¿Gran Suroeste o Aridoamérica-Oasisamérica?

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71 M E S O A M É R I C A n diciembre de 1953 tuvo lugar en la ciudad de Tucson, Arizona, la reunión de la American Anthropological Association y allí se realizó un simposio sobre el Suroeste, coordinado por Edward H. Spicer (1906-1983) y Emil W. Haury (1904-1992). Como resultado de ello, el número 4 del volumen 56 de la revista American Anthropologist, corres- pondiente a agosto de 1954, estuvo dedicado al Suroeste, bajo la coordinación de Emil W. Haury. El artículo intro- ductorio corresponde a Paul Kirchhoff y tuvo tres comenta- ristas designados: Ralph L. Beals, Carl O. Sauer y Alfred L. Kroeber. Las repercusiones del texto de Kirchhoff se dieron principalmente en el sur de la frontera internacional —don- de, sin discusión alguna, los términos Oasisamérica y Ari- doamérica fueron añadidos por la antropología mexicana al de Mesoamérica—, planteándose un macroconjunto deno- minado Mexamérica (Jiménez Moreno, 2004 [1961]), o entendiéndose que la suma de esas tres áreas culturales cons- tituía la base para la historia antigua de México (López Austin y López Luján, 2006: 11-17). Con el fin de que el lector tenga un panorama contextual de este ensayo kirch- hoffiano, se enlistan los otros artículos de dicho número temático: “Arqueología del Suroeste, su historia y teoría”, de W. Taylor, con comentarios de Paul S. Martin e Irving Rouse; “Las interrelaciones culturales del Suroeste y la cues- tión de la contradicción de área”, de Joe Ben Wheat, con comentarios de J.O. Brew, Watson Smith y Gordon R. Willey; “Transición hacia la historia en el Suroeste pueblo”, de Erik K. Reed, con comentarios de Albert H. Schroeder y J.O. Brew; “Algunos problemas en la antropología física del Suroeste norteamericano”, de J.N. Spuhler, con comentarios de T.D. Stewart y Bertram S. Kraus; “Lingüística india ame- ricana en el Suroeste”, de Stanley Newman, con comentarios de C.F. Vogelin, Harry Hoijer y Morris Swadesh; “Relaciones interculturales en el Gran Suroeste”, de Ruth Underhill, con comentarios de W.W. Hill y Esther S. Goldfrank; “Aculturación española-india en el Suroeste”, de Edward H. Spicer, con comentarios de Florence Hawley Ellis y Edward P. Dozier; “Estudios de cultura y personali- dad en el Suroeste”, de Clyde Kluckhohn, con comentarios de David F. Aberle y A. Irving Hallowell; “Antropología apli- cada en el Suroeste”, de William H. Kelly, con comentarios de Laura Thompson y John Adair, y “Principales contribu- ciones de los estudios del Suroeste a la teoría antropológica”, de E. Adamson Hoebel, además de una “Bibliografía selec- ta” presentada por EmilW. Haury. ¿Gran Suroeste o Aridoamérica-Oasisamérica? E II

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n diciembre de 1953 tuvo lugar en la ciudad de Tucson,Arizona, la reunión de la American AnthropologicalAssociation y allí se realizó un simposio sobre el Suroeste,coordinado por Edward H. Spicer (1906-1983) y Emil W.Haury (1904-1992). Como resultado de ello, el número 4del volumen 56 de la revista American Anthropologist, corres-pondiente a agosto de 1954, estuvo dedicado al Suroeste,bajo la coordinación de Emil W. Haury. El artículo intro-ductorio corresponde a Paul Kirchhoff y tuvo tres comenta-ristas designados: Ralph L. Beals, Carl O. Sauer y Alfred L.Kroeber. Las repercusiones del texto de Kirchhoff se dieronprincipalmente en el sur de la frontera internacional —don-de, sin discusión alguna, los términos Oasisamérica y Ari-doamérica fueron añadidos por la antropología mexicana alde Mesoamérica—, planteándose un macroconjunto deno-minado Mexamérica (Jiménez Moreno, 2004 [1961]), oentendiéndose que la suma de esas tres áreas culturales cons-tituía la base para la historia antigua de México (LópezAustin y López Luján, 2006: 11-17). Con el fin de que ellector tenga un panorama contextual de este ensayo kirch-hoffiano, se enlistan los otros artículos de dicho númerotemático: “Arqueología del Suroeste, su historia y teoría”, deW. Taylor, con comentarios de Paul S. Martin e Irving

Rouse; “Las interrelaciones culturales del Suroeste y la cues-tión de la contradicción de área”, de Joe Ben Wheat, concomentarios de J.O. Brew, Watson Smith y Gordon R.Willey; “Transición hacia la historia en el Suroeste pueblo”,de Erik K. Reed, con comentarios de Albert H. Schroeder yJ.O. Brew; “Algunos problemas en la antropología física delSuroeste norteamericano”, de J.N. Spuhler, con comentariosde T.D. Stewart y Bertram S. Kraus; “Lingüística india ame-ricana en el Suroeste”, de Stanley Newman, con comentariosde C.F. Vogelin, Harry Hoijer y Morris Swadesh;“Relaciones interculturales en el Gran Suroeste”, de RuthUnderhill, con comentarios de W.W. Hill y Esther S.Goldfrank; “Aculturación española-india en el Suroeste”, deEdward H. Spicer, con comentarios de Florence HawleyEllis y Edward P. Dozier; “Estudios de cultura y personali-dad en el Suroeste”, de Clyde Kluckhohn, con comentariosde David F. Aberle y A. Irving Hallowell; “Antropología apli-cada en el Suroeste”, de William H. Kelly, con comentariosde Laura Thompson y John Adair, y “Principales contribu-ciones de los estudios del Suroeste a la teoría antropológica”,de E. Adamson Hoebel, además de una “Bibliografía selec-ta” presentada por Emil W. Haury.

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Paul Kirchhoff *

Recolectoresy agricultoresen el Gran Suroeste: un problema

de clasificación

n su discusión acerca de la ampliación gradual del concepto quelos antropólogos tienen del Suroeste nativo de Norteamérica, en 1928, ensu obra Native Culture of the Southwest, Kroeber nos señala: “Es evidenteque si este Suroeste mayor es una verdadera entidad cultural, los pueblosantiguos o incluso el Suroeste de Arizona-Nuevo México sólo es un frag-mento cuyo funcionamiento únicamente es entendible en términos deuna mayor extensión” (ibidem: 376). Es por ello que este simposio se refie-re al Suroeste esencialmente en el sentido más antiguo y más restringido,es decir, a su parte mejor conocida por la ciencia. Espero que la inclusiónde un artículo introductorio acerca del Gran Suroeste demuestre la cre-ciente comprensión, entre los investigadores, de lo que ese autor señalóhace veinticinco años.

Mi discusión versará acerca del problema de si el Gran Suroeste es o nouna verdadera entidad cultural. El primer ensayo de este simposio pudohaber sido presentado por un arqueólogo o un etnólogo. El arqueólogotiene la ventaja de estar familiarizado con varios periodos históricos y, porlo tanto, podría discutir nuestro problema en relación con varios nivelestemporales. El etnólogo, aunque limitado a un lapso de tiempo menor,posee otras ventajas como el disponer de información referente a una gamamás amplia de fenómenos culturales y sus interrelaciones funcionales.Además si centra su interés en la época del primer contacto con los euro-peos, tendrá información de un mayor número de pueblos, prácticamentede todos los que existieron en esa época. Es cierto que la información paraese periodo por lo general es muy esquemática, pero es suficiente para per-mitirnos ver semejanzas y diferencias que indican la contemporaneidad deculturas regionales o áreas culturales. Cuando complementamos de forma

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* Universidad de Washington (Seattle). Traducción de Antonio Benavides a partir de “Ga-therers and Farmers in the Greater Southwest: a Problem in Classification”, en AmericanAnthropologist, vol. 56, núm. 4, 1954, pp. 529-550 http://wwwanthrosource.net/. Revisiónde la traducción de Jesús Jáuregui y Juan Pablo Jáuregui.

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juiciosa lo anterior con los riquísimos datos que nos haproporcionado el trabajo de campo moderno en aque-llas culturas individuales que aún subsisten, surge unpanorama global que el arqueólogo no puede esperarobtener para ningún periodo anterior. Como resultadode esto, es más factible que el etnólogo piense en térmi-nos de regiones más grandes y de culturas regionales.Ésta puede ser la razón por la cual se pidió que iniciarala discusión un etnólogo y no un arqueólogo. Si bien losdatos del etnólogo pueden ofrecer el punto de partidamás conveniente para clasificar a las culturas nativas delSuroeste, el arqueólogo deberá transportar este estudioa periodos más tempranos hasta llegar al momento enel que se originaron las culturas regionales del GranSuroeste históricamente conocidas.

Algunos comentarios introductorios, no completosni formulados de manera definitiva, indicarán misideas generales acerca de las áreas culturales y algunasde las premisas teóricas a partir de las cuales emprendola tarea de agrupar a las culturas nativas del Suroeste deNorteamérica.

1. Como regla, las culturas individuales (término conel que me refiero a las culturas de unidades étnicasespecíficas) comparten con algunas culturas cerca-nas o vecinas tanto rasgos y complejos, y están orga-nizadas conforme a tales líneas similares, que

aparecen como variantes de una cultura regional o,como se dice con mayor frecuencia, un área cultural.

