García Idalia - El concepto historico del libro

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    EL CONOCIMIENTO HISTRICO DEL LIBROY LA BIBLIOTECA NOVOHISPANOS.

    REPRESENTACIN DE LAS FUENTES ORIGINALES

    [THE HISTORIC KNOWLEDGEOF NEW SPAIN BOOKAND LIBRARY:REPRESENTATIONOF ORIGINAL SOURCES]

    IDALIA GARCA

    Resumen: El conocimiento del libro y las bibliotecas en la Nueva Espaa esescaso, en comparacin con el abundante recurso bibliogrfico y documentaldel pasado colonial que se conserva en Mxico. Las perspectivas historiogrficascontemporneas muestran la riqueza de informacin que puede obtenerse de lasfuentes originales para interpretar un momento cultural en la historia. Sin em-bargo ese conocimiento tambin debera impactar en la valoracin patrimonialdel legado documental, para favorecer su adecuada salvaguarda, en especial si

    el trabajo se realiza relacionando toda la informacin obtenida con investiga-ciones precedentes para integrar una idea ms completa de la realidad histricaanalizada. Este trabajo esboza brevemente los enfoques utilizados en lahistoriografa del libro y la biblioteca en Mxico, as como sus caractersticas ytendencias.

    Palabras clave: Historia del libro; Historia de las Bibliotecas; Libros Anti-guos; Inventarios de bibliotecas; Mxico.

    Abstract: The knowledge of book and libraries in New Spain is scarce incomparision with the bibliographical and documental sources preserved inMexico of the colonial past. Contemporary historiographic perspectivesshow

    Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecolgicas, Universidad Nacional Autnoma deMxico. Torre II de Humanidades, piso 12. Ciudad Universitaria. C.P. 04510, Mxico, D.F.Mxico. Correo elctronico: [email protected] recibido: 02-02-07. Aceptado:8-10-07

    INFORMACIN, CULTURA Y SOCIEDAD. No. 17 (2007) p. 69-96Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofa y Letras. Instituto de InvestigacionesBibliotecolgicas (INIBI), ISSN: 1514-8327.

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    the information wealth that can be obtained of original sources for reconstructingone cultural moment in History. Nevertheless, this approach should also impactin hereditary appraisal of documental legacy for proper safeguards. Speciallyif the work relates all information with previous researches for integrating acomplete idea of historical reality analyzed. This work is a short critical exercise

    about the approaches employed in the historiography of book and library inMexico, as well as its characteristics and tendencies.

    Keywords: Book History; Libraries History; Rare Books; Libraries inventories;Mxico.

    Una sucesin de pequeas voluntadesconsigue un gran resultado.

    Charles Baudelaire

    1. Introduccin

    La actual problemtica patrimonial, presente en las institucionesmexicanas que custodian libros antiguos y documentos histricos, es un aspectode la realidad cultural que no suele encontrarse en el conjunto de la produccincientfica nacional dedicada a la historia del libro y la biblioteca del perodo

    novohispano. Es una produccin que fundamenta parte de sus apreciaciones enese legado documental del pasado; en stas se extraa la relacin directa entreel objeto analizado y la realidad material del mismo. La problemtica adquierediferentes matices que afectan de forma directa a la garanta de permanencia delas fuentes originales. En esta realidad pueden agruparse aspectos del orden

    jurdico (leyes especficas), institucional (valor y funcin) y social (acceso ydisfrute), en donde se distingue la cuestin sobre las formas de registro nacionalde las fuentes histricas.

    El registro, ya sea normalizado o derivado de una tradicin institucional,

    conforma el soporte sobre el cual se pueden disear polticas culturales quepermitan favorecer la permanencia de ese legado para las generaciones venide-ras. Sin esa informacin toda intencin de resguardo corre el riesgo de fracasarporque se desconoce el universo documental sobre el que se pretende actuar. Lafalta de un adecuado registro e inventario de libros antiguos y documentos his-tricos, custodiados en numerosas instituciones mexicanas, tambin propiciadeficiencias en la funcin social que deberan cumplir esas fuentes del pasado.En particular al papel que adquieren en la construccin de la memoria colecti-va. Por eso es que la relacin entre el desarrollo del conocimiento histrico y la

    valoracin institucional de las fuentes documentales debera estar presente en lainvestigacin especializada como una ms de sus preocupaciones.

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    Con esta consideracin se podra contribuir a la salvaguarda del patri-monio de la cultura escrita y afrontar un antiguo problema: la ubicacin fsicade las fuentes coloniales dentro de los acervos y, a su vez, la adecuada preserva-cin como un problema de control patrimonial. Ciertamente, apuntamos haciala importante tarea del registro y el inventario de las fuentes conservadas como

    una funcin primordial de las instituciones de custodia. Estos instrumentos cons-tituyen para la investigacin histrica el primer tramo del camino y, por ello, lacarencia o inexactitud de los datos compilados puede dificultar la localizacinde un documento o libro antiguo, para muchos historiadores interesados en lahistoria cultural de la Nueva Espaa.

    Esta circunstancia no es rara en una institucin mexicana cuando se bus-ca un objeto ya citado con anterioridad por otra persona, tanto ms si ese datoprocede de una investigacin realizada dcadas atrs. Tal situacin se presentaespecialmente cuando la forma de organizacin documental ha sido cambiadapor la institucin de custodia en aras de una modernidad, sin relacionar losregistros o inventarios anteriores con los que se encuentran actualmente en uso.El resultado final puede ser que el interesado no logre consultar el documentodeseado, sin saber con certeza si la fuente original se ha perdido para siempre o,sin ms, se encuentra en otra ubicacin dentro de la misma coleccin. Desdeesta perspectiva el problema parece simple, pero se complica con notoriedad sinos introducimos en el campo de la responsabilidad institucional de la custodia.Es decir, en el cumplimiento de la funcin social y legal que se ha depositado en

    bibliotecas y archivos, que justifica su labor as como los presupuestos otorgados.Esta razn es importante para el trabajo de esas instituciones, cuando setrata de entidades pblicas, que responden siempre a un financiamiento del Es-tado y por ende a una responsabilidad social innegable. Ms si se trata de lacustodia de un objeto antiguo, que de un objeto moderno. El primero ha adqui-rido, por un proceso histrico concreto, un agregado de representacin cultural.Mientras que el segundo ha sido adquirido para una funcin precisa, como elderecho al conocimiento y a la informacin. Ahora bien, en la custodia de cual-quiera de los dos objetos, la finalidad social del acceso y el disfrute se represen-

    ta en trminos econmicos al igual que la prdida de un objeto histrico. Peroste en realidad no puede restituirse en dinero, porque ese objeto no slo haadquirido valor por la informacin que contiene, sino tambin por su propiamaterialidad, que al final es el testimonio de su particular devenir en el tiempo.El costo de un seguro o de una valuacin no puede recuperar ese objeto y suprdida afectar de forma negativa la presencia institucional, tanto en la socie-dad como en las otras instituciones de la misma naturaleza.

