Freud XXXI Conferencia
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Sigmund Freud. Conferencia XXXI. Análisis teórico- conceptual.
Ubicación contextual del artículo: “La descomposición de la vida
psíquica”. Es la conferencia XXXI, incluída en el volumen 22 (1932-
1936, de la edición de las obras completas editadas por Amorrortu) que
recoge las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis entre
otras obras. El auditorio está constituído por gente que no
necesariamente ya estaba especialiazada en psicoanálisis. Freud ubica
la temática de esta conferencia señalando que hasta el momento sus
charlas se habían iniciado por el síntoma, que proviene de lo reprimido;
desde el síntoma se extendió la temática hacia lo inconciente, la vida
pulsional, la sexualidad. En esta oportunidad la mirada se apartará de lo
reprimido para dirigirla a esa instancia que reprime y resiste, lo
represor, dotada de fuerzas propias, las pulsiones yoicas. Se abocará a
una psicología del yo en la que se descomponerá en tres “reinos” o
“provincias” el aparato anímico de la personalidad.
Tema abordado y objetivos que el autor, Sigmund Freud, se propone
desarrollar en este texto:
-Exposición de la psicología del yo, de las constelaciones
estructurales en que se descompone el aparato anímico de la persona.
Dirigir la mirada del método psicoanalítico al plano de lo
represor, esa instancia que resiste, rechaza, reprime.
Conceptualización de “superyó”: definición, génesis, funciones,
vínculo con las otras constelaciones estructurales de la
personalidad anímica.
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Caracterización de tres términos fundamentales mediante los
cuales poder describir los fenómenos anímicos: conciente,
preconciente e inconciente; diversos sentidos.
Análisis de la categoría de “ello” como investiduras pulsionales
que piden descarga. Definición, funciones.
Características del “yo” como tal, definición, sus funciones
respecto de las otras provincias de la personalidad anímica.
Conceptos clave utilizados por Freud:
“Superyó”: Instancia particular, “que goza de cierta autonomía” (p.
56), situada en el interior del yo, una de cuyas funciones es la
conciencia moral y otra la observación de sí, indispensable como
premisa de la actividad enjuiciadora y castigadora de la conciencia
moral. Persigue sus propios propósitos y es independiente del yo en
cuanto a su caudal energético. Toma sobre sí el poder, la operación y
hasta los métodos de la instancia parental, siendo su legítimo heredero
y no el mero sucesor de ella. Sin embargo, el superyó representa “una
elección unilateral” (p. 58), en tanto parece haber tomado sólo el rigor
y la severidad de los padres, su función prohibidora y inhibitoria (la
ley), mientras que la amorosa tutela parece no encontrar lugar ni
continuación en él.
La institución del superyó es descripta por Freud como un caso bien
logrado de identificación con la instancia parental. La creación del
superyó se enlaza con el destino del complejo de Edipo. Es el
heredero de esta ligazón sentimental tan importante en la infancia.
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Desde luego, en el transcurso del desarrollo, el superyó adquiere los
influjos de aquellas personas que han pasado a ocupar el lugar de los
padres, o sea, maestros, directores de algún tipo de actividad,
arquetipos ideales.
Otra importante función del superyó es la de ser el portador del
ideal del yo, con el que el yo se mide. Es el ideal, la meta que el yo
aspira alcanzar, la exigencia de una perfección. Este ideal, dice Freud,
“es el precipitado de la vieja representación de los progenitores,
expresa la admiración por aquella perfección que el niño les atribuía
en ese tiempo” (p. 60).
Por último, es importante señalar que, en tanto suponemos que el
superyó es la instancia particular que expresa los reclamos de
limitación y rechazo, lo que llamamos represión es la obra de ese
superyó, él mismo la lleva realiza o la hace por su encargo el que le
obedece.