2. Las áreas culturales con frecuencia coinciden conáreas naturales, pero entre más avanzada es una cul-tura regional, más apta será para traspasar las fron-teras naturales.

3. Las culturas regionales se caracterizan por rasgos ycomplejos, así como por una organización globalque en parte se ha derivado y en parte se ha desa-rrollado alrededor de un tipo específico de produc-ción de alimentos y herramientas. Tanto el tipo deproducción como los otros rasgos y complejos queacompañan a una cultura dada pueden difundirsepor separado. Pero un pueblo sólo puede conside-rarse como parte de un área cultural determinadacuando se hallan juntos el tipo de producción y unconsiderable número de otros rasgos y complejos.

4. Las culturas regionales, como las culturas individua-les, no son meras construcciones teóricas sino partede una realidad concreta. En muchos casos la simpledescripción de una cultura individual queda incom-pleta en tanto no sea vista como parte de una cultu-ra regional. En cualquier caso, una de nuestrasprimeras tareas analíticas es ubicar a la cultura indi-vidual en relación con sus vecinas, es decir, asignar-le un lugar dentro de la cultura regional a la quepertenece. Sin importar la lejanía a que finalmentepueda llegar nuestra comparación, no podemosomitir esta primera etapa sin desprender a la cultu-ra individual del contexto al que pertenece.

5. Las culturas regionales existen en un tiempo y lugardeterminados; y los términos cultura regional y áreacultural deben entenderse como referidos a un fenó-meno limitado espacial y temporal, aun cuando só-lo se mencione específicamente el aspecto espacial.Durante el transcurso de su existencia, una culturaregional cambia de manera continua, tanto en sucontenido específico como en su organización glo-bal, y uno de los aspectos más significativos de per-tenecer a una cultura regional es la participación ensu historia. Los cambios causados interna o externa-mente que ocurren en una parte de un área culturaltienden a afectar a las otras partes y en su expansióncon frecuencia se detienen en sus límites.

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6. La mayoría de las áreas culturales se dividen envarias subáreas como resultado de un desarrollodivergente de sus miembros (que puede deberse acausas internas o externas) o a la fusión incompletade culturas originalmente distintas. En cualquiercaso, son frecuentes las diferencias en el grado departicipación de los aspectos más significativos de lacultura regional. La subárea en la que aparecen desa-rrolladas de manera más rica por lo general tambiénes la más activa y desde ahí es donde llegan a lasdemás subáreas los desarrollos e innovaciones másimportantes. Kroeber la ha llamado subárea “clí-max”, aunque posiblemente sea más apropiado eltérmino “central” o “focal”. Entre más avanzada ocompleja sea una cultura regional, las diferencias ennivel o intensidad entre sus subáreas serán más mar-cadas y asimismo será más importante el papel de suclímax o el de su foco.

7. Al igual que las culturas individuales, las culturasregionales deben verse antes que nada dentro de suscontextos, es decir, en relación con las culturas veci-nas o cercanas. Pueden estar o no relacionadas deforma genética, una deriva de otra o ambas procedende una raíz común. En su desarrollo histórico ambaspueden ser esencialmente independientes, o una de-pendiente de la otra; las influencias entre ellas puedenhaber ocurrido en ambos sentidos o sólo en uno; pue-den haber estado expuestas a influencias foráneasiguales o diferentes; pueden ser similares o distintasen cuanto a su nivel de desarrollo; y los límites entreellas pueden ser claros o difusos, en esencia estables oinestables. Las culturas regionales ocupan de formageneral territorios continuos, pero en ocasiones ob-servamos partes o el total de una cultura dentro delterritorio de otra, quizá como resultado de la retiradade una y el avance de otra. En tales casos, una es con-siderablemente más joven y menos desarrollada ycompleja que la otra.

Existen pocas partes en el mundo que rivalizan conel Suroeste norteamericano como un campo para elestudio de los problemas relacionados con la clasifica-ción de las culturas. En un área con condiciones natu-rales únicas, dos pueblos culturales básicamente

distintos se han encontrado y se han mezclado deforma parcial. Un pueblo procede de la gran masa derecolectores del norte (como recolectores incluyo atodos aquellos pueblos que no vivían ni de la agricul-tura ni de la ganadería) y el otro deriva de las avanza-das culturas agricultoras del sur. El resultado, porfortuna conocido en varios niveles temporales, es com-plejo y confuso en algunos aspectos. Una vez estableci-dos en esta área, tanto agricultores como recolectoresdesarrollaron nuevas características o conservaron ras-gos antiguos que los separaron de sus parientes del sury del norte, respectivamente. Estas diferencias ¿son losuficientemente importantes como para garantizar elestatus de áreas culturales separadas? ¿Hasta qué gradohan influido entre sí ambas grandes corrientes? ¿Hanmantenido su separatismo cultural a tal grado queconstituyen dos áreas culturales, o se han fusionado enuna sola? Tal parece que nos encontramos con el pro-blema teórico más significativo planteado por las cul-turas nativas del Gran Suroeste, y que de su correctasolución depende la naturaleza y propiedad de lasinvestigaciones realizadas en esta áreas; es decir, delestablecimiento de un marco de referencia adecuadopara el estudio de las culturas individuales y de las rela-ciones entre ellas.

Del Suroeste al Gran Suroeste

Nuestras ideas acerca del Suroeste originalmente sederivaron de las culturas de los pueblos históricos yprehistóricos de Nuevo México y Arizona, pero desdefechas tempranas ha habido una tendencia a añadirotros grupos a este núcleo. En Native Culture of theSouthwest, Kroeber anota: “Hace mucho tiempo queHaeberlin no dudó en tratar a los californianos delsur francamente como miembros del Suroeste…Wissler y yo, en clasificaciones continentales, exten-demos la cultura del Suroeste hacia el sur, cerca deltrópico, de modo que la mitad cae en México. Nadieparece haber discutido esta clasificación, quizá por losescasos que son los datos del norte de México”(Kroeber, 1928: 376)

Varios años más tarde, en 1932, Beals publicó TheComparative Ethnology of Northern Mexico Before 1750,

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en donde establece un límite sur más preciso del áreadel Suroeste. Comienza en la costa occidental justo alsur del río Sinaloa y termina en la costa del Golfo enSoto la Marina, llegando por el sur hasta el norte delaltiplano mexicano de modo que incluye algunas, másno todas, de las tribus nómadas no agricultoras de esaárea. Este autor parece haber considerado tentativa aesta parte del límite sur “ante la ausencia de informa-ción más definitiva acerca de los nómadas”.

En 1939 Kroeber publicó Cultural and NaturalAreas of Native North America, que es el primer inten-to, y hasta la fecha el único, para dividir todo el nortey Centroamérica, primero en un número relativamen-te grande de pequeñas áreas culturales y después enunas cuantas unidades mayores. Una de estas últimasunidades es el Suroeste o el “Suroeste Cultu-ral”, como lo llama frecuentemente el autor,del lado estadounidense incluye NuevoMéxico, Arizona y el sur de California, peroexcluye la Gran Cuenca y el centro de Ca-lifornia. Del lado mexicano sigue el límite surde Beals solamente en la costa occidental,señalando que para el resto “la cuestión de lafrontera del suroeste mexicano debe quedaresencialmente abierta por el momento”(Kroeber, 1939: 32). De hecho al oriente de laSierra Madre Occidental sólo incluye a lostarahumaras, y ello con grandes reservas (ibi-dem: 40), considerando en su “México y Amé-rica Central” todo lo demás del norte deMéxico, es decir, a todos los recolectores yagricultores parciales del norte del altiplanomexicano y de la costa del Golfo al norte deTampico (ibidem: 128-129). Curiosamente,los recolectores del sur de Texas son incluidosen las “Áreas del Este” (que a su vez estánincorporadas en las “Áreas del Norte”), si bienKroeber señala que en esta región, junto conTamaulipas, forma “el área mayor de la Costadel Golfo” (ibidem: 126), no se explica porqué entonces Tamaulipas es tratado dentro de“México y América Central”, y el sur de Texasdentro de las Áreas del Este.

En su nueva edición de 1948 de Anthro-

pology, Kroeber nuevamente separa el norte del altipla-no mexicano y Tamaulipas con respecto al Suroeste. Serefiere a éstas conjuntamente como el “noreste de Mé-xico” y las incluye en su división no agrícola de “Meso-américa Subnuclear” (ibidem: 788, mapa). Cuandoargumenta que la “inclusión de Kirchhoff de la regiónsubnuclear agrícola en la Mesoamérica de Alta Culturadeja al noreste de México completamente fuera deMesoamérica… sin asignarle una relación específicacon las culturas del norte de México” (ibidem: 793,nota 11), parece haber pasado por alto el hecho de quetanto en mi introducción de 1942 a la edición mexica-na de Noticias de la Península Americana de California,del pa-dre Baegert, como en mi trabajo de 1943 sobreMeso-américa, incluí específicamente a los recolectores

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del norte de México en el Gran Suroeste oNorteamérica Árida (Kirchhoff, 1942: XVIII; 1943a:100, 104). Además en el mismo año, en 1943 [en rea-lidad fue en 1944], se publicaron los artículos y dis-cusiones de la Conferencia del Norte de México de laSociedad Mexicana de Antropología, que contienentanto el posterior desarrollo de la misma clasificación,elaborado por Beals (1944: 191-199); como mi mapaintitulado “Norteamérica Árida” (1944: 134).