    La ausencia de ese objeto, libro antiguo o documento histrico, siempredeja una impronta en el desarrollo del conocimiento, que se transforma en una

    duda razonable sobre la lectura o la interpretacin anterior frente a las nuevaspreguntas de investigacin. Cuestin que siempre acontece con documentos o

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    libros divulgados por trabajos anteriores, pero que no son la nica posibilidadde acceso al universo de la informacin del pasado custodiado en bibliotecas yarchivos. Toda aquella informacin que no ha sido beneficiaria de este inters,conforma un espacio de la comprensin histrica abierto a numerosas posibili-dades y, por supuesto, interpretaciones, pero es un universo expuesto al descu-

    brimiento ocasional o afortunado que resulta inabarcable en cualquier investi-gacin. De ah la importancia que tienen los instrumentos de consulta para elconocimiento histrico interesado en el anlisis de la cultura libraria de unapoca.

    Para un tema de esta naturaleza, importa identificar y conocer los librosconservados como testimonios de una sociedad, pero tambin interesa toda ladocumentacin mediante la cual podra testimoniarse la presencia de esos li-bros en el pasado. Es una tarea que puede hacerse de manera ms segura si secuenta con un andamiaje que permita ubicar qu objetos histricos existen endeterminada coleccin y qu caractersticas poseen. Pero qu ocurre cuandonos introducimos sin este apoyo en el mundo de libros y documentos del pasa-do? Lo ms seguro es que perdamos el norte de la travesa original durante unbuen tiempo y que, al final, el resultado de la investigacin no sea tan satisfac-torio como hubisemos deseado.

    La descripcin anterior no es tan lejana a la realidad de un pas comoMxico, en donde no se cuenta con un catlogo nacional de libros antiguos y, endonde los archivos histricos siguen midiendo su cantidad documental por kil-

    metros ms que por unidades descritas y catalogadas. Una realidad que se con-fronta con importantes instituciones y prestigiosas personalidades dedicadas aldesarrollo del conocimiento histrico del pas. El origen de esta comprensinpatrimonial parece proceder del olvido de una rica tradicin bibliogrfica yarchivstica que gradualmente se fue perdiendo. Igualmente parece fundamen-tal en esta explicacin la construccin del valor cultural sobre el testimonioescrito del pasado, que podramos denominar fetichismo documental porqueotorga un valor primordial al producto del conocimiento, ms que al origen delque emana: la fuente histrica.

    Este mundo acadmico y cultural no ha mostrado una especial inclina-cin por la historia del libro y de las bibliotecas novohispanos, que constituyenel principal conjunto de nuestro legado bibliogrfico. A diferencia de lo queocurre en otros pases, esta temtica en la investigacin mexicana es escasa y nose le ha dado seguimiento, lo que sumado al pobre valor patrimonial de losobjetos coloca a las fuentes en una difcil situacin de supervivencia. En estesentido, el conocimiento de la cultura escrita del pasado novohispano en la ac-tualidad fundamenta sus conclusiones de forma prioritaria en repertorios biblio-grficos y en estudios especializados que han trascrito documentos histricos.

    Es lamentable que esta forma de recuperacin no permita identificarcorrectamente la fuente original para investigaciones posteriores, ya que no seha considerado la preeminencia de contrastar la informacin obtenida en una

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    fuente secundaria (repertorio o gua), con el objeto material actualmente con-servado (libro antiguo o documento histrico). Este posee caractersticas pro-pias a su naturaleza y que, despus de todo, siempre importa ms por su repre-sentacin en el patrimonio cultural de un pas. No hay que olvidar que cualquierobjeto histrico conservado que ha sido estudiado y, por tanto, puesto a la mira-

    da pblica, tambin abre una puerta no deseable al inters del mercado cultural.De ah que siempre sea esencial la verificacin de la fuente, como parte de uncompromiso tico y profesional con el legado cultural de una sociedad y comouna de las responsabilidades de las instituciones de custodia.

    2. Acercamiento a la historiografa del libro y la biblioteca novohispanos

    En los ltimos tiempos el mbito que compete al pasado de los libros y

    sus lectores se ha convertido en un apasionante y prometedor tema de investiga-cin histrica prcticamente en todos los pases. Como consecuencia de lo ante-rior se han publicado numerosos trabajos que nos informan sobre las obras delpasado y quienes las poseyeron, acercndonos a un momento cultural a travsde fuentes privilegiadas. Toda esta produccin bibliogrfica tiene como cimientouna metodologa empleada durante dcadas que ha mostrado su viabilidad paraconocer los aspectos que caracterizan al libro antiguo y comenzar as a delinearel impacto de ese objeto en los lectores de su tiempo. Gracias a estos esfuerzoshemos conocido la dimensin de la riqueza cultural resguardada en los fondos

    antiguos de las bibliotecas.No debe extraarnos este inters: el estudio del libro, como elementofundamental para la transmisin de la cultura, ha suscitado siempre miradas dela investigacin especializada desde distintas disciplinas. La publicacin de laobraLa aparicin del libro (Febvre y Martin, 1962) signific, para el conoci-miento de ese particular objeto, el referente pionero de todo acercamiento his-trico al libro y su funcin social. A partir de este texto, la historia de la culturano ha dejado de producir resultados mediante la publicacin de copiosas fuen-tes originales como los inventarios post mortem, los registros de bibliotecas

    antiguas, las relaciones de comercio y otros documentos que testimonian la pre-sencia de ciertos libros en un periodo histrico concreto. Este universo docu-mental igualmente ha favorecido que la investigacin histrica en este temapueda crecer y diversificarse, tanto en sus apreciaciones como en sus aportacio-nes metodolgicas.

    El conjunto general de la produccin cientfica sobre la historia del librose inscribe as en categoras que han transitado entre el anlisis sobre conteni-dos textuales e iconogrficos de los libros antiguos, la consideracin de la ma-terialidad del libro fuera de sus contenidos para concebirlo como un objeto que

    se fabrica y se vende, y por tanto tambin se difunde y es ledo por ciertopblico, hasta la distincin y caracterizacin de esos lectores que de una forma

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    u otra reciben un texto y reaccionan ante el mismo (Choppin, 2004: 17-18). Esdecir, intentamos comprender al objeto en todas las facetas que lo afectan ycmo ese objeto con caractersticas bien definidas puede impactar o modificarla cultura de una sociedad.

    En varios pases, adems, se ha promovido la accin institucional y la

    formacin de grupos de investigacin dedicados a fomentar el conocimientodel pasado de libros y bibliotecas. Dentro de esta esfera institucional, debemosdistinguir tanto al Instituto de Historia del Libro y la Lectura, en Salamanca,como al Institut dHistoire du Livre en la cole Nationale Suprieure des Sciencesde lInformation et des Bibliothques (ENSSIB) en Villeurbanne. En estos es-pacios se realizan eventos especializados y se producen publicaciones que nosacercan a los detalles de un mundo cultural que se aleja cada da ms de lasgeneralizaciones que caracterizaron al conocimiento histrico del libro y la bi-blioteca en un pasado no muy lejano.

