Gaia y la teoría jerárquica de la evolución

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En este artículo pretendemos demostrar, hasta donde nos sea posible, que –a contrario sensu de lo que Stephen Jay Gould sostuvo en “La Estructura de la Teoría de la Evolución”-, la “Teoría Gaia” se encuentra implícita, y se estructura precisamente a partir de los mismos postulados establecidos por él para sustentar su “Teoría Jerárquica de la Evolución”.

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Gaia y la Teoría Jerárquica de la Evolución

Por Alexis López Tapia (*)

En su obra póstuma, “La Estructura de la Teoría de la Evolución” 1, el reconocido paleontólogo y

biólogo evolutivo, Stephen Jay Gould 2, dedicó los siguientes párrafos a la “Teoría Gaia”:

“Criterios de individualidad evolutiva” 3

“Los criterios de individualidad ordinarios proporcionan condiciones necesarias, pero obviamente

insuficientes para identificar una individualidad como un “individuo” en el sentido evolutivo (es

decir, con la capacidad de actuar como un agente causal en un proceso de selección darwiniana).

Los individuos en el sentido ordinario casi nunca pueden ser actores de la evolución darwiniana. La

Tierra, por ejemplo, seguramente puede considerarse un individuo bien definido, con un

nacimiento especificable (acompañado de cierta borrosidad inicial como bola de fuego primordial),

estabilidad suficiente durante miles de millones de años (incluyendo una homeostasis climática

capaz de proporcionar un escenario para la historia de la vida), y una venidera muerte rápida

(presumiblemente por absorción después de que el Sol entre en la fase de gigante roja y se

expanda al menos hasta la órbita de Júpiter dentro de unos cinco mil millones de años). Pero la

Tierra es “infértil” en el sentido darwiniano de potencial reproductivo. Los planetas no tienen hijos,

y por ello no pueden funcionar como individuos darwinianos”.

“No cito este ejemplo para ganar por ridiculización, sino para subrayar, una vez más, que todas las

definiciones deben estar enmarcadas en teorías. La individualidad ordinaria no basta para

identificar los actores causales en la teoría darwiniana. La individualidad evolutiva (o, más

estrictamente, la individualidad darwiniana, porque otras teorías del cambio biológico pueden

basarse en otros criterios) requiere un conjunto adicional de atributos que tienen su raíz en dos

rasgos del mundo de Darwin: la base genealógica de la evolución como un árbol ramificado, y la

eficacia causal de la selección como proceso gobernador del cambio evolutivo”.

Y más adelante, agregó con inusitada dureza:

“Un beneficio añadido de esta codificación de los criterios de individualidad evolutivos 4, es que

podemos cortar de raíz la necedad en torno a varias propuestas (o, mejor, metáforas laxas) tan

comunes como ingenuas e irreflexivas sobre el carácter darwiniano de grandes capítulos de la

naturaleza (una idea atractiva para mucha gente, en particular románticos y new agers que

suspiran por una agencia significativa a niveles más elevados). Podemos descartar estas ideas

porque el hipotético agente selectivo incumple varios requerimientos cruciales para la

individualidad evolutiva. Como ejemplo obvio, muchos proponentes de la llamada hipótesis Gaia

hablan poéticamente de la tierra y la atmósfera como un sistema homeostático en seguro

equilibrio interactivo con la vida para asegurar y estabilizar las condiciones requeridas para la

diversificación y la persistencia geológica de los organismos”.

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“Los defensores de esta tesis suelen asumir que esta coherencia funcional convierte al planeta en

algo lo bastante parecido a un organismo para merecer la consideración de entidad viva. Algunos

han llegado a afirmar que el planeta entero debería contemplarse como el más grande y acabado

producto de la selección darwiniana, y hasta como un individuo en el sentido darwiniano. Esta

nebulosa idea confunde un sentimiento visceral acerca de la funcionalidad u “optimización”

adaptativa (para el mantenimiento de la vida) con los requerimientos de la agencia darwiniana. La

Tierra no engendra hijos, ni se seleccionó por aptitud competitiva como única superviviente entre

una hueste de hermanos derrotados (que, supongo, tendrían que haber sido eliminados o

expulsados del sistema solar hace tiempo). Por lo tanto, entre una plétora de otras razones, la

Tierra no puede contemplarse como un agente darwiniano o unidad de selección”.

Las negritas en la cita son nuestras.

Más allá de su ácido, destemplado e idiosincrático discurso crítico sobre aquello con que no estaba

de acuerdo –más que abundantemente evidente en la obra en comento-, es claro incluso en una

primera lectura de estos párrafos, que Gould simplemente no entendió, o bien no profundizó lo

suficiente en los argumentos centrales de la Teoría Gaia, antes de elaborar esta crítica.

De hecho, ni siquiera cita a James Lovelock, ni alguna de sus muchas obras, en la extensísima

Bibliografía de “La Estructura de la Teoría de la Evolución”, donde aparecen citados 647 autores,

y más de mil libros.

Lo anterior queda en evidencia ya cuando, ente paréntesis, señala: (incluyendo una homeostasis

climática capaz de proporcionar un escenario para la historia de la vida).

Tras esta afirmación subyace la noción clásica de la geofísica, la biología, y la evolución pre gaiana,

de que la Tierra es simplemente una “roca que flota en el espacio, sobre la cual se desarrolla la

vida”. Es decir, simplemente un “escenario”, en palabras de Gould.

Cualquiera que haya seguido el desarrollo de la “Hipótesis Gaia” 5 original, hasta su actual

formulación como “Teoría Gaia” 6, sabe que una de las principales propuestas argumentales,

metodológicas y estructurales del planteamiento de Lovelock, Margulis y otros autores 78 de la

actual Teoría, es precisamente que la visión geofísica tradicional, que plantea un ambiente

estático sobre el cual se desarrolla la vida (esto es, un sistema lineal de causa y efecto), ha

quedado completamente superada.

Al respecto, Lovelock sostiene:

"De ninguna manera quiero unirme a la plebe que trata de aportillar a Darwin. Pienso que fue el

más grande. Sin embargo, puede que la Teoría de la Evolución esté incompleta. El darwinismo

considera que la evolución ocurre en un mundo algo estático, uno donde el ambiente evoluciona

según las reglas de la física y la química. No ve ningún enlace entre la evolución del medio

ambiente y la de los organismos vivos. En vez del estrecho principio de adaptación, en que los

organismos se ajustan a su entorno y eso es todo, Gaia ve un proceso estrechamente acoplado,

donde la evolución de la vida y la evolución de las rocas, océanos y atmósfera están tan

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férreamente unidas que en realidad constituyen un solo proceso. La selección natural es parte

clave de la teoría Gaia. Sólo que la selección natural no ocurre en un ambiente neutral".9

Sobre el mismo punto, ya en 1996, nosotros señalábamos:

“Gaia se desarrolla sobre los postulados circulares derivados de la actual comprensión de los

sistemas cibernéticos. En ellos, causa y efecto resultan ser «etiquetas» colgadas a instantes

definidos subjetivamente, de un único proceso.

