Guía coleccionable #65 Hito Urbano

7
65 Guía coleccionable Exposición abierta al público Octubre 7, 2010 - Agosto 7, 2011 Museo de Antioquia Un proyecto de:

description

 

Transcript of Guía coleccionable #65 Hito Urbano

Page 1: Guía coleccionable #65 Hito Urbano

65Guía coleccionableExposición abierta al públicoOctubre 7, 2010 -Agosto 7, 2011Museo de Antioquia

Un proyecto de:

Page 2: Guía coleccionable #65 Hito Urbano
Page 3: Guía coleccionable #65 Hito Urbano

Hito Urbano | 54 | Museo de Antioquia

EL HOGAR MEREcIDODesde 1903 se había planteado en Medellín la necesidad de concen-trar la administración política en un sector central, que representa-ra la soberanía sobre la ciudad y la convergencia de las fuerzas de go-bierno, lo que resultó, en 1920, con la construcción de la Gobernación de Antioquia, convertida en la ac-tualidad en el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe.

Con más de una década de dife-rencia, la sede de la Alcaldía fue construida entre los años 1932 y 1937. El concurso por el mejor di-seño se le entregó a la firma “H.M Rodríguez e hijos”, junto con un presupuesto de 700 pesos para la realización del Palacio Municipal. En el acta del jurado, tal escogen-cia se justificó por “su acertada distribución de los locales, su de-

finida y fácil circulación, su completa y bien estudiada instalación sanitaria y el conjunto armónico y sobrio de sus fachadas en las cuales ha quedado claramente definido su carác-ter (…) Nuestro Palacio representa la síntesis y el rodaje de la vida municipal”. En otras pa-labras, los diseños recogieron el espíritu de la Medellín de la época: impelida por los afanes de la modernización y el crecimiento urbano. La visión del jurado calificador incluyó a la propuesta de la familia Rodríguez la distri-bución de obras de arte en los salones que conforman el edificio. Gracias al renombre al-canzado por el artista antioqueño (y también jurado del concurso), Pedro Nel Gómez, fue escogido para la elaboración de los murales que se harían en las diferentes salas. Los fres-cos encargados debían tener temas alusivos al trabajo, a las fuerzas vitales del Estado, a las costumbres, a la riqueza y al despertar del pueblo a la vida política. “El Artista”, como fue conocido, pintó durante tres años 300 metros cuadrados, creando así la primera serie de murales modernos hechos con la técnica del fresco en Colombia. Pero la estética poco ortodoxa de su trabajo causó que durante trece años sus obras permanecieran tapadas con cortinas negras por orden de la Administración.

PALAcIO MUNIcIPAL: Los diseños de la firma “H.M Rodríguez” sí tuvieron la posibilidad de cumplirse según lo previsto, dando paso a una edificación icono en la ciudad, pues fue pensada como edificio para albergar el poder, pero un poder pro-gresista y modernizador que actualizaría la ciudad. Sus formas y disposición se empeñaron en crear esta idea.

A diferencia de la década anterior, para finales de los años 20, el área construida en Medellín había aumen-tado ocho veces, y la población en más de 40 mil habi-tantes. La firma de arquitectos perteneció a esta épo-ca de florecimiento económico y de transformación de las rutinas de producción que se desplazaron de las casas a las fábricas. Sus aportes a la ciudad fueron desde la satisfacción de los deseos exuberantes de los ricos nacientes hasta los proyectos de gran impac-to urbano, tales como el Banco Republicano (1919), el Edificio Víctor (1928), la Colombiana de Tabaco (1953), el Teatro Pablo Tobón Uribe (1953), el Banco Central Hipotecario (1957), entre otros.

Martín Rodríguez (1901-1972), arquitecto e inte-grante de la firma, fue quien elaboró los planos para el Palacio Municipal. En 1929 fue presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, y tres años después implementó sus diseños en el Palacio de Carabobo, como también fue conocida la sede de la Alcaldía. La familia Rodríguez, en general, fue re-ceptora y traductora del ímpetu de la Medellín en crecimiento, que reelaboraba su historia, ya fuera por medio de la urbanización sin precedentes, las demo-liciones, o los incendios que obligaban a reedificar.

