Fútbol y antivalores

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FÚTBOL Y ANTruALORES Al preguntar a profesores y padres de familia si los encuentros de fútbol en los que intérviénen su hijos -niños y adolescentes- contribuyen a generar antivalores en los menores, la casi totalidad negaría tal relación. Aún más, igual número podría sostener que la actividad deportiva del fútbol más bien fomenta valores. Tan convencidos están sobre el supuesto valor del fútbol que se vive en las escuelas, en los estadios y hasta en la televjsión, que no vacilarían en afirmar que es una actividad positiva y de beneficio para sus vástagos. Muchos argumentarán que su práctica favorece la salud, al promover la actividad física y mental; otros dirán que se trata de un deporte salüdable que contribuye al fortalecimiento muscular y el funcionamiento fisiológico y, por fin, no faltará la explicación que se trata de un espaciamiento que evita que los niños y jóvenes utilicen su tiempo libre en ocupaciones peligrosas. En definitiva, se trataríá áe la actividad física por excelencia para favorecer el crecimiento personal físico y psicológico de los chicos; después de todo, si elfútbol es una "religión" mundial debe tener todos los atributos axiológicos. En este estudio se intenta contrarrestar estas concepciones generalizadas sobre el supuesto valor del futbol para la formación de la personalidad de los menores. Se expondrá varios razonamientos orientados a demostrar que los elogios al fútbol como p"n"."" para contar con mejores personas y una mejor sociedad son una ilusión y hasta un engaño promovido por quienes manejan este deporte. Antes de entrar en exponer nuestros argumentos es necesario advertir que el fútbol, por mismo, como actividad física, como deporte o como práctica de esparcimiento no tiene nada de malo, ni puede atribuírsele motivaciones antiéticas. Nos referimos al fútbol creado y difundido en un determinado contexto socioeconómico; por lo que no puede existir ál tOtnol como una entelequia al marg_gn de los condicionantes de una sociedad concreta. Entonces, cuando se hable del fútbol, no se puede prescindir de las intenciones que lo motivan, de los intereses que existen detrás, ni de las fuerzas político-ideológicos que lo utilizan. En tal virtud, no se puede alabar o cuestionar la práctica el fút6ol per se, sino enmarcado en un entorno o sistema específico, y todos iabemos cuáles el sistema económico y político que domina el planeta' Lo que sucede es qüe casi todos los ciudadanos, no han logrado suficiente conciencia crítica de esta actividad en la sociedad capitalista, ni de muchas otras que se ór"réntrn como prototipos de valcires o por lo menos como acciones neutrales, al margen de las implicaciones políticas o ideológicas. Esta creencia es una ficción que po.ó. pueden llegar a desmixiificarla y conseguir un posicionamiento cuestionador. Nos proponemos, pues, presentar una serie de hechos y acontecimientos que invalidan'la idea generalizada que el fútbol es un deporte benéfico y hasta promotor de valores. Nuestros juicios se referirán más que rtada a lo que sucede en el sistema educativo y familiai, pues allí es donde se dan las primeras deformaciones del deporte. Al último, nuestra crítica estará dirigida hacia la sociedad que genera otras distorsiones antihumanas. En primer lugar, la idea de GANAR en el fútbol, y en cualquier otra actividad' está tan enraizada en la mente de nuestros profesores y padres, que es materialmente imposible desterrarla. Esta inveterada creencia de los mayores, a su vez' tiene influencia decisiva en los niños y adolescentes, que no pueden concebir un encuentro deportivo sin vencedores ni ventidos. Ni siquiera los einpates pueden dejar tranquilos a los afiebrados por el ansia de ganar.