En un sistema cibernético -no lineal- causa y efectos no son discernibles aisladamente de la

totalidad del fenómeno. Lo anterior implica que no se puede comprender el proceso a través del

método cartesiano, reduccionista, ya que las partes no explican el todo, y cualquier sistema teórico

que se desarrolle sobre esta noción es limitado y parcial.”10

Y posteriormente, Lovelock agregó:

“Gaia existe gracias a las adaptaciones de sus especies, y éstas se adaptan siguiendo las

fluctuaciones adaptativas Gaianas, que son mayores que la suma de las adaptaciones de las

especies que la forman”.11

Y es que, en efecto:

“La hipótesis Gaia no sólo contradecía la mayor parte de los postulados científicos precedentes y

ponía patas para arriba los modelos teóricos sostenidos como válidos. Suponían, sobre todo, poner

en tela de juicio la intocable y sacrosanta Teoría de la Evolución de Darwin: a lo largo de la historia

la vida se ha ido adecuando a las condiciones del entorno fisicoquímico. Lovelock proclamaba justo

lo contrario: la biosfera -conjunto de seres vivos que pueblan la superficie del planeta- es la

encargada de generar, mantener y regular sus propias condiciones medioambientales. En otras

palabras, la vida no está influenciada por el entorno. Es ella misma la que ejerce un influjo sobre

el mundo de lo inorgánico, de forma que se produce una coevolución entre lo biológico y lo

inerte. Un auténtico bombazo científico para aquella época”. 12

Queda así en evidencia que la afirmación de Gould acerca de Gaia como una “metáfora laxa, tan

común como ingenua e irreflexiva”, es injustificada, y a lo menos, miope, ya que desde un

comienzo, concibe y describe la Teoría precisamente como lo que no es. No obstante, no

queremos abundar en el uso de adjetivos “descalificadores”, que tan gratos eran a Gould, y que

por cierto, tanto “sabor” le aportan a la obra en comento.

En este artículo pretendemos demostrar, hasta donde nos sea posible, que –a contrario sensu de

lo que Stephen Jay Gould sostuvo en “La Estructura de la Teoría de la Evolución”-, la “Teoría Gaia”

se encuentra implícita, y se estructura precisamente a partir de los mismos postulados

establecidos por él para sustentar su “Teoría Jerárquica de la Evolución”.

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Enjutas Gaianas

“Esta teoría considera que la evolución del entorno material y la

evolución de los organismos están estrechamente asociadas en

un único e indivisible proceso o reino. Gaia, con su capacidad de

homeóstasis, es una propiedad emergente de este proceso”13

.

James Lovelock

Uno de los conceptos más importantes en biología evolutiva que Gould acuñó, se refiere a las

Enjutas o Pechinas 14, sobre las que señala:

“Cuando una cúpula hemisférica descansa sobre cuatro arcos redondeados formando una base

cuadrada (un diseño muy común en la arquitectura eclesiástica y muchos otros edificios), deben

quedar cuatro huecos triangulares bajo la cúpula, creado cada uno por el espacio sobrante entre la

base de la cúpula misma y el par de arcos ortogonales adyacentes”… “El término arquitectónico

para estos espacios “sobrantes” es enjuta”15.

Gould aplicó este término tomado de la arquitectura, a cualquier rasgo de origen no adaptativo

como subproducto estructural o efecto colateral de la adaptación. En otros términos, las enjutas

son propiedades emergentes.

Como ejemplo de este fenómeno, Gould apunta:

“Considérese un ejemplo simple donde la naturaleza geométrica de la enjuta puede definirse

fácilmente, y donde podamos inferir un origen no adaptativo a partir de la evidencia de los

cladogramas… Todos los caracoles que crecen por arrollamiento de un tubo alrededor de un eje

deben generar un espacio cilíndrico, llamado ombligo, a lo largo de ese eje. El ombligo puede ser

estrecho y estar rellenado de calcita (y en tal caso se llama columela), pero a menudo permanece

abierto, especialmente en los caracoles de tierra. Unas pocas especies emplean esta oquedad

como cámara de incubación para proteger a sus huevos (Lindberg y Dobberten, 1981).

Esta cámara de incubación umbilical, ¿es una enjuta cooptada que surgió como un subproducto

geométrico no adaptativo del arrollamiento de un tubo alrededor de un eje, o acaso el

arrollamiento en hélice de los caracoles evolucionó inicialmente como parte de un diseño

altamente seleccionado centrado en la ventaja directa de la protección de la puesta? No podemos

acudir a los datos de la secuencia histórica real para resolver esta cuestión porque no sabemos si

los primeros caracoles de concha helicoidal protegían sus huevos en una cámara umbilical…

Debemos concluir, tanto desde la lógica geométrica (generación necesaria del ombligo por el

arrollamiento de la concha) como desde la distribución de las cámaras de incubación en el

cladograma, que el espacio umbilical surgió como una enjuta que fue cooptada para una utilidad

posterior (la protección de la puesta) en unas pocas líneas de caracoles” 16.

Y concluye sosteniendo:

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“Como correlación primaria determinante de la distribución e importancia de las enjutas en

comparación con las adaptaciones primarias, la complejidad creciente de un órgano debe implicar

una frecuencia relativa ascendente de efectos colaterales no adaptativos potencialmente útiles.

Las consecuencias necesarias cooptables deben aumentar con el número y la complejidad de los

componentes hasta exceder con mucho las adaptaciones primarias. El principal ejemplo biológico

puede ser un rasgo único de una especie única, pero obviamente nos atrae por razones

antropocéntricas (en este caso legítimas): se trata del cerebro humano, que puede haber

alcanzado su tamaño actual por procesos adaptativos ordinarios relacionados con los beneficios

específicos de una mente más compleja para nuestros ancestros cazadores-recolectores en las

sabanas africanas; pero las enjutas implícitas en un órgano de tal complejidad deben exceder las

razones funcionales manifiestas de su origen”

“La no apreciación del papel central de las enjutas y la importancia general de las consecuencias

no adaptativas en el origen de las novedades evolutivas ha sido a menudo el principal

impedimento en los intentos de construir una teoría de la evolución capaz de dar cuenta de la base

biológica de los rasgos universales de Homo sapiens (o lo que popularmente se conoce como “la

naturaleza humana”)17.

Se nos excusará por lo extenso de las citas previas, pero resulta casi imposible no presentar un

marco conceptual extenso en palabras del propio autor, para comprender la centralidad de esta

idea en la propia formulación de la “Teoría Gaia”.

Y es que en efecto, Gaia, al igual que las funciones no adaptativas del cerebro humano, resulta ser

precisamente el fruto de las enjutas a las que Gould se refiere.

Gaia es una enjuta, una propiedad emergente, no adaptativa en su origen, fruto de la enorme

complejidad del proceso de mutua adaptación entre las especies que la forman, y el entorno en

que se han venido desarrollando, y al que han venido modificando desde su propio origen.