Aérea de Medellín. 1954. Gabriel Carvajal (1916-2008).

Archivo fotográfico BPP

Fotografía Aérea. Instituto Geográfico Agustín Codazzi. 2008

Page 4: Guía coleccionable #65 Hito Urbano

Hito Urbano | 76 | Museo de Antioquia

Arriba .Museo de Antioquia. 2010. Fotografía: Daniela Gómez Saldarriaga.

La apariencia del Palacio cambió según el gusto y la moda de las épocas, lo que propició la pérdida de los colores y detalles del estilo art decó que lo caracteri-zan. Y aunque en el momento no era posible saberlo, todas estas intervenciones deterioraron su sosteni-bilidad, y lo eclipsaron como testimonio histórico de la estética del “progreso” que se implantó en la ciudad en el siglo XX.

Desde su apertura en 1937, la Alcaldía compartió el es-pacio con la central telefónica de las Empresas Públi-cas de Medellín. Pero a medida que pasó el tiempo, las oficinas de la Administración necesitaron expandirse, por lo que se pidió a EPM el espacio ocupado por las plantas de telefonía y la central de semaforización.

Como era más económico comprar todo el edificio que desplazar sus instalaciones, en el año 1979 EPM adquirió el Palacio Municipal, detonando así la ur-gencia de construir un nuevo centro administrativo. En 1983 se comenzó la construcción del complejo La Alpujarra, diseñado para reunir a los ocupantes de los tres Palacios del centro: el Nacional, el de Gobierno y el Municipal. Cinco años después, la Gobernación y la Alcaldía comenzaron a funcionar desde allí.

Tras la venta del Palacio Municipal a EPM, la Fun-dación Ferrocarril de Antioquia, presidida por Álva-ro Sierra Jones, convenció a la empresa de que éste era un edificio histórico y patrimonial, un referente urbano que no podía ser abandonado. Por su expe-riencia, la Fundación fue la encargada de ejecutar la restauración de todas las fachadas del edificio, el Salón del Concejo, y el Despacho del Alcalde.

Se hicieron estudios estratigráficos para descubrir el color original de las paredes, se retiraron los grafittis, se recuperaron los ladrillos, los revoques malos, las rejas, las puertas y las ventanas. Se mandaron a ha-cer a la ciudad de Pereira lámparas iguales a las ori-ginales. El piso fue lo que nunca pudieron recuperar porque del original no quedó rastro. Al final, lograron restituir en un 95% el aspecto original del Palacio.

La restauración costó 800 millones de pesos. Tres años después, en diciembre de 1998, comenzaron otros trabajos de adecuación para convertir los anti-guos salones y oficinas en salas de exposición, y dar paso propiamente al museo de hoy.

La situación general del Museo no varió mucho por décadas, a excepción de un nuevo bautizo y las primeras donaciones de Botero. Hasta finales del siglo XX la colección principal, conformada en especial por retratos, continuó guardada. En 1979, el nombre puesto en alusión al científico y político criollo Francisco Antonio Zea, fue reemplazado por el de Museo de Antioquia. Dos años antes, el artista Fernando Botero había acumula-do una donación de 12 pinturas y se permitió sugerir el renombramiento.

Las donaciones de la época llegaron bajo la dirección de tres directo-ras: María Teresa Peña de Arango, quien recibió algunas pinturas, y María Eugenia Villa y Lucía Montoya Gómez, gestoras de la “Sala de esculturas Fernando Botero”.

La iniciadora de la cadena de colaboraciones de Botero fue Teresa Santamaría de González, presidenta (activa y honoraria) de la Junta del Museo desde 1944 hasta su muerte, en 1985, y la persona que con-solidó la figura jurídica y la Junta Directiva del Museo.