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FÚTBOL Y ANTruALORES

Al preguntar a profesores y padres de familia si los encuentros de fútbol en los que

intérviénen su hijos -niños y adolescentes- contribuyen a generar antivalores en los

menores, la casi totalidad negaría tal relación. Aún más, igual número podría sostener

que la actividad deportiva del fútbol más bien fomenta valores. Tan convencidos están

sobre el supuesto valor del fútbol que se vive en las escuelas, en los estadios y hasta

en la televjsión, que no vacilarían en afirmar que es una actividad positiva y de

beneficio para sus vástagos. Muchos argumentarán que su práctica favorece la salud,

al promover la actividad física y mental; otros dirán que se trata de un deporte

salüdable que contribuye al fortalecimiento muscular y el funcionamiento fisiológico y,

por fin, no faltará la explicación que se trata de un espaciamiento que evita que los

niños y jóvenes utilicen su tiempo libre en ocupaciones peligrosas. En definitiva, se

trataríá áe la actividad física por excelencia para favorecer el crecimiento personal

físico y psicológico de los chicos; después de todo, si elfútbol es una "religión" mundial

debe tener todos los atributos axiológicos.

En este estudio se intenta contrarrestar estas concepciones generalizadas sobre el

supuesto valor del futbol para la formación de la personalidad de los menores. Se

expondrá varios razonamientos orientados a demostrar que los elogios al fútbol como

p"n"."" para contar con mejores personas y una mejor sociedad son una ilusión y

hasta un engaño promovido por quienes manejan este deporte.

Antes de entrar en exponer nuestros argumentos es necesario advertir que el fútbol,

por sí mismo, como actividad física, como deporte o como práctica de esparcimiento

no tiene nada de malo, ni puede atribuírsele motivaciones antiéticas. Nos referimos al

fútbol creado y difundido en un determinado contexto socioeconómico; por lo que no

puede existir ál tOtnol como una entelequia al marg_gn de los condicionantes de una

sociedad concreta. Entonces, cuando se hable del fútbol, no se puede prescindir de

las intenciones que lo motivan, de los intereses que existen detrás, ni de las fuerzas

político-ideológicos que lo utilizan. En tal virtud, no se puede alabar o cuestionar la

práctica el fút6ol per se, sino enmarcado en un entorno o sistema específico, y todos

iabemos cuáles el sistema económico y político que domina el planeta'

Lo que sucede es qüe casi todos los ciudadanos, no han logrado suficiente conciencia

crítica de esta actividad en la sociedad capitalista, ni de muchas otras que se

ór"réntrn como prototipos de valcires o por lo menos como acciones neutrales, al

margen de las implicaciones políticas o ideológicas. Esta creencia es una ficción que

po.ó. pueden llegar a desmixiificarla y conseguir un posicionamiento cuestionador.

Nos proponemos, pues, presentar una serie de hechos y acontecimientos que

invalidan'la idea generalizada que el fútbol es un deporte benéfico y hasta promotor de

valores. Nuestros juicios se referirán más que rtada a lo que sucede en el sistema

educativo y familiai, pues allí es donde se dan las primeras deformaciones del deporte.

Al último, nuestra crítica estará dirigida hacia la sociedad que genera otras

distorsiones antihumanas.

En primer lugar, la idea de GANAR en el fútbol, y en cualquier otra actividad' está tan

enraizada en la mente de nuestros profesores y padres, que es materialmente

imposible desterrarla. Esta inveterada creencia de los mayores, a su vez' tiene

influencia decisiva en los niños y adolescentes, que no pueden concebir un encuentro

deportivo sin vencedores ni ventidos. Ni siquiera los einpates pueden dejar tranquilos

a los afiebrados por el ansia de ganar.