La importancia de este planteamiento queda clara en palabras del propio Gould:

“Para resumir el argumento central: en el marco de una teoría jerárquica de la selección, cualquier

novedad introducida por cualquier razón (usualmente adaptativa) a cualquier nivel debe

propagar una serie de efectos sobre los individuos biológicos a otros niveles de la jerarquía. Por

ejemplo, la duplicación de elementos genéticos por selección directa a nivel génico propaga

redundancias al nivel organísmico; y cualquier adaptación organísmica al nivel darwiniano clásico

propaga cambios al nivel de las especies individuales, expresados en rasgos específicos tales como

el tamaño de la población, la distribución geográfica y la coherencia entre las subpartes (los

organismos en este caso). Estos efectos propagados deben definirse y tratarse como enjutas”18.

(Las negritas son nuestras).

De hecho, lo único que Gould no hace en toda su extensa y única argumentación, es llevar esta

propuesta lógica central hasta su última consecuencia, y esa última consecuencia es Gaia…

siempre que la podamos definir como un individuo biológico evolutivo.

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¿Es Gaia un individuo biológico evolutivo?

El problema de los individuos biológicos se vuelve central en la argumentación precedente, ya que

si Gaia no lo es, entonces aunque sea una propiedad emergente, una enjuta, no sería posible

entenderla más que como una mera colección de fenómenos.

Y precisamente, uno de los fundamentos básicos de la “Teoría Jerárquica de la Evolución”, es la

tesis de que los Genes, Células, Organismos, Demes19, Especies y Clados20, efectivamente son

individuos biológicos evolutivos. AL respecto, Gould señala que los criterios que estas jerarquías

deben cumplir, para ser considerados individuos evolutivos son:

Reproducción: Los individuos darwinianos deben ser capaces de tener hijos. La evolución

biológica se define como un proceso genealógico. La selección darwiniana opera mediante

el incremento diferencial de la propia progenie (o lo que sea que uno transfiera a las

generaciones futuras) en relación a las progenies ajenas dentro de la entidad mayor de la

que uno es miembro.

Herencia: Para que la evolución pueda proceder por el incremento diferencial de nuestros

atributos heredables, los hijos propios deben parecerse más a uno, por término medio,

que a los otros progenitores de la misma generación (un requerimiento de los sistemas

darwinianos, no de todos los mecanismos evolutivos concebibles). En otras palabras, debe

regir un principio de herencia que permita trazar las pautas genealógicas y evaluar el éxito

relativo de los ancestros.

Variación: Este criterio está tan profundamente y fundamentalmente implantado en la

constitución del darwinismo como ontología revolucionaria (y no sólo como teoría de la

evolución) que quizá no deberíamos consignar la variación como un criterio separado, sino

decir que esta concepción subyace tras la totalidad del pensamiento darwinista.

Interacción: En cada nivel, los individuos variantes de una población en evolución

(organismos de un deme, demes de una especie, especies de un clado) deben interactuar

con el entorno de forma tal que algunos individuos consigan un éxito reproductivo

relativamente mayor como resultado de propiedades heredables manifestadas por los

más aptos y no (o de manera menos efectiva) por los menos aptos.21

Veamos ahora cuáles han sido las respuestas desde la Teoría Gaia frente a estos criterios:

Sobre el criterio de Reproducción, Lovelock realizó dos planteamientos:

1) La vida es un fenómeno a escala planetaria. A esta escala es casi inmortal y no tiene

necesidad de reproducirse, y

2) Gaia, sencillamente, aún no se ha reproducido.

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“Ya que los períodos de gestación varían aproximadamente en proporción al tamaño del animal –

los elefantes y las ballenas azules demoran más de un año en parir sus crías, mientras que algunas

bacterias pueden reproducirse cada pocos minutos- es divertido observar que frente a los 18

trillones de toneladas de biomasa de la Tierra, aún los mamíferos más enormes no son más

grandes que un microbio. Juzgada bajo esta burda proposición tiempo-peso, Gaia apenas ha

alcanzado la pubertad”22.

Si bien es muy discutible cuándo Gaia podría reproducirse, los críticos de la teoría suelen

cuestionar mucho más el cómo lo haría.

La respuesta viene dada por una proposición que quizá puede retrotraerse a una de las mejores

obras de ciencia ficción del Siglo XX, y a las que tan aficionado era el propio Gould: “Crónicas

Marcianas”, de Ray Bradbury, publicada en 1950. Narra la llegada a Marte y la colonización del

planeta por parte de los humanos, que provoca la caída de la civilización marciana y la extinción de

sus habitantes.

Uno de los capítulos más perdurables de esta obra, es “La Mañana Verde”, donde un hombre,

Benjamin Driscoll, se ve obligado a volver a la tierra debido a problemas de salud relacionados con

el enrarecido aire marciano. Él se niega y decide tomar la tarea de plantar miles de árboles en las

azules llanuras marcianas para hacer incrementar los niveles de oxígeno. Debido a alguna extraña

propiedad del suelo marciano y una lluvia a la que se describe como un elixir mágico, las semillas

que planta se transforman en un bosque de miles de inmensos árboles en una sola noche. De este

modo, Marte adquiere una atmósfera similar a la de la Tierra.

De manera similar aunque menos literaria, en 1984, James Lovelock y Michael Allaby publicaron la

novela “The Greening of Mars” (El verdear de Marte). En ella se describe un nuevo método de

calentar Marte, añadiendo clorofluorocarbonos a la atmósfera. A su vez, motivado por el libro de

Lovelock, el biofísico Robert Haynes trabajó calladamente promoviendo el concepto de

terraformación, y contribuyendo con la palabra ecopoiesis a su léxico.

Y es que en efecto, sea cuando sea y en el planeta que sea, el día en que los seres humanos (o la

especie que nos remplace después de nuestra siempre potencial auto extinción) colonicen un

planeta y comenzando un proceso de terraformación que culmine exitosamente (es decir, cuando

ese Planeta sea habitable por los seres humanos y otras especies de la Tierra en condiciones de

autopoiesis planetaria funcional), entonces -simple y llanamente- la Tierra se habrá reproducido.

Algunos –como Richard Dawkins23- aun así objetaron que no sería precisamente “La Tierra” la que

se habría reproducido, pero esta objeción terminó siendo simplemente retórica técnica para no

aceptar un hecho evidente. Como analogía, un cohete bien puede ser –e incluso parecer-, el

espermatozoide que fecunde el óvulo de un Planeta apropiado para terraformar a una hija de

Gaia24.

Sobre el segundo criterio, Herencia, es claro que cualquier planeta en que la vida terrestre pueda

desarrollarse, literalmente, heredará la genealogía de la vida de su planeta madre.

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Lo mismo aplica, y aún con mayor razón, para el tercer criterio, Variación, ya que en cualquier

planeta terraformado, la vida terrestre continuará evolucionando, adaptándose y variando de

acuerdo a las condiciones propias de los ecosistemas allí desarrollados, y a las características

físicas, químicas, geológicas, gravitacionales y todas aquellas que sean propias de ese nuevo

mundo. Por ejemplo, si el planeta tuviese una gravedad menor a la de la Tierra en un 5%, podría

implicar que las especies terrestres (aquí en el sentido de no acuáticas), podrían llegar a tener un

tamaño promedio 5% mayor que el de sus ancestros de la Tierra.