En los años posteriores a 1975, tras el envío de la pintura “El ex voto” y la promesa de “más regalitos”, Botero buscó guiar a la Ciudad hacia el gran museo que contendría su obra y lo ayudaría a inmortalizarse. Lo hizo a través de “El torso”, o mejor, “La gorda” del Parque Berrío, pues-ta allí desde 1986. Incluso, inauguró la sala “Pedrito Botero” en 1977, y regaló dos esculturas para el Parque San Antonio, pero la ciudad no lograba agarrar las pistas y completar el camino.

Pese a la ventaja que podría suponer para la entidad la intervención de Botero, el pequeño museo, y su sede alterna ubicada en la Avenida La Playa con la carrera El Palo, continuaban haciendo malabares con sus obras de arte sin cuidado y restauración, sus salones mal aclimatados, el personal no capacitado, y las deudas millonarias por los servicios públicos que nunca podían pagar.

EL PATRI-MONIO MALINTER-PRETADO

LA DONAcIóNDE UNA OPORTUNIDAD

Estas decepciones implicaron para Botero alejarse de la ciudad y desistir de sus ofrecimientos, hasta el 5 de noviembre de 1996. Tras el restablecimiento de las re-laciones con el Museo gracias a las gestiones desde la dirección de éste, el artista llamó a la casa de Lucrecia Piedrahita, la directora de entonces, para contarle que se había decidido a donar una buena parte de su obra, y 800 mil dólares para buscar un museo más amplio.

Con este antecedente, en 1997 llegó a la dirección Pi-lar Velilla para cumplir con la petición de la Junta Di-rectiva de hacer crecer al Museo. El 23 de mayo de ese año, Botero respondió afirmativamente la propuesta de la nueva Directora de revincularse al proyecto de expansión. Esta seña concatenó los demás esfuerzos de gestión que incluyeron al gobierno departamental y municipal, y a las instituciones privadas.

Los trámites para lograr una nueva sede y los recur-sos para adecuarla fueron más una lucha retórica a través de la cual debía persuadirse la mentalidad económica y eminentemente práctica sobre la ciu-dad. Más tarde, pudieron salir a flote los argumentos urbanísticos, arquitectónicos y sociales para decidir la suerte del Museo y trasladarlo de su pequeña sede.

Las decisiones que se tomaron provocaron, entre otros contrastes, que el ingreso al Museo pasara de sumar algo más de 30 mil entradas cada año a princi-pios de la década de los noventa, a 355 mil en el 2009. Todo, gracias a la expansión del Museo cuando ya lle-vaba 120 años de vida, y a que Botero prometió una donación y se preparó a la ciudad para recibirla.

“Historia de un proceso: informe de la primera etapa. Seguimiento fotográfico del estableci-miento del Museo de Antioquia en su nueva sede y construcción del Parque de las Esculturas. Dic 1 de 1999- nov 30 del 2000” .PNUD. Archivo Museo de Antioquia

Page 5: Guía coleccionable #65 Hito Urbano

Hito Urbano | 98 | Museo de Antioquia

Arriba.“Historia de un proceso: informe de la primera etapa. Seguimiento fotográfico del establecimiento del Museo de Antioquia en su nueva sede y construcción del Parque de las Esculturas. Dic 1 de 1999- nov 30 del 2000” PNUD. Archivo Museo de Antioquia..

“Historia de un proceso: informe de la primera etapa. Seguimiento fotográfico del establecimiento del Museo de Antioquia en su nueva sede y construcción del Parque de las Esculturas. Dic 1 de 1999- nov 30 del 2000” PNUD. Archivo Museo de Antioquia

A exactamente 63 años de que Monseñor Tiberio de J. Salazar y Herrera—prelado doméstico y conde de Su Santidad — hubiera bendecido en acto ceremonioso al Palacio Municipal como centro administrativo, el 12 de octubre del 2000 sonaron las campanas para inaugurar la prime-ra parte de la edificación adecuada como museo.

A este estado de celebración y seguridad, generado por la ventaja de tener una nueva sede, se llegó después de visitar cerca de 30 sedes po-tenciales ofrecidas por la Gobernación de Antioquia.