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cuando se les plantea lo erróneo de la obsesión por ganar, todos contratacan nuestro

criterio argumentando que, después de todo, Lpara qué se juega? si no es para ganar'

No tendría sentido juiát'o pátti.ipar para no obtener.un triunfo como premio al

esfuerzo, a la dedicatién y otros atiibutos. Si se observa toda la actividad deportiva y

de competencias en el mundo, la única razón de ser de esas acciones es vencer'

ganar, lograr, triunfar y un largo etcétera'

Lo que la mayoría de habitantes de este planeta no alcanza a discernir que el ganar'

vencer, triunfar... son valores internalizados en la mente y el corazón de los seres

humanos por un .iJát" que privilegia la ganancia, valor que a la larga se vuelve un

antivalor, por las graves deformaciones deiganar, generadas en el sistema capitalista'

Durante siglos se han conformado una -sociedád de triunfadores en todas las

actividades numanas, áunque en las últimas décadas esta ambición se ha constituido

en una verdadera obsesión enfermiza, cuya máxima. expresión es "ganar dinero",

cuánto mayor, me¡o. -Á

l" t"rg" esta 'obsásión

termina por convertirse en codicia

desmedida, "uyor'-rejores

elemptos son los banqueros y los dueños de las

transnacionales, quien"t h"n llevado a enorme crisis que afronta el mundo'

si alguien cuestiona estas razones argumentando que .el deseo de ganar' triunfar'

acumular ... son "orÑátiento innatoé, naturales en.el hombre y en la mujer está es

,n-grá"" error. Diveisos antropólogos han demostrado que estas cond.uctas no son

connaturales a los seres humanos, sino actitudes adquiridas de un sistema socio-

cultural determinado. Erich Fromm, por ejemplo, en su famoso libro "ser o tened"

demuestra "on "rpituO

o" pruebas qr" "t

"té¡9r" 19 "t universal o consustancial a

todas las culturas. El autor advierte que ta palabra "!ene/" se desarrollo en relación

con la propiedad privada, y ésta no ""itt" "n

l"t sociedades en que la propiedad es

predominantemente social".

Por su parte elfilósofo español José Marina cita el caso de dos culturas con diferentes

concepciones sobre las conductas Je las naciones "civilizadas": "La dificultad de

sobrevivir fueua a los hombres a unirse. Al parecer en aquellos lugares donde el

entorno es especialmente difícil, se exige unt *"yor.solidaridad entre los miembros de

una socied"o., poiqrá la red de depeñdencia es más notoria' Catherine Lutz contaba

que los llongot, habitantes de un atolón del pacífico, sometidos a condicione extremas

desconfiaban del;;;; consideraba fefi) porqu,e creían que en esa.situaciÓn se

preocuparía ¡-nry io"o de los demás. Y' según Jeanne Brigss, otra conocida

antropóloga, los esquimales no se dejan llevar nunca de la furia' No porque no la

sientan, sino porqué oesoe niños se les educa para evitar esos sentimientos que

pueden entorpecer la convivencia en una sociedad en la que todos necesitan de todos

para salir adelante'i, De tal modo, fray que eliminar de nuestras mentes la creencia

generalizada que la motivación natural del hombre es superar a otros' ser más que los

demás y eliminar contrincantes para ser más y tener más' Según esto' el fútbol no

sería sino et ,t;ü;"F vivencial de la óonfrontación, el dominio sobre los

congéneres, el ¡náiviJualismo triunfante y la expresión de las emociones violentas'

De otro lado, ¿puede decirse que el desenfrenado apoyo de los padres' con todas sus

imprecaciones, sus desorbitadas actitudes en los estadios y canchas de fútbol' son

ejemplos de transmisión de valoresi En muchas situaciones, es difícil describir los

comportamientos-ie-iá. páoiár at ooroe oer c11g1 de juego, cualquier filmación

evidenciaría que viven un paroxlsmo extremo propio de la conducta poseída por

fuezas p"rrnort"l"r. ¡o, pbOres vastagos al interior de la cancha procuran por todos

los medios, licitos o ilícitos, complacer lós estentóreos gritos de sus progenitores que

incitan a ganar a cualquier precio. Dá hecho, la enseñairzade valores que la escuela

pretenda internalizar en los menores como la armonía social' la cordialidad' la

solidaridad ... poco efecto tendrán tn1á t. ptusión familiar y social de vencer' hundir al

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rival, destrozarlo, humillarlo. Resulta así que el fútbol se transforma en la antítesis dela fraternidad humana. Por supuesto que en la sociedad competitiva y rivalizante comoes el sistema capitalista, el aprendizaje mayor de los niños y jóvenes es vivir deacuerdo con la ley del dan¡rinismo social, y el fútbol es una expresión clara de esteantivalor.