La agrupación de los recolectores del norte deMéxico en México-América Central o Mesoaméricahecha por Kroeber puede remontarse a la posiciónanterior de Beals cuando marcó el límite sur delSuroeste a través de esa región señalando que “esta divi-sión presenta a muchos pueblos nómadas no agriculto-res en el área mexicana, creando una situación similara la que existe en el Suroeste, donde virtualmente tene-mos dos tipos de cultura coexistiendo en la mismaárea” (Beals, 1932: 146). Pero en la Conferencia delNorte de México, en la cual presenté nuevos datos delos recolectores y agricultores parciales del altiplanonorteño (1944: 133-144, con un mapa que muestra lassubáreas), Beals dejó de titubear respecto a la porciónsur de esta área y la incluyó completa en su GranSuroeste. De acuerdo con la proposición anterior,Drucker en Culture Element Distributions XVII:Yuman-Pima (1941), también argumentó en favor deuna extensión hacia el sur para la parte agrícola delGran Suroeste a fin de incluir a los pueblos de la SierraMadre, incorporando además a los coras y huicholes(ibidem: 226), (yo incluyo a estos pueblos en Mesoa-mérica).

En cuanto al límite norte del Suroeste, en 1942 con-sideré no sólo el norte de México, incluyendo BajaCalifornia, sino también la Gran Cuenca como perte-neciente al Gran Suroeste o América Árida, comoentonces propuse que se llamara (Kirchhoff, 1942:XVIII) y, asimismo, en mi mapa de 1944 incluí la costasur de Texas, pero excluí el centro de California, queentonces aún consideraba como un área cultural aparte(1944: 134). Por otra parte, Beals pensó en la posibili-dad de que “grandes sectores del centro de Californiadebían incluirse por razones climáticas y quizá cultura-les” (Beals, 1944: 194; cfr. Drucker, 1941: 223). Ahora

he llegado a pensar que toda California, excepto suparte noroeste, debería incluirse en el Gran Suroeste,tanto por razones climáticas como culturales.

En razón de lo anterior, en la actualidad yo definiríaterritorialmente al Gran Suroeste incluyendo el centroy el sur de California, Baja California, la Gran Cuenca,Arizona, Nuevo México, la costa sur de Texas y el nortede México hasta los ríos Sinaloa y Pánuco.

Naturaleza y cultura en el Gran Suroeste: ¿una o dos áreasculturales?

Esta gran área árida o semiárida ofrece al hombre denivel pre-agrícola o pre-ganadero básicamente los mis-mos recursos alimenticios en toda su extensión. Estosrecursos pueden caracterizarse como una mayor comi-da vegetal que animal y dicha flora comestible es de untipo específico (cfr. infra, p. 84). Las pocas subregionesen donde se invierte esta caracterización son demasia-do pequeñas y aisladas entre sí como para afectar elpanorama global. Por ello podemos anticipar que enun nivel cultural en donde el hombre toma esencial-mente lo que la naturaleza le ofrece, esta situaciónampliamente uniforme formará sólo un tipo básico decultura, en parte derivado y en parte desarrollado alre-dedor de un tipo específico de producción.

Para el hombre agricultor, el Gran Suroeste ofreceoportunidades restringidas de cultivo, en algunas regio-nes sin y en otras sólo con irrigación. Las áreas suscep-tibles de explotación agrícola a nivel pre-maquinaria sehallan en sectores semiáridos o en territorios similares aoasis, relativamente pequeños, dentro de extensionesáridas. Puesto que la agricultura no parece haber surgi-do de forma independiente en ninguna parte del GranSuroeste (todas las plantas cultivadas en tiempos pre-europeos eran de origen sureño, con la posible excep-ción del tipo de frijol tepary), el aprovechamiento de lasposibilidades de cultivo ofrecidas por el área dependíadel arribo en sus varios sectores de agricultores o de téc-nicas agrícolas y productos que pasaron de grupo engrupo. La ausencia de agricultura en áreas propias paraello, como en California, no se debe entonces a limita-ciones naturales sino a limitaciones culturales de carác-ter histórico: la debilidad de los estímulos agrícolas.

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En esta forma, el Gran Suroeste ofreció dos conjun-tos de condiciones y oportunidades muy distintas parados tipos de cultura; uno hallado en toda el área, para losrecolectores; y otro localizado en sectores restringidos,para los agricultores. Durante una época los recolectoresparecen haber vivido en toda el área y aun cuando la cazay la pesca pudieron haber sido más importantes que larecolección de alimentos silvestres en localidades especí-ficas, esta última actividad debe haber sido la base deltipo de cultura predominante. Para esa época podemossuponer la existencia de sólo una área cultural en el GranSuroeste. Pero esto cambió desde el momento en que laagricultura apareció en algunas partes de esa área, y es eneste punto en donde surge el tema que nos ocupa, rela-cionado con saber si estamos tratando con una, dos oposiblemente más áreas culturales.

Mi posición es que durante mucho tiempo en elGran Suroeste han existido dos culturas distintas, geo-gráficamente separadas, y que debemos reconocer estasituación hablando de dos áreas culturales y no deuna, como antes lo hacíamos. Puede ser difícil clasi-ficar a algunos pueblos de cultura de transición, peroello no puede seguir siendo una razón para unir deforma conceptual a las dos áreas culturales en una sola:creo que se ha hecho mucho daño tratando de forzara las dos culturas regionales en un solo esquema con-ceptual. Yo mismo lo he hecho antes, pero al fin he lle-gado a la conclusión de que es un esquema no realistay artificial.

A continuación resumiré la historia de los conceptosSuroeste y Gran Suroeste como definiciones de una cul-tura o culturas regionales y espero poder mostrar cómola gradual ampliación geográfica del concepto originalpor sí mismo ha creado la base y necesidad de una reo-rientación teórica y una completa inversión de la ideatradicional de que el Suroeste constituye un área cultu-ral. También pretendo mostrar cómo y por qué esa ideaarraigó tanto en nuestro pensamiento de modo quedurante mucho tiempo la mayoría de nosotros pensó,cuando mucho, reformar el concepto de una sola áreacultural Suroeste, pero jamás abandonarlo del todo.

Al hacer este resumen, escogeré para argumentarsolamente lo que parecen ser las contribuciones mássignificativas al problema.

Como veremos, el lugar clave en esta cuestión per-tenece a los pueblos que se hallan en una posición cul-tural intermedia entre los dos extremos: los sencillosrecolectores de alimentos cuya cultura muestra pocas,si es que algunas, influencias de pueblos más avanza-dos, y las culturas altamente organizadas de los agri-cultores. Este grupo intermedio está formado porpueblos que han adoptado ya sea tanto la agriculturacomo otras características de la cultura de los agricul-tores, o solamente estas últimas. Siempre que se haadoptado la agricultura, ésta no es más que un agrega-do a la recolección, de modo que podemos hablar deagricultores parciales. Estos pueblos intermedios pare-cen ser el meollo del asunto. Si no fuera por ellos, noimagino cómo alguien habría pensado en incluir a loszuñi y a los seri en la misma área cultural.

La primera clasificación de los pueblos del Suroestereconocida por los investigadores modernos tenía undoble carácter. Por un lado se hallaban los recolecto-res y agricultores parciales, seminómadas, sencillos ypoco organizados; y por el otro, estaban los agriculto-res sedentarios, mucho más ricamente desarrollados y

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estrictamente organizados. En esta forma, en la primeraedición de su Indians of the Southwest (1913), Goddarddividió a las tribus nativas recientes en “Pueblos” y“Grupos Nómadas”, clasificación que en la segunda edi-ción (1921: 141) sustituyó por otra aparentemente tri-partita, aunque en realidad todavía bipartita. Así agrupóa los “habitantes de pueblos” y “habitantes de aldeas”(ambos “casi igualmente sedentarios”) en contraposicióna los “habitantes de campamentos” (que “justamentepueden denominarse nómadas” porque “la consecuciónde su comida silvestre, tanto animal como vegetal,requiere de viajes considerables”).

La base descriptiva para esta clasificación es tanobvia que no nos sorprende el que los primeros viaje-ros españoles agruparan a los pueblos nativos del Sur-oeste de manera similar; y es importante recordar quepara ellos esta división era aplicada a los pueblos tantoal sur como al norte del actual límite internacional.Para la época en la que escribió Goddard, la fronterainternacional se había convertido en un factor decisivoen la investigación antropológica, y asumiría tambiénuna importancia especial en el paulatino surgimientodel concepto antropológico del Suroeste como un áreacultural nativa. En la misma obra arriba señalada,

Goddard sólo trató acerca de los pueblos al norte dellímite internacional. Durante mucho tiempo inclusoaquéllos que ayudaron a ampliar geográficamente elconcepto de Suroeste, como para incluir a los pueblossimilares del norte de México, se atuvieron al concep-to con un contenido derivado casi exclusivo de lascaracterísticas culturales de los pueblos existentes alnorte de la frontera.

