GRACELING ESPAÑOL

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Graceling Kristin Cashore Transcripcion hecha por:

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  • GracelingKristin Cashore

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  • Estrella Negra, Patrigp y TMora

    En el Foro de Purple Rose

    Captulo 1

    En las mazmorras reinaba la ms absoluta oscuridad, pero Katsa se guiabapor un plano aprendido de memoria, plano que haba resultado ser correctohasta ese momento, como sola pasar con todos los que trazabaOll. A medida que avanzaba, Katsa deslizaba la mano por los fros muros,contaba puertas y pasadizos y giraba cuando deba hacerlo, hastaque al fin se detuvo delante de un vano en el que debera haber una escaleraque descenda. Se agach y tante el suelo; haba un escaln depiedra hmedo y resbaladizo por el verdn, y otro escaln a continuacin.As pues, sa era la escalera indicada por Oll. Esperaba quecuando ste y Giddon llegaran por el mismo camino que ella provistos deantorchas, se fijaran en el musgo baboso y fueran con cuidado para norodar escalera abajo ni despertar a los muertos con el estrpito.Sigilosa, baj los peldaos y gir una vez a la izquierda y dos vecesa la derecha. Oy voces al internarse en un corredor, donde la luztitilante de una antorcha colocada en la pared tea la oscuridad conbrillos anaranjados. Enfrente de la antorcha se iniciaba otro corredor,en el que, segn Oll, poda haber entre dos y diez guardias vigilandouna celda situada al final del pasadizo.Ocuparse de esos guardias era el cometido de Katsa y la causa de quese hubiera adelantado a sus compaeros.Se aproxim despacio hacia la luz y a las cercanas risas. Si se detenaa escuchar, detectara con mayor precisin a cuntos hombres tendraque enfrentarse, pero no quedaba tiempo para ello. De modo que secal ms la capucha y dobl la esquina.Casi tropez con sus primeras cuatro vctimas. Sentados en el suelounos delante de otros, los guardias se recostaban en la pared con las

    piernas estiradas. El corredor apestaba a algn tipo de licor que haban llevado a las mazmorras para pasar el rato durante la vigilia. La mujer asest punterazos a sienes y cuellos, y los cuatro hombres se desplomaron en el suelo antes incluso de que sus ojos acusaran la sorpresa.Slo quedaba otro guardia ms, que, tambin sentado, se hallaba junto a los barrotes de la celda situada al final del corredor. Se incorpor precipitadamente y desenvain la espada. Katsa se le aproxim, teniendo la certeza de que la luz que despeda la antorcha detrs de ella impeda que el hombre le viera la cara y en especial los ojos. Sopes la talla del guardia, la manera de moverse y la firmeza del brazo que sostena la espada que la apuntaba.

  • Alto ah. Est bien claro lo que eres. La voz sonaba impasible;era valiente, ese hombre. Seg el aire con la espada en un gesto de advertencia.No me das miedo.Arremeti contra Katsa, que se agach y esquiv la estocada; actoseguido, gir sobre s misma y le propin un golpe en la sien. El guardia se desplom en el suelo.La joven le salt por encima y ech a correr hacia la celda paraescudriar el oscuro interior a travs de las rejas. Distingui una figura acurrucada contra el muro del fondo, una persona demasiado cansada o aterida para que le importara la lucha que acababa de tener lugar; metida la cabeza entre las piernas, se cea las piernas con los brazos; tiritaba Lo notaba por el modo de respirar. Katsa se hizo a un lado, y la luz dio de pleno sobre el prisionero, de cabello blanco y muy corto; un destello de oro le brill en la oreja. El plano de Oll haba cumplido con su finalidad a la perfeccin, porque ese hombre era un lenita. El hombre que buscaban.Tir del cerrojo de la celda. Estaba echado. Bien, eso no le sorprendi, aunque tampoco la incumba. Lanz un silbido flojito, como el de un bho, tumb de espaldas al valeroso guardia y le ech en la boca una de las pldoras que guardaba. A continuacin volvi sobre sus pasos por el corredor, y, dndoles la vuelta a los otros cuatro infortunados centinelas, los tumb de espaldas en hilera para echarles tambin una pldora en la boca. Se estaba preguntando si Oll y Giddon se habran perdido en las mazmorras cuando ambos doblaron el recodo del corredor, y pasaron por su lado con presteza. Un cuarto de hora, nada ms indic la joven.Un cuarto de hora, mi seora. La voz de Oll son cavernosa. Vaya con cuidado.Las antorchas de los dos hombres iluminaron los muros mientras se encaminaban hacia la celda. El lenita gimi y se ci las piernas con ms fuerza. Katsa atisb las ropas desgarradas y sucias del prisionero, y oy el tintineo del juego de ganzas al entrechocar entre s. Le habra gustado quedarse para ver cmo abran la puerta, pero tena cosas que hacer en otra parte, as que se guard la cajita de pldoras en la manga y ech a correr.Los guardias apostados en las celdas daban parte al oficial de guardia de las mazmorras, que pasaba la informacin a la guardia de retn. sta, a su vez, la transmita al oficial de guardia del castillo, a quien tambin informaban tanto la guardia nocturna, como la guardia real, la de las murallas y la de los jardines. En el momento en que uno de los oficiales notara la ausencia del otro, se dara la voz de alarma, y todo saldra mal si para entonces Katsa y sus hombres no se haban alejado lo suficiente. Los perseguiran y habra derramamiento de sangre; le veran los ojos y la reconoceran. As que tena que librarse de todos los guardias, del primero al ltimo. Oll calcul que seran unos veinte, pero el prncipe Raffin le prepar treinta pldoras, por si acaso. La mayora de los guardias no le causaron dificultades. Cuando consegua acercarse sigilosamente a ellos o si estaban reunidos en grupos pequeos, ni siquiera se percataban del ataque. Sin embargo, enfrentarse a la guardia del castillo fue un poco ms complicado porque haba cinco hombres de servicio defendiendo la estancia. Girando sobre s misma, la joven se col entre ellos asestando patadas, rodillazos y golpes; por su parte, el oficial se levant de un salto del escritorio, cruz la puerta como una exhalacin y se sum a la refriega.S distinguir a un graceling cuando lo tengo delante. Arremeti con la espada, y

  • la joven se dio la vuelta para esquivar la agresin-. Deja que te vea el color de los ojos, chico. Te los arrancar, no creas que no lo har.A Katsa le caus cierto placer golpearle en la cabeza con la empuadura del cuchillo. Despus lo agarr por el pelo, lo tir de espaldas y le ech una pldora en la boca. Cuando despertaran con dolor de cabeza y avergonzados, todos diran que el culpable haba sido un chico graceling, dotado para la lucha, que actuaba solo; daran por hecho que se trataba de un varn porque eso era lo que pareca gracias a los sencillos pantalones y a la capucha que usaba, y porque a nadie se le pasaba por la cabeza que una mujer perpetrara un asalto semejante. Y en cuanto a Oll y a Giddon, ya se haba preocupado de que nadie los viera.No sospecharan de ella, no. La graceling lady Katsa sera lo que fuera, pero no era una criminal que, disfrazada, anduviera al acecho por tenebrosos patios en plena noche. Adems, se supona que estaba de camino hacia el este. Su to Randa, rey de Terramedia, haba ido a despedirla esa maana ante toda la ciudad; la escoltaban el capitn Oll y Giddon, seor feudal al servicio de Randa en la corte. Tuvieron que cabalgar sin descanso un da entero en otra direccin, hacia el sur, para llegar a la corte del rey Murgon.Katsa cruz el jardn a la carrera pasando de largo parterres, fuentes y estatuas de mrmol del palacio de Murgon. A decir verdad era un jardn muy grato para pertenecer a un rey tan desagradable; ola a hierba, a tierra frtil, al dulce aroma de flores cargadas de roco.Dejando tras de s un largo rastro de guardias narcotizados, corri atravs del manzanal. Guardias drogados, que no muertos; una diferencia importante. Oll y Giddon, as como la mayor parte de los restantes miembros del Consejo secreto, queran que los matara, pero en la reunin celebrada para planear esa misin, la joven argument que quitndoles la vida no ahorraran tiempo. Y si despiertan? inquiri Giddon.Pones en duda la efectividad de mi frmaco se ofendi el prncipeRaffin. No despertarn.Sera ms rpido matarlos reiter Giddon, de ojos castaos, mirndolo con insistencia. En la oscura habitacin quienes eran de su mismo parecer asintieron.Puedo hacerlo en el tiempo asignado asegur Katsa, y cuando Giddon intent protestar, la joven alz la mano. Basta. No los matar. Si los queris muertos, encargadle la misin a otro.Piense que as nos divertiremos ms, lord Giddon asegur sonriendoOll, y palme la espalda del joven noble. Un robo perfecto enel que se burla a toda la guardia y nadie sale herido. Pasaremos un rato muy entretenido.La habitacin retumb con las carcajadas, pero Katsa ni siquieraesboz una sonrisa. No matara a nadie si estaba en su mano evitarlo.Una muerte era algo irremediable, y ya haba matado demasiadas veces, casi siempre en beneficio de su to. El rey Randa la consideraba muy til. Porque, para qu mandar un ejrcito contra los malhechores que provocaban incidentes en la frontera, si poda enviarla a ella como nica representante? Resultaba mucho ms econmico. La joven tambin asesin por orden del Consejo cuando no tuvo ms remedio, pero esta vez era posible eludirlo.

    Al otro extremo del manzanal se top con un guardia viejo, quiz tanto como el lenita. Apoyndose en la espada, encorvado y de espaldas a ella, el hombre se hallaba en una arboleda de plantones de un ao. Katsa se le acerc con

  • sigilo y se detuvo. Pero advirti que las manosque descansaban en la empuadura del arma temblaban un poco.No tena buena opinin de un rey que no facilitaba una jubilacindesahogada a sus guardias cuando eran ya demasiado viejos para sostener una espada con firmeza.Pero si no lo reduca, el individuo encontrara a los soldados queella ya haba derrotado y dara la alarma. Lo golpe con contundencia una vez, en la parte posterior de la cabeza, y el hombre se desplom resollando. Lo sostuvo y lo deposit en el suelo con mucho cuidado,tras lo cual le puso una pldora en la boca y tante con rapidez elchichn que ya empezaba a formrsele. Confiaba en que el viejo tuviera la cabeza dura.La muchacha ya haba matado en una ocasin de forma accidental, y siempre tena presente ese recuerdo. Fue as como la naturaleza de su gracia se dio a conocer. De ese acontecimiento haca ms o menos una dcada; por aquel entonces era una chiquilla de apenas ocho aos. Sucedi que en la corte recibieron la visita de un pariente, un primo lejano.Pero a ella no le cay bien ni le gust el perfume penetrante queusaba, ni las miradas lascivas que echaba a las criadas que lo atendan mientras le arreglaban la habitacin, ni la forma lujuriosa de tocarlas cuando crea que nadie lo vea. Y cuando empez a prestarle atencin a ella, Katsa recel.

