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HABLEMOS SOBRE UN NUEVO PARADIGMA EPISTÉMICO INTRODUCCIÓN En esta introducción, voy a traer a colación los Comentarios a la ponencia “Nuevo paradigma epistemológico de la Ciencia” del Dr. Miguel Martínez Miguélez (A propósito del postpositivismo) (2006): El Dr. Miguel Martínez Miguélez nos ha presentado un interesante trabajo acerca de los sustantivos cambios epistemológicos que han acontecido en los últimos 60 años. Además de exponer algunos rasgos del nuevo paradigma, que para los fines de mi exposición denominaré genéricamente “postpositivista”, nos invita a reflexionar sobre su importancia para la práctica científica actual. No creo que se precise aquí extenderse demasiado en la noción del paradigma postpositivista, pues magistralmente ya ha sido expuesto. Digamos, para entendernos, que en esta exposición lo denominamos postpositivista porque reúne en su seno una serie de consideraciones muy serias que derrumban el encantamiento del sueño positivista de que se podía lograr un lenguaje privilegiado de la realidad, un lenguaje que describiera fielmente el mundo. Otto Neurath fue uno de los paladines de aquel encantamiento positivista. Como el Wittgenstein temprano, Neurath pensó en ese lenguaje privilegiado de la realidad, y junto a otros miembros del Wiener Kreis lo bautizó fisicalista. La ciencia toda se

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HABLEMOS SOBRE UN NUEVO PARADIGMA EPISTÉMICO

INTRODUCCIÓN

En esta introducción, voy a traer a colación los Comentarios a la ponencia “Nuevo

paradigma epistemológico de la Ciencia” del Dr. Miguel Martínez Miguélez (A

propósito del postpositivismo) (2006):

El Dr. Miguel Martínez Miguélez nos ha presentado un interesante trabajo acerca

de los sustantivos cambios epistemológicos que han acontecido en los últimos 60

años. Además de exponer algunos rasgos del nuevo paradigma, que para los fines

de mi exposición denominaré genéricamente “postpositivista”, nos invita a

reflexionar sobre su importancia para la práctica científica actual.

No creo que se precise aquí extenderse demasiado en la noción del paradigma

postpositivista, pues magistralmente ya ha sido expuesto. Digamos, para

entendernos, que en esta exposición lo denominamos postpositivista porque reúne

en su seno una serie de consideraciones muy serias que derrumban el

encantamiento del sueño positivista de que se podía lograr un lenguaje

privilegiado de la realidad, un lenguaje que describiera fielmente el mundo. Otto

Neurath fue uno de los paladines de aquel encantamiento positivista. Como el

Wittgenstein temprano, Neurath pensó en ese lenguaje privilegiado de la realidad,

y junto a otros miembros del Wiener Kreis lo bautizó fisicalista. La ciencia toda se

unificaría por medio de ese lenguaje, de ese espejo de la naturaleza, diría Richard

Rorty. Al respecto de las ciencias sociales, afirmó Neurath: “Por nuestra parte,

sostenemos que las ciencias sociales resultan menos «problemáticas» cuando se

puede tratar la sociología humana de la misma forma que la sociología animal o la

sociología de las plantas.” (Neurath, 1973: 122).

El modelo positivista de práctica científica sostenía el progreso continuo del saber,

pues la investigación empírica, junto con un adecuado aparato lógico-matemático,

podía ir suprimiendo las teorías falsas. Esto es, los datos de la realidad

confirmarían o desecharían las teorías que se elaboraran para explicar el mundo.

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Las teorías, los marcos conceptuales, quedaban supeditadas a la observación

neutra de la mirada científica.

Mas, ¿hay como tal una mirada científica neutra? El positivista creía que sí: era la

medida del hombre honesto que dejaba de lado sus prejuicios y sometía su

imaginación a la observación descriptiva, a dar cuenta de los objetos dados del

mundo. El desencanto postpositivista dice que no hay tal mirada neutra, que como

ya decían los fenomenólogos de hace 100 años, toda mirada, como toda

conciencia (Franz Brentano), resulta intencional; esto es, consiste en dirigirse

hacia un objeto, en un infinito universo de objetos, que llama la atención por su

significatividad dentro de un marco conceptual. La mirada resulta en su misma

naturaleza selectiva. En consecuencia, la mirada científico descriptiva selecciona

siempre desde un marco conceptual de referencia, unas veces más consciente y

otras veces menos. Tomás Ibáñez, conocido investigador español, señala con

relación a la descripción: “La respuesta a una pregunta tan sencilla como

«¿cuántos objetos hay aquí?» depende de las convenciones que utilicemos para

definir el concepto mismo de objeto. Esto significa que los objetos no están dados

de antemano, esperando que podamos enumerarlos. Decir cuántas cosas hay en

un segmento de realidad ¾cuantificación existencial¾ permanece absolutamente

indeterminado, mientras no se define convencionalmente qué es lo que va a

contar como un objeto, recurriendo a nuestras convenciones. La conclusión es

simple, no hay objeto preexistente a las convenciones que lo construyen.” (Ibáñez,

2001: 82).

Roto el encantamiento positivista, el paradigma postpositivista nos dice que no hay

datos sin mirada teórica que seleccione lo que constituye un dato y lo que no. Y,

por supuesto, de ello se sigue que hay muchas miradas teóricas sobre el mundo, y

como el mundo resulta inseparable de las mismas, no hay modo certero de saber

cuál de ellas, si es que hay alguna, resulta un fiel espejo de la realidad. En

palabras de Ágnes Heller: “Una de las experiencias más elementales de la vida

cotidiana es que un acontecimiento puede relatarse de mil maneras distintas y

seguir siendo el mismo acontecimiento. De todos es sabido que no hay ni una sola

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narrativa o acontecimiento que puedan ser completos y exclusivos. La narrativa en

la teoría social difiere de su versión cotidiana en muchos aspectos, pero no en

este concreto: de te fabula narratur; en ambos casos es el tema humano, el tema

de usted, del que trata la teoría.” (Heller y Fehér, 1994: 64).