Pero si en los padres, los llamados a formar en la cordialidad humana, ¿qué podríadecirse de quienes fungen el papel de entrenadores o "coachs" según la jerga inglesa?Para casi todos ellos, los deportes son el escenario para demostrar cómo las personasdeben "luchar" contra los opositores, los enemigos. El campo de juego es un "selva"donde solo los más fuertes, hábiles y listos pueden sobrevivir (vencer). Y hay que vercómo se esmeran estos adiestradores para internalizar en sus pupilos la fuerza, larudeza, la hostilidad, propia de feroces combatientes. El deporte no es la actividadpara departir, solazarse y respetar a los participantes, sino para "eliminar" a rivales,hundirles en la más oprobiosa derrota.

Esto nos lleva a pensar que el fútbol y cualquier otro deporte como se lo practica enlas escuelas no tiene nada de "educativo" o formativo para la personalidad de nuestrosalumnos. El deporte no es educativo si se limita a enseñar aspectos técnicos ytácticos, junto a la adquisición de conductas reñidas con los valores, con el objetivo decrear "campeones" y ganar el mayor número de competiciones. La función educativadel deporte debería implicar además de la enseñanza de técnicas y el desarrollo de lascualidades físicas de los alumnos, la transmisión de hábitos, valores y actitudes.Llegados a este punto, conviene recordar que el problema principal es: ¿qué hábitos,valores y actitudes debemos transmitir en una sociedad donde lo que prima son losantivalores? (Véase el documento "¿Enseñar Valores o desarrollar el pensamientocrítico?").

De este modo, padres y maestros se convierten en hooligans enfebrecidos alentandolos triunfos y avances de sus pequeños, azuzados por la necesidad de creer que elsueño que jamás cumplirán por sí mismos, lo puedan materializar en las supuestasfulgurantes carreras de sus vástagos, y de paso proyectar una jubilación dorada llenade fama, trofeos y entrevistas a los medios (Bonet, 2011).

Y sin embargo, hay que ver como los gobernantes, sociólogos, educadores y otroscientistas sociales se alarman por el crecimiento de la violencia, la rivalidad, el ferozantagonismo en el mundo actual. Si diariamente se fomentan esos antivalores, y eldeporte es la mayor expresión de esas conductas, resulta una hipocresía rasgarse lavestiduras frente al mundo violento e insolidario que vive la humanidad. Para ErichFromm, es claro que las asimetrías estructurales como las del capitalismo, creancondiciones para el desarróllo de las estructuras caracterológicas individuales quesubyacen a las manifestaciones más graves de la agresividad humana. Heller (cit. porSolano, 2007) sostiene que la competencia provoca la mayoría de las vecesfrustración y agresión, y además no solo en los derrotados en la lucha competitiva sinotambién en los vencedores. No solo la derrota sino el hecho mismo de la competenciay el miedo a la derrota ocasionan constantes agresiones".

Aún más, en el mundo del fútbol, ¿puede decirse que los hinchas y fanáticos delfútbolson muestras de racionalidad, hermandad, o concordia que tanto se quiere conseguiren nuestros niños y jóvenes? ¿Quién creo ese monstruo, engendro de los másabo¡ninables instintos humanos, cuyo núcleo es el odio y el afán de destrucción acuanto oponente exista? Por supuesto que, como se ha dicho anteriormente, no es elfútbol quien crea estas aberraciones, sino quienes lo utilizan como comercio y lucha depoderes.