Antes de que apareciera la segunda edición deIndians of the Southwest, en 1917, Wissler —en TheAmerican Indian— había rechazado aquella tempranaclasificación bipartita tomando como base los sumariosde Goddard y de otros investigadores acerca de las cul-turas del Suroeste presentes al norte del límite interna-cional. Escribió que en el Suroeste “tenemos lo queparece ser dos tipos de cultura: los pueblos y las tribusnómadas”. Y agrega que “desde nuestro punto de vistaesta distinción no parece del todo justificable, pues lasdiferencias son básicamente las de la arquitectura y laagrupación social…” (ibidem: 224). Concluye dicien-do que “en los rasgos ampliamente difundidos de agri-cultura, metate, cerámica, y en menor grado lamanufactura de prendas con telar y huso, el uso previode sandalias, un sistema social similar y un ritualismointenso, tenemos lazos culturales comunes entre todaslas tribus del Suroeste que las unen en una sola áreacultural. Entre todas sobresalen los pueblo” (ibidem:226-227), o en otras palabras “la cultura pueblo apare-ce como el tipo” (ibidem: 224). Esta posición confusay poco clara, y no la de Goddard, durante mucho tiem-po dominó desafortunadamente en nuestro pensa-miento acerca del Suroeste. Aun cuando esta definiciónunilateral de la cultura del Suroeste centrada en lospueblo dio lugar a una evaluación más realista delpapel de “todos” los pueblos agrícolas del Suroeste, lamayoría de los investigadores siguió pensando en tér-minos de un área cultural Suroeste en la que la culturade los pueblos cultivadores “aparece como el tipo”.Kroeber ha desarrollado esta posición de manera máscompleta y sistemática.

Una de las pocas excepciones a esta tendencia gene-ral fue el artículo de Spier denominado ProblemsArising from the Cultural Position of the Havasupai,publicado en 1929. Este autor, en pocas palabras reco-

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noce no una sino dos culturas básicas en el Suroeste y,lo que es más importante, relaciona a una de ellas conáreas que hasta entonces nadie había pensado incluiren el Suroeste. Muestra cómo los havasupai, a pesar dehaber adquirido la agricultura y otros rasgos de los pue-blo, permanecieron esencialmente con una culturasimilar a la de la Gran Cuenca. Otra contribución aúnmás importante, al menos implícita, es que cada vezque presenta una afinidad de los havasupai y de otrospueblos de la “ranchería occidental” con los shoshonede la Gran Cuenca, muestra que dicha afinidad tam-bién existe en las tribus del centro y del sur de Califor-nia. Desafortunadamente Spier no discute este aspectode sus hallazgos ni tampoco atrae la atención del lec-tor hacia ello. Si hubiera obtenido implicacioneshabría llegado a pensar que los “habitantes de campa-mentos”, de Goddard, eran básicamente distintos delos “habitantes de los pueblos”, alrededor de los cualesse ha formado nuestro concepto de Suroeste, perohabría notado que junto con los grupos de la Cuenca,de California y con algunos pueblos del norte deMéxico, forman un área cultural completamente apar-te cuya existencia no había sido reconocida con ante-rioridad.The Comparative Ethnology of Northern México

Befote 1750 fue una importante contribución de Beals(1932) porque demostró la existencia de “dos grandesgrupos dentro del norte de México que pueden defi-nirse con cierta claridad: los pueblos agrícolas y los noagricultores”. El autor no sólo muestra que “las dife-rencias más marcadas en cultura” son aquellas existen-tes entre ambos pueblos, sino que también en el nortede México, que considera como parte del Suroeste: “lasdiferencias entre ambos grupos son mucho mayoresque las que existen entre cualquiera de los grupos delSuroeste” (en el sentido restringido de Arizona-NuevoMéxico), ninguno de los cuales es no agrícola del todo.“En contraste, casi la mitad de la región del norte deMéxico está ocupada por pueblos que no practican laagricultura” (ibidem: 134-135). También hay agricul-tores parciales que culturalmente están más relaciona-dos con pueblos no agrícolas que con los verdaderosagricultores. Al incluir a los no agricultores y a los agri-cultores parciales en el Suroeste, Beals nos ayudó a

observar con más claridad la separación esencial de lasdos culturas en el Suroeste como un todo.

Dicho autor resume su posición en los términossiguientes: “Las áreas que han sido bosquejadas… norepresentan áreas culturales, sino más bien provinciasculturales dentro de un área mayor en la que la carac-terística más marcada es la homogeneidad de la cultu-ra. Por supuesto, esto no reza para la diferencia entrelas regiones agricultoras y no agrícolas. Entre estos dosgrupos las diferencias impuestas por el cambio en lafuente de alimento son suficientes para marcar unagran distinción entre las culturas de las dos regiones”(ibidem: 145). Aquí podemos ver la posición ambigua,característica de la mayoría de los escritos acerca delSuroeste o Gran Suroeste. Es difícil entender si Bealshabla de una o de dos áreas culturales. Aparentementereconoce dos áreas de “diferenciación mayor”, pero dealguna manera se resiste a su propia formulación sugi-riendo “homogeneidad” cultural dentro de un áreainclusiva mayor. La posición resultante no es comple-tamente clara.

Seguramente la curiosa actitud ambigua de Bealsse debe en gran parte a la influencia del pensamientode Kroeber, quien acababa de publicar Native Cultureof the Southwest (1928). Este “artículo francamenteprogramático”, como Spier lo ha llamado, quizá hasido el de mayor influencia sobre todos los autorescomentados, tanto por lo que enfatiza como por loque no recalca. Kroeber habla de dos grupos de con-trastes: “En un aspecto, el núcleo del Suroeste esúnico en Norteamérica. Esto se debe a que cuentacon dos corrientes culturales paralelas y fuertementeinterinfluenciadas, la agrícola y la no agrícola” (ibi-dem: 386). Por otra parte, “…el Suroeste conocidoparece comprender dos tipos culturales relacionadospero firmemente distintivos: uno caracterizado por laculminación pueblo y otro que puede llamarse Sonora-Gila-Yuma”. Ésta es la formulación de Kroeber en1939 (p. 32), pero en contenido es la misma que habíapostulado antes, en 1928 (pp. 379-380). Todos los ras-gos mediante los cuales este autor caracteriza a estosdos tipos culturales son típicos de los pueblos agrícolasdel Suroeste y es claro que, en esencia, esta divisióncorresponde a la que Goddard hizo de los pueblos

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sedentarios en “habitantes de pueblos” y “habitantes dealdeas”, con la diferencia de que Kroeber proyecta estadivisión al pasado, más o menos como Nelson lo habíahecho antes que él.

¿Cómo concibe Kroeber la relación entre ambostipos de contrastes? ¿Entre las “dos corriente cultura-les paralelas y fuertemente interinfluenciadas” (unaagrícola y otra no agrícola) y los “dos tipos culturalesrelacionados pero firmemente distintivos” (amboscaracterizados por los pueblos agrícolas)? En su artículode 1928 nos da una respuesta directa, de hecho no tratael tema, pero es significativo que discuta los dos tipos dedivisión en orden inverso al que los hemos menciona-do: primero la división del Suroeste en los pueblo ySonora-Gila-Yuma; y en segundo, en pueblos agrícolasy no agrícolas. Además, casi no tiene nada que decir deestos últimos, de modo que centra su atención en lospueblos agrícolas.

¿Por qué Kroeber no aparta a todos los pueblos noagrícolas y los considera como un grupo completa-mente distinto? Trata este asunto en una nota al pie depágina de su libro Cultural and Natural Areas of NativeNorth America (1939), en donde plantea las siguientesalternativas: “¿Tenemos dos ‘culturas’ o dos facetas a lolargo de una serie de culturas?”. Su respuesta es queestamos ante lo último. Spier había alineado a los yumade la meseta de Arizona con los apache y con los shos-hone de la Cuenca en contraposición a los yuma del ríoy los pima. Kroeber señala que “en cuanto a la descrip-ción, Spier puede estar en lo cierto; aunque entonceslos seri, los diegueño y cochimí probablemente debe-rían incluirse en su primer grupo, y los cáhita y otrosen el segundo. Históricamente puede cuestionarse si eldesarrollo cultural fue tan sencillo que puede explicar-se mediante dos corrientes esencialmente distintassegún que el hábitat impidiera o facilitara la agricultu-ra, aunque este factor fuera importante” (ibidem: 43, n.28). Por supuesto, si un pueblo practica o no la agri-cultura, ello no sólo se debe a condiciones naturalessino también culturales. Al mismo tiempo, no logroentender qué quiere decir Kroeber en cuanto a la posi-bilidad de que Spier acierte en la descripción, pero quese equivoque históricamente. Las tribus de la meseta deArizona y de la Gran Cuenca deben haber tenido una

historia común durante un largo y decisivo periodo,según se infiere del hecho de que hoy día poseen unacultura básicamente similar. Parecería, entonces, que sehallan unidas más de manera histórica que descriptiva,pues una descripción de su cultura actual muestramuchas diferencias nuevas debidas tanto a su desarro-llo o pérdida local, como a influencias externas.

La duda de Kroeber implica que realmente no haydos corrientes culturales distintas: agrícola y no agríco-la, sino solamente “dos facetas a lo largo de una serie deculturas” y que todo el Suroeste, así como los dos tiposde cultura en los que él lo divide, se caracterizan poruna de estas dos facetas, principalmente la agrícola.

Como podemos ver a lo largo del argumento deKroeber, el tercer grupo de Goddard, el de los “habi-tantes de campamento”, desaparece como una culturaen sí misma. Los pueblos no agricultores se conviertenen una simple adición de sus vecinos más avanzados.Ésta es una posición bastante irreal que va en detri-mento tanto de un adecuado entendimiento de lasituación bajo estudio como de la teoría general. Enrealidad esta idea de los recolectores del Suroeste comosimples subordinados presentes en varias culturas ycaracterizados por pueblos agrícolas más avanzadoscontiene ya el germen del concepto de “culturas pará-sitas” de Kroeber, según se ejemplifica con los seri.