Este último aspecto del paradigma postpositivista abre la reflexión sobre el

inexorable nexo entre epistemología y ética, entre la ciencia y su naturaleza

práctica. A este nexo, explicitado por el Dr. Martínez Miguélez, queremos

consagrar las líneas que restan. Como ya se dijo, el encantamiento positivista

creyó en una mirada que fuese neutral, en un lenguaje privilegiado de la realidad.

Ello, se compaginó con el reclamo de la neutralidad axiológica; esto es, que los

productos de la ciencia, mediados por la metodología rigurosa, no están

contaminados por valores morales o políticos. Aquí, a nuestro juicio, está el punto

neurálgico de crítica que queremos hacer.

El ser humano se constituye como ser menesteroso de sentido. Tiene que dar

sentido a su mundo. A diferencia del resto de los animales, sus carencias

biológicas de instintos y aparatos sensoperceptivos especializados lo obligan a

“mapear” el mundo. Precisamente la cultura como universo simbólico constituye

ese mapa que nos permite identificar lo comestible de lo no comestible, o el cómo

reproducirnos y desarrollar nuestra sexualidad. Las sociedades animales que

conocemos, están, en gran medida, programadas genéticamente. Nuestra

sociedad humana tiene que darse sus propias reglas. A falta de una programación

genética tiene que poner en juego, para sobrevivir, una programación cultural. Por

todo ello, el sentido del mundo resulta una condición tan vital como respirar.

El sentido del mundo se da por varias vías cognoscitivas: mitos, arte, filosofía,

poesía, religión, literatura, ciencia. Cada una con sus diferencias, pero todas

buscando otorgar sentido a la realidad. Fundamentalmente la ciencia se encamina

al know how, más que al know what. Pero, como ya señaló hace casi cien años

Werner Heisenberg, su saber cómo parte de una imagen de la naturaleza, en gran

medida una imagen arbitraria, puesta en funciones culturales. La imagen de

Aristóteles no es la de Galileo, la de Laplace no es la de Prigogine. La ciencia

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busca un saber cómo para dominar la naturaleza, pero para proceder demanda

antes una imagen sobre esa naturaleza, imagen a veces más ecológica, a veces

más hostil. Desde esa imagen constituye su mirada y desde ésta selecciona lo que

resulta un dato.

Como se desprende del texto del Dr. Martínez, el reconocimiento de esta

diversidad inherente a la práctica científica, diversidad conceptual, teórica e

imaginaria, conduce a una demanda ética de apertura hacia la otredad, hacia la

inter y transdisciplinariedad de los saberes y hacia la pluriparadigmaticidad de

estos. Pero, incluso, si damos un paso adicional, ello pasa a tener otras

implicaciones mucho más serias, pues, adoptar un marco conceptual no es sólo

una decisión estética, de gusto y persuasión, sino también es adoptar una

práctica, una forma de tratar al objeto (muchas veces un sujeto) de esa adopción

teórica. Y esto último resulta para mi, que vengo del campo de las ciencias

sociales, lo más importante y contundente.

Dijimos arriba que hay imágenes de la ciencia más o menos ecológicas. Con ello

anunciábamos este último punto a tratar. Con esas imágenes construimos teorías

pero también manipulamos la naturaleza y la ponemos a nuestro servicio, a veces

conservándola, a veces destruyéndola. Igual acontece con las imágenes

antropológicas que hay en la ciencia, es decir, las imágenes de la mujer y del

hombre. Por ejemplo, la imagen determinista de Laplace niega la libertad humana

y facilita manipulaciones en función de la dominación política sobre el hombre. La

imagen indeterminista de Heisenberg o Prigogine apuntan muy bien a una visión

liberal y demócrata de la política y la sociedad. El científico tiene, a mi juicio, el

deber moral de reconocer que al adoptar un marco conceptual está adoptando

también una práctica hacia lo conceptualizado. Se trata, sin duda, de una ética de

la responsabilidad, de un reclamo que alerta que la teoría resulta ya, en sí misma,

acción.

En este aspecto final, las ciencias sociales se vuelven tan o más peligrosas que

las naturales. Sus conocimientos resultan un arsenal para el quehacer político y

económico. Siempre se podrá argüir que no se puede responsabilizar al científico

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por los usos que se hace de los saberes que él noblemente produce, y en cierto

sentido se puede decir que ello es cierto. Mas, dadas las consideraciones

epistemológicas ya comentadas del postpositivismo, el científico resulta

responsable de mantenerse abierto a la diversidad teórica y ser consciente de las

consecuencias prácticas antropológicas, éticas, políticas probables que se

desprenden de sus adopciones conceptuales. Si el científico asume estas

responsabilidades, en su ya de por sí difícil labor, seguramente se convertirá en un

gran promotor de la vida democrática y de la paz humanas. [Seoane, Javier

(2006). “Nuevo paradigma epistemológico de la Ciencia” del Dr. Miguel Martínez

Miguélez (A propósito del postpositivismo) (2006): En: Blog dedicado a los

problemas teóricos de la Ciencia Social. Sitio en línea. Disponible en:

http://jseoane.blogspot.com/2007/09/comentarios-la-ponencia-nuevo-

paradigma.html