Cuadro patológico que ilustra la severidad del “superyó” y las
mudanzas de su vínculo con el yo: la melancolía. Melancolía: su
carácter más llamativo es el modo en que el “superyó” trata al yo. En
los períodos sanos, el melancólico puede ser severo consigo mismo
pero como cualquier otra persona, mientras que en sus ataques
melancólicos, el superyó maltrata, denigra, insulta al yo, le amenaza
con los más implacables castigos, le provoca arrepentimientos. En
pocas palabras, en la melancolía el superyó aplica el más severo
patrón moral al yo (que se le entrega inerme). La culpa moral como
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sentimiento manifiesta la tensión entre el superyó y el yo. La
enfermedad presenta períodos intermedios en los que el yo se
reestablece, hasta que vuelve el próximo ataque. Otra forma de la
enfermedad la representa aquella en la que esos períodos intermedios
expresan una “embriaguez beatífica”, como si el superyó hubiera
perdido todo su patrimonio de fuerza o se hubiera diluido en el yo, un
yo ahora liberado, maníaco, que se permite la satisfacción de todas
sus inclinaciones.
Identificación: base del proceso de conversión (“trasmudación”. P 58)
del vínculo parental en el superyó. Es una asimilación de un yo a un
yo ajeno, cuya consecuencia es que ese primer yo se comporta en
ciertos aspectos como el otro, lo imita (“lo acoge dentro de sí”. P 58).
Se diferencia con la elección de un objeto en que en la identificación
ese primer yo se altera siguiendo el arquetipo del otro (Freud ilustra
con el ejemplo del niño: cuando él se identifica con el padre quiere
ser como el padre; mientras que cuando lo hace objeto de su elección
quiere tenerlo, poseerlo); en la elección del objeto, el yo (el niño) no
es necesario que altere su yo (como sí ocurre en la identificación).
Aclaración: por supuesto, uno puede identificarse con la misma
persona a quien se ha elegido, por ejemplo, como objeto sexual. El
ejemplo usado con énfasis por Freud, en términos de los nexos entre
identificación y elección del objeto, es aquel que refiere a la situación
en la que alguien pierde un objeto o se ve precisado a resignarlo,
entonces suele suceder que se resarza identificándose con el objeto,
“erigiéndolo de nuevo dentro de su yo” (p. 59).
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Sentimiento de inferioridad: Tiene potentes raíces eróticas (“el niño
se siente inferior cuando nota que no es amado, y lo mismo le sucede
al adulto”. P.61). Este sentimiento tiene su génesis en el vínculo del
yo con su superyó, expresa su tensión (del mismo modo que el
sentimiento de culpa también expresa las tensiones de dicho vínculo).
El sentimiento de culpa, podríamos decir, es el complemento erótico
del sentimiento de inferioridad moral.
Masa psicológica: es una reunión de individuos que han introducido
en su superyó la misma persona y se han identificado entre sí en su yo
sobre la base de esa relación de comunidad. Aclara Freud, que esta
fórmula, estrictamente hablando, sólo puede ser fácticamente posible
para masas que tienen un conductor. De cualquier modo, la
importancia de este concepto reside en el intento de Freud por aplicar
la diferenciación entre yo y superyó al estudio de la psicología de
masas.
Inconciente: 1) significado descriptivo: proceso psíquico cuya
existencia nos vemos precisados a suponer, ya sea porque lo
deducimos de sus efectos, y del cual, no obstante, no sabemos nada.
O mejor formulado, es un proceso frente al que nos vemos precisados
a suponer que está activado por el momento, aunque por el momento
no sepamos nada de él. ¿Qué implica tal concepción? La mayoría de
los procesos conscientes lo son durante un breve lapso; pronto
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devienen latentes, pero pueden luego con facilidad retornar
concientes. Por supuesto, también pueden haber devenido
inconcientes, siempre que sostengamos que en el estado de latencia
siguen siendo algo psíquico. 2) Sentido dinámico: dos clases de
inconciente: a) una que, con facilidad y en condiciones susceptibles
de producirse a menudo, se trasmuda en conciente (“preconciente”).