En 1948, en Anthropology, este autor introdujo elconcepto de “culturas medias” o “culturas parciales”,ciertamente un concepto sugerente al aplicarse a lospastores nómadas del Viejo Mundo que “están parti-cularmente limitados y tienden a mantener una rela-ción de complemento con las culturas más ricas yvariadas de sociedades sedentarias vecinas o disemina-das” (ibidem: 278). Kroeber no aplica este tipo de rela-ción simbiótica para los recolectores y agricultores delGran Suroeste, pero sugiere, “justo en el extremo deeste concepto”, algo que sólo difiere de él en grado, esdecir, una relación “parasitaria”. Proporciona dosejemplos: los negritos de las Filipinas y los seri delSuroeste. “De cualquier manera, históricamente lasculturas como ésas son parasitarias. Por lo que pode-mos ver, han contribuido con poco o nada al acervo dela cultura humana, al mismo tiempo que han tomadolo que poseen de otras culturas y ello con fuertes limi-

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taciones” (ibidem: 280). Si esto es cierto para los seri,es difícil ver cómo no podría aplicarse a todos losdemás recolectores del Gran Suroeste y del resto delmundo. Al desarrollar hasta su conclusión lógica, suidea de que los recolectores del Suroeste sólo son unafaceta presente en varias culturas más avanzadas,Kroeber nos ha ayudado a ver la falacia de todo el con-cepto con mayor claridad.

En todo esto parece faltar una verdadera perspectivahistórica. Cuando Kroeber clasifica espacialmente a lasculturas, con todo su interés en el desarrollo histórico,piensa más de manera estática —en nuestro caso ya seaen términos de dos facetas que se extienden a través devarias culturas o, usando un símil, de dos corrientesparalelas de cultura— que dinámica, es decir, en una cul-tura joven que incursiona en el territorio de una másantigua. Si pensamos metafóricamente, sería como unrío que fluye en un desierto, parte del cual transformaen un oasis. Los argumentos que expresan tal perspec-tiva histórica brillan por su ausencia en el artículo pro-gramático de 1928 de Kroeber, pero se hallan en sulibro de 1939. En este último sólo aparecen en las sec-ciones históricas, completamente desligados del pro-blema de cómo agrupar en áreas a las culturas recientes(o para el caso, a las culturas del pasado).

Papel de la subsistencia en la clasificación regional de lasculturas

Cuando en 1936 —en Cultural Relations of the GilaRiver and Lower Colorado Tribes—, Spier alineó a losyuma de la meseta del Arizona con los shoshone de laCuenca (y los apache) en contraposición a los yuma delrío y pima, basó su clasificación no solamente en lacarencia o importancia secundaria de la agriculturasino también en un análisis de toda su cultura (véase suartículo de 1929). Sin embargo, Kroeber tiene razóncuando señala que tras esa agrupación “parece existirla consideración de que los primeros no practican laagricultura y los segundos sí lo hacen regularmente”. Ydespués agrega: “a su vez, por supuesto en esto subyacela ecología de las dos regiones” (Kroeber, 1939: 43,nota 28), con lo cual parece referirse al hecho de queen un caso el hábitat permitió la agricultura mientras

que en el otro la impidió, o bien que la agricultura fuela base primordial para la vida.

El eje del argumento de Kroeber, es decir que unadivisión cultural debe estar equivocada si coincide conuna diferencia de la importancia de la agricultura, aúncuando la división propuesta se base en un análisis totalde la cultura, se encuentra de nuevo en la reciente edi-ción de Anthropology, donde en otra nota al pie depágina leemos: “Algunos autores como Kirchhoff yKidder delimitan Mesoamérica comprendiendo la re-gión de Alta Cultura más la porción agrícola de laregión subnuclear. Dentro de México, este procedi-miento sustituye a la agricultura por el calendario comoel criterio que permite definir Mesoamérica” (Kroeber,1948: 793, nota 11). En realidad, por la naturaleza pro-pia del caso, mi delimitación de Mesoamérica en con-traposición al Gran Suroeste se basaría en la agriculturasólo donde en Mesoamérica, con un corte brusco,hallemos recolectores primitivos, pero obviamente nosería así donde los agricultores mesoamericanos seencuentren con los agricultores del Suroeste. Lo intere-sante en ambos casos que estoy yuxtaponiendo, es lafuerte aversión de Kroeber para asignar a la presencia,ausencia o importancia de la agricultura cualquierlugar significativo en la delimitación de tipos regiona-les de cultura. Esto lo lleva no sólo a agrupar en unasola área cultural a los agricultores parciales y a los detiempo completo sino también a éstos con puebloscarentes de agricultura. El resultado es más sorpren-dente en el caso del norte de México, porque ahí losmayas [sic, es posible que se refiera a los mayos] y losnómadas norteños se convierten en compañeros en elmismo tipo regional de cultura. En esencia, sucede lomismo cuando agrupa a los pueblos agrícolas, semi-agrícolas o completamente no agrícolas del Suroeste.

La fuerte aversión de Kroeber para dar a la base desubsistencia un papel importante en la delimitaciónregional de las culturas puede verse con mayor claridaden los casos de los navaho y en el sur de California.Cuando compara a los navaho y a los hopi, afirma quesi bien “la base económica de la sociedad” es comple-tamente distinta, existe una “uniformidad esencial enlos niveles formales o superiores” de la cultura (1928:386). Utiliza esto último y no lo primero como una

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base para clasificar, de modo que los hopi y los navahopasan a formar parte de su “tipo subcultural pueblo”del Suroeste (diferenciado como “pueblo” e “inter-pue-blo”). En realidad, la “uniformidad esencial en los nive-les formales o superiores” sólo se halla en complejos yelementos individuales, y no es su integración a la cul-tura total.

El sur de California es descrito como “un área conbase de subsistencia característicamente californiana,con un contenido cultural específico del Suroeste porencima del nivel de subsistencia” (Kroeber, 1939: 54).Nuevamente son los “niveles formales o superiores” dela cultura lo que sirve a este autor como base para asig-nar un área a un grupo mayor, es decir al Suroeste envez de a California.

En contraste con estos dos casos, es difícil ver cuálesrazones específicas tenía Kroeber para incluir a losyuma de la meseta de Arizona en el Suroeste y no en laCuenca, como sugiriera Spier, pues la propia discusiónde Kroeber parecería llevar a esta última conclusión.Señala claramente que en estas tribus la ausencia deuna agricultura regular es parte de un panorama cultu-ral global que no las vincula con los pueblos agriculto-res, sino con los no agrícolas del Suroeste, o mejordicho del Gran Suroeste. Asimismo argumenta muchoen el mismo sentido que Spier y concuerda con el aná-lisis de éste, pero al final llega a la conclusión opuesta:“La cultura muestra muchas semejanzas con la de laCalifornia peninsular (incluyendo a los diegueño), asícomo con la de los shoshone de la Gran Cuenca, enespecial con la de los paiute del sur, al otro lado delGran Cañón del Colorado. También hay muchassemejanzas específicas con los seri. De este modo, eneste grupo tenemos una cultura relacionada principal-mente con las culturas no agrícolas, del desierto, de laregión. Sobre esta base se han hecho diferenciacioneslocales superficiales, como por ejemplo: agriculturasemi-sistemática havasupai y uso de algunas máscarasadoptadas de los hopi; sibs matrilineales que los yava-pai del sureste comparten con los apache; ciclos de can-ciones y ritos de duelo mohave adquiridos en elperiodo americano por los walapai. En cada uno deestos casos la influencia de lo adquirido continúa sien-do local y parece ser más bien reciente. Aun antes de

que los datos yavapai y walapai fueran accesibles, Spieranalizó claramente a la cultura havasupai en este senti-do, señalando la calidad de agregado y la pequeñezesencial del ingrediente pueblo; ubicando a la culturabásicamente junto a aquella de la Gran Cuenca” (ibi-dem: 41-42). Opina que “la semejanza del noroeste deArizona con las culturas de la Gran Cuenca radica nosólo en un considerable contenido específico, sinoespecialmente en una escasez similar de patrones defi-nidos” (ibidem: 42). Luego de tal análisis es una verda-dera sorpresa ver que, después de todo, Kroeberconsidera que esta área pertenece a su “Suroeste cultu-ral”, caracterizado por sus pueblos agricultores, y queasigna específicamente al sector Sonora-Gila-Yuma aestas tribus semi-agrícolas o no agrícolas, clasificaciónpara la cual no da otra razón que su hábitat. Tal clasi-ficación parece injustificada, tanto “descriptiva” como“históricamente”.

El criterio fundamental de Kroeber para incluir aalgunos pueblos en el Suroeste y excluir a otros, cla-ramente no tiene que ver con que se hayan desarro-llado de manera distinta a partir de un substratocultural común —entonces tendría que incluir amuchos de los que ha excluido—, sino más bien conlo que él considera fuertes influencias del “núcleo yclímax” agrícola del área. Donde tales influenciasparecen no existir o ser débiles, Kroeber incluye adiversos grupos de recolectores en otras áreas a partirde las cuales cree que dichos grupos fueron más fuer-temente influenciados; aquéllos del sur de Texas conlas áreas del este y los del noreste de México conMesoamérica. Finalmente, en donde ve fuertes in-fluencias que no son del Suroeste agrícola ni de nin-guna otra área, establece un “Área Intermedia”, “asíllamada debido a su posición entre dos áreas de desa-rrollo más rico y caracterizado” (1948: 787). En estaÁrea Intermedia, el autor ubica a la Gran Cuenca y aCalifornia; según él, ambas poseen el mismo substra-to cultural que los recolectores y los agricultores delSuroeste. La inclusión de la meseta Columbia−Fraseren la misma Área Intermedia es difícil de entender envista de la propia afirmación de Kroeber de que laCuenca es distinta de la meseta “florística, étnica yculturalmente, con asociaciones principalmente al

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Suroeste y a California (1939: 55) y debido a que lameseta parece tener un substrato cultural común conla costa Noroeste y haber sido influenciada desdeésta como para formar su “área de influencia”.

