Freud--Vol-17--pp-151-164-Nuevos-caminos-de-la-terapia-psicoanalitica---oCS.pdf

15
 Nuevos caminos de la tera p ia p iconaítica (1919 [1918])

Transcript of Freud--Vol-17--pp-151-164-Nuevos-caminos-de-la-terapia-psicoanalitica---oCS.pdf

  • Nuevos caminos de la terapia psicoanaltica (1919 [1918])

  • N otaintroductoria

    Wege der psychoanalytischen Thcrapie

    Ediciones en alemn

    1919 lnt. Z. rztl. Psychoanal., 5, n':' 2, pgs. 61-8. 1922 SKSN, 5, pgs. 146-5R. 1924 Techllik ttllil Mctap.\vc!w!., p:gs. 1)(, 17. 192'5 (;S, 6, p:gs. 1 %47. 1931 NCl/yosell!('!Jn' I/I/el 'f'('('I/I', )llgs. ,'11 n. 1947 C:W, 12, pls. pn'),1. 197'5 SA, l ':rginzlIllgshIIH b (V olt Illll'll mlll plcll It'I I l:l rio ) ,

    pgs. 23

  • durante su estada en la casa de Anton von Freund en Steinbruch, un suburbio de Eudapest (d. pg. 163, n. 11).

    En este trabajo, el acento principal recae en los mtodos activos ms tarde vinculados fundamentalmente con el nombre de Ferenczi. Fue el ltimo de los escritos puramente tcnicos de Freud en esa poca; public otros dos casi veinte aos despus: Anlisis terminable e interminable (1937 e) y Construcciones en el an

  • Estimados colegas: Ustedes saben que nunca nos enorgullecimos de poseer un saber o un poder-hacer completos y concluidos; hoy, como siempre, estamos dispuestos a admitir las imperfecciones de nuestro conocimiento, a aprender cosas nuevas y a modificar nuestros procedimientos toda vez que se los pucda sustitui,. /lor algo mejor.

    Nos recnconl ramos hoy U'IIH hlrns uilos dI.' scpurncin y de dura prucba; CNI(' I'C'C'!1Ctlcntr'o nl

  • en un punto importante. Los sntomas y las exteriorizaciones patolgicas del paciente son, como todas sus actividades anmicas, de naturaleza en extremo compuesta; en su fundamento ltimo, los elementos de esa composicin estn cons tituidos por motivos, mociones pulsionalcs. Ahora bien, sobre estos motivos elementales el enfermo no sabe nada o su saber es muy insuficiente. Le damos a conocer entonces la composicin de esas formaciones anmicas de elevada complejidad, reconducimos los sntomas a las mociones pulsionales ljUC los motivan, pesquisamos dentro de los sntomas esos motivos pulsionales desconocidos hasta entonces para c1 enfermo, tal y como el qumico separa la sustancia bsica, el elemento qumico, de la sal en que se haba vuelto irreconocible por combinacin con otros elementos. Y aun respecto de las exteriorizaciones anmicas del enfermo no consideradas patolgicas, le mostramos que su motivacin le era conciente slo de una manera incompleta, que otros motivos pulsionales, no discernidos por l, cooperaron en ellas.

    Hemos explicado el querer-alcanzar sexlIal de los seres humanos separndolo tamhin en sus componentes, y cuando interpreLlllHls UIl SIIdlO procedelllos ;1 d('j:lr dc lado al sueo CO!l\O UII tildo v han'mus qUt' 1.1 ;\sot'iaci{ll1 vaya anudndose a sus elt'llI('lltoS sill/o(ull11'l's.

    y bit'n; ,'si 11 jllsl ifil'i1c111 rlllllpilraci('lIl dc la actividad mdica psicolll1i1ltiril con 1111 \l"lIl1l1jo qllmico podra sugerirnos una IlU(VII oril'nllld6n para I1llt'stra Inapia. Hemos analizado al enferlllo, vale dcdr, h('lllos dl'scolllpuesto su actividad anmica en sus illgredielltes elemelltales, pesqu isando en l esos elementos pulsionales separados y aislados. Parecera entonces natural exigirnos que lo ayudramos tambin a obtener una nueva y mejor composicin de ellos. Ustedes saben que, en efecto, esa exigencia ha sido planteada. Se nos dijo: Tras el anlisis de la vida anmica enferma debe seguir su sntesis, y muy pronto se aadieron el temor de excederse en el anlisis y quedarse cortos en la sntesis, y el afn por situar el centro de gravedad de la intervencin teraputica en esa sntesis, una suerte de restitucin de lo que la viviseccin, por as decirlo, haba destruido.