Dicho lo anterior, quizá el criterio más problemático en términos de su aplicabilidad sea el de

Interacción, toda vez que a escala planetaria, una vez que los planetas constituyen unidades

biológicas evolutivas –es decir, llegan al “estado Gaia”-, no se visualiza fácilmente cómo podrían

“interactuar con el entorno de forma tal que algunos individuos consigan un éxito reproductivo

relativamente mayor como resultado de propiedades heredables manifestadas por los más aptos y

no por los menos aptos”. En este sentido, las aproximaciones más cercanas a este criterio pueden

ser que:

a) Los planetas vivos dependen de condiciones estructurales (por ejemplo, gravedad

suficiente para mantener confinados los gases atmosféricos) que resultan básicas para

sostener la vida, por lo cual la mala elección inicial de un planeta para realizar

terraformación terminaría siendo un desastre, con lo que operaría la selección natural de

aquellos “bien elegidos”, o

b) Los planetas vivos terminan por competir con otros planetas vivos (a través de sus

especies colonizadoras, como el ser humano para este ejemplo), en la búsqueda y

terraformación de nuevos planetas. El resultado potencial de esta tesis es –en su “maligna

versión spilbergiana”, una verdadera “Stars Wars”, con “Federaciones de planetas libres,

combatiendo contra el Imperio en expansión”, o en su versión menos hollywoodense y

más probable, simplemente con más planetas vivos de la línea filética de aquellas “Gaias”,

cuyas especies fecundantes hayan alcanzado los mayores niveles de éxito evolutivo

(ecológico, social, económico y tecnológico).

En cualquiera de estos casos, no obstante, y al igual que los ejemplos que Gould proporciona para

los agentes de selección de Demes, Especies y Clados, las “reglas evolutivas“ no operan de igual

para cada jerarquía. Gould cita la definición de Hull25: En particular, una unidad de selección debe

interactuar “directamente con su entorno como un todo coherente, de manera que la replicación

es diferencial”. Claramente, Gaia interactúa en y con su entorno: el sistema solar.

En general, para cerrar esta “única y muy breve argumentación”26, podemos sostener que a

despecho de Gould, Gaia sí cumple los requisitos para ser considerada como un “individuo

biológico evolutivo“, ya que–independientemente de que algunos puedan considerar una especie

de “trampa” el uso del concepto de terraformación-, en la práctica el resultado es que la vida se

expandirá y evolucionará en diferentes lugares del Universo a partir de Planetas Vivos madres,

llegando a formar “especies planetarias, poblaciones estelares, y clados galácticos”.

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Gaia en la Jerarquía Evolutiva

Como señala Gould: “La Ciencia prospera sobre la corrección continuada del error.”27, a lo que yo

agregaría: “y de los juicios absolutos”. En efecto, la muy darwiniana descalificación de Gould de la

Teoría Gaia -un juicio absoluto-, me motivó a revisar con mayor detalle los fundamentos de la

misma que he planteado en los apartados anteriores.

No obstante, una lectura detenida -4 y más veces, las 1426 páginas- de la obra de Gould, terminó

por convencerme de que:

Gaia no sólo cumple los requisitos para ser considerada un individuo biológico evolutivo, sino

aún más, su definición estructural surge de las mismas bases que dan sustento a la “Teoría

Jerárquica de la Evolución”, coronándola, y estableciendo un marco aún mayor para la

ampliación de la Teoría de la Evolución clásica y Sintética, que Gould propone en su obra.

En efecto, si se analizan los criterios por los cuales pueden establecerse las jerarquías evolutivas, y

una vez superados los criterios que definen a los individuos biológicos evolutivos, se llega a la

conclusión de que –más allá de los Clados y sobre ellos-, Gaia emerge de manera completamente

natural como epifenómeno de todas las anteriores.

Pero ¿qué hay más allá de los Clados y antes de Gaia? ¿Cuáles son, o podrían ser, “los órganos”

de Gaia? ¿Son los Clados esos “órganos”?

Se ha propuesto que “las partes” de Gaia podrían ser los ecosistemas de mayor escala: los

Biomas28. Otros sostienen que podrían ser los cinco grandes reinos: bacterias, protistas, hongos,

plantas y animales Otro enfoque se basa en los cuatro componentes primarios: vida, suelo,

atmósfera y océano. Otra posibilidad es considerar que los ciclos biogeoquímicos son las partes de

Gaia29.

En 1990, el microbiólogo Carl Woese, aplicando la nueva taxonomía molecular, propuso una nueva

clasificación de todas las formas de vida en tres Dominios: arqueas (Archaea), bacterias (Bacteria)

y eucariontes (Eukarya). Tradicionalmente, los seres vivos se clasificaban en dos únicos Dominios:

procariontes y eucariontes, dependiendo de la presencia de núcleo en las células que los

componen (eucariotas, con núcleo y procariotas, con uno poco definido). Pero los nuevos estudios

a nivel molecular de la estructura de los lípidos, proteínas y del genoma, y, sobre todo, la

secuenciación del ARN de los ribosomas, demostró que -dentro de los procariontes-, las arqueas

son tan diferentes de las bacterias como éstas de los eucariontes

No obstante, globalmente, es difícil defender que los tres dominios constituyan categorías útiles

para comprender la persistencia de Gaia. Entre ellos existe gran diversidad bioquímica, y los

dominios se solapan de modos muy significativos. Si bien tanto los dominios como los reinos son

profundas estructuras del genoma colectivo de la biosfera, los solapamientos funcionales parecen

debilitar todo razonamiento a favor de considerar que dichos agrupamientos, en cualquiera de

ambos niveles, sean efectivamente las partes de Gaia.

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Si las objeciones anteriormente señaladas para el agrupamiento mayor de los Dominios son

válidas, lo mismo puede aplicarse para los Clados, que en términos funcionales interactúan de

muy diferentes maneras en y con el entorno planetario.

Por su parte, James Lovelock sugirió que las “partes de Gaia” son los grandes conjuntos de

organismos que desempeñan determinados tipos de actividades químicas en el funcionamiento

global. Aquí la agrupación en términos morfológicos, filogenéticos o cladísticos no resulta

relevante en sí misma, sino el rol químico a nivel planetario que esos grupos cumplen.

En cualquiera de estos casos, el criterio que estas “partes” deberían cumplir para ser consideradas

como tales dentro de la “Teoría Jerárquica de la Evolución”, es que puedan ser tratados

analógicamente como “órganos” dentro del “cuerpo Gaiano”, y por ende, para cumplir un rol en el

metabolismo del planeta.

El Metabolismo Gaiano

Existen al menos 10 elementos químicos que son absolutamente indispensables para los

organismos y los ciclos biogeoquímicos en el Planeta, llamados Macronutrientes. Estos son el

Hidrógeno, el Oxígeno, el Nitrógeno, el Carbono, el Fósforo, el Azufre, el Calcio, Sodio y Potasio.

Además, también existen los Micronutrientes, unos 30 elementos, que son requeridos en forma

limitada por los organismos para sus procesos, como el Hierro, el Cobre, el Zinc, el Cloro y el Yodo.

Todos ellos participan directamente en diversos ciclos biogeoquímicos que continuamente los

reciclan y transforman tomándolos del entorno y utilizándolos en los procesos vitales, o volviendo

a incorporarlos a las rocas, mares y gases atmosféricos.

