GUalda (1)

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Keren Gepner. Lengua VENGANZA MERECIDA Pasaban las 11 p.m. y yo seguía allí, recostada sobre el sofá, escribiéndole a aquel caballero que me volvía loca, que me encantaba, que tanto me gustaba: Aaron Lancaster. Juro que no podía aguantar más de dos horas sin leer sus hermosos mensajes dirigidos hacia mí. Chatear con él se había convertido en mi mayor adicción. Sinceramente, no veía la hora de verlo parado delante mío diciéndome todas aquellas cosas bonitas que solía decirme a diario. Creo que yo no le importaba tanto como el me importaba a mí, puesto que cada vez que yo proponía planes para vernos, él tenía excusas. Justo esa noche estábamos viendo qué libro leeríamos próximamente, ya que leíamos un mismo libro mensualmente. Nos conocíamos hace ya ocho meses, entonces ese sería el 8 vo libro que leeríamos juntos. Él votaba por alguno de literatura adolescente porque decía que era más acorde a nuestra corta edad (trece años), pero yo me inclinaba hacia algún policial o realista. Acordamos que ese mes leeríamos un policial, ya que el siempre complacía mis caprichos. Luego de aquella noche en la que acordamos leer un policial, todo cambio. Sus palabras ya no eran dulces y tiernas, sino que eran frías y secas. Algo había cambiado dentro de él y estaba actuando distinto. Intente preguntarle varias veces que le ocurría, pero fue en vano. No obtuve respuesta alguna. Un día, luego de volver del instituto, decidí comenzar una investigación para averiguar que le sucedía a Aaron. Me estaban preocupando demasiado sus extrañas actitudes que se habían vuelto habituales. Comencé buscando su IP para averiguar en donde vivía. Vivía relativamente cerca mío, y él me había dicho que vivía en otra provincia. Primera mentira descubierta. Luego me fijé si existía la escuela a la que el supuestamente concurría en aquella provincia misteriosa. No existía. Segunda mentira descubierta. Pues, lo último que me quedaba por averiguar era su verdadera identidad; ya sabía que

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Keren Gepner. LenguaVENGANZA MERECIDAPasaban las 11 p.m. y yo segua all, recostada sobre el sof, escribindole a aquel caballero que me volva loca, que me encantaba, que tanto me gustaba: Aaron Lancaster. Juro que no poda aguantar ms de dos horas sin leer sus hermosos mensajes dirigidos hacia m. Chatear con l se haba convertido en mi mayor adiccin. Sinceramente, no vea la hora de verlo parado delante mo dicindome todas aquellas cosas bonitas que sola decirme a diario. Creo que yo no le importaba tanto como el me importaba a m, puesto que cada vez que yo propona planes para vernos, l tena excusas. Justo esa noche estbamos viendo qu libro leeramos prximamente, ya que leamos un mismo libro mensualmente. Nos conocamos hace ya ocho meses, entonces ese sera el 8vo libro que leeramos juntos. l votaba por alguno de literatura adolescente porque deca que era ms acorde a nuestra corta edad (trece aos), pero yo me inclinaba hacia algn policial o realista. Acordamos que ese mes leeramos un policial, ya que el siempre complaca mis caprichos.Luego de aquella noche en la que acordamos leer un policial, todo cambio. Sus palabras ya no eran dulces y tiernas, sino que eran fras y secas. Algo haba cambiado dentro de l y estaba actuando distinto. Intente preguntarle varias veces que le ocurra, pero fue en vano. No obtuve respuesta alguna. Un da, luego de volver del instituto, decid comenzar una investigacin para averiguar que le suceda a Aaron. Me estaban preocupando demasiado sus extraas actitudes que se haban vuelto habituales. Comenc buscando su IP para averiguar en donde viva. Viva relativamente cerca mo, y l me haba dicho que viva en otra provincia. Primera mentira descubierta. Luego me fij si exista la escuela a la que el supuestamente concurra en aquella provincia misteriosa. No exista. Segunda mentira descubierta. Pues, lo ltimo que me quedaba por averiguar era su verdadera identidad; ya saba que l no se llamaba Aaron Lancaster, y probablemente no tena 13 aos. Sent un enorme vaco dentro de m. Ya no poda hablarle de la misma manera que lo haca antes, as que con el pasar de los das dejamos de hablarnos. Ya no lo extraaba, pero igual me intrigaba saber quin era ese chico que se haca pasar por un tal Aaron Lancaster.La frase Que mis actos jams sean descubiertos (La verdad sobre el caso Harry Quebert) rondaba por mi cabeza aquel da que haba entrado a la pgina de la polica de mi ciudad para averiguar quin era ese maldito hombre que se haca pasar por Aaron. Luego de un par de horas sentada frente al ordenador, descubr que su verdadero nombre era Matthew Chevlin y que no tena ni ms ni menos que 40 aos. Averig que trabajaba de abogado en la oficina de su casa. Como ya saba en donde viva, tranquilamente poda visitarlo en cualquier horario. No lo pensara dos veces: al amanecer del da siguiente ira a su casa. La maana siguiente part hacia su casa con una docena de hojas