El primero en la lista fue el heredado del arquitecto Agustín Goovaerts, el Palacio de la Cultura, descartado luego por la imposibilidad de modifi-carlo para que tuviera una estructura de museo. Le siguieron el Tránsito Departamental, el Pasaje Sucre, la antigua cárcel La Ladera, los edificios Vásquez y Carré, los terrenos de INVIAS en San Diego, y la Plaza de la Libertad, aledaña al centro administrativo La Alpujarra, entre otros.

La discusión sobre el nuevo Museo se planteó en los términos de si éste debía trasladarse a la zona sur, de por sí privilegiada, o quedarse en el centro de la ciudad e irradiar mejoras en el sector.

La opción del centro imperó, y la idea entró a hacer parte del “Proyecto de Renovación Urbana de la Zona de La Veracruz y Reubicación del Museo de Antioquia”. En el presupuesto de rentas y gastos del Municipio de 1998 quedó contemplado un monto de 900 millones de pesos, asignado por Pla-neación Municipal, para empezar los estudios de factibilidad del traslado.

La iniciativa también quedó registrada en el Plan de Desarrollo im-plantado por la Ley 152, y en el recién creado Plan de Ordenamiento Territorial –POT– por municipios, establecido por la Ley 388 de 1997. Esto convirtió al Museo en el primer proyecto de carácter cultural y urbanístico consignado en los planes de la década para la ciudad.

Para el año 99, fue organizado en Medellín un Semina-rio de Renovación Arquitectónica que trajo a expertos reconocidos en el tema de museos en el mundo.

Entre ellos estuvo el español Carlos Baztán, quien visitó el Museo de Antioquia para reunirse con el equipo de trabajo y asesorarlo en las remodelacio-nes que estaba haciendo en el Palacio Municipal, y en la construcción de la Plaza de las Esculturas.

Las observaciones del experto estuvieron dirigidas especialmente al proyecto que había ganado la licita-ción Ideas urbanísticas y arquitectónicas para la ade-cuación del Palacio como “Centro Cultural Museo de Antioquia”. La Unión Temporal de Arquitectos Stoa, conformada por Beatriz Jaramillo, Emilio Cera, To-más Nieto, y el asesor Darío Ruiz, propuso la apues-ta por consolidar al Museo como un referente urba-no y un polo de desarrollo.

Las adecuaciones que ideó Stoa buscaban conservar el espíritu del edificio pero sin sacrificar las posibi-lidades del Museo por la estructura del mismo. De ahí que Carlos Baztán recomendara paliar ciertas intervenciones, como el establecimiento de escale-ras eléctricas y domos en los patios, para conservar aún más íntegramente la arquitectura.

La definición hecha de la Plaza por los arquitectos tam-bién se transformó, pues la idea original era construir terrazas horizontales en forma de gradas y recintos menores dentro de este espacio. El diseño que final-mente se adoptó es el de un espacio llano, enmarcado por las esculturas de Botero, y que facilita el tránsito de los habitantes del centro, al igual que la permanencia en las bancas y en las orillas de las jardineras.

El lugar elegido para la construcción del Palacio Muni-cipal está cerca de la Catedral Metropolitana, las iglesias San Benito y La Veracruz, y la Basílica menor La Cande-laria. Ésta última se encuentra en el Parque Berrío, lugar que concentra buena parte de la historia e identidad de la ciudad, pues desde la época colonial sirvió como sitio de encuentro para los arrieros y el comercio que circula-ba entre Rionegro y Santa Fe de Antioquia.

La Plaza de Esculturas, por ende, recoge el sentido de estos espacios y brinda nuevas puestas en escena, pues su construcción, entre los años 2000 y 2001, dio a la ciudad un nuevo ambiente para la vida de siempre.

Desde 1997, la anterior directora del Museo, Pilar Velilla, la Fundación Ferrocarril de Antioquia, e in-cluso Fernando Botero, venían imaginando cuál sería la disposición de la Plaza, y cómo se vería en medio de este sector de la ciudad: exuberante en la pobreza, fenomenal por el empuje de vida de la gente que lo habita, y frecuentado por seres inusuales y excluidos.