    Pero yo, seores, no puedo creer que esa psicosntesis constituya en verdad una nueva tarea para nosotros. De permitirme ser sincero y descorts, dira que se trata de una frase hueca. Me limito a sealar que slo estamos frente a una comparacin que se volvi vaca al extendrsela abusiva-1lH"llte 0, si ustedes quieren, a la explotacin ilcita de un nOl11hre. Pero un nombre no es ms que una etiqueta que se coloca para diferenciar algo de otras cosas parecidas; no es

    156

  • UI1 programa ni una indicacin de contenidos o definicin, y dos trminos comparados slo necesitan coincidir en un punto, pudiendo distanciarse mucho en todos los dems, Lo psquico es algo particularsimo; tanto, que ninguna comparacin aislada puede reflejar su naturaleza, El trabajo psicoanaltico ofrece analogas con el anlisis qumico, pero tambin COI1 la intervencin del cirujano o del ortopedista, o con el influjo del educador. La comparacin con el anlisis qumico encuentra su lmite por el hecho de que en la vida anmica enfrentamos aspiraciones sometidas a una compulsin de unificar y reunir. Si conseguimos descomponer un sntoma, librar de cierta trama a una mocin pulsional, ella no permanecer aislada: enseguida se insertar en una nueva.

    Sucede, pues, justamente lo contrario: el enfermo de nl'Urosis nos ofrece una vida anmica Jesgal' mJ : I , St'gllltlllaJH por resistencias, y al paso t.Ul' la analizamos y dilllillillllOS estas ltimas, ella crece org,nicamt:ntt:, va intt:granJo ell IH gran unidad que llamamos su yO todas las mociones pulsionales que hasta entonces estaban escindidas de l y ligadas aparte.:l As, la psicosntesis se consuma en el analizado sin nuestra intervencin, de manera automtica e inevitable. Hemos creado sus condiciones por medio de la descomposicin dt: los sntomas y la cancelacin de las resistencias, No es cierto t.lle en el enfermo algo quede descompuesto en sus ingredientes, algo que espera, en reposo, a que lo recompongamos de algn modo.

    Por eso el desarrollo de nuestra terapia emprender sin duda otros caminos, sobre todo aquel que Ferenczi, en su trabajo T echnische Schwierigkeiten einer Hysterieanalyse ( 1919c) ,4 ha caracterizado recientemente como la dctilli dad del analista.

    Pongmonos npidamcnte de KlIt'rdo sohrt lo qUl' ddw entenderse por esa actividad. Acotalllos nuestra tarea teraputica por medio de estos Jos cOlllt'nidos: hacer .:onciente lo reprimido y poner en descuhierto las l'esistencias . Por cierto que en ello somos bastante adivos. Pero, debemos dejar luego al enfermo librado a s mismo, que se arregle

    Despus de todo, sucede algo muy similar en el curso del anlisis qumico. Al mismo tiempo que el qumico consigue aislar ciertos elementos, se producen sntesis que no estaban en sus designios. , a causa de la liberacin de las afinidades electivas entre las sustanCIas .

    3 [La funcin sinttica del yo se examina con ms detenimiento en el captulo III de Inhibicin, sntoma y angustia (1926d).]

    .. [Segn consigna Ferenczi en ese artculo y en otro posterior (1921b), esta idea tuvo sus orgenes en una sugerencia que le hizo personalmente el propio Freud.]