escritas con frases de libros ledos por ambos. Aguard en la sala hasta que fui atendida. Crea estar exactamente al frente de Matthew, as que le ensee los papeles. l primero desconfi de m, ya que yo pareca una simple nia de trece aos que aparentaba tener diecisis, pero luego agarr los papeles con suavidad y comenz a hojearlos. Pude ver gotas de sudor deslizndose por su sien izquierda y a sus manos apretujadas entre s. Me mir fijamente con una mirada tensa, y yo tambin lo miraba, pero con una mirada segura. l estaba inmvil, no saba qu hacer. Haba sido descubierto. Emiti unas palabras en un tono muy bajo y no pude escucharlo, as que le ped que por favor las repita. Meneo la cabeza dndome a entender que no las repetira, as que no me quedaban demasiadas alternativas. Me levant de la silla brutamente y at sus manos y pies firmemente a su silla. Luego proced a examinar su vivienda; nada de otro mundo. Un par de cuadros en su sala, un cuarto de bao, una pequea cocina, y cosas comunes que podemos encontrar en una casa. Pareca ser un hombre bastante pulcro y cuidadoso. Su casa ola a desodorante de lavanda, supongo que su favorito. Matthew aparentaba ser un hombre normal; pero yo me preguntaba por qu me habr mentido. Capaz que no crey que podra tener serias consecuencias.Volv al estudio en el que mi vctima se encontraba atada y nuestras miradas se cruzaron. El timbre son repetidas veces pero no le prest atencin. Nadie deba descubrir mis actos, entonces me di cuenta de que deba terminar el caso lo antes posible. Si Matthew me hizo sufrir a m, l sufrira ahora tambin. Primero que nada, le cubr la boca con una banda, para que sus gritos no se oyeran en todo el vecindario. Encontr en uno de sus cajones unos cigarros sin encender. Deben haber sido unos quince. Los encend uno por uno y los incruste en la piel de Matthew. Luego fui a la cocina en busca de aceite. Lo calent hasta el punto de hervir y se lo roci a mi victima en su cuerpo. Lo dej descansar un rato, pues no quera ser demasiado ruda con l. Descubr su boca y hablamos naturalmente, como si nada estuviese pasando. El crea que lo liberara y que lo dejara ir. Pero no. Saba que algo esconda y que mereca mucho ms de lo que estaba sufriendo. Me cont que l ya haba superado la causa por la que me haba lastimadopero, Cul era aquella causa que tanto ocultaba? Luego de eso se acab nuestra conversacin, entonces me di cuenta de que era hora de seguir. Pens muchas veces en lo que estara por hacer, cuando finalmente lo hice: le ofrec un vaso con agua, el cual no acept pero lo tom igual, obligado. El vaso, adems de que contena agua, contena un leve calmante que lo dormira por exactamente cincuenta minutos, lo que me daba el tiempo suficiente como para poner en accin otro plan. Una vez dormido, puse el cronometro y analic la casa por segunda vez. Comenc por el estudio y finalic en el cuarto. Revis cada esquina de este, cuando, de repente, encontr un pequeo botn debajo de su cama. Lo presione y no obtuve respuestas. Lo presione de nuevo y se abri una madera del piso. Met la mano en el agujero y encontr una llave muy peculiar. La analice y me pregunte para que servira esa llave. Luego me di cuenta de que an no haba abierto el placard del pasillo. Fui corriendo hacia all y me di cuenta de que la llave coincida justo con la ranura del placard. La insert, jal las puertas y lo nico que pude ver en el placard fue una caja del tamao de un ordenador. La tom, cerr las puertas del placard y me encerr en el bao a analizar la caja. O el sonido del cronometro y no le prest atencin; segu analizando la caja. No me percat de que Matthew podra haberse levantado. Comenc a sentir pasos detrs de la puerta del bao. Ya era tarde, no tena escapatorias. l se haba soltado de mis sogas y se haba levantado. Lo nico que pude pensar fue en meterme dentro de la baera e intentar abrir la caja, que estaba sellada con algn tipo de pegamento especial. BOOM; sent el sonido de la puerta y la caja abrirse al mismo tiempo. Volqu todo el contenido de la caja en el suelo de la baera. Lo nico que pude divisar fueron unas imgenes de Matthew y una jovencita muy parecida a l, tan parecida que supuse que era su hija, y un cuchillo con el que poda matar a alguien. Lo tome justo en el momento en el que Matthew abri la cortina y me encontr all, levantando el cuchillo y con sus fotos dispersadas por el suelo. Me abalanc contra l y sorprendentemente lo tir al piso. El impacto de su cabeza con el marco de la puerta fue suficiente como para dejarlo inconsciente, tirado en el piso. Me di cuenta de que no deba perder ms tiempo, as que clav el cuchillo en su musculoso cuello. Un charco de sangre inund el piso del bao. Sin nada ms por hacer, coloqu el cuchillo en su mano, orden su casa como si nada hubiese ocurrido, y me fui con todas mis pertenencias a tomar un taxi con destino a casa.Finalmente, los dos salimos perjudicados ya que adems de su muerte, yo nunca supe ni quien era la jovencita de las fotos ni por qu Matthew me hizo sufrir.