    Qu criatura tan preciosa dijo el noble. Suelen ser tan pocoatractivos los ojos de un graceling Pero en tu caso, nia, realzan tu hermosura. Veamos, cul es tu gracia, encanto? La narrativa? El mentalismo?Ah, ya s, ya s: la danza!Katsa no saba qu gracia posea, pues algunas de ellas tardaban ms que otras en manifestarse. Y aunque lo hubiera sabido, no le apeteca hablar de ese tema con su primo, a quien mir ceuda y se alej de l.Pero entonces el hombre le acarici una pierna, y la mano de la chiquilla se dispar y lo golpe en la cara. Fue un gesto tan veloz y tan potente que le hundi los huesos de la nariz en el cerebro.Las damas de la corte chillaron y una de ellas se desmay. Cuando lo levantaron del charco de sangre que se form en el suelo y se descubri que haba muerto, el silencio se adue del saln y todos se apartaronde la nia. Miradas atemorizadas, ya no slo de las damas, sino tambin de los soldados y de los nobles vasallos armados, se centraron en ella.Era estupendo disfrutar con las comidas del cocinero del rey que tena el don de cocinar, o enviar a los caballos al albitar de las cuadras reales, tocado asimismo por la gracia, pero una chica dotada para matar...?Era un peligro.Otro monarca que no fuera Randa la habra desterrado o asesinado,aunque se tratara de la hija de su hermana, pero l era listo y se diocuenta de que, con el tiempo, su sobrina le servira para sus propsitos.De modo que la castig a permanecer en sus aposentos y no permitique los abandonara durante semanas, pero eso fue todo. Cuando sali, la gente se separaba de ella a toda prisa; nunca les haba cado bien, ya que a nadie le gustaban los graceling, pero al menos toleraban su presencia.No obstante, ni siquiera fingan una actitud cordial, y cuandohaba invitados, les susurraban:

  • Cuidado con la que tiene un iris azul y otro verde, porque mat asu primo de un golpe slo porque le dijo que posea unos ojos hermosos.Incluso Randa mantena las distancias con ella. Un perro asesino lesera de utilidad a un rey, pero no lo querra durmiendo a sus pies. Elprncipe Raffin era el nico que buscaba su compaa.Mi intencin no fue matarlo.Explcame qu ocurri.

    Katsa evoc aquellos instantes:Tuve la sensacin de que corra peligro, as que lo golpe.Hay que saber controlar una gracia, Katsa; sobre todo si consisteen la habilidad de matar. Tienes que conseguirlo, o mi padre no permitir que sigamos vindonos.No s cmo hacerlo La mera idea de no ver ms a su primo la asustaba.Raffin se qued pensativo y aadi:Podras pedirle a Oll que te ayude. Los espas del rey saben cmohacer dao sin matar; as es como consiguen informacin.Raffin tena entonces once aos, tres ms que Katsa; y como, segn los esquemas infantiles de la chiquilla, lo consideraba muy inteligente, sigui su consejo y fue a hablar con Oll, el canoso capitn del reyRanda y jefe de espas. El capitn no tena nada de necio, y aunque tema a la silenciosa chiquilla de un ojo verde y otro azul, tambin era muy imaginativo. As que se hizo una pregunta que a nadie ms se le ocurri plantearse: La muerte del primo de Katsa le impact tanto a la nia como a los dems? Cuanto ms pensaba en ello, ms curiosidad senta por el potencial de la chiquilla.As pues, empez el entrenamiento estableciendo unas reglas: nopracticara con l ni con ninguno de los hombres del rey. Por lo tanto, los ejercicios los realiz con bausanes rellenos de grano, que ella misma preparaba con sacos cosidos entre s, y con los prisioneros que Oll le proporcionaba, hombres condenados a muerte.La chiquilla se ejercit a diario y aprendi a controlar su rapidezy su fuerza fulminantes, a calcular el ngulo y la posicin, as comola intensidad de un golpe mortal para distinguirlo de aquel otro con el que slo causara una lesin; aprendi tambin a desarmar a un hombre, a romperle una pierna, o a retorcerle un brazo de tal manera que cesara de forcejear y le suplicara que lo soltara, y se adiestr en la luchacon espada, cuchillos y dagas. Se concentraba tanto en lo que haca, y era tan veloz y creativa que incluso teniendo los brazos sujetos a los costados, lograba dejar inconsciente a un hombre. Tal era su don.Con el tiempo mejor el control y practic con soldados de Randa ocho o diez a la vez, equipados con armadura completa. Sus ejercicios resultaban espectaculares: por una parte, hombres hechos y derechos que gruan y luchaban con torpeza metiendo mucho ruido; por otra parte una chiquilla desarmada que se colaba entre ellos, girando como una peonza, y los derribaba con el movimiento de una rodilla o de una mano sin que la vieran llegar hasta que ya estaban en el suelo. A veces acudanmiembros de la corte para presenciar los entrenamientos, pero sila nia los miraba a la cara, bajaban la vista y se alejaban a buen paso.Al rey Randa no le import renunciar al servicio de Oll durante eltiempo que dedicaba a esos entrenamientos; lo consideraba necesario porque Katsa

  • no le sera til hasta que controlara su habilidad.Pero ahora, en el jardn del palacio del rey Murgon, nadie habrapuesto reparos al control que la joven ejerca sobre su gracia. Rpida y silenciosa, camin por la hierba hasta el borde del camino de grava.Para entonces, Oll y Giddon deban de estar a punto de llegar al muro del jardn, donde dos criados del rey, partidarios del Consejo, cuidaban de sus caballos. Tambin ella se hallaba ya muy cerca; divis al frente el oscuro lmite del muro, negro contra el negro cielo.Divagaba, pero no estaba en las nubes; por el contrario, se le haban aguzado los sentidos: perciba la cada de cada hoja en el jardn, el susurro de cada rama Y por ello se sorprendi sobremanera cuando un hombre sali de la oscuridad y la asi por detrs; le rode el torso con el brazo y le puso un cuchillo en la garganta. El hombre dijo algo, pero, en un visto y no visto, la joven le dej el brazo insensible, lo desarm y le tir el cuchillo al suelo. Acto seguido, lo volte hacia delante y lo hizo volar por encima de sus hombros. El asaltante cay de pie.Katsa discurri a gran velocidad: aquel individuo estaba dotado conun don, era un luchador, de eso no caba duda; y a menos que careciera de tacto en la mano con la que la haba sujetado por el pecho, sabra que ella era una mujer.El intruso se dio la vuelta para hacerle frente, y ambos se observaron con cautela, alertas, aunque tanto el uno como el otro no eran ms que una mera silueta.He odo hablar de una dama poseedora de esta gracia en particular dijo al fin el hombre.El timbre de voz era grave, profundo, con un ligero dejo al pronunciar las palabras; era un acento que Katsa no supo identificar. Tena que descubrir quin era para saber cul deba ser su actitud.No se me ocurre qu puede estar haciendo esa dama tan lejos de su casa, cruzando el jardn del castillo del rey Murgon a media noche aadi l mientras se desplazaba un poco para situarse entre la joven y el muro. Era ms alto que ella y se mova con la agilidad de un gato, engaosamente relajado, presto para saltar. A la luz de una antorcha del cercano camino, le relucieron por un instante los aretes de oro de las orejas; adems, no llevaba barba, como los lenitas.Katsa se balance con suavidad, presta para actuar, como l. Sinembargo, no deba demorarse en decidir. El hombre la haba reconocido, pero si l era un lenita, la joven no quera matarlo. No tiene nada que decir, seora? No creer que voy a dejarla pasar sin que me d una explicacin, verdad?En la voz se adverta un dejo juguetn, y Katsa lo mir en silencio.El hombre extendi los brazos con donaire, y la joven atisb el brillode oro en los dedos. Fue suficiente: aretes en las orejas, anillos, elacento No necesitaba ms pistas.

    Usted es lenita afirm.Buena vista repuso l.No tan buena para distinguirle el color de los ojos.Pues yo creo que s de qu color son los suyos ri el hombre.El sentido comn aconsejaba matarlo. Y usted habla de estar lejos de casa? ironiz Katsa. Qu hace un lenita en la corte del rey Murgon?Le dir mis razones si me explica las suyas.

  • No pienso explicarle nada. Y debe dejarme pasar. De veras?En caso contrario, lo obligar. Se cree capaz de conseguirlo, seora?La joven amag a la derecha y l la esquiv sin esfuerzo. Hizo unsegundo amago, ste ms rpido. Por segunda vez, la eludi con facilidad.Era muy bueno. Pero ella era Katsa.No, no lo creo, lo s le respondi. Ah, vaya! Su tono era divertido. Pero tardara horas.Por qu jugaba con ella? Por qu no haba dado la alarma? A lomejor l tambin era un criminal... Un graceling criminal. En tal caso,esa particularidad lo converta en aliado o en enemigo? Vera un lenita con buenos ojos el rescate del prisionero? Supona que s, a menos que fuera un traidor, o a no ser que este lenita ni siquiera supiera qu haba en las mazmorras de Murgon. El rey haba guardado muy bien el secreto.El Consejo le recomendara que lo matara, porque los pondra en peligro si dejaba con vida a un hombre que conoca su identidad. Pero es que no se trataba del caracterstico secuaz, ni se pareca en nada a los matones con los que se haba topado en otras ocasiones; no daba la impresin de ser brutal ni estpido ni amenazador. No era lgico matar a un lenita al mismo tiempo que rescataba a otro paisano.Era una necia, y seguramente acabara lamentndolo, pero no tenaintencin de hacerlo.Me fo de usted dijo el hombre de improviso. Se apart del camino y le indic con un ademn que continuara su camino. A Katsa le pareci una reaccin muy extraa e impulsiva, pero observ que haba bajado la guardia, y ella no desaprovechaba una buena oportunidad. En un santiamn alz la pierna y lo golpe con el pie en la frente. El hombre abri muchos los ojos, sorprendido, y se desplom.A lo mejor no tendra que haber hecho esto. Lo tendi cuan largoera en el suelo; el cuerpo desmadejado pesaba mucho. Pero no s qu pensar de l y ya me arriesgo bastante al dejarlo con vida.Sac las pldoras de la manga y le meti una en la boca. Entonces legir la cara hacia la luz de la antorcha. Era ms joven de lo que haba supuesto, poco mayor que ella diecinueve o veinte aos, como mucho; un hilillo de sangre le resbalaba por la frente hasta ms abajo de la oreja, y como llevaba abierto el cuello de la camisa, la luz le dio de lleno sobre la clavcula.Qu tipo tan extrao... Quiz Raffin supiera quin era.Se esforz en salir de sus reflexiones y ech a correr. Estaranesperndola.Cabalgaron sin descanso. Haban atado al anciano al caballo, porque se encontraba demasiado dbil para sostenerse erguido, y slo se detuvieron una vez para envolverlo con ms mantas. Katsa estaba impaciente por reanudar la marcha. Es que no sabe que estamos a mitad de verano?Aun as, est helado, mi seora replic Oll. No cesa de temblar y parece enfermo. El rescate no servira de nada si se nos muere.Debatieron si hacer un alto y encender lumbre, pero no haba tiempo para eso. Deban llegar a Burgo de Randa antes de rayar el alba, o los descubriran.Quiz tendra que haberlo matado pens Katsa mientras atravesabantenebrosos bosques a galope tendido. Quiz no deb dejarlo con vida.

  • Sabe quien soy.Pero aquel personaje no se haba mostrado receloso ni amenazador,sino ms bien curioso... Y, adems, haba confiado en ella.Claro que ignoraba el rastro de guardias desmayados que la muchacha haba ido dejando a su paso. Y no volvera a fiarse de ella cuando se despertara con un buen verdugn en la cabeza.Si le contaba al rey Murgon el encuentro que haba tenido, y si Murgon se lo deca al rey Randa, las cosas podan ponerse muy difciles para lady Katsa. Porque Randa no saba nada acerca del prisionero lenita, y ni siquiera imaginaba que su sobrina llevaba a cabo trabajos extra como rescatadora.La joven se senta frustrada. Pensar esas cosas no serva de nada;adems, lo hecho, hecho estaba. Deban llevar al anciano a un sitio seguro y clido, con Raffin. De modo que se inclin ms sobre la silla y espole al caballo hacia el norte.