    157

  • solo con las resistencias que le hemos mostrado? No podemos prestarle ningn otro auxilio que el que experimenta por la impulsin de la trasferencia? No parecera lo indicado socorrerlo tambin trasladndolo l la situacin psquica ms favorable para la tramitacin deseada del confl cto? Adems, el logro del paciente depende tambin de cierto nmero de circunstancias que forman una constelacin c:';terna. Vacilaramos en modificar esta ltima interviniendo de la manera aprop:lda? Opino que esta clase de actividad en el mdico que aplica tratam iento analtico es inobjetable y est
  • una privaclOn sensible; de lo contrario corremos el riesgo de no conseguir nunca otra cosa que unas mejoras modestas y no duraderas.

    Hasta donde yo lo veo, el peligro amenaza en particular desde dos lados. Por una parte, el paciente, cuya condicin de enfermo ha sido conmovida por el anlisis, se empea con la mayor diligencia en procurarse en remplazo de sus sntomas nuevas satisfacciones sustitutivas, que ahora no van acompaadas de padecimiento. Se vale de la grandiosa desplazabilidad de la libido parcialmente liberada para investir con libido las ms diversas actividades, preferencias y hbitos, aun los que ya tuvo antes, elevndolos a la condicin de satisfacciones sustitutivas. De continuo halla tales desvos nuevos por los que se escurre la energa necesaria para la empresa de la cura, y sabe mantenerlos en sccreto dUI'll/1te algn tiempo. La tarca es pesqllisar!os UIlO pOI' 11110 Y pI' dirle que renuncie a ellos, por inocente que parczca cn N misma la actividad productora de satisfaccin. Empcl'll, 111 persona curada a medias puede emprender tambin unos caminos menos inocentes; por ejemplo, en el caso de un hombre, buscando una ligazn prematura con una mujer. Sealemos de pasada que matrimonio infeliz y achaque fsico son los sucedneos ms usuales de la neurosis. Satisfacen en particular la conciencia de culpa (necesidad de castigo) en virtud de la cual muchos enfermos se aferran tan tenazmente a su neurosis. Por medio de una eleccin matrimonial desafortunada se castigan a s mismos; una larga enfermedad orgnica es considerada por ellos como una punicin del destino, y consiguientemente suelen renunciar a proseguir la neurosis.

    En todas esas situaciones, la actividad del mdico debe exteriorizarse en una enrgica intervencin contra las satisfacciones sustitutivas. En cuanto nI segundo pcli/J;ro que amcnaza a la fuerza pulsional del anlisis , si hicn no es de subestimar, le resultar ms fcil prevenirlo. El enfermo busca la satisfaccin sustitutiva sobre todo en la cma misma, dentro de la relacin de trasferencia con el mdico, y hasta puede querer resarcirse por este camino de todas las renuncias que se le imponen en los dems campos. Sin duda que es preciso consentirle algo, ms o menos, segn la naturaleza del caso y la peculiaridad del enfermo. Pero no es bueno consentirle demasiado. Quien como analista, acaso por desborde de su corazn caritativo, dispense al paciente lo que todo ser humano tiene derecho a esperar del prjimo, cometer el mismo error econmico en que incurren nuestros sanatorios no analticos para enfermos nerviosos. Se afanan en que todo le

    159

  • sea lo ms grato posible al enfermo slo a fin de que se sienta a gusto y en otra ocasin acuda a refugiarse all de las dificultades de la vida. De ese modo renuncian a fortalecerlo para esta, a volverlo ms productivo en sus genuinas tareas. En la cura analtica es preciso evitar toda malcrianza de esa ndole. Al enfermo tienen que restarle muchos deseos incumplidos de su relacin con el mdico. Lo adecuado al fin es, justamente, denegarle {vcrsagcl1} aquellas satisfacciones que ms intensamente desea y que exterioriza con mayor urgencia.