    Ciertamente, los mayores desarrollos en esta materia se han dado enFrancia, Alemania, Italia, Inglaterra, los Estados Unidos y Espaa, al igual queen algunos pases de Amrica Latina. Sin embargo, la produccin de estos lti-mos posee un menor impacto y representacin, que se puede observar en lasreferencias de las mismas publicaciones especializadas en donde suelen encon-trarse los trabajos dedicados a esta temtica. En esta tendencia, el trabajo hisp-nico es el que ms impacta en el conocimiento sobre libros y bibliotecasnovohispanos, debido a las semejanzas culturales. Sin embargo, toda esta pro-

    duccin internacional tampoco se ha compilado en un nico instrumento comoreferente imprescindible para cualquier interesado en este tema particular de lahistoria cultural. La afirmacin anterior puede observarse de forma puntual enlos datos proporcionados por laAnnual Bibliography of the History of Bookand Libraries (BHO) y en los trabajos publicados dedicados a las bibliotecasantiguas.

    Pese a lo anterior, en las ltimas dcadas el conocimiento histrico delmundo de la cultura escrita ha desarrollado nuevos temas de investigacin enlos que se puede observar la presencia de testimonios del pasado que con ante-

    rioridad no parecan tan relevantes. De esta manera las fuentes para la historiadel libro se han diversificado, amplindose ms all de la descripcin materialde los impresos (Rueda, 2006: 13). Esto representa un universo documentalrico y diverso, que requiere ser abordado con metodologas historiogrficasvalidadas por la experiencia, ya que estas nos permiten seguir un camino pre-viamente trazado. Tal direccin no slo nos ayuda a identificar ciertos libros,sino tambin a relacionarlos con diferentes bibliotecas coloniales posedas porpersonajes de variados estratos sociales.

    Sin embargo, la mayor parte de los estudios dedicados a estas bibliote-

    cas se han enfocado de forma especfica en funcionarios coloniales como losoidores (Barrientos Grandn, 1999 o Fernndez Sotelo, 1999-2000), en

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    miembros de la jerarqua eclesistica como los obispos (Gmez lvarez y TllezGuerrero, 1997a y 1997b) y en ciertos intelectuales de la poca (Herrejn Peredo,1988). Pero este desarrollo no ha logrado consolidar a las bibliotecas del mun-do novohispano como un espacio de conocimiento, por lo que siguen siendo unterritorio cultural poco conocido de nuestro pasado, lo que no deja de ser inte-

    resante considerando las numerosas bibliotecas existentes en el mundo colo-nial, que fueron descritas por Osorio Romero (1986) en su Historia de las bi-bliotecas novohispanas.

    Hace ya doce aos, Fernndez de Zamora (1994) escriba sobre la esca-sa produccin de la historiografa bibliotecaria, pese a la profesionalizacin dela disciplina en los aos cuarenta, poca que tambin coincide con laprofesionalizacin del campo de la historia, que abrir las posibilidades para elfortalecimiento de las principales revistas especializadas en esta disciplina, comomedio de comunicacin acadmica del conocimiento histrico (Matute, 2001:779). Sin embargo, en ambas disciplinas es manifiesto el poco inters por elestudio de las bibliotecas coloniales y por los libros antiguos (europeos y ame-ricanos) que formaron parte de esas colecciones.

    De ah que no resulte extraa la ausencia del tema de la cultura escrita enlos debates de la historiografa mexicana. Son reflexiones que han sido ampliasy constantes desde comienzos del siglo XX, y en las que podemos encontrarreferencias a las obras de los grandes protagonistas del conocimiento histrico,as como anlisis de los temas que han interesado a los historiadores y que se

    reflejan en la produccin acadmica publicada en las revistas especializadas(Vzquez, 2001: 716). Si bien el inters por el pasado colonial ha tenido siem-pre su importancia, sobre todo por la revalorizacin otorgada de la mano deSilvio Zavala en 1950, que lo despoj de su estigma oscurantista (Florescano,1992: 14). El estudio de la cultura escrita de ese perodo ha sido de poco impac-to en comparacin con los estudios similares realizados en otras latitudes. Inte-resa distinguir aquella investigacin que recupera fuentes originales para testi-moniar las caractersticas de esa cultura, las obras que la distinguieron y lospersonajes que poseyeron libros, as como quienes los imprimieron o los

    comercializaron.Antes de la llegada de los intelectuales del exilio espaol, en lahistoriografa mexicana exista una consagracin del mundo colonial (Ortegay Medina, 1986), que fue desarrollada por muchos historiadores cuya herenciase encuentra en los espacios institucionales dedicados a los estudios colonialesy en la produccin bibliogrfica. Pero una parte importante de las apreciacionesdesarrolladas sobre la cultura escrita en la Nueva Espaa han sido en ocasionescontradictorias y generales. Un tipo de valoracin que va a cambiar poco a pococon las aportaciones de Nicols Lon, Juan B. Iguniz, Jos Toribio Medina,

    Agustn Millares Carlo, Ignacio Mantecn, Julio Jimnez Rueda, EdmundoOGorman, Fernndez del Castillo y Leonard Irving, entre otros. Gracias a

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    todos estos esfuerzos se recuperaron importantes documentos conservados enarchivos histricos, como el Archivo General de la Nacin de Mxico (AGN),adems de renovarse el inters por libros antiguos conservados, que hasta eseperodo no haban sido protagonistas.

    Sin embargo, ese perodo tambin se ver diluido en el tiempo sin con-

    solidarse como un tema trascendental; tampoco generar un debate serio sobrela metodologa de trabajo, sobre la naturaleza de las fuentes ni, mucho menos,sobre el problema patrimonial de las mismas. En efecto, no podemos contar condatos fiables sobre la historiografa que caracteriza al conocimiento dedicado alos libros y las bibliotecas del perodo novohispano, porque todava no se hacompilado y analizado en forma puntual comparado con otros esfuerzos seme-

    jantes. Por ejemplo, sobre bibliotecas antiguas han realizado intentos por reco-pilar una bibliografa especialistas como Millares Carlo (1970), Solano (1985),Hernndez Gonzlez (1998) y Calvo (2003).