    Captulo 2

    El territorio abarcaba siete reinos. Siete reinos y siete reyes con reacciones imprevisibles. Pero por qu, en monbre del buen juicio y la sensatez, querra alguien secuestrar al prncipe Tealiff, padre del rey lenita? Era un anciano. No tena ambiciones; ni siquiera su estado de salud era bueno. Se deca que pasaba la mayor parte del da sentado delante de la lumbre o al sol contemplando el mar o jugando con sus bisnietos, sin molestar a nadie.Los lenitas carecan de enemigos. Enviaban su oro por barco a quienquiera que poseyera de mercancas para venderlas a cambio; producan la fruta que coman y favorecan la reproducin y crianza de animales de caza. Rodeados por un ocano que los mantena apartados de los otros seis reinos, no saban de su isla. Eran diferentes: de cabello de un caracterstico color oscuro y costumbres propias muy singulares, les gustaba el aislamiento en que vivan. El rey Ror de Lenidia era el monarca menos problemtico de los siete reyes; no firmaba tratados con los dems pero tampoco declaraba guerras, y gobernaba a su pueblo con justicia.El hecho de que la red de espas del Consejo hubiera seguido el rastro del padre del rey Ror hasta las mazmorras del rey Murgon, en Meridia, no aclaraba nada. Murgon evitaba tener desavenencias con los otros reinos, pero muy a menudo era cmplice de un conflicto, el ejecutor del delito de otro individuo, siempre y cuando la recompensa mereciera la pena. No caba duda de que alguien le haba pagado por retener al anciano lenita. La incgnita era de quin se trataba.El to de Katsa, Randa rey de Terramedia, no estaba involucrado en es conflicto en particular. El Consejo lo saba con seguridad porque Oll era el jefe de espas de Randa, as como su confidente, y gracias a l, se enteraban de todo cuanto haca referencia a Randa.A decir verdad, por lo general, el monarca de Terramedia procuraba no inmiscuirse en asuntos de otros reinos, puesto que su territorio se encontraba entre Elestia y Oestia en el eje norte-sur; una posicin muy delicada para pactar alianzas.La mayora de los problemas los originaban los reyes de Oestia, Nordicia y Elestia. Estaban cortados por el mismo patrn: exaltados, ambiciosos, envidiosos... Todos ellos desconsiderados, volubles y desalmados. El rey Birn de Oestia y el rey Drowden de Nordicia eran capaces de forjar una alianza y castigar con dureza el

  • ejrcito de Elestia en las fronteras septentrionales, pero era imposible que los dos reyes actuaran en colaboracin mucho tiempo. Un buen da uno de ellos ofendera al otro y volveran a enemistarse, y entonces Elestia se unira con Nordicia para machacar a Oestia.Pero, adems, los monarcas no se comportaban mejor con sus propios sbditos que entre ellos. Por ejemplo, Katsa se acordaba de los granjeros de Elestia que Oll y ella sacaron a escondidas de la prisin improvisada en un establo, haca unas semanas. Eran elestinos que no haban pagado el diezmo a su rey, Thigpen, por que el ejrcito del monarca les pisote sus campos de camino a un pueblo norgando para realizar una incursin en l. Tendra que haber sido el mismo Thigpen el que lo indemnizara; hasta Randa habra accedido a hacerlo de haber sido su ejrcito el que hubiera ocasionado los destrozos. En cambio, Thigpen iba a ahorcar a los granjeros por incumplimiento del pago del diezmo. Birn Drowden y Thigpen tenan muy ocupado el Consejo, s.Sin embargo, las cosas no haban sido siempre as. Antao, Oestia, Nordicia, Elestia, Meridia y Terramedia- los cinco reinos que formaban el ncleo central del pas- coexistieron de forma pacfica. Siglos atrs, todos ellos pertenecan a una misma familia pacfica y estaban gobernados por tres hermanos y dos hermanas que supieron superar las envidias sin tener que recurrir a la guerra. No obstante, todo vestigio de aquel vnculo familiar haca ya mucho tiempo que desapareci, y las gentes de cada reino quedaron a merced del capricho de los que nacan destinados a ser soberanos; era un puro azar, un juego a cara o cruz, y la generacin actual no llevaba las de ganar.El sptimo reino era Monmar; las montaas los aislaban de los otros seis reinos del mismo modo que el ocano aislaba a Lenidia. Leck y Ror sentan aversin por las disputas de los otros reinos, pero esa circunstancia no era suficiente para forjar una alianza. La distancia existente entre estos dos reinos era demasiado grande; ambos eran muy independientes y lo que hicieran otras monarquas no les interesaba.Casi no se saba nada sobre la corte de Monmar. El rey Leck le caa bien a su pueblo y tena fama de ser bondadoso con los nios, los animales y los seres indefensos. Por su parte, la reina monmarda era una mujer dulce, y se deca que no coma desde el da en que se enter de la desaparicin de Tealiff ya que, por supuesto, el padre del rey de Lenidia tambin era su padre.El secuestro del anicano prncipe lenita tena que ser obra de Onestia, Nordia o Elestia. A Katsa no se le ocurra otra opcin, a menos que el propio rey de Lenidia estuviera involucrado. Esa idea podra parecer ridcula de no ser por la presencia del lenita que la joven encontr en el jardn del castillo de Murgon. Ese hombre llevaba joyas caras, as que deba ser un noble. Adems, cualquier husped del castillo de Murgon era un sospechoso en potencia.Sin embargo, Katsa no tena la sensacin de que estuviera comprometido en aquel asunto; no habra sabido explicarlo, pero sa era su impresin.Pese a todo, Por qu haban raptado a Tealiff? Qu circunstancia lo converta en alguien importante?

    Llegaron al Burgo de Randa antes de que saliera el sol, aunque por muy poco, y aflojaron los pasos cuando los cascos de los caballos resonaron en el empedrado de la ciudad. Como ya haba gente despierta, no era prudente ir a galope por las angostas callejuelas si queran evitar llamar la atencin.Los caballos dejaron atrs casas y chozas de madera, ferreras de piedra y tiendas con los postigos cerrados; los edificios estaban bien cuidados y muchos haban sido

  • pintados recientemente. En Burgo de Randa no haba miseria; su rey no lo consenta.Katsa desmont cuando las calles se hicieron empinadas, entreg las riendas a Giddon y tom las del caballo de Tealiff. Guiando con las riendas al caballo de la joven, Giddon y Oll doblaron una calle que conduca por el este hacia el bosque. As lo haban acordado, pues era menos probable que la gente se fijara en un anciano a caballo, acompaado de un chico caminando a su lado en direccin al castillo, que si iban los cuatro jinetes montados. Oll yGiddon saldran de la ciudad y esperaran en la arboleda. Katsa entregara a Tealiff al prncipe Raffin por una entrada que haba en la parte alta, en un sector de la muralla del castillo cado en desuso, una entrada cuya existencia Oll procuraba por todos los medios que no llegara a conocimiento de Randa.Katsa ajust un poco ms las mantas que cubran la cabeza del anciano porque, aunque todava estaba bastante oscuro, le vea los aros de las orejas, as que cualquier otra persona los vera tambin. El hombre iba recostado sobre el caballo, acurrucado, y Katsa no saba si estaba dormido o inconsciente. En este ltimo caso, no tena la menor idea de cmo iban a recorrer el ltimo tramo del viaje, ya que deban subir por una escalera de la muralla del castillo en mal estado, y el caballo no poda ir por all. La joven le toc la mejilla; el anciano se rebull y se ech a temblar otra vez.-Tiene que despertarse, alteza -susurr-. No puedo subirlo al castillo por la escalera.El anciano abra los ojos, y la luz plomiza se le reflej en ellos.-Dnde estoy? - pregunt; la voz le temblaba al tiritar de fro.-Hemos llegado a Burgo de Randa, en Terramedia. Casi estamos a salvo.-No tena a Randa por el tipo de persona que lleva a cabo misiones de rescate.-Y no lo es.- Katsa no esperaba que el anciano estuviera tan lcido.- Bien, pues estoy despierto - resopl Tealiff-, as que no tendrs que llevarme en brazos... lady Katsa, verdad?-S, alteza.-He odo comentar que tienes un ojo verde, como las praderas de Terramedia. y el otro, azul, como el cielo.-S, alteza - contest ella con una sonrisa.-eso te lo facilita?La joven escudri al anciano que se mantena encorvado en la silla, y le replic:- No lo entiendo.- Tener los ojos bonitos, quiero decir. El echo de saber que posees unos ojos muy hermosos, te aligera la responsabilidad que supone tu gracia?Katsa rompi a rer.- No, alteza. Vivira tan feliz sin lo uno ni lo otro.- Supongo que debo estarte agradecido - dijo el anciano y guard silencio.A la joven le habra gustado preguntarle si lo deca por haberlo rescatado. No obstante, el prncipe estaba enfermo y cansado, y pareca que se haba dormido otra vez. No quera darle la lata; le caa bien el anciano lenita. No haba muchas personas que quisieran hablar de la gracia.Siguieron subiendo y pasaron ante portales y tejados envueltos en sombras. Katsa empezaba a acusar la noche pasada en vela y an tendra que transcurrir horas antes de que tuvieran oportunidad de descansar. Repas mentalmente lo que haba dicho el anciano; hablaba con el mismo acento que el otro hombre, el lenita que vio en el jardn.

  • Al fin acab cargando con l, porque cuando lleg el momento, fue incapaz de despertarlo. Entreg las riendas del caballo a una chiquilla - hija de un simpatizante del Consejo - que estaba en cuclillas junto a la muralla. Katsa se echo al hombro el anciano, boca abajo; tambalendose, subi peldao a peldao la escalera rota y llena de escombros. El ltimo tramo era casi vertical y slo la amenaza del cielo que acareaba la espole a continuar ascendiendo; nunca habra imaginado que un hombre, que pareca hecho de partculas de polvo, pudiera pesar tanto.Ni siquiera le quedaba resuello para emitir la seal acordada con Raffin - un silbido flojito -, pero no import porque l la haba odo llegar.- Es muy probable que toda la ciudad se haya enterado de tu llegada - susurr su primo-. En serio, Kat, no te crea capaz de armar tanto jaleo. - La aliger del peso del anciano, y se lo carg en el en junto hombro. La joven se apoy contra la pared para recobrar el aliento.- Mi gracia no me proporciona la fuerza de un gigante -replic ella-. Los que no estas tocados por la gracia no lo entendis; pensis que como tenemos un don, los poseemos todos.- He probado tus pasteles y me acuerdo de los bordados que hacas. No pongo en duda que hay muchos dones que te han pasado por alto.- Se ech a rer a la luz gris del amanecer, y ella le respondi con una sonrisa-. Sucedi todo como estaba planeado?Katsa pens en el lenita del jardn, contest:- S, en su mayor parte.- Ya te puedes marchar, pero ve con cuidado - le aconsej Raffin-. Yo me ocupar de este hombre.Se dio media vuelta y entr sigilosamente con su carga en el castillo. La joven baj la escalera desmoronada a toda prisa y, con cautela, tom un camino que llevaba al este; se cal bien la capucha para taparse la cara y ech a correr hacia el rosceo horizonte.