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El otro gran "valor" que el fútbol ha transmitido a los menores es concebirlo comofuente de riquezas. Las pantallas de televisión, la9 páginas de periódicos y revistas,las redes digitales, están saturadas de información e"imág"n", sobre la'danza demillones de dólares que significan los contratos de futbolistais y "us

sueldos, cuestiónque es una verdadera afrenta para una sociedad empobreciáa. Adultos, jóvenes yniños se obnubilan ante tales muestras de riqueza y ostentación. Graciás a ello,actualmente, el sueño de nuestros infantes es emular eéos ídolos oe ta oputencia.

¿Qué valores se enseñan con estás imágenes? Que no se diga que el dinero solo esla parte visible del valor del fútbol, sino el esfuerzo, la constancia, el sacrificio yalgunas habilidades psicomotrices, las que conducen a los grandes logros monetarios,y éstas cualidades son innegables valores humanos. Esta eé la clásica quimera que setragan los padres y, desde luego, los menores; miles de millones tras el vellocino deoro y solo un millar de figuras del fútbol. que han logrado solvencia económica y,muchos menos, vivir en la opulencía. y sin embargo, ¿oue fuerza pu"u" 1-orper railusión de esos niños que sueñan vivir como sus ioótos; quién pueoe convencer a lospadres de lo vano de tal fantasía? Y mucho menos persuadirles que el fútbol puedeser una distracción sana que fortalece el cuerpo y la psiquis, al margen de la enfermizoobsesión por llegar a ser figura y ganar abundanie o¡neio. Los expertos sostienen queel empeño paterno en que los hijos emulen al número uno, puede ir incluso endetrimento de la formación educativa que necesíta todo ser que se prepara para viviren sociedad.

En una investigación realizada en elValle de Chota descubrimos que más del g0 % depúberes y el 80 % de padres están convencidos que elfútbol sacirá a los menores dela pobreza' Con esa ilusión miles de pequeños iutbolistas se esmeran por alcanzaresta meta, pero muy pocos pueden cumplirla, pues deben enfrentai poderosasbarreras en las cuales no solo son suficientes las habilidades con un balón. Desdeluego que estos datos no solo pueden aplicarse a una zona geográfica, sino de unaaspiraciÓn mundial, para millones de niños de diferentes naJones, el fútbol seconvierte en el mayor mecanismo de ascenso social. Pocas actividades como elfútbolofrece a tanta gente convertirle en millonario, por el sólo hecho de tener buenas dotesde jugar bien a la pelota y hasta convertirse, el día de mañana, en celebridadrepresentativa del pueblo y tal vez en alguien con reconocimiento público en el mundoentero, gracias a la difusión desde los medios de comunicación masivos.

No se necesita ser expertos para reconocer que el sueño de muchos niños y jóveneslatinoamericanos y africanos es llegar un día a jugar al fútbol profesionalmente enEuropa es una simple ilusión. Nadie les advierte qué tas posibilidades de fracaso sonmayores que las del éxito, y que en la mayoría de los casos, quedarán atados acontratistas que los negociaián como esclavos. Determinadas informaciones relatanlos casos de muchos jóvenes se mantienen en Europa escondidos sin papeles,aceptando cualquier trabajo, después de ver truncados sus sueños de futbolistas poralguna lesión temprana o descartados por los clubes. Es probable que aunqueadvertidos de esa situación, intenten de todas maneras probar fortuna. Lo que lesespera en casa sigue siendo un futuro de miseria y marginalidad para la inmensamayoría.

No puede descartarse que en esta sociedad las aptitudes de muchos niños yadolescentes se han convertido en comercio redondo para dirigentes y empresarios.Miguel Alcantud en su película "Diamantes Negros" dór¡uestra una nueva forma deesclavitud se extiende ahora en el mundo: la del tráfico áe niños de África y AméricaLatina, para jugar al fútbol en los grandes clubes europeos. La casi totalidad de estosmenores terminan abandonados cuando no cumplen las expectativas de losmercaderes. En nuestro país, conocemos, por ejemplo, el caso de un respetado

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dirigente deportivo de uno de los clubes más renombrado del paÍs que reclutabajovencitos con aptitudes y los mantenía en viviendas precarias, para luego venderlos aotros clubes, si es que alcanzan las habilidades necesarias. Obviamente estastransacciones aparentemente legales constituyen un verdadero tráfico de personas.Todo a nombre del "dios fútbol". ¿Alguien puede sostener que en estas ominosasexperiencias se cumplen elementales valores éticos?