    Es indudable que se trata de una tarea inevitable y necesaria que debe-mos realizar, ya que, como hemos mencionado, el trabajo internacional no halogrado compilar esa produccin en su totalidad. Por ejemplo, para Mxico, laBHO integra 278 referencias publicadas entre 1962 y el 2000 relacionadas conla historia de libros y bibliotecas. Por consiguiente, una parte importante de laproduccin bibliogrfica disponible antes de los aos sesenta no est considera-da y se encuentra registrada en los diversos trabajos enfocados en el estudio delas bibliotecas antiguas que se han realizado hasta la fecha. Contar con una

    informacin completa permitira de forma ms correcta determinar las caracte-rsticas de la metodologa y de las fuentes que se han empleado. Otra cosa de-seable sera que esa misma bibliografa estuviera disponible a travs de la red,ya que la produccin se encuentra dispersa en las abundantes publicacionesespecializadas, tales como libros que no siempre son de fcil acceso y disponi-bilidad.

    Los escasos productos bibliogrficos con los que contamos sobre estetema, en su gran mayora, se deben al trabajo de historiadores. Los trabajoshistricos realizados por bibliotecarios no son abundantes, sino ms bien esca-

    sos. En estos ltimos, analizados por Fernndez de Zamora (1997), no suelenencontrarse referencias relacionadas con el trabajo de fuentes originales comolibros antiguos o documentos histricos. En estas reflexiones previas, que co-rresponden al perodo novohispano, los anlisis preliminares de la bibliografanos aportan datos interesantes que debemos precisar bajo ciertas consideracio-nes, que tienen que ver con la evolucin del conocimiento y los desarrollosmetodolgicos.

    Estas colecciones bibliogrficas comienzan a cobrar inters a partir delsiglo XX, como resultado de trabajos de investigacin histrica y de organiza-

    cin de documentos. As este conocimiento se deriva del trabajo con documen-tos histricos, que mencionan o relacionan bibliotecas en el perodo colonial,

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    ms que en una recuperacin material de los libros que conformaron esos acer-vos, una recuperacin que, como indica Rojo Vega (1997: 195), trata deinventarios de libros y de referencias a bibliotecas, ms que a las bibliotecasmismas. Consideracin que evidencia el problema del conocimiento patrimo-nial de los acervos, aspecto que no debemos olvidar. La importancia de la cul-

    tura escrita en la poca novohispana ser ejemplarmente mostrada en el trabajohistrico introductorio de la obra de Jos Toribio Medina (1907-1912), que seaade a los notables esfuerzos por inventariar la produccin impresa a lo largode ese perodo.

    Como inicio de este inters, podemos citar como primeros a los trabajosrealizados por Manuel Romero de Terreros, sobre las bibliotecas de ManuelPrez de Soto (1920) y Luis Lagarto (1949). Ambas bibliotecas, ricas en variostemas del conocimiento, no impidieron que el mismo autor considerara que lasbibliotecas eran lo que ms escasea en la casa colonial y que se componan deuno que otro tomo de asunto mstico, las obras de sor Mara de Agreda, ycuando msDon Quijote de la Mancha, o elPasatiempode Rivadeneyra, eran engeneral las obras que lean nuestros abuelos (Romero de Terreros, 1923: 134).

    Los trabajos de Irving Leonard sobre el comercio (1933) y el trnsito delibros (1949) en la Nueva Espaa, as como sobre la cultura barroca (1959),abren una puerta de posibilidades al inters por las caractersticas de la culturaescrita en las colonias americanas. En este ltimo trabajo, Leonard recupera lanoticia sobre la biblioteca de Prez de Soto, pero en este texto no presenta la

    transcripcin de los libros inventariados. Con la intencin de hacer un anlisisms detallado, que finalmente no realiz, obtuvo una copia de ese documentode 1655 que se encuentra en el Archivo General de la Nacin en el Ramo Inqui-sicin (tomo 440) y que fue publicado por Jimnez Rueda y OGormann (1947).Donald G. Castanien (1951) realiz el anlisis previsto, en su tesis doctoral, dela que public posteriormente (1954) un resumen sobre la misma biblioteca.

    Visto en perspectiva y dado el inters que Leonard mostr por la figurade Carlos de Sigenza y Gngora, al que dedic varias publicaciones, resultallamativo que no haya puesto su atencin en la biblioteca de este personaje

    novohispano, de la que tenemos ciertas noticias. En este mismo perodo, nodebemos olvidar el trabajo de recuperacin documental realizado por OGorman(1939), dedicado a las bibliotecas y a las libreras coloniales, una aportacinque sigue siendo un referente invaluable en este tema.

    Precisamente en la dcada de los cuarenta, el inters temtico comienzaa volcarse hacia los inventarios de bibliotecas particulares (Chevalier, 1976:31), que sern transcritos y publicados, pero tambin a relacionados, como lomuestra el trabajo de Torre Revello (1940). Pero en Mxico esas mismas carac-tersticas no tendrn el mismo impacto y, por lo tanto, los resultados de la in-

    vestigacin histrica seguirn siendo escasos en cuanto a la representacin delas fuentes originales. La cultura escrita en el perodo de la colonia hispano-

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    americana tendr en los trabajos de Guillermo Lohmann Villena una de lasprimeras representaciones de estudio sobre los libros espaoles en Amrica(1944), lnea de investigacin que sigue el sendero marcado por Rodrguez Marn(1911); trabajo que volvi a publicarse con correcciones en 1953.

    Este importante ciclo podemos decir que se cierra con los trabajos de

    Trens (1954, 1955 y 1957), sobre la biblioteca de la Real y Pontificia Universi-dad de Mxico, y con el de Arciniega (1955), enfocado en el tema de las prohi-biciones de libros en Amrica, y de Burrus (1955), dedicado a describir condetalle los instrumentos de investigacin disponibles en Espaa. Entre la dca-da de los sesenta y los setenta, la preocupacin por el conocimiento de libros ybibliotecas en la Nueva Espaa seguir presente en los trabajos de KropfingerVon Kgelgen (1973), Roberto Moreno de los Arcos (1978), Prez de Colosiay Gil San Juan (1979) y Wagner (1979).

    El tema histrico, a partir de 1980, volver a ser de inters, aunque se-guir siendo limitada la recuperacin de fuentes originales y la reflexinmetodolgica que fundamenta el conocimiento histrico de la cultura escrita.As, encontraremos los trabajos de Mathes (1981) sobre libros novohispanos ysobre la biblioteca de Santa Cruz de Tlatelolco (1982), la importante recupera-cin documental de Fernndez del Castillo (1982) y, especialmente en 1983,con el proyecto Historia de las Bibliotecas, que dio lugar a una serie de vol-menes de historia de las colecciones bibliotecarias como un esfuerzo institucionalque congreg a diversos historiadores, en el que se inserta la obra de Osorio

    Romero (1986) ya mencionada. Un inters de tales dimensiones no ha vuelto arepetirse, en particular porque la intencin de estos trabajos era la divulgacin.Si bien no se puede decir que esos trabajos crearan escuela en las preocupacio-nes histricas, lo cierto es que en este perodo encontramos importantes aporta-ciones de la mano de Moreno de los Arcos (1986), los trabajos ya citados deHerrejn Peredo (1988) y Osorio Romero (1986), que recuperan y analizaninventarios de bibliotecas, as como trabajos generales sobre libros novohispanoscomo los de Martnez (1986), Torre Villar (1987) y nuevamente Mathes (1988).