    Captulo 3

    Katsa corro sin detenerse y dej atrs casa, talleres, tiendas y posadas, e incluso un lechero que iba medio dormido en la carreta, de la que tiraba el caballo entre suaves resoplidos.Se senta ligera sin la carga; adems, la calzada discurra ahora cuesta abajo. Enfil en silencio y lo ms deprisa que pudo hacia los campos de levante y no dej de correr. Por el camino vio a una mujer, que cruzaba el corral de una granja, cargada con cubos colgados por las asas de una vara que sostena en equilibrio sobre los hombros.Afloj el paso cuando se aproxim a la arboleda; all deba caminar con mayor precaucin para no romper ramitas ni dejar huellas de botas que dejaran un rastro directo hasta el punto de encuentro. De hecho, ya se notaba un poco el camino porque Oll, Giddon y los dems miembros del Consejo no eran tan cuidadosos como ella y, por supuesto, era imposible que los caballos no marcaran un camino por donde pasaban. Dentro de poco necesitaran buscar otro lugar de reunin.Ya era de da cuando lleg por fin a la zona de espesos matorrales que usaban de

  • escondrijo. Los caballos pacan; Giddon se haba tumbado en el suelo y Oll estaba recostado en un montn de alforjas. Los dos hombres dorman.Katsa reprimi el enfado y se acerc a los caballos. Los acarici y les examin los cascos, uno por uno, para comprobar si tenan grietas o gravilla incrustada. Los animales se haban portado bien y, adems, eran ms listos que sus jinetes; ellos no se haban quedado dormidos en el bosque, tan cerca de la ciudad y a tanta distancia del lugar donde Randa daba por hecho que se encontraban. La montura de la joven relinch, y Oll rebull a su espalda.-Qu habra ocurrido si alguien os hubiera sorprendido dormidos en el lindero del bosque cuando deberais a mitad de camino de la frontera oriental? -los increp-. Qu explicacin habrais dado, eh?-No tena intencin de dormirme, mi seora -contest Oll.-Eso no cambia nada.-Todos no tenemos su resistencia, mi seora, en especial los que ya peinamos canas. Oh, venga, no ha pasado nada malo.- Sacudi a Giddon, que, por toda respuesta, se tap los ojos con las manos-. Despierte, mi seor. Ser mejor que nos pongamos en marcha.Katsa no dijo nada ms. Coloc sus alforjas en su caballo y esper junto a los animales. Oll recogi las otras alforjas y las asegur en sus monturas.-El prncipe Tealiff est a salvo, mi seora?-Lo est.Dando traspis y rascndose la cabeza, Giddon se les acerc.Desenvolvi una hogaza de pan y se la ofreci a Katsa, pero est la rechaz.-Comer ms tarde -coment.Giddon parti un trozo de pan y le tendi el reto a Oll.-Ests molesta por no habernos encontrado haciendo ejercicio fsico cuando llegaste Katsa? Tendramos que haber estado practicando gimnasia en las copas de los rboles?-Os podran haber capturado, Giddon. Y si os hubieran visto, dnde estarais ahora?-Ya se te abr ocurrido algo -respondi l-. Nos habras salvado, como salvas a los dems. -Y una sonrisa le ilumin el apuesto rostro que detonaba seguridad en s mismo, pero no le sirvi para aplacar a Katsa. Giddon era an ms joven que Raffin, de constitucin fuerte y buen jinete, as que no tena excusa por haberse quedado dormido.-Vamos, mi seor-intervino Oll-. Nos comeremos el pan en la silla o, en caso contrario, la dama se marchar sin nosotros.La joven saba que le tomaban el pelo, ya quela consideraban demasiado exigente, pero tambin estaba convencida de que ella no se habra dejado vencer por el sueo, porque era peligroso quedarse dormida.Claro que ellos tampoco habran dejado convida al graceling lenita... Si se enteraran, se pondran furiosos, y no podra darles una explicacin racional.Avanzaron en zigzag hacia un sendero del bosque que avanzaba en paralelo a la calzada, y se dirigieron al este. Se calaron bien las capuchas para taparse el rostro y pusieron los caballos al galope. Al cabo de unos minutos de cabalgar envuelta en la trpala de los cascos, la irritacin de Katsa se desvaneci. Cuando entraba en accin, la preocupacin nunca le duraba mucho.

    Los bosques del sur de Terramedia dieron paso a las colinas; al principio eran bajas,

  • pero iran aumentando de tamao conforme se aproximaran a Elestia. Hicieron slo una parada a medioda para cambiarlas monuras en una fonda apartada que prestaba servicio al Consejo.Con los caballos de refresco avanzaron a muy buen paso, y al caer la noche, ya se hallaban cerca de la frontera de Elestia. Si partan temprano, llegaran a medioda al predio elestino al que se dirigan, haran el trabajo encargado por Randa y despus regresaran. Podran viajar a un paso moderado y an as llegaran a Burgo de Randa al da siguiente, antes de que se hiciera de noche, que era cuando esperaban su regreso. Entonces Katsa sabra s el prncipe Raffin haba averiguado algo gracias al anciano lenita.Acamparon al abrigo de una pea enorme que afloraba en la base de unas colinas orientales, y pese a que la noche era fra, optaron por no encender la lumbre. las colinas a lo largo de la frontera de elestina eran terreno abonado para fechoras, y aunque dos buenos espadachines y alguien como Katsa no estaban faltos de proteccin, no tena por qu buscarse problemas. Tras cenar pan, queso y agua, se enfundaron en los petates.-Esta noche voy a dormir bien -asegur Giddon entre bostezos-. Es una suerte que esa fonda ofreciera sus servicios al Consejo, porque si no habramos reventado a los caballos.-Es sorprendente la cantidad de simpatizantes que est encontrando nuestra organizacin -coment Oll.Apoyndose en un codo, Giddon se incorpor.-Te lo esperabas, Katsa? Creas que tu Consejo se propagara tanto?Qu esperaban realidad cuando puso en marcha el Consejo? Se imagin que slo lo integrara ella misma, debiendo recorrer pasadizos y doblar recodos a hurtadillas, una fuerza invisible actuando contra la desconsideracin delos reyes.-Ni siquiera se me ocurri pensar que alguien le interesara formar parte de l.-Y, en cambio, ahora tenemos colaboradores en casi todos los reinos -aadi Giddon-. La gente est abriendo sus puertas. Sabas que uno de los seores fronterizos de Nordicia acogi a un pueblo entero en el recinto fortificado de su castillo cuando, por medio del Consejo, se enter de la inminente incursin de un destacamento oestense? El pueblo fue destruido, pero sus habitantes sobrevivieron. -Se tumb de costado y volvi a bostezar-. Es alentador saber que sirve para algo.

    Katsa yaca boca arriba mientras oa la respiracin acompasada de los hombres. Los caballos tambin dorman, pero ella, no. Pese a los das de cabalgar sin descanso con una noche en blanco entre medio, estaba despierta. Se dedic a observar las nubes que, al desplazarse por el cielo, ocultaban las estrellas, para poco despus dejarlas de nuevo a la vista; mientras tanto la crecida hierba de la colina susurraba, mecida por la brisa nocturna.La primera vez que hizo dao a alguien por encargo de Randa fue en un pueblo fronterizo, situado a corta distancia de donde estaban acampados ahora. En esa ocasin se descubri que un seor feudal, vasallado de Randa, era un espa a sueldo del rey Thigpen de Elestia. Imputado con el cargo de traicin y condenado a muerte, el noble huy hacia la frontera elestina.Exhibiendo una sonrisa desagradable, Randa asisti a una de las sesiones de prcticas de Katsa, quien, a la sazn, tena diez aos.-Ests preparada para hacer algo til con tu gracia, nia?-le pregunt en voz alta.Ella ces de dar patadas y giros y se qued inmvil, estupefacta ante la idea de que

  • su gracia pudiera tener alguna utilidad provechosa.En respuesta a su silencio, Randa esboz de nuevo su desagradable sonrisa.

    -En ti no hay ms luces que el brillo de esa espada. Presta atencin, nia. Voy a enviarte en pos de un traidor. Tienes que matarlo, en pblico, sin utilizar ms arma que tus manos. Pero solo a l; a nadie ms. Por supuesto, todos esperamos que, a estas alturas, hayas aprendido tus ansias de matar.Katsa se acobard hasta el punto de sentirse tan insignificante que habra sido incapaz de pronunciar ni una palabra, aun en el caso de que hubiera tenido algo que decir. Entendi a la perfeccin la orden del rey: le prohiba que usara armas porque no quera que aquel hombre tuviera una muerte decente. Randa deseaba un espectculo brutal, que sirviera de escarmiento, y esperaba que ella se lo proporcionara.La chiquilla parti con Oll y una escolta de soldados. Cuando stos capturaron al noble huido, lo arrastraron hasta la plaza del pueblo ms cercano, donde unos cuantos lugareos asustados observaban la comitiva, boquiabiertos. Katsa orden a los soldados que lo pusieran de rodillas y, con un nico movimiento, le rompi el cuello; no hubo sangre y solo un instante de dolor. De hecho, la mayora de la gente ni siquiera se dio cuenta de lo ocurrido.Cuando Randa supo lo que haba hecho la chiquilla, se enfureci tan que le orden que se presentara ante l en el saln del trono. Forzando una sonrisa, que ms pareca la mueca de una fiera enseando los dientes, la mir con dureza desde el elevado solio y le espet:-De qu me sirve una ejecucin pblica si la concurrencia se pierde la parte en la que muere el convicto? Ya veo que cuando te d una orden, tendr que hacer algo para subsanar tu falta de entendederas.A partir de entonces, sus rdenes incluan puntualizaciones acerca del derramamiento de sangre. el grado de dolor o la duracin del castigo. No haba modo de darle la vuelta a lo que el monarca deseaba. A fuerza de cumplir esos requisitos, Katsa se convirti en una experta. Y Randa consigui lo que buscaba, porque la reputacin de la muchacha se propag como una epidemia. Todos saban lo que les ocurra a quienes contrariaban al rey Randa de Terramedia.Despus de cierto tiempo, Katsa olvid por completo su rebelda; resultaba demasiado difcil de imaginar.En los muchos viajes que realizaban para cumplir los encargos de Randa, Oll le contaba a la muchacha las cosas que descubran los espas del rey cuando se infiltraban en los otros reinos, como por ejemplo, la desaparicin de chicas jvenes de un pueblo elestino que reaparecan al cabo de unas semanas en una manceba oestense; la reclusin de un hombre en unas mazmorras norgandas, como condena por el hurto cometido por un hermano suyo porque ste haba muerto y alguien tena que sufrir el castigo, o bien la imposicin de un tributo con el que el rey de Oestia quera gravar a ciertos pueblos de Elestia, tributo que a los soldados les pareca conveniente recaudar matando a los aldeanos elestinos antes de vaciarles los bolsillos...Los espas de Randa informaban a su seor de esas historias, pero el rey haca odos sordos a todas ellas. Ahora bien, el hecho de que un noble de Terramedia hubiera ocultado parte de su cosecha, para pagar un diezmo menor del que le corresponda, era una noticia a tener en cuenta; se s era un contratiempo vital para el pas. Por ello, Randa enviaba a Katsa a partirle el crneo al seor feudal.Sin embargo, a la muchacha se le meti una idea en la cabeza, y aunque no habra