Asimismo, conviene preguntar si el fútbol ha contribuido a superar el racismo y laxenofobia que cunde en el planeta. Resulta muy difícil sostener que este deporte hasido el mejor medio para eliminar dichos estigmas de la humanidad, creadoshístóricamente por las sociedades colonialistas e imperialistas. En el mejor de loscasos, si se soporta a futbolistas de test morena o latinos no es porque los aficionadosdel primer mundo, e inclusive los de nuestras latitudes, hayan alcanzado superioresniveles de respeto a la diversidad y consideración a los atributos de otras etnias yculturas, sino en la medida que un equipo o un país logren triunfos. Es decir, el gradóde aceptación al diferente está supeditado a su éxito deportivo, no a los valoresintrínsecos que puedan tener. Así es que, los afanes de la FIFA y las Federacionespara contrarrestar y tratar de eliminar el racismo en el fútbol, es una ilusión y hasta unahipocresía. El racismo como esencia de una sociedad de clases como es la capitalista,solo podrá superarse cuando este régimen deje de ser poder y manipule a sussúbditos de acuerdo con los antivalores que dominan el mundo. Creer que se puedeneliminar las tendencias racistas con sanciones a los estadios es una empresa perdida,pues bien sabemos que estos estereotipos solo pueden abolirse cuando la igualdad yla justicia social imperen en el mundo. Por el, contrario, en muchos casos, parece serque el fútbol y otros deportes exacerban los prejuicios racistas y xenofóbicos.Obsérvese sino los afanes por demostrar la superioridad de ciertos países y razas entodos los deportes.

Pero los ingenuos panegíricos del fútbol, también deberían saber que el fútbol ha sidoy es utilizado como instrumento ideológico en favor de las clases dominantes. Sobreeste asunto algunos expertos han demostrado cómo el deporte en general, y sobretodo el fútbol, sirve entre otras cosas para desviar la atención de las masas sobre losgrandes problemas que sobrellevan, para contrarrestar las protestas sociales, paraaumentar la popularidad de los gobernantes de turno, en fin, como recurso dedomesticación social. RegÍmenes de las más variadas tendencias políticas, desdedictaduras militares y civiles, gobiernos oligárquicos y seudo-democráticos, deizquierda y más de derecha, reconocen al fútbol como valioso instrumento desojuzgamiento de los pueblos. El concepto de fútbol como droga social, términoacuñado por el historiador británico Paul Preston y entendido como la capacidad demantener a la población en un estado de pasividad política de tal manera que seeviten levantamientos y mariifestaciones, ha sido uno de los aspectos habitualmentemás utilizados por los regímenes políticos de todo el mundo como herramienta decontrol de la población. Así, los graves problemas de desempleo, pobreza, corrupción,violencia ... diseminados en el mundo, dejan de ser preocupaciones esenciales de lospueblos, para dedicar su tiempo a llenar estadios, a pasarse horas enteras frente a untelevisor o leyendo las noticias del fútbol. Las palabras de Bonet son ilustrativas."Pareciera que vivimos unos tiempos propensos a que se desencadene el Apocalipsismás destructivo y fulminante en cualquier momenio. Los desatinos de la humanidadpost-capitalistá casi loexTgen. Vivimos instalados en una perpetua crisis de sinsentido.Mientras la debacle (económica, ecológica, política, moral...) sucede, se juegantorneos, ligas, mundiales de futbol y otros depoftes, olimpiadas , rallies, regatas,campeonatos de Fórmula 1 ... como si nada pasara".