    A partir de 1990, el tema sigue siendo interesante y la produccin pre-

    senta tres cambios sustanciales que podemos identificar. El primero radica en elinters por presentar la transcripcin o el anlisis de un inventario de biblioteca(como ejemplos se encuentran los trabajos de Gmez lvarez y Tllez Guerre-ro (1997a y 1997b), Fernndez Sotelo (1999-2000). Como un intento de recu-peracin de los libros conservados de un personaje relevante el trabajo de SalazarIbargen (2001), y sobre el uso de los libros en Castaeda (1993). El segundoes la preocupacin por temas histricos concretos en donde se aprecian influen-cias metodolgicas extranjeras, como en los textos dedicados a la imprentanovohispana de Graen Porra (1991), Chocano Mena (1995), y Castaeda

    (1997). Tambin en este perodo, encontramos los trabajos sobre libros y

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    bibliotecas de Trabulse (1993) y Ramos Soriano (1994); adems, particular-mente sobre la cultura escrita en Nueva Espaa, encontramos a GonzlezRodrguez (1997) y Surez Argello (2004).

    El tercer cambio, y el ms sustancial, se dio a partir de la introduccin delas lecturas de Roger Chartier (1995, 2000 y 2005), que favorecen una reflexin

    metodolgica sobre el trabajo realizado y sus caractersticas, como se evidenciaen las obras de Gonzlez (1999) y Ostolaza Elizonso (2002). Estas aportacio-nes tambin cambian los enfoques de acercamiento al libro impreso, para tran-sitar de su forma material y posesin, hacia las prcticas de la lectura y su apro-piacin. (Gonzlez Snchez, 1999: 29). Una evolucin que ha sido analizadapor Castillo Gmez y Sez (1994) y tendr, como su mejor exponente en Mxi-co, los libros coordinados por Carmen Castaeda en 2002 y en 2004. Empero,este cambio de orientacin dejar de lado la recuperacin de los inventarios debibliotecas particulares e institucionales del perodo novohispano, para dar ma-yor importancia a los libros y a las bibliotecas decimonnicas.

    Pese a que Matute (2004: 337) considera que actualmente la metodolo-ga histrica no ofrece problemas y que la exhaustividad es caracterstica en elexamen de las fuentes, en donde priva el rigor, lo cierto es que, en la compren-sin de libros y lecturas en Mxico, hemos realizado un salto sin cubrir unacuota necesaria de conocimiento. Hablamos del proceso acumulativo de recu-peracin de fuentes para el conocimiento de la cultura escrita novohispana. Perosin ese escaln cmo podemos comprender las caractersticas de esa cultura

    del libro? Hace tiempo que las categoras generales del conocimiento histrico(como historia poltica, historia social o historia de las ideas) han dado paso atemas ms concretos que abren un espectro de posibilidades de investigacin,entre los que se encuentran los libros, y que son el resultado de intereses com-partidos entre disciplinas (Ponce Leiva y Amadori, 2006).

    De esta manera se ha abierto un campo de trabajo, rico y variado, quemuestra una dinmica cultural de mayor impacto en las bibliotecas de la pocacolonial, tanto particulares, si eran laicos, como institucionales, si eran el resul-tado de las actividades de alguna orden religiosa. El conocimiento de estas co-

    lecciones permite acabar con las apreciaciones sobre una cultura novohispanaparca y pobre (Trabulse, 1993: 8), para dar lugar a nuevas preguntas que nospermitan comprender y valorar los restos de ese pasado que an se conservan enlas bibliotecas contemporneas.

    3. El libro antiguo como fuente para la investigacin histrica

    Pese a la dispersin de la produccin bibliogrfica dedicada a la historiadel libro y la biblioteca novohispanos, podra decirse que es un tema de investi-

    gacin en Mxico, que no ha alcanzado un desarrollo suficiente. En nuestraopinin porque no ha logrado consolidar el valor de la fuente original para las

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    aportaciones de la investigacin especializada y, al tiempo, la comprensin dela adecuada salvaguarda institucional. Por otra parte, existen notables ejemplosde investigacin que buscan reconstruir las bibliotecas del pasado mediante elempleo de fuentes documentales originales. La mayor parte de ellos empleancomo fuente los inventariospost mortem o la declaracin de bienes, y solamen-

    te consideran una coleccin bibliogrfica como rica cuando se registran ms de500 obras (Fernndez Sotelo, 1999-2000: 95).

    Desde esa perspectiva, parece ms adecuada la clasificacin de Infantes(1997: 282-284), porque considera tanto el nmero de libros relacionados comoel tipo de obras que se registran. Desde cualquier matiz, las cifras recuperadasslo constituyen un enfoque aproximado a la cultura libraria, pero una conside-racin necesaria. Sin embargo, esa misma comprensin no adquiere significadosin una interpretacin que sea capaz de relacionar los objetos culturales y suvalor (Darnton, 1993: 180). Aparentemente, este desarrollo del conocimientoconsolida un valor patrimonial del objeto bibliogrfico, que adquiere cada vezmayor fuerza frente a otros objetos culturales de distinta naturaleza. As, en esteinmenso legado, el libro antiguo puede adquirir ciudadana propia, aunque estacondicin no es siempre tan afortunada como lo parece.

    Este es el caso del libro antiguo, que sin las aportaciones de lahistoriografa francesa no habra cobrado fascinacin para abundantes investi-gaciones interesadas en conocer las formas de pensamiento de generacionespasadas. Sin embargo, esta investigacin no es realizable sin una amplia docu-

    mentacin, proveniente de fuentes dispersas y que hay que poner en consonan-cia unas con otras (Delumeau, 1996: 18), de forma tal que ese importanteelemento cultural del perodo novohispano no logra consolidarse como un cam-po propio de conocimiento, ni en la historia ni, mucho menos, en labibliotecologa que se desarrolla en Mxico. De ah que sea indispensable ynecesario analizar las tendencias metodolgicas en un universo tan complejocomo lo es el de las bibliotecas novohispanas, porque nos ayudaran a compren-der incluso las formas en que ese pasado librario ha sido interpretado.

    En este sentido, el conocimiento sobre las colecciones bibliogrficas del

    periodo novohispano puede separarse entre los que emplean fuentes originalesen paralelo con las fuentes secundarias y las investigaciones desarrolladas querecuperan solamente la documentacin original a travs de fuentes secundarias.Este tipo de trabajos han centrado su desarrollo en el mero uso de los reperto-rios bibliogrficos de Medina, Paula Andrade o Beristain de Souza, entre otros.En esta forma de trabajo, se manifiesta una ausencia de las fuentes originales,los libros antiguos, que se introducen en la construccin del argumento a travsde las referencias de otros y no de la consulta directa con el material conserva-do. Es decir que, en la identificacin de los libros en circulacin durante el

    periodo analizado, no se suele contrastar la informacin con los propios libros,dando lugar en ocasiones a interpretaciones errneas.