Para entonces, en la manzana de la Plaza ubicada entre las carreras Carabobo y Bolívar, y las calles Avenida de Greiff y Calibío, estaban el edificio de abogados Emi Álvarez, el centro comercial Nutiba-ra y el edificio del Metro, nunca estrenado. Además se encontraban la antigua Casa de la Gobernación y su parqueadero, el centro comercial Luna Park, y demás tiendas, almacenes, bares y peluquerías.

Por la colonial y estrecha calle Calibío rodaban to-davía los buses, taxis, motos y carros particulares.

En la Fundación Ferrocarril de Antioquia se en-cuentra un libro fechado en el mes de julio de 1997, que recoge las ilustraciones de lo que entonces se perfiló como una de las opciones presentadas a Fernando Botero en la reunión de París en sep-tiembre de ese año, citada con el propósito de que el artista apoyara la opción que creyera más conve-niente para la ubicación del Museo.

NUEvO DESTINOUNA PLAzA

DE cAM-BIOS

Page 6: Guía coleccionable #65 Hito Urbano

Hito Urbano | 1110 | Museo de Antioquia

“Historia de un proceso: informe de la primera etapa. Seguimiento fotográfico del establecimiento del Museo de Antioquia en su nueva sede y construcción del Parque de las Esculturas. Dic 1 de 1999- nov 30 del 2000” PNUD. Archivo Museo de Antioquia

Daniela Gómez SaldarriagaPeriodista en formación. Universidad de Antioquia.POR

A la llegada de dicho encuentro, el alcalde de entonces, Juan Gómez Martínez, declaró a la prensa que Fernando Botero había aceptado la opción del Palacio Municipal y su Plaza, con la condición de que se hicieran ciertas modificaciones a los diseños originales.

A partir de esta fecha, todos los esfuerzos se encaminaron a reformar el edificio y hacer una verdadera plaza, tal y como los conoce la ciudad actualmente. La idea que había surgido como un boceto por parte de los empleados del Museo se convirtió en un proyecto de grandes magni-tudes que exigió la demolición de todas las edificaciones circundantes, excepto del edificio del Palacio de la Cultura por su valor patrimonial.

La compra de los nueve edificios que conformaban la manzana la realizó la Promotora Inmobiliaria de Medellín en un periodo de seis meses. Luego, fue posible la demolición de las edificaciones y la posterior construcción de la Plaza. En octubre del 2001, el lugar fue inaugurado y las esculturas fueron sacadas de sus guacales y entre-gadas al público, que desde ese momento no pierde la oportunidad de fotografiarlas o “acariciar” su voluptuosidad como parte de un juego, o incluso a veces, como parte de un ritual.

Vale decir que los problemas sociales de Medellín no están ausentes de este paisaje, precisamente porque la intención de la renovación y traslado del Museo no fue la de expulsar a los ciudadanos que lle-vaban su vida en el lugar, sino la de provocar por medio del mejora-miento del espacio público y la inclusión, mejores comportamientos y relaciones entre las personas y la ciudad.

Bajo esta premisa, el Museo se prepara ahora para irradiar de nuevo en la zona las propiedades que lo definen: el respeto de la diferencia enmarcado en los límites que impone lo público, es decir, lo que todos poseen y comparten. La regulación de los usos del espacio alrededor de la entidad deberá traducirse en el mejoramiento del entorno, per-mitiéndole consolidarse como un centro cultural contemporáneo, es decir, apropiado de su rol en la historia y de su responsabilidad con la ciudad.

Porque éste no es como cualquier museo del mun-do, está en el corazón de Medellín. La ciudad voci-fera sus necesidades, sus miserias y angustias, y es necesario escucharla para ayudar a exorcizarlas, en este caso, a través del arte. Si lo bello es siem-pre bueno, como lo dicta la sabiduría clásica, vale la pena enriquecer los discursos de los habitantes con nuevos lenguajes y estéticas que cualifiquen las formas en las que se relacionan entre sí.