Todos estos elementos son combinados, recombinados, disueltos, fijados y liberados nuevamente

en el entorno, hoy básicamente gracias a la energía solar, cuya utilización fue uno de los primeros

“inventos” de la vida emergente.

En efecto, en el nacimiento de Gaia, uno de los primeros problemas que la Vida debió resolver fue

el suministro de energía, que primera instancia fue generada por fermentación –producida en

ausencia de Oxígeno- en una época donde la Atmósfera planetaria era reductora, ya que estaba

aún dominada por el Hidrógeno.

Sin embargo, desde el punto de vista energético, las fermentaciones son muy poco “rentables” si

se comparan con la combustión del oxígeno, ya que a partir de una molécula de glucosa, los

organismos fermentadores -como los hongos de la levadura-, sólo obtienen 2 moléculas de ATP,

mientras que en la respiración se producen 36.

Por ello, en una atmósfera reductora, tanto el tamaño como la complejidad de los organismos

vivos eran limitados, como limitado era el suministro de energía al que podían acceder a través de

la fermentación.

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Posteriormente, surgieron las cianobacterias –llamadas algas verdeazuladas-, que fueron los

principales productores primarios de la biosfera durante al menos 1.500 millones de años, y lo

siguen siendo en los océanos, aunque desde hace unos 300 millones de años han cobrado

importancia distintos grupos de algas eucariotas, como las diatomeas y los dinoflagelados entre

otros.

Lo más importante es que las algas verdeazuladas desarrollaron un nuevo proceso para captar

energía directamente desde el Sol: la fotosíntesis, y comenzaron a inundar la primitiva atmósfera

hidrogenada con un suministro continuo de Oxígeno hace unos 2.500 millones de años. Además,

hasta ahora siguen siendo los principales suministradores de nitrógeno para las cadenas tróficas

de los mares.

La capacidad de usar el agua como donador de electrones, y la luz solar como fuente de energía en

la fotosíntesis, evolucionó una sola vez en el antepasado común de todas las cianobacterias. Los

datos geológicos indican que este fundamental evento tuvo lugar en un momento muy temprano

de la historia de la Tierra, hace al menos 2.450 a 2.320 millones de años, y probablemente mucho

antes.

El “invento” que permitió a las algas verdeazuladas este extraordinario avance, fue la Clorofila.

La clorofila es una molécula nitrogenada extremadamente compleja, que tiene la capacidad de

absorber parte los extremos del espectro de la luz visible –en las longitudes de onda de la luz azul

y la luz roja-, y reflejar la banda media del espectro, en la longitud de onda de la luz verde. Por

ello, las plantas tienen ese color, y diversos grupos de protistas llamados algas –entre ellas las

rojas-, además de las cianobacterias y en general, todos los organismos que contienen cloroplastos

en sus células.

También se encuentran clorofilas en animales que albergan dentro de sus células o entre ellas

algas unicelulares. Gracias a esta simbiosis, la fotosíntesis contribuye de manera significativa a la

nutrición de corales, tridacnas, nudibranquios y otros animales marinos.

Técnicamente, la clorofila es un pigmento de la familia de las cromoproteínas porfirinas, enlazado

con cuatro moléculas de pirrol, un compuesto aromático. Las porfirinas también se encuentran en

la hemoglobina de la sangre y otras proteínas, así como en la Vitamina B. La hemoglobina

contiene un átomo de Hierro (Fe) y la porfirina de la clorofila lleva -en lugar equivalente- un átomo

de magnesio (Mg2+).

Quisiéramos detenernos un momento en este último punto –apartándonos del análisis del

proceso metabólico Gaiano-, ya que aquí se puede apreciar uno de los principios más importantes

en el desarrollo de Gaia: “La Naturaleza es Económica”.

Utilizando la misma configuración molecular que originalmente permitió a las primitivas

cianobacterias realizar la fotosíntesis y transformar la atmósfera planetaria de reductora a

oxigenada, la sustitución molecular del magnesio por el hierro dio origen a la sangre, que hace

posible la combustión del alimento obtenido de las plantas.

Page 13: Gaia y la teoría jerárquica de la evolución

13

A su vez, el resultado gaseoso de ambos procesos: la fotosíntesis y la respiración, generan dióxido

de carbono en el caso de las plantas, y oxígeno en el caso de los animales, que a su vez son los

gases que inversamente consumen ambos grupos para realizar sus procesos energéticos.

El hecho es que cada molécula de clorofila capta energía solar por su cuenta, y a la vez, actúa

como parte de una cadena de transmisión global de energía, entregando la energía obtenida a

otros eslabones de la cadena, que a su vez proporcionan elementos necesarios para la

fotosíntesis en un ciclo cerrado que viene operando desde los albores de Gaia.

La clorofila, recibe la ayuda de una segunda clase de pigmentos, los Carotenos, llamados

técnicamente beta-carotenos, que reflejan las frecuencias “cálidas” de la luz –desde el amarillo,

pasando por el anaranjado hasta el rojo-, que por ejemplo, brindan su color a los Tomates y las

Zanahorias.

Los animales son incapaces de sintetizar carotenos, y por ello deben obtenerlos del consumo de

las plantas. Al ser ingerido, el caroteno natural es transformado en Vitamina A. El color rosado de

los flamencos y el del salmón, y la coloración roja de las langostas, también son producidos por

carotenoides obtenidos en sus dietas.

Aquí otra vez tenemos un ejemplo del principio mencionado anteriormente: “La Naturaleza es

Económica”, ya que los carotenos presentes en casi todas las células de las plantas, les permiten

dirigir su crecimiento hacia la luz –fototropismo-. Es decir, las plantas “ven” gracias a los

carotenos.

A su vez, las células foto receptoras de la retina de nuestros ojos, los conos y bastones, pueden

captar la luz gracias a una familia de proteínas denominadas opsinas, que están químicamente

unidas a una molécula denominada retinal –un tipo de cromóforo-, derivado de la vitamina A, es

decir, de los Carotenos, cuya sensibilidad, en el caso de los bastones es tan alta, que pueden

captar la energía de un solo fotón. De allí que la falta de consumo de caroteno –Vitamina A-,

produzca la llamada “ceguera nocturna”30.

La presencia de clorofila en todo el mundo, -desde la aparición de las cianobacterias hace unos

2.500 millones de años-, implica la presencia y persistencia a través de todas las eras de Gaia, de

algunos genes globales de importancia fundamental. La universalidad de estos genes y de las

enzimas que codifican, generó un proceso básico en el metabolismo gaiano: un verdadero

recolector de fotones que alcanza a todo el planeta, mantenido por el gremio bioquímico de los

organismos fotosintetizadores.

El destino último de estos transformadores de energía solar, son los centros de reacción, unidades

integradas de manera compacta por diversas moléculas afianzadas en el seno de las membranas

internas de la célula. El resultado final de todo este proceso, es empujar a un lado de la membrana

a los electrones, de carga negativa, y al otro, a los iones hidrógeno, con carga positiva,

permitiendo finalmente sintetizar el Carbono, obtenido del Dióxido de Carbono atmosférico, que

de este modo puede ser utilizado por las plantas para formar sus estructuras.