Aunque aceptáramos esta línea de razonamiento deque las tribus más sencillas se agrupen junto con pue-blos más avanzados que las han influenciado, en vezde considerar las semejanzas básicas que tienen entresí, es difícil ver cuáles influencias mesoamericanaspodrían ser detectadas entre la mayoría de los reco-lectores del norte de México que fueran tan marcadascomo las influencias pueblo sobre los havasupai. Aestas últimas Kroeber las concibe como locales,recientes y superficiales. También es difícil ver cómolas tribus de Baja California, especialmente la mitaddel sur, presentan más influencias del Suroeste queaquéllas del centro de California. Yo argumentaríadecididamente en sentido contrario, en especial porlo que toca a las tribus de culto kuksu, con su perso-nificación de espíritus, su ceremonia de la serpientede cascabel, “una secuencia definida de direcciones enun circuito a la izquierda” (Kroeber, Handbook of theIndians of California, 1925: 875), su tambor tocadocon los pies [tarima] y la importancia de los núme-ros 4 y 20. ¿Qué podría decirse que parece delSuroeste (y quizá mesoamericano en última instancia)en el sur de Baja California?

Durante mucho tiempo el concepto del Suroestesostenido por Kroeber como un área cultural con dossubtipos y con dos facetas culturales (la agrícola y la noagrícola) representadas en ambos, así como los criteriossubyacentes en esta clasificación, no encontraron opo-sición crítica. Los arqueólogos mostraban una tenden-cia a pensar en recolectores y agricultores en el Suroesteno tanto como divisiones en el espacio (es decir, dosculturas coexistentes), sino como una división en eltiempo. Por ello sentían que no había razón para obje-tar el esquema de Kroeber. Además, la atención deetnólogos y arqueólogos se centraba en el ensancha-miento geográfico gradual del concepto del Suroeste,sin dedicar mucho interés a la interrelación de susdiversas partes. Incluso aquellos de nosotros que nossentíamos teóricamente insatisfechos y prácticamenteimpedidos por una definición del Suroeste que incluye

a dos culturas admitidas como distintas, una de ellasmucho más joven que la otra, no pensábamos en ale-jarnos de la clasificación tradicional y ortodoxa.Cualquier cambio en la clasificación de la interrelaciónde ambas culturas que se sintiera necesario realizar seríahecho dentro del marco conceptual reconocido de unárea cultural.

Pero la ampliación geográfica gradual y continuadel concepto fue precisamente lo que preparó el terre-no para reformular su contenido. La proporción ori-ginal de pueblos agricultores y recolectores, osemi-agricultores se invirtió y la separación esencialde los dos extremos, es decir de los verdaderos agri-cultores y de los que sólo eran recolectores, se hizomás y más obvia. Una vez que se amplió el GranSuroeste, el propio concepto del Suroeste como unárea cultural aparte comenzó a desintegrarse. En lugarde un Gran Suroeste surgieron dos. Pero el primerpaso para reconocer esto, no obstante lo decisivo, eravacilante e incompleto.

En la Conferencia del Norte de México promovidapor la Sociedad Mexicana de Antropología y celebradaen 1943, Beals presentó su concepto del Gran Suroeste“como una región en la que existen condiciones simila-

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res y sobre la cual en una época pasada se extendió unacultura o sucesión de culturas relativamente homogéne-as sobre un nivel pre-agrícola, con las culturas agrícolasformando una “sobreposición posterior”. Con tal hipó-tesis argumentaba que “ciertos fenómenos etnográficoscontemporáneos se vuelven más entendibles comosupervivencias de un estrato (o estratos) básico de unacultura similar… Me atrevo a sugerir que ello… expli-ca los numerosos paralelismos hallados en nuestro pococonocimiento de los pueblos agrícolas de Coahuila,Nuevo León y Tamaulipas con los pueblos de la Cuencay, hasta cierto punto, con los del centro de California”.Beals enfatiza que no presentaba este concepto “comorepresentante de una realidad contemporánea” (1943:194-196), y queda claro que, en esencia, su esquema esuna clasificación temporal más que espacial, a la vez queno estaba directamente interesado en el problema decómo agrupar a los recolectores y a los agricultores enuna época en la que coexistieron.

Pero al centrar su interés en los recolectores y no enlos agricultores, nos ayudó mucho y preparó el regre-so al concepto más temprano, y ya para entonces casiolvidado, de dos áreas culturales distintas en el Sur-oeste. Los recolectores de la región, quienes en la cla-sificación de área se habían convertido en una simplefaceta dentro de una cultura caracterizada por losagricultores, fueron nuevamente vistos por su propioderecho. Aun cuando Beals pensó en la “cultura rela-tivamente homogénea” de los recolectores sólo comoalgo del pasado, nos forzó a enfrentarnos al problemade hasta dónde era que sus “supervivencias” moderadasaún constituían una cultura regional distinta de la delos agricultores

La cultura recolectora del Gran Suroeste

He aquí lo que Beals llama “algunas característicasprobables de esta cultura básica hipotética: quizá lamás significativa sea la presencia de técnicas complejaspara emplear una gran variedad de recursos alimenti-cios vegetales que formen la parte principal de la dieta.El núcleo del complejo es el proceso de lixiviación, elmachacador de semillas y el recipiente para colectarsemillas, además del uso de un fruto arbóreo domi-

nante y susceptible de almacenamiento prolongado: elpiñón, el mesquite y, si incluimos California, la bello-ta. Todos los pueblos no agrícolas de la región son prin-cipalmente recolectores más que cazadores,diferenciándose de forma clara de otros pueblos norte-americanos. Otros elementos son las técnicas paraaprovechar de manera efectiva a los pequeños roedoresque forman el grueso de la fauna; organización socialnecesariamente basada en bandas pequeñas, pero conuna tendencia patrilineal; énfasis ceremonial en losritos de pubertad; un fuerte desarrollo de la brujería yde la magia en lugar del shamanismo verdadero, etcé-tera” (ibidem, 1943:195).

Yo diría que ésta es una caracterización mínima nosólo de una cultura hipotética del pasado sino de unaactual, una cultura que existe (o mejor dicho existióhasta la llegada de los blancos) en gran parte del occi-dente de Norteamérica. Éstos son algunos otros rasgosque parecen formar parte de esta cultura: los hombresandan desnudos; las mujeres usan dos delantales, unoal frente y otro atrás; se dejan crecer largo el pelo; loshombres usan una gorra de piel o de pelaje; tienencobertores tejidos de pelo de conejo; chozas en formade cono o domo; horno de tierra; mirada perdida; sonpacíficos. Es indudable que esta lista crecerá de mane-ra considerable una vez que se inicie una investigaciónsistemática.

El área donde hoy se encuentra esta cultura estámarcada con puntos en el mapa adjunto. En esta áreaincluimos tanto a los pueblos que subsisten sólo de larecolección como aquéllos que han adoptado algo deagricultura, pero cuya cultura global se basa más en larecolección que en los cultivos. Estos “agricultores par-ciales” se indican en el mismo mapa con líneas discon-tinuas sobrepuestas a los sectores punteados. Tambiénincluimos a los pueblos del Gran Suroeste que cazan opescan más que aquellas tribus cuyas actividades desubsistencia son más típicas de la cultura recolectoradel Suroeste, pues en la mayor parte de otros aspectosse asemejan a ella.

En la cultura recolectora del Suroeste se pueden dis-tinguir las siguientes subáreas (el orden de presentaciónes arbitrario, comenzando en el suroeste y terminandoen el sureste):

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Algunas de las variaciones locales parecen ser pro-ducto de adaptaciones a diversas condiciones ecológi-cas. En algunas localidades restringidas la pesca era másimportante que la recolección de alimentos vegetales yen alguna época, cuando las regiones boscosas demayor altitud aún se hallaban en manos de los recolec-tores, éstos pudieron ser mucho más cazadores quecualquiera de las tribus encontradas por los españoles.Otras variaciones locales pueden reflejar la cultura mástemprana de ciertas tribus antes de que migraran a laregión (atapascanos) o que se adaptaran a la crecientearidez. Y algunas otras variaciones locales se deben adistintas influencias externas.

Podemos suponer que en alguna época la culturarecolectora del Suroeste se hallaba en todo el GranSuroeste. El arribo de una cultura (o quizá varias) pro-cedente del sur y basada en la agricultura redujo deforma considerable al área de la cultura recolectora. Almismo tiempo, varias de las tribus que compartieronesa nueva cultura pudieron haberse desvinculado geo-gráficamente del cuerpo principal. Los desarrollos pos-teriores (la retirada de la cultura agricultora en algunos

sectores de sus posiciones avanzadas y posiblemente ladeculturación de otras, así como la incorporación denuevos grupos venidos del norte, como los atapasca-nos, a la cultura recolectora del Suroeste) incrementa-ron de nuevo el territorio ocupado por la culturarecolectora y restablecieron la continuidad geográficaen la mayor parte de sus sectores. Para la época a la quese refiere nuestro mapa, solamente los seri y los guasa-ve de la costa de Sonora y Sinaloa estaban separados delcuerpo principal; incluso se hallaban frente a otrosrecolectores de la misma cultura ubicados al otro ladodel Golfo de California.