Es por esto que la apuesta política del Museo, en ca-beza de Lucía González Duque, directora desde 2005, puede resumirse en dos aspectos principales: ser escenario de mediación entre las polifonías cons-tituyentes de la cultura, y ser el ente que registra la historia, no solo a nivel material, sino en la memoria colectiva, que es etérea pero fuerte, para que nunca se diga que las violencias, las tristezas, las luchas y las alegrías de estos tiempos solo fueron un mito.

Museo de Antioquia: Hito Urbano. Desarrollo Urbano y Arquitectónico del Museo de Antioquia y su rol en la transformación cultural y social de Medellín

Octubre 7, 2010 - agosto 7, 2011. Curaduría: Adriana Rios Monsalve. Textos: Daniela Gómez Saldarriaga - Carlos Mesa González. Museografía: MASIF_Asuntos de

Diseño. Diseño Gráfico: MASIF_Asuntos de Diseño. Fotografia contraportada: Carlos Tobón. descenso| intervalo, proyecto del artista Mauricio Carmona Rivera.

Equipo Museo de Antioquia: Directora: Lucía González (2010) /Ana Piedad Jaramillo (2011). Director de Curaduría: Conrado Uribe. Curadora adjunta: Adriana Rios.

Coordinadora de Curaduría: Cristina Cardona. Asistente de Curaduría: Juliana Cardona. Secretaria de Curaduría: Julia Villegas. Coordinadora de Colecciones:

Catalina Pérez. Registro: Carlos Mario Espinosa. Restauradoras: Laura Corso y Natalia Estrada. Directora de Comunicaciones: María Isabel Zapata. Coordinadora

de Comunicaciones: María Alejandra Mercado. Diseñador: Juan Fernando Velásquez. Asistente de Comunicaciones: Mónica Arbeláez. Directora de Educación:

Piedad Posada. Directora de Gestión Humana: Luz Marina Bravo. Directora de Relaciones Corporativas: Eliana Uribe. Directora Comercial: Paula González.

Director Financiero: Fredy Gómez. Directora Jurídica: Cristina Abad. Director de Operaciones: Juan Guillermo Bustamante. Montajistas: Jaime Montoya y Carlos

Vélez. Archivo: Gilberto Alzate.

Agradecimientos: Biblioteca Pública Piloto, Departamento Administrativo de Planeación de Medellín, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Medellín Digital ,

Empresa de Desarrollo Urbano EDU, Arq. Beatriz Jaramillo (Stoa), Arq.Gustavo Restrepo, Arq. Juan Guillermo Bustamante.

The Museum of Antioquia is the first urban project in Medellín that managed to unite the willpower of cultural directors, politicians, businessmen, and citizens. This great convergence was possible after the provocation of small revolutions (personal and institutional) that helped to transform, slowly, the prejudices and feelings about the city, to turn the impression of the city to one of a space for life, leisure, art, and knowledge.

That is to say, the city came to be seen as a complex environment, alive and for public enjoyment, and not only a place of insecurity and death. For its part, the Museum became an urban laboratory for coexistence, one that collects the works of national and foreign artists, and marks the changes of thoughts and beliefs in the history of Antioquia.

And in order to maintain its relevance, the museum now holds calls for contemporary artists to be the new spokespeople and/or informers of reality beyond what is evident and also to be those who give account of the continuous shifts of society through their aesthetics.

Among residents of Medellín one hears them call the Plaza and the Museum “of Botero.” This is because it was thanks to the generosity of the artist that the city found the incentive needed to start the move of the Museum and the construction of the Plaza.

With your support and donation it was possible to concentrate atten-tion on the rest of the artistic heritage that remained forgotten, and demand that it be restored. Since then, new meanings have been woven about the conservation of art and the importance of inclusive and diverse public space.

The celebration of ten years of the Museum of Antioquia in its home in the Old City Hall is an occasion to gather the good and bad mo-ments that redefined and built the Plaza Botero. Because, although the Museum has existed as an institution since the end of the 19th century, it was only a decade ago that it acquired its character as we now know it as well as the dimensions and impact it now has as a leader on both cultural and political levels.

MUSEUMOf

ANTIO-QUIA:

URBAN LAND-MARk

Page 7: Guía coleccionable #65 Hito Urbano