”. Desde un principio, se constató que Carranza sólo deseaba una alianza limitada y transitoria con los trabajadores, alianza que correspondía a una determinada etapa, a la de la lucha contra el villismo y el zapatismo. Una vez cumplida esta meta, el primer jefe mostró abiertamente su ubicación de clase, la de los intereses que realmente defendía, lo que introdujo una gran desconfianza entre los trabajadores y los líderes sindicales.

Como dijo Ortiz Petricioli: "En el año de 1913 se inició ya la organización obrera bajo el sistema sindicalista, abandonando las formas de unión o de mesas de resistencia que estaban encabezados por un presidente, un secretario, un tercero y diversos vocales, para dar paso a la integración del sindicato cuya representación es meramente ejecutiva puesto que la soberanía y la autoridad máxima radica en la asamblea." Enseguida hizo referencia a la Confederación Nacional del Trabajo, cuyo comité ejecutivo estuvo encabezado por Hernán Proal, pero que desgraciadamente esta Confederación no llegó a consolidarse, e hizo referencia al Congreso celebrado en Tampico, para concluir que "en la mente de los trabajadores existía el deseo de que todos ellos estuvieran reunidos bajo una sola bandera ya que la ideología se encontraba dispersa bajo la teoría anarquista en primer término; y socialistas y comunistas confundían los sistemas con las bases doctrinarias del propio socialismo."

Este sistema sindicalista implicaba un alto grado de organización que correspondía a una etapa de tránsito de las sociedades mutualistas a las asociaciones de resistencia, es decir, a tener una estructura más definida y consolidada. Los sindicatos realizaban afiliaciones masivas rechazando la existencia de los trabajadores libres pues todos los salariados debían formar parte de esas organizaciones, para aumentar su capacidad de negociación y de presión frente a los patrones. De esta manera se defendía la integridad de los sindicatos, los cuales tenían sus locales y oficinas, las cuales se sostenían, fundamentalmente, con los cuotas que pagaban sus miembros. Se integró un sistema administrativo depurado pues en el seno de las asambleas se eligieron mesas directivas que conducían los debates, el famoso Chair Man, de que habla Araiza, quien conducía las deliberaciones. Muchas veces los presidentes de debates no eran los dirigentes de los sindicatos sino miembros de base de los mismos, los cuales así se entrenaban; se levantaban y firmaban actas que contenían los acuerdos y las resoluciones adoptadas, las cuales eran obligatorias, sobre todo si se votaban por la mayoría de los asistentes. Los dirigentes de los sindicatos eran representantes ante los otros sindicatos, ante las autoridades y ante los partidos, pero en esta etapa coexistían trabajadores de varias tendencias ideológicas. La publicación de varios debates indica que existían una gran preocupación e interés por la defensa intransigente de los principios del sindicalismo revolucionario y así lo reflejan las obras históricas de Araiza, Salazar y Huitrón.

Dijo Álvarez que desde 1909 “entre punto y puntada pues mi oficio de entonces era sastre comenzaron a elucubrar sobre mi cerebro las ideas igualitarias y libertarias” y que al conocer que se estaba formando el sindicato de sastres se incorporó a él en donde conoció a Luis Méndez, Epigmenio Ocampo, Manuel Farfán, Adolfo Omaña. Precisó que los principios que sustentaba los había adquirido por “intuición”, al ver los malos tratos y las vejaciones de los patrones. Luego vivió la represión de la dictadura de Huerta. “En Villa alentaba entonces el espíritu destructor, en Carranza la sed de venganza y la avidez del poder y Zapata reclamaba la tierra” y que al regresar a la ciudad de México después de haber combatido en los campos de la lucha armada, vio obreros vestidos de andrajos y viviendo en la extrema pobreza, “mientras los fífis del carrancismo se paseaban por las calles de la ciudad” por lo que pensó que había fracasado la revolución carrancista.”

Al comentar el inicio de sus relaciones con Morones dijo que lo había tratado durante la huelga del talón oro en que se había distinguido como un director de muchedumbres, pertenecía al sindicato Mexicano de Electricistas. Enseguida recordó la huelga de profesores de 1919 que había concluido con el encarcelamiento de Morones, Yúdico, Salcedo y otros.

Al celebrarse el Congreso de Saltillo, dijo que el trabajaba con Yúdico en la formación de sindicatos en el Distrito Federal. “Se llamó Grupo Acción porque tuvo su origen en la idea decisiva de que todos sus componentes debían obrar en los grandes acontecimientos de carácter social, por encima de cualquier interés y en beneficio de la colectividad. El secreto de su triunfo es el principio absoluto de la disciplina que sustenta y que es la norma de todas las agrupaciones de la CROM. Recuerdo aquella época de lucha en la que a cada ataque de nuestros enemigos respondíamos con la formación de un sindicato, la calumnia se contestaba con la solución de los conflictos a base de inteligencia y de energía a la vez. “