Page 14: Gaia y la teoría jerárquica de la evolución

14

De hecho, cada año los organismos fotosintetizadores, fijan en forma de materia orgánica, en

torno a 100.000 millones de toneladas de carbono atmosférico. Este es el significado profundo

de la parte “síntesis” en el proceso de fotosíntesis.

Antecesora en el tiempo, y posteriormente primordial en el proceso de fotosíntesis, es otra

molécula universal, la ribulosa-1,5-bifosfato-carboxiloxigenasa, abreviada como Rubisco.

Se trata de la molécula que finalmente es responsable, paralelamente, de los dos procesos

metabólicos gaianos de los que hemos venido hablando: por una parte es la encargada de fijar el

Dióxido de Carbono (CO2) en forma orgánica, y por otra, actúa como oxigenasa, ya que es capaz de

utilizar el oxígeno para oxidar el mismo sustrato, provocando la fotorespiración en las plantas, que

por ello consumen dióxido de carbono, y liberan oxígeno.

A menudo se la alaba como la proteína individual más abundante de la biosfera, y su rol como

oxigenasa es una señal de las profundas raíces evolutivas de la Rubisco.

Como hemos visto, la fotosíntesis evolucionó muy al principio de la historia de Gaia, en un tiempo

en que la atmósfera era muy rica en dióxido de carbono, hidrógeno y casi desprovista de oxígeno.

Cuál de las dos facetas fue la que terminó dominando, estuvo determinado por el resultado de

una especie de competencia bioquímica entre los primeros organismos del planeta, que se

inclinaba de un lado y del otro, dependiendo de las concentraciones de dióxido de carbono y de

oxígeno en el interior de las células, vinculadas a las concentraciones de los mismos gases en la

atmósfera, que las rodeaba y las penetraba.

El continuo bombeo de oxígeno a la atmósfera primitiva durante millones de años por las primeras

plantas, terminó por cambiar completamente la atmósfera del planeta, pero para esa época, la

Rubisco ya estaba demasiado inmersa en su papel como fijadora del carbono en la biósfera, como

para retroceder evolutivamente de manera fundamental.

Una vez que la atmósfera cambió, se abrió un nuevo y enorme nicho ecológico que desde

entonces vienen aprovechando los organismos que –como nosotros-, aprendieron a utilizar el

oxígeno atmosférico para producir energía a través de su combustión, originando la tercera vía de

obtención de energía Gaiana: la respiración.

La respiración celular en los animales, es el conjunto de reacciones bioquímicas por las cuales

determinados diversos compuestos orgánicos son degradados completamente, por oxidación,

hasta su conversión en sustancias inorgánicas, proceso que rinde energía (en forma de ATP)

aprovechable por la célula. En los animales estos combustibles provienen de los alimentos, de los

que se extraen durante la digestión, o de las reservas corporales.

De este modo, Gaia cerraba el círculo básico de la gran cadena trófica –es decir, biogeoquímica-

entre el Planeta, los Productores (plantas) y los Consumidores (animales), que se ha mantenido sin

variaciones fundamentales hasta nuestros días.

Page 15: Gaia y la teoría jerárquica de la evolución

15

Como hemos visto, el metabolismo gaiano está basado en la acción de verdaderos “gremios

biogeoquímicos”, cuyos miembros comparten determinados procesos energéticos basales,

establecidos muy tempranamente en la evolución del planeta.

Entonces, comprender a Gaia desde la perspectiva de la “Teoría Jerárquica de la Evolución”,

implica percatarse de que su metabolismo –los sistemas biogeoquímicos globales-, son por

definición, procesos emergentes: enjutas, con lo que volvemos nuevamente al principio.

Gaia surge, naturalmente, como cúspide del proceso de desarrollo de la Vida en el planeta, no

porque sus especies “se pongan de acuerdo” (una de las primeras y más antiguas críticas a la

Teoría por quienes no la comprenden), sino como un proceso emergente, una enjuta, no

predeterminada ni buscada, que está más allá de los niveles de selección y deriva natural, pero

que es producto precisamente de ese fenómeno, y de la interacción no aditiva entre sus especies

constituyentes.

Por lo anterior, tanto los caracteres emergentes como las aptitudes emergentes de Gaia, son

prueba de que los criterios que permiten sostener la Evolución al nivel de Especies, se aplican

también a la Evolución a nivel Planetario, ya que dichos criterios se cumplen completamente en

ambos casos.

Sin Gaia, la Evolución es mera variación genotípica, celular, orgánica, especiativa, poblacional y

cladal, sin coherencia estructural: los árboles no nos permiten ver el bosque.

Con Gaia, la Evolución del Planeta y sus Especies resulta no sólo coherente, sino la única manera

de integrar y comprender armónicamente, el proceso que ha permitido que la Tierra, durante la

mayor parte de su historia de 4.500 millones de años31, haya escapado de la “muerte térmica”,

sumiéndose en un Estado de Régimen Permanente, en el cual permanecen sin cambios la mayoría

de sus hermanos del Sistema Solar32.

Además, y como el propio Gould debió admitir33, sin Gaia, los eventos de extinción en masa

catastróficas, desde la “Tierra Bola de Nieve”34, la “Gran Extinción del Pérmico”, a ChicXulub35,

habrían resultado completamente terminales para toda la vida en el Planeta –no sólo para los

Dinosaurios, por ejemplo-, de no mediar sistemas planetarios autónomos y automáticos de re-

equilibrio y nueva estasis. En este sentido, Gould y la “Teoría Jerárquica de la Evolución” –cuya

base original es la “Teoría del Equilibrio Punteado”-, hicieron bien en lograr incorporar estos

eventos de extinción masiva dentro de sus planteamientos, superando el uniformismo al que

Darwin nunca quiso renunciar. Sin embargo, el que se acepte que la Evolución también está sujeta

a eventos catastróficos, no explica cómo ni por qué la biota tiene la capacidad de reponerse de

manera sorprendentemente rápida tras cada evento de extinción. La única explicación plausible es

que, sobre las Especies y los Clados, operan procesos emergentes que determinaron y determinan

una alta resistencia planetaria a catástrofes globales: sin Gaia, esto no tiene explicación.

Dicho todo lo anterior, ahora es posible entonces incorporar a Gaia dentro de “La gran analogía”,

que Stephen Jay Gould propuso como herramienta básica para comprender su Teoría.

Page 16: Gaia y la teoría jerárquica de la evolución

16

El lugar de Gaia en la “Gran Analogía Evolutiva”

La gran analogía es un cuadro comparativo que Gould y Eldredge comenzaron a desarrollar desde

197736, que proporciona una buena herramienta para evaluar las diferencias que -en la Evolución-

impone el cambio de escalas desde los organismos a las especies.