Lo inconciente que sólo es latente.; b) la otra es que este devenir
consciente es más difícil, arduo, y sólo se produce si media un
esfuerzo considerable de labor, y puede suceder que no ocurra nunca
(“inconciente”, en su sentido más propio y restringido); 3) Sentido
sistemático: comprende un sistema de lo preconciente y de lo
inconciente, de un conflicto del yo con el sistema Icc, y dejando que
la palabra adquiera más el sentido de una provincia anímica que el de
una cualidad de lo anímico. Pero frente al descubrimiento de que
sectores del yo y del superyó son inconcientes en el sentido dinámico,
y que son sumamente importantes, Freud prefiere descartar este
sentido sistemático de inconciente. Es decir, es inadecuado porque
llamar sistema Icc al ámbito anímico ajeno al yo, no explica ciertas
cuestiones, fundamentalmente que la condición de inconciente no es
un carácter exclusivo de lo ajeno al yo.
Superyó, yo y ello: provincias, ámbitos, reinos en que el método
psicoanalítico descompone el aparato anímico de la persona.
Siguiendo con la metáfora geográfica, entre las provincias
encontramos más contaminación que un severo orden de limitaciones
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y distinciones precisas. Esta separación de la personalidad no está
trazada por fronteras tajantes.
Ello: Parte oscura de nuestra personalidad. “Caldera de excitaciones
borboteantes” (p. 68). Supone el método analítico (mediante la
interpretación de los sueños y de la formación de síntomas
neuróticos) que en su extremo está abierto a lo somático, donde
comprende (en el sentido de acoger) las necesidades pulsionales, las
cuales encuentran en el ello su expresión psíquica. Es un conjunto de
pulsiones que buscan procurar satisfacción, sin organización, ni
comandadas por una voluntad global. Estas pulsiones se rigen por el
principio del placer, enlazado con el factor económico, cuantitativo.
No hay en el ello nada que corresponda a una representación
temporal, ni un decurso temporal, ni tampoco ninguna alteración del
proceso anímico por el transcurso del tiempo (mociones de deseo que
nunca han salido del ello, como impresiones que se sumergieron en el
ello por vía de represión, son virtualmente inmortales, comportándose
siempre como acontecimientos nuevos). El ello está más allá del bien
y del mal, más precisamente, desconoce el bien y el mal. Es amoral.
Constituyen al ello investiduras pulsionales que piden descarga.
Freud resalta que para el ello pueden indicarse, como se acaba de
señalar, otras propiedades y no sólo la de ser inconciente, y permiten
la posibilidad de que partes del yo y del superyó sean inconcientes sin
tener los mismos caracteres primitivos e irracionales.
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Yo: Es aquella parte del ello que fue modificada por la proximidad y
el influjo del mundo exterior, instituida para la recepción de estímulos
y la protección frente a estos, “comparable al estrato cortical con que
se rodea una ampollita de sustancia viva” (p. 70). La génesis del yo
sólo puede ser explicada en términos de lo decisivo que fue el vínculo
con el mundo exterior. La constitución del yo destrona el principio
del placer que gobierna de manera irrestricta el curso de los
fenómenos pulsionales del ello, y lo sustituye por el principio de
realidad, que brinda más protección y seguridad. Lo que lo diferencia
particularmente del ello, es la tendencia del yo a sintetizar sus
contenidos, su tarea de reunir y unificar sus procesos anímicos. El yo
representa en la vida anímica a la razón y la prudencia, mientras que
el ello representa las pasiones desenfrenadas.
Ahora bien, la otra cara de la moneda del yo, su reverso, su vago
sótano (como diría Borges) nos revela que el yo “sirve a tres amos”
(p. 72), armonizando sus exigencias y reclamos, los cuales son
siempre divergentes y frecuentemente incompatibles. Los tres amos
son: 1) procura satisfacer los reclamos del mundo exterior, por su
origen en las experiencias del sistema percepción. 2) quiere ser fiel
también al ello, avenirse con el ello, recomendársele como objeto,
atraer sobre sí su libido. 3) Por otro lado, el superyó lo observa en
cada paso, le señala determinadas normas de conducta sin atender a
las dificultades que los otros dos amos, el mundo exterior y el ello, les
hayan presentado; en caso de no obedecerlo, el superyó lo juzga y
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castiga con los sentimientos de inferioridad y de la conciencia de
culpa.