  • sabido decir de dnde la haba sacado, no consigui desecharla. Se preguntaba qu sera capaz de hacer si actuaba por voluntad propia, lejos del mbito de influencia de Randa. No cesaba de darle vueltas y vueltas al tema, con el que se distraa mientras rompa dedos y descoyuntaba brazos por encargo de su to. Y cuanto ms lo pensaba, ms apremiante se volva, hasta que la joven se dijo que acabara consumida de impotencia y frustracin si no haca algo al respecto.En su decimosexto cumpleaos le plante la idea a Raffin.-Podra dar buen resultado -opin l-. Te ayudar, naturalmente.Al siguiente a quien inform fue a Oll. ste se mostr escptico, incluso alarmado; estaba acostumbrado a proporcionar la informacin a Randa para que l decidiera qu medidas tomar. Pero al fin, poco a poco, consider el punto de vista de la joven y lo acept, aunque slo despus de comprender que Katsa estaba decidida a llevarlo adelante con o sin su ayuda, as como despus de convencerse de que no sera perjudicial para el rey ignorar lo que a sus espaldas haca su jefe de espas.En su primera misin propia, Katsa intercept una pequea banda de desvalijadores nocturnos, que el monarca elestino haba organizado contra su propio pueblo, y los oblig a huir hacia las colinas. Aqul fue el momento ms feliz y apasionante de su vida.Poco despus, ella y Oll rescataron a unos chicos oestenses que retenan como esclavos en una mina de hierro norganda, y tras otro par de lances, la noticia de su intervenciones lleg poco a poco a los odos idneos. Algunos espas, compaeros de Oll, se adhirieron a la causa, as como un par de nobles de la corte de Randa, como Giddon; tambin se les unieron la esposa de Oll, Bertola, y otras mujeres del castillo. Organizaron reuniones regulares que celebraban en retiradas estancias, en las que se respiraba una atmsfera de aventura y peligrosa libertad. Era como un juego demasiado maravilloso para que fuera realidad, pensaba a menudo Katsa. Pero era real. No obstante, no se limitaban a hablar de actos subversivos, sino que los planeaban y los llevaban a cabo.Por fuerza, con el tiempo ganaron aliados fuera de la corte: seores feudos fronterizos, hombres ntegros, hartos de quedarse de cruzados de brazos mientras se saqueaban pueblos aledaos, nobles de otros reinos, espas de esos mismos nobles. Y, poco a poco, tambin se adhiri el pueblo: posaderos, herreros, granjeros... Todos ellos hastiados de la arbitrariedad de los reyes y dispuestos a correr algn riesgo para paliar el dao causado por el desorden y la anarqua, fruto de la ambicin de la realeza.Esa noche, en el campamento cercano a l a frontera de elestina, Katsa -despierta del todo- contemplaba el cielo pensando en lo que se haba llegado a ampliar el Consejo y lo deprisa que se haba extendido, igual que una planta trepadora de los bosques de Randa.Pero, en la actualidad, la situacin haba escapado a su control. En el nombre del Consejo, se llevaba a cabo misiones en sitios que ella desconoca y no le era posible supervisarlas; por ello, se haba vuelto peligroso. Una palabra dicha por el hijo de un posadero en un descuido, o un encuentro desafortunado entre dos personas que ni siquiera se conocan, y todo podra venirse a bajo. Las misiones terminaran; de eso se encargara su to. Y despus, de nuevo, slo sera el brazo ejecutor del rey.No tendra que haberse fiado del extrao lenita.Cruz los brazos y contempl una vez ms las estrellas. Le habra gustado montar en su caballo y cabalgar por las colinas dando vueltas. Eso le apaciguara la mente, la cansara. Pero tambin cansara al caballo; y no debera dejar solos a Oll y a Giddon. Adems, esas cosas no se hacan; no era correcto.

  • Resopl y despus escuch con atencin para asegurarse de que ninguno de los hombres se haba despertado. As que todo normal. Pero ella, una muchacha con la gracia de matar -una asesina real-, no era normal. Ella era una chica que rechazaba los esposos que Randa la apremiaba a aceptar, hombres apuestos y considerados; una chica a la que le daba pnico la idea de tener un beb pegado al pecho o aferrado a los tobillos.Ella no era normal.Si se descubra la existencia del Consejo, huira a un lugar donde no se la encontrara: a Lenidia o a Monamar. Vivira en una cueva, en el bosque, y matara a cualquiera que la hallara y la reconociera.No estaba dispuesta a renunciar a ese mnimo control sobre su vida que haba conquistado.Tena que descansar.>Y de manera repentina, el cansancio se apoder de ella y se qued dormida.

    Captulo 4

    Por la maana se vistieron como corresponda a su condicin: Giddon llevaba la indumentaria de viajeporpia de un noble de Terramedia, Ollse haba puesto su uniforme de capitn y Katsa luca los colores de la casa real en una tnica azul, guarnecida con seda naranja, y en un pantaln a juego que utilizaba para realizar los encargos de Randa, un atuendo que consista en ponerse por que destrozaba los vestidos que usaba para montar a caballo. A Randa no le gustaba imaginar a su graceling asesina repartiendo castigos con faldas ajadas y embarradas. Era indecoroso.El asunto que les llevaba a Elestia tena que ver con un seor feudal de la frontera elestina que concert la compra de madera procedente de los bosques meridionales de Terramedia. El noble pag el precio convenido, pero despus tal un nmero de rboles superior al estipulado. Randa deseaba cobrar la madera cortada de ms y que el noble recibiera un castigo por cambiar el acuerdo sin su permiso.-Quiero prevenirles a los dos sobre una cuestin -coment Oll mientras recogan las cosas del lugar en que haban acampado-. Ese noble tiene una hija dotada con la gracia de leer la mente.-Y por qu nos lo adviertes? es que esa muchacha no esta en la corte de Thigpen?-El rey Thigpen se la ha devuelto a su padre.Katsa dio un seco tirn a sus correas que sujetaban el petate a la silla de montar.-Es que quieres tumbar al caballo, Katsa? -pregunt Giddon-. O intentas romper la silla?-Nadie me advirti que nos enfrentaramos a un mentalista.

    -Se lo estoy diciendo ahora, mi seora -argument Oll-.Y no hay por qu preocuparse. Tan slo es una chiquilla a quien la mayora de cosas que se le ocurre no tiene sentido.-Bien, y qu le pasa?-Lo que le pasa es, como ya he dicho, que casi todo lo que se le ocurre no tiene sentido, no sirve para nada o carece de importancia, y suelta todo lo que ve. Ha perdido el control, y le pona nervioso a Thigpen, as que la mand a casa, mi

  • seora, y le dijo a su padre que la enviara de nuevo a la corte cuando fuera til.En Elestina, como en casi todos los reinos, los graceling pasaban a estar bajo la tutela del rey para que le prestaran servicio, tal como estipulaba la ley. A veces ocurra que, a las semanas, meses o-en raras ocasiones- al cabo de unos aos de nacer, a algn nio le cambiaba el color de los iris y le quedaban de distinta tonalidad. A esa criatura, pues, se la enviaba a la corte del monarca y se le criaba en las habitaciones infantiles de palacio. Si la gracia que posea le resultaba til al soberano, el nio se quedaba a su servicio; si no, lo devolvan a la casa paterna. La corte se disculpaba por ello, desde luego, porque para una familia era difcil encontrar acomodo a un graceling, sobre todo a quien estuviera dotado con una gracia intil, como trepar a los rboles, contener la respiracin durante un tiempo increblemente largo o hablar al revs. Al nio rechazado podra irle bastante bien si perteneca a una familia de granjeros y trabajaba en los campos, sin que nadie lo viera ni conociera su peculiaridad, pero si un rey devolva a un graceling de una familia de posaderos o de tenderos en una ciudad que contara con ms de una posada o una tienda, el negocio familiar sufrira las consecuencias, fuera cual fuese el don del nio. Porque si le era posible, la gente evitaba ir aquellos lugares donde era muy probable toparse con una persona que tuviera los ojos de distinto color.-Thigpen es un necio por no mantener a su lado a una mentalista porque todava no le sea til -opin Giddon-. Un mentalista es muy peligroso. Qu ocurrira si cayera bajo la influencia de otro?Giddon tena razn, por supuesto. Era probable que un mentalista revistiera ms o menos inconvenientes, pero casi siempre eran herramientas muy valiosas en manos de un rey. Sin embargo, Katsa no imaginaba por qu iba a querer alguien disponer de personas as. El jefe de cocina de Randa estaba dotado por la gracia, al igual que su adiestrador de caballos, su viticultor y uno de los bailarines de la corte. Adems, estaba al servicio del rey un juglar capaz de hacer malabares con un sinfn de objetos sin que se le cayeran; varios soldados que, sin compararlos a Katsa, posean el don de la esgrima; un hombre que predeca la calidad de la cosecha del ao siguiente, y una mujer con la mente muy clara para los nmeros (en los siete reinos slo trabajaba esta mujer en la contadura de un rey).Randa tambin contaba con un hombre capaz de conocer el estado de nimo de una persona con slo tocarla con las manos. ste era el nico agraciado por Randa que despertaba el rechazo de Katsa, la nica persona de la corte, aparte del propio rey, a la que procuraba evitar por todos los medios.-Un comportamiento absurdo por parte de Thigpen no es nada sorprendente, mi seor -coment Oll.-Qu clase de mentalista es esa nia? -pregunt Katsa.-No lo saben con certeza, mi seora. An est poco formada, ya sabes cmo son esos graceling. Como sufren cambios constantes en la gracia, resulta muy difcil definir sus aptitudes, hasta el punto que se hacen adultos antes de alcanzar todo su potencial. Pero, al parecer, esa chiquilla descubre los deseos de una persona al leerle la mente y sabe lo que pretenden.-Entonces sabr que lo que quiero es dejarla inconsciente si se le ocurre siquiera mirarme -murmur Katsa, con la boca casi pegada a la crin del caballo para que no la oyeran sus compaeros, pues sacaran punta a lo que haba dicho le tomaran el pelo-. Alguna otra cosa que deba saber sobre ese noble fronterizo? -inquiri en voz alta mientras suba al estribo-. No tendr por ventura una guardia personal de un centenar de graceling guerreros? O tal vez un oso adiestrado para protegerlo? Hay algo ms que hayas olvidado mencionar?

  • -Los sarcasmos huelgan, mi seora -se quej Oll.-Esta maana tu compaa es tan grata como siempre, Katsa -abund Giddon.La joven tacone al caballo para no tener que verle la cara de guasa.La mansin del noble se alzaba tras un muro de piedra, en lo alto de una colina alfombrada de hierba ondulante. El hombre que les abri la verja y se encarg de los caballos les dijo que su seor estaba desayunando. Katsa, Giddon y Oll entraron por su cuenta en el gran vestbulo, sin esperar que alguien los escoltara.El mayordomo se interpuso en su camino para impedirles que accedieran al comedor. Entonces se fij en Katsa, carraspe y abri las grandes hojas de la puerta.

    -Unos delegados de la corte del rey Randa, mi seor -anunci, y, escabullndose sin esperar la respuesta march a toda prisa.El noble tena ante s todo un festn de carne de cerdo, huevos, pan, fruta y queso. A su lado, un criado lo atenda. Los dos hombres alzarn la vista al orlos entrar y ambos se quedaron paralizados. La cuchara tintine al caer de la mano del noble en la mesa.-Buenos das, mi seor -salud Giddon-. Pedimos disculpas por interrumpirle el desayuno. Sabe por qu hemos venido?-No tengo ni la ms remota idea -respondi el noble. Se haba llevado la mano a la garganta y conseguido hablar merced a un esfuerzo mprobo.-Ah, no? Tal vez lady Katsa podra ayudarlo a recordar -sugiri Giddon-. Seora, por favor?Katsa dio un paso.-De acuerdo, de acuerdo. -Al ponerse de pie, el noble golpe la mesa con las piernas y volc un vaso. Era un hombre alto, de hombros anchos, ms corpulento incluso que Giddon y Oll, pero demostraba torpeza al mover las manos recorra rpidamente el comedor con la mirada, de un lado a otro, pero siempre intentando evitar la mirada con Katsa. Se le haba pegado un cacho de huevo en la barba. Tan estpido, tan grandulln, tan asustado, desgraciado... La joven mantuvo el semblante impasible para que ninguno de los presentes advirtiera lo mucho que detestaba aquella situacin.-Ah, se ha acordado, verdad? -inquiri Giddon-. Recuerda ya por qu estamos aqu?-Creo que les debo dinero -contest el noble-. Supongo que han venido a recaudar la deuda.-Muy bien! -jale Giddon, como si le hablara a un nio-. Y por qu nos debe dinero? Vamos a ver, por cuntos acres de arbolado firm el acuerdo? Recurdemelo, capitn.-Veinte, mi seor -repuso Oll.-Y cuntos acres se han talado, capitn?-Veintitrs, mi seor.-Veintitrs acres! -Giddon se volvi hacia el noble-. La diferencia es considerable, no le parece mi seor?-Fue un error tremendo. -El intento del noble de esbozar una sonrisa result penoso-. No nos dimos cuenta de que necesitaramos tanta madera. Por supuesto, les pagar de inmediato. Digan cunto quieren.-Ha causado no pos inconvenientes al rey Randa -adujo Giddon-. Ha arrasado tres acres ms de sus bosques, y las frondas del rey no son ilimitadas.-No, por supuesto que no. Reitero que fue un error tremendo.