No pretendemos completar en este trabajo todas las “filas” del cuadro comparativo original37, sino

simplemente posicionar a Gaia más allá de las Especies, y verificar algunas de las analogías clave

que surgen en esta comparación:

Rasgo Nivel organísmico Nivel de especie Nivel gaiano I.- La Triada Estructural

Individuo Organismo Especie Gaia (Planeta Vivo)

Parte Gen, Célula, Órganos38 Organismo, Deme “Gremios Biogeoquímicos”

Colectividad Deme, especie Clado Dominios, Reinos, Biomas, Clados

Resultado usual de la proliferación de una parte

Cáncer Anagénesis inmediatamente adaptativa39

Quiebre de la homeostasis vigente y surgimiento de una nueva estasis planetaria40

II.- Criterios de Individualidad

Producción de nuevos individuos

Nacimiento Especiación Terraformación41 Panspermia42

Eliminación de Individuos Muerte Extinción Tanatocenosis43 o “Estado de Régimen Permanente”44, o Kerocenosis, “muerte rápida”45 por expansión solar o destrucción por un asteroide.

Fuentes de Cohesión

Estabilidad Individual Homeostasis fisiológica en la ontogenia

Fuentes de estasis en el equilibrio punteado

Homeostasis autopoiética planetaria46

Fronteras contra la invasión Piel; sistema inmunitario como policía

Mecanismos de aislamiento reproductivo

Magnetósfera, Atmósfera

“Pegamento” de las subpartes Integración funcional y división del trabajo

Estructura Social e integración comportamental entre las partes (organismos); recombinación en la reproducción sexual para mezclar partes en su replicación.

Coevolución y codependencia estructural global

Herencia Asexual por multiplicación individual o sexual por mezcla de dos individuos

“Asexual” por gemación “Asexual” por gemación. También puede decirse que es “Asexual por colonización” (directa o por bacterias precursoras).

Fuente de nueva variación Mutación Aislamiento geográfico o de otro tipo (precondición); deriva y selección (mecanismos) causantes de diferencias que rompen la integridad reproductora

Aislamiento planetario y espacio-temporal47, y adaptación por deriva y selección (mecanismos) a los nuevos ecosistemas y condiciones físico-químicas del nuevo planeta.

Propagación de nueva variación a otros individuos de la colectividad

Recombinación en la reproducción sexual

Ausente en general, salvo hibridación en algunos clados

Ausente en general, pero puede existir hibridación bajo ciertas condiciones48

Para efectos de este trabajo, nos parece suficiente con las analogías señaladas, ya que el cuadro

original contempla varios niveles más. No obstante, con esto entendemos establecido el punto.

Page 17: Gaia y la teoría jerárquica de la evolución

17

Puede ser que Gould no haya revisado con detención las propuestas de la “Teoría Gaia”, o bien

que por su idiosincrasia haya rechazado como “ingenua e irreflexiva” esta “metáfora laxa”, pero es

claro que un análisis detallado lleva a concluir que Gaia efectivamente está inmersa y a la vez

emerge claramente de los mismos postulados de la “Teoría Jerárquica de la Evolución”, que a su

vez, es una ampliación y profundización de la Teoría de la Evolución darwiniana.

En este sentido, y para concluir esta “pequeña y única argumentación”, nos parece adecuado

entonces presentar un gráfico que representa las diversas adiciones que la teoría de la evolución

original, ha ido sumando a lo largo de la historia de su desarrollo, incorporándole el marco que

Gaia proporciona para la visión de conjunto que nosotros entendemos como la propuesta actual

en Evolución:

La elipse más pequeña representa el Darwinismo original, basado en la Herencia y la Selección

Natural como factores clave. La elipse de tamaño intermedio a la Teoría Sintética de la Evolución

(1950), y la más grande a la síntesis ampliada o Teoría Jerárquica de la Evolución (S. XXI). Esta

última integra a por lo menos diez disciplinas científicas adicionales y está en pleno desarrollo.

Sobre ellas, nosotros agregamos la Teoría Gaia como marco final, ya que a la vez, surge, contiene,

es parte y todo integral, del complejo, fascinante y maravilloso proceso de la Vida en la Tierra.

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Notas

*Entomólogo. Director de la Corporación Ecológica Nueva Era.

Ilustración de la Portada: “La Evolución de la Tierra”, Bordalier Institute.

1 Gould, Stephen Jay; “La Estructura de la Teoría de la Evolución”, 1426 págs.; 2a Edición, Tusquets Editores, Barcelona, Septiembre de

2004.

2 1941-2002, ver biografía en Wikipedia.

3 Gould, Stephen Jay, op. Cit. Pp. 638.

4 Los criterios que Gould establece son: Reproducción, Herencia, Variación e Interacción.

5 Lovelock, James, “GAIA: A new Look at Life on Earth”, Oxford University Press, Londres, 1979.

6 Existe consenso -y así lo plantea el mismo Lovelock-, que la primitiva “Hipótesis Gaia”, de su libro de 1979, “era hipotético y estaba

escrito rápidamente: un tosco esbozo a lápiz que intentaba proporcionar una visión de la Tierra desde una perspectiva diferente” (en

“Las edades de Gaia), y que “En nuestra primera descripción de Gaia como un sistema, ni Lynn Margulis ni yo comprendíamos con

exactitud qué era lo que describíamos. Nuestro lenguaje tenía una tendencia antropomórfica y, en particular en mi primer libro Gaia,

poética” (En el prólogo de “Gaia, la tierra viviente” de Elisabet Sathouris). Por ende, efectivamente la formulación original no cumplía

con los criterios estándar para poder definir el planteamiento como teoría científica.

Sin embargo, en 1983, como respuesta a las críticas de los darwinistas de línea dura como Richard Dawkins (“El Gen egoísta”) y Ford

Doolitle (“¿Es la naturaleza maternal?”), Lovelock y Andrew Watson dieron a conocer el modelo “Daisyworld”, “el mundo de las

margaritas”, un sistema de simulación por computador que sostiene el argumento central de la auto regulación climática en un mundo

únicamente habitado por margaritas blancas y negras, respondiendo a la acusación de que Gaia sería teleológica, y de paso,

estableciendo una metodología de análisis –un modelo-, que permitía realizar experimentación sobre la base de la hipótesis original, al

menos en términos del estudio de la regulación climática en sistemas gaianos.

Finalmente, con la publicación de “Las Edades de Gaia”, en 1988, y particularmente gracias a la colaboración de Lynn Margulis y otros

científicos, es que la primitiva hipótesis se transforma en la actual “Teoría Gaia”.

7 Devereux, Paul; Steele, John; Kubrin, David; “Gaia: la tierra inteligente”; 1ª Edición, Editorial Martínez Roca, Barcelona, 1991. En

particular, el ensayo de Lovelock “Gaia: un modelo para la dinámica planetaria y celular”.

8 Lovelock, James; Bateson, Gregory; Margulis, Linn; Varela, Francisco; Maturana, Humberto et al; “Gaia: implicaciones de la nueva

biología”; 3ª Edición, Editorial Kairós, Barcelona, 1995.

9 Citado por: Joseph, Lawrence E.; “Gaia: la tierra viviente”; 1ª Edición, Editorial Cuatro Vientos, Santiago, 1992.

10 López Tapia, Alexis; “La Teoría Gaia en la Cultura y la Política Alternativas”, II° Encuentro Iberoamericano de Metapolítica, Santiago,

1996. Una parte disponible en Internet: “La Teoría Gaia”.

11 Lovelock, James, “Las Edades de Gaia: una biografía de nuestro planeta vivo”, 2ª Edición, Tusquets Editores, Barcelona, 1995.