Si esto es así, ¿de qué valores se puede hablar si el futbol ha servido para alienar a lapoblación y para anestesiar la conciencia de las masas? Los principios ontológicos

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propugnan que cualquier actividad que realice el hombre debe contribuir a sudesarrollo personal (cognitivo, afectivo, axiológico y físico), al ejercicio de su libertad,alfomento de su pensamiento crítico ... pero no para deshumanizarlo o convertirlo enjuguete de fuerzas externas económicas y políticas.

La otra forma de alienación se manifiesta cuando millones de personas delegan sucapacidad de jugar, correr, caminar... a un pequ.eño grupo de personas que son partedel espectáculo deportivo. Es decir, desconocen

"u.""piitudes para la actividad físicacomo fuente de salu.d y prefieren que otros la realicen por ellos. Cuando se exponeeste razonamiento, las personas objetan: "asistimos a los eventos O"po.tiuos para

observar las habilidades superiores de atletas o campeones; y bien vale la pena pagarpor estas demostracjones". Negar las propias capacidadeá, "unqre

no tengan laexpe.rticia de los gladiadores, ciertamente es una forma de aliánación, que denigra supropia naturaleza humana.

Pero no solo en el ámbito político es donde ve el empleo deformado delfútbol, tambiénes funcional en cuanto a la economía, porque se ha convertido en una mercancía quegenera fabulosas ganancias a quienes controlan este deporte. Como se sabe, lamercancía es la base del. sistema capitalista que lleva en sus formas la enajenación.Presentar solo los ejemplos del poder económico de la FIFA y de las federacionesnacionales, implicaría todo un volumen de miles de folios, solo digamos que etpresupuesto de este organismo rector del fútbol a nivel mundial es supérior a un país9om9 Francia (2 billones para 2012), lo que significa más de 80 veces el presupuestodel Ecuador. Como ejemplos más concretos pueden citarse que la autorización paraque Sudáfrica, un nación con millones de pobres, realice

"t 6lti*o *unJ¡rl debió

desembolsar 5.000 millones de dólares a la FiFA, amen de los gastos que impticaoa taconstrucción de estadios y otras obras. Para el mundiat oL grasil 201'4, segúnAsociación Brasileña de lnfraestructura e lndustrias de Base (Abdib), socia técnica dela Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y el Ministerio üe Deportes, üs gastosrondarán los 64.739 millones de dólares.

Cientos de estos ejemplos podrían citarse para demostrar en grado de enajenación al?t qy.g han llegadó las naciones por la obsesión del fútbol. Dilapidar miles de millonesde dólares en el cemento de estadios e infraestructura, mientras millones depobladores se debaten en la más cruda miseria, demuestra la insania colectiva en laque ha caído la humanidad. No obstante, los gobiárnos, la sociedad, no paran deexigir que las escuelas deben formar los chióos'con ideales de justicia social,solidaridad con los más necesitados, distribución equitativa de recursos, austeridadeconómica en tiempos de crisis ... sobre todo en l'a naciones con alto índices depobreza.

En fin, se podría escribir numerosas páginas para verificar que el futbol como esutilizado en este sistema es fuente de antivaloies funestos. Se ha demostrado queeste deporte ha provocado que nuestros niños y jóvenes adquieran una serie decomportamientos ajenos a los verdaderos valoreé humanos, y explican también lasformas comunes de actuar en la sociedad. El corolario obligadó es: ¿qué hacer frentea esta perturbadora realidad?, ¿es posible devolver al Jútbol, y-a'cualquier otrodeporte, su verdadera esencia formativa y educativa? Lo argumentado en los párrafosanteriores no da para respuestas optimlstas; mientras estas experiencias estén enmanos de los mercaderes nunca podrán cumplir con la máxima finalidad delcrecimiento humano, del hombre y la mujer.

Dr. Jorge Villarroel ldrovo

v i ll arroel 0 8@g m ail. com