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    De esta manera, el raqutico conocimiento de la estructura material delos libros antiguos no ha permitido que la investigacin histrica desarrolladaen Mxico considere que un libro podra ser slo variante de una edicin y portanto ofrecer informacin distinta de los otros relacionados. A su vez, esta for-ma de trabajo no ha posibilitado relacionar el estudio de la fuente bibliogrfica

    con otro tipo de fuentes histricas para completar el conocimiento librario deeste perodo. No habra que olvidar que esos libros han mostrado su relevanciapara definir e identificar algunas caractersticas de las formas de pensamientode una sociedad.

    Pero su desconocimiento no slo se debe a la falta de inters de losinvestigadores, sino tambin a una realidad institucional de los fondos antiguosy de los archivos histricos, que no cuentan con instrumentos fiables y precisospara el control y la consulta de la documentacin conservada. La precaria prefe-rencia temtica resulta ms llamativa al considerar las ricas colecciones de li-bros antiguos que actualmente se conservan en el territorio nacional, que sinduda son un reflejo fiel de la cultura escrita en la poca.

    El libro antiguo puede distinguirse como una documentacin esencialpara el conocimiento de las caractersticas culturales de una poca, ya que con-tiene documentacin relativa a su propia composicin. Por ejemplo, con el an-lisis de los preliminares del libro antiguo se puede relacionar otro tipo de fuen-tes histricas que ayudan a delinear las obras en circulacin y, cmo estas, con-tribuyeron a definir las caractersticas culturales de un momento histrico. Otra

    aportacin semejante es el estudio de las anotaciones manuscritas que algunosde estos libros poseen, entre otros elementos histricos que testimonian lahistoricidad del objeto y documentan la procedencia.

    Lo anterior significa que todo acercamiento al libro y a la biblioteca enla Nueva Espaa debera, cuando menos, esbozar el universo social, poltico,econmico y cultural en que se insertan, para poder explicar los usos sociales deambos objetos con mejores elementos. As, esos objetos deben juzgarse y en-tenderse en trminos del clima intelectual de una poca en la que participan.Esta es la cuestin que nos parece fundamental distinguir y que creemos es la

    cuota pendiente de conocimiento. Desde este punto de vista, es imprescindibleconocer cuntos son los inventarios novohispanos, particulares e institucionales,que an se conservan, de qu tipo de fuente se trata, qu proceso le dio origen(v. gr. inventario post mortem, legado, temporalidades, etctera) y, tambin,cules son las caractersticas del registro. Estos datos son tan valiosos como elnmero de obras registradas, que slo indican los libros que se tenan en unperodo determinado.

    Esta condicin, como afirma lvarez Santal (1982: 166), no es sufi-ciente para determinar los valores personales, profesionales, o estamentales del

    poseedor, por no considerar el entorno educativo del sujeto, que es el que engran parte condiciona el tipo de libros adquiridos. De ah que no sea extrao

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    preguntarse sobre la falta de conocimiento preciso de las bibliotecasinstitucionales de la Nueva Espaa, que en su gran mayora son las denomina-das conventuales, por estar relacionadas con la actividad de las rdenesmendicantes. Desde el libro de Osorio Romero (1986), no se ha realizado otrarevisin sobre esas bibliotecas que aporte nuevos datos a los ya divulgados. En

    contraparte, s se han realizado trabajos histricos sobre colegios y estableci-mientos novohispanos dedicados a la educacin; tarea en la que siempre se hanrequerido libros.

    No obstante, en la mayora de esos trabajos dedicados a la cultura escritano se observa un empleo de mtodos cuantitativos, que s han sido utilizadospor otros historiadores de la cultura para estudiar la historia del libro. Las inves-tigaciones realizadas en otras latitudes se han enfocado, ms que en el estudiode las grandes obras, en las tendencias dentro de las formas de produccin delos libros y, ms puntual, en los hbitos de la lectura en los diferentes estamentosde una sociedad especfica (Burke, 1999: 79-80). Como se haba mencionado,esta tendencia es la que mayor impacto ha tenido en los ltimos tiempos enMxico, a travs de las lecturas de Chartier y de su concepcin de la apropia-cin como una forma de uso de los productos culturales. Se trata de un esfuer-zo que ha comenzado a dar resultados de investigacin interesantes, pero en losque se nota la ausencia de una parte representativa de los textos de Henri-JeanMartin (1987, 1999a, 1999b, y 2000).

    Un buen ejemplo de esta aparente desconexin en la historia cultural son

    los cuatro nmeros publicados por la revistaArtes de Mxico (58, 65, 70 y 76),entre el 2003 y 2005, dedicados a diversos aspectos en la vida de los jesuitasnovohispanos. Resulta interesante que esa publicacin no haya incluido ni unsolo texto dedicado en forma exclusiva a las bibliotecas jesuticas, que fueronlas colecciones ms ricas de la poca. Por esta razn, resulta obligatorio indagarcuntos de esos inventarios conservados se han estudiado y publicado. Por citarun ejemplo, Castaeda (1993: 39) indica que sobre las bibliotecas coloniales deGuadalajara se han trabajado diecisis inventarios de bibliotecas y uno de libre-ra, pero no hace referencia a la produccin bibliogrfica en la que se encuen-

    tran esos estudios.Un inventario de fuentes se hace cada vez ms necesario, porque ademsmostrara cuntas de las mismas han sido localizadas y citadas, pero no trabaja-das. De ah que tambin sea revelador conocer la metodologa con la que se haabordado el estudio de esas fuentes, para lo cual se debe saber si se trata de latranscripcin del documento histrico o de un tratamiento ms general del mis-mo. En el primer caso, igualmente interesa clarificar si el investigador ha iden-tificado las obras registradas en el documento, porque esa identificacin sirvepara realizar otras posteriores y, si tal identificacin se ha realizado con datos

    de catlogos modernos de bibliotecas o en repertorios bibliogrficos.

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    Esta condicin particular nos permite definir asimismo si esas obras to-dava se conservan y si poseen alguna evidencia histrica que permita relacio-nar ambas fuentes histricas, porque no todos los repertorios modernos indicandnde se conserva una obra registrada. Este es uno de los puntos nodales quetambin estamos dejando al descubierto en el conocimiento histrico de las

    bibliotecas novohispanas. Es decir, la identificacin precisa de todos los librosantiguos que conservamos en las colecciones modernas, de los que sabemoscon certeza que poseen evidencias histricas que podran relacionarlos con ciertasbibliotecas particulares o institucionales.