    No creo haber agotado el alcance de la actividad deseablc del mdico con el an terior enunciado, a saber, que en la cura es preciso m;mtcner el estado de privacin. Como ustedes recordarn, otra orientacin de la actividad analtica ya fue una vez motivo de polmica entre la escuela suiza y nosotros.7 Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio un patrimonio personal, a plasmar por l su destino, a imponerle nuestros ideales y, con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra luego de haberlo formado a nuestra imagen y semej'lIlza. Todava sigo mantenindome en esa negativa; creo que este es el lugar para la discrecin mdica tic la lj\ll' lkhil1)oS prescindir en otros contextos. Adems, he lll'cho la ('x pnicncia de que el propsito teraputico no ,'('qti('rl' \lila actividad tan osada hacia el paciente. En decto, he podido hrindar tratamiento a personas con las que no me una com\lnidad alg\lna de raza, educacin, posicin social ni cosl11ovisin, y sin perturbarlas en su peculiaridad. Sin embargo, en la poca de las mencionadas polmicas tuve la impresin de que el veto de nuestros portavoces -en primera lnea estuvo, creo, E. Jones-8 fue demasiado tajante e incondicional. Es que por fuerza debemos aceptar tambin pacientes hasta tal punto desorientados e ineptos para la existencia que en su caso es preciso aunar el influjo analtico con el pedaggico; y no slo eso : en la mayora de los otros casos el mdico se ve aqu y all en la necesidad de presentarse como pedagogo y educador. Pero esto debe hacerse siempre con gran cautela; no se debe educar al enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio ser.

    Nuestro estimado amigo J. J. Putnam, en esos Estados

    7 ref. "Contribucin a la historia del movimiento psicoanaltico (1'J14d), AE, 14, pgs. 56 y sigs.]

    H I Prohable referencia al trabajo ledo por Jones en el 4? Congres() Psicoanaltico Internacional, celebrado en Munich en 1913 (Jones, t'J14c).]

    160

  • Unidos que ahora nos son tan hostiles, deber perdonarnos que tampoco podamos aceptar su reclamo de poner al psicoanlisis al servicio de una determinada cosmovisin filosfica e imponrsela al paciente con el fin de ennoblecerlo. Me atrevera a decir que sera un acto de violencia, por ms que invoque los ms nobles propsitos.n

    Un ltimo tipo de actividad, de ndole por entero diversa, nos es impuesto por la inteleccin, que poco a poco va cobrando certidumbre, de que las variadas formas de enfermedad que tratamos no pueden tramitarse mediante una misma tcnica. Sera prematuro considerar en detalle este punto, pero puedo elucidar, a raz de dos ejemplos, la medida en que ello implica una actividad nueva. Nuestra tcnica creci en el tratamiento de la histeria y sigue ajustada a esta lfeccin. Pero ya las fobias nos obligan a sobrc'pasar la l'()ndllcta que hemos observado hasta el m'senll'. Difcill1ll'l1lc d!llni nar una fobia quien aguarde hasta que el enft'l'tno se dC'l' mover por el anlisis a resignarla: l nunca aportad al HI1:'" lisis el material indispensable para la solucin convincente de la fobia . Es preciso proceder de otra manera. Tomen ustedes el ejemplo ele lIn agorafbico; hay dos clases, una ms leve y otra m,s grave. Los enfermos de la primera clase sin duda sufridn angustia cada vez que anden solos por la calle, pero no por ello dejan de hacerlo; los (ltros se protegen de la angustia renunc iando a anclar solos. Con estos ltimos no se ob tiene xito si no se los puede mover, mediante el influjo del anlisis, a comportarse a su vez como fbcos del primer grado, vale decir , a que anden por la calle y luchen con la angustia en ese intento. Entonces, primero hay que mitigar la fobia hasta ese punto, y slo despus de conseguido esto a instancias del mdico, ,,1 cnkl'll1o dispondr de aquellas ocurrencias que posihlt:\I1 h sollll'i\l1 de la fobia.

    Una espera pasiva parece todav a I1ll'IH1S apropiada en los casos graves de acciones obsesivas ; ('11 ('feelo, L'stos tienden en general a un proceso de curacin asil1lltico, a un tratamiento interminable, y su an:lisis wrrL' siempre el peligro de sacar a luz demasiado y no camhiar nada. Me parece dudoso que la tcnica correcta slo consista, en estos casos, en esperar hasta que la cura mis ma devenga compulsin {Zwang, obsesin}, para sofocar entonces violentamen-

    9 [Se hallarn otros comentarios de Freud sobre las opiniones de Putnam en el prlogo que escribi para su libro Addresses 011 Psycho-4nalysis (Freud, 1921a), as como en la nota necrolgica que le dedic (1919b), infra, pg. 264.]