  • -Tambin hemos tenido que viajar varios das para arreglar este asunto -agreg Giddon-. Nuestra ausencia de la corte es un engorro innegable para el rey.-Claro, claro -convino el noble.-Supongo que doblar el primer pago aliviara la presin soportada por el monarca, debida a todos esos inconvenientes.-El doble del pago original. Oh, s, s! Parece bastante razonable.- El noble se lami los labios.-Muy bien -sonro Giddon-. Quiz su maestresala quiera conducirnos a la cantadura.-Naturalmente. -El noble hizo un gesto al servidor que estaba a su lado-. Vamos, hombre, date prisa!-Lady Katsa -dijo Giddon, mientras Oll y l se dirigan hacia la puerta-, por qu no se queda aqu y hace compaa a su seora?El sirviente los condujo a ambos fuera del comedor. Las enormes puertas se cerraron tras ellos, y Katsa y el noble se quedaron solos.La joven lo observ con fijeza, pero el hombre segua sin mirarla. Estaba plido y respiraba con dificultad; pareca estar a punto de sufrir un ataque.-Sintese -orden Katsa. El noble se dej caer con pesadez en la silla y solt un quedo gemido-. Mrame. -El hombre pos la vista un instante en el rostro de Katsa, y a continuacin se fij en lsa manos. Las vctimas de Randa le observaban las manos, nunca la cara, porque eran incapaces de sostenerle la mirada. Adems, esperaban que la agresin proviniera de ellas.Katsa suspir.l abri la boca para hablar, pero el nico sonido que logr emitir fue una especie de graznido.-No he entendido qu ha dicho.El hombre carraspe una vez ms y farfull:-Tengo familia. Tengo una familia a mi cargo. Haga lo que quiera, pero le suplico que no me mate.-Slo es por su familia por lo que no quiere que lo mate?Una lgrima se desliz por la barba del hombre, y confes:-Y por m. No quiero morir.Pues claro que no quera morir por tres acres de bosque.-No mato hombres que roban tres acres de madera al rey y despus los pagan a precio de oro -dijo la joven-. Ms bien es un tipo de delito sancionado con un brazo roto o un dedo cortado.Se le acerc y sac la daga de la vaina. La respiracin del noble se aceler; tena los ojos fijos en los huevos y la fruta que haba en el plato. Katsa se pregunt si vomitara o se pondra a sollozar, pero entonces l apart el plato a un lado, as como el vaso volcado y los cubiertos de plata. Despus extendi los brazos encima de la mesa, agach la cabeza y esper.Una abrumadora sensacin de cansancio asalt a Katsa. Era ms fcil cumplir las rdenes de Randa cuando las vctimas suplicaban o lloraban, porque no les restaba nada que mereciera su respeto. Y a Randa no le importaban los bosques; slo le interesaba el dinero y el poder. Por otra parte, los bosques creceran con el tiempo, mas los dedos no volvan a crecer.Meti la daga en la funda. Dadas las circunstancias, tendra que ser un brazo o una pierna; o quiz la clavcula, un hueso que dola mucho si se rompa. Pero a ella misma los brazos le pesaban plomo y pareca que las piernas no queran aproximarla al hombre.

  • El noble exhal un suspiro tembloroso, aunque no se movi ni habl. Era un embustero, un ladrn y un estpido.Por alguna razn, a Katsa le traa sin cuidado todo eso.-Admito que es usted valiente, aunque al principio no me lo ha parecido -dijo soltando un suspiro de exasperacin. Salt hacia la mesa y lo golpe en la sien igual que haba hecho con los guardianes de Murgon. El noble se desplom y cay de la silla.La muchacha gir sobre sus talones y sali al gran vestbulo de piedra a esperar que Giddon y Oll regresaran con el dinero.El seor feudal tendra un buen dolor de cabeza cuando volviera en s, pero nada ms. Randa se pondra furioso si llegaba a sus odos lo que haba hecho.Pero a lo mejor no se enteraba, o tal vez acurara al noble de mentir para salvar las apariencias.En cuyo caso, Randa le ordenara volver con las pruebas en el futuro. Una coleccin de dedos cortados de manos o pies. En qu afectara aquel suceso a se reputacin?Daba igual. Ese da no tena fuerzas para torturar a una persona que no lo mereca.A todo esto, una personita de pequea estatura entr en el saln. Katsa adivin quin era, antes incluso de verle los ojos a la chiquilla: uno amarillo, como las calabazas que crecan en el norte, y el otro marrn, como un pegote de barro. A esa cra s le hara dao; a esa cra la torturara si con ello impeda que se metiera en sus pensamientos.La mir a los ojos. La chiquilla dio un respingn y retrocedi unos pasos antes de darse la vuelta y salir corriendo del saln.

    Captulo 5

    Iban deprisa, aunque el paso que llevaban exasperaba a la muchacha.-Katsa es de las que creen que cabalgar a una velocidad que no sea temeraria es desaprovechar el caballo -coment Giddon.-Slo quiero saber si Raffin ha descubierto algo del lenita liberado -replic ella.-Tranquila, mi seora -dijo Oll-. Llegaremos a la corte maana a ltima hora si no se estropea el tiempo.

    Hizo bueno todo el da y tambin por la noche, pero poco antes de amanecer, las nubes encapotaron el cielo y ocultaron las estrellas sobre la zona en la que haban acampado. Por la maana levantaron con ligereza el campamento y se pusieron en marcha un tanto ansiosos. Poco despus, cuando entraban al trote en el patio de la posada donde haban cambiado de caballos a la ida, les caan encima las primeras gotas, y casi no les dio tiempo de llegar al establo porque empez a llover a cntaros. El aguacero se convirti en autnticos torrentes de agua que bajaban por las colinas de alrededor.Esa circunstancia dio pie a una discusin.-Podemos cabalgar aunque llueva -propuso Katsa.Se encontraban en el establo, pero la posada, aunque estaba a diez pasos de distancia, no se vea a causa de la trompa de agua.-Poniendo en peligro a los caballos y a riesgo de matarnos, verdad? -replic Giddon-. No seas absurda, Katsa.

  • -Solo es agua.-Dile eso a alguien que se est ahogando. -Giddon le asust una mirada encoleredizada a la que ella respondi con otra igualmente colrica. Una gota se col por una grieta del tejado y le cay en la nariz a la joven que se la limpi, furiosa.-Mi seora -intervino Oll-. Mi seor. -Katsa respir hondo, contempl el sosegado semblante del capitn y se prepar para sufrir una desilusin-. No sabemos cunto va a prolongarse la tormenta. Si dura un da, ms vale que no nos expongamos. No hay razn para cabalgar con semejante tiempo... -Alz la mano al ver que Katsa iba a decir algo-. Diramos la razn que le diramos al rey, pensara que estamos chiflados. Pero quiz slo dure una hora, en cuyo caso no habremos perdido mucho tiempo.Katsa se cruz de brazos y se esforz en respirar con calma.-No parece la clase de temporal que dura una hora.-Entonces, informar al posadero de que necesitamos comida -determin Oll-, y habitaciones para pasar la noche.

    La posada se hallaba lejos de cualquier poblacin de las colinas de Terramedia; aun as, en verano, disfrutaba de una influencia aceptable de mercaderes y viajeros. Era un edificio cuadrado y sencillo, con la cocina y el comedor en la planta baja y dos pisos con habitaciones. Sencillo pero limpio y prctico. Katsa habra preferido que su presencia hubiera pasado inadvertida, pero, naturalmente, aquellos posaderos no solan alojar a miembros de la casa real, de modo que la familia al completo se puso hecha un manojo de nervios en su afn por ofrecer a la sobrina del rey, a un noble y al capitn del monarca de todas las comodidades posibles. A pesar de las protestas de Katsa, se le piido a un husped de la casa -un mercader- que se trasladara a otra habitacin para que la joven tuviera mejores vistas desde la ventana, vistas invisibles en ese momento, aunque ella supuso que seran de las mismas colinas que llevaban das viendo.La joven quera ofrecer sus disculpas al mercader por haberlo sacado de su habitacin, y a la hora de la comida orden a Oll que lo hiciera de su parte. Cuando el capitn le indic al mercader la mesa ocupada por Katsa, sta alz la copa, como si brindar. El hombre hizo lo mismo con la suya asinti enrgicamente con la cabeza, blanca la tez y los ojos abiertos como platos.-Cuando mandas a Oll para que hable en tu nombre, te das unos aires de superioridad tremendos, seorita -dijo Giddon, sonriente, con la boca llena de estofado.Katsa no contest. Giddon saba perfectamente bien por qu haba enviado a Oll. Si el mercader era como la mayora de la gente, le habra atemorizado que se le acercara la dama en persona.Asimismo se notaba que la chiquilla que los serva estaba asuntada. No hablaba y se limitaba a asentir o a negar con la cabeza en respuesta a sus peticiones; a diferencia de casi todo el mundo, pareca incapaz de apartar los ojos del rostro de Katsa. Incluso cuando el apuesto lord Giddon le diriga la palabra, la mirada se le iba hacia la joven.-La cra cree que me la voy a comer -murmur Katsa.-Me parece que no -respondi Oll-, porque su padre es simpatizante del Consejo. Es posible que en esta casa se hable de la sobrina del rey de forma distinta a como lo hacen en otras, mi seora.-Pese a ello, tine que haber odo algunas cosas -insisti Katsa.

  • -Es posible -admiti Oll-. Pero creo que la tiene fascinada.Giddon se ech a rer y exclam:-Es que t fascinas, Katsa. -Y cuando la chiquilla se acerc a la mesa otra vez, le pregunt cmo se llamaba.-Lanie -susurr la nia, y de nuevo los ojos se le fueron hacia Katsa.-Ves a lady Katsa, Lanie? -pregunt Giddon. La pequea sinti con la cabeza-. Y te da miedo?La chiquilla se mordi el labio y no contest.-Ella nunca te hara dao, sabes? -sigui diciendo Giddon-. Pero si alguien quisiera hacrtelo, seguro que lady Katsa castigara a esa persona. -Katsa solt el tenedor y mir al noble, sorprendida por su amabilidad-. lo entiendes, pequea?La chiquilla asinti en silencio y mir de reojo a Katsa.-A lo mejor te apetece estrecharle la mano -sugiri Giddon.La nia se qued pensativa un momento y despus se acerc a Katsa y le tendi la mano. Una sensacin extraa invadi a la joven, algo que no acababa de determinar. Esa criatura que quera tocarla despertaba en ella una especie de triste regocijo. Alarg la mano, a asi los menudos dedos.-Es un placer conocerte, Lanie.La nia abri los ojos de par en par, solt la mano de Katsa y corri hacia la cocina. Oll y Giddon rieron, pero la joven le dijo al noble:-Te estoy muy agradecida.-Es que t no haces nada para borrar esa reputacin de ogro que gozas, y lo sabes, Katsa. No es de extraar que tengas tan pocos amigos.Muy propio de Giddon. Era tpico en l convertir un gesto amable en una crtica a su carcter. Le encantaba poner de relieve sus faltas... Pero no la conoca en absoluto si crea que deseaba tener amigos.Katsa se centr en comer e hizo caso omiso de la conversacin de los dos hombres.No par de llover. Giddon y Oll se sentan satisfechos de poder seguir charlando con los mercaderes y el posadero en la sala comn, pero Katsa pensaba que la inactividad acabara hacindola chillar. As que se dirigi al establo y dio un buen susto a un chiquillo, poco mayor que Lanie, que se hallaba en una de las cuadras encaramado en una banqueta para almohazar a un caballo. El de ella, por cierto; se percat cuando los ojos se le acostumbraron a la escasa luz que haba dentro.-No era mi intencin asustarte -se disculp-. Slo busco un sitio donde practicar mis ejercicios.El nio se baj de la banqueta y huy. Katsa alz los brazos en un gesto exasperado. En fin, al menos ahora tena el establo slo para ella. Apart balas de paja, sillas de montar y rastrillos para despejar un espacio enfrente de las cuadras, y ensay una serie de golpes con los pies y las manos. Gir sobre s misma y dio saltos, en todo momento consciente del lugar, del suelo, de las paredes que la rodeaban, de los caballos... Se concentr en adversarios imaginarios y logr sosegar la mente.