En el mapa los agricultores parciales aparecen enuna franja que rodea a los agricultores y es probableque encontremos la misma situación en mapas querepresenten épocas más tempranas. Sin embargo, mu-chos de los agricultores parciales recientes se hallan enun área sobre la que en una época u otra se asentó lacultura agricultora del Suroeste; y muchos pueden noestar representando una extensión progresiva de la agri-cultura sino más bien un desarrollo retrógrado en elque sólo se conserva algo de agricultura junto con cier-

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Subáreas Correspondenciacon las divisionesde Kroeber

1. Costa de Sonora y Sinaloa (seri y guasave) (se anotó de forma (SW 6)provisional seri y guasave aun cuando es difícil saber algoespecífico acerca de los últimos).

2. Baja California (véase Kirchhoff, 1942, para las subdivisiones). (SW 9)

3. Sur de California. (SW 10)

4. California Central (véase Kroeber, 1939, para las subdivisiones). (I 2)

5. Gran Cuenca (idem, para las subdivisiones). (I 1)

6. Noroeste de Arizona (yavapai, walapai, havasupai). (SW 7)

7. Apache (idem, para las subdivisiones). (SW 2B)

8. Norte de México (véase Kirchhoff, 1943b, para las subdivisiones). (M 17-18)Aquí se ha agregado a los concho y a los suma-jumano. Con un mejorconocimiento, algunas de las subdivisiones que están en la fronteramesoamericana, como los guachichil y los pame, pueden llegar aconsiderarse como equivalentes taxonómicos del “norte de México”

9. Sur de Texas (karankawa y tonkawa) (Los atakapa que Kroeber (E 3)incluye en su “Sur de Texas” parecen pertenecer más bien al áreaSureste).

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tos elementos de la cultura agricul-tora. Cabe anotar que, en el mapa,la línea que indica la mayorextensión anterior de la agricul-tora (en el sur como parte de lacultura mesoamericana y, más alnorte, de la cultura agricultoradel Suroeste) combina datos quese refieren a diversas épocas.

La discusión anterior no conside-ra a uno de los grupos más interesantesy desconcertantes del norte de México: loschichimecas, que entraron a Mesoamérica en unaépoca en la que los toltecas estaban en decadencia, esdecir, en tiempos anteriores al que estamos tratando.Eran recolectores entre los que la caza jugaba un papelimportante. Su organización socio-política (que almenos en parte parece haber sido de origen mesoame-ricano) era sorprendentemente avanzada, colocándolosen un plano muy superior al de cualquier representan-te más reciente de la cultura recolectora del Suroeste.No obstante, lo poco que se sabe acerca de los chichi-mecas es un recordatorio constante del peligro queimplica proyectar una situación más reciente hacia elpasado, desconociendo la posibilidad de cambios radi-cales que pudieron haber ocurrido.

La cultura agricultora del Gran Suroeste

Tras eliminar a los recolectores y a los agricultoresparciales del área cultural Suroeste o Gran Suroestetradicional, nos encontramos con cinco de las áreasculturales del “Suroeste” de Kroeber: SW 1 (pueblo),SW 2 (navaho), SW 3 (cáhita), SW 4 (pima-ópata),SW 5 (tarahumara, y SW 8 (Colorado inferior). Todasestas tribus son agricultoras completas en el sentido deque su cultura como un todo (o al menos partes deci-sivas de la misma) ha surgido o se ha desarrollado entorno a la agricultura como la base primordial de sub-sistencia.

Sin embargo, entre los dos “focos” (los pueblo y lospima-ópata) encontramos marcadas diferencias de nivelcultural y de grado en que estas tribus participan en losaspectos más relevantes de la cultura agricultora del

Suroeste. Incluso dentro de estaúltima subárea las diferencias sonpronunciadas entre los pima ylos ópata de la región inferior,más desarrollados y característi-cos, y los pima de la regiónsuperior, que son mucho mássencillos y que tienen un buen

número de rasgos y complejos queestán presentes en la cultura recolec-

tora del Suroeste. La cultura pápago esaún menos típica y parece ser una versión

empobrecida de la cultura pima de la región supe-rior. Y aunque entre los pápago la importancia econó-mica de la agricultura puede ser menor que entrealgunos agricultores parciales (Castetter y Bell, [Pimaand Papago Indian Agriculture,1942: 56] calculan quesólo del 50 al 60 por ciento de su subsistencia se deri-vaba de la agricultura), con bastante tino han sido lla-mados “indios del desierto con una herencia agrícola”(ibidem: 48) y con base en la evaluación de su culturaglobal centrada en la agricultura deben ser incluidos enla cultura agricultora del Suroeste.

Entre los yuma del río la agricultura es proporcio-nalmente más importante que entre los pápago(Castetter y Bell, Yuman Indian Agriculture, 1951: 74.Estos autores calculan que el 40 por ciento de su sub-sistencia procede de la agricultura) y parece ser antigua(incluso existen algunas prácticas agrícolas que sondesconocidas por sus vecinos), pero el papel de la agri-cultura para moldear su cultura como un todo esmenos claro que entre los pápago. Indudablementeque esto se debe, en parte, al hecho de que mientras lacultura pápago es una variante empobrecida de la cul-tura pima (cuya inclusión en la cultura agricultora delSuroeste nos parece obvia), la cultura yuma del río enmuchos aspectos se mantiene aparte por sí misma. Suorganización socio-política y en especial militar (querecuerda a la de algunas regiones de Mesoamérica)coloca a estas tribus en un nivel muy por encima decualquiera de los miembros típicos de la cultura reco-lectora del Suroeste, y aparecen por completo comoparte de la cultura agricultora del Suroeste, aunquequizá como su parte más divergente.

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Mi inclusión de los navaho en la cultura agrícoladel Suroeste no sólo se basa en la importancia cuanti-tativa de la agricultura en su economía —Hill[1938:182] los coloca junto con los pueblo a este res-pecto y los considera mucho más avanzados que cual-quier otra tribu del Suroeste—, sino también en lagran elaboración del ritual agrícola, mismo que debesignificar un complejo agrícola antiguo y de profun-das raíces. Los navaho cuentan con tres formas com-plicadas de rituales de siembra colectiva (distintas delos rituales que acompañan a la siembra), que segúntengo entendido no han sido reportadas hasta ahoraen ningún otro lugar; dos de éstas son “espirales” y latercera es “escalonada”. En las tres se utiliza el núme-ro ritual 12 (Franciscan Fathers, An EthnologicDictionary of the Navaho language, 1910: 264; Hill,1938: 28-31). Entre ellos también encontramos indi-cios de una compleja organización tribal que se haperdido en la época de la reservación, como por ejem-plo la institución de “12 jefes que reunidos en conse-jo estaban sujetos a cuatro portavoces” (FranciscanFathers, ibidem: 422). Si bien conservan mucho de lacultura atapascana común del sur (aunque es intere-sante hacer notar que no conservan mucho de lo quecomparten los apache como conjunto con la culturarecolectora del Suroeste), los navaho parecen haberinjertado hace mucho tiempo en esta base originaluna cultura que aparentemente se deriva en parte delos pueblo del este (tanoanos) y en parte de una fuen-te de influencia sureña (mesoamericana), aún noidentificada, que no llegó a ellos a través de los pue-blo actuales.

El mayor o menor número de rasgos y complejostípicos de la cultura recolectora del Suroeste que en-contramos entre los miembros menos desarrollados ymenos típicos de la cultura agrícola del Suroeste pue-den ser supervivencias de una forma pre-agrícola obien indicios de una deculturación y debilitamientogeneral de la cultura agrícola. Su presencia, amplia-mente asociada a un nivel más bajo de complejidadcultural general, ha creado varios casos fronterizos enlos que es difícil la asignación a la cultura recolectora oa la cultura agrícola del Suroeste, pero estos casos endefinitiva son excepcionales y, en conjunto, el contras-

te básico entre las dos culturas regionales del GranSuroeste sobresale de manera amplia.

Aparte de las diferencias de nivel, en la cultura agrí-cola del Suroeste existe una diversidad considerable. Ycuando sólo es vista en términos de esa cultura, lavariedad puede parecer tan importante como parahacernos pensar en si en realidad estamos tratando conuna y no con dos o varias culturas regionales. Pero alcontrastarla con la cultura recolectora del Suroeste, porun lado, y con la cultura mesoamericana, por el otro,la cultura agrícola del Suroeste aparece como una uni-dad, si bien ricamente diversificada. Sin embargo, estasituación puede ser relativa y reciente. Es muy posible,y de hecho probable, que en diversas épocas y por dis-tintas rutas llegaran al Suroeste migraciones e influen-cias procedentes del sur. Parece que dichos elementos,dependiendo de la región de procedencia, trajerondiversos rasgos culturales que estimularon distintoscrecimientos culturales y que después se fusionaron enuna cultura regional, diferente tanto a la de los habi-tantes primitivos de la región como a la de la cultura-madre o cultura del sur.