    En la actualidad, Mxico no cuenta con un catlogo colectivo de impre-sos antiguos, pese a que han existido mltiples intenciones por concretarlo. Porcierto, existen intentos institucionales en sumo grado loables que ya se estnrealizando con esta intencin, pero los resultados obtenidos a la fecha debenanalizarse con precisin desde las perspectivas de la bibliografa material y dela catalogacin descriptiva. Tal anlisis se debera realizar con la finalidad deestablecer que los libros se han registrado e identificado correctamente sin nin-guna posibilidad de error.

    Varios historiadores de la cultura escrita han mencionado la considera-ble aportacin de la bibliografa material para el conocimiento de libros y bi-bliotecas del pasado, en especial despus de que Donald McKenzie (1991)redefiniera la bibliografa como una forma de la historia cultural que deba pre-ocuparse por estudiar las formas materiales de los libros, porque tambin

    impactaban en la actitud de los lectores (Burke, 2006: 90). Pero esta disciplinano ha sido aplicada ni ha propiciado una reflexin seria en nuestro pas. Es ms:la revisin de los trabajos realizados en esta materia muestra como tendenciacaracterstica la omisin cardinal, en el andamiaje bibliogrfico que los sopor-ta, de los textos clsicos de la bibliografa material, como el de Moll Roqueta(1985), por citar uno. En algunos casos, tambin se ha podido comprobar que laidentificacin de un libro antiguo es errnea, creando una referencia distintapara una obra previamente identificada (Garca, 2006).

    Por otro lado, la bibliografa material y la catalogacin descriptiva para

    impresos antiguos no forman parte de la formacin profesional de los bibliote-carios en ninguna de las escuelas de la especialidad que existen en el pas. Esteparticular conocimiento se ha ido cubriendo con cursos especiales de forma-cin continua desde 1999, normalmente relacionados con colecciones biblio-grficas importantes como la Lafragua en Puebla o la Armando Olivares enGuanajuato. Pero esa misma formacin no ha generado un debate serio sobre laaplicacin de la norma internacional ISBD (A) para la realizacin de los catlo-gos colectivos o institucionales. Una norma de esta naturaleza no puede aplicar-se sin ms, sino que requiere un basamento de conocimiento orientado en forma

    particular al proceso de produccin de la imprenta de tipos mviles, para podercomprender las caractersticas de la estructura material y formal de los

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    impresos antiguos. Es indudable que este conocimiento no puede cubrirse conun mero repaso general sobre la historia de los libros o con un mero glosario.

    Toda informacin registrada constituye parte de la representacin delvalor cultural y patrimonial de un libro antiguo o de un documento histrico,por lo que, si no se hace en forma correcta, tampoco se puede garantizar plena-

    mente a la investigacin futura la recuperacin de una fuente concreta. En elcaso especfico de los libros, esa deficiencia puede imposibilitar la localizacincorrecta de todos los ejemplares de una edicin conservados, cosa que sin dudaayudara a enriquecer los trabajos de investigacin histrica. De ah, como indi-cbamos, la trascendencia de indicar cul es el libro o documento que se haconsultado, cuanto ms si se hace hincapi en alguna de sus caractersticas ma-teriales o histricas. Por esta razn, de carcter patrimonial, es primordial docu-mentar con precisin la fuente original empleada, indicando la institucin quela custodia y los datos de ubicacin. En definitiva, esta informacin contribuiraa mejorar el conocimiento histrico de las bibliotecas novohispanas de las queesos libros formaban parte.

    La confrontacin de estos datos que nos conducen a un documento olibro histrico citado adems ayuda a tomar conciencia del riesgo de prdida.Es cierto que todas las instituciones que custodian libros y documentos histri-cos, sean pblicas o privadas, estn expuestas al robo de su riqueza cultural. Poresa condicin es inevitable relacionar el empleo de una fuente histrica con sucustodia institucional y con la responsabilidad que esta adquiere con ello. Entre

    los casos ocurridos y ms sonados de esta situacin nacional, se encuentran lasustraccin, en 1996, de parte del manuscrito de Fray Junpero Serra que seconserva en el AGN o la subasta de fondos bibliogrficos de la Sociedad Mexi-cana de Geografa y Estadstica realizada por la casa Morton en 2005. Estosdesagradables casos evidencian que no se ha tomado plena conciencia de estaresponsabilidad patrimonial sobre la preservacin de las fuentes originales con-servadas (Garca, 2000), ni por parte del grupo de investigadores que las utili-zan, ni por parte de los bibliotecarios o los archiveros que las custodian.

    Como muestra de la afirmacin anterior, puede mencionarse el escaso

    impacto que ha tenido en los grupos acadmicos esas lamentables situacionesdel pasado, que sin duda afectan la realizacin de su trabajo. La todava enormeriqueza documental y bibliogrfica heredada que no ha sido estudiada, recupe-rada o documentada es un indicio ms de la falta de valoracin patrimonial quedebemos considerar en el futuro. De ah que un inventario de las fuentes queafectan al conocimiento del libro y de las bibliotecas en el territorio novohispanotambin ayude a reflexionar por que todos los estudios realizados no han logra-do modificar sensiblemente el problema real de los acervos histricos en Mxi-co. Es una realidad que deja pendiente esa misma revalorizacin de la historia

    colonial que Silvio Zavala nos ha dejado como testamento, ya que una de sus

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    ms importantes aportaciones fue precisamente instituir un mayor rigor paraestablecer los hechos histricos mediante un manejo acucioso de las fuentesoriginales (Florescano, 1992: 8).

    Para el lector de estas lneas, un panorama tan rido tendra que estarequivocado al recordar la nominacin de la Biblioteca Palafoxiana como

    Memoria del Mundo en 2005. En realidad, son pocas las bibliotecas y los archi-vos con fuentes histricas en Mxico que cuentan con los recursos suficientespara garantizar, por un lado, el acceso y las condiciones para la investigacinespecializada y, por otro, los que permiten asegurar la preservacin de los obje-tos a largo plazo. El problema es mucho ms grave que una mera explicacin dedeficiencia institucional, porque involucra aspectos de orden legal, cultural ysocial. El ms triste ejemplo de lo anterior puede observarse en la BibliotecaNacional de Mxico (BNM) y en el Archivo General de la Nacin, (AGN) paralo que pueden visitarse las pginas electrnicas correspondientes. En donde sepodr observar que el legado bibliogrfico no refleja con claridad el valorinstitucional.

    Desde esta perspectiva, sabemos que la valoracin del objeto bibliogr-fico y documental, en su justa dimensin, requiere de forma ineludible del con-cierto de la propia investigacin. Este trabajo es el que favorece la divulgacinsocial de la riqueza de los acervos y de la importancia de su conservacin. Hoyen da, parte de esa socializacin se realiza por medios electrnicos, que permi-ten poner a disposicin pblica imgenes de objetos patrimoniales y tambin

    informacin acadmica publicada. La digitalizacin del patrimonio en Mxicopadece de esquizofrenia: por un lado, no se ponen imgenes de calidad yrepresentatividad desde las propias instituciones de custodia y, por el otro, separticipa en proyectos internacionales con esta tendencia y caracterstica (Gru-po de Investigacin en Polticas Culturales del Seminario de Digitalizacin delPatrimonio, 2005).