    A la hora de la cena, Oll y Giddon tenan noticias interesantes.-El rey Murgon ha hecho pblico que se cometi un robo en su castillo hace tres noches -explic Oll.-De veras? -Katsa mir con atencin al capitn y despus a Giddon. La expresin de ambos le recordaba la de un gato acorralando a un ratn-. Y se sabe lo que fue robado?-Slo se informa que se trata de un tesoro importante de la corte -repuso Oll.

  • -Cielos! Y quin se supone que le ha robado ese tesoro? -pregunt ella.-Algunos dicen que fue un chico graceling -contest Oll-, una especie de hipnotizador que dej dormidos a los soldados de la guardia real.-Otros hablan de un graceling gigantesco, casi monstruoso -aadi Giddon-; un luchador que venci a los guardias uno tras otro. -Se echo a rer de buena gana, y Oll sonri sin alzar la vista del plato.-Qu nuevas tan interesantes -coment Katsa. Y entonces, esperando imprimir timbre inocente a la voz, aadi-: Te lo puedes creer? Menuda suerte hemos tenido.-Y qu ha dicho ese graceling? -Katsa hizo la pregunta sin perder la calma.-Por lo visto, nada de utilidad. Adujo que no saba nada de ese incidente.-Y qu le han hecho?-No tengo ni idea -dijo Giddon-. Es un dotado para la lucha, as que dudo que pudieran hacer mucho al respecto.-Y quin es? De dnde procede?-No se ha dicho nada sobre eso. -Giddon le dio un codazo-. Vamos, Katsa, ests pasando por alto lo fundamental. Qu ms da quin sea? Perdieron horas interrogando a ese hombre. Cuando se decidieron a buscar por otro sitio a los ladrones, ya era demasiado tarde.Katsa crea saber mejor que Giddon y Oll la razn por la que Murgon haba empleado tanto tiempo en someter a ese graceling en particular a un duro interrogatorio. Y tambin por qu se haba tomado tantas molestias en que no se hiciera publica su procedencia. Murgon no quera que nadie sospechara que el tesoro robado era Tealiff, pero sobre todo que lo haban tenido encerrado en sus mazmorras.Y por qu el graceling lenita no le haba dicho nada a Murgon? La estara protegiendo?Aquella condenada lluvia tena que parar de una vez y as podran regresar a la corte y reunirse con Raffin. Katsa bebi un sorbo y dej la copa en la mesa.-Qu golpe de suerte para los ladrones.-Y tanto! -sonri Giddon.-Os han dado ms noticias?La hermana del posadero tiene un beb de tres meses -contest Oll-. La otra maana se llevaron un susto, pues crean que un ojo se le haba oscurecido, pero slo fue un extrao efecto de la luz.-Fascinante. -La joven se ech salsa en la carne.-La reina monmarda est terralmente apenada por su padre, el prncipe Tealiff -aadi Giddon-. Nos lo cont un mercader de Monmar.-He odo decir que no come nada -dijo Katsa. Para ella, sa era una forma absurda de manifestar una pena.-Hay algn detalle ms -inform Giddon-: se ha encerrado con su hija en sus aposentos. A excepcin de su camarera, no deja que entre nadie, ni siquiera el rey Leck.-Y permite que coma su hija? -cuestion Katsa, a quien esa actitud no slo le pareca absurda, sino muy rara.-La camarera les lleva comida, pero no salen de los aposentos. Parece ser que el rey est siendo muy paciente -coment Giddon.-Lo superar -opin Oll-. Es impredecible el efecto que puede causar una pena en una persona... Pero se le pasar cuando su padre aparezca.El Consejo mantendra oculto al anciano por su propia seguridad, hasta se

  • descubriera la razn por la que haba sido raptado. No obstante, tal vez podra enviarse un mensaje a la reina monmarda para aliviar aquella extraa afliccin. Katsa decidi tomar en consideracin el asunto. Lo comentara con Giddon y Oll cuando pudieran hablar sin correr peligro.-Es lenita...-dijo Giddon-. Tienen fama de ser raros.-Todo esto me parece muy extrao -dijo Katsa. Ella nunca haba sentido pesar o, si lo haba experimentado, no se acordaba. Su madre, hermana de Randa, muri de unas fiebres antes de que a la pequea Katsa le cambiara el color de los ojos; de las mismas fiebres muri tambin la madre de Raffin, la esposa de Randa. Al padre de Katsa, un seor fronterizo del norte de Terramedia, lo mataron en una incursin al otro lado de la frontera, en un ataque oestense a un pueblo norgando. No fue responsabilidad de su padre, pero asumi la defensa de sus vecinos y muri en el intento. Por aquel entonces, Katsa era tan pequea que ni siquiera hablaba, as que no le recordaba.Y si su to mora, no crea que sintiera pena. Mir a Giddon de soslayo; no le gustara perderlo, pero supona que tampoco le causara dolor su muerte. Con Oll era diferente. A l s lo llorara, as como a su duea de honor, Helda, y a Raffin. La prdida de su primo le dolera ms que si le cortaran un dedo, le rompieran un brazo o le dieran una pualada en el costado.Pero no se encerrara en sus aposentos, sino que saldra en busca de quien le hubiera causado la muerte, y cuando lo encontrara, hara que esa persona sintiera un dolor tan grande como nadie hubiera experimentado jams.Giddon le hablaba, pero ella no le prestaba atencin. Sali de su abstraccin con un estremecimiento.-Qu decas?-Deca, mi dama soadora, que creo que el cielo est aclarando. Podremos ponernos en camino al amanecer, si quieres.Llegaran a la corte antes de que anocheciera. Katsa se acab la cena muy deprisa y se fue corriendo a su habitacin para preparar el equipaje.

    Captulo 6

    El sol ya haba recorrido un buen trecho en el cielo cuando los cascos de los caballos repicaron en el suelo marmreo del patio de palacio de Randa. Blancos muros rodeaban por completo el castillo, constrastado vivamente con el color verde del suelo, y a todo lo largo de su parte superior, haba galeras para que los cortesanos pudieran asomarse cuando iban de un sector a otro del palacio y admiraran los jardines, adornados con plantas trepadoras y rosados rboles en flor.En el centro del jardn se haba erigido una estatua del rey; un chorro de agua le brotaba de una mano -extendida-, mientras que con la otra sostena una antorcha. Era un jardn bonito si uno no paraba en la estatua; y el patio tambin lo era, aunque en el no se disfrutaba de tranquilidad ni de intimidad debido a toda aquella gente de la corte deambulando por las galeras.Aqul no era el nico patio del castillo, pero s el ms grande, y por donde entraban los residentes en el castillo o las visitas importantes. El suelo se mantena tan brillante que Katsa se vea a s misma y a su caballo reflejados en l, y los muros de piedra -de un blanco rutilante- eran tal altos que la joven tuvo que echar la cabeza hacia atrs para distinguir la cspide de las torres albarranas. Era

  • imponente, impresionante; como le gustaba a Randa.El ruido de los cascos de los caballos y los relinchos atrajeron a la gente a las galeras para ver quin haba llegado. Un mayordomo del rey sali a recibirlos, y un instante despus Raffin llegaba corriendo al patio.-Por fin estis aqu!Katsa le sonri. Despus lo observ con ms detenimiento, se puso de puntillas -era muy alto-, y le agarr un mechn de cabellos.-Raff, qu te has echo? Tienes el pelo completamente azul.-He estado haciendo pruebas con un remedio nuevo para los dolores de cabeza; se ha de aplicar en el cuero cabelludo y dar un masaje. Y como ayer me pareci que se me avecinaba una migraa, lo prob. Por lo visto lo tie de azul al cabello rubio.-Y se te cur la migraa? -inquiri Katsa sonriendo de nuevo.-Bueno, si de verdad me iba a acosar el supuesto dolor de cabeza, s me lo cur, pero lo cierto es que no estoy convencido de que fuera a padecer tal migraa. Pero, oye, te duele a ti la cabeza? -pregunt, esperanzado-. Tienes el cabello tan oscuro que no se te pondra azul.-No, no me duele; nunca tengo dolor de cabeza. Y qu opina el rey de tu pelo?Raffin esboz una sonrisa desdeosa y afirm:-No me dirige la palabra. Dice que es un comportamiento espantoso en un prncipe, y hasta que no recupere el tono normal de mi cabello, no me considera hijo suyo.Oll y Giddon saludaron a Raffin y entregaron las riendas de sus monturas a un mozo de cuadra. Dejando solos a Katsa y a su primo en el patio, siguieron al mayordomo y entraron en el castillo. los dos jvenes estaban cerca del jardn y de la cantarina fuente de la estatua de Randa. Fingiendo estar concentrada en manejar las correas que ataban las alforjas al caballo, Katsa baj la voz y pregunt:-Alguna novedad?-No se ha despertado; ni una sola vez.La joven se decepcion, pero inquiri todava en voz baja:-Sabes algo de un lenita joven, un noble con el don de la lucha?-Lo has visto al entrar en el patio, verdad? -La pregunta le sorprendi tanto que alz la vista de las correas-. Ha estado merodeando por aqu. A se no es fcil mirarle a los ojos, no es cierto? Es el hijo del rey lenita.As que estaba all? Eso s que no se lo esperaba. Se concentr de nuevo en las alforjas y coment:El heredero del rey Ror?-Diantre, no! Tiene seis hermanos mayores que l, y le pusieron el nombre ms absurdo que he odo en mi vida para el sptimo heredero a un trono: prncipe Granemalion Verdeante. -Raffin sonri-. Alguna vez habas odo algo parecido?-Por qu est aqu?-Ah, en realidad es muy interesante. Asegura que busca a su abuelo raptado.Katsa apart otra vez la vista de las alforjas y la clav en los risueos ojos azules de su primo.-No habrs...-Pues claro que no. Te he esperado.A todo esto, un mozo se le acerc para ocuparse del caballo de Katsa, y Raffin se lanz a un monlogo sobre las visitas que haban llegado durante la ausencia de la joven. Al poco rato un mayordomo del rey se aproxim desde una de las puertas de la entrada.-Viene a por ti -dijo Raffin-, ya que no soy hijo de me padre en este momento y no enva mayordomos a buscarme. -Se ech a rer y se dispuso a marcharse-. Me

  • alegro de que ests de vuelta -dijo en voz alta antes de desaparecer por un pasadizo abovedado.El sirviente era uno de los mayordomos personales de Randa, un hombre menudo, enjuto y estirado.-Lady Katsa, bienvenida. El rey desea saber si el asunto en el este se resolvi bien.-Puedes decirle que s.-De acuerdo, mi seora. El rey quiere que se vista para la cena.Katsa entrecerr los ojos y cuestion:-El rey desea alguna otra cosa?-No, mi seora. Gracias, mi seora. El hombre inclin ligeramente la cabeza y se march presuroso para escapar a la mirada de la joven.Katsa se carg las alforjas al hombro y suspir. Cuando el rey ordenaba que se vistiera para la cena, significaba que tena que ponerse un vestido, arreglarse el cabello y lucir joyas en el cuello y en las orejas. Tambin significaba que planeaba sentarla cerca de algn noble que buscaba esposa, aunque a buen seguro ella no era la mujer que el noble en cuestin tena en mente.