    161

  • te, con esta contra-compulsin, la compulsin patolgica. Pero, como ustedes comprendern, con estos dos casos no les he presentado ms que unas muestras de los nuevos desarrollos que aguardan a nuestra terapia.lo

    Para concluir, querra considerar una situacin que pertenece al futuro y a muchos de ustedes les parecer fantstica; sin embargo, merece, a mi criterio, que uno se prepare mentalmente para ella. Ustedes saben que nuestra eficacia teraputica no es muy grande. Slo constituimos un puado de personas, y cada uno de nosotros, aun con empeosa labor, no puede consagrarse en un ao ms que a un corto nmero de enfermos. Con relacin a la enorme miseria neurtica que existe en el mundo y acaso no es necesaria, lo que podemos remover es nfimo desde el punto de vista cuantitativo. Adems, las condiciones de nuestra existencia nos restringen a los estratos superiores y pudientes de nuestra sociedad, que suelen escoger sus propios mdicos y en esta eleccin se apartan del psicoanlisis Ilevados por toda clase de prejuicios. Por el momento nada podemos hacer en favor de las vastas Glpas populares cuyo sllfrilllicnto 1ll'lIl"ltico es enol"lnelllente ms grave.

    Ahora slIpullganlOs q!ll ulla organizacin cualquiera nos permitiese: Illultiplicar nUestro nmero hasta el punto de poder tratar Ml"lIIHll's lIlasas de hombres. Por otro lado, puede prl:verSl qllt' algllllil Vl:Z la cOllciencia moral de la sociedad lkspl'l"tar: y le I"{'wrdan qlle d pobre no tiene menores derechos a la tl"rapia anmica que los que ya se k acuerdan en malcria de ciruga bsica. Y que las neurosis no constituyen menor amenaza para la salud popular que la tuberculosis, y por tanto, lo mismo que a esta, no se las puede dejar libradas al impotente cuidado del individuo perteneciente a las filas dd pueblo. Se crearn entonces sanatorios o lugares de consulta a los que se asignarn mdicos de formacin pscoanaltica, quienes, aplicando el anlisis, volvern ms capaces de resistencia y ms productivos a hombres que de otro modo se entregaran a la bebida, a mujeres que corren peligro de caer quebrantadas bajo la carga de las privaciones, a nios a quienes slo les aguarda la opcin entre el embrutecimiento o la neurosis. Estos tratamientos sern gratuitos. Puede pasar mucho tiempo antes de que el Estado sienta como obligatorios estos deberes. y las circunstancias del presente acaso difieran todava ms ('se mOlllento; as, es probable que sea la beneficencia pri-

    ItI I Vl:;!S' d expediente a que recurri Freud por motivos tcnicos en l"1 al1,ili,i" ,1

  • vada la que inicie tales institutos. De todos modos, alguna vez ocurrir. u

    Cuando suceda, se nos plantear la tarea de adecuar nuestra tcnica a las nuevas condiciones. No dudo de que el acierto de nuestras hiptesis psicolgicas impresionar tambin a las personas incultas, pero nos veremos precisados a buscar para nuestras doctrinas tericas la expresin ms simple e intuitiva. Haremos probablemente la experiencia de que el pobre est todava menos dispuesto que el rico a renunciar a su neurosis; en efecto, no lo seduce la dura vida que le espera , y la condicin de enfermo le significa otro ttulo para la asistencia social. Es posible que en muchos casos slo consigamos resultados positivos si podemos aunar la terapia anmica con un apoyo material, al modo del emperador JOS.1 y tamhin es m!!y prohahk q!!t' t'n la aplicacin de nuestra terapia a las masas IHlS V('IInos precisados a alear el oro puro del amlisis COII l,l whl'(' de 111 sugestin directa, y quizs el influjo hipntico vuelva a hallar cabida, como ha ocurrido en el tratamiento de los neurticos de guerra Y Pero cualquiera que sea la forma futura de esta psicoterapia para el pueblo , y no importa qu elementos la constituyan finalmente, no cabe ninguna duda de que sus ingredientes ms eficaces e importantes seguirn siendo los que ella tome del psicoanlisis riguroso, ajeno a todo partidismo.

    11 [Por la poca en que se pronul1l'i