Escribió J. Guadalupe Escobedo, desde Zacatecas, para Mancomunidad, al referirse a los trabajadores presos: "El principio de autoridad es un instrumento siempre propicio a servir de baluarte al capital y por tanto era de esperarse que no sería de su agrado el movimiento antes dicho. Entrar en convivencia con nuestros adversarios con el fin de hacerles intérpretes del dolor que nos aqueja tiempo ha, es tan difícil como querer saber las gotas de agua que en un lago se agitan. No se hizo esperar una disposición gubernamental que entre otras cosas decía "el gobierno se reserva el derecho de impedir la existencia de una fuerza igual o superior a la suya y la Comisión de Huelga fue encarcelada por el delito de rebelión, los especuladores, los enemigos de la gran causa emancipadora de las colectividades obreras se sintieron ofendidas por la acción sindical y ante el vigoroso impulso de la fuerza del pequeño, empezábase a batir en retirada. Ante este movimiento tan formidable, los magnates industriales no tienen escrúpulos en buscar un elemento que sofocar tan terrible hostilidad y la encontraron naturalmente en el principio de autoridad".

Otros antecedentes de la influencia que llegó a tener el principio de la acción directa se dio en el año de 1914, en la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, de la cual Morones era el secretario general. "Declaró excluido del esfuerzo sindical toda clase de acción política, al grado de que afirmó su acuerdo en el sentido de que cada miembro que aceptara alguna candidatura para puestos públicos o cargos administrativos gubernamentales, dejaría por ese sólo hecho de pertenecer a la lucha de clases y por ende a su agrupación. Se estipuló a la vez que tanto la Federación de sindicatos como las agrupaciones que lo integraban, emprenderían una campaña antipolítica demostradora de la ineficacia de esa acción o de los peligros que entrañaba para la organización obrera del país."

La Federación de Sindicatos del Distrito Federal fue la heredera ideológica y orgánica de la Casa del Obrero Mundial, en la etapa de su extinción. En efecto, muchos sindicatos formados por los ácratas desde la primera década del siglo, se incorporaron a la Federación la cual fue la agrupación más fuerte y representativa del proletariado mexicano en esa etapa. Los debates que se dieron en el seno de la COM, entre el grupo de Morones, que preconizaba la adopción de las tesis de la acción múltiple y el de Quintero, que seguía sustentando las tesis de la acción directa, se trasladaron desde luego a las filas de la Federación, que tuvo una existencia llena de contradicciones y conflictos, de altas y bajas. En la Federación se pusieron en práctica los primeros intentos de participación político electoral de los trabajadores, que terminaron en sensibles fracasos, así como las actitudes más firmemente opositoras a esas actitudes, insistiendo en que la única actividad que debía desarrollar las agrupaciones sindicales era de la tipo económico, acompañada o enriquecida por las acciones que realizaban los grupos culturales.

Según se consignó en Bandera Roja, en la última sesión de la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, los trabajadores manifestaron terminantemente su deseo de ejercitar únicamente la acción directa contra el capital, pero que a la hora de llevarse a la aprobación de la asamblea esa resolución no fue votada, debido a que los obreros no estaban suficientemente capacitados en la ideología societaria para poder llevarlos a la práctica. Que era relativamente fácil llegar a la conclusión de que entre el capital y el trabajo no debía haber ningún factor externo, pero que con frecuencia se desdeñaba la fuerza bruta de que disponía el Estado. Se lamentaba que aunque la acción directa era una tesis esencialmente correcta, los trabajadores no estaban preparados para practicarla. En el número relativo al 8 de febrero de 1918 escribió que los obreros, fuera de las agrupaciones sindicales, no conseguirían absolutamente nada, rechazando la participación en la política, así como el hecho de que el socialista Rafael Pérez Taylor haya actuado como candidato a diputado federal.

La Federación estaba inmersa en las disputas entre los partidarios de la acción directa y los de la acción múltiple, lo que originó la existencia de múltiples contradicciones y separaciones tanto de grupos, de sindicatos como de dirigentes. Aunque formalmente en sus documentos básicos ese importante organismo, el más importante del país, no sólo por estar ubicado en el centro neurálgico de México, la capital, sino también por el número de afiliados individualmente considerados y de sindicatos gremiales, aceptaba la primera de la tesis, lo cierto es que las relaciones con elementos de la pequeña.???

Ricardo Treviño en 1916, condenó abiertamente la intervención de los obreros en los parlamentos diciendo que ello mediatizaba la lucha, al pretender la socialización por medio de órganos o personas que se ponen la careta de socialistas para engañar a las multitudes y que todo ello era una simple farsa para dejar en pie el sistema imperante. Decía: “El socialismo revolucionario hará una verdadera socialización importando el comunismo anarquista, trabajando cada individuo conforme a sus fuerzas físicas y consumiendo según sus necesidades sin que haya zánganos que vivan sin trabajar y en consecuencia, del trabajo ajeno. Como el socialismo revolucionario no admite una maquinaria gubernamental que se ocupara de seguir explotando y promover a los futuros burgueses, se le ha llamado socialismo anarquista. En la república mexicana se ha desarrollado el socialismo y los políticos se preparan para, llegado el tiempo de el