12 Asimov, Isaac & Pohl, Frederik; “La Ira de la Tierra: La hipotesis de Gaia, la tierra como planeta vivo”.

13 Sahtouris, Elisabet; “Gaia: la tierra viviente”; 1ª Edición, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1994. Cita tomada del Prólogo del libro,

escrito por James Lovelock

14 En castellano también se llaman Albanegas: la superficie delimitada por el extradós de un arco y el alfiz que lo enmarca. Por

extensión se puede llamar enjutas a las superficies angulares curvas comprendidas entre el arco y un rectángulo imaginario que lo

contenga. También se refiere a los espacios triangulares curvilíneos entre los arcos que sostienen a una cúpula y el tambor de ésta.

15 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 1280.

16 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 1290.

17 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 1294.

18 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 1297.

19 Deme: Población biológica, (variante de la griega δημος, pueblo). Con la palabra deme se señala a la existencia de una determinada

frecuencia de caracteres fenotípicos en diversas zonas geográficas.

20 Clado: Rama filogenética. En biología, se llama clado a cada una de las ramas del árbol filogenético propuesto para agrupar a los seres

vivos. Por consiguiente, un clado se interpreta como un conjunto de especies emparentadas (con un antepasado común).

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21 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 638 a 641.

22 Joseph, Lawrence E.; op. Cit.

23 Autor de “El Gen Egoísta”.

24 Al respecto, revisar el excelente trabajo del Dr. Miguel García Casas: “La Vida Embarazada”, disponible en Internet.

25 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 650. 26 En su obra, Goul hace referencias repetidas veces a la frase de Darwin sobre “El Origen de las Especies”, en el sentido de que se trata

de “una única y larga argumentación”. Nos gusta pensar que algunas cosas también pueden decirse igual de bien con menos palabras. 27 Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 643. 28 Un bioma (del griego «bios», vida), también llamado paisaje bioclimático o área biótica (y que no debe confundirse con una ecozona

o una ecorregión), es una determinada parte del planeta que comparte clima, vegetación y fauna. Un bioma es el conjunto de

ecosistemas característicos de una zona biogeográfica que es nombrado a partir de la vegetación y de las especies animales que

predominan en él y son las adecuadas. Es la expresión de las condiciones ecológicas del lugar en el plano regional o continental: el clima

induce el suelo y ambos inducen las condiciones ecológicas a las que responderán las comunidades de plantas y animales del bioma en

cuestión. 29 Peniche Camps, Dr. Salvador; “La Hipótesis Gaia”, disponible en Internet. Guadalajara, 2010. De este excelente trabajo hemos

extractado y re-redactado varios párrafos de esta sección. 30

Ver: “La Biología Molecular de la Luz y la Percepción del Color”. Brum Compte, Liberto. Disponible en Internet. 31

O más… 32

Decimos “la mayoría”, porque ignoramos si en algún planeta o luna del sistema solar –como Marte o Titán-, podrían haber existido o

continuar viviendo ciertos organismos. 33

Véase el Capitulo 12 de la obra citada. 34

Véase “Glaciación Global” en Wikipedia. 35

La caída del meteorito en el Golfo de México, cerca del pueblo Maya de Chicxulub, que extinguió a los Dinosaurios, llamada “Límite

K-T” por los paleontólogos. 36

Gould, Stephen Jay & Eldredge, Niles; “Puctuated equilibria: the tempo and mode en evolution reconsidered”. Paleobiology, 3: 115-

151. 37

Gould, Stephen Jay; op. Cit., pp. 749-751. 38

En itálica los agregados son nuestros. 39

La Anagénesis o evolución filética es la evolución progresiva de las especies que implica un cambio en la frecuencia genética de una

población entera en lugar de un suceso de bifurcación cladogenético. Cuando en una población se fijan mutaciones suficientes para que

se diferencie significativamente de una población ancestral, se puede asignar un nuevo nombre a la especie. La clave es que la

población entera es distinta de la población ancestral, de manera que la población ancestral puede considerarse extinta. Es fácil deducir

de esta definición la controversia que puede surgir entre los taxónomos respecto a cuándo las diferencias son lo bastante significativas

para justificar una nueva clasificación de especie.

40 La noción central que deseamos plantear, es que geológicamente, el resultado de la proliferación de una “parte” de los

componentes Gaianos, como por ejemplo, la aparición de las algas verdeazuladas y las plantas en general, y el aumento del oxígeno

atmosférico –el “gremio de los organismos oxigenadores-, se quebró la homeostasis planetaria basada en una atmósfera Reductora, y

emergió una nueva estasis basada en la nueva atmósfera oxigenada.

41 Ver definición en Wikipedia

42 La Panspermia es la hipótesis que sugiere que las Bacterias o la esencia de la vida prevalecen diseminadas por todo el universo y que

la vida comenzó en la Tierra gracias a la llegada de tales semillas a nuestro planeta. En este caso, se trataría de la “siembra” de

bacterias terrestres en otro planeta para originar el surgimiento de un regimen gaiano. 43

Aquí he acuñado un par de nuevos términos que dan cuenta de ambas posibilidades: Tanatocenosis Planetaria, para un planeta vivo

o que cae en régimen permanente (como quizá fue el caso de Marte, de haber existido vida allí en algún momento), es decir una

“muerte planetaria suave”, y Kerocenosis Planetaria (de Keres, las hermanas de Thanatos que regían la muerte violenta) para los

planetas vivos que finalmente son absorbidos por la expansión o explosión de la estrella en torno a la cual orbitan, o cuya vida

planetaria no sobrevive al choque de un asteroide u otro cuerpo celestial.

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44

Por la segunda ley de termodinámica, un sistema cerrado tiende a un aumento de la entropía. En tal caso, un planeta carente de vida

poseería una atmósfera estable y equilibrada químicamente, donde se habrían producido todas las combinaciones y reacciones

posibles, por lo que su atmósfera sería del todo diferente a la de la Tierra, que no es equilibrada en absoluto. Normalmente, estos gases

reaccionan con fuerza hasta dejar de existir cuando la atmósfera llega a un equilibrio, llamado en química "Estado de Régimen

Permanente". 45

Utilizo aquí la expresión de Gould reproducida en el párrafo de la cita con que se inicia este trabajo. 46

Utilizo aquí la combinación de la Homeostasis general, junto a la autopoiesis -definida por Humberto Maturana y Francisco Varela-, a

nivel planetario, para implicar que dicho estado de equilibrio es producto precisamente de la existencia de Gaia. Un planeta sin vida

está en un tipo de homeostasis de “Régimen Permanente”, pero carece de autopoiesis. 47

Salvo que logremos descubrir el llamado “salto cuántico”, o aprender utilizar los “agujeros de gusano” para viajar entre las estrellas,

o desarrollar naves como la Enterprise de Star Trek, es claro que la colonización de un planeta extrasolar llevará tanto tiempo y tanta

distancia, que en la práctica, una vez terraformado, seguirá un curso evolutivo completamente independiente. 48

Por ejemplo, a través de la llegada accidental –en algún vuelo interespacial-, de especies emparentadas o originarias, ya sea desde el

Planeta Madre, o de algún Planeta Hermano.