    As que despejara con presteza los temores del pobre hombre y quiz podra aducir que no se encontraba lo bastante bien para quedarse toda la velada; dira que le dola la cabeza. Ojal pudiera tomar el remedio para la migraa que haba preparado Raffin, y el cabello se le volviera de color azul. Eso le dara un respiro con respecto a las cenas de Randa.Raffin apareci de nuevo; esta vez, un piso por encima de donde ella se hallaba, en una galera que discurra por delante de su laboratorio. Se asom a la barandilla y la llam:-Kat!-Qu pasa?-Pareces perdida. Se te ha olvidado cmo ir a tus aposentos?-Estoy en un atolladero.-Y cunto tardars en desatascarte? Me gustara ensearte un par de mis descubrimientos.-Me han dicho que me ponga guapa para la cena.-Siendo as, tardars siglos.La cara de guasa de Raffin la impuls a arrancar un botn de una alforja y se lo arroj. l chill y se tir al suelo; el botn golpe la pared detrs mismo donde l haba estado unos instantes antes. Cuando se asom de nuevo a la barandilla con precaucin, la joven estaba en el patio, en jarras y sonriendo.-Fall a propsito -dijo.-Lcete! Y ven si tienes tiempo. -Se despidi con la mano y regres a sus habitaciones.Fue entonces cuando la presencia de alguien cobr forma en el rabillo del ojo de Katsa.Apoyado de codos en la baranda, l la observaba desde el piso de arriba, a su izquierda. A la vista estaba el cuello de la camisa abierto, los aros dorados en las orejas y los anillos; el cabello oscuro y un pequeo verdugn bien visible en la frente, justo al lado del ojo.Y los ojos... Katsa jams haba visto unos ojos as. Uno era plateado y el otro, dorado. Desiguales y extraos, relucan en el atezado rostro. Le sorprendi que no le hubieran brillado en la oscuridad la noche de su primer encuentro; no parecan humanos. Y se sinti incapaz de apartar la vista de ellos.

  • Un mayordomo de la corte se le acerc al lenita en ese momento y le dijo algo. l se irgui, se volvi hacia el sirviente y le contest. Cuando el mayordomo se march, el hombre, cuyos ojos eran como relmpagos, se gir con rapidez para mirar de nuevo a Katsa, y se apoy en la barandilla otra vez.Katsa se daba cuenta de que estaba en el centro del patio, prendida la mirada en ese lenita, y se debera marcharse, pero le era imposible.Entonces l enarc un poco las cejas y los labios esbozaron un atisbo de sonrisa. Le hizo una inclinacin de cabeza -mnima-, y la liber de su hechizo.ese hombre era un engredo. Engredo y arrogante; eso rea todo lo que poda pensarse de l. Fuera cual fuese el jueguecito que se traa entre manos, si esperaba que lo secundara iba a llevarse un buen chasco. Vaya con Granemalion Verdeante!Apart los ojos del lenita, se coloc mejor las alforjas en el hombro y se encamin hacia el castillo, consciente en todo momento del contacto abrasador de aquellos ojos en su espalda.

    Captulo 7

    Helda entr a trabajar en los cuartos infantiles del palacio de Randa ms o menos en la misma poca en que Katsa empezaba a aplicar los castigos impuestos por el rey. Costaba entender por qu la joven la asustaba menos que a los dems; tal vez se deba a que ella misma haba alumbrado a un nio graceling. No se trataba de un guerrero, sino simplemente de un nadador, habilidad que no era de utilidad para u rey. Por ello, se devolvi al nio a la casa paterna, y Helda comprobaba cmo los vecinos lo evitaban y lo ridiculizaban por la sencilla razn de moverse como un pez en el agua, o porque tena un ojo negro y otro azul. Quiz por eso la mujer se reserv su opinin cuando la servidumbre la previno contra la sobrina del rey, aconsejndole que la evitara.Ni que decir tiene que cuando Helda lleg al palacio, Katsa era demasiado mayor para estar en los cuartos de nios que tan atareada mantenan a la mujer. Sin embargo, sta asista a las sesiones de entrenamiento de la chiquilla siempre que poda. Se sentaba a mirarla mientras la pequea reventaba a golpes el relleno de un bausn, y el granano saltaba de las rajaduras y desgarrones del saco caa al suelo, como si fuera sangre que manara a borbotones. Nunca se quedaba mucho rato porque siempre se la necesitaba en los cuartos infantiles, pero aun as Katsa se fij en ella, como se fijaba siempre en alguien que no trataba de evitarla. No obstante, aunque se percat de la presencia de Helda y la observ, no se dej ganar por la curiosidad; no haba ninguna razn para que se relacionara con una mujer del servicio.Pero la criada apareci en la sala de prcticas un da que Oll se haba ausentado y Katsa estaba sola. Cuando la chiquilla hizo un alto para preparar otro bausn, ella le drigi la palabra:-En la corten dicen que es usted peligrosa, mi seora.Katsa la observ con atencin un momento; era una mujer mayor, de cabello canoso, ojos grises y brazos fofos cruzados sobre el vientre, tambin fofo. La mujer le sostubo la mirada como no lo haca nadie excepto Raffin, Oll y el rey. Katsa se encogi de hombros, se carg al hombro un saco de grano y lo colg de un gancho a un poste de mandera clavado en el suelo, n el centro de la sala de prcticas.-Mi seora, mat usted a propsito a ese primo suyo, suprimera vctima? -inquiri

  • Helda.Era una pregunta que nadie le haba hecho jams. La muchachita vlvi a mirarla a la cara y, de nuevo, la mujer le sostuvo la mirada. Katsa intuy que era una pregunta inapropiada viniendo de una criada. Sin embargo, estaba tan poco acostumbrada a que alguien le dirigiera la palabra que no saba qu procerder sera el correcto.-No -contest-. Lo nico que quera era que dejara de tocarme.-En tal caso, mi seora, es peligrosa para la gente que no le gsta. Pero tal vez no entraa peligro como amiga.-se es el motivo de que me pase el da entero en esta sala de prcticas -explic Katsa.-Aprendiendo a dominar su gracia -asinti Helda-. S todos los graceling deben hacerlo.Esa mujer saba algo sobre los dones otorgados por la gracia, y no le daba miedo usar la palabra. Katsa tena que reanudar sus ejercicios, pero hizo un alto con la esperanza de que la sirvienta digera algo ms.-Mi seora, puedo hacerle una pregunta indiscreta?Katsa aguard. No se le ocurra una pregunta ms indiscreta que las que ya le haba hecho la mujer.-qu criadas tiene a su servicio, mi seora?Katsa se pregunt si esa mujer intentaba ponerla en evidencia, as que adopt una pose engreda y la observo con detenimiento, como si la retara a que se riera o sonriera siquiera, cuando le respondi:-No tengo criadas. Y cuando se me asigna una, por lo general prefiere abandonar el servicio de la corte.Helda no sonri ni se ech a rer, sino que a su vez se limit a observar atentamente a la chiquilla.-No tiene un aya o una duea, mi seora?-No, no la tengo.-Le ha hablado alguien acerca del menstruo de la mujer, mi seora, o delo que pasa entre un hombre y una mujer?La muchachita no saba a qu se refera y barrunt que esa mujer era consciente de ello. Aun as, Helda continu sin sonrer ni rer, sino que la repas con la mirada de arriba a bajo.-Qu edad tiene, mi seora?-Casi once aos -contest Katsa alzando la barbilla.-E iban a dejar que lo descubriese por s sola -rezong Helda-. Y, seguramente, habra hechado abajo el castillo como una furia desatada porque ignoraba qu le habra atacado.-Siempre s qu me ataca -replic Katsa, y alz la barbilla un poquito ms.-Pequea... Mi seora, me permitira que estubiera a su servicio para atenderla de vez en cuando? Siempre y cuando me necesite y no se requiera mi presencia en los cuartos infantiles, claro.Katsa pens que trabajar con los nios deba ser horrible si esa mujer quera, en cambio, estar a su servicio.-No necesito criados -contest-, pero puedo conseguir que te trasladen de los cuartos de lo nios si no te sientes agusto con ellos.A la muchachita le pareci captar un atisbo de sonrisa en la mujer.-Me gusta mi trabajo con los nios. Le pido disculpas por llevar la contraria a alguien de su posicin, mi seora, pero usted neceista una mujer que la cuide, una

  • duea, ya que no tiene madre ni hermanas.Katsa no haba necesitado nunca una madre ni hermanas ni nadie. Y no saba cmo actuaba uno con un sirviente que te llevaba la contraria; supona que Randa se enfurecera, pero a ella le daba miedo sus arrebatos. De modo que contuvo la respiracin, apret los puos y se qued inmvil como el poste clavado en el centro de la sala. Que esa mujer dijera lo que quisiera; slo seran palabras.Helda permaneci calada y se alis los pliegues de la falda.

    -Ir a su habitacin de vez en cuando, mi seora. -Katsa se puso ms seria todava-. Y si alguna vez desea descansar de las cenas de estado de su to, podra r a mi habitacin.La jovencita parpade. Detestaba esas cenas, en las que todo el mundo la miraba de soslayo y evitaba sentarse cerca de ella; tampoco soportaba el elevado tono de voz de su to. De verdad podra pasarlas por alto? Sera mejor la compaia de esa mujer?-He de regresar al cuarto de los nios, mi seora -dijo la mujer-. Me llamo Helda y soy de la zona oeste de Terramedia. Tiene unos ojos preciosos querida. Ados.Helda se march antes de que Katsa recuperara la voz. La chiquilla mir de hito en hito la puerta que se cerraba tras la mujer.-Gracias -contest, aunque ya nadie la oa y a pesar de no entender por qu su voz haba interpretado que le estaba agradecida a Helda por lo que le haba dicho.

    Sentada en la tina, Katsa tiraba de los enredos que se le haban cho en el cabello. Mientras tanto, oa cmo Helda, en la habitacin contigua, hurgaba en bales y cajones para desenterrar los pendientes y collares que la muchacha meti entre la rompa interior de seda, as como los horribles corpios que tuvo que ponerse la ltima vez. Katsa oy los rezongos de Helda, que lo ms probable es que estuviera de rodillas buscando debajo de la cama el cepillo del pelo o los zapatos de saln.-Qu vestido se pondr hoy, mi seora? -pregunt en voz alta la mujer.-Ya sabes que me da igual -contest Katsa tambin a voces.Se oyeron ms refunfunos en respuesta a sus palabras. Un momento despus, la sirvienta entraba con un vestido tan chilln como los tomates que Randa importaba de Lenidia, los que crecan en racimos y tenan un sabor tan intenso y tan dulce como el pastel de chocolata del jefe de cocina. Katsa enarc las cejas y manifest:-No voy a ponerme un vestido rojo.-Es el color del sol naciente. -arguy Helda.-Es el color de la sangre.Con un suspiro, la mujer se llev el vestido del cuarto de bao.-Le habra quedado impresionante, mi seora. -grit-, en contrase con el cabello oscuro y los ojos.Kat