    En esta lnea, volvamos al caso de la BNM, que no ofrece este tipo deinformacin en su propia pgina de la red, pero que s participa con objetosdigitales en la Biblioteca Virtual Cervantes, a la que por cierto no remite desde

    su propio espacio institucional. Del mismo modo, existen importantes esfuer-zos en el pas que buscan favorecer el acceso digital a recursos patrimoniales,que deben citarse, como el portal Colecciones Mexicanas o el software CIText(Consulta de Imgenes Textuales) creado por la biblioteca de la Universidad delas Amricas-Puebla. Pero ambos esfuerzos no han tenido un impactoinstitucional o social que se refleje directamente en el aumento de los recursosdisponibles en la red del patrimonio bibliogrfico mexicano.

    Por su parte, la disposicin electrnica de la produccin acadmica esun terreno que estn cubriendo cada vez ms numerosas revistas especializadas,

    que lo hacen desde sus propias pginas institucionales o en proyectos concretoscomo la Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y

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    Portugal (REDALYC). Pero si nuevamente miramos hacia las dos institucionesnacionales, ninguna de las dos ofrece directamente el acceso a sus importantespublicaciones: elBoletn de la Biblioteca Nacional de Mxico yel Boletn del

    Archivo General de la Nacin. Mxime en lo que se refiere a la informacinhistrica de sus primeros tiempos, que constituye un acervo de informacin

    documental sumamente importante.La trascendencia de estos trabajos en elBoletn de la BNM ha sido sea-

    lada por Castro (2001) y los delBoletn del AGN por Torre Villar (2001). Estaltima publicacin fue digitalizada incluyendo los aos 1930-1976, en formatoDVD, realizado en colaboracin con la Fundacin Tavera en 2002, interesantedecisin que parece no haber considerado la realidad tecnolgica de la socie-dad mexicana y de las instituciones pblicas del pas, donde se realiza la mayorparte de la investigacin histrica. Un instrumento con esas caractersticas re-duce su campo de difusin y su impacto en el desarrollo del conocimiento.

    La produccin histrica ha aumentado en gran medida desde la dcadade 1980, pero no ha logrado cubrir todos los temas que se refieren a la culturaescrita y deja importantes vetas abiertas para la investigacin, como las cuestio-nes relacionadas con la cultura de la Nueva Espaa (Serrano lvarez, 2002:105), un conocimiento necesario para comprender y valorar el pasado librarioque, como escribi Arciniegas (1955: 201), citar el nmero y el tipo de librostrasladados de Europa a la Nueva Espaa con el nimo de refutar otras opinio-nes sobre el mismo tema, no debera ser objeto de una mera erudicin.

    Por eso creemos que la investigacin especializada y el control patrimo-nial de las instituciones no son, aunque as lo parezca, mundos confrontados.Ambas actividades se requieren mutuamente para el cumplimiento de sus fun-ciones sociales y para garantizar a la sociedad que su herencia bibliogrfica ydocumental se conserva all donde fue consultada y en las mejores condicionesposibles para su preservacin futura. Adems, sin esta bsica ecuacin no esposible validar, acrecentar o desmentir en forma adecuada las conclusiones dela investigacin histrica sobre las bibliotecas novohispanas. Un dilogo sensa-to entre ambos intereses nos permitira comprender de que forma nos estamos

    acercando al conocimiento de la cultura libraria de ese pasado y, as, perfilar elimpacto que tiene o debera tener ese acercamiento en la valoracin y la repre-sentacin de las fuentes originales.

    4. Conclusiones

    Es insensato pensar que podemos hacer conclusiones puntuales sobreeste tema de conocimiento histrico y no contribuir a las miradas reduccionistasque construyen una realidad dislocada del universo cultural novohispano. Por

    el contrario, estamos convencidos de que todava se pueden hacer nuevas pre-guntas si utilizamos el material antiguo conservado en las bibliotecas y los ar-

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    chivos contemporneos de Mxico, y recuperamos todos los documentos yapublicados. En este momento, en que se ha consolidado el proceso deprofesionalizacin de los historiadores iniciado hace tres dcadas, puede y debepromoverse la participacin de los bibliotecarios en la realizacin de trabajoshistricos.

    Lo anterior se explica porque ambas disciplinas requieren introducir ensu porvenir un anlisis sensato sobre su participacin intelectual en lageneracin y en la difusin de los conocimientos adquiridos. Ahora ms quenunca, esa reflexin debera convertir a ese mismo conocimiento en un pro-pulsor de sus transformaciones y agente generador de una nueva cultura(Meneses Linares, 2002). Tambin los resultados de las investigaciones reali-zadas deberan considerar la imperante tarea de socializar el conocimiento ad-quirido para transformar la valoracin cultural que actualmente se tiene de li-bros y documentos.

    Conjugar reflexiones sobre la historia del libro como las de Darnton(1990), sobre la historiografa colonial como las de Fernndez Sotelo (1998) ysobre la lectura como Prat Serdeo (2003), por citar ejemplos relacionados, nospermiten asegurar una construccin ms slida para el conocimiento de las bi-bliotecas novohispanas. Tenemos la certeza de que una gran parte de la infor-macin recuperada de los archivos histricos y la que todava est pendiente,hace mencin de ciertos libros en un perodo determinado. La cuestin es sipodemos relacionar de manera ms directa esos datos histricos con los libros

    que ahora conservamos. Es una tarea difcil, pero no imposible. En definitiva,se trata de un proyecto que debe definirse a largo plazo, en formainterdisciplinaria e interinstitucional, y con la permanente preocupacin de trans-mitir la estafeta a las nuevas generaciones.

    En otros pases, el conocimiento histrico puede recuperar un impresoantiguo con los datos bsicos para su identificacin (autor, ttulo y pie de im-prenta), porque existe una custodia y registro de la fuente original, acorde consu valor cultural y patrimonial, que tcnicamente garantiza la recuperacin delobjeto original sin mayores problemas. A diferencia de esto, nosotros todava

    no hemos considerado la conveniencia de identificar e informar donde se custo-dia la fuente histrica empleada en la investigacin. Es indudable que debemosrevisar las fuentes sobre las que se apoyan los trabajos de investigacin dedica-dos a libros y bibliotecas novohispanos, para determinar el impacto que adquie-re el libro antiguo en este tipo de conocimiento. Esto tambin nos conducira alanlisis de las metodologas de registro bibliogrfico de los libros que emplea-mos, para dar una oportunidad a la bibliografa como parte de la historia cultural.

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