Es difícil decir cuál diferencia es mayor: la que exis-te entre las culturas recolectora y agrícola del GranSuroeste, o la que hay entre esta última y la culturamesoamericana. Al igual que ésta, la cultura agrícoladel Suroeste está basada en la agricultura, pero allí secarece de árboles frutales y de muchas otras plantas(chile pimiento, tomate, etcétera) que constituyen unaparte integral de la agricultura mesoamericana.Positivamente la agricultura del Suroeste se caracteriza,sobre todo, por la importancia de los cultivos de rega-dío e inundación. La organización de la sociedad estotalmente diferente: en el Suroeste es mucho más sim-ple y se rige básicamente por el parentesco, a diferenciade las clases sociales, ciudades y organización estatalque ocurre en Mesoamérica. Doquiera que la culturaagrícola del Suroeste presenta semejanzas específicascon Mesoamérica (en tecnología, guerra, religión, etcé-tera) observamos lo que podemos llamar una versiónprovinciana o rústica de su contraparte mesoamerica-na. La cultura agrícola del Suroeste como un todo apa-rece como la cultura de una sociedad de campesinos noestratificada, a diferencia de la sofisticada cultura de

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clases de Mesoamérica. Sus semejanzas específicas,tanto en contenido como en organización global, confrecuencia se dan en las partes menos avanzadas ymenos típicas de Mesoamérica, en donde las caracterís-ticas de una cultura más temprana, pre-mesoamerica-na, aún se proyectan ampliamente.

La caracterización que aquí hacemos de la culturaagrícola del Suroeste se refiere a su fase más reciente.Algunas de las culturas agrícolas más tempranas delGran Suroeste, como por ejemplo la cultura hohokam,cuyos grandes canales de irrigación y juegos de pelotaparecen presuponer una sociedad estratificada, puedenhaber estado más cerca de su cultura madre-sureña.

La historia de esta variante norteña de las grandescivilizaciones del sur ha tenido periodos de avance yretroceso, y los efectos de ambos son visibles en elpanorama más reciente. Durante las épocas de avancela cultura agrícola extendió su influencia incluso másallá del área a cuyos habitantes transformó de recolec-tores en agricultores. En algunos casos el abandono dedistritos distantes parece haber sido acompañado deuna mayor vigorización de la base natal. Más en otroscasos (y éstos parecen haber sido más frecuentes con-forme pasaba el tiempo), la pérdida de territorio y/ode población debe haber producido una pérdida en lacultura e incluso cambios básicos en la estructura dela sociedad y en la cultura como un todo. Grandesapartados de la historia de la cultura agrícola delSuroeste parecen haber mostrado como su principalcontenido la contracción tanto geográfica como cul-tural. Esto convierte a la cultura agrícola del Suroeste,su desarrollo y decadencia, en uno de los grupos deestudios de caso más fascinantes y prometedores de lascolonias culturales remotas. Casi sobra decir que talestudio tendría que efectuarse teniendo como puntode partida a las culturas mesoamericanas y pre-meso-americanas en el sur.

El obvio papel de Mesoamérica (y de una culturapre-mesoamericana, más temprana, ubicada en lamisma área) en el surgimiento de la cultura agrícola delSuroeste y la influencia de esta última en la culturarecolectora del Suroeste, no nos debe soslayar la posi-bilidad de que ambas culturas regionales del Suroestehayan influenciado a Mesoamérica. Sabemos acerca de

movimientos de población de la cultura recolectora(los chichimecas) hacia Mesoamérica y las tradicionesde los mexicanos se extienden cuando menos hasta loslímites entre Mesoamérica y la cultura agrícola delSuroeste. Empero, un estudio del significado culturalde estos movimientos nuevamente presupone un con-cepto claro de la naturaleza de las dos culturas regio-nales del Gran Suroeste, y ello, como he tratado dedemostrar, implica su separación conceptual.

En el mapa adjunto la cultura agrícola del Suroesteestá indicada mediante líneas diagonales. El territorio es-tá fraccionado en dos o tres partes y sólo una de ellas (lamás grande) es contigua a Mesoamérica. Esta situación esresultado de la disminución geográfica. Su mayor exten-sión anterior está indicada en el mapa con una línea que,debe recordarse, se basa en datos de distintas épocas.

Propongo dividir a los pueblo en dos subáreas: loshopi-zuñi-keres-jemez, con clanes matrilineales exóga-mos, organización de kivas múltiples, surgimiento desdeabajo de la tierra, mundos múltiples, cuatro o seis direc-ciones comenzando por el norte, cuatro y siete comonúmeros rituales; y los pueblo de lengua tanoana, conexcepción de los jemez, con clanes patrilineales no exó-gamos, dos kivas o dos grupos de kivas y un dualismogeneral en la organización política y ceremonial, surgi-miento desde abajo del agua, cinco rumbos comenzan-do por el oriente y el tres y sus múltiplos, especialmenteel 12, como números rituales. Es indudable que unainvestigación más completa aumentaría de manera con-siderable el número de diferencias específicas. A pesarde las características obvias y bien conocidas que poseenen común, estos dos grupos (que no corresponden deltodo a la acostumbrada subdivisión en pueblo “occiden-tales” y “orientales”) aparecen tan distintos uno del otrocomo cualquier par de las cuatro subáreas agrícolas de ladivisión Sonora-Gila-Yuma de Kroeber.

Junto con los navaho, los hopo-zuñi-keres-jemez ylos pueblo tanoanos forman una subcultura regional,aún a pesar de que cada uno de los dos grupos de pue-blo, especial e interesantemente los del este (tanoano),tiene un significativo número de rasgos en común conlos pima y los pápago (los ópata son muy poco conoci-dos como para presentar tales semejanzas). Los rasgoscomunes entre los pueblo tanoanos y los pima-pápago

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(clanes patrilineales no exógamos, un dualismo rojo-blanco, pistas de carrera permanentes, líderes religiososque son shamanes en vez de sacerdotes y creenciasespecíficas, como por ejemplo que el cuero cabelludode los enemigos puede ser ruidoso) parecen ser muyantiguos y algunos se encuentran entre los shoshonedel sur de California, todos éstos hablantes de lenguadel grupo tano-azteca.

De las cuatro subáreas restantes, las primeras tres(cáhita, pima-ópata y tarahumara), todas de lenguauto-azteca, forman otra subcultura regional. Los yumade lengua hokana del Colorado Inferior y del Gila sehallan distanciados cultural y lingüísticamente.

De esta manera, en la cultura agrícola del GranSuroeste habría siete subáreas agrupadas en tres sub-culturas regionales:

Conclusión

Esperamos haber demostrado que, a pesar de haberestado en contacto durante un largo periodo, las dosculturas regionales del Gran Suroeste han conservadosus identidades por separado hasta la actualidad. Unavez que han sido distinguidas conceptualmente, elestudio de las relaciones históricas entre sí y con otrasculturas regionales, al igual que su inclusión en“tipos” de cultura mundial, se vuelve significativo yútil. La mucho más antigua cultura recolectora apare-ce como una de las variantes regionales más fuerte-mente caracterizadas entre las culturas recolectorasdel mundo, y la más reciente cultura agrícola se pre-

senta como una ramificación pionera de las grandescivilizaciones del sur.

Sería útil separar a estas culturas tanto por nombrecomo en concepto. Como los nombres descriptivosque he usado en este artículo son un tanto burdos, paralos recolectores propongo el nombre “Aridoamérica” y“cultura de Aridoamérica”, mientras que para los agri-cultores pensamos en “Oasis América” y “cultura deOasis América”. Esto implica el abandono de los tér-minos Suroeste y Gran Suroeste en relación con untipo o tipos regionales de cultura, así como su uso futu-ro únicamente en el sentido geográfico.

Por supuesto que no estoy interesado en que seadopten estos dos últimos términos específicos, sino enque existen dos nombres distintos para las dos áreasculturales, que nos permitirán verlas básicamente dife-

rentes más que como subdivisiones de unaunidad mayor. Quizá sería aceptable, porejemplo, seguir usando los términos Suroestey cultura del Suroeste si se aplican exclusiva-mente a los agricultores, a la vez que se acuñaun término distinto para los recolectores yagricultores parciales. En cuanto a los dos tér-minos que propongo, soy consciente de quealgunas de las partes geográficas marginalesde mi Aridoamérica sólo son semiáridas(California central, el norte de Sinaloa y lacosta noroeste del Golfo) y algunas de las áreasmontañosas existentes en ella ni siquiera sonsemiáridas, pero ésas claramente no son las

regiones que han dado a esta área cultural su imagencaracterística. Asimismo, sería exagerado hablar de lostarahumaras como constructores del oasis, pero denuevo en este caso estamos tratando con una excepciónque no me parece cambie la propiedad general del tér-mino Oasis América.

Tras muchos titubeos iniciales me ha llegado a agra-dar el contraste entre los dos términos propuestos por-que uno, Aridoamérica, enfatiza la dependenciaesencial del hombre en la naturaleza a un nivel de reco-lección de alimentos; y el otro término, Oasis América,recalca su intervención más activa a un nivel agrícolamediante la creación de oasis agrícolas y culturales enuna región árida.

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Correspondenciacon Kroeber

1. Pueblos de lengua tanoana. (SW 1)

2. Hopi-zuñi-keres-jemez. (SW 1)

3. Navaho. (SW 2A)

4. Cáhita. (SW 3)

5. Pima-ópata. (SW 4)

6. Tarahumara. (SW 5)

7. Yumas del río. (SW 8)