El yo está en permanente pugna, en pleno conflicto económico entre
estos tres amos, por establecer una armonía entre las fuerzas que
actúan dentro y sobre él. La angustia expresa el estado de debilidad
del yo, amenazado por estas tres clases de fuerzas y peligros.
Encontramos tres tipos de angustia: 1) la angustia realista ante el
mundo exterior, 2) la angustia moral ante el superyó, y 3) y la
angustia neurótica ante la intensidad de las pasiones en el interior del
ello.
Articulación y tipo de relación entre los mencionados conceptos:
Podemos establecer dos grupos de conceptos: 1) Por un lado,
encontramos aquellos que se refieren a “las provincias” del aparato
anímico de la persona: Superyó, yo y ello. Desde el punto de vista del
orden expositivo, primero expone la noción de superyó, luego la de
ello y finaliza con la de yo como tal. Es conveniente observar que, si
bien el método psicoanalítico concede, podríamos decir, una gran
importancia a los tres conceptos de manera notablemente equitativa,
sin embargo, en términos de los empeños terapéuticos del
psicoanálisis, tal como lo señala Freud en el último párrafo del texto,
“el propósito es fortalecer al yo, volverlo más independiente del
superyó, ensanchar su campo de percepción y ampliar su
organización de manera que pueda apropiarse de nuevos fragmentos
del ello”. (p. 74). Es decir, hay un propósito terapéutico que pone su
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acento en el yo, y si pensamos que para Freud la teoría debía ser
concebida exclusivamente enm función de una práctica, podríamos
decir que también en el plano teórico la noción de yo ha de estar,
jerárquicamente hablando, un tanto más por sobre las de superyó y la
de ello (sin olvidar, por supuesto, como dijimos, la notable
importancia que a las tres nociones casi igualitariamente les concede).
2) El segundo grupo pertenece a los tres conceptos a partir de los
cuales pueden ser descriptos los fenómenos anímicos: conciente,
preconciente e inconciente. En este texto, el propósito de Freud es
mostrar con estos conceptos la necesidad de revisar nuestra actitud
frente al problema de conciente- inconciente. Es decir, sectores del yo
y del superyó pueden permancer inconcientes, son normalmente
inconcientes, razón por la que no hace coincidir de manera necesaria
yo y conciente, por un lado, y reprimido e inconciente, por el otro.
Es posible señalar para el ello otras propiedades y no sólo la de ser
inconciente, del mismo modo que partes del yo y del superyó pueden
ser inconcientes sin poseer los caracteres primitivos e irracionales,
ciegamente pasionales del ello.
A partir del desarrollo y articulación de los conceptos establecidos,
podemos inferir que Freud pudo haberse formulado, explícita o
implícitamente, las siguientes preguntas:
¿Cuál es la génesis del superyó? ¿La postulación del superyo
describe real y efectivamente una constelación estructural?
¿Qué herramientas conceptuales puede brindar el superyó para
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comprender la conducta social de las personas? ¿Qué vínculo
hay entre superyó y psicología de las masas?
¿Qué noción de inconciente puede acercarse mejor o describir
mejor los fenómenos anímicos? ¿Cómo evitar la errónea
polaridad yo/conciente frente a reprimido/inconciente?
¿Cuál es el desarrollo, el devenir de las pulsiones ciegas que
constituyen el ello y buscan satisfacción, para no aniquilarse?
¿Cuál es el proceso de formación del yo? ¿Qué papel
imprescindible en la vida anímica juega? ¿Cómo es su rol
económico ante las otras constelaciones de la estructura
anímica?
¿Cuál es el objetivo terapéutico del psicoanálisis al estudiar la
descomposición de la vida psíquica?
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